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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Mayo 27, 2016 1:30 am

Capítulo 48


Karen sonríe agradecida cuando me ofrezco a ayudarla con los platos, y parece sorprenderle un poco que lo haga. Lleno el lavavajillas mientras ella friega las fuentes. Me doy cuenta de que la vajilla parece recién estrenada, y pienso en el estropicio que Britt causó la otra noche. Puede llegar a ser muy cruel.
—Si me permites la pregunta, ¿cuánto tiempo lleváis saliendo Britt y tú?
—Se ruboriza al preguntarme, pero le dedico una cálida sonrisa.
Haciendo lo posible por evitar el tema de salir juntas, digo:
—Nos conocemos desde hace un mes más o menos; ella es amigo de mi compañera de habitación, Rachel.
—Sólo conocemos a unos pocos amigos de Britt. Tú eres..., bueno, eres distinta de los demás.
—Sí, somos muy diferentes.
Los relámpagos destellan en el cielo y la lluvia comienza a golpear las ventanas.
—Vaya, está cayendo una buena ahí fuera —señala, y cierra la pequeña ventana que hay frente al fregadero—. Britt no es tan mala como parece —dice entonces, aunque en realidad da la
impresión de que se lo esté recordando a sí misma—. Lo que pasa es que se siente herida. Me encantaría creer que no será así siempre. Debo decir que me ha sorprendido mucho que viniera hoy,
y creo que ha sido gracias a tu influencia sobre ella.
Cogiéndome desprevenida, se acerca a mí y me abraza. Sin saber muy bien qué decir, le devuelvo el abrazo. Al separarse, mantiene sus cuidadas manos sobre mis hombros.
—De verdad, gracias —dice, y acto seguido se seca los ojos con un
pañuelo que saca del bolsillo del delantal antes de seguir fregando los platos. Es demasiado amable como para decirle que no tengo influencia alguna sobre Britt. Simplemente ha venido esta noche porque quería fastidiarme. Cuando acabo de llenar el lavavajillas,
miro por la ventana y me fijo en las gotas de lluvia que se deslizan por el cristal. Cabe destacar que Britt, que odia a todo el mundo excepto a sí misma, y quizá a su madre, tiene a toda esta gente que
se preocupa por ella y, sin embargo, se niega a preocuparse por ellos. Es afortunada por tenerlos..., de tenernos. Sé que soy una de esas personas. Haría cualquier cosa por ella; aunque lo niegue, sé que es verdad. Yo no tengo a nadie, excepto a Sam y a mi madre, y ni siquiera los dos juntos se preocupan tanto por mí como la futura madrastra de Britt se preocupa por ella.
—Voy a ver a Ken. Estás en tu casa, cielo —me dice Karen.
Asiento y decido ir a buscar a Britt, o a Ryder, al primero que
encuentre. No veo a Ryder por ninguna parte de la planta baja, así que subo la escalera y me dirijo a la habitación de Britt. Si no está arriba, supongo que iré a sentarme abajo yo sola. Giro el pomo, pero la puerta está cerrada con llave.
—¿Britt? —Intento hablar bajito para que nadie pueda oírme.
Golpeo la puerta con los nudillos, pero no oigo nada. Cuando me dispongo a darme la vuelta, se oye el ruido de la cerradura y abre la puerta.
—¿Puedo pasar? —le pregunto, y asiente una vez y abre la puerta lo justo para que entre. Corre una brisa por la habitación y el fresco olor de la lluvia entra por el ventanal. Britt se aleja y se sienta en el banco empotrado levantando las rodillas. Se queda
mirando el exterior, pero no me dice una sola palabra. Tomo asiento frente a ella y espero mientras el constante repiqueteo de la
lluvia crea una melodía relajante.
—¿Qué ha pasado? —Me decido a preguntar. Cuando me mira con cara de confusión, le explico —: Abajo, quiero decir. Me estabas dando la mano y... ¿por qué la has retirado? —Me avergüenza el
tono de desesperación de mi voz. Sueno un poco pesada, pero las palabras ya están dichas—. ¿Es por las prácticas? ¿Es que no quieres que las haga por algo? ¿Porque te ofreciste tú antes a
ayudarme?
—De eso se trata, San —dice, y vuelve a fijar la vista en el exterior—. Quiero ser yo la que te ayude, no él.
—¿Por qué? Esto no es una competición, tú te ofreciste antes, y te lo agradezco. —Quiero que se relaje con este tema, aunque no entiendo por qué es tan importante.
Deja escapar un suspiro airado y se abraza las rodillas. El silencio se instala entre nosotras mientras ambas miramos por la ventana. El viento vuelve a soplar meciendo los árboles de un lado a
otro, y los relámpagos se hacen más frecuentes.
—¿Quieres que me vaya? Puedo llamar a Rachel y ver si Quinn puede recogerme —susurro. No quiero marcharme, pero permanecer aquí en silencio con Britt me está volviendo loca.
—¿Irte? ¿De dónde sacas que quiero que te vayas al explicarte que quiero ayudarte? —pregunta alzando la voz.
—No... no lo sé. Como no me dices nada y la tormenta está empeorando...
—balbuceo.
—Eres desesperante, totalmente desesperante, Santana.
—¿Cómo? —pregunto con voz chillona.
—Intento decirte que... que quiero ayudarte, y te doy la mano, pero no sirve de nada... Tú sigues sin pillarlo. Ya no sé qué más hacer. —Se cubre la cara con las manos. «No se referirá a lo que creo, ¿no?» —¿Pillar qué? ¿Qué es lo que no entiendo, Britt?
—Que te deseo. Más de lo que he deseado nada ni a nadie en toda mi vida. —Aparta la vista. Se me encoge el estómago una y otra vez, y la cabeza comienza a darme vueltas. El aire empieza
a correr entre nosotras de nuevo. La espontánea declaración de Britt me deja de piedra. Porque yo también la deseo. Más que a nada. —Sé que tú no... que tú no sientes lo mismo, pero... —comienza a decir, pero esta vez soy yo la que la interrumpe.
Le separo las manos de las rodillas y tiro de ellas para atraerla hacia mí. Ella se inclina sobre mí con una mirada de incertidumbre en sus ojos azules. Engancho un dedo en el cuello de su camiseta y
la pego a mí. Cara a cara. Apoya una rodilla junto a mis piernas en el banco, y yo vuelvo a mirarla a los ojos. Respira hondo un par de veces mientras su mirada alterna entre mis labios y mis ojos. Se
pasa la lengua por el labio inferior, y me aproximo a ella poco a poco. Esperaba que ya me hubiera besado.
—Bésame —le ruego.
Y sigue acercando la cabeza, recostándose sobre mí, y me recorre la espalda con el brazo para que me tumbe, hasta que tengo la espalda completamente apoyada en el acolchado banco del
ventanal. Separo las piernas para ella, por segunda vez en el día de hoy, y ella se coloca entre ellas. Su cara está a escasos centímetros de la mía cuando levanto la cabeza para besarla. No puedo esperar
más. Cuando nuestros labios entran en contacto, se aparta un poco, me acaricia el cuello con la nariz y deposita un pequeño beso en él para después volver a acercar los labios a los míos lentamente. Me
besa la comisura de la boca, el mentón, y me provoca escalofríos de placer por todo el cuerpo. Sus labios acarician los míos de nuevo mientras pasa la lengua por mi labio inferior antes de cerrar la
boca contra la mía y volver a abrirla. El beso es suave y lento, y hace girar la lengua alrededor de la mía. Una de sus manos descansa en mi cadera aferrada al vestido, que se me ha subido por encima de los muslos. Con la otra mano me acaricia la mejilla mientras me besa; yo tengo los brazos cruzados a su espalda y la abrazo con fuerza. Cada fibra de mi ser quiere morderle los
labios, quitarle la camiseta, pero su suave y tierna forma de besarme me hace sentir incluso mejor que con el calentón
habitual. Los labios de Britt se amoldan a los míos, y yo deslizo las manos por su espalda. Sus estrechas caderas se mecen contra las mías, y un gemido escapa de mis labios. Ella amortigua mis jadeos con la boca.
—San, me encanta lo que me haces..., cómo me haces sentir —susurra contra mis labios. Sus palabras hacen que me desate, y busco el extremo de su camiseta para quitársela. Su mano
desciende desde mi mejilla, por mi pecho, hasta llegar al estómago, donde se me pone la carne de gallina. Mueve la mano hacia el pequeño hueco que queda entre nuestros cuerpos, donde mis piernas se separan, y jadeo cuando me acaricia con ternura por encima de las medias de encaje. Aplica un poco más de presión, y yo gimo y arqueo la espalda en el banco.
Da igual lo mucho que me haga enfadar o rabiar, que en cuanto me toca estoy a su merced. Sin embargo, parece estar perdiendo la calma y el control; está intentando contenerse, pero veo cómo se
quiebra su fuerza de voluntad. Me acaricia la mejilla con la nariz mientras yo le quito la camiseta, pero se le atasca en la cabeza y se separa de mí para darle un tirón. Deja caer la prenda al suelo y
acto seguido vuelve a bajar la cabeza y a buscar mis labios. Le agarro la mano y vuelvo a ponerla entre mis piernas. Ella deja escapar una risita y me mira desde arriba.
—¿Qué quieres que hagamos, San? —Tiene la voz ronca.
—Lo que sea —le digo, y va en serio.
Haría cualquier cosa con ella, y no me importan las consecuencias que pueda tener en el futuro. Me ha dicho que me desea, y soy suya. Lo he sido desde la primera vez que la besé.
—No digas «lo que sea», porque hay muchas cosas que puedo hacerte — gruñe, y vuelve a presionar el pulgar contra mis medias y mis bragas. Se me dispara la imaginación y se me ocurren muchas ideas. -Tú decides —susurro en un jadeo mientras ella mueve el pulgar en círculos.
—Te has mojado para mí, puedo sentirlo bajo tus medias. —Se humedece los labios, y yo vuelvo a jadear—. Voy a quitártelas, ¿vale? —pregunta. Pero, antes de que pueda responderle, se separa de mí. Me sube el vestido y comienza a bajarme
las medias, a la vez que las bragas. Al sentir el aire fresco, doy un
respingo.
—Joder —susurra mientras observa mi cuerpo y se detiene entre mis piernas. Incapaz de contenerse, baja la mano y desliza un dedo alrededor de mi sexo. Luego se lleva el dedo a los labios y comienza a chupárselo con los ojos entornados. «Uf.»
Mirarla hace que una ola de calor me recorra todo el cuerpo.
—¿Recuerdas cuando te dije que quería saborearte? —pregunta, y yo asiento—. Bien, quiero hacerlo ahora. ¿Vale?
El deseo domina su expresión. La idea me da un poco de vergüenza, pero si va a gustarme tanto como sus caricias en el arroyo, quiero que lo haga. Vuelve a humedecerse
los labios y clava la mirada en la mía. La última vez que la dejé que hiciera esto acabamos discutiendo porque se pasó conmigo. Espero que no vuelva a estropearlo.
—¿Quieres que lo haga? —pregunta, y se me escapa un gemido.
—Por favor, Britt, no me obligues a decirlo —le ruego.
Vuelve a bajar la mano y desliza los dedos por mi entrepierna trazando amplios círculos.
—No voy a hacerlo —me promete.
Me siento aliviada. Asiento con la cabeza, y ella suspira.
—Deberíamos tumbarnos en la cama para que tengas más espacio —propone, y me tiende la mano. Me bajo el vestido cuando me levanto, y ella me sonríe con malicia. Se acerca a un lado del
ventanal y tira de un cordel para soltar las gruesas cortinas azules, con lo que la habitación se oscurece.
—Quítatelo —me pide en voz baja, y hago lo que me dice.
El vestido se arremolina a mis pies, y lo único que llevo es el sujetador. Es blanco, liso, con un lacito entre las dos copas. Se queda embobada mirando y se recrea en mi pecho, tras lo cual estira el brazo para sujetar el lacito entre sus largos dedos.
—Adorable. —Sonríe, y yo me siento avergonzada.
Tengo que invertir en ropa interior nueva si Britt va a seguir viéndome así. Intento tapar mi cuerpo desnudo para que no lo vea. Me siento mucho más cómoda con ella que con nadie, pero eso no
quita que me dé vergüenza estar delante de ella sin nada más que el sujetador. Echo una mirada a la puerta, y ella se acerca para asegurarse de que está cerrada con llave.
—¿Me estás vacilando? —la regaño, y ella niega con la cabeza.
—Qué va. —Se ríe entre dientes y me guía a la cama—. Túmbate al borde, con los pies en el suelo para que pueda arrodillarme delante de ti —me explica.
Me tumbo sobre el enorme colchón, y Britt me agarra por los muslos y tira de mí hasta el borde. Me cuelgan los pies, pero no llegan al suelo. —Acabo de darme cuenta de lo alta que es esta cama —dice, y se ríe—. Así que mejor apóyate contra la cabecera.
Obedezco, y ella me sigue. Rodea mis muslos con los brazos y dobla un poco las rodillas, con lo que queda agachada frente a mí, entre mis piernas. La expectación por saber qué se siente me está
volviendo loca. Ojalá tuviera más experiencia para saber qué esperar. Sus rizos me hacen cosquillas en los muslos cuando baja la cabeza. —Voy a hacerte disfrutar mucho —murmura contra mi estómago. Siento el tamborileo de mi pulso en los oídos, y por un momento me olvido de que estamos en una casa ajena.
—Abre las piernas, nena —susurra, y yo lo hago.
Me dedica una embelesada sonrisa, baja la cabeza y me besa justo debajo del ombligo. Su lengua recorre mi pálida piel, y, tras un rápido pestañeo, cierro los ojos. Ella mordisquea y succiona, y gimo.
Escuece un poco, pero hay algo tan sensual en ello que no me importa el dolor.
—Britt, por favor... —suspiro. Tengo que encontrar alguna forma de
aliviar esta lenta y excitante tortura. Y entonces, sin previo aviso, presiona la lengua contra mi centro, haciéndome gemir de placer.
Va dando cortas pasadas con la lengua, y yo me aferro al edredón de la cama. Me estremezco bajo su experimentada lengua, y ella aprieta más los brazos para mantenerme en esa posición. Siento que su dedo acompaña las caricias de su lengua, y comienzo a notar un intenso calor en el estómago. Noto el frío metal de su aro, que añade una textura y una temperatura diferente a la
sensación. Sin mi permiso, Britt desliza un dedo suavemente dentro de mí y comienza a moverlo con cuidado. Cierro los ojos con fuerza a la espera de que ese molesto escozor se vaya.
—¿Estás bien? —Levanta un poco la cabeza. Sus gruesos labios están húmedos de mí. Asiento, incapaz de encontrar las palabras adecuadas, y ella retira el dedo despacio y vuelve a introducirlo. Es una sensación increíble al combinarla con la lengua. Gimo
y apoyo una mano sobre su suave cabello, en el que enredo las manos y tiro. Su dedo sigue entrando y saliendo de mí poco a
poco. Los truenos resuenan por toda la casa, retumban en las paredes y por todos lados, pero estoy demasiado ocupada para darle importancia.
—Britt... —jadeo cuando su lengua encuentra ese punto extremadamente sensible y lo chupa con cuidado.
Nunca había imaginado que pudiera sentir algo así, que pudiera gustarme tanto. El placer se adueña de mi cuerpo, y miro de reojo a Britt, que está tremendamente sexi entre mis piernas, y cómo sus fuertes músculos se contraen bajo la piel mientras introduce y
saca el dedo. —¿Te gustaría correrte así? —pregunta.
Gimo al perder el contacto de su lengua, y asiento a toda prisa. Ella me sonríe con malicia y vuelve a lamerme, esta vez dando golpecitos en el punto que, en sentido literal, he empezado a adorar.
—Uf, Britt... —gimo, y ella jadea contra mí y envía las vibraciones
directas a mi centro. Las piernas se me entumecen, y murmuro su nombre una y otra vez a medida que pierdo el control. Se me nubla la vista y cierro con fuerza los ojos. Britt me sujeta y acelera el ritmo de la lengua. Retiro la mano de su cabeza y me tapo la boca con ella, hasta me muerdo para asegurarme de que no voy a gritar. Unos segundos después, hundo la cabeza en la almohada y mi pecho se agita arriba y abajo mientras intento recuperar el aliento. Siento un hormigueo por todo el cuerpo a causa
del estado de euforia que acabo de experimentar.
Apenas si me doy cuenta de que Britt se ha movido y se ha tumbado a mi lado. Se apoya sobre un codo y me acaricia la mejilla con el pulgar. Me da tiempo a volver a la realidad antes de
incitarme a hablar.
—¿Te ha gustado? —pregunta, y noto en su voz un atisbo de duda cuando vuelvo la cabeza para mirarla.
—Ajá... —asiento, y ella se ríe por lo bajo.
Ha sido increíble, más que increíble. Ahora entiendo por qué todo el
mundo hace este tipo de cosas.
—Es relajante, ¿verdad? —bromea.
Con la yema del pulgar me acaricia el labio inferior. Saco la lengua para humedecerme los labios, y ésta roza su dedo.
—Gracias. —Sonrío con timidez.
No sé por qué me siento avergonzada después de lo que acabamos de hacer, pero así es. Britt me ha visto en el estado más vulnerable, un estado que nadie más conoce, y es algo que me aterroriza
al tiempo que me excita.
—Debería haberte avisado de que iba a usar los dedos. He intentado hacerlo con cuidado —dice a modo de disculpa.
Niego con la cabeza. —No pasa nada, me ha gustado. —Me sonrojo. Ella sonríe y me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja. Un ligero escalofrío me recorre la columna, y Britt frunce las cejas.
—¿Tienes frío? —pregunta, y asiento. Me sorprende que deshaga un lado de la cama y tape con el edredón mi cuerpo casi desnudo.
Un arranque de valentía me lleva a pegarme aún más a ella. Me observa con detenimiento mientras me encojo y apoyo la cabeza sobre la dura superficie de su estómago. Su piel está más fría de lo que esperaba, aunque la brisa de la tormenta todavía corre por la habitación. Tiro de la sábana hasta cubrirle el pecho, y quedo tapada por completo. Ella la levanta para dejarme la cara al descubierto, pero me escondo y comienzo a reírme mientras jugamos a nuestro particular escondite.
Ojalá pudiera quedarme aquí tumbada con ella durante horas sin dejar de sentir el latido de su corazón en mi mejilla.
—¿Cuánto tiempo nos queda antes de volver abajo? —pregunto.
Ella se encoge de hombros.
—Deberíamos bajar ya, antes de que piensen que estamos follando —bromea, y ambas nos reímos un poco.
Me estoy acostumbrando poco a poco a lo malhablada que es, pero me sigue pareciendo un poco chocante oírla emplear ese tipo de palabras de una forma tan natural. Lo que más me sorprende es el
hormigueo que me produce en la piel cuando las dice.
Refunfuño y me bajo de la cama. Siento la mirada de Britt clavada en mí cuando me agacho para recuperar la ropa. Le tiro la camiseta, y se la pone, tras lo cual se revuelve el pelo, ya de por sí
alborotado. Introduzco los pies por las aberturas de las bragas y me
contoneo para subírmelas bajo su atenta mirada. Lo siguiente son las medias, y por poco me caigo de bruces cuando empiezo a
ponérmelas.
—Deja de mirarme; me estás poniendo nerviosa —le espeto, y ella sonríe. Sus pecas se dejan ver. Mete las manos en los bolsillos de los pantalones y alza la vista al techo. Yo suelto una risita
mientras termino de subirme las medias.
—¿Puedes abrocharme el vestido cuando me lo ponga? —le pregunto. Ella me estudia de arriba abajo, y a un metro de distancia me doy cuenta de que se le dilatan las pupilas. Bajo la vista y entiendo por qué. El sujetador me realza mucho el pecho, y las medias de encaje me quedan por encima de las caderas; de repente me siento como una pin-up.
—Sí..., claro —balbucea.
Es alucinante que a una chica tan guapa y sexi como Britt le altere tanto alguien como yo. Sé que la gente me considera atractiva, pero no soy nada comparada con las chicas con las que ella suele
tontear. No llevo tatuajes, ni piercings, y tengo un estilo de vestir muy conservador. Me pongo el vestido y me doy la vuelta, con la espalda al descubierto frente a ella y a la espera de que me suba la cremallera. Me recojo el pelo y me lo sujeto sobre la cabeza. Ella me acaricia el hueco de la columna con un dedo, esquivando el sujetador, antes de cerrar el vestido. Me estremezco y
apoyo la espalda contra ella. Pongo el culo en pompa y oigo que ahoga un suspiro. Sus manos descienden hasta mis caderas, que aprieta con suavidad. Noto que se va excitando, lo que me
provoca el enésimo escalofrío del día.
—¿Britt? —Se oye la voz de Karen en el pasillo, seguida de unos
delicados golpecitos en la puerta, y doy miles de gracias por que ambas estemos vestidos. Ella pone los ojos en blanco.
—Luego —me promete susurrándome al oído, y se aproxima a la puerta. Enciende la luz antes de abrirla y revelar la presencia de Karen.
—Siento mucho molestar, pero he hecho unos postres y he pensado que quizá querríais probarlos —ofrece con dulzura.
Britt no responde, pero se vuelve para mirarme a la espera de mi
respuesta.
—Sí, sería genial —digo con una sonrisa, que ella me devuelve.
—¡Estupendo! Nos vemos abajo —nos dice, y se aleja.
—Yo ya me he comido el postre —dice Britt con malicia, y le doy un
puñetazo en el brazo.__
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Mayo 27, 2016 1:42 am

Capítulo 49


Karen ha preparado un montón de dulces. Me como unos cuantos mientras charlamos de su pasión por la repostería. Ryder no se une a nosotros en el comedor, pero eso no parece levantar sospechas.
Miro en dirección al sofá en el que está sentado con el libro en el regazo y me recuerdo que tengo que hablar con él cuanto antes. No quiero perder su amistad. —A mí también me gusta mucho la repostería, pero no se me da tan bien como a usted —le digo a
Karen, y ella se ríe.
—Me encantaría enseñarte —repone.
La esperanza es evidente en sus ojos castaños, y asiento.
—Eso sería genial —digo.
No tengo el valor de decirle que no. Siento lástima por ella; se está
esforzando mucho en conocerme. Cree que soy la novia de Britt, y no puedo decirle lo contrario. Britt no ha dado el paso de contárselo, ni a su padre tampoco, lo cual me da un poco de esperanza. Ojalá esta noche fuera un ejemplo de cómo podría ser siempre mi vida. Disfrutar del tiempo compartido con Britt, de su mirada encontrándose todo el rato con la mía mientras charlo con su
padre y su futura madrastra. Está siendo simpática, al menos durante la última hora, y me acaricia los nudillos con el
pulgar en un gesto tierno que me hace sentir el constante aleteo de
mariposas en el estómago. Fuera sigue lloviendo, y el viento ruge.
Cuando acabamos los postres, Britt se levanta de la mesa. La miro
dubitativa, y ella se inclina hacia mi oído:
—Ahora vuelvo, voy al baño —me susurra, y veo cómo desaparece por el pasillo.
—No podemos agradecértelo lo suficiente. Es tan maravilloso tener a Britt aquí, aunque sólo sea para cenar —dice Karen, y Ken le coge la mano por encima de la mesa.
—Tiene razón, para un padre es maravilloso que su única hija esté
enamorada. Siempre me ha preocupado que no fuera capaz... Era una... niña problemática —murmura Ken, y me mira. Supongo
que se percata de que me revuelvo en el asiento, porque continúa diciendo —: Lo siento, no era mi intención hacerte sentir incómoda, es que nos encanta verla feliz. «¿Enamorada? ¿Feliz?» Me atraganto con mi propia saliva y comienzo a toser repetidas veces; el agua fría del vaso desciende por mi garganta y me alivia, y vuelvo a mirarlos. ¿Creen que Britt está enamorada de mí? Sería demasiado grosero reírme de ellos, pero es obvio que Ken no conoce a su hija. Antes de que tenga ocasión de responder, Britt vuelve y doy gracias por no haber respondido a sus amables pero falsas suposiciones. Britt no se sienta, sino que se queda de pie detrás de mí con las manos apoyadas en el respaldo de la silla.
—Deberíamos irnos ya. Tengo que llevar a San de vuelta a la residencia —dice.
—Venga, deberíais quedaros a pasar la noche aquí —repone Karen—. Está lloviendo, y tenemos espacio de sobra, ¿verdad, Ken? Su padre asiente.
—Claro, ambas estáis invitadas.
Britt me mira. Quiero quedarme. Para pasar más tiempo con ella en esta especie de realidad paralela al mundo, sobre todo cuando está de tan buen humor.
—Me parece bien —digo.
Sin embargo, no quiero que se enfade por querer quedarme más tiempo. No consigo descifrar su mirada, pero no parece molesta.
—¡Estupendo! —exclama Karen—. Ya está decidido. Voy a enseñarle la habitación a San... O ¿vas a quedarte con Britt en la suya? —pregunta. No pretende juzgarme, sólo ser amable.
—No, preferiría una habitación para mí sola, por favor. Si a usted le parece bien. Britt me fulmina con la mirada. «Entonces ¿quería que me quedara con ella en su habitación?» Me emociono sólo de pensarlo, pero me sentiría incómoda si supieran que Britt y yo ya hemos llegado a ese punto. Mi sarcástico subconsciente me recuerda que no estamos saliendo, ni nada parecido, así que no es posible que estemos en «ese punto». Que tengo novio, y que no es Britt. Lo ignoro, como es habitual, y sigo a Karen hasta el piso de arriba. Me pregunto por qué quiere que nos acostemos ya, pero no tengo la confianza suficiente para preguntárselo.
Me conduce a una habitación que está justo enfrente de la de Britt. No es tan grande, pero está decorada con el mismo buen gusto. La cama es un poco pequeña y descansa sobre un marco blanco
contra la pared. En las paredes hay colgados varios cuadros de barcos y anclas. Le doy las gracias varias veces, y ella vuelve a abrazarme antes de marcharse. Deambulo por la habitación y me paro frente a la ventana. El patio trasero es mucho más grande
de lo que pensaba; sólo he visto el porche y los árboles del lado izquierdo. En el lado derecho hay una pequeña construcción que parece un invernadero, pero no puedo distinguirlo entre la abundante lluvia. Mientras observo la tormenta, dejo volar los pensamientos. Hoy lo he pasado mejor que nunca con Britt, a pesar de sus numeritos. Me ha dado la mano, algo que nunca
hace; me ha cogido por la espalda mientras caminábamos, y se ha esforzado en consolarme cuando estaba dándole vueltas a lo
de Ryder. Es lo más lejos que hemos llegado en nuestra... amistad, o lo que sea. Ésa es la parte complicada: sé que no podemos y que no saldremos juntas, pero ¿quizá pueda conformarme con lo
que tenemos ahora, sea lo que sea? Nunca había imaginado que sería la amiga con derecho a roce de nadie, pero sé que no sería capaz de estar lejos de ella. Lo he intentado muchas veces, y nunca
funciona. Un suave golpe en la puerta me devuelve a la realidad. Espero ver a Karen o a Britt, pero en su lugar encuentro a Ryder cuando abro. Tiene las manos metidas en los bolsillos y en su bonito rostro luce una ligera y extraña sonrisa.
—Hola —dice, y yo sonrío.
—Hola, ¿quieres pasar? —le pregunto, y él asiente.
Me acerco a la cama y me siento; él tira de la silla pegada a una pequeña mesa en el rincón y toma asiento.
—Yo... —decimos ambos al mismo tiempo, y nos reímos.
—Tú primero —propone.
—Vale. Siento muchísimo que te hayas enterado de lo mío con Britt de esa manera. No he salido al porche con esa intención. Sólo quería asegurarme de que estaba bien; todo esto de la cena
con su padre le estaba afectando mucho, y no sé cómo hemos acabado... besándonos. Sé que está fatal por mi parte, y sé que soy lo peor por ponerle los cuernos a Sam, pero estoy muy confundida, y he intentado mantenerme alejada de Britt. De verdad. —No te estoy juzgando, San. Es que me ha sorprendido veras liádas en
el porche. Cuando he salido pensaba que os iba a encontrar gritándoos la una a la otra. —Se ríe y continúa—: Supe que
había algo entre vosotros cuando discutisteis en medio de la clase de literatura, y cuando te quedaste el fin de semana pasado, y cuando ella volvió y se peleó conmigo. Los indicios estaban por todas partes, pero pensé que me lo contarías, aunque entiendo por qué no lo hiciste. Siento que desaparece una pesada carga de mis hombros. —Entonces ¿no estás enfadado conmigo? ¿Ni me ves de otra forma? Ryder niega con la cabeza.
—No, claro que no. Aunque me tienes preocupado. No quiero que Britt te haga daño, y creo que acabará pasando. Siento decírtelo, pero como amigo necesito que sepas que acabará pasando.
Quiero ponerme a la defensiva, o incluso enfadarme, pero una parte de mí sabe que tiene razón. Sin embargo, desearía que no fuera así. —Y ¿qué vas a hacer con Sam? Suspiro.
—No tengo ni idea. Tengo miedo de arrepentirme si lo dejo con él, pero lo que le estoy haciendo no es justo. Necesito un poco más de tiempo para decidirme. Él asiente.
—Ryder, me alegra mucho que no estés enfadado conmigo. Antes me he portado como una idiota. No sabía qué decir. Lo siento.
—Yo también, y lo entiendo perfectamente. Nos levantamos, y él me da un abrazo. Un cálido y reconfortante abrazo justo cuando la puerta se abre.
—Eh..., ¿interrumpo algo? —La voz de Britt resuena en la habitación.
—No, pasa —le digo, y ella pone los ojos en blanco. Espero que siga de buen humor.
—Te he traído ropa para dormir —explica.
Deja un pequeño montón de ropa sobre la cama y se dirige a la puerta.
—Gracias, pero puedes quedarte —digo. No quiero que se vaya.
Ella mira a Ryder y dice: «No, da igual», y luego se marcha.
—¡Es tan temperamental! —protesto, y me dejo caer sobre la cama.
Ryder se ríe por lo bajo y vuelve a sentarse.
—Sí, temperamental, por no decir otra cosa.
Ambos estallamos en carcajadas, y luego Ryder empieza a hablar de Marley y de las ganas que tiene de que venga a visitarlo el próximo fin de semana. Casi me había olvidado de la hoguera. Sam
va a ir. Quizá debería decirle que no lo haga. Pero ¿qué pasa si este cambio en mi relación con Britt es sólo producto de mi imaginación? Siento que hoy ha cambiado algo entre nosotras y, de
hecho, me ha dicho que me desea más de lo que nunca ha deseado a nadie. No obstante, en ningún momento ha dicho que sienta algo por mí, sólo que me desea. Una hora después de que Ryder y yo charlemos de todo un poco, desde Tolstói hasta las vistas
de Seattle, me da las buenas noches, se marcha a su habitación y me deja a solas con mis pensamientos y el sonido de la lluvia
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Mayo 27, 2016 1:58 am

