[Resuelto]FanFic BRITTANA: "5ta Avenida Neoyorkina". 2da Parte (Primero viene el amor....luego viene el matrimonio). EPÍLOGO

Hola………..buenas     noches, sin duda alguna confió en que puedan pasar unas     lindas y agradables fiestas de navidad y fin de año……..vaya, el         tiempo pasa tan rápido, que a veces uno ni cuenta se da     jejejeje………mis mejores deseos y votos porque logren sus propósitos. Fiel a la costumbre y ritmo de actualización de la historia, he aquí el capítulo de la fecha.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

Capítulo 14

El rostro malhumorado de la conciencia acarició el mío y, al despertarme, reparé en un gran peso atravesado en mi cintura y en el hecho de que estaba inusualmente caliente.

Me di cuenta de que era el calor lo que me había despertado. Si tenía que hacer caso de la pesadez de mis párpados y su reticencia a abrirse, era demasiado temprano para levantarme y probablemente debería volver a dormirme.

Pero ese peso atravesado en mi cintura me resultaba familiar.

Me obligué a abrir los ojos y miré el pecho desnudo que tenía a unos centímetros de mi cara.

Vale, ¿qué?

¡Despierta! Mis ojos somnolientos e irritados recorrieron ese pecho hasta la cara, y la realidad se abrió paso de forma lenta pero segura. Brittany estaba en mi cama.

Otra vez.

Tardé un momento, recordando que había llegado la noche anterior y la había encontrado dormida en el sofá.

Había hablado con Rachel, me había lavado en el cuarto de baño y luego había pillado el sobre.

Estaba claro que, en algún momento de la noche, Brittany se había metido en mi cama.
Ese no era el trato.

Soltando un resoplido de enfado, la empujé con todas mis fuerzas. Y cuando digo con todas mis fuerzas quiero decir que la tiré de la cama.

Su cuerpo impactó en el suelo con un ruido sordo y que sonó doloroso. Me incliné para ver que abría los ojos, empañados y confundidos por el hecho de que me estaba mirando desde su posición tumbada en el suelo. ¿He mencionado que estaba completamente desnuda?

—Joder, Santana —se quejó, con la voz áspera por el sueño—. ¿Qué demonios ha sido eso?
Le sonreí desde arriba.

—Era mi forma de recordarte que era solo sexo.

Se incorporó apoyándose en los codos. Tenía el pelo desordenado y expresión beligerante, y un aspecto tremendamente sexy.

— ¿Así que has pensado que podías tirarme de tu cama?

—Con estilo. —Asentí, sonriendo con dulzura.

Brittany asintió lentamente como si aceptara que tenía razón.

—Vale... —Suspiró.

Y entonces estrangulé un chillido de miedo cuando se levantó y me agarró por los brazos con manos fuertes para arrastrarme al suelo con ella.

— ¡Brittany! —grité, cuando me tumbó de espaldas.

Y entonces vino lo peor. Empezó a hacerme cosquillas. Chillé como una niña, retorciéndome y riendo mientras intentaba eludir su ataque.

— ¡Para!

Su sonrisa era perversa y decidida, y ella era rápida y fuerte para esquivar mis patadas sin dejar de sujetarme en el suelo y hacerme cosquillas.

— ¡Brittany, para!

Apenas podía respirar de la risa tan fuerte y de utilizar tanta energía para librarme de ella.
— ¿Puedo confiar en que podré acostarme a tu lado en el futuro sin temer ataques arteros mientras estoy durmiendo? —preguntó en voz alta, por encima del ruido de medio ahogo medio risa que salía de mí.

— ¡Sí! —prometí, porque ya empezaban a dolerme las costillas.

Paró y yo respiré hondo, relajándome en el suelo a su lado. Hice una mueca.

—Este suelo está duro.

Entrecerró los ojos.

—Sí, díselo a mi trasero.

Me mordí el labio para no reírme. No lo conseguí.

—Lo siento.

—Oh, tienes cara de sentirlo. —Se curvó la comisura de su boca cuando colocó las manos a ambos lados de mi cabeza para situarse encima de mí, poniendo la rodilla entre mis piernas—. Creo que debería castigarte de todos modos.

Mi cuerpo respondió de inmediato ante la expresión de sus ojos, el tono de su voz. Mis pezones se me pusieron como piedras, y al doblar las piernas, separándolas para ella, sentí el pulso de mi sexo diciéndome que estaba preparada.

Pasé los dedos por sus pechos antes de deslizar las manos para acariciarla en su abdomen.

— ¿Te has hecho daño en el pandero? —Reí.

Brittany había empezado a besarme, pero se retiró.

—Esa es una palabra rara.

—Igual que «calzas». ¿Qué demonios son calzas?

Aparté un recuerdo de una conversación similar con mi madre, muchas conversaciones similares, de hecho, en las que yo me burlaba de algunas de las palabras que ella usaba.

Me centré en los ojos de Brittany para sacarme la imagen de la cabeza.

Me sonrió.

—Vale, reconozco que «bragas» es una palabra mucho más sexy que «calzas». Pero has de reconocer que «vaqueros» es una palabra horrible para hablar de los «tejanos».

Arrugué la nariz.

— ¿En serio? ¿Y entretanto? Dices «entretanto» un montón.

Brittany hizo una mueca.

— ¿Con qué personas has estado hablando? —Su voz se hizo más profunda y su acento melódico se volvió más esnob y sonó bastante seductor—. Mi mujer estaba argumentando de forma pedante sobre palabrass «entretanto» yo estaba tratando de follármela.

Estallé a reír, dándole un manotazo en la espalda cuando me sonrió con descaro.

—Has empezado tú, rubia sexy...

Contuve el aliento cuando su mano se deslizó sensualmente hasta mi cintura, la rodeó y se introdujo por debajo de mis pantalones de dormir y mis bragas para tocarme las nalgas.
Brittany tiró de mí hacia arriba, presionando su pecho contra mí. Yo ahogué un grito, sintiendo un cosquilleo en todas partes: en el cuero cabelludo, en los pezones, en el sexo.

La atmósfera entre nosotras había cambiado al instante. No hablamos mientras Brittany se ponía de rodillas, indudablemente excitada.

Me senté. Todavía tenía mi mirada clavada en la suya al cerrar mi mano en torno a uno de sus pechos. El fuego de sus pupilas destelló cuando la agarré más fuerte y deslicé la mano por su piel sedosa y caliente.

Su mano envolvió la mía —pensé al principio que para guiarme, mostrarme lo que le gustaba—, pero en cambio tomó mi mano en la suya y me obligó a ponerla a mi espalda, arrastrándome a su boca. Sus labios eran suaves, delicados al principio, pero yo quería más. Moví mí lengua contra la suya, profundizando el beso en algo salvaje, húmedo, cargado de deseo.

Dios, la rubia sabía besar. Todavía sentía el olor de su perfume, notaba la suave fricción de sus labios besando delicadamente mis mejillas y podía saborear lo que le producía estar conmigo. Nunca había sabido que el deseo de alguien por mí podía ser tan poderoso. Pero el suyo lo era. Me enloquecía y me hacía olvidar todo lo demás.

Brittany separó reticentemente sus labios de los míos, y me soltó la mano, retrocediendo un poco para recorrer con los dedos la cinturilla de mis pantalones. Me apoyé en los codos, facilitándole el trabajo, y observé con el estómago convertido en un manojo de nervios, mientras ella lentamente me quitaba los pantalones y las bragas y tiraba ambas prendas por encima del hombro. Ayudándole, me levanté la camisola y me estiré hacia atrás, desnuda para que me examinara.

El sexo era diferente de cómo había sido el día anterior.

El contacto de Brittany era más deliberado, más paciente, casi reverente al presionarme contra mi espalda usando su cuerpo, posicionándose entre mis piernas. Sostuvo mis pechos en sus manos y se los llevó a la boca para que sus labios y su lengua se turnaran para inflamar lentamente mi cuerpo.

—Brittany. —Suspiré, aferrándome a su nuca, arqueando el cuello, con respiración entrecortada cuando ella me propulsó hacia el orgasmo solo con la boca envolviéndome el pezón.

Levantó la cabeza, deslizando la mano entre mis piernas.

Sentí una oleada de placer cuando me introdujo dos dedos.

— ¡Empapada! —murmuró con los ojos brillantes—. Mañana, después de la cena familiar, vas a volver a mi casa y te voy a follar en todas las habitaciones, de todas las formas que pueda.

Mis ojos volaron a los suyos, con mi pecho subiendo y bajando rápidamente al ritmo de sus palabras.

—Te voy a hacer gritar allí porque aquí no puedes —me prometió en voz baja, y me di cuenta de que era también un recordatorio de que me mantuviera en silencio porque Rachel estaba al fondo del pasillo—. Pero ahora mismo, voy a disfrutar viendo cómo te muerdes el labio.

Y lo hice. Siguió haciéndome suya y yo ahogué un grito, mordiéndome el labio, apretando como si me fuera la vida cuando la anterior lentitud y suavidad desaparecieron, sustituidas por sus gemidos y gruñidos excitantes junto a mi cuello mientras iba y venía en mi interior hasta llevarme al orgasmo.

Me sentía un poco más relajada para mi turno en el club del sábado por la noche.

Brittany me hizo un favor y me dio espacio: ella, Rachel, Tina, Mike, Quinn y un par más de sus amigos a los que no conocía tan bien salieron a cenar y tomar unas copas. Me invitaron a la parte de la cena, pero todavía no estaba preparada para encontrarme en una situación social con Brittany y, lo dicho, quería un poco de espacio.

Cuando volví de trabajar, ella no estaba en casa y al despertarme estaba sola.

Hasta Rachel me había dado espacio.

Eso significó que escribí un poco. De hecho, escribí un capítulo entero de mi novela contemporánea y solo conllevó un ataque de pánico. Pero fue corto y apenas contó, y una vez que superé el pánico inicial, pude enfrentarme al recuerdo de mi madre contándome el miedo que había pasado al viajar sola a Italia, pero también lo liberada que se había sentido al hacerlo. Lo mejor de todo, conocía esa sensación. Podía describirla bien. Y lo hice.

— ¿Sabes?, deberías tener una máquina de escribir.

Me volví en la silla de mi ordenador al oír la voz familiar y me encontré a Brittany repantigada en el umbral, vestida con vaqueros y camiseta. Estaba lloviendo en la calle.

Debería haber llevado un suéter. O un polar. Otra palabra rara sobre la que habíamos discutido mientras ella se vestía para irse el día anterior. ¿Qué demonios era un polar? Mi madre nunca había conseguido darme una respuesta que tuviera sentido, y Brittany acababa de sonreírme como si pensara que era mona. Yo nunca fui mona.

— ¿Una máquina de escribir?

Asintió, mirando mi portátil.

—Parece más auténtico, ¿no?

—Bueno, mi madre me prometió comprarme una por Navidad, pero murió antes de hacerlo.

Me quedé helada.

Se me aceleró el pulso cuando mis palabras me volvieron en un eco.

¿Por qué le había dicho eso?

La mirada de Brittany se agudizó ante mi reacción y a continuación se encogió de hombros.

—Solo terminarías con un puñado de papel gastado si tuvieras máquina de escribir.

Me estaba ofreciendo una salida. Mi sonrisa fue un poco débil cuando repuse:

—Eh, que yo escribo bien a máquina.

—No es la única cosa que haces bien. —Sonrió lascivamente al entrar en la habitación.

—Oh, no tienes ni idea.

Rio y pensé que iba a acercarse para besarme. Para mi sorpresa rodeó la cama hasta mi lado de la mesilla y cogió una fotografía de mis padres.

— ¿Es tu madre?

Aparté la mirada, con mis hombros tensándose.

—Sí.

—Te pareces a ella, pero tienes los ojos de tu padre. Era muy guapa, Santana.

El dolor clavó sus garras en mi pecho.

—Gracias —murmuré, levantándome y dándole la espalda al dirigirme hacia la puerta.

—Bueno ¿qué estás haciendo aquí?

Oí sus pisadas acelerándose detrás de mí y sentí que me rodeaba con el brazo, con la palma de su mano plana en mi estómago al apretarme contra sí, con mi cabeza apoyada en su pecho. Estaba acostumbrándome rápidamente al tacto de
Brittany.

A la sexy rubia le gustaba tocarme. Constantemente. Había pensado que me costaría más acostumbrarme, porque yo no era una persona demasiado cariñosa, pero Brittany nunca me preguntó si quería ser atraída a sus brazos cada cinco segundos.

Y la verdad era que no me importaba demasiado.

Otra sorpresa.

Noté su respiración en mi oído al inclinar la cabeza para murmurarme:

—He pensado en pasar a recogerte a Rachel y a ti para la cena familiar. Asegurarme de que venías. No me gustaría que te perdieras el postre en mi casa después.

Me relajé al regresar al terreno familiar, volviendo la mejilla para rozar sus labios con los míos.

—A mí tampoco me gustaría perdérmelo.

—Vale, puaj. —La voz de Rachel nos separó. Se levantó ante nosotros en el pasillo—. ¿Podríais cerrar la puerta cuando las amigas ejercen su derecho al roce?

Me aparté de los brazos de Brittany.

— ¿Qué edad tienes, doce?

Rachel me sacó la lengua y yo me reí, dándole una palmada juguetona en el trasero al pasar a su lado para coger mis zapatos. Estaba empezando a ponerme mis botas favoritas cuando sonó el móvil.

—Hola.

Oí la respuesta de Brittany y al volverme la vi saliendo al pasillo con Rachel. Tenía cara seria.

— ¿Qué? ¿Ahora? —Suspiró, pasándose una mano por el pelo al lanzarme una mirada—. No. Está bien. Estaré allí enseguida.

Se metió el teléfono en el bolsillo de atrás con un gemido frustrado.

—Era Darren. Problemas familiares. No puede hacer su turno hoy en Fire y han de hacer una entrega. Además tenemos noche de DJ invitado, y no ha conseguido a nadie que sepa cómo funciona para sustituirlo. He de ocuparme de eso. —Me sostuvo la mirada por un momento y vi que la frustración se profundizaba.

— ¿Vas a perderte otra cena familiar? —gruñó Rachel—. A mamá le va a encantar.

—Dile que lo siento. —Brittany se encogió de hombros con pesar, con sus ojos todavía en mí—. Parece que esta noche está perdida.

Oh, sí. Sus planes para mí en su apartamento. Sentí una mezcla extraña de alivio y decepción al sonreírle.

—Oh, bueno.

—No pareces muy decepcionada. —Me lanzó una sonrisa sardónica—. Solo hemos de encontrar algún momento en esta semana.

—Hum. —Rachel se interpuso entre nosotros—. ¿Pueden no programar lo que tengan entre ustedes delante de mí, por favor?

Sonriendo, Brittany se agachó y le dio a Rachel un rápido pellizco en la mejilla.

—Rach. —Y luego pasó a mi lado—. Santana.

Me apretó la mano y subió suavemente el dedo pulgar por el dorso de mi mano antes de soltarme y seguir caminando hasta la puerta de la calle.

La miré, incluso una vez que se hubo ido. ¿Qué había sido eso? ¿Lo de la mano? Me miré la mano, con la piel todavía cosquilleándome donde me había acariciado. Eso no sonaba mucho a amigas con derecho a roce.

—Solo sexo.

— ¿Qué? —Levanté la mirada a Rachel, que me estaba observando con incredulidad—. ¿Qué? —repetí.

—Solo sexo. —Negó con la cabeza y agarró su chaqueta

—. Si las dos queréis creerlo, no es asunto mío.

Sin hacer caso de ella ni del ominoso tirón en las entrañas, me encogí de hombros bajo mi chaqueta y salí con ella.

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— ¿Qué estás haciendo aquí?

Había chocado con la espalda de Rachel en el umbral de la sala de estar de su madre, así que no sabía a quién le estaba planteando esa pregunta acusadora.

