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Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
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Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
MADRE MIA :-) no se por que en este fic Santana me trae loca' que bien por tu doble actualización eso me gusta, espero y subas otro capi pronto
Saludos ;)
Saludos ;)
khandyy** - Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 08/03/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
La verdad es que no me agrado nada la idea que san le de azotes a britt, la odio un muchito cuando le dio esas nalgadas pero bueno con estos ultimos capitulos al parecer le esta gustando a la rubia asi que bueno.... creo que puedo tolerarlo un poco jeje
Lebam_Snix****** - Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 21/11/2012
Edad : 36
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
yo_mera escribió:Hola. En el capitulo 19 cuando escribes:
(...) "¿Se llevó lo mejor de ella? ¿Antes de que se volviera tan cerrada? ¿O consiguió sacarla de su ostracismo? (...)"
La palabra "ostracismo", esta utilizada erróneamente, dentro del
contexto se pensaría que es por lo "cerrada" o difícil que es abrir una ostra, haciendo la analogía a lo "cerrado" del personaje. Pero no es así, "la palabra ostracismo", se remonta a Grecia antigua, que se refiere a una practica político-social, de destierro a un miembro de la polis, es decir votaban (colocando una "ostra" en una vasija) públicamente para decidir si desterraban a un enemigo político o peligroso para la sociedad.
Pero como haces una adaptación no estoy segura si tu usaste este termino o en la historia original ya estaba.
Bueno como siempre mi critica es constructiva, por supuesto, se que es molesto que lo escriba pero me pareció prudente. Gracias por tomarte el tiempo para escribir, saludos.
Hola gracias por tu comentario de verdad lo agradezco te aclaro "ostracismo" tiene el significado que dijiste pero esa palabra también se utiliza como una expresión refiriéndose a que una persona que no le gusta relacionarse con la gente o que es cerrada por eso fue que que yo utilice ese termino.
Hay palabras que tienen un significado pero al utilizar como expresión tiene un significado diferente pendiente con eso ;) gracias
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
debo decir, que vengo leyendo tu fic desde el primer día, y solo por tu fic me eh decidido a crearme una cuenta aquí, antes era solo una lectora anónima, me encanta, me fascina tu historia, actualizo desde mi celular cada hora sin mentir, la historia es increíble y tu también que nos complaces con capítulos seguidos. muchas gracias por escribir.
Camila18**** - Mensajes : 151
Fecha de inscripción : 28/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
en la madr....... es lo unico que puedo decir, no me gusta que santana quiera golpearla, sufro como preciosa jajaj de verdad me genera un estres y conflicto mental que golpeen a britt y mas santana .. por mas que se diga que a brittany le termina gustando, noooo puedo con eso .... es horrible esta confusion jajajaj
en espera de tu actu
en espera de tu actu
victoria555****** - Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hey aparecí de nuevo por aquí hoy les traigo un capítulo y de regalo imágenes verdaderas de los lugares los cuales se hablan en la historia, a medida que avance publicare otros lugares.
Estos sitios son reales existen les colocare el link de la imagen seguido de una descripción del sitio disfruten
1. WUS – Washington State University Vancouver: es la universidad donde estudia Britt y donde vive con Quinn cuando conoce a Santana. Estas son fotos de campus y del Auditorio donde se celebran las graduaciones de alumnos (donde Santana dio su discurso)
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/wsu-campus.jpg
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/graduation-auditorium-wsuv.jpg
2. The Heathman Hotel Portland: es el hotel donde se hospeda Santana al comienzo de la historia y donde suceden muchas escenas memorables.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/the-heatman-hotel.jpg
3. Portland Coffee House, donde Santana invita a Britt a un café tras la sesión de fotos para el artículo de Quinn (actualmente el café se llama Public Domain Coffee).
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/portland-coffee-house.jpg
4. Suite, The Heathman Hotel, donde Britt pasa su primera noche con Santana. Al despertarse, Britt describe la habitación: “El cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme”.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/renaissance-suite-the-heatman-hotel.jpg
5. Ascensor nº 3 en The Heathman - Donde Santana besa a Britt por primera vez y pronuncia la famosa frase “a la mierda el papeleo”.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/elevator-3-heathman-hotel.jpg
6. Pike Market Distric: barrio de Seattle donde está situado el apartamento de Quinn y Britt, no muy lejos del edificio Escala, tal y como apostilla Santana. En esta foto de Pike St. se aprecia el edificio Escala al fondo.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/pike-place-market-escala-seattle.jpg
7. Edificio Escala – En donde Santana tiene su apartamento. Pueden ver otras fotos del interior del apartamento.
Edificio
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/escala.jpg
Vestíbulo
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/penthouse-vestibule.jpg
Salón con una pared acristalada y un piano.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/ph-living-rooml2.jpg
La cocina con la barra de desayuno.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/ph_kitchenl.jpg
Habitación y baño se las sumisas (Habitación de Britt)
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/ph-master-bath1.jpg
http://hogar.pisos.com/wp-content/uploads/2013/03/habitacionchristiangrayvanityfair2.jpg
Baño y Habitacion de Santana
http://www.somethingischangingatescalaseattle.com/gallery/RES%20A/Large/Plan-A-master-bath.jpg
http://www.somethingischangingatescalaseattle.com/gallery/RES%20F/Large/Plan-F-2nd-Bedroom.jpg
Escaleras del ático de Santana
http://blogs.antena3.com/clipping/2013/02/19/00767/31.jpg
Autos de Brittany
Wanda, el Escarabajo de Wolkswagen de color azul mar que Britt le compró a Noah.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/anastasia-wanda.jpg
El Audi A3 modelo regalo de graduación de Britt “especial sumisa de Santana”.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/05/audi-submisive-special.jpg
Esas fueron las imágenes comenten díganme que les pareció.
Santana cruza como un ciclón la puerta de madera de la casita del embarcadero y se detiene a pulsar los interruptores. Los fluorescentes hacen un clic y zumban secuencialmente, y una luz blanca y cruda inunda el inmenso edificio de madera. Desde mi posición cabeza abajo, veo una impresionante lancha motora en el
muelle, flotando suavemente sobre el agua oscura, pero apenas me da tiempo a fijarme antes de que me lleve por unas escaleras de madera hasta un cuarto en el piso de arriba.
Se detiene en el umbral, pulsa otro interruptor —halógenos esta vez, más suaves, con regulador de intensidad—, y estamos en una buhardilla de techos inclinados. Está decorada en el estilo náutico de Nueva Inglaterra: azul marino y tonos crema, con pinceladas de rojo. El mobiliario es escaso; solo veo un par de sofás.
Santana me pone de pie sobre el suelo de madera. No me da tiempo a examinar mi entorno: no puedo dejar de mirarla a ella. Me tiene hipnotizada. La observo como uno observaría a una depredadora rara y peligrosa, a la espera de que ataque. Respira con dificultad, aunque, claro, me ha llevado a cuestas por todo el césped y ha subido un tramo de escaleras. En sus ojos marrones arde la rabia, el deseo y una lujuria pura, sin adulterar.
Madre mía. Podría arder por combustión espontánea solo con su mirada.
—No me pegues, por favor —le susurro suplicante.
Frunce el ceño y abre mucho los ojos. Parpadea un par de veces.
—No quiero que me azotes, aquí no, ahora no. Por favor, no lo hagas.
La dejo boquiabierta y, echándole valor, alargo la mano tímidamente y le acarició la mejilla, siguiendo el borde de sus labios y nariz.
Es una mezcla curiosa y suave. Cerrando despacio los ojos, apoya la cara en mi mano y se le entrecorta la respiración. Levanto la otra mano y le acarició su largo y liso pelo. Me encanta su pelo. Su leve gemido apenas es audible y, cuando abre los ojos, me mira recelosa, como si no entendiera lo que estoy haciendo.
Me acerco más y, pegada a ella, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y la beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca.
Gruñe, y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesiva. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra. Sabe de maravilla.
De pronto ella se aparta. Las dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y ella me mira furiosa.
—¿Qué me estás haciendo? —susurra confundida.
—Besarte.
—Me has dicho que no.
—¿Qué? ¿No a qué?
—En el comedor, cuando has juntado las piernas.
Ah… así que es eso.
—Estábamos cenando con tus padres.
La miro fijamente, atónita.
—Nadie me ha dicho nunca que no. Y eso… me excita.
Abre mucho los ojos de asombro y lujuria. Una mezcla embriagadora. Trago saliva instintivamente. Me baja la mano al trasero. Me atrae con fuerza hacia sí, contra sus perfectos pechos y siento como sus pezones se edurecen..
Madre mía.
—¿Estás furiosa y excitada porque te he dicho que no? —digo alucinada.
—Estoy furiosa porque no me habías contado lo de Georgia. Estoy furiosa porque saliste de copas con ese tío que intentó seducirte cuando estabas borracha y te dejó con una completa desconocida cuando te pusiste enferma. ¿Qué clase de amigo es ese? Y estoy furiosa y excitada porque has juntado las piernas cuando he
querido tocarte.
Le brillan los ojos peligrosamente mientras me sube despacio el bajo del vestido.
—Te deseo, y te deseo ahora. Y si no me vas a dejar que te azote, aunque te lo mereces, te voy a follar en el sofá ahora mismo, rápido, para darme placer a mí,
no a ti.
El vestido apenas me tapa ya el trasero desnudo. De pronto, me coge el sexo con la mano y me mete un dedo muy despacio. Con la otra mano, me sujeta firmemente por la cintura. Contengo un gemido.
—Esto es mío —me susurra con rotundidad—. Todo mío. ¿Entendido?
Introduce y saca el dedo mientras me mira, evaluando mi reacción, con los ojos encendidos.
—Sí, tuyo —digo, mientras el deseo, ardiente y pesado, recorre mi torrente sanguíneo, trastocándolo todo: mis terminaciones nerviosas, mi respiración, mi corazón, que palpita como si quisiera salírseme del pecho, y la sangre, que me zumba en los oídos.
De pronto se mueve haciendo varias cosas a la vez: saca los dedos dejándome a medias, se baja la cremallera del pantalón, se quita en conjunto con las bragas y me empuja al sofá y se tumba encima
de mí.
—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes, mientras se arrodilla, me separa más las piernas.
—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes.
Me mira con deseo, se quita la chaqueta a tirones y la deja caer al suelo. Se acomoda para que nuestros sexos se rocen y siento lo mojada que esta..
Me llevo las manos a la cabeza y sé que lo hace para que no la toque. Estoy excitadísima. Noto que mis caderas la buscan ya; quiero que esté dentro de mí, así, duro y fuerte. Oh, solo de pensarlo…
—No tenemos mucho tiempo. Esto va a ser rápido, y es para mí, no para ti. ¿Entendido? Como te corras, te doy unos azotes — ella dice apretando los dientes.
Madre mía… ¿y cómo paro?.
Pone las manos encima de las mías, sobre mi cabeza; con los codos me mantiene sujetos los brazos, y con las piernas me inmoviliza por completo. Estoy atrapada. La tengo por todas partes, envolviéndome,
casi asfixiándome. Pero también es una delicia: este es mi poder, esto es lo que le puedo hacer a ella, y me produce una sensación hedonista, triunfante. Se mueve rápido,
con furia, rozando nuestros clítoris; siento su respiración acelerada en el oído y mi cuerpo entero responde, fundiéndose alrededor de su sexo, sintiendo como nuestras humedades se mezclan. No me tengo que correr. No. Pero recibo cada uno de sus embates, en perfecto contrapunto. Bruscamente y de repente, con una embestida final, para y se corre, soltando el aire entre los dientes. Se relaja un instante, de forma que siento el peso delicioso de todo su cuerpo sobre mí. No estoy dispuesta a dejarla marchar; mi cuerpo busca alivio, pero ella pesa y en ese momento no puedo empujar mis caderas contra ella. De repente se retira, dejándome dolorida y queriendo más. Me mira furiosa.
—No te masturbes. Quiero que te sientas frustrada. Así es como me siento yo cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío.
Se le encienden de nuevo los ojos, enfadado otra vez.
