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Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 23
BRITTANY
Me llevó al cobertizo. Durante mucho tiempo, me preguntaba qué era lo que hacía dentro de esas paredes. Después de que lo desbloqueó, abrió las dos puertas de par en par. El espacio se encontraba oscuro y no podía ver nada, hasta que jaló de un cable de lámpara, encendiendo una luz. La habitación se iluminó mientras me llevaba dentro. —Santiago… —murmuré, mirando alrededor en una habitación en la que se creó como una mini biblioteca. Los estantes se hallaban llenos de novelas, libros tanto infantiles y cuentos más clásicos como Matar a un Ruiseñor y una enorme colección de Stephen King. Las estanterías fueron todas construidas a mano, y me di cuenta de que Santana fue quien las construyó. Había una estantería que contenía solamente juguetes: dinosaurios, autos, soldados de juguete. Sin embargo, los juguetes y las estanterías no eran lo que me sacudió más. Me quedé mirando las paredes de la caseta y estudié las palabras talladas en la madera. Parecía como si hubiese llenado las paredes con notas, con recuerdos, con disculpas.
—Cada vez que lo echaba de menos… cada vez que pensaba en él, tallaba en la madera —explicó mientras mis dedos corrieron por las palabras dolorosas que Santana sólo se compartió con él... hasta ahora. Siento que te dejé.
Lo siento por que no estuve allí.
Lo siento, no te dejé leer ciertos libros.
Lo siento, nunca te llevé de pesca.
Lo siento, nunca vas a enamorarte.
Me gustaría poder olvidar.
Te echo de menos…
—Además —susurró—, Marley siempre quiso que le construyera una biblioteca; Siempre lo aplazaba para mañana. Pensé que tenía más tiempo, pero a veces el mañana nunca llega y sólo te quedas con los recuerdos de los ayeres. Cuando encontré su mirada, ella hizo todo lo posible para desaparecer parpadeando. Podía ver el dolor que todavía vivía fresco en su mente, en su corazón. Di un paso hacia ella. —No fue tu culpa, Santana.Negó con la cabeza en desacuerdo. —Lo fue. Si no hubiera estado corriendo por ahí tratando de iniciar una carrera estúpida, podría haber estado allí. Podría haberlos mantenido con vida. —¿Qué pasó? ¿Qué pasó con ellos? Bajó la cabeza. —No puedo. No puedo hablar de ese día.
Levanté la cara para encontrar su mirada. —Eso está bien. Lo entiendo. Pero, sólo quiero que sepas que no fue tu culpa, Santana. Necesito que entiendas eso. Fuiste la mejor madre y esposa que podrías ser. —Sus ojos me dijeron que no me creyó. Tenía la esperanza de que un día lo hiciera—. ¿Cuál fue la parte más difícil para ti cuando los perdiste? ¿Cuál fue tu momento más bajo en la primera semana? Una vacilación la golpeó mientras sus labios se abrieron para hablar. —El día antes de su funeral, traté de suicidarme —susurró, muy cruda y abrupta—. Me senté en el baño de mis padres y traté de poner fin a mi vida. Oh, Santana...
—Recuerdo mirarme a mí misma en el espejo, sabiendo que mi corazón murió junto con ellos. Sabía que estaba muerta. He estado muerta desde entonces, ¿sabes? Concordaba con eso. Me hallaba bien con ser miserable y cruel, porque me convencí de que no merecía tener gente que se preocupara por mí. Empujé a mis padres lejos porque yo era mi propio fantasma. Deseaba tanto estar muerta, porque sentí que sería mejor, más fácil. Pero entonces has venido, y pude recordar lo que se siente el existir. —Sus labios se ponen contra los míos, y los latidos de mi corazón se aceleraron. Su voz me daba escalofríos—. ¿Brittany? —¿Sí? —Es más fácil contigo. —¿Qué es más fácil conmigo? Su mano encontró mi espalda inferior. Mis caderas arqueadas hacia ella, nuestros cuerpos convirtiéndose poco a poco en uno. Pasó los dedos contra mi cuello mientras cerré los ojos, y habló en voz baja a mi alma. —Estar viva. Tomé una respiración profunda. —Eres buena, San. Eres lo suficientemente buena. Incluso en los días que te sientes sin valor. —¿Puedo ver tu alma ahora? —preguntó. Asentí nerviosamente, y la llevé dentro de mi casa.
