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FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 Primer15
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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por micky morales Miér Nov 05, 2014 10:51 pm

Que si queremos que adaptes el otro libro, que pregunta es esa? ya deberias estar haciendolo, donde esta el primer capitulo?
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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por Dani(: Lun Nov 10, 2014 3:16 pm

monica.santander escribió:Hola!! Pero que pregunta es esa, si queremos que adaptes el tercer libro??? OBVIO que si!!!!
Al fin sabemos la verdad de San, como la quiero!!!!
Saludos

Hola Hola!
Aqui vengo a dejar el primer capitulo :) y ella es una cositica :3
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

micky morales escribió:Que si queremos que adaptes el otro libro, que pregunta es esa? ya deberias estar haciendolo, donde esta el primer capitulo?

Hola Hola!
jajajajajajaj gracias por el apoyo enserio :) y aqui vengo con el primer capitulo :)
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557
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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por Dani(: Lun Nov 10, 2014 3:48 pm

"ATADA A TI"


Capítulo 1


Los taxistas de Nueva York son una casta especial, Audaces hasta el extremo, conducen a toda pastilla y zigzaguean con brusquedad por calles abarrotadas con una calma antinatural. Para no perder la cordura, había aprendido a centrarme en la pantalla de mi smartphone en vez de en los coches que pasaban veloces a escasos centímetros. Siempre que cometía el error de levantar la vista, terminaba con el pie derecho clavado en el suelo, como si instintivamente quisiera pisar el freno. Pero, por una vez, no me hacía falta ninguna distracción. Estaba pegajosa de sudor tras una intensa clase de Krav Maga, y la cabeza me daba vueltas pensando en lo que había hecho la mujer a la que amaba.

Santana López sólo pensar en ese nombre me provocaba una ardiente llamarada de anhelo por todo mi ejercitado cuerpo. Desde el primer momento en que la vi —desde que vi a través de su increíble y bellísimo exterior a la oscura y peligrosa mujer que llevaba dentro—había sentido esa atracción que procedía de haber encontrado la otra mitad de mí misma la necesitaba como necesitaba que me latiera el corazón, pero se había expuesto demasiado, lo había arriesgado todo... por mí.

El estruendo de un claxon me devolvió bruscamente a la realidad.

Por el parabrisas, vi la sonrisa de felicidad de mi compañera de piso dirigiéndose a mí desde la cartelera publicitaria del lateral de un autobús los labios de Rachel Berry esbozaban una insinuante curva y su pequeño y macizo cuerpo bloqueaba el cruce el taxista no dejaba de tocar el claxon, como si eso fuera a despejar el camino.

Ni en broma Rachel no se movía y yo tampoco. Estaba tumbada de lado, con un bikini de color turquesa, sus pechos se veían más grandes y su abdomen daba envidia estaba muy sexy, con el pelo castaño oscuro todo revuelto y aquella mirada pícara de sus ojos.

De repente caí en la cuenta de que tendría que ocultarle un terrible secreto a mi mejor amiga Rachel era mi guía, la voz de la razón, el hombro en el que prefería apoyarme, y una hermana para mí en todo lo importante de la vida me desagradaba la idea de tener que guardarme lo que Santana había hecho por mí.

Me moría por hablar de ello, porque alguien me ayudara a entenderlo, pero nunca podría decírselo a nadie Incluso nuestro terapeuta podría verse ética y legalmente obligado a romper la confidencialidad.

Apareció un fornido agente de tráfico que llevaba chaleco reflectante e instó al autobús a que circulara por su carril con una autoritaria mano enguantada de blanco y un grito que no dejaba lugar a dudas. Nos hizo señas de que prosiguiéramos justo antes de que cambiara el semáforo. Me eché hacia atrás, abrazándome la cintura, balanceándome.

El trayecto desde el ático de Santana en la Quinta Avenida hasta mi apartamento en el Upper West Side era corto, pero se me estaba haciendo eterno la información que la detective Shelley Graves, del Departamento de Policía de Nueva York, me había comunicado hacía apenas unas horas me había cambiado la vida. También me había obligado a abandonar a la persona con la que necesitaba estar.

Había dejado a Santana porque no podía fiarme de los motivos de Graves no podía correr el riesgo de que me hubiera contado sus sospechas sólo para ver si volvería con ella y probar que su ruptura conmigo era una mentira bien urdida.

¡Dios santo! Era tal el torrente de sentimientos que el corazón me latía desbocado ahora Santana me necesitaba tanto como yo a ella, si no más, pero me había marchado.

El desconsuelo que se le veía en los ojos cuando las puertas de su ascensor privado se interpusieron entre nosotras me había desgarrado las entrañas.

Santana.

El taxi dobló la esquina y se detuvo delante de mi apartamento el portero de noche abrió la puerta del coche antes de que pudiera decirle al conductor que diera la vuelta, y el aire pegajoso de agosto sustituyó enseguida al acondicionado.

—Buenas tardes, señorita Pierce. —El portero acompañó el saludo con un ligero toque del ala del sombrero y esperó pacientemente mientras pasaba mi tarjeta de débito por el lector electrónico. Cuando terminé de pagar, acepté su ayuda para salir del taxi y noté que se fijaba, con discreción, en que tenía la cara manchada de lágrimas.

Sonriendo como si todo me fuera de maravilla, entré deprisa en el vestíbulo y me fui derecha al ascensor, tras un breve saludo al personal de recepción.

— ¡Brittany!

Al volver la cabeza, vi que, en la zona de descanso, se ponía de pie una esbelta morena vestida con un elegante conjunto de falda y blusa. Su oscura y ondulada melena le llegaba a los hombros y una sonrisa embellecía sus carnosos labios, que eran de un rosa brillante. Fruncí el ceño, pues no la conocía.

— ¿Sí? —contesté, súbitamente recelosa. Había un destello de rapacidad en aquellos ojos oscuros que me mosqueó. A pesar de lo hecha polvo que me sentía, y con toda probabilidad también lo parecía, me puse derecha y la miré directamente.

—Deanna Johnson —se presentó, tendiendo una mano muy cuidada—Reportera independiente.

Arqueé una ceja.

—Hola.

Ella se echó a reír.

—No hace falta que seas tan suspicaz. Sólo quiero hablar contigo unos minutos. Estoy trabajando en un reportaje y me vendría bien tu ayuda.

—Sin ánimo de ofender, pero no se me ocurre nada de lo que quiera hablar con una reportera.

— ¿Ni siquiera de Santana López?

Se me erizaron los pelos de la nuca.

—De ella menos aún.

Santana, una de las veinticinco mujeres más ricas del mundo, con una cartera de bienes inmuebles en Nueva York tan extensa que dejaba alucinado a cualquiera, siempre era noticia; por lo tanto, también lo era el que me hubiera dejado y vuelto con su antigua novia.

Deanna cruzó los brazos, movimiento que le acentuó el escote, algo en lo que me fijé sólo porque volví a mirarla con más atención.

—Vamos —insistió—. Te dejaré en el anonimato, Brittany No utilizaré nada que te identifique. Aprovecha la oportunidad de tomarte la revancha.

Sentí un peso en el estómago aquella mujer era exactamente el tipo de Santana: alta, delgada, de pelo oscuro y piel morena. Nada que ver conmigo.

— ¿Estás segura de que quieres ir por ese camino? —Pregunté calmadamente, convencida de que había follado con mi novia en algún momento del pasado—Yo que tú no la cabrearía.

— ¿Le tienes miedo? —me soltó—. Yo no. El que tenga dinero no le da derecho a hacer lo que le venga en gana.

Tomé aliento lenta y profundamente y recordé que el doctor Terrence Lucas —otra persona que discrepaba con Santana—me había dicho algo parecido. Ahora que sabía de lo que Santana era capaz, de hasta dónde llegaría por protegerme, aún podía responder sinceramente y sin reservas:

—No, no le tengo miedo pero he aprendido a elegir qué batallas quiero librar. Seguir adelante es la mejor revancha.

Ella alzó el mentón.

—No todos tenemos a una estrella del rock esperando entre bastidores.

—Lo que sea—Suspiré para mis adentros cuando mencionó a mi ex, Kitty Wilde, que era la líder de un grupo musical en ascenso y una de las mujeres más sexys que había conocido al igual que Santana, irradiaba atractivo sexual como ola de calor a diferencia de Santana, ella no era el amor de mi vida, Nunca más volvería a tirarme a esa piscina.

—Mira —Deanna sacó una tarjeta profesional de un bolsillo de la falda—, pronto entenderás que Santana López te utilizaba para poner celosa a Emily Fields y, de ese modo, conseguir que volviera con ella Cuando bajes de las nubes, llámame. Estaré esperando.

Acepté la tarjeta.

— ¿Por qué crees que sé algo que merezca la pena contar?

Afinó sus exuberantes labios.

—Porque cualquiera que fuese el motivo de López para liarse contigo, has hecho mella en ella la mujer de hielo se ha derretido un poco por ti.

—Es posible, pero se ha terminado.

—Eso no significa que no sepas alguna cosa, Brittany Yo puedo ayudarte a comprender lo que es de interés periodístico.

— ¿Qué enfoque piensas darle? —Ni en sueños iba a cruzarme de brazos mientras alguien ponía a Santana en su punto de mira si ella estaba decidida a convertirse en una amenaza para ella, yo lo estaba a interponerme en su camino.

—Esa mujer tiene un lado oscuro.

— ¿Acaso no lo tenemos todos? — ¿Qué había descubierto sobre Santana? ¿Qué le había revelado ella en el curso de su... relación? Si es que la habían tenido.

Dudaba de que llegara el día en que pensar en Santana manteniendo relaciones íntimas con otra mujer no despertara en mí unos celos furibundos.

— ¿Por qué no vamos a algún sitio y hablamos? —insistió, tratando de camelarme.

Lancé una mirada a los empleados de recepción, que, muy educados, se comportaban como si no estuviéramos allí. Estaba muy dolida emocionalmente para hablar con Deanna, y aún no me había recuperado del impacto que me había producido la conversación con la detective Graves.

—Quizá en otro momento —respondí, dejando la posibilidad abierta porque tenía intención de vigilarla.

Como si hubiera notado mi desazón, Chad, uno de los trabajadores nocturnos de recepción, se acercó.

—La señorita Johnson se marcha ya —le dije, relajándome conscientemente. Si la detective Graves no había podido colgarle nada a Santana, a una entrometida reportera freelance no iba a irle mejor.

Una lástima que yo supiera la clase de información que podía filtrarse de la policía, y la facilidad y la frecuencia con que se hacía. Mi padre, Victor Pierce, era poli, y yo había oído muchas cosas a ese respecto.

Me giré hacia los ascensores.

—Buenas noches, Deanna.

—Nos vemos —se despidió ella cuando me alejaba.

Entré en el ascensor y apreté el botón de mi piso al cerrarse las puertas, me flaquearon las fuerzas y me apoyé en el pasa manos. Tenía que advertir a Santana, pero no había forma de contactar con ella que no pudiera rastrearse.

El dolor que tenía en el pecho se me agudizó. Nuestra relación se había jodido de tal manera que ni siquiera podíamos hablarnos.

Salí en el piso correspondiente y entré en mi apartamento, crucé la espaciosa sala y dejé el bolso en uno de los taburetes de la cocina. La vista de Manhattan que se contemplaba desde las ventanas de suelo a techo del salón no consiguió conmoverme. Me sentía muy inquieta y todo me daba igual. Lo único que importaba era que no estaba con Santana.

Mientras me dirigía por el pasillo hacia mi habitación, oí el sonido de música a poco volumen que salía del cuarto de Rachel ¿Estaría acompañada? Y si era así, ¿de quién? Mi mejor amiga había decidido intentar compatibilizar dos relaciones: una con una mujer que le aceptaba como era, y otra con un hombre que no soportaba que Rachel estuviera liada con otra persona.

Me desnudé y fui dejando la ropa en el suelo del cuarto de baño de camino a la ducha. Mientras me enjabonaba, me era imposible no pensar en las veces que me había duchado con Santana, ocasiones en las que la incontenible lujuria que sentíamos la una por la otra había provocado encuentros extraordinariamente eróticos la echaba muchísimo de menos.

Necesitaba su roce, su deseo, su amor. Ansiaba todas esas cosas con una avidez que me llenaba de inquietud y me tenía con los nervios a flor de piel. Ignoraba cómo podría quedarme dormida sin saber cuándo tendría la oportunidad de volver a hablar con Santana Había tanto de lo que hablar...

Me envolví en una toalla y salí del baño.

Santana estaba al otro lado de la puerta cerrada de mi dormitorio verla me produjo una impresión tan violenta que fue como un golpe físico se me cortó la respiración y el corazón empezó a latirme a un ritmo desbocado, respondiendo todo mi ser a su presencia con un fortísimo sentimiento de añoranza era como si hiciera años que no la veía, en lugar de una sola hora.

Le había dado una llave, pero el edificio era de su propiedad. Dar conmigo sin dejar un rastro que pudiera seguirse era posible contando con esa ventaja..., de la misma manera que había podido llegar hasta Nathan.

—Es peligroso que estés aquí —señalé lo cual no impidió que me emocionara el hecho de que estuviera. Me la comía con la mirada, recorriendo con avidez su cuerpo de curvas y pechos grandes.

Vestía unos pantalones de chándal negros y una sudadera de la Universidad de Columbia, un conjunto que le hacía parecer la mujer de veintiocho años que era y no la magnate multimillonaria que conocían todos los demás llevaba una gorra de los Raiders muy calada hasta las cejas, pero la sombra que proyecta el ala no ocultaba el llamativo café de sus ojos, que me miraban con intensidad. Había una adusta expresión en sus sensuales labios.

—Tenía que venir.

Santana López era una mujer increíblemente atractiva, tan guapa que la gente se le quedaba mirando por la calle hubo un tiempo en que la consideré una diosa del sexo, y las frecuentes —y entusiastas— exhibiciones de su destreza en ese terreno me demostraron que estaba en lo cierto, pero sabía también que era muy humana Le habían hecho daño, como a mí.

Nuestra relación tenía escasas posibilidades.

El pecho se me dilató al inspirar profundamente, mi cuerpo reaccionaba a la proximidad del suyo. Aunque ella estaba a una cierta distancia, yo notaba la embriagadora atracción, el empuje magnético que se producía al estar cerca de la otra mitad de mi alma. Había sido así desde nuestro primer encuentro, una atracción recíproca inexorable. Habíamos confundido aquella irresistible adhesión mutua con la mera lujuria, hasta que nos dimos cuenta de que ni podíamos respirar la una sin la otra.

Luché contra el impulso de lanzarme a sus brazos, que era donde ansiaba estar estaba demasiado quieta, demasiado contenida En vilo, esperé a que ella tomara la iniciativa.

¡Dios santo!, cuánto la quería.

Apretó los puños a ambos lados del cuerpo.

—Te necesito.

Noté cómo me tensaba en lo más íntimo en respuesta a la aspereza de su voz, cálida y lujuriosa.

—No hace falta que te alegres tanto por ello —bromeé, jadeante, intentando levantarle el ánimo antes de que se me echara encima.

Amaba su lado salvaje, y amaba su lado tierno la tomaría de cualquier manera en que pudiera tenerla, pero llevaba tanto tiempo... Expectante, notaba ya tensión y hormigueo en la piel, ansiaba la voraz reverencia de su contacto físico me asustaba lo que sucedería si se me acercaba con todas sus ganas, anhelando como anhelaba su cuerpo. Podríamos destrozarnos la una a la otra.

—Me mata estar sin ti —dijo bruscamente—, echarte de menos. Me siento como si mi puñetero sano juicio dependiera de ti, Britt, ¿y tú quieres que me alegre de ello?

Tuve que pasarme la lengua por mis labios resecos, y ella gruñó, consiguiendo que me estremeciera.

—Vale..., me alegro.

Adoptó una postura claramente más relajada. Debía de estar muy preocupada por cómo reaccionaría yo a lo que ella había hecho por mí. Para ser sincera, yo sí estaba preocupada. ¿Significaba mi agradecimiento que era más retorcida de lo que pensaba?

Entonces recordé las manos de mi hermanastro recorriéndome entera, el peso de su cuerpo apretándome contra el colchón, el dolor desgarrador entre mis piernas mientras me embestía una y otra vez...

Volví a estremecerme de ira. Si alegrarme de que ese cabrón estuviera muerto me convertía en un mal bicho, ¿qué se le iba a hacer?

Santana respiró profundamente se llevó una mano al pecho y se frotó la zona del corazón como si le doliera.

—Te quiero —le dije, con lágrimas en los ojos—Te quiero muchísimo.

—Cielo—Dejando caer las llaves al suelo, me alcanzó de dos rápidas zancadas y con ambas manos me acarició el pelo húmedo estaba temblando, y yo lloré, abrumada por la certeza de lo mucho que me necesitaba.

