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Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
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Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Dios mio leí sus comentarios y unas me quieren matar y otras secuestrar... TEMO POR MI VIDA jajajaja
No les diré mi dirección para q no me encuentren muahahaha..
Naty respondiendo a tu pregunta ten 21 años, estudio, me gusta escuchar música mas que todo pop en ingles y escribir esta maravillosa historia y me gusta mas que comenten jejeje..
Gatituu jajaja no es igual tu tardas días sin actualizar y es una tortura para las q leen tu fic en cambio yo lo máximo que eh tardado son dos días en actualizar y yo les pongo capítulos dobles, cosa que deberías regalarles a tus bellas lectoras q siempre están pendiente de tu fic (como yo) jejeje me alegra q te guste mi adaptación espero q me comentes mas seguido ;)
Ali esta demás decir que me encantan tus comentarios ;)
Bueno no respondo todos los comentarios por que es mas rápido subir de una vez el capitulo, pero me los leí todos.
Santana postrada de rodillas a mis pies, reteniéndome con la firmeza de su mirada, es la visión más solemne y escalofriante que he contemplado jamás… más que Leila con su pistola. El leve aturdimiento producido por el alcohol se esfuma al instante, sustituido por una creciente sensación de fatalidad. Palidezco y se me eriza todo el vello.
Inspiro profundamente, conmocionada. No. No, esto es un error, un error muy grave y perturbador.
—Santana, por favor, no hagas esto. Esto no es lo que quiero.
Ella sigue mirándome con total pasividad, sin moverse, sin decir nada.
Oh, Dios. Mi pobre Cincuenta. Se me encoge el corazón. ¿Qué demonios le he hecho? Las lágrimas que pugnan por brotar me escuecen en los ojos.
— ¿Por qué haces esto? Háblame —musito.
Ella parpadea una vez.
— ¿Qué te gustaría que dijera? —dice en voz baja, inexpresiva, y el hecho de que hable me alivia momentáneamente, pero así no… No. ¡No!
Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, y de repente me resulta insoportable verla en la misma posición postrada que la de esa criatura patética que era Leila. La imagen de una mujer poderosa, que en realidad sigue siendo una muchacha, que sufrió terribles abusos y malos tratos, que se considera indigna del amor de su familia perfecta y de su mucho menos perfecta novia… mi chica perdida…
La imagen es desgarradora.
Compasión, vacío, desesperación, todo eso inunda mi corazón, y siento una angustia asfixiante. Voy a tener que luchar para recuperarla, para recuperar a mi Cincuenta.
Pensar en que yo pueda ejercer la dominación sobre alguien me resulta atroz. Pensar en que yo ejerza la dominación sobre Santana es sencillamente repugnante. Eso me convertiría en alguien como ella: la mujer que le hizo esto a ella.
Al pensar en eso, me estremezco y contengo la bilis que siento subir por mi garganta. Es inconcebible que yo haga eso. Es inconcebible que desee eso.
A medida que se me aclaran las ideas, veo cuál es el único camino: sin dejar de mirarla a los ojos, caigo de rodillas frente a ella.
Siento la madera dura contra mis espinillas, y me seco las lágrimas con el dorso de la mano.
Así, ambas somos iguales. Estamos al mismo nivel. Este es el único modo de recuperarla.
Ella abre los ojos imperceptiblemente cuando alzo la vista y la miro, pero, aparte de eso, ni su expresión ni su postura cambian.
—Santana, no tienes por qué hacer esto —suplico—. Yo no voy a dejarte.
Te lo he dicho y te lo he repetido cientos de veces. No te dejaré. Todo esto que ha pasado… es abrumador. Lo único que necesito es tiempo para pensar… tiempo para mí. ¿Por qué siempre te pones en lo peor?
Se me encoge nuevamente el corazón, porque sé la razón: porque es insegura, y está llena de odio hacia sí misma.
Las palabras de Elena vuelven a resonar en mi mente: «¿Sabe ella lo negativa que eres contigo misma? ¿En todos los aspectos?».
Oh, Santana. El miedo atenaza de nuevo mi corazón y empiezo a balbucear:
—Iba a sugerir que esta noche volvería a mi apartamento. Nunca me dejas tiempo… tiempo para pensar las cosas. —Rompo a sollozar, y en su cara aparece la levísima sombra de un gesto de disgusto—. Simplemente tiempo para pensar. Nosotras apenas nos conocemos, y toda esa carga que tú llevas encima… yo necesito… necesito tiempo para analizarla. Y ahora que Leila está… bueno, lo que sea que esté… que ya no anda por ahí y ya no es un peligro… pensé… pensé…
Se me quiebra la voz y la miro fijamente. Ella me observa intensamente y creo que me está escuchando.
—Verte con Leila… —cierro los ojos ante el doloroso recuerdo de verla interactuando con su antigua sumisa—… me ha impactado terriblemente. Por un momento he observado cómo había sido tu vida… y… —Bajo la vista hacia mis dedos entrelazados. Mis mejillas siguen inundadas de lágrimas—. Todo esto es porque siento que yo no soy suficiente para ti. He comprendido cómo era tu vida, y tengo mucho miedo de que termines aburriéndote de mí y entonces me dejes… y yo acabe siendo como Leila… una sombra. Porque yo te quiero, Santana, y si me dejas, será como si el mundo perdiera la luz. Y me quedaré a oscuras. Yo no quiero dejarte. Pero tengo tanto miedo de que tú me dejes…
Mientras le digo todo eso, con la esperanza de que me escuche, me doy cuenta de cuál es mi verdadero problema. Simplemente no entiendo por qué le gusto.
Nunca he entendido por qué le gusto.
—No entiendo por qué te parezco atractiva —murmuro—. Tú eres… bueno, tú eres tú… y yo soy… —Me encojo de hombros y la miro—. Simplemente no lo entiendo. Tú eres hermosa, sexy, triunfadora, buena, amable y cariñosa… todas esas cosas… y yo no. Y yo no puedo hacer las cosas que a ti te gusta hacer. Yo no puedo darte lo que necesitas. ¿Cómo puedes ser feliz conmigo? —Mi voz se convierte en un susurro que expresa mis más oscuros miedos—. Nunca he entendido qué vez en mí. Y verte con ella no ha hecho más que confirmarlo.
Sollozo y me seco la nariz con el dorso de la mano, contemplando su expresión impasible.
Oh, es tan exasperante. ¡Habla conmigo, maldita sea!
— ¿Vas a quedarte aquí arrodillada toda la noche? Porque yo haré lo mismo —le espeto con cierta dureza.
Creo que suaviza el gesto… incluso parece vagamente divertida. Pero es muy difícil saberlo.
Podría acercarme y tocarla, pero eso sería abusar de forma flagrante de la posición en la que ella me ha colocado. Yo no quiero eso, pero no sé qué quiere ella, o qué intenta decirme. Simplemente no lo entiendo.
—Santana, por favor, por favor… háblame —le ruego, mientras retuerzo las manos sobre el regazo.
Aunque estoy incómoda sobre mis rodillas, sigo postrada, mirando esos ojos marrones, serios, preciosos, y espero.
Y espero.
—Por favor —suplico una vez más.
De pronto, su intensa mirada se oscurece y parpadea.
—Estaba tan asustada —murmura.
¡Oh, gracias a Dios! Mi subconsciente vuelve a recostarse en su butaca, suspirando de alivio, y se bebe un buen trago de ginebra.
¡Está hablando! La gratitud me invade y trago saliva intentando contener la emoción y las lágrimas que amenazan con volver a brotar.
Su voz es tenue y suave.
—Cuando vi llegar a Blaine, supe que otra persona te había dejado entrar en tu apartamento. Taylor y yo bajamos del coche de un salto. Sabíamos que se trataba de ella, y verla allí de ese modo, contigo… y armada. Creo que me sentí morir. Britt, alguien te estaba amenazando… era la confirmación de mis peores miedos. Estaba tan enfurecida con ella, contigo, con Taylor, conmigo misma…
Menea la cabeza, expresando su angustia.
—No podía saber lo desequilibrada que estaba. No sabía qué hacer. No sabía cómo reaccionaría. —Se calla y frunce el ceño—. Y entonces me dio una pista: parecía muy arrepentida. Y así supe qué tenía que hacer.
Se detiene y me mira, intentando sopesar mi reacción.
—Sigue —susurro.
Ella traga saliva.
—Verla en ese estado, saber que yo podía tener algo que ver con su crisis nerviosa… Cierra los ojos otra vez.
—Leila fue siempre tan traviesa y vivaz…
Tiembla e inspira con dificultad, como si sollozara. Es una tortura escuchar todo esto, pero permanezco de rodillas, atenta, embebida en su relato.
—Podría haberte hecho daño. Y habría sido culpa mía.
Sus ojos se apagan, paralizados por el horror, y se queda de nuevo en silencio.
—Pero no fue así —susurro—, y tú no eras responsable de que estuviera en ese estado, Santana.
La miro fijamente, animándole a continuar.
Entonces caigo en la cuenta de que todo lo que hizo fue para protegerme, y quizá también a Leila, porque también se preocupa por ella. Pero ¿hasta qué punto se preocupa por ella? No dejo de plantearme esa incómoda pregunta. Ella dice que me quiere, pero me echó de mi propio apartamento con mucha brusquedad.
—Yo solo quería que te fueras —murmura, con su extraordinaria capacidad para leer mis pensamientos—. Quería alejarte del peligro y… Tú… no… te ibas — sisea entre dientes, y su exasperación es palpable.
Me mira intensamente.
—Brittany Pierce, eres la mujer más testaruda que conozco.
Cierra los ojos mientras niega con la cabeza, como si no diera crédito.
Oh, ha vuelto. Aliviada, lanzo un largo y profundo suspiro.
Ella abre los ojos de nuevo, y su expresión es triste y desamparada… sincera.
— ¿No pensabas dejarme? —pregunta.
— ¡No!
Vuelve a cerrar los ojos y todo su cuerpo se relaja. Cuando los abre, veo su dolor y su angustia.
—Pensé… —Se calla—. Esta soy yo, Britt. Todo lo que soy… y soy toda tuya. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Para hacerte ver que quiero que seas mía de la forma que tenga que ser. Que te amo.
—Yo también te amo, Santana, y verte así es… —Me falta el aire y vuelven a brotar las lágrimas—. Pensé que te había destrozado.
— ¿Destrozado? ¿A mí? Oh, no, Britt. Todo lo contrario. —Se acerca y me coge la mano—. Tú eres mi tabla de salvación —susurra, y me besa los nudillos antes de apoyar su palma contra la mía.
Con los ojos muy abiertos y llenos de miedo, tira suavemente de mi mano y la coloca arriba su pecho izquierdo, cerca del corazón… en la zona prohibida. Se le acelera la respiración. Su corazón late desbocado, retumbando bajo mis dedos. No aparta los ojos de mí; su mandíbula está tensa, los dientes apretados.
Yo jadeo. ¡Oh, mi Cincuenta! Está permitiendo que la toque. Y es como si todo el aire de mis pulmones se hubiera volatilizado… desaparecido. Noto el zumbido de la sangre en mis oídos, y el ritmo de mis latidos aumenta para acompasarse al suyo.
Me suelta la mano, dejándola posada sobre su corazón. Flexiono ligeramente los dedos y siento la calidez de su piel bajo la liviana tela de la camisa.
Está conteniendo la respiración. No puedo soportarlo. Y retiro la mano.
—No —dice inmediatamente, y vuelve a poner su mano sobre la mía, presionando con sus dedos los míos—. No.
Incitada por esas dos palabras, me deslizo por el suelo hasta que nuestras rodillas se tocan, y levanto la otra mano con cautela para que sepa exactamente qué me dispongo a hacer. Ella abre más los ojos, pero no me detiene.
Empiezo a desabrocharle con delicadeza los botones de la camisa. Con una mano es difícil. Flexiono los dedos que están bajo los suyos y ella me suelta, y me permite usar ambas manos para desabotonarle la prenda. No dejo de mirarla a los ojos mientras le abro la camisa, y su torso queda a la vista.
Ella traga saliva, separa los labios y se le acelera la respiración, y noto que su pánico aumenta, pero no se aparta. ¿Sigue actuando como una sumisa? No tengo ni idea.
¿Debo hacer esto? No quiero hacerle daño, ni física ni mentalmente. Verla así, ofreciéndose por completo a mí, ha sido un toque de atención.
Alargo la mano y la dejo suspendida sobre su pecho derecho, y la miro… pidiéndole permiso. Ella inclina la cabeza a un lado muy sutilmente, armándose de valor ante mi inminente caricia. Emana tensión, pero esta vez no es ira… es miedo.
Vacilo. ¿De verdad puedo hacerle esto?
—Sí —musita… otra vez con esa singular capacidad de responder a mis preguntas no formuladas.
Extiendo los dedos sobre el sujetador y los hago descender con ternura sobre el montículo de sus pechos. Ella cierra los ojos, y contrae el rostro como si sintiera un dolor insufrible. No puedo soportar verla, de manera que aparto los dedos inmediatamente, pero ella me sujeta la mano al instante y la vuelve a posar con firmeza
sobre sus pechos.
—No —dice, con la voz quebrada—. Lo necesito.
Se quita el sujetador y queda desnuda de la cintura hacia arriba, y mi mirada se deleita cuando veo sus pezones morenos y erectos.
Cuando le toco el pezón izquierdo con la palma de la mano, se le eriza el vello.
Aprieta los ojos con más fuerza. Esto debe de ser una tortura para ella. Es un auténtico suplicio verla. Le acaricio con los dedos sus pechos y el corazón, con mucho cuidado, maravillada con su tacto, aterrorizada de que esto sea ir demasiado lejos.
Abre sus ojos marrones, que me fulminan, ardientes.
Dios santo. Es una mirada salvaje, abrasadora, intensísima, y respira entrecortadamente. Hace que me hierva la sangre y me estremezca.
No me ha detenido, de manera que vuelvo a pasarle los dedos sobre los pechos, acaricio sus pezones y sus labios se entreabren. Jadea, y no sé si es por miedo o por algo más.
Hace tanto tiempo que ansío besarla ahí, que me inclino sobre las rodillas y le sostengo la mirada durante un momento, dejando perfectamente claras mis intenciones. Luego me acerco y poso un tierno beso sobre su corazón, y siento la calidez y el dulce aroma de su piel en mis labios.
Su ahogado gemido me conmueve tanto que vuelvo a sentarme sobre los talones, temiendo lo que veré en su rostro. Ella ha cerrado los ojos con firmeza, pero no se ha movido.
—Otra vez —susurra, y me inclino nuevamente sobre su torso, esta vez para besarle una de las cicatrices.
Jadea, y le beso un pezón, lo saboreo con mi lengua y lo chupo dulcemente, al instante su pezón se pone más rígido. Santana Gruñe con fuerza, y de pronto sus brazos me rodean y me agarra el pelo, y me levanta la cabeza con mucha brusquedad hasta que mis labios se unen a su boca insistente. Y nos besamos, y yo enredo los dedos en su cabello.
—Oh, Britt —suspira, y se inclina y me tumba en el suelo, y ahora estoy debajo de ella.
Deslizo mis manos en torno a su hermoso rostro y, en ese momento, noto sus lágrimas.
Está llorando… no. ¡No!
—Santana, por favor, no llores. He sido sincera cuando te he dicho que nunca te dejaré. De verdad. Si te he dado una impresión equivocada, lo siento… por favor, por favor, perdóname. Te quiero. Siempre te querré.
Se cierne sobre mí y me mira con una expresión llena de dolor.
— ¿De qué se trata?
Abre todavía más los ojos.
— ¿Cuál es este secreto que te hace pensar que saldré corriendo para no volver? ¿Qué hace que estés tan convencida de que te dejaré? —suplico con voz trémula—. Dímelo, Santana, por favor…
Ella se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas, se pone el sujetador, y yo me siento con las piernas extendidas. Me pregunto vagamente si no podríamos levantarnos del suelo, pero no quiero interrumpir el curso de sus pensamientos. Por fin va a confiar en mí.
Baja los ojos hacia mí y parece absolutamente desolada. Oh, Dios… esto es grave.
—Britt…
Hace una pausa, buscando las palabras con gesto de dolor… ¿Qué demonios pasa?
Inspira profundamente y traga saliva.
—Soy una sádica, Britt. Me gusta azotar a jovencitas menudas como tú, porque todas se parecen a la puta adicta al crack… mi madre biológica. Estoy segura de que puedes imaginar por qué.
Lo suelta de golpe, como si llevara días y días madurando esa declaración en la cabeza y estuviera desesperado por librarse de ella.
Mi mundo se detiene. Oh, no.
Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. La miro, intentando entender las implicaciones de lo que acaba de decir. Esto explica por qué todas nos parecemos.
Lo primero que pienso es que Leila tenía razón: «La Ama es oscura».
Recuerdo la primera conversación que tuve con ella sobre sus tendencias, cuando estábamos en el cuarto rojo del dolor.
—Tú dijiste que no eras una sádica —musito, en un desesperado intento por comprenderla… por encontrar alguna excusa que la justifique.
—No, yo dije que era una Ama. Si te mentí fue por omisión. Lo siento.
Baja la vista por un instante a sus uñas perfectamente cuidadas.
Creo que está avergonzada. ¿Avergonzado por haberme mentido? ¿O por lo que es?
—Cuando me hiciste esa pregunta, yo tenía en mente que la relación entre ambas sería muy distinta —murmura.
Y su mirada deja claro que está aterrada.
Entonces caigo de golpe en la cuenta. Si es una sádica, necesita realmente todo eso de los azotes y los castigos. Por Dios, no. Me cojo la cabeza entre las manos.
—Así que es verdad —susurro, alzando la vista hacia ella—. Yo no puedo darte lo que necesitas.
Eso es… eso significa que realmente somos incompatibles.
El mundo se abre bajo mis pies, todo se desmorona a mí alrededor mientras el pánico atenaza mi garganta. Se acabó. No podemos seguir con esto.
Ella frunce el ceño.
—No, no, no, Britt. Sí que puedes. Tú me das lo que yo necesito. —Aprieta los puños.
—Créeme, por favor —murmura, y sus palabras suenan como una plegaria apasionada.
—Ya no sé qué creer, Santana. Todo esto es demasiado complicado — murmuro, y siento escozor y dolor en la garganta, ahogada por las lágrimas que no derramo.
Cuando vuelve a mirarme, tiene los ojos muy abiertos y llenos de luz.
—Britt, créeme. Cuando te castigué y después me abandonaste, mi forma de ver el mundo cambió. Cuando dije que haría lo que fuera para no volver a sentirme así jamás, no hablaba en broma. —Me observa angustiada, suplicante—. Cuando dijiste que me amabas, fue como una revelación. Nadie me había dicho eso antes, y fue como si hubiera enterrado parte de mi pasado… o como si tú lo hubieras hecho por mí, no lo sé. Es algo que el doctor Flynn y yo seguimos analizando a fondo.
Oh. Una chispa de esperanza prende en mi corazón. Quizá lo nuestro pueda funcionar. Yo quiero que funcione. ¿La quiero de verdad?
— ¿Qué intentas decirme? —musito.
—Lo que quiero decir es que ya no necesito nada de todo eso. Ahora no.
¿Qué?
— ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan segura?
—Simplemente lo sé. La idea de hacerte daño… de cualquier manera… me resulta abominable.
—No lo entiendo. ¿Qué pasa con las reglas y los azotes y todo eso del sexo pervertido?
Se pasa la mano por el pelo y casi sonríe, pero al final suspira con pesar.
—Estoy hablando del rollo más duro, Brittany. Deberías ver lo que soy capaz de hacer con una vara o un látigo.
Abro la boca, estupefacta.
—Prefiero no verlo.
—Lo sé. Si a ti te apeteciera hacer eso, entonces vale… pero tú no quieres, y lo entiendo. Yo no puedo practicar todo eso si tú no quieres. Ya te lo dije una vez, tú tienes todo el poder. Y ahora, desde que has vuelto, no siento esa compulsión en absoluto.
La miro boquiabierta durante un momento, e intento digerir todo lo que ha dicho.
—Pero cuando nos conocimos sí querías eso, ¿verdad?
—Sí, sin duda.
— ¿Cómo puede ser que la compulsión desaparezca así sin más, Santana?
¿Como si yo fuera una especie de remedio y tú ya estuvieras… no se me ocurre una palabra mejor… curada? No lo entiendo.
Ella vuelve a suspirar.
—Yo no diría «curada»… ¿No me crees?
—Simplemente me parece… increíble. Que es distinto.
—Si no me hubieras dejado, probablemente no me sentiría así. Abandonarme fue lo mejor que has hecho nunca… por nosotras. Eso hizo que me diera cuenta de cuánto te amo, solo a ti, y soy sincera cuando digo que quiero que seas mía de la forma en que pueda tenerte.
La miro fijamente. ¿Puedo creerme lo que dice? La cabeza me duele solo de intentar aclararme las ideas, y en el fondo me siento muy… aturdida.
—Aún sigues aquí. Creía que a estas alturas ya habrías salido huyendo — susurra.
— ¿Por qué? ¿Porque podía pensar que eres una psicópata que azotas y follas a mujeres que se parecen a tu madre? ¿Por qué habrías de tener esa impresión? — siseo, con agresividad.
Ella palidece ante la dureza de mis palabras.
—Bueno, yo no lo habría dicho de ese modo, pero sí —dice, con los ojos muy abiertos y gesto dolido.
Al ver su expresión seria, me arrepiento de mi arrebato y frunzo el ceño sintiendo una punzada de culpa.
Oh, ¿qué voy a hacer? La observo y parece arrepentida, sincera… parece mi Cincuenta.
Y, de pronto, recuerdo la fotografía que había en su dormitorio de infancia, y en ese momento comprendo por qué la mujer que aparecía en ella me resultaba tan familiar. Se parecía a ella solo que era de tez blanca y rubia pero no creo que fuera rubia natural. Debía de ser su madre biológica.
Me viene a la mente su comentario desdeñoso: «Nadie importante…». Ella es la responsable de todo esto… y yo me parezco a ella… ¡Maldita sea!
Santana se me queda mirando con crudeza, y sé que está esperando mi próximo movimiento. Parece sincera. Ha dicho que me ama, pero estoy francamente confusa.
Esto es muy difícil. Me ha tranquilizado sobre Leila, pero ahora estoy más convencida que nunca de que ella era capaz de proporcionarle aquello que le da placer. Y esa idea me resulta terriblemente desagradable y agotadora.
—Santana, estoy exhausta. ¿Podemos hablar de esto mañana? Quiero irme a la cama.
Ella parpadea, sorprendida.
— ¿No te marchas?
— ¿Quieres que me marche?
— ¡No! Creí que me dejarías en cuanto lo supieras.
Acuden a mi mente todas las veces que ha dicho que la dejaría en cuanto conociera su secreto más oscuro… y ahora ya lo sé. Maldita sea… La Ama es oscura.
¿Debería marcharme? Ya la dejé una vez, y eso estuvo a punto de destrozarme… a mí, y también a ella. Yo la amo. De eso no tengo duda, a pesar de lo que me ha revelado.
—No me dejes —susurra.
— ¡Oh, por el amor de Dios, no! ¡No pienso hacerlo! —grito, y es catártico.
Ya está. Lo he dicho. No voy a dejarla.
— ¿De verdad? —pregunta abriendo mucho los ojos.
— ¿Qué puedo hacer para que entiendas que no voy a salir corriendo? ¿Qué puedo decir?
Me mira fijamente, expresando de nuevo todo su miedo y su angustia. Traga saliva.
—Puedes hacer una cosa.
— ¿Qué?
—Cásate conmigo —susurra.
¿Qué? ¿Realmente acaba de…?
Mi mundo se detiene por segunda vez en menos de media hora.
Dios mío. Me quedo mirando estupefacta a esa mujer profundamente herida a la que amo. No puedo creer lo que acaba de decir.
