[Resuelto]FanFic BRITTANA: "5ta Avenida Neoyorkina". 2da Parte (Primero viene el amor....luego viene el matrimonio). EPÍLOGO

Hola:lol:  ……..por poco me voy si dejar la actualización del día…….pero es mejor que deje el capítulo, sino se atrasa lo inminente y lo que más   ansiamos como fans Brittana: más acercamiento o visos de unión de nuestra pareja favorita……..me gustaría escribir algo más pero estos días son una completa locura con las evaluaciones y trabajos por presentar en la Universidad

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo
Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.





Un par de semanas, un ataque de pánico y una visita a mi terapeuta más tarde, allí estaba batallando con mi manuscrito otra vez. Normalmente, cuando estaba escribiendo alguna cosa, mi cerebro vagaba al reino de la fantasía a la menor ocasión, tanto si estaba ante el portátil como si no. Esos días, en cambio, tenía que forzar mi imaginación para que se pusiera en marcha.

Y eso nunca funcionaba.

Con el libro flaqueando, una ansiedad galopante respecto a si podría dar la talla como escritora y preocupada por qué demonios iba a hacer si no lograba darla, decidí hacer lo que mejor sabía: sepulté la idea bajo esa escotilla de acero interior para no pensar en ello y centrarme en otra cosa.

Ahora que el Festival De Las Flores Kicks Off in Queens o el Electric Zoo Festival estaban en marcha, hacía turnos extra en el bar y salía con Rachel siempre que ella me lo pedía. En mi última visita, mi terapeuta me alentó a intentarlo otra vez con una cena de familia, y logré superar la prueba sin ataque de pánico... ¡victoria!

Fui mucho al gimnasio y evité el aluvión de sonrisas de Sam, el entrenador personal.

Para alivio de Rachel, Vicky desapareció de la vida de Brittany con la misma rapidez con la que había entrado. No es que yo lo hubiera sabido de no ser por Rachel, porque a ella no la había visto desde esa mañana en Princes Street.

El trabajo la mantenía ocupada; algo estaba ocurriendo con uno de sus proyectos inmobiliarios y también tenía un gran evento programado en su nightclub, Fire, al final del festival.

Fue así como descubrí que Quinn era la arquitecta de Brittany, de manera que cuando Brittany estaba ocupada, Quinn también lo estaba. Las pocas veces que quedamos para encontrarnos —una vez para ver a un cómico, otra solo para tomar unas copas y en la última ocasión para una cena familiar— Brittany excusó su presencia, demostrando que me equivocaba: de verdad trabajaba por su dinero.

Empezaba a ver su ausencia como algo positivo. Me sentía más relajada de lo que lo había estado en semanas y Rachel y yo nos habíamos hecho más amigas.

Me había confesado todo el fiasco de Quinn...

Rachel, que estaba enamorada de Quinn desde niña, finalmente había reunido el valor para hacer algo al respecto después de que ella le diera un puñetazo al idiota que la había engañado para sacarle información sobre Brittany. Fue a su apartamento y casi se le tiró encima.

Y como Quinn era una mujer encantadora y Rachel era preciosa, ella había aceptado la oferta. Eso fue hasta que ella estuvo casi completamente desnuda debajo de ella. Quinn retrocedió, explicando que no podía hacerle eso a Brittany o a ella, y que Brittany nunca le perdonaría ni ella se perdonaría a sí misma. Al darse cuenta de que Quinn pensaba que se trataba de un rollo de una noche, Rachel se fue a cuidar en silencio su corazón roto y su ego magullado. Yo nunca habría imaginado que había ocurrido eso entre ellos.

Rachel era encantadora a su alrededor. Decía que no quería que las cosas cambiaran y se esforzaba al máximo por estar bien pese a las circunstancias. La había visto en acción. Rachel lo intentaba con fuerza, pero en ocasiones algo más, algo tierno, aparecía en su expresión cuando la miraba. Y al pensar en ello me di cuenta de que también había algo más en la forma en que Quinn la miraba a ella. La cuestión es que no podía distinguir si simplemente se trataba de deseo o si los sentimientos de Quinn eran un poco más profundos.

Estaba muerta de curiosidad, pero también sabía que no era asunto mío, así que no metía las narices donde no me llamaban.

Después de sincerarse conmigo, Rachel había intentado que yo hablara otra vez de mi familia, de mi pasado.

Me cerré en redondo.

La doctora Sylvester dijo que tardaría tiempo. Por el momento, no podía soltarme, y no importaba lo que dijera la buena doctora, todavía no estaba segura de si podría soltarme alguna vez.

— ¿Bloqueo de escritora otra vez?

Me volví en la silla y encontré a Rachel en el umbral agitando un sobre tamaño A4.

Hice una mueca, cerrando mi portátil.

—Debería estamparme eso en una camiseta.

—Ya pasará.

Mi única respuesta fue un gruñido.

—En fin, detesto pedírtelo, pero...

— ¿Qué pasa?

Agitó otra vez el sobre.

—Brittany se pasó anoche cuando estabas trabajando y dejó estos documentos.

Acaba de llamarme para pedirme que se los lleve a su oficina, porque los necesita para una reunión dentro de dos horas, pero tengo una clase...

Mi estómago dio un vuelco.

—Y quieres que se los lleve yo.

Rachel puso sus adorables ojos como platos.

—Por favor —me rogó.

Mierda, mierda, mierda. Gruñendo, me levanté y cogí el sobre que me entregaba.

—¿Dónde está su oficina?

Ella me dio la dirección y descubrí que estaba al final del muelle, lo cual significaba que tenía que coger un taxi para llegar hasta allí y que tardaría un buen rato porque tenía que ducharme antes de salir.

—Te lo agradezco de verdad, San. —Sonrió, y empezó a retroceder—. Tengo que salir corriendo. Te veo después.

Al cabo de un instante se había ido.

Y yo iba con destino a Brittany. Maldición. Tratando de no hacer caso del manojo de nervios que era mi estómago, fui murmurando entre dientes enfadada mientras me duchaba y me vestía. Me puse unos vaqueros y un suéter fino. Hacía bastante calor en la calle y llevar chaqueta en Nueva York cuando el termómetro marcaba por encima de cero te identificaba como turista.

No es broma.

A la que sale un poco el sol, en Nueva York se quitan la camisa.

Contemplé mi reflejo en el espejo. Muy poco maquillaje, el pelo recogido en un moño. El suéter era bonito y mostraba un poco de escote, pero mis vaqueros eran viejos y descoloridos. Por supuesto, me pregunté qué pensaría Brittany de mi aspecto, pero no iba a dejar que eso me cambiara. Nunca me vestía para impresionar a nadie que no fuera a mí misma, y desde luego no iba a hacerlo por una rubia a la que le gustaban las mujeres con las piernas más largas, las tetas más pequeñas y el pelo más rubio.

El viaje en taxi pareció durar eternamente y, como siempre, me estaba sintiendo un poco mareada cuando llegué allí después de Dios sabe cuántas calles adoquinadas.

El taxista me dejó en Commercial Quay y caminé junto al arroyo artificial. Había un aparcamiento a mi derecha, y a mi izquierda varios establecimientos comerciales.
Encontré la oficina de Brittany en el mismo edificio que el estudio de un arquitecto, el despacho de un contable y la consulta de un dentista. Después de que me abrieran, y de dar vueltas penosamente en un ascensor en el que salías por el lado contrario al que entrabas, me encontré en una elegante zona de recepción.

La recepcionista rubia no era lo que había esperado en absoluto. Tendría la edad de Shelby, pero cargaba con al menos diez kilos más, y estaba sonriéndome con expresión muy amistosa. La etiqueta con el nombre decía «Morag».

Me había estado preparando para una mujer alta, delgada y hermosa que se burlaría de mis vaqueros y trataría de echarme del edificio. ¿Me había equivocado de oficina?

— ¿Puedo ayudarle? —Morag todavía me estaba sonriendo.

—Eh... —Miré a mi alrededor, buscando una señal de que esa era la oficina de Brittany—. Estoy buscando a Brittany Pierce.

— ¿Tiene una cita?

Vale, así que era su oficina. Me acerqué al mostrador y le enseñé el sobre.

—Ha dejado estos documentos en la casa de su hermana (mi compañera de piso) y, eh, le ha pedido que se los trajera. Como ella no podía, he venido yo.

Si era posible, la sonrisa de Morag se hizo todavía mayor.

—Oh, qué amable, ¿puede decirme su nombre?

—Santana López.

—Un segundo. —Cogió el teléfono de su escritorio y no tuvo que esperar mucho—. Tengo aquí a Santana López con unos documentos para usted, señorita Pierce. —Hizo un sonido gutural—. Lo haré. —Colgó y me sonrió—. La acompañaré a la oficina de la señorita Pierce, Marie.

Apreté los dientes.

—Es Santana.

—Ajá.

Ya era bastante irritante que Brittany se negara a llamarme de otra manera que Marie, ¿de verdad tenía que hacer que otra gente hiciera lo mismo? Seguí a la jovial recepcionista de mediana edad por un estrecho pasillo hasta que llegamos a una oficina en esquina. Morag llamó a la puerta y una voz profunda contestó «adelante». Temblé ante la voz y me pregunté por un segundo si se me habían pasado las últimas dos semanas.

—Marie para usted, señorita —anunció Morag al abrir la puerta.

Yo pasé al lado de ella y oí que la puerta se cerraba al dejarnos solas.

La oficina era más grande de lo que había esperado, con un gran ventanal que daba al muelle. Era de estilo moderno, con un enorme escritorio de nogal, sillón de cuero, sofá de piel negro y estantes de madera maciza con carpetas y libros de tapa dura. Había también unos pocos archivadores de metal almacenados en la esquina. Una enorme pintura de Venecia adornaba la pared de encima del sofá, y en las estanterías había más de una fotografía enmarcada de Brittany con Rachel y con Quinn y con la familia de Rachel.

En la esquina de detrás de mí había una cinta de correr y otros artefactos de gimnasio. Brittany estaba recostada en su escritorio, con las largas piernas extendidas delante de ella mientras me observaba.

Sentí esa patada en las entrañas otra vez al verla y el familiar cosquilleo entre las piernas. Joder, estaba aún más buena de lo que recordaba.

Mierda, mierda, mierda.

—Eh. —Le mostré el sobre. «Brillante apertura, Santana, brillante apertura.»

Brittany me sonrió y yo me quedé de piedra cuando sus ojos recorrieron todo mi cuerpo, tomándose su tiempo para asimilarme. Tragué saliva y mi corazón subió una marcha... No me había mirado así desde esa noche en el bar con Holly.

—Me alegro de verte, Santana. Parece que hace siglos.

Sin hacer caso de la ola de placer que esas palabras produjeron, caminé hacia ella con el sobre.

—Rachel dijo que necesitarías esto enseguida.

Asintió, todavía mirándome mientras cogía los documentos.

—Te agradezco que me los hayas traído. ¿Cuánto te debo por el taxi?

—Nada. —Negué con la cabeza—. No ha sido problema.

Tenía que levantar la cabeza del escritorio de todos modos.

— ¿Bloqueo del escritor?

—Ciénaga del escritor.

Sonrió.

— ¿Tan mal?

—Tan mal.

Se levantó con una sonrisa compasiva, poniendo nuestros cuerpos a distancia de tocarse. Sentí el silbido de la respiración saliendo de mí al inclinar la cabeza hacia atrás para encontrar su mirada.

—Lamento no haber tenido tiempo para quedar contigo las últimas veces.

Hizo que sonara como si hubiera cancelado una cita. Me reí, confundida.

—Vale.

—Me pasé anoche, pero no estabas.

—Estaba trabajando. Turnos extra.

Di un paso atrás, con la esperanza de que cuanta menos proximidad tuviera con ella, más se reduciría el calor que sentía en la sangre.

Tuve la impresión de que la había visto sonreír al volverse y poner los documentos en su escritorio.

—La última vez que nos vimos creo que te dije algo que te hizo salir corriendo. ¿O quizá fue por alguien que estaba conmigo?

Rubia arrogante. Lancé una risotada.

— ¿Vicky?

Su sonrisa era de orgullo evidente ahora al volver a mirarme.

— ¿Estabas celosa?

¿De verdad estábamos teniendo esa conversación? No la había visto en dos semanas y, y... ¡uf! Sonriendo de asombro por su egoísmo, crucé los brazos sobre el pecho.

— ¿Sabes?, me cuesta creer que haya podido meterme en esta oficina con tu enorme ego ocupando todo el espacio.

Brittany rio.

—Bueno, saliste corriendo por algo, Marie.

—Uno: para de llamarme Marie. Es S-A-N-T-A-N-A, es Santana. Y dos: acababas de insinuar que era en cierto modo «familia» después de solo unas semanas de conocerme.

Su ceño se arrugó al procesar lo que acababa de decirle.

Se apoyó otra vez en el escritorio, cruzando los brazos bajo su amplio (y deseable) pecho como si pensara en ello.

— ¿Lo hice?

—Lo hiciste.

De repente, sus ojos estaban escrutando mi cara, cargados con toda clase de preguntas.

—Rachel me contó lo de tu familia. Lo siento.

Mis músculos se bloquearon y el calor que ella había creado se evaporó como si acabara de poner el aire acondicionado a tope. ¿Qué podía decir? No quería que hiciera una montaña de eso, ni tampoco quería que me psicoanalizara.

—Fue hace mucho tiempo.

—No me di cuenta de que insinuara eso sobre la familia.

Pero las cosas están empezando a tener sentido. La cena en casa de Shelby... cuando echaste a correr.

—No —la interrumpí, dando tres pasos hacia ella—. Brittany, no... —Mi voz se calmó al tratar de contener la urgencia de morderle como un animal herido—. No hablo de eso.
Al ver que ella me estudiaba, no pude evitar preguntarme qué estaba pensando. ¿Pensaba que estaba loca? ¿Que era patética? ¿Me importaba? Y entonces ella se limitó a asentir.

—Lo entiendo. No hemos de...

El alivio me inundó y di un paso atrás solo para que Brittany avanzara hacia mí, de manera que estuvo casi tocándome otra vez.

—Estaba pensando en hacer un pícnic en algún parque bonito este sábado si hace buen tiempo, para compensar a Rachel por no estar muy disponible últimamente. Sé que también echa de menos a Quinn. ¿Vendrás?

—Eso depende. —Encontré mi camino de vuelta al comentario mordaz en un intento de sentirme menos vulnerable—. ¿Vas a insinuar que estoy celosa del sándwich que te estés comiendo?

Se echó a reír, una risa de cuerpo completo que endulzó las cosas en mi interior.

—Me lo merezco. —Se aventuró a acercarse y yo tuve que dar un paso atrás—. Pero ¿me perdonarás y vendrás?

¿Cómo amigas?

Sin embargo había algo deliberadamente sarcástico en la forma en que dijo «amigas».

La miré con suspicacia.

—Brittany...

—Solo amigas. —Su mirada bajó a mi boca y se oscureció—. Te lo dije. Puedo disimular si tú también puedes hacerlo.

—Yo no estoy disimulando. — ¿Era mi voz la que sonaba tan caliente y jadeante?
Brittany se limitó a esbozar una sonrisita como si no me creyera.

—Sabes que estás poniendo realmente presión a mis talentos teatrales.

— ¿Talentos teatrales?

—Disimular, Santana. —Dio otro paso adelante, con los ojos entrecerrados de intención—. Nunca he sido buena con eso.

Oh, Dios mío, iba a besarme. Estaba de pie en su oficina con unos vaqueros penosos, con el pelo hecho un asco y ella iba a besarme.

—Señorita Pierce, el señor Rosings y la señora Morrison están aquí para verle. —La voz de Morag hizo eco en la oficina desde el intercomunicador, y Brittany se tensó.

Me inundó una extraña mezcla de alivio y decepción y di un paso atrás, volviéndome con nerviosismo hacia la puerta.

—Dejaré que te ocupes.

—Santana.

Me volví, mirando a cualquier sitio menos a sus ojos.

— ¿Sí?

— ¿El pícnic? ¿Vendrás?

La sangre estaba agolpándose en mis oídos y mi cuerpo todavía estaba tenso con la anticipación de su beso, pero dejé todo eso de lado, recordando quién era y lo mucho que me asustaba. Levanté la barbilla para sostener su mirada.

—Como la compañera de piso de tu hermana pequeña, sí.

Estaré allí.

— ¿No como mi amiga? —me provocó.

—No somos amigas, Brittany. —Abrí la puerta de su oficina.

—No, no lo somos.

No tuve que volverme para ver su expresión. La sentía en sus palabras. Apresurándome por el pasillo, apenas logré hacer un gesto de saludo a Morag antes de precipitarme en el ascensor que me alejaría de ella. ¿Qué había ocurrido?

¿Dónde había ido a parar la platónica y «amistosa» Brittany y por qué había vuelto la Brittany del taxi? Pensaba que no era su tipo. Pensaba que estaba a salvo.

«No, no lo somos.» Esas palabras resonaban en mi cabeza al salir al aire fresco desde el edificio de la oficina.

No eran las palabras. Era el tono en que las había envuelto.

Y aquellas palabras estaban cargadas de intención sexual.

Joder.

Hola:lol:    a todas/os…………..y bueno, creo que el capítulo correspondiente al día de hoy va a gustarles mucho-w-   jejejeje…… ¿Por qué lo digo?, creo que para no arruinar la sorpresa que implica el capítulo de hoy, basta decir que habrá cierta provocación, una escena de celos y unos:(k):   momentos wankys   jejejeje…….como ya lo dije anteriormente, últimamente ando algo ocupada   con evaluaciones y tareas de la Universidad y puede que hasta el día en que entre en unas pequeñas vacaciones (martes 17 de diciembre) actualice cada dos a tres días y no al ritmo actual, sin embargo cuando tenga esa brevísima vacación voy a recompensarlas actualizando al mismo ritmo que ahora……..así que pido   disculpas por anticipado.

Me sorprendió   gratamente el número de visitas a la historia hasta el día de hoy

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

CAPÍTULO 10

No fui al pícnic de Brittany.

Bueno, fui, pero no fui.

