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FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
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Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Genial el capitulo
Esperando la
Actualizacion
Saludos!
Esperando la
Actualizacion
Saludos!
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Simplemente me encanto!!!!!!
Pobre Britt por suerte esta San!!
Saludos
Pobre Britt por suerte esta San!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
vaya esta historia es increiblemente buena! Me encantan las chicas, todas tienen una increible personalidad!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Querida pretty! Este capitulo me encanto, fascino, fue genial!!!! Me dan pena britt y rach! Yo amo/odio el drama! Y este fic parece que tiene mucho... Que tierna san como cuida de britt! Y las dos que se abrieron la una con la otra! (britt mas que san) y ya se estan acercando!!! Quinn es muy misteriosa, y rach, que decir de ella, sus sueños estan acabando! :( :( :(! That's so sad...
Pretty actualiza pronto please!!!! ;) xoxo.
Pretty actualiza pronto please!!!! ;) xoxo.
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Marta como estas estoy de nuevo por aquí leyendo tus FF jajaja esta historia me ha encantado de hecho me lei todos los capitulos y que puedo decir tienes una fiel lectora espero tu próxima actualización saludos nena
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
me encanta tu fanfics y tu manera de escribir ok lo acepto
imperio0720****** - Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 19/04/2012
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Cami Rivera escribió:Muy buen FF. Hasta el momento una adaptación fabulosa. Espero que sigas actualizando seguido! Estoy ansiosa por leer el siguiente capitulo. Un abrazo! :)
Hola, gracias por leer, me alegra que te este gustando ;) Te dejo con el siguiente capitulo
Jane0_o escribió:Genial el capitulo
Esperando la
Actualizacion
Saludos!
No te hago esperar mucho, aqui tienes el siguiente capitulo, espero que lo disfrutes ;)
monica.santander escribió:Simplemente me encanto!!!!!!
Pobre Britt por suerte esta San!!
Saludos
Sí, San de enfermera, la pobre Britt se llevo un fuerte golpe, y bueno, tampoco tuvo suerte con su familia...
micky morales escribió:vaya esta historia es increiblemente buena! Me encantan las chicas, todas tienen una increible personalidad!
Verdad que si? Me encanto también esta historia por eso quise compartirla con vosotras
DafygleeK escribió:Querida pretty! Este capitulo me encanto, fascino, fue genial!!!! Me dan pena britt y rach! Yo amo/odio el drama! Y este fic parece que tiene mucho... Que tierna san como cuida de britt! Y las dos que se abrieron la una con la otra! (britt mas que san) y ya se estan acercando!!! Quinn es muy misteriosa, y rach, que decir de ella, sus sueños estan acabando! :( :( :(! That's so sad...
Pretty actualiza pronto please!!!! ;) xoxo.
Querida halagadora :P!! Es un fic mio, que esperabas? Si no tiene drama no soy feliz
Britt es más impulsiva que San, San como siempre se piensa demasiado las cosas.
Quinn tiene sus secretos al igual que todas, solo que ella es más reservada. Y Rach...bueno le toco muy mala suerte...
Ya te dejo aqui el siguiente capitulo ;) Besos!!
Britt es más impulsiva que San, San como siempre se piensa demasiado las cosas.
Quinn tiene sus secretos al igual que todas, solo que ella es más reservada. Y Rach...bueno le toco muy mala suerte...
Ya te dejo aqui el siguiente capitulo ;) Besos!!
Keiri Lopierce escribió:Marta como estas estoy de nuevo por aquí leyendo tus FF jajaja esta historia me ha encantado de hecho me lei todos los capitulos y que puedo decir tienes una fiel lectora espero tu próxima actualización saludos nena
Keiri te estas convirtiendo en una buena acosadora, estas aprendiendo de Aria? :P Me alegra tenerte por aqui también ;)
imperio0720 escribió:me encanta tu fanfics y tu manera de escribir ok lo acepto
Muchas gracias, y gracias por leer y comentar, me alegra muchisimo que te guste la historia
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Capitulo 10
Capítulo 10
—¡Tienes una pinta horrorosa, chiquilla! —gritó Artie desde el otro extremo de la estancia—. ¡Ese cabrón engreído te la ha hecho buena!
“Dios, ¿por qué no pones un puto anuncio en el periódico y se lo cuentas a todo East Quay, imbécil?”
—Estoy bien, Artie. ¿Dónde está Rory?
—Ha salido con Hernández, para cubrir la asamblea extraordinaria de la asociación de padres. Parece que los padres y los profesores del Instituto de East Quay van a unir fuerzas.
—¡Esa historia era mía, y quiero acabarla yo! —gritó Brittany, furiosa.
—Karofsky lo ve todo rojo cada vez que oye tu nombre, Pierce. Hernández se ocupará.
—¡No es justo…!
—Vete acostumbrándote. Nada es justo. Has presentado cargos contra él. No me malinterpretes, sé que lo merecía, pero no quiero que te presentes ante él por ahora.
Echando chispas, Brittany dejó el bolso en la silla que había junto a su abarrotado escritorio.
—¿Y qué se supone que debo hacer entonces, pegar sellos?
El rollizo rostro de Artie se ensombreció. Cuando se lamió lentamente los labios, Brittany reconoció las señales de tormenta inminente.
—Ándate con ojo, chiquilla. De hecho, quiero que me escribas un artículo sobre la tal Sylvester.
—¿Quién?
—Lo más cercano a la realeza que tenemos en esta ciudad. Ese vejestorio cumplirá cien años dentro de tres días. Ella y su familia tienen una larga historia, ya sabes, es la que posee la mayor parte de la industria pesquera de Nueva Inglaterra.
—¿Sue Sylvester?
—Esa misma.
—No sólo son los dueños de la industria pesquera, sino también de media ciudad, junto con los López. No sabía que era tan vieja…
—El artículo venderá muchos ejemplares y nos conseguirá anunciantes si lo planteamos como un artículo biográfico sobre ella. El que escribiste sobre la Berry te hizo famosa. Quiero que hagas algo parecido con la tipeja esta.
“¿La tipeja esta?” Artie era un cretino; la falta de respeto que solía mostrar hacia los demás nunca dejaba de sorprenderla. “¿Por qué no me limito a contestarle “que te jodan” y largarme de aquí?” Se mordió el labio y recogió su bolso. “Irme, ¿adónde?”
—Necesito que cubras todos los preparativos de su cumpleaños. Se supone que será un fiestorro tremendo que dure todo el día.
—Claro. ¿Cuándo? —contestó Brittany, preguntándose si él detectaría el tono de resignación de su voz.
—Oh, dentro de unos… treinta minutos —dijo Artie, después de consultar la hora en el enorme reloj de pared.
—¿Treinta? Dios, eso me deja apenas el tiempo de coger mis cosas e ir a por el coche.
“Espero que no acaben conociéndome por ese maldito Volvo.” Pasando de resignada a furiosa de nuevo en apenas un segundo, Brittany se pasó la correa del bolso por encima de la cabeza y se aseguró de llevar el portátil, cinta virgen para la grabadora y una libreta. Se encajó una gorra de béisbol, esperando que disimulase la mayor parte de los moratones.
—¿Dónde se celebra el tal “fiestorro”? —preguntó, aunque sabía que perdía el tiempo dedicándole a Artie sus sutiles sarcasmos.
—En la mansión de la anciana señora, junto al embarcadero. Ya sabes, justo después del muelle.
—Ah, ya. ¿Quieres también que haga fotos?
“Eso te costará caro.”
—Probablemente no habrá nada interesante que fotografiar, excepto tal vez el vejestorio y quienquiera que vaya a saludarla. Sería bueno enterarse de quién se encargará de sus cosas cuando la diñe. Nunca se sabe; cualquier trapo sucio que podamos sacar nos proporcionará más anunciantes. Y eso es lo que paga nuestros salarios.
Brittany no esperó a escuchar el sermón de costumbre.
—Me largo.
En el aparcamiento se quedó mirando sombríamente su viejo Volvo. No había recogido aún la Yamaha del Sea Fabray Café. Había llamado a Quinn para hacerle saber que pasaría por allí después del trabajo, para intentar solucionar por sí misma el problema en lugar de llamar a la grúa. Brittany estaba acostumbrada a arreglar su moto, y no le asustaba tener que ensuciarse las manos. De hecho, disfrutaba trasteando con motores, cuando tenía tiempo libre. Le era difícil encontrar tiempo que dedicarle a su pasatiempo favorito, pero las horas pasadas en el taller con su moto valían su peso en oro. Al pasar por el embarcadero pensó en que no le sería difícil pasarse más tarde por el negocio de Quinn. Siempre hay algo positivo. Mientras se aproximaba a la casa, fue repasando la historia familiar de los Sylvester. Tan famosos como los Kennedy, los Sylvester habían dejado huella en la historia de Norteamérica, tanto política como económicamente, durante más de tres siglos. Sue, la matriarca del clan, seguía residiendo en East Quay, donde había comenzado su dinastía generaciones atrás. Sue Sylvester llevaba más de cuarenta años viuda, tras haber perdido a su marido en un accidente durante un paseo en barco. Hasta donde Brittany sabía, nunca se había vuelto a casar, ni tampoco había sido vista con ningún hombre desde entonces. Los automóviles abarrotaban la gran rotonda que había frente a la mansión de los Sylvester. Ni las tablillas de cedro de la fachada, bellamente envejecidas por los años, ni el tejado de pizarra negra habían sucumbido a las tormentas a lo largo de sus casi cien años, y tampoco lo había hecho su propietaria.
Brittany guió su Volvo por entre un BMW y un Bentley, y al sobrepasarlos soltó una risita.
—Y ahora compórtate lo mejor que puedas, cochecito mío, porque me parece que aquí estás fuera de tu elemento.
Movió la cabeza de un lado a otro y se dirigió a toda prisa hacia la entrada principal, donde había varios porteros vestidos de librea.
—Brittany Pierce, reportera del New Quay Chronicle —anunció mostrando su tarjeta de prensa.
Uno de los porteros estudió detenidamente el documento.
—¿Tiene usted una copia de la invitación enviada por fax a las oficinas de su periódico?
—¿Cómo? No. No sé nada de ninguna invitación. Mi jefe…—“¡Maldito imbécil!”—. Supongo que comprenderá que, si trabajo en el Chronicle…
Estaba claro que aquel hombre no pensaba ceder.
—No puedo dejarla pasar sin invitación, señora.
Brittany se mordió el labio unos segundos y acto seguido miró la hora en su reloj. Todavía estaba a tiempo.
—Espere, sólo un minuto más.
Sacó el teléfono móvil y marcó el número del mostrador de recepción de su oficina.
—¿Amanda? Hola, soy Brittany. ¿Tienes por ahí un fax con una invitación para una conferencia de prensa en la mansión de los Sylvester? ¿Lo tienes? Excelente. Y ahora, ¿puedes enviármelo a mi número de móvil dentro de dos minutos? Gracias. Te llevaré un poco de ese asqueroso té que tanto te gusta.
Brittany colgó el teléfono y se sentó en la amplia escalinata que llevaba a la mansión. Sus dedos volaban mientras colocaba el móvil junto al portátil, haciendo funcionar la conexión inalámbrica entre ambos. Dos minutos después sonó el teléfono con la señal de tres tonos que indicaba la entrada de un fax. Brittany dejó que se descargase en el ordenador y después desconectó el móvil. Se puso en pie con el portátil en las manos y se lo colocó ante las narices al portero.
—Aquí tiene mi invitación. ¿Puedo pasar ahora?
El hombre pareció impresionado; asintió con una media sonrisa y dijo: —Sí. Bienvenida a la conferencia de prensa, señora Pierce.
Satisfecha consigo misma por haber sabido resolver el problema, Brittany le dedicó una breve sonrisa y subió corriendo las escaleras, con el portátil bajo el brazo.
—Más vale tarde que nunca. ¡Y sólo tres minutos tarde! Me merezco una medalla.
