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EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
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marthagr81@yahoo.es
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 86
Santana
Me estoy hundiendo otra vez. Los recuerdos que compartí con Brittany son
como piedras atadas a mis pies que intentan arrastrarme bajo el agua.
Abro las ventanillas, necesito aire. Dany es muy dulce conmigo, es
amable y comprensiva. Ha aguantado mucho por mí y siempre la he
despreciado. Si pudiera dejar de comportarme como una idiota, podría
intentarlo con ella. Ahora mismo no me imagino en una relación, ni ahora ni
en un futuro inmediato. Pero tal vez con el tiempo... No quiero que Dany
rompa con Rebecca por mi culpa cuando ni siquiera puedo darle una
respuesta, o una pista sobre mi futuro.
Conduzco de vuelta a casa de Ryder más confusa que nunca.
Si pudiera hablar con Brittany, verla una vez más, al menos podría
zanjar el asunto. Si pudiera oírla decir que no le importo, si fuera cruel
conmigo por última vez, entonces podría darle a Dany una oportunidad.
Podría darme a mí misma una oportunidad.
Antes de darme cuenta, cojo el móvil y pulso el botón que llevo
evitando tocar desde el cuarto día. Si me ignora, pasaré página. Si no lo
coge, la ruptura será oficial. Si me dice que lo siente y que podemos
arreglarlo... No. Dejo el móvil en el asiento. He llegado demasiado lejos
como para volver a llamarla, para volver a humillarme.
Pero tengo que saberlo.
Salta el contestador.
—Brittany... —las palabras salen de mi boca a borbotones—. Brittany,
soy Santana. Yo... necesito hablar contigo. Estoy en el coche, y estoy hecha
un lío...
—Rompo a llorar—. ¿Por qué no lo has intentado siquiera?
Dejaste que me marchara sin más y aquí estoy, llamándote y llorándole a
tu buzón de voz. Necesito saber qué nos ha pasado. ¿Por qué esta vez ha
sido distinto? ¿Por qué no seguimos peleando hasta solucionarlo? ¿Por qué
no has luchado por mí? Merezco ser feliz, Brittany... —sollozo, y cuelgo.
¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué me he rendido y la he llamado? Soy
una imbécil. Seguro que se mondará de risa cuando escuche el mensaje.
Seguro que se lo pone a la chica a la que se esté tirando y las dos se
partirán el pecho a mi costa. Me meto en un aparcamiento desierto para
ordenar mis ideas, no quiero tener otro accidente.
Miro el móvil y respiro hondo para dejar de llorar. Han pasado veinte
minutos y no me ha devuelto la llamada. Ni siquiera me ha escrito un
mensaje.
¿Por qué estoy en un aparcamiento vacío a las diez de la noche,
esperando a que me llame? Llevo nueve días luchando conmigo misma
para ser fuerte, y sin embargo aquí estoy, hecha polvo otra vez. No puedo
consentirlo. Saco el coche del parking y vuelvo al apartamento de Dany. Es
evidente que Brittany está muy ocupada y no tiene tiempo para mí, pero Dany
está aquí, es sincera y siempre acude cuando la necesito. Dejo el coche
junto a su camioneta y respiro hondo. Tengo que pensar en mí y en lo que
yo quiero.
Subo corriendo la escalera y, cuando llego delante de la puerta del
apartamento de Dany, siento que estoy en paz conmigo misma.
Golpeo la puerta y espero impaciente a que me abra. ¿Y si es
demasiado tarde y no me abre? Me lo tengo merecido, supongo. No debería
haberla besado con la que está cayendo.
Abre la puerta y se me corta la respiración. Dany sólo lleva unos
pantalones cortos y sosten de deporte; tiene el torso tatuado al descubierto.
—¿Santana? —Está boquiabierta. No me esperaba.
—No... No sé qué puedo ofrecerte, pero quiero intentarlo —le digo.
Se pasa la mano por el pelo negro y respira hondo. Va a rechazarme,
lo sé.
—Perdona, no debería haber venido... —digo. No puedo soportar que
ella también me rechace.
Doy media vuelta y empiezo a bajar los escalones de dos en dos hasta
que Dany me agarra del brazo y me mira a los ojos.
No dice nada, sólo me coge de la mano y me conduce de vuelta a su
apartamento.
Está tranquila y callada. Es muy comprensiva. Nos sentamos en el
sofá, uno en cada extremo. Es totalmente distinta de Brittany. No quiero
hablar y lo respeta. No puedo explicarle mis actos, no me lo reprocha. Y
cuando le digo que no me siento cómoda durmiendo en la misma cama que
ella, me trae la manta más suave del mundo y una almohada que está más o
menos limpia y las deja en el sofá.
A la mañana siguiente, cuando me despierto, me duele horrores el cuello.
El sofá de Dany está viejo y no es nada cómodo, pero he dormido bastante
bien teniendo en cuenta las circunstancias.
—Hola —me saluda cuando entra en el salón.
—Hola. —Sonrío.
—¿Has dormido bien? —me pregunta.
Dany se portó de maravilla anoche. Ni siquiera parpadeó cuando le dije
que quería dormir en el sofá. Me escuchó cuando le hablé de Brittany y de
cómo se había ido todo al traste. Me contó lo mucho que le importa
Rebecca, pero que ahora no está segura porque nunca ha dejado de pensar
en mí, ni siquiera después de conocerla.
La primera hora me sentí culpable y no hice más que llorar, pero a medida que avanzaba la noche las lágrimas se fueron transformando en sonrisas y después en carcajadas. Para cuando decidimos irnos a dormir, me dolía la barriga de tanto reír porque habíamos estado compartiendo recuerdos tronchantes de la infancia.
Son casi las dos y creo que nunca había dormido hasta tan tarde, pero
eso es lo que pasa cuando uno se queda despierto hasta las siete de la
mañana.
—Sí —respondo—, ¿y tú?
Me levanto y doblo la manta. Recuerdo que me arropó con ella
mientras me quedaba dormida.
—Igual.
Sonríe y se sienta en el sofá. Lleva el pelo húmedo y brillante, como
si acabara de salir de la ducha.
—¿Dónde la dejo? —le pregunto.
—Donde quieras. No tenías que doblarla. —Se parte de la risa.
Me acuerdo del armario del apartamento y de cómo Brittany mete las
cosas sin ningún cuidado sólo para hacerme rabiar.
—¿Qué planes tienes para hoy? —le pregunto.
—He ido a trabajar esta mañana. Nada más.
—Y ¿ya has vuelto?
—Sí. Empiezo a las nueve y salgo a mediodía. —Sonríe—. Hoy lo
único que he hecho ha sido arreglar mi camioneta.
Se me había olvidado que Dany trabaja de mecánica. No sé gran cosa
de ella, excepto que tiene mucha energía, porque sólo ha dormido dos horas
antes de irse a trabajar.
—¿Eres un prodigio de las ciencias medioambientales de día y una princesa de la grasa de camión de noche? —bromeo, y entonces Dany se
echa a reír.
—Algo así. ¿Tú qué planes tienes?
—No lo sé. Tengo que ir a comprarme un vestido para la cena en casa
de mi jefe mañana por la noche.
Por un momento pienso que podría pedirle que fuera mi acompañante,
pero no es buena idea. Nunca sería capaz: todo el mundo se sentiría
incómodo, yo la primera.
Dany y yo hemos llegado a un acuerdo. No vamos a forzar las cosas.
Vamos a pasar tiempo juntas y ver qué pasa. No va a presionarme para que
olvide a Brittany; las dos sabemos que necesito más tiempo antes de
empezar a plantearme el salir con nadie. Tengo mucho que pensar, para
empezar, dónde voy a vivir.
—¿Quieres que te acompañe? O podríamos ir al cine cuando acabes...
—pregunta nerviosa.
—Sí, las dos cosas suenan bien. —Sonrío, y miro el móvil.
No hay llamadas perdidas, ni mensajes de texto, ni mensajes en el
buzón de voz.
Dany y yo acabamos pidiendo una pizza y haraganeando en su
apartamento hasta que vuelvo a casa de Ryder a darme una ducha. Por el
camino paso por el centro comercial antes de la hora de cierre y encuentro
el vestido rojo perfecto, con el escote cuadrado y el bajo justo por encima
de la rodilla. No es ni demasiado conservador ni demasiado atrevido.
Para cuando vuelvo a casa de Ryder, hay una nota en la encimera,
junto a un plato lleno de comida que me ha guardado Karen. Ken y ella han
ido al cine y volverán pronto, dice el papel.
Qué alivio estar sola, aunque cuando están tampoco me entero porque
la casa es enorme. Me ducho y me pongo el pijama. Luego me meto en la
cama y me obligo a dormir.
Mis sueños son un tira y afloja entre una chica de ojos azules y una
chica de ojos de color caramelo.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 87
Santana
Once días. Han pasado once días desde la última vez que supe de Brittany, y
no ha sido nada fácil.
Sin embargo, la compañía de Dany ha sido de gran ayuda.
Hoy es la cena en casa de Christian, y he estado todo el día temiendo
que ver las caras de siempre me recuerde a Brittany y que de un plumazo se
desmoronen los muros que he levantado. Basta una pequeña grieta para que
deje de estar protegida.
Finalmente, cuando es la hora de salir, respiro profundamente e
inspecciono mi aspecto una vez más en el espejo. Me he peinado como
siempre: con el pelo suelto y rizos suaves, pero el maquillaje es más
oscuro que de costumbre. Me pongo la pulsera que Brittany me regaló en la
muñeca; aunque sé que no debería llevarla, me siento desnuda sin ella. Se
ha convertido en una parte tan importante de mí... El vestido me sienta aún
mejor que ayer, y me alegro de haber recuperado los kilos que perdí en los
primeros días de ayuno.
«I just want it back the way it was before. And I just want to see you
back at my front door... » («Sólo quiero que vuelva a ser como antes. Sólo
quiero volver a verte en mi puerta...»), suena la música mientras cojo la
cartera de mano. En el siguiente compás, me quito los auriculares y los
meto dentro.
Me reúno con Karen y Ken abajo, los dos van muy elegantes. Ella
lleva un vestido largo con un estampado azul y blanco y él traje y corbata.
—Estáis estupendos —le digo a Karen, y se pone colorada.
—Gracias, cielo, tú también —responde sonriéndome de oreja a oreja.
Es muy dulce. Cuando tenga que dejarlos voy a echarlos muchísimo
de menos.
—Estaba pensando que esta semana podríamos trabajar un rato en el
invernadero. ¿Qué te parece? —me pregunta mientras andamos hacia el
coche.Mis tacones repiquetean sobre el hormigón del garaje.
—Me encantaría —le contesto, y me subo al asiento trasero de su
Volvo.
—Esto va a ser muy divertido. Hacía tiempo que no íbamos a una
fiesta como ésta. —Karen coge la mano de Ken y se la pone en el regazo
mientras él maniobra para sacar el coche.
No envidio lo mucho que se quieren; me recuerdan que las personas
pueden ser buenas y cariñosas.
—Ryder llegará muy tarde de Nueva York. Lo recogeré a las dos de
la madrugada —dice Karen con entusiasmo.
—Qué ganas tengo de verlo —contesto.
Y es cierto... He echado de menos a mi mejor amigo, sus sabias
palabras y su cálida sonrisa.
La casa de Christian Vance es tal cual la imaginaba. De un estilo muy
moderno, con la estructura casi transparente. Parece que sólo las vigas y
los cristales la sujetan a la colina. En el interior, cada elemento de la
decoración está pensado para combinarse orgánicamente en un conjunto
perfecto. Es impresionante, y me recuerda a un museo en el sentido de que
nada de lo que contiene ha sido tocado antes.
Kimberly nos saluda en la puerta principal.
—Muchísimas gracias por venir —dice, y me da un abrazo.
—Gracias a ti por invitarnos. —Ken le estrecha la mano a Christian
—. Enhorabuena por la mudanza.
Me quedo sin aliento al ver el agua a través de las ventanas de atrás.
Ahora entiendo por qué casi toda la estructura es de cristal: la casa se
asienta junto a un gran lago. El agua en el exterior parece no tener fin, y la
puesta de sol, que se refleja en el lago, es tan apabullante que me ciega. El
hecho de que la casa esté sobre una colina y que el jardín haga pendiente te
hace creer que estás flotando sobre las aguas.
—Ya está aquí todo el mundo. —Kimberly nos lleva al salón, que,
como el resto de la casa, es perfecto.
En realidad no es mi estilo, me gusta más una decoración clásica, pero
la casa de Vance es realmente exquisita. Dos largas mesas rectangulares
llenan el espacio, decoradas con flores de colores y pequeños recipientes
con velas flotando en su interior junto a cada uno de los asientos. Elegante
y colorido, parece sacado de una revista. Kimberly se ha superado con esta
fiesta.
Trevor se sienta a la mesa más cercana a la ventana, junto con otras
caras que me resultan familiares de la oficina, incluyendo a Crystal, del
departamento de marketing, y su futuro marido. Smith está dos sitios más
abajo, enfrascado en un videojuego en el móvil.
—Estás preciosa. —Trevor me sonríe y se levanta para saludar a Ken
y a Karen.
—Gracias. ¿Qué tal? —pregunto.
Su corbata es exactamente del mismo azul que sus ojos, que brillan
radiantes.
—¡Genial! Preparado para la gran mudanza.
—¡Me imagino! —contesto, pero lo que realmente pienso es: «Ojalá
yo también pudiera trasladarme a Seattle...».
—Trevor, qué alegría verte. —Ken le estrecha la mano y yo bajo la
vista cuando noto un ligero tirón en mi vestido.
—Hola, Smith, ¿cómo estás? —pregunto al pequeño de brillantes ojos
verdes.
—Bien. —Se encoge de hombros. Entonces, en voz baja, pregunta—:
¿Dónde está tu Brittany?
No sé qué decirle, y su forma de llamarla «mi Brittany» remueve algo
en mi interior. Los muros de piedra están empezando a desquebrajarse y
todavía no hace ni diez minutos que estoy aquí.
—Está... —empiezo a decir—, no está aquí ahora mismo.
—Pero va a venir, ¿no?
—No, lo siento. No creo que venga, cariño.
—Ah.
Es una mentira terrible, y cualquiera que conozca a Brittany lo sabría,
pero le digo al pequeño:
—Me dijo que te mandara recuerdos —y le revuelvo un poco el pelo.
Por culpa de Brittany, he tenido que engañar a un niño pequeño. Estupendo.
Smith sonríe poco convencido y se sienta otra vez a la mesa.
—Está bien. Me gusta tu Brittany.
«A mí también —quiero decirle—, pero no es mía.»
Durante los siguientes quince minutos, llegan veinte invitados más y
Christian enciende su sistema de sonido ultramoderno. Con sólo apretar un
botón, una suave melodía de piano inunda la estancia. Jóvenes camareros
uniformados desfilan alrededor de las mesas con bandejas de canapés y yo
elijo uno que parece un pedazo de pan cubierto de tomates y salsa.
—La oficina de Seattle es alucinante, deberíais verla —nos dice
Christian a un pequeño grupo de invitados—. Está casi encima del agua, es
el doble de grande que la de aquí. No me puedo creer que por fin me esté
expandiendo.
Trato de parecer interesada mientras un camarero me ofrece una copa
de vino blanco. En verdad sí que me interesa, sólo es que estoy distraída.
Me distrae oír hablar de Brittany y la idea de Seattle. Me quedo mirando el
agua y me imagino a Brittany y a mí mudándonos a vivir juntas a un
apartamento en medio del ajetreo de una nueva ciudad, un sitio nuevo, con
gente nueva. Haríamos nuevos amigos y comenzaríamos una nueva vida
juntas. Brittany trabajaría otra vez para Vance y alardearía día y noche de
que gana más dinero que yo, y tendría que pelearme con ella para que me
permitiera pagar la factura de la luz.
—¿Santana?
La voz de Trevor me saca de mis ensoñaciones.
—Perdona... —tartamudeo, y me doy cuenta de que nos hemos
quedado aparte y que está acabando, o comenzando, una historia que no
sabía que estaba contándome.
—Como te decía, mi apartamento está cerca del nuevo edificio, en
pleno centro... Deberías ver las vistas. —Sonríe—. Seattle es maravilloso,
especialmente de noche.
Sonrío y asiento. Seguro que lo son. Seguro, segurísimo, que lo son.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
11 dias ya,.. y siempre dani en el medio,..
san parece que ya se dio por vencida...
a ver que pasa en la fiesta!!!
san parece que ya se dio por vencida...
a ver que pasa en la fiesta!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 88
Brittany
«¿Qué coño estoy haciendo?»
No paro de dar vueltas de un lado para otro. Ha sido una idea muy
mala.
Le doy una patada a una piedra y la mando al otro lado de la entrada
de vehículos. ¿Qué espero? ¿Que corra a mis brazos y se olvide de todas
las putadas que le he hecho? ¿De repente va a creerse que no me acosté con
Carly? Miro hacia la impresionante casa de Vance. Probablemente Santana ni
siquiera haya llegado todavía, y voy a quedar como una idiota que se
presenta sin haber sido invitada. De hecho, voy a quedar como una cabrona haga lo que haga. Debería largarme y punto pelota.
Además, esta camisa pica que te cagas y odio tener que ir disfrazada.
Pero bueno, sólo es una camisa negra.
Al ver el coche de mi padre, me acerco y miro el interior. En el
asiento de atrás está la espantosa cartera de mano que Santana se reserva para las ocasiones especiales.
Ha venido y está dentro. Siento mariposas en el estómago vacío de
pensar que voy a verla, a tenerla cerca. Y ¿qué le digo? Ni idea. Tengo que
explicarle que he estado en el infierno desde que me marché a Inglaterra y
que la necesito, la necesito más que a nada. Tengo que decirle que soy una inmadura y que no puedo creer que fastidiara la única cosa buena que tenía
en la vida. Ella. Ella lo es todo para mí, siempre lo será. Simplemente
entraré y la sacaré afuera para que podamos hablar. Estoy nerviosa, estoy
como un puto flan. Voy a devolver. No. Pero si tuviera comida en el estómago, seguro que lo haría. Sé que mi aspecto deja bastante que desear, me pregunto si el suyo también. Bueno, eso es del todo imposible, pero ¿a ella le habrá sido
tan duro como lo ha sido para mí?
Finalmente me planto en la puerta principal... y me vuelvo. Odio estar
con gente y he contado como quince coches aparcados. Todo el mundo me
mirará y pareceré una maldita loca, que es justo lo que soy.
Antes de que me convenza de lo contrario, me vuelvo de nuevo y toco
el timbre.
Esto va por Santana. «Va por ella», me digo en el momento en que Kim
abre la puerta y me sonríe sorprendida.
—¿Brittany? No sabía que ibas a venir —dice.
Puedo ver que intenta por todos los medios ser amable, pero la noto
enfadada, probablemente porque quiere proteger a Santana.
—Ya, yo tampoco —contesto.
Después, una nueva emoción: compasión. Se filtra a través de sus ojos
cuando repara en mi aspecto, que puede que sea incluso peor de lo que yo
me figuraba, dado que he venido aquí directamente desde el aeropuerto.
—Oye, pasa adentro, hace mucho frío —me ofrece, y me acompaña al
interior.
Por un instante me quedo boquiabierta por la jodida obra de arte que
ha hecho Vance con su casa. No parece que nadie viva aquí. Es original y
muy guay, pero prefiero un rollo más clásico, no tanto arte moderno.