Estupefacta por su transformación de nuevo en la Brittany sexy del taxi que no podía apartar los ojos de mí, no sabía qué pensar.

Estaba desconcertada. Y muerta de miedo. Así que tomé la vía del cobarde y pedí ayuda a Kitty —al tiempo que también le mentía sobre la razón— para salir del berenjenal sin que pareciera que quería salir del berenjenal...

Llegó el sábado y amaneció un día sorprendentemente caluroso. El Central Park —un gran parque situado estratégicamente en el corazón de Nueva York— estaba repleto de gente que tomaba el sol o hacía deporte.

Brittany había logrado hacerse con un sitio a la sombra. Quinn, Tina, Mike y la propia Brittany ya estaban allí cuando nos acercamos Rachel y yo, entre los sonidos de risas, niños gritando y perros ladrando que creaban una feliz banda sonora de la escena. Era un día perfecto, y la atmósfera en Central Park manaba una satisfacción casi eléctrica.

Por un minuto deseé quedarme.

—Vaya... —Miré las dos cestas que había traído Brittany.

Eran tan elaboradas que no me habría sorprendido que las hubiera robado de un escaparate de Fortnum & Mason—.¿Llamas pícnic a esto?

Brittany, que se había levantado al ver que nos acercábamos y estaba abrazando a Rachel en su costado, hizo un gesto orgulloso hacia las cestas que descansaban sobre una preciosa manta de felpilla. Parecía desconcertada.

—Sí. —Puso ceño—. ¿Cómo lo llamarías?

—Un restaurante de tres estrellas en la hierba.

La comisura de su labio se curvó en un gesto de irónica diversión.

—Le pedí al personal del restaurante que lo cocinara.

— ¿Y qué restaurante sería ese? ¿El de tres estrellas?

—Creo que se está burlando de ti y de todo tu dinero, Brittany. —Rachel le sonrió—. Es un poco demasiado.

Brittany soltó un ruido de descontento.

—Es un maldito pícnic. Siéntate. Y come y calla.

Rachel rio y se dejó caer al lado de Quinn, que le pasó un brazo por el hombro y la apretó contra su costado.

—Me alegro de verte, Rach.

—Sí, yo también. —Le sonrió, pero se separó un poco, haciéndome que levantara una ceja.

¿Qué pasaba con eso?

— ¿Y bien?

Levanté la mirada a Brittany y la vi tendiéndome una mano, con un deseo no disimulado en sus pupilas.

Y Kitty me salvó con una sincronización perfecta.

Mi teléfono sonó, y puse cara de disculpa al sacarlo del bolsillo.

—Kitty, hola.

Me volví y di unos pocos pasos para impedir que pudieran oírla al otro lado de la línea.

—Tengo una emergencia —respondió en tono invariable—. Cancela el pícnic.

—Oh, no, estás de broma. —Le seguí la corriente, sonando maternal y tranquilizadora

—. ¿Estás bien?

—Cielo santo, Santana, pensaba que sabías mentir. —Kitty refunfuñó—. Estas hablando como un alienígena que ha oído el concepto humano de estar preocupado, pero no sabe cómo ejecutarlo.

Apreté los dientes, sin hacer caso.

—Claro, puedo hablar. Espera un segundo.

Me tomé un momento, tratando de exudar preocupación humana al volverme hacia Brittany y el resto del grupo. Tuve la sensación de que estaba poniendo más cara de poco amigos que de preocupación, pero bueno.

—Lo siento, chicos, pero por desgracia tengo que irme.

Rachel se incorporó, preocupada.

— ¿Todo va bien? ¿Necesitas que venga?


—No, estoy bien. Kitty solo necesita alguien con quien hablar. No puede esperar. Lo siento.

—Aventuré una mirada a Brittany y descubrí que no solo me estaba mirando, sino que me estaba estudiando con suspicacia. Bajé rápidamente la vista—. Hasta luego.

Me alejé de sus frases de despedida y volví a pegar el teléfono a mi oído.

—Estaba haciéndome la preocupada —protesté a Kitty.

—Cualquiera que te conozca, sabe que no es así como suenas cuando estás preocupada.

—Bueno, con suerte, no me conocen. —O tal vez... Brittany me estaba mirando raro.

—Bueno, ¿entonces no te gusta este Mike?

Me estremecí al recordar mi mentira. En un intento de no explicar toda la historia de Brittany a Kitty, había mentido y le había dicho que el prometido de Tina, la amiga de Rachel, era un intolerante y no me gustaba estar a su lado. Y claro, tampoco quería herir los sentimientos de Rachel diciendo que no quería ir al pícnic. Me sentía mal por malignizar a Mike, pero no creía que importara mucho, porque no esperaba que él y Kitty se conocieran nunca.

—No.

—Sabes que no me lo trago, ¿verdad?

Casi tropecé.

— ¿Tragarte qué?

—Hablas de Rachel todo el tiempo, Santana. Creo que puedo decir con seguridad que conozco lo bastante bien a esa mujer para saber que no sería amiga de un puto intolerante.

Ya te he dicho que no sabes mentir.

Eh. Eso no era cierto.

—Yo sé mentir. Miento de maravilla.

—O eso está bien, grítalo mientras todavía te estás alejando de ellos.

Mierda. Me volví para asegurarme de que había puesto suficiente distancia entre nosotros. Sí. Mi corazón se enlenteció.

—Eres un grano en el culo —dije casi gruñendo, olvidando que acababa de hacerme un favor.

Resopló.

—Eres tú la que me ha mentido. En serio, ¿qué está pasando?

Suspiré.

—¿Puede esto ser una de las cosas de las que no hablamos?

—No.

—Por favor, Kitty.

— ¿Has hablado de esto con tu terapeuta?

Torcí el gesto, preguntándome por qué me había preguntado eso.

—No...

—Bien. —Suspiró profundamente—. No preguntaré por eso si me prometes hablar de ello con tu terapeuta. Y podrías mentir, pero sé que nunca romperías una promesa.

—Kitty...

—Promételo.

Negué con la cabeza.

—No merece la pena hablarlo en terapia.

—Si merecía la pena mentirme a mí, merece la pena hablarlo en terapia. Aclárate, Santana, y promételo.

—Está bien —accedí, pero solo porque sabía que era la forma gruñona que tenía Kitty de ser una buena amiga.

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La doctora Sylvester tenía flores en el escritorio.

Sonreí. Había tomado nota.

— ¿Mentiste para no tener que pasar un rato con Brittany?

Me retorcí, lamentando que Kitty me hubiera obligado a hacer la promesa.

—Sí.

—Antes, cuando te he preguntado si te sentías atraída por Brittany dijiste que lo estabas. En pasado. ¿Estabas diciendo la verdad?

No.

—Puede que no.

—Entonces ¿te sientes atraída por ella?

Oh, qué demonios...

—Nunca me he sentido tan atraída por nadie como me siento atraída por ella.

La buena doctora me lanzó una sonrisa irónica.

—Vale. Pero lo estás evitando, aunque ha dejado perfectamente claro que está interesada en ti. ¿Le tienes miedo, Santana?

¿Sinceramente?

—Sí.

— ¿No tienes intención de mantener ninguna clase de relación con ella?

— ¿No estaba aquí cuando le hablé de mi pasado con los hombres y también mujeres?

—No es lo mismo. Para empezar, conoces a Brittany.

—No quiero tener nada que ver con ella, estoy bien.

—Acabas de decirme que te sientes extremadamente atraída por esa rubia. Cuando hablas de ella, me queda claro que te gusta. Yo no diría que estás bien; no quieres querer tener nada que ver con ella.

—Es lo mismo.

—No, no lo es. ¿Por qué tienes miedo de ella, Santana?

—No lo sé —repliqué, molesta con el tema y con Kitty por obligarme a discutirlo—. Simplemente sé que no quiero empezar nada con ella.

— ¿Por qué no?

Joder, a veces era como hablar a la pared con esa mujer.

—Complicaría las cosas. Con Rachel, conmigo, con ella.

No.

Ella inclinó la cabeza a un lado, impávida. Era buena en eso.

—Santana, a lo mejor es hora de dejar de pensar cincuenta pasos por delante y dejar que las cosas funcionen de manera natural.

—La última vez que hice eso me desperté en una cama con dos muchachos desconocidos y sin bragas.

—Te he dicho que no es lo mismo. No eres la misma persona y Brittany no es una desconocida. No te estoy diciendo ni pidiendo que hagas nada que no quieras hacer, ni con Brittany ni con nadie. Pero te estoy sugiriendo que dejes de predecir el futuro y aceptes cada día tal y como viene. No para siempre, ni siquiera para unos meses.
Inténtalo unos días, unas semanas incluso. Sé que puede dar miedo, pero solo... inténtalo.

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Como había hecho durante las últimas semanas, el sábado estaba trabajando en el Club 230 Fifth. Rachel había llegado a casa antes, en torno a la hora de cenar, a rebosar del pícnic y con ganas de simplemente sentarse allí conmigo un rato mientras yo engullía algo de comida antes de que tuviera que prepararme para mi turno.

— ¿Así que va todo bien con Kitty? —preguntó, con un pequeño ceño formándose entre las cejas.

La culpa se alojó en mi garganta. No me había sentido muy mal mintiendo a Brittany, porque su giro radical para convertirse otra vez en una mujer buenísima depredadora de mirada pícara y una sonrisa que decía fóllame era la única razón que había tenido para recurrir a la mentira.

Pero mentir a Rachel era una cuestión completamente diferente, y eso hizo que me sintiera más que un poco incómoda.

Murmuré con la boca llena de pasta, asintiendo y evitando su mirada, con la esperanza de que entendiera que no quería hablar de ello.

Ante su silenciosa respuesta levanté la cabeza y la descubrí observándome con curiosidad. Tragué saliva.

— ¿Qué?

Rachel se encogió de hombros.

—Solo... cuando Brittany me ha acompañado a casa ha dicho que pensaba que quizá... que quizás estabas mintiendo sobre la llamada de Kitty para poder salvarte del pícnic.

Joder, ¡tenía tanto ego!

No importa que tuviera razón.

Solté una carcajada.

— ¿Qué? ¿Por ella?

Ella se encogió de hombros otra vez.

— ¿Tenía razón?

Seguí rehuyendo su mirada.

—No.

—Bueno, solo para que lo sepas, tengo la impresión de que está planeando algo.
Levanté una ceja.

— ¿Como qué?

Ella suspiró recostándose en su silla.

—Con Brittany nunca se sabe. Acabo de aprender a reconocer los signos. Conozco a mi hermana mejor de lo que cree que la conozco. La tienes a tus pies, Santana. De hecho, me impresiona que esté siendo tan paciente. Aunque eso probablemente significa que está planeando hacer lo que haga falta para conquistarte.

Estaba sorprendida, y no podía simular que no lo estaba.

Me recosté en la silla, abandonando momentáneamente mi comida.

— ¿A mis pies? ¿Lo que haga falta?

—Por más que me dé aprensión la vida sexual de mi hermana, a veces no puedo evitar oír hablar de eso, y lo que oigo es que Brittany siempre consigue lo que quiere.

Resoplé.

—Por favor, Rachel, ¿crees que yo soy lo que quiere? No soy exactamente su tipo. Santana López no viene de Supermodelo.

Rachel pareció adorablemente confundida.

—Estás de broma, ¿no?

—Eh... ¿sobre qué?

—Sobre ti. —Me señaló con indignación—. Estás muy buena, Santana. Vale, no pareces ser del prototipo general de chicas con las que suele salir Brittany, pero tienes esos ojos asombrosos, esa voz ronca de teléfono erótico, una talla de sujetador por la que mataría, y esa actitud distante y meditabunda que es completamente opuesta a la persona interesante y divertida que eres. Créeme, he oído hablar a los hombres y mujeres. Eres diferente, y todos no pueden evitar verte como un reto.

Estás cañón.

Estaba estupefacta, eso es lo que estaba.

¿De verdad era así como me veía la gente? Avergonzada, cogí mi tenedor, murmurando entre dientes.

Percibí la sonrisa de mi compañera de piso sin siquiera levantar la mirada.

—Necesitas un espejo.

Me encogí de hombros.

Entonces Rachel se quedó en silencio y me encontré a mí misma levantando la mirada para asegurarme de que estaba bien. Ahora no estaba sonriendo.

—No importa lo mucho que lo niegue, Brittany está interesada en ti, Santana. Me pregunta mucho por ti, lo cual nunca había hecho con nadie, y créeme, he perdido al menos tres amigas con las que ha salido y ha quitado de mi vida. No le cuento mucho...
«Le hablaste de mi familia.»

—... porque no dices mucho, así que por supuesto ha estado muy intrigada. Y ya te he dicho que Brittany normalmente consigue lo que quiere.

—Por favor. —Estaba enfadada—. Dame un poco más de crédito. No voy a caer en la cama de una rubia buenísima solo porque está acostumbrada a conseguir lo que quiere.
¿Sabes qué? Yo también estoy acostumbrada a conseguir lo que quiero. Y lo que quiero es no caer en su cama.

Pero fue como si Rachel ni siquiera me hubiera oído.

—Si no logras resistir, solo ten cuidado con ella, ¿de acuerdo?

La han tratado mal antes, y no quiero que ocurra eso otra vez.

Con los ojos como platos, oí que mi tenedor resonaba en mi plato después de que mis dedos lo soltaran por decisión propia. Estaban asombrados, como el resto de mí.

—Espera. ¿Estás preocupada porque yo le haga daño?

Ella sonrió a modo de disculpa.

—Eres una buena persona, lo que hace que el hecho de que no confíes en nadie resulte realmente duro para la gente a la que le importas. Y en el caso de Brittany, cuando una persona le importa, tiene que saberlo todo para poder cubrir todas las posibilidades y protegerla. Ha de ser un tipo en el que la gente confíe. Es su forma de ser. Si empezara algo contigo, se sentiría herida cuando le cerraras tu alma.

Solo lo capté en parte. Sobre todo, no dejaba de oír:

«Eres una buena persona, lo que hace que el hecho de que no confíes en nadie resulte realmente duro para la gente a la que le importas.»

— ¿Te estoy haciendo daño, Rachel? —No quería reconocer lo mucho que me asustaba su respuesta.

Ella suspiró profundamente y pareció sopesar sus palabras.

—Al principio sí. Pero saber que no quieres hacerme daño ayuda. ¿Me gustaría que confiaras más en mí? Sí.

¿Voy a presionarte? No. —Se levantó—. Solo quiero que sepas que si alguna vez decides confiar en mí, estoy aquí. Y puedes contarme lo que sea.

Sentí que se me cerraba la garganta y solo pude asentir.

En un esfuerzo por conjurar el momento, Rachel sonrió desde arriba.

—Esta noche voy a salir con Brittany y Quinn. He estado bien con Quinn hoy. Se ha cabreado.

«Hum, ¿qué pretendes, jovencita?»

— ¿Te andas con jueguecitos con ella?

Puso cara de pocos amigos.

—Ayer descubrí que había avisado a Nicholas que no me pidiera una cita cuando quería hacerlo. Así que sí que me ando con jueguecitos.

—Uf, espera. —Empujé mi plato hacia atrás, totalmente confundida. Había conocido a Nicholas. Era uno de los amigos de Rachel que se pasaba a veces por el apartamento.
También era profesor en su departamento—. ¿Que Quinn hizo qué?

—Hice una broma ayer diciendo que no había tenido una cita en meses y Nicholas dijo que a lo mejor habría tenido una cita si Quinn dejara de amenazar a posibles candidatos.

Estaba completamente confundida, así que Nicholas se explicó. Nick llevaba meses pensando en proponerme una cita y fue a pedirle consejo a Quinn sobre adónde llevarme.
—Apretó la mandíbula al pensar en ello—. En lugar de responder, Quinn amenazó a Nicholas con hacerle daño. Le dijo que se mantuviera lejos de mí.

Sin ninguna explicación. Solo «no te acerques».

Me reí con incredulidad.

—Y por supuesto la corpulencia de Nicholas parece una ironía al lado de la de Quinn, así que Nick retrocedió.

—Exactamente.

— ¿A qué demonios juega Quinn?

—Eso es lo que quiero saber. Me ha jodido, y por eso voy a disfrutar molestándola.
Tenía que reconocer que me gustaba ese lado de Rachel.

La gente pensaba que podía salir airosa con ella, pero se equivocaba. Le sonreí.

—Así que indiferencia, ¿eh?

Ella me sonrió con descaro, y me recordó un ángel diabólico.

—A tope esta noche. Incluso podría coquetear con alguien al azar para ver si se irrita un poco. Luego puedo preguntarle a qué demonios está jugando. Era ella la que no quería que fuéramos nada más que amigas.

—Bueno, normalmente no apruebo los jueguecitos, pero en este caso se lo merece. No puedo creer que esté amenazando a tus posibles pretendientes a tu espalda. Espero el siguiente informe, señorita Berry.

Rachel rio y se apresuró a prepararse para la noche, dejándome que terminara la cena para poder meterme en la ducha antes de irme a trabajar.

Puck estaba de turno conmigo junto con Alistair, otro camarero con el que había trabajado antes unas cuantas veces. Los chicos estaban de buen humor y el local estaba lleno. Los dos se esforzaban al máximo por hacerme reír, y así los minutos iban pasando deprisa. Me estaba divirtiendo. Nuestro buen humor revitalizó la atmósfera del club y la gente había empezado a reunirse en torno a la barra a tomarse sus copas y disfrutar no solo de su charla, sino también de la mía con los chicos.

—Yo me encargo de este cóctel —me gritó Puck desde el fondo de la barra—. Y tú cedes de una vez y echamos un polvo esta noche, Santana.

Los clientes se rieron primero con disimulo y luego abiertamente cuando yo le devolví la sonrisita a Puck, sirviendo dos Jack Daniel’ s con Coca-Cola a las chicas que tenía delante.

—Ni hablar, Tom Cruise.

Puck tenía grandes reflejos. Sin duda perdería la partida.

—Me estás rompiendo el corazón, cielo —dijo imitando al actor de Hollywood.