Capítulo 50


Cojo la ropa que Britt me ha traído: una de sus características camisetas negras, unos pantalones de pijama de cuadros rojos y grises y unos enormes calcetines negros. Me da la risa al imaginarme a Britt con esto puesto, pero enseguida caigo en la cuenta de que lo habrá cogido de la cómoda de
ropa sin estrenar. Levanto la camiseta y noto que huele a ella. Se la ha puesto, y hace poco. Es un aroma embriagador, mentolado y maravilloso, y acaba de convertirse en mi olor favorito del mundo
entero. Me cambio y veo que los pantalones me quedan demasiado
grandes, pero son muy cómodos.
Me tumbo en la cama y me tapo con la manta hasta el cuello, con la vista fija en el techo mientras pienso en todo lo que ha ocurrido hoy. Noto que me voy quedando dormida y que empiezo a soñar
con ojos azules y camisetas negras. —¡NO! —La voz de Britt me sobresalta. «¿Ahora oigo voces?»
—¡Por favor! —vuelve a gritar.
Salgo de la cama de un salto y corro al pasillo. Busco el frío metal del pomo de la puerta de su habitación y, gracias a Dios, ésta se abre.
—¡No, por favor...! —grita de nuevo.
No me he parado a pensar; si alguien le está haciendo daño, no tengo ni idea de qué voy a hacer. Avanzo a trompicones hasta la lámpara y la enciendo. Britt está sin camiseta, enredada en el
grueso edredón, agitándose y golpeando el aire. Sin pensar, me siento en la cama y le toco el hombro.
Está muy caliente, ardiendo.
—¡Britt! —digo con suavidad para intentar despertarla. Ella vuelve la
cabeza hacia un lado con brusquedad y gimotea, pero no se despierta.
—¡Britt, despierta! —le pido, y la sacudo con más fuerza mientras me subo a la cama para ponerme sobre ella a horcajadas.
Apoyo ambas manos sobre sus hombros y vuelvo a sacudirla.
De pronto, abre los ojos; una mirada de pánico se apodera de ellos un instante antes de dar paso a la confusión, y luego al alivio. El sudor le perla la frente.
—San —dice, sofocada.
Su forma de pronunciar mi nombre me parte el corazón, para luego curarlo. En cuestión de segundos, desenreda los brazos y me rodea con ellos para arrastrarme y tumbarme sobre ella. La humedad de su pecho me sobresalta, pero no me muevo. Oigo el latido de
su corazón, que bombea acelerado contra mi mejilla. Pobre Britt. Llevo las manos a sus costados y la abrazo. Ella me acaricia el pelo mientras repite mi nombre una y otra vez, como si fuera su
mantra en la oscuridad.
—Britt, ¿estás bien? —Mi tono es más bajo que un susurro.
—No —confiesa.
Su pecho se hincha y se deshincha más despacio, pero sigue teniendo la respiración acelerada. No quiero que se sienta presionada a hablar sobre la pesadilla que acaba de
tener. No le pregunto si quiere que me quede; de alguna forma sé que sí quiere. Cuando me separo de ella para apagar la luz, se
pone tensa.
—Iba a apagar la luz; ¿quieres que la deje encendida? —le pregunto. En cuanto se da cuenta de mi intención, se relaja y me deja alcanzar la lámpara.
—Apágala, por favor —me pide.
Una vez que la habitación vuelve a estar a oscuras, apoyo de nuevo la cabeza sobre su pecho. Supongo que permanecer en esta posición, sentada a horcajadas sobre ella, va a ser complicado, pero a ambas nos parece reconfortante. Oír el latido de su corazón bajo la dura superficie de su pecho es relajante, más aún que el repiqueteo de la lluvia sobre el tejado. Haría lo que fuera, daría lo que fuera por pasar cada noche con ella, por estar tumbados así, por tener sus brazos a mi alrededor mientras escucho su pausada respiración. Me despierto cuando Britt se revuelve. Sigo estando tumbada sobre ella, con las rodillas a los lados. Levanto la cabeza y me encuentro con sus intensos ojos azules. A la luz del
día, no creo que me desee de la misma forma que anoche. No soy capaz de descifrar su expresión, lo que da pie a que los nervios se apoderen de mí. Decido levantarme, porque me duele el cuello
de dormir en esa posición, y quiero estirar las piernas.
—Buenos días. —Me dedica una amplia sonrisa, que revela sus pecas y apacigua mis temores.
—Buenos días.
—¿Adónde vas? —pregunta.
—Me duele el cuello —le digo, y me arrastra para que me tumbe de lado junto a ella, con la espalda contra su pecho.
Me sobresalto cuando lleva una mano a mi cuello, pero me recupero al instante cuando empieza a masajeármelo. Cierro los ojos y hago una mueca de dolor cuando llega a la zona entumecida, pero el
dolor desaparece poco a poco mientras me masajea.
—Gracias —dice de pronto.
Giro la cabeza para mirarla.
—¿Por? «¿A lo mejor quiere que les dé las gracias por el masaje del cuello?»
—Por... venir —contesta—. Por quedarte.
Se sonroja y aparta la vista. Está avergonzada. Britt, avergonzada; nunca deja de sorprenderme, ni de confundirme.
—No tienes que darme las gracias —replico—. ¿Quieres hablar de ello? — Espero que sí. Quiero saber qué sueña.
—No —niega con rotundidad, y yo asiento.
Me gustaría seguir insistiendo, pero sé qué sucederá si lo hago.
—Pero podemos hablar de lo increíblemente sexi que te queda mi camiseta —me susurra al oído.
Me da un suave empujón con la cabeza y pega los labios a mi piel. Yo cierro los ojos en respuesta a los cariñosos tirones de sus finos labios en el lóbulo de mi oreja. Noto cómo se va excitando, y estoy tan a gusto que empiezo a adormilarme. Disfruto con este tipo de cambios de humor.
—Britt... —susurro, y ella se ríe contra mi cuello.
Desliza ambas manos por mi cuerpo; con el pulgar recorre el elástico del enorme pantalón de pijama. Noto que se me acelera el pulso y sofoco un gritito cuando su mano se pierde dentro.
Siempre produce el mismo efecto en mí; en cuestión de segundos se me mojan las bragas. Con la otra mano me acaricia un pecho, y sisea cuando pasa el pulgar por el sensible pezón. Me alegra haber
decidido quitarme el sujetador para dormir.
—No podría cansarme de ti, San. —Su áspera voz se ha vuelto incluso más profunda, y está cargada de deseo.
Ahueca la mano por encima de mis bragas y me atrae todo lo posible hacia ella. Noto la presión de su pelvis. Bajo el brazo y le saco la mano de mi pijama. Cuando me doy la vuelta para mirarla,
tiene el ceño fruncido.
—Qui... quiero hacerte algo —susurro despacio, avergonzada.
Una sonrisa sustituye el ceño fruncido, y me sujeta la barbilla entre los dedos para obligarme a mirarla.
—¿Qué quieres hacerme? —pregunta.
No lo sé, lo único que sé es que quiero que disfrute tanto como ella me hace disfrutar a mí. Quiero que pierda el control igual que yo ayer en esta misma habitación.
—No lo sé... —digo—. ¿Qué quieres que te haga? —En mi tono se adivina la falta de experiencia. Britt me coge las manos y las desliza dentro de sus pantalones de dormir.
—Quiero sentir esos carnosos labios sobre mi.
Doy un respingo ante sus palabras, y siento la presión entre las piernas. —¿Te gustaría hacerlo? —pregunta mientras me mueve las manos en círculos sobre su entrepierna. Sus ojos me observan, evalúan mi reacción. Asiento y trago saliva, y obtengo una sonrisa de su parte. Se incorpora y me invita a hacer lo mismo. Tanto los nervios como el deseo inundan mi cuerpo. El ruidoso tono de su móvil comienza a sonar, y ella gruñe antes de cogerlo de la mesilla de noche. Cuando ve la pantalla, suspira.
—Vuelvo enseguida —me informa, y sale de la habitación.
Cuando regresa minutos después, su estado de ánimo vuelve a ser
diferente.
—Karen está haciendo el desayuno —dice—. Ya casi está listo.
Abre la cómoda y coge una camiseta, que se pone sin siquiera mirar en mi dirección.
—Vale. —Me levanto y me dirijo a la puerta para ir a ponerme el sujetador antes de bajar a ver a su familia.
—Nos vemos abajo. —Su tono no muestra ninguna emoción.
Me trago el nudo que se me ha formado en la garganta. El Britt a la
defensiva es el Britt que menos me gusta, incluso menos que el Britt enfadada. «¿Quién la ha llamado y por qué está tan distante? ¿Por qué no puede seguir de buen humor?»
Asiento, y cuando cruzo el pasillo noto el olor del beicon, que hace que me ruja el estómago.
Me pongo el sujetador y me ajusto el cordón de los pantalones tanto como puedo. Sopeso la opción de ponerme el vestido de nuevo, pero no me apetece estar incómoda a estas horas de la
mañana. Después de mirarme en el espejo de la pared, me peino con las manos el rebelde pelo y me froto los ojos para quitarme el sueño. Cuando cierro la puerta del dormitorio, Britt abre la del suyo. En lugar de mirarla, me concentro en el papel pintado de la pared y avanzo por el pasillo. Oigo sus pasos detrás de mí, y cuando llego a la escalera me agarra por el codo y tira ligeramente de mí.
—¿Qué pasa? —pregunta con expresión preocupada.
—Nada, Britt —le respondo tajante. Estoy muy susceptible, y ni siquiera he desayunado todavía.
—Dímelo —me exige bajando la cabeza en mi dirección.
Cedo.
—¿Quién te ha llamado?
—Nadie.
«Miente.»
—¿Era Kitty? —inquiero, aunque en realidad no quiero saberlo.
No dice nada, pero la expresión la delata y sé que tengo razón. Ha salido de la habitación justo cuando iba a... hacerle eso..., ¿para responder a una llamada de Kitty? Me sorprende menos de lo
que debería.
—San, no es... —empieza a decir.
Me quito su mano de encima de un tirón, y ella aprieta la mandíbula.
—Hola, chicas. —Ryder aparece entonces en el pasillo, y sonrío. Tiene el pelo algo alborotado y lleva unos pantalones de cuadros parecidos a los míos. Está adorable y adormilado. Paso junto a
Britt y me acerco a él. Me niego a que Britt sepa lo avergonzada y
herida que me siento por que haya respondido a la llamada de Kitty estando en una situación así.
—¿Qué tal has dormido? —me pregunta Ryder. Lo sigo escaleras abajo y dejo sola a la frustrada Britt.
Karen se ha esmerado al máximo con el desayuno, como era de esperar. Britt se une a la mesa unos minutos después, pero yo ya me he llenado el plato de huevos, beicon, tostadas, un gofre y unas
cuantas uvas.
—Muchas gracias por prepararnos el desayuno —le digo a Karen, de mi parte y de la de Britt; sé que a ella no va a molestarle que le dé las gracias.
—Es un placer, cielo —sonríe ella—. ¿Qué tal habéis dormido? Espero que la tormenta no os haya desvelado.
Britt comienza a ponerse tensa, supongo que por miedo a que mencione su pesadilla. A estas alturas ya debería saber que yo nunca haría algo así, por lo que su falta de confianza en mí me hace
enfadar aún más.
—La verdad es que he dormido genial. ¡No he echado de menos la cama de la residencia para nada! Me río, y todos se unen, excepto Britt, claro. Le da un trago a su zumo de naranja y mantiene la
vista fija en la pared. Luego charlamos de cosas triviales mientras Ken y Ryder bromean sobre un partido de fútbol americano.
Después del desayuno, ayudo a Karen a recoger la cocina de nuevo. Britt se queda merodeando en la puerta, sin ofrecerse a ayudar y limitándose a observarme.
—Si no le importa que pregunte, ¿lo que hay en el patio trasero es un invernadero? —le digo a Karen.
—Sí, eso es. No lo he utilizado mucho este año, pero me encanta la
jardinería. Tendrías que haberlo visto el verano pasado —señala—. ¿Te gustan las plantas?
—Mucho. Mi madre también tiene un invernadero en la parte de atrás de casa, y allí era donde me pasaba la mayor parte del tiempo cuando era pequeña.
—¿De verdad? Bueno, si vinierais más a menudo, podríamos hacer algo con el mío —dice Karen. Es tan buena, y tan cariñosa. Todo lo que desearía en una madre. Sonrío.
—Eso sería estupendo.
Britt se esfuma unos minutos, y cuando vuelve se aclara la garganta en alto. Ambas nos volvemos para mirarla.
—Deberíamos irnos ya —dice, y frunzo el ceño.
Lleva en las manos mi ropa y mi bolso, del que asoman las Toms. Es un poco raro que no me haya dado tiempo a quitarme el pijama, y un poco incómodo que haya husmeado entre mis cosas,
pero lo paso por alto. Nos despedimos y abrazo a Karen y a Ken mientras Britt me espera impaciente en la puerta. Les prometo que volveremos pronto, y espero que así sea. Sabía que mi
presencia aquí llegaría a su fin, pero ha sido un descanso estupendo de mi vida diaria, sin listas, sin alarmas, sin obligaciones.
No estoy preparada para que se acabe.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por micky morales Vie Mayo 27, 2016 7:34 am

realmente brittany es insufrible y su actitud me tiene mas que harta!!!!! AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 4 2414267551 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 4 2414267551 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 4 2414267551
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por 3:) Vie Mayo 27, 2016 1:16 pm

joder que frustrarte que es birtt,... y sus cambios de humor,.. enserio no se como puede aguantar tanto san,..
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 29, 2016 10:12 am

Capítulo 51


El viaje es extraño. Sujeto mi ropa sobre el regazo y miro por la ventanilla, a la espera de que Britt rompa el silencio que reina entre nosotras. No parece tener intención de hablar, así que saco
el móvil del bolso. Está apagado; debió de acabarse la batería anoche. Intento encenderlo de todas formas y la pantalla cobra vida. Me alegra comprobar que no tengo mensajes de voz ni de texto. El
único ruido que se oye en el coche es el de la llovizna y el chirrido de los limpiaparabrisas.
—¿Sigues enfadada? —pregunta Britt por fin cuando llegamos al
campus.
—No —miento. Enfadada no sería la palabra, sino más bien herida.
—Pues no lo parece. No te comportes como una cría.
—Ya te he dicho que no. Me da exactamente igual que vayas a dejarme en la residencia para ir a enrollarte con Kitty. —Las palabras escapan de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Odio sentirme así por lo suyo con Kitty. Me pongo del revés sólo de
imaginarlas juntas. Además, ¿qué es lo que tiene de especial? ¿El pelo rosa? ¿Tatuajes?
—No voy a hacer eso. Aunque tampoco es que deba importarte —espeta.
—Ya, pues te ha faltado tiempo para responder al móvil cuando estaba a punto de..., bueno, ya sabes —murmuro.
Debería haberme mordido la lengua. No quiero pelearme con Britt.
Sobre todo cuando no sé cuándo volveré a verla. Ojalá no hubiera dejado la clase de literatura. Me saca de mis casillas, de todas y cada una de ellas.
—No es lo que crees, Santana —dice.
«¿Ya estamos otra vez con lo de Santana?»
—¿En serio, Britt? Porque a mí me parece que sí. De todas formas, me importa un pimiento. Sabía que esto no duraría —admito por fin, ante ella y ante mí. La razón por la que no quería irme de la casa de su padre es que sabía que, en cuanto Britt y yo estuviéramos solas, volveríamos a esto. Siempre pasa igual.
—¿Qué no duraría?
—Esto... Nosotras. Que te portes bien conmigo. —No me atrevo a mirarla; así es como consigue siempre hacer conmigo lo que quiere.
—Y ¿ahora qué? ¿Vas a evitarme durante otra semana? Ambas sabemos que, para cuando llegue el fin de semana que viene, volverás a estar en mi cama —me suelta. No puede haber dicho eso. —¡¿Perdona?! —grito. Me he quedado sin palabras. Nadie me ha hablado nunca de esa forma, nadie me ha tratado nunca
con tan poco respeto como ella. Las lágrimas comienzan a manar de mis ojos cuando aparca el coche. Antes de que me responda, abro la puerta, cojo mis cosas y salgo corriendo hacia la residencia.
Cruzo por la hierba empapada, y me maldigo por no haber ido por la acera, pero tengo que alejarme de Britt todo lo posible. Cuando me dijo que me deseaba, quería decir sexualmente. Ya lo sabía,
pero duele asimilarlo.
—¡San! —la oigo gritar.
Uno de los tacones de Rachel cae al suelo, pero sigo corriendo. Iré a comprarle otro par.
—¡Joder, San! ¡Para! —vuelve a gritar.
No esperaba que me siguiera. Me obligo a correr más deprisa y por fin llego al edificio, donde recorro el pasillo a toda velocidad. Cuando llego a mi habitación, estoy llorando a moco tendido.
Abro la puerta y cierro de un portazo. Las lágrimas se mezclan con las gotas de lluvia, y me doy la vuelta para buscar la toalla de baño para secarme... Me quedo paralizada cuando veo a Sam sentado en mi cama. «Dios mío, ahora no.» Britt entrará por esa puerta en cualquier momento. Sam se levanta y corre hacia mí.
—San, ¿qué ha pasado? ¿Dónde has estado?
Intenta cubrirme la mejilla con la mano, pero giro la cabeza. El dolor se refleja en su mirada cuando me aparto de su contacto.
—Es... Lo siento muchísimo, Sam —exclamo cuando Britt abre la
puerta de un tirón, y las bisagras chirrían y crujen por el ímpetu.
A Sam se le desencaja la mandíbula cuando su mirada se encuentra con la de ella. Se aleja de mí con una expresión de horror. Britt deja caer el zapato que he perdido antes en el césped y se adentra en la habitación sin prestarle la más mínima atención a Sam.
—No quería decir eso, lo de antes —dice acercándose a mí.
—¿Estabas con ella? —interviene Sam. El odio envenena su voz—. ¿Has estado con ella toda la noche? Y ¿ésa es su ropa? Me he pasado toda la noche y toda la mañana llamándote y enviándote
mensajes. Te he dejado un millón de mensajes de voz, y ¿estabas con ella? —¿Qué...? —empiezo a decir, pero entonces me vuelvo hacia Britt—. Has cogido mi móvil, ¿verdad? ¡Me has borrado los mensajes! —le grito. Mi mente me dice que le responda a Sam, pero mi corazón sólo tiene ojos para Britt.
—Sí..., es verdad —admite.
—Y ¿por qué narices lo has hecho? ¡¿Tú puedes responder a las llamadas de Kitty, pero me borras los mensajes de mi novio?!
Su rostro se contrae en una mueca de dolor cuando digo que Sam es mi novio.
—¿Cómo te atreves a jugar así conmigo, Britt? —grito, llorando de
nuevo. Sam me coge de la muñeca y hace que me vuelva para mirarlo, lo que provoca que Britt le dé un empujón en el hombro.
—No la toques —gruñe. «Esto no está pasando», me digo mientras me limito a observar cómo el culebrón en el que se ha
convertido mi vida se desarrolla ante mí.
—Tú no vas a decirme lo que tengo que hacer con mi novia, imbécil — replica Sam furioso, y le devuelve el empujón. Britt avanza hacia él, pero entonces tiro de su camiseta. Quizá debería dejar que se peleen. Britt se merece un buen puñetazo en toda la boca.
—¡Ya basta! ¡Britt, vete! —Me seco las lágrimas.
Ella mira a Sam con odio y se planta entre nosotras. Alargo el brazo y le toco la espalda con suavidad, con la esperanza de ayudar a calmarlo. —No, esta vez no me voy, San. Ya lo he hecho demasiadas veces. — Suspira y se peina el pelo con los dedos.
—¡San, haz que se vaya! —me ruega Sam, pero lo ignoro. Tengo que saber qué tiene que decir Britt.
—No he dicho en serio lo del coche, y no sé por qué he cogido la llamada de Kitty. Por costumbre, supongo. Por favor, dame otra oportunidad. Sé que ya me has dado muchas, pero sólo
necesito una más. Por favor, San. —Deja escapar un profundo suspiro. Parece agotada.
—Y ¿por qué iba a hacerlo, Britt? —replico—. He estado dándote la
oportunidad de ser mi amiga una y otra vez. Me parece que no tengo ganas de seguir intentándolo.
Apenas me doy cuenta de que Sam nos está mirando boquiabierto, pero en ese momento me da igual. Sé que esto está mal, que lo estoy haciendo mal, pero nunca en mi vida he querido algo con
tantas ganas.
—No quiero que seamos sólo amigas... —contesta Britt—. Quiero algo más. Al oírla, me quedo sin aliento.
—No es cierto —digo.
«Britt no sale con nadie», me advierte mi subconsciente.
—Sí, sí que quiero.
—Me dijiste que no salías con nadie y que yo no era tu tipo —le recuerdo. Mi mente todavía se niega a aceptar el hecho de que estoy teniendo esta conversación con Britt, y encima delante de Sam.
—No eres mi tipo, de la misma forma que yo no soy el tuyo —dice—. Pero por eso somos buenas la una para la otra. Somos muy diferentes, pero a la vez iguales. Una vez me dijiste que saco
lo peor de ti. Pues tú sacas lo mejor de mí. Sé que tú también lo sientes, San. Y, sí, no me gustaba salir con nadie, hasta ahora. Haces que quiera salir contigo, que quiera ser mejor persona. Quiero que pienses que te merezco; quiero que me desees como yo te deseo a ti. Quiero discutir contigo, incluso que nos gritemos hasta que una de las dos admita que se equivoca. Quiero hacerte reír, y
escuchar tus desvaríos sobre los grandes clásicos... Te necesito. Sé que a veces soy cruel..., bueno, casi siempre lo soy, pero eso es porque no sé ser de otra manera. —Su voz se convierte apenas en un susurro, y me mira con los ojos desorbitados—. He sido así durante tanto tiempo que nunca había querido cambiar. Hasta ahora, hasta que te conocí. Estoy alucinando. Acaba de decir todo lo que quería que dijera y que nunca pensaba que diría.
Ésta no es la Britt que conozco, pero la forma en que le ha salido todo de golpe, acompañado de esa respiración agitada, lo ha hecho más auténtico y natural. Ni siquiera sé cómo me mantengo en pie después de semejante declaración.
—¿Qué mierda es todo esto, San? —dice Sam, histérico.
—Deberías irte —susurro sin dejar de mirar a Britt.
Sam da entonces un paso al frente y alardea triunfal:
—¡Gracias! Pensaba que esto no iba a acabar nunca.
Britt parece realmente destrozada, hecho polvo.
—Sam, te he dicho que te vayas —repito.
Ambos respiran muy hondo. El alivio se adueña de Britt, y le
tomo las temblorosas manos y entrelazo mis delgados dedos con los suyos.
—¡¿Qué?! —grita Sam—. ¡No puedes hablar en serio, San! Nos
conocemos desde hace tanto tiempo... Esta tía sólo quiere utilizarte. Se deshará de ti en cuanto haya acabado contigo, ¡y yo te
quiero! No cometas un error, San —me ruega.
Lo siento por él, y me duele tener que hacerle algo así, pero sé que no puedo estar con Sam.
Deseo a Britt. Más que nada que haya deseado en toda mi vida.
Y Britt me desea a mí. Y quiere algo más.
Me da un vuelco el corazón, y miro a Sam, que abre la boca para decir algo.
—Yo que tú, me callaría —le advierte Britt—. Pero ya.
—Lamento mucho que haya sido así, de verdad —le digo.
Él no dice nada más. Parece destrozado cuando recoge la mochila que había traído consigo y se marcha de la habitación.
—San... ¿De verdad sientes lo mismo? —me pregunta Britt, y yo
asiento. «¿En serio no lo sabe ya a estas alturas?»
—No asientas. Por favor, dilo. —La desesperación alimenta sus palabras.
—Sí, Britt, siento lo mismo —le digo. No me sale un discurso tan bonito o significativo como el suyo, pero esas sencillas palabras parecen bastarle. La sonrisa que recibo alivia un poco el dolor que siento por haberle partido el corazón a Sam.
—Y ¿qué hacemos ahora? —pregunta—. Soy nueva en esto —añade sonrojándose.
—Bésame —le digo.
Entonces me agarra por la espalda, con la mano aferrada a la tela de su camiseta, y me atrae hacia sí. Tiene los labios fríos, y siento la calidez de su lengua cuando la desliza dentro de mi boca.
A pesar de toda esta locura que acaba de ocurrir en mi pequeña habitación, estoy tranquila. Todo parece un sueño. De alguna forma, sé que se trata de la calma que precede a la tormenta, pero ahora
mismo Britt es mi ancla. Y espero que no me hunda.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 29, 2016 10:13 am

