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Mensaje por airin-SyB Dom Jul 21, 2013 6:34 pm

genial ohh dios pobre de britt debe de estar cansada aunq no entendi un coño de lo q se hablo en esa reunión que acaso quieren echarle la culpa al servicio secreto??

san cuando san va a decirle te amo a britt?? tengo una duda dios falta mucho para q salga a la luz su relación ????

dios esas dos si q son calientes

sube mas porfa massss quiero otroooo pliss ya esto es una droga me encanta esta adaptación no eh leido el libro pero nisiquiera lo quiero leer porq me parece q es perfecto con la brittanas y no me puedo imaginar a mas nadie q no sean ella por sube dos mas anda

como regalo de dia del niño claro ya yo cumpli mi mayoria de edad hace mucho pero aun asi piensa q ahi lectoras no comentan pero si leen y son menores de edad asi q anda sube mas capis por el dia del niño FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 2145353087 
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Marta_Snix Dom Jul 21, 2013 7:18 pm

Flor_Snix2013 escribió:awww FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 918367557   me encantan esos momentos que tiene juntas
Si, son geniales :D
airin-SyB escribió:genial ohh dios pobre de britt debe de estar cansada aunq no entendi un coño de lo q se hablo en esa reunión que acaso quieren echarle la culpa al servicio secreto??

san cuando san va a decirle te amo a britt?? tengo una duda dios falta mucho para q salga a la luz su relación ????

dios esas dos si q son calientes

sube mas porfa massss quiero otroooo pliss ya esto es una droga me encanta esta adaptación no eh leido el libro pero nisiquiera lo quiero leer porq me parece q es perfecto con la brittanas y no me puedo imaginar a mas nadie q no sean ella por sube dos mas anda

como regalo de dia del niño claro ya yo cumpli mi mayoria de edad hace mucho pero aun asi piensa q ahi lectoras  no comentan pero si leen y son menores de edad asi q anda sube mas capis por el dia del niño FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 2145353087 
San ya le dijo que la amaba, al final de la 3º parte y al final del capitulo anterior. Y sí, todo apunta a que quieren investigar al equipo de Britt y echarle a ella la culpa de lo que pasó, seguro que Doyle tiene algo que ver en eso ¬¬
 
Es el dia del niño? Feliz día del niño!! Bueno como regalo para la "niña" no tan niña, te dejo un capitulo ;)
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Finalizado FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 6

Mensaje por Marta_Snix Dom Jul 21, 2013 7:19 pm



 