Asiento con la cabeza, jadeando. Se levanta, se pone las bragas y el pantalon. La miro, con la respiración aún alterada, e involuntariamente aprieto las piernas, tratando de encontrar algo de alivio. Santana se sube la bragueta, se peina un poco con la mano y se agacha para coger su chaqueta. Luego se vuelve a mirarme, con una expresión más tierna.
—Más vale que volvamos a la casa.
Me incorporo, algo inestable, aturdida.
—Toma, ponte esto.
Del bolsillo interior de la chaqueta saca mis bragas. Las cojo sin sonreír; en el fondo sé que me he llevado un polvo de castigo, pero he conseguido una pequeña victoria en el asunto de las bragas. La diosa que llevo dentro asiente, de acuerdo conmigo, y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción. No has tenido que pedírselas.
—¡Santana! —grita Rachel desde el piso de abajo.
Santana se vuelve y me mira con una ceja arqueada.
—Justo a tiempo. Dios, qué pesadita es cuando quiere.
La miro ceñuda, devuelvo deprisa las braguitas a su legítimo lugar y me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz en mi estado. A toda prisa, intento arreglarme el pelo revuelto.
—Estamos aquí arriba, Rachel —le grita él—. Bueno, señorita Pierce, ya me siento mejor, pero sigo queriendo darle unos azotes —me dice en voz baja.
—No creo que lo merezca, señora López, sobre todo después de tolerar su injustificado ataque.
—¿Injustificado? Me has besado.
Se esfuerza por parecer ofendida.
Frunzo los labios.
—Ha sido un ataque en defensa propia.
—Defensa ¿de qué?
—De ti y de ese cosquilleo en la palma de tu mano.
Ladea la cabeza y me sonríe mientras Rachel sube ruidosamente las escaleras.
—Pero ¿ha sido tolerable? —me pregunta en voz baja.
Me ruborizo.
—Apenas —susurro, pero no puedo contener la sonrisa de satisfacción.
—Ah, aquí estáis —dice Rachel sonriéndonos.
—Le estaba enseñando a Brittany todo esto.
Santana me tiende la mano; su mirada es intensa.
Acepto su mano y ella aprieta suavemente la mía.
—Quinn y Sam están a punto de marcharse. ¿Habéis visto a esos dos? No paran de sobarse. —Rachel se finge asqueada, mira a Santana y luego a mí—. ¿Qué habéis estado haciendo aquí?
Vaya, qué directa. Me pongo como un tomate.
—Le estaba enseñando a Brittany mis trofeos de remo —contesta Santana sin pensárselo un segundo, con cara de póquer total—. Vamos a despedirnos de Quinn y Sam.
¿Trofeos de remo? Tira suavemente de mí hasta situarme delante de ella y, cuando Rachel se vuelve para salir, me da un azote en el trasero. Ahogo un grito,
sorprendida.
—Lo volveré a hacer, Brittany, y pronto —me amenaza al oído.
Luego me abraza, con mi espalda pegada a su pecho, y me besa el pelo.
De vuelta en la casa, Quinn y Sam se están despidiendo de Grace y el señor López. Kate me da un fuerte abrazo.
—Tengo que hablar contigo de lo antipática que eres con Santana —le susurro furiosa al oído, y ella me abraza otra vez.
—Le viene bien un poco de hostilidad; así se ve cómo es en realidad. Ten cuidado, Britt… es demasiado controladora —me susurra—. Te veo luego.
YO SÉ CÓMO ES EN REALIDAD, ¡TÚ NO!, le grito mentalmente. Soy consciente de que lo hace con buena intención, pero a veces se pasa de la raya, y esta vez se ha pasado mucho. La miro ceñuda y ella me saca la lengua, haciéndome sonreír sin querer. La Quinn traviesa es una novedad; será influencia de Sam. Los despedimos desde la puerta, y Santana se vuelve hacia mí.
—Nosotros también deberíamos irnos… Tienes las entrevistas mañana.
Rachel me abraza cariñosamente cuando nos despedimos.
—¡Pensábamos que nunca encontraría una chica! —comenta con entusiasmo.
Yo me sonrojo y Santana vuelve a poner los ojos en blanco. Frunzo los labios. ¿Por qué ella sí puede y yo no? Quiero ponerle los ojos en blanco yo también, pero no me atrevo, y menos después de la amenaza en la casita del embarcadero.
—Cuídate, Britt, querida —me dice amablemente Grace.
Santana, avergonzada o frustrada por la efusiva atención que recibo del resto de los López, me coge de la mano y me acerca a su lado.
—No me la espanten ni me la mimén demasiado —protesta.
—Santana, déjate de bromas —la reprende Grace con indulgencia y una mirada llena de amor por ella.
No sé por qué, pero me parece que no bromea. Observo subrepticiamente su interacción. Es obvio que Grace la adora, que siente por ella el amor incondicional de una madre. Ella se inclina y la besa con cierta rigidez.
—Mamá —dice, y percibo un matiz extraño en su voz… ¿veneración, quizá?
—Señor López… adiós y gracias por todo. Le tiendo la mano, pero ¡también me abraza!
—Por favor, llámame Carrick. Confío en que volvamos a verte muy pronto, Britt.
Terminada la despedida, Santana me lleva hasta el coche, donde nos espera Taylor. ¿Habrá estado esperando ahí todo el tiempo? Taylor me abre la puerta y
entro en la parte trasera del Audi.
Noto que los hombros se me relajan un poco. Dios, qué día. Estoy agotada, física y emocionalmente. Tras una breve conversación con Taylor, Santana se sube al coche a mi lado. Se vuelve para mirarme.
—Bueno, parece que también le has caído bien a mi familia —murmura.
¿También? La deprimente idea de por qué me ha invitado me vuelve de forma espontánea e inoportuna a la cabeza. Taylor arranca el coche y se aleja del círculo de luz del camino de entrada para adentrarse en la oscuridad de la carretera. Me giro hacia Santana y la encuentro mirándome fijamente.
—¿Qué? —pregunta en voz baja.
Titubeo un instante. No… Se lo voy a decir. Siempre se queja de que no le cuento las cosas.
—Me parece que te has visto obligada a traerme a conocer a tus padres —le susurro con voz trémula—. Si Sam no se lo hubiera propuesto a Quinn, tú jamás me
lo habrías pedido a mí.
No le veo la cara en la oscuridad, pero ladea la cabeza, sobresaltada.
—Brittany, me encanta que hayas conocido a mis padres. ¿Por qué eres tan insegura? No dejas de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente, pero tienes muy mala opinión de ti misma. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí?
¡Vaya! Quería que fuera, y eso es toda una revelación. No parece incomodarla responderme, como sucedería si me ocultara la verdad. Parece complacida de verdad de que haya ido. Una sensación de bienestar se propaga lentamente por mis venas. Mueve la cabeza y me coge la mano. Yo miro nerviosa a Taylor.
—No te preocupes por Taylor. Contéstame.
Me encojo de hombros.
—Pues sí. Pensaba eso. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de Georgia porque Quinn estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.
—¿Quieres ir a ver a tu madre?
—Sí.
Ella me mira con una expresión extraña, como si librara una especie de lucha interior.
—¿Puedo ir contigo? —pregunta al fin.
¿Qué?
—Eh… no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no?
—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta… intensidad para poder reflexionar.
Ella se me queda mirando.
—¿Soy demasiado intensa?
Me echo a reír.
—¡Eso es quedarse corta!
A la luz de las farolas que vamos pasando, veo que tuerce la boca.
—¿Se está riendo de mí, señorita Pierce?
—No me atrevería, señora López —le respondo con fingida seriedad.
—Me parece que sí y creo que sí te ríes de mí, a menudo.
—Es que eres muy divertida.
—¿Divertida?
—Oh, sí.
—¿Divertida por peculiar o por graciosa?
—Uf… mucho de una cosa y algo de la otra.
—¿Qué parte de cada una?
—Te dejo que lo adivines tú.
—No estoy segura de poder averiguar nada contigo, Brittany —dice y luego prosigue en voz baja—: ¿Sobre qué tienes que reflexionar en Georgia?
—Sobre lo nuestro —susurro.
Me mira fijamente, impasible.
—Dijiste que lo intentarías —murmura.
—Lo sé.
—¿Tienes dudas?
—Puede.
Ella se revuelve en el asiento, como si estuviera incómoda.
—¿Por qué?
Madre mía. ¿Cómo se ha vuelto tan seria esta conversación de repente? Se me ha echado encima como un examen para el que no estoy preparada. ¿Qué le digo? Porque creo que te quiero y tú solo me ves como un juguete. Porque no puedo tocarte, porque me aterra demostrarte algo de afecto por si te enfadas, me riñes o, peor aún, me pegas… ¿Qué le digo?
Miro un instante por la ventanilla. El coche vuelve a cruzar el puente. Las dos estamos envueltas en una oscuridad que enmascara nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, pero para eso no nos hace falta que sea de noche.
—¿Por qué, Brittany? —me insiste.
Me encojo de hombros, atrapada. No quiero perderla. A pesar de sus exigencias, de su necesidad de control, de sus aterradores vicios. Nunca me había sentido tan viva como ahora. Me emociona estar sentada a su lado. Es tan imprevisible, sexy, lista, divertida… Pero sus cambios de humor… ah, y además quiere hacerme daño. Dice que tendrá en cuenta mis reservas, pero ella sigue dándome miedo. Cierro los ojos. ¿Qué le digo? En el fondo, querría más, más afecto, más de la Santana traviesa, más… amor.
Me aprieta la mano.
—Háblame, Brittany. No quiero perderte. Esta última semana…
Estamos llegando al final del puente y la carretera vuelve a estar bañada en la luz de neón de las farolas, de forma que su rostro se ve intermitentemente en sombras e iluminada. Y la metáfora resulta tan acertada. Esta mujer, a la que una vez creí una heroína romántica, una dama perfecta, o dama oscura, como dijo una vez ella misma, no es una heroína, sino una mujer con graves problemas emocionales, y me está arrastrando a su lado oscuro. ¿No podría yo llevarla hasta la luz?
—Sigo queriendo más —le susurro.
—Lo sé —dice—. Lo intentaré.
La miro extrañada y ella me suelta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me estaba mordiendo.
—Por ti, Brittany, lo intentaré.
Irradia sinceridad.
Y no hace falta que me diga más. Me desabrocho el cinturón de seguridad, me acerco a ella y me subo a su regazo, cogiéndola completamente por sorpresa.
Enrosco los brazos alrededor de su cuello y la beso con intensidad, con vehemencia y en un nanosegundo ella me responde.
—Quédate conmigo esta noche —me dice—. Si te vas, no te veré en toda la semana. Por favor.
—Sí —accedo—. Yo también lo intentaré. Firmaré el contrato.
Lo decido sin pensar. Me mira fijamente.
—Firma después de Georgia. Piénsatelo. Piénsatelo mucho, bella.
—Lo haré.
Y seguimos así sentadas dos o tres kilómetros.
—Deberías ponerte el cinturón de seguridad —susurra reprobadoramente con la boca hundida en mi cabello, pero no hace ningún ademán de retirarme de su
regazo.
Me acurruco contra su cuerpo, con los ojos cerrados, con la nariz en su cuello, embebiéndome de esa fragancia sexy de perfume caro y a Santana, apoyando la cabeza en su hombro. Dejo volar mi imaginación y fantaseo con que me quiere. Ah… y parece tan real, casi tangible, que una parte pequeñísima de mi desagradable subconsciente se comporta de forma completamente inusual y se atreve a albergar esperanzas. Procuro no tocarle sus pechos, pero me refugio en sus brazos mientras me abraza con fuerza.
Y demasiado pronto, me veo arrancada de mi quimera.
—Ya estamos en casa —murmura Santana, y la frase resulta tentadora, cargada de potencial.
En casa, con Santana. Salvo que su casa es una galería de arte, no un hogar.
Taylor nos abre la puerta y yo le doy las gracias tímidamente, consciente de que ha podido oír nuestra conversación, pero su amable sonrisa tranquiliza sin revelar nada. Una vez fuera del coche, Santana me escudriña. Oh, no, ¿qué he hecho ahora?
—¿Por qué no llevas chaqueta?
