[Resuelto]FanFic Brittana: Amor en Espera (Adaptada) Epílogo

Capitulo 30

Santana vaciló en la puerta, preguntándose si debía irse.

El coche de Brittany no estaba así que obviamente no estaba en casa. Y ya que era la una de la tarde, debió ser obvio para ella que Brittany no quería verla.

Llamó a la puerta de todos modos.

Si no conseguía nada más, al menos conseguiría el número celular de Brittany, de su mamá.

La señora Pierce abrió la puerta con una sonrisa, tirando de Santana al interior.

—Te he estado esperando toda la mañana.

Santana frunció el ceño.

—¿En serio?

—Es un poco temprano para cócteles, pero tengo un poco de té dulce ¿Te parece bien?

Santana asintió y la siguió a la cocina.

Había un sobre blanco en el mostrador con su nombre garabateado en él. Ella levantó la vista, descubriendo que la señora Pierce la observaba.

—Es de Britty—dijo Whitney—Ven. Vamos al patio.

Le dio a Santana un vaso y le hizo un gesto hacia el sobre, que Santana agarró.

—¿Supongo que esto significa que no está aquí?

—No. Se fue temprano esta mañana.

Ahora Santana estaba muy confundida.

Habría jurado que Brittany había dicho que se quedaría hasta el viernes.

Santana dio la vuelta al sobre una y otra vez en sus manos, abriéndolo finalmente y sacando una sola hoja de papel.

Sí, Brittany se había ido.

Y no, no estaba interesada en ver a Santana nuevamente.

No había teléfono, ni dirección, ni la invitación a reunirse de nuevo.

Un…gracias por un día maravilloso, un día que Brittany atribuyó a los viejos recuerdos y lugares familiares que les había nublado el juicio, regresándolas al pasado.

Un día que ella atesoraría, dijo.

Pero fue el último par de líneas que casi rompió el corazón de Santana.





Santana dobló la carta, sujetándola firmemente en sus manos.

—Wow—dijo Santana—No me esperaba esto.

—Probablemente no, no—señaló la silla a su lado.

—¿Lo ha leído?—preguntó Santana, sentándose.

La señora Pierce sacudió la cabeza.

—No necesito leerlo para saber lo que dice. Conozco a mi hija.

Santana dejó escapar un profundo suspiro.

—Supongo que sabe sobre nosotras, entonces.

—Nunca he hablado con Britty, si es eso lo que quieres decir. No en ese entonces y desde luego no ahora. Nunca lo permitiría. Pero siempre sospeché, supongo. Y cuando llegó a casa de la universidad, estaba tan afligida, tan terriblemente herida, que supe que no era sólo una aventura que había tenido. Sabía que era mucho más profundo que eso. Todo tuvo sentido entonces.

—Lo siento.

—¿Por qué? ¿Por herir a mi hija?

Santana se encogió de hombros.

—Éramos unas niñas. Nos enamoramos, sólo que no era una clase de amor de adolescentes. Era mucho más que eso.

Se quedaron en silencio por un momento, y luego la señora Pierce la miró.

—Estaba enojada contigo al principio. Abrimos nuestra casa para ti, te incluimos en nuestra familia. Pensé que te habías aprovechado de ella. Nunca se me ocurrió que Britty era lesbiana—se rió en voz baja—Una porrista y reina del baile. No me extraña que lo odiara tanto.

—No me aproveché de ella. Fue completamente mutuo.

—Fue hace años. Ya no estoy enfadada, Santana. Britty obviamente lo había superado. Nunca pensé que lo haría. Verla tan angustiada, tan abatida...bueno, teníamos miedo por ella. No sabíamos nada acerca de tener un hijo gay. Leímos mucho sobre el suicidio y todo…

—Oh, Dios mío, Britt no…

—No, no. Nada de eso. Pero nunca fue la misma después. Incluso ahora, sigue siendo tan cuidadosa con ciertas cosas. Y no hay que buscar culpables, Santana. Sé que hay dos lados en cada historia, pero no creo que ella volviera a confiar en nadie más. Y ciertamente no en ti.

No.

Ciertamente no en Santana.

Podía leer entre líneas.

Sabía que la carta de Brittany era sólo una forma educada de decir que no, que no iba a arriesgar su corazón nuevamente.

Ciertamente no con Santana, de todos modos.

—No quiero entrometerme, pero supongo que estuvieron juntas ayer. ¿Tal vez reavivaron algunos viejos sentimientos?

Santana se sonrojó y apartó la mirada, sólo para escuchar a la señora. Pierce reír en silencio a su lado.

—No soy una vieja mojigata, Santana. Tengo tres hijos muy diferentes. Y así como Britty es muy cerrada y cuidadosa con su vida, Blainy es todo lo contrario, siente la necesidad de contarme todos los detalles de sus hazañas. Además, si me encontrara con un viejo amante por quien aún tuviera sentimientos, lo más probable es que hubiera pasado el día con él exactamente igual como ustedes lo hicieron.

—¿Qué quiere decir con que todavía tiene sentimientos? ¿Britt le dijo…?

—No. Pero ella escapó de nuevo. Es lo que hace. Si tuviera que adivinar, en su carta te dio las gracias por un buen tiempo y te deseaba una vida muy feliz.

—Más o menos, sí.

—¿Querías un resultado diferente?

Santana se levantó, sintiéndose avergonzada de estar discutiendo esto con la mamá de Brittany.

Se paseó, con los ojos clavados en la piscina, el agua resplandeciente le recordaba la forma en que habían terminado ayer su jornada.

—Sí—se volvió, mirándola a los ojos—Sí. Quería un resultado diferente. Pensé, tontamente, que tal vez podríamos vernos, tratar de empezar de nuevo—sonrió, nuevamente avergonzada—Probablemente esto no es algo que usted quiera oír, pero la atracción que teníamos en la secundaria todavía está ahí. Ella todavía me quita el aliento.

—Tendría que estar ciega para no verlo.

—¿Qué quieres decir?

—Santana, querida, cuando mi marido, que rara vez tiene la menor idea acerca de estas cosas lo nota...confía en mí, está ahí. ¿Por qué crees Britty huyó?

