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EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
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JVM
marthagr81@yahoo.es
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 71
Santana
Observo cómo Smith se acomoda en el sofá y se aproxima ligeramente a
Brittany. Ella lo mira con cautela, pero no lo detiene ni dice nada acerca de su cercanía. Es curioso que al crío le guste Brittany cuando es evidente que ella detesta a los niños. Sin embargo, como Smith parece en cierto modo un hacendado sacado de una novela de Austen, es posible que no lo incluya en esa categoría.
«Nunca», le ha dicho a Smith cuando éste le ha preguntado si quiere
casarse conmigo.
«Nunca.» No piensa tener un futuro conmigo. En lo más hondo de mi
ser ya lo sabía, pero me duele oírselo decir, y más de una manera tan fría y
rotunda, como si fuera un chiste o algo. Podría haber suavizado el golpe,
aunque fuera sólo un poco. Obviamente todavía no quiero casarme, no hasta dentro de unos años. Pero lo que me duele, y mucho, es el hecho de que no haya la más mínima posibilidad. ¿Dice que quiere estar conmigo para siempre pero no quiere casarse? ¿Qué quiere?, ¿que seamos novias toda la vida? ¿Quiero renunciar a tener hijos? ¿Me querrá lo suficiente como para que me merezca la pena esta relación, a pesar del futuro que siempre había imaginado para mí?
Lo cierto es que no lo sé, y me duele la cabeza sólo de pensarlo. No
quiero obsesionarme por el futuro en estos momentos; sólo tengo
diecinueve años. Las cosas van bastante bien entre nosotras ahora, y no
quiero fastidiarlo. Cuando la cocina está limpia y el lavavajillas lleno, compruebo una vez más que todo va bien en el comedor y me dirijo al dormitorio para prepararme las cosas para mañana. Mi teléfono comienza a sonar mientras saco una falda negra larga para el día siguiente. Es Kimberly.
—¡Hola! ¿Va todo bien? —digo al contestar.
—Sí, todo bien. Van a administrarle antibióticos y, en teoría,
deberíamos acabar pronto. Aunque puede que se retrase la cosa un poco,
espero que no os importe —dice.
—No te preocupes. Tomaos el tiempo que necesitéis.
—¿Qué tal Smith?
—Bien, se lleva fenomenal con Brittany —le digo. Todavía no puedo
creerlo.
Ella se ríe con ganas.
—¿En serio? ¿Con Brittany?
—Sí, qué me vas a contar. —Pongo los ojos en blanco y me dirijo al
salón.
—Vaya, no me lo esperaba, pero es un buen entrenamiento para
cuando tengáis pequeños Brittanys por la casa —bromea.
Sus palabras me hieren en lo más profundo del corazón y me muerdo
el labio.
—Sí..., supongo... —Quiero cambiar de tema antes de que el nudo que
se me ha formado en la garganta aumente de tamaño.
—Bueno, no tardaremos, espero. Smith tiene que acostarse a las diez,
pero como ya son las diez, dejad que se quede despierto hasta que queráis
que se duerma. Gracias otra vez —dice Kimberly, y cuelga el teléfono.
Me detengo un momento en la cocina para preparar un pequeño
almuerzo para mañana; me llevaré las sobras de esta noche.
—¿Por qué? —oigo que Smith le pregunta a Brittany.
—Porque están atrapados en la isla.
—¿Por qué?
—Porque su avión se ha estrellado.
—Y ¿cómo es que no han muerto?
—Es una serie.
—Es una serie absurda —dice Smith, y Brittany se echa a reír.
—Sí, tienes razón.
Brittany sacude la cabeza divertida y Smith se ríe. En cierto modo se
parecen mucho, los hoyuelos, la forma de los ojos y las sonrisas. Imagino
que, el pelo rubio y el color de los ojos, Brittany se parecería
mucho a Smith cuando era pequeña.
—¿Te parece bien que me acueste o quieres que me quede a cuidarlo?
—le pregunto.
Ella me mira, y después mira a Smith.
—Esto..., acuéstate tranquila. De todos modos, sólo estamos viendo
tonterías en la tele —responde.
—Vale. Buenas noches, Smith. Te veré dentro de un rato cuando Kim
venga a por ti —le digo.
El niño mira a Brittany, después a mí, y sonríe.
—Buenas noches —susurra.
Me vuelvo para ir al dormitorio, pero Brittany me detiene agarrándome
del brazo.
—Oye, ¿a mí no me das las buenas noches? —dice poniendo morritos.
—Ah..., sí. Perdona. —La abrazo y le doy un beso en la mejilla.
—.Buenas noches —le digo, y ella me abraza de nuevo.
—¿Seguro que estás bien? —pregunta, y me aparta por los hombros
para mirarme.
—Sí, es sólo que estoy muy cansada, y de todos modos él prefiere
estar contigo. —Sonrío débilmente.
—Te quiero —me dice, y me besa en la frente.
—Te quiero —respondo, y corro al dormitorio y cierro la puerta.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 72
Santana
Al día siguiente, el tiempo es agradable. Apenas si hay nieve ya en la
cuneta. Cuando llego a Vance, Kimberly está sentada detrás del mostrador
de recepción y me sonríe mientras yo cojo mi donut y mi café como todos
los días.
—Ni siquiera me enteré de cuándo viniste anoche. Me quedé dormida
—le digo.
—Lo sé, Smith también estaba dormido. Gracias de nuevo —contesta,
y su teléfono empieza a sonar.
Se me hace raro estar en la oficina después de haber estado en el
campus ayer. A veces tengo la sensación de tener una doble vida: una de
estudiante universitaria y otra de adulta trabajadora. Tengo un piso que
comparto con mi novia y una beca de prácticas pagadas que, sinceramente, parece más un trabajo real que una beca. Me gustan las dos vidas y, si tuviera que escoger una, elegiría la de adulta, pero con Brittany.
Me sumerjo en mi trabajo y pronto llega la hora de almorzar. Después
de varios desastres, por fin doy con un manuscrito bastante cautivador, y
me encuentro comiendo a toda prisa para poder seguir leyéndolo hasta
terminarlo. Espero que encuentren una cura para la enfermedad del
personaje principal; sería una lástima que falleciera. El resto del día
transcurre deprisa. Ajena al resto del mundo, estoy enfrascada en la obra,
que tiene un final terriblemente triste y me deja absolutamente desolada.
Con lágrimas en las mejillas, salgo de la oficina y me marcho a casa.
No sé nada de Brittany desde que la he dejado durmiendo y malhumorada en la cama, y no puedo hacer otra cosa que pensar en sus palabras de anoche. Necesito distraerme de esas cavilaciones; a veces desearía poder
desconectar mi mente como parece hacer otra gente. No me gusta pensarlo todo tanto, pero no puedo evitarlo. Soy como soy, y ahora sólo puedo pensar en que Brittany y yo no tendremos un futuro juntas. No obstante, necesito de verdad hacer algo para dejar de obsesionarme con esto. Ella es como es, y no quiere casarse ni tener hijos en la vida.
Quizá debería llamar a Rachel después de pasarme por Conner’s para
comprar algo de comida y de poner una lavadora, ya que Brittany y Ryder
van a ir al partido esta noche... Madre mía, espero que todo vaya bien.
Cuando llego al apartamento, Brittany está leyendo en la cama.
—Hola, guapa. ¿Qué tal el día? —pregunta cuando entro.
—Supongo que bien.
—¿Qué te pasa? —dice mirándome a la cara.
—Hoy he leído un libro muy triste. Era fantástico, pero desgarrador
—digo intentando no ponerme sensible otra vez.
—Vaya, pues sí que debe de ser bueno para que sigas tan afectada. —
Sonríe—. No me habría gustado estar presente la primera vez que leíste
Adiós a las armas.
Me dejo caer a su lado sobre la cama.
—Esto ha sido peor. Mucho peor.
Me agarra de la blusa y tira de mí para que apoye la cabeza en su
hombro.
—Qué sensible es mi niña —dice mientras me acaricia la espalda con
los dedos arriba y abajo, y su manera de pronunciar esas palabras hace que note mariposas en el estómago. Que me llame «mi niña» hace que me
sienta mucho más feliz de lo que debería.
—¿Has ido hoy a clase? —le pregunto.
—No. Cuidar del minihumano agotó mis energías.
—¿Cuidarlo? Si sólo estuvisteis viendo la tele.
—Lo mismo da. Hice más que tú.
—¿Te cae bien, entonces? —No estoy segura de por qué le
pregunto eso.
—No..., bueno, teniendo en cuenta lo molestos que son los niños, éste
no estaba mal del todo, pero no tengo intención de quedar para jugar con él
en una buena temporada. —Sonríe.
Pongo los ojos en blanco pero no digo nada más en relación con
Smith.
—¿Estás lista para el partido de esta noche?
—No, ya le he dicho a Ryder que no voy.
—¡Brittany! ¡Tienes que ir! —grito.
—Es broma... Pasará a por mí dentro de poco. Ésta me la debes, Santana
—refunfuña.
—A ti te gusta el hockey, y Ryder es muy buena compañía.
—No tan buena como tú —repone, y me da un beso en la mejilla.
—Estás de bastante buen humor teniendo en cuenta que actúas como
si te llevaran al matadero.
—Si esto sale mal, no seré yo quien acabe sacrificado.
—Más te vale ser amable con Ryder esta noche —le advierto.
Levanta las manos con fingida inocencia, aunque ya me conozco la
historia. Oigo que llaman a la puerta, pero Brittany ni se inmuta.
—Es tu amigo, abre tú —dice.
Pongo los ojos en blanco y voy a abrir.
Ryder viste una sudadera de su equipo de hockey, unos pantalones
azules y unas deportivas.
—¡Hola, Santana! —dice ofreciéndome su afable sonrisa de siempre y
saludándome con un abrazo.
—¿Podemos acabar con esto de una vez? —dice Brittany antes de que
me dé tiempo a decir hola.
—Vaya, veo que la noche promete —señala Ryder, y pone los ojos
en blanco y se pasa la mano por su pelo corto.
—Será la mejor noche de toda tu vida —le suelta Brittany.
—Buena suerte —le digo a Ryder, y él se echa a reír.
—Tranquila, Santana, sólo está haciéndose la gallita, intentando
aparentar que no está deseando pasar el rato conmigo. —Sonríe, y ahora es Brittany quien pone los ojos en blanco.
—En fin, aquí hay demasiada testosterona para mí, así que voy a
cambiarme y a hacer algunos recados —replico—. Que lo paséis bien —y
los dejo con sus jueguecitos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Jajajajajajaj.... Me cayo muy bien el pequeño y a Britt también aunque diga que no jajajaja
Y bueno San debería hablar con Britt sobre lo que le escuchó decir, porque el no hablar es lo que les ha traído problemas. Aparte tan vez ahora Britt no ve esas cosas en su vida pero San le esta haciendo cambiar la forma de ver su vida, así que debería esperar, como dijo ella aun son muy jóvenes...
Y bueno San debería hablar con Britt sobre lo que le escuchó decir, porque el no hablar es lo que les ha traído problemas. Aparte tan vez ahora Britt no ve esas cosas en su vida pero San le esta haciendo cambiar la forma de ver su vida, así que debería esperar, como dijo ella aun son muy jóvenes...
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Totalmente de acuerdo con el comentario anterior, hay que hablar pq sino hay es cuando se vienen los problemas!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
No es tan malo los niños,... Va si no son de uno jajajaja
Es muy divertido el yoga!!!...
Es bueno que britt empiece a llevarse un poco mejor con su hermanastro.. A ver como va la salida..
Es muy divertido el yoga!!!...
Es bueno que britt empiece a llevarse un poco mejor con su hermanastro.. A ver como va la salida..
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Hola chicas, pues si que deberian hablar pero ya ven son tan tercas, y Brittany no es muy habladora que digamos y eso pues siempre acarreara problema. Aqui mas capitulos, estamos casi casi de terminar.
Solo una observacion tuve un error en la enumeracion de los cap. por si lo llegan a notar, pero no en la historia solo fue en la enumeracion, sorry.
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Capítulo 74
—¿Por qué coño hay tanta gente ya? —gruño mientras Ryder y yo nos
abrimos paso entre la multitud.
Me mira con reproche.
—Porque hemos llegado tarde gracias a ti.
—Aún faltan quince minutos para que empiece el partido.
—Yo suelo venir una hora antes —me explica.
—Cómo no. Incluso cuando no estoy con Santana, estoy con Santana.
—protesto.
ver su cara de fastidio.
—. Perdona, Ryder. Me siento orgullosa de estar con ella. Y ahora, ¿quieres hacer el favor de relajarte?
—Me río.
—Claro, claro. Busquemos nuestros asientos —dice en voz baja,
dirigiendo el camino.
—¡Pero ¿qué diablos...?! ¿Has visto eso? ¡¿Cómo narices lo han dado por
válido?! —grita Ryder a mi lado.
Nunca lo había visto mostrarse tan enérgico. Pero incluso estando
furioso suena como un pelele.
—¡Venga ya! —grita una vez más, y yo me muerdo la lengua muerta
de risa.
Supongo que Santana tenía razón: no es tan mala compañía. No sería mi
primera elección, pero no está tan mal.
—Veo que, cuanto más chillas, más probabilidades tienen de ganar
—le digo.
Él hace como que no me oye y sigue gritando y abucheando según se
desarrolla el partido. Yo alterno entre prestar atención al juego y mandarle
a Santana mensajes para decirle obscenidades y, antes de que me dé cuenta,
oigo que Ryder grita: «¡Sí!», cuando su equipo gana el partido en el
último segundo.
La multitud se agolpa en el campo y yo me abro paso entre ellos.
—Ten más cuidado —oigo una voz detrás de mí.
—Perdón —se disculpa Ryder.
—Así me gusta —dice el de la voz, y cuando me vuelvo me encuentro
a Ryder nervioso y a un cabrón que lleva la sudadera del equipo
contrario.