Capítulo 52


Cuando Britt interrumpe el beso, se sienta en mi cama y yo la sigo. Nos quedamos en silencio unos minutos, así que empiezo a ponerme nerviosa, como si tuviera que comportarme de forma diferente ahora que somos... algo más, pero no tengo ni idea de qué forma es ésa.
—¿Qué planes tienes para el resto del día? —pregunta.
—Ninguno, sólo estudiar —digo.
—Guay. —Chasquea la lengua contra el paladar. También parece estar nerviosa, y me alegra no ser la única.
—Ven aquí. —Britt me hace un gesto y abre los brazos.
En cuanto me siento en su regazo, la puerta se abre y ella refunfuña. Rachel, Quinn y Blaine entran de golpe y se quedan mirándonos mientras yo me levanto y me siento en el
otro extremo de la cama.
—¿Es que ahora sois amigas con derecho a roce? —dice Blaine con tono indiferente.
—¡No! Qué va —contesto por lo bajo.
No sé qué más añadir, así que me limito a esperar a que Britt diga algo. Ella permanece en silencio mientras Quinn y Blaine comienzan a hablarle de la fiesta de anoche.
—Parece que no me he perdido mucho —señala Britt, y Blaine se encoge de hombros.
—Hasta que Kitty nos hizo un estriptis. Se quedó en pelotas, tendrías que haber estado allí — responde Blaine.
Me inquieto y miro a Rachel, que a su vez está mirando fijamente a Quinn, supongo que con la esperanza de que no diga nada inconveniente sobre el desnudo de Kitty. Britt sonríe.
—Nada que no haya visto antes —replica.
Se me escapa una exclamación, pero intento disimularla tosiendo. «No ha dicho eso.» Ella baja la vista, por lo que parece que ha entendido lo que acaba de suceder. Quizá esto sea una mala idea; ya empieza a parecerme todo muy raro, y ahora que están todos,
aquí la sensación se magnifica. ¿Por qué no les ha dicho que estamos saliendo? «¿Estamos saliendo?» Ni yo misma lo entiendo muy bien. Después de su declaración, creía que sí, pero en
realidad no lo hemos dicho en ningún momento. «¿A lo mejor no es
necesario?» Esta incertidumbre me está matando; en todo el tiempo que he estado con Sam nunca he tenido que preocuparme por lo
que sentía por mí. Nunca he tenido que tratar con sus examigas con
derecho a roce. Soy la única chica que Sam ha besado en su vida, y la verdad es que me gustaba que fuera así. Ojalá Britt
nunca hubiera hecho nada con otra, o al menos hubiera hecho cosas con menos chicas.
—Nos vamos a la bolera en cuanto me cambie. ¿Te apetece venir? —me pregunta Rachel, y yo niego con la cabeza.
—Tengo que ponerme al día con las clases. Apenas he estudiado este fin de semana —le digo, y aparto la vista cuando los recuerdos de los dos últimos días inundan mi mente.
—Deberías venir, lo pasaremos bien —dice Britt, pero niego con la
cabeza. Tengo que quedarme en la residencia, y supongo que esperaba que ella se quedara conmigo. Rachel abre la puerta del armario, se cambia detrás y reaparece al cabo de unos minutos vestida con una ropa distinta.
—¿Estáis listos, chicos? ¿Seguro que no quieres venir? —me pregunta. Asiento.
—Estoy segura.
Todos se levantan para marcharse, y Britt se despide de mí con la mano y una pequeña sonrisa antes de salir. Me decepciona su forma de decir adiós, y espero que ya hubiera quedado con ellos
antes de este fin de semana y del drama de hoy. Pero ¿qué esperaba? ¿Que corriera hacia mí y me besara? ¿Que me dijera
que iba a echarme de menos? Me río de pensarlo. No sé si va a cambiar algo entre Britt y yo, aparte de dejar de evitarnos constantemente la una a la otra. Estoy demasiado acostumbrada a
cómo son las cosas con Sam, así que no tengo ni idea de cómo va a salir esto, y odio no tener el control de todas las situaciones.
Después de pasarme una hora estudiando y de intentar echarme una siesta, cojo el móvil para escribirle un mensaje a Britt. «Un momento... —me digo—. Si ni siquiera tengo su número.» No
me lo había planteado antes; nunca hemos hablado por teléfono ni nos hemos mandado mensajes. Aunque tampoco había hecho falta: no nos soportábamos. Esto va a ser más complicado de lo que
imaginaba. Llamo a mi madre para ver cómo está, y sobre todo para saber si Sam le ha contado ya lo sucedido. No tardará en llegar a casa, ya que el viaje dura dos horas, y estoy segura de que no va a
perder el tiempo y se lo va a contar todo. Me responde con un simple «Hola», y eso me dice que todavía no sabe nada. Le hablo de mi fracaso a la hora de buscar un coche, y de las posibles
prácticas en Vance. Por supuesto, ella me recuerda que llevo ya un mes en la universidad y que aún no he encontrado coche. Pongo los ojos en blanco y la dejo enrollarse sobre lo que ha hecho el fin de
semana. La pantalla del móvil se ilumina mientras la escucho. Pongo el manos libres y leo el mensaje:
¨Deberías haber venido con nosotros,,,, conmigo¨.
Se me acelera el corazón; es Britt. Fingiendo que escucho a mi madre, murmuro «Mmm..., ah...» un par de veces mientras le
contesto: ¨¨Y tú deberías haberte quedado¨¨¨¨.
Permanezco mirando la pantalla a la espera de su respuesta, que tarda una eternidad.
“””Voy a ir a recogerte”””.
¿Qué? No, no quiero jugar a los bolos, y ya estás allí. Quédate.
Voy de camino. Prepárate.
Es exigente hasta en los mensajes.
Mi madre sigue hablando y no tengo ni idea de qué dice. He dejado de escucharla cuando Britt me ha escrito.
—Mamá, ahora te llamo —la interrumpo.
—¿Por qué? —pregunta con sorpresa y desdén.
—Pues... porque... he derramado el café sobre los apuntes. Tengo que dejarte. Cuelgo, me apresuro a quitarme el pijama de Britt y me pongo los vaqueros nuevos y una camiseta lisa de color violeta. Me cepillo el pelo, que está bastante decente teniendo en cuenta que
no me lo he lavado. Miro la hora y voy al baño a lavarme los dientes.
Cuando vuelvo, Britt me está esperando sentada en la cama.
—¿Dónde estabas? —pregunta.
—Cepillándome los dientes —le digo, y dejo la bolsa de aseo a un lado.
—¿Lista? —Se levanta y camina en mi dirección.
Una parte de mí espera que me abrace, pero no lo hace, sino que se limita a acercarse a la puerta. Asiento y recojo el bolso y el móvil.
Una vez en el coche, mantiene bajo el volumen de la radio mientras
conduce. No me apetece en absoluto ir a la bolera. Odio los bolos, pero quiero estar con ella. No me gusta sentirme ya tan
dependiente.
—¿Cuánto tiempo crees que estaremos allí? —pregunto después de unos minutos de silencio.
—No lo sé..., ¿por? —dice volviendo la cabeza para mirarme.
—No lo sé..., no me gustan mucho los bolos.
—No va a estar tan mal. Están todos allí —me asegura. Espero que ese «todos» no incluya a la guarra de Kitty.
—Si tú lo dices... —mascullo, y miro por la ventanilla.
—¿No quieres ir? —Su tono es suave.
—Lo cierto es que no, por eso he dicho que no desde el principio. —Me río sin ganas.
—¿Por qué no vamos a otro sitio?
—¿Adónde? —Estoy molesta con ella, pero no sé bien por qué.
—A mi casa —propone, y sonrío y asiento. Ella también sonríe, dejando ver las pecas que he acabado adorando—. A mi casa, entonces. Extiende un brazo y me pone la mano sobre el muslo. Se me templa la piel, y coloco la mano sobre la suya.
Quince minutos después llegamos al edificio de su fraternidad. No he vuelto aquí desde que Britt y yo nos peleamos y me volví a la residencia. Mientras me conduce a la escalera, ningún chico se molesta en dedicarnos más de una mirada; deben de estar
acostumbrados a que Britt traiga chicas a casa. Se me encoge el estómago de pensarlo. Tengo que dejar de pensar en eso, porque me va a volver loca y no puedo hacer nada para cambiarlo.
—Aquí es —dice Britt, y abre la cerradura de la puerta.
Entro tras ella, y enciende la luz antes de quitarse las botas y tirarlas al suelo. Se acerca a la cama y da una palmadita a su lado.
Cuando camino en su dirección, la curiosidad se apodera de mí.
—¿Kitty estaba allí? ¿En la bolera? —inquiero al tiempo que miro por la ventana.
—Sí, claro que estaba —responde con indiferencia—. ¿Por?
Me siento en la mullida cama, y Britt me atrae hacia sí por los tobillos. Me río y me pego a ella todavía más, con la espalda apoyada en la cama, las rodillas levantadas y los pies al otro lado de sus piernas.
—Simple curiosidad... —le digo, y ella sonríe.
—Siempre va a estar; es parte del grupo.
Sé que es estúpido por mi parte sentir celos de ella, pero es que no la aguanto. Actúa como si le cayera bien, cuando sé que no es así, y sé que le gusta Britt. Ahora que somos... lo que sea, no
quiero que se acerque a ella.
—No estarás preocupada por si me la tiro, ¿no?
Le doy un manotazo en el brazo por hablar así. Me encanta oír expresiones malsonantes de su boca, pero no cuando ella está involucrada.
—No. Bueno..., puede ser. Ya sé que lo has hecho antes, pero no quiero que vuelvas a hacerlo — digo.
Estoy convencida de que se va a burlar de mis celos, así que giro la cabeza a un lado. Apoya la mano en mi rodilla y la aprieta con suavidad.
—No lo haría..., ya no. No te preocupes por ella, ¿vale? —Su tono es cariñoso, y le creo.
—¿Por qué no le has contado a nadie lo nuestro? —Sé que debería
mantener la boca cerrada, pero es algo a lo que he estado dándole vueltas.
—No lo sé... No estaba segura de que quisieras que se lo dijera. Además, lo que hagamos es cosa nuestra. No suya —explica. Su respuesta es mucho mejor que lo que me rondaba por la cabeza.
—Supongo que tienes razón. Pensaba que te daría vergüenza o algo por el estilo.
—¿Y por qué iba a avergonzarme de ti? —Se ríe—. Mírate.
Sus ojos se oscurecen cuando desliza la mano hasta mi estómago. Me levanta la camiseta y comienza a trazar círculos con las yemas sobre mi piel desnuda. Se me pone la carne de gallina, y ella
sonríe.
—Me encanta cómo reacciona tu cuerpo ante mí —susurra.
Sé lo que viene ahora, y estoy impaciente.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 29, 2016 10:14 am

Capítulo 53


Los dedos de Britt se aventuran aún más lejos por debajo de mi camiseta y se me acelera la respiración. Una sonrisa se dibuja en su precioso rostro cuando se da cuenta.
—Una caricia y ya estás jadeando —susurra con voz ronca.
Aparta mis pies de su regazo y lleva la boca a mi cuello. Traza una sola línea con la lengua y me estremezco. Enrosco los dedos en sus rizos y tiro de ellos cuando me da un mordisco. A continuación
desliza una mano hacia mi entrepierna pero la cojo de la muñeca y la detengo.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Nada... Sólo es que pensaba que esta vez podía hacer yo algo por ti. Aparto la vista pero me coge de la barbilla y me obliga a mirarla a los ojos. Intenta ocultar una sonrisa de satisfacción.
—Y ¿qué te gustaría hacer por mí?
—Pues... He pensado que podría..., ya sabes...
No sé por qué me cuesta tanto soltarme la lengua con Britt cuando ella dice lo que se le ocurre cuando se le ocurre, pero es que la palabra mamada no forma parte de mi vocabulario.
—¿Quieres probarme? —pregunta sorprendida.
Es oficial: estoy espeluznada. Y, aun así, me excita.
—Pues... sí. Quiero decir, si tú quieres.
Espero que, si nuestra relación progresa, llegaré a poder hablar
abiertamente de esa clase de cosas. Me encantaría llegar al punto de poder decirle todo lo que quiero hacerle, de estar tan cómoda
con ella que me sienta valiente en ese sentido.
—Pues claro que quiero —dice—. Quiero sentir tu boca desde la primera vez que te vi. —Me siento extrañamente halagada pese a lo bestia del cumplido, pero entonces me pregunta—: ¿Estás
segura de querer hacerlo? ¿Alguna vez... lo has hecho, has hecho algo asi, o has visto hacerlo?
Estoy segura de que ya sabe la respuesta. ¿O es que quiere que se lo diga? —Por supuesto que sí. No una de verdad, pero he visto fotos, y una vez pillé a un vecino viendo una película guarra —le digo, y reprime la risa—. No te rías de mí, Britt —le advierto.
—Perdona, nena, no me estaba riendo de ti. Es que nunca había conocido a nadie con tan poca experiencia. Aunque eso es bueno, te lo juro. A veces tu inocencia me desconcierta. Y, dicho esto,
me pone muchísimo ser la única persona en el mundo que ha hecho que te corras. Esta vez no se ríe, y me siento mejor.
—Vale... Vamos allá.
Sonríe y me acaricia la mejilla con el pulgar.
—Tienes chispa, eso me gusta —dice, y se levanta.
—¿Adónde vas? —le pregunto.
—A ninguna parte —sonríe ella—. Sólo voy a quitarme los pantalones.
—Pero eso quería hacerlo yo —digo con un mohín, y se ríe y vuelve a subírselos.
—Todo tuya, nena. —Se lleva las manos a las caderas.
Sonrío, me acerco y le bajo los pantalones. ¿Debería bajarle también las bragas? Britt da un paso atrás y apoya los talones contra la cama antes de sentarse. Me arrodillo delante de ella y respira hondo.
—Acércate más, nena.
Me agacho un poco más y me apoyo en sus rodillas.
—¿Estás bien? —me pregunta con cuidado.
Asiento y me levanta por los codos.
—Vamos a besarnos un rato, ¿vale? —sugiere, y me sienta encima de ella. Tengo que admitir que es un gran alivio. Aún quiero hacerlo, pero necesito un momento para procesarlo, y seguro que besándola me siento más cómoda. Me besa, primero despacio, pero en unos
segundos saltan chispas y es como si estuviera ardiendo por dentro. Me agarro a sus brazos y muevo las caderas. Las bragas comienzan a humedecerse y le tiro del pelo. «Ojalá me hubiera puesto falda, así podría levantármela y sentirla contra
mi piel...», me digo. Me asombra lo que se me pasa por la cabeza mientras la acaricio por encima de sus bragas con la palma de
la mano.
—Joder, San. Si sigues haciendo eso, voy a correrme otra vez en las bragas —gime y paro.
Me bajo de su regazo y me arrodillo otra vez.
—Quítate los vaqueros —me ordena, y asiento antes de desabrochármelos y bajármelos. Como me siento valiente, me quito también la camiseta. Britt se muerde el labio y me coloco
de nuevo delante de ella. Meto los dedos por el elástico de la braga y tiro. Ella se levanta de la cama lo justo para que se lo baje.
Abro unos ojos como platos y oigo mi exclamación de sorpresa cuando tengo la parte mas sensible de Britt y esta queda al descubierto. Madre mía. Me quedo mirándola unos segundos. La toco con el índice. Britt se ríe cuando se mueve un poco y al instante vuelve a su sitio.
—¿Cómo...? Quiero decir... ¿Por dónde empiezo? —balbuceo. Me intimida, pero quiero hacerlo.
—Te lo enseñaré. A ver... tocame como la última vez...Llevo dos de mis dedos y toco sus labios vaginales que están de por demás con una sustancia brillante, masajeo y presiono lo mejor que puedo. La piel que la recubre es muy suave. Sé que la estoy tocando y examinando como si fuera un experimento de la clase de ciencias, pero es que es algo tan nuevo que bien podría serlo. La cojo con suavidad y muevo la mano arriba y abajo, despacio.
—¿Así? —pregunto, y ella asiente. Su pecho sube y baja.
—Ahora... acerca tu preciosa boca. .. Sólo dejate llevar.
Respiro hondo y me lanzo. Abro la boca la beso, la saboreo, paso mis dedos, mi lengua, dejo ciertos besos. Suspira y me
pone las manos en los hombros. Me aparto un poco y noto un sabor salado. ¿Ya ha terminado? El sabor desaparece y empiezo a subir y a bajar la cabeza. Un instinto que no sabía que tenía me dice
que deslice la lengua por su clítoris y dentro de sus vagina mientras me muevo.
—Joder, así, así. Sí... —ruge Britt, y repito lo que acabo de hacer.
Me agarra con más fuerza y sus caderas empujan hacia adelante, hacia mi boca. Me esfuerzo un poco más y me esmero en mi labor. Alzo la vista. Tiene los ojos en blanco y está para comérsela, bueno eso es lo que estoy haciendo. Los músculos fibrosos y tatuados se tensan bajo la piel tersa, y la inscripción en sus caderas se mueve
lentamente. Me concentro en seguir chupando y cojo velocidad.
—Usa la mano... ... —jadea.
Muevo la mano. Succiono y vuelve a gemir.
—Joder..., joder, San. Estoy... estoy a punto —consigue decir—. Si no quieres que me corra... en tu boca... deberías... deberías parar.
La miro, pero no me alejo. Me encanta que pierda el control por mí.
—Mierda... Mírame.
Su cuerpo se tensa mientras me observa. Parpadeo con coquetería. Britt maldice y pronuncia mi nombre una y otra vez y siento que se sacude en mi boca y un líquido salado y tibio me llena la
garganta en pequeñas descargas. Me dan arcadas y me aparto. No sabe tan mal como esperaba, pero tampoco es que esté rico. Sus manos abandonan mis hombros y me acarician las mejillas.
Está sin aliento, aturdida.
—¿Qué... qué tal?
Me siento a su lado en la cama. Ella me rodea con un brazo y apoya la cabeza en mi hombro.
—Yo creo que ha sido agradable —digo, y se desternilla.
—¿Agradable?
—Ha sido divertido, por decirlo de alguna manera. Poder verte así... Y no sabe tan mal como pensaba —confieso. Debería sentirme avergonzada por admitir que me ha gustado, pero no es así—.
¿A ti te ha gustado? —pregunto nerviosa.
—Me he llevado una agradable sorpresa. Lo has hecho grandiosamente creo que la mejor de mi vida.
Me pongo roja como un tomate.
—Venga ya —me río, aunque agradezco que intente que no me sienta mal por ser tan inexperta.
—No, lo digo de verdad. Eres tan... pura. Joder, y cuando me has mirado...
—¡Ya vale! —la corto, y levanto las manos. No quiero repasar cada detalle de la primera vez que he hecho eso. Britt se ríe y me tumba en el colchón.
—Ahora vamos a ver si puedo hacerte sentir tan bien como tú me has hecho sentir a mí —me susurra al oído mientras me lame el cuello. Sus dedos se enroscan en mis bragas y me las baja—.
¿Prefieres los dedos o la lengua? —susurra seductora.
—Ambos —respondo, y sonríe.
—Como quieras.
Mete la cabeza entre mis piernas y le tiro del pelo. Sé que lo hago a
menudo, pero parece que le gusta. Arqueo la espalda a los pocos minutos. Estoy eufórica y grito su nombre mientras llego al
orgasmo. Cuando el ritmo de mi respiración vuelve a ser normal, me siento y, con los dedos, recorro la tinta negra de su pecho. Me observa detenidamente pero no me aparta la mano.
Está tumbada a mi lado, en silencio, dejándome disfrutar de mi estado de semiconciencia.
—Nadie me ha acariciado nunca así —dice, y me trago todas las preguntas que me muero por hacerle. En vez de interrogarla, le sonrío y la beso en el pecho.
—¿Duermes conmigo esta noche? —me pregunta entonces.
Niego con la cabeza.
—No puedo. Mañana es lunes y tenemos clase. —Quiero quedarme con ella, pero no en domingo. Me mira con ternura.
—Por favor.
—No tengo nada que ponerme.
—Ponte lo mismo que hoy. Por favor, duerme conmigo. Sólo una noche. Te prometo que llegarás puntual a clase.
—No sé...
—Me aseguraré de que llegas quince minutos antes y con tiempo suficiente para pasar por la cafetería y ver a Ryder —dice, y me quedo boquiabierta.
—¿Cómo sabes que hago todo eso?
—Porque te observo... No a todas horas. Pero me fijo en ti.
El corazón se me va a salir del pecho. Me estoy pillando. Me estoy
pillando a toda velocidad y como una colegiala.
—Vale, me quedo —le digo, pero levanto la mano para que me deje hablar —. Con una condición.
—¿Cuál?
—Vuelve a la clase de literatura —le digo.
Ella enarca una ceja y contesta:
—Trato hecho.
Su respuesta me hace sonreír, y me estrecha contra su pecho.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por micky morales Dom Mayo 29, 2016 10:42 am

bueno al fin, parece que labios de mero salio de la ecuacion pero como es tan nerd seguro no se ira sin ir a darle el chisme a la madre de santana, pienso que britt solo necesita paciencia y cariño!!!!!
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:40 am

Micky Morales Ayer A Las 9:42 Am bueno al fin, parece que labios de mero salio de la ecuacion pero como es tan nerd seguro no se ira sin ir a darle el chisme a la madre de santana, pienso que britt solo necesita paciencia y cariño!!!!! escribió:

Si sam a desaparecido de la escena, vamos a ver cuando reacciona la mama, pero por el momento Sam era el menor de los males
Te dejo un super maraton, espero lo disfrutes. He actualizado bastante y tengo bastantes capitulos que ya quiero subir

Aqui un pequeño mega maraton
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:42 am