Le hice un gesto de desdén, pasando las bebidas a mis clientes y cogiendo su dinero.

— ¿Y qué me dices a mí, Santana? —Alistair me lanzó una sonrisa insinuante, pero sabía que solo estaba bromeando.

Alistair estaba felizmente comprometido con una chica irlandesa que estudiaba en la Universidad de Napier. Aun así, podía ser fiel, pero coqueteaba tanto como Puck.

—Hum, lo pensaré —respondí en tono provocativo, lo bastante alto para que Puck lo oyera.

Puck gruñó en fingido tormento e hizo pucheros ante la atractiva chica a la que estaba sirviendo.

—Me está matando.

La chica sonrió, con los ojos brillantes en él. Yo puse los ojos en blanco cuando Puck cogió la mano de la chica y la puso en su propio pecho.

— ¿Notas esto? Es mi corazón que se rompe.

—Oh, vamos. —Puse los ojos en blanco, encogiéndome—.
¿No podías ser más cursi?

—Por supuesto que podía.

Alistair resopló.

—Créelo o no, esa es una de sus mejores frases.

Puck lo azotó en la cabeza con un trapo.

Riendo, pasé al lado de Puck para coger un ron y me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla. Eso le valió unos cuantos vítores y un abucheo de Alistair.

Haciendo el idiota, la siguiente hora pasó volando y el bote de las propinas se llenó deprisa. El club estaba aún más lleno, así que mi atención estaba completamente centrada en el trabajo y en mis colegas. El hecho de que sintiera sus ojos en mí entonces, decía mucho...

Sentí un cosquilleo en la piel, levanté la cabeza y miré a través de la multitud hacia la entrada y mi interés pasó rozando a Quinn y Rachel, que seguían a Brittany hacia el interior; Brittany, que iba caminando al lado de una morena alta que le enlazaba el brazo.

Nuestras miradas conectaron y ella ni siquiera hizo ademán de reconocimiento. En cambio, bajó la cabeza y susurró algo al oído de la morena que la hizo reír.

Algo desagradable me revolvió el estómago y eché un vistazo a Rachel. Ella estaba mirando con cara de pocos amigos a Brittany y luego a Quinn, apartándole la mano y caminando con paso firme hacia su hermana. Esta había logrado convencer a un grupo de gente sentada a una mesa para que se echaran a un lado del sofá de cuero, y así ella, su chica misteriosa, Rachel y Quinn pudieran sentarse.

Todos se deslizaron en el sofá excepto Rachel, que en ese momento estaba fulminando con la mirada a todas ellas.

Quinn le dijo algo. Rachel negó con la cabeza, con aspecto de estar extremadamente cabreada, y la expresión de Quinn se oscureció. Su mano salió como un látigo y envolvió el brazo de Rachel, obligándola a sentarse a su lado. Mi amiga pugnó por desembarazarse de ella, pero el brazo pálido se deslizó en torno a su cintura, con la mano en su cadera; era un gesto aparentemente despreocupado, pero estaba claro que la sujetaba con fuerza, y lo que le susurró al oído hizo que ella dejara de debatirse.

Sin embargo, no eliminó su expresión pétrea.

Preocupada, mis ojos vagaron a Brittany, pero ella no había visto nada de eso. Estaba demasiado ocupada charlando con la morena.

Me volví con rapidez, porque no estaba en absoluto preparada para el torrente de sangre en mis oídos y la opresión en mi pecho.

Sinceramente, no sabía qué terreno pisaba con esa mujer.

En un momento me miraba con ojos cargados de deseo y al siguiente ni siquiera reconocía mi presencia. Bueno, no iba a dejar que pudiera conmigo. Serví a mi cliente y miré a Alistair.

—He visto a unos amigos. ¿Podéis ocuparos de la barra mientras les llevo unas copas?

—Claro.

Sin hacer caso del cosquilleo en mi estómago, me dirigí a la pista, dando estúpidamente gracias a mi jefe por el top tan sexy que me hacía llevar. Si tenía que estar un poco sudorosa y en desventaja en comparación con la morena del vestido brillante, al menos sabía que el top me quedaba bien.

Al acercarme, la mirada glacial de Rachel se fundió y me sonrió, aliviada de verme.

—Eh, chicas —me anuncié en voz alta para que se me oyera por encima de la música—. ¿Puedo traeros unas copas?

—Oh, no hay necesidad —me dijo Quinn con una sonrisa

—. Darren nos las va a traer.

Señaló detrás de mí y yo me volví para ver a un tipo alto y de pelo corto, pelirrojo, esperando para abrirse paso entre la multitud hacia la barra.

Yo puse ceño en un gesto inquisitivo.

— ¿Darren?

—Mi marido.

La respuesta vino de la morena y yo la miré con sorpresa, derramando mi atención sobre la mujer sentada al lado de Brittany, con mi cerebro tratando de entender la imagen que tenía delante y de dar sentido a lo que ella acababa de decir. Capté la mirada de Brittany y ella me dedicó una sonrisita fría, para darme a entender que sabía que yo había dado por sentado que la joven era una de sus Barbies.

—Ella es Donna, la mujer de Darren. Darren es el gerente de Fire.

Oh.

Bueno, me sentía avergonzada.

Y entonces vi otra vez los ojos de Brittany y su sonrisa se profundizó.

Recordé las sospechas anteriores de Rachel. «Bueno, solo para que lo sepas, tengo la impresión de que está planeando algo.»

Maldita fuera. Me había hecho creer que Donna era su cita. Quería ver el alivio destellando en mis ojos al darme cuenta de que no lo era. Y Dios me maldijera, porque yo se lo había concedido.

—Me alegro de conocerte. —La saludé con la cabeza—.

Volveré a mandarte a tu marido, porque va a pasarse allí la vida. Le preguntaré lo que queréis y os lo traeré.

—Gracias, Santana. —Rachel sonrió lánguidamente.

Torcí el gesto, odiando verla tan incómoda. Estiré el brazo y le apreté el hombro de manera tranquilizadora, notando la mano de Quinn todavía aferrada con fuerza en su cadera. Le lancé una mirada de advertencia por encima de la cabeza de mi amiga que hizo que Quinn arrugara el entrecejo en un gesto de desconcierto. Sin hacer caso de Brittany y del jueguecito que tramaba, caminé pavoneándome hasta Darren, me presenté y lo mandé de vuelta con los otros una vez que memoricé las bebidas.

—Ha vuelto —me dijo Puck al oído, inclinándose en torno a mí al agitar un cóctel.

— ¿Quién?

—La rubia con la que Bree ha estado coqueteando desde que estuvo aquí.

—Brittany —asentí, mirándolo. No me había dado cuenta de lo cerca que estaba, nuestras caras a centímetros de distancia—. Bree quería convertirla en su siguiente fuente de dinero fácil.

—Por cómo siento las dagas clavadas en mi espalda diría que ella está interesada en ser algo más de otra.

Me separé, poniendo los ojos en blanco.

—No necesito a nadie, Puck.

Puck lanzó una mirada a Brittany.

—Me molesta. La última vez que estuvo aquí te miró como si fueras de su propiedad y esta noche lo mismo.

¿Hay algo entre vosotros dos?

—Nada. Ya te he dicho que no necesito a nadie.

Los ojos de Puck se estrecharon y volvió hacia mí con una sonrisa traviesa.

—A lo mejor yo si necesito a alguien.

Y acto seguido estaba besándome, con una mano en mi nuca para mantenerme allí mientras su lengua se deslizaba en mi boca y su cuerpo se apretaba al mío. El asombro me mantuvo paralizada y luego el sorprendentemente agradable tacto de sus labios en los míos.

Puck sabía besar, eso desde luego. Los silbidos y vítores interrumpieron el momento, y yo me separé de él poniéndole una mano en el pecho.

—Eh... —Pestañeé, tratando de entender lo que estaba pasando—. ¿Qué acaba de pasar?

Puck me hizo un guiño.

—Solo hemos fastidiado a la rubia millonaria de ahí pasando un buen rato al hacerlo.

Negué con la cabeza en ademán de incredulidad y lo aparté, captando la sonrisa de Alistair cuando Puck pasó caminando con fanfarronería a su lado, obviamente complacido consigo mismo. Al volver a preparar las bebidas de mis amigos, me obligué a no levantar la mirada.

No quería saber si Puck tenía razón respecto a Brittany. No quería reconocer los sentimientos que pudiera tener por mí y viceversa. Pero maldición, me complacía saber que alguien más había reparado en su interés en mí además de una optimista y romántica recalcitrante como Rachel. Al menos sabía que no estaba imaginando cosas.

¿Y acaso yo no era solo un manojo de hormonas confundidas?

Puse las bebidas en una bandeja, me alejé de la barra sin hacer caso del «Eh, cielo» de un cliente que obviamente había presenciado el show de Puck, y esquivé a la gente para poder llevar las bebidas a Rachel y compañía sin derramar ni una gota.

—Aquí tenéis. —Puse la bandeja en la mesa y empecé a repartir las bebidas.

—Eh, ¿qué ha sido eso? —preguntó Rachel con ojos como platos al coger la bebida.

No sé qué me poseyó para pensar que hacerme la tonta era la forma de actuar.

— ¿Qué ha sido qué?

Quinn gruñó.

—El tipo que te ha metido la lengua hasta la garganta.

Ni siquiera pude mirar a Brittany, porque podía sentir que su mirada quemaba, mejor dicho, que me quemaba. Me encogí de hombros.

—Solo es Puck.

Y entonces salí corriendo antes de que pudieran preguntarme nada más.

Pero Puck no estaba satisfecho solo con meterme la lengua hasta la garganta. En los siguientes minutos incrementó el flirteo, besándome el cuello, dándome palmadas en el culo y provocándome sin clemencia con charla sexual.

Supongo que no estar más enfadada por el hecho de que me besara le hizo pensar que podía. Y la verdad es que yo no hice nada para que creyera lo contrario. Había decidido que quería enviar un mensaje a Brittany.

No éramos amigas.

Y nunca íbamos a ser nada más que no amigas.

Así que... no éramos nada.

— ¡Tu descanso, Santana! —Alistair me dio un golpetazo con el trapo al volver de su descanso.

Suspiré.

—Voy a quitarte ese maldito trapo si no dejas de usarlo como un arma. En serio, ¿era necesario?

Me sonrió.

— ¿Qué? ¿Habrías preferido un beso con lengua?

—Qué gracioso.

Me volví de puntillas y salí por la parte de atrás de la barra en dirección a la zona de personal. Había un pequeño vestuario con un sofá, una máquina de caramelos y algunas revistas. Una puerta situada a la derecha daba a la oficina de dirección, pero Sofie casi nunca estaba los fines de semana porque trabajaba a tiempo completo durante la semana.

Cuando cerrabas la puerta de Sofie, el ruido del bar desaparecía. Con la cabeza zumbando y la adrenalina bombeando por Brittany y Puck, entré con una lata de Coca-Cola y me apoyé en el escritorio.

Dar esperanzas a Puck era una mala idea. Siempre habíamos tonteado, pero esa noche había cruzado la línea y yo le había dejado, y todo porque Brittany me estaba sacando de quicio.

Odiaba el puñetazo en las tripas que había sentido al pensar que Donna era su pareja. Odiaba que supiera que sentía algo. Odiaba sospechar que ella lo había orquestado todo.
Tenía que encontrar una manera de hacerle saber de una vez por todas que nunca iba a ocurrir nada entre nosotras.

Levanté los ojos de la alfombra cuando se abrió la puerta.

Me enderecé. Los nervios se apoderaron de mi estómago en cuanto Brittany entró y cerró la puerta.

Sus ojos estaban calculando al enfocarse en mi cara.

Tenía las facciones duras, empañadas.

Parecía cabreada.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

No respondió y mis ojos volvieron a hacer lo mismo... perdiendo el control, recorriendo su cuerpo, asimilando el elegante vestido negro que le sentaba de maravilla. El único accesorio que llevaba era un caro reloj. Su estilo sencillo pero abrumador contribuía a un conjunto muy sexy.

Sentí ese apretón en lo más hondo de mi cuerpo y apreté la mandíbula. ¿Por qué tenía que calentarme tanto? No era justo.

Tomé un trago de mi refresco para cubrirme.

— ¿Y pues?

—No me gusta compartir.

Mis ojos volaron a los suyos y, si era posible, ella parecía más enfadada que nunca. En esa minúscula habitación, Brittany era enorme e intimidante, y la comparación entre nuestros tamaños más notable. Podía aplastarme como un insecto si quería hacerlo.

— ¿Qué?

Sus ojos se entornaron.

—He dicho que no me gusta compartir.

Pensé en Vicky.

—No es lo que he oído.

—Deja que lo reformule. —Dio un paso tranquilizador hacia mí—. Cuando se trata de ti... no me gusta compartir.

No hubo tiempo de procesar eso. Un momento estaba mirándola con incredulidad y al siguiente la lata de refresco estaba en el suelo y mi trasero en el escritorio cuando Brittany colisionó conmigo. Su calor y su fortaleza me arrollaron cuando me agarró por la nuca con una mano y con la otra mano arrastró mi muslo izquierdo hacia arriba para poder situarse entre mis piernas y posicionarme sobre el escritorio.

Su boca se aplastó en la mía y el deseo que mi cuerpo había estado albergando por ella durante semanas se apoderó de mí. Me aferré a ella, con las manos clavadas en su espalda, mis piernas trepando por sus caderas al tiempo que mis labios se separaban en una exhalación de alivio que permitió que su lengua entrara para provocarme. El olor de Brittany, el gusto a whisky en su lengua, la sensación de sus manos cálidas agarrándome con fuerza... todo ello me dominó y se me escapó ese sonido gutural que no podía controlar.

Su beso borró todo recuerdo del de Puck.

La mano de Brittany se tensó en mi nuca y la oí gemir. La vibración de su gemido se transmitió, pasó rozando mi cuerpo como manos incitando mis pezones, susurrando en mi estómago y deslizándose hasta aposentarse entre mis piernas. Sus besos se hicieron más intensos, más demandantes: largos besos que me drogaban y me dejaban sin respiración. Estábamos jadeando y tirando de la boca de la otra como si no pudiéramos llegar lo bastante profundo, con mis uñas clavadas en su espalda para instarla a apretarse más.

Cuando reparé en su evidente excitación ya estaba perdida. Mi vientre se encogió y gimoteé con mi boca pegada a la suya, con las bragas empapadas de deseo. La necesidad se acrecentó cuando Brittany subió una mano por mi cintura, rozándome el pecho y deteniéndose en el tirante ancho del top. Interrumpió el beso, retirándose solo un centímetro para mirarme a los ojos. Los suyos eran oscuros, con las pestañas caídas sobre ellos, los labios amoratados. Sentí que dos de sus dedos se deslizaban bajo mi tirante para bajar el lado izquierdo del top y dejar al descubierto mi sujetador.

Su mirada nunca abandonó la mía al repetir el proceso con el tirante de mi sujetador.

Noté aire frío en mi pecho desnudo y mi pezón se tensó, incitante. Brittany bajó la mirada y sentí que su mano se deslizaba hacia arriba para agarrarme el pecho. Lo acarició, rozándome con el pulgar el pezón, y yo ahogué un grito cuando este se endureció y lanzó un relámpago de deseo entre mis piernas. Brittany me miró a los ojos.

— ¿Te gusta esto, nena? —murmuró, y sus ojos volvieron a mi boca—. ¿Te gusta sentir mis manos en ti?

Bueno... ¡sí!

—O... —Bajó la cabeza y sus labios se frotaron suavemente contra los míos—. ¿Sirven las de cualquier persona?

Esas palabras tardaron unos segundos en penetrar, pero cuando lo hicieron aplasté el dolor y recuperé la rabia, dejando de abrazarla para volver a colocarme el sujetador y el top.

—Vete a la mierda —le solté.

Traté de apartarla, pero solo conseguí que se apretara más a fondo entre mis piernas, sujetándome las muñecas para parar los puñetazos que estaban a punto de volar hacia ella.

— ¿Qué demonios era eso de ahí fuera? —me dijo echando humo, pero todavía estaba inequívocamente excitada haciendo que mi propio cuerpo luchara con mi cabeza.

—No es asunto tuyo, es lo que era.

— ¿Te lo estás follando?

— ¡No es asunto tuyo!

Soltó un ruido bajo, airado, entre dientes, y tiró de mis brazos.

—Considerando que quiero follarte, es asunto mío. Y considerando que está claro que quieres que te folle, creo que es mejor para ti que me respondas.

—Eres una inmadura arrogante y egoísta, que lo sepas — dije enojada, decidida a que ese rubia dominadora no me controlara—. ¡No tendría sexo contigo ni aunque fueras la última persona en la faz de la tierra!

No era la respuesta más original, ya lo sé. Y desde luego no era el mejor momento para decirla.

Brittany me besó otra vez, sin soltarme las manos, pellizcándome con furia la boca, frotando su cuerpo contra mí, atormentándome. Mi cuerpo cedió y mis labios se separaron, dejándola entrar. Traté de presentar una fingida batalla, pero mis hormonas estaban mucho más interesadas en el sexo que en controlar la situación.

— ¿Te acuestas con él, Santana? —murmuró de forma sexy, con sus labios dejando un rastro de besos ansiosos en mi mandíbula.

—No. —Respiré.

— ¿Quieres acostarte con él?

—No.

Vagamente era consciente de que me estaba soltando las muñecas, y mis manos —con mente propia— se estiraron para tocar el estómago tenso de Brittany.

— ¿Quieres que te folle? —me gruñó al oído.

Me estremecí de deseo. ¡Sí!

En lugar de decir la verdad, negué con la cabeza, tratando de mantener cierta clase de control.

Y entonces su mano estaba entre mis piernas, con dos dedos frotando con fuerza la costura de mis vaqueros. La excitación me inundó en un torrente de temblores.

—Oh, Dios... —Gemí, tratando de apretarme más a ella.

Sus labios estrujaron los míos y busqué algo más profundo, más húmedo, pero Brittany se estaba retirando.

— ¿Quieres que te haga mía?

Sentí una explosión de rabia y abrí los ojos de golpe para fulminarla.