Ladeando la cabeza como ella quería, Santana me apresó la boca con posesiva vehemencia, saboreándome con pausadas e intensas lenguaradas. Aquella pasión y aquella avidez produjeron en mis sentidos el efecto de una detonación; y, con un gemido, me aferré a su sudadera el quejido con el que ella respondió me hizo vibrar de tal manera que se me endurecieron los pezones y me puso la piel de gallina.

Me entregué por completo, y le quité la gorra de la cabeza para hundir los dedos en su sedoso pelo negro largo me abandoné a sus besos, dejándome llevar por su exuberante sensualidad. Se me escapó un sollozo.

—No llores —susurró, echándose hacia atrás para colocarme una mano en la mejilla. Me destroza verte llorar.

—Es demasiado —respondí, estremecida.

Sus preciosos ojos parecían tan cansados como los míos. Asintió con tristeza.

—Lo que hice...

—No se trata de eso, sino de lo que siento por ti.

Me rozó con la punta de la nariz, deslizando las manos por mis brazos desnudos con veneración, unas manos manchadas de sangre proverbial, lo cual me hacía amar su tacto aún más.

—Gracias —susurré.

Ella cerró los ojos.

—Dios mío, cuando te marchaste esta noche..., no sabía si volverías..., si te había perdido...

—Te necesito, Santana.

—No pediré perdón. Volvería a hacerlo. —Me agarró con más fuerza—. ¿Qué otras opciones había, aparte de más órdenes de alejamiento y un incremento en las medidas de seguridad y la vigilancia para el resto de tu vida? Era imposible que estuvieras a salvo mientras Nathan siguiera vivo.

—Me apartaste. Me dejaste al margen. Tú y yo...

—Todo ha terminado—Me presionó los labios con la yema de los dedos— Para siempre, Britt No discutamos por algo que ya no puede cambiarse.

—Le aparté la mano.

— ¿Se ha terminado? ¿Ya podemos estar juntas? ¿O seguimos ocultando nuestra relación a la policía? ¿Tenemos siquiera una relación?

Santana me sostuvo la mirada, sin esconder nada, dejándome ver su dolor y su miedo.

—Eso es lo que he venido a preguntarte.

—Si de mí depende, nunca te abandonaré —afirmé con vehemencia—. Nunca.

Santana me deslizó las manos desde el cuello hasta los hombros, dejando una estela candente en mi piel.

—Necesito que eso sea verdad —dijo con suavidad—. Tenía miedo de que te alejaras..., de que tuvieras miedo... de mí.


—Santana, no...

—Yo nunca te haría daño.

Le agarré por la cinturilla del pantalón y tiré, aunque no conseguí moverla mucho.

—Lo sé.

Y, físicamente, no tenía dudas; siempre había sido cuidadosa conmigo, siempre cauta Pero emocionalmente, mi amor se había utilizado en mi contra con meticulosa precisión. Me esforzaba por reconciliar la absoluta confianza que tenía en que Santana conocía mis necesidades y el recelo que emanaba de un corazón roto aún en proceso de curación.

— ¿De verdad? —Me escrutó la cara, tan familiarizada como siempre con lo que no se decía—Me moriría si me abandonaras, pero nunca te haría daño para retenerte.

—No deseo irme a ninguna parte.

Exhaló de forma audible.

—Mis abogados hablarán con la policía mañana, para hacerse una idea de cómo están las cosas.

Echando la cabeza hacia atrás, apreté con dulzura mis labios contra los suyos. Actuábamos en connivencia para ocultar un delito, y mentiría si dijera que no me preocupaba
seriamente —después de todo, era hija de policía—, pero la alternativa era demasiado espantosa para tenerla en cuenta.

—Tengo que saber que puedes vivir con lo que he hecho —dijo en voz baja, enrollándose mi pelo en un dedo.

—Creo que sí ¿Y tú?

Acercó de nuevo su boca a la mía.

—Puedo sobrevivir a cualquier cosa contigo a mi lado.

Metí las manos por debajo de su sudadera, en busca de aquella piel cálida y canela notaba su suavidad, caliente y hermosa piel, bajo las palmas de mis manos; su cuerpo era una obra de arte seductora le lamí los labios y le atrapé el inferior con los dientes, mordiendo con suavidad.

Santana dejó escapar un gemido aquel sonido de placer me recorrió como una caricia.

—Tócame. —Sus palabras eran una orden, pero su tono era de súplica.

—Eso hago.

Alargando un brazo por detrás, me agarró una muñeca y puso mi mano delante. Sin pudor alguno, en su sexo en la palma de mi mano y empezó a frotarse mis dedos, con el pulso acelerado al darme cuenta de que no llevaba nada bajo los pantalones del chándal.

— ¡Dios! —Musité— ¡Me pones tan caliente...!

Me miraba fijamente con aquellos ojos chocolate; tenía las mejillas encendidas, entreabiertos sus labios esculturales. Nunca trataba de ocultar el efecto que yo le producía, nunca fingía tener un mayor control de sus reacciones conmigo que el que yo tenía con ella Ello contribuía a que su dominio en el dormitorio fuera aún más fascinante, a sabiendas de que ella también se sentía indefensa ante la atracción que existía entre las dos.

Sentí una opresión en el pecho. Aún no podía creer que fuera mía, que pudiera verla de aquella manera, tan abierta, tan ansiosa y endemoniadamente sexy.
Santana me quitó la toalla aspiró con brusquedad cuando ésta cayó al suelo, y me quedé totalmente desnuda ante ella.

—Oh, Britt.

Le temblaba la voz de emoción, y yo noté un escozor en los ojos. Se subió la camisa, se la sacó por la cabeza y la tiró a un lado quedando sus pechos al viento luego vino hacia mí, acercándoseme con cuidado, prolongando el momento en que se tocaría la piel desnuda de nuestros cuerpos.

Me asió por las caderas, flexionando los dedos con nerviosismo, con la respiración entrecortada. Las puntas de mis pechos le rozaron primero con los suyos, provocándome una tremenda sensación por todo el cuerpo. Di un grito ahogado. Me apretó contra ella, dejando escapar un gruñido, levantándome en volandas y retrocediendo en dirección a la cama.

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Hola Hola!

Bueno chicas :) aqui vengo a dejar el primer capitulo del tercer libro "Atada a ti" espero que les gusten !

PD:¿Que les parecio el primer capitulo ?

Saludos Y Besos Gracias a todas las que leen y aunque no comenten leen la historia y tabmien gracias a las que comenten
FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557 FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557



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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por monica.santander Lun Nov 10, 2014 5:14 pm

Es muy linda esta historia!!!!
mmmm me preocupa un poco la periodista!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Mar Nov 11, 2014 10:07 pm

si estan juntas podran contra todo, algo me lo dice, hasta pronto!
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Mensaje por Dani(: Sáb Nov 15, 2014 3:42 pm

monica.santander escribió:Es muy linda esta historia!!!!
mmmm me preocupa un poco la periodista!!!
Saludos

Hola Hola!
Ya veremos que trae ella a la historia ;) ! y me alegro que te guste :)
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

micky morales escribió:si estan juntas podran contra todo, algo me lo dice, hasta pronto!

Hola Hola!
:) asi sera !
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557
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Mensaje por Dani(: Sáb Nov 15, 2014 4:52 pm

Capítulo 2


Mis muslos rozaron el colchón y aterricé de culo, cayendo boca arriba con Santana inclinada sobre mí. Rodeándome la espalda con un brazo, me colocó en el centro de la cama y a continuación se me puso encima. Cuando quise darme cuenta, ya tenía su boca en uno de mis pechos, entre labios suaves y cálidos que succionaban con premura y avidez. Apretaba mi carne con la mano, friccionaba posesivamente.

— ¡Cómo te echaba de menos! —exclamó. El frescor de mi carne contrastaba con su piel caliente, y acogía el peso de su cuerpo tras largas noches sin ella.

Encajé las piernas en sus pantorrillas y metí las manos entre la cinturilla del pantalón para agarrarle aquel suave y macizo trasero. Tiraba de ella, arqueando las caderas para sentir su humedad a través de la prenda de algodón que nos separaba, queriéndola dentro mí, para tener la certeza de que volvía a ser mía.

—Dilo —le rogué, necesitando oír las palabras que a ella le parecían tan insuficientes.
Se separó un poco y, mirándome desde arriba, me apartó el pelo de la frente con delicadeza. Tragó saliva.

Me erguí y le estampé un beso en aquella boca tan hermosamente modelada.

—Lo diré yo primero: te quiero.

Cerró los ojos y se estremeció Santana me rodeó con sus brazos, apretándome tanto que casi no me dejaba respirar.

—Te quiero —susurró—Demasiado.

Aquella ferviente declaración reverberó en mi interior. Apoyé la cara en su hombro y lloré.
—Cielo. —Me cogió un mechón de pelo y cerró el puño.

Levanté la cabeza y le atrapé la boca, aderezando nuestro beso con la sal de mis lágrimas. Mis labios se movían desesperadamente sobre los suyos, como si pudiera desaparecer en cualquier momento y no me diera tiempo a saciarme de ella.

—Britt Deja... —Me cogió la cara entre las manos, lamiéndome la boca hasta dentro—. Déjame quererte.

—Por favor —susurré, entrelazando los dedos por detrás de su cuello para atraerla su peso ejercía la presión adecuada sobre mi clítoris palpitante—No pares.

—No lo haré, Me es imposible.

Poniéndome una mano en el trasero, me alzó diestramente entre sus caderas. Jadeé cuando el placer se irradió por todo mi cuerpo, duros y erectos mis pezones contra los suyos La estimulación que me proporcionaba aquel suave contacto me dolía en lo más íntimo y mi cuerpo pedía a gritos la embestida de sus dedos.

Recorrí su espalda con las uñas, desde los hombros hasta las caderas. ella se fue arqueando al ritmo de la tosca caricia, emitiendo un débil gemido, con la cabeza hacia atrás en un delicioso abandono erótico.

—Otra vez —ordenó bruscamente, con las mejillas encendidas y los labios abiertos.

Me incorporé un poco y le hinqué los dientes estremeciéndose, Santana silbó y aguantó.

No podía contener la intensa oleada de emoción que necesitaba liberarse, el amor y la necesidad, la rabia y el miedo. Y el dolor. Dios mío, el dolor. Aún lo sentía vivamente.
Quería lanzarme sobre ella Castigar tanto como dar placer. Hacerle experimentar una pequeña parte de lo que viví cuando ella me apartó de su lado.

Le pasé la lengua por las leves marcas de mis dientes y ella meneó las caderas acoplándose a mí, bajando su mano entre nosotras hasta llegar a mis pliegues mojados.

—Me toca a mí —susurró en tono enigmático me rodeó un pecho con la otra mano. Bajó la cabeza y posó los labios en la punta erecta de mi pezón. Le ardía la boca; su lengua era áspero terciopelo en mi carne sensible. Cuando clavó los dientes en la arrugada punta, grité, estremeciéndome cuando la intensidad del deseo afluyó a lo más íntimo de mí ser.

Le agarré del pelo con poca delicadeza, tal era la pasión que me embargaba. La rodeé con las piernas, apretándola, dejándole ver que el deseo le reclamaba. Quería poseerla, hacerla mía otra vez.

—Santana —gemí. Tenía las sienes húmedas de la estela que me habían dejado las lágrimas; la garganta, tirante y dolorida.

—Aquí estoy, cielo —dijo en voz baja, mordisqueándome el escote camino del otro pecho. Con aquellos dedos diabólicos tiró del húmedo pezón que acababa de dejar, pellizcándolo suavemente hasta que le empujé la mano—No te me opongas. Deja que te quiera.

Me di cuenta de que estaba tirándola del pelo, queriendo apartarla al tiempo que pugnaba por acercarme más a ella Santana me tenía sitiada, seduciéndome con su impresionante perfección femenina y su íntima pericia con mi cuerpo. Y yo me rendía. Notaba los pechos pesados, el sexo húmedo e inflamado. Movía las manos sin descanso mientras le aprisionaba con las piernas.

Aun así, ella se apartó de mí un poco más, susurrando tentaciones mientras me recorría el estómago con la boca. Te he echado tanto de menos... te necesito... tengo que poseerte... Noté una cálida humedad en la piel y al bajar la vista vi que ella lloraba también, asolada su hermosa cara por la misma plétora de emociones que me invadían a mí.

Con dedos trémulos, le rocé la mejilla, queriendo secar unas lágrimas que volvieron a aparecer en el instante mismo en que se las enjugué ella me frotó la mano con la nariz, emitiendo un débil y quejumbroso gemido; no podía soportarlo. Su dolor me resultaba más difícil de sobrellevar que el mío propio.

—Te quiero —le dije.

—Britt —Se puso de rodillas y se elevó, sus muslos extendidos entre los míos.

Todo en mí se tensó con una avidez insaciable. Se le marcaban los músculos, duros como una piedra pero femeninos a la vez, de su cuerpazo, le brillaba la piel morena con el sudor Santana era de una elegancia portentosa.

Francamente, Santana López estaba hecha para follar con cualquiera persona hasta volverla loca.

—Me perteneces —dije con brusquedad, incorporándome y trepando torpemente hacia ella, apretando mi torso contra el suyo—. Por entera.

— ¡Cielo! —Me apresó la boca en un beso rudo, cargado de lascivia. Me alzó y nos dimos la vuelta de manera que ella se colocó de espaldas a la cabecera y yo encima de ella Nos deslizamos hasta que toda la carne de nuestros cuerpos, resbaladizos por el sudor, quedó en contacto.

Sus manos surgían por todas partes, y su cuerpo pugnaba por alzarse como lo había hecho el mío. Le puse las palmas en la cara y empecé a lamerle la boca, intentado saciar la sed que tenía de ella.

Ella introdujo una mano entre mis piernas y con un cuidado reverencial hurgó en mi hendidura. Luego me acarició el clítoris con las yemas de los dedos y rodeó la trémula abertura de mi sexo. Con los labios apretados contra los suyos, gemí, meneando las caderas. Me acariciaba sin prisas, avivándome el deseo, follándome la boca con su beso lento y profundo.

El placer me impedía respirar. Mi cuerpo entero se estremeció cuando me abarcó con una mano y, muy despacio, me introdujo su largo dedo corazón. Con la palma me frotó el clítoris, rozando delicados tejidos con las yemas. Con la otra mano me agarró de la cadera, sujetándome, refrenándome.

Santana parecía ejercer un control absoluto, seducir con perversa minuciosidad, pero ella temblaba más que yo y el pecho le palpitaba con más fuerza. Los sonidos que de ella emanaban estaban teñidos de remordimiento y súplica.

Echándome hacia atrás, baje una mano hacia su clictoris caliente conocía su cuerpo muy bien, sabía lo que necesitaba y lo que deseaba empecé a hacerle círculos con un dedo retrocedió hacia la cabecera de la cama con un gruñido, curvando el dedo que tenía dentro de mí. Yo observé, fascinada como su humedad se hacía demasiado evidente entre sus muslos.

—No sigas —dijo de manera entrecortada—. Estoy a punto.

Le acaricié de nuevo, y se me hizo la boca agua cuando su humedad me acaricio un muslo Me excitaba muchísimo verla disfrutar de aquella manera y saber que producía semejante efecto en una criatura tan descaradamente sexual.

Emitió una exclamación al tiempo que sacaba el dedo de mi vagina. Me cogió por las caderas y me desplazó. Me echó hacia delante y luego me bajó un poco, colocándome entre sus piernas y metiéndome tres dedos de un solo.

Grité y me agarré a sus hombros, contrayéndose mi sexo contra sus dedos.

—Britt —Estiró el cuello y la mandíbula por la tensión y empezó a correrse.

—Tómalo —dijo, dirigiendo mi descenso para ganar la pequeña parte de mí que le permitiría hundirse— Tómame.

Yo gemí, agradeciendo aquel conocido dolor que me producía tenerla tan dentro. El orgasmo me pilló tan de sorpresa que arqueé la espalda cuando me traspasó aquel ardiente placer.

El instinto se encargó de que yo siguiera moviendo las caderas, apretando y aflojando los músculos mientras me concentraba en el momento, en la recuperación de mi amor. De mi corazón.

Santana cedió a mis exigencias.

—Eso es, cielo —me animó con la voz quebrada.

Se agarró al edredón con la mano libre con los movimientos, contraía y flexionaba los bíceps. Se le tensaban los abdominales cada vez que yo la llevaba al límite, brillando con el sudor el exacto entramado de sus músculos. Su cuerpo era una máquina perfectamente engrasada y yo estaba poniéndola a prueba.

Me dejaba hacerlo. Se entregaba a mí.