¿Matrimonio? ¿Me ha propuesto matrimonio? ¿Está de broma? No puedo evitarlo: una risita tonta, nerviosa, de incredulidad, brota desde lo más profundo de mí ser. Me muerdo el labio para evitar que se convierta en una estruendosa carcajada histérica, pero fracaso estrepitosamente. Me tumbo de espaldas en el suelo y me rindo a ese incontrolable ataque de risa, riéndome como si no me hubiera reído nunca, con unas carcajadas tremendas, curativas, catárticas.
Y durante un momento estoy completamente sola, observando desde lo alto esta situación absurda: una chica presa de un ataque de risa junto a una chica guapísima con problemas emocionales. Y cuando mi risa me hace derramar lágrimas abrasadoras, me tapo los ojos con el brazo. No, no… esto es demasiado.
Cuando la histeria remite, Santana me aparta el brazo de la cara con delicadeza. Yo levanto la vista y la miro.
Ella se inclina sobre mí. En su boca se dibuja la ironía, pero sus ojos marrones arden, quizá dolidos. Oh, no.
Usando los nudillos, me seca cuidadosamente una lágrima perdida.
— ¿Mi proposición le hace gracia, señorita Pierce?
¡Oh, Cincuenta! Alargo la mano y le acaricio la mejilla con cariño, deleitándome en el tacto de sus pómulos bajo mis dedos. Dios, amo a esta mujer.
—Señora López… Santana. Tu sentido de la oportunidad es sin duda…
Cuando me fallan las palabras, la miro.
Ella sonríe, pero las arrugas en torno a sus ojos revelan su consternación. La situación se torna grave.
—Eso me ha dolido en el alma, Britt. ¿Te casarás conmigo?, en esta ciudad el matrimonio homosexual es legal y se dé un sacerdote que hace ceremonias a parejas homosexuales cuando se casan.
Me siento, apoyo las manos en sus rodillas y me inclino sobre ella. Miro fijamente su adorable rostro.
—Santana, me he encontrado a la loca de tu ex con una pistola, me han echado de mi propio apartamento, me ha caído encima la bomba Cincuenta…
Ella abre la boca para hablar, pero yo levanto una mano. Y, obedientemente, la cierra.
—Acabas de revelarme una información sobre ti misma que, francamente, resulta bastante impactante, y ahora me has pedido que me case contigo.
Ella mueve la cabeza a un lado y a otro, como si analizara los hechos. Parece divertida. Gracias a Dios.
—Sí, creo que es un resumen bastante adecuado de la situación —dice con sequedad.
— ¿Y qué pasó con lo de aplazar la gratificación?
—Lo he superado, y ahora soy una firme defensora de la gratificación inmediata. Carpe diem, Britt —susurra.
—Mira, Santana, hace muy poco que te conozco y necesito saber mucho más de ti. He bebido demasiado, estoy hambrienta y cansada y quiero irme a la cama.
Tengo que considerar tu proposición, del mismo modo que consideré el contrato que me ofreciste. Y además —aprieto los labios para expresar contrariedad, pero también para aligerar la tensión en el ambiente—, no ha sido la propuesta más romántica del mundo.
Ella inclina la cabeza a un lado y en sus labios se dibuja una sonrisa.
—Buena puntualización, como siempre, señorita Pierce —afirma con un deje de alivio en la voz—. ¿O sea que esto es un no?
Suspiro.
—No, señora López, no es un no, pero tampoco es un sí. Haces esto únicamente porque estás asustada y no confías en mí.
—No, hago esto porque finalmente he conocido a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Oh. Noto un pálpito en el corazón y siento que me derrito por dentro.
¿Cómo es capaz, en medio de las más extrañas situaciones, de decir cosas tan románticas? Abro la boca, sin dar crédito.
—Nunca creí que esto pudiera sucederme a mí —continúa, y su expresión irradia pura sinceridad.
Yo la miro boquiabierta, buscando las palabras apropiadas.
— ¿Puedo pensármelo… por favor? ¿Y pensar en todo el resto de las cosas que han pasado hoy? ¿En lo que acabas de decirme? Tú me pediste paciencia y fe.
Bien, pues yo te pido lo mismo, López. Ahora las necesito yo.
Sus ojos buscan los míos y, al cabo de un momento, se inclina y me recoge un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Eso puedo soportarlo. —Me besa fugazmente en los labios—. No muy romántico, ¿eh? —Arquea las cejas, y yo hago un gesto admonitorio con la cabeza—. ¿Flores y corazones? —pregunta bajito.
Asiento y me sonríe vagamente.
— ¿Tienes hambre?
—Sí.
—No has comido —dice con mirada gélida y la mandíbula tensa.
—No, no he comido. —Vuelvo a sentarme sobre los talones y la miro tranquilamente—. Que me echaran de mi apartamento, después de ver a mi novia interactuando íntimamente con una de sus antiguas sumisas, me quitó bastante el apetito.
Santana sacude la cabeza, se pone la camisa y se para de pie ágilmente. Ah, por fin podemos levantarnos del suelo. Me tiende la mano.
—Deja que te prepare algo de comer —dice.
— ¿No podemos irnos a la cama sin más? —musito con aire fatigado al darle la mano.
Ella me ayuda a levantarme. Estoy entumecida. Baja la vista y me mira con dulzura.
—No, tienes que comer. Vamos. —la dominante Santana ha vuelto, lo cual resulta un alivio.
Me lleva a un taburete de la barra en la zona de la cocina, y luego se acerca a la nevera. Consulto el reloj: son casi las once y media, y tengo que levantarme pronto para ir a trabajar.
—Santana, la verdad es que no tengo hambre.
Ella no hace caso y rebusca en el enorme frigorífico.
— ¿Queso? —pregunta.
—A esta hora, no.
— ¿Galletitas saladas?
— ¿De la nevera? No —replico.
Ella se da la vuelta y me sonríe.
— ¿No te gustan las galletitas saladas?
—A las once y media no, Santana. Me voy a la cama. Tú si quieres puedes pasarte el resto de la noche rebuscando en la nevera. Yo estoy cansada, y he tenido un día de lo más intenso. Un día que me gustaría olvidar.
Bajo del taburete y ella me pone mala cara, pero ahora mismo no me importa.
Quiero irme a la cama; estoy exhausta.
— ¿Macarrones con queso?
Levanta un bol pequeño tapado con papel de aluminio, con una expresión esperanzada que resulta entrañable.
— ¿A ti te gustan los macarrones con queso? —pregunto.
Ella asiente entusiasmada, y se me derrite el corazón. De pronto parece muy joven. ¿Quién lo habría dicho? A Santana López le gusta la comida de menú infantil.
— ¿Quieres un poco? —pregunta esperanzada.
Soy incapaz de resistirme a ella, y además tengo mucha hambre.
Asiento y le dedico una débil sonrisa. Su cara de satisfacción resulta fascinante. Retira el papel de aluminio del bol y lo mete en el microondas. Vuelvo a sentarme en el taburete y contemplo a la hermosa estampa de la señora López —la mujer que quiere casarse conmigo— moviéndose con elegante soltura por su cocina.
— ¿Así que sabes utilizar el microondas? —le digo en un suave tono burlón.
—Suelo ser capaz de cocinar algo, siempre que venga envasado. Con lo que tengo problemas es con la comida de verdad.
No puedo creer que esta sea la misma mujer que estaba de rodillas ante mí hace menos de media hora. Es su carácter voluble habitual. Coloca platos, cubiertos y manteles individuales sobre la barra del desayuno.
—Es muy tarde —comento.
—No vayas a trabajar mañana.
—He de ir a trabajar mañana. Mi jefa se marcha a Nueva York.
Santana frunce el ceño.
— ¿Quieres ir allí este fin de semana?
—He consultado la predicción del tiempo y parece que va a llover —digo negando con la cabeza.
—Ah. Entonces, ¿qué quieres hacer?
El timbre del microondas anuncia que nuestra cena ya está caliente.
—Ahora mismo lo único que quiero es vivir el día a día. Todas estas emociones son… agotadoras.
Levanto una ceja y la miro, cosa que ella ignora prudentemente.
Santana deja el bol blanco entre nuestros platos y se sienta a mi lado.
Parece absorta en sus pensamientos, distraída. Yo sirvo los macarrones para ambas.
Huelen divinamente y se me hace la boca agua ante la expectativa. Estoy muerta de hambre.
—Siento lo de Leila —murmura.
— ¿Por qué lo sientes?
Mmm, los macarrones saben tan bien como huelen. Y mi estómago lo agradece.
—Para ti debe de haber sido un impacto terrible encontrártela en tu apartamento. Taylor lo había registrado antes personalmente. Está muy disgustado.
—Yo no culpo a Taylor.
—Yo tampoco. Ha estado buscándote.
— ¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Yo no sabía dónde estabas. Te dejaste el bolso, el teléfono. Ni siquiera podía localizarte. ¿Dónde fuiste? —pregunta.
Habla con mucha suavidad, pero en sus palabras subyace una carga ominosa.
—Blaine y yo fuimos a un bar de la acera de enfrente. Para que yo pudiera ver lo que ocurría, simplemente.
—Ya.
La atmósfera entre los dos ha cambiado de forma muy sutil. Ya no es tan liviana.
Ah, muy bien, de acuerdo… yo también puedo jugar a este juego. Así que esta voy a devolvértela, Cincuenta. Y tratando de sonar despreocupada, queriendo satisfacer la curiosidad que me corroe pero temerosa de la respuesta, le pregunto:
— ¿Y qué hiciste con Leila en el apartamento?
Levanto la vista, la miro, y ella deja suspendido en el aire el tenedor con los macarrones. Oh, no, esto no presagia nada bueno.
— ¿De verdad quieres saberlo?
Se me forma un nudo en el estómago y de golpe se me quita el apetito.
—Sí —susurro.
¿Eso quieres? ¿De verdad? Mi subconsciente ha tirado al suelo la botella de ginebra y se ha incorporado muy erguida en su butaca, mirándome horrorizada.
Santana vacila y su boca se convierte en una fina línea.
—Hablamos, y luego la bañé. —Su voz suena ronca, y, al ver que no reacciono, se apresura a continuar— Y la vestí con ropa tuya. Espero que no te importe. Pero es que estaba mugrienta.
Por Dios santo. ¿La bañó?
Qué gesto tan extraño e inapropiado… La cabeza me da vueltas y miro fijamente los macarrones que no me he comido. Y ahora esa imagen me produce náuseas.
Intenta racionalizarla, me aconseja mi subconsciente. Aunque la parte serena e intelectual de mi cerebro sabe que lo hizo simplemente porque estaba sucia, me resulta demasiado duro. Mi ser frágil y celoso no es capaz de soportarlo.
De pronto tengo ganas de llorar: no de sucumbir a ese llanto de damisela que surca con decoro mis mejillas, sino a ese otro que aúlla a la luna. Inspiro profundamente para reprimir el impulso, pero esas lágrimas y esos sollozos reprimidos me arden en la garganta.
—No podía hacer otra cosa, Britt —dice ella en voz baja.
— ¿Todavía sientes algo por ella?
— ¡No! —contesta horrorizada, y cierra los ojos con expresión de angustia.
Yo aparto la mirada y la bajo otra vez a mi nauseabunda comida. No soy capaz de mirarla.
—Verla así… tan distinta, tan destrozada. La atendí, como habría hecho con cualquier otra persona.
Se encoge de hombros como para librarse de un recuerdo desagradable.
Vaya, ¿y encima espera que le compadezca?
—Britt, mírame.
No puedo. Sé que si lo hago, me echaré a llorar. No puedo digerir todo esto. Soy como un depósito rebosante de gasolina, lleno, desbordado. Ya no hay espacio para más. Sencillamente no puedo soportar más toda esta angustia. Si lo intento, arderé y explotaré y será muy desagradable. ¡Dios!
La imagen aparece en mi mente: Santana ocupándose de un modo tan íntimo de su antigua sumisa. Bañándola, por Dios santo… desnuda. Un estremecimiento de dolor recorre mi cuerpo.
—Britt.
— ¿Qué?
—No pienses en eso. No significa nada. Fue como cuidar de una niña, una niña herida, destrozada —musita.
¿Qué demonios sabrá ella de cuidar niños? Esa era una mujer con la que tuvo una relación sexual devastadora y perversa.
Ay, esto duele… Respiro firme y profundamente. O tal vez se refiera a sí misma. Ella es la niña destrozada. Eso tiene más lógica… o quizá no tenga la menor lógica. Oh, todo esto es tan terriblemente complicado, y de pronto me siento exhausta.
Necesito dormir.
— ¿Britt?
Me levanto, llevo mi plato al fregadero y tiro los restos de comida a la basura.
—Britt, por favor.
Doy media vuelta y la miro.
— ¡Basta ya, Santana! ¡Basta ya de «Britt, por favor»! —le grito, y las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas—. Ya he tenido bastante de toda esa mierda por hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada física y emocionalmente. Déjame.
Giro sobre mis talones y prácticamente echo a correr hacia el dormitorio, llevándome conmigo el recuerdo de sus ojos abiertos mirándome atónita. Es agradable saber que yo también soy capaz de perturbarla. Me desvisto en un santiamén, y después de rebuscar en su cómoda, saco una de sus camisetas y me dirijo al baño.
Me observo en el espejo y apenas reconozco a la bruja demacrada de mejillas enrojecidas y ojos irritados que me devuelve la mirada, y esa imagen me supera. Me derrumbo en el suelo y sucumbo a esa abrumadora emoción que ya no puedo contener, estallando en tremendos sollozos que me desgarran el pecho, y dejando por fin que las lágrimas se desborden libremente.
No les diré mi dirección para q no me encuentren muahahaha..
Naty respondiendo a tu pregunta ten 21 años, estudio, me gusta escuchar música mas que todo pop en ingles y escribir esta maravillosa historia y me gusta mas que comenten jejeje..
Gatituu jajaja no es igual tu tardas días sin actualizar y es una tortura para las q leen tu fic en cambio yo lo máximo que eh tardado son dos días en actualizar y yo les pongo capítulos dobles, cosa que deberías regalarles a tus bellas lectoras q siempre están pendiente de tu fic (como yo) jejeje me alegra q te guste mi adaptación espero q me comentes mas seguido ;)
Ali esta demás decir que me encantan tus comentarios ;)
Bueno no respondo todos los comentarios por que es mas rápido subir de una vez el capitulo, pero me los leí todos.
Parte II - Capítulo 14
Santana postrada de rodillas a mis pies, reteniéndome con la firmeza de su mirada, es la visión más solemne y escalofriante que he contemplado jamás… más que Leila con su pistola. El leve aturdimiento producido por el alcohol se esfuma al instante, sustituido por una creciente sensación de fatalidad. Palidezco y se me eriza todo el vello.
Inspiro profundamente, conmocionada. No. No, esto es un error, un error muy grave y perturbador.
—Santana, por favor, no hagas esto. Esto no es lo que quiero.
Ella sigue mirándome con total pasividad, sin moverse, sin decir nada.
Oh, Dios. Mi pobre Cincuenta. Se me encoge el corazón. ¿Qué demonios le he hecho? Las lágrimas que pugnan por brotar me escuecen en los ojos.
— ¿Por qué haces esto? Háblame —musito.
Ella parpadea una vez.
— ¿Qué te gustaría que dijera? —dice en voz baja, inexpresiva, y el hecho de que hable me alivia momentáneamente, pero así no… No. ¡No!
Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, y de repente me resulta insoportable verla en la misma posición postrada que la de esa criatura patética que era Leila. La imagen de una mujer poderosa, que en realidad sigue siendo una muchacha, que sufrió terribles abusos y malos tratos, que se considera indigna del amor de su familia perfecta y de su mucho menos perfecta novia… mi chica perdida…
La imagen es desgarradora.
Compasión, vacío, desesperación, todo eso inunda mi corazón, y siento una angustia asfixiante. Voy a tener que luchar para recuperarla, para recuperar a mi Cincuenta.
Pensar en que yo pueda ejercer la dominación sobre alguien me resulta atroz. Pensar en que yo ejerza la dominación sobre Santana es sencillamente repugnante. Eso me convertiría en alguien como ella: la mujer que le hizo esto a ella.
Al pensar en eso, me estremezco y contengo la bilis que siento subir por mi garganta. Es inconcebible que yo haga eso. Es inconcebible que desee eso.
A medida que se me aclaran las ideas, veo cuál es el único camino: sin dejar de mirarla a los ojos, caigo de rodillas frente a ella.
Siento la madera dura contra mis espinillas, y me seco las lágrimas con el dorso de la mano.
Así, ambas somos iguales. Estamos al mismo nivel. Este es el único modo de recuperarla.
Ella abre los ojos imperceptiblemente cuando alzo la vista y la miro, pero, aparte de eso, ni su expresión ni su postura cambian.
—Santana, no tienes por qué hacer esto —suplico—. Yo no voy a dejarte.
Te lo he dicho y te lo he repetido cientos de veces. No te dejaré. Todo esto que ha pasado… es abrumador. Lo único que necesito es tiempo para pensar… tiempo para mí. ¿Por qué siempre te pones en lo peor?
Se me encoge nuevamente el corazón, porque sé la razón: porque es insegura, y está llena de odio hacia sí misma.
Las palabras de Elena vuelven a resonar en mi mente: «¿Sabe ella lo negativa que eres contigo misma? ¿En todos los aspectos?».
Oh, Santana. El miedo atenaza de nuevo mi corazón y empiezo a balbucear:
—Iba a sugerir que esta noche volvería a mi apartamento. Nunca me dejas tiempo… tiempo para pensar las cosas. —Rompo a sollozar, y en su cara aparece la levísima sombra de un gesto de disgusto—. Simplemente tiempo para pensar. Nosotras apenas nos conocemos, y toda esa carga que tú llevas encima… yo necesito… necesito tiempo para analizarla. Y ahora que Leila está… bueno, lo que sea que esté… que ya no anda por ahí y ya no es un peligro… pensé… pensé…
Se me quiebra la voz y la miro fijamente. Ella me observa intensamente y creo que me está escuchando.
—Verte con Leila… —cierro los ojos ante el doloroso recuerdo de verla interactuando con su antigua sumisa—… me ha impactado terriblemente. Por un momento he observado cómo había sido tu vida… y… —Bajo la vista hacia mis dedos entrelazados. Mis mejillas siguen inundadas de lágrimas—. Todo esto es porque siento que yo no soy suficiente para ti. He comprendido cómo era tu vida, y tengo mucho miedo de que termines aburriéndote de mí y entonces me dejes… y yo acabe siendo como Leila… una sombra. Porque yo te quiero, Santana, y si me dejas, será como si el mundo perdiera la luz. Y me quedaré a oscuras. Yo no quiero dejarte. Pero tengo tanto miedo de que tú me dejes…
Mientras le digo todo eso, con la esperanza de que me escuche, me doy cuenta de cuál es mi verdadero problema. Simplemente no entiendo por qué le gusto.
Nunca he entendido por qué le gusto.
—No entiendo por qué te parezco atractiva —murmuro—. Tú eres… bueno, tú eres tú… y yo soy… —Me encojo de hombros y la miro—. Simplemente no lo entiendo. Tú eres hermosa, sexy, triunfadora, buena, amable y cariñosa… todas esas cosas… y yo no. Y yo no puedo hacer las cosas que a ti te gusta hacer. Yo no puedo darte lo que necesitas. ¿Cómo puedes ser feliz conmigo? —Mi voz se convierte en un susurro que expresa mis más oscuros miedos—. Nunca he entendido qué vez en mí. Y verte con ella no ha hecho más que confirmarlo.
Sollozo y me seco la nariz con el dorso de la mano, contemplando su expresión impasible.
Oh, es tan exasperante. ¡Habla conmigo, maldita sea!
— ¿Vas a quedarte aquí arrodillada toda la noche? Porque yo haré lo mismo —le espeto con cierta dureza.
Creo que suaviza el gesto… incluso parece vagamente divertida. Pero es muy difícil saberlo.
Podría acercarme y tocarla, pero eso sería abusar de forma flagrante de la posición en la que ella me ha colocado. Yo no quiero eso, pero no sé qué quiere ella, o qué intenta decirme. Simplemente no lo entiendo.
—Santana, por favor, por favor… háblame —le ruego, mientras retuerzo las manos sobre el regazo.
Aunque estoy incómoda sobre mis rodillas, sigo postrada, mirando esos ojos marrones, serios, preciosos, y espero.
Y espero.
—Por favor —suplico una vez más.
De pronto, su intensa mirada se oscurece y parpadea.
—Estaba tan asustada —murmura.
¡Oh, gracias a Dios! Mi subconsciente vuelve a recostarse en su butaca, suspirando de alivio, y se bebe un buen trago de ginebra.
¡Está hablando! La gratitud me invade y trago saliva intentando contener la emoción y las lágrimas que amenazan con volver a brotar.
Su voz es tenue y suave.
—Cuando vi llegar a Blaine, supe que otra persona te había dejado entrar en tu apartamento. Taylor y yo bajamos del coche de un salto. Sabíamos que se trataba de ella, y verla allí de ese modo, contigo… y armada. Creo que me sentí morir. Britt, alguien te estaba amenazando… era la confirmación de mis peores miedos. Estaba tan enfurecida con ella, contigo, con Taylor, conmigo misma…
Menea la cabeza, expresando su angustia.
—No podía saber lo desequilibrada que estaba. No sabía qué hacer. No sabía cómo reaccionaría. —Se calla y frunce el ceño—. Y entonces me dio una pista: parecía muy arrepentida. Y así supe qué tenía que hacer.
Se detiene y me mira, intentando sopesar mi reacción.
—Sigue —susurro.
Ella traga saliva.
—Verla en ese estado, saber que yo podía tener algo que ver con su crisis nerviosa… Cierra los ojos otra vez.
—Leila fue siempre tan traviesa y vivaz…
Tiembla e inspira con dificultad, como si sollozara. Es una tortura escuchar todo esto, pero permanezco de rodillas, atenta, embebida en su relato.
—Podría haberte hecho daño. Y habría sido culpa mía.
Sus ojos se apagan, paralizados por el horror, y se queda de nuevo en silencio.
—Pero no fue así —susurro—, y tú no eras responsable de que estuviera en ese estado, Santana.
La miro fijamente, animándole a continuar.
Entonces caigo en la cuenta de que todo lo que hizo fue para protegerme, y quizá también a Leila, porque también se preocupa por ella. Pero ¿hasta qué punto se preocupa por ella? No dejo de plantearme esa incómoda pregunta. Ella dice que me quiere, pero me echó de mi propio apartamento con mucha brusquedad.
—Yo solo quería que te fueras —murmura, con su extraordinaria capacidad para leer mis pensamientos—. Quería alejarte del peligro y… Tú… no… te ibas — sisea entre dientes, y su exasperación es palpable.
Me mira intensamente.
—Brittany Pierce, eres la mujer más testaruda que conozco.
Cierra los ojos mientras niega con la cabeza, como si no diera crédito.
Oh, ha vuelto. Aliviada, lanzo un largo y profundo suspiro.
Ella abre los ojos de nuevo, y su expresión es triste y desamparada… sincera.
— ¿No pensabas dejarme? —pregunta.
— ¡No!
Vuelve a cerrar los ojos y todo su cuerpo se relaja. Cuando los abre, veo su dolor y su angustia.
—Pensé… —Se calla—. Esta soy yo, Britt. Todo lo que soy… y soy toda tuya. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Para hacerte ver que quiero que seas mía de la forma que tenga que ser. Que te amo.
—Yo también te amo, Santana, y verte así es… —Me falta el aire y vuelven a brotar las lágrimas—. Pensé que te había destrozado.
— ¿Destrozado? ¿A mí? Oh, no, Britt. Todo lo contrario. —Se acerca y me coge la mano—. Tú eres mi tabla de salvación —susurra, y me besa los nudillos antes de apoyar su palma contra la mía.
Con los ojos muy abiertos y llenos de miedo, tira suavemente de mi mano y la coloca arriba su pecho izquierdo, cerca del corazón… en la zona prohibida. Se le acelera la respiración. Su corazón late desbocado, retumbando bajo mis dedos. No aparta los ojos de mí; su mandíbula está tensa, los dientes apretados.