Santana alzó la carta.

—Bueno, obviamente, si ella lo siente, no quiere continuarlo. Y supongo que no la culpo.

—Bueno, trato de no entrometerme en la vida de mis hijos—sonrió—Pero nunca se es demasiado viejo para empezar a hacerlo ¿Tienes su número de celular?

Santana sacudió la cabeza.

—¿Lo quieres?

—Si no le importa... sí.

La señora Pierce rió.

—Tengo el número de celular, oficina, fax. Lugar de residencia, dirección del trabajo. Número de su amiga Kitty también. Creo que hasta tengo el número de su jefe en alguna parte.

Santana sonrió.

—Gracias. Yo...sólo quiero una oportunidad. Nuestra ruptura en ese entonces fue mi culpa. Fue estúpido, infantil y sin comunicación. Creo...bueno, creo que lo hubiéramos hecho bien juntas. Creo que todavía podemos.

—Tal vez deberías decirle eso a ella, no a mí.

Santana asintió.

—Tienes razón. Y lo haré.

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Capitulo 31

Santana se dio la vuelta sobre su espalda, mirando al cielo, ahora cambiando a un bonito color naranja mientras el sol desaparecía de la vista.

Ella se perdería esto.

A pesar de que tendrían más tiempo para estar juntas, ella perdería sus viajes rápidos aquí.

Se sentía a salvo aquí.

Sólo ellas dos, sin extraños, sin distracciones.

Sin nadie que se interpusiera entre ellas.

—¿Qué estás pensando?

Santana volvió su cabeza, la espesa hierba y la mala hierba puyándole a través de la manta en la mejilla. Respiró profundamente y volvió la mirada hacia el cielo.

—Estaba pensando en lo mucho que voy a extrañar esto cuando vayamos a la universidad el próximo mes.

—¿Qué? ¿Escondernos en casa de mis abuelos?

—Sí.

Brittany rió.

—Pensé que odiabas tener que esconderte.

—Todo el concepto de eso, sí. Pero este, este es nuestro lugar. Ese árbol justo ahí, es como si nos estuviera cuidando.

—El hecho de que hemos estado viniendo aquí durante casi dos años y no nos han atrapado, sí, nos estaba protegiendo.

Santana se dio la vuelta hacia su lado, tirando de Brittany más cerca de ella.

—¿Por qué crees que nunca nos atraparon?

—Debido a que sacamos lo de las mejores amigas muy, muy bien. Y también la cosa de lo súper estudiosas que éramos para ir a la universidad.

Santana bajó la cabeza, encontrando el pecho desnudo de Brittany, amando el silencioso gemido que escuchó cuando su boca se cerró sobre él.

—Te amo tanto, Sanny—susurró Brittany, sus manos ahora se movieron a través de la piel desnuda de Santana, acercándola más.

Santana alzó la cabeza, encontrando los ojos de Brittany, la puesta del sol coloreando el aire a su alrededor.

—Yo siempre te amaré, Britt-Britt. Estás en mi alma.

—Y tú eres mía.

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Capitulo 32

Luego de lavar los pocos platos de su almuerzo Santana fue a buscar a la tía Lou.

No le había explicado porque se iba antes de tiempo. Y realmente, no era que estuviera apurada por encontrar a Brittany.

No lo estaba.

Le daría a Brittany algo de tiempo, se daría a sí misma algo de tiempo.

Quería regresar a casa, regresar a la costa.

Quería oler el aire salado, ver a los pelícanos zambullirse por la superficie del mar, escuchar las gaviotas.

Quería, necesitaba, la paz que había sido capaz de encontrar ahí.

Algo que no había admitido anteriormente, era que esa paz de alguna manera estaba asociada con Brittany, al lugar donde ellas habían descubierto su amor.

Podía mantenerse de pie ante el agua, mirar las olas y perderse en las largas memorias enterradas.

Sin embargo ya no estarían tan enterradas.

Ellas ahora serían nuevas y frescas, justo en la superficie…y más profundas que aquellas que se habían quedado fijas en su mente adolescente.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó cuándo encontró a la tía Lou parada frente a la ventana mirando hacia el patio.

—Oh, justo acabo de llenar el alimentador de pájaros y ahora esos malditos cuervos están asustando a mis cardenales.

—Rachel dice que no debes mezclar las semillas. A los cuervos no les gustan los girasoles pero adoran las semillas mezcladas. Los cardenales prefieren solo los girasoles.

—Oh Dios mío, ¿desde cuándo aprendiste sobre pájaros? ¿Oh es esta Rachel una amiga especial?

Santana rió.

—Rachel y su pareja, Quinn, son muy buenas amigas mías. Rachel es una bióloga de la vida salvaje. Me ha enseñado una o dos cosas—Santana se sentó en el sofá esperando que la tía Lou se le uniera—Hablando de amigas especiales, quería compartir algo contigo.

—Está bien. ¿Es sobre una reciente amiga especial? Tenía la impresión de que no tenías esas.

—No tengo citas con frecuencia, si a eso es a lo que te refieres.

Santana se recostó en el sofá, preguntándose porque tenía la necesidad de confesarle a la tía Lou sobre la secundaria, sobre el día de ayer y del porque estaba yéndose más temprano.

Se volvió hacia ella.

—Hay una razón fundamental para eso pero no voy a entrar en todas las cuestiones emocionales que pude haber tenido—dijo tratando que aligerarlo, no había razón para que la tía Lou se enterara de la horrible reputación que tenía en la universidad, sus días de perra puta, como Mercedes la había llamado.

—Ya que te está tomando tanto tiempo en sacarlo, debo asumir que se trata de Brittany Pierce.

—¿Lo sabes?

—¿Acerca de la secundaria o de ayer?

Santana fingió sorpresa.

—¿Tía Lou, tienes espías allá afuera o algo así?

—Por supuesto que no, pero Brittany y tú eran inseparables en la secundaria. Y cuando diste a conocer que eras gay y luego Brittany y tú se convirtieron en extrañas…bueno, fue obvio para mí.

—Tal vez nos convertimos en extrañas porque ella no pudo manejar que yo fuera gay—sugirió Santana.