—¿Cartas de amor? —preguntó, sentada en mi sofá cuando abrí la caja de hojalata en forma de corazón. —Sí. —¿De Sam para ti? Negué con la cabeza. —Mi mamá las escribió para mi padre, y él le escribió de nuevo a ella, casi todos los días desde que se conocieron. Después de su fallecimiento, las leía cada día. Así como una manera de recordar. Pero un día, mamá las botó. Las encontré... y todavía las leo todo el tiempo.
Asintió en comprensión mientras cogió una y la leyó. —“Estás durmiendo a mi lado y cada segundo te quiero un poco más. —”. Eso siempre me hizo sonreír. —No siempre eran felices así. Habían algunas cosas que ni siquiera sabía de mis padres hasta que empecé a leer estas cartas. —Cavé en la caja por una en concreto—. Como ésta. “Sé que piensas que eres menos mujer. Sé que piensas que eres menos mujer y culpas a tu cuerpo por nuestra pérdida. Sé que piensas que eres menos mujer a causa de lo que dijeron los médicos. Pero te equivocas. Eres fuerte, sabia, e irrompible. Eres más que una mujer. Eres todo lo bello en el mundo, y yo soy un simple hombre con suerte de llamarte mi diosa. —”. Ni siquiera sabía que perdieron un hijo antes que yo. No sabía... —Sonreí tensamente a Santana, que entendia todo—. De todos modos. Mis padres son donde vi por primera vez el amor verdadero. Sólo deseo que Sam y yo hubiéramos escrito cartas el uno al otro. Hubiera estado bien. —Lo siento mucho —dijo. Asentí, porque yo también lo hacía. Cerré la caja de hojalata y me acerqué a ella en el sofá. —¿Cómo manejó tu mamá perderlo? —preguntó.
—No lo hizo. Usó a los hombres para olvidar. Se perdió el día que perdí a mi padre. Es triste porque, bueno, la echo de menos. —Echo de menos a mis padres. Después de que Marley y Santiago murieron, escapé de ellos, porque eran reconfortantes, y no creía que me merecía su comodidad. —Tal vez podrías llamarlos. —No lo sé... —susurró—. Todavía no estoy segura de que merezco su comodidad. —Pronto, sin embargo. —Sí. Quizás pronto. Así que... —dijo, cambiando de tema—. ¿Cuál fue la parte más difícil para ti esa semana? ¿Cuál fue tu más bajo?
—Um, decirle a Lexie. Ni siquiera lo hice de inmediato tampoco. La primera noche que yacía en su cama con ella, y preguntó cuándo volvía papá a casa. Rompí a llorar, y fue entonces cuando se hizo real para mí. Fue entonces cuando supe que mi vida nunca sería la misma otra vez. —Santana extendió su mano y pasó sus pulgares debajo de mis ojos, enjugando las lágrimas que no sabía que habían caído—. Está bien —prometí—. Estoy bien. Negó con la cabeza. —No lo estás.—Lo estoy. Estoy bien. Estoy bien. Sus ojos se estrecharon. —No tienes que estar bien todo el tiempo. Está bien estar herida a veces. Está bien sentirse perdido como si estuvieras dando vueltas en la oscuridad. Son los días malos los que hacen los buenos mucho mejor. Mis manos corrieron por su cabello y puse mis labios contra los suyos. —Bésame —le susurré, colocando mis dedos contra su pecho, disfrutando de la sensación de su corazón descansando entre mis manos. Dudó. —Si te beso, no podemos volver atrás. Si te beso... Nunca querré parar. Mi lengua bailaba lentamente a través de su labio inferior y luego la usé para separar su boca mientras hablaba en un susurro—: Bésame. —Sus manos se movieron a mi espalda baja y me acercó más a ella. Comenzó a frotar mi espalda en un movimiento circular. Estábamos tan cerca que era difícil saber si éramos dos personas separadas o una sola alma descubriendo su llama interior por primera vez.