Capítulo 54


Tras pasar unos minutos entre sus brazos, me pregunto si acceder a pasar aquí la noche ha sido una buena idea.
—¿Cómo voy a ducharme por la mañana? —digo.
—Puedes ducharte aquí.
Me besa en la mandíbula. Sus labios sobre mi piel me nublan la razón. Sabe muy bien lo que se hace.
—¿En la casa de la fraternidad? ¿Y si entra alguien mientras me estoy duchando?
—Uno: la puerta se cierra por dentro. Dos: yo te acompañaré —dice entre beso y beso. No me gusta su tono, pero decido ignorarlo.
—Vale, pero me gustaría ducharme ahora, antes de que se haga más tarde.
Asiente, se levanta y coge los vaqueros. Sigo su ejemplo y me pongo los pantalones, pero sin bragas.
—¿Sin bragas? —se burla.
No le hago ni caso. Pongo los ojos en blanco y le pregunto:
—¿Tienes champú? Ni siquiera me he traído el peine. —Estoy empezando a ponerme nerviosa de pensar en todas las cosas que no tengo aquí—. ¿Y bastoncillos para los oídos? ¿Hilo dental? —
continúo. —Relájate. Tenemos bastoncillos para los oídos. Creo que también tenemos algún cepillo de dientes de sobra, y sé que hay uno o dos peines por ahí. También es probable que haya bragas de
todas las tallas en alguna parte, por si también necesitas eso —me informa.
—¿Bragas? —pregunto antes de comprender que se refiere a las que se han dejado otras chicas
—. Lo mismo da —añado, y se parte de la risa.
Espero que Britt no coleccione las bragas de todas las chicas con las que se ha acostado. Me acompaña al baño. Me siento más cómoda de lo que imaginaba con ella aquí, pero sólo porque
ya he estado varias veces en este cuarto de baño. Abre el grifo y se quita la camiseta.
—¿Qué haces? —pregunto.
—¿Ducharme?
—Ah. Creía que iba a ducharme yo primero.
—Dúchate conmigo —dice tan tranquila.
—¡No! ¡De eso, nada! —me río. No puedo ducharme con ella.
—¿Por qué no? Te he visto desnuda y tú me has visto a mí. ¿Qué problema hay?
—No sé... Es que no quiero.
Sé que ya me ha visto desnuda, pero esto parece demasiado íntimo. Incluso más íntimo que lo que acabamos de hacer.
—Vale. Entonces, tú primero —concede, pero en su voz hay una nota de mala leche. Le sonrío con dulzura, me desvisto e ignoro su tono quejumbroso. Me pega un buen repaso y luego mira hacia otra parte. Compruebo la temperatura del agua y me meto. Ella permanece en silencio mientras me mojo el pelo. Está demasiado
callada.
—¿Britt? —la llamo. ¿Me habrá dejado sola en el baño?
—¿Sí?
—Creía que te habías ido.
Aparta la cortina y mete la cabeza.
—No, sigo aquí.
—¿Qué te pasa? —le pregunto frunciendo el ceño, preocupada por ella. Menea la cabeza pero no dice nada. ¿Se ha puesto de morros como una cría porque no dejo que se duche conmigo? Me dan ganas de invitarla a que se meta, pero quiero que entienda que no puede salirse siempre con la suya. La oigo sentarse sobre la tapa del váter. El champú y el gel huelen mucho a almizcle. Echo de menos mi champú de vainilla, aunque éste servirá. Habría sido mejor que Britt se quedase a dormir en mi habitación, pero Rachel estará allí y no quiero tener que darle explicaciones. Tampoco creo que Britt fuera tan cariñosa con ella cerca.
Me molesta pensarlo, así que procuro no hacerlo.
—¿Me pasas una toalla? —digo cerrando el grifo—. O dos, si te sobra alguna. —Me gusta tener una toalla para el pelo y otra para el cuerpo. Su mano aparece por detrás de la cortina con dos toallas. Le doy las gracias y ella musita algo que no consigo entender.
Se baja los pantalones mientras me seco y vuelve a abrir el grifo. Corre la cortina con sus brazos largos y no puedo evitar quedarme embelesada con su cuerpo desnudo.
Cuanto más la veo así, más bonitos me parecen sus tatuajes. Se mete en la ducha y yo sigo mirándola. Se moja el pelo y corre la
cortina. Debería haberme duchado con ella. No porque se haya puesto de morros, sino porque era lo que de verdad me apetecía hacer. —Vuelvo a la habitación —le digo. Total, va a ignorarme de todos modos. Descorre la cortina de un tirón y se caen algunas anillas. —No, de eso nada.
—Vale, y ¿ahora qué te pasa? —salto.
—Nada, pero no vas a volver tú sola al cuarto. En esta casa viven treinta tíos, no te quiero vagando por los pasillos.
—No, ése no es el problema. Llevas de mal humor desde que te he dicho que no iba a ducharme contigo.
—No... No es verdad.
—Dime por qué o voy a salir de aquí sólo con la toalla puesta —la
amenazo, aunque sé que nunca sería capaz de hacerlo.
Entorna los ojos, intenta cogerme del brazo para que no me vaya y salpica agua en el suelo.
—No me gusta que me digan que no —dice con un tono mucho más dulce que el de hace un instante. Imagino que, cuando se trata de chicas, Britt no está acostumbrada a que le digan que no. Si es
que se lo han dicho alguna vez... Mi cabeza me pide que le comunique que ya puede empezar a acostumbrarse, pero yo tampoco le había dicho nunca que no. Una caricia y hago todo lo que quiere.
—Yo no soy como las demás chicas, Britt —replico. Ahí están mis
celos. Sonríe mientras el agua se desliza por su rostro.
—Eso ya lo sé, Santana. Lo sé. Corre de nuevo la cortina, me visto y ella cierra el grifo.
—¿Quieres que te preste algo para dormir? —pregunta, y asiento.
Apenas la oigo porque su cuerpo chorreante de agua me tiene muy
distraída. Se seca el pelo con una toalla blanca hasta que se lo deja de punta; luego se la anuda alrededor de sus brazos. La lleva tan apretada que es la viva imagen del sexo. Es como si la temperatura del baño acabara de subir veinte grados. Se agacha, abre un armario, saca un cepillo del pelo y me lo pone en la mano.
—Vamos —me dice, y yo meneo la cabeza intentando olvidar todas mis ideas indecentes.
Atravesamos el pasillo, doblamos la esquina y un tío alto y rubio casi me aplasta... Alzo la vista y se me hiela la sangre en las venas.
—Cuánto tiempo sin verte —ronronea, y se me revuelve el estómago.
—Britt —digo con voz de pito.
Sólo tarda un momento en acordarse de que es el mismo tipo que intentó manosearme.
—Déjala en paz, Neil —ruge, y el tal Neil palidece.
Antes no debe de haber visto a Britt. Gran fallo.
—Perdona, Britt —dice, y echa a andar.
—Gracias —le susurro a Britt.
Ella me coge de la mano y abre la puerta de su cuarto.
—Debería partirle la cara, ¿no crees? —dice cuando me siento en la cama.
—¡No! ¡No lo hagas, por favor! —le suplico.
No sé si lo dice en serio, pero tampoco quiero averiguarlo. Coge el mando a distancia y enciende el televisor antes de abrir un cajón y pasarme una camiseta y un bóxer. Me quito los vaqueros y me pongo el bóxer. Le doy un par de vueltas al elástico de la cintura.
—¿Me dejas la camiseta que llevabas puesta hoy? —No me doy cuenta de lo raro que suena hasta que ya lo he dicho.
—¿Qué? —sonríe.
—No... Es que... Da igual. No sabía lo que decía —miento.
«¿Quiero ponerme tu camiseta sucia porque huele muy bien?» Va a pensar que soy una rara y que estoy como una regadera.
Se ríe, recoge la camiseta sucia del suelo y me la acerca.
—Toda tuya, nena.
Me alegro de que no me haya avergonzado más, pero me siento bastante tonta.
—Gracias —respondo la mar de contenta.
Me quito el sujetador y mi camiseta y me pongo la suya. Respiro hondo y compruebo que huele tan bien como me imaginaba.
Me ha visto hacerlo y sus ojos se vuelven más tiernos.
—Eres preciosa —señala y luego aparta la mirada. Me parece que no quería decirlo en voz alta, y eso me alegra el corazón todavía más. Le sonrío y me acerco a ella.
—Tú también.
—Corta el rollo —dice sonriendo y ruborizándose—. ¿A qué hora tienes que levantarte? Se sienta en la cama y cambia de canal.
—A las cinco, pero puedo poner yo sola la alarma.
—¿A las cinco? ¿A las cinco de la mañana? ¿A qué hora tienes la primera clase?, ¿a las nueve? ¿Por qué madrugas tanto?
—No lo sé, para prepararme —contesto mientras me cepillo el pelo.
—¿Y si nos levantamos a las siete? Mi cuerpo no funciona antes de las siete —me dice, y protesto. Britt y yo somos muy distintas.
—¿A las seis y media? —digo intentando encontrar un término medio.
—Vale, a las seis y media.
Pasamos el resto de la velada viendo la tele. Britt se duerme con la
cabeza en mi regazo mientras le acaricio el pelo. Me acuesto a su lado, intentando no despertarla.
—¿Santana? —dice moviendo las manos como si me estuviera buscando.
—Aquí estoy —le susurro desde atrás.
Se da la vuelta, me abraza y se duerme otra vez. Dice que duerme mejor conmigo que solo, y creo que yo también duermo mejor con ella. A la mañana siguiente, la alarma de mi móvil suena a las seis y media y corro a ponerme la ropa de ayer y a despertar a Britt para que se vista. Es una marmota. Voy atolondrada y sin tiempo para
prepararme, pero llegamos a mi cuarto en la residencia a las siete y cuarto. Tengo tiempo suficiente para cambiarme de ropa, cepillarme el pelo y lavarme los dientes. Rachel ni se mueve, y le prohíbo a
Britt que la despierte regándola con agua fría. Me alegro de que tampoco me diga ninguna burrada cuando me pongo una de mis faldas largas y una blusa azul lisa.
—¿Lo ves? Son sólo las ocho. Todavía nos sobran veinte minutos antes de que vayamos andando la cafetería —comenta Britt muy satisfecha.
—¿«Vayamos»?
—Sí. ¿Te importa que vaya contigo? Si no, no pasa nada —dice mirando hacia otra parte.
—Claro que puedes venir conmigo.
No sé qué ha cambiado entre Britt y yo, pero no estoy acostumbrada a esto. Será agradable no tener que evitarla ni tener que preocuparme por tropezarme con ella. «¿Qué va a pensar Ryder? ¿Se lo contaremos?»
—Y ¿qué vamos a hacer con esos veinte minutos? —sonrío.
—Se me ocurren varias cosas —replica. Sus labios dibujan una sonrisa y me atrae hacia sí.
—Rachel está durmiendo —le recuerdo mientras me lame debajo de la oreja.
—Lo sé. Sólo nos estamos besando —dice riéndose y arrimándome la entrepierna.
Salimos antes de que Rachel se despierte, y Britt se ofrece a llevarme la bolsa. Es un gesto tan bonito como inesperado.
—¿Y tus libros? —pregunto.
—No los traigo nunca. Siempre pido uno prestado en todas las clases, así no tengo que cargar con ellos como tú —dice señalando mi bolsa. Pongo los ojos en blanco y me río de ella.
Cuando llegamos a la cafetería, Ryder está apoyado contra la pared de ladrillo y parece muy sorprendido de vernos a Britt y a mí juntas. Lo miro con cara de «Luego te lo explico» y él me sonríe.
—Bueno, mejor me voy. Tengo que echarme la siesta en un par de clases —dice Britt, y asiento. «Y ¿ahora qué hago? ¿La abrazo?»
Antes de que consiga decidirme, suelta mi bolsa y me coge de la cintura, me estrecha contra su pecho y me besa. No me lo esperaba. Le devuelvo el beso y me suelta.
—Hasta luego —dice con una sonrisa, y mira a Ryder.
Esto no podría ser más incómodo. A Ryder la mandíbula le llega al suelo, y la osadía de Britt me tiene pasmada.
—Perdona... —digo. No me entusiasman las muestras de afecto en público. Sam y yo nunca hemos hecho nada parecido, excepto cuando traté de besarlo en el centro comercial para intentar olvidarme de Britt.
—Tengo mucho que contarte —le digo a Ryder, que recoge mi bolsa.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:45 am

Capítulo 55


Ryder escucha en silencio el relato de mi ruptura con Sam y mi diatriba sobre cómo debo calificar mi relación con Britt. Yo creo que estamos saliendo, pero tampoco nos hemos parado a ponerle
nombre.
—Sé que ya te he avisado, así que no voy a volver a hacerlo —dice
mientras ocupamos nuestros asientos—. Pero, por favor, ten mucho cuidado con ella. Aunque he de admitir que parece todo lo
encandilada contigo que alguien como ella es capaz de estar.
Significa mucho para mí que, pese a que detesta a Britt, esté haciendo todo lo posible para comprenderme y apoyarme.
Entro en mi tercera clase de la mañana y el profesor de sociología me pide que me acerque a la tarima.
—Acaban de llamarme para decirme que vaya usted al despacho del rector —me dice. «¿Qué? ¿Por qué?» Me entra el pánico y de repente recuerdo que el rector es el padre de Britt y me relajo un poco. Pero entonces me pongo de los nervios por otros motivos. ¿Qué querrá? Sé que la universidad es distinta del instituto, pero es como si me enviaran al despacho del director, sólo que el director es el padre... ¿de mi novia? Me echo la bolsa al hombro y atravieso el campus en dirección al edificio de administración. Es un buen paseo, y tardo media hora larga. Le digo a la secretaria mi nombre
y no tarda en anunciarme. Lo único que consigo oír es «doctor Scott».
—Te está esperando —dice con una sonrisa muy profesional mientras señala la puerta de madera al otro lado del vestíbulo.
Me dispongo a llamar a la puerta, pero ésta se abre de repente y Ken me recibe con una sonrisa.
—Santana, muchas gracias por venir —dice indicándome que pase y me siente. Él se instala en un enorme sillón giratorio que hay detrás de una gigantesca mesa de madera de cerezo. En este despacho me intimida mucho más que en su casa.
—Perdona que te haya sacado de clase. No tenía otra forma de contactar contigo, y sabes que hablar con Britt puede resultar... difícil.
—No pasa nada, de verdad. ¿Ha ocurrido algo? —pregunto muy nerviosa.
—No, no. Me gustaría hablar de un par de asuntos contigo. Empecemos con las prácticas. — Apoya las manos en la mesa—. He hablado con mi amigo en Vance y le encantaría conocerte, cuanto antes. Mañana sería perfecto, si te va bien.
—¿De verdad? —exclamo. Me pongo en pie de un brinco de la emoción y vuelvo a sentarme a toda prisa, avergonzada—. Es maravilloso. ¡Muchísimas gracias! No sabe lo mucho que se lo agradezco. Es una noticia fantástica. Es increíble que se haya tomado tantas molestias por mí.
—Ha sido un placer, Santana. —Enarca las cejas con interés—. Entonces ¿le digo que vas mañana?
No quiero perder más clases, pero esto lo vale y, de todas maneras, lo llevo todo bastante adelantado.
—Sí, por favor. Muchas gracias de nuevo. Caray... —digo, y se echa a reír.
—En segundo lugar, y si dices que no lo entenderé, tengo que pedirte un favor personal. No te preocupes, que aunque me digas que no seguirás teniendo tus prácticas en Vance —dice, y me pongo muy nerviosa. Asiento y él sigue hablando—. No sé si Britt te ha comentado que Karen y yo nos casamos dentro de dos semanas...
—Sabía que la boda iba a celebrarse en breve. Enhorabuena —le digo. Sin embargo, no sabía que fuera a ser tan pronto. Me acuerdo de cuando Britt les destrozó la casa y se bebió casi una botella entera de whisky escocés. Me sonríe amablemente.
—Muchas gracias. Lo que me preguntaba era si crees que es posible... Si tú podrías... convencer a Britt para que asista. —Aparta la vista y se queda mirando la pared—. Sé que me estoy
extralimitando, pero odiaría que se lo perdiera y, si te soy sincero, creo que eres la única persona capaz de convencerla de que vaya. Se lo he pedido en varias ocasiones y siempre me contesta que no
—dice con un suspiro de frustración.
No sé qué decir. Me encantaría llevar a Britt a la boda de su padre, pero dudo mucho que me escuche. ¿Por qué todo el mundo piensa que a mí me hace caso? Recuerdo cuando Ken me dijo que
creía que Britt estaba enamorada de mí, lo cual es ridículo y falso.
—Hablaré con ella. Me encantaría que fuera a la boda —le digo de corazón.
—¿De verdad? Muchas gracias, Santana. Espero que no te hayas sentido presionada. Me hará mucha ilusión que asistáis las dos.
«¿De boda con Britt?» A priori parece una idea encantadora, pero Britt es un hueso duro de roer.
—Karen te aprecia mucho, y le ha gustado tenerte en casa este fin de semana. Puedes volver cuando quieras.
—Yo también lo he pasado muy bien. A lo mejor podría llamarla para que me enseñe a hacer madalenas: se ofreció a darme clases.
Me echo a reír y él también. Se parece tanto a Britt cuando sonríe que me inspira mucha ternura. El padre de Britt se muere por tener cualquier clase de relación con su hija, esa loca enfadada con el mundo. Me da mucha pena. Si puedo hacer algo por ayudar a Ken, lo haré.
—¡Estará encantada! Pásate por casa cuando quieras —me anima, y me pongo en pie.
—Muchas gracias por ayudarme con las prácticas. Significan muchísimo para mí.
—He visto tu solicitud y tus notas y ambas son impresionantes. Britt
podría aprender mucho de ti —dice con la mirada rebosante de esperanza. Noto que se me encienden las mejillas. Le sonrío y me voy. Para cuando he vuelto al campus, al edificio de literatura, sólo faltan cinco minutos para que empiece la clase. Britt está sentada en su antiguo asiento, y no puedo evitar sonreír como una colegiala al verla.
—Has cumplido tu parte del trato y yo estoy cumpliendo la mía —dice devolviéndome la sonrisa. Saludo a Ryder y me siento entre los dos.
—¿Cómo es que llegas tan tarde? —me susurra Britt cuando el profesor empieza con la clase.
—Te lo cuento luego. Sé que si saco el tema ahora, me va a montar una escena en mitad de clase.
—Dímelo —insiste.
—Te he dicho que te lo cuento luego. No es nada importante —le prometo. Suspira pero lo deja estar. Termina la clase. Britt y Ryder se levantan y no sé muy bien a cuál de los dos dirigirme.
Normalmente hablo con Ryder al salir, mientras caminamos juntos, pero ahora que Britt ha vuelto, no sé qué hacer.
—¿Sigue en pie lo de ir a ver la hoguera el viernes con Marley y conmigo? —dice entonces Ryder—. Se me ha ocurrido que podrías venir a cenar primero, a mi madre le encantaría.
—Sí, sigue en pie —respondo—. Lo de la cena suena muy bien. Dime la hora y allí estaré. Me muero por conocer a Marley. Hace a Ryder feliz, y sólo por eso ya me cae bien.
—Te mandaré un mensaje —dice, y se va.
—«Te mandaré un mensaje»... —se mofa Britt, y yo pongo los ojos en blanco.
—No te burles de él —le advierto.
—Ah, sí, se me olvidaba que te pones hecha una fiera. Recuerdo que estuviste a punto de abalanzarte sobre Kitty cuando se metió con él. Se monda de risa y le pego un cachete.
—Va en serio, Britt. Déjalo en paz —le digo, y luego añado—: Por favor —para no parecer tan severa.
—Vive con mi padre —replica—. Tengo derecho a burlarme de él.
Me sonríe y me echo a reír. Salimos del edificio y decido que es ahora o nunca.
—Hablando de tu padre... —Alzo la vista y veo que Britt ya se ha puesto tensa. Me mira con recelo, a la espera de que acabe la frase—. Por eso he llegado tarde: estaba en su despacho. Me ha
conseguido una entrevista en Vance mañana. ¿No es genial?
—¿Que ha hecho qué? —resopla. «Ya estamos otra vez.»
—Me ha conseguido una entrevista. Es una gran oportunidad, Britt — digo intentando que me comprenda.
—Bien —suspira.
—Hay más.
—Cómo no...
—Me ha invitado a la boda la semana que viene... Bueno, a las dos. Nos ha invitado a las dos. — Me ha costado un mundo decirlo porque me está desollando con la mirada.
—Yo no voy. Punto. Da media vuelta y echa a andar sin mí.
—Espera, ¿quieres escucharme, por favor? —La cojo de la muñeca pero me aparta.
—No. No te metas en esto, de verdad, Santana. No es broma. Métete en tus asuntos por una vez — me espeta.
—Britt... —repito, pero me ignora y desaparece en el aparcamiento.
Tengo los pies de plomo y no puedo seguirla. Su coche blanco abandona el parking. Está exagerando y no voy a echar leña al fuego. Necesita tiempo para calmarse antes de que volvamos a
hablar. Sabía que no quería ir, pero esperaba que al menos estuviera dispuesto a hablarlo. «¿A quién quiero engañar?» Sólo hace dos días que hemos pasado a más. No sé por qué sigo
esperando que las cosas sean distintas. En algunos aspectos lo son: en general, Britt es más amable conmigo y me besa en público, lo cual es sorprendente. No obstante, sigue siendo Britt, y es muy
cabezota y tiene un problema de actitud. Suspiro, me cuelgo la bolsa del hombro y echo a andar hacia mi cuarto.
Rachel está sentada con las piernas cruzadas en el suelo, viendo la
televisión.
—¿Dónde te metiste anoche? No es propio de ti salir entre semana,
jovencita.
—Estaba... por ahí —le digo. No sé si debería decirle que me quedé a dormir con Britt.
—Con Britt —añade por mí, y miro hacia otra parte—. Sé que estabas con ella. Me pidió que le diera tu teléfono, se fue de la bolera y no volvió. —Sonríe, se nota que se alegra por mí.
—No se lo digas a nadie —digo—. Ni yo misma sé muy bien qué está pasando. Rachel me promete no decir ni una palabra y nos pasamos la tarde hablando de ella y de Quinn, hasta que ella viene a buscarla para llevarla a cenar. La besa en cuanto se abre la puerta, la abraza mientras recoge sus cosas y le sonríe sin parar. ¿Por qué Britt no puede ser así conmigo? No sé nada de ella desde hace varias horas, pero no quiero escribirle yo primero. Es infantil, lo sé, pero me da igual. Cuando Rachel y Quinn se marchan, termino de estudiar y preparo mis cosas para darme una ducha. Hasta que me vibra el móvil. El corazón me da un salto mortal en cuanto veo el
nombre de Britt en la pantalla. Abro el mensaje de inmediato:
¿Duermes esta noche conmigo?
Lleva horas sin hablarme, pero ¿quiere que duerma con ella otra vez? ¿Por qué? ¿Para que puedas volver a comportarte como una perra conmigo?
Quiero verla, aunque sigo enfadada.
Voy hacia allá. Prepara tus cosas. Pongo los ojos en blanco. Es una mandóna, pero aun así me hace ilusión verla.
Corro a ducharme para no tener que hacerlo en la fraternidad. Para cuando termino, apenas me queda tiempo para prepararme la ropa de mañana. Odio tener que ir en autobús hasta Vance cuando
en coche sólo se tardan treinta minutos. Tengo que volver a intentar
comprarme un coche. Estoy doblando pulcramente mi ropa y guardándola en mi bolsa cuando Britt abre la puerta, por supuesto
sin llamar.
—¿Lista? —pregunta cogiendo mi monedero.
Asiento, me echo la bolsa al hombro y la sigo. Caminamos hacia su coche en silencio y rezo para que el resto de la noche no sea así.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:46 am

Capítulo 56


Me vuelvo hacia la ventanilla del coche; no quiero ser la primera en hablar. Pasadas un par de manzanas, Britt enciende la radio y la pone a todo volumen. Pongo los ojos en blanco pero trato de
ignorarla. Hasta que no lo soporto más. Odio su gusto musical, y me está dando dolor de cabeza. Sin pedir permiso, bajo el volumen y Britt me mira.
—¿Qué? —salto.
—Caray, parece que alguien está de mala leche —dice.
—No, sólo es que no quería escuchar eso, y si alguien está de mal humor aquí, ése eres tú. Antes te has portado fatal conmigo, y luego vas y me mandas un mensaje pidiéndome que me quede a
dormir contigo. No lo entiendo. —Estaba enfadada porque has sacado el tema de la boda. Ahora que ya hemos decidido que no
vamos a ir, ya no tengo por qué estar de mal humor —replica en tono tranquilo y seguro.
—No hay nada decidido, ni siquiera lo hemos hablado.
—Sí que lo hemos hablado, y ya te he dicho que no voy a ir, así que déjalo de una vez, Santana.
—Puede que tú no vayas a ir, pero yo sí. Y esta semana pienso ir a casa de tu padre a aprender a hacer pasteles con Karen —le digo.
Aprieta los dientes y me mira fijamente.
—No vas a ir a la boda. Y ¿qué pasa?, ¿de repente Karen es tu mejor amiga? ¡Si acabas de conocerla!
—¿Y qué si acabo de conocerla? ¡A ti también acabo de conocerte!
Agacha la cabeza y me siento fatal, pero es la pura verdad.
—¿Por qué estás tan respondona?
—Porque no pienso permitir que me digas lo que debo o no debo hacer, Britt. Olvídalo. Si quiero ir a la boda, iré, y me gustaría mucho que vinieras conmigo. Podría ser divertido, a lo mejor
hasta te lo pasas bien. Significaría mucho para tu padre y para Karen, aunque a ti eso parece darte igual.
No dice nada. Deja escapar una larga bocanada de aire y yo me vuelvo otra vez hacia la ventanilla. El resto del trayecto transcurre en silencio, estamos demasiado enfadadas para hablar.
Cuando llegamos a la fraternidad, Britt saca mi bolsa del asiento de atrás y se la echa al hombro.
—¿Por qué eres parte de una fraternidad? —le pregunto. Llevo
queriendo saber la respuesta desde que descubrí que tenía una habitación aquí. Respira hondo, echamos a andar hacia los escalones de la entrada.
—Porque, para cuando llegué aquí, todas las residencias de estudiantes estaban llenas, y ni de coña iba a vivir con mi padre. Así que ésta era una de las pocas opciones que me quedaban.
—Y ¿por qué te has quedado?
—Porque no quiero vivir con mi padre, Santana. Además, mira qué casa: está muy bien, y tengo la habitación más grande. —Sonríe pagada de sí misma y me alegro de ver que se le está pasando el
cabreo.
—¿Por qué no te vas a vivir fuera del campus? —le pregunto.
Se encoge de hombros. Es posible que no quiera tener que buscarse un trabajo. La sigo a su habitación en silencio y espero a que abra la puerta. ¿De dónde le viene la obsesión de no dejar que
nadie entre en su cuarto?
—¿Por qué no dejas que nadie entre en tu habitación? —pregunto.
Britt pone los ojos en blanco al tiempo que deja mi bolsa en el suelo.
—¿Por qué siempre haces tantas preguntas? —gruñe, y se sienta en una silla.
—No lo sé... Y ¿por qué tú nunca las contestas? —replico y, cómo no, ella me ignora—. ¿Puedo colgar mi ropa para mañana? No quiero que se arrugue de estar en la bolsa. Lo piensa un segundo antes de asentir y sacar una percha del armario. Saco la blusa y la falda y las cuelgo en la percha sin hacer ni caso de la mueca que hace al verlas.
—Mañana tengo que levantarme más pronto que de costumbre —lo
informo—. Debo estar en la estación de autobuses a las nueve menos cuarto. Hay una parada a tres calles que está en la ruta que
me deja a dos manzanas de Vance.
—¿Qué? ¿Vas a ir allí mañana? ¿Por qué no me lo has dicho?
—Te lo he dicho, pero estabas demasiado ocupada cabreándote como para prestarme atención — disparo.
—Te llevo yo, no hace falta que te tires una hora en el autobús.
Quiero rechazar su oferta sólo por chincharla, pero no lo hago. Prefiero el coche de Britt a un autobús atestado de gente.
—Voy a tener que comprarme un coche, no creo que pueda vivir sin uno mucho más tiempo. Si me cogen para las prácticas, tendré que ir en autobús.
—Te llevaría yo —dice casi en un susurro.
—Me compraré un coche —insisto—. Lo último que necesito es que un día te cabrees conmigo y no vengas a recogerme.
—Yo nunca te haría eso —replica en tono serio.
—Sí que lo harías, y yo me volvería loca intentando encontrar un autobús de vuelta a casa. No, gracias —digo medio en broma.
Creo que podría fiarme de ella, pero no voy a arriesgarme. Es demasiado temperamental.
Britt enciende el televisor y se pone de pie para cambiarse. Me la quedo mirando. Por muy enfadada que esté con ella, nunca me perdería la oportunidad de verla desnudarse. Primero se quita la
camiseta y luego sus músculos se contraen bajo su piel mientras se
desabrocha y se baja los pantalones vaqueros negros y ajustados. En un primer momento pienso que va a dejarse puesto sólo
el bóxer, pero luego saca un pantalón de algodón fino del armario. Sin embargo, no se pone camiseta se queda en Bra, qué suerte la mía.
—Ven —musita, y me tiende la camiseta que acaba de quitarse.
No puedo evitar sonreír cuando la tengo en mis manos. Es nuestra
costumbre, se ve que le gusta que duerma con su camiseta tanto como a mí el olor de su fragancia en la tela. Britt se pone a ver
la tele mientras yo me cambio y me pongo su camiseta y unos pantalones de hacer yoga. Son más bien unas mallas de licra, pero son cómodas. Doblo mi sujetador y mi ropa y Britt me mira. Se aclara la garganta y sus ojos recorren mi cuerpo.
—Son... muy... sexis.
Me ruborizo.
—Gracias.
—Mucho mejor que los pantalones de franela con nubecitas —bromea, y me echo a reír. Me siento en el suelo. No sé por qué, pero estoy muy a gusto en su habitación. Puede que sean los
libros, o Britt, no lo tengo claro.
—Lo que has dicho en el coche, lo de que apenas me conoces..., ¿iba en serio? —dice en voz baja. Es una pregunta que no me esperaba.
—Más o menos. No es fácil llegar a conocerte.
—Yo tengo la impresión de que te conozco —responde mirándome a los ojos.
—Sí, porque te dejo. Te cuento cosas sobre mí.
—Yo también te cuento cosas. Puede que no lo parezca, pero me conoces mejor que nadie.
Baja la mirada y luego vuelve a mirarme a los ojos. Parece triste y
vulnerable, nada que ver con su intensa rabia de siempre, aunque sigue igual de cautivadora. No estoy muy segura de cómo responder a su confesión. Creo que conozco a Britt de un modo
muy personal, como si conectásemos a un nivel mucho más profundo que simplemente conocer detalles de información la una de la otra, pero ni mucho menos la conozco bien. Necesito saber más.
—Tú también me conoces mejor que nadie —le digo.
Me conoce, a la verdadera Santana. No a la Santana que tengo que fingir que soy con mi madre o con Sam. Le he contado a Britt cosas sobre cómo mi padre abandonó a mi madre, le he hablado de las
críticas de mi madre y de miedos que jamás le había referido a nadie. A Britt le complace lo que he dicho, una sonrisa ilumina su bello rostro, se levanta del sillón y se me acerca. Me coge de las manos y tira de ellas para ayudarme a ponerme en pie.
—¿Qué quieres saber, Santana? —me pregunta, y el corazón se me derrite. Britt por fin está dispuesta a hablar de sí misma. Estoy un poco más cerca de comprender a esta chica complicada, enfadada con el mundo y, a la vez, adorable. Nos tumbamos en la cama, mirando al techo, y le hago al menos un centenar de preguntas. Me habla del lugar en el que se crio, Hampstead, y de lo mucho que le gustaba vivir allí. Me habla de la cicatriz que tiene en la rodilla, que se la hizo la primera vez que montó en bicicleta sin ruedecillas auxiliares; su madre se desmayó al ver la sangre. Su padre se pasaba todo el día en el bar, de sol a sol, así que tuvo que enseñarle su madre. Me habla del posgrado y de que
se pasaba el día leyendo. Nunca ha sido muy sociable y, con el transcurso de los años, su padre empezó a beber más y más y
sus padres se peleaban de continuo. Me cuenta que a los dieciséis años la expulsaron del instituto porque se pegaba con los demás y su madre suplicó para que la readmitieran. Empezó con los
tatuajes a los dieciséis, se los hacía un amigo en el sótano de su casa. Lo primero que se tatuó fue una estrella, y en cuanto estuvo terminada supo que quería muchos más. Me cuenta que no hay ninguna razón en concreto para que no se haya tatuado la espalda, sólo es que aún no se ha puesto a ello. Odia los pájaros a pesar de que lleva dos tatuados en la clavícula, y le encantan los coches clásicos. El mejor día de su vida fue el día en que aprendió a conducir y, el peor, el día en que sus padres se divorciaron. Su padre dejó de beber cuando ella tenía catorce años, y desde
entonces ha estado intentando compensar los horrores del pasado, pero Britt no quiere saber nada. Estoy mareada de tanta información, y siento que por fin empiezo a entenderla. Aún quedan
muchas cosas que me gustaría saber de ella, pero se queda dormida hablándome de una casita de juguete que su madre, una amiga y ella construyeron con cajas de cartón cuando tenía ocho años. Cuando duerme parece mucho más joven ahora que sé cómo fue su infancia. Por lo visto fue muy feliz hasta que el alcoholismo de su padre lo envenenó todo y nació la Britt enfadada con el mundo. Le doy a la rebelde orgullosa un beso en la mejilla antes de acurrucarme y cerrar los ojos. No quiero despertarla, así que sólo me echo el edredón por encima. Esa noche sueño con una niña de pelo rizado que se cae de la bici.
—¡No!
Me sobresalto al oír la voz atormentada de Britt. La busco y me la
encuentro retorciéndose en el suelo. Me levanto de un brinco y corro a su lado. La cojo por los hombros con cuidado para intentar despertarla. La última vez me costó mucho, así que me agacho y la
rodeo con los brazos cuando intenta apartarse de mí. Un balbuceo se escapa de sus labios perfectos y abre los ojos.
—Santana —dice con un grito ahogado.
Me abraza. Está jadeante, sudorosa. Debería preguntarle por sus pesadillas, pero tampoco quiero pasarme. Me ha contado mucho más de lo que esperaba.
—Aquí estoy, aquí estoy —digo para consolarla.
Le tiro del brazo para que se levante y vuelva conmigo a la cama. Cuando sus ojos encuentran los míos, el miedo y la confusión desaparecen lentamente.
—Creía que te habías ido —susurra.
Nos acostamos y me estrecha contra sí todo lo físicamente posible. Le peino con los dedos el pelo húmedo y enredado y cierra los ojos.
No digo nada, sólo sigo pasándole los dedos por el pelo.
—No me dejes nunca, Santana —susurra antes de quedarse dormida. El corazón casi se me sale del pecho al oír su ruego, y sé que mientras ella quiera aquí estaré.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:47 am

