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EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
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JVM
marthagr81@yahoo.es
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 98
Santana
Sé lo que debería haber hecho: debería haberle dicho a Brittany que se marchara, pero no he podido. Casi nunca exterioriza sus emociones, y verla postrada de rodillas delante de mí me ha partido mi ya maltrecho corazón en mil pedazos. Le he dicho que pensaría lo de darnos otra oportunidad, pero no veo la manera de que esto funcione.
Ahora mismo tengo sentimientos encontrados, estoy más confundida que nunca y enfadada conmigo misma por haber estado a punto de entregarme a ella por completo. No obstante, por otro lado, estoy orgullosa de haber parado las cosas antes de que llegaran demasiado lejos. Necesito pensar en mí, y no sólo en ella, por una vez.
Mientras Ryder conduce, mi teléfono vibra en mi regazo y miro la pantalla.
Es un mensaje de Dany.
¿Estás bien?
Respiro hondo antes de contestar.
Sí, estoy bien. Voy de camino al campus con Ryder. Siento lo de anoche, fue culpa mía
que fuera allí.
Pulso «Enviar» y centro la atención en Ryder.
—¿Qué crees que va a pasar ahora? —me pregunta.
—No tengo ni idea. Aún tengo intención de hablar con Christian sobre lo de Seattle
—respondo.
Dany me escribe otra vez:
No, no lo fue. La culpa es suya. Me alegro de que estés bien. ¿Sigue en pie lo de la comida de hoy?
Había olvidado nuestro plan de quedar en la Facultad de Ciencias Medioambientales para comer. Me dijo que quería enseñarme unas flores que brillan en la oscuridad que ha ayudado a crear. Me gustaría mantener mis planes con ella; se ha portado muy bien
conmigo con todo esto, pero después de haber besado a Brittany esta mañana
no sé qué hacer. Anoche dormí en casa de Dany y esta mañana he besado a
Brittany. «¿Qué me está pasando?» No quiero ser esa clase de chica; todavía
me siento algo culpable por lo que pasó con Brittany cuando aún estaba con Sam. En mi defensa he de decir, sin embargo, que Brittany apareció como una bola de demolición. No tuve más remedio que gravitar hacia ella mientras ella me destruía lentamente y después me reconstruía para destruirme otra vez. Lo que está pasando con Dany es totalmente distinto. Brittany llevaba once días sin hablarme y yo no tenía ni idea de por qué. Llegué a la conclusión de que ya no me quería, y Dany estaba ahí para mí. Siempre ha
sido un encanto conmigo. Intentó zanjar la apuesta con Brittany pero ella no lo
aceptó, tenía que demostrar que podía ganarme a pesar de la insistencia de Dany de acabar con ese asqueroso juego.
Entre Brittany y Dany ha habido mal rollo desde que las conozco. No estoy segura de cuál es la razón —a causa de la apuesta, he empezado a suponer últimamente—, pero su animadversión era evidente desde que empecé a salir con ellos. Brittany dice que Dany sólo quiere meterse en mis bragas pero, sinceramente, me parece un comentario muy hipócrita por su parte. Y Dany no ha hecho nada que me haga pensar que está intentando
acostarse conmigo. Nunca, ni siquiera antes de que me enterase de lo de la apuesta y de que la besase en su apartamento, me ha hecho sentir que tuviera que hacer nada que no quisiera hacer. Detesto cuando mi mente se traslada a esos días. Fui una estúpida,
y ambas estaban jugando conmigo. No obstante, hay algo tras los ojos de color caramelo de Dany que me inspira bondad, mientras que detrás de los ojos azules de Brittany sólo veo ira.
«Sí. Nos vemos a mediodía», le respondo a Dany.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 99
Santana
No tengo muy claro cómo me siento hoy. No estoy precisamente contenta, pero tampoco me siento desgraciada. Estoy muy confundida, y ya echo de menos a Brittany. Patético, lo sé. No puedo evitarlo. Llevaba mucho tiempo sin verla y casi había conseguido expulsarla de mi organismo, pero con sólo un beso ha conseguido instalarse en mis venas de nuevo, destruyendo el poco sentido común que me quedaba.
Ryder y yo esperamos a que el semáforo para los peatones se ponga en verde y me alegro de haberme puesto una sudadera, porque el frío no da tregua.
— Bueno, parece que ha llegado el momento de hacer esas llamadas a la Universidad de Nueva York —dice, y saca una lista de nombres.
—¡Vaya! ¡La NYU! —exclamo—. Seguro que te irá genial allí. Es fantástico.
—Gracias. Estoy un poco nervioso por si no me aceptan para el trimestre de verano, y no quiero tomarme el verano sabático.
—¿Estás tonto? ¡Claro que te aceptarán, para cualquier trimestre!
¡Tienes unas notas fantásticas! —Me echo a reír—. Y tienes un padrastro
rector.
—¿Quieres llamar tú por mí? —bromea.
Nos separamos y quedamos en encontrarnos en el aparcamiento al final del día.
Se me hace un nudo en el estómago cuando llego al gran edificio de la
Facultad de Ciencias Medioambientales y abro la pesada puerta doble. Dany
está sentada en un banco de cemento delante de uno de los árboles del
vestíbulo. Al verme, una sonrisa se dibuja en su rostro al instante y se pone
de pie para recibirme. Viste una camisa blanca de manga larga y unos
vaqueros. La tela de la camisa es tan fina que se transparentan las líneas de
sus tatuajes.
—Hola. —Sonríe.
—Hola.
—He pedido pizza, llegará enseguida —me dice, y nos sentamos las dos en el banco y charlamos sobre cómo nos ha ido el día hasta ahora. Cuando llega la comida, Dany me guía hasta una sala llena de plantas que parece ser un invernadero. Hileras de flores diferentes que no había visto en mi vida inundan el reducido espacio. Dany se acerca a una de las pequeñas mesas y toma asiento.
—Huele de maravilla —le digo mientras me siento delante de ella.
—¿El qué? ¿Las flores?
—No, la pizza. Bueno, las flores también. —Me río.
Me muero de hambre. No me ha dado tiempo de desayunar esta mañana y llevo despierta desde que Brittany ha irrumpido en el apartamento de Dany buscándome.
Coge una porción de pizza y la dobla por la mitad como recuerdo que solía hacer mi padre. Antes de darle un bocado, me pregunta:
—¿Cómo fueron las cosas anoche? Bueno... esta mañana.
Empiezo a sentirme incómoda al observarla, y el aroma de las flores me recuerda a las horas que pasaba en el invernadero de la casa de mi infancia, huyendo de los gritos de mi padre alcohólico hacia mi madre.
Aparto la mirada de ella y termino de masticar antes de contestarle:
—Al principio fue un desastre, como siempre.
—¿Al principio? —Ladea la cabeza y se relame los labios.
—Sí. Discutimos, como siempre, aunque ahora parece haber mejorado
algo —digo simplemente.
No voy a hablarle a Dany sobre cómo Brittany se desmoronó y se postró de rodillas ante mí; es algo demasiado personal y no le interesa a nadie más que a Brittany y a mí.
—¿Qué quieres decir?
—Se disculpó.
Me lanza una mirada que no me gusta un pelo.
—Y ¿te lo tragaste?
—No, le respondí que no estaba preparada para nada todavía. Sólo le dije que lo pensaría. Me encojo de hombros.
—No irás a perdonarla, ¿verdad? —dice con un tono cargado de decepción.
—No voy a volver con ella así sin más, y no pienso regresar a ese apartamento.
Dany deja su porción sobre su servilleta.
—No deberías malgastar ni un minuto en pensarlo, Santana. ¿Qué más
tiene que hacer para que te mantengas alejada de ella?
Me mira como si le debiera una respuesta.
—Las cosas no funcionan así. No es tan sencillo eliminarla de mi vida. He dicho que no voy a salir con ella ni nada, pero hemos pasado por muchas cosas juntas, y lo ha estado pasando muy mal sin mí.
Dany pone los ojos en blanco.
—Ya, ¿beber y colocarse con Jace es su versión de pasarlo mal? —me
dice, y se me cae el alma a los pies.
—No ha estado con Jace. Estaba en Inglaterra.
«Porque estaba en Inglaterra, ¿verdad?»
—Pues anoche estuvo en casa de Jace, justo antes de presentarse en mi casa.
—¿En serio?
Jamás pensé que Brittany volvería a quedar con Jace.
—Me parece un poco raro que quede con alguien que tiene gran parte
de culpa en todo lo que ha pasado cuando, según parece, detesta que yo esté
cerca de ti.
—Ya..., pero tú también estabas implicada —le recuerdo.
—No en lo de ponerte al tanto. Yo no tuve nada que ver cuando te avergonzaron delante de todo el mundo. Jace y Kitty lo prepararon todo, y Brittany lo sabe. Por eso le dio una paliza a Jace. Y yo quería decírtelo todo el tiempo; para mí no era sólo una apuesta, Santana. Pero para ella, sí. Lo demostró cuando nos enseñó las sábanas.
He perdido el apetito y tengo ganas de vomitar.
—No quiero seguir hablando de esto.
Dany asiente y levanta una mano a modo de disculpa.
—Tienes razón. Lamento haber sacado el tema. Es sólo que me gustaría que me dieras a mí la mitad de oportunidades que le das a ella. Yo nunca haría cosas como quedar con Jace si estuviera en el lugar de Brittany y, además, Jace siempre está rodeado de chicas...
—Vale —la interrumpo. No puedo seguir oyendo hablar más sobre
Jace y las chicas de su apartamento.
—Hablemos de otra cosa. Lo siento si he herido tus sentimientos, de verdad, pero es que no lo entiendo. Eres demasiado buena para ella, y le has dado muchas oportunidades. Sin embargo, no volveré a sacar el tema a menos que tú quieras hablar de ello. —Alarga el brazo por encima de la mesa y apoya la mano sobre la mía.
—No te preocupes —respondo, pero no puedo creer que Brittany haya visto a Jace después de lo que ocurrió. Su casa sería el último lugar al que pensé que iría.
Dany se levanta y se acerca a la puerta.
—Ven. Quiero enseñarte algo.
—Me levanto y la sigo—. Espera aquí —dice cuando llego al centro de la sala.
Las luces se apagan y espero quedarme a oscuras. Pero en lugar de eso
unas luces de neón verdes, rosa, naranja y rojas sorprenden a mis ojos.
Cada hilera de flores brilla con un color diferente, unas más que otras.
—¡Vaya! —exclamo en un susurro.
—¿A que mola? —pregunta.
—Sí, mucho.
Me acerco a una fila lentamente admirando la escena.
—Básicamente las diseñamos y después modificamos las semillas para hacer que brillaran así. —De repente se coloca detrás de mí—. Mira esto.
Me coge del brazo y guía mi mano para que toque el pétalo de una flor
que brilla de color rosa. Ésta en concreto no brilla tanto como las demás...,
al menos hasta que mi dedo la toca, y entonces parece cobrar vida. Retiro
la mano al instante, sorprendida, y oigo cómo Dany se ríe detrás de mí.
—Pero ¿cómo es posible? —pregunto fascinada.
Me encantan las flores, especialmente los lirios, y estas flores
modificadas genéticamente se parecen mucho y han pasado a ser mis
nuevas favoritas.
—Con la ciencia todo es posible —dice con el rostro iluminado por el
resplandor que emiten las flores y una amplia sonrisa.
—Eres una empollóna —bromeo, y ella se ríe.
—Mira quién fue a hablar —replica, y esta vez me río yo.
—Cierto. —Toco la flor de nuevo y veo cómo su brillo se intensifica
una vez más—. Esto es increíble.
—Imaginé que te gustaría. Estamos intentando hacer lo mismo con un
árbol; el problema es que los árboles tardan mucho más tiempo en crecer
que las flores. Pero también viven más; las flores son demasiado frágiles.
Si no las cuidas, se marchitan y mueren. —Su tono es suave, y no puedo
evitar compararme con la flor, y tengo la sensación de que ella está haciendo
lo mismo.
—Ojalá los árboles fueran tan bonitos como las flores —digo.
Se coloca delante de mí.
—Podrían serlo, si alguien los hiciera de esa manera. Si cogimos unas flores normales y corrientes y las convertimos en esto, también podemos hacer lo mismo con un árbol. Con los cuidados y las atenciones pertinentes, podrían brillar como las flores, pero ser mucho más fuertes.
—Permanezco callada mientras ella acaricia mi mejilla con el dedo pulgar—. Tú mereces esa clase de atención, San. Mereces estar con alguien que te haga brillar, no con alguien que te arrebate la luz.
Entonces Dany se inclina para besarme.
Retrocedo y choco con la hilera de flores. Por fortuna, ninguna se cae y yo me recompongo.
—Lo siento, no puedo.
—¿No puedes, qué? —dice levantando ligeramente la voz—. ¿Dejar que sea yo quien te enseñe lo feliz que podrías ser?
—No..., no puedo besarte. Ahora mismo no puedo. No puedo estar todo el tiempo entre una y otra. Anoche estaba en tu cama, y esta mañana he besado a Brittany, y ahora...
—¿La has besado?
Se queda boquiabierta y yo me alegro de que la sala esté a oscuras excepto por el brillo de las flores.
—Bueno, me ha besado ella a mí, pero yo he dejado que lo hiciera antes de apartarme —le explico—. Estoy confundida, y hasta que sepa lo que voy a hacer, no puedo ir por ahí besándome con todo el mundo. No está bien. No dice nada.
—Lo siento si te he dado falsas esperanzas y te he hecho creer que...
—No pasa nada —responde Dany.
—No, sí que pasa. No debería haberte metido en todo este lío hasta que pudiera pensar con claridad.
—No es culpa tuya. Soy yo quien no deja de insistir. No me importa que me des falsas esperanzas mientras pueda estar cerca de ti. Sé que nos iría bien juntas, y tengo todo el tiempo del mundo para esperar a que tú también te des cuenta —dice, y se aleja para encender la luz. ¿Cómo puede ser siempre tan comprensiva?
—Oye, si me odiases no te lo tendría en cuenta —le aseguro, y me cuelgo la mochila en el hombro.
—Yo jamás te odiaría —dice, y sonrío.
—Gracias por enseñarme esto. Es increíble.
—Gracias por venir. Pero déjame al menos que te acompañe a clase,
¿no? —se ofrece con una sonrisa.
Me dirijo a los vestuarios para cambiarme y coger mi esterilla y entro en la sala de yoga sólo cinco minutos antes de la hora. Una morena alta ocupa mi sitio delante, y me veo obligada a ponerme en la última fila, cerca de la puerta. Había planeado decirle a Dany que jamás podré sentir por ella lo que siento por Brittany, que lamento haberla besado y que sólo podemos ser amigas, pero no he sido capaz de hacerlo con todas las cosas bonitas que me decía. Me ha pillado totalmente por sorpresa cuando me ha contado que
Brittany estuvo en casa de Jace anoche. Siempre creo que sé lo que tengo que hacer hasta que Dany empieza a hablar. Su voz suave y sus ojos amables me aturden y confunden mis pensamientos. Cuando vuelva a casa de Ryder tengo que llamar a Brittany y contarle lo de la comida con Dany y preguntarle qué hacía en casa de Jace... ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Habrá venido hoy a la facultad?
La clase de yoga es justo lo que necesito para aclararme las ideas. Una vez concluida me siento mucho mejor. Enrollo la esterilla y salgo de la sala. Entonces, de repente, oigo que alguien me llama justo cuando llego al vestuario. Me vuelvo y veo que Brittany corre hacia mí y se pasa la mano por el pelo.
—Verás..., quería hablar contigo de una cosa...
Parece contrariada, como si estuviera... ¿nerviosa?
—¿Ahora? No creo que éste sea el lugar...
No quiero debatir sobre nuestros problemas en medio del gimnasio.
—No... no es eso —dice con voz muy aguda. Está nerviosa, esto no puede ser nada bueno. Ella nunca se pone nerviosa.
—Me preguntaba... No sé... Bueno, da igual. —Se ruboriza, da media vuelta y se dispone a marcharse.
Suspiro y me vuelvo para entrar en el vestuario a cambiarme.
—¿Quieres salir conmigo? —exclama entonces, casi chillando.
Me vuelvo sin poder ocultar mi sorpresa.
—¿Qué?
—Como una cita..., ya sabes... ¿Podemos salir por ahí? Sólo si tú quieres, claro, pero podría estar bien. No estoy segura, pero me gustaría...
—Se detiene, y yo decido acabar con su humillación al ver que sus mejillas
se tornan rojo escarlata.
—Claro —respondo, y Brittany me mira a los ojos.
—¿En serio? —Sus labios se transforman en una sonrisa, una sonrisa nerviosa.