—¿Estás segura? —preguntó. —Bésame.— Britt... Una pequeña sonrisa se extendió a través de mi boca mientras puse un dedo sobre sus labios. —Sólo lo voy a decir esta última vez, Santana. Bésa…No terminé mis palabras, y apenas la recordaba llevándome a mi dormitorio. Mi espalda se hallaba contra mi tocador mientras me encerraba. Ella apretó alrededor de mi cintura y nuestros labios se encontraron en el plazo de un momento. Su boca probaba cada pulgada de la mía mientras profundizaba nuestra conexión. Sus dedos viajaron por mi columna vertebral, enviando escalofríos a lo largo de mí. Se inclinó más cerca, y su lengua abrió mis labios, buscando mi lengua lista para bailar con la suya. Sus brazos se apretaron a mí alrededor, y clavé mis dedos en su espalda, aferrándose a ella como si fuera mi cosa favorita en el mundo. Ella es. Mi cabeza inclinada hacia un lado mientras mis manos se enredaron en su cabello, lo que la obligó a besarme más profundo, más duro, más rápido… —Santana. —Gemí contra ella, y ella gruñó en mí. Mi mano cayó al final de su camisa, y se deslizó hacia arriba, sintiendo el cuerpo apretado que se escondía debajo. Me encantó cómo se sentía. Me encantó cómo sabía. Me encantaba cómo me enamoraba de ella. No sabía que era posible. No sabía que los pedazos rotos de un corazón aún podrían superarse por el amor. Me levantó, sus manos apretadas alrededor de mi trasero, y me sentó en el borde de mi colchón. Sus respiraciones eran trabajosas, su hambre clara. —Te deseo tanto, Britt. —Suspiró mientras su boca chupaba mi oreja antes de pasar su lengua por mi barbilla y aterrizar sus labios contra los míos. La forma en que lamió mi boca como si estuviera tratando de encontrar cada pulgada de mí, cada degustar me hizo gemir en ella cuando empezó a deslizar sus manos por debajo de mi vestido. Observé mientras deslizaba mis bragas por mis caderas y las arrojaba a un lado de la habitación. Me acercó más a su cuerpo y extendió mis piernas, permitiéndome sentir su dureza. La mirada de anhelo en sus ojos me hizo sonreír. Supe entonces que siempre me haría sonreír. Sus dedos agarraron el borde de mi vestido, y poco a poco lo movió hacia arriba, estudiando cada pulgada de mí, cada curva. —Brazos —ordenó en un gruñido profundo, y levanté mis manos cuando tomó el vestido y lo tiró al lado de mis bragas—. Hermosa —murmuró antes de agacharse y besar mi cuello. Cada vez que sus labios conectaban con mi piel, sentí mis latidos del corazón acelerarse. Su lengua siguió la curva de mi sujetador cuando llegó detrás de mí, desenganchándolos y tirándolos a la pila. Envió escalofríos por todo mi cuerpo mientras sus pulgares hicieron círculos en mis endurecidos pezones. Empecé levantando su camisa, revelando su abdomen tonificado. —Brazos —ordené. Los levantó y la dejé caer encima uniéndose a la creciente pila. No perdió el tiempo bajando su boca a mi pecho de nuevo, deslizando su lengua por mis pechos. Sus labios me besaron duro, y chuparon más duro. Mis respiraciones crecieron más y más pesadas, más hambre y más hambre porque me tocara, me probara—. Santana, sólo... Oh, Dios mío —murmuré, mi cabeza cayó hacia atrás por la forma en que su lengua sabía cómo controlar mi cuerpo. —Acuéstate —ordenó. Hice lo que me dijo y cerré los ojos, pasando mis dedos a través de mi pecho. La anticipación de su próximo contacto me ponía nerviosa, pero muy emocionada. ¿Cuándo iba a tocarme, y dónde? Mis caderas se arquearon cuando sentí la humedad de su lengua recorrer contra mi cara interna del muslo. —Quiero probarte, Britt. Quiero saborear cada pulgada de ti —susurró contra mi piel. Sus manos se apoderaron de mi culo, y empujó mis caderas hacia ella mientras su lengua se deslizó muy dentro de mí. Me lamió lentamente y de manera constante mientras mi cuerpo se estremeció en su agarre. Me lamió más duro y más salvaje que mi cuerpo pedía más. Me lamió más profundo y más largo que enredé mis dedos en su cabello, sin desear nada más que ella dentro de mí. —Santana, por favor —rogué, meneando mis caderas mientras deslizaba dos dedos dentro de mí mientras seguía rodando su lengua dentro y fuera de mi humedad—. Te quiero… Una vez que se apartó, se levantó y empezó a desabrochar sus pantalones vaqueros. —Dime cómo lo quieres. Dime cómo me quieres —dijo, sus ojos nunca dejaron los míos.