Yo jadeo. ¡Oh, mi Cincuenta! Está permitiendo que la toque. Y es como si todo el aire de mis pulmones se hubiera volatilizado… desaparecido. Noto el zumbido de la sangre en mis oídos, y el ritmo de mis latidos aumenta para acompasarse al suyo.
Me suelta la mano, dejándola posada sobre su corazón. Flexiono ligeramente los dedos y siento la calidez de su piel bajo la liviana tela de la camisa.
Está conteniendo la respiración. No puedo soportarlo. Y retiro la mano.
—No —dice inmediatamente, y vuelve a poner su mano sobre la mía, presionando con sus dedos los míos—. No.
Incitada por esas dos palabras, me deslizo por el suelo hasta que nuestras rodillas se tocan, y levanto la otra mano con cautela para que sepa exactamente qué me dispongo a hacer. Ella abre más los ojos, pero no me detiene.
Empiezo a desabrocharle con delicadeza los botones de la camisa. Con una mano es difícil. Flexiono los dedos que están bajo los suyos y ella me suelta, y me permite usar ambas manos para desabotonarle la prenda. No dejo de mirarla a los ojos mientras le abro la camisa, y su torso queda a la vista.
Ella traga saliva, separa los labios y se le acelera la respiración, y noto que su pánico aumenta, pero no se aparta. ¿Sigue actuando como una sumisa? No tengo ni idea.
¿Debo hacer esto? No quiero hacerle daño, ni física ni mentalmente. Verla así, ofreciéndose por completo a mí, ha sido un toque de atención.
Alargo la mano y la dejo suspendida sobre su pecho derecho, y la miro… pidiéndole permiso. Ella inclina la cabeza a un lado muy sutilmente, armándose de valor ante mi inminente caricia. Emana tensión, pero esta vez no es ira… es miedo.
Vacilo. ¿De verdad puedo hacerle esto?
—Sí —musita… otra vez con esa singular capacidad de responder a mis preguntas no formuladas.
Extiendo los dedos sobre el sujetador y los hago descender con ternura sobre el montículo de sus pechos. Ella cierra los ojos, y contrae el rostro como si sintiera un dolor insufrible. No puedo soportar verla, de manera que aparto los dedos inmediatamente, pero ella me sujeta la mano al instante y la vuelve a posar con firmeza
sobre sus pechos.
—No —dice, con la voz quebrada—. Lo necesito.
Se quita el sujetador y queda desnuda de la cintura hacia arriba, y mi mirada se deleita cuando veo sus pezones morenos y erectos.
Cuando le toco el pezón izquierdo con la palma de la mano, se le eriza el vello.
Aprieta los ojos con más fuerza. Esto debe de ser una tortura para ella. Es un auténtico suplicio verla. Le acaricio con los dedos sus pechos y el corazón, con mucho cuidado, maravillada con su tacto, aterrorizada de que esto sea ir demasiado lejos.
Abre sus ojos marrones, que me fulminan, ardientes.
Dios santo. Es una mirada salvaje, abrasadora, intensísima, y respira entrecortadamente. Hace que me hierva la sangre y me estremezca.
No me ha detenido, de manera que vuelvo a pasarle los dedos sobre los pechos, acaricio sus pezones y sus labios se entreabren. Jadea, y no sé si es por miedo o por algo más.
Hace tanto tiempo que ansío besarla ahí, que me inclino sobre las rodillas y le sostengo la mirada durante un momento, dejando perfectamente claras mis intenciones. Luego me acerco y poso un tierno beso sobre su corazón, y siento la calidez y el dulce aroma de su piel en mis labios.
Su ahogado gemido me conmueve tanto que vuelvo a sentarme sobre los talones, temiendo lo que veré en su rostro. Ella ha cerrado los ojos con firmeza, pero no se ha movido.
—Otra vez —susurra, y me inclino nuevamente sobre su torso, esta vez para besarle una de las cicatrices.
Jadea, y le beso un pezón, lo saboreo con mi lengua y lo chupo dulcemente, al instante su pezón se pone más rígido. Santana Gruñe con fuerza, y de pronto sus brazos me rodean y me agarra el pelo, y me levanta la cabeza con mucha brusquedad hasta que mis labios se unen a su boca insistente. Y nos besamos, y yo enredo los dedos en su cabello.
—Oh, Britt —suspira, y se inclina y me tumba en el suelo, y ahora estoy debajo de ella.
Deslizo mis manos en torno a su hermoso rostro y, en ese momento, noto sus lágrimas.
Está llorando… no. ¡No!
—Santana, por favor, no llores. He sido sincera cuando te he dicho que nunca te dejaré. De verdad. Si te he dado una impresión equivocada, lo siento… por favor, por favor, perdóname. Te quiero. Siempre te querré.
Se cierne sobre mí y me mira con una expresión llena de dolor.
— ¿De qué se trata?
Abre todavía más los ojos.
— ¿Cuál es este secreto que te hace pensar que saldré corriendo para no volver? ¿Qué hace que estés tan convencida de que te dejaré? —suplico con voz trémula—. Dímelo, Santana, por favor…
Ella se incorpora y se sienta con las piernas cruzadas, se pone el sujetador, y yo me siento con las piernas extendidas. Me pregunto vagamente si no podríamos levantarnos del suelo, pero no quiero interrumpir el curso de sus pensamientos. Por fin va a confiar en mí.
Baja los ojos hacia mí y parece absolutamente desolada. Oh, Dios… esto es grave.
—Britt…
Hace una pausa, buscando las palabras con gesto de dolor… ¿Qué demonios pasa?
Inspira profundamente y traga saliva.
—Soy una sádica, Britt. Me gusta azotar a jovencitas menudas como tú, porque todas se parecen a la puta adicta al crack… mi madre biológica. Estoy segura de que puedes imaginar por qué.
Lo suelta de golpe, como si llevara días y días madurando esa declaración en la cabeza y estuviera desesperado por librarse de ella.
Mi mundo se detiene. Oh, no.
Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. La miro, intentando entender las implicaciones de lo que acaba de decir. Esto explica por qué todas nos parecemos.
Lo primero que pienso es que Leila tenía razón: «La Ama es oscura».
Recuerdo la primera conversación que tuve con ella sobre sus tendencias, cuando estábamos en el cuarto rojo del dolor.
—Tú dijiste que no eras una sádica —musito, en un desesperado intento por comprenderla… por encontrar alguna excusa que la justifique.
—No, yo dije que era una Ama. Si te mentí fue por omisión. Lo siento.
Baja la vista por un instante a sus uñas perfectamente cuidadas.
Creo que está avergonzada. ¿Avergonzado por haberme mentido? ¿O por lo que es?
—Cuando me hiciste esa pregunta, yo tenía en mente que la relación entre ambas sería muy distinta —murmura.
Y su mirada deja claro que está aterrada.
Entonces caigo de golpe en la cuenta. Si es una sádica, necesita realmente todo eso de los azotes y los castigos. Por Dios, no. Me cojo la cabeza entre las manos.
—Así que es verdad —susurro, alzando la vista hacia ella—. Yo no puedo darte lo que necesitas.
Eso es… eso significa que realmente somos incompatibles.
El mundo se abre bajo mis pies, todo se desmorona a mí alrededor mientras el pánico atenaza mi garganta. Se acabó. No podemos seguir con esto.
Ella frunce el ceño.
—No, no, no, Britt. Sí que puedes. Tú me das lo que yo necesito. —Aprieta los puños.
—Créeme, por favor —murmura, y sus palabras suenan como una plegaria apasionada.
—Ya no sé qué creer, Santana. Todo esto es demasiado complicado — murmuro, y siento escozor y dolor en la garganta, ahogada por las lágrimas que no derramo.
Cuando vuelve a mirarme, tiene los ojos muy abiertos y llenos de luz.
—Britt, créeme. Cuando te castigué y después me abandonaste, mi forma de ver el mundo cambió. Cuando dije que haría lo que fuera para no volver a sentirme así jamás, no hablaba en broma. —Me observa angustiada, suplicante—. Cuando dijiste que me amabas, fue como una revelación. Nadie me había dicho eso antes, y fue como si hubiera enterrado parte de mi pasado… o como si tú lo hubieras hecho por mí, no lo sé. Es algo que el doctor Flynn y yo seguimos analizando a fondo.
Oh. Una chispa de esperanza prende en mi corazón. Quizá lo nuestro pueda funcionar. Yo quiero que funcione. ¿La quiero de verdad?
— ¿Qué intentas decirme? —musito.
—Lo que quiero decir es que ya no necesito nada de todo eso. Ahora no.
¿Qué?
— ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan segura?
—Simplemente lo sé. La idea de hacerte daño… de cualquier manera… me resulta abominable.
—No lo entiendo. ¿Qué pasa con las reglas y los azotes y todo eso del sexo pervertido?
Se pasa la mano por el pelo y casi sonríe, pero al final suspira con pesar.
—Estoy hablando del rollo más duro, Brittany. Deberías ver lo que soy capaz de hacer con una vara o un látigo.
Abro la boca, estupefacta.
—Prefiero no verlo.
—Lo sé. Si a ti te apeteciera hacer eso, entonces vale… pero tú no quieres, y lo entiendo. Yo no puedo practicar todo eso si tú no quieres. Ya te lo dije una vez, tú tienes todo el poder. Y ahora, desde que has vuelto, no siento esa compulsión en absoluto.
La miro boquiabierta durante un momento, e intento digerir todo lo que ha dicho.
—Pero cuando nos conocimos sí querías eso, ¿verdad?
—Sí, sin duda.
— ¿Cómo puede ser que la compulsión desaparezca así sin más, Santana?
¿Como si yo fuera una especie de remedio y tú ya estuvieras… no se me ocurre una palabra mejor… curada? No lo entiendo.
Ella vuelve a suspirar.
—Yo no diría «curada»… ¿No me crees?
—Simplemente me parece… increíble. Que es distinto.
—Si no me hubieras dejado, probablemente no me sentiría así. Abandonarme fue lo mejor que has hecho nunca… por nosotras. Eso hizo que me diera cuenta de cuánto te amo, solo a ti, y soy sincera cuando digo que quiero que seas mía de la forma en que pueda tenerte.
La miro fijamente. ¿Puedo creerme lo que dice? La cabeza me duele solo de intentar aclararme las ideas, y en el fondo me siento muy… aturdida.
—Aún sigues aquí. Creía que a estas alturas ya habrías salido huyendo — susurra.
— ¿Por qué? ¿Porque podía pensar que eres una psicópata que azotas y follas a mujeres que se parecen a tu madre? ¿Por qué habrías de tener esa impresión? — siseo, con agresividad.
Ella palidece ante la dureza de mis palabras.
—Bueno, yo no lo habría dicho de ese modo, pero sí —dice, con los ojos muy abiertos y gesto dolido.
Al ver su expresión seria, me arrepiento de mi arrebato y frunzo el ceño sintiendo una punzada de culpa.
Oh, ¿qué voy a hacer? La observo y parece arrepentida, sincera… parece mi Cincuenta.
Y, de pronto, recuerdo la fotografía que había en su dormitorio de infancia, y en ese momento comprendo por qué la mujer que aparecía en ella me resultaba tan familiar. Se parecía a ella solo que era de tez blanca y rubia pero no creo que fuera rubia natural. Debía de ser su madre biológica.
Me viene a la mente su comentario desdeñoso: «Nadie importante…». Ella es la responsable de todo esto… y yo me parezco a ella… ¡Maldita sea!
Santana se me queda mirando con crudeza, y sé que está esperando mi próximo movimiento. Parece sincera. Ha dicho que me ama, pero estoy francamente confusa.
Esto es muy difícil. Me ha tranquilizado sobre Leila, pero ahora estoy más convencida que nunca de que ella era capaz de proporcionarle aquello que le da placer. Y esa idea me resulta terriblemente desagradable y agotadora.
—Santana, estoy exhausta. ¿Podemos hablar de esto mañana? Quiero irme a la cama.
Ella parpadea, sorprendida.
— ¿No te marchas?
— ¿Quieres que me marche?
— ¡No! Creí que me dejarías en cuanto lo supieras.
Acuden a mi mente todas las veces que ha dicho que la dejaría en cuanto conociera su secreto más oscuro… y ahora ya lo sé. Maldita sea… La Ama es oscura.
¿Debería marcharme? Ya la dejé una vez, y eso estuvo a punto de destrozarme… a mí, y también a ella. Yo la amo. De eso no tengo duda, a pesar de lo que me ha revelado.
—No me dejes —susurra.
— ¡Oh, por el amor de Dios, no! ¡No pienso hacerlo! —grito, y es catártico.
Ya está. Lo he dicho. No voy a dejarla.
— ¿De verdad? —pregunta abriendo mucho los ojos.
— ¿Qué puedo hacer para que entiendas que no voy a salir corriendo? ¿Qué puedo decir?
Me mira fijamente, expresando de nuevo todo su miedo y su angustia. Traga saliva.
—Puedes hacer una cosa.
— ¿Qué?
—Cásate conmigo —susurra.
¿Qué? ¿Realmente acaba de…?
Mi mundo se detiene por segunda vez en menos de media hora.
Dios mío. Me quedo mirando estupefacta a esa mujer profundamente herida a la que amo. No puedo creer lo que acaba de decir.
¿Matrimonio? ¿Me ha propuesto matrimonio? ¿Está de broma? No puedo evitarlo: una risita tonta, nerviosa, de incredulidad, brota desde lo más profundo de mí ser. Me muerdo el labio para evitar que se convierta en una estruendosa carcajada histérica, pero fracaso estrepitosamente. Me tumbo de espaldas en el suelo y me rindo a ese incontrolable ataque de risa, riéndome como si no me hubiera reído nunca, con unas carcajadas tremendas, curativas, catárticas.
Y durante un momento estoy completamente sola, observando desde lo alto esta situación absurda: una chica presa de un ataque de risa junto a una chica guapísima con problemas emocionales. Y cuando mi risa me hace derramar lágrimas abrasadoras, me tapo los ojos con el brazo. No, no… esto es demasiado.
Cuando la histeria remite, Santana me aparta el brazo de la cara con delicadeza. Yo levanto la vista y la miro.
Ella se inclina sobre mí. En su boca se dibuja la ironía, pero sus ojos marrones arden, quizá dolidos. Oh, no.
Usando los nudillos, me seca cuidadosamente una lágrima perdida.
— ¿Mi proposición le hace gracia, señorita Pierce?
¡Oh, Cincuenta! Alargo la mano y le acaricio la mejilla con cariño, deleitándome en el tacto de sus pómulos bajo mis dedos. Dios, amo a esta mujer.
—Señora López… Santana. Tu sentido de la oportunidad es sin duda…
Cuando me fallan las palabras, la miro.
Ella sonríe, pero las arrugas en torno a sus ojos revelan su consternación. La situación se torna grave.
—Eso me ha dolido en el alma, Britt. ¿Te casarás conmigo?, en esta ciudad el matrimonio homosexual es legal y se dé un sacerdote que hace ceremonias a parejas homosexuales cuando se casan.
Me siento, apoyo las manos en sus rodillas y me inclino sobre ella. Miro fijamente su adorable rostro.
—Santana, me he encontrado a la loca de tu ex con una pistola, me han echado de mi propio apartamento, me ha caído encima la bomba Cincuenta…
Ella abre la boca para hablar, pero yo levanto una mano. Y, obedientemente, la cierra.
—Acabas de revelarme una información sobre ti misma que, francamente, resulta bastante impactante, y ahora me has pedido que me case contigo.
Ella mueve la cabeza a un lado y a otro, como si analizara los hechos. Parece divertida. Gracias a Dios.
—Sí, creo que es un resumen bastante adecuado de la situación —dice con sequedad.
— ¿Y qué pasó con lo de aplazar la gratificación?
—Lo he superado, y ahora soy una firme defensora de la gratificación inmediata. Carpe diem, Britt —susurra.
—Mira, Santana, hace muy poco que te conozco y necesito saber mucho más de ti. He bebido demasiado, estoy hambrienta y cansada y quiero irme a la cama.
Tengo que considerar tu proposición, del mismo modo que consideré el contrato que me ofreciste. Y además —aprieto los labios para expresar contrariedad, pero también para aligerar la tensión en el ambiente—, no ha sido la propuesta más romántica del mundo.
Ella inclina la cabeza a un lado y en sus labios se dibuja una sonrisa.
—Buena puntualización, como siempre, señorita Pierce —afirma con un deje de alivio en la voz—. ¿O sea que esto es un no?
Suspiro.
—No, señora López, no es un no, pero tampoco es un sí. Haces esto únicamente porque estás asustada y no confías en mí.
—No, hago esto porque finalmente he conocido a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Oh. Noto un pálpito en el corazón y siento que me derrito por dentro.
¿Cómo es capaz, en medio de las más extrañas situaciones, de decir cosas tan románticas? Abro la boca, sin dar crédito.
—Nunca creí que esto pudiera sucederme a mí —continúa, y su expresión irradia pura sinceridad.
Yo la miro boquiabierta, buscando las palabras apropiadas.
— ¿Puedo pensármelo… por favor? ¿Y pensar en todo el resto de las cosas que han pasado hoy? ¿En lo que acabas de decirme? Tú me pediste paciencia y fe.
Bien, pues yo te pido lo mismo, López. Ahora las necesito yo.
Sus ojos buscan los míos y, al cabo de un momento, se inclina y me recoge un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Eso puedo soportarlo. —Me besa fugazmente en los labios—. No muy romántico, ¿eh? —Arquea las cejas, y yo hago un gesto admonitorio con la cabeza—. ¿Flores y corazones? —pregunta bajito.
Asiento y me sonríe vagamente.
— ¿Tienes hambre?
—Sí.
—No has comido —dice con mirada gélida y la mandíbula tensa.
—No, no he comido. —Vuelvo a sentarme sobre los talones y la miro tranquilamente—. Que me echaran de mi apartamento, después de ver a mi novia interactuando íntimamente con una de sus antiguas sumisas, me quitó bastante el apetito.
Santana sacude la cabeza, se pone la camisa y se para de pie ágilmente. Ah, por fin podemos levantarnos del suelo. Me tiende la mano.
—Deja que te prepare algo de comer —dice.
— ¿No podemos irnos a la cama sin más? —musito con aire fatigado al darle la mano.
Ella me ayuda a levantarme. Estoy entumecida. Baja la vista y me mira con dulzura.
—No, tienes que comer. Vamos. —la dominante Santana ha vuelto, lo cual resulta un alivio.
Me lleva a un taburete de la barra en la zona de la cocina, y luego se acerca a la nevera. Consulto el reloj: son casi las once y media, y tengo que levantarme pronto para ir a trabajar.
—Santana, la verdad es que no tengo hambre.
Ella no hace caso y rebusca en el enorme frigorífico.
— ¿Queso? —pregunta.
—A esta hora, no.
— ¿Galletitas saladas?
— ¿De la nevera? No —replico.
Ella se da la vuelta y me sonríe.
— ¿No te gustan las galletitas saladas?
—A las once y media no, Santana. Me voy a la cama. Tú si quieres puedes pasarte el resto de la noche rebuscando en la nevera. Yo estoy cansada, y he tenido un día de lo más intenso. Un día que me gustaría olvidar.
Bajo del taburete y ella me pone mala cara, pero ahora mismo no me importa.
Quiero irme a la cama; estoy exhausta.
— ¿Macarrones con queso?
Levanta un bol pequeño tapado con papel de aluminio, con una expresión esperanzada que resulta entrañable.
— ¿A ti te gustan los macarrones con queso? —pregunto.
Ella asiente entusiasmada, y se me derrite el corazón. De pronto parece muy joven. ¿Quién lo habría dicho? A Santana López le gusta la comida de menú infantil.
— ¿Quieres un poco? —pregunta esperanzada.
Soy incapaz de resistirme a ella, y además tengo mucha hambre.
Asiento y le dedico una débil sonrisa. Su cara de satisfacción resulta fascinante. Retira el papel de aluminio del bol y lo mete en el microondas. Vuelvo a sentarme en el taburete y contemplo a la hermosa estampa de la señora López —la mujer que quiere casarse conmigo— moviéndose con elegante soltura por su cocina.
— ¿Así que sabes utilizar el microondas? —le digo en un suave tono burlón.
—Suelo ser capaz de cocinar algo, siempre que venga envasado. Con lo que tengo problemas es con la comida de verdad.
No puedo creer que esta sea la misma mujer que estaba de rodillas ante mí hace menos de media hora. Es su carácter voluble habitual. Coloca platos, cubiertos y manteles individuales sobre la barra del desayuno.
—Es muy tarde —comento.
—No vayas a trabajar mañana.
—He de ir a trabajar mañana. Mi jefa se marcha a Nueva York.
Santana frunce el ceño.
— ¿Quieres ir allí este fin de semana?
—He consultado la predicción del tiempo y parece que va a llover —digo negando con la cabeza.
—Ah. Entonces, ¿qué quieres hacer?
El timbre del microondas anuncia que nuestra cena ya está caliente.
—Ahora mismo lo único que quiero es vivir el día a día. Todas estas emociones son… agotadoras.
Levanto una ceja y la miro, cosa que ella ignora prudentemente.
Santana deja el bol blanco entre nuestros platos y se sienta a mi lado.
Parece absorta en sus pensamientos, distraída. Yo sirvo los macarrones para ambas.
Huelen divinamente y se me hace la boca agua ante la expectativa. Estoy muerta de hambre.
—Siento lo de Leila —murmura.
— ¿Por qué lo sientes?
Mmm, los macarrones saben tan bien como huelen. Y mi estómago lo agradece.
—Para ti debe de haber sido un impacto terrible encontrártela en tu apartamento. Taylor lo había registrado antes personalmente. Está muy disgustado.
—Yo no culpo a Taylor.
—Yo tampoco. Ha estado buscándote.
— ¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Yo no sabía dónde estabas. Te dejaste el bolso, el teléfono. Ni siquiera podía localizarte. ¿Dónde fuiste? —pregunta.
Habla con mucha suavidad, pero en sus palabras subyace una carga ominosa.
—Blaine y yo fuimos a un bar de la acera de enfrente. Para que yo pudiera ver lo que ocurría, simplemente.
—Ya.
La atmósfera entre los dos ha cambiado de forma muy sutil. Ya no es tan liviana.
Ah, muy bien, de acuerdo… yo también puedo jugar a este juego. Así que esta voy a devolvértela, Cincuenta. Y tratando de sonar despreocupada, queriendo satisfacer la curiosidad que me corroe pero temerosa de la respuesta, le pregunto:
— ¿Y qué hiciste con Leila en el apartamento?
Levanto la vista, la miro, y ella deja suspendido en el aire el tenedor con los macarrones. Oh, no, esto no presagia nada bueno.
— ¿De verdad quieres saberlo?
Se me forma un nudo en el estómago y de golpe se me quita el apetito.
—Sí —susurro.
¿Eso quieres? ¿De verdad? Mi subconsciente ha tirado al suelo la botella de ginebra y se ha incorporado muy erguida en su butaca, mirándome horrorizada.
Santana vacila y su boca se convierte en una fina línea.
—Hablamos, y luego la bañé. —Su voz suena ronca, y, al ver que no reacciono, se apresura a continuar— Y la vestí con ropa tuya. Espero que no te importe. Pero es que estaba mugrienta.
Por Dios santo. ¿La bañó?
Qué gesto tan extraño e inapropiado… La cabeza me da vueltas y miro fijamente los macarrones que no me he comido. Y ahora esa imagen me produce náuseas.
Intenta racionalizarla, me aconseja mi subconsciente. Aunque la parte serena e intelectual de mi cerebro sabe que lo hizo simplemente porque estaba sucia, me resulta demasiado duro. Mi ser frágil y celoso no es capaz de soportarlo.
De pronto tengo ganas de llorar: no de sucumbir a ese llanto de damisela que surca con decoro mis mejillas, sino a ese otro que aúlla a la luna. Inspiro profundamente para reprimir el impulso, pero esas lágrimas y esos sollozos reprimidos me arden en la garganta.