—Estamos a punto de empezar a cenar —me dice Kimberly mientras
caminamos hacia un salón comedor con las paredes de cristal.
Y entonces la veo.
El corazón deja de latirme y siento una opresión tan fuerte en el pecho
que casi me asfixio. Parece estar escuchando una historia que alguien le
está contando, mientras sonríe y se pasa la mano por la frente para
arreglarse el pelo. El reflejo de la puesta de sol detrás de ella la hace
resplandecer, y no puedo moverme.
Oigo su risa y por primera vez en once días noto que puedo respirar.
La he echado tanto de menos y está tan guapa como siempre. Con ese
vestido rojo y la luz del sol sobre su piel y esa sonrisa... ¿Cómo es que está
tan feliz y tan sonriente?
¿No debería estar hecha una mierda y llorando a moco tendido?
Sonríe otra vez y finalmente mis ojos alcanzan a ver con quién está
hablando, quién la está haciendo olvidarse de mí.
«Maldito Trevor.» Odio a muerte a ese cabrón. Me dan ganas de
acercarme y tirarlo por la ventana. Nadie podría impedírmelo. ¿Por qué
coño está siempre revoloteando cerca de Santana? Es un mariposón
remilgado y me lo voy a cargar.
No. Tengo que tranquilizarme. Si le parto la cara, Santana no volverá a
dirigirme la palabra.
Cierro los ojos unos segundos y reflexiono. Si me muestro tranquila
me escuchará, saldremos de aquí y nos iremos a casa. Le suplicaré que me
perdone y ella me dirá que todavía me quiere y haremos el amor y todo irá
bien.
Continúo mirándola. Parece animada, está empezando a contar una
anécdota. Mientras habla, gesticula con la mano con la que no sujeta la
copa de vino y sonríe. Se me acelera el corazón cuando veo que lleva
puesta mi pulsera. ¡Aún la lleva! Aún la lleva. Es una buena señal. Tiene
que serlo.
El cabrón de Trevor la observa con intenciones, con una expresión de
adoración que me pone mala. Parece un perrito faldero y ella está
encantada de la vida. ¿Habrá pasado página? ¿Con él?
Eso me mataría..., pero no puedo culparla. No le he devuelto las
llamadas. Ni siquiera me he molestado en comprarme otro móvil.
Probablemente piense que no me importa, que he seguido con mi vida.
Mi mente regresa a esa calle tranquila de Inglaterra, al vientre
abultado de Natalie, a la cara de adoración de Elijah al mirar a su
prometida. Trevor mira a Santana de la misma manera.
Trevor es su Elijah. Su segunda oportunidad para tener lo que merece.
Es como un jarro de agua fría. Necesito largarme, necesito salir de
aquí y desaparecer de su vida.
Ahora entiendo por qué me tropecé con Natalie. Tenía que ver a la
chica a la que le destrocé la vida para no cometer el mismo error con
Santana.
«Tengo que irme. Tengo que salir de aquí antes de que me vea.»
Pero justo en ese momento nuestras miradas se encuentran. Se le
borra la sonrisa de la cara y la copa de vino se desliza entre sus dedos y se
hace añicos contra el suelo de madera.
Todo el mundo se vuelve para mirarla pero ella sólo me ve a mí.
Desvío la mirada. Trevor la está observando, confuso pero dispuesto a
acudir a socorrerla.
Santana parpadea un par de veces y mira al suelo.
—Lo siento muchísimo —se disculpa muerta de la vergüenza, y se
agacha a recoger los cristales rotos.
—¡Tranquila, no pasa nada! Traeré una escoba y papel de cocina —le
dice Kimberly, y se apresura a buscarlas.
Necesito salir de aquí ya. Me vuelvo, lista para pirarme y casi me
caigo encima de un pequeñín. Bajo la vista y ahí está Smith, que me mira
inexpresivo.
—Creía que no ibas a venir —dice.
Niego con la cabeza y le revuelvo el pelo.
—Ya me iba.
—¿Por qué?
—Porque no debería estar aquí —le explico, y miro atrás.
Trevor le ha quitado la escoba a Kimberly y está ayudando a Santana a
recoger los cristales y a tirarlos en una bolsa. Debe de haber un simbolismo
oculto detrás de todo esto, detrás de que lo esté viendo ayudar a Santana a
recoger los platos rotos. Qué asco de metáforas...
—Yo también quiero irme —protesta Smith.
Lo miro otra vez y asiento.
—¿Te quedas? —pregunta con inocencia, con esperanza.
Miro a Santana y al chiquillo. Hoy no me resulta tan molesto como
antes. Creo que no me quedan fuerzas para enfadarme con él.
Entonces una mano me sujeta del hombro.
—Hazle caso —dice Christian, y aprieta un poco—. Al menos,
quédate a cenar. Kim ha tirado la casa por la ventana esta noche —añade
con una cálida sonrisa.
Miro al lugar donde su novia, vestida con un sencillo vestido negro y
armada con un rollo de papel de cocina, se pelea con el desastre que ha
armado Santana gracias a mí. Cómo no, Santana no se separa de ella y se
disculpa profusamente.
—Vale —asiento mirando a Christian.
Si sobrevivo a esta cena, puedo sobrevivir a cualquier cosa. Me
tragaré el dolor de ver a Santana tan contenta sin mí. Parecía estar bien antes
de verme, y después, su hermoso rostro se ha cubierto de tristeza.
Actuaré igual que ella, como si no me estuviera matando cada vez que
pestañea. Si cree que no me importa, podrá seguir adelante y finalmente
estar con alguien que la trate tan bien como se merece.
Kimberly termina de recogerlo todo justo en el momento en que uno
de los camareros hace sonar una pequeña campana.
—El espectáculo ha terminado. ¡Todos a cenar! —dice con una
sonrisa mientras con los brazos gesticula para guiar a los comensales a las
mesas.
Yo sigo a Christian y escojo un asiento al azar, sin prestar atención al
lugar en el que están Santana y «su amigo». Juego un rato con los cubiertos,
hasta que mi padre y Karen se acercan a saludar.
—No esperaba verte aquí, Brittany —dice él.
Karen se sienta a mi lado.
—Todo el mundo dice lo mismo... —suspiro.
Me prohíbo mirar a Santana.
—¿Has hablado con ella? —me pregunta Karen de forma casi
inaudible.
—No —contesto.
Me quedo mirando el estampado del mantel mientras espero que los
camareros sirvan la cena. Pollo. Un montón de pollos enteros que traen en
grandes bandejas. Los camareros disponen platos y más platos de
acompañamientos en fila a lo largo de la mesa. Al final, no puedo evitar
levantar la vista para buscarla. Miro a mi izquierda, pero me llevo una
sorpresa: está sentada casi enfrente de mí, junto al capullo de Trevor, cómo
no.
Está ausente, mareando un espárrago en el plato. Sé que no le gustan,
pero es demasiado educada como para no comerse lo que le han preparado.
Cierra los ojos y se lleva el espárrago a la boca. Casi sonrío al ver que hace
lo que puede para que no se note el asco que le da, bebe grandes tragos de
agua para que le baje la comida y luego se limpia las comisuras de los
labios. Me pilla observándola e inmediatamente desvío la mirada. Puedo
distinguir el dolor en sus dulces ojos. Dolor que yo he causado. Dolor que
sólo cesará cuando desaparezca de su vida y pueda seguir adelante sin mí.
Todo lo que no nos hemos dicho flota en el aire entre nosotras..., y
entonces ella se centra de nuevo en su plato.
No vuelvo a levantar la vista de la mesa en toda la cena, de la que
apenas consigo probar bocado. Ni siquiera miro cuando oigo a Trevor
hablarle a Santana sobre Seattle. Es la primera vez en mi vida que desearía
ser otra persona. Daría cualquier cosa por ser Trevor, por ser capaz de
hacerla feliz en lugar de hacerle daño.
Ella contesta a sus preguntas escuetamente y sé que respira agradecida
cuando Karen comienza a hablar sobre Ryder y su novia de toda la vida
en Nueva York.
El sonido de un tenedor que golpea una copa resuena en la sala y
Christian se levanta y anuncia:
—Os ruego que prestéis un momento de atención. —Vuelve a hacer
sonar la copa con el tenedor. Sonríe y añade—: Será mejor que pare antes
de que la rompa —y le dirige a Santana una mirada de complicidad.
Ella se pone colorada y tengo que sujetarme las manos contra los
muslos para quedarme quieta en la silla y no abalanzarme sobre él por
haberle sacado los colores. Sé que era una broma, pero es una broma de
mal gusto.
—Muchas gracias a todos por haber venido —prosigue Vance—.
Significa mucho para mí que todos mis seres queridos estén esta noche con
nosotros. Estoy más que orgulloso del trabajo de todas las personas aquí
presentes, y es posible que sin vosotros no hubiera podido dar este paso.
Sois el mejor equipo que podría desear. Quién sabe, tal vez el año que
viene estrenemos oficina en Los Ángeles, o incluso en Nueva York, para
que pueda volveros a todos locos de nuevo con la planificación. —Se ríe
con sus bromas, pero irradia ambición.
—No adelantes acontecimientos —le dice Kimberly, y le da una
palmada en el trasero.
—En especial quiero darte las gracias a ti, Kimberly —añade él
cambiando drásticamente el tono—. No sé dónde estaría sin ti. —Todos los
presentes se revuelven en sus asientos. Christian coge entonces las manos
de Kimberly entre las suyas y se pone delante de ella—. Tras la muerte de
Rose vivía sumido en la oscuridad. Los días se sucedían borrosos,
idénticos, y pensaba que nunca volvería a ser feliz. No creía que fuera
capaz de volver a querer a alguien. Me resigné al hecho de que Smith y yo
nos habíamos quedado solos. Y un buen día apareció esta rubia pizpireta en
mi despacho. Llegaba diez minutos tarde a su entrevista de trabajo y con la
mancha de café más escandalosa del mundo en la blusa blanca. Y con eso
bastó. Su vitalidad y su energía me cautivaron al instante.
Se vuelve hacia Kimberly.
—Me diste la vida cuando no quedaba nada dentro de mí. Nadie
podría nunca reemplazar a Rose y tú lo sabías. Pero no intentaste
reemplazarla. Honraste su memoria y me ayudaste a construir una nueva
vida. Ojalá te hubiera conocido antes. Me habría ahorrado mucho
sufrimiento.
Se ríe un poco, intentando restarle intensidad al momento, pero no lo
consigue.
—Te quiero, Kimberly, más que a nada, y me encantaría pasar el resto
de mi vida devolviéndote todo lo que me has dado.
A continuación hinca una rodilla en el suelo.
«Pero ¿qué clase de broma es ésta? ¿Es que a todo el mundo le ha
dado por casarse o es que el guionista de mi vida se ha vuelto majara?»
—Esto no es una fiesta de despedida. Es una fiesta de compromiso. —
Christian sonríe mirando a su amada—. Bueno, si me dices que sí, claro.
Kimberly chilla y se echa a llorar. Miro a otra parte cuando acepta a
Vance a grito pelado.
No puedo evitar mirar a Santana. Se lleva las manos a la cara y se seca
las lágrimas. Sé que está haciendo todo lo posible para mostrar lo mucho
que se alegra de la dicha de su amiga, para simular que son lágrimas de
alegría, pero sé que está fingiendo. Está abrumada, acaba de ver cómo
Kimberly escuchaba todo lo que ella deseaba que yo le dijera.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 89
Santana
Me duele el pecho al ver a Christian levantar a Kimberly del suelo en un
abrazo de lo más amoroso. Me alegro por ella, de corazón. Sin embargo,
por mucho que me alegre por ambos, me resulta muy duro estar aquí
viendo cómo alguien consigue lo que yo quería. Sé que no les robaría ni
una pizca de felicidad, pero me cuesta mirar cómo él le planta un beso en
las mejillas y le pone un anillo de diamantes maravilloso en el dedo.
Me levanto y espero que nadie se percate de mi ausencia. Llego al
salón antes de convertirme en un mar de lágrimas. Sabía que iba a pasar,
sabía que me iba a desmoronar. Si ella no estuviera cerca sería más
soportable, pero es demasiado surrealista y doloroso tenerla aquí.
Está aquí para torturarme, es eso. ¿Qué hace aquí si no? Viene y no
me habla. No tiene ni pies ni cabeza: lleva once días evitándome y de
repente aparece aquí, como yo me imaginaba. No debería haber venido. Si
al menos me hubiera traído el coche, podría largarme ahora mismo... Pero
Dany no me recogerá hasta...
Dany.
Dany va a venir a buscarme a las ocho. Miro el reloj de pared. Ya son
las siete y media. Como Brittany la vea, la va a matar.
O puede que no, puede que le importe un pimiento.
Encuentro el baño, entro y cierro la puerta. Tardo un momento en
darme cuenta de que para encender la luz hay que pulsar un panel táctil que
hay en la pared. Esta casa es demasiado moderna para mí.
Ha sido muy humillante que se me haya caído la copa de vino. Brittany
parece indiferente, como si no le afectara lo más mínimo mi presencia ni
lo raro que se me hace tenerla cerca. ¿Le habrá sido duro? ¿Se habrá
pasado días enteros en la cama sin poder parar de llorar? Yo sí. No tengo
forma de saberlo, pero desde luego no parece que tenga el corazón roto.
«Respira, Santana. Respira. Olvídate del puñal que llevas clavado en el
pecho.»
Me seco los ojos y me miro al espejo. Por suerte, no se me ha corrido
el maquillaje y mi pelo sigue perfectamente rizado. Estoy algo sonrojada
pero me sienta bien, parece que estoy viva y todo.
Abro la puerta y veo a Trevor apoyado contra la pared con cara de
preocupación.
—¿Te encuentras bien? Te has ido a toda prisa. —Da un paso en mi
dirección.
—Sí... Necesitaba aire fresco —miento.
Qué mentira más tonta, no tiene sentido buscar aire fresco en un
cuarto de baño.
Por suerte, Trevor es un caballero y no va a dejarme en evidencia.
Brittany, en cambio, no lo pensaría dos veces.
—Están sirviendo el postre. ¿Tienes hambre? —dice, y me acompaña
de vuelta con los demás.
—La verdad es que no, pero probaré un poco —contesto.
Respiro despacio y noto que me ayuda a calmarme. Estoy pensando en
cómo evitar que Dany y Brittany se vean cuando oigo la vocecita de Smith
procedente de una de las habitaciones que dejamos atrás.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta nada convencido.
—Porque yo lo sé todo —le contesta Brittany.
«¿Brittany? ¿Qué está haciendo el niño?»
Me detengo y despacho a Trevor con un gesto de la mano.
—Trevor, ve tú delante. Yo... voy... voy a hablar con Smith.
Me mira inquisitivo.
—¿Estás segura? Puedo esperarte —se ofrece.
—No, no. Estoy bien —lo despido con educación.
Asiente con la cabeza y sigue andando. Soy libre para poder espiar,
aunque sé que está muy feo.
Smith dice algo que no comprendo y Brittany le contesta:
—Ya te lo he dicho: yo lo sé todo.
Parece tan tranquila como de costumbre.
Me apoyo en la pared de enfrente y Smith pregunta:
—¿Se va a morir?
—No, hombre. ¿Por qué siempre piensas que todo el mundo se va a
morir?—No lo sé —responde el pequeño.
—Pues no es verdad. No todo el mundo se muere.
—Y ¿quién se muere?
—No todo el mundo.
—Pero ¿quién, Brittany? —insiste Smith.
—La gente, la gente mala, supongo. Y los ancianos. Y los enfermos y,
a veces, la gente que está triste.
—¿Como tu chica guapa?
Se me acelera el pulso.
—¡No! Ella no se va a morir. No está triste —dice Brittany, y me tapo
la boca con la mano.
—Ya...
—De veras que no. Es feliz y no va a morirse. Y Kimberly tampoco.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque, como ya te he dicho, yo lo sé todo.
Su tono de voz ha cambiado desde que Smith me ha mencionado.
El chiquillo se ríe muy a gusto.
—No es verdad. No lo sabes todo.
—¿Te encuentras mejor o vas a seguir llorando? —le pregunta
Brittany.
—No me provoques.
—Perdona. ¿Ya no vas a llorar más?
—No.
—Bien.
—Bien.
—No me hagas burla. Es de mala educación —le dice Brittany.
—Tú eres una maleducada.
—Igual que tú. ¿Estás seguro de que sólo tienes cinco años? —replica
Brittany.
Es justo lo que siempre he querido preguntarle a ese niño. Smith es
muy maduro para su edad, pero imagino que, con todo lo que ha pasado, es
normal.
—Seguro. ¿Jugamos? —le pregunta Smith.
—No.
—¿Por qué?
—¿Por qué haces tantas preguntas? Me recuerdas...
—¿Santana?
Me sobresalto al oír la voz de Kimberly y estoy a punto de soltar un
grito. Me pone la mano en el hombro para tranquilizarme.
—¡Perdona! ¿Has visto a Smith? Ha salido corriendo y Brittany ha ido
detrás de él. —Parece algo confusa pero conmovida por el gesto de Brittany.
—No —me apresuro a responder, y huyo por el pasillo para evitar la
humillación de que ella me pille espiando. Sé que ha oído a Kimberly
llamándome.
Cuando vuelvo al salón me acerco al pequeño grupo con el que
Christian está hablando, le doy las gracias por haberme invitado y lo
felicito por su compromiso. Kimberly aparece poco después, la abrazo y
me despido también de ella. Luego hago lo propio con Karen y Ken.
Miro el móvil: son las ocho menos diez. Brittany está ocupada con
Smith y es obvio que no tiene intención de hablar conmigo. Me
parece bien. Es justo lo que necesito, no que me venga con disculpas y que
me diga que lo ha pasado fatal sin mí. No necesito que me abrace y que me
diga que encontraremos la manera de solucionarlo, de arreglar todo lo que
ha estropeado. No la necesito. Tampoco es que vaya a hacerlo, así que sería
ridículo que la necesitara.
Cuando no la necesito duele menos.
Para cuando llego al final de la entrada de vehículos, estoy helada.
Debería haber cogido una chaqueta. Estamos a mediados de enero y acaba
de empezar a nevar. No sé en qué estaría pensando. Espero que Dany no
tarde en llegar.
El viento glacial es inmisericorde y me azota el pelo y el cuerpo hasta
que me echo a temblar. Me rodeo el cuerpo con los brazos para intentar
conservar el calor.
—¿Santana?
Levanto la vista y por un instante creo que la chica de negro que
camina hacia mí es producto de mi imaginación.
—¿Qué haces? —dice Brittany acercándose un poco más.
—Me voy.
—Ah... —Se pasa la mano por la nuca, como hace siempre. No digo
Nada.
—. ¿Cómo estás? —me pregunta, y yo no salgo de mi asombro.
—¿Cómo estoy? —inquiero volviéndome hacia ella.
Intento mantener la calma y ella me mira con cara de póquer.
—Sí... Quiero decir..., ¿estás bien?
«¿Miento o le digo la verdad?»
—¿Cómo estás tú? —le pregunto, con los dientes castañeteando a
causa del frío.
—Yo lo he preguntado primero —contesta.
No me imaginaba así nuestro primer encuentro. No sé muy bien qué
creía que iba a pasar, pero seguro que no era esto. Pensaba que me
maldeciría y que nos gritaríamos hasta quedar afónicas. No suponía que
estaríamos en una salida para vehículos cubierta de nieve, preguntándonos
la una a la otra qué tal estamos. Los farolillos que cuelgan de los árboles que
bordean el sendero hacen que Brittany brille como un ángel. Evidentemente
es una ilusión.
