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Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
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Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
EL AIRE QUE ELLA RESPIRA
He sido advertida sobre Santana López.
Mantente alejada de ella, dice la gente
Es cruel
Es Fría
Esta dañada
El fácil juzgar a una mujer por su pasado. Mirar a Santana y ver a un monstruo. Pero no podía hacer eso.Tuve que aceptar las ruinas que vivian dentro de ella, porque estas vivian dentro de mi también.
AMBAS ESTABAMOS VACIAS
Ambas buscábamos algo mas. Alguna otra cosa. Ambas queríamos juntar las piezas destrozadas de nuestro ayer.
LUEGO, QUIZAS, PODRIAMOS FINALMENTE RECORDAR COMO RESPIRAR .
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Vie Jul 15, 2016 10:47 pm, editado 18 veces
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
PROLOGO
SANTANA
2 DE ABRIL DE 2014
Tienen todo listo, —preguntó Marley, mordiendo sus uñas mientras se hallaba en el vestíbulo de la casa de mis padres. Sus hermosos ojos verdes de muñeca sonreían mi camino, recordándome cuán afortunada era al llamarla mía. Caminé hacia ella y envolví mis brazos a su alrededor, tirando de su pequeño cuerpo más cerca del mío. —Síp. Creo que sí, nena. Creo que este es nuestro momento. Sus manos se envolvieron alrededor de mi cuello, y me besó. —Estoy tan orgullosa de ti. —De nosotras —la corregí. Después de muchos años de estar deseando y soñando, mi objetivo de construir y vender mis muebles hechos a mano se hacían realidad. Mi padre era mi mejor amigo y socio de negocios, y ambos nos dirigíamos a Nueva York a encontrarnos con algunos empresarios que mostraron interés en asociarse con nosotros—. Sin ti apoyándome, no sería nada. Esta es nuestra oportunidad de alcanzar todo lo que hemos soñado. Me besó nuevamente. Nunca supe que podría amar tanto a alguien. —Antes de que te vayas, creo que deberías saber que he recibido una llamada de la maestra de Santiago. Se metió en un pequeño problema en la escuela otra vez, lo cual no es sorprendente viendo la forma en la que se parece tanto a su madre. Sonreí. —¿Qué hizo esta vez?
—La Sra. Harper me contó que le dijo a una chica, quien se burlaba de sus gafas, que esperaba que se ahogara con un sapo porque ella parece un sapo. Ahogarse con un sapo… ¿puedes creerlo? —¡Santiago! —grité hacia la sala de estar. Él vino caminando con un libro en sus manos. No llevaba sus lentes, lo cual sabía tenía que ver con el acoso. —Sí —dijo de una manera tan casual. Para un niño de ocho años, parecía tener sorprendentemente, poca preocupación sobre si sus madres se enojarían con él. —Amigo, no puedes decir cosas como esas. —¡Pero ella parece un maldito sapo, mama! —contestó. Tuve que contener mis ganar de reír. —Ven aquí y dame un abrazo, amigo. —Me abrazó fuerte. Me atemorizaba pensar en los días que abrazar a su vieja sería algo en lo que no estuviera interesado—. Sé bueno con tu mami y abuela mientras no esté, ¿de acuerdo? —Sí, sí. —Y vuelve a colocarte tus gafas mientras lees. —¿Por qué? ¡Son estúpidas! Me incliné y toqué su nariz. —Los hombres y Mujeres de verdad usan gafas. —¡Tú no usas gafas! —se quejó. —Sí, bueno, las mujeres de verdad como tu mama no usan gafas también. Sólo ponte esas gafas, amigo —le dije. Él protestó antes de salir corriendo para continuar leyendo su novela. El hecho de encontrarse más en la lectura que en los videojuegos me hacía muy muy feBritt. Sabía que consiguió su amor por la lectura de su madre la bibliotecaria, pero aun así me gustaba pensar que yo leyéndole a su barriga antes de nacer tenía algo que ver con su amor por los libros—. ¿Cuál es el plan para ustedes hoy? —le pregunté a Marley. —Esta tarde vamos al mercado del granjero. Tu madre quiere conseguir algunas nuevas flores. Probablemente va a comprarle a Santiago algo que no necesita demasiado. Oh, y Zeus masticó tu par de Nikes favoritas, así que buscaré un nuevo par para ti. —¡Dios! De todos modos, ¿de quién fue la idea de conseguir un perro? Se rió. —Te culpo por esto. Ni siquiera quería un perro, pero no sabía cómo decirle que no a Santiago. Tú y su madre tiene mucho en común. —Me besó de nuevo antes de jalar la manija de mi equipaje—. Que tengan un buen viaje, y ve a hacer que nuestros sueños se hagan realidad. Puse mis labios contra los suyos y sonreí. —Cuando llegue a casa, te construiré la biblioteca de tus sueños. Con altas escaleras y todo. Y luego haré el amor contigo en algún lugar entre La Odisea y Matar a un Ruiseñor. Se mordió el labio inferior. —¿Lo prometes? —preguntó. —Lo prometo. —Llámame cuando tu avión aterrice, ¿sí? Asentí mientras salía de la casa para encontrarme con papá, que ya esperaba en el taxi por mí.
—¡Oye! Santana—gritó Marley hacia mí mientras cargaba el equipaje en el maletero del auto. Santiago se encontraba de pie a su lado. —¿Sí? Acunaron sus manos alrededor de la boca y gritaron—: ¡TE AMAMOS!
Sonreí y les grité mismo de vuelta. De viaje en el avión, papá siguió hablando de la gran oportunidad que era esto para nosotros. Cuando aterrizamos en Detroit para nuestra escala, los dos encendimos nuestros teléfonos celulares para comprobar nuestros correos electrónicos y escribirles a Marley y mamá, y hacerles saber que nos encontrábamos bien. Cuando nuestros teléfonos se encendieron y cada uno tenía un montón de mensajes de mamá, sabía que algo andaba mal. Los mensajes hicieron que mis entrañas se retorcieran. Casi se desBrittaba el teléfono de mis dedos mientras leía.
Mamá: Hubo un accidente. Marley y Santiago se encuentran en mal estado.
Mamá: Vuelve a casa.
Mamá: ¡¡Apúrate!!
En un abrir y cerrar de ojos, en un momento del tiempo, todo lo que conocía sobre la vida cambió.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 2
BRITTANY
De verdad vamos a casa? —preguntó una somnolienta Lexie cuando llegó la mañana a través de la ventana de la sala, derramando luz contra su dulce rostro. La levanté de la cama y la coloqué a ella y a Bubba —su osito de peluche y compañero favorito de todos los tiempos— en la silla más cercana. Bubba no era simplemente un oso de peluche, era un oso de peluche momificado. Verán, mi niña era un poco rara, y después de ver la película Hotel Transilvania, que involucraba zombis, vampiros y momias, decidió que tal vez un poco de miedo y tal vez un poco rareza era perfecto.
—Así es. —Sonreí en su dirección mientras doblaba el cubrecama. Anoche no pegué ojo y me quedé despierta empacando todas nuestras pertenencias.
Lexie tenía una sonrisa tonta en su cara que era similar a la de su padre. Gritó—: ¡Yupiii! —Y le dijo a Bubba que realmente estábamos volviendo a casa. Casa. Esa palabra dolió algo en el fondo de mi corazón, pero seguí sonriendo. Aprendí a sonreír siempre delante de Lexie porque tenía la costumbre de ponerse triste cada vez que pensaba que lo yo me sentía así. A pesar de darme los mejores besos esquimales cuando me sentía deprimida, no necesitaba ese tipo de responsabilidad. —Debemos estar de regreso a tiempo para ver los fuegos artificiales en nuestro tejado. ¿Recuerdas cómo solíamos ver los fuegos artificiales en el techo con papá? ¿Te acuerdas de eso, nena? —le pregunté. Entrecerró los ojos como si intentara profundizar en su mente, buscando. Si sólo nuestras mentes fueran como archivadores, y pudiéramos simplemente recuperar nuestros recuerdos favoritos de un sistema perfectamente organizado cada vez que queremos. —No me acuerdo —dijo, abrazando a Bubba. Eso me rompía el corazón. Sonreí de todos modos. —Bueno, ¿qué tal si nos detenemos en la tienda de camino y recogemos algunas Bomb-Pops1 para comer en el tejado?
1 Paletas que reflejan los colores de la bandera de Estados Unidos con sabor a cereza, lima y frambuesa azul. —¡Y unos Cheetos para Bubba! —¡Por supuesto! Sonrió y gritó una vez más. Esa vez la sonrisa que le di fue completamente real. La amaba más de lo que ella jamás sabría. Si no hubiera sido por ella, sin duda me habría perdido en el dolor. Lexie salvó mi alma. No le dije adiós a mamá, porque nunca llegó a casa de su cita para cenar con Casanova. Las primeras veces tras mudamos con ella en que no volvió a casa, la llamaba y llamaba, preocupada por su paradero, pero a menudo gritaba, diciéndome que era una mujer adulta haciendo cosas de adultos. Así que le dejé una nota.
Nos vamos a casa.
Te amamos.
Te veremos pronto.
—B& L
Condujimos en mi coche averiado por horas, escuchando la banda sonora de Frozen suficientes veces como para considerar sacarme mis pestañas una a la vez con una hoja de afeitar. De alguna manera Lexie escuchaba cada canción un millón de veces, y sin embargo, tenía una forma de compensar inventar sus propias palabras para cada línea. Siendo honesta, me gustaba más su versión de las canciones. Cuando se durmió, Frozen se durmió con ella, y me dejó con un coche lleno de silencio. Mi mano se extendió hacia el asiento del pasajero, con la palma hacia arriba, esperando otra mano para bloquear mis dedos con los suyos, pero el toque nunca llegó. Estoy haciéndolo bien, me dije a mí misma, una y otra vez. Estoy tan bien. Un día, sería cierto.
Un día, estaría bien. A medida que nos fusionamos con la autopista I-64, mis entrañas se tensaron. Me hubiera gustado tomar carreteras secundarias para llegar a Meadows Creek, pero este era el único camino a la ciudad. Era bastante ocupado durante las vacaciones, pero el nuevo pavimento uniforme de la calzada, una vez roto, hizo el viaje sencillo. Las lágrimas se formaron en mis ojos al recordar ver las noticias. ¡Atasco en la I-64! ¡Caos! ¡Violencia! ¡Lesiones! ¡Damnificados! Sam. Una respiración. Seguí conduciendo y las lágrimas que trataron de escapar fallaron. Obligué a mi cuerpo a entumecerse, porque si no me encontraba entumecida, sentiría todo. Si sentía todo, me caería en pedazos, y no podía desmoronarme. El espejo retrovisor me mostró mi pequeña fuente de fuerza mientras miraba a mi bebé. Lo hicimos a través de la autopista, y volví a respirar. Cada día era una respiración a la vez. No podía pensar mucho más allá de eso, sino me ahogaría con el aire.
En un pedazo blanco, pulido, de madera se veía un cartel que decía “Bienvenido a Meadows Creek”. Lexie se encontraba despierta, mirando por la ventana. —¿Oye, mamá? —¿Sí, bebé? —¿Crees que papá sabrá que nos mudamos? ¿Crees que sabrá dónde dejar las plumas? Cuando Sam falleció y nos mudamos para quedarnos con mamá, había plumas blancas de aves repartidas por todo el patio delantero. Cuando Lexie le preguntó sobre ellas, mamá dijo que eran pequeñas señales de los ángeles, que nos dejaban saber que siempre se situaban cerca, cuidándonos. Lexie amó la idea, y cada vez que encontraba una pluma, alzaba los ojos al cielo, sonreía, y susurraba—: Yo también te quiero, papá. — Entonces, se tomaría una foto con la pluma para agregar a su colección de fotos “papá y yo”. —Estoy segura que sabe dónde encontrarnos, cariño. —Sí —concordó—. Sí, él sabrá dónde encontrarnos.
Los árboles eran más verdes de lo que recordaba, y las pequeñas tiendas en el centro de Meadows Creek se hallaban ataviadas de rojo, blanco y azul por las festividades del 4 de Julio. Era muy familiar pero extraño a la vez. La bandera estadounidense de la señora Fredrick se agitaba en el viento mientras arreglaba las rosas teñidas patrióticamente en su maceta. El orgullo florecía de toda su existencia cuando dio un paso atrás para admirar su casa.
Permanecimos atrapadas detrás del único semáforo en la ciudad durante diez minutos. La espera no tenía ningún sentido en absoluto, pero me dio tiempo para disfrutar de todo lo que me recordaba a Sam. De nosotros. Una vez que la luz cambió, puse mi pie en el acelerador, sin desear nada más que llegar a casa e ignorar las sombras del pasado. Cuando el auto avanzó por la calle, por el rabillo del ojo vi a un perro corriendo hacia mí. Mi pie se movió rápidamente al freno, pero mi viejo y destartalado auto hipó y dudó en parar. En el momento en que finalmente lo hizo, oí el grito en voz alta.
Mi corazón saltó en mi garganta y se quedó allí, bloqueando mí capacidad para inhalar mi próximo aliento. Puse el coche en parqueo. Lexie me preguntó qué pasaba, pero no tuve tiempo de responder. Abrí mi puerta, alcanzando al pobre perro justo cuando una morena corrió hacia mí. Su mirada de ojos abiertos bloqueada con la mía, casi me obligó a luchar contra la intensidad de sus tormentosos ojos oscuros. La mayoría de los ojos oscuros venían con un sentimiento cálido y acogedor unido a ellos, pero no los de ella. Los suyos eran intensos, al igual que su postura. Helada y privada. Alrededor de los bordes de su iris había profundos oscuros, pero hebras plateadas y negras de coloración se tejían hacia adentro y afuera, lo que sumaba a su mirada intensa. Sus ojos asemejaban las sombras del cielo justo antes de que una tormenta estuviera a punto de comenzar. Esos ojos me eran tan familiares. ¿Acaso la conocía? Podría jurar que vi su mirada en algún lugar antes. Se veía tanto aterrorizada como furiosa mientras movía sus ojos a lo que asumí era su perro, que yacía inmóvil. Alrededor del cuello de la desconocida había enormes auriculares que se conectaban a algo que se hallaba en el bolsillo trasero. Ella iba vestida con ropa de entrenamiento. Su camiseta blanca de manga larga abrazaba sus fibrosos brazos, su pantalón corto negro mostraba sus construidas piernas, y el sudor se gestaba a lo largo de su frente. Supuse que llevaba su perro a correr cuando perdió el asimiento de su correa, pero la morena no llevaba zapatos. ¿Por qué no llevaba zapatos? Eso no importa. ¿Su perro estaba bien? Debí haber estado prestando más atención. —Lo siento mucho, no lo vi... —empecé a decir, pero la mujer gruñó con dureza a mis palabras, casi como si la ofendieran. —¡¿Qué demonios?! ¡¿Está jodidamente bromeando?! —gritó, su voz haciéndome saltar un poco. Levantó a su perro en sus brazos, acunando a la mascota como si fuera su propio hijo. Cuando se puso de pie, me puse de pie. Mientras buscaba alrededor, busqué alrededor. —Déjeme que lo lleve al veterinario —dije, mi cuerpo temblaba al ver al perro temblando en los brazos de la desconocida. Sabía que debía haber estado molesta por el tono que tomó conmigo, pero cuando alguien se hallaba en modo de pánico, realmente no se les puede culpar por su comportamiento. No habló de vuelta, pero vi la duda en sus ojos. —. Por favor —le supliqué—. Es demasiado lejos para caminar. Asintió una vez y sólo una vez. Cuando abrió el asiento del pasajero, ella y su mascota se sentaron dentro, cerrando la puerta detrás de ellos. Saltando en el auto, empecé a conducir. —¿Qué está pasando? —preguntó Lexie. —Sólo vamos a llevar al cachorrito a que lo revisen, corazón. Todo está bien. —Realmente esperaba que no le estuviera mintiendo. Había veinte minutos de camino hasta el hospital veterinario de urgencias más cercano, y el viaje en auto no fue exactamente como creí que sería. —Gira a la izquierda por la calle Cobbler —ordenó. —Llegaremos antes por la avenida Harper —disentí. Gruñó, demostrando su irritación. —¡No sabes de qué demonios hablas, ve por Cobbler! Respiré hondo.