Ryder traga saliva, pero no dice nada más mientras el tipo y sus
amigos siguen provocándolo.
—Mira qué miedo tiene —dice otra voz, supongo que de uno de los
acompañantes del cabrón.
—Yo..., esto... —tartamudea Ryder.
«Esto es la hostia.»
—Hacer el favor de dejarlo tranquilo —les bramo, y ambos se
vuelven para mirarme.
—¿O qué? —escupe el más alto. Puedo percibir el olor a cerveza en
su aliento.
—O les cerraré la puta boca delante de todo el mundo, y acabaréis tan
humillados que aparecerá como titular entre las noticias del partido —les
advierto, y lo digo muy en serio.
—Venga, Dennis, vámonos —dice el más bajo, el único que parece
tener algo de sentido común, y tira de la sudadera de su amigo y
desaparecen entre la multitud.
Agarro a Ryder del brazo y tiro de él hasta que salimos de allí. Santana
me cortará mis partes intimas como alguien le dé una paliza esta noche.
—Gracias por lo de antes, no era necesario —dice cuando llegamos a
su coche.
—No hagas que la situación sea más incómoda todavía, ¿vale?
Pongo una falsa sonrisa y él sacude la cabeza, pero oigo que se ríe por
lo bajo.
—¿Te llevo de vuelta a tu apartamento? —pregunta después de varios
minutos de silencio embarazoso mientras esperamos para salir del atestado
aparcamiento.
—Sí, vale. —Compruebo el teléfono para ver si Santana me ha
respondido. No lo ha hecho.
—. ¿Te vas a mudar? —le pregunto a Ryder.
—No lo sé aún. La verdad es que quiero estar más cerca de Marley —
explica.
—Y ¿por qué no se muda ella aquí?
—Porque su carrera de ballet aquí no tiene ningún futuro. Tiene que
estar en Nueva York. —Ryder deja pasar a otro coche delante de nosotros
a pesar de que apenas nos hemos movido desde que salimos de la plaza de
aparcamiento.
—Y ¿qué vas a hacer? ¿Renunciar a tu vida para estar con ella? —me
mofo.
—Sí, prefiero hacer eso a seguir alejado de ella. Además, no me
importa tener que mudarme; Nueva York debe de ser un lugar fantástico
para vivir. Las relaciones no giran siempre en torno a una sola persona,
¿sabes? —dice mirándome de reojo.
«cabrón.»
—¿Eso se supone que va por mí?
—No exactamente, pero si te has dado por aludida, a lo mejor sí.
Un grupo de idiotas borrachos pasan tambaleándose delante del coche,
pero a Ryder no parece importarle que nos estén bloqueando el paso.
—Cierra el pico, ¿quieres? —digo. Ahora sólo pretende tocarme los
cojones.
—¿Quieres decir que tú no te mudarías a Nueva York para estar con
Santana?
—Sí, eso mismo quiero decir. Yo no quiero vivir en Nueva York, así
que no viviré en Nueva York.
—Sabes que no me refiero a Nueva York, sino a Seattle. Santana quiere
vivir allí.
—Se vendrá a Inglaterra conmigo —le digo, y subo el volumen de la
radio con la esperanza de zanjar esta conversación.
—¿Y si no lo hace? Sabes que no quiere hacerlo, ¿por qué ibas a
obligarla?
—No voy a obligarla a hacer nada, Ryder. Se vendrá allí porque
tenemos que estar juntas y ella no querrá estar lejos de mí, es así de
simple.
Compruebo mi teléfono una vez más para intentar distraerme de la
irritación que mi querido hermanastro me está causando.
—Eres una perra —me espeta.
Me encojo de hombros.
—Nunca he dicho que no lo sea.
Marco el número de Santana y espero a que me responda. No lo hace.
«Genial. De puta madre.» Confío en que siga en casa cuando llegue. Si
Ryder no condujera tan lento ya estaríamos allí. Permanezco en silencio,
arrancándome los padrastros de las uñas. Después de lo que parecen tres
putas horas, Ryder detiene el coche delante de mi apartamento.
—No ha estado mal la noche, ¿eh? —dice cuando salgo.
—No, supongo que no —admito riéndome por lo bajo—. Pero como
le digas a alguien que he dicho esto, te mataré —bromeo.
Él se ríe y se marcha. Dejo escapar un profundo suspiro, satisfecha de
que esos tipos no le hayan dado una paliza.
Cuando entro en el apartamento, Santana está profundamente dormida
en el sofá, así que me siento y me quedo observándola un rato.
Solo una observacion tuve un error en la enumeracion de los cap. por si lo llegan a notar, pero no en la historia solo fue en la enumeracion, sorry.
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Capítulo 74
Brittany
—¿Por qué coño hay tanta gente ya? —gruño mientras Ryder y yo nos
abrimos paso entre la multitud.
Me mira con reproche.
—Porque hemos llegado tarde gracias a ti.
—Aún faltan quince minutos para que empiece el partido.
—Yo suelo venir una hora antes —me explica.
—Cómo no. Incluso cuando no estoy con Santana, estoy con Santana.
—protesto.
Ryder y ella son idénticos en lo que respecta a su fastidiosa
necesidad de ser los primeros y los mejores en todo lo que hacen.—Deberías sentirte orgullosa de estar con ella —me dice.
—Deja de comportarte como una cabrona y es posible que disfrutemos
del partido —replico, conteniéndome, aunque no puedo evitar sonreír alver su cara de fastidio.
—. Perdona, Ryder. Me siento orgullosa de estar con ella. Y ahora, ¿quieres hacer el favor de relajarte?
—Me río.
—Claro, claro. Busquemos nuestros asientos —dice en voz baja,
dirigiendo el camino.
—¡Pero ¿qué diablos...?! ¿Has visto eso? ¡¿Cómo narices lo han dado por
válido?! —grita Ryder a mi lado.
Nunca lo había visto mostrarse tan enérgico. Pero incluso estando
furioso suena como un pelele.
—¡Venga ya! —grita una vez más, y yo me muerdo la lengua muerta
de risa.
Supongo que Santana tenía razón: no es tan mala compañía. No sería mi
primera elección, pero no está tan mal.
—Veo que, cuanto más chillas, más probabilidades tienen de ganar
—le digo.
Él hace como que no me oye y sigue gritando y abucheando según se
desarrolla el partido. Yo alterno entre prestar atención al juego y mandarle
a Santana mensajes para decirle obscenidades y, antes de que me dé cuenta,
oigo que Ryder grita: «¡Sí!», cuando su equipo gana el partido en el
último segundo.
La multitud se agolpa en el campo y yo me abro paso entre ellos.
—Ten más cuidado —oigo una voz detrás de mí.
—Perdón —se disculpa Ryder.
—Así me gusta —dice el de la voz, y cuando me vuelvo me encuentro
a Ryder nervioso y a un cabrón que lleva la sudadera del equipo
contrario.
Ryder traga saliva, pero no dice nada más mientras el tipo y sus
amigos siguen provocándolo.
—Mira qué miedo tiene —dice otra voz, supongo que de uno de los
acompañantes del cabrón.
—Yo..., esto... —tartamudea Ryder.
«Esto es la hostia.»
—Hacer el favor de dejarlo tranquilo —les bramo, y ambos se
vuelven para mirarme.
—¿O qué? —escupe el más alto. Puedo percibir el olor a cerveza en
su aliento.
—O les cerraré la puta boca delante de todo el mundo, y acabaréis tan
humillados que aparecerá como titular entre las noticias del partido —les
advierto, y lo digo muy en serio.
—Venga, Dennis, vámonos —dice el más bajo, el único que parece
tener algo de sentido común, y tira de la sudadera de su amigo y
desaparecen entre la multitud.
Agarro a Ryder del brazo y tiro de él hasta que salimos de allí. Santana
me cortará mis partes intimas como alguien le dé una paliza esta noche.
—Gracias por lo de antes, no era necesario —dice cuando llegamos a
su coche.
—No hagas que la situación sea más incómoda todavía, ¿vale?
Pongo una falsa sonrisa y él sacude la cabeza, pero oigo que se ríe por
lo bajo.
—¿Te llevo de vuelta a tu apartamento? —pregunta después de varios
minutos de silencio embarazoso mientras esperamos para salir del atestado
aparcamiento.
—Sí, vale. —Compruebo el teléfono para ver si Santana me ha
respondido. No lo ha hecho.
—. ¿Te vas a mudar? —le pregunto a Ryder.
—No lo sé aún. La verdad es que quiero estar más cerca de Marley —
explica.
—Y ¿por qué no se muda ella aquí?
—Porque su carrera de ballet aquí no tiene ningún futuro. Tiene que
estar en Nueva York. —Ryder deja pasar a otro coche delante de nosotros
a pesar de que apenas nos hemos movido desde que salimos de la plaza de
aparcamiento.
—Y ¿qué vas a hacer? ¿Renunciar a tu vida para estar con ella? —me
mofo.
—Sí, prefiero hacer eso a seguir alejado de ella. Además, no me
importa tener que mudarme; Nueva York debe de ser un lugar fantástico
para vivir. Las relaciones no giran siempre en torno a una sola persona,
¿sabes? —dice mirándome de reojo.
«cabrón.»
—¿Eso se supone que va por mí?
—No exactamente, pero si te has dado por aludida, a lo mejor sí.
Un grupo de idiotas borrachos pasan tambaleándose delante del coche,
pero a Ryder no parece importarle que nos estén bloqueando el paso.
—Cierra el pico, ¿quieres? —digo. Ahora sólo pretende tocarme los
cojones.
—¿Quieres decir que tú no te mudarías a Nueva York para estar con
Santana?
—Sí, eso mismo quiero decir. Yo no quiero vivir en Nueva York, así
que no viviré en Nueva York.
—Sabes que no me refiero a Nueva York, sino a Seattle. Santana quiere
vivir allí.
—Se vendrá a Inglaterra conmigo —le digo, y subo el volumen de la
radio con la esperanza de zanjar esta conversación.
—¿Y si no lo hace? Sabes que no quiere hacerlo, ¿por qué ibas a
obligarla?
—No voy a obligarla a hacer nada, Ryder. Se vendrá allí porque
tenemos que estar juntas y ella no querrá estar lejos de mí, es así de
simple.
Compruebo mi teléfono una vez más para intentar distraerme de la
irritación que mi querido hermanastro me está causando.
—Eres una perra —me espeta.
Me encojo de hombros.
—Nunca he dicho que no lo sea.
Marco el número de Santana y espero a que me responda. No lo hace.
«Genial. De puta madre.» Confío en que siga en casa cuando llegue. Si
Ryder no condujera tan lento ya estaríamos allí. Permanezco en silencio,
arrancándome los padrastros de las uñas. Después de lo que parecen tres
putas horas, Ryder detiene el coche delante de mi apartamento.
—No ha estado mal la noche, ¿eh? —dice cuando salgo.
—No, supongo que no —admito riéndome por lo bajo—. Pero como
le digas a alguien que he dicho esto, te mataré —bromeo.
Él se ríe y se marcha. Dejo escapar un profundo suspiro, satisfecha de
que esos tipos no le hayan dado una paliza.
Cuando entro en el apartamento, Santana está profundamente dormida
en el sofá, así que me siento y me quedo observándola un rato.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 75
Brittany
Después de observar a Santana un rato mientras duerme, la cojo en brazos y
la llevo al dormitorio. Se abraza a mí y apoya la cabeza en mi pecho. La
deposito en nuestra cama y la tapo con la manta. Le doy un tímido beso en
la frente y cuando me doy la vuelta para acostarme yo también, abre la
boca.
—Dany —musita.
«¿Acaba de...?» La miro fijamente, intentando reproducir en mi mente
los últimos tres segundos. No puede haber dicho...
—Dany. —Sonríe y se pone boca abajo.
«¿Por qué coño está diciendo su nombre?»
Una parte de mí quiere despertarla y preguntarle por qué la ha
llamado dos veces en sueños. El resto de mí, la parte tarada y paranoica,
sabe lo que me dirá. Santana me dirá que no tengo por qué preocuparme, que
sólo son amigas, que me quiere. Puede que sea cierto, pero acaba de decir
su nombre.
Oír el nombre de esa perra de su boca y el pánfilo de Ryder, tan
seguro de su futuro, me superan. Yo no tengo nada claro, no tanto como él,
y Santana por lo visto tampoco tiene claro si va a seguir conmigo. De lo
contrario, no estaría soñando con Dany.
Cojo papel y lápiz y le escribo una nota, la dejo en la cómoda y me
adentro en la noche.
Giro el coche hacia la taberna de Canal Street. No quiero ir por si Blaine
y los demás siguen ahí, pero hay un sitio cerca al que solía ir a
emborracharme. Me encantan el estado de Washington y los retrasados que
nunca les piden el carnet a los universitarios.La voz de Santana resuena en mi mente, me advierte de que no vuelva a
beber después de lo de la última vez. Me la suda. Necesito un trago. A
continuación oigo las voces de Ryder y de Dany. ¿Por qué todo el mundo
se cree que sus opiniones me importan un bledo?
No voy a mudarme a Seattle; Ryder y su consejo de mierda pueden
irse al carajo. Sólo porque él quiera seguir a su novia como un perrito
faldero no significa que yo vaya a hacer lo mismo.
Ya lo estoy viendo: recojo mis bártulos y me mudo a Seattle con ella, y dos meses después decide que está hasta la coronilla de mi mierda y me deja. En Seattle, estaremos en su mundo, no en el mío, y podría echarme de él con la misma facilidad con la que me permitió entrar.
Cuando llego al bar, la música no está alta y apenas hay gente. La
rubia de detrás de la barra me mira sorprendida, interesada.
—Cuánto tiempo sin verte, Brittany. ¿Me has echado de menos?
—Sonríe y se pasa la lengua por los labios carnosos, recordando las noches
que hemos pasado juntas, seguro.
