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[Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
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micky morales
Daniela Gutierrez
Lucy LP
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maraj
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Elita
monica.santander
iFannyGleek
23l1
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Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
bueno esta aventura de brittany como que ha hecho reaccionar a santana!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Jajaja xD
Santana no pudo ser mas directa? XD
Casi se infarto Britt, eso no se lo esperaba xD
Santana no pudo ser mas directa? XD
Casi se infarto Britt, eso no se lo esperaba xD
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Jajaja pobre britt esta tan confundida, actualiza prontooo
maraj* - Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
monica.santander escribió:Sintió mariposas en el estomago.. eso si que es una declaración!!!
Saludos
Hola, aaa difícil no sentirlas, no¿? jajajajaajajaa sip! o eso creo yo igual! jajajajaja. Saludos =D
mystic escribió:eeeeeh...entre marley y santana no hay color...espero que Britt se decida pronto por Santana! jajajaj si no que me la mande a mi, que no me importa
Hola, nop jaajajjaja pienso igual jajajajajaj. Y que santana igual! jajajajajajaajaj. Jajajajajajajajajaajajaja xD ajjajaajajajja, xq no¿? jaajjaaj. Saludos =D
micky morales escribió:bueno esta aventura de brittany como que ha hecho reaccionar a santana!!!!!
Hola, volviste! ajajajajajaj, eso era lo que faltaba para que reaccionara, vrdd¿? jajajaajja. Saludos =D
Elita escribió:Jajaja xD
Santana no pudo ser mas directa? XD
Casi se infarto Britt, eso no se lo esperaba xD
Hola, mmmm parece que nop xD jajajajaajjaajaj. Jajajajajajajaaj si son la una para la otra jajajaaj. Saludos =D
maraj escribió:Jajaja pobre britt esta tan confundida, actualiza prontooo
Hola, mmm sip, esk cree que lo tiene claro, san la confunde jajajajaaj. Aquí el siguiente cap! Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 11
Capitulo 11
No logré pegar ojo en toda la noche.
Le daba vueltas a la cabeza sin parar, mientras permanecía despierta, reproduciendo los sucesos de aquella tarde una y otra vez, prolongándome siempre en el beso. Después me arrastré mentalmente hasta la realidad y una sensación de enfado se apoderó de mí.
¡Había tardado tanto tiempo en superar aquella obsesión!
Y ahora ahí estaba yo, en el mismo punto de partida donde había estado meses atrás. Los viejos sentimientos crecían en mi interior.
¿Por qué había querido que la besara?
Seguramente se trataba de un experimento: una forma de conjurar él pasado y el dolor que había sufrido desde la época del instituto.
Bueno, espero que le haya dado resultado.
Pero... ¿qué ocurriría si quería más?
¿Qué pasaría si sentía curiosidad y decidía explorar su sexualidad?
Igual que Julie.
Mis pensamientos se centraron en Julie. Aquello era todo lo que yo había sido para ella: simple curiosidad.
Un experimento.
Bueno, pues no iba a dejar que sucediera otra vez. Ya había aprendido la lección hacía tiempo y no iba a dejar de ninguna manera que Santana me utilizara como una especie de conejillo de Indias.
Para cuando mi reloj despertador dejó de sonar, yo ya estaba agotada. Por suerte, pasó el día entero sin que Santana hiciera mención de lo ocurrido la noche anterior. Quizá su significado sólo habían sido imaginaciones mías.
El proyecto iba avanzando con rapidez. Blaine se lo tomaba con mucha calma porque parecía que íbamos a cumplir con el calendario previsto. Yo experimentaba una extraña sensación, como si en mi interior se enfrentaran sentimientos encontrados, iba a ser maravilloso regresar a casa por fin, pero lo cierto es que le había tomado cariño a Atlanta.
Santana y yo continuamos pasando tanto tiempo juntas como de costumbre. Cada día esperaba que me soltase una bomba, pero no lo hizo. Llegué a la conclusión de que al parecer quería olvidar aquel beso, como si nunca hubiera ocurrido. O eso, o el beso había sido muchísimo más importante para mí que para ella.
Seguramente, yo tenía razón en cualquiera de mis dos suposiciones.
Cuando faltaba poco para el fin de semana, Marley me llamó y nos invitó a Santana y a mí a cenar el jueves por la noche. Supuse que Santana declinaría la invitación, pero me equivoqué y aceptó de buen grado.
Fuimos con el coche de alquiler hasta un restaurante cuya especialidad eran las barbacoas y que estaba a las afueras de Atlanta. Las costillas estaban deliciosas y comimos como auténticas limas. Me había preocupado la posibilidad de que la cena resultase incómoda, pero pronto descubrí que no tenía razón alguna para preocuparme: Marley y Santana se llevaban a las mil maravillas y me encontré en la situación de ser una simple espectadora, observándolas y riéndome de su conversación, pero sin participar en ella en realidad.
Ambas estaban de muy buen humor, increíblemente alegres y eufóricas.
Mis ojos viajaban de la una a la otra y no podía borrar la sonrisa que asomaba en mis labios. Eran tan distintas y a la vez tan arrebatadoras, cada una a su manera...
Marley era tan atractiva y Santana tan maravillosa... Me imaginé a las dos juntas, como amantes, harían una pareja perfecta.
¡La de cabezas que se volverían para mirarlas!
A medida que aquella imagen fue tomando cuerpo, comenzó a dolerme el estómago.
Genial. Ahora lo veo claro. Las presento la una a la otra y se enamoran perdidamente.
Sacudí la cabeza y me pasé el resto de la cena, ahuyentado aquel pensamiento de mi mente.
Cuando regresamos al hotel, Santana se reunió con Marley y, conmigo en mi habitación. Continuaron charlando durante un rato hasta que Marley tuvo que irse.
—Tengo una clase a las seis—dijo, refunfuñando.
Se volvió hacia mí y me preguntó si iba a quedarme en la ciudad el fin de semana.
—No estoy segura—le contesté—He estado pensando que quizá tendría que ir a casa.
Frunció el ceño con gesto divertido.
—¿No puedo convencerte de que te quedes?
Yo era plenamente consciente de la mirada atenta de Santana.
—Lo pensaré y te llamaré mañana, ¿de acuerdo?
Satisfecha, se volvió hacia Santana y se despidió de ella. Santana respondió, agradeciéndole la cena y asegurándole que se lo había pasado muy bien.
Acompañé a Marley hasta la puerta con cierta torpeza, esperando darle un beso rápido en los labios antes de dejarla marchar, pero me atrapó en sus brazos y me besó despacio y con urgencia hasta dejarme sin aliento.
—Sinceramente, creo que deberías quedarte—me dijo con la respiración entrecortada.
Luego sonrió y me pasó la mano sor la mejilla antes de desaparecer tras la puerta. Tenía las mejillas coloradas cuando me encontré con los ojos de Santana, llenos de reproche.
—A mí no me besaste así.
Hice un movimiento brusco con la cabeza. Se me puso un nudo en la garganta cuando las emociones que había reprimido durante toda la semana afloraron a la superficie y acabaron por estallar en un ataque de ira.
—Tampoco me acuesto contigo.
Aquellas palabras, afiladas como cuchillos, la hirieron y la dejaron atónita, traicionando mis sentimientos.
Nos quedamos mirándonos fijamente, sorprendidas y alteradas.
Me arrepentí enseguida de lo que había dicho y quise disculparme, pero no me salían las palabras.
Santana entornó los ojos.
—Dios mío. ¿De dónde diablos ha salido eso? ¿Qué te pasa?
—No me pasa nada—me acerqué a la cama y me eché sobre ella—Deja de analizarme.
Me estaba comportando como una niña consentida.
Continuó mirándome con gesto de preocupación.
—¿Estás enfadada porque no las he dejado solas? ¿Por haber ido a cenar con ustedes?
Lancé una risa débil.
—Sí, eso es Santana. Has acertado, como siempre. Me conoces tan bien...—el sarcasmo de mi voz era muy elocuente.
—Creo que no te conozco en absoluto—hablaba con voz queda, casi triste.
Se dirigió hacia la puerta, la abrió despacio y salió al pasillo. Luché con la necesidad de llamarla para que volviera, los ojos me ardían cuando oí el sonido de la puerta al cerrarse tras ella.
Aquello era el principio del fin.
Estaba siendo autodestructiva y estaba saboteando nuestra amistad. Podía verlo, podía sentirlo y sabía que yo era la responsable, pero no sabía cómo detenerlo.
¿Cómo iba a superar aquello?
¿Cómo podría volver a ser simplemente su amiga?
Santana desayunó conmigo la mañana siguiente.
No hablamos demasiado y ambas estuvimos a la defensiva, con el recuerdo de la noche anterior acechando en nuestras mentes.
El día transcurrió muy despacio y yo todavía estaba indecisa acerca de volver a casa o no. Pensé en todas las preguntas que me haría Quinn y en las respuestas que no tenía. Es posible que, bien mirado, lo mejor fuera quedarme en Atlanta.
Al final de la jornada busqué a Santana sin demasiado entusiasmo y no me sorprendí cuando no conseguí encontrarla. Suponiendo que ya se habría ido al hotel, decidí regresar por mi cuenta.
Una vez ahí, llamé a Marley para decirle que había decidido quedarme en la ciudad. Me explicó que tenía que trabajar en el bar aquella noche y me sugirió que fuera ahí más tarde para hacerle compañía.
Le dije que sí.
Después me puse unos pantalones cortos y una camiseta, e intenté descansar y ver las noticias de la tarde. Unos golpecitos en la puerta que provenían de la habitación contigua me sacaron de mi ensimismamiento. Me levanté de la cama a regañadientes y me aproximé a la puerta para abrirla, Santana estaba apoyada en la jamba de la puerta, iba vestida con vaqueros y un suéter verde militar y llevaba colgando del hombro una chaqueta y una bolsa de viaje.
En su rostro tenía dibujada una expresión casi de timidez.
—Hola—bajó la mirada y se fijó en mi atuendo informal—He pensado que a lo mejor podríamos compartir un taxi para ir al aeropuerto.
Negué con la cabeza, sintiéndome como una idiota otra vez.
—He decidido quedarme.
Parecía triste.
—¿Marley?
Asentí con un gesto.
—Esta noche trabaja, pero seguramente iré al bar y la veré más tarde.
Una vez más, asintió en silencio y sonrió débilmente.
—Me lo pasé muy bien con ella anoche. No me extraña que te sientas atraída por ella.
—Es un encanto—añadí.
—Pero no es nada serio.
Estaba sonsacándome de nuevo y no pude sino echarme a reír.
—No, no es nada serio.
Asintió de nuevo con aire distraído, como si quisiera decir algo más.
—Esperaba que pudiéramos hablar en el avión. Tengo algo qué decirte.
—Espero que no sea otra confesión...
Sonrió.
—Bueno, algo así.
El corazón me dio un vuelco. No creía que fuera capaz de aguantar mucho más.
—¿Debería sentarme?—traté de imbuir a mi voz el tono más desenfadado posible.
Asintió con la cabeza y luego extendió el brazo para detenerme cuando me estaba dando la vuelta.
—No, sólo estaba bromeando.
Aliviada, me apoyé contra la puerta con cuidado de guardar las distancias entre nosotras.
—Creo que me has malinterpretado—dejó de hablar y se echó a reír ante sus propias palabras—Quiero decir que estoy segura de que he sido difícil de interpretar.
Decidí sentarme a pesar de todo, coloqué una silla a pocos metros de distancia y me acomodé en ella. Santana se quedó dónde estaba, apoyada contra el marco de la puerta.
—Quería decirte...—hizo una pausa y se ruborizó—La otra noche, cuando me besaste...
Traté de no inmutarme mientras me preparaba para oír sus palabras.
—Me gustó mucho. Quería que supieras que fue algo especial.
Noté cómo me flaqueaban las fuerzas al devolverle su mirada fija.
—Y anoche, no trataba de ser una imbécil cuando te dije aquello sobre tu beso con Marley—respiró hondo e hizo presión contra la puerta—Estaba celosa, ésa es la pura verdad. Yo también quería besarte así.
Después de una semana entera entrenándome para la posibilidad de aquel momento, mi respuesta estaba bien ensayada, seca y cortante.
—Ah, la vieja curiosidad y la teoría de la mujer heterosexual hace su entrada de nuevo.
Parecía como si le hubiera dado una patada en el estómago.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Te digo cómo me siento y no se te ocurre otra cosa que tirármelo a la cara así, sin más?
En todas mis fantasías, nunca había previsto cómo respondería yo a su enfado, o a su dolor.
Basta ya, basta ya.
—Lo siento, he sido injusta contigo—traté de disculparme—Lo que ocurre es que esto me resulta vagamente familiar y, bueno, ya conoces la regla número uno.
—¡A la mierda tus reglas! No puedo creer que me haya molestado en contarte esto—no dejaba de apretarse las manos y tenía la cara roja de ira—¡Dios! ¡Qué estúpida soy!
—Santana—me levanté y me acerqué a ella—Estoy siendo una imbécil.
—Tienes razón, lo eres—comenzó a dar unos pasos hacia atrás, sin dejar de mover la cabeza.
Oh, Dios. Lo he vuelto a hacer.
—Santana.
Intenté acercarme a ella de nuevo, pero fue retrocediendo hasta llegar a su habitación y hasta el punto en que fui yo quien estaba en la puerta. Se volvió para encararme justo cuando alcanzaba la otra puerta que daba al pasillo.
—Dime una cosa. Si no vas en serio con Marley, ¿dónde está la gracia? ¿Dónde, Brittany? ¿Por qué sales con ella? ¿Sólo porque te excita?
Me estaba pinchando.
—¿Por diversión? ¿Un sexo de cine? ¿Qué?—tenía apoyada la mano en el pomo de la puerta que habías detrás de ella—¿O es sólo, tu ego?
—Por seguridad—contesté, encogiéndome de hombros.
—¿Por seguridad? Eso es triste—sacudió la cabeza.
Su tono de voz era sarcástico.
—Eso es muy triste, pero, ¿sabes una cosa? No me sorprende lo más mínimo—su risa era cáustica—Tengo que coger un avión.
Antes de darme tiempo a pensar una réplica, la puerta estaba abierta y ella se había ido.
Le daba vueltas a la cabeza sin parar, mientras permanecía despierta, reproduciendo los sucesos de aquella tarde una y otra vez, prolongándome siempre en el beso. Después me arrastré mentalmente hasta la realidad y una sensación de enfado se apoderó de mí.
¡Había tardado tanto tiempo en superar aquella obsesión!
Y ahora ahí estaba yo, en el mismo punto de partida donde había estado meses atrás. Los viejos sentimientos crecían en mi interior.
¿Por qué había querido que la besara?
Seguramente se trataba de un experimento: una forma de conjurar él pasado y el dolor que había sufrido desde la época del instituto.
Bueno, espero que le haya dado resultado.
Pero... ¿qué ocurriría si quería más?
¿Qué pasaría si sentía curiosidad y decidía explorar su sexualidad?
Igual que Julie.
Mis pensamientos se centraron en Julie. Aquello era todo lo que yo había sido para ella: simple curiosidad.
Un experimento.
Bueno, pues no iba a dejar que sucediera otra vez. Ya había aprendido la lección hacía tiempo y no iba a dejar de ninguna manera que Santana me utilizara como una especie de conejillo de Indias.
Para cuando mi reloj despertador dejó de sonar, yo ya estaba agotada. Por suerte, pasó el día entero sin que Santana hiciera mención de lo ocurrido la noche anterior. Quizá su significado sólo habían sido imaginaciones mías.
El proyecto iba avanzando con rapidez. Blaine se lo tomaba con mucha calma porque parecía que íbamos a cumplir con el calendario previsto. Yo experimentaba una extraña sensación, como si en mi interior se enfrentaran sentimientos encontrados, iba a ser maravilloso regresar a casa por fin, pero lo cierto es que le había tomado cariño a Atlanta.
Santana y yo continuamos pasando tanto tiempo juntas como de costumbre. Cada día esperaba que me soltase una bomba, pero no lo hizo. Llegué a la conclusión de que al parecer quería olvidar aquel beso, como si nunca hubiera ocurrido. O eso, o el beso había sido muchísimo más importante para mí que para ella.
Seguramente, yo tenía razón en cualquiera de mis dos suposiciones.
Cuando faltaba poco para el fin de semana, Marley me llamó y nos invitó a Santana y a mí a cenar el jueves por la noche. Supuse que Santana declinaría la invitación, pero me equivoqué y aceptó de buen grado.
Fuimos con el coche de alquiler hasta un restaurante cuya especialidad eran las barbacoas y que estaba a las afueras de Atlanta. Las costillas estaban deliciosas y comimos como auténticas limas. Me había preocupado la posibilidad de que la cena resultase incómoda, pero pronto descubrí que no tenía razón alguna para preocuparme: Marley y Santana se llevaban a las mil maravillas y me encontré en la situación de ser una simple espectadora, observándolas y riéndome de su conversación, pero sin participar en ella en realidad.
Ambas estaban de muy buen humor, increíblemente alegres y eufóricas.
Mis ojos viajaban de la una a la otra y no podía borrar la sonrisa que asomaba en mis labios. Eran tan distintas y a la vez tan arrebatadoras, cada una a su manera...
Marley era tan atractiva y Santana tan maravillosa... Me imaginé a las dos juntas, como amantes, harían una pareja perfecta.
¡La de cabezas que se volverían para mirarlas!
A medida que aquella imagen fue tomando cuerpo, comenzó a dolerme el estómago.
Genial. Ahora lo veo claro. Las presento la una a la otra y se enamoran perdidamente.
Sacudí la cabeza y me pasé el resto de la cena, ahuyentado aquel pensamiento de mi mente.
Cuando regresamos al hotel, Santana se reunió con Marley y, conmigo en mi habitación. Continuaron charlando durante un rato hasta que Marley tuvo que irse.
—Tengo una clase a las seis—dijo, refunfuñando.
Se volvió hacia mí y me preguntó si iba a quedarme en la ciudad el fin de semana.
—No estoy segura—le contesté—He estado pensando que quizá tendría que ir a casa.
