|
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
"Opening Night" en:
Últimos temas
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios |
Publicidad
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
+25
Keiri Lopierce
keikoko21
Fran_ci
Vn-Hide
neniirivera
itzel7
raxel_vale
Nathy_Gleek
Elita
monica.santander
micky morales
kaorip0
noeliarodriguez
laura.owens
Elisika-sama
atercio
susaan
Silfide
Marta_Snix
brittana-bitches!!!
Jane0_o
.:CamilaGleek:.
¡Fer Brittana4ever!
aimechinita1
Maitehd
29 participantes
Página 3 de 6.
Página 3 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Cada vez me gusta mas como se desarrolla la historia!
Ya quiero saber el motivo de santana por elcual quiere mantener distancia con brittany!
Y ufff espero con ansias el proximo capitulo wanky!
Saludos
Ya quiero saber el motivo de santana por elcual quiere mantener distancia con brittany!
Y ufff espero con ansias el proximo capitulo wanky!
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
me ha encantado el capitulo. Lo que mas me ha gustado ha sido la expresión de Brittany ''Si hubiera sido el director general del W.R, ahora tendrías que estar dándome un masaje cardiaco''
Me ha matado jajajajajaja
Espero el capitulo 8 con ganas, quiero lo wanky :D
Me ha matado jajajajajaja
Espero el capitulo 8 con ganas, quiero lo wanky :D
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Holaa!
Creo que soy el 3 comentario, lo que quiere decir que tienes que subir el próximo capítulo wanky e.e
Me encantó el capítulo, aunque tenga que esperar un poco más para saber lo de Santana me gusta que no se pueda resistir cuando tiene a Brittany cerca *-*
Ya estoy deseando seguir leyendo, así que espero con ansias tu actualización.
Besos :D
Creo que soy el 3 comentario, lo que quiere decir que tienes que subir el próximo capítulo wanky e.e
Me encantó el capítulo, aunque tenga que esperar un poco más para saber lo de Santana me gusta que no se pueda resistir cuando tiene a Brittany cerca *-*
Ya estoy deseando seguir leyendo, así que espero con ansias tu actualización.
Besos :D
Silfide**** - Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 04/06/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola! Y espero que te siga gustando más adelante :3 Bueno, como dije se sabrá en el capítulo 9 principalmente xD En unos minutos lo subo.Jane0_o escribió:Cada vez me gusta mas como se desarrolla la historia!
Ya quiero saber el motivo de santana por elcual quiere mantener distancia con brittany!
Y ufff espero con ansias el proximo capitulo wanky!
Saludos
Gracias por comentar. Saludos! :D
Hola! Si, me gustó ese comentario de ella :3Elisika-sama escribió:me ha encantado el capitulo. Lo que mas me ha gustado ha sido la expresión de Brittany ''Si hubiera sido el director general del W.R, ahora tendrías que estar dándome un masaje cardiaco''
Me ha matado jajajajajaja
Espero el capitulo 8 con ganas, quiero lo wanky :D
En unos minutos lo voy a subir y espero que te guste.
Gracias por comentar. Besos! :D
Hola! Si, sos el comentario 3 y por eso ando subiendo el capítulo xDSilfide escribió:Holaa!
Creo que soy el 3 comentario, lo que quiere decir que tienes que subir el próximo capítulo wanky e.e
Me encantó el capítulo, aunque tenga que esperar un poco más para saber lo de Santana me gusta que no se pueda resistir cuando tiene a Brittany cerca *-*
Ya estoy deseando seguir leyendo, así que espero con ansias tu actualización.
Besos :D
Cierto, pero aún así no falta mucho para saber lo de Santana, al menos no tienen que esperar dos semanas, ya que subía un capítulo por semana xD
En unos minutos lo subo, y espero que te guste :3
Gracias por comentar. Besos! :D
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Ocho-
Hola! Como lo prometí, a los 3 comentarios subiría el capítulo Wanky y acá está. Espero que les guste.
En el siguiente se sabrá sobre porqué Santana quería mantener las distancias con Brittany.
Puede que suba el capítulo 9 cuando este capítulo tengo 3 o 4 comentarios, como con este capítulo trataré de subirlo en cuanto pueda.
Espero ver sus comentarios acerca de este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 08
El reloj de pared de la pequeña oficina de Santana en Gone Tomorrow marcaba las seis y veinte y, a juzgar por lo silenciosos que estaban los cubículos al otro lado de su puerta, debía de ser la única que quedaba allí. Una jornada de trabajo típica. Los días eran cada vez más largos, pero se había acostumbrado a trabajar hasta después de ponerse el sol, sin fijarse en la hora.
Santana recogió los papeles que tenía extendidos por la mesa y los guardó en sus respectivos archivadores. Esa podía ser la última vez que organizara una campaña publicitaria para Viajes Gone Tomorrow. Según el plan de marketing en el que había trabajado con Emma, en adelante la publicidad de todas las filiales de Eldon-Markoff estaría en manos del personal de la sede central.
A juzgar por cómo pintaban las cosas, los directores de marketing que se quedaran sin empleo recibirían una indemnización por valor de seis meses de salario.
El lado bueno de todo aquello, además de la indemnización, es que en Gone Tomorrow había llegado tan alto como podía llegar antes de que la pequeña compañía fuera adquirida por Eldon-Markoff. Por lo menos, ahora tendría que volver a buscarse la vida, y con un poco de suerte hallaría un empleo donde pudiera progresar en su carrera. Lo ideal sería trabajar para una gran empresa y ganarse la oportunidad de ocupar un puesto de relevancia como el de Emma. Santana confiaba en su capacidad para ascender. Lo único que necesitaba era el lugar adecuado.
Su estómago rugió hambriento mientras comprobaba su correo. Era como si la pila de archivos y cartas acumuladas no bajara nunca. Recordó las cajas de comida congelada que tenía siempre en la nevera. Con una de ésas aún podría seguir trabajando unas dos o tres horas más.
Otra cosa que Santana deseaba tanto como un buen trabajo era una razón para salir de la oficina y volver a: casa al final de la jornada. Una mujer como Brittany Pierce podría hacer que dejara de pensar en el trabajo. Pero, tras el incidente del restaurante, no habían hecho planes para quedar cuando volviera a ir a Orlando.
Sólo por esta vez, Santana quería olvidar todas sus preocupaciones y divertirse. Sólo le quedaban dos viajes a Orlando... sólo tendría otras dos oportunidades de disfrutar de la compañía de Brittany.
Lord T calculó la distancia entre la mesa y el mármol de la cocina con todo cuidado. La mujer que vivía en casa estaba mirando una pantalla mientras tecleaba en su base. Si pudiera acercarse, a lo mejor la convencía de parar un momento y rascarle la cabeza.
Plof.
—Hola, chiquitín. —Brittany levantó la mano izquierda automáticamente y cumplió sus deseos, mientras con la derecha manipulaba el ratón para conectarse a Internet. El jueves anterior le había enviado un alegre correo electrónico a Santana, con la esperanza de que no se angustiara por lo que había pasado en la cena de la otra noche. Por el momento no había recibido respuesta.
Hasta ese día. Entre sus once mensajes nuevos, incluyendo tres que prometían agrandarle y alargarle el pene, había un mensaje de Santana.
Hola, Brittany:
Siento haber tardado tanto en contestar. Como siempre, hay un montón de cosas por hacer cuando vuelvo a Baltimore, y otro tanto cuando me voy. Ahora estoy en los días de tregua que hay en medio, ya sabes, cuando con diez horas de trabajo al día bastan.
En EM me han confirmado que sólo tendré que hacer dos viajes más a Orlando: este fin de semana y otro dentro de dos semanas. Si me invitan a participar en la presentación de nuestro proyecto iré a Nueva York, pero no me hago muchas ilusiones.
Así que, si puedes pasar por alto lo desastre que fui la última vez que salimos, me encantaría salir contigo el martes que viene. Como mencionaste los fuegos artificiales en Disney World, me preguntaba si te apetecería pasar una tarde allí. Espero que sí.
Santana.
Brittany releyó el mensaje varias veces, no sólo para entender lo que ponía, sino para hacerse a la idea de lo que no ponía. Dos viajes más y se acabó. Estaba claro que Santana no tenía en mente continuar con su relación una vez acabara su trabajo en Orlando. De hecho, era como si hiciera siglos del beso, y Santana no había dado muestras de querer repetirlo.
Desilusionada, Brittany apagó el ordenador. Había estado casi segura de que Santana sentía lo mismo que ella, sobre todo después del beso. Su lado práctico consideró que seguramente era mejor así: no había mucho que hacer con una novia en Baltimore si vivías a más de mil kilómetros de distancia y sólo tenías libres los martes y los sábados. Sin embargo, su lado impulsivo se retorcía con frustración. No había perdido la esperanza de hallar una solución.
La buena noticia es que había hecho una amiga; puede que incluso volviera a verla si al final Santana conservaba el trabajo y tenía que viajar a las oficinas centrales de la compañía de vez en cuando. Sin embargo, la idea de tener a Santana López como amiga no era tan reconfortante como debería haberlo sido.
Santana se puso cómoda en su butaca favorita del rincón del comedor Concierge, con un platito de gambas peladas y ensalada. El «Estado del Sol» no estaba comportándose a la altura de su sobrenombre y en la predicción del tiempo se anunciaban más lluvias para el día siguiente, así que probablemente sus planes de pasar la tarde en Disney World con Brittany se irían al garete.
Las cosas le habían ido muy bien en el trabajo ese día. Emma y ella habían acabado los pronósticos de costes y beneficios para los seis posibles escenarios de su plan de marketing. Sólo les faltaba poner en orden de importancia sus recomendaciones y acabar la presentación de diapositivas. El miércoles por la tarde, Emma y ella se las presentarían a Ken y a Wendell y durante su último viaje, en dos semanas, Santana prepararía la presentación para los analistas de mercado de la empresa.
—Un buen día si eres una rana, ¿eh?
A Santana se le iluminaron los ojos al ver la cara de Brittany. Había estado ensimismada en sus pensamientos y no la había visto entrar.
—Hola, forastera. Me preguntaba si te vería hoy.
—Sí, hoy está bastante calmado, para variar. Esperaba que estuvieras aquí.
—Gracias otra vez por enviarme el paraguas. —De repente, Santana se había puesto nerviosa en presencia de Brittany.
—De nada. De hecho, por eso quería verte. No por el paraguas, sino por el tiempo en general. Dicen que mañana seguirá lloviendo, así que no creo que podamos ir a Disney World.
—¿Tienes un plan B?
Brittany titubeó cuando uno de los camareros se acercó a retirar el plato de Santana.
—Pues, la verdad, me gusta cocinar —dijo en voz baja, tratando de parecer indiferente. —¿Te gustaría venir a mi casa a cenar?
Santana había querido quedar con ella, pero ir a su casa sería una tentación demasiado grande. Su cerebro dijo no, pero sus labios cobraron voluntad propia.
—Me encantaría. Suena genial.
—Genial. —Brittany sonrió. De repente, el aire entre ellas comenzó a crepitar como cargado de electricidad —¿Paso a recogerte a las siete?
—¿No sería más fácil si cogiera un taxi?
—Supongo que me iría mejor para preparar la cena ¿Estás segura?
Brittany se sacó una pluma y una tarjeta del bolsillo y echó un vistazo por encima de su hombro para ver si sus empleados la estaban mirando. Era obvio que estar tanto rato con Santana la ponía nerviosa, así que garabateó su dirección a toda prisa y le tendió la tarjeta.
—Aquí tienes. Ven cuando quieras.
—Estoy impaciente.
«No deberías hacer esto.»
—Ah, y espero que no te importe que tenga un gato... aunque Lord T no sabe que es un gato.
—Para nada. Prometo no decírselo.
«¿Te has vuelto loca?»
—Fantástico. Nos vemos mañana, pues.
Brittany observó a Santana por la ventana mientras pagaba el taxi y avanzaba penosamente bajo la lluvia hacia el porche cubierto. De inmediato corrió a echarle una mano.
—Yo lo cojo —insistió, cogiendo el paraguas y aguantándolo para las dos mientras Santana se las veía con la barandilla. —Estoy muy contenta de que hayas venido.
—Yo también. Llevo todo el día esperándolo.
—Y yo. Espero que te guste el pollo al Marsala.
—Suena bien.
Los escalones le estaban dando trabajo a Santana, y Brittany se mantuvo junto a ella y anduvo poco a poco.
—Supongo que los escalones son lo peor, ¿no?
—Sólo es que estoy cansada. Ha sido un día duro.
Llegaron al rellano del segundo piso. La marquesina las protegía de la lluvia.
—Brittany, es una urbanización preciosa —se admiró Santana, volviéndose para ver el pequeño lago, los jardines tropicales y los ordenados edificios de la propiedad.
—Gracias. Hay urbanizaciones como ésta por todo Orlando. No hay ninguna completamente igual, aunque la idea sí es la misma para todas. Me gusta ésta porque en la zona comunitaria hay una sala de fitness y una piscina muy buena. También hay una pista para hacer footing alrededor del campo de golf de allá —señaló el sendero que desaparecía tras la casa de al lado más allá del aparcamiento.
—Está muy bien diseñado. En Baltimore, los sitios como éste no tienen los jardines tan arreglados, y las casas se apiñan prácticamente las unas encima de las otras. Yo vivo en una casita adosada y casi no tenemos zona comunitaria, y mucho menos algo tan hermoso como un lago.
—Bueno, pasa. A ver si también te gusta por dentro.
Brittany le enseñó la cocina y la sala de estar, que estaban nada más pasar el recibidor. Como estaban en una segunda planta, los techos eran abovedados y había claraboyas en la salita y en el comedor. Recorrieron el pasillo, dejando atrás la puerta que bajaba al parking y le mostró el baño y la habitación de invitados. Finalmente, entraron en el dormitorio principal, que tenía un baño más grande en suite y un enorme armario ropero en donde se podía estar de pie.
—Y aquí está mi habitación favorita.
Brittany abrió la puerta del dormitorio que daba a la galería. Allí estaba Lord T, hecho un ovillo sobre los cojines de la tumbona.
—Hola, guapo —lo arrulló Santana, alargando la mano para acariciar el pelaje naranja del felino, que permanecía completamente indiferente a ella.
No obstante, unas cuantas caricias después ya se había puesto panza arriba, muy interesado en aquellas manos nuevas tan suaves que tantas caricias prodigaban. Muy bien, le daría el visto bueno a aquella desconocida.
—Parece que has hecho un nuevo amigo.
—Es una monada —elogió Santana, sin dejar de acariciarle la blanca barriguita a Lord T, que estaba despanzarrado como en trance.
—A ver si dices lo mismo cuando intente comer de tu plato. Y no me hagas hablar del resto de monerías que hace.
Sin embargo, como Santana insistía, Brittany le explicó algunas de las hazañas del gato, incluida su afición a coleccionar lagartijas.
—Yo diría que está haciendo su trabajo, ni más ni menos —lo defendió Santana, a quién el gato había seguido de vuelta a la sala de estar.
—Sabía que te pondrías de su lado. Si te hubiera dejado una lagartija retorciéndose encima de la cama, otro gallo cantaría.
Santana soltó una suave carcajada, sin dejar de acariciar a su nuevo amigo peludo.
—Me encanta tu casa, Brittany, de verdad. Todo. Seguro que te gusta mucho vivir aquí.
—Pues sí. Me gustaría haber comprado una de tres habitaciones para tener un poco más de espacio, pero tampoco recibo tantas visitas. Mi madre viene de Cocoa de vez en cuando, y mi mejor amiga se quedó conmigo unos días cuando tuvieron que fumigar su casa.
Mientras hablaba, Brittany sirvió unas copas de cabernet-sauvignon para tomar con las galletitas y el queso hasta que la cena estuviera lista. Cabeceó con resignación cuando Santana le dio un trocito de su queso a Lord T. El gato estaba actuando como un verdadero golfo.
El amigable gato le sirvió de distracción a Santana, ya que sin su ayuda habría estado rompiéndose la cabeza, muerta de nervios, en busca de algún tema de conversación. Estar en casa de Brittany, conocerla en un ambiente tan relajado y familiar, era casi una tortura. Iba descalza, vestida con unos téjanos descoloridos y una camiseta de manga larga muy ajustada que dejaba al descubierto su firme estómago cada vez que se movía. Santana nunca había sido tan consciente de la sensualidad de otra mujer. Se daba cuenta de que ir allí no había sido buena idea. Pero no querría estar en otro lugar por nada en el mundo.
—La cena ya debe de estar lista —anunció Brittany. —Adelante, siéntate en...
—Deja que te eche una mano —Santana la interrumpió y la siguió a la cocina.
—¿Por qué no sirves más vino? Hay vino blanco en el estante de arriba, encima de la nevera, si quieres.
—El tinto ya me va bien. ¿Tú quieres del blanco?
—No, también me va bien éste.
Juntas, pusieron la cena en la mesa. A medida que comían, Brittany notó que Santana se relajaba. Al llegar parecía nerviosa, casi distante. Quizá aún no se le había pasado del todo lo de encontrarse con su director general.
—Así que... ¿qué tal todo en el trabajo?
Santana le contó cómo había avanzado en su presentación.
—Emma ha estado repasándola hoy en su despacho, con Noah y conmigo. Noah es el vicepresidente adjunto de Operaciones. Mañana volverá a pasársela a Ken y al coordinador de los analistas.
—¿Y qué te quedará por hacer la próxima vez que vengas?
—Darle los últimos retoques, supongo. Trabajaré un par de días con el departamento de Recursos Humanos para ver cómo recolocar parte del personal en la empresa. Sería una pena que gente competente perdiera su empleo porque su puesto desaparece, cuando hay muchos otros que no dan la talla. Eso sí, me alegro de que la decisión final no sea mía.
—¿Y al final seguro que tu puesto desaparecerá?
—Tiene toda la pinta —reconoció Santana.
—¿Y crees que te ofrecerán algún otro? O sea, estoy convencida de que eres una de esas personas que detestarían perder.
—No lo sé, Brittany —repuso Santana con melancolía. —No estoy segura de querer que me metan en la primera vacante que encuentren. Eldon-Markoff es una gran empresa, pero algún día quiero sentarme en uno de los puestos de arriba, como Emma. El problema es que ella sólo tiene cuarenta y siete años y probablemente seguirá trabajando como mínimo quince años más. Yo querría ascender antes, así que no veo que vaya a tener muchas posibilidades si me quedo allí.
—A lo mejor deberías considerar entrar en la hostelería —sugirió Brittany.
—Sí, o en cruceros. Quizá en otra agencia de viajes. No estoy limitada sólo al turismo, pero es un mercado que conozco muy bien.
—Creo que la empresa que te contrate, sea cual sea, será muy afortunada de tenerte.
—Gracias. Ahora, si no te importa, ¿podemos hablar de algo un poquito menos deprimente? Sería una pena que de repente me entraran ganas de cortarme las venas con tu cubertería.
Brittany soltó una risita. Esperaba que Santana estuviera bromeando.
—Oh, no. No te dejaría —y añadió, algo más seria: —Espero que algún día encuentres el trabajo de tus sueños, Santana. Sé que no hace mucho que nos conocemos, pero me doy cuenta de lo importante que es para ti. Y creo que eres una persona muy especial y te lo mereces.
Las dos mujeres se miraron en silencio y, lentamente, sus manos se acercaron como en el restaurante.
—Gracias. Resulta que yo también creo que eres una persona muy especial.
Los serenos ojos celestes de Brittany eran hipnóticos, pensó Santana, mientras sus dedos se entrelazaban. Esa noche no las interrumpiría nadie. Con un leve tirón, instó a Brittany a acercarse y ella misma se inclinó hacia delante hasta que sus rostros estuvieron a punto de tocarse.
—Muy especial —susurró.
Cubrió la distancia que las separaba y rozó aquellos apetitosos labios con los suyos.
Volvieron a mirarse. Los ojos les bailaban. Aquel beso era la confirmación de que eran más que amigas. Para Brittany era un signo que llevaba tiempo esperando, que necesitaba. Pero para Santana hizo sonar todas las alarmas. Tras un dilatado momento, dio un apretón a la mano de Brittany y la soltó para romper el hechizo.
—¿Quieres algo más?
—No, estoy llena. Estaba delicioso.
—¿Un café? ¿Algo de postre? Tengo sorbete de limón con salsa de frambuesa.
—A lo mejor luego. —Santana aún se sentía abrumada por las sensaciones que aquel tímido beso había despertado. Lo que en ese momento le apetecía de verdad no estaba en el menú.
Brittany se levantó y empezó a recoger los platos.
—¿Qué tal si llevas el vino al porche y te sientas? Yo salgo en un minuto.
Brittany sabía que a Santana la esperaba un largo día por la mañana, pero temía el momento en que se produjera la señal de que era la hora de marcharse. Por fin habían dado un paso más en la dirección que quería seguir, y quería sacar el tema de cómo arreglárselas para mantener viva su relación cuando Santana dejara de viajar a Orlando.
—¿Quieres que te ayude?
—No, sólo los voy a aclarar y a dejarlos en el fregadero.
Santana iba a hacer lo que Brittany había sugerido, pero la atracción era demasiado fuerte. La siguió a la cocina y se quedó en el arco de la entrada, mirándola por detrás. Las sensaciones de antes aún persistían y, antes de darse cuenta, había atravesado el suelo enlosado para colocarse justo detrás de Brittany, que estaba frente al fregadero. Automáticamente, sus manos le rodearon la cintura y agachó la cabeza para besarle el cuello desnudo.
—Eres tan adorable...
Brittany se estremeció al notar el aliento cálido de Santana haciéndole cosquillas en la oreja. Luego empezó a masajearle los músculos firmes del cuello y Brittany dejó caer la cabeza sobre el hombro de Santana. Esta le introdujo sus largos dedos bajo la camiseta para acariciarle el estómago y Brittany jadeó de placer.
Santana estaba perdida. Sabía que había cruzado la raya, pero ya no podía parar. Su mano derecha abandonó los confines de la camiseta para deslizarse sobre el pecho de Brittany, que apretó con suavidad, pero a la vez con firmeza.
Brittany se volvió y deslizó las manos bajo la blusa de seda de Santana para acariciarle la piel caliente. Sus labios se unieron con ferocidad, con un ardor casi animal con la espalda apoyada en el mármol, Brittany atrajo a Santana por las caderas. Pronto, las dos mujeres se apretaban la una contra la otra, ansiosas por fundirse en una sola.
—No deberíamos hacer esto —murmuró Santana mientras le hundía los labios en la carne tierna detrás de la oreja.
—Ya somos mayorcitas, Santana. No tenemos por qué parar —le susurró Brittany, audaz.
Brittany agarró la mano que le rodeaba la cintura y condujo a Santana a la puerta. Apagó las luces al pasar por el comedor. Momentos después, se hallaban juntas en el dormitorio principal. La cama de matrimonio estaba bañada del suave resplandor de la lámpara de la mesita de noche.