—Sé conducir. —¿Ah, sí? Porque creo que tu forma de conducir es la razón por la que estamos aquí sentadas. Me encontraba a cinco segundos de sacar de una patada a esa idiota maleducada, pero su sollozante perro era la razón de que no lo hiciera. —Ya me he disculpado. —Eso no le ayuda a mi perro.
Cabrona. —Cobbler es la siguiente a la derecha —dijo. —Harper es la siguiente después de la siguiente derecha. —No vayas por Harper.
Oh, iré por Harper sólo para fastidiar a esta tipa. ¿Quién se cree que es?
Giré a la derecha por Harper. —No me puedo creer que hayas malditamente tomado Harper. —Gruñó. Su irritación me hizo sonreír un poco, hasta que llegué a la zona de construcción con las señales de “calle cortada”—. ¿Siempre eres tan ignorante? —¿Siempre eres… eres… eres…? —Empecé a tartamudear porque, a diferencia de algunos, no era buena discutiendo. En realidad se me daba fatal y normalmente terminaba llorando como una niña porque las palabras no se formaban en mi cabeza a la velocidad que normalmente funcionaban las discusiones. Era la persona torpe que tenía las mejores réplicas tres días después de que tuviera lugar la discusión—. ¿Eres siempre… siempre…? —¿Siempre qué? ¡Escúpelo! ¡Usa las palabras! —ordenó. Giré el volante, dando vuelta en U, y dirigiéndome a la calle Cobbler.
—¿Eres siempre tan…? —Venga, Sherlock, puedes hacerlo —dijo, burlándose.
—¡TAN GILIPOLLAS! —grité, girando por Cobbler. El auto se quedó en silencio. Mis mejillas ardían y mis dedos se apretaban con fuerza alrededor del volante. Cuando entré en el aparcamiento, abrió la puerta y, sin dirigirme una palabra, levantó a su perro y corrió a la sala de urgencias. Me pregunté si aquí era donde deberíamos separarnos, pero en mi mente sabía que no sería capaz de calmarme hasta saber que el perro se encontraba bien. —¿Mami? —preguntó Lexie. —¿Sí, cariño? —¿Qué es una polla? Fallo parental número quinientos ochenta y dos de hoy. —Nada, cariño. Dije garrapata. Una garrapata es un bicho. —Entonces, ¿le dijiste a esa persona que era un bicho? —Sí. Un bicho enorme. —¿El perrito se va a morir? —preguntó después.
Espero que no. Después de desabrocharle el cinturón a Lexie, nos dirigimos al hospital. La desconocida golpeaba las manos contra el mostrador de recepción. Sus labios se movían, pero no conseguía oír nada de lo que decía.
La recepcionista se empezaba a incomodarse cada vez más. —Señora, sólo digo que necesito que rellene los formularios y nos aporte una tarjeta de crédito fiable, o no podremos proceder a examinar las heridas de su mascota. Además, no puede entrar sin zapatos. Y su actitud no es necesaria.
Desconocida estampó los puños contra el mostrador una vez más antes de ponerse a caminar de un lado a otro, pasando las manos por su largo cabello negro y deteniéndose en su cuello. Su respiración era pesada e irregular, su pecho subía y bajaba con fuerza. —¿Acaso parece que lleve encima las jodidas tarjetas de crédito? ¡Salí a correr, idiota! Y si no harás nada, entonces déjame hablar con otra persona. La mujer se encogió ante sus palabras y su ira, al igual que yo. —Están conmigo —dije, caminando hacia la recepcionista. Lexie se aferró a mi brazo y Bubba se agarró al suyo. Metí la mano en el bolso, saqué la cartera y le tendí mi tarjeta a la mujer. Entrecerró los ojos, insegura.
—¿Está con ella? —preguntó, casi de forma insultante, como si Desconocida fuera alguien que se mereciera estar sola. Nadie se merecía estar sola.
La miré y vi perplejidad en sus ojos, junto con ira, que todavía permanecía allí. Quería romper el contacto visual, pero la miseria que nadaba en su iris parecía demasiado familiar como para alejarme. —Sí —asentí—. Estoy con ella. —Dudó un poco más y me enderecé—. ¿Es eso un problema?
—No, no. Sólo necesito que rellene este formulario. Tomé el sujetapapeles que tendió y fui a la sala de espera. En la televisión que tenía encima se veía el canal de Animal Planet, y había un tren de juguete en la esquina que Lexie y Bubba se encargaron de acaparar. Desconocida seguía mirándome, su actitud era firme y distante. —Necesito algo de información —dije. Se acercó lentamente, sentándose a mi lado y apoyó las manos en su regazo—. ¿Cómo se llama? ¿Tu perro? —pregunté. Abrió los labios e hizo una pausa antes de decir—: Zeus. Sonreí ante el nombre. Qué nombre tan perfecto para un enorme Golden Retriever. —¿Y tu nombre? —Santana López. Tras terminar el papeleo, se lo devolví a la recepcionista. —Lo que sea que necesite Zeus, cárguelo en mi tarjeta. —¿Está segura? —Totalmente. —Podría multiplicarse rápidamente —previno. —Entonces multiplíquelo rápidamente. Volví a sentarme al lado de Santana. Sus manos empezaron a tamborilear contra sus pantalones cortos y observé los nervios que la atravesaban. Cuando la miré, me miraba con la misma confusión que estuvo presente desde que se cruzaron nuestros caminos. Sus labios empezaron a mascullar algo mientras sus dedos se frotaban unos contra otros con rapidez antes de ponerse los auriculares en las orejas y presionar reproducir en su casete. Lexie venía hacia mí de vez en cuando, preguntando cuándo podríamos ir a casa, y le decía que dentro de un rato. En su camino de regreso al tren de juguete, fijó su mirada en Santana, observando sus rasgos. —Oiga, señora. —La ignoró. Se puso las manos en las caderas—. ¡Oiga, señora! —dijo, alzando la voz. Un año con mamá convirtió a mi mini-yo en un monstruito descarado—. ¡Oiga, señora! ¡Le estoy hablando! —dijo, pataleando. Desconocida bajó la mirada hacia ella—. ¡Es usted una GARRAPATA enorme y gorda! Oh, Dios. No me debería haberme permitido ser madre. Daba asco como madre. Fui a regañarla, pero por un segundo vi una pequeña sonrisa asomando en Santana. Era casi inexistente, pero juraría haber visto temblar su labio inferior. Lexie tenía la capacidad de hacer que incluso el alma más oscura sonriera. Yo era la prueba viviente. Pasaron otros treinta minutos antes de que saliera el veterinario para informarnos que Zeus se pondría bien, sólo tenía unos cuantos rasguños y una pata delantera fracturada. Le di las gracias al veterinario y, mientras se iba, las manos de Santana se relajaron y su cuerpo se quedó quieto. Toda ella empezó a temblar. Con una profunda inhalación, la idiota enfadada desapareció y fue reemplazado por desesperación. Se perdió en sus emociones, y cuando exhaló, empezó a sollozar descontroladamente. Lloró, sus lágrimas eran duras, crudas, y dolorosas. Mis ojos se humedecieron, y juraría que parte de mi corazón se rompió con el suyo. —¡Oye, Garrapata! ¡Oye, Garrapata! No llores, Garrapata —dijo Lexie, tirando de la camiseta de Santana—. No pasa nada.
—No pasa nada —dije, imitando las palabras de mi dulce niña. Apoyé una mano en su hombro, a modo de consuelo—. Zeus está bien. Está bien. Tú estás bien. Ladeó la cabeza hacia mí y asintió como si me creyera un poco. Respiró un par de veces, y presionó los dedos contra los ojos, meneando la cabeza de adelante para atrás. Intentó ocultar su bochorno, su vergüenza, con todas sus fuerzas. Se aclaró la garganta y se apartó de mí. Nos quedamos un poco distanciadas hasta que el veterinario trajo a Zeus para que nos lo lleváramos. Santana rodeó a su perro con las manos, se veía cansado pero aun así consiguió menear la cola y darle besitos de perro a su dueña. Santana sonrió, y fue casi imposible perdérsela esta vez. Era una gran sonrisa de alivio. Si el amor fuera un momento, aquí sería donde existiría. No invadí su espacio. Lexie tendió su mano, y caminamos un par de pasos detrás de Santana y Zeus mientras salían del hospital. Santana empezó a alejarse con Zeus en brazos, no se hallaba interesada en que la llevara de vuelta al centro. Quise detenerla, pero no tenía ninguna buena razón para pedirle que volteara. Le abroché el cinturón a Lexie y, cuando cerraba la puerta, me di un susto de muerte al ver a Santana de pie a centímetros de mí. Sus ojos se encontraban clavados en los míos. Mis ojos no se apartaban. Mi respiración se volvió agitada e intenté recordar con todas mis fuerzas la última vez que estuve tan cerca de una persona que despertaba cosas en mi. Se acercó más. Me quedé quieta. Respiró una vez. Yo también lo hice.
Una respiración.
Fue todo lo que pude hacer.
Nuestra proximidad hizo que se me hiciera un nudo en el estómago, y ya estaba preparada para decir “de nada” por el “gracias” que sentía con seguridad que iba a darme. —Aprende a conducir un jodido auto —bufó antes de marcharse. Ni fue un “gracias por pagar la factura”, ni un “gracias por traerme”, sino un “aprende a conducir un jodido auto”. Bien.
—De nada, Garrapata —respondí con un pequeño susurro al viento que ondeaba contra mi fría piel.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
vaya estas mujeres si que traen una gran carga de dolor, a ver cuando y como se vuelven a encontrar, me encanto la historia!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Jajajaja garrapata y gorda jajajaja
Bueno pues al haber perdido a personas importantes en su vida creo que se van a lograr entender.... Y siento que Lexie sera un punto clave para que se unan.....
Haber si pronto se vuelven a ver!!!
Bueno pues al haber perdido a personas importantes en su vida creo que se van a lograr entender.... Y siento que Lexie sera un punto clave para que se unan.....
Haber si pronto se vuelven a ver!!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
micky morales escribió:vaya estas mujeres si que traen una gran carga de dolor, a ver cuando y como se vuelven a encontrar, me encanto la historia!!!!!
Si ese elemento es el determinante en esta historia, nada mas que cada una de ellas lo sobrelleva de una manera distinta.
te sorprendera la manera en que estan destinadas a encontrarse
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
JVM escribió:Jajajaja garrapata y gorda jajajaja
Bueno pues al haber perdido a personas importantes en su vida creo que se van a lograr entender.... Y siento que Lexie sera un punto clave para que se unan.....
Haber si pronto se vuelven a ver!!!
a mi tambien me causa gracia que tanto madre e hija llamaran garrapata a Santana, y de ahora en adelante para lexie Santana solo sera Garrrapata.
vamos a ver de que manera el destino las junta.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 3
BRITTANY
Bueno, les tomó el tiempo suficiente llegar aquí! —Sonrió Kathy Evans, saliendo de la puerta principal de la casa. No tenía ni idea de que ella y Steve Evans nos encontrarían en la casa, pero tenía completo sentido viendo que no nos habían visto en mucho tiempo, y sólo vivía a unos cinco minutos.
—Abuelita —gritó Lexie mientras la desabrochaba de su asiento de auto. Saltó del auto y corrió hacia su abuela, más feliz que nunca. Kathy se abrazó a Lexie y la levantó en un fuerte abrazo—. ¡Estamos de vuelta en casa, abuelita!
—¡Lo sé! Y estamos tan felices de escuchar eso —dijo Kathy, dando besos a Lexie por toda la cara. —¿Dónde está el abuelito? —preguntó, en referencia a Steve, su abuelo. —¿Me buscabas? —dijo Steve, saliendo de la casa. Se veía mucho más joven que su edad real de sesenta y cinco años. Kathy y Steve probablemente nunca envejecerían realmente, tenían los corazones más jóvenes en el mundo y eran más activos que la mayoría de la gente de mi edad. Una vez fui a una carrera con Kathy y morí después de unos treinta minutos, y dijo que era sólo una cuarta parte del camino a trote.
Steve agarró a Lexie de su esposa y la arrojó en el aire. —Bueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? —¡Soy yo, abuelito! ¡Lexie! —Se echó a reír.
—¿Lexie? ¡De ninguna manera! Te ves demasiado grande para ser mi pequeña Lexie. Ella sacudió la cabeza hacia atrás y hacia adelante. —¡Soy yo, abuelito!
—Bueno, si eso es así, demuéstralo. Mi pequeña Lexie siempre me da besos especiales. ¿No los conoces? —Lexie se inclinó y movió su nariz contra cada una de las mejillas de Steve antes de darle un beso esquimal—. Oh, Dios mío, ¡eres tú! Bueno, ¿qué esperas? Tengo algunas paletas de color rojo, blanco y azul, con tu nombre en ellas. ¡Vamos adentro! —Steve se volvió hacia mí y me dio un guiño de bienvenida. Los dos se apresuraron hacia la casa, y tomé un momento para mirar alrededor. La hierba se encontraba alta, con malas hierbas y cumplidores de deseos, como a Lexie le gustaba llamarlos. La cerca que habíamos empezado a colocar se encontraba a medio terminar, un trabajo de Sam que nunca pudo completar. Queríamos que la valla en la propiedad evitara que Lexie caminara demasiado cerca de la calle, o en el gran bosque en nuestro patio trasero. Las piezas de madera blancas adicionales se apilaban contra el costado de la casa, esperando a que alguien completara la tarea. Miré hacia el patio trasero por un momento. Más allá de la valla a medio construir se encontraban los árboles que daban lugar a las millas de tierras forestales. Una parte de mí quería correr, perderse en los bosques, y permanecer allí durante horas. Kathy se acercó y envolvió sus brazos a mí alrededor, abrazándome fuerte. Me desplomé contra ella, acercándola. —¿Cómo lo llevas? —preguntó. —Aún vivo. —¿Por Lexie? —Por Lexie.
Kathy me apretó antes de que se separara de nuestro abrazo. —El patio es un desastre. Nadie ha estado aquí desde... —Sus palabras se desvanecieron, junto con su sonrisa—. Steve dijo que se ocuparía de todo. —Oh, no, no lo hagan. Realmente, puedo con todo. —Britt...
—En serio, Kathy. Quiero hacerlo. Quiero reconstruir.
—Bueno, si estás segura. Por lo menos no tienes el jardín más desordenado en el bloque —bromeó, asintiendo hacia la casa de mi vecina.
—¿Alguien vive ahí? —pregunté—. No creo que la casa del señor Rakes se venda después de todos los rumores de que está embrujada.
—Sí. Alguien realmente compró el lugar. Ahora, no soy chismosa, pero la chica que vive allí es un poco rara. Se rumorea que huye por algo que hizo en su pasado. —¿Qué? ¿Quieres decir, como una criminal? Kathy se encogió de hombros. —Kitty dijo que escuchó cosas sobre cómo apuñaló a una persona. Gary dijo que mató a un gato maullando en el camino equivocado. —De ninguna manera. ¿Qué? ¿Vivo al lado de una psicópata?
—Oh, estoy segura de que estarás bien. Sabes, sólo una pequeña charla en esta pequeña ciudad. Dudo que los rumores tengan algo de verdad en ellos. Pero trabaja en la tienda del bicho raro de Henson, por lo que se sabe la tipa no puede estar bien de la cabeza. Casi acaba de cerrar sus puertas por la noche. El Sr. Henson tenía la tienda Cosas Necesarias en el centro de Meadows Creek, y era una de las personas más extrañas que había conocido. Sólo sabía acerca de su rareza en base a lo que otros decían sobre él.