—Tu madre me invitó.

Ah, Quinn. Miré por un costado de Rachel para verla sentada en el sofá de Shelby y Clark, con Declan a su lado.

Estaban viendo el fútbol juntos. Clark leía el diario. Estaba claro que no le entusiasmaba el fútbol.

— ¿Mi madre te invitó? —Rachel entró en la sala, con los brazos cruzados sobre el pecho—. ¿Cuándo?

—Ayer. —La voz de Shelby trinó detrás de nosotros, y nos volvimos para ver a ella y a Hannah entrando con vasos de refresco—. ¿Qué es esa actitud?

Rachel fulminó con la mirada a Quinn, que sonrió detrás de ella, persistente.

—Nada.

—Quinn, te lo estás perdiendo.

Declan tiró de la manga de la chaqueta azul claro de Quinn que hacía maravillas por su cuerpo. No era de extrañar que Brittany y ella ligaran con tanta facilidad. Juntas eran como un anuncio publicitario al que no puedes resistirte.

—Lo siento, socio. —Lanzó una mirada provocadoramente solemne a Rachel—. Lo siento, no puedo hablar. Estamos viendo el fútbol.

—Más te vale que vigiles que no te den un buen golpe, idiota —murmuró Rachel entre dientes, pero tanto Quinn como yo la oímos.

Ella rio, negando con la cabeza al volverse hacia la pantalla.

— ¿Qué es lo gracioso? —Shelby sonrió con dulzura, completamente inconsciente de la tensión entre su hija y Quinn al pasar a cada una un vaso de Coca-Cola.

—Rachel ha dicho una palabrota —respondió Declan.

Vale, así que además de Quinn y yo, Declan también lo había oído.

—Rachel, él lo oye todo —se quejó Shelby.

Rachel frunció el ceño, lanzándose al sillón. Pensé que era mejor darle un poco de apoyo, porque estaba claro que el hecho de que Quinn estuviera allí la había pillado claramente desprevenida, así que me senté a su lado, en el brazo del sillón.

Rachel suspiró.

—Estoy segura de que ha oído cosas peores en la escuela.

Declan sonrió a su madre.

—Sí.

Clark se rio, escondido tras su diario.

Shelby dedicó a su marido una mirada sospechosa antes de volverse hacia Rachel.

—Eso no es excusa para hablar de esa manera delante de él.

—Solo he dicho idiota.

Declan resopló.

— ¡Rachel!

Ella puso los ojos en blanco.

—Mamá, no pasa nada.

—Claro que no —argumentó Declan—, he oído cosas peores.

— ¿Por qué has dicho idiota? —preguntó Hannah con serenidad desde el otro sofá.

Clark se atragantó de risa al pasar una página del periódico, todavía negándose a levantar la mirada.

— ¡Hannah! —Shelby se volvió para mirarla—. Las jovencitas no usan ese lenguaje.

Hannah se encogió de hombros.

—Es solo idiota, mamá.

—Estaba diciendo idiota a Quinn —explicó Rachel a su hermanita—, porque es una verdadera idiota.

Shelby parecía a punto de explotar.

— ¿Van a parar todos de decir idiota?

—Lo sé. —Solté un exagerado suspiro de exasperación

—. Se dice cretina, no idiota. Cretina.

Clark y Adam rompieron a reír y yo me encogí de hombros a modo de disculpa para Shelby, sonriéndole con dulzura. Ella puso los ojos en blanco y levantó las manos.

—Voy a ver cómo está la comida.

— ¿Necesitas ayuda? —pregunté con educación.

—No, no. Es una idiotez. Puedo arreglarme sola en la cocina, muchas gracias.

Sonriendo, observé la salida de Shelby y luego bajé la mirada a Rachel con una amplia sonrisa.

—Ahora entiendo por qué no sueltas muchas groserías.

—Entonces ¿por qué Quinn es idiota? —insistió Hannah.

Rachel se levantó, lanzando a la persona en cuestión una mirada sucia.

—Creo que la cuestión es cuándo no actúa como una idiota. —Y entonces salió tras su madre.

La mirada de Quinn la siguió fuera de la sala, ya sin rastro de diversión en su expresión. Se volvió hacia mí.

—La he cagado.

Eufemismo del año. Se quedaba muy corto.

—Supongo que sí.

Podía sentir los ojos de Clark en nosotros cuando Quinn suspiró, y cuando miré al padrastro de Rachel me di cuenta de que ya no le hacía gracia. Su mirada estaba quemando a Quinn con un millón de preguntas y tuve la impresión de que estaba sumando dos y dos.

Momento de desviar la atención.

—Bueno, Hannah, ¿has leído los libros que te recomendé?

Sus ojos se iluminaron cuando asintió.

—Eran alucinantes. He estado buscando más libros de distopías desde entonces.

— ¿Has puesto a Hannah a leer novelas de distopía? — preguntó Quinn con sorpresa, sonriéndome.

—Sí.

—Tiene catorce años.

—Bueno, están escritos para gente de catorce. Además, me hicieron leer 1984 cuando tenía catorce.

—George Orwell —murmuró Clark.

Sonreí.

— ¿No te entusiasma?

—Hannah está leyendo Rebelión en la granja en literatura —dijo, como si eso lo explicara.
Hannah estaba sonriendo, con un destello diabólico en las pupilas que me recordaba a Rachel.

—Lo estoy leyendo en voz alta a mamá y papá para que puedan ayudarme.

En otras palabras, estaba torturando a su madre y a su padre por diversión. Hannah y Rachel realmente eran dos cajas de sorpresas. Ángeles de cara sucia, como dicen algunos.

Al cabo de unos minutos estábamos sentados en torno a la mesa y Rachel y Shelby discutían de manera ininteligible.

—Solo acabo de decir que estás pálida. —Shelby suspiró finalmente al tomar asiento con el resto de nosotros.

—Lo que se traduce en «tienes un aspecto horrible».

—Yo no he dicho eso. Te he preguntado por qué estás pálida.

—Tengo dolor de cabeza. —Se encogió de hombros, con los músculos tensos y los labios y las cejas apretados.

— ¿Otro? —preguntó Quinn, mirándola con ojos entrecerrados.

¿Qué quería decir con otro?

— ¿Has tenido más de uno?

Quinn parecía enfadada y su preocupación por Rachel bordeaba una gran molestia.

—Ha tenido unos cuantos. Le he dicho que vaya al médico.

Rachel la fulminó con la mirada.

—Estuve en el médico el viernes. Cree que necesito gafas.

—Deberías haber pedido hora hace semanas.

—Bueno, ¡la he pedido esta semana!

—No te cuidas. Te están haciendo sudar tinta en NYADA.

—Sí que me cuido. De hecho, me estaba ocupando de mí misma el viernes, pero alguien me arruinó el tiempo libre.

—Era un verdadero idiota.

Shelby se aclaró la garganta de manera significativa.

Quinn levantó una mano para disculparse.

—Era un memo.

Declan y Hannah rieron. Quizá yo también lo hice.

—Ni siquiera lo conoces. Y gracias a ti, yo tampoco lo conoceré.

—Deja de cambiar de tema. Te dije que pidieras una cita en la consulta del médico hace semanas.

—No eres mi madre.

—Estás actuando como una niña.

—Estoy actuando como una niña por escucharte. ¿Era un memo? Maldita sea, Quinn, estás haciendo que mi dolor de cabeza empeore.

Quinn torció el gesto y bajó la voz.

—Solo estoy preocupada por ti.

Oh, estaba preocupada por ella, sí. Incliné la cabeza a un lado, observándola. Dios, la estaba mirando como Artie miraba a Kitty.

¿Quinn estaba enamorada de Rachel?

Sofoqué la urgencia de lanzarle el tenedor y decirle que fuera valiente siquiera una vez en su vida. Si se interesaba por ella, simplemente debería estar con ella. ¿Qué había tan difícil en ello?

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—Diría que tú más que nadie comprenderías lo que era tan difícil al respecto, ¿no? —La doctora Sylvester me miró con mala cara.

¿Y por qué tendría que comprenderla?

—Eh... ¿qué?

—Te interesaste por Paolo.

Sentí el nudo en mi estómago apareciendo como siempre que pensaba en él.

—Era solo un niño.

—En el que no te querías interesar por Alice.

Mierda. Tenía razón. Bajé la cabeza, dolorida.

—Entonces Quinn está haciendo lo correcto, ¿no?

Brittany saldría herida. Como Alice.

—Tú no mataste a Alice, Santana.

Solté el aire.

—Yo no fui la bala, no. Pero fui el gatillo. —Miré a la buena doctora los ojos—.Sigue siendo culpa mía.

—Un día te vas a dar cuenta de que no fue así.

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Después de la cena del domingo en casa de Shelby, donde Rachel y Quinn sirvieron de entretenimiento, estaba bastante exhausta de observarlas cuando llegamos a casa.

Una Rachel que todavía no se sentía bien y que seguía molesta, desapareció en su habitación y no volvió a salir.

Yo, por mi parte, me senté delante del ordenador y empecé a escribir.

Sonó el teléfono y cuando lo cogí me encontré con un mensaje de texto de Brittany.

«Había olvidado lo bonito y grande que es mi escritorio del club. Decididamente necesito hacerte el amor aquí.»

Negué con la cabeza, con mis labios curvándose hacia arriba al devolverle el mensaje de texto. «Por suerte para ti, me gustan los escritorios bonitos y grandes.»

Recibí una respuesta al instante.

«Lo sé ;)»

Por alguna razón, que Brittany me mandara un emoticono me hizo sonreír como una idiota.

Aunque era seriamente intimidante cuando quería serlo, también era increíblemente juguetona.

«Bueno, ¿cuándo quieres programar la cita para sexo de escritorio? Házmelo saber para que pueda hacerte un hueco. Mi agenda de sexo se está llenando muy deprisa.»

Cuando no respondió en cinco minutos me mordí el labio, recordando lo seria que había sido con toda la cuestión de no querer compartirme.

Le mandé otro texto. «Era una broma, Brittany. Anímate.»

No creía que fuera a responder, y estaba tratando de no preocuparme por haber dicho algo equivocado —toda esta cuestión de la “amiga con derechos” estaba para nada tan exenta de tensión como yo había querido creer—, cuando sonó mi teléfono cinco minutos después.

«A veces es terriblemente sexy e inquietante saberlo contigo. Hablando de eso...»

Quedé atrapada entre la risa y el ceño. ¿Qué quería decir con que a veces era terriblemente sexy e inquietante saberlo conmigo? Decidiendo que era mejor dejarlo, porque estaba de broma otra vez, le mandé un mensaje... « ¿El suelo de madera?»

«No...»

« ¿Un libro?»

«Piensa, más anatómico...»

« ¿Intestinos?

«Vale, ya le has quitado la parte sexy.»

Me reí ruidosamente, respondiendo rápidamente con otro SMS. «Último mensaje. Estoy trabajando en mi novela. Te veré a ti “rubia condenadamente sexy” y tu gran mesa de despacho para sexo luego.»

«Buena suerte con la escritura, nena, x»

El beso me flipó.

Mejor simular que era un emoticono. Solo un emoticono...

Mi teléfono sonó en medio de mi desconcierto por un beso. Era Kitty.

—Hola —respondí sin aliento, todavía pensando en el beso y en lo que significaba.

— ¿Estás bien? —preguntó Kitty con cautela—. Suenas... rara.

—Estoy bien. ¿Qué pasa?

—Solo para ver qué tal. Hace tiempo que no hablamos.

Respiré hondo.

—Me estoy acostando con la hermana de Rachel. ¿Cómo estás tú y Artie?

Hola……….buenas     noches a todas/os………definitivamente me siento     infinitamente agradecida que este fic sea de su agrado…….me sorprendió gratamente que la historia ya haya pasado más de     7000 visitas………por poco me voy sin dejar la actualización del día, pero por supuesto que dejaré el respectivo capítulo.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.







Brittany era la maestra del mensaje de texto sucio. En ocasiones era sutil... en otras («No puedo esperar a hacerte mía una y otra vez, nena, x»), bueno, no tanto.

Sepultada por el trabajo, Brittany permaneció desaparecida en combate durante los siguientes días.

Si fuera una clase de chica diferente, podría haber temido su desaparición después de tener sexo, pero con toda sinceridad, disfrutaba del hecho de contar con tiempo libre de ella para respirar. Solo habíamos empezado «nuestro acuerdo» y ya parecía que hubieran pasado semanas. El martes por la tarde, sus mensajes de texto estaban empezando a llegarme. Quiero decir que estaban empezando a ponerme “caliente”.

Era asombroso que hubiera estado perfectamente bien sin sexo durante cuatro años. Fui pasando ocupándome de mí misma. No obstante, tener sexo con Brittany había despertado mi apetito.

Un apetito aparentemente inagotable.

Quería comida todo el tiempo.

Y solo la comida de Brittany me serviría.

Por supuesto, no le confesé esto a Kitty, aunque ella tenía unas cuantas preguntas sobre quien había logrado sacarme de cuatro años de sequía. Le dije que estaba muy buena. Que el sexo era desenfrenado. El resto de la conversación consistió en ella repitiendo «No puedo creerlo».

Sí, eso no era muy halagador.

Hablarle a Kitty de sexo desenfrenado solo consiguió ponerme más ansiosa por la rubia sexy que empezaba a hacerse espacio en mi corazón. Por eso me fui al gimnasio.

Otra vez.

Ya había estado allí el día anterior. Corriendo en la cinta, sudando en la bicicleta estática y dejándome el alma en la máquina de remo, esperaba quemar toda la tensión sexual que tenía dentro. La verdad es que no ayudó.

— ¿Santana, verdad?

Miré al tipo que se había parado al lado de mi cinta. Ah. Sam. El entrenador personal que había estado coqueteando en silencio conmigo durante las últimas semanas, desde el incidente en la cinta.

— ¿Sí? —pregunté como si tal cosa.

Sam me sonrió con dulzura y yo gemí por dentro. Uno: los chicos guapos acicalados no eran mi tipo. Dos: ya tenía las manos llenas con una muy deseable rubia.

—Ya has vuelto, tan pronto.

Sí, me estaba vigilando, pero no era nada siniestro.

—Ajá.

Cambió el peso del cuerpo, claramente desprevenido por mi respuesta nada entusiasta a su intento de entrometerse en mi «operación de alivio de la frustración sexual causada por una Brittany Pierce desaparecida en combate».

—Mira, estaba pensando que a lo mejor te apetecería ir a cenar algún día.

Paré la máquina y salí de ella con la máxima dignidad posible, teniendo en cuenta que estaba sudorosa y pegajosa.

Le dediqué una sonrisa platónica; ya la conoces: apretando los labios, sin mostrar dientes.

—Gracias, pero ya estoy saliendo con alguien.

Me fui antes de que pudiera responder, sonriendo al darme cuenta de que al menos el acuerdo con Brittany tenía algunos aspectos positivos. Además de los múltiples orgasmos.

Después de ducharme y cambiarme, salí del gimnasio, esquivando a Sam, y en cuanto encendí mi teléfono tenía un mensaje de texto de Brittany.

«Hazte un hueco el jueves por la noche. Cena de negocios. Ponte un vestido bonito. Te recogeré a las 19.30 x»

Puse los ojos en blanco. Ni siquiera se le había ocurrido que pudiera estar ocupada. Rubia mandona. Le devolví el mensaje: «Solo porque lo pides bien.»

Enfadada, caminé con garbo por la acera agarrando el móvil con fuerza. Tendría que hablar con ella sobre esa tendencia suya a lo repelente. Sonó el teléfono y me detuve, todavía poniendo ceño. El ceño desapareció ante su mensaje de una palabra: «Nena, x»

Podía oírselo decir con una sonrisa provocadora en la voz y negué con la cabeza, sonriendo con exasperación. Brittany tenía suerte de ser tan encantadora.