—Sí. Oye, ¿me pones una copa? —contesto.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 76
Santana
Cuando me despierto, veo que Brittany no está en la cama. Imagino que ha
salido a por café o que está en la ducha. Miro la hora en el móvil y me
obligo a levantarme. Estoy cansada, y eso que anoche no salí, así que paso
de arreglarme. Me pongo una camiseta de la WCU y unos vaqueros. Me
pondría unos leggings para provocar a Brittany, pero no los encuentro.
Conociéndola, seguro que los ha escondido para que ningún chico me
vea con ellos. Vuelvo a buscarlos en el cajón de arriba de la cómoda y, cuando lo cierro, un pedazo de papel cae al suelo.
«He salido a desayunar con mi padre», dice la letra de Brittany. La nota
me confunde y me alegra a partes iguales. Espero de verdad que Ken y ella
puedan seguir trabajando en su relación. Imagino que ya habrán acabado e intento llamar a Brittany, pero no lo coge. Le envío un mensaje y salgo a reunirme con Ryder en la cafetería de la facultad.
Al llegar, él ya está sentado a una mesa y señala las dos tazas que hay
en ella.
—He pedido una para ti —dice con una sonrisa al tiempo que me
ofrece una de las tazas de papel.
—Qué amable. Muchas gracias.
El sabor dulce y amargo del café termina de despertarme y empieza a
preocuparme no tener noticias de Brittany.
—Fíjate: parecemos universitarios normales —bromea Ryder
señalando nuestras camisetas, que son idénticas.
Me echo a reír y le doy otro sorbo al bendito café.
—Oye, ¿dónde está Brittany? —Sonríe.
—. Esta mañana no te ha acompañado.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Me ha dejado una nota que decía que se había ido
temprano para desayunar con su padre.
Ryder deja de beber a medio sorbo y me mira inquisitivo.
—¿De verdad? —Y, tras una pausa, añade—: Cosas más raras se han
visto.
Su respuesta no hace más que empeorar mis dudas. ¿Seguro que
Brittany ha salido a desayunar con su padre? ¿Seguro?
Ryder y yo nos vamos a clase y Brittany todavía no ha contestado a
ninguno de mis mensajes. Siento una opresión en el pecho.
Ocupamos nuestros asientos; Ryder me mira y me pregunta:
—¿Te encuentras bien?
Estoy a punto de contestarle cuando veo entrar en clase al profesor
Soto.
—¡Buenos días! Disculpad mi tardanza, anoche acabé a las tantas.
—Sonríe, se quita la chaqueta de cuero y la deja de cualquier manera en el
respaldo de su silla—. Espero que todos hayáis encontrado tiempo para
comprar o robar un diario.
Ryder y yo nos miramos y sacamos nuestros diarios. Miro alrededor
y veo que somos los únicos que lo hemos traído, y una vez más me
asombro de lo poco que se esfuerzan los universitarios.
Sin embargo, el profesor Soto sigue hablando impasible, ausente,
ajustándose la corbata.
—Si no lo habéis traído, sacad una hoja de papel en blanco porque
vamos a dedicar la primera mitad de la clase a la primera tarea del diario.
Aún no he decidido cuántas haremos pero, como ya he dicho, el diario
representa buena parte de vuestra nota final y debéis dedicarle al menos un
poco de esfuerzo. —Sonríe, se sienta y pone los pies encima de la mesa—.
Quiero saber qué pensáis de la fe. ¿Qué significa para vosotros? No hay
una respuesta errónea y vuestra religión tampoco supone una diferencia.
Podéis enfocarlo de muchas maneras. ¿Tenéis fe en un poder superior?
¿Creéis que la fe aporta cosas buenas a la vida de la gente? A lo mejor
tenéis una visión muy distinta de la misma. ¿Creéis que tener fe en algo o
en alguien cambia el desenlace de una situación? Si tenéis fe en que
vuestro amante infiel va a dejar de serlo, ¿cambiará eso las cosas? El hecho
de creer en Dios... o en varios dioses, ¿os hace ser mejor persona que
alguien que no cree en nada? Coged el tema de la fe y haced con él lo que
queráis... Pero haced algo —dice.
Mi mente es un torbellino de ideas. De pequeña solía ir a la iglesia,
pero he de reconocer que mi relación con Dios no siempre ha sido muy
estrecha. Cada vez que intento empezar a escribir en la primera página de
mi diario, Brittany me viene a la cabeza. «¿Cómo es que no sé nada de ella?
Siempre me llama. Me dejó una nota para que supiera que estaba bien, pero
¿dónde se habrá metido? ¿Cuánto tardaré en tener noticias suyas?»
Con cada mensaje sin respuesta, me entra más y más miedo. Ha
cambiado mucho, ahora se porta mejor.
Fe. ¿Le tengo demasiada fe a Brittany? ¿Cambiará si sigo teniendo fe
en ella?
Antes de darme cuenta estoy en la tercera página. Casi todo lo que he
escrito me ha salido del corazón. Es como si me hubiera quitado un peso de
encima al escribir sobre mi fe en Brittany. El profesor Soto anuncia que la
clase ha terminado y Ryder me habla de lo que ha escrito en el diario. Ha
elegido escribir de la fe que tiene en sí mismo y en su futuro. Yo he escrito
sobre Brittany sin pensarlo dos veces. No sé qué opinar al respecto.
El resto del día se me hace eterno porque sigo sin noticias de ella.
La he llamado tres veces más y le he escrito otros ocho mensajes y todavía no es ni la una. No hay respuesta. Me hace sentir muy mal, sobre todo después de haber estado escribiendo sobre la fe y sobre lo que siento por ella, pero lo principal es que espero que no esté haciendo algo que nos haga daño a las dos.
Lo segundo que me viene a la cabeza es Kitty. Es curioso cómo
siempre aparece en mi mente cuando hay problemas. Bueno, más quecurioso, persistente. Es como un fantasma que se aparece en mi cabeza,
aunque sé que Brittany no me pondría los cuernos
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 77
Brittany
—¿Quieres otra taza de café? —me pregunta.
—. Te irá bien para la resaca.
—No. Sé cómo librarme de una resaca. He tenido muchas —gruño.
Carly pone los ojos en blanco.
—No hace falta que te pongas impertinente.
—Cierra la boca. —Me masajeo las sienes. Tiene una voz muy
desagradable.
—Tan encantadora como siempre.
Se echa a reír y me deja sola en la pequeña cocina.
Soy una imbécil integral por haber venido, pero ¿acaso tenía otra
opción? Sí, la tenía, sólo estoy intentando no aceptar que mi reacción fue
un tanto exagerada. Me mosqueé al oír que estaba soñando con Dany, y
ahora estoy en la cocina de Carly tomando café por la tarde.
—¡¿Necesitas que te lleve hasta tu coche?! —grita desde la otra
habitación.
—Evidentemente —respondo, y entra en la cocina sólo con el
sujetador puesto.
—Tienes suerte de que me trajera tu culo de borracha a casa. Mi
novio no tardará en llegar, será mejor que nos vayamos —dice mientras se
pone una camiseta por la cabeza.
—¿Tienes novio? Bien por ti.
—Esto no hace más que mejorar.
Pone los ojos en blanco.
—Sí, tengo novio. Puede que te sorprenda, pero no todo el mundo se
conforma con un número infinito de amigas con derecho a roce.
Casi le hablo de Santana, pero decido no hacerlo. No es de su
incumbencia.
—Tengo que mear —le digo y me voy al baño.
Me duele la cabeza y estoy enfadada conmigo misma por haber
venido aquí. Debería estar en casa, bueno, en el campus. Mi móvil vibra
encima de la encimera y me sobresalto.
—¡No lo cojas! —le grito a Carly, que da un paso atrás.
—¡No pensaba cogerlo! Tía, anoche no estabas tan perra
—recalca, pero no le hago ni caso.
Sigo a Carly hasta su coche. La cabeza me retumba como un bombo
con cada paso que doy sobre el duro asfalto. No debería haber bebido tanto.
No debería haber bebido y punto. Miro a Carly mientras baja la ventanilla
y enciende un cigarrillo.
¿Cómo pudo ser alguna vez mi tipo? No lleva puesto el cinturón de
seguridad. Aprovecha los semáforos para maquillarse. Santana es muy
distinta de ella, de todas las chicas con las que he estado.
Volvemos al bar donde pillé el pedo anoche. Leo y releo los mensajes
de Santana. Esto es horrible, debe de estar muy preocupada. Estoy demasiado mareada para poder inventarme una excusa, así que sólo le respondo:
Me he quedado dormida en el coche. Anoche bebí demasiado con Ryder. Llegaré pronto
a casa.
Hay algo raro y me paro a pensar, pero es que no me queda una
neurona viva. Le doy a «Enviar» y espero a que me conteste. Nada.
Bueno, no puedo contarle que he pasado la noche en casa de Carly.
Nunca me lo perdonaría, ni siquiera me dejaría hablar. Lo sé. Noto que se
está cansando de mis mierdas. Lo sé. Pero no tengo ni puta idea de cómo arreglarlo.
Carly interrumpe mis divagaciones mentales cuando pisa el freno y
maldice.
—Joder, qué mierda. Tenemos que dar media vuelta, ha habido un
accidente —dice señalando los coches que nos bloquean el camino.
Echo un vistazo y veo a un hombre de mediana edad hablando con un
policía. Señala un coche blanco que es idéntico... igualito que el de...
Me entra el pánico.
—Para —ordeno.
—¿Qué? ¿Qué coño haces, Britt...
—¡He dicho que pares el puto coche!
Sin pensar, abro la puerta, me bajo del coche en cuanto aminora y
corro hacia los vehículos accidentados.
—¿Dónde está el otro conductor? —le pregunto furibunda al policía.
El capó del coche blanco está bastante mal, y luego veo un pase de
aparcamiento de la WCU colgando del retrovisor. «Mierda.» Hay una
ambulancia aparcada junto al coche de policía. «Mierda.»
Si le ha pasado algo... Si está herida...
—¿Y la chica? ¡Que alguien me lo diga! —grito.
El policía me pone cara de pocos amigos pero el otro conductor ve lo
alterado que estoy y dice en voz baja:
—Ahí —y señala la ambulancia.
Mi corazón deja de latir.
Como en un sueño, camino hacia la ambulancia. Las puertas están
abiertas... y Santana está sentada en la camilla, con una bolsa de hielo en la
cara.
«Gracias a Dios. Gracias a Dios no es grave...»
Corro hacia ella y se me aturullan las palabras.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
Pone una cara de tremendo alivio al verme.
—He tenido un accidente.
Lleva un pequeño apósito encima del ojo y tiene el labio hinchado y
partido.
—¿Puedes irte? —pregunto con mala educación.
—. ¿Puede irse? —le pregunto a la joven paramédica.
Ella asiente y se aleja deprisa. Cojo la bolsa de hielo de Santana y se la
aparto de la cara. Tiene un chichón del tamaño de una pelota de golf. Las
lágrimas le ruedan por las mejillas y tiene los ojos rojos e hinchados. Ya se
ve el cardenal que se le está formando bajo la delicada piel del ojo.
—Mierda, ¿estás bien? ¿Ha sido culpa suya? —Me vuelvo e intento
encontrar al muy imbécil.
—No, he sido yo la que se le ha echado encima —dice haciendo una
mueca.
Me coge la bolsa de hielo y se la pone otra vez en la cara. Luego parte
del alivio abandona sus ojos cuando me mira y me pregunta:
—¿Dónde has estado todo el día?
—¿Qué? —digo confundida de verdad por la resaca y por tener que
verla así.
Con una mirada más fría, dice:
—Te he dicho: «Brittany, ¿dónde has estado todo el día?».
Aterrizo de sopetón.
«Joder.»
Y, justo cuando voy a inventarme una excusa, aparece Carly y me da
una palmada en el trasero:
—Bueno, chica mala, ¿puedo irme? Tu coche ya no está muy lejos
andando. Tengo que volver a casa.
Santana abre unos ojos enormes.
—Y ¿tú quién eres?
«Mierda, mierda, mierda.» Ahora no. Esto no.
Carly sonríe y saluda a Santana con una inclinación de la cabeza.
—Soy Carly, una amiga de Brittany. Siento lo del accidente.
—Luego me mira—. ¿Puedo irme ya?
—Adiós, Carly —le espeto.
—Espera —dice Santana—. ¿Ha pasado la noche en tu casa, contigo?
Intento mirarla a los ojos pero los tiene clavados en Carly.
—Sí. Sólo la estaba llevando de vuelta a su coche.
—¿Su coche? ¿Dónde está?
—Le tiembla la voz.
—Adiós, Carly —repito lanzándole una mirada asesina.
Santana se pone de pie, aunque le ceden un poco las rodillas.
—No. Dime dónde tiene el coche.
La cojo del codo para detenerla pero me aparta y gimotea porque se ha
hecho daño.
—¡No me toques! —sisea entre dientes.
»Carly, ¿dónde tiene el coche? —le pregunta Santana otra vez.
Carly levanta las manos y nos mira a una y a otra.
—En el bar en el que trabajo. Vale, ya me voy —dice echando a
andar.
—Santana... —le suplico.
«Mierda, ¿por qué soy tan imbécil?...»
—Aléjate de mí —replica ella.
La mejilla se le hunde un poco. Sé que se la está mordiendo por dentro
para no llorar. Ahora que la tengo aquí delante, mirando a la nada e
intentando aparentar frialdad, echo de menos los tiempos en los que no
paraba de llorar.
—Santana, tenemos... —empiezo a decir, pero me falla la voz.
Ahora la emocional soy yo, y me la suda. El pánico que se ha
apoderado de mí al ver su coche arrugado como un papel me tiene
temblando como una hoja, y lo único que quiero es abrazarla.
Santana sigue sin mirarme.
—Vete o le pediré al policía que te eche —me espeta.
—Si se acerca, lo mato —replico.
Sus ojos me miran como látigos.