—No lo quiero suave —susurré, sin aliento. Mis ojos se encontraron con su dura erección presionada contra sus bóxers mientras salía de los vaqueros. Mis dedos se envolvieron alrededor del borde de sus bóxers y en unos segundos, estuvieron fuera—. Muéstrame las sombras que te mantienen despierto en la noche. Bésame con tu oscuridad. Me levantó de la cama y colocó frente a mí tocador, mis manos cayendo contra los cajones. Con prisa, llegó a los bolsillos de sus vaqueros, sacó su billetera, y agarró un condón, lo rasgó abriéndolo con desesperación y deslizó sobre su dureza. En unos momentos ella se hallaba de pie detrás de mí, su cuerpo apretado contra mi alma desnuda. Su dedo se arrastró por mi espalda hasta que llegó a las curvas de mi culo, y lo tomó en su agarre. —Britt —dijo, sus respiraciones a juego de la velocidad de la mía—. No voy a hacerte daño —prometió mientras agarraba mi pierna izquierda y la levantaba en su brazo. Lo sé, Santana. Lo sé. En un impulso, se deslizó en mi estrechez con fuerza, haciéndome gritar mientras mi espalda se arqueó de la sensación de ella entrando en mí. Mientras su mano izquierda sostenía mi pierna, la derecha se envolvió alrededor de mi frente para masajear mis pechos. Su respiración era áspera mientras hablaba. —Te sientes tan bien, Britt... Dios... te sientes tan... —Sus palabras se desvanecieron mientras seguía empujando en mí. Estar tan cerca de Santana, no sólo físicamente, sino en lo profundo de nuestra oscuridad; lágrimas se formaban en mis ojos. Ella era hermosa. Era aterradora. Era real.
Esto no es un sueño. Esto es real. Se deslizó fuera de mí y me dio la vuelta, así la enfrentaba.
Sus manos agarraron alrededor de mi trasero, y me levantó, obligándome a envolver mis piernas alrededor de su cintura, su cuerpo era lo único que me impedía caer. Nuestros frentes cayeron unas contra otra mientras se deslizó dentro de mí. —No cierres los ojos —suplicó. Sus ojos se encontraban llenos de lujuria, con pasión, ¿con... amor? O tal vez era mi amor que veía brillar a través de ella. De cualquier manera, me gustó la sensación que creaba en mí. Se mantuvo entrando en mí fuerte y saliendo lento. Mi núcleo temblaba, mis ojos con ganas de cerrarse, pero no pude. Tenían que permanecer abiertos. Tenía que verla. Me hallaba a unos segundos… Segundos lejos de mi cuerpo dando paso a ella. Segundos de distancia de perderme y encontrarme con Santana López dentro de mí. —Voy a... —murmuré, mi cuerpo temblaba mientras el orgasmo se apoderó de mí, mis palabras decaían. Mis ojos se cerraron y sentí sus labios presionar contra los míos mientras mi cuerpo se estremeció en su contra.
—Dios, me encanta eso, Britt. Me encanta mucho cuando te pierdes a ti misma en contra de mí. —Sonrió contra mis labios mientras gemía en ella. —Quiero todo de ti —le supliqué—. Por favor. —Soy tuya.
Esa noche nos quedamos dormidas en los brazos de la otra. En el medio de la noche, nos despertamos, y se deslizó dentro de mí de nuevo, encontrándonos juntas, perdiéndonos juntas. A la mañana siguiente, nos tocamos otra vez. Cada vez que entró en mí, era como si estuviera pidiendo disculpas por algo. Cada vez que me besó, era como si estuviera pidiendo perdón. Cada vez que parpadeaba, juré que vi su alma.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 24
BRITTANY
Cuando me desperté, me giré y noté que Santana faltaba en mi cama. Una parte de mí se preguntaba si la noche anterior fue un sueño, pero cuando mis dedos se posaron en la funda de la almohada a mi lado, recogí una nota.
Eres tan hermosa cuando roncas.