—Lo que hubiera sido posible si Brittany no hubiera regresado de su primer semestre de la universidad con el corazón roto y destruida…y lesbiana.

Santana sonrió.

—Al diablo con estos pueblos pequeños. ¿No hay secretos?

La tía Lou miró hacia otro lado y Santana vio la oportunidad que había estado esperando durante toda su vida adulta.

—Por supuesto, tú tienes secretos también ¿no es así?

—No sé a qué te refieres.

—Oh, vamos. Ya no soy una chiquilla curiosa. Soy una mujer madura. Y tú no eres solo una vieja solterona que nunca tuvo citas o nunca se casó.

—Solo porque nunca me case…

—Tía Lou, se cómo es cuando tienes que esconderte para estar con la persona que amas. Lo hice por dos años en la secundaria. Y tú lo hiciste también. Tus viajes a Louisville. La amiga que tenías para los fines de semana.

—¿Y qué estás insinuando?

Santana se acercó y apretó su mano.

—Sabes lo que estoy insinuando. Solo que no sé porque sentiste la necesidad de esconderlo de mí. De seguir escondiéndolo. Somos almas gemelas en ese aspecto ¿no es así?

La tía Lou se levantó repentinamente, volviendo a la ventana para mirar a través de ella.

—¿Por qué traes eso a colación? ¿Cuál es la razón?

—¿Tiene que haber una razón? ¿Solo porque nuestra familia escondía todo bajo una alfombra para nunca hablar al respecto? No tenías que haber pasado tu vida sola. No tenías que haber escondido esta parte de tu vida.

—No lo entiendes.

—No, tal vez no. Éramos de generaciones diferentes. Tiempos diferentes.

—Exactamente.

Santana se levantó y camino hacia la ventana también.

—Entonces ¿Quién era ella?—preguntó casualmente.

—Fue hace mucho tiempo. Ya no tiene importancia.

—Por supuesto que es importante. Era alguien especial para ti. Aun así la mantuviste escondida, alejada. ¿Por miedo a que tía Lou? ¿Miedo a que tu familia te diera la espalda?

—Mi familia, mi comunidad, mi trabajo. Mi iglesia—la tía Lou se volteó mirándole a la cara—Su nombre era Kathy. Cuando era joven, solía ir a Louisville con la esperanza de conocer a una mujer como yo. Sin embargo no iba a ningún bar. Tomé la ruta más segura. Había una librería-café feminista en las afueras del centro, antes de que el río se convirtiera en la pieza central. La conocí ahí.

—¿Y ella era a quien traías de vez en cuando?

—Sí. Pero estaba paranoica, difícilmente lo disfrutaba. Temía que tus padres se aparecieran inesperadamente. O los vecinos pudieran verla.

—Entonces ¿te encerrabas los fines de semanas y tenías sexo salvaje?

—Santana Marie López, ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¿No tienes vergüenza?

Santana rió por el brillante sonrojo que cubrió el rostro de la tía Lou.

—Lo siento. Es lo que yo hubiera hecho.

—No lo dudo. Viendo como desapareciste ayer.

—Britt y yo nos reencontramos, sí. Pero ella se fue hoy para New York sin decirme una palabra. Escapó realmente—Santana encogió los hombros—Supongo que por lo que nos pasó, en el pasado. Tiene el pequeño factor miedo dentro de ella.

—¿Qué fue lo que pasó? Sé que eran terriblemente jóvenes pero…

—Estábamos locamente enamoradas—dijo Santana—Fue mi culpa. Deje que mis inseguridades se adueñaran de mí—movió su mano despectivamente—Pero eso quedó en el pasado. Lo cierto es que, en este momento, Britt está soltera, yo estoy soltera y pasamos un día maravilloso juntas ayer. Un día que, bueno, pensé que nos ayudaría a reconstruir todo.

—¿Ella no lo piensa?

—Bueno, ella se fue ¿Qué dice eso?

—Supongo que tienes dos posibilidades. Uno, no está interesada y dos, tiene miedo.

—No me gusta la primera. La segunda tampoco es placentera—Santana mantuvo la mirada de su tía—¿Qué pasó con tu Kathy? ¿Por qué dejó de venir?

La tía Lou se dio la vuelta alejándose y pensó que no iba a responderle. Luego se detuvo y en voz baja.

—Se cansó de esperarme. Quería que me mudara a Louisville, que me mudara con ella.

—¿Por qué no lo hiciste?

—¿Y hacer qué? Mi vida estaba aquí, mi familia, mi trabajo ¿Qué le diría a las personas?

—¿A quién le importa? Es tú vida, no la de ellos.

—Bueno, no podía solo levantarme y mudarme sin ninguna explicación.

—¿Así es que perdiste a alguien que amabas porque no tenías una explicación que dar a las personas? Eso es una locura.

La tía Lou le sonrió tristemente.

—Siempre envidié tu lado independiente, tu actitud de me importa un demonio. Simplemente nunca la tuve en mí.

—¿Así es que la dejaste ir? ¿Hace cuánto tiempo?

—La última vez que la vi, fue justo antes de que tus padres se divorciaran—la tía Lou cruzó los brazos sobre su pecho, su mirada se perdió nuevamente a través de la ventana—Hace mucho tiempo.

—¿Y ni una sola vez desde entonces?

Ella negó con la cabeza.

—Tengo 52 años. Ya estoy pasada de todo eso.

Santana siguió su mirada fija en el alimentador de pájaros los cuervos se alimentaban de las semillas, sin cardenales a la vista.

—No quiero eso para mí—dijo en un murmullo—No quiero despertar un día y tener 52 y pensar que es muy tarde.

—No lo harás, cariño. Es por eso que te estás yendo antes ¿no es así? ¿Por qué no quieres que eso te pase a ti?

Santana asintió.

—Sí. Lo siento. Sé que realmente no pasamos mucho tiempo juntas.

—No seas tonta. Fue bueno tener tu visita. Ahora, ve detrás de esa chica tuya.

Santana le besó en la mejilla. Sin decirle que no iría detrás de Brittany. No en ese momento, de todas maneras. Ahora solo quería volver a casa, regresar a la costa.

