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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Jul 07, 2016 2:18 am

Capítulo 34
 Santana

 

Abro la boca y Britt no desaprovecha la oportunidad de meterme la lengua. El metal del piercing de su labio inferior está frío, y paso la lengua por la suave superficie. Es un sabor que me resulta familiar y me pone a cien, como siempre. Por mucho que me resista, la necesito. Necesito tenerla cerca, necesito que me consuele, que me rete, que me haga enfadar, que me bese y que me quiera. Enrosco los dedos en su pelo y tiro de los suaves mechones cuando me estrecha entre sus brazos con más fuerza. Ha dicho todo cuanto necesitaba oír, y me siento mejor con mi insensata decisión de permitirle que vuelva a mi vida..., aunque la verdad es que nunca ha dejado de formar parte de ella. Sé que debería haber aguantado más, que debería haberla torturado y haberla hecho esperar igual que ella me torturó con sus mentiras. Pero no puedo. No es como en las películas. Es la vida real, mi vida, y a mi vida le falta algo sin ella. Mi vida es insoportable sin ella. Esta chica tatuada, maleducada y enfadada con el mundo se me ha metido en la piel, en el corazón, y sé que, por mucho que lo intente, no conseguiré librarme de ella. Su lengua me acaricia el labio inferior y me muero de la vergüenza cuando se me escapa un gemido gutural. Me aparto. Estamos sin aliento, me arde la piel y ella tiene las mejillas encendidas. —Gracias por darme otra oportunidad —jadea estrechándome contra su pecho. —Lo dices como si hubiera tenido elección —replico. —La tienes —dice frunciendo el ceño. —Lo sé —miento. Lo cierto es que no he tenido elección desde que la conocí. Estoy loca por ella desde la primera vez que nos besamos. —¿Y ahora qué? —pregunto. —Lo que tú decidas. Yo sé lo que quiero. —Quiero que volvamos a estar como antes de... como antes de todo lo que pasó. Britt asiente. —Eso quiero yo también, nena. Te lo compensaré, te lo prometo. Cada vez que Britt me llama «nena» siento mariposas en el estómago. Su voz ronca, el acento británico y la delicadeza que hay detrás de su tono son una combinación irresistible. —Por favor, no hagas que me arrepienta —le suplico, y me coge la cara entre las manos de nuevo. —No lo haré. Ya lo verás —me promete y me besa otra vez. Sé que tenemos muchas cosas que solucionar, pero estoy tranquila, decidida y segura de haber hecho lo correcto. Me preocupa la reacción de todo el mundo, sobre todo la de mi madre, aunque ya me ocuparé de eso llegado el momento. El hecho de que no vaya a pasar la Navidad con ella por primera vez en dieciocho años para poder estar con Britt y que hayamos decidido volver a estar juntas no hará más que empeorar las cosas con ella, pero la verdad es que me da igual. Bueno, me importa, pero no puedo seguir bregando con cada decisión que tomo y es imposible tenerla contenta, así que he dejado de intentarlo. Apoyo la cabeza en el pecho de Britt y ella me coge la coleta y la retuerce entre los dedos. Me alegro de haber terminado de envolver los regalos. Ya ha sido bastante estresante tener que comprarlos a última hora. «Mierda. No le he comprado nada a Britt.» ¿Me habrá comprado ella algún regalo? No creo, pero ahora que volvemos a estar juntas... O que estamos juntas por primera vez... Me preocupa que me haya comprado algo y que se sienta mal cuando vea que yo no tengo regalo para ella. ¿Qué podría regalarle? —¿Qué te pasa? —pregunta levantándome la barbilla. —Nada... —No habrás... —empieza a decir, despacio y dubitativa—. No habrás... cambiado de opinión. —No..., no. Sólo es que... no te he comprado ningún regalo — confieso. Sonríe y me mira. —¿Estás preocupada porque no me has comprado nada? —Se echa a reír—. Santana, de verdad, me lo has dado todo. Es absurdo que te preocupes por un simple regalo de Navidad. Aun así, me siento culpable, aunque me encanta la convicción con la que lo dice. —¿Estás segura? —pregunto. —Del todo. —Vuelve a reírse. —Te compraré un super regalo de cumpleaños —digo, y vuelve a acariciarme el labio inferior con el dedo. Entreabro la boca y espero a que me bese de nuevo, pero sus labios se posan en mi nariz y luego en mi frente. Es un gesto sorprendentemente dulce. —No celebro mi cumpleaños —explica. —Lo sé..., yo tampoco celebro el mío. —Es de lo poco que tenemos en común. —¿Britt? —Se oye la voz de Trish mientras llama con cuidado a la puerta. Ella gruñe y pone los ojos en blanco y yo me bajo de su regazo. La miro algo ofendida. —No te vas a morir por tratarla un poco mejor... Lleva mucho tiempo sin verte. —No la trato mal —dice. Y sé que de verdad lo cree. —Intenta ser un poco más amable con ella, hazlo por mí. —Parpadeo como una vampiresa y ella menea la cabeza. —Eres un demonio —me espeta. Su madre vuelve a llamar. —¿Britt? —¡Voy! —dice, y se baja de la cama de un salto. Cuando abre la puerta, veo que su madre parece terriblemente aburrida. —¿Os apetece ver una película? —pregunta. Britt se vuelve hacia mí y enarca una ceja cuando digo: —Sí —y me levanto de la cama. —¡Fantástico! —sonríe ella y despeina a su hija. —Voy a cambiarme —dice Britt echándonos del cuarto con un gesto de la mano. Trish me tiende la mano. —Ven, Santana. Vamos a preparar algo para picar. Sigo a su madre a la cocina. Será mejor que no vea a Britt cambiándose de ropa. Quiero ir poco a poco. Despacio. No sé si eso es posible con ella. Me pregunto si debería decirle a Trish que he decidido perdonar a su hija, o al menos intentarlo. —¿Galletas? —sugiere. Asiento y abro los armarios de la cocina. —¿De mantequilla de cacahuete? —le pregunto cogiendo la harina. Trish enarca las cejas impresionada. —¿Sabes hacerlas? Yo suelo comprar la masa lista para hornear, pero mucho mejor si sabes hacerlas caseras. —No soy una gran cocinera, pero Karen me ha enseñado a preparar una receta fácil de galletas de mantequilla de cacahuete. —¿Karen? —pregunta, y se me cae el alma a los pies. No quería mencionar a Karen. Lo último que pretendo es incomodar a Trish. Me vuelvo para encender el horno y esconder mi vergüenza. —¿La conoces? —dice. No sé interpretar su tono de voz, así que me ando con pies de plomo. —Sí... Su hijo, Ryder, es mi amigo..., mi mejor amigo. Trish me pasa unos cuencos y una cuchara y pregunta intentando parecer neutral: —Ah... Y ¿cómo es? Enraso la harina en la cuchara de medir y la echo en un cuenco grande tratando que nuestras miradas no se encuentren. No quiero contestar. No me apetece mentir, pero no sé cómo se siente con respecto a Ken y a su nueva esposa. —Puedes contármelo —insiste. —Es encantadora —confieso. Asiente. —Me lo imaginaba. —No ha sido mi intención mencionarla. Se me ha escapado —me disculpo. Me pasa la mantequilla. —No te preocupes, cielo. No le deseo nada malo a esa mujer, nada en absoluto, aunque por supuesto me encantaría oír que es más fea que un trol. —Se echa a reír y me siento muy aliviada—. Pero me alegro de que el padre de Britt sea feliz. Sólo querría que mi hija olvidara todo el rencor que siente hacia él. —Lo ha... —empiezo a decir, pero cierro el pico en cuanto Britt entra en la cocina. —¿Qué decías? —me pregunta Trish. Miro a una y a otra. No me corresponde a mí decírselo si Britt no lo ha hecho. —¿De qué estáis hablando, pareja? —pregunta Britt. —De tu padre —responde Trish, y ella palidece. Por su expresión, sé que no tenía intención de contarle la relación incipiente con su padre. —No sabía que... —intento explicarle, pero levanta la mano para que me calle. Odio lo mucho que le gusta guardar su intimidad. Imagino que tendré que vivir con ello. —Tranquila, Santana. He estado... pasando algo de tiempo con él —dice Britt roja como un tomate. Sin pensar, me pongo a su lado. Esperaba que se enfadara conmigo y que le mintiera a su madre, pero me alegro de haberme equivocado. —¿En serio? —pregunta ella muy sorprendida. —Sí... Perdona, mamá. Ni me acerqué a él hasta hace un par de meses. Me emborraché y le destrocé el salón..., pero luego pasé un par de noches en su casa y fuimos a su boda. —¿Has vuelto a beber? —inquiere Trish, y los ojos empiezan a llenársele de lágrimas—. Britt, por favor, dime que no has vuelto a beber. —No, mamá. Sólo fue en un par de ocasiones. Nada que ver con lo de antes —le promete. ¿«Lo de antes»? Sé que solía beber demasiado pero, por la reacción de su madre, es mucho peor de lo que me había dado a entender. —¿Estás enfadada conmigo por haber ido a verlo? —pregunta Britt, y le pongo la mano en la cintura para reconfortarla. —Ay, hija. Nunca me enfadaría contigo por relacionarte con tu padre. Estoy sorprendida, eso es todo. Podrías habérmelo dicho. —Parpadea un par de veces para contener las lágrimas—. Llevo mucho tiempo deseando que olvides el resentimiento que le tienes. Fue una época horrible de nuestras vidas, pero sobrevivimos y la dejamos atrás. Tu padre no es el hombre que era y yo tampoco soy la misma mujer. —Eso no cambia nada —dice ella en voz baja. —No, no cambia nada, pero a veces uno tiene que elegir olvidar, seguir adelante. Me hace muy muy feliz que hayas estado viéndolo. Te hará bien. La razón por la que te envié aquí..., bueno, una de las razones, fue para que lo perdonaras. —No lo he perdonado. —Pues deberías —dice ella con sinceridad—. Yo lo he hecho. Britt se apoya sobre los codos en la encimera y deja caer la cabeza mientras le acaricio la espalda con la mano. Al notar el gesto, Trish me sonríe como diciéndome que lo ha pillado. La admiro más que nunca. Es tan fuerte y cariñosa pese a lo poco afectuosa que es su hija... Ojalá tuviera a alguien en su vida, igual que Ken tiene a Karen. Britt debe de estar pensando exactamente lo mismo porque deja caer la cabeza y dice: —Pero él vive en una mansión y conduce coches caros. Tiene una nueva esposa... y tú estás sola. —Me dan igual su casa y su dinero —le asegura ella. Luego sonríe—. Y ¿qué te hace pensar que estoy sola? —¿Qué? —Levanta la cabeza sorprendida. —¡No te asombres tanto! Soy un buen partido, hija. —¿Estás saliendo con alguien? ¿Con quién? —Con Mike. —Se ruboriza, y me encanta. La mandíbula de Britt llega al suelo. —¿Con Mike? ¿El vecino? —Sí, con el vecino. Es un hombre muy bueno, Britt. —Se echa a reír y me mira con complicidad—. Y me resulta muy cómodo tenerla justo al lado. Britt hace oídos sordos a eso último. —¿Desde cuándo? ¿Por qué no me lo habías dicho? —Desde hace un par de meses. No es nada serio..., por ahora. Además, no creo que seas quién para darme consejos amorosos —se burla ella. —Pero ¿Mike? Es un poco... —No hables mal de él. Todavía estás en edad de recibir una azotaina —la regaña Trish con una sonrisa juguetona. Britt levanta los brazos en señal de derrota. —Vale, vale... Está mucho más relajada que esta mañana. La tensión entre nosotras casi ha desaparecido y me hace muy feliz verla bromear con su madre. A continuación, Trish anuncia muy contenta: —¡Perfecto! Voy a escoger la película. No vengáis sin las galletas. Sonríe y nos deja solas en la cocina. Me acerco al cuenco de los ingredientes y termino de mezclar la masa. Me chupo el dedo y Britt, siempre de gran ayuda, apunta: —No creo que eso sea muy higiénico. Meto el dedo en el cuenco, rebaño la masa pegajosa y me acerco a ella. —Prueba. Intento transferir la masa a su mano pero se lleva mi dedo a la boca y lo chupa. Ahogo un gemido y trato de convencerme de que sólo es su forma de limpiarme la masa de galleta... a pesar de cómo me está mirando..., a pesar de cómo me pasa la lengua por el dedo. A pesar de que la temperatura en la cocina haya subido trescientos grados y a pesar de que el corazón me lata tan fuerte que se me va a salir del pecho. —Ya basta —digo sacando el dedo de su boca. Me lanza una sonrisa maliciosa. —Tendrá que esperar. El plato de galletas desaparece durante los primeros diez minutos de película. He de confesar que me siento orgullosa de haber aprendido a hacer galletas. Trish me alaba mucho, y Britt se come la mitad, cosa que me sirve como cumplido. —¿Es malo que estas galletas sean lo que más me ha gustado de Estados Unidos hasta la fecha? —dice llevándose la última a la boca. —Sí, una pena —se burla Britt, y yo me río por lo bajo. —Vas a tener que hacerlas todos los días hasta que me vaya, Santana. —Por mí, perfecto. —Sonrío y me acurruco contra Britt. Me rodea la cintura con el brazo y doblo las piernas para poder estar más cerca de ella. Trish se queda dormida casi al final de la película, pero Britt baja el volumen del televisor para que podamos terminar de verla sin despertarla. Para entonces estoy llorando a moco tendido. Es una de las películas más tristes que he visto. No sé cómo Trish ha podido quedarse dormida. —Ha sido espantoso. Muy bonita pero muy triste —sollozo. —Es culpa de mi madre. Yo quería ver una comedia y no sé cómo hemos acabado viendo La milla verde. Ya te lo advertí. Sube la mano de mi cintura a mis hombros, me estrecha contra su pecho y me da un beso en la frente. —Podemos poner «Friends» cuando estemos en el dormitorio para que te olvides de que al final se mue... —¡Britt, no me lo recuerdes! —protesto. No obstante, se echa a reír antes de levantarse del sofá y tirar de mi brazo para que yo haga lo mismo. Una vez en la habitación, Britt enciende la lámpara de la mesilla de noche y el televisor. Cierra la puerta y vuelve junto a mí con esos ojos azules brillantes y esas pecas  malévolas y me estremezco. 
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Mensaje por 3:) Jue Jul 07, 2016 1:04 pm

Es bueno que britt intente cambiar por el bien psicologico de san...
Es bueno que tresh tenga a alguien...
A ver como va la navidad???
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por JVM Jue Jul 07, 2016 2:40 pm