—Sí.
No sé cómo acabará esto, pero nunca antes me ha pedido salir. Lo más cerca que hemos estado de tener una cita fue cuando me llevó a aquel arroyo y después a cenar. Pero todo aquello fue una mentira, así que no fue una cita real. Fue su manera de meterse en mis bragas.
—Vale... ¿Cuándo? ¿Ahora mismo? ¿O mañana? ¿O a finales de
semana?
No recuerdo haberla visto nunca tan nerviosa. Resulta adorable, e intento no reírme.
—¿Mañana? —propongo.
—Sí, mañana está bien. —Sonríe y se muerde el labio inferior. El ambiente entre nosotras es incómodo, pero de una manera positiva.
—Genial...
Me siento nerviosa, como las primeras veces que estaba cerca de ella.
—Genial —repite.
Da media vuelta, se marcha apresuradamente y casi tropieza con una colchoneta de lucha libre. Entro en los vestuarios y empiezo a partirme de la risa.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Amo este tipo de britt!!.. Puede llegar a ser muy inocente cuando quiere..
Detesto a dany... Se la esta buscando un día que britt la hagare cruzada vallan preparando la tumba jajaja
A ver como llega a reaccionar britt si se entera que san se va a NY... Sabiendo que no es uno de los mejores lugares que le gustan a britt...
Y si de 5 van el 2 do libro... Una autentica montaña rusa!!
Detesto a dany... Se la esta buscando un día que britt la hagare cruzada vallan preparando la tumba jajaja
A ver como llega a reaccionar britt si se entera que san se va a NY... Sabiendo que no es uno de los mejores lugares que le gustan a britt...
Y si de 5 van el 2 do libro... Una autentica montaña rusa!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
bueno, ha estado ahi bien supongo, no pense nunca que alguien me diria que nadie me obliga a leer, pense que podia expresarme libremente, hasta me siento ofendida, asi que bueno solo dire que esta bien, buenos capitulos. bye!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Britt súper tierna tratando de recuperar a San y esta confundiéndose a cada segundo, aunque creo que si le atrae Danny no pasa de ahí, lo de Britt es totalmente diferente a ella la ama, y si tiene tiene que cambiar en muchas cosas pero debe aplicar lo que le dijo del árbol hacerlo mas bello con dedicación y amor. Y bueno haber que tal les va en su "primera" cita :D esperó que súper bien !!!!!!.
Que estés bien, cuidate!
Que estés bien, cuidate!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 100
Brittany
Ryder se queda perplejo al verme.
—¿Qué haces tú aquí? —me espeta cuando irrumpo en el despacho de mi padre.
—He venido a hablar contigo.
—¿Sobre qué? —inquiere mientras me siento en el sillón grande de piel que hay detrás de la carísima mesa de roble.
—De Santana, ¿de qué va a ser? —Pongo los ojos en blanco.
—Me ha contado que ya le has pedido salir. Veo que le has dado mucho espacio.
—¿Qué te ha dicho? —lo interrogo.
—No voy a contarte lo que me ha dicho. —Desliza una hoja de papel en el fax.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto.
—Mandar mi expediente académico a la NYU por fax. Me traslado allí el trimestre de verano.
«¿En verano? ¡Joder!»
—¿Por qué tan pronto?
—Porque no quiero seguir perdiendo el tiempo aquí cuando podría estar con Dakota.
—¿Lo sabe Santana?
Sé que eso la entristecerá. Él es su único amigo de verdad, y eso en cierto modo hace que yo también sea reacia a que se vaya.
—Por supuesto que sí. Ella ha sido la primera en saberlo.
—Bueno, necesito ayuda con la mierda esta de la cita.
—¿La mierda de la cita? —Sonríe—. Qué bonito.
—¿Me vas a ayudar o no?
—Supongo. —Se encoge de hombros.
—¿Dónde está ella ahora? —le pregunto.
He pasado por delante de la habitación donde se ha estado quedando, pero la puerta estaba cerrada y no he querido llamar. Bueno, sí quería llamar, pero estoy haciendo todo lo posible por darle un poco de espacio. Si no hubiera visto su coche aparcado fuera, ahora mismo estaría de los nervios, pero sé que está aquí. O, al menos, eso espero.
—No lo sé, creo que está con esa tal Dany —dice Ryder, y se me cae el alma a los pies.
Me levanto del asiento en cuestión de segundos.
—¡Es broma! Es broma —se apresura a añadir con una sonrisa burlona—. Está en el invernadero, con mi madre.
Sin embargo, no me importa, me alivia pensar que mis fantasías paranoicas estaban sacando lo mejor de mí.
—Pues no tiene ninguna gracia. Eres un cabron —le espeto, y él se ríe—. Ahora tienes que ayudarme sí o sí —le digo.
Después de darme algunos consejos, Ryder da por finalizado nuestro encuentro y me acompaña hasta la salida. De camino, le pregunto:
—¿Ha conducido ella hasta Vance estos días?
—Sí, faltó un par de días cuando estaba..., bueno, ya lo sabes.
—Hum... —Bajo la voz mientras pasamos por delante de la habitación de Santana. No quiero pensar en el daño que le hice, no en estos momentos
—. ¿Crees que estará ahí dentro? —susurro.
Se encoge de hombros.
—No lo sé. Probablemente sí.
—Debería... —giro el pomo y la puerta se abre con un pequeño chirrido.
Ryder me fulmina con la mirada, pero yo hago caso omiso y me asomo.
Está tumbada en la cama, con papeles y libros de texto esparcidos a su alrededor. Todavía lleva puestos los vaqueros y una sudadera; debía de estar realmente muy cansada para haberse quedado dormida mientras estudiaba.
—¿Has terminado de comportarte como una miróna? —sisea Ryder en mi oído.
Le doy al interruptor de la luz para apagarla, me aparto del umbral y cierro la puerta.
—No soy ningúna miróna. La quiero, ¿vale?
—Ya, pero está claro que no entiendes el concepto de darle un poco de espacio.
—No lo puedo evitar. Estoy acostumbrada a estar con ella, y he pasado un auténtico infierno estas últimas dos semanas sin su presencia. Me cuesta mantener las distancias.
Bajamos la escalera en silencio y espero no haber parecido demasiado desesperada. Pero bueno, sólo es Ryder, así que en realidad me importa una mierda.
Detesto estar en el apartamento ahora que Santana no está allí. Por un momento considero llamar a Logan y pasarme por la casa de la fraternidad, pero en el fondo sé que no es buena idea. No me apetece que haya problemas, y allí siempre los hay. Pero es que no quiero volver a ese piso vacío. Lo hago de todos modos. Estoy agotada, tengo la sensación de no haber dormido bien desde hace siglos. Me tumbo en nuestra cama e intento visualizar sus brazos alrededor de mi cintura y su cabeza sobre mi pecho.
Me cuesta imaginarme la vida así. Si no consigo recuperarla, si no consigo volver a sentir el calor de su cuerpo junto al mío... Tengo que hacer algo. Tengo que hacer algo diferente, algo para demostrarle, a ella y a mí misma, que puedo hacer esto.
Puedo cambiar. Tengo que hacerlo y, joder, lo haré.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 101
Santana
Para cuando termino de ducharme y secarme el pelo ya son las seis y ya hace rato que el sol se ha escondido. Llamo a la puerta de la habitación de Ryder, pero no obtengo respuesta. Tampoco veo su coche aparcado fuera, aunque últimamente ha estado dejándolo en el garaje, así que puede que todavía esté ahí. No sé qué ponerme porque no sé adónde vamos a ir. No puedo evitar mirar por la ventana constantemente, esperando ansiosa el coche de Brittany. Cuando la brillante luz de los faros aparece por fin, se me hace un nudo en el estómago. Casi toda mi ansiedad se esfuma al ver que sale del coche vestida con la camisa negra que se puso para la cena. ¿Lleva pantalones de vestir? Madre mía, sí que los lleva. Y zapatos, zapatos negros y brillantes. Vaya.
¿Brittany se ha arreglado? Me siento inapropiada, pero su manera de mirarme disipa mi desasosiego. Se ha esforzado mucho. Está muy guapa, e incluso se ha peinado para la ocasión. Lleva el pelo hacia atrás, y sé que ha utilizado algún producto para fijarlo porque no le cae sobre la frente al caminar, como suele hacerlo.
Se ruboriza.
—Esto..., hola.
—Hola. —No puedo dejar de mirarla. «Un momento...»—. ¿Y tus piercings? —Los aros de metal han desaparecido de su ceja y de su labio.
—Me los he quitado. —Se encoge de hombros.
—¿Por qué?
—No lo sé... ¿No crees que estoy mejor así? —Me mira a los ojos.
—¡No! Me encantaba cómo estabas antes... Ahora también, pero deberías volver a ponértelos.
—Ya no quiero llevarlos. —Se acerca a la puerta del acompañante de su coche y la abre para mí.
—Brittany..., espero que no te los hayas quitado pensando que así me vas a gustar más, porque no es verdad. Te quiero del mismo modo. Por favor, vuelve a ponértelos.
Sus ojos se iluminan al oír mis palabras y yo aparto la mirada antes de subirme al coche. Por muy enfadada que esté con ella, no quiero que sienta que tiene que cambiar su aspecto por mí. La prejuzgué cuando vi sus piercings la primera vez, pero aprendí a amarlos. Forman parte de ella.
—No es eso, de verdad. Llevaba ya tiempo pensando en quitármelos.
Los he llevado toda la vida y ya me he cansado. Además, ¿quién cojones va a contratarme para un trabajo de verdad con esa mierda en la cara? —Se
abrocha el cinturón y me mira.
—Pues claro que te contratarán, estamos en el siglo XXI. Si te gustan...
—No es para tanto. Me gusta bastante el aspecto que tengo sin ellos, es como si ya no me estuviera escondiendo, ¿sabes?
La miro de nuevo y analizo su nueva imagen.
Está guapísima, como siempre, pero resulta agradable que no haya ningún tipo de distracciones en su rostro perfecto.
—Bueno, creo que estás perfecta sea como sea, Brittany; sólo espero que no pienses que quiero que tengas un aspecto determinado, porque no es
cierto —le aseguro, y lo digo de verdad.
Cuando me mira, me sonríe con tanta timidez que se me olvida la bronca que quería echarle.
—Bueno, ¿adónde me vas a llevar? —le pregunto.
—A cenar. Es un sitio muy bonito —responde con voz temblorosa. la Brittany insegura se ha convertido en mi Brittany favorita.
—¿He oído hablar de él?
—No lo sé. Puede.
El resto del trayecto transcurre en silencio. Murmuro algunas de las canciones de The Fray, canciones que parecen gustarle mucho a Brittany ahora, mientras ella mira atenta a través del parabrisas. No para de frotarse
el muslo con la mano mientras conduce, y sé que se trata de un tic nervioso.
Cuando llegamos al restaurante, parece sofisticado y muy caro. Todos los vehículos que hay en el aparcamiento valen más que la casa de mi
madre, no me cabe duda.
—Pretendía abrirte la puerta —me dice cuando me dispongo a bajar del coche.
—Si quieres, la cierro para que me la abras —le propongo.
—Eso no cuenta, Santana Marie. —Me sonríe con una sonrisa petulante, y no puedo evitar sentir las mariposas en el estómago que aparecen cada vez que me llama por mi verdadero nombre. Solía sacarme de quicio, pero lo cierto es que me encantaba cada vez
que lo decía para chincharme. Me gusta casi tanto como su manera de llamarme «San».
—Hemos vuelto a lo de «Santana Marie», por lo que parece. —Le sonrío.
—Sí, así es —contesta, y me coge del brazo.
Veo que su confianza va aumentando a cada paso que damos hacia el restaurante.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 102
Brittany
—¿Hay algún otro sitio adonde te apetezca ir? —le pregunto cuando volvemos al coche.
El hombre del restaurante pijo en el que había reservado mesa ha dicho que mi nombre no estaba en la lista. He mantenido la compostura para no joder la noche, pero era un cabron de mucho cuidado. Agarro con fuerza el volante. Calma. Tengo que relajarme. Miro a Santana y sonrío. Ella se muerde el labio y aparta la mirada.
La situación ha sido horrible.
—En fin, menuda vergüenza —digo en un tono inseguro y exageradamente agudo—. ¿Se te ocurre algún sitio en particular, ahora que parece ser que hemos pasado al plan B? —le pregunto, deseando saber de algún otro sitio bonito al que llevarla. Uno en el que nos dejen entrar.
—La verdad es que no. Cualquier sitio donde sirvan comida ya me vale —sonríe.
Ha llevado esto muy bien, y me alegro. Ha sido humillante que nos hayan prohibido la entrada.
—Vale... ¿McDonald’s, entonces? —bromeo sólo para oírla reír.
—Llamaríamos un poco la atención en McDonald’s así vestidas.
—Sí, un poco —coincido.
No tengo ni puta idea de adónde ir. Debería haber elaborado un plan de emergencia por si acaso. La noche ya está siendo un desastre, y eso que
todavía no ha empezado. Paramos en un semáforo y miro a mi alrededor. Hay un montón de gente en el parking que tenemos al lado.
—¿Qué hay ahí? —pregunta Santana intentando asomarse por mi lado.
—No lo sé, creo que hay una pista de patinaje sobre hielo o alguna mierda de ésas —le digo.
—¿Patinaje sobre hielo? —pregunta elevando la voz como cuando se emociona por algo.
«No, por favor...»
—¿Vamos? —pregunta.
«Mierda.»
—¿A patinar sobre hielo? —pregunto inocentemente, como si no supiera a qué se está refiriendo.
«Por favor, di que no. Por favor, di que no.»
—¡Sí! —exclama.
—Es que... no... —No he patinado sobre hielo en mi vida, y no tenía intención de hacerlo, pero si eso es lo que quiere, supongo que no me voy a morir por intentarlo... Bueno, puede que sí, pero lo haré de todos modos.
—.Claro..., ¿por qué no?
Cuando la miro, veo que está sorprendida. No esperaba que accediera.
Joder, ni yo tampoco.
—Espera..., ¿qué vamos a ponernos? Sólo llevo este vestido y unas Toms. Debería haberme puesto vaqueros, habría sido divertido —dice casi
haciendo pucheros.
—Si quieres vamos a la tienda y te compras algo de ropa. Yo llevo algunas cosas en el maletero —le digo.
No me puedo creer que vaya a pasar por toda esta mierda para ir a patinar sobre hielo.
—¡Vale! —responde sonriente—. ¡Tener el maletero lleno de ropa resulta bastante útil después de todo! Oye... y ¿por qué llevas siempre tanta ropa ahí? Nunca me lo has contado.
—Era una costumbre. Cuando me quedaba a dormir en casa de las chicas..., quiero decir, cuando salía toda la noche, necesitaba ropa limpia por la mañana, y nunca tenía, así que empecé a guardarla en el maletero. Es bastante práctico —le explico.
Frunce los labios ligeramente y sé que no debería haber mencionado a las otras chicas, aunque eso sucediera antes de conocerla a ella. Ojalá supiera cómo eran las cosas entonces, y que me las follaba sin ningún tipo de sentimiento. No era lo mismo. No las tocaba de la manera en que la toco a ella, no estudiaba cada milímetro de sus cuerpos, ni me deleitaba con sus jadeos e intentaba acompasar los míos con los suyos, ni deseaba desesperadamente que dijeran que me querían mientras entraba y salía de ellas.
No permitía que me tocaran mientras dormíamos, y si me quedaba en la misma cama que ellas era porque estaba demasiado borracha como para marcharme. No tenía nada que ver con lo que vivo con ella y, si lo supiera, tal vez no le importaría saber lo que pasó con ellas. Si yo fuera ella... La idea de imaginar a Santana follando con otro tío invade mi mente y me provoca náuseas.
—¿Brittany? —dice en voz baja, devolviéndome a la realidad.
—¿Qué?
—¿Me has oído?
—No..., perdona. ¿Qué has dicho?
—Que ya te has pasado Target.
—Ah, mierda, perdón. Daré la vuelta.
Me meto en el primer aparcamiento que encuentro y cambio de sentido. Santana está obsesionada con esa tienda, y no lo entenderé jamás. Es como el Marks & Spencer de Londres pero más cara, y me da ganas de abofetear a los empleados, con sus estúpidos polos rojos y sus caquis. Pero ella siempre me dice que «En Target hay artículos de calidad y una gran variedad para elegir». Y no lo niego, pero los grandes almacenes siguen siendo una de esas cosas de Estados Unidos que hacen que me sienta como la extranjera que soy.
—Entraré de un salto y cogeré lo primero que vea —dice Santana cuando aparco.
—¿Estás segura? Si quieres, te acompaño. —Me apetece ir con ella, pero no puedo imponerle mi presencia. Esta noche, no.