Se quita la suya, ceñuda, y me la echa por los hombros. Siento un gran alivio.
—La tengo en mi coche nuevo —contesto adormilada y bostezando.
Me sonríe maliciosamente.
—¿Cansada, señorita Pierce?
—Sí, señor Grey. —Me siento turbada ante su provocador comentario. Aun así, creo que debo darle una explicación—. Hoy me han convencido de que hiciera
cosas que jamás había creído posibles.
—Bueno, si tienes muy mala suerte, a lo mejor consigo convencerte de hacer alguna cosa más —promete mientras me coge de la mano y me lleva dentro del
edificio.
Madre mía… ¿Otra vez?
En el ascensor, la miro. Había dado por supuesto que quería que durmiera con ella y ahora recuerdo que ella no duerme con nadie, aunque lo haya hecho conmigo
unas cuantas veces. Frunzo el ceño y, de pronto, su mirada se oscurece. Levanta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me mordía.
—Algún día te follaré en este ascensor, Brittany, pero ahora estás cansada, así que creo que nos conformaremos con la cama.
Inclinándose, me muerde el labio inferior con los dientes y tira suavemente. Me derrito contra su cuerpo y dejo de respirar a la vez que las entrañas se me revuelven de deseo. Le correspondo, clavándole los dientes en su carnoso y sexy labio superior, provocándole, y ella gruñe. Cuando se abren las puertas del ascensor, me lleva de la mano hacia el vestíbulo y cruzamos la puerta de doble hoja hasta el pasillo.
—¿Necesitas una copa o algo?
—No.
—Bien. Vámonos a la cama.
Arqueo las cejas.
—¿Te vas a conformar con una simple y aburrida relación vainilla?
Ladea la cabeza.
—Ni es simple ni aburrida… tiene un sabor fascinante —dice.
—¿Desde cuándo?
—Desde el sábado pasado. ¿Por qué? ¿Esperabas algo más exótico?
La diosa que llevo dentro asoma la cabeza por el borde de la barricada.
—Ay, no. Ya he tenido suficiente exotismo por hoy.
La diosa que llevo dentro me hace pucheros, sin lograr en absoluto ocultar su desilusión.
—¿Seguro? Aquí tenemos para todos los gustos… por lo menos treinta y un sabores.
Me sonríe lasciva.
—Ya lo he observado —replico con sequedad.
Menea la cabeza.
—Venga ya, señorita Pierce, mañana le espera un gran día. Cuanto antes se acueste, antes la follaré y antes podrá dormirse.
—Es usted toda una romántica, señora López.
—Y usted tiene una lengua viperina, señorita Pierce. Voy a tener que someterla de alguna forma. Ven.
Me lleva por el pasillo hasta su dormitorio y abre la puerta de una patada.
—Manos arriba —me ordena.
Obedezco y, con un solo movimiento pasmosamente rápido, me quita el vestido como una maga, agarrándolo por el bajo y sacándomelo suavemente por la
cabeza.
—¡Tachán! —dice traviesa.
Río y aplaudo educadamente. Ella hace una elegante reverencia, riendo también. ¿Cómo voy a resistirme a ella cuando es así? Deja mi vestido en la silla solitaria que hay junto a la cómoda.
—¿Cuál es el siguiente truco? —inquiero provocadora.
—Ay, mi querida señorita Pierce. Métete en la cama —gruñe—, que enseguida lo vas a ver.
—¿Crees que por una vez debería hacerme la dura? —pregunto coqueta.
Abre mucho los ojos, asombrada, y veo en ellos un destello de excitación.
—Bueno… la puerta está cerrada; no sé cómo vas a evitarme —dice burlona—. Me parece que el trato ya está hecho.
—Pero soy buena negociadora.
—Y yo. —Me mira, pero, al hacerlo, su expresión cambia; la confusión se apodera de ella y la atmósfera de la habitación varía bruscamente, tensándose—. ¿No quieres follar? —pregunta.
—No —digo.
—Ah.
Frunce el ceño.
Vale, allá va… respira hondo.
—Quiero que me hagas el amor.
Ella se queda inmóvil y me mira alucinada. Su expresión se oscurece. Mierda, esto no pinta bien. ¡Dale un minuto!, me espeta mi subconsciente.
—Britt, yo…
Se pasa las manos por el pelo. Las dos. Está verdaderamente desconcertada.
—Pensé que ya lo habíamos hecho —dice al fin.
—Quiero tocarte.
Se aparta un paso de mí, involuntariamente; por un instante parece asustada, luego se refrena.
—Por favor —le susurro.
Se recupera.
—Ah, no, señorita Pierce, ya le he hecho demasiadas concesiones esta noche. La respuesta es no.
—¿No?
—No.
Vaya, contra eso no puedo discutir… ¿o sí?
—Mira, estás cansada, y yo también. Vámonos a la cama y ya está —dice, observándome con detenimiento.
—¿Así que el que te toquen es uno de tus límites infranqueables?
—Sí. Ya lo sabes.
—Dime por qué, por favor.
—Ay, Brittany, por favor. Déjalo ya —masculla exasperada.
—Es importante para mí.
Vuelve a pasarse ambas manos por el pelo y maldice por lo bajo. Da media vuelta y se acerca a la cómoda, saca una camiseta, un short y me los tira. Los cojo, pensativa.
—Póntela y métete en la cama —me espeta molesta.
Frunzo el ceño, pero decido complacerla. Volviéndome de espaldas, me quito rápidamente el sujetador y me pongo la camiseta lo más rápido que puedo para cubrir mi desnudez. Me dejo las bragas puestas… he ido sin ellas casi toda la noche y me pongo el short.
—Necesito ir al baño —digo con un hilo de voz.
Frunce el ceño, aturdida.
—¿Ahora me pides permiso?
—Eh… no.
—Brittany, ya sabes dónde está el baño. En este extraño momento de nuestro acuerdo, no necesitas permiso para usarlo.
No puede ocultar su enfado. Se quita la camisa y yo me meto corriendo en el baño.
Me miro en el espejo gigante, asombrada de seguir teniendo el mismo aspecto. Después de todo lo que he hecho hoy, ahí está la misma chica corriente de siempre mirándome pasmada. ¿Qué esperabas, que te salieran cuernos y una colita puntiaguda?, me espeta mi subconsciente. ¿Y qué narices haces? Las caricias son uno de sus límites infranqueables. Demasiado pronto, imbécil. Para poder correr tiene que andar primero. Mi subconsciente está furiosa, su ira es como la de Medusa: el pelo ondeante, las manos aferrándose la cara como en El grito de Edvard Munch. La ignoro, pero se niega a volver a su caja. Estás haciendo que ella se enfade; piensa en todo lo que ha dicho, hasta dónde ha cedido. Miro ceñuda mi reflejo. Necesito poder ser cariñosa con ella, entonces quizá ella me corresponda.
Niego con la cabeza, resignada, y cojo el cepillo de dientes de Santana. Mi subconsciente tiene razón, claro. La estoy agobiando. Ella no está preparada y yo tampoco. Hacemos equilibrios sobre el delicado balancín de nuestro extraño acuerdo, cada una en un extremo, vacilando, y el balancín se inclina y se mece entre las dos. Ambas necesitamos acercarnos más al centro. Solo espero que ninguna de las dos se caiga al intentarlo. Todo esto va muy rápido. Quizá necesite un poco de distancia. Georgia cada vez me atrae más. Cuando estoy empezando a lavarme los dientes, llama a la puerta.
—Pasa —espurreo con la boca llena de pasta.
Santana aparece en el umbral de la puerta con ese short de pijama corto que hace que todas las células de mi organismo se pongan en estado de alerta. Lleva una camiseta de tiras y me embebo como si estuviera muerta de sed y ella fuera agua clara de un arroyo de montaña. Me mira impasible, luego sonríe satisfecha y se sitúa a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo, marrón y azul. Termino con su cepillo de dientes, lo enjuago y se lo doy, sin dejar de mirarla. Sin mediar palabra, coge el cepillo y se lo mete en la boca. Le sonrío yo también y, de repente, me mira con un brillo risueño en los ojos.
—Si quieres, puedes usar mi cepillo de dientes —me dice en un dulce tono jocoso.
—Gracias, señora —sonrío con ternura y salgo al dormitorio.
A los pocos minutos viene ella.
—Que sepas que no es así como tenía previsto que fuera esta noche —masculla malhumorada.
—Imagina que yo te dijera que no puedes tocarme.
Se mete en la cama y se sienta con las piernas cruzadas.
—Brittany, ya te lo he dicho. De cincuenta mil formas. Tuve un comienzo duro en la vida; no hace falta que te llene la cabeza con toda esa mierda. ¿Para qué?
—Porque quiero conocerte mejor.
—Ya me conoces bastante bien.
—¿Cómo puedes decir eso?
Me pongo de rodillas, mirándola.
Me pone los ojos en blanco, frustrada.
—Estás poniendo los ojos en blanco. La última vez que yo hice eso terminé tumbada en tus rodillas.
—Huy, no me importaría volver a hacerlo.
Eso me da una idea.
—Si me lo cuentas, te dejo que lo hagas.
—¿Qué?
—Lo que has oído.
—¿Me estás haciendo una oferta? —me pregunta pasmada e incrédula.
Asiento con la cabeza. Sí… esa es la forma
—Negociando.
—Esto no va así, Brittany.
—Vale. Cuéntamelo y luego te pongo los ojos en blanco.
Ríe y percibo un destello de la Santana despreocupada. Hacía un rato que no la veía. Se pone seria otra vez.
—Siempre tan ávida de información. —Me mira pensativa. Al poco, se baja con elegancia de la cama—. No te vayas —dice, y sale del dormitorio.
La inquietud me atraviesa como una lanza, y me abrazo a mi propio cuerpo. ¿Qué hace? ¿Tendrá algún plan malvado? Mierda. Supón que vuelve con una vara o algún otro instrumento de perversión? Madre mía, ¿qué voy a hacer entonces? Cuando ella vuelve, lleva algo pequeño en las manos. No veo lo que es, pero me muero de curiosidad.
—¿A qué hora es tu primera entrevista de mañana? —pregunta en voz baja.
—A las dos.
Lentamente se dibuja en su rostro una sonrisa perversa.
—Bien.
Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Se vuelve dura, intratable… sensual. Es la Santana dominante.
—Sal de la cama. Ponte aquí de pie. —Señala a un lado de la cama y yo me bajo y me coloco en un abrir y cerrar de ojos. Me mira fijamente, y en sus ojos brilla una promesa—. ¿Confías en mí? —me pregunta en voz baja.
Asiento con la cabeza. Me tiende la mano y en la palma lleva dos bolas de plata redondas y brillantes unidas por un grueso hilo negro.
—Son nuevas —dice con énfasis.
La miro inquisitiva.
—Te las voy a meter y luego te voy a dar unos azotes, no como castigo, sino para darte placer a ti y a mi tambien.
Se interrumpe y sopesa la reacción de mis ojos muy abiertos.
¡Metérmelas! Ahogo un jadeo y se tensan todos los músculos de mi vientre. La diosa que llevo dentro está haciendo la danza de los siete velos.
—Luego follaremos y, si aún sigues despierta, te contaré algunas cosas sobre mis años de formación. ¿De acuerdo?
¡Me está pidiendo permiso! Con la respiración acelerada, asiento. Soy incapaz de hablar.
—Buena chica. Abre la boca. ¿La boca?
—Más.
Con mucho cuidado, me mete las bolas en la boca.
—Necesitan lubricación. Chúpalas —me ordena con voz dulce.
Las bolas están frías, son lisas y pesan muchísimo, y tienen un sabor metálico. Mi boca seca se llena de saliva cuando explora los objetos extraños. Los ojos de Santana no se apartan de los míos. Dios mío, me estoy excitando. Me estremezco.
—No te muevas, Brittany —me advierte—. Para.
Me las saca de la boca. Se acerca a la cama, retira el edredón y se sienta al borde.
—Ven aquí.
Me sitúo delante de ella y me quita el short.
—Date la vuelta, inclínate hacia delante y agárrate los tobillos.
La miro extrañada y su expresión se oscurece.