La gente del pueblo eran algunos de los mejores en el chisme y vivir el estilo de vida de pequeña ciudad. La gente se hallaba siempre en movimiento, pero nadie realmente tenía lugar. Miré al otro lado de la calle y vi a tres personas chismeando fuera de una casa, mientras iban a recoger su correo. Dos mujeres caminaron por delante de mi casa, y las escuché hablar de mi regreso a la ciudad, no me dijeron hola o cualquier cosa, pero hablaban de mí. A la vuelta de la esquina venía un padre que enseñaba a su niña a montar su bicicleta por lo que parecía ser la primera vez, sin ruedas de entrenamiento.
Una sonrisa apareció en mi cara. Todo era tan estereotipado, la vida de la pequeña ciudad. Todo el mundo sabía de los asunto de todos y se extendían rápidamente. —De todos modos. —Kathy sonrió, trayéndome de vuelta a la realidad—. Trajimos barbacoa y cosas para la cena. Abastecimos la nevera también, así no tendrás que preocuparte de hacer las compras por una semana o dos. Además, ya pusimos las mantas en la parte superior del techo para los fuegos artificiales, que deben empezar cerca de... —El cielo se llenó de azules y rojos, encendiendo el mundo con el color—. ¡Ahora!
Miré a la azotea para ver a Steve llevar a Lexie en sus brazos mientras se acomodaban y gritaban ¡Ooo! ¡Ahh! cada vez que la noche se encendía en llamas. —¡Vamos, mamá! —gritó Lexie, sin apartar la mirada de la demostración de colores. Kathy envolvió su brazo alrededor de mi cintura y caminamos hacia la casa. —Después de que Lexie vaya a la cama, tengo unas cuantas botellas de vino con tu nombre en ellas. —¿Para mí? —pregunté.
Ella sonrió. —Para ti. Bienvenida de vuelta a casa, Britt. Casa. Me preguntaba cuándo desaparecería ese dolor. Steve quería poner a Lexie en la cama, y cuando parecía estar tomando más tiempo de lo normal, fui a comprobarlos. Lexie tenía una manera de darme un mal rato cada noche cuando la ponía en la cama, y seguramente le daba los mismos problemas. Fui de puntillas por el pasillo y no escuché gritos, era una buena señal. Mirando a escondidas en la habitación, me encontré con los dos extendidos, profundamente dormidos en la cama de tamaño full, con los pies de Steve colgando sobre el final de la estructura de la cama. Kathy se rió, caminando detrás de mí. —No sé quién está más emocionado por reunirse, Steve o Lexie. —Caminamos hasta el salón, donde nos sentamos delante de las dos botellas de vino más grandes que he visto. —¿Tratas de emborracharme? —Me reí. Sonrió. —Si te hace sentir mejor, podría. —Kathy y yo siempre habíamos sido muy cercanas. Después de crecer con una madre que no era la madre más estable, cuando me reuní con Sam, conocí a Kathy que fue un soplo de aire fresco. Me dio la bienvenida con los brazos abiertos y nunca me dejó ir. Cuando se enteró de que me encontraba embarazada de Lexie, lloró aún más que yo. —Me siento muy mal por mantenerlos separados durante tanto tiempo —dije, tomando mi copa de vino y mirando por el pasillo hacia la habitación de Lexie.
—Cariño, tu vida dio un vuelco. Cuando las tragedias ocurren y hay niños involucrados, no piensas, solo actúas. Uno hace lo que piensa que es mejor, va en modo de supervivencia. Y no puedes culparte por aquello.
—Sí. Pero, siento como que escapé por mí, no por Lexie. Era demasiado para manejar para mí. Lexie probablemente hubiera estado mejor quedándose aquí. Lo extrañaba. —Mis ojos se humedecieron de nuevo—. Y debería haberte visitado a ti y a Steve. Debería haber llamado más. Lo siento mucho, Kathy.
Se inclinó hacia mí, apoyando los codos contra sus rodillas. —Ahora escúchame, querida. La hora en este momento es las diez y cuarenta y dos de la noche, y en este momento, a las diez y cuarenta y dos de la noche, te detienes de culparte a ti misma. Ahora es el momento de perdonarte a ti misma. Steve y yo entendimos. Sabíamos que necesitabas espacio. No te sientas como si nos debes una disculpa, porque no lo haces. Me sequé las lágrimas que se deslizaban fuera de mis ojos. —Lágrimas estúpidas. —Me reí, avergonzada. —¿Sabes lo que hace que las lágrimas se detengan? —preguntó.
—¿Qué? Me sirvió otro vaso de vino. Mujer inteligente. Nos quedamos despiertas durante horas charlando, y cuanto más bebimos, más nos reímos. Me olvidé de cómo el calentamiento se sentía al reír. Ella preguntó por mi mamá, y no podía dejar de arrugar la nariz. —Todavía está perdida, de alguna manera caminando en círculos, cometiendo los mismos errores con los mismos tipos de personas. Me pregunto si hay un punto en el que la gente nunca se puede encontrar más. Creo que siempre será así. —¿La amas?
—Siempre. Incluso cuando no me gusta. —Entonces no renuncies a ella. Incluso si necesitas tu espacio por un tiempo. Ámala y cree en su venida a la distancia. —¿Cómo llegaste a ser tan sabia? —pregunté. Ella sonrió con una sonrisa lobuna y alzó la copa de vino hacia mí, y luego se sirvió otro vaso. Mujer muy inteligente—. ¿Crees que puedes vigilar a Lexie para mí mañana? Iré a la ciudad a buscar un poco de trabajo, tal vez ver si Finn necesita una mano extra o dos en el café. —¿Qué tal si la cuidamos para el fin de semana? Podría ser genial para ti tener algunos días para ti misma. Incluso podemos poner en marcha nuestro viernes de dormir fuera de casa nuevamente. De todos modos, no creo que Steve esté pensando en renunciar a ella en un corto plazo. —¿Harías eso por mí? —Nos gustaría hacer algo por ti. Además, cada vez que voy a la cafetería, Rachel dice: “¿Cómo está mi mejor amiga? ¿Mi mejor amiga todavía no ha vuelto?” Así que supongo que querrá algún tiempo uno-a-uno contigo. No veía a Rachel desde que Sam falleció. A pesar de que hablamos casi todos los días, comprendió que necesitaba el espacio. Tenía la esperanza de que entendiera que ahora necesitaba a mi mejor amiga para hacerlo a través de este nuevo comienzo. —Sé que esto podría ser un mal momento para preguntar, pero ¿has pensado en poner tu negocio en marcha y funcionando de nuevo? —preguntó Kathy. Sam y yo empezamos el diseño de interior y exteriores tres años antes. Manejó el exterior de los hogares, mientras yo trabajaba en los diseños de interiores particulares y empresas. Tuvimos una tienda justo en el centro Meadows Creek, y era algunos de los mejores momentos de mi vida, pero la verdad del asunto era que las habilidades de trabajo del césped de Sam trajeron la mayor parte del dinero para nuestro negocio, junto con su título en negocios. No habría manera para mí poner en marcha las cosas por mi cuenta. Tener un grado de diseño de interiores en Meadows Creek casi me dio la oportunidad de trabajar en una tienda de muebles de la venta de los sillones caros o podría volver a mis raíces de la universidad y trabajar en el servicio de alimentos. —No lo sé. Sin embargo, probablemente no. Sin Sam simplemente no parece posible. Sólo tengo que encontrar algún trabajo estable y tratar de dejar de lado ese sueño.
—Entiendo. Sin embargo, no tengas miedo de empezar a soñar nuevos sueños. Eras muy buena en tu trabajo, Britt. Y te hizo feliz. Siempre debes aferrarte a las cosas que te hacen más feliz. Después de que Kathy y Steve decidieron volver a casa, jugueteé con las cerraduras de la puerta de mi casa que se suponía Sam y yo teníamos que haber cambiado meses antes. Con un bostezo, me dirigí a mi habitación y permanecí en la puerta. La cama se hallaba perfectamente hecha, y no había encontrado la fuerza para entrar en el cuarto todavía. Parecía casi como una traición meterme en la cama y cerrar los ojos sin él a mi lado. Un respiro. Un paso. Entré y fui al armario, abriéndolo de par en par. Toda la ropa de Sam colgaba en las perchas, y mis dedos rozaron contra ellas antes de empezar a temblar. Sacando toda la ropa fuera de las perchas, las tiré en el suelo, con lágrimas quemando detrás de mis ojos. Abrí los cajones y saqué el resto de sus artículos. Jeans, camisetas, ropa de entrenamiento, boxers. Cada prenda de vestir de Sam encontró su camino al suelo. Me acosté en la pila, rodando a través de su ligero aroma, fingí que seguía allí. Susurré su nombre, como si pudiera oírme, y me abracé a la idea de él besándome y abrazándome en sus brazos. Las lágrimas de mi corazón dolido liberadas bajo la manga de la camiseta favorita de Sam, y cayeron más y más en mi dolor. Mis gritos eran salvajes y gruesos con el dolor, como una criatura en el dolor indescriptible. Todo dañado. Todo se encontraba roto. A medida que los minutos pasaban, me puse más y más cansada de mis propios sentimientos. La profunda tranquilidad de mi soledad espantosa me llevó en un sueño profundo. Cuando abrí los ojos, seguía oscuro afuera. Una niña hermosa y su Bubba yacían a mi lado, con una pequeña parte de su manta descansando sobre su cuerpo, y el resto cubriéndole. Cada vez que tenía un momento como éste, me sentía un poco como mi madre. Recuerdo cuidar de ella cuando debería haber sido una niña. No era justo para Lexie. Me necesita. Me acurruqué más cerca de ella, deposité un beso en la frente, y prometí que no me desmoronaría más.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 4
BRITTANY
A la mañana siguiente Kathy y Steve aparecieron temprano para llevarse a Lexie a sus aventuras de fin de semana. Justo cuando estaba a punto de salir de mi casa, oí que llamaban a la puerta. Al abrirla, me puse la sonrisa falsa más grande que tenía mientras miraba a las tres mujeres que vivían en mi calle… tres mujeres que no eché ni un poco de menos.
—Kitty, Tina, Hanna, hola. Debería haber sabido que no pasaría mucho tiempo antes de que las tres mujeres más dramáticas y cotillas de la ciudad estuviesen en mi porche. —Oh, Britt —exclamó Kitty, dándome un abrazo—. ¿Cómo estás, querida? Oímos el rumor de que volvías a la ciudad, pero ya nos conoces, odiamos los cotilleos, así que teníamos que verlo por nosotras mismas. —¡Te he hecho un pastel de carne! —exclamó Hanna—. Después de que muriera Sam, te fuiste tan rápido que no pude hacerte nada de comida casera, así que finalmente he podido hacerte este pastel de carne para ayudarte con el luto. —Gracias, chicas. De hecho iba a salir a…
—¿Cómo lo está pasando Lexie? —interrumpió Tina—. ¿Lo llevas bien? Mi hija preguntaba por ella y se preguntaba si podían volver a jugar juntas, lo cual estaría genial. —Hizo una pausa y se inclinó hacia delante—. Pero, sólo para asegurarnos, Lexie no sufre de depresión, ¿no? He oído que puede ser bastante contagiosa para otros niños. Te odio, te odio, te odio. Sonreí.
—Oh, no, Lexie está bien. Estamos bien. Todo está bien.
—¿Entonces, volverás a nuestras reuniones del club de lectura? Todos los miércoles en casa de Kitty. Las niñas se quedan en el sótano jugando mientras nosotras hablamos de una novela. Esta semana estamos leyendo Orgullo y Prejuicio.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 5
BRITTANY
—No. —Sí lo estas, ¡¿no?! Eres tan irrespetuosa a veces. —Mamá, tengo que ir a trabajar —mentí—. ¿Está bien si te llamo más tarde? De pronto mañana.
De pronto la próxima semana. Sólo necesito espacio. —Está bien. Pero que no se te olvide quién estuvo ahí para ti cuando no tenías a nadie, nenita. Claro, los padres de Sam probablemente te ayudan ahora, pero llegará un momento en que te darás cuenta de quién es tu verdadera familia, y quién no lo es. Nunca estuve tan agradecida de terminar una llamada telefónica. A veces me paraba en el patio trasero y miraba hacia los arbustos silvestres y la hierba alta, intentando recordar cómo solía verse. Sam hizo el lugar tan hermoso. Siempre tenía un buen ojo para los detalles a la hora de la jardinería, y casi podía imaginar el olor de las flores que plantó, las cuales ahora se hallaban todas muertas. —Cierra los ojos —me susurró Sam, acercándose con las manos detrás de su espalda. Hice lo que me dijo—. Nombra esta flor —dijo. El olor golpeó mi nariz y sonreí. —Jacinto. Sonreí más amplio cuando sentí sus labios besando los míos. —Jacinto —repitió. Mis ojos se abrieron. Colocó la flor detrás de mí oreja—. Pensaba en plantar unos cuantos cerca del estanque en el patio trasero. —Es mi flor favorita —dije. —Eres mi chica favorita —respondió.
Al parpadear, me encontraba de regreso, extrañando los olores del pasado.
Mis ojos se dirigieron a la casa de mi vecina, cuyo césped se veía aún peor que el mío. La casa estaba hecha de ladrillos de color marrón rojizo y tenía cuerdas de envoltura de color marfil alrededor de cada lado. Su hierba era diez veces más alta que la mía, y en el porche trasero vi a un gnomo de jardín roto en pedazos. Un bate de béisbol amarillo, de plástico, se escondía entre los crecientes mechones de hierba, junto con un dinosaurio de juguete. Una pequeña mesa para serruchar se ubicaba cerca del cobertizo, su pintura roja pelándose. Las pilas de madera se apoyaban contra el cobertizo, y me pregunté si alguien en realidad vivía en esa casa en absoluto. Parecía más abandonada que nunca, y no podía dejar de preguntarme sobre la mentalidad de mi prójimo. Detrás de todas las casas de nuestro bloque comenzaba el bosque de Meadows Creek. La zona se hallaba rodeada de árboles. Yo sabía que en lo profundo de los árboles existía un río estrecho escondido en los bosques oscuros que corrían por millas y millas. La mayoría de la gente no sabía que realmente existía, pero cuando estaba en la universidad, lo descubrí con Sam. En el estrecho río había una pequeña roca. En la pequeña roca se leían las iniciales S y B. Esas iniciales fueron talladas en el pequeño descanso de roca en el estrecho del río en los oscuros bosques cuando Sam me pidió casarme con él. Sin pensarlo mucho, me encontré caminando por el bosque y en poco tiempo me senté entre los árboles, mirando mi reflejo en el agua.
Una respiración. Los pequeños peces nadaban río abajo en paz, hasta que el agua empezaba a ondular tras escuchar un gran chapoteo. Volví la cabeza a mi izquierda para ver qué causó la conmoción, y mis mejillas se sonrojaron cuando vi a Santana de pie en el río sin camisa y con un par de pantalones cortos. Se inclinó hacia el agua y empezó a lavarse la cara, frotando sus dedos contra su cara. Mis ojos bailaban sobre sus pechos bronceados, que se veía tan firmes, y ella comenzó a lanzar agua contra su cuerpo, limpiándose a sí mismo. Tatuajes cubrían su brazo izquierdo y se envolvían a través de su pectoral. Estudié las marcas en su cuerpo, incapaz de apartar la mirada. Había más de los que podía contar, sin embargo, mis ojos trataron de tomar cada uno. Conozco esos tatuajes. Cada uno, una obra maestra diferente de las clásicas novelas para niños. Aslan de Narnia. Un monstruo de Donde viven los monstruos. El vagón de The Boxcar Children. A través de su pecho se encontraban las palabras “Aquí todos estamos locos” de Alicia en el País de las Maravillas. Mis entrañas explotaron por lo brillante de todo. No existía nada más impresionante que una mujer que no sólo conocía las historias más clásicas de todos los tiempos, sino que también encontró una manera de hacer de su cuerpo su propia biblioteca personal. El agua de su cabello mojado goteaba por su frente y caía sobre su pecho. De repente estuve congelada en mi lugar. Me preguntaba si sabía lo guapa pero igualmente aterradora que era. Mis pensamientos muy parecidos a esos viejos anuncios de Tootsie Roll Pop3 mientras miraba su cuerpo. “Señor Búho, ¿cuánto tiempo puedo mirar a esta mujer antes de que sea socialmente inapropiado?” “No sé, Britt. Vamos a averiguar. Uno, dos, tres…”3 Caramelo de dulce duro.
