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[Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Este fic es de lo mejor !!!!!! Quiero mas capitulos no aguanto nada :')
VictoriaRivera** - Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 27/05/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
han sido 3 capitulos de lujo, me encanta como brittany habla con sus partes intimas como amigas en sincronia y en cuanto a san ha sido de lo mas tierna y considerada, hasta muy pronto y gracias por hacer de esta historia una de mis favoritas!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
VictoriaRivera escribió:Este fic es de lo mejor !!!!!! Quiero mas capitulos no aguanto nada :')
micky morales escribió:han sido 3 capitulos de lujo, me encanta como brittany habla con sus partes intimas como amigas en sincronia y en cuanto a san ha sido de lo mas tierna y considerada, hasta muy pronto y gracias por hacer de esta historia una de mis favoritas!!!!!
Hola, Hola, a ambas =D jajaajajaj en verdad faltan dos capitulos mas xD jajaaj se me adelantaron =D jajaj espero que le gusten estos dos ultimos caps =D. Salduos
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
holap,...
me gusto la mini maratón,...
ufff,... intenso el viaje a España,.. y se nota que se disfrutan estar juntas!!!!!!
a ver como va a ser la despedida de España para britt jajaja
amo cuando están juntas!!!
nos vemos!!!
me gusto la mini maratón,...
ufff,... intenso el viaje a España,.. y se nota que se disfrutan estar juntas!!!!!!
a ver como va a ser la despedida de España para britt jajaja
amo cuando están juntas!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
FanFic Brittana:Wallbanger (Adaptada) Cap18
Capitulo 18
—¿Siempre supiste que querías tomar fotos para vivir?
—¿Qué? ¿De dónde vino eso? —Santana se rió, sentándose hacia atrás en su silla y mirándome sobre el borde de su taza de café.
Estábamos disfrutando un relajado desayuno en mi último día en España. Café negro, pequeños pastelitos de limón, moras recién cogidas con crema y una orilla de la costa soleada. Vestida con una camisa ancha de Santana y una sonrisa estaba en el cielo. Los Nervios parecían estar muy lejos esta mañana.
—Lo digo en serio —insistí—. ¿Siempre quisiste hacer esto? Pareces, buena, eres muy intensa cuando estás trabajando. Parece como si en realidad te encantara.
—Sí, me encanta. Es decir, es un trabajo, así que por supuesto que tiene sus momentos tediosos, pero sí, me encanta. Aunque no fue algo que siempre planeara. De hecho, tenía otros planes —respondió, con una mirada oscura pasando por su cara.
—¿A qué te refieres?
—Durante un largo tiempo me planteé seguir el negocio de mi padre —Suspiró, con una triste sonrisa deslizándose en su lugar.
Mi mano estaba en la suya antes de que pudiera darme cuenta de que la había ofrecido. Me dio un apretón y luego tomó otro trago de su café.
—¿Sabías que Will trabajaba para mi padre? —preguntó—. Papá lo contrató en cuanto terminó el colegio, fue su mentor, le enseñó todo. Cuando Will quiso ir por su cuenta, podría pensarse que mi padre se hubiera enojado, pero no, estaba tan orgulloso de él.
—Es el mejor. —Sonreí.
—No pienses que no sé lo del enamoramiento que tienen las chicas con él. Soy consciente. Y creo que es el único hombre que podría gustarme—Me dio una mirada severa.
—Eso esperaba. No somos exactamente sutiles en nuestra admiración y no me impresiona tu casi-enamoramiento, es lo que Will causa–reí
—López Financial Services se estaba haciendo grande, realmente grande y papá quería ponerme a bordo tan pronto como terminara la universidad. Honestamente, nunca pensé que dejaría Filadelfia. Hubiera sido una vida genial: trabajando con mi padre, club de campo, una gran casa. ¿Quién no hubiera querido eso?
—Bueno… —murmuré. Era una vida ideal, por supuesto, pero no podía imaginarme a Santana allí.
—Trabajé en el periódico de la secundaria tomando fotografías. Pase la clase con la mejor calificación. Sabes, ¿se veía bien en mi expediente? Pero incluso cuando tenía asignaciones como tomar fotos de partidos escolares, realmente, realmente me gustaba hacerlo. Imaginé que estaría bien como pasatiempo. Nunca pensé en eso como una carrera. Sin embargo, mis padres me apoyaron e incluso ese año mi madre me regaló una cámara para navidad. El año en que… bueno…—Se detuvo, aclarando un poco su garganta—De todos modos, después de todo lo que pasó con mamá y papá, Will vino a Filadelfia para, um, para el funeral. Se quedó un tiempo y puso las cosas en orden, ya sabes. Era el ejecutor del testamento de mis padres. Y ya que él vivía fuera en la Costa Oeste, bueno, la idea de quedarse atrás en Filadelfia no sonaba tan genial. Así que, resumiendo, Stanford me aceptó, empecé a estudiar fotoperiodismo, tuve mucha suerte con algunas pasantías y luego lugar indicado-momento indicado, y ¡zas! Así es como me metí en este negocio. —Terminó, mojando su pastel y mordiendo un bocado.
—Y te encanta. —Sonreí.
—Y me encanta. —Concordó.
**********************************************************************
—¿Y entonces qué paso con la compañía de tu padre?¿López Financial?—pregunté, tomando una cucharada de moras.
—Will tomó un par de clientes por un tiempo y al final, silenciosamente, fue cerrando sus puertas. Los activos fueron transferidos a mí, por el testamento, y él lo administra por mí.
—¿Activos?
—Sí. ¿No te conté eso, Britt? Estoy forrada. —Hizo una mueca, mirando hacia al mar.
—Sabía que había una razón por la que estaba saliendo contigo. —Le robé su café.
—En serio. Muy forrada.
—Bueno, ahora sólo estas siendo una idiota —dije, tratando de aligerar un poco la tensión que se había instalado en la mesa.
—Sí, bueno, la gente se vuelve rara sobre el dinero. Nunca lo sabes —dijo.
—Cuando volvamos a casa vas a comprar nuestro edificio y a instalar un jacuzzi en el rellano, eso es todo —bromeé, con lo que me gané una pequeña sonrisa.
Nos sentamos y nos miramos la una a la otra, hundidas en nuestros propios pensamientos.
Ella había hecho tanto sola. No me sorprende que siempre pareciera un poco perdida para mí. Viviendo con la maleta en la mano, sin permitirse atarse a nadie, sin ningún sentimiento real de pertenencia. ¿Podría realmente ser así de siempre? ¿Wallbanger tenía un harén porque no podía soportar perder a nadie más?
Llamando al Dr. Freud…
Freudiano o no, tenía sentido. Se sentía atraída hacia mí, se había sentido atraída por mí desde el principio. Pero, ¿qué había de diferente esta vez? Claramente también se sentía atraída hacia todas las demás mujeres. Guau, sin presiones… con un movimiento de cabeza, traté de cambiar de tema.
—No puedo creer que me vaya mañana. Parece que acabáramos de llegar. —Me incliné sobre los codos. Ella sonrió, notando probablemente mi manera poco sutil de cambiar el tema. Pero parecía agradecida.
—Pues quédate. Quédate conmigo. Podemos pasar unos días más aquí y después, ¿quién sabe? ¿Dónde más te gustaría ir?
—Pff. Recordarás que me voy antes que tú porque era el único vuelo que pude conseguir. Además, tengo que volver al trabajo, organizarme y estar en la zona horaria correcta el lunes. ¿Sabes cuantos trabajos ha arreglado Emma para mí?
—Ella lo entenderá. Está ansiando que tengas algo de romance. Vamos. Quédate conmigo. Te esconderé en el compartimento superior para el vuelo de vuelta a casa. —Sus ojos brillaron por encima de su taza de café.
—Compartimento superior, ¡sí, mujer! ¿Y qué es esto? ¿Un romance? ¿No deberías estar abrazándome en la playa? ¿Y sacándome el corpiño? —Coloqué mis piernas denudas en su regazo y ella se aprovechó de eso, masajeándolas entre sus calientes manos.
—Qué suerte tienes, soy una arrancadora de corpiños desde hace mucho. Probablemente podría incluso armar un disfraz de pirata, si eso te gustaría —respondió, con los zafiros comenzando a ahumarse.
—Ha sido una gran historia romántica, ¿no? Si alguien me hubiera contado esta historia, dudo que lo hubiera creído —reflexioné, gimiendo cuando terminé mi último bocado.
—¿Por qué no? No es tan extraño como nos conocimos, ¿cierto?
—¿Cuántas mujeres conoces que hubieran ido voluntariamente a Europa otra mujer que ha estado golpeando el yeso de sus paredes por semanas?
—Cierto, ¿pero también podrías pensar en mí como la tipa que te puso todas esas canciones a través de la pared, y la tipa que te dio, y cito, “la mejor albóndiga”?
—Supongo que empezaste a desvestirme con Glen Miller. Eso me atrapó. —Me hundí en mi silla mientras sus manos hacían cosas deliciosas en las plantas de mis pies.
—¿Te atrapé, eh? —Sonrió, inclinándose más cerca.
—Oh, cállate. —Aparté su cara, sonriendo mientras contemplaba lo que decía. ¿Me tenía? Sí. Me tenía totalmente. Y me tendrá, en algún momento de esa noche, más tarde.
Con ese pensamiento, un silbido de nervios golpeó mi estómago y sentí mi sonrisa vacilar un poco. Los nervios se había instalado y no importaba donde se hubiera ida el señor Cerebro, porque al final los señoritos Nervios invadieron cada pensamiento, cada idea que tenía de donde iría la noche. Estaba lista, Dios sabía que estaba lista, pero estaba malditamente nerviosa. O volvería, ¿no? Sabía que lo haría. ¿Mencioné que estaba nerviosa?
—Y bueno, ¿ya casi has terminado con tu trabajo? ¿Todavía tienes mucho que hacer mañana? —pregunté, cambiando el tema una vez más. Como siempre que hablábamos sobre su trabajo, los ojos de Santana se iluminaron. Describió las sesiones que todavía necesitaba del acueducto estilo-romano en la ciudad.
—Desearía que tuviéramos tiempo para ir a bucear. Odio que se nos acabe el tiempo. —Fruncí el ceño.
—Una vez más, se resolvería si te quedaras conmigo. —Frunció el ceño en respuesta, haciendo algo importante el imitar mis cejas.
—Una vez más, algunos de nosotros tenemos trabajos de nueve a cinco. ¡Tengo que volver a casa!
—Casa, claro. Sabes que habrá un pelotón de fusilamiento al que enfrentarse cuando volvamos a casa. Todas van a querer saber que paso aquí entre nosotras —dijo seriamente.
—Lo sé. Lo manejaremos. —Me encogí ante el interrogatorio que recibiría de las chicas, por no hablar de Emma. Me pregunto si una mamada en la cocina fue lo que ella tenía en mente cuando dijo cuídate con ella en España.
—¿Nosotras?
—¿Qué? ¿Nosotras, qué? —pregunté.
—Podría ser nosotras contigo. —Sonrió.
—¿No estamos ya siendo nosotras?
—Sí, estamos siendo nosotras en vacaciones. Es un poco diferente ser nosotras de vuelta en casa, en el mundo real. Yo viajo todo el tiempo, y eso cobra peaje en la unidad de nosotras —dijo con las cejas unidas.
Eso tomó todas mis fuerzas, todas, por no hacer una broma acerca de la unidad de nosotras1.
—San, relájate. Sé que viajas. Soy muy consciente. Sigue trayéndome cosas bonitas de lugares lejanos y esta chica no tendrá ningún problema con tu nosotras, ¿de acuerdo? —Le di una palmadita en la mano.
—Cosas bonitas, puedo hacerlo. Garantizado.
—Hablando de eso, ¿A dónde iras la próxima vez?
—Estaré en casa un par de semanas y después me dirigiré al sur un poco.
—¿Al sur? ¿Cómo Los Ángeles?
—No, un poco más al sur.
—¿San Diego?
—Más al sur.
—Ex-alumno de Stanford, ¿verdad? ¿Dónde iras?
—¿Prometes que no te enojarás?
—Escúpelo, Santana.
—Perú. Los Andes. Más específicamente, al Machu Picchu.
—¿Qué? Oh, mujer, eso es todo. Oficialmente te odio. Yo estaré en San Francisco, planeando los árboles navideños de la gente rica, ¿y tú vas a irte allí?
—¿Te enviaré una postal? —Se parecía a una niña tratando de zafarse de un problema—. Además, no sé por qué estás tan enojada. Te encanta tu trabajo, Brittay. Ni siquiera trates de decirme que no.
—Sí, me encanta mi trabajo, pero justo ahora desearía dirigirme al sur —Resoplé, alejando mis pies.
—Bueno, si quieres dirigirte al sur, puedo pensar en algo…
Puse mi mano frente a su boca.
—Ni se te ocurra, no voy a “machutear” ahora tu picchu. No, no —dije con firmeza, sin dudar ni una pizca cuando comenzó a presionar besos contra la palma de mi mano. Ni un poco…
—¿Britt? —susurró contra mi mano.
—¿Si?
—Un día —comenzó, removiendo mi mano y dejando pequeños besos a lo largo del interior de mi brazo—. Un día… —Beso—. Prometo… —Beso, beso—. Llevarte... —Beso—. Y seducirte… —Beso, beso—. En Perú. —Terminó, ahora arrodillada frente a mí y arrastrando la boca a través de mi hombro, retirando la tela para entretenerse con mi clavícula, sus labios volviéndome caliente y temblorosa.
—¿Quieres seducirme en Perú? —pregunté, en voz alta y estúpida, sin engañarla ni por un segundo. Ella sabía exactamente como me estaba afectando.
—Verdad. —Sus dedos se enredaron en mi pelo y llevó mi boca a la suya. Traté por un segundo salir con algo que rimara con verdad, pero me rendí y la besé de vuelta con todo lo que tenía. Y así, dejé que se enrollara conmigo en la terraza, con vistas al océano. El cual era… o mejor dichos e veía negro. Ejem.
**************************************************************************
Durante toda la semana habíamos estado viendo señales de un festival armándose alrededor de la ciudad. Comenzaba esta noche, como si celebráramos mi partida y salimos a cenar, a algún lugar considerablemente más elegante que los lugares en los que habíamos estado comiendo toda la semana.
Había descubierto que Santana y yo éramos muy similares en muchos de nuestros gustos. Me gustaba vestirme y arreglarme de vez en cuando, pero prefería mucho más las cosas pequeñas y los lugares informales, como a ella. Así que esa noche nos arreglaríamos, iríamos a algún lugar un poco elegante y luego quizás al festival, tenía un buen presentimiento. Estaba definitivamente ansiosa por esa noche, en más de una manera.
Dicen que cuando un soldado pierde una pierna en una batalla, a veces, más tarde, puede seguir sintiendo punzadas en esa pierna, dolor fantasma lo llaman.
Perdí mi O en una batalla, la batalla de Carla Weinstein, esa metralleta folladora, y todavía sentía las réplicas. Y por réplicas me refiero a nada en absoluto.
Pero había un final a la vista. Había estado sintiendo punzadas del fantasma de O durante toda la semana y esperaba con ansias que hoy por la noche volviera.
El Regreso de O. Por supuesto, yo lo vería como una película de ciencia ficción en mi cabeza, pero realmente, si regresaba, aprovecharía lo que fuera, cualquier cosa.
Porque esa noche, fanáticos del deporte, yo iba a tener acción. No es que mis nervios hubieran desaparecido, pero estaba lista para una poco de la seria de Santana.
Me pasé los dedos por mi pelo una vez más, notando como el fuerte sol le había sacado tonos color miel. Alisé la parte delantera de mí vestido de lino blanco y con un poco de movimiento en la falda. Lo combiné con un poco de joyería color turquesa que compré en la ciudad y unas pequeñas sandalias de piel de serpiente.
Estaba mejor vestida que lo que había estado en la semana, y poniendo de lado los nervios, me sentía muy bien. Me di una última mirada en el espejo, notando que mis mejillas estaban bastante rosadas y ni siquiera me había puesto colorete.
Fui a la cocina para tomar una rápida copa de vino y esperar a Santana.
Mientras servía el Cava, lo vi en la terraza, mirando el océano. Sonreí cuando vi que llevaba una camisa de lino blanco. Estaremos muy combinados hoy.
Unos pantalones beige completaban su vestuario y se giró justo cuando estaba saliendo a su encuentro. Mis tacones golpeaban a través de la piedra mientras me bebía mi vino espumoso y se echó hacia atrás con los brazos cruzados sobre la barandilla de hierro forjado. Como fotógrafa, era innatamente consciente del tipo de imagen que estaba creando, estaba segura de ello. Cada vez que se inclinaba, rezumaba sexo. Yo sólo esperaba no caerme con mis tacones… el sexo rezumando puede ser resbaladizo.
Le ofrecí mi vino y me dejó llevar la copa a sus labios. Lentamente, tomó un sorbo, sus ojos en los míos. Cuando quité la copa, rápidamente enredó un brazo alrededor de mi cintura y me atrajo hacia ella, besándome profundamente, con el sabor del vino intenso en su lengua.
—Te ves…bien —suspiró, alejándose de mis labios para presionar su boca contra la piel justo debajo de mi oreja, su nuca me hacía cosquillas de la forma más fantástica.
—¿Bien? —pregunté, inclinando mi cabeza hacia atrás para alentar todo lo que ella estaba haciendo.
—Bien. Lo bastante bien para comerte —susurró, rozando mi cuello con sus dientes, sólo lo suficiente para hacerme consciente de ellos.
—Vaya… —Fue todo lo que pude decir mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello y me hundía en su abrazo.
El sol empezaba a ponerse, arrojando un resplandor caliente por todas partes, haciendo la terracota resplandecer rojo y naranja, recubriéndonos en fuego.
Mis ojos se sintieron atraídos por el azul frío del mar golpeando contra las rocas de debajo, la sal en el aire presente en mi lengua. Me aferre a ella, dejándome sentir y experimentar todo. Su cuerpo, firme curvilíneo y caliente contra el mío, la sensación de su pelo desgreñado contra mi mejilla, el calor de la barandilla contra mi cadera, la emoción de cada célula en mi cuerpo encrespándose hacia esta mujer y el placer que seguramente me iba a traer.
—¿Estás lista? —preguntó, su voz ronca en mi oído.
—Muy lista. —Gemí, rodando mis ojos en mi cabeza ante su cercanía, su sensación.
Y entonces Santana me llevó a la ciudad.
***********************************************************************
Después de que Santana me hubiera llevado al borde con sus besos en la terraza, literalmente me había llevado hasta el abismo. Ahora estábamos en un restaurante con vistas al mal, que era fácil de encontrar en un pueblo costero. Pero al contrario de los pequeños lugares con agujeros en la pared que habíamos estado frecuentando esta semana, este tenían su encanto acogedor, era un restaurante romántico con un énfasis en romance. Aquí el romance era servido en bandeja.
Estaba en el vino, en los cuadros en las paredes, en el suelo bajo nuestros pies y en caso de que te perdieras el romance, también estaba siendo canalizado a través del aire. Si entrecerraba los ojos podía ver la palabra romance flotar en el aire en la brisa del mar… tenías que entrecerrar los ojos de verdad, pero estaba allí, te lo digo.
Los paneles de la ventana han sido corridos desde el suelo al techo para dejar entrar el aire costero y cientos de velas brillaban en copas huracanadas.