Capítulo 57


A la mañana siguiente me despierto antes que Britt y me las apaño para quitármela de encima y desenredar nuestras piernas sin despertarla. El recuerdo de oírla pronunciar mi nombre aliviada y de
todos los secretos que me ha contado hace que me revoloteen mariposas en el estómago. Anoche estaba tan relajada y tan abierto que hizo que me pillara aún más. Me asusta cuán profundos son mis sentimientos hacia ella. Sé que están ahí, pero aún no estoy preparada para hacerles frente. Cojo las tenacillas y el pequeño estuche de maquillaje de Rachel, que me he llevado prestado con su permiso, por supuesto, y me voy al baño.
El pasillo está vacío y nadie llama a la puerta mientras me arreglo. No tengo tanta suerte de vuelta a la habitación. Tres chicos avanzan por el pasillo, y uno de ellos es Blaine.
—¡Hola, Santana! —me saluda alegremente y me deslumbra con su sonrisa perfecta.
—¿Qué tal? —Estoy muy incómoda con los tres mirándome fijamente. —Bien, íbamos a salir. ¿Te vas a quedar a vivir aquí? —me pregunta, y se echa a reír.
—Para nada. Sólo estoy... de visita. —No sé qué decir. El tío alto se agacha para susurrarle algo a Blaine al oído. No oigo lo que dice, pero miro hacia otra parte—. Bueno, os veré luego —añado.
—Sí, nos vemos esta noche en la fiesta —dice Blaine, y se marcha.
¿Qué fiesta? ¿Por qué Britt no me ha comentado nada de ninguna fiesta? A lo mejor es que no tiene pensado quedarse. «O no quiere que vayas», añade mi subconsciente. Y ¿quién demonios
celebra una fiesta un martes? Cuando llego a la puerta de la habitación de Britt, ésta se abre antes de que toque el pomo.
—¿Dónde estabas? —pregunta, y la abre lo justo para que yo pueda entrar. —Peinándome. Quería dejarte dormir —contesto.
—Te he dicho que no te pasees por los pasillos, Santana —me regaña.
—Y yo te he dicho que no me des órdenes, Britt —replico con sarcasmo, y sus rasgos se suavizan.
— Touché.
Se ríe y da un paso hacia mí. Con una mano me coge de la cintura y mete la otra por debajo de mi camiseta y toca mi vientre. Tiene los dedos ásperos, pero los desliza con delicadeza sobre mi piel,
ascendiendo por mi estómago. —De todos modos, deberías llevar sujetador cuando vagas por los pasillos de una fraternidad,
Santana. —Acerca la boca a mi oreja en el mismo instante en que sus dedos encuentran mis pechos. Acaricia los pezones con los pulgares y éstos se ponen duros al instante.
Coge aire y yo me quedo helada, aunque el corazón me late a toda velocidad—. Uno nunca sabe con qué clase de pervertido
puede encontrarse —me susurra al oído. Sus pulgares dibujan círculos en mis pezones y luego los pellizca un poco.
Dejo caer la cabeza contra su pecho y no puedo controlar mis gemidos mientras sus dedos continúan el asalto.
—Apuesto a que podría hacer que te corrieras sólo con esto —dice
aplicando más presión.
No tenía ni idea de que esto pudiera ser tan... agradable. Asiento, y Britt se ríe con la boca pegada a mi oreja.
—¿Eso quieres? ¿Quieres que haga que te corras? —pregunta, y asiento de nuevo con la cabeza.
¿Para qué me lo pregunta? Mis rodillas temblorosas y mis gemidos hablan por sí solos.
—Buena chica. Vamos a... —empieza a decir.
Pero entonces suena la alarma de mi móvil y vuelvo al mundo real.
—¡Mierda! Tenemos que salir dentro de diez minutos y tú ni siquiera te has vestido. ¡Y yo ni siquiera me he vestido! Me aparto, pero ella menea la cabeza y me atrae de nuevo hacia sí, esta vez
bajándome los pantalones y las bragas. Coge mi móvil y lo apaga.
—Sólo necesito dos minutos. Me quedan ocho para vestirme.
Me coge en brazos y me lleva hasta la cama. Me sienta en ella, se arrodilla delante de mí y tira de mis tobillos hasta que me tiene justo en el borde.
—Abre las piernas —susurra, y obedezco.
No lo tenía previsto en el horario de la mañana, pero no se me ocurre mejor forma de empezar el día. Sus dedos largos recorren mis muslos. Luego hunde la cabeza entre ellos y me lame arriba y
abajo, frunce los labios y succiona. Joder, es ese puntito otra vez. Echo las caderas hacia adelante y casi me caigo al suelo. Vuelve a sentarme en el borde, sin soltarme. Con la otra mano, me mete un
dedo. Va mucho más deprisa que antes. No sé si me gusta más lo que me hace la mano o la boca, pero la combinación de ambas es alucinante. En unos segundos siento ese ardor en lo más profundo de mi vientre. Mete y saca el dedo más deprisa.
—Voy a intentar meterte dos, ¿vale? —me dice.
Asiento con un gemido. La sensación es extraña y un tanto incómoda, como la primera vez que me metió un dedo, pero cuando su boca vuelve y empieza a succionar de nuevo me olvido del leve dolor. Gimoteo cuando Britt retira la boca otra vez.
—Joder, estás muy prieta, nena. —Me bastan sus palabras para rematarme —. ¿Todo bien? —me pregunta.
La cojo del pelo y llevo su cabeza a la zona entre mis muslos. Se ríe y luego aplica la boca con esmero. Gimo su nombre y le tiro del pelo y tengo el orgasmo más bestia de mi vida. No es que haya
tenido muchos, pero éste ha sido el más rápido y también el más intenso. Britt me da un pequeño beso en lo alto de la pelvis, se pone en pie y camina hasta el armario.
Levanto la cabeza e intento recobrar el aliento. Vuelve y me seca con una camiseta. Me daría vergüenza si no estuviera todavía medio en la luna.
—Vuelvo enseguida —dice—. Voy a lavarme los dientes.
Sonríe y sale de la habitación. Me levanto, me visto y miro la hora.
Tenemos que salir dentro de tres minutos. Cuando Britt regresa, se viste en un santiamén y nos vamos.
—¿Sabes cómo llegar? —pregunto cuando arranca el coche.
—Sí, el mejor amigo de mi padre de sus días de universidad es Christian Vance —me dice—. He estado allí un par de veces.
—Caray... Vaya.
Sabía que Ken tenía contactos allí, pero no sabía que el presidente fuera su mejor amigo.
—No te preocupes, es un buen tío. Un poco cuadriculado, pero majo. Encajarás a la perfección.
—Su sonrisa es contagiosa—. Por cierto, estás muy guapa.
—Gracias. Parece que hoy estás de buen humor —digo coqueta.
—Sí, empezar el día con la cabeza entre tus muslos es una señal de buen augurio. Suelta una carcajada y me coge la mano.
—¡Britt! —la riño, pero ella se echa a reír otra vez.
El trayecto se pasa rápido y casi sin darnos cuenta ya estamos dejando el coche en el aparcamiento que hay detrás de un edificio de seis pisos con cristales de espejo y una gran «V» en la
fachada.
—Estoy nerviosa —le confieso a Britt mientras me retoco el maquillaje en el espejo.
—No lo estés. Lo vas a hacer muy bien. Eres muy inteligente, y tiene que verlo —me reconforta ella.
Dios santo, cómo me gusta cuando es tan amable.
—Gracias —respondo, y me acerco para besarla. Es un beso dulce y sencillo.
—Te espero aquí en el coche —me dice y me da otro beso.
El interior del edificio es tan elegante como el exterior. Cuando llego a la recepción, me dan un pase de un día y me indican que suba a la sexta y última planta. Una vez en el mostrador de la sexta,
le digo a la joven que lo atiende mi nombre.
Me lanza una sonrisa blanca de anuncio, me acompaña a un despacho enorme y le dice a un hombre de mediana edad con barba clara que puedo ver desde el pasillo:
—Señor Vance, la señorita Santana Lopez está aquí.
El señor Vance me hace un gesto para que entre y me estrecha la mano. Sus ojos verdes se ven desde la otra punta de la habitación, y su sonrisa es muy agradable y hace que me relaje. Me dice que
tome asiento.
—Es un placer conocerte, Santana. Gracias por venir.
—San, llámeme San. Gracias por recibirme —respondo con una
sonrisa.
—Dime, San, ¿estás en primero de Filología Inglesa? —pregunta.
—Sí, señor. —Asiento con la cabeza.
—Ken Scott me ha dado muy buenas referencias. Dice que perdería una gran oportunidad si no te diera un puesto de becaria.
—Ken es muy amable —digo.
Él asiente y luego se acaricia la barba con los dedos. Me pregunta qué he leído últimamente, mis autores favoritos y aquellos que no me gustan, o me gustan poco, y que le explique el porqué. Asiente
y me anima a seguir durante mi explicación y, cuando termino, sonríe.
—Bueno, Santana, ¿cuándo puedes empezar? Ken dice que será fácil agrupar tus asignaturas para que puedas venir aquí dos días a la semana y asistir a clase los otros tres.
La mandíbula me llega al suelo.
—¿De verdad? —es todo lo que consigo decir.
No me lo esperaba. Imaginaba que iba a tener que ir a clases por la noche y venir aquí durante el día... En caso de que me aceptaran.
—Sí, y también recibirás créditos por las horas que pases aquí.
—Muchísimas gracias. Es una oportunidad increíble. Gracias, gracias otra vez. —Tengo una suerte que no me la creo.
—Hablaremos de tus honorarios el lunes, cuando empieces.
—¿Tengo un sueldo? —Pensaba que eran prácticas no remuneradas.
—Por supuesto que cobrarás por tu tiempo —sonríe.
Me limito a asentir con la cabeza por miedo a abrir la boca y volver a darle las gracias por enésima vez. Vuelvo corriendo al coche y Britt sale a recibirme al verme llegar.
—¿Y bien? —me pregunta, y yo suelto un gritito.
—¡Me lo han dado! Me van a pagar y las primeras semanas tendré que venir cada día para coger el ritmo, pero luego sólo tengo que trabajar dos días a la semana, así que podré ir a clase los otros
tres, y me van a dar créditos y el señor Vance era super simpático y tu padre es genial por hacer esto por mí, y tú también, claro está. ¡Estoy muy emocionada y...! En fin..., creo que eso es todo.
Me echo a reír y me rodea con los brazos, me estrecha contra su pecho y me levanta del suelo.
—Me alegro mucho por ti —dice, y hundo los dedos en sus rizos.
—Gracias —le contesto al tiempo que me deja en el suelo—. De verdad, muchas gracias por haberme traído y por haberme esperado en el coche.
Me asegura que no ha sido ninguna molestia, nos subimos al coche y me pregunta:
—¿Qué quieres hacer hoy?
—Volver a clase, por supuesto. Todavía podemos llegar a literatura.
—¿De verdad? Te apuesto a que se nos ocurre algo mucho más divertido.
—No, ya me he perdido muchas clases esta semana. No quiero faltar a más. Voy a ir a literatura y tú también. —Sonrío.
Pone los ojos en blanco pero asiente con la cabeza.
Llegamos justo antes de que empiece la clase y le cuento a Ryder todo sobre las prácticas. Me da la enhorabuena y un fuerte abrazo. Britt, que es una maleducada, hace como si tuviera arcadas
detrás de nosotros, y le pego una patada.
Al salir de clase, Britt se viene con Ryder y conmigo y hablamos de las hogueras de este viernes. Quedo con Ryder en su casa a las cinco para cenar y luego nos iremos a las hogueras a las
siete. Britt permanece en silencio durante la conversación, y me
pregunto si me acompañará. En cierto momento dijo que sí que iría, pero estoy casi segura de que sólo lo decía por competir con
Dani. Ryder se despide cuando llegamos al aparcamiento y sigue su
camino a pie y silbando.
—¡Britt! —llama alguien entonces.
Las dos nos volvemos y vemos a Blaine y a Kitty, que vienen hacia
nosotros. Kitty... Genial.
Lleva una camiseta de tirantes y una falda roja de cuero. Sólo estamos a martes y ya ha hecho el zorrón para toda la semana. Debería reservarse esos modelitos para los fines de semana.
—Hola —saluda Britt, y se separa de mí.
—Hola, Santana —me dice Kitty.
Le devuelvo el saludo y me quedo de pie, incomodísima, mientras Britt y Blaine intercambian saludos.
—¿Estás listo? —le pregunta Blaine, y entonces me queda claro que Britt ha quedado aquí con ellos.
No sé por qué pensaba que íbamos a estar juntas. Está claro que no podemos pasar todo el tiempo juntas, pero al menos podría haberme dicho algo.
—Sí, estoy lista —contesta Britt. Me mira—. Nos vemos, Santana —dice como si nada, y se va con ellos. Kitty se vuelve y me mira con una sonrisa de cretina en su cara embadurnada de maquillaje. Se
monta en el asiento del acompañante del coche de Britt y Blaine se sube detrás. Y yo me quedo plantada en el asfalto preguntándome qué diablos acaba de pasar.
marthagr81@yahoo.es
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:48 am

Capítulo 58


Durante el paseo de vuelta a la residencia me doy cuenta de lo tonta que he sido al esperar que Britt fuera distinta esta vez. Debería habérmelo imaginado. Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad. Britt besándome delante de Ryder.
Britt siendo amable y queriendo más. Britt hablándome de su infancia. Debería haber sabido que, en cuanto sus amigos
aparecieran, volvería a ser la Britt a la que detestaba hace tan sólo dos semanas.
—¡Eh, Santana! ¿Te vienes esta noche? —me pregunta Rachel en cuanto entro en nuestra habitación.
Quinn está sentada en la cama, mirándola con adoración. Ojalá Britt me mirase a mí de ese modo.
—No, voy a estudiar —digo.
Es bonito saber que todo el mundo está invitado y, aun así, Britt ha
olvidado mencionarme la fiesta. Probablemente para poder pasar un rato con Kitty sin distracciones.
—¡Venga, mujer! Será divertido. Estará Britt. —Me sonríe y me obligo a sonreírle.
—No, de verdad. Tengo que llamar a mi madre y preparar los trabajos de la semana que viene.
—¡Pedooooorra! —Se burla Rachel cogiendo su bolso—. Como quieras. Estaré fuera toda la noche, llámame si necesitas algo.
Me da un abrazo de despedida y se marcha con Quinn.
Llamo a mi madre y le cuento lo de las prácticas y, como buena madre, se alegra un montón de que me hayan dado una oportunidad. No menciono a Britt, pero sí a Ken, aunque le digo que es el futuro padrastro de Ryder, cosa que es verdad. Me pregunta por Sam, pero me hago la loca. Estoy sorprendida y agradecida de que Sam no se lo haya contado. No me debe nada, pero le agradezco la omisión. Después de escucharla hablar durante mil años sobre su nueva compañera de trabajo, que ella cree que está teniendo una aventura con el jefe, le digo que tengo que ponerme a estudiar y cuelgo. De inmediato empiezo a pensar en Britt, como siempre. Mi vida era mucho más sencilla antes de conocerla y ahora, después de..., es complicada y estresante, y o bien estoy muy feliz o bien siento esta quemazón en el pecho cuando me lo imagino con Kitty. Voy a volverme loca si me quedo aquí sentada, y sólo son las seis cuando me doy por vencida y dejo de estudiar. ¿Y si voy a dar una vuelta? Necesito ver a alguien. Cojo el teléfono y llamo a Ryder.
—¡Hola, Santana! —Parece animado, y me calma un poco la ansiedad.
—Hola, Ryder, ¿te pillo ocupado?
—No, sólo estaba viendo el partido. ¿Por? ¿Pasa algo?
—No. Es que me preguntaba si podrías venirte un rato... O, si a tu madre no le importa, podría ir a veros y aceptar su oferta de enseñarme a hacer madalenas. —Dejo escapar una leve risita.
—Cómo no. Le va a encantar. Voy a decirle que vas a venir.
—Vale. El próximo autobús no sale hasta dentro de media hora, pero estaré ahí lo antes posible.
—¿El autobús? Ah, sí. Se me olvidaba que aún no has encontrado un coche. Iré a recogerte.
—No, no hace falta, de verdad. No quiero ser una molestia.
—Santana, no son ni veinte kilómetros. Salgo hacia allí —dice, y accedo. Cojo el bolso y miro la pantalla del móvil por última vez. Pues claro que Britt ni me ha escrito ni ha llamado. Odio cómo dependo de ella. No quiero obsesionarme. Decido emanciparme y apago el móvil. Si lo dejo encendido, me volveré loca mirándolo cada cinco minutos. Lo mejor será que lo deje en la habitación, así que lo guardo en el cajón de arriba de la cómoda antes de salir a esperar a Ryder en la entrada.
Aparece unos minutos más tarde y da un pequeño bocinazo. Bajo de la acera de un brinco al oírlo, sorprendida, y los dos nos reímos mientras subo al coche.
—Mi madre ha tirado la casa por la ventana. Prepárate para una clase con todo lujo de detalles.
—¿Sí? ¡Me encantan los detalles!
—Lo sé, en eso nos parecemos —dice encendiendo la radio.
Escucho los compases familiares de una de mis canciones favoritas.
—¿Puedo subir el volumen? —pregunto, y asiente.
—¿Te gusta The Fray? —dice sorprendido.
—¡Sí! ¡Es mi grupo favorito! Me encantan. ¿A ti te gustan?
—¡Claro! ¿A quién no? —Se echa a reír.
Estoy a punto de decirle que a Britt no le gustan, pero decido callarme. Cuando llegamos a su casa, Ken nos recibe en la puerta con una acogedora sonrisa. Espero que no estuviera esperando que viniera con Britt, pero no veo ni rastro de decepción en su rostro. Le
devuelvo la sonrisa.
—Karen está en la cocina. Avisada estás —me dice en tono travieso. No bromeaba. Karen tiene la gigantesca isleta de cocina llena de moldes, cuencos y un montón de artilugios que no sé ni qué son.
—¡Santana! ¡Estoy terminando de prepararlo todo! —Está resplandeciente de felicidad, y con una mano me señala todos los extraños utensilios.
—¿Puedo ayudarla con algo?
—De momento, no. Casi he terminado... Ya, listo.
—Espero no haber avisado de que iba a venir con muy poca antelación.
—Ay, no, cielo. Aquí siempre eres bienvenida —me asegura, y se nota que lo dice de corazón. Me pasa un delantal y me recojo el pelo en un moño en la coronilla. Ryder se sienta en la
bancada y nos habla un par de minutos mientras Karen me enseña todos los ingredientes necesarios para hacer madalenas caseras. Los echo en el robot de cocina y lo dejo trabajar al mínimo.
—Ya me siento como una profesional —digo.
Me río y Ryder se acerca y me pasa la mano por la mejilla.
—Perdona, es que te habías manchado de harina. —Se ruboriza y sonrío. Empiezo a verter la masa de las madalenas en los moldes. Cuando termino, las metemos en el horno y hablamos de la universidad y de nuestra casa. Ryder abandona la
«charla de chicas» y se va a ver terminar el partido.
Nos perdemos en la conversación mientras nuestras creaciones se hornean y se enfrían y, cuando Karen me dice que es hora de ponerles la cobertura, las miro y me siento muy orgullosa de cómo han salido las mías. Karen me enseña a usar la manga pastelera para dibujar una letra «R» encima de una madalena, y la reservo para Ryder. Ella, que es una experta, dibuja flores y hojas de césped en las suyas. Yo hago lo que puedo con las mías.
—La próxima vez haremos galletas. —Sonríe y coloca las madalenas en una fuente.
—Por mí, genial —le digo, y le doy un mordisco a una de mis madalenas. Mientras Karen arregla las madalenas para que luzcan en la fuente, me pregunta:
—¿Dónde está Britt?
Mastico muy despacio mientras intento comprender por qué ha tenido que preguntarme eso.
—En su casa —me limito a responder.
Ella frunce el ceño pero no insiste.
Ryder reaparece entonces en la cocina y Karen sale para llevarle unas magdalenas a Ken.
—¿Ésa es para mí? —pregunta Ryder sosteniendo la madalena con la «R» chuchurrida.
—Sí, tengo que mejorar mucho con la manga pastelera.
Le da un mordisco.
—Lo importante es que está muy rica —dice con la boca llena.
Me río, y él se limpia la boca. Mientras me como otra madalena, Ryder me habla del partido. Me importa un comino, pero es
muy majo y finjo escucharlo. Mi mente viaja otra vez hacia Britt y me
quedo mirando por la ventana.
—¿Te encuentras bien?
Ryder me saca de mi ensimismamiento.
—Sí, perdona. Estaba prestando atención... al principio. —Sonrío a modo de disculpa.
—No pasa nada. ¿Es por Britt?
—Sí... ¿Cómo lo sabes?
—¿Dónde está?
—En la fraternidad. Celebran una fiesta esta noche... —empiezo a decir, y luego decido contárselo todo—. Y no me ha dicho nada. Ha quedado con sus amigos y se ha despedido con un «Nos vemos, Santana». Me siento como una idiota sólo de decirlo, sé que
parezco imbécil, pero es que me está volviendo loca. Solía liarse con esa chica, Kitty, y ahora está con ella y no me ha dicho qué
somos... Si es que somos algo —añado con un pesado suspiro.
—Pero ¿vosotras dos no estáis saliendo? —pregunta Ryder.
—Ya... Bueno, eso pensaba yo, pero ahora ya no lo sé.
—Y ¿por qué no intentas hablar con ella? ¿O vas a la fiesta?
Lo miro.
—No puedo ir a la fiesta.
—¿Por qué no? Ya has estado en sus fiestas, y Britt y tú estáis saliendo, o lo que sea, y tu compañera de habitación estará allí. Si yo fuera tú, iría.
—¿De verdad? Rachel me ha invitado... pero no sé.
Quiero ir sólo para ver si Britt está con Kitty, pero pareceré una idiota cuando llegue allí.
—Yo creo que deberías ir.
—¿Te vienes conmigo? —pregunto.
—Ah, no, no. Lo siento, Santana. Somos amigos, pero no, gracias.
Sabía que no iba a querer, pero tenía que intentarlo.
—Creo que yo sí voy a ir. Al menos, para hablar con ella.
—Bien. Pero será mejor que primero te limpies la harina de la cara.
Suelta una carcajada y le pego en el brazo. Me quedo un rato más con Ryder. No quiero que piense que sólo lo he estado utilizando para que me acompañara a la fiesta, aunque sé que en realidad él no piensa eso.
—Buena suerte. Llámame si me necesitas —me dice cuando me bajo del coche delante de la fraternidad. Luego se va y pienso que es irónico que me haya dejado el móvil en la residencia para no pensar en Britt y, aun así, he acabado presentándome en su casa.
Hay un grupo de chicas ligeras de ropa en el jardín y, al verlas, contemplo mi atuendo: vaqueros y chaqueta de punto. Apenas me he maquillado y llevo el pelo recogido en el cogote. «Pero ¿en qué
estaría pensando cuando he decidido venir aquí?»
Me trago la ansiedad y entro en la casa. No veo a nadie conocido excepto a Dani, que se está bebiendo un chupito del cuerpo de una chica que sólo lleva puestos las bragas y el sujetador. Entro
en la cocina y alguien me pasa un vaso de plástico de alcohol puro. Me lo bebo. Si voy a enfrentarme a Britt, necesito alcohol. Me abro paso entre la multitud que abarrota la sala de estar, hacia el sofá
en el que su grupo suele sentarse. Entre cuerpos y espaldas, aparece el pelo rosa de Kitty... Y me pongo mala en cuanto veo que no está sentada en el sofá, sino en el regazo de Britt, que
tiene la mano en su muslo mientras ella está recostada encima de ella, riéndose con sus amigos como si fuera lo más normal del mundo. ¿Cómo me he metido en esto? Debería haberme mantenido bien lejos de ella. Lo sabía y ahora la tengo delante, restregándomelo por la cara. Debería irme. Éste no es mi
sitio y no quiero volver a llorar delante de esta gente. Estoy harta de llorar por Britt, y estoy harta de intentar convertirla en
lo que no es. Cada vez que pienso que he tocado fondo, hace algo que me lleva a pensar que no tenía ni idea del dolor que causan los sentimientos no correspondidos. Veo que Kitty coge la mano de
Britt. Ella la aparta pero sólo para ponérsela en la cadera y apretar para hacerle cosquillas. Ella se ríe. Intento obligarme a moverme, a retroceder, a echar a correr, a hacerme una bola... Lo que sea con
tal de salir de aquí. Pero mis ojos no se apartan de la chica de la que me estaba pillando mientras ella no le quita el ojo de encima a ella.
—¡Santana! —me llama alguien entonces.
Britt se vuelve y sus ojos azules encuentran los míos. Los abre como platos. Kitty mira en mi dirección y se pega más a Britt, que abre los labios como si fuera a decir algo pero no dice nada.
Dani aparece a mi lado y por fin consigo desviar la mirada de la de Britt. Intento sonreír, pero tengo todas mis energías empleadas en no convertirme en un mar de lágrimas.
—¿Te apetece beber algo? —me pregunta.
Bajo la mirada. «¿Yo no llevaba un vaso de plástico en la mano?»
El vaso está en el suelo. La cerveza se ha derramado en la moqueta. Doy un paso atrás. Normalmente lo limpiaría y pediría perdón, pero ahora mismo voy a fingir que no he sido yo. Aquí
hay tanta gente que nadie lo notará. Tengo dos opciones: puedo salir corriendo de aquí con lágrimas en los ojos y dejar que Britt
sepa que me ha hecho daño, o puedo hacerme la valiente y actuar como si me importaran un pimiento ella y el modo en que Kitty sigue acurrucada en su regazo. Me decido por la segunda opción.
—Me encantaría —digo con voz forzada.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:50 am