La vocecita que había perseguido a Santana desde el primer momento en que vio a Brittany por fin guardaba silencio. Estaba sola. Hambrienta por conocer los tesoros que ocultaba la mujer que había ante ella, le metió las manos bajo la camiseta y se la quitó suavemente por la cabeza.
—Échate conmigo —la urgió Brittany. Le tiró de la mano hasta llevarla junto a la cama. Allí, abrió la colcha y las sábanas de golpe. Antes de sentarse, le desabrochó los botones de la blusa de seda a Santana a toda prisa y se la retiró de los hombros al tiempo que caían enredadas sobre la cama.
Las dos mujeres exploraron mutuamente sus pieles desnudas y se fundieron en un beso apasionado. Santana deslizó una mano por la espalda de Brittany y la atrajo hacia ella con fuerza.
Brittany la rodeó con sus brazos, le desabrochó el sujetador y le sacó los tirantes por los hombros. Por fin sin obstáculos, sus manos recorrieron con avidez la espalda ancha, firme y sedosa de Santana.
—Quiero sentirte cerca de mí —susurró Santana, desabrochándole el sujetador a Brittany con un simple gesto de la mano.
Se echó hacia atrás, arrastrando a Brittany con ella, y las dos se reclinaron para quitarse los sujetadores. Santana se puso en pie y se desabrochó los pantalones, se los quitó y los tiró encima de una silla.
Brittany contempló a la hermosa mujer que tenía ante sí, completamente desnuda salvo por un tanga de color borgoña. No había estado tan excitada en la vida. Imitó a Santana y, quitándose los téjanos, los dejó caer arrugados en el suelo. A continuación se quitó las medias, sin apartar los ojos de la mirada ardiente que seguía cada uno de sus gestos. Le atrapó el tanga a Santana con el dedo índice y se lo bajó hasta revelar un sedoso triángulo de vello castaño rizado.
Santana acabó de quitarse el tanga, temblando de deseo. Brittany se volvió a tender en la cama e invitó a Santana a unírsele con una mirada tentadora. El aroma de su pasión flotaba en el aire, y Santana se inclinó hasta que sus cuerpos se unieron de cintura para abajo. Sus caderas se encajaron sobre los firmes muslos de Brittany de manera instintiva y sus manos se cerraron sobre sus hombros para dar comienzo a una rítmica danza.
Brittany levantó la rodilla, al sentir el sexo húmedo de Santana contra su piel.
Santana respondió al movimiento retirándose un poco y desplazándose a un lado, sin que sus cuerpos se separasen. Hundió el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de Brittany y alzó una mano para acariciarle un pecho, frotándole el pezón con delicadeza entre el pulgar y el índice.
Brittany gimió de placer por el hormigueo y retorció las caderas, tratando de sentir la intimidad del cuerpo de Santana por entero.
—Por favor...
Santana luchó contra el impulso de apresurar el encuentro. Aquello merecía más, Brittany merecía más. Se llevó un pecho a la boca mientras jugueteaba con el otro con los dedos. Brittany tenía los dos pezones duros como piedras y tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no morderlos.
Brittany le pasó a Santana los dedos por el pelo y le aguantó la cabeza contra su pecho mientras se lo devoraba. La imagen de aquella boca describiendo círculos alrededor de su pezón hacía que ansiara la sensación por todo su cuerpo.
—Preciosa —murmuró Santana, cuyos dedos trazaban en ese momento la curva de los muslos de Brittany. Cuando sus yemas rozaron el montículo de rizos entre sus piernas, la sorprendió que fueran tan finos y suaves, y no pudo resistirse a acariciarlos por más tiempo del que Brittany pudo aguantar.
—Por favor, tócame —suplicó con desesperación.
La determinación de Santana por hacer las cosas despacio se vino abajo en cuanto introdujo los dedos en la cálida humedad que Brittany tenía entre las piernas. Brittany gimió mientras Santana le metía los dedos, dentro fuera, dentro fuera, implacable mientras sus caderas se balanceaban siguiendo el ritmo. Santana apenas se había dado cuenta de que Brittany le estaba acariciando un pecho, pero ahora le pellizcaba el pezón y se lo estiraba a la par con sus movimientos. No iba a poder aguantarlo mucho más. Le frotó el clítoris endurecido con el pulgar hasta que sintió que el cuerpo que tenía bajo ella se quedaba quieto y rígido.
—Eso es. Quiero sentir cómo te corres.
Brittany explotó como si sus deseos fueran órdenes. Notó que se tensaba y palpitaba en torno a la mano que la estaba colmando. Santana le clavaba los ojos en el fondo del alma mientras llegaba al clímax y, antes de tener oportunidad de bajar de la nube, ya estaba subiendo otra vez. Aferrada de los hombros de Santana, le metió el muslo entre las piernas una vez más, asombrada de lo húmeda y caliente que estaba. La sensación bastó para que se corriera de nuevo, y no fue ninguna sorpresa que Santana lo hiciera a continuación.
Recuperaron el aliento, mientras sus cuerpos seguían estremeciéndose por el alivio. De pronto, Santana se dio cuenta de que todo su peso estaba encima de Brittany y fue a apartarse.
—No, quédate un momento más —suplicó Brittany en un susurro.
El cuerpo que la cubría le proporcionaba más que una simple sensación física. Nunca se había sentido tan unida con ninguna de sus amantes, ni con Shauna, ni con Paula, las dos mujeres que había amado. Con Santana había una conexión diferente, como si se hubieran conocido desde siempre.
—Me gusta tenerte dentro.
Santana respondió a su petición con un profundo beso. Aún podía notar cómo el sexo de Brittany se estremecía de vez en cuando y asía sus dedos. Recorrió el cuello y el hombro de Brittany con los labios.
—Podría comerte entera.
—Oh, no... no lo hagas. Ahora me toca a mí.
Con un movimiento fluido, Brittany invirtió sus posiciones, liberándose de los dedos de Santana a regañadientes. Enseguida, se metió el pezón, que había estado torturando, en la boca y lo lamió y lo succionó. Los jadeos y quejidos que despertó la incitaron a cubrir de besos cada centímetro de aquel espléndido cuerpo. Dejó el pecho y bajó, deteniéndose al hallar una clara cicatriz en el costado izquierdo de Santana.
—¿De qué es esto?
—Me tuvieron que extirpar el bazo —explicó Santana aprensiva. De repente, se sintió acomplejada. —Tengo... muchas cicatrices.
—Son preciosas.
Brittany recorrió la línea rojiza con la lengua, hasta llegar al ombligo de Santana. A medida que sus labios descendían, le llegó el delicioso aroma del deseo. Al llegar al oscuro montículo, Santana se abrió de piernas y reveló su sexo brillante y mojado. Brittany se estremeció y le metió la lengua entre los húmedos pliegues.
Santana pocas veces se abría de esa manera con nadie, pero esa vez no se sentía vulnerable. Confiaba en Brittany lo bastante para entregarle aquel pedazo de intimidad. Alargó la mano para asir la de Brittany y se la apretó con fuerza mientras las sensaciones empezaban a apoderarse de su cuerpo.
Brittany reconoció la respuesta de las caderas de Santana y se concentró en succionar suave y rítmicamente el clítoris hinchado entre los labios.
—¡Oh, Dios!
Con cada aleteo de la firme lengua de Brittany, el sexo de Santana se estremecía, hasta que las sensaciones se concentraron y se desbordaron en un éxtasis poderoso. Cuando las oleadas disminuyeron, le puso la mano a Brittany en la mejilla.
—Ven aquí y échate conmigo.
De mala gana, Brittany dejó su tesoro y escaló sobre el cuerpo de Santana para compartir un profundo y apasionado beso.
—Eres increíble... y tan hermosa...
—Eres tú quien me hace sentir así. —Santana tiró de Brittany, hasta que estuvo completamente encima de ella. —¿Me dejarás saborearte así?
—Puedes hacer conmigo lo que quieras.
En el siguiente se sabrá sobre porqué Santana quería mantener las distancias con Brittany.
Puede que suba el capítulo 9 cuando este capítulo tengo 3 o 4 comentarios, como con este capítulo trataré de subirlo en cuanto pueda.
Espero ver sus comentarios acerca de este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 08
El reloj de pared de la pequeña oficina de Santana en Gone Tomorrow marcaba las seis y veinte y, a juzgar por lo silenciosos que estaban los cubículos al otro lado de su puerta, debía de ser la única que quedaba allí. Una jornada de trabajo típica. Los días eran cada vez más largos, pero se había acostumbrado a trabajar hasta después de ponerse el sol, sin fijarse en la hora.
Santana recogió los papeles que tenía extendidos por la mesa y los guardó en sus respectivos archivadores. Esa podía ser la última vez que organizara una campaña publicitaria para Viajes Gone Tomorrow. Según el plan de marketing en el que había trabajado con Emma, en adelante la publicidad de todas las filiales de Eldon-Markoff estaría en manos del personal de la sede central.
A juzgar por cómo pintaban las cosas, los directores de marketing que se quedaran sin empleo recibirían una indemnización por valor de seis meses de salario.
El lado bueno de todo aquello, además de la indemnización, es que en Gone Tomorrow había llegado tan alto como podía llegar antes de que la pequeña compañía fuera adquirida por Eldon-Markoff. Por lo menos, ahora tendría que volver a buscarse la vida, y con un poco de suerte hallaría un empleo donde pudiera progresar en su carrera. Lo ideal sería trabajar para una gran empresa y ganarse la oportunidad de ocupar un puesto de relevancia como el de Emma. Santana confiaba en su capacidad para ascender. Lo único que necesitaba era el lugar adecuado.
Su estómago rugió hambriento mientras comprobaba su correo. Era como si la pila de archivos y cartas acumuladas no bajara nunca. Recordó las cajas de comida congelada que tenía siempre en la nevera. Con una de ésas aún podría seguir trabajando unas dos o tres horas más.
Otra cosa que Santana deseaba tanto como un buen trabajo era una razón para salir de la oficina y volver a: casa al final de la jornada. Una mujer como Brittany Pierce podría hacer que dejara de pensar en el trabajo. Pero, tras el incidente del restaurante, no habían hecho planes para quedar cuando volviera a ir a Orlando.
Sólo por esta vez, Santana quería olvidar todas sus preocupaciones y divertirse. Sólo le quedaban dos viajes a Orlando... sólo tendría otras dos oportunidades de disfrutar de la compañía de Brittany.
Lord T calculó la distancia entre la mesa y el mármol de la cocina con todo cuidado. La mujer que vivía en casa estaba mirando una pantalla mientras tecleaba en su base. Si pudiera acercarse, a lo mejor la convencía de parar un momento y rascarle la cabeza.
Plof.
—Hola, chiquitín. —Brittany levantó la mano izquierda automáticamente y cumplió sus deseos, mientras con la derecha manipulaba el ratón para conectarse a Internet. El jueves anterior le había enviado un alegre correo electrónico a Santana, con la esperanza de que no se angustiara por lo que había pasado en la cena de la otra noche. Por el momento no había recibido respuesta.
Hasta ese día. Entre sus once mensajes nuevos, incluyendo tres que prometían agrandarle y alargarle el pene, había un mensaje de Santana.
Hola, Brittany:
Siento haber tardado tanto en contestar. Como siempre, hay un montón de cosas por hacer cuando vuelvo a Baltimore, y otro tanto cuando me voy. Ahora estoy en los días de tregua que hay en medio, ya sabes, cuando con diez horas de trabajo al día bastan.
En EM me han confirmado que sólo tendré que hacer dos viajes más a Orlando: este fin de semana y otro dentro de dos semanas. Si me invitan a participar en la presentación de nuestro proyecto iré a Nueva York, pero no me hago muchas ilusiones.
Así que, si puedes pasar por alto lo desastre que fui la última vez que salimos, me encantaría salir contigo el martes que viene. Como mencionaste los fuegos artificiales en Disney World, me preguntaba si te apetecería pasar una tarde allí. Espero que sí.
Santana.
Brittany releyó el mensaje varias veces, no sólo para entender lo que ponía, sino para hacerse a la idea de lo que no ponía. Dos viajes más y se acabó. Estaba claro que Santana no tenía en mente continuar con su relación una vez acabara su trabajo en Orlando. De hecho, era como si hiciera siglos del beso, y Santana no había dado muestras de querer repetirlo.
Desilusionada, Brittany apagó el ordenador. Había estado casi segura de que Santana sentía lo mismo que ella, sobre todo después del beso. Su lado práctico consideró que seguramente era mejor así: no había mucho que hacer con una novia en Baltimore si vivías a más de mil kilómetros de distancia y sólo tenías libres los martes y los sábados. Sin embargo, su lado impulsivo se retorcía con frustración. No había perdido la esperanza de hallar una solución.
La buena noticia es que había hecho una amiga; puede que incluso volviera a verla si al final Santana conservaba el trabajo y tenía que viajar a las oficinas centrales de la compañía de vez en cuando. Sin embargo, la idea de tener a Santana López como amiga no era tan reconfortante como debería haberlo sido.
Santana se puso cómoda en su butaca favorita del rincón del comedor Concierge, con un platito de gambas peladas y ensalada. El «Estado del Sol» no estaba comportándose a la altura de su sobrenombre y en la predicción del tiempo se anunciaban más lluvias para el día siguiente, así que probablemente sus planes de pasar la tarde en Disney World con Brittany se irían al garete.
Las cosas le habían ido muy bien en el trabajo ese día. Emma y ella habían acabado los pronósticos de costes y beneficios para los seis posibles escenarios de su plan de marketing. Sólo les faltaba poner en orden de importancia sus recomendaciones y acabar la presentación de diapositivas. El miércoles por la tarde, Emma y ella se las presentarían a Ken y a Wendell y durante su último viaje, en dos semanas, Santana prepararía la presentación para los analistas de mercado de la empresa.
—Un buen día si eres una rana, ¿eh?
A Santana se le iluminaron los ojos al ver la cara de Brittany. Había estado ensimismada en sus pensamientos y no la había visto entrar.
—Hola, forastera. Me preguntaba si te vería hoy.
—Sí, hoy está bastante calmado, para variar. Esperaba que estuvieras aquí.
—Gracias otra vez por enviarme el paraguas. —De repente, Santana se había puesto nerviosa en presencia de Brittany.
—De nada. De hecho, por eso quería verte. No por el paraguas, sino por el tiempo en general. Dicen que mañana seguirá lloviendo, así que no creo que podamos ir a Disney World.
—¿Tienes un plan B?
Brittany titubeó cuando uno de los camareros se acercó a retirar el plato de Santana.
—Pues, la verdad, me gusta cocinar —dijo en voz baja, tratando de parecer indiferente. —¿Te gustaría venir a mi casa a cenar?
Santana había querido quedar con ella, pero ir a su casa sería una tentación demasiado grande. Su cerebro dijo no, pero sus labios cobraron voluntad propia.
—Me encantaría. Suena genial.
—Genial. —Brittany sonrió. De repente, el aire entre ellas comenzó a crepitar como cargado de electricidad —¿Paso a recogerte a las siete?
—¿No sería más fácil si cogiera un taxi?
—Supongo que me iría mejor para preparar la cena ¿Estás segura?
Brittany se sacó una pluma y una tarjeta del bolsillo y echó un vistazo por encima de su hombro para ver si sus empleados la estaban mirando. Era obvio que estar tanto rato con Santana la ponía nerviosa, así que garabateó su dirección a toda prisa y le tendió la tarjeta.
—Aquí tienes. Ven cuando quieras.
—Estoy impaciente.
«No deberías hacer esto.»
—Ah, y espero que no te importe que tenga un gato... aunque Lord T no sabe que es un gato.
—Para nada. Prometo no decírselo.
«¿Te has vuelto loca?»
—Fantástico. Nos vemos mañana, pues.
Brittany observó a Santana por la ventana mientras pagaba el taxi y avanzaba penosamente bajo la lluvia hacia el porche cubierto. De inmediato corrió a echarle una mano.
—Yo lo cojo —insistió, cogiendo el paraguas y aguantándolo para las dos mientras Santana se las veía con la barandilla. —Estoy muy contenta de que hayas venido.
—Yo también. Llevo todo el día esperándolo.
—Y yo. Espero que te guste el pollo al Marsala.
—Suena bien.
Los escalones le estaban dando trabajo a Santana, y Brittany se mantuvo junto a ella y anduvo poco a poco.
—Supongo que los escalones son lo peor, ¿no?
—Sólo es que estoy cansada. Ha sido un día duro.
Llegaron al rellano del segundo piso. La marquesina las protegía de la lluvia.
—Brittany, es una urbanización preciosa —se admiró Santana, volviéndose para ver el pequeño lago, los jardines tropicales y los ordenados edificios de la propiedad.
—Gracias. Hay urbanizaciones como ésta por todo Orlando. No hay ninguna completamente igual, aunque la idea sí es la misma para todas. Me gusta ésta porque en la zona comunitaria hay una sala de fitness y una piscina muy buena. También hay una pista para hacer footing alrededor del campo de golf de allá —señaló el sendero que desaparecía tras la casa de al lado más allá del aparcamiento.
—Está muy bien diseñado. En Baltimore, los sitios como éste no tienen los jardines tan arreglados, y las casas se apiñan prácticamente las unas encima de las otras. Yo vivo en una casita adosada y casi no tenemos zona comunitaria, y mucho menos algo tan hermoso como un lago.
—Bueno, pasa. A ver si también te gusta por dentro.
Brittany le enseñó la cocina y la sala de estar, que estaban nada más pasar el recibidor. Como estaban en una segunda planta, los techos eran abovedados y había claraboyas en la salita y en el comedor. Recorrieron el pasillo, dejando atrás la puerta que bajaba al parking y le mostró el baño y la habitación de invitados. Finalmente, entraron en el dormitorio principal, que tenía un baño más grande en suite y un enorme armario ropero en donde se podía estar de pie.
—Y aquí está mi habitación favorita.
Brittany abrió la puerta del dormitorio que daba a la galería. Allí estaba Lord T, hecho un ovillo sobre los cojines de la tumbona.
—Hola, guapo —lo arrulló Santana, alargando la mano para acariciar el pelaje naranja del felino, que permanecía completamente indiferente a ella.
No obstante, unas cuantas caricias después ya se había puesto panza arriba, muy interesado en aquellas manos nuevas tan suaves que tantas caricias prodigaban. Muy bien, le daría el visto bueno a aquella desconocida.
—Parece que has hecho un nuevo amigo.
—Es una monada —elogió Santana, sin dejar de acariciarle la blanca barriguita a Lord T, que estaba despanzarrado como en trance.
—A ver si dices lo mismo cuando intente comer de tu plato. Y no me hagas hablar del resto de monerías que hace.
Sin embargo, como Santana insistía, Brittany le explicó algunas de las hazañas del gato, incluida su afición a coleccionar lagartijas.
—Yo diría que está haciendo su trabajo, ni más ni menos —lo defendió Santana, a quién el gato había seguido de vuelta a la sala de estar.
—Sabía que te pondrías de su lado. Si te hubiera dejado una lagartija retorciéndose encima de la cama, otro gallo cantaría.
Santana soltó una suave carcajada, sin dejar de acariciar a su nuevo amigo peludo.
—Me encanta tu casa, Brittany, de verdad. Todo. Seguro que te gusta mucho vivir aquí.
—Pues sí. Me gustaría haber comprado una de tres habitaciones para tener un poco más de espacio, pero tampoco recibo tantas visitas. Mi madre viene de Cocoa de vez en cuando, y mi mejor amiga se quedó conmigo unos días cuando tuvieron que fumigar su casa.
Mientras hablaba, Brittany sirvió unas copas de cabernet-sauvignon para tomar con las galletitas y el queso hasta que la cena estuviera lista. Cabeceó con resignación cuando Santana le dio un trocito de su queso a Lord T. El gato estaba actuando como un verdadero golfo.
El amigable gato le sirvió de distracción a Santana, ya que sin su ayuda habría estado rompiéndose la cabeza, muerta de nervios, en busca de algún tema de conversación. Estar en casa de Brittany, conocerla en un ambiente tan relajado y familiar, era casi una tortura. Iba descalza, vestida con unos téjanos descoloridos y una camiseta de manga larga muy ajustada que dejaba al descubierto su firme estómago cada vez que se movía. Santana nunca había sido tan consciente de la sensualidad de otra mujer. Se daba cuenta de que ir allí no había sido buena idea. Pero no querría estar en otro lugar por nada en el mundo.
—La cena ya debe de estar lista —anunció Brittany. —Adelante, siéntate en...
—Deja que te eche una mano —Santana la interrumpió y la siguió a la cocina.
—¿Por qué no sirves más vino? Hay vino blanco en el estante de arriba, encima de la nevera, si quieres.
—El tinto ya me va bien. ¿Tú quieres del blanco?
—No, también me va bien éste.
Juntas, pusieron la cena en la mesa. A medida que comían, Brittany notó que Santana se relajaba. Al llegar parecía nerviosa, casi distante. Quizá aún no se le había pasado del todo lo de encontrarse con su director general.
—Así que... ¿qué tal todo en el trabajo?
Santana le contó cómo había avanzado en su presentación.
—Emma ha estado repasándola hoy en su despacho, con Noah y conmigo. Noah es el vicepresidente adjunto de Operaciones. Mañana volverá a pasársela a Ken y al coordinador de los analistas.
—¿Y qué te quedará por hacer la próxima vez que vengas?
—Darle los últimos retoques, supongo. Trabajaré un par de días con el departamento de Recursos Humanos para ver cómo recolocar parte del personal en la empresa. Sería una pena que gente competente perdiera su empleo porque su puesto desaparece, cuando hay muchos otros que no dan la talla. Eso sí, me alegro de que la decisión final no sea mía.
—¿Y al final seguro que tu puesto desaparecerá?
—Tiene toda la pinta —reconoció Santana.
—¿Y crees que te ofrecerán algún otro? O sea, estoy convencida de que eres una de esas personas que detestarían perder.
—No lo sé, Brittany —repuso Santana con melancolía. —No estoy segura de querer que me metan en la primera vacante que encuentren. Eldon-Markoff es una gran empresa, pero algún día quiero sentarme en uno de los puestos de arriba, como Emma. El problema es que ella sólo tiene cuarenta y siete años y probablemente seguirá trabajando como mínimo quince años más. Yo querría ascender antes, así que no veo que vaya a tener muchas posibilidades si me quedo allí.
—A lo mejor deberías considerar entrar en la hostelería —sugirió Brittany.
—Sí, o en cruceros. Quizá en otra agencia de viajes. No estoy limitada sólo al turismo, pero es un mercado que conozco muy bien.
—Creo que la empresa que te contrate, sea cual sea, será muy afortunada de tenerte.
—Gracias. Ahora, si no te importa, ¿podemos hablar de algo un poquito menos deprimente? Sería una pena que de repente me entraran ganas de cortarme las venas con tu cubertería.
Brittany soltó una risita. Esperaba que Santana estuviera bromeando.
—Oh, no. No te dejaría —y añadió, algo más seria: —Espero que algún día encuentres el trabajo de tus sueños, Santana. Sé que no hace mucho que nos conocemos, pero me doy cuenta de lo importante que es para ti. Y creo que eres una persona muy especial y te lo mereces.