Frunció el ceño con gesto divertido.
—¿No puedo convencerte de que te quedes?
Yo era plenamente consciente de la mirada atenta de Santana.
—Lo pensaré y te llamaré mañana, ¿de acuerdo?
Satisfecha, se volvió hacia Santana y se despidió de ella. Santana respondió, agradeciéndole la cena y asegurándole que se lo había pasado muy bien.
Acompañé a Marley hasta la puerta con cierta torpeza, esperando darle un beso rápido en los labios antes de dejarla marchar, pero me atrapó en sus brazos y me besó despacio y con urgencia hasta dejarme sin aliento.
—Sinceramente, creo que deberías quedarte—me dijo con la respiración entrecortada.
Luego sonrió y me pasó la mano sor la mejilla antes de desaparecer tras la puerta. Tenía las mejillas coloradas cuando me encontré con los ojos de Santana, llenos de reproche.
—A mí no me besaste así.
Hice un movimiento brusco con la cabeza. Se me puso un nudo en la garganta cuando las emociones que había reprimido durante toda la semana afloraron a la superficie y acabaron por estallar en un ataque de ira.
—Tampoco me acuesto contigo.
Aquellas palabras, afiladas como cuchillos, la hirieron y la dejaron atónita, traicionando mis sentimientos.
Nos quedamos mirándonos fijamente, sorprendidas y alteradas.
Me arrepentí enseguida de lo que había dicho y quise disculparme, pero no me salían las palabras.
Santana entornó los ojos.
—Dios mío. ¿De dónde diablos ha salido eso? ¿Qué te pasa?
—No me pasa nada—me acerqué a la cama y me eché sobre ella—Deja de analizarme.
Me estaba comportando como una niña consentida.
Continuó mirándome con gesto de preocupación.
—¿Estás enfadada porque no las he dejado solas? ¿Por haber ido a cenar con ustedes?
Lancé una risa débil.
—Sí, eso es Santana. Has acertado, como siempre. Me conoces tan bien...—el sarcasmo de mi voz era muy elocuente.
—Creo que no te conozco en absoluto—hablaba con voz queda, casi triste.
Se dirigió hacia la puerta, la abrió despacio y salió al pasillo. Luché con la necesidad de llamarla para que volviera, los ojos me ardían cuando oí el sonido de la puerta al cerrarse tras ella.
Aquello era el principio del fin.
Estaba siendo autodestructiva y estaba saboteando nuestra amistad. Podía verlo, podía sentirlo y sabía que yo era la responsable, pero no sabía cómo detenerlo.
¿Cómo iba a superar aquello?
¿Cómo podría volver a ser simplemente su amiga?
Santana desayunó conmigo la mañana siguiente.
No hablamos demasiado y ambas estuvimos a la defensiva, con el recuerdo de la noche anterior acechando en nuestras mentes.
El día transcurrió muy despacio y yo todavía estaba indecisa acerca de volver a casa o no. Pensé en todas las preguntas que me haría Quinn y en las respuestas que no tenía. Es posible que, bien mirado, lo mejor fuera quedarme en Atlanta.
Al final de la jornada busqué a Santana sin demasiado entusiasmo y no me sorprendí cuando no conseguí encontrarla. Suponiendo que ya se habría ido al hotel, decidí regresar por mi cuenta.
Una vez ahí, llamé a Marley para decirle que había decidido quedarme en la ciudad. Me explicó que tenía que trabajar en el bar aquella noche y me sugirió que fuera ahí más tarde para hacerle compañía.
Le dije que sí.
Después me puse unos pantalones cortos y una camiseta, e intenté descansar y ver las noticias de la tarde. Unos golpecitos en la puerta que provenían de la habitación contigua me sacaron de mi ensimismamiento. Me levanté de la cama a regañadientes y me aproximé a la puerta para abrirla, Santana estaba apoyada en la jamba de la puerta, iba vestida con vaqueros y un suéter verde militar y llevaba colgando del hombro una chaqueta y una bolsa de viaje.
En su rostro tenía dibujada una expresión casi de timidez.
—Hola—bajó la mirada y se fijó en mi atuendo informal—He pensado que a lo mejor podríamos compartir un taxi para ir al aeropuerto.
Negué con la cabeza, sintiéndome como una idiota otra vez.
—He decidido quedarme.
Parecía triste.
—¿Marley?
Asentí con un gesto.
—Esta noche trabaja, pero seguramente iré al bar y la veré más tarde.
Una vez más, asintió en silencio y sonrió débilmente.
—Me lo pasé muy bien con ella anoche. No me extraña que te sientas atraída por ella.
—Es un encanto—añadí.
—Pero no es nada serio.
Estaba sonsacándome de nuevo y no pude sino echarme a reír.
—No, no es nada serio.
Asintió de nuevo con aire distraído, como si quisiera decir algo más.
—Esperaba que pudiéramos hablar en el avión. Tengo algo qué decirte.
—Espero que no sea otra confesión...
Sonrió.
—Bueno, algo así.
El corazón me dio un vuelco. No creía que fuera capaz de aguantar mucho más.
—¿Debería sentarme?—traté de imbuir a mi voz el tono más desenfadado posible.
Asintió con la cabeza y luego extendió el brazo para detenerme cuando me estaba dando la vuelta.
—No, sólo estaba bromeando.
Aliviada, me apoyé contra la puerta con cuidado de guardar las distancias entre nosotras.
—Creo que me has malinterpretado—dejó de hablar y se echó a reír ante sus propias palabras—Quiero decir que estoy segura de que he sido difícil de interpretar.
Decidí sentarme a pesar de todo, coloqué una silla a pocos metros de distancia y me acomodé en ella. Santana se quedó dónde estaba, apoyada contra el marco de la puerta.
—Quería decirte...—hizo una pausa y se ruborizó—La otra noche, cuando me besaste...
Traté de no inmutarme mientras me preparaba para oír sus palabras.
—Me gustó mucho. Quería que supieras que fue algo especial.
Noté cómo me flaqueaban las fuerzas al devolverle su mirada fija.
—Y anoche, no trataba de ser una imbécil cuando te dije aquello sobre tu beso con Marley—respiró hondo e hizo presión contra la puerta—Estaba celosa, ésa es la pura verdad. Yo también quería besarte así.
Después de una semana entera entrenándome para la posibilidad de aquel momento, mi respuesta estaba bien ensayada, seca y cortante.
—Ah, la vieja curiosidad y la teoría de la mujer heterosexual hace su entrada de nuevo.
Parecía como si le hubiera dado una patada en el estómago.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Te digo cómo me siento y no se te ocurre otra cosa que tirármelo a la cara así, sin más?
En todas mis fantasías, nunca había previsto cómo respondería yo a su enfado, o a su dolor.
Basta ya, basta ya.
—Lo siento, he sido injusta contigo—traté de disculparme—Lo que ocurre es que esto me resulta vagamente familiar y, bueno, ya conoces la regla número uno.
—¡A la mierda tus reglas! No puedo creer que me haya molestado en contarte esto—no dejaba de apretarse las manos y tenía la cara roja de ira—¡Dios! ¡Qué estúpida soy!
—Santana—me levanté y me acerqué a ella—Estoy siendo una imbécil.
—Tienes razón, lo eres—comenzó a dar unos pasos hacia atrás, sin dejar de mover la cabeza.
Oh, Dios. Lo he vuelto a hacer.
—Santana.
Intenté acercarme a ella de nuevo, pero fue retrocediendo hasta llegar a su habitación y hasta el punto en que fui yo quien estaba en la puerta. Se volvió para encararme justo cuando alcanzaba la otra puerta que daba al pasillo.
—Dime una cosa. Si no vas en serio con Marley, ¿dónde está la gracia? ¿Dónde, Brittany? ¿Por qué sales con ella? ¿Sólo porque te excita?
Me estaba pinchando.
—¿Por diversión? ¿Un sexo de cine? ¿Qué?—tenía apoyada la mano en el pomo de la puerta que habías detrás de ella—¿O es sólo, tu ego?
—Por seguridad—contesté, encogiéndome de hombros.
—¿Por seguridad? Eso es triste—sacudió la cabeza.
Su tono de voz era sarcástico.
—Eso es muy triste, pero, ¿sabes una cosa? No me sorprende lo más mínimo—su risa era cáustica—Tengo que coger un avión.
Antes de darme tiempo a pensar una réplica, la puerta estaba abierta y ella se había ido.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Por que la dejo ir?? la hubiera detenido :( ahora se demoraran en volver a hablar
maraj* - Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Pero que idiota que es Britt!!! Si Santana me ubiera dicho algo así ennuna me levantó y la hago desmayarse con un buen beso jajajajajaja jajajajajaja si o no chica del EFECTO jajajajajaja es broma saludos...
Lucy LP**** - Mensajes : 168
Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
hola morra,..
san ya asume que puede llegar a ser lesbiana y que esta jodía mente celosa de marley,..
y neta britt con lo que le contesto se fue a la mierda no jodas,..
san ya hablo de cierta forma,... a ver que hace britt??
nos vemos!!!!
san ya asume que puede llegar a ser lesbiana y que esta jodía mente celosa de marley,..
y neta britt con lo que le contesto se fue a la mierda no jodas,..
san ya hablo de cierta forma,... a ver que hace britt??
nos vemos!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
brittany me ha decepcionado, mas imbecil y muere, es cierto si no es en serio que es eso de seguridad? en fin... hasta pronto.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Hola...! Una mega pregunta la adaptación es de una historia heterosexual? Me gustaria mucho saber ya que lo unico que leo es fan fics de las chicas (Brittana) me gustaria leer otra cosa que no fuera de ellas! :D Saludos y bueno siempre leo tus adaptaciones solo que no siempre comento....! xD
Pao Up- ---
- Mensajes : 515
Fecha de inscripción : 22/01/2014
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
maraj escribió:Por que la dejo ir?? la hubiera detenido :( ahora se demoraran en volver a hablar
Hola, jajajajajaj es al culpa del cap que ai queda jaajjaajaj, pero ahora el siguiente! Pienso igual, espero y no. Saludos =D
Lucy LP escribió:Pero que idiota que es Britt!!! Si Santana me ubiera dicho algo así ennuna me levantó y la hago desmayarse con un buen beso jajajajajaja jajajajajaja si o no chica del EFECTO jajajajajaja es broma saludos...
Hola, mmm esk igual no es así como así, no¿? Jjajajajaajajajajajaj XD pero esk britt ya sufrio algo así antes, ai q entenderla, no¿? Jjajajaajaj. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,..
san ya asume que puede llegar a ser lesbiana y que esta jodía mente celosa de marley,..
y neta britt con lo que le contesto se fue a la mierda no jodas,..
san ya hablo de cierta forma,... a ver que hace britt??
nos vemos!!!!
Hola lu, jajajajaj demoro, pero llego jaajjaajajajaj. Esk britt igual tiene miedo, ya paso por eso antes. Mmmm tarde, pero mejor que nunca no, jajajaajajaj... britt tiene que pensar las cosas y san tampoco se puede quedar a esperar. Saludos =D
micky morales escribió:brittany me ha decepcionado, mas imbecil y muere, es cierto si no es en serio que es eso de seguridad? en fin... hasta pronto.
Hola, jajajajajaj, pero esk britt ya paso por eso antes y solo sufrio, no puede llegar y dar su corazón así como así, no¿? Ademas san igual tiene que hacer algo mas, nose digo yo jajajajaajaj. Saludos =D
Pao Up escribió:Hola...! Una mega pregunta la adaptación es de una historia heterosexual? Me gustaria mucho saber ya que lo unico que leo es fan fics de las chicas (Brittana) me gustaria leer otra cosa que no fuera de ellas! :D Saludos y bueno siempre leo tus adaptaciones solo que no siempre comento....! xD
Hola, nop. =O q! =O ¬¬ Jajajajja gracias por leer y comentar! Saludos =D
Elita escribió:Bah! -.-'
Hola, jajajjjaj ai que entenderlas no¿? jajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 12
Capitulo 12
Perdí la noción del tiempo que pasé dando vueltas arriba y abajo por la habitación hasta que ya no pude más.
Me puse un par de téjanos, me calcé unas zapatillas de deporte, saqué un jersey del armario y cogí las llaves del coche de alquiler. Sin mirarme al espejo siquiera, salí por la puerta y me dirigí al bar.
Una vez en el coche, cambié de opinión y enfilé la autopista, con la urgente necesidad de aclarar mis ideas antes de ver a Marley.
No dejaba de reprenderme una y otra vez.
¿Cómo podía haberle hablado a Santana de aquella manera?
¿Cómo podía haber sido tan cruel, tan rencorosa?
Felicidades, Brittany. Has hecho un buen trabajo.
El nudo de mi estómago se fue volviendo cada vez más intenso hasta que creí que iba a vomitar. Mi intuición me decía que la fuera a buscar, que la llamara... Lo que fuera.
Tenía que decirle que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de arreglar aquello. Sin embargo, mi lado racional ganó la batalla, poniendo todo su empeño en tranquilizarme y asegurándome fríamente que había sido lo mejor.
Traté de auto convencerme de que no importaba, a sabiendas de que era lo único que importaba. Al final, casi dos horas más tarde, volví a la ciudad y me dirigí al lugar donde sabía que podría hallar consuelo.
Por suerte, Marley se alegraba de verme.
La encontré en la sala de la pista de baile, de pie en el extremo de la barra y con la barbilla apoyada en el dorso de la mano mientras observaba a varias parejas bailar. La sonrisa desapareció de su cara al ver mi expresión de angustia. Se acercó a mi lado de la barra y me rodeó con un reconfortante abrazo.
—Brittany, tienes muy mala cara—me susurró al oído.
La barbilla me temblaba y estaba a punto de echarme a llorar. Se echó hacia atrás para mirarme a los ojos.
—¿Qué te pasa, Brittany?
No me salían las palabras.
Tenía demasiado miedo de que se me escapasen las lágrimas si hablaba. Me abrazó de nuevo un largo rato hasta que se retiró y me guio hacia un taburete.
—Siéntate—me ordenó y la obedecí.
Desolada, me limité a mirarla mientras me cogía de la mano y me observaba.
—¿Es por lo de Santana?
Me quedé perpleja.
—¿Cómo lo sabes?—dije en un hilo de voz.
—Ha estado aquí—contestó en voz baja.
—¿Que ha estado aquí?
Sin poder dar crédito a sus palabras, por poco me caigo del asiento, pero Marley alargó el brazo para ayudarme a mantener el equilibrio.
Asintió con la cabeza.
—No te enfades. Necesitaba hablar con alguien y sólo se le ocurrió pensar en mí.
—¿Vino aquí para hablar contigo?
Un ataque de furia me recorrió la espina dorsal y luego rápidamente se transformó en ansiedad.
—¿Qué te ha dicho?
Marley se encogió de hombros.
—Que habían discutido. Que iba de camino al aeropuerto, pero que no podía marcharse—esbozó media sonrisa—¿Quieres contármelo?
—No—puse los ojos en blanco—Sí, creo que lo necesito—dije dando un suspiro—¿Te importa?
—Para eso estoy—me aseguró—Espera un momento, te traeré algo de beber—se metió en el otro lado de la barra y volvió con una copa de vino y un bol de galletitas saladas.
Engullí las galletas con voracidad, cayendo en la cuenta de que no había cenado.
—¿Y ha venido aquí sola?
No podía creerlo.
—Sí. Se sentó justo aquí—dijo señalando el taburete que había a mi lado—La verdad es que tuvimos una buena charla. Me gusta.
Bajé mi tono de voz, incomprensiblemente suspicaz.
—¿Qué quieres decir, con eso de que te gusta?
Me lanzó una mirada reprobatoria.
—No seas paranoica—me metió una galleta salada en la boca—Le importas.
—Sí, seguro—dije con sarcasmo—¿Te ha contado lo que le dije?
Marley se inclinó hacia delante, apoyándose en los codos.
—¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado?
Agradecida, le conté la historia de cabo a rabo, desde el día en que conocí a Santana hasta aquella misma tarde. Marley tuvo mucho cuidado en no interrumpirme y me dejó desahogarme hasta que acabé exhausta y terminé la historia. Había dibujado una sonrisa dulce y tranquilizadora en su rostro cuando acabé de hablar y no parecía sorprendida en absoluto por nada de lo que le había contado.
—Creo que deberías ser honesta con ella, Brittany. Dale una oportunidad.
La miré con detenimiento, fijándome en ella por primera vez aquella noche.
—Gracias por escucharme. No ha sido justo por mi parte desahogarme contigo de esta manera.
Se inclinó un poco más para mirarme de cerca, esbozando una sonrisa sincera.
—Está bien, ya lo sabes—me cogió de la mano—Odio verte tan infeliz.
Echó la cabeza hacia atrás y fijó la mirada en un punto encima de mi cabeza. Lanzó una sonrisa maliciosa y no supe por qué hasta que unas manos me sujetaron con suavidad por los hombros.
Me estremecí, consciente de que era Santana la que me sostenía con firmeza en mi sitio.
—¿Por qué me siento como si me hubieran tendido una trampa?—dirigí la pregunta a Marley—Traidora.
Marley me apretó la mano antes de echarse a reír con aire inocente y de levantar ambas manos.
—Eh, yo sólo trabajo aquí—inclinó la cabeza hacia Santana—Siéntate. Yo tengo que atender a los clientes.
Desapareció en el otro extremo de la barra y me quedé con la mirada fija hacia delante, intentando aparentar fascinación por las botellas de licor que tenía justo enfrente.
Estoy atrapada, pensé.
Noté la vacilación de Santana mientras retiraba las manos de mis hombros y se acomodaba en el taburete que había a mi lado. Arrojó varios billetes en la barra antes de hacer girar el taburete para mirarme cara a cara, presionando sus rodillas contra mis muslos. Intenté no retirarme y ella no se molestó en moverlas.
Di un sorbo a mi copa de vino, a la vez que intentaba tranquilizarme.
—Pensaba que te ibas a Boston—dije con la mayor calma posible y sin que la música ahogara mis palabras.
—Aquí es donde quiero estar—dio unos golpecitos en la barra y dejó caer las manos sobre el regazo.