Necesitaba tiempo para controlar sus emociones.

—Te llamaré—prometió mientras se dirigía hacia la puerta.

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Capitulo 33

Brittany, luego de debatirlo consigo misma mientras se dirigía a casa, decidió no cargar a Kitty y Marley con sus hazañas durante la reunión.

Por supuesto, ni Kitty o Marley lo considerarían una carga.

Sería puro entretenimiento para ellas. Después de todo, la última vez que habló con ellas, Brittany había jurado odiar a Santana López y estaba temerosa de verla en la reunión.

Confesar que no solo había disfrutado verla nuevamente, sino que había dormido con ella…bueno, era una escena que no estaba preparada para enfrentar.

No, tomó sus dos maletas y se dirigió a los ascensores que le llevarían a su departamento.

Aún era temprano, el día estaba soleado y caluroso.

Se desnudó y revisó sus gavetas hasta que encontró su par de pantalones cortos favoritos de ciclista. El nylon elástico negro que se ajustaba a su cuerpo, mantenía su piel seca, aún en un día tan húmedo y caliente como el de hoy.

En lugar de usar la camiseta que se ajustaba a su forma y coincidía con sus pantalones cortos, se puso una camisa blanca sin manga que le quedaba grande.

Enrolló su cabello atándolo detrás de su cuello, agarrando su casco y bicicleta salió por la puerta en menos de 10 min.

Montó en su bicicleta por dos razones. Una, había sido una floja la última semana y necesitaba algo de ejercicio. Y dos, necesitaba pensar.

El largo camino de regreso a New York debió haber sido el tiempo oportuno para aclarar sus pensamientos. Pero no estuvo preparada para enfrentarse a ello.

En lugar de hacerlo, subió la música a todo volumen perdiéndose a sí misma en las letras sin sentido, cantando todo el camino que la llevaba lejos de Lima, Ohio.

Y lejos de Santana.

Lo que, en realidad, era todo lo contrario a lo que ella quería. Casi se ríe de lo absurdo de todo.

Primero, secuestra a Santana para pasar un día de maravilloso, real, realmente maravilloso sexo. Luego entra en pánico y le escribe una nota tonta e infantil. Y luego, como si no hubiera sido suficiente muestra su inmadurez escapando.

—Infantil—murmuró mientras pedaleaba con más fuerza, sus muslos se tensaron cuando subió la colina solitaria en el camino.

Se relajó al llegar a la cima y dejó rodar la bicicleta libremente hacia el otro lado.

No solo fue infantil sino desconsiderado.

Fue como si hubiera usado a Santana para tener sexo y luego haberla abandonado sin ni siquiera dar las gracias. Especialmente después de haber acordado pasar el resto de la semana en Lima, Ohio.

Pero no, esa no era una opción.

No podía ver a Santana nuevamente, no podía estar con ella nuevamente. Eso solo llevaría a complicaciones y drama.

No, ella no necesitaba eso en su vida.

Estaba completamente feliz, contenta, tal como estaban las cosas.

—Mentirosa.

Sí.

Oh sí.

Pedaleó, tomando la esquina demasiado rápido pero manteniendo el control de su bicicleta.

Tal vez esto de tratar de mantener sus pensamientos en orden no era tan buena idea después de todo. Porque lo que sabía en su cabeza y lo que sentía en su corazón eran dos cosas completamente diferentes.

Siendo la persona lógica que era ahora, decidió seguir su cabeza.

Una vez siguió su corazón en lo que a Santana se refería. Y Santana lo había dejado destrozado, hecho polvo.

Después de todos estos años aún conservaba las cicatrices.

Apretó los frenos repentinamente apartándose a un lado de la pista.

—Que bruja egoísta eres, Susan—murmuró.

Todo este examen de conciencia estaba siendo algo presuntuoso, ¿no era así?

Ellas habían tenido sexo.

Grandioso sexo.

Santana señaló que le gustaría pasar el tiempo haciendo lo mismo. En ningún momento menciono la palabra cita. Santana nunca mencionó la posibilidad de verse nuevamente.

Sus ojos se ampliaron.

Y tú le dejaste esa estúpida jodida nota.

—Grandioso. Ahora ella piensa que soy una idiota.

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Capitulo 34

Santana caminó sola en la playa, con la mirada fija en el horizonte.

La mañana estaba sorprendentemente despejada, el agua brillando en la distancia asemejándose a una interminable extensión, demasiado grande para ella comprenderla.

Al ver los contornos perfectamente redondeadas, le resultaba increíble que la gente del pasado creyera que la tierra era plana. Por supuesto, la gente generalmente creía lo que se les decía, aunque fuera en contra de lo que pensaban en realidad.

Era un truco que utilizaban a menudo en su negocio de publicidad.

Si escuchas algo una y otra vez, en algún momento crees que es verdad.

Lo mismo podría decirse de su vida personal.

Sin embargo, en el caso de Santana, se debía a que ella misma se decía medias verdades, las que había llegado a creer en los últimos años.

La ruptura con Brittany había sido culpa suya, esa no era una verdad a medias. Si bien había sido difícil superar sus inseguridades, a la tierna edad de dieciocho años, diecinueve años, sabía que estaba utilizándolas como una muleta, como una excusa.

Era más fácil vivir con la posibilidad de que Brittany la engañara, o peor, que Brittany la dejara por otra persona.

Diez años después de su separación todavía se decía que no era lo suficientemente buena.

No para Brittany, no para nadie.

Así que sus aventuras de una noche se convirtieron en una práctica habitual. No tener una relación significaba que no había posibilidad de una ruptura.

A pesar de que, realmente, no creía que no fuera lo suficientemente buena, se lo había dicho a sí misma tantas veces, durante tantos años, que lo había creído.

Incluso ahora, años después, todavía le molestaba.

La inseguridad no era la razón de su soltería. No, lo atribuía a que ella no conocía a alguien que pudiera darle los mismos sentimientos que había tenido con Brittany.

Ella era una mujer segura de sí misma ahora, una empresaria de éxito. Estaba contenta con todos los aspectos de su vida.

Todos menos uno.