Las dos mujeres se miraron en silencio y, lentamente, sus manos se acercaron como en el restaurante.
—Gracias. Resulta que yo también creo que eres una persona muy especial.
Los serenos ojos celestes de Brittany eran hipnóticos, pensó Santana, mientras sus dedos se entrelazaban. Esa noche no las interrumpiría nadie. Con un leve tirón, instó a Brittany a acercarse y ella misma se inclinó hacia delante hasta que sus rostros estuvieron a punto de tocarse.
—Muy especial —susurró.
Cubrió la distancia que las separaba y rozó aquellos apetitosos labios con los suyos.
Volvieron a mirarse. Los ojos les bailaban. Aquel beso era la confirmación de que eran más que amigas. Para Brittany era un signo que llevaba tiempo esperando, que necesitaba. Pero para Santana hizo sonar todas las alarmas. Tras un dilatado momento, dio un apretón a la mano de Brittany y la soltó para romper el hechizo.
—¿Quieres algo más?
—No, estoy llena. Estaba delicioso.
—¿Un café? ¿Algo de postre? Tengo sorbete de limón con salsa de frambuesa.
—A lo mejor luego. —Santana aún se sentía abrumada por las sensaciones que aquel tímido beso había despertado. Lo que en ese momento le apetecía de verdad no estaba en el menú.
Brittany se levantó y empezó a recoger los platos.
—¿Qué tal si llevas el vino al porche y te sientas? Yo salgo en un minuto.
Brittany sabía que a Santana la esperaba un largo día por la mañana, pero temía el momento en que se produjera la señal de que era la hora de marcharse. Por fin habían dado un paso más en la dirección que quería seguir, y quería sacar el tema de cómo arreglárselas para mantener viva su relación cuando Santana dejara de viajar a Orlando.
—¿Quieres que te ayude?
—No, sólo los voy a aclarar y a dejarlos en el fregadero.
Santana iba a hacer lo que Brittany había sugerido, pero la atracción era demasiado fuerte. La siguió a la cocina y se quedó en el arco de la entrada, mirándola por detrás. Las sensaciones de antes aún persistían y, antes de darse cuenta, había atravesado el suelo enlosado para colocarse justo detrás de Brittany, que estaba frente al fregadero. Automáticamente, sus manos le rodearon la cintura y agachó la cabeza para besarle el cuello desnudo.
—Eres tan adorable...
Brittany se estremeció al notar el aliento cálido de Santana haciéndole cosquillas en la oreja. Luego empezó a masajearle los músculos firmes del cuello y Brittany dejó caer la cabeza sobre el hombro de Santana. Esta le introdujo sus largos dedos bajo la camiseta para acariciarle el estómago y Brittany jadeó de placer.
Santana estaba perdida. Sabía que había cruzado la raya, pero ya no podía parar. Su mano derecha abandonó los confines de la camiseta para deslizarse sobre el pecho de Brittany, que apretó con suavidad, pero a la vez con firmeza.
Brittany se volvió y deslizó las manos bajo la blusa de seda de Santana para acariciarle la piel caliente. Sus labios se unieron con ferocidad, con un ardor casi animal con la espalda apoyada en el mármol, Brittany atrajo a Santana por las caderas. Pronto, las dos mujeres se apretaban la una contra la otra, ansiosas por fundirse en una sola.
—No deberíamos hacer esto —murmuró Santana mientras le hundía los labios en la carne tierna detrás de la oreja.
—Ya somos mayorcitas, Santana. No tenemos por qué parar —le susurró Brittany, audaz.
Brittany agarró la mano que le rodeaba la cintura y condujo a Santana a la puerta. Apagó las luces al pasar por el comedor. Momentos después, se hallaban juntas en el dormitorio principal. La cama de matrimonio estaba bañada del suave resplandor de la lámpara de la mesita de noche.
La vocecita que había perseguido a Santana desde el primer momento en que vio a Brittany por fin guardaba silencio. Estaba sola. Hambrienta por conocer los tesoros que ocultaba la mujer que había ante ella, le metió las manos bajo la camiseta y se la quitó suavemente por la cabeza.
—Échate conmigo —la urgió Brittany. Le tiró de la mano hasta llevarla junto a la cama. Allí, abrió la colcha y las sábanas de golpe. Antes de sentarse, le desabrochó los botones de la blusa de seda a Santana a toda prisa y se la retiró de los hombros al tiempo que caían enredadas sobre la cama.
Las dos mujeres exploraron mutuamente sus pieles desnudas y se fundieron en un beso apasionado. Santana deslizó una mano por la espalda de Brittany y la atrajo hacia ella con fuerza.
Brittany la rodeó con sus brazos, le desabrochó el sujetador y le sacó los tirantes por los hombros. Por fin sin obstáculos, sus manos recorrieron con avidez la espalda ancha, firme y sedosa de Santana.
—Quiero sentirte cerca de mí —susurró Santana, desabrochándole el sujetador a Brittany con un simple gesto de la mano.
Se echó hacia atrás, arrastrando a Brittany con ella, y las dos se reclinaron para quitarse los sujetadores. Santana se puso en pie y se desabrochó los pantalones, se los quitó y los tiró encima de una silla.
Brittany contempló a la hermosa mujer que tenía ante sí, completamente desnuda salvo por un tanga de color borgoña. No había estado tan excitada en la vida. Imitó a Santana y, quitándose los téjanos, los dejó caer arrugados en el suelo. A continuación se quitó las medias, sin apartar los ojos de la mirada ardiente que seguía cada uno de sus gestos. Le atrapó el tanga a Santana con el dedo índice y se lo bajó hasta revelar un sedoso triángulo de vello castaño rizado.
Santana acabó de quitarse el tanga, temblando de deseo. Brittany se volvió a tender en la cama e invitó a Santana a unírsele con una mirada tentadora. El aroma de su pasión flotaba en el aire, y Santana se inclinó hasta que sus cuerpos se unieron de cintura para abajo. Sus caderas se encajaron sobre los firmes muslos de Brittany de manera instintiva y sus manos se cerraron sobre sus hombros para dar comienzo a una rítmica danza.
Brittany levantó la rodilla, al sentir el sexo húmedo de Santana contra su piel.
Santana respondió al movimiento retirándose un poco y desplazándose a un lado, sin que sus cuerpos se separasen. Hundió el rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de Brittany y alzó una mano para acariciarle un pecho, frotándole el pezón con delicadeza entre el pulgar y el índice.
Brittany gimió de placer por el hormigueo y retorció las caderas, tratando de sentir la intimidad del cuerpo de Santana por entero.
—Por favor...
Santana luchó contra el impulso de apresurar el encuentro. Aquello merecía más, Brittany merecía más. Se llevó un pecho a la boca mientras jugueteaba con el otro con los dedos. Brittany tenía los dos pezones duros como piedras y tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no morderlos.
Brittany le pasó a Santana los dedos por el pelo y le aguantó la cabeza contra su pecho mientras se lo devoraba. La imagen de aquella boca describiendo círculos alrededor de su pezón hacía que ansiara la sensación por todo su cuerpo.
—Preciosa —murmuró Santana, cuyos dedos trazaban en ese momento la curva de los muslos de Brittany. Cuando sus yemas rozaron el montículo de rizos entre sus piernas, la sorprendió que fueran tan finos y suaves, y no pudo resistirse a acariciarlos por más tiempo del que Brittany pudo aguantar.
—Por favor, tócame —suplicó con desesperación.
La determinación de Santana por hacer las cosas despacio se vino abajo en cuanto introdujo los dedos en la cálida humedad que Brittany tenía entre las piernas. Brittany gimió mientras Santana le metía los dedos, dentro fuera, dentro fuera, implacable mientras sus caderas se balanceaban siguiendo el ritmo. Santana apenas se había dado cuenta de que Brittany le estaba acariciando un pecho, pero ahora le pellizcaba el pezón y se lo estiraba a la par con sus movimientos. No iba a poder aguantarlo mucho más. Le frotó el clítoris endurecido con el pulgar hasta que sintió que el cuerpo que tenía bajo ella se quedaba quieto y rígido.
—Eso es. Quiero sentir cómo te corres.
Brittany explotó como si sus deseos fueran órdenes. Notó que se tensaba y palpitaba en torno a la mano que la estaba colmando. Santana le clavaba los ojos en el fondo del alma mientras llegaba al clímax y, antes de tener oportunidad de bajar de la nube, ya estaba subiendo otra vez. Aferrada de los hombros de Santana, le metió el muslo entre las piernas una vez más, asombrada de lo húmeda y caliente que estaba. La sensación bastó para que se corriera de nuevo, y no fue ninguna sorpresa que Santana lo hiciera a continuación.
Recuperaron el aliento, mientras sus cuerpos seguían estremeciéndose por el alivio. De pronto, Santana se dio cuenta de que todo su peso estaba encima de Brittany y fue a apartarse.
—No, quédate un momento más —suplicó Brittany en un susurro.
El cuerpo que la cubría le proporcionaba más que una simple sensación física. Nunca se había sentido tan unida con ninguna de sus amantes, ni con Shauna, ni con Paula, las dos mujeres que había amado. Con Santana había una conexión diferente, como si se hubieran conocido desde siempre.
—Me gusta tenerte dentro.
Santana respondió a su petición con un profundo beso. Aún podía notar cómo el sexo de Brittany se estremecía de vez en cuando y asía sus dedos. Recorrió el cuello y el hombro de Brittany con los labios.
—Podría comerte entera.
—Oh, no... no lo hagas. Ahora me toca a mí.
Con un movimiento fluido, Brittany invirtió sus posiciones, liberándose de los dedos de Santana a regañadientes. Enseguida, se metió el pezón, que había estado torturando, en la boca y lo lamió y lo succionó. Los jadeos y quejidos que despertó la incitaron a cubrir de besos cada centímetro de aquel espléndido cuerpo. Dejó el pecho y bajó, deteniéndose al hallar una clara cicatriz en el costado izquierdo de Santana.
—¿De qué es esto?
—Me tuvieron que extirpar el bazo —explicó Santana aprensiva. De repente, se sintió acomplejada. —Tengo... muchas cicatrices.
—Son preciosas.
Brittany recorrió la línea rojiza con la lengua, hasta llegar al ombligo de Santana. A medida que sus labios descendían, le llegó el delicioso aroma del deseo. Al llegar al oscuro montículo, Santana se abrió de piernas y reveló su sexo brillante y mojado. Brittany se estremeció y le metió la lengua entre los húmedos pliegues.
Santana pocas veces se abría de esa manera con nadie, pero esa vez no se sentía vulnerable. Confiaba en Brittany lo bastante para entregarle aquel pedazo de intimidad. Alargó la mano para asir la de Brittany y se la apretó con fuerza mientras las sensaciones empezaban a apoderarse de su cuerpo.
Brittany reconoció la respuesta de las caderas de Santana y se concentró en succionar suave y rítmicamente el clítoris hinchado entre los labios.
—¡Oh, Dios!
Con cada aleteo de la firme lengua de Brittany, el sexo de Santana se estremecía, hasta que las sensaciones se concentraron y se desbordaron en un éxtasis poderoso. Cuando las oleadas disminuyeron, le puso la mano a Brittany en la mejilla.
—Ven aquí y échate conmigo.
De mala gana, Brittany dejó su tesoro y escaló sobre el cuerpo de Santana para compartir un profundo y apasionado beso.
—Eres increíble... y tan hermosa...
—Eres tú quien me hace sentir así. —Santana tiró de Brittany, hasta que estuvo completamente encima de ella. —¿Me dejarás saborearte así?
—Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Dios como lo dejas alli?
Bueno solo tengo por decir ¡¡¡WANKY¡¡¡
Hasta la siguiente actualizacion
Saludos
Bueno solo tengo por decir ¡¡¡WANKY¡¡¡
Hasta la siguiente actualizacion
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
no creo que pudiera ser mas espectacular este capitulo, en verdad gracias por tomarte tu tiempo para escribirlo. Hasta muy pronto, espero!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Ohh... eso estuvo muy WANKY *-*
Espero de veras que no demores demasiado en actualizar!
Besos :**
Espero de veras que no demores demasiado en actualizar!
Besos :**
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Wow estuvo genial e increíblemente wanky jajajajaja espero e proximo
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola! Creo que me mataras por dejar el que viene en ese momento, al menos eso imagino.Jane0_o escribió:Dios como lo dejas alli?
Bueno solo tengo por decir ¡¡¡WANKY¡¡¡
Hasta la siguiente actualizacion
Saludos
En unos minutos subo el siguiente capítulo.
Gracias por comentar.
Saludos! :3
Hola! La verdad también me gustó mucho este, y hay otros que también están muy buenos. Ya los verás cuando los suba.micky morales escribió:no creo que pudiera ser mas espectacular este capitulo, en verdad gracias por tomarte tu tiempo para escribirlo. Hasta muy pronto, espero!
Gracias por comentar.
Besos! :D
Hola! Sí, demasiado Wanky el capítulo.Elita escribió:Ohh... eso estuvo muy WANKY *-*
Espero de veras que no demores demasiado en actualizar!
Besos :**
No estoy demorando mucho, en unos minutos subo el siguiente capítulo.
Gracias por comentar.
Besos! :3
Hola! Si, muy Wanky el capítulo :3Elisika-sama escribió:Wow estuvo genial e increíblemente wanky jajajajaja espero e proximo
Gracias por comentar, en minutos subo el siguiente capítulo.
Besos! :D
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Nueve-
Hola! Nuevamente paso a dejarles un nuevo capítulo. Como recordarán en este se sabrá porqué Santana quería mantener las distancias con Brittany. Es algo corto, lo sé, pero es muy importante este capítulo :3
No voy a poder subir capítulo mañana, puede que suba el sábado o domingo, y si no recién el martes. Pero a más tardar el martes subo uno.
Espero que les guste, y no me maten en dónde queda este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 09
Santana resistió la tentación de rozar con la lengua la oreja de la mujer que dormía a su lado, a sabiendas de que sería el detonante de una nueva ronda de prácticas amorosas agotadoras que la dejarían rota ya de buena mañana, antes incluso de ir a trabajar. La noche anterior habían explorado sus cuerpos en silencio durante más de tres horas. Brittany había encontrado y besado todas las cicatrices visibles del accidente de hacía tres años. Lo que Brittany no sabía es que, al tocarla, había empezado a curar también algunas de las cicatrices invisibles.
Lord T se había acomodado sobre la cadera de Santana y dormitaba con las patas sobre el brazo con que le rodeaba la cintura a Brittany. El gato les había concedido tácitamente varias horas de intimidad durante la noche, pero con la mañana había llegado la hora de reafirmar su dominio.
La luz del día se filtraba a través de las persianas, Santana se vio impulsada a buscar un reloj. Junto a la cabeza de Brittany, la pantallita digital marcaba las 5:36 en números verdes. Había convencido a Brittany de poner la alarma a las seis, pero al final no sería necesario. Con cuidado, recolocó al enorme gato naranja al lado de su ama y salió de entre las sábanas. Echó un vistazo en derredor, recogió su ropa y se dirigió al baño de invitados al final del pasillo.
El rostro que la saludó en el reflejo del espejo estaba extrañamente en paz, considerando que acababa de romper una de sus grandes reglas. Como bien había dicho Brittany, las dos eran mayorcitas, así que tendría que asumirlo. Sencillamente, no acababa de encontrar razones para sentirse culpable, y mucho menos para arrepentirse de lo que había pasado.
Se lavó y se visitó con rapidez, y a continuación fue a la cocina para llamar por teléfono. Al final, meditó, iba a resultar que la tarjeta que le había dado el taxista le iba a ser de utilidad.
—¿Brittany? Cariño, despierta. —Santana se sentó en el borde de la cama y sacudió con delicadeza los hombros de la mujer dormida. Sabía que Brittany podía oírla, porque una pequeña sonrisa había aflorado a sus labios. —Brittany.
—¿Qué pasa?
—Tengo que irme. He llamado a un taxi.
Brittany se volvió en la cama para rodear la cintura de Santana con los brazos y apoyar la cabeza en su regazo.
—No te vayas. Lo de anoche fue increíble —murmuró, y volvió a adormilarse.
—Fue glorioso. —Santana estuvo de acuerdo. Y sentía de verdad cada palabra. —¿Brittany? ¿Has vuelto a dormirte?
—No —protestó la despeinada mujer, aunque sin abrir los ojos.
—Escúchame. —Santana le habló en voz baja. —Hay algo que tengo que decirte: tú sí que sabes cómo hacer una cena.
Brittany rió y al fin se sentó en la cama.
—Tengo que irme. Brittany, esta noche ha sido... sencillamente asombrosa. Eres una mujer extraordinaria. —De hecho, para Santana aquella había sido la mejor noche de su vida.
Atrajo el rostro soñoliento de Brittany hacia sí y le dio el beso que por fin despertó a la bella durmiente.
—¿Volverás dentro de dos semanas?
—Sí.
Santana ya se moría de ganas por repetirlo.
Santana tuvo que echar mano de todo su poder de concentración para centrarse mientras Emma presentaba sus sugerencias a Ken y a Wendell, que quedaron muy impresionados con la lógica y los beneficios que reportaría a la empresa. Los accionistas estarían encantados con la nueva estrategia de marketing.
Santana no pudo evitar que sus pensamientos volvieran a la noche anterior durante todo el día: al rostro de Brittany cuando llegaba al éxtasis, a aquellos ojos celestes que la seguían mientras con la boca recorría la intimidad de Brittany, al verla durmiendo entre sus brazos con total inocencia. Y al recuerdo de su sabor, tan vivido e intenso...
—Muy bien, pues esto es todo, caballeros. Muchas gracias por sus comentarios. Haremos esos dos pequeños ajustes y lo dejaremos listo para los analistas —concluyó Emma.
—Emma, si te va bien, ahora me gustaría hablar contigo unos minutos —dijo Ken al salir de la sala de juntas, de vuelta a su despacho.
—Estoy contigo en un segundo —respondió. —Santana, ¿a qué hora sale tu avión?
—A las seis. Supongo que debería ir a hacer el equipaje e ir yendo ya para el aeropuerto.
—¿Podrías mirar si puedes coger otro un poco más tarde? Necesito hablar contigo de algo importante, pero antes tengo unos asuntos que tratar con Ken.
Santana notó un nudo de ansiedad en el estómago.
—Creo que hay otro sobre las ocho y media.
—Pídele a Denise que te ayude a cambiarlo. Si se nos hace tarde, yo misma te llevaré al aeropuerto.
—Claro.
Santana consiguió reservar un billete para el vuelo de las ocho y media. Después, estuvo haciendo los arreglos que habían discutido en la presentación de diapositivas y empezó a darle los últimos retoques a la presentación para los accionistas. Eran casi las seis cuando Emma volvió a su despacho.
—Santana, ¿podrías acompañarnos un momento? Después te prometo que te dejaré libre.
Siguió a su jefa hasta el despacho de Ken Markoff, con el corazón desbocado al darse cuenta de que la reunión había sido para hablar de ella. No habían perdido el tiempo, gruñó para sí. Iban a darle la patada nada más acabar el proyecto.
Cuando Emma se lo pidió, tomó asiento en una pequeña mesa de reuniones redonda, justo enfrente del director general. Emma se sentó entre los dos.
—Santana, muchas gracias por quedarte esta tarde —empezó Markoff en tono formal. —De hecho, muchas gracias por todo. Quería decirte en persona lo mucho que aprecio tu colaboración en este proyecto. Emma me ha tenido al tanto a lo largo del proceso y siempre me ha hablado maravillas de tu trabajo. Me contó lo que dijiste de hacer lo mejor para la compañía y para los accionistas y he de decir que estoy muy impresionado por tu actitud.
Santana empezó a soltar el aire que había retenido, con alivio. Sonaba a que iba a recibir unas referencias excelentes tanto de Emma como de Markoff.
—Emma me ha estado dando la lata todo el año para que le dejara contratar a un vicepresidente adjunto que lleve los temas de marketing y le permita concentrarse más en la parte de ventas, y a los dos nos encantaría que aceptaras ese trabajo. Significaría que tendrías que mudarte aquí, a Orlando, por supuesto, pero te pagaremos por ello. Además, creo que los vicepresidentes adjuntos cobran un poco más que los jefes de departamento, ¿no es así, Emma?
—El doble, a lo mejor un poco más.
Vicepresidenta adjunta. Mudarse a Orlando. El doble de sueldo. Era la oportunidad con la que Santana había soñado.
—¿Entonces, aceptas? —la instó Emma.
—¡Claro que acepto! —Santana se puso en pie y extendió la mano para estrechársela a su director general. —Gracias, Sr. Markoff.
—Llámame Ken. Bienvenida a la casa.
—Emma, no sé qué decir.
La vicepresidenta dejó de lado toda formalidad y se acercó para darle un cariñoso abrazo.
—Estoy muy contenta de tenerte con nosotros, Santana. Será fantástico trabajar contigo todos los días.
Brittany finalizó la inspección con un repaso al comedor Concierge. Automáticamente, los ojos se le fueron a la butaca del rincón. Pasaban de las seis, así que Santana estaría ya en el avión.
Había estado todo el día pensando en la noche que habían pasado juntas, y la duda la reconcomía por dentro. Con una simple llamada telefónica de Santana se le habrían pasado todos los males, ya que eso querría decir que había significado lo mismo para las dos. Tendría que haberse acordado de darle el teléfono de casa; seguramente Santana no la llamaría al trabajo nunca, y mucho menos para algo tan personal.
Parte de ella estaba dando saltos de alegría, convencida de que Santana había sentido la misma conexión emocional que ella cuando hacían el amor. Pero la otra parte era un manojo de nervios, y necesitaba desesperadamente saber que no había sido sólo un revolcón.
Brittany sabía que Santana tenía un día muy ocupado, por el trabajo y después por el viaje de regreso a Baltimore, así que no era probable que supiera nada de ella hasta la mañana siguiente, como muy pronto, cuando Santana encontrara tiempo de enviarle un correo electrónico desde su oficina.
Fuera como fuese, Brittany tendría que aguantar hasta entonces.
El taxi se detuvo ante el adosado de Santana cerca de la medianoche. Estaba completamente agotada. En las últimas veinticuatro horas se le había juntado todo, y su mundo se había vuelto del revés.
En Eldon-Markoff le ofrecían empezar de nuevo, la posibilidad de progresar en su carrera en una de las empresas líderes del sector. Era su oportunidad soñada, y Emma Schuester se la había puesto en bandeja.
Había llegado el momento de librarse del peso del deber y las obligaciones que la habían aplastado durante tanto tiempo. Mudarse a Orlando sería un descanso. Vendería el adosado y se compraría una casa que le gustara.
Eso obligaría a su madre a tomar las riendas de su propia vida. Santana la animaría y la aconsejaría, pero, en última instancia, Maribel tendría que espabilarse por ella misma.
Y luego estaba Brittany.