— ¿Qué rayos crees?

Bajé su cabeza, con nuestros labios chocando al sacar de ella lo que quería. Sus brazos me rodearon la cintura, fusionando nuestros cuerpos mientras nuestras bocas se alimentaban ansiosamente una de la otra. La impaciencia ardía entre nosotros y las manos fuertes de Brittany se deslizaron por mi espalda y bajo mi trasero para levantarme con facilidad. Mi cuerpo comprendió lo que quería y mis piernas se envolvieron automáticamente en torno a su cintura al tiempo que ella se volvía y daba dos pasos para apretarme contra la pared, y empujándome con sus caderas.

La satisfacción y la necesidad me atravesaron y jadeé contra su boca, rogando más en silencio.

—Oh, joder, lo siento. —La voz de Alistair penetró entre la niebla y yo me aparté de Brittany, con mi pecho subiendo y bajando con rapidez mientras intentaba recuperar el aliento.

Miré a Alistair horrorizada al sentir que la realidad retornaba.

¡Qué demonios!

«Oh, joder, joder, joder.» ¡Mi autocontrol daba pena!

—Mierda —exclamé, soltando el aire.

La mirada confundida de Alistair voló entre Brittany y yo antes de volver a mí.

—Fin del descanso.

Tragué saliva pese al nudo de pánico y excitación sexual que se había formado en mi garganta.

—Ahora mismo salgo.

En cuanto se hubo ido, sentí que la sala se cerraba en torno a mí. Todavía estaba envuelta en los brazos de Brittany. Desenredé mis piernas y ella me bajó al suelo. En cuanto mis pies pisaron en firme, apoyé una mano en el pecho de Brittany para apartarla.

—Tengo que volver a trabajar.

Me agarró por la barbilla con dedos suaves y me obligó a levantar la mirada. Su expresión era granítica, decidida, controlada... y completamente opuesta a su boca hinchada y desordenado pelo.

—Hemos de hablar.

¿Sobre mi absoluta falta de control y fuerza de voluntad?

—No tengo tiempo ahora mismo.

—Entonces me pasaré mañana por la noche.

—Brittany...

Su agarre en mi barbilla se tensó, silenciándome.

—Pasaré mañana por la noche.

Eso no iba a ocurrir. ¿Cómo podía dejar que eso ocurriera?

—Brittany, no quiero que pase nada entre nosotras.

Levantó una ceja, claramente no convencida.

—Díselo a tus bragas mojadas, nena.

Entrecerré los ojos.

—Eres soberbia.

Ella sonrió ampliamente y se inclinó para depositar un beso suave en mis labios.

—Te veré mañana.

Agarré una de sus manos, impidiendo que se marchara.

—Brittany, lo digo en serio.

Riéndose entre dientes, ella pacientemente fue estirando mis dedos uno a uno hasta que solté su mano y retrocedió.

—Tengo una propuesta. Pasaré mañana para discutirla.

Arg. ¿Estaba sorda?

—Brittany...

—Buenas noches, Santana.

—Brittany...

—Ah. —Se volvió hacia mí en la puerta con expresión endurecida—. Estaré esperando al final del turno para llevarte a ti y a Rachel en mi automóvil. Si te vuelvo a ver coqueteando otra vez con ese idiota no dudaré en partirle la cara o hacer que lamente toda su vida el haberse atrevido a besarte y tocarte.

Y al instante, puf. Se había ido.

Hice balance un momento, incapaz de creer lo que acababa de permitir que ocurriera. Pero mis labios estaban pulsando por esos besos desesperados, mis mejillas ardiendo por el roce de su rostro y sus delicados brazos y manos, mi corazón acelerado y mis bragas definitivamente empapadas.

Peor... todavía estaba tan caliente que medio pensé en cerrar la puerta y terminar lo que ella había empezado. Al día siguiente eso tenía que terminar. Si Brittany podía transportarme de esa forma, no podía dejar que la situación llegara más lejos.

A lo mejor debería mudarme.

Sentí un dolor en el pecho al pensar en dejar a Rachel y el apartamento de la Quinta Avenida. ¡No! Podía hacerlo. Podía poner a esa rubia altanera en su sitio.

Asentí, poniéndome en pie solo para balancearme un poco.

Puse los ojos en blanco. ¿Por qué demonios tenía que ser la versión humana de un arma nuclear con carga sexual?

Gruñendo, me recompuse todo lo que pude y me dirigí a la barra, sin hacer caso de las miradas burlonas de Alistair, la mirada ardiente de Brittany ni los intentos de coqueteo de Puck.

Me gustaba el rostro de Puck tal como estaba, muchas gracias.

Hola    ………ante todo debo decir que me siento muy     apenada con todas/os que leen esta historia……….en mi defensa diré que estos días han sido muy complicados y llenos de inicio de evaluaciones, presentación de tareas, exámenes y todo lo que ello implica, sumado a ello que el dichoso calendario académico de mi “queridísima” Universidad se amplió una semana más, lo que quiere decir que la siguiente semana seguiré pasando clases a la vez de someterme a evaluaciones………..y bueno, ese es mi justificativo por haber demorado bastante en actualizar, por las inminentes evaluaciones que tengo (por ejemplo mañana) actualizaré nuevamente el día martes, pero eso sí, voy a dejarles unos breves adelantos de lo que se viene     en el capítulo 12 (uno bastante wanky)……….jejejeje     que me extendí demasiado con la historia de mi vida en la Universidad.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

CAPÍTULO 11

Mis llaves repiquetearon en el aparador de nogal del pasillo: el primer sonido para romper el silencio entre Rachel y yo. Después de una noche ajetreada en el bar, normalmente me zumbaba la cabeza y tardaba unas horas en desconectar antes de poder irme a dormir, pero esa noche era peor.

Todavía podía sentir a Brittany en mi boca, en mi pecho, la sensación que provocaba entre mis piernas.

Por el amor de Dios, todavía podía olerla y saborearla. Y simulé no sentir nada de eso cuando ella cumplió con lo prometido y nos metió a Rachel y a mí en un taxi después de que acabara mi turno. De hecho, no le dirigí la palabra.

No dije ni una palabra a nadie.

Alistair y Brittany eran los únicos que conocían la razón. Puck me observó perplejo durante el resto de la noche, probablemente preguntándose por qué había desaparecido mi buen humor, y yo evité la mirada de Rachel.

La evité en el bar, la evité en la acera, la evité en el taxi y continuaba evitándola. Seguí dándole la espalda al quitarme los zapatos, y luego la dejé en el salón al ir a la cocina a buscar un vaso de agua.

—Entonces, ¿no vamos a hablar de eso? —preguntó Rachel en voz baja, siguiéndome a la cocina.

La miré por encima del hombro, simulando ignorancia.

— ¿Hablar de qué?

Me lanzó una mirada de exasperación.

—Sobre el hecho que Brittany estaba furiosa por tu beso con Puck, que luego te siguió a la sala de personal y no volvió en veinte minutos, y cuando volvió tenía aspecto de que la hubiera atacado una mujer que habían encerrado en una habitación vacía sin “ninguna diversión” durante diez años.

No pude evitarlo. Me eché a reír por la imagen.

A Rachel no le hacía gracia.

— ¡Santana! En serio, ¿qué está pasando?

La risa se extinguió en mis labios.

—Me besó. Paramos. No va a volver a ocurrir.

—Brittany no retrocede si piensa que estás interesada.

—No estoy interesada. —«Estoy tan interesada...»

—Creo que estás inte...

—Rachel. —Me volví de repente, con los nervios tensados al máximo—. Para, ¿vale? No quiero hablar de esto.

Parecía una niña a la que acababan de quitarle su juguete favorito.

—Pero...

—Rachel.

—Está bien. —Suspiró.

En un esfuerzo por lograr que pensara en otra cosa, me apoyé de nuevo en la encimera arqueando la ceja derecha en un gesto de preocupación.

—Bueno, ¿qué pasaba con Quinn y contigo esta noche?

—Soy como tú. No quiero hablar de eso.

Sí, claro.

—Rachel...

Sus ojos pálidos se entrecerraron con tristeza.

—Vale, pues yo sí quiero hablar. Maldita sea, ¿cómo puedes ser tan reservada? —Hizo pucheros—. Es francamente difícil.

Sonreí y negué con la cabeza.

—Para mí no.

Ella me sacó la lengua y se derrumbó con cansancio en una silla de cocina.

—Estoy hecha polvo. Esta noche ha sido agotadora.

—Por eso protestas.

—No protesto.

—Protestas un poco.

—Bueno, tú también gruñirías si hubieras tenido que aguantar a Quinn esta noche.

Me senté en una silla a su lado, preguntándome si debería ir más al gimnasio esa semana como preparación para darle una buena patada en el culo a Quinn.

— ¿Qué ha pasado, cielo?

—Me está confundiendo. —Rachel hizo una mueca, mirándome con tristeza—. No deja de decir que solo somos amigas, pero actúa como si no lo fuéramos. Brittany estaba tan distraída contigo que ni siquiera se ha fijado en la conducta de Quinn esta noche, y Quinn lo ha aprovechado.

—Me he fijado en que estaba posesiva contigo, aguantándote a su lado y todo eso.

— ¿Posesiva? Cuanto más fría quería ser con ella, más invadía mi espacio. Y luego mientras Brittany estaba contigo, se lo dije. Le pregunté por Nicholas y por qué estaba actuando tan raro...

— ¿Y qué dijo?

—Que Nicholas no era lo bastante bueno para mí y que hasta que dejara de actuar como una niña vanidosa ella no dejaría de ser dominante.

La rubia ojiverde era buena. Me reí sin humor.

—Bonita manera de esquivar la verdadera pregunta, ¿eh?

—Bueno, tú eres experta en eso —se quejó.

Resoplé.

—Miau.

Rachel se quejó.

—Oh, Dios, Santana, lo siento. Estoy actuando como una perra.

—A mí me parece encantador, de verdad.

Rachel se rio y negó con la cabeza, bajando la mirada con cansancio.

—Estás loca. —Se levantó—. Pero te quiero.

Bostezó y yo me quedé petrificada con sus palabras.

—Necesito mi cama —dijo Rachel—. Hablaremos por la mañana y trataremos de dar sentido al sinsentido de Quinn, ¿sí?

«Pero te quiero.»

—Ah... sí —respondí, confundida.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

«Pero te quiero...»

«—Vamos —le rogué a Alice—. Será divertido. Paolo estará allí.

»Alice me miró llena de dudas.

»—Me puse en ridículo en las últimas fiestas, Santana, y eso que no había que llevar bikini.

»Puse los ojos en blanco.

»—Todas nos pusimos en ridículo en la última fiesta. De eso se trataba. Vamos. Nate estará allí y yo quiero estar con él esta noche.

»— ¿Te refieres a ligar con él?

»Me encogí de hombros.

»—Santana, quizá tendríamos que aclarar las cosas. Hemos estado yendo a un montón de fiestas últimamente.

»Sonriendo, le pasé un brazo por el cuello y la atraje a mi lado.

»—Somos chicas. Se supone que hemos de ir de fiesta.

—Necesito fiesta. Necesito olvidar—. Y no quiero ir de fiesta sin ti. ¿Sabes qué te digo? Incluso le vomitaré encima a una animadora por ti. Así, hagas lo que hagas, yo habré cometido el acto más ruin de la noche.

»Alice se rio y me abrazó fuerte.

»—Estás loca... pero te quiero.»


Sentí que las paredes se juntaban y una opresión en el pecho. Resollé, tratando de respirar.

Me estaba muriendo.

El ataque de pánico duró más esta vez; las palabras impedían que me centrara.

Por fin me abrí paso a la realidad, apartando los recuerdos y permitiendo que mi cuerpo respirara.

Cuando el ataque terminó, tenía más ganas de llorar de las que había tenido en mucho tiempo. Pero las lágrimas solo servirían para debilitarme. En lugar de llorar me levanté con piernas temblorosas y aplasté los recuerdos en las baldosas de la cocina. Cuando me cambié y me metí en la cama simulé que todo estaba olvidado.

*******************************************************************************************

— ¿Tuviste otro ataque de pánico? —preguntó la buena doctora con voz suave.

¿Por qué lo había mencionado? Nada bueno podía resultar de eso. Ella nunca había podido darle la vuelta a lo ocurrido.

—Sí, no importa.

—Sí que importa, Santana. ¿Qué desencadenó este?

Me miré los pies.

—Mi amiga.

— ¿Cuál?

Mi mejor amiga.

—Alice.

—No has mencionado a Alice antes.

—No.

— ¿Por qué Alice desencadenó un ataque de pánico, Santana?

Levanté lentamente la mirada hacia ella, con un dolor salvaje quemándome por dentro.

—Porque murió. —Respiré hondo—. Y fue por mi culpa.

*******************************************************************************************

Me desperté justo antes de mediodía y de inmediato me fulminaron los recuerdos de la noche anterior. Recuerdos de Brittany y el gusto agradable de lo que era posible entre nosotras.

En un esfuerzo por olvidar, pasé la comida hablando en círculos sobre Quinn con Rachel, y luchando por combatir los nervios que seguían silbándome en el estómago cada vez que pensaba en la promesa de Brittany de venir a verme esa noche.

Ya me estaba preparando para dirigirme a la bañera cuando el teléfono de Rachel sonó y ella maldijo al ir leyendo un mensaje.

— ¿Qué? —pregunté, cansada, al apartar los platos de la comida.

—Brittany tiene que quedarse en la oficina y se va a perder otra cena familiar. Voy a tener que enfrentarme con veinte preguntas de mi madre, que querrá saber si está bien.

No hice caso de la punzada de decepción en el pecho. Si Brittany iba a trabajar esa noche, al menos no iba a venir.

Debería estar regodeándome.

—Tu madre la cuida de verdad, ¿eh?

—Bueno, la madre de Brittany es una bruja egoísta, vanidosa y mezquina que entra y sale de su vida revoloteando cada vez que le viene en gana. Britt no la ha visto en años. O sea que... sí. Mi madre la cuida, porque la suya no lo hace.

¿Cómo era posible que su madre no se preocupara por ella? Era Brittany Pierce, por el amor de Dios.

—Eso es increíble. No puedo imaginar hacerle eso a mi propia hija. —Aunque no pensaba tener ninguna.

Rachel me miró con ojos tristes.

—Brittany se parece mucho a su padre. La madre de Brittany, Evelyn, lo quería de verdad. Él acabó la relación con ella abruptamente y le dejó algo de dinero. Cuando ella le explicó que estaba embarazada, el padre de Brittany dijo que cuidaría de la niña, pero que no quería saber nada de ella.

Cuando ella mira a Brittany, lo único que ve es al hombre que le rompió el corazón y por eso nunca ha sido muy amorosa con ella. Nunca. Brittany pasó los años escolares en su casa de Nueva York con un padre distante pero controlador, y los veranos viajando por Europa, viendo a su madre ligando con idiotas ricos que no tenían tiempo para niñitas.

Mi corazón se dolió un poco por la Brittany niña.

Y cometí el error de dejar que se trasluciera en mi expresión.

—Oh, Santana... —Rachel respiró—. Brittany está bien, eh.

«No me importa.» Me aparté de su expresión suave.

—No me importa.

Rachel apretó los labios y no dijo nada. En cambio, se levantó y al pasar a mi lado me dio un apretón en el hombro.

Miré al fregadero, preguntándome cómo había logrado hacerme eso a mí misma. ¿Adónde había ido a parar la máscara que los mantenía a todos a raya? ¿Por qué no paraba de caérseme cada vez que Rachel o Brittany andaban cerca?

Sintiéndome mal, cogí mi teléfono y me metí en el cuarto de baño para ponerme en remojo en la bañera y hundir el malestar con algunas canciones, pero el teléfono sonó cuando me estaba desnudando.

Llamada de Brittany.

Miré la pantalla con la boca abierta, tratando de decidir si responder o no. Dejé que acabara de sonar.

Sonó otra vez.

Y volví a mirarlo.

Dos minutos después, al hundirme en la bañera pensando que había escapado, Rachel dio unos golpes en la puerta del cuarto de baño.

— ¡Brittany dice que cojas el teléfono!

Sonó mi teléfono y cerré los ojos.

— ¡Vale! —respondí en voz alta y me estiré para coger el móvil—. ¿Qué? —respondí.

Su risa profunda me inundó seductoramente.

—Eso, hola.

— ¿Qué quieres, Brittany? Estoy en medio de algo.

—Rachel dice que estás en la bañera. —Su voz era baja—. Ojalá estuviera allí, cariño.

Casi podía sentirla ahí.

—Brittany. ¿Qué es lo que quieres?

Soltó un bufido de diversión.

—Solo he pensado en llamar para decirte que no puedo pasarme esta noche.

Gracias a Dios.

—Estoy teniendo un problema con unos proveedores en esta obra y eso nos ha retrasado unas semanas. No sé cuándo estaré libre esta semana, pero te garantizo que en cuanto tenga un rato iré a verte.

—Brittany, no lo hagas.

—Después de anoche, no hay forma de negar la promesa de lo que hay entre nosotras. No voy a echarme atrás, así que en lugar de buscar una nueva defensa, lo cual estoy segura que harás y me parece altamente entretenido, simplemente cede, morena. Sabes que al final lo harás.

— ¿He mencionado lo molesta y arrogante que eres?

—Aún puedo notar tu sabor y tu olor, Santana. Y todavía sigo excitada…….

Mi estómago dio un vuelco y apreté las piernas.

—Dios, Brittany... —solté sin pensar.

—No puedo esperar a oírte decir eso cuando esté amándote como nadie y acaricie cada centímetro de tu hermosa piel. Nos vemos, nena.

Y con esa despedida, colgó.

Gruñí y mi cabeza cayó otra vez en la bañera.

Estaba bien jodida.

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“Breves adelantos/Capítulo 12

—Rachel va a pasar la noche fuera.

Mis ojos la fulminaron y la descubrí mirándome con intensidad. Llevaba un precioso atuendo de diseñador, pero tenía aspecto arrugado, como si hubiera estado trabajando durante horas y hubiera venido a verme sin hacer ninguna parada antes. Me dio un vuelco el estómago al darme cuenta de lo que había ocurrido.

