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FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
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FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Diecinueve-
Hola! Me demoré un poco en actualizar, perdón, ya saben el trabajo ocupa mucho tiempo a veces u.u
Acá les dejo el siguiente capítulo. Espero que les guste y recuerden que quedan 2 o 3, no recuerdo bien xD
Besos! :D
CAPÍTULO 19
Santana detuvo el coche en la entrada del Weller Regent y bajó la ventanilla.
—¿Viene a registrarse en el hotel, señora? —le preguntó el aparcacoches.
Antes de que tuviera tiempo de responder, llegó su acompañante.
—No te preocupes, Mike. Viene a recogerme —dijo Brittany mientras subía. —Gracias, Santana.
—Descuida. ¿Adónde vamos?
Brittany la había llamado hacía un rato para pedirle que la acercara al taller a recoger su coche. A Santana ni se le pasó por la imaginación rechazarla, e hizo que Denise le aplazara dos reuniones para poder salir antes.
—Al concesionario Mazda de Semoran. Me han llamado hace cerca de una hora para decirme que ya estaba listo. —Se puso el cinturón de seguridad. —¿Cómo te las has arreglado para salir tan pronto?
—He trabajado todo el fin de semana, así que me he tomado la tarde libre.
—Bien hecho. Estoy empezando a darme cuenta de que hacer tantas horas extras no compensa, al menos en dinero o en tiempo libre.
—Nadie puede trabajar de esa manera durante mucho tiempo, ¿sabes? Te quemas. Mi jefa me echa de la oficina si me quedo hasta muy tarde.
—Creo que voy a empezar a hacer como la mía y salir a las cinco en punto. ¿Qué tal te va todo en Eldon-Markoff?
—Me encanta. Cada día es un nuevo desafío, pero nunca nada que me supere. Está bien equilibrado. Y la gente con la que trabajo es genial.
—Diría lo mismo sobre mi trabajo, excepto lo de que no me supere. —Indicó el siguiente cruce con la cabeza. —Gira a la izquierda por ahí, conozco un atajo.
Santana puso el intermitente y se colocó en el carril de la izquierda.
—No acabo de imaginarte perdiendo los papeles en el Weller Regent. Siempre parece que lo tienes todo bajo control.
—Sí, pero la gerencia es diferente. No es como solucionar emergencias o aglomeraciones. Trabajando en las oficinas es donde se aprende de verdad a dirigir un hotel.
—¿Sigue siendo lo que quieres? ¿Llevar tu propio hotel?
—Algún día, puede.
—¿Ya no estás segura?
Brittany se encogió de hombros.
—Es un trabajo muy exigente. Y cuando eres la jefa nadie te puede echar de la oficina cuando te quedas hasta tarde.
—¿Y quién dice que se necesite a alguien del trabajo para que te eche?
Esa vez, Brittany tardó un poco en responder. Cuando por fin lo hizo, sonaba un poco frustrada, como si le hubiera dado muchas vueltas al asunto y no hubiera encontrado todavía la solución.
—¿Cómo se puede tener un trabajo que valga la pena y a alguien esperándote en casa? No puedes partirte por la mitad, es imposible tener las dos cosas.
—Eso no tiene por qué ser así. Lo que hay que hacer es encontrar un equilibrio.
Brittany señaló el concesionario a pocos metros.
—Ahí está mi coche. Gracias por traerme.
—¿Te apetece que vayamos a cenar? —Santana soltó la proposición de golpe, intentando que sonara casual. Pese a que como amigas cada vez se llevaban mejor, todavía se ponía nerviosa ante la posibilidad de que la rechazara.
—Bueno, ¿qué tienes en mente?
—¿Qué tal Buck's? —El restaurante de carne a la brasa se había convertido en uno de sus favoritos.
—Vale, pero así no. —Brittany se señaló el uniforme. —Antes quiero cambiarme. ¿Me recoges en casa dentro de una hora?
Santana sonrió para sí mientras maniobraba el coche para salir del aparcamiento. Poco a poco estaba volviendo a formar parte de la vida de Brittany. En el camino a casa desde Cabo Kennedy había quedado claro que el límite estaba en lo que parecía una sólida amistad, pero Santana sabía que no tendría suficiente con tener a Brittany sólo como amiga. Con cada minuto que pasaba, su corazón de adentraba más y más en terreno prohibido.
Era irónico que Santana hubiera sugerido el Buck's pensó Brittany. Para ella, aquel lugar era como la escena del primer crimen de Santana, ya que fue allí donde salieron a cenar la primera vez y cuando Santana debería haberle hablado de Elaine.
—Me ha sorprendido que te acordaras de cómo llegar aquí.
—Vengo de vez en cuando por comida para llevar. Es difícil encontrar costillas tan buenas.
—Lo sé. Creía que en Denver serían mejores, pero Buck's es insuperable. —A Brittany no sólo le gustaba la comida, sino también el ambiente informal.
—Por aquí, señoritas.
Siguieron a la camarera a través del ruidoso comedor hasta una mesa del rincón. Brittany pensó en Santana viniendo al restaurante sola por comida para llevar.
—Tú madre dijo que no tenías muchos amigos aquí. ¿Cómo es eso?
Santana se encogió de hombros.
—Al principio todo era trabajo, trabajo y trabajo. Después, cuando vino mi madre empecé a pasar todo tiempo libre con ella. Y tengo que viajar al menos una vez a la semana, así que cuando estoy en la ciudad no siempre me apetece salir.
—¿Has conocido a alguien? ¿Tienes amigos?
—La verdad es que no. He ido a unas cuantas fiestas con los compañeros del trabajo. Pero la mayoría van en parejas. Las únicas mujeres solteras del trabajo son oficinistas.
Brittany asintió, comprensiva, pero a Santana le pareció que había dicho algo inapropiado.
—A lo mejor ha sonado un poco esnob. No era mi intención.
—Ya sé a qué te refieres. Tienes que mantener una distancia si quieres que te respeten como su superior. Me pasa lo mismo en el hotel.
—Exacto. Así que en el trabajo no hay nadie con quien salir a divertirse. Fui a una fiesta del barrio en primavera y conocí a algunos de mis vecinos. La mayoría matrimonios con hijos.
Brittany sabía mejor que nadie lo difícil que era conocer gente, sobre todo a otras lesbianas. Su vida transcurría en el Weller Regent, igual que la de Santana giraba en torno a la empresa de viajes.
—Yo me he apuntado a una liga de voleibol femenina en el polideportivo para salir y conocer gente.
—Parece divertido.
—Lo sería, seguramente, si no me perdiera tantos partidos por el trabajo.
—¿Pero no es precisamente eso lo que tratabas de evitar?
—Sí, supongo que tendría que haber esperado a la liga de primavera. Cuando volví, tuve que trabajar por las noches porque la nueva encargada daba problemas.
—Bueno, ¿y qué tal con el equipo? ¿Has hecho amigas?
—Más o menos. Son majas, pero la mayoría son mucho más jóvenes que yo. Normalmente salen de discotecas después de los partidos, y yo me tengo que ir a la camita.
—Nos hemos convertido en nuestros padres.
—Creo que mis padres lo pasaban mejor.
—Probablemente.
La camarera pasó a tomarles nota y a llevarles las bebidas. Cuando estuvieron solas otra vez, Brittany decidió que había llegado el momento de sacar el tema que las dos habían estado evitando. Si iban a volver a forjar su amistad, tendrían que dejar el pasado atrás de una vez por todas.
—Dijiste que un día de éstos me hablarías de Elaine.
Santana la miró con el ceño fruncido.
—¿Dije eso? No suena a algo que habría dicho yo.
—Sí, me dijiste que me contarías toda la sórdida historia si llegábamos a ser amigas, y creo que se puede decir que ahora lo somos. —Brittany se alegró al ver sonreír a Santana. La cara se le había iluminado.
—Me alegro de que sientas eso. Yo también.
—Así que, cuéntame lo de Elaine.
Santana suspiró y se cogió las manos sobre la mesa.
—Es una historia muy complicada.
—Te prometo que no te juzgaré, Santana. Sólo quiero que me lo cuentes.
—Muy bien. —Santana juntó las palmas y se apoyó en el respaldo. —La conocí en una fiesta y salimos un par de veces. No me parecía que aquello tuviera futuro, así que...
—¿Por qué no?
—Es que no teníamos mucho en común. Elaine era bonita... y muy simpática, pero era difícil tener algo de qué hablar con ella. Era ocho años más joven que yo y no tenía las cosas claras, salvo qué zapatos iban bien con qué chaqueta y ese tipo de cosas.
A Brittany, la moda la traía sin cuidado. No habría podido aguantar ni diez minutos con Elaine.
—Tengo que admitir que no te imagino con alguien así.
—Ni yo. Pero entonces fue cuando tuve el accidente y, cuando desperté en el hospital, ella estaba allí. Durante las diez semanas siguientes vino a verme cada día, para hacerme compañía y ayudarme con la rehabilitación. Una vez me dijo que se sentía culpable porque, cuando el otro coche me embistió, yo venía de llevarla a casa, en lo que yo había creído que sería nuestra última cita.
La camarera las interrumpió al llevarles la cena.
—¿No prefieres comer costillas a oírme hablar de Elaine?
—Puedo hacer las dos cosas a la vez —respondió Brittany, cogiendo una costilla del montón de su plato. —Además, aún no me has dicho cómo acabasteis juntas.
Santana exhaló pesadamente.
—Acabamos juntas porque me sentía culpable. Se ofreció a instalarse en mi casa cuando me dieron el alta. Debería haberle dicho que no, pero yo no podía valerme por mí misma, así que la dejé. Era cariñosa y generosa, y yo no podía creer lo mucho que me estaba dando. Entonces me dijo que yo era toda su vida y que lo único que quería era que yo la quisiera como ella me quería.
—¿Y no quisiste herir sus sentimientos?
—Sentía que le debía mucho. Pensé que lo mínimo que podía hacer era intentar ser la persona que ella necesitaba. —Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras contaba la historia.
—No puedes forzarte a querer a alguien.
—Lo sé mejor que nadie. Yo la quería, pero no como se debe querer a la persona más especial de tu vida. Desde el principio supe que era un error. Yo no era feliz, pero no me atrevía a decirle cómo me sentía. Así que me dejé llevar por la rutina, el día a día, esperando que surgiera algo. Empecé a pasar más y más tiempo en el trabajo. Y, en cuanto llegaba a casa, me iba derecha a la cama... lo que fuera para evitar estar con Elaine.
Brittany notaba que la conversación estaba afectando a Santana, pero necesitaba entender por qué Santana había mantenido lo de Elaine en secreto. Saber los detalles no justificaba que la hubiera engañado, pero sí hacía que comprendiera mejor por qué lo había hecho. Aunque equivocada, su intención había sido buena al intentar no herir a Elaine.
—¿Por qué no me hablaste de ella?
—Yo sólo... —Santana apartó el plato y se cruzó de brazos. Parecía que en cualquier momento se derrumbaría bajo tanta presión. —No lo hice, Brittany. Punto. No tengo ninguna excusa. Le fui infiel a Elaine y a ti no te dije la verdad. Fui egoísta y me equivoqué en todo.
—¡Eh, eh! —Brittany se inclinó por encima de la mesa para cogerle la mano a Santana. —Tranquila, te he dicho que no iba a juzgarte. Es sólo que...
—¿Qué?
Brittany suspiró.
—Cuanto más te conozco, más difícil me resulta creer que hicieras algo así.
Santana negó con la cabeza.
—Nunca había hecho nada parecido. Era como si al venir aquí me convirtiera en otra persona. Pero, después de lo que pasó, lo que aprendí fue que no quería ser esa persona.
—¿Y ahora?
—Ahora... —Brittany se sorprendió de oír a Santana soltar una carcajada en medio de la difícil conversación —He aprendido tantas cosas que deberían darme un doctorado.
—En otras palabras, doctora López, ¿se acabó lo de hacer tonterías?
—Más o menos.
Obviamente, Santana había recuperado el apetito y le hincó el diente a las costillas de cerdo que tenía en el plato. En cuestión de segundos tenía salsa barbacoa por toda la cara y las manos.
—Ya no pienso tener más secretos, pero me reservo el derecho de cometer equivocaciones.
Brittany cogió su servilleta y le limpió a Santana una mancha de salsa de la barbilla.
—Puedo vivir con eso. No espero que mis amigas sean perfectas, aunque mira que yo intento darles ejemplo.
—Ah... eres tan modesta...
—Shhh... No quiero que lo sepa todo el mundo.
Brittany se apoyó en el respaldo y sonrió satisfecha. Era agradable haber hablado las cosas con Santana al fin. Ahora que entendía lo que había pasado en Baltimore, la situación parecía mucho menos desagradable de lo que lo había sido el año anterior.
Brittany distinguió caras familiares en la pista tres y se apresuró a ir con ellas, esquivando varias pelotas de voleibol que surcaban el aire mientras los equipos calentaban. Su capitana, Dee Hobart, las había reunido a todas para darles algunas instrucciones de última hora.
—Hola, chicas. Siento no haber venido las últimas dos semanas.
—Te hemos echado de menos —dijo Dee, mientras seis de las chicas se lanzaban a la pista. —Al menos, yo.
Brittany sabía cuándo alguien coqueteaba con ella y respondió al flirteo con una cálida sonrisa. Dee era una mujer agradable, atractiva... no exactamente guapa, pero sí llamativa. Era alta y esbelta, de facciones firmes, igual que su carácter. Brittany no dudaba que, fuera cual fuese el terreno de juego, Dee era de las que llevaba la voz cantante.
—He tenido que doblar unos cuantos turnos estos días —le explicó. Dee y ella estaban solas en la banda. —Pero creo que podré venir a los últimos tres partidos.
—¿Te dan mucho trabajo en el Weller Regent?
—He tenido que formar a alguien del segundo turno. Pero la semana pasada voló del nido y ahora le va bien.
—No me sorprende. Si te tuviera de profesora, también haría lo que fuera para impresionarte.
Brittany se lo vio venir. Era inevitable.
—¿Sería inapropiado que te invitara a cenar el viernes por la noche?
Brittany no tenía la menor intención de tener una cita con Dee Hobart. No es que la idea la echara para atrás. Simplemente es que no la atraía en absoluto. Ahora bien, la gracia de haberse apuntado a la liga era la de conocer gente y hacer amigas. Y no era cuestión de rechazar la vez que la invitaban a cenar.
—Claro que no, me encantaría.
Dee le regaló una sonrisa arrebatadora.
—Fantástico. ¿Qué tal a las ocho?
—Perfecto.
De repente, Brittany estaba hecha un manojo de nervios y se concentró en el partido. Su equipo acababa de recuperar el servicio.
—¿Entro?
—Vamos por ellas.
Brittany chocó la mano de la jugadora que abandonaba la pista al entrar en el partido. Miró de reojo a la sonriente Dee y se le cayó el alma a los pies. ¿Por qué diablos le había dicho que sí?
Acá les dejo el siguiente capítulo. Espero que les guste y recuerden que quedan 2 o 3, no recuerdo bien xD
Besos! :D
CAPÍTULO 19
Santana detuvo el coche en la entrada del Weller Regent y bajó la ventanilla.
—¿Viene a registrarse en el hotel, señora? —le preguntó el aparcacoches.
Antes de que tuviera tiempo de responder, llegó su acompañante.
—No te preocupes, Mike. Viene a recogerme —dijo Brittany mientras subía. —Gracias, Santana.
—Descuida. ¿Adónde vamos?
Brittany la había llamado hacía un rato para pedirle que la acercara al taller a recoger su coche. A Santana ni se le pasó por la imaginación rechazarla, e hizo que Denise le aplazara dos reuniones para poder salir antes.
—Al concesionario Mazda de Semoran. Me han llamado hace cerca de una hora para decirme que ya estaba listo. —Se puso el cinturón de seguridad. —¿Cómo te las has arreglado para salir tan pronto?
—He trabajado todo el fin de semana, así que me he tomado la tarde libre.
—Bien hecho. Estoy empezando a darme cuenta de que hacer tantas horas extras no compensa, al menos en dinero o en tiempo libre.
—Nadie puede trabajar de esa manera durante mucho tiempo, ¿sabes? Te quemas. Mi jefa me echa de la oficina si me quedo hasta muy tarde.
—Creo que voy a empezar a hacer como la mía y salir a las cinco en punto. ¿Qué tal te va todo en Eldon-Markoff?
—Me encanta. Cada día es un nuevo desafío, pero nunca nada que me supere. Está bien equilibrado. Y la gente con la que trabajo es genial.
—Diría lo mismo sobre mi trabajo, excepto lo de que no me supere. —Indicó el siguiente cruce con la cabeza. —Gira a la izquierda por ahí, conozco un atajo.
Santana puso el intermitente y se colocó en el carril de la izquierda.
—No acabo de imaginarte perdiendo los papeles en el Weller Regent. Siempre parece que lo tienes todo bajo control.
—Sí, pero la gerencia es diferente. No es como solucionar emergencias o aglomeraciones. Trabajando en las oficinas es donde se aprende de verdad a dirigir un hotel.
—¿Sigue siendo lo que quieres? ¿Llevar tu propio hotel?
—Algún día, puede.
—¿Ya no estás segura?
Brittany se encogió de hombros.
—Es un trabajo muy exigente. Y cuando eres la jefa nadie te puede echar de la oficina cuando te quedas hasta tarde.
—¿Y quién dice que se necesite a alguien del trabajo para que te eche?
Esa vez, Brittany tardó un poco en responder. Cuando por fin lo hizo, sonaba un poco frustrada, como si le hubiera dado muchas vueltas al asunto y no hubiera encontrado todavía la solución.
—¿Cómo se puede tener un trabajo que valga la pena y a alguien esperándote en casa? No puedes partirte por la mitad, es imposible tener las dos cosas.
—Eso no tiene por qué ser así. Lo que hay que hacer es encontrar un equilibrio.
Brittany señaló el concesionario a pocos metros.