Cuanto más pensaba en las ramificaciones que tendría mudarse a Orlando, peor se sentía por lo que había pasado la otra noche, hasta el punto de sentir verdadero dolor físico. Eran «mayorcitas», fue lo que Brittany había dicho. ¿Significaba eso que eran libres de disfrutar del sexo sin obligaciones? ¿O que tendrían que asumir las consecuencias? Significara lo que significara, Santana sabía que al acostarse con Brittany había arruinado cualquier posibilidad de tener un futuro con ella. Una cosa era tener una aventura en otra ciudad y otra muy diferente era buscar algo serio. Ese tipo de relaciones se basaban en la confianza, y ella había violado esa confianza con su silencio incluso antes de empezar. Ahora se arrepentía. Se arrepentía profundamente. Sin embargo, tenía que mirar hacia delante. Hurgó con la llave hasta que logró abrir la puerta. Pensó que era demasiado tarde para ponerse a deshacer el equipaje, así que dejó las maletas en el recibidor y emprendió la ardua subida de las escaleras hasta el segundo piso, guiándose por la luz de los pilotos que se encendían de noche.
Sacó un camisón del cajón superior de la cómoda y se metió en el lavabo para prepararse para ir a dormir. Un baño caliente le sentaría de maravilla, pero estaba demasiado cansada. En lugar de eso, se tomó tres ibuprofenos, se lavó los dientes y apagó la luz.
Finalmente se metió en la cama, acurrucándose cómodamente bajo la colcha. Un brazo cálido la rodeó y la atrajo hacia sí, al tiempo que un muslo sedoso descansaba entre los suyos.
—¿Qué tal el viaje, cielo?
—Como siempre.
Y se prometió que ésa sería la última mentira.
No voy a poder subir capítulo mañana, puede que suba el sábado o domingo, y si no recién el martes. Pero a más tardar el martes subo uno.
Espero que les guste, y no me maten en dónde queda este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 09
Santana resistió la tentación de rozar con la lengua la oreja de la mujer que dormía a su lado, a sabiendas de que sería el detonante de una nueva ronda de prácticas amorosas agotadoras que la dejarían rota ya de buena mañana, antes incluso de ir a trabajar. La noche anterior habían explorado sus cuerpos en silencio durante más de tres horas. Brittany había encontrado y besado todas las cicatrices visibles del accidente de hacía tres años. Lo que Brittany no sabía es que, al tocarla, había empezado a curar también algunas de las cicatrices invisibles.
Lord T se había acomodado sobre la cadera de Santana y dormitaba con las patas sobre el brazo con que le rodeaba la cintura a Brittany. El gato les había concedido tácitamente varias horas de intimidad durante la noche, pero con la mañana había llegado la hora de reafirmar su dominio.
La luz del día se filtraba a través de las persianas, Santana se vio impulsada a buscar un reloj. Junto a la cabeza de Brittany, la pantallita digital marcaba las 5:36 en números verdes. Había convencido a Brittany de poner la alarma a las seis, pero al final no sería necesario. Con cuidado, recolocó al enorme gato naranja al lado de su ama y salió de entre las sábanas. Echó un vistazo en derredor, recogió su ropa y se dirigió al baño de invitados al final del pasillo.
El rostro que la saludó en el reflejo del espejo estaba extrañamente en paz, considerando que acababa de romper una de sus grandes reglas. Como bien había dicho Brittany, las dos eran mayorcitas, así que tendría que asumirlo. Sencillamente, no acababa de encontrar razones para sentirse culpable, y mucho menos para arrepentirse de lo que había pasado.
Se lavó y se visitó con rapidez, y a continuación fue a la cocina para llamar por teléfono. Al final, meditó, iba a resultar que la tarjeta que le había dado el taxista le iba a ser de utilidad.
—¿Brittany? Cariño, despierta. —Santana se sentó en el borde de la cama y sacudió con delicadeza los hombros de la mujer dormida. Sabía que Brittany podía oírla, porque una pequeña sonrisa había aflorado a sus labios. —Brittany.
—¿Qué pasa?
—Tengo que irme. He llamado a un taxi.
Brittany se volvió en la cama para rodear la cintura de Santana con los brazos y apoyar la cabeza en su regazo.
—No te vayas. Lo de anoche fue increíble —murmuró, y volvió a adormilarse.
—Fue glorioso. —Santana estuvo de acuerdo. Y sentía de verdad cada palabra. —¿Brittany? ¿Has vuelto a dormirte?
—No —protestó la despeinada mujer, aunque sin abrir los ojos.
—Escúchame. —Santana le habló en voz baja. —Hay algo que tengo que decirte: tú sí que sabes cómo hacer una cena.
Brittany rió y al fin se sentó en la cama.
—Tengo que irme. Brittany, esta noche ha sido... sencillamente asombrosa. Eres una mujer extraordinaria. —De hecho, para Santana aquella había sido la mejor noche de su vida.
Atrajo el rostro soñoliento de Brittany hacia sí y le dio el beso que por fin despertó a la bella durmiente.
—¿Volverás dentro de dos semanas?
—Sí.
Santana ya se moría de ganas por repetirlo.
Santana tuvo que echar mano de todo su poder de concentración para centrarse mientras Emma presentaba sus sugerencias a Ken y a Wendell, que quedaron muy impresionados con la lógica y los beneficios que reportaría a la empresa. Los accionistas estarían encantados con la nueva estrategia de marketing.
Santana no pudo evitar que sus pensamientos volvieran a la noche anterior durante todo el día: al rostro de Brittany cuando llegaba al éxtasis, a aquellos ojos celestes que la seguían mientras con la boca recorría la intimidad de Brittany, al verla durmiendo entre sus brazos con total inocencia. Y al recuerdo de su sabor, tan vivido e intenso...
—Muy bien, pues esto es todo, caballeros. Muchas gracias por sus comentarios. Haremos esos dos pequeños ajustes y lo dejaremos listo para los analistas —concluyó Emma.
—Emma, si te va bien, ahora me gustaría hablar contigo unos minutos —dijo Ken al salir de la sala de juntas, de vuelta a su despacho.
—Estoy contigo en un segundo —respondió. —Santana, ¿a qué hora sale tu avión?
—A las seis. Supongo que debería ir a hacer el equipaje e ir yendo ya para el aeropuerto.
—¿Podrías mirar si puedes coger otro un poco más tarde? Necesito hablar contigo de algo importante, pero antes tengo unos asuntos que tratar con Ken.
Santana notó un nudo de ansiedad en el estómago.
—Creo que hay otro sobre las ocho y media.
—Pídele a Denise que te ayude a cambiarlo. Si se nos hace tarde, yo misma te llevaré al aeropuerto.
—Claro.
Santana consiguió reservar un billete para el vuelo de las ocho y media. Después, estuvo haciendo los arreglos que habían discutido en la presentación de diapositivas y empezó a darle los últimos retoques a la presentación para los accionistas. Eran casi las seis cuando Emma volvió a su despacho.
—Santana, ¿podrías acompañarnos un momento? Después te prometo que te dejaré libre.
Siguió a su jefa hasta el despacho de Ken Markoff, con el corazón desbocado al darse cuenta de que la reunión había sido para hablar de ella. No habían perdido el tiempo, gruñó para sí. Iban a darle la patada nada más acabar el proyecto.
Cuando Emma se lo pidió, tomó asiento en una pequeña mesa de reuniones redonda, justo enfrente del director general. Emma se sentó entre los dos.
—Santana, muchas gracias por quedarte esta tarde —empezó Markoff en tono formal. —De hecho, muchas gracias por todo. Quería decirte en persona lo mucho que aprecio tu colaboración en este proyecto. Emma me ha tenido al tanto a lo largo del proceso y siempre me ha hablado maravillas de tu trabajo. Me contó lo que dijiste de hacer lo mejor para la compañía y para los accionistas y he de decir que estoy muy impresionado por tu actitud.
Santana empezó a soltar el aire que había retenido, con alivio. Sonaba a que iba a recibir unas referencias excelentes tanto de Emma como de Markoff.
—Emma me ha estado dando la lata todo el año para que le dejara contratar a un vicepresidente adjunto que lleve los temas de marketing y le permita concentrarse más en la parte de ventas, y a los dos nos encantaría que aceptaras ese trabajo. Significaría que tendrías que mudarte aquí, a Orlando, por supuesto, pero te pagaremos por ello. Además, creo que los vicepresidentes adjuntos cobran un poco más que los jefes de departamento, ¿no es así, Emma?
—El doble, a lo mejor un poco más.
Vicepresidenta adjunta. Mudarse a Orlando. El doble de sueldo. Era la oportunidad con la que Santana había soñado.
—¿Entonces, aceptas? —la instó Emma.
—¡Claro que acepto! —Santana se puso en pie y extendió la mano para estrechársela a su director general. —Gracias, Sr. Markoff.
—Llámame Ken. Bienvenida a la casa.
—Emma, no sé qué decir.
La vicepresidenta dejó de lado toda formalidad y se acercó para darle un cariñoso abrazo.
—Estoy muy contenta de tenerte con nosotros, Santana. Será fantástico trabajar contigo todos los días.
Brittany finalizó la inspección con un repaso al comedor Concierge. Automáticamente, los ojos se le fueron a la butaca del rincón. Pasaban de las seis, así que Santana estaría ya en el avión.
Había estado todo el día pensando en la noche que habían pasado juntas, y la duda la reconcomía por dentro. Con una simple llamada telefónica de Santana se le habrían pasado todos los males, ya que eso querría decir que había significado lo mismo para las dos. Tendría que haberse acordado de darle el teléfono de casa; seguramente Santana no la llamaría al trabajo nunca, y mucho menos para algo tan personal.
Parte de ella estaba dando saltos de alegría, convencida de que Santana había sentido la misma conexión emocional que ella cuando hacían el amor. Pero la otra parte era un manojo de nervios, y necesitaba desesperadamente saber que no había sido sólo un revolcón.
Brittany sabía que Santana tenía un día muy ocupado, por el trabajo y después por el viaje de regreso a Baltimore, así que no era probable que supiera nada de ella hasta la mañana siguiente, como muy pronto, cuando Santana encontrara tiempo de enviarle un correo electrónico desde su oficina.
Fuera como fuese, Brittany tendría que aguantar hasta entonces.
El taxi se detuvo ante el adosado de Santana cerca de la medianoche. Estaba completamente agotada. En las últimas veinticuatro horas se le había juntado todo, y su mundo se había vuelto del revés.
En Eldon-Markoff le ofrecían empezar de nuevo, la posibilidad de progresar en su carrera en una de las empresas líderes del sector. Era su oportunidad soñada, y Emma Schuester se la había puesto en bandeja.
Había llegado el momento de librarse del peso del deber y las obligaciones que la habían aplastado durante tanto tiempo. Mudarse a Orlando sería un descanso. Vendería el adosado y se compraría una casa que le gustara.
Eso obligaría a su madre a tomar las riendas de su propia vida. Santana la animaría y la aconsejaría, pero, en última instancia, Maribel tendría que espabilarse por ella misma.
Y luego estaba Brittany.
Cuanto más pensaba en las ramificaciones que tendría mudarse a Orlando, peor se sentía por lo que había pasado la otra noche, hasta el punto de sentir verdadero dolor físico. Eran «mayorcitas», fue lo que Brittany había dicho. ¿Significaba eso que eran libres de disfrutar del sexo sin obligaciones? ¿O que tendrían que asumir las consecuencias? Significara lo que significara, Santana sabía que al acostarse con Brittany había arruinado cualquier posibilidad de tener un futuro con ella. Una cosa era tener una aventura en otra ciudad y otra muy diferente era buscar algo serio. Ese tipo de relaciones se basaban en la confianza, y ella había violado esa confianza con su silencio incluso antes de empezar. Ahora se arrepentía. Se arrepentía profundamente. Sin embargo, tenía que mirar hacia delante. Hurgó con la llave hasta que logró abrir la puerta. Pensó que era demasiado tarde para ponerse a deshacer el equipaje, así que dejó las maletas en el recibidor y emprendió la ardua subida de las escaleras hasta el segundo piso, guiándose por la luz de los pilotos que se encendían de noche.
Sacó un camisón del cajón superior de la cómoda y se metió en el lavabo para prepararse para ir a dormir. Un baño caliente le sentaría de maravilla, pero estaba demasiado cansada. En lugar de eso, se tomó tres ibuprofenos, se lavó los dientes y apagó la luz.
Finalmente se metió en la cama, acurrucándose cómodamente bajo la colcha. Un brazo cálido la rodeó y la atrajo hacia sí, al tiempo que un muslo sedoso descansaba entre los suyos.
—¿Qué tal el viaje, cielo?
—Como siempre.
Y se prometió que ésa sería la última mentira.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Espera que!!?
Tiene pareja? Es casada? O dios!
Esperando ansiosamente la siguiente
Actualizacion!
Saludos!
Tiene pareja? Es casada? O dios!
Esperando ansiosamente la siguiente
Actualizacion!
Saludos!
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
WTF?! Pero.. pero... en serio?
Y te atreves a dejarlo ahi?? u.u
Espero que actualices este fin de, si? :)
Saludos!
Y te atreves a dejarlo ahi?? u.u
Espero que actualices este fin de, si? :)
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Holaaa!! Queeeeeeeeee es estooo?? San tiene pareja?
Pobre Britt!!
Que mala sos!!! por queeee???
Saludos
Pobre Britt!!
Que mala sos!!! por queeee???
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Pero que me dices? Esta casada o tiene pareja? Pero no la había perdido? O my god!
Y lo dejas ahí? No pleasee, continúa, por favor!
Aún no me entra en la cabeza, tiene pareja?
Y lo dejas ahí? No pleasee, continúa, por favor!
Aún no me entra en la cabeza, tiene pareja?
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola! nueva lectora, me encanta la historia, es tan asdfghjhdfg y tu has sido muy cruel! ¿como te atreves a dejarlo ahí? hoy me iré por unos días al campo y es tan frustrante! que no me aguante y descargue el libro, pero salio mal y pude leer solo un pedasito de lo que se trata eso de santana, así que ya me siento mejor, LO SIENTO, pero no pude resistirme es que después de leer el capitulo no podía dejar de pensar ¿el porque? ¿que paso?. pero no te preocupes solo lei para aclarar eso y no irme con la duda, luego borre el libro descargado :) muchas gracias por la adaptación y espero que no tardees en actualizar, asi cuando llegue habrá mas de un capitulo *-*
Nathy_Gleek*** - Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 15/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
hoolaaa!!
oohh
en serio santana oohh pense que se
debia a una novia que habia muerto tenia sentimientos encontrados
pero no que tiene una que la engaña oohh!! estoy en shock
pobre brit britt..
en fin acabo de leer una de tus adaptaciones
"tan lejos y tan cerca"me encanto
y aqui tienes una fiel lectora
saludos!!
oohh
en serio santana oohh pense que se
debia a una novia que habia muerto tenia sentimientos encontrados
pero no que tiene una que la engaña oohh!! estoy en shock
pobre brit britt..
en fin acabo de leer una de tus adaptaciones
"tan lejos y tan cerca"me encanto
y aqui tienes una fiel lectora
saludos!!
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
En el siguiente capítulo sabrás qué sucede exactamente. En unos minutos lo subo.Jane0_o escribió:Espera que!!?
Tiene pareja? Es casada? O dios!
Esperando ansiosamente la siguiente
Actualizacion!
Saludos!
Gracias por comentar. Saludos!
En minutos actualizo y sabrás que sucede. No pude el finde :/Elita escribió:WTF?! Pero.. pero... en serio?
Y te atreves a dejarlo ahi?? u.u
Espero que actualices este fin de, si? :)
Saludos!
Gracias por comentar. Saludos!
Hola! San tiene pareja, ya sabrás bien que sucede.monica.santander escribió:Holaaa!! Queeeeeeeeee es estooo?? San tiene pareja?
Pobre Britt!!
Que mala sos!!! por queeee???
Saludos
En minutos actualizo. Gracias por comentar.
Saludos!
Tiene pareja, no está casada. Sabrás bien su historia en el siguiente capítulo.Elisika-sama escribió:Pero que me dices? Esta casada o tiene pareja? Pero no la había perdido? O my god!
Y lo dejas ahí? No pleasee, continúa, por favor!
Aún no me entra en la cabeza, tiene pareja?
Gracias por comentar. Besos!
Hola! Ahí es donde lo deja la autora xD Espero que la hayas pasado bien, o que la estés pasando bien en el campo. Eso es como hacer trampa u.u jajajajaja Espero que sea sólo eso que hayas leído xD Perdón, tardé un poco en actualizar pero porque no pude, por eso ando actualizando hoy.Nathy_Gleek escribió:Hola! nueva lectora, me encanta la historia, es tan asdfghjhdfg y tu has sido muy cruel! ¿como te atreves a dejarlo ahí? hoy me iré por unos días al campo y es tan frustrante! que no me aguante y descargue el libro, pero salio mal y pude leer solo un pedasito de lo que se trata eso de santana, así que ya me siento mejor, LO SIENTO, pero no pude resistirme es que después de leer el capitulo no podía dejar de pensar ¿el porque? ¿que paso?. pero no te preocupes solo lei para aclarar eso y no irme con la duda, luego borre el libro descargado :) muchas gracias por la adaptación y espero que no tardees en actualizar, asi cuando llegue habrá mas de un capitulo *-*
Gracias por comentar. Besos! :D
Hola! La verdad que sí, pobre Britt. Pero en el siguiente capítulo se sabrá más sobre ellas, Santana y su pareja. Me alegra saber que hayas leído esa adaptación, y mucho más que te haya encantado. También me alegra mucho saber que serás una fiel lectora, espero que te guste también esta historia.raxel_vale escribió:hoolaaa!!
oohh
en serio santana oohh pense que se
debia a una novia que habia muerto tenia sentimientos encontrados
pero no que tiene una que la engaña oohh!! estoy en shock
pobre brit britt..
en fin acabo de leer una de tus adaptaciones
"tan lejos y tan cerca"me encanto
y aqui tienes una fiel lectora
saludos!!
Gracias por comentar. Saludos! :D
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Diez-
Hola! Qué tal? Me demoré un poco en actualizar, pero había avisado que lo haría. En mi país el domingo fue el día de la madre por lo que no pude. Y los demás días cosas del trabajo u.u
En esté capítulo sabrán exactamente lo de la historia de Santana con su pareja.
Me alegró ver que hay nuevos comentarios, así que me estuve planteando la idea de adaptar otro libro, mientras continúo escribiendo mi historia, pero como dije me estoy planteando la idea, no es algo fijo.
Espero que les guste este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 10
Tres años antes…
Santana suspiró profundamente mientras salía del parking de East Oaks, una urbanización barata en Owings Mills. Su segunda cita con Elaine había sido tan aburrida como la primera, y esta vez, hiciera lo que hiciera Elaine —tras su primera cita, le había enviado a Santana una docena de rosas a la oficina, —Santana no aceptaría otra cita con ella.
Había conocido a la joven de veinticuatro años dos semanas antes, en la fiesta de unos amigos comunes. Elaine era muy bonita, de eso no había duda: de estatura mediana, con cabello castaño largo y unos enormes ojos color azules. Su esbelta figura evidenciaba las horas que pasaba en el gimnasio. Era dependiente en la sección de ropa de mujer y complementos en los grandes almacenes de Owings Mills. Elaine quería hacer carrera en la venta al por menor y esperaba llegar algún día a ser jefa de sección o a comprar el local. Pero no quería los dolores de cabeza que comportaba un puesto en la dirección.
Santana odiaba admitir que la única razón por la que había quedado con Elaine después de la fiesta era que llevaba alrededor de dos años sin acostarse con nadie. Sin embargo, saber que la joven no tenía ambición alguna había sido como una ducha de agua fría. Esa noche habían ido al cine, y después se dieron un corto beso, que para Santana no tuvo chispa alguna. Estaba claro que no tenían futuro y que ésa habría sido su última cita.
Puso el intermitente y aminoró, colocando su Volvo Sedan en el carril de entrada de la I-795. Para ser domingo por la noche no había mucho tráfico, pensó. Seguramente, con el partido de los Ravens en la costa oeste estaba todo el mundo pegado a la...
Los momentos siguientes no fueron más que una sucesión de imágenes borrosas y terroríficas. Una fuerza oculta inesperada salió de la nada, embistió el costado izquierdo de Santana y la lanzó hacia el asiento del acompañante como si fuera una muñeca de trapo. El crujido súbito de cristales y el chirrido del metal la ensordecieron y los airbags se inflaron con un chasquido, para protegerla del impacto con la puerta y con el volante. Antes de ser del todo consciente de que habían chocado contra ella, su coche se estampó contra el paso elevado de cemento, y los dos airbags del asiento del acompañante saltaron también. Fue lo único que la salvó morir aplastada.
Todo acabó en menos de un segundo.
Los primeros intentos de moverse le causaron un dolor abrasador, como si tuviera una lanza ardiendo clavada desde el hombro derecho hasta la rodilla. Era el costado que tenía atrapado contra el cuadro de mandos. Desde debajo de los airbags, ya desinflados, podía distinguir destellos de luz azul que hendían la noche. Empezó a distinguir voces y a discernir palabras. Un hombre y una mujer se habían acercado.
—Le veo. Está muerto —dijo el hombre.
—¿Ves algo dentro del coche? —preguntó la mujer.
Santana fue vagamente consciente de que alguien sacudía el coche y cerró los ojos, cegada por la luz de una linterna.
—Parece una mujer. Creo que aún está viva. Llama a una ambulancia.
Cuando las voces se alejaron, aprovechó la tranquilidad para descansar. Si pudiera dormir sólo un poco, se encontraría mejor.
—¡Aguante! —gritó el hombre. —La sacaremos de ahí.
Que se fuera, pensó. Tenía tanto sueño...
Santana recordaba el momento exacto en que supo que estaba consciente. Estaba pensando en que una campaña de publicidad exterior, con carteleras en las autopistas que llevaban a los aeropuertos principales, sería perfecta para promocionar el tour a Yucatán. El invierno había llegado a la costa este, y una brillante fotografía de las aguas cristalinas de Tulum tendría a todo conductor que viera haciendo cola para hacer la reserva.
Entonces se acordó de que había contratado aquellos anuncios hacia meses. Las carteleras ya estaban colocadas y las reservas subían como la espuma.
Oyó un pitido regular, y enseguida se dio cuenta de que era el latido de su corazón, porque sonaba al tiempo que el pulso le latía en las sienes. Con un esfuerzo colosal, parpadeó unas cuantas veces hasta que sus ojos se adaptaron a la penumbra. Había una mujer sentada en el rincón, leyendo bajo la luz de una lamparita. Le sonaba, pero no acababa de localizarla.
Tenía la boca muy seca, como si estuviera llena de arena.
—Agua —musitó, en voz apenas audible.
—¡Santana! —La mujer se levantó de la silla y corrió junto a la cama. —Dios mío, me alegro tanto de verte... Intenta aguantar despierta, mi vida, voy a llamar a la enfermera.
La mujer era Elaine McKenzie.
—¡No... puedo! —gruñó Santana.
La pierna le dolía horrores, y se negaba a moverla.