— ¿Has orquestado eso?

El lado izquierdo de su boca se curvó hacia arriba.

—Para referencia futura, puedes comprar a Rachel con una caja de trufas de champán y un par de entradas para ver las obras de su artista favorita: Barbra Streisand.

Iba a matar a la traidora.

Sobre todo porque Brittany estaba más sexy que nunca.

*****

—Tienes unas piernas fantásticas, Santana. Una sonrisa asombrosa que usas muy de vez en cuando. Y senos fantásticos. Y sí, normalmente salgo con rubias. Pero tú eres mi única excepción. Creo. —Se rio cuando mi mirada se convirtió en dardos—. No importa el color del pelo. Nunca te lo sueltas, y no puedo dejar de pensar en ti debajo de mí, y ese pelo extendido en mi almohada mientras te hago el amor indefinidamente.

Oh. Dios.

—Pero creo que sobre todo es por tus ojos. Quiero sacar de ellos lo que nadie más saca.

— ¿Y qué es eso? —pregunté, con la voz grave, casi ronca. Sus palabras me habían afectado tan profundamente como cualquier afrodisíaco.

—Dulzura. —Su voz propia había profundizado con la atmósfera—. La dulzura que solo una mujer puede tener después de correrse conmigo.

Tragué saliva por dentro. Por fuera, incliné la cabeza a un lado, con una sonrisa astuta.

—Eres buena con las palabras, eso te lo concedo.

—Soy buena con las manos. ¿Puedes concederme eso?

Reí y su sonrisa se ensanchó, perversa y hermosa”.


¿Qué les pareció?............el capítulo 12 traerá muchas sorpresas y sobre todo emoción………………………

Hola……..buenas     noches, debo disculparme con Uds., sé que había dicho que actualizaría ayer (martes) pero sucede que como explique hace tiempo con anterioridad he estado         ocupada con evaluaciones académicas permanentes, sin embargo quise en mis escasos momentos de descanso u ocio me decidí a publicar el capítulo 12 que es el que sigue por orden de correlación y es uno de los más     importantes y significativos de la historia………de repente la manera que empleen San y Britt para empezar una relación sea algo     sorpresivo………pero tangan la seguridad de que ambas empiezan a desarrollar     sentimientos profundos la una por la otra…………..

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

*Próxima actualización: Viernes o sábado (de esta semana a más tardar)……..aún tengo evaluaciones en la Universidad

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

CAPÍTULO 12

¿Conoces esos programas de naturaleza en los que el suricato monísimo está caminando sobre sus cuatro patitas para volver a su madriguera, donde lo esperan su familia y sus pequeños dramas y políticas de suricato, y esa águila cabrona sobrevuela su cabeza...?

El pequeño suricato corre a ponerse a salvo y espera que se aleje el águila cabrona.
Pasa un rato y finalmente el suricato decide que el águila se ha aburrido y se ha largado a joder a otro pequeño suricato. Así que el suricato sale de su madriguera tan contento.

Y justo cuando ese pequeño suricato piensa que está a salvo, el águila cabrona se precipita desde el cielo y le clava sus afiladas garras.

Bueno... sé exactamente cómo se sentía ese pequeño suricato...

Brittany no llamó otra vez, ni envió un mensaje de texto ni de correo electrónico. Pasé los siguientes días ocupada, luchando con mi manuscrito, borrando capítulos que podría haber escrito un escolar de octavo curso, limpiando el apartamento de arriba abajo y aprovechando la distracción que suponía vivir el Festival De Las Flores Kicks Off in Queens o el Electric Zoo Festival con Rachel.

Llegamos al teatro Brooks Atkinson en Broadway a tiempo para la obra, The Lady Boys of Bangkok, y maldición, eran guapas, fuimos a la exposición de Jasper Johns en Gagosian Gallery, en el oeste de la ciudad, y compramos entradas baratas para ese cómico joven y prometedor que estaba atrapado en una habitación deprimente del antiguo edificio del centro de estudiantes, en el campus principal de la universidad. Estar en el centro de estudiantes me trajo recuerdos de Kitty y Artie paseando por allí.

Traté de permitirme disfrutar de las multitudes del festival, los turistas por doquier, el olor a café y cerveza y comida caliente por todas partes.

Mercachifles en la acera, vendiendo sus artículos: bisutería, carteles, recuerdos de cualquier cosa, octavillas por todas partes.

También hice una traumática visita a mi terapeuta y hablé de Alice por primera vez.
Sí. No quería pensar en ello.

Basta decir que cuando llegó el jueves logré convencerme de que Brittany solo había estado jugando conmigo.

Al fin y al cabo, si fuera en serio al menos me habría mandando algún mensaje de texto para asegurarse de que no lo había olvidado, pero no.

Nada de nada.

Había cambiado mis turnos de trabajo de jueves y viernes a viernes y sábados por la noche, para tener tiempo de estar en casa. Cuando Rachel me dijo que esa noche iba a quedarse con su madre, porque tenía ganas de estar con su familia, yo estúpidamente no sospeché nada. No estaba preparada.

Estaba relajada, pensando que Brittany se había olvidado de mí.

Saqué mi estúpida cabeza de mi estúpida madriguera.

Fue entonces cuando Brittany se precipitó como un águila suspicaz y decidida.

El apartamento se encontraba en silencio, salvo la sala, donde yo estaba acurrucada en un sillón, dando sorbitos a una copa de vino y viendo la película 300 de Zack Snyder.

Me di cuenta de que había sido una idea pésima. Todos esos músculos tensos y el efecto secundario de languidez del vino... Lo culpé por lo que ocurrió a continuación.

— ¿Sabes?, deberías cerrar con llave cuando estás en casa sola.

— ¡Mierda!

Salté, derramando el vino sobre mis vaqueros. Me levanté de la silla y miré a Brittany, que estaba de pie en el umbral, con aspecto poco divertido. ¿Por qué tenía que estar molesta? ¡No eran sus vaqueros favoritos los que acababa de echar a perder!

—Joder, Brittany, por última vez, llama a la puerta.

Bajó la vista a mis vaqueros manchados antes de volver a mi cara.

—Si me prometes que cerrarás la puerta con llave cuando estés sola en casa.

Me quedé quieta, asimilando su expresión seria.

¿Estaba... preocupada por mí? Puse ceño y bajé la mirada al dejar mi copa casi vacía en la mesita de café.

—De acuerdo —murmuré, sin estar segura de qué hacer con eso.

—Rachel va a pasar la noche fuera.

Mis ojos la fulminaron y la descubrí mirándome con intensidad. Llevaba un precioso atuendo de diseñador, pero tenía aspecto arrugado, como si hubiera estado trabajando durante horas y hubiera venido a verme sin hacer ninguna parada antes. Me dio un vuelco el estómago al darme cuenta de lo que había ocurrido.

— ¿Has orquestado eso?

El lado izquierdo de su boca se curvó hacia arriba.

—Para referencia futura, puedes comprar a Rachel con una caja de trufas de champán y un par de entradas para ver las obras de su artista favorita: Barbra Streisand.

Iba a matar a la traidora.

Sobre todo porque Brittany estaba más sexy que nunca.

Eso y el hecho de que el departamento de vestuario de 300 había afectado mi libido eran los responsables de la ruina hormonal que se alzaba ante Brittany.

Deseé poder seguir el consejo de la doctora Siylvester y dejar de pensar cincuenta pasos por delante. Me decía a mí misma todo el tiempo que vivía el presente, porque planear un futuro era aterrador.

Pero mientras vivía mi vida en el presente, me preocupaba constantemente sobre lo que me esperaba al día siguiente, y creo que la buena doctora estaba sugiriendo que aprovechara mi propio consejo y viviera el hoy.

Pero ¿con Brittany?

Era demasiado peligroso. Ya sabía que no quería una relación con ella.

—Supongo que no me estabas esperando —dijo Brittany al acomodarse en el sofá.

Sin querer dar la impresión de estar intimidada, volví a colocarme en el sillón.

—No. Había conseguido convencerme y me había hecho ilusiones de que habíamos terminado con lo que nos había ocurrido antes, fuera lo que fuese...

Ella se quitó la chaqueta.

— ¿Te refieres a cuando te puse ardientemente contra la pared y te tocaba toda?

Apreté la mandíbula con irritación. Si ella hubiera sido un personaje de mi libro, habría odiado su boca sucia. Tal y como eran las cosas, mi cuerpo amaba su boca sucia. No hacía falta decírselo.

— ¿Sabes, Brittany? Te he observado en los últimos meses y eres una dama con todo el mundo menos conmigo. ¿Por qué?

—Porque te quiero en mi cama. Y las damas son aburridas en la cama.

Bien pensado.

—Las damas son damas en la cama. Se aseguran de que lo pasas bien.

—Me aseguraré de que lo pases bien y de que estés a gusto con todo lo que hagamos. Simplemente no seré educada con eso.

Vuelco en el estómago, tirón en las entrañas.

—Pensaba que ya habíamos discutido eso. No va a pasar nada entre tú y yo.

Me miró con mala cara, inclinándose hacia delante, con los codos en las rodillas y las manos entrelazadas entre ellas. Ella se había remangado otra vez la camisa. Era como si supiera lo que me provocaba.

—No hemos discutido nada.

Suspiré profundamente.

—Brittany, me gustas, de verdad. Sí, eres una mujer dominante y dices lo que se te ocurre sin filtrar nada, pero pareces una buena persona y eres una buena hermana para Rachel.

Nuestras miradas se encajaron, y casi me estremecí por la punzada de atracción que silbó en mi pecho.

—Rachel se ha convertido en una muy buena amiga y me encanta vivir aquí con ella. No quiero estropear eso. Y no quiero tener una relación. Con nadie.

Me miró tanto rato en silencio que no sabía si iba a terminar respondiendo.

Acababa de decidir que lo mejor era abandonar la sala y dejar a Brittany con sus pensamientos cuando ella se relajó otra vez en el sofá.

Sus ojos se oscurecieron. Conocía esa mirada. Oh, no.

—Suerte que no te estoy proponiendo una relación.

No miento si digo que estaba completamente confundida.

—Bueno, ¿qué estás proponiendo?

—Solo sexo.

¿Qué?

— ¿Qué?

—Tú y yo. Solo sexo. Cuando queramos. Sin ataduras.

—Solo sexo —repetí, sintiendo que las palabras rodaban en mi boca y mi cerebro.

Solo sexo. Sexo con Brittany cada vez que quisiera, sin ataduras.

— ¿Qué pasa con todo lo demás? —pregunté—. ¿Rachel, el apartamento, el grupo con el que salimos?

Brittany se encogió de hombros.

—Nada de eso tiene que cambiar. Seremos amigas que salen y que tienen sexo juntas.

— ¿Y qué le diríamos a la gente?

—No es asunto de nadie.

Incliné la cabeza, exasperada.

—Me refiero a Rachel.

—La verdad. —Me miró con atención—. Yo no miento a mi hermana.

—No le gustará.

Brittany chascó la lengua.

—Me importa un pimiento si a Rachel le gusta o no. De hecho, preferiría que mi hermanita no se metiera en mi vida sexual.

—Sería difícil porque la persona con la que quieres tener sexo vive con ella.

Eso no le molestó en lo más mínimo.

—Vuestras habitaciones están en lados opuestos del piso. Y siempre puedes visitar mi cama en mi piso.

Hum. El apartamento de Brittany. Tenía curiosidad por verlo.

« ¡No! No, páralo.»

—No puedo.

—No puedes o no lo harás. —Sus ojos se entrecerraron peligrosamente.

Vuelco en el estómago, tirón en las entrañas. Cerré los ojos. Podía sentir su cuerpo apretado contra el mío otra vez, notar su lengua tocando la mía y su mano suave pero firme en mi pecho.

Oh, Dios. Mis ojos se abrieron y descubrí que su mirada se había suavizado en mí.

— ¿Solo sexo?

Me di cuenta de que estaba tratando de contener una sonrisa, como si supiera que estaba ganando.

—Bueno... casi.

¿Qué?

— ¿Casi?

—Necesito que alguien me acompañe a comidas de negocios y los estúpidos eventos sociales que Morag ha programado para que yo aparezca. Sería bonito ir con alguien que no esté esperando una propuesta de matrimonio o un collar de diamantes al final de la noche.

—Eso no es solo sexo. Eso es un compromiso. Como los acuerdos que sueles tener con todas esas Barbies con las que sales. Lo cual me lleva a la pregunta de ¿por qué yo? Brittany, tienes un montón de dinero y no eres exactamente fea (aunque dudo que necesites que te dé más combustible para ser una atrevida), así que ¿por qué no te vas y consigues a una de esas rubias altas y flacas que saltarán ante la posibilidad de saltarte encima?

La sorpresa destelló en la cara de Brittany, y ella bajó la cabeza.

—Uno: porque necesitan que las cuide. Quieren que hable de mis sentimientos y que les compre tonterías. Estamos hablando de sacar eso de escena, lo cual funciona para las dos. Y dos: ¿en serio?

Torcí el gesto, porque no sabía a qué se refería con lo de «en serio».

—Bueno. —Negó con la cabeza, sonriendo ahora—. Siempre me sorprendes.

— ¿Cómo es eso?

—Solo suponía que sabías lo sexy que eres. Al parecer no.

Vaya. Me ruboricé por dentro y puse los ojos en blanco, como si sus palabras hubieran atravesado mi coraza.

—Lo que tú digas.

Mi respuesta displicente no la disuadió. Estaba decidida a responder a mi pregunta.

—No, no pareces mi tipo de mujer. Y sí, me gustan las piernas largas, y las tuyas no lo son.

Ahora la fulminé con la mirada.

Brittany sonrió.

—Y aun así me provocaste una excitación jamás sentida en el taxi cuando llevabas esos shorts. Y otra vez cuando los llevaste en la casa de Shelby y Clark.

Me quedé boquiabierta.

—Estás mintiendo.

Negó con la cabeza, disfrutando de sí misma.

—Tienes unas piernas fantásticas, Santana. Una sonrisa asombrosa que usas muy de vez en cuando. Y senos fantásticos. Y sí, normalmente salgo con rubias. Pero tú eres mi única excepción. Creo. —Se rio cuando mi mirada se convirtió en dardos—. No importa el color del pelo. Nunca te lo sueltas, y no puedo dejar de pensar en ti debajo de mí, y ese pelo extendido en mi almohada mientras te hago el amor indefinidamente.

Oh. Dios.

—Pero creo que sobre todo es por tus ojos. Quiero sacar de ellos lo que nadie más saca.

— ¿Y qué es eso? —pregunté, con la voz grave, casi ronca. Sus palabras me habían afectado tan profundamente como cualquier afrodisíaco.

—Dulzura. —Su voz propia había profundizado con la atmósfera—. La dulzura que solo una mujer puede tener después de correrse conmigo.

Tragué saliva por dentro. Por fuera, incliné la cabeza a un lado, con una sonrisa astuta.

—Eres buena con las palabras, eso te lo concedo.

—Soy buena con las manos. ¿Puedes concederme eso?

Reí y su sonrisa se ensanchó, perversa y hermosa.

Suspiré y negué con la cabeza otra vez.

—Suena a algo más que solo sexo, Brittany. Estás pidiendo compañía. Eso está complicando las cosas.

— ¿Por qué? Son solo dos amigas que salen de vez en cuando y después tienen sexo. —Notó mi duda inquebrantable en eso, porque se encogió de hombros—.Mira, ¿cuándo me he puesto seria con una mujer? Te deseo y tú me deseas. Está flotando sobre lo que debería ser una amistad perfectamente bonita, así que afrontémoslo.

— ¿Pero añadiendo noches de citas? ¿Eso no extiende el período de esto?

Pensé que vi un destello de irritación en sus ojos azules, pero desapareció con un abrir y cerrar de pestañas.

— ¿Quieres ponerle un plazo?

—Un mes.

Y entonces ella sonrió, dándose cuenta de que yo estaba cediendo.

Mierda. Estaba cediendo.

—Seis.

Resoplé.

—Dos.

—Tres.

Nos miramos la una a la otra y, como si de repente se nos ocurriera que estábamos hablando de cuánto tiempo pretendíamos explorar una relación sexual, la tensión ya caliente entre nosotros se encendió todavía más, y enrareció el aire. Era como si alguien hubiera echado un lazo en torno a nosotras dos y estuviera tirando y tirando, tratando de acercarnos. Una imagen de nosotras dos en mi cama, desnudas y retorciéndonos, destelló en mi mente.

Mi cuerpo respondió al instante. Con las bragas ya suficientemente mojadas, mis pezones se unieron a la fiesta y se endurecieron, visiblemente. Los ojos de Brittany bajaron a mis pechos y empezaron a fundirse antes de regresar a mi cara.

—Hecho —murmuré.

Su siguiente pregunta fue inesperada, pero práctica.

—¿Te cuidas?

Sabía a qué se refería. Y después de mi último encuentro sexual y de no recordar lo que había ocurrido, sí, me había revisado para ver si tenía enfermedades de transmisión sexual.

—Sí. ¿Y tú?

—Después de cada relación.

—Entonces supongo que podemos empezar.

Las palabras apenas habían salido de mi boca y Brittany ya estaba de pie sobre mí, ofreciéndome su mano, con expresión seria y decidida. Sus ojos me quemaron.

— ¿Qué? ¿Ahora? —chillé, sintiéndome absolutamente no preparada.

Levantó una ceja.

— ¿Quieres esperar?

—Solo... pensaba que tendría tiempo para prepararme.

— ¿Prepararte?

—Ya sabes... perfume, lencería bonita...

Con un gruñido divertido, Brittany me agarró de la muñeca y me levantó de la silla. Mi cuerpo pequeño chocó con el suyo y sus brazos me rodearon al instante, apretándome contra ella. Una mano se deslizó a mi cadera y en torno a mi trasero. Me pellizcó con suavidad y me apretó contra ella, su excitación también era evidente.

Contuve un gemido, echando la cabeza hacia atrás para encontrarme con sus ojos brillantes.