Por dentro, la casa forrada de tablillas de cedro parecía no haber sido afectada por el paso del tiempo, y estaba muy bien cuidada. Brittany sabía que la familia Sylvester había residido allí durante al menos cuatro generaciones, y la actual señora Sylvester era la última de su linaje. Brittany pensó que era triste que aquella dama hubiese vivido tanto tiempo sin ningún pariente directo. Un cartel de bienvenida orientó a Brittany hacia un enorme salón donde se habían reunido al menos otros quince periodistas, colocados en círculo alrededor de una frágil mujer sentada en un sofá forrado de seda azul cobalto. Al ver quién estaba sentada junto a ella, Brittany se detuvo en el umbral. Vestida de rojo de los pies a la cabeza, Santana parecía estar completamente a sus anchas. Brittany se quedó sin aliento al contemplar sus largas piernas, que la falda dejaba ver hasta un poco por encima de la rodilla. Llevaba el cabello recogido en un informal moño a la altura de la nuca. Parecía relajada, pues sus elegantes manos reposaban cruzadas sobre el regazo. Al verlas, Brittany recordó de inmediato la forma en que aquellas manos la habían masajeado, tres noches antes. Sus propias manos temblaron al abrir su portátil para utilizarlo como tablilla de anotaciones. Aferró el puntero con dedos sudorosos e intentó pasar desapercibida, sentándose tras los demás reporteros. “Otra conferencia de prensa. ¿Y quién está aquí para apoyar a la protagonista de la noticia? Ella, por supuesto.” No le bastaba con invadir constantemente sus pensamientos, haciendo que Brittany acabase soñando despierta: tenía que aparecer cada vez que ella se daba la vuelta.
—Bienvenidos a esta conferencia de prensa —comenzó Santana, y su voz hizo que la piel de Brittany se erizase—. La señora Sylvester agradece el interés de todos ustedes por su próximo cumpleaños, que coincide con el 150 aniversario de Sylvester´s Fishing, Inc. Fundada por el abuelo de la señora Sylvester, fue una de las pocas empresas que no quebró en la fuerte crisis que sufrió la industria pesquera hace dos décadas. Podría seguir hablando durante horas de lo mucho que admiro la forma en que la señora Sylvester diversifica su negocio, pero, en vez de hacerlo —dijo Santana, al tiempo que sonreía y hacía un gesto hacia la mujer que estaba junto a ella—, dejaré que la señora Sylvester responda a algunas de sus preguntas.
—Llámenme Sue.
El arrugado rostro estaba apagado como una rosa marchita, aunque conservaba una delicada belleza. Hablaba en voz baja, pero enérgica y dominante.
“Supongo que es imposible vivir hasta ser centenaria y permanecer al timón de tu barco sin ser fuerte y decidida.” Brittany miró a Santana. “¿Es ese el futuro que te espera, rica, poderosa y…sola?”
Los periodistas formularon las preguntas habituales: cómo se sentía al convertirse en centenaria, cómo había sido su vida desde que se retiró, unos años antes, si tenía planeado algo especial para cuando cumpliese los 101… Sue contestó educadamente a cada pregunta, sin dejar de mantener cierta distancia. Era obvio que no se trataba de la primera vez que Sue Sylvester tenía que vérselas con la prensa. Brittany alzó la mano.
—Brittany Pierce, del New Quay Chronicle. ¿Cuánto tiempo hace que usted y la señora López son buenas amigas?
Sue ladeó unos segundos la cabeza, intentando distinguirla por entre otras dos cabezas.
—La señora López comenzó a visitarme regularmente cuando no era más que una niña. Nos hicimos amigas enseguida, a pesar de la diferencia de edad.
—¿Es cierto que entre usted y la señora López poseen la mayor parte de los inmuebles y terrenos de East Quay?
—Sí, eso creo.
—Tal poder debe de conllevar una enorme responsabilidad. ¿Cuál es su forma de asumirla?
Sue pareció meditar la pregunta.
—Tiene usted razón, es una enorme responsabilidad, y no todos los propietarios la toman en serio. Las personas y las empresas que habitan en mis inmuebles, y también en los de la señora López, pueden dar fe de que nos preocupamos por mantenerlos en buen estado.
Seducida a su pesar por la franqueza de Sue, Brittany formuló una nueva pregunta:
—Uno no puede alcanzar esa edad tan venerable sin adquirir sabiduría. ¿Cree que hay algo de lo que ha aprendido que merezca la pena compartir con nuestros lectores?
Sue soltó una carcajada y meneó la cabeza.
—Querida, sus conclusiones no tienen una base sólida. Algunas personas consiguen vivir durante largo tiempo y no aprenden ni lo más mínimo, mientras que a algunos niños la sabiduría les sale por las orejas. La vida me ha enseñado muchas lecciones, pero puede ocurrir que tan sólo sean valiosas para mí. Pero, si aun así quiere usted que cite alguna de ellas —añadió, mirando brevemente a Santana—, siempre podré aconsejarle que siga los impulsos de su corazón.
Brittany contuvo el aliento. ¿Por qué había mirado de aquella forma a Santana? Brittany se fijó en que el rostro de Santana reflejaba durante apenas un segundo algo parecido a la cautela.
—Parece una frase hecha —señaló con voz risueña para no ofenderla.
—Algunas frases hechas acaban siéndolo por una buena razón —contestó Sue, que no pareció ofenderse ni lo más mínimo—. Yo desafié a las convenciones cuando insistí en cursar estudios superiores, incluidos los universitarios. Cuando comencé a hacerme un hueco en el negocio familiar, todos se pusieron en mi contra. También actué contra los deseos de mis padres al contraer matrimonio con mi esposo, un erudito al que no le interesaba lo más mínimo el dinero ni los beneficios. Y desde luego irrité muchísimo a las personas de mi círculo al seguir trabajando después de casarme. No tuvimos la suerte de tener hijos, y supongo que lo que yo quería… y necesitaba hacer, era trabajar.
De pronto Sue pareció volverse más frágil. Santana se levantó de su asiento.
—Esto es todo por hoy. Como saben, el viernes próximo tendrá lugar una gran celebración en el ayuntamiento. Si dejan sus nombres y el de sus publicaciones a los porteros recibirán una invitación. Gracias por haber venido.
Todos comenzaron a abandonar la sala. Brittany tecleó unas cuantas notas más en su portátil antes de guardarlo en el bolso.
—Me gustaría hablar en privado con la señora Pierce.
Santana vio que la cabeza de Brittany se enderezaba de golpe. Ahora la voz de Sue no parecía frágil en absoluto. Brittany se acercó con cautela.
—¿Sí?
—No, aquí no —dijo Sue—. ¿Qué tal si vamos a mi estudio? El sofá de piel que tengo allí es mucho más cómodo, y Marie puede traernos algo para beber.
Santana no tuvo más remedio que admirar el aplomo de Brittany cuando entraron en la estancia, panelada con madera de tonos oscuros. Un fuego crepitaba en la chimenea. Santana ayudó a Sue a sentarse en el sillón más cercano al cálido hogar.
—¿Puedo preguntarle de qué va todo esto? —dijo Brittany, tomando asiento frente a la dama.
—Por supuesto, querida. Pero primero será mejor que llamemos a Marie. ¿Te importa, Santana?
—Claro que no.
Santana tiró de un cordón de seda que colgaba junto a la chimenea. Le hacía gracia el empeño de Sue por mantener la vivienda en su estado original. La casa disponía de todas las comodidades modernas, bien escondidas tras una fachada dieciochesca.
—Y ahora, señora Pierce… ¿puedo tutearla?
—Claro.
—Pues bien, Brittany, te he pedido que subas aquí por una razón muy concreta.
—¿En qué puedo ayudarla, pues?
—Directa al grano. Eso me gusta.
Sue giró la cabeza al oír que la puerta se abría y una mujer de mediana edad entraba en la estancia.
—Ah, Marie. Por favor, trae a mis invitadas algo caliente y unos cuantos de esos bollitos que tú haces. Yo tomaré té Darjeeling.
Tanto Santana como Brittany optaron por tomar café solo, y después Santana volvió toda su atención hacia Sue, quien a su vez se dirigía a Brittany.
—¿Trabajas a comisión?
—¿Cómo dice?
—Quiero decir si escribes por encargo.
—Hasta ahora nunca lo he hecho. Estoy contratada por el Chronicle. ¿Por qué lo pregunta?
—Permíteme que lo explique así: ¿te parece que merece la pena contar la historia de East Quay?
—Por supuesto. Es un lugar especial, pues fue uno de los primeros asentamientos de Nueva Inglaterra; me enorgullezco de ser de aquí.
—¿Sabías que mi antepasado, William Sylvester, ayudó a fundar esta ciudad en 1699?
—Sí, la biblioteca y el parque llevan su nombre.
—Bueno, en realidad no estoy muy interesada en los logros de William, pues ya están suficientemente documentados. Gracias, Marie —le dijo a la mujer, que acababa de regresar trayendo una enorme bandeja—. Pero sí necesito un escritor de talento que hable de las mujeres de mi familia, a qué se dedicaron y cuáles fueron sus logros —añadió, y su tono se hizo más duro—. ¡Nueve generaciones de mujeres con mi mismo apellido!
—¿Qué le hace pensar que yo podría llevarlo a cabo?
—Viene usted muy bien recomendada —replicó Sue, mirando a Santana con indudable afecto.
Brittany le dirigió una mirada dubitativa.
—Eso me halaga, Sue, pero ahora mismo ya tengo un trabajo que acapara todo mi tiempo.
Santana estuvo a punto de soltar un gruñido. “¡No dejes escapar esta oportunidad, Brittany! ¡Tú vales para mucho más que para escribir sobre reuniones de consejos escolares y exposiciones caninas!”
—Lo sé, pero seguramente podrás tomarte una excedencia. ¿Cómo podrían negarse? Llevas trabajando para ellos… ¿cuánto, quince años?
—Sí, pero usted no conoce a mi jefe. ¿Cómo va a concederme una excedencia, si ni siquiera sabe deletrear esa palabra? Y además, la historia de East Quay no le interesa demasiado, ya que no es de aquí. De hecho, a veces creo que es extraterrestre —concluyó Brittany con una mueca.
Sue se dejó caer contra el respaldo del sofá. La taza de té rebotó con estruendo sobre el platillo.
—No te he pedido que dimitas.
“¡Yo sí lo haría! —pensó Santana, furiosa—. ¡Es un callejón sin salida!”
Brittany bebió un sorbo de café y después recogió su larga trenza rubia y comenzó a retorcerla. Santana se quedó mirando aquellos largos dedos, notando casi su tacto, como cuando estaban posados sobre su mano, en el restaurante. “¡Acepta, Brittany!”
De pronto Brittany alzó la vista hacia ella, pillándola por sorpresa.
—¿Y qué era eso de que venía “muy bien recomendada”?
Santana se encogió sobre sí misma sintiéndose desnuda, como si Brittany pudiese ver el deseo que en aquellos momentos corría por sus venas.
—Cuando Sue me preguntó si conocía a algún escritor de aquí al que pudiera encomendársele esta misión, pensé en ti.
—¿Por qué? Debes de conocer a miles de personas. Seguro que algunas de ellas escriben mejor y son más famosas de lo que yo nunca podría aspirar a ser.
Santana no pudo evitar sonreír ante aquella exageración.
—Conozco a un par de escritores, además de a ti. Ninguno de ellos es de aquí, y la forma en que escribiste sobre Rachel Berry me hizo pensar que tal vez podrías ser la persona que Sue está buscando.
—¿Tan poco valoras tu talento, Brittany? —quiso saber Sue.
—¿Qué quiere decir con eso? Me limito a ser realista. No es muy… racional que una reportera de una pequeña ciudad triunfe en el mundo editorial, mientras que sí lo es el tener un empleo que pague tus facturas.
—No hay nada malo en ser capaz de pagarse las facturas —convino Sue—, pero este trabajo serviría perfectamente para pagar tus facturas durante al menos un par de años. Supongo que no tengo que explicarte que ahí fuera hay un montón de periodistas que venderían a su abuela por un trato como este. Mi familia sigue siendo noticia para los medios de comunicación, y sería la primera vez que alguien escribe sobre ellos con este enfoque.
Brittany se sirvió otra taza de café y bebió un gran trago, sin quitar los ojos de Santana.
—Entonces, y sólo por continuar con el tema, ¿se trata de una oferta o de una posibilidad? Es decir, ¿tendría que demostrar de alguna forma mi capacidad?
—No, ya la has demostrado suficientemente. Lo único que tienes que decidir es si aceptas el encargo.
Santana se preguntó qué estaría pasando en esos momentos por la mente de Brittany. No habían vuelto a hablar desde el sábado por la mañana, cuando Brittany despertó en su sofá.