Pese a que no sabía gran cosa de la cena de negocios — con quién íbamos a cenar o dónde—, sabía que no tenía ningún vestido que sirviera. Así que por una vez decidí usar mi dinero para algo frívolo y me dirigí a Saks Fifth Ave en la Quinta Avenida. Después de dos horas de probarme vestidos (algunos de los cuales costaban más que un mes de alquiler), finalmente me decidí por un vestido con clase pero sexy de Versace.

En la silueta de un vestido entallado hasta la pantorrilla, la lana gris plata se aferraba a cada curva. Una cinta torcida que iba del hombro derecho a la cadera izquierda añadía un toque de elegancia a lo que por lo demás era un vestido informal sexy. Después de añadir un bolso negro ridículamente caro de Alexander
McQueen con el cierre en forma de calavera dorada — pensé que la calavera era apropiada— y zapatos de plataforma de piel negra de Yves Saint Laurent, estaba imponente.

De hecho, era lo más sexy que había estado nunca. Y nunca había gastado tanto en un vestido.

Rachel estaba alucinada con él.

Pero Rachel podía alucinar todo lo que quisiera. Yo estaba nerviosa por la reacción de Brittany.

Resultó que no necesitaba estarlo.

Bueno, depende de cómo lo mires.

El jueves por la noche, estaba en la sala tomando una copa de vino con Rachel mientras esperaba a Brittany. Me había dejado el pelo suelto y los rizos naturales me caían por la espalda. Rachel lo había alabado, rogándome que llevara el pelo suelto siempre.

No a eso.

No es que me maquillara, pero me puse un poco de colorete y rímel y me apliqué un pintalabios color escarlata profundo que subía un punto el atractivo de la indumentaria.

Se abrió y se cerró nuestra puerta y me dio un vuelco el estómago.

—Soy yo —avisó Brittany—. Tengo un taxi esperando para... —Dejó de hablar al entrar en la sala, con sus ojos congelados en mí.

»Joder.

Rachel se rio.

Entrecerré un ojo a ella.

— ¿Es eso un buen joder?

Sonrió.

—Joder contigo siempre es bueno, nena.

—Euch. —Rachel hizo un sonido de ahogo—. Me provocan náuseas.

Sin hacer caso, Brittany caminó hacia mí con andares despreocupados. Llevaba un vestido negro sencillo, pero de corte elegante. Pero ella estaba más deliciosa que yo, “ustedes me entienden….”.

Sus ojos me examinaron de la cabeza a los pies, y cuando volvieron a mi rostro estaban ardiendo.

—Ven conmigo.

Me agarró de la muñeca y yo solo conseguí pasarle a Rachel la copa de vino antes de que Brittany tirara de mí y me arrastrara por el pasillo a mi dormitorio con unos zapatos con los que casi no sabía caminar.

Se volvió, colocando un brazo en torno a mi cintura y atrayéndome hacia ella.

—Tienes que dejar de hacer eso —me quejé.

—Nena, estás... Solo te diré que si no hubiera un taxi esperándonos para llevarnos al restaurante, ahora estarías tumbada de espaldas.

¿Exceso de confianza?

—De hecho... —murmuró, apretándome la cintura, dirigiendo la mirada al escote bajo del vestido.

—Brittany.

Me miró a los ojos.

—Estás preciosa, Santana.

Me dio un vuelco el estómago otra vez y yo sonreí con suavidad.

—Gracias.

—Pero has de recogerte el pelo.

— ¿Qué? —me toqué el pelo, poniéndole ceño—. ¿Por qué?

Para mi desconcierto absoluto, los ojos de Brittany se entrecerraron peligrosamente.

—Hazlo.

Resoplé y la empujé en el pecho, situándome lejos de su alcance.

—No si no me dices por qué. —Mi cabello estaba bien.

No iba a convencerme de lo contrario.

—Porque... —Su voz era seductora, un susurro profundo que reservaba para el dormitorio, y por eso lo sentí hasta las bragas—. Quiero ser la única que sepa lo hermoso que es tu pelo. Lo guapa que estás con el pelo suelto.

Algo se alojó en mi pecho. Un casi dolor que se extendió. Por fuera, sonreí.

—Qué victoriano por tu parte.

Los ojos de Brittany se entrecerraron en una mirada dura.

—Santana —me advirtió.

Levanté las manos.

— ¿Hablas en serio?

—Completamente.

—Brittany...

—Santana.

Paré, poniendo los brazos en la cintura al examinar su cara.

Era implacable. Dios mío, iba en serio. Con un bufido de incredulidad, crucé los brazos sobre el pecho.

—No me tomo bien las órdenes, Brittany.

—No te lo estoy ordenando, te lo estoy pidiendo.

—No, me lo estás exigiendo.

—Sencillamente no me gusta que lleves el pelo suelto.

—Bien. —Incliné la cabeza a un lado al tiempo que mis ojos la examinaban deliberadamente de pies a cabeza—. No acepto órdenes, pero hago tratos. Me recojo el pelo, pero me debes un favor a cambio.

Destelló una sonrisa perversa.

—Suena bien, nena.

—Oh, yo no he dicho que la deuda sería de naturaleza sexual.

Su sonrisa solo se ensanchó.

—Entonces ¿de qué estamos hablando?

—Bueno, esa es la cuestión. —Me desplacé hacia ella, apretándome contra su cuerpo con una sonrisa—. No lo sabrás hasta que llegue el momento.

Brittany bajó la cabeza y sus labios casi rozaron los míos.

—Trato.

—Una mujer de palabra y valiente. —Reí y di un paso atrás—. Tú también estás genial esta noche, por cierto.

—Gracias —murmuró, todavía devorándome con los ojos.

—Bueno, será mejor que le digas la taxista que bajaremos en diez minutos. Tengo que arreglarme el pelo.

Logré arreglarme el pelo en un moño elegante, le di las buenas noches a Rachel, cuyos ojos estaban llorosos al vernos juntas —creo que todavía no había captado el concepto de “amigas con derecho a roce”— y me metí en el vehículo antes que Brittany. Cuando entramos, le dijo nuestro destino al taxista: el restaurante francés de Brittany “Brasserie Ruhlmann”, uno de los negocios que había heredado de su padre, estaba situado en Rockefeller Plaza. No había estado allí antes, pero había oído hablar muy bien de él.
Cuando Brittany se acomodó en el asiento, lo hizo cerca de mí y buscó mi mano.

Durante todo el viaje en taxi miré su mano protectora y cariñosa en la mía, resistiendo la urgencia de apartarme de su tacto. No era porque el hecho de que me cogiera la mano no fuera agradable.

Lo era.

Demasiado agradable.

Demasiado.

Se suponía que solo tenía que ser sexo. Pero allí estaba... cogiéndome la mano.

Apenas me fijé en que habíamos llegado al restaurante antes de que Brittany estuviera pagando al taxista y ayudándome a bajar.

—Estás muy callada —murmuró, al entrelazar otra vez sus dedos en los míos para guiarme.
No respondí a eso.

— ¿Con quién nos reunimos?

Pero antes de que Brittany pudiera responder, el maître apareció con una enorme sonrisa en la cara.

—Señorita Pierce, tenemos su mesa preparada, señorita.

—Gracias, David.

Brittany pronunció el nombre con la dicción francesa, y me pregunté si el tipo era realmente francés o formaba parte de la imagen del restaurante. El restaurante en sí exudaba elegancia opulenta. Era un rococó francés moderno, con sillas de moldura dorada y motivos negro y plata, manteles granates, candelabros de cristal negro y arañas de luces de cristal claro. El restaurante estaba repleto.

David nos condujo a través de las mesas hasta una íntima y agradable del rincón este, lejos de la barra y del acceso a la cocina. Como un gesto delicado y significativo de educación, Brittany apartó la silla para mí, y yo no pude recordar que alguien hubiera hecho eso conmigo antes. Estaba tan concentrada en el gesto y en el roce sensual de sus dedos en mi cuello al sentarme, que hasta que ella tomo asiento y pidió el vino no me fijé en que estábamos en una mesa para dos.

— ¿Dónde están los otros?

Brittany me lanzó una mirada despreocupada al dar un sorbo del vaso de agua fría que el camarero acababa de servir.

— ¿Qué otros?

¿Qué otros? Rechiné los dientes.

—Habías dicho que era una reunión de negocios.

—Sí, pero no te dije de qué negocios.

Oh, Dios mío.

¡Era una cita!

Ni hablar. Primero el mandoneo, luego cogerme de la mano... no. No, no y no.

Aparté la silla y, a los dos segundos de levantarme, las siguientes palabras de Brittany me dejaron congelada.

—Si intentas levantarte, te placaré. —Aunque no me estaba mirando cuando lo dijo, sabía que lo decía completamente en serio.

No podía creer que me hubiera engañado de esa manera.

Con una expresión hosca, volví a acercar la silla a la mesa.

—Mentiste…..tonta.

—Solo por eso, espero que esta noche sepas como recompensarme con esa boca sucia tuya. —Entornó los ojos.

Sentí el impacto de esas palabras que endurecieron mis pezones y me mojaron las bragas. A pesar de que mi cuerpo estaba completamente excitado, estaba anonadada. No podía creer que acabara de decirme eso en un restaurante elegante donde cualquiera podía oírnos.

— ¿Estás de broma?

—Nena —dijo, y me lanzó una mirada que sugería que me estaba perdiendo algo obvio—, nunca hago broma con este tipo de asuntos.

El sonido de alguien atragantándose hizo que levantara la cabeza. Nuestro camarero acababa de acercarse justo a tiempo para oír esas palabras románticas y sus mejillas rosadas delataron su vergüenza.

— ¿Ya saben lo que quieren? —preguntó con voz ronca.

—Sí —respondió Brittany, sin que obviamente le importara que lo hubieran oído—. Yo tomaré el filete poco hecho. —Me sonrió con suavidad—. ¿Qué vas a tomar? —Echó un trago de agua.

¿Se creía lo mejor y divertida?

—Al parecer una apetitosa entrepierna de carne blanca…..carne fresca de pollo, por supuesto.

Brittany se atragantó con el agua, con espasmos de tos, pero tenía los ojos brillantes de alborozo al volver a dejar el vaso en la mesa.

— ¿Está bien, señorita? —preguntó el camarero con preocupación.

—Estoy bien, estoy bien. —Brittany hizo una seña al camarero para que se alejara, con su voz un poco enronquecida cuando sus ojos me clavaron a la silla. Negó con la cabeza, con su sonrisa ensanchándose a cada segundo.

— ¿Qué? —Me encogí de hombros, inocentemente.

—Me pones un montón.

El camarero ahora nos estaba mirando abiertamente, moviendo la cabeza de una a la otra, preguntándose qué frase escandalosa se diría a continuación. Le sonreí y cerré el menú.

—Yo también tomaré el filete.

El camarero se llevó los menús y se apresuró a alejarse, probablemente para contar a los otros camareros lo que había oído que la dueña del restaurante le decía a su pareja.

Haciendo una mueca, mantuve la misma expresión cuando volví a deslizar la mirada hacia Brittany.

—Mira, la clave de este acuerdo es que no has de invitarme a una cena elegante para acostarte conmigo.

El sumiller se acercó con el vino tinto que había pedido Brittany y las dos nos quedamos en silencio mientras le servía un poco para que lo probara. Estaba satisfecha con el vino,
Brittany hizo un gesto para que el sumiller procediera. En cuanto este se hubo ido, levanté la copa y tomé un trago fortificante.

Podía sentir los ojos de Brittany quemándome.

—Quizás esta es la parte de amigas —repuso con suavidad—. Quiero pasar tiempo con mi amiga Santana.

Mientras fuera amable...

—Así es como las cosas se complican.

—No, si no lo permitimos.

Tuvo que ver la duda en mi rostro, porque a continuación sus dedos estaban en mi barbilla, levantando suavemente mi rostro hacia el suyo.

—Solo inténtalo esta noche.

Podía sentir su tacto como un escalofrío en mi piel. Lo había tenido en mi interior. Me había dado un buen número de orgasmos. Conocía su olor, sabor y tacto. Pensaba que había tenido bastante.

Que terminaría.

Pero al mirarla me di cuenta de que distaba mucho de haber terminado. La atracción, la necesidad, lo que demonios fuera, solo acababa de prender fuego, y ninguna de nosotras estaba preparada para llamar a los bomberos todavía.

—Vale.

En respuesta, pasó su dedo pulgar por mi boca y me sonrió con los ojos antes de soltarme.
Y a partir de ese momento fuimos dos amigas pasando un rato juntas. Hablamos de todo lo habitual. Música. Películas. Libros. Aficiones. Amigos. Nos hicimos reír la una a la otra. Lo pasamos bien. Pero eran todo nimiedades.

Brittany tenía cuidado de no preguntarme nada que sabía que no iba a responderle. Hasta que tropecé con una pregunta, porque estaba relacionada con el pasado, pero ella hizo una broma y cambió de tema. Era una mujer inteligente y muy agradable.

Estábamos acabando el postre cuando una voz sensual con un acento tan melódico como el de Rachel se acercó a nuestra mesa.

—Brittany, cielo, pensaba que eras tú.

Levanté los ojos a la mujer que estaba de pie al lado de nuestra mesa, y que se estaba inclinando para besar a Brittany en la mejilla, dándole la oportunidad de atisbar sus pechos pequeños pero bien formados. Su vestido era rojo, incitador y tan hosco como su voz. Me lanzó una sonrisa brillante al examinarme.

—Aileen, ¿cómo estás?

Ella sonrió y le frotó la mejilla a Brittany cariñosamente.

—Mejor por verte.

Oh, Dios. Traté de no removerme en la silla con incomodidad cuando una rigidez inexplicable se alojó en mi garganta. Era una ex novia. Un momento incómodo.

— ¿Cómo está Alan?

¿Quién demonios era Alan? «Por favor, que sea su marido.»

—Oh. —Ella desdeñó la pregunta con una mueca—. Nos hemos separado. Estoy aquí en una cita encantadora.

«Bueno, vuelve a tu cita, señora, para que podamos seguir con la nuestra. Mierda. No es una cita. No es una cita.»

Brittany sonrió y se volvió para señalarme a mí con la cabeza.

—Aileen, ella es Santana.

—Hola.

Sonreí con educación, sin estar realmente segura de cómo conversar con quien obviamente era una ex. Al mirar a la alta amazona rubia, me convencí más que nunca de que era lo opuesto al tipo usual de Brittany.

Sus ojos estaban valorando al escrutarme. Después de un segundo, su sonrisa se ensanchó al volver a mirar a Brittany.

—Por fin una chica que no se parece a Analise. —Volvió a tocarle el hombro afectuosamente

—. Me alegro por ti.

—Aileen... —Brittany se echó atrás, apretando la mandíbula.

¿Analise? Mis cejas estaban levantadas en pregunta. ¿Quién era Analise?

—Veo que todavía duele. —Aileen chascó la lengua y yo di un paso atrás—. Supongo que con el matrimonio nos pasa a todos. Hace falta tiempo.

Ella esperó para ver si alguien decía algo y entonces, como si de repente se hubiera dado cuenta de que estaba interfiriendo en nuestra cena, se rio un poco avergonzada.

—En todo caso, es mejor que vuelva con Roberto. Cuídate, Brittany. Me he alegrado de verte. Y un placer conocerte, Santana.

—Lo mismo digo —murmuré, tratando de ocultar el hecho de que sentía que me habían clavado la mesa en las tripas.

¿Matrimonio? Tomé aire y sentí que me habían clavado una inyección de adrenalina en el corazón mientras Aileen se alejaba pavoneándose, sin tener ni idea de la tensión que había causado entre Brittany y yo.

Sentí los labios entumecidos.

— ¿Esposa?

—Ex esposa.

¿Por qué me sentía traicionada?