Cada mesa estaba forrada en blanco, con vasos bajos rebosantes de flores de dalia en ricos tonos carmesí, granada y fucsia. Pequeñas luces blancas navideñas torcidas en las vigas de madera encima de nuestras cabezas lanzaban un tono sepia mágico sobre toda la escena. En este restaurante no había niños, ni mesas de cuatro o seis. No, este restaurante estaba lleno de amantes, viejos y jóvenes.
Ahora estábamos sentadas, apretadas y unidas en una barra de color caoba, bebiendo lentamente vino y esperando nuestra propia pequeña mesa.
La mano de Santana se apoyó contra la parte baja de mi espalda, reclamándome en silencio y de manera sucinta.
El camarero colocó una bandeja de ostras en la barra frente a nosotras. Torcidas y arrugadas, brillaban, con rodajas de limón ubicadas aquí y allá. Santana levantó una ceja y asentí mientras ella apretaba un limón, sus fuertes y eróticos dedos haciendo el trabajo con las ostras. Arrancó uno de la concha y lo llevó a mi boca en un pequeño tenedor.
—Abre, Chica Camisón. —Instruyó y por supuesto, obedecí.
Frío, crujiente, como una explosión de agua de mar en mi boca, gemí alrededor del tenedor mientras se deslizaba fuera. Agarró su propia ostra y la tiró hacia atrás como una mujer, lamiéndose los labios mientras miraba este pequeño juego de pornografía con comida. Me guiñó un ojo mientras yo apartaba la mirada, tratando de no notar lo desesperadamente caliente que estaba. Todo el día había sido como una bola gigante y controlada de tensión sexual, un ardor dentro que se estaba encendiendo y convirtiéndose en un incendio forestal.
Sorbió dos más rápidamente y cuando vi su lengua salir para lamer sus labios, sentí el impulso repentino de ayudarla. Sin vergüenza ni sentido del decoro social, cerré la distancia entre nosotras y la besé, fuerte.
Sonrió sorprendida, pero me devolvió el beso con la misma intensidad. La dulzura y ternura que había marinado entre nosotras ahora se deterioraba rápidamente a tócame toda, tócame ahora y yo quería todo eso. Mi cuerpo entero se volvió hacia ella, mis piernas entre las suyas mientras sus dedos encontraron mi piel justo por encima del dobladillo de mi vestido. Nos estábamos besando, besando sin cuartel al estilo Hollywood. Lento, descuidado, húmedo y maravilloso.
Mi cabeza se inclinó para que pudiera darle un beso más profundo, mi lengua deslizándose contra la suya, guiando y luego dejándolo guiar. Ella sabía a dulce y salado, a limones, y era todo lo que podía hacer para no agarrarla por su bonita camisa de lino y subirla a la parte superior de la barra, pero de una manera muy elegante, si te interesa saberlo.
Escuché a alguien aclarar su garganta y abrí los ojos para ver mis sexy ojos marrones y un avergonzado anfitrión.
—Disculpe, señorita, su mesa esta lista —dijo, cuidadosamente evitando sus ojos de nuestra puesta en escena en su muy romántico, pero todavía muy público, restaurante.
Yo podría haber gemido un poco mientras Santana quitaba sus manos y tiraba de mi silla para que pudiera levantarme. Tomando mis manos y tirando de mí, sonrió mientras me tambaleaba un poco sobre mis pies. Le sonrió al camarero.
—Ostras, mujer, ostras. —Santana se rió un poco mientras arrastrábamos nuestros pies hasta nuestra mesa. Estaba lista para dejar salir un bufido indignado hasta que la vi tirarse muy poco discreta. No era la única que se estaba ardiendo lentamente…
Me tragué mi bufido y sonreí serenamente, mirándola los ojos lo suficiente para que ella supiera que yo lo sabía. Cuando llegamos a nuestra mesa, Santana apartó la silla para mí. Mientras me deslizaba en ella, dejé mi mano la rozara lo suficiente como para, accidentalmente (pero a propósito) tocarla y excitarla un poquito más y le oí sisear y sonreí para mis adentros. Justo cuando fui a por el roce número dos, agarró mi mano con fuerza entre las suyas, apretándose contra mí.
—¿Necesito cambiarte el nombre a Chica Traviesa? —murmuró, bajo y ronco en mi oído. Cerré los ojos y trate de controlarme mientras se sentaba frente a mí, sonriendo de manera diabólica. A medida que nuestro camarero se ocupaba de nosotras, enderezando los manteles y la presentación de los menús, yo sólo tenía ojos para Santana, arrogante y hermosa, frente a mí en la mesa. Esta comida iba a durar para siempre.
************************************************************************
La comida sí duró para siempre, pero por mucho que me doliera llegar a tener a Santana a solas otra vez, tampoco quería que esta noche nunca terminara.
Nos sirvieron una hermosa paella, estilo marinera, con trozos de gambas y langosta, chorizo y guisantes. Hecho de la forma tradicional, casi imposible de recrear, el simple plato poco profundo había sido cocinado para permitir que el arroz con azafrán en el fondo fuera crujiente y delicioso en todos los sentidos de la palabra. Terminamos una adorable botella de vino rosado y ahora estábamos perezosamente bebiendo pequeños vasos de Ponche Caballero, un brandy español con toques de naranja y canela.
El licor era picante mientras lo movía con la lengua en mi boca.
Estaba placenteramente caliente y más placenteramente achispada.
No borracha, sólo embriagada lo suficiente como para ser híper consciente de mis alrededores y encontrarme todo y nada sensual: la forma en que el agua ardiente se deslizaba por mi garganta, la sensación de la pierna de Santana contra la mía debajo de la mesa, la forma en que mi cuerpo había empezado a tararear.
Toda la población, al parecer, estaba fuera de casa esta noche y en un ambiente de celebración por la fiesta iniciando en el centro de la ciudad. La energía estaba en carne viva y un poco salvaje. Me senté en mi silla, jugando con Santana con mi dedo gordo del pie, con una sonrisa tonta en mi cara mientras me miraba fijamente.
—Comí tu paella una vez —dijo de repente.
—¿Perdón? —espeté, atrapando la gota de brandy en mi labio antes que se deslizara hasta mi vestido.
—En Tahoe, ¿recuerdas? Nos hiciste paella a todas.
—Cierto, cierto, lo hice. No como la que comimos hoy, pero era bastante buena. —Sonreí, pensando en esa noche—Según recuerdo, bebimos un poco de vino también.
—Sí, comimos paella y tomamos vino, emparejamos a las otras y luego me besaste.
—Lo hicimos, y sí, lo hice. —Me ruboricé.
—Y luego actué como una idiota —respondió, su rubor también ahora presente.
—Pues sí. —Concordé con una sonrisa.
—¿Sabes por qué, verdad? Quiero decir, tienes que saber que yo, bueno, que te deseaba. Sabes eso, ¿verdad?
—Estabas presionado mis pechos contra tus pechos. Y ese cambio de color de tus ojos también, Santana, Era consciente. —Me reí, tratando de zanjar el tema, pero todavía pensando en cómo me sentí cuando hui de ella en el jacuzzi.
—Brittany, vamos. —Me reprendió, sus ojos serios.
—Vamos, tú. Estabas realmente presionado contra mis pechos y cambio de color de ojos—Reí otra vez, un poco más débil.
—¿Esa noche? Jesús, hubiera sido muy fácil, ¿sabes? En ese momento ni siquiera estaba completamente segura de por qué nos detuve. Creo que ya sabía que…
—¿Sabías que? —solicité.
—Sabía que contigo sería todo o nada.
—¿Todo? —chillé.
—Todo, Brittany. Necesito todo de ti. ¿Esa noche? Hubiera sido genial, pero demasiado pronto—Se inclinó sobre la mesa y tomó mi mano—Ahora estamos aquí—dijo, llevando mi mano a su boca. Me dio suaves besos sobre mi mano, luego abrió mi palma y presionó húmedos besos en el centro—Donde puedo tomarme mi tiempo contigo—dijo, besando mi mano otra vez mientras lo miraba.
—¿San?
—¿Sí?
—Estoy muy contenta de que esperáramos.
—Yo también.
—Pero realmente no creo que pueda esperar más tiempo.
—Gracias a Dios. —Sonrió y le hizo señas al camarero.
Reímos como adolescentes mientras pagábamos la cuenta y comenzábamos nuestro camino colina arriba hacia el auto. El festival estaba en su máximo vigor ahora, pasamos por parte de él en nuestro camino de vuelta. Las linternas iluminaban el cielo sobre nuestras cabezas mientras un tambor latía fuerte y vimos gente bailando en las calles.
Esa energía estaba de nuevo, esa sensación de abandono en el aire, el brandy y esa energía bajaron mis Nervios hasta llegar a mis entrañas.
Mientras llegamos al auto, fui a tomar la manija de la puerta cuando fui asaltada repentinamente por una muy intensa Señorita López. Sus ojos ardían en los míos mientras me presionaba contra el auto, sus caderas y sus manos frenéticas en mi pelo y en mi piel.
Sus manos se deslizaron a mi pierna, tomando mi muslo y colocándolo alrededor de su cadera mientras yo gemía y gemía con la fuerza que corría salvajemente a través de mi cuerpo y mi alma. Pero la desaceleré, mis manos tirando de su pelo, haciéndolo gemir en respuesta.
—Llévame a casa, San —susurré, presionando más besos en sus dulces labios—. Y por favor, conduce rápido.
Incluso el señor Corazón parecía contento, flotando. Seguía cantando, pero una canción infinitamente más sucia.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:holap,...
me gusto la mini maratón,...
ufff,... intenso el viaje a España,.. y se nota que se disfrutan estar juntas!!!!!!
a ver como va a ser la despedida de España para britt jajaja
amo cuando están juntas!!!
nos vemos!!!
Hola, jaajaja acabo de subir otro y falta el ultimo caps por hoy =D. Saludos
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana:Wallbanger (Adaptada) Cap19
Capitulo 19
Miré mi reflejo en el espejo, tratando de verme objetivamente. Cuando era una niña, especialmente en aquellos encantadores años de principios de adolescencia, solía verme muy diferente. Me veía el pelo rubio y la piel pálida poco interesante.
Veía los ojos muy azules y mis rodillas huesudas que se partían de delgadas, como las piernas de un pájaro. Veía una nariz ligeramente respingona y unos labios muy finos.
Cuando tenía quince años, una tarde mi abuela me dijo que pensaba que el vestido rosa que llevaba puesto se veía bien contra mi piel. Me burlé e inmediatamente disentí con ella. —Gracias, abuela, pero sólo tuve unas tres horas de sueño anoche, y lo último que luzco hoy es bonita. Cansada y pálida, pero no bonita.
Puse los ojos en esa forma que las adolescentes lo hacen, y ella tomó mi mano.
—Siempre acepta un cumplido, Britt. Siempre tómalo de la manera en que fue deseado. Ustedes las chicas son siempre muy rápidas en torcer lo que otros dicen. Simplemente di gracias y sigue adelante—Sonrió de esa manera tranquila y sabía que ella tenía.
—Gracias. —Sonreí de vuelta, ocupándome de la salsa de espagueti y girando la cara para que no pudiera ver mi sonrojo.
—Me rompe el corazón la manera en que las muchachas se rebuscan, nunca pensando que están lo suficientemente bien. Asegúrate de siempre recordar que eres exactamente de la forma en que se supone que seas. Exactamente. Y cualquiera que diga lo contrario, bueno, tonterías—Se rió, su voz bajando un poco en esa última palabra, lo más cerca que nunca llegaría a maldecir.
La abuela tenía una lista de malas palabras y palabras realmente malas, y tonterías estuvo a punto de acercarse a esto último.
Al día siguiente en la escuela le mencioné a una amiga que pensaba que su cabello se veía genial, y su respuesta fue pasar sus manos a través de él con disgusto.
—¿Estás bromeando? Apenas si tuve tiempo para lavarlo hoy.
A pesar de que tenía un aspecto fantástico.
Más tarde, después de la clase de gimnasia, me cambiaba en el vestuario cuando observé a otra amiga retocar su brillo de labios.
—Eso es bonito. ¿Cuál es el nombre de ese color? —le pregunté cuando frunció los labios en el espejo.
—Tarta de Manzana, pero se ve horrible en mí. ¡Dios, no tengo que broncearme tanto este verano!
La abuela tenía razón. Las chicas realmente no tomaban bien los cumplidos.
Ahora, no voy a mentir y decir que después de ese día por arte de magia no tenía más días malos del pelo o nunca escogí el lápiz labial incorrecto de nuevo.
Pero hice un esfuerzo consciente para ver lo bueno antes de lo malo y realmente me veo a mí misma de una manera más clara. Objetivamente. Amablemente.
Y mientras mi cuerpo siguió cambiando, me sentía más y más consciente de las características que podía ver de manera positiva en lugar de negativa.
Nunca pensé en mí como letalmente preciosa, pero me veía bien.
Y ahora, mientras me miraba en el espejo del baño, sabiendo que Santana me esperaba, me tomé el tiempo para hacer un pequeño inventario.
¿El pelo rubio? Ya no solo rubio. Era brillante y dorado, un poco ondulado y rizado por el agua salada que había estado rodeándome en toda la semana. ¿La piel pálida? Bien dorada y, me atrevería a decir, ¿un poco brillante? Me guiñé un ojo a mí misma, conteniendo una risa maníaca. Mi boca tenía el labio inferior ligeramente más carnoso que el superior, sólo lo bastante lleno como para atraparme alguna Santana y no dejar que se vaya. ¿Y las piernas que vi asomando por debajo del encaje apenas cubriendo mis muslos? Bueno, ya no tan parecidas a las patas de un ave. De hecho, creo que se van a ver bastante espectaculares envueltas alrededor de Santana... lo que sea que se sienta estar envuelta a su alrededor.
Y entonces, mientras me alisé el pelo una vez más y mentalmente recorrí todas mis listas de control interno, estaba salvajemente emocionada por la noche por delante.
Habíamos corrido de vuelta a la casa, prácticamente desvistiéndonos la una a la otra en la entrada, y después de mendigar unos momentos de tiempo de chica, estaba lista para salir a reclamar a mi Santana. Porque, ¿a quién engañaba? Quería a esa mujer. La quería sólo para mí, y no, no la compartiría con nadie más.
Una vez que mi cerebro estuvo finalmente de acuerdo con mi Britt de Abajo. Especialmente ya que había avanzado hasta las Agallas y golpeado al Cerebro justo en el tallo, diciéndole de esa manera especial que necesitábamos esto.
Nos merecíamos esto, y estábamos listas. Los Nervios, bueno, continuaron revolviendo mi estómago, pero eso era de esperar, ¿no? Quiero decir, que había
sido un largo, largo tiempo, y un poco de nervios era normal, supongo. ¿Había estado dilatándolo toda la semana? Quizás.
Más o menos.
Un poco.
Santana había sido más que paciente, contenta de tomar las cosas con calma, a mi ritmo, pero por el amor de Dios, era un ser humano.
Insistí en que los Nervios no permitirían dar vuelta otra noche española a la tierra de mimos y arrullos. Me volví en el espejo, tratando de ver como Santana podría verme. Sonreí en lo que pensé era una manera seductora, apagué la luz, tomé una respiración profunda más, y abrí la puerta.
La habitación se había transformado en algo de un cuento de hadas.
Las velas parpadeaban en el armario y mesitas de noche, bañando la habitación en un cálido resplandor.
Las ventanas estaban abiertas, así como la puerta hacia el pequeño balcón con vista al mar, y podía oír las olas rompiendo, el romance estilo novela.
Y allí estaba: pelo revuelto, cuerpo firme, ojos llameantes.
Vi cómo me apreció, arrastrando la mirada por mi cuerpo y de vuelta hacia arriba, una sonrisa en su rostro cuando apreció mi elección de vestimenta.
—Umm, ahí está mi Chica del Camisón Rosa —suspiró, tendiendo la mano. Y cuando me estanqué por ella más mínimo segundo, las Agallas se adueñaron de mi mano y se la tendieron.
Nos quedamos en la habitación a oscuras, unos metros de distancia, pero unidos por nuestros dedos entrelazados. Podía sentir la textura suave de su pulgar mientras trazaba círculos en el interior de mi mano, los mismos círculos que había trazado semanas y semanas antes cuando comencé a caer bajo su hechizo.
Nuestros ojos se encontraron, ella tomó una respiración profunda.
—Es criminal lo bien que te ves en eso —dijo, atrayéndome hacia ella y dándome una vueltecita para así ver mejor el camisón rosa. Mientras me giraba, los bordes de encaje se subieron un poco, mostrando las bragas acompañadas con pliegues.
Un ruido bajo sonó en su garganta, y si no me equivoco, ¿fue un gruñido?
Maldición...
Me acercó más, agarrando mis caderas y apretándome contra ella, aplastando mis senos contra sus pechos. Le dio un pequeño beso a mi oído, haciéndome sentir sólo la punta de su lengua.
—Hay algunas cosas que necesito que entiendas —murmuró, acariciándome con la nariz, sus manos rozando debajo de mi camisón para acariciar mis pliegues y agarrando un puñado de mi trasero, tomándome por sorpresa. Jadeé.
—¿Me estás escuchando? No te distraigas en mí ahora —susurró de nuevo, aplanando la lengua y arrastrándola hacia arriba en un lado de mi cuello.
—Es un poco difícil concentrarse con tu pelvis empujándome —gemí, dejando que me doblara hacia atrás lo suficiente para que todo mi cuerpo inferior se apretara contra ella, su cadera apretaba y moldeaba mis lugares blandos. Se rió entre dientes en mi cuello, ahora salpicando mi clavícula con sus besos marca registrada.
—Esto es lo que necesitas saber. Uno, eres increíble—dijo, sus manos ahora viajaron hasta la parte baja de mi espalda, dedos y pulgares masajeando y manipulando—Dos, eres increíblemente sexy—suspiró.
Mis manos apresuradamente desabotonaron su camisa, empujándola hacia atrás sobre sus hombros cuando nuestro ritmo comenzó a hacer la transición de lento y fácil a rápido y frenético. Ahora sus manos se movían alrededor del frente, sus uñas ligeramente rozando mi barriga, levantando mi camisón, entonces estuvimos piel a piel, nada más entre nosotras. Recorrí con mis manos arriba y abajo de su espalda, mis uñas mucho más agresivas, enterrándola y anclándola contra mí.
—Y tres, tan increíblemente sexy como es este camisón rosa, lo único que quiero ver el resto de esta noche es a mi Dulce Brittany, y necesito verte —jadeó al oído mientras me recogía, levantándome, y mi pierna derecha se fue a la cintura por sí sola.
Una vez más, la Ley Universal de Wallbanger dictaba que las piernas iban alrededor de las caderas cuando fueran ofrecidas.
Me acompañó hacia atrás y me puso suavemente en la cama. Inclinándose, me empujó hacia atrás sobre los codos. Con la camisa colgando de sus hombros, me guiñó un ojo, señalando su corpiño y tonificado abdomen. Extendí la mano y descendió, por sus abdominales y doblando un dedo detrás del botón de sus pantalones y lo abrí. Al no tener un vistazo de sus bragas, suavemente bajé la cremallera apenas dos centímetros o menos, dejando al descubierto el rastro feliz que conducía abajo, abajo, abajo, donde todas las cosas buenas eran encontradas. Dulce madre de la perla.
—¿Tienes algo en contra de las bragas? —susurré, levantando una rodilla y forzándola entre mis caderas. Forzando. Correcto.