—Sí que puedes. Tienes que hacerlo. —Obstinada, Elaine le clavó los dedos en la parte de atrás de la pantorrilla hasta que se forzó a levantarla otra vez. —¿Ves? Sabía que podías.
Santana dejó caer la pierna y jadeó, muerta de cansancio. Estaba empapada en sudor y la pierna le dolía tanto que rompió a llorar.
—Lo siento, cariño —la consoló Elaine, rodeándole la cabeza con las manos. —Ya sé que te duele. Pero eres muy valiente por seguir esforzándote.
Santana intentó recuperar la compostura. Echarse a llorar en rehabilitación se había convertido en una costumbre, pero Elaine tenía razón. Tenía que hacerlo si quería volver a usar la pierna. Y probablemente no habría podido si Elaine no hubiera estado a su lado para obligarla.
—Lo único que pasa es que no entiendo por qué no quieres venirte a casa conmigo —dijo Maribel.
—Quiero estar en mi propia casa, mamá. Me da la impresión de que hace como diez años que no he vuelto.
En realidad, sólo habían pasado diez semanas desde el accidente, y durante todo ese tiempo había permanecido en el Centro Médico Universitario de Maryland. Había pasado por dos operaciones para reconstruirle el fémur y la pelvis, hechos añicos, y otra abdominal para reparar los daños internos, así como por una rehabilitación interminable.
Santana sabía que pedirle a su madre que la cuidara cuando le dieron el alta era demasiado. Estaba claro que para Maribel había sido muy duro verla al borde de la muerte, sobre todo porque la muerte de su marido aún era muy reciente (había tenido lugar de manera inesperada solo un año atrás) y aún no la había superado del todo.
—Pero tendrás que subir todas esas escaleras.
—Elaine ha conseguido una cama de hospital para ponerla en la sala de estar. De momento me quedaré ahí, y dentro de una semana o dos ya podré subir las escaleras.
Santana se había vestido y esperaba a que le trajeran la silla de ruedas en la que iría hasta la entrada principal. Su madre se acercó y se sentó en la cama a su lado.
—¿Por qué no me dijiste antes del accidente que había alguien especial en tu vida?
La verdad, no tenía ni idea de por qué Elaine McKenzie había acudido a su lado. Pero decir eso le parecía injusto, considerando todo lo que Elaine había hecho por ella. Durante las dos primeras semanas de su operación, Elaine había pedido una excedencia del trabajo para quedarse con ella en cuidados intensivos. Cuando Santana tuvo que vérselas con los penosos ejercicios de rehabilitación, Elaine arregló su horario de trabajo para participar en las sesiones y animar a Santana a seguir el ambicioso programa. Iba a verla dos veces al día y pasaba varias horas ayudándola con su higiene personal, confortándola y haciéndole compañía.
—No nos conocíamos desde hacía mucho.
Tras semanas de haber disfrutado de su dedicación y devoción (porque Santana no tenía otras palabras para describirlo) tuvo que admitir que quizá se había equivocado con Elaine. Al principio le había parecido inmadura, incluso un poco gandula. Pero Elaine no era ni una cosa ni otra y, aunque no era lo que podía llamarse amor a segunda vista, Santana había llegado a apreciarla por su amabilidad y generosidad.
—Parece que cree que no necesitas a tu familia para nada. —Su madre no disimuló el rencor en su voz.
—¿Qué quieres decir?
Maribel agitó la barbilla y desvió la mirada, con un puchero que Santana le había visto muy a menudo en los últimos tiempos.
—Cuando tu hermana vino a verte la otra noche, Elaine tuvo la santa cara de decirle que no se quedara mucho rato.
—Seguro que lo dijo porque yo estaba cansada.
—Emily ya se habría dado cuenta sola. Y lo de conseguirte una cama para la salita... ¿Es que va a mudarse contigo y empezar a mangonearlo todo?
—Sólo será durante un tiempo, mamá. Hasta que pueda arreglármelas sola. Le conté que papá murió el año pasado y lo mal que lo habíamos pasado todos. Lo único que quiere es ayudar.
—Pero yo soy perfectamente capaz de cuidar de ti. Puedo asegurarme de que comas bien y te puedo llevar a las visitas del médico.
—Lo sé.
En realidad, Santana no creía que su madre estuviera preparada para hacerlo. Era obvio que quería ayudar, pero sólo le duraría unos días, y después empezaría a poner sus propias necesidades por encima de las de Santana, y sería ésta la que acabara ayudando a su madre. Lo que ahora necesitaba era concentrarse en ponerse bien y Elaine se lo estaba poniendo más fácil.
—Sólo quiero estar en mi casa.
Maribel suspiró.
—Al menos prométeme que me dejarás venir a visitarte.
—Claro que puedes venir a visitarme. Sabes que siempre eres bienvenida en mi casa.
Desde el sofá de la salita, Santana oía hablar a Elaine por el teléfono de la cocina.
—No es un buen momento, Maribel. Acabamos de hacer dos horas de ejercicios de rehabilitación y casi no puede ni sentarse.
Era cierto, pero Santana llevaba días sin hablar con su madre.
—Déjame hablar con ella —la llamó. Elaine volvió a la sala de estar sin el teléfono y se sentó al lado de Santana.
—Le he explicado que estabas cansada y que aún te quedaban unos cuantos ejercicios.
—Al menos podría haberle dicho hola.
—Santana, Maribel nunca se conforma con un «hola». Antes de que te dieras cuenta se estaría quejando de que se le ha fundido una bombilla o de que no le cuadran los números. Cada vez que cuelgas después de hablar con ella te sientes culpable por no poder ayudarla.
—A veces lo único que necesita es a alguien que la escuche.
—Pero no es lo que necesitas tú. Tú necesitas concentrarte en ti misma. Sé que no te gusta oír esto, Santana pero tu familia no tiene en cuenta lo que es mejor para ti. Es lo que le pasa a la gente como nosotras, a nuestras familias les importa una mierda lo que nos pasa mientras no...
—Mi madre no es así —protestó Santana. —Admito que no está dando saltos de alegría porque sea lesbiana, pero todavía se preocupa por mí. Sobre todo ahora —Santana sabía perfectamente de dónde le salía a Elaine toda aquella rabia. —Ha debido de ser muy duro para ti que tus padres te dieran la espalda.
—Eso ya es agua pasada —replicó Elaine con acritud. —Pero he aprendido que tenemos que cuidar una de la otra, porque nadie más va a hacerlo.
—Al menos debería decirle que estoy bien.
—Ya se lo he dicho. Pero si todavía quieres hablar con ella, adelante, llámala. Estaré arriba, llámame cuando quieras subir.
Santana exhaló un suspiro de resignación al ver a Elaine desaparecer escaleras arriba. No la culpaba por no confiar en la familia, y era verdad que Maribel solía arreglárselas para que las conversaciones acabaran girando sobre todo lo malo que le pasaba a la casa, al coche o a sus finanzas. Últimamente el tema estrella para quejarse era que Emily estuviera embarazada de ocho meses y soltera. Era normal que Elaine se mostrara tan protectora.
Elaine había sido un regalo del cielo durante los últimos meses. Se había instalado en el dormitorio libre al otro lado del pasillo, enfrente del de Santana, y se ocupaba de todo en la casa. Ni siquiera las pataletas y larga depresión que había sufrido Santana la habían ahuyentado. No era fácil encontrar amigas tan leales.
Porque, en lo que respectaba a Santana, eran amigas y nada más. Tenía la certeza de que a Elaine le gustaría tener algo más romántico, más íntimo. Pero Santana nunca había sentido aquel tipo de química entre las dos.
—¡A la mierda! No pienso volver a pasar por eso. —Santana notaba cómo la frustración se apoderaba de ella y sabía que se echaría a llorar de un momento a otro. Acababa de verla su médico, quien le había recomendado una tercera operación para fijarle los huesos de la cadera.
Elaine la ayudó a subir los escalones de la entrada y abrió la puerta con su llave.
—Sé que es duro, pero tienes que pensar en ello a largo plazo, Santana. Cuanto antes lo hagas, antes podrás volver a hacer una vida normal.
—Acabo de empezar a trabajar otra vez. Perdería dos semanas, eso ya de buenas a primeras, y después a saber cuantas más con la rehabilitación.
—Pero después podrías andar sin que la cadera te diera esas punzadas. ¿No vale la pena, Santana?
—¿Y si la pierna no se me cura, qué? Tendré que volver a hacerlo todo de nuevo.
—¿Y qué? Lo superaremos.
—Para ti es fácil decirlo. No es a ti a quien le van a rajar la pierna.
—¿Crees que todo esto ha sido fácil para mí, Santana? —La voz de Elaine sonó afilada. Santana nunca la había oído hablar en ese tono.
—Claro que no.
Agotada, se dejó caer en el sofá, avergonzada de haber estado gimoteando. Hizo un gesto para que Elaine se sentara a su lado y le rodeó los hombros con el brazo.
—Perdóname. Tú lo has hecho todo por mí. No habría llegado tan lejos si no fuera por ti.
Elaine se acurrucó en el hueco del hombro de Santana y le pasó el brazo por el regazo.
—Hay algo que necesito decirte.
Santana se echó hacia atrás para verle la cara a Elaine.
—¿De qué se trata?
—Mi contrato de alquiler acaba a final de mes. Tengo que decirles si voy a dejar el piso o si quiero renovarlo… y el alquiler subirá cien dólares. No creo que pueda permitírmelo, especialmente haciendo tan pocas horas en el trabajo.
—Puedo ayudarte a pagar el alquiler, Elaine. Por Dios, con todo lo que tú has hecho por mí, no pensarás que no iba a ayudarte en cualquier cosa que necesites.
Al parecer no había dicho las palabras adecuadas, porque Elaine se puso a llorar de golpe.
—¿Qué te pasa? —Elaine se tapó la cara con las manos y cabeceó. En ese momento, Santana se dio cuenta de lo que Elaine quería. —Si... si quieres instalarte aquí...
—¿En serio?
—Claro. —Santana tragó saliva al entender a lo que estaba accediendo. —Sólo pensé que estarías harta de mí a estas alturas y querrías recuperar tu vida.
Elaine se volvió y le acarició a Santana la mejilla con la palma de la mano.
—¿Es que no lo sabes? Mi vida eres tú.
Santana introdujo su esbelto cuerpo en el agua caliente. Un baño relajante de una hora era el mejor alivio para los dolores de la pierna, y la única garantía de que podría conciliar el sueño. Se había hecho la operación en la cadera, pero ahora su médico quería que se sometiera a una última operación para soldar los huesos astillados del fémur, casi a la altura de la rodilla. Prefería el dolor constante a volver a estar confinada en casa y depender de las atenciones de Elaine para recuperarse.
El baño que se daba cada noche también servía para otra cosa, algo que sólo sabía ella. Era su estrategia para evitar la intimidad con Elaine, igual que las horas extras en la oficina y las largas visitas a su madre los fines de semana.
Santana no podía culpar a nadie por haberse metido en aquel lío. Cierto, estaba en deuda con Elaine por lo mucho que la había cuidado durante su recuperación, pero Santana podría haber saldado esa deuda con amistad y ayudándola económicamente para compensar todos los sacrificios que Elaine había hecho por ella. En lugar de eso, había accedido a los deseos de Elaine de tener una relación romántica e íntima a cambio.
Casi desde el principio, Santana supo que era un error. Quería a Elaine, de verdad, pero no del modo en que quería amar a la persona con la que compartiera su vida. Tenía la esperanza de que, una vez hechas amantes, acabaría sintiendo algo por ella, pero había pasado más de un año y seguía sin despertarle la pasión y el deseo que quería sentir, el que al parecer Elaine sí sentía por ella.
Incluso con la puerta del baño cerrada, Santana oía la televisión en el dormitorio. Odiaba toda la basura absurda que Elaine se tragaba durante horas: comedias y reality shows espantosos. Nunca hablaban de nada con fundamento. Elaine no veía las noticias casi nunca, ya que no le interesaban la política, los deportes o la economía. Le gustaba salir a fiestas o discotecas, cosa que Santana sólo hacía de uvas a peras.
Santana se daba cuenta de que fijarse sólo en los aspectos negativos de su relación no hacía más que empeorar las cosas. Pero no tenía el coraje de sentarse con Elaine y decirle que lo suyo no funcionaba. Le parecía tan frío y egoísta después de todo por lo que habían pasado... Así pues, tendría que esforzarse más por cogerle el gusto a los pasatiempos favoritos de Elaine y conectar con ella emocionalmente. Y también tendría que encontrar una manera de despertar su interés sexual por ella.
Se hundió un poco más en la bañera, deseando que fuera posible quitar el tapón e irse con el agua por el desagüe.
En esté capítulo sabrán exactamente lo de la historia de Santana con su pareja.
Me alegró ver que hay nuevos comentarios, así que me estuve planteando la idea de adaptar otro libro, mientras continúo escribiendo mi historia, pero como dije me estoy planteando la idea, no es algo fijo.
Espero que les guste este capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 10
Tres años antes…
Santana suspiró profundamente mientras salía del parking de East Oaks, una urbanización barata en Owings Mills. Su segunda cita con Elaine había sido tan aburrida como la primera, y esta vez, hiciera lo que hiciera Elaine —tras su primera cita, le había enviado a Santana una docena de rosas a la oficina, —Santana no aceptaría otra cita con ella.
Había conocido a la joven de veinticuatro años dos semanas antes, en la fiesta de unos amigos comunes. Elaine era muy bonita, de eso no había duda: de estatura mediana, con cabello castaño largo y unos enormes ojos color azules. Su esbelta figura evidenciaba las horas que pasaba en el gimnasio. Era dependiente en la sección de ropa de mujer y complementos en los grandes almacenes de Owings Mills. Elaine quería hacer carrera en la venta al por menor y esperaba llegar algún día a ser jefa de sección o a comprar el local. Pero no quería los dolores de cabeza que comportaba un puesto en la dirección.
Santana odiaba admitir que la única razón por la que había quedado con Elaine después de la fiesta era que llevaba alrededor de dos años sin acostarse con nadie. Sin embargo, saber que la joven no tenía ambición alguna había sido como una ducha de agua fría. Esa noche habían ido al cine, y después se dieron un corto beso, que para Santana no tuvo chispa alguna. Estaba claro que no tenían futuro y que ésa habría sido su última cita.
Puso el intermitente y aminoró, colocando su Volvo Sedan en el carril de entrada de la I-795. Para ser domingo por la noche no había mucho tráfico, pensó. Seguramente, con el partido de los Ravens en la costa oeste estaba todo el mundo pegado a la...
Los momentos siguientes no fueron más que una sucesión de imágenes borrosas y terroríficas. Una fuerza oculta inesperada salió de la nada, embistió el costado izquierdo de Santana y la lanzó hacia el asiento del acompañante como si fuera una muñeca de trapo. El crujido súbito de cristales y el chirrido del metal la ensordecieron y los airbags se inflaron con un chasquido, para protegerla del impacto con la puerta y con el volante. Antes de ser del todo consciente de que habían chocado contra ella, su coche se estampó contra el paso elevado de cemento, y los dos airbags del asiento del acompañante saltaron también. Fue lo único que la salvó morir aplastada.
Todo acabó en menos de un segundo.
Los primeros intentos de moverse le causaron un dolor abrasador, como si tuviera una lanza ardiendo clavada desde el hombro derecho hasta la rodilla. Era el costado que tenía atrapado contra el cuadro de mandos. Desde debajo de los airbags, ya desinflados, podía distinguir destellos de luz azul que hendían la noche. Empezó a distinguir voces y a discernir palabras. Un hombre y una mujer se habían acercado.
—Le veo. Está muerto —dijo el hombre.
—¿Ves algo dentro del coche? —preguntó la mujer.
Santana fue vagamente consciente de que alguien sacudía el coche y cerró los ojos, cegada por la luz de una linterna.
—Parece una mujer. Creo que aún está viva. Llama a una ambulancia.
Cuando las voces se alejaron, aprovechó la tranquilidad para descansar. Si pudiera dormir sólo un poco, se encontraría mejor.
—¡Aguante! —gritó el hombre. —La sacaremos de ahí.
Que se fuera, pensó. Tenía tanto sueño...
Santana recordaba el momento exacto en que supo que estaba consciente. Estaba pensando en que una campaña de publicidad exterior, con carteleras en las autopistas que llevaban a los aeropuertos principales, sería perfecta para promocionar el tour a Yucatán. El invierno había llegado a la costa este, y una brillante fotografía de las aguas cristalinas de Tulum tendría a todo conductor que viera haciendo cola para hacer la reserva.
Entonces se acordó de que había contratado aquellos anuncios hacia meses. Las carteleras ya estaban colocadas y las reservas subían como la espuma.
Oyó un pitido regular, y enseguida se dio cuenta de que era el latido de su corazón, porque sonaba al tiempo que el pulso le latía en las sienes. Con un esfuerzo colosal, parpadeó unas cuantas veces hasta que sus ojos se adaptaron a la penumbra. Había una mujer sentada en el rincón, leyendo bajo la luz de una lamparita. Le sonaba, pero no acababa de localizarla.
Tenía la boca muy seca, como si estuviera llena de arena.
—Agua —musitó, en voz apenas audible.
—¡Santana! —La mujer se levantó de la silla y corrió junto a la cama. —Dios mío, me alegro tanto de verte... Intenta aguantar despierta, mi vida, voy a llamar a la enfermera.
La mujer era Elaine McKenzie.
—¡No... puedo! —gruñó Santana.
La pierna le dolía horrores, y se negaba a moverla.
—Sí que puedes. Tienes que hacerlo. —Obstinada, Elaine le clavó los dedos en la parte de atrás de la pantorrilla hasta que se forzó a levantarla otra vez. —¿Ves? Sabía que podías.
Santana dejó caer la pierna y jadeó, muerta de cansancio. Estaba empapada en sudor y la pierna le dolía tanto que rompió a llorar.
—Lo siento, cariño —la consoló Elaine, rodeándole la cabeza con las manos. —Ya sé que te duele. Pero eres muy valiente por seguir esforzándote.
Santana intentó recuperar la compostura. Echarse a llorar en rehabilitación se había convertido en una costumbre, pero Elaine tenía razón. Tenía que hacerlo si quería volver a usar la pierna. Y probablemente no habría podido si Elaine no hubiera estado a su lado para obligarla.
—Lo único que pasa es que no entiendo por qué no quieres venirte a casa conmigo —dijo Maribel.
—Quiero estar en mi propia casa, mamá. Me da la impresión de que hace como diez años que no he vuelto.
En realidad, sólo habían pasado diez semanas desde el accidente, y durante todo ese tiempo había permanecido en el Centro Médico Universitario de Maryland. Había pasado por dos operaciones para reconstruirle el fémur y la pelvis, hechos añicos, y otra abdominal para reparar los daños internos, así como por una rehabilitación interminable.
Santana sabía que pedirle a su madre que la cuidara cuando le dieron el alta era demasiado. Estaba claro que para Maribel había sido muy duro verla al borde de la muerte, sobre todo porque la muerte de su marido aún era muy reciente (había tenido lugar de manera inesperada solo un año atrás) y aún no la había superado del todo.
—Pero tendrás que subir todas esas escaleras.
—Elaine ha conseguido una cama de hospital para ponerla en la sala de estar. De momento me quedaré ahí, y dentro de una semana o dos ya podré subir las escaleras.
Santana se había vestido y esperaba a que le trajeran la silla de ruedas en la que iría hasta la entrada principal. Su madre se acercó y se sentó en la cama a su lado.
—¿Por qué no me dijiste antes del accidente que había alguien especial en tu vida?
La verdad, no tenía ni idea de por qué Elaine McKenzie había acudido a su lado. Pero decir eso le parecía injusto, considerando todo lo que Elaine había hecho por ella. Durante las dos primeras semanas de su operación, Elaine había pedido una excedencia del trabajo para quedarse con ella en cuidados intensivos. Cuando Santana tuvo que vérselas con los penosos ejercicios de rehabilitación, Elaine arregló su horario de trabajo para participar en las sesiones y animar a Santana a seguir el ambicioso programa. Iba a verla dos veces al día y pasaba varias horas ayudándola con su higiene personal, confortándola y haciéndole compañía.
—No nos conocíamos desde hacía mucho.
Tras semanas de haber disfrutado de su dedicación y devoción (porque Santana no tenía otras palabras para describirlo) tuvo que admitir que quizá se había equivocado con Elaine. Al principio le había parecido inmadura, incluso un poco gandula. Pero Elaine no era ni una cosa ni otra y, aunque no era lo que podía llamarse amor a segunda vista, Santana había llegado a apreciarla por su amabilidad y generosidad.
—Parece que cree que no necesitas a tu familia para nada. —Su madre no disimuló el rencor en su voz.
—¿Qué quieres decir?
Maribel agitó la barbilla y desvió la mirada, con un puchero que Santana le había visto muy a menudo en los últimos tiempos.
—Cuando tu hermana vino a verte la otra noche, Elaine tuvo la santa cara de decirle que no se quedara mucho rato.
—Seguro que lo dijo porque yo estaba cansada.
—Emily ya se habría dado cuenta sola. Y lo de conseguirte una cama para la salita... ¿Es que va a mudarse contigo y empezar a mangonearlo todo?
—Sólo será durante un tiempo, mamá. Hasta que pueda arreglármelas sola. Le conté que papá murió el año pasado y lo mal que lo habíamos pasado todos. Lo único que quiere es ayudar.
—Pero yo soy perfectamente capaz de cuidar de ti. Puedo asegurarme de que comas bien y te puedo llevar a las visitas del médico.
—Lo sé.
En realidad, Santana no creía que su madre estuviera preparada para hacerlo. Era obvio que quería ayudar, pero sólo le duraría unos días, y después empezaría a poner sus propias necesidades por encima de las de Santana, y sería ésta la que acabara ayudando a su madre. Lo que ahora necesitaba era concentrarse en ponerse bien y Elaine se lo estaba poniendo más fácil.
—Sólo quiero estar en mi casa.
Maribel suspiró.
—Al menos prométeme que me dejarás venir a visitarte.
—Claro que puedes venir a visitarme. Sabes que siempre eres bienvenida en mi casa.
Desde el sofá de la salita, Santana oía hablar a Elaine por el teléfono de la cocina.
—No es un buen momento, Maribel. Acabamos de hacer dos horas de ejercicios de rehabilitación y casi no puede ni sentarse.
Era cierto, pero Santana llevaba días sin hablar con su madre.
—Déjame hablar con ella —la llamó. Elaine volvió a la sala de estar sin el teléfono y se sentó al lado de Santana.
—Le he explicado que estabas cansada y que aún te quedaban unos cuantos ejercicios.
—Al menos podría haberle dicho hola.
—Santana, Maribel nunca se conforma con un «hola». Antes de que te dieras cuenta se estaría quejando de que se le ha fundido una bombilla o de que no le cuadran los números. Cada vez que cuelgas después de hablar con ella te sientes culpable por no poder ayudarla.
—A veces lo único que necesita es a alguien que la escuche.