—No. ¡Estoy harta de escucharte! No estoy muy segura de lo que pasó
anoche, pero lo he sabido toda la mañana, no sé cómo pero sabía que
estabas con otra. Sólo que estaba intentando obligarme a creer que no era
así.
—Podemos solucionarlo —le suplico—. Siempre lo hacemos.
—¡Brittany! ¡¿Es que no ves que acabo de tener un accidente?! —grita
y, al ver que se echa a llorar, la paramédica se acerca de nuevo—. Seguro
que ni siquiera eres capaz de verlo, tu versión de la realidad es muy
retorcida. Anoche me escribiste una nota diciéndome que habías salido a
desayunar con tu padre esta mañana. Luego me mandas un mensaje de
texto diciéndome que te has quedado a dormir la mona en el coche después
de haber estado bebiendo con Ryder. ¡Con Ryder! Piensas que soy tan
idiota como para creerme cualquier cosa, por muy contradictoria que sea.
—Me lanza una mirada asesina.
—. Está claro que eres una contradicción andante, así que ya veo por qué te parece que la realidad también lo es, pero estás muy equivocada.
Acabo de darme cuenta de lo imbécil que he sido, y me quedo sin
habla un instante. Soy imbécil. Soy Imbécil con mayúsculas. Y no sólo por
no haber sabido atenerme a una sola mentira.
La paramédica le pone a Santana la mano en el hombro y le pregunta:
—¿Todo bien? Tenemos que llevarte al hospital para examinarte.
Santana se seca las lágrimas, me mira carente de emoción y le dice a la
mujer:
—Sí. Podemos irnos cuando quieran. Estoy lista para marcharme
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 78
Brittany
Abro la cuarta cerveza y le doy vueltas a la chapa sobre la mesita auxiliar.
¿Dónde estará? ¿Vendrá aquí? A lo mejor debería enviarle un mensaje y decirle que me he acostado con Carly y acabar con nuestra miseria.
Llaman a la puerta y me sacan de mis maquinaciones.
«Allá vamos. Espero que esté sola.» Cojo la cerveza, le pego otro
trago y me dirijo hacia la puerta. Ahora ya la están aporreando y, cuando
abro, veo que es Ryder. Antes de que pueda pestañear, me coge del cuello
de la camiseta y me empotra contra la pared.
«Pero ¿qué coño...?» Es mucho más fuerte de lo que me esperaba, y su
agresividad me tiene alucinada.
—¡¿A ti qué demonios te pasa?! —grita. No sabía que pudiera subir
tanto la voz.
—¡Suéltame! —Lo empujo pero no se mueve. Joder, sí que está
fuerte...
Me suelta y durante un segundo creo que va a pegarme un puñetazo,
pero no lo hace.
—¡Sé que te has acostado con otra y por tu culpa Santana se la ha
pegado con el coche! —Se planta en mi cara otra vez.
—Te sugiero que bajes la puta voz —le espeto.
—No me das miedo —sisea entre dientes.
El alcohol hace que esté indignada, cuando en realidad debería
sentirme avergonzada.
—Ya te he pateado el culo antes, ¿te acuerdas? —le digo mientras
vuelvo a sentarme en el sofá.
Ryder me sigue.
—Aquella vez no estaba tan enfadado contigo como ahora. —Levanta
aún más la barbilla—. ¡No puedes pasarte la vida haciéndole daño!
Le quito importancia con un gesto de la mano.
—Ni siquiera me acosté con la otra chica —replico—. Sólo me quedé
a dormir en su casa. Métete en tus asuntos.
—¡Qué cosas! ¡Pero si estás bebiendo! —dice señalando las botellas
vacías de cerveza que hay en la mesita y la que tengo en la mano.
—. Santana está toda magullada y tiene una conmoción cerebral por tu culpa y aquí estás tú, emborrachándote. ¡Eres una cabrona de mierda! —me grita.
—¡El accidente no ha sido culpa mía, e intenté hablar con ella!
—¡Sí que ha sido culpa tuya! Estaba tratando de leer tu puñetero
mensaje mientras conducía. Un mensaje que sabía que era mentira, debo
añadir.
No puedo respirar.
—¿De qué estás hablando? —Me atraganto.
—Estaba muy nerviosa porque no sabía nada de ti y cogió el móvil en
cuanto vio tu nombre en la pantalla.
Es culpa mía. ¿Cómo no he sabido verlo? Está herida por mi culpa. Le
he hecho daño.
Ryder sigue mirándome fijamente.
—No te quiere ni ver, lo sabes, ¿no?
Lo miro, de repente me siento abatida.
—Sí, lo sé. —Cojo mi cerveza—. Ya puedes irte.
Pero me arranca la botella de la mano y se mete en la cocina.
—Hombre, te la estás buscando —replico poniéndome en pie de un brinco.
Avisado está.
—Te estás comportando como una imbécil y lo sabes, ¡aquí
emborrachándote mientras Santana está en el hospital! ¿Es que no te
importa? —me grita.
—¡Deja de chillarme, joder! —Me llevo las manos a la cabeza y me
tiro del pelo—. Claro que me importa. ¡Pero no se va a creer nada de lo que
le diga!
—¿Acaso puedes culparla? Podrías haber vuelto a casa o, mucho
mejor, no haber salido —dice vertiendo mi cerveza por el desagüe—.
¿Cómo puedes ser tan indiferente? Con lo que ella te quiere.
Abre la nevera y me pasa una botella de agua.
—No soy indiferente. Sólo estoy harta de esperar lo peor. No parabas
de hablar de tu perfecta vida amorosa y de hacer sacrificios, bla, bla, bla, y
luego Santana va y dice su nombre... —Echo atrás la cabeza y me quedo
mirando el techo un momento.
—¿El nombre de quién? —inquiere.
—Dany. Dijo su nombre en sueños. Claro como el agua, como si
quisiera estar con ella, no conmigo.
—¿Mientras dormía? —pregunta Ryder con sarcasmo.
—Sí. Pero dormida o despierta, dijo su nombre y no el mío.
Pone los ojos en blanco.
—¿Eres consciente de lo ridículo que suena eso? ¿Santana dice el
nombre de Dany mientras duerme y tú vas y corres a emborracharte? Estás
haciendo una montaña de un grano de arena.
El plástico de la botella de agua se arruga bajo la presión de mis
dedos.
—Tú no sabes... —empiezo a decir, pero entonces oigo las llaves en la
cerradura y la puerta que se abre.
Me vuelvo y la veo en el umbral. Santana...... y Dany. Ha venido con Dany.
Se me nubla la vista y corro hacia ellas.
—¿Qué coño pasa aquí? —pregunto.
Ella da un paso atrás, trastabilla y se agarra a la pared que tiene detrás
para no caer.
—¡Calla, Brittany! —Me devuelve los gritos.
—¡No! ¡A la mierda! ¡Estoy harta de ver su careta cada vez que hay
un problema! —digo empotrando las manos en el pecho de Dany.
—¡Para! —grita otra vez Santana.
»Por favor —dice, y luego mira a Ryder—. ¿Qué haces tú aquí? —le
pregunta.
—He... he venido a hablar con ella.
Asiento con sarcasmo.
—En realidad, ha venido a intentar darme una paliza.
A Santana casi se le salen los ojos de las órbitas.
—¿Qué?
—Luego te lo cuento —dice Ryder.
Dany respira con fuerza y veo que la está mirando. ¿Cómo ha podido
traerla aquí después de todo lo que ha pasado? Estaba claro que iba a ir
corriendo a buscarla. La mujer de sus sueños. Santana se acerca a ella y le pone la mano en el hombro.
—Gracias por traerme a casa, Dany, de verdad. Pero ahora será mejor
que te vayas.
Ella me mira.
—¿Estás segura? —le pregunta.
—Sí. Y muchísimas gracias. Ryder está aquí y esta noche dormiré en
casa de sus padres.
Dany asiente con la cabeza, luego da media vuelta y se va. Ella cierra la
puerta. No puedo controlar la rabia que siento cuando Santana se vuelve y me
lanza una mirada asesina.
—Voy a coger mi ropa —dice metiéndose en el dormitorio.
Por supuesto, la sigo.
—¡¿Por qué has llamado a Dany?! —le grito.
—¿Por qué te fuiste de copas con la tal Carly? Uy, espera,
seguramente para quejarte de lo pesada que es tu novia y de la de cosas que
quiere y espera —me espeta.
—Y ¿cuánto has tardado tú en soltarle a Dany lo mala que soy? —le
suelto.
—¡No! No le he contado nada, pero estoy segura de que se lo imagina.
—¿No vas a dejar que te explique lo que ha pasado? —le pregunto.
—Adelante —se burla intentando sacar su maleta de lo alto del
armario. Me acerco para ayudarla.
—Aparta —me suelta. Está claro que he agotado su paciencia.
Retrocedo y la dejo bajar sola la maleta.
—Anoche no debería haber salido —le digo.
—¿De verdad? —contesta con sarcasmo.
—Sí, de verdad. No debería haberme marchado y no debería haber
bebido tanto. Pero no te puse los cuernos. Yo no haría eso. Me quedé a
dormir en su casa porque estaba demasiado borracha para conducir, eso es
todo —le explico.
Cruza los brazos y pone la clásica postura de novia cabreada.
—Y ¿por qué las mentiras entonces?
—No lo sé... Porque sabía que si te lo contaba no me creerías.
—Ya. Los que son infieles no suelen admitir sus infidelidades.
—No te he sido infiel —le digo.
Ella suspira, en absoluto convencida.
—Me cuesta mucho creerte cuando no haces más que mentir
descaradamente. Igual que hoy.
—Lo sé. Perdóname por las mentiras de antes, por todo, pero de
verdad que no te pondría los cuernos. —Lanzo los brazos al aire.
Coloca una blusa perfectamente doblada en la maleta.
—Como he dicho antes, los que son infieles no suelen admitir sus
infidelidades. Si no tuvieras nada que ocultar, no me habrías mentido.
—No es para tanto, no hice nada con ella —digo en mi defensa
mientras ella mete otra prenda.
—¿Qué pasaría si yo cogiera un pedo descomunal y me quedara a
dormir en casa de Dany? ¿Qué harías? —inquiere, y la sola idea me da ganas
de matar.
—La mataría.
—Ya. Cuando tú pasas la noche fuera en casa de una chica no pasa
nada, pero si yo hiciera lo mismo, montarías un pollo —replica—. Lo que
ha pasado es lo de menos. Has dejado muy claro que sólo estoy de paso en
tu vida —añade.
Sale de la habitación y entra en el baño a recoger sus cosas de aseo. Se
va con Ryder a casa de mi padre. Menuda mierda. No está de paso en mi
vida. ¿Cómo puede pensar eso? Puede que por todas las mentiras que le he
soltado y mi silencio de hoy.
—Sabes que no voy a dejarlo estar —le digo cuando cierra la maleta.
—Ya, pues yo me voy.
—¿Por qué? Sabes que volverás —aseguro. Es la rabia la que habla.
—Precisamente por eso —dice con la voz temblorosa.
Coge la maleta y sale de la habitación sin mirar atrás.
Cuando oigo el portazo, me apoyo contra la pared y me dejo caer hasta el suelo.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 79
Santana
Nueve días.
Llevo nueve días sin saber nada de Brittany. Creía que me sería
imposible vivir un solo día sin hablar con ella y ya llevo nueve. Aunque me
han parecido cien, para ser sincera, cada hora que pasa duele un poquito
menos que la anterior. No ha sido en absoluto fácil. Ken llamó al señor
Vance para que me diera el resto de la semana libre; total, sólo iba a perder
un día.
Sé que me marché yo, pero me está matando que ni siquiera haya
intentado llamarme. Siempre he aportado yo más a la relación, y ésta era
su oportunidad para demostrarme lo que de verdad siente. Imagino que eso
es justo lo que está haciendo, lo que pasa es que lo que siente es
precisamente lo contrario de lo que yo deseaba con desesperación. De lo
que yo necesitaba con desesperación. Sé que Brittany me quiere, lo sé. No obstante, también sé que, si me quisiera tanto como yo creía, a estas alturas ya me lo habría demostrado.
Dijo que no iba a dejarlo estar, pero lo ha hecho. Lo ha dejado estar y me
ha dejado marchar. Lo que más me asusta es que la primera semana parecía
un fantasma. Estaba perdida sin Brittany. Perdida sin sus ingeniosos
comentarios. Perdida sin su forma de dibujar círculos en mi mano, sin los
besos que me daba porque sí, sin su modo de sonreírme cuando creía que
no la estaba mirando. No quiero estar perdida sin ella, quiero ser fuerte.
Empiezo a sospechar que siempre estaré sola, por exagerado que parezca.
Con Sam no era feliz, pero entre Brittany y yo tampoco ha funcionado la
cosa.
A lo mejor soy como mi madre y me va mejor cuando estoy sola.
No quería que acabáramos así, cortando por lo sano. Quería que lo
hablásemos todo, quería que me contestara a las llamadas y que
pudiéramos llegar a un acuerdo. Sólo necesitaba tiempo para pensar, un
tiempo sin ella para que aprendiera que no soy un felpudo. El tiro me ha
salido por la culata porque es evidente que no le importo tanto como
suponía. Puede que éste fuera su plan desde el principio: hacer que yo
rompiera con ella. Conozco a un par de chicas que pasaron por lo mismo con
sus novios.
El primer día esperaba que me llamara, que me escribiera o, siendo
Brittany, que echara la puerta abajo gritando a pleno pulmón y montara una
escena mientras su familia y yo estábamos sentados en silencio en el
comedor, sin saber qué decirme. Pero no pasó y yo me vine abajo. No me
eché a llorar en un rincón ni me hundí en la autocompasión. Quiero decir
que me vine abajo, que me perdí a mí misma. Vivía cada segundo
esperando que Brittany volviera con el rabo entre las piernas para pedirme
perdón. Ese día casi tiro la toalla. Estuve a punto de volver al apartamento.
