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Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 2 Primer15
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Lun Nov 04, 2013 4:30 pm

Capitulo 4:




“¿Entretenida? Yo me aburro mucho.”

“Estoy en clase. No puedo contestar tus mensajes cada vez que te aburras, ¿Dónde estás?”

“En la facultad. Creía que te hacía ilusión que te mandara mensajitos a escondidas.”

“Santana, estás loca. Deja de darme toques y mandarme mensajes.”

“Eres tú la que me da conversación, vamos, ¡Llámame!”


Intentaba concentrarme en las lecciones y en los apuntes que me convenían tomar, pero era imposible hacerlo con el móvil vibrando en mi bolsillo constantemente. La factura de ese mes sería enorme pero, la verdad, poco me importaba porque Santana, me llamaba. Y me gustaba. Me recorría un calorcito agradable en el estómago cada vez que me vibraba el móvil y, aunque intentara concentrarme en la clase y olvidarme de que tenía un mensaje, no podía dejar de pensar en qué me habría enviado, deseando contestarle para que me enviara más y más.

Me estaba volviendo loca. La obsesión por Santana, ahora que la conocía, se me había disparado y no estaba segura de que fuera algo bueno porque… ¿Qué significaba exactamente lo que estaba haciendo? ¿Lo que hacíamos las dos?

“¿Qué quieres de mí?”

Le mandé el mensaje directamente, a escondidas, sin pensármelo mucho y, en cuanto se lo mandé, me arrepentí.

-La clase ya ha terminado por hoy. Suerte con el examen de filosofía. – dijo el profesor, sobresaltándome. ¿Ya había terminado la clase? Y no había apuntado nada… Suspiré y me resigné mientras me levantaba de la silla y recogía mis cosas. En la otra mano mi móvil vibró de nuevo y me apresuré a ver el mensaje nuevo.

“Es simplemente a ti a quien quiero.”

¡Joder, pero como podía hacerme esto a mí! Ser tan, tan… tan encantadora. A este paso no tardaría mucho en caérseme la baba y eso, definitivamente no era bueno.
No acababa de entender que estaba ocurriéndome. Con Sam esto no era así, con el… todo era mucho más romántico, más tranquilo, nos tomábamos las cosas con calma. ¡Esta relación es a lo loco! Mirarnos y ponernos a cien. Una relación así…

¿Relación? ¿Relación, relación? ¿Qué clase de relación teníamos?

Era mi hermana. Mi hermastra a la cual no conocía, de nada. Bueno si, de cosas que no recordaba y no contaban. ¡No contaban! Debía acabar con esto ¡Ya! Buscarme un novio guapo y amable y olvidarme de esta locura que me tenía la cabeza alocada. Agarré el bolso, justamente cuando el móvil volvió a vibrar, dándome un susto de muerte y provocando que casi el bolso se escapara de mis manos.

-¡Eh! – oí que me gritaban y me quedé tiesa, oyendo un golpe seco tras de mí. Le acababa de golpear a alguien con el bolso cargado de todos los libros más el archivador de tapa dura en las napias. Tragué saliva. Todo el mundo se giró en mi dirección y yo, me volteé lentamente, clavando la mirada en el suelo. Creo que palidecí. – ¡Pierce, me has roto la nariz!

Le di la espalda, cargué con todo lo que tenía que cargar y casi salí del aula corriendo.

-¡Pierce, de esta te acuerdas! ¡Cuando te coja te voy a dar tal paliza…!

-¡No te habría dado si no metieras las napias en todos lados, capullo! – grité en contestación. No era de las que se quedaban calladas aunque luego me caldearan y tampoco de las que no se defendían. Es más, me metía en peleas a menudo y no solía quedarme de brazos cruzados… aunque casi siempre saliera perdiendo… y me sentía tan intimidada antes de una pelea que las evitaba cuanto podía pero…

-¡Después de filosofía vas a desear no haber nacido! – ignoré sus gritos y seguí andando pese a las miradas de la gente. Ni siquiera fui a pasarme por el aula de Tina o de Rachel, me fui directamente a filosofía y de allí no me movió nadie durante el examen.

Todo el mundo me miraba hasta que comenzó. Si ya estaba nerviosa por el jodido examen, la pelea me había puesto de los nervios y, en ese momento, deseé acabar pronto para poder irme a casa y… y ver a Santana. Era cierto. Quería verla y quería… quería que me tocara.

Tenía el jodido examen frente a mí y me lo sabía, ¡Me lo sabía! Pero no me concentraba. No podía sacarme a Santana de la cabeza. ¡La odiaba, estaba histérica! De repente, otra vez sentí el móvil vibrar. Decidí darle de lado y concentrarme en el examen pero… ¡No podía concentrarme sabiendo que tenía un mensaje suyo! Miré para todos lados, con cuidado, esperando que nadie se diera cuenta de mis intenciones e introduje mi mano en el bolsillo disimuladamente.

1 mensaje nuevo.

“Suerte con el examen, muñeca. Si apruebas, te haré un regalo ¿Qué te gustaría para esta noche?”

Pero, ¿De que iba? ¿A que venía ahora no sé qué de un regalo? Tragué saliva.

“Ya estoy en el examen, deja de mandarme mensajes.”

Suspiré, nerviosa, y me concentré en el examen, más relajada. ¡Otra vez vibrando!

“Termina rápido o iré por ti.”

¿La mataba o no la mataba?

“No volveré a contestar, ahórrate los mensajes.”

De nuevo, hundí la cabeza en el examen. Contesté media pregunta antes de que volviera a sentirlo vibrar dentro de mi pantalón. No pensaba cogerlo. No… ¿Y si era algo importante? No… no, Britany. Quieta.

¡Mierda!

Volví a sacar el móvil disimuladamente del bolsillo y lo abrí.

-Pierce. – me quedé paralizada. Vi claramente como toda la clase se volvía para mirarme, curioseando y yo, lentamente, con las piernas temblorosas, giré la cabeza. A mi espalda, mi tutora y profesora de filosofía me observaba con ojos escrutadores, de brazos cruzados, con expresión casi divertida. – Así que copiando por medio de mensajitos…

-No, no, no estaba copiando. – tartamudeé torpemente.

-Dame el móvil, Pierce. – abrí la boca de par en par y así me quedé durante unos segundos, empezando a sudar, sintiendo como mi corazón se aceleraba y se paraba cuando se agachó para quitármelo de las manos ella misma. Me levanté de un salto, escondiendo el móvil a mi espalda.

-No… - se empezaron a extender cuchicheos por toda la clase, a mis espaldas.

-¿Cómo que no? – preguntó ella, con cara de sorpresa y tono severo. Yo negué fuertemente con la cabeza, casi me sentía desfallecer.

-No estaba copiando.

-Si no estabas copiando ¿Qué hacías con el móvil? – ladeé la cabeza, buscando una excusa aceptable, pero me quedé totalmente en blanco. – Es igual, dame el móvil. – retrocedí en cuanto extendió la mano hacía mí, pálida. Los murmullos se convirtieron en pequeñas risitas. - ¡Dame el móvil, Brittany! – y se me echó encima. La profesora y yo empezamos a pelearnos por mi móvil y la clase estalló en carcajadas mientras intentaba quitármelo de las manos. Cuando me di cuenta, espantada, ya le había metido un mordisco en la mano. - ¡Oh, Dios mío! – ella retrocedió, escandalizada. Solté el móvil, demasiado shockeada al darme cuenta de lo que acababa de hacer. ¡Acababa de agredirla! – No me lo puedo creer… - murmuró, con el móvil ya entre sus manos y sulfurada, dirigiéndome una mirada de reprobación, clavó la mirada en la pantalla del móvil. – “No me dirás que estás enfadada por lo de esta mañana o, ¿quizá por lo de anoche? Creía que te haría ilusión la dedicatoria, que pena, yo me quedé con las ganas de echar un buen… “- mi tutora cayó, boquiabierta. Las carcajadas más ruidosas y los gritos y vitoreos más exagerados destrozaron mis tímpanos. Me puse roja de la cabeza a los pies y estuve a punto de gritar, ¡Que alguien me mate! – Pierce, ¡Fuera de mi clase, ahora!

-¡Pierce mojó anoche!

-¡Que bueno!

-¡Yo también quiero echar uno, Brittany! – ignoré cualquier tipo de comentarios, ruborizada y avergonzada, agarré el bolso y me dirigí hacía la puerta de clase, saliendo por ella.

Volví a entrar enseguida, abochornada.

La profesora me miró con cara de mala hostia. Yo no dije nada, anduve despacio hasta ella y, tragando saliva, le arrebaté mi móvil con un rápido movimiento. De nuevo, los demás empezaron a descojonarse en mi cara, pataleando, algunos incluso llorando al ver el poema que formó la cara de la tutora. Anduve hasta la puerta de nuevo, siendo observada con la cabeza lo más alta posible y, en el último momento, no pude evitarlo.

Me giré y les saqué la lengua.

-¡Pierce! – gritó de nuevo mi tutora, pero antes de que pudiera decir nada más, cerré la puerta en sus narices. Las carcajadas retumbaban incluso más allá del pasillo y yo, me regocijé por dentro. No tenía ni idea de cómo había sido capaz de hacerlo pero… me había quedado a gusto aunque a partir de ahora fuera motivo de risa para toda la universidad.

Anduve lentamente por los pasillos, aburrida, esperando que tocara pronto para poder dirigirme a la siguiente clase, mantenerme ocupada y dejar de pensar en Santana aunque fueran unos segundo. Ser capaz de desviar la mirada del móvil, pero nada. Necesitaba que cualquier cosa me distrajera, cualquier cosa.

-Pierce. – volteé lentamente el cuerpo, encontrándome frente a frente con Sparky, la chica con la que tenía una pelea asignada. Crujió los nudillos – Tenemos un asunto pendiente.

-¡Hola Sparky! – la saludé fingiendo una sonrisa de oreja a oreja. Alzó una ceja.

-¿Cómo me has llamado? ¿Has dicho Sparky?

-¿No era Sparky?

-¡Ese es nombre de perra!

-Bueno… tampoco es que halla tanta diferencia. – murmuré. Ella me oyó. Vi a dos de sus colegas a su espalda y decidí en ese momento que sería sano echar a correr, así que no me entretuve más y salí disparada por el pasillo.

-¡Cobarde de mierda, ahora huyes! – ¡No me refería a una persecución al estilo James Bond cuando pensé en algo para distraerme! Me dirigí hacía las escaleras a toda la velocidad que me daban las piernas. Oía como corrían y gritaban mi nombre detrás de mí. - ¡Para cabróna, para ahora!

-¡Una mierda! – bajé las escaleras de dos saltos y me torcí el pie en el tercero. Caí de boca, me agarré a la barandilla y seguí corriendo sin parar, adolorida. Abrí desesperada la puerta del patio y salí, a la luz, pegándole antes una patada al cubo de la basura para obstaculizar el paso a los que me seguían. Seguí corriendo sin mirar atrás hasta que me encontré con la valla. ¡Mierda, no había forma de que pudiera saltar eso! Seguí corriendo, adentrándome de nuevo en la universidad. Varios alumnos e incluso profesores se me quedaron mirando, pero no me detuve, buscando la jodida salida, hasta que salí al otro edificio, uno aparte del principal. Me desorienté por completo ya que nunca había entrado en él, entre dos pasillos iluminados e igual de vacíos. Miré hacia atrás y al verlas seguirme a varios metros, me hizo decidirme por el de la derecha. Corrí como si mi vida dependiera de ello y al girar en una esquina, el golpe fue brutal. Choqué contra algo duro y caí de espaldas al suelo, golpeándome la cabeza contra el suelo de mármol. Sentí los dientes castañear y la nuca sufrir una fuerte sacudida. Todo se volvió oscuro unos segundos. Sentí como si me hubiera roto el cráneo en dos, aturdida y mareada, incapaz de levantarme de nuevo.

-¿Brittany? – alcé la mirada levemente, haciendo un esfuerzo por abrir los ojos. Santana se sobaba la frente con una mano, con gesto de dolor - ¿Tanto me odias como para intentar matarme? – se burló, sacudiendo la cabeza. Dejé caer la mía sobre el frío suelo, muy, muy mareada. - ¿Brittany, estás bien? – se agachó de cuclillas frente a mí. Se me cerraron los ojos solos y todo se volvió oscuro.

-¡Ahí está!

La voz de Santana desapareció justo en ese momento. Oí ruidos amorfos y sentí el cuerpo flotar como si fuera una nube. Algo suave me acarició la cara y el cuello. Una mano me toqueteó la cabeza con sumo cuidado, como si buscara algo entre mi pelo y sentí algo sobre mi pecho, justo encima del corazón y un aliento chocar contra mi mejilla.

Algo me rozó los labios suavemente y sentí humedad sobre ellos. Creí derretirme entonces y medio luché por mantenerme en ese trance entre la inconsciencia y la consciencia. Quería más roces, quería más profundidad porque aunque parecería imposible, esa situación en la que me mantenía completamente fuera de juego, me gustaba. Quería despertarme…

En lugar de eso, perdí la consciencia por completo en cuando ese algo que me tocaba se alejó de mí.
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Mensaje por Elita Lun Nov 04, 2013 5:06 pm

Jaja no me imagino a Britt discutiendo con su profesora xD

Y San la tiene loquitaaa :3
Aunque..se metio en una bien grandee..espero y eso solo sea un golpe!

Saludos! :)
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Mensaje por naty_LOVE_GLEE Mar Nov 12, 2013 6:17 pm

Hola!!


Este Fic terminó por atraparme con estos dos ultimos caps!!


Por dos cosas:


***En un coment tuyo leí que San era una loca, sádica o algo así y por como trataba a Britt en el principio después del encuentro de la noche anterior, la verdad no me gusto nada. Después cuando en estos ultimos caps! le pidió perdón, fue tierna y le mando esos mensajes y se defendió muy normal cuando Britt pensaba que la iba a violar, y encima ese trato tan seductor en partes me encanto!!! Aunque creo que falta mucho para saber como es San, solo espero que la primera impresión sea la incorrecta y que la San verdadera sea esta de ahora, con caracter pero sobretodo tierna con Britt! Porque me decepcionaría que ahora estuviera actuando para Britt y después hacerle daño, digo por el cambio repentino que tuvo de un momento a otro. Solo digo, es una duda que seguro me iré sacando cuando la historia avance.


***Lo segundo, Ame!!! la Britt que se fue presentando en este ultimo cap!!! ella es tan fuerte, cuando parecia tan debil, encima cae al toque con San, le puede mucho, y yo que pensé que la iba a odiar!! hasta el final o que le iba a costar mucho dejarse seducir, pero no!!! ella hasta ahora no se resistió ni se enojó ni nada! Y lo valiente que puede ser, defendiéndose sola!!! ya me gusta mucho!!!


Lo ultimo, no menos importante, es que tengo una gran duda!!!! Son hermanas de Sangre???!! Aunque a medias,lo son??? Yo no creo que lo fueran, más bien puede que parezca así, pero tal vez más adelante se sabra que no lo son!! es que no concibo pensar que esta historia se trata de principio a fin de una relacion entre dos media hermanas y no hermanastras que es distinto ya que solo el vinculo sería politico. Me extraña mucho que San y Britt se esten dejando llevar sin darle mucha importancia a eso, ya que si yo tuviera esos acercamientos con mi hna de sangre, aunque a medias, pero de sangre, no se preferiría cortarme las manos antes de tocarla por mucho que me guste. pero como dije eso me parece raro, además que la autora de esta historia de verdad hiciera toda una historia romantica de medias hermanas??? No me parece. para nada! lo veo mal!!!! Es por eso que estoy casi segura que no son medias hermanas, es decir no pueden serlo y ser tan sueltas como hasta ahora la una con la otra!!


Tmb me sorprende que yo sea la unica que halla comentado este asunto, porque he visto los coments de las demás lectoras y ninguna parece inmutarse por el tema, como si se tratara de dos personas sin vinculo. Por eso es que tal vez me confundo y si se trate de hermanastra que no tienen vinculo sanguineo alguno. Sino creo que sería la primera vez que leeria algo así y no se.......


Saludos!! NaT!
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Mensaje por Elita Lun Nov 25, 2013 12:50 am

Vuelve :(
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Mensaje por CataNayaholic♥ Lun Nov 25, 2013 8:11 pm

naty_LOVE_GLEE escribió:Hola!!


Este Fic terminó por atraparme con estos dos ultimos caps!!


Por dos cosas:


***En un coment tuyo leí que San era una loca, sádica o algo así y por como trataba a Britt en el principio después del encuentro de la noche anterior, la verdad no me gusto nada. Después cuando en estos ultimos caps! le pidió perdón, fue tierna y le mando esos mensajes y se defendió muy normal cuando Britt pensaba que la iba a violar, y encima ese trato tan seductor en partes me encanto!!! Aunque creo que falta mucho para saber como es San, solo espero que la primera impresión sea la incorrecta y que la San verdadera sea esta de ahora, con caracter pero sobretodo tierna con Britt! Porque me decepcionaría que ahora estuviera actuando para Britt y después hacerle daño, digo por el cambio repentino que tuvo de un momento a otro. Solo digo, es una duda que seguro me iré sacando cuando la historia avance.


***Lo segundo, Ame!!! la Britt que se fue presentando en este ultimo cap!!! ella es tan fuerte, cuando parecia tan debil, encima cae al toque con San, le puede mucho, y yo que pensé que la iba a odiar!! hasta el final o que le iba a costar mucho dejarse seducir, pero no!!! ella hasta ahora no se resistió ni se enojó ni nada! Y lo valiente que puede ser, defendiéndose sola!!! ya me gusta mucho!!!