—Estoy empezando a asimilarlo —contestó Brittany—. ¿De cuanto tiempo dispongo para decidirme? ¿Cuánto me pagaría? ¿Sería suficiente para mantenerme? Es un proyecto muy extenso…
Sue le hizo una seña a Santana para que le acercase un maletín que había junto al sofá. Después de rebuscar entre un montón de papeles le entregó a Brittany un contrato.
—Como puedes ver, ganarías lo suficiente para que te quede dinero para sobrevivir hasta dos años después de finalizar el proyecto. Y puedo asegurarte, querida, que si no te conceden la excedencia y debes dimitir ahora mismo, no tendrás ningún problema para encontrar otro trabajo. Sobre todo porque este libro tal vez suponga tu billete a las listas de superventas en la categoría de no ficción —añadió sonriendo fugazmente—. Las mujeres de mi familia han sido tan ilustres e interesantes como las Kennedy, aunque nunca se haya escrito sobre ellas, pero tú dispondrás de abundante información.
—Eso desde luego —contestó Brittany, y a continuación se dirigió a Santana—. ¿Cómo sabías que Artie me enviaría a mí aquí, en lugar de a Hernández?
—Se lo pedimos —replicó esta, intentando parecer indiferente.
“Apuesto a que su jefe se muere por saber lo que está sucediendo, pero tendrá que esperar a que Brittany se lo cuente. Si es que se lo cuenta.”
Brittany no hizo ningún comentario. Dejó la taza de café, buscó en uno de sus bolsos y sacó una cámara.
—Necesito unas fotos para el Chronicle, ¿de acuerdo? Mi fotógrafo está cubriendo otra noticia.
—Claro que sí —aceptó Sue—. Adelante, y asegúrate de que Santana salga en la foto.
A Santana no le hizo gracia que la fotografiasen, pero tampoco quería decepcionar a Sue. Vio cómo Brittany disparaba varias veces la cámara hacia la vieja dama. Mientras Brittany iba moviéndose por toda la estancia, Santana miraba de reojo hacia el espejo que ocupaba por completo una de las paredes, devorando en secreto cada ángulo de la muchacha. Se fijó en cómo los pantalones sueltos que llevaba destacaban su breve cintura y la bonita forma de sus caderas, algo avergonzada del oscuro placer que sentía. La gruesa trenza danzaba sobre su espalda, y Santana recordó el aspecto de aquellos sedosos mechones rubios, derramados sobre el almohadón de su sofá.
—¿Santana?
Brittany le hizo un gesto para que se acercase, de modo que disimuló su incomodidad, consiguiendo dedicarle una sonrisa a Sue mientras Brittany disparaba una y otra vez. Después de tres fotos más, Brittany guardó por fin la cámara.
—Muchas gracias, señoras. ¿Para cuándo necesitarán que les dé mi respuesta?
—Me gustaría poder anunciarlo durante las celebraciones del próximo viernes —contestó Sue.
—Entonces se lo haré saber el jueves.
—Eso es apurar demasiado los plazos —dijo Santana poniéndose también en pie—. Hoy es lunes. ¿No podrías decírnoslo…?
Los ojos de Brittany recordaron a Santana el hielo que había contemplado una vez, durante un crucero por el Ártico.
—El jueves. No me gusta que me manipulen.
“¡Oh, magnífico!”, pensó Santana, contrariada.
—De acuerdo, el jueves.
—Gracias por el café, Sue. Santana… —saludó Brittany, con un rígido movimiento de cabeza, mientras se pasaba la correa del bolso por encima de la cabeza y lo dejaba caer sobre la cadera—. Yo misma encontraré la salida.
En la estancia se hizo un silencio de sorpresa. Poco después Sue se volvió hacia Santana, con el delgado rostro fruncido en una mueca de extrañeza:
—No parece tan entusiasmada como yo esperaba.
—Ya te advertí que se lo pensaría dos veces.
—Sí, pero he notado algo más: parecía desconfiar más de ti que de mí. ¿No debería ser al revés, ya que es tu vecina?
Santana notó un súbito calor en las mejillas.
—Tal vez. La verdad es que la relación no comenzó con muy buen pie. Y el haber sido atacada la semana pasada por Dave Karofsky seguramente habrá hecho que desconfíe más de todo el mundo.
—Pero ¿tú te fías de ella?
—Sí —contestó Santana, encogiéndose de hombros—. A pesar de todo lo demás, Brittany ha demostrado ser muy íntegra.
—¿Todo lo demás? —preguntó Sue, alzando las manos—. Bueno, déjalo, no es asunto mío. Espero de corazón que acepte. Mi instinto me dice que ella sería perfecta para el trabajo, y sabes que no suelo equivocarme.
—Nunca se me ocurriría dudar del famoso instinto de los Sylvester —dijo Santana sonriendo.
—Y mi instinto también me dice que entre vosotras dos hay algo más que lo que parece a primera vista. Pero, como ya he dicho, eso no es asunto mío —concluyó Sue, asintiendo majestuosamente.
Tan sólo los impecables modales de Santana consiguieron impedir que pusiese los ojos en blanco. “¡Será retorcida!”
—No hay ningún asunto, ni que tratar ni que olvidar.
Sue soltó una carcajada sorprendentemente sonora. No parecía convencida en absoluto
.
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Acosadora yo no para nada Marta jejejejeje o bueno quizas un poco digamos que ARIA me ha enseñado jajajajaja pero no mentiras es que solo me gustan las historias que puedo decir me gusto mucho el capitulo espero tu proxima actualización nena
Keiri Lopierce-* - Mensajes : 1570
Fecha de inscripción : 09/04/2012
Edad : 33
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Cada vez mejor los capitulos
Saludos y hasta
La siguiente
Actualizacion!
Saludos y hasta
La siguiente
Actualizacion!
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Otro capítulo satisfactorio! Gracias por actualizar de manera tan frecuente.
Espero.que Santana pronto se decida a.encarar sus sentimientos por Brittany...
Espero.que Santana pronto se decida a.encarar sus sentimientos por Brittany...
Cami Rivera** - Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Edad : 31
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Halagadora yo?!? Todo el mundo me lo dice!!! Creo que ya descubri porque...
Me encanto!!! Mucho brittana! Perfect!! Quiero que britt confie de nuevo en san!... Me sorprendi con la edad de sue... Pretty actualiza pronto please. XOXO ;)
Me encanto!!! Mucho brittana! Perfect!! Quiero que britt confie de nuevo en san!... Me sorprendi con la edad de sue... Pretty actualiza pronto please. XOXO ;)
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Halagadora yo?!? Todo el mundo me lo dice!!! Creo que ya descubri porque...
Me encanto!!! Mucho brittana! Perfect!! Quiero que britt confie de nuevo en san!... Me sorprendi con la edad de sue... Pretty actualiza pronto please. XOXO ;)
Me encanto!!! Mucho brittana! Perfect!! Quiero que britt confie de nuevo en san!... Me sorprendi con la edad de sue... Pretty actualiza pronto please. XOXO ;)
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Keiri Lopierce escribió:Acosadora yo no para nada Marta jejejejeje o bueno quizas un poco digamos que ARIA me ha enseñado jajajajaja pero no mentiras es que solo me gustan las historias que puedo decir me gusto mucho el capitulo espero tu proxima actualización nena
Lo sabia!! Aria esta creando un ejercito de acosadoras
Me alegra que te guste la historia, y sobretodo, tenerte aqui ;)
Me alegra que te guste la historia, y sobretodo, tenerte aqui ;)
Jane0_o escribió:Cada vez mejor los capitulos
Saludos y hasta
La siguiente
Actualizacion!
Aqui te la dejo ya ;)
Cami Rivera escribió:Otro capítulo satisfactorio! Gracias por actualizar de manera tan frecuente.
Espero.que Santana pronto se decida a.encarar sus sentimientos por Brittany...
Me alegra que sea de tu agrado, intento actualizar siempre que puedo.
Lo de Santana....pronto lo veremos...
Lo de Santana....pronto lo veremos...
DafygleeK escribió:Halagadora yo?!? Todo el mundo me lo dice!!! Creo que ya descubri porque...
Me encanto!!! Mucho brittana! Perfect!! Quiero que britt confie de nuevo en san!... Me sorprendi con la edad de sue... Pretty actualiza pronto please. XOXO ;)
Todo el mundo te lo dice? Vaya asi que vas halagando a todo el mundo
Sue con 100 años, raro verdad? :P
Veremos mas de las Brittanas pronto, ya, en el siguiente :P
Sue con 100 años, raro verdad? :P
Veremos mas de las Brittanas pronto, ya, en el siguiente :P
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
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Edad : 36
FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Capitulo 11
Capítulo 11
Quinn dio un respingo al oír las campanillas de la puerta del café. Esperaba que fuese Rachel, y al mismo tiempo temía verla. Los tres días de silencio transcurridos después de sus ardientes besos en el sofá la hacían sentirse como si unos dedos helados le estuviesen agujereando el corazón.
Sin embargo, fue Brittany la que entró en el café medio vacío. Su abrigo de cuero goteaba agua.
—¡Hola! ¡Dios, está diluviando!
—Hola. ¿Un exprés con leche?
—Sí, por favor. Acabo de tomar un café horroroso en la mansión de los Sylvester.
Sorprendida, Quinn alzó la vista hacia Brittany, que estaba sentándose frente a la barra.
—¿La mansión de los Sylvester? Vaya, eso sí que es ascender de nivel.
—Me temo que no —sonrió Brittany—. Sólo fue por cuestiones de trabajo. Sue Sylvester cumple un siglo el viernes.
—¡Caray, no está nada mal! Sigue estando en forma, ¿no?
—Muy en forma. Y también muy persuasiva, si quieres mi opinión.
—¿Qué quieres decir?
—Me han ofrecido un trabajo.
—¿Han? ¿Quiénes?
—También estaba allí Santana López. Resulta que son buenas amigas.
—No me extraña.
Quinn comenzó a calentar la leche con el chorro de vapor. Al cesar el estruendo añadió:
—Están destinadas a moverse en los mismos círculos.
—Ya lo supongo. Gracias —dijo Brittany cogiendo el humeante vaso—. Es que fue todo muy repentino. ¿Y si no es lo que me conviene?
—Pero tú odias a tu jefe. ¿Sería peor la señora Sylvester?
—De ninguna manera —contestó Brittany con gesto de asco—. Pero claro, tengo facturas que pagar, y ese encargo no duraría más que dos años…
—¿Dos años?
Quinn no conseguía comprender por qué dudaba Brittany.
—Eso no es nada malo. Hay mucha gente que no sabe ni lo que estará haciendo dentro de dos días.
Las mejillas de Brittany se tiñeron de rosa.
—Ya sé que puedo permitirme el lujo de elegir.
Quinn deseó poder retirar lo que acababa de decir.
—Lo siento, Brittany. No pretendía hacerme la santurrona.
Sabía lo importante que era la independencia para Brittany. Con una madre como la que tenía, no tenía más remedio que mantenerse a sí misma. Quinn no había llegado a conocer a aquella mujer, y tampoco le apetecía demasiado. De hecho, no quería ni pensar en lo que diría si alguna vez presenciase la forma en que la señora Pierce trataba a su hija.
—Y no lo has hecho, no te preocupes.
Quinn observó atentamente a Brittany. Se la veía muy pálida, lo cual hacía que los moratones destacasen todavía más.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí. Bueno, no, la verdad es que no —suspiró Brittany, y bebió un sorbo de su vaso—. Tal vez esté metida en un lío.
—¿Cómo?
Quinn acercó el taburete que siempre tenía tras el mostrador y se sentó antes de continuar:
—Pero una oferta de trabajo no tiene por qué…
—No estoy hablando de eso, es otra cosa. Algo que es mucho más probable que pueda arruinarme la vida. ¡Dios, cómo me duele la cabeza! —se quejó, apoyando la barbilla en la palma de la mano.
—Tengo aspirinas.
—Gracias, pero mi estómago no lo toleraría. Será mejor que compre algo con paracetamol de camino a casa. No puedo seguir tomando las píldoras que me recetó el médico; hacen que me comporte de forma extraña.
—¿De veras?
—Sí —contestó Brittany mirándola a los ojos—. Se me suelta demasiado la lengua. Le conté a Santana que me parecía atractiva incluso antes de golpearme la cabeza y, cuando comencé a tomar la medicación, la cosa empeoró.
—¿Qué dijo ella? ¿Qué le dijiste tú?
—Se comportó como una perfecta señora. Me acogió en su casa al verme herida, y cuidó de mí.
—Pero… ¿no respondió nada?