Que bueno que por fin se dieron otra oportunidad, espero que Britt cumpla y no le haga daño a San y que no le oculte nada ... Y bueno el que la mamá de Britt este avanzando con su vida creó que eso le ayudara a Britt a dejar el pasado...
Y bueno parece que viene la reconciliación en la recámara jajajajaja
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Mensaje por micky morales Jue Jul 07, 2016 10:12 pm

gracias señor!!!!!!!! al fin, y esta vez espero que sea la vencida pq me encantaria ver como son ellas en una relacion de verdad, sincera y con sus comicas peleas!!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:20 am

Capítulo 35
 Brittany

 

 —Voy a cambiarme —dice Santana y desaparece tras la puerta del armario abierta, con un pañuelo de papel en la mano. Tiene los ojos rojos de tanto llorar con la película. Sabía que le iba a afectar, aunque he de confesar que estaba esperando ver su reacción. No porque deseara verla llorar, sino porque me gusta lo mucho que se implica en todo. Se abre sin reparos a la fuerza de la ficción, ya sea una película o una novela, y se permite perderse en ella por completo. Es fascinante. Cuando regresa, va tan sólo con unos shorts y el sujetador de encaje puesto. «Joder.» Ni siquiera intento disimular que la estoy mirando. —¿Crees que podrías ponerte... mi camiseta? —le pregunto. No sé qué le parecerá, pero echo de menos verla dormir con ella. —Me encantaría. —Sonríe y coge la camiseta que me he puesto hoy de encima del cesto de la colada. —Qué bien —afirmo intentando disimular mi entusiasmo. Sin embargo, cuando veo cómo sus tetas sobresalen por encima del encaje al levantar los brazos... «Deja de mirar. Despacio, quiere ir despacio. Puedo ir despacio..., dentro y fuera de ella. Mierda, ¿qué clase de obsesa soy?» Cuando me decido a desviar la mirada, se mete la mano debajo de la camiseta y se saca el sujetador por una manga... «Jodeeer...» —¿Estás bien? —pregunta metiéndose en la cama. —Sí —digo. Trago saliva y contemplo hipnotizada cómo se suelta la coleta. Las ondas suaves y rubias caen sobre sus hombros y mueve la cabeza a un lado y a otro. Lo está haciendo a propósito. —Vale... —asiente, y se tumba encima del edredón. Me gustaría que se metiera debajo para no tenerla... tan a la vista. Me lanza una mirada inquisitiva. —¿No vienes a la cama? Ni me había dado cuenta de que aún sigo de pie en medio de la habitación. —Ya voy... —Se hace un poco raro esto de volver a estar juntas, pero no tienes por qué estar tan distante —dice nerviosa. —Lo sé —respondo, y me acuesto con las manos estiradas hacia adelante para ocultar ciertas cosas. —Aunque no tan raro como pensaba —añade en un susurro. —Sí... Me alegra oírlo. Me preocupaba que no fuera como antes, que estuviera a la defensiva y no fuera la Santana a la que tanto quiero. Sólo han pasado unas pocas horas, pero espero que todo siga como hasta el momento. Es tan fácil estar con ella, tan tan fácil... Y tan difícil a la vez... Pone su pequeña mano encima de la mía y apoya la cabeza en mi pecho. —Estás muy rara. ¿En qué piensas? —pregunta. —Sólo estoy contenta de tenerte aquí. Es todo. «Y no puedo parar de pensar que me muero por hacerte el amor», añado para mis adentros. Ya no quiero tirarme a Santana como antes, ahora es mucho más. Muchísimo más. Quiero tenerla lo más cerca posible. Quiero que vuelva a confiar a ciegas en mí. Me duele el corazón cuando pienso en la confianza que depositó en mí y en cómo la traicioné. —Hay algo más —dice. Me ha pillado. Niego con la cabeza y sus dedos dibujan una fina línea desde mi sien hasta el aro de metal que llevo en la ceja. —No quieras saber qué estoy pensando —confieso. No me gustaría que creyera que para mí es sólo un objeto, que sólo quiero utilizarla. No quiero contarle qué estoy pensando, pero no puedo seguir ocultándole cosas. Tengo que ser sincera con ella, ahora y siempre. Me mira y su cara de preocupación me parte el alma. —Dímelo. —Pues... estaba pensando en... follar..., quiero decir, en hacerte el amor. —Ah —dice en voz baja y abriendo mucho los ojos. —Lo sé, soy una cerda —gruño. ¿Por qué habré tenido que decirle la verdad? —No... No lo eres. —Se ruboriza—. Yo estaba pensando lo mismo. Se muerde el labio inferior. Esto es una tortura. —¿Ah, sí? —Sí... Quiero decir que hace mucho que no... Bueno, sin contar lo de Seattle, pero esa noche estaba muy borracha. Busco en su cara algún signo de desprecio por mi falta de autocontrol la semana pasada, cuando se me abalanzó encima como una fiera, pero no hay ni rastro. Lo que veo es que le da vergüenza recordar lo que ocurrió. Me aprietan las bragas  de pensar en lo de Seattle. —No quiero que creas que te estoy utilizando... por todo lo que ha ocurrido —le explico. —Britt, te aseguro que ésa precisamente no es una de las cosas que se me pasan por la cabeza en este momento. Me daba miedo que mi estupidez hubiera arruinado nuestros momentos íntimos para siempre. —¿Estás segura? Porque no quiero volver a cagarla —digo. Se lleva mi mano a su entrepierna a modo de respuesta. «Joder.» Le cojo la muñeca con la otra mano y la atraigo hacia mí. En cuestión de segundos estoy encima de ella, con una rodilla entre sus muslos. Primero le beso el cuello, mi boca delirante y veloz se aferra a su piel suave. Tira de su camiseta y levanta la espalda de la cama lo justo para que pueda quitársela. Mi lengua deja un sendero húmedo en su clavícula y en su pecho. Tira de mi camiseta y de mi sudadera a la vez y la ayudo hasta que sólo llevo puesto las bragas. Quiero acariciar hasta el último milímetro de su cuerpo, cada curva, cada ángulo. Dios, es preciosa. Me agacho para besarle el vientre y sus dedos desaparecen en mi pelo y tiran de las raíces. La muerdo. Sus bragas y sus shorts aterrizan en el suelo. Mi lengua acaricia la piel de sus caderas. Exploro su cuerpo como si fuera la primera o la última vez, pero me mete prisa. —Britt..., por favor... Pongo la boca en su parte más sensible y deslizo la lengua arriba y abajo, saboreándola mientras consume mis sentidos. —Así —jadea, y me tira más fuerte del pelo. Despega las caderas de la cama para apretarse contra mi lengua. Me aparto y gimotea. Me encanta que me tenga tantas ganas como yo a ella. Me incorporo No me quita los ojos de encima y yo a ella tampoco. Observo cómo su pecho sube y baja expectante. Me deshago de las bragas y la beso en la mejilla, con la mano sobre su muslo. Me enderezo para ubicarme sobre ella. —No te muevas —le ordeno. Santana obedece y me recoloco entre sus piernas. No aguanto más. —Siempre estás a punto para mí —digo humedeciéndome los dedos en ella y llevándoselos a la boca para que saboree sus propios jugos. Es tímida pero no protesta, sino que me relame el dedo con la lengua, y la sensación es tan placentera que me adentro de inmediato en ella. Es exquisito, y lo echaba muchísimo de menos. —Hostia puta... —blasfemo mientras ella gime de alivio. Todos mis dolores de cabeza se desvanecen en cuanto me hundo en ella y la lleno del todo. Santana entorna los ojos, echa la cabeza atrás y yo muevo las caderas en círculos muy despacio antes de metér y sacár mis largos y delgados dedos una y otra vez. —Más..., por favor, Britt. «Joder, cómo me gusta oírla suplicar.» —No, nena... Quiero ir despacio —digo con otra rotación de las caderas. Deseo saborear cada segundo. Quiero ir despacio y quiero que sienta lo mucho que la amo, lo mucho que me arrepiento de haberle hecho daño y que estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por ella. Le cubro la boca de besos y ella me la acaricia con la lengua. Gimo cuando me clava las uñas en los bíceps con tanta fuerza que seguro que me deja marca. —Te quiero... No sabes cuánto —le digo cambiando de ritmo. Sé que la estoy torturando con la lentitud de mis movimientos. —Te... te quiero —gime, y empiezan a temblarle las piernas. Ya casi está. Me encantaría poder vernos, encajadas la una en la otra pero separadas. El contraste de su piel suave y clara con la tinta negra que cubre la mía, sus manos subiendo y bajando por mis brazos deben de ser dignas de ver. Somos la luz y la oscuridad; es un caos perfecto, es todo lo que temo, lo que quiero y lo que necesito. Gime con más fuerza y tengo que taparle la boca con la mano para que la muerda y ahogue sus gritos. —Chsss... Relájate, nena. Mis embestidas se aceleran y su cuerpo se tensa debajo del mío mientras Santana grita mi nombre entre mis dedos. Me uno a ella en unos segundos, a lo bestia, sin guardarme nada. Ella es mi droga perfecta. —Mírame —susurro. Me mira a los ojos y me remata. Suelto hasta la última gota y su cuerpo se relaja. Estamos jadeantes, inmóviles. Cuando me aparto de ella, me coge del brazo para impedírmelo. Le sonrío y me quedo donde estoy. Me apoyo en un codo para no aplastarla. Me acaricia la mejilla y con la almohadilla del pulgar dibuja pequeños círculos en mi piel empapada. —Te quiero, Britt —dice en voz baja. —Te quiero, Santana —contesto, y apoyo la cabeza contra su pecho. Me pesan los párpados y noto que Santana empieza a respirar más despacio. Me duermo escuchando el latir constante de su corazón. 
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:21 am