Lo ultimo, no menos importante, es que tengo una gran duda!!!! Son hermanas de Sangre???!! Aunque a medias,lo son??? Yo no creo que lo fueran, más bien puede que parezca así, pero tal vez más adelante se sabra que no lo son!! es que no concibo pensar que esta historia se trata de principio a fin de una relacion entre dos media hermanas y no hermanastras que es distinto ya que solo el vinculo sería politico. Me extraña mucho que San y Britt se esten dejando llevar sin darle mucha importancia a eso, ya que si yo tuviera esos acercamientos con mi hna de sangre, aunque a medias, pero de sangre, no se preferiría cortarme las manos antes de tocarla por mucho que me guste. pero como dije eso me parece raro, además que la autora de esta historia de verdad hiciera toda una historia romantica de medias hermanas??? No me parece. para nada! lo veo mal!!!! Es por eso que estoy casi segura que no son medias hermanas, es decir no pueden serlo y ser tan sueltas como hasta ahora la una con la otra!!


Tmb me sorprende que yo sea la unica que halla comentado este asunto, porque he visto los coments de las demás lectoras y ninguna parece inmutarse por el tema, como si se tratara de dos personas sin vinculo. Por eso es que tal vez me confundo y si se trate de hermanastra que no tienen vinculo sanguineo alguno. Sino creo que sería la primera vez que leeria algo así y no se.......


Saludos!! NaT!
Lo unico que voy a decir es que Santana si, esta loca, es raro porque solo con Britt llega ser tierna a veces, solo quiere ser la que manda y obedece todo el tiempo. Con mas capitulos te vas a dar cuenta de como es ella realmente, la unica pista que te puedo dar es que ama muchisimo a Brittany aunque se lo demuestre de manera rara.
Emmm y su relacion es algo rara familiarmente hablando, cuando suba el otro capitulo te digo ;)

Elita escribió:Vuelve :(


volviiiii no sufras <3

Chicas les dejo mi twitter por las dudas... @WithY0UAlways
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Lun Nov 25, 2013 8:12 pm

Capitulo 5:


Sentí algo frío sobre mi cara, algo escurrirse desagradablemente por mi rostro hasta llegar a mi cuello que me hizo tiritar. Mi cuerpo se retorció débilmente, buscando calor. Mis manos se cerraron sobre algo suave y espeso que poco a poco, conseguí identificar como una prenda de ropa. Me agarré a ella fuertemente y acurruqué mi cabeza entre su pecho. Unas manos un tanto bruscas agarraron las mías y empujaron mi cuerpo hacía un foco de calor. Sentí sus brazos rodear mi cintura y mi cabeza quedó apoyada en su hombro. Olisqueé el aroma de su sudadera.

-Santana… - murmuré, con el cuerpo totalmente flojo. Notaba como ella me sujetaba por la cintura para que no cayera de bruces sobre el suelo.

-Diría que eres gafe sino fuera porque has tenido la suerte de tenerme por hermana mayor. – aún no era capaz de abrir los ojos, esta vez porque no quería. Me acurruqué con más fogosidad entre sus brazos, notando como poco a poco, la fuerza iba volviendo a mi cuerpo.

-¿Qué ha pasado? – más o menos, me hacía una idea, pero no estaba segura. En el momento crucial, todo se volvió negro.

-Te caíste. Te golpeaste la cabeza y te quedaste inconsciente. Por un momento pensé que te habías matado, pero no. Tienes una cabeza muy dura. – una de sus manos se posó sobre el lateral de mi cabeza, haciendo una ligera presión. Me solté enseguida, apartándome de ella, llevándome las manos al mismo lugar que había tocado, emitiendo jadeos de dolor.

-¡Ah, mierda! ¿Qué es esto? – en ese momento abrí los ojos. Un bulto sobresalía de mi cabeza. Me dolía el solo rozarlo y dando vueltas, tocándomelo para intentar disimularlo, me percaté por primera vez de donde estaba. Miré a un lado y a otro. Cubículos, azulejos, lavamanos. Estaba en uno de los baños de la universidad. - ¿Qué hago aquí? – pregunté, confundida. Santana apoyó el cuerpo sobre uno de los lavamanos, cruzándose de brazos. - ¿Me has traído hasta aquí?

-No era cuestión de dejarte inconsciente en mitad del pasillo ¿No? Además, me asusté mucho. No te movías ni un centímetro, te cogí en brazos y…

-¿¡En brazos!? ¿Me-me cogiste en brazos? – tartamudeé, ruborizándome. Me imaginaba el espectáculo que habría dado siendo paseada por la universidad en brazos por una chica que nadie conocería aún, pero eso no pareció importarle. Se encogió de hombros y sonrió.

-Pesas una tonelada.

-Estás loca.

-Te repites mucho, muñeca.

-¿Por qué te empeñas en llamarme…? – entorné los ojos, clavándolos en su cara. Algo no cuadraba. - ¿Qué te ha pasado en la boca? – Santana se llevó la mano a los labios, con expresión confusa. – Está hinchado - me acerqué, echándole un vistazo por encima más detenidamente. Llevé mis dedos hasta su labio, presionando ligeramente sobre la hinchazón. – Parece como si te hubieran pegado un puñetazo. – Santana sonrió de oreja a oreja.

-Lo han hecho. – alcé una ceja.

-¿Cómo? – Ah, oh… joder. Hice una mueca con la boca.

-¿A que viene esa cara?

-Sparky ¿no?

-¿Quién? – puse los ojos en blanco.

-Las que venían detrás de mí. Sparky y… las demás. – solté con tono despectivo, puesto que no las conocía siquiera. No sabía mucho más aparte de que eran amigas de Sparky.

-¿Se llama Sparky? – preguntó ella, reprimiendo una risita.

-No. Así la llamo yo. Ella se llama… - intenté hacer memoria, pero finalmente me rendí y negué con la cabeza. – No lo sé. Pero su hermana tiene un perrito muy mono que se llama Kiki. Es un cachorrito así… - le mostré la medida que tenía más o menos con las manos. – Y es una bolita blanca. A veces da vueltas para intentar morderse la cola, pero como no llega, se enfada y me muerde si intento tocarlo. – Santana me observaba con cara de pocker.

-¿Un perrito que se llama Kiki?

-Si, es muy gracioso pero tiene la manía de hacer caca en la puerta de casa.

-¿Y a mi que me importa? – ladeé la cabeza.

-¡Eres una borde!

-No. Te estoy hablando de que me han pegado un puñetazo por protegerte y tú me dices que el perrito Kiki es muy mono. No entiendo a que ha venido eso. – puse los ojos en blanco, pensativa.

-Yo tampoco. Me ha salido de lo más hondo. – Santana rió, negando con la cabeza repetidas veces. Yo me encogí de hombros y volví a toquetear su labio inferior suavemente.

-¡Ah! – se quejó, sacudiendo la cabeza.

-¿Te has peleado con Sparky por mí? – hasta ese momento no me había dado cuenta de lo que eso significaba. Sparky era una chica fuerte. Yo había probado sus puños más de una vez, y Rachel, y Tina habían acabado especialmente mal aun siendo la única capaz de hacerle frente. Eso había tenido que doler. – No tenías que haberte metido en medio.

-Tú estabas tirada en el suelo y se te iban a echar encima, ¿Qué otra cosa iba a hacer? Tampoco es que me supusiera un gran problema. – la miré con la boca abierta.

-¿Quieres decir que… pudiste con ella? – Santana se río de tal manera, que más bien parecía burlarse. Me quedé de piedra. ¿Cómo era capaz de reírse de esa manera teniendo el labio roto, después de una pelea? Yo salía, casi siempre, arrastrándome, alguna vez hasta llorando. ¿Cómo podía ella salir sonriente de una pelea?
De repente, se puso seria.

-¿Por qué no me has contestado a los mensajes? – preguntó. Entrecerré los ojos, bajando la mirada. Aparté la mano de sus labios.

-Me han echado de clase porque me han pillado el último mensaje. – vi como sus labios se curvaban y su pecho se hinchaba, como si estuviera conteniendo el oxígeno para no soltar una tremenda carcajada. – No le veo la gracia.

-Yo tampoco.

-¿De que te ríes entonces? – me agarró una mano súbitamente y tiró de mí. Al notar nuestros labios tan cerca, pensé que me besaría y cerré los ojos, ansiosa, pero en vez de sentir su lengua penetrar en mi boca, su mano se hundió en mi pelo y presionó hacía abajo hasta hacerme resbalar. Mi cabeza se hundió en el lavamanos, lleno de agua congelada. Pataleé y a causa de la sorpresa, tragué agua. Intenté quitármela de encima, apoyé las manos, intentando emerger y respirar. Por un momento pensé que quería ahogarme cuando volvió a tirar de mi pelo hacía arriba y mi cabeza emergió del agua congelada, que empezó a descender como gotitas heladas por el interior de mi camiseta, por mi cuello, por mis brazos, por mi pecho y espalda, por toda mi cara. Empecé a toser.

-Lo siento, muñeca.

-¿Qué coño… cof… haces? – murmuré, sin parar de toser, casi atragantándome al soltar esas palabras. Mi hermana ni se inmutó, ni me soltó el pelo. Tiró con más fuerza de mí hacía atrás, provocándome un jadeo de dolor. Sentí su barbilla sobre mi hombro y su cuerpo enteramente pegado a mi espalda. Dios… sabía lo que iba a venir ahora.

-Te voy a dar mi primer consejo como hermana mayor. – me besó levemente la mejilla. Apreté las manos sobre el lavamanos y cerré los ojos con fuerza. –Deja de peinar tu cabello como una niña de 12 años… - me hizo descender un poco la cabeza y mis ojos pupilas quedaron clavadas en el espejo que tenía frente a mí. – Definitivamente, con el pelo mojado estás mucho… más sexy. – sus ojos estaban clavados en mi a través del espejo y… joder. Me estaba mirando de una forma tan guarra, que me entraban ganas de gritarle que me empotrara contra el espejo y que me follara fuerte y, por la forma en la que se inclinó sobre mi cuerpo hacía delante, pegándola a mi trasero, pensé que no tardaría en hacerlo. Ladeé la cabeza hacía la suya levemente. - ¿Qué haces? – preguntó, apoyando la frente en el lateral de mi cabeza. Su aliento chocó contra mi oído, suspirando, y la vi cerrar los ojos a través del espejo, tomando aire con la respiración entrecortada.

-Bésame. – sus labios rozaron mi cuello.

-¿Qué?

-Quiero que me beses, Santana.

-Te ha dado fuerte lo que dije eh… lo de que haría lo que me pidieras… - no estaba dispuesta a aguantarme más. Tiré de una de su cuello hacía mí y nuestras bocas encajaron a la perfección. Rodeó con uno de sus brazos mi cuello, soltándome el pelo mojado y aferré mis manos a ella mientras sus labios se movían sobre los míos con tanta ansia y necesidad, que pensé que me devorarían. Abríamos y cerrábamos nuestros labios sobre los contrarios, de una manera tan húmeda y fogosa, con tanta intensidad… nuestras lenguas penetraban en la boca de la otra casi de forma violenta. Sentía su saliva pasar a formar parte de mi boca y me encantaba la manera en la que me agarraba y besaba. Introdujo una de sus manos por el interior de mis pantalones.

-¡Oh, Santana! – mi grito rompió el ritmo de nuestro beso y sus labios se detuvieron cerca de mi comisura mientras sentía como metía sus dedos y me tocaba con intensidad. Dejé mi cabeza apoyada sobre su hombro, empezando a desabrocharme yo misma los pantalones y con la otra mano, me agarró de la cintura y tiró de mí hacía atrás, provocando que mi trasero chocara contra su pelvis. Noté a través de mi ropa interior que ya estaba completamente mojada. Deseé que me arrancara toda la ropa ella misma y, en lugar de eso, empezó a masturbarme fuertemente. Me deshice en gemidos escandalosamente y Santana intentó acallarlos vanamente dándome leves y pequeños besos.

Yo explotaba en su boca cada vez que sentía como se restregaba con fuerza contra mi trasero y nuestras lenguas acababan unidas cada vez que abría la boca para gemir. El pelo dejó de ser la única parte de mí que se hallaba completamente mojada.

De repente, nuestras respiraciones entrecortadas se ahogaron en nuestras gargantas cuando el timbre que daba por finalizadas las clases llegó hasta nuestros oídos. Las dos nos miramos con los ojos muy abiertos, momentáneamente paralizadas.

-¿Qué… que hora es? – murmuré, muy cerca de sus labios aún.

-Serán sobre las… dos y media…

-La hora de irse a casa para los de hostelería. Esto va ha estallar en estampida. – sacó su mano del interior de mi ropa interior. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando se apartó suavemente de mí y las piernas me empezaron a temblar, pero en vez de alejarse y dejarme allí, esperando a que recuperara la lucidez, de repente, me abrazó con mucha fuerza, presionando mi cuerpo contra el suyo, apoyando su cabeza contra la mía.

-Brittany… quiero acabar…

-¿Britt… any? Santana tú… tú… ¡tú eres idiota! – me espachurró mas fuertemente entre sus brazos. - ¡Santana!

-Tú, ¿No quieres? – encogí el cuello, notando su aliento sobre ella. Si quería, claro que si pero… no en ese sitio. Negué fuertemente con la cabeza, cerrando los ojos. Santana volvió a restregarse contra mi trasero y apreté los dientes. Sentí mi humedad palpitar en respuesta. – Yo creo que si. – abrí los ojos.

Santana me miraba a través del espejo con casi diversión. Mi cara estaba ruborizada, los labios entreabiertos, rojizos, los ojos brillantes, el pelo empapado con varios mechones sobre la cara.

-Esa carita de inocentóna me pone mucho… muñeca. – me rendí.



Oía los gritos y las pisadas de las personas correteando hacía la puerta de entrada del edificio para salir y volver a casa. Lo oía todo, a mí lado, como si aquello sucediera en el mismo lugar en el que me encontraba y, en cierto modo era así. Sólo nos separaban de los demás una fina puerta. Una fina, pobre y mugrienta puerta de madera sin contar las cuatro finas paredes que nos rodeaban a ambas.

Rogaba por dentro por que a nadie le diera por entrar a mear a última hora y me pillaran así, con los pantalones y la ropa interior bajados hasta casi las rodillas y la camiseta empapada subida hasta las axilas. Mis manos apoyadas sobre el espejo de cristal, empañado por el vaho que emanaba de mi boca con cada gemido que intentaba acallar sin mucha suerte. Las extremidades me temblaban y sentía que todo mi ser estuviera a punto de estallar.

No aguantaría mucho más, la situación me mataba de placer y gusto.

Santana… Santana me agarraba firmemente de la cintura con una mano, con la otra me estrujaba la nalga derecha hasta casi hacerme sentir como sus uñas quedaban plasmadas en ella. Me dio vuelta y me subió a la encimera. Se agachaba mientras me dejaba suaves besos a través de mi cuerpo. Podía ver su expresión mientras descendía, ruborizada, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos mientras me penetraba, al principio despacio, con cuidado, luego, con tanta rudeza y fuerza que en más de una ocasión, me había estampado contra el cristal… y esa brusquedad era el colmo de la excitación.
No entendía que era lo que la ponía tan burra de mí hasta hacerle perder los papeles de esa forma, pero tenía una cosa clara… me encantaba.

-San-Santana… - mis manos se escurrían por el cristal, dejando un rastro sobre la parte empañada. Santana estrujó con más fuerza mi trasero. Sentí sus escasas uñas clavarse en él y un pinchazo en la ingle me dejó ver que no aguantaría mucho más. Casi se me salían las lágrimas de puro gusto. – Santana… no puedo… - murmuré y yo misma me sorprendí de la ronquera de mi propia voz. - ¡Ya, córrete ya! – y de nuevo, ella me estampó contra el cristal, acorralándome entre la frialdad del espejo y su sudoroso cuerpo pegado al mío. La embestida fue brutal y grité su nombre con todo lo que me dieron los pulmones. Me desesperé de inmediato.

-¡Santana! – le grité, esta vez de pura angustia al sentir como era incapaz de correrme, como estaba apunto de explotar y su mano no me lo permitía.

-Aguanta… - gruñó contra mi oído y me lo mordió. Su lengua lamiéndolo dentro de su boca me hizo estremecer y encoger el cuello. Sentí en lo más profundo de mí, humedad y me soltó el trasero. Encogí el cuerpo y cerré los ojos y entonces, no pude evitar gritar cuando me dio una última embestida. Me mordí el labio para evitar ponerme a gritar como una loca que volviera ha golpearme así, que no parara de hacerlo, pero no me lo permití a mí misma, demasiado abochornada por dejar que me tocara de esa manera de nuevo, por dejar que volviera a penetrarme, a lamer y a acariciar cada poro de mi piel… por permitir que ella estuviera tan dentro de mi.

Apartó el pulgar de mi clítoris y arqueé la espalda, por fin, sintiendo como se me nublaba la mente, como explotaba y acababa corriéndome. Volví a gritar, inclinándome hacía delante. Las manos de Santana se aferraron a las mías sobre el espejo, entrelazadas con mis dedos y me aplastó con su cuerpo, pegándome por completo al cristal. Giré mi cara hacía un lado y cerré los ojos con la respiración agitada y mis pechos moviéndose de arriba abajo.

Santana gruñó y gimió roncamente sobre mi hombro. Me embistió una vez más, sin dejar que me moviera un centímetro, con profundidad, restregándose contra mi, provocando que me deshiciera en pequeños escalofríos de placer al sentir los marcados músculos de su torso sudoroso acariciarme.

-Uoh… - jadeé.

-¿Estás bien? – murmuró, apoyando la frente sobre mi hombro, suspirando, tomando aire a bocanadas.

-Si. – me aparte del cristal. Sus brazos aún me rodeaban y me mantenían firmemente sujeta contra el espejo. Lo primero que vi fue mi reflejo. Yo, ruborizada, despeinada y sudorosa. Santana, alzando la cabeza y clavando la mirada en mí, con expresión de cansancio, también sudando a chorros.-Oh… Joder.

-¿Te arrepientes?