—SL.
Sostuve el papel en mi pecho antes de volver a leerlo una y otra vez. El sonido de una cortadora de césped era lo único que me detuvo de leer la nota de nuevo. Me coloqué un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas, con ganas de ir a ver a Santana cortándome el césped y besar sus labios suavemente, pero una vez que entré en mi porche, me detuve. No cortaba mi césped. Estaba cortando el suyo. Para todos los demás en el mundo, esto no habría parecido una gran cosa, ver a una mujer que corta su césped. Pero yo sabía que significaba más. Sabía que Santana López pasó meses sonámbula por la vida, y hoy, despertaba lentamente.
Santana y yo empezamos a dejar notas adhesivas alrededor de las casas mutuamente. A diferencia de las de mamá y papá, las nuestras no eran tan románticas. La mayoría de las veces, eran cursis y tontas… lo cual me hizo amarlas aún más. Creo que tienes un lindo trasero.
—BP.
A veces cuando estoy cortando el césped y te sientas en el porche leyendo tus libros sucios, veo tu rostro ruborizarse cuando llegas a una muy buena parte. Ese señor Darcy debe haber hecho algo loco en el cuerpo de Elizabeth.
—SL.
No sé si debo preocuparme o encenderme de que sepas los nombres de los personajes de Orgullo y Prejuicio.
BP.
Tú. Eres. Tan. Jodidamente. Hermosa.
—SL.
Toc Toc.
—BP.
¿Quién está ahí?
—SL.
Yo. Desnuda. A medianoche. En mi cama. Únete a mí. Trae un traje del Increíble Hulk y tu enorme monstruo verde.
—BP.
Por favor, por favor, por favor nunca llames a mi pene un monstruo verde. En una escala del 1 al 10, eso es un sólido “mata pasión”
—SL.
P.D.: Sin embargo, no voy a discutir con la palabra “enorme”. Incluso creo que debes ver otras palabras como: Enorme. Macizo. Gigantesco. Enviado por el Cielo.
Quiero que me abraces esta noche.
—BP.
¿Conoces ese lugar en medio de las pesadillas y sueños? ¿El lugar donde el mañana nunca viene y el ayer no duele más? ¿El lugar donde tu corazón late en sintonía con el mío? ¿El lugar donde el tiempo no existe, y es fácil respirar?
Quiero vivir allí contigo.
—SL.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 25
BRITTANY
Las semanas comenzaron a pasar, y si Santana no se encontraba besando mis labios, se hallaba en algún argumento descarado con Lexie. Peleaban por las cosas más extrañas, pero siempre terminaban riendo juntas.
—Te estoy diciendo, Tock, Iron Man es el mejor Vengador —dijo Santana, lanzándole papas fritas a Lexie desde el otro lado de la mesa.
—¡De ninguna manera! ¡Él no tiene un escudo genial como Capitán América, Garrapata! No sabes nada de nada.
—Sé algo de algo, así que ¡toma eso! —dijo, sacándole la lengua a Lexie. Ella se rió y le sacó la lengua a ella.—¡No sabes NADA!
Una conversación como esta sucedía cada noche, y yo empezaba amar a nuestro nuevo normal. Una noche, después acostar a Lexie en la cama, Santana y yo descansábamos en el piso de la sala, con libros en nuestras manos. Yo sostenía Harry Potter, mientras que sus ojos se enfocaban en la Biblia. A veces me giraba para mirarla y le atrapaba mirándome con una pequeña sonrisa en su rostro antes de volver a la lectura. —Está bien —dije, dejando el libro en mi regazo—. Tus pensamientos sobre la Biblia hasta el momento. Se rió y asintió. —Te hace pensar. Te hace querer saber más acerca de todo. —¿Pero? —pregunté, sabiendo que había un “pero” viniendo. —Pero... no entiendo ni el noventa y seis por ciento de lo que leo. —Se rió entre dientes, descartando el libro. —¿Qué quieres ser, Santana?
Se volvió hacia mí y entrecerró los ojos, sin saber lo que quise decir. —¿Qué? —¿Qué quieres ser? —pregunté de nuevo—. Nosotros nunca hablamos de lo que queremos, y simplemente tengo curiosidad. Se frotó el puente de su nariz y se encogió de hombros, incapaz de responder. —No lo sé. Quiero decir, en el pasado era una madre. Una esposa. Pero ahora... no tengo ni idea. Mis labios soltaron un callado suspiro, y fruncí el ceño. —Me gustaría que pudieras ver en ti misma lo que yo veo cuando te miro.