—No titubees —me regaña con fingida serenidad y se mete las bolas en la boca.
Joder, esto es más sexy que la pasta de dientes. Sigo sus órdenes inmediatamente. Uf, ¿me llegaré a los tobillos? Descubro que sí, con facilidad. La camiseta se
me escurre por la espalda, dejando al descubierto mi trasero. Menos mal que me ha dejado las bragas puestas, aunque supongo que no me van a durar mucho.
Me posa la mano con reverencia en el trasero y me lo acaricia suavemente. Entre mis piernas solo atisbo a ver las suyas, nada más. Cierro los ojos con fuerza cuando me aparta con delicadeza las bragas y me pasea un dedo despacio por el sexo. Mi cuerpo se prepara con una mezcla embriagadora de gran impaciencia y excitación. Me mete un dedo y lo mueve en círculos con deliciosa lentitud. Oh, qué gusto. Gimo.
Se me entrecorta la respiración y la oigo gemir mientras repite el movimiento. Retira el dedo y muy despacio inserta los objetos, primero una bola, luego la otra.
Madre mía. Están a la temperatura del cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una curiosa sensación: una vez que están dentro, no me las siento, aunque sé que están ahí.
Me recoloca las bragas, se inclina hacia delante y sus labios depositan un beso tierno en mi trasero.
—Ponte derecha —me ordena y, temblorosa, me enderezo.
¡Huy! Ahora sí que las siento… o algo. Me agarra por las caderas para sujetarme mientras recupero el equilibrio.
—¿Estás bien? —me pregunta muy seria.
—Sí.
—Vuélvete.
Me giro hacia ella.
Las bolas tiran hacia abajo y, sin querer, mi vientre se contrae alrededor de ellas. La sensación me sobresalta, pero no en el mal sentido de la palabra.
—¿Qué tal? —pregunta.
—Raro.
—¿Raro bueno o raro malo?
—Raro bueno —confieso ruborizándome.
—Bien. —Asoma a sus ojos un vestigio de humor—. Quiero un vaso de agua. Ve a traerme uno, por favor.
Oh.
—Y cuando vuelvas, te tumbaré en la cama. Piensa en eso, Brittany.
¿Agua? Quiere agua ahora? ¿Para qué?
Cuando salgo del dormitorio, me queda clarísimo por qué ella quiere que me pasee; al hacerlo, las bolas me pesan dentro, me masajean internamente. Es una sensación muy rara y no del todo desagradable. De hecho, se me acelera la respiración cuando me estiro para coger un vaso del armario de la cocina, y ahogo un
jadeo. Madre mía. Igual tendría que dejarme esto puesto. Hacen que me sienta deseada.
Cuando vuelvo, ella me observa detenidamente.
—Gracias —dice, y me coge el vaso de agua.
Despacio, da un sorbo y deja el vaso en la mesita de noche. Ella esta lista y preparada, como yo. Entonces sé que está haciendo esto para generar expectación. El corazón se me ha acelerado un poco. Centra su mirada de ojos marrones en mí.
—Ven. Ponte a mi lado. Como la otra vez.
Me acerco a él, la sangre me zumba por todo el cuerpo, y esta vez… estoy caliente. Excitada.
—Pídemelo —me dice en voz baja.
Frunzo el ceño. ¿Que le pida el qué?
—Pídemelo —repite, algo más duro.
¿El qué? ¿Un poco de agua? ¿Qué quiere?
—Pídemelo, Brittany. No te lo voy a repetir más.
Hay una amenaza velada en sus palabras, y entonces caigo. Quiere que le pida que me dé unos azotes.
Madre mía. Me mira expectante, con la mirada cada vez más fría. Mierda.
—Azótame, por favor… señora —susurro.
Cierra los ojos un instante, saboreando mis palabras. Alarga el brazo, me agarra la mano izquierda y, tirando de mí, me arrastra a sus rodillas. Me dejo caer sobre su regazo, y me sujeta. Se me sube el corazón a la boca cuando empieza a acariciarme el trasero. Me tiene ladeada otra vez, de forma que mi torso descansa en la cama, a su lado. Esta vez no me echa la pierna por encima, sino que me aparta el pelo de la cara y me lo recoge detrás de la oreja. Acto seguido, me agarra el pelo a la altura de la nuca para sujetarme bien. Tira suavemente y echo la cabeza hacia atrás.
—Quiero verte la cara mientras te doy los azotes, Brittany —murmura sin dejar de frotarme suavemente el trasero.
Desliza la mano entre mis nalgas y me aprieta el sexo, y la sensación global es… Gimo. Oh, la sensación es exquisita.
—Esta vez es para darnos placer, Brittany, a ti y a mí —susurra.
Levanta la mano y la baja con una sonora palmada en la confluencia de los muslos, el trasero y el sexo. Las bolas se impulsan hacia delante, dentro de mí, y me pierdo en un mar de sensaciones: el dolor del trasero, la plenitud de las bolas en mi interior y el hecho de que ella me esté sujetando. Mi cara se contrae mientras mis sentidos tratan de digerir todas estas sensaciones nuevas. Registro en alguna parte de mi cerebro que no me ha atizado tan fuerte como la otra vez. Me acaricia el trasero otra vez, paseando la mano abierta por mi piel, por encima de la ropa interior.
¿Por qué no me ha quitado las bragas? Entonces su mano desaparece y vuelve a azotarme. Gimo al propagarse la sensación. Inicia un patrón de golpes: izquierda, derecha y luego abajo. Los de abajo son los mejores. Todo se mueve hacia delante en mi interior, y entre palmadas, me acaricia, me manosea, de forma que es como si me masajeara por dentro y por fuera. Es una sensación erótica muy estimulante y, por alguna razón, porque soy yo la que ha impuesto las condiciones, no
me preocupa el dolor. No es doloroso en sí… bueno, sí, pero no es insoportable. Resulta bastante manejable y, sí, placentero… incluso. Gruño. Sí, con esto sí que
puedo.
Hace una pausa para bajarme despacio las bragas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más… liberación, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.
—Buena chica, Brittany —gruñe, y se altera su respiración.
Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón. Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo. Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente. Se quita el short, las bragas y de pronto, la tengo
tumbada a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, uniendo nuestros humedos y excitados clítoris, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas. Gimo con fuerza.
—Oh, Bella —me susurra mientras se mueve y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.
Es la manera más suave en que ella me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo.
Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se mueve sobre mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.
—¡Britt!
Guarda silencio, jadeando encima de mí, con las manos aún trenzadas en las mías por encima de mi cabeza. Por fin se vuelve y me mira.
—Me ha gustado —susurra, y me besa tiernamente.
No se entretiene con más besos dulces, sino que se levanta, me tapa con el edredón y se mete en el baño. Cuando vuelve, trae un frasco de loción blanca. Se
sienta en la cama a mi lado.
—Date la vuelta —me ordena y, a regañadientes, me pongo boca abajo.
La verdad, no sé para qué tanto lío. Tengo mucho sueño.
—Tienes el culo de un color espléndido —dice en tono aprobador, y me extiende la loción refrescante por el trasero sonrosado.
—Déjalo ya, López —digo bostezando.
—Señorita Pierce, es usted única estropeando un momento.
—Teníamos un trato.
—¿Cómo te sientes?
—Estafada.
Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos. Con cuidado de no rozarme el trasero escocido. Me besa muy
suavemente detrás de la oreja.
—La mujer que me trajo al mundo era una puta adicta al crack, Brittany. Duérmete.
Dios mío… ¿y eso qué significa?
—¿Era?
—Murió.
—¿Hace mucho?
Suspira.
—Murió cuando yo tenía cuatro años. No la recuerdo. Carrick me ha dado algunos detalles. Solo recuerdo ciertas cosas. Por favor, duérmete.
—Buenas noches, Santana.
—Buenas noches, Britt.
Y me duermo, aturdida y agotada, y sueño con una niña de cuatro años y ojos marrones en un lugar oscuro, terrible y triste.
Estos sitios son reales existen les colocare el link de la imagen seguido de una descripción del sitio disfruten
1. WUS – Washington State University Vancouver: es la universidad donde estudia Britt y donde vive con Quinn cuando conoce a Santana. Estas son fotos de campus y del Auditorio donde se celebran las graduaciones de alumnos (donde Santana dio su discurso)
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/wsu-campus.jpg
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/graduation-auditorium-wsuv.jpg
2. The Heathman Hotel Portland: es el hotel donde se hospeda Santana al comienzo de la historia y donde suceden muchas escenas memorables.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/the-heatman-hotel.jpg
3. Portland Coffee House, donde Santana invita a Britt a un café tras la sesión de fotos para el artículo de Quinn (actualmente el café se llama Public Domain Coffee).
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/portland-coffee-house.jpg
4. Suite, The Heathman Hotel, donde Britt pasa su primera noche con Santana. Al despertarse, Britt describe la habitación: “El cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme”.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/renaissance-suite-the-heatman-hotel.jpg
5. Ascensor nº 3 en The Heathman - Donde Santana besa a Britt por primera vez y pronuncia la famosa frase “a la mierda el papeleo”.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/elevator-3-heathman-hotel.jpg
6. Pike Market Distric: barrio de Seattle donde está situado el apartamento de Quinn y Britt, no muy lejos del edificio Escala, tal y como apostilla Santana. En esta foto de Pike St. se aprecia el edificio Escala al fondo.
http://50sombrasdegrey.files.wordpress.com/2012/09/pike-place-market-escala-seattle.jpg
7. Edificio Escala – En donde Santana tiene su apartamento. Pueden ver otras fotos del interior del apartamento.
Edificio
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Vestíbulo
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Salón con una pared acristalada y un piano.
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La cocina con la barra de desayuno.
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Habitación y baño se las sumisas (Habitación de Britt)
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http://hogar.pisos.com/wp-content/uploads/2013/03/habitacionchristiangrayvanityfair2.jpg
Baño y Habitacion de Santana
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http://www.somethingischangingatescalaseattle.com/gallery/RES%20F/Large/Plan-F-2nd-Bedroom.jpg
Escaleras del ático de Santana
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Autos de Brittany
Wanda, el Escarabajo de Wolkswagen de color azul mar que Britt le compró a Noah.
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El Audi A3 modelo regalo de graduación de Britt “especial sumisa de Santana”.
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Esas fueron las imágenes comenten díganme que les pareció.
Parte I - Capítulo 20
Santana cruza como un ciclón la puerta de madera de la casita del embarcadero y se detiene a pulsar los interruptores. Los fluorescentes hacen un clic y zumban secuencialmente, y una luz blanca y cruda inunda el inmenso edificio de madera. Desde mi posición cabeza abajo, veo una impresionante lancha motora en el
muelle, flotando suavemente sobre el agua oscura, pero apenas me da tiempo a fijarme antes de que me lleve por unas escaleras de madera hasta un cuarto en el piso de arriba.
Se detiene en el umbral, pulsa otro interruptor —halógenos esta vez, más suaves, con regulador de intensidad—, y estamos en una buhardilla de techos inclinados. Está decorada en el estilo náutico de Nueva Inglaterra: azul marino y tonos crema, con pinceladas de rojo. El mobiliario es escaso; solo veo un par de sofás.
Santana me pone de pie sobre el suelo de madera. No me da tiempo a examinar mi entorno: no puedo dejar de mirarla a ella. Me tiene hipnotizada. La observo como uno observaría a una depredadora rara y peligrosa, a la espera de que ataque. Respira con dificultad, aunque, claro, me ha llevado a cuestas por todo el césped y ha subido un tramo de escaleras. En sus ojos marrones arde la rabia, el deseo y una lujuria pura, sin adulterar.
Madre mía. Podría arder por combustión espontánea solo con su mirada.
—No me pegues, por favor —le susurro suplicante.
Frunce el ceño y abre mucho los ojos. Parpadea un par de veces.
—No quiero que me azotes, aquí no, ahora no. Por favor, no lo hagas.
La dejo boquiabierta y, echándole valor, alargo la mano tímidamente y le acarició la mejilla, siguiendo el borde de sus labios y nariz.