Rodeé la copa con mis dedos y volví la cabeza para mirarla de frente.
—Me alegro de que estés aquí, de que hayas decidido quedarte.
Me tragué mi orgullo y me sentí agradecida por la oportunidad de poder hacer las cosas bien.
—No quise decir lo que te dije en el hotel. Desearía poder borrarlo todo—sacudí la cabeza, incapaz de poder expresarme, incapaz de ser completamente honesta.
Me concentré en la copa que tenía entre las manos, sorbiendo lentamente de ella antes de volverme hacia Santana con cautela.
—¿Por qué te has quedado?
Escogió sus palabras con sumo cuidado.
—De camino al aeropuerto, pensé en todo lo que me habías dicho, en lo de tu relación con Marley por seguridad—hizo una pausa antes de continuar—De pronto caí en la cuenta de que esto es exactamente lo que he estado haciendo durante toda mi vida. Me refiero a lo de ir a lo seguro—lanzó una sonrisa irónica—Después pensé en el modo en que me saltaste a la yugular cuando te dije que había sentido celos de aquel beso. ¿Es posible que, por casualidad, sólo estuvieras tratando de alejarme de ti?
Observó mi reacción con detenimiento.
—¿Me he acercado?
—Más de lo que quisiera admitir—murmuré.
Sonrió ante mis palabras.
—Lo he hecho todo mal. He estado pinchándote e intentando llamar tu atención de las peores formas posibles.
Miré hacia otro lado y me tocó la rodilla para obligarme a mirarla y a escuchar lo que me estaba diciendo.
—Sobre todo, después que me contases lo de Julie. Debería haber sabido que estarías a la defensiva.
Di otro sorbo y aparté la mirada. Esta vez me tomó de la mano, acariciándome la muñeca con las yemas de los dedos. Bajó un poco la mirada, mirándome directamente a los ojos. La suya era una mirada oscura, seria, penetrante. Retiró la mano poco a poco, satisfecha por haber captado toda mi atención.
A pesar de la oscuridad de la sala, podía ver su nerviosismo.
—No debería haber jugado contigo de esa manera, pero no sabía cómo decírtelo.
A su boca le resultaba difícil pronunciar las palabras y los labios le temblaron ligeramente cuando se forzó a sí misma a continuar.
—Siento algo por ti, Brittany. Y no sé qué puedo hacer con estos sentimientos.
Entorné los ojos al notar su miedo. Abrí la boca para decir algo, pero ella se me adelantó.
—Tenía la esperanza de que tal vez tú sintieras lo mismo, por ello he venido aquí esta noche, para averiguarlo. Si no sientes nada por mí, puedes decírmelo, pero por favor, no seas desagradable, ¿de acuerdo?
Una sensación de alivio se apoderó de mí. El temor había dado paso a la esperanza y la esperanza se había convertido en un calor lento, que se despertaba en mi interior.
Le lancé una mirada escéptica, sin dar crédito a mis oídos. Atisbé la tensión que rodeaba sus ojos y el nerviosismo que se asomaba a las comisuras de sus labios, mientras se preparaba para mi respuesta.
—No se trata sólo de ti—tragué saliva y sentí la necesidad de hablar, escogiendo las palabras con mucho cuidado—He estado mucho tiempo tratando de luchar contra lo que sentía por ti—la miré mientras la carga pesada desaparecía de sus hombros.
Sus facciones comenzaron a relajarse.
—¿De verdad?
Asentí, sintiéndome incómoda, sin saber qué decir. Cerré los ojos.
—Esto no se me da demasiado bien. No me resulta fácil.
Se acercó un poco más a mí, tanto, que su aliento me llegaba a las mejillas.
—¿Y qué te hace pensar que a mí me resulta fácil?—sus palabras me llegaron al alma.
—¿No haces esto todos los días?—ahora me tocaba a mí sonreír con ironía.
—No, si puedo evitarlo—dio un sorbo a su copa de vino y nos quedamos en silencio, sin saber cómo seguir—La cuestión es qué vamos a hacer al respecto.
—La verdad es que hace mucho tiempo decidí no hacer nada al respecto.
Su mirada se oscureció.
—¿Es eso lo que quieres hacer todavía?
Un frío glacial recorrió mi espalda mientras consideraba la posibilidad de mentir.
No era demasiado tarde.
Todavía podía salir de aquella situación.
—No—la palabra se escapó de mis labios antes que pudiera detenerla—Eso no es lo que quiero.
Una sonrisa asomó en sus ojos.
—Bien. Yo tampoco—parecía aliviada y vacilante a la vez.
Me quedé en silencio mientras bebíamos, aprovechando la oportunidad para asimilar sus palabras y para interiorizar el hecho de que todo había cambiado cuando todavía no había cambiado nada.
Era un comienzo, una puerta abierta.
Decidí apartar las dudas que sabía que saldrían tarde o temprano.
Podían esperar.
—¿Y ahora qué hacemos?
Estaba agotada por los nervios.
Alargó el brazo y me cogió por la muñeca.
—Bailamos.
—¿Bromeas?—solté sin querer.
Se puso a reír y me estiró del brazo.
—Lo digo en serio, vamos. Es la única canción que conozco de todas las que han puesto.
Escuché un momento, reconocí la voz de Donna Summer y me quedé horrorizada al instante.
—¡No puedo bailar contigo Love to Love Tou, Baby!—me eché atrás de nuevo y sólo conseguí que se riera con más fuerza aún.
—¡Claro que puedes!—se puso en pie y me animó a que la siguiera.
Busqué a Marley con los ojos, implorándole que vinieran mi auxilio, pero estaba charlando con uno de los camareros, ajena a mis súplicas.
Refunfuñando, dejé que Santana me condujera por el laberinto de mesas hasta la pista de baile. No me soltó la muñeca hasta que estuvimos rodeadas por otras parejas. Evité su mirada mientras mis ojos iban de una pareja a otra, fijándome cómo unos cuerpos se apretaban contra los demás cuerpos.
El pánico se apoderó de mi garganta y los pies se me quedaron clavados en el suelo.
—No puedo bailar esta canción—grité para que me oyera.
Se hizo a un lado y la seguí mientras la canción, afortunadamente, se iba disipando.
—Has tenido suerte—se rió.
Rogué en silencio para que la siguiente canción fuera alguna melodía rápida que conociera, por la que pudiera dejarme llevar y perder mi sentido del ridículo. Estiré el cuello para oír las primeras notas y se me encogió el corazón cuando oí que se trataba de una canción de amor lenta y sensual.
Mis ojos miraron los suyos.
—-¿Nos sentamos?
Se echó a reír y me estiró de la manga del suéter.
—No, quiero bailar.
—¿Quieres bailar esto?
Las demás parejas comenzaron a bailar con sus cuerpos muy unidos.
—Relájate. No muerdo—estaba sonriendo mientras me ofrecía las manos.
Con gesto vacilante, miré primero sus manos y luego su rostro, buceando en sus ojos, sin creerme lo que estaba sucediendo.
Voy a despertar en cualquier momento, pensé.
Su sonrisa comenzó a quebrarse y una sombra de incertidumbre oscureció su mirada.
El volumen de la música se hizo más intenso, lancé un suspiro y me acerqué a ella.
—Supongo que eres consciente de que para bailar esto tengo que tocarte.
—Me lo imagino—levantó un poco las palmas de las manos esperando a que yo se las cogiera.
Levanté unos brazos pesados y uní mis manos a las suyas, deteniéndome a saborear el momento de placer. Los dedos de mi mano derecha se entrelazaron con los de su izquierda. Di un paso hacia delante mientras nuestras manos entrelazadas iban a descansar en su espalda, justo por debajo de la cintura. Mi otra mano cayó en su cadera y su palma izquierda siguió el camino de mi brazo hasta detenerse en mi hombro. Comenzamos a movernos lentamente, con torpeza. Me concentré en el movimiento, tratando de seguir su ritmo.
—¿Así está bien?—su voz sonaba extraña, pequeña, débil e insegura.
Eché la cabeza un poco hacia atrás para mirarla a los ojos. Habían perdido su aire travieso y ahora me hablaban, con una ansiedad silenciosa, traicionando el nerviosismo de Santana.
Olvidé mis propios temores y apreté la mano que descansaba sobre la mía.
—Así está bien—dije sencillamente, con dulzura, sabiendo que mi expresión le decía mucho más que mis palabras.
Se relajó exhalando un profundo suspiro. Su mano abandonó mi hombro y fue a rodear mi cintura a la vez que se acercaba más a mi cuerpo, presionando todo su ser contra el mío. Me estremecí involuntariamente y cerré los ojos.
Rindiéndome, entregándome... La rodeé con el brazo y mi mano fue a parar a los rizos de su nuca. Enterré la cara en su garganta y respiré hondo, disfrutando de su aroma, en la armonía perfecta de nuestros cuerpos, que se estrechaban con fuerza y se movían despacio.
La sensación era maravillosa.
Abrazarla de aquella manera, enredar mis dedos en su pelo, movernos como en un sueño, dejar que la música me embargara... Preguntarme si era posible que ella estuviera sintiendo algo parecido a lo que sentía yo...
La canción terminó demasiado pronto y el sonido grave y repetitivo de un bajo vino a reemplazar la dulzura del momento anterior. Dejamos de movernos y nos quedamos abrazadas, prolongando el abrazo, sin querer liberarnos. Nos separamos y dimos un paso atrás, mirándonos la una a la otra con gesto nuevo y extraño.
No me importaba que Santana no estuviera sonriendo, me bastaba con aquella llama ardiente en sus ojos. Tragó saliva y yo esbocé una sonrisa, tomándola de la mano. Sin mediar palabra, la conduje entre la multitud que había ahora en la pista de baile y la llevé hasta nuestros taburetes.
Marley acudió enseguida a nuestro lado, riendo y bromeando, sin dejar de llenar las copas mientras un grupo de sus amigos se reunía a nuestro alrededor.
Me pregunté si estaría al tanto de lo que estaba pasando entre Santana y yo. Si lo estaba, no lo demostraba, con la excepción de que ya no me tocaba tan a menudo y las veces que lo hacía era de un modo menos íntimo. No sabía cómo hablarle a Santana, por lo que agradecí enormemente la conversación forzosa con los amigos de Marley.
Santana no me volvió a pedir que bailase con ella y, de hecho, no me habló demasiado mientras charlábamos con los demás, pero no pasé por alto la mano ocasional que caía sobre mi brazo y la rodilla que reanudaba su presión contra mi muslo.
Era casi medianoche cuando Santana se me acercó. Notaba su aliento en mi cuello mientras me susurraba al oído:
—Creo que voy a necesitar que alguien me lleve de vuelta al hotel.
La miré de cerca un momento.
—Es verdad. Has venido en taxi, ¿no es cierto?
Asintió con un gesto.
—¿Crees que podría volver contigo?—ladeó su cabeza oscura—A no ser que eso te estropee los planes para esta noche.
El corazón me dio un vuelco, mis ojos fueron hasta Marley y luego de vuelta a Santana.
Era una situación muy rara.
—Estoy segura de que Marley lo entenderá—dije con voz neutra—¿Estás lista para irnos pronto?
—Cuando tú quieras.
Asentí, lista para marcharnos, y cogí la mano de Marley cuando ésta pasaba por mi lado, me asaltó una sensación de culpa cuando comencé a tartamudear:
—Voy a llevar a Santana al hotel—le dije.
Me miró, luego miró a Santana y se volvió a mí de nuevo. Por un momento pensé que iba a pedirme que nos viéramos más tarde, pero no lo hizo. Se limitó a sonreír y se agachó para coger algo, luego pasó por debajo de la barra para ponerse a nuestro lado. Llevaba la chaqueta y la bolsa de viaje de Santana en una mano. Me puse en pie para recibir su afectuoso abrazo, tan distinto de los abrazos que solía darme.
Me apretó con fuerza, sin dejarme ir.
—Espero que esto funcione como tú deseas—me susurró al oído.
Me embargó una sensación de tristeza y confusión. Las cosas estaban yendo demasiado rápido, demasiado fuera de control.
—Eh, espera un momento...
Me hizo callar con un beso rápido en la mejilla.
—Teníamos un trato, ¿recuerdas? Está bien. Llámame—me lanzó una mirada cargada de significado y se volvió hacia Santana, dejándole la bolsa en una mano y cogiéndole la otra con las dos.
—Gracias.
Esa fue la única palabra que le oí pronunciar a Santana antes que Marley también le diera un abrazo. Me quedé mirando la cara de Santana mientras Marley la abrazaba y le susurraba algo al oído.
La mente me daba vueltas, sin acabar de creerme lo que estaba sucediendo. Vi cómo asentía Santana cuando Marley daba un paso atrás y me dije a mí misma que llamaría a Marley al día siguiente.
—No lo haré—fue todo lo que dijo Santana.
Marley se volvió y me sonrió, apretándome el brazo, y luego volvió a agacharse para pasar al otro lado de la barra. Nos dijo adiós un momento con la mano antes de volverse hacia sus amigos y Santana y yo echamos a andar hacia la salida.
Reinaba un silencio extraño, una vez que llegamos a la calle. La grava del suelo del aparcamiento crujía bajo mis zapatillas de deporte mientras caminábamos la una al lado de la otra, rozándonos de vez en cuando los hombros.
Continué pensando en Marley.
—¿Qué te ha dicho Marley antes de irnos?—le pregunté al llegar al coche.
Me miró mientras quitaba el seguro de la puerta del copiloto.
—Me parece que no quiero decírtelo ahora mismo. Es posible que más tarde.
Le contesté que lo entendía, pensando que tal vez yo tampoco quisiera decirle lo que Marley me había dicho a mí.
La radio cobró vida cuando arranqué el motor y el volumen me hizo saltar y apagarla rápidamente.
—Lo siento—la miré con gesto contrariado—Estaba de un humor de perros cuando venía hacia acá.
Santana se volvió en su asiento, alargando el brazo con timidez y apartando mi mano del volante. La observé mientras la depositaba en su regazo y la sostenía, ladeando la cabeza mientras recorría mi palma con un dedo.
—¿Y ahora cómo te sientes?—me preguntó en voz baja mientras seguía el recorrido de su dedo con los ojos.
Sonreí ante su fingido aire de despreocupación.
—Nerviosa. Alerta. Confusa...
Las palabras fueron saliendo una a una a la vez que suspiraba.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Yo también—admitió, sin dejar de acariciarme la mano.
Se hizo un pesado silencio y ahuyenté las palabras de reproche que trataban de invadir mi mente. Se quedó mirando a través del parabrisas y mis ojos dibujaron el contorno de su perfil. Unos cabellos oscuros le caían sobre la frente, se volvía hacia mí.
—¿Puedo hacer algo antes de irnos?
Deslizó la lengua por el labio superior y luego por el inferior antes de esconderla en la boca, haciendo su nerviosismo transparente.
El corazón me latía desbocado en el pecho. Asentí, mirándola a los ojos y acallando las voces de mi mente. Acercó su mano a mi mejilla, luego a mi sien y finalmente la enterró en mi pelo.
Su respiración se hizo irregular.
Alcé el brazo y cubrí su mano con la mía, guiándola hacia abajo, por mi mejilla, hasta que la palma de su mano me tapó los labios. Besé aquella mano antes de dejarla escapar y mis labios se estremecieron al perder aquel contacto. Las yemas de sus dedos acariciaron despacio el contorno de mi boca antes de recorrer mis labios, trazando primero el de arriba y luego el de abajo. Se acercó más aún, con los ojos fijos en mi boca. Unos labios suaves fueron a ocupar el puesto que los dedos habían dejado vacante.
Cerré los párpados y nos quedamos inmóviles, rozándonos apenas con los labios. Luego deslizó la mano hasta mi cuello y me atrajo hacia sí. Obedecí a sus requerimientos y descansé ambas manos en la suavidad de sus mejillas. Sus dedos me acariciaron el cuello y la presión de sus labios se hizo más intensa. Mis dedos se movieron hasta sus sienes y le peiné los cabellos de la frente hacia atrás.
El silencio se rompió con un suave gemido que escapó de sus labios. Me atrajo hacia ella con más ímpetu y su boca perdió cualquier resto de mansedumbre. La suavidad había dado paso a la urgencia y separó los labios, ladeando la cabeza. Nuestras bocas se abrieron y su lengua suave encontró la mía. Me besó con avidez, con tanta vehemencia que apenas podía respirar.
Pasó una eternidad y sólo fui consciente de que aquella boca, intrépida y hambrienta, quería la mía. Estaba mareada cuando me liberó por fin. Movía sus brazos para rodearme mientras escondía la cara en mi garganta. La retuve entre mis brazos, acariciándole el pelo, incapaz de contener la sonrisa que afloraba a mis labios, al tiempo que sentía las cosquillas de su cálido aliento en mi cuello.
Santana respiraba con agitación y el cuerpo casi le temblaba mientras lo oprimía contra el mío. Permanecimos en silencio, en un estrecho abrazo que duró siglos, hasta que recobró la voz.
—No me habías dicho que podía ser así—suspiró en voz baja y ronca.
Dibujé una amplia sonrisa y moví la lengua.
Levantó la cabeza, incorporándose un poco y echándose ligeramente hacia atrás para mirarme a la cara. Parecía como si le pesaran las pestañas, tenía fruncido el ceño y sus ojos escudriñaron mi rostro. Movió la cabeza despacio de lado a lado.
—No tenía ni idea—en su voz había un deje de asombro y admiración.
Continué mirándola, amándola.
—¿Estás bien?—todavía tenía los dedos enredados en los cabellos de su nuca.
Captó el sentido de mis palabras y una sonrisa vino a iluminar la oscuridad de sus ojos.
—Sí, estoy bien—hizo una mueca de alegría—Estoy muy bien.
Continuó besándome, esta vez con besos rápidos y breves que por poco me irritan los labios. Luego se incorporó y se hundió en su asiento, sin dejar de mirarme a los ojos.
—Pero no puedo acercarme lo bastante a ti y se me está durmiendo el brazo.
Me eché un poco hacia atrás y liberé el brazo que tenía atrapado.
—Entonces, ¿nos vamos?—le pregunté.