Era estúpido.

¿O no?

Había dicho que éramos amigas. Y Rachel... Rachel era mi amiga, y no me había dicho que Brittany tenía una ex mujer.

¿Importaba?

«Tú no le has contado nada, Santana.»

No, no lo había hecho. Pero yo no me había casado.

—Santana... —dijo Brittany con un suspiro, y levanté los ojos para ver su expresión como el granito—. Te habría hablado de Analise finalmente.

Hice un gesto de desdén.

—No es asunto mío.

—Entonces, ¿por qué pareces tan afectada?

—Porque me ha sorprendido. Me metí en esto contigo porque eras una mujer de citas en serie, no de una sola mujer.

Me llevé una mano al pecho.

¿Qué demonios era ese dolor ahí?

Ella se pasó una mano por el pelo y luego volvió a suspirar profundamente. Lo siguiente que supe era que había metido una pierna en la pata de mi silla y estaba atrayéndome hacia sí, hasta que nuestros hombros casi se estaban tocando.

Levanté la mirada hacia ella inquisitivamente, pero me perdí por un momento en sus preciosos ojos.

—Me casé cuando tenía veintidós años. —Empezó en voz baja, delicada, estudiándome con la mirada al explicarse—. Se llamaba Analise. Era una estudiante australiana de posgrado. Solo estuvimos juntas un año antes de que le propusiera matrimonio, y solo estuvimos casadas dos años. Los primeros nueve meses fueron geniales. Los tres siguientes, complicados. El último año, un infierno.

Luchamos mucho. Sobre todo de mi incapacidad de abrirme. —Dio vueltas a su copa de vino, bajando la mirada ahora—. Y cuando pienso en ello, eso era verdad. Gracias a Dios. —Sus ojos volvieron a mí—. La idea de que le pasara a ella (alguien tan vengativo como ella) toda mi mierda personal...

—Como munición en sus manos —murmuré, comprendiendo completamente.

—Exactamente. Creo que una trabaja con tesón para hacer funcionar un matrimonio. No quería rendirme. Pero un día, no mucho antes de que mi padre muriera, me llamó y me pidió que fuera a ver una propiedad que estábamos tratando de vender en la Quinta Avenida. No la de Rachel y tú — añadió con rapidez—. Me dijo que había recibido una queja sobre unas goteras en el piso de abajo, así que fui a mirar.—Apretó la mandíbula—. No encontré las goteras, pero encontré a Analise en la cama con un amigo mío de la escuela. Mi padre lo sabía. Llevaban seis meses engañándome.

Cerré los ojos, sintiendo que el dolor por Brittany hacía eco en mi pecho. ¿Cómo alguien podía hacerle eso a ella? ¿A ella? Cuando volví a abrirlos, me miraba con expresión suave y me estiré hacia su brazo, apretándolo de manera consoladora. Para mi sorpresa su boca se curvó en una sonrisa.

—Ya no me duele, Santana. Años de retrospectiva acabaron con eso. Lo que tenía con Analise era superficial. Las hormonas de una mujer joven llevándola por el mal camino.

— ¿Lo crees de verdad?

—Lo sé.

Torcí el gesto, negando con la cabeza.

— ¿Por qué volviste a comprar un piso en la Quinta Avenida?

Ella se encogió de hombros.

—Puede que Analise se largara otra vez a Australia cuando se divorció de mí, y me aseguré de que se iba sin nada, pero aun así había manchado la ciudad que amaba. He pasado los últimos seis años creando nuevos recuerdos en toda la ciudad, reconstruyendo el desastre que ella había dejado.

Lo mismo se aplica a la Quinta Avenida. El piso en el que estás era un desastre. Una carcasa en una calle envenenada por la traición. Yo quería crear algo hermoso en lugar de toda la fealdad.

Sus palabras se hundieron dentro de mí tan profundamente que no podía respirar. ¿Quién era Brittany?

¿Era real?

Levantó una mano a mi cara y deslizó los dedos suavemente por el contorno de mi mandíbula para luego empezar a descender por mi cuello.

Temblé.

Sí, era real.

Y durante los tres meses siguientes era solo mía…….Mía

Me levanté abruptamente, agarrando mi bolso.

—Llévame a tu casa.

Brittany no discutió. Sus ojos destellaron con comprensión y pidió la cuenta. Antes de darme cuenta ya estábamos en un taxi.

Hello     …………..buenas     noches a todas/os, aquí voy intentando controlar lo     emocionada que estoy por ver que el fic ha pasado las 8000 visitas     jejejejeje……en serio, infinitas     gracias a todas/os quienes comentan y a quienes leen esta historia……..ahora bien, en cuanto al capítulo de hoy solo diré que este trae de todo: momentos     “interesantes”, algo de     drama y lo que nos gusta como fans     “la reconciliación”………

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

Capítulo 16

No tenía ni idea de dónde vivía Brittany y me sorprendió bajar del taxi en la universidad, en la pasarela que conducía a Lenox Hill. El edificio moderno, que se alzaba sobre un café y un pequeño supermercado, albergaba apartamentos de lujo. Subimos en ascensor hasta arriba y Brittany me dejó entrar en su ático dúplex.

Debería haberlo imaginado.

El lugar era como mínimo asombroso, pero decididamente daba la impresión de que allí vivía una mujer distinguida y con mucha clase. Suelo de madera noble en todas partes, un enorme sofá rinconero de ante color chocolate, una chimenea de cristal negro instalada en la pared, una enorme pantalla de televisión en la esquina. Una pared divisoria separaba la sala de la cocina y su isla.

La cocina en sí era claramente de alta gama, pero estaba terminada en acero frío y daba la impresión de que no la hubieran usado nunca. En la parte de atrás del apartamento había unas escaleras que conducían a lo que supuse que serían los dormitorios.

Era todo el cristal lo que hacía el piso tan espectacular.

Ventanales de suelo a techo en tres lados ofrecían vistas de la ciudad, con puertas cristaleras que comunicaban la sala con una enorme terraza privada. Descubriría después que, en el piso de arriba, del otro lado del edificio, el dormitorio principal tenía ventanas de suelo a techo y otra terraza, lo cual proporcionaba al ático una vista de trescientos sesenta grados de la ciudad.

La vista nocturna era espectacular. Mi madre nunca había hecho justicia a la ciudad cuando trataba de describírmela.

Sentí un dolor que me desgarraba el pecho al encontrarme en medio de la sala de Brittany, mirando al mundo dolorida y preguntándome con qué frecuencia Brittany habría hecho lo mismo.

—No has dicho ni una palabra. ¿Estás bien?

Me volví hacia ella, sabiendo que en ella encontraría una cura temporal.

— ¿Quieres follar?

Brittany sonrió despacio, desconcertada, causando otro tirón de atracción en mis tripas.

— ¿Follar?

—Follar, y olvidar toda esa mierda. Lo que hizo ella. Lo que hizo él. Todas las perras sin alma que querían algo de ti.

Su expresión cambió de inmediato, tornándose dura, insondable, al dar un paso hacia mí.

— ¿Estás diciendo que no quieres nada de mí?

—Quiero esto. Quiero nuestro acuerdo. Quiero... — Respiré hondo, sintiendo que se me escapaba el control— que me hagas el amor, que me hagas tuya.

— ¿Para olvidar qué, Santana?

¿No lo veía? ¿De verdad era tan buena mi máscara? Me encogí de hombros.

—Todo, la nada.

Se quedó en silencio un momento, con ojos escrutadores.

Y entonces me arrastró a sus brazos, con una mano firme en mi nuca cuando su boca buscó la mía. Era un beso desesperado. No sabía si se trataba de su desesperación o de la mía.

Solo sabía que nunca había besado tan profundamente, con tanta avidez.

No era cuestión de delicadeza.

Era cuestión de hacer de nosotras una sola persona, era empezar a amarnos aunque no lo supiéramos nosotras en ese momento………...

Brittany interrumpió el beso y su pecho subió y bajó con fuerza al tratar de recuperar el aliento. Levanté la cabeza hacia ella, envuelta ya en una profunda niebla sexual, cuando ella cogió mi cara entre sus manos y me plantó un beso delicado en la boca, con su lengua entrando y saliendo de la mía, incitándome.

Cuando se apartó, sus manos bajaron susurrando por mis brazos y me dio la vuelta lentamente con sus manos en mi cintura. Me quedé de pie dándole la espalda, con mi respiración entrecortada mientras sus dedos buscaban la cremallera lateral del vestido.
Su tacto era tan ardiente que podía sentir el calor a través de la tela.

El único sonido en la sala era el de nuestras respiraciones excitadas y el agudo rumor de la cremallera, que Brittany me bajó con exasperante lentitud, rozándome la piel con los dedos en su descenso. En cuanto terminó con la cremallera, volvió a deslizar sus manos por mis brazos hasta los tirantes del vestido, e igual de lentamente, los despegó de mis hombros.

Ya solo tenía que sujetar el vestido a la altura de mis caderas y tirar hacia abajo hasta dejarlo a mis pies.

—Sal —susurró con voz quebrada en mi oído.

Con el pulso acelerado, levanté los talones y salí del círculo que había formado el vestido, y el movimiento me hizo darme cuenta de lo embarazosamente mojada que ya estaba. Brittany recogió el vestido del suelo y lo tendió en el sofá. Cuando volvió, sentí su mano en la piel suave de mi trasero.

¿Había mencionado que también llevaba lencería nueva?

Me había puesto un conjunto de encaje negro de Victoria’s Secret. Las bragas eran de corte alto por detrás, así que la mayor parte de la carne de mi trasero quedaba al descubierto, y el sujetador era de corte bajo, así que mi escote quedaba muy sexy con el vestido.

Temblé cuando Brittany continuó acariciándome, con sus dedos deslizándose y acariciando tortuosamente mi cintura y luego mi trasero. Gemí y me arqueé hacia ella al tiempo que ella continuaba con esas caricias que me enloquecían.

—Brittany.

Solo se retiró para agarrarme por las caderas y presionarme otra vez contra ella, noté que ella estaba igual o más excitada que yo.

—Lo único que hace falta para tenerme en tus manos y así—me dijo con suavidad, rozándome la oreja con los labios— es que tú digas mi nombre.

Mi pecho se cerró y no supe cómo responder.

No quería hablar.

Solo quería sentir.

Como si ella lo percibiera, me dio la vuelta y dio un paso atrás examinándome con la mirada en mi nueva ropa interior sexy.

—Magnífico. Pero te prefiero desnuda. —Sus ojos bajaron a mis zapatos y brillaron—. Los zapatos te los puedes dejar.

Llevé las manos a mi espalda para quitarme el sujetador, pero Brittany estaba de nuevo ocupando mi espacio y sus manos me detuvieron. Negó con la cabeza y yo bajé los brazos.

—Espera.

Se apartó de mí. Me quedé solo con mi ropa interior y mis tacones, y observé que Brittany se desnudaba lenta y tortuosamente. Me sonrió, sin nada más que la sexy e irresistible ropa interior que llevaba puesta, con el pecho y los pies desnudos, con las pupilas ardiendo con intención.

No me importaba cuál era la intención.

Solo quería tenerla junto a mí por siempre.

Pero Brittany no había terminado. Con un brazo en torno a mi cintura, me atrajo hacia su cuerpo: la piel desnuda de mi vientre tocando su cuerpo de infarto, mis piernas desnudas rozando las suyas y mis pechos presionados en su piel desnuda.

Sentí un tirón en el pelo cuando con la otra mano trabajaba con rapidez para sacarme todos los prendedores que sostenían mi cabello recogido y segundos después este cayó a mi espalda en toda su gloria.

Observé que sus ojos destellaban y por una vez di gracias a Dios por todo mi cabello si era esa la reacción que provocaba en Brittany. Su mano se tensó y usó mi pelo para echarme la cabeza hacia atrás con sus labios amenazando mi garganta expuesta.

Contuve la respiración, con la piel recalentada, las piernas temblando, mis manos sujetando sus hombros, esperando. Sentí su boca haciéndome cosquillas en mi piel, y otra vez, apenas un roce que hizo que se me escapara un ruido de frustración.

Noté la respiración jadeante de Brittany en el cuello y luego su boca estaba presionando allí, con su lengua jugando con mi piel, dejando un provocativo reguero de besos cálidos, bajando, bajando, hasta que llegó a la curva de mis pechos.

Sentí una bocanada de aire frío cuando tiró de mi sujetador y dejó al descubierto mi pezón duro y suplicando por su boca. Sus labios se cerraron en torno a mí y yo avancé mis caderas hacia las suyas, buscando mayor contacto y la necesidad dando paso al desenfreno.

—Brittany, por favor —rogué, arqueando la espalda.

Mis manos rozaron lentamente sus pechos y bajaron por su piel caliente y firme para sujetar su cintura con determinación.

Su respiración se entrecortó e inclinó las caderas hacia mí al frotarse contra mi mano.

—Joder —murmuró, cerrando fugazmente los ojos antes de abrirlos de golpe con fuego en ellos—. No puedo esperar.

Asentí, con un apretón de anticipación en el vientre y mis bragas ya absolutamente empapadas. Brittany soltó mi sujetador en segundos, con una destreza en la que no quise pensar, y sus manos se tomaron un momento para sostenerme los pechos con firmeza y acariciarlos pausadamente.

Sentí que se excitaba aun más y me abrazaba fuertemente.

Fue entonces cuando su control lento y tortuoso se interrumpió bruscamente. Tiró de mí hacia ella al tiempo que retrocedía hacia la puerta donde había un aparador apoyado contra la pared, y entonces me dio la vuelta y me empujó sin muchas contemplaciones contra el mueble, poniéndome de espaldas a ella. Mi respiración estaba saliendo en ráfagas frenéticas al aferrarme al aparador.

Las manos de Brittany me rodearon para apretarme los pechos, obligando a mi cuerpo a juntarse con el suyo mientras su lengua atormentaba mi oreja.

—Voy a dar por hecho que te gusta así. Va a ser duro, Santana, duro y fuerte. ¿Estás preparada?

Asentí, con el corazón acelerándose un poco.

Ya tenía las bragas bajadas. Agité las piernas y salí de ellas, apartándolas de una patada. El calor de ella en mi espalda…... Noté un relámpago de pura lujuria a través de mi sexo y mis uñas se clavaron en el armario con anticipación.

Separó los dedos de la mano en mi abdomen, tirando de mí hacia atrás y hacia arriba de manera que quedé doblada hacia delante, con los antebrazos planos en el aparador.
Deslizó un dedo en mi interior.

—Nena... —murmuró con aire de suficiencia—, estás empapada.

Gemí para que no parara y rio entre dientes en respuesta un instante antes de introducir un dedo más con desesperación y frenesí. Grité ante la profunda invasión, arqueando la espalda, pero Brittany no me concedió ningún aplazamiento.

Se echó atrás cinco centímetros para volver a realizar la misma operación, con el mueble sólido bajo mi pecho cuando me relajé en torno a ella. El apartamento se llenó del ruido de la respiración pesada, de nuestros gruñidos y gemidos, del abofeteo húmedo de la carne cuando ella me hacía olvidarme de todo, amándome.

Los dedos de su mano libre se acomodaron posesivamente en mi cintura mientras continuaba amándome solo como ella sabía hacerlo, gimiendo mientras yo me echaba hacia ella, en un ritmo perfecto pero duro. Mi jadeo se hizo más alto, estimulándola, y ella levantó su mano que estaba en mi cintura para pellizcarme los pezones mientras seguía haciéndome suya.

Ese fue el momento desencadenante.

— ¡Brittany! —grité.

Un orgasmo que superó a todos los demás explotó en mí, con mi sexo apretándose y pulsando en torno a sus dedos mientras ella continuaba con sus caricias enloquecedoras.

Ella se corrió con un gemido profundo, con la boca en mi hombro, las manos sujetándome las caderas aun más fuerte a las suyas al levantarse hacia mí, temblando.