Capítulo 59


Acompaño a Dani a la cocina, mentalizándome de que voy a sobrevivir a esta fiesta. Quiero ir a donde está Britt y maldecirla, decirle que no vuelva a hablarme en la vida, darle una buena
bofetada y arrancarle a Kitty el pelo rosa de la cabeza. No obstante, es probable que se limite a reírse de mí en mi cara, así que decido beberme de un trago el vodka sour de cereza que me prepara Dani y pedirle otro. Britt me ha fastidiado demasiadas noches, y me niego
a ser la pava otra vez.
Dani me prepara otro vodka sour pero, cuando vuelvo a entregarle la copa vacía a los pocos minutos, se ríe y levanta las manos.
—Eh, baja el ritmo, muchacha, que ya llevas dos.
—Es que están muy buenos. —Me río y relamo la última gota de cereza de mis labios.
—Vale, pero éste te lo tienes que beber más despacio, ¿sí?
Asiento, me prepara otro y dice:
—Creo que vamos a jugar a otra ronda de Verdad o desafío.
«Pero ¿qué le pasa a esta gente con el puñetero Verdad o desafío?» Pensaba que uno dejaba de jugar a estos estúpidos jueguecitos de marras al acabar el instituto. Vuelve a dolerme el pecho y no puedo dejar de pensar en la cantidad de cosas a las que Britt y Kitty se habrán atrevido ya esta noche.
—¿Qué me he perdido en la última ronda? —pregunto con la sonrisa más coqueta que soy capaz de componer.
Es probable que parezca una loca, pero Dani me sonríe. Parece que
funciona. —Sólo a un puñado de borrachos morreándose, lo de siempre —responde encogiéndose de hombros.
El nudo que tengo en la garganta sube, pero me lo trago junto con la
bebida. Suelto una risa falsa y sigo bebiendo sin parar mientras regresamos junto a los demás. Dani se sienta en el suelo, en
diagonal con respecto al sitio que Britt y Kitty ocupan en el sofá. Me
siento a su lado, más cerca de lo que me sentaría normalmente, pero ésa es la idea. Una parte de mí daba por sentado que ya se
habría quitado a Kitty de encima, pero no. Así que me acerco todavía más a Dani. Britt entorna los ojos hasta que son dos rayitas oscuras pero hago como si no la viera. Kitty sigue en sus brazos como el pendón que es, y Rachel me lanza una mirada
comprensiva y luego se queda mirando a Britt. El vodka empieza a hacer efecto para cuando le toca a Blaine.
—¿Verdad o desafío? —dice Rachel.
—Verdad —contesta.
Ella pone los ojos en blanco.
—Nenaza. —Su colorido lenguaje nunca deja de sorprenderme—. Vale... ¿Es verdad que la semana pasada orinaste en el armario de Quinn? —pregunta, y todos se echan a reír menos yo. No
tengo ni idea de qué están hablando.
—¡No! ¡Tíos, ya os he dicho que no fui yo! —gruñe, y todo el mundo se parte de la risa.
Dani me mira y me guiña un ojo entre las carcajadas de todos.
No me había dado cuenta antes, pero está bueno. Está muy bueno.
—¿Juegas, Santana? —me pregunta Rachel.
Asiento. Levanto la vista para ver a Britt y compruebo que me está
mirando. Le sonrío y vuelvo a mirar a Dani. El ceño fruncido de Britt me alivia un poco la presión que siento en el pecho. Debería sentirse tan mal como yo.
—Vale, ¿verdad o desafío? —pregunta Kitty.
Cómo no, tenía que ser ella la que me retara.
—Desafío —digo con valentía. Sólo Dios sabe lo que me hará hacer.
—Te reto a que beses a Dani.
Se oyen algunas risitas nerviosas y gritos quedos.
—Ya sabemos lo que opina de los besos; elige a otra persona —masculla Britt.
—No pasa nada —replico. Si quiere jugar, jugaremos.
—No creo que... —insiste ella.
—Cierra el pico, Britt —interviene Rachel, y me infunde valor con su
sonrisa. No me puedo creer que haya accedido a besar a Dani, y eso que es una de las chicas más atractivas que he visto. Sólo he besado de verdad a Sam y a Britt; imagino que Johnny en tercero
de primaria no cuenta, más que nada, porque sabía a pegamento.
—¿Estás segura? —me pregunta Dani. Está intentando parecer preocupada, pero veo en sus rasgos perfectos que no le disgusta la idea.
—Segura —digo.
Cojo otra copa y me obligo a no mirar a Britt, no sea que cambie de
opinión. Todas las miradas están puestas en nosotras. Dani se me acerca para besarme. Está frío por el hielo de su copa, y su lengua sabe a zumo de cereza. Sus labios son suaves y firmes a la vez,
y su lengua se mueve con destreza con la mía. Noto ese calor en el vientre, no tan intenso como con Britt, pero es tan agradable que cuando Dani me coge de la cintura, las dos nos ponemos de
rodillas para... —¡Eh, ya está bien, joder!... Ha dicho que os beséis, no que echéis un polvo delante de todo el mundo —protesta Britt.
Kitty le dice que se calle.
La miro. Está enfadada, más que enfadada. Ella se lo ha buscado.
Me separo de Dani y noto que se me sonrojan las mejillas cuando todo el mundo se nos queda mirando. Rachel levanta dos hermosos pulgares en mi dirección pero yo agacho la cabeza. Dani parece
estar muy contenta y yo me siento avergonzada pero más que satisfecha con la reacción de Britt.
—Santana, te toca retar a Quinn —dice Dani.
Quinn elige desafío, así que le lanzo el reto menos imaginativo posible y la dejo seguir a ella.
—Dani, ¿verdad o desafío? —pregunta Quinn.
Me termino la bebida y, cuanto más bebo, más se adormecen mis
emociones. —Desafío —responde Dani, y Rachel le susurra a Quinn al oído algo que la hace sonreír.
—Te reto a que te lleves a Santana diez minutos arriba —dice Quinn, y yo me atraganto. Esto ya es pasarse.
—¡Muy bueno! —exclama Kitty, y se ríe a mi costa.
Dani me mira como preguntándome si me parece bien. Sin pensar, me pongo en pie y le cojo la mano. Parece tan sorprendida como los demás, pero se levanta.
—Esto no es Verdad o desafío —suelta Britt—, esto es... Eh... Puf, esto es una gilipollez.
—Y ¿qué más da? Las dos están solteras y es divertido. ¿A ti qué te
importa?—le espeta Kitty.
—A mí... me da igual. Sólo que creo que es ridículo —replica Britt, y me duele el pecho otra vez. Salta a la vista que no tiene pensado decirles a sus amigos que somos...,que éramos... lo que
fuéramos. Me ha estado utilizando todo el tiempo, sólo he sido una más para ella. He sido una tonta, una tonta de campeonato, por creer lo contrario.
—Bueno, por suerte no es asunto tuyo, Britt —salto, y me llevo a Dani de la mano. «¡Toma ya!», «¡Joder!», oigo decir a algunos, y Britt les suelta un improperio mientras Dani y yo hacemos mutis por el foro. Encontramos un dormitorio cualquiera al subir la escalera, ella cierra la puerta y enciende la luz.
Ahora que estoy lejos de Britt empieza a ponerme muy muy nerviosa estar a solas con Dani. Por muy enfadada que esté, no quiero liarme con ella. Bueno, no es que no quiera, es que no sé si debo. No soy esa clase de chica.
—¿Qué quieres hacer? —pregunto con vocecita chillona.
Se echa a reír y me lleva a la cama. «Ay, madre.»
—¿Y si charlamos un rato? —dice, y asiento y miro el suelo—. No es que no quiera hacer otras muchas cosas contigo, pero estás borracha y no quiero aprovecharme de ti.
Trago saliva.
—¿Sorprendida? —Me sonríe y me echo a reír.
—Un poco —confieso.
—¿Por qué? No soy una cabróna como Britt —dice, y aparto la mirada otra vez—. Por un instante pensé que entre ella y tú había algo.
—No... Sólo somos... Bueno, éramos amigas. Pero ya no. —No quiero admitir lo idiota que he sido por tragarme las mentiras de Britt.
—¿Sigues viendo a tu novio del instituto?
Es un alivio no tener que hablar de Britt. Me relajo y contesto:
—No, hemos roto.
—Vaya, qué lástima. Era una tía con suerte —me dice con una sonrisa muy dulce. Dani es encantadora. De repente estoy mirando esos ojos de color caramelo; tiene las pestañas más largas que yo.
—Gracias —digo.
—A lo mejor podría invitarte a salir algún día, una cita de verdad... Nada que se parezca a un dormitorio en una fiesta de fraternidad —dice, y se echa a reír nerviosa.
—Hum... —No sé qué decir.
—¿Y si vuelvo a preguntártelo mañana, cuando estés sobria?
Es mucho más majo de lo que imaginaba. Normalmente las chicas que son así de guapas son unas cabronas... Como Britt.
—Hecho.
Vuelve a cogerme de la mano.
—¡Estupendo! Será mejor que regresemos con los demás.
Cuando llegamos abajo, Britt y Kitty aún están en el sofá, pero ahora ella tiene una copa en la mano y Kitty ha movido las piernas para rodearla por un lado con ellas. Los ojos de Britt se clavan en mi mano entrelazada con la de Dani, y la retiro sin pensar. Luego
la vuelvo a coger. Britt aprieta los dientes y yo miro a la gente de la fiesta.
—¿Qué tal ha ido? —sonríe Kitty con malicia.
—Muy divertido —contesto.
Dani no dice nada. Más tarde le daré las gracias por no haberme corregido.
—Le toca a Kitty —anuncia Blaine mientras Dani y yo nos sentamos otra vez en el suelo.
—¿Verdad o desafío? —pregunta Britt.
—Desafío, por supuesto.
Britt me mira a los ojos y dice:
—Te reto a que me beses.
El corazón deja de latirme en el pecho. Se me para. Es mucho más inmadura de lo que imaginaba. Me zumban los oídos. Kitty me mira muy ufana y se abalanza sobre Britt. Toda la rabia que sentía
hace un momento se esfuma y la sustituye el dolor, un dolor que arrasa con todo, y las lágrimas me queman las mejillas. No puedo seguir viéndola. No puedo. En cuestión de segundos me he puesto de pie y estoy abriéndome paso a empujones entre el gentío. Dani y Rachel me llaman pero todo me da vueltas y, cuando cierro los
ojos, sólo veo a Kitty y a Britt. Tropiezo con la gente pero no miro atrás. Por fin llego a la puerta y el aire fresco me llena
los pulmones y me devuelve a la realidad.
«¿Cómo puede ser tan cruel?»
Bajo corriendo los escalones que conducen a la acera. Tengo que largarme de aquí. Desearía no haberla conocido. Desearía haber tenido otra compañera de habitación. Incluso desearía no haber
venido nunca a estudiar a la WCU.
—¡Santana!
Me vuelvo al oírla, convencida de que son imaginaciones mías, hasta que veo a Britt, que corre hacia mí.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Mayo 30, 2016 4:51 am

Capítulo 60


Nunca he sido deportista, pero voy a tope de adrenalina y corro pies para qué os quiero. Llego al final de la calle pero empiezo a cansarme. ¿Adónde diablos voy? No recuerdo cuál es el sendero que cogí la última vez para volver a la residencia y, como una estúpida, me he dejado el móvil en la habitación. Por demostrarme no sé qué a mí misma. Porque soy independiente y no necesito a Britt. Britt, que me pisa los talones y grita:
—¡Santanaa, para!
Y me paro. Freno en seco.
«¿Por qué huyo de ella? Es ella quien tiene que explicarme por qué sigue jugando conmigo de este modo.»
—¿Qué te ha dicho Dani?
«¿Perdona?»
Me vuelvo para mirarla. La tengo sólo a unos metros y su expresión es de sorpresa. No esperaba que parase de correr.
—Oye... —Por una vez se ha quedado sin habla—. ¿Qué te ha contado Dani?
—Nada. ¿Acaso tiene algo que contarme?
Doy otro paso hacia ella, ahora estamos frente a frente. El cabreo me llega en oleadas.
—Lo siento, ¿vale? —dice en voz baja.
Me mira a los ojos y estira la mano para coger la mía, pero la aparto. Aunque no responde a mi pregunta sobre Dani, estoy demasiado cabreada para que me importe.
—¿Que lo sientes? ¿Lo sientes? —repito, y mi voz suena a carcajada.
—Sí, lo siento.
—Vete al infierno, Britt.
Echo a andar pero me coge del brazo. Es la gota que colma el vaso. Mi mano levanta el vuelo y la abofeteo, con fuerza. Me sorprende mi propia violencia tanto como a ella y casi quiero disculparme
por haberle pegado, pero el daño que me ha hecho supera con creces una mejilla colorada. Se lleva la mano a la cara y se frota lentamente la piel enrojecida. Me mira. La ira y la confusión
brillan en sus ojos.
—Pero ¿qué coño te pasa? ¡Tú has besado a Dani primero! —me grita. Pasa un coche y el conductor nos mira, pero me da igual. Me da igual si montamos una escena.
—Pero ¿cómo tienes la cara de echarme a mí la culpa? ¡Me has mentido y has jugado conmigo como si fuera estúpida, Britt! Justo cuando empezaba a pensar que podía confiar en ti, ¡vas y me
humillas! Si lo que querías era estar con Kitty, ¿por qué no me has dicho que te dejara en paz? Pero no, en vez de eso, me vienes con el cuento de que quieres más y me suplicas que pase la noche
contigo, ¡sólo para utilizarme! ¿Por qué? ¡¿Qué te has ganado aparte de una mamada?! —le grito. La palabra suena rara saliendo de mi boca.
—¿Qué? ¿Eso crees que estaba haciendo? ¿Crees que te estaba utilizando?
—replica.
—No. No es que lo crea, Britt, es que lo sé. Pero ¿sabes qué? Se acabó. Estoy harta, estoy más que harta. ¡Cambiaré de residencia si es necesario con tal de no tener que volver a verte!
Lo he dicho muy en serio. No necesito que esta gente me amargue más la vida.
—Estás exagerando —dice como si nada, y me cuesta muchísimo no volver a cruzarle la cara.
—¿Que estoy exagerando? No les has hablado a tus amigos de nosotras, no me dijiste que había una fiesta y luego me dejas tirada en el aparcamiento como a una imbécil y te vas con Kitty. ¡Con
Kitty! Entonces vengo aquí y me la encuentro sentada en tu regazo, y encima vas y la besas delante de mis narices, Britt. Creo que mi reacción está más que justificada — digo, aunque mi voz acaba
siendo un suspiro hastiado.
Me enjugo las lágrimas de los ojos y parpadeo mirando al cielo nocturno.
—¡Tú también has besado a Dani delante de mis narices! —ruge—. ¡Y no te he dicho que había una fiesta porque no tengo por qué contártelo! De todas formas, no habrías querido venir. Habrías
preferido quedarte en tu cuarto estudiando o mirando las musarañas. Miro su figura borrosa a través de mis ojos llorosos y simplemente le pregunto:
—¿Por qué pierdes el tiempo conmigo? ¿Para qué te has molestado en seguirme, Britt? Su silencio me da la respuesta.
—Ya, eso mismo pensaba yo —añado—. Creías que vendrías, te
disculparías y yo aceptaría seguir siendo un secreto, tu novia aburrida escondida en el armario. Pues te equivocas. Confundes mi
amabilidad con debilidad y te vas a llevar un buen chasco.
—¿Mi novia? ¿Te has pensado que eras mi novia? —aúlla.
—¿Pensabas que eras mi novia? —dice riéndose a carcajadas.
—Mira, pues sí —confieso. Ya me ha humillado de lo lindo, así que no tengo nada que perder—. Me soltaste ese rollo de que querías más y te creí. Me tragué todo lo que me dijiste, todas las cosas
que decías que nunca le habías contado a nadie... Aunque imagino que también era mentira. Estoy segura de que nada de eso ha pasado en realidad. —Me encojo de hombros abatida—. Pero ¿sabes qué? Ni siquiera estoy enfadada contigo. Estoy enfadada conmigo misma por haberte creído. Sabía cómo eras antes de que empezara a pillarme de ti, y sabía que ibas a hacerme daño. ¿Cómo fue eso que me dijiste?, ¿que ibas a «destruirme»? No, que ibas a «acabar conmigo»... Pues enhorabuena, Britt. Tú ganas —sollozo.
El dolor le nubla la mirada... Bueno, parece dolor. Probablemente sea que le hago gracia. Me da igual ganar o perder o jugar a todos estos jueguecitos absurdos. Doy media vuelta y echo a
andar otra vez hacia la casa; seguro que allí podré encontrar a alguien que me preste su móvil para llamar a Ryder o conseguir que alguien me lleve a la residencia.
—¿Adónde vas? —pregunta.
Me duele que no tenga nada que decir, que no me haya ofrecido una explicación. Sólo me ha confirmado lo que yo ya sabía, que no tiene corazón. Camino más deprisa, ignorándola. Me sigue, me llama un par de veces pero me niego a dejarme engatusar de nuevo por su voz. Cuando llego a los escalones de la entrada de la fraternidad, me encuentro con el pelo rosa de Kitty.
—¡Anda, mira, si te está esperando y todo. Sois perfectas la una para la otra! —le grito a Britt sin volver la vista atrás.
—No es verdad, y lo sabes —ruge ella.
—Lo único que sé es que no sé nada —replico subiendo los peldaños de dos en dos. Dani aparece entonces en la puerta y corro a su lado.
—¿Me dejas usar tu móvil, por favor? —le suplico, y ella asiente.
—¿Te encuentras bien? He salido a buscarte pero no te he visto —me dice. Britt se planta delante de nosotras mientras yo llamo a Ryder y le pido que venga a recogerme. Dani y Britt se miran a la cara un segundo cuando me oyen pronunciar el nombre de
Ryder, luego Dani desvía la mirada de Britt y me mira a mí.
—¿Va a venir? —pregunta en tono preocupado.
—Sí, llegará dentro de unos minutos. Gracias por prestarme el móvil —le digo ignorando a Britt.
—No hay de qué. ¿Quieres que me quede a esperarlo contigo? —añade.
—No, yo me quedo con ella —interviene Britt con la voz cargada de
veneno.
—Me encantaría que te quedaras, Dani —digo, y empiezo a bajar los escalones con ella. Britt, que es una inmadura, nos sigue y se queda detrás de nosotras. Es todo muy incómodo. Rachel,
Quinn y Kitty se apuntan también.
—¿Estás bien? —me pregunta Rachel.
—Sí —digo asintiendo con la cabeza—. Pero me voy ya. No debería haber venido. Cuando Rachel me abraza, Kitty susurra por lo bajo:
—En eso tienes razón.
Vuelvo la cabeza en su dirección en cuanto termina la frase. Odio los enfrentamientos, pero a Kitty la odio mucho más.
—Pues mira, ahí le has dado —le espeto—. ¡No debería estar aquí! No soy tan aficionada como tú a emborracharme y a restregarme con todo lo que se menea.
—¿Perdona? —replica ella.
—Ya me has oído.
—¿A ti qué te pasa? ¿Te cabrea que haya besado a Britt? Porque, verás, bonita, yo beso a Britt cuando me da la gana —presume.
El color se me va de la cara. Miro a Britt, que no dice nada. ¿Ha estado todo este tiempo liándose con Kitty? No me sorprende. Ni siquiera sé cómo responderle. Intento pensar en una buena
contestación, pero la verdad es que no se me ocurre nada. Estoy segura de que en cuanto me vaya me vendrán como cincuenta a la cabeza, pero ahora mismo me he quedado en blanco.
—Vayamos adentro —sugiere Quinn cogiendo a Kitty y a Rachel del
brazo. Intento dirigirle una sonrisa de agradecimiento en cuanto echan a andar.
—Tú también, Britt. No te quiero ni ver —le digo mirando a la calle.
—No la he besado, al menos no últimamente. Sólo esta noche, lo juro — dice ella. «¿Por qué lo dice delante de todo el mundo?»
Kitty se vuelve.
—Me importa una mierda con quién vayas morreándote por ahí. Ahora piérdete —repito.
Siento un gran alivio cuando finalmente veo el coche de Ryder.
—Gracias otra vez —le digo a Dani.
—De nada. No olvides lo que hemos hablado —me dice esperanzada, recordándome nuestra supuesta cita.
—Santanaa... —me llama Britt mientras camino hacia el coche. Como la ignoro, grita mi nombre con más fuerza—: ¡Santanaa!
—¡No tengo nada más que decirte, Britt! No pienso volver a escuchar tus mentiras. ¡Déjame en paz de una puta vez! —grito volviéndome para mirarla a la cara.
Soy consciente de que todo el mundo nos está mirando, pero es que ya no puedo más.
—Santanaa..., yo... yo...
—¿Qué? ¡¿Qué, Britt?! —chillo aún más alto.
—Yo... ¡Te quiero! —grita.
Y me quedo sin aire en los pulmones. Y a Kitty parece que le va a dar un soponcio. Y Rachel parece que ha visto un fantasma.
Durante unos segundos nadie se mueve, como si hubiera pasado un extraterrestre y nos hubiera congelado tal cual. Cuando por fin consigo hablar, digo en voz baja:
—Estás enferma, Brittany. Eres una maldita enferma.
A pesar de que sé que esto forma parte de su jueguecito, oírla pronunciar esas palabras me remueve algo por dentro. Me dispongo a abrir la puerta del coche de Ryder, pero Britt me coge la mano.
—Lo digo de verdad —dice—. Te quiero. Sé que no me crees, pero es la verdad. Te quiero. Se le llenan los ojos de lágrimas. Aprieta los labios y se cubre el rostro con las manos. Da un paso atrás, luego otro hacia adelante, y cuando baja las manos sus ojos azules parecen sinceros, asustados.
Britt... Es una gran actriz, mejor de lo que creía. No me puedo creer que esté montando este circo delante de todo el mundo.
Le doy un empellón para quitármela de encima y abro la puerta del coche. Echo el pestillo antes de que recupere el equilibrio. Ryder arranca y se pone en marcha. Britt golpea con los puños la
ventanilla y yo me tapo la cara con las manos para que no me vea llorar.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por micky morales Lun Mayo 30, 2016 8:20 am

de verdad brittany avanza 2 pasos y retrocede 10 es una estupida que lo unico que hace es jugar con los sentimientos de santana, de verdad ya me canse de que cambie, tal vez lo mejor es que santana se mude pq que salga con dani tampoco me parece una solucion, quedaria como una despechada, hasta pronto y gracias por el maraton!!!!!
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por monica.santander Miér Jun 01, 2016 11:17 pm

Que le den a Britt por idiota!!!
Veremos cuanto le dura a San!!
Saludos
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por 3:) Jue Jun 02, 2016 12:32 pm

es jodida mente frustrarte britt,.. de echo creo que te lo dije,..
la paciencia es una virtud,.. y san hace honor a eso asta ahora!!

nos vemos!!
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jun 04, 2016 10:40 am

Capítulo 61



Cuando por fin dejo de llorar, Ryder me pregunta en voz baja:
—¿La he oído decir que te quiere?
—Sí... Yo qué sé... Sólo estaba intentando montarme un número o a saber —digo casi echándome a llorar otra vez.
—¿Tú crees que...? En fin, no te enfades conmigo, pero... ¿Crees que lo ha dicho en serio? ¿Qué de verdad... te quiere?
—¿Qué? Pues claro que no. Ni siquiera estoy segura de que le guste. Cuando estamos las dos solas cambia por completo y entonces pienso que le importo. Pero sé que no me quiere. Sólo se
quiere a sí misma, es incapaz de querer a nadie más —le explico.
—Estoy de tu parte, Santana —contesta Ryder—. Pero deberías haber visto la cara que ha puesto cuando nos íbamos... Parecía que le habían roto el corazón. Y eso sólo pasa si estás enamorado.
Eso no puede ser verdad. Yo he notado cómo se me partía el corazón cuando ha besado a Kitty, pero no estoy enamorada de ella.
—¿Tú la quieres?
—No, no la quiero... Es... es una perra sin corazón. No hace ni dos meses que la conozco, y la mitad de ese tiempo... en realidad, todo ese tiempo, no hemos hecho más que pelearnos.
No puedes estar enamorado de alguien que conoces de hace dos meses. —Mi voz suena cansada y atropello las palabras—. Además, es una perra sin corazón.
—Eso ya lo has dicho —replica Ryder, y noto que una sonrisa asoma a sus labios aunque intenta mantener una expresión neutral.
No me gusta la opresión que siento en el pecho mientras hablamos de si quiero a Britt. Me da ganas de vomitar, y el interior del coche se me hace mucho más pequeño. Bajo un poco la ventanilla
y pego la cara al cristal para sentir la pequeña corriente de aire.
—¿Quieres que vayamos a mi casa o a tu residencia? —me pregunta. Quiero ir a la residencia y hacerme un ovillo en la cama, pero me da miedo que Rachel o Britt aparezcan. La probabilidad de que Britt se presente en casa de su padre es remota, por tanto, es la
mejor opción.
—A tu casa, pero ¿te importa si pasamos por la residencia para que coja algo de ropa?
Perdóname por tenerte llevándome de un lado a otro.
—Santana, es un trayecto corto y eres mi amiga. Deja de darme las gracias y de pedirme disculpas —dice muy serio, pero su dulce sonrisa hace que me entren ganas de reír. Es la mejor persona que he conocido aquí, y soy afortunada por tenerlo.
—Bueno, pues vas a tener que dejar que te dé las gracias una vez más, la última, por ser tan buen amigo —le digo, y frunce el ceño juguetón. —De nada. Ahora, a otra cosa.
Me apresuro a recoger mi ropa y mis libros. Es como si ya nunca estuviera en mi habitación. Es la primera vez en varios días que no duermo con Britt. Estaba empezando a acostumbrarme, tonta de
mí. Saco el móvil del bolso y vuelvo al coche de Ryder.
Cuando llegamos a su casa son las once pasadas. Estoy agotada y
agradecida de que Ken y Karen ya estén acostados. Ryder mete una pizza en el horno y yo me como otra madalena de las de antes.
Parece que han pasado semanas, y no horas, desde que estuve aquí haciendo madalenas con Karen. Ha sido un día muy largo y había empezado muy bien, con Britt, las prácticas... Y luego va y lo
estropea, igual que hace siempre. Nos comemos la pizza, subimos al piso de arriba y Ryder me lleva a la habitación de invitados
donde dormí la otra vez. Bueno, en realidad no llegué a dormir porque me despertaron los gritos de Britt. El tiempo no tiene ni pies ni cabeza desde que la conocí; todo ha pasado tan deprisa, y me
marea pensar en los buenos momentos y en cómo están repartidos entre muchísimas peleas y discusiones. Le doy las gracias a Ryder otra vez, me pone mala cara y se retira a su habitación.
Enciendo el móvil y me encuentro un montón de mensajes de Britt, de Rachel y de mi madre. Los borro todos sin leerlos menos los de mi madre. Ya sé lo que dicen y ya he tenido bastante por hoy.
Les quito el sonido a los avisos de mensajes y notificaciones, me pongo el pijama y me acuesto. Es la una de la madrugada y tengo que levantarme dentro de cuatro horas. Mañana va a ser un día
muy largo. Si no fuera porque hoy he faltado a clase, me quedaría en casa, o más bien, aquí. O regresaría a la residencia. ¿Por qué tuve que convencer a Britt de que volviera a literatura? Doy
mil vueltas; me levanto para mirar la hora: son casi las tres. A pesar de que hoy ha sido uno de los mejores, y de los peores días de mi vida, estoy demasiado cansada para dormir. Antes de darme cuenta de lo que hago, estoy en la puerta de la habitación de Britt. Y entro. No hay nadie cerca para juzgarme, así que abro el segundo cajón y cojo una camiseta blanca. Se nota que está sin estrenar, pero me da igual. Me quito la mía y me pongo ésta. Me tumbo en la cama y hundo la cara en la almohada. La fragancia fresca de Britt llena mis fosas nasales y por fin me duermo.