—¿Que ves? —Una luchadora. Fuerza. Valor. Alguien que ama profundamente y duro. Alguien que no huye cuando las cosas se ponen complicadas. Cuando te miro, veo a un sinfín de posibilidades. Eres inteligente, Santana. Y talentosa. —Se encogió. Negué con la cabeza—. Lo eres. Y podrías hacer cualquier cosa. Cualquier cosa que te propongas, la podrías hacer. Tu trabajo de madera es increíble; podrías hacer algo con eso. —Lo hacía —dijo—. Mi padre y yo estábamos empezando nuestro negocio, y el día del accidente, él y yo volábamos a Nueva York para reunirnos con algunas personas interesadas en ser nuestros socios de negocios. —¿Y no pasó nada? Sacudió la cabeza. —Ni siquiera llegamos a Nueva York. Teníamos una escala en Detroit, y cuando aterrizamos y encendimos nuestros celulares, teníamos un montón de mensajes sobre Marley y Santiago. —Eso es tan… —Fue el peor día de mi vida. Antes de que pudiera contestar, oí el sonido de pasos corriendo por el pasillo. —¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira! —dijo Lexie, sosteniendo su cámara en una mano y dos plumas blancas en la otra mano. —Se supone que debes estar durmiendo, señorita. Ella gimió. —Lo sé, mamá, pero ¡mira! ¡Dos plumas blancas! —Oh, parece que papá te está dando unos cuantos besitos —dije.
Negó con la cabeza. —No, mamá. Estas no son de papá. —Lexie se acercó a Santana y le entregó las plumas—. Estas son de la familia de Santana. —¿Para mí? —preguntó, con voz temblorosa. Asintió y le susurró—: Significa que te aman. —Lexie sostuvo la cámara arriba—. Ahora, tómate una foto. ¡Mamá, entra en la foto con ella! —ordenó. Hicimos como dijo. Cuando la imagen de la Polaroid se imprimió, se la entregó a Santana, y ella le dio las gracias una y otra vez. —Bueno, es hora de dormir. ¿Qué tal si te leo un cuento para que puedas dormir? —pregunté. —¿Puede Santana leérmelo? —preguntó, bostezando. La miré fijamente con ojos interrogantes. Ella asintió, poniéndose de pie. —Por supuesto que puedo. ¿Qué vamos a leer? —preguntó, levantando a mi cansada chica en sus brazos. —Me gusta El gato en el Sombrero —respondió Lexie—. Pero tienes que leerlo como una zombi. Su sonrisa se extendía mientras las dos caminaron por el pasillo y dijo—: Esa es una de mis formas favoritas de leerlo. Fuera de la habitación de Lexie, me senté en el suelo con la espalda contra la pared, escuchando a Santana leyéndole, escuchando la risa de Lexie ante su terrible voz de zombi. Ella sonaba tan feliz, que en un instante hizo que mi vida se iluminara con alegría. Como padre no existía nada mejor que saber que tu hijo sonreía. No podía agradecer a Santana lo suficiente por traer esas sonrisas al rostro de Lexie. —¿Garrapata? —dijo Lexie con un bostezo pesado. —¿Sí, Tock? —Siento lo de tu familia.
—Está bien. Siento lo de tu padre. Me asomé a la habitación para ver a Santana tendida en el suelo con el libro contra su pecho al lado de la cama de Lexie. Zeus se hallaba en contra de los pies de Lexie. Ella volvió a bostezar. —Lo extraño. —Apuesto a que él te echa de menos, también. Ella cerró los ojos y se hizo un ovillo mientras empezaba a quedarse dormida. —¿Garrapata? —susurró, casi a punto de entrar en sus sueños.