—No podía hacer otra cosa, Britt —dice ella en voz baja.
— ¿Todavía sientes algo por ella?
— ¡No! —contesta horrorizada, y cierra los ojos con expresión de angustia.
Yo aparto la mirada y la bajo otra vez a mi nauseabunda comida. No soy capaz de mirarla.
—Verla así… tan distinta, tan destrozada. La atendí, como habría hecho con cualquier otra persona.
Se encoge de hombros como para librarse de un recuerdo desagradable.
Vaya, ¿y encima espera que le compadezca?
—Britt, mírame.
No puedo. Sé que si lo hago, me echaré a llorar. No puedo digerir todo esto. Soy como un depósito rebosante de gasolina, lleno, desbordado. Ya no hay espacio para más. Sencillamente no puedo soportar más toda esta angustia. Si lo intento, arderé y explotaré y será muy desagradable. ¡Dios!
La imagen aparece en mi mente: Santana ocupándose de un modo tan íntimo de su antigua sumisa. Bañándola, por Dios santo… desnuda. Un estremecimiento de dolor recorre mi cuerpo.
—Britt.
— ¿Qué?
—No pienses en eso. No significa nada. Fue como cuidar de una niña, una niña herida, destrozada —musita.
¿Qué demonios sabrá ella de cuidar niños? Esa era una mujer con la que tuvo una relación sexual devastadora y perversa.
Ay, esto duele… Respiro firme y profundamente. O tal vez se refiera a sí misma. Ella es la niña destrozada. Eso tiene más lógica… o quizá no tenga la menor lógica. Oh, todo esto es tan terriblemente complicado, y de pronto me siento exhausta.
Necesito dormir.
— ¿Britt?
Me levanto, llevo mi plato al fregadero y tiro los restos de comida a la basura.
—Britt, por favor.
Doy media vuelta y la miro.
— ¡Basta ya, Santana! ¡Basta ya de «Britt, por favor»! —le grito, y las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas—. Ya he tenido bastante de toda esa mierda por hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada física y emocionalmente. Déjame.
Giro sobre mis talones y prácticamente echo a correr hacia el dormitorio, llevándome conmigo el recuerdo de sus ojos abiertos mirándome atónita. Es agradable saber que yo también soy capaz de perturbarla. Me desvisto en un santiamén, y después de rebuscar en su cómoda, saco una de sus camisetas y me dirijo al baño.
Me observo en el espejo y apenas reconozco a la bruja demacrada de mejillas enrojecidas y ojos irritados que me devuelve la mirada, y esa imagen me supera. Me derrumbo en el suelo y sucumbo a esa abrumadora emoción que ya no puedo contener, estallando en tremendos sollozos que me desgarran el pecho, y dejando por fin que las lágrimas se desborden libremente.
Última edición por O_o el Vie Jun 28, 2013 1:14 am, editado 1 vez
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
que capitulo mas triste, pero estuvo excelente
Aun no me creo que le haya pedido matrimonio, ay cincuenta.... definitivamente es perfectamente imperfecta...
Síguela por favor, excelente adaptación, te felicito.
Hasta la próxima actualización, cuídate
Aun no me creo que le haya pedido matrimonio, ay cincuenta.... definitivamente es perfectamente imperfecta...
Síguela por favor, excelente adaptación, te felicito.
Hasta la próxima actualización, cuídate
laura.owens*** - Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 10/04/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Pues bueno, siempre ambas me desesperan *nn* y bueno creo que lo que hace Britt es normal necesita descargarlo todo y así.
Espero tu próxima actualización ¡NO TARDES! Por favor. :DDD;
Espero tu próxima actualización ¡NO TARDES! Por favor. :DDD;
Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Muchoo Drama t.t
No tardes en actualizar.
Tu tienes la culpa de hacerme tan adicta a este fic. Me encantaaaaaaaaa ♥
No tardes en actualizar.
Tu tienes la culpa de hacerme tan adicta a este fic. Me encantaaaaaaaaa ♥
LilianaM.* - Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 14/06/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
¡WOOOW!
QUE CAPÍTULO MÁS "WANKY"
Jiji me ha encantado, te lo juro, es... otra vez no encuentro palabras para describirlo :$
Muchísimas gracias por tomarte un tiempo y dedicárnoslo a nosotras tus fieles lectoras :)
Espero y te encuentres de maravilla, te mando un fuerte abrazo, que pases buenas noches n_n
Hasta la próxima bella.
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Wow.. Este fue un cap muy triste sin duda...
Nunca pense ver a Cincuenta asi.. tan.. Sumisa??? La verdad es que pues.. me quedo corta al pensar si quiera en un comentario acorde con este cap... facilmente todos me dejan igual...
Esta historia cada vez se pone mejor. Wow.. Matrimonio?? En serio Cincuenta??? Tanta es tu desesperación o... Amor?? Awwww pero le ha pedido matrimonioooooo :D -no en el mejor momento- Pero lo ha hecho :3 Concuerdo con Britt, esa no fue la manera mas romantica, asi que A DARLE FLORES Y CORAZONES A LA RUBIA LOPEZ!!!
Creo que cualquiera en el lugar de Britt hubiera reaccionado igual o como bien suponia San hubiera salido corriendo enseguida... pero aqui hay amor de por medio y con todas y las 50 sombras Britt-Britt la ama...
Me da penita con la rubia, Donde esta la Inquisidora Quinn Fabray cuando la necesitan??? O si, en Barbados con "Hola, Nena'' jajajaj Quinn!!! Dale un respiro al pobre rubio y vuelve que una desolada rubia de ojos azules te necesita... El sexo puede esperar!!
Ohhh Gracias al cielo que solo le dio una ducha y la vistio, ya me estaba mordiendo hasta los dedos al pensar lo que pudiera llegar a hacer a la chica esa, al fin y al cabo ella no esta bien.
Ese era el terrible secreto de Lopez?? La mas horrenda de sus Sombras??? Ok, le concedo toda razon.. Madre Mia! Con razon todas las mujeres que le rodean son rubias, y claro como no estar horrorizada ante tal confesión, pensar que ve en las rubias a la mujer que le hizo tanto mal es... perturbador!... Aunque ya sabemos que con Britt es diferente.
Hasta la siguiente actu, espero sea prontito... este fic me tiene obsesionada jejejej
Nunca pense ver a Cincuenta asi.. tan.. Sumisa??? La verdad es que pues.. me quedo corta al pensar si quiera en un comentario acorde con este cap... facilmente todos me dejan igual...
Esta historia cada vez se pone mejor. Wow.. Matrimonio?? En serio Cincuenta??? Tanta es tu desesperación o... Amor?? Awwww pero le ha pedido matrimonioooooo :D -no en el mejor momento- Pero lo ha hecho :3 Concuerdo con Britt, esa no fue la manera mas romantica, asi que A DARLE FLORES Y CORAZONES A LA RUBIA LOPEZ!!!
Creo que cualquiera en el lugar de Britt hubiera reaccionado igual o como bien suponia San hubiera salido corriendo enseguida... pero aqui hay amor de por medio y con todas y las 50 sombras Britt-Britt la ama...
Me da penita con la rubia, Donde esta la Inquisidora Quinn Fabray cuando la necesitan??? O si, en Barbados con "Hola, Nena'' jajajaj Quinn!!! Dale un respiro al pobre rubio y vuelve que una desolada rubia de ojos azules te necesita... El sexo puede esperar!!
Ohhh Gracias al cielo que solo le dio una ducha y la vistio, ya me estaba mordiendo hasta los dedos al pensar lo que pudiera llegar a hacer a la chica esa, al fin y al cabo ella no esta bien.
Ese era el terrible secreto de Lopez?? La mas horrenda de sus Sombras??? Ok, le concedo toda razon.. Madre Mia! Con razon todas las mujeres que le rodean son rubias, y claro como no estar horrorizada ante tal confesión, pensar que ve en las rubias a la mujer que le hizo tanto mal es... perturbador!... Aunque ya sabemos que con Britt es diferente.
Hasta la siguiente actu, espero sea prontito... este fic me tiene obsesionada jejejej
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Woow capitulazooo *-* aunq triste y agobiante para britt mucha informacion junta.... por fin san dejo q la tocara pero lo que vino despues woow sin palabras fue perturbante pobre san todo lo que paso fue muy triste :( gracias a dios llego britt y la salvo de alguna manera .. Hasta la proxima actualizacion y gracias gracias x actualizar saludos y besos :*
saibelli** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 06/03/2013
Edad : 33
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
es bueno ver a santana sumisa, ella se pone celosa hasta del aire y parece no entender que brittany pueda sentir lo mismo, a esperar a ver como soluciona su metida de pata!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
eres la mejor escritora, por que nos das capítulos seguidos te agradezco eso, este capitulo tuvo de todo, incluso una proposicion de matrimonio cuando lo leí hice la cabeza hacia atras y dije mentalmente wtf? como creo que hizo britt jajaj. gracias por escribir
Camila18**** - Mensajes : 151
Fecha de inscripción : 28/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
woow .. eso ha sido increíble ..!!
no puedo creer q hasta propuesta d matrimonio hubo..
me has dejado sin palabras..
cuando San se dejó tocar y lloró.. pff morí ...
espero tu actualización... :)
Besos :)
no puedo creer q hasta propuesta d matrimonio hubo..
me has dejado sin palabras..
cuando San se dejó tocar y lloró.. pff morí ...
espero tu actualización... :)
Besos :)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
...Holiisss... primero q nada yo avise q actualizo dos capitulos x semana asi nos da tiempo de traducirlos.. y si les pongo dos juntos van a tener q esperar mas hasta q tradusca el siguiente... asiq dentro de todo soy conciderada, no soy tan mala ajajajaja...
ademas los findes tardas mas de dos dias.. no juegues conmigo..! ajajaja.. basta no quiero jugar mas a este juego de acusaciones xq termino perdiendo yo en tardanza ajaja..
ahora al capitulo.. pense q Britt iba a sacar algun provecho de la postura de Santana.. ademas le propuso casamiento??? deeeooooss!.. fue como un acto de desesperacion, se nota q nunca se sintio querida..
y ademas, no entiendo a Britt para q siempre pregunta, y despues se ofende, si sabe q no quiere escuchar lo q tenga para decir q no pregunte.. ni una conversacion civilizada entre estas chicas, o discuten o terminan encamadas ajajajaj...
Besotes..(^_^)...
ademas los findes tardas mas de dos dias.. no juegues conmigo..! ajajaja.. basta no quiero jugar mas a este juego de acusaciones xq termino perdiendo yo en tardanza ajaja..
ahora al capitulo.. pense q Britt iba a sacar algun provecho de la postura de Santana.. ademas le propuso casamiento??? deeeooooss!.. fue como un acto de desesperacion, se nota q nunca se sintio querida..
y ademas, no entiendo a Britt para q siempre pregunta, y despues se ofende, si sabe q no quiere escuchar lo q tenga para decir q no pregunte.. ni una conversacion civilizada entre estas chicas, o discuten o terminan encamadas ajajajaj...
Besotes..(^_^)...
gatituu *_****** - Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 12/08/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Tranquila Nina...Ali ya llegó ^^
Un capítulo muy...cargado (?) por así decirlo. Santana tiende a sorprendernos pero vaya manera de hacerlo está vez...¡Pidiéndole matrimonio!" esto me huele más a que se está preparando el terreno para 50 Sombras Liberadas.
"¿Galletitas saladas?" ¿Solo a mi me pareció tierna está parte?
Definitivamente Britt tiene muchas cosas que pensar, superar, enterrar...hay que llorar, tener miedo y llorar otra vez....porque las Sombras de Santana, son un lío y si de verdad la quiero, debe superarlas.
Ahora Nina, querida Nina :D Lo cierto es que la tarde-noche de ayer, me encontre con una adaptación de Cincuenta Sombras con Klaine...si así es KLAINE. Y la verdad es interesante, pero el tuyo...siendo Brittana...Uff!
Lo sorprendente es...que siendo la misma historia son completamente diferentes ¡Good job!
Bueeeeno, me paso a retirar. Hasta el próximo!
Un capítulo muy...cargado (?) por así decirlo. Santana tiende a sorprendernos pero vaya manera de hacerlo está vez...¡Pidiéndole matrimonio!" esto me huele más a que se está preparando el terreno para 50 Sombras Liberadas.
"¿Galletitas saladas?" ¿Solo a mi me pareció tierna está parte?
Definitivamente Britt tiene muchas cosas que pensar, superar, enterrar...hay que llorar, tener miedo y llorar otra vez....porque las Sombras de Santana, son un lío y si de verdad la quiero, debe superarlas.
Ahora Nina, querida Nina :D Lo cierto es que la tarde-noche de ayer, me encontre con una adaptación de Cincuenta Sombras con Klaine...si así es KLAINE. Y la verdad es interesante, pero el tuyo...siendo Brittana...Uff!
Lo sorprendente es...que siendo la misma historia son completamente diferentes ¡Good job!
Bueeeeno, me paso a retirar. Hasta el próximo!
Ali_Pearce- - Mensajes : 1107
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Edad : 31
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
QUERIDISIMA!!!!SEÑORITA NINA (AHORA QUE SE TU NOMBRE :)). GRAN CAP!!!!
ESTUVO MUY EMOTIVO DE HECHO LLENO DE EMOCIONES!!!!
POBRE BRITT......YA NI SU SUBCONCIENTE NI LA DIOSA QUE LLEVA DENTRO Y YA NI NADA DE SU SER PUEDEN CONTENER TANTAS FRUSTRACIONES JUNTAS EN UN SOLO DIA :(. (IDEM YO CON ESTE SENTIMIENTO)
"SANCINCUENTA" YA CAYO ANTE BRITT :) AUNQUE SU PASADO AL PARECER NO NOS DARA TREGUA :(..
NO PIENSO DEJAR DE DECIR QUE ESTE FIC ME ENCANTA!!!!!!!!!! ES LO MAS!!!! DE LO MAS!!!!!!
PD: TENES 22...YO TENGO 20 ESTAMOS EN LAS MISMAS!!!.........
MMMMM....ME GUSTA LA MUSICA TMB DE TODO UN POCO (me gusta probar de todo un poco :)).... LOS LIBROS...NOVELAS, CUENTOS, ENSAYOS..ETC ESOS SON MI PERDICION (tu fic infaltable!!!).....TMB JUEGO BASCKET ES MI DEPORTE FAVORITO...Y OBVIAMENTE ESTUDIO TMB COMO VOS...BUENO CREO QUE YA NOS CONOCEMOS ALGO JAJAJAJJAJAJ......EN SERIO ME ENCANTA TU FIC Y ESPERO QUE TE GUSTE MI COMENT. ES MI UNICA FORMA DE ATRIBUIR A LOS GRATOS MOMENTOS EN LOS QUE ME LA PASO LEYENDO LOS CAP...LO MEJOR DE LO MEJOR!!!!.
AH,SE ME OLVIDABA, YO ESTOY DE TU LADO EN ESO DE QUE ACTUALIZAS SEGUIDO ES CIERTO Y TE LO AGRADEZCO AUNQUEEEEE NO TE LO TOMES TAAAAAN A LA LETRA HEEEE!!!! PERDON, PERDON LO ULTIMO FUE CULPA DEL TECLADO TOUCH!!??
EMMMMM...VEREMOS QUE PASA SEÑORITA NINA GRACIAS POR SUS ATENCIONES HACIA SUS LECTORAS!!! Y LE DESEO UN BUEN DIA O MEJOR DICHO UNA BUENA NOCHE?? :p
MMMMM...AGRADEZCA QUE HOY NO FUI TAN LOCA SENTIMENTALISTA COMO DE COSTUMBRE..ES QUE NO TUVE UN BUEN DIA QUE DIGAMOS:( Y EL CAP TRISTON SOLO ME TIRA PARA ESTE COMENT.....AUNQUE
ASI ME ENCANTA IGUAL :).
ESPERO TU ACTU, SALUDOS!!!!NATY.
ESTUVO MUY EMOTIVO DE HECHO LLENO DE EMOCIONES!!!!
POBRE BRITT......YA NI SU SUBCONCIENTE NI LA DIOSA QUE LLEVA DENTRO Y YA NI NADA DE SU SER PUEDEN CONTENER TANTAS FRUSTRACIONES JUNTAS EN UN SOLO DIA :(. (IDEM YO CON ESTE SENTIMIENTO)
"SANCINCUENTA" YA CAYO ANTE BRITT :) AUNQUE SU PASADO AL PARECER NO NOS DARA TREGUA :(..
NO PIENSO DEJAR DE DECIR QUE ESTE FIC ME ENCANTA!!!!!!!!!! ES LO MAS!!!! DE LO MAS!!!!!!
PD: TENES 22...YO TENGO 20 ESTAMOS EN LAS MISMAS!!!.........
MMMMM....ME GUSTA LA MUSICA TMB DE TODO UN POCO (me gusta probar de todo un poco :)).... LOS LIBROS...NOVELAS, CUENTOS, ENSAYOS..ETC ESOS SON MI PERDICION (tu fic infaltable!!!).....TMB JUEGO BASCKET ES MI DEPORTE FAVORITO...Y OBVIAMENTE ESTUDIO TMB COMO VOS...BUENO CREO QUE YA NOS CONOCEMOS ALGO JAJAJAJJAJAJ......EN SERIO ME ENCANTA TU FIC Y ESPERO QUE TE GUSTE MI COMENT. ES MI UNICA FORMA DE ATRIBUIR A LOS GRATOS MOMENTOS EN LOS QUE ME LA PASO LEYENDO LOS CAP...LO MEJOR DE LO MEJOR!!!!.
AH,SE ME OLVIDABA, YO ESTOY DE TU LADO EN ESO DE QUE ACTUALIZAS SEGUIDO ES CIERTO Y TE LO AGRADEZCO AUNQUEEEEE NO TE LO TOMES TAAAAAN A LA LETRA HEEEE!!!! PERDON, PERDON LO ULTIMO FUE CULPA DEL TECLADO TOUCH!!??
EMMMMM...VEREMOS QUE PASA SEÑORITA NINA GRACIAS POR SUS ATENCIONES HACIA SUS LECTORAS!!! Y LE DESEO UN BUEN DIA O MEJOR DICHO UNA BUENA NOCHE?? :p
MMMMM...AGRADEZCA QUE HOY NO FUI TAN LOCA SENTIMENTALISTA COMO DE COSTUMBRE..ES QUE NO TUVE UN BUEN DIA QUE DIGAMOS:( Y EL CAP TRISTON SOLO ME TIRA PARA ESTE COMENT.....AUNQUE
ASI ME ENCANTA IGUAL :).
ESPERO TU ACTU, SALUDOS!!!!NATY.
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
de nuevo me habia perdido unos capitulos y vaya que habian pasado cosas pobre britt tiene mucho encima tantas cosas dandole vuelta en su mente pero se agobia demasiado digo yo y por eso esta asi sabe que santana la quiere pero ella misma no puede creerselo y por eso esta asi espero que le entre en su cabeza que santana no le miente y de verdad la quiere solo a ella y a nadie mas, ver a santana de sumisa pobre de verdad se asusto pero al menos se dejo tocar y pudo confiar en britt darse cuenta de como ella es su pilar, le revelo su mas oscuro secreto pero britt no huyo eso es bueno ahora esta en que se deje ayudar y lo de su propuesta de matrimonio jajajaja nada romantica pero fue por el momento mas que todo veremos que pasa mas adelante
lexis17******* - Mensajes : 424
Fecha de inscripción : 23/03/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hooo Por Dios que capitulo. Me angustian mucho San y Britt. :=}
Espero tu actualizacion pronto!!
saludos
Espero tu actualizacion pronto!!
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
¿Actualizas hoy?
Porque sino ya me dormiré jiji
Saludos Nina (:
Porque sino ya me dormiré jiji
Saludos Nina (:
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Hola a todas :) .... estos capítulos se ponen cada vez mejor cierto? y lo que vendrá estará mejor
Bueno gracias por todos sus comentarios y por estar siempre pendiente del fic, hoy ando un poco apurada así q no me extenderé solo me conecte a dejarles el capitulo de hoy..
Lei cada uno de sus comentarios
Eh… —dice Santana con ternura, y me abraza.
—Por favor, Britt, no llores, por favor —suplica.
Está en el suelo del baño, y yo en su regazo. La rodeo con los brazos y lloro pegada a su cuello. Ella susurra bajito junto a mi pelo y me acaricia suavemente la espalda, la cabeza.
—Lo siento, cariño —murmura.
Finalmente, cuando ya no me quedan lágrimas, Santana se levanta cogiéndome en brazos, me lleva a su habitación y me tumba sobre la cama. Al cabo de unos segundos la tengo a mi lado y las luces están apagadas. Me rodea entre sus brazos y me abraza fuerte, y por fin me sumo en un sueño oscuro y agitado.
Me despierto de golpe. Tengo la cabeza embotada y demasiado calor.
Santana está aferrada a mí como la hiedra. Gruñe suavemente en sueños mientras me libero de sus brazos, pero no se despierta. Me incorporo y echo un vistazo al despertador. Son las tres de la madrugada. Necesito un analgésico y beber algo. Saco las piernas de la cama y me dirijo a la cocina.
Encuentro un envase de zumo de naranja en la nevera y me sirvo un vaso.
Mmm… está delicioso, y el embotamiento mental desaparece al instante. Rebusco en los cajones algún calmante y al final doy con una caja de plástico llena de medicamentos. Me tomo dos analgésicos y me sirvo otro vaso de zumo de naranja.
Me acerco a la enorme pared acristalada y contemplo cómo duerme Seattle.
Las luces brillan y parpadean a los pies del castillo de Santana en el cielo, ¿o debería decir fortaleza? Presiono la frente contra el frío cristal, y siento cierto alivio. Tengo tanto en lo que pensar después de todas las revelaciones de ayer. Apoyo la espalda en el vidrio y me deslizo hasta el suelo. El salón en penumbra se ve inmenso y tenebroso, con la única luz procedente de las tres lámparas suspendidas sobre la isla de la cocina.
¿Podría vivir aquí, casada con Santana? ¿Después de todo lo que ella ha hecho entre estas paredes? ¿Con toda esa carga de su pasado que alberga este lugar?
Matrimonio… Resulta algo casi inconcebible y totalmente inesperado. Pero también es verdad que todo lo referido a Santana es inesperado. Y, ante esa evidencia, aparece en mis labios una sonrisa irónica. Santana López, esperar lo inesperado… las cincuenta sombras de una existencia destrozada.
Mi sonrisa desaparece. Me parezco a su madre. Eso me duele en lo más profundo, y repentinamente me quedo sin aire en los pulmones. Todas nos parecemos a su madre.
¿Cómo demonios voy a actuar después de conocer este pequeño secreto?
No me extraña que no quisiera decírmelo. Pero la verdad es que ella no puede acordarse mucho de su madre. Me pregunto una vez más si debería hablar con el doctor Flynn.
¿Me lo permitiría Santana? Quizá el podría ayudarme a llenar las lagunas que me faltan.
Sacudo la cabeza. Me siento exhausta emocionalmente, pero disfruto de la tranquila serenidad del salón y de sus preciosas obras de arte; frías y austeras, pero con un estilo propio, también hermosas en la penumbra y seguramente valiosísimas.
¿Podría yo vivir aquí? ¿En lo bueno y en lo malo? ¿En la salud y en la enfermedad?
Cierro los ojos, apoyo la cabeza en el cristal, y lanzo un profundo y reparador suspiro.
La apacible tranquilidad del momento se ve interrumpida por un grito visceral y primitivo que me eriza el vello y pone en alerta todo mi cuerpo. ¡Santana!
¡Dios santo!, ¿qué ha pasado? Me pongo de pie y salgo corriendo hacia el dormitorio antes de que el eco de ese sonido horrible se haya desvanecido, con el corazón palpitando de miedo.
Pulso uno de los interruptores y se enciende la lámpara de la mesita de Santana. Ella se debate frenéticamente en la cama, retorciéndose de angustia. ¡No!
Vuelve a gritar, y ese sonido devastador y espeluznante me desgarra de nuevo.