Mis piernas ya no funcionaban. Lo único que me sostenía era Brittany.

Al cabo de un rato, me acariciaba delicadamente, con cuidado, pero aun así me estremecí. No había sido suave conmigo. Como si lo percibiera, me sostuvo con más fuerza.

— ¿Estás bien?

No.

Estaba alucinada.

—Ha sido algo fantástico —respiré, cayendo contra ella.

Su risa era baja, casi un susurro.

—Dímelo a mí.

Me encontré dándome la vuelta hacia ella y levantada suavemente en el aparador, con Brittany levantando mis piernas en torno a sus caderas y mis manos apoyadas en sus deseables e irresistibles pechos mientras me sostenía la mirada. Sentí que algo cambiaba en su expresión al mirarme, algo que hizo que mi respiración se entrecortara.

Ella captó el sonido con su boca al bajar la cabeza para besarme lenta y lánguidamente.

Con ternura.

En ocasiones no hacen falta palabras para saber que se ha producido un cambio en ti.

Puedes compartir una mirada con alguien que cimienta una comprensión más profunda entre los dos y crea un vínculo más fuerte. Un contacto con una hermana o hermano o padre que dice «estoy aquí, pase lo que pase», y de repente alguien que era solo un pariente, una persona a la que amas, se convierte también en uno de tus mejores amigos.

Algo ocurrió allí con Brittany cuando me miró, cuando nos besamos.

No era solo sexo.

Necesitaba salir de allí.

Se echó atrás, con el labio levantado en la comisura al apartarme el pelo de la cara.

—Todavía no he terminado contigo.

Y entonces me besó otra vez.

Me quedé allí, envuelta en torno a ella, besándonos. Y estuvimos besándonos como adolescentes durante al menos diez minutos. Mi cuerpo combatía con mis emociones.

No quería renunciar a lo que había entre nosotras.

Era adictivo, seductor.

Pero no quería nada más que lo que podíamos regalarnos mutuamente en el plano físico.

Debería irme.

No podía irme.

Comprendí entonces lo que quería decir la gente que se refería a alguien como una droga.
Eso significaba que tendría que redefinir la noche. Sexo.

Decisión tomada, me eché atrás y me lamí los labios hinchados antes de bajar del aparador y sacarme los zapatos de tacón.

—Tengo que pedirte una disculpa —le recordé, poniéndome de rodillas.

Brittany bajó la cabeza con los ojos pesados.

— ¿Por qué? —murmuró, mientras yo notaba que se había sonrojado escandalosamente al verme así.

Sonreí.

—Por llamarte tonta.

Rio, una risa que se atragantó en un gemido cuando yo empecé a disculparme.

Aunque, con un mando a distancia, Brittany había corrido unas persianas por encima de las ventanas que ocupaban la mayor parte de la pared del dormitorio, el sol de la mañana iluminó con fuerza la habitación.

Me desperté. Volví la cabeza en su almohada y vi en el reloj que eran las siete y media. Sabía que Brittany no estaba detrás de mí porque normalmente su calor me despertaba, además oía el grifo de la ducha en el cuarto de baño en suite.

Recordé la noche anterior.

El restaurante.

Descubrir la existencia de su mujer.

Dolor por ella.

Venir aquí.

El sexo salvaje contra el aparador.

Yo “disculpándome” con Brittany.

Ella devolviéndome “la disculpa”.

Una visita desnuda por su dúplex que terminó en su dormitorio.

Todavía sintiéndome extraña, la había tendido boca arriba en la cama y me había abierto camino a besos y lametones por su cuerpo asombroso antes de amarnos una vez más.
Brittany tenía otros planes.

Al correrme, ella nos había hecho girar y me hacía el amor indefinidamente, mirándome a los ojos. Yo quise cerrarle los suyos como la última vez. Pero no pude.

Ahora los cerré con un gemido suave.

La situación se estaba complicando, y tal vez era cobarde, pero simplemente no podía afrontar a Brittany a la luz del día después de la intensidad de la noche anterior.
Salí de la enorme cama de estilo japonés y me escabullí en silencio de la habitación, bajando al trote a buscar mi ropa. Me apresuré a ponerme la ropa interior y el vestido, me calcé los zapatos, aunque me hacían daño, y cogí el bolso.

Salí, con el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho al notar culpablemente el aire fresco. Como no estaba de humor para emprender el camino de la vergüenza, tomé un taxi casi inmediatamente de haber huido y no me relajé hasta que paró en la Quinta Avenida.

Estaba metiendo la llave en la puerta cuando recibí el mensaje de texto.

«Qué diablos ha sido eso. No vuelvas a hacerlo. Ya hablaremos.»

Solté aire pesadamente, agotada por la perspectiva.

Judy Garland me estaba cantando, diciéndome que el sol estaba brillando y que fuera feliz. No había nada malo en un poco de Judy Garland, pero justo entonces quería que Gene Kelly volviera a la pantalla y bailara para mí.

Me había duchado para quitarme el sudor y el sexo de la noche anterior, me había puesto los vaqueros y una sudadera con capucha y me había acurrucado en el sofá a ver películas viejas.

Si hubiera tratado de sentarme ante mi portátil a escribir, solo me habría perdido en mis pensamientos muy confundidos y enredados. Así que estaba entumeciendo la mente con musicales y mi viejo amor de Hollywood, Gene Kelly.

Acababa de prepararme un sándwich cuando oí que se abría la puerta del apartamento. Mi corazón se detuvo un segundo hasta que oí pisadas ligeras. Rachel.

Respiré aliviada.

—Hola. —Rachel sonrió al entrar con aire despreocupado en la habitación—. He vuelto de la óptica.

Puse a Judy en silencio.

— ¿Cómo ha ido?

—Aparentemente necesito gafas para leer y para ver la televisión. —Arrugó la nariz—. No me quedan bien las gafas.

Lo dudaba. Rachel podría llevar una bolsa de basura y seguiría teniendo buen aspecto.

— ¿Cuándo has de recogerlas?

—La semana que viene. —Sonrió de repente—. ¿Y? ¿Cómo fue la cena?

—Tu hermana me engañó. Solo estábamos las dos.

Rachel resopló.

—Típico de Brittany. ¿Pero lo pasasteis bien?

—Aparte de encontrarnos con una mujer que obviamente era ex novia de Brittany que me pareció muy agradable, aunque un poco despistada cuando inadvertidamente me habló de la ex mujer de Brittany, sí. —Me encogí de hombros con tranquilidad—. Lo pasamos bien.
Rachel ahogó un grito, atrayendo mi mirada a ella. La ansiedad nubló sus ojos pálidos cuando se levantó y caminó con cautela para sentarse a mi lado.

—Tendría que habértelo dicho, Santana, pero Brittany quería decírtelo ella misma. Y es personal para ella. Ojalá pudiera explicarlo, pero la verdad es que es asunto suyo.

Hice un gesto de desdén.

—Está bien. Me habló de Analise. De cómo le engañó.

Rachel juntó las cejas.

— ¿Te lo contó?

« ¿Se suponía que no tenía que hacerlo?»

—Sí.

Ella se sentó un momento, pareciendo congelada y luego algo en sus ojos se suavizó y me sonrió.

—Te lo contó.

Oh, Dios, se estaba metiendo ideas románticas en la cabeza otra vez.

—Para.

— ¿Qué?

Sus ojos se abrieron con fingida inocencia.

Puse cara de enfado.

—Ya lo sabes.

Antes de que Rachel pudiera responder, la puerta del apartamento se abrió y se cerró.

Pisadas pesadas en el pasillo hacia nosotras.

—Oh, mierda —murmuré, sin hacer caso de la mirada inquisitiva de Rachel.

La puerta de la sala se abrió y allí estaba ella, apoyada en la jamba de la puerta con expresión inescrutable.

—Hola, Brittany. —Rachel saludó débilmente, sintiendo el peligro repentino en el aire.

—Buenas tardes, Rach. —La saludó con la cabeza y entonces me clavó al sofá con su mirada azul letal—. Al dormitorio. Ahora. —Dio media vuelta y salió para que yo la siguiera.

Me quedé boquiabierta.

— ¿Qué le has hecho? —susurró Rachel con preocupación.

Le lancé una mirada.

—Me he escapado de su casa esta mañana.

Ensanchó los ojos.

— ¿Por qué?

Ya sentía una culpa inexplicable, mi culpa se transformó rápidamente en rabia.

—Porque eso es lo que hacen las “amigas con derecho a roce” —solté, saltando del sofá—. Y tiene que dejar de darme órdenes.

Entré pisando fuerte, sí, pisando fuerte, en mi dormitorio y cerré la puerta detrás de mí, con mi pecho hinchándose de indignación.

—Tienes que dejar de darme órdenes. —La señalé con el dedo.

La expresión inescrutable que ella tenía a los pies de mi cama se transformó enseguida en otra de desagrado. Eso por decirlo suavemente.

Estaba molesta verdaderamente.

—Tú tienes que dejar de actuar como si estuvieras loca como una cabra.

Respiré profundamente.

— ¿Qué demonios he hecho?

Parecía no dar crédito y levantó las manos con incredulidad.

—Te escapaste de mi piso como si yo fuera alguna cretina con la que te avergüenzas de haberte acostado.

No podría estar más equivocada. Crucé los brazos sobre el pecho como medida de protección al negar con la cabeza y me negué a sostener su mirada.

—Quieres convencerme de lo contrario y decirme exactamente por qué he salido de la ducha esta mañana y he descubierto que habías huido.

—Tenía cosas que hacer.

Brittany habló con una calma intimidante.

— ¿Tenías cosas que hacer?

—Sí.

— ¿Sabes?, hasta este momento nunca habías actuado de acuerdo con la edad que tienes. Pensaba que eras más madura, Santana. Supongo que me equivocaba.

—Oh, no saques esa mierda —repuse con irritación—. No soy yo la que se fastidia en extremo porque mi “amiga con derecho a roce” no se queda para hacer mimos por la mañana.

Al ver el destello de algo en sus ojos, sentí que me mareaba. La expresión había desaparecido tan deprisa como había aparecido y sus rasgos se endurecieron en mí.

—Bien. Lo hecho, hecho está. Olvídate de eso. Te necesito el sábado, dentro de dos semanas. DJ Intrepid, un famoso DJ de Londres, va a actuar en Fire en la primera semana de curso. —Su voz parecía desprendida, vacía, y toda esa distancia estaba dirigida a mí. No me gustó—. Quiero que vengas.

Asentí, entumecida.

—Vale.

—Muy bien. Luego te mandaré un mensaje.

Caminó hacia mí y esperé con tensión su siguiente movimiento. Ni siquiera me miró. Solo pasó a mi lado para dirigirse a la puerta.

No me dio un beso de despedida.

Me sentía mareada.

¿Quién estaba complicando las cosas ahora?

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La doctora Sylvester tomó un trago de agua y luego inclinó la cabeza hacia mí cuando dejé de hablar.

— ¿Se te ha ocurrido que podrías estar albergando sentimientos más profundos por Brittany?

Suspiré profundamente.

—Por supuesto. No soy estúpida.

— ¿Y aun así estás decidida a mantener este acuerdo con ella pese a que ella lo sabe y quiere ir más allá?

Mi sonrisa desde luego carecía de humor.

—Vale... quizá soy un poco estúpida. Sé que soy cabezota. Eso lo llevo conmigo. Sé que tengo problemas que vienen de lejos, y sé que esos problemas no van a terminar pronto.
Pero después de vivir los últimos meses en la Quinta Avenida y con un poco de ayuda de la buena doctora, podía verme bajo una luz diferente. Me había convencido de que no tenía ataduras reales en esta vida porque era así como lo quería. De forma lenta pero segura estaba aceptando el hecho de que Kitty y Artie eran un vínculo, y Rachel era sin duda un vínculo.

Puede que no quisiera interesarme por ellos, pero lo hacía.

Y con el interés y el afecto llegan toda clase de malos rollos... como el remordimiento.

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Me disculpé con Rachel por ser brusca. Ella, por supuesto, lo aceptó con gracia.
Pero todo el día estuve acosada por la culpa y no dejaba de ver la cara de Brittany ante mis ojos.

Esa culpa me recordó momentos malos, y me encontré encerrada en el cuarto de baño, tratando de superar un ataque de pánico bastante espantoso.

Me había dado cuenta de algo.

Algo aterrador.

Podría ser solo sexo con Brittany, pero eso no significaba que no tuviera un lazo con ella.
Podría no querer interesarme por ella, pero lo hacía.

Por eso, al salir hacia el trabajo, le envié un mensaje de texto que decía algo que no le había dicho nunca a una chica.

«Lo siento x»

No tienen ni idea de lo rápido que latía mi pulso después de añadir el beso. Un pequeño beso y me temblaban las manos. Puck y Bree no estaban contentos conmigo esa noche.

La cagué con un par de clientes, derramé media botella de Jack Daniel’s y volqué el tarro de propinas en el whisky, con lo cual se mojaron un par de billetes. Cuando miré mi teléfono en un descanso y todavía no había recibido un mensaje de texto de Brittany, me di una buena reprimenda.

No podía convertirme en una idiota inepta porque la rubia no hubiera aceptado una disculpa mía. Había mostrado un crecimiento real al enviar ese mensaje, me dije enfadada conmigo misma, y si ella no se daba cuenta era problema suyo.

Al infierno con ella. Yo era Santana López. No me tragaba los caprichos y resentimiento de nadie.

Volví a trabajar, sintiéndome desafiante y decidida, y logré acabar el turno sin ningún incidente más. Disculpé mi torpeza diciéndole a los chicos que había tenido una migraña, pero que ya me encontraba mucho mejor. Se lo tragaron porque empecé a bromear con ellos como de costumbre, haciendo aquello en lo que siempre había sido buena y guardando mis sentimientos bajo la trampilla de mi interior.

Aferrarme a eso era clave, porque un patinazo, una rendija podían provocar que esa trampilla se abriera y..., bueno, simplemente no podía afrontar eso.

Al irse los clientes, Bree y Puck me ofrecieron amablemente que me marchara porque no me había sentido bien. No iba a discutir. Cogí mis cosas, le dije adiós a Finn en la puerta y me dirigí a los escalones que daban a la calle principal.

—Santana.

Me volví y me encontré a Brittany de pie en la acera, al lado del club. Me dio vueltas el estómago otra vez. Nos miramos una a otra en silencio durante un minuto antes de que yo encontrara la voz.

— ¿Estabas esperándome?

Sonrió un poco al acercarse.

—Pensaba que podría acompañarte a casa.

Me inundó un alivio que no estaba dispuesta a reconocer durante mucho tiempo, y le sonreí.

— ¿El paseo va a terminar con nosotras dos desnudas en mi cama?

Su risa era baja, dura y siempre me dejaba anonadada.

—Eso es lo que tenía en mente, sí.

Respiré hondo.

—Entonces ¿estoy perdonada por ser una perra?

—Cariño. —Brittany se estiró para acariciarme la mejilla, perdonándome claramente.

Yo tiré de su chaqueta, acercándola.

—Creo que de todos modos deberías enseñarme quién lleva las riendas de lo nuestro.

Sus brazos me envolvieron la cintura y me encontré abrazada contra ella.

—Pensaba que me habías dicho que tenía que dejar de darte órdenes.

—Bueno, en determinadas circunstancias te lo permito.

— ¿Oh? ¿Y cuáles serían?

—Cualquiera que resulte en que me hagas tuya.

Sonrió, apretándome más cerca.

— ¿Por qué tienes que hacer que todo suene tan sucio?

Reí, recordando que esas eran las palabras que había usado el día que me había encontrado desnuda.

Dios, parecía que habían pasado siglos.