—Si quieres...
—Quiero —contesto antes de que termine de hablar.
A los diez minutos ya tiene la cesta llena de un montón de mierda. Ha acabado cogiendo un suéter gigante y unas mallas de licra. Ella dice que no, que se llaman leggings, pero a mí me parecen mallas de licra. Intento imaginármela con ellas puestas mientras coge unos guantes, una bufanda y un gorro. Por su comportamiento, cualquiera diría que nos vamos a la puta Antártida; aunque la verdad es que hace un frío de cojones ahí fuera.
—Creo que también deberías comprarte unos guantes. El hielo está muy frío, y cuando te caigas se te congelarán las manos —repite.
—No me voy a caer... pero bueno, me llevaré unos guantes, ya que insistes. —Sonrío y ella me devuelve el gesto mientras mete un par de guantes negros en la cesta.
—¿Quieres también un gorro? —pregunta.
—No, llevo uno de lana en el maletero.
—Cómo no.
Saca la bufanda de la cesta y la deja de nuevo en su sitio.
—¿No te llevas la bufanda? —le pregunto.
—Creo que con esto ya voy bien —dice señalando la cesta llena.
—Sí, yo diría que sí —bromeo, pero ella pasa por alto mi comentario y se acerca a la sección de los calcetines.
Vamos a pasarnos toda la noche en esta maldita tienda.
—Vale, creo que ya estoy —anuncia luego por fin.
En la caja, intenta discutir conmigo por el hecho de que quiera pagar sus cosas, como siempre hace, pero no cedo. Esto es una cita que yo le pedí, así que no pienso dejar que pague nada. Pone los ojos en blanco varias veces y se niega a permitirme que pague por sus cosas. «¿Cómo va de dinero? Si le hiciera falta, ¿me lo diría? ¿Debería preguntarle?» Joder, estoy pensando demasiado en todo esto. Cuando volvemos al aparcamiento donde está la pista de patinaje, Santana está deseando salir corriendo del coche, pero yo aún tengo que cambiarme de ropa. Mientras lo hago, ella mira hacia el otro lado por la ventanilla. Después le digo que podemos ir a buscar unos aseos para que se
cambie. Pero ella se encoge de hombros.
—Iba a cambiarme en el coche para no tener que ir cargando con el vestido.
—No, hay demasiada gente. Alguien podría verte desnuda.
Me vuelvo y veo que en la zona donde hemos aparcado no hay prácticamente nadie, pero aun así...
—Brittany..., no pasa nada —dice algo molesta.
Debería haberme llevado la pelota antiestrés que vi anoche sobre la mesa de mi padre.
—Si insistes —resoplo, y ella empieza a quitarles las etiquetas a la ropa nueva.
—¿Me bajas la cremallera antes de salir? —me pregunta.
—Eh..., sí. —Me inclino en su dirección y ella se levanta el pelo para darme acceso a la cremallera.
Le he desabrochado este vestido infinidad de veces,pero ésta es la ´primera que no podré tocarla mientras lo deja caer por sus brazos.
—Gracias. Y ahora espérame fuera —me ordena.
—¿Qué? Si ya te he visto... —empiezo a decir.
—Brittany...
—Vale. Date prisa. —Salgo del coche y cierro la puerta. Soy consciente de que lo que acabo de decir ha sido una grosería. Abro la puerta rápidamente y me agacho—: Por favor —añado, y la cierro de
nuevo. Oigo cómo se ríe dentro del coche.
Minutos después, sale y se peina su larga melena con la mano antes de ponerse un gorrito morado en la cabeza. Cuando se reúne conmigo al otro
lado del vehículo, la encuentro... mona. Siempre está guapa y sexi, pero con ese suéter gigante, el gorro y los guantes parece aún más inocente que de costumbre.
—Toma, te has olvidado los guantes —dice, y me los entrega.
—Menos mal, no habría sobrevivido sin ellos —bromeo, y ella me propina un codazo. Joder, qué preciosa es. Hay muchas cosas que me gustaría decirle, pero no me apetece soltar algo inapropiado y fastidiar la noche.
—Oye, si querías llevar un jersey tan grande podrías haberte puesto uno mío y haberte ahorrado veinte pavos —digo.
Ella me coge de la mano pero me suelta al instante.
—Perdona —murmura, y se pone colorada.
Quiero cogerla de la mano otra vez pero, una vez en la pista, una mujer nos recibe y me distrae.
—¿Qué número tenéis? —pregunta con voz grave.
Miro a Santana y ella contesta por las dos. La mujer vuelve con dos pares de patines de hielo y yo me horrorizo al verlos. Esto no puede acabar bien de ninguna manera.
Sigo a San hasta un banco cercano y me quito los zapatos. Se pone los dos patines en un instante cuando yo todavía no he metido ni medio pie en uno. Espero que se aburra pronto y quiera que nos marchemos.
—¿Todo bien por ahí? —se mofa de mí cuando por fin me ato los cordones del segundo patín.
—Sí. ¿Dónde dejo los zapatos? —le pregunto.
—Yo os los guardo —responde la mujer bajita de antes, que aparece de repente.
Le entrego mi calzado y San hace lo mismo.
—¿Preparada? —me pregunta, y me pongo de pie. Me agarro a la barandilla de inmediato.
«¿Cómo cojones voy a hacer esto?»
Santana reprime una sonrisa.
—Es más fácil cuando te desplazas sobre el hielo. Joder, eso espero.
Pero no es más fácil, y me caigo tres veces en cinco minutos. Santana se ríe en cada ocasión, y he de admitir que, de no llevar los guantes, ahora
mismo tendría las manos congeladas.
Se ríe y me ofrece la mano para ayudarme a levantarme.
—¿Recuerdas que hace media hora has dicho convencida que no ibas a caerte?
—¿Tú qué eres?, ¿una especie de patinadora sobre hielo profesional? —le pregunto mientras me levanto.
Odio el patinaje sobre hielo más que nada en el mundo en estos momentos, pero Santana parece estar pasándolo en grande.
—No, hacía tiempo que no patinaba, pero solía hacerlo mucho con mi amiga Josie.
—¿Josie? Nunca te había oído decir que tuvieses amigas donde vivías.
—No tenía muchas, la verdad, pasaba la mayor parte del tiempo con Sam. Josie se trasladó allí antes de mi último curso.
—Ah.
No entiendo por qué no tenía muchas amigas. ¿Y qué si es un poco obsesiva-compulsiva, y pudorosa y se obsesiona con las novelas? Es simpática, a veces incluso demasiado, con todo el mundo. Menos conmigo, claro. A mí me las hace pasar canutas constantemente, pero me encanta eso de ella. La mayor parte del tiempo.
Media hora más tarde todavía no hemos dado ni una vuelta entera a la pista gracias a mi gran habilidad.
—Tengo hambre —dice por fin, y mira hacia un puesto de comida con luces parpadeantes encima. Sonrío.
—Pero todavía no te has caído y me has arrastrado contigo de manera que acabas aterrizando sobre mí y mirándome a los ojos, como en las películas —replico.
—Esto no es una película —me recuerda, y se dirige hacia la salida.
Ojalá me hubiera agarrado de la mano mientras patinábamos; si hubiera conseguido mantenerme de pie, claro. Todas las parejitas felices parecen burlarse de nosotras mientras recorren la pista en círculos a nuestro alrededor, cogiditos de las manos.
En cuanto salgo de la pista, me quito los horribles patines, se los devuelvo a la mujer menuda y recupero mis zapatos.
—Tienes un gran futuro en los deportes —me pincha San por enésima vez cuando me reúno con ella en el puesto de comida, donde está devorando un gofre y llenándose el suéter morado de azúcar glas.
—Ja, ja. —Pongo los ojos en blanco. Todavía me duelen los tobillos de esa mierda.
—. Te podría haber llevado a otro sitio a comer, los gofres no son precisamente lo que yo entiendo por una buena cena —le digo, y bajo la vista al suelo.
—No pasa nada. Hacía mucho tiempo que no me comía uno. —Se ha comido los suyos y la mitad del mío.
La pillo mirándome otra vez; su rostro tiene una expresión pensativa, como si estuviera estudiando mi cara.
—¿Por qué me miras tanto? —pregunto por fin, y aparta la mirada.
—Perdona..., es que no estoy acostumbrada a verte sin piercings —admite mirándome otra vez.
—Tampoco hay tanta diferencia.Sin darme cuenta, me he llevado los dedos a la boca.
—Ya..., pero se me hace raro. Me había acostumbrado a verlos.
«¿Debería volver a ponérmelos?» No me los he quitado por ella. Lo que le he dicho es verdad. Siento que estaba escondiéndome detrás de ellos, que estaba usando los aros de metal para mantener a la gente a cierta distancia. Los piercings intimidan a la gente y eso hace que eviten hablarme o que se me acerquen, y siento que ya estoy superando esa etapa de mi vida. No quiero mantener alejada a la gente, y menos a Santana. Quiero atraerla hacia mí. Me los hice cuando era sólo una adolescente. Falsifiqué la firma de mi
madre y me emborraché antes de tambalearme hasta la tienda. La muy cabrona sabía que había bebido, pero me los hizo de todos modos. No me arrepiento en absoluto; pero ya no los necesito. Lo de los tatuajes es diferente. Me encantan y sé que siempre será así. Seguiré cubriéndome el cuerpo de tinta, revelando pensamientos que soy incapaz de expresar con palabras. Bueno, en realidad no es ése el caso,
teniendo en cuenta que son un montón de tonterías sin relación que no guardan ningún significado en absoluto, pero quedan bien, así que me importa una mierda.
—No quiero que cambies —me dice, y levanto la vista para mirarla
—. No físicamente. Sólo quiero que me demuestres que puedes tratarme mejor y que dejes de controlarme. Tampoco deseo que cambies tu personalidad. Sólo quiero que luches por mí, no que te conviertas en una persona con la que crees que quiero estar.
Sus palabras me llegan al alma y amenazan con desgarrármela y abrírmela.
—No es eso lo que pretendo —contesto.
Intento cambiar por ella, pero no de ese modo. Esto lo he hecho por mí, y por ella.
—Quitármelos sólo ha sido un paso en todo esto. Estoy intentando convertirme en una persona mejor, y los piercings me recuerdan una mala época de mi vida. Un tiempo que quiero dejar atrás —le digo.
—Ah —dice casi en un susurro.
—¿Te gustaban, entonces? —Sonrío.
—Sí, mucho —admite.
—Si quieres me los vuelvo a poner —le ofrezco, pero niega con la cabeza.
Estoy mucho menos nerviosa ahora que hace dos horas. Ésta es Santana, mi Santana, y no debería estar nerviosa.
—Sólo si tú quieres hacerlo —añade.
—Puedo ponérmelos cuando te... —me interrumpo.
—¿Cuando qué? —pregunta ladeando la cabeza.
—Es mejor que no termine la frase.
—¡Venga! ¿Qué ibas a decir?
—Vale, como quieras. Iba a decir que puedo ponérmelos cuando te folle si tanto te excitan.
Su expresión de espanto me hace reír, y ella se vuelve mirando a todas partes para comprobar que nadie me ha oído.
—¡Brittany! —me reprende con una mezcla de diversión y vergüenza.
—Te lo he advertido... Además, esta noche no he hecho ningún comentario lascivo. Tengo derecho a hacer al menos uno.
—Cierto —coincide con una sonrisa, y bebe un trago de limonada.
Quiero preguntarle si eso significa que se ve practicando el sexo conmigo otra vez, ya que no me ha corregido, pero algo me dice que éste no es el momento. No es sólo porque quiera sentirla de nuevo, es porque, joder, la echo muchísimo de menos. Nos estamos llevando bastante bien, para tratarse de nosotras. Sé que en gran parte es porque yo no me estoy comportando como una perra por una vez. La verdad es que no es tan difícil. Sólo tengo que pensar antes de decir cualquier gilipollez.
—Mañana es tu cumpleaños. ¿Qué piensas hacer? —me pregunta después de unos minutos de silencio.
«Mierda.»
—Pues... Logan y Blaine me van a dar una especie de fiesta. No tenía intención de ir, pero Rachel ha dicho que fueron todos a comprarme algo y que se han gastado un montón de pasta, así que supongo que al menos me pasaré un rato. A no ser..., ¿querías hacer algo? Si es así, no iré —le digo.
—No, tranquila. Seguro que en la fiesta te lo pasas mucho mejor.
—¿Quieres venir? —Y, como sé la respuesta, añado—: Nadie sabe lo que pasa entre nosotras, excepto Dany, claro.
Tengo que obligarme en no centrarme en por qué cojones está Dany al tanto de mis putos asuntos.
—No, aunque gracias de todos modos. —Sonríe, pero el gesto no alcanza sus ojos.
—No tengo por qué ir.
Si quiere pasar mi cumpleaños conmigo, Logan y Blaine pueden irse a tomar viento.
—No, tranquila, de verdad. Tengo cosas que hacer de todas formas —replica, y aparta la mirada.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
que puede ser mas importante que compartir juntas el cumpleaños??? supongo que la otra novia de santana. Bien, hasta luego!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Es bueno el cambio de britt... Es productivo!!!
A ver como va la fiesta de cumpleaños de britt???
A ver como va la fiesta de cumpleaños de britt???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 103
Santana
—¿Tienes planes para el resto de la noche? —me pregunta Brittany mientras detiene el coche en la entrada de vehículos de la casa de su padre.
—No, estudiar y dormir. Una noche loca. —Le sonrío.
—Yo echo de menos dormir. —Frunce el ceño y pasa el dedo índice
por los surcos del volante.
—¿No duermes? —Claro que no duerme—. ¿Estás... has estado...? —
empiezo.
—Sí, todas las noches —me dice, y se me cae el alma a los pies.
—Lo siento.
Detesto esto. Detesto que la atormenten esas pesadillas. Detesto ser su
único elixir, lo único que consigue hacer que desaparezcan.
—No te preocupes. Estoy bien —asegura, pero las ojeras debajo de
sus ojos indican lo contrario.
Invitarla a entrar sería una idea tremendamente estúpida. Se supone
que tengo que pensar qué quiero hacer con mi vida de ahora en adelante, no pasar la noche con Brittany. Se me hace raro que me esté dejando en casa de su padre, y por eso mismo tengo que buscarme mi propio apartamento.
—Puedes entrar si quieres. Sólo para dormir, todavía es pronto —le
ofrezco finalmente, y levanta la cabeza al instante.
—¿Estás segura? —dice, y yo asiento antes de arrepentirme.
—Sí..., pero sólo para dormir —le recuerdo con una sonrisa, y ella
asiente.
—Ya lo sé, San.
—No lo decía en ese sentido... —intento explicarle.
—Lo he pillado —resopla.
«Vale...»
La distancia que hay entre nosotras es incómoda pero necesaria al
mismo tiempo. Quiero acercar la mano y retirarle el único mechón rebelde
que le cae sobre la frente, pero eso sería demasiado. Necesito espacio,
tanto como necesito a Brittany. Es todo muy confuso, y sé que invitarla a
entrar no me ayudará a aclarar toda esta confusión, pero quiero que duerma bien. Le ofrezco una leve sonrisa y ella me mira durante un segundo y luego niega con la cabeza.
—¿Sabes qué? Será mejor que me vaya. Tengo trabajo que hacer y...
—empieza.
—No pasa nada. En serio —la interrumpo, y abro la puerta del coche
para huir del bochorno que siento.
No debería haber hecho eso. Se supone que tengo que distanciarme, y
aquí estoy, permitiendo que me rechace... otra vez.
Cuando llego a la puerta, me acuerdo de que me he dejado el vestido y
los tacones en el coche de Brittany, pero cuando me vuelvo ya está dando
marcha atrás por el sendero.
Mientras me desmaquillo y me preparo para acostarme, mi mente
reproduce la cita una y otra vez. Brittany ha estado tan... agradable. Brittany ha sido agradable. Se ha vestido de manera elegante, y no se ha peleado con nadie. Ni siquiera ha insultado a nadie. Es un progreso importante. Empiezo a reírme como una idiota cuando me acuerdo de sus caídas en la pista de hielo. Ella estaba rabiosa, pero ha sido muy divertido. Con su figura alta y desgarbada y esas piernas que no paraban de tambalearse con los patines, desde luego ha sido una de las cosas más graciosas que he visto en mi vida.
No tengo claro cómo me siento con respecto al hecho de que se haya
quitado los piercings, pero ella me ha asegurado que quería hacerlo, así que no es culpa mía. Me pregunto qué opinarán sus amigos.