Capitulo 6
Britt se dio la vuelta y abrió los ojos a las nueve y veinte de la mañana. El sol se colaba por la ventana de la izquierda de la habitación y, durante un momento, permaneció quieta, disfrutando del calor y escuchando los sonidos de vida de la casa, que estaba muy silenciosa. Seis horas de profundo sueño habían disipado gran parte de la fatiga. El dolor de cabeza era un eco lejano y, al parecer, sin consecuencias. La desasosegaba mucho más la persistente punzada de deseo que no había satisfecho por la noche. Pensó en atravesar el pasillo e ir a la habitación de Santana, confiando en encontrarla sola. “Una idea estelar, Pierce: sexo en casa de tu madre con uno o dos agentes al otro lado de la puerta. Sólo de pensarlo, tendrías que enfriarte.” Pero no se enfrió, sino que recordó el aspecto de Santana la noche anterior: deslumbrante, tensa y peligrosa en la penumbra del bar. Luego, en la playa bajo el claro de luna, el rostro más tierno, pero con los ojos ardientes de deseo. Britt recordó también su disposición a ser devorada. Siempre estaba dispuesta. “Es hora de apagar las brasas antes de que me consuman las llamas.” Sonrió para sí, sacó las piernas de la cama, se levantó y se estiró. Fue hasta el cuarto de baño desnuda, abrió el grifo de la ducha y esperó a que la temperatura del agua fuese la adecuada. Se duchó y se vistió con la eficiencia habitual, observando que debía comprar ropa antes de la inauguración de la exposición que tenía lugar aquella misma noche. Una cosa era viajar ligera de equipaje y otra los acontecimientos sociales. No sabía cuánto tiempo pensaba Santana estar en San Francisco; si eran más de veinticuatro horas, se quedaría sin ropa. Se puso unos pantalones de algodón y un polo negro, una indumentaria muy informal para un día de trabajo. Como no llevaba chaqueta bajo la que ocultar la cartuchera, la introdujo bajo los pantalones y se dispuso a hablar con su equipo. El comedor y el salón estaban vacíos, al igual que la cocina. Por suerte, había una jarra de café sobre la encimera con una taza de cerámica que reconoció al lado. Era la taza que había hecho para su padre cuando tenía diez años. Vio debajo una hoja de papel, la cogió y leyó la inconfundible letra de su madre: “Brittany, estoy en el estudio. Sube cuando estés lista”. Britt se sirvió café y eligió un plátano de la cesta que estaba junto al frigorífico. Con la taza y el plátano en la mano, subió hasta el segundo piso por las escaleras de atrás. Se detuvo ante la puerta del estudio, sin saber si su madre estaría trabajando, y en ese caso no quería molestarla. Admiraba demasiado las obras de Marcea para interrumpir el proceso de creación, y sabía por experiencia que, cuando su madre se hallaba en plena inspiración, sólo atendía a las musas.
—¿Hola?
—¿Brittany? ¿Eres tú? —Oyó la voz de su madre desde el fondo del estudio, amortiguada por la montaña de lienzos que había en medio de la habitación.
—Sí. ¿Puedo entrar?
—Entra. Estoy acabando. —Marcea se volvió con una cariñosa sonrisa. Cuando Britt, que era tres o cuatro centímetros más alta, se acercó, Marcea se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla —. Me alegro de verte.
—Yo también —dijo Britt, buscando un lugar seguro en el que dejar la taza de café.
—Aquí. —Marcea sacó un posavasos de corcho de debajo de una pila de hojas de dibujo, lápices y plumillas y se lo ofreció—. ¿Cómo estás?
—Bien —respondió Britt, preguntándose qué sabía su madre de los recientes acontecimientos. Las amenazas contra la vida de Santana y el sangriento desenlace no habían saltado a la prensa, pero tal vez Santana se lo hubiese contado. Sin embargo, dudó de que Santana hubiese mencionado sus heridas después de lo ocurrido ese mismo año. Apoyó la cadera en el borde de un largo mostrador sobre el que había gran variedad de utensilios artísticos y peló el plátano—. Ha habido mucho ajetreo, y estoy un poco cansada.
—Espero que la inauguración de esta noche no resulte agotadora. —Marcea cogió un taburete alto y se sentó junto a Britt—. Abundarán los famosos de siempre y los sabuesos de la prensa y, de vez en cuando, un verdadero experto en arte; al menos, eso espero.
—¿En tu exposición? —se burló Britt—. Será la locura.
—Me halagas.
—Y tú eres demasiado modesta. —Britt bebió un sorbo de café—. ¿Dónde están todos esta mañana?
—Santana ha ido a correr, y la acompañan Paula y Felicia.
Britt frunció el entrecejo, repasando mentalmente los informes de inteligencia de la zona, elaborados a toda prisa antes del viaje de Santana. No había por qué preocuparse; sin embargo…
—¿Hay alguien en el coche?
—No lo sé. Creo que la decisión de salir fue bastante repentina.
—Claro —dijo Britt con gesto resignado—. Será mejor que llame a Sam para que me informe de la situación. ¿Lo has visto hoy?
—Estuvo aquí antes, pero muy poco tiempo, y habló con Paula.
—Muy bien. Gracias. —Britt hizo ademán de irse.
—¿Tienes que irte ahora mismo? Está a salvo con Paula y Felicia, ¿no?
Britt se detuvo, sorprendida. Su madre nunca había mostrado gran interés por su trabajo y no solía hablar de los detalles. Aunque aquello no se refería a su trabajo, sino a Santana.
—Sí, está perfectamente.
—Entonces, quédate, tómate el café y te contaré los últimos cotilleos del mundo artístico.
Britt iba a rechazar la sugerencia, pero se recordó a sí misma que, hasta que relevase oficialmente a San como jefe de plantilla, él se ocupaba de vigilar a Santana. Unos minutos más no importaban, y casi nunca tenía ocasión de hablar con su madre.
—En ese caso, empecemos con las cosas buenas. ¿Qué pasa con Giancarlo y contigo? —Se quedó atónita cuando su madre se puso colorada.
—Ah… digamos que estamos explorando posibilidades.
—Vaya, una respuesta intrigante. —Britt se rió—. ¿Posibilidades románticas?
—Sí.
El placer superó a la sorpresa de Britt. Desde que su padre murió veinte años atrás, su madre no había tenido una relación seria, ni tampoco informal, con un hombre.
—Me cae bien —anunció Britt, que acabó de comer el plátano y dejó la monda dentro de un papel arrugado, junto a la taza de café—. Me parece estupendo, y espero que esa exploración os llene de felicidad.
Marcea observó el rostro de su hija, desconcertada por la tranquila seguridad de su tono y su expresión. Estaba acostumbrada al distanciamiento emocional de Britt, y la perspicaz franqueza de su respuesta era nueva para ella.
—Gracias. Y por mi parte, ¿puedo preguntar por Santana y por ti?
Britt se puso rígida y la negación asomó enseguida a sus labios. Sin embargo, le sorprendió su propia respuesta:
—Nosotras también estamos explorando posibilidades.
—Me da la sensación de que vuestra exploración está mucho más avanzada que la de Giancarlo y la mía, y no hablo de la cama.
—Es complicado —afirmó Britt apartando la vista.
—Brittany, cariño, el amor siempre es complicado. —Marcea se rió y acarició la mejilla de su hija—. Está muy enamorada de ti.
Britt tragó saliva y se quedó muda de pronto. Cogió la mano de su madre y contempló los dedos fuertes y afilados que daban vida a lienzos desnudos con simples trazos de color. Britt susurró algo en voz tan baja que Marcea tuvo que inclinarse para oírla:
—Eso espero, Dios mío.
Miró a su madre con los ojos azules empañados por la emoción.
—Ni siquiera debería pensar en ella, pero no puedo evitarlo. No puedo dejar de sentir lo que siento por ella.
—Estupendo, porque ella no quiere que lo hagas. —Marcea besó a Britt en la frente—. Todo saldrá bien. Guíate por tu corazón.
—Lo intentaré —dijo Britt con dulzura.
Se quedó unos minutos más, mientras su madre le contaba las últimas noticias, hasta que su necesidad de hablar con Sam se volvió tan apremiante que ya no pudo seguir escuchando.
—Lo siento. Tengo que trabajar.
—Por supuesto. —Marcea se rió—. Me sorprende que hayas aguantado tanto. Vete.
—Te veré esta noche —comentó Britt yendo hacia el pasillo.
—Genial.
Marcea escuchó los pasos de Britt por las escaleras, deseando con todas sus fuerzas que, contra todo pronóstico, su hija y Santana encontrasen el camino de la felicidad.
—¿Sam?
—Buenos días, comandante. —La voz de Sam sonó animada y cordial al otro lado de la línea. El agente rubio, era habitualmente su coordinador de comunicaciones pero, cuando Britt no estaba con el equipo de seguridad, él desempeñaba el papel de jefe de grupo en su lugar. Se había desenvuelto admirablemente durante los meses que ella había pasado recuperándose de las heridas de bala—. Bienvenida a bordo.
—Gracias. —Britt se hallaba en la terraza de la parte de atrás de la casa de su madre, contemplando los blancos triángulos de los veleros sobre las azules aguas de la bahía—. Es estupendo estar aquí.
—¿Después de Nueva York? Sí.
—¿Dónde se encuentra?
—Sigo en el puesto de mando de San Francisco. Como ella no para de moverse, creo que debo permanecer en un lugar fijo. Desde aquí coordino muchas cosas. —Sam no comentó que recibía llamadas casi durante las veinticuatro horas del día de los agentes del turno que vigilaba a Santana López, informándole de su paradero y proporcionándole datos sobre la situación.
—Suena perfecto —afirmó Britt—. ¿Y dónde está ella?
—En el gimnasio Gold, entre Market y Noe.
—¿Quién está dentro?
—Stark. Todo tranquilo.
Britt quería más detalles, pero tuvo que reconocer que lo único que le interesaba era dónde estaba Santana y qué hacía. Su posición como jefa de seguridad de Santana le permitía saber más de la vida de la joven de lo que ella tal vez desease compartir; se trataba de uno de los peligros de cruzar la línea que separa a la protectora y a la amante. Santana no había disfrutado de vida privada desde que, cuando ella tenía doce años, su padre saltó a la escena política como gobernador muy destacado que apuntaba a una poderosa carrera en Washington. Le asistía el derecho a tener la mayor intimidad compatible con la seguridad. El hecho de que Britt estuviese enamorada de ella no cambiaba nada.
—De acuerdo —dijo Britt bruscamente, fastidiada por las divagaciones de su mente. Nunca divagaba en el trabajo, pero cuando pensaba en Santana… —Muy bien. Me encargaré…
—Las cosas están controladas, comandante, por si quiere tomarse un tiempo. Al menos hasta la inauguración de esta noche en la galería.
Estaba a punto de rechazar la sugerencia cuando reparó en que hacía semanas que no tenía un día libre.
—Gracias, Sam. Entonces, repasaremos la agenda a las cinco de la tarde. Llámeme si hay cambios.
—Entendido.
Britt no vio a Santana durante el resto del día. A las seis de la tarde esperaba en el salón de la casa de su madre para acompañar a la hija del presidente a la inauguración de la última exposición de Marcea, que se celebraría en la galería Rodman, en Union Square. Miró por la ventana para cerciorarse de que John Fielding tuviese el todoterreno frente a la casa y de que Felicia Davis ocupase el asiento de la muerte, al lado de Fielding. Al oír pasos que bajaban por la escalera desde el primer piso, volvió la cabeza y se quedó sin aliento. Santana se encontraba a tres metros, mirándola en silencio con una curiosa expresión en la cara. A Britt se le desbocó el corazón cuando reparó en el elegante vestido negro de tiras casi invisibles que rodeaban los esculpidos hombros, con el sutil corte que subrayaba la ágil y tonificada figura. En cada oreja resplandecía un destello de diamantes, y una delicada cadena de oro adornaba la base del cuello de Santana. No lucía anillos en las manos de artista, airosas y fuertes. Britt se aclaró la garganta, que de pronto sentía muy seca.