-¡Si!… Bueno… no lo sé.

-Deberías. – tragué saliva, con el corazón de nuevo acelerado cuando me lamió la cara lascivamente y me mordió con suavidad la mejilla. Se apartó de mí, soltando mis manos. Me acarició la cintura con ellas y restregó sus labios húmedos sobre mi espalda. Temblé entre sus brazos… otra vez. – Ahora ya es tarde para arrepentirse.

Su mano me azotó de nuevo el trasero, con tanta fuerza que me hizo pegar un bote y voltearme, sobresaltada y dolida. Sentí mis mejillas arder al percatarme de que de nuevo, se me había escapado un gemido y ella me miraba fijamente, riéndose de mí.

-Ya es tarde. Ahora eres mía. – en aquel momento, no era verdaderamente consciente del significado de sus palabras.



-¿Qué te pasa? – miré a Santana, varios metros por delante de mí, caminando por los pasillos de la universidad. Yo iba mucho más despacio que ella y no precisamente porque me gustara.

-Nada.

-¿Nada? ¿Quieres imitar a una tortuga? ¡Muévete! – no le hice caso y giré la cara, indignada, caminando despacio hasta situarme a su lado. ¡Pero si era su culpa! – No será que… - sonrió, divertida. - ¿no puedes caminar?

-No… - me ruboricé. – Es… otra cosa.

-¿El qué? – me pregunté si debía contárselo o no. Quizás se burlaría de mí, no, seguro que lo haría pero… me sentía muy incómoda.

-¿Podrías llevarme a casa? – Santana alzó una ceja.

-¿Por qué? – encogí el cuerpo y junté las piernas, abrazándome el bajo vientre y dirigiendo mi mirada al suelo. Volvía a sentir calor, mucho, incluso algo de excitación, pero no tenía muchas opciones.

-Verás…

-¿Si?

-Es que… por lo de antes… - me incliné hacía su oído. Era bochornoso tener que decirlo pero tampoco podía aguantarme horas y horas en ese estado.

-¿Si? – repitió, en tonito sugerente. Intentaba hacerme rabiar con esa sonrisita irritante.

-Estoy… - tragué saliva. – Santana, por favor… sé que lo sabes.

-Si, lo sé, pero quiero que lo digas tú.

-¿¡Qué!? ¿Por qué?

-Porque me gusta esa jodida cara de, te lo ruego, que estás poniendo. – sería cabróna. Cerré los ojos y suspiré.

-Estoy mojada, húmeda, ¿entiendes? Quiero llegar a casa para poder ducharme, cambiarme y…

-¿Volver a repetir?

-¡No! ¡Llévame a casa! – Santana empezó a descojonarse en mi cara y yo tuve que tragarme mi cabreo. Volví a emprender la marcha, pasando olímpicamente de ella, pasando por delante de la puerta de enfermería cuando esta, se abrió.

Mis ojos se clavaron entre espantada y sorprendida en el penoso estado de Sparky, saliendo de la enfermería, cojeando. Tenía pegados a la cara varios parches, uno que le tapaba toda la nariz, otro ocultándole el ojo derecho y otro en la mejilla. Su otro ojo estaba totalmente morado e hinchado y tenía varios cortes alrededor de los labios, el brazo derecho vendado y entablillados los dedos corazón e índice. El cuello morado y la ropa que llevaba puesta le estaba pequeña. En su mano buena sujetaba la ropa que le había visto puesta esa mañana, manchada de rojo, salpicada de sangre. Tragué saliva.

Eso… ¿Eso se lo había hecho Santana?

Sparky me miró con su único ojo bueno y palideció, encogiendo el cuerpo con expresión de dolor. Entonces me di cuenta de que no me miraba a mí, sino a Santana, a mi lado. Ella la miraba con una mueca que no supe clasificar si de desprecio o de indiferencia.

-Vamos. Te llevaré a casa, anda. – me dijo, ignorándola por completo. Asentí con la cabeza, incapaz de hablar, shockeada. Intenté ignorar a Sparky al pasar por su lado, desviando la mirada. Cuantas veces me había hecho llorar esa maldita matóna desde secundaria. La conocía desde entonces y nos odiábamos mutuamente, pero en aquel momento no pude evitar sentirme mal por ella.

El sonido de un crujido me heló las venas. Me detuve y miré a Santana a mí lado, con gesto de tranquilidad total y, al suyo, Sparky, con las lágrimas patentes en su único ojo visible. Santana le estaba aplastando los dedos entablillados con la mano izquierda.

-¡Ah! ¡Aaahh! – gritó.

-Santana… - vi como se los doblaba y el crujido me hizo estremecer y temblar. - ¡Santana, para! – la agarré de la sudadera y la zarandeé. Sparky seguía gritando y doblaba el cuerpo con pesadez y dolor. – ¡Santana! – le agarré la cara con ambas manos, con fuerza y sus ojos se centraron en los míos escasos segundos antes de que los pusiera en blanco, soltando un suspiró de resignación.

Le agarró del brazo y la empujó brutalmente contra la pared. Sparky se deslizó por ella hasta que su cuerpo dio contra el suelo y se encogió sobre si mismo, temblando de dolor.

-Estabas en mi camino. – fue la única explicación que le dio mi hermana antes de empezar a andar de nuevo, con total aplomo y parsimonia, por el pasillo.

Me detuve unos momentos mirando a Sparky fijamente. Ella no alzó la mirada ni pronunció una sola palabra y por un momento tuve la tentación de agacharme y ayudarla a levantarse, pero no lo hice y corrí detrás de Santana, saliendo del edificio y dirigiéndome a los aparcamientos.

-¿¡Estás loca!? – le grité, furiosa. - ¡Podrías haberla matado!

-¿Qué dices? Eres una exagerada. – ella seguía andando por entre los coches, dirigiéndose al Mercedez aparcado, sin mirarme.

-¡Santana, te has pasado!

-No lo he hecho, esa tía es idiota.

-¡Santana! – se detuvo frente a su choche, dirigiéndose a la puerta del conductor.

-Un escarmiento no viene mal de vez en cuando. Así se le bajan los humos y aprende a no meterse donde no le llaman. Una experiencia más.

-¡Santana, escúchame! – la agarré del brazo, demasiado cabreada como para dejarla pasar y ella me miró con la confusión dibujada en el rostro al verme tan enfadada.

-¿Por qué estás tan cabreada?

-Porque lo que has hecho es de bestias.

-Pues siento que te enteres de esta manera pero… soy una bestia.

-¡Eres un monstruo, Santana!

-Ya, ¿Y? – no me lo podía creer. Y se quedaba tan tranquila. Apreté los puños, sintiéndome impotente y estúpida de repente. Santana me observó en silencio y vi como se apoyaba en el salpicadero del coche y, tras unos segundos de espera, alzó la mano hasta mi mejilla y me la acarició tiernamente. No era capaz de entender como la misma mano con la que había destrozado a Sparky podía acariciarme la piel con tanta dulzura.

-Eres mala, ¿Sabes?

-Si. Lo sé. – se encogió de hombros. Me agarró de la cintura y lentamente, casi con cierto temor al rechazo, tiró de mí hasta que me situó entre sus piernas. Nuestras frentes se juntaron poco a poco.

-No lo entiendo, Santana. Yo no te veo así. No eres tan mala, no eres tan monstruosa como luego pareces. – mi hermana sonrió frente a mi rostro.

-Muñeca… yo soy mala. Lo soy. - Rozó con cariño su nariz con la mía, casi juguetóna y me acarició el lateral del cuello con la mano. - ¿Aún no te has dado cuenta de que sólo soy buena contigo? – esa respuesta me descolocó por completo.

-¿Sólo conmigo? ¿Por qué? – alcé la cabeza. Nuestras miradas se encontraron y una sonrisa siniestra se dibujo en su rostro. Pasó su lengua muy lentamente por mi mejilla, lamiéndola y no pude evitar cerrar los ojos, empezando a excitarme con es simple contacto, otra vez. Me estrujó el trasero con una mano, con fuerza. Jadeé.

-Te llevaré a casa, muñeca. – me mordí el labio inferior y no rechisté. Aún quedaba alrededor de un cuarto de hora para llegar a casa. Un cuarto de hora a solas con ella en el que podría hacerle todas las preguntas que quisiera y podría tocarla toda cuanto quisiera.

Sólo pensaba en estar con ella, solo en eso y, aún no era consciente de las consecuencias que eso pudiera conllevar… y probablemente, no eran buenas.
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por 3:) Lun Nov 25, 2013 9:04 pm

hola,....

me ha llamado la atención tu fic, me gusto mucho,...

me gusta la relación incestuosa de san con britt,... mucho no me gusta como trata britt a san pero a su manera la quiere!!!!!
joder que paliza le dio san al Sparky!!!!!! no me la quiero cruzar cuando se enoje,... jajajajaj

nos vemos!!!!!!!!!!!

LU!!!!!!!
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Mensaje por Elita Lun Nov 25, 2013 11:21 pm

VOLVISTEEEEEEEEEEE!

Demasiado Wanky! *-*
Santana es una salvaje
Britt una "inocentona" que se deja follar por su hermana! He de decir que por mas incesto haya me ENCANTAA :)

Sparky...bueno creo que no era necesario que Santana le aplastara los dedos..suficiente con la paliza...!

Ahora... me gusta demasiado el FF, tiene un "no se que" que me encanta..ademas de ser diferente a todos los demas!

En fin, no demores mucho en actualizar pir fis, no me hagas sufris :(

Saludos :)
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por adi-santybritt Sáb Nov 30, 2013 9:26 pm

Hola!!
Nueva lectora!!! Me encanta,me encanta!!!

Porque aveces Santana es algo mala,???
Espero que son sean hermanas!!!
Me encanto que San le diera una páliza a Sparky, pero creo que se ha pasado!!!

PD: espero la actu, no te tardes por favor,, esto es una súplica!!!
Saludos !!!
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Miér Dic 04, 2013 8:32 pm

Capitulo 6:


“Mi hermana me lleva a casa. No me esperéis a la salida.”


Mandé el mensaje a Tina y una vez hecho, pude relajarme por completo sobre el asiento del copiloto. Otra vez en ese coche que me traía recuerdos porque… ahí había empezado todo.

Miré hacía atrás, a los asientos traseros. Santana me lo había hecho encima de ellos por primera vez, cuando ni siquiera sabía su nombre y ahora, estaba sentada a mi lado, concentrada en la carretera, exactamente como aquella vez.

Me daba cuenta de lo surrealista de la situación y me daban escalofríos.

“Sin problema. ¿Te traerá ella a partir de ahora a la uni?”

Me respondió Tina con otro mensaje. La miré unos segundos fijamente y acabé ladeando la cabeza, pensativa.

-¿Quién es? – preguntó Santana, mi hermana. Mi hermana…

-Tina. Le avisaba de que no me esperara para llevarme a casa.

-Hum…

-También me preguntaba si tú me llevarás a partir de ahora a la universidad por las mañanas. – pregunté, un tanto cortada.

-Si quieres… – dijo sin mucha emoción, casi indiferente.

-¿Tú quieres? – Santana me miró de reojo y la sonrisita arrogante volvió a su cara.

-Me vendrá bien para no dormirme al volante. A esas horas no soy persona.

-¿No? ¡Yo tampoco!

-Me irrita mucho tener que levantarme temprano.

-A mí también. Me encanta dormir. – ella ensanchó la sonrisa.

-También a mí. Dieciséis horas en sueños era la mejor manera de hacer que pasara el tiempo en casa. – era la primera vez que la oía decir la palabra casa refiriéndose a Los Ángeles. De repente, me entró la curiosidad. No conocía nada de su vida, nada de ella, nada de su ciudad e incluso nada de… mi propio padre.

-¿Cómo era tu vida allí? – Santana desvió unos segundos la mirada de la carretera a mí, con el ceño levemente fruncido.

-¿Mi vida allí? ¿Por qué quieres saberlo? – me encogí de hombros.

-Curiosidad. Ya sabes, quiero saber más… - tragué saliva. Más de ti, pensé, pero no lo dije. – Vivías en uno de los barrios bajos, ¿no?

-En un apartamento de los barrios bajos, con mi viejo, si.

-Tu viejo… y el mío. – hablar de mi padre después de 15 años sin saber de él, sin ni siquiera acordarme de su cara, me hacía sentir incómoda. Vi como Santana me miraba a través del espejo retrovisor unos segundos, vigilando mi reacción. - ¿Cómo era…?

-El apartamento es grande, pero parece pequeño porque es una pocilga. Nos revolcamos como cerdos en la mierda que dejamos por medio, pero ninguno la recoge, él porque no está, yo porque… no me da la gana. Una de las razones de porque me alegré de venir aquí, era por librarme de las ratas y las cucarachas.

-¿¡Ratas, cucarachas!? – la miré con asco, casi gritando, totalmente escandalizada. Esos bichos me daban miedo y mucho, mucho, mucho asco.

-Si, ratas enormes, del tamaño de un gato pequeño y negras. Poco antes de venir, me peleé con una por morder a Guetti.

-¿Te peleaste con una rata?

-Si, ¡Y gané! La maté. – se río a carcajada limpia y entonces supuse que ella estaba bromeando conmigo, porque era imposible que viviera entre ratas, ¿no?

-¿Mordió a… Guetti?

-¡Sip! Guetti es mi perra.

-¿Tienes una perra? – me emocioné.

-Si, ¿Por qué? No es tan raro.

-¡Me encantan los perros!

-No se porque, pero me lo suponía.

-Es que… son muy monos. – me mordí el labio inferior, sin conseguir contener mi emoción.

-¡Solo son chuchos!

-¡Son fieles, leales, cariñosos, protectores, amigos y muy monos! – Santana puso los ojos en blanco. Me iba a replicar pero la corte precipitadamente. - ¿Qué clase de nombre es Guetti para una perra?

-No lo sé. Se lo puse porque la primera vez que la vi estaba comiendo spaguettis… y me tiró el plato encima.

-Guetti de spaguettis… que poco original. ¿Cómo es?

-¿La perra? – preguntó con tono despectivo. Yo asentí enérgicamente y Santana hizo una mueca con la boca. - ¡Yo que sé, es una perra! Tiene cuatro patas, dos ojos, hocico, orejas, cola… no, cola no. – se retractó enseguida. - Se la amputaron cuando la atropellaron.

-¿La atropellaron? Pobrecita.

-Si, claro, pobrecita.

-¿Y que clase de perro…?

-¿No querías saber más de mí, Brittany? – me cortó de repente y me miró, con algo parecido al coraje reflejado en la expresión de su cara. Recordé entonces las ganas que tenía de saber más de ella y de las respuestas a ciertas preguntas echas por mí.

-Vale, está bien. ¿A que viene lo de Muñeca?

-¿Qué? – como si no me hubiera oído.

-¿Por qué me llamas Muñeca?

-Eso no es una pregunta sobre mí.

-Ya, pero quiero saberlo.

-¿Por qué? ¿Te molesta que te diga Muñeca, Muñeca? – sonrió. Yo bajé la cabeza, dándole vueltas al asunto.

-Depende de porque me llames así. Me pregunto si es porque me consideras una muñeca o…

-No intentes psicoanalizar la situación. No soy tu paciente, mister loquera.

-¡Y yo no soy psicóloga, pero quiero saber porque me llamas así! – me crucé de brazos, un tanto cabreada y enfuruñada, esperando que ella cediera y me lo contara, estrategia que me salía bien desde los dos años, pero esa vez no funcionó.

-Oh, venga, no te cabrees.

-Pues dímelo.

-Hum… no.

-¿Por qué? ¿Tan mala es la razón? ¿Me enfadaré? – Santana se encogió de hombros.

-No es una mala razón.

-Entonces dímela.

-Vale, si insistes, pero con una condición.

-¿Cuál? – Santana giró el volante con una más que maliciosa risita en la boca.

-Te la diré esta noche.

¿Por la noche? Exactamente, ¿Qué quería decir por la noche? La miré y lo pensé detenidamente. Lo que había querido decir con eso sólo se podía interpretar de una forma.

-Mamá está en… - no me dio tiempo la terminar la frase. Santana ya estaba aparcando justamente frente a casa. Eran las 3 y media. A esas horas, mi madre no estaba en casa, seguro y eso me puso nerviosa de inmediato.

Santana y yo estábamos a solas en casa… otra vez.

-Tu madre ¿No está? – preguntó con tono sugerente en cuanto metí la llave en la cerradura y abrí la puerta de casa, entrando con paso apurado, incapaz de aguantar los nervios.

-Ha estas horas nunca está.

-¿Cuándo suele venir? – Santana entró como si llevara toda la vida viviendo allí y fue derecho al salón, tirándose sobre el sofá, despreocupada, cerrando los ojos.

-No lo sé. Su horario es muy variable. Quizás para cenar… - dejé las llaves sobre la mesa y me quedé observándola de pie, frente a ella, esperando que se apartara y se sentara o al menos, me dejara un hueco.

-¿Eso quiere decir que estamos solas hasta la hora de cenar? – me miró con los ojos brillantes y con total descaro, se pasó la lengua sensualmente por los labios. Era obvio lo que estaba pensando, lo que quería hacerme y de solo imaginarlo, me ruborizaba y sentí el cuerpo arder pero, obstinada como yo sóla, me crucé de brazos y giré la cabeza con indignación. Empezaba a creer que mi hermana era una jodida máquina de sexo y yo aún me sentía húmeda e incluso sucia por lo ocurrido hacía una escasa hora.

Me gustaba, no podía negarlo. Santana me encantaba, como me besaba, como me tocaba, como me masturbaba, como me mordía, me lamía, como me penetraba y me embestía… incluso como me golpeaba. Ahí estaba el problema. Santana era mi hermana y, por lo tanto, lo que hacíamos era incesto puro y duro y no solo eso. Empezaba a confundirme, empezaba a no tener claras mis tendencias sexuales porque, aunque me acostara con ella, nunca en la vida ni ahora ni antes me habían gustado las mujeres, nunca… pero con ella era otra cosa, no. Es que sólo me gustaba hacerlo con ella.