—No, la verdad es que no. Pero había algo en ella —añadió, frunciendo el ceño—, algo que no podría afirmar con seguridad, pero que me hace preguntarme si… No quiero cotillear, pero es que me estoy volviendo loca de tanto pensar en ella. ¡Y ahora me ha recomendado a Sue Sylvester para que le escriba un libro!
Por un momento, Quinn pensó que sus propias preocupaciones no eran tan graves.
—¿Y?
—Es un proyecto apasionante, y normalmente habría dado un ojo por él
—¿Pero…?
—Pero… ¡no sé! —admitió Brittany, con los ojos brillantes por las lágrimas que retenía—. ¡Mierda, mírame! No sé qué hacer, y tengo este estúpido dolor de cabeza, y…
Quinn sabía que Brittany no era precisamente de lágrima fácil. Rodeó la barra y posó el brazo en sus hombros con gesto protector, asegurándose de que los pocos clientes no pudiesen ver la angustia de su amiga.
—No tienes que decidir nada ahora mismo. Respira hondo. ¿Por qué no te vienes tras el mostrador? —añadió apretándola cariñosamente contra sí—. Tengo un sillón muy cómodo y un ordenador tras esa cortina. Podrás poner los pies en alto y… puede que tenga paracetamol por ahí. Vamos.
Brittany la siguió.
—Gracias, eres muy considerada.
—Eh, ¿para qué están las amigas? Tú escribiste aquel artículo sobre el Sea Fabray Café, sin sacar a relucir mi sórdido pasado.
Quinn había exagerado deliberadamente el alivio sentido, porque, de hecho, sólo con pensar en la primera campaña publicitaria del café le revolvía el estómago.
—Tú no tienes ningún sórdido pasado. Hiciste lo que pudiste con lo que tenías. Eso no es ninguna vergüenza.
“Todavía no conoces toda la historia. No tienes ni idea de cuánto he ocultado.” Quinn se obligó a sonreír y se agachó a recoger el botiquín que había bajo la barra. Sacó una caja de paracetamol intacta y la agitó en el aire.
—¡Estamos de suerte!
—Gracias de nuevo —dijo Brittany, aceptando dos cápsulas y una botella de agua.
Dos grandes tragos después, Brittany se sentaba en el “despacho” que había tras la cortina. Mientras, Quinn se fue a atender a dos nuevos clientes, sin dejar de vigilar a Brittany para asegurarse de que su aspecto no empeoraba. Al acabar arrastró un taburete junto a ella, comprobando que podía atender el café desde allí.
—Nunca he conocido a nadie como ella —murmuró Brittany.
Quinn no necesitó preguntarle de quién estaba hablando.
—Es todo un enigma, ¿verdad? Una mujer contradictoria.
—¿A que sí? —contestó Brittany, asintiendo vigorosamente—. Tan dueña de sí, siempre procurando dar la imagen que se espera de ella. Y a la vez tan… preocupada por los demás, con una extraña pasión que la desborda, y de la cual no creo que sea consciente.
Quinn no dijo nada, esperando a que su amiga decidiese si confiar en ella… o no.
—Fue muy buena conmigo la noche del viernes pasado. Me frotó la espalda y se comportó como si yo le importase. Pero después volvió a ser rígida y severa… ¡como si fuese una de esas tipas estiradas de la nobleza!
—¿Y te parece que eso es un problema?
No era propio de Brittany el estar tan alterada. Quinn se preguntó hasta qué punto se había vuelto vulnerable.
—¡Soy una estúpida! —continuó Brittany, aferrando su taza—. No tengo ni idea de si le gustan las mujeres. Es bien sabido que ha tenido tantas parejas masculinas como para montar dos equipos de fútbol. Todos muy machotes, según parece.
—¿La has investigado? —preguntó Quinn, alzando una ceja; había procurado no preguntarlo en tono crítico, por mucho que le hubiese sorprendido.
—Sí —confesó Brittany ruborizándose desde el cuello hasta las mejillas—. Revisé unos cuantos archivos. Había fotos de los actos sociales a los que suele acudir, ya sabes, actos benéficos, estrenos, cosas así.
—No todo es lo que parece.
—Algunas cosas sí. La mayoría, incluso.
—No la juzgues con demasiada rapidez. Yo sé lo que la gente sigue murmurando de mí, después de todos estos años —añadió Quinn tragando saliva—. Este año esperaba que me invitasen a la cena de la Cámara de Comercio de East Quay, pero alguien ha conseguido impedirlo, a pesar de que el Sea Fabray Café es uno de los nuevos negocios que más están creciendo en toda la ciudad.
Quinn sabía que su voz sonaba herida y enfadada, pero así era como se sentía, y era un gran alivio poder contárselo a alguien, por fin.
—¡Joder, Quinn, son una pandilla de gilipollas!
—Sí, pero son los que tienen el poder. Ya sabes que el presidente es el señor Ludlow, el banquero, y él es quien tiene mi destino en sus manos. Creí haber demostrado mi valía, e incluso, después del artículo que escribiste, pensé que también alguien como yo podría entrar en sus dominios. Pero al parecer no es así.
Quinn se dejó caer contra la pared, sintiéndose derrotada. “Y además está Rachel. ¿La habré alejado de mí para siempre? ¡Besarla me parecía tan natural…! ¿Cómo puede haber sido eso un error?”
—Puedes apelar su decisión —replicó Brittany volviéndose hacia ella—. Tienen unas condiciones que hay que cumplir para ser miembro de la Cámara. Tú cumples esas condiciones, y deberían haber aprobado tu ingreso. Así de simple.
—No es simple, para nada. Soy persona non grata.
—Eso es lo más ridículo que he oído en la vida. ¿Quién lo dice?
Una famosa voz interrumpió su diálogo, y Quinn se volvió al instante hacia ella:
—¡Rachel!
—Hola, Quinn. Antes de nada necesito un exprés doble. De lo mejor que tengas.
—¡Marchando!
Feliz de tener algo que la distrajese de la creciente frustración que sentía, Quinn se volvió hacia la cafetera industrial e introdujo el café finamente molido en el portafiltro. Tuvo que controlarse para no presionarlo demasiado y estropear así la mezcla. Respiró hondo tres veces, lenta y deliberadamente. Cuando le llevó el exprés a Rachel, servido en vaso alto, procuró sonreír educadamente. “Si es que es posible sonreír con los labios tan tensos.” Estaba segura de que tenía aspecto de idiota, sonriendo de oreja a oreja por puro nerviosismo.
—Gracias.
Rachel suspiró y bebió un sorbo.
—Lo necesitaba. El café y todo esto —añadió, haciendo un gesto que abarcaba todo el bar—. He tenido una reunión con un director de Broadway de Nueva York, un viejo amigo, pero no hace más que intentar convencerme para que dé tres conciertos en seis meses en el Carnegie Hall. Tuve que repetirle dos veces que no pienso dar ningún concierto más después de mi actuación de despedida de aquí.
Rachel parecía firme y convencida de su decisión, pero Quinn pudo ver el dolor reflejado en sus ojos, aquellos hermosos ojos que estaban quedándose ciegos.
—Estoy deseando oírte cantar y ver cómo seduces a toda tu ciudad natal —dijo Brittany.
—Gracias, pero últimamente no estoy tan segura de que eso vaya a ser así. Tengo… muchas cosas en la cabeza, y eso afecta a mi voz.
—Entonces tendremos que asegurarnos de que tu cabeza está donde tiene que estar.
Quinn cogió un trapo y comenzó a limpiar la inmaculada barra, aunque preferiría poder rodear a Rachel con sus brazos y abrazarla con fuerza para consolarla. Al pensarlo frotó con más energía.
—Es hora de dar por concluida la jornada —dijo Brittany poniéndose en pie—. Ahora ya me siento mejor. He decidido llamar a la grúa, después de todo, y decirles que vengan a recoger mi moto. Estoy demasiado cansada para intentar arreglarla yo misma.
—La he cubierto con un plástico.
A Brittany se le iluminó el rostro.
—Estupendo, muchas gracias —dijo a Quinn; a continuación se palpó el bolsillo, abrió el teléfono móvil y se alejó de ellas para efectuar la llamada.
Rachel miró a Quinn con gesto interrogante.
—¿Estás bien, Quinn? Pareces… apagada.
—Estoy perfectamente. Dentro de un rato vendrán los clientes que acaban de salir del trabajo, y el negocio va viento en popa.
Quinn sabía que estaba intentando cambiar de tema, pero la firme mirada de Rachel no dejaba escapatoria posible. Irritada al verse atrapada, fue a por una caja de naranjas y comenzó a apilarlas junto al exprimidor. De pronto la sorprendió la voz de Rachel, teñida de una súbita tristeza:
—¿He hecho algo para que te enfades así?
“Enfadada no es la palabra, ni mucho menos. ¡Por Dios Santo, te besé! Prácticamente te asalté sobre el sofá y te robé un beso a la fuerza…”
—No. Sí. Lo que quiero decir es que fue culpa mía. Será mejor que no hablemos de eso aquí —añadió, mirando con preocupación a los clientes que estaban al otro extremo del local.
—Me parece bien. ¿Dónde, pues?
Quinn notó que se le erizaba la piel de brazos y piernas. “¿Acaso no ves que me estoy muriendo, Rachel? ¡Deja de presionarme!”
—No lo sé, ahora estoy ocupada.
—¿Puedes venir a casa esta noche? Podríamos sacar de paseo a los perros y después tomarnos un tentempié de última hora.
Quinn deseaba declinar la invitación. Lo que más le apetecía era esconderse de Rachel, la mujer que había derribado todas sus defensas con extraña facilidad. “Pero le prometí que estaría a su lado siempre que me necesitase.”
—De acuerdo. Cierro a las diez. Puedo pedir a Emma y Will que cubran la última media hora en mi lugar.
—Me encantaría, de verdad —dijo Rachel echándose ligeramente hacia atrás en su taburete.
—Me voy, pues —anunció Brittany—. Gracias por todo, Quinn.
—Ve a casa y descansa. Sigues estando muy pálida.
—Lo intentaré —contestó Brittany con una mueca.
Cuando salió de la cafetería, Rachel se levantó también de su taburete y apuró lo que quedaba de su exprés.
—Delicioso como siempre, linda. Nos vemos más tarde.
Quinn asintió e hizo un ademán para recoger la taza al mismo tiempo que Rachel. Sus manos se encontraron. Rachel, que al parecer no la había visto venir, la sujetó cariñosamente.
—No me dejes al margen, Quinn—susurró—. Por favor…
El repentino contacto estuvo a punto de acabar con Quinn. Apretó la mano de Rachel, sujetándola unos segundos más de lo normal.
—Allí estaré.
—¡No cierre las puertas, por favor!
Brittany estaba a punto de apretar el botón del tercer piso. Abrió la reja exterior y Santana entró a toda prisa, llevando al menos ocho bolsas de distintas boutiques y el maletín sujeto bajo el brazo izquierdo.
—¡Brittany, qué bien! ¿Puedes rescatar mi portátil? Creo que he sobreestimado mis fuerzas.
—Ya lo tengo —dijo Brittany, sujetándolo, al tiempo que procuraba ahogar un gemido al darse cuenta de que había rozado sin querer el pecho de Santana—. Lo siento.
Santana dejó las bolsas en el suelo y tendió las manos para recibir el maletín.
—Gracias —le dijo—. Podría haber ocurrido un desastre.
—Aquí tienes —contestó Brittany, entregándoselo; a continuación señaló las bolsas, alegrándose de tener otro tema de conversación—. Parece que has estado muy ocupada.
—Sí. Tengo varios actos dentro de poco, por no hablar del concierto benéfico de dentro de unas semanas, y tengo que reponer mi guardarropa. Me di cuenta de todo lo que me quedaba pendiente cuando Sue y yo intentamos poner una fecha para repasar el material de la investigación contigo… en caso de que aceptes.
—Pareces un personaje de Misión imposible —sonrió Brittany—.
“En caso de que aceptes…”
Santana pareció dudar un momento y por fin soltó una risita.
—Sí que lo parecía, sí…
Al apoyarse contra la pared del ascensor, Santana aparentó de pronto más joven y más a sus anchas. Sin embargo, en cuanto el aparato se detuvo con un repentino tirón volvió a enderezar los hombros.
—Lo meditarás detenidamente, ¿verdad, Brittany?
—Sí, ya dije que lo haría.
“Por favor, no intentes forzar ya una decisión.” Brittany abrió la puerta interior del ascensor.