—Buenas tardes, señorita López.
Santana sonrió al ver que estaban solas por primera vez en cuatro días.
—Comandante.
—El coche está fuera.
—¿Me va a acompañar esta noche? —Santana se adelantó y sus ojos cafés relampaguearon mientras escudriñaban el rostro de Britt.
En las comisuras de la boca de Britt se dibujó una sonrisa.
—A menos que usted quiera a otra persona… y en ese caso habría un problema.
—No, ningún problema. —Santana acarició con un dedo los botones de perlas de la camisa plisada que Britt llevaba bajo el esmoquin negro—. ¿Cómo te las arreglas para meter esto en tu apañada bolsita de viaje?
—De ninguna manera. Me temo que mis previsiones no han estado a la altura esta semana. He tenido una prueba de vestuario urgente esta tarde. —Britt se encogió de hombros—. No es a medida, pero sí lo mejor que he podido encontrar.
—Créeme —murmuró Santana, cogiendo la mano de Britt y trazando circulitos sobre ella—, Armani siempre te sienta bien.
—Estás preciosa —dijo Britt en tono grave e íntimo.
—Tú también.
—Y tienes un compromiso. —Britt enderezó los hombros y señaló la puerta—. ¿Nos vamos?
—Sí, claro. —Los rasgos de Santana se transformaron en las líneas compuestas y fríamente elegantes que el mundo solía asociar con la hija del presidente. Cuando salieron, preguntó— ¿Vas a estar conmigo en la galería?
—Sí.
—Estupendo. No quiero que desperdicies ese traje esperando en el coche.
—¿Es la única razón?
—¿Acaso hay más?
Britt se rió mientras abría el camino hasta el coche. Las dos se instalaron en la parte de atrás, donde los asientos se habían adaptado para que fuesen una frente a otra. Cuando Fielding arrancó, la primera hija y su jefa de seguridad se miraron a los ojos, salvando en silencio la distancia que las separaba con la intensidad de una caricia. Se hallaban a dos manzanas de la esquina de Sutter con Mason cuando sonó el móvil de Britt, que se movió en su asiento y lo desprendió del cinturón.
—Pierce.
Entre las cejas de Britt se formó una arruga mientras miraba por la ventanilla, escudriñando la calle.
—¿Cuántos? Muy bien. De acuerdo. Que Stark nos espere junto a la acera.
Concluyó la llamada y dedicó una sonrisa de disculpa a Santana.
—Era Sam. Hay una multitud de periodistas y fotógrafos frente a la galería, más de los que pensábamos. No sé si su presencia tiene algo que ver con lo que ocurrió en Nueva York, pero la entrada principal es el único acceso razonable a la galería. Lo siento; seguramente será una locura.
—No pasa nada. —La voz de Santana sonó distante y su expresión era indescifrable.
Generalmente, sus idas y venidas públicas recibían la atención de los medios de comunicación locales. Dependiendo del acontecimiento y de que hubiese o no otras noticias interesantes, los periodistas transmitían la historia para incluirla en la sección de interés público de los periódicos nacionales. Estaba acostumbrada. Cuando el todoterreno se detuvo, Britt abrió la puerta y, con una pierna en la acera, ocultó parcialmente el interior del vehículo mientras calibraba a la docena de personas reunidas en la acera de la galería. Stark apareció entre la gente y se puso al otro lado de la puerta, de forma que flanqueaban la salida de Santana.
—Todo despejado —advirtió Stark en voz baja.
Britt asintió y se volvió hacia Santana, que esperaba sentada al borde del asiento.
—Lista, señorita López.
Santana salió mientras Felicia daba la vuelta al vehículo y se colocaba detrás de las tres mujeres. Sólo habían caminado unos pasos cuando un tipo enjuto y desgreñado, que llevaba pantalones arrugados y una camisa con el cuello abierto, les salió al paso y dijo:
—Señorita López, ¿conoce la identidad del hombre que intentó matarla en Nueva York?
De su cuello colgaba una tarjeta plastificada, pero con la imagen y la identificación vuelta del revés. Podía ser un periodista, un seguidor o un asesino.
—Atrás, por favor —ordenó Britt, levantando el brazo izquierdo a la altura del pecho. Metió la mano derecha bajo la chaqueta y tocó la pistola que llevaba en una cartuchera pegada al costado.
—No se detengan —les dijo a Santana, Davis y Stark.
El hombre apenas estaba a un metro de distancia, y Britt se volvió hacia la izquierda para colocarse delante de Santana y que el hombre no pudiese ver a la joven.
—Atrás, por favor.
—¿Es cierto que en una ocasión mantuvo relaciones sexuales con él? —preguntó el individuo, caminando de espaldas hacia la galería y manteniendo la distancia con ellas mientras hablaba.
Britt alzó la muñeca izquierda, donde llevaba la radio, y afirmó la mano derecha sobre su pistola automática.
—Sam, Stark, si se acerca a ella, deténganlo. Davis, prepárese para salir.
Las cámaras zumbaban, la gente preguntaba cosas a gritos, la multitud se acercaba cada vez más. Santana no miraba a ningún lado. La puerta de la galería se hallaba a tres metros de distancia. Sam estaba a un lado, con la mano derecha bajo la chaqueta y la mirada fija en Britt. Detrás de ellas rugió el motor del todoterreno. Stark avanzó dos pasos, colocándose delante de Santana y flanqueando la entrada.
—Apártese —ordenó al hombre.
Al desconocido no le quedó más remedio que apartarse mientras Stark abría la puerta. No obstante, se encontraba casi frente a la entrada y a muy poca distancia de Santana.
—Señorita López… —dijo por última vez.
Britt le dio un codazo en el pecho que lanzó al hombre en brazos de Sam y lo quitó de en medio, mientras Santana entraba en la galería flanqueada por Stark y por Britt. Una vez dentro, Britt volvió a hablar por radio.
—¿Lo tiene? Quiero su identificación, con antecedentes completos. No le deje entrar hasta que yo lo autorice.
Santana aprovechó la tregua que siguió a la apresurada entrada para tomar aliento y centrarse, mirando a su alrededor. Le encantaban las galerías, la pureza del espacio limpio y abierto, la sorpresa de las prístinas paredes blancas salpicadas de color, la iluminación dirigida de forma intencionada, como si las personas fuesen insignificantes entre las sombras. Esa noche el sosegante rumor de las voces atenuadas y los leves taconeos sobre el suelo de madera no lograron calmarla.
—Ojalá no hubieras hecho eso —dijo Santana en una voz tan baja que sólo Britt podía oírla.
—¿Qué? —preguntó Britt con gesto ausente mientras hacía una señal a Stark, que se desplazó unos metros, hasta un lugar desde el que tenía una buena perspectiva de cualquiera que se acercase a Santana.
—Ponerte delante de mí.
—No hay por qué preocuparse —dijo Britt en tono displicente, con toda su atención centrada en la distribución del espacio y en sus ocupantes.
“Para ti no. Esta vez no. ¿Por qué no entiendes que a mí sí me preocupa?” Santana, más asustada que enfadada, cabeceó en vez de protestar y recibió al alcalde de San Francisco con una cordial sonrisa. Le dio la mano y murmuró unas cuantas palabras amables mientras se saludaban. Durante los minutos siguientes, se dedicó a cumplir con las obligaciones sociales de su posición, una función que había representado en innumerables ocasiones y que desempeñaba sin pensar. Cuando se movió por la sala, Britt y Davis la acompañaron, una a cada lado, a una distancia de metro y medio, suficiente para no resultar impertinentes y para protegerla físicamente si hacía falta. Stark desapareció entre la gente para realizar la vigilancia general y observar a los asistentes, procurando que nadie sospechoso se acercase a la hija del presidente. Santana atendió todos los requisitos políticos, y luego se abrió paso entre los congregados de dos en dos o en grupitos hasta donde estaba Marcea, con una copa de vino en la mano, hablando con Giancarlo y con personas que la felicitaban.
—Santana, querida. —Marcea se inclinó para darle un beso en la mejilla—. Muchas gracias por venir. —Sus ojos repararon en la cara de su hija, pero ambas se limitaron a saludarse con una sonrisa.
—Es un placer. —Santana correspondió al beso, rozando la piel de Marcea con los labios—. Una verdadera maravilla. Impresionante… Felicidades.
—Créeme, yo no estoy tan impresionada. —Marcea se rió, cogiendo la mano de Santana—. Me parece que no hago muchas exposiciones porque no aguanto toda la parafernalia. Sin embargo, me alegro de que hayas venido.
—Yo también. Espero que me permitan contemplar tu obra. Creo que ya he hablado con todo el mundo.
—Por favor, huye mientras puedas. —Marcea le apretó la mano y con una sonrisa se volvió hacia otro cliente, ocasión que aprovechó Santana para escabullirse.
A continuación, caminó lentamente por el amplio recinto. El espacio se subdividía parcialmente con mamparas en las que colgaban los cuadros de Marcea iluminados por focos sobre rieles. Naturalmente, conocía la obra de Marcea Cassells, como de cualquier artista serio, pero nunca había tenido ocasión de ver tantos cuadros suyos juntos. Se daba cuenta de que Britt estaba fuera de su ámbito de visión, siguiéndola mientras iba de un lienzo a otro. En un determinado momento se perdió en el color, la forma y la cautivadora fluidez de los cuadros de Marcea y se olvidó de todo, salvo de la experiencia. Se sobresaltó cuando una voz murmuró a su lado:
—Hay una obra de especial interés ahí delante.
—¿Oh? —Volvió la cabeza y tropezó con la mirada de Britt.
—Sí, aunque no parece de mi madre.
Santana siguió la dirección de los ojos de Britt y vio su propio dibujo al carboncillo del día anterior colgado en la pared. La escueta tarjeta que lo acompañaba decía: “Sin título. Anónimo”.
—Interesante —observó en tono indiferente.
—Es más que eso: es hermoso —declaró Britt con la voz embargada de emoción—. ¿Cuándo lo hiciste?
—¿Cómo lo sabes?
—Por varias razones —respondió Britt—. En primer lugar, he reconocido tu estilo.
Santana esperó mientras los ojos de Britt se ensombrecían, sintiendo el calor de la mirada sobre su piel. —¿Y?
Britt se encogió de hombros y se quedó sin habla.
—Nadie más podría hacerlo… Nadie me conoce tan bien.
—A veces no sé si te conozco realmente —repuso Santana en voz baja.
—¿A qué te refieres?
—Como esta noche ahí fuera. Creí que habíamos acordado que no volverías a hacerlo.
Britt parecía confusa.
—¿Cómo dices?
—Interponerte entre el peligro y yo.
—Ese hombre no era una amenaza, sino una molestia.
—¿Y si hubiera sido peligroso?
Britt se quedó callada un segundo, puesto que ambas sabían la respuesta.
—Supongo que no siempre te facilito las cosas, ¿verdad?
—No, no lo haces. —Santana extendió la mano para coger la de Britt, pero se detuvo de pronto, recordando dónde estaban—. Me parece que yo también incurro en ese delito.
—A veces. —Una sonrisa iluminó los rasgos de Britt, pero se desvaneció enseguida—. Pero no me quejo.
—¿Existe la posibilidad de que desaparezcamos un rato?
—¿Teniendo en cuenta que estamos rodeadas por unas cien personas y cuatro agentes? En este momento no —respondió Britt con una sonrisa de disculpa.
—Me lo temía.
—Debo dejar que sigas contemplando los cuadros. Sólo quería… darte las gracias. —Señaló el dibujo al carboncillo—. Mi madre no querrá desprenderse de él, aunque se lo pida.
—Conozco a la artista. Veré si hay otro parecido.
—Me gustaría.
—Tal vez tengas que posar.
—Podría hacerlo —murmuró Britt alejándose—. Cuando quieras.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por cvlbrittana Dom Jul 21, 2013 9:10 pm