Asintió con la cabeza y esperó a que manipulase el cambio de marchas automático antes de retomar mi mano entre las suyas. No la soltó hasta que llegamos al hotel. Detuve el automóvil en la puerta principal y dejé que el aparcacoches se ocupase de él.
Santana fue un momento a su habitación para dejar la bolsa de viaje y la chaqueta, instante que aproveché para mirarme al espejo, deseando haber pasado más tiempo arreglándome aquella misma tarde.
El reflejo de Santana apareció justo encima de mi hombro derecho en el espejo y nos miramos a los ojos. Estudié su rostro, en busca de alguna señal que me indicara que la realidad había hecho acto de presencia y que Santana había recuperado el buen juicio.
Apenas hacía un minuto que nos habíamos separado y las dudas ya comenzaban a mortificarme.
La expresión de mi cara debía de ser lo bastante elocuente, ya que Santana arqueó las cejas a modo de advertencia y sonrió. A continuación se acercó y me rodeó la cintura por detrás, atrayéndome hacia sí. Entrelacé las manos con las suyas y lancé un suspiro, viendo nuestro reflejo mientras Santana iba inclinando la cabeza hasta acariciarme el cuello con los labios. Se me erizó la piel del brazo y ella la acarició, calmándola, y dio un suspiro de satisfacción.
Me estremecí y me miró a los ojos de nuevo.
Lanzó una sonrisa radiante, a medio camino entre la exuberancia y la anticipación. Mis ojos recorrieron la imagen del espejo. Tenía el rostro enardecido, tan cerca del mío... Sus brazos, alrededor de mi cintura, nuestras manos entrelazadas... Mientras mis ojos estudiaban aquella imagen, mi mente la rechazaba.
Estaba segura de que aquello era irreal.
—Esto es un poco extraño—confesé.
Suspiró y me estrechó levemente entre sus brazos.
—Ya lo sé, pero he pensado en ello durante tanto tiempo que ya hace siglos que me parece real.
—¿De verdad?
¿Era cierto que había estado pensando en mí de aquel modo?
No podía creerlo.
—De verdad—se limitó a decir, con la mirada fija en la mía en el espejo—¿Sabes una cosa?—acercó todavía más la cara de modo que nuestras mejillas permanecieron pegadas—Pareces totalmente petrificada.
Puse los ojos en blanco, deseando que no pudiese leer en mí como en un libro abierto.
—Muchas gracias. Lo estoy.
—Yo también—respondió, lanzando una risa nerviosa—Lo cierto es que estoy muerta de miedo.
Su sinceridad me conmovió y me invadió una sensación de alivio.
—Quiero tener la oportunidad de conocerte mejor. Así, de esta manera—balbuceó—, Ya sabes, saliendo juntas.
—¿Saliendo juntas?
Me eché a reír por las palabras que había escogido y su cara palideció. Me volví en el círculo de sus brazos, mis manos fueron a parar a sus hombros y luego a su nuca.
—¿Quieres salir conmigo?—dije en tono burlón.
—Sí. ¿Es que no debería usar esas palabras? ¿Hay alguna palabra especial o algún tipo de terminología que debiera utilizar?—su rostro estaba rojo como la grana.
—No—le aseguré, sonriendo—Lo de salir juntas está bien. Resulta que no puedo creer que esté oyendo esto de tus labios.
—Bueno, créelo—sus ojos emitieron unos destellos a la vez que levantaba la barbilla en actitud desafiante.
—Lo intentaré—la tranquilicé—Quiero hacerlo.
—Muy bien—me dio un beso liviano, sin pasión.
—Podemos ir poco a poco—le dije sin despegar mis labios de los suyos.
—Poco a poco—repitió.
Yo no me voy a ninguna parte.
La estreché con fuerza y me devolvió el abrazo, lanzándome una risita ahogada al oído.
—Pero no me beses como lo hiciste en el coche... o no respondo de mis actos.
Me eché a reír y la solté. Se echó hacia atrás y se quedó mirándome, estudiándome.
—¿Me puedo quedar contigo esta noche?
Pensé que el corazón me iba a estallar.
Dio un salto para tranquilizarme, colocando las manos en mis hombros y dándome unos rápidos pellizcos.
—Me portaré bien, te lo prometo. No quiero que esto acabe—titubeó un poco, como si estuviera avergonzada—Quiero despertarme mañana y saber que esto ha sucedido de verdad.
—Me gustaría mucho que te quedaras conmigo esta noche—mi voz sonaba grave mientras la abrazaba de nuevo.
Se liberó de mis brazos y esbozó una nueva sonrisa traviesa de camino a su habitación.
—Iré a cambiarme—dijo y desapareció tras la puerta.
Como en una nube, me preparé para meterme en la cama, sin saber muy bien qué ponerme. AI final me decidí por una camiseta de talla extra grande. Nerviosa, apagué la luz y me encaramé a la cama, oyendo las carrerillas de Santana en la puerta de al lado. Muy pronto, la luz que provenía de su habitación se extinguió y, más qué verla, percibí su presencia junto a mi cama.
—¿Estás ahí?—preguntó con voz silenciosa.
—Estoy aquí mismo—extendí la mano y encontré la suya.
Después retiré la colcha y me aparté un poco para hacerle sitio. Desplomó su peso sobre el colchón, junto a mí, y mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad. Se tendió sin decir una palabra y apoyó la cabeza en la almohada.
Una vez más, conseguí dominar mis nervios y me tumbé junto a ella, inmóvil, hasta que al final dijo algo.
—¿Puedo abrazarte?—hablaba en voz tan baja que tuve que estirar el cuello para oírla.
Cerré los ojos y un suspiro se escapó de mis labios. Estaba siendo tan dulce… Tan considerada y cuidadosa... Volví a sentir aquel arrebato en el corazón.
Sin decir palabra, deslicé un brazo por debajo de sus hombros y la atraje hacia mí a la vez que acurrucaba su cuerpo en el mío. Su cabeza descansaba en mi clavícula y me rodeó con el brazo. El mío fue a parar a su espalda y la acaricié lentamente por encima del fino algodón de su camiseta. Lanzó un profundo suspiro y colocó una pierna por encima de las mías, acercándose más aún.
—Buenas noches, Britt—apretó sus labios contra mi garganta.
—Buenas noches, San—le acaricié el pelo con los dedos, dejando que mi mano recorriera la línea de su espalda mientras mis labios dibujaban una sonrisa.
Miré hacia el techo, saboreando el momento, agradeciéndoles a los dioses el regalo que me había sido concedido.
Las dudas podían esperar hasta mañana. Lo único que importaba en aquel momento era el rostro enterrado en mi cuello, el calor enardecido que cubría la totalidad de mi cuerpo y el aliento suave y rítmico que flotaba por mi pecho.
Acerqué los labios a su frente y nos quedamos acurrucadas la una en la otra, más cerca todavía.
Me puse un par de téjanos, me calcé unas zapatillas de deporte, saqué un jersey del armario y cogí las llaves del coche de alquiler. Sin mirarme al espejo siquiera, salí por la puerta y me dirigí al bar.
Una vez en el coche, cambié de opinión y enfilé la autopista, con la urgente necesidad de aclarar mis ideas antes de ver a Marley.
No dejaba de reprenderme una y otra vez.
¿Cómo podía haberle hablado a Santana de aquella manera?
¿Cómo podía haber sido tan cruel, tan rencorosa?
Felicidades, Brittany. Has hecho un buen trabajo.
El nudo de mi estómago se fue volviendo cada vez más intenso hasta que creí que iba a vomitar. Mi intuición me decía que la fuera a buscar, que la llamara... Lo que fuera.
Tenía que decirle que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de arreglar aquello. Sin embargo, mi lado racional ganó la batalla, poniendo todo su empeño en tranquilizarme y asegurándome fríamente que había sido lo mejor.
Traté de auto convencerme de que no importaba, a sabiendas de que era lo único que importaba. Al final, casi dos horas más tarde, volví a la ciudad y me dirigí al lugar donde sabía que podría hallar consuelo.
Por suerte, Marley se alegraba de verme.
La encontré en la sala de la pista de baile, de pie en el extremo de la barra y con la barbilla apoyada en el dorso de la mano mientras observaba a varias parejas bailar. La sonrisa desapareció de su cara al ver mi expresión de angustia. Se acercó a mi lado de la barra y me rodeó con un reconfortante abrazo.
—Brittany, tienes muy mala cara—me susurró al oído.
La barbilla me temblaba y estaba a punto de echarme a llorar. Se echó hacia atrás para mirarme a los ojos.
—¿Qué te pasa, Brittany?
No me salían las palabras.
Tenía demasiado miedo de que se me escapasen las lágrimas si hablaba. Me abrazó de nuevo un largo rato hasta que se retiró y me guio hacia un taburete.
—Siéntate—me ordenó y la obedecí.
Desolada, me limité a mirarla mientras me cogía de la mano y me observaba.
—¿Es por lo de Santana?
Me quedé perpleja.
—¿Cómo lo sabes?—dije en un hilo de voz.
—Ha estado aquí—contestó en voz baja.
—¿Que ha estado aquí?
Sin poder dar crédito a sus palabras, por poco me caigo del asiento, pero Marley alargó el brazo para ayudarme a mantener el equilibrio.
Asintió con la cabeza.
—No te enfades. Necesitaba hablar con alguien y sólo se le ocurrió pensar en mí.
—¿Vino aquí para hablar contigo?
Un ataque de furia me recorrió la espina dorsal y luego rápidamente se transformó en ansiedad.
—¿Qué te ha dicho?
Marley se encogió de hombros.
—Que habían discutido. Que iba de camino al aeropuerto, pero que no podía marcharse—esbozó media sonrisa—¿Quieres contármelo?
—No—puse los ojos en blanco—Sí, creo que lo necesito—dije dando un suspiro—¿Te importa?
—Para eso estoy—me aseguró—Espera un momento, te traeré algo de beber—se metió en el otro lado de la barra y volvió con una copa de vino y un bol de galletitas saladas.
Engullí las galletas con voracidad, cayendo en la cuenta de que no había cenado.
—¿Y ha venido aquí sola?
No podía creerlo.
—Sí. Se sentó justo aquí—dijo señalando el taburete que había a mi lado—La verdad es que tuvimos una buena charla. Me gusta.
Bajé mi tono de voz, incomprensiblemente suspicaz.
—¿Qué quieres decir, con eso de que te gusta?
Me lanzó una mirada reprobatoria.
—No seas paranoica—me metió una galleta salada en la boca—Le importas.
—Sí, seguro—dije con sarcasmo—¿Te ha contado lo que le dije?
Marley se inclinó hacia delante, apoyándose en los codos.
—¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado?
Agradecida, le conté la historia de cabo a rabo, desde el día en que conocí a Santana hasta aquella misma tarde. Marley tuvo mucho cuidado en no interrumpirme y me dejó desahogarme hasta que acabé exhausta y terminé la historia. Había dibujado una sonrisa dulce y tranquilizadora en su rostro cuando acabé de hablar y no parecía sorprendida en absoluto por nada de lo que le había contado.
—Creo que deberías ser honesta con ella, Brittany. Dale una oportunidad.
La miré con detenimiento, fijándome en ella por primera vez aquella noche.
—Gracias por escucharme. No ha sido justo por mi parte desahogarme contigo de esta manera.
Se inclinó un poco más para mirarme de cerca, esbozando una sonrisa sincera.
—Está bien, ya lo sabes—me cogió de la mano—Odio verte tan infeliz.
Echó la cabeza hacia atrás y fijó la mirada en un punto encima de mi cabeza. Lanzó una sonrisa maliciosa y no supe por qué hasta que unas manos me sujetaron con suavidad por los hombros.
Me estremecí, consciente de que era Santana la que me sostenía con firmeza en mi sitio.
—¿Por qué me siento como si me hubieran tendido una trampa?—dirigí la pregunta a Marley—Traidora.
Marley me apretó la mano antes de echarse a reír con aire inocente y de levantar ambas manos.
—Eh, yo sólo trabajo aquí—inclinó la cabeza hacia Santana—Siéntate. Yo tengo que atender a los clientes.
Desapareció en el otro extremo de la barra y me quedé con la mirada fija hacia delante, intentando aparentar fascinación por las botellas de licor que tenía justo enfrente.
Estoy atrapada, pensé.
Noté la vacilación de Santana mientras retiraba las manos de mis hombros y se acomodaba en el taburete que había a mi lado. Arrojó varios billetes en la barra antes de hacer girar el taburete para mirarme cara a cara, presionando sus rodillas contra mis muslos. Intenté no retirarme y ella no se molestó en moverlas.
Di un sorbo a mi copa de vino, a la vez que intentaba tranquilizarme.
—Pensaba que te ibas a Boston—dije con la mayor calma posible y sin que la música ahogara mis palabras.
—Aquí es donde quiero estar—dio unos golpecitos en la barra y dejó caer las manos sobre el regazo.
Rodeé la copa con mis dedos y volví la cabeza para mirarla de frente.
—Me alegro de que estés aquí, de que hayas decidido quedarte.
Me tragué mi orgullo y me sentí agradecida por la oportunidad de poder hacer las cosas bien.
—No quise decir lo que te dije en el hotel. Desearía poder borrarlo todo—sacudí la cabeza, incapaz de poder expresarme, incapaz de ser completamente honesta.
Me concentré en la copa que tenía entre las manos, sorbiendo lentamente de ella antes de volverme hacia Santana con cautela.
—¿Por qué te has quedado?
Escogió sus palabras con sumo cuidado.
—De camino al aeropuerto, pensé en todo lo que me habías dicho, en lo de tu relación con Marley por seguridad—hizo una pausa antes de continuar—De pronto caí en la cuenta de que esto es exactamente lo que he estado haciendo durante toda mi vida. Me refiero a lo de ir a lo seguro—lanzó una sonrisa irónica—Después pensé en el modo en que me saltaste a la yugular cuando te dije que había sentido celos de aquel beso. ¿Es posible que, por casualidad, sólo estuvieras tratando de alejarme de ti?
Observó mi reacción con detenimiento.
—¿Me he acercado?
—Más de lo que quisiera admitir—murmuré.
Sonrió ante mis palabras.
—Lo he hecho todo mal. He estado pinchándote e intentando llamar tu atención de las peores formas posibles.
Miré hacia otro lado y me tocó la rodilla para obligarme a mirarla y a escuchar lo que me estaba diciendo.
—Sobre todo, después que me contases lo de Julie. Debería haber sabido que estarías a la defensiva.
Di otro sorbo y aparté la mirada. Esta vez me tomó de la mano, acariciándome la muñeca con las yemas de los dedos. Bajó un poco la mirada, mirándome directamente a los ojos. La suya era una mirada oscura, seria, penetrante. Retiró la mano poco a poco, satisfecha por haber captado toda mi atención.
A pesar de la oscuridad de la sala, podía ver su nerviosismo.
—No debería haber jugado contigo de esa manera, pero no sabía cómo decírtelo.
A su boca le resultaba difícil pronunciar las palabras y los labios le temblaron ligeramente cuando se forzó a sí misma a continuar.
—Siento algo por ti, Brittany. Y no sé qué puedo hacer con estos sentimientos.
Entorné los ojos al notar su miedo. Abrí la boca para decir algo, pero ella se me adelantó.
—Tenía la esperanza de que tal vez tú sintieras lo mismo, por ello he venido aquí esta noche, para averiguarlo. Si no sientes nada por mí, puedes decírmelo, pero por favor, no seas desagradable, ¿de acuerdo?
Una sensación de alivio se apoderó de mí. El temor había dado paso a la esperanza y la esperanza se había convertido en un calor lento, que se despertaba en mi interior.
Le lancé una mirada escéptica, sin dar crédito a mis oídos. Atisbé la tensión que rodeaba sus ojos y el nerviosismo que se asomaba a las comisuras de sus labios, mientras se preparaba para mi respuesta.
—No se trata sólo de ti—tragué saliva y sentí la necesidad de hablar, escogiendo las palabras con mucho cuidado—He estado mucho tiempo tratando de luchar contra lo que sentía por ti—la miré mientras la carga pesada desaparecía de sus hombros.
Sus facciones comenzaron a relajarse.
—¿De verdad?
Asentí, sintiéndome incómoda, sin saber qué decir. Cerré los ojos.
—Esto no se me da demasiado bien. No me resulta fácil.
Se acercó un poco más a mí, tanto, que su aliento me llegaba a las mejillas.
—¿Y qué te hace pensar que a mí me resulta fácil?—sus palabras me llegaron al alma.
—¿No haces esto todos los días?—ahora me tocaba a mí sonreír con ironía.
—No, si puedo evitarlo—dio un sorbo a su copa de vino y nos quedamos en silencio, sin saber cómo seguir—La cuestión es qué vamos a hacer al respecto.
—La verdad es que hace mucho tiempo decidí no hacer nada al respecto.
Su mirada se oscureció.
—¿Es eso lo que quieres hacer todavía?
Un frío glacial recorrió mi espalda mientras consideraba la posibilidad de mentir.
No era demasiado tarde.
Todavía podía salir de aquella situación.
—No—la palabra se escapó de mis labios antes que pudiera detenerla—Eso no es lo que quiero.
Una sonrisa asomó en sus ojos.
—Bien. Yo tampoco—parecía aliviada y vacilante a la vez.
Me quedé en silencio mientras bebíamos, aprovechando la oportunidad para asimilar sus palabras y para interiorizar el hecho de que todo había cambiado cuando todavía no había cambiado nada.
Era un comienzo, una puerta abierta.
Decidí apartar las dudas que sabía que saldrían tarde o temprano.
Podían esperar.
—¿Y ahora qué hacemos?
Estaba agotada por los nervios.
Alargó el brazo y me cogió por la muñeca.
—Bailamos.
—¿Bromeas?—solté sin querer.
Se puso a reír y me estiró del brazo.
—Lo digo en serio, vamos. Es la única canción que conozco de todas las que han puesto.
Escuché un momento, reconocí la voz de Donna Summer y me quedé horrorizada al instante.
—¡No puedo bailar contigo Love to Love Tou, Baby!—me eché atrás de nuevo y sólo conseguí que se riera con más fuerza aún.