Capítulo 62


Cuando me despierto, tardo un segundo en recordar que no estoy en la cama con Britt. El sol brilla pacíficamente en la ventana y de repente veo que hay alguien. Me incorporo a toda velocidad para
orientarme. Mis ojos se acostumbran a la luz y estoy segura de que he perdido la cabeza.
—¿Britt? —digo en voz baja restregándome los ojos.
—Hola —responde desde su sillón orejero, con los codos apoyados en las rodillas.
—¿Qué demonios haces tú aquí? —salto. Me duele el corazón.
—Santana, tenemos que hablar —dice. Tiene unas bolsas enormes bajo los ojos.
—¿Has estado observándome mientras dormía? —pregunto.
—No, claro que no. Acabo de llegar —repone.
Me pregunto si ha tenido pesadillas sin mí. Si no las hubiera visto en vivo y en directo, pensaría que son parte de sus jueguecitos, pero recuerdo su cara sudorosa entre mis manos y la mirada de
pánico en sus ojos azules. Me quedo callada. No quiero discutir con ella. Sólo quiero que se vaya. Bueno, lo cierto es que no quiero que se vaya y la odio, pero tiene que irse.
—Tenemos que hablar —repite.
Cuando niego con la cabeza, se pasa las manos por el pelo e inspira hondo.
—Tengo clase —le digo.
—Ryder ya se ha ido. Te he quitado la alarma del móvil. Ya son las once.
—¡¿Que has hecho qué?!
—Estuviste despierta hasta tarde y creía que... —empieza a decir.
—¿Cómo te atreves a...? Vete. Tengo muy reciente el dolor que me causó ayer con su comportamiento, tanto que supera la rabia
que me da haberme perdido las clases de la mañana, pero no puedo dar señales de debilidad o las aprovechará para atacarme. Como hace siempre.
—Estás en mi habitación —señala.
Salto de la cama sin importarme no llevar encima nada más que una
camiseta, su camiseta.
—Tienes razón, ya me voy —asiento con un nudo en la garganta y los ojos a punto de llenárseme de lágrimas.
—No, lo que quería decir es que estás en mi habitación, ¿por qué estás en mi habitación? —dice con la voz quebrada.
—No lo sé, sólo es que... Sólo... No podía dormir —confieso. Tengo que cerrar el pico—. En realidad no es tu habitación. He dormido aquí tantas veces como tú. De hecho, alguna más — puntualizo.
—¿No te cabía tu camiseta? —pregunta con la mirada fija en la camiseta blanca. Ahí está, burlándose de mí.
—Adelante, métete conmigo —digo con las lágrimas agolpándose en mis párpados. Me mira pero aparto la vista.
—No me estaba metiendo contigo. —Se levanta del sillón y da un paso hacia mí. Retrocedo y levanto las manos para impedirle que siga avanzando—. Sólo escúchame, ¿quieres?
—¿Qué más tienes que decir, Britt? Siempre hacemos lo mismo.
Tenemos la misma pelea una y otra y otra vez, sólo que cada vez es peor. No lo aguanto más. No puedo.
—Ya te he pedido disculpas por haberla besado —dice.
—No es eso. Bueno, en parte sí que lo es, pero hay mucho más. El hecho de que no lo veas me demuestra que estamos perdiendo el tiempo. Nunca serás quien necesito que seas, y yo no soy lo que
quieres que sea. Me enjugo las lágrimas y ella mira por la ventana.
—Sí eres lo que yo quiero —dice.
Ojalá pudiera creerlo. Ojalá Britt no fuera incapaz de sentir nada.
—Pero tú no —es todo cuanto consigo decir.
No quería llorar delante de ella, pero no puedo evitarlo. He llorado tanto desde que la conozco y, si me enredo de nuevo en sus redes, así es como será siempre.
—¿No soy qué?
—No eres la persona que yo necesito, sólo sabes hacerme daño.
Paso junto a ella, cruzo el pasillo y entro en la habitación de invitados. Me pongo los pantalones a toda velocidad y recojo mis cosas sin que Britt me quite la vista de encima.
—¿No oíste lo que te dije ayer? —Ha tardado en hablar. Esperaba que lo mencionara—. Contéstame —insiste.
—Sí... Lo oí —le digo evitando mirar en su dirección.
Su tono se vuelve hostil.
—Y ¿no tienes nada que decir al respecto?
—No —miento. Se me pone delante—. Quita —le suplico.
La tengo peligrosamente cerca y sé lo que va a hacer en cuanto se agacha para besarme. Trato de apartarme de ella pero sus fuertes manos me sujetan con fuerza. Sus labios acarician los míos, su
lengua intenta abrirse paso hacia mi boca, pero no la dejo.
Echa la cabeza ligeramente atrás.
—Bésame, Santana —me ordena.
—No. —La empujo en el pecho.
—Dime que no sientes lo mismo que yo y me iré.
Tengo su cara a centímetros de la mía, su aliento tibio en mi piel.
—No siento lo mismo. —Me duele decirlo pero tiene que irse.
—Sí que lo sientes —dice con tono de desesperación—. Sé que sientes lo mismo.
—No, Britt, y tú tampoco. ¿De verdad creías que me lo iba a tragar?
Me suelta.
—¿No crees que te quiero?
—Pues claro que no. ¿Me tomas por imbécil?
Se me queda mirando un segundo, abre la boca y vuelve a cerrarla.
—Tienes razón —admite.
—¿Qué?
Se encoge de hombros.
—Tienes razón, no siento lo mismo. No te quiero. Sólo estaba añadiendo dramatismo a todo el asunto —escupe, y se echa a reír.
Sabía que no lo decía en serio, pero no por eso su sinceridad me duele menos. Una parte de mí, una parte mayor de lo que quiero admitir, esperaba que lo dijera de verdad. Se apoya contra la pared y salgo de la habitación con mi bolsa en la mano. Cuando llego a la escalera, Karen me sonríe.
—¡Santana, cielo, no sabía que estuvieras aquí! —Se le borra la sonrisa de la cara en cuanto nota que me va a dar algo—. ¿Estás bien? ¿Qué ha ocurrido?
—No, nada, estoy bien. Es que anoche no conseguí entrar en mi habitación y...
—Karen —dice la voz de Britt detrás de mí.
—¡Britt! —Su sonrisa reaparece—. ¿Os apetece algo para desayunar? Bueno, para almorzar. Ya casi es mediodía.
—No, gracias. Ya me iba a la residencia —le digo bajando la escalera.
—Yo tengo hambre —dice Britt detrás de mí.
Karen parece sorprendida. Nos mira primero a mí y luego a ella.
—¡Genial! —exclama—. ¡Estaré en la cocina!
Desaparece y sigo andando hacia la puerta.
—¿Adónde vas? —Britt me coge por la muñeca. Me resisto unos
segundos hasta que la suelta.
—A la residencia, acabo de decirlo.
—¿Vas a ir andando?
—Pero ¿a ti qué te pasa? Actúas como si no ocurriera nada, como si no nos hubiéramos peleado, como si no hubieras hecho nada. Estás mal de la cabeza, Britt, loca de atar. Necesitas un
manicomio, medicación y paredes acolchadas. ¿Me dices unas cosas horribles y luego te ofreces a llevarme? —No puedo con ella.
—No te he dicho nada tan horrible. De hecho, lo único que he dicho es que no te quiero, cosa que dices que ya sabías. Además, no me estaba ofreciendo a llevarte, sólo te preguntaba si ibas a ir
andando. Su expresión satisfecha me nubla la vista. ¿Por qué viene a buscarme aquí si no le importo? ¿Es que no tiene nada mejor que hacer que torturarme?
—¿Qué te he hecho yo? —pregunto al fin. Hace tiempo que quiero
preguntárselo, pero la respuesta me daba demasiado miedo.
—¿Qué?
—¿Qué te he hecho yo para que me odies así? —pregunto intentando bajar la voz para que Karen no me oiga—. Podrías tener a cualquier chica que se te antojara, pero sigues perdiendo tu tiempo y el mío buscando nuevas maneras de hacerme daño. ¿Para qué? ¿Tanto me detestas?
—No, no es eso. No te detesto, Santana. Sólo es que eres un blanco fácil... Es la emoción de la persecución y todo eso, ¿sabes? —dice muy orgullosa de sí misma. Antes de que pueda añadir nada más, Karen la llama y le pregunta si quiere epinillos en su
sándwich. Se va a la cocina para contestarle y yo salgo por la puerta. En la parada del autobús llego a la conclusión de que he faltado tanto a clase últimamente que puedo faltar también a las de hoy e ir a mirar coches. Por suerte, el autobús llega al cabo de pocos minutos y me siento al fondo. Me desplomo sobre el asiento, pensando en lo que Ryder dijo sobre los corazones rotos y que, a
menos que ames a una persona, no te lo pueden romper. Britt me rompe el corazón una y otra vez, incluso cuando creo que ya no quedan más pedazos por romper.
Y la quiero. Amo a Britt.__


Capítulo 63


El vendedor da repelús y huele a cigarrillos rancios, pero no puedo permitirme seguir siendo tan quisquillosa. Tras una hora negociando, le entrego un cheque para la entrada del coche y él me da las llaves de un Corolla de 2010 en un estado decente. La pintura blanca ha saltado en unos cuantos sitios, pero he conseguido que me rebaje lo suficiente como para que no
me importe. Llamo a mi madre antes de salir del concesionario y, cómo no, me dice que debería haber comprado un coche
más grande y enumera todas las razones a favor. He tenido que fingir que me quedaba sin cobertura y apagar el móvil.
Es genial volver a conducir. Ya no tendré que depender del transporte público y puedo ir sola a las prácticas. Espero que romper todos los lazos con Britt no cambie nada. No creo que tenga que ver, pero ¿y si se aburre de hacerme llorar y decide fastidiármelas? Tal vez debería hablar con Ken y explicarle que Britt y yo ya no estamos... ¿saliendo? El cree que tenemos una relación, así que tendría que inventarme algo distinto de «Su hija es la persona más cruel del mundo y conmigo es tóxica, por eso ya no puedo seguir con ella». Enciendo la radio y la pongo mucho más alta que de costumbre, pero eso logra lo que necesito.
Ahoga mis pensamientos y me concentro en la letra de cada canción. Ignoro el hecho de que todas me recuerdan a Britt.
Antes de regresar al campus decido ir a comprarme ropa nueva. Empieza a hacer frío, necesitaré más vaqueros. Además, me estoy cansando de llevar siempre falda larga. Compro un par de
conjuntos para ponerme cuando vaya a Vance, blusas lisas, chaquetas de punto y dos vaqueros. Son más ajustados que los que suelo llevar, pero me sientan bien. Rachel no está en la habitación. Mejor. Creo que debería considerar seriamente la idea de cambiarme de cuarto. Rachel me cae bien, pero no podremos seguir
viviendo juntas si Britt continúa rondando por aquí. Según lo que gane con las prácticas, podría alquilar un apartamento fuera del
campus. A mi madre le daría un ataque, pero eso es problema suyo.
Doblo mi ropa nueva y la guardo. Cojo mi bolsa de aseo y me dirijo a las duchas. Cuando vuelvo, Rachel y Dany están sentadas en la cama, mirando su ordenador. «Genial.» Rachel parece soñolienta.
—Hola, Santana. ¿Al final Britt te encontró anoche?
Asiento, y añade:
—¿Lo habéis arreglado?
—No. Bueno, creo que sí. Se ha acabado —le digo.
Abre unos ojos como platos. Al parecer, pensaba que iba a volver a
tenerme entre sus garras.
—Pues yo me alegro mucho —sonríe Dany.
Rachel le da un manotazo. En ese momento su móvil empieza a sonar y mira la pantalla.
—Quiin ya está aquí, tenemos que irnos. ¿Te vienes? —me pregunta.
—No, gracias. Hoy me quedo en casa. ¡Pero me he comprado un coche! — añado, y ella grita de emoción.
—¿De verdad? ¡Eso es genial! —Asiento—. Me lo tienes que enseñar cuando vuelva —dice, y se dirigen hacia la puerta.
Rachel sale, pero Dany se queda un momento en el umbral.
—Santana —dice con una voz suave como el terciopelo. Alzo la vista y me sonríe—. ¿Has pensado en nuestra cita? —pregunta mirándome a los ojos.
—Pues... —Estoy a punto de rechazarla, pero ¿por qué? Es muy atractiva y parece muy dulce. No se aprovechó de mí cuando le habría sido muy fácil hacerlo. Sé que será mejor compañía que Britt,
aunque eso lo sería cualquiera, la verdad—. Sí. —Sonrío.
—¿Sí que vas a salir conmigo? —Su sonrisa se hace más amplia.
—Sí, ¿por qué no? —respondo.
—¿Esta noche?
—Sí, esta noche me viene bien.
No creo que esta noche sea buena idea porque tengo que recuperar muchas horas de estudio, pero aún voy adelantada a pesar de haber perdido unas cuantas clases esta semana.
—Estupendo. Te recojo a las siete, ¿de acuerdo?
—Bien.
Se muerde el labio inferior con sus dientes perfectos.
—Te veo esta noche, preciosa —dice, y me ruborizo.
Le digo adiós con la mano y sale de la habitación.
Son las cuatro. Tengo tres horas. Me seco el pelo y me rizo las puntas. Para mi sorpresa, queda muy bien. Me aplico un maquillaje ligero y me pongo uno de mis conjuntos nuevos: vaqueros
oscuros, camiseta blanca de tirantes y una chaqueta marrón de punto. Cuando me miro al espejo estoy muy nerviosa. «¿Y si me pongo otra cosa?» Me cambio y me pongo una camiseta de tirantes azul y una camisa encima. No puedo creer que tenga una cita con Dany. Sólo he tenido un novio y ahora voy a salir con Dany después de todo el desastre con Britt. ¿Será que ahora me van las chicas con piercings y tatuajes? Saco mi viejo ejemplar de Orgullo y prejuicio y leo para matar el tiempo. Pero mi mente se
distrae y me pongo a pensar en Sam. ¿Debería llamarlo? Cojo el móvil y busco su número. Me quedo mirando la pantalla. El sentimiento de culpa y el sentido común luchan hasta que dejo caer el teléfono sobre la cama. Parece que tan sólo han transcurrido unos minutos cuando alguien llama a la puerta. Sé que es Dany
porque Britt nunca se molesta en llamar. Entraría a la carga como el
séptimo de caballería y tiraría todas mis cosas al suelo.
Cuando abro la puerta, me quedo boquiabierta. Dany lleva unos vaqueros negros ajustados, zapatillas blancas, camiseta y una cazadora vaquera gastada. Está como un queso.
—Estás preciosa, Santana —dice, y me da una flor.
«¿Una flor?» Me sorprende y me halaga el regalo tan considerado de Dany.
—Gracias. —Sonrío y huelo la cala blanca.
—¿Estás lista? —pregunta con mucha educación.
—Sí, ¿adónde vas a llevarme? —digo mientras caminamos hacia la salida.
—He pensado en algo tranquilo: cena y película —sonríe la mar de
contenta.
Me dispongo a abrir la puerta del acompañante, pero me detiene.
—Si me permites... —dice con una chispa de travesura en la voz.
—Gracias.
Estoy nerviosa, pero Dany es tan agradable que todo parece muy fácil y me relajo. Cuando las dos estamos sentadas en el coche, no enciende la radio, sino que me da conversación, me pregunta por mi
familia y por mis planes para cuando acabe la universidad. Me cuenta que va a estudiar Ciencias Ambientales en la WCU, lo cual me sorprende y me intriga. Llegamos a una cafetería-restaurante muy tranquila y agradable y nos sentamos en el patio.
Pedimos y seguimos charlando hasta que llega la comida. Dany limpia su plato y luego empieza a quitarme mis patatas fritas.
Blando el tenedor con gesto de amenaza.
—Si me robas otra patata, te mato —protesto.
Me mira con cara de inocente y se echa a reír con la lengua entre los dientes. Yo también me río durante lo que se me antoja una eternidad. Es fantástica.
—Tienes una risa adorable —me dice, y pongo los ojos en blanco.
Acabamos yendo a ver una comedia barata que no nos gusta a ninguna de las dos, pero da igual porque nos pasamos el rato gastándonos bromas y, cuando la película está a punto de terminar, ella pone la mano sobre la mía. No es para nada incómodo, como si ya me hubiera hecho a la idea de que lo iba a hacer, pero no es lo mismo que con Britt. Entonces me doy cuenta de que hace horas que no pienso en ella. Es un gran cambio, llevo mucho tiempo pensando en ella diariamente y a todas horas.
Cuando Dany me lleva de vuelta al campus son casi las once. Me alegro de que sea miércoles; sólo faltan dos días para el fin de semana y entonces podré recuperar el sueño perdido.
Sale del coche y se me acerca mientras me cuelgo el bolso del hombro.
—Lo he pasado muy bien —dice—. Gracias por acceder a salir conmigo.
—Yo también lo he pasado muy bien. —Sonrío.
—Estaba pensando... ¿Te acuerdas de que me preguntaste si iba a ir a la hoguera? Asiento.
—¿Te importa si te acompaño? —pregunta.
—Claro, sería genial. Aunque voy a ir con Ryder y su novia.
No recuerdo que Dany se sumara al grupo que estuvo metiéndose con Ryder, pero igualmente quiero que sepa que no estuvo bien.
—Por mí, bien, parece buen tío —dice, y le sonrío.
—De acuerdo entonces. ¿Nos vemos allí? —sugiero.
Ni de coña voy a llevarla a cenar a casa de Ryder.
—Perfecto. Gracias otra vez por esta velada.
Da un paso hacia mí. «¿Irá a besarme?» Me entra el pánico. Pero no, me coge la mano con delicadeza, se la lleva a los labios y me da un beso en el dorso. Sus labios son suaves y me arde la piel. Es un gesto muy dulce.
—Que pases buena noche, Santana —dice, y vuelve a subir al coche. Dejo escapar un largo suspiro. Qué alivio que no haya intentado besarme. Es muy mona y besaba muy bien la noche de Verdad o desafío, pero éste no es el mejor momento. A la mañana siguiente, Ryder me está esperando en la cafetería y le
cuento la cita con Dany. Me resulta muy molesto que lo primero que me diga sea:
—¿Lo sabe Britt?
—No, y no tiene por qué saberlo. No es asunto suyo. —Me doy cuenta de que eso ha sonado un poco borde, y añado—: Perdona, es que es un tema delicado.
—Evidentemente. Pero ten cuidado —me advierte con cariño, y le prometo que lo tendré. El resto del día transcurre en un abrir y cerrar de ojos. Ryder no vuelve a mencionar ni a Britt ni a Dany. Llega la clase de literatura y contengo la respiración en cuanto
entramos en el aula. Britt está sentada donde siempre. Me duele el pecho al verla. Echa un vistazo en nuestra dirección pero
enseguida vuelve a mirar hacia la pizarra.
—Conque anoche saliste con Dany, ¿eh? —pregunta en cuanto me siento. Estaba rezando para que no me dirigiera la palabra.
—No es asunto tuyo —le respondo en voz baja.
Se vuelve en su asiento y acerca la cara para añadir:
—Las noticias viajan a toda velocidad en nuestro grupo, Santana. No lo olvides. «¿Me está amenazando con contarles a sus amigos todas las cosas que hemos hecho?» Sólo de pensarlo se me llena la boca de bilis. Aparto la cara y me centro en el profesor, que se aclara la garganta y dice:
—Muy bien, vamos a continuar donde lo dejamos ayer. Vamos a hablar de Cumbres borrascosas. Se me cae el alma a los pies. Esta semana no tocaba hablar de Cumbres borrascosas. Eso me
pasa por faltar a clase. Noto que Britt me está mirando. Tal vez se esté acordando de lo mismo que yo, de la primera vez que estuve en su dormitorio y me pilló leyendo su ejemplar de la novela.
El profesor se pasea por el aula con las manos a la espalda.
—Como todos sabemos —dice—, Catherine y Heathcliff tuvieron una relación muy apasionada. Tal era la magnitud de su pasión que arruinaba las vidas de todos los personajes a su paso. Hay
quienes creen que eran lo peor el uno para el otro; otros defienden que deberían haberse casado desde el principio en vez de luchar contra su amor. —Hace una pausa, mirándonos a todos—. ¿Qué
opinan ustedes? Normalmente levantaría la mano de inmediato, orgullosa de poder demostrar lo bien que me conozco los clásicos, pero ésta me toca de cerca. Desde las últimas filas alguien dice:
—Creo que eran lo peor el uno para el otro. Se peleaban todo el tiempo, y Catherine se negaba a admitir que amaba a Heathcliff. Se casó con Edgar a pesar de que sabía que quería a Heathcliff. Si se
hubieran dejado de tonterías y hubiesen estado juntos desde el principio, todo el mundo habría sido mucho menos desgraciado.
Britt me mira y siento que me ruborizo.
—Yo creo que Catherine era una petarda altanera y egoísta —dice en voz alta. En clase sólo se oyen gritos quedos y exclamaciones de sorpresa. El profesor le lanza una mirada de advertencia a Britt, pero ella continúa:
—Lo siento, pero es que se creía demasiado buena para Heathcliff, y puede que lo fuera, pero sabía que Edgar nunca podría compararse con Heathcliff y aun así se casó con él. Catherine y
Heathcliff eran muy parecidos y por eso les resultaba difícil llevarse bien, pero si Catherine no hubiese sido tan cabezota podrían haber sido muy felices y habrían comido perdices juntos.
Me siento un poco estúpida porque yo también empiezo a compararnos a Britt y a mí con los personajes de la novela. La diferencia es que Heathcliff amaba a Catherine con locura, tanto que
aguantó que se casara con otro hombre antes de decidirse a casarse él con otra mujer. Britt a mí no me quiere de esa manera. No me quiere y punto. Así que no tiene derecho a compararse con
Heathcliff. La clase entera me mira, esperando que le responda. Seguro que aguardan una discusión como la de la última vez, pero permanezco en silencio. Sé que Britt está intentando provocarme y no pienso morder el anzuelo.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por 3:) Sáb Jun 04, 2016 12:41 pm

holap,...

dios britt es jodida mente frustrarte todas las veces que se porta asi,..
no se como no se cansa san todavía con el tire y afloje,..
me gusta dany y san!!!

nos vemos!!
3:)
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jun 04, 2016 6:52 pm

3:) Hoy A Las 11:41 Am holap,... dios britt es jodida mente frustrarte todas las veces que se porta asi,.. no se como no se cansa san todavía con el tire y afloje,.. me gusta dany y san!!! nos vemos!! escribió:

Hola, si es frustrante voy a subir unos cap. mas a ver si san la hace sufrir un poco. saludos
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jun 04, 2016 8:08 pm