—Estoy bien —miento.
Me mira de arriba abajo. Se me encoge el estómago y el corazón se
me va a salir del pecho.
—Ya lo veo —dice su voz entre el viento.
—Y ¿tú cómo estás?
Quiero que diga que está fatal. Pero no lo hace.
—Igual. Bien.
Rápidamente le pregunto:
—¿Por qué no me has llamado? —A ver si así da señales de sentir
algo.
—Pues... —Me mira, agacha la cabeza, se mira las manos y se las
pasa por el pelo salpicado de copos de nieve—. He estado ocupada.
Su respuesta es el toque de gracia, la maza que derrumba lo que
quedaba de mis defensas.
La rabia es más fuerte que el dolor aplastante que siento y amenaza
con apoderarse de mí en cualquier momento.
—¿«Ocupada»?
—Sí... He estado ocupada.
—Vaya...
—¿Qué quiere decir eso? —pregunta.
—¿Has estado ocupada? ¿Sabes por lo que he pasado estos últimos
once días? Han sido infernales y he sentido tal dolor que creía que no iba a
ser capaz de soportarlo. He estado esperando... ¡Esperando como una
maldita imbécil! —grito.
—¡No tienes ni idea de lo que he estado haciendo! ¡Siempre crees que
lo sabes todo pero no te enteras de una mierda! —me grita, y yo echo a
andar hacia el final del sendero.
Le va a dar un ataque cuando vea quién viene a recogerme. ¿Dónde
demonios está Dany? Ya son las ocho y cinco.
—¡Pues dímelo! Dime que era más importante que luchar por mí,
Brittany. —Me enjugo las lágrimas y me suplico a mí misma que deje de
llorar. Estoy harta de llorar a todas horas.__
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 90
Brittany
Cuando empieza a llorar se me hace mucho más difícil mantener la cara de póquer. No sé qué sucedería si le dijera que yo también lo he pasado fatal, que he sentido un dolor que tampoco sabía si iba a ser capaz de resistir.
Creo que correría a mis brazos y me diría que no pasa nada. Estaba escuchándome mientras hablaba con Smith, lo sé. Está triste, como ha dicho el mocoso, pero ya me sé el final. Si me perdona, se me ocurrirá otra gilipollez con la que hacerle daño. Siempre ha sido así y no sé cómo evitarlo.
La única opción es darle la oportunidad de estar con alguien que le convenga mucho más que yo. Creo que en el fondo quiere a alguien más parecido a ella. Alguien sin piercings ni tatuajes. Alguien sin una infancia problemática que no sabe controlar sus emociones. Cree que me quiere, pero un día, cuando le haga algo peor de lo que le he hecho hasta ahora, se arrepentirá de haberme conocido. Cuanto más la veo llorar bajo la nieve,
más convencida estoy de que no le convengo.
Yo soy Tom y ella es Daisy. La dulce Daisy. Tom la corrompe y no vuelve a ser la misma. Si le suplico que me perdone, de rodillas, en el suelo nevado, será la Daisy odiosa para siempre, no quedará ni rastro de su inocencia y acabará odiándome y odiándose también a sí misma para siempre. Si Tom hubiera dejado a Daisy la primera vez que ella tuvo dudas, Daisy podría haber disfrutado de la vida con el hombre con quien
estaba destinada a estar, un hombre que la habría tratado todo lo bien que
ella merecía.
—No es asunto tuyo —le digo, y contemplo cómo mis palabras se le clavan en el alma.
Debería estar dentro con Trevor. O en su pueblo con Sam. No
conmigo. No soy Darcy y ella se merece uno. No puedo cambiar por ella.
Encontraré la manera de vivir sin ella y ella ha de encontrar el modo de vivir sin mí.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Después de todo lo que hemos pasado juntas, me dejas tirada como una colilla y no tienes ni la decencia de darme una explicación?
—Llora.
Las luces de unos faros de coche aparecen entonces al final de la calle oscura, enmarcan su silueta y crean nuevas sombras en el suelo.
Quisiera gritarle: «¡Lo estoy haciendo por tu bien!». Pero no lo hago.
Me encojo de hombros.
Abre la boca, la cierra y una camioneta se detiene ante nosotras.
Esa camioneta...
—¿Qué pinta ella aquí? —bramo.
—Recogerme —sentencia Santana con tanta determinación que la noticia me pone de rodillas.
—¿Por qué...? ¿Y ella...? ¿Qué coño...? —Doy vueltas arriba y abajo.
He estado intentando alejarla de mí para que siga adelante con su vida y pueda estar con alguien como ella, no con la puta Dany. Tenía que ser Dany.
—¿Has... has estado viendo a esa desgraciada? —le digo con mirada asesina. Sé que estoy frenética, pero me importa una mierda.
Dejo atrás a Santana y me acerco a la camioneta.
—¡Sal del maldito coche! —grito.
Para mi sorpresa, Dany baja del vehículo y deja el motor en marcha. Es Una perra integral.
—¿Te encuentras bien?
Me planto en sus narices.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que estabas esperando el momento oportuno para ir a por ella! ¿Creías que no me iba a enterar?
La mira y ella la vuelve a mirar.
«La madre que me parió, estas dos van en serio.»
—¡Déjala en paz, Brittany! —insiste Santana.
Y exploto.
Con una mano cojo a Dany por el cuello de la chaqueta. Con la otra le atizo en la mandíbula. Santana grita pero es apenas un susurro que se tragan el viento y mi rabia.
Dany se tambalea y se lleva la mano a la mandíbula, pero rápidamente se estabiliza y viene a por mí. Tiene ganas de morir joven.
—¿Creías que no iba a enterarme? ¡Te dije que no te acercaras a ella!
Me abalanzo de nuevo sobre ella, pero esta vez bloquea el golpe y se las apaña para devolverme el gancho en la mandíbula.
La ira se mezcla con la adrenalina que genera mi primera pelea desde hace semanas. Echaba de menos la sensación, la energía que corre por mis venas. Menudo subidón.
Le atizo en las costillas. Esta vez la derribo y en cuestión de segundos estoy sentada encima de ella, pegándole un puñetazo tras otro. He de reconocer que consigue hacerme encajar algún golpe, pero no va a poder conmigo.
—Yo estaba allí... Y tú no —me provoca.
—¡Para, Brittany! ¡Suéltala! —Santana me agarra del brazo y, en un acto reflejo, la empujo para que me suelte y la tiro al suelo. Salgo de mi trance al instante y me vuelvo hacia ella, que retrocede a gatas en la nieve, se pone de pie y extiende los brazos para protegerse de mí.
«Pero ¿qué he hecho?»
—¡No te acerques a ella! —grita Dany a mi espalda.
En un abrir y cerrar de ojos está a su lado. Ella se la queda mirando fijamente y ni siquiera se molesta en mirarme a mí.
—Santana..., no quería hacerlo. No sabía que eras tú, ¡te lo juro! Sabes que pierdo el control cuando me enfado... Lo siento, yo...
Mira en mi dirección, pero es como si no me viera.
—¿Podemos irnos, por favor? —pregunta con calma, y me da un
vuelco el corazón... Hasta que me doy cuenta de que le está hablando a Dany.
«Pero ¿cómo coño han acabado así?»
—Desde luego.
Dany le pone la chaqueta sobre los hombros, le abre la puerta de la camioneta y la ayuda a subir.
—Santana... —la llamo otra vez, pero hace como que no me oye, se tapa la cara con las manos y solloza tan fuerte que le tiembla todo el cuerpo.
Señalo a Dany con un dedo y la amenazo:
—Esto no ha acabado.
Asiente, abre la puerta y me mira.
—Yo creo que sí —dice, sonríe satisfecha de sí misma y sube al
vehículo.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Jue Jul 28, 2016 9:18 pm, editado 1 vez
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 91
Santana
—Siento mucho que te hayas llevado un empujón —dice Dany mientras le
lavo el corte de la mejilla con una gasa tibia. No deja de sangrar.
—No ha sido culpa tuya. Siento haberte metido en esto —suspiro, y
vuelvo a humedecer la gasa en el lavabo de su casa.
Se ha ofrecido a llevarme de vuelta a casa de Ryder en vez de irnos
al cine, como habíamos planeado, pero yo no quería volver allí. No me
apetecía que Brittany apareciera y montara una escena.
Es probable que esté allí ahora mismo, destrozándoles la casa a Ken y
a Karen. Dios, espero que no.—Tranquila. Sé cómo es. Me alegro de que no te haya hecho daño.
Bueno, más daño —suspira Dany.
—Voy a presionar un poco, es posible que te duela —le aviso.
Cierra los ojos y aprieto con la gasa. Es un corte profundo, creo que le
va a quedar cicatriz. Espero que no. Tiene una cara demasiado perfecta
para una cicatriz como ésta, y no quiero ser la causa de que quede
desfigurada.
—Ya está —digo, y sonríe a pesar de que también tiene los labios
hinchados.
«¿Cómo es que siempre estoy limpiando heridas?»
—Gracias. —Sonríe de nuevo y yo enjuago la toalla manchada de
sangre.
—Te haré llegar la factura —bromeo.
—¿Seguro que estás bien? Te ha tirado con mucha fuerza.
—Sí, me duele un poco, pero estoy bien.
Cuando Brittany me ha seguido al exterior, la noche ha dado un giro a
peor. Tenía la sensación de que no le dolía mucho que la hubiera dejado,
pero creía que estaría un poco más afectada. Me ha dicho que había estado
ocupada y que por eso no me había llamado. A pesar de que creía que lo
nuestro no le importaba tanto como a mí, pensaba que me quería lo
suficiente para que se le notara un poco. Sin embargo, se ha comportado
como si nada hubiera ocurrido, como si fuéramos amigas hablando del
tiempo. Hasta que ha visto a Dany y ha perdido los papeles. Yo pensaba que
al ver a Trevor se cabrearía e intentaría pelearse con él delante de todo el
mundo, pero ni se ha inmutado. Ha sido muy raro.
A pesar de que tengo el corazón roto, sé que Brittany nunca me haría
daño a propósito. Sin embargo, es la segunda ocasión que ocurre algo así.
La primera vez me apresuré a excusar su comportamiento. Fui yo quien la
convenció para que fuera a casa de su padre en Navidad y fue demasiado
para ella. Esta noche ha sido culpa suya, no sé ni por qué ha venido.
—¿Tienes hambre? —me pregunta Dany.
Salimos de su pequeño cuarto de baño y vamos al salón.
—No, ya he cenado en la fiesta —digo. Tengo la voz ronca de la
vergonzosa llorera que me he pegado en el trayecto hasta aquí.
—Vale. No tenemos gran cosa, pero podemos pedir algo si quieres.
Avísame si cambias de opinión.
—Gracias —digo.
Dany siempre me trata muy bien.
—Mi compañero de piso llegará dentro de un rato, pero no nos
molestará. Lo más probable es que se meta en la cama nada más llegar.
—Siento mucho que haya vuelto a pasar, Dany.
—No te disculpes. Como ya te he dicho, me alegro de haber estado
ahí. Brittany se ha cabreado mucho al verme.
—Ya estábamos peleándonos antes de que tú llegaras. —Pongo los
ojos en blanco y me siento en el sofá con una mueca de dolor—. Cómo no.
Ahora que se me habían curado las magulladuras y los cortes del
accidente de coche..., tengo una nueva colección de cardenales regalo de
Brittany. La parte trasera del vestido está sucia y destrozada, y se me han
rayado los laterales de los zapatos. Realmente Brittany destroza todo lo que
toca.
—¿Necesitas un pijama o algo para dormir? —me pregunta Dany
cuando me trae la manta vieja con la que me tapé hace algunas noches.
Me da un poco de cosa ponerme su ropa. Era algo que hacía con
Brittany y nunca he llevado ropa de nadie más.
—Creo que hay algo de Kitty por aquí..., en la habitación de mi
compañero de piso. Sé que suena un poco raro... —medio sonríe—, pero
seguro que es mejor que dormir con ese vestido.
Kitty está mucho más delgada que yo y casi me echo a reír.
—No quepo en su ropa, pero gracias por pensar que sí.
Dany no parece comprender mi respuesta; su confusión es adorable.
—Bueno, puedes ponerte algo mío —me ofrece, y asiento antes de
darle demasiadas vueltas.
Puedo ponerme la ropa que quiera y de quien quiera. Brittany no es mi
dueña, ni siquiera le importo lo suficiente como para darme explicaciones.
Dany desaparece entonces en su cuarto y vuelve con las manos llenas
de ropa.
—He cogido un puñado de cosas, no sé qué te gusta.
—Hay algo en su tono de voz que me hace pensar que de verdad le gustaría llegar a esa fase conmigo. Ésa en la que sabes lo que le gusta a la otra. Esa fase en la que yo estoy con Brittany... O estaba... Bueno, lo que sea.
Cojo una camiseta azul y unos pantalones de pijama de cuadros.
—No soy exigente —digo y le sonrío agradecida antes de volver al
baño a cambiarme.
Horror y terror. Lo que yo creía que era un pantalón de pijama de
cuadros es en realidad un bóxer. Un bóxer de Dany. Mierda. Me bajo la
cremallera del vestido y me pongo la camiseta antes de decidir qué hago
con el bóxer.
La camiseta es algo más pequeña que las de Brittany, apenas me llega a
los muslos, y no huele a Brittany. Normal, no es de Brittany. Huele a
detergente y un poco a tabaco. Es un olor agradable, aunque no tanto como
la de la chica a la que tanto echo de menos.
Me pongo el bóxer y me miro. No es muy corto. De hecho, es holgado,
más ajustado que los de Brittany, pero no demasiado apretado. Caminaré
deprisa hasta el sofá y me taparé con la manta lo más rápidamente que
pueda. Me da mucha vergüenza llevar puesta su ropa, pero sería mucho peor
darle importancia después de lo que le ha pasado a Dany esta noche por mi
culpa. Su pobre cara es la prueba viviente de la ira de Brittany, un
recordatorio sangriento de por qué lo nuestro no puede funcionar. Sólo
piensa en sí misma, y la única razón por la que se ha puesto así al ver a Dany
es su maldito orgullo. No me quiere, pero tampoco quiere verme con nadie
más.
Doblo el vestido y lo dejo en el suelo del cuarto de baño. Total, ya
está sucio y roto. Probaré a llevarlo a la tintorería, aunque no creo que
tenga arreglo. Me gustaba mucho ese vestido, y me ha costado un buen
dinero, dinero que necesitaré desesperadamente cuando encuentre mi
propio apartamento.
Ando todo lo deprisa que puedo pero, cuando llego al salón, Dany está
de pie junto al televisor. Abre unos ojos como platos al verme y me mira
de arriba abajo.
—Yo..., eh..., iba a poner algo... A buscar una película... para verla. O
algo para que tú vieras, quiero decir —tartamudea.
Me siento en el sofá y me tapo con la manta.
Sus palabras atropelladas y la mirada que lleva en la cara la hacen
parecer más joven y vulnerable.
Se ríe nerviosa.
—Perdona. Lo que quería decir es que iba a poner la tele para que
pudieras verla, si te apetece.
—Gracias —le digo y sonrío.
Se sienta en la otra punta del sofá. Apoya los codos en las rodillas y
mira al frente.
—Si no quieres volver a verme, lo entenderé —digo para poner fin al
silencio.
Se vuelve hacia mí.
—¿Qué? No, no pienses así.
Me mira a los ojos.
—No te preocupes por mí, puedo soportarlo. Un par de tundas no van
a hacer que me aleje de ti. Sólo me apartaré de ti si tú me lo pides. Si
quieres que me vaya, lo haré. Pero hasta entonces, aquí estaré.
—No quiero que te vayas. Sólo es que no sé qué hacer con Brittany. No
quiero que vuelva a pegarte —le digo.
—Es una típa violenta. Sé lo que hay, creo. Pero no te preocupes por mí.
Sólo espero que, después de haber visto quién es en realidad, guardes las
distancias con ella.
La idea me pone muy triste, pero asiento:
—Lo haré. No le importo nada. ¿Por qué debería importarme ella a mí?
—No debería. Eres demasiado buena para Brittany, siempre lo has sido —
me asegura.
Me siento un poco más cerca de ella, y entonces Dany levanta la manta y
se mete debajo antes de pulsar un botón del mando a distancia y encender
la tele. Me encanta lo tranquilas que estamos. No dice cosas sólo para
herirme o cabrearme, no hiere mis sentimientos a propósito.
—¿Estás cansada? —le pregunto al rato.
—No, ¿y tú?
—Un poco.
—Pues a dormir. Yo me voy a mi cuarto.
—No. En realidad, puedes quedarte aquí hasta que me duerma —digo
más como una pregunta que como una afirmación.
Dany me mira contenta y aliviada.
—Claro. Cómo no.
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 92
Brittany
Estampo el puño contra el maletero de mi coche y grito para soltar parte de
mi rabia. ¿Cómo ha podido pasar? ¿Cómo es que la he tirado al suelo? Dany
sabía que iba a acabar así en cuanto se bajó de la camioneta, y he vuelto a
partirle la cara. Conozco a Santana, se compadecerá de ella y se culpará a sí
misma de la zurra que le he dado a esa cretina y luego creerá que le debe
algo.
—¡Mierda! —grito aún más alto.
—¿Por qué gritas? —Christian aparece en el sendero nevado.
Lo miro y pongo los ojos en blanco.
—Por nada.
La única persona a la que querré en la vida acaba de irse con la
persona a la que más detesto en el mundo entero.
Vance me mira con asombro.
—Algo te pasa —contraataca, y le da un buen trago a su copa.
—Ahora mismo no me apetece desnudarte mi alma —le suelto.
—Qué coincidencia: a mí tampoco. Sólo intento averiguar por qué hay
Una perra gritando en la entrada de mi casa —dice con una sonrisa en los
labios.
Casi me echo a reír. Casi.
—Que te den —le espeto.
—¿No ha aceptado tus disculpas?
—¿Quién ha dicho que me haya disculpado o que tenga que hacerlo?
—Eres como eres y, además, eres una mujer... —Me saluda con la
copa y se bebe el resto de su contenido—. Nosotros los hombres en tu caso su pareja siempre tenemos que disculparnos primero. Así son las cosas.
Dejo escapar un largo suspiro y le digo:
—Ya, bueno, ella no quiere mis disculpas.
—Todas las mujeres quieren una.
No puedo dejar de imaginármela acudiendo a Dany en busca de
consuelo.
—La mía, no... Ella, no.
—Vale, vale, vale —dice Christian bajando las manos—. ¿Vienes
adentro?
—No... Paso. —Me sacudo la nieve del pelo y me lo aparto de la
frente.
—Ken... tu padre, y Karen están a punto de irse.
—¿Y eso a mí qué coño me importa? —le contesto, y suelta una
carcajada.
—Tu lenguaje nunca deja de sorprenderme.
Le sonrío.
—¿Qué dices? Si sueltas aún más tacos que yo.
—Precisamente.
Me pasa el brazo por los hombros y, para mi sorpresa, dejo que me
lleve adentro.
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 93
Santana
No puedo dormir. Me despierto cada media hora para ver si Brittany ha intentado llamarme. Nada. Compruebo que he puesto la alarma. Mañana tengo clase y Dany va a llevarme a casa de Ryder temprano para arreglarme y llegar a la facultad a tiempo.