—¡Claro que puedes!—se puso en pie y me animó a que la siguiera.
Busqué a Marley con los ojos, implorándole que vinieran mi auxilio, pero estaba charlando con uno de los camareros, ajena a mis súplicas.
Refunfuñando, dejé que Santana me condujera por el laberinto de mesas hasta la pista de baile. No me soltó la muñeca hasta que estuvimos rodeadas por otras parejas. Evité su mirada mientras mis ojos iban de una pareja a otra, fijándome cómo unos cuerpos se apretaban contra los demás cuerpos.
El pánico se apoderó de mi garganta y los pies se me quedaron clavados en el suelo.
—No puedo bailar esta canción—grité para que me oyera.
Se hizo a un lado y la seguí mientras la canción, afortunadamente, se iba disipando.
—Has tenido suerte—se rió.
Rogué en silencio para que la siguiente canción fuera alguna melodía rápida que conociera, por la que pudiera dejarme llevar y perder mi sentido del ridículo. Estiré el cuello para oír las primeras notas y se me encogió el corazón cuando oí que se trataba de una canción de amor lenta y sensual.
Mis ojos miraron los suyos.
—-¿Nos sentamos?
Se echó a reír y me estiró de la manga del suéter.
—No, quiero bailar.
—¿Quieres bailar esto?
Las demás parejas comenzaron a bailar con sus cuerpos muy unidos.
—Relájate. No muerdo—estaba sonriendo mientras me ofrecía las manos.
Con gesto vacilante, miré primero sus manos y luego su rostro, buceando en sus ojos, sin creerme lo que estaba sucediendo.
Voy a despertar en cualquier momento, pensé.
Su sonrisa comenzó a quebrarse y una sombra de incertidumbre oscureció su mirada.
El volumen de la música se hizo más intenso, lancé un suspiro y me acerqué a ella.
—Supongo que eres consciente de que para bailar esto tengo que tocarte.
—Me lo imagino—levantó un poco las palmas de las manos esperando a que yo se las cogiera.
Levanté unos brazos pesados y uní mis manos a las suyas, deteniéndome a saborear el momento de placer. Los dedos de mi mano derecha se entrelazaron con los de su izquierda. Di un paso hacia delante mientras nuestras manos entrelazadas iban a descansar en su espalda, justo por debajo de la cintura. Mi otra mano cayó en su cadera y su palma izquierda siguió el camino de mi brazo hasta detenerse en mi hombro. Comenzamos a movernos lentamente, con torpeza. Me concentré en el movimiento, tratando de seguir su ritmo.
—¿Así está bien?—su voz sonaba extraña, pequeña, débil e insegura.
Eché la cabeza un poco hacia atrás para mirarla a los ojos. Habían perdido su aire travieso y ahora me hablaban, con una ansiedad silenciosa, traicionando el nerviosismo de Santana.
Olvidé mis propios temores y apreté la mano que descansaba sobre la mía.
—Así está bien—dije sencillamente, con dulzura, sabiendo que mi expresión le decía mucho más que mis palabras.
Se relajó exhalando un profundo suspiro. Su mano abandonó mi hombro y fue a rodear mi cintura a la vez que se acercaba más a mi cuerpo, presionando todo su ser contra el mío. Me estremecí involuntariamente y cerré los ojos.
Rindiéndome, entregándome... La rodeé con el brazo y mi mano fue a parar a los rizos de su nuca. Enterré la cara en su garganta y respiré hondo, disfrutando de su aroma, en la armonía perfecta de nuestros cuerpos, que se estrechaban con fuerza y se movían despacio.
La sensación era maravillosa.
Abrazarla de aquella manera, enredar mis dedos en su pelo, movernos como en un sueño, dejar que la música me embargara... Preguntarme si era posible que ella estuviera sintiendo algo parecido a lo que sentía yo...
La canción terminó demasiado pronto y el sonido grave y repetitivo de un bajo vino a reemplazar la dulzura del momento anterior. Dejamos de movernos y nos quedamos abrazadas, prolongando el abrazo, sin querer liberarnos. Nos separamos y dimos un paso atrás, mirándonos la una a la otra con gesto nuevo y extraño.
No me importaba que Santana no estuviera sonriendo, me bastaba con aquella llama ardiente en sus ojos. Tragó saliva y yo esbocé una sonrisa, tomándola de la mano. Sin mediar palabra, la conduje entre la multitud que había ahora en la pista de baile y la llevé hasta nuestros taburetes.
Marley acudió enseguida a nuestro lado, riendo y bromeando, sin dejar de llenar las copas mientras un grupo de sus amigos se reunía a nuestro alrededor.
Me pregunté si estaría al tanto de lo que estaba pasando entre Santana y yo. Si lo estaba, no lo demostraba, con la excepción de que ya no me tocaba tan a menudo y las veces que lo hacía era de un modo menos íntimo. No sabía cómo hablarle a Santana, por lo que agradecí enormemente la conversación forzosa con los amigos de Marley.
Santana no me volvió a pedir que bailase con ella y, de hecho, no me habló demasiado mientras charlábamos con los demás, pero no pasé por alto la mano ocasional que caía sobre mi brazo y la rodilla que reanudaba su presión contra mi muslo.
Era casi medianoche cuando Santana se me acercó. Notaba su aliento en mi cuello mientras me susurraba al oído:
—Creo que voy a necesitar que alguien me lleve de vuelta al hotel.
La miré de cerca un momento.
—Es verdad. Has venido en taxi, ¿no es cierto?
Asintió con un gesto.
—¿Crees que podría volver contigo?—ladeó su cabeza oscura—A no ser que eso te estropee los planes para esta noche.
El corazón me dio un vuelco, mis ojos fueron hasta Marley y luego de vuelta a Santana.
Era una situación muy rara.
—Estoy segura de que Marley lo entenderá—dije con voz neutra—¿Estás lista para irnos pronto?
—Cuando tú quieras.
Asentí, lista para marcharnos, y cogí la mano de Marley cuando ésta pasaba por mi lado, me asaltó una sensación de culpa cuando comencé a tartamudear:
—Voy a llevar a Santana al hotel—le dije.
Me miró, luego miró a Santana y se volvió a mí de nuevo. Por un momento pensé que iba a pedirme que nos viéramos más tarde, pero no lo hizo. Se limitó a sonreír y se agachó para coger algo, luego pasó por debajo de la barra para ponerse a nuestro lado. Llevaba la chaqueta y la bolsa de viaje de Santana en una mano. Me puse en pie para recibir su afectuoso abrazo, tan distinto de los abrazos que solía darme.
Me apretó con fuerza, sin dejarme ir.
—Espero que esto funcione como tú deseas—me susurró al oído.
Me embargó una sensación de tristeza y confusión. Las cosas estaban yendo demasiado rápido, demasiado fuera de control.
—Eh, espera un momento...
Me hizo callar con un beso rápido en la mejilla.
—Teníamos un trato, ¿recuerdas? Está bien. Llámame—me lanzó una mirada cargada de significado y se volvió hacia Santana, dejándole la bolsa en una mano y cogiéndole la otra con las dos.
—Gracias.
Esa fue la única palabra que le oí pronunciar a Santana antes que Marley también le diera un abrazo. Me quedé mirando la cara de Santana mientras Marley la abrazaba y le susurraba algo al oído.
La mente me daba vueltas, sin acabar de creerme lo que estaba sucediendo. Vi cómo asentía Santana cuando Marley daba un paso atrás y me dije a mí misma que llamaría a Marley al día siguiente.
—No lo haré—fue todo lo que dijo Santana.
Marley se volvió y me sonrió, apretándome el brazo, y luego volvió a agacharse para pasar al otro lado de la barra. Nos dijo adiós un momento con la mano antes de volverse hacia sus amigos y Santana y yo echamos a andar hacia la salida.
Reinaba un silencio extraño, una vez que llegamos a la calle. La grava del suelo del aparcamiento crujía bajo mis zapatillas de deporte mientras caminábamos la una al lado de la otra, rozándonos de vez en cuando los hombros.
Continué pensando en Marley.
—¿Qué te ha dicho Marley antes de irnos?—le pregunté al llegar al coche.
Me miró mientras quitaba el seguro de la puerta del copiloto.
—Me parece que no quiero decírtelo ahora mismo. Es posible que más tarde.
Le contesté que lo entendía, pensando que tal vez yo tampoco quisiera decirle lo que Marley me había dicho a mí.
La radio cobró vida cuando arranqué el motor y el volumen me hizo saltar y apagarla rápidamente.
—Lo siento—la miré con gesto contrariado—Estaba de un humor de perros cuando venía hacia acá.
Santana se volvió en su asiento, alargando el brazo con timidez y apartando mi mano del volante. La observé mientras la depositaba en su regazo y la sostenía, ladeando la cabeza mientras recorría mi palma con un dedo.
—¿Y ahora cómo te sientes?—me preguntó en voz baja mientras seguía el recorrido de su dedo con los ojos.
Sonreí ante su fingido aire de despreocupación.
—Nerviosa. Alerta. Confusa...
Las palabras fueron saliendo una a una a la vez que suspiraba.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Yo también—admitió, sin dejar de acariciarme la mano.
Se hizo un pesado silencio y ahuyenté las palabras de reproche que trataban de invadir mi mente. Se quedó mirando a través del parabrisas y mis ojos dibujaron el contorno de su perfil. Unos cabellos oscuros le caían sobre la frente, se volvía hacia mí.
—¿Puedo hacer algo antes de irnos?
Deslizó la lengua por el labio superior y luego por el inferior antes de esconderla en la boca, haciendo su nerviosismo transparente.
El corazón me latía desbocado en el pecho. Asentí, mirándola a los ojos y acallando las voces de mi mente. Acercó su mano a mi mejilla, luego a mi sien y finalmente la enterró en mi pelo.
Su respiración se hizo irregular.
Alcé el brazo y cubrí su mano con la mía, guiándola hacia abajo, por mi mejilla, hasta que la palma de su mano me tapó los labios. Besé aquella mano antes de dejarla escapar y mis labios se estremecieron al perder aquel contacto. Las yemas de sus dedos acariciaron despacio el contorno de mi boca antes de recorrer mis labios, trazando primero el de arriba y luego el de abajo. Se acercó más aún, con los ojos fijos en mi boca. Unos labios suaves fueron a ocupar el puesto que los dedos habían dejado vacante.
Cerré los párpados y nos quedamos inmóviles, rozándonos apenas con los labios. Luego deslizó la mano hasta mi cuello y me atrajo hacia sí. Obedecí a sus requerimientos y descansé ambas manos en la suavidad de sus mejillas. Sus dedos me acariciaron el cuello y la presión de sus labios se hizo más intensa. Mis dedos se movieron hasta sus sienes y le peiné los cabellos de la frente hacia atrás.
El silencio se rompió con un suave gemido que escapó de sus labios. Me atrajo hacia ella con más ímpetu y su boca perdió cualquier resto de mansedumbre. La suavidad había dado paso a la urgencia y separó los labios, ladeando la cabeza. Nuestras bocas se abrieron y su lengua suave encontró la mía. Me besó con avidez, con tanta vehemencia que apenas podía respirar.
Pasó una eternidad y sólo fui consciente de que aquella boca, intrépida y hambrienta, quería la mía. Estaba mareada cuando me liberó por fin. Movía sus brazos para rodearme mientras escondía la cara en mi garganta. La retuve entre mis brazos, acariciándole el pelo, incapaz de contener la sonrisa que afloraba a mis labios, al tiempo que sentía las cosquillas de su cálido aliento en mi cuello.
Santana respiraba con agitación y el cuerpo casi le temblaba mientras lo oprimía contra el mío. Permanecimos en silencio, en un estrecho abrazo que duró siglos, hasta que recobró la voz.
—No me habías dicho que podía ser así—suspiró en voz baja y ronca.
Dibujé una amplia sonrisa y moví la lengua.
Levantó la cabeza, incorporándose un poco y echándose ligeramente hacia atrás para mirarme a la cara. Parecía como si le pesaran las pestañas, tenía fruncido el ceño y sus ojos escudriñaron mi rostro. Movió la cabeza despacio de lado a lado.
—No tenía ni idea—en su voz había un deje de asombro y admiración.
Continué mirándola, amándola.
—¿Estás bien?—todavía tenía los dedos enredados en los cabellos de su nuca.
Captó el sentido de mis palabras y una sonrisa vino a iluminar la oscuridad de sus ojos.
—Sí, estoy bien—hizo una mueca de alegría—Estoy muy bien.
Continuó besándome, esta vez con besos rápidos y breves que por poco me irritan los labios. Luego se incorporó y se hundió en su asiento, sin dejar de mirarme a los ojos.
—Pero no puedo acercarme lo bastante a ti y se me está durmiendo el brazo.
Me eché un poco hacia atrás y liberé el brazo que tenía atrapado.
—Entonces, ¿nos vamos?—le pregunté.
Asintió con la cabeza y esperó a que manipulase el cambio de marchas automático antes de retomar mi mano entre las suyas. No la soltó hasta que llegamos al hotel. Detuve el automóvil en la puerta principal y dejé que el aparcacoches se ocupase de él.
Santana fue un momento a su habitación para dejar la bolsa de viaje y la chaqueta, instante que aproveché para mirarme al espejo, deseando haber pasado más tiempo arreglándome aquella misma tarde.
El reflejo de Santana apareció justo encima de mi hombro derecho en el espejo y nos miramos a los ojos. Estudié su rostro, en busca de alguna señal que me indicara que la realidad había hecho acto de presencia y que Santana había recuperado el buen juicio.
Apenas hacía un minuto que nos habíamos separado y las dudas ya comenzaban a mortificarme.
La expresión de mi cara debía de ser lo bastante elocuente, ya que Santana arqueó las cejas a modo de advertencia y sonrió. A continuación se acercó y me rodeó la cintura por detrás, atrayéndome hacia sí. Entrelacé las manos con las suyas y lancé un suspiro, viendo nuestro reflejo mientras Santana iba inclinando la cabeza hasta acariciarme el cuello con los labios. Se me erizó la piel del brazo y ella la acarició, calmándola, y dio un suspiro de satisfacción.
Me estremecí y me miró a los ojos de nuevo.
Lanzó una sonrisa radiante, a medio camino entre la exuberancia y la anticipación. Mis ojos recorrieron la imagen del espejo. Tenía el rostro enardecido, tan cerca del mío... Sus brazos, alrededor de mi cintura, nuestras manos entrelazadas... Mientras mis ojos estudiaban aquella imagen, mi mente la rechazaba.
Estaba segura de que aquello era irreal.
—Esto es un poco extraño—confesé.
Suspiró y me estrechó levemente entre sus brazos.
—Ya lo sé, pero he pensado en ello durante tanto tiempo que ya hace siglos que me parece real.
—¿De verdad?
¿Era cierto que había estado pensando en mí de aquel modo?
No podía creerlo.
—De verdad—se limitó a decir, con la mirada fija en la mía en el espejo—¿Sabes una cosa?—acercó todavía más la cara de modo que nuestras mejillas permanecieron pegadas—Pareces totalmente petrificada.
Puse los ojos en blanco, deseando que no pudiese leer en mí como en un libro abierto.
—Muchas gracias. Lo estoy.
—Yo también—respondió, lanzando una risa nerviosa—Lo cierto es que estoy muerta de miedo.
Su sinceridad me conmovió y me invadió una sensación de alivio.
—Quiero tener la oportunidad de conocerte mejor. Así, de esta manera—balbuceó—, Ya sabes, saliendo juntas.
—¿Saliendo juntas?
Me eché a reír por las palabras que había escogido y su cara palideció. Me volví en el círculo de sus brazos, mis manos fueron a parar a sus hombros y luego a su nuca.
—¿Quieres salir conmigo?—dije en tono burlón.
—Sí. ¿Es que no debería usar esas palabras? ¿Hay alguna palabra especial o algún tipo de terminología que debiera utilizar?—su rostro estaba rojo como la grana.
—No—le aseguré, sonriendo—Lo de salir juntas está bien. Resulta que no puedo creer que esté oyendo esto de tus labios.
—Bueno, créelo—sus ojos emitieron unos destellos a la vez que levantaba la barbilla en actitud desafiante.
—Lo intentaré—la tranquilicé—Quiero hacerlo.
—Muy bien—me dio un beso liviano, sin pasión.
—Podemos ir poco a poco—le dije sin despegar mis labios de los suyos.
—Poco a poco—repitió.
Yo no me voy a ninguna parte.
La estreché con fuerza y me devolvió el abrazo, lanzándome una risita ahogada al oído.
—Pero no me beses como lo hiciste en el coche... o no respondo de mis actos.
Me eché a reír y la solté. Se echó hacia atrás y se quedó mirándome, estudiándome.
—¿Me puedo quedar contigo esta noche?
Pensé que el corazón me iba a estallar.
Dio un salto para tranquilizarme, colocando las manos en mis hombros y dándome unos rápidos pellizcos.
—Me portaré bien, te lo prometo. No quiero que esto acabe—titubeó un poco, como si estuviera avergonzada—Quiero despertarme mañana y saber que esto ha sucedido de verdad.
—Me gustaría mucho que te quedaras conmigo esta noche—mi voz sonaba grave mientras la abrazaba de nuevo.
Se liberó de mis brazos y esbozó una nueva sonrisa traviesa de camino a su habitación.
—Iré a cambiarme—dijo y desapareció tras la puerta.
Como en una nube, me preparé para meterme en la cama, sin saber muy bien qué ponerme. AI final me decidí por una camiseta de talla extra grande. Nerviosa, apagué la luz y me encaramé a la cama, oyendo las carrerillas de Santana en la puerta de al lado. Muy pronto, la luz que provenía de su habitación se extinguió y, más qué verla, percibí su presencia junto a mi cama.
—¿Estás ahí?—preguntó con voz silenciosa.
—Estoy aquí mismo—extendí la mano y encontré la suya.
Después retiré la colcha y me aparté un poco para hacerle sitio. Desplomó su peso sobre el colchón, junto a mí, y mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad. Se tendió sin decir una palabra y apoyó la cabeza en la almohada.