Sigo insistiendo, esos diálogos entre ellas me hacen suspirar, dejan ver sus deseos y temores en cuanto a su relación y eso me encanta. Saludos.
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Mensaje por aria Dom Jul 21, 2013 9:28 pm

Awwwww estos caps han sido genial...
Te he dicho cuanto odio al capullo de Doyle??? Me pone de los nervios... Estos segura que el tiene que ver cob la dichosa investigacion esa, Jaaaa el quiere ver a caer y luego esbosar la asquerosa sonrisita burlana que tiene.. Confio en que no se salga con la suya...
Will...u_U Asi o mas tarado??? Se dejar pisotear y q el baboso ese haga lo que quiera...
Ok, estuve a punto de entrar al fic y darle de cachetadas a Britt, dime que no se acosto con Kitty porfavor??? :(

Britt siempre dispuesta para su morena... Aunque esta vez le gano el agotamiento, ojala no sea nada malo esos mareos y dolores de cabezas...
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Mensaje por aria Dom Jul 21, 2013 9:32 pm

Ohhh si siempre me pasa lo mismo cuando voy a comebtar ya hay mas abajo otro cap :D ajajjaja
Creo que ya San deveria acostumbrarse a que Britt siempre la protegera ante el peligro incluso si eso la lastima ella.. Ya lo ha hecho antes dos veces...
Me encant cuando eatan a solas y expresan todo lo que sienten..
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Mensaje por micky morales Dom Jul 21, 2013 10:13 pm

bueno, estoy sorprendida de tu facilidad para la escritura ya que cuando menos lo pienso ya hay varios capitulos listos, cosa que te agradezco, me encanta tu adaptacion, aunque no conozco el libro! hasta la proxima!
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Mensaje por neniirivera Dom Jul 21, 2013 11:22 pm

holaaaa soy lectora nueva me e leiiido todo el fic y es muy pero muy muy buena tu adaptacion , dios me imaginoesas escenas y realmente quedo echa bolsa xd ........ lo unico que espero es que las cosas no se compliquen mucho para las brittana pero creo que algo malo pasara .


me encanta que describas tan bien las escenas wankyyyyyy quieroo mas !

besos y abrasos
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Mensaje por Keiri Lopierce Dom Jul 21, 2013 11:45 pm

Que puedo decir me han encantado estos capítulos enserio sencillamente los ameee jejejejeje como ellas hablan se preocupan una por la otra me hace enamorarme de este FF aunque no haya tenido la oportunidad de leer la historia original, pero esta adaptación me ha encantado y me sigue encantando. Doyle ah ese tipo lo odio enserio y desde que Brittany lo capturo viendo lascivamente a Santana no se no me fío de el:??: Ojala que la cabezita loca de Britt haya tenido una fantasía no creo que haya estado con Kitty porque ella ama a su morena, y la actitud de Santana con los que querían con ella en el bar eso me mato demuestra que solo ama a su rubia y que esta comprometida de alguna manera con Britt aunque por los momentos sean amantes para no querer estar con alguien más FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 1163780127 Marta pues espero tu próxima actualización amo tu FF jajajaja bueno saludos xoxo 
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Mensaje por Flor_Snix2013 Lun Jul 22, 2013 1:16 am

bueno por lo que he visto a todas nos trae de la cabeza este fic por decir asi en verdad es muy buena la adaptacion..... en cuanto al cap que mas puedo decir, no me canso de repetir qe me encantan esos momentos que tienen juntas.
Sin mas que decir hasta mañana y me voy a dormir contenta bye bye
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Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 4:24 am

cvlbrittana escribió:Sigo insistiendo, esos diálogos entre ellas me hacen suspirar, dejan ver sus deseos y temores en cuanto a su relación y eso me encanta. Saludos.
Si, algo que me he dado cuenta es que es el libro en el que más hablan, en los demás se dejan llevar por la lujuria y terminan desnudas xD
aria escribió:Awwwww estos caps han sido genial...
Te he dicho cuanto odio al capullo de Doyle??? Me pone de los nervios... Estos segura que el tiene que ver cob la dichosa investigacion esa, Jaaaa el quiere ver a caer y luego esbosar la asquerosa sonrisita burlana que tiene.. Confio en que no se salga con la suya...
Will...u_U  Asi o mas tarado??? Se dejar pisotear y q el baboso ese haga lo que quiera...
Ok, estuve a punto de entrar al fic y darle de cachetadas a Britt, dime que no se acosto con Kitty porfavor??? :(

Britt siempre dispuesta para su morena... Aunque esta vez le gano el agotamiento, ojala no sea nada malo esos mareos y dolores de cabezas...
No creo que se acostara, creo que fue un sueño. Tuve que releermelo varias veces porque la primera vez me quede en shock, creo que hasta le grite al libro xD
Sobre los malestares de Britt, creo que bien poco son, después de una bomba y sin descansar...supongo que lo que necesita son los cuidados de su morena y alejarse del estupido de Doyle
aria escribió:Ohhh si siempre me pasa lo mismo cuando voy a comebtar ya hay mas abajo otro cap :D ajajjaja
Creo que ya San deveria acostumbrarse a que Britt siempre la protegera ante el peligro incluso si eso la lastima  ella.. Ya lo ha hecho antes dos veces...
Me encant cuando eatan a solas y expresan todo lo que sienten..
Si, deberia acostumbrarse, pero la pobre tiene miedo y a eso no creo que se acostumbre nunca, y más después de haberla visto casi morir
micky morales escribió:bueno, estoy sorprendida de tu facilidad para la escritura ya que cuando menos lo pienso ya hay varios capitulos listos, cosa que te agradezco, me encanta tu adaptacion, aunque no conozco el libro! hasta la proxima!
Bueno el tener tiempo y hacer algo que te gusta es de gran ayuda
neniirivera escribió:holaaaa soy lectora nueva me e leiiido todo el fic y es muy pero muy muy buena tu adaptacion , dios me imaginoesas escenas y realmente quedo echa bolsa xd ........ lo unico que espero es que las cosas no se compliquen mucho para las brittana pero creo que algo malo pasara .