Ondulando las caderas, busqué el placer, mientras decía su nombre entre gemidos. Experimenté unos espasmos rítmicos y alcancé otro orgasmo demasiado deprisa. Me tambaleé, con los sentidos embargados.

—Por favor —supliqué— Santana, por favor.

Me cogió por la nuca y la cintura, y me deslizó hasta que estuvimos tumbadas en la cama. Sujetándome firmemente, me mantuvo inmóvil, empujando hacia arriba... una y otra vez... jodiéndome con rápidas y enérgicas embestidas de sus largos dedos me estremecí violentamente y me corrí de nuevo, clavándole los dedos en los costados.

Sacudiéndose, Santana me siguió, tensando los brazos hasta que yo apenas podía respirar. Sus fuertes exhalaciones eran el aire que llenaba mis pulmones ardientes. Estaba totalmente poseída, completamente indefensa.

— ¡Dios!, Brittany —Hundió la cara en mi cuello—. Te necesito. Te necesito muchísimo.

—Mi vida—La abracé con fuerza. Aún me daba miedo despegarme de ella.

Parpadeé mirando el techo y me di cuenta de que me había dormido entonces me invadió el pánico, la horrible certeza de despertarme de un maravilloso sueño y volver a una realidad de pesadilla. Me incorporé, aspirando bocanadas de aire, sintiendo una tremenda opresión en el pecho.

Santana.

Casi me echo a llorar cuando la vi acostada a mi lado, con los labios ligeramente entreabiertos, profunda y acompasada la respiración la amante por la que se me había roto el corazón volvía a mí.

Dios...

Apoyándome en el cabecero de la cama, me obligué a tranquilizarme, a saborear el inusitado placer de observarla mientras dormía. La cara se le transformaba cuando estaba despreocupada; esos momentos me recordaban lo joven que era en realidad. Era fácil olvidarse de ello cuando estaba despierta e irradiando la tremenda fuerza de voluntad que literalmente hizo que me cayera de culo la primera vez que la vi.

Con unos dedos llenos de adoración, le retiré de la mejilla sus oscuros mechones de pelo, fijándome en las nuevas arrugas que le habían aparecido alrededor de los ojos y la boca.
También me fijé en que había adelgazado. Nuestra separación le había pasado factura, pero lo había disimulado muy bien. O tal vez yo la veía siempre como alguien perfecta y sin mácula.

No había sido capaz de ocultar mi desolación. Me había creído que nuestra relación había terminado y todos se dieron cuenta, algo con lo que Santana había contado. Negación plausible, lo había llamado ella. Infierno lo llamaba yo, y mientras no dejáramos de fingir que habíamos roto, para mí seguiría siéndolo.

Moviéndome con cuidado, apoyé la cabeza en una mano y observé a aquella mujer desmedida que embellecía mi cama. Rodeaba la almohada con los brazos, exhibiendo unos delgados brazos y una perfecta espalda adornada con los arañazos y las marcas, en forma de media luna, de mis uñas. También le había agarrado el trasero, excitada hasta la locura al sentir cómo lo contraía y lo relajaba mientras me follaba incansablemente, empotrándome con sus largos dedos hasta lo más profundo.
Una y otra vez...

Moví las piernas nerviosamente, notando que mi cuerpo se agitaba con renovada avidez. Pese a toda su refinada elegancia, Santana era una animal indómita de puertas adentro, una amante que me desnudaba el alma cada vez que me hacía el amor. Carecía de defensas contra ella cuando me tocaba; era incapaz de resistirme al placer de extender los muslos para aquella mujer tan femenina y apasionada.

Abrió los ojos, anonadándome con aquellos vívidos iris cafés Me miró de arriba abajo con tan seductora indolencia que el corazón me dio un vuelco.

—Tienes la mirada de me-muero-por-echar-un-polvo —dijo, arrastrando las palabras.

—Debe de ser por el polvazo que tienes tú —repliqué—. Despertarme contigo es como... un regalo de Navidad.

Esbozó una sonrisa.

—Para mayor comodidad, ya estoy desenvuelta Y funciono sin pilas.

El tremendo deseo que me invadió me produjo una sensación de opresión en el pecho. La amaba demasiado. Me preocupaba constantemente la posibilidad de perderla ella era un relámpago en una botella, un sueño que yo intentaba sostener en las manos.
Dejé escapar un trémulo suspiro.

—Eres un lujo exquisito para cualquier mujer. Un voluptuoso y sensual...

—Calla. —Antes de que pudiera ver sus intenciones, se dio la vuelta y me arrastró debajo de ella—. Soy asquerosamente rica, pero tú sólo me quieres por mi cuerpo.

Levanté la vista, admirando la forma en que su oscuro pelo enmarcaba aquel extraordinario rostro.

—Quiero el corazón que hay en su interior.

—Es tuyo—Me envolvió con sus brazos y sus piernas se entrelazaron con las mías, estimulando mi piel hipersensible con su suavidad.

Estaba dominada, poseída. La sensación de su cálido y curvo cuerpo contra el mío era deliciosa. Suspiré, y sentí que la duda que me atenazaba se disipaba un poco.
—No debería haberme quedado dormida —dijo en voz queda.

Le acaricié el pelo, sabiendo que tenía razón, que sus pesadillas y su parasomnia sexual atípica hacían que dormir con ella fuera peligroso. A veces repartía golpes a diestro y siniestro mientras dormía, y, si me encontraba cerca, me llevaba toda la violencia de la ira que le consumía por dentro.

—Me alegro de que lo hicieras.

Me agarró la muñeca y se llevó los dedos a la boca para besarlos.

—Necesitamos pasar tiempo juntas cuando no estamos mirando por encima del hombro.

—Ay, Dios. Casi me olvido. Deanna Johnson estuvo aquí hace un rato. —En cuanto esas palabras salieron de mi boca lamenté el muro que levantaron entre nosotras.

Santana parpadeó y, en aquella décima de segundo, la calidez que había en sus ojos desapareció.

—No te acerques a ella, Es periodista.

La rodeé con mis brazos.

—Quiere sangre.

—Tendrá que ponerse a la cola.

— ¿Por qué está tan interesada? Es freelance. Nadie le ha encargado que escriba sobre ti.

—Déjalo ya, Brittany.

Aquella forma de dar por concluido el asunto me fastidió.

—Sé que has follado con ella.

—No, no lo sabes. Y en lo que deberías centrarte ahora es en el hecho de que me dispongo a follar contigo.

La certeza me traspasó el corazón la solté, apartándome de ella.

—Has mentido.

Retrocedió como si la hubiera abofeteado.

—Jamás te he mentido.

—Me dijiste que habías follado más desde que me conocías que en los últimos dos años juntas, pero al doctor Petersen le dijiste que tenías relaciones sexuales dos veces a la semana. ¿En qué quedamos?

Se puso boca arriba y frunció el ceño.

— ¿Tenemos que hablar de eso ahora? ¿Esta noche?

Su lenguaje corporal era tan tenso y estaba tan a la defensiva que mi irritación con su esquivez se evaporó al instante. No quería pelearme con ella, y mucho menos por el pasado. Lo que importaba era el presente y el futuro. Tenía que confiar en que me sería fiel.

—No —respondí con ternura, poniéndome de lado y posándole una mano entre los pechos En cuanto amaneciera, tendríamos que volver a fingir que ya no estábamos juntas.
Ignoraba durante cuánto tiempo tendríamos que seguir con aquella farsa o cuándo volvería a estar con ella—. Sólo quería avisarte de que busca información, Ándate con cuidado.

—El doctor Petersen me preguntó sobre relaciones sexuales, Brittany —dijo de manera inexpresiva—, lo que no significa follar necesariamente, en mi opinión. Creí que esa distinción no se apreciaría cuando respondiera a la pregunta. Que quede claro: iba con mujeres al hotel, pero no siempre me las tiraba. De hecho, lo excepcional era que ocurriese.

Pensé en su picadero, una suite provista de toda la parafernalia sexual reservada en uno de sus muchos establecimientos de alojamiento. La había dejado, gracias a Dios, pero yo nunca la olvidaría.

—Será mejor que no sepa nada más.

—Tú has abierto la puerta —soltó ella—. Y hemos entrado.

Suspiré.

—Tienes razón.

—Había veces en las que no soportaba estar a solas conmigo misma, pero tampoco quería hablar. Ni siquiera quería pensar, mucho menos sentir nada. Necesitaba la distracción de centrar mi atención en otra persona sin compromiso ¿Me entiendes?

Por desgracia, la comprendía, acordándome de las veces en que me dejaba llevar por cualquier chico o chica con tal de acallarme la cabeza durante un rato. Aquellas relaciones nunca tuvieron que ver con el sexo.

— ¿Pero has follado con ella o no? —Me desagradaba hacer esa pregunta, pero teníamos que quitárnosla de en medio.

Giró la cabeza y me miró.

—Una vez.

—Menudo buen polvo debió de ser para que esté tan cabreada.

—No lo sé —musitó—. No me acuerdo.

— ¿Estabas borracha?

—Joder, no. —Se pasó las manos por la cara— ¿Qué demonios te ha dicho?

—Nada personal. Pero sí dijo que tenías un «lado oscuro». Y he supuesto que se refería a algo sexual, pero no le pedí más detalles. Actuaba como si nos uniera el hecho de que nos hayas plantado a las dos. La «Hermandad de las Abandonadas por Santana».

Me miró con frialdad en los ojos.

—No seas maliciosa, No te pega.

— ¡Oye! —Fruncí el ceño—. Perdona. No pretendía ser una completa bruja, sólo una pequeñita. Bien mirado, creo que tengo derecho.

— ¿Qué otra cosa podía hacer, Brittany? Ni siquiera sabía de tu existencia. —La voz de Santana se hizo más grave y áspera—. Si hubiera sabido que andabas por ahí, te habría buscado. No habría perdido ni un segundo. Pero no lo sabía, y me conformé con menos.
Igual que tú. Las dos perdimos el tiempo con personas que no eran adecuadas.

—Sí, es verdad. Tontas del culo.

Hubo una pausa.

— ¿Estás cabreada?

—No, estoy bien.

Se me quedó mirando.

Yo me reí.

—Estabas dispuesta a pelear, ¿verdad? Podemos hacerlo si quieres, pero yo confiaba en echar otro polvo.

Santana se me puso encima la expresión de su rostro, aquella mezcla de alivio y gratitud, me provocó un agudo dolor en el pecho. Me recordó lo mucho que necesitaba que se confiara en ella.

—Eres diferente —dijo, acariciándome la cara.

Por descontado que lo era la mujer a la que amaba había matado por mí muchas cosas se volvían insignificantes después de semejante sacrificio.

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Hola Hola!

Bueno chicas aqui un nuevo capitulo :) espero que les guste muchos!

PD:¿Que les parecio todo?

Saludos Y besos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557 FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

Espero que comenten mucho :3


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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por monica.santander Sáb Nov 15, 2014 7:49 pm

mamita que reencuentro!!!!! jajaja!!!1
Saludos
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Mensaje por micky morales Sáb Nov 15, 2014 8:54 pm

de lujo, como dicen por ahi, hasta luego!!!!!
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Mensaje por 3:) Miér Nov 19, 2014 1:10 pm

holap dan,...

ya me puse a día con esta fic,...
mmm la periodista,... una de la lista de san,...
me gusta que estén juntas,...

nos vemos!!
3:)
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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por Dani(: Jue Nov 20, 2014 5:12 pm

monica.santander escribió:mamita que reencuentro!!!!! jajaja!!!1
Saludos

Hola Hola!
JJAJAJAJAJAJAJAJ me alegro que te gustara estuvo un poco muy bueno no ? jajajajajajaj
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

micky morales escribió:de lujo, como dicen por ahi, hasta luego!!!!!

Hola Hola!
JAJAJAJA benditos sean los reencuentros ;P
Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

3:) escribió:holap dan,...

ya me puse a día con esta fic,...
mmm la periodista,... una de la lista de san,...
me gusta que estén juntas,...

nos vemos!!

Hola :)

Como dije antes me alegro que volvieras y espero que te gustara todos los capitulos ! y mmmmm esa periodiasta !

Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557
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Activo Re: FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17 7/6/15)

Mensaje por Dani(: Jue Nov 20, 2014 6:06 pm

Capítulo 3


–Cielo.

Olí el café antes de abrir los ojos.

— ¿Santana?

— ¿Hmmm?

—Como no sean las siete por lo menos, te la ganas.

La dulzura de su sonrisa me puso cachonda.

—Es pronto, pero tenemos que hablar.

— ¿Sí? —Abrí un ojo y luego el otro, para poder apreciar del todo su enagua en tubo y su chaqueta apretada a sus senos me daban tantas ganas de comérmela que quería quitárselo todo... con los dientes.

Se sentó en el borde de la cama, símbolo de la tentación.

—Quiero asegurarme de que estamos de acuerdo antes de marcharme.

Me incorporé y me apoyé contra la cabecera, sin molestarme en taparme los pechos porque íbamos a terminar hablando de su ex novia jugaba sucio cuando la ocasión lo merecía.

—Voy a necesitar ese café para mantener esta conversación.

Santana me pasó la taza, luego me acarició un pezón con la yema del pulgar.

—Precioso —murmuró—Cada centímetro de ti.

— ¿Intentas distraerme?

—Tú estás distrayéndome a mí. Y con muy buenos resultados.

¿Estaría ella tan encaprichada con mi aspecto y mi cuerpo como lo estaba yo con los suyos? La idea me hizo sonreír.

—Echaba de menos tu sonrisa.

—Conozco la sensación. —Cada vez que la veía y no me dedicaba una sonrisa me laceraba el corazón. Ni siquiera podía pensar en esas ocasiones sin sentir ecos de dolor—. ¿Dónde habías escondido esa enagua y la chaqueta, campeona? Sé que no la tenías en el bolsillo.

Con un cambio de atuendo, se había transformado en una poderosa mujer de negocios la chaqueta estaba hecha a medida, y la camisa con cuello V conjuntaban de manera impecable con todo, la cascada de pelo negro que le rozaba la espalda advertía de que estaba lejos de ser una dócil mujer.

—Ésa es una de las cosas de las que tenemos que hablar. —Se enderezó, pero su mirada seguía siendo cálida—. Me he mudado al apartamento de al lado. Tendremos que hacer que nuestra reconciliación parezca correctamente gradual, así que guardaré las apariencias de vivir en el ático de manera habitual, pero pasaré todo el tiempo que pueda como tu nueva vecina.

— ¿Es seguro?

—No soy sospechosa, Britt Ni siquiera soy persona de interés. Mi coartada no tiene fisuras, y no se me conoce motivo. Simplemente estamos mostrando cierto respeto a la policía no insultando a su inteligencia. Les estamos poniendo fácil que justifiquen su conclusión de que han llegado a un punto muerto.

Tomé un sorbo de café para darme tiempo a pensar en lo que había dicho. El peligro podría no ser inmediato, pero era intrínseco a la culpa. Yo sentía esa presión, por mucho que ella se esforzara en tranquilizarme.

Pero estábamos intentando reencontrarnos de nuevo, y yo me daba cuenta de que Santana necesitaba tener la seguridad de que íbamos a recuperarnos de las tensiones y la separación de las últimas semanas.

Deliberadamente adopté un tono desenfadado.

—Así que mi ex novia estará en la Quinta Avenida, pero tengo una nueva vecina latina súper caliente con la que jugar esto se pone interesante.

— ¿Quieres hacer role-play? —preguntó, enarcando una ceja.

—Quiero tenerte satisfecha —admití con crudeza—. Quiero ser todo lo que nunca has encontrado en las otras mujeres con las que has estado—Mujeres a las que había llevado a un picadero con juguetes.

Sus ojos eran de un ardiente café chocolate, pero la voz sonó cálida y serena.

—No puedo apartar las manos de ti. Eso debería bastar para convencerte de que no necesito nada más.

La miré fijamente mientras estaba allí de pie ella me cogió la taza y la dejó en la mesilla, luego agarró el borde de la sábana y la echó a un lado, exponiéndome por completo.

—Recuéstate —ordenó—Extiende las piernas.

Se me aceleró el pulso al obedecerle, deslizándome hasta quedar boca arriba y abriendo las piernas. Instintivamente quise cubrirme —la sensación de vulnerabilidad bajo aquella penetrante mirada era muy intensa—, pero resistí. Faltaría a la verdad si no reconociera que era de lo más excitante estar completamente desnuda mientras ella, irresistible, permanecía vestida con una de sus enaguas y camisas endiabladamente sexys. Eso le daba a ella una instantánea ventaja de poder que no podía ser más excitante.

Me recorrió la vulva con un dedo, deteniéndose juguetonamente en el botón.

—Este precioso coño me pertenece.

El tono ronco de su voz me provocó un cosquilleo en el vientre.