Hace una semana, habría dicho que también estaba contenta con su vida personal. Pero eso fue antes de ver a Brittany nuevamente, antes de que hubieran dormido juntas...y antes de que todos estos sentimientos enterrados durante tanto tiempo, volvieran a surgir.

Al menos para ella, salieron a la superficie.

Pero la nota de Brittany evocó esas viejas inseguridades nuevamente.

Había leído la nota un centenar de veces. Leyó las palabras y leyó entre líneas. Trató de ponerse en el lugar de Brittany, trató de imaginar lo que Brittany estaba pensando cuando la había escrito.

¿Estaba huyendo como su mamá sugirió?

¿Aún conservaba sentimientos por Santana?

¿O estaba simplemente poniéndole fin a todo antes de que empezara de nuevo?

¿Tenía miedo de que Santana quisiera darle una oportunidad a su relación nuevamente?

O tal vez miedo a que Santana no lo quisiera, y la nota era para engañarla.

O tal vez sus viejas inseguridades eran reales esta vez.

Quizás Brittany realmente no estaba interesada.

Fue un día de sexo.

Nada más y nada menos.

Se detuvo y se dio la vuelta, mirando hacia atrás mientras el sol de la mañana ahora brillaba en el cielo, calentando el aire de verano a su alrededor.

El horizonte ya no estaba claro ni nítido, el aire caliente y húmedo formaba la habitual neblina que permanecería durante todo el verano, sin levantarse hasta el primer día fresco de otoño.

Esperaba que su propia bruma personal se disipara mucho antes.





—¿Estás lista para hablar de ello?

Santana miró hacia arriba, viendo más allá de la curiosidad en los ojos de Mercedes, la preocupación.

Ella había evitado hablar de la reunión, pero sabía que Mercedes se preguntaba sobre su ausencia cada mañana de esta semana. Salía muy temprano, dirigiéndose a la playa con suficiente tiempo para ver el amanecer, caminar por la playa y tratar de resolver sus sentimientos.

Bajó su lápiz, los trazos en el papel parecían solo lo que eran garabatos. El anuncio en el que había estado trabajando durante los últimos dos días aún tenía que tomar forma.

—He estado un poco distante—admitió—Lo siento.

—¿Un poco?

Mercedes tomó la pelota anti stress de su escritorio y se la lanzó a Santana.

Era una costumbre que habían adquirido desde el principio, lanzaban la pelota hacia adelante y hacia atrás mientras discutían las ideas.

Con los años, se había convertido en un símbolo de su amistad.

Santana cogió la pelota, la apretó entre sus manos, y luego la arrojó hacia Mercedes.

—Me acosté con ella.

Las cejas de Mercedes se dispararon.

—¿Ella quién? ¿Brittany?

—Sí.

—Wow. No me lo esperaba.

—Yo tampoco—dijo agarrando la pelota con una mano—No fue tan raro como pensaba, volver a verla. De hecho, fuimos capaces de hablar, hablar de la ruptura, hablar de los viejos tiempos.

—¿Y una cosa llevó a la otra?

Santana lanzó la pelota nuevamente y sonrió.

—El baile condujo al beso en el ascensor, lo que llevó al beso de despedida, lo que llevó a la sesión de besos, lo que condujo a Britt a llevarme lejos por un día.

—¿Lo que llevó a las relaciones sexuales?

—Cuando estábamos en la secundaria, solíamos escaparnos a la propiedad de sus abuelos. Tenían este estanque aislado con este gran árbol de roble gigante. Nos gustaba ir ahí, tomar una manta, tener sexo.

Cogió la pelota por segunda vez y luego la dejó sobre el escritorio, viéndola rodar hasta el borde.

—No recurrimos a una manta en la hierba esta vez. La casa es una especie de lugar de vacaciones para la familia. La teníamos para nosotras, así como la piscina.

—¿Hiciste un día de eso?

—Fue un día maravilloso. Pensaba que para las dos.

—Oh no—Mercedes se inclinó hacia delante—Uno y ¿listo?

—Ella se fue a la mañana siguiente para New York. Dejó una nota para que su mamá me la diera.

—Oh, Santana. Lo siento.

—¿Por qué? ¿Por qué salió huyendo de mí?

—Eso, sí. No había dicho nada, pero todos estos años, sólo has estado yendo y viniendo a través de las citas, sin realmente ponerle mucho interés. Ahora, ni siquiera te molestas con eso. Fue debido a Brittany ¿no? Todavía tenías sentimientos por ella cuando rompieron ¿verdad?

Santana asintió.

—Sí. Todavía estaba enamorada de ella.

—Pero tú fuiste la que terminó las cosas ¿no? Nunca me dijiste por qué.

Santana tomó una respiración profunda.

—No importa. Eso fue hace años—se puso de pie, caminando a través de la oficina, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones cortos—Tienes razón. Nunca la superé. Con todas las mujeres con las que salía, las compara con ella. Y ninguna pudo sacarla de mi corazón—se dio la vuelta—Todavía siento algo por ella, Mercedes. Después de todo este tiempo, todavía lo hago. Una parte de mí piensa que ella también lo siente—se encogió de hombros—Y otra parte de mí piensa que no.

—Bueno, la única manera de averiguarlo es preguntarle a ella.

—Lo sé. Pero me temo que va a decir que no. Entonces yo…

—…Estarías destrozada—Mercedes terminó por Santana. Se levantó, acercándose—Tal vez sea lo mejor, Santana. Necesitas saberlo de una manera u otra. Si es no, entonces tal vez puedas finalmente dejar ir. Tal vez salir de nuevo, conocer a alguien.

Santana asintió.

Sabía que Mercedes estaba en lo cierto. Pero incluso, si la respuesta de Brittany fuera no, Santana seguiría comparándola con cada mujer que conociera, todavía intentaba recuperar esa magia que Brittany y ella compartieron.

Y sabía que fracasaría una y otra vez.

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Capitulo 35

—Estás rozando en lo patético—dijo Kitty mientras caminaban, no trotar, a lo largo del camino.

—Entonces encuentra otra compañera de entrenamiento—dijo Brittany.