Me ha cambiado ligeramente el humor cuando me ha contado lo de la
fiesta de cumpleaños. No sé qué pensaba que iba a hacer, pero desde luego lo de la fiesta no se me había pasado por la cabeza. Sin embargo, soy una estúpida, porque al fin y al cabo cumple la mayoría de edad.
Quiero pasar su veintiún cumpleaños con ella más que nada en el
mundo, pero siempre que voy a esa maldita casa de la fraternidad ocurre
algo malo, y no quiero continuar con ese ciclo, y menos con lo delicadas
que están las cosas entre nosotras. Lo último que necesito es beber y
empeorarlo todo. No obstante, me gustaría regalarle alguna cosa. Se me da fatal hacer regalos, pero ya pensaré algo. Me detengo frente a la habitación de Ryder, pero no me contesta cuando llamo a la puerta. Abro y veo que está durmiendo, así que decido irme a la cama yo también.
Abro la puerta de mi habitación y casi me da un infarto cuando veo
una figura sentada sobre el colchón. Dejo caer mi bolsa de aseo sobre la
cómoda..., entonces me doy cuenta de que es Brittany y me tranquilizo.
Mientras la observo, veo que cruza los tobillos por delante de ella,
incómodo.
—Yo... eh... siento haber sido una perra antes. Quería quedarme. —Se pasa los dedos por su pelo rebelde.
—Y yo te he invitado a quedarte —le recuerdo, y me acerco a la
cama. Suspira.
—Lo sé, y lo siento. ¿Puedo quedarme, por favor? Lo he pasado muy
bien esta noche contigo, y estoy tan cansada...
Lo medito durante unos instantes. Quería que se quedara. Echo de
menos la reconfortante sensación de tenerla en mi cama, pero ha dicho que tenía cosas que hacer.
—Y ¿qué pasa con tu trabajo? —pregunto con una ceja enarcada.
—Puede esperar —responde. Parece angustiada.
Me siento a su lado en la cama, cojo la almohada y la coloco sobre mi
regazo.— Gracias —dice, y me acerco a ella.
Es como un imán para mí; soy incapaz de mantenerme ni siquiera a
unos centímetros de distancia.
La miro y ella sonríe, y entonces baja la vista al suelo. Mi cuerpo,
actuando a su libre albedrío, se inclina hacia ella y coloca mi mano sobre la suya. Tiene las manos frías, y la respiración agitada.
«Te he echado de menos —me gustaría confesarle.
—. Quiero estar cerca de ti.»
Ella me aprieta la mano suavemente y apoyo la cabeza en su hombro.
Uno de sus brazos me rodea la espalda y me estrecha con fuerza.
—Lo he pasado muy bien esta noche —le digo.
—Yo también, nena. Yo también.
Oírla llamarme «nena» hace que quiera estar aún más cerca de ella.
Levanto la vista y veo que me está mirando los labios. De manera
instintiva, ladeo la cabeza y acerco la boca a la suya. Cuando pego los
labios a los suyos, se inclina hacia atrás para apoyarse en los codos, y me
monto sobre su regazo. Apoya una mano en mi zona lumbar y acerca mi
cuerpo más todavía al suyo.
—Te he echado de menos —dice, y me lame la lengua. Echo en falta
el frío del aro de metal, pero mis ansias por ella calientan mi cuerpo y hacen que todo lo demás sea irrelevante.
—Yo a ti también —contesto.
Hundo los dedos en su pelo y la beso con fuerza. Mi mano libre
serpentea por sus fuertes músculos por debajo de su camisa, pero Brittany me detiene y se aparta, conmigo todavía en el regazo.
Sonríe claramente mortificada.
—Creo que deberíamos dejar este encuentro en algo apto para todos
los públicos. —Se pone colorada y respira agitadamente contra mi rostro.
Quiero protestar, decirle que necesito su tacto, pero sé que tiene
razón. Suspirando, me quito de su regazo y me tumbo al otro extremo de la cama.
—Perdona, San. No quería decir... —No termina la frase.
—No, tienes razón. De verdad, no te preocupes. Vamos a dormir. —
Sonrío, pero mi cuerpo vibra tras el contacto.
Se tumba lejos de mí, ciñéndose a su lado de la cama con una
almohada entre nosotras, y me hace recordar nuestros comienzos. No tarda en quedarse dormida, y sus serenos ronquidos inundan el aire. Sin
embargo, cuando me despierto en mitad de la noche, Brittany se ha ido y me ha dejado una nota sobre su almohada:
Gracias otra vez. Tenía cosas que hacer.
A la mañana siguiente, le mando un mensaje a Brittany en cuanto me
despierto para desearle un feliz cumpleaños y me visto mientras espero su
respuesta. Me habría gustado que se quedara, pero a la luz del día me
siento aliviada de no tener que enfrentarme al incómodo momento de
despertar juntas después de una primera cita.
Suspirando, guardo el móvil en la mochila y me dirijo al piso de abajo
para reunirme con Ryder y decirle que faltaré a la mitad de las clases hoy
porque quiero ir a buscar un regalo para Brittany.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 104
Brittany
—Va a ser la hostia, Chica —me dice Blaine mientras se sube al muro de piedra al final del aparcamiento.
—Por supuesto —contesto.
Me aparto del humo del tabaco de Logan y me siento al lado de Blaine.
—Y más te vale no escabullirte, porque llevamos meses planeandoesto —me informa Logan.
Balanceo las piernas hacia adelante y hacia atrás y, por un segundo, me planteo empujar a Logan del muro por todo lo que se ha metido conmigo por haberme quitado los piercings.
—Iré. Ya os he dicho que iré.
—¿Vas a traerla? —pregunta Blaine, refiriéndose claramente a Santana.
—No, está ocupada.
—¿Ocupada? Cumples veintiún años. Te has quitado los piercings por ella, tiene que venir —señala Logan.
—Siempre que viene pasa alguna mierda. Y, por última vez, no me los he quitado por ella. —Pongo los ojos en blanco y recorro con el dedo las grietas en el cemento.
—Podrías pedirle que le diera otra paliza a Kitty. Aquello fue digno de ver —se ríe Blaine.
—Fue una pasada, y es muy divertida cuando está borracha. Y cuando dice tacos es para mearse. Es como oír a mi abuela. —Logan se echa a reír también.
—¿Queréis dejar de hablar de Santana de una puta vez? No va a venir.
—Vale, relájate —sonríe Blaine.
Ojalá no me hubiesen organizado ninguna fiesta, porque quería pasar mi cumpleaños con ella. No me importan una mierda los cumpleaños, pero quería verla. Sé que no tiene nada que hacer, pero no quiere estar con mis amigos, y no se lo reprocho.
—Oye, ¿te pasa algo con Dany? —pregunta Blaine mientras nos dirigimos a clase.
—Sí, que es una cabrona que no para de rondar a Santana. ¿Por qué?
—Por nada, porque el otro día la vi a ella entrando en el edificio ese de medioambiente o como se llame y me pareció raro —dice.
—¿Cuándo fue eso?
—Hará un par de días. El lunes, creo.
—¿Estás de...? —Pero me detengo a media frase porque sé que habla en serio.
«Maldita sea, Santana, ¿qué parte de “mantente alejada de Dany” no has entendido?»
—Aunque no te importará que Dany venga, ¿no? Porque ya se lo hemos dicho a todos y no quiero tener que retirarle la invitación a nadie — prosigue Blaine; siempre ha sido el más agradable del grupo.
—Me importa una mierda. No es ella quien se la está follando, sino yo
—le digo, y se echa a reír. Si supiera cómo están las cosas en realidad...
Blaine y Logan me dejan delante del edificio del gimnasio, y he de admitir que estoy ansiosa por ver a Sant ana. Me pregunto cómo llevará el pelo hoy, y si se habrá puesto esos pantalones que tanto me gustan.
«Pero ¿qué coño...?» Todavía alucino al sorprenderme pensando en este tipo de cosas tan absurdas. Si alguien llega a decirme hace unos meses que iba a estar soñando despierta sobre cómo lleva el pelo una tía, le habría partido los dientes. Y aquí estoy ahora, esperando que Santana se lo haya recogido para poder verle la cara. Horas más tarde, no me puedo creer que esté en la casa de la fraternidad de nuevo. Me parece que han pasado siglos desde que vivía aquí. No lo echo de menos en absoluto, pero tampoco me gusta nada vivir sola en ese apartamento.
Este curso ha sido una puta locura. No me puedo creer que haya cumplido veintiún años y que vaya a terminar la carrera el año que viene.
Mi madre se ha puesto a llorar por teléfono antes y a decirme que estoy creciendo demasiado deprisa, y he acabado colgándole porque no paraba. En mi defensa he de decir que no he colgado sin más, sino que he fingido durante toda la conversación que estaba a punto de acabarse la batería.
La casa está llena de personas, la calle repleta de coches, y me pregunto quién cojones es toda esta gente y qué hacen en mi cumpleaños. Sé que la reunión no es toda en mi honor. Es sólo una excusa para dar una fiesta a lo grande, pero aun así... Justo cuando empezaba a desear que Santana estuviera aquí, veo el espantoso pelo rosa de Kitty y me alegro de que no haya venido.
—Ahí está la cumpleañera —dice sonriendo mientras entra en la casa delante de mí.
—¡Pierce! —grita Quinn desde la cocina; por lo que parece, ya ha estado bebiendo.
—¿Y Santana? —pregunta Rachel.
Todos mis amigos están a mi alrededor formando un pequeño círculo y mirándome mientras intento improvisar algo. Lo último que necesito ahora es que sepan que estoy intentando persuadirla para que vuelva
conmigo.
—Un momento..., ¿dónde coño están tus piercings? —exclama Rachel
a continuación, y me coge de la barbilla y me ladea la cabeza para examinarme como si fuese una puta rata de laboratorio.
—Quita —gruño, apartándome.
—¡Joder! Te estás transformando en uno de ellos —dice Kitty, y señala a un grupo de pijos asquerosos que hay al otro lado de la habitación.
—No es verdad —respondo fulminándola con la mirada.
Ella se echa a reír e insiste:
—¡Claro que sí! Te dijo ella que te los quitaras, ¿verdad?
—No. Me los quité porque me salió de los cojones. Métete en tus asuntos —le espeto.
—Lo que tú digas —dice poniendo los ojos en blanco, y se marcha , gracias a Dios.
—No le hagas ni caso. Bueno, di, ¿va a venir Santana? —insiste Rachel, y yo niego con la cabeza—. ¡La echaremos de menos! Ojalá saliera más —dice, y bebe un trago de su vaso rojo.
—Ya —murmuro entre dientes, y me lleno un vaso de agua.
Para mi desgracia, el volumen de la música y las voces aumentan conforme avanza la noche. Todo el mundo está borracho antes de las ocho.
Todavía no he decidido si quiero beber o no. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo hasta aquella noche en casa de mi padre, cuando destruí toda la vajilla de porcelana de Karen. Antes venía a estas fiestas de mierda sin
beber nada..., bueno, al menos la mayor parte del tiempo era así. Apenas recuerdo mis primeros días de facultad, botella tras botella, zorra tras zorra... Todo está borroso, y me alegro por ello. Nada tenía sentido hasta
que apareció Santana. Busco un hueco en el sofá al lado de Quinn y me pongo a pensar en ella mientras mis amigos juegan a otro estúpido juego para beber.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 105
Santana
«Hola», dice el mensaje de Brittany y, por ridículo que parezca, siento miles de mariposas en el estómago. «¿Qué tal la fiesta?», le escribo, y me meto otro puñado de palomitas en la boca. Me he pasado dos horas seguidas frente a la pantalla de mi libro electrónico y necesito un descanso.
«Una mierda. ¿Puedo ir a verte?», responde.
Casi salto de la cama. Antes, después de pasarme horas buscando algo decente que regalarle, he tomado la decisión de que mi «espacio» puede esperar hasta después de su cumpleaños. Me da igual si parezco patética o necesitada. Si prefiere pasar el tiempo conmigo en vez de con sus amigos, pienso aceptarla. Se está esforzando mucho, y tengo que reconocerlo. Es verdad que tenemos que hablar sobre el hecho de que no quiera un futuro conmigo y de cómo afectará eso a mi carrera. Pero eso puede esperar a mañana. Le contesto:
Sí. ¿Cuánto tardas?
Rebusco en el armario y saco una blusa azul sin mangas que Brittany
me dijo en su día que me quedaba bien. Tendré que ponerme unos
vaqueros; de lo contrario, pareceré una idiota encerrada en esta habitación con un vestido puesto. Me pregunto cómo irá ella. ¿Llevará el pelo hacia atrás como ayer? ¿Se aburría en la fiesta sin mí y ha preferido venir a verme en lugar de quedarse allí? Está cambiando mucho, y la adoro por ello. «¿Por qué me pongo tan tonta?»
Media hora.
Corro al cuarto de baño para cepillarme los dientes y quitarme los restos de palomitas. Aunque no debería besarla, ¿no? Es su cumpleaños..., por un beso no pasará nada y, la verdad, se merece un beso por todo el empeño que ha puesto hasta ahora. Un beso no cambiará nada de lo que estoy intentando hacer. Me retoco el maquillaje y me paso el cepillo por el pelo antes de recogérmelo en una coleta. Está claro que pierdo el juicio en lo que a Brittany se refiere, pero ya me fustigaré por ello mañana. Sé que no suele celebrar los cumpleaños, pero quiero que éste sea diferente. Me gustaría que supiera que es importante. Cojo el regalo y empiezo a envolverlo rápidamente. El papel que he
comprado está repleto de notas musicales y quedaría muy bien para forrar
libros. Estoy nerviosa y despistada, y no debería estarlo.
«Vale, hasta ahora», le envío, y me dirijo al piso de abajo después de escribir su nombre en la etiqueta del regalo.
Me encuentro a Karen bailando al ritmo de una vieja canción de Luther Vandross, y no puedo evitar echarme a reír cuando se vuelve con la cara toda roja.
—Perdona, no sabía que estabas ahí —dice claramente avergonzada.
—Me encanta esa canción. Mi padre la escuchaba todo el tiempo —le
digo, y ella sonríe.
—Tu padre tiene buen gusto, entonces.
—Lo tenía.
Sonrío cuando me viene a la cabeza un recuerdo bastante bonito de mi
padre bailando conmigo en brazos en la cocina..., antes de que anocheciera y le pusiera un ojo morado a mi madre por primera vez.
—¿Qué vas a hacer esta noche? Ryder está en la biblioteca otra vez
—me dice, aunque ya lo sabía.
—Iba a preguntarte si me ayudarías a preparar una tarta o algo para
Brittany. Es su cumpleaños, y llegará dentro de una media hora.
—No puedo evitar sonreír.
—¿De veras? Pues claro que sí, podemos hacer una tarta rápida... o,
mejor, ¡hagamos una de dos capas! ¿Qué le gusta más: el chocolate o la
vainilla?
—Tarta de chocolate con cobertura de chocolate —le digo.
Por mucho que a veces crea que no la conozco, la conozco mejor de lo
que pienso.
—Bien, ¿me sacas los moldes? —pregunta, y me pongo a ello.
Treinta minutos después, estoy esperando a que la tarta se enfríe del
todo para poder echarle la cobertura antes de que llegue Brittany. Karen ha sacado algunas velas usadas. Sólo ha encontrado un uno y un tres, pero estoy segura de que a ella le hará gracia.
Entro en el salón y miro por la ventana para ver si ha llegado ya, pero
el sendero está vacío. Seguramente sólo se esté retrasando un poco.
Únicamente han pasado cuarenta y cinco minutos.
—Ken llegará a casa dentro de una hora —señala Karen—, iba a cenar
con algunos colegas. Sé que soy una persona horrible, pero le he dicho que me dolía la barriga. Detesto esas cenas. —Se echa a reír y yo la acompaño mientras intento alisar la cobertura de chocolate por los bordes de la tarta.
—No te culpo —le digo, y hundo las velas en la tarta.
Después de colocarlas de manera que ponga «31», decido cambiarlas
para que ponga «13». Karen y yo nos echamos a reír y me peleo con el
glaseado duro para escribir el nombre de Brittany bajo las cursis velas.
—Qué... bonito —miente.
Tuerzo el gesto al ver lo mal que se me da esto.
—La intención es lo que cuenta. O, al menos, eso espero.
—Le encantará —me asegura ella antes de subir al piso de arriba para
darnos a Brittany y a mí un poco de intimidad cuando llegue.
Ya ha pasado una hora desde que me mandó el mensaje, y estoy aquí
sentada sola en la cocina, esperando a que aparezca. Quiero llamarla, pero si no va a venir debería ser ella quien me llamara para decírmelo.
Vendrá. Al fin y al cabo, lo de venir ha sido idea suya. Vendrá
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 106
Brittany
Blaine intenta darme su vaso por tercera vez.