Una vez más, conseguí dominar mis nervios y me tumbé junto a ella, inmóvil, hasta que al final dijo algo.
—¿Puedo abrazarte?—hablaba en voz tan baja que tuve que estirar el cuello para oírla.
Cerré los ojos y un suspiro se escapó de mis labios. Estaba siendo tan dulce… Tan considerada y cuidadosa... Volví a sentir aquel arrebato en el corazón.
Sin decir palabra, deslicé un brazo por debajo de sus hombros y la atraje hacia mí a la vez que acurrucaba su cuerpo en el mío. Su cabeza descansaba en mi clavícula y me rodeó con el brazo. El mío fue a parar a su espalda y la acaricié lentamente por encima del fino algodón de su camiseta. Lanzó un profundo suspiro y colocó una pierna por encima de las mías, acercándose más aún.
—Buenas noches, Britt—apretó sus labios contra mi garganta.
—Buenas noches, San—le acaricié el pelo con los dedos, dejando que mi mano recorriera la línea de su espalda mientras mis labios dibujaban una sonrisa.
Miré hacia el techo, saboreando el momento, agradeciéndoles a los dioses el regalo que me había sido concedido.
Las dudas podían esperar hasta mañana. Lo único que importaba en aquel momento era el rostro enterrado en mi cuello, el calor enardecido que cubría la totalidad de mi cuerpo y el aliento suave y rítmico que flotaba por mi pecho.
Acerqué los labios a su frente y nos quedamos acurrucadas la una en la otra, más cerca todavía.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Se pelean pero por lo menos se comenzaron a decir lo que sienten.
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Sabia que este momento iba a llegar!!!!!
Me encanto fue perfecto!!!!
Saludos
Me encanto fue perfecto!!!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
creo que voy a morir de sobredosis de azucar y amor con tu fic peeeeeeeeeeeeeeero me encanta no nos has hecho esperar mucho^^! y me encanta la santana de tu fic :)
mystic*** - Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
ha sido grandioso!!!!! santana es tan sweet, entiendo mas a brittany pero tambien pienso que si santana lo esta intentando ella podria hacer tambien su exfuerzo!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
creo que esa felicidad no durara mucho
maraj* - Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
monica.santander escribió:Se pelean pero por lo menos se comenzaron a decir lo que sienten.
Saludos
monica.santander escribió:Sabia que este momento iba a llegar!!!!!
Me encanto fue perfecto!!!!
Saludos
Hola, algo es algo, no¿? jajajaaja. Ellas lo son, como no iba a serlo el momento¿? ajajajajajja. Saludos =D
mystic escribió:creo que voy a morir de sobredosis de azucar y amor con tu fic peeeeeeeeeeeeeeero me encanta no nos has hecho esperar mucho^^! y me encanta la santana de tu fic :)
Hola, aaaaa ellas causan eso, no¿? jajajajaajajajaj vamos bn entonces jajajajajaajaj. No, aquí el siguiente cap! Siempre encanta jaajajajja. Saludos =D
micky morales escribió:ha sido grandioso!!!!! santana es tan sweet, entiendo mas a brittany pero tambien pienso que si santana lo esta intentando ella podria hacer tambien su exfuerzo!!!!
Hola, si es vrdd ajajajajajajaj. Ambas estan viviendo algo nuevo, tiempo al tiempo, no es llegar y listo... vrdd jaajajajaja. Saludos =D
maraj escribió:creo que esa felicidad no durara mucho
Hola, =o pero xq! justo que llego ya te lo llevas¿? ajajjaaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 13
Capitulo 13
Abrí los ojos a las seis en punto de la mañana y comencé a hacer un inventario mental de partes del cuerpo humano. Estaba echada en mi lado de la cama y Santana estaba acurrucada en mi espalda, pegada a mí, rodeándome la cintura con el brazo.
Agucé el oído para captar cualquier señal que me indicara que Santana se había despertado, pero su respiración era lenta y regular mientras dormía. Me debatí entre la necesidad de levantarme para ir al cuarto de baño y el deseo de quedarme ahí quieta y deleitarme con la presencia que tenía a mi lado.
Al final, la necesidad fisiológica pudo más que mis deseos y retiré el brazo de Santana con cuidado para escurrirme de su abrazo. Fui de puntillas hasta el servicio, me cepillé los dientes y tontamente traté de pasarme el peine por el pelo antes de volver a la cama.
Me acerqué a Santana por detrás, vi que no se había movido ni un centímetro y me incliné un poco para contemplar su rostro. Sus largas pestañas descansaban sobre unos pómulos altos y tenía los labios ligeramente separados mientras continuaba durmiendo plácidamente.
Aparté la colcha, me coloqué con sigilo detrás de ella y comencé a tantear con las piernas y los brazos hasta que las curvas de mi cuerpo encajaron a la perfección con las del suyo.
No conseguí conciliar el sueño.
Mi mente y mi cuerpo estaban despiertos de placer, con una sensación de plenitud y fascinación que me embargaba completamente. Toda la aprensión que había sentido la noche anterior se había esfumado y miré hacia delante, mis ojos se quedaron fijos en los cabellos oscuros que surcaban el hueco de su nuca sin alcanzar la línea del cuello de su camiseta.
Mientras la observaba, aquella pequeña zona de piel desnuda se empeñó en llamarme, en provocarme... Mis labios se abrieron paso hasta aquel hueco y lo acariciaron despacio, regodeándose.
Respiré hondo, enamorada de aquel aroma, y la llama del deseo comenzó a arder en mi interior. Mis labios subieron por la nuca hacia su oreja, bajaron de nuevo por la línea de su cuello y se detuvieron en la curva de su hombro.
—Mmm...
El suspiro escapó de sus labios como en un sueño y se apretó contra mí al abrigo de mi cuerpo.
Sonriendo, cogí el cuello de su camiseta y tiré de él hacia abajo. Enterré los labios en aquella zona de su espalda, describiendo círculos, lamiendo y mordisqueando con dulzura.
Se echó hacia atrás apretándose aún más contra mí y pasé el brazo por debajo de su almohada, doblándolo por el codo de modo que alcanzara a tocar su mano.
Movió los dedos y los entrelazó con los míos, ejerciendo una ligera presión.
Mi boca prosiguió su recorrido mientras mi otra mano se arrastraba hasta su hombro y descendía por su brazo, acariciándolo lentamente antes de esconderse bajo la manga de su camiseta y cubrir su hombro desnudo. Luego, mis dedos fueron bajando, siguiendo la estela de la piel desnuda de su clavícula hasta encontrar la palpitación agitada de su garganta, deslizándose por su cuello y acariciándole la barbilla... Mi boca trepó hasta la parte superior de su columna vertebral y levanté la cabeza, para mirar por encima de su hombro, para ver cómo mis dedos encontraban sus labios.
Tenía los ojos cerrados mientras daba la bienvenida a cada uno de mis dedos con un beso. Separó un poco los labios y su lengua descubrió uno de mis dedos, lo engulló para succionarlo con suavidad antes de liberarlo y atrapar uno nuevo.
La humedad desbordante de su boca envió una corriente eléctrica a mi bajo vientre y la sacudida recorrió todo mi cuerpo.
Aquellos espasmos me dejaron sin fuerzas.
Capté la sonrisa que bailaba sobre sus labios mientras me apretaba la mano que descansaba sobre la suya. Cuando recobré las fuerzas, mi boca buscaba desesperadamente su cuello y se abrió para que mi lengua pudiera jugar con su nuca y mis dientes comenzaron a frotar aquella piel tersa y suave.
Su boca liberó mis dedos y su mano libre descendió por detrás de su cuerpo hasta encontrar mi cadera. Me acarició despacio y a continuación me atrajo hacia sí. Recorrí con la mano su escote en sentido horizontal hasta llegar a la curva de su hombro, liberado por fin de la manga de su camiseta. Después descendí por su brazo, presioné su antebrazo y me entretuve describiendo círculos en la muñeca hasta llegar a la mano que acariciaba mi cadera.
La fuerza de su mano me sorprendió cuando agarró mis dedos.
Doblé la rodilla hacia delante, obligándola suavemente a cambiar la postura de su cuerpo, y dobló la pierna mientras echaba todo su peso hacia delante.
Mi cuerpo se movió contra el suyo.
Su mano condujo la mía hasta su cadera, implorando que se detuviera ahí. Inconscientemente recorrí la parte externa de su muslo y noté cómo se tensaban sus músculos mientras mi mano moldeaba su carne. Puse la mano detrás de su rodilla y la acaricié despacio, sentí el estremecimiento de su cuerpo mientras me movía arriba y abajo, entreteniéndome en la suavidad de la parte interna del muslo.
Mi respiración se iba volviendo cada vez más agitada a medida que tomaba conciencia de las reacciones de su cuerpo. Se retorcía entre las sábanas, anticipando mis caricias, y su mano pedía que me acercase aún más.
Vacilé un poco, prolongando los dedos por su piel mientras me resistía a la tentación de explorar un poco más. Moví la mano hacia arriba, deslizándola por las bragas de algodón que cubrían sus caderas, por debajo de su camiseta, más despacio, cuando se detuvo para acariciar la piel tensa que se extendía por su vientre.
Mis dedos se hundieron para acariciar la banda, elástica. Estiró ambas manos para sujetar el brazo que acunaba su cabeza, obligándome a doblarme un poco más, a acercar aún más mi cuerpo mientras mi ser envolvía el suyo completamente. Recorrí el lóbulo de su oreja con los labios, mordisqueándolo, y su cuerpo se estremeció como respuesta.
Mi corazón latía muy deprisa cuando me concentré en la piel suave de su estómago y mis dedos descubrieron y dibujaron todas y cada una de las costillas de su caja torácica. Moví la mano hacia arriba y acaricié sus pechos suavemente henchidos.
Contuve la respiración mientras vacilaba un instante, gozando por adelantado, sintiendo la dulzura de su cuerpo mientras éste se estiraba a la expectativa.
Ahora tenía la mano entre sus pequeños pechos y la acariciaba creando círculos lentamente, provocándola, prolongando el momento hasta que mi mano cubrió uno de sus pechos muy despacio y el pezón se puso erecto entre mis dedos. Se le escapó un largo gemido que me pedía más y más, ahuyentando cualquier posible inhibición que sintiese todavía.
La presión de mi mano aumentó mientras la tocaba, mientras la acariciaba, abrazando la textura carnosa de su pequeño pecho antes de encontrar su pezón de nuevo y rodearlo entre mis dedos. Ahora, Santana estaba jadeando, derritiéndose, con el cuerpo débil y lánguido. La estreché entre mis brazos, moviendo la mano entre sus dos pechos, acariciándola con ternura, atenazándola, deleitándome en el modo en que su cuerpo se arqueaba contra el mío. Apretaba mi otra mano con fuerza, con la respiración entrecortada mientras se movía con urgencia.
—Britt—mi nombre se escapó de sus labios.
Su voz era grave y ronca mientras volvía la cabeza, alargando la mano hasta la parte posterior de mi cabeza para atraer mi boca hasta sus labios. Su pasión se desató con aquel beso y fue resbalando contra mi cuerpo, apoyando la espalda en el colchón mientras reclamaba mi cuerpo encima del suyo.
Me puse encima de ella, rodeando sus pechos con las manos mientras mi boca encontraba la suya de nuevo. Retuvo mi lengua en su interior, succionando con fuerza al tiempo que rodeaba mi cuello con sus brazos, apretándome contra ella.
Aparté el tejido de su camiseta y mi boca se unió a mis manos al compás de mis labios, mi lengua y mis dedos, que danzaban por sus pezones, arrancándole un nuevo jadeo.
—Britt—pronunció mi nombre de nuevo, esta vez con tanta vehemencia que levanté la cabeza, insegura de repente.
La miré a los ojos, abiertos y anclados en los míos, que emitían gritos mudos de deseo.
—¿Estás bien?—susurré sin aliento.
Se mordió el labio superior.
—Por favor, no te detengas.
Sus palabras me derritieron y enterré la cara en sus pechos, besándola dulcemente mientras sus dedos hurgaban en mi pelo.
Deslicé, la mano hacia abajo al tiempo que continuaba acariciándola con la otra y mi boca recorría sus pechos con insistencia. Mis dedos revolotearon por su vientre, sumergiéndose por fin en el interior de la banda elástica de las bragas.
En mi interior se desataron emociones espontáneas que me hicieron temblar con un estremecimiento repentino de nerviosismo. Titubeé un poco, desfallecida.
Otras imágenes acudieron a mi mente.
¿Qué estoy haciendo?, gritaba la voz de mi conciencia.
Esta mujer es Santana.
Es Santana...
Temblorosa, me desplomé sobre su cuerpo y descansé la cabeza en su pecho, con los brazos débiles y lánguidos mientras permanecía inmóvil, respirando agriadamente.
Santana.
Su cuerpo se quedó quieto bajo el mío y el latido de su corazón se fue haciendo cada vez más regular bajo mi oreja. Enterró las manos en mi pelo y comenzó a acariciarme la frente con suavidad. Poco después, sus manos se hicieron fuertes y, seguras de sí mismas, iniciaron el masaje de mi espalda, liberando la tensión de mis hombros.
—Ven aquí—habló en voz baja y se levantó justo lo suficiente para deslizarse un poco hacia abajo y hacerme subir.
Sin mirarla a los ojos, enterré la cara en su cuello, sintiéndome totalmente avergonzada, experimentando una sensación de fracaso.
¿Cómo puedo haber dejado que esto suceda?
Movió las manos arriba y abajo de mi espalda, consolándome y acariciándome despacio.
Llegaron hasta el interior de mi camiseta.
Tenía los dedos fríos al contacto con el calor de mi piel. Suspiré profundamente, tratando de despejar mi mente e intentando no sentir sino el gozo de sus manos en mi cuerpo.
La presión de sus manos aumentó y su respiración se hizo irregular de nuevo mientras comenzaba a moverse debajo de mi cuerpo, levantándome un poco para deslizarse a mi lado.
Tiró de mi camiseta hacia arriba y me la sacó por la cabeza tan rápidamente que apenas me di cuenta. Unos besos cálidos recorrieron mi cuello, mis mejillas y mis párpados. Notaba la presencia de sus manos en todas partes, explorando mi piel desnuda, excitándome.
Unos dedos tímidos me acariciaron los pechos.
Mi cuerpo se estremeció, reavivando la llama, y me apoyé en un codo. Mi boca encontró la suya y la besé intensamente mientras palpaba sus pechos con la mano, retozando con sus pezones hasta que empezó a gemir de nuevo.
Repetía mi nombre y me pedía que no me detuviera.
El corazón me latía desbocado y la atraje hacia mí, sin parar de besarla mientras mi mano recorría su vientre una vez más. Me retuvo con fuerza cuando mis dedos se adentraron en las bragas de algodón. Contuve la respiración, su cuerpo se estiraba con anticipación mientras mi mano continuaba bajando. Un gemido escapó de mis labios cuando mis dedos desaparecieron en los pliegues de su humedad.
Tan suave...
Mis dedos iniciaron su exploración y mi pasión se encendía con cada nueva contracción que ya sacudía su cuerpo.
Con suavidad al principio, mis dedos se adentraban con paciencia y poco a poco fueron aumentando la presión hasta penetrar con fuerza en su interior. Luego, los retiraba despacio para jugar y acariciarla un poco más, y a continuación volvía a arremeter con más ímpetu. Mis dedos ejercían una presión profunda mientras mi mano la acariciaba con suavidad, la mimaba, la arrullaba, la excitaba...
Me sujetó a ella enérgicamente y apartó su boca de la mía mientras luchaba por respirar. Su cuerpo se puso rígido, se quedó suspendido en el aire y se apretó contra mí antes de caer hacia atrás, temblando, sacudido por las convulsiones.
La estreché entre mis brazos, amándola, queriendo decir las palabras, pero sin atreverme a ello. Las sacudidas de su cuerpo cesaron un momento antes que comenzara a moverse contra mí de nuevo, con los músculos de su interior abrazando mis dedos, pidiéndoles que se adentraran más y más. Esta vez los moví con rapidez y empezó a gritar de nuevo, a punto de caerse de la cama mientras me sujetaba y me arrastraba hasta colocarme encima de ella, rodeando mi cuerpo con los brazos y una pierna.
Dejé que me abrazar así hasta que su cuerpo dejó de temblar y su ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Luego me erguí lentamente hasta encontrarme cara a cara con ella. Rocé su mejilla con los labios y me acerqué despacio hasta su sien, pasando por encima de sus párpados cerrados. Apoyé mi peso sobre un codo mientras levantaba el otro brazo y le apartaba los rizos sudorosos de la frente. Respiró hondo, tratando de calmarse mientras una sonrisa afloraba a su rostro.
Mis labios atraparon los suyos de nuevo.
Su respuesta fue automática y abrió la boca para recibir mi beso con avidez. Me concentré en la sensación de tenerla ahí, en mi boca, mientras sus labios iban al encuentro de los míos, y sonreí, sintiendo cómo estiraba su cuerpo debajo de mí.
Al final, abrió los ojos, que me miraron tímidos por debajo de las pestañas.
—Buenos días—murmuré.
Me lanzó una sonrisa perezosa y un rubor aterciopelado asomaba en sus mejillas.
—Buenos días—respondió en voz baja—¿Siempre despiertas así a tus amantes?
A tus amantes, repetí para mis adentros.
Amantes.
—Sólo a las que son muy especiales—le dije, besándola de nuevo—¿Estás bien?
Abrió más los ojos.
—La palabra «bien» no refleja ni la mitad de lo que siento. Prueba con «feliz», «extasiada», «sorprendida»... pero, sobre todo, apasionada—levantó una mano por detrás de mi cabeza y me dio un beso en la boca—Anoche creí oírte decir que querías ir poco a poco. Me pregunto a qué le llamas tú ir deprisa.
Me sonrojé y bajé la mirada, avergonzada.
—No he podido evitarlo. Te estaba abrazando...—tartamudeé—Lo siento.
Me puso un dedo en los labios.
—Por favor, no digas eso. Yo no lo siento, en absoluto. No me hagas pensar que ya te estás arrepintiendo de esto.