—Ahí está mi coche. Gracias por traerme.
—¿Te apetece que vayamos a cenar? —Santana soltó la proposición de golpe, intentando que sonara casual. Pese a que como amigas cada vez se llevaban mejor, todavía se ponía nerviosa ante la posibilidad de que la rechazara.
—Bueno, ¿qué tienes en mente?
—¿Qué tal Buck's? —El restaurante de carne a la brasa se había convertido en uno de sus favoritos.
—Vale, pero así no. —Brittany se señaló el uniforme. —Antes quiero cambiarme. ¿Me recoges en casa dentro de una hora?
Santana sonrió para sí mientras maniobraba el coche para salir del aparcamiento. Poco a poco estaba volviendo a formar parte de la vida de Brittany. En el camino a casa desde Cabo Kennedy había quedado claro que el límite estaba en lo que parecía una sólida amistad, pero Santana sabía que no tendría suficiente con tener a Brittany sólo como amiga. Con cada minuto que pasaba, su corazón de adentraba más y más en terreno prohibido.
Era irónico que Santana hubiera sugerido el Buck's pensó Brittany. Para ella, aquel lugar era como la escena del primer crimen de Santana, ya que fue allí donde salieron a cenar la primera vez y cuando Santana debería haberle hablado de Elaine.
—Me ha sorprendido que te acordaras de cómo llegar aquí.
—Vengo de vez en cuando por comida para llevar. Es difícil encontrar costillas tan buenas.
—Lo sé. Creía que en Denver serían mejores, pero Buck's es insuperable. —A Brittany no sólo le gustaba la comida, sino también el ambiente informal.
—Por aquí, señoritas.
Siguieron a la camarera a través del ruidoso comedor hasta una mesa del rincón. Brittany pensó en Santana viniendo al restaurante sola por comida para llevar.
—Tú madre dijo que no tenías muchos amigos aquí. ¿Cómo es eso?
Santana se encogió de hombros.
—Al principio todo era trabajo, trabajo y trabajo. Después, cuando vino mi madre empecé a pasar todo tiempo libre con ella. Y tengo que viajar al menos una vez a la semana, así que cuando estoy en la ciudad no siempre me apetece salir.
—¿Has conocido a alguien? ¿Tienes amigos?
—La verdad es que no. He ido a unas cuantas fiestas con los compañeros del trabajo. Pero la mayoría van en parejas. Las únicas mujeres solteras del trabajo son oficinistas.
Brittany asintió, comprensiva, pero a Santana le pareció que había dicho algo inapropiado.
—A lo mejor ha sonado un poco esnob. No era mi intención.
—Ya sé a qué te refieres. Tienes que mantener una distancia si quieres que te respeten como su superior. Me pasa lo mismo en el hotel.
—Exacto. Así que en el trabajo no hay nadie con quien salir a divertirse. Fui a una fiesta del barrio en primavera y conocí a algunos de mis vecinos. La mayoría matrimonios con hijos.
Brittany sabía mejor que nadie lo difícil que era conocer gente, sobre todo a otras lesbianas. Su vida transcurría en el Weller Regent, igual que la de Santana giraba en torno a la empresa de viajes.
—Yo me he apuntado a una liga de voleibol femenina en el polideportivo para salir y conocer gente.
—Parece divertido.
—Lo sería, seguramente, si no me perdiera tantos partidos por el trabajo.
—¿Pero no es precisamente eso lo que tratabas de evitar?
—Sí, supongo que tendría que haber esperado a la liga de primavera. Cuando volví, tuve que trabajar por las noches porque la nueva encargada daba problemas.
—Bueno, ¿y qué tal con el equipo? ¿Has hecho amigas?
—Más o menos. Son majas, pero la mayoría son mucho más jóvenes que yo. Normalmente salen de discotecas después de los partidos, y yo me tengo que ir a la camita.
—Nos hemos convertido en nuestros padres.
—Creo que mis padres lo pasaban mejor.
—Probablemente.
La camarera pasó a tomarles nota y a llevarles las bebidas. Cuando estuvieron solas otra vez, Brittany decidió que había llegado el momento de sacar el tema que las dos habían estado evitando. Si iban a volver a forjar su amistad, tendrían que dejar el pasado atrás de una vez por todas.
—Dijiste que un día de éstos me hablarías de Elaine.
Santana la miró con el ceño fruncido.
—¿Dije eso? No suena a algo que habría dicho yo.
—Sí, me dijiste que me contarías toda la sórdida historia si llegábamos a ser amigas, y creo que se puede decir que ahora lo somos. —Brittany se alegró al ver sonreír a Santana. La cara se le había iluminado.
—Me alegro de que sientas eso. Yo también.
—Así que, cuéntame lo de Elaine.
Santana suspiró y se cogió las manos sobre la mesa.
—Es una historia muy complicada.
—Te prometo que no te juzgaré, Santana. Sólo quiero que me lo cuentes.
—Muy bien. —Santana juntó las palmas y se apoyó en el respaldo. —La conocí en una fiesta y salimos un par de veces. No me parecía que aquello tuviera futuro, así que...
—¿Por qué no?
—Es que no teníamos mucho en común. Elaine era bonita... y muy simpática, pero era difícil tener algo de qué hablar con ella. Era ocho años más joven que yo y no tenía las cosas claras, salvo qué zapatos iban bien con qué chaqueta y ese tipo de cosas.
A Brittany, la moda la traía sin cuidado. No habría podido aguantar ni diez minutos con Elaine.
—Tengo que admitir que no te imagino con alguien así.
—Ni yo. Pero entonces fue cuando tuve el accidente y, cuando desperté en el hospital, ella estaba allí. Durante las diez semanas siguientes vino a verme cada día, para hacerme compañía y ayudarme con la rehabilitación. Una vez me dijo que se sentía culpable porque, cuando el otro coche me embistió, yo venía de llevarla a casa, en lo que yo había creído que sería nuestra última cita.
La camarera las interrumpió al llevarles la cena.
—¿No prefieres comer costillas a oírme hablar de Elaine?
—Puedo hacer las dos cosas a la vez —respondió Brittany, cogiendo una costilla del montón de su plato. —Además, aún no me has dicho cómo acabasteis juntas.
Santana exhaló pesadamente.
—Acabamos juntas porque me sentía culpable. Se ofreció a instalarse en mi casa cuando me dieron el alta. Debería haberle dicho que no, pero yo no podía valerme por mí misma, así que la dejé. Era cariñosa y generosa, y yo no podía creer lo mucho que me estaba dando. Entonces me dijo que yo era toda su vida y que lo único que quería era que yo la quisiera como ella me quería.
—¿Y no quisiste herir sus sentimientos?
—Sentía que le debía mucho. Pensé que lo mínimo que podía hacer era intentar ser la persona que ella necesitaba. —Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras contaba la historia.
—No puedes forzarte a querer a alguien.
—Lo sé mejor que nadie. Yo la quería, pero no como se debe querer a la persona más especial de tu vida. Desde el principio supe que era un error. Yo no era feliz, pero no me atrevía a decirle cómo me sentía. Así que me dejé llevar por la rutina, el día a día, esperando que surgiera algo. Empecé a pasar más y más tiempo en el trabajo. Y, en cuanto llegaba a casa, me iba derecha a la cama... lo que fuera para evitar estar con Elaine.
Brittany notaba que la conversación estaba afectando a Santana, pero necesitaba entender por qué Santana había mantenido lo de Elaine en secreto. Saber los detalles no justificaba que la hubiera engañado, pero sí hacía que comprendiera mejor por qué lo había hecho. Aunque equivocada, su intención había sido buena al intentar no herir a Elaine.
—¿Por qué no me hablaste de ella?
—Yo sólo... —Santana apartó el plato y se cruzó de brazos. Parecía que en cualquier momento se derrumbaría bajo tanta presión. —No lo hice, Brittany. Punto. No tengo ninguna excusa. Le fui infiel a Elaine y a ti no te dije la verdad. Fui egoísta y me equivoqué en todo.
—¡Eh, eh! —Brittany se inclinó por encima de la mesa para cogerle la mano a Santana. —Tranquila, te he dicho que no iba a juzgarte. Es sólo que...
—¿Qué?
Brittany suspiró.
—Cuanto más te conozco, más difícil me resulta creer que hicieras algo así.
Santana negó con la cabeza.
—Nunca había hecho nada parecido. Era como si al venir aquí me convirtiera en otra persona. Pero, después de lo que pasó, lo que aprendí fue que no quería ser esa persona.
—¿Y ahora?
—Ahora... —Brittany se sorprendió de oír a Santana soltar una carcajada en medio de la difícil conversación —He aprendido tantas cosas que deberían darme un doctorado.
—En otras palabras, doctora López, ¿se acabó lo de hacer tonterías?
—Más o menos.
Obviamente, Santana había recuperado el apetito y le hincó el diente a las costillas de cerdo que tenía en el plato. En cuestión de segundos tenía salsa barbacoa por toda la cara y las manos.
—Ya no pienso tener más secretos, pero me reservo el derecho de cometer equivocaciones.
Brittany cogió su servilleta y le limpió a Santana una mancha de salsa de la barbilla.
—Puedo vivir con eso. No espero que mis amigas sean perfectas, aunque mira que yo intento darles ejemplo.
—Ah... eres tan modesta...
—Shhh... No quiero que lo sepa todo el mundo.
Brittany se apoyó en el respaldo y sonrió satisfecha. Era agradable haber hablado las cosas con Santana al fin. Ahora que entendía lo que había pasado en Baltimore, la situación parecía mucho menos desagradable de lo que lo había sido el año anterior.
Brittany distinguió caras familiares en la pista tres y se apresuró a ir con ellas, esquivando varias pelotas de voleibol que surcaban el aire mientras los equipos calentaban. Su capitana, Dee Hobart, las había reunido a todas para darles algunas instrucciones de última hora.
—Hola, chicas. Siento no haber venido las últimas dos semanas.
—Te hemos echado de menos —dijo Dee, mientras seis de las chicas se lanzaban a la pista. —Al menos, yo.
Brittany sabía cuándo alguien coqueteaba con ella y respondió al flirteo con una cálida sonrisa. Dee era una mujer agradable, atractiva... no exactamente guapa, pero sí llamativa. Era alta y esbelta, de facciones firmes, igual que su carácter. Brittany no dudaba que, fuera cual fuese el terreno de juego, Dee era de las que llevaba la voz cantante.
—He tenido que doblar unos cuantos turnos estos días —le explicó. Dee y ella estaban solas en la banda. —Pero creo que podré venir a los últimos tres partidos.
—¿Te dan mucho trabajo en el Weller Regent?
—He tenido que formar a alguien del segundo turno. Pero la semana pasada voló del nido y ahora le va bien.
—No me sorprende. Si te tuviera de profesora, también haría lo que fuera para impresionarte.
Brittany se lo vio venir. Era inevitable.
—¿Sería inapropiado que te invitara a cenar el viernes por la noche?
Brittany no tenía la menor intención de tener una cita con Dee Hobart. No es que la idea la echara para atrás. Simplemente es que no la atraía en absoluto. Ahora bien, la gracia de haberse apuntado a la liga era la de conocer gente y hacer amigas. Y no era cuestión de rechazar la vez que la invitaban a cenar.
—Claro que no, me encantaría.
Dee le regaló una sonrisa arrebatadora.
—Fantástico. ¿Qué tal a las ocho?
—Perfecto.
De repente, Brittany estaba hecha un manojo de nervios y se concentró en el partido. Su equipo acababa de recuperar el servicio.
—¿Entro?
—Vamos por ellas.
Brittany chocó la mano de la jugadora que abandonaba la pista al entrar en el partido. Miró de reojo a la sonriente Dee y se le cayó el alma a los pies. ¿Por qué diablos le había dicho que sí?
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Oh britt por que acepto?
Bueno aver como lo toma santana
Genial capitulo, hasta tu pronta actualizacion
Saludos
Bueno aver como lo toma santana
Genial capitulo, hasta tu pronta actualizacion
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Sabia que algo asi iba a suceder!!!
Pobre San!!
Que sacara Britt con todo esto?
Saludos
Pobre San!!
Que sacara Britt con todo esto?
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Lo sabia, ahora que santana le conto todo britt acepta esta invitacion, supongo que santana no se sentira para nada contenta con esta cita!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Actualizaaaa ya sabes me encanta tu fic fic recontra adictivo :)
Vn-Hide** - Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 16/12/2012
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Ya verás lo que hace Santana.Jane0_o escribió:Oh britt por que acepto?
Bueno aver como lo toma santana
Genial capitulo, hasta tu pronta actualizacion
Saludos
Gracias por comentar. En minutos subo el siguiente capítulo.
Besos!
Britt sacará mucho con todo esto, ya verás por qué.monica.santander escribió:Sabia que algo asi iba a suceder!!!
Pobre San!!
Que sacara Britt con todo esto?
Saludos
Gracias por comentar!
Supones bien, pero ahora verás que sucede entre ellas.micky morales escribió:Lo sabia, ahora que santana le conto todo britt acepta esta invitacion, supongo que santana no se sentira para nada contenta con esta cita!
Gracias por comentar.
Perdón por la demora, en unos minutos subo el siguiente capítulo.Vn-Hide escribió:Actualizaaaa ya sabes me encanta tu fic fic recontra adictivo :)
Gracias por comentar!
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veinte-
Hola! Se que me demoré demasiado en subir el capítulo, pero pido disculpas, hubo un par de problemas en el trabajo, y por eso no me estuve conectando para subir capítulo.
Decidí que no voy a subir ninguna adaptación más, ya que prefiero dedicar el tiempo para escribir mis propios fics, ya que tengo un par de ideas que me andan rondando la cabeza xD
Recuerden que sólo quedan dos capítulos y se termina el fic, espero que les guste y comenten.
Saludos! :D
CAPÍTULO 20
—Disculpa, Santana.
Mercedes Jones, la secretaria de dirección de Markoff, estaba de pie en el umbral de su puerta.
—¿Sí?
—El señor Markoff ha convocado una reunión ahora con todos los jefes de departamento y los vicepresidentes adjuntos. Tenemos a Emma y a Wendell al teléfono.
—Ahora voy.
Santana echó un vistazo a su reloj. No era habitual tener reuniones los viernes por la tarde, pero seguramente habría que discutir el proyecto de San Francisco. Se unió a la procesión de ocupados ejecutivos que se dirigían a la sala de juntas. Todos habían dejado lo que estaban haciendo para responder a la llamada urgente de su director general.
Ken Markoff abrió la reunión con dos anuncios. Eldon-Markoff iba a comprar Western Travel, una compañía más pequeña de Nueva York, con una sólida red de contactos en Asia. Emma y Santana saldrían hacia la costa oeste el martes siguiente a primera hora para reunirse con los jefes de departamento en la sede central de Western.
El segundo anuncio de Markoff fue más sorprendente: Emma dejaba su puesto de vicepresidenta de ventas con efecto inmediato, para asumir el cargo de presidenta de Eldon-Markoff. Se convertía así en número dos de la empresa.
Uno por uno, el resto de los de ejecutivos la felicitaron por el manos libres del teléfono.
—Muchas gracias a todos por la confianza. Pasaré por vuestros despachos para agradecéroslo en persona cuando vuelva el lunes. Pero ahora tengo que ser breve o perderé el vuelo a casa.
Markoff pospuso la reunión, pero detuvo a Santana justo cuando iba a salir.
—¿Puedes venir a mi oficina un momento?
—Claro.
Santana ya estaba pensando en cómo afectaría a su trabajo aquel cambio. Hasta que nombraran a otro vicepresidente, tendría que asumir tareas de administración de ventas. En esos momentos ya llevaba prácticamente todo el marketing.
Una vez en el interior del lujoso y amplio despacho, Markoff cerró la puerta y le ofreció una silla. Llamó a Claudia por el intercomunicador y le pidió que pasara la llamada que tenían en espera.
—Santana, vuelvo a ser Emma. Sólo tengo un momento.
Santana se sobresaltó al oír la voz de su jefa de nuevo.
Evidentemente, habían pactado el aplazamiento de la reunión y aquella llamada adicional por adelantado.
—Sí, Emma, soy yo. Enhorabuena de nuevo.
—Gracias. Y enhorabuena a ti también. Si aceptas, serás la nueva vicepresidenta de ventas y marketing.
Decir que aquello la sorprendió era decir poco. Se quedó atónita. Nunca había creído que pudieran ascenderla tan pronto. Pero no tenía ninguna duda de estar capacitada para hacerlo.
—¡Sí!
—Fantástico. —Markoff se puso en pie para abrazarla. Emma tenía razón cuando le dijo que la empresa era como una gran familia.
—Gracias. Gracias a los dos. Prometo que no os defraudaré.
—Eso ya lo sabemos. Por eso te lo hemos pedido. Ahora sí que tengo que irme. Nos vemos el lunes por la mañana.
—Buen viaje, Emma.
Santana volvió a darle las gracias al director general.
—Será difícil estar a la altura, pero lo haré lo mejor que pueda.
—Tienes razón, Santana, pero todos pensamos que eres la persona adecuada para el puesto.
Volvió a su despacho como en una nube. Lo primero que quería hacer era llamar a Brittany para compartir la gran noticia. Brittany más que nadie sabría apreciar lo importante que era aquel ascenso. Balanceándose en su silla giratoria, Santana marcó el número de casa de Brittany de memoria.
—¿Sí?
—Hola, soy Santana. Sé que te lo digo con poco tiempo, pero tengo buenas noticias. ¿Te apetece cenar conmigo para que pueda contárselas a alguien antes de explotar?
—Eh... esta noche no puedo. ¿El fin de semana?
—Ah, venga. Iremos adonde quieras y te llevaré pronto a casa.
—No puedo, Santana —repitió. —He quedado para cenar con una amiga del equipo de voleibol. ¿Hacemos algo mañana?
Santana trató de ocultar la desilusión.
—Claro. Te llamo por la mañana.