—Estoy en contra de tu ropa interior, y ¿no es una vergüenza que todavía estén allí? —Sonrió, empujando sus caderas contra mí, haciéndome sentir todo.
Dejé caer mi cabeza hacia atrás, silenciosamente empujando hacia abajo los Nervios cuando amenazaron con propagarse por sólo una pizca. Vete a la mierda, Nervios. Esto estaba ocurriendo.
—No hay vergüenza. Tengo la sensación de que no estará por mucho tiempo —suspiré, echándome hacia atrás para estirar los brazos por encima de mi cabeza, alargando mi cuerpo contra el suyo y animando a sus labios a bailar más allá a lo largo del hueco de la base de mi clavícula. Podía sentirlo lamer y chupar entre mis pechos. Me arqueé contra ella, deseosa de sentir más. Necesitaba más. Empezó a apartar las correas de mi camisón hacia abajo, dejándome al descubierto y permitiéndole el acceso que necesitaba para hacerme orbitar alrededor del planeta.
Sintiendo su boca en mí, en mis pechos, caliente y húmeda, haciéndome cosquillas y descuidado, era irreal. Así que se lo dije.
—Se siente increíble —gemí sobre su cabeza. Sus labios se cerraron alrededor de mi pezón derecho, y mis caderas se fueron por la tangente hacia las suyas, posicionándome salvajemente debajo de ella, mis dos piernas ahora envueltas firmemente alrededor de su cintura. Labios, lengua y dientes ahora prodigaron a través de mi escote, el cual se esparció por el borde del camisón mientras alternó entre los pechos, amándolos por igual. Estaba rodeada de Santana, e incluso su olor me estaba encendiendo, partes iguales de especias picantes y el espeso coñac español.
Palabras sin sentido fueron vertidas de mi boca. Era consciente de unos pocos "San", y uno o dos, "Sí, eso es bueno", pero sobre todo lo que oí de mí misma eran cosas como "Umm" y "Ahh", y un bastante ruidoso "Síííí", porque, francamente, no hay una ortografía correcta.
Santana suspiró una y otra vez sobre mi piel, su respiración era un incentivo cuando la sentía inundándome.
Mis manos habían quedado libres para vagar en la maravilla que era su pelo, y cuando la aparté hacia atrás de su rostro fui recompensada con la vista increíble de su boca sobre mí, con los ojos cerrados en la adoración. Ella mordió ligeramente, cerrando sus dientes alrededor de mi piel sensible, y mis manos casi arrancaron el pelo de su cabeza. Se sintió fenomenal.
Su otra mano corría hacia arriba y abajo de mi pierna, animándome a agarrarla más fuerte entre mis muslos mientras sus maravillosos dedos comenzaron a acercarse cada vez más al borde del encaje. Era la última frontera que aún tenía que cruzar: la frontera del encaje.
Sentí mi respiración acelerarse mientras continuó acercándose al final, sus dedos acariciando justo debajo del borde de mis bragas, apenas acariciando.
Su respiración se redujo también, y mientras siguió tocándome suavemente, su rostro volvió a subir al mío, y tuvimos este momento, este momento de tranquilidad, en el que sólo... nos miramos. Impresionante es la única manera que puedo describir la sensación de su mano fantasma sobre mí, con delicadeza, con reverencia. Nuestros ojos se encontraron cuando deslizó su mano aún más por debajo del encaje y entonces, con precisión dolorosamente perfecta, me tocó.
Mis ojos se cerraron, todo mi cuerpo inundado con tantas sensaciones.
Mi respiración empezó a aumentar de nuevo, la intensa presión que había estado dando vueltas alrededor, dentro y fuera, era ahora como un zumbido de bajo nivel, justo debajo de la superficie de mi piel. Me moví con ella, sintiendo sus dedos comenzar a explorarme, y solté el más pequeño gemido. Era todo lo que pude dejar salir. Los sentimientos eran tan intensos y la energía —Oh, Dios mío, la energía que nos rodeaba en ese momento.
Estaba segura que Santana era ajena a todas las emociones que volaban detrás de mis párpados cerrados. La pobre mujer estaba finalmente tocándome.
Pero cuando sus dedos se volvieron más hábiles y seguros de sí mismos, algo increíble comenzó a suceder. Ese pequeño manojo de nervios que había estado dormido durante siglos, comenzó a despertar a la vida. Mis ojos se abrieron cuando un calor muy específico comenzó a moverse a través de mí, empezando por el centro de mí ser y saliendo.
Santana sin duda disfrutaba de esto. Sus ojos lucían nublados y llenos de lujuria mientras me retorcía debajo de ella. Sabía que podía sentirme tensa y revivir.
—Dios, Britt, eres tan... eres hermosa —murmuró, sus ojos ahora llenándose con algo un poco más que la lujuria, y sentí diminutos pinchazos detrás de mis ojos.
Tiré mis brazos alrededor de su cuello y la sostuve cerca, desgarrando su camisa para sacarla, sacarla fuera de ella al igual que su molestoso corpiño para poder sentir todo y UFFF!!! Que lindos y perfectos pechos.
Bajando de nuevo, se deslizó más abajo, sus labios trazando un camino hasta mi ombligo. Haciendo círculos con la lengua, se rió en mi panza.
—¿De qué se ríe, señorita? —Me reí, apretando su oreja. Estaba por debajo del camisón ahora, con el rostro escondido de mí. Asomando la cabeza hacia atrás, soltó una lenta sonrisa que hizo estremecer mis dedos de los pies.
—Si tu ombligo sabe tan bien… joder, Britt. No puedo esperar a probar tu coño.
Hay ciertas cosas que una mujer necesita escuchar en diferentes momentos de su vida:
Conseguiste el trabajo.
Tu culo se ve muy bien con esa falda.
Me encantaría conocer a tu madre.
Y cuando se utiliza en el contexto adecuado, sólo en el lugar adecuado, a veces, una mujer necesita escuchar la palabra con C.
Esto podría ser mejor que Clooney.
El gemido que salió de mi boca cuando dijo esa palabra, bueno, vamos a decir que fue lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos. Dejó que su lengua trazara un camino desde el ombligo hasta el borde de mis bragas, y luego con amorosa precisión, metió los pulgares bajo el encaje y las arrastró por mis piernas.
Allí estaba yo, extendida en la cima de la Ciudad de las Almohadas con un camisón rosa amontonado alrededor de mi cintura, todas las partes pertinentes expuestas, y maldita sea, feliz. Tiró de mis caderas hasta el borde de la cama y se dejó caer de rodillas. Dulce Jesús.
Mientras acariciaba con sus manos arriba y abajo de la parte superior de mis piernas, me levanté sobre los codos para poder ver, necesitando ver esta maravillosa mujer tendida sobre mí, cuidándome. Arrodillada entre mis muslos, con sus pantalones desabrochados y la mitad de la cremallera baja.
Una vez más, dejando a su lengua guiar, plantó besos a lo largo de la parte interna de mis muslos, por un lado y luego el otro, con cada paso cada vez más cerca de donde más lo necesitaba. Cuidadosamente levantando mi pierna izquierda, la enganchó por encima de su hombro mientras arqueaba mi espalda, ahora todo mi cuerpo ansiando sentirla.
Me miró por un momento más, tal vez incluso unos pocos segundos, pero se sintió como toda una vida. —Hermosa —suspiró una vez más, y luego presionó su boca en mí.
No hubo lamidas rápidas, ni besos pequeños, sólo presión increíble mientras me rodeaba con sus labios. Fue suficiente para hacerme caer de nuevo en la cama, incapaz de sostenerme a mí misma por más tiempo. La sensación, la exquisita sensación de ella me consumía completamente, y apenas podía respirar.
Trabajó conmigo lento y bajo, llevando una mano para abrirme aún más a ella, dejando su boca, sus dedos y su perfecta lengua, gentil y metódicamente persuadiéndome en la estratósfera, levantándome, llenándome con la sensación de temor y asombro que había perdido durante tanto tiempo.
Dejé una mano caer hacia ella y enredarse en su pelo, pasando mis dedos con tanto sentimiento como pude. ¿La otra mano? Inútil. Haciendo un puño en las sábanas en una especie de bola.
Levantó la cabeza una vez, sólo una vez, para presionar otro beso contra mi muslo.
—Perfecto. Jesús, simplemente perfecto —susurró, en voz tan baja que apenas podía oírlo con mis propios suspiros y gemidos. Volvió casi de inmediato, una urgencia ahora a sus movimientos, sus labios y su lengua girando y presionando mientras gemía en mí, la vibración montando directamente.
Abrí los ojos por un segundo, sólo un segundo, y la habitación era brillante, casi incandescente. Todos mis sentidos cobraron vida, podía escuchar el romper de las olas, ver la luz de las velas parpadeantes en nuestros cuerpos. Podía sentir mi piel ponerse en carne de gallina, el aire acariciándome y anunciando lo que había perdido durante meses, incluso años.
Esta mujer muy posiblemente podría amarme. Y estaba a punto de devolverme a O.
Cerrando los ojos otra vez, casi me veía a mí misma de pie en el borde de un acantilado, mirando hacia abajo en el océano enfurecido. Una presión, una presión enorme estaba construyendo detrás de mí, empujándome hacia el borde en el que podría caer, caer libremente en lo que me esperaba. Di un paso, luego otro, más y más cerca mientras podía sentir a Santana agarrando mis caderas. Pero esperé.
Si la O se acercaba, quería a Santana dentro. La necesitaba dentro de mí.
Tirando de sus hombros, la subí encima de mi cuerpo, los pies pateando sus pantalones y bragas hasta que yacían indefensos en el suelo.
—San, necesito, por favor, dentro, ahora —jadeé, casi incoherente con la lujuria.
Santana, educada en la taquigrafía de Brittany, entendió esto completamente y se posicionó entre mis piernas, sus caderas juntándose con las mías en cuestión de segundos. Se inclinó, besándome sin motivo, mi sabor sobre ella. Y me encantó.
—Dentro, dentro, dentro —seguí cantando, mi espalda y las caderas alternativamente arqueándose, tratando desesperadamente de encontrar lo que necesitaba, lo que tenía que tener, para empujarme fuera de ese acantilado.
Bajo una de sus manos hasta mi vagina y finalmente la sentí, exactamente donde ella estaba destinada a estar. Apenas se impulsó en mi interior con un dedo primero, pero solo la sensación de ella entrando en mí fue monumental.
Mis propias necesidades se calmaron por el momento, y vi cómo empezó a empujar dentro por primera vez. Sus ojos penetrando en los míos mientras acuné su cara entre mis manos. Parecía como si quisiera decir algo. ¿Qué palabras diríamos, qué cosas maravillosamente cariñosas diríamos para conmemorar este momento?
—Hola —susurró, sonriendo como si su vida dependiera de ello. Y por supuesto haciendo gala de sus lindos hoyuelos que ya me tenían loca y comprada.
No pude evitar sonreír también.
—Hola —le contesté, amando su sensación, su peso encima de mí.
Se deslizó suavemente dentro de mí con un segundo dedo, y al principio mi cuerpo se resistió. Había pasado mucho tiempo, pero el pequeño dolor que sentí era bienvenido. Era ese dolor bueno, un dolor que te permite saber que algo estaba viniendo.
Me relajé un poco, permitiendo a mis piernas envolverse alrededor de su cintura, y mientras apretaba más dentro de mí, su sonrisa se hizo infinitamente más sexy.
Se mordió el labio inferior y pequeñas líneas de expresión aparecieron en su frente.
Aspiré, inhalando su aroma cuando la vi salir únicamente el pedacito más pequeño, sólo para acompañar a sus dedos, por un tercer acompañante y empujar una vez más. Ahora totalmente dentro, le di la bienvenida de la única manera que podía. Le di ese pequeño abrazo interno, lo que hizo que sus ojos destellaran abiertos y me miraran.
—Esa es mi chica —murmuró, levantando una ceja y empujando otra vez su mano dentro de mí, con más convicción esta vez. Mi aliento quedó atrapado en mi garganta y jadeé, sin saberlo, meciendo las caderas en las suyas con un movimiento tan antiguo como las olas rompiendo abajo.
Poco a poco comenzó a moverse dentro de mí, acompañando los movimientos de sus dedos, ahora con sus caderas, deslizándose con una presión fantástica, cada nuevo ángulo y la sensación dando forma a más de esa cálida sensación de cosquilleo trabajando su camino hasta la punta de cada uno de mis dedos.
La sensación de tener a Santana dentro, dentro de mi cuerpo, era más de lo que podía expresar. Gemí, y ella gruñó. Gimió y yo maullé. Juntas. Sus caderas me empujaron más en la cama, hacia la cabecera. Nuestros cuerpos estaban resbaladizos por el sudor, chocando y chocando entre sí. Enrosqué mis manos profundamente en su pelo, tirando y retorciéndome debajo de ella.
—Britt, tan hermosa —suspiró entre beso y beso en la frente y nariz.
Cerré los ojos y pude verme a mí misma, una vez más, al borde del acantilado, lista para saltar, necesitando saltar. Una vez más, la presión comenzó a construirse, aquel crujido de energía volviéndose salvaje y frenético, pulsando con cada golpe, cada resbalón y descenso de sus caderas en las mías, conduciéndola, implacable, dentro y fuera de mi cuerpo.
Tomé un paso final, ahora un pie colgando del borde del acantilado, ¡y luego! La vi... O. Ella estaba en el agua, su pelo como fuego bailando a lo largo de las olas.
Me saludó y la saludé y así como así, Santana trajo su otra mano libre entre nuestros cuerpos, justo encima de donde estábamos unidas y empezó a trazar sus círculos pequeños.
Círculos pequeños de una mano perfecta, y salté. Salté libre, clara, ruidosa y orgullosa, anunciando mi aprobación con un vigoroso:
—¡Sí! —Mientras corría hacia esa altura determinada.
Y caí.
Y caí.
Y caí.
Y me estrellé. Estrellada y golpeada contra la superficie implacable del agua, y no ascendí. Caí por lo que pareció una eternidad, pero en lugar de la O, me encontré en la parte inferior con los brazos abiertos, trastabillé, sola y mojada.
Cada músculo de mi cuerpo, cada célula se concentró en regresar a la O, como si pudiera regresar a ella. Me esforcé, el cuerpo apretado y tenso cuando la vi, sólo las puntas de su pelo, como el fuego bajo el agua, deslizándose lejos de mí.
Estaba tan cerca, tan tan cerca, pero no. No.
Rebusqué detrás de ella, tratando con pura voluntad hacerla reaparecer, pero nada. Se había ido, y me quedé bajo el agua. Con la mujer más hermosa del mundo dentro de mí.
Abrí los ojos y vi a Santana encima, vi su hermoso rostro mientras me hacía el amor, y eso es lo que esto era. Esto no era sexo. Esto era amor, y todavía no podía ofrecerle todo lo que tenía. Vi sus ojos pesados y medio cerrados en la pasión.
Vi una gota de sudor deslizándose por su nariz y miré como se esparció perezosamente sobre mis pechos. Vi cómo se mordió con fuerza el labio inferior, la tensión en su rostro mientras retrasaba su propio bien merecido clímax.
Ella era todo lo que esperé que sería. Era una amante generosa, y podía sentir mi corazón golpeando dentro de mi pecho para estar más cerca suyo, para amarla.
Ella lo era todo.
Levanté su mano libre de en medio de nosotras y besé sus dedos, luego envolví mis piernas apretadas alrededor de su cintura y anclé mis manos sobre su espalda.
Ella me esperaba. Por supuesto que lo hacía. La adoré. Cerré mis ojos una vez más, preparándome a mí misma para todo lo que era capaz de darle.
—San, esto es tan bueno —jadeé, y quise decir cada palabra. Levanté mis caderas. Apreté en todos los lugares correctos, y grité su nombre, una y otra vez.
—Britt, mírame, por favor —rogó con voz llena de placer. Permití a mis ojos abrirse otra vez, sintiendo una lágrima deslizarse por mi mejilla. Por un segundo, una mirada extraña se apoderó de su rostro mientras sus ojos buscaron los míos, ¿y luego? Se vino. Ningún trueno, ni relámpago, ni fanfarria. Pero fue impresionante.
Se dejó caer sobre mí, y tomé su peso. Tomé todo mientras la acuné contra mi pecho y la besé una y otra vez, mis manos reconfortando su espalda, mis piernas abrazándola tan fuerte como podían. Susurré su nombre mientras ella acariciaba el espacio entre mi cuello y mi pecho, simples toques y caricias.
El corazón se hizo a un lado y suspiré silenciosamente. ¿Nervios? Tú hijo de puta.
Ni siquiera pienses en dar la cara aquí.
Nos quedamos así un rato, escuchando el océano en nuestro propio pequeño paraíso, este cuento de hadas romántico que podría tener, debería haber sido suficiente. Cuando su respiración volvió a la normalidad, levantó la cabeza y me besó muy suavemente.
—Dulce Brittany. —Sonrió, y le devolví la sonrisa, mi corazón completo.
El sexo podría ser increíble, incluso sin la O.
—Enseguida vuelvo —dijo desenredándose y saliendo suavemente de mí y caminando hasta el baño, su trasero desnudo un espectáculo para la vista.
La miré marcharse, y luego me senté rápidamente, tirando de las correas de mi camisón de nuevo alrededor de mis hombros. Me di la vuelta de lado, lejos del cuarto de baño, y me enrosqué alrededor de mi almohada. Esta había sido la mejor experiencia sexual de mi vida. Y, sin embargo, seguía siendo imposible hacer volver a O. ¿Qué demonios estaba mal conmigo?
No voy a llorar.
No voy a llorar.
No voy a llorar.
A pesar de que sólo había estado fuera de la cama unos minutos, cuando volvió, entré en pánico y fingí estar dormida. ¿Infantil? Sip. Totalmente infantil.
Sentí la cama hundirse cuando se subió de nuevo, y luego su cuerpo caliente y aún muy desnuda en mi contra, haciéndome cucharita. Sus brazos envolvieron mi cintura, y luego su boca estaba en mi oreja, susurrando:
—Umm, la Chica Camisón está de nuevo en su camisón.
Esperé, sin hablar, sólo respirando. Sentí que me sacudió un poco y dejó escapar una risita.
—Oye, oye tú, ¿estás durmiendo?
¿Debería roncar? Siempre que la gente finge dormir en las comedias, roncan.
Dejé escapar uno pequeño. Besó mi cuello, mi piel traicionándome ante su boca.
Suspiré en mi "sueño", acurrucándome más cerca de ella, esperando que me dejara seguir con esto. El destino era generoso esta noche, ya que simplemente me abrazó con más fuerza a su pecho y me besó una vez más.
—Buenas noches, Britt—susurró, y la noche se asentó en torno a nosotras.
Fingí roncar durante unos minutos más, hasta que sus ronquidos reales se revelaron, y luego suspiré profundamente.
Confundida y entumecida, estuve despierta hasta el amanecer.