Hola    ………..buenas noches     a todas/os………..me siento tan     conmovida…….ahhh, cuando vi que el fic había pasado más de 9000 visitas mi lado sensible     salió a flote……en serio, todos quienes leen y comentan, o quienes solo lean son     lo mejor (debería existir algún premio o reconocimiento por su apoyo………un ¿premio oscar, nobel o algo?)…………estoy tan     contenta que aquí les va un “spoiler”: en el próximo capítulo por fin se sabrá que hizo y hará Sam (les garantizo que van a querer         torturarlo).


No se preocupen por San y Britt, que aunque pasen por     algunas dificultades……ellas si tendrán su     final feliz (con boda y todo), jejejeje     creo que acabo de soltar otro “spoiler”.


Que tengan un     excelente día y despedida de este año 2013 que se nos va……que el año 2014 traiga a sus vidas     felicidad y éxitos.


Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo


Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.


NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.


Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.


Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.






Con un montón de sexo y risas, ese fin de semana Brittany y yo cerramos la brecha que se había abierto entre nosotras. Yo trabajé, Brittany trabajó y luego el domingo, Shelby y Clark se llevaron a los niños a pasar el día en Central Park, con lo cual Rachel, Brittany y yo salimos con Quinn, Tina y Mike.

Era la primera vez que estábamos juntas en una situación social con otra gente desde que había empezado lo nuestro. Supe en cuanto entramos a comer en el pub favorito de Mike en Royal Mile que ya todos estaban al corriente de nuestro acuerdo. Tina nos miró como si fuéramos un experimento científico y Mike tenía esa sonrisa bobalicona, de niño pequeño. Quinn llegó a guiñarme un ojo.

Juro por Dios que habría salido corriendo si Brittany no lo hubiera previsto y no me hubiera agarrado del brazo para tirar de mí hacia delante. Una vez que se dieron cuenta de que nada había cambiado —no éramos una pareja, no nos cogimos de la mano ni nos hicimos mimos y, de hecho, nuestras sillas estaban bastante separadas—, todos actuaron con normalidad.

Disfrutamos de una gran comida y unas pocas cervezas y luego fuimos juntos al cine. Brittany ocupó un asiento al lado del mío y, vale..., puede que hubiera caricias en la oscuridad.

No nos vimos el lunes, con lo cual conseguí escribir otro capítulo de mi libro y hacerme un hueco para otra visita con la doctora Sylvester.

Eso fue divertido.

El martes, Brittany hizo su pausa de mediodía en mi cama.

El miércoles estuvo con muchísimo trabajo y no la vi en ningún momento. Pasé la noche con Rachel, soportando una peli romántica juvenil que me puso los dientes largos de tan empalagosa que era.

Insistí en que la siguiente noche de cine veríamos algo o a alguien mutilado por una estrella de acción o pondríamos una peli de Gene Kelly.

—Eres un tonto…..porque no vas con ella —Rachel arrugó la nariz mientras comía grageas de chocolate.

Aparté la mirada de la empalagosa peli romántica para mirarla a ella a través de la sala.

Estaba tumbada en el sofá, cubierta de envoltorios de chocolate. ¿Cómo es que no engordaba?

— ¿Porque no me gustan las pelis románticas cursis?

—No, porque prefieres ver que aporrean a alguien en lugar de una declaración de amor.

—Cierto.

—Que desperdicio………con esas palabras, pareces un chico.

Puse mala cara.

—Creo que Brittany no estaría de acuerdo.

—Uf. Eso ha sido feo.

Sonreí perversamente.

—Has dicho que era un chico.

Rachel volvió la cabeza en un cojín para mirarme.

—Hablando de... No es que quisiera fijarme (no puedo evitar mis capacidades excepcionales de observación), pero parece que están haciendo lo que estén haciendo según la agenda de Brittany. ¿Te parece bien?

No es que yo misma no me hubiera fijado. Pero en serio, ¿cómo podía discutir eso? Yo «trabajaba» en casa, y Brittany trabajaba todo el tiempo. Cuando yo trabajaba, era en dos de las únicas noches en que Brittany estaba libre.

—Es una mujer de negocios ocupada. Eso lo entiendo.

Rachel asintió.

—A un montón de sus novias les molestaba.

—A mí me molesta que me digan que soy su novia — advertí de manera provocadora.

—Yo nunca he dicho que fueras su novia. Solo quería decir..., mira, en realidad no sé lo que quería decir porque ustedes estando juntas y comportándose como lo hacen me dejan confundida.

Me di cuenta de que se estaba preparando para poner a trabajar su yo exageradamente romántico en una rabieta contra Brittany y contra mí, así que cambié rápidamente de tema.

—No has mencionado mucho a Quinn últimamente.

La cara de mi compañera de piso se oscureció y lamenté no haber elegido otro tema.

—Apenas hemos hablado desde ese domingo en casa de mamá. Creo que se dio cuenta de que estaba mandándome señales contradictorias, así que se retiró por completo.

—No me fijé en nada extraño entre ustedes cuando salimos el domingo.

—Eso es porque estabas en Brittany Land.

Solté una carcajada.

—Sí, vale.

Rachel negó con la cabeza.

—Pasmada delirante.

Esa era nueva. No recordaba que Kitty o Artie me hubieran llamado nunca eso.

— ¿Acabas de llamarme pasmada?

—Sí. Delirante.

— ¿Puedo preguntar qué significa eso?

—Una persona que demuestra una falta de conocimiento de una situación; una persona estúpida; idiota; un cateto. Una pasmada delirante: el estúpido, idiota y ciego error de Santana López sobre la verdadera naturaleza de su relación con mi querida hermana, Brittany Pierce.

Me lanzó una mirada fulminante, pero era una mirada fulminante de Rachel, así que en realidad no contaba.

Asentí con la cabeza.

—Pasmada. Buena palabra.

Me lanzó un cojín.

Cuando pasó el jueves y recibí un mensaje de texto de Brittany para decirme que no podía venir esa noche, tuve que reconocer cierta decepción un poco adolescente. No podía reconocer estar enormemente decepcionada, porque había sepultado esa emoción bajo mi trampilla de acero.

Ella estaba en las últimas fases de cerrar un contrato para el proyecto inmobiliario en el que había estado trabajando ese verano, de modo que la comprendía. Eso no quería decir que no me doliera.

Me atrincheré y escribí todo el día, asombrada y gratificada por haber logrado redactar unos cuantos capítulos más sin tener que abrir los recuerdos que sin duda volverían a condenarme al cuarto de baño con un ataque de pánico. Aunque tenía que reconocer que no había sufrido ninguno desde el ataque épico del viernes pasado.

El jueves por la noche, sin ninguna Brittany que me mantuviera ocupada, me dejé aliviar el dolor con un maratón de Denzel Washington. Rachel renunció después de dos películas y se fue a acostar. Unas horas después yo estaba exhausta.

Me desperté al sentir que caía al vacío.

— ¿Qué? —murmuré, tratando de adaptar la vista a la escasa luz.

—Chist, descansa cariño. —La voz suave de Brittany atronó encima de mí y me di cuenta de que estaba en sus brazos—. Te voy a llevar a la cama.

Le eché unos brazos somnolientos al cuello mientras ella me llevaba a mi dormitorio.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Te echaba de menos.

—Hum —murmuré, hundiéndome más profundamente en ella—. Yo también te he echado de menos.

Al cabo de un segundo estaba dormida.

Estaba soñando que el mundo se inundaba y el agua subía dentro de nuestro apartamento sin dejar salida, con un pánico cada vez más intenso a medida que el nivel ascendía hacia el techo y me dejaba esperando una muerte inminente, cuando una descarga de deseo me impactó entre las piernas y bajé la mirada para ver una alucinante cabeza de sirena allí abajo. El agua desapareció en un instante y yo estaba tumbada de espaldas con la sirena sin rostro, que ahora ya era solo una mujer y me estaba derritiendo de gusto.

—Oh, Dios. —Respiré, con la sensación atravesándome y devolviéndome a la consciencia.

Abrí los ojos. Estaba en la cama. Era la mañana.

Y tenía la cabeza de Brittany entre mis piernas.

—Brittany —murmuré, relajándome contra el colchón, deslizando las manos en su cabello suave. Tenía la lengua más mágica.

Mis caderas se propulsaron en un espasmo cuando Brittany lamió mi clítoris, trazando círculos con la lengua en torno a él, deslizando los dedos en mi interior. Perdí el control de la respiración, sintiendo que el corazón me latía en los oídos, y en cuestión de segundos me estaba corriendo en su boca.

Menuda y placentera forma de despertarse.

Mis músculos se hundieron en la cama cuando Brittany reptó por mi cuerpo, sonriéndome con la mirada al tumbarse encima de mí. Noté que aún seguía excitada.

—Buenas días, San.

Acaricié su cintura, clavándole ligeramente las uñas en la piel de una forma que sabía que le gustaba.

—Buenos días. Y qué feliz mañana es esta.

Ella se rió de mi sonrisa bobalicona y se tumbó a mi lado.

Me volví para ver el reloj, pero me fijé en un objeto en mi escritorio.

Me erguí de repente, mirándolo, preguntándome si de verdad lo estaba viendo bien. Sentí a Brittany en mi espalda, con la barbilla clavada en mi hombro.

— ¿Te gusta?

Una máquina de escribir. Había una máquina de escribir brillante, negra y pasada de moda en mi escritorio, al lado de mi portátil. Era preciosa, como la que le había contado a Brittany que había prometido comprarme mi madre.

La que no me compró porque murió antes de poder hacerlo.

Era un regalo fantástico. Un regalo hermoso y bien pensado. Y era más que sexo. Sentí la presión en el pecho antes de que pudiera hacer nada por detenerla y mi cerebro se nubló como si estuviera demasiado lleno. Noté que explotaba un cosquilleo en toda mi piel y mi corazón se desbocó.

—Santana.

La voz de Brittany penetró entre la niebla y yo me estiré hacia su mano para tranquilizarla.

—Respira —murmuró en mi oído, apretándome la mano con la suya, con la otra en mi cadera, sosteniéndome contra ella.

Inspiré y exhalé de forma rítmica, recuperando el control, dejando que mis pulmones se abrieran. El corazón empezó a latirme más despacio y mi mente comenzó a despejarse.

Agotada, me apoyé en el pecho de Brittany.

Al cabo de un minuto o dos, Brittany dijo:

—Sé que no quieres hablar de por qué te dan estos ataques de pánico, pero... ¿te pasa a menudo?

—A veces. Últimamente más.

Suspiró y mi cuerpo se movió con la agitación de su pecho.

—Quizá deberías hablar con alguien de ellos.

Me aparté de ella, incapaz de mirarla.

—Ya lo estoy haciendo.

— ¿Sí?

Asentí con la cabeza, escondiéndome detrás de mi cabello.

—Con una terapeuta.

Su voz era callada.

— ¿Estás viendo a una terapeuta?

—Sí.

Llevaba el pelo recogido por detrás de la oreja y Brittany deslizó sus dedos por mi mandíbula para girar mi cara hacia la suya. Sus ojos eran amables, preocupados.

Comprensivos.

—Bien. Me alegro de que al menos estés hablando con alguien.

«Eres hermosa.»

—Gracias por la máquina de escribir. Es preciosa.

Brittany esbozó una sonrisa de inquietud.

—No quería causar un ataque de pánico.

La besé rápidamente para tranquilizarla.

—Son mis miedos, no te preocupes por eso. Me encanta. Has sido muy amable. —Y algo más.

Para olvidarme de ese algo más, sonreí demoníacamente y deslicé una mano por su vientre plano para acariciar rítmicamente su cintura y empezar a bajar un poco más. Se puso colorada y excitada al instante.

—. Pero no puedo aceptarla, sin darte un regalo a cambio.

Justo cuando bajé la cabeza, Brittany me detuvo, sujetándome por los brazos para volver a subirme. Torcí el gesto. Sabía que lo deseaba. Estaba deseando que lo hiciera cuanto antes.

— ¿Qué?

Su expresión había cambiado de repente: ojos oscuros, rasgos graníticos.

—Si lo haces es porque quieres, no por la máquina de escribir. Era solo un regalo, Santana. No te hagas películas y no lo retuerzas en algo que no es.

Me tomé un momento para asimilarlo y por fin asentí.

—Vale. —La apreté un poco más fuerte y su mirada se oscureció—. Entonces voy a devolverte el favor que me has hecho antes.

Lentamente, me soltó y se apoyó en los codos.

—Eso puedo aceptarlo.

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— ¿Así pues, el libro está en marcha? —preguntó la doctora Sylvester, pareciendo complacida.

Asentí.

—Voy avanzando.

— ¿Y los ataques de pánico?

—He tenido unos cuantos.

— ¿Cuándo ocurrieron?

Se lo conté y cuando terminé ella levantó la mirada y vi en ella algo que no comprendí.

— ¿Le dijiste a Brittany que me estabas viendo?

Oh, cielos, ¿qué había de malo en eso? Solo se me escapó. No sabía por qué...

—Sí, lo hice. —Simulé que no me importaba.

—Creo que está bien.

Espera. ¿Qué?

— ¿Sí?

—Sí.

— ¿Por qué?

— ¿Tú qué crees?

Puse mala cara.

—Siguiente pregunta.

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Vi a Brittany casi cada día después de esa mañana.

Pasamos la siguiente semana saliendo. Rachel, Brittany, Tina Quinn y una chica que Quinn había traído como pareja pasaron por el bar el sábado por la noche antes de arrastrar a Brittany a un club nocturno. Ella detestaba ir a los clubes nocturnos, lo cual me había llevado a plantearle la pregunta de por qué poseía uno. Su respuesta fue que era un buen negocio. Cuando la estaban sacando a rastras del bar hacia el club nocturno, le ofrecí una sonrisa simpática.

No me sorprendió del todo descubrir que había escapado del club para pasar a recogerme. El domingo hubo cena con Shelby y Clark, que se resumió en Declan y Hannah discutiendo, con Clark pasando por alto la discusión y Shelby empeorándola. Rachel, en un intento de olvidar la cita de Quinn de la noche anterior, no dejó de quejarse de que la graduación de sus gafas no era correcta, y nadie se fijó en nada diferente sobre Brittany y yo.

Gracias a Dios.

La cabeza de Shelby explotaría si supiera lo que estaba ocurriendo entre nosotras.

El lunes por la noche, Brittany se pasó por casa después de que hubiera ido al gimnasio; éramos socias de gimnasios diferentes, y daba gracias por eso, porque necesitaba concentrarme cuando estaba haciendo ejercicio.

Salimos con Rachel, y Brittany se quedó a pasar la noche. El martes por la noche fui a mi primera cena de negocios oficial. Una de verdad esta vez. Lo que no sabía era que Brittany iba a vender su restaurante francés para mantener un caro restaurante italiano contemporáneo. Era una venta privada a un amigo de negocios. Una venta privada, pero los medios locales se enteraron y escribieron un artículo sobre el cambio de manos de La Cour y especularon sobre la razón de que Brittany lo vendiera.

—Es demasiado —había explicado Brittany después de pedirme que la acompañara a la cena, que era en realidad solo una celebración entre ella y el tipo que había hecho la compra—. El club nocturno se ha convertido en un éxito mucho más grande de lo que esperaba, la agencia inmobiliaria siempre me mete en un problema u otro y me aleja de la construcción de propiedades, que es lo que disfruto, y estoy en demasiadas cosas a la vez. La Cour era de mi padre. No hay nada en él que tenga mi sello. Así que lo he vendido.

Nos reunimos con Thomas Prendergast y su mujer Julie en Tigerlily. Yo llevaba un vestido nuevo y traté de ser lo más encantadora posible. Bueno, encantadora de la única forma en que sabía serlo. Thomas era mayor que Brittany y mucho más serio, pero era amable y claramente respetaba a Brittany. Julie era como su marido, reposada, tranquila pero amable.

Lo bastante amable para hacer preguntas personales. Preguntas personales que Brittany me ayudó a desviar.