Eso no era normal.

-¿Qué se te pasa por esa cabecita? – me preguntó, alzando un poco la cabeza desde su posición. Yo ya no sabía ni como mirarla para no volver a caer en sus trucos de seducción.

-¿Qué pasa? ¿Quieres hacerlo de nuevo? – Santana alzó las cejas sin apartar los ojos de mí. - ¿Siempre eres tan insaciable o qué? ¡Acabamos de hacerlo!

-Hace cincuenta y tres minutos.

-¿Has calculado el tiempo?… Bueno, ¿Y qué? No ha pasado ni una hora.

-¿Es que acaso necesitas más? – no la entendía. Yo por lo menos estaba agotada y ella, tan fresca como una rosa. De repente se sentó, me agarró la mano y tiró de mí hacía ella, casi tirándome encima. Quedé a cuatro patas sobre sus piernas y nuestros rostros muy cerca, casi pegadas. Abrí mucho los ojos, sorprendida. - ¿Cuál es el maldito problema? ¿No te gusto lo suficiente? – bromeó, con esa risa de burla plasmada en su cara.

-No. No es eso… es que… - me besó los labios y yo sacudí la cabeza. – Es que esto es muy raro… - sus manos se posaron sobre mi mejilla y su pulgar me acarició los labios húmedos toscamente. – Yo no… no… - ladeó la cabeza y me apartó el pelo alborotado. Su boca se cerró sobre mi cuello. – Ah… - sentí como me lamía la piel, como la succionaba con su boca y me hacía estremecer y temblar entre sus brazos. Eché mi cabeza hacía un lado, incapaz de contenerme para dejarle libre acceso a mi cuello, empezando a excitarme de nuevo, deseando que siguiera tocándome así, que succionara cada centímetro de mi piel.

Con una mano me tocaba el lateral del cuello y me acariciaba los labios. Sus labios descendieron hasta mi hombro, tirando de mi camiseta para dejar mi piel totalmente expuesta a ella. Me mordió suavemente el hombro y dejé escapar un jadeo, con las mejillas encendidas. Le lamí el dedo que tenía posado sobre mis labios y lo atrapé entre mis dientes cuando separó su boca de mí.

Santana alzó la cabeza y me miró con una sonrisita de diversión.

-¿Siempre eres tan fácil de conseguir? – noté mi cara arder. ¡Me estaba tomando el pelo! Le mordí fuertemente el dedo y Santana gruñó - ¡Oye!

-¿Y tú? ¿Siempre estás tan salida? – me quejé, soltándole el dedo y empujándola sobre el sofá, dejándola totalmente recostada sobre él. Intenté levantarme, mosqueada, pero Santana me rodeó la espalda con los brazos y me apretujó contra su cuerpo. Empecé a removerme, inquieta, intentando soltarme de su espachurrado abrazo y Santana empezó a reír, apretándome con más fuerza. - ¡Oh! ¡Me vas a aplastar!

-Si, lo estoy.

-¿Qué? – seguí debatiéndome sin mucha resultado.

-Siempre estoy tan salida. En Los Ángeles, era mi pasatiempo favorito. – me quedé quieta y la miré. Me lo había soltado en toda la cara como si nada, como si fuera lo más normal del mundo y yo arrugué la nariz, sin saber como tomármelo.

-¿A menudo?

-Varias veces al día.

-Eso es imposible.

-Pues digamos que una vez al día si te parece más creíble. – tragué saliva.

-¿Con chicas? – Santana se rió.

-Nunca, jamás, ni se me pasaba por la cabeza. Las chicas me daban… asco.

-Entonces, ¿Nunca con otra chica? – negó con la cabeza. - ¿Y yo qué? ¿Yo no te doy asco?

-Tú, no.

-¿Por qué no? Soy tan chica como cualquier otra. – La expresión de Santana cambió a una que no supe clasificar. - ¿A que viene esa cara? ¿Me crees más chico que los demás? – Santana se quedó callada durante unos segundos, mirándome fijamente.

-No. Nooooo, claro que no.

-Gilipollas. Lo crees.

-No he dicho eso. – ahora si que estaba cabreada. Volví a intentar hacer que me soltara, volví a moverme bruscamente y al ver que no podía, empecé a golpearle el pecho con los puños. - ¿Y tú cuantas veces?

-¿Yo? – paré unos instantes. – No quiero decírtelo.

-¡Oh, venga, yo te lo he dicho! – por unos momentos me lo planteé, pero deshice la idea enseguida. Noté como su mano aferrada a mi espalda descendía poco a poco. - ¿Por delante…

-¡Ah! – pegué un bote y todo mi cuerpo se restregó contra el suyo. Su mano se adentró bajo mis pantalones y empezó a presionar con sus suaves dedos mi entrada.

-¿O por detrás? – no me resistí, ya era imposible hacerlo con semejantes roces que me conducían a la locura. Era imposible decir no cuando la excitación domina cada célula de tu cuerpo y eso era lo que a mí me pasaba cuando Santana me tocaba. ¿Cómo podía haber cambiado tanto? ¿Haberme convertido en… una muñeca? ¿Su muñeca? – Eh, muñeca… - noté como muy, muy lentamente, uno de sus dedos me iba penetrando, desesperándome. Me mordí el labio inferior y apoyé las manos temblorosas sobre sus pechos. - ¿Alguna vez por detrás? – cerré los ojos con fuerza, temblorosa. Las rodillas con las que me mantenía sobre el sofá me temblaban como flanes. Sentí como me penetraba con mucha más velocidad y brusquedad con dos dedos más, hasta el fondo, casi con saña.

-¡Ooh, joder! – abrí los ojos. La vi lamerse los labios con su mirada maliciosa fija en mí y bajé la cabeza, apoyándola en su pecho, encogiendo las piernas para acercarme más a ella.

-No has contestado a la pregunta. – habló con tono serio y demandante. Sus dedos seguían jugueteando dentro de mí haciendo que mi cuerpo se tensara hasta que volví a sentirlo. Me humedecía rápidamente… otra vez.

-Sólo tú… - murmuré.

-¿Sólo yo qué? – alcé la cabeza con las mejillas encendidas. Ella me miraba serio, pero aun así, con cierta malicia.

-¡Que solo tú me has dado por detrás!– y volvió a sonreír, satisfecha por la respuesta. Sus dedos se revolvieron dentro de mí y acabaron por salir, haciéndome jadear. – Santana… - la llamé al verla levantarse de debajo de mí. ¿Se iba? ¿Me dejaba así, otra vez mojada y ansiosa? Pero no. En cuanto cerré los ojos y volví a abrirlos, me encontré debajo, tumbada y con ella entre mis piernas.

-¿Y por delante? – me alcé sobre las manos para quedar cara a cara a ella. Vi como dirigía su mano a mi entrepierna y me acariciaba suavemente por encima de los pantalones.
Mierda Santana, estate quieta, ¡me pones demasiado!

-¿Qué te importa cuántas veces lo haya hecho en mi vida?

-Me importa. – la oí y me miró con cara de frustración. Suspiré.

-Cuatro veces. – Santana alzó una ceja.

-¿Cuatro?

-Si, cuatro. – vi como fruncía el ceño levemente, dándole vueltas a algo. - ¿Qué pasa? ¿Tanto te sorprende?

-Casi… casi te creía virgen. – me sorprendió el tono de decepción en su voz. - ¿Con quien lo hiciste?

-Con mi último novio, Sam. ¿Por qué?

-Has dicho último, ¿Has tenido muchos?

-¿A que viene tanta pregunta? –Santana se encogió de hombros. Su mano subió desde mi entrepierna hasta el principio de mi camisa. Empezó a subírmela y acarició mi piel.

-Yo también quiero saber más de ti. – esas palabras me llegaron hondo. Mi corazón dio un vuelco y empezó a latir con descontrol mientras sus manos seguían rozando la piel de mi vientre. - ¿Cuántos han sido? – tragué saliva.

-Seis, siete, quizás más.

-Vaya… no me esperaba tantos.

-Bueno, esos son solo con los que iba en serio. Luego, de rollo de verano o así… unos pocos más.

-Que ligón, muñeca. – nos quedamos calladas entonces. Santana parecía absorta observando cada centímetro que iba quedando al descubierto de mi torso mientras me subía la camisa. Yo me derretía con cada caricia que recibía.

Eché la cabeza hacía atrás cuando me saco el brasier suavemente, se inclinó sobre mí y me besó. Empezó a subir sin despegar los labios de mi piel y yo misma, acabé agarrándome la camisa y me la saqué, dejándola caer al suelo. Me tumbé cómodamente sobre el sofá, estremeciéndome al sentir a Santana lamiéndome desde el pasando por el valle de mis pechos hasta mi cuello. Me lo mordió suavemente, dándole un par de lametones con su húmeda lengua. No pude contenerme y gemí.

Tiré de su camisa hacía arriba, ansiosa. Santana se apartó un poco, irguiéndose sobre mí y empezó a sacarse la pequeña camisa mientras yo recorría los músculos de su abdomen con la yema de mis dedos.
Nos miramos ambas fijamente. Santana inclinó la cabeza, yo cerré los ojos y entreabrí los labios, esperando que tomara mi boca con la suya de forma violenta y dominante.

-¿Y yo? – murmuró, rozándomelos con los suyos, recorriendo el contorno con su lengua.

Abrí los ojos, sin entender que quería decir, buscando más contacto con ansias.

-¿Qué? – jadeé, con la respiración entrecortada y los latidos acelerados.

-Yo soy un rollo de verano o, acaso ¿Quieres algo más, muñeca?

Me quedé muda, sin saber cómo tomarme aquella pregunta y de repente, una idea descabellada cruzó mi mente.

Aquello que estábamos haciendo, incesto puro entre hermanas, ¿Que era? ¿Sexo consentido entre dos hermanastras depravadas y probablemente esquizofrénicas o, el comienzo de algo más serio?

Creo… que por un momento se me detuvo el corazón.

-Era broma. – sonrió mi monstruosa hermana – No hay más de lo que puedes ver y tocar ¿no? Sería estúpido y masoca que hubiera algo más, así que no te enamores de mí, eh. – me quedé con la boca abierta al escuchar su advertencia. ¿Qué se creía? ¿Qué me iba a quedar pillada por mi propia hermana? Esto sólo era diversión, placer absoluto, sexo consentido, responsable y adulto, las ganas de probar cosas nuevas, pura perversión y lujuria. Sólo era eso… sexo puro, sin más… sólo eso…

Porque éramos hermanas, así que… era imposible que surgiera nada más, ¿verdad?
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por 3:) Miér Dic 04, 2013 10:28 pm

hola,....

me gusta que cada una quiera saber mas de la otra, cada una por su lado por supuesto
me párese tarde para britt,... x la reflexión que hizo siente algo mas que un cariño de hermanastra por san pero todavía no lo sabe!!!!!!
a ver como sigue las hermanitas,...!!!!

nos vemos!!!!!!!!!!!!
3:)
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por Alisseth Jue Dic 05, 2013 2:04 pm

Hola!
Me gusta mucho el fic... es interesante! :)
Parece que Britt siente algo más por Santana :)

Espero tu actualización.. ! :)
Besoss

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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por adi-santybritt Jue Dic 05, 2013 6:18 pm

Hola!!!!
Me encanta !!!!
Esas chicas quieren más!!!! jjaja
Me impacto lo de las ratas, del tamaño de un gato wow

Espero la actu
PD:ya quiero saber porque le dice muñeca!!!!
Xoxo
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Lun Dic 16, 2013 5:42 pm

Capítulo 7

-¡Chicas, ya estoy en casa! – pegué un bote enorme. El corazón se me puso en la boca en cuanto oí a mi madre entrar en casa por la puerta y salté del sofá, disparada, tan exaltada y con tanta rapidez que tiré a Santana al suelo, de boca. No me paré a mirarla y agarré lo primero que vi a mano, su sudadera, poniéndomela encima con descuido. – Chicas, ¿Estáis en casa? ¿Brittany, cielo?

Vi a Santana, levantándose del suelo y mirándome con cara de incertidumbre al ver que le había robado su ropa. La señalé, histérica, la puerta de la cocina y ella frunció el ceño, tirando de su sudadera, la que tapaba la desnudez de mi torso y pechos plagados de chupetones. Le pegué una patada baja que quería dirigir hacía su vientre, pero al ver su cara pálida y como cerraba los ojos con fuerza, maldiciéndome por lo bajo y encogiéndose adolorida, me di cuenta de que por desgracia para ella, le había dado un poco más abajo.

No me paré a pensarlo. Me levanté y aprovechando su escasa guardia y su “incapacidad” para replicar, la empujé hacía la cocina y cerré la puerta de golpe.

-¡Brittany, cielo!

-Hola mamá. – intenté sonreír, sudando a chorros al verla aparecer cargada de bolsas que depositó en el suelo después de dirigirme una mirada de extrañeza. - ¿Cómo es que has llegado tan temprano?

-Oh, lo tenía todo planeado para este día cariño y me he pedido el día libre. He ido a comprar algunas cosas para la cena de hoy, será especial. – miré las bolsas sobre el suelo con una ceja alzada.

-¿Qué celebramos?

-Que Santana está aquí y… ¡Will va a venir ha cenar esta noche! ¿No es genial? – entorné los ojos, no muy contenta por la noticia, la verdad, pero al ver la expresión de felicidad de mi madre, no pude hacer otra cosa que sonreír.

-Genial mamá. Será… increíble. ¿Necesitas que te ayude en algo? – mi madre se quedó parada frente a mí, con las bolsas de nuevo en las manos cuando entornó los ojos, observándome fijamente. Parecía extrañada y sorprendida y eso me hizo tragar saliva, nerviosa. Mi madre siempre había sido tan astuta como despistada, un lince para ciertos asuntos, como saber cuando mentía y cuando decía la verdad y acordarme de ello, me hizo empezar a sudar cuando se me acercó lentamente, con cara de preocupación. - ¿Qué… que pasa? – de repente, frunció el ceño.

-Brittany… – rara vez me llamaba Brittany y no utilizaba un apodo cariñoso y eso significaba que estaba enfadada. Oh, dios… no… - ¿Qué has hecho? – el corazón volvía a latirme desbocado a causa del nerviosismo. ¿Nos había descubierto? Joder, me tomaría por loca, por depravada, por cerda. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Me echaría de casa o peor, ¡Me metería en un psiquiátrico! – Cariño… bueno, supongo que es normal. Estás en la edad después de todo.

-¿Qué? – fue lo primero que dije en cuanto tuve suficiente conciencia como para reaccionar. Mi madre se mordió la lengua, azorada de repente, cortada.

-Bueno, supongo que ya eres mayorcita como para saber donde te metes, pero ten cuidado. Mantener relaciones sexuales a tu edad… es un tema delicado.

-¿¡Qué!? – mi madre sonrió, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo. Llevó una mano de repente hasta mi hombro y noté la frialdad de su piel sobre la mía. Sentí las mejillas arder y mucha vergüenza ante la risita divertida de mamá.

-Cielo, lo comprendo. A tu edad yo también actuaba así. De esa forma acabé teniéndote a ti. Sólo te digo que tengas cuidado. ¿Estarás usando preservativos, no?

-¡Mamá! – como para decirle que no los necesitaba… de momento.

-¿Dónde está tu hermana? – preguntó, recogiendo las bolsas de nuevo.

-Pues creo que está… ¿¡A dónde vas!? – me puse frente a ella, frenándole el paso al ver que iba directa a la cocina.

-Voy a dejar las cosas, cielo. ¿Qué pasa? ¿Y ese nerviosismo?

-¿Nerviosismo? ¿Yo? ¡Que va! – estaba tan nerviosa, que me entró la risa floja y empecé a sudar. Notaba las espesas gotas de sudor empapándome la cara y el cuerpo y las piernas me flojeaban y me temblaban, como un flan.

-¿Estás bien, cariño?

-¡Si, claro que si, genial! – un golpecito tras la puerta de la cocina me sobresaltó. Mi madre pareció no darse cuenta, pero yo empezaba a sentir una taquicardia compulsiva o lo que fuera que se sintiera cuando el corazón te hacía, ¡Bum, bum, bum! Y notabas como chocaba con las tripas.

-No creo que estés bien, quizás estés incubando algo. Iré a buscar alguna medicina para…

-¡No! – le grité. Ella saltó y me miró con expresión asustada. – No puedes entrar… - conseguí murmurar, con la boca seca.

-¿Por qué?

-Porque… porque… me estoy desmayando. – y me tiré al suelo dramáticamente.

-¡Brittany! – mi madre prácticamente derrapó hasta mi lado y empezó a sacudirme entre sus brazos, gritando, histérica. Entreabrí los ojos, sin moverme, y pude ver como Santana asomaba la cabeza por la puerta de la cocina. - ¡Oh, dios, cariño! ¡Voy a llamar a una ambulancia!

-¡No, no, mamá, quédate conmigo, que tengo mucho miedo mamá! – mi madre se debatió, exasperada, sin saber que hacer mientras Santana salía de puntillas de la cocina, abrochándose los pantalones apresuradamente, dirigiéndose hacía la entradita. - ¡No! ¡No! ¡Me duele, me duele! – Santana me miró con una ceja alzada, sin saber que hacer. No era cuestión de que apareciera entrando en casa desnuda de cintura para arriba con solo su brasier y descalza. Ni siquiera mi madre se creería que había salido con esas pintas. - ¡El baño, el baño!

-¡Brittany, que dices!

-¡No lo sé, estoy muy mal! ¡Me desmayo otra vez! – Santana salió corriendo del salón hacía el baño mientras mi madre, gritando mi nombre desesperada, empezó a arrastrarme hacía el sofá como podía. De repente, vi a Santana otra vez asomanda la cabeza por la puerta del salón.