—No, no—salté para convencerla—Yo tampoco lo siento, sencillamente, estoy nerviosa—admití.
—Bueno ya somos dos—sonrió y su mano fue a parar a mi mejilla, acariciando suavemente mi piel con los dedos—Eres una amante maravillosa, Britt—dijo en voz baja—Pero me temo que no voy a saber cómo tocarte...
—No tienes por qué hacerlo...
—Pero quiero hacerlo—levantó la cabeza y su boca reclamó la mía de nuevo mientras me arrastraba hacia ella.
Fuimos rodando por la cama hasta que su cuerpo estuvo encima del mío, con las piernas entrelazadas. Bajé los brazos para tirar de su camiseta, se la saqué por la cabeza y me regodeé en la sensación de sentir sus pechos desnudos apretarse contra los míos.
Mis manos se posaron en el hueco de su espalda y percibí la tersa suavidad de su piel mientras se estiraba encima de mí. Continuó besándome, enredando una mano en mi pelo y recorriéndome la garganta con la boca mientras su otra mano me acariciaba lentamente la espalda.
Percibí su nerviosismo por su modo de respirar y por las palpitaciones que latían contra mi pecho.
Comenzó a palparme mientras se erguía, temblorosa, y se puso a dibujar la curva de mi seno. Había dejado de besarme y tenía la mirada puesta en su propia mano, que iba cubriendo todo mi cuerpo consiguiendo que de mis labios escapase un sonoro jadeo.
—¿Así está bien?—me lanzó una mirada titubeante y me apresuré a asegurarle que lo estaba haciendo maravillosamente bien.
—Eres tan suave...—me dijo con la voz imbuida de fascinación mientras recorría mi pezón con un dedo trémulo.
Mi cuerpo se rindió sin voluntad.
Mi respiración fue acelerándose y Santana me sonrió, con los ojos enormes y oscuros, a la vez que iba ganado confianza en sí misma. Se regocijaba, viendo las reacciones de mi cuerpo ante sus caricias y cerré los ojos para ahogar la sensación de bochorno.
Ahora sus dos manos estaban sumergidas en mi cuerpo y comenzaban a explorarlo, seguidas de sus labios.
Su boca era lenta y estaba húmeda.
Dejó una estela de besos por mi cuello y por el pecho, y su lengua me tanteaba mientras su boca cubría un pecho primero y después el otro. Notaba sus dedos, sus manos, su boca y su lengua por todas partes. Me estaba haciendo enloquecer de placer, torturándome, provocándome, empujándome y obligándome a no pensar en nada más.
Todo aquel rato, su voz llegaba hasta mí, susurrándome palabras cariñosas, maravillándose por lo que estaba sintiendo, asombrada por ser capaz de proporcionarme tanto placer.
Se deleitaba en las convulsiones que recorrían mi cuerpo y en los gemidos que ya no podía contener. Cada caricia era una mezcla insoportable de tormento y éxtasis, hasta que al final acabó por apiadarse de mí.
Sus dedos sólo vacilaron un instante antes de deslizarse hacia abajo y encontrarme empapada en oleadas de placer. En un momento, unos temblores sacudieron mi cuerpo como si de una corriente eléctrica se tratara, mientras mis brazos retenían a Santana sin dejarle escapar.
Antes de poder recuperar el aliento, se movió de nuevo y sus manos y su boca siguieron retozando con mi piel.
Levanté un brazo, gimiendo.
—Por favor...—mi mano encontró la suya y detuvo sus movimientos—Necesito un momento...
Un espasmo involuntario sacudió mi cuerpo y una risa seca escapó de mis labios. Abrí los ojos y descubrí los suyos, enormes por el asombro.
—Me estás matando—sonreí, sintiéndome demasiado débil para abrazarla del modo en que quería hacerlo.
—Oh, pero no me digas que no es una buena forma de morir...—lanzó una risa seductora, me abrazó con fuerza y me cubrió la cara de besos.
Después se apartó un poco, lo justo para apoyarse sobre un codo y para descansar la cabeza en la palma de la mano. Levantó la sábana y la colocó con cuidado a mí alrededor antes de dejar que sus dedos se deslizaran arriba y abajo por mi brazo, mimándome.
Era la primera vez que veía reflejada una expresión de puro placer en su rostro. Los ojos le brillaban con destellos de luz y una sonrisa afloraba de sus labios.
—Desde luego, pareces muy satisfecha contigo misma—me reí.
—Lo estoy—dijo, esbozando una sonrisa radiante—Si hubiera sabido que esto era tan maravilloso, te habría dicho lo que sentía hace mucho tiempo.
—¿Ah, sí?
Mi corazón ya había abandonado su ritmo desbocado.
—¿Y cuándo habría sido eso exactamente?
Frunció la nariz.
—¿Quieres que te diga la verdad?
—Por favor.
—Bueno—pronunció la palabra muy despacio—Ya tenía mis sospechas la noche que me dijiste que eras gay—su sonrisa se hizo más leve—Estaba confundida porque sabía que sentía algo especial por ti. Tú sólo me ayudaste a ponerle un nombre a mis sentimientos.
—¿Hace tanto tiempo?
Estaba perpleja.
Asintió con un gesto. Deslizó los dedos por mi cuello de nuevo, acariciándolo despacio y entreteniéndose en mi clavícula. Cuando habló otra vez, su tono era bajo y estaba lleno de remordimientos.
—Tardé mucho tiempo en admitir lo que sentía. Cuando por fin me permití a mí misma pensar en ello, ya ni siquiera nos hablábamos.
Frunció el ceño y alargué el brazo para borrar las arrugas de su entrecejo. Estaba cabizbaja y quise retirarle el pelo de la cara.
—Así que, por eso no pareció importarte cuando te dije que Blaine nos quería a las dos aquí, en Atlanta—le dije con dulzura.
Se sonrojó avergonzada.
—Quería tener la oportunidad de estar cerca de ti otra vez.
Le acaricié el pelo con los dedos para reconfortarla.
—¿Y?
—Y entonces salimos aquella noche con Blaine y conocimos a Marley. Fue una noche muy dura para mí—admitió, suspirando y recorriendo mi garganta con las yemas de los dedos—Al principio me hizo mucha gracia ver cómo te ponías nerviosa cuando vino a nuestra mesa, pero luego, cuando te vi bailar con ella, sentí una punzada en mi interior—me miró a los ojos y me dedicó una sonrisa forzada—Se estaban seduciendo la una a la otra delante de mis narices y en lo único en que pensaba era que debería haber sido yo quien bailara contigo en lugar de ella.
—No puedo creerlo.
Estaba perpleja, recordando lo nerviosa y avergonzada que me había sentido cuando vi a Santana mirarnos en la pista de baile.
—No tenía ni idea, pensé que estabas asqueada por lo que estabas viendo. En realidad, creí que por eso te habías ido a Boston a la mañana siguiente.
Dirigió la vista hacia el techo y suspiró.
—Bueno, no. Me pasé toda la noche despierta y discutiendo conmigo misma por lo que estaba sintiendo. No sabes lo cerca que estuve de llamar a tu puerta y contártelo todo aquella misma noche. Me asustó tanto sentir lo que sentía que recogí mis cosas y me marché antes de las seis de la mañana.
Retrocedí hasta aquel fin de semana con la mente.
—Pero cuando regresaste, estabas bien. De hecho, entonces comenzamos a pasar más tiempo juntas otra vez.
Santana asintió.
—Me pasé todo el fin de semana convenciéndome de que había malinterpretado mis propios sentimientos. Volví con la firme intención de convertirme en la mejor amiga del mundo. Funcionó durante un tiempo, pero me estaba auto engañando—se inclinó para besarme de nuevo, muy despacio—¿Y tú? ¿Qué sentías?—me preguntó sin despegar sus labios de los míos.
—Creo que siempre he estado un poquitín colada por ti.
Levanté la mano y separé el dedo índice del pulgar un centímetro para ilustrar mis palabras.
—Me siento halagada—bromeó.
—¿No lo sabías?
Negó con la cabeza.
—No. Siempre has tenido mucho cuidado en guardar las distancias entre nosotras—sus dedos encontraron los míos y se entrelazaron automáticamente—¿Me lo habrías dicho alguna vez?
Me puse seria para decirle la verdad.
—No.
Esbozó una mueca de disgusto.
—Esa regla otra vez, ¿no?
Asentí con un gesto.
—Nunca me habría arriesgado—dije en voz baja.
Me estudió detenidamente y suavizó su expresión.
—En ese caso estoy más contenta todavía de habértelo dicho anoche.
—Yo también—le cogí la cara entre las manos y la atraje hacia mí para darle un largo beso.
Sentí un cosquilleo familiar en el estómago.
—Mmm... ¿Llamamos al servicio de habitaciones?
—Un café no me vendría nada mal—me susurró al oído a la vez que se levantaba y echaba todo su peso encima de mí.
Alargué el brazo para coger el teléfono, marqué los números a ciegas y esperé una respuesta. La lengua de Santana trazaba círculos perfectos alrededor de mi pezón mientras yo encargaba café y un desayuno continental. Santana se deslizó hacia abajo y tiró de mis bragas hacia las rodillas al tiempo que yo dejaba el auricular en su sitio.
Su boca encontró la mía y volvió a dejarme sin aliento.
—¿Cuánto van a tardar en subir?—preguntó con la respiración entrecortada mientras le acariciaba el pecho con la mano.
Acerqué mi boca a la suya.
—No te preocupes, tenemos mucho tiempo.
Agucé el oído para captar cualquier señal que me indicara que Santana se había despertado, pero su respiración era lenta y regular mientras dormía. Me debatí entre la necesidad de levantarme para ir al cuarto de baño y el deseo de quedarme ahí quieta y deleitarme con la presencia que tenía a mi lado.
Al final, la necesidad fisiológica pudo más que mis deseos y retiré el brazo de Santana con cuidado para escurrirme de su abrazo. Fui de puntillas hasta el servicio, me cepillé los dientes y tontamente traté de pasarme el peine por el pelo antes de volver a la cama.
Me acerqué a Santana por detrás, vi que no se había movido ni un centímetro y me incliné un poco para contemplar su rostro. Sus largas pestañas descansaban sobre unos pómulos altos y tenía los labios ligeramente separados mientras continuaba durmiendo plácidamente.
Aparté la colcha, me coloqué con sigilo detrás de ella y comencé a tantear con las piernas y los brazos hasta que las curvas de mi cuerpo encajaron a la perfección con las del suyo.
No conseguí conciliar el sueño.
Mi mente y mi cuerpo estaban despiertos de placer, con una sensación de plenitud y fascinación que me embargaba completamente. Toda la aprensión que había sentido la noche anterior se había esfumado y miré hacia delante, mis ojos se quedaron fijos en los cabellos oscuros que surcaban el hueco de su nuca sin alcanzar la línea del cuello de su camiseta.
Mientras la observaba, aquella pequeña zona de piel desnuda se empeñó en llamarme, en provocarme... Mis labios se abrieron paso hasta aquel hueco y lo acariciaron despacio, regodeándose.
Respiré hondo, enamorada de aquel aroma, y la llama del deseo comenzó a arder en mi interior. Mis labios subieron por la nuca hacia su oreja, bajaron de nuevo por la línea de su cuello y se detuvieron en la curva de su hombro.
—Mmm...
El suspiro escapó de sus labios como en un sueño y se apretó contra mí al abrigo de mi cuerpo.
Sonriendo, cogí el cuello de su camiseta y tiré de él hacia abajo. Enterré los labios en aquella zona de su espalda, describiendo círculos, lamiendo y mordisqueando con dulzura.
Se echó hacia atrás apretándose aún más contra mí y pasé el brazo por debajo de su almohada, doblándolo por el codo de modo que alcanzara a tocar su mano.
Movió los dedos y los entrelazó con los míos, ejerciendo una ligera presión.
Mi boca prosiguió su recorrido mientras mi otra mano se arrastraba hasta su hombro y descendía por su brazo, acariciándolo lentamente antes de esconderse bajo la manga de su camiseta y cubrir su hombro desnudo. Luego, mis dedos fueron bajando, siguiendo la estela de la piel desnuda de su clavícula hasta encontrar la palpitación agitada de su garganta, deslizándose por su cuello y acariciándole la barbilla... Mi boca trepó hasta la parte superior de su columna vertebral y levanté la cabeza, para mirar por encima de su hombro, para ver cómo mis dedos encontraban sus labios.
Tenía los ojos cerrados mientras daba la bienvenida a cada uno de mis dedos con un beso. Separó un poco los labios y su lengua descubrió uno de mis dedos, lo engulló para succionarlo con suavidad antes de liberarlo y atrapar uno nuevo.
La humedad desbordante de su boca envió una corriente eléctrica a mi bajo vientre y la sacudida recorrió todo mi cuerpo.
Aquellos espasmos me dejaron sin fuerzas.
Capté la sonrisa que bailaba sobre sus labios mientras me apretaba la mano que descansaba sobre la suya. Cuando recobré las fuerzas, mi boca buscaba desesperadamente su cuello y se abrió para que mi lengua pudiera jugar con su nuca y mis dientes comenzaron a frotar aquella piel tersa y suave.
Su boca liberó mis dedos y su mano libre descendió por detrás de su cuerpo hasta encontrar mi cadera. Me acarició despacio y a continuación me atrajo hacia sí. Recorrí con la mano su escote en sentido horizontal hasta llegar a la curva de su hombro, liberado por fin de la manga de su camiseta. Después descendí por su brazo, presioné su antebrazo y me entretuve describiendo círculos en la muñeca hasta llegar a la mano que acariciaba mi cadera.
La fuerza de su mano me sorprendió cuando agarró mis dedos.
Doblé la rodilla hacia delante, obligándola suavemente a cambiar la postura de su cuerpo, y dobló la pierna mientras echaba todo su peso hacia delante.
Mi cuerpo se movió contra el suyo.
Su mano condujo la mía hasta su cadera, implorando que se detuviera ahí. Inconscientemente recorrí la parte externa de su muslo y noté cómo se tensaban sus músculos mientras mi mano moldeaba su carne. Puse la mano detrás de su rodilla y la acaricié despacio, sentí el estremecimiento de su cuerpo mientras me movía arriba y abajo, entreteniéndome en la suavidad de la parte interna del muslo.
Mi respiración se iba volviendo cada vez más agitada a medida que tomaba conciencia de las reacciones de su cuerpo. Se retorcía entre las sábanas, anticipando mis caricias, y su mano pedía que me acercase aún más.
Vacilé un poco, prolongando los dedos por su piel mientras me resistía a la tentación de explorar un poco más. Moví la mano hacia arriba, deslizándola por las bragas de algodón que cubrían sus caderas, por debajo de su camiseta, más despacio, cuando se detuvo para acariciar la piel tensa que se extendía por su vientre.
Mis dedos se hundieron para acariciar la banda, elástica. Estiró ambas manos para sujetar el brazo que acunaba su cabeza, obligándome a doblarme un poco más, a acercar aún más mi cuerpo mientras mi ser envolvía el suyo completamente. Recorrí el lóbulo de su oreja con los labios, mordisqueándolo, y su cuerpo se estremeció como respuesta.
Mi corazón latía muy deprisa cuando me concentré en la piel suave de su estómago y mis dedos descubrieron y dibujaron todas y cada una de las costillas de su caja torácica. Moví la mano hacia arriba y acaricié sus pechos suavemente henchidos.
Contuve la respiración mientras vacilaba un instante, gozando por adelantado, sintiendo la dulzura de su cuerpo mientras éste se estiraba a la expectativa.
Ahora tenía la mano entre sus pequeños pechos y la acariciaba creando círculos lentamente, provocándola, prolongando el momento hasta que mi mano cubrió uno de sus pechos muy despacio y el pezón se puso erecto entre mis dedos. Se le escapó un largo gemido que me pedía más y más, ahuyentando cualquier posible inhibición que sintiese todavía.
La presión de mi mano aumentó mientras la tocaba, mientras la acariciaba, abrazando la textura carnosa de su pequeño pecho antes de encontrar su pezón de nuevo y rodearlo entre mis dedos. Ahora, Santana estaba jadeando, derritiéndose, con el cuerpo débil y lánguido. La estreché entre mis brazos, moviendo la mano entre sus dos pechos, acariciándola con ternura, atenazándola, deleitándome en el modo en que su cuerpo se arqueaba contra el mío. Apretaba mi otra mano con fuerza, con la respiración entrecortada mientras se movía con urgencia.
—Britt—mi nombre se escapó de sus labios.
Su voz era grave y ronca mientras volvía la cabeza, alargando la mano hasta la parte posterior de mi cabeza para atraer mi boca hasta sus labios. Su pasión se desató con aquel beso y fue resbalando contra mi cuerpo, apoyando la espalda en el colchón mientras reclamaba mi cuerpo encima del suyo.
Me puse encima de ella, rodeando sus pechos con las manos mientras mi boca encontraba la suya de nuevo. Retuvo mi lengua en su interior, succionando con fuerza al tiempo que rodeaba mi cuello con sus brazos, apretándome contra ella.
Aparté el tejido de su camiseta y mi boca se unió a mis manos al compás de mis labios, mi lengua y mis dedos, que danzaban por sus pezones, arrancándole un nuevo jadeo.
—Britt—pronunció mi nombre de nuevo, esta vez con tanta vehemencia que levanté la cabeza, insegura de repente.
La miré a los ojos, abiertos y anclados en los míos, que emitían gritos mudos de deseo.
—¿Estás bien?—susurré sin aliento.
Se mordió el labio superior.
—Por favor, no te detengas.
Sus palabras me derritieron y enterré la cara en sus pechos, besándola dulcemente mientras sus dedos hurgaban en mi pelo.
Deslicé, la mano hacia abajo al tiempo que continuaba acariciándola con la otra y mi boca recorría sus pechos con insistencia. Mis dedos revolotearon por su vientre, sumergiéndose por fin en el interior de la banda elástica de las bragas.
En mi interior se desataron emociones espontáneas que me hicieron temblar con un estremecimiento repentino de nerviosismo. Titubeé un poco, desfallecida.
Otras imágenes acudieron a mi mente.