me encanta que describas tan bien las escenas wankyyyyyy quieroo mas !

besos y abrasos
Hola, bienvenida, me alegra que te este gustando, yo creo que estamos viviendo la calma antes de la tormenta, no tardara en ponerse esto de nuevo interesante. Besos ;)
Keiri Lopierce escribió:Que puedo decir me han encantado estos capítulos enserio sencillamente los ameee jejejejeje como ellas hablan se preocupan una por la otra me hace enamorarme de este FF aunque no haya tenido la oportunidad de leer la historia original, pero esta adaptación me ha encantado y me sigue encantando. Doyle ah ese tipo lo odio enserio y desde que Brittany lo capturo viendo lascivamente a Santana no se no me fío de el:??: Ojala que la cabezita loca de Britt haya tenido una fantasía no creo que haya estado con Kitty porque ella ama a su morena, y la actitud de Santana con los que querían con ella en el bar eso me mato demuestra que solo ama a su rubia y que esta comprometida de alguna manera con Britt aunque por los momentos sean amantes para no querer estar con alguien más FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 1163780127 Marta pues espero tu próxima actualización amo tu FF jajajaja bueno saludos xoxo 
Yo también pienso que fue un sueño, piensa que solo paso dos dias desde que no veia a San, es imposible que en dos dias después de decirle te amo, venga Kitty y se acueste con ella. Besos ;)
Flor_Snix2013 escribió:bueno por lo que he visto a todas nos trae de la cabeza este fic por decir asi en verdad es muy buena la adaptacion..... en cuanto al cap que mas puedo decir, no me canso de repetir qe me encantan esos momentos que tienen juntas.
Sin mas que decir hasta mañana y me voy a dormir contenta bye bye

 Hasta mañana, o dentro de unos horas xD. Yo acabo de levantarme, preparandoos el próximo capitulo ;)

Bueno chicas, tengo un anuncio, lo he ido comentando a algunas, pero para las despistadas, esta madrugada salgo de viaje, no vuelvo hasta el domingo, por lo que estaré sin conexión, así que sintiendolo mucho no tendréis noticias mias hasta el domingo. No me matéis!!
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Finalizado FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 7

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 5:02 am



 