—¿Sí, Tock? —Los amo a ti y a Zeus, aunque tu voz de zombi fue realmente mala. Santana se pellizcó el puente de la nariz y sorbió antes de levantarse y tirar la cobija sobre ella. Deslizó a Bubba dentro de sus brazos y la arropó. —También te quiero, Lexie. —Cuando se volvió para salir de la habitación, me sorprendió mirando en su dirección y me dio una pequeña sonrisa. Le di una devuelta—. Vamos, Zeus —llamó. Zeus movió la cola, pero no se movió. Santana arqueó una ceja—. Zeus, vamos. Vamos a casa. Zeus gimió y se acurrucó más cerca de Lexie. Reí. —Qué traidor tienes entre manos. —Realmente no puedo culparlo. ¿Está bien si se queda esta noche? —Absolutamente. Creo que los dos se acostumbraron el uno al otro después de que tú y Zeus se quedaron unos días en nuestra casa. Se apoyó en la puerta, mirando cómo Zeus se acurrucó en los brazos de Lexie, donde se encontraba Bubba. Lexie lo abrazó apretadamente y sonrió en sus sueños. Santana se cruzó de brazos. —Entiendo por qué no te derrumbaste en pedazos completamente como lo hice yo. Tenías a Lexie, y ella es... es maravillosa. Es todo lo bueno que hay en este mundo, ¿no?
—Sí —Asentí. Ella lo es. La segunda semana de noviembre, una enorme tormenta se movía a través de Meadows Creek. Me senté en el porche, contemplando la lluvia que golpeaba la hierba a velocidades locas. Me sorprendió que no tuviéramos nada de nieve todavía, pero sabía que dentro de unas semanas, todo estaría cubierto de blanco. El cielo oscurecía a cada minuto, y los truenos rodaban alrededor seguidos por grandes destellos de luz. Lexie se encontraba profundamente dormida en el interior, y yo me sentía agradecida de que tuviera el sueño tan pesado porque de lo contrario, las tormentas la habrían asustado. Zeus se sentó a mi lado en el porche, contemplando las gotas de lluvia mientras sus ojos se abrían y se cerraban. Él hacia todo lo posible para combatir el cansancio, pero empezaba a perder la batalla. —¡Brittany! —gritó Santana, corriendo desde la parte trasera de su casa. Cada parte de mí comenzó a entrar en pánico cuando la vi cada vez más cerca—. ¡Brittany! —gritó. Se hallaba empapada de pies a cabeza cuando llegó al último escalón del porche. Las palmas de sus manos cayeron sobre sus rodillas mientras la lluvia seguía lavándola, y ella trató de recuperar el aliento una vez más.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi voz temblando de miedo. Parecía asustada. Bajé del porche y me uní a ella bajo la precipitación, poniendo mis manos contra su pecho mientras ella se levantaba—. ¿Estás bien? —No. —¿Que está mal? —Me hallaba sentada en mi cobertizo y tú cruzaste mi mente. —Entrelazó sus dedos con los míos y me aproximó más a ella. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mis nervios aumentando mientras miraba sus labios, tomando cada palabra que salía de su boca—. Traté de impedir que cruzaras mi mente. Traté de sacudirte de mis pensamientos. Pero me quedé pensando en ti y mi corazón dio un salto. Y entonces... —Se acercó más, sus labios a milímetros de distancia de los míos, su boca rozándose lentamente contra mi labio inferior. El calor de ella anuló el frío de la lluvia. Era una especie de calidez que nunca supe que existía, una manta protectora que despidió los pasados dolores y tristezas. La voz de Santana se sacudió mientras seguía hablando—, y entonces, accidentalmente caí enamorada de ti. —Santana… Sacudió su cabeza hacia atrás y adelante. —Eso es malo, ¿verdad? —Es…Su lengua bailó a través de mi labio inferior antes de que lo chupara suavemente entre los suyos. —Horrible. Así que ahora mismo, Britt... si no quieres que te ame, dímelo y me detendré. Voy a caminar lejos y dejaré de amarte. Aléjame, si quieres. Dime que me vaya, y lo haré. Pero, si hay alguna pequeña parte de ti que está de acuerdo con esto, cualquier parte de ti que está bien conmigo accidentalmente enamorándome de ti, entonces empújame más cerca. Llévame a tu casa, guíame a tu dormitorio, y déjame demostrarte lo mucho que me estoy enamorando de ti. Déjame mostrarle a todos y cada uno de los centímetros de tu cuerpo lo loca que estoy por ti. Un nivel de culpabilidad se asentó en mi estómago. Miré el suelo. —No sé si estoy lista para decírtelo aún... Levantó mi barbilla con su dedo y miró fijamente a mis ojos. —Eso está bien —prometió, en voz baja—. Estoy bastante segura de que tengo suficiente amor para las dos. Mis ojos se cerraron y cada aliento que tomé fue más tranquilo que cualquiera que de lo que pensé que alguna vez tendría. Nunca pensé que escucharía la palabra amor de otra persona, pero con Santana, cuando lo dijo, me sentí completa otra vez.