El día siguiente ya iría bien. Valía la pena esperar, porque a Brittany iba a hacerle tanta ilusión como a ella.
Santana condujo hasta la urbanización. Se moría de ganas de contarles las noticias a su madre y a su hermana. El puesto de vicepresidenta iba acompañado de un salario casi obsceno, lo que quería decir que podría pagarle a Sophie la universidad más prestigiosa del país, si lo deseaba.
Al pasar por delante del apartamento de Brittany, se fijó en un Jaguar negro que había aparcado en la entrada. Vaya, la amiga de voleibol sí que conducía un buen...
En ese momento las vio juntas: Brittany con una... bollera de pintalabios. Se habían puesto de punta en blanco y la desconocida le aguantaba la puerta a Brittany para que entrara. Aquello no era una simple cena con una compañera de voleibol, como había dicho Brittany. Aquello era una cita.
Siguió conduciendo y pasó de largo el bloque de su madre. La situación ya era lo bastante humillante sin que Brittany la viera. Aparcó lo más lejos que pudo para darles tiempo de irse. Entonces volvió a poner el coche en marcha y salió de la urbanización. Regresó a la oficina, que era el único lugar donde sentía que lo tenía todo bajo control. Esa noche no estaba para celebraciones.
El edificio estaba prácticamente a oscuras. Usó su tarjeta para entrar. Los encargados de la limpieza aún estarían en el piso de arriba un rato más, como una hora más o menos, pero no interferirían en su trabajo.
Al llegar a su escritorio, sacó sus notas sobre la fusión de Western Travel y empezó a esbozar un plan para incorporar sus valores de marketing a los de Eldon-Markoff. La marca Western tenía suficiente renombre para garantizar una campaña conjunta gradual.
Decidida a no pensar en Brittany, Santana perdió la noción del tiempo. El resto de las oficinas llevaban horas vacías y a oscuras, y la única luz provenía de su lamparilla de escritorio, así que no se dio cuenta de que había alguien en la puerta.
—¡Esto es ridículo, Santana! —Emma sonaba claramente irritada.
Santana se sobresaltó y tiró sin querer una pila de papeles al suelo.
—¡Dios, qué susto me has dado!
—Son más de las diez. Hasta los de limpieza se han ido hace rato. ¿Qué diablos haces aquí que no pueda esperar hasta el lunes?
—Yo... he empezado a trabajar en el plan de marca conjunta con Western.
—¿Y por qué tienes que hacerlo esta noche?
En todo el tiempo que llevaba en Eldon-Markoff, Santana nunca había visto a Emma tan enfadada, al menos con ella.
—Es que me he puesto a hacerlo y una cosa ha llevado a la otra... no me había dado cuenta de la hora. —De repente, se dio cuenta de que ella no era la única que estaba en la oficina pasadas las diez. —¿Y tú qué haces aquí?
Emma frunció los labios y suspiró.
—Esto... confieso que he venido para coger unas cosas que quiero llevarme para leer durante el fin de semana. Siempre que estoy fuera de la oficina una semana tengo que llevarme trabajo a casa para ponerme al día.
Santana asintió en muestra de comprensión. Ella se llevaba trabajo a casa casi a diario.
—Pero pretendo leerlas en una hamaca de mi casa en la playa, no confinada en este despacho.
Santana escrutó la mueca de enfado de Emma, mientras ésta acercaba una silla a la mesa y se sentaba, sin darle opción a moverse de su asiento.
—Te lo he dicho mil veces. Creo que tu trabajo es magnífico. También creo que eres capaz de acabarlo en el horario normal. Quiero que seas vicepresidenta, pero también tienes que vivir tu vida. Quiero poder contar contigo muchos años, veinte, treinta... no que te me rompas en cinco por forzarte demasiado.
Santana se puso a recoger sus cosas para demostrar a su jefa que captaba el mensaje.
—Mira a tu alrededor. No verás a nadie después de las seis y media o las siete. Todos se van a casa, de vuelta a sus vidas, las que importan de verdad. ¿No me habías dicho que salías con alguien?
—Aquello no... no funcionó. —A pesar de sus esfuerzos por ocultar sus emociones, sabía que Emma notaba lo desilusionada que estaba.
—¿Y por eso estás aquí? ¿Intentas matarte a trabajar para no sentirte sola?
La verdad dolía. Santana apartó la mirada.
—Te diré lo que vamos a hacer. Esta noche vas a irte a tu casa y vas a hacer la maleta. Ropa informal. A las nueve de la mañana, Will y yo pasaremos a recogerte. Te vienes a la casa de la playa con nosotros.
—No puedo hacer eso. Will y tú querréis estar los dos juntos.
Emma agitó la mano con despreocupación.
—Él se irá a pescar con sus amigos. No nos hará ni caso. Y tú y yo podremos hablar de lo que pasa en esa cabecita tuya o, si lo prefieres, puedes desconectar un par de días y punto. Tú decides.
Alejarse de todo un par de días no sonaba mal.
—¿Estás segura?
—Segurísima. Además, creo que ya es hora de que tú y yo nos conozcamos mejor fuera de Eldon-Markoff. Me gustaría mucho que fuéramos amigas, Santana.
—A mí también.
—Muy bien. Salgamos de aquí. Tenemos maletas por hacer.
Santana dejó la carpeta en su bandeja de cosas pendientes y sacó el bolso del cajón de abajo.
—Te sigo, Emma, te sigo.
Brittany fingió interés en la conversación, mientras Dee Hobart le hablaba de cómo había abierto su propio bufete de abogados tras dejar su estresante trabajo en una de las firmas más prestigiosas de Orlando. Al parecer era importante para ella que Brittany entendiera lo valiente que había sido la decisión de dejar un trabajo seguro y bien pagado para establecerse por su cuenta.
Dee se había vestido con gusto. Llevaba pantalones anchos de color negro y una blusa estilo túnica. Llevaba su corto cabello pelirrojo peinado a la perfección y no había escatimado en laca. Brittany tenía pensado ponerse una falda tejana y un suéter, pero, cuando Dee llamó y dijo que había reservado en Norman's, para muchos el mejor restaurante de Orlando, echó mano del vestido de cóctel que había llevado para la boda de Rory.
—Me harté de dejarme la piel trabajando setenta horas a la semana para que los socios se hicieran de oro. Ahora trabajo unas cincuenta horas y gano el triple que antes. Vendí mi apartamento y compré una casa de principios de siglo en Winter Park. Me encanta hacer reformas. Importé azulejos españoles para la piscina...
A medida que le hablaba de sus planes para remodelar la casa, Brittany se percató de lo mucho que le costaba concentrarse para prestar atención. Le interesaban más sus propios pensamientos que la terriblemente larga y detallada descripción de Dee de las molduras pintadas a mano y los suelos de parqué con placas de caoba irregulares.
Brittany dejó la copa de vino en la mesa. Le preocupaba beber demasiado y que entonces soltara lo que estaba pensando... que ojalá hubiera cancelado la cita con Dee para salir con Santana y enterarse de su gran noticia. Incluso si la gran noticia era que se habían descubierto unos folletos de viajes lituanos antiguos, eso habría sido mejor que la letanía de Dee Hobart sobre todo lo que era importante en su vida.
—Bueno, háblame de por qué te gusta el sector hotelero. —Brittany agradeció el respiro y empezó a hablar de su trabajo: cómo había entrado en el Weller Regent justo al acabar la universidad y había ido escalando poco a poco hasta su puesto actual. Dee la escuchaba con atención, interrumpiéndola de vez en cuando con preguntas o comentarios. —... y volver a Orlando significa retrasar un poco mis planes a largo plazo. Seguramente no podré plantearme lo de montar mi propio hotel hasta de aquí a siete u ocho años, pero al menos sé que para entonces estaré preparada.
—No creo que yo aguantara trabajar para otra persona tanto tiempo, sobre todo si fuera yo la que hiciera casi todo el trabajo.
—Créeme, en el hotel todo el mundo trabaja muy duro.
—Aun así, cuando de verdad se gana dinero es trabajando para uno mismo, no para los demás.
—Está bien ganar mucho dinero, pero no es lo más importante en un trabajo.
Dee sonrió burlona.
—Sí, eso es lo que dice todo el mundo, pero nadie se lo cree.
A Brittany le sentó mal el comentario, pero se mordió la lengua. Nada como que tu acompañante te llame mentirosa a la cara. Miró disimuladamente el reloj y se preguntó por qué tardaban tanto con la cena.
—¿Tienes hambre?
—Mucha.
—Te dije que tendríamos que haber pedido algo de aperitivo. —Dee le hizo un gesto al camarero.
—No, no quiero que se me quite el hambre para la cena.
—No te preocupes, sólo picaremos algo. Así el chef podrá tomarse su tiempo. Con estos precios, lo mínimo es que todo quede perfecto.
—En serio, no quiero picar nada, pero gracias.
Brittany esperaba de veras que su sonrisa no pareciera tan falsa como en realidad era. La verdad es que estaba impaciente por abalanzarse sobre la cena para poder irse a casa cuanto antes. Ya antes de darse cuenta de la aparente obsesión de Dee por el dinero, había notado que tenían poco en común. No había nada de química. Brittany era de las que confiaban en la primera impresión a la hora de medir su atracción por alguien, y Dee apenas se había registrado en la escala de excitación.
Así era como Santana debía de haberse sentido las primeras veces que salió con Elaine, pensó Brittany. Casi se estremeció sólo de imaginarse acabando con alguien como Dee por accidente. Aquellas situaciones, cuanto antes acabaran, mejor para todos.
Cuando estaba con Santana era algo especial porque había una química innegable entre las dos. Ya estuvieran riendo, bromeando, teniendo una conversación seria sobre el estado del mundo o, sencillamente, pasando el rato delante de una pizza, la intensidad de la presencia de Santana era abrumadora, incluso sólo como amigas. Brittany negó con la cabeza y soltó una carcajada amarga cuando por fin lo comprendió: daba igual lo mucho que intentara convencerse de lo contrario, Santana López y ella nunca podrían ser sólo amigas. ¿Por qué había sido tan cabezota? Santana había cometido un error y había pedido perdón. Aquello debería haber sido suficiente. Ya basta de noches como aquélla, siempre en busca de alguien que nunca estaría a la altura.
—... ¿no estás de acuerdo?
La pregunta cogió a Brittany por sorpresa, ya que su mente estaba a kilómetros de distancia.
—No, no es eso. —No tenía ni idea de lo que estaba hablando Dee. —Es que estaba mirando una cosa detrás de ti. Al camarero casi se le cae una bandeja.
Dee miró a su espalda.
—Ah, bien. Por fin llega nuestra cena.
Brittany suspiró aliviada. Ya quedaba menos para que acabara la velada. Estaba a punto de hacer algo que cambiaría su vida para siempre. Por primera vez desde que regresó a Orlando, admitía que Santana se merecía una segunda oportunidad.
Satellite Beach era una tranquila urbanización de casas y apartamentos en primera línea de mar. La playa era preciosa y estaba casi desierta, aunque era un soleado día de diciembre.
—Todo esto es muy bonito —dijo Santana. —¿Venís todos los fines de semana?
—Siempre que podemos. Nos encanta. Ken Markoff también tiene una casa aquí, a poco más de un kilómetro. Comparada con la suya, la nuestra parece una barraca.
—Se está muy tranquilo. —Santana se quitó las sandalias para caminar por la orilla del mar. —Entiendo que os guste tanto.
Emma se metió las manos en los bolsillos de su sudadera con capucha.
—¿Sabes? No te conceden la tarjeta de residencia permanente en Florida hasta que no empiezas a tiritar como los demás en cuanto bajamos de 15 grados.
—La gente no deja de decir eso, pero yo aún me acuerdo de lo que es un invierno en Baltimore —repuso, tonificada por las frías olas que le lamían los pies.
—He pensado que a lo mejor querías hablar de lo que te tenía tan disgustada anoche.
Santana se encogió de hombros.
—No hay mucho que contar. Es un caso clásico de amor no correspondido.
—Así que amor, ¿eh?
El descubrimiento la sorprendió, pero la certeza de Santana era absoluta.
—Sí, la quiero. Estoy enamorada de ella.
—¿Y ella sabe lo que sientes?
—Ella... —agitó la mano en el aire. —Es complicado.
Emma paseó a su lado, como muestra de que estaba dispuesta a escucharla.
—La conocí el año pasado cuando venía a trabajar en la estrategia de marketing. Nos caímos bien, pero... —Santana se pasó las manos por el pelo. —Dios, me da vergüenza.
—No tienes por qué contarme nada más si no quieres Pero, si quieres, no me importa escucharte.
Aminoraron el paso. Santana tenía los ojos pegados al suelo y observaba cómo la arena se secaba alrededor de sus pies a cada paso.
—Me resulta duro hablar de mis equivocaciones.
—Eso a todos. ¿Es una equivocación que tiene solución?
—Lo dudo. Está saliendo con otra persona y yo no sé si debería aceptarlo deportivamente o luchar por ella.
Emma la cogió de los hombros y le dio la vuelta par que mirara hacia el norte.
—Si sigues en esa dirección, puedes caminar durante más de tres kilómetros. ¿Por qué no das un buen paseo y te aclaras las ideas? A ver qué te dice el corazón.
La empujó con suavidad y Santana empezó a andar, cabo de unos veinte metros, se volvió y vio que Emma caminaba en la dirección contraria. A lo mejor sí que sería una buena idea enfrentarse a sus sentimientos, para variar, en lugar de tratar de escapar de ellos mediante trabajo. No es que las cosas fueran a empeorar mucho más.
Había sido una tonta por pensar que Brittany volvía a sentirse interesada sentimentalmente por ella. Sólo era lo que ella había querido creer. Brittany había sido sincera desde el principio al asegurarle que eso no volvería suceder, pero ella había hecho oídos sordos porque no había querido aceptarlo.
Estaban destinadas a ser sólo amigas. Brittany encontraría a otra amante. Sólo de pensarlo se ponía enferma.
Ahora bien, Brittany no tenía la culpa. La culpa era suya porque casi dos años atrás había cometido la imprudencia de ignorar la vocecita en su interior que le decía que no se dejara llevar. No se merecía a una mujer como Brittany, ni entonces ni ahora.
Brittany merecía a alguien mejor, porque había demostrado su generosidad al perdonarle su traición. ¿Cómo iba a plantearse siquiera rechazar su oferta de amistad?
Santana siguió el consejo de Emma y escuchó a su corazón. Sería una buena amiga para Brittany, la mejor, incluso si para eso tenía que apoyarla en sus nuevas relaciones amorosas. Lo más importante para ella era que Brittany fuese feliz.
La decisión estaba tomada. Pero ella estaba echa una mierda.
No le iba a ser fácil. Gracias a Dios, el martes saldría de la ciudad y tendría una semana para hacerse a la idea. Quizá para entonces, su corazón estuviera preparado.
Brittany esperó a la señal y dejó el segundo mensaje del día.
—Hola, soy yo otra vez. Supongo que no te entendí bien por teléfono: me pareció que dijiste que este fin de semana estarías por aquí.
Lord T se subió al mármol de un salto e insistió en que Brittany abriera el grifo, para poder beber del fregadero.
—En cualquier caso, si oyes esto antes de cenar, llámame. Han abierto un restaurante japonés nuevo en el centro comercial al lado de Publix. Podríamos ir a comer sushi. Hasta luego.
Brittany miró por la ventana por enésima vez para ver si el coche de Santana estaba en el apartamento de su madre. No estaba. Pero Maribel estaba con su nieta junto a la piscina, así que Brittany bajó a toda prisa a ver si ella sabía dónde se había metido Santana.
—No sé nada de ella. Pero es un día precioso, estará tomado el sol en su jardín trasero.
—Creía que a tomar el sol venía aquí.
—Bueno... en su casa hay una valla muy alta. Y creo que le gusta el moreno integral, ya sabes.
Brittany sabía perfectamente a qué se refería y, sólo de imaginarse a Santana tendida desnuda bajo el sol, un cosquilleo cálido y placentero despertó en su bajo vientre.
—¿Crees que le importará que vaya a verla?
—Claro que no.
—Es que... no sé donde vive exactamente.
Maribel le dio la dirección y Brittany la memorizó con facilidad. Sin embargo, de camino a su apartamento, decidió que esperaría a que Santana la llamara. Por muy tentador que fuera aparecer, no necesitaban que pasara lo de la última vez, cuando las dos habían perdido el control y se acostaron sin siquiera discutir lo que eso significaba. Si iban a volver a empezar, su relación no podía basarse sólo en el sexo.
Cuando estaba a punto de subir las escaleras, una furgoneta de reparto se detuvo delante de su casa.
—¿Brittany Pierce?
—Sí.
—Son para usted. —El conductor le entregó un precioso ramo de rosas naranjas.
En quien primero pensó Brittany fue en Santana, pero la tarjeta la devolvió a la realidad.
Lo pasé muy bien anoche. A ver si lo repetimos pronto. Dee.
Era exactamente lo que Santana había dicho que había hecho Elaine tras su primera cita. Tenía que parar aquello, pero ya.
Brittany no perdió el tiempo. Localizó el teléfono de Dee en el horario de voleibol. Marcó el número y enseguida respondió una alegre voz al otro lado.
—Hola, ¿Dee? Soy Brittany... Sí, acaban de llegar y son preciosas. —Esperó impaciente a que Dee acabara de justificar su elección de color, una mezcla de amarillo, por amistad, y rojo, por amor. —Son muy bonitas, de verdad. Pero creo que tenemos que hablar de lo de anoche...
Decidí que no voy a subir ninguna adaptación más, ya que prefiero dedicar el tiempo para escribir mis propios fics, ya que tengo un par de ideas que me andan rondando la cabeza xD
Recuerden que sólo quedan dos capítulos y se termina el fic, espero que les guste y comenten.
Saludos! :D
CAPÍTULO 20
—Disculpa, Santana.
Mercedes Jones, la secretaria de dirección de Markoff, estaba de pie en el umbral de su puerta.