Después la recompensé bien por eso.

En general, la cena fue agradable. Brittany parecía más relajada ahora que no tenía el peso de La Cour sobre los hombros, y por alguna razón descubrí que el hecho de que ella estuviera relajada me relajaba. Pasamos el miércoles por la noche en su apartamento, sobre todo porque en el mío teníamos que estar en silencio, y eso eliminaba parte de la diversión del sexo. Así que tuvimos sexo ruidoso en el sofá, en el suelo y en su cama.

Saciada, me tumbé sobre las sábanas enredadas, mirando al techo. Su dormitorio era tan contemporáneo como el resto del dúplex. Cama baja, japonesa; armarios empotrados para que no ocuparan espacio; un sillón en el rincón de la ventana; dos mesillas de noche. Nada más.

Necesitaba al menos algunos cuadros.

— ¿Por qué no hablas de tu familia?

Todo mi cuerpo se tensó. La respiración salió a chorro ante una pregunta para la que no estaba en absoluto preparada. Volví la cabeza en la almohada para mirarla con incredulidad.

Ella no me estaba mirando con cautela, como si estuviera esperando que me desquiciara.

Solo parecía decidida. Respiré hondo y aparté la mirada.

—Porque no.

—Eso no es una respuesta, cariño.

Levanté las manos.

—Están muertos. No hay nada de qué hablar.

—No es cierto. Podrías hablar de quiénes eran como personas. Lo que eran como familia. Cómo murieron...

Batallé un momento con mi rabia, tratando de contenerla. Sabía que ella no pretendía ser cruel. Tenía curiosidad, quería saberlo. Era razonable. Pero yo creía que nos comprendíamos la una a la otra. Pensaba que ella me entendía.

Y entonces me di cuenta de que era imposible que me comprendiera.

—Brittany, sé que tu vida no ha sido fácil, pero no puedes entender lo jodido que es mi pasado. Es una mierda. Y ese no es un lugar al que quiera llevarte.

Se sentó, levantando la almohada contra el cabezal de la cama, y yo me puse de costado para mirarla cuando ella me miró, con un dolor en sus ojos que no había visto antes.

—Entiendo lo que es un pasado jodido, Santana. Créeme.

Esperé, sintiendo que había más en el horizonte.

Y ella suspiró, paseando la vista por encima de mí para mirar por la ventana.

—Mi madre es la mujer más egoísta que he conocido. Y ni siquiera la conozco tan bien.

Estaba obligada a quedarme con ella durante las vacaciones de verano, viajando por Europa, viviendo de algún amante al que había conseguido manipular para que estuviera con ella. El año escolar lo pasaba con mi padre en Nueva York. Douglas Pierce podía ser un tipo duro y distante, pero era una persona que me quería, y eso es mucho más de lo que mi madre hizo nunca. Y papá me dio a Rachel y a Shelby. Shelby era la única cosa por la que discutía con mi padre.

Ella es una persona dulce, una mujer buena, y él nunca debería haberla cortejado para tratarla como a todas las demás. Pero lo hizo. Al menos, Shelby terminó con Clark, y Rachel terminó con una hermana que haría cualquier cosa por ella. Con Rachel mi padre simplemente no era afectuoso, nada más conmigo ponía la presión.

Y yo era la hija que se negaba a seguir los pasos de papá. —Resopló, negando con la cabeza—. Si pudiéramos dar marcha atrás y poner algo de sentido en esas niñas que fuimos.

«Si pudiéramos.»

—Empecé a salir con malas compañías, a fumar marihuana, emborracharme y meterme en un montón de peleas. Estaba molesta. Molesta con todo. Y me gustaba usar la violencia para librarme de esa rabia. Tenía diecisiete años y salía con una chica de una zona conflictiva. Su madre estaba en prisión, su padre había muerto y su hermano era yonqui.

Una chica bonita, una mala vida familiar. Una noche se presentó en mi casa y estaba histérica, hecha un guiñapo. — Se le empañaron los ojos al recordarlo, y supe de manera instintiva que lo que iba a contarme a continuación iba a ser peor que terrible—. Estaba llorando, temblando y tenía vómito en el pelo. Había llegado a casa esa noche y su hermano iba tan drogado que la violó.

—Oh, Dios mío. —Respiré, sintiendo dolor físico por la chica que no había conocido, y por Brittany, por el hecho de que le hubiera pasado algo así a alguien que le importaba.

—Perdí el juicio. No me di tiempo a pensar. Salí disparada, corriendo hasta su casa solo por el efecto de la adrenalina. —Se detuvo, con la mandíbula apretada—. Santana, le di una paliza que casi lo mato. —Me miró desde arriba, con remordimiento en su expresión—. Soy una mujer grande —susurró—. Ya lo era de adolescente. No me daba cuenta de mi propia fuerza.

No podía creer que me estuviera contando eso. No podía creer que eso le hubiera ocurrido a ella. A Brittany, de la que pensaba que vivía en un mundo de cenas elegantes y apartamentos de lujo. Aparentemente, ella también había estado un tiempo en otro mundo.

— ¿Qué ocurrió?

—Me fui, hice una llamada anónima para pedir una ambulancia y se lo conté a ella. Ella no me culpó. De hecho, cuando la policía lo encontró, nos encubrimos mutuamente. Su hermano era un conocido yonqui, no había testigos, pensaron que la paliza estaba relacionada con las drogas. Estuvo en coma unos días. Los peores días de mi vida. Cuando se despertó, le dijo a la policía que no recordaba quién le había atacado, pero cuando entré con su hermana, ella le contó lo que había hecho.

La voz de Brittany flaqueó un poco.

—Él empezó a llorar. Probablemente fue la imagen más penosa que he visto nunca: él llorando y ella mirándolo con odio en los ojos. Ella se fue. Él me prometió que no contaría la verdad sobre lo que había ocurrido. Dijo que se lo merecía, que tendría que haberlo matado. Yo no pude hacer nada por ninguno de ellos. A él nunca lo volví a ver. Mi relación con ella se derrumbó cuando ella se volvió hacia las drogas para afrontar lo que le había ocurrido, rechazando mi ayuda. Lo último que supe hace unos años fue que había muerto por sobredosis.

Me incorporé al lado de Brittany, con todo mi cuerpo dolorido por ella.

—Brittany... lo siento.

Asintió y volvió la cabeza para mirarme.

—Nunca me he metido en una pelea desde entonces. No le he levantado la mano a nadie. Mi padre y yo enterramos mucha mierda después de eso. Era la única otra persona que conocía la verdad, y me ayudó a darle la vuelta a todo. Se lo debo.

—Creo que todos se lo debemos. —Sonreí con tristeza, pasando los dedos por su mandíbula al darme cuenta de que había confiado en mí.

En mí.

Oh, Dios.

¿Estaba en deuda con ella de alguna manera? ¿O no era así?

Había confiado en mí, porque sabía que no se lo contaría a nadie, porque sabía que no la juzgaría.

Se me ocurrió, sentada a su lado —sintiendo dolor por ella —, que podía estar segura de que ella nunca contaría a nadie nada de lo que compartiera con ella. Nunca me juzgaría.

Solté un suspiro y bajé la mano, con mi estómago retorciéndose al pugnar conmigo misma.

—Alice. —Su nombre salió de mis labios antes de que pudiera pensar en ello.

El cuerpo de Brittany se tensó en alerta.

Asentí, con la mirada en mi estómago en lugar de en su cara. La sangre se agolpó en mis oídos y me aferré a las sábanas para que dejaran de temblarme los dedos.

—Era mi mejor amiga. Crecimos juntas y, cuando mi familia murió, ella era lo único que me quedaba. No había nadie más. —Tragué con fuerza ante el aluvión de recuerdos—. Yo estaba hecha un asco... y era rebelde.

Arrastré a Alice a fiestas para las que éramos demasiado jóvenes, hicimos cosas para las que éramos demasiado jóvenes. Fue poco más de un año después... y había una fiesta al lado del río. Yo estaba en esa época de ligar con chicos y chicas, algunas veces solo para besuquearme o, si estaba suficientemente borracha, entonces otras cosas, y Alice estaba tratando de acumular confianza para pedirle a Paolo Vairetto que saliera con ella. —Resoplé sin humor—. Paolo me volvía loca.

Siempre me estaba dando la lata, pero después..., bueno, aparte de Alice era la única persona con la que me sentaba y hablaba de todo. Era realmente un buen chico. Y me gustaba —confesé con suavidad—. Me gustaba mucho. Pero Alice estaba enamorada de él desde siempre, y yo ya no era la chica de la que él se había enamorado. Alice no quería salir esa noche. Pero yo la convencí de que estaría Paolo y la obligué a venir conmigo.

»La fiesta estaba en su apogeo y yo pensé que Alice estaba hablando con Paolo mientras yo estaba coqueteando con el capitán del equipo de fútbol americano, pero de repente tenía a Paolo a mi lado, diciéndome que quería hablar conmigo. Nos alejamos para tener un poco de intimidad y él empezó a decir toda clase de cosas. Que yo era mejor que lo que estaba haciendo con todos esos chicos y chicas. Que mis padres estarían decepcionados si pudieran verme así. —Tomé una respiración entrecortada tras esa confesión—. Y me dijo que yo le importaba. Que pensaba que me quería de verdad.

Yo no pensé. Solo dejé que me besara y antes de darme cuenta estábamos muy calientes. Paró antes de que la cosa fuera demasiado lejos y me dijo que no tenía que acostarse conmigo para mantener su interés. Que quería que fuera su novia.

Y le dije que no podía ser, porque Alice estaba loca por él, y yo no podía hacerle eso.

Estuvimos dándole vueltas a lo mismo durante un rato hasta que decidí que necesitaba emborracharme o algo para alejarme de todo el drama adolescente. Pero cuando entré en la fiesta principal una de las amigas de Alice me dijo que era una zorra traidora. Y me di cuenta de que Alice se había enterado de que había estado besándome con Paolo.

Cerré los ojos, viendo la imagen de ella de pie junto al columpio de cuerda, con el odio tan intenso en sus ojos.

—La encontré río abajo, completamente borracha. Estaba tratando de agarrarse a ese viejo columpio que te balanceaba sobre el agua, pero la cuerda estaba deshilachada y en desuso y esa noche la corriente era traicionera.

Le rogué que volviera a la fiesta y hablara conmigo, pero no dejaba de gritar que era una traidora y una zorra. —Levanté la mirada y descubrí que Brittany tenía sus ojos tristes fijos en mí—. Se columpió antes de que yo pudiera detenerla y la cuerda se rompió. Alice gritó para pedirme ayuda cuando la corriente la arrastró, y yo no me lo pensé y me lancé al agua a por ella. Pero Paolo estaba detrás de nosotras y se tiró a por mí, y era un nadador mucho más fuerte. En lugar de dejarme ir a por ella, tiró de mí hacia las rocas. El cuerpo de Alice apareció río abajo.

Había muerto. Y nunca más volví a hablar con Paolo.

—San —murmuró Brittany, acercándose a mí, pero levanté la mano para advertirle que no lo hiciera, negando con la cabeza, con furia en los ojos.

—Yo la maté, Brittany. No merezco compasión.

Ahora parecía horrorizada.

—Santana, tú no la mataste. Fue un trágico accidente.

—Hubo una serie de sucesos causados por mis acciones. Soy la culpable.

Brittany abrió la boca para hablar y yo puse una mano suave sobre sus labios.

—Sé que no es racional —dije—. Eso lo sé. Pero no sé si alguna vez llegaré a un punto en el que no me culpe. De todos modos, intento convivir con ello. Contártelo ha sido algo enorme.

Créeme.

Brittany me arrastró por la cama hasta sus brazos, con la mano en mi nuca.

—Gracias por confiar en mí.

Sostuve su mejilla con la mano y suspiré pesadamente.

—Creo que ahora necesitamos sexo.

Juntó las cejas.

— ¿Por qué?

—Para recordarnos qué estamos haciendo aquí —repuse con tono amenazador.

La mirada de Brittany se entornó.

—No —me dijo con brusquedad.

—. Tendría sexo contigo por cualquier cosa menos por eso.

Sorprendida, descubrí que por una vez no tenía respuesta, y Brittany no la esperó. Me plantó un beso en la boca y luego se deslizó en la cama, atrayéndome hacia ella. Me puso en su lado y se inclinó para apagar la luz.

—Duerme, Santana.

Anonadada por los sucesos de la noche, me quedé allí tumbada escuchándola respirar antes de que el agotamiento me reclamara.

**********************************************************************************************

— ¿Cómo te sientes ahora que le has hablado a Brittany de Alice?

Mi mirada se deslizó del título de doctorado enmarcado en la pared de la doctora Sylvester a su cara.

—Asustada, pero aliviada al mismo tiempo.

—Asustada porque se lo has contado a alguien además de a mí. —

Sí.

— ¿Y aliviada...?

Me moví en el asiento.

—Soy perfectamente consciente de que soy reservada con la gente, y sé que eso no es valiente, pero es así como manejo las cosas. Cuando se lo conté a Brittany, no se acabó el mundo. Me sentí valiente por una vez. Y eso fue una especie de alivio.

Hola……buenas     noches a todas/os……..ya concluyó un año (2013) más en este camino llamado vida y empezó otro, porque todo final es el inicio de algo     nuevo…..confío que este nuevo año les sea         propicio en todo lo que lleven a cabo, cada vivencia y experiencia sirve para     fortalecernos, así que a disfrutar de cada uno de esos momentos de la vida…………como diría la extinta reina de la salsa “Celia Cruz”: la vida es un carnaval



Pese a que estoy un     poco cansada no quería faltar a la costumbre de actualizar en el ritmo que viene siguiendo la historia……….

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.





Estaría negando lo evidente si no dijera que las cosas cambiaron entre Brittany y yo después de esa noche.

Nos unimos.

De la forma en que la gente se une cuando se comparten miradas y se comprende lo que la otra persona quiere decir.

Y pasamos mucho más tiempo juntas.

Decidí no pensar en el futuro.

Justo entonces estaba teniendo un sexo asombroso con una gran mujer que además resultaba que era una excelente amiga.

No quería el mañana.

Sabía lo que me esperaba en el mañana y lo que me esperaba era un caos inevitable.
Todo era mucho más bonito en el presente.

El sábado llegó sin que me diera cuenta, y era la noche del DJ invitado en el Fire de Brittany, como punto de partida de la primera semana de curso en la universidad. No me moría de ganas de ver a un montón de jóvenes de primer año, pero tampoco Brittany, y ella tenía que estar allí en muestra de respeto por ese famoso DJ del que yo nunca había oído hablar, así que Rachel, Quinn y yo estábamos haciéndole un favor.

Cometí el error de ir esa tarde con Rachel y Hannah a comprar un vestido, y me dejé convencer para quedarme un mini vestido.

Nunca había tenido un mini vestido. Era sencillo, azul turquesa. Tenía cuello alto, pero dejaba la espalda al descubierto hasta justo por debajo de la cintura y la falda me quedaba unos centímetros por encima de las rodillas: decididamente más corto que nada de lo que me había puesto en público antes.

Vale, estaban esos shorts a rayas verdes y blancas, pero un vestido corto era claramente más arriesgado.

Me recogí el pelo encima de la cabeza, me maquillé un poco más (porque dejé que se ocupara Rachel) y me puse un par de sandalias de piel ligadas al tobillo y del mismo color que el vestido. Rachel, como siempre, estaba impresionante con un vestido dorado y sandalias de cordón.

Íbamos a reunirnos con Brittany en el club, lo cual probablemente fue una buena idea, porque torció el gesto en cuanto me vio llegar. Las cuatro estábamos en su oficina, con la música del club resonando alrededor. Puse los brazos en mi cintura al ver su expresión.

— ¿Qué? —solté.

Su mirada viajó por todo mi cuerpo y volvió con un brillo de peligro.