Intento cerrar los ojos pero no paro de pensar, de recordar cómo Brittany me suplicaba en sueños que volviera a casa. Aunque fuera un sueño, me mata verla así. Después de dar mil vueltas en el pequeño sofá, decido
hacer lo que debería haber hecho antes.
Abro la puerta de la habitación de Dany y la oigo roncar con suavidad.
No lleva camiseta y está durmiendo boca abajo con los brazos a modo de
almohada.
Una batalla campal se libra en mi interior mientras ella se despierta.
—¿Santana? —Se incorpora—. ¿Estás bien? —Parece alarmada.
—Sí..., perdona que te haya despertado... Me preguntaba si me dejarías dormir aquí —digo tímidamente.
Me mira un segundo antes de decir:
—Por supuesto que sí —y se mueve un poco para dejarme sitio en la cama. Trato de ignorar que en la cama no hay sábanas. Al fin y al cabo, es una estudiante y no todo el mundo es tan pulcra como yo. Me pasa una almohada y me tumbo a su lado. Estamos a menos de treinta centímetros.
—¿Quieres hablar? —pregunta.
«¿Quiero hablar?», me pregunto.
—No, esta noche, no. No consigo aclararme las ideas.
—¿Hay algo que yo pueda hacer?
—Tiene una voz muy dulce en la oscuridad.
—¿Puedes acercarte un poco más? —le pido, y eso es justo lo que hace.
Estoy nerviosa y me vuelvo para verle la cara. Me acaricia la mejilla con el pulgar. Es una caricia tierna y delicada.
—Me alegro de que estés aquí conmigo y no con Brittany —susurra.
—Yo también —contesto sin saber si lo digo de corazón o no.
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 94
Brittany
A Ryder le han salido pelos en los huevos desde la noche en que intentó agredirme. Ha pillado un buen berrinche en el aeropuerto cuando me ha visto junto a las cintas de recogida de equipajes. Esperaba a su madre.
Karen ha accedido a que fuera a recoger a su hijo, tal vez porque no le
apetecía ir después de la fiesta de Vance, tal vez porque le doy pena. No estoy segura. Pero me alegro.
Por su parte, Ryder está cabreadísimo. Dice que soy la tipa más
perra que ha conocido, y al principio ni siquiera quería subir al coche
conmigo. He tardado veinte minutos en convencer a mi encantador
hermanastro de que volver a casa en mi compañía es mejor que caminar sesenta kilómetros en plena noche.
Tras un largo silencio, retomo la conversación que habíamos iniciado
en la terminal.
—Ryder, aquí me tienes, y necesito que me digas lo que debería
hacer. Estoy hecha un lío y no me decido por una cosa o la otra.
—¿Qué es cada cosa? —pregunta.
—No sé si volver a Inglaterra para asegurarme de que Santana tiene la vida que se merece, o si ir a casa de Dany y matarla.
—Y ¿qué pinta Santana en eso último?
Lo miro y me encojo de hombros.
—Después de matarla, obligaría a Santana a venir conmigo.
—Ése es el problema. Crees que puedes conseguir que haga todo lo
que quieres. Estás así precisamente por eso.
—No me he explicado bien. Quería decir... —Sé que está en lo cierto,
y no me molesto en acabar la frase—. Pero está con Dany. ¿Cómo demonios ha acabado con Dany? Es que veo rojo sólo de pensarlo —gruño, y me froto las sienes.
—Será mejor que conduzca yo —repone.
Ryder es como un grano en el culo.
—Brittany, se quedó a dormir en su casa el viernes y pasó el sábado
con él.
De repente la veo toda negro.
—¿Qué? Entonces... ¿está saliendo... con Dany?
Ryder garabatea en el cristal.
—No lo sé..., pero sé que cuando hablé con ella el sábado me dijo que
se había reído por primera vez desde que la abandonaste.
Venga ya.
—Pero si ni siquiera la conoce. —No me puedo creer que esto esté
pasando.
—No quiero ser un cabron, pero no puedes ignorar la ironía que
tenemos entre manos: estabas obsesionada con que estuviera con alguien como ella, pero acaba saliendo con alguien exactamente igual que tú.
—No se parece a mí en nada —le digo e intento concentrarme en la
carretera para no echarme a llorar delante de él.
No abro la boca durante el resto del trayecto.
—Y ¿ha llorado? —pregunto cuando lo dejo en la puerta.
Ryder me mira con incredulidad.
—Sí. Una semana entera sin parar. —Luego menea la cabeza—. Tu,
no tienes ni idea de lo que le has hecho y tampoco te importa. Sigues
pensando sólo en ti misma.
—¿Cómo puedes decir eso, si lo he hecho por ella? Me he alejado de
ella para que pueda pasar página. No la merezco, tú mismo me lo dijiste, ¿te acuerdas?
—Me acuerdo, y no he cambiado de opinión. Pero también creo que es
ella quien debería decidir qué es lo que merece —dice con un bufido antes de bajar del coche.
Jace le da una calada al porro y lo mira fijamente.
—Hacía tiempo que no me fumaba uno. Quinn ya no viene casi
nunca. Se pasa el día entre las piernas de Rachel.
—Ya... —musito.
Bebo un trago de cerveza y echo un vistazo al apartamento de mierda.
No sé por qué he venido, pero tampoco sabía adónde ir. No pienso volver a mi apartamento esta noche. No me puedo creer que Santana esté con Dany. En serio. «Pero ¿qué coño...?»
Ryder no ha querido llamar a Santana para pedirle que volviera a casa
de mi padre. He intentado convencerlo de todas las maneras posibles. Es un cabron.
Aun así, he de confesar que admiro su lealtad, aunque no cuando se
interpone en mi camino. Ryder dice que debería permitirle a Santana
decidir si quiere estar conmigo o no, pero ya sé cuál sería su decisión. O eso creía.
Dany me tenía bien engañada. Ha ido a recogerla y ha pasado casi todo
el fin de semana con ella.
—¿A ti qué te pasa? —me pregunta Jace echándome el humo del
porro a la cara.
—Nada.
—He de decir que me ha sorprendido encontrarte en mi puerta esta
noche después de lo que pasó la última vez que nos vimos —me recuerda.
—Ya sabes por qué he venido.
—¿Lo sé?
—Está disfrutando.
—Santana y Dany. Sé que estás enterado.
—¿Santana? ¿Santana López y Dany? — Sonríe—. Cuéntame.
Más le vale borrar esa estúpida sonrisa de su cara.
Le doy la callada por respuesta y se encoge de hombros.
—No sé nada, de verdad. —Le da otra calada al porro y pequeños
copos de papel caen en su regazo. No se da ni cuenta.
—Tú nunca dices la verdad.
—Me bebo otro trago.
—Falso. ¿Dices que están follando?
—Enarca una ceja.
Casi me atraganto con la pregunta.
—Cuidado con lo que dices. ¿Las has visto juntas?
—Inspirar, espirar... Despacio.
—No, no sé nada de ellas
. —Jace deja el porro en el cenicero.
—. Creía que estaba saliendo con una pava de instituto.
Miro la pila de ropa sucia que hay en una esquina de la habitación.
—Eso creía yo también.
—¿Te ha dejado por Dany?
—No te burles, que no estoy de humor.
—Te presentas aquí con un montón de preguntas. No me burlo —dice
con desdén.
—He oído que pasaron juntas el viernes, y quería saber quién más
había por allí.
—No lo sé. Tampoco estuve con ellas. Pero ¿vosotras dos no vivíais
juntas? —replica. Se quita sus gafas de aspirante a moderno y las deja encima de la mesa.
—Sí. ¿Por qué te crees que estoy tan cabreada con Dany?
—Bueno, ya sabes cómo es desde que tú...
—Lo sé.
Odio a Jace. A más no poder. Y a Dany. ¿Qué le costaba a Santana haber elegido a Trevor? Joder, nunca pensé que me parecería bien que Santana saliera con Trevor.
Pongo los ojos en blanco y lucho contra el impulso de partirle la
crisma a Jace contra la mesita de café. Así no voy a llegar a ninguna parte.
El alcohol y la rabia no ayudan.
—¿Seguro que no sabes nada? Porque, si descubro lo contrario, te
mataré y lo sabes —lo amenazo muy en serio.
—Sí, colega, todos sabemos lo psicótica que te pones cuando se trata
de esa chica. No seas tan perra.
—Estás avisado —le digo, y pone los ojos en blanco.
¿Cómo es que me hice amiga suya? Es un montón de mierda y debería
haber puesto fin a nuestra supuesta amistad con una buena paliza.
Jace se levanta y se estira.
—Me voy a la cama. Son las cuatro. Puedes echarte en el sofá.
—No, ya me iba —digo caminando hacia la puerta.
Son las cuatro de la mañana y en la calle hace mucho frío. No voy a
poder pegar ojo sabiendo que está con Dany. En su apartamento... ¿Y si la toca? ¿Y si se ha pasado todo el fin de semana poniéndole las manos encima? ¿Se la follaría por despecho? No, la conozco bien. Estoy hablando de una chica que todavía se ruboriza cuando le bajo las bragas. No obstante, Dany puede ser muy persuasiva y podría haberla emborrachado. Sé que no sabe beber. Dos copas y empieza a maldecir como un camionero y a intentar desabrocharme el cinturón. Joder, como la emborrache y la toque con sus sucias manos... Doy media vuelta en una intersección y espero que no haya polis cerca porque el aliento me apesta a cerveza.
«A la mierda la gilipollez de mantenerme lejos de ellas.»
Puede que haya sido una perra y puede que la haya tratado como a
una mierda, pero Dany es mucho peor que yo. La quiero mucho más que ella, mucho más de lo que la querrá ningún hombre o mujer. Ahora sé lo que tenía. Sé lo que podía perder y, ahora que lo he perdido, quiero recuperarlo. No puede tenerla, ni ella ni nadie. Es mía y sólo mía. Maldita sea. ¿Por qué no le pedí perdón en la fiesta? Eso es lo que debería haber hecho. Debería haberme hincado de rodillas delante de todo el mundo y haberle suplicado que me perdonara y ahora estaríamos en la cama. Pero no. Tenía que pelearme con ella y tirarla al suelo por accidente cuando estaba tan rabiosa que no sabía
quién era quién. Dany es una maldita bastarda. ¿Quién coño se cree que es para venir a recogerla a la fiesta? ¿Me toma el pelo? La ira me puede otra vez. Tengo que calmarme antes de llegar. Si estoy tranquila, ella hablará conmigo. O eso espero. Para cuando llego a casa de Dany son las cuatro y media de la madrugada. Paro y me quedo quieta unos minutos intentando tranquilizarme. Luego llamo a la puerta y espero impaciente. Justo cuando voy a empezar a aporrearla, la puerta se abre. Es Tyler, el compañero de piso de Dany. He hablado con él un par de veces, en las fiestas que montaban aquí.
—¿Pierce? ¿Qué hay, colega? —dice arrastrando las palabras.
—¿Y Dany? —Me meto en el piso, no quiero perder más tiempo.
Se frota los ojos.
—Tía, son las cinco de la madrugada.
—No, las cuatro y media. ¿Dónde...?
Entonces veo la manta doblada en el sofá. Doblada con esmero: el
sello personal de Santana. Mi cerebro tarda un segundo en asociar eso con el hecho de que el sofá está vacío. Si no está en el sofá, ¿dónde puede estar? La bilis me sube por la garganta y por enésima vez esta noche noto que no puedo respirar. Cruzo el apartamento como una exhalación y dejo atrás a un Tyler medio dormido. Abro la puerta del dormitorio de Dany, que está oscuro como la noche. Saco el móvil y lo uso de linterna. El pelo de Santana cubre una de las almohadas y Dany no lleva camiseta. «Mierda, mierda, mierda...» Busco el interruptor y enciendo la luz. Santana se revuelve y rueda hacia su lado. Tropiezo con la pata de la mesa y ella cierra los ojos con fuerza y los abre para ver qué la ha despertado. Trato de pensar qué voy a decir mientras intento procesar el cuadro que tengo delante. Santana y Dany en la cama, juntas.
—¿Brittany? —gimotea, y frunce el ceño. Parece que se está
despertando. Mira a Dany y luego me mira a mí. Sorpresa.—. ¿Qué... qué haces tú aquí? —pregunta presa del pánico.
—No, no. ¿Qué haces tú aquí? ¡En la cama con ella! —Intento no gritar,
me clavo las uñas en la palma de la mano.
Si se la ha follado, se acabó. Se acabó para siempre, no quiero volver
a verla.
—¿Cómo has entrado? —pregunta con tristeza.
—Tyler me ha abierto la puerta. ¿Qué haces en su cama? ¿Cómo has
podido meterte en su cama?
Dany se vuelve sobre la espalda y se frota los ojos. Los abre, se sienta y me mira fijamente.
—¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —exige saber.
«Contente, Brittany. No te muevas.»
Tengo que controlarme o alguien acabará en el hospital. Ese alguien
es Dany, pero si voy a alejarla de ella, he de permanecer todo lo calmada que pueda.
—He venido a buscarte, Santana. Vámonos —digo, y le tiendo la mano a pesar de que estoy en la otra punta de la habitación.
Ella frunce el ceño.
—¿Cómo dices?
Ahí está el mundialmente conocido carácter de Santana...
—No puedes presentarte en mi apartamento y decirle que se vaya. —
Dany se mueve para levantarse de la cama y veo que sólo lleva puestos unos pantalones cortos de deporte que dejan ver sus bragas.
No creo que pueda mantener la calma.
—Puedo y acabo de hacerlo. Santana...
Espero a que se levante de la cama pero no mueve un músculo.
—No voy a ir a ninguna parte contigo, Brittany —me dice.
—Ya la has oído. No quiere irse contigo —se burla Dany.
—Yo de ti cerraría el pico. Estoy intentando con todas mis fuerzas no
hacer nada de lo que me arrepienta después. Más te vale no buscarme las cosquillas —rujo.
Dany abre los brazos para retarme.
—Es mi apartamento y mi dormitorio, y si ella no quiere irse contigo,
no tiene por qué hacerlo. Si quieres pelea, adelante. Pero no voy a obligarla a marcharse contigo si no quiere.
—Cuando termina, la mira con la expresión de preocupación más falsa que he visto en la vida. Suelto una carcajada maléfica.
—Ése es el plan, ¿no? Me calientas hasta que te parto las costillas, a
ella le das pena y yo quedo como un monstruo al que todos temen, ¿no es
así? ¡No le creas ni una palabra, Santana! —grito.
No soporto que siga en la cama con Dany, y aún menos el hecho de que
no puedo partirle la cara a esa perra porque eso es justo lo que quiere. Ella suspira.
—Vete.
—Santana, escúchame. No es quien tú crees. No es don Inocente.
—Y ¿eso por qué? —me reta.
—Porque..., bueno, aún no lo sé. Pero sé que te está utilizando para
algo. Sólo quiere echarte un polvo, y lo sabes —le digo. Me cuesta
controlar mis emociones.
—No es verdad —dice, pero sé que se está cabreando.
—Chica, deberías irte —repite Dany—. Ella quiere quedarse. Estás
haciendo el ridículo.
Cuando termina de hablar con el labio partido, empiezo a temblar.
Tengo guardada demasiada rabia y necesito dejarla salir.
—Te lo advierto: cierra esa puta boca. Santana, deja de ser tan cabezota y vámonos. Tenemos que hablar.
—Es de madrugada y tú... —empieza a decir, pero la corto.
—Santana, por favor.
Le cambia la cara y no sé por qué.
—No, Brittany. ¡No puedes presentarte aquí y ordenarme que me vaya
contigo!
Dany se encoge de hombros como si la cosa no fuera con ella.
—No me obligues a llamar a la policía, Brittany.
Se acabó. Doy un paso hacia ella pero Santana salta de la cama y se
interpone entre las dos.
—No. Otra vez no —me ruega, y me mira directamente a los ojos.
—Entonces ven conmigo. No puedes confiar en ella —le digo.
Dany se ríe.
—Y ¿de ti sí que puede fiarse? Acéptalo: la has cagado. Se merece a
alguien mejor que tú, y si la dejaras ser feliz...
—¿Que la deje ser feliz? ¿Contigo? —escupo—. ¡Como si de verdad
quisieras tener una relación con ella! ¡Sé que lo único que te interesa es meterte en sus bragas!
—Eso no es verdad. ¡Santana me importa mucho y podría tratarla infinitamente mejor que tú! —me grita en las narices, y Santana me empuja con las palmas de las manos en mi pecho.
Sé que es ridículo, pero no puedo evitar disfrutar con el gesto, con la suavidad de sus manos en mi pecho. Hacía mucho que no la sentía.
—¡Parad de una vez las dos! Brittany, tienes que irte.
—No voy a irme, Santana. Eres demasiado ingenua. ¡No le importas una mierda! —le grito.
Ni siquiera parpadea.
—¿Y a ti sí? ¡Has estado «demasiado ocupada» para llamarme durante once días! ¡Ella estaba aquí y tú no, y si...! —grita y sigue gritándome, pero lo único que veo es lo que lleva puesto.
«¿Lleva...? No. No puede ser...»
Doy un paso atrás para asegurarme.
—¿Eso es...? ¿Qué demonios llevas puesto? —tartamudeo, y empiezo
a dar vueltas.
Mira hacia abajo, por lo visto se le ha olvidado.
—¿Llevas puesta su puta ropa? —digo casi a gritos. Se me quiebra la voz y me tiro del pelo.
—Brittany... —intenta hablar.
—Sí —responde Dany por ella.
Si lleva puesta su ropa...
—¿Te la has follado? —digo con la voz rota. Las lágrimas amenazan con rodar por mis mejillas en cualquier momento.
Abre unos ojos como platos.
—¡No! ¡Desde luego que no!
—¡Quiero la verdad, Santana! ¿Te la has follado?
—¡Ya te lo he dicho! —me devuelve el grito.
Dany retrocede y observa con la cara magullada y preocupada. Aún le he hecho poco.
—¿La has tocado? ¡Joder! ¿Te ha tocado?
Estoy como loca y me da igual. No puedo soportarlo. Si le ha tocado un solo pelo, no voy a poder soportarlo, no voy a poder.
Me vuelvo hacia Dany antes de que ninguna de las dos pueda contestar.
—Si la has tocado, te juro por Dios que no me va a importar que ella esté presente o no, te voy... Santana vuelve a interponerse entre nosotras y veo miedo en sus ojos.
—Sal de mi apartamento o llamo a la policía —me amenaza Dany.
—¿La policía? ¿Te crees que me importa un com...?
—Me voy contigo —La voz de Santana suena suave en medio del caos.
—¿Qué? —exclamamos Dany y yo al unísono.
—Me voy contigo, Brittany, sólo porque sé que no te irás a menos que
te acompañe.
Qué alivio. Bueno, sólo un poco. Me da igual por qué venga conmigo siempre y cuando venga de verdad. Dany se vuelve hacia ella, casi suplicante.
—Santana, no tienes por qué irte. Puedo llamar a la policía. No tienes que irte con ella. Siempre hace lo mismo, te controla a base de meterte miedo y de asustar a todo el que te rodea.
—Te equivocas... —suspira—. Pero estoy agotada, son las cinco de la mañana y tenemos cosas que hablar. Es lo más sencillo.
—No tiene por qué...
—Se viene conmigo —le digo, y ella me lanza una mirada asesina. Si las miradas matasen...
—Te llamo mañana, Dany. Siento mucho que se haya presentado aquí
—le dice en voz baja, y al final Dany asiente y comprende que he ganado yo.
Pone cara de pena y espero que Santana no se la trague.