—¿Sí?
—El señor Markoff ha convocado una reunión ahora con todos los jefes de departamento y los vicepresidentes adjuntos. Tenemos a Emma y a Wendell al teléfono.
—Ahora voy.
Santana echó un vistazo a su reloj. No era habitual tener reuniones los viernes por la tarde, pero seguramente habría que discutir el proyecto de San Francisco. Se unió a la procesión de ocupados ejecutivos que se dirigían a la sala de juntas. Todos habían dejado lo que estaban haciendo para responder a la llamada urgente de su director general.
Ken Markoff abrió la reunión con dos anuncios. Eldon-Markoff iba a comprar Western Travel, una compañía más pequeña de Nueva York, con una sólida red de contactos en Asia. Emma y Santana saldrían hacia la costa oeste el martes siguiente a primera hora para reunirse con los jefes de departamento en la sede central de Western.
El segundo anuncio de Markoff fue más sorprendente: Emma dejaba su puesto de vicepresidenta de ventas con efecto inmediato, para asumir el cargo de presidenta de Eldon-Markoff. Se convertía así en número dos de la empresa.
Uno por uno, el resto de los de ejecutivos la felicitaron por el manos libres del teléfono.
—Muchas gracias a todos por la confianza. Pasaré por vuestros despachos para agradecéroslo en persona cuando vuelva el lunes. Pero ahora tengo que ser breve o perderé el vuelo a casa.
Markoff pospuso la reunión, pero detuvo a Santana justo cuando iba a salir.
—¿Puedes venir a mi oficina un momento?
—Claro.
Santana ya estaba pensando en cómo afectaría a su trabajo aquel cambio. Hasta que nombraran a otro vicepresidente, tendría que asumir tareas de administración de ventas. En esos momentos ya llevaba prácticamente todo el marketing.
Una vez en el interior del lujoso y amplio despacho, Markoff cerró la puerta y le ofreció una silla. Llamó a Claudia por el intercomunicador y le pidió que pasara la llamada que tenían en espera.
—Santana, vuelvo a ser Emma. Sólo tengo un momento.
Santana se sobresaltó al oír la voz de su jefa de nuevo.
Evidentemente, habían pactado el aplazamiento de la reunión y aquella llamada adicional por adelantado.
—Sí, Emma, soy yo. Enhorabuena de nuevo.
—Gracias. Y enhorabuena a ti también. Si aceptas, serás la nueva vicepresidenta de ventas y marketing.
Decir que aquello la sorprendió era decir poco. Se quedó atónita. Nunca había creído que pudieran ascenderla tan pronto. Pero no tenía ninguna duda de estar capacitada para hacerlo.
—¡Sí!
—Fantástico. —Markoff se puso en pie para abrazarla. Emma tenía razón cuando le dijo que la empresa era como una gran familia.
—Gracias. Gracias a los dos. Prometo que no os defraudaré.
—Eso ya lo sabemos. Por eso te lo hemos pedido. Ahora sí que tengo que irme. Nos vemos el lunes por la mañana.
—Buen viaje, Emma.
Santana volvió a darle las gracias al director general.
—Será difícil estar a la altura, pero lo haré lo mejor que pueda.
—Tienes razón, Santana, pero todos pensamos que eres la persona adecuada para el puesto.
Volvió a su despacho como en una nube. Lo primero que quería hacer era llamar a Brittany para compartir la gran noticia. Brittany más que nadie sabría apreciar lo importante que era aquel ascenso. Balanceándose en su silla giratoria, Santana marcó el número de casa de Brittany de memoria.
—¿Sí?
—Hola, soy Santana. Sé que te lo digo con poco tiempo, pero tengo buenas noticias. ¿Te apetece cenar conmigo para que pueda contárselas a alguien antes de explotar?
—Eh... esta noche no puedo. ¿El fin de semana?
—Ah, venga. Iremos adonde quieras y te llevaré pronto a casa.
—No puedo, Santana —repitió. —He quedado para cenar con una amiga del equipo de voleibol. ¿Hacemos algo mañana?
Santana trató de ocultar la desilusión.
—Claro. Te llamo por la mañana.
El día siguiente ya iría bien. Valía la pena esperar, porque a Brittany iba a hacerle tanta ilusión como a ella.
Santana condujo hasta la urbanización. Se moría de ganas de contarles las noticias a su madre y a su hermana. El puesto de vicepresidenta iba acompañado de un salario casi obsceno, lo que quería decir que podría pagarle a Sophie la universidad más prestigiosa del país, si lo deseaba.
Al pasar por delante del apartamento de Brittany, se fijó en un Jaguar negro que había aparcado en la entrada. Vaya, la amiga de voleibol sí que conducía un buen...
En ese momento las vio juntas: Brittany con una... bollera de pintalabios. Se habían puesto de punta en blanco y la desconocida le aguantaba la puerta a Brittany para que entrara. Aquello no era una simple cena con una compañera de voleibol, como había dicho Brittany. Aquello era una cita.
Siguió conduciendo y pasó de largo el bloque de su madre. La situación ya era lo bastante humillante sin que Brittany la viera. Aparcó lo más lejos que pudo para darles tiempo de irse. Entonces volvió a poner el coche en marcha y salió de la urbanización. Regresó a la oficina, que era el único lugar donde sentía que lo tenía todo bajo control. Esa noche no estaba para celebraciones.
El edificio estaba prácticamente a oscuras. Usó su tarjeta para entrar. Los encargados de la limpieza aún estarían en el piso de arriba un rato más, como una hora más o menos, pero no interferirían en su trabajo.
Al llegar a su escritorio, sacó sus notas sobre la fusión de Western Travel y empezó a esbozar un plan para incorporar sus valores de marketing a los de Eldon-Markoff. La marca Western tenía suficiente renombre para garantizar una campaña conjunta gradual.
Decidida a no pensar en Brittany, Santana perdió la noción del tiempo. El resto de las oficinas llevaban horas vacías y a oscuras, y la única luz provenía de su lamparilla de escritorio, así que no se dio cuenta de que había alguien en la puerta.
—¡Esto es ridículo, Santana! —Emma sonaba claramente irritada.
Santana se sobresaltó y tiró sin querer una pila de papeles al suelo.
—¡Dios, qué susto me has dado!
—Son más de las diez. Hasta los de limpieza se han ido hace rato. ¿Qué diablos haces aquí que no pueda esperar hasta el lunes?
—Yo... he empezado a trabajar en el plan de marca conjunta con Western.
—¿Y por qué tienes que hacerlo esta noche?
En todo el tiempo que llevaba en Eldon-Markoff, Santana nunca había visto a Emma tan enfadada, al menos con ella.
—Es que me he puesto a hacerlo y una cosa ha llevado a la otra... no me había dado cuenta de la hora. —De repente, se dio cuenta de que ella no era la única que estaba en la oficina pasadas las diez. —¿Y tú qué haces aquí?
Emma frunció los labios y suspiró.
—Esto... confieso que he venido para coger unas cosas que quiero llevarme para leer durante el fin de semana. Siempre que estoy fuera de la oficina una semana tengo que llevarme trabajo a casa para ponerme al día.
Santana asintió en muestra de comprensión. Ella se llevaba trabajo a casa casi a diario.
—Pero pretendo leerlas en una hamaca de mi casa en la playa, no confinada en este despacho.
Santana escrutó la mueca de enfado de Emma, mientras ésta acercaba una silla a la mesa y se sentaba, sin darle opción a moverse de su asiento.
—Te lo he dicho mil veces. Creo que tu trabajo es magnífico. También creo que eres capaz de acabarlo en el horario normal. Quiero que seas vicepresidenta, pero también tienes que vivir tu vida. Quiero poder contar contigo muchos años, veinte, treinta... no que te me rompas en cinco por forzarte demasiado.
Santana se puso a recoger sus cosas para demostrar a su jefa que captaba el mensaje.
—Mira a tu alrededor. No verás a nadie después de las seis y media o las siete. Todos se van a casa, de vuelta a sus vidas, las que importan de verdad. ¿No me habías dicho que salías con alguien?
—Aquello no... no funcionó. —A pesar de sus esfuerzos por ocultar sus emociones, sabía que Emma notaba lo desilusionada que estaba.
—¿Y por eso estás aquí? ¿Intentas matarte a trabajar para no sentirte sola?
La verdad dolía. Santana apartó la mirada.
—Te diré lo que vamos a hacer. Esta noche vas a irte a tu casa y vas a hacer la maleta. Ropa informal. A las nueve de la mañana, Will y yo pasaremos a recogerte. Te vienes a la casa de la playa con nosotros.
—No puedo hacer eso. Will y tú querréis estar los dos juntos.
Emma agitó la mano con despreocupación.
—Él se irá a pescar con sus amigos. No nos hará ni caso. Y tú y yo podremos hablar de lo que pasa en esa cabecita tuya o, si lo prefieres, puedes desconectar un par de días y punto. Tú decides.
Alejarse de todo un par de días no sonaba mal.
—¿Estás segura?
—Segurísima. Además, creo que ya es hora de que tú y yo nos conozcamos mejor fuera de Eldon-Markoff. Me gustaría mucho que fuéramos amigas, Santana.
—A mí también.
—Muy bien. Salgamos de aquí. Tenemos maletas por hacer.
Santana dejó la carpeta en su bandeja de cosas pendientes y sacó el bolso del cajón de abajo.
—Te sigo, Emma, te sigo.
Brittany fingió interés en la conversación, mientras Dee Hobart le hablaba de cómo había abierto su propio bufete de abogados tras dejar su estresante trabajo en una de las firmas más prestigiosas de Orlando. Al parecer era importante para ella que Brittany entendiera lo valiente que había sido la decisión de dejar un trabajo seguro y bien pagado para establecerse por su cuenta.
Dee se había vestido con gusto. Llevaba pantalones anchos de color negro y una blusa estilo túnica. Llevaba su corto cabello pelirrojo peinado a la perfección y no había escatimado en laca. Brittany tenía pensado ponerse una falda tejana y un suéter, pero, cuando Dee llamó y dijo que había reservado en Norman's, para muchos el mejor restaurante de Orlando, echó mano del vestido de cóctel que había llevado para la boda de Rory.
—Me harté de dejarme la piel trabajando setenta horas a la semana para que los socios se hicieran de oro. Ahora trabajo unas cincuenta horas y gano el triple que antes. Vendí mi apartamento y compré una casa de principios de siglo en Winter Park. Me encanta hacer reformas. Importé azulejos españoles para la piscina...
A medida que le hablaba de sus planes para remodelar la casa, Brittany se percató de lo mucho que le costaba concentrarse para prestar atención. Le interesaban más sus propios pensamientos que la terriblemente larga y detallada descripción de Dee de las molduras pintadas a mano y los suelos de parqué con placas de caoba irregulares.
Brittany dejó la copa de vino en la mesa. Le preocupaba beber demasiado y que entonces soltara lo que estaba pensando... que ojalá hubiera cancelado la cita con Dee para salir con Santana y enterarse de su gran noticia. Incluso si la gran noticia era que se habían descubierto unos folletos de viajes lituanos antiguos, eso habría sido mejor que la letanía de Dee Hobart sobre todo lo que era importante en su vida.
—Bueno, háblame de por qué te gusta el sector hotelero. —Brittany agradeció el respiro y empezó a hablar de su trabajo: cómo había entrado en el Weller Regent justo al acabar la universidad y había ido escalando poco a poco hasta su puesto actual. Dee la escuchaba con atención, interrumpiéndola de vez en cuando con preguntas o comentarios. —... y volver a Orlando significa retrasar un poco mis planes a largo plazo. Seguramente no podré plantearme lo de montar mi propio hotel hasta de aquí a siete u ocho años, pero al menos sé que para entonces estaré preparada.
—No creo que yo aguantara trabajar para otra persona tanto tiempo, sobre todo si fuera yo la que hiciera casi todo el trabajo.
—Créeme, en el hotel todo el mundo trabaja muy duro.
—Aun así, cuando de verdad se gana dinero es trabajando para uno mismo, no para los demás.
—Está bien ganar mucho dinero, pero no es lo más importante en un trabajo.
Dee sonrió burlona.
—Sí, eso es lo que dice todo el mundo, pero nadie se lo cree.
A Brittany le sentó mal el comentario, pero se mordió la lengua. Nada como que tu acompañante te llame mentirosa a la cara. Miró disimuladamente el reloj y se preguntó por qué tardaban tanto con la cena.
—¿Tienes hambre?
—Mucha.
—Te dije que tendríamos que haber pedido algo de aperitivo. —Dee le hizo un gesto al camarero.
—No, no quiero que se me quite el hambre para la cena.
—No te preocupes, sólo picaremos algo. Así el chef podrá tomarse su tiempo. Con estos precios, lo mínimo es que todo quede perfecto.
—En serio, no quiero picar nada, pero gracias.
Brittany esperaba de veras que su sonrisa no pareciera tan falsa como en realidad era. La verdad es que estaba impaciente por abalanzarse sobre la cena para poder irse a casa cuanto antes. Ya antes de darse cuenta de la aparente obsesión de Dee por el dinero, había notado que tenían poco en común. No había nada de química. Brittany era de las que confiaban en la primera impresión a la hora de medir su atracción por alguien, y Dee apenas se había registrado en la escala de excitación.
Así era como Santana debía de haberse sentido las primeras veces que salió con Elaine, pensó Brittany. Casi se estremeció sólo de imaginarse acabando con alguien como Dee por accidente. Aquellas situaciones, cuanto antes acabaran, mejor para todos.
Cuando estaba con Santana era algo especial porque había una química innegable entre las dos. Ya estuvieran riendo, bromeando, teniendo una conversación seria sobre el estado del mundo o, sencillamente, pasando el rato delante de una pizza, la intensidad de la presencia de Santana era abrumadora, incluso sólo como amigas. Brittany negó con la cabeza y soltó una carcajada amarga cuando por fin lo comprendió: daba igual lo mucho que intentara convencerse de lo contrario, Santana López y ella nunca podrían ser sólo amigas. ¿Por qué había sido tan cabezota? Santana había cometido un error y había pedido perdón. Aquello debería haber sido suficiente. Ya basta de noches como aquélla, siempre en busca de alguien que nunca estaría a la altura.
—... ¿no estás de acuerdo?
La pregunta cogió a Brittany por sorpresa, ya que su mente estaba a kilómetros de distancia.
—No, no es eso. —No tenía ni idea de lo que estaba hablando Dee. —Es que estaba mirando una cosa detrás de ti. Al camarero casi se le cae una bandeja.
Dee miró a su espalda.
—Ah, bien. Por fin llega nuestra cena.
Brittany suspiró aliviada. Ya quedaba menos para que acabara la velada. Estaba a punto de hacer algo que cambiaría su vida para siempre. Por primera vez desde que regresó a Orlando, admitía que Santana se merecía una segunda oportunidad.
Satellite Beach era una tranquila urbanización de casas y apartamentos en primera línea de mar. La playa era preciosa y estaba casi desierta, aunque era un soleado día de diciembre.
—Todo esto es muy bonito —dijo Santana. —¿Venís todos los fines de semana?
—Siempre que podemos. Nos encanta. Ken Markoff también tiene una casa aquí, a poco más de un kilómetro. Comparada con la suya, la nuestra parece una barraca.
—Se está muy tranquilo. —Santana se quitó las sandalias para caminar por la orilla del mar. —Entiendo que os guste tanto.
Emma se metió las manos en los bolsillos de su sudadera con capucha.
—¿Sabes? No te conceden la tarjeta de residencia permanente en Florida hasta que no empiezas a tiritar como los demás en cuanto bajamos de 15 grados.
—La gente no deja de decir eso, pero yo aún me acuerdo de lo que es un invierno en Baltimore —repuso, tonificada por las frías olas que le lamían los pies.
—He pensado que a lo mejor querías hablar de lo que te tenía tan disgustada anoche.
Santana se encogió de hombros.
—No hay mucho que contar. Es un caso clásico de amor no correspondido.
—Así que amor, ¿eh?
El descubrimiento la sorprendió, pero la certeza de Santana era absoluta.
—Sí, la quiero. Estoy enamorada de ella.
—¿Y ella sabe lo que sientes?
—Ella... —agitó la mano en el aire. —Es complicado.
Emma paseó a su lado, como muestra de que estaba dispuesta a escucharla.
—La conocí el año pasado cuando venía a trabajar en la estrategia de marketing. Nos caímos bien, pero... —Santana se pasó las manos por el pelo. —Dios, me da vergüenza.
—No tienes por qué contarme nada más si no quieres Pero, si quieres, no me importa escucharte.
Aminoraron el paso. Santana tenía los ojos pegados al suelo y observaba cómo la arena se secaba alrededor de sus pies a cada paso.
—Me resulta duro hablar de mis equivocaciones.
—Eso a todos. ¿Es una equivocación que tiene solución?
—Lo dudo. Está saliendo con otra persona y yo no sé si debería aceptarlo deportivamente o luchar por ella.
Emma la cogió de los hombros y le dio la vuelta par que mirara hacia el norte.
—Si sigues en esa dirección, puedes caminar durante más de tres kilómetros. ¿Por qué no das un buen paseo y te aclaras las ideas? A ver qué te dice el corazón.
La empujó con suavidad y Santana empezó a andar, cabo de unos veinte metros, se volvió y vio que Emma caminaba en la dirección contraria. A lo mejor sí que sería una buena idea enfrentarse a sus sentimientos, para variar, en lugar de tratar de escapar de ellos mediante trabajo. No es que las cosas fueran a empeorar mucho más.
Había sido una tonta por pensar que Brittany volvía a sentirse interesada sentimentalmente por ella. Sólo era lo que ella había querido creer. Brittany había sido sincera desde el principio al asegurarle que eso no volvería suceder, pero ella había hecho oídos sordos porque no había querido aceptarlo.
Estaban destinadas a ser sólo amigas. Brittany encontraría a otra amante. Sólo de pensarlo se ponía enferma.