¡Santo Dios… una pesadilla!
— ¡Santana!
Me inclino sobre ella, la sujeto por los hombros y la zarandeo para que despierte. Ella abre los ojos, y son salvajes y vacíos, y examinan rápidamente la habitación vacía antes de volver a posarse en mí.
—Te fuiste, te fuiste, deberías haberte ido —balbucea, y la mirada de sus ojos desmesurados se convierte en acusatoria, y parece tan perdida que se me parte el corazón. Pobre Cincuenta…
—Estoy aquí. —Me siento en la cama a su lado—. Estoy aquí —murmuro en voz baja, en un esfuerzo por tranquilizarla.
Me acerco y le apoyo la palma en un lado de la cara, intentando calmarla.
—Te habías ido —susurra presurosa.
Sigue teniendo los ojos salvajes y asustados, pero se va serenando poco a poco.
—He ido a buscar algo de beber. Tenía sed.
Cierra los ojos y se frota la cara. Cuando vuelve a abrirlos parece muy desolada.
—Estás aquí. Oh, gracias a Dios.
Se acerca a mí y me sujeta con fuerza, y me vuelve a tumbar en la cama, a su lado.
—Solo he ido a buscar algo de beber —murmuro.
Oh, la intensidad de su miedo… puedo sentirla. Tiene la camiseta empapada en sudor, y cuando me atrae hacia ella su corazón late con fuerza. Me mira fijamente, como para asegurarse de que realmente estoy aquí. Le acaricio el cabello con ternura y después la mejilla.
—Santana, por favor. Estoy aquí. No me voy a ir a ningún sitio —le digo con dulzura.
—Oh, Britt —musita.
Me coge la barbilla y la acerca hasta que su boca está sobre la mía. El deseo la invade e instantáneamente mi cuerpo responde… está tan ligado y sincronizado al suyo. Posa los labios sobre mi oreja, en mi cuello, y nuevamente en mi boca, sus dientes tiran suavemente de mi labio inferior, su mano sube por mi cuerpo, de la cadera al pecho, arrastrando la camiseta hacia arriba. Acariciándome, sintiendo bajo sus dedos las simas y las turgencias de mi piel, consigue provocar en mí la ya tan familiar reacción, haciendo que me estremezca en lo más profundo. Gimo cuando su mano se curva en torno a uno de mis pechos y sus dedos se agarran al pezón.
—Te deseo —murmura.
—Estoy aquí para ti. Solo para ti, Santana.
Gruñe y me besa una vez más apasionadamente, con un fervor y una desesperación que no había sentido nunca en ella. Cojo el bajo de su camiseta, tiro y ella me ayuda a quitársela por la cabeza. Luego se arrodilla entre mis piernas, me incorpora presurosamente y me despoja de la mía.
Sus ojos se ven serios, anhelantes, llenos de oscuros secretos… vulnerables. Coloca las manos alrededor de mi cara y me besa, y caemos de nuevo en la cama. Está medio tendida sobre mí, con uno de sus muslos entre los míos, y siento su humedad, presiona contra mi cadera a través de su short corto. Me desea, pero, de repente, sus palabras de antes, lo que dijo sobre su madre, escogen este momento para volver a rondar por mi mente y atormentarme. Y es como un cubo de agua fría sobre mi libido. Maldita sea… No puedo hacer esto, ahora no.
—Santana… para. No puedo hacerlo —susurro apreRachelnte junto a su boca, empujando sus antebrazos con las manos.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? —murmura, y empieza a besarme el cuello, y me desliza la punta de la lengua por la garganta.
Oh…
—No, por favor. No puedo hacerlo, ahora no. Necesito un poco de tiempo, por favor.
—Oh, Britt, no le des tantas vueltas —susurra mientras me mordisquea el lóbulo.
— ¡Ah! —jadeo, sintiéndolo en la entrepierna, y mi cuerpo se arquea, traicionándome.
Todo resulta tan confuso…
—Yo sigo siendo la misma, Britt. Te quiero y te necesito. Tócame. Por favor.
Frota su nariz contra la mía, y su súplica tranquila y sincera hace que me conmueva y me derrita por dentro.
Tocarla… Tocarla mientras hacemos el amor. Oh, Dios.
Se coloca sobre mí, me mira y, a la tenue luz de la lámpara de la mesilla, veo que está esperando mi decisión, y que está atrapada en mi hechizo.
Alargo la mano con cautela y la poso sobre el montículo de tu pecho izquierdo. Ella jadea y cierra los ojos con fuerza, como si le doliera, pero esta vez no aparto la mano. La subo hasta sus hombros y noto el temblor que recorre su cuerpo. Gime, y la atraigo hacia mí, colocando ambas manos en su espalda donde no la había tocado nunca, sobre los omoplatos, le quito el sujetador y la abrazo.
Ella entierra la cabeza en mi cuello, me besa, chupa y me muerde, y luego sube con la nariz hasta la barbilla y me besa, su lengua posee mi boca y sus manos se mueven otra vez sobre mi cuerpo. Sus labios bajan… bajan… bajan hasta mis pechos, adorándome a su paso, y mis manos siguen en sus hombros y en su espalda, disfrutando de su piel empapada aún por la pesadilla. Cierra los labios sobre mi pezón, chupa y tira, y este se alza para recibir a su gloriosa y hábil boca.
Gimo y deslizo las uñas por su espalda. Y ella jadea en un gemido entrecortado.
—Oh, Dios, Britt —dice sin respiración, y es mitad gruñido, mitad grito.
Me desgarra el alma, pero también llega a mis entrañas y me tensa todos los músculos por debajo de la cintura. ¡Ah, lo que soy capaz de hacerle! Ahora jadeo, y su respiración torturada se acompasa a la mía.
Sus manos van bajando, sobre mi vientre y hasta mi sexo… y sus dedos están sobre mí y luego dentro de mí. Gimo y ella mueve los dedos en mi interior de esa forma que ella sabe, y yo empujo la pelvis para recibir su caricia.
—Britt —musita.
De pronto me suelta y se sienta, se quita el short y las bragas y me quita los mios.
— ¿Quieres hacerlo? Todavía puedes decir que no. Siempre puedes decir que no.
Murmura.
—No me des la oportunidad de pensar, Santana. Yo también te deseo.
La tomo por la cintura y la acomodo entre mis piernas, sintiendo lo mojada que esta. Nuestros sexos se unen y muevo mi cadera arremetiendo contra su sexo.
—Tranquila… Vas a hacer que me corra, Britt.
Me maravilla lo que mis caricias pueden provocar en esta mujer. En ese momento todas mis dudas quedan relegadas y encerradas en los abismos más profundos y oscuros del fondo de mi mente. Estoy embriagada por esta mujer, mi mujer, mi Cincuenta Sombras. De repente se revuelve, cogiéndome totalmente por sorpresa, y estoy encima de ella. Uau.
—Tú… tómame tú —murmura, y sus ojos brillan con intensidad febril.
Ah… Despacio, muy despacio, me muevo sobre ella. Echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y gruñe. La beso y empiezo a moverme, gozando de la plenitud de mi posesión, gozando de su reacción, viendo cómo se destensa debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino y le beso la barbilla, deslizando los dientes a lo largo de su mandíbula. Su sabor es delicioso. Ella se agarra a mis caderas y ralentiza mi ritmo, haciéndolo lento y pausado.
—Britt, tócame… por favor.
Oh. Me inclino hacia delante y me apoyo con las manos sobre sus pechos. Y ella grita, y su grito es como un sollozo que penetra con fuerza en mi interior.
—Aaah —gimoteo, me inclino y tomo su pezón derecho con mi boca, lo acaricio con mi lengua, chupo, muerdo y ella gruñe fuerte y se revuelve bruscamente, de manera que vuelvo a estar debajo.
—Basta —gime—. No más, por favor.
Es una súplica desgarradora.
Le cojo la cara entre las manos, noto la humedad de sus mejillas, y la atraigo con mi fuerza hacia mis labios para poder besarla. Y luego me aferro a ella con mis manos en su espalda.
De su garganta surge un gruñido ronco y profundo mientras se mueve en mí, pero no consigo dejarme ir. Tengo demasiadas cosas en la cabeza que me confunden. Estoy demasiado ofuscada con ella.
—Déjate ir, Britt —me apreRachel.
—No.
—Sí —gruñe.
Se mueve ligeramente y gira las caderas, una y otra vez.
¡Dios… ahhh!
—Vamos, bella, lo necesito. Dámelo.
Y estallo, mi cuerpo es esclavo del suyo, envuelto en torno a ella, aferrado a ella como la hiedra, mientras ella grita mi nombre y alcanza el clímax conmigo, y luego se derrumba, con todo su peso presionándome contra el colchón.
Acuno a Santana en mis brazos, con su cabeza descansando en mi pecho, mientras yacemos saboreando los rescoldos de la pasión amorosa. Le paso los dedos por el cabello y escucho cómo su respiración vuelve a la normalidad.
—No me dejes nunca —murmura.
Yo pongo los ojos en blanco, consciente de que no puede verme.
—Sé que me has puesto los ojos en blanco —susurra, y capto un deje divertido en su voz.
—Me conoces bien.
—Me gustaría conocerte mejor.
—Volviendo a ti, López. ¿De qué iba tu pesadilla?
—Lo de siempre.
—Cuéntamelo.
Traga saliva y se tensa antes de emitir un interminable suspiro.
—Debo de tener como unos tres años, y el chulo de la puta adicta al crack vuelve a estar muy furioso. Fuma y fuma sin parar, un cigarrillo tras otro, y no encuentra un cenicero.
Se calla, y un escalofrío aterrador me atenaza el corazón.
—Duele —dice—. Lo que recuerdo es el dolor. Eso es lo que me provoca las pesadillas. Eso, y el hecho de que ella no hiciera nada para detenerle.
Oh, Dios. Es insoportable. La abrazo más fuerte, aferrándome a ella con brazos y piernas, y trato de que mi desesperación no me asfixie. ¿Cómo puede alguien tratar así a una niña? Ella levanta la cabeza y me clava su mirada intensa.
—Tú no eres como ella. Ni se te ocurra siquiera pensarlo. Por favor.
La miro y parpadeo. Me tranquiliza mucho oír eso. Ella vuelve a apoyar la cabeza en mi pecho, y creo que ha terminado, pero me sorprende comprobar que continúa.
—A veces, en mis sueños, ella está simplemente tumbada en el suelo. Y yo creo que está dormida. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y yo tengo hambre. Mucha hambre.
Oh, Dios.
—Se oye un gran ruido y el ha vuelto, me pega muy fuerte y pellizca mis tetillas, mientras maldice a la puta adicta al crack. Su primera reacción siempre era usar los puños o el cinturón.
— ¿Por eso no te gusta que te toquen?
Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
—Es complicado —murmura.
Hunde la nariz entre mis senos, inspirando hondo, intentando distraerme.
—Cuéntamelo —insisto.
Ella suspira.
—Ella no me quería. Yo no me quería. El único roce que conocí era… violento. De ahí viene todo. Flynn lo explica mejor que yo.
— ¿Puedo hablar con Flynn?
Levanta la cabeza para mirarme.
— ¿Quieres profundizar más en Cincuenta Sombras?
—E incluso más. Ahora mismo me gusta cómo profundizo en ellas.
Me muevo provocativamente debajo de ella y sonríe.
—Sí, señorita Pierce, a mí también me gusta.
Se inclina y me besa. Me observa un momento.
—Eres tan valiosa para mí, Britt. Decía en serio lo de casarme contigo. Así podremos conocernos. Yo puedo cuidar de ti. Tú puedes cuidar de mí. Podemos tener hijos, si quieres. Yo pondré el mundo a tus pies, Brittany. Te amo, en cuerpo y alma, para siempre. Por favor, piénsalo.
—Lo pensaré, Santana, lo pensaré —la tranquilizo, y todo me da vueltas otra vez. ¿Hijos? Santo Dios—. Pero realmente me gustaría hablar con el doctor Flynn, si no te importa.
—Por ti lo que sea, bella. Lo que sea. ¿Cuándo te gustaría verle?
—Lo antes posible.
—De acuerdo. Mañana me ocuparé de ello. —Echa un vistazo al reloj.
—Es tarde. Deberíamos dormir.
Alarga un brazo para apagar la luz de la mesita y me atrae hacia ella.
Miro el reloj. Oh, no: las cuatro menos cuarto. Me envuelve en sus brazos, pega la frente a mi espalda y me acaricia el cuello con la nariz.
—Te amo, Britt Pierce, y quiero que estés a mi lado, siempre —murmura mientras me besa el cuello—. Ahora duerme.
Yo cierro los ojos.
Abro a regañadientes mis párpados pesados y una brillante luz inunda la habitación. Dejo escapar un gruñido. Me siento aturdida, desconectada de las extremidades que siento como el plomo, y Santana me envuelve pegada a mí como la hiedra. Como de costumbre, tengo demasiado calor. Deben de ser las cinco de la mañana; el despertador aún no ha sonado. Me muevo para librarme del calor que emite su cuerpo, dándome la vuelta en sus brazos, y ella balbucea algo ininteligible en sueños.
Miro el reloj: las nueve menos cuarto.
Oh, no, voy a llegar tarde. Maldita sea. Salgo dando tumbos de la cama y corro al baño. Tardo cuatro minutos en ducharme y volver a salir.
Santana está sentada en la cama, mirándome con gesto de diversión mal disimulada mezclada con cautela, mientras yo sigo secándome y cogiendo la ropa.
Quizá esté esperando mi reacción a las revelaciones de anoche. Pero ahora mismo, sencillamente, no tengo tiempo.
Repaso la ropa elegida: pantalones negros, camisa negra… todo un poco señora R., pero ahora no puedo perder un segundo cambiando de estilismo. Me pongo con prisas un sujetador y unas bragas negras, consciente de que ella observa todos mis movimientos. Me pone… nerviosa. Las bragas y el sujetador servirán.
—Estás muy guapa —ronronea Santana desde la cama—. ¿Sabes?, puedes llamar y decir que estás enferma.
Me obsequia con esa media sonrisa devastadora, ciento cincuenta por ciento lasciva. Oh, es tan tentadora… La diosa que llevo dentro hace un mohín provocativo.
—No, Santana. No puedo. Yo no soy una presidenta presuntuosa con una sonrisa preciosa que puede entrar y salir a su antojo.
—Me gusta entrar y salir a mi antojo.
Despliega su gloriosa sonrisa un poco más, de manera que ahora aparece en IMAX de alta definición.
— ¡Santana! —le riño.
Y le tiro la toalla, y se echa a reír.
— ¿Una sonrisa preciosa, eh?
—Sí, y ya sabes el efecto que tiene en mí.
Me pongo el reloj.
— ¿Efecto? —parpadea con aire inocente.
—Sí, lo sabes. El mismo efecto que tiene en todas las mujeres. La verdad es que resulta muy cansado ver cómo todas se derriten.
— ¿Ah, sí?
Arquea una ceja y me mira. Se está divirtiendo mucho.
—No se haga el inocente, señora López. La verdad es que no te va nada —le digo distraídamente, mientras me recojo el pelo en una cola de caballo y me calzo mis zapatos de tacón alto.
Ya está. Así voy bien.
Cuando voy a darle un beso de despedida, ella me coge y me tira de nuevo en la cama, y se inclina sobre mí, sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan guapa: esos ojos que brillan traviesos, ese pelo alborotado que le queda después de hacer el amor, esa sonrisa fascinante y esta desnuda. Ahora tiene ganas de jugar.
Yo estoy cansada, la cabeza todavía me da vueltas por todas las cosas que averigüé ayer, mientras que ella está fresca como una rosa y de lo más sexy. Oh, es exasperante… mi Cincuenta.
— ¿Qué puedo hacer para tentarte a quedarte? —dice en voz baja.
Siento un pálpito en el corazón y empieza a latirme con fuerza. Es la tentación personificada.
—No puedes —refunfuño, forcejeando para incorporarme—. Déjame ir.
Ella hace un mohín y desiste. Sonriendo, paso los dedos sobre sus labios esculpidos… mi Cincuenta Sombras. La amo tanto, con toda la oscuridad de su devastada existencia. Ni siquiera he empezado a procesar los acontecimientos de ayer ni cómo me siento al respecto.
Alzo la cabeza para besarla, agradecida por haberme lavado los dientes. Ella me besa fuerte y largamente, y luego de repente me coge y me levanta, dejándome aturdida, sin aliento y temblorosa.
—Taylor te llevará. Llegarás antes si no tienes que buscar aparcamiento.
Está esperando en la puerta del edificio —dice Santana amablemente, y parece aliviada.
¿Acaso le preocupa la reacción que pueda tener esta mañana? Estaba segura de que lo de anoche… bueno, lo de esta madrugada, le habría demostrado que no pienso salir huyendo.
—Vale. Gracias —musito, decepcionada por estar de pie, confundida por sus dudas, y vagamente enfadada porque una vez más no conduciré mi Saab.
Pero, en fin, tiene razón: con Taylor llegaré antes.
—Disfrute de su mañana de vagancia, señora López. Ojalá pudiera quedarme, pero la mujer que posee la empresa para la que trabajo no le gustaría que su personal faltara a su puesto solo por disfrutar de un poco de buen sexo.
Cojo mi bolso.
—Personalmente, señorita Pierce, no tengo ninguna duda de que ella lo aprobaría. De hecho, puede que insistiera en ello.
— ¿Por qué te quedas en la cama? No es propio de ti.
Cruza las manos detrás de la cabeza y me sonríe.
—Porque puedo, señorita Pierce.
La miro y meneo la cabeza.
—Hasta luego, nena.
Le lanzo un beso y salgo por la puerta.
Taylor me está esperando y por lo visto sabe que voy tarde, porque conduce como un loco y consigue que llegue al trabajo a las nueve y cuarto. Cuando aparca junto a la acera, me siento agradecida… agradecida por estar viva: conducía de un modo terrorífico. Y agradecida por no llegar espantosamente tarde: solo quince minutos.
—Gracias, Taylor —murmuro, pálida como una muerta.
Recuerdo que Santana me contó que conducía tanques; quizá también pilote coches de carreras.
—Britt —asiente a modo de despedida, y yo salgo corriendo para la oficina.
Mientras abro la puerta del vestíbulo pienso que por lo visto Taylor ha superado esa formalidad de «señorita Pierce», y eso me hace sonreír.
Claire me sonríe cuando cruzo a toda prisa la recepción en dirección a mi mesa.
— ¡Britt! —me llama Marley—. Ven.
Oh, maldita sea.
— ¿Qué horas son estas? —me increpa.
—Lo siento. Me he dormido —respondo, poniéndome roja.
—Que no vuelva a pasar. Hazme un café, y después necesito que mandes unas cartas. Deprisa —grita, haciéndome dar un respingo.
¿Por qué está tan enfadada? ¿Qué le pasa? ¿Qué he hecho? Corro a la cocina a prepararle el café. Quizá debería haber faltado al trabajo. Podría… bueno, estar practicando sexo excitante con Santana, o desayunando con ella, o simplemente hablando… eso sí que sería toda una novedad.
Marley apenas alza la vista cuando vuelvo a entrar en su despacho para llevarle el café. Me lanza una hoja de papel, garabateada a mano de forma ilegible.
—Pásalo al ordenador, tráemelo para que lo firme, después haz copias y envíalas por correo a todos nuestros autores.
—Muy bien, Marley.
Tampoco levanta la vista cuando salgo. Caray, sí que está enfadada.
Por fin me siento a mi mesa, sintiendo cierto alivio. Bebo un sorbo de té mientras espero a que se encienda el ordenador. Reviso mis e-mails.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:05
Para: Brittany Pierce
Asunto: Te echo de menos
Por favor, utiliza la BlackBerry.
x
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 09:27
Para: Santana López
Asunto: Qué bien se lo montan algunos
Mi jefa está enfadada.
La culpa es tuya por tenerme despierta hasta tan tarde con tus… tejemanejes.
Debería darte vergüenza.
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:32
Para: Brittany Pierce
Asunto: ¿Tejemaqué?
Tú no tienes por qué trabajar, Brittany.
No tienes ni idea de lo horrorizada que estoy de mis tejemanejes.
Pero me gusta tenerte despierta hasta tarde;)
Por favor, utiliza la BlackBerry.
Ah, y cásate conmigo, por favor.
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 09:35
Para: Santana López
Asunto: Ganarse la vida
Conozco tu tendencia natural a insistir, pero para ya.
Tengo que hablar con tu psiquiatra.
Hasta entonces no te daré una respuesta.
No soy contraria a vivir en pecado.
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:40
Para: Brittany Pierce
Asunto: BLACKBERRY
Brittany: si vas a empezar a hablar del doctor Flynn, utiliza la blackberry.
No es una petición.
Santana López Ahora enfadada presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Oh, no, ahora ella también está enfadada conmigo. Bueno, por mí que se ponga como quiera. Saco la BlackBerry del bolso y la miro con escepticismo. Mientras empieza a sonar. ¿Es que no puede dejarme en paz?
—Sí —contesto con sequedad.
—Britt, hola…
— ¡Noah! ¿Cómo estás?
Oh, es agradable oír su voz.
—Estoy bien, Britt. Oye, ¿sigues saliendo con esa tal López?
—Eh… sí… ¿Por qué?
¿Adónde quiere ir a parar?
—Bueno, ella ha comprado todas tus fotos, y pensé que podría llevarlas yo mismo a Seattle. La exposición cierra el jueves, o sea que podría entregarlas el viernes por la tarde. Y a lo mejor podríamos tomar una copa o algo. La verdad es que también necesitaría un sitio para dormir.
—Eso me parece estupendo, Noah. Sí, seguro que podremos arreglarlo de alguna manera. Deja que lo hable con Santana y te vuelvo a llamar, ¿vale?
—Muy bien, espero tu llamada. Adiós, Britt.
—Adiós.
Y cuelga.
Oh, vaya. No he visto ni sabido nada de Noah desde la inauguración de su exposición. Ni siquiera le he preguntado cómo le estaba yendo, o si había vendido alguna obra más. Menuda amiga.
Así que a lo mejor el viernes por la noche salgo por ahí con Noah. ¿Cómo se lo tomará Santana? Solo me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio cuando al final noto que me duele. Oh, esa mujer tiene un doble rasero. Ella sí que puede —me estremezco al pensarlo— darle ese puñetero baño a su ex amante, pero a mí seguramente me caerá una bronca solo por querer tomar una copa con Noah. ¿Cómo voy a manejar todo esto?
— ¡Britt! —Marley me saca de golpe de mis elucubraciones. ¿Sigue enfadada?
—. ¿Dónde está esa carta?
—Eh… ya voy.
Maldita sea. ¿Qué le pasa?
Escribo la carta en un santiamén, la imprimo y entro en su despacho, nerviosa.
—Aquí la tienes.
La dejo sobre su mesa y me doy la vuelta para irme. Inmediatamente, Marley le echa un rápido vistazo, crítico y penetrante.
—No sé a qué te dedicas ahí fuera, pero yo te pago para trabajar —replica.
—Soy consciente de ello, Marley —balbuceo en tono de disculpa.
Y noto un rubor que se extiende lentamente bajo mi piel.
—Esto está lleno de errores —espeta—. Repítelo.
Oh, no. Empieza a sonar como alguien que yo me sé, pero la brusquedad de Santana puedo tolerarla. Marley está empezando a desquiciarme.
—Ah, y tráeme otro café de paso.
—Lo siento —musito, y salgo de su despacho tan deprisa como puedo.
Por Dios. Se está poniendo insoportable. Vuelvo a sentarme a mi mesa, rehago rápidamente la carta, que solo tenía dos errores, y la repaso a fondo antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Le preparo otro café, y le dirijo una elocuente mirada a Claire para hacerle saber que estoy metida en un buen lío. Suspiro profundamente, y entro de nuevo en su despacho.
—Mejor —murmura de mala gana mientras firma la carta—. Fotocópiala, archiva el original y envíala por correo a todos nuestros autores. ¿Entendido?
—Sí. —No soy una idiota—. Marley, ¿pasa algo?