—Venga. Sólo una copa, cumples veintiún años, ¡es ilegal no beber! Al final cedo para poder largarme antes de aquí.
—Vale, pero sólo una.
Sonriendo, recupera el vaso y le quita a Quinn la botella de alcohol que tiene en las manos.
—De acuerdo, entonces que sea al menos una decente —dice.
Pongo los ojos en blanco antes de beberme el líquido oscuro.
—Vale, ya está. Y ahora déjame tranquila —le digo, y él asiente.
Me dirijo a la cocina a por otro vaso de agua y, de todas las personas posibles, tenía que ser precisamente Dany el que me detuviera.
—Toma —dice, y me da mi móvil—. Te lo has dejado en el sofá al Levantarte .
Y se marcha de nuevo al salón.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 107
Santana
Dos horas después, dejo la tarta en la encimera y subo al piso de arriba
para desmaquillarme y volver a ponerme el pijama. Esto es lo que pasa
cada vez que me permito darle otra oportunidad a Brittany. La realidad me
explota en la cara. De verdad he creído que iba a venir, qué estúpida soy. Estaba abajo haciéndole una tarta... No tengo remedio, soy una idiota.
Me pongo los auriculares antes de permitirme llorar de nuevo. La
música inunda mis oídos mientras me tumbo sobre la cama y me esfuerzo
en no ser demasiado dura conmigo misma. Anoche se comportó de una
manera muy diferente, en un sentido positivo, pero echo de menos esos
comentarios lascivos y ordinarios que finjo odiar, a pesar de que en
realidad me encantan. Me alegro de que Ryder no haya venido a saludarme cuando lo he oído llegar a casa. Todavía albergaba esperanzas de que viniera, y habría parecido aún más patética, aunque él no me lo diría nunca, por supuesto. Alargo el brazo y apago la luz de la mesilla de noche, y después bajo el volumen de la música ligeramente. Hace un mes me habría metido en el coche y me habría presentado en esa estúpida casa para preguntarle por qué me ha dejado plantada, pero ahora ya no tengo ganas ni energía de pelear con ella. Ya no. Me despierto con el tono de mi móvil en los oídos y el ruido me sobresalta a través de los auriculares. Es Brittany. Y es casi medianoche. «No lo cojas, Santana.»
Tengo que obligarme literalmente a ignorar la llamada y a desconectar el teléfono. Cojo el despertador de la mesilla, pongo la alarma a la hora que quiero levantarme y cierro los ojos. Debe de estar muy borracha para llamarme después de dejarme plantada. Qué ilusa he sido.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 108
Brittany
Santana no responde a mis llamadas y me estoy empezando a cabrear.
¿Faltan quince minutos para que termine mi puto cumpleaños y no me coge el teléfono?
Vale, debería haberla llamado antes, pero aun así... Ni siquiera ha contestado al mensaje que le he mandado hace unas horas. Creía que lo habíamos pasado bien anoche; incluso me invitó a entrar en casa de mi
padre para que pudiera dormir. Me sentí fatal al rechazar su ofrecimiento, pero sabía lo que pasaría si entraba. Habría llevado las cosas demasiado lejos, y tengo que dejar que sea ella la que haga el primer movimiento. No
puedo aprovecharme de ella ahora, aunque, joder, me gustaría hacerlo.
—Creo que me voy a ir ya —le digo a Logan, obligándolo a despegarse de la chica de pelo negro y piel morena que, obviamente, tanto le gusta.
—No, no puedes irte todavía, no hasta... ¡Ah! ¡Ahí están! —grita, y señala hacia adelante.
Me vuelvo y veo a dos chicas con gabardina que vienen hacia nosotros. «¿Es una puta broma?»
La multitud empieza a aplaudir y a silbar.
—No me van las strippers —le digo.
—¡Venga ya! ¿Cómo has sabido que eran strippers? —Se echa a reír.—¡Llevan gabardinas y tacones altos! —Esto es una puta gilipollez.
—¡Vamos! ¡A Santana no le importará! —añade Logan.
—Ésa no es la cuestión —gruño, aunque sí que lo es. No es la única cuestión, pero sí la más importante.
—¿Eres la cumpleañera? —dice una de las chicas.
Su pintalabios rojo intenso ya me está dando dolor de cabeza.
—No, no, no. No lo soy —miento, y salgo pitando por la puerta.
—¡Vamos, Brittany! —gritan unas cuantas voces.
Y una mierda. No pienso darme la vuelta. Santana se volvería loca si se enterara de que he estado de fiesta con unas strippers. Casi puedo oírla gritándome por ello en estos momentos. Ojalá me hubiera cogido el
teléfono. Pruebo a llamarla una vez más mientras Blaine intenta llamarme
por la otra línea. No pienso volver ahí por nada del mundo. Ya he participado bastante en la celebración. Seguro que está cabreada conmigo por no haberla llamado antes, pero nunca sé cuándo debo llamarla y cuándo no. No pretendo agobiarla, pero tampoco quiero darle demasiado espacio. La situación pende de un hilo y no sé cómo actuar.
Compruebo mi teléfono una vez más y veo que el «Hola» que le he mandado es el último mensaje recibido o enviado. Parece ser que esta noche seremos mi apartamento solitario y yo de nuevo.
Feliz cumpleaños de mierda.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Joder por algo le armaron el cumple, ahora no fue birtt la que lo hizo al propósito...
A ver que explicación. Le da britt para que le pueda llegar a creer...
Detesto a cada uno de los dís que amigos que tiene britt...
A ver que explicación. Le da britt para que le pueda llegar a creer...
Detesto a cada uno de los dís que amigos que tiene britt...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
esto tiene que ser una trampa del destino, pq todo se confabula para que las cosas salgan mal?????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 109
Santana
Me despierto con una alarma extraña y tardo unos instantes en recordar que desconecté mi teléfono anoche por Brittany. Después recuerdo haber estado esperando en la cocina, desilusionándome cada vez más a cada minuto que pasaba, y al final no se presentó.
Me lavo la cara y me preparo para el largo trayecto hasta Vance; lo
único que echo de menos del apartamento es lo cerca que estaba de la
editorial. Y a Brittany, claro. Y las estanterías llenas de libros que cubrían
las paredes. Y la cocina pequeña pero perfecta. Y esa lámpara. Y a Brittany. Cuando llego abajo, en la cocina sólo está Karen. Traslado la mirada directamente hacia la tarta con las velas con el número equivocado encima y los estúpidos garabatos con los que puse «Brittany», pero que ahora, después de haber estado ahí toda la noche, parece que ponga «Mierda».
Y puede que lo ponga de verdad.
—Al final no pudo venir —le digo sin mirarla a los ojos.
—Ya..., me lo he imaginado. —Me sonríe con compasión y se limpia
las gafas en el delantal.
Es un ama de casa ejemplar. Siempre está cocinando o limpiando
algo. Pero no sólo eso, sino que también es amable y adora a su marido y a su familia, incluido a la grosera de su hijastra.
—Estoy bien. —Me encojo de hombros y me sirvo una taza de café.
—No tienes por qué estar bien siempre, cielo.
—Lo sé. Pero es más fácil estar bien —repongo, y ella asiente.
—Nadie dice que tenga que ser fácil —asegura, y casi me echo a reír
ante la ironía de oírla usar las palabras que emplea siempre Brittany en mi
contra.
—. Cambiando de tema, estamos planeando hacer una excursión a la playa la semana que viene. Si te apetece venir, estás invitada.
—Una de las cosas que más me gustan de la madre de Ryder es que nunca me presiona para hablar de nada.
—¿A la playa? ¿A finales de enero? —pregunto.
—Tenemos un bote con el que nos gusta salir a navegar antes de que
haga demasiado calor. Vamos a ver ballenas, y es muy bonito. Deberías
venir.
—¿En serio? —Nunca he subido a un bote, y la idea me aterra, pero lo
de ir a ver ballenas suena interesante—. Vale, genial.
—¡Estupendo! Lo pasaremos muy bien —me asegura, y se dirige al
salón.
Enciendo mi teléfono de nuevo cuando llego a Vance. Tengo que dejar de
apagarlo cuando estoy enfadada. Basta con que ignore sus llamadas la
próxima vez. Si le ocurriera algo a mi madre y no pudiera contactar
conmigo, me sentiría fatal. Kimberly y Christian están la una encima del otro en el vestíbulo cuando salgo del ascensor. Él le susurra algo al oído y ella se ríe antes de colocarse el pelo detrás de la oreja y sonreírle ampliamente cuando él la besa. Ambos sonríen sin parar.
Corro a mi despacho para llamar a mi madre, ya va siendo hora, pero
no lo coge. El manuscrito que empiezo a leer consigue cabrearme ya en las primeras cinco páginas. Cuando ojeo las últimas, leo «Sí, quiero» y
suspiro. Estoy harta de las mismas historias de siempre. Chica conoce a
chico, el chico la quiere, tienen un problema, hacen las paces, se casan,
tienen hijos, fin. Tiro las páginas a la basura sin leer más. Me siento mal
por no darle una oportunidad, pero no me interesa.
Necesito una historia realista en la que aparezcan problemas reales,
más allá de una pelea o incluso de una ruptura. Un problema real. Personas que se hieren pero que vuelven a por más..., como hago yo, por supuesto. Ahora me doy cuenta. Christian pasa por delante de mi despacho y respiro hondo antes de levantarme para seguirlo. Me aliso la falda e intento practicar lo que quiero decirle con respecto a Seattle. Espero que Brittany no me fastidie la oportunidad de ir.
—¿Christian? —pregunto llamando a su puerta ligeramente.
—¿Santana? Pasa —dice con una sonrisa.
—Lamento molestarlo, pero quería saber si tendría unos momentos
para hablar —pregunto. Me hace un gesto con la mano para que me siente
—. He estado pensando mucho en Seattle. ¿Habría alguna posibilidad de
trasladarme allí? Si es demasiado tarde lo entenderé, pero me gustaría
mucho ir. Trevor me lo comentó, y he pensado que sería una gran
oportunidad para mí si...
Christian levanta las manos, se echa a reír y me detiene:
—¿De verdad quieres ir? —pregunta con una sonrisa—. Seattle es un
lugar muy distinto de éste. —Sus ojos verdes son amables, pero tengo la
sensación de que no está del todo convencido.
—Sí, sin duda. Me encantaría ir... —Y es verdad. Me encantaría. ¿No?
—¿Y Brittany? ¿Se irá contigo? —Se tira del nudo de la corbata para
aflojarse un poco la tela estampada que rodea su cuello.
¿Debería decirle que Brittany se niega a ir? ¿Que su lugar en mi futuro
es incierto y que es una cabezota y una paranoica?
—Aún lo estamos hablando —respondo finalmente.
Mi jefe me mira a los ojos.
—Me encantaría que vinieras a Seattle con nosotros —dice, y al
instante añade—: Y Brittany también. Podría venir y ocupar su antiguo
puesto —sugiere, y se echa a reír—. Si es que puede mantener la boca
cerrada...
—¿En serio?
—Sí, por supuesto. Deberías haberlo dicho antes. —Juguetea con su
corbata un poco más hasta que al final se la quita del todo y la deja sobre la mesa.
—¡Muchísimas gracias! ¡Se lo agradezco enormemente! —digo con
sinceridad.
—¿Has pensado cuándo podrías trasladarte? Kim, Trevor y yo nos
iremos dentro de un par de semanas, pero tú puedes venir cuando estés
lista. Sé que tendrás que hacer el traslado de expediente. Te ayudaré en
todo lo que pueda.
—Dos semanas serán suficientes —respondo sin pensar.
—Genial, eso es estupendo. Kim se pondrá muy contenta. —Sonríe y
veo cómo desvía la mirada hacia la foto que tiene de ellos dos juntos sobre la mesa.
—Gracias otra vez, significa mucho para mí —le digo antes de salir
de su despacho.
Seattle.
Dos semanas.
¡Voy a mudarme a Seattle dentro de dos semanas! Estoy preparada.
«¿Verdad?»
Por supuesto que sí. Llevo años aguardando este momento. Es sólo
que no esperaba que sucediera tan pronto.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 110
Santana
Mientras aguardo frente al apartamento de Dany, espero que no tarde
mucho. Necesito hablar con ella, y me ha dicho que venía de camino desde su trabajo. Me he parado a coger un café para matar un poco el tiempo. Al cabo de unos minutos, se detiene y toca el claxon de su camioneta, que hace un ruido tremendo. Cuando sale de ella, va tan bien vestida con unos vaqueros negros y una camiseta roja con las mangas recortadas que por un momento me distraigo de mi objetivo.
—¡Santana! —exclama con una amplia sonrisa, y me invita a entrar en
su casa.
Me sirve un café a mí y un refresco para ella y pasamos al salón.
—Dany, creo que tengo una cosa que contarte. Pero quiero que antes
me respondas a algo —le digo.
Se coloca las manos detrás de la cabeza y se apoya en el respaldo del
sofá.
—¿Es sobre la fiesta?
—¿Fuiste? —pregunto, dejando por un momento mis noticias a un
lado. Me siento en el sillón que hay enfrente del sofá.
—Sí, fui un rato, pero me marché cuando aparecieron esas strippers.
—Dany se rasca el cuello. Se me corta la respiración.
—¿Strippers? —grazno, y dejo mi taza de café sobre la mesa auxiliar
para no derramarme el líquido caliente encima.
—Sí, todo el mundo estaba muy borracho, y encima habían contratado
a esas chicas. A mí no me va el tema, así que me largué. —Se encoge de
hombros.
¿Mientras yo le preparaba a Brittany una tarta y pensaba en pasar su
cumpleaños con ella, ella estaba emborrachándose con unas strippers?
—¿Pasó algo más en la fiesta? —inquiero cambiando de tema otra
vez.
No me puedo quitar a las strippers de la cabeza. ¿Cómo pudo dejarme
plantada por eso?
—No, nada del otro mundo. Fue una fiesta como las demás. ¿Has
hablado con Brittany? —pregunta con la mirada fija en su lata de refresco
sin dejar de mover la anilla de un lado a otro.
—No, es que... —No quiero admitir que anoche me dejó tirada.
—¿Qué ibas a decir? —pregunta Dany.
—Me dijo que iba a venir, pero no se presentó.
—Qué cabrona. —Sacude la cabeza.
—Lo sé, y ¿sabes qué es lo peor? Que lo habíamos pasado
realmente bien en nuestra cita, y creía que iba a empezar a tratarme como
una prioridad.
Cuando la miro, los ojos de Dany están cargados de compasión.
—Pero prefirió quedarse en una fiesta a ir a verte —añade.
—Sí... —No sé qué otra cosa decir.
—Creo que eso demuestra qué clase de persona es, y que no va a
cambiar.
«¿Tendrá razón?»
—Lo sé. Es sólo que me habría gustado que hubiese hablado conmigo
o que me hubiese dicho que no quería venir en lugar de dejarme ahí
plantada durante horas, esperándola.
Mis dedos empiezan a juguetear con los bordes de la mesa, y a pelar
la madera desportillada.
—Creo que no deberías decirle nada al respecto. Si creyera que
mereces la pena, habría aparecido en lugar de dejarte esperando.
—Sé que tienes toda la razón, pero ése es el principal problema:
que nunca hablamos las cosas. Llegamos a nuestras propias conclusiones y acabamos gritándonos hasta que uno de los dos se marcha —explico.
Sé que Dany sólo intenta ayudar, pero quiero que Brittany me explique, a
la cara, por qué pasar el rato con unas strippers era más importante que yo.
—Creía que ya no teníais una relación... —repone ella.
—La tenemos..., bueno, no, pero...
Ni siquiera sé cómo explicarlo. Estoy mentalmente agotada, y a veces
la presencia de Dany me confunde más todavía.
—Eso depende de ti, pero ojalá dejaras de malgastar el tiempo con ella.
—Suspira y se levanta del sofá.
—Lo sé —susurro, y miro mi teléfono para ver si tengo algún mensaje
de Brittany. No hay ninguno.
—¿Tienes hambre? —me pregunta Dany entonces desde la cocina, y
oigo cómo su lata vacía impacta contra el cubo de la basura
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 111
Brittany
Este apartamento está vacío de la hostia. Detesto estar aquí sentada sin ella. Echo de menos que apoye las piernas en mi regazo cuando estudia y lanzarle miradas furtivas mientras finjo trabajar. Echo de menos que me pinche en el brazo con el boli insistentemente hasta que se lo quito y lo sostengo por encima de su cabeza. Entonces se hacía la enfadada, pero sé que sólo me estaba provocando para que le prestara atención. Cuando se subía a mi regazo para quitarme el objeto de las manos, la cosa siempre acababa de la misma manera, siempre, lo cual, obviamente, me encantaba.