Ahora bien, Brittany no tenía la culpa. La culpa era suya porque casi dos años atrás había cometido la imprudencia de ignorar la vocecita en su interior que le decía que no se dejara llevar. No se merecía a una mujer como Brittany, ni entonces ni ahora.
Brittany merecía a alguien mejor, porque había demostrado su generosidad al perdonarle su traición. ¿Cómo iba a plantearse siquiera rechazar su oferta de amistad?
Santana siguió el consejo de Emma y escuchó a su corazón. Sería una buena amiga para Brittany, la mejor, incluso si para eso tenía que apoyarla en sus nuevas relaciones amorosas. Lo más importante para ella era que Brittany fuese feliz.
La decisión estaba tomada. Pero ella estaba echa una mierda.
No le iba a ser fácil. Gracias a Dios, el martes saldría de la ciudad y tendría una semana para hacerse a la idea. Quizá para entonces, su corazón estuviera preparado.
Brittany esperó a la señal y dejó el segundo mensaje del día.
—Hola, soy yo otra vez. Supongo que no te entendí bien por teléfono: me pareció que dijiste que este fin de semana estarías por aquí.
Lord T se subió al mármol de un salto e insistió en que Brittany abriera el grifo, para poder beber del fregadero.
—En cualquier caso, si oyes esto antes de cenar, llámame. Han abierto un restaurante japonés nuevo en el centro comercial al lado de Publix. Podríamos ir a comer sushi. Hasta luego.
Brittany miró por la ventana por enésima vez para ver si el coche de Santana estaba en el apartamento de su madre. No estaba. Pero Maribel estaba con su nieta junto a la piscina, así que Brittany bajó a toda prisa a ver si ella sabía dónde se había metido Santana.
—No sé nada de ella. Pero es un día precioso, estará tomado el sol en su jardín trasero.
—Creía que a tomar el sol venía aquí.
—Bueno... en su casa hay una valla muy alta. Y creo que le gusta el moreno integral, ya sabes.
Brittany sabía perfectamente a qué se refería y, sólo de imaginarse a Santana tendida desnuda bajo el sol, un cosquilleo cálido y placentero despertó en su bajo vientre.
—¿Crees que le importará que vaya a verla?
—Claro que no.
—Es que... no sé donde vive exactamente.
Maribel le dio la dirección y Brittany la memorizó con facilidad. Sin embargo, de camino a su apartamento, decidió que esperaría a que Santana la llamara. Por muy tentador que fuera aparecer, no necesitaban que pasara lo de la última vez, cuando las dos habían perdido el control y se acostaron sin siquiera discutir lo que eso significaba. Si iban a volver a empezar, su relación no podía basarse sólo en el sexo.
Cuando estaba a punto de subir las escaleras, una furgoneta de reparto se detuvo delante de su casa.
—¿Brittany Pierce?
—Sí.
—Son para usted. —El conductor le entregó un precioso ramo de rosas naranjas.
En quien primero pensó Brittany fue en Santana, pero la tarjeta la devolvió a la realidad.
Lo pasé muy bien anoche. A ver si lo repetimos pronto. Dee.
Era exactamente lo que Santana había dicho que había hecho Elaine tras su primera cita. Tenía que parar aquello, pero ya.
Brittany no perdió el tiempo. Localizó el teléfono de Dee en el horario de voleibol. Marcó el número y enseguida respondió una alegre voz al otro lado.
—Hola, ¿Dee? Soy Brittany... Sí, acaban de llegar y son preciosas. —Esperó impaciente a que Dee acabara de justificar su elección de color, una mezcla de amarillo, por amistad, y rojo, por amor. —Son muy bonitas, de verdad. Pero creo que tenemos que hablar de lo de anoche...
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
hola,.... como estas????
me gusto mucho tu fic,.... lo estuve leyendo en transcurso de esta semana, pero no he tenido oportunidad de comentar antes!!!!!
enrecio ahora que Britt quiere con San,...
a San se le da por reflexionar y dejarla ir y "quedar" como amigas,... todo por la culpa de Dee y su pinche cena,...
bueno espero el prox,...
nos vemos!!!!
LU!!!!!
me gusto mucho tu fic,.... lo estuve leyendo en transcurso de esta semana, pero no he tenido oportunidad de comentar antes!!!!!
enrecio ahora que Britt quiere con San,...
a San se le da por reflexionar y dejarla ir y "quedar" como amigas,... todo por la culpa de Dee y su pinche cena,...
bueno espero el prox,...
nos vemos!!!!
LU!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Me a gustado
Ahora aver que va a pasar cuando
Se encuentren
Saludos
Ahora aver que va a pasar cuando
Se encuentren
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola!! Me alegro que te haya gustado mucho.3:) escribió:hola,.... como estas????
me gusto mucho tu fic,.... lo estuve leyendo en transcurso de esta semana, pero no he tenido oportunidad de comentar antes!!!!!
enrecio ahora que Britt quiere con San,...
a San se le da por reflexionar y dejarla ir y "quedar" como amigas,... todo por la culpa de Dee y su pinche cena,...
bueno espero el prox,...
nos vemos!!!!
LU!!!!!
Cierto, pero ya verás lo que sucede entre ellas, sólo quedan dos capítulos.
Gracias por comentar. Saludos!! :D
Me alegro que te haya gustado, en minutos subo el siguiente capítulo.Jane0_o escribió:Me a gustado
Ahora aver que va a pasar cuando
Se encuentren
Saludos
Gracias por comentar. Saludos!
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintiuno-
Hola!! Mil perdones por la demora. Se que esta vez me demoré demasiado en subir el capítulo, así que quizás probablemente en la noche suba el siguientes, es decir el último capítulo.
Espero que les guste este capítulo.
Besos!! :D
CAPÍTULO 21
Denise se apoyó en el marco de la puerta de la sala de descanso, en donde Santana revolvía la nevera en busca de algo para comer en el despacho.
—Tengo a Brittany Pierce por la línea uno. Le he dicho que podía coger el recado, pero me ha dicho que ya se esperaba.
Santana se puso rígida. Aún no estaba preparada para hablar con ella. En cuanto abriera la boca, Brittany sabría que estaba reconcomiéndose por dentro porque salía con otra.
—¿Quieres que le diga que estás reunida?
—No, hablaré con ella. —Volvió a su despacho, cerró la puerta y miró el indicador parpadeante del teléfono con desconfianza. —Hola, Santana López al habla —dijo con formalidad.
—Hola. Te he echado de menos este fin de semana.
—Me fui fuera de la ciudad un par de días... con Emma. Teníamos trabajo que hacer.
Aunque no era del todo mentira, Santana sintió una punzada de culpabilidad por insinuar que el fin de semana había ido de trabajo.
—Estaba pensando que a lo mejor podía tentarte para dejar el trabajo esta noche. En el hotel he conseguido dos entradas para el partido de los Magic contra los Lakers. ¿Te interesa?
—No puedo. Tengo que ir a San Francisco.
—¿Te vas esta noche?
—A primera hora de la mañana. Pero aún no he hecho el equipaje y me quedan un montón de cosas pendientes.
—Vale, pero te debo una invitación. ¿Cuándo vuelves?
—El viernes por la noche... tarde.
—Me parece que la semana que viene juegan fuera. ¿Te apetece hacer otra cosa?
—Ahora mismo no sabría decirte. Las cosas están un poco liadas con lo de la nueva adquisición.
—¿Qué nueva adquisición?
—Hemos comprado aquella agencia de viajes de Nueva York que llevábamos tiempo mirando. Hoy ha salido en el periódico... junto con el comunicado de prensa sobre el nombramiento de la nueva vicepresidenta de ventas y marketing.
—Bueno, supongo que tengo que felicitarte, pues. ¿Me llamarás cuando vuelvas?
—Claro.
Brittany bajó del ascensor y fue directa al mostrador de la planta Concierge.
—Hola, Joe. Gracias por conseguirme las entradas para el baloncesto, pero al final no creo que pueda ir.
—Qué pena. Los Magic están en racha.
—Sí, quizá más adelante pueda.
—Sólo tienes que decírmelo. Te conseguiré los mejores asientos del pabellón.
—Gracias, sé que lo harás.
Más que perderse el partido, lo que le daba rabia era perder la oportunidad de hacer algo con Santana. No era normal que estuvieran tanto tiempo sin quedar, sobre todo con un fin de semana de por medio. Brittany esperaba que a Santana le fuera bien en San Francisco. Por teléfono le había parecido un poco tensa, como si estuviera preocupada por algo. Seguramente, tener que trabajar el fin de semana la tenía muy estresada.
Brittany empezó a planear el fin de semana siguiente. A lo mejor podían hacer algo para que Santana se relajara y desconectara del trabajo. Brittany rió para sí. Se le ocurrían un par de cosas. Ahora que por fin tenía las ideas claras, estaba impaciente por...
—Oye, jefa, ¿hoy también doblas turno?
Brittany le sonrió a Tina, que estaba tras el mostrador de la recepción principal. Un día de ésos tendría que encontrar la manera de pasar a su recepcionista favorita al turno de día.
—No, pero le prometí a Quinn que la cubriría hasta las seis. Esta tarde tenía una reunión de padres en el colegio. Hablando de Quinn, ¿va mejor la cosa?
—Ahora que lo dices, sí. Después de tomarse aquella semana libre, volvió completamente cambiada.
—A veces lo único que uno necesita es tomarse unos días libres —dijo Brittany.
Tina no lo sabía, pero aquel tiempo libre que se había tomado Quinn había sido en forma de seminario de gestión de personal en Nueva York. Brittany y Sue habían decidido que un curso de reciclaje era la última esperanza de Quinn. Si no funcionaba, tendría que ser degradada y transferida.
—Pues le fue muy bien. A lo mejor yo también debería tomarme una semana libre para mejorar mi actitud.
Brittany enarcó una ceja y estalló en carcajadas.
—Ah, no, no funciona así. ¿Cómo dice el refrán? «La letra con sangre entra.» Así es como hacemos las cosas por aquí.
—¿A ti te fue bien el año que pasaste en Denver?
—¿Tú qué crees? ¿Soy mejor jefa? —le sonrió a Tina, retándola a decir que no.
—No lo sé, Brittany. Es muy difícil mejorar la perfección.
—Oh, eres tan intuitiva... Es lo que me gusta de ti.
—Es sólo que cuando te marchaste no parecías muy feliz, y ahora sí.
—Eso es porque... —Nunca le había desagradado su trabajo. Si se había marchado de Orlando, había sido sólo porque el desenlace de su relación con Santana la había afectado. —Pasé un buen año en el WR de allí. Pero echaba de menos todo esto y tuve mucha suerte de poder volver. Por eso soy feliz.
Había otra razón, pero no iba a contársela a Tina.
—Me alegro de que hayas vuelto. Pero llevo tiempo haciéndote la pelota y aún no me has pasado al primer turno.
Brittany rió y abrió la puerta corredera del armarito que había bajo el mostrador.
—Jesús, ¡qué desastre!
—Sea lo que sea, no he sido yo —se apresuró a aclarar Tina.
—Voy a aprovechar para ordenar un poco todo esto ahora que no tenemos mucho trabajo. Vigila el mostrador.
Brittany acercó una papelera y empezó a sacar todo tipo de cosas de los estantes. El alijo incluía varios cargadores de móviles y cables de alimentación de portátiles, baterías sueltas, una mochila vacía, media docena de formularios de inscripción para conferencias celebradas hacía meses y una pila de periódicos viejos.
—¿Cómo ha acabado todo esto aquí metido?
—Objetos perdidos, seguramente. La gente lo trae al mostrador cuando estamos ocupados y después nos olvidamos —explicó Tina.
—Supongo que tienes razón. Pero ¿quién se dedica a leer el periódico en la recepción? —preguntó con irritación.
—No sé. A lo mejor la gente los lee en su hora de descanso. Oye, ¿esa mujer no se ha alojado aquí varias veces? —Tina cogió uno de los periódicos que estaba sacando Brittany.
—Ahora no empieces tú también. Te entrené para que no cogieras malas costumbres.
—Bueno, pero ¿es o no? —Tina le dio la vuelta al periódico para enseñarle a Brittany la foto de Santana López.
—Será posible... Así que era eso. —Se quedó mirando la primera página de la sección de economía y empresa con los ojos muy abiertos. Esa era la gran noticia que Santana había querido contarle el viernes anterior. Y, en lugar de salir con ella, Brittany había tenido una cita desastrosa con Dee.
—Es amiga tuya, ¿verdad?
—Sí, se mudó aquí cuando yo estaba en Denver.
—Deberías llamarla para felicitarla.
—Buena idea —asintió Brittany sin despegar los ojos de la noticia.
Dobló el periódico y lo dejó a un lado. Su mente volvió a la conversación telefónica con Santana el día anterior. Claro que Santana había sonado tan disgustada. Había herido sus sentimientos al no preguntarle sobre la gran noticia.
—No, vuelvo el viernes por la noche, mamá. Será tarde... Claro, me pasaré el sábado.
Santana sabía que tarde o temprano tendría que aparecer por la urbanización. Evitar a Brittany también significaba no ver a su familia.
—Mamá, tengo que irme. Llaman a la puerta... No sé quién es, por eso voy a ver. Te llamo cuando vuelva a la ciudad, ¿vale?
Santana le bajó el fuego a la sopa que estaba calentando y corrió a la puerta. Esperaba que fuera algún niño del barrio que vendía algo para la escuela, así que encontrarse cara a cara con Brittany la desconcertó. Estaba apoyada en una columna del porche, con los brazos cruzados y postura acusadora. En la mano llevaba un periódico doblado.
—No me puedo creer que haya tenido que enterarme por la prensa.
—Me lo dijeron el viernes.
«Mientras tú te arreglabas para tu cita.»
Santana se echó a un lado para dejar entrar a Brittany, que pasó a la sala de estar.
—Santana, es fabuloso. Estoy muy orgullosa de ti. —Brittany la abrazó de corazón y Santana intentó devolverle el abrazo.
—Gracias.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Estabas ocupada. —Santana no pudo evitar sonar borde. Aún no estaba lista para tener esa conversación.
—Estuviste fuera todo el fin de semana. Te dejé tres... —abrió mucho los ojos. —Un momento, ¿estás enfadada conmigo por algo?
—No.
—Pero te pasa algo. Lo noto.
Santana suspiró. Era imposible ocultar sus sentimientos. Los llevaba escritos en la cara. Volvió a la cocina y apagó el fuego.
—¿Quieres un poco de sopa con galletas saladas?
—Santana, basta. Dime qué pasa.
Santana se dio la vuelta y se cruzó de brazos, apoyada en el mármol. Esta vez se esforzó por sonreír.
—No estoy enfadada. De verdad.
Brittany dio un paso hacia ella.
—Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué no me has llamado?
Negó con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra. La verdad era demasiado humillante.
—Como quieras. —Brittany echó a andar hacia la puerta, pero se detuvo y se volvió una vez más. Los ojos le brillaban con enfado. —¿Sabes? La primera vez que me pediste que te perdonara, me prometiste que en adelante serías sincera conmigo. Así que, tú misma, guárdate tus secretos, pero no esperes que vuelva a confiar en ti.
—Brittany, espera. —Santana la agarró del codo y Brittany se detuvo. No dejaría que los secretos volvieran a interponerse entre ellas. —Te lo contaré todo.
El semblante de Brittany se suavizó y reprimió el enfado a la espera de una explicación. Santana no había sentido tanta presión desde la noche que rompió con Elaine.
—Hice algo que me dijiste que no hiciera. —Miró al techo, como si lo que necesitaba decir estuviera escrito en alguna parte de éste. —Me hice ilusiones de que volveríamos a ser algo más que amigas. Empezaba a creer que teníamos algo especial y que tú también lo sentías. Y entonces me enfadé porque... porque saliste con otra.
Brittany abrió la boca como si fuera a responder, pero lo único que hizo fue negar con la cabeza.
—Ya sé que me dijiste que entre tú y yo no volvería a pasar nada. No estoy enfadada contigo. Estoy enfadada conmigo por no escuchar... por no querer creerte.
—Santana, yo... —Brittany se acercó más. —Fue una cita terrible, de las peores del mundo.
Santana soltó una risita desprovista de humor.
—Eso no tiene nada que ver. Algún día tendrás otra que sí que vaya bien.
—Eso espero. —Avanzó otro paso. —Entonces, a lo mejor no me paso la noche mirando el reloj, preguntándome si sigues despierta para ver si puedo dejar plantada al muermo de mi acompañante e ir a pasarlo bien de verdad. O mirándola y deseando que fuera tan divertida como tú y que se pudiera conversar con ella igual de bien. O dándome cuenta de que sólo hay una persona en el mundo que haya hecho que el corazón se me acelere sólo con tocarme la mano.
Con un último paso, Brittany cubrió la distancia que las separaba y rozó la mano de Santana con la suya.
—¿Quieres decir que...?
—Quiero decir que eres la única a quien quiero.
Santana casi había renunciado a su sueño de oír aquellas palabras. Atrajo a Brittany hacia ella y la abrazó con fuerza.
—Te quiero.
—¿Me quieres?
—Sí —susurró Santana uniendo su boca a los añorados labios de Brittany.
Sintió que Brittany se relajaba entre sus brazos y le devolvía el beso con la misma pasión de la primera vez. El recuerdo de la noche que habían pasado juntas la invadió con una fuerza animal, pero Santana se obligó a controlarse. Rompió el beso, pero no el abrazo.
—Te prometo que no volveré a hacerte daño.
Brittany se derritió en los brazos de Santana. Ni siquiera se preguntó si dejarse llevar era seguro. La decisión estaba tomada desde hacía días: su lugar estaba al lado de Santana.
—Esta vez no se nos irá de las manos, Brittany. Te voy a demostrar que puedes confiar en mí.
—Confío en ti —dijo Brittany, que ya estaba desabrochándole la camisa. —¿Dónde está tu habitación?
Santana le cogió las manos y se las apretó.