Capítulo 7
Cuando Santana se despidió de Marcea, la homenajeada besó a la hija del presidente en la mejilla, dedicó una tierna sonrisa a Britt y les comentó que iba a asistir a una cena en el Regency y que seguramente no las vería hasta el día siguiente. Santana y Britt, de nuevo juntas en la parte posterior del todoterreno, permanecieron en silencio durante el corto trayecto hasta Russian Hill. En cuanto Santana entró en la casa, Britt indicó a Fielding que supervisase la zona con el coche, dio la noche libre a Davis y encargó la vigilancia interior a Stark. Los tres agentes se despidieron educadamente de Santana y se dispersaron para efectuar sus tareas. Britt y Santana se quedaron solas en el salón.
—¿Sabes unas cosa? Salvo el agente de ahí fuera y la agente de la casa, estamos… solas al fin. —Los ojos de Santana ardían sobre la cara de Britt.
Britt, a medio metro de distancia, asintió con las manos pegadas al cuerpo, preguntándose si Santana notaría su temblor. Hacía mucho que no se tocaban, y la mirada de Santana le encendía la piel. Con una voz que sonó a sus propios oídos inusitadamente tranquila, preguntó:
—¿Qué planes tienes?
—¿Te refieres al resto de la noche… o a los próximos dos días?
—Creo que esta noche ya está todo decidido —respondió Britt con una sonrisa apenada. Ojalá pudieran estar juntas. Santana se sentiría decepcionada, pero no había forma de que estuviesen solas—. Me gustaría que el equipo relajase la vigilancia ahora que estamos todos reunidos.
—Si pudiera, me quedaría aquí indefinidamente. —Santana se sentó en el brazo de un mullido sillón y apoyó la mano en el respaldo—. Me encanta Marcea, y San Francisco se adapta muy bien a mí. —Se encogió de hombros—. Pero debo regresar a Nueva York. Allí está mi trabajo, y pronto iremos a París. Tengo que ocuparme de algunas cosas antes de ir.
—¿Te parece bien si reservo un vuelo de regreso para mañana por la noche?
—Estupendo. —Santana arqueó una ceja—. Procura sentarte cerca de mí.
—Entendido —dijo Britt con una sonrisa.
—¿Cómo va tu dolor de cabeza?
—¿Qué dolor de cabeza?
—Brittany. —La voz sonó amenazadora.
—Prácticamente ha desaparecido.
—¿Y lo demás: el aturdimiento, la visión borrosa...?
—Estoy bien, de verdad. —Britt, conmovida por la preocupación de la voz de Santana, se acercó a ella y le acarició ligeramente la cintura para infundirle confianza. Cuando ya era demasiado tarde, comprendió que había sido un error tocarla. Luego, dejó de pensar.
Santana echó la cabeza hacia atrás y observó los ojos de Britt, el único lugar en el que siempre veía la verdad. En aquel momento los claros ojos se hallaban levemente empañados y había sombras en sus profundidades. Santana conocía el significado de aquellas sombras.
—Britt —dijo casi sin aliento cuando los labios de Britt se acercaron a los suyos.
En ese momento se abrió la puerta corredera de la cocina con un golpe, una entrada inusitadamente ruidosa de la cautelosa Stark. Britt suspiró; su boca se hallaba sólo a milímetros de la de Santana.
—Creo que ha sido un aviso.
—Sí —admitió Santana retrocediendo—. Me retiro, en vista de que queda descartado el sexo en el sofá.
—Buenas noches, señorita López. —Britt lanzó un suspiro tembloroso y sonrió.
—Comandante. —El tono de Santana la acarició antes de que se retirase a toda prisa.
Cuando Santana desapareció por las escaleras que conducían al primer piso, Stark entró por la parte de atrás de la casa.
—Todo en orden, comandante. —Se dirigió al televisor, colocado en un hueco al otro lado del salón, y lo encendió.
—Gracias —dijo Britt—. Estaré arriba si hay algún problema.
—Sí, señora. Espero no tener que molestarla.
Britt se detuvo en las escaleras y miró la nuca de la agente.
—Se lo agradezco.
* * *
Cuando Britt llegó al vestíbulo del primer piso, se fijó en una débil luz que se filtraba por debajo de la puerta de la habitación de Santana. Permaneció en silencio, decidiendo si entrar o no. Sabía que no había muchas probabilidades de que lo supieran y, en todo caso, a nadie le importaría. Si uno de sus agentes la sorprendía en una situación íntima con Santana, nunca lo mencionaría. Dejando a un lado la lealtad que sentían hacia ella, nadie traicionaría los secretos de un miembro de la primera familia ni arriesgaría su trabajo. Sin embargo, se alejó, más que nada por costumbre. Deseaba estar con Santana. Quería acostarse con ella. Se sentía agotada tras las semanas de tensión y lucha, cansada física y espiritualmente, y echaba de menos el consuelo de los brazos de Santana, un consuelo que no encontraba en ningún otro lugar. Suspiró y se dijo que no importaban unos cuantos días más. Cuando regresasen a Nueva York, a casa, Santana tendría más libertad y, entonces, podrían relajar un poco la vigilancia. Santana acostumbraba a recluirse durante horas o días en el apartamento de una amiga, donde las dos tendrían ocasión de disfrutar de unas horas de soledad. No era ideal, ni mucho menos, pero, tratándose de un personaje público como Santana, había que inventarse la intimidad. Britt abrió la puerta de su habitación con decisión y deslizó la mano derecha sobre la pared en busca del interruptor.
—Tal vez prefieras no encender la luz.
Britt bajó la mano y cerró la puerta tras de sí. Luego permaneció inmóvil mientras sus ojos se adaptaban a la penumbra que proyectaba la luz de las farolas y el resplandor de las estrellas a través de la ventana.
—¿Confías en que lo haga a tientas?
—Bueno —musitó Santana, abandonando las sombras y dejándose ver en el rayo de luna que iluminaba el centro de la habitación—. Ha pasado bastante tiempo, pero supongo que, con un poco de estímulo, lo conseguirás.
Mientras Santana hablaba, Britt se apresuró a quitarse la chaqueta y la pistolera y a dejarlas sobre la silla que estaba junto a la puerta. Se adelantó tres metros y se detuvo frente a Santana, quedando separadas tan solo por una franja de oscuridad.
—¿No estás cansada? —preguntó Britt con una voz más grave de lo habitual.
—Me pareció que no podría dormir… y sólo conozco un remedio seguro para eso —dudó, y luego añadió en tono travieso— Supongo que podría hacerlo sola…
—¿Intentas darme celos? —preguntó Britt con dulzura.
—¿Yo? Jamás. —Santana se rió—. Además… contigo al otro lado del pasillo, no cabe elección. Al menos… nada que pueda compararse.
Britt también se rió. Luego acarició los hombros desnudos de Santana y le hizo dar la vuelta para que viese la noche por la ventana. Se acercó, de forma de que su pelvis rozó el trasero de Britt, deslizó las manos hasta el broche que sujetaba los cabellos de la joven bajo la nuca y los soltó. Britt introdujo los dedos entre los espesos bucles, retirando los mechones que caían sobre el cuello de Santana, y acarició los hombros y los brazos de su amante.
—Estás muy guapa esta noche.
Santana se relajó entre los brazos de Britt y se apoyó en su cuerpo, descansando la cabeza sobre el pecho de la agente.
—¿Nunca te he comentado que me encanta que me desnudes? —preguntó con voz gutural y un poco entrecortada.
—Creo que recuerdo algo parecido. —Britt posó los labios en la firme curva de músculos que unía el cuello y los hombros de Santana, explorando milímetro a milímetro con la boca, y luego apretando los dientes contra la carne dura. Mordió levemente a Santana, hasta que la joven contuvo el aliento y dejó escapar un gemido. Por último, apartó la boca—. ¿Debo interpretar eso como una invitación?
—Por favor —repuso Santana.
Britt deslizó los dedos sobre los brazos desnudos de Santana y las palmas bajo las finas tiras del vestido, dejándolas caer suavemente. Se detuvo cuando el vestido quedó prendido en los pechos de Santana, sobre sus pezones. Britt rodeó el cuerpo de Santana con una mano, extendiendo los dedos sobre el pecho y hundiéndolos en el surco que separaba los senos. Con la otra mano se desabrochó la camisa, y arrojó al suelo de madera las perlas plateadas de la botonadura. El cuerpo de Santana se tensó cuando el leve ruido de las perlas al caer rompió el silencio. Se apoyaron la una en la otra, la espalda de Santana apretada contra el cuerpo de Britt, las sutiles curvas fundiéndose con los esbeltos ángulos. Britt tenía la camisa blanca abierta, el pecho desnudo pegado a la carne que dejaba al descubierto el escotado vestido negro.
—Cuatro días es mucho tiempo —murmuró Britt acariciando la curva de la oreja de Santana con la boca, mientras se le aceleraba la respiración al sentir cómo se endurecían sus pezones al contacto con la piel suave de Santana—. Me ha costado mucho esta noche… ignorar cuánto deseaba tocarte.
—Caramba, comandante —susurró Santana con voz ronca—. No creí que nada pudiera distraerla de su trabajo.
—Tú sí. —Britt desprendió la camisa de los pantalones y la tiró al suelo. Luego bajó la cremallera del vestido de Santana. Con las dos manos deslizó el suave tejido sobre el cuerpo de ésta, revelando sus pechos a la luz de la luna y maravillándose ante el destello con que la sangre teñía la piel y ante algo más elemental bajo la superficie. A continuación, rodeó con los dedos un pezón erecto, extendiendo la mano bajo la curva llena de la carne ardiente—. Tú siempre lo consigues.
Aunque quería ir despacio, a Britt le resultaba cada vez más difícil. La piel de Santana era delicada y suave, pero encubría unos músculos firmes y un cuerpo que rebosaba tensión. El rápido movimiento de sus pechos bajo las manos de Britt hablaba del deseo de su amante, y el cuerpo de Britt se excitó, mientras sus muslos temblaban al apretarse contra las nalgas de Santana. Cuando ésta devolvió la presión con un movimiento de caderas, Britt profirió un profundo gemido.
—Sabes que me gusta ir rápido la primera vez —jadeó Santana, abandonando su pasividad al extender una mano hacia el inexistente espacio que las separaba y apresurándose a acariciar el interior de la pierna de Britt, sujetándola con firmeza a través de los pantalones—. No he dejado de desearte desde anoche en el bar y, si me sigo excitando, sufriré daños permanentes.
Britt agarró a Santana por los hombros y le dio la vuelta hasta que quedaron cara a cara, con los pechos desnudos rozándose mientras se besaban. Un beso con el que expresaban necesidad, añoranza y hambre descarnada. Tras unos segundos, el primer impulso de desesperación dejó paso al acogedor reconocimiento y, cuando por fin se separaron, respirando con dificultad, sonreían.
—Probemos algo nuevo. A ver si podemos hacerlo lentamente —sugirió Britt.
—Pides mucho. —Santana sacudió la cabeza y recorrió con las manos el abdomen de Britt hasta la parte superior de los pantalones. Desabrochó con habilidad los pantalones de seda del esmoquin y bajó la cremallera—. Pero lo intentaré si quieres.
Santana deslizó la mano en el interior de los pantalones de la agente. Ésta se acaloró y el aturdimiento se apoderó de su cabeza ante la inesperada fuerza de los dedos de Santana sobre sus predispuestas terminaciones nerviosas. Le temblaban las manos sobre la piel de Santana y habló con voz estremecida:
—No puedo si haces eso.
—Si te empeñas… —Santana se rió ligeramente y apartó la mano. Volvió a reír al oír el involuntario gemido de Britt—. Al menos hagámoslo en la cama. No tengo fuerzas para aguantar de pie.
Se apartaron un poco para librarse del resto de la ropa. Luego, como si temiesen la separación, se apresuraron a abrazarse, entrelazando los miembros, y rodaron juntas sobre las sábanas. Britt retorció el torso y colocó a Santana debajo, poniendo una pierna entre los muslos de la joven mientras buscaba su boca. Cuando el calor del aliento de Santana en su garganta no bastó para sofocar su necesidad, Britt se apoyó en los brazos y se deslizó hacia abajo, colocando el pecho entre los muslos extendidos de Santana. Su boca se apoderó de un pezón y lo mordisqueó, mientras los dedos de Santana alborotaban sus cabellos. Britt encontró el otro pecho y lo acunó con la mano, acariciando el pezón con los dedos. No paró hasta que Santana se arqueó debajo de ella, jadeando.
—Por favor —susurró Santana, enmarcando el rostro de Britt con las manos temblorosas e intentando centrar los ojos nublados en su amante—. Te deseo muchísimo.
Britt se deslizó más abajo, besando el centro del abdomen de Santana y moviendo las manos hacia el interior de los muslos de la joven. Santana estaba húmeda. Con el pulso acelerado y tan embriagada por la lujuria que casi no podía soportarlo, Britt apoyó la mejilla en la tierna base del abdomen de Santana y susurró:
—¿Así de lento?
—Un poco más lento… o… me correré sin ti.
Britt se rió, temblando.
—Oh, no creo.
Britt, sin prisa, rozó con los dedos la espesa fuente de calor entre los muslos de Santana, presionando el clítoris con firmeza, y luego penetrándola durante un instante fugaz. Se retiró, a pesar de las protestas de Santana, y siguió acariciando con los dedos la carne caliente e hinchada y sintiendo el salvaje latido de la sangre en la mano. Santana se apretó contra ella.
—No. Quiero que te corras en mi boca.
—Entonces, bésame —pidió Santana—. Y lo haré.
Britt bajó la cabeza muy despacio y tomó a Santana con cuidado entre los labios. Cuando los muslos de Santana se tensaron, indicando que estaba a punto, Britt hundió más la boca, acomodando el movimiento rítmico de los labios sobre Santana al de los dedos que la penetraban. El impulso de la lengua y los dedos de Britt seguían los latidos de la sangre y los espasmos de los músculos de Santana en torno a su mano. Santana agarró los cabellos de Britt, apretándolos de cualquier manera mientras su garganta emitía grititos. Cuando alcanzó el clímax, pronunció el nombre de Britt entre la bendición y el agotamiento. Britt, conteniendo el aliento con los ojos cerrados, reprimió las lágrimas de emoción tras unirse a la única mujer de su vida que le importaba. No supo cuánto tiempo permaneció inmóvil hasta que Santana rompió el silencio.
—¿Estás dormida?
Britt sacudió la cabeza ligeramente, moviendo los labios sobre la piel aún estremecida de Santana.
—No, creo que no. Tal vez… si estuviera muerta, esto sería la gloria.
—Oh, sí. Parece… la gloria. —Santana se rió, insegura, flexionando los dedos entumecidos y agitando las piernas rígidas sobre las sábanas. Las titánicas contracciones del orgasmo habían resultado casi dolorosas, y seguramente le habrían dolido si el orgasmo no hubiese sido tan intenso.
—Acércate… si puedes. Quiero tocarte.
—Estoy bien —murmuró Britt, sin abrir los ojos, sintiendo los erráticos latidos del corazón en el pecho.
—Acércate de todas formas.
Britt hizo un esfuerzo y logró moverse un metro antes de derrumbarse sobre la almohada junto a Santana.
—¿Qué te parece?
—La lentitud está muy bien. —Santana, adormilada, se acomodó en brazos de Britt y apoyó la cabeza en el hombro de su amante, con una mano sobre el prieto abdomen.
—Hum —murmuró Britt—. No está mal para empezar.
Santana besó a Britt en el cuello y lamió el sudor salado que impregnaba su piel. Sintió un fuerte latido contra los labios y deslizó los dedos, abriéndose camino entre los muslos de Britt, que gimió mientras Santana acariciaba la dura prominencia de su clítoris.
—¿Así que estás bien? —se burló Santana—. A veces no tienes ni idea, comandante.
—Sí… todo bien… —La pelvis de Britt se arqueó mientras la presión se intensificaba bruscamente con las sabias caricias de Santana—. Y luego… se está… bien.
—No creo que podamos hacerlo lentamente en este caso —observó Santana cuando los músculos del estómago de Britt se contrajeron y todo su cuerpo se estremeció—. ¿Verdad?
—Yo… lo estoy perdiendo —confesó Britt, desesperada, agitándose con la primera oleada de espasmos—. Dios mío…
—Todo va bien —murmuró Santana apretando los labios contra la curva de la oreja de su amante—. Te tengo.
Santana abrió en silencio la puerta que daba a la terraza de atrás y salió a disfrutar de la noche. Se había puesto unos shorts holgados de hacer ejercicio y una camiseta sin mangas y llevaba en la mano una lata de refresco. Se detuvo junto a la puerta cuando se dio cuenta de que no estaba sola. Paula Stark hablaba por el móvil:
—Escucha… tranquila, ¿entendido? Te llamaré pronto. Sí… muy bien. Me acuerdo. Buenas noches.
—Lo siento. —Santana salvó los cinco metros que la separaban de la barandilla, donde estaba la agente.
—No hay problema. Estoy entre controles y me encontraba…
—Paula, por Dios. ¿Cree que me importa que llame por teléfono?
—Pues, en términos estrictos, estoy…
—Por favor —repuso Santana—. En términos estrictos, ¿tendría que pasarse doce horas en la oscuridad sin hacer nada?
—Sí, en términos estrictos —respondió Stark, muy seria—, aunque no serían doce horas. Me encargo del cambio de turno, así que en realidad sólo llevo de servicio…
—Ya me hago una idea, agente del Servicio Secreto Stark.
Stark cerró la boca y miró a la hija del presidente a la luz de la luna. Santana sonreía y, como siempre que lo hacía, el corazón de Stark se aceleró. Sin embargo, la agente comprendió el motivo. Le gustaba la hija del presidente; en realidad, era algo más. Respetaba la posición oficial de Santana López y valoraba el trabajo que ésta hacía, de representar a la nación en lugar de su difunta madre, como emisaria femenina más próxima al presidente en situaciones en las que dicha representación resultaba fundamental. También la estimaba como persona con talento y volcada en causas importantes, sobre todo en la lucha contra el cáncer, que le había costado la vida a su madre. Y sobre todo eso Stark se daba cuenta de que pesaba el hecho de haber tenido una relación con ella. Una historia muy breve, sí, pero formaba parte de su pasado, y, en retrospectiva, no lo lamentaba. Por eso, cuando miraba a la mujer que estaba junto a ella, todas esas cosas le afectaban, aunque no debiera ser así. En su calidad de agente del Servicio Secreto no debía sentir más que responsabilidad hacia la persona a la que protegía. Stark suspiró. Tal vez por eso nunca sería la mejor agente del Servicio Secreto, pero se daba cuenta de que no podía cambiar. Quizá nadie notase esos detalles. Al menos, la comandante confiaba en ella como protectora principal de Egret, y eso era lo que en realidad importaba. Santana observó el parpadeo del claro de luna sobre los rasgos de Stark y el caleidoscopio de emociones que encerraban; no las comprendía todas, pero sí reconoció algunas. Sonrió con cariño.
—Así que estaba haciendo comprobaciones con Sam, ¿no?
—Hum…
—No importa, Stark. —Santana se apiadó de ella y dejó de bromear—. Sé que no era Sam porque conozco su tono de voz cuando habla con él. ¿Cómo está Renée?
—Bien, supongo —respondió Stark con tristeza, tocando una astilla de madera del borde de la barandilla.
—¿Supone? ¿Qué ocurre?
—Le van a dar el alta en el hospital dentro de uno o dos días.
—Eso es estupendo —exclamó Santana apoyando los codos en la barandilla. Stark y ella contemplaban la bahía—. Mucho antes de lo esperado, ¿verdad?
—Sí, y ahí radica el problema. Ya está hablando de volver al trabajo.
—¿Por qué no me sorprende?
—¿Cómo?
—No importa —dijo Santana cabeceando levemente—. No creo que pueda volver a trabajar inmediatamente, aunque quiera. No se preocupe por eso. Necesitará terapia física, ¿no es así?
—Sí. De todas formas, seguro que encuentra la manera de conseguir un trabajo de oficina si no puede regresar al servicio activo de momento.
—¿Sabe una cosa, Stark? —dijo Santana—. La mayor parte de mi equipo ni siquiera debería estar trabajando en este momento, así que no le costará ponerse en el sitio de Savard.
Stark, asombrada, volvió la cabeza y miró a Santana a los ojos.
—¿De qué habla? Ninguno de nosotros sufrió heridas, salvo Ellen.
—Dios mío. ¿Acaso todos los agentes del Servicio Secreto tienen que ser burros?
Stark se puso rígida al oír el comentario de Santana, lista para defender a sus colegas, pero Santana continuó sin darle ocasión de hablar:
—No se trata sólo de daños físicos, aunque bien sabe Dios que Britt debería estar de baja.
—¿La comandante está enferma? —se apresuró a preguntar Stark con sincera preocupación.
—Ella no lo admite, pero la cuestión es que resultó herida. Y ustedes perdieron a un colega y otros dos sufrieron graves heridas. Podría haber sido cualquiera de ustedes. Esas cosas también hacen daño.
—Gajes del oficio, señorita López. —Stark parecía de pronto triste y más vieja.
—Sí —admitió Santana convencida y con evidente comprensión—. Supongo que sí.
En un breve gesto, insólito en ella, Santana le dio un apretón en el brazo a Stark con ademán amistoso, y luego posó la mano en la barandilla.
—No creo que Renée sea diferente al resto de ustedes, pero confío en que tenga la sensatez de no hacer excesos físicos hasta que se recupere.
—Lo bueno es que va a vivir con su hermana en Nueva York hasta que se restablezca —explicó Stark, de nuevo con entusiasmo—. Si le dan un destino, probablemente será en la oficina de servicio local, al menos de forma temporal.
—Ah… Entonces, estará cerca.
—Sí.
A Santana no le pasó desapercibida la emoción de la voz de la joven agente y no pudo evitar sentir una punzada de celos. Renée Savard y Paula Stark eran libres para explorar lo que había entre ellas, y para hacerlo con la alegría e ilusión de dos personas que se enamoran. Algo que ella nunca había tenido oportunidad de experimentar. También Santana estaba enamorada, desesperadamente, dolorosamente, con todo su ser, pero la alegría se mezclaba con la tristeza y a veces con la rabia. Eran las tres de la mañana y acababa de abandonar los brazos de su amante porque no podía despertarse a su lado, ni siquiera en uno de los lugares más seguros que conocía. “Si no podemos compartir ese sencillo placer aquí, entonces ¿dónde y cuándo será posible?”
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Alisseth Lun Jul 22, 2013 9:50 am