“Te vas ha enterar por esto” leí sus labios y vi como se señalaba la entrepierna con gesto furioso para salir corriendo hacía el baño de nuevo.

Tragué saliva. Pero si no le había dado tan fuerte.

-Hija, hija, ¿Estás bien? ¡Responde cariño, por favor!

-Si mamá… - la miré intentando aparentar incertidumbre y poco a poco me levanté del sofá hasta estar sentada. Mi madre estaba pálida. – Ya ha pasado. Sólo ha sido… un shock. Ya estoy mucho mejor.

-¡De eso nada! ¡Por dios, que susto me has dado Brittany! ¡No puede haberse pasado tan rápido cuando incluso te has puesto a delirar! ¡Mañana irás al médico!

-¿Qué? No hace falta mamá.

-Oh, sí que hace falta. Tú estás incubando algo gordo y no me quedaré tranquila hasta que no te vea un médico.

-Pero…

-¡No me repliques, vas a ir al médico y se acabó! – puse los ojos en blanco. Más me valía no llevarle la contraria.

-Vale mamá.

-Y ahora no sé si debería posponer la cena de esta noche… - la oí murmurar de camino a la cocina, a regaña dientes. A veces, mi madre era una histérica.

Me levanté del sofá enseguida, de un salto cuando la perdí de vista tras la puerta y caminé con precaución hacía el baño, sintiéndome intimidada por el intenso silencio que se había formado. Me detuve unos segundos frente a la puerta, agarrando el pomo y la abrí de golpe. No sabía exactamente que esperaba encontrarme allí, pero me decepcionó bastante al no ver absolutamente nada fuera de lo normal.

De hecho, Santana no estaba.

Cerré la puerta y salí del baño. Me pregunté si quizás Santana había subido arriba, a su cuarto tal vez. Empecé a subir las escaleras y lo primero que hice fue entrar en su habitación furtivamente, examinándolo todo, sin verla allí. Fui hacía la mía…

-¡Te pille! – grité al abrirla de golpe, pero seguía sin verle allí.

Ladeé la cabeza.

Sentí sus manos agarrarme los hombros y de un empujón, me empotró contra la puerta, cerrándola de golpe. Me hice daño en la espalda y por un momento, me encogí y cerré los ojos hasta que vi sus manos situarse a ambos lados de mi cabeza, acorralándome.

-Me has… reventado… – me mordí el labio. Parecía muy enfadada.

-No te movías, nos iban a pillar.

-¡Porque me has robado la ropa! ¡Eso es mío! – gritó, tirando de su sudadera.

-¡Estaba desnuda, me iba a ver todas las mierdas que me has hecho en el cuerpo!

-¡Ese no es mi problema!

-¡Si nos pillan será tu problema y el mío! – ahí se quedó callada unos segundos.

-¡Bah, me da igual!

-¿Qué te da igual? ¡Tú estás tonta! ¡Definitivamente, tengo una hermana gilipollas!

-¡Y yo uno obsesa por mi ropa!

-¿Qué? ¡Yo no estoy obsesa por tu ropa!

-¿No? – Santana anduvo con gesto cabreado hasta mi cama, deshaciéndola y metió la mano bajo la almohada, sacando de un tirón la otra sudadera, la que me había dejado la noche en la que por primera vez, lo habíamos hecho. Me la mostró, alzando una ceja. Me puse roja hasta la raíz del pelo. – Entonces, esto lo ha traído el ratoncito Pérez ¿No?

-Eso… no es mío.

-¡Obviamente no, porque es mío!

-¡Eh, eh, que tú me la diste para que no pasara frío!

-¡Te la dejé! Y todavía no me la has devuelto, ¿Puedo preguntar por qué la tienes escondida debajo de tu almohada?

-Pu-pu-pues… - me daba vergüenza soltarle que me abrazaba a ella de vez en cuando para sentirla más cerca, para captar su olor.

-No me digas que la usas para hacer guarrerías, ¿Verdad?

-¿Qué?

-Admítelo. Nadie guardaría algo así de una persona que solo conoce de un par de polvos si no es para recordar como lo hizo. ¿A qué sí? – me quedé descolocada, observando como zarandeaba la sudadera frente a mí sonriendo con total maldad. ¡Me estaba provocando! - ¿Qué haces con la sudadera? ¿Haces cosas sobre ella mientras piensas en mí? – sentí como me temblaba el brazo y la temperatura de mi cuerpo subía y subía, pero no por excitación, esta vez no. - ¡Pero que guarra eres, Muñeca! – cerré el puño. La barbilla empezó a temblarme de tan apretados que tenía los dientes.

-Cállate.

-Quizás te la restriegas.

-Basta ya, Santana y cierra la boca. – no parecía dispuesta a callar y los ojos empezaron a escocerme. Sentía las cuencas arder.

-O quizás la muerdas mientras te metes los dedos, imaginándote que soy yo. - mi cuerpo entero empezó a deshacerse en espasmos.

-Déjalo ya. - Bajé la cabeza y vi como Santana se me acercaba con la chulería pintada en la cara.

-No me digas que te vas a poner a llorar por… - no le di tiempo a acabar. Levanté el brazo y le pegué una cachetada en la mejilla con tanta rabia acumulada que la hizo retroceder varios pasos y encogerse un poco.

Me toque la palma con la otra mano enseguida. Joder, me dolía muchísimo con ese golpe. Me dolía hasta a mí, a ella… le abría dejado una buena marca.

-Santana… - mi hermana no se movió, llevándose las manos a la boca con la cabeza agachada y el cuerpo encorvado hacía adelante. – Lo siento, ¿Te duele mucho? – me situé a su lado y apoyé mis manos sobre sus hombros, sin saber que hacer, sin saber cual sería su reacción en cuanto despertara del aturdimiento del golpe, sin saber si me gritaría o me la devolvería y la patada con el doble de fuerza, sólo sabía que no podía irme y dejarla ahí tirada cuando le había pegado yo misma con mi propia mano en un arranque de ira.

Murmuró algo que no alcancé a escuchar.

-¿Santana? – y entonces alzó la cabeza y oí el crujido de su mandíbula, encajándosela de nuevo con sus propias manos. Cerró los ojos, acariciándose la mejilla con expresión molesta e irritada y me miró. Me agarró del cuello de la sudadera y tiró de mi hacía arriba, obligándome incluso a situarme de rodillas sobre el suelo.
________________________________________________________
-Hoy ya van dos veces. ¿Qué pasa? ¿Quieres morir? Dilo de una vez y te ayudaré a cumplir tu deseo. – entorné los ojos. Estaba muy enfadada y por un momento, tuve miedo recordando el aspecto demacrado de Sparky tras la pelea contra mi hermana. ¿Me haría a mí lo mismo? Santana ya había demostrado varias veces sus escasos escrúpulos, por no decir nulos. Me había follado sabiendo que éramos hermanas la primera noche y seguía haciéndolo, sin aparente remordimiento… aunque yo me dejara… porque me gustaba.

No lo entendía. No entendía como podía disfrutar tanto magreándome con mi propia hermana, dejando que me masturbe, dejando que me besara entera y se refregara en mí. Era una locura, pero me encantaba.

Y sólo era así conmigo. Sólo era buena conmigo.

Sonreí al recordar sus palabras.

-¿De que coño te ríes? – no me detuve a analizar su expresión. Poco importaba como de enfadada estaba, pues conmigo, no le funcionaba y era algo que también me había demostrado aunque fuera inconscientemente, aunque no tuviera escrúpulos.

Sólo era buena conmigo.

-¿Qué mierda estás pensan…? – mi lengua recorrió de arriba abajo sus labios, dejándola totalmente paralizada cuando pegué mi boca a su mejilla herida y la abrí. La mordí suavemente. – Umh… - mierda, la deseaba otra vez. Quería terminar lo que habíamos empezado abajo, quería que volviera a tocarme, que volviera a agarrarme y me lo hiciera de todas las formas posibles.

Separé mi boca de su mejilla, empapada de mi saliva y la miré en silencio a los ojos. Santana entreabrió los labios, la respiración acelerada, jadeando como si hubiera estado corriendo durante dos horas sin detenerse un segundo. El brazo con el que me sujetaba le tembló unos instantes antes de soltarme.

-Muñeca. – y se abalanzó sobre mí. Las dos nos cogimos con ganas y sin pararnos a pensar que no estábamos solas en casa, encajamos nuestros labios a la perfección, moviéndolos sobre los contrarios como dos desesperadas. Empujé a mi hermana contra la puerta del armario provocando un espantoso ruido al estamparla contra la madera sin dejar de comernos la boca, sin dejar que su lengua se alejara de la mía. Por un momento, por pura ansia me descubrí siendo yo quien se la comía a ella, quien la agarraba con fuerza y la tocaba como una ansiosa todo el cuerpo. Como si fuera mía.

Santana me mordió los labios de repente y nuestras lenguas se separaron. Nos miramos unos segundos entre jadeos. Se lamió los restos de saliva que habían quedado sobre sus labios húmedos y rojos.

-Eres una ansiosa… además de una obsesa por mi ropa. – me reí como una idiota al escucharla. Sus brazos desnudos me rodearon y me apretaron contra ella con firmeza sin intención de dejarme escapar. Su pecho estaba caliente, tenia sus pezones duros y tenía la piel suave. Por unos momentos cerré los ojos y dejé apoyada mi cabeza ahí. Santana hinchó el pecho, cogiendo aire.

-Pues tú eres una posesa y una depravada que le gusta tirarse a su hermana. No sé que es peor.

-Muñeca…

-Dime de una vez porque me llamas Muñeca.

-Esta noche.

-Viene Will a cenar y seguro, seguro que se queda.

-¿Quién es Will? – me acariciaba el pelo con una mano, la otra la mantenía pegada a mi cintura bajo la sudadera y yo no tenía intención de deshacer el abrazo que nos unía. Era tan agradable.

-Will es mi futuro padrastro… nuestro futuro padrastro. – Estaba claro que ninguno de las dos tenía claro cual era el sitio de Santana en la familia. Ella no sabía si llamar a mi madre mamá o Emma, además… se suponía que éramos hermanas y esto, no lo hacían precisamente las hermanas. Era cosa de enfermos. – Santana… ¿Me consideras tu hermana?

-¿Hum?

-¿Soy una hermana para ti o… o que soy? – noté como su pecho se hinchaba al tomar aire.

-Me has pillado, vale, lo admito. No te considero mi hermana. – separé la cabeza de su caliente pecho y la miré, esperando una respuesta más explícita. – No eres mi hermana, eres mi Muñeca. – sonrió, como si lo que acabara de decir fuera un chiste divertido. Yo seguía sin verle sentido.

-¿Hay mucha diferencia entre hermana y Muñeca? – me besó los labios levemente y rozándolos con los míos, respondió.

-Mucha. Si fueras mi hermana no podría hacerte esto, ¿No? – entorné los ojos, con su aliento en mi boca, tomando él el mío y yo el suyo.

-Supongo… que no. ¿Por eso me llamas Muñeca?

-Me sería difícil seguir acostándome contigo si tuviera en la cabeza que eres mi hermana y la idea, acabaría dándome asco. Pensar que no tienes relación de sangre conmigo es mucho más fácil, pensar que eres como cualquier otra persona…

-Cualquier otra persona con la que te puedes restregar a gusto, a tu antojo, utilizándola. Como una Muñeca. – la idea de que me comparara con cualquier otra persona me cabreaba y mucho. – Si no te gusta la idea de tirarte a tu hermana, no lo hagas.

-¿Qué pasa? ¿Me vas a decir que tú piensas en mí como hermana mientras lo hacemos y nos tocamos así?

-No, pero… - me mordí el labio. No pensaba en ella como mi hermana mientras me penetraba, pero sabía que lo era me gustara o no. Era algo muy contradictorio. No me gustaba que mi hermana me tocara, me gustaba que lo hiciera Santana, pero… es que precisamente era mi hermana.

Eso me daba que pensar.

-Oh, Muñeca. – Santana me cogió de las muñecas y me separó de ella, haciéndome retroceder lejos del armario y provocando que chocara contra el escritorio. Posó mis manos sobre su cara, sin dejar de mirarme fijamente, hipnotizándome. - ¿Quién pensabas que te tocaba en el coche la primera vez?

-Un… una desconocida. No sabía quien eras.

-¿Y por qué dejaste que te lo hiciera?

-Porque… me gustabas.

-¿Y ahora, quien piensas que te toca y te tiene acorralada entre el escritorio y su cuerpo? – encogí el cuello. Santana acercaba cada vez más su boca a la mía y su entrepierna chocaba contra mi ingle suavemente. Sonreí, pasando la lengua por mis labios. Santana me miraba embobada de una manera casi atontada y eso me hacía sentir idiota.

Venga, ¿A qué esperas? Házmelo de una vez.

-La persona con la que quiero estar… se llama Santana. – sonrió, divertida y ansiosa.

-¿Y quien es Santana para ti? ¿Tu hermana?

-¡Que la follen a mi hermana, yo te quiero a ti! – y otra vez, como dos salidas, apreté su cara entre mis manos y junté nuestras bocas, con todas las ganas de comérmela. Me arrancó la sudadera a tirones, entre dientes maldiciendo la ropa por obligarnos a separar nuestros labios y en cuanto me la sacó, me agarró del trasero y me subió al escritorio, tirando todo lo que había en él, los libros, los discos, los cuadernos, el teclado del ordenador y casi tiramos la pantalla de un manotazo. Me daba igual mientras no parara de comerme la boca y nuestras lenguas siguieran peleándose por el terreno contrario.

Le arañé la espalda descendiendo hasta sus shorts, empezando a bajárselos, totalmente enloquecida, tocando la suave piel de su duro trasero, apretándola entre mis manos.

-¿Brittany? – nos costó separarnos horrores en cuanto oímos como tocaban a la puerta. Dejamos de besarnos, con la respiración entre cortada, pero sin separarnos ni apartar nuestras manos del otro. - ¿Brittany, estás ahí? – no me quedó más remedio. Enseguida, solté a Santana y la empujé lentamente hacía un lado. Me bajé de un salto del escritorio y me pasé la mano por los labios, intentando borrar todo rastro de saliva. Santana hizo lo mismo y se colocó bien sus shorts antes de dejarse caer sobre la cama, intentando aparentar tranquilidad.

-¿Sí?

-¿Brittany, puedo entrar? – miré a Santana, recuperando la respiración a bocanadas. Asintió con la cabeza.

-Si.

-¡Ey, Brittany! – Will, mi futuro padrastro, entró por la puerta con los brazos extendidos y una gran sonrisa en la cara.

-¡Will! – le di un abrazo y sentí los huesos crujir cuando me espachurró contra su cuerpo de oso.

-¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Dónde te metes? ¿Muy ocupado con los estudios? Tu madre me ha dicho que vas muy bien en la universidad.

-Si, yo hago lo que puedo. – desvió la mirada entonces a Santana, con una sonrisa reluciente.

-Tú debes de ser Santana.

-Hola. – a ella si que se le notó la sonrisa falsa en la cara cuando se levantó. Estrecharon las manos en forma de saludo.

-Vaya, no te esperaba así. Siempre te había imaginado un estilo a Brittany.

-Si, supongo que no todos las hermanas se parecen tanto como se dice. – se separaron casi a la nada. De repente podía casi tocar la tensión con mis propias manos.

-Así que vas a quedarte a cenar, ¿No, Will?

-Si, creo que será mejor que vaya a ayudar a tu madre a preparar la mesa sino quiero que me acuse de vago. Nos vemos dentro de… cinco minutos. – asentí con la cabeza, viendo como se iba de la misma manera que venía. Cerró la puerta dejándonos de nuevo en intimidad. Suspiré, más tranquila y aliviada. Oí de nuevo un crujido desagradable, Santana se toqueteaba el cuello con gesto tosco.

Por su expresión, no parecía haberle caído muy bien mi padrastro.

-Parece que hoy no es tu día de suerte. – le dije y su boca se torció en una risita.

-¿No? – me acarició con una mano la mejilla y los labios e hizo amago de besarme, pero se separó en el último momento. – Yo diría que sí. – y salió de la habitación.

Me pasé la lengua por los labios, sintiendo su sabor y le pegué una patada a la puerta cerrada, sin poder contener mi júbilo.

¡Mierda, Santana me volvía loca!






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Chicas aca les dejo el nuevo capitulo, espero que esten disfrutando la novela tanto como yo jaja saludos!
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Club Brittana Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 2 X


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Mensaje por adi-santybritt Lun Dic 16, 2013 11:29 pm

Hola!!!
Por poco las descubren!!!
Jaja me encanto el falso desmayo de Britt!!!!

Espero la actu!!!!
Saludos
Xoxo
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Mensaje por Elita Lun Dic 16, 2013 11:50 pm

Me mataste con el desmayo dramatico & el delirio de Britt xD jajajaja

Y por un segundo crei que las encontrarian cachondas! O_o

Cada ves mejor!
No demores por fis, me encanta TODO del FF :D

Saludos! :)
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Mensaje por Elita Dom Ene 05, 2014 12:42 am

Regresaa! Por favor :(
Siempre me dejas cn ganas de mas es una genial historia :)

Regresa pronto, si?
Saludos
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Mensaje por CataNayaholic♥ Jue Feb 20, 2014 5:02 pm

Capítulo 8

-¡Santana!

-¿Hum? – Santana estaba media atontada viendo el baloncesto desde la cocina. Su actitud pasota me cabreaba, pero más lo hacía la de mi madre y Will, ocupando el sofá, mirándose como si en el mundo no existiera más que el otro, abrazados.

Joder, que cursilada y me daba más rabia aún tener que reconocer que en el fondo les tenía cierta envidia. Sam y yo una vez fuimos así, casi me daba vergüenza recordar lo horriblemente melosa y cursi que era pero… estaba enamorada, ¿Qué se le iba a hacer?