En realidad, me sorprende que haya accedido tan fácilmente a venir
conmigo... Aunque me conoce mejor que nadie y tenía razón al decir que no iba a irme sin ella.
—No te disculpes. Ten cuidado y no dudes en llamarme si necesitas
algo —le dice.
Debe de ser un asco ser una pringada que no puede hacer una mierda para evitar que irrumpa en su apartamento en plena noche y me lleve a Santana conmigo.
Ella no abre la boca mientras sale del dormitorio de Dany y se dirige al baño que hay al otro lado del pasillo.
—No vuelvas a acercarte a ella. Ya te lo he advertido y parece que no sabes captar una indirecta —le digo al llegar a la puerta de su habitación.
Dany echa chispas por los ojos y, si no fuera porque Santana me está llamando desde el salón, le partiría el cuello.
—¡Si le haces daño, te juro que me aseguraré de que no vuelvas a hacérselo! —grita lo bastante alto para que ella la oiga mientras salimos del apartamento y caminamos sobre la nieve.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Odio detesto y aborrezco a dani siempre en el medio... Y digamos que britt no hace muy bien las cosas para tratar de recuperar a san en todo esto... A ver que pasa ahora que se fueron juntas
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Esperó que Britt aproveche este tiempo con San para ser honesta y explicar las cosas como las ve y siente.... De San no se que pensar si quiere a Britt pero que este buscando a Danny de esta manera y tan pronto me hace dudar...
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
santana es una zorra!!!! tanto amor y mas mentiras imposible, exige y exige y a los 11 dias ya esta compartiendo ropa y cama con la aprovechada esa, de verdad deberia quedarse con ella y ya para yo no continuar leyendo la historia y sentir que se me estiran las arterias de la rabia, mi internet tenia mononucleosis pero ya se recupero , aunque para leer esto de la falsa santana se hubiese quedado en el hospital!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Ya te extraño.... Jajajaja vuelve !!!!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
3:) escribió:Odio detesto y aborrezco a dani siempre en el medio... Y digamos que britt no hace muy bien las cosas para tratar de recuperar a san en todo esto... A ver que pasa ahora que se fueron juntas
hola sip, es cierto Britt haciendo las cosas mal y bueno siempre hay alguien en el medio. mucho drama o no??????
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
micky morales escribió:santana es una zorra!!!! tanto amor y mas mentiras imposible, exige y exige y a los 11 dias ya esta compartiendo ropa y cama con la aprovechada esa, de verdad deberia quedarse con ella y ya para yo no continuar leyendo la historia y sentir que se me estiran las arterias de la rabia, mi internet tenia mononucleosis pero ya se recupero , aunque para leer esto de la falsa santana se hubiese quedado en el hospital!!!
Hola , lamento lo de tu internet y pues que bien ya se reestablecio. el resto de tu comentario lo contestaria con un emoticon, pero el necesario no existe. Y por cierto cuando dices para yo no continuar leyendo la historia, no estas obligada a hacerlo.
Saludos
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
JVM escribió:Ya te extraño.... Jajajaja vuelve !!!!!
Hola, ya he vuelto pero no podre subir tantos capitulos,, sufri un accidente y tengo quemaduras en la palma de mi mano izquierda y es molesto y a veces doloroso tratar de escribir asi que lo hare lentamente.
Gracias por leer disfruta lo ultimo de mis adaptaciones estas tres seran las ultimas y espero terminarlas pronto
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Hola lectoras subo hoy solo un cap .debido a una quemadura en mi mano izquierda que me impide escribir mas rapido, hasta hoy me han permitido un poco mas de movimiento pero es molesto y doloroso. espero comprenda ya actualizo ok .
....................................................................................
Capítulo 94
A Ryder le han salido pelos en los huevos desde la noche en que intentó agredirme. Ha pillado un buen berrinche en el aeropuerto cuando me ha
visto junto a las cintas de recogida de equipajes. Esperaba a su madre.
Karen ha accedido a que fuera a recoger a su hijo, tal vez porque no le apetecía ir después de la fiesta de Vance, tal vez porque le doy pena. No
estoy segura. Pero me alegro. Por su parte, Ryder está cabreadísimo. Dice que soy la tipa más perra que ha conocido, y al principio ni siquiera quería subir al coche conmigo. He tardado veinte minutos en convencer a mi encantador hermanastro de que volver a casa en mi compañía es mejor que caminar sesenta kilómetros en plena noche.
Tras un largo silencio, retomo la conversación que habíamos iniciado en la terminal.
—Ryder, aquí me tienes, y necesito que me digas lo que debería hacer. Estoy hecha un lío y no me decido por una cosa o la otra.
—¿Qué es cada cosa? —pregunta.
—No sé si volver a Inglaterra para asegurarme de que Santana tiene la vida que se merece, o si ir a casa de Dany y matarla.
—Y ¿qué pinta Santana en eso último?
Lo miro y me encojo de hombros.
—Después de matarla, obligaría a Santana a venir conmigo.
—Ése es el problema. Crees que puedes conseguir que haga todo lo que quieres. Estás así precisamente por eso.
—No me he explicado bien. Quería decir... —Sé que está en lo cierto,
y no me molesto en acabar la frase—. Pero está con Dany. ¿Cómo demonios ha acabado con Dany? Es que veo rojo sólo de pensarlo —gruño, y me froto las sienes.
—Será mejor que conduzca yo —repone.
Ryder es como un grano en el culo.
—Brittany, se quedó a dormir en su casa el viernes y pasó el sábado con ella.
De repente lo veo toda negro.
—¿Qué? Entonces... ¿está saliendo... con Dany?
Ryder garabatea en el cristal.
—No lo sé..., pero sé que cuando hablé con ella el sábado me dijo que se había reído por primera vez desde que la abandonaste.
Venga ya.
—Pero si ni siquiera la conoce. —No me puedo creer que esto esté pasando.
—No quiero ser un cabron, pero no puedes ignorar la ironía que tenemos entre manos: estabas obsesionada con que estuviera con alguien como ella, pero acaba saliendo con alguien exactamente igual que tú.
—No se parece a mí en nada —le digo e intento concentrarme en la carretera para no echarme a llorar delante de él.
No abro la boca durante el resto del trayecto.
—Y ¿ha llorado? —pregunto cuando lo dejo en la puerta.
Ryder me mira con incredulidad.
—Sí. Una semana entera sin parar. —Luego menea la cabeza—. Tu, no tienes ni idea de lo que le has hecho y tampoco te importa. Sigues
pensando sólo en ti misma.
—¿Cómo puedes decir eso, si lo he hecho por ella? Me he alejado de ella para que pueda pasar página. No la merezco, tú mismo me lo dijiste,
¿te acuerdas?
—Me acuerdo, y no he cambiado de opinión. Pero también creo que es ella quien debería decidir qué es lo que merece —dice con un bufido antes de bajar del coche.
Jace le da una calada al porro y lo mira fijamente.
—Hacía tiempo que no me fumaba uno. Quinn ya no viene casi nunca. Se pasa el día entre las piernas de Rachel.
—Ya... —musito.
Bebo un trago de cerveza y echo un vistazo al apartamento de mierda.
No sé por qué he venido, pero tampoco sabía adónde ir. No pienso volver a mi apartamento esta noche. No me puedo creer que Santana esté con Dany. En serio. «Pero ¿qué coño...?»
Ryder no ha querido llamar a Santana para pedirle que volviera a casa de mi padre. He intentado convencerlo de todas las maneras posibles. Es un
cabron. Aun así, he de confesar que admiro su lealtad, aunque no cuando se interpone en mi camino. Ryder dice que debería permitirle a Santana decidir si quiere estar conmigo o no, pero ya sé cuál sería su decisión. O eso creía.
Dany me tenía bien engañada. Ha ido a recogerla y ha pasado casi todo el fin de semana con ella.
—¿A ti qué te pasa? —me pregunta Jace echándome el humo del porro a la cara.
—Nada.
—He de decir que me ha sorprendido encontrarte en mi puerta esta noche después de lo que pasó la última vez que nos vimos —me recuerda.
—Ya sabes por qué he venido.
—¿Lo sé?
—Está disfrutando.
—Santana y Dany. Sé que estás enterado.
—¿Santana? ¿Santana López y Dany? — Sonríe—. Cuéntame.
Más le vale borrar esa estúpida sonrisa de su cara.
Le doy la callada por respuesta y se encoge de hombros.
—No sé nada, de verdad. —Le da otra calada al porro y pequeños copos de papel caen en su regazo. No se da ni cuenta.
—Tú nunca dices la verdad.
—Me bebo otro trago.
—Falso. ¿Dices que están follando?
—Enarca una ceja.
Casi me atraganto con la pregunta.
—Cuidado con lo que dices. ¿Las has visto juntas?
—Inspirar,
espirar... Despacio.
—No, no sé nada de ellas
. —Jace deja el porro en el cenicero.
—. Creía que estaba saliendo con una pava de instituto.
Miro la pila de ropa sucia que hay en una esquina de la habitación.
—Eso creía yo también.
—¿Te ha dejado por Dany?
—No te burles, que no estoy de humor.
—Te presentas aquí con un montón de preguntas. No me burlo —dice con desdén.
—He oído que pasaron juntas el viernes, y quería saber quién más había por allí.
—No lo sé. Tampoco estuve con ellas. Pero ¿vosotras dos no vivíais juntas? —replica. Se quita sus gafas de aspirante a moderno y las deja
encima de la mesa.
—Sí. ¿Por qué te crees que estoy tan cabreada con Dany?
—Bueno, ya sabes cómo es desde que tú...
—Lo sé.
Odio a Jace. A más no poder. Y a Dany. ¿Qué le costaba a Santana haber elegido a Trevor? Joder, nunca pensé que me parecería bien que Santana
saliera con Trevor.
Pongo los ojos en blanco y lucho contra el impulso de partirle la crisma a Jace contra la mesita de café. Así no voy a llegar a ninguna parte.
El alcohol y la rabia no ayudan.
—¿Seguro que no sabes nada? Porque, si descubro lo contrario, te mataré y lo sabes —lo amenazo muy en serio.
—Sí, colega, todos sabemos lo psicótica que te pones cuando se trata de esa chica. No seas tan perra.
—Estás avisado —le digo, y pone los ojos en blanco.
¿Cómo es que me hice amiga suya? Es un montón de mierda y debería
haber puesto fin a nuestra supuesta amistad con una buena paliza. Jace se levanta y se estira.
—Me voy a la cama. Son las cuatro. Puedes echarte en el sofá.
—No, ya me iba —digo caminando hacia la puerta.
Son las cuatro de la mañana y en la calle hace mucho frío. No voy a poder pegar ojo sabiendo que está con Dany. En su apartamento... ¿Y si la
toca? ¿Y si se ha pasado todo el fin de semana poniéndole las manos encima? ¿Se la follaría por despecho? No, la conozco bien. Estoy hablando de una chica que todavía se ruboriza cuando le bajo las bragas. No obstante, Dany puede ser muy persuasiva y podría haberla emborrachado. Sé que no sabe beber. Dos copas y empieza a maldecir como un camionero y a intentar
desabrocharme el cinturón. Joder, como la emborrache y la toque con sus sucias manos... Doy media vuelta en una intersección y espero que no haya polis cerca porque el aliento me apesta a cerveza. «A la mierda la gilipollez de mantenerme lejos de ellas.»
Puede que haya sido una perra y puede que la haya tratado como a una mierda, pero Dany es mucho peor que yo. La quiero mucho más que ella, mucho más de lo que la querrá ningún hombre o mujer. Ahora sé lo que tenía. Sé lo que podía perder y, ahora que lo he perdido, quiero recuperarlo. No puede tenerla, ni ella ni nadie. Es mía y sólo mía. Maldita sea. ¿Por qué no le pedí perdón en la fiesta? Eso es lo que debería haber hecho. Debería haberme hincado de rodillas delante de todo el mundo y haberle suplicado que me perdonara y ahora estaríamos en la cama. Pero no. Tenía que pelearme con ella y tirarla al suelo por accidente cuando estaba tan rabiosa que no sabía quién era quién. Dany es una maldita bastarda. ¿Quién coño se cree que es para venir a recogerla a la fiesta? ¿Me toma el pelo? La ira me puede otra vez. Tengo que calmarme antes de llegar. Si estoy tranquila, ella hablará conmigo. O eso espero. Para cuando llego a casa de Dany son las cuatro y media de la madrugada. Paro y me quedo quieta unos minutos intentando
tranquilizarme. Luego llamo a la puerta y espero impaciente. Justo cuando voy a empezar a aporrearla, la puerta se abre. Es Tyler,
el compañero de piso de Dany. He hablado con él un par de veces, en las fiestas que montaban aquí.
—¿Pierce? ¿Qué hay, colega? —dice arrastrando las palabras.
—¿Y Dany? —Me meto en el piso, no quiero perder más tiempo.
Se frota los ojos.
—Tía, son las cinco de la madrugada.
—No, las cuatro y media. ¿Dónde...?
Entonces veo la manta doblada en el sofá. Doblada con esmero: el sello personal de Santana. Mi cerebro tarda un segundo en asociar eso con el hecho de que el sofá está vacío.
Si no está en el sofá, ¿dónde puede estar?
La bilis me sube por la garganta y por enésima vez esta noche noto que no puedo respirar. Cruzo el apartamento como una exhalación y dejo
atrás a un Tyler medio dormido. Abro la puerta del dormitorio de Dany, que está oscuro como la noche. Saco el móvil y lo uso de linterna. El pelo de Santana cubre una de las almohadas y Dany no lleva camiseta.
«Mierda, mierda, mierda...» Busco el interruptor y enciendo la luz. Santana se revuelve y rueda hacia su lado. Tropiezo con la pata de la mesa y ella cierra los ojos con fuerza y los abre para ver qué la ha despertado.
Trato de pensar qué voy a decir mientras intento procesar el cuadro que tengo delante. Santana y Dany en la cama, juntas.
—¿Brittany? —gimotea, y frunce el ceño. Parece que se está despertando. Mira a Dany y luego me mira a mí. Sorpresa.—. ¿Qué... qué
haces tú aquí? —pregunta presa del pánico.
—No, no. ¿Qué haces tú aquí? ¡En la cama con ella! —Intento no gritar,
me clavo las uñas en la palma de la mano.
Si se la ha follado, se acabó. Se acabó para siempre, no quiero volver a verla.
—¿Cómo has entrado? —pregunta con tristeza.
—Tyler me ha abierto la puerta. ¿Qué haces en su cama? ¿Cómo has podido meterte en su cama?
Dany se vuelve sobre la espalda y se frota los ojos. Los abre, se sienta y me mira fijamente.
—¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —exige saber.
«Contente, Brittany. No te muevas.»
Tengo que controlarme o alguien acabará en el hospital. Ese alguien es Dany, pero si voy a alejarla de ella, he de permanecer todo lo calmada que pueda.
—He venido a buscarte, Santana. Vámonos —digo, y le tiendo la mano a pesar de que estoy en la otra punta de la habitación.
Ella frunce el ceño.
—¿Cómo dices?
Ahí está el mundialmente conocido carácter de Santana...
—No puedes presentarte en mi apartamento y decirle que se vaya. —Dany se mueve para levantarse de la cama y veo que sólo lleva puestos unos pantalones cortos de deporte que dejan ver sus bragas.
No creo que pueda mantener la calma.
—Puedo y acabo de hacerlo. Santana...
Espero a que se levante de la cama pero no mueve un músculo.
—No voy a ir a ninguna parte contigo, Brittany —me dice.
—Ya la has oído. No quiere irse contigo —se burla Dany.
—Yo de ti cerraría el pico. Estoy intentando con todas mis fuerzas no hacer nada de lo que me arrepienta después. Más te vale no buscarme las
cosquillas —rujo.
Dany abre los brazos para retarme.
—Es mi apartamento y mi dormitorio, y si ella no quiere irse contigo, no tiene por qué hacerlo. Si quieres pelea, adelante. Pero no voy a obligarla
a marcharse contigo si no quiere.
—Cuando termina, la mira con la expresión de preocupación más falsa que he visto en la vida.
Suelto una carcajada maléfica.
—Ése es el plan, ¿no? Me calientas hasta que te parto las costillas, a ella le das pena y yo quedo como un monstruo al que todos temen, ¿no es
así? ¡No le creas ni una palabra, Santana! —grito.
No soporto que siga en la cama con Dany, y aún menos el hecho de que no puedo partirle la cara a esa perra porque eso es justo lo que quiere.
Ella suspira.
—Vete.
—Santana, escúchame. No es quien tú crees. No es don Inocente.
—Y ¿eso por qué? —me reta.
—Porque..., bueno, aún no lo sé. Pero sé que te está utilizando para algo. Sólo quiere echarte un polvo, y lo sabes —le digo. Me cuesta
controlar mis emociones.
—No es verdad —dice, pero sé que se está cabreando.
—Chica, deberías irte —repite Dany—. Ella quiere quedarse. Estás haciendo el ridículo.
Cuando termina de hablar con el labio partido, empiezo a temblar.
Tengo guardada demasiada rabia y necesito dejarla salir.
—Te lo advierto: cierra esa puta boca. Santana, deja de ser tan cabezota y vámonos. Tenemos que hablar.
—Es de madrugada y tú... —empieza a decir, pero la corto.
—Santana, por favor.
Le cambia la cara y no sé por qué.
—No, Brittany. ¡No puedes presentarte aquí y ordenarme que me vaya contigo!
Dany se encoge de hombros como si la cosa no fuera con ella.
—No me obligues a llamar a la policía, Brittany.
Se acabó. Doy un paso hacia ella pero Santana salta de la cama y se interpone entre las dos.
—No. Otra vez no —me ruega, y me mira directamente a los ojos.
—Entonces ven conmigo. No puedes confiar en ella —le digo.
Dany se ríe.
—Y ¿de ti sí que puede fiarse? Acéptalo: la has cagado. Se merece a alguien mejor que tú, y si la dejaras ser feliz...
—¿Que la deje ser feliz? ¿Contigo? —escupo—. ¡Como si de verdad quisieras tener una relación con ella! ¡Sé que lo único que te interesa es meterte en sus bragas!
—Eso no es verdad. ¡Santana me importa mucho y podría tratarla infinitamente mejor que tú! —me grita en las narices, y Santana me empuja
con las palmas de las manos en mi pecho.
Sé que es ridículo, pero no puedo evitar disfrutar con el gesto, con la suavidad de sus manos en mi pecho. Hacía mucho que no la sentía.
—¡Parad de una vez las dos! Brittany, tienes que irte.
—No voy a irme, Santana. Eres demasiado ingenua. ¡No le importas una
mierda! —le grito.
Ni siquiera parpadea.
—¿Y a ti sí? ¡Has estado «demasiado ocupada» para llamarme
durante once días! ¡Ella estaba aquí y tú no, y si...! —grita y sigue gritándome, pero lo único que veo es lo que lleva puesto.
«¿Lleva...? No. No puede ser...»
Doy un paso atrás para asegurarme.
—¿Eso es...? ¿Qué demonios llevas puesto? —tartamudeo, y empiezo a dar vueltas.
Mira hacia abajo, por lo visto se le ha olvidado.
—¿Llevas puesta su puta ropa? —digo casi a gritos. Se me quiebra la voz y me tiro del pelo.
—Brittany... —intenta hablar.
—Sí —responde Dany por ella.
Si lleva puesta su ropa...
—¿Te la has follado? —digo con la voz rota. Las lágrimas amenazan con rodar por mis mejillas en cualquier momento.