aww renee y paula cada vez me gustan más....
Ojalá San y Britt puedan estar juntas libremente algun rato... eso sería bueno...
Caada vez más interesante... :D
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por aria Lun Jul 22, 2013 9:57 am

Se me ha chiquitito el corazon con esta situacion de las chicas, es muy triste vivir asi y ahora que estan enamoradas mas dificil aun pues aunque Britt no fue su jefa de seguridad pues el peso de quien es Santana Lopez las seguiria de todos formas!!! :(
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 10:47 am

Alisseth escribió:aww renee y paula cada vez me gustan más....
Ojalá San y Britt puedan estar juntas libremente algun rato... eso sería bueno...
Caada vez más interesante... :D
Renée y Paula también me gustan. Los lios empezaran de nuevo, en el siguiente cap...
aria escribió:Se me ha chiquitito el corazon con esta situacion de las chicas, es muy triste vivir asi y ahora que estan enamoradas mas dificil aun pues aunque Britt no fue su jefa de seguridad pues el peso de quien es Santana Lopez las seguiria de todos formas!!! :(

 Si, pero si Britt no fuera su jefa de seguridad seria peor, estarian separadas y quien sabe cuando se podrían ver
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Finalizado FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 8

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 10:48 am



 

Capitulo 8
A la siete y media de la mañana siguiente Britt, que se sentía fresca e inusitadamente alegre, entró en la cocina y se acercó a la cafetera. El café estaba caliente y recién hecho. Lo había preparado alguien del turno de noche. Britt se sirvió un poco y se dirigió a la terraza trasera. Previamente había llamado a Sam al hotel para repasar las actualizaciones diarias de Washington y la miríada de agencias de inteligencia que controlaban los acontecimientos externos e internos. En aquel momento, quería disfrutar del sol matutino y del cielo excepcionalmente claro. La niebla era habitual en las mañanas de San Francisco incluso en verano. Al oír cómo se deslizaba la puerta corredera, la mujer que estaba junto a la barandilla se volvió.
—Buenos días —dijo Britt, gratamente sorprendida. No había oído movimiento en el piso de arriba y pensó que era la única que estaba despierta. Apoyó un hombro en el marco de la puerta, bebió un sorbo de café y dedicó unos momentos a contemplar el reflejo del sol sobre el rostro de su amante.
Santana llevaba un desgastado jersey de los Yanquis que parecía más viejo que ella y unos pantalones de chándal holgados; aún así, era la mujer más hermosa que había conocido. El corazón de Britt, y muchos otros puntos, se aceleraron.
—Buenos días. —Santana se apoyó en la barandilla con los brazos extendidos a ambos lados del cuerpo y las manos aferradas al barandal. Esbozó una leve sonrisa, mientras la expresión de Britt pasaba del placer al deseo.
—Creí que estabas durmiendo —observó Britt desde la puerta. No confiaba en su capacidad de contención para acercarse a Santana, y menos en la terraza a plena luz del día. Pensaba que había saciado su hambre la noche anterior. Pero, al parecer, estaba equivocada.
—No, hace un rato que me he levantado. —Santana no consideró oportuno comentar que había estado despierta casi toda la noche después de la marcha de Stark. No le había ayudado saber que Britt se encontraba al otro lado del pasillo. Al contrario, la había puesto nerviosa.
—¿Te encuentras bien? —Britt frunció el entrecejo, dándose cuenta de que Santana se callaba algo.
—Sí. —Santana le dedicó una sonrisa sincera que borró los vestigios de melancolía. El día era precioso, y Britt estaba allí, extraordinariamente sexy con sus vaqueros gastados y una camisa blanca desgastada en el cuello y los puños—. Perfectamente.
—¿Te molesta la compañía?
—La tuya no.
Britt cruzó la terraza y contempló la densa vegetación de la parte de atrás de la casa, que descendía en cuesta hacia la calle, una cinta gris apenas visible que caía a pico más abajo.
—Felicia está por ahí —comentó Santana al reparar en que Britt supervisaba el perímetro—. Es su turno.
Britt escudriñó la zona inferior e hizo un leve gesto de asentimiento cuando divisó la lejana figura de la agente. Satisfecha, se dirigió a Santana:
—¿Cómo estás?
—Mejor que ayer por la mañana a estas horas —respondió Santana con la voz ronca—. Estoy contenta… de momento.
—Y yo lo siento —repuso Britt riéndose—. Me quedé dormida…
—No te disculpes. Primero, lo necesitabas. Segundo, haces que me sienta como un semental.
—Vaya… Me pregunto cómo debo tomármelo. ¿Significa que yo no lo soy?
Santana miró a Britt a los ojos, observando con alivio que habían desaparecido las ojeras y que el dolor, que Britt creía que no se notaba, también se había evaporado.
—Oh, no, comandante. Tus credenciales de semental siguen intactas.
—Me alegro de oírlo —dijo Britt con una sonrisa. Se apoyó en la barandilla y dio un sorbo al café, disfrutando de la perfecta vista de tarjeta postal—. ¿Sabes algo de mi díscola madre esta mañana?
—Yo no contaría con ella… tan temprano. Al menos si he interpretado correctamente la situación con Giancarlo.
—Creo que sí. —Una sonrisa afectuosa iluminó el rostro de Britt—. Si por la tarde no ha regresado, la llamaré antes de salir para el aeropuerto.
—Sentiré irme de aquí —dijo Santana en voz baja.
Britt movió la mano izquierda sobre la barandilla hasta cubrir la derecha de Santana. Sus hombros casi se tocaban, pero sólo alguien que estuviese con ellas en la terraza podría apreciar el cariñoso gesto. Los dedos de ambas se entrelazaron automáticamente, con los pulgares acariciando las palmas.
—Sí, yo también. Al estar aquí contigo me he dado cuenta de lo hermoso que es este lugar. Tu compañía hace que el mundo parezca totalmente distinto.
Santana se quedó momentáneamente sin habla, en una de esas ocasiones en que Britt la cogía por sorpresa, tal y como siempre había supuesto que se sentiría al estar enamorada. Aunque nunca había imaginado que llegaría a vivirlo.
—No tenemos por qué perder este sentimiento, ¿verdad?
Britt la miró de nuevo, maravillándose ante la diversidad de matices que flotaban en las profundidades de los ojos de su amante.
—No. Debemos procurar no perderlo.
—Britt, yo…
La interrumpió el sonido del móvil que Britt llevaba en el cinturón. La agente torció el gesto y dijo:
—Lo siento. —Cogió el móvil y lo abrió. Luego se apartó y respondió—: Pierce.
A Santana le llamó la atención la rigidez casi imperceptible de los hombros de Britt. Generalmente, las frecuentes llamadas de un agente en un control o de una actualización de inteligencia que se transmitía a Britt formaban parte de la rutina diaria y, por tanto, apenas merecían su atención. Pero en aquel momento, Santana se dedicó a escuchar, aunque no quería hacerlo.
—¿Desde dónde llamas?… ¿Estás segura?… ¿Cuándo?… ¿Te encuentras bi…?… No, por lo menos durante uno o dos días… Sí… Sí… Te buscaré… De acuerdo… Sí. Bien.
—¿Problemas? —preguntó Santana cuando Britt concluyó la llamada. Estaba segura de que Britt había cronometrado la conversación.
—No —respondió Britt automáticamente, con los ojos velados y tono distante, acercándose de nuevo a la barandilla. Al mirar a Santana, se dio cuenta de que no la creía. Suspiró y se pasó una mano por los cabellos—. No estoy segura. Tal vez.
—¿Tiene relación con lo que ocurrió en Nueva York?
Britt, distraída pensando en la llamada, respondió bruscamente:
—No. Era algo personal. —Las palabras surgieron antes de que comprendiese cómo sonaban.
Santana intentó borrar toda expresión del rostro mientras asimilaba las palabras. “Personal. Personal como en una llamada personal, como algo que no me importa. Como… ¿qué? ¿Una amante? ¿Por qué no? Nunca hemos hablado de mantener la exclusividad.”
—Oh —repuso Santana sin ganas—. Lo siento.
Hizo ademán de alejarse, cogió su taza de café y el libro que se había llevado a la terraza, pero la mano de Britt sobre su brazo la detuvo.
—Santana… No es lo que piensas.
—No tienes idea de lo que pienso —dijo Santana con voz grave y controlada, demasiado controlada.
Desvió los ojos, porque no quería que Britt notase el dolor que había en ellos. “¡Estúpida! ¡Por Dios, Santana, crece!”
—De acuerdo —admitió Britt sin soltar el brazo de Santana—. Por si crees que era un… asunto romántico, nada de eso.
Santana alzó la cabeza y estaba a punto de expresar una negativa vehemente cuando vio la cara de Britt. La airada respuesta murió en sus labios. La agente del Servicio Secreto Brittany Pierce, a la que el presidente de los Estados Unidos había condecorado dos veces por su valor, la miraba con incertidumbre y preocupación. Britt parecía extremadamente vulnerable e indefensa. Santana deseaba abrazarla y no soltarla nunca.
—No tienes por qué explicarte. No me incumbe…
—Sí que te incumbe. —Britt se acercó a Santana, olvidando dónde estaban o que alguien podía salir de la cocina, y dijo en tono urgente—: No hay nadie más. Nadie…
Santana puso los dedos sobre los labios de Britt.
—Calla. No pasa nada. —Dio un beso fugaz pero intenso a su jefa de seguridad y se apartó—. Voy a correr. Acompáñame.
—De acuerdo. —Britt entró con ella en la casa, esperando que Santana la creyese, porque la mirada dolorida de aquellos ojos cafés le desgarraba el corazón.
Después de correr, Santana se duchó, se vistió y dedicó unas horas a hacer compras en Union Square. Davis y Foster la acompañaron mientras Britt se reunía con Sam para repasar los detalles del vuelo y verificar los informes del piloto sobre el viaje de esa noche. Ni Britt ni Santana habían vuelto a hablar de la llamada matutina, y Santana no tenía intención de hacerlo. Britt había dicho que no era una amante y, aunque lo fuese, no tenían un pacto de monogamia, ni siquiera de compromiso. Santana aún no había decidido si quería tratar aquellos asuntos. El mero hecho de pensar en exclusividad la ponía nerviosa. Se había enamorado con tanta fuerza y rapidez que tenía que acostumbrarse a ello antes de mirar al futuro. Por la tarde volvió a leer en la terraza, dormitando de vez en cuando en una tumbona. Marcea regresó a tiempo de hacer una comida tardía, a la que también se apuntó Britt, para satisfacción de Santana. Era distinto tener a Britt al lado, compartiendo los momentos, a que estuviera a cierta distancia en un acto social, con toda la atención centrada en la gente. Las tres hablaron de arte, de viejos amigos de Marcea a los que Britt conocía desde la niñez, y de los planes de Santana para un nuevo proyecto. Una conversación fluida y ligera como las que compartirían amigas o amantes. Santana tuvo que esforzarse de nuevo para tomar las cosas con calma, porque durante aquellas horas le había parecido que Britt y ella eran una pareja más y la sensación le gustaba. A pesar de los recelos que la asaltaban, su relación seguía resultando estimulante. Cuando estuvieron listas para dirigirse al aeropuerto, Santana consiguió librarse de los desasosegantes efectos producidos por la misteriosa llamada de Britt. El turborreactor Gulfstream II tenía dieciséis asientos y capacidad para que el equipo se acomodase en los vuelos transcontinentales. Como de costumbre, tras registrar el avión, los agentes del Servicio Secreto subieron a bordo los últimos y ocuparon los asientos delanteros, dejando cierta intimidad a Santana, que se había instalado en una pequeña zona separada de la parte de atrás. Santana alzó los ojos del libro que estaba leyendo cuando la última pasajera subió y avanzó por el pasillo, deteniéndose de vez en cuando para comentar algo con un agente. Le encantaba ver cómo se acercaba la atractiva mujer rubia; lo bien que le sentaba el traje, hasta el punto de que parecía corriente, cuando Santana sabía que era hecho a medida; la intensa concentración del rostro de Britt mientras los ojos azueles de ésta registraban cada milímetro del avión; y, sobre todo, le fascinó el asomo de sonrisa que suavizó esa concentración cuando las miradas de ambas se encontraron. La jefa de seguridad se sentó al lado de Santana cuando el avión empezó a rodar por la pista del pequeño aeropuerto situado en las afueras de San Francisco. Los asientos de la lujosa aeronave eran espaciosos, pero los muslos de las dos mujeres se tocaron y sus hombros se rozaron ligeramente.
—¿Es bueno el libro? —preguntó Britt mientras se abrochaba el cinturón.
—Hum. —Santana asintió y marcó con un dedo la página para no perderse—. Divertido, sexy y con un buen argumento.
—Parece una combinación infalible.
Santana acarició con los dedos la mano de la agente, que descansaba sobre el muslo.
—Sí, lo es.
—Sé buena —murmuró Britt, reprimiendo una sonrisa—. Estoy trabajando.
—¿De verdad? —Santana arqueó una ceja y, a continuación, se rió—. De acuerdo, te concedo un aplazamiento, pero sólo durante el resto del vuelo. Luego, pienso provocarte todo lo que me apetezca.
—Lo estoy deseando.
Santana echó el asiento hacia atrás y puso la mano sobre el brazo de Britt, fuera de la vista de los agentes sentados delante.
—¿Algún plan urgente para el resto de la semana? —preguntó Britt—. Desde que llegamos aquí no hemos hecho ningún repaso de itinerarios, y quiero que todo el mundo vuelva a las tareas rutinarias. Es lo mejor después de lo que ocurrió.
—Nada especial. Como voy a viajar pronto, prefiero pintar. Espero hacer una exposición este otoño y, de momento, no tengo lienzos suficientes. —Santana suspiró— Siempre existe la posibilidad de que desde el ala oeste me digan que debo hacer algo. Hace días que no sé nada, y eso no es buena señal.
—Por la mañana tendré un informe completo —le recordó Britt—. Después, podemos repasar el itinerario de la semana.
—Estupendo.
—Y… he de ausentarme uno o dos días —dijo Britt en voz baja.
Santana se puso rígida, retirando la mano del brazo de Britt.
—¿Oh?
—Si todo está en orden, pensaba marcharme mañana por la noche. Sam se ocupará del equipo.
—Seguro que lo hará muy bien. —Santana abrió el libro de nuevo.
Britt no respondió. No tenía ninguna explicación que ofrecer y sabía que las medias verdades sólo empeorarían las cosas. Durante el resto del vuelo permanecieron calladas: Santana leyendo y Britt dormitando. A pesar del silencio, estaban muy juntas; los cuerpos se tocaban, la conexión no se había roto del todo.


 
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por cvlbrittana Lun Jul 22, 2013 11:39 am

Tienes toda la razón, es el libro donde mas hablan y por eso me encanta, l considero clave en la evolución que se ve después en su relación y los encuentros que siguen me encantan, espero que no nos dejes en algún capitulo algo dramatico, saludos.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Alisseth Lun Jul 22, 2013 2:51 pm

que pasa con Britt??? ojala no tnga nada que ver con Kitty.. o si????
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 2:59 pm

cvlbrittana escribió:Tienes toda la razón, es el libro donde mas hablan y por eso me encanta, l considero clave en la evolución que se ve después en su relación y los encuentros que siguen me encantan, espero que no nos dejes en algún capitulo algo dramatico, saludos.
Creo que no, que sere buena :P
Alisseth escribió:que pasa con Britt??? ojala no tnga nada que ver con Kitty.. o si????
Hazle caso a tu sexto sentido, que dice?
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Finalizado FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 9

Mensaje por Marta_Snix Lun Jul 22, 2013 3:00 pm



 