Capítulo 36
 Santana


La cabeza de Britt me pesa en el estómago. Mi móvil vibra en la mesilla de noche y me despierta. La hago a un lado con todo el cuidado del mundo y cojo el maldito aparato. En la pantalla brilla el nombre de mi madre y gruño antes de contestar. —¿Santana? —dice severa al otro lado. —Sí. —¿Dónde estás? ¿A qué hora vas a llegar? —inquiere. —No voy a ir, mamá. —Es Nochebuena, Santana. Sé que estás enfadada por lo de tu padre, pero necesito que pases la Navidad conmigo. No deberías estar sola en un motel. Me siento un poco culpable por no pasar las vacaciones con mi madre. No es la mujer más agradable del mundo, pero soy todo lo que tiene. Aun así, le digo: —No voy a ir hasta allí, mamá. Está nevando y no quiero estar en casa. Britt se mueve y levanta la cabeza. Justo cuando voy a decir que no emita ni un suspiro, abre la boca. —¿Qué pasa? —dice, y oigo el grito ahogado de mi madre. —¡Santana López! ¿Es que te has vuelto loca? —grita. —Mamá, no quiero discutirlo ahora mismo. —¡Es ella, no me mientas! ¡Reconozco su voz! Vaya asco de despertar. Me quito a Britt de encima, cubro mi cuerpo desnudo con la manta y me siento. —Voy a colgar, mamá. —No te atrevas a colgar... Pero me atrevo. Y luego pongo el móvil en silencio. Sabía que tenía que enterarse más tarde o más temprano, pero habría preferido que fuera más bien tarde. —Vale, pues ya sabe que hemos vuelto... a estar juntas. Te ha oído y está hecha una furia —digo, y le enseño el móvil para que vea que mi madre ha llamado dos veces en menos de un minuto. Se acurruca a mi espalda. —Habría acabado enterándose de todos modos, mejor que haya sido así. —Pues no. Podría habérselo contado yo en vez de haberlo descubierto ella sola porque te ha oído por el teléfono. Se encoge de hombros. —Lo mismo da: se habría cabreado igual. —Aun así. —Me molesta un poco que Britt reaccione de ese modo. Sé que mi madre le importa un bledo, pero al fin y al cabo es mi madre y no quería que se enterara de ese modo—. No te costaría nada ser un poco más amable. Asiente y dice: —Perdona. Esperaba que se pusiera borde. Qué agradable sorpresa. A continuación sonríe y me atrae hacia sí. —¿Y si te preparo el desayuno, Daisy? —¿Daisy? —inquiero con una ceja enarcada. —Es pronto y no estoy muy fino con las citas literarias, pero estás gruñona... Así que te he llamado Daisy. —Daisy Buchanan no era gruñona, y yo tampoco —refunfuño, aunque no puedo evitar sonreír. Suelta una carcajada. —Lo eres, y ¿cómo sabes a qué Daisy me refiero? —No hay muchas y te conozco bien. —¿Ah, sí? —Sí, y que sepas que no me siento ofendida —la pincho. —Ya, ya..., señora Bennet —contraataca. —Como has dicho «señora», imagino que te refieres a la madre, no a Elizabeth, y que intentas decir que soy insufrible. Pero como no estás muy fina, ¿a lo mejor querías decir que soy encantadora? No hay quien te entienda. —Le sonrío. —Está bien, está bien... Joder. —Se ríe—. A uno se le ocurre hacer un chiste malo y lo mandan al paredón. Mi cabreo inicial se disuelve mientras seguimos con nuestro duelo verbal y me levanto de la cama. Britt dice que podemos quedarnos en pijama porque no vamos a salir de casa. Se me hace raro. En casa de mi madre tendría que ponerme la ropa de los domingos. —Ponte mi camiseta —dice señalando la que tiramos anoche al suelo. Sonrío, la recojo y me la pongo junto con unos pantalones de chándal. No creo que Sam me haya visto nunca en chándal. Hace poco que empecé a maquillarme, pero siempre he ido bien vestida. Me pregunto qué habría pensado Sam si hubiera aparecido por su casa vestida así para pasar un rato con él. Tiene gracia, siempre creí que me encontraba a gusto con Sam, creía que era yo misma cuando estaba con él porque me conocía de toda la vida, cuando en realidad no me conoce en absoluto. No conoce a la verdadera Santana. Con Britt estoy tan cómoda que hasta me atrevo a sacarla. —¿Lista? —me pregunta. Asiento y me recojo el pelo en un moño flojo. Apago el móvil y lo dejo encima de la cómoda, luego salgo con Britt al salón. Un delicioso aroma a café inunda el apartamento. Trish está en la cocina, haciendo tortitas. Sonríe y se vuelve hacia nosotras. —¡Feliz Navidad! —Aún no es Navidad —dice Britt, y la miro mal. Pone los ojos en blanco y le sonríe a su madre. Me sirvo una taza de café y le doy las gracias a Trish por preparar el desayuno. Britt y yo nos sentamos a la mesa mientras nos cuenta cómo su abuela le enseñó a preparar esta clase de tortitas. Britt la escucha con atención y hasta sonríe. Empezamos a comer. Son las tortitas de arándanos más suculentas del mundo. —¿Vamos a abrir hoy los regalos? —pregunta Trish—. Lo digo porque imagino que mañana estarás en casa de tu madre. No sé muy bien qué contestar, y empiezo a rebuscar las palabras. —En realidad..., no... La verdad..., le he dicho a... —Mañana va a ir a casa de papá. Se lo prometió a Ryder, que no tiene más amigos, así que no puede cancelarlo —interviene Britt. Le agradezco que me eche un cable, pero que diga que soy la única amiga que tiene Ryder es cruel... Puede que sea verdad, pero él también es mi único amigo. —Ah... No pasa nada, cariño. No temas decirme ese tipo de cosas. No tengo nada en contra de que visites a Ken —dice Trish, y no sé si se dirige a mí o a Britt. Ella niega con la cabeza. —Yo no voy a ir. Le dije a Santana que tú y yo pasábamos. Trish se queda con el tenedor en la boca. —¿También me habían invitado a mí? —dice sorprendida a más no poder. —Sí... Querían que vinierais las dos —le explico. —¿Por qué? —pregunta. —No... lo... sé —digo. Es la pura verdad. Karen es muy amable y sé que quiere que su marido y Britt hagan las paces. Ésa es la única explicación que se me ocurre. —Ya les he dicho que no vamos a ir. No te preocupes, mamá. Trish se saca por fin el tenedor de la boca y mastica pensativa. —No, puede que debamos ir —dice al rato para mi sorpresa y la de Britt. —¿Por qué quieres ir allí? —le pregunta ella con mala cara. —No lo sé... La última vez que vi a tu padre fue hace casi diez años. Creo que me debo a mí misma ver cómo le ha dado la vuelta a su vida. Además, sé que no quieres pasar la Navidad sin Santana. —Podría quedarme —digo. No quiero cancelar lo de mañana pero tampoco quiero que Trish se sienta obligada a ir. —No, de verdad. Me parece bien. Deberíamos ir todas. —¿Estás segura? —La preocupación de Britt es evidente. —Sí... No será tan terrible. —Sonríe—. Además, si Kathy es quien le ha enseñado a Santana a preparar esas deliciosas galletas, imagínate el festín que nos espera. —Karen, mamá. Se llama Karen. —Oye, que es la esposa de mi exmarido, con quien voy a pasar la Navidad. Puedo llamarla como me plazca. —Suelta una carcajada y me río con ella. —Avisaré a Ryder de que vamos a ir todas —digo, y me levanto para ir a por el móvil. Nunca imaginé que pasaría la Navidad con Britt y con su familia al completo. Estos últimos meses no han sido para nada lo que esperaba. Cuando enciendo el teléfono veo que tengo tres mensajes en el buzón de voz, todos de mi madre, seguro. No los escucho, sino que marco el número de Ryder. —Hola, Santana. ¡Feliz Nochebuena! —me saluda, tan alegre como siempre. Me lo imagino sonriente. —Feliz Nochebuena, Ryder. —¡Gracias! Lo primero: espero que no te hayas rajado. —No, claro que no. Más bien al contrario. Llamo para preguntarte si todavía queréis que Britt y Trish vayan también. —¿De verdad? ¿Han aceptado? —Sí... —¿Eso significa que Britt y tú...? —Sí... Ya sé que soy una imbécil por... —Yo no he dicho eso. —Lo sé, pero seguro que lo estás pensando... —No. Mañana lo hablamos, si quieres, pero no eres ninguna imbécil, Santana. —Gracias —le digo de corazón. Debe de ser la única persona que no tiene una opinión negativa al respecto. —Le diré a mi madre que van a venir. Se pondrá muy contenta —dice antes de colgar. Para cuando regreso al salón, Trish y Britt están sentadas con sus regalos en el regazo, y veo dos cajas sobre el sofá que imagino que son para mí. —¡Yo primero! —dice Trish, y rasga el papel con dibujos de copos de nieve de una de las cajas. Sonríe de oreja a oreja al ver el chándal que le he comprado—. ¡Me encanta! ¿Cómo lo has sabido? —dice señalando el gris que lleva puesto. —No se me da muy bien comprar regalos —le digo. Se ríe. —No seas tonta. Es muy bonito —me asegura mientras abre la segunda caja. Se toma un momento para ver lo que hay dentro, le da un abrazo a Britt y saca un collar que dice «Mamá», justo lo que ella me había dicho. Parece que también le gusta la bufanda gruesa que su hija le ha comprado. Me estoy arrepintiendo de no haberle comprado nada a Britt. Sabía que tarde o temprano volvería con ella, y creo que ella también lo sabía. No ha mencionado que me haya comprado nada, y las dos cajas que tengo en el regazo tienen la firma de Trish, qué alivio. Britt es la siguiente. Le dedica a su madre su mejor sonrisa falsa cuando ve la ropa que le ha regalado. Hay un jersey rojo de manga larga. Intento imaginarme a Britt con otro color que no sea ni el blanco ni el negro, pero me resulta imposible. —Te toca —me dice. Nerviosa, sonrío y le quito el lazo brillante a la caja del primer regalo. A Trish se le da mejor elegir ropa de mujer, como demuestra el vestido amarillo claro que contiene la caja. Es corto y ligero, y me encanta. —Muchas gracias. ¡Es precioso! —exclamo y le doy un abrazo. Aprecio de corazón que se haya acordado de mí. Acaba de conocerme, pero me trata con tanto cariño que es como si la conociera desde hace tiempo. La segunda caja es mucho más pequeña, pero han usado tanta cinta adhesiva para envolverla que me resulta casi imposible quitarle el papel. Cuando al fin lo consigo, descubro un brazalete, una pulsera de charms. Nunca antes había visto una igual. Trish es tan detallista como su hija. La levanto y acaricio con los dedos el cordón para poder ver bien los colgantes. Sólo hay tres, un poco más grandes que la uña de mi pulgar. Dos son de peltre y el tercero es completamente blanco..., ¿porcelana? El blanco es un infinito con los extremos en forma de corazón. Como el tatuaje de la muñeca de Britt. La miro a ella y miro el tatuaje. Se revuelve y vuelvo a mirar el brazalete. El segundo colgante es una nota musical, y el tercero, un poco más grande que los otros dos, tiene forma de libro. Cuando paso los dedos por encima, noto que tiene algo inscrito al dorso. Dice: «No sé de qué están hechas las almas, pero la mía y la suya son una sola». Alzo la vista en dirección a Britt y me trago las lágrimas que amenazan con formarse tras mis párpados. Esto no me lo ha comprado su madre. Esto me lo ha comprado ella. 
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:21 am

Capítulo 37
 Santana



 Britt se ha ruborizado. Una sonrisa nerviosa le baila en los labios y la miro en silencio un minuto. Luego prácticamente me planto en sus narices de un salto y estoy a punto de tirarla al suelo de las ganas que tengo de tener cerca a esta loca salvaje. Es lo bastante fuerte para impedir que nos comamos el suelo. La abrazo con todas mis fuerzas y se atraganta, así que aflojo un poco la presión. —¡Es... es absolutamente perfecto! —sollozo—. Gracias. Es un detalle increíble. Apoyo la frente en la suya y me acurruco en su regazo. De inmediato, sin embargo, me apresuro a apartarme. Por un instante se me había olvidado que no estamos solas. —¡Lo siento! —me disculpo ante Trish, y vuelvo a mi sitio en el sofá. Ella me sonríe con complicidad. —No tienes por qué disculparte, cielo. Britt no dice nada. Sé que no quiere hablar del regalo delante de su madre, así que cambio de tema. Su regalo es alucinante. No podría haber escogido una cita más acertada de ninguna otra novela. «No sé de qué están hechas las almas, pero la mía y la suya son una sola»... Describe también lo que siento por ella. Somos muy distintos, pero a la vez somos iguales, del mismo modo que Catherine y Heathcliff. Sólo espero no compartir también su destino. Prefiero pensar que hemos aprendido de sus errores y que no permitiremos que nos suceda lo mismo que a ellos. Me pongo la pulsera y muevo el brazo de un lado a otro, despacio, para ver cómo se mueven los charms. Nunca me habían hecho un regalo como éste. Creía que era imposible superar el libro electrónico, pero Britt ha conseguido sorprenderme con este brazalete. Sam siempre me regalaba lo mismo: perfume y calcetines. Todos los años. Claro que yo también le regalaba colonia y calcetines todos los años. Éramos así, nos iba la rutina y el aburrimiento. Contemplo la pulsera unos segundos más antes de darme cuenta de que Britt y su madre me están mirando. Me levanto inmediatamente y empiezo a recoger los papeles de regalo. Con una carcajada, Trish pregunta: —¿Y bien, señoritas?, ¿qué planes tenemos para hoy? —A mí me apetece echarme una siesta —contesta Britt, y ella pone los ojos en blanco. —¿Una siesta? ¿Tan temprano? ¿Y en Navidad? —se burla. —Por enésima vez: hoy no es Navidad —dice un poco borde. Luego sonríe. —Eres un rollo —la regaña Trish dándole un golpe en el brazo. —De tal palo, tal astilla. Se pelean de broma y me pierdo en mis pensamientos mientras recojo la montaña de papel de regalo roto y arrugado y la tiro al contenedor metálico. Me siento fatal por no haberle comprado nada a Britt. Ojalá el centro comercial estuviera abierto... No sé qué le compraría, pero cualquier cosa es mejor que nada. Miro otra vez el brazalete y acaricio con el dedo el pequeño infinito. Es increíble que me haya comprado un amuleto a juego con su tatuaje. —¿Ya has terminado? Doy un brinco al oír su voz y sentir su aliento en mi oreja. Me vuelvo y le pego un cachete. —¡Me has asustado! —Perdona, amor —dice entre risas. El corazón se me sale del pecho cuando me llama «amor». No es propio de ella. La noto sonreír con la boca pegada a mi cuello y me rodea la cintura con los brazos. —¿Te apetece echarte una siesta conmigo? Me vuelvo hacia ella. —No. Me quedo aquí con tu madre. Pero... —añado con una sonrisa— iré a arroparte. Prefiero no dormir la siesta a menos que esté demasiado agotada para hacer nada, y me gustaría pasar un rato con su madre, o leer, o algo así. Britt pone cara de exasperación pero me conduce al dormitorio. Se quita la camiseta y la tira al suelo. Mis ojos viajan por los paisajes de tinta de su piel y me sonríe. —¿De verdad te ha gustado la pulsera? —pregunta acercándose a la cama. Tira los cojines al suelo y yo los recojo. —¡Eres una cerdo! —protesto. Dejo los cojines sobre el arcón y la camiseta de Britt en la cómoda antes de coger mi libro electrónico y tumbarme en la cama con ella—. Y la respuesta es sí: me encanta la pulsera. Es un detalle precioso, Britt. ¿Por qué no me has dicho que el regalo era tuyo? Tira de mí y me coloca la cabeza en su pecho. —Porque sabía que ya te sentías bastante mal por no haberme comprado nada —dice, y se echa a reír—. Y que al ver mi maravilloso regalo te sentirías aún peor. —Vaya, eres tan humilde... —bromeo. —Además, cuando lo encargué, no sabía si ibas a volver a dirigirme la palabra —confiesa. —Sabías que volvería. —No, la verdad es que no. Esta vez se te veía distinta. —¿Y eso? —No sabría decirte. No era como el centenar de veces que has dicho que no querías nada conmigo. —Me aparta un mechón rebelde de la frente con el pulgar. Me concentro en el subir y bajar de su pecho. —Bueno... Yo lo sabía. Quiero decir que no quería admitirlo, pero sabía que volvería contigo. Siempre lo hago. —No te daré motivos para que vuelvas a dejarme. —Eso espero —le digo, y le beso la palma de la mano—. Y yo a ti tampoco. No digo nada más porque, por ahora, no hay nada más que decir. Tiene sueño y no quiero que siga repitiendo que voy a dejarla. A los pocos minutos está frita. Desde que Britt me ha llamado Daisy esta mañana me han entrado ganas de releer El gran Gatsby, así que busco en la biblioteca de mi libro electrónico para ver si Britt me lo ha descargado. No podía faltar. Justo cuando me dispongo a reunirme con su madre, oigo una voz furibunda de mujer. —¡Disculpe! «Mi madre.» Dejo el libro electrónico a los pies de la cama y me levanto. «¿Qué demonios está haciendo aquí?» —¡No tiene usted derecho a entrar ahí! —le grita Trish. Trish. Mi madre. Britt. El apartamento. Mierda. Esto no va a acabar bien. La puerta del dormitorio se abre de par en par y aparece mi madre, con aspecto sofisticado pero amenazador, con un vestido rojo y unos zapatos negros de tacón. Lleva el pelo rizado y recogido en lo alto de la coronilla y un tono de carmín demasiado brillante para mis ojos. —¿Cómo es posible que hayas vuelto aquí? ¡Después de todo lo ocurrido! —grita. —Mamá... —empiezo a decir mientras se vuelve hacia Trish. —Y ¿usted quién demonios es? —pregunta acercándose demasiado a Trish. —Soy su madre —dice ella señalando a Britt. Ella gruñe medio dormida y abre los ojos. —Pero ¿qué coño pasa? —Es lo primero que sale de su boca cuando ve al diablo vestido de carmesí. Mi madre se vuelve hacia mí. —Vámonos, Santana. —Yo no voy a ningún lado. ¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto. Resopla y se lleva las manos a las caderas. —Ya te lo he dicho: eres mi única hija y no voy a quedarme sentada de brazos cruzados viendo cómo arruinas tu vida por esta... gilipollas. Sus palabras son gasolina bajo mi piel, y de inmediato salgo en su defensa. —¡No hables así de ella! —le grito. —Ese gilipollas es mi hija, señora —dice Trish con cara de pocos amigos. Por muy divertida que sea, es una mujer dispuesta a lanzarse a los leones por su hija. —Ya, pues su hija está destrozando y corrompiendo a mi hija — contraataca mi madre. —Vosotras dos, fuera —dice Britt levantándose de la cama. Mi madre menea la cabeza y le sonríe con toda la dentadura. —Santana, recoge tus cosas. Ahora. Que me dé órdenes me sienta fatal. —¿Qué parte de «yo no voy a ningún lado» no has entendido? Te di la oportunidad de pasar las fiestas conmigo pero fuiste demasiado orgullosa para permitírmelo. —Sé que no debería hablarle así, pero no puedo evitarlo. —¡¿Demasiado orgullosa? ¿Crees que por comprarte un par de vestidos de putón y haber aprendido a maquillarte de repente sabes más que yo de la vida?! —Aunque está gritando, parece que se esté riendo, como si mis elecciones fueran un chiste—. Pues te equivocas. ¡Que te hayas entregado a esta... esta escoria no te convierte en una mujer! No eres más que una mocosa. Una mocosa ingenua y fácil de impresionar. Recoge tus cosas antes de que lo haga yo. —No va a tocar ni un lápiz —le espeta Britt—. No va a irse con usted. Se va a quedar aquí conmigo, donde debe estar. Mi madre se vuelve hacia ella. La risa ha desaparecido. —¿Donde debe estar? ¿Donde debía estar cuando la dejaste tirada en un maldito motel después de todo lo que le hiciste? No eres digna de ella y no va a quedarse aquí contigo. —Señora, está usted hablando con dos personas adultas —interviene Trish—. Santana es suficientemente responsable. Si lo que quiere es quedarse, usted no puede hacer nada para... Los ojos centelleantes de mi madre buscan los ojos impávidos de la madre de Britt. Esto es un desastre. Abro la boca para decir algo pero mi madre se me adelanta. —¿Cómo puede usted defender su comportamiento pecaminoso e indecente? ¡Deberían encerrarla después de lo que le hizo a mi hija! —Es evidente que ella ha decidido perdonarla, y a usted no le queda otra que aceptarlo —dice Trish sin despeinarse. Está demasiado tranquila. Parece una serpiente, de esas que se deslizan imperceptiblemente y nunca sabes cuándo van a atacar. Pero cuando lo hacen, es el final. Mi madre es la presa y ahora mismo espero que la picadura de Trish sea venenosa. —¿Perdonarla? Le robó su inocencia como parte de un juego, de una apuesta con sus amigos. ¡Y luego fue a presumir de su hazaña ante ellos mientras ella estaba aquí jugando a las casitas! El grito quedo de Trish anula los demás sonidos, y durante un segundo sólo se oye el silencio. Boquiabierta, mira a su hija. —¿Qué...? —Ah, ¿no se lo habían contado? ¿Quiere decir que la muy embustera tenía engañada incluso a su madre? Pobre mujer, no me extraña que la estuviera defendiendo —dice mi madre meneando la cabeza—. Su hija se apostó con sus amigos, por dinero, que desvirginaria a Santana. Incluso guardó la prueba y la exhibió por todo el campus. Estoy patidifusa. No dejo de mirar a nuestras madres porque tengo miedo de mirar a Britt. Por el cambio en su respiración, sé que pensaba que no le había contado a mi madre los detalles de su traición. En cuanto a Trish, no quería que supiera las cosas tan horribles que ha hecho su hija. Era mi vergüenza, y yo decidía si compartirla o no. —¿La prueba? —dice Trish con la voz temblorosa. —Sí, la prueba.  las sábanas manchadas de sangre de la virginidad robada de Santana. A saber en qué se habrá gastado el dinero, pero le contó a todo el mundo hasta el último detalle de sus momentos de... intimidad. Ahora dígame si debería obligar a mi hija a venir conmigo o no. —Mi madre arquea una ceja inquisitiva y perfectamente depilada en dirección a Trish. Lo noto en cuanto sucede. Siento el cambio en la habitación, en el flujo de la energía. Trish se ha pasado al bando de mi madre. Intento desesperadamente aferrarme al borde del precipicio que es Britt, pero puedo verlo a la perfección en la mirada de asco que le dirige a su hija. Una mirada que dice que esto no es nada nuevo. Es algo que ya ha tenido que usar contra su hija, como un recuerdo que vuelve en forma de expresión facial. Una mirada que deja muy claro que se cree, una vez más, todo lo malo que le cuentan de su hija. —¡¿Cómo has podido, Britt?! —grita—. Esperaba que hubieras cambiado... Esperaba que hubieras dejado de hacerles esas cosas a las chicas..., a las mujeres. ¿Acaso has olvidado lo que ocurrió la última vez? 
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Mensaje por micky morales Sáb Jul 09, 2016 8:52 am