Abre unos ojos como platos.
—¡No! ¡Desde luego que no!
—¡Quiero la verdad, Santana! ¿Te la has follado?
—¡Ya te lo he dicho! —me devuelve el grito.
Dany retrocede y observa con la cara magullada y preocupada. Aún le he hecho poco.
—¿La has tocado? ¡Joder! ¿Te ha tocado?
Estoy como loca y me da igual. No puedo soportarlo. Si le ha tocado un solo pelo, no voy a poder soportarlo, no voy a poder.
Me vuelvo hacia Dany antes de que ninguna de las dos pueda contestar.
—Si la has tocado, te juro por Dios que no me va a importar que ella esté presente o no, te voy...
Santana vuelve a interponerse entre nosotras y veo miedo en sus ojos.
—Sal de mi apartamento o llamo a la policía —me amenaza Dany.
—¿La policía? ¿Te crees que me importa un com...?
—Me voy contigo —La voz de Santana suena suave en medio del caos.
—¿Qué? —exclamamos Dany y yo al unísono.
—Me voy contigo, Brittany, sólo porque sé que no te irás a menos que te acompañe.
Qué alivio. Bueno, sólo un poco. Me da igual por qué venga conmigo siempre y cuando venga de verdad.
Dany se vuelve hacia ella, casi suplicante.
—Santana, no tienes por qué irte. Puedo llamar a la policía. No tienes que irte con ella. Siempre hace lo mismo, te controla a base de meterte
miedo y de asustar a todo el que te rodea.
—Te equivocas... —suspira—. Pero estoy agotada, son las cinco de la
mañana y tenemos cosas que hablar. Es lo más sencillo.
—No tiene por qué...
—Se viene conmigo —le digo, y ella me lanza una mirada asesina. Si las miradas matasen...
—Te llamo mañana, Dany. Siento mucho que se haya presentado aquí
—le dice en voz baja, y al final Dany asiente y comprende que he ganado yo.
Pone cara de pena y espero que Santana no se la trague.
En realidad, me sorprende que haya accedido tan fácilmente a venir conmigo... Aunque me conoce mejor que nadie y tenía razón al decir que
no iba a irme sin ella.
—No te disculpes. Ten cuidado y no dudes en llamarme si necesitas algo —le dice.
Debe de ser un asco ser una pringada que no puede hacer una mierda para evitar que irrumpa en su apartamento en plena noche y me lleve a
Santana conmigo. Ella no abre la boca mientras sale del dormitorio de Dany y se dirige al
baño que hay al otro lado del pasillo.
—No vuelvas a acercarte a ella. Ya te lo he advertido y parece que no sabes captar una indirecta —le digo al llegar a la puerta de su habitación. Dany echa chispas por los ojos y, si no fuera porque Santana me está llamando desde el salón, le partiría el cuello.
—¡Si le haces daño, te juro que me aseguraré de que no vuelvas a hacérselo! —grita lo bastante alto para que ella la oiga mientras salimos del apartamento y caminamos sobre la nieve.
....................................................................................
Capítulo 94
Brittany
A Ryder le han salido pelos en los huevos desde la noche en que intentó agredirme. Ha pillado un buen berrinche en el aeropuerto cuando me ha
visto junto a las cintas de recogida de equipajes. Esperaba a su madre.
Karen ha accedido a que fuera a recoger a su hijo, tal vez porque no le apetecía ir después de la fiesta de Vance, tal vez porque le doy pena. No
estoy segura. Pero me alegro. Por su parte, Ryder está cabreadísimo. Dice que soy la tipa más perra que ha conocido, y al principio ni siquiera quería subir al coche conmigo. He tardado veinte minutos en convencer a mi encantador hermanastro de que volver a casa en mi compañía es mejor que caminar sesenta kilómetros en plena noche.
Tras un largo silencio, retomo la conversación que habíamos iniciado en la terminal.
—Ryder, aquí me tienes, y necesito que me digas lo que debería hacer. Estoy hecha un lío y no me decido por una cosa o la otra.
—¿Qué es cada cosa? —pregunta.
—No sé si volver a Inglaterra para asegurarme de que Santana tiene la vida que se merece, o si ir a casa de Dany y matarla.
—Y ¿qué pinta Santana en eso último?
Lo miro y me encojo de hombros.
—Después de matarla, obligaría a Santana a venir conmigo.
—Ése es el problema. Crees que puedes conseguir que haga todo lo que quieres. Estás así precisamente por eso.
—No me he explicado bien. Quería decir... —Sé que está en lo cierto,
y no me molesto en acabar la frase—. Pero está con Dany. ¿Cómo demonios ha acabado con Dany? Es que veo rojo sólo de pensarlo —gruño, y me froto las sienes.
—Será mejor que conduzca yo —repone.
Ryder es como un grano en el culo.
—Brittany, se quedó a dormir en su casa el viernes y pasó el sábado con ella.
De repente lo veo toda negro.
—¿Qué? Entonces... ¿está saliendo... con Dany?
Ryder garabatea en el cristal.
—No lo sé..., pero sé que cuando hablé con ella el sábado me dijo que se había reído por primera vez desde que la abandonaste.
Venga ya.
—Pero si ni siquiera la conoce. —No me puedo creer que esto esté pasando.
—No quiero ser un cabron, pero no puedes ignorar la ironía que tenemos entre manos: estabas obsesionada con que estuviera con alguien como ella, pero acaba saliendo con alguien exactamente igual que tú.
—No se parece a mí en nada —le digo e intento concentrarme en la carretera para no echarme a llorar delante de él.
No abro la boca durante el resto del trayecto.
—Y ¿ha llorado? —pregunto cuando lo dejo en la puerta.
Ryder me mira con incredulidad.
—Sí. Una semana entera sin parar. —Luego menea la cabeza—. Tu, no tienes ni idea de lo que le has hecho y tampoco te importa. Sigues
pensando sólo en ti misma.
—¿Cómo puedes decir eso, si lo he hecho por ella? Me he alejado de ella para que pueda pasar página. No la merezco, tú mismo me lo dijiste,
¿te acuerdas?
—Me acuerdo, y no he cambiado de opinión. Pero también creo que es ella quien debería decidir qué es lo que merece —dice con un bufido antes de bajar del coche.
Jace le da una calada al porro y lo mira fijamente.
—Hacía tiempo que no me fumaba uno. Quinn ya no viene casi nunca. Se pasa el día entre las piernas de Rachel.
—Ya... —musito.
Bebo un trago de cerveza y echo un vistazo al apartamento de mierda.
No sé por qué he venido, pero tampoco sabía adónde ir. No pienso volver a mi apartamento esta noche. No me puedo creer que Santana esté con Dany. En serio. «Pero ¿qué coño...?»
Ryder no ha querido llamar a Santana para pedirle que volviera a casa de mi padre. He intentado convencerlo de todas las maneras posibles. Es un
cabron. Aun así, he de confesar que admiro su lealtad, aunque no cuando se interpone en mi camino. Ryder dice que debería permitirle a Santana decidir si quiere estar conmigo o no, pero ya sé cuál sería su decisión. O eso creía.
Dany me tenía bien engañada. Ha ido a recogerla y ha pasado casi todo el fin de semana con ella.
—¿A ti qué te pasa? —me pregunta Jace echándome el humo del porro a la cara.
—Nada.
—He de decir que me ha sorprendido encontrarte en mi puerta esta noche después de lo que pasó la última vez que nos vimos —me recuerda.
—Ya sabes por qué he venido.
—¿Lo sé?
—Está disfrutando.
—Santana y Dany. Sé que estás enterado.
—¿Santana? ¿Santana López y Dany? — Sonríe—. Cuéntame.
Más le vale borrar esa estúpida sonrisa de su cara.
Le doy la callada por respuesta y se encoge de hombros.
—No sé nada, de verdad. —Le da otra calada al porro y pequeños copos de papel caen en su regazo. No se da ni cuenta.
—Tú nunca dices la verdad.
—Me bebo otro trago.
—Falso. ¿Dices que están follando?
—Enarca una ceja.
Casi me atraganto con la pregunta.
—Cuidado con lo que dices. ¿Las has visto juntas?
—Inspirar,
espirar... Despacio.
—No, no sé nada de ellas
. —Jace deja el porro en el cenicero.
—. Creía que estaba saliendo con una pava de instituto.
Miro la pila de ropa sucia que hay en una esquina de la habitación.
—Eso creía yo también.
—¿Te ha dejado por Dany?
—No te burles, que no estoy de humor.
—Te presentas aquí con un montón de preguntas. No me burlo —dice con desdén.
—He oído que pasaron juntas el viernes, y quería saber quién más había por allí.
—No lo sé. Tampoco estuve con ellas. Pero ¿vosotras dos no vivíais juntas? —replica. Se quita sus gafas de aspirante a moderno y las deja
encima de la mesa.
—Sí. ¿Por qué te crees que estoy tan cabreada con Dany?
—Bueno, ya sabes cómo es desde que tú...
—Lo sé.
Odio a Jace. A más no poder. Y a Dany. ¿Qué le costaba a Santana haber elegido a Trevor? Joder, nunca pensé que me parecería bien que Santana
saliera con Trevor.
Pongo los ojos en blanco y lucho contra el impulso de partirle la crisma a Jace contra la mesita de café. Así no voy a llegar a ninguna parte.
El alcohol y la rabia no ayudan.
—¿Seguro que no sabes nada? Porque, si descubro lo contrario, te mataré y lo sabes —lo amenazo muy en serio.
—Sí, colega, todos sabemos lo psicótica que te pones cuando se trata de esa chica. No seas tan perra.
—Estás avisado —le digo, y pone los ojos en blanco.
¿Cómo es que me hice amiga suya? Es un montón de mierda y debería
haber puesto fin a nuestra supuesta amistad con una buena paliza. Jace se levanta y se estira.
—Me voy a la cama. Son las cuatro. Puedes echarte en el sofá.
—No, ya me iba —digo caminando hacia la puerta.
Son las cuatro de la mañana y en la calle hace mucho frío. No voy a poder pegar ojo sabiendo que está con Dany. En su apartamento... ¿Y si la
toca? ¿Y si se ha pasado todo el fin de semana poniéndole las manos encima? ¿Se la follaría por despecho? No, la conozco bien. Estoy hablando de una chica que todavía se ruboriza cuando le bajo las bragas. No obstante, Dany puede ser muy persuasiva y podría haberla emborrachado. Sé que no sabe beber. Dos copas y empieza a maldecir como un camionero y a intentar
desabrocharme el cinturón. Joder, como la emborrache y la toque con sus sucias manos... Doy media vuelta en una intersección y espero que no haya polis cerca porque el aliento me apesta a cerveza. «A la mierda la gilipollez de mantenerme lejos de ellas.»
Puede que haya sido una perra y puede que la haya tratado como a una mierda, pero Dany es mucho peor que yo. La quiero mucho más que ella, mucho más de lo que la querrá ningún hombre o mujer. Ahora sé lo que tenía. Sé lo que podía perder y, ahora que lo he perdido, quiero recuperarlo. No puede tenerla, ni ella ni nadie. Es mía y sólo mía. Maldita sea. ¿Por qué no le pedí perdón en la fiesta? Eso es lo que debería haber hecho. Debería haberme hincado de rodillas delante de todo el mundo y haberle suplicado que me perdonara y ahora estaríamos en la cama. Pero no. Tenía que pelearme con ella y tirarla al suelo por accidente cuando estaba tan rabiosa que no sabía quién era quién. Dany es una maldita bastarda. ¿Quién coño se cree que es para venir a recogerla a la fiesta? ¿Me toma el pelo? La ira me puede otra vez. Tengo que calmarme antes de llegar. Si estoy tranquila, ella hablará conmigo. O eso espero. Para cuando llego a casa de Dany son las cuatro y media de la madrugada. Paro y me quedo quieta unos minutos intentando
tranquilizarme. Luego llamo a la puerta y espero impaciente. Justo cuando voy a empezar a aporrearla, la puerta se abre. Es Tyler,
el compañero de piso de Dany. He hablado con él un par de veces, en las fiestas que montaban aquí.
—¿Pierce? ¿Qué hay, colega? —dice arrastrando las palabras.
—¿Y Dany? —Me meto en el piso, no quiero perder más tiempo.
Se frota los ojos.
—Tía, son las cinco de la madrugada.
—No, las cuatro y media. ¿Dónde...?
Entonces veo la manta doblada en el sofá. Doblada con esmero: el sello personal de Santana. Mi cerebro tarda un segundo en asociar eso con el hecho de que el sofá está vacío.
Si no está en el sofá, ¿dónde puede estar?
La bilis me sube por la garganta y por enésima vez esta noche noto que no puedo respirar. Cruzo el apartamento como una exhalación y dejo
atrás a un Tyler medio dormido. Abro la puerta del dormitorio de Dany, que está oscuro como la noche. Saco el móvil y lo uso de linterna. El pelo de Santana cubre una de las almohadas y Dany no lleva camiseta.
«Mierda, mierda, mierda...» Busco el interruptor y enciendo la luz. Santana se revuelve y rueda hacia su lado. Tropiezo con la pata de la mesa y ella cierra los ojos con fuerza y los abre para ver qué la ha despertado.
Trato de pensar qué voy a decir mientras intento procesar el cuadro que tengo delante. Santana y Dany en la cama, juntas.
—¿Brittany? —gimotea, y frunce el ceño. Parece que se está despertando. Mira a Dany y luego me mira a mí. Sorpresa.—. ¿Qué... qué
haces tú aquí? —pregunta presa del pánico.
—No, no. ¿Qué haces tú aquí? ¡En la cama con ella! —Intento no gritar,
me clavo las uñas en la palma de la mano.
Si se la ha follado, se acabó. Se acabó para siempre, no quiero volver a verla.
—¿Cómo has entrado? —pregunta con tristeza.
—Tyler me ha abierto la puerta. ¿Qué haces en su cama? ¿Cómo has podido meterte en su cama?
Dany se vuelve sobre la espalda y se frota los ojos. Los abre, se sienta y me mira fijamente.
—¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —exige saber.
«Contente, Brittany. No te muevas.»
Tengo que controlarme o alguien acabará en el hospital. Ese alguien es Dany, pero si voy a alejarla de ella, he de permanecer todo lo calmada que pueda.
—He venido a buscarte, Santana. Vámonos —digo, y le tiendo la mano a pesar de que estoy en la otra punta de la habitación.
Ella frunce el ceño.
—¿Cómo dices?
Ahí está el mundialmente conocido carácter de Santana...
—No puedes presentarte en mi apartamento y decirle que se vaya. —Dany se mueve para levantarse de la cama y veo que sólo lleva puestos unos pantalones cortos de deporte que dejan ver sus bragas.
No creo que pueda mantener la calma.
—Puedo y acabo de hacerlo. Santana...
Espero a que se levante de la cama pero no mueve un músculo.
—No voy a ir a ninguna parte contigo, Brittany —me dice.
—Ya la has oído. No quiere irse contigo —se burla Dany.
—Yo de ti cerraría el pico. Estoy intentando con todas mis fuerzas no hacer nada de lo que me arrepienta después. Más te vale no buscarme las
cosquillas —rujo.
Dany abre los brazos para retarme.
—Es mi apartamento y mi dormitorio, y si ella no quiere irse contigo, no tiene por qué hacerlo. Si quieres pelea, adelante. Pero no voy a obligarla
a marcharse contigo si no quiere.
—Cuando termina, la mira con la expresión de preocupación más falsa que he visto en la vida.
Suelto una carcajada maléfica.
—Ése es el plan, ¿no? Me calientas hasta que te parto las costillas, a ella le das pena y yo quedo como un monstruo al que todos temen, ¿no es
así? ¡No le creas ni una palabra, Santana! —grito.
No soporto que siga en la cama con Dany, y aún menos el hecho de que no puedo partirle la cara a esa perra porque eso es justo lo que quiere.
Ella suspira.
—Vete.
—Santana, escúchame. No es quien tú crees. No es don Inocente.
—Y ¿eso por qué? —me reta.
—Porque..., bueno, aún no lo sé. Pero sé que te está utilizando para algo. Sólo quiere echarte un polvo, y lo sabes —le digo. Me cuesta
controlar mis emociones.
—No es verdad —dice, pero sé que se está cabreando.
—Chica, deberías irte —repite Dany—. Ella quiere quedarse. Estás haciendo el ridículo.
Cuando termina de hablar con el labio partido, empiezo a temblar.
Tengo guardada demasiada rabia y necesito dejarla salir.
—Te lo advierto: cierra esa puta boca. Santana, deja de ser tan cabezota y vámonos. Tenemos que hablar.
—Es de madrugada y tú... —empieza a decir, pero la corto.
—Santana, por favor.
Le cambia la cara y no sé por qué.
—No, Brittany. ¡No puedes presentarte aquí y ordenarme que me vaya contigo!
Dany se encoge de hombros como si la cosa no fuera con ella.
—No me obligues a llamar a la policía, Brittany.
Se acabó. Doy un paso hacia ella pero Santana salta de la cama y se interpone entre las dos.
—No. Otra vez no —me ruega, y me mira directamente a los ojos.
—Entonces ven conmigo. No puedes confiar en ella —le digo.
Dany se ríe.
—Y ¿de ti sí que puede fiarse? Acéptalo: la has cagado. Se merece a alguien mejor que tú, y si la dejaras ser feliz...
—¿Que la deje ser feliz? ¿Contigo? —escupo—. ¡Como si de verdad quisieras tener una relación con ella! ¡Sé que lo único que te interesa es meterte en sus bragas!
—Eso no es verdad. ¡Santana me importa mucho y podría tratarla infinitamente mejor que tú! —me grita en las narices, y Santana me empuja
con las palmas de las manos en mi pecho.
Sé que es ridículo, pero no puedo evitar disfrutar con el gesto, con la suavidad de sus manos en mi pecho. Hacía mucho que no la sentía.
—¡Parad de una vez las dos! Brittany, tienes que irte.
—No voy a irme, Santana. Eres demasiado ingenua. ¡No le importas una
mierda! —le grito.
Ni siquiera parpadea.
—¿Y a ti sí? ¡Has estado «demasiado ocupada» para llamarme
durante once días! ¡Ella estaba aquí y tú no, y si...! —grita y sigue gritándome, pero lo único que veo es lo que lleva puesto.
«¿Lleva...? No. No puede ser...»
Doy un paso atrás para asegurarme.
—¿Eso es...? ¿Qué demonios llevas puesto? —tartamudeo, y empiezo a dar vueltas.
Mira hacia abajo, por lo visto se le ha olvidado.
—¿Llevas puesta su puta ropa? —digo casi a gritos. Se me quiebra la voz y me tiro del pelo.
—Brittany... —intenta hablar.
—Sí —responde Dany por ella.
Si lleva puesta su ropa...
—¿Te la has follado? —digo con la voz rota. Las lágrimas amenazan con rodar por mis mejillas en cualquier momento.
Abre unos ojos como platos.
—¡No! ¡Desde luego que no!
—¡Quiero la verdad, Santana! ¿Te la has follado?
—¡Ya te lo he dicho! —me devuelve el grito.
Dany retrocede y observa con la cara magullada y preocupada. Aún le he hecho poco.
—¿La has tocado? ¡Joder! ¿Te ha tocado?
Estoy como loca y me da igual. No puedo soportarlo. Si le ha tocado un solo pelo, no voy a poder soportarlo, no voy a poder.