—Lo sé, lo sé —contestó Santana, alzando las manos con gesto tranquilizador.
Brittany empujó la puerta exterior, arrepentida de su seca respuesta.
“Tal vez estén ofreciéndome una oportunidad única en la vida, y yo me comporto como si me estuviesen acosando sexualmente.”
—Oye, ¿te apetece una taza de café? —ofreció de pronto.
Santana se quedó mirándola unos segundos, sin dar ni la más mínima pista de lo que estaría pasando por su cabeza.
—Será un placer, muchas gracias.
—Yo no tengo el don de Quinn para hacer los exprés, pero mi café solo no está nada mal.
—Después de haber tenido que probarme diecisiete vestidos de cóctel en la boutique de Genevieve me tomaría hasta un instantáneo.
La boutique y zapatería de Genevieve era una de las tiendas de moda de Main Street. Los zapatos de aquel lugar costaban la mitad de lo que Brittany ganaba en un mes.
—¿Diecisiete? Debes de estar bromeando —dijo Brittany, volviendo a apiadarse del maletín, mientras Santana recogía sus compras.
—No. Eran todos tan preciosos que casi se me hizo imposible escoger entre ellos.
Entraron al apartamento de Brittany y se dirigieron a la cocina.
—Siéntate, por favor. Tengo café de verdad, nada de instantáneo. Lo preparo en un minuto.
—Maravilloso.
Brittany se atareó con la cafetera, depositando el café molido en el filtro y midiendo el agua. El discreto aroma de Santana se notaba en toda la cocina. Brittany deseó que permaneciese allí cuando ella se hubiera marchado.
—Te gusta fuerte, ¿verdad?
—Sí, por favor. No hay nada peor que el café flojo.
“¡Dios mío, qué voz!” Aquellas vibraciones guturales y aterciopeladas descendieron a lo largo de la espina dorsal de Brittany, haciendo que su vientre se estremeciese impúdicamente. “¿Cómo puede una voz causar reacciones físicas?” Nunca había experimentado una reacción tan exagerada. Su anterior pareja, Jenny, era muy excitante, sí, tremendamente sexy, pero Brittany había necesitado de propuestas explícitas y sensuales caricias para reaccionar de la forma en que lo estaba haciendo ante la simple voz de Santana. “Di algo más, por favor.”
—Me gusta la forma en que has colocado los cacharros de cobre.
“Eso es, un tema de conversación.” Brittany echó un breve vistazo a la colección, que abarcaba desde cafeteras de cobre a moldes de galletas. Ella los había pulido y colocado sobre el alféizar de la ventana.
—Eran de mi tía, y los tenía guardados en un armarito.
No tenía intención de contarle a Santana que, cuando estaba puliendo un hervidor de agua pequeñísimo, casi de juguete, había estallado en llanto. Amanda nunca hablaba mal de Harriet Pierce en presencia de Brittany, pero una vez ésta había oído casualmente la conversación entre su tía abuela y una de sus amigas:
“—Esa niña necesita cariño, así de sencillo. Si Harriet es incapaz de ver más allá de sus propios prejuicios y darle a su hija lo que necesita, yo lo haré. Siempre está alabando a las hermanas de Brittany hasta por saber atarse los zapatos, mientras que esa niña… viene del colegio con trabajos que han obtenido la máxima nota para mostrárselos a su madre, y… Harriet es una tonta. Una tonta ciega y desencaminada.”
Aquella conversación había quedado grabada en la memoria de una Brittany de diecisiete años. Desde entonces, el apartamento de Amanda había sido el único lugar en el que conseguía relajarse y ser ella misma. Aunque no precisamente en aquellos momentos. Ahora se sentía tan inquieta como si le estuviese subiendo la fiebre, tan sólo porque Santana estaba sentada en una de las sillas de su cocina.
—Tu cocina es muy acogedora. Tal vez yo debería haber escogido algo menos… severo. Mi decorador me convenció para que eligiese un estilo muy austero… bueno, ya la has visto.
La cocina de Santana era de tonos blancos y grises, con acero bruñido, muy moderna.
—Sí. Es preciosa, pero no muy cálida.
—Lo sé.
Se produjo un incómodo silencio mientras Brittany acababa de preparar la cafetera. En un momento dado, se giró para tratar de alcanzar un par de tazas de uno de los armarios. Al alzar demasiado el brazo se hizo daño y dejó escapar un gemido. Santana corrió inmediatamente a su lado.
—Deja que te ayude —dijo rodeándole la cintura con el brazo—. Llevas todo el día con ese enorme bolso tuyo a cuestas. Seguro que te ha empeorado el dolor del hombro.
—No, estoy bien. Sólo me ocurre cuando intento alzar el brazo por encima de la cabeza y…
—Hazme caso y siéntate. Yo serviré el café cuando esté listo.
Brittany sabía cuándo rendirse. La voz de Santana, a pesar de lo sexy que era, a veces tenía un tono implacable.
—Está bien.
—Lo tomas solo, ¿verdad?
—Sí.
—Yo también.
Brittany se sentó, buscó su bolso y sacó el portátil. “Necesito hacer lo que sea para sacarme de encima este estúpido nerviosismo.”
—Ya he pasado al ordenador las fotos que tomé en la mansión de los Sylvester. ¿Quieres verlas?
—Me encantaría.
Santana se alzó de puntillas y, sacó dos tazas de cerámica del armarito abierto antes de acercarse a Brittany y se colocó tras ella.
—Sue sigue estando magnífica, ¿no crees?
—Sí, se nota que de joven era preciosa. Y no aparenta para nada la edad que tiene.
Brittany abrió el archivo de imágenes y se aseguró de seleccionar tan sólo las fotos que deseaba que Santana viese. Después pulsó el botón que iniciaba la presentación de las fotografías. Santana se inclinó más hacia la pantalla, apoyándose en la mesa de la cocina.
—Eres una buena fotógrafa —dijo después de ver las primeras imágenes—. Sue está magnífica, y… ¿qué…?
Brittany se quedó mirando fijamente a la pantalla, horrorizada. Sin poder reaccionar, vio cómo las fotografías iban pasando una tras otra, mostrando los cinco primeros planos que había hecho de Santama.
“¡Mierda! ¿Qué demonios…? ¿Cómo ha podido pasar esto? ¡Si seleccioné solamente las fotos de Sue!” Se hizo un silencio ominoso entre ambas. Brittany habría deseado poder esconderse bajo la mesa.
—¿Cuándo pensabas utilizar ésas?
Santana se enderezó y volvió hacia la encimera de la cocina. Sirvió el café en las dos tazas y se volvió, lenta y deliberadamente. Sus ojos color café le dirigieron una mirada helada. Más oscuros que de costumbre, la taladraban, exigiendo respuesta.
—Nunca —contestó Brittany, cruzando las manos con fuerza sobre el regazo.
—¿Nunca? Me parece difícil de creer. Estabas allí como reportera, y te aseguraste de que yo pensase que estabas fotografiando tan sólo a Sue o a las dos juntas.
—Y eso hacía. Es decir, estaba allí por encargo del Chronicle. Esas… —añadió, señalando la pantalla del portátil mientras notaba que las náuseas se apoderaban de su estómago—. Esas eran… para mí. Ya sé que aun así está mal hecho. Yo… estabas tan fotogénica… claro que eso no es excusa…
“¡Mierda, la he fastidiado bien! ¡No está creyendo ni una palabra. Y ahora… ¡Soy una completa imbécil!”
—¿Para ti? ¿Qué quieres decir?
—Para mi propio disfrute —contestó Brittany, sabiendo que su intento de ironizar era inútil—. Las borraré ahora mismo.
Al momento apoyó el índice en el ratón táctil.
—¡No! Espera, deja que las mire bien.
Santana se acercó y le ofreció a Brittany una de las tazas, clavando los ojos en la pantalla mientras bebía su café.
—No están mal. No me gusta ser el centro de atención en las fotografías, así que, si has conseguido hacer algunas buenas… es porque no sabía que era yo tu objetivo.
Brittany notó que se le formaba un nudo en la garganta al oír aquella peculiar elección de palabras. “Objetivo.” Aquello era como ponerla a la altura de los paparazzi o, peor todavía, de los acosadores. Agarró con fuerza la taza de café, sin saber qué decir.
—¿Y no pensabas publicarlas en el Chronicle, ni vendérselas a otro?
—Si quieres puedo grabarte una copia en un CD y después borrarlas de mi disco duro.
—Podrías haberlas enviado ya por correo electrónico a tu oficina.
—¡Pero no lo he hecho! ¡No debería haber hecho esas fotos, pero no soy ninguna mentirosa, maldita sea!
—Está bien —contestó Santana, mordiéndose el labio inferior—. No las borres. Tan sólo dame tu palabra de que no las compartirás con nadie sin pedirme permiso antes.
Brittany tuvo que dejar la taza sobre la mesa, pues sus manos temblaban ya incontroladamente.
—Lo prometo. ¿Estás muy enfadada conmigo?
—Lo estuve durante un momento.
Santana se inclinó más hacia ella y examinó una de las fotografías.
—¿Hacia qué estoy mirando? —preguntó a continuación—. Parece que es a algo que está detrás de ti… ¡Oh!
Brittany volvió la cabeza y descubrió que Santana estaba más cerca de lo que había creído. Su nariz rozó accidentalmente la mejilla de Santana, haciendo que esta diese un respingo. Santana se apoyó en el respaldo de la silla donde estaba sentada Brittany.
—Debería subir ya. Es tarde.
De pronto, las palabras fluyeron como un torrente de la boca de Brittany, tumultuosas y atropelladas:
—Por favor, Santana. No hacemos más que andar de puntillas la una con la otra. Desde que te dije que me atraías y… y no tengo ni idea de si tú has… si podrías imaginar… Es decir, tengo la sensación de que no te soy indiferente, pero…
Santana respiró hondo y a continuación bebió un poco más de café, tal vez para ganar tiempo.
—Basta, Brittany.
—¡Tengo que decirlo! No quiero perder el tiempo andándome por las ramas. Cada vez que te veo se me aflojan las rodillas. ¡Literalmente! —insistió esta, poniéndose en pie— Y a veces tú me miras con ese extraño gesto de… ¡no sé de qué! ¿Tanto te asusto?
Su segunda agudeza cayó de bruces sobre el suelo, incinerándose debido al impacto.
—¡No tienes ni idea! —replicó Santana en el mismo tono; sus ojos se habían ensombrecido hasta volverse negros como el carbón.
—¡Eso he dicho, precisamente! No tengo ni idea de lo que tú sientes, y eso me está volviendo loca. Me buscas esa increíble oportunidad laboral, a la que me será muy difícil renunciar, y después actúas como si no fuésemos más que dos personas que se han conocido por casualidad. ¿Cuál es tu opinión sobre esto, Santana? Y, lo más importante: ¿eres lesbiana o no?
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Querida pretty:
1- solo halago a la gente cuando necesito algo... En este caso es que actualises tu maravilloso y fabulantastico fic!!!!
2- me encanto!!!!! Me causo mucha gracia lo que le paso a britt con las fotos de san! Yo me moriria de verguenza si el chico que me gusta viera eso... Y ahora queda la pregunta del millon (creo que ya todos sabemos cual es). Actualiza pronto please!!! Pretty siempre me dejas con ganas de mas. ;) xoxo.
1- solo halago a la gente cuando necesito algo... En este caso es que actualises tu maravilloso y fabulantastico fic!!!!
2- me encanto!!!!! Me causo mucha gracia lo que le paso a britt con las fotos de san! Yo me moriria de verguenza si el chico que me gusta viera eso... Y ahora queda la pregunta del millon (creo que ya todos sabemos cual es). Actualiza pronto please!!! Pretty siempre me dejas con ganas de mas. ;) xoxo.
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Querida pretty:
1- solo halago a la gente cuando necesito algo... En este caso es que actualises tu maravilloso y fabulantastico fic!!!!
2- me encanto!!!!! Me causo mucha gracia lo que le paso a britt con las fotos de san! Yo me moriria de verguenza si el chico que me gusta viera eso... Y ahora queda la pregunta del millon (creo que ya todos sabemos cual es). Actualiza pronto please!!! Pretty siempre me dejas con ganas de mas. ;) xoxo.
1- solo halago a la gente cuando necesito algo... En este caso es que actualises tu maravilloso y fabulantastico fic!!!!