hay no, que fastidio, otra vez???????
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Mensaje por JVM Sáb Jul 09, 2016 1:28 pm

Ya te extrañaba jajajajaja!!
Cuando todo estaba en calma tenia que llegar la madre de San y supongo que aun no terminan las verdades, haber a que se refiere a la ultima vez.......
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 9:08 pm

Capítulo 38
 Santana



 No ayuda. No ayuda en absoluto, pero mi madre prácticamente me brama al oído: —¿La última vez? ¿Lo ves, Santana? Ésa es precisamente la razón por la que tienes que alejarte de ella. Ya ha hecho esto antes. ¡Lo sabía! ¡El príncipe azul ataca de nuevo! Miro a Britt y dejo caer los brazos a los costados. «Otra vez, no.» No creo que pueda aguantar más golpes. Suyos, no. —Esto no es así, mamá —interviene ella finalmente. Trish la mira boquiabierta y se seca los ojos, aunque las lágrimas siguen brotando de ellos. —Pues te aseguro que es lo que parece, Britt. No me lo puedo creer. Te quiero, hija, pero en esta ocasión no puedo ayudarte. Esto está mal. Muy mal. Siempre soy incapaz de expresar mi opinión en situaciones como ésta. Quiero hablar, tengo que hacerlo, pero una lista interminable de posibles cosas espantosas a las que Trish podría estar refiriéndose con lo de «la última vez» invade mi mente y me roba la voz. —¡He dicho que no es así! —grita Britt levantando los brazos. Trish se vuelve y me mira con dureza. —Santana, deberías irte con tu madre —dice, y se me forma un nudo en la garganta. —¿Qué? —inquiere Britt. —Tú no le haces ningún bien. Te quiero más que a mi vida, pero no puedo dejar que hagas esto otra vez. Se suponía que venir a Estados Unidos iba a ayudarte... —Santana —interviene mi madre—. Creo que ya he oído suficiente. —Me agarra del brazo—. Vámonos. Britt se acerca y ella da un paso atrás y me coge con más fuerza. —Suéltela ahora mismo —dice con los dientes apretados. Las uñas de color ciruela de mi madre se clavan en mi piel mientras intento procesar lo acontecido en los últimos dos minutos. No esperaba que ella irrumpiera en el apartamento, y desde luego no esperaba que Trish dejara caer insinuaciones sobre otro de los muchos secretos de Britt. «¿Ha hecho esto antes? ¿A quién? ¿La amaba? Y ¿se amaban?» Me dijo que nunca había estado con una chica virgen, y que nunca había querido a nadie. «¿Me mintió?» Su expresión de enfado me impide leerla en su rostro. —Tú ya no tienes nada que decir en lo que a ella se refiere —le espeta mi madre. Sin embargo, sorprendiendo a todos los presentes, incluso a mí misma, libero mi brazo lentamente... y me coloco detrás de Britt. Ella se queda boquiabierta, como si no estuviera muy segura de qué estoy haciendo. Trish y mi madre muestran la misma expresión de horror. —¡Santana! No seas estúpida. ¡Ven aquí! —me ordena mi madre. En respuesta, envuelvo con los dedos el antebrazo de Britt y me quedo escondida detrás de ella. No sé por qué, pero lo hago. Debería irme con mi madre u obligar a Britt a decirme de qué narices está hablando Trish. Pero lo cierto es que sólo quiero que mi madre se marche. Necesito unos minutos, unas horas..., un tiempo indefinido, para comprender qué está sucediendo. Acababa de perdonarla. Acababa de decidir olvidarlo todo y seguir con ella. ¿Por qué tiene que haber siempre algún secreto oculto que sale a la luz en el peor momento posible? —Santana. —Mi madre da otro paso hacia mí y Britt echa el brazo atrás para protegerme de ella. —No se acerque —le advierte. Trish se aproxima a su vez. —Britt, es su hija —interviene—. No tienes ningún derecho a entrometerte entre ellas. —¿Que no tengo derecho? ¡Ella no tiene ningún derecho a irrumpir en nuestro apartamento y en nuestro dormitorio sin que nadie la haya invitado! —grita, y yo me aferro con más fuerza a su brazo. —Ése no es su dormitorio, y éste no es su apartamento —replica mi madre. —¡Sí que lo es! ¿No ve detrás de quién está? Me está utilizando como escudo para que la proteja de usted —subraya Britt mientras la señala con el dedo. —Se está comportando de manera insensata y no sabe lo que le conviene... Entonces, hallando por fin parte de mi voz, la interrumpo: —¡Deja de hablar como si yo no estuviera presente! Estoy aquí, y soy una persona adulta, mamá. Si quiero quedarme, lo haré —anuncio. Con ojos compasivos, Trish intenta convencerme: —Santana, cielo, creo que deberías escuchar a tu madre. Su sutil manera de echarme se me clava en el pecho como un puñal de traición, pero no sé qué es lo que sabe acerca de su hija. —¡Gracias! —exclama mi madre aliviada—. Por fin alguien razonable en esta familia. Trish le lanza una mirada de advertencia. —Señora, no me gusta el modo en que trata a su hija, así que no piense que estamos en el mismo equipo, porque no es así. Mi madre se encoge de hombros ligeramente. —Lo mismo da, el caso es que las dos estamos de acuerdo en que tienes que marcharte de aquí, Santana. Tienes que salir de este apartamento para no volver jamás. Pediremos el traslado a otra facultad si es necesario. —Puede tomar sus propias... —empieza Britt. —Te ha envenenado la mente, Santana. Mira las cosas que te ha hecho. ¿Crees que la conoces? —inquiere mi madre. —La conozco —replico con los dientes apretados. Mi madre centra la atención en Britt. Viendo cómo su pecho asciende y desciende al ritmo de su respiración agitada, sus mejillas rojas de ira y sus manos formando puños con tanta fuerza que tiene los nudillos blancos, no sé cómo mi madre no tiene miedo de ella. Debería sentirse intimidada y, sin embargo, le dice sin inmutarse: —Si de verdad te importa lo más mínimo, pídele que se marche. Hasta ahora sólo le has hecho daño. No es la misma chica que dejé en la universidad hace tres meses, y todo por tu culpa. Tú no la viste llorar durante días después de lo que le hiciste. Probablemente estabas de fiesta con otra chica mientras ella lloraba hasta quedarse dormida. La has destrozado. ¿Cómo puedes dormir por las noches? Sabes que acabarás haciéndole daño otra vez antes o después, de modo que, si te queda algo de decencia, dile... dile que venga conmigo. Un silencio gélido invade la habitación. Trish está sumida en sus pensamientos, con la mirada perdida en la pared, como si estuviera recordando las acciones pasadas de su hija. Mi madre observa con furia a Britt, esperando su respuesta. La respiración de ella es tan agitada que temo que estalle en cualquier momento. Y yo... yo estoy intentando decidir qué voluntad ganará mi lucha interior: la de mi corazón o la de mi cabeza. —No voy a ir contigo —digo por fin. En respuesta a mi decisión, mi decisión adulta, una decisión que sé que acarreará consecuencias que tendré que asumir y que hará que tenga que soportar grandes dificultades mientras trato de averiguar si puedo estar con la mujer  que amo o no, mi madre... pone los ojos en blanco. Y entonces pierdo los papeles. —No eres bienvenida aquí. ¡No vuelvas nunca! —le grito con toda la crudeza de que soy capaz—. ¿Quién te crees que eres para irrumpir aquí y hablarle de ese modo? —Me coloco delante de Britt y me enfrento a ella cara a cara—. ¡No quiero tener ninguna relación contigo! ¡Nadie quiere! Por eso sigues sola después de todos estos años. ¡Eres cruel y prepotente! ¡Nunca serás feliz! —Tomo aliento y trago saliva al notar lo seca que tengo la garganta. Mi madre me mira con una gran seguridad en sí misma y no poco desdén. —Estoy sola porque así lo he decidido —espeta—. No necesito estar con nadie. Yo no soy como tú. —¿Como yo? ¡Yo no necesito estar con nadie! Tú prácticamente me obligaste a estar con Sam. ¡Nunca creí poder tener elección en nada! Siempre me has controlado, pero eso se acabó. ¡Estoy harta! —Las lágrimas empiezan a descender por mis mejillas. Mi madre frunce los labios como si estuviera considerando algo en serio, pero su voz está cargada de sarcasmo cuando dice: —Está claro que tienes problemas de codependencia. ¿Esto es por culpa de tu padre? Con los ojos doloridos y, sin duda, inyectados en sangre y cargados con todo el daño que quiero infligirle, la miro. Empiezo a hablar despacio, y siento cómo poco a poco me voy acelerando frenéticamente: —Te odio. Te odio con toda mi alma. Se marchó por tu culpa. ¡Porque no te soportaba! Y no lo culpo. De hecho, ojalá se me hubiese llevado con... Y, en ese momento, la mano de Britt me cubre la boca y sus fuertes brazos me estrechan contra su pecho.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 9:09 pm