—Nena, la lencería bonita es para empezar a seducir a alguien. Yo ya estoy más que seducida.

—Vale, pero...

Su boca me cortó, aplastando la mía, con su lengua buscando la entrada de inmediato. El beso fue profundo y húmedo y decía «esto no es una cita, esto es sexo». Estaba bien para mí. Gemí y deslicé los brazos en torno a su cuello y Brittany lo tomó como mi consentimiento.

En un momento estaba en el suelo, al siguiente estaba en los brazos de Brittany, con mis piernas en torno a su cintura, mis manos en su pelo al besarnos y mordisquearnos y provocarnos y lamernos los labios, conociendo el gusto y el tacto de la otra.

—Joder —respondió Brittany, y su forma de pronunciar la palabra vibró con fuerza en mis labios.

Sin tiempo para quejarme porque abandonara mi boca, sentí el aire en el pelo y estábamos moviéndonos al pasillo, por el pasillo, en mi habitación y entonces estaba cayendo.

Golpeé el colchón con un sorprendido uf y levanté la mirada a Brittany con indignación.

— ¿Era necesario?

—Desnúdate —respondió con brusquedad, empezando a quitarse el atuendo que llevaba con dedos rápidos y ágiles.

Mi sexo se apretó. Mi mandíbula también.

— ¿Perdón?

Ella paro lo que estaba haciendo y se inclinó hacia mí, apoyando las manos en el colchón, a ambos lados de mis caderas, con su rostro en el mío.

—Una segunda propuesta: cuando estamos follando, no discutas conmigo.

—Pe...

—Santana Marie —murmuró como advertencia.

Mis ojos bajaron a su boca, la boca que quería otra vez en la mía. Si eso exigía no discutir con ella durante el sexo, bien. Solo discutiría con ella cuando no estuviéramos teniendo sexo.

— ¿Por qué insistes en llamarme Marie? —Me aseguré de que mi tono fuera de curiosidad, no de confrontación.

Porque tenía curiosidad.

Sus labios tocaron los míos, suaves, delicados y se echó hacia atrás, con esos ojos azul claro suyos ardiendo.

—Marie también es tu nombre. Uno muy delicado y hermoso. —Rio—. Santana, en cambio, es un nombre de una mujer guerrera y valiente. Una mujer realmente sexy. —Se echó atrás—. Así que desnúdate, Santana.

Vale. Podía llamarme como quisiera.

Me incorporé y me saqué la blusa por la cabeza. La lancé al aire y tardé un momento en ver cómo Brittany se despojaba de su ropa. Esta cayó al suelo y yo la observé antes de permitirme levantar la mirada. Sonreí con anticipación ante la visión de su monumental cuerpo de infarto, y al momento mi boca se secó al ver su torso desnudo.

Brittany hacia ejercicio. Hacía ejercicio en serio.

Llevaba un conjunto divino de lencería que dejaban contemplar su vientre plano y todo lo sexy que podía ser. Me mordí el labio. Quería tocarla. Mi atención subió desde sus muy deseables piernas a unos pechos que ansiaba tener entre mis manos. Y todo estaba perfectamente envuelto en una piel blanca y pálida que me enloquecía.

—Joder, Santana. —Levanté la mirada y descubrí su mirada destellando aún más que antes—. Si sigues mirándome así, esto va a terminar antes de lo que me gustaría.

Hum. Eso me gustó. Me gustaba tener ese poder sobre ella.

—Bueno, eso no podemos permitirlo.

Sonreí con descaro, y me estiré para soltarme el sujetador. Sentí el aire frío en mis pechos desnudos al echar el sujetador a un lado de la cama, y esta vez fui yo la sometida al escrutinio de Brittany.

Sus ojos viajaron de mi pecho a mi cara y de repente parecía un poco enfadada. Me tensé, sorprendida.

— ¿Sabes lo que he tenido que pasar desde ese día en el piso? Estar sentada enfrente de ti en bares, en comidas, sabiendo que debajo de toda esa hostilidad estaba la fantasía sexual de cualquier mujer y hombre.

Oh, era bueno.

Entrecerró los ojos al quitar con toda rapidez el resto de su ropa para tirarla ruidosamente.

—Voy a hacerte pagar por haberme hecho esperar tanto.

El latido entre mis piernas empeoró. «Suena bien.»

Me incorporé y me solté el pelo, dejando que cayera en torno a mis hombros en todo su esplendor, temblando cuando la expresión de deseo se agudizó en los ojos de Brittany.

—De acuerdo —susurré con voz ronca.

No sé quién de las dos terminó por quitarse la ropa después de eso, pero en un momento estaba tratando de recuperar cierto control con toda mi actitud sexy y mi pelo, y al siguiente estaba sin bragas, tumbada boca arriba, con los pechos apretados contra el pecho de Brittany, los muslos abiertos para acomodarla entre mis piernas... y estaba mirándola a los ojos, sin aliento con la anticipación.

— ¿A qué estás esperando? —murmuré.

Esbozó una sonrisa irónica.

—A que te eches atrás.

Gruñí, enfadada.

—Estoy desnuda, ¿no?

— ¿Y? Ya lo has estado antes.

— ¡Brittany!

Le golpeé el hombro mientras ella se reía con suavidad, y su risa hizo que de un momento a otro sus manos suaves y delicadas se deslizaran traviesamente por mi vientre arriba y abajo.

Contuve un grito ante el latido de placer que me causó la provocación de la acción y Brittany gimió en respuesta, bajando sus labios a los míos. Estoy segura de que el beso pretendía ser lento, sexy, atormentador. Empezó así.

Pero semanas de posponer ese momento había hecho que las dos nos impacientáramos un poco. El beso se hizo agresivo, violento, con mis manos aferradas con fuerza a su cabello y las suyas apretándome la cintura, las costillas, los pechos. Mis pechos eran particularmente sensibles, y cuando su pulgar rozó mi pezón, levanté las caderas hacia ella.

—Te gusta esto, nena —murmuró, sin que en realidad lo planteara como una pregunta, porque la respuesta era obvia.

Sus labios fueron depositando un reguero de besos por mi mandíbula y mi cuello, con mis manos resbalando de su cabello a sus hombros cuando ella se detuvo en mi pecho derecho.

Plantó un beso suave y deliberado allí y juro que dejé de respirar. Otro beso. Otro.

—Brittany... —le rogué.

Sentí que sonreía contra mi pecho justo antes de sentir el calor húmedo de su lengua en mi pezón cuando sus labios se cerraron en torno a él. Sentí que me clavaban una lanza de deseo en mi sexo.

— ¡Dios, Brittany!

Ella hizo lo mismo en el otro pecho y otra vez tuve que levantar las caderas hacia las suyas, más impaciente de lo que había estado jamás. Aunque claro, había pasado mucho tiempo para mí.

—Nena. —Su voz atronó sobre mí cuando su mano se deslizó a mi cadera, sujetándome

—. ¿Estás mojada por mí, Santana?

Sí. Dios, sí.

—Brittany...

—Respóndeme. —Sentí su mano moviéndose hacia abajo: noté el roce de sus dedos subiendo por la cara interior de mi muslo, provocándome.

Dime que estás mojada por mí.

Cuando pensé en eso después, no podía creer que no me avergonzara su pregunta, o su exigencia. O lo mucho que me excitaba esa exigencia. Nunca había tenido una amante que me hablara de forma obscena durante el sexo, pero estaba funcionando.

—Estoy mojada por ti —susurré contra su boca.

Ella me besó satisfecha, un beso profundo y explorador, y su lengua se deslizó sobre la mía al tiempo que sus dedos subían un poco más. Me sacudí al sentir el primer contacto de sus dedos rozándome.

No había tenido los dedos de nadie allí abajo en mucho tiempo. En respuesta, el beso de Brittany se hizo más intenso, su tacto más suave. Mis labios se separaron de los suyos en un gemido cuando me introdujo el dedo pulgar, encontrando mi clítoris y presionándolo.

—Nena, joder, estás empapada.

Su cabeza cayó al lado de la mía en la cama, con sus labios en mi cuello mientras su pulgar salía de mí y lo sustituían dos dedos que se introdujeron lentamente en mi vagina. Separé las rodillas para buscar más, con mis manos aferrándose a la espalda desnuda de Brittany al levantarme a por ese más.

—Más —rogué.

Y ella me dio más, metiendo y sacando los dedos. Se incorporó, apoyándose en el otro brazo y me miró a la cara mientras me conducía hacia el orgasmo.

—Sí —suspiré, sintiendo una espiral tensa.

Y entonces sus dedos ya no estaban.

— ¿Qué...?

—No vas a correrte hasta que yo lo diga —me dijo, con sus rasgos tensos de deseo al tiempo que me sujetaba las manos contra la cama—. Quiero sentir cómo te corres junto a mí.

Bueno, no iba a protestar por eso.

Contuve mi suspiro de placer al sentir nuevamente sus caricias traviesas y ardientes. De un momento a otro se frotó contra mí de manera suave y provocadora, estuve tentada de agarrarle el trasero y obligarla a seguir con esos movimientos que empezaban a enloquecerme.

Pero ella me sujetaba con fuerza las muñecas, sonriendo como si supiera exactamente lo que yo estaba pensando.

Como tortura, describió círculos con sus caderas, provocándome más.

—Brittany —gemí con impaciencia.

Eso solo la hizo reír.

— ¿Qué, nena?

—Si no te das prisa, me voy a echar atrás.

—Bueno, eso no podemos permitirlo. —Se impulsó con fuerza en mi interior y yo gimoteé, tensándome con el estremecimiento de incomodidad que sentí cuando mi cuerpo pugnó por tolerar el dolor que provocó el movimiento brusco de la rubia al introducir violentamente sus dedos en mí.

Todo el cuerpo de Brittany se tensó, con sus ojos oscuros en mí.

— ¿Estás bien?

Asentí, soltando aire mientras mi cuerpo se relajaba.

Aflojó el apretón en mi muñeca izquierda, pero no me soltó.

Sus dedos empezaron a moverse de manera tentativa, tensando la mandíbula, cerrando los ojos como si presintiera que algo pasaba.

—Joder, Santana —dijo con voz quebrada—. Estás muy cerrada.

Levanté las caderas, instándola a moverse, sintiendo que el placer volvía a enrollarse otra vez, sintiéndome desesperada por la satisfacción.

—Ha pasado un tiempo.

Abrió los ojos de golpe.

— ¿Cuánto?

—Brittany...

Suspiré.

—Cuatro años.

—Nena.

Bajó la cabeza y me besó con suavidad, y cuando se retiró su sonrisa de autosuficiencia estaba en su lugar. Se introdujo más profundamente, subiendo su mano derecha desde mi muñeca izquierda para que sus dedos pudieran entrelazarse con los míos.

Me sostuvo de esa manera mientras se movía suavemente en mi interior, conduciéndome hacia el orgasmo.

—Más fuerte —dije en un grito ahogado.

Sus labios rozaron mi oreja.

—Pídemelo, Santana.

—Brittany, más fuerte. Fóllame más fuerte.

Levanté las caderas y Brittany volvió a hundir dos de sus dedos en mí. Yo grité, arqueando el cuello. Ella gimió en mi oído al tiempo que empujaba con más fuerza, con nuestros cuerpos tan concentrados en alcanzar el orgasmo que su mano derecha me soltó.
Yo inmediatamente me aferré con fuerza a sus caderas y ella me agarró del culo, invitándome a seguir respondiéndole a esos sexys movimientos que me volvían loca.

—Ven conmigo, nena. —Me ordenó con aspereza.

Asentí, notando que aumentaba la presión en mi cuerpo.

Ya casi estaba llegando.

—Brittany, Brittany...

Su mano se deslizó entre mis piernas y su pulgar me acarició el clítoris en benditos círculos.

— ¡Oh, Dios! —grité cuando ella me arrancaba el orgasmo, con mi sexo tensándose y pulsando en torno a sus dedos.

—Joder. —Sus ojos se ensancharon al mirarme, observándome mientras me corría de forma prolongada e intensa.

Cerré los ojos, desesperada por romper la conexión entre nosotras en ese momento y sintiendo que la cabeza de Brittany caía a mi cuello al tiempo que se estremecía, gimiendo al correrse conmigo y provocándome un espasmo al notar nuestra humedad caliente como resultado de esta exquisita experiencia.

Se relajó junto a mí, con su respiración acalorada en mi cuello mientras las dos tratábamos de respirar con normalidad.

Notaba los músculos calientes y pegajosos, mis muslos descansando sobre los suyos. Olíamos a sudor fresco y sexo, y yo todavía estaba tratando de asimilar el placer que me había provocado la rubia que estaba conmigo.

Uf.

El mejor sexo de mi vida.

Brittany me besó el cuello y levantó la cabeza, con los rasgos suavizados por la satisfacción poscoital.

—Santana —murmuró antes de besarme con suavidad, un beso húmedo y profundo.
Cuando terminó de besarme, cuidadosa y dulcemente se puso de costado, acariciándome el vientre con ternura al hacerlo.

La miré, preguntándome muchas cosas.

¿Había sido tan significativo para ella como para mí? Ella también se había corrido con fuerza, así que esperaba que sí.

¿Y qué ocurriría a partir de ese momento? ¿Por qué estaba allí tumbada, mirándome?
Yo miré al techo, incómoda por esa expresión suave en sus ojos.

—Hum... gracias.

Sintiendo que el colchón se agitaba, volví la cabeza en la almohada y me encontré a Brittany riéndose de mí.

— ¿Qué?

Ella negó con la cabeza, claramente divertida conmigo por alguna razón. Se inclinó sobre mí y me plantó otro beso en la boca.

—De nada. —Sonrió, frotando mi labio inferior con el pulgar—. Y gracias a ti. Ha estado increíble, Santana.

Eché a reír. De alivio. De histeria. De incredulidad.

Acababa de tener sexo, sexo fenomenal, con Brittany Pierce. Y estaba convencida de que íbamos a hacerlo otra vez. Y quería hacerlo.

Pero en mis propios términos.

—Voy a lavarme.

Me levanté de la cama, serena por mi desnudez porque ella había dejado completamente claro que le gustaba lo que veía. Al caminar como si tal cosa por el pasillo al cuarto de baño, esperaba que Brittany supiera lo que quería decir que iba a lavarme: cuando volviera del cuarto de baño, más le valía estar vestida y lista para irse.

Pero cuando salí del cuarto de baño, seguía tumbada en la cama, esperándome.

Puse las manos en mis caderas y arrugué el entrecejo.

— ¿Qué estás haciendo? ¿No deberías estar vestida?

Me lanzó una sonrisa provocadora.

— ¿Sabes lo sexy que estás ahora mismo?

Puse los ojos en blanco.

—Brittany.

Ante mi tono de advertencia, su sonrisa desapareció al sentarse.

—Todavía no me voy.

— ¿Pero te vas?

No respondió verbalmente. En cambio se estiró y me cogió la mano, tirando de mí hacia la cama. Maldición, era fuerte.

—Brittany —protesté al encontrarla tumbada a mi lado con los brazos en torno a mí.

Me besó en la frente.

—Hueles bien.

Eh, ¿qué?

Levanté la mirada y vi que había cerrado los ojos.

¿Iba en serio? ¿Pensaba que iba a dormir conmigo?

Me escabullí de su agarre y me di la vuelta, retorciéndome para separarme de ella y darle la espalda, con la esperanza de que captara la indirecta. No tuve tanta suerte.
Segundos más tarde su brazo fuerte estaba en torno a mi cintura, su mano plana en mi estómago y mi cuerpo era deslizado otra vez sobre la sábana hasta chocar con el suyo.

Tensó el brazo en torno a mí, con su frente caliente en mi espalda. Noté el tacto tembloroso de sus labios en mi hombro.

—Buenas noches, nena.

Anonadada, me quedé un momento en silencio.

Eso no era lo que esperaba. En absoluto. Eso desde luego no decía a gritos «solo somos compañeras de sexo».

Y era agradable.

Y asustaba.

— ¿Estamos... acurrucándonos? —pregunté en voz alta, tratando sin éxito de dar un toque mordaz a mi tono.

Sentí el bufido de su respiración en mi cuello.

—Duérmete, nena.

Oh... no.

Como si presintiera mi inminente huida, Brittany me apretó con más fuerza contra su cuerpo, poniendo su pierna entre las mías, enlazándola en una de ellas.

—Duérmete.

Rubia mandona.

—Acurrucarse no estaba en los términos de nuestro acuerdo.

No me hizo caso. Después de un minuto o dos de silencio oí su respiración uniforme. ¡De verdad iba a dormir! Traté de retorcerme, pero sus músculos acababan de flexionarse en advertencia y yo no era lo bastante fuerte para salir.

Así que me quedé ahí, esperando.

Estaba maravillosamente agotada por todo el sexo asombroso, y dormir parecía una opción celestial, pero estaba decidida a no dormirme en sus brazos. Eso era un poco demasiado... relación.

Obligándome a permanecer despierta, yací en sus brazos durante media hora hasta que sentí que su cuerpo se relajaba por completo. Mordiéndome el labio para contener cualquier respiración pesada que pudiera haber causado el ejercicio de tener que moverme como un ninja, le levanté el brazo lo más suavemente posible y saqué mi pierna de debajo de la suya.

Me quedé congelada.

Juro que pensaba que había percibido el cambio en el ritmo de su respiración.

Escuché con atención, relajándome con los sonidos de respiraciones continuadas.
A hurtadillas, en silencio, me aparté de ella, colocándome cerca del borde de la cama, bajando las piernas al suelo. Acababa de levantar el trasero cuando me encontré tirada con tanta fuerza que reboté en el colchón con un grito ahogado.

El corazón me golpeó en las costillas cuando Brittany me recolocó otra vez, expertamente, moviéndose tan deprisa que estaba debajo de ella en cuestión de segundos, con mis muñecas sujetadas sobre mi cabeza y su cuerpo a horcajadas del mío.

No parecía feliz.

— ¿Vas a dormirte de una buena vez?

La miré.

—No contigo en mi cama. Esto no formaba parte del trato.

—Uno: yo compré la cama. Dos: solo es dormir, Santana.