Es una mezcla curiosa y suave. Cerrando despacio los ojos, apoya la cara en mi mano y se le entrecorta la respiración. Levanto la otra mano y le acarició su largo y liso pelo. Me encanta su pelo. Su leve gemido apenas es audible y, cuando abre los ojos, me mira recelosa, como si no entendiera lo que estoy haciendo.
Me acerco más y, pegada a ella, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y la beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca.
Gruñe, y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesiva. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra. Sabe de maravilla.
De pronto ella se aparta. Las dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y ella me mira furiosa.
—¿Qué me estás haciendo? —susurra confundida.
—Besarte.
—Me has dicho que no.
—¿Qué? ¿No a qué?
—En el comedor, cuando has juntado las piernas.
Ah… así que es eso.
—Estábamos cenando con tus padres.
La miro fijamente, atónita.
—Nadie me ha dicho nunca que no. Y eso… me excita.
Abre mucho los ojos de asombro y lujuria. Una mezcla embriagadora. Trago saliva instintivamente. Me baja la mano al trasero. Me atrae con fuerza hacia sí, contra sus perfectos pechos y siento como sus pezones se edurecen..
Madre mía.
—¿Estás furiosa y excitada porque te he dicho que no? —digo alucinada.
—Estoy furiosa porque no me habías contado lo de Georgia. Estoy furiosa porque saliste de copas con ese tío que intentó seducirte cuando estabas borracha y te dejó con una completa desconocida cuando te pusiste enferma. ¿Qué clase de amigo es ese? Y estoy furiosa y excitada porque has juntado las piernas cuando he
querido tocarte.
Le brillan los ojos peligrosamente mientras me sube despacio el bajo del vestido.
—Te deseo, y te deseo ahora. Y si no me vas a dejar que te azote, aunque te lo mereces, te voy a follar en el sofá ahora mismo, rápido, para darme placer a mí,
no a ti.
El vestido apenas me tapa ya el trasero desnudo. De pronto, me coge el sexo con la mano y me mete un dedo muy despacio. Con la otra mano, me sujeta firmemente por la cintura. Contengo un gemido.
—Esto es mío —me susurra con rotundidad—. Todo mío. ¿Entendido?
Introduce y saca el dedo mientras me mira, evaluando mi reacción, con los ojos encendidos.
—Sí, tuyo —digo, mientras el deseo, ardiente y pesado, recorre mi torrente sanguíneo, trastocándolo todo: mis terminaciones nerviosas, mi respiración, mi corazón, que palpita como si quisiera salírseme del pecho, y la sangre, que me zumba en los oídos.
De pronto se mueve haciendo varias cosas a la vez: saca los dedos dejándome a medias, se baja la cremallera del pantalón, se quita en conjunto con las bragas y me empuja al sofá y se tumba encima
de mí.
—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes, mientras se arrodilla, me separa más las piernas.
—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes.
Me mira con deseo, se quita la chaqueta a tirones y la deja caer al suelo. Se acomoda para que nuestros sexos se rocen y siento lo mojada que esta..
Me llevo las manos a la cabeza y sé que lo hace para que no la toque. Estoy excitadísima. Noto que mis caderas la buscan ya; quiero que esté dentro de mí, así, duro y fuerte. Oh, solo de pensarlo…
—No tenemos mucho tiempo. Esto va a ser rápido, y es para mí, no para ti. ¿Entendido? Como te corras, te doy unos azotes — ella dice apretando los dientes.
Madre mía… ¿y cómo paro?.
Pone las manos encima de las mías, sobre mi cabeza; con los codos me mantiene sujetos los brazos, y con las piernas me inmoviliza por completo. Estoy atrapada. La tengo por todas partes, envolviéndome,
casi asfixiándome. Pero también es una delicia: este es mi poder, esto es lo que le puedo hacer a ella, y me produce una sensación hedonista, triunfante. Se mueve rápido,
con furia, rozando nuestros clítoris; siento su respiración acelerada en el oído y mi cuerpo entero responde, fundiéndose alrededor de su sexo, sintiendo como nuestras humedades se mezclan. No me tengo que correr. No. Pero recibo cada uno de sus embates, en perfecto contrapunto. Bruscamente y de repente, con una embestida final, para y se corre, soltando el aire entre los dientes. Se relaja un instante, de forma que siento el peso delicioso de todo su cuerpo sobre mí. No estoy dispuesta a dejarla marchar; mi cuerpo busca alivio, pero ella pesa y en ese momento no puedo empujar mis caderas contra ella. De repente se retira, dejándome dolorida y queriendo más. Me mira furiosa.
—No te masturbes. Quiero que te sientas frustrada. Así es como me siento yo cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío.
Se le encienden de nuevo los ojos, enfadado otra vez.
Asiento con la cabeza, jadeando. Se levanta, se pone las bragas y el pantalon. La miro, con la respiración aún alterada, e involuntariamente aprieto las piernas, tratando de encontrar algo de alivio. Santana se sube la bragueta, se peina un poco con la mano y se agacha para coger su chaqueta. Luego se vuelve a mirarme, con una expresión más tierna.
—Más vale que volvamos a la casa.
Me incorporo, algo inestable, aturdida.
—Toma, ponte esto.
Del bolsillo interior de la chaqueta saca mis bragas. Las cojo sin sonreír; en el fondo sé que me he llevado un polvo de castigo, pero he conseguido una pequeña victoria en el asunto de las bragas. La diosa que llevo dentro asiente, de acuerdo conmigo, y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción. No has tenido que pedírselas.
—¡Santana! —grita Rachel desde el piso de abajo.
Santana se vuelve y me mira con una ceja arqueada.
—Justo a tiempo. Dios, qué pesadita es cuando quiere.
La miro ceñuda, devuelvo deprisa las braguitas a su legítimo lugar y me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz en mi estado. A toda prisa, intento arreglarme el pelo revuelto.
—Estamos aquí arriba, Rachel —le grita él—. Bueno, señorita Pierce, ya me siento mejor, pero sigo queriendo darle unos azotes —me dice en voz baja.
—No creo que lo merezca, señora López, sobre todo después de tolerar su injustificado ataque.
—¿Injustificado? Me has besado.
Se esfuerza por parecer ofendida.
Frunzo los labios.
—Ha sido un ataque en defensa propia.
—Defensa ¿de qué?
—De ti y de ese cosquilleo en la palma de tu mano.
Ladea la cabeza y me sonríe mientras Rachel sube ruidosamente las escaleras.
—Pero ¿ha sido tolerable? —me pregunta en voz baja.
Me ruborizo.
—Apenas —susurro, pero no puedo contener la sonrisa de satisfacción.
—Ah, aquí estáis —dice Rachel sonriéndonos.
—Le estaba enseñando a Brittany todo esto.
Santana me tiende la mano; su mirada es intensa.
Acepto su mano y ella aprieta suavemente la mía.
—Quinn y Sam están a punto de marcharse. ¿Habéis visto a esos dos? No paran de sobarse. —Rachel se finge asqueada, mira a Santana y luego a mí—. ¿Qué habéis estado haciendo aquí?
Vaya, qué directa. Me pongo como un tomate.
—Le estaba enseñando a Brittany mis trofeos de remo —contesta Santana sin pensárselo un segundo, con cara de póquer total—. Vamos a despedirnos de Quinn y Sam.
¿Trofeos de remo? Tira suavemente de mí hasta situarme delante de ella y, cuando Rachel se vuelve para salir, me da un azote en el trasero. Ahogo un grito,
sorprendida.
—Lo volveré a hacer, Brittany, y pronto —me amenaza al oído.
Luego me abraza, con mi espalda pegada a su pecho, y me besa el pelo.
De vuelta en la casa, Quinn y Sam se están despidiendo de Grace y el señor López. Kate me da un fuerte abrazo.
—Tengo que hablar contigo de lo antipática que eres con Santana —le susurro furiosa al oído, y ella me abraza otra vez.
—Le viene bien un poco de hostilidad; así se ve cómo es en realidad. Ten cuidado, Britt… es demasiado controladora —me susurra—. Te veo luego.
YO SÉ CÓMO ES EN REALIDAD, ¡TÚ NO!, le grito mentalmente. Soy consciente de que lo hace con buena intención, pero a veces se pasa de la raya, y esta vez se ha pasado mucho. La miro ceñuda y ella me saca la lengua, haciéndome sonreír sin querer. La Quinn traviesa es una novedad; será influencia de Sam. Los despedimos desde la puerta, y Santana se vuelve hacia mí.
—Nosotros también deberíamos irnos… Tienes las entrevistas mañana.
Rachel me abraza cariñosamente cuando nos despedimos.
—¡Pensábamos que nunca encontraría una chica! —comenta con entusiasmo.
Yo me sonrojo y Santana vuelve a poner los ojos en blanco. Frunzo los labios. ¿Por qué ella sí puede y yo no? Quiero ponerle los ojos en blanco yo también, pero no me atrevo, y menos después de la amenaza en la casita del embarcadero.
—Cuídate, Britt, querida —me dice amablemente Grace.
Santana, avergonzada o frustrada por la efusiva atención que recibo del resto de los López, me coge de la mano y me acerca a su lado.
—No me la espanten ni me la mimén demasiado —protesta.
—Santana, déjate de bromas —la reprende Grace con indulgencia y una mirada llena de amor por ella.
No sé por qué, pero me parece que no bromea. Observo subrepticiamente su interacción. Es obvio que Grace la adora, que siente por ella el amor incondicional de una madre. Ella se inclina y la besa con cierta rigidez.
—Mamá —dice, y percibo un matiz extraño en su voz… ¿veneración, quizá?
—Señor López… adiós y gracias por todo. Le tiendo la mano, pero ¡también me abraza!
—Por favor, llámame Carrick. Confío en que volvamos a verte muy pronto, Britt.
Terminada la despedida, Santana me lleva hasta el coche, donde nos espera Taylor. ¿Habrá estado esperando ahí todo el tiempo? Taylor me abre la puerta y
entro en la parte trasera del Audi.
Noto que los hombros se me relajan un poco. Dios, qué día. Estoy agotada, física y emocionalmente. Tras una breve conversación con Taylor, Santana se sube al coche a mi lado. Se vuelve para mirarme.
—Bueno, parece que también le has caído bien a mi familia —murmura.
¿También? La deprimente idea de por qué me ha invitado me vuelve de forma espontánea e inoportuna a la cabeza. Taylor arranca el coche y se aleja del círculo de luz del camino de entrada para adentrarse en la oscuridad de la carretera. Me giro hacia Santana y la encuentro mirándome fijamente.
—¿Qué? —pregunta en voz baja.
Titubeo un instante. No… Se lo voy a decir. Siempre se queja de que no le cuento las cosas.
—Me parece que te has visto obligada a traerme a conocer a tus padres —le susurro con voz trémula—. Si Sam no se lo hubiera propuesto a Quinn, tú jamás me
lo habrías pedido a mí.
No le veo la cara en la oscuridad, pero ladea la cabeza, sobresaltada.
—Brittany, me encanta que hayas conocido a mis padres. ¿Por qué eres tan insegura? No dejas de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente, pero tienes muy mala opinión de ti misma. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí?
¡Vaya! Quería que fuera, y eso es toda una revelación. No parece incomodarla responderme, como sucedería si me ocultara la verdad. Parece complacida de verdad de que haya ido. Una sensación de bienestar se propaga lentamente por mis venas. Mueve la cabeza y me coge la mano. Yo miro nerviosa a Taylor.
—No te preocupes por Taylor. Contéstame.
Me encojo de hombros.
—Pues sí. Pensaba eso. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de Georgia porque Quinn estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.
—¿Quieres ir a ver a tu madre?
—Sí.
Ella me mira con una expresión extraña, como si librara una especie de lucha interior.
—¿Puedo ir contigo? —pregunta al fin.
¿Qué?
—Eh… no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no?
—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta… intensidad para poder reflexionar.
Ella se me queda mirando.
—¿Soy demasiado intensa?
Me echo a reír.
—¡Eso es quedarse corta!
A la luz de las farolas que vamos pasando, veo que tuerce la boca.
—¿Se está riendo de mí, señorita Pierce?
—No me atrevería, señora López —le respondo con fingida seriedad.
—Me parece que sí y creo que sí te ríes de mí, a menudo.