-¿Cómo se supone que tengo que sacar esto del horno sin quemarme? – miré a Santana, abriendo el horno y mirando el pastel de frutas de mi madre con mala cara, sin saber que hacer con él.

-Utiliza las manoplas.

-¿Manoplas?

-¿No sabes lo que son manoplas? – Santana miró de un lado a otro y agarró el delantal que mi madre había llevado puesto mientras hacía la cena. Me lo mostró con gesto interrogante. – No, eso no son manoplas. Es un delantal, burra. – alzó una ceja. - ¿Nunca has cocinado nada en tu vida?

-¡Claro que sí! Salchichas de lata, en el microondas.

Dios, ¿Cómo había pasado de Sam a esto? Una… una…

-Quita anda. – me puse las manoplas y yo misma saqué el pastel con extremo cuidado. Lo solté sobre la mesa de la cocina y sonreí con superioridad. – Así se hace.

-No me digas. ¿Te crees mejor que yo por saber sacar un pastel del horno?

-Tengo más experiencia culinaria que tú, sólo digo eso. – Santana se carcajeó mientras me quitaba las manoplas y sacaba los cubiertos. No le veía la gracia.

-Eres una jodida maricona.

-¡¿Qué?! - se cruzó de brazos, dirigiéndome una mirada de autosuficiencia y chulería irritable y se sentó sobre la mesa de un salto.

-Te gusta que te folle, ¿No? Que te de una chica. Creo que es obvio.

-¡Una mierda! ¿Y tú qué? ¡Que te gusta tirarte el culo de tu hermana, pedazo de idiota! ¡Que no te cortaste un pelo en ir a por mí aún sabiendo que…!

-¡A mí no me amenaces con tenedores eh! – miré la mano que le alzaba, con los cubiertos agarrados fuertemente y los dejé sobre la mesa con lentitud.

-Tenía novio, hasta que tu llegaste todo era normal.

-¡Ja! Habría que ver a tu ex. – sería hija de… le di la espalda, dispuesta a hacerle tragar sus palabras y cogí el móvil, rebuscando por la galería de imágenes. Ju, aún tenía la foto que Sam y yo nos hicimos en la playa en verano, cuando cogimos el bus y nos escapamos el fin de semana a la casa de veraneo de sus padres. Estábamos abrazados y en bañador en la orilla. Estaba guapísimo y con la cabeza bien alta, se la puse en las narices a mi hermana.

-Ese es Sam, mi ex. – sonreí al ver como la boca le llegaba al suelo al verlo.

-¿Tu… ex? – asentí. Estaba orgullosa de el, para que negarlo. – ¡Joder, que abdominales! – me quitó el móvil de un manotazo - ¡Madre mía, como está el rubio!

-¡Santana, dame eso!

-¡Pero mira que fisico!

-¡Santana! – revoloteé a su alrededor, intentando quitarle el móvil, recibiendo empujones bruscos por su parte. - ¡Dámelo!

-¡Y tú te lo tiraste! ¡No me lo puedo creer!

-¡AAhhh! ¡Idiota!

-¡Oh, no! ¡He borrado la foto! – me tiré literalmente por ella al oírle, arrancándole el móvil, mirando horrorizada como la foto de Sam y mía había desaparecido.

-¡¿Qué has hecho?!

-No salías favorecida, Muñeca, créeme. Mejor así.

-¡No tiene gracia, Santana! ¡Era la única foto que tenía de el! – Santana se toqueteó el cabello, pasota como ella sola.

-¿Y qué? Es tu ex, ¿no? ¿Qué importa?

-¡Me importa, me importa mucho, eres una gilipollas! ¿¡Por qué has tenido que borrarla!? ¡Era mía!

-¿Tuya? – saltó de la mesa. Su típica expresión de niña mala me puso el vello de punta y al verla acercarse con pinta de querer echárseme encima, retrocedí, concentrando la mirada en mi madre y Will acurrucados en el sofá. Ya era raro que no se hubieran enterado de nada de lo que andábamos gritando como para tentar a la suerte follando en la cocina como animales en celo.

-Santana, mamá está…

-¿Y qué? – abrí los ojos como platos cuando me agarró de las muñecas y me alzó las manos, acercando su cara a la mía. Me eché para atrás, con la vista fija en mi madre. Joder, ¡Que se iba a dar cuenta!

-¡Santana, eres una puta flipada! ¡Suéltame! – por unos momentos pensé que me haría caso al verle desviar la mirada a mamá.

-Y una mierda. – nada más lejos de la realidad. Empezamos a forcejear, empezó a empujarme lejos de la puerta del salón, hacía un rincón poco iluminado de la cocina. Por un momento casi tuve la tentación de ponerme a gritar llamando a mi madre, pero no lo hice. Santana era tan imprevisible y cabróna que era capaz de follarme encima de la mesa con nuestra madre delante.

Desde luego, vaya elemento con el que había llegado a parar.

-Santana… - bajé la voz. Una vez fuera de la vista de mis “padres” me daba miedo que fuera incapaz de parar y, sobretodo, que yo le siguiera el juego. ¡Mierda, Santana arrasaba con todo mi jodido autocontrol! – Santana, que nos ven, joder.

-Me da igual. – aproximó su boca a la mía, sin soltarme las muñecas, pegándome por completo a la pared, acorralándome como un perro acorrala a una oveja y, con una fuerza de voluntad tremenda, eché la cara a un lado, esquivando sus labios. Santana se quedó parada unos segundos antes de zarandearme bruscamente.

-¡Oye!

-¡No me da la gana, gilipollas! A ti te da igual, pero a mí no. ¡No puedes ser tan animal como para no ver lo que hay a tu alrededor!

-Soy un animal y estoy cachonda, ¿Te lo explico a ladridos? – volvió a aproximarse a mí con intención de enganchar sus dientes en mi cuello. Alcé la pierna y rocé con la rodilla su entrepierna.

-O te quitas o te la reviento de una patada. – Santana me miró con rabia contenida.

-Hija de…

-¡Chicas! ¿¡Y la cena!? ¿¡Para cuando pensáis poner la mesa!? – sonreí triunfal al oír a mi madre desde el salón y nada me provocó más placer que ver la cara contraída de rabia de mi hermana.

-Aparta, negada culinaria. – pero ella no se apartó. Me apretó con más fuerza las muñecas hasta hacerme un poco de daño y provocar que un pequeño quejido saliera de mi garganta.

-Cuidado con hablar mucho de ese tal Sam delante de mí. Ahora no eres suya… ahora eres mía. – y me soltó. Me quedé paralizada unos instantes hasta que sentí un espasmo de placer y excitación total cuando su mano se poso sobre mi entrepierna, frotándola con fuerza.

-¡Oooh! – apreté los dientes, soltando aquel berrido. Agarré su mano y no sé como fui capaz de contenerme para no restregarme contra ella, quizás por la mirada de satisfacción y poderío con que me miraba Santana, con las mejillas ruborizadas. Me observaba fijamente con una extraña mezcla de enormes ganas de agarrarme, desnudarme y follarme sin piedad hasta y una mirada repleta de admiración hacía algo, sorpresa.

Me frotó con más fuerza.

-Y sé que te encanta ser mía. – jadeó contra mis labios, mordiéndome levemente el inferior y entonces… me soltó. Precisamente cuando yo no quería que lo hiciera.

Sí, desde luego, como había acabado siendo Muñeca de un animal como ese era un misterio. Lo más jodido era que tenía razón, me gustaba serlo y que lo afirmara con tanta bestialidad.

Brittany, eres una puta enferma.

-Santana ¿Te gustan los deportes? – mi hermana desvió la mirada del partido de baloncesto que se retransmitía por la tele y miró a mi padrastro, sin mucho interés. Ya estábamos los cuatro sentados a la mesa con un plato de pescado repleto de condimento delante, hecho al horno. Santana estaba a mi lado, con el tenedor en la mano. Era la única que no había probado bocado todavía.

-¿Los deportes? Si, bueno, algo…

-¿Se te dan bien? – Santana se encogió de hombros.

-Si, pero soy vaga y jugar en equipo no es lo mío. Una vez jugué un partido de baloncesto oficial y… no, el quipo no es lo mío definitivamente.

-¿Por qué no? ¿No pasabas la pelota? No sabes compartir, hermanita. – la piqué, con cierto rentintín en la última palabra. Santana me sonrió con picardía.

-No me gusta compartir con nadie las cosas de mi propiedad, creo que ya lo sabes, hermanita. – me mordí el labio inferior. Eso iba por mí.

-¿Por qué no es lo tuyo el deporte en equipo? Da la sensación de que tienes buena coordinación. – observé con una mueca en la boca la pésima manera en la que Will intentaba ganarse a mí hermana como nuevo padre. A mí, prácticamente me tenía ganada. Me gustaba como padre, quizás porque no recordaba al mío y Will era un gran referente paternal para mí, un tío enrrollado y divertido, pero sospechaba que con Santana lo iba a tener un poco más difícil. - ¿Perdisteis el partido en el que participaste?

-Si… porque me echaron a los tres minutos. – miraba el pescado con una mueca de frustración con el tenedor en alto. Me costó varios segundos averiguar que Santana tenía ni idea de cómo empezar a comer el pez, de cómo abrirlo, apartar las espinas y llevarse trocitos pequeños a la boca. Vaya, cuando hablaba de su negación culinaria no me refería a esto. ¡Si parecía que quería hacerle una autopsia al pez! ¿En que clase de sitio se había criado este hombre para ni siquiera saber coger los cubiertos adecuadamente?

-¿Te echaron a los tres minutos? ¿Por qué?

-Agredí a una jugadora del equipo contrario. – entorné los ojos. ¿Por qué no me sorprende?

-¿La agrediste? – mi madre se llevo un vaso de agua a la boca, casi atragantándose al oír aquella confesión. Ella, abogada, fanática de la justicia, pobre. No sabía hasta que punto tenía una criminal metido en casa.

-Le rompí la nariz. Se puso en medio cuando iba a tirar a canasta. Me sacaron falta personal y directamente intentaron llevarme al banquillo… intentaron…

-¿Intentaron? – Santana puso los ojos en blanco. Notaba como empezaba a sulfurarse con el pescado.

-También agredí al árbitro cuando me sacó la falta, también al entrenador… y me echaron del recinto porque le prendí fuego a la mascota del equipo contario. – Will abrió los ojos como platos y tragó saliva. Contuve la risita y al ver a Santana casi empezar a cabrearse con la comida de pura impotencia ante su pescado, le di un codazo para que me mirara y empecé a abrir el mío, a pelarle la capa salada con el cuchillo y tenedor frente a sus ojos y a trocearlo con cuidado, llevándomelo a la boca. Le sonreí. Santana me devolvió la sonrisa, empezando a imitarme con cuidado.

-Vaya, que… interesante. – mi madre miró con mala cara a Will. El pobre hombre se había quedado de piedra.

-Si eso te parece interesante… mamá sabe muchas de mis experiencias en el terreno de la delincuencia. – por fin logró pelar el pescado y pinchó un trozo enorme, llevándoselo a la boca. Oops, lo iba a pasar mal con las espinas.

-Creo que ese no es un tema adecuado para hablar mientras cenamos.

-¿Por qué no? A mí me interesa. – interrumpí. La verdad es que la manera rebelde y maligna en la que se comportaba mi hermana me interesaba bastante. Me parecía… excitante, para que mentir.

-Claro, siempre puedes usarme de conejillo de indias para… - tragó saliva, con mala cara – tus aspiraciones a loquera. – tosió un poco, llevándose un vaso de agua a la boca. Sabía que lo iba a pasar mal con las espinas. – De hecho, estoy fichada ¿No te lo ha dicho tu madre?

-¿Fichada? ¿En serio? Wow, eres toda una criminal.

-Si. – y se reía. Hacía tres días una chica fichada me hubiera echado para atrás pero a estas alturas, ya no había forma de que algo me sorprendiera viniendo de mi hermana. Ni siquiera me sentía incómoda a su lado, de hecho, todo lo contrario.

-¿Qué hiciste? No habrás matado a alguien, ¿O sí?

-¡Brittany!

-No, no he llegado tan lejos, pero poco me ha faltado y no a sido por falta de ganas.

-Wow. ¿Qué has liado entonces? ¿Violación, intento de homicidio, atraco a un banco? – mi madre me iba a asesinar con la mirada y Will intentaba comer sin atragantarse, manteniéndose al margen de la conversación, pero me daba igual. Estaba demasiado concentrada en Santana como para pararme a pensar en la reacción de los demás que, ciertamente, poco me importaba.

-Varios robos… - hizo una mueca. Soltó los cubiertos y se llevó una mano a la garganta. Sospeché que se le habían atascado las espinas bien hondo. – Allanamiento de morada, buscapleitos, agresión a varios agentes, grafittis, amenazas… constantes peleas. No recuerdo que más.

-Practicas pirómanas. – murmuró mi madre. Se le notaba no sólo tensa y enfadada, también avergonzada ¿Por qué? ¿Por qué Will estaba delante? Estaría pensando, vaya un regalito de niña. Nunca pensé que llegaría el día en que dijera esto pero… me daba igual. Crímenes por todos lados, no, no lo creía.

Santana no era tan malo, al menos no conmigo. Era… era diferente, eso sí, pero no mala. Desde que había llegado a Londres no había hecho aún nada malo… salvo acostarse conmigo y deformarle la cara a Sparky, tampoco era tan grave ¿O sí?

-Pero para eso estás aquí, para moderar tu conducta agresiva y guiarte por el buen camino. Está claro que el lugar en donde te has criado ha influenciado muy negativamente en ti. Aquí estarás mejor. – habló mi madre con seriedad. Santana asintió con la cabeza, con una mueca de asco en la cara.

-Si, claro. Estoy segura de que mi hermanita logrará quitarme el trauma de encima con su aplastante psicología. ¿Verdad, Brittany? – sonreí. Joder, Santana estaba flipada. Se lo tomaba todo a cachondeo y cuando mi madre se ponía seria, más valía ir con cuidado.

-Supongo que el tener una madre también te irá bien. Criarte con un solo padre tan ocupado debió de ser duro y complicado. – tragué saliva, mirando alternativamente a mi madre y a Santana. Will hacía lo mismo, preocupado. Mamá se estaba metiendo en terreno pantanoso, un terreno que ni siquiera ella quería tocar y Santana… no sabía como reaccionaría ella, pero no sería muy agradable si se metía con su padre. Lo entendería si lo defendía con uñas y dientes de las afiladas palabras de mi madre, pero… una vez más la actitud de mi hermana me hizo enmudecer.

-¿Ocupado? Si, claro, cargado de litrosas de vino. Cargar con un padre borracho perdido a cuestas es mucho más fácil a como te lo ponen. Le das una botella de tequila y ya te lo quitas de encima, lo demás… es cuestión de aprender a cuidar de ti misma. Además… sí que he tenido madre. – lo soltó todo de golpe, entre risas, como si hablara de un chiste malo.

Mi padre era alcohólico, lo sabía. Se sometió a muchas terapias sin mucho resultado y al final, mi madre, cansada de pagar las facturas y llevar la casa y a su hijo sola hacía delante, decidió divorciarse. Mi padre, tristemente, accedió. El amor que había surgido entre ellos se ahogó con cientos y cientos de litros de alcohol pero mi padre no estaba dispuesto a desaparecer así como así y no volver a ver a su hijo, pues iba a mudarse a Los Angeles y no podría venir cada dos semanas a vernos y cumplir con la custodia en vacaciones. Pero mi padre ya tenía a otra mujer de antes, y otro hijo.

No recuerdo si lloré, ni siquiera si sentí algo parecido al dolor. Esa etapa de mi vida estaba en blanco porque… según ciertas cosas estudiadas en psicología y otras tantas que Tina me había explicado, superiores a mis conocimientos, había dos opciones…

La primera, que de verdad me importó poco que mi padre se fuera, cosa muy poco probable, ya que a esa edad los niños están muy ligados a las personas que los rodean y más si son tan cercanas como hermanos.

La segunda, mi mente experimentó tal dolor que esa etapa de mi vida quedó sepultada de la única manera permitida para una niña de cuatro años, el olvido.

En esa etapa de nuestra vida familiar, tanto mi madre, mi padre y yo, aunque no lo recordara, lo habían pasado francamente mal. Fruncí el ceño. Burlarse de eso no era divertido, además… ¿Qué pasó con su madre? Eso… no lo entendía, pero mi madre si parecía entenderlo y no le había sentado bien.

-Maribel ¿no? – Santana sonrió abiertamente ante ese nombre. Me sonaba. - ¿Cómo está tu madre? – lo preguntó con toda la indiferencia que pudo aparentar y yo até cabos de inmediato. El contacto con mi padre había sido nulo desde que se fue de casa y no porque mi madre no quisiera que contactara con él, sino porque yo no había mostrado mucho interés. Así que mi padre se había vuelto a casar. Vaya…

-¿Mi madre? – Santana alzó una ceja y sin borrar la sonrisa de la cara dijo. – Muerta desde hace 8 años.

Joder.

-¿Mu-muerta? – mi madre tragó saliva. Se había puesto pálida. Will y yo bajamos la cabeza, aturdidos por la respuesta. – Dios mío.

-Hubo un accidente de coche. – fue la única explicación que dio mi hermana y todos nos sumimos en un intenso silencio durante varios minutos. Empezamos a comer de nuevo, desganados e incómodos.

-Vaya. Eso… debió de ser duro para ti, Santana. – miré a mi hermana. Ante mi mirada atónita, su expresión se convirtió en la viva imagen de la extrañeza.

-¿Duro por qué? – preguntó, como si la muerte de su madrastra le hubiera importado tan poco como la muerte de una rata sucia, tirada en medio de la calle. No pude más, esa frialdad me heló las venas y no sólo a mí. Mamá se levantó, con los ojos brillantes, blanca como un muerto.

-Se acabó la cena. – ninguno había terminado de comer. Lo mismo daba.