Estaba dispuesta a mandar al diablo el matrimonio y a decirle que no me
importa que me mienta a diario, ni que me falte al respeto, con tal de que
no me deje nunca. Menos mal que se me pasó y logré salvar un poco del
respeto que me debo a mí misma.
El tercer día fue el peor. Fue cuando lo comprendí todo. Fue cuando
empecé a hablar después de haberme pasado tres días sin abrir la boca, a
excepción de algún sí o no a Ryder o a Karen cuando los pobres
intentaban darme conversación. Lo único que hacía era llorar y balbucear
que mi vida habría sido mejor y mucho más sencilla si no la hubiera
conocido. No me lo creo ni yo.
El tercer día fue cuando por fin me miré al espejo con la cara sucia y amoratada, con los ojos tan hinchados que apenas si podía abrirlos. Fue cuando me tiré al suelo y le recé a Dios para que hiciera desaparecer el dolor. Le dije que nadie podía soportar un dolor semejante, ni siquiera yo. El tercer día fue cuando no puede evitar llamarla. Me dije que si me cogía el teléfono lo solucionaríamos, llegaríamos a un acuerdo, nos pediríamos perdón y nos prometeríamos que no íbamos a romper nunca más. Pero saltó el buzón de voz a los dos segundos, prueba de que rechazó mi llamada.
El cuarto día volví a descarriarme y la llamé otra vez. Esta vez tuvo el
detalle de dejar que sonara hasta que saltó el buzón de voz, en vez de
pulsar el botón «Ignorar». Fue cuando me di cuenta de que lo quiero mucho
más que ella a mí. El cuarto día no salí de la cama y estuve recordando las
pocas veces que me había dicho lo que sentía por mí. Comencé a darme
cuenta de que casi toda nuestra relación y lo que yo creía que sentía por mí
no eran más que... imaginaciones mías. Comencé a darme cuenta de que,
mientras yo me dedicaba a pensar que podíamos conseguirlo, que
podíamos hacer que funcionara para siempre, ella no pensaba en mí en
absoluto.
Ése fue el día en que decidí unirme a las filas de los jóvenes normales
y le pedí a Ryder que me enseñara a descargarme música en el móvil. Fue
empezar y no poder parar. Me pasé veinticuatro horas sin quitarme los
auriculares y escuchando más de cien canciones. La música ayuda mucho.
El escuchar las penas de otros me recuerda que no soy la única que lo pasa
mal en la vida. No soy la única que ha querido a alguien que no la quería lo
suficiente para luchar por ella.
El quinto día por fin me duché e intenté ir a clase. Fui a yoga, con los
dedos cruzados para poder soportar los recuerdos. Me sentía rara
caminando en un océano de universitarios felices. Gasté toda la energía
que me quedaba en rezar para no tropezarme con Brittany en el campus. Ya
no tenía ganas de llamarla. Esa mañana conseguí beberme medio café y
Ryder me dijo que el color estaba volviendo a mis mejillas. Pasé
completamente desapercibida, que era justo lo que quería. El profesor Soto
nos mandó escribir nuestros mayores miedos en la vida y la relación que
guardan con Dios y con la fe. «¿Os da miedo morir?», nos preguntó. «Pero
si yo ya estoy muerta», respondí en silencio.
El sexto día fue un martes. Empecé a formar frases completas, un
tanto fragmentadas, que no venían a cuento, pero nadie se atrevió a
decírmelo. Me reincorporé a Vance. Kimberly se pasó la mañana sin poder
mirarme a la cara pero al final se decidió a intentar entablar conversación
conmigo, aunque no fui capaz de participar. Mencionó algo de una cena y
recuerdo que le dije que me lo preguntara otra vez cuando pudiera pensar.
Estuve todo el día mirando la primera página de un manuscrito que, por
más que leyera y releyese, no retenía. Ese día volví a comer. Los días
previos sólo había comido algún plátano o un poco de arroz hervido. Ese
día Karen hizo un asado que me recordó al que había preparado un día muy
lejano en el que Brittany y yo cenamos en su casa. Los recuerdos de aquella
velada, con ella acomodado a mi lado cogiéndome de la mano, me sentaron
tan mal que me pasé la noche encerrada en el baño, vomitando lo poco que
había comido.
El séptimo día se me hizo eterno y empecé a pensar en qué pasaría si
de repente dejara de doler. ¿Desaparecería sin más? Era una idea
aterradora, no porque me muriera, sino porque me asustó que mi mente
fuera capaz de sumirse en las tinieblas. Eso me sacó de la barrena mental y
me devolvió al mundo real, o a lo más parecido que mi mente podía
gestionar. Me cambié la camiseta y juré no volver a pisar la habitación de
Brittany. Empecé a buscar apartamentos que estuvieran dentro de mi
presupuesto y cerca de Vance y cursos online en la WCU. Me gusta
demasiado ir a clase como para estudiar a distancia, así que al final rechacé
la idea, pero encontré un par de apartamentos interesantes.
El octavo día sonreí un instante pero todo el mundo lo vio. Fue el día
en que volví a coger mi taza de café y mi donut de siempre al llegar a la
editorial. Me sentaron bien y volví a por más. Vi a Trevor. Me dijo que
estaba preciosa, a pesar de que llevaba la ropa arrugada y tenía la mirada
perdida. Fue el día del cambio, el primer día que sólo dediqué la mitad de
mi tiempo a desear que las cosas hubiesen sido de otra manera entre
Brittany y yo.
Oí a Ken y a Karen hablar de que el cumpleaños de Brittany
estaba a la vuelta de la esquina y, para mi sorpresa, sólo sentí una pequeña
punzada en el pecho al oír su nombre.
Y hoy se cumplen nueve días.
—¡Estoy abajo! —me dice Ryder a través de la puerta de «mi»
habitación.
Nadie ha dicho nada de que me vaya ni de adónde iré. Les estoy muy
agradecida, pero sé que si me quedo aquí acabaré siendo una molestia.
Ryder me asegura que puedo quedarme todo el tiempo que necesite, y
Karen me recuerda varias veces al día lo mucho que disfruta con mi
compañía. Sin embargo, son la familia de Brittany. Quiero seguir adelante,
decidir dónde voy a vivir. Ya no tengo miedo.
No puedo, me niego, a pasar un solo día más llorando por una
mentirosa tatuada que ya ni siquiera me quiere. Bajo y Ryder está en la cocina comiéndose un bagel. Un poco de queso crema le cuelga de la comisura del labio y saca la lengua para recuperarlo.
—Buenos días. —Me sonríe masticando a dos carrillos.
—Buenos días —repito, y me sirvo un vaso de agua.
Se me queda mirando.
—¿Qué?
—Nada..., es que... estás estupenda —dice.
—Muchas gracias. He decidido ducharme y resucitar de entre los
muertos —bromeo y me sonríe despacio, como si no estuviera muy
convencido de mi condición mental.
—. Estoy bien, de verdad —le aseguro
mientras él se termina el bagel de un bocado.
Decido poner uno a tostar para mí e intento no pensar que Ryder me
está mirando como si fuera un animal del zoo.
—Cuando quieras, nos vamos —le digo al terminar de desayunar.
—¡Hoy estás guapísima, Santana! —exclama Karen en cuanto entra en
la cocina.
—Gracias. —Le sonrío.
Es el primer día en que me he molestado en arreglarme. Los últimos
ocho, mi aspecto distaba mucho de mi pulcritud habitual. Hoy me siento yo
misma. Mi nueva yo. Mi yo «después de Brittany». El noveno día es mi día.
—Ese vestido es muy favorecedor —dice Karen con admiración.
Es el amarillo que me regaló Trish por Navidad. Sienta muy bien y es
muy informal. No voy a cometer otra vez el error de intentar ir a clase con
tacones, hoy me pongo las Toms. Me he recogido la mitad del pelo con
horquillas y unos pocos rizos me caen sobre la frente. El maquillaje es sutil
pero creo que me queda bien. Me picaban un poco los ojos cuando me he
puesto el delineador marrón... El hecho de maquillarme no estaba en mi
lista de prioridades mientras me hundía en la miseria.
—Muchas gracias. —Vuelvo a sonreír.
—Que tengas un buen día —me desea Karen con una sonrisa. Se la ve
contenta, y sorprendida, de que haya vuelto al mundo.
Así es como debe de ser tener una madre cariñosa, alguien que te
manda a clase con una amable palabra de aliento. Todo lo contrario que la
mía. Mi madre... Llevo días ignorando sus llamadas. Es la última persona
con la que me apetece hablar, pero ahora que puedo respirar sin desear
arrancarme el corazón del pecho, creo que quiero llamarla.
—Santana, ¿vendrás con nosotros a la cena del domingo en casa de
Christian? —me pregunta Karen en el momento en que me dispongo a
salir.
—¿El domingo?
—La cena para celebrar que se mudan a Seattle. —Me lo dice como si
tuviera que saber de qué me está hablando—. Kimberly me dijo que te lo
había comentado. Aunque, si no te apetece ir, lo entenderán —me
consuela.
—No, no. Quiero ir. Iré con vosotros. —Sonrío.
Estoy lista. Puedo salir, estar con gente sin desmoronarme. Mi
subconsciente está mudo por primera vez en nueve días. Le doy las gracias
antes de seguir a Ryder al exterior.
El tiempo refleja mi estado de ánimo: soleado y cálido para estar en
enero.
—¿Tú también vas a ir el domingo? —le pregunto cuando estamos en
el coche.
—No, me voy esta noche, ¿no te acuerdas? —me contesta.
—¿Qué?
Me mira con la frente como un acordeón.
—Me voy a pasar el fin de semana a Nueva York. Marley se va a
mudar al nuevo apartamento. Te lo dije hace un par de días.
—Perdona, debería haberte prestado más atención en vez de pensar
sólo en mí misma —repongo.
Es increíble lo egoísta que he sido, ni siquiera lo oí cuando me contó
que Marley se mudaba ya a Nueva York.
—No pasa nada. Sólo te lo mencioné de pasada. No quería
restregártelo por la cara ahora que estás... Bueno, ya sabes...
—¿Hecha una zombi? —termino la frase por él.
—Sí, una zombi aterradora —bromea, y sonrío por quinta vez en
nueve días. Es agradable.
—¿Cuándo vuelves? —le pregunto.
—El lunes de madrugada. Me perderé religión, pero iré a todas las
demás clases.
—Qué emocionante. Nueva York debe de ser alucinante.
Me encantaría escapar, salir de aquí una temporada.
—Me preocupaba marcharme y dejarte aquí —me dice Ryder
entonces, y me siento muy culpable.
—¡No! Ya has hecho demasiado por mí. Es hora de que me ponga las
pilas. No quiero que tengas que volver a plantearte dejar de hacer algo por
mí. Perdona que te haya hecho sentir así —le digo.
—Es culpa de Brittany, no tuya —me recuerda, y asiento.
Me pongo los auriculares y Ryder sonríe.
En religión, el profesor Soto escoge el tema del dolor. Por un momento me
da la impresión de que lo ha hecho a propósito, para torturarme, pero
cuando empiezo a escribir sobre cómo el dolor puede hacer que la gente se
refugie o reniegue de su fe y de Dios le agradezco la tortura.
Lo que escribo en el diario habla de cómo puede cambiarte el dolor, cómo puede hacerte mucho más fuerte y que, al final, tampoco te hace falta tener tanta fe. Lo único que necesitas es a ti mismo. Tienes que ser fuerte y no
permitir que el dolor te obligue a nada ni te impida hacer nada.
Vuelvo a la cafetería a reponer fuerzas antes de ir a yoga. De camino a
clase, paso junto a la Facultad de Ciencias Medioambientales y pienso en
Dany. Me pregunto si estará en clase. Imagino que sí, pero no sé qué horario
tiene.
Entro sin pensarlo dos veces. Falta un rato para que empiece la clase
de yoga y está a menos de cinco minutos de aquí.
El vestíbulo es enorme. Como imaginaba, unos árboles gigantescos
ocupan casi todo el espacio. El techo es de paneles de cristal y es casi
invisible.
—¿Santana?
Me vuelvo y ahí está Dany. Lleva puesta una bata blanca y se ha echado
hacia atrás las gafas de laboratorio de tal modo que le aplastan el pelo.
—Hola... —lo saludo.
Sonríe.
—¿Qué haces aquí? ¿Has cambiado de especialidad?
Adoro cómo esconde la lengua detrás de los dientes cuando sonríe,
siempre me ha gustado.
—La verdad es que te estaba buscando.
—¿Ah, sí?
La he dejado sorprendida.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
De nuevo un error de parte de Britt, y si San la ha pasado horrible con todo pero me imaginó que ella también y más porque piensa que San se merece a alguien mejor a su lado, tal vez se hizo a un lado a propósito. Y bueno haber como le va a San al seguir adelante....
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
lo sabia, sabia que la tal dani solo estaba esperando el momento y ahi esta santana buscandola, siempre le gusto y no lo admitia, si hasta la nombro en sueños que p.... de m.... bien que se quede con ella y listo!!!! no tengo mas que decir!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
britt y sus cagadas por puras estupideces,..
la quiere lejos de dani y lo único que hace es acercarse a dani!!
a ver que pase ahora,.. una mas y van,..
la quiere lejos de dani y lo único que hace es acercarse a dani!!
a ver que pase ahora,.. una mas y van,..
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
JVM escribió:De nuevo un error de parte de Britt, y si San la ha pasado horrible con todo pero me imaginó que ella también y más porque piensa que San se merece a alguien mejor a su lado, tal vez se hizo a un lado a propósito. Y bueno haber como le va a San al seguir adelante....
de error en error. Britt piensa que Santana nunca se cansara de su m.....