Capitulo 9
El jet se detuvo en la pista del aeropuerto de Teterboro, en Nueva Jersey, en la orilla del río Hudson opuesta a Manhattan, y el equipo se preparó para descender. Britt se dirigió a la parte delantera del avión y se situó en lo alto de la escalerilla que habían trasladado hasta la puerta de la aeronave. Pulsó el receptor que llevaba al oído y escuchó el informe del agente que transmitía desde el primero de los dos todoterrenos negros que se acercaron a la terminal por una carretera de acceso situada en el extremo del aeropuerto. Britt se volvió hacia los agentes que estaban detrás de ella, satisfecha.
—Dos minutos. Prosigamos.
Stark bajó por la escalerilla y se apostó al pie de la misma hasta que Santana estuvo a su lado.
—¿Lista? —Britt sabía que se trataba de un momento delicado.
—Sí.
En cuanto Santana pisó la pista, flanqueada por Britt y Stark, una horda de periodistas que estaban ocultos tras un edificio surgieron de la oscuridad con cámaras de vídeo y micrófonos preparados. Descarnadas luces halógenas resplandecieron, dándole en el rostro a Santana y cegándola. Durante un momento permaneció desorientada… y asustada. El leve contacto de la mano de Britt sobre su brazo la reconfortó a pesar de la explosiva descarga de preguntas. Un periodista, situado a escasos metros, preguntó a voz en grito:
—Señorita López, ¿tiene algo que decir de la fotografía del New York Post?
—¿Quién era la persona que estaba con usted? —quiso saber otro.
Las voces, masculinas y femeninas, se mezclaron en una cacofonía continua y caótica.
—¿Dónde le hicieron la foto?
—¿Confirma que estaba con su amante?
—¿Quién…?
—… Nombre…
—… Comentario…
—… Su padre…
—Señorita López… Señorita López… Señorita López…
Las voces la acosaban desde todas las direcciones. Pero sólo una se alzó sobre el pandemonio.
—No te preocupes. Vamos a movernos rápidamente. Déjame ir delante —ordenó Britt con voz serena.
Mientras el ataque continuaba, Britt y Stark sujetaron a Santana por los codos y la guiaron hacia la pequeña terminal de un solo piso. Los otros agentes bajaron las escaleras corriendo, se abrieron paso entre la multitud de periodistas y rodearon a Santana. Sam apretó el paso y se puso al frente del grupo, mientras que Hernández y Felicia Davis lo cerraban. El equipo formaba un seto humano quedando Santana en el centro, y los periodistas se apresuraron a apartarse de la falange de cuerpos en rápido movimiento. Sin embargo, el clamor de las preguntas siguió al grupo hasta el otro lado de las puertas por el vestíbulo alegremente iluminado y la zona VIP de la terminal.
—¿De qué hablan? —susurró Santana a Britt en cuanto las puertas dobles se cerraron tras ellas. Odiaba que la empujasen, aunque fuera por su propio bien, y en ese momento Britt era el blanco más próximo de su rabia—. ¿Por qué no sabíais nada de ellos? Dios mío.
—Sea lo que sea, debió de salir a la luz cuando estábamos volando —respondió Britt, alzando la muñeca para ladrar preguntas y órdenes a su micrófono. Estaba furiosa. La información de inteligencia al minuto era fundamental para prevenir aquel tipo de incidentes y evitar problemas—. Quien se encarga de los servicios informativos en Washington no recibió la noticia o no pensó que tuviéramos que conocerla.
Si Britt hubiese sabido que en el aeropuerto las esperaba una bandada de periodistas, habría dispuesto que los vehículos de transporte fuesen directamente a la pista para que Santana no tuviese que caminar hasta la terminal. “Mi trabajo es protegerla.”
—Señorita López, lo siento. No tenía un equipo avanzado en el terreno. Debería haberlo tenido.
—No. —Santana cabeceó, más calmada después de dejar atrás el inesperado asalto—. No es culpa suya. Vamos a recoger el equipaje y a salir de aquí antes de que nos encuentren.
—No se preocupe —dijo Britt severamente, a punto de perder los estribos. No sólo tenía la responsabilidad de proteger a Santana físicamente, sino de procurar que no la acosasen los sabuesos de la prensa. Se habría enfadado si cualquiera de las personas a las que debía proteger se hubiese visto expuesta a semejante afrenta, pero el hecho de que fuese su amante la víctima del ataque empeoraba las cosas—. No volverán a molestarla.
En ese momento se acercó Sam desde la parte principal de la terminal con un periódico doblado bajo el brazo y expresión seria.
—¿Qué ha conseguido? —preguntó Britt bruscamente, observando con sorpresa que Sam se ponía colorado.
—Pues… —Alzó el periódico doblado que llevaba en la mano, miró a Britt y a Santana, y luego desvió la vista—. Tal vez prefiera verlo en el coche.
—Déjeme verlo —exigió Santana extendiendo la mano—. No sirve de nada esperar.
Sam le entregó el periódico sin decir nada. Los agentes del Servicio Secreto que rodeaban a Santana desviaron la vista, pero no deshicieron el círculo protector que habían formado para aislarla del escaso personal del aeropuerto que transportaba los equipajes. Britt observó la cara de Santana mientras abría el periódico y miraba la primera página. No detectó ningún cambio en la expresión de Santana. Cuando Santana dobló el periódico en silencio y lo metió bajo el brazo, con el libro que estaba leyendo, Britt dijo de pronto:
—De acuerdo. Salgamos de aquí.
Dos de los hombres se acercaron a la pila de equipajes y cogieron las maletas de todos, cargándolas rápida y eficientemente en un carrito con ruedas. Minutos después, el equipo subió a los dos vehículos que salieron a toda velocidad del aeropuerto en dirección al túnel Lincoln y a Manhattan. Stark y Davis ocupaban los asientos delanteros del primer coche, y Santana y Britt los traseros. Los otros agentes, la mayoría de ellos libres de servicio, se habían quedado en el aeropuerto y se irían por separado en taxis, con amigos o con familiares.
—¿Te encuentras bien? —Britt se inclinó hacia delante y rozó la rodilla de Santana.
Santana miraba por la ventanilla en silencio desde que había entrado en el coche. Volvió el rostro hacia Britt y sonrió con tristeza bajo las luces irregulares de los coches que pasaban y de los parpadeantes letreros de neón.
—Lo esperaba. Y ahora estoy aquí sentada, preguntándome cuánto tiempo hacía que lo esperaba.
—¿Qué ocurre? —Britt permaneció en su lugar, acariciando suavemente el tejido de los
pantalones de Santana.
Cuando Santana le pasó el periódico sin decir nada, Britt lo desdobló y se acercó a la ventanilla para poder leer. Había una foto destacada con un comentario: “¿La hija del presidente y su amante secreto?”. En una borrosa instantánea nocturna, se veía a una mujer muy parecida a Santana besando a alguien, aunque los rasgos de la otra persona resultaban difíciles de adivinar a causa del ángulo de cámara y de la lógica distancia desde la que se había hecho la foto.
—Hijo de puta —susurró Britt. Era una foto de las dos en la playa de San Francisco la noche en que había llegado Britt. Miró a Santana—. Lo siento.
—¿Por qué? ¿Por el beso o por la fotografía?
—Por el beso no, desde luego.
Santana asintió enérgicamente.
—Bien.
Britt se esforzó por leer en la penumbra el breve párrafo que acompañaba a la foto. No decía gran cosa, tan solo los habituales comentarios provocativos sobre las supuestas relaciones de Santana con estrellas de cine, personajes de los bajos fondos o funcionarios, típicos de aquel tipo de publicaciones. Debido al afán de Santana de proteger su intimidad y al empeño de la Casa Blanca en alejarla del interés público cuando no realizaba funciones oficiales, a la prensa le encantaba especular acerca de su vida amorosa. Pero en esa ocasión no eran meros cotilleos e insinuaciones.
—¿Qué te parece? —preguntó Santana con recelo.
—Creo que es interesante —respondió Britt tras mirar en detenimiento la fotografía— que no den nombres y que no afirmen categóricamente que estás con una mujer. El que hizo las fotos seguro que lo sabe.
—Ya me he dado cuenta —comentó Santana—. Es como si alguien me estuviera provocando… o burlándose de mí. Pero ¿por qué?
—No tengo ni idea. —Britt estrujó el periódico con tanta fuerza que lo arrugó. Tuvo que esforzarse para no arrojarlo al suelo. Le enfurecía la invasión de la intimidad de Santana y se indignaba consigo misma por haber permitido que alguien se acercase a ellas e hiciese la foto—. Pero lo que quiero saber es dónde diablos estaba y por qué mi gente no lo vio.
—Me da la sensación de que esto es sólo el principio. Seguramente a mi padre le resultará incómodo. —Santana se rió con amargura—. La gran pregunta es: ¿qué supondrá para ti profesionalmente si alguien te reconoce?
—No creo que eso sea lo más importante en este momento. —Britt cabeceó—. En esta historia hay algo raro, porque, si fuera un periodista a la búsqueda de un artículo, mi nombre ya estaría en el periódico. El hecho de que estuvieras besando a una mujer iría en titulares, en primera página. Presentado de esta forma, parece muy inofensivo, lo cual no tiene sentido.
—¿Chantaje?
—En ese caso tienen más pelotas que cerebro. A nadie se le ocurre chantajear a la hija del presidente de los Estados Unidos. Al menos de esta forma, maldita sea, y delante de mis narices.
Santana, de repente muy cansada, apoyó la frente en la ventanilla y contempló la noche. La zona de la autopista por la que circulaba el vehículo era árida, como un eco del vacío de su corazón. Había sido estúpida al creer que la dejarían amar a alguien en paz, mucho menos a la mujer que estaba sentada frente a ella. Cerró los ojos, sabiendo que esa noche dormiría sola y deseando más que nunca que no fuese cierto.
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por Flor_Snix2013 Lun Jul 22, 2013 3:41 pm

bueno me parece a mi o se vienen los problemas?? y quien pudo haber sacado la foto
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por monica.santander Lun Jul 22, 2013 4:19 pm

Pero que mala pata que tienen che!!!!
saludos
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Finalizado Re: FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final

Mensaje por aria Lun Jul 22, 2013 4:40 pm

Aggggggg apuesto a que el bastardo de Doyle tiene que ver en esooooo... Mi vena esta por salirseeeee de la frente... Mas le vale que no sea el... >:(
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Mensaje por Alisseth Lun Jul 22, 2013 4:45 pm

porque no las dejan en paz??!!
mi sexto sentido me dice que es Doyle jajaja .. pero siempre me.equivoco asi que .. lo mejor será esperar ;)
Besos ;)
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Mensaje por neniirivera Mar Jul 23, 2013 2:12 am

Doyle y quinn estan asiendo eso ? o es solo doyle ? ,dioosss estoy preocupada no quiero que nada mala le pase a brit ella es la que mas corre peligro yo siento que la pueden dar de baja y se quedaria sin poder cuidar a santana !! , loberboy se raptara a santana ?


buenisismos capitulo que te valla bien en tu viaje te estare esperando para leerte FanFic [Brittana] Amor y Honor. Capitulo 29. Final - Página 2 918367557 
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