—Te deseo más que a nada, pero no quiero que tengas ninguna duda.
—Sólo prométeme que esto es real. —Brittany tiró de ella y atravesaron el comedor, buscando una cama. —¿No tienes muebles?
—Tengo una cama magnífica. Tú sigue andando.
Segundos después, las dos mujeres ya se habían quitado toda la ropa de cintura para arriba. Brittany tiró su falda encima del baúl que había a los pies de la cama, incapaz de apartar los ojos de los pechos de Santana, que relucían como diamantes sobre su piel bronceada.
Santana la atrajo para besarla de nuevo, y ese beso ya no dejó lugar a dudas sobre sus sentimientos. Brittany sucumbió y notó que era empujada con delicadeza contra la cama de matrimonio. Observó a Santana extasiada mientras se quitaba los pantalones y el tanga, de un modo gloriosamente parecido a la última vez.
Poco a poco, Santana reptó sobre Brittany y se asentó entre sus muslos. Brittany abrió las piernas y le apoyó los pies en las pantorrillas. Sus cuerpos se fundieron en el calor mutuo y Brittany arqueó las caderas con expectación.
—No he estado con nadie desde que estuve contigo —susurró Brittany. Aguantó la respiración en espera de que Santana le contestara.
—Yo tampoco.
—¿Ni con Elaine?
—No, con nadie. —Santana mordisqueó la piel suave de detrás de la oreja de Brittany con ternura. —¿Cómo podría?
Santana se puso de lado para poder acariciar la figura desnuda de Brittany de arriba abajo. Sus pechos, sus caderas, el rizado montículo de su sexo era exactamente como lo recordaba; como se lo había imaginado en tantas noches de soledad en su cama. Bajó la cabeza, se metió en la boca uno de los pezones endurecidos de Brittany y lo succionó, sin dejar de acariciarle el sedoso interior de los muslos.
—Te he deseado desde el día que te fuiste —murmuró Brittany.
—No me marcharé nunca más.
Santana le pasó una pierna por encima de los muslos y montó a horcajadas sobre Brittany, separándole las piernas con la rodilla. Le metió los dedos entre los húmedos pliegues y los empujó en su interior con delicadeza.
—Yo también quiero estar dentro de ti.
Apenas dueña de su propio cuerpo, Santana se las arregló para ponerse encima de Brittany y abrió las piernas para permitir que Brittany metiera los dedos en su sexo.
—Lléname... lléname entera.
—Dios, Brittany.
La intención de Santana de dilatar el momento se fue al traste en el momento en que sintió los dedos de Brittany dentro. Le metió la mano más hondo, sin dejar de acariciarle el clítoris endurecido con el pulgar.
Brittany agitó las caderas y se restregó contra los dedos que la exploraban, tratando de igualar el ritmo con su propia mano, a medida que la cabeza se le iba.
Santana se balanceó arriba y abajo, cada vez más cerca del clímax.
—Te quiero —jadeó.
Cerró los ojos con fuerza y logró retrasar el orgasmo hasta que el sexo de Brittany se contrajo y se aferró a sus dedos y Brittany se puso rígida en su abrazo.
El calor pasó de una a la otra, transmitiéndose de cuerpo a cuerpo entre temblores, como un círculo ardiente y eléctrico.
—Te he echado mucho de menos —dijo Brittany con seriedad, en voz baja.
Le acarició a Santana la clavícula con la yema de los dedos, recorriéndole de cuando en cuando el suave valle entre los pechos. Habían pasado más de dos horas reencontrándose la una con la otra, y ahora yacían temporalmente saciadas.
—Yo también. Pero ha sido tan maravilloso como lo recordaba.
—Ha sido aún mejor.
Santana se incorporó sobre el codo para mirar a Brittany a los ojos.
—¿Por qué?
—Porque llevaba mucho tiempo soñando con esto. —Brittany se acurrucó aún más cerca de ella. —No te lo creerás, pero dentro de seis horas tengo que estar en el hotel.
—Qué suerte. Yo tengo que coger un avión a las seis y media y ni siquiera he hecho las maletas.
—Entonces debería irme.
Brittany se desenredó de Santana y se levantó de la cama.
Santana la observó mientras se vestía, y entonces apartó el edredón y se levantó también. Tenía que asegurarse de que no quedaba ninguna duda flotando en el aire. Se ató el batín a la cintura y rodeó a Brittany con sus brazos.
—De verdad te quiero.
—Te creo.
—... Lee Washburn quiere coger la jubilación, así que habrá que encontrar a alguien que pueda llevar el marketing de la costa oeste. Deberíamos abrir un puesto de vicepresidente adjunto, porque será un trabajo de mucha responsabilidad.
Por segunda vez en los últimos diez minutos, Santana notó que se estaba durmiendo y luchó por mantener los ojos abiertos.
—Disculpe, señorita López —continuó Emma con voz melosa, —¿quiere que llame a la azafata para que le traiga un poco de café o preferiría que me estuviera calladita y la dejara echar una cabezada en paz?
El brillo de sus ojos demostraba que estaba bromeando. Santana cabeceó, se sentó derecha y se desabrochó el cinturón de seguridad para poder estirarse.
—No he dormido mucho. Tendría que tomarme otro café.
—No te habrás quedado levantada trabajando en lo de hoy, ¿no?
—No —respondió Santana, sin poder evitar sonreír y ruborizarse al pensar en la noche que había pasado con Brittany.
—Oh, qué interesante —dijo Emma. Ver que Santana se ponía colorada le parecía extremamente divertido. —¿Eso significa que vais a arreglar las cosas?
—En realidad —su sonrisa se ensanchó al recordar de nuevo la noche anterior, —creo que ya las hemos arreglado del todo.
—Eso es genial, Santana. ¿Por qué no me hablas de ella? —Emma cerró su portafolio y se apoyó en el respaldo del asiento de piel.
—Se... se llama Brittany y es una de las gerentes del Weller Regent.
—¿Es esa...? Espera un segundo... Tendría que haber sabido quién era. Me acuerdo de que Ken comentó algo de que se había encontrado con vosotras en el Jack Elam's.
—Guau, no se pueden tener secretos en Eldon-Markoff, ¿eh?
—Ya te lo dije el primer día. Somos una familia. Tienes que traerla a la fiesta de navidad la semana que viene.
—¿Crees que les parecerá bien?
—Claro que sí. Quiero conocer a la culpable de que te me duermas en una sesión informativa. Si no viene a la fiesta, tendré que presentarme en su casa.
Santana rió sonoramente al imaginarse la escena. Se preguntaba si Brittany preferiría una fiesta de navidad o un cara a cara con su jefa.
—Se lo preguntaré.
—Muy bien. Ahora, ¿qué tal si duermes un poco? Te despertaré cuando vayamos a aterrizar.
No hizo falta decírselo dos veces. En pocos minutos, Santana estaba profundamente dormida.
Brittany se descubrió otra vez soñando despierta y cabeceó para espabilarse. Santana volvería esa noche. Habían hablado por teléfono varias veces durante la semana. Era su manera de confirmar mutuamente que iban en la dirección correcta.
El hotel había estado bastante tranquilo en las últimas dos semanas. Se notaba mucho la bajada de viajes de negocios en vacaciones, sobre todo en el comedor y el restaurante, que estaban casi vacíos. Ese hecho le daba la oportunidad al personal de ponerse al día con el papeleo de fin de año y empezar bien la primavera. En sólo tres semanas, la temporada de conferencias entraría en su apogeo.
Brittany observó a su jefa por la ventana del pequeño despacho, sentada en su escritorio al otro lado del pasillo. Pasaba algo grave: lo notaba por el semblante serio de Sue y por el hecho de que llevaba casi toda la tarde al teléfono a puerta cerrada. Fuera lo que fuese, pronto lo sabrían todos.
Brittany se reunió con Quinn y Finn, el nuevo supervisor en jefe, antes de que empezaran su turno. Al acabar la reunión, sólo le quedaban diez minutos para irse a casa y no tendría que volver en dos días.
—Brittany, ¿puedes venir a mi despacho un momento? —Sue estaba seria.
—Claro. —Brittany la siguió dentro y la directora del hotel cerró la puerta tras ella.
—Llevo todo el día al teléfono con Jesse St. James.
Espero que les guste este capítulo.
Besos!! :D
CAPÍTULO 21
Denise se apoyó en el marco de la puerta de la sala de descanso, en donde Santana revolvía la nevera en busca de algo para comer en el despacho.
—Tengo a Brittany Pierce por la línea uno. Le he dicho que podía coger el recado, pero me ha dicho que ya se esperaba.
Santana se puso rígida. Aún no estaba preparada para hablar con ella. En cuanto abriera la boca, Brittany sabría que estaba reconcomiéndose por dentro porque salía con otra.
—¿Quieres que le diga que estás reunida?
—No, hablaré con ella. —Volvió a su despacho, cerró la puerta y miró el indicador parpadeante del teléfono con desconfianza. —Hola, Santana López al habla —dijo con formalidad.
—Hola. Te he echado de menos este fin de semana.
—Me fui fuera de la ciudad un par de días... con Emma. Teníamos trabajo que hacer.
Aunque no era del todo mentira, Santana sintió una punzada de culpabilidad por insinuar que el fin de semana había ido de trabajo.
—Estaba pensando que a lo mejor podía tentarte para dejar el trabajo esta noche. En el hotel he conseguido dos entradas para el partido de los Magic contra los Lakers. ¿Te interesa?
—No puedo. Tengo que ir a San Francisco.
—¿Te vas esta noche?
—A primera hora de la mañana. Pero aún no he hecho el equipaje y me quedan un montón de cosas pendientes.
—Vale, pero te debo una invitación. ¿Cuándo vuelves?
—El viernes por la noche... tarde.
—Me parece que la semana que viene juegan fuera. ¿Te apetece hacer otra cosa?
—Ahora mismo no sabría decirte. Las cosas están un poco liadas con lo de la nueva adquisición.
—¿Qué nueva adquisición?
—Hemos comprado aquella agencia de viajes de Nueva York que llevábamos tiempo mirando. Hoy ha salido en el periódico... junto con el comunicado de prensa sobre el nombramiento de la nueva vicepresidenta de ventas y marketing.
—Bueno, supongo que tengo que felicitarte, pues. ¿Me llamarás cuando vuelvas?
—Claro.
Brittany bajó del ascensor y fue directa al mostrador de la planta Concierge.
—Hola, Joe. Gracias por conseguirme las entradas para el baloncesto, pero al final no creo que pueda ir.
—Qué pena. Los Magic están en racha.
—Sí, quizá más adelante pueda.
—Sólo tienes que decírmelo. Te conseguiré los mejores asientos del pabellón.
—Gracias, sé que lo harás.
Más que perderse el partido, lo que le daba rabia era perder la oportunidad de hacer algo con Santana. No era normal que estuvieran tanto tiempo sin quedar, sobre todo con un fin de semana de por medio. Brittany esperaba que a Santana le fuera bien en San Francisco. Por teléfono le había parecido un poco tensa, como si estuviera preocupada por algo. Seguramente, tener que trabajar el fin de semana la tenía muy estresada.
Brittany empezó a planear el fin de semana siguiente. A lo mejor podían hacer algo para que Santana se relajara y desconectara del trabajo. Brittany rió para sí. Se le ocurrían un par de cosas. Ahora que por fin tenía las ideas claras, estaba impaciente por...
—Oye, jefa, ¿hoy también doblas turno?
Brittany le sonrió a Tina, que estaba tras el mostrador de la recepción principal. Un día de ésos tendría que encontrar la manera de pasar a su recepcionista favorita al turno de día.
—No, pero le prometí a Quinn que la cubriría hasta las seis. Esta tarde tenía una reunión de padres en el colegio. Hablando de Quinn, ¿va mejor la cosa?
—Ahora que lo dices, sí. Después de tomarse aquella semana libre, volvió completamente cambiada.
—A veces lo único que uno necesita es tomarse unos días libres —dijo Brittany.
Tina no lo sabía, pero aquel tiempo libre que se había tomado Quinn había sido en forma de seminario de gestión de personal en Nueva York. Brittany y Sue habían decidido que un curso de reciclaje era la última esperanza de Quinn. Si no funcionaba, tendría que ser degradada y transferida.
—Pues le fue muy bien. A lo mejor yo también debería tomarme una semana libre para mejorar mi actitud.
Brittany enarcó una ceja y estalló en carcajadas.
—Ah, no, no funciona así. ¿Cómo dice el refrán? «La letra con sangre entra.» Así es como hacemos las cosas por aquí.
—¿A ti te fue bien el año que pasaste en Denver?
—¿Tú qué crees? ¿Soy mejor jefa? —le sonrió a Tina, retándola a decir que no.
—No lo sé, Brittany. Es muy difícil mejorar la perfección.
—Oh, eres tan intuitiva... Es lo que me gusta de ti.
—Es sólo que cuando te marchaste no parecías muy feliz, y ahora sí.
—Eso es porque... —Nunca le había desagradado su trabajo. Si se había marchado de Orlando, había sido sólo porque el desenlace de su relación con Santana la había afectado. —Pasé un buen año en el WR de allí. Pero echaba de menos todo esto y tuve mucha suerte de poder volver. Por eso soy feliz.
Había otra razón, pero no iba a contársela a Tina.
—Me alegro de que hayas vuelto. Pero llevo tiempo haciéndote la pelota y aún no me has pasado al primer turno.
Brittany rió y abrió la puerta corredera del armarito que había bajo el mostrador.
—Jesús, ¡qué desastre!
—Sea lo que sea, no he sido yo —se apresuró a aclarar Tina.
—Voy a aprovechar para ordenar un poco todo esto ahora que no tenemos mucho trabajo. Vigila el mostrador.
Brittany acercó una papelera y empezó a sacar todo tipo de cosas de los estantes. El alijo incluía varios cargadores de móviles y cables de alimentación de portátiles, baterías sueltas, una mochila vacía, media docena de formularios de inscripción para conferencias celebradas hacía meses y una pila de periódicos viejos.
—¿Cómo ha acabado todo esto aquí metido?
—Objetos perdidos, seguramente. La gente lo trae al mostrador cuando estamos ocupados y después nos olvidamos —explicó Tina.
—Supongo que tienes razón. Pero ¿quién se dedica a leer el periódico en la recepción? —preguntó con irritación.
—No sé. A lo mejor la gente los lee en su hora de descanso. Oye, ¿esa mujer no se ha alojado aquí varias veces? —Tina cogió uno de los periódicos que estaba sacando Brittany.
—Ahora no empieces tú también. Te entrené para que no cogieras malas costumbres.
—Bueno, pero ¿es o no? —Tina le dio la vuelta al periódico para enseñarle a Brittany la foto de Santana López.
—Será posible... Así que era eso. —Se quedó mirando la primera página de la sección de economía y empresa con los ojos muy abiertos. Esa era la gran noticia que Santana había querido contarle el viernes anterior. Y, en lugar de salir con ella, Brittany había tenido una cita desastrosa con Dee.
—Es amiga tuya, ¿verdad?
—Sí, se mudó aquí cuando yo estaba en Denver.
—Deberías llamarla para felicitarla.
—Buena idea —asintió Brittany sin despegar los ojos de la noticia.
Dobló el periódico y lo dejó a un lado. Su mente volvió a la conversación telefónica con Santana el día anterior. Claro que Santana había sonado tan disgustada. Había herido sus sentimientos al no preguntarle sobre la gran noticia.
—No, vuelvo el viernes por la noche, mamá. Será tarde... Claro, me pasaré el sábado.
Santana sabía que tarde o temprano tendría que aparecer por la urbanización. Evitar a Brittany también significaba no ver a su familia.
—Mamá, tengo que irme. Llaman a la puerta... No sé quién es, por eso voy a ver. Te llamo cuando vuelva a la ciudad, ¿vale?
Santana le bajó el fuego a la sopa que estaba calentando y corrió a la puerta. Esperaba que fuera algún niño del barrio que vendía algo para la escuela, así que encontrarse cara a cara con Brittany la desconcertó. Estaba apoyada en una columna del porche, con los brazos cruzados y postura acusadora. En la mano llevaba un periódico doblado.
—No me puedo creer que haya tenido que enterarme por la prensa.
—Me lo dijeron el viernes.
«Mientras tú te arreglabas para tu cita.»
Santana se echó a un lado para dejar entrar a Brittany, que pasó a la sala de estar.
—Santana, es fabuloso. Estoy muy orgullosa de ti. —Brittany la abrazó de corazón y Santana intentó devolverle el abrazo.
—Gracias.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Estabas ocupada. —Santana no pudo evitar sonar borde. Aún no estaba lista para tener esa conversación.
—Estuviste fuera todo el fin de semana. Te dejé tres... —abrió mucho los ojos. —Un momento, ¿estás enfadada conmigo por algo?
—No.
—Pero te pasa algo. Lo noto.
Santana suspiró. Era imposible ocultar sus sentimientos. Los llevaba escritos en la cara. Volvió a la cocina y apagó el fuego.
—¿Quieres un poco de sopa con galletas saladas?
—Santana, basta. Dime qué pasa.
Santana se dio la vuelta y se cruzó de brazos, apoyada en el mármol. Esta vez se esforzó por sonreír.
—No estoy enfadada. De verdad.
Brittany dio un paso hacia ella.
—Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué no me has llamado?
Negó con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra. La verdad era demasiado humillante.
—Como quieras. —Brittany echó a andar hacia la puerta, pero se detuvo y se volvió una vez más. Los ojos le brillaban con enfado. —¿Sabes? La primera vez que me pediste que te perdonara, me prometiste que en adelante serías sincera conmigo. Así que, tú misma, guárdate tus secretos, pero no esperes que vuelva a confiar en ti.
—Brittany, espera. —Santana la agarró del codo y Brittany se detuvo. No dejaría que los secretos volvieran a interponerse entre ellas. —Te lo contaré todo.
El semblante de Brittany se suavizó y reprimió el enfado a la espera de una explicación. Santana no había sentido tanta presión desde la noche que rompió con Elaine.