Espero que si Santana sigue adelante no deje atras a Britt eso me mataria
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
micky morales escribió:lo sabia, sabia que la tal dani solo estaba esperando el momento y ahi esta santana buscandola, siempre le gusto y no lo admitia, si hasta la nombro en sueños que p.... de m.... bien que se quede con ella y listo!!!! no tengo mas que decir!!!!!
Yo tambien sabia que ya sabias lo que se supo.
Bueno Dani creo tenia sentimientos mas honestos, pero un sueño te puede traicionar, ademas crees que sea para tanto, Britt la ha cagado mas, ha hecho mas que mencionar un nombre en sueño...... Bueno tenle paciencia a estos proximos 10 cap please.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
3:) escribió:britt y sus cagadas por puras estupideces,..
la quiere lejos de dani y lo único que hace es acercarse a dani!!
a ver que pase ahora,.. una mas y van,..
Exactamente. Britt siempre la sigue cagando, y con sus estupideces solo hace que Santana se aleje, se canse de perdonarle una y otra y otra y otra vez cada idiotez que hace.
Una vez mas y creo que se termino..... pero espero que no, solo lo sabremos avanzando, ya estamos cerca.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 80
Brittany
Brittany
Nueve días.
Llevo nueve días sin hablar con Santana. Creía que me sería imposible vivir uno solo sin hablar con ella y ya llevo nueve. Aunque me han
parecido mil, y cada hora que pasa es peor que la anterior.
Cuando se fue del apartamento esa noche la estuve esperando. Esperé y esperé a volver a oírla entrar por la puerta, esperé que volviera y me
cosiera a gritos. Pero no volvió. Me senté en el suelo a esperar. Esperé y esperé. Y no volvió.
Me bebí toda la cerveza que tenía en la nevera y luego arrojé las botellas contra la pared. Cuando me desperté a la mañana siguiente todavía
no había vuelto. Hice la maleta y decidí coger el primer avión que saliera de Washington. Si Santana tenía intención de volver, lo habría hecho esa misma noche. Necesitaba largarme y respirar un poco. Con el aliento apestando a alcohol y la camiseta blanca llena de manchas, me fui al
aeropuerto. No telefoneé a mi madre antes de llegar. Total, siempre está en casa.
«Si Santana me llama antes de que me suba al avión, volveré. Y, si no, ella se lo pierde», me decía a mí misma. Le he dado la oportunidad de
volver conmigo. Es lo que hace siempre, da igual lo que yo le haga. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez? Si encima no he hecho nada; le mentí, pero
era una mentirijilla de nada y ella es una exagerada.
La que debería estar enfadada soy yo. Trajo a Dany a mi puta casa. Y, encima, el puto Ryder se presenta como si fuera el increíble Hulk y me
empotra contra la pared. Pero ¿qué coño?, de verdad.
Esta situación es una mierda de las gordas y no es culpa mía. Bueno, puede que sí, pero tendrá que volver a mí arrastrándose y no a la inversa.
La quiero, pero no estoy dispuesta a dar el primer paso.
El primer día lo dediqué a dormir la mona en el avión. Las auxiliares de vuelo y los cabrones trajeados me miraban mal, pero me importaba un
pimiento. No significan nada para mí. Cogí un taxi a casa de mi madre y casi estrangulo al conductor. ¿Cómo se atreve a sablearme así por una carrera de quince kilómetros?
Mi madre se quedó de piedra pero se alegró de verme. Lloró un par de minutos pero dejó de hacerlo en cuanto apareció Mike. Por lo visto, han empezado a llevar las cosas de mi madre a su casa y ella tiene pensado vender la suya. No me supone ningún problema porque detesto la casa.
Está llena de recuerdos del borracho inconsciente de mi padre. Es agradable poder pensar esas cosas sin la influencia de Santana. Si ella
estuviera aquí, me sentiría un poco culpable por ser maleducada con mi madre y su novio. Por suerte, no está aquí.
El segundo día fue agotador. Me pasé la tarde oyendo a mi madre hablar sobre sus planes para el verano y evitando responderle cuando me
preguntaba por qué había vuelto a casa. Le repetí que, si quisiera hablarlo, ya lo habría hecho. He venido a estar tranquila, y lo único que he
conseguido es que no paren de molestarme. A las ocho me aposenté en el pub que hay al final de la calle. Una morena buenísima con los ojos del
mismo color que los de Santana me sonrió y me invitó a una copa. La rechacé casi con educación; creo que fui tan amable por el color de sus ojos.
Cuanto más los miraba, más distintos me parecían de los de Santana.
Tiene unos ojos muy bonitos. ¿Qué coño hago en un pub pensando en globos oculares? —me dije de pronto—. Mierda...»
Vi la cara de decepción de mi madre cuando entré tambaleándome por la puerta a las dos de la madrugada pero hice lo posible por ignorarla y
musité una disculpa de mierda antes de obligarme a subir la escalera.
Empezó el tercer día. Santana me venía a la cabeza cuando menos lo esperaba. Mientras veía a mi madre fregar los platos me acordaba de
Santana, que siempre está cargando el lavavajillas porque no soporta ver un solo plato en el fregadero.
—Nos vamos a la feria, ¿te apetece venir? —me preguntó mi madre.
—No.
—Brittany, por favor, has venido de visita y apenas me has dicho dos
palabras o has pasado cinco minutos conmigo —replicó ella.
—No, mamá.
—Sé por qué has venido —repuso con ternura.
Dejé la taza encima de la mesa de golpe y me fui de la cocina.
Sabía que adivinaría que estaba huyendo de algo, escondiéndome de la realidad. No sé qué clase de realidad me espera sin Santana, pero no me
siento preparada para lidiar con la mierda, ¿por qué tiene que darme la lata? Si Santana no quiere estar conmigo, que le den. No la necesito. Estoy
mejor sola, que es lo que siempre había querido.
Al cabo de pocos segundos sonó mi móvil pero ignoré la llamada en cuanto vi el nombre de Santana en la pantalla. «¿Para qué me llama? —me dije—. Para decirme que me odia o que quite su nombre del contrato de alquiler, seguro.»
«Mierda, Brittany, ¿por qué lo has hecho?», me lamenté después una y otra vez. No tenía una buena respuesta.
El cuarto día empezó de la peor forma posible.
—¡Brittany, sube a tu cuarto! —me ruega.
No, no, no. Otra vez no. Uno de los hombres le cruza la cara de un bofetón y ella mira la escalera. Sus ojos encuentran los míos y grito. Santana.
—¡Brittany! ¡Brittany, despierta! ¡Despierta, por favor! —oí que gritaba
mi madre entonces mientras me agarraba por los hombros hasta que abrí los ojos.
—¿Dónde está? ¿Dónde está Santana? —balbuceé bañada en sudor.
—No está aquí, Brittany.
—Pero la estaban...
Tardé un momento en despertarme del todo y en darme cuenta de que sólo era una pesadilla. La misma pesadilla de toda la vida, sólo que esta
vez era mucho peor. En vez de a mi madre, veía a Santana.
—Ya, ya está... Ya ha pasado todo. Sólo ha sido un mal sueño. —Mi madre lloraba e intentaba abrazarme, pero la aparté con suavidad.
—No, estoy bien —le aseguré, y le dije que me dejara en paz. Me pasé la noche en vela intentando borrar la imagen de mi cabeza
pero me resultó imposible.
El cuarto día continuó igual de mal que había empezado. Mi madre me ignoró durante la mayor parte del tiempo. Creía que eso era lo que
quería, pero resultó que entonces me sentí... sola. Comencé a echar de menos a Santana. No dejaba de volverme para hablar con ella, de esperar a
que dijera algo que me hiciera sonreír. Quería llamarla y estuve a punto de pulsar el botón verde un millón de veces, pero no lo hice. No puedo darle lo que quiere, y eso para ella es inaceptable. Esto es lo mejor. Me pasé la tarde mirando cuánto me costaría traer mis cosas de vuelta a Inglaterra.
Acabaré viviendo aquí, así que no pierdo nada por adelantarlo. No habría funcionado. Siempre supe que lo nuestro no iba a durar. Era
imposible. No hay manera de que pudiéramos estar juntas para siempre. Ella es demasiado buena para mí y lo sé. Todo el mundo lo sabe. Veo cómo la gente se vuelve para mirarnos cuando salimos, y sé que se preguntan qué
hace una chica tan guapa con alguien como yo.
Permanecí durante horas mirando la pantalla del móvil mientras me trincaba media botella de whisky antes de apagar las luces y quedarme
dormida. Me pareció que el teléfono vibraba sobre la mesilla de noche, pero estaba demasiado borracha para incorporarme y contestar. La
pesadilla se repitió. Esta vez era el camisón de Santana el que estaba empapado de sangre y ella me gritaba que me fuera, que la dejara en ese
sofá.
El quinto día me despertó la luz roja del móvil, que indicaba que había vuelto a perder una de sus llamadas, sólo que esta vez no lo había
hecho a propósito. El quinto día fue cuando vi su nombre en la pantalla y luego una foto suya tras otra. ¿Cuándo se las hice? No me había dado
cuenta de la cantidad de fotos que le he hecho sin que se diera cuenta. Mientras miraba las fotos me acordaba de su voz. Nunca me ha
gustado el acento americano, me aburre mortalmente y me parece molesto,
pero la voz de Santana es perfecta. Su acento es perfecto, y podría pasarme el día oyéndola hablar. ¿Volveré a oír su voz?
«Ésta es mi favorita», pensé por lo menos diez veces mientras miraba las fotos. Al final me decidí por una en la que está tumbada boca abajo en la cama, con las piernas cruzadas en el aire y el pelo suelto recogido hacia un lado. Tiene la barbilla apoyada en una mano y la boca entreabierta mientras devora las palabras que aparecen en la pantalla de su libro
electrónico. Le hice la foto el instante en que me pilló mirándola, en el momento justo en que esa sonrisa, la sonrisa más maravillosa del mundo,
apareció en su cara. Parecía muy contenta de verme. ¿Siempre... siempre me ha mirado con esos ojos? Ese día, el quinto día, fue cuando empecé a sentir la opresión en el pecho. Un recordatorio constante de lo que había hecho y de lo que seguramente había perdido. Debería haberla llamado ese día mientras
miraba sus fotos. ¿Estará ella mirando fotos mías? Que yo sepa, sólo tiene una, y de repente desearía haber dejado que me hiciera más. El quinto día fue cuando arrojé el móvil contra la pared con la esperanza de hacerlo
estallar, pero sólo conseguí rajarle la pantalla. El quinto día fue cuando empecé a desear desesperadamente que me llamara porque entonces todo iría bien, todo iría bien. Las dos pediríamos perdón y yo volvería a casa. Si
me llamara ella, no me sentiría culpable por volver a su vida. Me pregunté
si Santana se estaría sintiendo igual que yo. ¿También se le hacía más duro
cada día? ¿También le costaba más respirar cada segundo que pasaba sin mí?
Ese día empecé a perder el apetito. No me apetecía comer. Echaba de
menos sus platos, incluso las comidas sencillas que preparaba para mí.
Joder, echaba de menos hasta verla comer. Echaba de menos cada maldito
detalle de esa chica desesperante de dulce mirada. El quinto día fue cuando
me desmoroné. Lloré como una niña y ni siquiera me sentí mal por haberlo
hecho. Lloré y lloré. No podía parar. Lo intenté desesperadamente pero no
me la quitaba de la cabeza. No me dejaba en paz, se me aparecía una y otra
vez, me decía que me quería y me abrazaba y, cuando comprendía que sólo
era fruto de mi imaginación, me echaba a llorar otra vez.
El sexto día me desperté con los ojos rojos e hinchados. No me podía
creer la llorera de la noche anterior. La opresión en el pecho era mucho
peor y apenas podía abrir los ojos. ¿Por qué fui tan cabroña? ¿Por qué seguí
tratándola como a una mierda? Es la primera persona que de verdad me ha
visto, que sabe cómo soy por dentro, cómo soy de verdad, y yo voy y la
trato como a una mierda. La culpé a ella de todo cuando en realidad todo
era culpa mía. Siempre ha sido mía, siempre, incluso cuando parecía que
no estaba haciendo nada malo. Era grosera con ella cuando intentaba
hablar conmigo. Le gritaba cuando me pillaba haciendo una de las mías. Y
le mentía sin parar. Me lo ha perdonado siempre todo. Siempre podía
contar con eso y tal vez por eso la trataba así, porque sabía que podía.
El sexto día aplasté el móvil bajo mis pies. Me pasé medio día sin comer. Mi
madre me preparó unas gachas de avena pero, cuando intenté obligarme a
comer, casi vomito. Llevaba sin ducharme desde el tercer día y estaba
hecha un asco. Traté de escuchar las cosas que mi madre quería que le
trajera de la tienda, pero no entendía nada. Sólo podía pensar en Santana y en
su necesidad de ir a Conner’s al menos cinco días a la semana.
Una vez Santana me dijo que yo la había destrozado. Ahora, sentada
aquí, mientras intento concentrarme, mientras trato de respirar, sé que se
equivocaba. Ella me ha destrozado a mí. Se me ha metido muy adentro y
me ha jodido la vida. He tardado años en levantar los muros, toda la vida,
la verdad, y va ella y los echa abajo y me deja rodeado de escombros.
—Brittany, ¿me has oído? Te he hecho una lista, por si acaso —dijo mi
madre poniéndome en la mano el papel de colores.
—Sí. —Mi voz era apenas un susurro.
—¿Segura que puedes ir?
—Sí, seguro. —Me levanté y me metí la lista en los vaqueros sucios.
—Anoche te oí, Brittany. Si necesitas...
—Para, mamá. No insistas. —Casi me atraganto. Tenía la boca seca y
me dolía la garganta.
—Está bien. —Sus ojos estaban tristes.
Salí de casa y fui a la tienda que está al final de la calle.
La lista se componía de unos pocos artículos, pero no habría
recordado uno solo sin mirar el papel. Conseguí cogerlo todo: pan,
mermelada, café en grano y algo de fruta. Me rugía el estómago vacío al
ver comida en los estantes. Cogí una manzana y me obligué a comérmela.