No me notó, y mi corazón latía fuertemente contra mi caja torácica mientras me alejaba del río, con la esperanza de no ser vista. Zeus se situaba atado a un árbol, y al verme, inmediatamente empezó a ladrarme. ¡Miércoles! Santana me miró, sus ojos tan indomables como antes. Su cuerpo se congeló, el agua goteaba desde su pecho hasta el borde de sus pantalones cortos. La miré, por un momento demasiado largo, y luego me di cuenta que miraba directamente a su entrepierna. Mis ojos se dirigieron de regreso a su mirada salvaje. No se movió una pulgada. Zeus seguía ladrando y moviendo la cola, tratando de soltarse del árbol. —¿Persiguiéndome? —preguntó. Sus palabras fueron cortas, negando cualquier oportunidad para una conversación, directo al grano. —¿Qué? No. Arqueó una ceja. Seguí mirando sus tatuajes. Ay, Huevos verdes con jamón del Dr. Seuss. Se dio cuenta de mi mirada fija. Mierda. Para, Britt. —Lo siento —murmuré, mi cara calentándose por los nervios. ¿Qué hacía ella aquí? Arqueó la otra ceja y no parpadeó ni una vez mientras miraba en mi dirección. A pesar de que ella podía hablar, parecía que le resultaba mucho más divertido hacerme sentir incómoda y ansiosa. Era difícil mirarla, porque estaba tan rota, pero cada parte cicatrizada de su existencia parecía atraerme. Vi todos sus movimientos en lo que desamarraba la correa de Zeus del árbol y se dirigía hacia la dirección por la que vino. Empecé a ir detrás de ella, para volver a mi casa. Ella se detuvo. Dio un lento giro en mi dirección. —Deja de seguirme —dijo entre dientes. —No lo estoy haciendo. —Sí, lo haces. —No. —Sí. —¡No, no, no! Inclinó su ceja de nuevo. —Eres como una niña de cinco años. —Se volvió y siguió caminando. Retomé mi rumbo también. De vez en cuando lanzaba una mirada y gruñía, pero no hablamos una palabra más. Cuando llegamos a la orilla del bosque, ella y Zeus se acercaron al patio salvaje al lado de mi casa. —Supongo que somos vecinas —le dije con una sonrisa. La forma en que me miró hizo que mi estómago saltara. Hubo un alto nivel de malestar en mi pecho, pero detrás de todo todavía sentía esa punzada familiar en mi interior que llegaba cada vez que me miraba a los ojos. Las dos fuimos a nuestras casas sin decir adiós. Cené sola en la mesa del comedor. Cuando miré por la habitación, a través de mis ventanas del comedor, vi a Santana sentada en su mesa de comer también. Su casa parecía tan oscura y vacía. Solitaria. Cuando volvió a mirar al otro lado y me vio, me enderecé. Le di una simple sonrisa y un pequeño hola. Se levantó de su silla, se acercó a sus ventanas, y cerró las cortinas.
No pasó mucho tiempo para percatarme que las ventanas de nuestros dormitorios también se hallaban una al lado de la otra, y ella se apresuró a cerrar esas cortinas también. Llamé para revisar a Lexie, quien por cómo sonaba, se encontraba excitada por el exceso de caramelos y el tiempo con los abuelos. Alrededor de las ocho me hallaba sentada en el sofá de la sala, mirando al vacío, tratando de no llorar cuando Rachel envió un mensaje.
Rachel: ¿Estás bien?
Yo: Estoy bien.
Rachel: ¿Interesada en algo de compañía?
Yo: No esta noche. Cansada.
Rachel: ¿Interesada en algo de compañía?
Yo: Durmiendo…
Rachel: ¿Interesada en algo de compañía?
Yo: Mañana.
Rachel: Te quiero, tetas.
Yo: Te quiero, senos.
Los golpes en la puerta principal que siguieron después de nuestro último mensaje no me sorprendieron. Me imaginé que no habría manera en que Rachel no pasaría por acá, porque sabía que cuando decía que estaba bien, normalmente me sentía lejos de estar bien. Lo que fue sorprendente fue que cuando abrí la puerta de entrada me encontré con una gran cantidad de personas. Amigos. Liderando la manada se encontraba Rachel, sosteniendo la botella de tequila más grande conocida por la humanidad.
—¿Interesada en algo de compañía? —Sonrió. Miré mi pijama, y luego una vez más al tequila. —Absolutamente. —Realmente pensé que nos cerrarías la puerta en toda la cara —dijo una voz familiar detrás de mí mientras me hallaba en la cocina, sirviendo cuatro tragos. Me giré para ver a Blaine mirando en mi dirección, lanzando la moneda que siempre parecía tener en su agarre, y salté a sus brazos por un fuerte abrazo—. Oye, Britt —susurró, jalándome para un abrazo más fuerte. Blaine era el mejor amigo de Sam, y durante mucho tiempo tuvieron el tipo de bromance4 que me hizo pensar que mi marido podría dejarme por un hombre. Blaine era un tipo de gran complexión con unos ojos y cabello negro. Trabajó en el taller mecánico del que asumió el control después de que su padre enfermara. Él y Sam se convirtieron en los mejores amigos cuando fueron emparejados como compañeros de cuarto en su primer año de universidad. A pesar de que Blaine dejó de ir a la escuela después del primer año con el fin de trabajar para su padre, él y Sam se quedaron cerca.
4 Hace referencia a una relación cercana no-sexual entre dos hombres.
Blaine me dio su sonrisa amable y me dejó ir. Levantó dos de los tragos que serví. Me entregó uno, y los tomamos juntos. Luego levantó los otros dos, y los acabamos también. Sonrió. —Ya sabes, esos cuatro eran para mí.
—Lo sé. Sólo le ahorraba un poco a tu hígado. —Vi cómo metía la mano en el bolsillo y sacaba un cuarto. La misma moneda que siempre volteaba entre los dedos sin parar. Era un hábito extraño de modo que lo vi haciéndolo incluso desde antes de conocernos. —Veo que todavía tienes esa moneda de las tuyas. —Reí. —Nunca salgo de casa sin ella —respondió con una sonrisa antes de colocarla de nuevo en su bolsillo. Estudié su rostro, me preocupaba la sustancia en su interior. Probablemente no lo sabía, pero a veces sus ojos se veían tan tristes. —¿Cómo estás? Sus hombros subían y bajaban. —Es agradable ver tu cara de nuevo. Ha sido un tiempo, amiga. Además, la forma en que simplemente desapareciste después... —Sus palabras se desvanecieron. Las palabras de todo el mundo siempre se esfumaban cuando se encontraban a punto de hablar de la muerte de Sam. Me pareció que era una buena cosa. —Estoy de vuelta. —Asentí y nos serví cuatro tragos más—. Lexie y yo estamos aquí para quedarnos. Sólo necesitamos un poco de aire, eso es todo. —¿Todavía conduces ese pedazo de auto de mierda? —preguntó. —Definitivamente lo hago. —Mordí el labio inferior—. Golpeé a un perro el otro día. Su boca se abrió. —¡No! —Síp. El perro salió bien, pero mi auto de mierda corrió hacia la cosa. —Voy a comprobarlo por ti —ofreció. Me encogí de hombros. —Está bien. Puedo casi andar a todas partes, ahora que estoy en la ciudad. No es gran cosa. —Será un gran problema cuando el invierno se presente. —No te preocupes, Blaine Anderson, que estará bien. Una sonrisa encontró sus labios. —Sabes que odio cuando utilizas mi nombre completo.
Reí. —Eso es exactamente el porqué lo hago. —Bueno, tenemos que hacer un brindis —ofreció Blaine. Rachel vino a la habitación y levantó en alto uno de los tragos. —Estoy cerca de todos los brindis cuando el tequila está involucrado. —Ella se rió—. O vodka, whisky, ron, alcohol… Me reí y los tres sostuvimos las copas de trago en el aire. Blaine se aclaró la garganta. —Porque los viejos amigos hagan nuevos comienzos. Te extrañamos y a Lexie, Britt, y estamos tan malditamente felices de tenerte de regreso. Que los próximos meses sean fáciles para ti, y puede que recuerdes que nunca estás sola. Con un rápido movimiento, tomamos los tragos. —Así que, la pregunta al azar. Quiero cambiar todas las cerraduras en el lugar justo para un nuevo comienzo. ¿Conoces a alguien que pueda hacer eso? —Definitivame Jake puede. —¿Jake? —Sabes del chico al que despedí, ¿por lo que podría contratarte? ¿El chico socialmente torpe en el café? Su padre tiene una tienda en la que Jake trabaja a tiempo parcial para ese tipo de cosas. —¿En serio? ¿Crees que me ayudará a salir? —Claro. Le diré que debe hacerlo, o de lo contrario voy a despedirlo. —Rachel le guiñó un ojo—. Es raro como todos salen, pero él es bueno y rápido en su trabajo. —¿Desde cuándo te gustan los chicos rápidos? —bromeé. —A veces una chica sólo necesita una polla, una cerveza, y la realidad de la televisión todo dentro de treinta minutos. Nunca subestimes el poder de un polvo rápido. —Rachel se sirvió otro trago y bailó lejos. —Tu mejor amiga puede ser la primera mujer que he conocido que realmente piensa como un hombre —bromeó Blaine. —Sabías que ella y Finn están… —¿Jodiendo? Absolutamente. Después de que te fuiste, ella necesitaba una novia con quien quejarse en persona, y de alguna manera decidió que parecía que tenía una vagina. Se apareció en la tienda de autos todos los días con una historia sobre Finn el gordito, que por cierto, me hizo sentir muy incómodo. Me reí. —¿Quieres decir que no te interesan sus apodos para sus sexorelaciones? Se inclinó. —Escamoso Frankie ¿Eso es una cosa real? —Rachel está lejos de ser una mentirosa. —Bueno, eso es desafortunado para el pobre Frankie. —Sonreí, tal vez por el alcohol, tal vez porque Blaine me recordó a algunos de los mejores recuerdos. Saltó sobre el mostrador y palmeó un lugar junto a él, que acepté—. Así que, ¿cómo lo está haciendo la señorita Lexie? —Descarada como siempre. —Suspiré, pensando en mi nena. —Al igual que su madre. —Se río. Lo empujé suavemente en el hombro. —Sigo pensando que recibió el descaro fuerte de su padre. —Es verdad que era un bastante problemático. ¿Recuerdas cuando salimos para Halloween y Sam pensó que podía pelear con quien fuera, porque vestía como un ninja? Siguió gritando a todas y cada una de las personas que se encontró, pero en lugar de ser un impresionante ninja de la vida real, terminó con un ojo negro y nos echaron de tres bares. —Los dos nos reímos juntos, recordando que tan terriblemente borracho estuvo mi marido. —Si no recuerdo mal, tú no eras la mejor influencia para él. Siempre bebías un poco demasiado y te convertías en el tirón que incitaba a la gente para que siempre terminaran golpeando a mi marido. —Verdad. No soy la persona más agradable cuando tengo demasiadas bebidas, pero Sam entendía eso. Maldita sea. Echo de menos su trasero. —Suspiró. Paramos de reír, mis ojos cada vez más pesados. Sus ojos se volvieron pesados, también, y nos sentamos en silencio, extrañándole juntos—. Bueno —dijo Blaine, cambiando de tema—. El paisaje alrededor de este lugar es una mierda completamente. Puedo conseguir cortar el césped por ti, si lo deseas. Y tal vez arreglar la valla para mantener el lugar un poco más privado. —¡Oh, no! En realidad, creo que cuidaré de todo. Sólo estoy trabajando a tiempo parcial, por lo que me dará algo que hacer hasta encontrar un trabajo más estable. —¿Has pensado en volver a meterte en el diseño de interiores? La pregunta de la semana. Me encogí de hombros. —En realidad no he pensado mucho en nada durante el año pasado. —Totalmente comprensible. ¿Seguro que no quieres una mano alrededor de este lugar? No es gran cosa para que te ayude. —Sí, estoy segura. Llega un punto en que debo empezar a hacer las cosas por mí misma, ¿sabes? —Te escucho. Pero creo que deberías pasar por mi tienda el domingo. Tengo algo que quiero darte. Sonreí. —¿Un regalo? —Algo así. Dándole un codazo en el hombro, le dije que podíamos reunirnos el jueves por la noche si Lexie puede unirse a nosotros. Asintió y luego bajó la voz, mirando en mi dirección. —¿Cuál es la parte más difícil? Esa fue una pregunta muy fácil para responder. —Hay momentos en que Lexie hace la cosa más divertida, y me voy a la otra habitación a llamar Sam para que venga a verla. Entonces me detengo y recuerdo. —La parte más difícil de perder a alguien que amas es el hecho de que también te pierdes a ti mismo. Puse mi pulgar entre los dientes e hice ruido en mi uña—. Cosas bastante deprimentes. ¿Qué pasa contigo? ¿Aún sales con Kurt? Se encogió. —Realmente no hablamos nunca más.
No me sorprendió. Blaine era como Rachel en el compromiso.
—Bueno, no estamos sólo dos tristes e individuales guisantes en una vaina.
Con una risa, levantó la botella de tequila, y nos vertió otra ronda. —Aquí por nosotros. El resto de la agradable noche juntos se desvaneció. Recordé reírme de las cosas que probablemente no eran divertidas, llorar por cosas que no eran incluso tristes, y tener la mejor noche que tuve en mucho tiempo. Cuando desperté a la mañana siguiente, me halaba acostada en mi cama, no muy segura de cómo llegué allí. No dormía en la cama desde el accidente. Cogí la almohada de Sam y la abracé a mi cuerpo. Con una profunda inhalación de la funda de la almohada de algodón, mis ojos se cerraron. Incluso si no me siento así todavía, no se podía negar el hecho de que se trataba de casa. Esta era mi nueva normalidad.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Dom Jul 03, 2016 6:53 pm, editado 1 vez
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
ok hasta ahora todo se ha centrado en brittany y su dolor por el unico personaje que existe para ella en todas las historias, sam- boca de trucha, espero conocer pronto el otro lado, o sea santana, a quien por suerte no le pusieron a la eterna elaine, hasta luego!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Edad : 54
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
micky morales escribió:ok hasta ahora todo se ha centrado en brittany y su dolor por el unico personaje que existe para ella en todas las historias, sam- boca de trucha, espero conocer pronto el otro lado, o sea santana, a quien por suerte no le pusieron a la eterna elaine, hasta luego!!!!!
Hola, cada una tiene un capitulo donde van relatando como sucedieron sus perdidas, Britt tiene mas cap. por que es quien describe el dolor de Santana ya que es quien no ha se ha dejado amedrentar por el resentimiento de san.
En cuanto a la pareja de Britt y Boca Trucha, esperaba que no te molestara por que es una pareja que tampoco es que adore pero velo del lado amable ya que esta muerto desde el inicio de la historia, asi que no tenemos por que preocuparnos por su existencia solo por el fantasma de el que aun esta en la mente de Britt.
y pues Elaine tampoco aparece aca, es mas como mis adaptaciones son Brittana las proximas adaptaciones los unicos personajes utilizables seran Brittany y Santana
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 6
BRITTANY
Jake cambió las cerraduras de la casa esa semana. Rachel lo llamó espeluznante, pero había algo tan agradable en él. Tenía el cabello oscuro y gafas rectangulares que ocultaban sus dulces ojos marrones. Sus voz siempre sonaba baja cuando me hablaba, y tan dulce. Si él pensaba que me había ofendido, lo cual nunca haría, se retractaba amablemente y se disculpaba con una pizca de tartamudeo. —De hecho, algunos de estos bloqueos son muy malos, pero otros se encuentran en muy buen estado. ¿Seguro que quieres cambiarlos todos? —preguntó—. Lo siento, esa era una pregunta estúpida. No me lo habrías pedido si no necesitaras cambiarlo. Lo siento —se disculpó.