—Es que eres muy divertida.
—¿Divertida?
—Oh, sí.
—¿Divertida por peculiar o por graciosa?
—Uf… mucho de una cosa y algo de la otra.
—¿Qué parte de cada una?
—Te dejo que lo adivines tú.
—No estoy segura de poder averiguar nada contigo, Brittany —dice y luego prosigue en voz baja—: ¿Sobre qué tienes que reflexionar en Georgia?
—Sobre lo nuestro —susurro.
Me mira fijamente, impasible.
—Dijiste que lo intentarías —murmura.
—Lo sé.
—¿Tienes dudas?
—Puede.
Ella se revuelve en el asiento, como si estuviera incómoda.
—¿Por qué?
Madre mía. ¿Cómo se ha vuelto tan seria esta conversación de repente? Se me ha echado encima como un examen para el que no estoy preparada. ¿Qué le digo? Porque creo que te quiero y tú solo me ves como un juguete. Porque no puedo tocarte, porque me aterra demostrarte algo de afecto por si te enfadas, me riñes o, peor aún, me pegas… ¿Qué le digo?
Miro un instante por la ventanilla. El coche vuelve a cruzar el puente. Las dos estamos envueltas en una oscuridad que enmascara nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, pero para eso no nos hace falta que sea de noche.
—¿Por qué, Brittany? —me insiste.
Me encojo de hombros, atrapada. No quiero perderla. A pesar de sus exigencias, de su necesidad de control, de sus aterradores vicios. Nunca me había sentido tan viva como ahora. Me emociona estar sentada a su lado. Es tan imprevisible, sexy, lista, divertida… Pero sus cambios de humor… ah, y además quiere hacerme daño. Dice que tendrá en cuenta mis reservas, pero ella sigue dándome miedo. Cierro los ojos. ¿Qué le digo? En el fondo, querría más, más afecto, más de la Santana traviesa, más… amor.
Me aprieta la mano.
—Háblame, Brittany. No quiero perderte. Esta última semana…
Estamos llegando al final del puente y la carretera vuelve a estar bañada en la luz de neón de las farolas, de forma que su rostro se ve intermitentemente en sombras e iluminada. Y la metáfora resulta tan acertada. Esta mujer, a la que una vez creí una heroína romántica, una dama perfecta, o dama oscura, como dijo una vez ella misma, no es una heroína, sino una mujer con graves problemas emocionales, y me está arrastrando a su lado oscuro. ¿No podría yo llevarla hasta la luz?
—Sigo queriendo más —le susurro.
—Lo sé —dice—. Lo intentaré.
La miro extrañada y ella me suelta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me estaba mordiendo.
—Por ti, Brittany, lo intentaré.
Irradia sinceridad.
Y no hace falta que me diga más. Me desabrocho el cinturón de seguridad, me acerco a ella y me subo a su regazo, cogiéndola completamente por sorpresa.
Enrosco los brazos alrededor de su cuello y la beso con intensidad, con vehemencia y en un nanosegundo ella me responde.
—Quédate conmigo esta noche —me dice—. Si te vas, no te veré en toda la semana. Por favor.
—Sí —accedo—. Yo también lo intentaré. Firmaré el contrato.
Lo decido sin pensar. Me mira fijamente.
—Firma después de Georgia. Piénsatelo. Piénsatelo mucho, bella.
—Lo haré.
Y seguimos así sentadas dos o tres kilómetros.
—Deberías ponerte el cinturón de seguridad —susurra reprobadoramente con la boca hundida en mi cabello, pero no hace ningún ademán de retirarme de su
regazo.
Me acurruco contra su cuerpo, con los ojos cerrados, con la nariz en su cuello, embebiéndome de esa fragancia sexy de perfume caro y a Santana, apoyando la cabeza en su hombro. Dejo volar mi imaginación y fantaseo con que me quiere. Ah… y parece tan real, casi tangible, que una parte pequeñísima de mi desagradable subconsciente se comporta de forma completamente inusual y se atreve a albergar esperanzas. Procuro no tocarle sus pechos, pero me refugio en sus brazos mientras me abraza con fuerza.
Y demasiado pronto, me veo arrancada de mi quimera.
—Ya estamos en casa —murmura Santana, y la frase resulta tentadora, cargada de potencial.
En casa, con Santana. Salvo que su casa es una galería de arte, no un hogar.
Taylor nos abre la puerta y yo le doy las gracias tímidamente, consciente de que ha podido oír nuestra conversación, pero su amable sonrisa tranquiliza sin revelar nada. Una vez fuera del coche, Santana me escudriña. Oh, no, ¿qué he hecho ahora?
—¿Por qué no llevas chaqueta?
Se quita la suya, ceñuda, y me la echa por los hombros. Siento un gran alivio.
—La tengo en mi coche nuevo —contesto adormilada y bostezando.
Me sonríe maliciosamente.
—¿Cansada, señorita Pierce?
—Sí, señor Grey. —Me siento turbada ante su provocador comentario. Aun así, creo que debo darle una explicación—. Hoy me han convencido de que hiciera
cosas que jamás había creído posibles.
—Bueno, si tienes muy mala suerte, a lo mejor consigo convencerte de hacer alguna cosa más —promete mientras me coge de la mano y me lleva dentro del
edificio.
Madre mía… ¿Otra vez?
En el ascensor, la miro. Había dado por supuesto que quería que durmiera con ella y ahora recuerdo que ella no duerme con nadie, aunque lo haya hecho conmigo
unas cuantas veces. Frunzo el ceño y, de pronto, su mirada se oscurece. Levanta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me mordía.
—Algún día te follaré en este ascensor, Brittany, pero ahora estás cansada, así que creo que nos conformaremos con la cama.
Inclinándose, me muerde el labio inferior con los dientes y tira suavemente. Me derrito contra su cuerpo y dejo de respirar a la vez que las entrañas se me revuelven de deseo. Le correspondo, clavándole los dientes en su carnoso y sexy labio superior, provocándole, y ella gruñe. Cuando se abren las puertas del ascensor, me lleva de la mano hacia el vestíbulo y cruzamos la puerta de doble hoja hasta el pasillo.
—¿Necesitas una copa o algo?
—No.
—Bien. Vámonos a la cama.
Arqueo las cejas.
—¿Te vas a conformar con una simple y aburrida relación vainilla?
Ladea la cabeza.
—Ni es simple ni aburrida… tiene un sabor fascinante —dice.
—¿Desde cuándo?
—Desde el sábado pasado. ¿Por qué? ¿Esperabas algo más exótico?
La diosa que llevo dentro asoma la cabeza por el borde de la barricada.
—Ay, no. Ya he tenido suficiente exotismo por hoy.
La diosa que llevo dentro me hace pucheros, sin lograr en absoluto ocultar su desilusión.
—¿Seguro? Aquí tenemos para todos los gustos… por lo menos treinta y un sabores.
Me sonríe lasciva.
—Ya lo he observado —replico con sequedad.
Menea la cabeza.
—Venga ya, señorita Pierce, mañana le espera un gran día. Cuanto antes se acueste, antes la follaré y antes podrá dormirse.
—Es usted toda una romántica, señora López.
—Y usted tiene una lengua viperina, señorita Pierce. Voy a tener que someterla de alguna forma. Ven.
Me lleva por el pasillo hasta su dormitorio y abre la puerta de una patada.
—Manos arriba —me ordena.
Obedezco y, con un solo movimiento pasmosamente rápido, me quita el vestido como una maga, agarrándolo por el bajo y sacándomelo suavemente por la
cabeza.
—¡Tachán! —dice traviesa.
Río y aplaudo educadamente. Ella hace una elegante reverencia, riendo también. ¿Cómo voy a resistirme a ella cuando es así? Deja mi vestido en la silla solitaria que hay junto a la cómoda.
—¿Cuál es el siguiente truco? —inquiero provocadora.
—Ay, mi querida señorita Pierce. Métete en la cama —gruñe—, que enseguida lo vas a ver.
—¿Crees que por una vez debería hacerme la dura? —pregunto coqueta.
Abre mucho los ojos, asombrada, y veo en ellos un destello de excitación.
—Bueno… la puerta está cerrada; no sé cómo vas a evitarme —dice burlona—. Me parece que el trato ya está hecho.
—Pero soy buena negociadora.
—Y yo. —Me mira, pero, al hacerlo, su expresión cambia; la confusión se apodera de ella y la atmósfera de la habitación varía bruscamente, tensándose—. ¿No quieres follar? —pregunta.
—No —digo.
—Ah.
Frunce el ceño.
Vale, allá va… respira hondo.
—Quiero que me hagas el amor.
Ella se queda inmóvil y me mira alucinada. Su expresión se oscurece. Mierda, esto no pinta bien. ¡Dale un minuto!, me espeta mi subconsciente.
—Britt, yo…
Se pasa las manos por el pelo. Las dos. Está verdaderamente desconcertada.
—Pensé que ya lo habíamos hecho —dice al fin.
—Quiero tocarte.
Se aparta un paso de mí, involuntariamente; por un instante parece asustada, luego se refrena.
—Por favor —le susurro.
Se recupera.
—Ah, no, señorita Pierce, ya le he hecho demasiadas concesiones esta noche. La respuesta es no.
—¿No?
—No.
Vaya, contra eso no puedo discutir… ¿o sí?
—Mira, estás cansada, y yo también. Vámonos a la cama y ya está —dice, observándome con detenimiento.
—¿Así que el que te toquen es uno de tus límites infranqueables?
—Sí. Ya lo sabes.
—Dime por qué, por favor.
—Ay, Brittany, por favor. Déjalo ya —masculla exasperada.
—Es importante para mí.
Vuelve a pasarse ambas manos por el pelo y maldice por lo bajo. Da media vuelta y se acerca a la cómoda, saca una camiseta, un short y me los tira. Los cojo, pensativa.
—Póntela y métete en la cama —me espeta molesta.
Frunzo el ceño, pero decido complacerla. Volviéndome de espaldas, me quito rápidamente el sujetador y me pongo la camiseta lo más rápido que puedo para cubrir mi desnudez. Me dejo las bragas puestas… he ido sin ellas casi toda la noche y me pongo el short.
—Necesito ir al baño —digo con un hilo de voz.
Frunce el ceño, aturdida.
—¿Ahora me pides permiso?
—Eh… no.
—Brittany, ya sabes dónde está el baño. En este extraño momento de nuestro acuerdo, no necesitas permiso para usarlo.
No puede ocultar su enfado. Se quita la camisa y yo me meto corriendo en el baño.
Me miro en el espejo gigante, asombrada de seguir teniendo el mismo aspecto. Después de todo lo que he hecho hoy, ahí está la misma chica corriente de siempre mirándome pasmada. ¿Qué esperabas, que te salieran cuernos y una colita puntiaguda?, me espeta mi subconsciente. ¿Y qué narices haces? Las caricias son uno de sus límites infranqueables. Demasiado pronto, imbécil. Para poder correr tiene que andar primero. Mi subconsciente está furiosa, su ira es como la de Medusa: el pelo ondeante, las manos aferrándose la cara como en El grito de Edvard Munch. La ignoro, pero se niega a volver a su caja. Estás haciendo que ella se enfade; piensa en todo lo que ha dicho, hasta dónde ha cedido. Miro ceñuda mi reflejo. Necesito poder ser cariñosa con ella, entonces quizá ella me corresponda.
Niego con la cabeza, resignada, y cojo el cepillo de dientes de Santana. Mi subconsciente tiene razón, claro. La estoy agobiando. Ella no está preparada y yo tampoco. Hacemos equilibrios sobre el delicado balancín de nuestro extraño acuerdo, cada una en un extremo, vacilando, y el balancín se inclina y se mece entre las dos. Ambas necesitamos acercarnos más al centro. Solo espero que ninguna de las dos se caiga al intentarlo. Todo esto va muy rápido. Quizá necesite un poco de distancia. Georgia cada vez me atrae más. Cuando estoy empezando a lavarme los dientes, llama a la puerta.
—Pasa —espurreo con la boca llena de pasta.