Capítulo 39
 Brittany



 No paraba de pensar en que más le valía a su madre no volver a darle una bofetada. No se me había pasado por la cabeza que Santana fuera a ponerse a la defensiva de esta manera. Tiene la cara roja de furia y sus lágrimas me empapan la mano. ¿Por qué su madre tiene que fastidiarlo todo siempre? A pesar de lo mucho que la detesto, no la culpo por estar enfadada. Le hice daño a Santana, pero no creo que le arruinara la vida. ¿O sí? Miro a mi madre en busca de ayuda. No sé qué hacer. Su mirada me indica que me odia. No quería que supiera lo que le hice a Santana. Sabía que eso la destrozaría, especialmente después de lo que pasó. Pero ya no soy la persona que era entonces. Esto es totalmente diferente. Amo a Santana. Entre todo el caos que causé, encontré el amor. Ella grita en mi mano e intenta librarse de mí, pero no es lo bastante fuerte. Sé que si no la retengo su madre le dará otra bofetada y tendré que intervenir, o Santana dirá algo de lo que se arrepentirá toda la vida. —Creo que será mejor que se marche —le digo a su madre. Santana se revuelve entre mis brazos y no para de darme patadas en la espinilla. Detesto verla enfadada, especialmente así de enfadada, aunque mi lado egoísta se alegra de que esta vez su ira no vaya dirigida contra mí. «Sin embargo, pronto será así...» Sé que su madre tiene razón con respecto a mí: no soy nada bueno para ella. No soy la persona que Santana cree que soy, pero la quiero demasiado como para permitir que me deje de nuevo. Acabo de recuperarla y no pienso volver a perderla. Sólo espero que me escuche, que escuche toda la historia. Aunque tampoco creo que cambie nada. Sé lo que va a pasar, y sé que no se quedará conmigo cuando lo sepa todo. «Joder, ¿por qué ha tenido que decir nada mi madre?» Guío a Santana hacia el dormitorio. De camino, ella se retuerce con tanta fuerza que ambas nos volvemos y nos encontramos frente a su madre de nuevo. Con una última mirada de odio, hace ademán de abalanzarse sobre ella, pero la retengo con fuerza. Tiro de ella hacia nuestra habitación, la suelto, me apresuro a cerrar la puerta y corro el pestillo. Santana dirige entonces su mirada letal hacia mí. —¡¿Por qué has hecho eso?! Tú... —Porque estabas diciendo cosas de las que te vas a arrepentir, y lo sabes. —¡¿Por qué lo has hecho?! —chilla—. ¿Por qué me has detenido? ¡Tengo tanta mierda que soltarle a esa zorra que ni siquiera... no sé por...! —Me empuja el pecho con las manos. —Eh..., eh..., cálmate —protesto, intentando no recordar que está proyectando la ira que siente hacia su madre en mí. Sé que lo está haciendo. Cojo su rostro entre las manos y acaricio sus pómulos con los pulgares, asegurándome de que me mira a los ojos mientras su respiración se relaja. —Cálmate, nena —repito. El furibundo rubor desaparece de sus mejillas y asiente lentamente. —Voy a asegurarme de que se marcha, ¿de acuerdo? —digo en voz tan baja que casi parece un susurro. Asiente de nuevo y se aleja para sentarse en la cama. —Date prisa —me pide mientras salgo del cuarto. En el salón me encuentro a la madre de Santana sola, paseándose. Se vuelve hacia mí rápidamente, como un gato montés al detectar una presa. —¿Dónde está? —pregunta. —No va a salir. Márchese y no vuelva. Lo digo en serio —replico con los dientes apretados. Enarca una ceja. —¿Me estás amenazando? —Tómeselo como quiera, pero manténgase alejada de ella. Esa mujer de manicura perfecta, tan contenida y remilgada, me lanza una mirada severa y asesina que sólo he visto en la gente que conforma el grupo de Jace. —Todo esto es culpa tuya —dice tranquilamente—. Le has lavado el cerebro; ya no es capaz de pensar por sí misma. Sé lo que estás haciendo. He estado con hombres como tú. Supe que nos traerías problemas desde el primer día que te vi. Debería haber insistido en que Santana se cambiara de habitación para evitar todo esto. Ningún hombre va a querer estar con ella después de esto..., después de ti. Mírate. —Agita la mano en el aire y se vuelve hacia la puerta. La sigo hasta el descansillo. —De eso se trata, ¿no? De que nadie la quiera, nadie más que yo. Jamás estará con nadie que no sea yo —alardeo—. Siempre me elegirá a mí antes que a usted, antes que a nadie. Da media vuelta y camina de nuevo en mi dirección. —Eres el demonio, y no pienso desaparecer sin más —espeta—. Es mi hija, y es demasiado buena para ti. Asiento rápidamente varias veces y después la miro de manera inexpresiva. —Me aseguraré de recordarlo cuando me acueste con ella esta noche. En cuanto las palabras salen de mi boca, sofoca un grito y levanta la mano para golpearme. La agarro de la muñeca y se la bajo suavemente. Jamás le haría daño, ni a ella ni a ninguna otra mujer, pero tampoco voy a permitir que me lo haga ella a mí. Le ofrezco mi mejor sonrisa, doy media vuelta para regresar a mi apartamento y le cierro la puerta en las narices. 
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 9:09 pm

Capítulo 40
 Brittany



 Apoyo la cabeza en la puerta un momento y, cuando me vuelvo, me encuentro a mi madre de pie en el salón, mirándome con una taza de café en las manos y los ojos muy rojos. —¿Dónde estabas? —digo. —En el cuarto de baño —responde con voz entrecortada. —¿Cómo has podido decirle a Santana que se vaya y que me deje? — pregunto. Sabía que estaría decepcionada conmigo, pero eso ha sido demasiado. —Porque, Britt —suspira y levanta las manos como si fuera obvio —, no eres buena para ella, y lo sabes. No quiero que acabe como Natalie o las demás —añade negando con la cabeza. —¿Sabes qué sucederá si me deja, mamá? Creo que no lo entiendes... No puedo vivir sin ella. Sé que no soy buena para ella, y me arrepiento de lo que hice cada vez que la miro, pero puedo llegar a serlo. Sé que puedo. Llego al centro del salón y empiezo a pasearme de un lado a otro. —Britt..., ¿estás segura de que no estás jugando otra vez? —No, mamá... —Agacho la cabeza e intento mantener la calma—. Esto no es un juego para mí, esta vez no. La amo. La amo de verdad. — Miro a mi madre, buena y amable, a esa mujer que tanto ha tenido que soportar, y añado—: La amo tanto que no tengo palabras para describirlo, porque ni siquiera yo lo entiendo. Jamás pensé que podría sentirme de esta forma. Lo único que sé es que ella es mi única oportunidad para ser feliz. Si me deja, jamás me recuperaré. No lo haré, mamá. Ella es la única oportunidad que tengo de no pasarme sola el resto de mi vida. No sé qué coño he hecho para merecerla, nada que yo sepa, pero me quiere. ¿Sabes lo que se siente cuando alguien te quiere a pesar de que tú te comportes como un mierda? Es demasiado buena para mí, y me ama. Y no tengo ni puta idea de por qué. Mi madre se seca los ojos con el dorso de la mano y me obliga a detenerme un instante. Me resulta difícil continuar, pero digo: —Siempre está ahí para mí, mamá. Siempre me perdona, aunque no debería. Siempre tiene las palabras adecuadas. Me tranquiliza, pero me desafía, hace que quiera ser una persona mejor. Sé que soy un mierda, lo sé. La he cagado mucho, pero Santana no puede dejarme. Ya no quiero estar sola, y jamás volveré a amar a nadie; ella es mi otra mitad. Lo sé. Es mi pecado definitivo, mamá, y me condenaré felizmente por ella. Termino mi discurso casi sin aliento. Mi madre, con las mejillas húmedas, mira detrás de mí. Me vuelvo y veo a Santana con las manos en las caderas, los ojos abiertos como platos y las mejillas tan húmedas como las suyas. Mi madre se suena la nariz y dice con voz suave: —Voy a salir un rato... Os daré un poco de intimidad. —Se dirige a la puerta, coge sus zapatos y su abrigo y sale de casa. Me siento mal de que no haya muchos sitios adonde pueda ir en Nochebuena, y además está nevando, pero ahora mismo necesito estar a solas con Santana. En cuanto mi madre sale por la puerta, cruzo la habitación para llegar hasta ella. —Eso que... acabas de decir... ¿iba en serio? —pregunta entre lágrimas. —Sabes que sí —contesto. Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba y recorre el pequeño espacio que nos separa para colocar una mano sobre mi pecho. —Necesito saber qué hiciste. —Lo sé..., pero prométeme que intentarás entenderlo... —Cuéntamelo, Britt. —... y que sabes que no me siento orgullosa de nada de esto. Santana asiente. Inspiro hondo mientras ella nos guía hacia el sofá. Ni siquiera sé por dónde coño empezar.
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Mensaje por micky morales Sáb Jul 09, 2016 9:40 pm

bueno parece que esta vez santana si decidio confiar en serio en lo que tiene con britt, ahora a enterarnos por fin que es lo ultimo que oculta brittany y ver si por fin podran llevar su relacion en paz!!!!!
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Mensaje por 3:) Sáb Jul 09, 2016 10:29 pm

Detesto a la madre de san... Ahora la hizo en grande!
Ame lo que dijo britt respecto a lo que siente por san...
Es ahora o nunca para britt decir le todo a san y a ver que pasa...
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Mensaje por JVM Dom Jul 10, 2016 1:18 am

Es el momento para que sea totalmente honesta con San, ojalá que pueda perdonarla y seguir adelante con ella... Además si cometió errores pues es pasado y esta intentando ser mejor por ella... Haber que tal les va .....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:44 am

micky morales escribió:bueno parece que esta vez santana si decidio confiar en serio en lo que tiene con britt, ahora a enterarnos por fin que es lo ultimo que oculta brittany y ver si por fin podran llevar su relacion en paz!!!!!

Hola, bueno aqui Santana se esta pasando de perdonar cada estupidez de Brittany pero bueno, pero esta dando un salto de fe,  pues en estos cap. ya te daras cuenta lo que oculta. saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:46 am

3:) escribió:Detesto a la madre de san... Ahora la hizo en grande!
Ame lo que dijo britt respecto a lo que siente por san...
Es ahora o nunca para britt decir le todo a san y a ver que pasa...

Hola, bueno creo que no eres la unica es posible que si sumamos hacemos todo un movimiento anti madre de Santana. 

Sip Brittany ha evolucionado pero sigue siendo presa de sus malas decisiones en el pasado. sip es ahora o nunca de que deje salir todo, y  ver que decide Santana. todo esto en los prox cap. saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:48 am

JVM escribió:Es el momento para que sea totalmente honesta con San, ojalá que pueda perdonarla y seguir adelante con ella... Además si cometió errores pues es pasado y esta intentando ser mejor por ella... Haber que tal les va .....

Esta es la oportunidad de Britt de poner todas sus cartas sobre la mesa,  y esperemos que pueda obtener el perdon de Santana, sip cuando quiere que todo vaya bien su pasado sigue estropeando su futuro. pero aqui los cap. donde ya sale a la luz la verdad de Britt. Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:52 am