Sabía a carbón y notaba cómo los pequeños pedazos caían en el fondo de
mi estómago mientras le pagaba a la anciana de la caja.
Salí de la tienda justo cuando empezaba a nevar. La nieve también me
recordó a Santana. Todo me recordaba a Santana. Me dolía la cabeza, un dolor que se negaba a desaparecer. Me masajeé las sienes con la mano libre y
crucé la calle.
—¿Brittany? ¿Brittany Pierce? —oí entonces que me llamaba una voz
desde el otro lado de la calle.
Imposible.
—¿Eres tú? —volvió a preguntar.
«Natalie.»
No podía estar pasando, pensaba mientras se acercaba a mí cargada
con un montón de bolsas de la compra.
—Eh... Hola —fue todo cuanto conseguí decir.
La cabeza me iba a cien y me sudaban las manos.
—Creía que te habías ido a vivir fuera.
Le brillaban los ojos, no eran los ojos sin vida que yo recordaba de
cuando me suplicaba llorando que la dejara quedarse en mi casa porque no
tenía adónde ir.
—Sí... He venido de visita —le dije, y ella dejó las bolsas en la acera.
—Qué bien —repuso con una sonrisa.
¿Cómo podía sonreírme después de lo que le había hecho?
—Sí... ¿Cómo estás? —me obligué a preguntarle a la chica a la que le
destrocé la vida.
—Bien, muy bien —dijo muy contenta mientras se pasaba las manos
por la barriga abultada.
«¿Y esa barriga? Ay, no. No, un momento...» Las fechas no
cuadraban. Por un instante, me llevé un buen susto.
—¿Estás embarazada? —le pregunté, esperando que así fuera porque,
de lo contrario, acababa de insultarla.
—De seis meses. ¡Y comprometida! —Volvió a sonreír y me mostró
su pequeña mano para que viera el anillo de oro.
—Anda.
—Sí, es curioso cómo son las cosas, ¿no te parece? —Se metió un
mechón de pelo detrás de la oreja y me miró a los ojos, rodeados de sendos
anillos violeta por la falta de sueño.
Su voz era tan dulce que me hacía sentir mil veces peor. No podía
dejar de recordar su cara cuando nos pilló a todos viéndola en la pequeña
pantalla. Se puso a gritar, a gritar a pleno pulmón, y se marchó. No fui
detrás de ella, claro está. Sólo me reí de ella, me reí de su dolor y de su
humillación.
—Lo siento muchísimo —le dije.
Fue raro, extraño y necesario. Esperaba que me llamara de todo, que me dijera que era un mierda, incluso que me pegara.
Lo que no me esperaba era que me abrazara y me dijera que me perdonaba.
—¿Cómo puedes perdonarme? Fui una cabrona y te arruiné la vida —le dije con los ojos escocidos.
—No, no lo hiciste. Al principio, sí, pero al final todo salió bien — repuso, y estuve a punto de vomitar en su jersey verde.
—¿Qué?
—Después de que..., ya sabes... No tenía adónde ir. Encontré una iglesia, una iglesia nueva porque de la mía me expulsaron, y allí conocí a
Elijah. —Se le iluminó la cara sólo con decir su nombre—. Y aquí estamos pocos años después, comprometidos y esperando un bebé. Todo sucede por una razón, supongo, aunque suene un poco cursi... —añadió riendo.
Su risa me recordó que siempre fue una chica muy dulce. Sólo que a mí no me importó una mierda y su bondad la convertía en una presa fácil.
—Un poco —repuse—, pero me alegro mucho de que hayas encontrado a alguien. He pensado en ti últimamente..., ya sabes..., en lo que te hice, y me sentía fatal. Sé que ahora eres feliz, pero eso no disculpa lo que te hice. Hasta que conocí a Santana no... —Tuve que cerrar el pico.
Una pequeña sonrisa se le dibujó en los labios.
—¿Santana?
A punto estuve de desmayarme de dolor.
—Es... es... —tartamudeé.
—¿El qué? ¿Tu esposa? —Las palabras de Natalie metieron el dedo en la llaga y buscó con la mirada un anillo en mis dedos.
—No, era... era mi novia.
—Anda, ¿ahora te van las relaciones? —dijo medio en broma. Notaba mi dolor, seguro.
—No... Sólo con ella.
—Ya veo. Y ¿ya no es tu novia?
—No. —Me llevé los dedos al piercing del labio.
—Lamento mucho oírlo. Espero que al final todo te vaya igual de bien
que me ha ido a mí —repuso.
—Gracias. Enhorabuena por el compromiso y... por el bebé —le dije muy incómoda.
—¡Gracias! Esperamos poder casarnos este verano.
—¿Tan pronto?
—Bueno, llevamos dos años prometidos —dijo entre risas.
—Vaya.
—Fue todo muy rápido —explicó.
Me sentí como una perra mientras lo decía, pero aun así le pregunté:
—¿No sois un poco jóvenes?
Natalie sonrió.
—Tengo casi veintiún años, y esperar no tiene sentido. He tenido la suerte de encontrar a la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida muy joven. ¿Por qué perder el tiempo cuando sé qué es lo que quiero? Es un honor que quiera hacerme su mujer, no existe mayor demostración de amor que ésa.
Mientras me lo explicaba, oía la voz de Santana en mi cabeza repitiendo esas mismas palabras.
—Supongo que tienes razón —le dije, y ella sonrió.
—¡Mira, ahí está! He de irme. Estoy helada y embarazada, no es una buena combinación.
Con una sonrisa, recogió las bolsas de la acera y saludó a un hombre vestido con un suéter y unos caquis. La sonrisa de él al ver a su prometida
embarazada era tan deslumbrante que juraría que parecía como si el sol hubiera salido en toda la gris y triste Inglaterra.
El séptimo día fue muy largo. Todos los días se me han hecho largos.
No dejaba de pensar en Natalie y en su perdón, que no podría haber llegado en mejor momento. Sí, yo daba pena y ella lo sabía, pero estaba feliz y enamorada. Y preñada. Después de todo, no le destrocé la vida como yo creía. Gracias a Dios.
Me pasé el séptimo día en la cama. No podía ni subir las persianas. Mi madre y Mike tenían planes y me quedé sola en casa, sumido en mi
desgracia. Cada día era peor que el anterior. Pensaba constantemente en qué estaría haciendo Santana y con quién. ¿Estaría llorando? ¿Se sentiría sola? ¿Habría vuelto a nuestro apartamento a buscarme? ¿Por qué no me
había llamado? Éste no es el dolor del que hablan las novelas. No es sólo un dolor mental, es físico. Me duele el alma, es como si algo me estuviera
descuartizando desde dentro y no creo que pueda soportarlo. Nadie podría soportarlo.
Así es como Santana debe de sentirse cada vez que le hago daño. No me puedo imaginar su frágil cuerpo soportando esta clase de dolor, pero por lo
visto es más fuerte de lo que parece. Ha de serlo para aguantarme. Su madre me dijo una vez que si de verdad Santana me importaba, debía dejarla
en paz, porque yo iba a terminar por hacerle daño.
Tenía razón. Debería haberla dejado en paz cuando me lo dijo.
Debería haberla dejado en paz el primer día que entró en la habitación de la residencia. Me prometí a mí misma que antes muerta que volver a hacerle daño... Y aquí estamos. Esto es la muerte; es peor que la muerte. Y mucho
más doloroso. Debe de serlo.
El octavo día me lo pasé empinando el codo. No podía parar. Después de cada trago rezaba para que su cara desapareciera de mi mente, pero no
había manera.
«No puedes seguir así, Brittany. No puedes. No puedes. De verdad que no puedes seguir así.»
—Brittany... —La voz de Santana me da escalofríos—. Cariño... —dice.
Cuando la miro está sentada en el sofá de mi madre, con una sonrisa en los labios y un libro en el regazo.
—Ven aquí, por favor —lloriquea cuando la puerta se abre y entra un grupo de hombres.
«No.»
—Ahí está —dice el tipo bajito que me tortura en sueños todas las noches.
—¿Brittany? —Santana se echa a llorar.
—¡Apartaos de ella! —les advierto a medida que la acorralan. No parece que me oigan.
Le rasgan el camisón y la tiran al suelo. Unas manos sucias y arrugadas suben y bajan por sus muslos y ella me llama entre sollozos.
—Por favor... Brittany, ayúdame. —Me mira pero estoy petrificada. No puedo moverme y no puedo ayudarla. Me obligo a mirar mientras
le pegan y la violan hasta que está tumbada en el suelo, en silencio y cubierta de sangre.
Mi madre no me despertó. Nadie lo hizo. Tenía que verlo acabar, hasta el final, y cuando desperté la realidad era mucho peor que cualquier
pesadilla.
Hoy es el noveno día.
—¿Te has enterado de que Christian Vance se traslada a Seattle? — me pregunta mi madre mientras aparto el cuenco de cereales que tengo
delante.
—Sí.
—Qué emocionante, ¿verdad? Una nueva sucursal en Seattle.
—Supongo.
—Va a celebrarlo con una cena el domingo y cree que te gustaría asistir.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto.
—Porque me lo dijo. Hablamos de vez en cuando. —Se sirve una segunda taza de café.
—¿Por qué?
—Porque podemos. Acábate el desayuno —me regaña como si fuera una niña, pero no tengo fuerzas para contestarle como se merece.
—No quiero ir —le digo, y me obligo a llevarme la cuchara a la boca.
—Es probable que no vuelvas a verlo en una temporada.
—¿Y? Tampoco es que ahora nos veamos a diario.
Me mira como si tuviera algo más que decir pero se reprime.
—¿Tienes una aspirina? —le pregunto.
Asiente y se va a buscarlas.
No quiero ir a una ridícula cena de despedida para celebrar que Christian y Kimberly se mudan a Seattle. Estoy harta de que todo el mundo
hable siempre de Seattle, y sé que Santana irá a esa cena. El dolor que me produce la idea de verla me aplasta y por poco me tira de la silla. Tengo
que alejarme de ella, se lo debo. Si puedo quedarme aquí unos cuantos días más, o unas semanas, ambos podremos seguir con nuestras vidas. Ella encontrará a alguien como el prometido de Natalie, alguien mucho mejor
para ella que yo.
—Creo que deberías ir —repite mi madre mientras me trago la
aspirina, aunque sé que no va a servir de nada.
—No puedo ir, mamá..., aunque quisiera. Tendría que salir de aquí a
primera hora de la mañana y no estoy lista para marcharme.
—Quieres decir que no estás lista para enfrentarte a lo que dejaste —
repone.
No puedo soportarlo más. Hundo la cara entre las manos y dejo que el dolor se adueñe de todo, que me ahogue. Le doy la bienvenida y espero que me mate.
—Brittany... —La voz de mi madre es dulce y reconfortante, y me
abraza y tiemblo contra su pecho.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 81
Santana
Lo siento en el mismo momento en que Karen se va a llevar a Ryder al
aeropuerto. Siento la soledad que me acecha, pero tengo que ignorarla. He
de hacerlo. Sola estoy bien. Bajo a la cocina porque mi estómago se niega a
dejar de rugir y me recuerda que estoy hambrienta.
Ken está rasgando el papel de aluminio de una madalena con
cobertura azul.
—Hola, Santana. —Sonríe y le da un mordisco—. ¿Quieres una?
Mi abuela solía decir que las madalenas eran alimento para el alma, y
eso es justamente lo que necesito.
—Gracias. —Sonrío antes de pegarle un lametón a la cobertura.
—Dáselas a Karen.
—Lo haré.
Esta magdalena está para morirse. Puede que sea porque llevo nueve
días casi sin comer, o puede que sea porque realmente las magdalenas son
buenas para el alma.
Cuando el brillo del dulce se apaga, siento que el dolor sigue ahí,
constante como el latir de mi corazón. Sin embargo, ya no me supera, ya
no me hunde.
Ken me sorprende al decir:
—Se hará más fácil con el tiempo y encontrarás a alguien capaz de
querer a otra persona y no sólo a sí mismo.
Se me revuelve el estómago con el repentino cambio de tema. No
quiero mirar atrás, quiero seguir adelante.
—Yo traté fatal a la madre de Brittany y lo sé —prosigue—. A veces
desaparecía durante días, le mentía, bebía hasta que no me tenía en pie. Si
no hubiera sido por Christian, no sé si Trish y mi hija habrían
sobrevivido...
Al oír eso, me acuerdo de lo mucho que me enfadé con Ken cuando
me enteré del origen de las pesadillas de Brittany. Recuerdo que quería
abofetearlo por permitir que le hicieran eso a su hija. Sus palabras
remueven la rabia que le tenía guardada y aprieto los puños.
—Nunca podré hacer retroceder el tiempo ni compensarla por lo
ocurrido por más que quiera y por más que lo intente —añade—. No era
bueno para ella y lo sabía. Ella era demasiado buena para mí, era
consciente, todo el mundo lo era. Ahora tiene a Mike, que sé que la tratará
como se merece. También hay un Mike para ti en alguna parte, estoy
convencido de ello —dice mirándome como un padre—. Mi hija tendrá
suerte si consigue encontrar a su Karen más adelante, cuando madure y
deje de luchar contra todo y contra todos.
Cuando dice lo de Brittany y «su Karen», trago saliva y miro a otra
parte. No quiero imaginarme a Brittany con nadie más. Es demasiado
pronto. Le deseo lo mejor, de verdad; no quiero que se pase la vida sola.
Espero que encuentre a alguien a quien quiera tanto como Ken quiere a
Karen para que tenga una segunda oportunidad y pueda amar a alguien más
de lo que me quiso a mí.
—Eso espero —digo al fin.
—Lamento que no se haya puesto en contacto contigo —repone Ken
en voz baja.
—No pasa nada... Dejé de esperar hace días.