Abarcando todo mi sexo con la palma de su mano, me miró a los ojos.

—Soy una mujer muy posesiva, Britt, como ya habrás notado.

Me estremecí cuando, con la punta de un dedo, rodeó la apretada abertura.

—Sí.

—Role-play, ataduras, medios de transporte y localizaciones varias... Estoy deseando explorar todas esas cosas contigo. —Centelleándole los ojos, me introdujo un dedo ¡ay-muy-despacio! Emitió un tenue ronroneo y se mordió el labio inferior, una expresión de puro erotismo que me hizo pensar que había notado su boca en mi vagina.

El que me penetrara y me diera placer de aquella forma tan delicada me dejó sin habla.

— ¿A qué te gusta? —dijo suavemente.

—Humm.

Internó el dedo aún más.

—Ni de coña dejaré que te corras con plásticos, vidrios, metales o cueros. El amigo a pilas y compañía tendrán que buscarse otros entretenimientos.

El calor se adueñaba de mi cuerpo como la fiebre ella lo entendió.

Inclinándose sobre mí, Santana apoyó una mano en el colchón y acercó su boca a la mía. Con el pulgar me apretó el clítoris y frotó hábilmente, masajeándome dentro y fuera. El placer que me producían sus caricias se extendió, tensándome el estómago y endureciéndome los pezones. Me llevé las manos a mis pechos desnudos, apretando a medida que se hinchaban. Su tacto y su deseo eran mágicos. ¿Cómo había podido vivir sin ella?

—Me muero por ti —dijo con voz ronca—. Te deseo constantemente. Sólo tienes que chasquear los dedos, y me pongo húmeda. —Me pasó la lengua por el labio inferior, aspirando mi aliento entrecortado—. Cuando me corro, me corro para ti. Por ti y tu boca, tus manos y tu insaciable coñito. Y, al revés, será igual para ti. Mi lengua, mis dedos dentro de ti. Sólo tú y yo, Brittany. Íntimas y desnudas.

No me cabía duda de que, cuando me tocaba, yo era el centro de su mundo, lo único que ella veía y en lo que pensaba. Pero no podíamos tener ese contacto físico todo el tiempo.

De alguna manera, tenía yo que aprender a creer en lo que no podía ver entre nosotras.
Sin ningún pudor, cabalgué estremecida sobre aquel dedo que se me clavaba. Introdujo otro dedo y yo puse aún más empeño, arqueándome hacia arriba para recibir sus acometidas.

— ¡Por favor!

—Cuando los ojos se te vuelvan tiernos y ensoñadores, seré yo quien te ponga esa expresión, no un juguete. —Me mordisqueó la barbilla, luego se desplazó hacia mi pecho, apartando mis manos con los labios. Se apoderó de uno de mis pezones con un dulce mordisco, rodeando con la boca la tierna cumbre y succionando suavemente. El dolor que me producía era como el pinchazo de una aguja, avivada mi sed por la sensación de que seguía habiendo una brecha entre nosotras, algo que aún estaba por decir y resolver.

—Más —pedí entre jadeos, necesitando su placer tanto como el mío.

—Siempre —murmuró ella, curvando los labios en una pícara sonrisa contra mi piel.
Gruñí con frustración.

—Te quiero dentro de mí con más dedos.

—Como debe ser. —Enroscó la lengua en el otro pezón, moviéndola juguetonamente a su alrededor hasta hacerme implorar que lo succionara—. Debes suspirar por mí, cielo, no por un orgasmo. Por mi cuerpo, mis manos. Con el tiempo, serás incapaz de correrte sin el roce de mi piel.

Asentí enérgicamente, con la boca demasiado seca para hablar. El deseo se me retorcía en lo más íntimo como un muelle, tensándose con cada círculo que dibujaba Santana en mi clítoris con el pulgar y con cada embestida de sus dedos. Pensé en mi fiel amigo a pilas, y supe que, si Santana dejara de tocarme en aquel momento, nada me llevaría al clímax. Mi pasión era por ella, mi deseo lo encendía su deseo de mí.

Mis muslos se estremecieron.

—Vo... voy a correrme.

Cubrió mi boca con la suya, con sus labios dulces y seductores. Fue el amor de aquel beso lo que me hizo estallar. Grité y temblé con un rápido e intenso orgasmo. Mi gemido fue largo y entrecortado, mi cuerpo se agitaba violentamente. Metí las manos por debajo de su chaqueta para aferrarme a su espalda, para acercarla a mí, reclamándole con la boca hasta que amainó aquel placer desgarrador.

—Dime en qué estás pensando —dijo, lamiéndose de los dedos el gusto a mí.

Procuré conscientemente ralentizar el latido de mi corazón.

—No estoy pensando en nada. Sólo quiero mirarte.

—No siempre. A veces cierras los ojos.

—Porque eres muy habladora en la cama y tu voz es muy sexy. —Tragué saliva con revivido dolor—. Te quiero, Santana Necesito saber que te hago sentir tan bien como tú a mí.

—Cómeme ahora —susurró— Haz que me corra para ti.

Me deslicé de la cama en un suspiro, lanzándome a su falda con entusiasmo para subirla y bajarle las bragas para poder verle toda su vagina mojada por su excitación y Lamí la prueba de su excitación, adorando aquel control, la forma en que refrenaba su propia sed para satisfacer la mía.

Tenía los ojos puestos en ella cuando empecé a dar lengüetazos a su clictoris hinchado y caliente Observé cómo separaba los labios al tomar una imperiosa bocanada de aire y le pesaban los párpados, como si el placer la embriagara.

—Britt-Britt —Había fuego en aquellos ojos caídos que me miraban fijamente—. Ah... Sí, así. ¡Cuánto adoro esa boca!

Aquel elogio me sirvió de acicate, y avancé hasta donde me fue posible. Me encantaba hacérselo, me encantaban su olor y su sabor femenino, tan especiales. Recorrí con los labios todo su centro chupando con suavidad. Con veneración. Y no me sentí mal por adorarla... Me la merecía.

—Esto te encanta —dijo con voz ronca, hundiendo los dedos en mí pelo para rodearme la cabeza— tanto como a mí.

—Más. Me gustaría hacértelo durante horas. Hacer que te corras una y otra vez.

En su pecho resonó un gruñido.

—Lo haría, Nunca me sacio.

Con la punta de la lengua recorrí su clictoris haciendo círculos y después dándole besos y mordiéndoselo.

Santana me miró con unos ojos que centelleaban de lujuria y ternura.

—No te detengas. —Adoptó una postura más abierta Santana gimió, con las manos en mis mejillas—. No pares, cielo.

Ahuequé los carrillos cuando encontramos el ritmo, nuestro ritmo, la sincronización de nuestros corazones, de nuestra respiración y de nuestra pulsión para el placer. Podíamos paralizarnos pensando en algún problema, pero nuestros cuerpos nunca se equivocaban. Cuando teníamos las manos encima de la otra, las dos sabíamos que estábamos donde queríamos estar y con la persona con la que queríamos estar.

— ¡Joder, qué bien! —Le rechinaron los dientes de manera audible—. Ah, Dios, vas a conseguir que me corra.

Me agarró del pelo, tiró de él, y su cuerpo se estremeció cuando se corrió con fuerza.
Santana emitió una exclamación al tiempo que yo terminaba de chuparla toda se derramó por completo, en ráfagas calientes como si no se hubiera corrido en toda la noche. Para cuando ella terminó, yo estaba jadeante y temblorosa. Me ayudó a levantarme, y, a trompicones, fuimos a parar a la cama, donde se recostó conmigo a su lado. Respiraba con dificultad, pero no dejaba de apretarme contra ella con manos bruscas.

—No era esto lo que tenía en mente cuando te traje el café. —Me estampó un rápido beso en la frente—. Tampoco es que me queje.

Me acurruqué junto a ella, más que agradecida de tenerla de nuevo en mis brazos.

— ¿Por qué no hacemos novillos y recuperamos el tiempo perdido?

Su risa era ronca debido al orgasmo. Me tuvo abrazada durante un rato, pasándome los dedos por el pelo y deslizándolos dulcemente por mi brazo.

—Me destrozaba —dijo con voz queda— ver lo dolida y enfadada que parecías estar. Saber que te hacía daño y que estabas alejándote de mí... Fue un infierno para las dos, pero no podía arriesgarme a que te consideraran sospechosa.


Me puse tensa. No había pensado en esa posibilidad. Podría argüirse que yo era el motivo que Santana tenía para matar. Y podría suponerse que yo estaba al tanto del crimen. Mi completa y absoluta ignorancia no había sido mi única protección; se había asegurado de que yo también tuviera una coartada. Siempre protegiéndome..., a cualquier precio.

Se echó hacia atrás.

—Te he dejado un teléfono de prepago en el bolso. Está programado con un número que te pondrá en contacto con Angus. Si me necesitas para cualquier cosa, puedes dar conmigo a través de él.

Apreté los puños. Tenía que comunicarme con mi novia a través de su chófer.

—Qué poco me gusta eso.

—Tampoco a mí, Despejar el camino que me lleve a ti es mi principal prioridad.

— ¿No es peligroso meter a Angus en esto?

—Fue miembro del MI6. Las llamadas clandestinas son un juego de niños para él. —Hizo una pausa y continuó—: Visibilidad total, Brittany: puedo averiguar dónde estás a través del teléfono, y lo haré.

— ¿Qué?—Salí de la cama y me puse de pie. Mis pensamientos rebotaban entre el MI6 (¡el servicio secreto británico!) y la localización de mi teléfono móvil por GPS, sin saber qué abordar primero—. De ninguna manera.

Ella también se levantó.

—Si no puedo estar contigo ni hablar contigo, al menos tengo que saber dónde te encuentras.

—No lo hagas, Santana.

Su expresión era de serenidad.

—No tenía por qué decírtelo.

— ¿En serio? —Me fui hacia el armario a coger una bata—. Y tú dijiste que advertir a alguien de un comportamiento ridículo no es una excusa para ello.

—No me machaques tanto.

Fulminándola con la mirada, me puse una bata de seda roja y me até el cinturón con un nudo.

—No, Creo que eres una maniática del control a la que le gusta que me sigan.

Cruzó los brazos.

—Me gusta que sigas viva.

Me quedé helada. Enseguida pasé revista mentalmente a los acontecimientos de las últimas semanas, con el añadido de Nathan en la foto. De repente todo tenía sentido: el que se pusiera como se puso Santana la mañana en que quise ir andando a trabajar, el que Angus me hubiera seguido como una sombra por la ciudad todos los días, la furia de Santana cuando confiscó el ascensor en el que iba yo...

Todas las veces en que casi la odié por comportarse como una gilipollas, ella sólo pensaba en protegerme de Nathan.

Me fallaron las piernas y me caí al suelo de manera poco elegante.

—Brittany.

—Dame un momento. —Había comprendido muchas cosas durante el tiempo que habíamos estado separadas. Me había dado cuenta de que Santana nunca dejaría que Nathan entrara en su despacho con unas fotos en las que se veía cómo me violaban y abusaban de mí y saliera después tan campante Kitty Wilde sólo me había besado y Santana le había dado una paliza. Nathan me había violado repetidamente durante años y lo había documentado con fotos y vídeos. La reacción de Santana al verse cara a cara con Nathan la primera vez tuvo que ser violenta.

Nathan debió de ir al edificio Lópezfire el día en que me encontré a Santana recién duchada con una mancha encarnada por su camisa lo que en un principio sospeché que era carmín era la sangre de Nathan. El sofá y los cojines de la oficina de Santana estaban revueltos a consecuencia de una pelea, no de un casquete de mediodía con Emily, Dios Santana debía saber artes marciales para patear así a los hombres como si fueran nada.

Frunciendo el ceño duramente, se agachó frente a mí.

—Vamos a ver, ¿tú crees que yo quiero supervisarte constantemente? Se han dado circunstancias atenuantes. Créeme que he tratado de mantener un equilibrio entre tu independencia y tu seguridad.

¡Vaya! La retrospección no sólo me dejó las cosas muy claras; también me propinó un buen coscorrón y me proporcionó un poco de sentido común.

—Lo entiendo.

—Yo creo que no. Esto —dijo, señalándose a sí misma con impaciencia— no es más que un puñetero caparazón. Eres tú quien me mueve, Brittany ¿Me comprendes? Eres mi alma y mi corazón. Si algo te sucediera, me moriría. ¡Mantenerte a salvo es una cuestión de pura supervivencia! Toléralo por mí, si no quieres hacerlo por ti misma.

Me abalancé sobre ella, haciéndole perder el equilibrio y tirándola de espaldas al suelo. La besé con todas mis fuerzas, con el corazón martilleándome en el pecho y la sangre latiéndome en los oídos.

—Me fastidia ponerte frenética —musité entre besos desesperados—, pero es que me lo has hecho pasar muy mal.

Gruñendo, me estrechó con fuerza.

—Entonces, ¿todo bien entre nosotras?

Arrugué la nariz.

—Quizá no con lo del teléfono de prepago. El seguimiento por el móvil es de locos. No me mola nada.

—Es temporal.

—Lo sé, pero...

Me puso una mano en la boca.

—Te he dejado instrucciones en el bolso de cómo rastrear mi teléfono.

Aquello me dejó sin palabras.

Santana esbozó una sonrisa de satisfacción.

—No tan mala idea, por otro lado.

—Calla. —Me aparté de ella y le di una palmada en el hombro—. Somos totalmente disfuncionales.

—Yo prefiero el término de «conducta selectivamente desviada», pero que quede entre nosotras.

La chifladura que había sentido momentos antes se evaporó, sustituida por una oleada de pánico al recordar que estábamos ocultando nuestra relación. ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a verla? ¿Días? No volver a vivir lo que había vivido las últimas semanas. Sólo de pensar en estar sin ella durante cualquier periodo de tiempo me ponía mala.

Tuve que tragarme el nudo que tenía en la garganta para preguntarle:

— ¿Cuándo podremos estar juntas otra vez?

—Esta noche, Britt. —Había preocupación en sus ojos—. Me duele esa mirada tuya.

—Sólo quiero que estés conmigo —susurré, notando en los ojos el escozor de las lágrimas otra vez—. Te necesito.

Santana me acarició la mejilla con las yemas de los dedos.

—Tú estabas conmigo. Constantemente. No dejé de pensar en ti ni un segundo. Soy tuya, Britt. Esté donde esté, te pertenezco.

Me abandoné a su caricia, empapándome de ella, para que me desaparecieran todos los temores.

—Pero Emily se acabó, No puedo soportarlo.

—Se acabó —accedió, sobresaltándome—. Ya se lo he dicho. Confiaba en que pudiéramos ser amigas, pero ella quiere lo que en el pasado hubo entre las dos, y yo te quiero a ti.

—La noche en que murió Nathan... ella era tu coartada. —No pude continuar. Me hacía daño pensar en cómo habría pasado todas aquellas horas con ella.

—No, mi coartada fue el incendio de la cocina. Me llevó gran parte de la noche tratar con el Cuerpo de Bomberos, la compañía de seguros y organizar todos los preparativos para el servicio de comidas Emily estuvo conmigo durante una parte de todo eso, y, cuando se marchó, había suficiente personal que confirmara mi paradero.

El alivio que sentí debió de notárseme en la cara, porque a Santana se le suavizó la mirada y se le llenó de la pena que ya le había visto tantas veces.

Se levantó y me tendió una mano para ayudarme a hacer otro tanto.

—A tu nueva vecina le gustaría invitarte a cenar en su casa esta noche. Digamos que a las ocho. Encontrarás la llave, junto con la de su ático, en tu llavero.

Le agarré la mano e intenté levantar los ánimos respondiendo con una broma.

—Está buenísima, Me pregunto si estará por la labor la primera noche.

Me dedicó una sonrisa tan pícara que me puso a mil por hora.

—Creo que las posibilidades de que eches un polvo esta noche son muy altas.

Suspiré aparatosamente.

— ¡Qué romántica!

—Te voy a dar a ti romance. —Me acercó a ella y, como en un baile, me inclinó hacia atrás con suma facilidad.

Apretada contra ella desde las caderas a los tobillos y arqueada hacia atrás, dibujando una curva de rendimiento, noté cómo se me abría la bata, dejando mis pechos al descubierto ella hizo que me inclinara aún más, hasta que mi sexo, dolorido, terminó abrazando su muslo y no pude evitar ser súper consciente de la fuerza de su cuerpo mientras sostenía mi peso además del suyo.

Y así de deprisa, me sedujo. A pesar de las horas de placer y de un reciente orgasmo, estaba lista para ella en aquel momento, excitada por su destreza, por la seguridad en sí misma, el control que tenía de sí y de mí misma.