Bueno con esto termino el maratón, espero que les gustara =D
pd1: este maratón fue hecho mas por la petición de LilianaM, ya ella lo recomendó =D.
pd2: puede que no suba capitulos durante estos dias hasta el proximo domingo, ya que aqui en mi pais hay fiestas y como saben la familia viene y esas cosas xD jaaj y mi universidad me dio la semana libre (contando del lunes), asik puede que por ese motivo no pueda subir algun dia capitulo, pero de vrdd voy hacer todo lo posible para subir todos los dias como lo hago hasta ahora. Si llegara no subir un dia lo compensare subiendo el capitulo que es debido del dia que no subi, mas del de ese dia (JA! enredado lo que escribi xD), pero si llegara pasar dias seguidos que no suba los subiro con otro maratón ok=D
pd3: solo quedan 3 capitulos y el pensamiento de Lord T. XD y termina el libro, PERO hay segunda parte asik tambien la adaptare =D Saludos
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Chica, Chica, Chica Tu eres la condenada onda.<3
Gracias, Gracias, Gracias aah y Gracias, Que puedo decirte? de verdad que me encanto, estoy esperando con ansias la segunda parte. Otra vez, Gracias por el maratón de verdad. Mi suplica fue escuchada *-*
Diviértete en estos días festivos, pasatela bomba. Cuídate y te espero.
PD: Gracias otra vez <3
Gracias, Gracias, Gracias aah y Gracias, Que puedo decirte? de verdad que me encanto, estoy esperando con ansias la segunda parte. Otra vez, Gracias por el maratón de verdad. Mi suplica fue escuchada *-*
Diviértete en estos días festivos, pasatela bomba. Cuídate y te espero.
PD: Gracias otra vez <3
LilianaM.* - Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 14/06/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
estuvo de lo mejor, pero tengo una pequeña confusion, britt no lo disfruto o que paso, que es entonces la dichosa O?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
LilianaM. escribió:Chica, Chica, Chica Tu eres la condenada onda.<3
Gracias, Gracias, Gracias aah y Gracias, Que puedo decirte? de verdad que me encanto, estoy esperando con ansias la segunda parte. Otra vez, Gracias por el maratón de verdad. Mi suplica fue escuchada *-*
Diviértete en estos días festivos, pasatela bomba. Cuídate y te espero.
PD: Gracias otra vez <3
Hola, ajajajajajjajajajaj gracias =D y de nada =D aki otro cap =D. Saludos
micky morales escribió:estuvo de lo mejor, pero tengo una pequeña confusion, britt no lo disfruto o que paso, que es entonces la dichosa O?
Hola, este cap dice y explica q paso con britt, pero resumido es que si lo disfruto, pero aun no puede recuperar sus orgasmos (la llamada "O"), ya que cuando se acosto con Carla Weinstein "ametralladora" los perdió, entonces fingió tener un orgamso con san. A mi también me confundió al principio xD ajajaj ese cap y x apurete no lei el siguiente y volvi a los primeros cap y ahi me di cuenta xD y después cuando segui leyendo el cap siguiente (este que subo ahora) lo explico XD jajaja. Saludos =D
Última edición por 23l1 el Sáb Sep 13, 2014 8:34 pm, editado 1 vez
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana:Wallbanger (Adaptada) Cap20
Capitulo 20
Lo había fingido.
Con Santana. Debía de haber una regla escrita en algún lugar, tal vez incluso cincelada en una lápida: No lo finjas con una Wallbanger. Si así estaba escrito, así debía ser. Lo fingí, y ahora estaba condenada a vagar por el planeta para siempre, sin un O.
¿Estaba siendo demasiado dramática? Oh, sí. Pero si no podía enloquecer con algo así, ¿con qué podría?
A la mañana siguiente, salí de la cama antes de que Santana despertara, algo que no había hecho durante todo el tiempo que estuvimos en nuestro viaje juntas.
Por lo general, nos quedábamos en la cama hasta que la otra despertaba, y luego nos quedábamos un rato más, riendo y hablando. Besándonos.
Mmh, los besos.
Pero esa mañana me bañé rápidamente y me hallaba en la cocina haciendo el desayuno cuando una soñolienta Santana entró. Caminando lentamente, con un top y unos shorts caídos, sonrió y se acomodó contra mi costado mientras partía unas rodajas de melón y moras.
—¿Qué estás haciendo aquí? Me sentía un poco sola. Es una gran cama para mí, Britt. ¿A dónde te fuiste? —preguntó, plantando un beso en mi hombro.
—Necesitaba apresurarme. ¿Recuerdas que el auto viene por mí a las diez? Quería hacerte el desayuno antes de irme. —Sonreí, dándome la vuelta para darle un rápido beso.
Impidió que me diera la vuelta de nuevo y me besó más profundamente, sin permitirme hacer nada. Podía sentirme aislándome, y era casi incapaz de detenerme. Necesitaba algo de tiempo para procesar todo esto, para entender cómo me sentía aparte de miserable. Adoraba a Santana, y ella no se merecía esto. Así que me dejé llevar por el beso y esta mujer una vez más. La besé febril y apasionadamente, y me aparté justo antes de que se convirtiera en algo más.
—¿Fruta?
—¿Eh?
—Fruta. Hice ensalada de frutas. ¿Quieres un poco?
—Oh, sí. Suena bien. ¿Has hecho café?
—El agua está hirviendo. Las tazas están listas. —Le di una palmadita en la mejilla mientras le señalaba la tetera. Comimos en la cocina, hablando un poco, y Santana me robó uno o dos besos aquí y allá. Traté de no mostrar lo mal que me sentía, de actuar tan normal como podía. Santana parecía sentir que algo pasaba, pero tomó la indirecta y me dejó seguir adelante.
Nos sentamos en la terraza una última vez, y comimos nuestros desayunos juntas mientras veíamos las olas chocar contra la costa.
—¿Estás contenta de haber venido? —preguntó.
Mordí mi labio ante lo obvio.
—Estoy muy contenta. El viaje fue increíble. —Le sonreí, cogiendo su mano por encima de la mesa y dándole un apretón.
—¿Y ahora?
—¿Y ahora qué? De vuelta a la realidad. ¿A qué hora sale tu vuelo mañana?
—Tarde. Bastante tarde. Debería llamarte o… —Lo dejó ahí, aparentemente preguntándome si debía ir.
—Llámame cuando llegues, no importa la hora, ¿está bien? —le respondí, bebiendo mi café y mirando el océano. Permaneció en silencio, y esa vez, cuando mordí mi labio, fue para tratar de no llorar.
*****************************************************************************
Había empacado temprano, así cuando el chófer llegara, estaría lista para irme.
Santana trató de tentarme para unírmele en la ducha, pero me excusé, inventando que tenía que encontrar mi pasaporte. Estaba entrando en pánico y apartándome justo cuando habíamos logrado acercarnos, pero en serio me sentía perdida.
Había puesto todos mis Os en una canasta, y el problema no era Santana. Era yo.
El sexo había sido increíble, irreal, perfecto, y aún así, nada.
Santana llevó mis maletas al auto y las colocó en el maletero. Después de hablar con el chófer por un momento, se acercó a mí mientras recorría la casa una última vez. En verdad había sido un cuento de hadas, y había disfrutado cada momento.
—¿Es hora de irse? —le pregunté, inclinándome contra ella cuando se me acercó en la barandilla de la terraza. Estaba agradecida por la sensación de tenerla contra mí.
—Sí. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Creo que sí. Sin embargo, desearía poder encontrar una manera de conseguir algunos de esos langostinos en casa. —Me reí, y ella resopló en mi pelo.
—Creo que podemos encontrar algo que se le parezca. ¿Tal vez podamos invitar a las otras la próxima semana y recrear algunas de las cosas que comimos aquí?
Me di la vuelta para mirarla.
—¿Hacer nuestro debut? —Le sonreí.
—Sí, claro. Es decir, si quieres —añadió tímidamente, mirándome con precaución.
—Sí, quiero —respondí. Y quería. Incluso sin el estúpido y bendito O quería estar con Santana.
—Bueno, debut con camarones. Eso suena extraño.
Me reí mientras me abrazaba. El chófer tocó la bocina, y caminamos hacia el auto.
—Te llamaré cuando llegue, ¿está bien? —dijo.
—Vale. Da lo mejor de ti —le instruí.
Me apartó el cabello de la cara y se inclinó para besarme una vez más.
—Adiós, Britt.
—Adiós, San. —Me subí al auto. Y me alejé del cuento de hadas.
********************************************************************************
Una vez que me había instalado en mi asiento en primera clase, no tenía nada más que horas para pensar. Tachen eso. No tenía más que horas para sentarme, preocuparme y quejarme. Lloré en el coche de camino al aeropuerto, tratando al mismo tiempo de asegurarle al conductor que estaba bien y no extremadamente loca. Lloré porque, bueno, estaba segura de que estaba demasiado estresada, y que el estrés sólo buscaba una forma de salir de mi cuerpo. Y así lo hizo, a través de mis ojos. Me sentía triste, y frustrada. Ahora, había terminado de llorar.
Traté de leer. Me había abastecido de revistas en el aeropuerto de Málaga.
Mientras las hojeaba, títulos de artículos me llamaron la atención:
“Cómo saber si está teniendo el mejor orgasmo de su vida”.
“Haz tu camino a los múltiples con Kegel”.
“Nuevo plan de pérdida de peso: ¡Ten orgasmos para estar más delgada!”.
La Brittany de abajo junto con Cerebro, Columna Vertebral y Corazón comenzaron a lanzarle piedras a Nervios, que hacía todo lo posible para esconderse.
Bajé de golpe las revistas, metiéndolas en el respaldo del asiento frente a mí.
Agarré mi computadora portátil, la encendí, y me puse los auriculares. Había cargado algunas películas antes del último vuelo. Podría dejar que mi cerebro se desconectara con una película. Sí, podría hacer eso. Me desplacé a través de algunas de las películas que tenía en mis archivos… ¿Cuándo Harry encontró a Sally? Nop, no con esa escena en la tienda de comestibles. ¿Top Gun? ¿Con esa escena en la que lo hacen, y todo está iluminado con azul mientras la brisa sopla a través de las cortinas de gasa? No, demasiado cerca de mi cuento de hadas.
Encontré una película que podría ver con seguridad, tomé tres pastillas para el dolor de cabeza, y me quedé dormida antes de que Luke aprendiera a usar su sable de luz.
************************************************************************
En algún lugar entre La Guardia y el vuelo a través de los Estados Unidos reduje la marcha de triste a furiosa. Había logrado dormir y terminado con el llanto, ahora me sentía bien y furiosa.
Y en un vuelo donde caminar estaba prohibido, tuve que quedarme en mi asiento y tratar de pensar en qué hacer con esa rabia, en cómo iba a vivir toda la vida sin un O. Y sí, ¿era demasiado dramático? Tal vez, pero sin un O a la vista, era fácil ver el túnel.
Finalmente, aterricé en el aeropuerto de San Francisco, y mientras seguía a la multitud en el reclamo de equipaje, física y emocionalmente agotada, vi la cara de alguien que no quería volver a ver.
Carla Weinstein. Esa maldita ametralladora.
En el quiosco, su estúpido rostro se encontraba estampado en una gran campaña publicitaria de Slice o‟ Love Pizza Parlors. Me puse frente a su inmensa cabeza, que tenía la sonrisa más tonta mientras posaba con una rebanada gigante de salame, y mi ira burbujeó. Ahora tenía una cara. Mi ira tenía una cara, y era la cara de una tonta. Quería darle un puñetazo, pero era sólo una imagen.
Por desgracia, eso no me detuvo.
No era de inteligentes tener un ataque en un aeropuerto internacional. Resulta que me fruncieron el ceño. Así que, después de una advertencia enérgica de la Administración de Seguridad en los Transportes, y la promesa de que nunca volvería a atacar a un cartel de nuevo, puse mis cosas dentro de un taxi, y regresé a mi apartamento. Le di una patada a mi propia puerta esta vez, y cuando lancé las bolsas en el suelo, vi las dos únicas cosas que podrían hacerme sonreír.
Lord Tubbington y mi KitchenAid.
Con un enérgico maullido, vino corriendo hacia mí, saltando en mis brazos y mostrando el afecto que reservaba para momentos como estos. De alguna manera, su pequeño cerebro de gato sabía que lo necesitaba, y me animó como sólo él podía. Sacudiendo la cola y ronroneando incesantemente. Puso su cabeza debajo de mi barbilla, envolvió mi cuello con sus grandes patas, y me dio un pequeño abrazo gatuno. Riendo contra su piel, lo abracé. Era bueno estar en casa.
—¿El tío Blaine y el tío Kurt, cuidaron bien de ti? ¿Eh? ¿Quién es mi chico bueno? —arrullé, poniéndolo en el suelo y agarrando una lata de atún, su regalo por comportarse mientras yo no estaba. Pasando de Lord Tubbington, quien se había centrado únicamente en su plato, mis ojos se fijaron como láseres en mi KitchenAid. Iba a darme una ducha, y luego iba a hornear. Necesitaba hornear.
********************************************************************
Una cantidad desconocida de tiempo más tarde, aunque a mi favor tenía que decir que el sol se había puesto y salido mientras enharinaba y amasaba, oí llamar a mi puerta. Había estado tanto tiempo horneando que sentí crujir y chillar mi espalda cuando levanté la cabeza de cortar algunos de los Extravagantes Brownies de Ina.
Tuve que tomar algunas medidas adicionales, pero, Dios, valían la pena.
Demonios, ¿qué hora era? Miré a mí alrededor para ver a Lord Tubbington, pero no lo encontré.
Me arrastré hasta la puerta, notando que había azúcar en todo el piso, y que hacía un extraño baile de pies. Hubo otro golpe en la puerta, más insistente esta vez.
—¡Ya voy! —grité, rodando los ojos ante la ironía. Cuando levanté la mano para abrir la puerta, me di cuenta del chocolate derretido encima de mis nudillos. No queriendo desperdiciar ni un poco, les di una celestial lamida mientras abría la puerta.
Allí estaba Santana, viéndose agotada.
—¿Qué estás haciendo aquí? Se supone que llegarías…
—Que llegaría más tarde, lo sé. Tomé un vuelo antes. —Pasó junto a mí, entrando al apartamento.
Mientras cerraba la puerta y me volvía hacía ella, alisé mi delantal, sintiendo los trozos de masa de galletas aferrándose a la tela.
—Tomaste un vuelo antes. ¿Por qué? —le pregunté, caminando lentamente hacia ella.
Miró a su alrededor con una sonrisa divertida, señalando los montones y montones de galletas, pasteles surtidos en los alféizares de las ventanas, hogazas de pan de calabacín envueltas en aluminio, panes de calabaza, de arándano y naranja, apilados como los cimientos de una casa a lo largo de todo la mesa de comedor.
Sonrió una vez más, y luego se volvió hacia mí, cogiendo una pasa que ni siquiera sabía que se encontraba en mi frente.
—¿Vas a decirme por qué lo fingiste?
Con Santana. Debía de haber una regla escrita en algún lugar, tal vez incluso cincelada en una lápida: No lo finjas con una Wallbanger. Si así estaba escrito, así debía ser. Lo fingí, y ahora estaba condenada a vagar por el planeta para siempre, sin un O.
¿Estaba siendo demasiado dramática? Oh, sí. Pero si no podía enloquecer con algo así, ¿con qué podría?
A la mañana siguiente, salí de la cama antes de que Santana despertara, algo que no había hecho durante todo el tiempo que estuvimos en nuestro viaje juntas.
Por lo general, nos quedábamos en la cama hasta que la otra despertaba, y luego nos quedábamos un rato más, riendo y hablando. Besándonos.
Mmh, los besos.
Pero esa mañana me bañé rápidamente y me hallaba en la cocina haciendo el desayuno cuando una soñolienta Santana entró. Caminando lentamente, con un top y unos shorts caídos, sonrió y se acomodó contra mi costado mientras partía unas rodajas de melón y moras.
—¿Qué estás haciendo aquí? Me sentía un poco sola. Es una gran cama para mí, Britt. ¿A dónde te fuiste? —preguntó, plantando un beso en mi hombro.
—Necesitaba apresurarme. ¿Recuerdas que el auto viene por mí a las diez? Quería hacerte el desayuno antes de irme. —Sonreí, dándome la vuelta para darle un rápido beso.
Impidió que me diera la vuelta de nuevo y me besó más profundamente, sin permitirme hacer nada. Podía sentirme aislándome, y era casi incapaz de detenerme. Necesitaba algo de tiempo para procesar todo esto, para entender cómo me sentía aparte de miserable. Adoraba a Santana, y ella no se merecía esto. Así que me dejé llevar por el beso y esta mujer una vez más. La besé febril y apasionadamente, y me aparté justo antes de que se convirtiera en algo más.
—¿Fruta?
—¿Eh?
—Fruta. Hice ensalada de frutas. ¿Quieres un poco?
—Oh, sí. Suena bien. ¿Has hecho café?
—El agua está hirviendo. Las tazas están listas. —Le di una palmadita en la mejilla mientras le señalaba la tetera. Comimos en la cocina, hablando un poco, y Santana me robó uno o dos besos aquí y allá. Traté de no mostrar lo mal que me sentía, de actuar tan normal como podía. Santana parecía sentir que algo pasaba, pero tomó la indirecta y me dejó seguir adelante.
Nos sentamos en la terraza una última vez, y comimos nuestros desayunos juntas mientras veíamos las olas chocar contra la costa.
—¿Estás contenta de haber venido? —preguntó.
Mordí mi labio ante lo obvio.
—Estoy muy contenta. El viaje fue increíble. —Le sonreí, cogiendo su mano por encima de la mesa y dándole un apretón.
—¿Y ahora?
—¿Y ahora qué? De vuelta a la realidad. ¿A qué hora sale tu vuelo mañana?
—Tarde. Bastante tarde. Debería llamarte o… —Lo dejó ahí, aparentemente preguntándome si debía ir.
—Llámame cuando llegues, no importa la hora, ¿está bien? —le respondí, bebiendo mi café y mirando el océano. Permaneció en silencio, y esa vez, cuando mordí mi labio, fue para tratar de no llorar.
*****************************************************************************
Había empacado temprano, así cuando el chófer llegara, estaría lista para irme.
Santana trató de tentarme para unírmele en la ducha, pero me excusé, inventando que tenía que encontrar mi pasaporte. Estaba entrando en pánico y apartándome justo cuando habíamos logrado acercarnos, pero en serio me sentía perdida.
Había puesto todos mis Os en una canasta, y el problema no era Santana. Era yo.
El sexo había sido increíble, irreal, perfecto, y aún así, nada.
Santana llevó mis maletas al auto y las colocó en el maletero. Después de hablar con el chófer por un momento, se acercó a mí mientras recorría la casa una última vez. En verdad había sido un cuento de hadas, y había disfrutado cada momento.
—¿Es hora de irse? —le pregunté, inclinándome contra ella cuando se me acercó en la barandilla de la terraza. Estaba agradecida por la sensación de tenerla contra mí.
—Sí. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Creo que sí. Sin embargo, desearía poder encontrar una manera de conseguir algunos de esos langostinos en casa. —Me reí, y ella resopló en mi pelo.
—Creo que podemos encontrar algo que se le parezca. ¿Tal vez podamos invitar a las otras la próxima semana y recrear algunas de las cosas que comimos aquí?
Me di la vuelta para mirarla.
—¿Hacer nuestro debut? —Le sonreí.
—Sí, claro. Es decir, si quieres —añadió tímidamente, mirándome con precaución.
—Sí, quiero —respondí. Y quería. Incluso sin el estúpido y bendito O quería estar con Santana.
—Bueno, debut con camarones. Eso suena extraño.
Me reí mientras me abrazaba. El chófer tocó la bocina, y caminamos hacia el auto.
—Te llamaré cuando llegue, ¿está bien? —dijo.
—Vale. Da lo mejor de ti —le instruí.
Me apartó el cabello de la cara y se inclinó para besarme una vez más.
—Adiós, Britt.
—Adiós, San. —Me subí al auto. Y me alejé del cuento de hadas.