Me vuelvo hacia Dany antes de que ninguna de las dos pueda contestar.
—Si la has tocado, te juro por Dios que no me va a importar que ella esté presente o no, te voy...
Santana vuelve a interponerse entre nosotras y veo miedo en sus ojos.
—Sal de mi apartamento o llamo a la policía —me amenaza Dany.
—¿La policía? ¿Te crees que me importa un com...?
—Me voy contigo —La voz de Santana suena suave en medio del caos.
—¿Qué? —exclamamos Dany y yo al unísono.
—Me voy contigo, Brittany, sólo porque sé que no te irás a menos que te acompañe.
Qué alivio. Bueno, sólo un poco. Me da igual por qué venga conmigo siempre y cuando venga de verdad.
Dany se vuelve hacia ella, casi suplicante.
—Santana, no tienes por qué irte. Puedo llamar a la policía. No tienes que irte con ella. Siempre hace lo mismo, te controla a base de meterte
miedo y de asustar a todo el que te rodea.
—Te equivocas... —suspira—. Pero estoy agotada, son las cinco de la
mañana y tenemos cosas que hablar. Es lo más sencillo.
—No tiene por qué...
—Se viene conmigo —le digo, y ella me lanza una mirada asesina. Si las miradas matasen...
—Te llamo mañana, Dany. Siento mucho que se haya presentado aquí
—le dice en voz baja, y al final Dany asiente y comprende que he ganado yo.
Pone cara de pena y espero que Santana no se la trague.
En realidad, me sorprende que haya accedido tan fácilmente a venir conmigo... Aunque me conoce mejor que nadie y tenía razón al decir que
no iba a irme sin ella.
—No te disculpes. Ten cuidado y no dudes en llamarme si necesitas algo —le dice.
Debe de ser un asco ser una pringada que no puede hacer una mierda para evitar que irrumpa en su apartamento en plena noche y me lleve a
Santana conmigo. Ella no abre la boca mientras sale del dormitorio de Dany y se dirige al
baño que hay al otro lado del pasillo.
—No vuelvas a acercarte a ella. Ya te lo he advertido y parece que no sabes captar una indirecta —le digo al llegar a la puerta de su habitación. Dany echa chispas por los ojos y, si no fuera porque Santana me está llamando desde el salón, le partiría el cuello.
—¡Si le haces daño, te juro que me aseguraré de que no vuelvas a hacérselo! —grita lo bastante alto para que ella la oiga mientras salimos del apartamento y caminamos sobre la nieve.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Lamento que al subir los capitulos se estan desconfigurando, luego arreglare eso por el momento ni modo
Capítulo 95
Brittany
Tacones altos y el puto bóxer de Dany. Es una combinación absurda, pero
imagino que no tiene otros zapatos, señal de que no pensaba pasar la noche
con ella. Aun así, se ha quedado a dormir, y estoy asqueada de haberla
pillado en su cama. Me repugna verla vestida con esa ropa. Es la primera
vez que no quiero mirarla. Lleva el vestido rojo en la mano y sé que se está
congelando. Intento prestarle mi chaqueta pero me espeta que cierre el pico y que la lleve a casa de mi padre. No me importa que esté mosqueada conmigo.
De hecho, lo agradezco. Estoy contenta porque es un gran alivio que haya
accedido a acompañarme. Podría haberse pasado el viaje llamándome de
todo y habría disfrutado con cada improperio que saliera de sus labios
carnosos. Yo también estoy cabreada. Me cabrea que haya ido corriendo a
arrojarse a los brazos de Dany. Me cabrea haber intentado que se alejara de
mí.
—Tengo tantas cosas que contarte... —le digo mientras nos metemos
en la calle en la que vive mi padre.
—No quiero oírlas —replica con una mirada glacial.
—. Has tenido oportunidades de sobra para hablar conmigo estos últimos once días.
—Tú sólo escúchame, ¿vale?
—¿Por qué tiene que ser ahora? —pregunta mirando por la ventanilla.
—Porque... porque te he echado de menos —confieso.
—¿Me has echado de menos? Querrás decir que estás celosa porque
estaba con Dany. No me has echado de menos hasta que ella ha venido a
recogerme esta noche. Estás así por los celos, no por amor.
—No es verdad, eso no tiene nada que ver. —Bueno, tiene mucho que
ver, pero eso no quita que la eche de menos.
—No me has hablado en toda la noche y luego sales afuera y me dices
que has estado demasiado ocupada para hablar conmigo. Eso no es lo que
una persona normal hace cuando echa a alguien de menos —recalca.
—Estaba mintiendo. —Alzo las manos al cielo.
—¿Tú? ¿Mintiendo? ¡Venga ya! —Cierra los ojos y menea la cabeza
despacio.
Mierda, esta noche está belicosa. Respiro hondo para asegurarme de
no decir nada que empeore aún más la situación.
—Para empezar, no tengo móvil, y estaba en Inglaterra.
Gira la cabeza como si tuviera un resorte.
—¿Cómo dices?
—Me fui a casa de mi madre a despejarme. No sabía qué otra cosa
hacer —le explico.
Santana baja el volumen de la radio y cruza los brazos.
—No respondías a mis llamadas.
—Lo sé. Las ignoré y te pido perdón. Quería devolvértelas pero no
podía, y luego me emborraché y me cargué el móvil.
—Y ¿se supone que eso ha de hacer que me sienta mejor?
—No... Sólo quiero que seas feliz, Santana.
No dice nada. Mira otra vez por la ventanilla y busco su mano pero la
aparta.
—No me toques —dice.
—San...
—¡No, Brittany! No puedes aparecer once días después y cogerme de la
mano. Estoy harta de caminar en círculos contigo. Por fin he llegado al
punto en el que puedo pasarme una hora entera sin llorar, y entonces
apareces de golpe y porrazo e intentas volver a embaucarme. Me has hecho
lo mismo una y otra vez desde el día en que nos conocimos y estoy harta de
picar siempre. Si de verdad te importara, aunque sólo fuera un poco, me
habrías dado una explicación —espeta, haciendo lo imposible para no
llorar.
—Estoy intentando dártela ahora —le recuerdo.
Mientras me meto en la entrada de vehículos de la casa de mi padre,
estoy cada vez más cabreada.
San trata de abrir la puerta del coche pero echo los seguros.
—¿De verdad vas a intentar encerrarme aquí contigo? ¡Ya me has
obligado a irme de casa de Dany! ¿Te has vuelto loca? —empieza a gritar.
—No estoy intentando encerrarte en el coche. —Mentira. No obstante,
he de decir en mi defensa que es muy cabezota y que no le gusta oír nada
de lo que tengo que decirle.
Quita el seguro y sale del coche.
—¡Santana! Maldita sea, Santana. ¡¿Quieres escucharme?! —le grito al
viento.
—¡No paras de repetirme que te escuche, pero no dices nada!
—¡Porque no me dejas hablar!
Siempre acabamos a grito pelado. Tengo que dejar que me grite y
contenerme, de lo contrario, soltaré una burrada de la que me arrepentiré
después. Quiero mencionar a Dany y el hecho de que lleva puesta su maldita
ropa, pero tengo que controlar mi pronto.
—Lo siento, ¿vale? Dame dos minutos, dos minutos sin interrupciones. Por favor...
Para mi sorpresa, asiente y cruza los brazos a la espera de que yo
hable. Está nevando abundantemente y sé que se está helando, pero tengo
que hablar con ella antes de que cambie de opinión.
—Me fui a Inglaterra porque no volviste aquella noche. Estaba tan
cabreada que no veía ni por dónde iba. Estabas imposible, y yo...
Da media vuelta y echa a andar por el sendero nevado en dirección a
la casa. Joder. Se me da fatal pedir perdón.
—Sé que no es culpa tuya. ¡Te mentí y no sabes cuánto lo siento! —
grito esperando que vuelva.
Lo hace.
—No se trata sólo de tus mentiras, Brittany. Es mucho más grave que
eso.
—Explícate, por favor.
—No me tratas como merezco que me traten. Para ti nunca soy lo
primero. Sólo piensas en ti, en tus amigos, en tus fiestas, en tu futuro. Yo
no pinto nada ni decido nada, y me hiciste sentir como una tonta cuando
dijiste que estaba loca por querer casarme. No me estabas escuchando. No
se trata del matrimonio, se trata de que ni siquiera has pensado en lo que
yo quiero para mí y para mi futuro. Y, sí, me gustaría casarme algún día,
no en este momento, pero necesito seguridad. Así que deja de comportarte
como si esta relación fuera más importante para mí que para ti. No
olvidemos que te emborrachaste y te pasaste toda la noche por ahí con otra
mujer.
Para cuando termina, se ha quedado sin aliento, y doy un paso hacia
ella. Tiene razón, sólo que no sé qué hacer.
—Lo sé. Mi idea era que nos mudásemos juntas a Inglaterra. Pensaba
que allí estaríamos las dos solas y que tú... —tartamudeo.
—¿Yo, qué, Brittany? —Está tiritando y tiene la nariz roja de frío.
Me rasco las costras de los nudillos. No sé cómo decirle lo que siento
sin parecer la perra más egoísta del planeta.
—Tendrías menos oportunidades de dejarme —confieso, y espero su
réplica horrorizada.
Nada.
Se echa a llorar.
—No sé qué más podría haber hecho para demostrarte lo mucho que
te quería, Brittany. He vuelto contigo cada vez que me has hecho daño, me
fui a vivir contigo y te perdoné todas las cosas imperdonables que me
hiciste, ya no me hablo con mi madre por ti y, aun así, sigues dudando de
mí. —Se apresura a secarse las lágrimas.
—No dudo de ti.
—¿Lo ves? —llora—. Por eso no va a funcionar nunca. Siempre dejas
que tu ego se entrometa.
—¡Mi ego no tiene nada que ver! —exploto—. De hecho, mi ego está
bastante tocado en este mismo instante porque acabo de pillarte en la cama
con Dany.
—¿De verdad quieres hablar de eso ahora?
—¡Joder, claro que sí! Te estás portando como una... —Me contengo
al ver que hace una mueca porque sabe lo que voy a decir.
Sé que no es culpa suya que la tenga comiendo de su mano, eso se le
da muy bien, pero aun así me duele que se haya quedado con Dany.
Extiende los brazos, desafiante.
—Adelante, Brittany, insúltame.
Es la mujer más desesperante del universo, pero, hay que joderse, no
sabe lo mucho que la quiero hasta cuando se pone imposible. No digo nada
e intento apaciguar mi furia. Chasquea la lengua.
—Bueno, eso es todo un logro, pero me voy adentro —añade—.
Tengo frío y he de levantarme dentro de una hora para ir a clase.
Camina hacia la casa y la sigo, esperando que se acuerde de que se ha
dejado la cartera de mano en el coche de mi padre, que está cerrado con
llave.
Se queda mirando la puerta un momento y dice, imagino que hablando
sola:
—Tendré que llamar a Ryder, no tengo llave.
—Puedes venir a casa conmigo —sugiero.
—Sabes que no es buena idea.
—¿Por qué no? Sólo tenemos que solucionar esto. —Me tiro del pelo
con una mano—. Juntas —le aclaro.
—¿Juntas? —repite Santana, medio riéndose.
—Sí, juntas. Te he echado mucho de menos. No sabes el infierno que
ha sido vivir sin ti... Espero que tú también me hayas echado de menos.
—Deberías haberme llamado. Estoy agotada, siempre hacemos lo
mismo.
—Pero podemos estar juntas. Eres demasiado buena para mí y no te
creas que no lo sé, pero, por favor, Santana, haré cualquier cosa. No puedo
soportar otro día sin ti.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 96
Santana
Me duele el corazón de oírlo. Se le da demasiado bien.
—Siempre haces lo mismo. Repites lo mismo una y otra vez pero
nunca cambia nada —le digo.
—Tienes razón —reconoce mirándome a los ojos—. Es cierto. Sí, he
de admitir que los primeros días estaba tan cabreada que no quería ni verte
porque estabas exagerando. Entonces me di cuenta de que podía ser el final
y me asusté. Sé que no te he tratado como debería, no sé cómo querer a
nadie salvo a mí misma, San. Lo estoy intentando con todas mis fuerzas...
Vale, puede que no con todas mis fuerzas, pero lo haré a partir de ahora, te
lo juro.
La miro. Me ha dicho eso mismo demasiadas veces.
—Eres consciente de que eso ya me lo habías dicho antes, ¿verdad?
—Lo sé, pero esta vez lo digo en serio. Después de ver a Natalie, yo...
«¿Natalie?»
Me he quedado a cuadros.
—¿La has visto?
¿Sigue enamorada de ella? ¿O la odia? ¿Le ha arruinado la vida?
—Sí, la vi y hablé con ella. Está embarazada.
«Lo que faltaba.»
—Llevaba años sin verla, Santana —dice con sarcasmo. Me ha leído el
pensamiento—. Está comprometida y es muy feliz. Me dijo que me
perdonaba y me contó lo feliz que le hacía casarse porque era un gran
honor, o algo así, pero me abrió los ojos. —Da otro paso hacia mí.
No siento ni los brazos ni las piernas a causa del frío y estoy furiosa
con Brittany. Furiosa se queda corto. Estoy que muerdo y con el corazón
roto. Va y viene y es agotador. Ahora está aquí, delante de mí, hablando de
matrimonio, y no sé qué pensar.
No debería haberme ido con ella. Ya lo tenía decidido: iba a olvidarme
de ella aunque fuera lo último que hiciera en este mundo.
—¿Qué decías? —pregunto.
—Que ahora me doy cuenta de lo afortunada que soy de tenerte, de
que hayas permanecido a mi lado a pesar de toda la mierda que te he hecho
tragar. —Lo eres. Y deberías haberte dado cuenta mucho antes. Siempre te he
querido más de lo que tú me quieres a mí y...
—¡Eso no es verdad! Te quiero más de lo que nadie ha querido nunca
a otra persona. Yo también lo he pasado fatal, Santana. Me he puesto
enferma, literalmente, sin ti. No podía comer y parecía una muerta viviente.
Lo estaba haciendo por ti, para que pudieras pasar página —explica.
—Eso no tiene sentido. —Me aparto el pelo húmedo de la cara.
—Lo tiene. Tiene mucho sentido. Pensé que, si me mantenía fuera de
tu vida, podrías seguir adelante y ser feliz sin mí, con tu Elijah.
—¿Quién es Elijah?
«¿De qué me está hablando?»
—¿Qué? Ah. El prometido de Natalie. Ha encontrado a alguien a
quien amar y que quiere casarse con ella. Si ella ha podido, tú también —
me dice.
—Pero ese alguien... ¿no eres tú? —le pregunto.
Pasan unos segundos y no dice nada. Está perpleja y frenética, se tira
del pelo por décima vez en una hora. Franjas de luces rojas y anaranjadas
aparecen entonces por detrás de las casas de la manzana. Tengo que entrar
antes de que todo el mundo se levante y me vea con bóxer y tacones. Qué
vergüenza.
—Ya me parecía a mí —suspiro, y no me permito derramar ni una
sola lágrima más por Brittany. Al menos no hasta que esté sola.
Brittany está de pie ante mí con expresión ausente. Marco el número de
Ryder y le pido que me abra. Debería haberme imaginado que Brittany
sólo iba a luchar por sacarme del apartamento de Dany. Ahora que tiene la
ocasión perfecta para decirme todo lo que necesito oír, se queda sin habla.
—Entra, hace un frío que pela —dice Ryder cerrando la puerta detrás de
mí.
No quiero aburrirlo con mis problemas ahora mismo. Acaba de llegar
de Nueva York y no puedo ser tan egoísta.
Coge la manta que cuelga del respaldo del sofá y me la echa por los
hombros.
—Subamos antes de que se despierten —sugiere, y asiento.
Entre Brittany y la nieve no siento ni la cabeza ni el cuerpo. Miro el
reloj mientras sigo a Ryder escaleras arriba. Las seis y diez. Tengo que
meterme en la ducha dentro de diez minutos. Va a ser un día muy largo.
Ryder abre la puerta de la habitación en la que he estado durmiendo y
enciende la luz mientras yo me siento en el borde de la cama.
—¿Te encuentras bien? Parece que te has quedado helada —dice, y
asiento. Le agradezco que no haga ningún comentario sobre mi vestimenta.
—¿Qué tal por Nueva York? —pregunto, pero sé que mi voz carece de
entonación o interés. Sí que me interesa la vida de mi mejor amigo, el
problema es que me he quedado sin emociones que expresar.
Me mira preocupado.
—¿Seguro que te apetece que te lo cuente? Puede esperar hasta la hora
del café.
—Seguro —le digo obligándome a sonreír.
Estoy acostumbrada al tira y afloja con Brittany, lo que no significa que
duela menos, pero sabía que iba a suceder. Siempre ocurre lo mismo. Es
increíble que se fuera a Inglaterra para alejarse de mí. Ha dicho que tenía
que aclararse las ideas, pero soy yo la que tiene que aclararse. No debería
haberme quedado tanto tiempo en la calle hablando con ella. Debería haber
hecho que me trajera y haberme metido en la casa en vez de escucharla. Lo
que ha dicho me ha dejado más confusa que antes. Por un momento pensé
que iba a decir que cree que tenemos futuro, que quiere un futuro a mi
lado, pero cuando ha llegado la hora de la verdad, ha vuelto a dejar que me
marchase.
En cuanto ha reconocido que quería llevarme a Inglaterra para que no
la dejara debería haberme largado, pero la conozco demasiado bien. Sé que
no cree merecer que nadie la quiera, y sé que en su cabeza esa idea absurda
tiene sentido. El problema es que no es lo que hace la gente normal; no
puede esperar que lo deje todo y a todos para quedarme atrapada con ella en
Inglaterra. No podemos vivir allí sólo porque ella tenga miedo de que la
deje.
Tiene muchos problemas que ha de resolver ella solita. Y yo también.
Le quiero, pero he de quererme más a mí.
—Ha estado bien, me ha encantado. El apartamento de Dakota es
alucinante, y su compañera de piso es muy amable —empieza a decir
Ryder.
Lo único en lo que yo puedo pensar es en lo agradable que debe de ser
tener una relación sin complicaciones. Me acuerdo de las horas y horas que
Sam y yo nos pasamos viendo películas; con él todo era sencillo. Pero a lo
mejor por eso no duró. Tal vez por eso quiero tanto a Brittany, porque es un
reto y hay tanta pasión entre nosotras que casi acaba con las dos.
Me da más detalles y se me contagia su entusiasmo por Nueva York.
—¿Vas a irte a vivir allí? —le pregunto.
—Sí, creo que sí. No hasta que acabe el semestre, pero quiero estar
cerca de ella. La echo mucho de menos —me cuenta.
—Lo sé. Me alegro mucho por ti, de verdad.
—Siento lo de Brittany...
—No lo sientas. Se acabó. Estoy harta. No puedo más. Tal vez deba
irme a Nueva York contigo. —Sonrío y se le ilumina la cara con esa
sonrisa que adoro.
—Sabes que podrías.
Siempre digo lo mismo. Siempre digo que se ha acabado y luego
vuelvo con Brittany, es un bucle infinito. Tomo una decisión.
—El martes hablaré con Christian de Seattle.
—¿En serio?
—Tengo que hacerlo —le digo, y asiente porque está de acuerdo.
—Voy a vestirme para que puedas ducharte. Nos vemos abajo cuando
hayas terminado de arreglarte.
—Te he echado mucho de menos.