Santana aparece en el umbral de la puerta con ese short de pijama corto que hace que todas las células de mi organismo se pongan en estado de alerta. Lleva una camiseta de tiras y me embebo como si estuviera muerta de sed y ella fuera agua clara de un arroyo de montaña. Me mira impasible, luego sonríe satisfecha y se sitúa a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo, marrón y azul. Termino con su cepillo de dientes, lo enjuago y se lo doy, sin dejar de mirarla. Sin mediar palabra, coge el cepillo y se lo mete en la boca. Le sonrío yo también y, de repente, me mira con un brillo risueño en los ojos.
—Si quieres, puedes usar mi cepillo de dientes —me dice en un dulce tono jocoso.
—Gracias, señora —sonrío con ternura y salgo al dormitorio.
A los pocos minutos viene ella.
—Que sepas que no es así como tenía previsto que fuera esta noche —masculla malhumorada.
—Imagina que yo te dijera que no puedes tocarme.
Se mete en la cama y se sienta con las piernas cruzadas.
—Brittany, ya te lo he dicho. De cincuenta mil formas. Tuve un comienzo duro en la vida; no hace falta que te llene la cabeza con toda esa mierda. ¿Para qué?
—Porque quiero conocerte mejor.
—Ya me conoces bastante bien.
—¿Cómo puedes decir eso?
Me pongo de rodillas, mirándola.
Me pone los ojos en blanco, frustrada.
—Estás poniendo los ojos en blanco. La última vez que yo hice eso terminé tumbada en tus rodillas.
—Huy, no me importaría volver a hacerlo.
Eso me da una idea.
—Si me lo cuentas, te dejo que lo hagas.
—¿Qué?
—Lo que has oído.
—¿Me estás haciendo una oferta? —me pregunta pasmada e incrédula.
Asiento con la cabeza. Sí… esa es la forma
—Negociando.
—Esto no va así, Brittany.
—Vale. Cuéntamelo y luego te pongo los ojos en blanco.
Ríe y percibo un destello de la Santana despreocupada. Hacía un rato que no la veía. Se pone seria otra vez.
—Siempre tan ávida de información. —Me mira pensativa. Al poco, se baja con elegancia de la cama—. No te vayas —dice, y sale del dormitorio.
La inquietud me atraviesa como una lanza, y me abrazo a mi propio cuerpo. ¿Qué hace? ¿Tendrá algún plan malvado? Mierda. Supón que vuelve con una vara o algún otro instrumento de perversión? Madre mía, ¿qué voy a hacer entonces? Cuando ella vuelve, lleva algo pequeño en las manos. No veo lo que es, pero me muero de curiosidad.
—¿A qué hora es tu primera entrevista de mañana? —pregunta en voz baja.
—A las dos.
Lentamente se dibuja en su rostro una sonrisa perversa.
—Bien.
Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Se vuelve dura, intratable… sensual. Es la Santana dominante.
—Sal de la cama. Ponte aquí de pie. —Señala a un lado de la cama y yo me bajo y me coloco en un abrir y cerrar de ojos. Me mira fijamente, y en sus ojos brilla una promesa—. ¿Confías en mí? —me pregunta en voz baja.
Asiento con la cabeza. Me tiende la mano y en la palma lleva dos bolas de plata redondas y brillantes unidas por un grueso hilo negro.
—Son nuevas —dice con énfasis.
La miro inquisitiva.
—Te las voy a meter y luego te voy a dar unos azotes, no como castigo, sino para darte placer a ti y a mi tambien.
Se interrumpe y sopesa la reacción de mis ojos muy abiertos.
¡Metérmelas! Ahogo un jadeo y se tensan todos los músculos de mi vientre. La diosa que llevo dentro está haciendo la danza de los siete velos.
—Luego follaremos y, si aún sigues despierta, te contaré algunas cosas sobre mis años de formación. ¿De acuerdo?
¡Me está pidiendo permiso! Con la respiración acelerada, asiento. Soy incapaz de hablar.
—Buena chica. Abre la boca. ¿La boca?
—Más.
Con mucho cuidado, me mete las bolas en la boca.
—Necesitan lubricación. Chúpalas —me ordena con voz dulce.
Las bolas están frías, son lisas y pesan muchísimo, y tienen un sabor metálico. Mi boca seca se llena de saliva cuando explora los objetos extraños. Los ojos de Santana no se apartan de los míos. Dios mío, me estoy excitando. Me estremezco.
—No te muevas, Brittany —me advierte—. Para.
Me las saca de la boca. Se acerca a la cama, retira el edredón y se sienta al borde.
—Ven aquí.
Me sitúo delante de ella y me quita el short.
—Date la vuelta, inclínate hacia delante y agárrate los tobillos.
La miro extrañada y su expresión se oscurece.
—No titubees —me regaña con fingida serenidad y se mete las bolas en la boca.
Joder, esto es más sexy que la pasta de dientes. Sigo sus órdenes inmediatamente. Uf, ¿me llegaré a los tobillos? Descubro que sí, con facilidad. La camiseta se
me escurre por la espalda, dejando al descubierto mi trasero. Menos mal que me ha dejado las bragas puestas, aunque supongo que no me van a durar mucho.
Me posa la mano con reverencia en el trasero y me lo acaricia suavemente. Entre mis piernas solo atisbo a ver las suyas, nada más. Cierro los ojos con fuerza cuando me aparta con delicadeza las bragas y me pasea un dedo despacio por el sexo. Mi cuerpo se prepara con una mezcla embriagadora de gran impaciencia y excitación. Me mete un dedo y lo mueve en círculos con deliciosa lentitud. Oh, qué gusto. Gimo.
Se me entrecorta la respiración y la oigo gemir mientras repite el movimiento. Retira el dedo y muy despacio inserta los objetos, primero una bola, luego la otra.
Madre mía. Están a la temperatura del cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una curiosa sensación: una vez que están dentro, no me las siento, aunque sé que están ahí.
Me recoloca las bragas, se inclina hacia delante y sus labios depositan un beso tierno en mi trasero.
—Ponte derecha —me ordena y, temblorosa, me enderezo.
¡Huy! Ahora sí que las siento… o algo. Me agarra por las caderas para sujetarme mientras recupero el equilibrio.
—¿Estás bien? —me pregunta muy seria.
—Sí.
—Vuélvete.
Me giro hacia ella.
Las bolas tiran hacia abajo y, sin querer, mi vientre se contrae alrededor de ellas. La sensación me sobresalta, pero no en el mal sentido de la palabra.
—¿Qué tal? —pregunta.
—Raro.
—¿Raro bueno o raro malo?
—Raro bueno —confieso ruborizándome.
—Bien. —Asoma a sus ojos un vestigio de humor—. Quiero un vaso de agua. Ve a traerme uno, por favor.
Oh.
—Y cuando vuelvas, te tumbaré en la cama. Piensa en eso, Brittany.
¿Agua? Quiere agua ahora? ¿Para qué?
Cuando salgo del dormitorio, me queda clarísimo por qué ella quiere que me pasee; al hacerlo, las bolas me pesan dentro, me masajean internamente. Es una sensación muy rara y no del todo desagradable. De hecho, se me acelera la respiración cuando me estiro para coger un vaso del armario de la cocina, y ahogo un
jadeo. Madre mía. Igual tendría que dejarme esto puesto. Hacen que me sienta deseada.
Cuando vuelvo, ella me observa detenidamente.
—Gracias —dice, y me coge el vaso de agua.
Despacio, da un sorbo y deja el vaso en la mesita de noche. Ella esta lista y preparada, como yo. Entonces sé que está haciendo esto para generar expectación. El corazón se me ha acelerado un poco. Centra su mirada de ojos marrones en mí.
—Ven. Ponte a mi lado. Como la otra vez.
Me acerco a él, la sangre me zumba por todo el cuerpo, y esta vez… estoy caliente. Excitada.
—Pídemelo —me dice en voz baja.
Frunzo el ceño. ¿Que le pida el qué?
—Pídemelo —repite, algo más duro.
¿El qué? ¿Un poco de agua? ¿Qué quiere?
—Pídemelo, Brittany. No te lo voy a repetir más.
Hay una amenaza velada en sus palabras, y entonces caigo. Quiere que le pida que me dé unos azotes.
Madre mía. Me mira expectante, con la mirada cada vez más fría. Mierda.
—Azótame, por favor… señora —susurro.
Cierra los ojos un instante, saboreando mis palabras. Alarga el brazo, me agarra la mano izquierda y, tirando de mí, me arrastra a sus rodillas. Me dejo caer sobre su regazo, y me sujeta. Se me sube el corazón a la boca cuando empieza a acariciarme el trasero. Me tiene ladeada otra vez, de forma que mi torso descansa en la cama, a su lado. Esta vez no me echa la pierna por encima, sino que me aparta el pelo de la cara y me lo recoge detrás de la oreja. Acto seguido, me agarra el pelo a la altura de la nuca para sujetarme bien. Tira suavemente y echo la cabeza hacia atrás.
—Quiero verte la cara mientras te doy los azotes, Brittany —murmura sin dejar de frotarme suavemente el trasero.
Desliza la mano entre mis nalgas y me aprieta el sexo, y la sensación global es… Gimo. Oh, la sensación es exquisita.
—Esta vez es para darnos placer, Brittany, a ti y a mí —susurra.
Levanta la mano y la baja con una sonora palmada en la confluencia de los muslos, el trasero y el sexo. Las bolas se impulsan hacia delante, dentro de mí, y me pierdo en un mar de sensaciones: el dolor del trasero, la plenitud de las bolas en mi interior y el hecho de que ella me esté sujetando. Mi cara se contrae mientras mis sentidos tratan de digerir todas estas sensaciones nuevas. Registro en alguna parte de mi cerebro que no me ha atizado tan fuerte como la otra vez. Me acaricia el trasero otra vez, paseando la mano abierta por mi piel, por encima de la ropa interior.
¿Por qué no me ha quitado las bragas? Entonces su mano desaparece y vuelve a azotarme. Gimo al propagarse la sensación. Inicia un patrón de golpes: izquierda, derecha y luego abajo. Los de abajo son los mejores. Todo se mueve hacia delante en mi interior, y entre palmadas, me acaricia, me manosea, de forma que es como si me masajeara por dentro y por fuera. Es una sensación erótica muy estimulante y, por alguna razón, porque soy yo la que ha impuesto las condiciones, no
me preocupa el dolor. No es doloroso en sí… bueno, sí, pero no es insoportable. Resulta bastante manejable y, sí, placentero… incluso. Gruño. Sí, con esto sí que
puedo.
Hace una pausa para bajarme despacio las bragas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más… liberación, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.
—Buena chica, Brittany —gruñe, y se altera su respiración.
Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón. Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo. Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente. Se quita el short, las bragas y de pronto, la tengo
tumbada a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, uniendo nuestros humedos y excitados clítoris, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas. Gimo con fuerza.
—Oh, Bella —me susurra mientras se mueve y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.
Es la manera más suave en que ella me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo.
Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se mueve sobre mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.
—¡Britt!
Guarda silencio, jadeando encima de mí, con las manos aún trenzadas en las mías por encima de mi cabeza. Por fin se vuelve y me mira.
—Me ha gustado —susurra, y me besa tiernamente.
No se entretiene con más besos dulces, sino que se levanta, me tapa con el edredón y se mete en el baño. Cuando vuelve, trae un frasco de loción blanca. Se
sienta en la cama a mi lado.
—Date la vuelta —me ordena y, a regañadientes, me pongo boca abajo.
La verdad, no sé para qué tanto lío. Tengo mucho sueño.
—Tienes el culo de un color espléndido —dice en tono aprobador, y me extiende la loción refrescante por el trasero sonrosado.
—Déjalo ya, López —digo bostezando.
—Señorita Pierce, es usted única estropeando un momento.
—Teníamos un trato.
—¿Cómo te sientes?
—Estafada.
Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos. Con cuidado de no rozarme el trasero escocido. Me besa muy
suavemente detrás de la oreja.
—La mujer que me trajo al mundo era una puta adicta al crack, Brittany. Duérmete.
Dios mío… ¿y eso qué significa?
—¿Era?
—Murió.
—¿Hace mucho?
Suspira.