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Una vez que me había instalado en mi asiento en primera clase, no tenía nada más que horas para pensar. Tachen eso. No tenía más que horas para sentarme, preocuparme y quejarme. Lloré en el coche de camino al aeropuerto, tratando al mismo tiempo de asegurarle al conductor que estaba bien y no extremadamente loca. Lloré porque, bueno, estaba segura de que estaba demasiado estresada, y que el estrés sólo buscaba una forma de salir de mi cuerpo. Y así lo hizo, a través de mis ojos. Me sentía triste, y frustrada. Ahora, había terminado de llorar.
Traté de leer. Me había abastecido de revistas en el aeropuerto de Málaga.
Mientras las hojeaba, títulos de artículos me llamaron la atención:
“Cómo saber si está teniendo el mejor orgasmo de su vida”.
“Haz tu camino a los múltiples con Kegel”.
“Nuevo plan de pérdida de peso: ¡Ten orgasmos para estar más delgada!”.
La Brittany de abajo junto con Cerebro, Columna Vertebral y Corazón comenzaron a lanzarle piedras a Nervios, que hacía todo lo posible para esconderse.
Bajé de golpe las revistas, metiéndolas en el respaldo del asiento frente a mí.
Agarré mi computadora portátil, la encendí, y me puse los auriculares. Había cargado algunas películas antes del último vuelo. Podría dejar que mi cerebro se desconectara con una película. Sí, podría hacer eso. Me desplacé a través de algunas de las películas que tenía en mis archivos… ¿Cuándo Harry encontró a Sally? Nop, no con esa escena en la tienda de comestibles. ¿Top Gun? ¿Con esa escena en la que lo hacen, y todo está iluminado con azul mientras la brisa sopla a través de las cortinas de gasa? No, demasiado cerca de mi cuento de hadas.
Encontré una película que podría ver con seguridad, tomé tres pastillas para el dolor de cabeza, y me quedé dormida antes de que Luke aprendiera a usar su sable de luz.
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En algún lugar entre La Guardia y el vuelo a través de los Estados Unidos reduje la marcha de triste a furiosa. Había logrado dormir y terminado con el llanto, ahora me sentía bien y furiosa.
Y en un vuelo donde caminar estaba prohibido, tuve que quedarme en mi asiento y tratar de pensar en qué hacer con esa rabia, en cómo iba a vivir toda la vida sin un O. Y sí, ¿era demasiado dramático? Tal vez, pero sin un O a la vista, era fácil ver el túnel.
Finalmente, aterricé en el aeropuerto de San Francisco, y mientras seguía a la multitud en el reclamo de equipaje, física y emocionalmente agotada, vi la cara de alguien que no quería volver a ver.
Carla Weinstein. Esa maldita ametralladora.
En el quiosco, su estúpido rostro se encontraba estampado en una gran campaña publicitaria de Slice o‟ Love Pizza Parlors. Me puse frente a su inmensa cabeza, que tenía la sonrisa más tonta mientras posaba con una rebanada gigante de salame, y mi ira burbujeó. Ahora tenía una cara. Mi ira tenía una cara, y era la cara de una tonta. Quería darle un puñetazo, pero era sólo una imagen.
Por desgracia, eso no me detuvo.
No era de inteligentes tener un ataque en un aeropuerto internacional. Resulta que me fruncieron el ceño. Así que, después de una advertencia enérgica de la Administración de Seguridad en los Transportes, y la promesa de que nunca volvería a atacar a un cartel de nuevo, puse mis cosas dentro de un taxi, y regresé a mi apartamento. Le di una patada a mi propia puerta esta vez, y cuando lancé las bolsas en el suelo, vi las dos únicas cosas que podrían hacerme sonreír.
Lord Tubbington y mi KitchenAid.
Con un enérgico maullido, vino corriendo hacia mí, saltando en mis brazos y mostrando el afecto que reservaba para momentos como estos. De alguna manera, su pequeño cerebro de gato sabía que lo necesitaba, y me animó como sólo él podía. Sacudiendo la cola y ronroneando incesantemente. Puso su cabeza debajo de mi barbilla, envolvió mi cuello con sus grandes patas, y me dio un pequeño abrazo gatuno. Riendo contra su piel, lo abracé. Era bueno estar en casa.
—¿El tío Blaine y el tío Kurt, cuidaron bien de ti? ¿Eh? ¿Quién es mi chico bueno? —arrullé, poniéndolo en el suelo y agarrando una lata de atún, su regalo por comportarse mientras yo no estaba. Pasando de Lord Tubbington, quien se había centrado únicamente en su plato, mis ojos se fijaron como láseres en mi KitchenAid. Iba a darme una ducha, y luego iba a hornear. Necesitaba hornear.
********************************************************************
Una cantidad desconocida de tiempo más tarde, aunque a mi favor tenía que decir que el sol se había puesto y salido mientras enharinaba y amasaba, oí llamar a mi puerta. Había estado tanto tiempo horneando que sentí crujir y chillar mi espalda cuando levanté la cabeza de cortar algunos de los Extravagantes Brownies de Ina.
Tuve que tomar algunas medidas adicionales, pero, Dios, valían la pena.
Demonios, ¿qué hora era? Miré a mí alrededor para ver a Lord Tubbington, pero no lo encontré.
Me arrastré hasta la puerta, notando que había azúcar en todo el piso, y que hacía un extraño baile de pies. Hubo otro golpe en la puerta, más insistente esta vez.
—¡Ya voy! —grité, rodando los ojos ante la ironía. Cuando levanté la mano para abrir la puerta, me di cuenta del chocolate derretido encima de mis nudillos. No queriendo desperdiciar ni un poco, les di una celestial lamida mientras abría la puerta.
Allí estaba Santana, viéndose agotada.
—¿Qué estás haciendo aquí? Se supone que llegarías…
—Que llegaría más tarde, lo sé. Tomé un vuelo antes. —Pasó junto a mí, entrando al apartamento.
Mientras cerraba la puerta y me volvía hacía ella, alisé mi delantal, sintiendo los trozos de masa de galletas aferrándose a la tela.
—Tomaste un vuelo antes. ¿Por qué? —le pregunté, caminando lentamente hacia ella.
Miró a su alrededor con una sonrisa divertida, señalando los montones y montones de galletas, pasteles surtidos en los alféizares de las ventanas, hogazas de pan de calabacín envueltas en aluminio, panes de calabaza, de arándano y naranja, apilados como los cimientos de una casa a lo largo de todo la mesa de comedor.
Sonrió una vez más, y luego se volvió hacia mí, cogiendo una pasa que ni siquiera sabía que se encontraba en mi frente.
—¿Vas a decirme por qué lo fingiste?
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
ohhhhhhh muy buen capitulo muy buen maraton lo digo se te esacapo una o dos vez el género de Santana, pero nada grave, hay maraton en este momento también? o es mucho pedir? jajajjaja espero que estes bien y todo fluya bonito!!!!
atercio********- - Mensajes : 650
Fecha de inscripción : 02/04/2012
Edad : 32
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Oh! :o
Creí que no se daría cuenta del falso orgasmo :$
Espero tengan una muy buena conversación sobre eso & San comprenda que es frustante no tener una maldita "O" xD
Además. .. amo que esten... juntas? Bueno, que lo intentan :)
Creí que no se daría cuenta del falso orgasmo :$
Espero tengan una muy buena conversación sobre eso & San comprenda que es frustante no tener una maldita "O" xD
Además. .. amo que esten... juntas? Bueno, que lo intentan :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
holap,..
a ver que dice britt ahora por a ver fingido,....?????
son jodida mente lindas cuando están juntas,...
a ver como se divierten recuperando el orgasmo de britt jajaja
nos vemos!!!
a ver que dice britt ahora por a ver fingido,....?????
son jodida mente lindas cuando están juntas,...
a ver como se divierten recuperando el orgasmo de britt jajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
De verdad que con la experiencia que tiene santana britt penso que no se daria cuenta? gracias por aclararme lo de la O hasta muy pronto, espero!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
ACTUALIZA PRONTO ESPERO QUE BRITT PUEDA CONSIGA SU GRAN O. YO SE QUE AHORA SI SAN SE HARA QUE VUELVA Y SERA DESCOMUNAL.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Wow!! Que maratón Dios! Espero que britt si consiga su O pronto!! Fue toda una sorpresa que no lo haya conseguido a la primera, pero bueno, espero practiquen para hacer que O regrese
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Jajajajajaja ya viene mi parte favorita :3 Jajajajajaja ame la maratón! Es tan increible esta historia solo te quiero agradecer por adaptarla! Te voy a extrañar chica! Gacias por la maratón estuvo I-N-C-R-E-I-B-L-E No tardes :D
lauravm98******* - Mensajes : 489
Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Apenas intentaba comentar, cuando tenía tiempo y ya veía nueva actualización,
y otra vez y otra vez :O Amo que actualices tan pronto! jajajaj, me han encantado
todos y cada uno de los capítulos, aunque este último ufff! veamos como es la reacción de Britt
ya la descubrireron ya ni donde esconderse jajaja!! espero el nuevo cap!
Saluds!!!! By. Nathie ^^
y otra vez y otra vez :O Amo que actualices tan pronto! jajajaj, me han encantado
todos y cada uno de los capítulos, aunque este último ufff! veamos como es la reacción de Britt
ya la descubrireron ya ni donde esconderse jajaja!! espero el nuevo cap!
Saluds!!!! By. Nathie ^^
Nathie_B4E****** - Mensajes : 315
Fecha de inscripción : 06/07/2014
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Nueva lectora debo admitir que me he enganchado a tu historia como ninguna esta muyyy buena saludos!
tatymm-*- - Mensajes : 2406
Fecha de inscripción : 20/08/2012
Edad : 34
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
vamos vamos quiero ver que le va decir britt a san de por q lo finjio anda actualiza si?
marcy3395***** - Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 21/06/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Esperando Actu...
jajajajajajajaj que mas puedo decirte? Geeeeniaaaaaaaaaaaal <3
jajajajajajajaj que mas puedo decirte? Geeeeniaaaaaaaaaaaal <3
LilianaM.* - Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 14/06/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
atercio escribió:ohhhhhhh muy buen capitulo muy buen maraton lo digo se te esacapo una o dos vez el género de Santana, pero nada grave, hay maraton en este momento también? o es mucho pedir? jajajjaja espero que estes bien y todo fluya bonito!!!!
Hola, lamento la demora en responder, pero mis explicaciones estan en el ultimo capitulo del maratón (esk no lo kiero escribir otra vez xD). JAjajajaja rayos! ajajaj esk donde fueron muchos caps XD se me pasaron jajaja solo vi uno xD ¬¬, pero gracias por avisar y si llegar a ver otro me dices xfa =D. JAJAAJAJJA ahora tendran otro por los dias que no subi =D. Saludos
Elita escribió:Oh! :o
Creí que no se daría cuenta del falso orgasmo :$
Espero tengan una muy buena conversación sobre eso & San comprenda que es frustante no tener una maldita "O" xD
Además. .. amo que esten... juntas? Bueno, que lo intentan :)
Hola, lamento la demora, pero las explicaciones estan en el ultimo capitulo del maratón. AJAAJAJAJAJ son tan mmmm todos los adjetivos tiernos y bonitos cuando estan juntas =D. Saludos
3:) escribió:holap,..
a ver que dice britt ahora por a ver fingido,....?????
son jodida mente lindas cuando están juntas,...
a ver como se divierten recuperando el orgasmo de britt jajaja
nos vemos!!!
Hola, lamento la demora, pero las explicaciones estan en el ultimo capitulo del maratón. Sip son lo mejor cuando estan juntas jajajajajajajajajaajaj. Saludos =D
micky morales escribió:De verdad que con la experiencia que tiene santana britt penso que no se daria cuenta? gracias por aclararme lo de la O hasta muy pronto, espero!
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. JAJAJAJAA pobre britt, penso que iba a pasar desapercibida, pero no! ajajajjaajaj. Saludos =D
marthagr81@yahoo.es escribió:ACTUALIZA PRONTO ESPERO QUE BRITT PUEDA CONSIGA SU GRAN O. YO SE QUE AHORA SI SAN SE HARA QUE VUELVA Y SERA DESCOMUNAL.
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. JAAJAJ veremos lo que pasa con britt. Saludos =D
Dolomiti escribió:Wow!! Que maratón Dios! Espero que britt si consiga su O pronto!! Fue toda una sorpresa que no lo haya conseguido a la primera, pero bueno, espero practiquen para hacer que O regrese
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. Veremos como le va a britt. Saludos =D
lauravm98 escribió:Jajajajajaja ya viene mi parte favorita :3 Jajajajajaja ame la maratón! Es tan increible esta historia solo te quiero agradecer por adaptarla! Te voy a extrañar chica! Gacias por la maratón estuvo I-N-C-R-E-I-B-L-E No tardes :D
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. jjajajajajaajajajajaj gracias =D, ya volvii para subir mas cap. Saludos =D
Nathie_B4E escribió:Apenas intentaba comentar, cuando tenía tiempo y ya veía nueva actualización,
y otra vez y otra vez :O Amo que actualices tan pronto! jajajaj, me han encantado
todos y cada uno de los capítulos, aunque este último ufff! veamos como es la reacción de Britt
ya la descubrireron ya ni donde esconderse jajaja!! espero el nuevo cap!
Saluds!!!! By. Nathie ^^
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. JAJAJAAJAJAJAJ britt, britt, penso que pasara desapercibida, pero nop jajajaj. Saludos =D
tatymm escribió:Nueva lectora debo admitir que me he enganchado a tu historia como ninguna esta muyyy buena saludos!
Hola, lamento la demora, pero las explicaciones estan en el ultimo capitulo del maratón. JAjajajaaj sip es la mejor jajaajjajaja. Saludos =D aaa y bienvenida =D
marcy3395 escribió:vamos vamos quiero ver que le va decir britt a san de por q lo finjio anda actualiza si?
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. JAJAJAAJAJ cuando leo tu "vamos, vamos" jajaaj me da mucha risa, xq nose, pero me da risa jajajaajaj, ahora subire los caps que corresponden. Saludos =D
LilianaM. escribió:Esperando Actu...
jajajajajajajaj que mas puedo decirte? Geeeeniaaaaaaaaaaaal <3
Hola, lamento la demora, pero la explicación esta en el ultimo capitulo del maratón. Aquí vienen los caps correspondientes. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana:Wallbanger (Adaptada) Cap21
Capitulo 21
Estupefacta, me quedé con la boca abierta mientras ella se adentraba más en la habitación para contemplar la comida horneada. Revolvió el azúcar e hizo una pausa para deslizar un dedo a través de un recipiente recubierto con chocolate derretido.
Suspiré pesadamente, regresando al mostrador para enfrentarme a ella y a la música mientras sacaba una bola de masa de otro recipiente del que se salía
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo podía hacerlo? Removí y amasé la masa, un brioche esponjoso y pegajoso, haciendo que mi cara ardiera.
Pensé que había actuado bastante bien. Me atreví a mirarla mientras lamía el chocolate de su dedo, sus ojos cada vez más preocupados por mí pensativo amasar, que se estaba convirtiendo rápidamente en uno demoledor.
Solté mi frustración con la masa del brioche mientras reflexionaba una vida con menos O. Maldita sea.
Con su dedo limpio, puso un mechón de pelo detrás de mí oreja mientras yo continuaba golpeando/amasando y dándole vueltas a la masa. Hice una mueca cuando me tocó, la gloriosa imagen de ella encima de mí era imposible de ignorar.
—¿Vamos a hablar sobre ello? —preguntó en voz baja, metiendo su nariz en mi cuello. Me apoyé contra su cuerpo por un escaso segundo, luego me alejé.
—¿Qué hay que hablar? Ni siquiera sé de qué estás hablando. ¿Estás delirando por el cambio de hora? —le dije alegremente, evitando sus ojos mientras me preguntaba si podía seguir fingiendo. ¿Podría convencerla de que ella era la loca?
Dios, maldita sea, ¿cómo lo supo?
—Chica traviesa, vamos. Dímelo —me provocó, acariciando mi cuello—. Si vamos a hacer esto, necesitamos hablar.
¿Hablar? Claro que podía hablar. Probablemente debería saber en lo que se estaba metiendo conmigo, yo, que estaba condenada a vagar por el planeta sin un O para el resto de mi vida. Cogí la masa una vez más y la lancé contra la pared.
Se escurrió y rodó hacia abajo, luciendo tan pegajosa como esas espeluznantes cosas con las que solía jugar cuando era niña. Me volví hacia ella, con la cara todavía roja, pero más cuidadosa.
—¿Qué iba a ser eso? —preguntó con calma, señalando la masa.
—Brioche. Iba a ser brioche —le respondí rápidamente, casi frenética.
—Apuesto a que hubiese estado bueno.
—Es mucho trabajo, casi demasiado.
—Podríamos intentarlo de nuevo. Estaría encantada de ayudar.
—No sabes lo que dices. ¿Tienes alguna idea de lo complicado que es? ¿Cuántos pasos hay? ¿Cuánto tiempo puedes tardar?
—Las cosas buenas le llegan a aquellos que esperan.
—Cristo, Santana, no tienes ni idea. Quiero hacerlo desesperadamente, probablemente incluso más que tú.
—Se hacen picatostes de eso, ¿verdad?
—Espera, ¿qué? ¿De qué diablos estás hablando?
—Del brioche. Es como una especie de pan, ¿no? Oye, deja de golpear el mostrador con tu cabeza.
El granito se sentía frío contra mí caliente piel, pero me golpeé con menos fuerza cuando oí el borde de pánico en su voz.
Ella lo sabía, y todavía estaba aquí. Estaba aquí, en mi cocina, con ese jersey azul de North Face que hacía que todo su cuerpo se viera tierno, cálido, sexy y hermosa, lo que me enloquecía. Y aquí estaba yo, cubierta de miel y pasas, golpeando mi cabeza contra el mostrador después de matar mi brioche.
Matar mi brioche. ¡Qué gran nombre para… ¡Enfócate, Brittany!
Corazón casi se salió de mi pecho cuando la vi en la puerta. BA seguía cerca, apretándose involuntariamente mientras la veía. Mi mente se había cerrado en estado de shock y negación por un momento, pero ahora que analizaba la situación, me inclinaba hacia ella, anunciándola como una candidata digna, teniendo en cuenta el tiempo y la distancia que se había tomado en descubrir la causa de mi preocupación.
Espinazo se enderezó, sabiendo innatamente que la postura correcta creaba un mejor aspecto, ¿podía culparla? Nervios… temblaba.
¿Por qué? ¿Por qué? Ella quiere saber el por qué. La examiné entre mi flequillo… ehem… y noté su preocupación. Al igual que yo, mi cabeza empezaba a doler.
Me sentía cansada, abrumada, y además no tenía orgasmos. Con un toque alegre y despreocupado.
Después de la explosión anterior, me levanté y luego me moví un poco a la izquierda. Me equilibré, tomé aire, y lo dejé salir.
—¿Quieres saber por qué?
—Me gustaría. ¿Has terminado de golpearte?
—Que Dios me salve, no más golpes. Bueno, ahora el por qué. ¿Por qué? Aquí va… —Me paseé en un círculo cerrado, esquivando las chispas de chocolate y las nueces que se habían congregado cerca de la barra en el suelo. Vi a Lord T en la esquina, golpeando un par de nueces de ida y vuelta entre sus patas. Había frutos secos por todo el piso, nueces en mi cabeza. Correcto—. ¿Sabes algo de pizzerías, Santana?