—No, está bien. —Sonreí—. Sólo quiero un nuevo comienzo, eso es todo. Empujó sus gafas en la nariz y asintió. —Claro. Bueno, se puede hacer aquí en un par de horas más o menos. —Perfecto. —¡Oh! También, déjame mostrarte algo. —Corrió a su auto y regresó con una pequeña cosa en la mano—. Mi papá también acaba de conseguir un nuevo acuerdo, cámaras de seguridad si te interesan. Las cámaras son así de pequeñas y podrían ser fácilmente escondidas fuera de vista. Algunas cámaras podrían ser colocarlas alrededor del lugar para mayor seguridad. Sé que si fuera una mujer hermosa con mi hija, podría querer protección adicional. Sonreí, ésta vez con cautela. —Creo que esperaré un tiempo. Gracias otra vez, Jake. —No hay ningún problema. —Se rió—. La única persona que ha comprado una hasta ahora es Blaine, así que dudo que vaya a ser un éxito de ventas como mi papá esperaba. Trabajaba rápido y era bueno en lo que hacía. Antes de darme cuenta, todas las cerraduras de la casa eran completamente nuevas. —¿Hay alguna otra cosa en que te pueda ayudar? —preguntó. —¡No! Eso es todo. En realidad, será mejor que me vaya. Tengo que estar en el café en unos diez minutos, y mi auto se averió, así que debo caminar hasta allí. —De ninguna manera. Te daré un aventón. —No, no. Puedo caminar. —Ya empieza a lloviznar. No querrás quedar atrapada en la lluvia. Realmente no es gran cosa.
Mi nariz se arrugó. —¿Estás seguro? —Por supuesto. —Mantuvo la puerta del pasajero de su auto abierta—. No hay problema. Mientras nos dirigíamos a la ciudad, Jake me preguntó por qué pensaba que a Rachel no le gustaba él, pero hice mi mejor esfuerzo para explicar que a Rachel no le gusta nadie al principio. —Dale un poco de tiempo, le caerás bien. —Dijo que tengo todas las características de un psicópata —bromeó. —Sí. Ella es una perra como eso.
—Y tú mejor amiga. Sonreí. —La mejor amiga que he tenido. El resto del camino a la ciudad, Jake todo lo que veíamos, diciéndome cualquier cosa y todo lo que sabía sobre ellos. Me dijo que, como la mayoría de la gente pensaba que era extraño, lo ignoraban, pero que eso le hizo fácil espiar todos los chismes alrededor de la ciudad. —Esta de la derecha es Lucy —dijo Jake, apuntando hacia una chica en su teléfono celular—. Es la persona con mejor ortografía en la ciudad. Incluso ganó el concurso anual de ortografía cada año durante los últimos cinco años. Y la de allí es Mónica. Su papá es un alcohólico en recuperación, pero entre tú y yo, sé que bebe fuera de casa en Bonnie Deen los viernes por la noche. Y el de allí es Jason. Pateó mi culo hace unos meses porque pensó que lo llamé de forma indebida. Sin embargo, se disculpó, diciendo que era culpa de algunos medicamentos malos.
—Guau, realmente acerca de todo sobre todos. Asintió. —Tendrás que permitirme que te lleve en algún momento a dar un paseo por la ciudad o algo así. Entonces podré mostrarte la locura que sucede alrededor de este lugar.
Sonreí. —Eso sería increíble. —Mientras llegábamos a la cafetería, mi estómago se tensó al mirar al otro lado de la calle—. ¿Qué pasa con ella? —le pregunté, viendo a Santana corriendo por la calle con sus auriculares puestos. Cuando llegó a la tienda del señor Henson, se quitó los auriculares y entró—. ¿Cuál es su historia? —¿Te refieres a Santana? Es una idiota. Y un poco loca también. —¿Loca? —Bueno, trabaja para el señor Henson. Tienes que estar un poco loco para trabajar con él. El Sr. Henson practica el vudú y esas cosas en su trastienda. Es extraño. Es una buena cosa que Blaine esté tratando de conseguir que cierren esa tienda. —¿Qué? —¿No lo has oído? Blaine quiere ampliar su taller de autos, y la tienda del señor Henson es lo único que le impide hacerlo. Ha estado intentando iniciar protestas para conseguir que el señor Henson renuncie a su tienda. Dice que es un desperdicio de espacio ya que nadie entra en el lugar. No podía dejar de preguntarme cuál era realmente la historia detrás de la tienda del señor Henson, y no podía dejar de preguntarme por qué Santana encontró trabajo allí. Durante mi turno, de vez en cuando sería vista en la calle frente a la tienda del señor Henson, donde Santana estaría moviendo las cosas. La tienda se encontraba llena de todo tipo de cosas mágicas. Cristales, cartas de tarot, varitas… —¿Tienes un vibrador? Como las palabras salieron de la boca de mi mejor amiga, me solté de mi divagación mental. Casi se me cayeron las tres bandejas de hamburguesas y patatas fritas que intentaba equilibrar. —¡Rachel! —susurré con un chillido, mis mejillas se sonrojaron al instante.
Miró alrededor de la cafetería, sorprendida por mi respuesta a su pregunta no tan apropiada. —¿Qué? Actúas como si simplemente te pregunté si tenía herpes. Los vibradores son una cosa normal hoy en día, Britt, y pensé el otro día en que tu vagina se envejecería. Mi cara se hallaba en llamas. —Qué bien por ti. —Me reí, ajusté las bandejas frente a tres señoras mayores que miraban de forma maleducada y con disgusto—. ¿Les puedo ayudar en algo? pregunté. —Tal vez su amiga podría utilizar un filtro. —Confíe en mí, lo he intentado. —Sonreí y me acerqué a Rachel, rogándole que mantuviera la charla de mi vagina bajo perfil. —Oye, Britt, todo lo que digo es que ha pasado un largo tiempo desde que has tenido alguna acción. ¿Qué se siente ahí abajo? ¿Es un poco como George de la Selva se reúne con Las chicas de oro? ¿Hay más pelo por debajo de aquí? —preguntó, golpeando mi cabeza.
—No voy a contestar eso. —Metió la mano en el bolsillo del delantal y sacó su pequeño libro negro, que siempre provocó problemas en el pasado—. ¿Qué haces? —pregunté con cautela. —Estoy encontrando una polla para ayudarte esta noche. —Rachel. No creo que esté lista para ese tipo de conexión emocional con alguien. —¿Qué demonios tiene que ver el sexo con las emociones? —se preguntó, completamente en serio. Ni siquiera sabía cómo hacer frente a esa pregunta—. De todos modos, sé que este hombre puede ayudar a limpiar tu jardín de malas hierbas. Su nombre es Edward. Es un genio creativo cuando se trata de eso. Una vez, dibujó corazones allí conmigo para San Valentín. —Eres tan inquietante. Sonrió. —Lo sé. Pero puedo hacer una cita con el joven manos de tijera para ti, y entonces puedes elegir cualquier tipo de mi libro para tener un agradable, fácil, encuentro de una sola noche. —No hago lo del sexo casual. —Bueno. Ustedes pueden acostarse a hacerlo, si lo desean. —Sonrió—. Pero en serio, Britt. ¿Has pensado en salir? El simple hecho de que haya alrededor un par de tipos. No tiene que ser nada grave, pero creo que podría ser bueno para ti. No quiero que te quedes atascada en punto muerto. —No estoy en un punto muerto —argumenté, un poco ofendida—. Puesto que tengo una hija. Y que sólo ha pasado un año desde la muerte de Sam. Guau. Me sentía un tanto impresionada por la forma en que salió de mi boca sin ninguna reacción violenta emocional. —No tenía la intención de ser dura. Sabes que te amo, y sabes cuánto significaba Sam para mí. —Lo sé... —Mira, soy una prostituta, pero incluso a las prostitutas se les rompe el corazón a veces, y para mí, cuando las cosas son difíciles de superar, el sexo siempre ayuda. Reí. —No creo estar preparada para eso todavía, pero lo tendré en cuenta.—Entiendo, cariño. Pero si llegas a un punto en el que sientes como si necesitas mi pequeño libro, sólo házmelo saber.
Sonreí. —Tu libro parece tan pequeño. Podría jurar que antes era más grande.
Su mano se sumergió en su delantal de nuevo, y sacó dos libros más. —No seas tonta. Sólo trataba de parecer una dama mostrándote sólo uno a la vez.
Durante mi descanso, la curiosidad pudo más que yo, y me encontré parada frente a la tienda del señor Henson. A los pocos segundos, era fácil decir que el señor Henson prácticamente no vendió nada. La mitad de la tienda era una tienda de café, mientras que la otra mitad se creó como un armario repleto de cosas que vi en muchas historias sobrenaturales. Cuando entré, la campana sonó por encima de la puerta, haciendo que el señor Henson y Santana se miraran entre sí como confundidos. Cuando se volvieron hacia mí, hice mi mejor esfuerzo para actuar con normalidad mientras exploraba la tienda, a pesar de que aún podía sentir sus ojos en mí. Hice una pausa por un momento, llegando a la plataforma superior de una de las estanterías de libros. ¿Un libro de hechizos? Está bien, entonces. La unión fue atada con una cuerda, y se encontraba cubierto de polvo. Cogí otro libro. Ambas piezas parecían más viejas que la suciedad, pero todavía algo hermosas. Papá siempre quiso encontrar joyas viejas como las de tiendas vintage. Tuvo una enorme colección de libros antiguos en su estudio, que se hallaban en diferentes idiomas o sobre temas de los que no tenía ninguna idea, pero amaba la forma en que las portadas se sentían y veían. —¿Cuánto por estos dos? —le pregunté al Sr. Henson. Permaneció en silencio. Arqueé una ceja—. Lo siento. ¿Está cerrado? —Cuando mi mirada fija se quedó en Santana, sostuve los libros contra mi pecho y mis mejillas se sonrojaron—. Hola.
El Sr. Henson corta en la conversación, que era probablemente lo mejor.
—¡Oh! No, no. Estamos abiertos. Simplemente no tenemos muchos visitantes. Especialmente los visitantes tan fáciles de ver cómo lo eres —dijo el Sr. Henson, sentándose en el borde de la encimera—. ¿Cuál es tu nombre, querida? —Su comentario rompió mi mirada fija lejos de Santana, y me aclaré la garganta, un poco contenta por la distracción. —Brittany. ¿Y tú?
—Soy el señor Henson. Y si no fuera tan viejo te invitaría a bailar en la antigua casa del granero. —¿Bailar? ¿Qué le hace pensar que una chica como yo estaría interesada en el baile? El Sr. Henson mantuvo la mirada de placer en su cara y no contestó. Me acerqué y me senté a su lado. —¿Ésta es tu tienda? —Lo es. Cada pulgada, cada esquina. A menos que la quieras. —El señor Henson rió—. Porque si la quieres, entonces es tuya. Cada pulgada, cada esquina. —Eso es muy tentador. Pero debo decir, que he leído todos los libros de Stephen King que hayan sido publicadas cinco veces y la idea de tomar una tienda llamada Cosas Necesarias es un poco alarmante.
—Entre tú y yo, pensé en llamarlo Oraciones Contestadas, pero no soy mucho un hombre religioso. Me reí. Santana lo hizo también. La miré, contenta de que nos reíamos al mismo tiempo, así que me detuve. Mis ojos cayeron a los libros. —¿Está bien si tomo éstos de sus manos? —Son suyos, de forma gratuita. —Oh, no... quiero pagar. De un lado a otro, ambos argumentamos sobre mi tomando los libros de forma gratuita, pero no habría tregua. El Sr. Henson finalmente doblegado. —Y es por eso que me quedo con los hombres. Las mujeres son demasiado parecidas a mí. Vuelve otro día y te daré una lectura del tarot gratis. Sonreí. —Eso suena divertido. Se puso de pie y caminó hacia la sala de almacenamiento. —Santana, regístrala, ¿quieres? —Se volvió hacia mí y me dio una leve inclinación de cabeza antes de desaparecer en la parte posterior. Santana se acercó a la caja registradora, y yo la seguí. Poco a poco coloqué los libros sobre el mostrador. Mis ojos se movieron a las fotos color tostado y negro del bosque enmarcado en la pared detrás de mí. —Hermoso —le dije, mirando las fotos. Santana dio un puñetazo en los números confeccionados para los libros. —Gracias. —¿Tomaste estos?
—No —dijo, echando un vistazo a las fotos—. Las tallé en madera y luego añadí la tinta negra. Mi boca se abrió en incredulidad, y me acerqué más. Cuanto más me miraba, más me di cuenta de que las “fotos” en realidad eran talladas en madera. —Hermoso —murmuré nuevamente. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, mi estómago se retorció con los nervios—. Hola —repetí, esta vez con un suspiro—, ¿cómo estás? Colocó mis artículos hacia arriba, ignorando mi pregunta. —¿Vas a jodidamente pagar o qué?
Fruncí el ceño, pero no parecía importarle. —Lo siento. Sí. Aquí tienes —le dije, entregándole el dinero. Le di las gracias, y antes de salir de la tienda, lo miré una vez más—. Actúas como una idiota todo el tiempo, y la ciudad sólo te conoce como esta mujer cruel, pero te vi en la sala de espera cuando te enteraste de que Zeus iba a estar bien. Te vi desmoronarte. Sé que no eres un monstruo, Santana. Sólo que no entiendo por qué finges serlo. —Ese es tu mayor error. —¿Cuál es? —pregunté. —Pretender por un segundo que sabes cualquier maldita cosa acerca de mí.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 7
SANTANA
2 ABRIL DEL 2014
CINCO DIAS HASTA EL ADIOS
Cuando el taxi nos dejó a papá y a mí en el hospital, corrí todo el camino hasta la sala de emergencias. Mis ojos se movían alrededor del espacio, en busca de algo, alguien familiar. —Mamá —grité, haciéndola levantar su vista de la sala de espera. Me quité la gorra de béisbol y corrí hacia ella. —Oh, cariño —gritó, corriendo para envolver sus brazos a mí alrededor. —¿Cómo están? ¿Cómo…?
Mamá empezó a sollozar más fuerte, su cuerpo temblaba. —Marley … Marley se ha ido, Santana. Estuvo aguantando durante tanto tiempo, pero fue demasiado. Me aparté y pellizque el puente de mi nariz. —¿Qué quieres decir con ido? Ella no se ha ido. Está bien. —Mis ojos se movieron a la mirada de papá, que se veía conmocionado. Confuso. Dañado—. Papá, dile. Dile que Mar está muy bien. Bajó su cabeza. Mis entrañas se sentían incendiadas.
—¿Santiago? —pregunté, casi segura de que no quería saber la respuesta.
—Está en terapia intensiva. Él no está haciéndolo muy bien, pero se encuentra… —Aquí. Él está aquí. —Pasé los dedos por mi cabello. Él se encontraba bien—. ¿Puedo verlo? —pregunté. Ella asintió. Me apresuré a la estación de enfermeras y me llevaron a la habitación de Santiago. Mi mano envuelta alrededor de mi boca mientras miraba a mi hijo pequeño, conectado a más máquinas de lo que creí posible. Un tubo bajaba por su garganta, vías intravenosas corrían a través de sus brazos, y su rostro se hallaba magullado y maltrecho—. Jesús… —murmuré. La enfermera me dio una sonrisa cautelosa. —Puede sostener su mano. —¿Por qué el tubo? Po.. por… ¿por qué tiene un tubo por la garganta? —tartamudeé, mi mente tratando de permanecer con Santiago, pero la verdad sobre Marley se arrastraba lentamente. Marley se ha ido, dijo mamá. Se fue. ¿Pero, cómo? ¿Cómo podía haberse ido?
—En el accidente, su pulmón izquierdo colapsó, y ha estado teniendo dificultades tomando aire y respirando. Es para ayudarle a respirar.
—¿No respira por su cuenta? Negó con la cabeza.