2- me encanto!!!!! Me causo mucha gracia lo que le paso a britt con las fotos de san! Yo me moriria de verguenza si el chico que me gusta viera eso... Y ahora queda la pregunta del millon (creo que ya todos sabemos cual es). Actualiza pronto please!!! Pretty siempre me dejas con ganas de mas. ;) xoxo.
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Oh! La pregunta del.millón.de.dólares... Brittany es muy directa y Santana demasiado discreta. Mierda, me dejaste realmente intrigada! Espero (por que ahora lo necesito) que actualices pronto! Por favor
Cami Rivera** - Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Edad : 31
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Ohh la pregunta del millon! XD Eres o no eres...????
Que le dirá???
Me encantan los caps.. no comento siempre por el estupido "trabajo" & el tiempo pero siempre siempre leo :D
Veo que a las Brittana les tomará tiemp esa "cercania" no?
En fin.. es triste lo de Rach.. :( buu!
Espero cn ansias el prox cap..
Saludos :)
Que le dirá???
Me encantan los caps.. no comento siempre por el estupido "trabajo" & el tiempo pero siempre siempre leo :D
Veo que a las Brittana les tomará tiemp esa "cercania" no?
En fin.. es triste lo de Rach.. :( buu!
Espero cn ansias el prox cap..
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
buaaaaa que ganaaaas, lo dejaste en la mejor parte? a propósito o no? que me huelo que te gusta hacernos sufrir con intrigas
ay ay ay, como me gusta esta brittany tan directa, es como la de la segunda temporada de glee, ahi me encanto. Luego ya los escritores la ignoraron en la tercera y en la cuarta, ya si que volvió mas o menos a ser la misma.
espero el proximo capii
esta genial la historia!
ay ay ay, como me gusta esta brittany tan directa, es como la de la segunda temporada de glee, ahi me encanto. Luego ya los escritores la ignoraron en la tercera y en la cuarta, ya si que volvió mas o menos a ser la misma.
espero el proximo capii
esta genial la historia!
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
excelente, me encanta Brittany tan directa, santana tan aprensiva y quinn con un secreto que me muero por conocer, ya espero la actualizacion!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
DafygleeK escribió:Querida pretty:
1- solo halago a la gente cuando necesito algo... En este caso es que actualises tu maravilloso y fabulantastico fic!!!!
2- me encanto!!!!! Me causo mucha gracia lo que le paso a britt con las fotos de san! Yo me moriria de verguenza si el chico que me gusta viera eso... Y ahora queda la pregunta del millon (creo que ya todos sabemos cual es). Actualiza pronto please!!! Pretty siempre me dejas con ganas de mas. ;) xoxo.
1. Entonces normalmente siempre conseguirás todo lo que te propones, deberé copiarte el metodo :P ¿Fabulantastico? Acabas de invertar una historia
2. Sí, yo creo que todas nos moririamos de verguenza si algo asi pasa, pobre... Y si, ahora llega la pregunta del millón
Me alegro dejarte con las ganas de más, eso significa que te gusta :P, aqui te dejo uno nuevo ;) Besos!!
2. Sí, yo creo que todas nos moririamos de verguenza si algo asi pasa, pobre... Y si, ahora llega la pregunta del millón
Me alegro dejarte con las ganas de más, eso significa que te gusta :P, aqui te dejo uno nuevo ;) Besos!!
Cami Rivera escribió:Oh! La pregunta del.millón.de.dólares... Brittany es muy directa y Santana demasiado discreta. Mierda, me dejaste realmente intrigada! Espero (por que ahora lo necesito) que actualices pronto! Por favor
Sí, me encanta esta Britt, tan directa, las cuatro chicas tienen una personalidades unicas que contrarestan las de sus respectivas parejas.
Elita escribió:Ohh la pregunta del millon! XD Eres o no eres...????
Que le dirá???
Me encantan los caps.. no comento siempre por el estupido "trabajo" & el tiempo pero siempre siempre leo :D
Veo que a las Brittana les tomará tiemp esa "cercania" no?
En fin.. es triste lo de Rach.. :( buu!
Espero cn ansias el prox cap..
Saludos :)
No tardareis en saber la respuesta
No te preocupes, entiendo que no tengas tiempo, me alegra saber que por lo menos los lees, espero que por el trabajo bien.
Las Brittana iran más lentas que las Faberry, pero...ya se vera
Sí, en este fic a Rach le toco sufrir...
Nos vemos ;)
No te preocupes, entiendo que no tengas tiempo, me alegra saber que por lo menos los lees, espero que por el trabajo bien.
Las Brittana iran más lentas que las Faberry, pero...ya se vera
Sí, en este fic a Rach le toco sufrir...
Nos vemos ;)
Elisika-sama escribió:buaaaaa que ganaaaas, lo dejaste en la mejor parte? a propósito o no? que me huelo que te gusta hacernos sufrir con intrigas
ay ay ay, como me gusta esta brittany tan directa, es como la de la segunda temporada de glee, ahi me encanto. Luego ya los escritores la ignoraron en la tercera y en la cuarta, ya si que volvió mas o menos a ser la misma.
espero el proximo capii
esta genial la historia!
Sí, fue a proposito, me gusta haceros sufrir
A mi también me gusta esta Britt, no se calla nada y lo dice todo. Sí es verdad, en la 2º temporada fue mejor, cuando le dijo varias cosas que pensaba a Santana, despues volvieron a ponerla de otra manera...
A mi también me gusta esta Britt, no se calla nada y lo dice todo. Sí es verdad, en la 2º temporada fue mejor, cuando le dijo varias cosas que pensaba a Santana, despues volvieron a ponerla de otra manera...
micky morales escribió:excelente, me encanta Brittany tan directa, santana tan aprensiva y quinn con un secreto que me muero por conocer, ya espero la actualizacion!
Lo de Quinn no se tardara en saber, ya mismo...
Y bueno...pongo el capitulo para saber que respondio San...
Y bueno...pongo el capitulo para saber que respondio San...
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Capitulo 12
Capítulo 12
Santana intentó desesperadamente pensar en una excusa plausible para huir de la cocina de Brittany. Sin embargo, su mente se quedó en blanco, y lo único que pudo hacer fue quedarse mirándola durante varios agónicos seguros. Cuando por fin habló, el tono de su voz había pasado de frío a completamente helado:
—Esa es una pregunta muy personal. ¿Qué esperas que te diga?
—¿La verdad, tal vez? —preguntó dulcemente Brittany—. ¿Qué tal si dejamos este jueguecito de “no sé si ella sabe que yo sé”? Soy abiertamente lesbiana desde los quince años. Mi madre me odia por ello, pero el resto de mi familia oscila entre la protección extrema hasta la actitud de “vale, vive tu vida, siempre que no lo menciones”. Y he luchado duramente para defender mi estilo de vida.
—Debe de haber sido muy duro —contestó Santana, intentando volver a centrarse en la situación de Brittany.
—Para mí habría sido aun más difícil permanecer en el armario. Por favor, siéntate —añadió, acercándole una silla—. Creo que tú sabes bastante bien lo que es eso.
—Das demasiadas cosas por hecho —contestó Santana notando una opresión en el pecho.
Acabó sentándose a regañadientes, tiesa como un palo, en el borde mismo de la silla, formando un ángulo de noventa grados respecto a Brittany.
—¿Tú crees? Mi gaydar no suele fallar —dijo Brittany dulcemente.
—¿Tu qué? —preguntó Santana, pues no tenía ni la menor idea de lo que Brittany le estaba diciendo.
—Gaydar. Es un radar interno que me dice si la persona que tengo enfrente es gay o no.
—Eso no existe.
—No estoy de acuerdo, pero como quieras… ¿No has oído nunca el dicho “sólo un igual puede reconocer a sus iguales?” —preguntó Brittany, inclinándose hacia Santana al tiempo que posaba la mano sobre su brazo.
—Sí —consiguió decir Santana.
El calor traspasó el tejido de su camisa. Bajó la vista hacia aquella pálida mano, adornada con unas uñas cortas pintadas de rosa y alguna que otra peca. Era una mano pequeña, pero indudablemente fuerte.
—Sin embargo, es un asunto íntimo que… —intentó continuar.
—Nos hemos contado muchas intimidades, sobre todo la noche del viernes pasado. ¿Qué es lo que temes? ¿Qué me lance sobre ti si admites que te gustan las mujeres? ¿O es por si te descubro?
Santana notó un ligero rastro de resentimiento en la voz de Brittany, y también algo más. “¡Se está riendo de mí! Ella es abiertamente lesbiana, y se siente orgullosa de ello. Debo de parecerle patética, y sin embargo no puede saber de ningún modo…” Volvió a bajar la vista hacia la mano de Brittany y murmuró:
—No, no es eso lo que pienso, en absoluto.
“Lo que creo es que seguramente te parezco la persona más digna de lástima que has visto nunca.”
Brittany le apretó cariñosamente el brazo, acariciándoselo a continuación hasta el codo.
—¡Maldita sea! Lo siento, Santana. Me estoy comportando como una estúpida.
Santana apenas se atrevió a mirarla a los ojos. Su corazón latía aceleradamente. Su esmerada educación no la había preparado para situaciones así. En una situación normal habría esquivado las trampas de la conversación con la facilidad de un esquiador olímpico de eslalon, pero ahora estaba inmovilizada por sus miedos y sus sentimientos encontrados.
—Tienes razón —susurró, y el esfuerzo le dañó la garganta.
Brittany se quedó helada, aunque su mano seguía rodeando el codo de Santana.
—¿Qué? ¿Sobre ser una estúpida? Claro…
—No. Tienes razón al decir que tengo miedo. Temo las repercusiones que pueda tener. Tengo mi trabajo, mis responsabilidades, y carezco de tiempo y de energías para cualquier tipo de relación, ¿entiendes? El legado familiar, la dedicación de mi familia a todo aquello que yo también he venerado siempre… eso es mucho más importante que…
—¿Que qué? ¿Qué tu propia felicidad, tu vida, tu futuro?
—¡La Fundación es mi felicidad y mi futuro! ¡Me he pasado toda la vida en ese despacho! —exclamó Santana, mientras a sus ojos asomaban lágrimas de frustración—. Ha sido mi razón de vivir durante todos estos años. ¡Desde que cumplí los trece, la Fundación ha sido mi orgullo, mi alegría, mi todo!
Santana deseaba apartar el brazo fuera del alcance de Brittany, pero su contacto era extrañamente consolador.
Brittany se quedó inmóvil, mirándola con tristeza.
—Esas son las palabras que la gente suele emplear cuando habla de su familia o sus hijos.
Santana reprimió las lágrimas parpadeando repetidamente.
—¡Mi existencia puede parecerte digna de lástima, pero no echo nada en falta! Mi Fundación significa mucho para una enorme cantidad de personas, y la recompensa que obtengo por ayudar a que la gente mejore sus condiciones de vida es más que suficiente.
—¿Y qué hay de tu necesidad de compañía, de sentir el tacto de otra piel? —la voz de Brittany subió de tono al tiempo que comenzaba a acariciarle de nuevo el brazo—. ¿Qué hay de esto?
Brittany hablaba con tanta pasión que Santana creyó que su gesto sería igual de brusco. En lugar de ello, se puso en pie y la envolvió en un cálido abrazo. Santana no se resistió. Se dejó abrazar pasivamente, decidida a demostrarle a Brittany que no estaba en lo cierto. No podía rendirse a aquellos secretos sentimientos que había ocultado a todo el mundo durante tanto tiempo.
—¿Qué hay de esto? —repitió Brittany, y su voz era ahora apenas un ronroneo—. Noto cómo late tu corazón, cada vez más rápido.
Posó las manos a ambos lados del pecho de Santana, y sus pulgares, cuyo calor atravesaba el tejido, quedaron justo bajo sus senos.
—No te estoy forzando a nada. Tú lo deseas.
Lo decía con tanta certeza…
—No vas a conseguir nada con esta demostración —advirtió Santana, con su tono de voz más altanero—. ¿Por qué estás haciendo esto, Brittany?
—Porque estás intentando engañarte a ti misma y a todos los demás. Y yo estoy a punto de volverme loca porque ya no sé cómo actuar cuando te tengo delante. ¡Eres tan ardiente, tan excitante, y me miras con tanta confusión y deseo a la vez…! Eso por sí mismo es condenadamente sexy.
Brittany se acercó todavía más a ella, apretando sus senos contra los de Santana.