Ella levanta la vista, y sus ojos azules se oscurecen mientras repasan mi cuerpo de arriba abajo. Se me hiela la sangre.
—No.
Es una respuesta concisa, grosera y despectiva. Yo me quedo allí plantada como la idiota que decía no ser, y luego vuelvo a salir disparada de su despacho.
Quizá ella también sufra un trastorno de personalidad. Vaya por Dios, estoy rodeada.
Voy hacia la fotocopiadora en la que, naturalmente, el papel está atascado, y en cuanto la arreglo, descubro que se ha terminado el papel. Hoy no es mi día.
Cuando por fin vuelvo a mi mesa y empiezo a respirar, suena la BlackBerry. A través del cristal de su despacho, veo que Marley está al teléfono.
Contesto. Es Blaine.
—Hola, Britt. ¿Cómo fue anoche?
Anoche… Me viene a la mente una rápida secuencia de imágenes: Santana arrodillada, su confesión, su proposición, los macarrones con queso, mis lágrimas, su pesadilla, el sexo, tocarla…
—Eh… bien —murmuro de forma poco convincente.
Blaine se queda callado, y al final decide pasar por alto mi evasiva.
—Estupendo. ¿Puedo ir a recoger las llaves?
—Claro.
—Pasaré por ahí dentro de media hora. ¿Tendrás tiempo para un café?
—Hoy no. He llegado tarde y mi jefa está furiosa como un osa a la que le hubiera picado una hormiga en el culo.
—Suena mal.
—Suena fatal —digo soltando una risita.
Blaine se ríe y me alegra un poco el ánimo
—Vale, nos vemos a las tres.
Y cuelga.
Levanto la vista y Marley me está mirando. Maldita sea. La ignoro a conciencia y sigo con mi trabajo.
Al cabo de media hora suena el teléfono de mi mesa. Es Claire.
—Ha vuelto. Está aquí, en recepción. El dios castaño.
Después de toda la angustia que pasé ayer y del día que la malhumorada de mi jefa me está haciendo pasar, es una alegría ver a Blaine, aunque enseguida tenemos que despedirnos.
— ¿Nos veremos esta noche?
—Seguramente me quedaré con Santana.
Me ruborizo.
—Estás muy pillada, ¿eh? —comenta Blaine con cariño.
Me encojo de hombros. Si solo fuera eso… Y en ese momento me doy cuenta de que no solo estoy muy pillada: estoy pillada de por vida. Y lo más extraordinario es que Santana parece sentir lo mismo. Blaine me da un breve abrazo.
—Hasta luego, Britt.
Vuelvo a mi mesa, intentando digerir lo que acabo de descubrir. Oh, lo que daría por pasar un día sola para pensar en todo esto.
De pronto Marley aparece ante mí.
— ¿Dónde has estado?
—He tenido que ir un momento a recepción.
Me está poniendo realmente de los nervios.
—Quiero mi comida. Lo de siempre —dice con brusquedad, y vuelve a entrar en su despacho.
¿Por qué no me habré quedado en casa con Santana? La diosa que llevo dentro cruza los brazos y frunce los labios: ella también quiere saber la respuesta a eso. Cojo el bolso y la BlackBerry y me encamino hacia la puerta. Reviso mis mensajes.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:06
Para: Brittany Pierce
Asunto: Te echo de menos
Mi cama es demasiado grande sin ti.
Por lo visto, al final tendré que ponerme a trabajar.
Incluso las presidentas presuntuosas tienen cosas que hacer.
x
Santana López
Presidenta mano sobre mano de López Enterprises Holdings, Inc.
Y otro de ella, algo más tarde.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:50
Para: Brittany Pierce
Asunto: La discreción
Es lo mejor del valor.
Por favor actúa con discreción… Tus e-mails de trabajo están monitorizados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECÍRTELO?
Sí. Mayúsculas chillonas, como tú dices. UTILIZA LA BLACKBERRY.
El doctor Flynn puede reunirse con nosotras mañana por la tarde.
x
Santana López Todavía enfadada presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Y otro más… oh, no.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 12:15
Para: Brittany Pierce
Asunto: Nerviosismo
No he sabido nada de ti.
Por favor, dime que estás bien.
Ya sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobarlo!
x
Santana López
Muy ansiosa presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Pongo los ojos en blanco, y la llamo. No quiero que se preocupe.
—Teléfono de Santana López, soy Andrea Parker.
Oh, me desconcierta tanto que no sea Santana quien conteste que me paró en seco en la calle, y el chico que va detrás de mí masculla enfadado y vira bruscamente para no chocar conmigo. Me refugio bajo el toldo verde de la tienda.
— ¿Hola? ¿Puedo ayudarla?
La voz de Andrea llena el incómodo silencio.
—Lo siento… Esto… esperaba hablar con Santana.
—En este momento la señor López está reunida—dice muy expeditiva.
— ¿Quiere dejar un mensaje?
— ¿Puede decirle que ha llamado Britt?
— ¿Britt? ¿Es Brittany Pierce?
—Eh… Sí.
Su pregunta me confunde.
—Espere un segundo, señorita Pierce.
Ella deja un momento el teléfono y yo escucho con atención, pero no oigo lo que pasa. Al cabo de unos segundos, Santana está al aparato.
— ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Ella respira, aliviada.
— ¿Por qué no iba a estarlo, Santana? —murmuro para tranquilizarla.
—Siempre contestas enseguida a mis correos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupada —añade en voz baja, y luego habla con alguien de su despacho—. No, Andrea. Diles que esperen —ordena rotunda.
Oh, yo conozco ese tono de voz.
No oigo la respuesta de Andrea.
—No, he dicho que esperen —reitera con firmeza.
—Santana, ahora estás muy ocupada. Solo he llamado para decirte que estoy bien, en serio… solo que hoy he estado muy ocupada. Marley ha sacado el látigo.
Esto… quiero decir…
Me ruborizo y me callo.
Pasa un buen rato sin que Santana diga nada.
—Así que el látigo, ¿eh? Bueno, hubo un tiempo en que le habría considerado una mujer muy afortunada —dice en un tono bastante sardónico—. No permitas que se te suba encima, bella.
— ¡Santana! —le riño, y sé que está sonriendo.
—Solo digo que la controles, nada más. Mira, me alegro de que estés bien.
¿A qué hora te recojo?
—Te mandaré un e-mail.
—Desde tu BlackBerry —dice con severidad.
—Sí, señora —replico a mi vez.
—Hasta luego, bella.
—Adiós…
Sigue al teléfono.
—Cuelga —le regaño, sonriendo.
Ella suspira profundamente.
—Ojalá no hubieras ido a trabajar esta mañana.
—Yo pienso lo mismo. Pero estoy ocupada. Cuelga.
—Cuelga tú.
Puedo notar su sonrisa. Oh, la Santana juguetona. Adoro a la Santana juguetona. Mmm… Adoro a Santana, punto.
—Ya estamos otra vez…
—Te estás mordiendo el labio.
Maldita sea, tiene razón. ¿Cómo lo sabe?
— ¿Ves?, tú crees que no te conozco, Brittany. Pero te conozco mejor de lo que crees. Murmura seductoramente, de esa forma que me deja sin fuerzas y hace que me derrita.
—Santana, ya hablaremos más tarde. Ahora mismo yo también desearía sinceramente no haberme ido esta mañana.
—Esperaré su correo, señorita Pierce.
Cuelgo, y me apoyo en el frío y duro vidrio del escaparate de la tienda. Oh, Dios, incluso por teléfono me posee. Sacudo la cabeza para dejar de pensar en Santana López y entro en la tienda, deprimida al pensar de nuevo en Marley.
Cuando vuelvo, me pone mala cara.
— ¿Te parece bien que salga a comer ahora? —le pregunto cautelosa.
Ella levanta la vista y me mira aún más malhumorada.
—Si no hay más remedio… —me suelta—. Cuarenta y cinco minutos. Para recuperar el tiempo que has perdido esta mañana.
—Marley, ¿puedo preguntarte una cosa?
— ¿Qué?
—Hoy pareces muy disgustada. ¿He hecho algo que te haya molestado?
Se me queda mirando.
—Ahora mismo no estoy de humor para hacer una lista de tus fallos. Tengo trabajo.
Devuelve la mirada a la pantalla de su ordenador, echándome claramente.
Por Dios… ¿Qué he hecho?
Me doy la vuelta y salgo de su despacho, y por un momento creo que voy a llorar. ¿Por qué de repente siente tanta aversión hacia mí? Me viene a la mente una idea muy desagradable, pero la ignoro. Ahora mismo no necesito pensar en sus tonterías… bastante tengo con lo mío.
Salgo del edificio en dirección al Starbucks más cercano, pido un café con leche y me siento junto a la ventana. Saco el iPod del bolso y me pongo los auriculares.
Escojo una canción al azar y pulso el botón de repetir para que suene una y otra vez.
Necesito música para pensar.
Dejo vagar mi mente. Santana la sádica. Santana la sumisa. Santana la intocable. Los impulsos de Santana. Santana bañando a Leila. Esta última imagen me atormenta, y gimo y cierro los ojos.
¿Realmente puedo casarme con esta mujer? Eso implica aceptar muchas cosas. Ella es compleja y difícil, pero en mi fuero interno sé que no quiero dejarla, a pesar de todos sus conflictos. Nunca podría dejarla. La amo. Sería como cortarme un brazo.
Nunca me había sentido tan viva, tan vital como ahora mismo. Desde que la conocí he descubierto todo tipo de sentimientos profundos y desconcertantes, y experiencias nuevas. Con Cincuenta nunca hay momentos de aburrimiento.
Recuerdo mi vida antes de Santana, y es como si todo fuera en blanco y negro, como los retratos de Noah. Ahora mi vida entera es en colores saturados, ricos y brillantes. Estoy planeando sobre un rayo de luz deslumbrante, la luz deslumbrante de Santana. Sigo siendo Ícaro, volando demasiado cerca de mi sol. Suelto un resoplido interno. Volar con Santana… ¿quién puede resistirse a una mujer que puede volar?
¿Puedo abandonarla? ¿Quiero abandonarla? Es como si ella hubiera pulsado un interruptor que me iluminara por dentro. Conocerla ha sido todo un proceso de aprendizaje. He descubierto más sobre mí misma en las últimas semanas que en toda mi vida anterior. He aprendido sobre mi cuerpo, mis límites infranqueables, mi tolerancia, mi paciencia, mi compasión y mi capacidad para amar.
Y entonces la idea me impacta con la fuerza de un rayo. Esto es lo que ella necesita de mí, a lo que tiene derecho: al amor incondicional. Nunca lo recibió de la puta adicta al crack… eso es lo que ella necesita. ¿Puedo amarla incondicionalmente?
¿Puedo aceptarla tal como es, a pesar de todo lo que me contó anoche?
Sé que es una mujer herida, pero no creo que sea irredimible. Suspiro al recordar las palabras de Taylor: «Es una buena mujer, señorita Pierce».
Yo he sido testigo de la contundente evidencia de su bondad: sus obras de beneficencia, su ética empresarial, su generosidad… y, sin embargo, ella no es capaz de verla en sí misma. No se cree en absoluto merecedora de amor. Conocer su historia y sus predilecciones me ha permitido atisbar el origen de su odio hacia sí misma… por eso no ha dejado que nadie se le acercara. ¿Seré capaz de superar esto?
Una vez me dijo que no podía ni imaginar siquiera hasta dónde llegaba su depravación. Bueno, ahora ya me lo ha contado y, conociendo cómo fueron los primeros años de su vida, no me sorprende… aunque me impactó mucho oírlo en voz alta. Al menos me lo ha contado… y parece más feliz después de haberlo hecho. Ahora lo sé todo.
¿Eso devalúa su amor por mí? No, no lo creo. Ella nunca se había sentido así, ni yo tampoco. Esto es nuevo para ambas.
Los ojos se me llenan de lágrimas al recordar que, cuando dejó que la tocara anoche, cayeron sus últimas barreras. Y que tuvo que aparecer Leila con toda su locura para que llegáramos a ese punto.
Tal vez debería estar agradecida. Ahora, el hecho de que ella la bañara ya no me deja un sabor tan amargo. Me pregunto qué ropa le dio. Espero que no fuera el vestido de color ciruela. Me gusta mucho ese vestido.
Así que ¿puedo amar incondicionalmente a esa mujer con todos sus conflictos? Porque no merece menos que eso. Todavía tiene que aprender límites, y pequeñas cosas como la empatía, y a ser menos controladora. Dice que ya no siente la compulsión de hacerme daño; quizá el doctor Flynn pueda arrojar algo de luz sobre eso.
Fundamentalmente, eso es lo que más me preocupa: que necesite eso y que siempre haya encontrado mujeres afines que también la necesitaban. Frunzo el ceño. Sí, esa es la seguridad que necesito. Quiero ser todas las cosas para esta mujer, su Alfa y su Omega y todo lo que hay en medio, porque ella lo es todo para mí.
Espero que Flynn pueda contestar a todas mis preguntas, y quizá entonces podré decir que sí. Santana y yo encontraremos nuestro propio trozo de cielo cerca del sol.
Contemplo el bullicio de Seattle a la hora de comer. Señora de Santana López… ¿quién lo iba a decir? Miro el reloj. ¡Oh, no! Me levanto de un salto y salgo corriendo hacia la puerta: llevo una hora entera sentada aquí… ¡qué rápido ha pasado el tiempo! ¡Marley se va a poner como una fiera!
Vuelvo sigilosamente a mi mesa. Por suerte, ella no está en su despacho.
Parece ser que me voy a librar. Miro fijamente la pantalla de mi ordenador, tratando de que mi mente se ponga en modo trabajo.
— ¿Dónde estabas?
Pego un salto. Marley está detrás de mí con los brazos cruzados.
—En el sótano, haciendo fotocopias —miento.
Ella aprieta los labios, que se convierten en una línea fina, inflexible.
—A las seis y media tengo que salir para el aeropuerto. Necesito que te quedes hasta entonces.
—De acuerdo.
Le sonrío con toda la amabilidad de la que soy capaz.
—Necesito una copia impresa de mi agenda de trabajo en Nueva York, junto con diez fotocopias. Y encárgate de que empaqueten los folletos. ¡Y tráeme un café! —gruñe, y entra con paso enérgico en su despacho.
Suelto un suspiro de alivio y, cuando cierra la puerta, le saco la lengua.
Estúpida…
A las cuatro en punto, Claire llama desde recepción.
—Rachel López te llama por teléfono.
¿Rachel? Espero que no quiera que vayamos al centro comercial.
— ¡Hola, Rachel!
—Britt, hola. ¿Cómo estás? —dice con entusiasmo desbordante.
—Bien. Tengo mucho trabajo hoy. ¿Y tú?
— ¡Estoy de lo más aburrida! Y, para entretenerme con algo, estoy organizando una fiesta de cumpleaños para Santana.
¿El cumpleaños de Santana? Vaya, no tenía ni idea.
— ¿Cuándo es?
—Lo sabía. Sabía que no te lo habría dicho. Es el sábado. Mamá y papá quieren que venga todo el mundo a comer para celebrarlo. Te estoy invitando oficialmente.
—Oh, eso es estupendo. Gracias, Rachel.
—Ya he telefoneado a Santana y se lo he dicho, y ella me ha dado tu teléfono de aquí.
—Genial.
Mi mente ya está dando vueltas: ¿qué demonios voy a comprarle a Santana por su cumpleaños? ¿Qué le compras a una mujer que tiene de todo?
—Y la próxima semana podríamos quedar para comer.
—Claro. ¿Y qué tal mañana? Mi jefa estará en Nueva York.
—Oh, eso sería fantástico, Britt. ¿A qué hora?
— ¿A la una menos cuarto?
—Ahí estaré. Adiós, Britt.
—Adiós.
Cuelgo.
Santana. Cumpleaños. ¿Qué demonios puedo comprarle?
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:11
Para: Santana López
Asunto: Prehistórico
Querida señora López:
¿Cuándo, exactamente, pensabas decírmelo?
¿Qué debería comprarle a mi vejestorio por su cumpleaños?
¿Quizá unas pilas para el audífono?
B x
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:20
Para: Brittany Pierce
Asunto: Prehistórico
No te burles de los ancianos.
Me alegro de que estés vivita y coleando.
Y de que Rachel te haya llamado.
Las pilas siempre van bien.
No me gusta celebrar mi cumpleaños.
X
Santana López Presidenta sorda como una tapia de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:24
Para: Santana López
Asunto: Mmm
Querida señora López:
La imagino poniendo morritos mientras escribía esa última frase.
Eso ejerce un efecto sobre mí.
B xox
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:29
Para: Brittany Pierce
Asunto: Con los ojos en blanco
Señorita Pierce:
¡¡¡UTILICE LA BLACKBERRY!!!
x
Santana López Presidenta de mano suelta de López Enterprises Holdings, Inc.
Pongo cara de exasperación. ¿Por qué es tan susceptible con los e-mails?
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:33
Para: Santana López
Asunto: Inspiración
Querida señora López:
Ah… No puede estar sin la mano suelta mucho tiempo, ¿verdad? Me pregunto qué diría sobre eso el doctor Flynn.
Pero ahora ya sé qué voy a regalarte por tu cumpleaños… y espero que me haga daño…
;)
B x
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:38
Para: Brittany Pierce
Asunto: Angina de pecho
Señorita Pierce:
No creo que mi corazón pueda aguantar la tensión de otro correo como este; ni tampoco mis pantalones, por cierto.
Compórtese.
X
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:42
Para: Santana López
Asunto: Pesada
Santana:
Intento trabajar para mi muy pesada jefa.
Por favor, deja de molestarme y de ser tan pesada tú también.
Tu último e-mail me ha puesto a cien.
X
P.D.: ¿Puedes recogerme a las 18:30?
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:47
Para: Brittany Pierce
Asunto: Ahí estaré
Nada me complacería más.
En realidad, sí se me ocurren una serie de cosas que me complacerían más, y todas tienen que ver contigo.
X
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Al leer su respuesta, me ruborizo y sacudo la cabeza. Bromear sobre estas cosas por correo está muy bien, pero la verdad es que tenemos que hablar. Quizá después de mi charla con el doctor Flynn. Dejo la BlackBerry y doy por terminada mi pequeña reconciliación.
Hacia las seis y cuarto la oficina está desierta. He leído todo lo que me ha encargado Marley. He reservado un taxi para que la lleve al aeropuerto, y acabo de entregarle sus documentos. Echo una mirada ansiosa a través del cristal, pero ella sigue concentrada en su llamada telefónica, y no quiero interrumpirla; no, visto el humor que tiene hoy.
Mientras espero a que termine, se me ocurre que hoy no he comido. Oh, no… eso no le sentará bien a Cincuenta. Me dirijo rápidamente hacia la cocina para ver si quedan galletas.
Estoy abriendo el tarro comunitario de galletas cuando Marley aparece de repente en el umbral de la cocina, mirándome fijamente.
Oh. ¿Qué está haciendo aquí?
Me fulmina con la mirada.
—Bueno, Britt. Creo que este es un buen momento para hablar de tus fallos.
Entra y cierra la puerta, e inmediatamente se me seca la boca y en mi mente suena una alarma fuerte e insistente.
Oh, no.
En sus labios se dibuja una sonrisa grotesca, y sus ojos tienen un brillo profundo e intenso de color cobalto.
—Por fin estamos a solas —dice, y se lame el labio superior muy despacio.
¿Qué?
—Ahora… ¿vas a ser buena chica y escucharás con mucha atención lo que te diga?
Bueno gracias por todos sus comentarios y por estar siempre pendiente del fic, hoy ando un poco apurada así q no me extenderé solo me conecte a dejarles el capitulo de hoy..
Lei cada uno de sus comentarios
Parte II – Capítulo 15
Eh… —dice Santana con ternura, y me abraza.
—Por favor, Britt, no llores, por favor —suplica.
Está en el suelo del baño, y yo en su regazo. La rodeo con los brazos y lloro pegada a su cuello. Ella susurra bajito junto a mi pelo y me acaricia suavemente la espalda, la cabeza.
—Lo siento, cariño —murmura.
Finalmente, cuando ya no me quedan lágrimas, Santana se levanta cogiéndome en brazos, me lleva a su habitación y me tumba sobre la cama. Al cabo de unos segundos la tengo a mi lado y las luces están apagadas. Me rodea entre sus brazos y me abraza fuerte, y por fin me sumo en un sueño oscuro y agitado.
Me despierto de golpe. Tengo la cabeza embotada y demasiado calor.
Santana está aferrada a mí como la hiedra. Gruñe suavemente en sueños mientras me libero de sus brazos, pero no se despierta. Me incorporo y echo un vistazo al despertador. Son las tres de la madrugada. Necesito un analgésico y beber algo. Saco las piernas de la cama y me dirijo a la cocina.
Encuentro un envase de zumo de naranja en la nevera y me sirvo un vaso.
Mmm… está delicioso, y el embotamiento mental desaparece al instante. Rebusco en los cajones algún calmante y al final doy con una caja de plástico llena de medicamentos. Me tomo dos analgésicos y me sirvo otro vaso de zumo de naranja.
Me acerco a la enorme pared acristalada y contemplo cómo duerme Seattle.
Las luces brillan y parpadean a los pies del castillo de Santana en el cielo, ¿o debería decir fortaleza? Presiono la frente contra el frío cristal, y siento cierto alivio. Tengo tanto en lo que pensar después de todas las revelaciones de ayer. Apoyo la espalda en el vidrio y me deslizo hasta el suelo. El salón en penumbra se ve inmenso y tenebroso, con la única luz procedente de las tres lámparas suspendidas sobre la isla de la cocina.
¿Podría vivir aquí, casada con Santana? ¿Después de todo lo que ella ha hecho entre estas paredes? ¿Con toda esa carga de su pasado que alberga este lugar?
Matrimonio… Resulta algo casi inconcebible y totalmente inesperado. Pero también es verdad que todo lo referido a Santana es inesperado. Y, ante esa evidencia, aparece en mis labios una sonrisa irónica. Santana López, esperar lo inesperado… las cincuenta sombras de una existencia destrozada.
Mi sonrisa desaparece. Me parezco a su madre. Eso me duele en lo más profundo, y repentinamente me quedo sin aire en los pulmones. Todas nos parecemos a su madre.
¿Cómo demonios voy a actuar después de conocer este pequeño secreto?
No me extraña que no quisiera decírmelo. Pero la verdad es que ella no puede acordarse mucho de su madre. Me pregunto una vez más si debería hablar con el doctor Flynn.
¿Me lo permitiría Santana? Quizá el podría ayudarme a llenar las lagunas que me faltan.
Sacudo la cabeza. Me siento exhausta emocionalmente, pero disfruto de la tranquila serenidad del salón y de sus preciosas obras de arte; frías y austeras, pero con un estilo propio, también hermosas en la penumbra y seguramente valiosísimas.
¿Podría yo vivir aquí? ¿En lo bueno y en lo malo? ¿En la salud y en la enfermedad?
Cierro los ojos, apoyo la cabeza en el cristal, y lanzo un profundo y reparador suspiro.
La apacible tranquilidad del momento se ve interrumpida por un grito visceral y primitivo que me eriza el vello y pone en alerta todo mi cuerpo. ¡Santana!
¡Dios santo!, ¿qué ha pasado? Me pongo de pie y salgo corriendo hacia el dormitorio antes de que el eco de ese sonido horrible se haya desvanecido, con el corazón palpitando de miedo.
Pulso uno de los interruptores y se enciende la lámpara de la mesita de Santana. Ella se debate frenéticamente en la cama, retorciéndose de angustia. ¡No!
Vuelve a gritar, y ese sonido devastador y espeluznante me desgarra de nuevo.
¡Santo Dios… una pesadilla!
— ¡Santana!
Me inclino sobre ella, la sujeto por los hombros y la zarandeo para que despierte. Ella abre los ojos, y son salvajes y vacíos, y examinan rápidamente la habitación vacía antes de volver a posarse en mí.