—¿Estará bien? —pregunté, mirando a los ojos de la enfermera y viendo su culpabilidad. —No soy su médico. Sólo ellos pueden… —Pero puedes decirme, ¿no? Si fueras yo, y acabaras de perder a tu esposa. —Las palabras forzaron a las emociones a salir de mí y me ahogaron—. Si ese niño fuera todo lo que te queda y tú eres lo único que le queda, querrías saber cuánta esperanza hay, ¿no? Le rogarías a alguien que te diga qué hacer. Cómo actuar. ¿Qué harías?
—Señor… —Por favor —le supliqué—, por favor. Sus ojos vacilaron al suelo antes de encontrar mi mirada. —Sostendría su mano. Asentí una vez, sabiendo que acababa de decirme más verdad que la que me disponía a escuchar. Me acerqué a la silla, al lado de la cama de Santiago y tomé su mano en la mía. —Hola, amiguito. Es mama. Estoy aquí, ¿de acuerdo? Sé que no he estado alrededor tanto como debería, pero ahora estoy aquí, ¿sí? mama está aquí y necesito que luches por mí. ¿Puedes hacer eso? —Mis lágrimas rodaron de mis ojos sobre sus mejillas mientras mis labios se posaron sobre su frente—. Mami necesita que trabajes en tu respiración. Necesitamos que mejores porque te necesito. Sé que la gente dice que el niño necesita a la madre, pero eso es una mentira. »Te necesito para seguir adelante. Te necesito para seguir creyendo en el mundo. Amiguito, necesito que despiertes. No te puedo perder también, ¿sí? Necesito que vuelvas a mí... Por favor, Santiago... vuelve a Mama. Su pecho se elevaba y cuando trató de exhalar, las máquinas comenzaron a sonar rápidamente. Los médicos llegaron corriendo, y sacaron mi mano de Santiago, la cual temblaba incontrolablemente. Todos ellos comenzaron a gritarse el uno al otro, diciendo palabras que no entendía, haciendo cosas que no podía comprender. —¡¿Qué está pasando ?! —grité, pero nadie me escuchó—. ¡¿Que está pasando?! ¡Santiago! —grité cuando dos enfermeras trataron de sacarme de la habitación—. ¿Qué hacen? ¿Qué... ¡Santiago! —dije, cada vez más fuerte a medida que me empujaban fuera de la habitación—. ¡SANTIAGO!
Tarde el viernes por la noche, me senté en mi mesa del comedor y marqué un número que previamente fue tan familiar para mí, pero que no utilicé mucho en los últimos días. Cuando sonó, sostuve el teléfono en mi oído. —¿Hola? —dijo una voz, suave y tersa—. Santana, ¿eres tú? —El estado alerta de sus sonidos hizo girar mi estómago—. Hija, por favor, di algo... —susurró.
Golpeé el puño contra mi boca, pero no respondí. Colgué el teléfono. Siempre colgaba. Me senté sola en la oscuridad por el resto de la noche, dejándola que me tragara entera.
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CAPITULO 8
BRITTANY
El sábado por la mañana estaba segura de encontrarme a segundos de despertar a todo el vecindario mientras intentaba encender el cortacésped, que rugía cada pocos segundos. Sam siempre lo hizo parecer tan fácil cuando se ocupaba del césped, pero yo no tenía la misma suerte. —Vamos. —Tiré fuertemente de la cadena para encender el motor una vez más, y tras unos chisporroteos, siguió adelante y murió—. ¡Santo Dios! —Seguí intentándolo una y otra vez, mis mejillas se sonrojaron cuando unos cuantos vecinos del otro lado de la calle empezaron a mirarme desde sus casas. Cuando una mano se apoyó contra la mía, justo cuando iba a volver a tirar de la cadena, salté sobresaltada. —Para —me riñó Santana, tenía las cejas fruncidas y los ojos llenos de irritación—. ¿Qué demonios haces? Fruncí el ceño, fijando la mirada en sus labios apretados. —Cortando el césped. —No estás cortando el césped. —Sí que lo haré. —No, no lo harás. —¿Entonces, qué estoy haciendo? —pregunté. —Despertando a todo el jodido mundo. —Gruñó.
—Estoy segura de que la gente ya se hallaba despierta en Inglaterra.
—Para de hablar. —Umm. Parecía ser que no era una persona madrugadora, vespertina o nocturna, así que tenía eso a su favor. Apartó el cortacésped de mí. —¿Qué haces? —pregunté. —Cortarte la hierba para que dejes de despertar a todo el jodido mundo, salvo a Inglaterra. No sabía si debía reír o llorar. —No puedes cortar el césped. Además, creo que está roto. —El cortacésped se encendió segundos después de que tirara de la cuerda. Bueno, esto es vergonzoso—. Pero en serio. No puedes cortarme el césped. No volteó ni un momento para mirarme. Se limitó a completar su trabajo… el mismo trabajo que nunca le pedí que hiciera. Me encontraba a segundos de seguir discutiendo con ella, pero luego recordé que mató a un gato por maullar mal y, bueno, me gustaba bastante mi pequeña y aburrida vida y no quería arriesgarme a morir. —Hiciste un gran trabajo con el césped —dije, observando a Santana mientras apagaba el cortacésped—. Mi marido… —Me detuve, tomando aire—. Mi difunto marido solía cortar la hierba en diagonal. Decía: “Cariño, mañana recojo las briznas, ahora estoy muy cansado.” —Me reí para mí misma, mirando a Santana, pero en realidad ya no veía nada—. Las briznas se quedaban ahí por lo menos una semana, tal vez dos, lo que es raro porque siempre trataba mucho mejor los céspedes de los demás. Pero aun así, me gustaban las briznas. —Mi garganta se contrajo y el ardor de las lágrimas entró en mis ojos. Le di la espalda a Santana y sequé las pocas que cayeron—. Bueno, me gustan las diagonales que has hecho. —Estúpidos recuerdos. Agarré el pomo blanco de metal y abrí la puerta de la mosquitera, pero mis pies se detuvieron cuando le oí. —Se acercan sigilosamente a ti así y te tiran al suelo —susurró como si fuera un alma abandonada que se despidiera con un beso de sus seres queridos. Su voz era más suave que antes. Todavía era profunda y un poco ronca, pero esta vez tenía un poco de inocencia en sus sonidos—. Los pequeños recuerdos. Me volví para mirarla a la cara, se apoyaba en el cortacésped. Su mirada tenía más vida de lo que nunca presencié, pero era una clase de vida triste. Unos ojos rotos y atormentados. Inhalé para evitar caer. —A veces creo que los pequeños recuerdos son peores que los grandes. Puedo soportar recordar su cumpleaños o el día de su muerte, pero recordar las pequeñas cosas como la forma en que cortaba la hierba, o cómo sólo se leía los cómics del periódico, o cómo sólo se fumaba un cigarro el día de fin de año… —O la forma en que se ataba los zapatos, o saltaba en los charcos, o tocaba la palma de mi mano con su dedo índice y siempre dibujaba un corazón… —¿También has perdido a alguien? —A mi esposa. Oh. —Y a mi hijo —susurró, en voz más baja que antes. Mi corazón se rompió en pedazos por ella. —Lo siento tanto, ni me imaginaba… —Mis palabras se desvanecieron mientras se quedaba mirando a la hierba recién cortada. La idea de perder tanto al amor de mi vida como a mi pequeña era demasiado, me habría rendido. —La forma en que decía sus oraciones, la forma en que escribía las erres al revés, la forma en que rompía sus coches de juguete sólo para poder arreglarlos… —A Santana le temblaba la voz, al igual que su cuerpo. Ya no me hablaba a mí. Estábamos viviendo en nuestros propios mundos de pequeños recuerdos, y aunque nos encontrábamos separadas, de algún modo conseguíamos sentir a la otra. La soledad a menudo reconocía a la soledad. Y hoy, por primera vez, empecé a ver a la mujer detrás de su careta. Observé que los ojos de esa pobre alma se hinchaban de emoción al ponerse los auriculares en las orejas. Empezó a amontonar todas las briznas de hierba, sin volver a dirigirme una palabra.
La gente del pueblo la llamaba cabrona, y podía ver por qué. No era amable, no era estable, y se hallaba rota en todos los lugares correctos e incorrectos, pero no podía culparle por su frialdad. La verdad era que envidiaba un poco la habilidad de Santana de escapar de la realidad, de apartarse del mundo que la rodeaba. Debe de estar bien sentirse vacío de vez en cuando… Dios sabe que pensaba en perderme diariamente, pero tenía a Lexie para mantenerme cuerda. Si la hubiera perdido a ella también, habría vaciado mi mente de toda emoción, de todo el dolor. Cuando terminó con su trabajo, sus pies se detuvieron, pero su pecho siguió subiendo y bajando con fuerza. Se giró hacia mí, con los ojos rojos, sus pensamientos probablemente dispersos. Frotó la mano contra su ceja y se aclaró la garganta. —Listo. —¿Quieres algo de desayunar? —pregunté, poniéndome en pie—. He hecho suficiente para ti. Parpadeó una vez antes de empujar el cortacésped hacia mi porche.— No.
Caminó hacia su porche, desapareciendo de mi vista. Mientras me quedaba allí de pie, sola, cerré los ojos, puse las manos sobre mi corazón y, por un momento, también me perdí.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
bueno tienes razon y por lo menos el personaje de sam esta muerto, siento que el sufrimiento de santana es mas fuerte que el de britt, ella si se quedo totalmente sola mientras britt tiene a su hija y hasta a sus suegros cerca y a su amiga rachel, sin embargo creo que si y muy poco a poco le permitira a britt entrar en su vida!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Pues si San perdió mas que Britt, pero supongo que fue decisión de ella alejar a sus papás....
Ojalá que de vaya a abriendo poco a poco con Britt y ya quiero que haya un encuentro entre Lexie y San jajaja
Ojalá que de vaya a abriendo poco a poco con Britt y ya quiero que haya un encuentro entre Lexie y San jajaja
JVM- - Mensajes : 1170
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
micky morales escribió:bueno tienes razon y por lo menos el personaje de sam esta muerto, siento que el sufrimiento de santana es mas fuerte que el de britt, ella si se quedo totalmente sola mientras britt tiene a su hija y hasta a sus suegros cerca y a su amiga rachel, sin embargo creo que si y muy poco a poco le permitira a britt entrar en su vida!!!!
Hola TIenes razon el dolor de Santana es mayor que el de Britt ya que fueron dos perdidas, aunque Santana tiene amigos y a sus padres pero no quiere a nadie cerca.
Quiero que le den una oportunidad a esta historia es muy muy bella, y descubriran como el dolor las une,a mi en lo personal me ha tocado cada fibra de mi ser.
saludos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
JVM escribió:Pues si San perdió mas que Britt, pero supongo que fue decisión de ella alejar a sus papás....
Ojalá que de vaya a abriendo poco a poco con Britt y ya quiero que haya un encuentro entre Lexie y San jajaja
Holaa, quieres un encuentro entre lexie y Garrapata, jajajaj, te cuento a ultimo momento decidi que esta historia sera GP tambien, ya que con la adaptacion hay partes que uno tiene que eliminar y si eliminaba esa GRAN PARTE, perdia la esencia de parte de la historia.
saludos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 9
BRITTANY
A la mañana siguiente sabía que debía pasar por la tienda de autos de Blaine para la sorpresa que mencionó anteriormente esa semana. Emily, Bubba, y yo saltamos a la ciudad, ella cantando su propia versión de la banda sonora Frozen, queriendo sacarme mis pestañas, y Bubba siendo un animal de peluche agradablemente silencioso. —¡Tío B! —gritó Emily, corriendo hacia Blaine, cuya cabeza miraba bajo el capó de un coche. Blaine se dio la vuelta, su camisa blanca cubierta de manchas de aceite, y su rostro se vistió con la misma sustancia. La levantó en sus brazos y le dio una vuelta antes de tirar de ella en un abrazo estrecho. —Oye, pequeña. ¿Qué hay detrás de tu oreja? —le preguntó. —¡No tengo nada detrás de mí oreja! —Oh, pero creo que te equivocas. —Sacó su moneda de la suerte detrás de la oreja de Emily, haciéndola reír y reír, lo que a su vez me hizo sonreír—. ¿Cómo has estado?
Emily sonrió y entró en una historia profunda, invitando a la reflexión sobre cómo la dejé vestirse ese día, que terminó con un tutú púrpura, calcetines de arco iris, y una camiseta con los pingüinos de zombis. Sonreí. Blaine la miró como si verdaderamente estuviera interesado en su historia. Después de unos minutos, Blaine envió a Emily con un par de billetes de un dólar para ir atacar a la máquina de dulces con uno de sus trabajadores, Gary. Todo el camino, podía oír a Emily repitiendo la historia de cómo su vestimenta llegó a la vida al pobre Gary. —Es más linda de lo que me acuerdo. —Blaine sonrió—. Tiene tu sonrisa. Sonreí y le di las gracias, a pesar de que su sonrisa me recordaba más a Sam. —Por lo tanto, tengo algo para ti, ven aquí. —Me llevó a la habitación de atrás, donde una sábana cubría un coche. Cuando la quitó, mis piernas casi se doblaron debajo de mí. —¿Cómo…? —le pregunté, caminando alrededor del jeep, pasando mis dedos a través de él. El Jeep de Sam parecía más nuevo que nunca—. Se encontraba destruido. —Ah, los golpes y contusiones siempre pueden ser curados. —Esto tenía que costar una fortuna. Se encogió de hombros. —Sam era mi mejor amigo. Tú eres una de mis mejores amigas. Sólo quería que tuvieras algo familiar para volver a casa. —¿Siempre supiste que podría volver? —Todos lo esperábamos. —Blaine se mordió el labio inferior mientras miraba el jeep—. Todavía no puedo dejar de culparme a mí mismo. La semana antes del accidente le rogué que parara en mi tienda para poder darle al coche un ajuste. Él dijo que estaría bueno para unos cuantos meses más. No puedo evitar pensar que tal vez podría haber notado que algo estaba mal con el auto si se hubiera detenido verme. Si me hubiera dejado ver bajo el capó, entonces tal vez estaría aún... —Pellizcó el puente de su nariz y dejó de hablar. —No fue tu culpa, Blaine. Resopló y me dio una sonrisa tensa. —Sí, bien. El pensamiento sólo pasa por mi mente de vez en cuando. Ahora vamos, entra. Entré en el asiento del conductor y me senté. Mis ojos se cerraron y tomé unas cuantas respiraciones profundas mientras colocaba mi mano sobre el asiento del pasajero, a la espera de ese toque, el calor de la mano de otro para sostener. No llores. No llores. Estoy bien, estoy bien. Entonces sentí la mano de otro, y cuando mis ojos se abrieron, vi a la pequeña mano de Emily sentada en la mía, con chocolate por toda la cara. Sonrió ampliamente, causando que hiciera lo mismo.
—¿Estás bien, mamá? —preguntó.
Un respiro.
—Sí, bebe. Estoy bien. Blaine se acercó a mí y puso las llaves en mi mano. —Bienvenidas a casa, chicas. Recuerda, si me necesitas para ayudar con el césped y esas cosas, sólo hazme una llamada. —¡Garrapata ya lo hizo! —exclamó Emily. Blaine arqueó una ceja. —¿Qué? —De hecho, terminé por contratar alguien para hacerlo. Bueno, algo así. Le debía algún tipo de pago. —¿Qué? Britt, yo podría haberlo hecho de forma gratuita. ¿A quién contrataste? Sabía que no le gustaría la respuesta. —Su nombre es Santana...
—¡¿Santana López?! —Blaine pasó sus dedos por su cara, que empezaba a ponerse roja—. Britt, ella es una idiota. —No lo es. —Sí, está bien, lo es.
—Confía en mí, lo es. También es una chiflada de mierda. ¿Sabías que trabaja para el señor Henson? Es el maldito caso de estudio de la locura.
No sabía por qué, pero las palabras de Blaine hicieron sentirme como si estuviera hablando de mí. —Eso es realmente duro, Blaine.