Me deslicé por su pierna lentamente, lamiéndome los labios ella gruñó y me cubrió el pezón con la ardiente humedad de su boca, acosándome la endurecida punta con la lengua. Sin esfuerzo me sostuvo, me excitó, me poseyó.

Cerré los ojos y, con un gemido, me rendí.

Debido al calor y a la humedad, decidí ponerme un vestido tubo de lino y recogerme el pelo en una cola de caballo. Completé el atuendo con unos pendientes de aro y me maquillé muy ligeramente.

Todo había cambiado Santana y yo volvíamos a estar juntas. Ahora vivía en un mundo en el que ya no estaba Nathan Barker. Nunca más doblaría una esquina y me encontraría con él. Nunca más aparecería en la puerta de mi casa como salido de la nada. Ya no tendría que preocuparme de que Santana averiguara cosas de mi pasado que abrieran una brecha entre nosotras. No había nada que no supiera y me quería de todas formas.

Pero la paz en ciernes que surgió con esa nueva realidad venía acompañada del temor por Santana: necesitaba tener la certeza de que se libraría de ser encausada. ¿Cómo podría demostrarse su inocencia en un crimen que realmente había cometido? ¿Íbamos a tener que vivir con el miedo permanente a que lo que hizo nos persiguiera de por vida? ¿Y cómo nos había cambiado ese acto? Porque de ninguna manera podríamos volver a ser quienes habíamos sido, y menos después de algo de semejante calibre.

Salí de la habitación y me dispuse a ir a trabajar, alegrándome de las horas de distracción que me esperaban en Waters Field & Leaman, una de las agencias de publicidad más importantes del país. Cuando fui a coger el bolso del mostrador de desayuno, me encontré a Rachel en la cocina. Saltaba a la vista que había estado tan Ocupada, con mayúscula, como yo.

Estaba apoyada en la encimera, agarrado al borde, mientras su amigo, Finn, le rodeaba la cara con las manos y la besaba con pasión Finn estaba completamente vestido con un vaquero y una camisa, mientras que Rachel sólo llevaba unos pantalones deportivos muy sexys que le quedaban a la altura de las caderas y un top. Ambas tenían los ojos cerrados y se les veía muy ensimismados el uno en el otro para darse cuenta de que no estaban solos.

Era una grosería mirar, pero no pude evitarlo. Primero porque siempre me había parecido fascinante ver a dos personas atractivas montándoselo. Y segundo porque la postura de Rachel me resultaba muy reveladora. Tenía una expresión de vulnerabilidad en el rostro, pero el hecho de que estuviera agarrando la encimera, en lugar de al hombre al que amaba, delataba una distancia que no terminaba de desaparecer.

Cogí el bolso y, procurando no hacer ruido, salí de puntillas del apartamento.

Como no quería llegar completamente derretida al trabajo, tomé un taxi en lugar de ir caminando. Desde el asiento de atrás, vi aparecer el edificio Lópezfire de Santana Las brillantes e inconfundibles espirales azul zafiro albergaban tanto a López Industries como a Waters Field & Leaman.

Mi trabajo como ayudante del subdirector de cuentas Kurt Hummel era un sueño hecho realidad. Mientras que había quien —concretamente mi padrastro, el magnate Richard Stanton— no entendía por qué había aceptado un empleo de principiante, teniendo en cuenta las buenas relaciones y los recursos con que contaba, yo me sentía muy orgullosa de estar labrándome mi propio camino Kurt era un jefe estupendo, para formar y para delegar, lo que significaba que estaba aprendiendo mucho tanto de sus enseñanzas como de hacer cosas por mí misma.

El taxi dobló una esquina y se detuvo detrás de un Bentley monovolumen negro que yo conocía muy bien. Al verlo, el corazón me dio un vuelco, pues imaginé que Santana no andaría lejos.

Pagué al taxista y salí del frescor interior al húmedo y caluroso aire de primera hora de la mañana. Clavé los ojos en el Bentley con la esperanza de vislumbrar a Santana Era alucinante lo mucho que me excitaba la idea, sobre todo después de una noche revolcándome con ella en toda su gloriosa desnudez.

Con una sonrisa burlona, me dirigí hacia las puertas giratorias de marco dorado y entré al gran vestíbulo. Si un edificio podía encarnar a una mujer, el Lópezfire lo hacía con Santana Los suelos y las paredes de mármol irradiaban poder y riqueza, mientras que el exterior de cristal azul cobalto era tan llamativo como los vestidos de Santana En general, el Lópezfire era elegante y sexy, oscuro y peligroso... como la mujer que lo había creado. Me encantaba trabajar allí.

Pasé por los torniquetes de seguridad y tomé el ascensor hasta el vigésimo piso. Cuando salí de la cabina, divisé a Megumi, la recepcionista. Presionó el botón para abrirme las puertas de seguridad y se levantó cuando me acercaba.

—Hola —me saludó, tan elegante ella con sus pantalones negros y una blusa de seda dorada sin mangas. Sus oscuros ojos endrinos le centelleaban de entusiasmo y llevaba sus bonitos labios pintados de un atrevido color rojo—. Quería preguntarte qué vas a hacer el sábado por la noche.

—Oh... —Quería pasarlo con Santana, pero nada garantizaba que eso fuera a suceder—. No sé. No tengo planes todavía. ¿Por qué?

—Una de las amigas de Caroline se va a casar y tienen una despedida de soltera el sábado. Si me quedo en casa, me vuelvo loca.

— ¿Caroline es la de la cita a ciegas? —le pregunté, sabiendo que salía con una chica con quien su compañera de piso le había apañado una cita.

—Sí. —Por un momento a Megumi se le iluminó la cara—. Realmente me gusta y creo que yo también le gusto a ella, pero...

—Sigue —la animé.

Alzó un hombro en un gesto de resignación y desvió la mirada.

—Tiene fobia al compromiso. Sé que está loca por mí, pero no deja de decir que la cosa no va en serio y que sencillamente lo estamos pasando bien. Pero pasamos mucho tiempo juntas —arguyó—. Ha reorganizado su vida para estar conmigo más a menudo. Y no sólo físicamente.

Torcí el gesto con cierta pena, pues conocía a ese tipo de mujer No era fácil salir de esa clase de relaciones. Las señales contradictorias mantenían altas la emoción y la adrenalina, y era difícil renunciar a la posibilidad de que la chica aceptara el riesgo. ¿Qué chica no quería alcanzar lo inalcanzable?

—Me apunto para salir este sábado —respondí, haciéndole ver que podía contar conmigo—. ¿Qué se te ha ocurrido?

—Beber, bailar, desmadrarnos... —Megumi recuperó la sonrisa—. A lo mejor hasta encontramos a alguna tía buena que te consuele.

—Ehh... — ¡Ahí va! ¡Menuda complicación!—. La verdad es que estoy muy bien así.

Me miró con el ceño fruncido.

—Pareces cansada.

Me he pasado la noche entera copulando con Santana López...

—Ayer tuve una clase de Krav Maga muy dura.

— ¿Qué? Da igual. En cualquier caso, tampoco te hará daño ver cómo está el panorama, ¿no?

Me moví la cinta del bolso en el hombro.

—Nada de sustitutas —insistí.

— ¡Oye! —Se puso las manos en las caderas—Sólo te estoy sugiriendo que te abras a la posibilidad de conocer a alguien. Sé que Santana López ha debido de poner muy alto el listón, pero, hazme caso, no hay mejor venganza que seguir adelante.

Eso me hizo sonreír.

—No me cerraré a nada —respondí para salir del atolladero.

Sonó el teléfono de su mesa y me despedí con un gesto de la mano al tiempo que me dirigía por el pasillo hacia mi cubículo. Necesitaba un poco de tiempo para pensar en cómo desempeñar el papel de mujer sin pareja estando tan enganchada como estaba. Si Santana me pertenecía, ella me poseía a mí. No me imaginaba con nadie más.

Estaba pensando en cómo mencionar a Santana el asunto del sábado por la noche cuando oí que Megumi me llamaba por detrás. Me di la vuelta.

—Tengo una llamada en espera para ti —dijo—. Y confío en que sea personal, porque tiene una voz endiabladamente sexy. Suena a S-E-X-O bañado en chocolate y cubierto de nata.
Se me erizó el vello de la nuca.

— ¿Te ha dicho cómo se llama?

—Sí, Kitty Wilde.

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Hola Hola!

Bueno chicas un nuevo capitulo :) espero que les guste y que me dejen sus comentarios FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557 FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

PD: Que piensan de Kitty?

Saludos y Besos
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Mensaje por 3:) Jue Nov 20, 2014 7:54 pm

holap dan,...

mmm britt ya sabe como paso lo de nathan,.....
amor clandestino por ahora,... va a estar divertido!!! jajaja
y kitty?????? a ver que pasa!!!!

nos vemos!!!
3:)
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Mensaje por micky morales Jue Nov 20, 2014 8:16 pm

que hace esa kitty fastidiando? excelente y caliente capitulo, hasta pronto, espero!
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Mensaje por monica.santander Vie Nov 21, 2014 1:28 am

Y ahora Kitty quiere meter diente en Britt ya que supuestamente  esta sola!
saludos
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Mensaje por Dani(: Lun Nov 24, 2014 6:45 pm

3:) escribió:holap dan,...

mmm britt ya sabe como paso lo de nathan,.....
amor clandestino por ahora,... va a estar divertido!!! jajaja
y kitty?????? a ver que pasa!!!!

nos vemos!!!

Hola Hola!
Era necesario que san se lo dijiera ! y mmmmm amor clandestino :P y mmm ya veremos que hace britt!

Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

micky morales escribió:que hace esa kitty fastidiando? excelente y caliente capitulo, hasta pronto, espero!

Hola Hola!
MMMM ya veremos que hace jajajaja ! hace calor x ahi no ? jajajaja

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monica.santander escribió:Y ahora Kitty quiere meter diente en Britt ya que supuestamente  esta sola!
saludos

Hola Hola!
MMMMMMMMMMMM ya veremos jajajaja

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Mensaje por Dani(: Lun Nov 24, 2014 7:20 pm

Capítulo 4


Llegué a mi mesa y me dejé caer en la silla tenía las palmas de las manos húmedas sólo de pensar en hablar con Kitty, y me armé de valor para la pequeña emoción que me produciría hablar con ella y el sentimiento de culpa que la seguiría. No se trataba de que quisiera recuperarla ni de que quisiera estar con ella Sencillamente hubo algo entre nosotras y una cierta atracción sexual que fue puramente hormonal. No podía evitarlo, pero tampoco iba a hacer nada al respecto.

Dejé mi bolso y la bolsa en la que llevaba unos zapatos planos en un cajón de la mesa, paseando la mirada por el collage enmarcado de fotos de Santana y de mí juntas. Me lo había regalado para que no dejara de pensar en ella en ningún momento..., como si eso fuera posible. Si hasta soñaba con ella.

Sonó mi teléfono. La llamada redirigida desde recepción Kitty no se había dado por vencida. Estaba decidida a considerarla como una llamada profesional, con el fin de recordarle que me encontraba en el trabajo y que las conversaciones personales estaban fuera de lugar.

—Oficina de Kurt Hummel, Brittany Pierce al habla —respondí.

—Britt ¿Qué tal? Soy Kitty.

Cerré los ojos mientras asimilaba aquella voz del tipo que sonaba a S-E-X-O cubierto de chocolate. Sonaba incluso más decadente y sexual que cuando cantaba, lo cual había contribuido a lanzar a su banda, los Six-Ninths, al borde del estrellato. Había firmado un contrato con Vidal Records, la compañía discográfica que dirigía el padrastro de Santana, Christopher Vidal sénior, una compañía de la que inexplicablemente Santana era accionista mayoritaria.

Hablando de que el mundo es un pañuelo.

—Hola —la saludé—. ¿Cómo va la gira?

—Increíble, Todavía ando un poco perdida, la verdad.

—Llevabas mucho tiempo queriéndolo y te lo mereces. Disfruta de ello.

—Gracias. —Se quedó callada unos instantes, y en ese espacio de tiempo, me la imaginé.

La última vez que la vi tenía un aspecto imponente, las puntas teñidas de platino, y los ojos enrojecidos de lo que me deseaba. Era mediana y con curvas sin ser falsa, con el cuerpo trabajado por la actividad constante y las exigencias de ser una estrella del rock.
Tenía la piel blanca cubierta de tatuajes, y piercings en los pezones, que aprendí a chupar cuando quería sentir sus dedos dentro de mí...

Pero no le llegaba a Santana ni a la suela de los zapatos Kitty podía gustarme como a cualquier otra mujer con sangre en las venas, pero Santana era un mundo aparte.

—Oye —dijo Britt—, ya sé que estás trabajando, así que no quiero entretenerte. Vuelvo a Nueva York y me gustaría verte.

Crucé los tobillos.

—No creo que sea buena idea.

—Vamos a estrenar el vídeo musical de «Rubia» en Times Square —siguió—. Me gustaría que estuvieras allí conmigo.

—Allí con... ¡Vaya! —Me froté la frente. Momentáneamente desconcertada por su petición, decidí pensar en lo mucho que me daba la lata mi madre por frotarme la cara, pues aseguraba que era la mejor forma de que te salieran arrugas—. Me halaga mucho que me lo pidas, pero me gustaría saber... si te mola que seamos sólo amigas.

— ¡Joder, no! —Se rio—. Chica, estás soltera. La pérdida de López es mi ganancia.

¡Mierda! Hacía ya casi tres semanas que habían aparecido en los blogs de cotilleos las primeras imágenes de la escenificada reconciliación de Santana y Emily Al parecer, todo el mundo había decidido que ya era hora de que me enrollara con otra tía.

—No es tan fácil. No estoy lista para otra relación, Kitty.

—Te estoy pidiendo una cita, no un compromiso para toda la vida.

—Kitty, en serio...

—Tienes que ir, Britt —insistió con aquel susurro seductor con el que siempre conseguía que me bajara las bragas—. Es tu canción. No aceptaré un no por respuesta.

—No te quedará más remedio.

—Me dolería mucho que no fueras —dijo con voz queda—. Y no es broma. Iremos en plan de amigas, si hace falta, pero tienes que ir.

Dejé escapar un hondo suspiro, echando la cabeza hacia atrás.

—No quiero que te hagas ilusiones. —Ni cabrear a Santana...

—Te prometo que me lo tomaré como un favor entre amigas.

Ya, y una mierda. No respondí.

No se dio por vencida, Nunca lo haría.

— ¿Vale? —machacó.

Alguien me puso una taza de café en la mesa y, al levantar la vista, me encontré con Kurt a mis espaldas.

—Vale —cedí, más que nada porque tenía que trabajar.

—Sííí. —Había un tono triunfal en su voz, que sonó como acompañado por un gesto de victoria con el puño—. Podría ser tanto el jueves como el viernes por la noche; aún no estoy segura. Dame tu número de móvil y te mandaré un mensaje de texto cuando lo sepa a ciencia cierta.

Se lo recité de un tirón.

— ¿Lo has cogido? Tengo que colgar.

—Que tengas un día estupendo en el curro —dijo, haciéndome sentir mal por meterle prisa y ser antipática. Era una chica maja y podría haber sido una buena amiga, pero esa posibilidad se fue al garete en el día en que la besé.

—Gracias. Me alegro mucho por ti, Kitty. Adiós. —Puse el auricular en su soporte y sonreí a Kurt—. Buenos días.

— ¿Va todo bien? —preguntó, con un ceño ligeramente fruncido que le ensombrecía los ojos. Vestía un traje azul marino con una corbata de color morado oscuro que hacía resaltar su tez Blanca.

—Sí. Gracias por el café.

—De nada. ¿Lista para trabajar?

—Por supuesto —respondí con una sonrisa.

No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que a Kurt le pasaba algo. Se le veía distraído y malhumorado, lo que no era muy propio de él. Estábamos trabajando en la campaña de un software para el aprendizaje de lenguas extranjeras, pero no ponía mucho interés. Le propuse que habláramos un poco sobre la campaña en la que se animaba a consumir productos autóctonos, pero no sirvió de nada.

— ¿Te pasa algo? —pregunté finalmente, metiéndome, incómoda, en el terreno de la amistad, donde ambos procurábamos no entrar en horas de trabajo.

Dejábamos el trabajo a un lado cada dos semanas, cuando me invitaba a almorzar con su pareja, Blaine, pero con la prudencia de no salirnos de nuestros papeles de jefe y subordinada. Yo lo agradecía muchísimo, dado que Kurt sabía que mi padrastro era rico.

No quería que nadie me tuviera unas consideraciones que no me había ganado.

— ¿Qué? —Levantó la mirada hacia mí y luego se pasó una mano por el pelo— Perdona.
Dejé la tableta en las piernas—Pareces preocupado por algo.