—Murió cuando yo tenía cuatro años. No la recuerdo. Carrick me ha dado algunos detalles. Solo recuerdo ciertas cosas. Por favor, duérmete.
—Buenas noches, Santana.
—Buenas noches, Britt.
Y me duermo, aturdida y agotada, y sueño con una niña de cuatro años y ojos marrones en un lugar oscuro, terrible y triste.
Última edición por O_o el Mar Jun 04, 2013 10:36 pm, editado 1 vez
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
okaaaaaaaaaaay... este capitulo me ha dejado para la mierda jajajja me imagino como seran los otros madre mía jajajaja las bolas... tengo los ovarios tiritando...
hasta luego!
hasta luego!
marcoheath*** - Mensajes : 125
Fecha de inscripción : 09/10/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me encanto!!!
Al fin ''hacen el amor'' al estilo Grey-López jajaja.. pero amor al fin..
Siempre me quedo con ganas de mas!!
Gracias por actualizar y espero el prox cap..
SAludos!!!
-Dai
Al fin ''hacen el amor'' al estilo Grey-López jajaja.. pero amor al fin..
Siempre me quedo con ganas de mas!!
Gracias por actualizar y espero el prox cap..
SAludos!!!
-Dai
Dai15***** - Mensajes : 242
Fecha de inscripción : 20/12/2012
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
y Santana se salio con las suyas!!!
Pero Brittany la va a domar, le tengo mucha fe!!!jaja
Espetacular este capitulo como todos!!
es algo asi como....... adictiva tu adaptacion!!!
saludos
espero leerte muyyy pronto
Pero Brittany la va a domar, le tengo mucha fe!!!jaja
Espetacular este capitulo como todos!!
es algo asi como....... adictiva tu adaptacion!!!
saludos
espero leerte muyyy pronto
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Ok si les gusto el capítulo pero nadie me ha dicho nada de las imágenes en donde se desarrolla la historia y los autos que les pareció eso??
Última edición por O_o el Miér Mayo 29, 2013 11:16 am, editado 1 vez
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Las imágenes muy chulas, aunque me las imaginaba de otra forma... Jajajaja
Como siempre un capítulo excelente y cada vez me sorprende más con cada nuevo 'polvo' jajajaja He leído muchas historias eróticas pero ninguna como la tuya, realmente abarca todo el mundo del erotismo.
La única parte que no me gusta es cuando es tan controlador, pendejo y un sin fin de adjetivos poco finos que le pondría a Santana-Grey.
Cada capítulo que pasa me desvano los sesos para saber que demonios pasara, se algo por encima de cosas que me han contado y sobre todo que en el tercer libro, amas al Grey, y quiero saber que ocurreee!!! Me desespera el porque pasa eso jajajaja pero aún queda mucho.
Espero la conti y de verdad, gracias por esta espléndida historia
Como siempre un capítulo excelente y cada vez me sorprende más con cada nuevo 'polvo' jajajaja He leído muchas historias eróticas pero ninguna como la tuya, realmente abarca todo el mundo del erotismo.
La única parte que no me gusta es cuando es tan controlador, pendejo y un sin fin de adjetivos poco finos que le pondría a Santana-Grey.
Cada capítulo que pasa me desvano los sesos para saber que demonios pasara, se algo por encima de cosas que me han contado y sobre todo que en el tercer libro, amas al Grey, y quiero saber que ocurreee!!! Me desespera el porque pasa eso jajajaja pero aún queda mucho.
Espero la conti y de verdad, gracias por esta espléndida historia
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
holaa....
:OO y Britt empieza a conocer el pasado de San..... n.n..
espero tu prox actu
XOXO
:OO y Britt empieza a conocer el pasado de San..... n.n..
espero tu prox actu
XOXO
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Woow asi o mas intensa la morena???
Le excita que la rechacen, ok eso es nuevoo!!! Por fin un pequeño avance... la obsesa del control se ha dejado besar... y tocar un poquito... vaya ya conocemos una sus 50 sombras... 49 restantes ufff espero saber mas de san, aunque seguro no sera nada lindo... Las imagenes estan geniales, el hotel, el penhouse TODO esta SUPER, me enamore de Wanda *-*
Excelente cap como siempre..
Le excita que la rechacen, ok eso es nuevoo!!! Por fin un pequeño avance... la obsesa del control se ha dejado besar... y tocar un poquito... vaya ya conocemos una sus 50 sombras... 49 restantes ufff espero saber mas de san, aunque seguro no sera nada lindo... Las imagenes estan geniales, el hotel, el penhouse TODO esta SUPER, me enamore de Wanda *-*
Excelente cap como siempre..
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
me encantaron las imagenes, extraño pero no me gusta el audi, imagino para ellas un auto mas deportivo, la intimidad es a parte de erotica muy poco convencional y es lo que la hace misteriosa y excitante, tu historia es sencillamente una adaptacion espectacular, esperando la actualizacion!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Santana obtuvo lo suyo en la cena con su familia jajajaja y que bien que quisieron a britt es genial que los López la hayan acogido rápido y el final de la noche britt negociando pero obtuvo algo de información al menos.
Las imágenes eran geniales el Escala es hermoso oh y el piano también, el Audi esta genial los Audi siempre me han gustado.
Las imágenes eran geniales el Escala es hermoso oh y el piano también, el Audi esta genial los Audi siempre me han gustado.
lexis17******* - Mensajes : 424
Fecha de inscripción : 23/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola ayer llege súper noche pero el vicio pudo más y me leí todo tu capítulo que estuvo súper tierno San cada vez saca más su lado lindo y me encanto las imágenes sobre todo el cuarto de Britt y el baño jajaja yo quieroo uno así xD y no se todo el efificio la cocina súper espaciosa y el piano de la sala genial!
Me encanto la familia de san súper cariñosa y amable
<3 y san no me la conciertan tanto que me la espantarán awww eso lo ame
Sólo que lo dejaste en lo más emocionante como siempre u.u cada vez se rebelan más las sombra de san y su pasado triste :/
Quieroo más jajaja como Britt
San de romántica me encabtaria más
Saludos
Besos
Espero más imágenes las que subiste super genial lo que me imaginaba
Me encanto la familia de san súper cariñosa y amable
<3 y san no me la conciertan tanto que me la espantarán awww eso lo ame
Sólo que lo dejaste en lo más emocionante como siempre u.u cada vez se rebelan más las sombra de san y su pasado triste :/
Quieroo más jajaja como Britt
San de romántica me encabtaria más
Saludos
Besos
Espero más imágenes las que subiste super genial lo que me imaginaba
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
H E R M O S O CAP <3 Me encanto :D awwwwww San es un Dulce un amooor , las imagenes me gustaron mucho, el carro de Britt crei que era Rojo tal vez me confundí al leer, crei que seria mas lindo el que le dio San (:
Espero tu Actualización no demores y complace nos con mas capitulos, Sip :D?
PD: EN ESPERA DE ESTE MARAVILLOSO FIC
Un abrazo que este bien, besos :*
Espero tu Actualización no demores y complace nos con mas capitulos, Sip :D?
PD: EN ESPERA DE ESTE MARAVILLOSO FIC
Un abrazo que este bien, besos :*
Brianna lopez* - Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh vaya!...llevo algo así como tres capítulos sin comentar y ha pasado de todo, más bien...han echo de todo :3
Crap, hay muchas cosas...muy raras que mi precoz mente no alcanzan a sopesar Ö
Lo que si entiendo muy bien, es que...Santana Lopez es una diabla, tiene una y mil formas de destruir ovarios.
Y ya me callo porque terminaré diciendo cosas sin sentido. Un saludo...hasta el próximo.
Crap, hay muchas cosas...muy raras que mi precoz mente no alcanzan a sopesar Ö
Lo que si entiendo muy bien, es que...Santana Lopez es una diabla, tiene una y mil formas de destruir ovarios.
Y ya me callo porque terminaré diciendo cosas sin sentido. Un saludo...hasta el próximo.
Ali_Pearce- - Mensajes : 1107
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
me encanta y me tiene obsesionada tu fic, me gusto mucho este capitulo britt negociando y santana cediendo aun que sea un poco, esperando el próximo cap, gracias por escribir
Camila18**** - Mensajes : 151
Fecha de inscripción : 28/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Que te puedo decir :-) así quiero mas... el capitulo de lindo, solo le mucha envidia a Britt pero es de la buena EH jeje. Las cotos excelentes
Saludos ;). Actualiza pronto
Saludos ;). Actualiza pronto
khandyy** - Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 08/03/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Me gusta mucho el dpto. de la señora Lopéz :D tiene ciertas diferencias a lo que había imaginado ....pero en cada capitulo digo lo mismo eres increíble mas enganchada no puedo estar de este ff y este par de mujeres :) espero la actu...
Gudu* - Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Edad : 32
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola! Primera vez que comento este fic. No he leído el libro que te sirve de base, pero aunque los caracteres de los personajes de la serie no se parecen a los de la historia, me parecen fascinantes. Es una de las pocas veces en que la adaptación es muy, muy prolija y acertada.
Estoy por completo prendida de la Santana de tu historia, y de la forma en que Brittany narra lo que pasa por dentro y por fuera de ella. Dejemos de lado todo lo demás (aunque no tanto): solo por los gustos musicales de la "dominatrix", pierdo las babas... Lakme?, el Concierto para oboe de Marcello? las Bachianas brasileiras? Adoro todas esas obras. A pesar de ser tan distintas entre sí, muestran un gusto más que ecléctico, concentrado en la belleza melancólica de cada una de las piezas, que pasa de la sensual femenidad del Vals de las Flores hasta la floritura de un barroco menor, pero maravilloso, plagado de claroscuros.
Y hablando de eso: la revelación de Brittany acerca de que Santana es un ser atormentado emocionalmente, fue maravillosa. Podrá llevarla hacia la zona de luz de la vida, antes de ser consumida por el lado oscuro?
No veo la hora de que actualices!!
Estoy por completo prendida de la Santana de tu historia, y de la forma en que Brittany narra lo que pasa por dentro y por fuera de ella. Dejemos de lado todo lo demás (aunque no tanto): solo por los gustos musicales de la "dominatrix", pierdo las babas... Lakme?, el Concierto para oboe de Marcello? las Bachianas brasileiras? Adoro todas esas obras. A pesar de ser tan distintas entre sí, muestran un gusto más que ecléctico, concentrado en la belleza melancólica de cada una de las piezas, que pasa de la sensual femenidad del Vals de las Flores hasta la floritura de un barroco menor, pero maravilloso, plagado de claroscuros.
Y hablando de eso: la revelación de Brittany acerca de que Santana es un ser atormentado emocionalmente, fue maravillosa. Podrá llevarla hacia la zona de luz de la vida, antes de ser consumida por el lado oscuro?
No veo la hora de que actualices!!
MarisaParedes****** - Mensajes : 316
Fecha de inscripción : 25/02/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
un punto a tu favor con las imagenes, es mas facil asi imaginarse la historia y los escenarios, y por otra parteee joooooodeeeer esta historia es tan adictivaaaa wooooow no sabes como me gusta que santana se acerque a britt con amor y ternura y no como una maldita loca pervertida, todo hubiera sido perfecto sin los azotes, pero buenoooo , espero que llegue el momento en que lo deje de hacer jaajaja
actualiza pronto
actualiza pronto
victoria555****** - Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
hola nueva lectora!
me eh puesto al dia con los cap y la verdad es que me fascina, me encanta este fic.
bueno por un lado me ubiera gustado que britt no hubiera aceptado el trato que isiera de rogar pero por el otro igual quiero ver ese erotismo entre ellas y se que britt la terminara conquistando a santana.
y lo repito de nuevo me ENCANTA tu fic.Saludos :)
me eh puesto al dia con los cap y la verdad es que me fascina, me encanta este fic.
bueno por un lado me ubiera gustado que britt no hubiera aceptado el trato que isiera de rogar pero por el otro igual quiero ver ese erotismo entre ellas y se que britt la terminara conquistando a santana.
y lo repito de nuevo me ENCANTA tu fic.Saludos :)
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
ESPERANDO IMPACIENTE TU ACTUALIZACIÓN :D <3
Brianna lopez* - Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 25/05/2013
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