Me pongo de pie y lo abrazo con fuerza. Las lágrimas ruedan por mis
mejillas y él me abraza aún más fuerte.
—Perdona, estoy fatal. Soy un desastre desde que irrumpió en mi vida
—digo llorando y soltándolo.
—¿Santana? —dice cuando llega a la puerta de su habitación.
—¿Sí?
Me mira con toda la comprensión del mundo en los ojos.
—Que no pueda quererte como tú quieres que te quiera no significa
que no te quiera con toda su alma —dice.
¿Eso qué significa? Proceso sus palabras mientras cierro la puerta del
baño y abro el grifo de la ducha. Brittany me quiere, eso lo sé, pero sigue
cometiendo un error detrás de otro y yo sigo cometiendo el error de
aguantárselos. ¿Me quiere con toda su alma? ¿Basta con eso? Me quito la
camiseta de Dany y oigo que llaman a la puerta.
—¡Un momento, Ryder! —grito, y vuelvo a ponerme la camiseta
para cubrirme el cuerpo.
Sin embargo, cuando abro la puerta veo que no es Ryder. Es Brittany,
y tiene las mejillas cubiertas de lágrimas y los ojos rojos.
—¿Brittany?
Me coge de la nuca y me atrae hacia su boca antes de que pueda
resistirme.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Bueno britt dijo el por que se fue... Aunque no aguanto mucho jaja
Ya para ellas el cliche de las segundas oportunidades quedan cortas...
Bueno britt esta acostumbrada a hacer todo a lo bruto a ver como termina el beso???
Ya para ellas el cliche de las segundas oportunidades quedan cortas...
Bueno britt esta acostumbrada a hacer todo a lo bruto a ver como termina el beso???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Bueno primero que nada espero que te encuentres bien y que te mejores pronto.
Y segunda ojalá que consideres no dejar de subir historias, en serio amo todas las que subes, eres una de mis favoritas neta, así que esperó que cambies de opinión :) y nos sigas haciendo felices.
Y bueno Britt se abrió con San a medias creo que le faltó explicarse más y como bien le dijo Ryder a San está Britt la ama a mas no poder de la forma que puede y sabe, no es lo que ella espera sí, pero no por eso su amor es menos y mas aún cuando ha tratado de cambiar lo que es por ella. Además San sabe la forma de sentir y ver las cosas de Britt, cosas que ella ve absurdas para la rubia tienen mucho sentido. Pero bueno esperemos que puedan arreglar las cosas, porque vale la pena luchar.
Gracias por la actualización, espero que mejores pronto :). Cuidate !
Y segunda ojalá que consideres no dejar de subir historias, en serio amo todas las que subes, eres una de mis favoritas neta, así que esperó que cambies de opinión :) y nos sigas haciendo felices.
Y bueno Britt se abrió con San a medias creo que le faltó explicarse más y como bien le dijo Ryder a San está Britt la ama a mas no poder de la forma que puede y sabe, no es lo que ella espera sí, pero no por eso su amor es menos y mas aún cuando ha tratado de cambiar lo que es por ella. Además San sabe la forma de sentir y ver las cosas de Britt, cosas que ella ve absurdas para la rubia tienen mucho sentido. Pero bueno esperemos que puedan arreglar las cosas, porque vale la pena luchar.
Gracias por la actualización, espero que mejores pronto :). Cuidate !
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
3:) escribió:Bueno britt dijo el por que se fue... Aunque no aguanto mucho jaja
Ya para ellas el cliche de las segundas oportunidades quedan cortas...
Bueno britt esta acostumbrada a hacer todo a lo bruto a ver como termina el beso???
Si ya las segundas oportunidades para ellas no existen, pero bueno esto es un ir y regresar y ESTO QUE APENAS VAMOS POR EL SEGUNDO LIBRO.
veremos que tal les va en ese beso, ademas Britt realmente lo esta intentando, sale de una y entra en otra
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
JVM escribió:Bueno primero que nada espero que te encuentres bien y que te mejores pronto.
Y segunda ojalá que consideres no dejar de subir historias, en serio amo todas las que subes, eres una de mis favoritas neta, así que esperó que cambies de opinión :) y nos sigas haciendo felices.
Y bueno Britt se abrió con San a medias creo que le faltó explicarse más y como bien le dijo Ryder a San está Britt la ama a mas no poder de la forma que puede y sabe, no es lo que ella espera sí, pero no por eso su amor es menos y mas aún cuando ha tratado de cambiar lo que es por ella. Además San sabe la forma de sentir y ver las cosas de Britt, cosas que ella ve absurdas para la rubia tienen mucho sentido. Pero bueno esperemos que puedan arreglar las cosas, porque vale la pena luchar.
Gracias por la actualización, espero que mejores pronto :). Cuidate !
Hola gracias por tu buenos deseos, estoy avanzando de a poco, imaginate no poder actualizar me mata para mi subir historias es muy especial, este foro para mi es muy Especial, ademas en esta historia apenas estoy en la actualizacion del segundo libro faltan pocos capitulos para terminar y tenia serias intenciones de acabar con los dos libros que faltan.
Te agradezco que leas mis adaptaciones no seran las mejores pero lo hago con todo el cariño para el foro y para mis lectoras.
Brittany ama a Santana, lo que pasa es que experimento el amor despues de tantos problemas. CUando dos personas estan destinadas a vivir su vida juntas a pesar de problemas, discusiones, y darse una oportunidad , y otra y otra y otra, no importa, por que nunca sera suficiente. por que estan destinadas a hacer.
Gracias aqui otros cap.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.
Capítulo 97
Brittany
Puedo saborear mis lágrimas y la duda en sus labios cuando aprieto su cuerpo contra el mío, y la sujeto de la cintura mientras la beso con más intensidad. Es un beso ardiente y emocional, y podría desmayarme del alivio tan grande que supone sentir su boca en la mía. Sé que no tardará en apartarme de un empujón, por eso aprovecho cada movimiento de su lengua, cada gemido casi inaudible que emiten sus labios.
El dolor de los últimos once días se evapora casi por completo cuando sus brazos rodean mi cintura, y en este momento estoy más segura que nunca de que, por mucho que discutamos y peleemos, siempre
encontraremos el camino de vuelta a la otra. Siempre. Después de ver cómo se metía en la casa me he sentado en el coche antes de echarle un par de huevos y venir a buscarla. La he dejado escapar demasiadas veces y no puedo arriesgarme a no volver a verla. Me derrumbé. No he podido evitar echarme a llorar cuando Ryder ha cerrado la puerta detrás de ella. Sabía que tendría que venir a buscarla, que tendría que luchar por ella antes de que alguien me la quite. Le demostraré que puedo ser como ella quiere que sea. No al cien por cien, pero verá lo mucho que la quiero y que no permitiré que vuelva a huir de mí tan fácilmente.
—Brittany... —dice, y apoya la mano en mi pecho con cuidado y me aparta.
Fin de nuestro beso.
—No lo hagas, Santana —le suplico. No estoy lista para que se acabe.
—Brittany, no puedes besarme y hacer como si no hubiera pasado nada.
Esta vez, no —susurra, y caigo de rodillas ante ella.
—Lo sé, no sé por qué dejé que volvieras a marcharte. Perdóname. Lo siento mucho, nena —le digo esperando que eso me ayude. Me agarro a sus piernas y ella me pasa las manos por el pelo—. Soy consciente de que siempre lo fastidio todo y de que no puedo tratarte como he estado haciéndolo. Te quiero tanto que me supera, y la mitad del tiempo no sé qué coño hacer, así que digo lo primero que se me pasa por la cabeza sin pensar en cómo puede afectarte. Sé que no hago más que romperte el corazón pero, por favor..., por favor, déjame arreglarlo. Lo pegaré y no me atreveré a volver a romperlo. Perdóname. Siempre te estoy pidiendo perdón, lo sé. Iré a un comecocos o lo que sea. Lo mismo da... —sollozo entre sus piernas.
Cojo el elástico del bóxer y se lo bajo.
—¿Qué estás...? —Me coge las manos.
—Quítatelo, por favor. No soporto verte con eso puesto. Por favor... No te tocaré, pero deja que te lo quite —le ruego, y ella me suelta las manos y me acaricia el pelo mientras le quito el bóxer.
Me levanta la barbilla con una mano. Sus pequeños dedos me acarician las mejillas y me secan las lágrimas. Su cara sigue confusa y me observa detenidamente, como si me estuviera estudiando.
—No te entiendo —me dice sin dejar de enjugarme las lágrimas con el pulgar.
—Yo tampoco —confieso, y ella frunce el ceño.
Me quedo así, arrodillada delante de ella, rogándole que me dé una última oportunidad aunque he desaprovechado todas las que me ha dado. El cuarto de baño está lleno de vapor y el pelo se le pega a la cara. La humedad se condensa en su piel. Joder, es preciosa.
—No podemos seguir de esta manera, Brittany. No es bueno para ninguno de las dos.
—No volverá a pasar. Podemos superarlo. Hemos superado cosas mucho peores y ahora soy consciente de lo rápido que puedo perderte. No he sabido valorarte, lo sé. Sólo te pido una última oportunidad —suplico cogiéndole la cara entre las manos.
—No es tan fácil —me dice. Empieza a temblarle el labio inferior y yo sigo intentando detener las lágrimas.
—Se supone que no tiene que ser fácil.
—Lo que se supone es que no tiene que ser tan difícil. —Se echa a llorar conmigo.
—Sí, sí que lo es. Para nosotras nunca será fácil. Somos como somos, pero no siempre será tan difícil. Tenemos que aprender a comunicarnos sin discutir cada vez que intentamos hablar. Si hubiéramos sido capaces de mantener una conversación sobre el futuro, no estaríamos como estamos.
—Yo lo intenté pero tú no quisiste saber nada —me recuerda.
—Lo sé —suspiro—. Y es algo que he de aprender. Sin ti no valgo nada, Santana. No soy nada. No puedo comer, ni dormir, ni respirar. Llevo días llorando sin parar y tú sabes que yo no lloro. Sólo es que... te necesito —digo con un hilo de voz. Parezco una imbécil.
—Levántate. —Me coge de debajo del brazo para ayudarme.
Ya de pie, me quedo delante de ella. Mi respiración es irregular y cuesta respirar con todo el vapor que se ha formado en el cuarto de baño.
Me mira a los ojos y asimila mi confesión. Si no fuera porque estoy llorando, sé que no me creería. Soy consciente de que está luchando contra sí misma por la mirada que tiene en los ojos. Ya la he visto antes.
—No sé si puedo. Seguimos haciendo lo mismo una y otra vez y otra.
No sé si estoy lista para volver a ponerme en esta situación. —Agacha la cabeza—. Lo siento.
—Eh, mírame —le suplico, y le levanto la barbilla para poder mirarla a los ojos.
Aparta la vista.
—No, Brittany. Tengo que ducharme. Voy a llegar tarde.
Capturo una sola lágrima de sus ojos y asiento. Sé que se las he hecho pasar canutas y que nadie en su sano juicio volvería a aceptarme después de lo de la apuesta, las mentiras y mi constante necesidad de fastidiarlo todo. Ella no es como los demás. Ama de manera incondicional y conmigo lo ha dado todo; incluso ahora, que me está rechazando, sé que me quiere.
—Piénsalo, ¿vale? —le pido.
Le daré tiempo para que lo piense pero no voy a darme por vencida. La necesito demasiado.
—Por favor... —digo cuando no me responde.
—Está bien —susurra al fin.
El corazón me da un brinco.
—Te demostraré... Te demostraré lo mucho que te quiero y que lo nuestro puede funcionar. No te rindas conmigo, ¿vale? —Cojo el pomo de la puerta.
Se muerde el labio inferior y suelto el pomo para eliminar la escasa distancia que nos separa. Cuando estoy junto a ella me mira con recelo.
Quiero volver a besarla, sentir sus brazos en mi cintura, pero le doy un beso en la mejilla y me alejo de nuevo.
—Está bien —repite.
Echo mano de toda mi autodisciplina para salir del cuarto de baño, sobre todo cuando me vuelvo y veo que se está quitando la camiseta. Hacía mucho que no veía esa piel de color caramelo. Cierro la puerta al salir y me apoyo en el marco. Parpadeo para no volver a echarme a llorar.
«Mierda.»
Al menos ha dicho que lo pensará. Parecía reticente, como si le doliera volver a estar conmigo. Abro los ojos cuando la puerta de la habitación de Ryder se abre y sale al pasillo vestido con un polo blanco y
unos caquis.
—Hola —me saluda echándose la mochila al hombro.
—Hola.
—¿Está bien? —pregunta.
—No, pero confío en que lo estará.
—Yo también. Es más fuerte de lo que cree.
—Lo sé. —Me seco los ojos con la camisa—. La quiero.
—Eso ya lo sé —dice, cosa que me sorprende.
Lo miro.
—¿Cómo se lo demuestro? ¿Tú qué harías? —le pregunto.
El resentimiento brilla un instante en sus ojos pero desaparece pronto y contesta:
—Tienes que demostrarle que estás dispuesta a cambiar por ella. Tienes que tratarla todo lo bien que se merece y darle tiempo y espacio.
—Eso último no me resulta fácil —le digo. No me puedo creer que esté hablando otra vez de lo mismo con Ryder.
—Pues vas a tener que hacerlo o se rebelará. ¿Por qué no intentas demostrarle que vas a luchar por ella pero sin agobiarla? Eso es todo lo que quiere. Quiere ver que te esfuerzas.
—¿Que me esfuerce sin agobios?
Yo no la agobio. Bueno, puede que sí, pero no puedo evitarlo. No tengo término medio: o no me despego de su lado o me distancio tanto que la pierdo. No sé encontrar el equilibrio.
—Sí —dice como si no hubiera notado mi tono sarcástico.
Sin embargo, como necesito que me ayude, controlo mi actitud.
—¿Puedes explicarme un poco mejor qué demonios quieres decir?
Ponme un ejemplo o algo.
—Pues podrías pedirle una cita. ¿Habéis salido juntas en ese plan
alguna vez? —pregunta.
—Pues claro que sí —contesto de inmediato.
«¿O no?»
Ryder enarca una ceja.
—¿Cuándo?
—Pues... cuando fuimos..., y aquella vez que... —Me he quedado en blanco—. Vale, puede que no le haya pedido nunca una cita —concluyo.
Trevor le habría pedido una cita y habría salido con ella como es debido. ¿Y Dany? Si ha salido con ella, juro que la voy a...
—Vale, pues pídele una cita. Hoy no, porque es demasiado pronto incluso para vosotras dos.
—¿Qué insinúas? —le espeto.
—Nada, sólo digo que necesitáis tomaros un tiempo. Al menos ella, de lo contrario, la vas a espantar aún más.
—¿Cuánto debería esperar?
—Al menos unos días. Intenta actuar como si acabaseis de empezar a salir, o como si quisieras que accediera a salir contigo. Tienes que hacer que vuelva a enamorarse de ti.
—¿Me estás diciendo que ya no está enamorada de mí? —le digo en tono agresivo.
Ryder pone los ojos en blanco.
—Que no... ¿Quieres dejar de ser tan pesimista?
—No soy pesimista —me apresuro a defenderme. En realidad, no me
había sentido tan optimista en mucho tiempo.
—Lo que tú digas...
—Eres un cabron —le espeto.
—El cabron al que acudes en busca de consejo sentimental — alardea con una sonrisa de cretino.
—Sólo porque eres el único de entre mis amigos que tiene una relación de verdad y porque, excluyéndome a mí, conoces a Santana mejor que nadie.
La sonrisa le llega de oreja a oreja.
—Acabas de decir que soy tu amigo.
—¿Qué? Tú flipas.
—Sí, sí. Lo has dicho —dice muy complacido.
—No me refería a amigo, amigo. Quería decir... No sé qué diablos quería decir, pero seguro que «amigo» no era la palabra.
—Ya.
Se echa a reír y entonces oigo que el agua de la ducha deja de correr. Supongo que no es mal tío, pero no es que vaya a decírselo.
—¿Me ofrezco a llevarla a clase hoy? —pregunto mientras lo sigo
abajo. Niega con la cabeza.
—¿Qué parte de «sin agobiarla» no has entendido?
—Me caías mejor cuando no hablabas.
—Y tú me caías mejor cuando... Uy, si nunca me has caído bien —dice, pero sé que está bromeando.
Nunca pensé que le cayera bien, la verdad. Creía que me odiaba por
todas las putadas que le he hecho a Santana. Pero aquí está, mi único aliado en este embrollo que he organizado yo solita. Alargo el brazo para darle un pequeño empujón, cosa que lo hace reír,
y casi me echo a reír con él cuando veo a mi padre al pie de la escalera mirándonos como si tuviéramos dos cabezas.
—¿Qué haces tú aquí? —me pregunta dándole un trago a su taza de café.
Me encojo de hombros.
—La he traído a casa... Aquí.
«¿Ahora es ésta su casa?» Espero que no.
—Ah —dice mi padre, y mira a Ryder.
—Relájate, papá —añado con bastante mala leche—. Puedo llevarla a donde me dé la gana. Deja de hacerte el protector con ella y recuerda cuál de las dos es tu hija.
Ryder me lanza una de sus miraditas y a continuación los tres entramos en la cocina. Me sirvo una taza de café sin que mi hermanastro me quite los ojos de encima.
Mi padre coge una manzana del frutero y empieza a echarme un sermón.
—Brittany, en estos últimos meses Santana se ha convertido en una más de la familia, y esta casa es su único refugio cuando tú... —Se interrumpe en cuanto Karen entra en la cocina.
—¿Cuando yo, qué? —replico.
—Cuando la lías.
—Ni siquiera sabes lo que ha pasado.
—No necesito tener todos los detalles. Lo único que sé es que es lo mejor que te ha pasado, y te estoy viendo cometer con ella los mismos errores que yo cometí con tu madre.
«¿Me toma el pelo?»
—¡No me parezco en nada a ti! ¡La quiero y haría cualquier cosa por ella! Santana lo es todo para mí. ¡En cambio, tú no puedes decir lo mismo de mi madre!
Dejo la taza de golpe sobre la encimera y parte del café se derrama encima de ella.
—Brittany... —Es la voz de Santana. Está detrás de mí. Mierda.
Para mi sorpresa, Karen sale en mi defensa.
—Ken, deja a la chica en paz. Lo está haciendo lo mejor que sabe.
La mirada de mi padre se suaviza en cuanto se vuelve hacia su esposa.
Luego me mira otra vez a mí.
—Perdóname, Brittany. Sólo me preocupo por ti —suspira, y Karen le pasa la mano por la espalda.
—No pasa nada —digo, y miro a Santana. Lleva unos vaqueros y una sudadera de la WCU. El pelo húmedo le enmarca el rostro sin maquillar, es una belleza inocente. Si ella no hubiera entrado en la cocina, le diría a mi padre lo cabrón que es y que es hora de que aprenda a no meterse donde no lo llaman.
Cojo una servilleta de papel y limpio el café que ha caído en su carísima encimera de granito.
—¿Estás lista? —le pregunta Ryder a Santana.
Ella asiente sin dejar de mirarme.
Me gustaría poder llevarla yo, pero debería volver a casa y dormir un poco o darme una ducha, tumbarme en la cama a mirar el techo, limpiar... Joder, cualquier cosa menos quedarme aquí a charlar con mi padre.
Nuestras miradas se separan y Santana sale de la cocina. Oigo cerrarse la puerta de la entrada y suspiro.
En cuanto doy media vuelta, Karen y mi padre empiezan a hablar de mí. Cómo no.
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