Él se encogió de hombros, haciendo rodar hacia atrás y hacia delante su silla Aeron.

—El domingo es mi séptimo aniversario con Blaine.

—Eso es estupendo —exclamé, sonriendo. De todas las parejas que había conocido en mi vida, Kurt y Blaine era la más estable y cariñosa—. Felicidades.

—Gracias —respondió, esforzándose por esbozar una sonrisa.

— ¿Vais a salir? ¿Has hecho alguna reserva o quieres que me encargue yo de ello?
Meneó la cabeza.

—No hay nada decidido. No sé qué sería mejor.

— ¿Por qué no pensamos en algo? Yo no he tenido muchos aniversarios, me apena reconocer; pero a mi madre se le dan de muerte, y tengo alguna idea.

Tras haber sido el florero de tres maridos ricos, Mónica Stanton podría haberse dedicado a organizar eventos si, en algún momento, hubiera tenido que ganarse la vida.

— ¿Prefieres algo íntimo? —Le sugerí—, ¿sólo para vosotros dos? ¿O una fiesta con los amigos y la familia? ¿Acostumbráis a haceros regalos?

— ¡Quiero casarme! —soltó de repente.

—Ah. Vale. —Me eché hacia atrás en la silla—En romanticismo me ganas por goleada.
Kurt se rio sin ganas y a continuación me miró con tristeza.

—Debería ser romántico. Dios sabe que cuando Blaine me lo pidió hace unos años, todo fueron corazones y flores. Ya sabes lo melodramático que es. Fue a por todas.

Le miré con un parpadeo de perplejidad.

— ¿Le dijiste que no?

—Le dije que aún no. Estaba empezando a irme bien aquí, en la agencia, a él estaban empezando a llegarle algunos encargos francamente lucrativos, y los dos estábamos recuperándonos de una dolorosa ruptura. No parecía el momento más apropiado y no terminaba de entender sus razones para querer casarse.

—Eso nadie lo sabe nunca con seguridad —dije en voz baja, más para mí misma que para él.

—Pero yo no quería que pensara que dudaba de nosotros —continuó Kurt, como si no me hubiera oído—, así que me escudé en la institución del matrimonio, como un gilipollas.
Contuve una sonrisa.

—Tú no eres un gilipollas.

—En los últimos años no ha dejado de repetir lo acertado que estuve al decir que no.

—Pero no te negaste en redondo. Lo que le dijiste fue que no era el momento, ¿verdad?

—No lo sé. Ya no sé lo que le dije. —Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa y tapándose la cara con las manos. La voz se le oía queda y apagada—. Me dio miedo. Tenía veinticuatro años. Tal vez haya personas que se sientan preparadas para esa clase de compromiso a esa edad, pero yo..., yo no lo estaba.

— ¿Y ahora que tienes veintiocho sí lo estás? —La misma edad que Santana Y pensar en ello me estremeció, en parte porque yo tenía la misma edad que kurt cuando respondió que aún no era el momento, y podía comprenderlo.

—Sí. —Kurt levantó la cabeza y me miró—. Estoy más que preparado. Es como si hubiera empezado la cuenta atrás y yo estuviera cada vez más impaciente. Pero me temo que va a decir que no. Quizá su momento fue cuatro años atrás y ahora ya ha pasado completamente.

—Ya sé que parecerá una perogrullada, pero no lo sabrás mientras no se lo preguntes —y esbocé una tranquilizadora sonrisa—. Él te quiere. Y mucho. Creo que las probabilidades que tienes de oír un sí son muy altas.

Él sonrió, dejando entrever unos dientes torcidos encantadores.

—Ya me dirás si quieres que me encargue de la reserva.

—Te lo agradezco. —Se le serenó la expresión—. Siento mucho sacar este tema cuando tú estás pasando por una ruptura complicada.

—No te preocupes por mí. Estoy bien.

Kurt se me quedó mirando unos instantes, y asintió.

— ¿Almorzamos juntos?

Levanté la vista hacia el rostro serio de Bette, Bette era la última ayudante que había llegado a Waters Field & Leaman y le había estado ayudando a aclimatarse. Lucía unas gafas oscuras de montura cuadrada que le daban un aire ligeramente beatnik retro que la favorecía.

—Claro. ¿Qué te apetece?

—Pasta y pan. Y tarta. Y a lo mejor una patata asada.

Enarqué las cejas.

—Vale. Pero si luego acabo amodorrada y babeando encima de la mesa, espero que me saques del atolladero ante Kurt.

—Eres una santa, Britt Natalie está siguiendo una dieta baja en carbohidratos y no puedo pasar un día más sin almidón y sin azúcar. Mírame, me estoy quedando escuchimizada.

Por lo que ella contaba, Bette y su novia del instituto, Natalie, parecían llevarse muy bien. Nunca he dudado de que ella bebiera los vientos por ella —y daba la impresión de que ella hacía otro tanto—, aunque se quejara cariñosamente de su preocupación por pequeñeces.

—Eso está hecho —dije, sintiéndome un poco triste de repente. Estar separada de Santana era una tortura, sobre todo cuando me encontraba rodeaba de amigos que tenían sus propias relaciones.

Era casi mediodía, y mientras esperaba a Bette envié un rápido mensaje de texto a Shawna —la casi cuñada de Kurt—para preguntarle si se apuntaba a una juerga de chicas el sábado por la noche. Acababa de pulsar la tecla de enviar cuando sonó el teléfono de mi mesa.

—Oficina de Kurt Hummel —respondí enérgicamente.

—Brittany.

Me dio un escalofrío al oír la voz ronca y grave de Santana.

—Hola, campeona.

—Dime que estamos bien.

Me mordí el labio inferior, con el corazón hecho un gurruño el que no pudiéramos estar juntas debía de estar causándole el mismo desasosiego que a mí.

—Claro que lo estamos ¿Acaso no te lo parece? ¿Ocurre algo?

—No. —Hizo una pausa—. Tenía que oírtelo otra vez.

— ¿No quedó claro ayer? —Cuando te clavaba las uñas en la espalda...—. ¿O esta mañana? —Cuando me postré ante ti.

—Quería oírtelo decir cuando no estás mirándome. —La voz de Santana me acariciaba los sentidos? Me excité tanto que me dio vergüenza.

—Lo siento —susurré, sintiéndome incómoda—. Sé que te molesta que las mujeres te cosifiquen. No deberías aguantármelo.

—Nunca me quejaría de ser lo que tú quieras que sea, Britt. Por Dios —dijo con brusquedad en la voz—. Me encanta que te guste lo que ves, porque bien sabe Dios lo que a mí me gusta mirarte.

Cerré los ojos ante la oleada de anhelo que me invadía. Saber lo que ahora sabía —que yo era fundamental para ella— me hacía mucho más difícil no estar con ella.

—Te echo mucho de menos. Y resulta extraño porque todo el mundo cree que hemos roto y que tengo que seguir adelante...

— ¡No! —Esa única palabra sonó como una explosión, con tanta fuerza que di un respingo—. Maldita sea. Espérame, Britt. Yo te he esperado toda la vida.

Tragué saliva y, al abrir los ojos, vi que Bette venía hacia mí. Bajé la voz.

—Te esperaré siempre, mientras seas mía.

—No será para siempre. Estoy haciendo todo lo que puedo. Confía en mí.

—Confío en ti.

De fondo se oyó el pitido de otro teléfono que reclamaba su atención.

—Te veré a las ocho en punto —dijo Santana bruscamente.

—Sí.

Se cortó la conexión, y me sentí sola al instante.

— ¿Lista para papear? —preguntó Bette, frotándose las manos, disfrutando de la comida antes de tiempo. Megumi había ido a almorzar con su fóbica-al-compromiso. Así que éramos Bette, yo y toda la pasta que pudiera comer en una hora.

Pensando que una buena modorra inducida por ingesta de carbohidratos era lo que a lo mejor necesitaba, me levanté y dije:

— ¡Qué demonios, sí!

Cuando volvíamos de almorzar, me compré una bebida energética sin carbohidratos en una tienda. Poco antes de las cinco de la tarde, ya sabía que iba a ir a darle a la cinta de correr en cuanto saliera de trabajar.

Era socia de Equinox, pero realmente quería ir a un gimnasio López Trainer. Me afectaba mucho el que Santana y yo tuviéramos que estar separadas, y pasar un rato en un lugar que me traía tan buenos recuerdos me ayudaría a sobrellevarlo. Además, era una cuestión de lealtad Santana era mi pareja. Iba a hacer todo lo posible por pasar el resto de mi vida con ella. Para mí eso suponía apoyarle en todo lo que hiciera.

Volví andando a casa, a riesgo de marchitarme por el camino; pero no importaba, ya que, de todas formas, iba a sudar la gota gorda en el gimnasio. Cuando salí del ascensor en la planta de mi apartamento, se me fueron los ojos hacia la puerta de al lado. Jugueteé con la llave que Santana me había dado. Se me pasó por la cabeza la idea de entrar a echar un vistazo a su apartamento. ¿Sería parecido al de la Quinta Avenida? ¿O muy diferente?

El ático de Santana era impresionante, con arquitectura de preguerra y todo el encanto del viejo mundo. Era un espacio que destilaba abundancia, sin dejar por ello de ser cálido y acogedor. Me resultaba igual de fácil imaginar a niños correteando por allí que a dignatarios extranjeros.

¿Cómo sería aquel alojamiento temporal? ¿Con escasos muebles, nada de arte y una exigua cocina? ¿Habría llegado a instalarse?

Me detuve ante la puerta de mi apartamento y, después de debatirme en la duda, resistí la tentación. Quería que ella me invitase a pasar.

Al entrar en el salón de mi casa, oí una risa femenina. No me sorprendió encontrarme con una rubia de piernas largas acurrucada al lado de Rachel en mi sofá blanco, con la mano en su regazo, acariciándola a través de los pantalones de deporte. Mi compañera de piso seguía sin camisa solo con un top, rodeando con los brazos a Quinn Fabray, acariciándole lánguidamente los bíceps.

—Hola, nena —me saludó con una sonrisa—. ¿Qué tal el curro?

—Como siempre. Hola, Quinn.

Ésta me respondió con un gesto de la barbilla. Era una mujer despampanante, lo cual era de esperar, dado que era modelo. Dejando a un lado su aspecto, al principio no me cayó muy bien y seguía sin hacerlo. Pero viendo a Rachel, tenía que reconocer que a lo mejor ella le venía bien de momento.

Ya le habían desaparecido los moratones; pero aún estaba recuperándose de una brutal paliza, una emboscada de Nathan que había desencadenado todos los acontecimientos que ahora me separaban de Santana.

—Voy a cambiarme para irme al gimnasio —dije, dirigiéndome hacia el pasillo.

—Espera un momento, que tengo que hablar con mi niña —oí que Rachel le decía a Quinn.
Entré en mi habitación y tiré el bolso encima de la cama. Estaba hurgando en mi armario cuando Rachel apareció en la entrada.

— ¿Qué tal estás? —le pregunté.

—Mejor. —Sus ojos tenían un brillo de picardía—. ¿Y tú?

—Mejor.

Cruzó los brazos sobre sus pechos.

— ¿Es eso gracias a quienquiera que estuviera tricotando contigo anoche?

Cerré el cajón empujando con la cadera.

— ¿Lo dices en serio? —repliqué—. Yo no te oigo a ti cuando estás en tu habitación. ¿Cómo es que me oyes tú a mí en la mía?

Se dio unos golpecitos en la sien.

—Tengo un radar para el sexo.

— ¿Qué quieres decir con eso? ¿Que no tengo uno yo también?

—Más bien que López te provocó un cortocircuito durante uno de sus sexatones. Aún no te has recuperado de esa mujer Ojalá se inclinara de mi lado y me agotara a mí.

Le arrojé mi sujetador deportivo.

Lo cogió con destreza, riéndose.

—Bueno, ¿quién era?

Me mordí el labio, no queriendo mentir a la única persona que siempre me había dicho la verdad aunque doliera. Pero no me quedaba más remedio.

—Una tipa que trabaja en el Lópezfire.

Desvaneciéndosele la sonrisa, Rachel entró en la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.

— ¿Y sencillamente te levantaste y decidiste traértela a casa y pasarte la noche follando con ella? Yo creía que habías ido a clase de Krav Maga.

—Y así fue. Vive por aquí cerca y me la encontré después de clase. Una cosa llevó a la otra...

— ¿Debería preocuparme? —Me preguntó en voz baja, escrutándome cuando me devolvía el sujetador—. Tú no te habías tirado a nadie así, por las buenas, desde hacía mucho tiempo.

—No se trata de eso, exactamente. —Me obligué a sostener la mirada a Rachel, sabiendo que, de no hacerlo, nunca me creería—. Estoy... saliendo con ella Esta noche vamos a cenar juntas.

— ¿Voy a conocerla?

—Claro, pero no hoy. Voy a ir a su casa.

Frunció los labios.

—Hay algo que no me estás contando. Suéltalo.

Eludí la pregunta.

—Esta mañana te vi besando a Finn en la cocina.

—Vale.

— ¿Va todo bien entre vosotros?

—No puedo quejarme.

¡Caray! Cuando Rachel se olía algo, no había manera de engañarle. Salí por donde pude.

—Hoy he hablado con Kitty —dije todo lo despreocupadamente que fui capaz, procurando no darle demasiada importancia—. Me llamó al trabajo. Y no, no era la tipa de anoche.

— ¿Qué quería? —preguntó, alzando las cejas.

Me quité los zapatos y me dirigí al baño a lavarme la cara.

—Viene a Nueva York para estrenar el vídeo musical de «Rubia». Me ha pedido que vaya con ella.

—Britt... —empezó a decir, en ese tono de advertencia que Las madres reservan para los niños mimados.

—Me gustaría que vinieras conmigo.

Eso la frenó un poco.

— ¿De carabina? ¿No te fías de ti misma?

Miré su reflejo en el espejo.

—No voy a volver con ella, Rach Para empezar, tampoco es que hayamos estado nunca juntas realmente, así que deja de preocuparte por eso. Quiero que vayas porque creo que te lo pasarás bien y porque no quiero que Kitty se haga ilusiones ella ha accedido a que vayamos como amigas, pero creo que habrá que repetirle la idea unas cuantas veces para que se le meta en la cabeza. Y para ser justos.

—Tendrías que haberte negado.

—Lo intenté.

—Nena, un no es un no. No es tan difícil.

— ¡Cállate! —Me froté un ojo con un algodón desmaquillador—. Bastante malo es ya que me sienta culpable por ir. Tú pensaste que me divertiría yendo a aquel concierto sin saber a quién me encontraría allí. Así que deja de darme la barrila.

Que ya lo hará Santana.

Rachel frunció el ceño.

— ¿Y de qué demonios tienes que sentirte culpable?

— ¡A Kitty le zurraron por mi culpa!

—De eso, nada. Le zurraron por besar a una chica guapa sin pensar en las consecuencias. Tendría que haberse imaginado que estabas con alguien. ¿Y se puede saber qué mosca te ha picado?

—No necesito ninguna monserga sobre Kitty, ¿vale? —Lo que necesitaba era que Rachel supiera de mi relación con Santana y las preocupaciones que tenía, pero no podía pedir ayuda a mi mejor amiga. Eso hacía que todo lo que iba mal en mi vida fuera aún más desasosegante. Me sentía completamente sola y a la deriva—. Ya te he dicho que no pienso pasar por ahí otra vez.

—Me alegra oírlo.

Le conté parte de la verdad porque sabía que ella no me juzgaría.

—Sigo enamorada de Santana.

—Ya lo sé —respondió, sin más—. Por si sirve de algo, estoy segura de que vuestra ruptura le está reconcomiendo a ella también.

La abracé.

—Gracias.

— ¿Por qué?

—Por ser tú.

Soltó un bufido.

—No estoy diciendo que debas esperarla. No importa tras lo que se ande López... Allá ella si se duerme en los laureles. Pero no creo que estés preparada para meterte en la cama de otra. Tú no puedes andar por ahí acostándote con cualquiera, Britt. El sexo significa algo para ti; por eso lo pasas tan mal cuando lo vas regalando.

—Es cierto, nunca funciona —coincidí, mientras terminaba de lavarme la cara—. ¿Vendrás conmigo al estreno del vídeo?

—Claro que iré.

— ¿Quieres llevar a Finn o a Quinn?

Negando con la cabeza, se volvió hacia el espejo y se arregló el pelo con varias expertas pasadas de la mano.

—Entonces sería como una cita doble. Mejor si yo soy la tercera rueda. Más impactante.
Observé su reflejo, esbozando una cariñosa sonrisa.

—Te quiero.

Ella me tiró un beso.

—Cuídate, nena. Es lo único que te pido.