—Hice algo que me dijiste que no hiciera. —Miró al techo, como si lo que necesitaba decir estuviera escrito en alguna parte de éste. —Me hice ilusiones de que volveríamos a ser algo más que amigas. Empezaba a creer que teníamos algo especial y que tú también lo sentías. Y entonces me enfadé porque... porque saliste con otra.
Brittany abrió la boca como si fuera a responder, pero lo único que hizo fue negar con la cabeza.
—Ya sé que me dijiste que entre tú y yo no volvería a pasar nada. No estoy enfadada contigo. Estoy enfadada conmigo por no escuchar... por no querer creerte.
—Santana, yo... —Brittany se acercó más. —Fue una cita terrible, de las peores del mundo.
Santana soltó una risita desprovista de humor.
—Eso no tiene nada que ver. Algún día tendrás otra que sí que vaya bien.
—Eso espero. —Avanzó otro paso. —Entonces, a lo mejor no me paso la noche mirando el reloj, preguntándome si sigues despierta para ver si puedo dejar plantada al muermo de mi acompañante e ir a pasarlo bien de verdad. O mirándola y deseando que fuera tan divertida como tú y que se pudiera conversar con ella igual de bien. O dándome cuenta de que sólo hay una persona en el mundo que haya hecho que el corazón se me acelere sólo con tocarme la mano.
Con un último paso, Brittany cubrió la distancia que las separaba y rozó la mano de Santana con la suya.
—¿Quieres decir que...?
—Quiero decir que eres la única a quien quiero.
Santana casi había renunciado a su sueño de oír aquellas palabras. Atrajo a Brittany hacia ella y la abrazó con fuerza.
—Te quiero.
—¿Me quieres?
—Sí —susurró Santana uniendo su boca a los añorados labios de Brittany.
Sintió que Brittany se relajaba entre sus brazos y le devolvía el beso con la misma pasión de la primera vez. El recuerdo de la noche que habían pasado juntas la invadió con una fuerza animal, pero Santana se obligó a controlarse. Rompió el beso, pero no el abrazo.
—Te prometo que no volveré a hacerte daño.
Brittany se derritió en los brazos de Santana. Ni siquiera se preguntó si dejarse llevar era seguro. La decisión estaba tomada desde hacía días: su lugar estaba al lado de Santana.
—Esta vez no se nos irá de las manos, Brittany. Te voy a demostrar que puedes confiar en mí.
—Confío en ti —dijo Brittany, que ya estaba desabrochándole la camisa. —¿Dónde está tu habitación?
Santana le cogió las manos y se las apretó.
—Te deseo más que a nada, pero no quiero que tengas ninguna duda.
—Sólo prométeme que esto es real. —Brittany tiró de ella y atravesaron el comedor, buscando una cama. —¿No tienes muebles?
—Tengo una cama magnífica. Tú sigue andando.
Segundos después, las dos mujeres ya se habían quitado toda la ropa de cintura para arriba. Brittany tiró su falda encima del baúl que había a los pies de la cama, incapaz de apartar los ojos de los pechos de Santana, que relucían como diamantes sobre su piel bronceada.
Santana la atrajo para besarla de nuevo, y ese beso ya no dejó lugar a dudas sobre sus sentimientos. Brittany sucumbió y notó que era empujada con delicadeza contra la cama de matrimonio. Observó a Santana extasiada mientras se quitaba los pantalones y el tanga, de un modo gloriosamente parecido a la última vez.
Poco a poco, Santana reptó sobre Brittany y se asentó entre sus muslos. Brittany abrió las piernas y le apoyó los pies en las pantorrillas. Sus cuerpos se fundieron en el calor mutuo y Brittany arqueó las caderas con expectación.
—No he estado con nadie desde que estuve contigo —susurró Brittany. Aguantó la respiración en espera de que Santana le contestara.
—Yo tampoco.
—¿Ni con Elaine?
—No, con nadie. —Santana mordisqueó la piel suave de detrás de la oreja de Brittany con ternura. —¿Cómo podría?
Santana se puso de lado para poder acariciar la figura desnuda de Brittany de arriba abajo. Sus pechos, sus caderas, el rizado montículo de su sexo era exactamente como lo recordaba; como se lo había imaginado en tantas noches de soledad en su cama. Bajó la cabeza, se metió en la boca uno de los pezones endurecidos de Brittany y lo succionó, sin dejar de acariciarle el sedoso interior de los muslos.
—Te he deseado desde el día que te fuiste —murmuró Brittany.
—No me marcharé nunca más.
Santana le pasó una pierna por encima de los muslos y montó a horcajadas sobre Brittany, separándole las piernas con la rodilla. Le metió los dedos entre los húmedos pliegues y los empujó en su interior con delicadeza.
—Yo también quiero estar dentro de ti.
Apenas dueña de su propio cuerpo, Santana se las arregló para ponerse encima de Brittany y abrió las piernas para permitir que Brittany metiera los dedos en su sexo.
—Lléname... lléname entera.
—Dios, Brittany.
La intención de Santana de dilatar el momento se fue al traste en el momento en que sintió los dedos de Brittany dentro. Le metió la mano más hondo, sin dejar de acariciarle el clítoris endurecido con el pulgar.
Brittany agitó las caderas y se restregó contra los dedos que la exploraban, tratando de igualar el ritmo con su propia mano, a medida que la cabeza se le iba.
Santana se balanceó arriba y abajo, cada vez más cerca del clímax.
—Te quiero —jadeó.
Cerró los ojos con fuerza y logró retrasar el orgasmo hasta que el sexo de Brittany se contrajo y se aferró a sus dedos y Brittany se puso rígida en su abrazo.
El calor pasó de una a la otra, transmitiéndose de cuerpo a cuerpo entre temblores, como un círculo ardiente y eléctrico.
—Te he echado mucho de menos —dijo Brittany con seriedad, en voz baja.
Le acarició a Santana la clavícula con la yema de los dedos, recorriéndole de cuando en cuando el suave valle entre los pechos. Habían pasado más de dos horas reencontrándose la una con la otra, y ahora yacían temporalmente saciadas.
—Yo también. Pero ha sido tan maravilloso como lo recordaba.
—Ha sido aún mejor.
Santana se incorporó sobre el codo para mirar a Brittany a los ojos.
—¿Por qué?
—Porque llevaba mucho tiempo soñando con esto. —Brittany se acurrucó aún más cerca de ella. —No te lo creerás, pero dentro de seis horas tengo que estar en el hotel.
—Qué suerte. Yo tengo que coger un avión a las seis y media y ni siquiera he hecho las maletas.
—Entonces debería irme.
Brittany se desenredó de Santana y se levantó de la cama.
Santana la observó mientras se vestía, y entonces apartó el edredón y se levantó también. Tenía que asegurarse de que no quedaba ninguna duda flotando en el aire. Se ató el batín a la cintura y rodeó a Brittany con sus brazos.
—De verdad te quiero.
—Te creo.
—... Lee Washburn quiere coger la jubilación, así que habrá que encontrar a alguien que pueda llevar el marketing de la costa oeste. Deberíamos abrir un puesto de vicepresidente adjunto, porque será un trabajo de mucha responsabilidad.
Por segunda vez en los últimos diez minutos, Santana notó que se estaba durmiendo y luchó por mantener los ojos abiertos.
—Disculpe, señorita López —continuó Emma con voz melosa, —¿quiere que llame a la azafata para que le traiga un poco de café o preferiría que me estuviera calladita y la dejara echar una cabezada en paz?
El brillo de sus ojos demostraba que estaba bromeando. Santana cabeceó, se sentó derecha y se desabrochó el cinturón de seguridad para poder estirarse.
—No he dormido mucho. Tendría que tomarme otro café.
—No te habrás quedado levantada trabajando en lo de hoy, ¿no?
—No —respondió Santana, sin poder evitar sonreír y ruborizarse al pensar en la noche que había pasado con Brittany.
—Oh, qué interesante —dijo Emma. Ver que Santana se ponía colorada le parecía extremamente divertido. —¿Eso significa que vais a arreglar las cosas?
—En realidad —su sonrisa se ensanchó al recordar de nuevo la noche anterior, —creo que ya las hemos arreglado del todo.
—Eso es genial, Santana. ¿Por qué no me hablas de ella? —Emma cerró su portafolio y se apoyó en el respaldo del asiento de piel.
—Se... se llama Brittany y es una de las gerentes del Weller Regent.
—¿Es esa...? Espera un segundo... Tendría que haber sabido quién era. Me acuerdo de que Ken comentó algo de que se había encontrado con vosotras en el Jack Elam's.
—Guau, no se pueden tener secretos en Eldon-Markoff, ¿eh?
—Ya te lo dije el primer día. Somos una familia. Tienes que traerla a la fiesta de navidad la semana que viene.
—¿Crees que les parecerá bien?
—Claro que sí. Quiero conocer a la culpable de que te me duermas en una sesión informativa. Si no viene a la fiesta, tendré que presentarme en su casa.
Santana rió sonoramente al imaginarse la escena. Se preguntaba si Brittany preferiría una fiesta de navidad o un cara a cara con su jefa.
—Se lo preguntaré.
—Muy bien. Ahora, ¿qué tal si duermes un poco? Te despertaré cuando vayamos a aterrizar.
No hizo falta decírselo dos veces. En pocos minutos, Santana estaba profundamente dormida.
Brittany se descubrió otra vez soñando despierta y cabeceó para espabilarse. Santana volvería esa noche. Habían hablado por teléfono varias veces durante la semana. Era su manera de confirmar mutuamente que iban en la dirección correcta.
El hotel había estado bastante tranquilo en las últimas dos semanas. Se notaba mucho la bajada de viajes de negocios en vacaciones, sobre todo en el comedor y el restaurante, que estaban casi vacíos. Ese hecho le daba la oportunidad al personal de ponerse al día con el papeleo de fin de año y empezar bien la primavera. En sólo tres semanas, la temporada de conferencias entraría en su apogeo.
Brittany observó a su jefa por la ventana del pequeño despacho, sentada en su escritorio al otro lado del pasillo. Pasaba algo grave: lo notaba por el semblante serio de Sue y por el hecho de que llevaba casi toda la tarde al teléfono a puerta cerrada. Fuera lo que fuese, pronto lo sabrían todos.
Brittany se reunió con Quinn y Finn, el nuevo supervisor en jefe, antes de que empezaran su turno. Al acabar la reunión, sólo le quedaban diez minutos para irse a casa y no tendría que volver en dos días.
—Brittany, ¿puedes venir a mi despacho un momento? —Sue estaba seria.
—Claro. —Brittany la siguió dentro y la directora del hotel cerró la puerta tras ella.
—Llevo todo el día al teléfono con Jesse St. James.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Ya quiero saber que le van a decir a britt
Que bien que arreglaron sus cosas
Santana y brittany
Saludos y espero nos puedas subir el final hoy
Saludos
Que bien que arreglaron sus cosas
Santana y brittany
Saludos y espero nos puedas subir el final hoy
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Por fin! Se arreglaron :3
Uh! Y ahora que pasa cn Jesse??
Espero el prox cap!
Saludos :)
Uh! Y ahora que pasa cn Jesse??
Espero el prox cap!
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
hola,.....
me gusto mucho,.... por fin se arreglaron!!!!!!!!!!!!!
espero que lo que le tenga que decir sue,... no afecte la relación con san!!!
nos vemos!!!!
LU!!!!!!!
me gusto mucho,.... por fin se arreglaron!!!!!!!!!!!!!
espero que lo que le tenga que decir sue,... no afecte la relación con san!!!
nos vemos!!!!
LU!!!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Noooo me digas que la quieren transferir de nuevo. Nooo ahoora que se han arreglado!!!
Saludos y espero que no demores mucho por favor
Saludos y espero que no demores mucho por favor
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
oh que buena historia ! la leí de corrido en estos días
cuando leí que Santana estaba con Elaine quede es que no me lo había imaginado ...
pero que bueno que las cosas se hayan arreglado, aunque con el final del este capitulo quede mmm qué va a pasar ahora?? sobre todo si el capitulo que viene es el último...
Espero que subas pronto el otro capitulo !!
Saludos y gracias por compartir esta historia :)
cuando leí que Santana estaba con Elaine quede es que no me lo había imaginado ...
pero que bueno que las cosas se hayan arreglado, aunque con el final del este capitulo quede mmm qué va a pasar ahora?? sobre todo si el capitulo que viene es el último...
Espero que subas pronto el otro capitulo !!
Saludos y gracias por compartir esta historia :)
Invitado- Invitado
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola.
Que bueno que ya se reconciliaron, espero que todo siga bien.
adiós cuídate.
Que bueno que ya se reconciliaron, espero que todo siga bien.
adiós cuídate.
Fran_ci* - Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 31/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
por finnnnnnnnnnnnnnnn, ya era hora de que se arreglaran y se dijeran todos los "te quiero" del mundo
monicagleek- ---
- Mensajes : 523
Fecha de inscripción : 25/11/2013
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Perdón, pero recién hoy lo pude subir u.u Espero que te guste como termina.Jane0_o escribió:Ya quiero saber que le van a decir a britt
Que bien que arreglaron sus cosas
Santana y brittany
Saludos y espero nos puedas subir el final hoy
Saludos
Muchas gracias por comentar y por seguir esta historia.
Saludos! :D
En unos minutos subiré el siguiente capítulo.Elita escribió:Por fin! Se arreglaron :3
Uh! Y ahora que pasa cn Jesse??
Espero el prox cap!
Saludos :)
Muchas gracias por comentar y por seguir la historia.
Saludos :3
Hola!! Me alegro que te haya gustado. En minutos subo el siguiente capítulo y sabrás que sucede.3:) escribió:hola,.....
me gusto mucho,.... por fin se arreglaron!!!!!!!!!!!!!
espero que lo que le tenga que decir sue,... no afecte la relación con san!!!
nos vemos!!!!
LU!!!!!!!
Gracias por comentar y por seguir la historia.
Besos!
Lo sabrás cuando leas le capítulo que en minutos subiré xDmonica.santander escribió:Noooo me digas que la quieren transferir de nuevo. Nooo ahoora que se han arreglado!!!
Saludos y espero que no demores mucho por favor
Perdón, me demoré bastante en subir la continuación u.u
Gracias por comentar y por seguir la historia.
Saludos!
Sí, esa parte sorprende demasiado, yo cuando lo leí no lo podía creer xD Pues si es el último el que viene, pero ya verás cómo terminará todo entre ellas, y espero que sea de tu agrado.Mariselsann escribió:oh que buena historia ! la leí de corrido en estos días
cuando leí que Santana estaba con Elaine quede es que no me lo había imaginado ...
pero que bueno que las cosas se hayan arreglado, aunque con el final del este capitulo quede mmm qué va a pasar ahora?? sobre todo si el capitulo que viene es el último...
Espero que subas pronto el otro capitulo !!
Saludos y gracias por compartir esta historia :)
Gracias por leer la historia y por comentar.
Saludos :D
Hola! Si, es bueno que se hayan reconciliado. En minutos subiré el siguiente capítulo y sabrás cómo termina.Fran_ci escribió:Hola.
Que bueno que ya se reconciliaron, espero que todo siga bien.
adiós cuídate.
Gracias por leer la historia y por comentar.
Saludos!
Cierto, ya era hora, lo malo que este es el último capítulo u.u xDmonicagleek escribió:por finnnnnnnnnnnnnnnn, ya era hora de que se arreglaran y se dijeran todos los "te quiero" del mundo
Espero que te guste el final.
Gracias por seguir la historia y por comentar.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidós-
Hola!! Sé que dije que subiría este capítulo después del otro, pero por algunos motivos no pude hacerlo. Como sabrán este es el último capítulo del fic, así que espero que el final sea del agrado de todos.
Antes que nada quería agradecer a aquellos comentaron y a quienes siguieron la historia, ya sea desde un comienzo o desde hace poco, les agradezco que la hayan leído y espero que les haya gustado.
Bueno, como dije en un momento antes, no continuaré subiendo adaptaciones ya que quiero poder seguir con mis fics propios, así que en cuanto tenga algunos capítulos del fic que comencé a escribir hace poco lo voy a ir subiendo, y espero verlos allí también.
Nuevamente gracias por leer!!
Nos vemos! Saludos! :D
CAPÍTULO 22
Santana se apresuró a bajar del avión y subir al autobús de la pista con el equipaje de mano. Se moría de ganas de volver a ver a Brittany. Cuatro días fuera le habían parecido una eternidad.
El aire cálido la envolvió al salir y se quitó el abrigo. Nunca se había sentido tan en casa en Orlando como entonces.
No había ni rastro del Miata, pero su vuelo de San Francisco había llegado un poco antes. Iba a llamar a Brittany cuando le sonó el móvil.
—¿Hablo con mi servicio de taxi? —Sonrió en cuanto oyó la voz de Brittany. —Ah, no lo hagas. Si alguien comprende lo de trabajar hasta tarde, ésa soy yo. Cogeré un taxi y nos vemos luego en tu casa. Claro que seguramente necesitaré que me lleves a la mía después... así como el lunes por la mañana temprano. —Santana se dio prisa en llegar a la parada de taxis y levantó la mano. —Ya pensaremos en la comida luego. Ahora sólo tengo hambre de una cosa.
Cerró el teléfono y subió al taxi para ir a casa de Brittany. De repente, la vida tenía todo lo que había soñado.
—Hola. —Brittany le aguantó la puerta abierta y le cogió la maleta. —¿Has tenido un buen viaje?
Santana se puso nerviosa de repente. Después de tantos días sin verse, esperaba que la recibiera con un beso apasionado que le cortara la respiración, pero Brittany se contenía.
Como si le leyera los pensamientos, Brittany la atrajo hacia sí con torpeza y hundió el rostro en el cuello de Santana.
—Te he echado de menos.
—Yo también. —Pese al abrazo, Santana tenía la impresión de que algo andaba mal. —¿Va todo bien?