No hice caso del comentario de la cama, porque era cierto.

—No. Eso es acurrucarse. Has dicho solo sexo. No acurrucarnos. Follamos, lo pasamos bien y te vas a casa. Ese es el trato.

Me estudió con intensidad durante un momento y luego bajó la cabeza hasta que sus labios casi tocaron los míos.

—Follamos, lo pasamos bien y luego nos acurrucamos. No me voy a casa. No me voy a casa, porque a veces en plena noche me despierto y cuando me despierto quiero follar. Y por alguna razón desconcertante la persona con la que quiero follar eres tú. Ahora, solo voy a decirlo una vez más. Ven a dormir.

Me soltó solo para caer a mi lado y me apretó otra vez contra ella.

Abrazándome.

Apreté la mandíbula.

—¿Y si no quiero despertarme para que tú puedas pasarlo bien conmigo?

Apretó la cara en mi cuello y sentí que sonreía contra mi piel. Me besó y se tiró hacia atrás.

— ¿Por qué no te doy un adelanto de lo que quiero hacer contigo para despertarte?

Y entonces estaba otra vez tumbada boca arriba mientras Brittany me besaba todo el cuerpo. Sabiendo lo sensible que era, se detuvo en mis pechos, con una mano jugando en mi pezón, su boca chupando el otro.

Suspiré, encendiéndome para ella, con la lucha completamente olvidada. Ya volvía a estar mojada por ella y solo por ella, con mis caderas inquietas. Y ella también lo sabía. Levantando la cabeza de mis pechos, me besó entre ellos y siguió una línea invisible por mi torso, hundiendo su lengua en mi ombligo y bajando más, con sus labios saltando en la piel suave y temblorosa de mi bajo vientre.

Separó mis muslos y un instante después su boca estaba en mí.

Gemí en cuanto su lengua chupó en mi interior, jugando con mi clítoris. Estaba jadeando cuando sus dedos se unieron a la fiesta. Deslicé las manos por su pelo, tensándome, instándole a pegarse a mí mientras ella me estimulaba magistralmente hacia el orgasmo, lamiéndome y follándome con los dedos con frenesí.

—Brittany —gemí cuando retiró sus dedos. Estaba tan cerca. Tan jodidamente cerca...
Y entonces estaba empujando otra vez, dentro y fuera, dentro y fuera, con su lengua haciendo magia en mi clítoris.

— ¡Brittany! —exploté contra ella cuando me arrancó cada milímetro de un orgasmo. Mi cuerpo se estremeció con más espasmos al tiempo que ella volvía a tumbarse a mi lado.
Vale, había sido solo tan alucinante y sobrenatural como el último que me había dado.

Estaba tumbada, jadeando, mirando al techo en confuso asombro hasta que Brittany apareció otra vez encima de mí.

No dijo ni una palabra, pero cuando se inclinó hacia mí y me besó, dejándome notar mi propio gusto al mover su lengua en la mía, sentí como si la profundidad de ese beso lo estuviera diciendo todo de ella.

Lo había dejado claro.

Mis miembros inútiles no protestaron al encontrarme otra vez en sus brazos.

Acurrucándonos.

—Buenas noches, nena —atronó su voz en mi oído.

—Buenas noches —murmuré, cerrando los ojos.

Entonces las luces estaban apagadas.

Hola    ………..buenas noches, sé que había señalado que actualizaría entre el día viernes o sábado, iba a hacerlo el día de ayer pero sucede que para mi     infortunio se malogró el cpu de la computadora donde tenía información valiosa (creo que en lo primero que pensé cuando ocurrió esto fue     “ohhh…….sweet     Glee…..los capítulos de la quinta temporada y la adaptación avanzada del fic que publico en gleeklatino”)……..espero poder     recuperar algo de la información que tenía en dicho equipo……en fin, para no hacerlas esperar mientras dure la reparación del cpu, me di a la tarea de localizar nuevamente la obra y adaptarla.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

Capítulo 13

Estaba tumbada, mirando al techo, sintiendo la punzada entre mis piernas y los músculos doloridos al moverme.

Había tenido el mejor sexo de mi vida la última noche.

Con Brittany Pierce.

Y luego nos abrazamos. Fruncí el ceño al pensarlo, volviendo la cabeza en la almohada para ver el lugar vacío que había quedado a mi lado en el colchón. No me gustaba la idea de que abrazarnos parte del trato, pero, puesto que venía con beneficios adicionales, iba a tragarme mi incomodidad y enfrentarme a ello. Sobre todo porque Brittany había hecho lo correcto y se había marchado sin despertarme.

Eso decía a gritos «solo sexo».

Podía funcionar. Podía hacerlo.

El sonido de un armario al cerrarse en la cocina me hizo levantar de la cama, con el corazón acelerándose. ¿Rachel estaba en casa? Y entonces mi atención se posó a los pies de la cama: la camisa de Brittany.

La había recogido del suelo.

Miré la alarma de mi reloj.

Las ocho en punto.

Mierda.

Todavía estaba ahí. ¿Qué estaba haciendo en casa? ¿No tenía que trabajar? La irritación se abrió pasó en mi sangre y noté las mejillas calientes al saltar de la cama para sacar una camiseta y unos pantaloncitos de pijama.

Sobre la marcha, me recogí el pelo en una cola de caballo alborotada y fui a ocuparme de ella.

Me quedé paralizada en el umbral de la cocina y sentí la demasiada familiar sensación del deseo. De pie, sirviendo leche en dos tazas de café, Brittany estaba impresionante. Se había puesto unos pantalones cortos, por supuesto, no llevaba camisa. Los músculos en sus hombros se movían con ella y no pude evitar recordar lo mucho que me había gustado sentirlos moviéndose bajo mis manos.

—Dos de azúcar, ¿verdad? —me preguntó antes de mirar por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

Esa sonrisa me golpeó en el pecho como un puñetazo.

Era íntima, afectuosa.

Me dolió horrores. Mi expresión se endureció.

— ¿Qué estás haciendo todavía aquí?

—Preparando café. —Se encogió de hombros, añadiendo azúcar y revolviendo.

— ¿No tienes trabajo?

—Tengo una reunión dentro de unas horas. Me queda tiempo para el café.

Sonrió otra vez al cruzar la cocina para pasarme el café.

Mi mano envolvió la taza caliente justo cuando su boca bajó hacia la mía. Adicta al gusto de Brittany, le devolví el beso.

No fue un beso largo. Breve pero dulce.

Cuando se apartó yo tenía cara de pocos amigos.

Brittany suspiró y dio un sorbo a su café antes de preguntar.

— ¿Y ahora qué?

—Todavía estás aquí.

Di media vuelta y me dirigí a la sala de estar, metiendo los pies debajo del trasero al arrebujarme en la esquina del sofá. Brittany se hundió en el sillón y yo traté de no mirarla.

Mi ceño se hizo más profundo.

—Y vas sin camisa.

Su boca se curvó en la comisura, como si conociera a la perfección los efectos que me provocaba la visión de su cuerpo semidesnudo.

—Necesito un café para ponerme en marcha, y ya que estaba haciendo uno para mí he pensado que podía preparar otro para ti.

—Seguramente puedes funcionar lo bastante bien sin café como para pedir un taxi.

—Y hemos de hablar —añadió, como si yo no hubiera dicho nada.

Gemí y di un buen sorbo de café caliente.

— ¿De qué?

—Para empezar, de tus turnos en el bar. Puede que necesite que me acompañes en noches del fin de semana. ¿Hay alguna forma de que puedas cambiar los turnos?

Respondí con una sonrisa desafiante.

Brittany levantó una ceja.

— ¿Eso es un sí o un no?

—Es un no grande como una casa, joder. Brittany, no voy a cambiar mis horarios por ti. —Me encogí de hombros—. Mira, como mucho podemos llegar a un compromiso. Si hay algún sitio al que quieres que vaya y me avisas con tiempo, pediré un cambio de turno.

Asintió con la cabeza.

—Me parece bien.

— ¿Eso es todo? ¿Hemos terminado?

Ella entrecerró los ojos y sentí un cambio repentino en el aire. Brittany se inclinó hacia delante y yo retrocedí un poco más en el sofá, aunque había una mesita de café entre nosotros.

—Deja de tratarme como un rollo de una noche del que puedes deshacerte, Santana. Me estás sacando de quicio.

Estaba seriamente confundida.

—Dijiste que era solo sexo.

—También dije que éramos amigas y estuviste de acuerdo. ¿Eres así de grosera con todos tus amigas?

—A veces.

Me lanzó una mirada de advertencia y yo solté aire pesadamente.

—Mira, sencillamente no quiero que esto se complique. No crees que dormir abrazadas y luego prepararme café por la mañana es un poco...

— ¿Un poco qué?

—Uf. —Si iba a ser obtuso con eso, iba a abandonar—. No lo sé.

Brittany dejó la taza y se levantó, viniendo hacia mí lentamente. Mis ojos la siguieron con una mezcla a partes iguales de cautela y deseo, y mi atención subió desde sus muy deseables pechos hasta su garganta. Me moría de ganas de besarle el cuello y tocarla. Se sentó, cerca, y estiró el brazo por la parte de atrás del sofá de manera que quedé aprisionada.

—Nunca he hecho esto antes. Y apuesto a que tú tampoco. Así que toquemos de oído. Sin reglas. No hay ideas preconcebidas de cómo debería funcionar esto. Actuemos con naturalidad.

—Te equivocas —murmuré—. He hecho esto antes.

Para mi sorpresa, observé que la expresión de Brittany se endurecía al instante. El músculo de su mandíbula se tensó y me lanzó una mirada insondable. Sentía que estaba tratando de taladrarme, pero no podía apartar la mirada a pesar de lo incómoda que me sentía.

— ¿Has hecho esto antes? —preguntó con voz suave.

Me encogí de hombros.

—No había nada en el trato respecto a compartir nuestras historias sexuales. Basta con decir que sé de qué estoy hablando. Y abrazarnos o preparar el café por la mañana no entra en esta clase de tratos.

— ¿Has hecho esto antes? —repitió—. Creía que habías dicho que no habías tenido sexo en cuatro años. Y eso significa que tenías dieciocho la última vez que tuviste sexo.

Oh, ya veía adónde quería llegar con eso. Entrecerré los ojos.

— ¿Y?

—Cuando yo tenía dieciocho años, la mayoría de las chicas que conocía estaban enamoradas de la persona con la que se acostaban.

— ¿Y?

Brittany se acercó, tratando de intimidarme.

—Entonces, ¿cuándo has hecho esto antes?

—No es asunto tuyo.

—Joder, Santana, ¿no puedes responder una pregunta personal?

Estallé de rabia. Lo sabía. Lo sabía de verdad.

—Se acabó, hemos terminado. Esto era un completo error. —Me moví para levantarme, pero me encontré bloqueada en el sofá, boca arriba y con Brittany encima de mí. La miré con los ojos como platos—. ¡Eres una cavernícola!

Una demasiada conocida Brittany enfadada expulsó fuego de dragón con la cara a solo unos centímetros de la mía.

—No hemos terminado. Casi ni hemos empezado.

Me retorcí debajo de ella, pero eso solo concluyó con ella apretando sus caderas con más fuerza en las mías, y eso solo condujo a que ambas nos excitáramos y eso solo condujo a que yo me ruborizara al notar que mojaba las bragas.

Mierda.

—Brittany, esto no va a funcionar. No soy tu novia. Dijiste que no te gustaba hablar de sentimientos.

Inclinó la cabeza, con los hombros temblando. Me miró desde debajo de sus largas pestañas, riendo con incredulidad.

—Tú no eres como otras mujeres.

—No —respondí con sinceridad—. No lo soy.

Ella se movió otra vez, poniéndose cómodamente encima de mí y yo sentí el roce de sus manos incitándome entre las piernas; separé los muslos de manera involuntaria. Me mordí el labio para ahogar un grito y los ojos de Brittany destellaron con avidez.

—Para —dije jadeando.

— ¿Que pare qué?

Volvió a describir círculos con las caderas, tocándome con suavidad pero con determinacion y causándome otra inyección de calor entre las piernas.

—Brittany. —Apreté las manos contra su pecho—. En serio.

—Somos amigas —susurró pegada a mi boca—. Las amigas pueden hacer preguntas. Dime ¿a quién dejaste que te follara?

Bien. Si era lo que quería...

—A bastantes chicos. No recuerdo la mayoría de los nombres.

Se quedó de piedra, echándose hacia atrás para estudiarme. Volví a ver el temblor en su mandíbula.

— ¿Qué diablos significa eso?

Uf. ¿Estaba molesta? La miré, subiendo las defensas.

—No tengo relaciones, Brittany. Te lo dije. Pero me gusta el sexo y me gustaban las fiestas. El alcohol no es bueno para una relación de amor.

Se quedó en silencio un momento mientras lo procesaba.

De hecho, estuvo tanto tiempo en silencio que supe lo que estaba pensando. Y me sentí mal e inútil. La empujé otra vez en el pecho.

—Ahora puedes levantarte.

Pero ella no se intimidó. Negó con la cabeza, con la expresión aclarándose al volver a mirarme a los ojos.

—Cuatro años —repitió en voz baja—. No habías tenido sexo en cuatro años. Desde que llegaste aquí, apuesto. ¿Qué cambió?

—Eso es otra pregunta.

La expresión de Brittany se oscureció en algo que daba tanto miedo que al final me intimidó de verdad. Me tensé debajo de ella, conteniendo la respiración cuando sus ojos pálidos me lanzaron chispas de fuego helado.

— ¿Alguien te hizo daño, Santana?

¿Qué? Oh, Dios mío... Me relajé al darme cuenta de la conclusión a la que había llegado.

—No. —Estiré el brazo y pasé una mano por su mejilla, con la esperanza de borrar de sus ojos esa expresión—. Brittany, no. No quiero hablar de eso —expliqué con suavidad—. Pero nadie me hizo daño. Yo era alocada. Y luego dejé de serlo. Pero no estaba mintiendo anoche. Y de todos modos, estoy segura de que tú has estado con muchas más chicas, y no te estoy juzgando.

—Yo no te estoy juzgando, Santana.

—Oh, me estabas juzgando.

—No lo estaba.

—Lo estabas.

Se incorporó, con el brazo en torno a mi cintura para levantarme hacia ella, y entonces me rodeó también con el otro brazo, de manera que quedé aprisionada contra su pecho caliente y apenas cubierto con el sujetador. Mis ojos traviesamente no pudieron evitar observarla con lujuria y mis manos se movieron inquietas en sus pechos, puse los ojos como platos cuando me miró con esa expresión intensa en sus pupilas.

—No me gusta compartir —murmuró.

Lo había dicho antes. Algo se retorció en mi pecho, una mezcla de exaltación e inquietud.

—Brittany, no soy tuya.

Sus brazos se tensaron.

—Durante los próximos tres meses lo eres. Lo digo en serio, Santana. Nadie más te va a tocar.

Mi cuerpo se olvidó por completo de mi mente cuando esta gritó «corre, corre, corre», y sentí que mis pechos se hinchaban y mis pezones se endurecían pese a ese grito de advertencia.

—Estás siendo una inmadura —le dije con voz quebrada, pero mis ojos me traicionaron al bajar a su boca.

—No te estaba juzgando —continuó ella como si yo no hubiera dicho nada, depositando besos suaves y provocadores a lo largo de mi mandíbula hasta la oreja, donde su voz rugió de manera seductora—: en público eres Santana López. Fría, con autocontrol. En la cama eres Santana Marie López y eres caliente, nena. Descontrolada. Necesitada. Dulce. —Suspiró—. Me gusta saber eso. No me gusta el hecho de que otras personas también lo sepan.

Quizás estaba tan caliente que olvidé quiénes éramos y lo que se suponía que tenía que ocurrir, pero me encontré en un momento de inusual sinceridad. Me incliné y le besé la garganta, encantada con la forma en que se arqueó para dejarme hacerlo.

Mi mano subió por su pecho izquierdo, a lo largo de su hombro y se acomodó en torno a su cuello. Mordisqueé y chupé y besé el camino hasta su boca, y entonces me retiré, tan preparada para sentirme amada por ella que no tenía gracia.

—Eran chicos, no eran tú. Y solo para que lo sepas... nunca obtuvieron de mí lo que tú obtuviste anoche. Nunca lo obtuvieron, porque nunca me dieron lo que tú me diste. Ni de lejos. —Froté mis labios en los suyos y al levantar la mirada me encontré con sus ojos sonriéndome—. Ahí tienes, un poco más de aire para hinchar tu ego. —Mi mano se tensó en torno a su cuello—. Pero es la verdad.

Esperé que ella dijera algo, cualquier cosa. En cambio, el color de sus ojos se oscureció de deseo y me aplastó contra ella. Sus labios exigieron que abriera la boca y lo hice, aceptando los besos profundos, posesivos, tratando de robarle el aliento porque me sujetaba con tanta fuerza que había perdido el mío. En menos de un minuto estaba desnuda y en menos de otro minuto más, ella estaba haciéndome suya una vez más y demostrando de nuevo que a veces yo podía estar necesitada y ser dulce.

Entré en el dormitorio, vestida otra vez con la camiseta y los pantaloncitos, y observé a Brittany terminando de vestirse. Me sonrió por encima del hombro.

— ¿Quieres asegurarte de que de verdad me voy?

Me encogí de hombros, sintiéndome mucho más relajada ahora que me había dado dos orgasmos espectaculares.

—Tocaremos de oído.

Su sonrisa se hizo más amplia.

—Va a ser fácil si lo único que hace falta para hacerte cambiar de opinión es sexo.

Le lancé una mirada exasperada.

—Brittany, hablo en serio. Tocaremos de oído, y mientras estemos acostándonos juntas, aceptaremos no acostarnos con nadie más. Pero también aceptaremos no presionar a la otra para que dé respuestas a preguntas que no quiere responder.

Al cabo de un rato de solo mirarme, Brittany asintió por fin. — Trato hecho.

—Vale, trato hecho.

—Será mejor que vaya a mi piso a ducharme y cambiarme. —Me plantó un beso rápido en los labios y su mano pasó a descansar en mi cintura—. Te veré esta noche.