Se nos había quitado el apetito.

Will se fue enseguida. Le había oído preguntar a mi madre si quería que fueran a terminar de cenar por ahí o ir a ver una película o simplemente, si quería pasear con él para hablar sobre lo ocurrido. Mamá dijo que no. Creo… que tenía miedo de que Santana y yo nos quedáramos a solas.

-Brittany, cielo, voy a la cama. No me siento bien y mañana tengo que levantarme temprano para…

-Está bien mamá. Yo recojo esto, no te preocupes. Buenas noches.

-Buenas noches, cariño. – me dio un beso en la mejilla y caminó hacía las escaleras.

-Buenas noches mamá. – pude ver claramente como mi madre se estremecía al pasar al lado de mi hermana.

-Buenas noches, Santana. – su voz estaba quebrada. Desapareció como un fantasma al subir las escaleras. Seguí lavando los platos, ignorando la presencia de Santana a mis espaldas, moviéndose silenciosa. Apreté con fuerza el esponjita con la que limpiaba los platos, llenándome de espuma el brazo.

-¿Cómo puedes tener tanta sangre fría en las venas? – le pregunté sin dirigirle la mirada.

-No entiendo exactamente porque os habéis puesto en tensión cuando he hablado de la muerte de Maribel. No la conocisteis de nada, ¿no?

-No es eso lo que nos ha revuelto el estómago, sino la forma en la que has hablado de ella, como si te importara una mierda. ¿Qué pasa? ¿Acaso la odiabas?

-No.

-¿Era mala contigo o qué?

-No. Era buena, divertida, lista y me ayudaba a hacer los deberes. – solté el plato ya limpio bruscamente sobre el fregadero, haciendo un ruido estridente y me volví a mirarle, con el ceño fruncido.

-La que hizo de madre en tu infancia murió y tú te ríes hablando de su muerte. Te ríes burlándote de tu pobre padre alcohólico, te ríes burlándote de tus crímenes, de estar fichado por la policía y, sobretodo ni siquiera pareces tener el menor remordimiento acostándote conmigo, con tu propia hermana. ¿De dónde mierda has salido tú? – por una vez no se río. Su expresión se volvió más seria, más melancólica, casi se tornó arrepentida. Se acercó a mí lentamente.

-Muñeca, yo… vengo del infierno… porque soy el diablo. – y volvió a reírse en mi cara. Esa actitud me sacó de quicio y no le aguanté ni una más. Le arrojé a la cara la esponjita húmeda del lavaplatos hecha una furia.

-¡No tiene gracia, eres gilipollas! ¡Esta noche ni se te ocurra entrar en mi habitación! – le grité, echa una furia y sin atender a razones, salí corriendo hacía mi cuarto, con el corazón encogido.

-Muñeca… – ignoré su llamada y cerré la puerta de mi habitación en cuanto llegué a allí. Apoyé la frente en la puerta, jadeando. Estaba hecha un manojo de nervios porque no conocía a Santana.

Había hecho daño a mamá y ni siquiera parecía darse cuenta del dolor que causaba a su paso. Sus crímenes me habían parecido hasta divertidos mientras los mencionaba ella pero ahora empezaba a darme cuenta de lo egoísta que yo era.

Santana podría arrasar todo lo que se le pusiera por delante sin remordimiento alguno, era un prototipo de futura delincuente, posible asesina, la semilla de un monstruo crecía en ella y yo… yo estaba a su lado y era inmune. Me había concedido inmunidad, a mí, cuando ni siquiera le importaba su propia madre o su padre. Me había concedido el poder de hacerle frente, de plantarle cara a mí. ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Ni siquiera era capaz de controlarme a mí misma, de controlar el deseo que me hacía sentir.

-¿Por qué yo, Santana? ¿Qué quieres de mí, puta maníaca? – apoyé el hombro en la puerta, suspirando. – Santana… - y abrí.

Ella me miró fijamente en cuanto abrí la puerta, plantada frente a mí, con una expresión que no sabía clasificar en su cara. No mostraba malicia ni amenaza ni nada parecido. Se quedó quieta unos segundos antes de avanzar hacía dentro. Me aparté y ella entró en silencio. Cerró la puerta.

-¿Qué clase de monstruo eres, Santana? – ella alzó una ceja e hizo una mueca con la boca.

-No tienes que preocuparte por eso. – dio paso hacía delante, acercándose más a mí y se quedó quieta, como pensando que debería hacer, que debería decir. Vi el movimiento de su garganta al tragar saliva y alzó una mano. Agarró la mía suavemente, casi con miedo, preparándose para alejarse si la rechazara, pero no lo hice. Su tacto áspero me hizo sentir una descarga eléctrica y como si mi corazón estuviese conectado a los electrones, empezó a palpitar tan fuerte que casi superaba el sonido de mi jadeante respiración. – Soy un monstruo peligroso, pero no debes preocuparte ni temerme por eso.

-¿Que no te tenga miedo dices? Cuando tú misma lo admites…

-Precisamente por eso también admito que no tienes razones para temerme. Soy un monstruo peligroso, pero no para ti. – los labios empezaron a temblarme y mi respiración prácticamente se volvió entrecortada.

-¿Por qué no para mí? – Santana se tornó pensativa unos segundos, una pequeña sonrisa, sin malicia alguna, se dibujó en sus labios.

-Creo que eso tienes que averiguarlo tú.

-¿Yo? ¿Por qué?

-Soy su primera paciente, Doctora Pierce. Si puede conmigo, será la mejor psicóloga del mundo. – me reí, bajito.

-Entonces, si voy a tratarte, tendré que saber mucho de ti.

-¿Mucho?

-Sinónimo de todo. – Santana se mordió el labio inferior unos segundos.

-Son muchas cosas. – nuestras manos seguían unidas. Sentí como me acariciaba con el pulgar el dorso de la mano y como se me erizaba la piel por ese simple hecho.

-Hay mucho tiempo. – ella no respondió. Las dos nos quedamos absortas mirándonos fijamente como dos idiotas sin decir una palabra. Me dio tiempo a sentir como las mejillas me empezaban a arder y como mi hermana se mordía el labio, paralizada.

-¿Quieres…?

-Santana, cada vez estoy más segura de que eres un poco idiota además de delincuente. – alzó una ceja con cara de ¿Qué me estás contando? Y me puse a reír.

Negó con la cabeza.

-A la mierda las gilipolleces. – me agarró de la barbilla y al segundo ya había metido su lengua en mi boca y nuestros labios se movieron con ansia incontrolada. Otra vez perdía el control como una loca desesperada, otra vez me dejaba devorar como un animal indefenso. Si, si, si, ojala me devorara y no dejara de mí ni los huesos.

-¡Auch! – se quejó el tiempo justo que dejé su boca libre para quitarme la camiseta y agarrarme a sus hombros.
Cayó sobre la cama, conmigo encima bebiendo de su boca y apretándole bruscamente su cabello

-¿Por qué siempre acabamos así? – pregunté, alzándome sobre su cuerpo y agarrando sus manos, situándolas directamente en mi trasero. Me lo estrujó fuertemente.

-Misterios de la vida. Quizás estemos destinadas a acabar siempre así. – eché mi pelo hacía un lado, observando su inmensa sonrisa de niña mala y volví a descender hasta su boca.

-Lo dudo mucho. Ahora… házmelo.

-¿Sin límites? – tomé una bocanada de aire y sonreí ampliamente.

-Hazme tuya.

-Vas ha desear no haber dicho eso, Muñeca.

Supongo que fue en ese momento cuando oficialmente me convertí en Muñeca y, pese a todo, seguía sin verle nada de malo. Dejando aparte los pensamientos de que era mi hermana con quien me acostaba, obviamente, pero esos pensamientos eran fáciles de esquivar, pues me costaba trabajo ver a Santana como tal. Sólo era una chica, bueno… mi chica.

Santana no me consideraba su chica, sino su Muñeca y yo, seguía sin ver la diferencia
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Mensaje por 3:) Jue Feb 20, 2014 8:31 pm

me encanta, britt es la única que puede controlar a san,...
espero que san pueda hacer una mejor relación con "su mama",...
3:)
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Mensaje por Elita Vie Feb 21, 2014 12:57 am

San está jodida!
Pero Britt puede con ella xD ya casi la doma por completo.. me encanta este ff & espero actualices pronto...

Saludos ;)
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Mensaje por adi-santybritt Vie Feb 21, 2014 3:01 pm

Hola!!!
Me alegro que volvieras!!!
Jajaj me imagino la cara de Will.
Wow no creí que Santana revelara algo de su vida!!
Espero la actu!!!
Xoxo
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Mensaje por CataNayaholic♥ Miér Mar 05, 2014 4:08 pm

Chicas! antes de empezar con el capitulo quiero pedirles disculpas por no pode actualizar tan a menudo, vacaciones, tuve algunos problemas personales bla bla bla. La cosa es que ahora cada vez los capitulos van a ser mas largos asi tienen mas para leer jaja ^^ Ya saben, no quiero que piensen que Santana no quiere a Brittany, esta primera temporada es asi, San va a ir revelando algunos secretos mas y eso. Se viene algo grande en este capitulooo!!!

Gracias por las que apoyan esta novela, un saludo! :D

Cualquier cosa que me quieran preguntar me pueden hablar por twitter XD
@WithY0UAlways

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Capítulo 9:

No puede ser, no puede ser. Pero, ¿Qué mierda es esto? ¿Qué mierda andan diciendo en la universidad de mí para que todo el mundo analice cada uno de mis movimientos?
Ala, llega Brittany, dejad de hacer lo que tengáis entre manos, dejad de magrearos, dejad de estudiar para el examen de economía, dejad de jugar al baloncesto, dejad de hablar y poneros a murmurar y a mirar descaradamente a Brittany, que viene por ahí, recién levantada con cara de sueño y ¡Flipa! ¡Va con el pelo un tanto rizado! Vaya cambio de look.

¡Pero mirad, mirad, no os cortéis, que Brittany está acostumbrada, como es un mono de feria! ¡Nótese la ironía! ¿Queréis una foto mía o qué? ¡Viva el país de la no vergüenza! ¡Seguid murmurando, venga, no paréis, haced como si no me diera cuenta, porque como Brittany no tiene ojos en la cara! ¡Serán descarados! No se cortan ni para señalar.

¡Dejad de mirarme, ni que fuera una estrella de rock internacional! Sólo les falta ponerse a gritar, ¡Pero mirad, si es el tía que se acuesta con su hermanastra! Joder, joder, joder… espero que no me miren por eso.

Cuando entré en el aula, se hizo un silencio descarado que me pareció hasta estridente. Me senté en mi silla, frente a mi mesa y, ¡Bum! Explosión de murmullos. Todo el mundo me miraba con tanto descaro que se me erizó la piel. Pero ¿Qué coño pasaba?

-¿Le pregunto? – oí murmurar a un coro de chicas, sonrientes. Las conocía. Bueno, conocía a todo el mundo, al menos de lejos.

-Va, venga, pregúntale. Saca de dudas a la uni.

-¿Vosotras pensáis que será verdad? – otro coro de tíos se les pegó a las chicas, curioseando, con sonrisa fanfarrona en la cara.

-No lo sé pero ¿No lo has oído? Se dice que se les ha visto besándose por ahí, es muy fuerte.

-No me extrañaría que fuera verdad, era de esperar.

-Y lo de Marley, ¿Necesitas más pruebas? ¡Le metió una paliza!

¿Qué? ¿¡Qué!? Oh, no. Esto no puede estar pasándome a mí, no.

-¿Brittany? – alcé la mirada muy, muy lentamente. De repente, estaba rodeado por un coro de chicas y los demás, me miraban fijamente en silencio. Tragué saliva y alcé las cejas. -¿Puedo preguntarte algo?

-¿Si? – murmuré, con voz ronca. Las chicas empezaron a soltar risitas estúpidas.

-¿Es verdad que tu novia le metió una paliza a Marley para defenderte?

-¿Novia? – me levanté de un salto de la silla, con las manos aferradas fuertemente a la mesa y los ojos como platos. No sé que cara pondría pero la clase entera empezó a soltar estridentes carcajadas.

-¡Venga ya, Brittany! ¡Sabemos lo tuyo con la chica esa! ¡Admítelo de una vez!

-¡Era tan obvio!

-¡Que os de por culo, capullos!

-¡Si, dime tu, tal vez tengas algún amigo gay para presentarnos! – pasé de los molestos gilipollas y me encaré a la chica que callada y con una sonrisita en la cara, esperaba una respuesta.

-¡Yo no tengo novia, ni siquiera novio! ¿De dónde sacáis eso?

-Ah, entonces ¿No es verdad que tu novia le metió una paliza a Marley hace dos semanas? Mírala, no ha vuelto a clase desde entonces. – miré de reojo el asiento de Sparky, recordando su nombre de súbito. Se llamaba Marley. Así que se referían a eso. - ¿No es verdad entonces?

-Repito, no tengo novia.

-¡Pero si te vieron subirte a su coche a la salida!

-¡No sé a quien os referís! ¿Vale?

-¡La nueva tía, la morena, no te hagas la tonta! ¿Quién va a ser?

Morena… sólo conocía a una persona morena en mi vida. Sólo una.

Me mordí el labio suavemente y suspiré. En menudo apuro me habían metido.

-A ver… ella no es mi novia, es… mi hermana. – un montón de grititos y quejidos retumbaron en la clase. Me crucé de brazos, escuchando cada queja que se presentaba y cada risa, sin saber que hacer. ¡Decía la verdad, joder! Porque más valía callarme lo otro.

No, es verdad, es mi hermana, lo que pasa es que me gusta tener sexo y ella tiene una extraña obsesión posesiva conmigo y, además, está fichada por la policía. Pero vamos, nada del otro mundo.

No soltaba eso ni muerta.

-¿Sabes qué? No acabamos de creérnoslo. – informó la chica que parecía portadora de la clase. Los chicos la apoyaron con vitoreos y yo me quedé tiesa, sin saber que hacer o decir. ¿Cómo mierda había llegado ese rumor allí? ¿Quién lo había soltado? Una idea que parecía bastante aproximada me dio vueltas a la cabeza. Sparky… hum… maldita imbécil. – De hecho, se lo preguntamos a ella misma.

-¿A quien? ¿El qué?

-A la morena, ¿A quien va a ser? La pillamos saliendo del baño en el segundo edificio y le preguntamos directamente a ella y… - una amplia sonrisa se formó en las caras de las tías y yo estuve a punto de agarrar a una de los hombros y empezar a zarandearla para que lo soltara de una vez. - ¡No lo negó!

-¿¡Qué!? – grité.

-Empezó a reírse y no lo negó. No dijo nada, pero parecía contenta.

-¡No jodas! – el grupito de subnormales empezó a carcajearse de nuevo. Me giré y les dirigí una mirada asesina.

-¡Callaos! ¡Me tenéis de vuestras gilipolleces de niños de parvulario hasta los huevos que no tengo! – se quedaron callados de súbito y serios. Frank saltó de la mesa con cara de mala hostia.

-¿Me vas a mandar callar a mí, maricóna?

-¡Ven aquí y suéltame eso a la cara! – las chicas se apartaron de mí de un salto, todo el mundo pegó un bote hacía atrás cuando Frank corrió hacía mí con una cara de buscar pelea impresionante. Sentí un subidón de adrenalina y di un paso al frente. Me lo iba a merendar de una buena hostia bien dada.

-¡Está ahí, está ahí! – me volví hacía la chica que gritaba histérica señalando hacía fuera de clase, casi pegando botes sobre el suelo. - ¡La morena está ahí! – me quedé con la boca abierta. ¿Cómo? ¿Santana? La clase entera salió en estampida, abriendo las ventanas que daban al pasillo y asomándose por ellas. Los más descarados salieron directamente fuera y se quedaron de pie, sonrientes, observando un punto concreto del pasillo. Salí detrás de ellos y prácticamente me hice sitio a base de empujones.

Santana estaba allí. Nos daba la espalda, de cara a las taquillas. Llevaba puestos unos cascos y movía la cabeza distraídamente, escuchando música, ajena a todo.

Cuando se dio la vuelta, mi oído estuvo a punto de explotar a causa de los gritos de los chicos.

-¡Dios, está buenísima! – viva el descaro en esta universidad pública.

-Espero que sea su hermana y no su novia, vaya desperdicio entonces.

-Tiene toda la pinta de ser una fiera en la cama. – no tenían ni idea de hasta que punto tenían razón esas palabras. Santana era… uff… imposible describirla.

Santana me agotaba, sí, pero no la cambiaría por nada del mundo. Era explosiva y yo había descubierto una faceta pervertida que no sabía que tenía. Adoraba la fuerza y la furia con la que teníamos relaciones, sus palabras sucias con cada jadeo, sus besos ansiosos y su tremendo aguante, sin contar su cuerpo, un cuerpo moreno que me volvía loca, con su piel suave y sus curvas. Le arañaba la espalda y le mordía cualquier trozo de piel que se me pusiera a tiro muy a menudo. Me agarraba a ella y no había quien nos parase. Si, éramos unas completas bestias.

Joder, mierda… que hermosa iba hoy.

-¡Está mirando hacía aquí! – Normal que mire con cincuenta pares de ojos puestos en ella, pero no miraba a alguien cualquiera, no. Primero, frunció el ceño al ver tanta gente pendiente de ella, con cara de extrañeza. Luego… luego me miró a mí y se quitó los cascos poco a poco, sin apartar los ojos de mí cara.

Sin darme cuenta, me relamí los labios con el corazón a cien. Santana sonrió con expresión de burla y me dejó atónita cuando me guiñó descaradamente un ojo.

-Anda Pierce admite que follan por las noches. – miré a Frank a mi lado, quien se reía por lo bajo. Si, tenia que dejar las cosas claras.

Salí corriendo hacía Santana, que me esperaba apoyando la espalda en las taquillas, con chulería.