—Sí... sí, pero tenemos que hablar. —Brittany la cogió de la mano y la llevó al sofá.
—¿Qué pasa? —Santana trató de disimular que estaba aterrorizada acariciando a Lord T.
—¿Te acuerdas de que te hablé del hombre para el que trabajaba en Denver, Jesse St. James?
—¿El que se enfadó porque Sue te volvió a contratar luego?
—Ese mismo. —Brittany cogió al gato y se lo puso en el regazo. —Hoy ha llamado a Sue para devolverle el favor.
—¿Qué favor?
—Acaban de nombrarlo director del Weller Regent de San Francisco y me quiere a mí como gerente. Sería la número dos del hotel.
De repente, Santana sintió que le entraban ganas de vomitar. Eso para Brittany era como el puesto de vicepresidenta para ella, una oportunidad que no podía dejar escapar.
—¿Así que te irás de Orlando otra vez?
—Es un gran ascenso, Santana. En dos años podría estar llevando mi propio hotel. Si me quedo aquí, pasarán siete hasta que Sue se retire, y no hay garantías de que yo me quede con su puesto.
Santana asintió para demostrarle que la entendía, aunque tenía el ceño fruncido por lo que aquella decisión iba a comportar para las dos.
—¿Es lo que quieres?
—Aún no lo he decidido. Tengo que darle una respuesta a Jesse el miércoles.
Santana esperó a que Brittany siguiera hablando, pero al parecer ésta estaba aguardando su reacción. Finalmente, Santana habló con tono de derrota.
—Ahora que por fin he vuelto a encontrarte, voy a perderte otra vez.
—No vas a perderme, Santana. Si voy, será sólo por un par de años, y podemos seguir viéndonos. Tengo cuatro semanas de vacaciones y puedo pedir un horario que me deje cuatro días libres seguidos.
—Sí, pero dentro de dos años ¿qué pasará? Si las cosas van como dices, tendrás tu propio hotel y te irás a otro sitio.
Brittany se quitó a Lord T de encima y se puso de rodillas delante de Santana.
—Aún no he dicho que sí. Si no encontramos una solución, no iré.
Le apoyó la cabeza en el regazo unos minutos, durante los cuales ninguna de las dos habló. Luego volvió a subir al sota y se tumbó en los brazos de Santana.
Santana tenía ganas de llorar. Durante cuatro días, demasiado cortos, su vida había sido perfecta. Ahora todo se estaba desmoronando. No podía pedirle a Brittany que renunciara a esa oportunidad. No quería volver a formar parte de una relación basada en el sacrificio y la obligación.
—Iré a San Francisco contigo.
—¿Qué?
—Acabamos de comprar una agencia allá. Vamos a contratar a un vicepresidente adjunto para trabajar en la costa oeste. A lo mejor Emma y Ken dejan que ocupe el puesto.
Brittany se sentó recta y miró a Santana llena de sorpresa.
—¿Dejarías tu trabajo para venir conmigo?
—¿De qué sirve un trabajo si no tienes nada más?
—No puedo dejar que hagas eso.
—¿Por qué no? Mi trabajo no es más importante para mí de lo que el tuyo lo es para ti. Mereces llegar a lo más alto.
—Pero tú acabas de llegar a lo más alto hace nada. Ni siquiera has tenido tiempo de disfrutarlo.
—Lo único que me importa eres tú, y no quiero perderte. Sólo te pido que no me hagas lo que yo le hice a Elaine.
—¿Qué quieres decir?
—Sé sincera conmigo. —Santana tragó saliva. —Si no me quieres, no dejes que cometa ninguna estupidez.
Brittany se liberó de los brazos de Santana y se volvió en el sofá para mirarla a la cara. Le cogió el rostro con ambas manos y la miró directamente a los ojos.
—Te quiero y tampoco quiero perderte.
Brittany se despertó con la más extraña y maravillosa de las sensaciones. Estaba tumbada boca abajo, encima de Santana. Lord T estaba en su almohada y le ronroneaba en el oído. No había alarmas, no había ningún avión que coger, nada que interrumpiera el agradable abrazo.
El cuerpo que había bajo ella empezó a despertar también y Brittany se apretó más a Santana por instinto. Habían hecho el amor la noche anterior, derramándose la una en el interior de la otra con una pasión nunca vista. Permaneció despierta hasta mucho después de que la respiración profunda de Santana le dijera que ésta estaba dormida, dándole vueltas y más vueltas a la conversación que habían tenido antes. Santana, al ofrecerse a ir a San Francisco con ella, la había hecho decidirse.
—¿Estás despierta? —Santana le acarició los hombros con ternura.
—Sí. —Brittany levantó la cabeza y rió al ver al gato estirado a sus anchas. —Tenemos compañía.
—Es una monada —susurró Santana. —Y tú también.
—Y tú. —Brittany la abrazó de nuevo. —Me he despertado pensando en lo que dijiste de dejar tu trabajo y mudarnos a San Francisco.
—Ya tengo el equipaje hecho. Puedes huir, pero te seguiré allá donde vayas.
Brittany la estrechó entre sus brazos con fuerza.
—Me has puesto la decisión mucho más fácil, Santana. Gracias.
—¿Cuándo tienes que estar allí?
—No voy a ir.
Santana pestañeó y fue a incorporarse.
—¿Que no qué?
—No voy a ir. Hay cosas mucho más importantes en la vida que llegar a la cumbre de la jerarquía en un hotel. Si ha de ser así, llegaré tarde o temprano, pero tienes razón. Si lo único que tienes en la vida es el trabajo, ¿de qué sirve?
—Pero tú no tendrías sólo un trabajo, Brittany. Ya te he dicho que iría contigo.
—Y al hacerlo, supe lo que necesitaba saber.
Santana movió la cabeza, sin entender.
—Antes de que habláramos anoche, tenía miedo de rechazar la oferta. Sabía que, si lo hacía y las cosas no funcionaban entre nosotras, te guardaría rencor por ello y me odiaría a mí misma por tomar la decisión equivocada. Pero cuando me dijiste que estabas dispuesta a renunciar a tu trabajo para ir conmigo, me di cuenta de que vas tan en serio como yo en nuestra relación. No lo sabía, pero era lo que necesitaba oír.
—¿Entonces no vamos?
—No, no vamos. —Brittany la empujó con delicadeza para que volviera a tumbarse y ella se acomodó en el hueco de su hombro. —Estamos bien así. Ascender tan rápido en el WR no era tan importante para mí hasta que te perdí. Fue entonces cuando empecé a creer que el trabajo era lo único que iba a tener en la vida y quería conseguirlo todo lo antes posible.
—¿Y ahora te parece bien dejar pasar el tiempo y esperar a que te salga algo aquí?
—Sólo si tú estás en mi vida.
—Entonces trato hecho.
Lord T se levantó y se desperezó, con la vana esperanza de que alguien se ofreciera para rascarle. A lo mejor iba a husmear por la cocina por si quedaba carne enlatada de la noche anterior. Total, aún pasaría un rato antes de que a alguien se le ocurriera preguntarle si le apetecía desayunar.
Antes que nada quería agradecer a aquellos comentaron y a quienes siguieron la historia, ya sea desde un comienzo o desde hace poco, les agradezco que la hayan leído y espero que les haya gustado.
Bueno, como dije en un momento antes, no continuaré subiendo adaptaciones ya que quiero poder seguir con mis fics propios, así que en cuanto tenga algunos capítulos del fic que comencé a escribir hace poco lo voy a ir subiendo, y espero verlos allí también.
Nuevamente gracias por leer!!
Nos vemos! Saludos! :D
CAPÍTULO 22
Santana se apresuró a bajar del avión y subir al autobús de la pista con el equipaje de mano. Se moría de ganas de volver a ver a Brittany. Cuatro días fuera le habían parecido una eternidad.
El aire cálido la envolvió al salir y se quitó el abrigo. Nunca se había sentido tan en casa en Orlando como entonces.
No había ni rastro del Miata, pero su vuelo de San Francisco había llegado un poco antes. Iba a llamar a Brittany cuando le sonó el móvil.
—¿Hablo con mi servicio de taxi? —Sonrió en cuanto oyó la voz de Brittany. —Ah, no lo hagas. Si alguien comprende lo de trabajar hasta tarde, ésa soy yo. Cogeré un taxi y nos vemos luego en tu casa. Claro que seguramente necesitaré que me lleves a la mía después... así como el lunes por la mañana temprano. —Santana se dio prisa en llegar a la parada de taxis y levantó la mano. —Ya pensaremos en la comida luego. Ahora sólo tengo hambre de una cosa.
Cerró el teléfono y subió al taxi para ir a casa de Brittany. De repente, la vida tenía todo lo que había soñado.
—Hola. —Brittany le aguantó la puerta abierta y le cogió la maleta. —¿Has tenido un buen viaje?
Santana se puso nerviosa de repente. Después de tantos días sin verse, esperaba que la recibiera con un beso apasionado que le cortara la respiración, pero Brittany se contenía.
Como si le leyera los pensamientos, Brittany la atrajo hacia sí con torpeza y hundió el rostro en el cuello de Santana.
—Te he echado de menos.
—Yo también. —Pese al abrazo, Santana tenía la impresión de que algo andaba mal. —¿Va todo bien?
—Sí... sí, pero tenemos que hablar. —Brittany la cogió de la mano y la llevó al sofá.
—¿Qué pasa? —Santana trató de disimular que estaba aterrorizada acariciando a Lord T.
—¿Te acuerdas de que te hablé del hombre para el que trabajaba en Denver, Jesse St. James?
—¿El que se enfadó porque Sue te volvió a contratar luego?
—Ese mismo. —Brittany cogió al gato y se lo puso en el regazo. —Hoy ha llamado a Sue para devolverle el favor.
—¿Qué favor?
—Acaban de nombrarlo director del Weller Regent de San Francisco y me quiere a mí como gerente. Sería la número dos del hotel.
De repente, Santana sintió que le entraban ganas de vomitar. Eso para Brittany era como el puesto de vicepresidenta para ella, una oportunidad que no podía dejar escapar.
—¿Así que te irás de Orlando otra vez?
—Es un gran ascenso, Santana. En dos años podría estar llevando mi propio hotel. Si me quedo aquí, pasarán siete hasta que Sue se retire, y no hay garantías de que yo me quede con su puesto.
Santana asintió para demostrarle que la entendía, aunque tenía el ceño fruncido por lo que aquella decisión iba a comportar para las dos.
—¿Es lo que quieres?
—Aún no lo he decidido. Tengo que darle una respuesta a Jesse el miércoles.
Santana esperó a que Brittany siguiera hablando, pero al parecer ésta estaba aguardando su reacción. Finalmente, Santana habló con tono de derrota.
—Ahora que por fin he vuelto a encontrarte, voy a perderte otra vez.
—No vas a perderme, Santana. Si voy, será sólo por un par de años, y podemos seguir viéndonos. Tengo cuatro semanas de vacaciones y puedo pedir un horario que me deje cuatro días libres seguidos.
—Sí, pero dentro de dos años ¿qué pasará? Si las cosas van como dices, tendrás tu propio hotel y te irás a otro sitio.
Brittany se quitó a Lord T de encima y se puso de rodillas delante de Santana.
—Aún no he dicho que sí. Si no encontramos una solución, no iré.
Le apoyó la cabeza en el regazo unos minutos, durante los cuales ninguna de las dos habló. Luego volvió a subir al sota y se tumbó en los brazos de Santana.
Santana tenía ganas de llorar. Durante cuatro días, demasiado cortos, su vida había sido perfecta. Ahora todo se estaba desmoronando. No podía pedirle a Brittany que renunciara a esa oportunidad. No quería volver a formar parte de una relación basada en el sacrificio y la obligación.
—Iré a San Francisco contigo.
—¿Qué?
—Acabamos de comprar una agencia allá. Vamos a contratar a un vicepresidente adjunto para trabajar en la costa oeste. A lo mejor Emma y Ken dejan que ocupe el puesto.
Brittany se sentó recta y miró a Santana llena de sorpresa.
—¿Dejarías tu trabajo para venir conmigo?
—¿De qué sirve un trabajo si no tienes nada más?
—No puedo dejar que hagas eso.
—¿Por qué no? Mi trabajo no es más importante para mí de lo que el tuyo lo es para ti. Mereces llegar a lo más alto.
—Pero tú acabas de llegar a lo más alto hace nada. Ni siquiera has tenido tiempo de disfrutarlo.
—Lo único que me importa eres tú, y no quiero perderte. Sólo te pido que no me hagas lo que yo le hice a Elaine.
—¿Qué quieres decir?
—Sé sincera conmigo. —Santana tragó saliva. —Si no me quieres, no dejes que cometa ninguna estupidez.
Brittany se liberó de los brazos de Santana y se volvió en el sofá para mirarla a la cara. Le cogió el rostro con ambas manos y la miró directamente a los ojos.
—Te quiero y tampoco quiero perderte.
Brittany se despertó con la más extraña y maravillosa de las sensaciones. Estaba tumbada boca abajo, encima de Santana. Lord T estaba en su almohada y le ronroneaba en el oído. No había alarmas, no había ningún avión que coger, nada que interrumpiera el agradable abrazo.
El cuerpo que había bajo ella empezó a despertar también y Brittany se apretó más a Santana por instinto. Habían hecho el amor la noche anterior, derramándose la una en el interior de la otra con una pasión nunca vista. Permaneció despierta hasta mucho después de que la respiración profunda de Santana le dijera que ésta estaba dormida, dándole vueltas y más vueltas a la conversación que habían tenido antes. Santana, al ofrecerse a ir a San Francisco con ella, la había hecho decidirse.
—¿Estás despierta? —Santana le acarició los hombros con ternura.
—Sí. —Brittany levantó la cabeza y rió al ver al gato estirado a sus anchas. —Tenemos compañía.
—Es una monada —susurró Santana. —Y tú también.
—Y tú. —Brittany la abrazó de nuevo. —Me he despertado pensando en lo que dijiste de dejar tu trabajo y mudarnos a San Francisco.
—Ya tengo el equipaje hecho. Puedes huir, pero te seguiré allá donde vayas.
Brittany la estrechó entre sus brazos con fuerza.
—Me has puesto la decisión mucho más fácil, Santana. Gracias.
—¿Cuándo tienes que estar allí?
—No voy a ir.
Santana pestañeó y fue a incorporarse.
—¿Que no qué?
—No voy a ir. Hay cosas mucho más importantes en la vida que llegar a la cumbre de la jerarquía en un hotel. Si ha de ser así, llegaré tarde o temprano, pero tienes razón. Si lo único que tienes en la vida es el trabajo, ¿de qué sirve?
—Pero tú no tendrías sólo un trabajo, Brittany. Ya te he dicho que iría contigo.
—Y al hacerlo, supe lo que necesitaba saber.
Santana movió la cabeza, sin entender.
—Antes de que habláramos anoche, tenía miedo de rechazar la oferta. Sabía que, si lo hacía y las cosas no funcionaban entre nosotras, te guardaría rencor por ello y me odiaría a mí misma por tomar la decisión equivocada. Pero cuando me dijiste que estabas dispuesta a renunciar a tu trabajo para ir conmigo, me di cuenta de que vas tan en serio como yo en nuestra relación. No lo sabía, pero era lo que necesitaba oír.
—¿Entonces no vamos?
—No, no vamos. —Brittany la empujó con delicadeza para que volviera a tumbarse y ella se acomodó en el hueco de su hombro. —Estamos bien así. Ascender tan rápido en el WR no era tan importante para mí hasta que te perdí. Fue entonces cuando empecé a creer que el trabajo era lo único que iba a tener en la vida y quería conseguirlo todo lo antes posible.
—¿Y ahora te parece bien dejar pasar el tiempo y esperar a que te salga algo aquí?
—Sólo si tú estás en mi vida.
—Entonces trato hecho.
Lord T se levantó y se desperezó, con la vana esperanza de que alguien se ofreciera para rascarle. A lo mejor iba a husmear por la cocina por si quedaba carne enlatada de la noche anterior. Total, aún pasaría un rato antes de que a alguien se le ocurriera preguntarle si le apetecía desayunar.
FIN
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola!! Me encanto el final creo que San le demostro lo mucho que la amaba por eso es una genia!!!
Britt tomo la mejor desicion de su vida!!!
Gracia por la historia estuvo muy pero muy buena!!!
Espero pronto tu historia!!
Saludos y abrazos. Hasta tu proxima historia:):
Britt tomo la mejor desicion de su vida!!!
Gracia por la historia estuvo muy pero muy buena!!!
Espero pronto tu historia!!
Saludos y abrazos. Hasta tu proxima historia:):
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
hola,...
me gusto el capitulo, lastima que sea el final....
me encanta que al fin estén juntas,.....
super tierna san dejando todo por irse con britt,....
me encanto lord t!!!!!
me gusto toda la historia,...!!!!
nos vemos!!!!!!!!!!!!!!!!
me gusto el capitulo, lastima que sea el final....
me encanta que al fin estén juntas,.....
super tierna san dejando todo por irse con britt,....
me encanto lord t!!!!!
me gusto toda la historia,...!!!!
nos vemos!!!!!!!!!!!!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Que lindo el final, que mejor prueba que Santana haya dicho que dejaría su trabajo(o puesto) por acompañarla *o*
igual me hubiese gustado un epilogo, pero esta bien :)
Gracias por compartir esta historia
Saludos :D
igual me hubiese gustado un epilogo, pero esta bien :)
Gracias por compartir esta historia
Saludos :D
Invitado- Invitado
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
*-* sencillo, hermoso & perfecto final!
Por fin juntas, Santana dejando mas que claro que haria lo que fuera por Britt & Britt por ella :3
Ha sido una excelente adaptacion, gracias por compartirla con nosotras!
Cuidate!
Por fin juntas, Santana dejando mas que claro que haria lo que fuera por Britt & Britt por ella :3
Ha sido una excelente adaptacion, gracias por compartirla con nosotras!
Cuidate!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Página 6 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
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