—Pero no es lo que necesitas tú. Tú necesitas concentrarte en ti misma. Sé que no te gusta oír esto, Santana pero tu familia no tiene en cuenta lo que es mejor para ti. Es lo que le pasa a la gente como nosotras, a nuestras familias les importa una mierda lo que nos pasa mientras no...
—Mi madre no es así —protestó Santana. —Admito que no está dando saltos de alegría porque sea lesbiana, pero todavía se preocupa por mí. Sobre todo ahora —Santana sabía perfectamente de dónde le salía a Elaine toda aquella rabia. —Ha debido de ser muy duro para ti que tus padres te dieran la espalda.
—Eso ya es agua pasada —replicó Elaine con acritud. —Pero he aprendido que tenemos que cuidar una de la otra, porque nadie más va a hacerlo.
—Al menos debería decirle que estoy bien.
—Ya se lo he dicho. Pero si todavía quieres hablar con ella, adelante, llámala. Estaré arriba, llámame cuando quieras subir.
Santana exhaló un suspiro de resignación al ver a Elaine desaparecer escaleras arriba. No la culpaba por no confiar en la familia, y era verdad que Maribel solía arreglárselas para que las conversaciones acabaran girando sobre todo lo malo que le pasaba a la casa, al coche o a sus finanzas. Últimamente el tema estrella para quejarse era que Emily estuviera embarazada de ocho meses y soltera. Era normal que Elaine se mostrara tan protectora.
Elaine había sido un regalo del cielo durante los últimos meses. Se había instalado en el dormitorio libre al otro lado del pasillo, enfrente del de Santana, y se ocupaba de todo en la casa. Ni siquiera las pataletas y larga depresión que había sufrido Santana la habían ahuyentado. No era fácil encontrar amigas tan leales.
Porque, en lo que respectaba a Santana, eran amigas y nada más. Tenía la certeza de que a Elaine le gustaría tener algo más romántico, más íntimo. Pero Santana nunca había sentido aquel tipo de química entre las dos.
—¡A la mierda! No pienso volver a pasar por eso. —Santana notaba cómo la frustración se apoderaba de ella y sabía que se echaría a llorar de un momento a otro. Acababa de verla su médico, quien le había recomendado una tercera operación para fijarle los huesos de la cadera.
Elaine la ayudó a subir los escalones de la entrada y abrió la puerta con su llave.
—Sé que es duro, pero tienes que pensar en ello a largo plazo, Santana. Cuanto antes lo hagas, antes podrás volver a hacer una vida normal.
—Acabo de empezar a trabajar otra vez. Perdería dos semanas, eso ya de buenas a primeras, y después a saber cuantas más con la rehabilitación.
—Pero después podrías andar sin que la cadera te diera esas punzadas. ¿No vale la pena, Santana?
—¿Y si la pierna no se me cura, qué? Tendré que volver a hacerlo todo de nuevo.
—¿Y qué? Lo superaremos.
—Para ti es fácil decirlo. No es a ti a quien le van a rajar la pierna.
—¿Crees que todo esto ha sido fácil para mí, Santana? —La voz de Elaine sonó afilada. Santana nunca la había oído hablar en ese tono.
—Claro que no.
Agotada, se dejó caer en el sofá, avergonzada de haber estado gimoteando. Hizo un gesto para que Elaine se sentara a su lado y le rodeó los hombros con el brazo.
—Perdóname. Tú lo has hecho todo por mí. No habría llegado tan lejos si no fuera por ti.
Elaine se acurrucó en el hueco del hombro de Santana y le pasó el brazo por el regazo.
—Hay algo que necesito decirte.
Santana se echó hacia atrás para verle la cara a Elaine.
—¿De qué se trata?
—Mi contrato de alquiler acaba a final de mes. Tengo que decirles si voy a dejar el piso o si quiero renovarlo… y el alquiler subirá cien dólares. No creo que pueda permitírmelo, especialmente haciendo tan pocas horas en el trabajo.
—Puedo ayudarte a pagar el alquiler, Elaine. Por Dios, con todo lo que tú has hecho por mí, no pensarás que no iba a ayudarte en cualquier cosa que necesites.
Al parecer no había dicho las palabras adecuadas, porque Elaine se puso a llorar de golpe.
—¿Qué te pasa? —Elaine se tapó la cara con las manos y cabeceó. En ese momento, Santana se dio cuenta de lo que Elaine quería. —Si... si quieres instalarte aquí...
—¿En serio?
—Claro. —Santana tragó saliva al entender a lo que estaba accediendo. —Sólo pensé que estarías harta de mí a estas alturas y querrías recuperar tu vida.
Elaine se volvió y le acarició a Santana la mejilla con la palma de la mano.
—¿Es que no lo sabes? Mi vida eres tú.
Santana introdujo su esbelto cuerpo en el agua caliente. Un baño relajante de una hora era el mejor alivio para los dolores de la pierna, y la única garantía de que podría conciliar el sueño. Se había hecho la operación en la cadera, pero ahora su médico quería que se sometiera a una última operación para soldar los huesos astillados del fémur, casi a la altura de la rodilla. Prefería el dolor constante a volver a estar confinada en casa y depender de las atenciones de Elaine para recuperarse.
El baño que se daba cada noche también servía para otra cosa, algo que sólo sabía ella. Era su estrategia para evitar la intimidad con Elaine, igual que las horas extras en la oficina y las largas visitas a su madre los fines de semana.
Santana no podía culpar a nadie por haberse metido en aquel lío. Cierto, estaba en deuda con Elaine por lo mucho que la había cuidado durante su recuperación, pero Santana podría haber saldado esa deuda con amistad y ayudándola económicamente para compensar todos los sacrificios que Elaine había hecho por ella. En lugar de eso, había accedido a los deseos de Elaine de tener una relación romántica e íntima a cambio.
Casi desde el principio, Santana supo que era un error. Quería a Elaine, de verdad, pero no del modo en que quería amar a la persona con la que compartiera su vida. Tenía la esperanza de que, una vez hechas amantes, acabaría sintiendo algo por ella, pero había pasado más de un año y seguía sin despertarle la pasión y el deseo que quería sentir, el que al parecer Elaine sí sentía por ella.
Incluso con la puerta del baño cerrada, Santana oía la televisión en el dormitorio. Odiaba toda la basura absurda que Elaine se tragaba durante horas: comedias y reality shows espantosos. Nunca hablaban de nada con fundamento. Elaine no veía las noticias casi nunca, ya que no le interesaban la política, los deportes o la economía. Le gustaba salir a fiestas o discotecas, cosa que Santana sólo hacía de uvas a peras.
Santana se daba cuenta de que fijarse sólo en los aspectos negativos de su relación no hacía más que empeorar las cosas. Pero no tenía el coraje de sentarse con Elaine y decirle que lo suyo no funcionaba. Le parecía tan frío y egoísta después de todo por lo que habían pasado... Así pues, tendría que esforzarse más por cogerle el gusto a los pasatiempos favoritos de Elaine y conectar con ella emocionalmente. Y también tendría que encontrar una manera de despertar su interés sexual por ella.
Se hundió un poco más en la bañera, deseando que fuera posible quitar el tapón e irse con el agua por el desagüe.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
queeeee como es posible, que decepcion! Brittany de lo mas ilusionada y esta santana la peor de las traidoras! estoy furiosa, gracias por actualizar pero definitivamente necesito un trago, infame santana!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Eso no se hace, ni por la chica ni por Britt..! >:c
Saludos!
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Hola que tal!1 Entiendo y no entiendo a San. Tambien estoy segura que se enamoro de Britt y no sabe como sacarse de encima a Elaine!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
Jajajaja la verdad que sí, pobre Brittany, pero estar en el lugar de Santana no debe ser nada bueno. Mmm me gustaría saber qué trago fue ese que necesitaste xD Ya verás lo que sucederá entre ellas más adelante.micky morales escribió:queeeee como es posible, que decepcion! Brittany de lo mas ilusionada y esta santana la peor de las traidoras! estoy furiosa, gracias por actualizar pero definitivamente necesito un trago, infame santana!!!!!
Gracias por comentar!
Si, que mal, pero hay que estar en el lugar de Santana, pobre también u.uElita escribió:Eso no se hace, ni por la chica ni por Britt..! >:c
Saludos!
Gracias por comentar. Saludos!
Hola! Todo bien y vos? Me pasa igual, entiendo lo de Elaine, pero le podría haber dicho a Brittany sobre ella no? Exacto, ese es el problema de Santana, jamás estuvo enamorada de Elaine, lo deja bien en claro, lo malo que esa claridad es para ella sola y Elaine no lo sabe xDmonica.santander escribió:Hola que tal!1 Entiendo y no entiendo a San. Tambien estoy segura que se enamoro de Britt y no sabe como sacarse de encima a Elaine!
Saludos
Gracias por comentar. Saludos!
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Once-
Hola! Cómo andan? Antes que nada, ayer leí un libro que me encantó, y es muy bueno para una adaptación Brittana, si ustedes quieren lo adapto y lo voy subiendo una vez que termine de subir esta adaptación, pero queda en ustedes. Sólo tienen que decirme si quieren leerlo o no.
Bueno, estuve pensando que voy algo lenta con las actualizaciones, así que si este capítulo llega a 3 o 4 comentarios esta noche, subiré el siguiente hoy mismo, si no en cuanto pueda.
Espero que comenten, den su opinión si quieren leer otra adaptación, y que les guste el capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 11
En la actualidad.
—Ya creía que no tenías intención de volver a casa esta noche. —Elaine la recibió en la puerta y le cogió el maletín negro de piel y la gabardina con forro de franela.
—Lo siento, tenía el correo lleno. La cena huele bien.
—Cuando estaba caliente olía mejor —la regañó Elaine. —Pero te he guardado un poco.
—Gracias.
Santana detectó el tono de reproche. Normalmente, no llegaba a casa a tiempo de cenar con Elaine, ya que en lugar de eso buscaba el solaz de su despacho o de casa de su madre. El zumbido monótono de la televisión de fondo le resultaba casi insoportable, pero sus intentos de entablar conversaciones con un mínimo de contenido fallaban siempre estrepitosamente.
La servicial Elaine siguió a Santana hasta la pequeña cocina y se puso a calentarle la cena en el microondas.
—Lo puedo hacer yo, Elaine. No hace falta que esperes.
—No me importa. Anda, ve sentándote.
Santana obedeció y se sentó en uno de los dos taburetes de la barra mientras le preparaban la comida.
—¿Te han dado alguna idea de lo que va a pasar con tu empleo?
—Sí, he hablado con Emma y con Ken. No creo que vayan a despedirme. —Santana no se sentía preparada para compartir las novedades, sobre todo ahora que estaba a punto de hacer grandes cambios en su vida y Elaine McKenzie iba a ser uno de ellos.
—Eso es genial, cariño. —El teléfono interrumpió su charla. —Ah, tu madre ha llamado unas tres veces. Dice que no contestabas al móvil.
Santana estuvo a punto de increparla por no haberle sugerido a su madre que probara en el número de la oficina. No era ningún secreto que Elaine tenía celos del tiempo que dedicaba a su familia. Maribel López y ella apenas se hablaban. Para Elaine, los esfuerzos constantes de Santana por atender a su madre no hacían más que desviar su atención de lo que debería ser su relación principal.
—Hola... Sí, acabo de llegar. Elaine dice que has llamado —dijo Santana, encubriendo la indiferencia de Elaine. —Es una buena idea, mamá, pero creo que tendrías que pedir más de un presupuesto. Parece mucho dinero. —Le había recomendado a su madre que pintara la fachada de su casa estilo Tudor. —Claro, iré el sábado y hablaré con ellos.
Elaine dejó el vaso en el mármol con fuerza, como muestra de su enfado por lo fácilmente que Santana había cedido. A continuación, salió de la cocina muy indignada.
—Muy bien. Estaré allí sobre las diez y media. Adiós.
Santana sabía que Elaine estaba que echaba humo, pero no tenía el ánimo de hacer algo al respecto. Además, la situación nunca estaría al gusto de Elaine hasta que rompiera todo contacto con su madre y con su hermana, como había hecho Elaine con su propia familia. Santana ya había renunciado a intentar que se lo tomara de otra manera, incapaz de hacerle entender que ella quería estar con su familia.
El microondas pitó y Santana sacó su cena, consistente en un bol de estofado de pollo. Por un instante, se planteó llevárselo en una bandeja a la sala de estar, donde sin duda Elaine estaría embobada delante de la televisión, pero no tenía ganas de aguantar ni el ruido ni el mal humor de Elaine. Esa noche no... otra vez no.
Las cosas entre ellas habían ido de mal en peor, si es que eso era posible. O al menos habían sido así para Santana. Cuanto más la llamaba su madre, más se ofendía Elaine, hasta el punto de que ahora ya protestaba cada vez que Maribel le pedía ayuda o incluso cuando quería pasarse por casa a verla. Santana se las arreglaba para que no llegara la sangre al río manteniéndolas alejadas la una de la otra, pero el estrés de tener que aguantar la desaprobación continua de Elaine le estaba afectando a los nervios.
—¿Por qué no vienes a ver este programa conmigo? —la llamó Elaine desde la sala de estar.
Santana aclaró el bol y lo metió en el lavavajillas.
—Me voy a acostar. Estoy muy cansada.
—Ya, ¿cómo es que volviste tan tarde anoche?
—Tuve una reunión a última hora y perdí el vuelo anterior.
—¿Por qué no vienes a sentarte conmigo? Te daré un masaje en el cuello.
—Gracias, pero creo que me meteré en la bañera un rato y después me iré a la cama.
Sin esperar respuesta, Santana remontó las escaleras con esfuerzo hasta el segundo piso. Diez minutos más tarde, se sumergía en un baño caliente y burbujeante y Elaine aparecía en el umbral de la puerta.
—¿Hay sitio para mí ahí dentro?
Santana no pudo reprimir una mueca ante la intimidad de la proposición.
—Elaine, estoy cansada. Sólo quiero darme un baño hasta que la pierna me duela menos y entonces dormir un poco.
Elaine encajó el rechazo con los hombros hundidos.
—Sólo intento saber lo que quieres, Santana. Sé que detestas la televisión, así que la he apagado. ¿Qué más quieres que haga?
Santana no quería entrar en ese juego.
—Sólo quiero descansar. Me da igual que veas la televisión.
—Actúas como si te diera igual todo lo que hago. Casi no me has dicho ni hola desde que volviste anoche. ¿Por qué es tan difícil de entender que a lo mejor me apetece estar un poco contigo esta noche? Llevamos cuatro días sin vernos. No me dirás que te falta tiempo para estar sola.
Eso era precisamente lo que necesitaba, pensó Santana.
—Elaine, mira... Lo siento, pero la pierna me duele y estoy cansada. Mañana me espera otro día duro y tengo que estar descansada.
—Sí, y ya he oído que el sábado también te irás.
Enfadada, Elaine salió del baño dando un portazo.
Santana suspiró profundamente y se hundió un poco más en la masa de burbujas.
—... Cuarenta y nueve... ¡y cincuenta! —Brittany se dejó caer en la colchoneta, agotada tras los abdominales.
—Por cierto, ¿has visto al bellezón de Baltimore últimamente? —Era el nombre que Rachel le había asignado al nuevo interés amoroso de Brittany.
—Sí, vino a casa a cenar el martes por la noche. —Brittany aún no estaba preparada para compartir los detalles de la noche que había pasado con Santana López. Ella misma todavía no podía ni creérselo. Juntas habían pasado una noche maravillosa... erótica... desbordante de pasión. Había sido como si toda ella conectara con Santana. Pero de eso hacía ya cuatro noches, y seguía sin noticias de Santana.
—¿Cuántos viajes le quedan por hacer?
Las dos mujeres empezaron a hacer estiramientos delante del espejo.
—Que sea seguro, uno más. Si sigue trabajando para ellos, supongo que tendrá ocasión de bajar de vez en cuando.
—Entiendo que no vais a intentar nada serio, entonces.
La pregunta despertó en Brittany una oleada de sentimientos inesperada, y ninguno de ellos era especialmente tranquilizador.
—No lo sé. Supongo que, siendo realista, la respuesta es no. Pero si hubiera una manera de hacer que funcionara, estaría dispuesta a intentarlo.
—¿Y cuáles crees que son sus sentimientos?
—No estoy segura. —Brittany estaba más o menos convencida de que Santana sentía algo por ella, pero no tenía claro cuan profundos eran esos sentimientos. Sin duda había algo entre ellas pero, aparte de las palabras que se habían dicho fruto de la pasión, ninguna de las dos había dicho mucho más al margen de informar a la otra de que era especial.
—Entonces, a lo mejor la semana que viene tendrías que subir las apuestas un poco —sugirió Rachel en tono travieso. —Ya sabes, música suave, velas... un masajito con aceites...
Brittany se ruborizó. De repente se sintió culpable por no haber sido del todo sincera con su amiga. Se moría de ganas de hablar con alguien y, a decir verdad, Rachel era la única persona a quien podía contárselo.
—Eh, en realidad eso ya lo hicimos...
—¿Cómo? —Rachel la miró con una mezcla de asombro y entusiasmo. —¿Quieres decir que vosotras dos ya habéis...? —Hizo el gesto de meter un dedo por un círculo con las manos.
—Qué vulgar eres —dijo Brittany fingiendo disgusto. —Pero sí, ya... —Brittany imitó el gesto y añadió: —Entre otras cosas.
La última parte hizo que Rachel se sonrojara un poco.
—Muy bien, hay cosas que no necesito saber.
—Has sido tú la que ha preguntado.
—¿Así que os habéis acostado, pero sigues sin saber cuáles son sus sentimientos?
A Brittany le dio un poco de vergüenza la sinceridad de su amiga, pero no tenía manera de esquivar la pregunta.
—No sé cómo explicarlo. Parece que hay algo entre nosotras, pero las dos sabemos que una relación de verdad sería poco factible, así que fuimos por la vía rápida. Sé que le gusto. Pero lo del sexo, sencillamente pasó. No tuvo nada que ver con los sentimientos. —Al menos era muy posible que para Santana no hubiera sido así. Brittany notó que su amiga ponía cara de duda. —¿Nunca te has dejado llevar con alguien que estuviera cañón?
—A lo mejor una o dos veces —Rachel admitió. —Bueno, y ¿cómo fue?
Brittany puso las pesas en su estante mientras rumiaba la respuesta.
—Creo que ya no voy a poder estar con nadie más.
—Oh, oh.
—Exacto: oh, oh.
—¿Qué significa que te mudas? —Emily la miraba aterrorizada, con sus ojos marrones oscuros abiertos como platos.
—¡Shhhh! Aún no le he dicho nada a mamá. —Santana llevó a su hermana pequeña al antiguo estudio de su padre y cerró la puerta. —Emily, es una oportunidad que he estado esperando durante mucho tiempo. Siempre he soñado con lograr algo parecido en mi trabajo, ya lo sabes. Tengo que aceptarlo.
—¿Y quién va a hacerse cargo de mamá? Yo no puedo, la escuela y Sophie ya me dan bastante trabajo.
—No es responsabilidad nuestra hacernos cargo de ella. Es una mujer adulta, tiene que empezar a cuidar de sí misma. A lo mejor lo hace si no estoy aquí para solucionarle cada mínimo problema.
—Eso suena a algo que diría Elaine.
Eso era una verdad innegable. Emily continuó.
—Seguro que está encantada. Ahora te tendrá para ella sola.
—Aún no le he dicho nada del trabajo. No... no le voy a pedir que venga conmigo.
—¿Qué?
—Creo que es un buen momento para terminar con ella. No nos va demasiado bien juntas.
—No me imagino a Miss Simpatía llevándose bien con nadie.
—Eso no es justo, Emily. Elaine fue muy buena conmigo cuando más la necesitaba. No sé cómo habría podido pasar por todo aquello sin su ayuda.
—Yo te diré cómo, Santana. Mamá habría estado a tu lado y lo sabes. A lo mejor, si le hubieras dado una oportunidad, se habría dado cuenta de que no es una inútil después de todo.
—No creí que pudiera soportarlo. No podía permitirme depender de ella y que se derrumbara.
—Quizá no, pero cuando mejoraste dejaste que esa mujer te controlara la vida —se quejó Emily. —¿Tienes idea de cuántas veces Elaine nos prohibió ir porque estabas descansando, o porque tenías que concentrarte en la terapia o porque las dos estabais... ocupadas, signifique lo que signifique eso?
Santana se sonrojó ante tan evidente insinuación sexual. Le disgustaba pensar que Elaine había ido aireando sus intimidades. A su madre ya le costaba bastante aceptar su modo de vida sin que se lo restregaran en la cara.
—¿Mami? —llamó una vocecita desde el otro lado la puerta. Al parecer, Sophie correteaba de habitación en habitación en busca de su madre.
—Estoy aquí, cariño. —Emily abrió la puerta del estudio para recibir a su hija.
Santana agradeció la distracción. La reacción de su hermana había hecho que la cabeza le diera vuelta. Si Emily se había tomado tan mal lo de su traslado a Orlando, ¿cómo se lo iba a tomar su madre?
Eso sí, los verdaderos fuegos artificiales vendrían cuando se lo contara a Elaine.
Santana se alegró de volver a la oficina el lunes por la mañana. Había planeado hablar con su madre el sábado por la tarde y después con Elaine el domingo, pero, después de la reacción de Emily, se acobardó. Las cosas en casa habían estado tan tensas el día anterior que Elaine y ella apenas habían hablado.
Al parecer, Emma Schuester había estado trabajando el fin de semana, ya que tenía en el correo una serie de mensajes sobre el nuevo trabajo y la presentación de la semana próxima.
ESchuester Presentación versión final.
Santana se la bajó para estudiarla luego.
ESchuester Nueva York.
Ése no se lo esperaba, pero le hacía mucha ilusión que la hubieran invitado a asistir a la presentación, que tendría lugar dentro de tres semanas, para los analistas de bolsa junto con el resto de los representantes de Eldon-Markoff.
ESchuester Contrato.
Con este, Santana fue directamente a descargar el documento. Era una descripción detallada del puesto y de las tareas, que leyó con atención y mucha ilusión. El nuevo puesto requería disponibilidad para viajar, una o dos veces al mes para empezar, pero seguramente más a menudo a medida que Eldon-Markoff se expandiera o adquiriera empresas nuevas.
Junto con el contrato, había un esbozo de la cantidad que le ofrecían, y casi la dejó sin respiración. Su nuevo salario base sería... ¡joder! Y además podía recibir una prima anual de hasta la mitad del salario si los objetivos del departamento y de la compañía se cumplían. También recibiría opciones de compra de acciones cada año.
Eldon-Markoff se haría cargo de todos sus gastos de la mudanza, incluidas las comisiones y los costes de cierre inmobiliarios. Se esperaba que empezara a trabajar jornada completa en Orlando en seis semanas.
Esa última parte le metió la prisa en el cuerpo. Tenía que ponerse en contacto con un agente inmobiliario para poner en venta su adosado, así que no podía aplazar más su conversación con Elaine. Esa noche... hablaría con Elaine esa noche.
BPierce. Tú próxima visita.