Fruncí el ceño.

—No. Esta noche trabajo.

—Sí. Quinn, Rachel y yo nos pasaremos.

—Ni hablar. —Negué con la cabeza.

No después de la última vez. Y en serio necesitaba un espacio para separarme de ella. Brittany juntó las cejas.

— ¿Por qué no?

—Estaré trabajando. No quiero distracciones.

— ¿Vas a trabajar con Puck?

Hice una mueca.

—Sí.

Me agarró con más fuerza la cintura.

—Si te besa...

—Le arrancarás los dientes. —Asentí, poniendo los ojos en blanco—. Sí, sí, ya me acuerdo de todo el rollo de mujer celosa de lo suyo. No va a pasar nada. Te lo prometo. Pero no vas a pasarte esta noche.

—Bueno. —Se encogió de hombros en un gesto exageradamente despreocupado—. Entonces estaré aquí cuando vuelvas.

Vale, casi asentí antes de que mi cerebro dijera: «Espera. No, no, no.»

— ¡No! —repuse en voz un poco más alta de lo que pretendía.

Brittany no parecía divertida.

—Ni siquiera llevamos veinticuatro horas y este compromiso ya me está cansando.

—Bueno, me has dado cuatro orgasmos. Eso tiene que cansar. —Sonreí con descaro.

Mi maniobra de distracción no funcionó.

—Estaré aquí, esta noche.

—Brittany, en serio, no. Todo esto es realmente nuevo. Necesito un poco de espacio.

—Nena. —Se inclinó y depositó un beso tierno en mi frente.

Me relajé. Mira, a veces podía ser comprensiva y dispuesta a llegar a compromisos.

—Solo tenemos tres meses —dijo—. No hay tiempo para espacios.

O no.

—Estaré cansada después de mi turno.

—No, por la mañana no.

—Entonces ven por la mañana.

Con un suspiro cansado, Brittany asintió.

—Bien.

Me acercó a ella, levantándome levemente para poder darme un beso húmedo y desgarrador que sabía que no olvidaría enseguida. Y una vez que volvió a dejarme aposentada en mis pies desconcertados, se fue del apartamento sin siquiera decirme adiós.

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— ¿Cree que estoy loca? —Puse mala cara, preparándome para la respuesta de la doctora Sylvester.

— ¿Porque has accedido a estar sexualmente disponible para Brittany?

—Sí...

—Santana, eres una mujer adulta. Estas decisiones las tienes que tomar tú. ¿Tú crees que estás loca? —Me sonrió suavemente al preguntarlo.

Me reí sin sentido del humor, mientras pensaba en Brittany y en todo lo que me hacía sentir.
—Creo que es la mejor manera de afrontar la atracción entre nosotras. Así esto no se convierte en un enorme lío que concluye conmigo mudándome. Ninguna de las dos quiere una relación. Las dos somos adultas que consentimos. Las dos conocemos las reglas. Nunca accedería a nada más, así que funciona bien. Nos usamos la una a la otra hasta que nos aburramos. Sin rencores. Sin líos. Sin tener que mudarme.

—Pero podrías haberte ido de la Quinta Avenida y haber sacado a Brittany de tu vida para siempre en lugar de llegar a este compromiso. ¿Por qué no lo hiciste?

Fruncí el ceño, pensando que era obvio.

—Por Rachel. Es mi amiga.

La doctora Sylvester asintió con lentitud al asimilarlo.

—Entonces estás dispuesta a explorar algo con una mujer de la que previamente decías que te asustaba por la forma en que te hacía sentir, y estás dispuesta a hacerlo por tu amistad con su hermana.

—Sí.

—Entonces estás dispuesta a preocuparte por Rachel... pero no por Brittany.

Espera. No. ¿Qué?

—Eso no es... —Me fui apagando, sintiendo que se me cerraba el pecho—. Rachel es una amiga. Eso no significa nada. Me cae bien. No quiero perderla, pero eso no significa nada.
La doctora Sylvester suspiró, y por una vez pareció un poco irritada.

— ¿Sabes, Santana?, este proceso sería más fácil si dejaras de mentirte a ti misma.

Respiré hondo, concentrándome en abrir los pulmones.

—Vale. —Asentí—. Me preocupo por ella. Es una buena amiga y una buena persona.

—Y aun así, te dices a ti misma todo el tiempo que no te importa nadie. Que nunca nadie te importará lo suficiente para mantener una relación estrecha.

—No es como si ella fuera mi familia —solté, desesperada por demostrar mi tesis, porque ella viera cómo entendía yo las cosas—. No es lo mismo.

La doctora Sylvester inclinó la cabeza a un lado del modo que yo detestaba.

— ¿Estás segura de eso? Creo por todo lo que has contado que Rachel te trata como si fueras de la familia.

—Está tergiversando lo que he dicho. —Negué con la cabeza, sintiendo ese familiar dolor de cabeza—. Me importa la gente. Nunca he dicho lo contrario. Me importan Kitty y Artie, y sí, me importa Rachel.

— ¿Entonces por qué no permites que te importe Brittany?

Me miré los pies.

—Es solo sexo —murmuré.

—Pero no hay ninguna garantía de que eso sea cierto, Santana —respondió la doctora Sylvester en voz baja—. Nadie puede predecir cómo te sentirás con Brittany cuando pasen los tres meses. Ni cómo se sentirá ella contigo. Y considerando que me has dicho que tus sentimientos por Brittany te asustan, te sugiero que pienses en ello con cuidado.

—La forma en que me sentía por ella sexualmente me asustaba. Es intensa. Pero puedo afrontarlo. Es solo sexo —repetí con terquedad, y en algún lugar muy profundo, enterrado bajo todo mi acero, una voz me decía que estaba haciendo como el avestruz.

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— ¿Así que es verdad que estás saliendo con Brittany Pierce? —preguntó Bree en voz alta mientras yo servía a un cliente una pinta de Tennent’s.

El cliente pescó mi respuesta en forma de mirada fulminante y me sonrió con simpatía al coger su bebida.

— ¿Por qué no lo dices un poco más alto, Bree? Creo que hay gente al fondo que no te ha oído.

—Alistair los pilló. —Puck movió las cejas de manera sugerente al pasar a mi lado para coger una botella de Bailey’s—. Dijo que prácticamente estaban follando.

Alistair era un bocazas del que me encargaría después.

Me encogí de hombros con indiferencia y pregunté al siguiente cliente qué quería tomar.

—Oh, vamos —se quejó Bree—. Yo le había echado el ojo. Quiero saber si está fuera del mercado.

Sin hacer caso del destello de rabia que sentí, le lancé una sonrisa fría.

—Te lo dejaré cuando termine con ella.

Bree se quedó con la boca abierta.

— ¿Entonces es cierto? ¿Te estás acostando con ella?

Aparentemente sí, aunque la parte de dormir con ella no había formado parte del trato originalmente. La condenada rubia sexy había agragado eso. Levanté una ceja a mi colega, rechazando meterme en detalles.

Ella bajó la mirada.

— ¿No vas a hacer correr la voz?

Negué con la cabeza y me incliné sobre la barra para escuchar a otro cliente.

—Pue poné mojito, Jack con Cola, una botea de Miller... ah, y Stace quie a Cosmo. ¿Hace Cosmo?

Por suerte, conocer varios idiomas me había dado mucha práctica para comprender no solo los acentos gruesos, sino también los de los borrachos, aun más gruesos.

Traducción: Puedes ponerme un mojito, Jack Daniel’s con Coca-Cola, una Miller de botella... ah, sí, y Stace quería un Cosmo. ¿Hacéis Cosmos?

Asentí y me agaché para sacar las Miller de la nevera.

— ¿Es buena? —De repente tenía otra vez a Bree encima.

Yo suspiré cansinamente y pasé rozándola para empezar a preparar el Cosmopolitan.

— ¿Es un rollo exclusivo? —dijo a gritos Puck desde el fondo de la barra—. ¿O aún podemos seguir echando un polvo?

— ¿Qué quiere decir seguir? —me burlé.

— ¿Es eso un no?

—Es un no como una casa.

—Oh, vamos, Santana —rogó Bree—. He oído que es una verdadera fiera en la cama, pero eso es chisme de segunda mano. Cuéntamelo de primera mano.

— ¿Sabes qué te digo? —murmuré—. ¿Por qué no te vas a la mierda? —le solté.

Sí, sé que no era la respuesta más elocuente o madura, pero estaba empezando a cabrearme.

Bree frunció el ceño.

—No tienes ninguna gracia.

—Supongo que no.

La atmósfera en el bar no era ni mucho menos tan cálida y eléctrica como lo había sido el fin de semana anterior. Bree estaba haciendo pucheros, Puck no parecía saber cómo actuar conmigo cuando estaba de mal humor, y yo, bueno, estaba de mal humor, porque estaba comiéndome el coco.

No podía quitarme de la cabeza los recuerdos de la noche anterior ni los de esa mañana y, para ser sincera conmigo misma, estaba irritada e inquieta por el hecho de que en realidad tenía la esperanza de ver a Brittany al día siguiente. Estaba tratando de preocuparme menos por mi decisión de meterme en ese compromiso con ella. Solo quería disfrutar, pero me estaba costando mucho relajarme.

Ayudaba que Rachel se tomara bien todo el asunto.

Supongo que no sabía qué esperar de ella, pero había temido encontrarme con más desaprobación de la que había.

Rachel había entrado antes en el apartamento y me había encontrado delante de mi portátil. Yo había discutido la idea de escribir una novela contemporánea vagamente basada en mi madre y mi padre con la doctora Sylvester, y ella había opinado que era buena idea. Incluso terapéutica.

Sin embargo, todavía tenía que empezar, porque el miedo me atenazaba cada vez que acercaba los dedos al teclado.

Escribirla significaría abrirme a todos los recuerdos y no sabía si podría afrontar los inevitables ataques de pánico.

La buena doctora decía que la idea era llegar a un punto en el que las ideas ya no precipitarían un ataque de pánico, y creía que la escritura podría ser una buena herramienta.

Después de que Brittany se marchara, logré escribir la primera página. Estaba mirándola con incredulidad, asombrada de haber logrado teclear las palabras, cuando Rachel llegó a casa e inmediatamente se detuvo en el umbral de mi habitación.

Me sonrió con complicidad cuando me volví en la silla para saludarla.

—Bueno... ¿cómo estás?

Yo no era de las que se avergüenzan con facilidad, pero tuve que reconocer que era un poco extraño comprender que Rachel sabía que había tenido relaciones sexuales con su hermana. Puse mala cara.

— ¿Va a ser demasiado raro para ti?

— ¿Que tú y Brittany salgan? —Negó con la cabeza, con los ojos brillantes—. Ni hablar. Creo que es genial.

Vaya. Me aclaré la garganta, recordando que Brittany no quería mentir a su hermana.

—En realidad, Rachel, no estamos saliendo. Es más una cuestión física.

Rachel pareció sorprendida.

— ¿Te refieres a amigas con derecho a roce?

En realidad, yo prefería el término «follamiga». Pero Rachel no usaría la palabra follar.

—Más o menos.

Cruzó los brazos sobre el pecho, con expresión de curiosidad.

— ¿Es eso lo que quieres?

Asentí.

—Sabes que no estoy buscando una relación.

— ¿Y Brittany?

—Todo el acuerdo fue idea suya.

Rachel puso los ojos en blanco.

—Brittany y sus malditos acuerdos. —Soltó un suspiro de exasperación—. Bueno, si es lo que quieren las dos, me parece bien. Siempre y cuando no nos afecte a ti y a mí, no hay problema. Es muy poco romántico, pero da igual.

Le sonreí.

—Prometo que nos irá bien. Entonces ¿nosotras estamos bien?

Su sonrisa de respuesta era adorablemente torcida.

—Estamos bien.

Para probar que estábamos bien, pasamos la tarde juntas, paseando por Central Park, y chocando con pequeños grupos de turistas que se detenían repetidamente para fotografiar algunos sitios de este bellísimo parque.

Durante unas horas, entramos y salimos de todas las tiendas de ropa del centro de la ciudad, tratando de encontrar un vestido para que Rachel se pusiera en su cita de esa noche.

Es correcto.

Cita.

Había conocido a un tipo llamado Jason en un Starbucks. Él le había propuesto salir y ella había dicho que sí. Rachel decía que era guapo, pero me daba la sensación de que la cuestión tenía más que ver con echárselo en cara a Quinn.

Aun así, me preocupé un poco por ella. Era su primera cita desde el fiasco con Quinn y parecía realmente nerviosa cuando se fue.

Mi ansiedad respecto a toda la situación con Brittany quedó salpicada con una sana dosis de curiosidad, al preguntarme cómo iría la cita de Rachel. No era de extrañar que yo me comportara como una aguafiestas en el trabajo.

Por primera vez en bastante tiempo, estaba desesperada porque terminara mi turno para poder ir a devanarme los sesos en la tranquilidad y la calma de mi propia casa.

El club cerró a la una de la mañana. Después de limpiar, llegué a casa en torno a las dos. Cuando entré en el apartamento, vi luz por debajo de la puerta de la sala.

Parecía que Rachel seguía despierta. Queriendo asegurarme de que estaba bien, abrí la puerta en silencio y me quedé de piedra.

La única luz encendida era la lámpara de pie de detrás del sofá, y tumbada en la apacible penumbra, estirada en el sofá y con los pies colgando del borde por su propio peso, estaba Brittany.

Tenía los ojos cerrados. Parecía muy joven con una pestaña pegada en la mejilla y las facciones relajadas mientras dormía. Era extraño verla de esa manera. Normalmente, sentía la diferencia de edad de cuatro años entre nosotras. Ella era más madura, equilibrada, responsable y decidida. Pero allí tumbada podía tomarse por alguien de mi edad. Era mucho menos intimidante así y me gustó. Mucho.

Sobre la mesa había una carpeta negra abierta, con un par de documentos fuera de los dosieres de plástico. La chaqueta de Brittany estaba colocada sobre el sillón; los zapatos de piel, en el suelo, junto a la mesita de café, y había una taza vacía al lado de todo el papeleo.

¿Había venido a trabajar?

Retrocedí en silencio, bastante desconcertada, y cerré la puerta de la sala. ¿Había dado por hecho que ella y Quinn habrían salido un viernes por la noche?

—Hola.

Me volví y me encontré a Rachel de pie en el umbral de la cocina, todavía con el bonito vestido veraniego de color melocotón que se había comprado para su cita, aunque no llevaba los zapatos dorados de tacón que hacían que sus piernas no terminaran nunca. La seguí a la cocina y cerré la puerta para que nuestras voces no despertaran a Brittany.

— ¿Cómo ha ido tu cita?

Cruzando los brazos sobre el pecho, Rachel se apoyó en la encimera con expresión muy contrariada. Ajá.

—No ha ido bien.

—Oh, Dios, ¿qué ha pasado?

—Quinn es lo que ha pasado.

Puse los ojos como platos.

—Vale. Explica.

—Brittany me ha llamado antes para decirme que tenía que trabajar hasta tarde esta noche otra vez, pero Quinn estaba libre y quería saber si me apetecía que comprara algo para comer y tal vez pillar una peli para después. Le he dicho a Brittany que le dijera a Quinn que tenía una cita con Jason.

— ¿Y...?

Rachel se ruborizó y sus ojos pálidos destellaron de rabia.

—Me ha llamado cinco veces durante la cita.

Traté de contener la risa, pero solo lo conseguí a medias.

— ¿Quinn?

—No sé lo que captó Jason de un lado de las cinco conversaciones, pero desde luego se dio cuenta de que tenía alguna historia en marcha y él estaba buscando algo sin complicaciones. Y se marchó.

—Espera. —La miré con severidad—. ¿No descolgaste cada vez que llamó a Quinn?
Rachel se ruborizó otra vez, esta vez avergonzada.

—Es grosero no hacer caso a alguien.

Resoplé.

—Rachel, sé sincera. Te encantó que el hecho de que tuvieras una cita esté volviendo loca a Quinn.

—Merece un poco de tortura.

—Caray. Eres mucho más despiadada de lo que pensaba. —Sonreí—. Es brillante, Rachel, lo es. Pero ¿cuánto tiempo piensas mantener esto? Tiene que ser agotador. ¿No sería más fácil que las dos hablaran con Brittany y le explicaran que tienen sentimientos la una por la otra? Tendrá que aceptarlo.

—No es tan sencillo. —Rachel se mordió el labio, mirando desconcertada al suelo—. Podría arruinar la amistad de Quinn y Brittany. Quinn nunca correría ese riesgo por mí. —Negó con la cabeza con tristeza, y sentí una punzada en el pecho por ella.

Quinn necesitaba un toque de atención serio.

—Y ya que sacamos el tema. —Me miró con ceño de curiosidad entre las cejas—. He llegado a casa hace unas horas y me he encontrado a Brittany trabajando aquí. Me ha dicho que estaba esperándote. ¿No vas a despertarla?

Bueno, considerando que le había dicho que me dejara un poco de espacio esa noche, no.

Si terminaba con tortícolis era su problema.

—No. Parece agotada y yo estoy agotada. Debería haberse ido a casa.

Los ojos de Rachel eran provocadores.

—Debió de disfrutar anoche si está tan ansiosa por verte tan pronto.

Resoplé.

— ¿De verdad quieres tener esta conversación sobre tu hermana?

Rachel se lo pensó y arrugó la nariz.

—Tienes razón. Uff. —Hizo pucheros—. Tú sales con una rubia que estaba buenísima y yo ni siquiera puedo tener charla de chicas al respecto.

Reí sin hacer ruido.

—Si te hace sentir mejor, no soy exactamente la clase de persona de charla de chicas. Y Brittany y yo no estamos saliendo. Solo follando.

Me recompensó arrugando los labios en un gesto escrupuloso.

—Santana, eso es muy poco romántico.

Abrí la puerta en silencio y le hice un guiño.

—Pero me calienta.

La dejé poniendo caras de pudor, me dirigí al cuarto de baño y me preparé para irme a la cama. Me quedé dormida en cuanto apoyé la cabeza en la almohada.