—¿Llamas a esto un entrenamiento? No hemos tenido una sesión de ejercicios en tres semanas—se quejó Kitty—Incluso me subo a una maldita bicicleta por ti. Cualquier cosa menos esta caminadera sin sentido que hemos estado haciendo.

—Pienso mejor cuando camino.

—Obviamente no funciona. Lo has estado haciendo durante tres semanas.

Brittany se detuvo, mirando a su amiga.

—Quiero llamarla.

—Entonces hazlo ya.

—Tengo miedo. Le deje esa estúpida nota.

—Estúpida y jodida nota—corrigió Kitty.

—Ella pudo haberme llamado.

—No le diste tu número.

Brittany puso los ojos en blanco.

—Lo más probable es que mi mamá le haya dado todos los números que tengo.

—¿Por qué no le preguntas a tu mamá?

—Porque entonces sabrá que quiero que Santana me llame.

—¿Y?

—¿Y qué?

Kitty dejó escapar un suspiro de exasperación.

—Tú y tu mamá tiene una relación extraña ¿Y qué si ella sabe que deseas que Santana te llame?

—Ella me dirá que estoy siendo infantil y que la llame yo misma.

—Bueno, lo eres. Y deberías.

Brittany suspiró.

—No tengo su número.

Una pobre excusa.

Sabía que todo lo que tenía que hacer para saberlo, era llamar a la tía Lou. O incluso a Sugar. Pero entonces, ellas lo sabrían.

Todas ellas sabrían lo idiota que había sido.

—Además, realmente no sé si quiero hablar con ella.

—Está bien, que conste, que me estás volviendo loca con todo esto. Acabas de decir que querías llamarla.

—No—Brittany se encogió de hombros—Necesito dejarlo pasar. Eso lo sé. Tuvimos un día juntas, eso es todo. Fue provocado por los viejos recuerdos, por estar de vuelta ahí, por hablar de las cosas. Pero sé que no podemos volver atrás, Kitty. Eso lo sé. Pero aun así...

—Mira, no puedo ayudarte a superar esto. Si fue sólo sexo, entonces dejarlo ir. Si fue más, si todavía tienes sentimientos, entonces necesitas llamarla.

—No. No lo haré. En primer lugar, mi estúpida jodida nota, le indicó que fue sólo diversión y sexo, nada más. No voy a hacer una tonta de mí misma llamándola—se encogió de hombros—Y en segundo lugar, si ella todavía tuviera sentimientos, entonces ya me habría llamado.

—Está bien, has contestado a mi pregunta.

—¿Qué pregunta?

—Si sólo había sido sexo o si todavía tenías sentimientos. Y sí, estás siendo una idiota. Pensé que inventar a una novia llamada Faith era absurdo, pero esto es ridículo. Todavía tienes sentimientos por ella. Siempre has tenido sentimientos por ella ¿Por qué crees que todavía estás soltera? ¿Por qué crees que no tienes citas?

—Te lo dije, nunca ha habido una chispa con…

—Porque ella es tu chispa, Brittany. Es por eso que no puedes encontrarla con otra persona. Ella es tu chispa.

Era la verdad.

No había necesidad de que Brittany fingiera que no era así.

—Tengo miedo. Ella rompió mi corazón, destrozó mi mundo. Fue tan intenso con nosotras. Era una niña. Sobreviví. Pero ahora, no estoy segura de que pudiera hacerlo.

Kitty asintió con la cabeza, al parecer entendiendo. Hizo un gesto con la cabeza.
—Vamos, vamos a terminar nuestro paseo.

Brittany caminó a su lado, con la mente tan llena de Santana hoy, como lo había estado tres semanas atrás. Pero no se pondría en contacto con ella.

No podía correr el riesgo.

Era mejor simplemente dejarlo ir y esconder los recuerdos más recientes con los demás, sólo los sacaría en las noches solitarias...preguntándose cómo pudo haber sido.

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Capitulo 36

—Shhh—Brittany susurró mientras las escaleras crujían bajo su peso—Ellos te escucharan.

Santana la atrajo hacia sí y le susurró al oído.

—Date prisa. El sol está saliendo.

Brittany cerró los ojos por un momento, el olor a sexo todavía les rodeaba.

Apretó la mano de Santana, por un segundo quiso deshacer la salida del sol y llevarla de vuelta a la cama y hacer el amor nuevamente. Pero el amanecer se acercaba, sus padres despertarían pronto, con ganas de empacar y de emprender el viaje de regreso.

Así que asintió con la cabeza, las llevó por las escaleras de la casa del lago, con cuidado de no golpear la puerta metálica mientras se apresuraban a salir a la terraza.

Todavía se aferraba de la mano de Santana, tirando de ella a lo largo del sendero entre las dunas del lago, disminuyendo finalmente cuando llegaron a la arena.

Apretó la mano de Santana con fuerza, acercándola más ahora que estaban fuera de la vista de la casa.

—Odio que tengamos que irnos hoy.

—Lo sé. Y el verano se acabará antes de que te des cuenta. Luego de vuelta en la escuela.

—Para nuestro último año—Brittany miró hacia el agua, el cielo todavía se aferraba a la noche, sólo un rayo de luz tenue mostraba el este—Un año más, entonces la universidad. Todo sucedió muy rápido.

Santana le llevó un poco más abajo, en contra de las dunas de arena, donde extendió la gran toalla. Se sentaron juntas, con los brazos enredados la una de la otra, la brisa de la mañana enfriando su piel desnuda.

—¿Dónde quieres vivir cuando salgamos de la universidad?

Brittany sonrió con satisfacción.

Le encantaba cuando Santana hacía preguntas como esas. Eso significaba que estarían juntas.

Significaba que Santana quería que estuvieran juntas.

Apoyó la cabeza en el hombro de Santana, dejando que sus ojos se cerraran mientras imaginaba cuando fueran mayores, ambas corriendo al trabajo después de un último abrazo y un beso y luego regresando a casa del trabajo, compartiendo la cocina y la cena, abrazadas en el sofá, y luego en la cama, haciendo el amor, abrazándose mientras dormían.

—¿Recuerdas el año pasado, cuando te dije que quería vivir en una gran ciudad?

—Sí.