El regalo que más me gustaba hacer cuando alguien inauguraba casa era unas copas de Martini Waterford. Para mí eran la combinación perfecta de elegancia, alegría y utilidad. Había regalado un juego a una amiga de la universidad que no tenía ni idea de lo que era el cristal de Waterford pero a la que encantaban los appletinis, martinis con aguardiente de manzana; y otro a mi madre, que no tomaba martinis pero le encantaba el cristal Waterford. Era un regalo que tampoco dudaría en hacer a Santana López, una mujer con más dinero de lo podía imaginarse.

Pero no era cristal lo que sostenía en las manos cuando llamé a su puerta.

Nerviosa, cambiaba el peso del cuerpo de un pie a otro y me pasaba la mano caderas abajo para estirarme el vestido. Me había emperifollado después de volver del gimnasio, empleándome a fondo en el peinado y la sombra de ojos color ceniza, correspondientes a la Nueva Britt El lápiz de labios rosa pálido era a prueba de besos, y llevaba un pequeño vestido negro de escote caído y con la espalda muy baja.

El corto vestido enseñaba mucha pierna, que yo realcé con unos Jimmy Choo sin puntera. Llevaba los aros de diamantes que me había puesto en nuestra primera cita y el anillo que ella me había regalado, una impresionante joya que tenía unos cordones de oro entrelazados con equis engarzadas en los diamantes, que representaban a Santana aferrándose a los distintos cabos de mi persona.

La puerta se abrió y yo me tambaleé un poco, asombrada ante la mujer guapísima y endiabladamente sexy que me recibió Santana debía de sentirse un poco nostálgica también, pues lucía el mismo jersey negro cuello V que se había puesto para ir al club donde en realidad empezó nuestra relación. Le quedaba de maravilla: la combinación perfecta entre atractiva informal y elegante. Conjuntado con unos pantalones gris grafito y descalza, el efecto que produjo en mí fue de puro y candente deseo.

— ¡Dios santo! —exclamó—. Estás increíble. La próxima vez avísame antes de que abra la puerta.

Yo sonreí.

—Hola, Oscura y Peligrosa.

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Hola Hola!

Bueeeeno chicas paso dejando otro capitulo :)

Espero sus comentarios FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557 FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

Saludos Y besos
FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557 FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 1206646864



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Mensaje por 3:) Lun Nov 24, 2014 8:58 pm

holap dan,...

amor clandestino por ahora jajajaja
Kitty al igual que Emily son una buena cuartada!!! nop?
Kurt y Blaine llegan al 7mo aniversario y yo no llego a el primer mes,.. eso es muy malo!!!

nos vemos!!!
3:)
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Mensaje por monica.santander Mar Nov 25, 2014 2:17 am

mmmmm que dira San cuando se entere que Britt se va a ver con Kitty!
Saludos
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Mensaje por micky morales Mar Nov 25, 2014 8:30 pm

como hara brittany para decirle a santana que saldra con kitty? por momentos me molestan un poco los pensamientos de britt acerca de kitty, parece que aun sintiera algo por ella, en fin, hasta pronto!
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Mensaje por Dani(: Vie Nov 28, 2014 4:09 pm

3:) escribió:holap dan,...

amor clandestino por ahora jajajaja
Kitty al igual que Emily son una buena cuartada!!! nop?
Kurt y Blaine llegan al 7mo aniversario y yo no llego a el primer mes,.. eso es muy malo!!!

nos vemos!!!

Hola Hola!

jajajajajja asi es ! y Exacto ! y JAJJAJAJAJAJ creo que ya somos dos !

Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

monica.santander escribió:mmmmm que dira San cuando se entere que Britt se va a ver con Kitty!
Saludos

Hola Hola!
mmmmmmmmmmmmmmmmm que no dira jajajaja

Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557

micky morales escribió:como hara brittany para decirle a santana que saldra con kitty? por momentos me molestan un poco los pensamientos de britt acerca de kitty, parece que aun sintiera algo por ella, en fin, hasta pronto!

Hola Hola!

mmmmmmm ya veremos ! y a veces pero Britt no la ama !

Saludos FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 918367557
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Mensaje por Dani(: Vie Nov 28, 2014 4:38 pm

Capítulo 5


Santana esbozó una sonrisa abrumadora al tenderme una mano cuando alcancé a tocarle la palma con los dedos, ella me agarró y tiró de mí hacia dentro, acercándome hasta posar sus labios delicadamente sobre los míos la puerta se cerró a mis espaldas y ella alargó el brazo para echar la llave, aislándonos del mundo.

Le agarré un trozo de jersey.

—Te has puesto mi jersey preferido.

—Lo sé. —De repente, en un movimiento no exento de gracia, se agachó y se puso mi mano, que sostenía, en el hombro.

—Ponte cómoda, cielo mío. Estos tacones no te harán falta hasta que no estés lista para follar.

Mi sexo se contrajo con anticipación.

— ¿Y si ya lo estoy?

—No lo estás, Lo sabrás cuando llegue el momento.

Trasladé el peso de mi cuerpo de un pie a otro cuando Santana me descalzaba.

— ¿Ah, sí? ¿Cómo?

Alzó la cabeza y me miró con aquellos ojos tan cafés estaba casi de rodillas, quitándome los zapatos; sin embargo, el control que tenía de sí misma y de mí era innegable.

—Estaré metiendo mis dedos dentro de ti

Cambié el peso de mi cuerpo de un pie a otro pero esta vez por otra razón. Sí, por favor.

Se enderezó, y de nuevo su figura surgió imponente ante mí. Me pasó las yemas de los dedos por la mejilla.

— ¿Qué tienes en la bolsa?

— ¡Ah! —Me quité de la cabeza el hechizo sexual con el que me había encandilado—. Un regalo para tu nueva casa.

Miré a mí alrededor. Aquella vivienda era un reflejo de la mía. El apartamento era precioso y de lo más acogedor. En parte esperaba un espacio semipermanente, provisto sólo de lo más imprescindible. En cambio, era todo un hogar. Estaba iluminado con velas, que proyectaban una cálida luz dorada sobre unos muebles que reconocí porque eran de Santana y míos.

Anonadada, apenas me di cuenta cuando me cogió el regalo y el bolso de las manos.

Descalza, le rodeé al ver mis mesas auxiliares de centro y de rincón alrededor del sofá y las sillas; mi mueble de salón con sus objetos decorativos y fotos enmarcadas de los dos juntos; mis cortinas con su suelo no iluminado y sus lámparas de mesa.

En la pared, el lugar donde colgaría mi televisor de pantalla plana, había una enorme foto de mí lanzándole un beso, una copia mucho más grande de la que yo le regalé y que tenía en la mesa de su despacho del Lópezfire.

Me giré despacio, tratando de asimilar todo aquello. Ya me había sorprendido de aquella forma anteriormente, cuando recreó mi dormitorio en su ático, para proporcionarme un lugar conocido adonde acudir en los momentos difíciles.

— ¿Cuándo te has trasladado aquí? —Me encantaba. La mezcla de lo moderno tradicional por mi parte y la elegancia del viejo mundo por la suya de alguna manera resultaba perfecta había combinado los elementos adecuados para crear un espacio que era... nosotras.

—La semana que Rachel estuvo en el hospital.

Me quedé mirándola.

— ¿En serio?

Eso fue cuando Santana empezó a alejarse de mí, a rehuirme había comenzado a salir con Emily otra vez y no había manera de dar con ella.

Instalarse en este lugar debió de llevarle su tiempo también.

—Tenía que estar cerca de ti —dijo distraídamente, mirando en la bolsa—. Tenía que asegurarme de que podía llegar hasta ti con rapidez. Antes de que lo hiciera Nathan.

Me recorrió un escalofrío. En la época en la que más lejos sentía a Santana, ella estaba físicamente cerca. Velando por mí.

—Cuando te llamé desde el hospital —dije, tragando saliva—, había alguien contigo.

—Raúl. Él se encargó de coordinar el traslado. Tenía que estar todo terminado antes de que Rachel y tú volvierais a casa. —Me lanzó una mirada—. ¿Toallas, cielo? —preguntó, en tono más que burlón.

Sacó de la bolsa las toallas blancas con las palabras LÓPEZTRAINER bordadas en ellas. Las había adquirido en el gimnasio. En aquel momento me la imaginaba en un piso de soltera con lo más básico. Ahora resultaban ridículas.

—Lo siento —me disculpé, sin haberme recuperado aún de sus revelaciones sobre el apartamento—. Me había hecho una idea muy diferente de este lugar.

Cuando alargué la mano para coger las toallas, ella las apartó.

—Tus regalos son siempre un detalle. Cuéntame en qué pensabas cuando las compraste.

—Pensaba en hacer que pienses en mí.

—No hay momento del día en que no lo haga —susurró.

—Deja que te lo aclare: en mí, toda caliente y sudorosa y ansiosa por estar contigo.

—Hummm..., algo con lo que fantaseo a menudo.

De repente, me vino a la cabeza el recuerdo de Santana gratificándose en la ducha de mi casa. Realmente no había palabras para describir lo alucinante que fue aquella visión.

— ¿Piensas en mí cuando te tocas?

—Yo no me masturbo.

— ¿Qué? ¡Venga ya! Todas las tías lo hacemos.

Santana me cogió la mano y entrelazó sus dedos con los míos, luego me llevó a la cocina de donde emanaba un aroma celestial.

—Hablemos de vino.

— ¿Intentas conquistarme con alcohol?

—No. —Me soltó y dejó la bolsa con las toallas en la encimera—. Sé que la comida es el camino para llegarte al corazón.

Me senté en un taburete igual que los de mi apartamento, emocionada por aquella manera suya de hacerme sentir en casa.

— ¿Al corazón o a las bragas?

Ella sonrió mientras me servía una copa de vino tinto de una botella que había abierto previamente para que respirase.

—No llevas bragas.

—Tampoco llevo medias.

—Ten cuidado, Brittany. —Santana me lanzó una mirada adusta—. O desbaratarás mi intento de seducirte como mandan los cánones antes de montarte encima de todas las superficies planas de este apartamento.

Se me secó la boca. La expresión que tenía en los ojos cuando me alcanzó la copa de vino hizo que me ruborizara y se me fuera un poco la cabeza.

—Antes de conocerte —murmuró, con los labios en el borde de la copa—, me tocaba cada vez que me duchaba. Formaba parte del ritual, del mismo modo que lavarme el pelo.

Ya me parecía a mí Santana era una mujer muy sexual cuando estábamos juntas, follábamos antes de dormir, a primera hora de la mañana, y a veces encontrábamos el momento durante el día para echar un polvo rápido.

—Desde que te conozco, sólo lo he hecho una vez —continuó—. Y estabas conmigo.
Me quedé con la copa a medio camino de la boca.

— ¿De veras?

Tomé un sorbo mientras me daba tiempo para ordenar las ideas.

— ¿Y por qué has dejado de hacerlo? En las últimas semanas... no hemos estado juntas.
Esbozó un amago de sonrisa.

—No puedo desperdiciar ni una gota si quiero estar a tu altura.

Dejé la copa de vino y le di un empujón en el hombro.

— ¡Siempre te las arreglas para que parezca una ninfómana!

—Te gusta el sexo, cielo—ronroneó—. No hay nada malo en ello. Eres voraz e insaciable, y me encanta. Me encanta saber que, una vez que te penetro, me vas a dejar seca. Y que luego querrás hacerlo otra vez.

Sentí que me acaloraba.

—Para tu información te diré que, durante nuestra separación, no me toque Como no estábamos juntas, ni siquiera me apetecía.

Se inclinó hacia la encimera y apoyó un codo en el frío granito negro.

—Hmm.

—Me gusta follar contigo porque eres tú, no porque yo sea un zorrón devora tetas Si no te gusta, echa barriga o deja de ducharte o haz lo que te dé la gana. —Me bajé del taburete—. O sencillamente di que no, Santana.

Me fui al salón, tratando de librarme de la sensación de desasosiego que había tenido todo el día.

Santana me rodeó por detrás, deteniéndome a medio camino.

—Para —dijo, con aquel tono autoritario que siempre me enardecía.

Intenté zafarme.

—Vamos a ver, Brittany.

Me rendí, bajando las manos a ambos lados y agarrándome el vestido.

—Explícame qué demonios te pasa —dijo con voz serena.

Incliné la cabeza sin decir nada, porque no sabía qué decir. Tras un momento de silencio, ella me cogió entre sus brazos y me llevó al sofá. Se sentó y me colocó en su regazo. Yo me hice un ovillo.

— ¿Quieres pelea? —preguntó, apoyando la barbilla encima de mi cabeza.

—No —musité.

—Vale, Yo tampoco. —No dejaba de pasarme las manos por la espalda—. ¿Por qué no hablamos, entonces?

Apreté la nariz contra su cuello.

—Te quiero.

—Lo sé. —Inclinó la cabeza hacia atrás, dejándome sitio para acurrucarme.

—No soy adicta al sexo.

—No sé qué problema habría si lo fueras. Dios sabe que hacer el amor contigo es lo que más me gusta en el mundo. De hecho, si alguna vez quisieras que me ocupara de ti con más frecuencia, sería capaz de reorganizar mi agenda de manera que pudiera acostarme contigo en horas de trabajo.

— ¡Dios santo! —Le pellizqué con los dientes, y ella se rio con ternura.


Santana me agarró del pelo y me echó la cabeza hacia atrás. Su mirada era dulce y seria.

—Tú no estás disgustada por la increíble vida sexual que tenemos. Es otra cosa.

—No sé qué me ocurre —reconocí, suspirando—. Sencillamente, no estoy... bien.

Amoldándome a su regazo, Santana me arrimó más a ella, llenándome de ternura.
Encajábamos a la perfección, mis curvas se ensamblaban a las de su cuerpo.

— ¿Te gusta el apartamento?

—Me encanta.

—Estupendo. —Su voz se tiñó de satisfacción—. Obviamente, es un ejemplo... llevado al extremo.

Se me aceleró un poco el corazón.

— ¿De cómo será nuestra casa?

—Empezaremos de cero, claro. Todo nuevo.

Aquella declaración me conmovió.

—Te arriesgaste mucho —no pude por menos de decir—, trasladándote aquí, entrando y saliendo del edificio. Me pongo nerviosa sólo de pensarlo.

—En teoría, aquí vive alguien. Así que, lógicamente, esa persona ha traído muebles y va y viene. Entra por el garaje, como cualquier otro residente con coche. Cuando hago de ella, me visto de forma un poco diferente, voy por las escaleras, y compruebo las instalaciones de seguridad y, de ese modo, sé si voy a encontrarme con alguien antes de que ocurra.

Aquella ingente planificación me resultaba alucinante; claro que Santana tenía ya mucha práctica, después de haber dado con Nathan sin dejar rastro.

—Tantos gastos y tantas molestias... por mi causa. No tengo... No sé qué decir.

—Dime que te plantearás la posibilidad de venirte a vivir conmigo.

Saboreé el placer que me produjeron aquellas palabras.

— ¿Has pensado en una fecha para ese nuevo comienzo?

—En cuanto nos sea posible —respondió, presionándome suavemente el muslo con la mano.

Puse mi mano sobre la suya. Había muchas cosas que se interponían en el camino de nuestra vida en común: el persistente trauma de nuestros pasados; mi padre, a quien le desagradaban las niñas ricas y pensaba que Santana era una farsante; y yo, porque me gustaba mi apartamento y creía que abrirme camino en una nueva ciudad suponía hacer todo lo que pudiera yo sola.

Salté al asunto que más me preocupaba.

— ¿Y qué pasa con Rachel?

—El ático tiene un apartamento anejo para invitados.

Echándome hacia atrás rápidamente, le miré de hito en hito.

— ¿Harías eso por Rachel?

—No, Lo haría por ti.

—Santana, yo... —Se me apagó la voz porque no tenía palabras. Me quedé sobrecogida.
Algo cambió en mi interior.

—Entonces si no es el apartamento lo que te preocupa —dijo—, es otra cosa.

Decidí dejar a Kitty para el final.

—El sábado salgo con unas amigas.

Se puso tensa. Tal vez alguien que no la conociera tan bien como yo no habría captado ese sutil estado de alerta, pero yo sí lo capté.

— ¿Para hacer qué exactamente?

—Bailar, beber. Lo de siempre.

— ¿Vais a ir de ligue?

—No. —Me humedecí los labios, pasmada ante el cambio que se había operado en ella Había pasado de la broma íntima a la concentración más absoluta—. Todas tenemos pareja. Al menos eso creo. No estoy muy segura respecto a la compañera de piso de Megumi, pero ésta tiene pareja y ya sabes que Shawna tiene a su chef.

De repente se puso en plan empresario y dijo:

—Yo me encargo de los preparativos: coche, conductor y seguridad. Si os atenéis a mis clubes, el guardaespaldas se quedará en el coche. Si vais a otro sitio, os acompañará.
Parpadeé, sorprendida.