Capítulo 41
 Santana





 El rostro de Britt palidece. Se frota las rodillas con las manos y se pasa los dedos por el pelo. Mira al techo y luego al suelo. Seguro que, en su interior, de algún modo espera que todo eso retrase esta conversación eternamente. Pero por fin comienza: —En casa tenía un grupo de amigos de mierda; imagino que eran como Jace... Teníamos una especie de... juego, supongo. Elegíamos a una chica... elegíamos a una chica para el otro, y competíamos por ver quién conseguía tirarse a la suya primero. Se me revuelve el estómago. —El que ganaba se llevaba a la tía más buena a la semana siguiente, y había dinero de por medio... —¿Cuántas semanas? —pregunto, y me arrepiento al instante. No quiero saberlo, pero he de hacerlo. —Sólo habían pasado cinco semanas cuando una chica... —Natalie —digo, atando cabos. Britt mira hacia la ventana. —Sí... Natalie fue la última. —Y ¿qué le hiciste? —Me aterra la respuesta. —La tercera semana... James pensó que Martin estaba mintiendo, de modo que se le ocurrió la idea de aportar pruebas... «Pruebas.» Esa palabra siempre me atormentará. Las sábanas manchadas de sangre me vienen a la cabeza y empieza a dolerme el pecho. —No el mismo tipo de pruebas... —Sabe lo que estoy pensando—. Fotos... Me quedo boquiabierta. —¿Fotos? —Y un vídeo... —admite, y se cubre el rostro con sus grandes manos. «¿Un vídeo?» —¿Te grabaste acostándote con alguien? ¿Ella lo sabía? —inquiero, aunque sé la respuesta antes incluso de que niegue con la cabeza—. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Cómo pudiste hacerle eso a alguien? —Me echo a llorar. De repente soy consciente de que no conozco a Britt en absoluto, y tengo que tragarme la bilis que asciende por mi garganta. Me aparto de ella de manera instintiva, y veo el dolor reflejado en sus ojos. —No lo sé... Entonces no me importaba. Para mí sólo era una diversión... Bueno, diversión, diversión no, pero no me importaba. Su sinceridad me destroza el alma y, por una vez, añoro los días en los que me lo ocultaba todo. —Y ¿qué pasó con Natalie? —pregunto con voz ronca mientras me seco las lágrimas. —Cuando James vio su vídeo... quiso follársela también. Y cuando ella lo rechazó, le enseñó el vídeo a todo el mundo. —¡Jo! Pobre chica. —Me siento fatal por lo que le hicieron, por lo que Britt le hizo. —El vídeo se extendió tan rápido que sus padres se enteraron ese mismo día. Su familia era muy importante en su comunidad eclesiástica... y la noticia no les sentó muy bien. La echaron de casa y, cuando se corrió la voz, perdió su beca para la universidad privada a la que iba a ir ese otoño. —Le arruinaste la vida —digo en voz baja. Britt le arruinó la vida a esa chica, del mismo modo en que una vez amenazó con arruinarme la mía. ¿Acabaré como ella? ¿Soy como ella ya? La miro. —Dijiste que nunca antes habías estado con una virgen. —No era virgen. Ya lo había hecho con un tipo. Pero ésa fue la razón por la que mi madre me envió aquí. Todo el mundo allí sabía lo que había pasado. Yo no salía en el vídeo. Bueno, me la estaba follando, pero no se me veía, sólo se veían algunos de los tatuajes de mis brazos. —Se agarra uno de los puños con la palma de la otra mano—. Allí ahora se me conoce básicamente por eso... La cabeza me da vueltas. —¿Qué dijo cuando descubrió lo que habías hecho? —Que se había enamorado de mí..., y me preguntó si podía quedarse en mi casa hasta que encontrara algún otro sitio adonde ir. —Y ¿la dejaste? Niega con la cabeza. —¿Por qué? —Porque no quería, me daba igual lo que le ocurriera. —¿Cómo puedes ser tan fría respecto a esto? ¿Es que no entiendes lo que le hiciste? La engatusaste. Te acostaste con ella y la grabaste. Se lo enseñaste a tus amigos y básicamente a todo el instituto. ¡Perdió la beca y a su familia por tu culpa! Y ¡¿ni siquiera tienes la compasión de ayudarla cuando no tiene ningún otro sitio adonde ir?! —grito poniéndome en pie—. ¿Dónde está ahora? ¿Qué fue de ella? —No lo sé. No me molesté en averiguarlo. Lo que más me horroriza de todo esto es la calma y la frialdad con la que me lo cuenta. Esto es nauseabundo. Empiezo a ver un patrón, veo las similitudes entre Natalie y yo. Yo también me quedé sin ningún sitio adonde ir por culpa de Britt. Ya no tengo relación con mi madre por culpa de Britt. Me enamoré de ella mientras me estaba utilizando como parte de algún juego cruel. Ella se levanta también, pero mantiene los pocos centímetros que nos separan. —Dios mío... —Mi cuerpo entero empieza a temblar—. Me grabaste, ¿verdad? —¡No! ¡Joder, no! ¡Jamás te haría eso a ti, Santana! ¡Te juro que no lo hice! No debería, pero una parte de mí lo cree, al menos en esto. —¿A cuántas más se lo has hecho? —pregunto. —¿El qué? —Grabarlas. —Sólo a Natalie... hasta que llegué aquí. —¿Lo volviste a hacer? Después de lo que le hiciste a esa pobre chica, ¡¿lo volviste a hacer?! —chillo. —Una vez... a la hermana de Dan —dice. «¿A la hermana de Dan?» —¿A la hermana de tu amigo Dan? —Ahora todo encaja—. ¡A eso se refería Jace cuando os estabais peleando! Me había olvidado de la pelea entre Dan y Britt, pero Jace hizo alusión a una tensión previa entre ambos. —¿Por qué hiciste eso si era tu amigo? ¿Se lo enseñaste a todo el mundo? —No, no se lo enseñé a nadie. Lo borré después de mandarle a Dan una captura de pantalla... La verdad es que no sé por qué lo hice. Se comportó como un capullo diciéndome que me mantuviera alejado de ella cuando la trajo al grupo la primera vez, y me entraron ganas de follármela sólo para joderlo. Es un auténtico gilipollas, Santana. —Pero ¿es que no te das cuenta de lo horrible que es esto? ¡¿No te das cuenta de lo horrible que eres?! —grito. —¡Claro que sí, Santana! ¡Ya lo sé! —Pensaba que lo de mi apuesta era lo peor que habías hecho... pero, yo alucino, esto es aún peor. La historia de Natalie no me duele ni la mitad de lo que me dolió descubrir lo de la apuesta que tenían Britt y Dani, pero es mucho peor, porque es más vil y vomitiva, y hace que me cuestione todo lo que creía que sabía sobre ella. Sabía que no era perfecta, ni mucho menos, pero esto alcanza nuevos niveles de perversión. —Todo esto fue antes de conocerte a ti, Santana, forma parte de mi pasado. Por favor, deja que siga siendo así —me ruega—. Ya no soy esa persona, tú me has convertido en alguien mejor. —¡Britt, ni siquiera te importa lo que les hiciste a esas chicas! Ni siquiera te sientes culpable, ¿verdad? —Claro que sí. Ladeo la cabeza y la miro con recelo. —Pero sólo porque yo lo sé ahora. —Al ver que no me lo discute, reitero lo dicho—: ¡No te importan, ni ellas ni nadie! —¡Es cierto! No me importan. ¡La verdad es que no me importa nadie una mierda, excepto tú! —me grita en respuesta. —¡Esto es demasiado, Britt! Incluso para mí... La apuesta, el apartamento, las peleas, las mentiras, volver juntas, mi madre, tu madre, la Navidad... Joder, es demasiado. Ni siquiera me das un respiro entre todos estos... todos estos líos. Cuando por fin supero una cosa, surge otra. ¡A saber qué más habrás hecho! —Me echo a llorar—. No te conozco en absoluto, ¿verdad? —¡Claro que me conoces, Santana! Ésa no era yo. Ésta soy yo. Ésta soy yo ahora. ¡Te quiero! Haré cualquier cosa por ti, para que veas que ésta soy yo, la persona  que te quiere más que al aire que respira, la persona  que baila en las bodas y que te observa dormir, la persona que no puede empezar el día hasta que me besas, la persona que preferiría morir a estar sin ti. Ésta soy yo, así es como soy. Por favor, no dejes que esto arruine lo nuestro, por favor, nena. Me mira con sus ojos azules y vidriosos y sus palabras me conmueven, pero no es suficiente. Da un paso hacia mí, y retrocedo. Necesito pensar. Levanto una mano en su dirección. —Necesito tiempo. Ahora mismo esto es demasiado para mí. Deja caer los hombros y parece aliviada. —Está bien..., está bien... Tómate un tiempo para pensar. —Lejos de ti —me explico. —No... —Sí, Britt, no puedo pensar con claridad a tu lado. —No, Santana, no vas a ir a ninguna parte —dice a modo de orden. —No vas a decirme lo que puedo o no puedo hacer —le espeto. Suspira, hunde los dedos en su pelo y tira con fuerza de las raíces. —Está bien... Está bien... Pero deja que me marche yo. Quédate tú aquí. Quiero replicar, pero lo cierto es que no deseo marcharme. Ya estoy harta de habitaciones de hotel, y mañana es Navidad. —Volveré por la mañana..., a menos que necesites más tiempo —dice. Se pone los zapatos y alarga la mano hacia el portallaves y entonces se da cuenta de que su madre se ha llevado su coche. —Llévate el mío —digo. Asiente y se aproxima a mí. —No —digo, y levanto la mano de nuevo—. Y todavía llevas puesto el pijama. Frunce el ceño y mira hacia abajo. Se dirige al dormitorio y sale dos minutos después completamente vestida. Se detiene para mirarme a los ojos. —Por favor, recuerda que te quiero y que he cambiado —dice una vez más antes de marcharse y dejarme totalmente sola en el apartamento.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:52 am

Capítulo 42
Santana



 «¿Qué diablos voy a hacer?» Me dirijo al dormitorio y me siento en el borde de la cama. Todo esto me ha revuelto el estómago. Sabía que Britt no había sido una buena persona en el pasado, y sabía que habría más cosas que no me gustaría oír, pero de todo a que me había imaginado que podía estar refiriéndose Trish, esto no se me había pasado por la cabeza ni por un instante. Abusó de esa chica de una manera espantosa y deplorable, y no tuvo ningún tipo de remordimientos; apenas si los tiene ahora. Intento inspirar y espirar lentamente mientras las lágrimas descienden por mis mejillas. Para mí, la peor parte es saber su nombre. Sé que es triste, pero si se tratara sólo de una chica anónima podría fingir de alguna manera que no existió. Saber que se llama Natalie me genera demasiados pensamientos. ¿Qué aspecto tiene? ¿Qué pensaba estudiar en la universidad antes de que Britt le arrebatase su beca? ¿Tiene hermanos o hermanas? ¿Vieron ellos el vídeo? Y, si Trish no lo hubiera mencionado, ¿me habría enterado de esto alguna vez? ¿Cuántas veces se acostaron? ¿Le gustó a Britt?... Claro que le gustó. Es sexo, y es evidente que ella lo practicaba con mucha frecuencia. Con otras chicas. Con muchas otras chicas. ¿Se quedó a pasar con Natalie la noche después de hacerlo? ¿Por qué siento celos de ella? Debería sentir lástima, no envidia por haber tocado a Britt. Descarto ese pensamiento y vuelvo a centrarme en la clase de persona que es ella en realidad. Debería haberle dicho que se quedara para hablar de todo esto; siempre me marcho o, en este caso, hago que se marche ella. El problema es que su presencia elimina todo el autocontrol que debería tener. Me gustaría saber qué le sucedió a Natalie después de que Britt le arruinase la vida; saber si ahora es feliz y lleva una buena vida. Así me sentiría algo mejor. Ojalá tuviera una amiga con la que hablar de todo esto, alguien que supiera aconsejarme. Pero aunque la tuviera, jamás divulgaría la indiscreción de Britt. No quiero que nadie sepa lo que les ha hecho a esas chicas. Sé que es absurdo que intente protegerla cuando no se lo merece, pero no puedo evitarlo. No quiero que nadie piense mal de ella, y sobre todo no quiero que ella tenga un concepto peor de sí misma del que ya tiene. Me recuesto sobre las almohadas y me quedo mirando el techo. Acababa de superar..., bueno, estaba superando el hecho de que me hubiera utilizado para ganar una apuesta. Y ¿ahora me entero de todo esto? Natalie, y cuatro chicas más, ya que ha dicho que lo de ella fue en la quinta semana. Y luego la hermana de Dan. Es una especie de ciclo, así es como actúa. ¿Será capaz de dejar de hacerlo? ¿Qué me habría pasado si no se hubiera enamorado de mí? Sé que me quiere, que me quiere de verdad. Lo sé. Y yo la amo a pesar de todos los errores que comete y que ha cometido en el pasado. He visto cambios en ella, incluso durante la última semana. Nunca había expresado lo que siente por mí como lo ha hecho hoy. Ojalá esa bonita declaración no hubiera venido acompañada de esa espantosa revelación. Dijo que yo era su única oportunidad de ser feliz, que soy la única oportunidad que tiene de no pasarse la vida sola. Qué afirmación tan enorme, tan veraz. Nadie la amará nunca como yo lo hago. No porque no sea merecedora de ello, sino porque nadie la conocerá jamás como la conozco yo. O la conocía. ¿La conozco todavía? No estoy segura, pero quiero creer que sí, que conozco a su verdadero ser. La persona que es ahora no es la misma que era hace sólo unos meses. A pesar del dolor que me ha causado, también ha hecho mucho para demostrarme que me quería. Se ha esforzado muchísimo para ser la persona que necesito que sea. Puede cambiar, la he visto hacerlo. En el fondo pienso que ya es hora de que acepte mi parte de culpa en este caso, no por lo que le hizo a Natalie, sino por ser tan dura con ella cuando sé que cambiar requiere tiempo y que nadie puede borrar su pasado. Lo que hizo estuvo mal, tremendamente mal, pero a veces olvido que es una persona solitaria y enfadada que hasta ahora no había amado a nadie. Quiere a su madre, a su manera, que no es la típica manera en que la gente suele querer a sus padres. Al mismo tiempo, sin embargo, estoy harta. Harta de este ciclo con Britt. El principio de nuestra relación fue un constante toma y daca. Se mostraba cruel, después agradable, después cruel otra vez. Ahora el ciclo ha evolucionado en cierto modo, pero es peor. Mucho peor. La dejo, después volvemos, y luego vuelvo a dejarla. No puedo seguir haciendo esto, no podemos seguir así. Como me esté ocultando algo más, me destrozará. Apenas puedo mantenerme en pie ahora. No soportaré más secretos, más desengaños, más rupturas. Antes siempre lo tenía todo planeado. Calculaba y sobre analizaba cada detalle de mi vida, hasta que Britt apareció. Ha puesto mi existencia patas arriba, en muchas ocasiones de un modo negativo. Pero aun así me ha hecho más feliz de lo que nunca lo había sido. Necesitamos estar juntas e intentar superar todas las cosas horribles que ha hecho, o tengo que cortar definitivamente. Si la dejo, tendré que marcharme de aquí e irme muy lejos. Necesito dejar atrás todo lo que me recuerde mi vida con ella o jamás podré pasar página. Y de repente me doy cuenta de que las lágrimas han cesado, indicándome que ya tengo mi veredicto. El dolor que siento al considerar dejarla es mucho peor que el que ella me ha causado. No puedo dejarla, ahora ya lo sé. Soy consciente de lo patético que resulta, pero no puedo vivir sin ella. Nadie me hará sentir jamás como ella me hace sentir. Nadie será nunca como ella. Ella es mi otra mitad, del mismo modo en que yo lo soy para ella. No debería haber permitido que se marchara. Necesitaba tiempo para pensar y debería tomarme un poco más, pero ya estoy deseando que vuelva. «¿Es siempre así el amor? ¿Es siempre tan apasionado y tan tremendamente doloroso?» No tengo ninguna experiencia con la que comparar. Al oír la puerta de casa, me levanto de la cama y corro al salón, pero me llevo una gran decepción al encontrarme con Trish en vez de con Britt. Cuelga las llaves de su hija en el portallaves y se quita los zapatos cubiertos de nieve. No sé qué decirle después de que me recomendara que me marchase con mi madre. —¿Dónde está Britt? —pregunta mientras se dirige a la cocina. —Se ha marchado. Esta noche no volverá —le explico. Se vuelve hacia mí. —Vaya. —Si la llamas te dirá dónde está, si no quieres pasar la noche aquí... conmigo. —Santana —dice, y es evidente que está buscando las palabras adecuadas, pero la compasión se refleja claramente en su rostro—. Lamento lo que dije. No quiero que pienses que tengo nada en contra de ti, porque no es así. Sólo quería protegerte de lo que Britt puede llegar a hacerte. No quiero que... —¿Que acabe como Natalie? Veo en su rostro que el recuerdo le hace daño. —¿Te lo ha contado? —Sí. —¿Todo? —Detecto la duda en su voz. —Sí, lo del vídeo, las fotos, la beca. Todo. —Y ¿sigues aquí? —Le dije que necesitaba tiempo y espacio para pensar, pero sí. No pienso irme a ninguna parte. Asiente, y ambas nos sentamos a la mesa, una enfrente de la otra. Al ver que me mira con los ojos abiertos como platos, sé lo que está pensando, de modo que le digo: —Sé que ha hecho cosas horribles, cosas deplorables, no obstante le creo cuando dice que ha cambiado. Ella ya no es esa persona. Trish coloca una mano sobre la otra. —Santana, es mi hija, y la quiero, pero tienes que pensar bien todo esto. A ti te hizo lo mismo que había hecho antes. Sé que te quiere, ahora lo sé, aunque me temo que el daño ya está hecho. Asiento, y aprecio su sinceridad, pero le digo: —No es cierto. Bueno, el daño sin duda está hecho, pero no es irreversible. Y me corresponde a mí averiguar cómo sobrellevar lo de su pasado. Si se lo recrimino, ¿cómo va a avanzar y dejarlo atrás? ¿Acaso ya no merece que nunca nadie la ame por sus errores? Sé que seguramente pensarás que soy una ingenua y una estúpida por perdonarla, pero quiero a tu hija y yo tampoco puedo vivir sin ella. Trish chasquea suavemente la lengua y niega con la cabeza. —Santana, no creo que seas ninguna de esas cosas. En todo caso, que seas capaz de perdonarla denota madurez y compasión. Mi hija se odia a sí misma, siempre lo ha hecho, y creía que siempre lo haría, hasta que apareciste tú. No sé qué hice mal con Britt. Intenté ser la mejor madre que pude, pero todo era tan difícil cuando se marchó su padre... Tenía que trabajar mucho, y no le presté la atención que debería haberle prestado. De haberlo hecho, tal vez ahora respetaría más a las mujeres. Sé que, si no hubiese llorado ya todo lo que tenía que llorar hoy, ahora mismo estaría haciéndolo otra vez. Se siente tan culpable que me dan ganas de consolarla. —Britt no es así por tu culpa —digo—. Creo que tiene mucha relación con los sentimientos hacia su padre y con la clase de amistades que tiene, y estoy trabajando en ambas cosas. Por favor, no te culpes. Nada de esto es culpa tuya. Trish alarga los brazos y le ofrezco mis manos. Me las coge, y dice: —Eres la persona con el corazón más grande que he conocido en mis treinta y cinco años de vida. Enarco una ceja. —¿Treinta y cinco? —Oye, déjalo estar. Los aparento, ¿no? —Sonríe. —Claro —respondo, y me río. Hace veinticinco minutos estaba llorando y al borde de un ataque de nervios, y ahora me estoy riendo con Trish. En el momento en que decidí dejar que el pasado de Britt siguiese ahí, en el pasado, sentí cómo la tensión abandonaba mi cuerpo. —Debería llamarla y comunicarle mi decisión —digo. Trish ladea la cabeza y sonríe con malicia. —Yo creo que no le vendrá mal un poco más de tiempo de sufrimiento. No me atrae la idea de seguir torturándola, pero lo cierto es que necesita pensar en todo lo que ha hecho. —Supongo que no... —Creo que necesita saber que las malas decisiones tienen consecuencias. —Y después, con una mirada pícara, añade—: ¿Qué te parece si preparo la cena y después la sacas de la incertidumbre? Me alegro de contar con su sentido del humor y sus consejos para sacarme de mi triste confusión con respecto al pasado de Britt. Estoy dispuesta a dejar esto atrás, o al menos a intentarlo, pero es verdad que necesita saber que estas cosas no están bien, y yo necesito saber si hay algún otro demonio de su pasado esperando para arrollarme. —¿Qué te apetece? —Cualquier cosa. ¿Te ayudo? —me ofrezco, pero ella niega con la cabeza. —Tú relájate. Has tenido un día largo, con todo el tema de Britt... y lo de tu madre. Pongo los ojos en blanco. —Sí..., es una mujer complicada. Sonríe y abre la nevera. —¿«Complicada»? Yo habría usado otra palabra, pero se trata de tu madre... —Es una z... —replico evitando decir la palabra completa delante de Trish. —Sí, es una zorra. Yo lo diré por ti. —Se ríe, y yo la acompaño. Trish cocina tacos de pollo para cenar, y mientras tanto charlamos un poco sobre la Navidad, el tiempo, y cualquier cosa menos lo que realmente tengo en la cabeza: Britt. La verdad es que creo que me está matando literalmente el hecho de no llamarla para decirle que vuelva a casa ahora mismo. —¿Crees que ya ha sufrido bastante? —digo sin admitir que he estado contando los minutos. —No, pero no es decisión mía —responde su madre. —Tengo que hacerlo. Salgo de la cocina para llamarla. Cuando contesta, la sorpresa en su voz es evidente. —¿Santana? —Britt, aún tenemos mucho de que hablar, pero me gustaría que volvieses a casa para poder hacerlo. —¿Ya? Sí..., sí, ¡por supuesto! —dice apresuradamente—. Ahora mismo salgo. —Vale... —digo, y cuelgo. No tengo mucho tiempo de repasarlo todo en mi cabeza antes de que llegue. Necesito ser firme y asegurarme de que entiende que lo que hizo está mal, pero que lo quiero de todos modos. Me paseo de un lado a otro por el frío suelo de hormigón, esperando. Después de lo que me parece una hora, oigo la puerta de entrada y las fuertes pisadas de sus botas avanzando por el pequeño pasillo. Cuando la puerta del dormitorio se abre, se me parte el corazón por enésima vez. Tiene los ojos hinchados e inyectados en sangre. No dice nada. En lugar de hacerlo, se acerca y me deja un objeto pequeño en la mano. «¿Un papel?» Lo miro mientras me cierra el puño alrededor del papel doblado. —Léelo antes de tomar una decisión —dice con voz suave. Después me da un beso en la sien y se dirige al salón. 
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Jul 10, 2016 2:53 am