—Pude ver cómo me estudiabas mientras le hacía fotos a Sue. ¿Acaso crees que no sé lo que significan esas miraditas? —dijo alzándole el mentón—. Y la forma en que me estás mirando ahora mismo… con esa naricilla tan aristocrática en alto… Intentas mantenerme a distancia, y seguro que te irrita muchísimo que el truco no te funcione.
Al intentar esquivar la mano de Brittany bajo su barbilla, Santana descubrió que sus labios estaban a apenas un suspiro de distancia. Hipnotizada, la miró a los ojos y se inclinó hacia ella, incapaz de resistirse.
—Por favor, Brittany…
Brittany rozó apenas sus labios con los de Santana, obligándolos a abrirse con suave insistencia. Después su beso se hizo más profundo, y Santana se quedó sin respiración. La increíble ternura de aquella caricia, los suaves mordiscos… Sus sentidos se vieron inundados a la vez por la excitación y el pánico.
—¡Cuánto he ansiado este momento, Santana! —susurró Brittany contra su boca—. ¡Tus labios…! Bésame tú también.
Santana apretó los puños, caídos a los costados, y siguió rígida e inmóvil, conmocionada por las caricias de Brittany. No tenía el menor control sobre su cuerpo ni sobre su mente, y no podía pensar en nada más que en la sensación de ser besada por aquella mujer.
—Tranquila, cariño, tranquila.
El aliento de Brittany le quemaba los labios. Santana notó que su resistencia se derrumbaba. Su cuerpo se moría de deseo y, lo que era aún peor, su alma se retorcía de agonía, exigiéndole que se rindiese. Por fin, Santana dejó escapar un quejido atormentado, alzó los brazos y los deslizó por los costados de Brittany hasta envolver con ellos su cuello y dejarlos allí mientras entreabría los labios.
—¡Oh…! —exclamó Brittany, acercándola más a sí y rodeando también el cuello de Santana, quien sintió que aquellos suaves dedos la masajeaban y la atraían para hacer más profundo su beso.
Nada podría haber preparado a Santana para lo que sintió al acariciar y saborear la boca de Brittany. En todos aquellos años en los que había estado luchando sola contra de sus propios sentimientos, nunca había esperado, ni sabido que existía… aquello. La lengua de Brittany exploró suave y apasionadamente su boca, empujando juguetona la lengua de su compañera. Santana reprimió un sollozo aterrado y se permitió a sí misma devolver aquellas caricias. Besó a Brittany con sorprendente abandono, tomando sus mejillas entre las manos mientras inclinaba hacia un lado la cabeza para facilitar el acceso a su boca. La sensación de la lengua de Brittany contra la suya, luchando ambas, como si compitiesen por la supremacía, la deleitó por completo. Aquellas caricias enviaban oleadas de sangre a sus pechos y al delta situado entre sus piernas. De pronto surgió el deseo puro y duro, cegando a Santana durante unos preciosos segundos antes de que el pánico la dominase y se soltase bruscamente. Alzó las manos con las palmas hacia fuera y, retrocediendo, se tambaleó al tropezar con la mesa de la cocina.
—No… no puedo. Lo siento.
—Eh, tranquilízate, Santana, no pasa nada —le dijo una sonrojada Brittany, tendiendo la mano hacia ella.
—No, no lo hagas. ¡No me toques!
—No lo haré.
El rostro de Brittany se contrajo en una expresión de dolor tan fugaz que Santana ni siquiera quedó convencida de si había existido en realidad. Bajó la mano que había tendido y añadió:
—Lo prometo.
Santana respiró hondo y se aseguró de tener la esquina de la mesa entre ambas.
—Esto ha sido un error.
—Sí, ya me doy cuenta.
Santana no supo si había imaginado la súbita luminiscencia que apareció en los ojos de Brittany. Al momento se volvieron de un azul oscuro y opaco.
—Debería irme.
—No voy a detenerte —convino Brittany, dando también un paso atrás.
A pesar de lo que acababa de decir, Santana se quedó donde estaba, notando la boca seca.
—Lo comprendes, ¿verdad? Que esto no puede suceder…
—Entiendo que nos hemos besado y que ha sido maravilloso. Te ha entrado el pánico, y lo siento si te he asustado. Aunque lo que más siento es que a ti no te haya parecido maravilloso.
Santana parpadeó, sorprendida.
—Nada de lo que has hecho me ha asustado.
“¡Me he aterrorizado a mí misma, eso es lo que he hecho!”
—He de irme, como ya he dicho.
—Pues vete.
—Muy bien.
Santana comenzó a recoger sus compras, pero las asas de las bolsas le resbalaron de los dedos y el contenido de una de ellas acabó saliéndose.
—¡Estupendo! ¡Perfecto!
Se dio cuenta de que no tenía control en absoluto sobre aquella situación, y se odió a sí misma por ello.
—Anda, deja que te ayude.
Brittany se agachó a recoger la sedosa tela del extravagante vestido de noche que Genevieve la había persuadido de comprar. La seda carmesí se deslizó como sangre entre sus dedos cuando volvió a colocarla dentro de la bolsa.
—Muy bonito.
Santana respiró hondo, sintiéndose ridícula. “Tiene razón, me estoy dejando llevar por el pánico y estoy actuando como el maldito arquetipo de vieja solterona. ¿No es horroroso?” Dejó lo que estaba haciendo y la llamó:
—Brittany…
Brittany estaba arrodillada a su lado. Alzó la vista hacia Santana, turbada.
—¿Sí?
—¿Podemos empezar de nuevo?
—¡¿Qué?! —exclamó Brittany; la confusión reemplazó a la aprensión—. ¿Qué quieres decir?
—Aunque mi reacción de hace un instante pueda haber sugerido lo contrario, no soy ninguna cobarde —explicó Santana, alegrándose de que su voz sonase serena, aunque apenas fuese poco más que un susurro—. Y no miento deliberadamente, a pesar de no ser muy comunicativa.
—Nunca te he creído ni una cobarde ni una mentirosa —dijo Brittany alzando la mano con la palma hacia arriba—. Sólo alguien con mucho miedo.
Santana ladeó ligeramente la cabeza, meditando sobre aquel concepto. Una extraña calma se instaló en su pecho.
—Tienes razón. Hace muchísimo tiempo que siento miedo.
—¿Qué puedo hacer o decir para que te sientas mejor? No debería haberte besado así —se reprochó Brittany, enrojeciendo—. Dios sabe bien que me moría por probar el sabor de tus labios, pero aun así fue un error.
—Tal vez. Para mí has sido la primera.
—¿La primera mujer que te ha besado? ¿De verdad?
—Sí.
“Y eso no es todo.”
—¿Así que hasta ahora sólo habías estado con hombres?
—Con tres, para ser exactos. Uno cuando estaba en la universidad. Otro, años después. Ambos encantadores, pero dejé que escapasen de entre mis dedos.
—¿Y el tercero?
—Hace dos años —aclaró Santana, encogiéndose de hombros—. Digamos que no cumplió con su parte del acuerdo.
Brittany la miró expectante, como si desease hacer más preguntas sobre aquello.
—Otro día te daré más detalles —añadió Santana, para atajar preguntas que no estaba preparada para contestar… al menos todavía.
—Está bien —aceptó Brittany; sentándose de nuevo en el suelo, apartó a un lado las bolsas—. Tiene sentido, sin embargo. Eres lesbiana, así que, naturalmente, tenías que acabar dejándolos.
Santana tragó saliva varias veces y acabó sentándose en el suelo, con la espalda apoyada en una de las patas de la mesa. Hasta más tarde no se le ocurrió lo absurdo que había sido que una mujer como ella se sentase en el suelo de la cocina. Ni siquiera recordaba la última vez que se había sentado en el suelo. Incapaz de evitar la afirmación de Brittany, echó hacia atrás la cabeza antes de admitir:
—Sí. Sí, lo soy.
Notó que su cuerpo se estremecía con un extraño frío que inundó su interior de carámbanos. “Nunca hablo de esto. Con nadie. No me gusta hablarlo. Y sin embargo ahí está ella, mirándome con esos hipnóticos ojos azules. ¡Al infierno con ella! ¿Por qué se lo permito? ¿Por qué soy incapaz de negarme?”
—Reba Renaldo estaba completamente equivocada, ¿verdad?
—¿Quién? Ah, la columnista. Completamente —confirmó Santana, negando también con un gesto.
—Y está claro que no sólo sigues en el armario, sino que tienes serios problemas para asumir tus preferencias sexuales.
—¿Eso era una pregunta? No importa lo que soy o dejo de ser —añadió Santana con un suspiro—. Estoy soltera, vivo sola y me gusta todo tal y como está.
Los ojos de Brittany se abrieron como platos, y se cubrió la frente con la mano antes de exclamar:
—Pero ¿y qué hay del amor? Lo dices como si hubieses decidido no dar ni la menor oportunidad al amor. ¿Tienes la menor idea de lo que te estás perdiendo al no relacionarte con alguien de tu propio sexo? —preguntó, acercándose más a Santana, y en sus ojos azules brillaron un sinfín de emociones—. Eres una mujer maravillosa. Cualquier persona, hombre o mujer, se consideraría afortunado de tenerte consigo.
—Yo no lo creo así. De hecho tengo una libido muy poco desarrollada —añadió, sincerándose de nuevo, algo que iba en contra de su habitual forma de ser.
Cuando intentó explicarse mejor, sintió un estremecimiento al darse cuenta de lo mucho que estaba desvelando de sí misma:
—No tengo… urgencias irreprimibles. Ese aspecto no me incomoda demasiado.
—¡Eh, pues hace un momento tu libido funcionaba perfectamente!
Brittany la miró con cautela antes de seguir hablando, estudiándola de arriba abajo como si estuviese midiendo su potencial reacción:
—Estabas furiosa, y tal vez resentida conmigo por haberte besado, pero no puedes negar que te colgaste de mi cuello y me devolviste el beso. Te derretiste en mi boca, y tu beso fue muy apasionado. ¡Yo a eso sí le llamo tener urgencias irreprimibles!
“¡Oh, Dios, tiene razón! Fue como si hubiese descubierto…algo.” De hecho, todavía podía notar las huellas físicas de la forma en que su cuerpo había reaccionado. La ardiente mirada de Brittany no soltaba su presa. Santana deseó poder coger su maletín y alzarlo entre ambas como un escudo.
—Está bien, sentí esa urgencia —contestó, y apretó los labios un instante—. Pero no es lo habitual en mí.
—¿Y eso no te dice nada? Cuando besas a una mujer por vez primera o, mejor dicho, una mujer te besa, y tú sientes algo mucho más intenso de lo habitual, eso debería darte una pista. ¡Y fue un beso maravilloso, maldita sea! ¡Tendrías que haber estado muerta para no reaccionar ante él! —añadió Brittany, con los ojos brillantes como ascuas.
—Tal vez estés confundiendo la rabia con la pasión… —comenzó Santana, pero de pronto se tapó la boca con la mano al tiempo que exclamaba—: ¡¿Qué…?!
—Cuando sientes algo más fuerte de lo habitual estando en brazos de una mujer…
—No, no me refiero a eso —explicó Santana, notando un doloroso nudo en la garganta que volvía más gutural todavía su voz.
—Ah —exclamó Brittany sonriendo con cautela—. ¿Te refieres a lo que dije sobre que el beso había sido maravilloso?
—Sí.
Brittany se abrazó las piernas, y apoyó la barbilla en lo alto de las rodillas.
—Lo fue. Impresionante, excitante… me conquistó por completo. No estoy exagerando, fue así.
Santana sabía que no era el momento más adecuado para jugar a ser una esquiadora de eslalon. Brittany merecía saber la verdad, aunque tuviese que arrepentirse después.
—Entonces debo ser justa contigo. No fue mi primer beso con una mujer. Fue el primer beso de mi vida.
Rachel alzó la vista al descubrir que Perry y Mason entraban junto a Quinn en la sala, con su panorámica sobre el Atlántico como fondo. Había preparado una bandeja con queso, galletitas y fruta, que dejó en la mesita baja junto con una botella de vino tinto abierta. Ahora estaba apoyada sobre el brazo del sofá. Dedicó una sonrisa a Quinn. Volvía a sentirse nerviosa. La conversación que habían mantenido en el café aquella mañana la había abatido. Quinn había actuado como si estuviese ofendida, o herida, y Rachel se preguntaba qué habría hecho mal. Tenía miedo de preguntar, pero se había prometido a sí misma que nunca más volvería a desperdiciar el tiempo. En aquellos días el tiempo no era su aliado, y la compañía de Quinn se estaba convirtiendo en algo cada vez más importante para ella.