—Joder —digo en voz alta, y dejo la carpeta de anillas a un lado. No
he conseguido hacer nada hoy, ni ayer, ni en las últimas dos semanas.
Aún me cabrea que no me contestara anoche, pero necesito verla más
que todas las cosas. Estoy segura de que estará en casa de mi padre, así que debería pasarme por allí y hablar con ella. Si la llamo, puede que no
conteste, y eso sólo alimentará mi ansiedad, así que mejor me acercaré allí. Sé que se supone que tengo que darle espacio, pero, en serio..., a la
mierda el espacio. A mí no me está funcionando, y espero que a ella
tampoco.
Cuando llego a casa de mi padre son casi las siete y veo que el coche
de Santana no está.
«Pero ¿qué coño...?»
Habrá ido a comprar o a la biblioteca con Ryder o alguna otra cosa
por el estilo. Sin embargo, cuando entro me encuentro a mi hermanastro
sentado en el sofá con un libro de texto sobre las piernas. Genial.
—¿Dónde está? —le pregunto en cuanto irrumpo en el salón.
Estoy a punto de sentarme a su lado, pero al final decido quedarme de
pie. Se me haría raro de cojones sentarme con él.
—No lo sé, hoy no la he visto —responde levantando apenas la
mirada de sus libros.
—¿Has hablado con ella? —le pregunto.
—No.
—¿Por qué no?
—¿Por qué iba a hacerlo? No todo el mundo la acosa —me dice con
una sonrisa en la cara.
—Vete a la mierda —resoplo.
—No sé dónde está, de verdad —asegura.
—Bien, entonces supongo que la esperaré aquí.
Entro en la cocina y me siento sobre la encimera. Que ahora me lleve
algo mejor con Ryder no significa que vaya a quedarme ahí a mirar cómo
hace los deberes.
Delante de mí hay una masa de chocolate con unas velas encima con
el número «13». ¿Es la tarta de cumpleaños de alguien?
—¡¿Para quién es esta mierda de tarta?! —grito. No se distingue el
nombre, si es que es un nombre lo que pone con glaseado blanco.
—Esa mierda de tarta era para ti —me responde Karen.
Cuando me vuelvo, veo que me mira con una sonrisa sarcástica.
Ni siquiera la había visto entrar.
—¿Para mí? Pone «13».
—Eran las únicas velas que tenía, y a Santana le hizo gracia —me dice.
Su tono me indica que algo no va bien. ¿Está enfadada o algo?
—¿Santana? No entiendo nada.
—La hizo anoche para ti mientras te esperaba.
Miro la espantosa tarta y me siento como una auténtico estupida. ¿Por
qué iba a prepararme una tarta si ni siquiera me había pedido que viniera?
Nunca entenderé a esa chica. Cuanto más miro la tarta, más encantadora
me parece. Admito que no te entra por los ojos precisamente, pero puede
que anoche, recién hecha, sí que fuera bonita.
Me la imagino riéndose mientras colocaba las velas con la edad
equivocada en la cobertura de chocolate. Me la imagino lamiendo la masa
de la cuchara y arrugando la nariz mientras escribía mi nombre.
Ella me preparó una jodida tarta y yo me fui a esa mierda de fiesta.
¿Se puede ser más estupida?
—¿Adónde ha ido? —le pregunto a Karen.
—No tengo ni idea, y no sé si va a venir a cenar.
—¿Puedo quedarme? —le pregunto.
—Por supuesto que puedes. Eso ni se pregunta. —Se vuelve con una
sonrisa.
Su sonrisa es un reflejo perfecto de su carácter. Debe de pensar que
soy una imbecil, y a pesar de ello me sonríe y me invita a quedarme en
su casa. Para cuando llega la hora de cenar, estoy desesperada. No paro de revolverme en mi asiento y de mirar por la ventana cada pocos segundos. Considero llamarla mil veces hasta que me conteste. Me estoy volviendo loca. Mi padre habla con Ryder sobre la próxima temporada de béisbol; ojalá cerraran la puta boca.
«¿Dónde cojones está?»
Al final, saco mi teléfono para mandarle un mensaje, y justo en ese
momento oigo que se abre la puerta. Me pongo de pie al instante y todo el
mundo me mira.
—¿Qué? —les espeto, y me dirijo al salón.
Siento un alivio tremendo cuando la veo entrar cargando un montón
de libros y lo que parece la cartulina de una presentación en las manos.
En cuanto me ve, los objetos empiezan a caérsele al suelo. Corro para
ayudarla a recogerlos.
—Gracias. —Me quita los libros de las manos y empieza a subir la
escalera.
—¿Adónde vas? —le pregunto.
—A dejar mis cosas... —Se vuelve para responder, pero me da la
espalda otra vez.
Cualquier otro día habría empezado a decirle de todo por no cogerme
el teléfono pero, por una vez, quiero saber qué le pasa sin gritar.
—¿Vas a cenar aquí? —le pregunto.
—Sí —contesta sin volverse siquiera.
Me muerdo la lengua y regreso al comedor.
—Bajará enseguida —digo, y juraría que he visto a Karen sonreír,
pero el gesto desaparece de su rostro en cuanto la miro.
Los minutos se me hacen horas hasta que Santana por fin toma asiento a
mi lado en la mesa. Espero que el hecho de que se haya sentado junto a mí sea una buena señal.
Minutos después, sin embargo, me doy cuenta de que no es así, ya que
no me ha dirigido la palabra y apenas ha comido nada.
—Ya tengo todo el papeleo del traslado a la NYU solucionado,
todavía no me lo creo —dice Ryder, y su madre sonríe con orgullo.
—Allí no tendrás descuento por ser familia —bromea mi padre, pero
sólo se ríe su mujer.
Santanay Ryder sonríen y fingen reír por educación, pero sé que no les
hace gracia. Cuando mi padre lleva la conversación de nuevo hasta los deportes, encuentro el momento para hablar con Santana.
—He visto la tarta... No sabía que... —empiezo a susurrar.
—Déjalo. Ahora, no, por favor. —Frunce el ceño y señala con la mano
a los demás.
—¿Después de cenar? —pregunto, y ella asiente.
Me pone de los nervios ver cómo picotea la comida. Me dan ganas de
meterle el tenedor lleno de patatas en la boca. Por eso tenemos problemas, porque sueño despierta con obligarla a comer a la fuerza. Mi padre no para de intentar que conversemos todos hablando de cosas triviales y haciendo bromas sin gracia. Hago todo lo posible por hacer como si no estuviera y termino de cenar.
—Estaba delicioso, cariño —elogia mi padre a Karen cuando ella
comienza a recoger la mesa. Después mira a Santana, y luego a su mujer otra vez.
—. Cuando termines con eso, ¿qué tal si os llevo a Ryder y a ti a
comer un helado a Dairy Queen? Hace tiempo que no vamos...
Karen asiente con fingido entusiasmo, y Ryder se pone en pie para
ayudarla.
—¿Podemos hablar, por favor? —me pregunta Santana para mi sorpresa
cuando se levanta.
—Sí, claro —asiento.
La sigo hasta el piso de arriba, hasta el que es ahora su cuarto. No
estoy segura de si me va a gritar o a llorar cuando la veo que cierra la
puerta en el momento en que entro.
—He visto la tarta... —Decido intervenir primero.
—¿Ah, sí? —dice como sin interés, y se sienta en el borde de la cama.
—Sí... Ha sido... muy amable por tu parte.
—Ya...
—Siento haber ido a la fiesta en vez de pedirte que pasaras mi
cumpleaños conmigo.
Santana cierra los ojos durante unos segundos y respira hondo antes de
volver a abrirlos.
—Vale —dice con voz monótona.
Su manera de mirar por la ventana sin emoción alguna en el rostro me
pone los pelos de punta. Es como si alguien le hubiera absorbido la vida...
Y alguien lo ha hecho.
Yo. —Lo siento mucho. No sabía que quisieras verme, dijiste que tenías
cosas que hacer.
—¿Cómo pudiste pensar eso? Estuve esperándote durante dos horas.
Me dijiste que tardarías media hora. —Su voz sigue sin denotar emoción, y se me empieza a erizar el vello de la nuca al escucharla.
—¿De qué estás hablando?
—Me dijiste que vendrías, y no lo hiciste. Así de simple.
—Ojalá me estuviera gritando.
—Yo no te dije que fuese a venir. Te pregunté si querías venir a la
fiesta, te mandé un mensaje y te intenté llamar, pero no me contestaste ni a una cosa ni a la otra.
—Vaya. Debías de estar muy borracha —dice lentamente.
Me acerco y me coloco delante de ella.
Santana ni siquiera me mira. Su mirada perdida me resulta perturbadora.
Estoy acostumbrada a su ira, a su cabezonería, a sus lágrimas... pero a esto no.
—¿Qué quieres decir? Te llamé...
—Sí, a medianoche.
—Sé que no soy tan lista como tú, pero la verdad es que ahora mismo
estoy totalmente confundida —le digo.
—¿Por qué cambiaste de idea? ¿Por qué no viniste al final? —me
pregunta.
—No sabía que tenía que venir. Te escribí y te puse «Hola», pero no
me contestaste.
—Sí te contesté, y tú a mí. Me dijiste que no te estabas divirtiendo y
me preguntaste si podías venir.
—No es verdad. —«¿Bebió ella anoche?»
—Claro que sí —replica.
Sostiene el teléfono en el aire y se lo quito de las manos.
Una mierda. ¿Puedo ir a verte?
Sí. ¿Cuánto tardas?
Media hora
«Pero ¿qué coño...?»
—Yo no envié esos mensajes —me apresuro a decir. Intento
reproducir la noche entera en mi mente. Ella no dice nada y se limita a
mirarse las uñas—. Santana, si hubiera pensado por un segundo que me
estabas esperando, habría venido para estar contigo.
—¿Me estás diciendo en serio que no me escribiste cuando acabo de
demostrarte que sí lo hiciste? —dice con incredulidad, casi riéndose.
Necesito que me grite. Al menos cuando me grita sé que le importo.
—Te digo que no fui yo —le ladro.
Ella se queda en silencio unos instantes.
—Entonces ¿quién lo hizo? —dice al cabo.
—No lo sé... Joder, no lo sé... ¡Dany! ¡Claro! ¡Fue la puta Dany!
Ese cabróna me devolvió el teléfono cuando me lo dejé en el sofá. Le
escribiría a Santana haciéndose pasar por mí para que se pasara la noche
esperándome.
—¿Dany? ¿En serio vas a culpar a Dany de esto?
—¡Sí! ¡Eso es justo lo que voy a hacer! Se sentó en el sofá cuando yo
me levanté, y después me devolvió mi teléfono. Sé que fue ella, Santana—le digo.
Sus ojos destellan con confusión, y por un segundo sé que me cree,
pero sacude la cabeza.
—No sé si... —Parece estar hablándose a sí misma.
—Yo jamás te diría que voy a venir para luego no aparecer, San. Me
he estado esforzando mucho, muchísimo, para demostrarte que puedo
cambiar. No te dejaría plantada así, ya no. Esa fiesta era un asco, y me
sentía como una mierda allí sin ti...
—¿Ah, sí? —Sube el tono y se levanta de la cama.
«Allá va.»
—¡¿Te sentías como una mierda rodeado de strippers?! —chilla.
«Mierda.»
—¡Sí! ¡Me largué en cuanto aparecieron! Un momento..., ¿cómo
sabes lo de las strippers?
—Y ¿eso qué importa? —me desafía.
—¡Claro que importa! Te lo ha dicho ella, ¿verdad? ¡Te lo ha dicho
Dany! ¡Te está llenando la cabeza de mierda para ponerte en mi contra! —le grito.
Sabía que tramaba algo, pero no pensé que fuese a caer tan bajo. Le
mandó mensajes desde mi teléfono y después los eliminó. ¿Es tan cabrona como para volver a entrometerse en mi relación? Voy a buscar a esa niña y...
—¡No es verdad! —chilla interrumpiendo mi ira.
«¡Hostia puta!»
—Vale, llamemos a tu querida Dany y preguntémosle.
Cojo su teléfono de nuevo y busco su nombre. Lo tiene en su lista de
favoritos. Maldita sea, quiero estampar el teléfono contra la puta pared.
—¡No la llames! —me ruge, pero no le hago caso.
No contesta. ¡Cómo no!
—¿Qué más te ha contado? —Estoy que echo humo.
—Nada —miente.
—Mientes fatal, Santana. ¿Qué más te ha contado?
Se cruza de brazos y me fulmina con la mirada. Yo espero su respuesta.
—¿Y bien? —insisto.
—Que estuviste con Jace la noche que me quedé en su casa.
Mi furia amenaza con sacar lo peor de mí.
—¿Quieres saber quién se relaciona con Jace, Santana? ¡la puta Dany!
Salen todo el tiempo. Fui allí para preguntarle por vosotros dos, ya que
parece que de repente ahora quieres cohabitar con ella.
—¿«Cohabitar con ella»? ¡No estaba cohabitando con nadie! ¡Me quedé
allí esas noches porque disfruto de su compañía y siempre me trata bien!
¡No como tú! —Da un paso hacia mí.
Quería que me gritase, y ahora no para, pero prefiero esto a verla ahí
parada, como si todo le importara una mierda.
—No es tan bueno como crees, Santana. ¿Es que no lo ves? Te está
llenando la cabeza de mierda para conseguirte. Quiere follarte, eso es todo.
No te lo creas tanto y pienses que... —Me detengo. Quería decir la parte
sobre Dany, no el resto.
—. No pretendía decir eso último —digo intentando avivar su ira, no su tristeza.
—Por supuesto que no. —Pone los ojos en blanco.
No me puedo creer que estemos teniendo esta discusión sobre Dany.
Esto es una puta mierda. Le dije que se alejara de ella, pero es una cabezota y nunca escucha lo que le digo.
Al menos me ha dicho que no se acostó con ella cuando se quedó en su
casa esa... ¿«esas noches»?
—¿Cuántas noches te has quedado en su casa? —le pregunto,
esperando haber oído mal.
—Ya lo sabes. —Su cabreo aumenta a cada segundo que pasa, y el
mío también.
—¿Podemos, por favor, intentar hablar de esto con calma? Porque
estoy a punto de perder los papeles y eso no nos va a traer nada bueno a
nadie —pido juntando los dedos para mostrar a qué me refiero.
—Lo he intentado, pero tú...
—¡¿Te quieres callar un momento y escucharme?! —grito, y me paso
los dedos por el pelo.
Y, para mi sorpresa, hace justo lo contrario de lo que pensaba que iba
a hacer. Se dirige a la cama, se sienta y cierra el pico.
No sé qué decir ni cómo empezar, porque no esperaba que de verdad
quisiera escucharme.
Me acerco y me quedo delante de ella, que levanta la vista y me mira
con una expresión difícil de interpretar. Me paseo de un lado a otro unos
segundos y entonces me detengo para hablar.
—Gracias. —Suspiro con alivio y frustración—. A ver..., todo esto es
muy retorcido. Pensaste que te había pedido venir a verte y que después te dejé plantada. No obstante, ya deberías saber que yo no haría eso.
—¿Ah, sí? —me interrumpe.
No sé cómo espero que lo sepa después de todo lo que le he hecho.
—Tienes razón..., pero cállate —digo, y pone los ojos en blanco—. La
fiesta fue una puta mierda —continúo—, y si tú no hubieses querido que
fuera, no habría ido. No bebí nada. Bueno, en realidad me tomé una copa,
pero eso fue todo. No hablé con ninguna otra chica, apenas hablé con
Kitty, y desde luego no estuve de fiesta con las strippers. ¿Por qué
cojones iba a querer estar con una strippers cuando te tengo a ti?
Su mirada se suaviza y ya no me observa como si quisiera cortarme la
maldita cabeza. Algo es algo.
—Bueno, no te tengo..., pero estoy intentando recuperarte —digo—.
No quiero estar con nadie más. Y, lo que es más importante, tampoco
quiero que tú lo estés. No sé por qué narices te fuiste con Dany, sé que te
trata bien y bla, bla, bla..., pero es mala persona.
—No ha hecho nada para hacerme pensar eso, Brittany —insiste.
—Te mandó mensajes desde mi teléfono fingiendo que era yo. Y te
dijo adrede lo de las strippers...
—No sabes si fue ella quien me mandó los mensajes. Y la verdad es que
me alegro de saber lo de las strippers.
—Te lo habría contado yo si me hubieras contestado cuando te llamé.
No tenía ni idea de qué pasaba, ni sabía que me habías preparado una tarta ni que me estabas esperando. Ya es bastante difícil conseguir que veas que estoy haciendo un esfuerzo como para que venga ella a interponerse entre nosotras y a meterte estas ideas en la cabeza.