Capítulo 64


Después de clase me despido de Ryder y voy a hablar con el profesor para justificar mis faltas de asistencia. Me da la enhorabuena por mis prácticas y me explica que ha modificado un poco el programa de la asignatura. Sigo hablando con él hasta que Britt se va. Regreso a mi cuarto y coloco los apuntes y los libros de texto sobre la cama. Intento estudiar pero
estoy nerviosa, como si esperase que Rachel, Britt o cualquiera de las personas que siempre están entrando y saliendo de mi habitación aparecieran en cualquier momento. Recojo mis libros, los meto en la mochila y voy a por el coche. Quiero encontrar un sitio fuera del campus donde pueda estudiar, tal vez una cafetería.
De camino a la ciudad veo una pequeña biblioteca en la esquina de una calle muy animada. Sólo hay unos pocos coches en el aparcamiento, así que entro. Camino hacia el fondo y me siento junto a la ventana. Saco mis cosas y me pongo a trabajar. Por primera vez puedo estudiar en paz, sin distracciones. Éste será mi nuevo santuario. El sitio perfecto para estudiar. —Vamos a cerrar dentro de cinco minutos —me dice la anciana bibliotecaria.
«¿Ya van a cerrar?» Miro por la ventana y veo que es de noche. Ni me he enterado de la puesta de sol. Estaba tan enfrascada en mis libros que se han pasado las horas sin darme cuenta. Tengo que venir aquí más a
menudo.
—Uy, vale, gracias —respondo recogiendo mis cosas.
Miro el móvil. Tengo un mensaje de Dany. Sólo quería desearte buenas noches. Qué ganas tengo de que sea viernes.
Es un encanto, así que le contesto: Muchas gracias, es todo un detalle. Yo también tengo ganas. Ya en mi habitación, y sin rastro de Rachel, me pongo el pijama y cojo Cumbres borrascosas. Me
quedo dormida enseguida, soñando con Heathcliff y los páramos.
El jueves transcurre con normalidad. Britt y yo nos ignoramos
mutuamente en clase. Me paso la tarde en la pequeña biblioteca hasta la hora del cierre y me acuesto temprano.
Cuando me despierto el viernes, tengo un mensaje de Ryder. Me dice que no podrá venir hoy al campus porque Marley llegará antes de lo previsto. Barajo la idea de saltarme literatura pero
finalmente decido ir. No voy a permitir que Britt me jorobe otra de las
cosas que me gustan. Tardo más de lo habitual en arreglarme. Me hago un semirrecogido con una trenza y me rizo las
puntas. Se supone que va a hacer calor, así que me pongo un chaleco morado de franela y unos vaqueros. Cuando llego a la cafetería, antes de clase, resulta que tengo a Blaine delante de mí en la cola. Me ve antes de que pueda escaparme sin ser vista.
—Hola, Santana —me saluda.
—¿Qué hay, Blaine? —pregunto con educación.
—Todo bien. ¿Vas a venir esta noche?
—¿A la hoguera?
—No, a la fiesta. La hoguera va a ser un peñazo, como siempre.
—Ah, pues yo voy a ir a la hoguera. —Me río tímidamente y él me
acompaña.
—Bueno, pues si te aburres ya sabes dónde estamos —me dice cogiendo su café. Le doy las gracias y se marcha. Me alegro de que al grupito de Britt no le interese la hoguera.
Eso significa que no tendré que ver a ninguno de ellos esta noche.
Cuando llega la hora de literatura entro en clase y voy directa a mi sitio sin mirar ni una sola vez hacia Britt. Continúa el debate sobre Cumbres borrascosas pero ella no interviene. En cuanto acaba
la clase, recojo mis cosas y prácticamente salgo corriendo.
—¡Santana! —me llama Britt.
Aprieto el paso. Sin Ryder me siento más vulnerable. Cuando llego a la acera noto que me tocan el brazo. Sé que ha sido ella por el cosquilleo que siento en la piel.
—¡¿Qué?! —grito.
Da un paso atrás y me muestra el cuaderno que lleva en la mano.
—Se te ha caído.
El alivio y la decepción se baten en duelo en mi interior. Desearía que se me pasase ya este dolor de pecho. En vez de ir a menos, va a más cada día que pasa. No debería haber admitido que la
quiero, aunque sólo fuera a mí misma. Podría haber seguido ignorando la verdad, tal vez así dolería menos.
—Muchas gracias —musito cogiendo el cuaderno.
Sus ojos atrapan los míos y nos quedamos mirando unos segundos hasta que recuerdo que estamos en una acera muy transitada. Britt menea la cabeza y se aparta el pelo de la cara antes de dar media vuelta y desaparecer. Llego al coche y conduzco directamente a casa de Ryder. No me esperan hasta las cinco y sólo son las tres, pero no puedo quedarme sentada sola en mi habitación. Estoy
medio zumbada desde que Britt se metió en mi vida.
Cuando llego, Karen me abre la puerta y me invita a pasar con una enorme sonrisa en la cara.
—Estoy sola en casa. Marley y Ryder han ido a comprar un par de cosas que necesito —me dice acompañándome a la cocina.
—No pasa nada. Perdone que haya llegado tan pronto.
—No te preocupes. ¡Puedes ayudarme a cocinar!
Me pasa una tabla de cortar y unas cuantas cebollas y patatas para que las corte mientras hablamos del tiempo y de la inminente llegada del invierno.
—Santana, ¿todavía te apetece ayudarme con el invernadero? Está
climatizado, no tendremos que preocuparnos del invierno.
—¡Claro que sí! Me encantaría.
—Genial. ¿Qué tal mañana? La semana que viene voy a estar un poco liada —bromea.
Su boda. Casi lo había olvidado. Intento devolverle la sonrisa.
—Sí, yo diría que sí. —Ojalá hubiera conseguido que Britt accediera a asistir. Pero si antes era difícil, ahora ya es imposible.
Karen mete el pollo en el horno y prepara los platos y los cubiertos para que podamos poner la mesa.
—¿Va a venir Britt a cenar? —pregunta mientras vamos colocando las cosas. Está claro que intenta sonar como si no tuviera importancia, pero sé que la pregunta la pone un poco nerviosa.
—No, no va a venir —le digo, y agacho la cabeza.
Deja de colocar platos. —¿Va todo bien entre vosotras? No quiero meterme donde no me llaman, pero... —No, tranquila. —Ya puestos, mejor se lo cuento—. No creo que las cosas vayan bien.
—Ay, cielo, cuánto lamento oír eso. Se nota que hay algo entre las dos, o eso pensaba yo. Pero sé que es muy duro estar con alguien que tiene miedo de demostrar sus sentimientos.
Esta línea de conversación me incomoda un poco. Ni siquiera con mi madre puedo hablar de estas cosas, pero Karen es tan abierta que hace que estos temas me resulten más fáciles con ella.
—¿A qué se refiere? —Bueno, no conozco a Britt tan bien como querría, pero sé que emocionalmente se cierra a cal y canto. Ken ha pasado muchas noches en vela pensando en ella. Dice que
siempre ha sido una niña infeliz. —Se le humedecen los ojos—. Ni siquiera a su madre le decía que la quería. —¿Cómo? —pregunto.
—No había manera de que lo dijera. No sé por qué. Ken no recuerda haberla oído decir que los quería ni una sola vez, a ninguno de los dos. Es muy triste, no sólo para él, sino también para Britt. Se seca los ojos. Para ser alguien que se niega a decirle a nadie que lo quiere, incluso a sus padres, se dio mucha
prisa en usar esas palabras en mi contra de un modo odioso.
—Es... es una chica difícil de entender —es todo lo que se me ocurre decir. —Sí, sí que lo es. Pero, Santana, espero que sigas visitándonos aunque las cosas no funcionen entre vosotras.
—Por supuesto. Quizá porque nota mi tristeza, Karen cambia de tema y hablamos del invernadero mientras esperamos a que termine de hacerse la comida y retocamos la mesa. Entonces, de pronto, en mitad de una frase deja de hablar y sonríe de oreja a oreja. Me vuelvo y veo a Ryder, que entra en la cocina
seguido de una chica preciosa con el pelo rizado. Sabía que iba a ser un bombón, pero es mucho más bonita de lo que podría haberme imaginado.
—Hola, tú debes de ser Santana —dice en cuanto él abre la boca para presentarnos. De inmediato se acerca y me abraza, y me cae bien al instante. —Marley, he oído hablar mucho de ti. ¡Qué alegría conocerte al fin! —le digo, y me sonríe.
Ryder no le quita ojo de encima. Marley le da un fuerte abrazo a Karen y se sienta junto a la encimera. —Nos hemos encontrado a Ken por el camino, estaba echando gasolina. Llegará en cualquier
momento —le dice Ryder a su madre. —Perfecto. Santana y yo ya hemos puesto la mesa. Ryder va junto a Marley, le rodea la cintura con el brazo y la conduce a la mesa. Mi sitio está enfrente del suyo. Miro el plato vacío que hay a mi lado. Karen ha insistido
en ponerlo por una cuestión de simetría», pero me pone un poco triste verlo. En otra vida, Britt estaría sentada junto a mí, cogiéndome la mano igual que Ryder se la coge a Marley, y podría
contar con ella sin miedo al rechazo. Empiezo a desear haber invitado a Dany, aunque sé que habría sido una situación muy rara... Tener que cenar con dos parejas de tortolitos puede ser mucho peor. Entonces entra Ken y me salva de mis pensamientos. Le da a Karen un beso en la mejilla antes de sentarse.
—Qué buena pinta tiene la cena, cariño —dice colocándose la servilleta en el regazo—. Marley, cada vez que te veo estás más bonita. —Le sonríe y luego me mira a mí—. Y Santana, enhorabuena por las prácticas en Vance. Christian me ha llamado y me lo ha contado. Le ausaste una inmejorable primera impresión.
—Gracias de nuevo por haberlo llamado. Es una oportunidad increíble. Sonrío y nos quedamos en silencio mientras saboreamos el pollo asado de Karen, que es una delicia.
—¡Perdón por llegar tarde! El tenedor se me cae de la mano y aterriza en el plato. —¡Britt! ¡No sabía que ibas a venir! —dice Karen con toda la amabilidad del mundo, y me mira. Aparto la vista. Ya se me está acelerando el pulso.
—Sí. Santana, ¿no te acuerdas que lo hablamos la semana pasada? —Me lanza su sonrisa amenazadora y toma asiento a mi lado. «Pero ¿qué mosca le ha picado? ¿Por qué no puede dejarme en paz?» Sé que en parte es culpa mía porque sabe que me saca de quicio, pero disfruta jugando al gato y al ratón. Todo el mundo me mira, así que asiento y cojo el tenedor. Ryder parece reocupado, y Marley, confundida. —Tú debes de ser Delilah —le dice Britt.
—Marley —la corrige ella con amabilidad.
—Eso, Marley. Lo mismo da —musita, y le doy un puntapié por debajo de la mesa. Ryder le lanza una mirada asesina pero Britt no parece notarlo. Ken y Karen hablan de lo suyo, igual que Marley y Ryder. Yo me concentro en la comida que tengo en el plato y pienso en cómo salir de ésta. —Bueno, ¿qué tal tu noche? —me pregunta Britt haciéndose la inocente. Sabe que no voy a montar una escena y está intentando picarme. —Muy bien —respondo en voz baja.
—¿No vas a preguntarme por la mía? —Sonríe con suficiencia.
—No —mascullo llevándome otro bocado a la boca.
—Santana, ¿es tu coche ese que he visto fuera? —me pregunta Ken. Asiento. —¡Sí! ¡Por fin tengo coche! —digo con una dosis extra de entusiasmo para ver si todo el mundo se apunta y no tengo que seguir hablando sólo con Britt. Ella enarca una ceja en mi dirección.
—¿Desde cuándo? —Desde el otro día —respondo.
«Ya sabes, el día en que me dijiste que te iba la emoción de la persecución y todo eso.» —Ah. ¿De dónde lo has sacado?
—De un concesionario de coches de segunda mano —digo, y veo que tanto Karen como Marley intentan disimular una sonrisa. Es mi oportunidad para dejar de ser el centro de atención—. Marley,
Ryder me ha dicho que estabas pensando en ir a estudiar ballet a una escuela de Nueva York, ¿es verdad? Nos cuenta sus planes de trasladarse a la gran ciudad, y Ryder parece alegrarse mucho por ella a pesar de lo lejos que van a estar. Cuando termina, él mira el móvil y dice: —Bueno, vamos a tener que irnos. La hoguera no espera a nadie. —¿Por qué? —pregunta Karen—. Bueno, ¡pero al menos llevaos el postre! Ryder asiente y la ayuda a poner parte del postre en una fiambrera. —¿Te llevo? —pregunta Britt, y miro a mi alrededor porque no sé a quién se dirige—. Te estoy hablando a ti —aclara. —¿Qué? No, tú no vas —le digo.
—Sí, sí que voy. Y no puedes impedir que vaya, así que, ya puestos, vente conmigo. —Sonríe y me pone la mano en el muslo.
—¿A ti qué te pasa? —inquiero por lo bajo.
—¿Podemos hablar fuera? —me pregunta al tiempo que mira a su padre de reojo. —No —susurro. Cada vez que Britt y yo «hablamos», acabo hecha un mar de lágrimas. Pero ella se pone de pie a toda velocidad, me coge de la mano y tira de mí hasta que me levanto. —Estaremos fuera —anuncia, y me arrastra por el pasillo en dirección a la puerta principal. Una vez fuera, recupero mi brazo de un tirón. —¡Que no me toques! Se encoge de hombros.
—Perdona, pero no ibas a venir conmigo por las buenas.
—Eso es porque no quiero.
—Lo siento. Te pido perdón por todo, ¿vale?
Sus dedos juegan con sus labios y yo evito mirarle la boca. Me concentro en cómo sus ojos estudian mi expresión.
—¿Que lo sientes? No lo sientes, Britt. Sólo quieres marearme. ¡Déjalo estar! Estoy harta de pelear contigo a todas horas. No puedo seguir así. ¿Es que no tienes a nadie más a quien incordiar?
Demonios, si quieres te ayudo a buscar a una pobre chica dulce e inocente para que puedas torturarla a tu gusto, ¡pero a mí déjame en paz! —No es eso lo que quiero. Sé que contigo estoy siempre en plan tira y afloja y no sé por qué lo hago. Pero si me das otra oportunidad, sólo una más, dejaré de hacerlo. He intentado alejarme de ti, pero no puedo. Te necesito... Se mira los pies y se frota las puntas de las botas una con otra. ¿Cómo tiene el valor de venirme con ésas? Lo que acaba de decir me ayuda a contener las
lágrimas, ya le he regalado demasiadas a su ego.
—¡¿Quieres parar?! ¿Por qué no paras de una vez? ¿No estás cansada de esto? Si me necesitaras, no me tratarías así. Tú misma lo dijiste: te gusta la emoción de la persecución, ¿recuerdas? No
puedes aparecer aquí después de todo y hacer como si no hubiera pasado nada. —No lo decía en serio. Lo sabes.
—O sea, que admites que sólo lo dijiste para hacerme daño. —Le lanzo una mirada asesina e intento mantener la guardia alta.
—Sí... —Agacha la cabeza.
Me tiene hecha un lío. Me asegura que quiere algo más, luego besa a Kitty. Me dice que me quiere y luego lo retira. Y ¿ahora se está disculpando otra vez? —¿Por qué debería perdonarte? Acabas de admitir que hiciste algo sólo para herirme.
—¿Una última oportunidad? Por favor, Santana. Te lo contaré todo —suplica. Casi me creo el dolor que veo en sus ojos cuando me mira. —No puedo —digo—. Tengo que irme. —¿Por qué no puedo acompañarte? —Porque... porque he quedado allí con Dany.
Observo cómo cambia su expresión. Parece que va a desmoronarse ante mis ojos. Tengo que sacar fuerzas de flaqueza para no consolarla. Pero ella se lo ha buscado. Aunque de verdad le importe, es demasiado tarde. —¿Dany? ¿Estáis... saliendo juntas? —Lo dice con todo el asco del mundo.
—No, ni siquiera lo hemos hablado. Sólo estamos... No lo sé... Estamos pasando tiempo juntas. —¿No lo habéis hablado? Y si te pidiera que salieras con ella, ¿aceptarías? —No lo sé... —Y es la pura verdad—. Es maja y educada y me trata bien.
«¿Por qué diablos estoy dándole explicaciones?»
—Santana, ni siquiera la conoces. No sabes... La puerta principal se abre entonces de par en par y aparece un Ryder radiante.
—¿Listas? Mira a Britt, que por una vez parece tener la guardia baja y... el corazón roto. Obligo a mis pies a moverse hacia mi coche y conduzco detrás del de Ryder cuando saca el suyo a la carretera. No puedo evitar echar la vista atrás y mirar a Britt, que sigue en el porche, viendo cómo me marcho a la hoguera.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jun 04, 2016 8:09 pm

Capítulo 65


Aparco junto al coche de Ryder. Le envío un mensaje a Dany para que sepa que ya he llegado. Me responde al instante y me dice que está en el extremo izquierdo del estadio. Se lo cuento a Ryder.
—Suena bien —dice sin el menor rastro de emoción.
—¿Quién es Dany? —pregunta Marley. —Es... un amiga —respondo. Porque sólo somos amigas. —Britt es tu novia, ¿no?
Me la quedo mirando. No parece querer decir nada, sólo da la impresión de estar confusa. «Bienvenida al club.»
—No, cariño —ríe Ryder—. Ninguno de las dos es su novia.
Yo también me echo a reír. —No es tan malo como parece...
En cuanto llegamos a donde está todo el mundo, la banda empieza a tocar y el estadio se va llenando de gente. Siento un gran alivio al ver a Dany reclinada contra una valla. La señalo y nos dirigimos hacia ell. Marley deja escapar un grito ahogado cuando nos acercamos. No sé si le han sorprendido sus piercings y sus tatuajes o lo guapa que es. O tal vez ambas cosas. Hola, preciosa —me saluda Dany con una enorme sonrisa y un abrazo.
Le devuelvo la sonrisa y el abrazo. —Hola, soy Dany. Encantada de conoceros —les dice a Ryder y a Marley. Sé que a Ryder ya lo conoce. A lo mejor sólo intenta ser educada. —¿Hace mucho que estás aquí? —pregunto. —Unos diez minutos. Hay mucha más gente de la que imaginaba. Ryder nos lleva a una zona más tranquila cerca del enorme escenario de madera y nos
acomodamos en el césped. Marley se sienta entre sus piernas y se reclina en su pecho. El sol se está poniendo y empieza a correr una brisa fresca. Debería haberme puesto manga larga.
—¿Habías venido antes a alguna fiesta de éstas? —le pregunto a Dany. Ella niega con la cabeza.
—No, no es mi ambiente habitual —dice con una carcajada, y añade—: Pero me alegro de estar aquí esta noche. Sonrío al oír el cumplido, y entonces alguien sube al escenario y nos da la
bienvenida en nombre de la universidad y de la banda. Se pasa unos minutos hablando sin decir nada y empieza la cuenta
atrás para encender la hoguera. Y tres, dos, uno... El fuego se enciende y se traga la montaña de madera con avidez. Es muy bonito estar tan cerca de las llamas, y creo que, pese a todo, no voy a pasar frío. —¿Cuánto tiempo te quedarás por aquí? —le pregunta Dany a Marley. Ella frunce el ceño. —Sólo un par de días. Ojalá pudiera volver para la boda, que es el fin de semana que viene.
—¿Qué boda? —pregunta Dany. Miro a Ryder, que le responde:
—La de mi madre. —Ah... Dany hace una pausa y baja la mirada, como si estuviera dándole vueltas a algo.
—¿Qué? —le pregunto. —Nada. Es que estaba intentando recordar quién más me dijo algo de una boda el fin de semana
que viene... Ah, sí. Fue Britt, creo. Nos estaba preguntando qué se pone uno para ir a una boda. Se me para el corazón. Espero que no se me note en la cara. Britt no les ha contado a sus amigos que su padre es el rector, ni que va a casarse con la madre de Ryder.
—Qué coincidencia, ¿no? —dice.
—No, van a... —empieza a decir Marley.
—Sí —la interrumpo—, efectivamente es una coincidencia, pero en una ciudad tan grande probablemente debe de haber bastantes bodas todos los fines de semana. Dany asiente y Ryder le susurra algo a su novia al oído. «¿Britt está pensando en ir a la boda?», me digo. Dany se echa a reír. —La verdad es que no puedo imaginarme a Britt en una boda. —¿Por qué no? —Uy, no quería sonar tan borde. —No lo sé, porque es Britt, supongo. La única manera de arrastrarla a una boda sería diciéndole que después podría acostarse con las damas de honor. Con todas —añade poniendo los
ojos en blanco. —Creía que Britt era tu amiga —replico.
—Y lo es. No estoy diciendo nada malo de ella. Britt es así. Se acuesta con una chica distinta cada fin de semana. A veces con más de una. Me pitan los oídos y el fuego me quema la piel. Me levanto antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo.
—¿Adónde vas? ¿Qué pasa? —me pregunta Dany.
—Nada, es sólo... Es que necesito un poco de aire. Aire fresco —mascullo.
Sé lo estúpido que ha sonado eso, pero me da igual—. Vuelvo enseguida, sólo será un segundo. Me voy a toda velocidad antes de que alguien se ofrezca a acompañarme. «Pero ¿qué me pasa?»
Dany es dulce y le gusto de verdad, disfruta de mi compañía, y aun así basta con que alguien mencione a Britt para que no pueda dejar de pensar en ella. Doy un paseo rápido alrededor de las gradas y respiro hondo un par de veces antes de volver con los demás.
—Perdonad, es que hacía... demasiado calor —miento, y vuelvo a
sentarme. Dany ha sacado el móvil, me oculta la pantalla y se lo guarda en el bolsillo. Me dice que no ocurre nada y nos pasamos una hora charlando con Ryder y con Marley. —Me noto un poco cansada. He cogido el avión muy temprano —le dice Marley a Ryder, que asiente. —Sí, yo también estoy cansado. Creo que nosotros nos vamos. Ryder se levanta y ayuda a Marley a ponerse de pie. —¿Quieres que nosotros nos vayamos también? —me pregunta Dany. —No, por mí podemos quedarnos. A menos que tú quieras irte. —Yo estoy a gusto —dice negando con la cabeza.
Nos despedimos de Ryder y de Marley y los vemos desaparecer entre la multitud. —¿Por qué hacen la hoguera? —le pregunto a Dany, aunque no estoy muy segura de que ella lo sepa.
—Creo que es para celebrar que se acaba la temporada de fútbol americano —me dice—. O que está a la mitad, o algo así...
Miro alrededor y por primera vez me doy cuenta de que mucha gente lleva sudaderas. —Ah. —Miro de nuevo a Dany—. Ya entiendo —asiento echándome a reír. —Ya —me dice, y entorna los ojos—. ¿Ésa no es Britt? Vuelvo la cabeza a toda velocidad. Pues sí, es ella, y viene hacia nosotras con una morena bajita que lleva falda. Me pego más a Dany. Precisamente por esto no he querido escuchar a Britt en el porche: ya se ha buscado a una chica sólo para traerla aquí y jorobarme. —Hola, Dany —lo saluda ella con una voz muy aguda. —Hola, Emma. Dany me pasa el brazo por los hombros. Britt le lanza una mirada de las que matan, pero se
sienta con nosotras. Sé que estoy siendo una maleducada por no presentarme a la chica, pero no puedo evitar que me caiga mal de entrada. —¿Qué tal va la hoguera? —pregunta Britt.
—Da calor. Casi ha terminado, o eso creo —contesta Dany.
Hay cierta tensión entre ambas. La noto. No sé a qué se debe; Britt les ha dejado muy claro a sus amigos que le importo una mierda.
—¿No hay nada para comer? —pregunta la chica con su molesta voz. —Sí, hay un puesto que vende cosas —le digo.
—Britt, acompáñame a comprar algo de comer —le pide. Ella pone los ojos en blanco pero se levanta.
—¡Tráeme un pretzel, ¿vale?! —le grita Dany sonriendo, y Britt aprieta la mandíbula. «¿Y a éstas qué les pasa?»
Miro a Dany en cuanto ella y la chica desaparecen.
—Oye, ¿podemos irnos? No me apetece mucho ver a Britt. No sé si se te ha olvidado, pero nos odiamos mutuamente. —Intento sonreír y que suene a medio broma, pero no me sale. —Sí, claro que sí —me dice. Nos levantamos y me tiende la mano. La acepto y caminamos agarradas. Miro a todas partes buscando a Britt y rezando para no verla. —¿Te apetece ir a la fiesta? —me pregunta Dany cuando llegamos al aparcamiento.
—No, la verdad es que eso tampoco me apetece. —Es el último lugar sobre la faz de la Tierra al que querría ir. —Vale, pues si quieres podemos quedar otro... —empieza a decir. —No, me apetece estar contigo. Sólo que no quiero quedarme aquí ni ir a
la fraternidad —me apresuro a responder. Parece sorprendida, y sus ojos encuentran los míos. —Vale... Podemos ir... ¿a mi casa? Si te apetece... Si no, podemos ir a otra parte. Aunque no se
me ocurre ningún otro sitio en esta ciudad. Se echa a reír y yo también me río. —Tu casa me parece bien. Te sigo hasta allí.
Durante el trayecto, no puedo evitar imaginarme la cara de Britt cuando vuelva y se encuentre con que nos hemos ido. Ella ha aparecido con otra chica, así que no tiene derecho a enfadarse, aunque eso no me alivia el dolor de estómago.
El apartamento de Dany está justo al salir del campus. Es pequeño pero está limpio. Me ofrece una copa pero la rechazo porque mi intención es conducir de vuelta a la residencia esta noche.
Me siento en el sofá y me pasa el mando a distancia de la tele, luego va a la cocina a por algo de beber. —Pon lo que quieras. No sé qué programas te gusta ver. —¿Vives sola? —le pregunto, y asiente con la cabeza. Me siento un poco rara cuando se instala a mi lado y me rodea la cintura con el brazo, pero escondo mi nerviosismo detrás de una sonrisa. El móvil de Dany vibra
entonces en su bolsillo y se levanta para contestar. Alza un dedo para decirme que vuelve enseguida y se dirige a la pequeña
cocina. —Nos hemos ido —la oigo decir—. Ya... Es justo... Se siente. Lo poco que consigo escuchar de su conversación no tiene ningún sentido... Sólo entiendo lo de «nos hemos ido». «¿Será Britt?» Me levanto y me acerco a la cocina. Dany cuelga.
—¿Quién era? —Nadie importante —me asegura, y me conduce de vuelta al sofá—. Me alegro de que nos estemos conociendo. Eres distinta del resto de las chicas de por aquí —me dice con dulzura.
—Yo también —asiento—. ¿Conoces a Emma? —No puedo evitar
preguntárselo. —Sí, es la novia de la prima de Blaine.
—¿La novia? —Sí, llevan juntas bastante tiempo. Emma es guay.
Britt no estaba allí con ella para lo que yo creía. Es posible que haya ido a la hoguera para volver a intentar hablar conmigo, no para hacerme daño con otra chica. Miro a Dany justo cuando se acerca para besarme. Tiene los labios fríos de la bebida y sabe a
vodka. Sus manos se mueven con delicadeza por mis brazos y son muy suaves. Luego bajan hasta mi cintura. Veo a Britt, con cara de que le han roto el corazón, y cómo me ha suplicado que le dé una
última oportunidad y yo no le he creído. Veo cómo me miraba mientras me alejaba, el rebote que pilló en clase con Catherine y Heathcliff, cómo aparece siempre cuando no quiero verla ni en pintura, el modo en que nunca le dice a su madre que la quiere y cómo dijo que me quería delante de todo el mundo y lo dolida que parecía. Veo cómo rompe cosas cuando se enfada, cómo vino a buscarme a casa de su padre a pesar de que odia ese lugar, y cómo les ha preguntado a sus amigos qué tiene que ponerse para ir a una boda... Todo tiene sentido pero a la vez no lo tiene.
Britt me quiere. A su manera tarada, pero me quiere. Si llega a ser una leona, me come. —¿Qué? —pregunta Dany poniendo fin a nuestro beso. —¿Qué? —repito. —Acabas de decir «Britt».
—No —me defiendo. —Sí, lo has dicho. Se levanta y se aparta del sofá. —Tengo que irme... Lo siento —digo cogiendo mi bolso y saliendo por la puerta como una exhalación sin darle tiempo a decir nada más.__
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El mundo de Brittany

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