—Es una locura. Y Santana es peligrosa. Sólo... déjame manejar el trabajo alrededor de la casa. Dios. Odio que viva al lado de ti. —Ella hizo un gran trabajo. Ciertamente no es un gran problema. —Lo es. Es sólo que, eres demasiado confiada. Debes usar la cabeza algo más que tu corazón. Tienes que pensar. —Ouch—. No me gusta en absoluto, Britt. Y dudo que Sam estuviera de acuerdo. —Sí, bien. Él no estará alrededor más —le susurré, sintiendo un poco de vergüenza y un dolor fuerte—. No soy una idiota, Blaine. Y puedo manejar esto. Sólo... —Hice una pausa, forzando una sonrisa—. Gracias por esto. Por el jeep. No sabes lo mucho que significa para mí.
Debió de ver a través de mi sonrisa falsa porque puso una mano en mi hombro. —Lo lamento. Soy un imbécil. Sólo me preocupa. Si algo te pasa...
—Estoy bien. Estamos a salvo. Lo juro. —Bueno. Bueno, sal de aquí antes de que diga algo más de lo que me arrepentiré. —Sonrió—. Emily, cuida de tu madre, ¿sí? —¿Por qué? Yo soy la niña, no ella —dijo Emily con descaro. No podía dejar de reír, porque tenía el cien por ciento de la razón.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 10
BRITTANY
Cada viernes, luego de dejar a Lexie en casa de sus abuelos, iba al centro por el mercado de los granjeros. Todos los pueblerinos se dirigían al centro de Meadows Creek para vender y comerciar con sus productos. Los olores del pan fresco, la exposición de flores, y el cotilleo de una ciudad pequeña siempre hacían que mi viaje valiera la pena. Sam y yo siempre veníamos al mercado para ver las flores frescas, así que cuando llegaba el viernes era con rosas frescas, siempre permanecía quieta en el medio de todo, inspirando los recuerdos y espirando el dolor. Durante mi excursión semanal al mercado de los granjeros, siempre veía a Santana caminando. No habíamos hablado desde que cortó el césped, pero no conseguía parar de pensar en sus ojos tristes. No podía parar de pensar en su esposa y en su hijo. ¿Cuándo los perdió? ¿Y cómo? ¿Cuánto tiempo estuvo viviendo Santana en su actual pesadilla? Quería saber más. A veces le veía caminar hacia el cobertizo de su jardín trasero, y se quedaba allí horas. La única vez que salía era cuando cortaba la leña con una sierra de banco, y luego volvía al interior y permanecía oculta. Cada vez que pasaba por mi lado mis mejillas se sonrojaban y volteaba como si no la hubiera visto. Aunque sí que le había visto. Siempre la veía, y no me hallaba exactamente segura de por qué.
Todos me decían que era una desalmada, y les creía. Vi las duras realidades que vivían en Santana. Pero también vi otro lado de ella que muchos no notaban. Le vi desmoronarse cuando supo que Zeus estaría bien. Le vi abrirse lentamente sobre la muerte de su esposa e hijo. Vi un lado amable y roto de Santana que a muchos parecía escapársele. Ahora, en mitad del mercado de granjeros, me hallaba muy intrigada por el otro lado de Santana. Cada semana caminaba como si no viera a nadie. Estaba concentrada en su misión, que siempre consistía en comprar bolsas de comida y flores frescas. Luego desaparecía en las colinas, deteniéndose en el puente donde siempre le daba toda la comida y las flores a un sintecho. Mientras le tendía las bolsas al individuo, me encontraba a tan sólo unos pasos de ella porque volvía a casa. Cuando me le acerqué, no pude evitar la sonrisa que se adueñó de mí. Empezó a caminar en dirección a su casa. —Hola, Santana. Miró hacia mí con ojos inexpresivos. Siguió caminando. Era como si hubiéramos vuelto al primer día. Apresuré mis pasos para mantenerme a la altura de sus largas zancadas.
—Sólo quería decir que pensaba que fuiste muy amable. Es muy dulce lo que haces por ese hombre. Creo que es muy… Se giró con rapidez y dio un paso hacia mí. Apretó la mandíbula y entrecerró los ojos. —¿Qué demonios crees que haces? —¿Qué? —balbuceé, confundida por su tono. Se acercó más. —¿Piensas que no sé la forma en que me miras? —¿De qué hablas? —Quiero que te quede clara una cosa —susurró con firmeza. Santana parpadeó una vez antes de que volvieran a aparecer sus ojos atormentados—. No quiero estar contigo de ningún modo, manera, o forma. ¿Vale? Corté tu jodida hierba porque me molestaba. Eso es todo. No quiero tener nada que ver contigo otra vez. Así que para con las malditas miradas. —Piens… ¡¿piensas que estoy ligando contigo?! —grité justo cuando llegamos a lo alto de la colina. Arqueó una ceja y dirigió una mirada que decía claramente: “Por supuesto que creo que estás ligando conmigo”—. Pensé que era bonito, ¡¿vale?! Le estás dando comida, ¡idiota! Y no intentaba pedirte que salieras conmigo o ligar contigo, sólo tener una conversación contigo. —¿Por qué querrías tener una conversación conmigo? —¡No lo sé! —dije, mis palabras dieron un salto mortal desde mi lengua. No tenía nada claro por qué habría querido tener una conversación con alguien que era tan cálida y fría a diario. Un día se abría sobre sus demonios y al siguiente me gritaba por decir hola. No puedo ganar—. Estúpida de mí por creer que podríamos haber sido amigas. Frunció las cejas. —¿Por qué iba a querer ser amiga tuya? Un escalofrío atravesó mi cuerpo. No sabía sí era por la ligera brisa o porque Santana invadía mi espacio personal. —No lo sé. Porque pareces sentirte sola y yo me siento sola. Y pensé… —No pensaste. —¿Por qué eres tan ruin? —¿Por qué siempre me observas? Mis labios se abrieron para hablar, pero ninguna respuesta vino a mi mente. Nos quedamos mirando, tan cerca que nuestros cuerpos casi se unían, tan cerca que nuestros labios casi se tocaban. —Toda la gente de este pueblo teme de mí. ¿Te doy miedo, Brittany? —susurró, sus respiraciones rozaban mis labios. —No. —¿Por qué no? —Porque te veo. La frialdad de su mirada se suavizó por un segundo, casi como si esas tres palabras la confundieran. Pero sí la veía. Veía más allá del odio en su mirada y notaba el dolor en su frunce. Veía las partes rotas que, de alguna forma, encajaban con las mías. Santana me atrajo contra su cuerpo sin pensar, sus labios se presionaron con dureza contra los míos. La confusión que nadaba en mi cabeza empezó a desvanecerse cuando su lengua se deslizó entre mis labios y correspondí al beso. Correspondí, y puede que incluso la besara más de lo que besaba ella. Dios, cómo lo echaba de menos. Echaba de menos besar. El sentimiento de caer contra alguien que te sostenía, evitando que tocaras fondo. La sensación de calidez ondeando contra tu piel mientras otra persona te proporcionaba tus siguientes respiraciones. Echaba de menos que me abrazaran, echaba de menos que me tocaran, echaba de menos que me desearan… Echaba de menos a Sam. Los besos de Santana eran rabiosos y tristes, arrepentidos y agonizantes, brutos y auténticos. Como los míos.
Mi lengua se deslizo por su labio inferior y presioné las manos contra su pecho, sintiendo sus rápidos latidos volando a través de las puntas de mis dedos… volando hacia mi cuerpo. Por unos segundos me sentí como me había sentido antes. Entera. Completa. Parte de algo divino. Santana apartó con fuerza la boca de la mía y se dio la vuelta, conduciéndome de regreso a mi actual y oscura realidad. Rota. Incompleta. Sintiéndome sola en todo momento. —No me conoces, así que para de actuar como si lo hicieras —dijo. Volvió a empezar a caminar, dejándome allí de pie, perpleja. ¡¿Qué ha sido eso?! —Tú también lo sentiste, ¿verdad? —pregunté, viéndola marcharse—. Parecía como si… parecía como si todavía estuvieran aquí. Parecía como si Sam estuviera aquí. ¿A ti te pareció como si tu esposa… Se dio la vuelta con fuego ardiendo en su mirada. —No vuelvas a hablar de mi esposa como si supieras algo de ella o de mí. —Volvió a darse prisa. Lo sintió. Sabía que lo había sentido. —No puedes… no puedes marcharte así como así, Santana. Podemos hablar. Sobre ellos. Podemos ayudarnos a recordar. —Mi mayor miedo era la idea de olvidar. Siguió caminando. Volví a ir tras ella. —Además, esa es la razón de convertirse en la amiga de alguien. Brittany. —Lanzó las manos al aire en señal de frustración y dio un paso hacia mí—. No quiero tener nada que ver contigo. —Dio un paso más. Yo di un paso atrás—. No quiero hablar contigo sobre tu jodido difunto marido. —Otro paso más—. No quiero contarte ninguna mierda sobre mi difunta esposa. —Paso, paso. Atrás, atrás—. No quiero tocarte. —Más cerca. Hacia atrás—. No quiero besarte. —Paso—. No quiero lamerte. —Atrás. Atrás. Paso. Paso—. Y estoy malditamente segura de que no quiero ser tu jodida amiga. Así que déjame en paz y ¡cierra la maldita boca! —bramó, de pie sobre mí, su voz salía de su boca como un trueno, haciendo que saltara del susto. Al dar un último paso atrás, el tacón de mi zapato resbaló con una roca, haciendo que rodara por la colina. Sentí en mi cuerpo cada sacudida y cada golpe por todo el camino de descenso. Salvo unos cuantos rasguños y mucha vergüenza, me encontraba bien. Santana estuvo junto a mí en un momento. —Mierda —murmuró—. ¿Estás bien? Ven —dijo, extendiendo la mano hacia mí. Rechacé su oferta y me levanté por mí misma. Sus ojos parecían llenos de preocupación, pero no importaba. Probablemente se llenarían de odio en un momento. Segundos antes de la caída me dijo que callara, así que eso era exactamente lo que haría. Le daría exactamente lo que quería. Cojeé hacia mi casa en silencio, sin mirar en su dirección ni una sola vez, aunque podía ver su patética mirada por el rabillo del ojo.
—¡¿Te empujó por una colina?! —gritó Rachel por teléfono. La llameé en cuanto regresé de mi interacción con Santana. Necesitaba que mi mejor amiga dijera que, pasara lo que pasara, yo tenía razón y Santana se equivocaba. Incluso si le llamé monstruo. —Bueno, no exactamente. Me gritó y como que tropecé. —¿Después de que te besara? —Sí. —Arg. La odio. La odio mucho.
Asentí. —También la odio. Era mentira, pero no podía decirle mis verdaderos pensamientos sobre Santana. Que teníamos tanto en común. No podía decírselo a nadie. Casi ni lo decía para mí misma.
—Pero ya que hablamos del tema, dime… —dijo Rachel, y casi pude ver su sonrisilla a través del teléfono—. ¿Usó la lengua? ¿Gruñó? ¿Andaba sin camiseta? ¿Te hizo una lancha motora5? ¿Tocaste sus abdominales? ¿Lamiste su afilada mandíbula? ¿Tiene el tamaño de un caballo? ¿Te excitaste? ¿Encontraste su Nemo? ¿Le hiciste un Grace a su Frankie? ¿Le hiciste un Justin a su Timberlake? —No puedo contigo. —Me reí entre dientes, pero mi mente todavía pensaba en el beso y en lo que significaba. Tal vez no significaba nada. O puede que lo significara todo. Suspiró. —Venga, dame algo. Estoy intentando follar, y esta llamada está matando las ganas. —¿Qué quieres decir con que intentas follar? —exclamé—. Rachel, ¿tienes sexo ahora mismo? —¿A qué te refieres? ¿A sexo-sexo? —¡Sí, sexo-sexo! —Bueno, si te refieres a que si ahora hay una polla en mi vagina, entonces sí. Supongo que medio podrías llamarlo sexo. —¡Oh, Dios mío, Rachel! ¡¿Por qué demonios contestaste al teléfono?! —Mmm, ¿porque las chicas van antes que las pollas? O sea, literalmente. —Se rió. A mí me dio una arcada. —Hola, Britt —oí que gritaba Finn al fondo. Otra arcada—. Te he puesto treinta horas en el horario de trabajo de la semana que viene. —Colgaré. —¿Qué? No. Ahora tengo mucho tiempo. —Eres inquietante. —Oh, para, Finn. Te dije que no mordieras eso. —Ay, por favor, mi mejor amiga era un bicho raro—. Bueno, cariño, tengo que irme. Creo que estoy sangrando. Pero en cuanto a ti, al menos busca algo de tiempo para meditar y aclarar tu cabeza. —¿Y por meditar te refieres a…?
—Tequila. Tequila de primera que quema en el vientre y ayuda con las malas decisiones. Eso sonaba bien.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 11
SANTANA
3 de Abril de 1994
Cuatro días hasta el Adiós
Me quedé en el porche trasero de mis padres mirando el martilleo de la lluvia contra el columpio que papá y yo construimos para SANTIAGO. El columpio se balanceaba hacia atrás y adelante contra el marco de madera.
—¿Cómo lo llevas? —preguntó papá, saliendo para unirse a mí. Zeus lo siguió y encontró un lugar para sentarse y permanecer seco en la esquina. Me volví a papá y me quedé mirando una cara que se parecía a la mía en casi todos los sentidos, excepto que tenía unos cuantos años más de edad y sabiduría en sus ojos. No respondí a su pregunta, pero volví a la lluvia.
—Tú mamá dijo que tenías problemas para escribir los obituarios —preguntó—. Puedo ayudar. —No necesito tu ayuda. —Gruñí suavemente, mis dedos formando puños, mis uñas clavándose en mis palmas. Odiaba lo enojada que me sentía cada día que pasaba. Odiaba cómo culpé a la gente a mí alrededor por el accidente. Odiaba que comenzaba a volverme más fría cada momento que pasaba—. No necesito a nadie. —Hija. —Suspiró, colocando su mano sobre mi hombro. Me aparté. —Sólo quiero estar sola.
Bajó la cabeza, y pasó sus dedos por la parte de atrás de su cuello. —Bueno. Mamá y yo estaremos adentro. —Un segundo después se dio la vuelta y abrió la puerta mosquitera—. Pero, Santana, sólo porque quieres estar sola, no significa que estás sola. Recuerda eso. Estamos siempre aquí cuando nos necesites. Escuché el portazo de la tela metálica y resoplé ante sus palabras. Estamos siempre aquí cuando nos necesites. La verdad del asunto era que "siempre" tenía una fecha de caducidad. Metiendo mi mano en el bolsillo de atrás, saqué el pedazo de papel que pasé las últimas tres horas mirando. Terminé el obituario de Marley temprano esa mañana, pero el de SANTIAGO seguía en blanco en mi mano, con sólo su nombre.
¿Cómo lo haría? ¿Cómo escribiría la historia de su vida cuando ni siquiera tuvo la oportunidad de empezar? La lluvia comenzó a golpear contra el papel y las lágrimas se acumularon en mis ojos. Parpadeé un par de veces antes de empujar el papel en el bolsillo. No lloraría. A la mierda las lágrimas.