Ella se queda callada.
—¿Adónde nos lleva esto, Santana? Necesito saberlo porque toda esta
situación me está matando, y no puedo seguir dándote espacio.
Me arrodillo delante de ella y mis ojos encuentran los suyos mientras
aguardo una respuesta.
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 112
Santana
No sé qué hacer ni qué decirle a Brittany en estos momentos.
Una parte de mí sabe que no me está mintiendo con respecto a lo de
los mensajes, pero no creo que Dany fuera capaz de hacerme eso. Acabo de hablar con ella sobre todo lo que ha ocurrido con Brittany y se ha mostrado tan amable y comprensiva...
Pero Brittany es como es.
—¿Puedes darme una respuesta? —me insiste, aunque con voz suave y pausada.
—No lo sé. Yo también estoy harta de esta situación. Es agotador, y no puedo más. De verdad que no puedo —le digo.
—Pero yo no he hecho nada malo. Estábamos bien hasta ayer, y nada
de lo que ha pasado es culpa mía. Sé que siempre lo es, pero esta vez no.
Lamento no haber pasado mi cumpleaños contigo. Sé que debería haberlo
hecho, y lo siento —dice Brittany.
Apoya las palmas de las manos en los muslos mientras se postra de rodillas delante de mí, no suplicándome como antes, sino esperando.
Si me está diciendo la verdad y no fue ella quien me mandó los mensajes, cosa que creo, esto ha sido sólo un malentendido.
—Pero ¿cuándo va a parar todo esto? Ya me he cansado. Lo pasé genial en nuestra cita, pero luego no quisiste entrar cuando te lo pedí. —
Me ha estado preocupando el hecho de que rechazara mi invitación, pero no quería sacar el tema.
—No quise entrar porque estaba intentando darte espacio, siguiendo el consejo de Ryder. Está claro que se me da fatal, pero creía que si te concedía un poco de espacio tendrías tiempo para pensar en todo esto y te pondría las cosas más fáciles —me dice.
—No me resulta más fácil, pero no se trata sólo de mí. También se trata de ti —le digo.
—¿Qué? —pregunta confundida.
—Que no soy la única en esta situación. Para ti también debe de ser
agotador.
—¿A quién le importa una mierda lo que me pase a mí? Yo sólo quiero que tú estés bien y que sepas que de verdad estoy haciendo un esfuerzo.
—Lo sé.
—¿Qué sabes? ¿Que me estoy esforzando? —pregunta.
—Eso, y a mí sí me importa lo que te pase —le contesto.
—Entonces ¿qué hacemos, Santana? ¿Estamos bien ahora? ¿Vamos en
la buena dirección? —Levanta la mano y la coloca en mi mejilla.
Me mira esperando mi aprobación, y no la detengo.
—¿Por qué estamos tan locas las dos? —susurro cuando me acaricia
el labio inferior con el pulgar.
—Yo no lo estoy. Pero tú sí, desde luego. —Sonríe.
—Tú estás más loca que yo —replico, y ella se acerca entonces lentamente.
Estoy cabreada con Brittany por hacer que la estuviera esperando anoche, aunque se supone que ella no tuvo nada que ver con eso. Me fastidia ver que no acabamos de llevarnos bien, pero esos sentimientos no son nada en comparación con lo mucho que la echo de menos. Echo de menos nuestra cercanía. Echo de menos ver cómo cambia su mirada cuando me mira. Tengo que admitir mis faltas y mi responsabilidad en todo este desastre. Sé que soy una cabezota, y que pensar siempre lo peor de ella no ayuda después de lo mucho que sé que se está esforzando. No estoy preparada para tener una relación con ella, pero no tengo motivos para estar enfadada por lo de anoche. O, al menos, eso espero. No sé qué pensar, pero no quiero pensar en estos momentos.
—No —susurra con su boca apenas a unos centímetros de la mía.
—Sí.
—Cállate.
Pega los labios a los míos con extrema precaución. Apenas me rozan
mientras coloca las manos en mis mejillas.
Su lengua tantea mi labio inferior y me quedo sin respiración. Abro ligeramente la boca para intentar tomar algo de aire, pero no hay. No hay nada. Sólo ella. Tiro de su camiseta para levantarla del suelo, pero ella no cede y continúa besándome lentamente. Su ritmo insoportablemente lento me está volviendo loca, y me levanto del borde de la cama para reunirme con ella en el suelo. Sus brazos envuelven mi cintura y los míos hacen lo propio con su cuello. Intento empujarla hacia atrás para subirme encima de ella pero, una vez más, no cede.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Nada, es que no quiero llegar demasiado lejos.
—¿Por qué no? —le pregunto pegada a sus labios.
—Porque tenemos mucho que hablar, no podemos meternos en la cama sin resolver nada.
«¿Qué?»
—Pero no estamos en la cama. Estamos en el suelo. —Parezco desesperada.
—Santana... —Me aparta de nuevo.
Me rindo. Me levanto y vuelvo a sentarme en la cama. Ella me mira con unos ojos como platos.
—Sólo estoy intentando hacer lo correcto, ¿vale? —dice—. Quiero
follar contigo, te lo aseguro. Joder, vaya si quiero. Pero...
—Tranquila. Deja de hablar de ello —le ruego.
Sé que probablemente no sea muy buena idea, pero no pretendía que nos acostásemos sí o sí. Sólo quería estar más cerca de ella.
—Santana.
—Déjalo, ¿vale? Ya lo he pillado.
—No, es obvio que no —dice con frustración, y se pone de pie.
—Esto no se va a solucionar nunca, ¿verdad? Las cosas siempre serán así entre nosotras. Ahora sí y ahora no, te cojo y te dejo. Tú me deseas, pero cuando yo te deseo, me apartas —digo esforzándome por no llorar.
—No..., eso no es verdad.
—Pues es lo que parece. ¿Qué quieres de mí? Quieres que crea que estás intentando demostrar que puedes cambiar por mí, y luego ¿qué?
—¿Qué quieres decir?
—¿Después de eso qué va a pasar?
—No lo sé... Todavía no hemos llegado a ese punto siquiera. Quiero seguir saliendo contigo y hacerte reír en vez de llorar. Quiero que me quieras otra vez. —Tiene los ojos vidriosos y no deja de parpadear.
—Te quiero muchísimo —le aseguro—. Pero con eso no basta,
Brittany. El amor no lo puede todo como pretenden hacerte creer las novelas. Siempre hay muchas complicaciones, y esas complicaciones están ganándole la batalla al amor que siento por ti.
—Lo sé. Las cosas son complicadas, pero no será siempre así. No somos capaces de llevarnos bien ni un día entero, nos gritamos y nos peleamos y después dejamos de hablarnos como si tuviésemos cinco años. Actuamos por despecho y decimos lo que no queremos decir.
Complicamos cosas que no tienen por qué ser complicadas, pero podemos solucionarlo.
No sé adónde nos lleva esto. Me alegro de que Brittany y yo estemos
manteniendo una discusión bastante civilizada sobre todo lo que ha
sucedido, pero no puedo pasar por alto el hecho de que no apoyará mi decisión de ir a Seattle.
Iba a decírselo, pero tengo miedo de que, si lo hago, vaya a hablar con Christian otra vez y, sinceramente, si Brittany y yo vamos a seguir intentando reconstruir nuestra relación o lo que sea que estamos haciendo, eso sólo complicará más las cosas.
Si realmente somos capaces de hacer que esto funcione, no importará si estoy aquí o a dos horas de distancia. No me educaron para que dejara que ningún hombre o mujer dictara mi destino, por muy profundo que sea mi amor por ella.
Sé perfectamente lo que sucederá: se pondrá hecho una furia y saldrá corriendo a buscar a Christian, o a Dany. Sobre todo a Dany.
—Si finjo que las últimas veinticuatro horas no han pasado, ¿me prometes una cosa? —le pregunto.
—Lo que quieras —se apresura a contestar.
—No le hagas daño.
—¿A Dany? —pregunta con tintes de odio en la voz.
—Sí, a Dany —le aclaro.
—No, de eso nada. No voy a prometerte eso.
—Has dicho... —empiezo.
—No, no vayas por ahí. Está causándonos muchísimos problemas y no pienso quedarme de brazos cruzados. Ni de coña. —Comienza a pasearse de un lado a otro.
—No tienes ninguna prueba de que haya sido ella, Brittany. Y pelearos no va a solucionar nada. Deja que hable con ella y...
—¡No, Santana! Ya te he dicho que no quiero que te acerques a ella. No voy a volver a repetírtelo —ruge.
—No vas a decirme con quién puedo o no hablar, Brittany.
—¿Qué más pruebas necesitas? ¿No te basta con el hecho de que te escribiera desde mi móvil?
—¡No fue ella! Ella no haría algo así. No creo que fuera capaz. ¿O sí?
De todos modos, pienso preguntárselo, pero no me la imagino haciéndome eso.
—Eres literalmente la persona más ingenua que he conocido en mi vida —replica—, y me jode un montón.
—¿Podemos dejar de discutir, por favor?
Me siento de nuevo en la cama y entierro el rostro entre las manos.
—Pues dime que te mantendrás alejada de ella.
—Pues dime que no te pelearás con Dany otra vez —le contesto.
—Si accedo, ¿te mantendrás alejada de ella?
No quiero dar mi brazo a torcer, pero tampoco quiero que Brittany le
pegue. Todo esto me está dando dolor de cabeza.
—Sí.
—Y cuando digo que te mantengas alejada de ella me refiero a nada de contacto en absoluto. Ni mensajes, ni visitas al edificio de ciencias..., nada
—dice.
—¿Cómo sabes que he estado allí? —le pregunto. ¿Acaso me ha visto entrar?
Se me acelera el corazón al pensar que Brittany me vio entrar con Dany
en el invernadero lleno de esas flores luminosas.
—Blaine me dijo que te había visto.
—Ah.
—¿Hay algo más que quieras decirme, ahora que aún seguimos hablando de Dany? Porque esta conversación se ha terminado. No quiero volver a oír ni una palabra más acerca de ella —dice Brittany.
—No —miento.
—¿Estás segura? —insiste.
No quiero contárselo, pero debo hacerlo. No puedo esperar honestidad por su parte si yo no le pago con la misma moneda.
Cierro los ojos.
—La he besado —susurro con la esperanza de que no me haya oído.
Sin embargo, cuando tira los libros del escritorio, sé que sí lo ha hecho.
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 113
Santana
Abro los ojos y miro a Brittany desde la cama, pero ella no me devuelve la
mirada. Creo que apenas es consciente de que existo. Sus ojos están fijos
en los libros que ha tirado al suelo y tiene los puños cerrados a los lados.
—La he besado, Brittany —digo para hacer que vuelva conmigo desde
dondequiera que esté.
En lugar de mirarme, se golpea varias veces la frente con frustración y
mi mente intenta buscar una explicación que darle.
—Yo..., tú... ¿Por qué? —balbucea.
—Creía que te habías olvidado de mí..., que ya no me querías. Y ella
estaba ahí y... Mi explicación no es justa, y lo sé. Pero no sé qué otra cosa decir. Mi mente ordena a mis pies que se acerquen a ella, pero éstos no hacen caso y permanezco sentada en la cama.
—¡Deja de decir esa mierda! ¡Deja de decir que ella estaba ahí! ¡Te juro
por lo que más quieras que como vuelva a oírlo otra puta vez...!
—¡Vale! Lo siento, lo siento, Brittany. Estaba dolida y confundida. Y ella
no paraba de decir todas las cosas que yo necesitaba que tú me dijeras...
—¿Qué te decía?
No quiero repetir nada de lo que Dany me ha dicho, no delante de Britt.
—Brittany... —Me aferro a la almohada como anclaje.
—¡¿Qué te decía?! —grita.
—Sólo me decía lo que habría pasado si hubiera ganado ella la apuesta,
si hubiera salido con ella en lugar de contigo.
—Y ¿qué pensaste?
—¿Qué?
—¿Que qué pensaste al oír toda esa mierda? ¿Es eso lo que quieres?
¿Quieres estar con ella en vez de conmigo?
Está a punto de estallar, y sé que está intentando controlarse con todas
sus fuerzas, pero el vapor no para de aumentar la presión.
—No, no es eso lo que quiero.
Me levanto de la cama y camino hacia ella con pies de plomo.
—No. No te acerques a mí. —Sus palabras me detienen en el acto.
—¿Qué más has hecho con ella? ¿Has follado con ella? ¿Le has comido el coño? Me alegro inmensamente de que no haya nadie en casa para oír las asquerosas acusaciones de Brittany.
—¿Qué? ¡No! Sabes perfectamente que no. No sé en qué pensaba
cuando la besé, fui una estúpida y me sentí muy mal cuando me
abandonaste.
—¿Que yo te abandoné? ¡Fuiste tú la que me dejó! ¡Y ahora me entero
de que ibas por el campus pavoneándote como una cualquiera! —grita.
Quiero llorar, pero no tengo derecho. Sé que está muy herida y
enfadada.
—Sabes que no lo decía en ese sentido, y no me insultes —digo
apretando el respaldo de la silla del escritorio.
Brittany me da la espalda y me deja sola con mi sentido de
culpabilidad. No quiero ni imaginar cómo me sentiría si hubiera sido ella
quien hubiese hecho esto durante los peores momentos de mi vida. No
pensé en cómo se sentiría cuando lo hice. Di por hecho que ella estaba
haciendo lo mismo.
No quiero seguir presionándola. Sé que cuando está así le cuesta
controlar su temperamento, y se está esforzando mucho para hacerlo.
—¿Quieres que me vaya y te deje a solas? —pregunto débilmente.
—Sí.
No quería que su respuesta fuera afirmativa, pero hago lo que me pide
y salgo de la habitación. Ella no se vuelve.
No sé qué hacer, de modo que me apoyo contra la pared del pasillo.
En cierto modo preferiría que me gritara y me exigiera que le explicara por
qué hice lo que hice en lugar de quedarse mirando por la ventana y pedirme que me marche.
Puede que ése sea nuestro problema: ambas somos adictas al
dramatismo de nuestros desacuerdos. No creo que eso sea cierto; hemos
avanzado mucho desde los comienzos de nuestra relación, incluso a pesar de que nos hemos pasado más tiempo peleándonos que en paz. La mayoría de las novelas que he leído me llevan a pensar que las discusiones surgen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, que una simple disculpa acabará con cualquier problema y que todo se solucionará en cuestión de minutos.
Las novelas mienten. Puede que por eso me gusten tanto Cumbres
borrascosas y Orgullo y prejuicio; ambas son tremendamente románticas a
su manera, pero revelan la realidad que se esconde detrás del amor ciego y de las promesas para toda la vida.
Ésta es la realidad. Vivimos en un mundo en el que todos cometemos
errores, incluso la chica ingenua que suele ser víctima del temperamento y
la falta de sensibilidad de un chico. Nadie es del todo inocente en esta vida, nadie. Y aquellos que se creen perfectos son los peores.
Oigo un golpe en la habitación y me llevo la mano a la boca cuando lo
sigue otro y otro más. Brittany está destrozando el cuarto. Sabía que lo
haría. Debería detenerla y evitar que siga destruyendo la propiedad de su
padre pero, sinceramente, me da miedo hacerlo. No temo que me haga
daño físicamente, sino las palabras que pueda llegar a decir en ese estado.
Sin embargo, no puedo permitirme tener miedo. Puedo con esta situación.
Yo...
—¡¡¡Joder!!! —grita, y entro en el dormitorio.
Me alegro de que Ken se haya ido con Karen y Ryder a tomar el
postre fuera, pero ojalá hubiera alguien aquí para ayudarme a detenerla.
Brittany tiene un trozo de madera en la mano. Cuando veo una silla
tirada junto a su pie deduzco que se trata de una pata de la misma. Arroja
por el aire la madera oscura y sus ojos azules refulgen con ira al verme.
—¿Qué parte de «déjame sola» no has entendido, Santana?
Respiro hondo y permito que sus palabras furiosas me resbalen.
—No voy a dejarte sola. —Mi voz no transmite la determinación que
pretendía.
—Lárgate. Te lo digo por tu bien —me amenaza.
Camino hacia ella y me detengo a un par de pasos. Brittany intenta
retroceder, pero la pared se lo impide.
—No vas a hacerme daño —respondo a su vacía amenaza.
—Eso no lo sabes. Ya te lo he hecho antes.
—No a propósito. Tu conciencia no te dejaría vivir si lo hicieras. Lo
sé.
—¡No tienes ni puta idea de nada! —chilla.
—Habla conmigo —digo con calma. Tengo el corazón en un puño
mientras veo cómo cierra los ojos y los abre de nuevo.