—Te fuiste, te fuiste, deberías haberte ido —balbucea, y la mirada de sus ojos desmesurados se convierte en acusatoria, y parece tan perdida que se me parte el corazón. Pobre Cincuenta…
—Estoy aquí. —Me siento en la cama a su lado—. Estoy aquí —murmuro en voz baja, en un esfuerzo por tranquilizarla.
Me acerco y le apoyo la palma en un lado de la cara, intentando calmarla.
—Te habías ido —susurra presurosa.
Sigue teniendo los ojos salvajes y asustados, pero se va serenando poco a poco.
—He ido a buscar algo de beber. Tenía sed.
Cierra los ojos y se frota la cara. Cuando vuelve a abrirlos parece muy desolada.
—Estás aquí. Oh, gracias a Dios.
Se acerca a mí y me sujeta con fuerza, y me vuelve a tumbar en la cama, a su lado.
—Solo he ido a buscar algo de beber —murmuro.
Oh, la intensidad de su miedo… puedo sentirla. Tiene la camiseta empapada en sudor, y cuando me atrae hacia ella su corazón late con fuerza. Me mira fijamente, como para asegurarse de que realmente estoy aquí. Le acaricio el cabello con ternura y después la mejilla.
—Santana, por favor. Estoy aquí. No me voy a ir a ningún sitio —le digo con dulzura.
—Oh, Britt —musita.
Me coge la barbilla y la acerca hasta que su boca está sobre la mía. El deseo la invade e instantáneamente mi cuerpo responde… está tan ligado y sincronizado al suyo. Posa los labios sobre mi oreja, en mi cuello, y nuevamente en mi boca, sus dientes tiran suavemente de mi labio inferior, su mano sube por mi cuerpo, de la cadera al pecho, arrastrando la camiseta hacia arriba. Acariciándome, sintiendo bajo sus dedos las simas y las turgencias de mi piel, consigue provocar en mí la ya tan familiar reacción, haciendo que me estremezca en lo más profundo. Gimo cuando su mano se curva en torno a uno de mis pechos y sus dedos se agarran al pezón.
—Te deseo —murmura.
—Estoy aquí para ti. Solo para ti, Santana.
Gruñe y me besa una vez más apasionadamente, con un fervor y una desesperación que no había sentido nunca en ella. Cojo el bajo de su camiseta, tiro y ella me ayuda a quitársela por la cabeza. Luego se arrodilla entre mis piernas, me incorpora presurosamente y me despoja de la mía.
Sus ojos se ven serios, anhelantes, llenos de oscuros secretos… vulnerables. Coloca las manos alrededor de mi cara y me besa, y caemos de nuevo en la cama. Está medio tendida sobre mí, con uno de sus muslos entre los míos, y siento su humedad, presiona contra mi cadera a través de su short corto. Me desea, pero, de repente, sus palabras de antes, lo que dijo sobre su madre, escogen este momento para volver a rondar por mi mente y atormentarme. Y es como un cubo de agua fría sobre mi libido. Maldita sea… No puedo hacer esto, ahora no.
—Santana… para. No puedo hacerlo —susurro apreRachelnte junto a su boca, empujando sus antebrazos con las manos.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? —murmura, y empieza a besarme el cuello, y me desliza la punta de la lengua por la garganta.
Oh…
—No, por favor. No puedo hacerlo, ahora no. Necesito un poco de tiempo, por favor.
—Oh, Britt, no le des tantas vueltas —susurra mientras me mordisquea el lóbulo.
— ¡Ah! —jadeo, sintiéndolo en la entrepierna, y mi cuerpo se arquea, traicionándome.
Todo resulta tan confuso…
—Yo sigo siendo la misma, Britt. Te quiero y te necesito. Tócame. Por favor.
Frota su nariz contra la mía, y su súplica tranquila y sincera hace que me conmueva y me derrita por dentro.
Tocarla… Tocarla mientras hacemos el amor. Oh, Dios.
Se coloca sobre mí, me mira y, a la tenue luz de la lámpara de la mesilla, veo que está esperando mi decisión, y que está atrapada en mi hechizo.
Alargo la mano con cautela y la poso sobre el montículo de tu pecho izquierdo. Ella jadea y cierra los ojos con fuerza, como si le doliera, pero esta vez no aparto la mano. La subo hasta sus hombros y noto el temblor que recorre su cuerpo. Gime, y la atraigo hacia mí, colocando ambas manos en su espalda donde no la había tocado nunca, sobre los omoplatos, le quito el sujetador y la abrazo.
Ella entierra la cabeza en mi cuello, me besa, chupa y me muerde, y luego sube con la nariz hasta la barbilla y me besa, su lengua posee mi boca y sus manos se mueven otra vez sobre mi cuerpo. Sus labios bajan… bajan… bajan hasta mis pechos, adorándome a su paso, y mis manos siguen en sus hombros y en su espalda, disfrutando de su piel empapada aún por la pesadilla. Cierra los labios sobre mi pezón, chupa y tira, y este se alza para recibir a su gloriosa y hábil boca.
Gimo y deslizo las uñas por su espalda. Y ella jadea en un gemido entrecortado.
—Oh, Dios, Britt —dice sin respiración, y es mitad gruñido, mitad grito.
Me desgarra el alma, pero también llega a mis entrañas y me tensa todos los músculos por debajo de la cintura. ¡Ah, lo que soy capaz de hacerle! Ahora jadeo, y su respiración torturada se acompasa a la mía.
Sus manos van bajando, sobre mi vientre y hasta mi sexo… y sus dedos están sobre mí y luego dentro de mí. Gimo y ella mueve los dedos en mi interior de esa forma que ella sabe, y yo empujo la pelvis para recibir su caricia.
—Britt —musita.
De pronto me suelta y se sienta, se quita el short y las bragas y me quita los mios.
— ¿Quieres hacerlo? Todavía puedes decir que no. Siempre puedes decir que no.
Murmura.
—No me des la oportunidad de pensar, Santana. Yo también te deseo.
La tomo por la cintura y la acomodo entre mis piernas, sintiendo lo mojada que esta. Nuestros sexos se unen y muevo mi cadera arremetiendo contra su sexo.
—Tranquila… Vas a hacer que me corra, Britt.
Me maravilla lo que mis caricias pueden provocar en esta mujer. En ese momento todas mis dudas quedan relegadas y encerradas en los abismos más profundos y oscuros del fondo de mi mente. Estoy embriagada por esta mujer, mi mujer, mi Cincuenta Sombras. De repente se revuelve, cogiéndome totalmente por sorpresa, y estoy encima de ella. Uau.
—Tú… tómame tú —murmura, y sus ojos brillan con intensidad febril.
Ah… Despacio, muy despacio, me muevo sobre ella. Echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y gruñe. La beso y empiezo a moverme, gozando de la plenitud de mi posesión, gozando de su reacción, viendo cómo se destensa debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino y le beso la barbilla, deslizando los dientes a lo largo de su mandíbula. Su sabor es delicioso. Ella se agarra a mis caderas y ralentiza mi ritmo, haciéndolo lento y pausado.
—Britt, tócame… por favor.
Oh. Me inclino hacia delante y me apoyo con las manos sobre sus pechos. Y ella grita, y su grito es como un sollozo que penetra con fuerza en mi interior.
—Aaah —gimoteo, me inclino y tomo su pezón derecho con mi boca, lo acaricio con mi lengua, chupo, muerdo y ella gruñe fuerte y se revuelve bruscamente, de manera que vuelvo a estar debajo.
—Basta —gime—. No más, por favor.
Es una súplica desgarradora.
Le cojo la cara entre las manos, noto la humedad de sus mejillas, y la atraigo con mi fuerza hacia mis labios para poder besarla. Y luego me aferro a ella con mis manos en su espalda.
De su garganta surge un gruñido ronco y profundo mientras se mueve en mí, pero no consigo dejarme ir. Tengo demasiadas cosas en la cabeza que me confunden. Estoy demasiado ofuscada con ella.
—Déjate ir, Britt —me apreRachel.
—No.
—Sí —gruñe.
Se mueve ligeramente y gira las caderas, una y otra vez.
¡Dios… ahhh!
—Vamos, bella, lo necesito. Dámelo.
Y estallo, mi cuerpo es esclavo del suyo, envuelto en torno a ella, aferrado a ella como la hiedra, mientras ella grita mi nombre y alcanza el clímax conmigo, y luego se derrumba, con todo su peso presionándome contra el colchón.
Acuno a Santana en mis brazos, con su cabeza descansando en mi pecho, mientras yacemos saboreando los rescoldos de la pasión amorosa. Le paso los dedos por el cabello y escucho cómo su respiración vuelve a la normalidad.
—No me dejes nunca —murmura.
Yo pongo los ojos en blanco, consciente de que no puede verme.
—Sé que me has puesto los ojos en blanco —susurra, y capto un deje divertido en su voz.
—Me conoces bien.
—Me gustaría conocerte mejor.
—Volviendo a ti, López. ¿De qué iba tu pesadilla?
—Lo de siempre.
—Cuéntamelo.
Traga saliva y se tensa antes de emitir un interminable suspiro.
—Debo de tener como unos tres años, y el chulo de la puta adicta al crack vuelve a estar muy furioso. Fuma y fuma sin parar, un cigarrillo tras otro, y no encuentra un cenicero.
Se calla, y un escalofrío aterrador me atenaza el corazón.
—Duele —dice—. Lo que recuerdo es el dolor. Eso es lo que me provoca las pesadillas. Eso, y el hecho de que ella no hiciera nada para detenerle.
Oh, Dios. Es insoportable. La abrazo más fuerte, aferrándome a ella con brazos y piernas, y trato de que mi desesperación no me asfixie. ¿Cómo puede alguien tratar así a una niña? Ella levanta la cabeza y me clava su mirada intensa.
—Tú no eres como ella. Ni se te ocurra siquiera pensarlo. Por favor.
La miro y parpadeo. Me tranquiliza mucho oír eso. Ella vuelve a apoyar la cabeza en mi pecho, y creo que ha terminado, pero me sorprende comprobar que continúa.
—A veces, en mis sueños, ella está simplemente tumbada en el suelo. Y yo creo que está dormida. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y yo tengo hambre. Mucha hambre.
Oh, Dios.
—Se oye un gran ruido y el ha vuelto, me pega muy fuerte y pellizca mis tetillas, mientras maldice a la puta adicta al crack. Su primera reacción siempre era usar los puños o el cinturón.
— ¿Por eso no te gusta que te toquen?
Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
—Es complicado —murmura.
Hunde la nariz entre mis senos, inspirando hondo, intentando distraerme.
—Cuéntamelo —insisto.
Ella suspira.
—Ella no me quería. Yo no me quería. El único roce que conocí era… violento. De ahí viene todo. Flynn lo explica mejor que yo.
— ¿Puedo hablar con Flynn?
Levanta la cabeza para mirarme.
— ¿Quieres profundizar más en Cincuenta Sombras?
—E incluso más. Ahora mismo me gusta cómo profundizo en ellas.
Me muevo provocativamente debajo de ella y sonríe.
—Sí, señorita Pierce, a mí también me gusta.
Se inclina y me besa. Me observa un momento.
—Eres tan valiosa para mí, Britt. Decía en serio lo de casarme contigo. Así podremos conocernos. Yo puedo cuidar de ti. Tú puedes cuidar de mí. Podemos tener hijos, si quieres. Yo pondré el mundo a tus pies, Brittany. Te amo, en cuerpo y alma, para siempre. Por favor, piénsalo.
—Lo pensaré, Santana, lo pensaré —la tranquilizo, y todo me da vueltas otra vez. ¿Hijos? Santo Dios—. Pero realmente me gustaría hablar con el doctor Flynn, si no te importa.
—Por ti lo que sea, bella. Lo que sea. ¿Cuándo te gustaría verle?
—Lo antes posible.
—De acuerdo. Mañana me ocuparé de ello. —Echa un vistazo al reloj.
—Es tarde. Deberíamos dormir.
Alarga un brazo para apagar la luz de la mesita y me atrae hacia ella.
Miro el reloj. Oh, no: las cuatro menos cuarto. Me envuelve en sus brazos, pega la frente a mi espalda y me acaricia el cuello con la nariz.
—Te amo, Britt Pierce, y quiero que estés a mi lado, siempre —murmura mientras me besa el cuello—. Ahora duerme.
Yo cierro los ojos.
Abro a regañadientes mis párpados pesados y una brillante luz inunda la habitación. Dejo escapar un gruñido. Me siento aturdida, desconectada de las extremidades que siento como el plomo, y Santana me envuelve pegada a mí como la hiedra. Como de costumbre, tengo demasiado calor. Deben de ser las cinco de la mañana; el despertador aún no ha sonado. Me muevo para librarme del calor que emite su cuerpo, dándome la vuelta en sus brazos, y ella balbucea algo ininteligible en sueños.
Miro el reloj: las nueve menos cuarto.
Oh, no, voy a llegar tarde. Maldita sea. Salgo dando tumbos de la cama y corro al baño. Tardo cuatro minutos en ducharme y volver a salir.
Santana está sentada en la cama, mirándome con gesto de diversión mal disimulada mezclada con cautela, mientras yo sigo secándome y cogiendo la ropa.
Quizá esté esperando mi reacción a las revelaciones de anoche. Pero ahora mismo, sencillamente, no tengo tiempo.
Repaso la ropa elegida: pantalones negros, camisa negra… todo un poco señora R., pero ahora no puedo perder un segundo cambiando de estilismo. Me pongo con prisas un sujetador y unas bragas negras, consciente de que ella observa todos mis movimientos. Me pone… nerviosa. Las bragas y el sujetador servirán.
—Estás muy guapa —ronronea Santana desde la cama—. ¿Sabes?, puedes llamar y decir que estás enferma.
Me obsequia con esa media sonrisa devastadora, ciento cincuenta por ciento lasciva. Oh, es tan tentadora… La diosa que llevo dentro hace un mohín provocativo.
—No, Santana. No puedo. Yo no soy una presidenta presuntuosa con una sonrisa preciosa que puede entrar y salir a su antojo.
—Me gusta entrar y salir a mi antojo.
Despliega su gloriosa sonrisa un poco más, de manera que ahora aparece en IMAX de alta definición.
— ¡Santana! —le riño.
Y le tiro la toalla, y se echa a reír.
— ¿Una sonrisa preciosa, eh?
—Sí, y ya sabes el efecto que tiene en mí.
Me pongo el reloj.
— ¿Efecto? —parpadea con aire inocente.
—Sí, lo sabes. El mismo efecto que tiene en todas las mujeres. La verdad es que resulta muy cansado ver cómo todas se derriten.
— ¿Ah, sí?
Arquea una ceja y me mira. Se está divirtiendo mucho.
—No se haga el inocente, señora López. La verdad es que no te va nada —le digo distraídamente, mientras me recojo el pelo en una cola de caballo y me calzo mis zapatos de tacón alto.
Ya está. Así voy bien.
Cuando voy a darle un beso de despedida, ella me coge y me tira de nuevo en la cama, y se inclina sobre mí, sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan guapa: esos ojos que brillan traviesos, ese pelo alborotado que le queda después de hacer el amor, esa sonrisa fascinante y esta desnuda. Ahora tiene ganas de jugar.
Yo estoy cansada, la cabeza todavía me da vueltas por todas las cosas que averigüé ayer, mientras que ella está fresca como una rosa y de lo más sexy. Oh, es exasperante… mi Cincuenta.
— ¿Qué puedo hacer para tentarte a quedarte? —dice en voz baja.
Siento un pálpito en el corazón y empieza a latirme con fuerza. Es la tentación personificada.
—No puedes —refunfuño, forcejeando para incorporarme—. Déjame ir.
Ella hace un mohín y desiste. Sonriendo, paso los dedos sobre sus labios esculpidos… mi Cincuenta Sombras. La amo tanto, con toda la oscuridad de su devastada existencia. Ni siquiera he empezado a procesar los acontecimientos de ayer ni cómo me siento al respecto.
Alzo la cabeza para besarla, agradecida por haberme lavado los dientes. Ella me besa fuerte y largamente, y luego de repente me coge y me levanta, dejándome aturdida, sin aliento y temblorosa.
—Taylor te llevará. Llegarás antes si no tienes que buscar aparcamiento.
Está esperando en la puerta del edificio —dice Santana amablemente, y parece aliviada.
¿Acaso le preocupa la reacción que pueda tener esta mañana? Estaba segura de que lo de anoche… bueno, lo de esta madrugada, le habría demostrado que no pienso salir huyendo.
—Vale. Gracias —musito, decepcionada por estar de pie, confundida por sus dudas, y vagamente enfadada porque una vez más no conduciré mi Saab.
Pero, en fin, tiene razón: con Taylor llegaré antes.
—Disfrute de su mañana de vagancia, señora López. Ojalá pudiera quedarme, pero la mujer que posee la empresa para la que trabajo no le gustaría que su personal faltara a su puesto solo por disfrutar de un poco de buen sexo.
Cojo mi bolso.
—Personalmente, señorita Pierce, no tengo ninguna duda de que ella lo aprobaría. De hecho, puede que insistiera en ello.
— ¿Por qué te quedas en la cama? No es propio de ti.
Cruza las manos detrás de la cabeza y me sonríe.
—Porque puedo, señorita Pierce.
La miro y meneo la cabeza.
—Hasta luego, nena.
Le lanzo un beso y salgo por la puerta.
Taylor me está esperando y por lo visto sabe que voy tarde, porque conduce como un loco y consigue que llegue al trabajo a las nueve y cuarto. Cuando aparca junto a la acera, me siento agradecida… agradecida por estar viva: conducía de un modo terrorífico. Y agradecida por no llegar espantosamente tarde: solo quince minutos.
—Gracias, Taylor —murmuro, pálida como una muerta.
Recuerdo que Santana me contó que conducía tanques; quizá también pilote coches de carreras.
—Britt —asiente a modo de despedida, y yo salgo corriendo para la oficina.
Mientras abro la puerta del vestíbulo pienso que por lo visto Taylor ha superado esa formalidad de «señorita Pierce», y eso me hace sonreír.
Claire me sonríe cuando cruzo a toda prisa la recepción en dirección a mi mesa.
— ¡Britt! —me llama Marley—. Ven.
Oh, maldita sea.
— ¿Qué horas son estas? —me increpa.
—Lo siento. Me he dormido —respondo, poniéndome roja.
—Que no vuelva a pasar. Hazme un café, y después necesito que mandes unas cartas. Deprisa —grita, haciéndome dar un respingo.
¿Por qué está tan enfadada? ¿Qué le pasa? ¿Qué he hecho? Corro a la cocina a prepararle el café. Quizá debería haber faltado al trabajo. Podría… bueno, estar practicando sexo excitante con Santana, o desayunando con ella, o simplemente hablando… eso sí que sería toda una novedad.
Marley apenas alza la vista cuando vuelvo a entrar en su despacho para llevarle el café. Me lanza una hoja de papel, garabateada a mano de forma ilegible.
—Pásalo al ordenador, tráemelo para que lo firme, después haz copias y envíalas por correo a todos nuestros autores.
—Muy bien, Marley.
Tampoco levanta la vista cuando salgo. Caray, sí que está enfadada.
Por fin me siento a mi mesa, sintiendo cierto alivio. Bebo un sorbo de té mientras espero a que se encienda el ordenador. Reviso mis e-mails.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:05
Para: Brittany Pierce
Asunto: Te echo de menos
Por favor, utiliza la BlackBerry.
x
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 09:27
Para: Santana López
Asunto: Qué bien se lo montan algunos
Mi jefa está enfadada.
La culpa es tuya por tenerme despierta hasta tan tarde con tus… tejemanejes.
Debería darte vergüenza.
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:32
Para: Brittany Pierce
Asunto: ¿Tejemaqué?
Tú no tienes por qué trabajar, Brittany.
No tienes ni idea de lo horrorizada que estoy de mis tejemanejes.
Pero me gusta tenerte despierta hasta tarde;)
Por favor, utiliza la BlackBerry.
Ah, y cásate conmigo, por favor.
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 09:35
Para: Santana López
Asunto: Ganarse la vida
Conozco tu tendencia natural a insistir, pero para ya.
Tengo que hablar con tu psiquiatra.
Hasta entonces no te daré una respuesta.
No soy contraria a vivir en pecado.
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:40
Para: Brittany Pierce
Asunto: BLACKBERRY
Brittany: si vas a empezar a hablar del doctor Flynn, utiliza la blackberry.
No es una petición.
Santana López Ahora enfadada presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Oh, no, ahora ella también está enfadada conmigo. Bueno, por mí que se ponga como quiera. Saco la BlackBerry del bolso y la miro con escepticismo. Mientras empieza a sonar. ¿Es que no puede dejarme en paz?
—Sí —contesto con sequedad.
—Britt, hola…
— ¡Noah! ¿Cómo estás?
Oh, es agradable oír su voz.
—Estoy bien, Britt. Oye, ¿sigues saliendo con esa tal López?
—Eh… sí… ¿Por qué?
¿Adónde quiere ir a parar?
—Bueno, ella ha comprado todas tus fotos, y pensé que podría llevarlas yo mismo a Seattle. La exposición cierra el jueves, o sea que podría entregarlas el viernes por la tarde. Y a lo mejor podríamos tomar una copa o algo. La verdad es que también necesitaría un sitio para dormir.
—Eso me parece estupendo, Noah. Sí, seguro que podremos arreglarlo de alguna manera. Deja que lo hable con Santana y te vuelvo a llamar, ¿vale?
—Muy bien, espero tu llamada. Adiós, Britt.
—Adiós.
Y cuelga.
Oh, vaya. No he visto ni sabido nada de Noah desde la inauguración de su exposición. Ni siquiera le he preguntado cómo le estaba yendo, o si había vendido alguna obra más. Menuda amiga.
Así que a lo mejor el viernes por la noche salgo por ahí con Noah. ¿Cómo se lo tomará Santana? Solo me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio cuando al final noto que me duele. Oh, esa mujer tiene un doble rasero. Ella sí que puede —me estremezco al pensarlo— darle ese puñetero baño a su ex amante, pero a mí seguramente me caerá una bronca solo por querer tomar una copa con Noah. ¿Cómo voy a manejar todo esto?
— ¡Britt! —Marley me saca de golpe de mis elucubraciones. ¿Sigue enfadada?
—. ¿Dónde está esa carta?
—Eh… ya voy.
Maldita sea. ¿Qué le pasa?
Escribo la carta en un santiamén, la imprimo y entro en su despacho, nerviosa.
—Aquí la tienes.
La dejo sobre su mesa y me doy la vuelta para irme. Inmediatamente, Marley le echa un rápido vistazo, crítico y penetrante.
—No sé a qué te dedicas ahí fuera, pero yo te pago para trabajar —replica.
—Soy consciente de ello, Marley —balbuceo en tono de disculpa.
Y noto un rubor que se extiende lentamente bajo mi piel.
—Esto está lleno de errores —espeta—. Repítelo.
Oh, no. Empieza a sonar como alguien que yo me sé, pero la brusquedad de Santana puedo tolerarla. Marley está empezando a desquiciarme.
—Ah, y tráeme otro café de paso.
—Lo siento —musito, y salgo de su despacho tan deprisa como puedo.
Por Dios. Se está poniendo insoportable. Vuelvo a sentarme a mi mesa, rehago rápidamente la carta, que solo tenía dos errores, y la repaso a fondo antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Le preparo otro café, y le dirijo una elocuente mirada a Claire para hacerle saber que estoy metida en un buen lío. Suspiro profundamente, y entro de nuevo en su despacho.
—Mejor —murmura de mala gana mientras firma la carta—. Fotocópiala, archiva el original y envíala por correo a todos nuestros autores. ¿Entendido?
—Sí. —No soy una idiota—. Marley, ¿pasa algo?
Ella levanta la vista, y sus ojos azules se oscurecen mientras repasan mi cuerpo de arriba abajo. Se me hiela la sangre.
—No.
Es una respuesta concisa, grosera y despectiva. Yo me quedo allí plantada como la idiota que decía no ser, y luego vuelvo a salir disparada de su despacho.