Para su crédito, me escuchó. Escuchó mientras hablaba y hablaba, bordeando la isla de la cocina y despotricando. Apenas y podía entenderme
—Weinstein… una noche… Ametralladora se fue… de noche… Jordan Catalano… ¡Ni siquiera Clooney! Espera… Oprah… sola… soltera… ¡Ni siquiera Clooney! Jason Bourne… Clooney casi… El camisón rosa… golpes…
Después de un rato, se veía tan mareada que empezaba a lamentar siquiera haber hablado. Pero ya lo había decidido. Trató de agarrarme cuando pasé a su lado, pero esquivé sus manos, casi cayéndome debido a un parche de nueces trituradas que había aplastado aún más con mi caminata. Había hecho un camino a través del desorden.
Di una última vuelta, esta vez murmurando:
—Cuento de hadas español con gambas.—Cuando me tropecé con un molde para panques y caí en sus brazos.
Me abrazó, suspirando y besando mi frente.
—Britt, cariño, tienes que decirme lo que está pasando. ¿El murmullo? Es lindo y todo, pero en verdad no estamos llegando a ninguna parte. —Apretó la parte baja de mi espalda con las manos, sosteniéndome a su lado. Me aparté un poco, resistiéndome a sus brazos, y la miré fijamente a los ojos.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunté.
—Vamos, soy una mujer también Britt y tu sabes que a veces lo sabemos.
—No, de verdad. ¿Cómo lo supiste? —le pregunté de nuevo.
Me besó suavemente en la nariz.
—Porque, de repente, no eras mi Britt.
—Lo fingí porque no he tenido un orgasmo como en mil años —declaré con naturalidad.
—¿Cómo?
—Voy a ir a patear tu puerta. —Suspiré, alejándome y revolviendo el azúcar.
—Espera, espera, espera, ¿qué? ¿No has tenido un qué? —Agarró mi mano y me volví hacia ella, dispuesta a decirlo todo.
—Un orgasmo, Santana. Un orgasmo. El gran O, el clímax, el final feliz. No ha habido orgasmos. No para esta chica. Carla Weinstein me puede dar un descuento del cinco por ciento cuando quiera, pero a cambio, me arrebató mi O—Traté de borrar las lágrimas que inundaban mis ojos—Así que, puedes regresar con tu harén. ¡Voy a entrar a un convento muy pronto! —grité, la presa rompiéndose finalmente.
—¿Un convento? ¿Qué? Ven aquí, por favor. Trae tu dramático trasero aquí—Me sacó de mala gana de la cocina y me envolvió en sus brazos, ¿Como lo hace si es más bajita que yo?, pero más fuerte de eso no hay duda. Me meció mientras sollozaba y soltaba estúpidos lamentos.
—Eres tan… tan… buena… y yo no puedo… no puedo… eres tan buena… en… la cama… y en todas partes… y no puedo… no puedo… Dios… Eres tan caliente… cuando viniste.... tan caliente… y volviste a casa… y maté a mi brioche… y yo… yo… creo que… te amo.
Me detuve. Aspiré una bocanada de aire. ¿Qué acabo de decir?
—Brittany, oye, deja de llorar, niña hermosa. Mi mente está procesando la última parte, ¿puedes repetirla para mí?
Le había dicho a Santana que la amaba. Mientras mis mocos mojaban su North Face. Aspiré su olor, luego me aparté de ella y me dirigí a la pared para despegar la masa pegada allí. Nervios revivió, por una vez trabajando por nosotras. ¿Podría cubrirlo? ¿Podría arreglarlo?
—¿Qué parte? —le pregunté a la pared y a Lord T, que había dejado de jugar con sus nueces para escucharme.
—Esa última parte —le oí decir con voz fuerte y clara.
—¿Maté a mi brioche? —pregunté.
—¿De verdad crees que esa parte es la que te estoy preguntando?
—Eh, ¿no?
—Vuelve a decirlo.
—No quiero.
—Brittany… espera, ¿cuál es tu segundo nombre?
—Susan.
—Brittany Susan Pierce —dijo con una voz que me hizo reír inesperadamente.
—El brioche está realmente bueno, cuando no sabe a pared —solté, mi agotamiento mezclado con mi confesión haciendo que sonara como un extraño zumbido. De hecho, sentí un poco de alivio.
—Date la vuelta, por favor —pidió, y así lo hice. Se encontraba apoyada contra el mostrador, estirando su North Face—Estoy un poco desfasada, así que haré un rápido resumen. Primero, parece que has perdido tu orgasmo, ¿no?
—Sí —murmuré, viendo cómo se quitaba la North Face, arrojándola sobre el respaldo de una de mis sillas.
—Segundo, el brioche es realmente difícil de hacer, ¿cierto?
—Sí —susurré, incapaz de mirarla. Por debajo del North Face, llevaba una camisa blanca abotonada, y muy ajustada a su figura que marcaba sus lindos pechos. Lo que era bueno, pero, ¿agréguenle la forma lenta y metódica en que se enrollaba las mangas? Era fascinante.
—Y tercero, ¿crees que me amas? —preguntó, su voz profunda y gruesa, como la melaza y la miel y todas las cosas afganas… las mantas, no el país.
—Sí —dije en voz baja, sabiendo que era verdad. Me encantaba Santana.
—¿Crees, o lo sabes?
—Lo sé.
—Bueno, ahora. Eso es algo a considerar, ¿no? —respondió, sus ojos bailando mientras se acercaba—. Realmente no tienes ni idea, ¿verdad? —Extendió las manos a lo largo de mi clavícula, pasando los pulgares a través de las cimas de mis pechos.
Mi respiración se aceleró, mi cuerpo volviendo a la vida a pesar de mí misma.
—¿No tengo ni idea de qué? —murmuré, permitiendo que me presionara contra la pared.
—Cómo me posees totalmente, chica traviesa —dijo, inclinándose para susurrar la siguiente parte en mi oído—. Y sé que te amo lo suficiente como para que tengas tu final feliz.
Y entonces me besó Corazón estaba en el cielo. Me besó como si fuera un cuento de hadas, a pesar de que en ese cuento de hadas había masa pegada a mi espalda y un gato jugaba con frutos secos. Pero eso no me impidió besarla como si mi vida dependiera de ello.
—¿Sabías que empecé a enamorarme de ti desde la noche en que golpeaste mi puerta? —preguntó, besando mi cuello—. ¿Y qué tan pronto como empecé a conocerte, no estuve con nadie más?
Solté un grito ahogado.
—Pero pensé, quiero decir, te vi con…
—Sé lo que pensaste, pero es la verdad. ¿Cómo iba a estar con alguien más cuando me estaba enamorando de ti?
¡Me amaba! Pero, espera, ¿qué sucedía? Estaba retrocediendo… ¿a dónde iba?
—Y ahora, voy a hacer algo que nunca pensé que haría. —Suspiró tristemente, mirando los montones de pan sobre la mesa. Con un profundo suspiro y una mueca, tiró todo al suelo. El pan cubierto con papel aluminio llovió alrededor de nosotras, y no estaba segura, pero creí escuchar un pequeño gemido escapar de Santana mientras veía como caían al suelo. Pero luego se volvió hacia mí, sus ojos luciendo oscuros y peligrosos. Me agarró y me puso en la mesa frente a ella, extendiendo mis piernas para ponerse entre ellas.
—¿Tienes idea de lo bien que lo vamos a pasar? —preguntó, deslizando las manos dentro de mi delantal, sintiéndose tibias y suaves contra mi estómago.
—¿Qué estás haciendo?
—Un O se ha perdido, y soy una tonta por los desafíos. —Sonrió, tirando de mí hacia el borde de la mesa y acomodándome contra ella. Con las manos detrás de las rodillas, envolvió mis piernas alrededor de su cintura y me besó otra vez, sus gruesos labios y su lengua calientes y persistentes.
—No va a ser fácil. Está bastante perdido —protesté entre besos, preocupándome por abrir sus botones y dejar al descubierto su hermosa piel canela, que lucía mucho mejor con su bronceado español.
—Ya he terminado con lo fácil.
—Deberías imprimir eso en tarjetas.
—Imprime esto: ¿Por qué aún tienes puesta la ropa?
Me puso al otro lado de la mesa mientras le sonreía. Mi pie golpeó el tamiz de harina y se estrelló contra el suelo, llenándonos de polvo en el proceso.
El pelo de Santana, estaba suelto y parecía una galleta, llena de polvo.
Tosí y una nube de harina salió, por lo que Santana se rió a carcajadas. La risa se detuvo cuando me incliné sobre ella, encontrándola difícil, sin embargo, ya que todavía estaba cubierta por mis vaqueros. Gimió, mi sonido favorito en el mundo.
—Joder, Britt, me encanta cómo se sienten tus manos sobre mí —dijo entre dientes, poniendo su boca en mi cuello y dejando un rastro de besos al rojo vivo a través de mi piel. Su lengua se deslizó por mi piel. Sus manos encontraron rápidamente el borde de mi camiseta, y esta salió volando por la habitación, cayendo en el fregadero de la cocina. En cuestión de segundos, un par de pantalones cortos lo siguieron, seguido rápidamente por un par de vaqueros y una camisa de botones.
¿El delantal? Bueno, teníamos un pequeño problema con eso.
—¿Eres un marinero? ¿Quién ató el nudo, Popeye? —soltó, luchando para deshacerse de el. En su lucha se las arregló para golpear un pote de mermelada de naranja que se cayó de la mesa al suelo. Mermelada que fue seguida por una caja de pasas que se cayó cuando estiré el cuello, tratando de ver el nudo detrás de mí.
—Oh, que se joda el delantal, Santana. Mira —insistí, rompiendo el frente de mi sujetador y arrojándolo al suelo. Bajé la parte superior del delantal, exponiendo mi escote. Miró a mis ahora desnudos pechos y fue a por ellos. Me empujó sobre la mesa una vez más, su boca arrastrándose por mí cuello, atacando mi piel como si tuviera problemas con ella y estuviera cobrando su venganza. Una muy lujuriosa venganza.
Mojó su dedo en el charco de mermelada, trazó un camino de un pecho al otro e hizo círculos, presionando la cosa pegajosa contra mi piel. Inclinó la cabeza, probó uno, luego el otro, y los dos gemimos al mismo tiempo.
—Mmh, sabes bien.
—Me alegro de que no estuviera haciendo alitas de pollo. Esta podría ser una historia diferente… Guau, esto es bueno. —Suspiré cuando respondió a mi pequeño gemido con una auténtica mordedura.
—Se trataría de un picante extra.
Se echó a reír cuando rodé los ojos.
—¿Quieres que te consiga un poco de apio para que te enfríes? —le pregunté.
—Nadie va a enfriarse en este apartamento, no ahora —prometió, cogiendo la jarra de miel del mostrador y tirando a un lado mi delantal. Sin perder un segundo, hizo que mi ropa interior estuviera mojada. Y no en la forma que pensaban, aunque eso no era… Mientras observaba, vertió miel por todo mi cuerpo, cubriendo mi ropa interior y haciéndome chillar. Dio un paso atrás para admirar su trabajo.
—Mira eso, está todo arruinado. Vamos a tener que quitarlos —dijo mientras se acercaba de nuevo. La detuve con un pie cubierto con mermelada.
—Usted primero, señorita —instruí, asintiendo hacia sus bragas cubiertas de harina. Arqueó una ceja y se las bajó. De pie desnuda en mi naufragio de cocina, se veía increíblemente linda.
En ese instante, Corazón, Cerebro, Espinazo, y BA se alinearon en el patio de recreo. Le hicieron señas a Nervios, saludándola como en un juego de Red Rover.
Miré a Santana, desnuda, harinosa y perfecta, y suspiré mientras sonreía. Nervios salió huyendo otra vez, y finalmente nos encontrábamos en la misma página.
—Te amo tanto, San.
—Yo también te amo, chica camisón. Ahora, quítate las bragas y dame un poco de azúcar.
—Ven a por ellas—me burlé, sentándome y sacándomelas. Se las tiré, y golpearon sus pechos con un fuerte porrazo, la miel chorreando por todas partes—Vamos a necesitar una ducha tremenda después de todo esto —comenté mientras me envolvía en sus pegajosos brazos.
—Hablaremos de ello cuando hayamos acabado. —Sonrió, me recogió y me llevó a la habitación, mi cuerpo apegado al suyo, sólo el delantal separándonos. Lo que no nos iba a mantener separadas durante mucho tiempo.
¿Necesitaba un O? Es decir, ¿era necesario para vivir? Estar cerca de Santana, muy cerca de ella, envuelta en sus brazos mientras la sentía moverse en mi interior, ¿era suficiente?
Por ahora, lo era. La amaba.
—¿Quieres golpear mis paredes, San? —Me reí.
—No tienes ni idea —prometió, y me sacó el delantal mientras suspiraba y alzaba los brazos. Me incliné hacia atrás, una enorme sonrisa en mi rostro. Pasó los dedos por mi estómago, caderas, muslos, y finalmente me alcanzó. Después de un pequeño empujoncito, abrí las piernas. Se lamió los labios y cayó de rodillas.
Me tocó y saboreó como lo hizo en España, pero se sintió diferente. Seguía siendo asombroso, pero yo me sentía diferente. Me sentía relajada. Torciendo y girando sus dedos, encontró ese punto que hizo que arqueara la espalda y mis gemidos se profundizaran. Gimió dentro de mí, haciendo que me arqueara otra vez, sus labios y lengua encontrándome de nuevo. Mis manos buscaron mis pechos, y mientras ella miraba, jugué con mis pezones.
Un vez más, tuve el gran honor de sentir su boca, su asombrosa boca, en mí. Mi cuerpo se tensó con el chisporroteo de energía que recorrió todo mi cuerpo, y luego me relajé otra vez. Comencé a sentir, realmente sentir todo lo que sucedía en mi interior en ese momento. Amor. Sentía amor. Y me sentía amada…
Aquí, a la luz del día, donde nada podía ser ocultado y todo se exhibía, estaba siendo amada por esta mujer. No como en un cuento de hadas, sin olas chocando ni velas encendidas. En la vida real. Un cuento de hadas de la vida real donde estaba siendo amada por esta mujer.
Y quiero decir amada por esta mujer.
Lengua. Labios. Dedos. Manos. Todo dedicado a mí y a mi placer. Una chica podría acostumbrarse a esto.
Podía sentir la dulce tensión empezándose a construir, pero esta vez, mi cuerpo la recibió de una manera diferente. Mi cuerpo, en perfecta sincronía por una vez, estaba listo, y en mi mente, detrás de mis ojos cerrados, me vi comenzar a acercarme al acantilado. En mi cabeza, me sonreí, porque sabía que esta vez iba a atrapar a esa perra. ¿Y luego? Cosas en verdad sorprendentes comenzaron a suceder. Largos y magníficos dedos se presionaron en mi interior, torciéndose y curvándose, encontrando ese lugar secreto. Los labios y la lengua rodearon otro lugar, chupando y lamiendo, pulsando y latiendo. Pequeños pinchazos de luz comenzaron a bailar detrás de mis párpados, intensos y salvajes.
—Oh, Dios… Santana… eso es tan… bueno… no… pares… no… pares… —Gemí fuerte, más fuerte, y luego más fuerte aún, incapaz de controlar los sonidos que hacía. Era tan buena, tan buena, tan, tan buena, y se encontraba tan cerca, tan cerca…
Y luego los gritos comenzaron. Y no eran míos.
Por el rabillo del ojo, noté algún tipo de misil peludo corriendo por el suelo.
Como una especie de bomba, Lord T corrió hacia Santana, dio un salto y se clavó en su espalda, atacándola por detrás.
Santana corrió de la habitación al pasillo, luego de vuelta otra vez, Lord T todavía aferrado a su espalda. Tenía los brazos —¿Los gatos tienen brazos?— envueltos alrededor del cuello de Santana de manera que en otras circunstancias habría parecido un abrazo adorable. Pero en ese momento, iba en serio.
Corrí tras ellos, desnuda excepto por el delantal, tratando que Santana se calmara, pero con diez garras enterradas profundamente, siguió corriendo de habitación en habitación.
La ironía de que Santana estuviera, literalmente, tratando de huir de un gatito no se me escapaba.
Si pudiera verlo desde otro punto de vista, me habría hecho pis. Lo que se me hacía difícil escuchando los gritos de Santana.
Realmente debía amarla.
Finalmente los alcancé en una esquina, giré alrededor de Santana, resistiéndome a la tentación de apretar su trasero, y solté a Lord T.
Me dirigí rápidamente a la sala de estar y lo deposité en el sofá con un golpe seco, dándole una palmadita en la cabeza y agradeciéndole por la defensa, aunque fuera injustificada. Lord T respondió con un maullido orgulloso y comenzó a lamer sus bigotes.
Volví a la cocina para encontrar a Santana todavía acurrucada contra la pared.
La aprecié, los ojos desorbitados mientras permanecía allí. Bajé la mirada a sus pechos.
Increíble.
Todavía.
Seguían.
Duros.
Vio mis ojos bajar por su cuerpo, lo que me recordó la primera vez que nos encontramos cara a cara. Asintió tímidamente.
—Todavía estás excitada—solté, respirando con dificultad mientras intentaba una vez más desatar mi delantal.
—Sí
—Increíble.
—Tú eres increíble.
—Ah, joder —resoplé, abandonando el nudo.
—Sí, por favor.
Me detuve un instante y luego me puse el delantal en la espalda. Corrí hacia el otro lado de la habitación, el delantal volando como una capa, y me estrellé contra ella. Me atrapó y la abracé con desesperación, besándola con furia.
Mis uñas rasguñaron su pecho y jadeó.
—¿Tu espalda está bien? —pregunté entre besos.
—Sobreviviré. Tu gato, sin embargo…
—Es sobreprotector. Pensó que estabas hiriendo a su mamá.
—¿Lo hacía?
—Oh, no, todo lo contrario.
—¿En serio?
—Diablos, sí —grité, deslizándome contra ella, manipulando mi cuerpo contra el suyo, miel y azúcar lisa y arenosa entre nosotras.
Me arrastré por su cuerpo, deteniéndome para besar su femineidad. La llevé al suelo conmigo y la puse en su espalda con tanta rapidez que una nube de harina nubló el aire. Allí, en medio de la cocina, desnuda con mermelada salpicando nuestros pechos, me senté a horcajadas encima de ella. Levantándome un poco, tomé una de sus manos y la animé a agarrar mis caderas.
—Vas a querer agarrarte para esto —susurré, y me senté sobre ella. Suspiramos al mismo tiempo; con su mano libre hice que me penetrara y yo a ella, sentirla en mi interior una vez más fue increíble. Arqueé la espalda y flexioné las caderas experimentalmente… una vez… dos veces… tres veces. Realmente era verdad lo que decían acerca de montar una bicicleta.
Mi cuerpo la recordó con rapidez. Con el maldito delantal montando detrás de mí, empecé a moverme encima de Santana, moviendo mi mano y ella también, acompañado de nuestras pelvis, sintiendo cómo se movía dentro de mí, respondiendo y recompensando, empujando y nunca cediendo.
Conducíamos, empujábamos, y nos movíamos juntas; y en realidad nos movíamos un poco por el piso de la cocina. Se sentó debajo de mí, moviendo sus dedos más profundo mientras yo gritaba. Yo hice lo mismo y ella también grito. Pasé la mano libre salvajemente por su cabello largo y suelto.
Se levantó bajo mis dedos mientras la tiraba, anclándome cuando cerré los ojos y comenzaba.