¿Qué estoy haciendo?, gritaba la voz de mi conciencia.
Esta mujer es Santana.
Es Santana...
Temblorosa, me desplomé sobre su cuerpo y descansé la cabeza en su pecho, con los brazos débiles y lánguidos mientras permanecía inmóvil, respirando agriadamente.
Santana.
Su cuerpo se quedó quieto bajo el mío y el latido de su corazón se fue haciendo cada vez más regular bajo mi oreja. Enterró las manos en mi pelo y comenzó a acariciarme la frente con suavidad. Poco después, sus manos se hicieron fuertes y, seguras de sí mismas, iniciaron el masaje de mi espalda, liberando la tensión de mis hombros.
—Ven aquí—habló en voz baja y se levantó justo lo suficiente para deslizarse un poco hacia abajo y hacerme subir.
Sin mirarla a los ojos, enterré la cara en su cuello, sintiéndome totalmente avergonzada, experimentando una sensación de fracaso.
¿Cómo puedo haber dejado que esto suceda?
Movió las manos arriba y abajo de mi espalda, consolándome y acariciándome despacio.
Llegaron hasta el interior de mi camiseta.
Tenía los dedos fríos al contacto con el calor de mi piel. Suspiré profundamente, tratando de despejar mi mente e intentando no sentir sino el gozo de sus manos en mi cuerpo.
La presión de sus manos aumentó y su respiración se hizo irregular de nuevo mientras comenzaba a moverse debajo de mi cuerpo, levantándome un poco para deslizarse a mi lado.
Tiró de mi camiseta hacia arriba y me la sacó por la cabeza tan rápidamente que apenas me di cuenta. Unos besos cálidos recorrieron mi cuello, mis mejillas y mis párpados. Notaba la presencia de sus manos en todas partes, explorando mi piel desnuda, excitándome.
Unos dedos tímidos me acariciaron los pechos.
Mi cuerpo se estremeció, reavivando la llama, y me apoyé en un codo. Mi boca encontró la suya y la besé intensamente mientras palpaba sus pechos con la mano, retozando con sus pezones hasta que empezó a gemir de nuevo.
Repetía mi nombre y me pedía que no me detuviera.
El corazón me latía desbocado y la atraje hacia mí, sin parar de besarla mientras mi mano recorría su vientre una vez más. Me retuvo con fuerza cuando mis dedos se adentraron en las bragas de algodón. Contuve la respiración, su cuerpo se estiraba con anticipación mientras mi mano continuaba bajando. Un gemido escapó de mis labios cuando mis dedos desaparecieron en los pliegues de su humedad.
Tan suave...
Mis dedos iniciaron su exploración y mi pasión se encendía con cada nueva contracción que ya sacudía su cuerpo.
Con suavidad al principio, mis dedos se adentraban con paciencia y poco a poco fueron aumentando la presión hasta penetrar con fuerza en su interior. Luego, los retiraba despacio para jugar y acariciarla un poco más, y a continuación volvía a arremeter con más ímpetu. Mis dedos ejercían una presión profunda mientras mi mano la acariciaba con suavidad, la mimaba, la arrullaba, la excitaba...
Me sujetó a ella enérgicamente y apartó su boca de la mía mientras luchaba por respirar. Su cuerpo se puso rígido, se quedó suspendido en el aire y se apretó contra mí antes de caer hacia atrás, temblando, sacudido por las convulsiones.
La estreché entre mis brazos, amándola, queriendo decir las palabras, pero sin atreverme a ello. Las sacudidas de su cuerpo cesaron un momento antes que comenzara a moverse contra mí de nuevo, con los músculos de su interior abrazando mis dedos, pidiéndoles que se adentraran más y más. Esta vez los moví con rapidez y empezó a gritar de nuevo, a punto de caerse de la cama mientras me sujetaba y me arrastraba hasta colocarme encima de ella, rodeando mi cuerpo con los brazos y una pierna.
Dejé que me abrazar así hasta que su cuerpo dejó de temblar y su ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Luego me erguí lentamente hasta encontrarme cara a cara con ella. Rocé su mejilla con los labios y me acerqué despacio hasta su sien, pasando por encima de sus párpados cerrados. Apoyé mi peso sobre un codo mientras levantaba el otro brazo y le apartaba los rizos sudorosos de la frente. Respiró hondo, tratando de calmarse mientras una sonrisa afloraba a su rostro.
Mis labios atraparon los suyos de nuevo.
Su respuesta fue automática y abrió la boca para recibir mi beso con avidez. Me concentré en la sensación de tenerla ahí, en mi boca, mientras sus labios iban al encuentro de los míos, y sonreí, sintiendo cómo estiraba su cuerpo debajo de mí.
Al final, abrió los ojos, que me miraron tímidos por debajo de las pestañas.
—Buenos días—murmuré.
Me lanzó una sonrisa perezosa y un rubor aterciopelado asomaba en sus mejillas.
—Buenos días—respondió en voz baja—¿Siempre despiertas así a tus amantes?
A tus amantes, repetí para mis adentros.
Amantes.
—Sólo a las que son muy especiales—le dije, besándola de nuevo—¿Estás bien?
Abrió más los ojos.
—La palabra «bien» no refleja ni la mitad de lo que siento. Prueba con «feliz», «extasiada», «sorprendida»... pero, sobre todo, apasionada—levantó una mano por detrás de mi cabeza y me dio un beso en la boca—Anoche creí oírte decir que querías ir poco a poco. Me pregunto a qué le llamas tú ir deprisa.
Me sonrojé y bajé la mirada, avergonzada.
—No he podido evitarlo. Te estaba abrazando...—tartamudeé—Lo siento.
Me puso un dedo en los labios.
—Por favor, no digas eso. Yo no lo siento, en absoluto. No me hagas pensar que ya te estás arrepintiendo de esto.
—No, no—salté para convencerla—Yo tampoco lo siento, sencillamente, estoy nerviosa—admití.
—Bueno ya somos dos—sonrió y su mano fue a parar a mi mejilla, acariciando suavemente mi piel con los dedos—Eres una amante maravillosa, Britt—dijo en voz baja—Pero me temo que no voy a saber cómo tocarte...
—No tienes por qué hacerlo...
—Pero quiero hacerlo—levantó la cabeza y su boca reclamó la mía de nuevo mientras me arrastraba hacia ella.
Fuimos rodando por la cama hasta que su cuerpo estuvo encima del mío, con las piernas entrelazadas. Bajé los brazos para tirar de su camiseta, se la saqué por la cabeza y me regodeé en la sensación de sentir sus pechos desnudos apretarse contra los míos.
Mis manos se posaron en el hueco de su espalda y percibí la tersa suavidad de su piel mientras se estiraba encima de mí. Continuó besándome, enredando una mano en mi pelo y recorriéndome la garganta con la boca mientras su otra mano me acariciaba lentamente la espalda.
Percibí su nerviosismo por su modo de respirar y por las palpitaciones que latían contra mi pecho.
Comenzó a palparme mientras se erguía, temblorosa, y se puso a dibujar la curva de mi seno. Había dejado de besarme y tenía la mirada puesta en su propia mano, que iba cubriendo todo mi cuerpo consiguiendo que de mis labios escapase un sonoro jadeo.
—¿Así está bien?—me lanzó una mirada titubeante y me apresuré a asegurarle que lo estaba haciendo maravillosamente bien.
—Eres tan suave...—me dijo con la voz imbuida de fascinación mientras recorría mi pezón con un dedo trémulo.
Mi cuerpo se rindió sin voluntad.
Mi respiración fue acelerándose y Santana me sonrió, con los ojos enormes y oscuros, a la vez que iba ganado confianza en sí misma. Se regocijaba, viendo las reacciones de mi cuerpo ante sus caricias y cerré los ojos para ahogar la sensación de bochorno.
Ahora sus dos manos estaban sumergidas en mi cuerpo y comenzaban a explorarlo, seguidas de sus labios.
Su boca era lenta y estaba húmeda.
Dejó una estela de besos por mi cuello y por el pecho, y su lengua me tanteaba mientras su boca cubría un pecho primero y después el otro. Notaba sus dedos, sus manos, su boca y su lengua por todas partes. Me estaba haciendo enloquecer de placer, torturándome, provocándome, empujándome y obligándome a no pensar en nada más.
Todo aquel rato, su voz llegaba hasta mí, susurrándome palabras cariñosas, maravillándose por lo que estaba sintiendo, asombrada por ser capaz de proporcionarme tanto placer.
Se deleitaba en las convulsiones que recorrían mi cuerpo y en los gemidos que ya no podía contener. Cada caricia era una mezcla insoportable de tormento y éxtasis, hasta que al final acabó por apiadarse de mí.
Sus dedos sólo vacilaron un instante antes de deslizarse hacia abajo y encontrarme empapada en oleadas de placer. En un momento, unos temblores sacudieron mi cuerpo como si de una corriente eléctrica se tratara, mientras mis brazos retenían a Santana sin dejarle escapar.
Antes de poder recuperar el aliento, se movió de nuevo y sus manos y su boca siguieron retozando con mi piel.
Levanté un brazo, gimiendo.
—Por favor...—mi mano encontró la suya y detuvo sus movimientos—Necesito un momento...
Un espasmo involuntario sacudió mi cuerpo y una risa seca escapó de mis labios. Abrí los ojos y descubrí los suyos, enormes por el asombro.
—Me estás matando—sonreí, sintiéndome demasiado débil para abrazarla del modo en que quería hacerlo.
—Oh, pero no me digas que no es una buena forma de morir...—lanzó una risa seductora, me abrazó con fuerza y me cubrió la cara de besos.
Después se apartó un poco, lo justo para apoyarse sobre un codo y para descansar la cabeza en la palma de la mano. Levantó la sábana y la colocó con cuidado a mí alrededor antes de dejar que sus dedos se deslizaran arriba y abajo por mi brazo, mimándome.
Era la primera vez que veía reflejada una expresión de puro placer en su rostro. Los ojos le brillaban con destellos de luz y una sonrisa afloraba de sus labios.
—Desde luego, pareces muy satisfecha contigo misma—me reí.
—Lo estoy—dijo, esbozando una sonrisa radiante—Si hubiera sabido que esto era tan maravilloso, te habría dicho lo que sentía hace mucho tiempo.
—¿Ah, sí?
Mi corazón ya había abandonado su ritmo desbocado.
—¿Y cuándo habría sido eso exactamente?
Frunció la nariz.
—¿Quieres que te diga la verdad?
—Por favor.
—Bueno—pronunció la palabra muy despacio—Ya tenía mis sospechas la noche que me dijiste que eras gay—su sonrisa se hizo más leve—Estaba confundida porque sabía que sentía algo especial por ti. Tú sólo me ayudaste a ponerle un nombre a mis sentimientos.
—¿Hace tanto tiempo?
Estaba perpleja.
Asintió con un gesto. Deslizó los dedos por mi cuello de nuevo, acariciándolo despacio y entreteniéndose en mi clavícula. Cuando habló otra vez, su tono era bajo y estaba lleno de remordimientos.
—Tardé mucho tiempo en admitir lo que sentía. Cuando por fin me permití a mí misma pensar en ello, ya ni siquiera nos hablábamos.
Frunció el ceño y alargué el brazo para borrar las arrugas de su entrecejo. Estaba cabizbaja y quise retirarle el pelo de la cara.
—Así que, por eso no pareció importarte cuando te dije que Blaine nos quería a las dos aquí, en Atlanta—le dije con dulzura.
Se sonrojó avergonzada.
—Quería tener la oportunidad de estar cerca de ti otra vez.
Le acaricié el pelo con los dedos para reconfortarla.
—¿Y?
—Y entonces salimos aquella noche con Blaine y conocimos a Marley. Fue una noche muy dura para mí—admitió, suspirando y recorriendo mi garganta con las yemas de los dedos—Al principio me hizo mucha gracia ver cómo te ponías nerviosa cuando vino a nuestra mesa, pero luego, cuando te vi bailar con ella, sentí una punzada en mi interior—me miró a los ojos y me dedicó una sonrisa forzada—Se estaban seduciendo la una a la otra delante de mis narices y en lo único en que pensaba era que debería haber sido yo quien bailara contigo en lugar de ella.
—No puedo creerlo.
Estaba perpleja, recordando lo nerviosa y avergonzada que me había sentido cuando vi a Santana mirarnos en la pista de baile.
—No tenía ni idea, pensé que estabas asqueada por lo que estabas viendo. En realidad, creí que por eso te habías ido a Boston a la mañana siguiente.
Dirigió la vista hacia el techo y suspiró.
—Bueno, no. Me pasé toda la noche despierta y discutiendo conmigo misma por lo que estaba sintiendo. No sabes lo cerca que estuve de llamar a tu puerta y contártelo todo aquella misma noche. Me asustó tanto sentir lo que sentía que recogí mis cosas y me marché antes de las seis de la mañana.
Retrocedí hasta aquel fin de semana con la mente.
—Pero cuando regresaste, estabas bien. De hecho, entonces comenzamos a pasar más tiempo juntas otra vez.
Santana asintió.
—Me pasé todo el fin de semana convenciéndome de que había malinterpretado mis propios sentimientos. Volví con la firme intención de convertirme en la mejor amiga del mundo. Funcionó durante un tiempo, pero me estaba auto engañando—se inclinó para besarme de nuevo, muy despacio—¿Y tú? ¿Qué sentías?—me preguntó sin despegar sus labios de los míos.
—Creo que siempre he estado un poquitín colada por ti.
Levanté la mano y separé el dedo índice del pulgar un centímetro para ilustrar mis palabras.
—Me siento halagada—bromeó.
—¿No lo sabías?
Negó con la cabeza.
—No. Siempre has tenido mucho cuidado en guardar las distancias entre nosotras—sus dedos encontraron los míos y se entrelazaron automáticamente—¿Me lo habrías dicho alguna vez?
Me puse seria para decirle la verdad.
—No.
Esbozó una mueca de disgusto.
—Esa regla otra vez, ¿no?
Asentí con un gesto.
—Nunca me habría arriesgado—dije en voz baja.
Me estudió detenidamente y suavizó su expresión.
—En ese caso estoy más contenta todavía de habértelo dicho anoche.
—Yo también—le cogí la cara entre las manos y la atraje hacia mí para darle un largo beso.
Sentí un cosquilleo familiar en el estómago.
—Mmm... ¿Llamamos al servicio de habitaciones?
—Un café no me vendría nada mal—me susurró al oído a la vez que se levantaba y echaba todo su peso encima de mí.
Alargué el brazo para coger el teléfono, marqué los números a ciegas y esperé una respuesta. La lengua de Santana trazaba círculos perfectos alrededor de mi pezón mientras yo encargaba café y un desayuno continental. Santana se deslizó hacia abajo y tiró de mis bragas hacia las rodillas al tiempo que yo dejaba el auricular en su sitio.
Su boca encontró la mía y volvió a dejarme sin aliento.
—¿Cuánto van a tardar en subir?—preguntó con la respiración entrecortada mientras le acariciaba el pecho con la mano.
Acerqué mi boca a la suya.
—No te preocupes, tenemos mucho tiempo.
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Hola, solo decir que PUEDE que cambie el nombre del foro a: http://gleelatino.foroactivo.net el viernes, pero solo PUEDE que lo haga. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
espectacular capitulo, espero la actualizacion!!!! al fin santana reconocio lo que sentia.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Jaja ahora no pierden el tiempo xD
Ahora estás a cargo del foro también?
Menos mal que nunca dije nada malo xD
Pero en serio hay necesidad de cambiarle el nombre???
Es que... de activo no tiene nada xD & es mas fácil Glee Latino así escribo menos y eso xD
Cuentame que cosas haces con el foro, ya me dio curiosidad xD
Ahora estás a cargo del foro también?
Menos mal que nunca dije nada malo xD
Pero en serio hay necesidad de cambiarle el nombre???
Es que... de activo no tiene nada xD & es mas fácil Glee Latino así escribo menos y eso xD
Cuentame que cosas haces con el foro, ya me dio curiosidad xD
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
hola morra,..
me gustaron los cap!
al fin se sinceraron las dos y se dijeron que sentían una por la otra,.
a ver como lo enfrentan ahora,..
nos vemos!!!
me gustaron los cap!
al fin se sinceraron las dos y se dijeron que sentían una por la otra,.
a ver como lo enfrentan ahora,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
Lindo, lindo che!!! al fin hablan esta chicas y se dicen la verdad.
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Nunca Digas Jamás (Adaptada) Cap 17 Epílogo
micky morales escribió:espectacular capitulo, espero la actualizacion!!!! al fin santana reconocio lo que sentia.
Hola, jajaajaj aquí el siguiente cap! YA era hora, no¿? ajajajajjaja. Saludos =D
Elita escribió:Jaja ahora no pierden el tiempo xD
Ahora estás a cargo del foro también?
Menos mal que nunca dije nada malo xD
Pero en serio hay necesidad de cambiarle el nombre???
Es que... de activo no tiene nada xD & es mas fácil Glee Latino así escribo menos y eso xD
Cuentame que cosas haces con el foro, ya me dio curiosidad xD
Hola, jajaja mas bien lo recuperan jajaajajajaj.
No, jajajajaaj ojala xD jajaajaj, lo que pasa esk leí que el 11 de sep vence el dominio del foro (el nombre) y si no se paga cambiara a la pagina que dije antes, no es que kieran cambiar el nombre xq si XD. Y yo creo que esta mas activo que el año pasado, ai nuevo fics, ojala y volvieran los fics inconclusos así también se mantiene activo. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,..
me gustaron los cap!
al fin se sinceraron las dos y se dijeron que sentían una por la otra,.
a ver como lo enfrentan ahora,..
nos vemos!!!
Hola lu, aaa eso es bueno, espero y siga así ajajajajajajaj. Ya era hora! ajajajajajaaj. De lo mejorrrr... vrdd¿? jaajaajaj. Saludos =D
monica.santander escribió:Lindo, lindo che!!! al fin hablan esta chicas y se dicen la verdad.
Saludos
Hola, siiii!!!!! ajajajajajajja, era su tiempo, esperemos y siga así ajajajaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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