—Creo que he cambiado de opinión—dijo Brittany—Sin embargo nada tan pequeño como Lima, Ohio. Pero no creo que me gustaría una gran ciudad como Central City o New York.

—¿Austin?

—Puede ser. ¿Qué quieres tú?

—Yo viviría en cualquier lugar contigo, Britt-Britt—dijo Santana.

—Pero si pudieras elegir ¿dónde escogerías?

—No lo sé. Me gusta un poco la costa—Santana le dio un beso en la frente, acercándola más—La playa, la arena, el surf, siempre me recordará a ti, a nosotras. Creo que incluso cuando este mayor, como cuarenta o cincuenta, aún me recordará a ti, incluso estos veranos que pasamos aquí. Donde nos enamoramos.

Brittany asintió con la cabeza, volteando y encontrando la boca de Santana, sus labios se movieron juntos suavemente.

—Incluso si no pudiéramos vivir aquí, debemos planificar venir una vez al año o a la costa, sólo para sentarnos así, aunque no hiciéramos otra cosa.

Santana sonrió.

—Si. Tal vez todavía podamos compartir una casa con tus padres.

—Divertido. No, quiero nuestro propio lugar.

—¿Por qué? ¿Así no tendríamos que estar tan calladas en la habitación?

—Sí—Brittany se alejó, tratando de encontrar los ojos de Santana en las sombras—Quiero decirles, San.

—¿A tus padres? ¿Hablarles acerca de nosotras?

—Sí. ¿Qué piensas?

—Oh, Britt, no lo sé. Quiero decir, ellos van a enloquecer. Tu mamá va a enloquecer. Todavía está enojada porque dejaste a las porristas. El baile de graduación se acerca. Ella...

—¿No quieres que lo haga?

—Creo que podría hacer miserable nuestro último año en la escuela—dijo Santana.

Brittany suspiró.

—Probablemente tienes razón. Estoy tan cansada de andar a escondidas.

Y cansada de ocultar esto.

Amaba a Santana.

Santana la amaba a ella.

Ellas no deberían tener que ocultarlo.

—Cuando lleguemos a la universidad, no vamos a tener que hacerlo. Entonces podremos decirles.

—¿Y tus padres? ¿Alguna vez te hacen preguntas?

Santana sacudió la cabeza.

—No. En realidad, no parecen interesados en todo lo que hago. Mi papá casi no me pregunta sobre el básquetbol.

—¿Crees que todavía vas a obtener una beca?

—No lo sé. WMHS es una secundaria tan pequeña. Realmente no llamamos tanto la atención—se encogió de hombros—No importa. Si no recibo una beca, voy a tener que solicitar ayuda financiera, conseguiré un trabajo. Otros chicos lo hacen.

—Otros chicos reciben ayuda de sus padres.

—Estoy segura de que me van a ayudar si pueden.

—¿Y tu abuela? La que pagó por la escuela católica—sugirió Brittany.

Este era un tema del cual Santana nunca quería hablar, pagar por la universidad.

Para Brittany, era lo más importante.

Ella sabía que no tendría que trabajar. Sus padres ya habían guardado dinero para ella.

¿Pero Santana?

Ella tendría problemas.


—Si se lo pido a mi abuela, entonces ella tendrá el control—dijo Santana—Ella me haría ir a otro lugar, estoy segura—Santana le dio un beso—No te preocupes. Si llega a ser necesario, siempre puedo rogarle a mi tía Lou por ayuda. Ella no tiene hijos.

—Tengo miedo de que terminemos separadas, eso es todo.

—Nunca acabaremos separadas. Lo prometo.

Brittany se apoyó en Santana, ambas mirando hacia el agua mientras el sol finalmente aparecía, una gigante bola roja saliendo desde el abismo.

Alrededor de ellas, los sonidos del día comenzaron con las aves que giraban encima de ellas.

—¿Juras que nunca nos separaremos, Sanny?—susurró Brittany.

—Lo juro, Britt-Britt.

Brittany suspiró de nuevo con la cabeza apoyada en el hombro de Santana.

En ese momento, todo era perfecto.

Absolutamente perfecto.

Su última salida del sol, la cual quería recordar para siempre. Su última mañana en el lago, por lo menos por este año.

Santana estaba en lo cierto.

Nunca podría venir aquí o a la costa, sin sentir que era su lugar. Habían pasado demasiadas cosas entre ellas aquí.

Su primer beso.

La primera vez que hicieron el amor.

Siempre haciendo planes para su futuro.

—Te amo, San—murmuró Brittany—Quiero decir, realmente, realmente te amo.

Brittany cerró los ojos al sentir los labios de Santana rozando su cabello, oyó su respuesta susurrada.

—Realmente, realmente te amo, Britt.

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Capitulo 37

Santana se inclinó hasta la cintura, tratando de recuperar el aliento.

No había realizado su trote habitual de la noche en mucho tiempo, se sentía sin aliento.

También se sentía bien.

Tan bien como se había sentido en el último mes.

Correr había desviado su atención de Brittany, había permitido que sus pensamientos desaparecieran, que su mente descansara.

Después de un mes de indecisión, un mes de meditación profunda, un mes con la esperanza de que Brittany la contactara, por fin había llegado a la conclusión de que si algo llegara a suceder, si iban a verse otra vez, tendría que ser la encargada de dar el primer paso.

Brittany no lo haría.

Se dirigió lentamente desde la playa hasta el parque estatal donde estaba estacionado su Jeep, disfrutando de la brisa de la tarde.

El sol se había puesto, dejando el cielo con rayas rosas y rojas.

Se detuvo, mirando a través de las olas, un torrente de recuerdos volvieron a ella.

Ella y Brittany habían estado tan en sintonía las pocas semanas que habían pasado en el lago, fueron algunos de los mejores momentos de su vida.

Fue la única vez que habían sido capaces de estar juntas día y noche.

Compartiendo secretos, compartiendo sus sueños, aprendiendo lo que se sentía estar enamoradas.

Hicieron promesas y hablaron del futuro.

Y el futuro estaba lleno de tantas posibilidades.

Su futuro.

Un futuro que Santana jodió completamente.