Inició la larga marcha al borde del acantilado.
Podía ver el borde, muy por encima de las aguas embravecidas. Cuando me asomé por el borde, la vi. O. Me saludó y buceó de arriba abajo por el agua, como un delfín sexual. Pequeña zorra.
Santana estaba besando mi cuello, lamiendo y chupando mi piel, volviéndome loca.
Puse un pie sobre el borde, apuntando directamente hacia O, posicionando mi tobillo y haciendo pequeños círculos.
Pequeños círculos.
Empujé a Santana al suelo de nuevo, tomé su mano libre con la mía, y la llevé también entre mis piernas. La monté duro, presionando mis dedos contra los suyos, mis gritos sonando cada vez más fuerte a medida que aceleraba nuestro balanceo, tanto de nosotras, en sintonía y ahí mismo. Justo ahí. Ahí, ahí, ahí… ahí mismo…
—Britt, Jesús, eres… increíble… Te… amo… demasiado… Me… estás… matando…
Y ese era el extra que necesitaba.
En mi cabeza, di un paso atrás, y luego me zambullí. No salté. Me zambullí.
Ejecuté un salto del ángel perfecto, y entré directo al agua. Limpia y verdadera, me agarré a ella y no la solté cuando me metí en el agua.
O había regresado.
Un ruido llenó mis oídos mientras los dedos de mis pies daban las buenas noticias.
Se estremecieron, pequeñas chispas de energía girando de arriba abajo, conduciéndose a través de cada nervio y cada célula que había estado muriendo de hambre durante meses. Estas células le dijeron a otras células, comunicando a sus hermanas que algo fantástico sucedía. El color explotó detrás de mis párpados, estallando en pequeños y brillantes fuegos artificiales mientras la sensación seguía extendiéndose por todos los rincones de mi cuerpo. Placer en estado puro me atravesó y caí encima de Santana, que ignoraba todo a su alrededor.
No sé si podía ver el coro de ángeles cantando cosas sucias, pero no importaba.
Yo sí lo vi. Y esa fue la definición de felicidad.
O volvió, y trajo amigos.
Ola tras ola se estrelló contra mí mientras Santana y yo seguíamos presionando y girando, arqueándonos. Mi cabeza se hallaba inclinada hacia atrás mientras continuaba gritando, sin importar quién o qué podría escucharme en mi propia Casa del Orgasmo.
Abrí los ojos para ver a Santana debajo de mí, luciendo frenética y feliz, la sonrisa grande mientras continuaba conmigo, su gran esfuerzo notándose en su cara llena de harina y su pelo convertido en una pasta poco maravillosa.
Se estaba convirtiendo en papel maché.
Aún en curso, pasando por la tierra de los múltiplos y una especie de tierra sin hombres y mujeres. Al pasar seis o siete, todo volvió a la normalidad.
Pero O trajo a otro amigo más. Trajo a G, el Santo Grial.
Tartamudeando como idiota, saque mis dedos de ella y me aferré a ella cuando una ola de amor y emoción me golpeó. Sintiendo que necesitaba ayuda, Santana se sentó, posicionándose mejor aún. Ella aún tenía sus dedos en mí y así encontró un lugar profundo en mi interior, oculto para la mayoría, y se inclinó hacia mí, entrando una y otra vez mientras contenía el aliento y me abrazaba a ella con fuerza.
Finalmente abrí los ojos, viendo las chispas de luz alrededor de la habitación mientras el oxígeno se apresuraba a regresar a mi sistema. Balbuceé incomprensiblemente entre sus pechos, mientras me mecía una y otra vez, encontrando finalmente un asombroso lugar dentro de mí.
Me aferré a ella, sintiendo las olas finalmente disminuir, pero las dos temblábamos ahora. A medida que jadeaba, el placer se fue y el amor simplemente se llegó, llenándome de nuevo. Mi boca se sentía demasiado cansada como para moverse.
Me quitaba el aliento. Así que hice lo mejor que pude, puse la mano en su corazón, bese sus pechos y luego la besé. Ella pareció entender, y me besó también.
Zumbaba de felicidad. Zumbar no tomaba mucho esfuerzo.
Completamente agotada y cubierta de sudor, me recosté en sus piernas, sin importarme ni un poco como de retorcida y ridícula me veía mientras las lágrimas corrían por mi rostro y oídos. Sintiendo que no era la posición más cómoda para mí, Santana se movió debajo de mí y me ayudó a enderezar las piernas mientras me acunaba en sus brazos en el suelo de la cocina.
Nos quedamos en silencio, sin hablar por un rato. Me di cuenta de que Lord T se encontraba sentando en el umbral de la habitación, lamiendo sus patas silenciosamente.
Todo estaba bien.
Cuando pude moverme, traté de sentarme, pero la habitación daba vueltas.
Santana mantuvo un brazo a mí alrededor mientras evaluaba la situación, los cuencos y botellas volcadas, el pan disperso, el caos que era mi cocina. Me reí en voz baja y me di vuelta hacia ella. Me miró con ojos alegres.
—¿Deberíamos limpiar esto?
—No, vamos a la ducha.
—Bueno.
Sonó mi espalda como la deuna anciana, haciendo una mueca por el buen dolor que mi cuerpo sentía. Comencé por el baño, luego cambié de dirección, y continué con la nevera. Tomé una botella de Gatorade y se la lancé.
—La necesitarás. —Le guiñé un ojo, levantando mi delantal en el camino a la ducha. Ahora que O estaba de vuelta, no tenía tiempo que perder para convocarla de nuevo.
Mientras Santana me seguía al baño, tomando un trago de Gatorade, Lord T se dejó caer al suelo, rodando sobre su espalda. Santana se arrodilló junto a él, y extendió una mano con cautela. Guiñándome un ojo, juraba por Dios que lo hizo, Lord T se movió más cerca. Sabiendo que podría ser una trampa, Santana se inclinó y tocó la piel de su vientre. Lord T la dejó. Incluso escuché un ronroneo.
Dejé a la chica y al minino solos por un momento y fui a encender la ducha, así podría calentarse. Finalmente conseguí deshacer el nudo del delantal y fui capaz de abandonarlo en el suelo. Me metí bajo la ducha y gemí al sentir el agua caliente golpeando mi todavía sensible piel.
—¿Vienes? Porque estoy segura que sí —la llamé desde la punta de la ducha, riéndome por mi propia broma. Un momento después, Santana se asomó por la esquina de la ducha para verme desnuda y cubierta de burbujas. Sonrió como el diablo mientras entraba. Jadeé al ver diez diminutos pinchazos en su espalda, pero ella se rió.
—Estoy bien. Creo que nos hicimos amigos —aseguró, acercándome y uniéndose al agua.
Suspiré, relajada.
—Esto es bueno —murmuré.
—Sí.
El agua caía a nuestro alrededor. Estaba en los brazos de mi Santana, y no podía haber nada mejor.
Se apartó un poco, con una pregunta en el rostro.
—¿Britt?
—¿Umm?
—Alguno de los panes que tiré al suelo era… bueno…
—¿Sí?
—¿Era pan de calabacín?
—Sí, San, era pan de calabacín.
Hubo un silencio otra vez, excepto por el agua.
—¿Britt?
—¿Umm?
—No pensé que pudiera amarte más, pero creo que lo hago.
—Estoy feliz, San. Ahora dame un poco de azúcar.
Suspiré pesadamente, regresando al mostrador para enfrentarme a ella y a la música mientras sacaba una bola de masa de otro recipiente del que se salía
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo podía hacerlo? Removí y amasé la masa, un brioche esponjoso y pegajoso, haciendo que mi cara ardiera.
Pensé que había actuado bastante bien. Me atreví a mirarla mientras lamía el chocolate de su dedo, sus ojos cada vez más preocupados por mí pensativo amasar, que se estaba convirtiendo rápidamente en uno demoledor.
Solté mi frustración con la masa del brioche mientras reflexionaba una vida con menos O. Maldita sea.
Con su dedo limpio, puso un mechón de pelo detrás de mí oreja mientras yo continuaba golpeando/amasando y dándole vueltas a la masa. Hice una mueca cuando me tocó, la gloriosa imagen de ella encima de mí era imposible de ignorar.
—¿Vamos a hablar sobre ello? —preguntó en voz baja, metiendo su nariz en mi cuello. Me apoyé contra su cuerpo por un escaso segundo, luego me alejé.
—¿Qué hay que hablar? Ni siquiera sé de qué estás hablando. ¿Estás delirando por el cambio de hora? —le dije alegremente, evitando sus ojos mientras me preguntaba si podía seguir fingiendo. ¿Podría convencerla de que ella era la loca?
Dios, maldita sea, ¿cómo lo supo?
—Chica traviesa, vamos. Dímelo —me provocó, acariciando mi cuello—. Si vamos a hacer esto, necesitamos hablar.
¿Hablar? Claro que podía hablar. Probablemente debería saber en lo que se estaba metiendo conmigo, yo, que estaba condenada a vagar por el planeta sin un O para el resto de mi vida. Cogí la masa una vez más y la lancé contra la pared.
Se escurrió y rodó hacia abajo, luciendo tan pegajosa como esas espeluznantes cosas con las que solía jugar cuando era niña. Me volví hacia ella, con la cara todavía roja, pero más cuidadosa.
—¿Qué iba a ser eso? —preguntó con calma, señalando la masa.
—Brioche. Iba a ser brioche —le respondí rápidamente, casi frenética.
—Apuesto a que hubiese estado bueno.
—Es mucho trabajo, casi demasiado.
—Podríamos intentarlo de nuevo. Estaría encantada de ayudar.
—No sabes lo que dices. ¿Tienes alguna idea de lo complicado que es? ¿Cuántos pasos hay? ¿Cuánto tiempo puedes tardar?
—Las cosas buenas le llegan a aquellos que esperan.
—Cristo, Santana, no tienes ni idea. Quiero hacerlo desesperadamente, probablemente incluso más que tú.
—Se hacen picatostes de eso, ¿verdad?
—Espera, ¿qué? ¿De qué diablos estás hablando?
—Del brioche. Es como una especie de pan, ¿no? Oye, deja de golpear el mostrador con tu cabeza.
El granito se sentía frío contra mí caliente piel, pero me golpeé con menos fuerza cuando oí el borde de pánico en su voz.
Ella lo sabía, y todavía estaba aquí. Estaba aquí, en mi cocina, con ese jersey azul de North Face que hacía que todo su cuerpo se viera tierno, cálido, sexy y hermosa, lo que me enloquecía. Y aquí estaba yo, cubierta de miel y pasas, golpeando mi cabeza contra el mostrador después de matar mi brioche.
Matar mi brioche. ¡Qué gran nombre para… ¡Enfócate, Brittany!
Corazón casi se salió de mi pecho cuando la vi en la puerta. BA seguía cerca, apretándose involuntariamente mientras la veía. Mi mente se había cerrado en estado de shock y negación por un momento, pero ahora que analizaba la situación, me inclinaba hacia ella, anunciándola como una candidata digna, teniendo en cuenta el tiempo y la distancia que se había tomado en descubrir la causa de mi preocupación.
Espinazo se enderezó, sabiendo innatamente que la postura correcta creaba un mejor aspecto, ¿podía culparla? Nervios… temblaba.
¿Por qué? ¿Por qué? Ella quiere saber el por qué. La examiné entre mi flequillo… ehem… y noté su preocupación. Al igual que yo, mi cabeza empezaba a doler.
Me sentía cansada, abrumada, y además no tenía orgasmos. Con un toque alegre y despreocupado.
Después de la explosión anterior, me levanté y luego me moví un poco a la izquierda. Me equilibré, tomé aire, y lo dejé salir.
—¿Quieres saber por qué?
—Me gustaría. ¿Has terminado de golpearte?
—Que Dios me salve, no más golpes. Bueno, ahora el por qué. ¿Por qué? Aquí va… —Me paseé en un círculo cerrado, esquivando las chispas de chocolate y las nueces que se habían congregado cerca de la barra en el suelo. Vi a Lord T en la esquina, golpeando un par de nueces de ida y vuelta entre sus patas. Había frutos secos por todo el piso, nueces en mi cabeza. Correcto—. ¿Sabes algo de pizzerías, Santana?
Para su crédito, me escuchó. Escuchó mientras hablaba y hablaba, bordeando la isla de la cocina y despotricando. Apenas y podía entenderme
—Weinstein… una noche… Ametralladora se fue… de noche… Jordan Catalano… ¡Ni siquiera Clooney! Espera… Oprah… sola… soltera… ¡Ni siquiera Clooney! Jason Bourne… Clooney casi… El camisón rosa… golpes…
Después de un rato, se veía tan mareada que empezaba a lamentar siquiera haber hablado. Pero ya lo había decidido. Trató de agarrarme cuando pasé a su lado, pero esquivé sus manos, casi cayéndome debido a un parche de nueces trituradas que había aplastado aún más con mi caminata. Había hecho un camino a través del desorden.
Di una última vuelta, esta vez murmurando:
—Cuento de hadas español con gambas.—Cuando me tropecé con un molde para panques y caí en sus brazos.
Me abrazó, suspirando y besando mi frente.
—Britt, cariño, tienes que decirme lo que está pasando. ¿El murmullo? Es lindo y todo, pero en verdad no estamos llegando a ninguna parte. —Apretó la parte baja de mi espalda con las manos, sosteniéndome a su lado. Me aparté un poco, resistiéndome a sus brazos, y la miré fijamente a los ojos.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunté.
—Vamos, soy una mujer también Britt y tu sabes que a veces lo sabemos.
—No, de verdad. ¿Cómo lo supiste? —le pregunté de nuevo.
Me besó suavemente en la nariz.
—Porque, de repente, no eras mi Britt.
—Lo fingí porque no he tenido un orgasmo como en mil años —declaré con naturalidad.
—¿Cómo?
—Voy a ir a patear tu puerta. —Suspiré, alejándome y revolviendo el azúcar.
—Espera, espera, espera, ¿qué? ¿No has tenido un qué? —Agarró mi mano y me volví hacia ella, dispuesta a decirlo todo.
—Un orgasmo, Santana. Un orgasmo. El gran O, el clímax, el final feliz. No ha habido orgasmos. No para esta chica. Carla Weinstein me puede dar un descuento del cinco por ciento cuando quiera, pero a cambio, me arrebató mi O—Traté de borrar las lágrimas que inundaban mis ojos—Así que, puedes regresar con tu harén. ¡Voy a entrar a un convento muy pronto! —grité, la presa rompiéndose finalmente.
—¿Un convento? ¿Qué? Ven aquí, por favor. Trae tu dramático trasero aquí—Me sacó de mala gana de la cocina y me envolvió en sus brazos, ¿Como lo hace si es más bajita que yo?, pero más fuerte de eso no hay duda. Me meció mientras sollozaba y soltaba estúpidos lamentos.
—Eres tan… tan… buena… y yo no puedo… no puedo… eres tan buena… en… la cama… y en todas partes… y no puedo… no puedo… Dios… Eres tan caliente… cuando viniste.... tan caliente… y volviste a casa… y maté a mi brioche… y yo… yo… creo que… te amo.
Me detuve. Aspiré una bocanada de aire. ¿Qué acabo de decir?
—Brittany, oye, deja de llorar, niña hermosa. Mi mente está procesando la última parte, ¿puedes repetirla para mí?
Le había dicho a Santana que la amaba. Mientras mis mocos mojaban su North Face. Aspiré su olor, luego me aparté de ella y me dirigí a la pared para despegar la masa pegada allí. Nervios revivió, por una vez trabajando por nosotras. ¿Podría cubrirlo? ¿Podría arreglarlo?
—¿Qué parte? —le pregunté a la pared y a Lord T, que había dejado de jugar con sus nueces para escucharme.
—Esa última parte —le oí decir con voz fuerte y clara.
—¿Maté a mi brioche? —pregunté.
—¿De verdad crees que esa parte es la que te estoy preguntando?
—Eh, ¿no?
—Vuelve a decirlo.
—No quiero.
—Brittany… espera, ¿cuál es tu segundo nombre?
—Susan.
—Brittany Susan Pierce —dijo con una voz que me hizo reír inesperadamente.
—El brioche está realmente bueno, cuando no sabe a pared —solté, mi agotamiento mezclado con mi confesión haciendo que sonara como un extraño zumbido. De hecho, sentí un poco de alivio.
—Date la vuelta, por favor —pidió, y así lo hice. Se encontraba apoyada contra el mostrador, estirando su North Face—Estoy un poco desfasada, así que haré un rápido resumen. Primero, parece que has perdido tu orgasmo, ¿no?
—Sí —murmuré, viendo cómo se quitaba la North Face, arrojándola sobre el respaldo de una de mis sillas.
—Segundo, el brioche es realmente difícil de hacer, ¿cierto?
—Sí —susurré, incapaz de mirarla. Por debajo del North Face, llevaba una camisa blanca abotonada, y muy ajustada a su figura que marcaba sus lindos pechos. Lo que era bueno, pero, ¿agréguenle la forma lenta y metódica en que se enrollaba las mangas? Era fascinante.
—Y tercero, ¿crees que me amas? —preguntó, su voz profunda y gruesa, como la melaza y la miel y todas las cosas afganas… las mantas, no el país.
—Sí —dije en voz baja, sabiendo que era verdad. Me encantaba Santana.
—¿Crees, o lo sabes?
—Lo sé.
—Bueno, ahora. Eso es algo a considerar, ¿no? —respondió, sus ojos bailando mientras se acercaba—. Realmente no tienes ni idea, ¿verdad? —Extendió las manos a lo largo de mi clavícula, pasando los pulgares a través de las cimas de mis pechos.
Mi respiración se aceleró, mi cuerpo volviendo a la vida a pesar de mí misma.
—¿No tengo ni idea de qué? —murmuré, permitiendo que me presionara contra la pared.
—Cómo me posees totalmente, chica traviesa —dijo, inclinándose para susurrar la siguiente parte en mi oído—. Y sé que te amo lo suficiente como para que tengas tu final feliz.
Y entonces me besó Corazón estaba en el cielo. Me besó como si fuera un cuento de hadas, a pesar de que en ese cuento de hadas había masa pegada a mi espalda y un gato jugaba con frutos secos. Pero eso no me impidió besarla como si mi vida dependiera de ello.
—¿Sabías que empecé a enamorarme de ti desde la noche en que golpeaste mi puerta? —preguntó, besando mi cuello—. ¿Y qué tan pronto como empecé a conocerte, no estuve con nadie más?
Solté un grito ahogado.
—Pero pensé, quiero decir, te vi con…
—Sé lo que pensaste, pero es la verdad. ¿Cómo iba a estar con alguien más cuando me estaba enamorando de ti?
¡Me amaba! Pero, espera, ¿qué sucedía? Estaba retrocediendo… ¿a dónde iba?
—Y ahora, voy a hacer algo que nunca pensé que haría. —Suspiró tristemente, mirando los montones de pan sobre la mesa. Con un profundo suspiro y una mueca, tiró todo al suelo. El pan cubierto con papel aluminio llovió alrededor de nosotras, y no estaba segura, pero creí escuchar un pequeño gemido escapar de Santana mientras veía como caían al suelo. Pero luego se volvió hacia mí, sus ojos luciendo oscuros y peligrosos. Me agarró y me puso en la mesa frente a ella, extendiendo mis piernas para ponerse entre ellas.
—¿Tienes idea de lo bien que lo vamos a pasar? —preguntó, deslizando las manos dentro de mi delantal, sintiéndose tibias y suaves contra mi estómago.