-¿Qué pasa? ¿Presumes de tirarte a tu hermana o qué? – soltó, dejándome indignada, pero sin reproche alguno, más bien diversión.

-¿¡Yo!? ¡Eres tú la que va diciendo por ahí cosas raras! ¡Toda la universidad cree que estamos saliendo!

-Si, algo he oído. – y seguía riéndose, como si nada.

-Tienes que arreglarlo

-¿Yo?

-¡Si, tú! ¡Di que eres mi hermana y se acabó!

-¿Y por qué debería hacerlo?

-¡Porque eres mi hermana!

-Ya, pero igual nos lo montamos, ¿no? Tampoco hay tanta diferencia, Muñeca.

-¡Santana! – recostó la cabeza contra la taquilla, sonriendo. Estiró el cuello y vi manchitas rojizas cerca de la clavícula, la piel levantada. Eso se lo había hecho yo con mordiscos y me entraron ganas de hacerlo otra vez en ese mismo momento. Sacudí la cabeza y me apoyé contra la taquilla, a su lado, mirándola con cabreo.

-No me mires así, me están entrando ganas de hacértelo contra la taquilla. – sentí las mejillas arder. A mí también, Santana, mierda.

Sentí un molesto escalofrío en la espalda y me volteé. Todo el mundo, sin excepción, algunos más descarados que otros, nos observaban fijamente y murmuraban. La gente que pasaba por allí se volvía para mirar y seguía su camino, pero no había nadie que no nos dedicara al menos unos segundos de atención. Me sentía un mono de feria.

-Dame el carné de conducir – Santana hizo una mueca.

-¿Para qué?

-Para limpiarme el culo, ¿Tú que crees? ¡Voy a enseñárselo a todo el mundo! Tenemos los mismos apellidos, sólo me puse Pierce porque es el apellido de mi madre. Así que suéltalo. – puso los ojos en blanco y no se inmutó, incrédula.

-El carné de conducir es falso, ¿Te sigue valiendo?

-¿¡Falso!? – grité, sin contenerme, totalmente boquiabierta. ¿Eso quería decir que venía todos los días en coche de copiloto de una chica que no tenía carné? Santana empezó a reírse y me puso delante el pequeño carné de conducir con una foto suya en la que parecía una auténtica delincuente, de los fichados y peligrosos, de los de busca y captura.

-Es broma, me costó dos semanas de intenso estudio como para que resultara falso. – suspiré, aliviada y alcé la mano para cogerlo, pero Santana lo retiró de mi punto de visión enseguida. - ¿Crees en serio que voy a dártelo por tu cara bonita, Muñeca? – encogí el cuello. Lo suponía.

-¿Qué quieres que haga? – golpeó con el puño la taquilla, con tanta fuerza que la bolló y el ruido atrajo la atención de todo el que nos rodeaba, más de lo que ya nos miraban y aún más descaradamente. Algunas chicas de mi clase se llevaron las manos a los labios, ahogando grititos histéricos. Santana se separó de la taquilla, acercándose a mí, con la mano apoyada en ella, adoptando tal postura como el tío que pretende ligar con una chica. Empecé a desesperarme. Esos ojos y esa sonrisa maliciosa me obligaron a morderme el labio para no tirarme encima suya como una perra amaestrada.

-Suplícame como tú sabes que me gusta. – el corazón se me aceleró. Quería que le gritara que me lo hiciese con fuerza allí mismo, delante de toda esa muchedumbre de personas que nos miraban.

-Y una mierda. – Santana volvió a alzar el carné delante de mis narices, moviéndolo de un lado para otro y se mordió el labio, impaciente por una respuesta satisfactoria. Estaba claro que no me lo iba a dar a no ser que rogara y empecé a planteármelo seriamente. Estaba ruborizada, seguro, y muy nerviosa. Giré la cabeza, buscando una salida y sólo encontraba gente mirándome como si me estuviera exhibiendo desnuda. Mis ojos se clavaron en las dos personas que pasaban por allí de casualidad y se quedaron mirándonos con extrañeza. Tina sonreía, murmurando algo entre dientes como, “Siempre dando el cante”. Rach fruncía el ceño, con cara de desconfianza total. Volví a mirar a Santana, tragando saliva. La forma en la que me miraba me estaba poniendo muy caliente.

De repente, al alzar la vista por encima de su hombro, se me cortó la respiración y estoy segura de que me puse blanca.

-Lo suponía. Si no eres el centro de atención no estás contento, eh, Brittany. – me puse tiesa al oírlo. Tenía el pelo liso y brillante, de un rubio centelleante, suelto, una diadema verde claro tiene por ojos. Los labios carnosos, las mejillas adorablemente ruborizadas. Siempre había sabido combinar bien la ropa e ir bien vestido, pero ese día estaba deslumbrante con una camiseta y pantalones de cuero. La chaqueta… se la había regalado yo un año atrás por nuestro aniversario.

-Sam… - suspiré, recordando lo dolorosamente enamorada que había estado de ese hombre tan guapo. El sonreía tiernamente. También recordaba esa sonrisa con demasiada frecuencia.

Vale Brittany, no lo tienes tan superado como creías.

Mis ojos volvieron a clavarse en Santana al menor movimiento. Su expresión divertida había desaparecido. Me miró de una manera furibunda antes de volverse hacía Sam con los ojos entrecerrados. Los dos cruzaron una mirada rápida y Santana hizo un ruidito desagradable con la boca.

-Hola. – le sonrió mi ex novio. El ambiente se volvió extremadamente tenso mientras Santana guardó silencio hasta que finalmente, arqueó los labios en una sonrisa. Una sonrisa que parecía la personificación del desprecio.

-Hola, Sam. – soltó, como si lo conociera de toda la vida, con mucha brusquedad.

-Tú debes de ser la hermana de Brittany, ¿no? Un placer cono…

-¿Cómo sabes que soy su hermana? – le cortó con un tonito juguetón, un tono provocativo y a la vez, intimidante, prepotente. Fruncí en ceño.

-Ah, ¿No lo eres?

-Por aquí hay muchos rumores, ¿Cuál crees tú verdadero? – pero, ¿A dónde demonios quería llegar a parar? Le metí un pellizco en el brazo, conteniendo mi rabia. Santana me ignoró por completo.

-Oh, eso. – Sam me dedicó una sonrisa resplandeciente y yo desvíe la mirada hacía el suelo, tiesa y nerviosa. Noté como Santana movía la cabeza y me miraba de reojo unos segundos. Se había dado cuenta de mi nerviosismo, seguro. – Creo que sois hermanas aunque no os parezcáis mucho a simple vista. Supongo que Brittany te ha hablado de mí, de lo nuestro.

-De lo que hubo, si, algo mencionó. – ahora su tono parecía un tanto irritado, pero tranquilo y eso me provocó un gran alivio.

-Por eso… la conozco. No la veo con ninguna chica, la verdad. Hemos estado juntos, Brittany no es… Así.

-Menos mal que alguien se ha dado cuenta y se ha parado a pensar. No puedo creer que piensen que ella es mi novia, joder, sólo hace falta mirarnos, somos dos polos opuestos. ¿Verdad? – giré la cabeza hacía ella, esperando una respuesta, intranquila. Santana ladeó el cuello, pensando en algo que no alcanzaba a averiguar. Miró hacía la derecha, hacía el borbotón de personas que seguían mirándonos como dos fenómenos paranormales, esperando una acción sorprendente que no llegaba. Observó a Tina y a Rachel, encogiendo la nariz y luego me miró a mí con total seriedad. - ¿Santana? – de repente me descubrí preocupándome por ella, por su repentino cambio de actitud. No solía calmarse con tanta facilidad, tan de repente, de hecho, una vez cabreada, la cosa iba a peor. Quizás estaba pensando en algo que la mantenía a raya y me preguntaba que demonios se le estaba pasando por su loca cabeza.

-¿Cómo decías que era Brittany? – le preguntó a Sam, que había abierto la boca para decir algo pero la cerró enseguida, planteándose una respuesta.

-Pues cuando Brittany y yo salíamos juntos ¿Lo recuerdas, Brittany? – asentí con la cabeza. Era imposible olvidarlo. – Era muy cariñosa y amable, siempre pendiente de mí. Es una pena que la cosa no saliera bien. Desde luego, quien la consiga se lleva un tesoro. – Me ruboricé otra vez. Sam siempre tan dulce…

-Vaya, que interesante. Entonces, no piensas que sea… - se estaba burlando, se estaba riendo de nosotros, de él con esas preguntas o quizás de mí. Quería que parara, me sentía incómoda entre los dos.

Sam sonrió una vez más con toda su alegría. Santana también sonrió de oreja a oreja. Conocía esa sonrisa. Era mala, muy maliciosa, como la de una niña traviesa que pretende hacer una enorme trastada, no, peor. Mucho peor.

-Claro que no. Brittany no es así.

Mi hermana ensanchó la sonrisa.

-No, claro que no.

Y, de repente, ahí estaba yo, siendo agarrada del brazo y siendo empujada con una brutalidad insólita contra las taquillas, que cedieron a causa del golpe. La vista se me nubló unos segundos, hasta las piernas me empezaron a temblar, a punto de fallarme y hacer que mi cuerpo se escurriera contra el suelo. Me quedé aturdida e inclinada hasta que Santana me agarró de los hombros y me obligó a levantarme de nuevo.


-¡Sa… - Santana me besó. Introdujo su lengua a través de mis labios y empezó a tocar mis caderas. Abrí los ojos como platos, totalmente shockeada ¡Nos estaban mirando, joder, todo el mundo nos miraba! - ¡No! – la empujé, pero sólo conseguí separar nuestros labios una milésima de segundo antes de que volviera a penetrar en mi boca con mucha más bestialidad y dominio. Le pegué un puñetazo en los hombros y me agarró las muñecas, estrujándolas, apoyándolas fieramente junto al resto de mi cuerpo contra las taquillas. Me revolví, furiosa. Quería morderle los labios, pero no lo hice… no lo hice, sintiendo como me jodía la boca con la lengua.

Sam había retrocedido de un salto, blanco como la cera y se tapaba la boca con las manos, con los ojos abiertos de par en par. Vi a Rachel pálida y a Tina paralizada con la misma cara de quien ve un muerto revolviéndose en un ataúd. Los demás… cerré los ojos con fuerza. Santana me restregó la rodilla contra la entrepierna, ansioso como un perro, descarada como ella sola y yo… excitada y humillada como una puta.

No quería verlo, no quería ver la cara de nadie ni oír sus gritos. Santana me tenía acorralada y a pesar de arrastrarme ella misma hasta semejante situación, no tenía muchas más opciones que apoyarme en ella para no morirme de vergüenza. Santana era un monstruo exhibiéndome delante de todo el mundo como una muñeca…

Mierda… es que soy su Muñeca.

Me besó de la forma más bestia y guarra con la que nunca me había besado hasta ahora ni ella ni nadie. Perforaba con su lengua mi garganta, dejaba que su saliva se escurriera por entre mis dientes y me mordió la lengua cuando intenté volver a apartarla de mí. Dominaba por completo cada rincón de mi boca y apenas me dejaba mover los labios, ni siquiera para corresponderle, ni para hacer chocar mi lengua contra la suya. Me quería para ella sólo y perdí la consciencia plena cuando su cuerpo duro me aplastó contra las taquillas y su rodilla me machacó la entrepierna. Por un momento, tuve miedo de que pensara follarme delante de todo el mundo, sin piedad. Sabía que era capaz, de quien no estaba segura de que fuera capaz de aguantar era yo, porque como una masoca gilipollas, ya me había excitado.

Oí grititos agudos, cerré los ojos y noté como sus labios dejaban por fin los míos completamente empapados, repleta de su sabor, y su lengua se separaba de la mía. Aún me mantenía fuertemente agarrada de las muñecas y no se había separado ni un centímetro de mi cuerpo. Esquivé la mirada de todo el mundo, sobretodo de Sam. Así es como debe sentirse uno cuando lo crucifican delante de un pueblo entero. La vergüenza y la humillación me invadía y Santana no parecía darse por satisfecha con eso.

-Suéltame ya. – susurré con voz temblorosa repleta de rabia.

-Suplícame. – hizo amago de volver a besarme con una sonrisita sardónica. Giré la cabeza y deslizó los labios hasta mi oído. – Deja de hacerte la víctima, ya me has demostrado con creces que este tipo de cosas te encantan.

-¿Por qué mierda me haces esto? – hablábamos en murmullos. Mi frente dio con su hombro, intentando huir de la mirada del resto del mundo.

-¿Ves a todas las personas que nos miran? No hay ni una que no tenga su atención puesta en nosotras y todos piensan, menuda novia tiene Brittany, que bestia, que monstruo. Por eso… - me acariciaba la oreja con sus labios húmedos, haciéndome estremecer. De nuevo tenía el corazón en la boca. – Los perros dejan de rondar a la perra cuando ven como un lobo marca su territorio en ella.

-¿Me estás llamando perra? – se rió suavemente.

-No. Te estoy llamando mi perra. ¿Entiendes? Eres sólo mi perra y… - volvió a restregarse contra mí, pero esta vez no lo hizo con la rodilla. Abrí la boca para gemir, pero sólo solté un profundo jadeo, expulsando una bocanada de aire. – sé que te gusta serlo. Admítelo, aquí, ahora dilo! – joder, joder, joder, no… - No tengo paciencia, Muñeca. Estoy muy cabreada, ¡Estoy furiosa! ¡Venga, dilo! ¿Eres mia?
-Si… - hablé lo más bajito posible. Santana me susurraba bruscamente al oído, sin apenas controlar el tono. Estaba ruborizada, no… estaba humillantemente caliente.

-¿Tú qué? – me temblaba todo el cuerpo, sentía fogonazos de placer subir por mi ingle. No podía decirlo, no podía…

-Soy tuya… - y temblé. Me puse rígida y jadeé de nuevo, más violentamente que antes.

-No te oigo. Dilo más alto ¡Que se te oiga bien, que todo el mundo sepa de quien eres!

-No…

-¡Grita!

-¡No! - y se cayó, muda. Por unos segundos siguió pegado a mí, quieta, paralizada, oyendo mis suspiros y… muy lentamente apartó de mi su cuerpo. Me miró con la boca entreabierta hasta que, como sabía que haría, se rió suavemente, divertida. Giró la cara hacía Sam, quien seguía ahí plantado, blanco.

-Ohh, - soltó, dramáticamente. Cómo si de verdad lo sintiera. - Lamento haberte estropeado tu preciosa opinión de cuento de hadas. Resulta que… A veces las princesas no son unas damas así como las pintan - se burló. ¡Se burló!

Haciendo amago de toda mi fuerza, me saqué de encima sus manos. Ya no tenía necesidad de agarrarme y sin que se lo esperara, le reventé la mejilla de un bofetón, que sonó a lo largo y ancho del pasillo. Sentí el escozor ardiente en la palma de mi mano, pero Santana no pareció inmutarse en absoluto. Por un momento dejó de sonreír, desencajó la mandíbula y se río, mirándome. Mi rabia crecía por momentos.

-Cuidado con tocar a mi Muñeca. – soltó, tan relajada, dirigiéndose a Sam y dándole un ligero empujón en el hombro, empezó a andar alejándose de nosotros.

No me lo podía creer, no podía, no…

-¡Santana, eres una hija de puta! – le grité, rebotada. Le lancé lo primero que encontré en mi mano, sin alcanzarle. Estaba lejos. Santana giró la cabeza, aún sonriente y salió por la puerta dándole una patada. El cuerpo me temblaba de rabia y frustración y cuando vi mi reflejo en la superficie del espejo roto que colgaba de la puerta del baño, me vi roja como un tomate, hasta la raíz del pelo, todo el cuerpo rojo, todo, como si me hubieran echado un bote de pintura encima. - ¿¡Y vosotros que mierda estáis mirando!? – les grité a los de mi clase, que con los ojos como platos, se miraron entre ellos hasta que estallaron en carcajadas y aplaudieron como gansos, cabreándome más si cabía.

Aún me temblaba el cuerpo, humillada y derrotada, me escurrí por las taquillas hasta que mi culo dio contra el suelo. Me tapé la cara con ambas manos y empecé a berrear como un loca, soltando todo, esquivando la mirada inocente de mi ex novio. No quería que me viera en semejante situación.

-Britt… - Tina se me acercó, con cara de, ya me estás contando que mierda ha pasado aquí. - ¿Puedes explicarme como es que te has dejado medio violar por una chica que es idéntica a tu hermanastra? Se parecía mucho a Santana… demasiado. – entrecerró los ojos y yo me aparté lentamente las manos de la cara, dirigiéndole una mirada pudorosa. Estaba tan avergonzada por el espectáculo que había montado que ni si quiera contesté y volví a esconder mi cara de la mirada de la gente, que… ¡Aplaudía! No me lo podía creer.

-¡Hum! – ahogué varios sollozos y… mi lengua, instintivamente acarició mis labios, sintiendo el sabor a mujer de Santana impregnado en ellos. Ooohhh… sabían a sexo.

Había sido demasiado para mí.
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Mensaje por Elita Miér Mar 05, 2014 7:43 pm

Santana es una bruta >:c pero me encanta *-* es tan jodidamente sexy!

Ya espero a ver que diran Tina y Rachel... pero sobre todo que pasara con Britt y San luego :)

Saludos ;)
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Mensaje por 3:) Miér Mar 05, 2014 10:48 pm

hola,..
me gusto mucho,...
me gusto la forma de "marcar territorio" de san con britt,.. jajajaja
pobre de britt todo le hizo pasar eso jajaja,..
mas morí de risa con la pregunta de tina a britt,... si esa era san jajajaj
3:)
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Mensaje por fanybeaHEYA Miér Mar 05, 2014 11:40 pm

uff como me gustaria que me marcaran territorio asi ...jejej ok no !!
estuvo muy bueno el cap
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

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