Capítulo 43
 Santana



 Conforme desdoblo el papel, abro unos ojos como platos de la sorpresa. Toda la hoja está llena de garabatos negros, por delante y por detrás. Es una carta de Britt. Casi tengo miedo de leerla..., pero sé que debo hacerlo. Santana: Puesto que no se me dan bien las palabras a la hora de relatar mi vida interior, puede que le haya robado algunas al señor Darcy, ese que tanto te gusta. Te escribo sin ninguna intención de afligirte ni de humillarme a mí misma insistiendo en unos deseos que, para la felicidad de ambas, no pueden olvidarse tan fácilmente; el esfuerzo de redactar y de leer esta carta podría haberse evitado si mi modo de ser no me obligara a escribirla y a que tú la leas. Por tanto, perdóname que me tome la libertad de solicitar tu atención; aunque ya sé que habrás de concedérmela de mala gana, te lo pido en justicia... Sé que te he hecho demasiadas putadas, y que no te merezco, pero te pido..., no, te ruego que, por favor, pases por alto las cosas que he hecho. Soy consciente de que siempre te pido demasiado, y lo lamento. Si pudiera volver atrás y borrarlo todo, lo haría. Sé que estás enfadada y decepcionada por mis actos, y eso me mata. En lugar de inventarme excusas que justifiquen mi manera de ser, voy a hablarte sobre mí, sobre la persona que no conociste. Voy a empezar por las cosas que recuerdo. Seguro que hay más, pero juro que a partir de hoy no volveré a ocultarte nada a propósito. Cuando tenía nueve años, robé la bici de mi vecino y rompí la rueda, y mentí al respecto. Ese mismo año lancé una pelota de béisbol por la ventana del salón y también mentí al respecto. Ya sabes lo de mi madre y los soldados. Mi padre se marchó poco después, y yo me alegré cuando lo hizo. No tenía muchos amigos porque era una capullo. Me metía con los chicos de mi clase a menudo. Prácticamente todos los días. Fui una imbécil con mi madre. Ése fue el último año que le dije que la quería. Seguí metiéndome con la gente y comportándome como una gilipollas con todo el mundo hasta ahora, así que no puedo nombrar todas las situaciones, pero quiero que sepas que fueron muchas. A los trece años, unos amigos y yo entramos en una tienda y robamos un montón de cosas de forma aleatoria. No sé por qué lo hicimos, pero cuando pillaron a uno de mis amigos, lo amenacé para que asumiese toda la culpa, y lo hizo. Me fumé mi primer cigarrillo a los trece. Me supo a mierda y me pasé diez minutos tosiendo. No volví a fumar hasta que empecé con la hierba, pero ya llegaremos ahí. A los catorce perdí la virginidad con la hermana mayor de mi amigo Mark. Era una puta y tenía diecisiete años entonces. Fue una experiencia incómoda, pero aun así me gustó. Se acostó con todos nuestros amigos, no sólo conmigo. Después de hacerlo por primera vez, no volví a hacerlo hasta los quince años, pero después de eso ya no paré. Me enrollaba con cualquiera en fiestas, siempre mentía acerca de mi edad y las chicas eran fáciles. A ninguna de ellas le importaba una mierda, ni ellas a mí tampoco. Empecé a fumar hierba ese mismo año, y lo hacía con frecuencia. Comencé a beber más o menos al mismo tiempo, mis amigos y yo robábamos alcohol de casa o de cualquier sitio que podíamos. Empecé a pelearme mucho también. Recibí lo mío algunas veces, pero la mayoría ganaba yo. Siempre estaba muy enfadada, siempre, y me hacía sentir bien herir a otros. Provocaba peleas todo el tiempo por diversión. La peor fue con un chico llamado Tucker, que provenía de una familia pobre. Llevaba ropa vieja y gastada y yo lo torturaba por ello. Le hacía marcas en la camisa con un boli sólo para demostrar cuántas veces se la ponía sin lavarla. Sí, sé que fui una perra. Un día lo vi caminando y lo golpeé en el hombro sólo por joder. Él se enfadó y me llamó perra, de modo que le metí una buena paliza. Le rompí la nariz, y su madre ni siquiera tenía dinero para llevarlo al médico. Después de aquello seguí haciéndole la vida imposible. Unos meses después, su madre murió y él acabó en una casa de acogida, de gente rica, por suerte para él. El día que yo cumplía dieciséis años, pasó por delante de mí en un coche. Era un vehículo de último modelo. Verlo me cabreó y quise buscarlo para romperle la nariz otra vez pero, ahora, al pensarlo, me alegro por él. Voy a saltarme el resto de los dieciséis porque lo único que hice fue beber, drogarme y pelearme. Y eso se aplica asimismo a los diecisiete. Robé algunos coches y también rompí algunas ventanas. A los dieciocho años conocí a James. Me caía bien porque no le importaba nada una mierda, como a mí. Bebíamos todos los días, el grupo entero. Llegaba a casa borracha todas las noches y potaba en el suelo, y después mi madre tenía que limpiarlo. Rompía algo nuevo casi a diario... Teníamos nuestra pequeña panda y nadie se metía con nosotros, sabían que no les convenía. Entonces empezaron los juegos, los que ya te he contado, y ya sabes lo que pasó con Natalie. Eso fue lo peor de todo, te lo juro. Sé que te disgusta que no me importara lo que le sucediera. No sé por qué no me importó, pero así fue. Justo ahora, mientras conducía hasta esta habitación de hotel vacía, estaba pensando en Natalie. Sigo sin sentirme tan mal como debería, pero me he puesto a pensar en qué pasaría si alguien te hiciera eso a ti. Casi he tenido que detener el coche para vomitar sólo de pensar que algún día pudieras estar en su lugar. Estuvo mal, muy mal lo que le hice. Una de las otras chicas, Melissa, también se colgó de mí, pero no pasó nada. Era odiosa y le gustaba llamar la atención. Le dije a todo el mundo que tenía problemas de higiene ahí abajo..., de modo que todo el mundo se metió con ella y dejó de molestarme. Me arrestaron una vez por estar borracha en público, y mi madre se enfadó tanto que me dejó en la comisaría toda la noche. Y cuando la gente se enteró de lo de Natalie..., aquello ya fue la leche. Me puse hecha una furia cuando mencionó que iba a mandarme a Estados Unidos. No quería dejar mi vida, por muy jodida que ésta fuera, por muy jodida que estuviera yo. Pero cuando le di una paliza a alguien delante de una multitud durante un festival, me mandó aquí. Solicité plaza en la WCU y me admitieron, claro. Al principio de llegar a Estados Unidos lo odiaba. Lo odiaba todo. Estaba tan enfadada por tener que vivir cerca de mi padre que me rebelé todavía más. Bebía y estaba de fiesta en la casa de la fraternidad todo el tiempo. Conocí a Rachel. Me enrollé con ella en una fiesta, y ella me presentó al resto de sus amigos. Blaine y yo hicimos buenas migas. Dan y Jace eran unos capullos, Jace el peor de los dos. Ya sabes lo de la hermana de Dan, así que me saltaré esa parte. Me tiré a unas cuantas tías después, pero no tantas como puedas pensar. Me acosté con Kitty una vez después de que tú y yo nos besáramos, pero sólo lo hice porque no podía dejar de pensar en ti. No podía sacarte de mi cabeza, Santana. Imaginé que eras tú todo el tiempo con la esperanza de que eso ayudara, pero no fue así. Sabía que no eras tú. Tú lo habrías hecho mejor. No paraba de repetirme que si te veía una vez más me daría cuenta de que lo que sentía no era más que una fascinación absurda, pura lujuria. Pero cada vez que te veía quería más y más. Se me ocurrían maneras de cabrearte sólo para oír cómo pronunciabas mi nombre. Quería saber qué pensabas en clase cuando mirabas tu libro con el ceño fruncido. Quería alisarte la arruga que se te formaba entre las cejas. Quería saber qué susurrabais Ryder y tú. Quería saber hasta lo que escribías en tu puta agenda. Casi te la quito aquel día que se te cayó y yo te la di. No lo recordarás, pero llevabas puesta una camisa morada y aquella horrible falda gris que solías ponerte casi todos los días. Después de aquella vez que tiré tus apuntes al aire en tu cuarto y te besé contra la pared, estaba demasiado prendada como para mantenerme alejada de ti. Pensaba en ti constantemente. Consumías todos mis pensamientos. Al principio no sabía qué era, no sabía por qué me había obsesionado tanto contigo. La primera vez que pasaste la noche conmigo, lo supe. Supe que te quería. Supe que haría cualquier cosa por ti. Sé que no me creerás, después de todo lo que te he hecho sufrir, pero es la verdad. Te lo juro. Me pasaba el día soñando despierta. Soñaba con la vida que podía tener contigo. Te imaginaba sentada en el sillón con un boli entre los dientes, leyendo una novela, con los pies en mi regazo. No sé por qué, pero no podía quitarme esa imagen de la cabeza. Me torturaba quererte así sabiendo que tú jamás sentirías lo mismo. Amenacé a todo aquel que intentaba sentarse en el asiento al lado del tuyo. Amenacé a Ryder para asegurarme de poder sentarme ahí, sólo para estar cerca de ti. Me repetía mil veces que sólo hacía todas esas cosas extrañas para ganar la apuesta. Sabía que me estaba engañando a mí misma, pero no estaba preparada para admitir la verdad. Hacía cosas, tonterías, que alimentaban mi obsesión por ti. Subrayaba frases en mis novelas que me recordaban a ti. ¿Quieres oír la primera? Era: «Bajó a la pista, evitando mirarla durante un buen rato, como si se tratara del sol; pero, aunque no la miraba, la veía, como sucede con el sol». Supe que te amaba mientras subrayaba a Tolstói. Cuando te dije que te quería delante de todos, lo decía de verdad, pero fui una perra por no admitirlo cuando me rechazaste. El día que me dijiste que me querías, fue la primera vez que sentí que había esperanza, esperanza para mí, para nosotras. No sé por qué seguí haciéndote daño y tratándote como lo hice. No voy a hacerte perder el tiempo con una excusa, porque no tengo ninguna. Sólo tengo estos malos instintos y costumbres, y estoy intentando combatirlos por ti. Lo único que sé es que me haces feliz, Santana. Me quieres a pesar de que no deberías, y te necesito. Siempre te he necesitado y siempre lo haré. Cuando me dejaste la semana pasada creía que me iba a morir. Estaba muy perdida. Estaba completamente perdida sin ti. Salí con una chica la semana pasada. No iba a contártelo, pero no quiero arriesgarme a volver a perderte. En realidad no fue nada. No pasó nada entre nosotras. Estuve a punto de besarla, pero me detuve. No podía besarla, no podía besar a nadie que no fueras tú. Era aburrida y no podía compararse contigo. Nadie puede, y nadie podrá. Sé que seguramente ya es muy tarde, y más ahora que sabes todo el mal que he hecho. Sólo me queda cruzar los dedos y esperar para que me quieras del mismo modo después de leer esto. Y, si no es así, no importa. Lo entiendo. Sé que puedes encontrar a alguien mejor que yo. Yo no soy romántica; nunca te escribiré un poema ni te cantaré una canción. Ni siquiera soy simpática. No puedo prometerte que no volveré a hacerte daño, pero sí puedo jurarte que te amaré hasta el día que me muera. Soy una persona horrible y no te merezco, pero espero que me des la oportunidad de hacer que recuperes la fe en mí. Siento todo el dolor que te he causado, y entenderé que no puedas perdonarme. Lo siento, no pretendía que esta carta fuera tan larga. Supongo que la he cagado más veces de las que imaginaba. Siempre te querré. BRITT Me quedo sentada mirando el papel con la boca abierta y después lo releo dos veces. No sé qué esperaba, pero desde luego no era esto. ¿Cómo puede decir que no es romántica? La pulsera de charms que llevo en la muñeca y esta preciosísima carta, aunque algo perturbadora, demuestran lo contrario. Incluso ha utilizado el primer párrafo de la carta de Darcy a Elizabeth. Ahora que me ha expuesto su alma, no puedo sino amarla más todavía. Ha hecho muchas cosas que yo jamás haría, cosas horribles que han causado daño a mucha gente, pero a mí lo que más me importa es que ya no las hace. No siempre ha hecho lo correcto, pero no puedo pasar por alto todos sus esfuerzos por demostrarme que está cambiando e intentando cambiar, por demostrarme que me quiere. Detesto admitirlo, pero me resulta poético el hecho de que nunca le haya importado nadie más que yo. Miro la carta un poco más hasta que oigo unos golpes en la puerta de la habitación. Doblo la hoja y la guardo en el último cajón de la cómoda. No quiero que Britt trate de obligarme a tirarla o a romperla ahora que la he leído. —Pasa —digo, y me acerco a la puerta para recibirla. Abre, ya con la mirada en el suelo. —¿Has...? —Sí... —Alargo la mano y le levanto la barbilla para que me mire como siempre lo hace. Sus ojos rojos están muy abiertos y tristes. —Lo siento, ha sido una estupidez..., sabía que no debería haber... — empieza. —No, no lo ha sido. No ha sido una estupidez en absoluto. —Retiro la mano de su barbilla, pero ella mantiene la mirada fija en la mía—. Britt, es justo lo que llevaba esperando que me dijeras desde hace mucho. —Siento haber tardado tanto, y haberlo escrito... Me resultaba más fácil. No se me da bien decir las cosas. —El rojo de sus ojos cautelosos es precioso en contraste con el brillante azul de sus iris. —Ya lo sé. —¿Has...? ¿Quieres que hablemos de ello? ¿Necesitas más tiempo ahora que sabes lo horrible que soy en realidad? —Frunce el ceño y mira al suelo de nuevo. —No lo eres. Lo eras... Has hecho muchas cosas... malas, Britt. — Asiente. No soporto verla sintiéndose tan mal consigo misma, incluso a pesar de su pasado—. Pero eso no significa que seas mala persona. Has hecho cosas malas, pero ya no eres mala persona. Levanta la vista. —¿Qué? Cojo su cara entre las manos. —He dicho que no eres mala persona, Britt. —¿De verdad lo piensas? ¿Has leído lo que he escrito? —Sí, y el hecho de que lo hayas escrito lo demuestra. Su rostro perfecto refleja claramente su confusión. —¿Cómo puedes decir eso? No lo entiendo. Querías que te diera espacio, y has leído toda esa mierda, ¿y aun así dices eso? No entiendo... Le acaricio las mejillas con los pulgares. —La he leído, y ahora que sé todo lo que has hecho, sigo sin cambiar de opinión. —Vaya... —Sus ojos se vuelven vidriosos. Me duele pensar que vaya a llorar otra vez, y especialmente de que lo haga delante de mí. Está claro que no entiende lo que quiero decirle. —Ya me había decidido mientras estabas fuera. Y después de leer lo que has escrito quiero estar contigo más que nunca. Te amo, Britt. 
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Mensaje por 3:) Dom Jul 10, 2016 10:51 am