—De acuerdo —respondí.

En la cocina empezó a pitar el temporizador del horno.

Santana se levantó, conmigo en brazos, de un único y elegante movimiento. Abrí los ojos de par en par. Sentía que me zumbaba la sangre en las venas. La rodeé el cuello con los brazos y le dejé que me llevara a la cocina.

—Me encanta lo fuerte que eres para ser una mujer tan caliente.

—Es fácil impresionarte. —Me sentó en un taburete y, antes de dirigirse al horno, me dio un beso largo y persistente.

— ¿Has cocinado tú? —No estaba segura de por qué me sorprendió la idea, pero lo hizo.

—No. Arnoldo mandó que me trajeran una lasaña lista para meter en el horno y una ensalada.

—Suena bien. —Ya había comido en el restaurante del chef Arnoldo Ricci, y sabía que la comida estaría de muerte.

Cogí la copa y desperdicié aquel maravilloso vino tragándomelo de golpe para armarme de valor, pensando que ya era hora de contarle lo que no le iba a gustar oír. Agarré el toro por los cuernos y dije:

—Kitty me ha llamado hoy al trabajo.

Durante unos minutos, creí que no me había oído. Se puso una manopla de cocina, abrió el horno y sacó la lasaña sin mirar en mi dirección. Tuve la certeza de que no se había perdido ni una sola palabra cuando dejó la fuente encima del horno y me miró.

Dejó la manopla en la encimera, agarró la botella de vino y se me acercó. Serena, me cogió la copa y volvió a llenármela antes de hablar.

—Supongo que querrá verte cuando esté en Nueva York la semana que viene.

Tardé un suspiro en reaccionar:

— ¡Sabías que iba a venir! —la acusé.

—Por supuesto que lo sabía.

Ignoraba si era porque el grupo de Kitty grababa con Vidal Records o porque Santana la vigilaba. Ambas razones eran perfectamente posibles.

— ¿Habéis quedado en veros? —Su voz era dulce y suave. Demasiado.

Haciendo caso omiso del manojo de nervios que tenía en el estómago, le sostuve la mirada.

—Sí, para el estreno del nuevo vídeo musical de los Six-Ninths Rachel va a acompañarme.
Santana asintió con la cabeza, sin revelar sus sentimientos, dejándome de lo más inquieta.
Me deslicé del taburete y me acerqué a ella Envolviéndome en sus brazos, apoyó la mejilla en mi cabeza.

—Le diré que no voy —me apresuré a decir—. En realidad, no me apetece.

—No pasa nada. —Balanceándose de un lado a otro, meciéndome, susurró—: Te rompí el corazón.

—No es ésa la razón por la que acepté ir.

Levantó las manos y me pasó los dedos por el pelo, peinándomelo hacia atrás desde la frente y las mejillas con una ternura que hizo que se me saltaran las lágrimas.

—No podemos olvidar las últimas semanas así como así. Te herí en lo más hondo y sigues dolida.

Entonces caí en la cuenta de que no había estado dispuesta a reanudar nuestra relación como si nada hubiera ido mal. En el fondo aún le guardaba rencor, y Santana lo percibía.
Me aparté de ella.

— ¿Qué estás diciendo?

—Que no tengo derecho a abandonarte y hacerte daño y esperar que lo olvides todo y me perdones de la noche a la mañana.

— ¡Has matado a un hombre por mí!

—No me debes nada —soltó—. Mi amor por ti no es una obligación.

Aún me traspasaba el alma oírle decir que me amaba, a pesar de las veces que lo había demostrado con sus actos.

—No quiero herirte, Santana —le aseguré con ternura en la voz.

—Entonces no lo hagas. —Me besó con una dulzura desgarradora—. Vamos a comer, antes de que se enfríe la comida.

Me enfundé una camiseta de López Industries y el pantalón de un pijama de Santana que me recogí en los tobillos. Llevamos velas a la mesa de centro y comimos en el suelo con las piernas cruzadas Santana siguió con mi jersey favorito puesto, pero se quitó los pantalones y se puso unos negros holgados para estar más cómoda.

Lamiéndome de los labios una gota de salsa de tomate, le conté cómo me había ido el día.
—Kurt está armándose de valor para pedirle a su pareja que se case con él.

—Si no recuerdo mal, llevan ya un tiempo juntos.

—Desde la universidad.

Santana esbozó una sonrisa.

—Supongo que no es una pregunta fácil de hacer, incluso aunque se esté segura de la respuesta.

Bajé la vista al plato.

— ¿Emily estaba nerviosa cuando te lo preguntó a ti?

—Britt. —Esperó hasta que el prolongado silencio me hizo levantar la cabeza—. No vamos a hablar de eso.

— ¿Por qué no?

—Porque no importa.

Le escudriñé el rostro.

— ¿Cómo te sentirías si existiera alguien a quien yo hubiera dicho que sí? En teoría.

Me lanzó una mirada de irritación.

—Eso sería diferente porque tú nunca dirías que sí a menos que la tipa significara algo para ti. Lo que sentí fue... pánico, un sentimiento que no desapareció hasta que ella rompió el compromiso.

— ¿Le compraste un anillo? —Me dolía imaginarle comprando un anillo para otra mujer. Me miré la mano, el anillo que ella me había regalado.

—Ni parecido a ése —respondió quedamente.

Cerré la mano con fuerza como para protegerlo.

Santana alargó un brazo y puso su mano derecha sobre la mía.

—Compré el anillo a Emily en la primera tienda en la que entré. No tenía nada pensado, así que cogí uno que se parecía al de su madre. Estarás de acuerdo conmigo en que las circunstancias eran muy distintas.

—Sí. —Yo no había diseñado el anillo que llevaba Santana, pero busqué en seis tiendas antes de dar con el adecuado. Era de platino tachonado de diamantes negros; me recordaba a mi amante, con su serena elegancia femenina y su estilo audaz y dominante.

—Lo siento —dije con una mueca—. Soy una idiota.

Se llevó mi mano a los labios y me besó los nudillos.

—Yo también, a veces.

Eso me hizo sonreír.

—Creo que Kurt y Blaine están hechos el uno para el otro, pero Kurt tiene la teoría de que cuando los hombres sienten el deseo apremiante de casarse, deben hacerlo rápidamente porque, si no, se les pasan las ganas.

—Yo diría que lo importante es que la otra persona sea la adecuada, más que el momento.

—Ojalá les funcione a ellos. —Cogí mi copa de vino—. ¿Quieres ver la tele?

Santana apoyó la espalda en el frente del sofá.

—Yo sólo quiero estar contigo, cielo. Me da igual lo que hagamos.

Recogimos las cosas de la cena juntas. Cuando alargué la mano para coger el plato aclarado que Santana me tendía para meterlo en el lavavajillas, ella hizo un amago, y, dejando el plato en la encimera, me agarró la mano. Luego me rodeó la cintura y me empujó a bailar. Desde el salón, oí una preciosa melodía entreverada con una pura y evocadora voz de mujer.

— ¿Quién es? —pregunté, ya sin aliento al notar el cuerpo de Santana flexionándose contra el mío. El deseo que latía siempre entre nosotras se encendió, haciéndome sentir llena de vitalidad. Todas mis terminaciones nerviosas se sensibilizaron, preparándose para su tacto. La tensión sexual se acumulaba con la ardiente certeza de lo que estaba por venir.

—Ni idea. —Me llevó dando vueltas alrededor de la isla de cocina hasta el salón.

Me abandoné a su magistral dominio, feliz porque el baile era algo que nos apasionaba a las dos y sobrecogida ante la evidente dicha que ella sentía sólo porque estaba conmigo.

Ese mismo placer burbujeaba dentro de mí, aligerando mis pasos hasta dar la impresión de que nos deslizábamos. La música aumentaba de volumen a medida que nos aproximábamos al equipo de sonido. Oí las palabras «oscura y peligrosa» en la letra de la canción y, sorprendida, di un traspiés.

— ¿Demasiado vino, cielo? —se burló Santana, acercándome más a ella.

Pero estaba absorta en la música. En el dolor de la cantante. Una atormentada relación que ella comparaba con amar a un fantasma. Esas palabras me recordaron los días en que creí que había perdido a Santana para siempre, y me dolió el corazón.

Levanté la vista hacia ella Me miraba con ojos oscuros y centelleantes.

—Parecías muy feliz cuando bailabas con tu padre —dijo, y supe que quería que atesoráramos esa clase de recuerdos entre nosotras.

—Soy feliz en estos momentos —le aseguré, pese a que me ardían los ojos viendo su anhelo, aquel deseo que yo conocía íntimamente si las almas pudieran unirse con los deseos, las nuestras estarían inextricablemente entrelazadas.

Le puse una mano en la nuca y acerqué su boca a la mía. Cuando nuestros labios se tocaron, perdió el compás, y se detuvo, abrazándome con tanta fuerza que me levantó en el aire.

A diferencia de la cantante con el corazón roto, yo no estaba enamorada de un fantasma, sino de una mujer de carne y hueso, de una mujer que cometía errores y aprendía de ellos, de una mujer que intentaba ser mejor para mí, de una mujer que deseaba que lo nuestro funcionase tanto como yo.

—Nunca soy tan feliz como cuando estoy contigo —le dije.

— ¡Ah, Britt!

Su beso me dejó sin respiración.

—Ha sido el chico —dije.

Santana trazaba círculos con los dedos alrededor de mi ombligo.

— ¡Eso es muy retorcido!

Estábamos tumbadas en el sofá, viendo mi serie policíaca preferida ella se había colocado detrás de mí al estilo cuchara, con el mentón apoyado en mi hombro y las piernas entrelazadas con las mías.

—Así es como funcionan estas cosas —le dije—. El valor de impacto y todo eso.

—Yo creo que ha sido la abuela.

— ¡Santo Dios! —ladeé la cabeza para volver la vista hacia ella—. ¿Y eso no te parece retorcido?

Sonrió y me plantó un beso en la mejilla.

— ¿Quieres apostar a ver quién tiene razón?

—Yo no apuesto.

— ¡Anda! —Extendió la mano en mi tripa, sujetándome al tiempo que se apoyaba en el codo para mirarme desde arriba.

—Que no. —Notaba sus pezones en mi espalda.

No los tenía erectos, lo que no fue impedimento para que me llamara la atención. Como sentía curiosidad, metí un brazo entre las dos y le toque el pecho izquierdo.

Se le endureció al instante. Arqueó una ceja.

— ¿Estás magreándome, cielo?

Le apreté con suavidad un pezón.

—Estoy caliente y mosqueada, preguntándome por qué mi nueva vecina no está intentando llevarme al huerto.

—Tal vez no quiera llevarte demasiado lejos, demasiado deprisa y asustarte. —Los ojos de Santana centellearon con la luz de la televisión.

— ¡No me digas!

Frotó la nariz contra mi sien.

—Si tiene dos dedos de frente, no te dejará escapar.

Oh...

—A lo mejor yo tendría que dar el primer paso —susurré, agarrándole de la muñeca—. Pero ¿y si piensa que soy demasiado fácil?

—Estará muy ocupada pensando en lo afortunada que es.

—Muy bien... —Me di la vuelta para mirarla de frente—. Hola, vecina.

Me recorrió una ceja con la punta del dedo.

—Hola. Me encanta el panorama que se divisa por aquí.

—La hospitalidad tampoco está mal.

— ¿Oh? ¿Abundancia de toallas?

Le di un empujón en el hombro.

— ¿Quieres morrear o no?

— ¿Morrear? —Echó la cabeza hacia atrás y se rio, agitándosele los pechos contra mí. Fue un sonido alegre, intenso, y me estremecí al oírlo Santana rara vez se reía.

Deslicé las manos por debajo de su jersey y hallé una piel cálida. Los labios se me fueron hacia su mandíbula.

— ¿Eso es un no?

—Cielo, no habrá rincón de tu cuerpo que mi boca no saboree.

—Empieza por aquí. —Le ofrecí mis labios y ella los tomó, sellándome la boca suavemente con la suya. Recorrió la abertura con aquella lengua incitante y, sin dejar de lamer, me la introdujo en la boca.

Seguí avanzando por su cuerpo, quejándome cuando ella cambió de postura para medio ponérseme encima. Deslicé las manos por su espalda, levantando una pierna para pasársela por la cadera. Le cogí el labio inferior con los dientes y le acaricié el contorno con la punta de la lengua.

El gemido que emitió fue tan erótico que me puse húmeda.

Arqueé la espalda cuando ella deslizó una mano por debajo del dobladillo de mi camiseta y se apoderó de mi pecho desnudo, retorciéndome el pezón con los dedos pulgar e índice.

—Eres tan suave... —susurró. Me besó hasta llegar a la sien y hundió la cara en mi pelo—. ¡Cómo me gusta tocarte!

—Tú eres perfecta. —Metí las manos entre la cinturilla de su pantalón para aferrar sus nalgas desnudas. El aroma y el calor de su piel eran embriagadores, me hacían sentir ebria de lujuria y de anhelo—. Un sueño.

—Tú sí que eres mi sueño. Eres tan guapa... —Me cubrió la boca con la suya y yo la agarré del pelo, rodeándola con los brazos y las piernas, estrechándole contra mí.

Mi mundo se reducía a ella. A su tacto. A los sonidos que emitía.

—Me encanta lo mucho que me deseas —dijo con voz ronca—. No podría soportar estar en esto sola.

—Yo estoy contigo, cariño —afirmé—. Plenamente.

Santana me poseyó con una mano en la nuca y la otra en la cintura. Poniéndose encima de mí, acopló la suavidad de su cuerpo a la blandura del mío, Yo jadeaba, clavándole las uñas en los duros cachetes de su trasero.

—Sí —gemí sin pudor—. ¡Es tan agradable!

—Te gustará más cuando mis dedos estén dentro de ri—ronroneó.

Le mordí el lóbulo de la oreja.

— ¿Estás intentando convencerme de que lleguemos hasta el final?

—No tenemos que llegar a ninguna parte, cielo. Me chupeteó el cuello con delicadeza, haciendo que el sexo se me contrajera con avidez—. Puedo meterte mis dedos aquí mismo. Te prometo que te gustará.

—No sé yo. He cambiado de gustos. Ya no soy esa clase de chica.

Con la mano que tenía en mi cintura me bajó las bragas. Hice un amago de rechazo y emití un tenue sonido de protesta. Notaba un cosquilleo en la piel allí donde me tocaba: mi cuerpo despertaba a sus exigencias.

—Shh. —Rozándome la boca con la suya, susurró—: Si en cuanto esté dentro no te gusta, te prometo que me saldré.

— ¿Se ha tragado alguien esa frase alguna vez?

—No te estoy contando ningún cuento. Lo digo muy en serio.

Agarré las duras curvas de su trasero y me balanceé contra ella, sabiendo perfectamente que no le hacía falta contar ningún cuento. No tenía más que mover un dedo para acostarse con quien le diera la gana.

Menos mal que sólo me quería a mí.

—Eso se lo dirás a todas —me cachondeé, disfrutando de su buen humor.

— ¿A qué todas?

—Ya sabes que tienes fama.

—Pero tú eres la única que lleva mi anillo. —Levantó la cabeza y con un dedo me retiró el pelo de las sienes—. Mi vida empezó el día en que te conocí.

Aquellas palabras me impactaron de verdad. Tragué saliva.

—Vale, te lo has ganado. Puedes meterme tus largos dedos.

La sonrisa que dibujaron sus labios ahuyentó todas las sombras.
—Estoy loca por ti.

—Ya lo sé —respondí, devolviéndole la sonrisa.

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Hola Hola!

BUeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeenoooooooooooo vengo a dejar este capitulo espero que les gustara :)

Espero opiniones
FanFic Brittana: No te escondo nada #3 ( Capítulo 17  7/6/15) - Página 10 1206646864



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Mensaje por monica.santander Vie Nov 28, 2014 6:26 pm

Me encantan estas chicas!!!!
Me sorprendió que San actuara de  manera tan tranquila!
Saludos
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Mensaje por 3:) Vie Nov 28, 2014 8:39 pm

holap dan,...

amo a san,..... es sexy,.. inteligente... y super cursi!!!!
ame cuando dijo "—Pero tú eres la única que lleva mi anillo. —Levantó la cabeza y con un dedo me retiró el pelo de las sienes—. Mi vida empezó el día en que te conocí."
bueno por lo menos britt ya sabe todo con el cambio de depa de san,.. y con la salida kon kitty!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por micky morales Sáb Nov 29, 2014 1:37 am

san estuvo muy comprensiva con lo de la fastidiosa de la kitty, pero estoy segura que no se quedara tan tranquila y esa salida la tendra demasiado cerca de brittany, hasta pronto!
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