Quizá ella también sufra un trastorno de personalidad. Vaya por Dios, estoy rodeada.
Voy hacia la fotocopiadora en la que, naturalmente, el papel está atascado, y en cuanto la arreglo, descubro que se ha terminado el papel. Hoy no es mi día.
Cuando por fin vuelvo a mi mesa y empiezo a respirar, suena la BlackBerry. A través del cristal de su despacho, veo que Marley está al teléfono.
Contesto. Es Blaine.
—Hola, Britt. ¿Cómo fue anoche?
Anoche… Me viene a la mente una rápida secuencia de imágenes: Santana arrodillada, su confesión, su proposición, los macarrones con queso, mis lágrimas, su pesadilla, el sexo, tocarla…
—Eh… bien —murmuro de forma poco convincente.
Blaine se queda callado, y al final decide pasar por alto mi evasiva.
—Estupendo. ¿Puedo ir a recoger las llaves?
—Claro.
—Pasaré por ahí dentro de media hora. ¿Tendrás tiempo para un café?
—Hoy no. He llegado tarde y mi jefa está furiosa como un osa a la que le hubiera picado una hormiga en el culo.
—Suena mal.
—Suena fatal —digo soltando una risita.
Blaine se ríe y me alegra un poco el ánimo
—Vale, nos vemos a las tres.
Y cuelga.
Levanto la vista y Marley me está mirando. Maldita sea. La ignoro a conciencia y sigo con mi trabajo.
Al cabo de media hora suena el teléfono de mi mesa. Es Claire.
—Ha vuelto. Está aquí, en recepción. El dios castaño.
Después de toda la angustia que pasé ayer y del día que la malhumorada de mi jefa me está haciendo pasar, es una alegría ver a Blaine, aunque enseguida tenemos que despedirnos.
— ¿Nos veremos esta noche?
—Seguramente me quedaré con Santana.
Me ruborizo.
—Estás muy pillada, ¿eh? —comenta Blaine con cariño.
Me encojo de hombros. Si solo fuera eso… Y en ese momento me doy cuenta de que no solo estoy muy pillada: estoy pillada de por vida. Y lo más extraordinario es que Santana parece sentir lo mismo. Blaine me da un breve abrazo.
—Hasta luego, Britt.
Vuelvo a mi mesa, intentando digerir lo que acabo de descubrir. Oh, lo que daría por pasar un día sola para pensar en todo esto.
De pronto Marley aparece ante mí.
— ¿Dónde has estado?
—He tenido que ir un momento a recepción.
Me está poniendo realmente de los nervios.
—Quiero mi comida. Lo de siempre —dice con brusquedad, y vuelve a entrar en su despacho.
¿Por qué no me habré quedado en casa con Santana? La diosa que llevo dentro cruza los brazos y frunce los labios: ella también quiere saber la respuesta a eso. Cojo el bolso y la BlackBerry y me encamino hacia la puerta. Reviso mis mensajes.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:06
Para: Brittany Pierce
Asunto: Te echo de menos
Mi cama es demasiado grande sin ti.
Por lo visto, al final tendré que ponerme a trabajar.
Incluso las presidentas presuntuosas tienen cosas que hacer.
x
Santana López
Presidenta mano sobre mano de López Enterprises Holdings, Inc.
Y otro de ella, algo más tarde.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 09:50
Para: Brittany Pierce
Asunto: La discreción
Es lo mejor del valor.
Por favor actúa con discreción… Tus e-mails de trabajo están monitorizados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECÍRTELO?
Sí. Mayúsculas chillonas, como tú dices. UTILIZA LA BLACKBERRY.
El doctor Flynn puede reunirse con nosotras mañana por la tarde.
x
Santana López Todavía enfadada presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Y otro más… oh, no.
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 12:15
Para: Brittany Pierce
Asunto: Nerviosismo
No he sabido nada de ti.
Por favor, dime que estás bien.
Ya sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobarlo!
x
Santana López
Muy ansiosa presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Pongo los ojos en blanco, y la llamo. No quiero que se preocupe.
—Teléfono de Santana López, soy Andrea Parker.
Oh, me desconcierta tanto que no sea Santana quien conteste que me paró en seco en la calle, y el chico que va detrás de mí masculla enfadado y vira bruscamente para no chocar conmigo. Me refugio bajo el toldo verde de la tienda.
— ¿Hola? ¿Puedo ayudarla?
La voz de Andrea llena el incómodo silencio.
—Lo siento… Esto… esperaba hablar con Santana.
—En este momento la señor López está reunida—dice muy expeditiva.
— ¿Quiere dejar un mensaje?
— ¿Puede decirle que ha llamado Britt?
— ¿Britt? ¿Es Brittany Pierce?
—Eh… Sí.
Su pregunta me confunde.
—Espere un segundo, señorita Pierce.
Ella deja un momento el teléfono y yo escucho con atención, pero no oigo lo que pasa. Al cabo de unos segundos, Santana está al aparato.
— ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Ella respira, aliviada.
— ¿Por qué no iba a estarlo, Santana? —murmuro para tranquilizarla.
—Siempre contestas enseguida a mis correos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupada —añade en voz baja, y luego habla con alguien de su despacho—. No, Andrea. Diles que esperen —ordena rotunda.
Oh, yo conozco ese tono de voz.
No oigo la respuesta de Andrea.
—No, he dicho que esperen —reitera con firmeza.
—Santana, ahora estás muy ocupada. Solo he llamado para decirte que estoy bien, en serio… solo que hoy he estado muy ocupada. Marley ha sacado el látigo.
Esto… quiero decir…
Me ruborizo y me callo.
Pasa un buen rato sin que Santana diga nada.
—Así que el látigo, ¿eh? Bueno, hubo un tiempo en que le habría considerado una mujer muy afortunada —dice en un tono bastante sardónico—. No permitas que se te suba encima, bella.
— ¡Santana! —le riño, y sé que está sonriendo.
—Solo digo que la controles, nada más. Mira, me alegro de que estés bien.
¿A qué hora te recojo?
—Te mandaré un e-mail.
—Desde tu BlackBerry —dice con severidad.
—Sí, señora —replico a mi vez.
—Hasta luego, bella.
—Adiós…
Sigue al teléfono.
—Cuelga —le regaño, sonriendo.
Ella suspira profundamente.
—Ojalá no hubieras ido a trabajar esta mañana.
—Yo pienso lo mismo. Pero estoy ocupada. Cuelga.
—Cuelga tú.
Puedo notar su sonrisa. Oh, la Santana juguetona. Adoro a la Santana juguetona. Mmm… Adoro a Santana, punto.
—Ya estamos otra vez…
—Te estás mordiendo el labio.
Maldita sea, tiene razón. ¿Cómo lo sabe?
— ¿Ves?, tú crees que no te conozco, Brittany. Pero te conozco mejor de lo que crees. Murmura seductoramente, de esa forma que me deja sin fuerzas y hace que me derrita.
—Santana, ya hablaremos más tarde. Ahora mismo yo también desearía sinceramente no haberme ido esta mañana.
—Esperaré su correo, señorita Pierce.
Cuelgo, y me apoyo en el frío y duro vidrio del escaparate de la tienda. Oh, Dios, incluso por teléfono me posee. Sacudo la cabeza para dejar de pensar en Santana López y entro en la tienda, deprimida al pensar de nuevo en Marley.
Cuando vuelvo, me pone mala cara.
— ¿Te parece bien que salga a comer ahora? —le pregunto cautelosa.
Ella levanta la vista y me mira aún más malhumorada.
—Si no hay más remedio… —me suelta—. Cuarenta y cinco minutos. Para recuperar el tiempo que has perdido esta mañana.
—Marley, ¿puedo preguntarte una cosa?
— ¿Qué?
—Hoy pareces muy disgustada. ¿He hecho algo que te haya molestado?
Se me queda mirando.
—Ahora mismo no estoy de humor para hacer una lista de tus fallos. Tengo trabajo.
Devuelve la mirada a la pantalla de su ordenador, echándome claramente.
Por Dios… ¿Qué he hecho?
Me doy la vuelta y salgo de su despacho, y por un momento creo que voy a llorar. ¿Por qué de repente siente tanta aversión hacia mí? Me viene a la mente una idea muy desagradable, pero la ignoro. Ahora mismo no necesito pensar en sus tonterías… bastante tengo con lo mío.
Salgo del edificio en dirección al Starbucks más cercano, pido un café con leche y me siento junto a la ventana. Saco el iPod del bolso y me pongo los auriculares.
Escojo una canción al azar y pulso el botón de repetir para que suene una y otra vez.
Necesito música para pensar.
Dejo vagar mi mente. Santana la sádica. Santana la sumisa. Santana la intocable. Los impulsos de Santana. Santana bañando a Leila. Esta última imagen me atormenta, y gimo y cierro los ojos.
¿Realmente puedo casarme con esta mujer? Eso implica aceptar muchas cosas. Ella es compleja y difícil, pero en mi fuero interno sé que no quiero dejarla, a pesar de todos sus conflictos. Nunca podría dejarla. La amo. Sería como cortarme un brazo.
Nunca me había sentido tan viva, tan vital como ahora mismo. Desde que la conocí he descubierto todo tipo de sentimientos profundos y desconcertantes, y experiencias nuevas. Con Cincuenta nunca hay momentos de aburrimiento.
Recuerdo mi vida antes de Santana, y es como si todo fuera en blanco y negro, como los retratos de Noah. Ahora mi vida entera es en colores saturados, ricos y brillantes. Estoy planeando sobre un rayo de luz deslumbrante, la luz deslumbrante de Santana. Sigo siendo Ícaro, volando demasiado cerca de mi sol. Suelto un resoplido interno. Volar con Santana… ¿quién puede resistirse a una mujer que puede volar?
¿Puedo abandonarla? ¿Quiero abandonarla? Es como si ella hubiera pulsado un interruptor que me iluminara por dentro. Conocerla ha sido todo un proceso de aprendizaje. He descubierto más sobre mí misma en las últimas semanas que en toda mi vida anterior. He aprendido sobre mi cuerpo, mis límites infranqueables, mi tolerancia, mi paciencia, mi compasión y mi capacidad para amar.
Y entonces la idea me impacta con la fuerza de un rayo. Esto es lo que ella necesita de mí, a lo que tiene derecho: al amor incondicional. Nunca lo recibió de la puta adicta al crack… eso es lo que ella necesita. ¿Puedo amarla incondicionalmente?
¿Puedo aceptarla tal como es, a pesar de todo lo que me contó anoche?
Sé que es una mujer herida, pero no creo que sea irredimible. Suspiro al recordar las palabras de Taylor: «Es una buena mujer, señorita Pierce».
Yo he sido testigo de la contundente evidencia de su bondad: sus obras de beneficencia, su ética empresarial, su generosidad… y, sin embargo, ella no es capaz de verla en sí misma. No se cree en absoluto merecedora de amor. Conocer su historia y sus predilecciones me ha permitido atisbar el origen de su odio hacia sí misma… por eso no ha dejado que nadie se le acercara. ¿Seré capaz de superar esto?
Una vez me dijo que no podía ni imaginar siquiera hasta dónde llegaba su depravación. Bueno, ahora ya me lo ha contado y, conociendo cómo fueron los primeros años de su vida, no me sorprende… aunque me impactó mucho oírlo en voz alta. Al menos me lo ha contado… y parece más feliz después de haberlo hecho. Ahora lo sé todo.
¿Eso devalúa su amor por mí? No, no lo creo. Ella nunca se había sentido así, ni yo tampoco. Esto es nuevo para ambas.
Los ojos se me llenan de lágrimas al recordar que, cuando dejó que la tocara anoche, cayeron sus últimas barreras. Y que tuvo que aparecer Leila con toda su locura para que llegáramos a ese punto.
Tal vez debería estar agradecida. Ahora, el hecho de que ella la bañara ya no me deja un sabor tan amargo. Me pregunto qué ropa le dio. Espero que no fuera el vestido de color ciruela. Me gusta mucho ese vestido.
Así que ¿puedo amar incondicionalmente a esa mujer con todos sus conflictos? Porque no merece menos que eso. Todavía tiene que aprender límites, y pequeñas cosas como la empatía, y a ser menos controladora. Dice que ya no siente la compulsión de hacerme daño; quizá el doctor Flynn pueda arrojar algo de luz sobre eso.
Fundamentalmente, eso es lo que más me preocupa: que necesite eso y que siempre haya encontrado mujeres afines que también la necesitaban. Frunzo el ceño. Sí, esa es la seguridad que necesito. Quiero ser todas las cosas para esta mujer, su Alfa y su Omega y todo lo que hay en medio, porque ella lo es todo para mí.
Espero que Flynn pueda contestar a todas mis preguntas, y quizá entonces podré decir que sí. Santana y yo encontraremos nuestro propio trozo de cielo cerca del sol.
Contemplo el bullicio de Seattle a la hora de comer. Señora de Santana López… ¿quién lo iba a decir? Miro el reloj. ¡Oh, no! Me levanto de un salto y salgo corriendo hacia la puerta: llevo una hora entera sentada aquí… ¡qué rápido ha pasado el tiempo! ¡Marley se va a poner como una fiera!
Vuelvo sigilosamente a mi mesa. Por suerte, ella no está en su despacho.
Parece ser que me voy a librar. Miro fijamente la pantalla de mi ordenador, tratando de que mi mente se ponga en modo trabajo.
— ¿Dónde estabas?
Pego un salto. Marley está detrás de mí con los brazos cruzados.
—En el sótano, haciendo fotocopias —miento.
Ella aprieta los labios, que se convierten en una línea fina, inflexible.
—A las seis y media tengo que salir para el aeropuerto. Necesito que te quedes hasta entonces.
—De acuerdo.
Le sonrío con toda la amabilidad de la que soy capaz.
—Necesito una copia impresa de mi agenda de trabajo en Nueva York, junto con diez fotocopias. Y encárgate de que empaqueten los folletos. ¡Y tráeme un café! —gruñe, y entra con paso enérgico en su despacho.
Suelto un suspiro de alivio y, cuando cierra la puerta, le saco la lengua.
Estúpida…
A las cuatro en punto, Claire llama desde recepción.
—Rachel López te llama por teléfono.
¿Rachel? Espero que no quiera que vayamos al centro comercial.
— ¡Hola, Rachel!
—Britt, hola. ¿Cómo estás? —dice con entusiasmo desbordante.
—Bien. Tengo mucho trabajo hoy. ¿Y tú?
— ¡Estoy de lo más aburrida! Y, para entretenerme con algo, estoy organizando una fiesta de cumpleaños para Santana.
¿El cumpleaños de Santana? Vaya, no tenía ni idea.
— ¿Cuándo es?
—Lo sabía. Sabía que no te lo habría dicho. Es el sábado. Mamá y papá quieren que venga todo el mundo a comer para celebrarlo. Te estoy invitando oficialmente.
—Oh, eso es estupendo. Gracias, Rachel.
—Ya he telefoneado a Santana y se lo he dicho, y ella me ha dado tu teléfono de aquí.
—Genial.
Mi mente ya está dando vueltas: ¿qué demonios voy a comprarle a Santana por su cumpleaños? ¿Qué le compras a una mujer que tiene de todo?
—Y la próxima semana podríamos quedar para comer.
—Claro. ¿Y qué tal mañana? Mi jefa estará en Nueva York.
—Oh, eso sería fantástico, Britt. ¿A qué hora?
— ¿A la una menos cuarto?
—Ahí estaré. Adiós, Britt.
—Adiós.
Cuelgo.
Santana. Cumpleaños. ¿Qué demonios puedo comprarle?
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:11
Para: Santana López
Asunto: Prehistórico
Querida señora López:
¿Cuándo, exactamente, pensabas decírmelo?
¿Qué debería comprarle a mi vejestorio por su cumpleaños?
¿Quizá unas pilas para el audífono?
B x
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:20
Para: Brittany Pierce
Asunto: Prehistórico
No te burles de los ancianos.
Me alegro de que estés vivita y coleando.
Y de que Rachel te haya llamado.
Las pilas siempre van bien.
No me gusta celebrar mi cumpleaños.
X
Santana López Presidenta sorda como una tapia de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:24
Para: Santana López
Asunto: Mmm
Querida señora López:
La imagino poniendo morritos mientras escribía esa última frase.
Eso ejerce un efecto sobre mí.
B xox
Brittany Pierce Asistente de Marley Rose, editora de SIP
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:29
Para: Brittany Pierce
Asunto: Con los ojos en blanco
Señorita Pierce:
¡¡¡UTILICE LA BLACKBERRY!!!
x
Santana López Presidenta de mano suelta de López Enterprises Holdings, Inc.
Pongo cara de exasperación. ¿Por qué es tan susceptible con los e-mails?
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:33
Para: Santana López
Asunto: Inspiración
Querida señora López:
Ah… No puede estar sin la mano suelta mucho tiempo, ¿verdad? Me pregunto qué diría sobre eso el doctor Flynn.
Pero ahora ya sé qué voy a regalarte por tu cumpleaños… y espero que me haga daño…
;)
B x
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:38
Para: Brittany Pierce
Asunto: Angina de pecho
Señorita Pierce:
No creo que mi corazón pueda aguantar la tensión de otro correo como este; ni tampoco mis pantalones, por cierto.
Compórtese.
X
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
De: Brittany Pierce
Fecha: 15 de junio de 2011 16:42
Para: Santana López
Asunto: Pesada
Santana:
Intento trabajar para mi muy pesada jefa.
Por favor, deja de molestarme y de ser tan pesada tú también.
Tu último e-mail me ha puesto a cien.
X
P.D.: ¿Puedes recogerme a las 18:30?
De: Santana López
Fecha: 15 de junio de 2011 16:47
Para: Brittany Pierce
Asunto: Ahí estaré
Nada me complacería más.
En realidad, sí se me ocurren una serie de cosas que me complacerían más, y todas tienen que ver contigo.
X
Santana López Presidenta de López Enterprises Holdings, Inc.
Al leer su respuesta, me ruborizo y sacudo la cabeza. Bromear sobre estas cosas por correo está muy bien, pero la verdad es que tenemos que hablar. Quizá después de mi charla con el doctor Flynn. Dejo la BlackBerry y doy por terminada mi pequeña reconciliación.
Hacia las seis y cuarto la oficina está desierta. He leído todo lo que me ha encargado Marley. He reservado un taxi para que la lleve al aeropuerto, y acabo de entregarle sus documentos. Echo una mirada ansiosa a través del cristal, pero ella sigue concentrada en su llamada telefónica, y no quiero interrumpirla; no, visto el humor que tiene hoy.
Mientras espero a que termine, se me ocurre que hoy no he comido. Oh, no… eso no le sentará bien a Cincuenta. Me dirijo rápidamente hacia la cocina para ver si quedan galletas.
Estoy abriendo el tarro comunitario de galletas cuando Marley aparece de repente en el umbral de la cocina, mirándome fijamente.
Oh. ¿Qué está haciendo aquí?
Me fulmina con la mirada.
—Bueno, Britt. Creo que este es un buen momento para hablar de tus fallos.
Entra y cierra la puerta, e inmediatamente se me seca la boca y en mi mente suena una alarma fuerte e insistente.
Oh, no.
En sus labios se dibuja una sonrisa grotesca, y sus ojos tienen un brillo profundo e intenso de color cobalto.
—Por fin estamos a solas —dice, y se lame el labio superior muy despacio.
¿Qué?
—Ahora… ¿vas a ser buena chica y escucharás con mucha atención lo que te diga?
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
¡Dios mío!
Nina, en cuanto puedas actualiza, ¿va? *-*
Nina, en cuanto puedas actualiza, ¿va? *-*
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
No creo que Marley le haga algo a Britt CCX
Actualiza pronto. c:
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Invitado- Invitado
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
nooooooooooooo!!! ay madre a ver que pasaraaa! que santana llegue ya a rescatar a Britt, dios, esa marley me da muy mala espina! por favor no tardes en continuar andaaaaa pleasseeee
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
GRACIAS POR DELEITARNOS CON UN NUEVO CAP!!!!
SEÑORITA NINA ESTE FUE GENIAL COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA CON USTED
ME ENCANTAN, LOS ADORO, LOS AMOOOOOOO!!!! LOS CORREOS QUE SE MANDAN SON LO MAS!!!!!! DE VERDAD ME FASCINAN!!!!
LLENDO A LA RECONCILIACION ME PARECE QUE BRITT TIENE TODA LA RAZON DE QUERER TIEMPO Y LA MANERA EN QUE ORDENA SUS PENSAMIENTOS ES DE LO MAS LOGICA Y RECONFORTANTE.......
AHORA CON LO ULTIMO QUEEEEEEEE?????? MARLEY QUE BICHO LE PICO??? QUE QUIERE CON BRITT??? QUE NO SE ATREVA A NADA PORQUE YA VEO A MI "SANCINCUENTA" CAPAZ DE MATARLA SI MARLEY INTENTA ALGO CON BRITT.......
VEREMOS QUE PASA...IGUALMENTE SEÑORITA NINA NO DEJA DE MOLESTARME UN POQUITITO NADA MAS EL.HECHO QUE HALLA CORTADO EL CAP JUSTO EN ESA SITUACION......
ESPERO SU ACTU,SALUDOS!!!NATY.
SEÑORITA NINA ESTE FUE GENIAL COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA CON USTED
ME ENCANTAN, LOS ADORO, LOS AMOOOOOOO!!!! LOS CORREOS QUE SE MANDAN SON LO MAS!!!!!! DE VERDAD ME FASCINAN!!!!
LLENDO A LA RECONCILIACION ME PARECE QUE BRITT TIENE TODA LA RAZON DE QUERER TIEMPO Y LA MANERA EN QUE ORDENA SUS PENSAMIENTOS ES DE LO MAS LOGICA Y RECONFORTANTE.......
AHORA CON LO ULTIMO QUEEEEEEEE?????? MARLEY QUE BICHO LE PICO??? QUE QUIERE CON BRITT??? QUE NO SE ATREVA A NADA PORQUE YA VEO A MI "SANCINCUENTA" CAPAZ DE MATARLA SI MARLEY INTENTA ALGO CON BRITT.......
VEREMOS QUE PASA...IGUALMENTE SEÑORITA NINA NO DEJA DE MOLESTARME UN POQUITITO NADA MAS EL.HECHO QUE HALLA CORTADO EL CAP JUSTO EN ESA SITUACION......
ESPERO SU ACTU,SALUDOS!!!NATY.
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
bien, es hora de que britt ponga en su lugar a esa lunatica!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
Oh noooo pobre Brittt, Pero... Que es lo que pretende esa mujer???
Dioos! Ya me imaginaba que algo parecido era lo hacia a San tan oscura, pobre.. se hace chiquito el corazon de solo imaginar a una morenita bebe en esas condiciones y bajo esos maltratos... Que atrozidad! Pero al fin se a liberado de esa carga..
Y ahora que pasara con Britt, esa loba esta hambrienta, ya me imagino lo que quiere...
Dioos! Ya me imaginaba que algo parecido era lo hacia a San tan oscura, pobre.. se hace chiquito el corazon de solo imaginar a una morenita bebe en esas condiciones y bajo esos maltratos... Que atrozidad! Pero al fin se a liberado de esa carga..
Y ahora que pasara con Britt, esa loba esta hambrienta, ya me imagino lo que quiere...
aria- - Mensajes : 1105
Fecha de inscripción : 03/12/2012
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
hooo maldita Marley, le le toca un pelo y se le arma con Santana!!
Espero que San se aparezca en la oficina y la ponga en su legar.
Saludos y actualiza pronto por favor
Espero que San se aparezca en la oficina y la ponga en su legar.
Saludos y actualiza pronto por favor
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fan Fic - 50 Sombras de López... (Parte III - Capítulo 13)
uhhhhh si Santana se entera Ahí se arma la peleaaa !!!
wooo no puedo esperar para ver lo q pasará...
actualiza pronto porfaaa :)
Besoss :)
wooo no puedo esperar para ver lo q pasará...
actualiza pronto porfaaa :)
Besoss :)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
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