A Santana se le puso un nudo en el estómago y titubeó con el ratón sobre la línea de «Asunto». Desde que había vuelto a casa, no pasó una hora de vigilia sin que pensara en Brittany, al menos una vez, y en todas las cosas excitantes que habían hecho, o en lo increíble que la había hecho sentir. Y, cada vez que lo recordaba, el peso de la culpabilidad la atenazaba.
Hola, Santana:
Bueno, éste es mi correo habitual entre visitas: ya sabes, donde te digo que lo pasé muy bien contigo en tu último viaje y que espero que podamos quedar la próxima vez y hacer algo divertido. Todo eso vuelve a ser cierto, por supuesto, pero es como si en esta ocasión las palabras se quedaran cortas.
No sé muy bien cómo decirte esto, así que simplemente lo diré tal cual. Tengo muchísimas ganas de volver a verte, pero no quiero parecer atrevida. Estoy abierta a cualquier cosa que quieras hacer.
Brittany
Santana notó que los ojos se le llenaban de lágrimas. Lo había hecho todo fatal. Dentro de seis semanas se mudaría a Orlando. Y estaría libre. Si no hubiera perdido el control la semana anterior, su relación con Brittany quizá habría tenido futuro. Si hubiera mantenido la distancia y le hubiera contado la verdad, puede que las cosas hubieran funcionado entre ellas. Pero ocultar su relación con Elaine había estado mal.
Lo mejor que podía hacer era contarle toda la verdad e intentar salvar al menos una amistad. A lo mejor con el tiempo podían volver a empezar. Sin embargo, no podía arreglar las cosas con Brittany antes de hablar con Elaine. Lo primero era poner su vida en orden.
Brittany se prendió la etiqueta con el nombre sobre el bolsillo del traje azul marino y se calzó los zapatos. Con cuidado de no acabar llena de los omnipresentes pelos de gato naranjas, estiró los dedos para rascarle detrás de las orejas.
—Pórtate bien y no abras la puerta ni contestes al teléfono.
Como si la hubiera oído, el teléfono sonó justo en ese momento.
—Yo lo cojo.
Lord T giró en círculos unas cuantas veces hasta acomodarse en su silla favorita, que casualmente también era la silla favorita de Brittany.
—¿Sí?... Ah, hola, papá. —Su padre no la llamaba por teléfono a menudo, porque cuando ella estaba en casa él estaba en el trabajo y viceversa. —¿Qué pasa? ¿Va todo bien? —Brittany se pasó un cepillo por la falda mientras hablaba. —Ah, es verdad. ¿Puedo llevar a una amiga? Ya, necesito su nombre completo y su número de la seguridad social. —El lanzamiento del transbordador Discovery tendría lugar el sábado por la mañana y su padre llamaba para ofrecerle una acreditación de prensa. —¿Te lo puedo decir mañana? Te llamaré... Gracias, Papá. Adiós.
Eran buenas noticias. Ya no tendría que esperar a que Santana encontrara el momento de contestar su correo electrónico, porque tenía la excusa perfecta para llamarla. Además, con una excusa para hablar no se sentirían tan incómodas tras su escarceo.
No obstante, la tarjeta de visita que le había dado Santana estaba en el cajón de su mesa en el WR, así que tendría que llamarla desde allá.
—Tienes muy mala cara, Tina —observó Brittany, fijándose en los ojos enrojecidos de su recepcionista. La mujer asiatica estaba sudando y era obvio que tenía fiebre. —Deberías irte a casa.
—Pero no quiero dejarte sola con todo esto.
Sebastian había llamado para decir que también estaba enfermo y esa noche no iría, así que entre Brittany y Rory tendrían que encargarse de la recepción. No sería tan terrible si se turnaban, ya que esa noche no había previstas demasiadas llegadas.
—Me las arreglaré, será como en los viejos tiempos, cuando era joven y no tenía preocupaciones —dijo Brittany con una risita. —Venga, vete a casa, tómate algo y métete en la cama. Si por la mañana sigues con fiebre, llama y pide que alguien te sustituya.
—Gracias, Brittany.
—Cuídate.
Enseguida se puso al cargo de recepción, cuyas obligaciones consistían básicamente en contestar al teléfono y registrar a los huéspedes ocasionales.
Cuando se acordó de la invitación de su padre, ya eran las siete y media. Abrió la base de datos y pronto encontró el registro de Santana, en donde aparecía un número de teléfono de las oficinas de Orlando y otro de Baltimore, pero era el de su casa. Podía hacer que Rory bajara y ella subir a su mesa para buscar el teléfono del trabajo de Santana en Baltimore, pero a esas horas era poco probable que Santana siguiera en la oficina.
Brittany titubeó. Por un lado, técnicamente buscar un teléfono privado por motivos personales no era demasiado ético. Por otro, Santana y ella habían dormido juntas, y había pocas cosas más personales que eso. Además, si había alguna posibilidad de que Santana pudiera arreglárselo para ver el lanzamiento desde la zona de prensa, seguro que sentiría mucho perdérselo sólo porque Brittany hubiera considerado que llamarla a casa era inapropiado.
Sacó su teléfono móvil y marcó el número. Sonó cuatro veces, y ya estaba preparándose mentalmente para dejar un mensaje en el contestador cuando una voz de mujer desconocida habló al otro lado. Por un momento, Brittany se quedó desconcertada y estuvo a punto de colgar.
—Eh... hola. ¿Podría hablar con Santana López, por favor?
La mujer le dijo que no estaba en casa, pero que cogería el recado.
—Ah, claro... ¿Puede decirle que la ha llamado Brittany?
Esperó a que la mujer le leyera el número que aparecía en la pantalla de su teléfono.
—Sí, ése es... Gracias.
Brittany se sorprendió al darse cuenta de que estaba temblando. ¿Quién era la mujer que había descolgado el teléfono? Santana había mencionado a una hermana, pero no había dicho que vivieran juntas. Tampoco había hablado nunca de una compañera de piso. El estómago se le encogió y sintió nauseas.
Santana hurgó en el bolso en busca de la llave, temerosa de la noche que la esperaba al otro lado de la puerta. Se había entretenido en el trabajo tanto como había podido, incluso había comprado un paquete de galletitas saladas y un refresco de la máquina para cenar en la oficina, con intención de posponer su inminente conversación con Elaine. Llegó a casa cerca de las nueve.
—Vaya, debes de tener un montón de trabajo si tienes que quedarte hasta tan tarde —la saludó Elaine.
—Sí, pero estoy progresando. —Santana forzó una sonrisa. Iba a ser una noche dura y no quería que acabara en pelea. Si mantenía la calma, podría hacerle ver que dejarlo era lo mejor. Sin embargo, sabía que, por mucho que lo deseara, no podría evitar la reacción emocional de Elaine por mucha voluntad que le pusiera.
—Te han llamado de Orlando hace una media hora. Supongo que allá también trabajan hasta tarde.
—¿Era Emma? —Santana había llamado a su jefa a casa hacía una hora para sugerir un cambio final en la presentación.
—No, ha dicho que se llamaba Brittany. Ha dejado su número.
Santana sintió que el corazón se le encogía de angustia. Brittany la había llamado a casa y ahora sabía lo de Elaine.
—Ya la... la llamaré mañana. Es tarde.
—Sólo hace media hora. Iba a decirle que te llamara al trabajo. ¿En qué estáis trabajando?
No era propio de Elaine interesarse por su trabajo. De alguna manera, fue el empujón que le hacía falta.
—Es una especie de reestructuración. ¿Qué tal si dejo esto y lo hablamos?
—Podemos hablar de otra cosa si no quieres pensar más en el trabajo. Tienes que estar harta del trabajo. ¿Tienes hambre?
—No, he comido algo en la oficina, no tengo hambre. Y de verdad tenemos que hablar del trabajo. Es importante.
Notó que la voz le temblaba, pero sólo un poco, y deseó que no fuera a peor. La parte más difícil de la conversación sería mantenerse firme ante la presión, y no podía permitirse mostrar ningún signo de debilidad.
Santana colgó el abrigo en el armario y guardó el maletín. Elaine se había sentado en el sofá de la sala de estar y le había quitado la voz a la televisión. Santana se acercó al aparato y lo apagó. Después se sentó en una silla, al otro lado de la pequeña estancia.
—¿Qué pasa, cariño?
Santana se inclinó hacia delante y entrelazó las manos, obligándose a mirar a Elaine a los ojos. Poco a poco, empezó a hablar.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.
Incómoda, la mujer más joven se removió en el sofá. Obviamente estaba inquieta por saber qué tenía que ver con ella la reestructuración de Eldon-Markoff.
—Elaine, no creo que sea un secreto que últimamente tú y yo no conectamos muy bien. De hecho, hace mucho tiempo que la cosa no marcha bien, al menos para mí.
—Bueno, has estado trabajando muchas horas y has tenido que viajar mucho. Seguro que, en cuanto todo se normalice en el trabajo, nos irá mejor —interpuso nerviosa.
—Yo no estoy tan segura. He estado pensando, desde hace tiempo a decir verdad, que quizá tú y yo... las dos deberíamos... seguir caminos diferentes. Sinceramente, nunca me he sentido más querida por nadie como por ti durante estos últimos dos años y te debo más de lo que podré pagarte nunca por todo lo que hiciste por mí tras el accidente. —Santana tuvo que echar mano de toda su fortaleza para mantener la voz y la mirada firmes mientras hablaba. Elaine estaba atónita.
—No me hagas esto, Santana.
Santana cabeceó con resignación.
—Pero yo no puedo darte lo que necesitas... lo que te mereces. Lo he intentado, Elaine, durante mucho tiempo y sencillamente no puedo.
—En otras palabras, no me quieres como yo te quiero —dijo Elaine en tono mordaz.
Santana suspiró pesadamente y se apoyó en el respaldo de la silla. Era una manera fría de resumirlo, pero también precisa.
—Lo siento.
Los ojos de Elaine se llenaron de lágrimas y su voz se tornó quebradiza.
—¿Sabes, Santana? A lo mejor deberíamos irnos fuera y pasar unos días las dos juntas. No quiero tirar a la basura los últimos dos años sin tener la certeza de que al menos hemos intentado arreglarlo.
—Elaine, no... ¿Cómo te lo explico? No hay nada que arreglar. Lo nuestro no ha funcionado nunca. Teníamos una amistad maravillosa, pero cometí un error al intentar que fuera más que eso, porque el amor que sentía por ti no fue nunca el tipo de amor profundo y apasionado que las dos merecemos encontrar. He intentado quererte de esa manera, de verdad. Pero no puedo.
—Así que para ti estos dos años han sido una mentira. ¿Es eso lo que estás diciendo? —El tono de Elaine se había vuelto áspero.
—No ha sido mi intención engañarte. Pero no puedo fabricar sin más la clase de sentimientos que necesitas.
—¿Por qué sigues hablando de lo que yo necesito y lo que yo me merezco? —lloró. —Tengo lo que necesito. Soy feliz contigo.
—Pero yo no.
—¿Así que ahora que ya estás bien vas a tirarme a la basura como un pañuelo usado? Renuncié a mi casa, Santana. Me deshice de todas mis cosas porque aquí no había sitio para ellas. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?
—Te ayudaré en todo lo que necesites. Puedes llevarte cosas de aquí... muebles, sábanas, manteles, platos, lo que necesites. —Recordó que la mayoría de los muebles de Elaine eran de segunda mano y sus manteles y servilletas eran de juegos sueltos que había encontrado en los rastros. Santana no tenía intención de llevarse casi nada de la casa (la porcelana de su abuela y la cama de hierro antigua sí, por supuesto), así que, si por ella fuera, Elaine podía quedarse con el resto si le apetecía.
—¿No podemos esperar un tiempo? Santana, por favor...
—He aceptado un empleo nuevo en Orlando. Empiezo de aquí a seis semanas, así que esta semana tengo que poner la casa a la venta.
—Así que te mudas a Orlando. De eso va todo esto.
—No, va de nosotras dos y del hecho de que para mí no va bien. No era cuestión de obligarte a dejar tu trabajo y a tus amigos sabiendo en el fondo de mi corazón que lo nuestro no iba a funcionar.
Las dos mujeres permanecieron sentadas en silencio durante dilatados minutos. Finalmente, Elaine se puso en pie.
—No quiero hablar más de esto esta noche. Me voy a dar una vuelta con el coche.
—Elaine, por favor. No deberías conducir así de alterada —suplicó Santana. —Me... me iré a casa de mi madre si lo que quieres es estar sola.
—En otras palabras, que tú no estás demasiado alterada como para conducir, ¿no? —El dique que había mantenido sus emociones bajo control se desmoronó en ese mismo instante. —¿Y sabes por qué no estás alterada, Santana? Porque tú ya has conseguido todo lo que necesitabas de mí. Y ahora que ya no necesitas nada más, pretendes seguir por tu lado. Te da igual que yo aún te necesite.
—Me parte el corazón saber que estoy haciéndote daño y lo siento muchísimo. Pero estaría muy mal por mi parte obligarte a renunciar a más cosas por mí, cuando siento lo que siento por nuestro futuro.
—¿Qué? ¿Es que te han ascendido?
—Sí —respondió Santana sin más.
—Y claro, ahora que tienes un trabajo distinguido en una gran empresa, yo no pego bien con él, ¿es eso? No me lo digas, déjame adivinar: ni siquiera saben que eres lesbiana.
En realidad, Ken Markoff seguramente sí, pensó Santana. Pero no era en absoluto el momento de explicar cómo se había enterado.
—No se trata de eso. No sé lo que saben, pero no pretendo pasarme la vida en el armario. Y nunca pensaría en mi pareja como algo que tuviera que «pegar» con mi trabajo. Las dos merecemos algo mejor que eso.
—¡Deja de tratarme con condescendencia! ¿Qué sabrás tú lo que merezco? —gritó Elaine. Con las mejillas empapadas de lágrimas de rabia, agarró su bolso se dirigió a la puerta como un vendaval. —Me iré de aquí tan pronto como pueda. Créeme, ahora que sé lo que de verdad sientes por mí, no quiero quedarme más tiempo del que tú quieres que me quede.
Santana hizo una mueca de dolor cuando Elaine cerró la puerta de tal portazo que los cuadros de las paredes vibraron. Había sido tan horrible como se había imaginado, pero lo único que sentía era un enorme alivio ahora que por fin se había acabado. Sabía que aquello no había sido más que el primer asalto; probablemente Elaine volvería y, más calmada, trataría de convencerla de que reconsiderara su decisión. Santana no había cedido terreno hasta ese momento, pero Elaine la presionaría todavía más para que transigiera.
Le entristecía mucho que las cosas fueran a acabar tan mal entre ellas, así que Santana tomó la decisión de esforzarse para que la transición fuera tan amistosa y pacífica como fuera posible. Tenía una cuenta de ahorros sustanciosa y estaría encantada de ayudar a Elaine a establecerse en otro lugar. Seguramente sería difícil para las dos al principio, pero su amistad era lo bastante sólida como para capear el temporal. Mientras le quedara familia en Baltimore, Santana volvería de vez en cuando a visitarlas. Quería pensar que Elaine y ella podían salvar algo del tiempo que habían pasado juntas.
Santana fue a la cocina a por un vaso de agua y vio la nota en el mármol con el número de Brittany. Le entraron ganas de vomitar otra vez, mientras arrugaba el papel y lo tiraba a la basura. ¿Qué iba a decirle? Ahora Brittany sabía la verdad.
Bueno, estuve pensando que voy algo lenta con las actualizaciones, así que si este capítulo llega a 3 o 4 comentarios esta noche, subiré el siguiente hoy mismo, si no en cuanto pueda.
Espero que comenten, den su opinión si quieren leer otra adaptación, y que les guste el capítulo.
Besos! :D
CAPÍTULO 11
En la actualidad.
—Ya creía que no tenías intención de volver a casa esta noche. —Elaine la recibió en la puerta y le cogió el maletín negro de piel y la gabardina con forro de franela.
—Lo siento, tenía el correo lleno. La cena huele bien.
—Cuando estaba caliente olía mejor —la regañó Elaine. —Pero te he guardado un poco.
—Gracias.
Santana detectó el tono de reproche. Normalmente, no llegaba a casa a tiempo de cenar con Elaine, ya que en lugar de eso buscaba el solaz de su despacho o de casa de su madre. El zumbido monótono de la televisión de fondo le resultaba casi insoportable, pero sus intentos de entablar conversaciones con un mínimo de contenido fallaban siempre estrepitosamente.
La servicial Elaine siguió a Santana hasta la pequeña cocina y se puso a calentarle la cena en el microondas.
—Lo puedo hacer yo, Elaine. No hace falta que esperes.
—No me importa. Anda, ve sentándote.
Santana obedeció y se sentó en uno de los dos taburetes de la barra mientras le preparaban la comida.
—¿Te han dado alguna idea de lo que va a pasar con tu empleo?
—Sí, he hablado con Emma y con Ken. No creo que vayan a despedirme. —Santana no se sentía preparada para compartir las novedades, sobre todo ahora que estaba a punto de hacer grandes cambios en su vida y Elaine McKenzie iba a ser uno de ellos.
—Eso es genial, cariño. —El teléfono interrumpió su charla. —Ah, tu madre ha llamado unas tres veces. Dice que no contestabas al móvil.
Santana estuvo a punto de increparla por no haberle sugerido a su madre que probara en el número de la oficina. No era ningún secreto que Elaine tenía celos del tiempo que dedicaba a su familia. Maribel López y ella apenas se hablaban. Para Elaine, los esfuerzos constantes de Santana por atender a su madre no hacían más que desviar su atención de lo que debería ser su relación principal.
—Hola... Sí, acabo de llegar. Elaine dice que has llamado —dijo Santana, encubriendo la indiferencia de Elaine. —Es una buena idea, mamá, pero creo que tendrías que pedir más de un presupuesto. Parece mucho dinero. —Le había recomendado a su madre que pintara la fachada de su casa estilo Tudor. —Claro, iré el sábado y hablaré con ellos.
Elaine dejó el vaso en el mármol con fuerza, como muestra de su enfado por lo fácilmente que Santana había cedido. A continuación, salió de la cocina muy indignada.
—Muy bien. Estaré allí sobre las diez y media. Adiós.
Santana sabía que Elaine estaba que echaba humo, pero no tenía el ánimo de hacer algo al respecto. Además, la situación nunca estaría al gusto de Elaine hasta que rompiera todo contacto con su madre y con su hermana, como había hecho Elaine con su propia familia. Santana ya había renunciado a intentar que se lo tomara de otra manera, incapaz de hacerle entender que ella quería estar con su familia.
El microondas pitó y Santana sacó su cena, consistente en un bol de estofado de pollo. Por un instante, se planteó llevárselo en una bandeja a la sala de estar, donde sin duda Elaine estaría embobada delante de la televisión, pero no tenía ganas de aguantar ni el ruido ni el mal humor de Elaine. Esa noche no... otra vez no.
Las cosas entre ellas habían ido de mal en peor, si es que eso era posible. O al menos habían sido así para Santana. Cuanto más la llamaba su madre, más se ofendía Elaine, hasta el punto de que ahora ya protestaba cada vez que Maribel le pedía ayuda o incluso cuando quería pasarse por casa a verla. Santana se las arreglaba para que no llegara la sangre al río manteniéndolas alejadas la una de la otra, pero el estrés de tener que aguantar la desaprobación continua de Elaine le estaba afectando a los nervios.
—¿Por qué no vienes a ver este programa conmigo? —la llamó Elaine desde la sala de estar.
Santana aclaró el bol y lo metió en el lavavajillas.
—Me voy a acostar. Estoy muy cansada.
—Ya, ¿cómo es que volviste tan tarde anoche?
—Tuve una reunión a última hora y perdí el vuelo anterior.
—¿Por qué no vienes a sentarte conmigo? Te daré un masaje en el cuello.
—Gracias, pero creo que me meteré en la bañera un rato y después me iré a la cama.
Sin esperar respuesta, Santana remontó las escaleras con esfuerzo hasta el segundo piso. Diez minutos más tarde, se sumergía en un baño caliente y burbujeante y Elaine aparecía en el umbral de la puerta.
—¿Hay sitio para mí ahí dentro?
Santana no pudo reprimir una mueca ante la intimidad de la proposición.
—Elaine, estoy cansada. Sólo quiero darme un baño hasta que la pierna me duela menos y entonces dormir un poco.
Elaine encajó el rechazo con los hombros hundidos.
—Sólo intento saber lo que quieres, Santana. Sé que detestas la televisión, así que la he apagado. ¿Qué más quieres que haga?
Santana no quería entrar en ese juego.
—Sólo quiero descansar. Me da igual que veas la televisión.
—Actúas como si te diera igual todo lo que hago. Casi no me has dicho ni hola desde que volviste anoche. ¿Por qué es tan difícil de entender que a lo mejor me apetece estar un poco contigo esta noche? Llevamos cuatro días sin vernos. No me dirás que te falta tiempo para estar sola.
Eso era precisamente lo que necesitaba, pensó Santana.
—Elaine, mira... Lo siento, pero la pierna me duele y estoy cansada. Mañana me espera otro día duro y tengo que estar descansada.
—Sí, y ya he oído que el sábado también te irás.
Enfadada, Elaine salió del baño dando un portazo.
Santana suspiró profundamente y se hundió un poco más en la masa de burbujas.
—... Cuarenta y nueve... ¡y cincuenta! —Brittany se dejó caer en la colchoneta, agotada tras los abdominales.
—Por cierto, ¿has visto al bellezón de Baltimore últimamente? —Era el nombre que Rachel le había asignado al nuevo interés amoroso de Brittany.
—Sí, vino a casa a cenar el martes por la noche. —Brittany aún no estaba preparada para compartir los detalles de la noche que había pasado con Santana López. Ella misma todavía no podía ni creérselo. Juntas habían pasado una noche maravillosa... erótica... desbordante de pasión. Había sido como si toda ella conectara con Santana. Pero de eso hacía ya cuatro noches, y seguía sin noticias de Santana.
—¿Cuántos viajes le quedan por hacer?
Las dos mujeres empezaron a hacer estiramientos delante del espejo.
—Que sea seguro, uno más. Si sigue trabajando para ellos, supongo que tendrá ocasión de bajar de vez en cuando.
—Entiendo que no vais a intentar nada serio, entonces.
La pregunta despertó en Brittany una oleada de sentimientos inesperada, y ninguno de ellos era especialmente tranquilizador.
—No lo sé. Supongo que, siendo realista, la respuesta es no. Pero si hubiera una manera de hacer que funcionara, estaría dispuesta a intentarlo.
—¿Y cuáles crees que son sus sentimientos?
—No estoy segura. —Brittany estaba más o menos convencida de que Santana sentía algo por ella, pero no tenía claro cuan profundos eran esos sentimientos. Sin duda había algo entre ellas pero, aparte de las palabras que se habían dicho fruto de la pasión, ninguna de las dos había dicho mucho más al margen de informar a la otra de que era especial.
—Entonces, a lo mejor la semana que viene tendrías que subir las apuestas un poco —sugirió Rachel en tono travieso. —Ya sabes, música suave, velas... un masajito con aceites...