— ¿Qué demonios te has puesto?

Entrecerré los ojos.

— ¿Qué problema tienes?

Rachel se aclaró la garganta.

—Creo que está preciosa.

Brittany le lanzó una mirada de advertencia a su hermana.

Dolida por su respuesta de lo que pensaba que era un vestido sexy, me encogí de hombros como si no me importara.

—Vamos a tomar una copa.

Di media vuelta y me satisfizo oír a Brittany inspirando con fuerza. Acababa de echar un vistazo a la espalda de mi vestido.

Oí pisadas que me seguían al abrirme paso por el club bastante tranquilo. Era pronto y la gente estaba empezando a aparecer. El espacio de la planta principal de Fire era enorme y estaba dividido en dos niveles. Cuatro escalones largos en curva separaban la barra y una pequeña pista de baile, con sofás y mesas en torno a ella, de un enorme espacio de planta. Paredes negras con luces intermitentes rodeaban el nivel superior, mientras que una serie de lámparas de papel en forma de llamas iluminadas desde atrás salpicaban los bordes de la sala en el espacio principal.

Del techo colgaba una enorme araña de luces moderna modelada en forma de llamas temblorosas que añadía dramatismo a lo que por lo demás era un club sencillo. La gente llegaba al club desde el nivel inferior por medio de una escalera que los conducía allí y una segunda escalera conducía a otros dos niveles inferiores. El primer nivel albergaba un pequeño salón y una pista de baile y la planta de sótano, una barra de cócteles.

Ni siquiera había llegado a las escaleras cuando volví a encontrarme atraída hacia el pecho de Brittany. Su mano se deslizó por mi cintura y me agarró la cadera con fuerza al tiempo que se doblaba para murmurarme al oído.

—El problema es que estás para comerte. Ese es mi problema.

Incliné la cabeza hacia atrás para mirarla, sintiéndome estúpida por no haberme dado cuenta de que Brittany estaba experimentando un momento cavernícola.

—Oh. —Sonreí, con un poco de petulancia—. Bueno, suerte que eres la única que va a meterse debajo del vestido, je.

Sonrió de manera depredadora, claramente tranquilizada solo en cierto modo, pero asintió concediéndome el punto.

—Está bien. Ve con Rachel y Quinn a la mesa que les he reservado. Enseguida les enviaré las bebidas.

— ¿Adónde vas?

—Van a llegar invitados, incluidos los medios locales. Tengo que dejarme ver un rato. Terminaré pronto.

Asentí y me volví para dirigirme hacia Rachel y Quinn, que tenían aspecto de estar manteniendo una conversación bastante acalorada. Estaba a punto de volver a darme la vuelta cuando Quinn levantó la mirada y se separó resueltamente de Rachel, ordenándome con los ojos que me sentara ya. Le lancé una mirada de «eres una idiota» y me senté al otro lado de Rachel.

—Brittany va a mandar bebidas. No me había dado cuenta de que había invitado a más gente. Pensaba que éramos solo nosotras.

—No. —Rachel apretó los labios, ahora claramente de mal humor—. A algunas de sus ex y de sus anteriores amigas con derecho a roce les encanta ir a los clubes. Las ha invitado a ellas y a algunos de sus amigos.

Fue como si me diera un puñetazo. Me tensé, desalentada por el hecho de que Brittany hubiera invitado a sus ex novias esa noche. ¿Y había tenido antes amigas con derecho a roce? Me había dicho que no lo había hecho nunca antes.

—Rachel. —Quinn le lanzó una mirada cargada de reproche—. ¿A qué estás jugando?
Confundida, ella negó con la cabeza y Quinn hizo un gesto hacia mí. Rachel se volvió para mirarme y lo que vio en mi expresión la hizo palidecer.

—Oh, mierda, Santana, no quería decir nada. Quiero decir que esas chicas no significan nada...

—Vamos a emborracharnos —anuncié.

Quinn me miró detenidamente.

—No creo que sea una buena idea. Mejor esperemos a Brittany.

Pero esperar a Brittany se convirtió en un plan más largo de lo que podía soportar. Durante un rato observé a través de la luz tenue del club que iba llenándose hasta los topes, y fui testigo de cómo chica tras chica flirteaban con ella y de cómo ella les devolvía la sonrisa como una idiota.

Desacostumbrada al agudo pinchazo de celos que estaba sintiendo, me puse en la piel de la súper sexy y ardiente Santana López pre-Quinta Avenida de Nueva York y salí a la pista de baile. Rachel estuvo un rato conmigo y Brittany paró a nuestro lado para ver cómo estábamos.

Me la saqué de encima con una sonrisa quebradiza y, antes de que ella pudiera cuestionarlo, fue apartada por otra «invitada». Rachel había desaparecido y la busqué en la multitud hasta que la localicé en la barra, mirando de pies a cabeza a Quinn, que estaba coqueteando con una chica a la que no reconocí. Rubias. Negué con la cabeza, enfadada.

Cretinas inmaduras.

A lo mejor estaba un poco borracha.

Estaba a punto de ir a la barra y pedir agua cuando sentí una mano fría en la espalda desnuda. Me volví, sorprendida de encontrar a Sam, el entrenador personal, sonriéndome.

—Santana. —Sonrió, todavía tocándome—. Me alegro de verte otra vez.

Reconoceré que la enorme sonrisa que le ofrecí estaba muy relacionada con estar molesta con Brittany por haberme pedido que me tomara la noche libre en el trabajo para luego no hacerme caso durante la mayor parte de ella.

—Sam, hola.

Silbó al bajar la mirada a mi cuerpo y me fijé en un ligero balanceo en el suyo. Estaba claramente borracho.

—Estás increíble.

Sonreí otra vez.

—Gracias.

— ¿Qué estás haciendo aquí esta noche?

—Eh... conozco al propietario.

Sus ojos se entornaron en mí.

—Ya veo.

— ¿Y tú?

—Bueno, he venido a bailar. Contigo.

Reí descaradamente.

—Oh, claro.

—Lo intento. ¿Por qué...?

Bum.

La mano de Sam fue apartada de mi cuerpo y observé horrorizada como caía al suelo, con sangre goteando de su nariz. Levanté la mirada y vi a Brittany que estaba sacudiendo un puño que ya tenía hinchado, con el pecho subiendo y bajando con furia al mirar a Sam.

La multitud se había separado en torno a nosotras para observarnos, y sentí que Quinn y Rachel se acercaban.

— ¿Qué demonios ha sido eso? —dije atragantándome, lo bastante fuerte para que se oyera por encima de la música, que, por cierto, había bajado un punto cuando la multitud vitoreó el puñetazo de Brittany.

Brittany me lanzó una mirada sucia.

—Es Sam. El amigo que se folló a Analise. ¿Por qué demonios estabas hablando con él como si lo conocieras?

Me quedé boquiabierta al volverme a mirar al entrenador personal, observando cómo volvía a ponerse en pie. El asombro y el asco pugnaban en mi interior.

—Es entrenador en mi gimnasio. Me ayudó una vez. — Levanté la mirada a Brittany—. Juro que no lo sabía.

Sam resopló y ambas lo miramos. Estaba sorbiéndose la sangre de la nariz y sonriendo a Brittany.

—Parece que has pasado a cosas mejores, Britt. —Esta vez me examinó con una mirada sórdida y libidinosa—. Vaya, la historia se repite, porque hace semanas que quiero estar entre sus piernas. ¿Qué te parece, Santana? ¿Quieres follarte a alguien que de verdad te complazca?

Brittany fue como un relámpago. En un momento estaba a mi lado y al siguiente tenía a Sam en el suelo, asestándole un puñetazo tras otro. Quinn pasó corriendo a mi lado y empezó a separarla.

Los vigilantes de seguridad aparecieron entre la multitud, recogieron a un ensangrentado Sam y lo sujetaron.

Quinn sujetó con fuerza a Brittany cuando los dos se confrontaron. Brittany señaló amenazadoramente a Sam.

—No te acerques a ella —gruñó.

Sam se limpió la cara otra vez, haciendo una mueca.

—Joder, nunca me pegaste cuando me follé a tu ex esposa, Britt. Provoco un poco a tu último ligue y me tiras al suelo en cuestión de segundos. ¿Qué pasa, acaso es la encarnación moderna de Afrodita?

Brittany gruñó y se abalanzó otra vez hacia él, y uno de los camareros ayudó a Quinn a retenerla.

—Sáquenlo de aquí —ordenó Quinn a los vigilantes de seguridad, y luego sus ojos se fijaron en Sam—. Si te veo en la calle, te sacaré los dientes por la parte de atrás del cráneo.

Ante la amenaza de Quinn, Sam hizo una mueca y dejó que los vigilantes lo sacaran del club.

Miré a Brittany con los ojos como platos, sin registrar siquiera las palabras horribles de Sam.
Brittany había pegado a alguien.

¿Por mí?

Después de que acabara de contarme que nunca había pegado a nadie desde que tenía diecinueve años había vuelto a pegar a alguien.

Por mí.

¿O era por su ex mujer?

Luché por procesarlo, con la sangre todavía silbando en mis oídos.

Brittany se sacó de encima las manos de Quinn.

— ¿Estás bien, Britt? —le preguntó Quinn.

En lugar de responder, Brittany me miró con los ojos entornados. Su brazo salió propulsado y me agarró por la muñeca, tirando de mí al volverse y empezar a abrirse paso hacia su oficina. Yo eché una mirada por encima del hombro a una preocupada Rachel, pero no detuve el impulso por miedo a tropezar.

Me metió en la oficina con un violento tirón y me tambaleé contra la «bonita y grande» mesa de oficina de Brittany cuando la puerta se cerró detrás de nosotras. Muy deliberadamente, Brittany pasó el cerrojo.

Esperé, desconcertada por esa respiración de fuego, la versión aterradora de la Brittany cavernícola que caminaba amenazadoramente hacia mí.

—Primero, llevas este vestido, así que todos los hombres y mujeres de este club quieren follarte. Después empiezas a coquetear con el imbécil que me traicionó —me soltó, pegada a mi cara.

La empujé en el pecho sin ningún efecto.

—Eh —repuse—. Primero: basta con el vestido. Me gusta, así que te jodes. Y segundo: ¡ni siquiera sabía quién era!

Si era posible su cara se puso aún más enfurecida. Me estremecí, tratando de dar un paso atrás, pero el escritorio estaba en mi camino.

— ¡Y aun así estabas coqueteando con él!

No me había gritado nunca antes, y me asusté, sintiéndome intimidada y enfadada en igual medida. La empujé con más fuerza en el pecho, pero ella me presionó en las manos como si fuera un maldito bloque de cemento.

— ¿Yo? —vociferé con incredulidad—. Me pides que me tome la noche libre por esto, y luego descubro que has invitado a todas tus anteriores “amiguitas con derecho a roce” y ex novias, y te pasas toda la noche flirteando con ellas. ¿Qué es esto, Brittany? —Sentí que la rabia se disolvía en dolor y con él mi voz se hizo más calmada—. ¿Esto es una despedida anticipada?

Observé que parte de la furia se fundía de su expresión, levantando las manos para acercar mis caderas a las suyas.

Mi respiración tembló al notar su excitación mientras se apretaba contra mí, pero no estaba sorprendida. Había algo eléctrico entre nosotras, y era realmente desconcertante estar tan enfadada y tan excitada al mismo tiempo.

—Nena, no pasa nada. —Su voz era solemne, su cabeza estaba inclinada hacia la mía—. Quería una buena recaudación hoy, y a muchas de esas chicas les gustan las fiestas y tienen muchas amigas y amigos a los que les gustan las fiestas. No había nada más que eso.

— ¿Y el coqueteo?

Se encogió de hombros.

—Ni siquiera me he dado cuenta. No quería hacerte daño.

Tosí, necesitando aferrarme a un poco más de dignidad.

—No me has hecho daño. No puedes hacerme daño.

Ante mi tono mordaz, la boca de Brittany se endureció: había recuperado la rabia. Me vi empujada sin contemplaciones contra el escritorio mientras Brittany agarraba la parte posterior de mis muslos y me levantaba las piernas, acomodándose entre ellas al tiempo que me subía el vestido a la cintura. Yo me agarré a ella para mantener el equilibrio, notando el frío del escritorio en mi trasero.

—No me mientas, Santana, joder.

Traté de empujarla, pero ella se limitó a presionarme con más fuerza y acercarme aún más, soltando la mano derecha para quitarse la chaqueta y blusa que llevaba.

Yo ya estaba jadeando.

—No estoy mintiendo.

Sentí que acariciaba suavemente mi sexo al tiempo que introducía dos dedos en mí y se inclinaba para susurrar en mi oído.

—Estás mintiendo. —Me besó el cuello.

Entonces me sorprendió con una respiración temblorosa.

—Siento hacerte daño.

Solo pude asentir con inseguridad, sintiendo que perdía todo el control de la situación.

—Santana, cariño. —Se echó atrás, y esta vez destelló en su mirada algo que no comprendía—. Le he pegado —dijo con voz quebrada, y de repente me di cuenta de su expresión de incredulidad—. Le he pegado. Al verlo contigo... le he pegado.

Por mí.

Sostuve su bellísimo rostro angustiado entre mis manos, y de repente no estaba asustada de ella.

—No —susurré en sus labios—. No te hagas eso.

Me aplastó los labios con los suyos justo en el momento exacto en que me desgarraba las bragas, introduciendo la lengua en mi boca con la misma avidez con que introducía sus dedos en mi interior. Quedé sorprendida ante la invasión y pasión repentina, arqueando la espalda cuando ella me levantó por la parte posterior de los muslos y consiguió que mis gritos de placer llenaran la oficina y sus gemidos ahogándose en mi cuello.

—Santana —gimió, tratando de controlar el remolino de emociones que la embargaban—. Échate atrás —exigió.

Lo hice al instante, recostándome hacia atrás, con la espalda desnuda que el vestido dejaba al descubierto presionada contra la madera fría. En ese ángulo, Brittany me levantó aún más las piernas, y eso le permitió deslizarse con más facilidad.

Me contorsioné en el escritorio, con la parte inferior de mi cuerpo completamente bajo control de Brittany. La tortura era exquisita, y el orgasmo me desgarró en un tiempo récord.
Brittany no había terminado. Al bajar de mi orgasmo, vi que me observaba y aún hundía sus dedos en mí en busca de su propio clímax. Sentí que se cimentaba otro orgasmo. Cuando Brittany se corrió, echó la cabeza atrás, con los dientes apretados y tensando los músculos del cuello mientras me presionaba y acercaba más a ella. La sensación de ella excitada y satisfecha, la imagen de su hermosos rostro en ese instante, era lo más sexy que había visto nunca, y grité de placer porque sentía un orgasmo excepcional otra vez.

—Santana. —Brittany me observó, con hambre en los ojos.

Finalmente, mis músculos se relajaron y cerré los ojos, tratando de recuperar el aliento.

Ella todavía estaba tratando de recuperarse, cuando se disculpó con suavidad.

—He sido una imbécil esta noche.

—Sí —murmuré.

Me apretó el muslo.

— ¿Estoy perdonada?

Abrí los ojos y sonreí, divertida.

—Ya había aceptado los dos orgasmos como disculpa.

Brittany no rio como normalmente lo hacía. En lugar de ello, me acarició reverentemente y me abrazó por varios minutos hasta que sentí que me besaba cariñosamente el cuello.

—Mía —murmuró.

Parpadeé porque no estaba segura de haber oído bien.

— ¿Qué?

—Vamos. —Brittany suspiró, besó mi frente y volvió a vestirse. Me levantó con suavidad de la mesa e hizo una mueca al recoger mis bragas rotas.

—Ahora voy a salir con este vestido y sin ropa interior, rubia cavernícola. —Sonreí con descaro.

Brittany cerró los ojos al pensarlo.

—Rayos...