—No tengo nada que decirte. Ya no te quiero —replica con voz
entrecortada.
—Claro que me quieres.
—No, Santana. No quiero tener nada que ver contigo. Puedes irte con ella.
—No quiero estar con Dany. —Trato de no dejar que sus duras palabras
me afecten.
—Está claro que sí.
—No. Sólo te quiero a ti.
—¡Y una mierda! —Golpea la pared con la mano abierta. Me
sobresalto ligeramente, pero no me muevo—. ¡Lárgate, Santana!
—No, Brittany.
—¿No tienes nada mejor que hacer? Vete con Dany. Vete a follar con
ella, me importa una mierda. Yo haré lo mismo, créeme. Me marcharé y me follaré a todas las tías que se me pongan por delante.
Se me llenan los ojos de lágrimas, pero ella no les presta atención.
—Sólo dices esas cosas porque estás furiosa, no las piensas de verdad.
Mira alrededor de la habitación como si estuviera buscando algo, lo
que sea, que todavía esté por romper. No queda mucho intacto.
Afortunadamente, la mayoría de los objetos que han sido destruidos son
míos. La cartulina que he comprado para el trabajo de Ryder está hecha
añicos. La maleta llena de libros está tirada en el suelo, y las novelas
esparcidas por la moqueta. Ha arrancado algunas prendas de ropa del
armario, y la silla, por supuesto, también está tirada y rota.
—No quiero ni mirarte..., vete —dice con brusquedad, aunque ahora
con un tono más suave.
—Siento haberla besado, Brittany. Sé que te he hecho daño, y lo siento
mucho. —La miro.
Ella estudia mi rostro en silencio. Me encojo ligeramente cuando su
pulgar me seca las lágrimas que empapan mi rostro.
—No temas —susurra.
—No lo hago —digo susurrando también.
—No sé si voy a poder superar esto —añade respirando de manera
agitada.
Mis piernas flaquean al oírla. Creo que nunca, desde que nos
declaramos nuestro amor, me había planteado que Brittany fuera la que
cortara la relación a causa de una infidelidad. El beso que le di a aquel
desconocido en Nochevieja no tiene nada que ver con esto; se enfadó, y
sabía que me montaría una escena, pero en el fondo también sabía que
pronto se le pasaría. No obstante, esta vez ha sido con Dany, con quien
mantenía una mala relación por mi causa; se han peleado varias veces y sé que ni siquiera soporta que hable con ella.
No creo que volver a tener una relación propiamente dicha con Brittany
sea buena idea ahora mismo, pero nuestros problemas han pasado de ser
por un futuro incierto a esto. Unas lágrimas involuntarias escapan de mis
ojos rebeldes y Brittany frunce más el ceño.
—No llores —me dice, y sus dedos se extienden y descansan contra
mi mejilla.
—Lo siento —exhalo. Una única lágrima cae sobre mis labios, y la
retiro con la lengua—. ¿Aún me quieres? —Necesitaba preguntárselo.
Sé que sí, pero necesito desesperadamente oírselo decir.
—Por supuesto que sí. Siempre te querré —me consuela con voz
tranquilizadora.
Es un sonido curiosamente hermoso: su respiración es agitada y
laboriosa, pero su voz tranquila y suave, como una imagen de olas furiosas rompiendo contra la orilla sin sonido alguno.
—¿Cuándo sabrás lo que quieres hacer? —le digo, temiendo la
respuesta.
Brittany suspira y pega la frente contra la mía. Su respiración empieza
a relajarse ligeramente.
—No lo sé. Parece que soy incapaz de estar sin ti.
—Yo tampoco puedo —le susurro—. Estar sin ti.
—Parece que somos incapaces de solucionar nuestros problemas,
¿verdad?
—Eso parece, sí. —Casi sonrío ante nuestro sosegado intercambio de
palabras después del arrebato de hace unos minutos.
—Ven aquí.
Tira de mis brazos y me estrecha contra su pecho.
Es una sensación maravillosa, como volver a casa después de pasar
una larga temporada fuera, y cuando entierro la cara en su camiseta, su
fragancia calma mi corazón.
—No vuelvas a acercarte a ella —dice con el rostro hundido en mi
cabello.
—De acuerdo —accedo sin pensar.
—Y esto no significa que vaya a dejarlo correr, pero te echo de
menos.
—Lo sé —contesto, pegándome más contra ella hasta que oigo sus
latidos fuertes y rápidos.
—No puedes ir por ahí besándote con la gente cada vez que te
enfadas. No está bien, y no pienso tolerarlo. Tú te pondrías hecha una furia si yo hiciera lo mismo.
Aparto la cabeza de su pecho y observo su rostro hostil. Despego los
dedos del fino tejido de su camiseta y los hundo en sus suaves rizos.
Su mirada es severa, pero sus labios ligeramente entreabiertos me
indican que no me detendrá si tiro de su cabello para atraer su rostro hacia el mío. Si no fuera tan alta, esto sería mucho más fácil. Brittany suspira, me besa y me agarra de la cintura con más fuerza. Sus dedos descienden hasta mis caderas y vuelven a ascender y a rodear mi talle de nuevo.
Mis lágrimas se mezclan con su laboriosa respiración en una letal
combinación de amor y deseo. La quiero infinitamente más de lo que la
deseo, pero ambos sentimientos se funden y se intensifican cuando aparta
la boca de la mía para recorrer mi mandíbula y mi cuello con sus cálidos
labios. Se arrodilla para tener mejor acceso a mi piel y yo apenas puedo
mantenerme de pie mientras me mordisquea suavemente encima de lo que sería el hueso de la clavícula si estuviera tan delgada como la sociedad querría que estuviera.
Empiezo a retroceder hacia la cama y le tiro de la camiseta cuando
intenta protestar. Cede, resoplando, y me da un beso firme en el cuello.
Llegamos a la cama y nos detenemos para mirarnos a los ojos.
No quiero que ninguna de las dos diga nada que pueda fastidiar lo que
hemos empezado, de modo que agarro el borde de mi camiseta y me la
quito por encima de la cabeza. Su respiración se intensifica de nuevo, esta
vez por la necesidad, no por la furia.
Dejo caer la prenda al suelo y alargo la mano para desvestirla a ella. Se
quita la suya y, cuando mis dedos nerviosos pero rápidos le desabrochan el cinturón y deslizan sus vaqueros por sus muslos, se impacienta y usa la
pierna que yo no estoy sosteniendo para acabar de desprenderse de ellos.
Me siento de nuevo en la cama y Brittany hace lo propio sin dejar de
acariciar mi piel desnuda con los dedos. Nuestros labios se unen otra vez y su lengua atraviesa los míos lentamente al tiempo que se coloca sobre mí, apoyando el peso sobre los brazos.
Siento cómo se pone húmeda con tan sólo besarnos. Levanto
ligeramente la cadera de la cama y la pego contra la suya para crear
fricción entre nosotras, lo que provoca que deje escapar un gruñido. Se
baja su braga de un tirón y la deja a la altura de sus rodillas. Mi pelvis se aferra inmediatamente a su cadera y oigo cómo sisea en mi oído. Mi mano
empieza a lubricar su vagina subiendo y bajando alrededor de ella. Me inclino y mi lengua recorre la punta de su clitoris, ansiosa por provocar más sonidos por su parte. Levanto la cabeza para mirarla y uso otra vez mi mano
—Te quiero —le recuerdo cuando gime contra mi cuello.
Desplaza una mano hasta mi pecho y tira sin cuidado de las copas de
mi sujetador para dejar mis senos al descubierto.
—Te quiero —responde por fin—. ¿Estás segura de que quieres
hacerlo, con todo lo que está pasando y teniendo en cuenta que no estamos juntas? —pregunta, y yo asiento.
—Por favor —le ruego.
Acerca la boca a mi pecho y sus manos ascienden por mi espalda para
desabrocharme el sujetador y quitármelo por completo. Noto sus dedos
fríos sobre mi piel. Su lengua, en cambio, está caliente, y lame ávidamente mi pezón atrapado entre sus dientes. Le tiro del pelo y obtengo un leve gemido al tiempo que su boca se desplaza hacia el otro pecho.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 114
Brittany
Con tan sólo mirarla mientras se está desnudando ya estoy preparada para fundirme con ella. Sé que nuestros problemas no se han solucionado, pero necesito esto. Joder, las dos lo necesitamos.
Me bajo los vaqueros hasta los tobillos y me siento en la cama con
ella, con la exasperante chica que me ha robado cada milímetro de mi ser,
de mi cuerpo y de mi alma, y no quiero que me los devuelva. Ni siquiera
me importa lo que haga con ellos. Son suyos. Soy suya.
Se pongo a mil sólo de mirar su cuerpo desnudo. Aparto la boca de
sus preciosas tetas. Ella se tumba boca arriba con las piernas abiertas.
—Quiero verte —le digo.
Ladea la cabeza, algo confundida, de modo que la agarro suavemente
de los brazos y la coloco encima de mí. Me encanta sentir su cuerpo
encima del mío; fue creada para mí.
Santana separa aún más los muslos, menea las caderas y restriega su
humedad contra mi coño. Estoy ansiosa y preparada, pero su manera
de deslizarse sobre mi trazando tentadores círculos con las
caderas me está volviendo loca.
Introduzco la mano entre nosotras y le acaricio el clítoris con el
pulgar. Ella jadea y se agarra a mi cuello con una mano.
Desciende sobre mí y ambas silbamos mientras la penetro. Joder,
echaba de menos esto. Echaba de menos lo nuestro.
—Me encanta sentirte cuando te penetro —le digo, y observo cómo
pone los ojos en blanco de placer.
Comienza a moverse en círculos de nuevo mientras admiro la imagen
que tengo ante mí. Es preciosa y tremendamente sexi. Es exquisita. Jamás he visto nada, ni a nadie, igual. Su pecho es generoso, y sobresale cada vez que menea las caderas. Me encanta ver cómo me monta.
Cada vez se le da mejor lo de estar encima. Recuerdo la primera
ocasión que lo intentó. No lo hizo mal, pero estaba muy nerviosa todo el
tiempo. Ahora está al mando y no podría hacerlo mejor. Es obvio que se
siente cada vez más cómoda con su cuerpo, y me alegro. Es sexi a rabiar, y debería ser consciente de ello.
Levanto las caderas de la cama para recibir sus movimientos. Ella
gime y abre unos ojos como platos.
—Te gusta, ¿verdad, nena? Eres increíble —la estimulo.
La agarro del brazo para inclinarla hacia mí. Por mucho que quiero
observar cómo su cuerpo posee el mío, mi necesidad de besarla es mayor.
Mi boca encuentra la suya y me encanta escuchar sus gemidos cuando la
beso.
—Dime qué sientes —digo pegado a sus labios, y la cojo del culo para
meterle los dedos hasta el fondo.
—Me encanta... Brittany, me encanta —gime, y apoya las manos en mi
pecho para soportar su peso.
—Más rápido, nena.
Levanto la mano y le cojo una teta. Se la aprieto y se retuerce de
gusto, gimiendo.
Segundos más tarde, hace una mueca de dolor y se detiene. Entonces
me mira a los ojos.
—¿Qué pasa? —Intento incorporarme con ella contra mi pecho, sin
apartarla de mí.
—Nada..., es que te he sentido... más profunda, o algo. Te siento
mucho más adentro. —Se ruboriza y su voz es suave y llena de sorpresa.
—Y ¿eso es bueno o malo? —Levanto la mano para colocarle el pelo
detrás de la oreja.
—Es bueno... Muy bueno —dice, y pone los ojos en blanco.
He follado con esta chica muchas veces ya, y todavía hay muchas
cosas sobre el sexo que desconoce. Hacer mamadas no es una de ellas. Eso se le da de maravilla.
Muevo sus caderas de nuevo en un intento de encontrar ese punto otra
vez, el punto que hará que grite mi nombre en cuestión de segundos. Me
encanta cómo me mira mientras las menea, y su forma, que no podría ser
más perfecta. Cuando clava las uñas en mi pecho desnudo sé que he
encontrado el punto. Se tapa la boca con la mano y se muerde la palma
para no gritar mientras elevo las caderas para recibir sus movimientos y
penetrarla más deprisa.
—Voy a hacer que te corras así —exhalo.
Es demasiado perfecta. Cierra los ojos con fuerza y sus movimientos
se vuelven más lentos.
—Vas a correrte ya, ¿verdad? ¿Vas a correrte para mí, nena?
—Brittany... —Gime mi nombre, y es la respuesta correcta.
—Hostia puta. —No puedo evitar maldecir al ver cómo arquea la
espalda y como cierra sus ojos de nuevo.
Clava en mi pecho las uñas de la mano con la que no se está tapando
la boca y siento cómo sus músculos se tensan a mi alrededor. Joder, es
increíble. Altero el ritmo y empiezo a moverme más despacio, aunque me
aseguro de llegar lo más al fondo de ella que puedo con cada embestida.
Sé que le encanta cómo le hablo mientras la follo. Esta vez,
prácticamente grita en su mano mientras nuestros fluidos se mezclan.
—Brittany... —suspira mientras apoya la cabeza en mi pecho jadeando
sin parar.
—Nena... —respondo, y Santana me mira con una sonrisa soñolienta.
Respiro al mismo ritmo que ella y hundo los dedos en la masa de su
cabello rubio, que cubre mi pecho. Sigo cabreado con ella, y con Dany, pero la quiero y estoy intentando demostrarle que estoy cambiando. Es
innegable que nuestra comunicación ha mejorado muchísimo.
Se enfadará conmigo al menos una vez más a causa de Dany, pero tengo
que dejarle claro que Santana es mía y que, como vuelva a tocarla, la mataré.
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 115
Santana
Me recuesto sobre el torso de Brittany para recuperar el aliento. Nuestros
torsos desnudos suben y bajan lentamente debido a nuestro estado de dicha poscoital. No se me ha hecho tan raro como creía. Echaba de menos desesperadamente intimar con ella; sé que puede que hacer el amor tan pronto, antes de haber llegado a ninguna determinación, no sea muy buena idea, pero ahora mismo, mientras sus dedos ascienden y descienden acariciando mi columna, me siento de maravilla.
No puedo dejar de reproducir en mi mente la imagen de su cuerpo
debajo del mío, elevando las caderas del colchón para llenarme por
completo. Nos hemos acostado muchas veces, pero ésta ha sido una de las mejores. Ha sido tan intensa, y sincera, y cargado de deseo..., no, de
necesidad por la otra.
Brittany se ha dejado llevar por su temperamento hace un rato, pero
ahora la miro y sus ojos están cerrados y sus labios ligeramente curvados
hacia arriba.
—Sé que me estás mirando, y tengo que mear —dice, y no puedo
evitar reírme.
—. Arriba. —Me levanta por las caderas y me coloca a su
lado.
Se pasa las manos por el pelo para apartarse un mechón suelto de la
frente mientras recoge su ropa del suelo. Se pone sólo los pantalones y
desaparece de la habitación. Empiezo a vestirme. Mi mirada va
directamente a su camiseta tirada en el suelo y, por costumbre, me agacho para recogerla, pero vuelvo a dejarla donde está. No quiero forzar las cosas ni provocar que se enfade, así que debería ponerme mi propia ropa por ahora. Son casi las ocho, así que me pongo un pantalón de chándal ancho y una camiseta sencilla. Los restos del arrebato de Brittany cubren el suelo, así que me tomo la libertad de empezar a colocarlo todo en su sitio.
Comienzo por la ropa de mis cajones. Cuando regresa a la habitación me
encuentro cerrando la maleta llena de novelas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta.
En una mano sujeta un vaso de agua y una madalena en la otra.
—Sólo estoy recogiendo un poco —respondo en voz baja.
Tengo miedo de que volvamos a empezar a pelearnos otra vez, y no sé
cómo comportarme.
—Ah... —dice, y deja el vaso y el tentempié sobre la cómoda y se
acerca a mí.
—Te ayudo —se ofrece, y recoge la silla rota del suelo.
Trabajamos en silencio para devolver la habitación a su estado
normal. Brittany coge la maleta y se dirige al armario con ella en brazos. En el proceso, casi tropieza con uno de los cojines decorativos de la cama.
No sé si debería ser la primera en hablar, y no sé qué decir. Sé que
sigue enfadada, pero no paro de pillarla mirándome, así que no debe de
estarlo demasiado. Sale de detrás del armario con una bolsa pequeña y una caja de tamaño mediano.
—¿Qué es esto? —inquiere.
«¡Ay, no!»
—Nada —me apresuro a responder, y me acerco corriendo para
intentar quitárselos de las manos.
—¿Son para mí? —pregunta con curiosidad.
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