Mis pies me llevaron por las escaleras del porche y en cuestión de segundos me hallaba empapada de pies a cabeza, convirtiéndome en una parte de la tormenta oscura que empezaba a gestarse. Necesitaba aire. Necesitaba espacio. Necesitaba escapar. Necesitaba huir. Comencé a correr sin zapatos, sin pensar y sin dirección. Zeus comenzó a correr detrás de mí. —¡Vete a casa, Zeus! —grité hacia el perro, que se encontraba tan empapado como yo—. ¡Vete! —grité, con ganas de estar sola. Corrí más rápido, pero mantuvo el ritmo. Empujé tanto que mi pecho ardía y la respiración se convirtió en una tarea. Corrí hasta que mis piernas dejaron de funcionar y mi cuerpo cayó al suelo. Un rayo cayó sobre nosotros, pintando el cielo con sus cicatrices, y empecé a llorar incontrolablemente. Quería estar sola, pero Zeus seguía allí. Siguió el ritmo con mi mente enloquecida, se encontraba justo a mi lado cuando toqué fondo, y no iba a dejarme. Se hallaba en mi cara, y me daba besos, dándome amor, y dándose a sí mismo para sostener cuando necesitaba a alguien más. —Está bien. —Suspiré, las lágrimas seguían cayendo mientras lo sostenía cerca de mí. Él gimió, casi como si también tuviera el corazón destrozado—. Está bien —dije nuevamente, besando la parte superior de la cabeza y frotando su lado. Está bien. Me encantaba correr descalza. Correr era algo con lo que me sentía bien. Me gustaba cuando mis pies huían. Me gustaba cuando se agrietaban y sangraban por la presión que sentían por el martilleo contra las calles de concreto. Me gustaba cuando recordaba mis pecados a través de los dolores de mi cuerpo. Me encanta hacer daño. Pero sólo a mí misma. Me encantaba hacer daño a mí misma. Nadie más tenía que ser herido por mí. Me alejé de la gente para no hacerles daño. Lastimé a Brittany, y no quería. Lo siento.
¿Cómo iba a pedir disculpas? ¿Cómo podría solucionarlo? ¿Cómo un beso me hace recordar? Ella cayó abajo por la colina, por mi culpa. Podría haberse roto los huesos. Podría haberse roto la cabeza. Podría haber muerto… Muerto.
Marley.
SANTIAGO.
Lo siento mucho.
Esa noche corrí más. Corrí por el bosque. Rápido. Más rápido. Fuerte. Más fuerte. Ve, San. Corre. Mis pies sangraron. Mi corazón lloró, golpeando contra mi caja torácica una y otra vez, meciendo mi mente, envenenando mis pensamientos cuando recuerdos enterrados comenzaron a resurgir. Ella podría haber muerto. Hubiera sido mi culpa. Lo habría causado.
SANTIAGO.
Marley.
No.
Los empujé hacia abajo. Caí en las carreras de dolor a través de mi pecho. El dolor era agradable. Era bienvenido. Me merecía el dolor. Nadie más, sólo yo. Lo siento tanto, Brittany. Me duelen los pies. Mi corazón duele. Todo duele. El dolor que se siente escalofriante, peligroso, real; se sintió bien. Se sentía tan condenadamente bien de una manera tan fea. Dios, me encantaba. Me encantaba tanto. Me encantaba el puto dolor. La noche se hizo más oscura. Me senté en mi cobertizo, intentando encontrar una manera de disculparme con ella sin la búsqueda de la necesidad de ser mi amiga. Las personas como ella no necesitaban gente como yo complicando sus vidas. La gente como yo no merecían amigos. Aunque, su beso…
Su beso me hizo recordar. Se sintió bueno recordar por un momento, pero luego lo arruiné, porque eso es lo que hice. No pude conseguir la imagen de Brittany cayendo abajo por la colina fuera de mi mente. ¿Qué demonios estaba mal conmigo? Tal vez siempre terminaré dañando a la gente.
Tal vez por eso perdí todo lo que me importaba. Pero sólo intentaba conseguir que dejara de hablar conmigo para que pudiera evitar lastimarla. No debería haberla besado. Pero quería besarla. Necesitaba besarla. Era egoísta. No salí de mi cobertizo hasta que la luna se hallaba muy por encima de mí. Cuando salí, me detuve y escuché el sonido de… ¿risas? Venían de los bosques. Debería haberme ido. Debería haberme metido en mis propios asuntos. Pero en cambio, seguí el sonido para encontrar a Brittany tropezando por el bosque, riendo para sí misma con los dedos envueltos alrededor de una botella de tequila. Era bonita. Y por bonita, me refería a la hermosa especie de bonito. El tipo de hermosura-bonita que era fácil y no necesita mucho mantenimiento. Su cabello rubio tenía ondas sueltas, y llevaba un vestido amarillo que parecía casi como si estuviera hecho sólo para su cuerpo. Odiaba pensar que era la hermosa especie de bonito, porque mi Marley fue el mismo tipo de hermosa-bonita, también. Brittany medio bailó cuando tropezó. Un tipo de vals ebrio.
—¿Qué haces? —pregunté, atrapando su atención. Bailaba hacia mi camino, de puntillas, y puso sus manos en mi pecho. —Hola, ojos tormentosos. —Hola, ojos de cielo. Se rió de nuevo, resoplando esta vez. Se encontraba borracha. —Ojos de cielo. Me gusta eso. —Golpeó ligeramente mi nariz—. ¿Sabes cómo ser divertida? Siempre pareces tan poco graciosa, pero apuesto a que puedes ser graciosa. Di algo gracioso. —Algo gracioso. Se rió, fuerte. Casi un fastidio. Pero no fue así. No era molesto en absoluto. —Me gustas. Y no tengo ni idea de por qué, señora Scrooge. Cuando me besaste, me recordó a mi marido. Lo cual es estúpido porque no eres nada como él. Sam era dulce, casi enfermizamente. Siempre me cuidó y abrazó, y me amó. Y cuando me besaba, lo quería. Cuando se apartaba del beso, siempre iba por otro. Y otro, siempre quería estar contra él. Pero tú, ojos tormentosos... Cuando te apartaste del beso, me miraste como si fuera un asco. Me hiciste querer llorar. Porque eres mala. —Se tambaleó hacia atrás, casi cayendo al suelo hasta que mis brazos fueron alrededor de su cintura, atrayéndola hacia una posición de pie—. Jum. Bueno, al menos me atrapaste esta vez. —Sonrió. Mi estómago se sacudió cuando vi el hematoma en su mejilla y el corte de su caída anterior. —Estás borracha. —No. Estoy feliz. ¿No puedes decir que estoy feliz? Estoy mostrando todas las señales felices. Estoy sonriendo. Me estoy riendo. Estoy bebiendo y bailando alegremente. Es… es… eso es lo que las personas felices hacen, Santana —dijo, pinchándome en el pecho—. Las personas felices bailan.
—¿Es así? —Ssssí. No esperaría que entiendas, pero trataré de explicar. —Siguió arrastrando las palabras. Dio un paso atrás, tomó un trago de tequila, y comenzó a bailar de nuevo—. Porque cuando estás borracho y bailando nada más importa. Estás girando, girando, girando, y el aire se vuelve más claro, la tristeza se pone más en calma, y te olvidas de lo que se siente por un tiempo. —¿Qué pasa cuándo paras? —Oh, verás, ese es el pequeñísimo problema del baile. Porque cuando te detienes —Sus pies se quedaron quietos y liberó la botella de cristal de su mano, haciendo que se rompiera contra el suelo—, todo se rompe en pedazos. —No estás tan feliz como dices —dije. —Eso es sólo porque he parado de bailar. Cayeron lágrimas de sus ojos mientras empezó a agacharse hacia el cristal roto. Intervine, deteniéndola. —Lo haré yo. —Te sangran los pies —dijo—. ¿Te cortó la botella? Bajé la mirada a mis pies, rosados y maltratados por mi carrera. —No. —Bien, entonces es que tienes unos pies muy feos y desafortunados. —Casi sonreí. Ella frunció el ceño—. No me siento muy bien, ojos tormentosos. —Sí, bueno. Has bebido suficiente tequila como para un pequeño ejército. Venga, te daré algo de agua. —Asintió una vez más antes de doblarse por la cintura y vomitar en mis pies—. O, bueno, vomita sobre mí. Soltó una risita mientras limpiaba la boca con su mano.
—Creo que eso ha sido el karma por ser una maleducada conmigo. Ahora estamos en paz. Bueno, parecía justo. La llevé en brazos de regreso a mi casa justo después del incidente del vómito. Después de lavarme los pies con el agua más caliente conocida por el hombre, la encontré sentada en el sofá de mi salón, mirando a su alrededor. Sus ojos todavía parecían profundamente borrachos. —Tu casa es aburrida. Y está sucia. Y oscura. —Me alegro de que te guste lo que he hecho con el lugar. —¿Sabes? Podrías usar mi cortacésped para tu jardín —ofreció—. A menos que pretendas algo como el palacio de la Bestia antes de conocer a Bella.
—No podría darme más igual que mi jardín estuviera de una manera o de otra. —¿Por qué? —Porque, a diferencia de algunos, no podría importarme más lo que mis vecinos pensaran de mí. Soltó una risita. —Eso significa que te importa lo que piense la gente. A lo que te referías era a que no podría importarte menos lo que pensaran. —Eso es lo que he dicho.
Siguió riéndose. —No es lo que has dicho. Dios, qué molesta eres. Y hermosa. —Bueno, a mí no podría importarme menos lo que piense la gente de mí. Resopló. —Mentirosa. —No es mentira. —Sí que lo es. —Asintió antes de morder su labio inferior—. Porque a todo el mundo le importa lo que piensen los demás. A todo el mundo le importa la opinión de los demás. Por eso no le he podido contar a mi mejor amiga que encuentro a mi vecina altamente atractiva, aunque sea una idiota. Porque las viudas se suponen que no deben volver a sentir nada por nadie… se espera que estés triste todo el tiempo. Pero no demasiado triste porque eso hace sentir a los demás muy incómodos. Así que la idea de besar a alguien y sentirlo entre tus muslos, y descubrir que las mariposas siguen existiendo… eso es un problema. Porque la gente juzgaría. Y no quiero que me juzguen, porque me importa lo que piensan. Me incliné hacia ella.
—Yo digo que se vayan a la mierda. Si piensas que tu vecina, el señor Henson, está bueno, que así sea. Sé que tiene unos cien años, pero le he visto haciendo yoga en su jardín, así que entiendo completamente tu atracción por él. Creo que incluso sentí un hormigueo entre mis piernas por su culpa. Estalló en carcajadas. —Él no es exactamente el vecino al que me refería. Asentí. Lo sabía. Cruzó las piernas y se enderezó en su asiento. —¿Tienes vino? —¿Parezco de la clase de persona que tiene vino?
—No. —Negó con la cabeza—. Pareces del tipo que bebe del tipo de cerveza más negra y consistente que hace que te salga pelo en el pecho. —Exactamente. —Vale. Tomaré una cerveza de pecho peludo, por favor —dijo. Salí de la sala y volví con un vaso de agua. —Aquí, bebe.
Se estiró hacia el vaso, pero su mano aterrizó en mi antebrazo, y la dejó ahí mientras estudiaba mis tatuajes. —Son todos libros infantiles. —Su uña trazó La telaraña de Charlotte—. ¿Los favoritos de tu hijo? —Asentí—. ¿Cuántos años tienes? —preguntó. —Treinta y tres. ¿Tú? —Veintiocho. ¿Y cuántos años tenía tu hijo cuando…? —Ocho —dije causando que sus labios se inclinaran hacia abajo. —Eso no es justo. La vida no es justa. —Nunca nadie dijo que lo fuera. —Sí… pero aun así esperamos que lo sea. —Mantuvo sus ojos en los tatuajes, viajando hacia arriba y pasando por el arco y la flecha de Katniss Everdeen—. A veces te oigo, ¿sabes? A veces te oigo gritando por las noches mientras duermes. —A veces te oigo llorar.
—¿Puedo contarte un secreto? —Sí. —Todos en el pueblo esperan que sea la misma chica que era antes de que muriera Sam. Pero ya no sé cómo ser esa chica. La muerte cambia las cosas. —Lo cambia todo. —Perdona por haberte llamado “monstruo”. —No pasa nada. —¿Cómo? ¿Cómo no va a pasar nada? —Porque así es como me cambió la muerte, convirtiéndome en un monstruo. Me acercó más a ella, haciendo que me arrodillara delante de ella. Sus dedos pasaron por mi cabello, y miró fijamente a mis ojos. —Es probable que mañana vuelvas a ser cruel conmigo, ¿verdad?
—Sí. —Eso pensaba. —Pero no irá en serio. —También pensaba eso. —Su dedo acarició mi mejilla—. Eres hermosa. Eres un monstruo, rota y hermosa. Mi dedo acarició su rostro arañado. —¿Duele? —He sentido dolores peores. —Lo siento tanto, Brittany. —Mis amigos me llaman Britt, pero dejaste bastante en claro que no somos amigas. —Ya no sé cómo ser una amiga —susurré. Cerró los ojos y apoyó la frente contra la mía. —Soy muy buena siendo amiga. Si alguna vez quieres, puedo darte algunos consejos. —Suspiró, presionando ligeramente los labios contra mi mejilla—. Santana. —¿Sí? —Antes me besaste. —Lo hice. —Pero, ¿por qué? —preguntó. Mis dedos se movieron hasta su nuca, y la acerqué lentamente a mí. —Porque eres hermosa. Eres una mujer rota y hermosa. Sonrió ampliamente y su cuerpo se agitó un poco. —¿Santana? —¿Sí? —Voy a volver a vomitar. Su cabeza llevaba en el váter más de una hora y yo me situaba a su lado, sosteniendo su cabello. —Bebe un poco de agua —dije, tendiéndole el vaso que puse en el lavabo. Se enderezó y dio un par de tragos. —Normalmente se me da mejor esto de beber. —Todos hemos tenido este tipo de noches. —Sólo quería olvidar por un tiempo. Dejar que todo se fuera. —Confía en mí —dije, sentada enfrente de ella—, sé lo que es. ¿Cómo te sientes? —Mareada. Tonta. Estúpida. Perdona por, bueno, vomitarte en los dedos de los pies. Sonreí. —El karma, supongo. —¿Eso ha sido una sonrisa? ¿Santana López acaba de sonreírme? —No te acostumbres —bromeé. —Mierda. Qué mal. Es bonita. —Hizo ademán de ponerse en pie y seguí sus movimientos—. Tu sonrisa ha sido la parte más brillante de mi día. —¿Cuál ha sido tu parte más oscura del día? —pregunté. —Tu ceño fruncido. —Exhaló mientras sus ojos se clavaban en los míos—. Debería irme. Pero gracias por controlar mi embriaguez.
—Lo siento —dije con la garganta un poco espesa—. Siento haberte hecho caer antes. Presionó sus dedos contra sus labios. —No pasa nada. Ya te he perdonado. Volvió a su casa, mucho más sobria, pero todavía moviéndose sobre las puntas de los pies. Me aseguré de que entrara a casa antes de irme a la cama. Cuando ambas llegamos a nuestros dormitorios, nos dimos un momento para ponernos junto a las ventanas y mirarnos. —Tú también lo sentiste, ¿no? —me susurró, hablando de nuestro beso.
No respondí, pero sí. Lo sentí.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Las dos están muy rotas...
Encima san que no se habré es mas difícil...
Un beso es un beso... Jajaja
Y para colmo a san la jusgan sin saber por que es así...!!
Encima san que no se habré es mas difícil...
Un beso es un beso... Jajaja
Y para colmo a san la jusgan sin saber por que es así...!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Jajajajajajaj.. Ame a Britt borracha
Y bueno ya fue obvia la atracción de ambas, ojalá San se vaya acercando mas a Britt poco a poco , porque en este momento son las únicas que se entienden a San todos juzgándola y a Britt presionándola y esperando cosas de ellas, cuando ellas deben de ver de que manera salen adelante solas.
También pobre San culpándose por lo que le paso a su familia y lastimándose como castigo, en fin espero que Britt la ayude jajajaj
Y yo súper feliz porque sera gp :D!!!! Jajajajaja
Y bueno ya fue obvia la atracción de ambas, ojalá San se vaya acercando mas a Britt poco a poco , porque en este momento son las únicas que se entienden a San todos juzgándola y a Britt presionándola y esperando cosas de ellas, cuando ellas deben de ver de que manera salen adelante solas.
También pobre San culpándose por lo que le paso a su familia y lastimándose como castigo, en fin espero que Britt la ayude jajajaj
Y yo súper feliz porque sera gp :D!!!! Jajajajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
pues a mi tambien me gustan mucho las historias gp, en fin, juzgan y juzgan sin saber, pero mientras lo hacen ellas se van acercando!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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