Al fin...
Bastante pesado en pasado de britt respecto a lo que hizo... Me gusto el gesto de la carta..
San ya sabe todo... Eso si que es amor,... A ver que pasa ahora?
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por micky morales Dom Jul 10, 2016 11:53 am

Esto es tan brittana! me ha encantado el gesto de la carta, se ha tomado su tiempo britt en escribirla y tiene su merito, espero por todos los santos que esta vez si no exista nada que las separe, that all!!!!!!
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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por JVM Lun Jul 11, 2016 12:33 am

Pues ahora si sin secretos.... A empezar sin nada de mentiras.... Que bueno que San la perdonó al final fueron errores pasados y es obvio que esta cambiando ... Así que esperó que de ahora en adelante todo vaya bien
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 12, 2016 1:13 am

Capítulo 44
 Santana


 Me coge de las manos y las sostiene durante un segundo antes de rodearme con los brazos como si fuera a desaparecer si me soltara. Mientras pronunciaba las palabras «quiero estar contigo» me he dado cuenta de lo liberador que resulta todo esto. Ya no tengo que preocuparme por el hecho de que secretos del pasado de Britt vuelvan para atormentarnos. Ya no tengo que esperar a que nadie me suelte una bomba. Lo sé todo. Por fin sé todo lo que había estado ocultando. No puedo evitar pensar en la frase «A veces es mejor permanecer en la oscuridad que ser cegados por la luz», pero no creo que eso se aplique a mi caso en estos momentos. Me perturban las cosas que ha hecho, pero la quiero y he elegido no dejar que su pasado nos siga afectando. Britt se aparta y se sienta en el borde de la cama. —¿En qué estás pensando? ¿Tienes alguna pregunta sobre algo? Quiero ser sincera contigo. Me coloco entre sus piernas. Ella da la vuelta a mis manos y empieza a trazar pequeños patrones en las palmas mientras inspecciona mi rostro buscando pistas de cómo me siento. —No... Me gustaría saber qué fue de Natalie..., pero no tengo ninguna pregunta. —Ya no soy esa persona, lo sabes, ¿verdad? Ya se lo he dicho, pero sé que necesita oírlo otra vez. —Lo sé. Lo sé, cariño. En cuanto pronuncio esa palabra, sus ojos se fijan en los míos. —¿«Cariño»? —Enarca una ceja. —No sé por qué he dicho eso... —Me ruborizo. Nunca le había llamado nada que no fuera Britt, así que me resulta un poco raro hacerlo ahora. —No..., me gusta. —Sonríe. —Echaba de menos tu sonrisa —le digo, y sus dedos dejan de moverse. —Yo también echaba de menos la tuya —replica, y a continuación frunce el ceño—. No te hago sonreír lo suficiente. Deseo decir algo para eliminar la expresión de duda de su rostro, pero no quiero mentirle. Es preciso que sepa cómo me siento. —Sí..., tenemos que trabajar en eso —respondo. Sus dedos reanudan sus movimientos y trazan pequeños corazones en la palma de mi mano. —No sé por qué me quieres —dice. —La razón no importa. Lo que importa es que lo hago. —La carta era estúpida, ¿verdad? —¡No! ¿Quieres dejar ya de odiarte tanto? —replico—. Ha sido maravillosa. La he leído tres veces seguidas. Me ha gustado mucho leer las cosas que pensabas sobre mí..., sobre nosotras. Levanta la mirada con una expresión de suficiencia y de preocupación a la vez. —Ya sabías que te quería. —Sí..., pero es bonito saber esos detalles, que te acuerdes de lo que llevaba puesto. Ese tipo de cosas. Nunca dices esa clase de cosas. —Vaya. —Parece avergonzada. Me sigue resultando algo desconcertante el hecho de que Britt sea la vulnerable de la relación. Ese papel siempre había sido el mío. —No te avergüences —le digo. Me envuelve la cintura con sus brazos y tira de mí para colocarme sobre su regazo. —No lo hago —miente. Le paso una de mis manos por el pelo y enrosco mi otro brazo alrededor de su hombro. —Pues yo creo que sí —la desafío suavemente. Ella se echa a reír y entierra la cabeza en mi cuello. —Menuda Nochebuena. Ha sido un día larguísimo —protesta, y no me queda más remedio que estar de acuerdo. —Sí, ha sido demasiado largo. No me puedo creer que mi madre haya venido aquí. Es increíble. —En realidad, no —dice, y yo me aparto para mirarla. —¿Qué? —La verdad es que no está siendo irracional. Sí, sus maneras no son las más adecuadas, pero no la culpo por no querer que estés con alguien como yo. Cansada de esta charla, y de que piense que mi madre tiene en cierto modo razón con respecto a ella, la miro con el ceño fruncido y me retiro de su regazo para sentarme a su lado en la cama. —Santana, no me mires así. Sólo digo que, ahora que he pensado en todo el mal que he hecho, no la culpo por estar preocupada. —Britt, mi madre se equivoca, y dejemos ya de hablar de ella — protesto. El torbellino emocional del día, y de los últimos meses, me tiene agotada y malhumorada. No puedo creer que el año esté a punto de terminar. —Vale, y ¿de qué quieres hablar? —pregunta. —No lo sé... de algo más ligero. —Sonrío para obligarme a estar menos irritable—. Como, por ejemplo, de lo romántica que puedes llegar a ser. —Yo no soy romántica —resopla. —Desde luego que sí. Esa carta es un clásico —le digo de broma. Pone los ojos en blanco. —No era una carta, era una nota. Una nota que en un principio iba a ser de un párrafo como mucho. —Vale. Pues una nota romántica, entonces. —Ay, ¿te quieres callar? —gruñe de manera cómica. Enrosco uno de sus rizos en mi dedo y me río. —¿Es ahora cuando vas a empezar a chincharme para que diga tu nombre? Actúa demasiado deprisa como para que me dé tiempo a reaccionar. Me agarra de la cintura y me empuja contra la cama mientras ella permanece frente a mí con las manos en las caderas. —No. Desde entonces he hallado nuevas maneras de hacer que digas mi nombre —exhala con los labios contra mi oreja. Mi cuerpo entero se enciende con sólo unas pocas palabras de Britt. —¿Ah, sí? —digo con voz grave. Pero de repente, la figura sin rostro de Natalie aparece en mi mente y hace que se me revuelva el estómago. —Creo que deberíamos esperar a que tu madre no esté en la habitación de al lado —sugiero, en parte porque es evidente que necesito más tiempo para volver a la normalidad de nuestra relación, pero también porque ya me resultó bastante incómodo hacerlo la otra vez estando ella aquí. —Puedo echarla ahora mismo —bromea, pero se tumba a mi lado. —O yo podría echarte a ti. —No pienso volver a marcharme. Ni tú tampoco. —La seguridad en su voz me hace sonreír. Permanecemos tumbadas la una al lado de la otra, ambos mirando al techo. —Bueno, pues ya está. Se acabó el volver y dejarlo, ¿no? —pregunto. —Sí. Se acabaron los secretos, y se acabó el huir. ¿Crees que podrás aguantar al menos una semana entera sin dejarme? Le doy un codazo y me río. —Y ¿tú crees que podrás aguantar al menos una semana entera sin cabrearme? —Seguramente no —responde. Sé que está sonriendo. Me vuelvo y, tal y como esperaba, compruebo que una enorme sonrisa cubre su rostro. —Tendrás que quedarte a dormir conmigo en mi residencia de vez en cuando —digo—. Esto está muy lejos. —¿En tu residencia? No vas a vivir en una residencia. Vives aquí. —Acabamos de volver a estar juntas, ¿crees que es buena idea? —Vas a quedarte aquí —replica—. No pienso discutir eso. —Es evidente que estás confundida para estar hablándome así —digo. Me apoyo sobre un codo y la miro. Sacudo la cabeza ligeramente y le regalo una leve sonrisa—. No quiero vivir en la residencia, sólo quería ver lo que decías. —Bueno —dice incorporándose e imitando mis gestos—. Me alegro de ver que vuelves a ser tan irritante como de costumbre. —Y yo me alegro de ver que vuelves a ser una grosera. Después de lo de la carta romántica, me preocupaba que hubieses perdido tu encanto. —Como vuelvas a decir que soy romántica pienso tomarte aquí y ahora, me da igual que esté mi madre. Abro unos ojos como platos y ella se echa a reír como nunca antes lo había oído. —¡Es broma! ¡Deberías verte la cara! —grita. También me echo a reír irremediablemente. —Siento que no deberíamos reírnos después de todo lo que ha pasado hoy —admite cuando paramos. —Igual por eso precisamente deberíamos reírnos. Eso es lo que hacemos siempre: pelearnos y reconciliarnos después. —Nuestra relación es un desastre. —Sonríe. —Sí..., un poco —admito. Hasta ahora ha sido como una montaña rusa. —Pero ya no lo será, ¿de acuerdo? Lo prometo. —De acuerdo. —Me inclino y le doy un beso rápido en los labios. Pero no es suficiente. Nunca lo es. Vuelvo a pegar la boca a la suya, y esta vez la mantengo ahí. Nuestros labios se abren al mismo tiempo y desliza la lengua en mi boca. Mis manos se aferran a su pelo y Britt me coloca encima de ella mientras su lengua masajea la mía. Por muy desastrosa que haya sido nuestra relación, no se puede negar que nuestra pasión sigue intacta. Empiezo a menear las caderas, me pego con fuerza a ella y siento cómo sonríe contra mis labios. —Creo que ya es suficiente por ahora —dice. Asiento, me aparto y apoyo la cabeza sobre su pecho, disfrutando de la sensación de tener sus brazos alrededor de mi espalda. —Espero que mañana vaya bien —digo después de unos minutos de silencio. No responde. Y, cuando levanto la cabeza, veo que tiene los ojos cerrados y los labios ligeramente separados, dormida. Debe de estar agotada. Y la verdad es que yo también lo estoy. Me incorporo y miro la hora. Son más de las once. Le quito los vaqueros con suavidad para no despertarla y me acurruco a su lado. Mañana es Navidad, y espero que el día transcurra mucho mejor que éste
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El mundo de Brittany

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