Brittany se ruborizó. De repente se sintió culpable por no haber sido del todo sincera con su amiga. Se moría de ganas de hablar con alguien y, a decir verdad, Rachel era la única persona a quien podía contárselo.
—Eh, en realidad eso ya lo hicimos...
—¿Cómo? —Rachel la miró con una mezcla de asombro y entusiasmo. —¿Quieres decir que vosotras dos ya habéis...? —Hizo el gesto de meter un dedo por un círculo con las manos.
—Qué vulgar eres —dijo Brittany fingiendo disgusto. —Pero sí, ya... —Brittany imitó el gesto y añadió: —Entre otras cosas.
La última parte hizo que Rachel se sonrojara un poco.
—Muy bien, hay cosas que no necesito saber.
—Has sido tú la que ha preguntado.
—¿Así que os habéis acostado, pero sigues sin saber cuáles son sus sentimientos?
A Brittany le dio un poco de vergüenza la sinceridad de su amiga, pero no tenía manera de esquivar la pregunta.
—No sé cómo explicarlo. Parece que hay algo entre nosotras, pero las dos sabemos que una relación de verdad sería poco factible, así que fuimos por la vía rápida. Sé que le gusto. Pero lo del sexo, sencillamente pasó. No tuvo nada que ver con los sentimientos. —Al menos era muy posible que para Santana no hubiera sido así. Brittany notó que su amiga ponía cara de duda. —¿Nunca te has dejado llevar con alguien que estuviera cañón?
—A lo mejor una o dos veces —Rachel admitió. —Bueno, y ¿cómo fue?
Brittany puso las pesas en su estante mientras rumiaba la respuesta.
—Creo que ya no voy a poder estar con nadie más.
—Oh, oh.
—Exacto: oh, oh.
—¿Qué significa que te mudas? —Emily la miraba aterrorizada, con sus ojos marrones oscuros abiertos como platos.
—¡Shhhh! Aún no le he dicho nada a mamá. —Santana llevó a su hermana pequeña al antiguo estudio de su padre y cerró la puerta. —Emily, es una oportunidad que he estado esperando durante mucho tiempo. Siempre he soñado con lograr algo parecido en mi trabajo, ya lo sabes. Tengo que aceptarlo.
—¿Y quién va a hacerse cargo de mamá? Yo no puedo, la escuela y Sophie ya me dan bastante trabajo.
—No es responsabilidad nuestra hacernos cargo de ella. Es una mujer adulta, tiene que empezar a cuidar de sí misma. A lo mejor lo hace si no estoy aquí para solucionarle cada mínimo problema.
—Eso suena a algo que diría Elaine.
Eso era una verdad innegable. Emily continuó.
—Seguro que está encantada. Ahora te tendrá para ella sola.
—Aún no le he dicho nada del trabajo. No... no le voy a pedir que venga conmigo.
—¿Qué?
—Creo que es un buen momento para terminar con ella. No nos va demasiado bien juntas.
—No me imagino a Miss Simpatía llevándose bien con nadie.
—Eso no es justo, Emily. Elaine fue muy buena conmigo cuando más la necesitaba. No sé cómo habría podido pasar por todo aquello sin su ayuda.
—Yo te diré cómo, Santana. Mamá habría estado a tu lado y lo sabes. A lo mejor, si le hubieras dado una oportunidad, se habría dado cuenta de que no es una inútil después de todo.
—No creí que pudiera soportarlo. No podía permitirme depender de ella y que se derrumbara.
—Quizá no, pero cuando mejoraste dejaste que esa mujer te controlara la vida —se quejó Emily. —¿Tienes idea de cuántas veces Elaine nos prohibió ir porque estabas descansando, o porque tenías que concentrarte en la terapia o porque las dos estabais... ocupadas, signifique lo que signifique eso?
Santana se sonrojó ante tan evidente insinuación sexual. Le disgustaba pensar que Elaine había ido aireando sus intimidades. A su madre ya le costaba bastante aceptar su modo de vida sin que se lo restregaran en la cara.
—¿Mami? —llamó una vocecita desde el otro lado la puerta. Al parecer, Sophie correteaba de habitación en habitación en busca de su madre.
—Estoy aquí, cariño. —Emily abrió la puerta del estudio para recibir a su hija.
Santana agradeció la distracción. La reacción de su hermana había hecho que la cabeza le diera vuelta. Si Emily se había tomado tan mal lo de su traslado a Orlando, ¿cómo se lo iba a tomar su madre?
Eso sí, los verdaderos fuegos artificiales vendrían cuando se lo contara a Elaine.
Santana se alegró de volver a la oficina el lunes por la mañana. Había planeado hablar con su madre el sábado por la tarde y después con Elaine el domingo, pero, después de la reacción de Emily, se acobardó. Las cosas en casa habían estado tan tensas el día anterior que Elaine y ella apenas habían hablado.
Al parecer, Emma Schuester había estado trabajando el fin de semana, ya que tenía en el correo una serie de mensajes sobre el nuevo trabajo y la presentación de la semana próxima.
ESchuester Presentación versión final.
Santana se la bajó para estudiarla luego.
ESchuester Nueva York.
Ése no se lo esperaba, pero le hacía mucha ilusión que la hubieran invitado a asistir a la presentación, que tendría lugar dentro de tres semanas, para los analistas de bolsa junto con el resto de los representantes de Eldon-Markoff.
ESchuester Contrato.
Con este, Santana fue directamente a descargar el documento. Era una descripción detallada del puesto y de las tareas, que leyó con atención y mucha ilusión. El nuevo puesto requería disponibilidad para viajar, una o dos veces al mes para empezar, pero seguramente más a menudo a medida que Eldon-Markoff se expandiera o adquiriera empresas nuevas.
Junto con el contrato, había un esbozo de la cantidad que le ofrecían, y casi la dejó sin respiración. Su nuevo salario base sería... ¡joder! Y además podía recibir una prima anual de hasta la mitad del salario si los objetivos del departamento y de la compañía se cumplían. También recibiría opciones de compra de acciones cada año.
Eldon-Markoff se haría cargo de todos sus gastos de la mudanza, incluidas las comisiones y los costes de cierre inmobiliarios. Se esperaba que empezara a trabajar jornada completa en Orlando en seis semanas.
Esa última parte le metió la prisa en el cuerpo. Tenía que ponerse en contacto con un agente inmobiliario para poner en venta su adosado, así que no podía aplazar más su conversación con Elaine. Esa noche... hablaría con Elaine esa noche.
BPierce. Tú próxima visita.
A Santana se le puso un nudo en el estómago y titubeó con el ratón sobre la línea de «Asunto». Desde que había vuelto a casa, no pasó una hora de vigilia sin que pensara en Brittany, al menos una vez, y en todas las cosas excitantes que habían hecho, o en lo increíble que la había hecho sentir. Y, cada vez que lo recordaba, el peso de la culpabilidad la atenazaba.
Hola, Santana:
Bueno, éste es mi correo habitual entre visitas: ya sabes, donde te digo que lo pasé muy bien contigo en tu último viaje y que espero que podamos quedar la próxima vez y hacer algo divertido. Todo eso vuelve a ser cierto, por supuesto, pero es como si en esta ocasión las palabras se quedaran cortas.
No sé muy bien cómo decirte esto, así que simplemente lo diré tal cual. Tengo muchísimas ganas de volver a verte, pero no quiero parecer atrevida. Estoy abierta a cualquier cosa que quieras hacer.
Brittany
Santana notó que los ojos se le llenaban de lágrimas. Lo había hecho todo fatal. Dentro de seis semanas se mudaría a Orlando. Y estaría libre. Si no hubiera perdido el control la semana anterior, su relación con Brittany quizá habría tenido futuro. Si hubiera mantenido la distancia y le hubiera contado la verdad, puede que las cosas hubieran funcionado entre ellas. Pero ocultar su relación con Elaine había estado mal.
Lo mejor que podía hacer era contarle toda la verdad e intentar salvar al menos una amistad. A lo mejor con el tiempo podían volver a empezar. Sin embargo, no podía arreglar las cosas con Brittany antes de hablar con Elaine. Lo primero era poner su vida en orden.
Brittany se prendió la etiqueta con el nombre sobre el bolsillo del traje azul marino y se calzó los zapatos. Con cuidado de no acabar llena de los omnipresentes pelos de gato naranjas, estiró los dedos para rascarle detrás de las orejas.
—Pórtate bien y no abras la puerta ni contestes al teléfono.
Como si la hubiera oído, el teléfono sonó justo en ese momento.
—Yo lo cojo.
Lord T giró en círculos unas cuantas veces hasta acomodarse en su silla favorita, que casualmente también era la silla favorita de Brittany.
—¿Sí?... Ah, hola, papá. —Su padre no la llamaba por teléfono a menudo, porque cuando ella estaba en casa él estaba en el trabajo y viceversa. —¿Qué pasa? ¿Va todo bien? —Brittany se pasó un cepillo por la falda mientras hablaba. —Ah, es verdad. ¿Puedo llevar a una amiga? Ya, necesito su nombre completo y su número de la seguridad social. —El lanzamiento del transbordador Discovery tendría lugar el sábado por la mañana y su padre llamaba para ofrecerle una acreditación de prensa. —¿Te lo puedo decir mañana? Te llamaré... Gracias, Papá. Adiós.
Eran buenas noticias. Ya no tendría que esperar a que Santana encontrara el momento de contestar su correo electrónico, porque tenía la excusa perfecta para llamarla. Además, con una excusa para hablar no se sentirían tan incómodas tras su escarceo.
No obstante, la tarjeta de visita que le había dado Santana estaba en el cajón de su mesa en el WR, así que tendría que llamarla desde allá.
—Tienes muy mala cara, Tina —observó Brittany, fijándose en los ojos enrojecidos de su recepcionista. La mujer asiatica estaba sudando y era obvio que tenía fiebre. —Deberías irte a casa.
—Pero no quiero dejarte sola con todo esto.
Sebastian había llamado para decir que también estaba enfermo y esa noche no iría, así que entre Brittany y Rory tendrían que encargarse de la recepción. No sería tan terrible si se turnaban, ya que esa noche no había previstas demasiadas llegadas.
—Me las arreglaré, será como en los viejos tiempos, cuando era joven y no tenía preocupaciones —dijo Brittany con una risita. —Venga, vete a casa, tómate algo y métete en la cama. Si por la mañana sigues con fiebre, llama y pide que alguien te sustituya.
—Gracias, Brittany.
—Cuídate.
Enseguida se puso al cargo de recepción, cuyas obligaciones consistían básicamente en contestar al teléfono y registrar a los huéspedes ocasionales.
Cuando se acordó de la invitación de su padre, ya eran las siete y media. Abrió la base de datos y pronto encontró el registro de Santana, en donde aparecía un número de teléfono de las oficinas de Orlando y otro de Baltimore, pero era el de su casa. Podía hacer que Rory bajara y ella subir a su mesa para buscar el teléfono del trabajo de Santana en Baltimore, pero a esas horas era poco probable que Santana siguiera en la oficina.
Brittany titubeó. Por un lado, técnicamente buscar un teléfono privado por motivos personales no era demasiado ético. Por otro, Santana y ella habían dormido juntas, y había pocas cosas más personales que eso. Además, si había alguna posibilidad de que Santana pudiera arreglárselo para ver el lanzamiento desde la zona de prensa, seguro que sentiría mucho perdérselo sólo porque Brittany hubiera considerado que llamarla a casa era inapropiado.
Sacó su teléfono móvil y marcó el número. Sonó cuatro veces, y ya estaba preparándose mentalmente para dejar un mensaje en el contestador cuando una voz de mujer desconocida habló al otro lado. Por un momento, Brittany se quedó desconcertada y estuvo a punto de colgar.
—Eh... hola. ¿Podría hablar con Santana López, por favor?
La mujer le dijo que no estaba en casa, pero que cogería el recado.
—Ah, claro... ¿Puede decirle que la ha llamado Brittany?
Esperó a que la mujer le leyera el número que aparecía en la pantalla de su teléfono.
—Sí, ése es... Gracias.
Brittany se sorprendió al darse cuenta de que estaba temblando. ¿Quién era la mujer que había descolgado el teléfono? Santana había mencionado a una hermana, pero no había dicho que vivieran juntas. Tampoco había hablado nunca de una compañera de piso. El estómago se le encogió y sintió nauseas.
Santana hurgó en el bolso en busca de la llave, temerosa de la noche que la esperaba al otro lado de la puerta. Se había entretenido en el trabajo tanto como había podido, incluso había comprado un paquete de galletitas saladas y un refresco de la máquina para cenar en la oficina, con intención de posponer su inminente conversación con Elaine. Llegó a casa cerca de las nueve.
—Vaya, debes de tener un montón de trabajo si tienes que quedarte hasta tan tarde —la saludó Elaine.
—Sí, pero estoy progresando. —Santana forzó una sonrisa. Iba a ser una noche dura y no quería que acabara en pelea. Si mantenía la calma, podría hacerle ver que dejarlo era lo mejor. Sin embargo, sabía que, por mucho que lo deseara, no podría evitar la reacción emocional de Elaine por mucha voluntad que le pusiera.
—Te han llamado de Orlando hace una media hora. Supongo que allá también trabajan hasta tarde.
—¿Era Emma? —Santana había llamado a su jefa a casa hacía una hora para sugerir un cambio final en la presentación.
—No, ha dicho que se llamaba Brittany. Ha dejado su número.
Santana sintió que el corazón se le encogía de angustia. Brittany la había llamado a casa y ahora sabía lo de Elaine.
—Ya la... la llamaré mañana. Es tarde.
—Sólo hace media hora. Iba a decirle que te llamara al trabajo. ¿En qué estáis trabajando?
No era propio de Elaine interesarse por su trabajo. De alguna manera, fue el empujón que le hacía falta.
—Es una especie de reestructuración. ¿Qué tal si dejo esto y lo hablamos?
—Podemos hablar de otra cosa si no quieres pensar más en el trabajo. Tienes que estar harta del trabajo. ¿Tienes hambre?
—No, he comido algo en la oficina, no tengo hambre. Y de verdad tenemos que hablar del trabajo. Es importante.
Notó que la voz le temblaba, pero sólo un poco, y deseó que no fuera a peor. La parte más difícil de la conversación sería mantenerse firme ante la presión, y no podía permitirse mostrar ningún signo de debilidad.
Santana colgó el abrigo en el armario y guardó el maletín. Elaine se había sentado en el sofá de la sala de estar y le había quitado la voz a la televisión. Santana se acercó al aparato y lo apagó. Después se sentó en una silla, al otro lado de la pequeña estancia.
—¿Qué pasa, cariño?
Santana se inclinó hacia delante y entrelazó las manos, obligándose a mirar a Elaine a los ojos. Poco a poco, empezó a hablar.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.
Incómoda, la mujer más joven se removió en el sofá. Obviamente estaba inquieta por saber qué tenía que ver con ella la reestructuración de Eldon-Markoff.
—Elaine, no creo que sea un secreto que últimamente tú y yo no conectamos muy bien. De hecho, hace mucho tiempo que la cosa no marcha bien, al menos para mí.
—Bueno, has estado trabajando muchas horas y has tenido que viajar mucho. Seguro que, en cuanto todo se normalice en el trabajo, nos irá mejor —interpuso nerviosa.
—Yo no estoy tan segura. He estado pensando, desde hace tiempo a decir verdad, que quizá tú y yo... las dos deberíamos... seguir caminos diferentes. Sinceramente, nunca me he sentido más querida por nadie como por ti durante estos últimos dos años y te debo más de lo que podré pagarte nunca por todo lo que hiciste por mí tras el accidente. —Santana tuvo que echar mano de toda su fortaleza para mantener la voz y la mirada firmes mientras hablaba. Elaine estaba atónita.
—No me hagas esto, Santana.
Santana cabeceó con resignación.
—Pero yo no puedo darte lo que necesitas... lo que te mereces. Lo he intentado, Elaine, durante mucho tiempo y sencillamente no puedo.
—En otras palabras, no me quieres como yo te quiero —dijo Elaine en tono mordaz.
Santana suspiró pesadamente y se apoyó en el respaldo de la silla. Era una manera fría de resumirlo, pero también precisa.
—Lo siento.
Los ojos de Elaine se llenaron de lágrimas y su voz se tornó quebradiza.
—¿Sabes, Santana? A lo mejor deberíamos irnos fuera y pasar unos días las dos juntas. No quiero tirar a la basura los últimos dos años sin tener la certeza de que al menos hemos intentado arreglarlo.
—Elaine, no... ¿Cómo te lo explico? No hay nada que arreglar. Lo nuestro no ha funcionado nunca. Teníamos una amistad maravillosa, pero cometí un error al intentar que fuera más que eso, porque el amor que sentía por ti no fue nunca el tipo de amor profundo y apasionado que las dos merecemos encontrar. He intentado quererte de esa manera, de verdad. Pero no puedo.
—Así que para ti estos dos años han sido una mentira. ¿Es eso lo que estás diciendo? —El tono de Elaine se había vuelto áspero.
—No ha sido mi intención engañarte. Pero no puedo fabricar sin más la clase de sentimientos que necesitas.
—¿Por qué sigues hablando de lo que yo necesito y lo que yo me merezco? —lloró. —Tengo lo que necesito. Soy feliz contigo.
—Pero yo no.
—¿Así que ahora que ya estás bien vas a tirarme a la basura como un pañuelo usado? Renuncié a mi casa, Santana. Me deshice de todas mis cosas porque aquí no había sitio para ellas. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?
—Te ayudaré en todo lo que necesites. Puedes llevarte cosas de aquí... muebles, sábanas, manteles, platos, lo que necesites. —Recordó que la mayoría de los muebles de Elaine eran de segunda mano y sus manteles y servilletas eran de juegos sueltos que había encontrado en los rastros. Santana no tenía intención de llevarse casi nada de la casa (la porcelana de su abuela y la cama de hierro antigua sí, por supuesto), así que, si por ella fuera, Elaine podía quedarse con el resto si le apetecía.
—¿No podemos esperar un tiempo? Santana, por favor...
—He aceptado un empleo nuevo en Orlando. Empiezo de aquí a seis semanas, así que esta semana tengo que poner la casa a la venta.
—Así que te mudas a Orlando. De eso va todo esto.
—No, va de nosotras dos y del hecho de que para mí no va bien. No era cuestión de obligarte a dejar tu trabajo y a tus amigos sabiendo en el fondo de mi corazón que lo nuestro no iba a funcionar.
Las dos mujeres permanecieron sentadas en silencio durante dilatados minutos. Finalmente, Elaine se puso en pie.
—No quiero hablar más de esto esta noche. Me voy a dar una vuelta con el coche.
—Elaine, por favor. No deberías conducir así de alterada —suplicó Santana. —Me... me iré a casa de mi madre si lo que quieres es estar sola.
—En otras palabras, que tú no estás demasiado alterada como para conducir, ¿no? —El dique que había mantenido sus emociones bajo control se desmoronó en ese mismo instante. —¿Y sabes por qué no estás alterada, Santana? Porque tú ya has conseguido todo lo que necesitabas de mí. Y ahora que ya no necesitas nada más, pretendes seguir por tu lado. Te da igual que yo aún te necesite.
—Me parte el corazón saber que estoy haciéndote daño y lo siento muchísimo. Pero estaría muy mal por mi parte obligarte a renunciar a más cosas por mí, cuando siento lo que siento por nuestro futuro.
—¿Qué? ¿Es que te han ascendido?
—Sí —respondió Santana sin más.
—Y claro, ahora que tienes un trabajo distinguido en una gran empresa, yo no pego bien con él, ¿es eso? No me lo digas, déjame adivinar: ni siquiera saben que eres lesbiana.
En realidad, Ken Markoff seguramente sí, pensó Santana. Pero no era en absoluto el momento de explicar cómo se había enterado.
—No se trata de eso. No sé lo que saben, pero no pretendo pasarme la vida en el armario. Y nunca pensaría en mi pareja como algo que tuviera que «pegar» con mi trabajo. Las dos merecemos algo mejor que eso.
—¡Deja de tratarme con condescendencia! ¿Qué sabrás tú lo que merezco? —gritó Elaine. Con las mejillas empapadas de lágrimas de rabia, agarró su bolso se dirigió a la puerta como un vendaval. —Me iré de aquí tan pronto como pueda. Créeme, ahora que sé lo que de verdad sientes por mí, no quiero quedarme más tiempo del que tú quieres que me quede.
Santana hizo una mueca de dolor cuando Elaine cerró la puerta de tal portazo que los cuadros de las paredes vibraron. Había sido tan horrible como se había imaginado, pero lo único que sentía era un enorme alivio ahora que por fin se había acabado. Sabía que aquello no había sido más que el primer asalto; probablemente Elaine volvería y, más calmada, trataría de convencerla de que reconsiderara su decisión. Santana no había cedido terreno hasta ese momento, pero Elaine la presionaría todavía más para que transigiera.
Le entristecía mucho que las cosas fueran a acabar tan mal entre ellas, así que Santana tomó la decisión de esforzarse para que la transición fuera tan amistosa y pacífica como fuera posible. Tenía una cuenta de ahorros sustanciosa y estaría encantada de ayudar a Elaine a establecerse en otro lugar. Seguramente sería difícil para las dos al principio, pero su amistad era lo bastante sólida como para capear el temporal. Mientras le quedara familia en Baltimore, Santana volvería de vez en cuando a visitarlas. Quería pensar que Elaine y ella podían salvar algo del tiempo que habían pasado juntas.
Santana fue a la cocina a por un vaso de agua y vio la nota en el mármol con el número de Brittany. Le entraron ganas de vomitar otra vez, mientras arrugaba el papel y lo tiraba a la basura. ¿Qué iba a decirle? Ahora Brittany sabía la verdad.
Maitehd***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 28/04/2013
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Sólo por esta vez -Capítulo Veintidos-
el trago era de tequila y si me gustaria una nueva adaptacion y santana mas miserable no podria ser,. bye
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Página 3 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Temas similares
» Fanfic [Brittana] Halo.Tomo 3.Heaven. Capitulo: 16 Los durmientes y los muertos
» [Resuelto]Fanfic [Brittana] Halo.Tomo 2.Hades. Capitulo: 32 La espada de Miguel. Epílogo
» Fanfic Brittana! Fallen.. Capitulo 2 (parte 2) Y Capitulo 3- "Dibujo Obscuro"... 30/06/2014
» (Fanfic Brittana) You and me against all - Capitulo 2
» Fanfic Brittana - Mi Super Heroe: Maratón de Capitulos. #I'mBack
» [Resuelto]Fanfic [Brittana] Halo.Tomo 2.Hades. Capitulo: 32 La espada de Miguel. Epílogo
» Fanfic Brittana! Fallen.. Capitulo 2 (parte 2) Y Capitulo 3- "Dibujo Obscuro"... 30/06/2014
» (Fanfic Brittana) You and me against all - Capitulo 2
» Fanfic Brittana - Mi Super Heroe: Maratón de Capitulos. #I'mBack
Página 3 de 6.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1