Sabía que tenía que pasar por encima de los que tal sí y lo que podría haber sido. Aunque nunca lograrían regresar todos esos años, no haría ningún bien morar en ellos, no haría ningún bien desear que regresaran.

No había razón de desperdiciar los años por venir, no si no tenían que hacerlo.

El único obstáculo para eso era Brittany.

Santana había estado pensando en eso una y otra vez, tratando de averiguar exactamente lo que su día, de hacer el amor, había significado para Brittany.

A pesar de que había sido divertido entre ellas, siempre lo había sido, también había habido intimidad en sus caricias, en sus miradas.

Recordarlo fue lo que le mantuvo cuerda el último mes, sabiendo que Brittany tenía algunos sentimientos por ella.

Ahora, Santana estaba lista para saber cuan fuerte eran esos sentimientos y cuánto le daría Brittany.

Y cuánto confiaría en ella.

El problema era llegar a Brittany.

¿Solo la llamaría?

¿E-mail?

¿La invitaría a la costa para una visita informal?

¿O le diría lo que sentía por ella y lo que quería?

Tal vez no debería darle a Brittany una opción.

Tal vez sólo debería aparecer en su puerta.

Negó con la cabeza.

No había necesidad de tratar de forzar las cosas. Le haría a Brittany la oferta de venir a la costa y luego dejaría que fuera su decisión.

Santana sólo esperaba que fuera la decisión correcta.



Era casi de noche cuando llegó a su Jeep, sin embargo permaneció ahí, sintiendo la brisa, oliendo el aire húmedo del Golfo.

Sí, después de todos estos años, la costa, el sonido, el olor, el sabor, todavía le hacía sentir a Brittany.

Siempre sería así, lo sabía.

Se preguntó cuál sería la reacción de Brittany.

¿Aún sentiría esa conexión?

Un pensamiento vino a ella mientras montaba en su Jeep.

Tomó su celular desde la consola, encontrando el número de Quinn Fabray mientras se alejaba.

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Capitulo 38

Brittany se quedó mirando la caja.

No había ningún nombre en el remitente, pero incluso si no hubiera venido de Chicago, habría reconocido la letra de Santana, incluso después de todos estos años.

Lo dejó sin abrir, dirigiéndose a sus grandes ventanas y mirando el centro de New York.

Se preguntó por qué Santana se lo había enviado a su oficina y no a su condominio. Pero esto le había confirmado sus sospechas de que su mamá le había dado a Santana toda la información que quería.

Pero ¿por qué le había tomado casi seis semanas?

Miró la caja, despertando su curiosidad.

Pero aun así, no la abría.

Tenía miedo.

Miedo de lo que era, miedo de lo que significaba.

¿Estaba Santana llegando a ella?

¿Por qué esperó seis semanas?

¿Santana también tendría miedo?

Se acercó a su mesa, con los ojos fijos en la caligrafía nítida.

Santana siempre había tenido una caligrafía tan bonita y elegante.

Debía ser la artista en ella, pensó.

Suspiró, consciente de que tenía que abrirlo. Encontró unas tijeras y cortó con cuidado la cinta a lo largo de los bordes. La caja no era grande, pero era plana.

Vaciló antes de abrirla, consciente de que su corazón latía demasiado rápido. Tragó saliva con nerviosismo, rompiendo finalmente el último sello.

Sacó el envoltorio de burbuja, retirando con cuidado el plástico protector.

Era una impresión enmarcada, el 8x10 cuidadosamente montado y encerrado en un marco más amplio.

Se dejó caer pesadamente en su silla, con los ojos centrados en la salida del sol, la gigante esfera roja que coloreaba el agua, la arena, el sol. Parpadeó varias veces, con las manos temblorosas mientras sostenía la imagen.

Era su salida del sol.

Oh, Santana.

Respiró profundamente y luego giró el marco.

Fotografía de Quinn Fabray.

Asintió con la cabeza, recordando la fotógrafa amiga de Santana. En la esquina había una tarjeta de negocios.

La agarró, viendo el nombre de Santana calcado en el frente. Su dirección, su número de teléfono. Instintivamente, le dio la vuelta.

Tres palabras estaban escritas en el reverso.





Dejó caer la tarjeta sobre la mesa y se puso de pie, caminando nuevamente hacia la ventana.

Esta vez, mientras miraba, no veía el paisaje urbano lleno de edificios que la rodeaba.

No, ella veía el sol, sentía la arena, escuchaba las olas, los pájaros.

Cerró los ojos, recordando.

No había vuelto a la costa o a un lago desde el verano pasado, años atrás.

No había querido.

Al principio, la oportunidad nunca se había presentado. Pero una vez que se mudó a New York, estaba a un tiro de piedra del lago de Galveston. Fue entonces, cuando se resistió a ir, cuando admitió que se debía a los recuerdos le ofrecía.

Recuerdos de Santana, recuerdos de ellas como pareja.

Y en ese momento, no quería ningún recuerdo.

Todavía odiaba ferozmente a Santana en ese entonces y no quería ningún recuerdo de su relación.

El hábito de evitar la costa, las playas, los lagos, se convirtió en una marca en su mente.

Ni una sola vez se sintió tentada en ir.

Volvió a mirar la foto, sintiendo que la llamaba, que tiraba de ella. Santana no podría haber encontrado un regalo más apropiado y Brittany supuso que era su intención.

¿Se atrevería a ir?

No, eso no sería más que una locura.

Porque si ella fuera, sólo significaría una cosa.

¿Me atrevería a ir?

Brittany cerró los ojos, recordando los días sin preocupaciones que compartieron en la playa y en el lago.

Pero ahora, en su mente, Santana no era la adolescente que había sido en aquel entonces.

No, ella era la mujer a la que Brittany le había hecho el amor después de la reunión.

Ella era la mujer cuyo toque aún tenía el poder de volver indefensa a Brittany, haciéndole rogar y suplicar por más, haciéndole perder el control.

Brittany sonrió.

Adolescente o adulta, eso no había cambiado entre ellas. Su amor era tan intenso como lo había sido años atrás.

Eso era lo que realmente le daba miedo.

La intensidad.

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