—¿Qué estás haciendo?
—Un O se ha perdido, y soy una tonta por los desafíos. —Sonrió, tirando de mí hacia el borde de la mesa y acomodándome contra ella. Con las manos detrás de las rodillas, envolvió mis piernas alrededor de su cintura y me besó otra vez, sus gruesos labios y su lengua calientes y persistentes.
—No va a ser fácil. Está bastante perdido —protesté entre besos, preocupándome por abrir sus botones y dejar al descubierto su hermosa piel canela, que lucía mucho mejor con su bronceado español.
—Ya he terminado con lo fácil.
—Deberías imprimir eso en tarjetas.
—Imprime esto: ¿Por qué aún tienes puesta la ropa?
Me puso al otro lado de la mesa mientras le sonreía. Mi pie golpeó el tamiz de harina y se estrelló contra el suelo, llenándonos de polvo en el proceso.
El pelo de Santana, estaba suelto y parecía una galleta, llena de polvo.
Tosí y una nube de harina salió, por lo que Santana se rió a carcajadas. La risa se detuvo cuando me incliné sobre ella, encontrándola difícil, sin embargo, ya que todavía estaba cubierta por mis vaqueros. Gimió, mi sonido favorito en el mundo.
—Joder, Britt, me encanta cómo se sienten tus manos sobre mí —dijo entre dientes, poniendo su boca en mi cuello y dejando un rastro de besos al rojo vivo a través de mi piel. Su lengua se deslizó por mi piel. Sus manos encontraron rápidamente el borde de mi camiseta, y esta salió volando por la habitación, cayendo en el fregadero de la cocina. En cuestión de segundos, un par de pantalones cortos lo siguieron, seguido rápidamente por un par de vaqueros y una camisa de botones.
¿El delantal? Bueno, teníamos un pequeño problema con eso.
—¿Eres un marinero? ¿Quién ató el nudo, Popeye? —soltó, luchando para deshacerse de el. En su lucha se las arregló para golpear un pote de mermelada de naranja que se cayó de la mesa al suelo. Mermelada que fue seguida por una caja de pasas que se cayó cuando estiré el cuello, tratando de ver el nudo detrás de mí.
—Oh, que se joda el delantal, Santana. Mira —insistí, rompiendo el frente de mi sujetador y arrojándolo al suelo. Bajé la parte superior del delantal, exponiendo mi escote. Miró a mis ahora desnudos pechos y fue a por ellos. Me empujó sobre la mesa una vez más, su boca arrastrándose por mí cuello, atacando mi piel como si tuviera problemas con ella y estuviera cobrando su venganza. Una muy lujuriosa venganza.
Mojó su dedo en el charco de mermelada, trazó un camino de un pecho al otro e hizo círculos, presionando la cosa pegajosa contra mi piel. Inclinó la cabeza, probó uno, luego el otro, y los dos gemimos al mismo tiempo.
—Mmh, sabes bien.
—Me alegro de que no estuviera haciendo alitas de pollo. Esta podría ser una historia diferente… Guau, esto es bueno. —Suspiré cuando respondió a mi pequeño gemido con una auténtica mordedura.
—Se trataría de un picante extra.
Se echó a reír cuando rodé los ojos.
—¿Quieres que te consiga un poco de apio para que te enfríes? —le pregunté.
—Nadie va a enfriarse en este apartamento, no ahora —prometió, cogiendo la jarra de miel del mostrador y tirando a un lado mi delantal. Sin perder un segundo, hizo que mi ropa interior estuviera mojada. Y no en la forma que pensaban, aunque eso no era… Mientras observaba, vertió miel por todo mi cuerpo, cubriendo mi ropa interior y haciéndome chillar. Dio un paso atrás para admirar su trabajo.
—Mira eso, está todo arruinado. Vamos a tener que quitarlos —dijo mientras se acercaba de nuevo. La detuve con un pie cubierto con mermelada.
—Usted primero, señorita —instruí, asintiendo hacia sus bragas cubiertas de harina. Arqueó una ceja y se las bajó. De pie desnuda en mi naufragio de cocina, se veía increíblemente linda.
En ese instante, Corazón, Cerebro, Espinazo, y BA se alinearon en el patio de recreo. Le hicieron señas a Nervios, saludándola como en un juego de Red Rover.
Miré a Santana, desnuda, harinosa y perfecta, y suspiré mientras sonreía. Nervios salió huyendo otra vez, y finalmente nos encontrábamos en la misma página.
—Te amo tanto, San.
—Yo también te amo, chica camisón. Ahora, quítate las bragas y dame un poco de azúcar.
—Ven a por ellas—me burlé, sentándome y sacándomelas. Se las tiré, y golpearon sus pechos con un fuerte porrazo, la miel chorreando por todas partes—Vamos a necesitar una ducha tremenda después de todo esto —comenté mientras me envolvía en sus pegajosos brazos.
—Hablaremos de ello cuando hayamos acabado. —Sonrió, me recogió y me llevó a la habitación, mi cuerpo apegado al suyo, sólo el delantal separándonos. Lo que no nos iba a mantener separadas durante mucho tiempo.
¿Necesitaba un O? Es decir, ¿era necesario para vivir? Estar cerca de Santana, muy cerca de ella, envuelta en sus brazos mientras la sentía moverse en mi interior, ¿era suficiente?
Por ahora, lo era. La amaba.
—¿Quieres golpear mis paredes, San? —Me reí.
—No tienes ni idea —prometió, y me sacó el delantal mientras suspiraba y alzaba los brazos. Me incliné hacia atrás, una enorme sonrisa en mi rostro. Pasó los dedos por mi estómago, caderas, muslos, y finalmente me alcanzó. Después de un pequeño empujoncito, abrí las piernas. Se lamió los labios y cayó de rodillas.
Me tocó y saboreó como lo hizo en España, pero se sintió diferente. Seguía siendo asombroso, pero yo me sentía diferente. Me sentía relajada. Torciendo y girando sus dedos, encontró ese punto que hizo que arqueara la espalda y mis gemidos se profundizaran. Gimió dentro de mí, haciendo que me arqueara otra vez, sus labios y lengua encontrándome de nuevo. Mis manos buscaron mis pechos, y mientras ella miraba, jugué con mis pezones.
Un vez más, tuve el gran honor de sentir su boca, su asombrosa boca, en mí. Mi cuerpo se tensó con el chisporroteo de energía que recorrió todo mi cuerpo, y luego me relajé otra vez. Comencé a sentir, realmente sentir todo lo que sucedía en mi interior en ese momento. Amor. Sentía amor. Y me sentía amada…
Aquí, a la luz del día, donde nada podía ser ocultado y todo se exhibía, estaba siendo amada por esta mujer. No como en un cuento de hadas, sin olas chocando ni velas encendidas. En la vida real. Un cuento de hadas de la vida real donde estaba siendo amada por esta mujer.
Y quiero decir amada por esta mujer.
Lengua. Labios. Dedos. Manos. Todo dedicado a mí y a mi placer. Una chica podría acostumbrarse a esto.
Podía sentir la dulce tensión empezándose a construir, pero esta vez, mi cuerpo la recibió de una manera diferente. Mi cuerpo, en perfecta sincronía por una vez, estaba listo, y en mi mente, detrás de mis ojos cerrados, me vi comenzar a acercarme al acantilado. En mi cabeza, me sonreí, porque sabía que esta vez iba a atrapar a esa perra. ¿Y luego? Cosas en verdad sorprendentes comenzaron a suceder. Largos y magníficos dedos se presionaron en mi interior, torciéndose y curvándose, encontrando ese lugar secreto. Los labios y la lengua rodearon otro lugar, chupando y lamiendo, pulsando y latiendo. Pequeños pinchazos de luz comenzaron a bailar detrás de mis párpados, intensos y salvajes.
—Oh, Dios… Santana… eso es tan… bueno… no… pares… no… pares… —Gemí fuerte, más fuerte, y luego más fuerte aún, incapaz de controlar los sonidos que hacía. Era tan buena, tan buena, tan, tan buena, y se encontraba tan cerca, tan cerca…
Y luego los gritos comenzaron. Y no eran míos.
Por el rabillo del ojo, noté algún tipo de misil peludo corriendo por el suelo.
Como una especie de bomba, Lord T corrió hacia Santana, dio un salto y se clavó en su espalda, atacándola por detrás.
Santana corrió de la habitación al pasillo, luego de vuelta otra vez, Lord T todavía aferrado a su espalda. Tenía los brazos —¿Los gatos tienen brazos?— envueltos alrededor del cuello de Santana de manera que en otras circunstancias habría parecido un abrazo adorable. Pero en ese momento, iba en serio.
Corrí tras ellos, desnuda excepto por el delantal, tratando que Santana se calmara, pero con diez garras enterradas profundamente, siguió corriendo de habitación en habitación.
La ironía de que Santana estuviera, literalmente, tratando de huir de un gatito no se me escapaba.
Si pudiera verlo desde otro punto de vista, me habría hecho pis. Lo que se me hacía difícil escuchando los gritos de Santana.
Realmente debía amarla.
Finalmente los alcancé en una esquina, giré alrededor de Santana, resistiéndome a la tentación de apretar su trasero, y solté a Lord T.
Me dirigí rápidamente a la sala de estar y lo deposité en el sofá con un golpe seco, dándole una palmadita en la cabeza y agradeciéndole por la defensa, aunque fuera injustificada. Lord T respondió con un maullido orgulloso y comenzó a lamer sus bigotes.
Volví a la cocina para encontrar a Santana todavía acurrucada contra la pared.
La aprecié, los ojos desorbitados mientras permanecía allí. Bajé la mirada a sus pechos.
Increíble.
Todavía.
Seguían.
Duros.
Vio mis ojos bajar por su cuerpo, lo que me recordó la primera vez que nos encontramos cara a cara. Asintió tímidamente.
—Todavía estás excitada—solté, respirando con dificultad mientras intentaba una vez más desatar mi delantal.
—Sí
—Increíble.
—Tú eres increíble.
—Ah, joder —resoplé, abandonando el nudo.
—Sí, por favor.
Me detuve un instante y luego me puse el delantal en la espalda. Corrí hacia el otro lado de la habitación, el delantal volando como una capa, y me estrellé contra ella. Me atrapó y la abracé con desesperación, besándola con furia.
Mis uñas rasguñaron su pecho y jadeó.
—¿Tu espalda está bien? —pregunté entre besos.
—Sobreviviré. Tu gato, sin embargo…
—Es sobreprotector. Pensó que estabas hiriendo a su mamá.
—¿Lo hacía?
—Oh, no, todo lo contrario.
—¿En serio?
—Diablos, sí —grité, deslizándome contra ella, manipulando mi cuerpo contra el suyo, miel y azúcar lisa y arenosa entre nosotras.
Me arrastré por su cuerpo, deteniéndome para besar su femineidad. La llevé al suelo conmigo y la puse en su espalda con tanta rapidez que una nube de harina nubló el aire. Allí, en medio de la cocina, desnuda con mermelada salpicando nuestros pechos, me senté a horcajadas encima de ella. Levantándome un poco, tomé una de sus manos y la animé a agarrar mis caderas.
—Vas a querer agarrarte para esto —susurré, y me senté sobre ella. Suspiramos al mismo tiempo; con su mano libre hice que me penetrara y yo a ella, sentirla en mi interior una vez más fue increíble. Arqueé la espalda y flexioné las caderas experimentalmente… una vez… dos veces… tres veces. Realmente era verdad lo que decían acerca de montar una bicicleta.
Mi cuerpo la recordó con rapidez. Con el maldito delantal montando detrás de mí, empecé a moverme encima de Santana, moviendo mi mano y ella también, acompañado de nuestras pelvis, sintiendo cómo se movía dentro de mí, respondiendo y recompensando, empujando y nunca cediendo.
Conducíamos, empujábamos, y nos movíamos juntas; y en realidad nos movíamos un poco por el piso de la cocina. Se sentó debajo de mí, moviendo sus dedos más profundo mientras yo gritaba. Yo hice lo mismo y ella también grito. Pasé la mano libre salvajemente por su cabello largo y suelto.
Se levantó bajo mis dedos mientras la tiraba, anclándome cuando cerré los ojos y comenzaba.
Inició la larga marcha al borde del acantilado.
Podía ver el borde, muy por encima de las aguas embravecidas. Cuando me asomé por el borde, la vi. O. Me saludó y buceó de arriba abajo por el agua, como un delfín sexual. Pequeña zorra.
Santana estaba besando mi cuello, lamiendo y chupando mi piel, volviéndome loca.
Puse un pie sobre el borde, apuntando directamente hacia O, posicionando mi tobillo y haciendo pequeños círculos.
Pequeños círculos.
Empujé a Santana al suelo de nuevo, tomé su mano libre con la mía, y la llevé también entre mis piernas. La monté duro, presionando mis dedos contra los suyos, mis gritos sonando cada vez más fuerte a medida que aceleraba nuestro balanceo, tanto de nosotras, en sintonía y ahí mismo. Justo ahí. Ahí, ahí, ahí… ahí mismo…
—Britt, Jesús, eres… increíble… Te… amo… demasiado… Me… estás… matando…
Y ese era el extra que necesitaba.
En mi cabeza, di un paso atrás, y luego me zambullí. No salté. Me zambullí.
Ejecuté un salto del ángel perfecto, y entré directo al agua. Limpia y verdadera, me agarré a ella y no la solté cuando me metí en el agua.
O había regresado.
Un ruido llenó mis oídos mientras los dedos de mis pies daban las buenas noticias.
Se estremecieron, pequeñas chispas de energía girando de arriba abajo, conduciéndose a través de cada nervio y cada célula que había estado muriendo de hambre durante meses. Estas células le dijeron a otras células, comunicando a sus hermanas que algo fantástico sucedía. El color explotó detrás de mis párpados, estallando en pequeños y brillantes fuegos artificiales mientras la sensación seguía extendiéndose por todos los rincones de mi cuerpo. Placer en estado puro me atravesó y caí encima de Santana, que ignoraba todo a su alrededor.
No sé si podía ver el coro de ángeles cantando cosas sucias, pero no importaba.
Yo sí lo vi. Y esa fue la definición de felicidad.
O volvió, y trajo amigos.
Ola tras ola se estrelló contra mí mientras Santana y yo seguíamos presionando y girando, arqueándonos. Mi cabeza se hallaba inclinada hacia atrás mientras continuaba gritando, sin importar quién o qué podría escucharme en mi propia Casa del Orgasmo.
Abrí los ojos para ver a Santana debajo de mí, luciendo frenética y feliz, la sonrisa grande mientras continuaba conmigo, su gran esfuerzo notándose en su cara llena de harina y su pelo convertido en una pasta poco maravillosa.
Se estaba convirtiendo en papel maché.
Aún en curso, pasando por la tierra de los múltiplos y una especie de tierra sin hombres y mujeres. Al pasar seis o siete, todo volvió a la normalidad.
Pero O trajo a otro amigo más. Trajo a G, el Santo Grial.
Tartamudeando como idiota, saque mis dedos de ella y me aferré a ella cuando una ola de amor y emoción me golpeó. Sintiendo que necesitaba ayuda, Santana se sentó, posicionándose mejor aún. Ella aún tenía sus dedos en mí y así encontró un lugar profundo en mi interior, oculto para la mayoría, y se inclinó hacia mí, entrando una y otra vez mientras contenía el aliento y me abrazaba a ella con fuerza.
Finalmente abrí los ojos, viendo las chispas de luz alrededor de la habitación mientras el oxígeno se apresuraba a regresar a mi sistema. Balbuceé incomprensiblemente entre sus pechos, mientras me mecía una y otra vez, encontrando finalmente un asombroso lugar dentro de mí.
Me aferré a ella, sintiendo las olas finalmente disminuir, pero las dos temblábamos ahora. A medida que jadeaba, el placer se fue y el amor simplemente se llegó, llenándome de nuevo. Mi boca se sentía demasiado cansada como para moverse.
Me quitaba el aliento. Así que hice lo mejor que pude, puse la mano en su corazón, bese sus pechos y luego la besé. Ella pareció entender, y me besó también.
Zumbaba de felicidad. Zumbar no tomaba mucho esfuerzo.
Completamente agotada y cubierta de sudor, me recosté en sus piernas, sin importarme ni un poco como de retorcida y ridícula me veía mientras las lágrimas corrían por mi rostro y oídos. Sintiendo que no era la posición más cómoda para mí, Santana se movió debajo de mí y me ayudó a enderezar las piernas mientras me acunaba en sus brazos en el suelo de la cocina.
Nos quedamos en silencio, sin hablar por un rato. Me di cuenta de que Lord T se encontraba sentando en el umbral de la habitación, lamiendo sus patas silenciosamente.
Todo estaba bien.
Cuando pude moverme, traté de sentarme, pero la habitación daba vueltas.
Santana mantuvo un brazo a mí alrededor mientras evaluaba la situación, los cuencos y botellas volcadas, el pan disperso, el caos que era mi cocina. Me reí en voz baja y me di vuelta hacia ella. Me miró con ojos alegres.
—¿Deberíamos limpiar esto?
—No, vamos a la ducha.
—Bueno.
Sonó mi espalda como la deuna anciana, haciendo una mueca por el buen dolor que mi cuerpo sentía. Comencé por el baño, luego cambié de dirección, y continué con la nevera. Tomé una botella de Gatorade y se la lancé.
—La necesitarás. —Le guiñé un ojo, levantando mi delantal en el camino a la ducha. Ahora que O estaba de vuelta, no tenía tiempo que perder para convocarla de nuevo.
Mientras Santana me seguía al baño, tomando un trago de Gatorade, Lord T se dejó caer al suelo, rodando sobre su espalda. Santana se arrodilló junto a él, y extendió una mano con cautela. Guiñándome un ojo, juraba por Dios que lo hizo, Lord T se movió más cerca. Sabiendo que podría ser una trampa, Santana se inclinó y tocó la piel de su vientre. Lord T la dejó. Incluso escuché un ronroneo.
Dejé a la chica y al minino solos por un momento y fui a encender la ducha, así podría calentarse. Finalmente conseguí deshacer el nudo del delantal y fui capaz de abandonarlo en el suelo. Me metí bajo la ducha y gemí al sentir el agua caliente golpeando mi todavía sensible piel.
—¿Vienes? Porque estoy segura que sí —la llamé desde la punta de la ducha, riéndome por mi propia broma. Un momento después, Santana se asomó por la esquina de la ducha para verme desnuda y cubierta de burbujas. Sonrió como el diablo mientras entraba. Jadeé al ver diez diminutos pinchazos en su espalda, pero ella se rió.
—Estoy bien. Creo que nos hicimos amigos —aseguró, acercándome y uniéndose al agua.
Suspiré, relajada.
—Esto es bueno —murmuré.
—Sí.
El agua caía a nuestro alrededor. Estaba en los brazos de mi Santana, y no podía haber nada mejor.
Se apartó un poco, con una pregunta en el rostro.
—¿Britt?
—¿Umm?
—Alguno de los panes que tiré al suelo era… bueno…
—¿Sí?
—¿Era pan de calabacín?
—Sí, San, era pan de calabacín.
Hubo un silencio otra vez, excepto por el agua.
—¿Britt?
—¿Umm?
—No pensé que pudiera amarte más, pero creo que lo hago.
—Estoy feliz, San. Ahora dame un poco de azúcar.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
sencillamente capitulo espectacular!!!!!!!!!!! gracias y hasta pronto!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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