—En fin —dice con un suspiro—. Será mejor que me vaya a mi
despacho. Tengo unas cuantas llamadas pendientes.
Me alegro de que se vaya a trabajar. No quiero seguir hablando de
Brittany. Aparco delante del edificio donde vive Dany y veo que me está esperando fuera con un cigarrillo detrás de la oreja.
—¿Fumas? —le pregunto arrugando la nariz.
Parece perpleja cuando sube a mi diminuto coche.
—Sí. Bueno, a veces. Llevaba un tiempo sin hacerlo, pero he
encontrado a este pequeñín en mi habitación.
—No sólo estás pensando en fumar, sino que estás pensando en
fumarte un cigarrillo antiguo.
—Eso es. ¿No te gusta el tabaco?
—Nada en absoluto. Pero, eh, si quieres fumar, adelante. Aunque no
puedes hacerlo en mi coche.
Presiona uno de los pequeños botones de la puerta. Con la ventanilla
bajada, se saca el cigarrillo de detrás de la oreja y lo tira a la calle.
—Entonces paso de fumar. —Sonríe y sube la ventanilla.
Por mucho que deteste el tabaco, he de admitir que el cigarrillo le
quedaba muy bien con el pelo casi de punta, las gafas de sol y la chaqueta
de cuero.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 82
Brittany
—Aquí tienes —dice mi madre entrando en mi antigua habitación.
Me tiende una pequeña taza de porcelana y me incorporo en la cama.
—¿Qué es? —pregunto con la voz ronca.
—Leche caliente con miel —dice cuando le doy un sorbo—. ¿Te
acuerdas de que te la preparaba de pequeña siempre que te ponías
enferma?
—Sí.
—Santana te perdonará, Brittany —me dice, y cierro los ojos.
Por fin he pasado de llorar a moco tendido a estar medio atontada y
sin lágrimas. No siento nada.
—No lo creo...
—Te perdonará. He visto cómo te mira. Te ha perdonado cosas
peores.
Me peina la maraña enredada y me la aparta de la frente. Por una vez,
no hago una mueca.
—Ya lo sé —digo—, pero esta vez es distinto, mamá. He arruinado
todo lo que hemos pasado meses construyendo.
—Te quiere.
—No puedo seguir de este modo, no puedo. No puedo ser lo que ella
quiere. Siempre lo fastidio todo. Soy así y siempre lo seré, la persona que lo
fastidia todo.
—Eso no es verdad, y sé que eres justo lo que ella quiere.
La taza tiembla en mi mano y está a punto de caerse.
—Sé que sólo quieres ayudar pero, mamá..., déjalo, por favor.
—Y ¿qué vas a hacer? ¿Vas a perderla y seguir adelante con tu vida?
Dejo la taza y el plato sobre la mesilla antes de contestar. Suspiro.
—No, no podría seguir con mi vida aunque quisiera. Pero ella tiene
que hacerlo. He de dejarla marchar antes de causarle más daño.
Tengo que dejar que acabe como Natalie. Feliz..., feliz después de
todo lo que le hice. Feliz con alguien como Elijah.
—Está bien, Brittany. No sé qué más decirte para convencerte de que
seas una verdadera mujer y le pidas perdón —me espeta.
—Vete, por favor —le ruego.
—Eso voy a hacer, pero sólo porque tengo fe en que al final harás lo
correcto y lucharás por ella.
En cuanto sale del cuarto y cierra la puerta tras de sí, estrello la taza y
el pequeño plato contra la pared.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
ammm no fue del todo malo los dias,..
algo bueno salio de tanta mierda que hizo britt,.. por lo menos para nat...
a ver que hace britt ahora par que san la perdone,...de nuevo
algo bueno salio de tanta mierda que hizo britt,.. por lo menos para nat...
a ver que hace britt ahora par que san la perdone,...de nuevo
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
que puedo decir?' ahi esta santana con su nueva novia, que la disfrute!!!! lo siento soy team brittany, aunque sea violenta, celosa, posesiva!!!! bye.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
A pesar de que huyó creo que el viaje le esta ayudando a cerrar cosas pendientes y ver las cosas de una perspectiva diferente, a valorar lo que tenía con San. Y bueno creó que es un muestra de amor alejarse de ella, porque sabe que no esta bien en estos momentos., sólo esperó que en cuanto decida cambiar realmente no sea demasiado tarde porque aunque a San le esta doliendo la separación ella si esta siguiendo su vida....
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 84
Santana
Dany me acaricia la mejilla y se me eriza el vello de la nuca. Me tira del
brazo para acercarme más a ella. Me golpeo la rodilla con el volante
mientras me siento sobre su regazo y me maldigo por haber estado a punto
de estropear el momento, pero ella no parece darse cuenta y me abraza y me
estrecha contra su pecho. Le echo las manos al cuello y nuestras bocas se
mueven en perfecta sincronía.
Sus labios son un país extranjero para mí; no son como los de Brittany.
Su lengua se mueve de otra manera, no acaricia la mía y no me muerde el
labio inferior entre beso y beso.
«No las compares, Santana. La necesitas. Tienes que dejar de pensar en
ella. Seguro que ya está en la cama con cualquiera, puede que con Kitty.»
Mira que, como esté con Kitty...
«Habrías sido feliz en todo momento, no sólo a veces.»
Sé que Dany tiene toda la razón. Me habría ido mucho mejor con ella. Me
lo merezco. Merezco ser feliz. Ya he sufrido bastante y he tenido que
tragar suficiente mierda con Brittany para que ni siquiera se haya molestado
en llamarme y hablarlo conmigo. Sólo alguien muy débil volvería
corriendo con alguien que la ha pisoteado una y otra vez. No puedo ser así,
tengo que ser fuerte y seguir adelante. O por lo menos intentarlo.
Me siento mejor ahora, en este momento, de lo que me he sentido en
los últimos nueve días. Nueve días no parecen tanto tiempo hasta que te los
pasas contando cada segundo, esperando agónicamente lo que no va a
pasar. Entre los brazos de Dany puedo respirar al fin, puedo ver la luz al
final del túnel.
Dany siempre me ha tratado bien y siempre ha estado ahí. Ojalá me
hubiera enamorado de ella y no de Brittany.
—Joder, Santana... —gime, y le tiro del pelo.
La beso con más intensidad.
—Espera... —masculla en mi boca, y me aparto lentamente.
—. ¿Qué pasa aquí? —Me mira a los ojos.
—No... No lo sé... —Me tiembla la voz y estoy sin aliento.
—Yo tampoco...
—Perdona... Es que estoy un poco inestable y he pasado por mucho, y
lo que me has dicho ha hecho que... No sé... No debería haberlo hecho. —
Miro hacia otra parte y me bajo de su regazo, de vuelta al asiento del
conductor.
—No tienes por qué disculparte... Sólo es que no quiero que te hagas
una idea equivocada, ¿sabes? Únicamente quiero saber qué significa esto
para ti —me dice.
«¿Qué significa para mí?»
—No tengo respuesta para eso, aún no. Yo...
—Eso creía —dice con un ligero matiz de enfado.
—Es que no sé...
—No pasa nada, lo entiendo. Sigues enamorada de ella.
—Sólo han pasado nueve días, Dany. No puedo evitarlo. —No sé cómo
me las apaño, pero no hago más que liarla, y cada embrollo es más gordo
que el anterior.
—Lo sé. No te estoy diciendo que dejes de quererla ni que vayas a
dejar de hacerlo. Sólo es que no quiero ser el segundo plato. Acabo de
empezar a salir con alguien. No había salido con nadie desde que te conocí,
hasta que apareció Rebecca. Pero luego, cuando te llevé a tu casa y vi cómo
reaccionaste cuando te dije que estaba saliendo con alguien, empecé a
pensar... Sé que soy una idiota, pero empecé a pensar que no querías que
pasara página o algo así.
Aparto la vista de su hermoso rostro y miro por la ventanilla.
—No eres un segundo plato... —digo—. Me apetecía besarte. Sólo que
no sé muy bien ni lo que pienso ni lo que hago. Nada tiene sentido desde
hace nueve días, y cuando te he besado ha sido alucinante y he dejado de
pensar en ella. He sentido que podía hacerlo, que podía olvidarla, pero sé que
no es justo que te utilice de este modo. Estoy confusa y he perdido la
razón. Perdona que te haya forzado a serle infiel a tu novia, no era ésa mi
intención. Sólo es que...
—No espero que la olvides tan pronto. Sé hasta qué punto te tiene en
sus garras...
No lo sabe ella bien.
—Dime una cosa —dice luego, y yo asiento.
—. Dime que al menos intentarás permitirte ser feliz. No te ha llamado ni una vez. Te ha hecho pasar un calvario y ni siquiera está intentando luchar por ti. Si fuera yo, pelearía por ti. Para empezar, nunca te habría dejado marchar. —Extiende el brazo y me mete un mechón perdido detrás de la oreja—. Santana, no necesito una respuesta inmediata. Sólo necesito saber que estás lista para
intentar ser feliz. Sé que no estás preparada para una relación conmigo,
pero puede que algún día lo estés.
La cabeza me va a cien, el corazón se me va a salir del pecho y me
duele al mismo tiempo, y es como si me faltara el aire. Quiero decirle que
lo intentaré pero no me salen las palabras. La media sonrisa de Brittany por
las mañanas cuando por fin consigo que se levante después de haberse
pasado un rato protestando por la alarma de mi móvil. La voz somnolienta
con la que pronuncia mi nombre. El modo en que intenta que me quede en
la cama con ella hasta que tengo que salir corriendo muerta de la risa de la
habitación. El café, que le gusta sin leche y sin azúcar, igual que a mí. El
hecho de que la quiero más que a nada en el mundo y cómo desearía que
fuera distinta. Ojalá pudiera ser exactamente igual pero distinta. No tiene
sentido, ni para mí ni para nadie, pero así son las cosas.
Ojalá no la quisiera como la quiero. Ojalá no hubiera hecho que me
enamorara de ella.
—Lo entiendo. No pasa nada —dice Dany, y se esfuerza por sonreír
pero fracasa estrepitosamente.
—Lo siento... —aseguro, y de verdad que no sabe cuánto.
Se baja del coche, cierra la puerta y vuelvo a sentirme sola.
—¡Mierda! —grito y golpeo el volante con las manos, cosa que
también me recuerda a Brittany.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 85
Brittany
Me despierto bañada en sudor otra vez. Se me había olvidado lo horrible
que es despertarse así casi todas las noches. Creía que las noches en vela
eran agua pasada, pero ahora vuelven a torturarme.
Miro el reloj: las seis de la mañana. Necesito dormir, dormir de
verdad. Dormir sin interrupciones. La necesito a ella, necesito a Santana. Tal
vez, si cierro los ojos y finjo que está aquí conmigo, consiga volver a
dormirme...
Cierro los párpados y trato de imaginar que estoy tumbada boca arriba
y ella tiene la cabeza apoyada en mi pecho. Intento recordar el perfume a
vainilla de su pelo, su respiración lenta cuando duerme. Por un momento
casi puedo sentirla, su suave piel contra mi pecho desnudo... Es oficial: me
estoy volviendo loca.
«Mierda.»
Mañana estaré mejor. Seguro. Llevo pensando eso... diez días. Si
pudiera volver a verla sólo una vez, seguro que no sería tan malo. Sólo una
vez. Si pudiera volver a verla sonreír, podría soportar haberla dejado
marchar. ¿Estará mañana en la cena de Christian? Parece probable...
Miro el techo e intento imaginarme qué se pondrá para la cena. ¿Se
pondrá el vestido blanco que sabe que tanto me gusta? ¿Se rizará el pelo y
se lo recogerá a un lado o se hará una coleta? ¿Se maquillará? La verdad es
que no le hace ninguna falta.
«Maldita sea.»
Me incorporo y me levanto de la cama. No voy a poder volver a
dormirme. Bajo la escalera y veo que Mike está sentado en la cocina
leyendo el periódico.
—Buenos días, Brittany —me saluda.
—Hola —mascullo, y me sirvo una taza de café.
—Tu madre está durmiendo.
—No me digas... —Pongo los ojos en blanco.
—Está muy contenta de tenerte aquí.
—Venga ya. Me he portado fatal desde que llegué.
—Eso es verdad. Pero se alegró de que te abrieras a ella. Siempre
estaba muy preocupada por ti... Hasta que conoció a Santana. Entonces dejó
de preocuparse tanto.
—Pues imagino que tendrá que volver a preocuparse —suspiro.
¿Por qué está intentando mantener una charla a corazón abierto
conmigo a las seis de la mañana?
—Quería hablar contigo —dice entonces, y se vuelve hacia mí.
—¿Y bien?... —replico mirándolo de reojo.
—Brittany, quiero a tu madre y tengo intención de casarme con ella.
Escupo el café de vuelta a la taza.
—¿Quieres casarte con ella? ¿Estás loco?
Enarca una ceja.
—No veo qué tiene de locura que quiera casarme con ella.
—No lo sé... Ya ha estado casada... y tú eres nuestro vecino..., su
vecino.
—Puedo cuidar de ella como se merece, como deberían haber cuidado
de ella toda la vida. Si no lo apruebas, lo siento mucho, pero pensé que
debía informarte de que, llegado el momento adecuado, voy a pedirle que
pase el resto de su vida conmigo de manera oficial.
No sé qué decirle a este hombre que ha vivido en la casa de al lado
toda mi vida. Un hombre al que nunca he visto enfadado, ni una sola vez.
La quiere, se nota, pero ahora mismo se me hace muy raro.
—Está bien —asiento.
—Está bien —repite, y mira detrás de mí.
Mi madre entra en la cocina en albornoz y despeinada.
—¿Qué haces despierta tan temprano, Brittany? ¿Vas a volver a casa?
—pregunta.
—No podía dormir, y ésta es mi casa —le digo, y me tomo otro trago
de café.
Ésta es mi casa.
—Ya... —Sonríe medio dormida.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
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