—Bienvenida. Veo que los chicos te han dejado entrar —le dijo, invitándola a sentarse con un gesto.
—Han hecho más que dejarme entrar. Mason me empujó por detrás, y Perry me cogió de la muñeca con su bocaza y tiró de mí.
—Son muy listos; notan perfectamente que te gustan.
“¿Y yo, te gusto yo?”
Quinn siguió en pie un rato más, y por fin se sentó en el sillón.
—Tiene buena pinta. ¿Puedo?
—Por supuesto. ¿Podrías servir tú el vino? Esta noche veo algo borroso. Ha sido un día muy largo.
Quinn se volvió inmediatamente hacia ella, mirándola con preocupación.
—¿Te duele?
—Sólo un poco, no es para tanto.
—Tal vez deberías irte a la cama. No hace falta que me acompañes hasta la puerta —dijo Quinn, comenzando a incorporarse de su asiento y dispuesta a irse corriendo—. Podemos repetir esto en cualquier otro momento.
—Detente, Quinn. Escucha bien: estoy perfectamente, y tenía muchas ganas de hablar contigo —añadió, conteniendo la respiración un momento—. No te vayas, por favor.
Aun así Quinn se puso en pie, pero sólo para escanciar el vino y darle su copa. Se sentó en el sofá, cerca de Rachel, acercando a ellas la mesita.
—Así. Ahora podremos alcanzar lo que queramos. ¿Queso?
—Más tarde —dijo Rachel, aliviada al ver que Quinn había decidido quedarse—. ¿Qué te parece el vino? Es un Graham Beck de Sudáfrica que me regaló el director de Broadway de mi última actuación en Milán, después de la representación final.
—¡Pero entonces es una botella especial, un regalo que te han hecho! —exclamó Quinn contemplando atónita su copa—. ¿No deseas compartirla con alguien especial?
—Eso hago —musitó Rachel—. O al menos me gusta pensar que nuestra relación es especial, linda.
A pesar de tener que entornar sus ojos para distinguir los rasgos de Quinn, Rachel pudo ver que los de Quinn se ensombrecían. “Piel blanca, ojos verdes… me pregunto cuál será el color de tu corazón, Quinn.”
—Entonces propongo un brindis —propuso Quinn con voz serena—. ¡Por el día de hoy!
—¿Hoy? —repitió Rachel alzando la copa, aunque no tenía ni la menor idea sobre a qué se estaba refiriendo Quinn.
—Es un día importante. Es todo lo que tenemos —explicó Quinn, y bebió un sorbo de vino—. ¡Oh, es magnífico!
Rachel bebió también, aunque su mente seguía intentando descifrar el misterioso brindis.
—Sí que lo es. Es uno de mis favoritos —dijo, y tomó otro sorbo que calmó su garganta—. Me alegro de que te guste.
Quinn cerró los ojos y Rachel pudo observarla a su antojo. Vestida con una camisa azul marino y vaqueros negros, era como un estudio de sombras a la luz de la chimenea. El pelo corto resplandecía con reflejos dorados, y el olfato de Rachel percibió un nuevo aroma, mezcla de café, vainilla y canela. Cuando Quinn volvió a alzar la vista hacia ella, Rachel pudo ver en su rostro un océano de mudas preguntas. “¿Por qué tengo la sensación de que nunca las formulará, a menos que sea yo la que comience? ¡Es tan retraída, y está tan… asustada!”
Quinn seguía con la copa en la mano, bebiendo pequeños sorbos de vez en cuando y mirando al fuego sin decir nada. A Rachel le había costado bastante tiempo poder encenderlo. No le costaba esfuerzo alguno deslumbrar a los mejores intérpretes de música clásica de todo el mundo, pero no estaba segura de saber convertir una sala en algo coqueto y acogedor para una amiga. “Una amiga a la que he besado. Una amiga a la que ya no me parece que me unan solamente lazos de amistad.”
Quinn notaba un cosquilleo en la piel con sólo estar en presencia de Rachel. El vino caldeó su estómago y fue sosegando poco a poco su cuerpo. Habitualmente era muy precavida respecto al alcohol, pero una botella de vino tan especial como aquella merecía ser paladeada. El olor de los licores fuertes y la cerveza le revolvían el estómago. Nunca los había probado, aunque desde luego estaba habituada a detectarlos en el aliento de su padre cuando este le gritaba en pleno rostro. Volvió su atención hacia Rachel, que la miraba con gesto pensativo.
—Eres muy hermosa —susurró esta—. Y hay algo en ti, algo que es completamente instintivo. Eres como un animal salvaje. Y tienes una forma de mirarme… me dejas sin aliento.
Quinn no sabía qué pensar. ¿Estaba diciéndole Rachel que era tosca, incluso asilvestrada? ¿Era un cumplido? ¿O era algo de lo que Rachel la estaba culpando? Por lo que ella sabía, Rachel podía estar sintiéndose atraída por ella, a pesar suyo, lo cual desde luego no era nada bueno.
—Lo siento —consiguió decir Quinn, aunque inmediatamente deseó haberse mordido la lengua. ¡Sonaba tan poco convincente…!
Rachel no lo entendió al principio, pero después de unos momentos sonrió.
—¿Que lo sientes? ¡Oh, Quinn! Soy yo la que debería disculparse por hacer que te sientas incómoda. Pero es que estás sacando a la luz unos sentimientos tan nuevos y extraordinarios en mí que no sé bien cómo he de manejarlos.
Quinn no estaba segura del derrotero que estaba siguiendo aquella conversación, aunque se sintió animada por la pasión que pudo notar en la voz de Rachel.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando me besaste sentí algo que nunca había esperado sentir, y desde luego no con una mujer.
—¿Cómo te sentiste?
—Tierna, apasionada, sexy, excitada… Pero están sucediendo muchas cosas y no estoy segura de que esto esté bien —añadió desviando la mirada.
—Te arrepientes de esos besos —murmuró Quinn, al tiempo que dejaba su copa sobre la mesa y se echaba hacia atrás, cruzando los brazos sobre el pecho.
Le dio la impresión de que Rachel aborrecía tanto como ella el abismo que se estaba abriendo entre ambas.
—No, no es cierto. Pero soy quince años mayor que tú, y mi vista empeora rápidamente. No estoy segura de haber tenido derecho a devolverte aquellos besos, pero no supe resistirme. Fue maravilloso.
Quinn notó que su pulso se aceleraba hasta volverse ensordecedor, y creyó haber oído mal la última palabra. Rachel enrojeció ligeramente y comenzó a juguetear con el borde de su camisa. “Está nerviosa, tal vez tanto como yo”, pensó Quinn. Posó una mano sobre su rodilla y dudó un momento antes de hablar:
—Estaba segura de que te había dado lástima. Creí que estabas arrepentida. Muy arrepentida —consiguió decir, y aquellas palabras le lastimaron la garganta.
—¡Por Dios, no! —exclamó Rachel, y el asombro coloreó sus ojos, muy abiertos—. Nunca he sentido nada parecido a la lástima. Tal vez sí sorpresa, pero lástima… nunca.
Quinn deseó creerla. Deseaba más que nada en el mundo sentir la calidez de su abrazo, pero desearlo no era suficiente. La misma voz que la había advertido tantas veces en el pasado, llegando incluso a salvarle la vida, ahogaba prácticamente toda su capacidad de creer a Rachel.
—Siempre que me des besos por pura simpatía… —intentó bromear, aunque sonó tan patético como ella temía.
—Nada de simpatía, al menos en lo que se refiere a los besos. ¿Puedes dejar esto ahí por mí? —añadió Rachel tendiéndole la copa.
—Claro.
—Soy demasiado mayor y estoy demasiado enferma para comenzar una relación —insistió después—. Pero no quiero que pienses que… que no me pareces atractiva, porque sí que me lo pareces.
Rachel dejó escapar un gemido y se frotó el rostro con ambas manos antes de añadir:
—¡Dios mío, sí que me lo pareces!
La estancia quedó en silencio mientras Quinn trataba de asimilar aquellas sorprendentes palabras. Tal vez Rachel tenía algún otro motivo para aquel silencio de tres días de duración, aparte de falta de interés en su amistad. A Quinn le pareció horrible que Rachel se negase a sí misma algo tan esencial como los besos por culpa de su enfermedad. “Podría pensar que no estoy tan interesada en ella, puesto que la dejo escapar… que lo hago debido a lo que está padeciendo. Quince años de diferencia y un grave problema de salud… ¿quién podría culparla? Y además… yo no soy lo que se dice un buen partido, precisamente.”
Quinn enderezó los hombros, enfadada consigo misma por aquellos pensamientos tan autodegradantes. ¡Tenía su propia vida, y sus propios proyectos! Ciertamente, no podía perder el tiempo experimentando con cada mujer que apareciese en su camino.
—Entonces, ¿en qué puedo servirte, exactamente? —preguntó, y al momento lamentó la ambigüedad de su planteamiento.
—¿Sinceramente? —preguntó Rachel a su vez, sonriendo con triste ironía.
—Sí.
—¿Incluso si demuestro ser extremadamente egoísta?
—Sí.
—Como amante temporal —confesó, haciendo un gesto con la mano abierta—. Alguien con quien pueda negarme a mantener relaciones sexuales en el momento en que lo necesite, sin remordimientos. Y que pueda seguir siendo mi amiga, tal vez, aunque sé que eso es mucho pedir.
Quinn sintió un agudísimo dolor que la atravesaba de arriba abajo, y en ese momento supo que ya era demasiado tarde para ella. Durante todos aquellos años había luchado denodadamente por protegerse en cuerpo y alma, pero el éxito que había obtenido conllevaba también su soledad. Y ahora, cuando había bajado la guardia por primera vez en diez años, el resultado era peor que la más horrorosa de sus pesadillas. Notó que se le encogía el estómago, pero en ese momento alzó la vista y vio la agonía reflejada en los ojos marrones de Rachel.
—¿Por qué querrías una amante en esas condiciones, en lugar de una amiga?
—Por la forma en que me haces sentir: ¡viva, vibrante, deseable!
Rachel bajó lentamente las manos, hasta posarlas en su regazo.
—Estoy siendo egoísta, lo sé —continuó—. Estoy a punto de perderlo todo, todo por lo que he luchado, y también mi vida tal y como la he conocido durante estos últimos treinta y ocho años. Cuando tú me abrazas consigo olvidarlo todo, y ni mi visión cada vez más borrosa tiene entonces importancia.
Quinn quedó en silencio un rato más y por fin comenzó a moverse, con la misma lentitud con que en sus pesadillas intentaba escapar de los demonios que la perseguían por estrechos callejones sin salida, hasta acabar arrodillándose junto a Rachel.
—Lo haré. Seré la amante que necesitas. Sin embargo, y porque así lo has elegido, Rachel, en el momento en que dejes de desearme ya nunca más volveré a ser simplemente tu amiga. ¿Estás segura de que es eso lo que quieres?
Marta_Snix-*- - Mensajes : 2428
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 36
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Hey :) besoo Brittana *-* aaawww!
Y que pasa cn Rachel.. eso que pidio es... no se no me termina de gustar.. pero buenoo espero que cambie eso, si? :D
Ahora... me voy debo volver a mis labores -.-
Bye! :)
Y que pasa cn Rachel.. eso que pidio es... no se no me termina de gustar.. pero buenoo espero que cambie eso, si? :D
Ahora... me voy debo volver a mis labores -.-
Bye! :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: FanFic [Brittana/Faberry] Café sonata. Epílogo
Hola! Primero que todo te doy las gracias por actualizar :)
El FF está realmente interesante, me tienes más que intrigada. Este fue un capítulo muy revelador... Santana ¿jamás besada? Eso sí que es nuevo! Jajaja... Oh! Que responderá Rachel? Estará dispuesta a poder perder la amistad de Quinn por tenerla como amante.... Espero con ansias el siguiente capítulo muy :)... Un abrazo!
El FF está realmente interesante, me tienes más que intrigada. Este fue un capítulo muy revelador... Santana ¿jamás besada? Eso sí que es nuevo! Jajaja... Oh! Que responderá Rachel? Estará dispuesta a poder perder la amistad de Quinn por tenerla como amante.... Espero con ansias el siguiente capítulo muy :)... Un abrazo!
Cami Rivera** - Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Edad : 31
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