Respiró contra mis labios; el aire que exhalaba se convirtió en las inhalaciones que me curaron. Permanecimos bajo la lluvia por un segundo más antes de que mis pasos nos llevaran dentro de la calidez de la casa.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
vaya, que linda santana, tuvo una revelacion y ni la lluvia la detuvo para ir a expresarla, esperemos que britt tambien se decida!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Me encanta...
Amo a san y todo lo que hace... Es bueno que se den una especie de oportunidad para las dos... Todavía las cicatrices no se cerraron del todo pero van bien...
Amo la inocencia de lex en algunas cosas y que de cierta forma ayudan a san...
Amo a san y todo lo que hace... Es bueno que se den una especie de oportunidad para las dos... Todavía las cicatrices no se cerraron del todo pero van bien...
Amo la inocencia de lex en algunas cosas y que de cierta forma ayudan a san...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Pues por fin se están dando una oportunidad enserio permitiéndose entrar a la vida de la otra... Y bueno era de esperarse que San y Lexie se terminaran queriendo, ahora solo falta que Britt acepte que también esta cayendo enamorada de San :)
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
micky morales escribió:vaya, que linda santana, tuvo una revelacion y ni la lluvia la detuvo para ir a expresarla, esperemos que britt tambien se decida!!!!!
Hola, si palabra clave y muy muy revelacion, con eso podria describir los siguientes capitulos. No creo que Britt se resista a los encantos de Santana Lopez. saludos
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
3:) escribió:Me encanta...
Amo a san y todo lo que hace... Es bueno que se den una especie de oportunidad para las dos... Todavía las cicatrices no se cerraron del todo pero van bien...
Amo la inocencia de lex en algunas cosas y que de cierta forma ayudan a san...
Hola, que bien que te guste esta historia a mi me ha encantado y se que les pasara casi lo mismo es encantadora se vienen muchas sorpresas.
Lexie es un vinculo que ya existe entre San y Britt. Saludos
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
JVM escribió:Pues por fin se están dando una oportunidad enserio permitiéndose entrar a la vida de la otra... Y bueno era de esperarse que San y Lexie se terminaran queriendo, ahora solo falta que Britt acepte que también esta cayendo enamorada de San :)
Hola, si por fin Santana ha cedido y ambas estan dispuestas a quererse y no a usarse con recuerdos del pasado. ohhh tal vez eso pase muy pronto, vienen muchas sorpresas. saludos
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 26
SANTANA
Necesito tu mierda —dijo Rachel, parada en mi porche vestida de negro, usando guantes negros de tela y un sombrero negro. Era tarde en la noche, y acababa de regresar de trabajar en la tienda del Sr. Henson.
Arqueé una ceja. —¿Qué? —Bueno, no tu mierda exactamente. Pero es la mierda de tu perro.
Mi mano rozó contra la parte trasera de mi cuello, mirándola con la misma mirada de confusión. —Lo siento, pero lo digo en sentido común.
Suspiró, golpeando la palma de su mano contra su rostro. —Mira, normalmente iría donde Britt con mis problemas, pero sé que ella probablemente está poniendo a Lexie en la cama y siendo un adulto o algo estúpido como eso. Así que pensé, ¿por qué no tratar de llegar a su novia y pedirle un favor? —Un favor es que te de la mierda de mi perro. Asintió. —Absolutamente. —¿Quiero saber lo que harás con eso? —Obviamente, esta noche es noche de spa “hazlo tú misma” en mi casa. Y la mierda de perro trabaja fantástico como un tratamiento facial —dijo. La mirada en blanco que le di la hizo sonreír—. Amiga. Quiero poner la mierda en una bolsa de papel y quemarla en el porche de mi jefe. Otra mirada en blanco de mi parte. —Si no quieres decirme la verdad, está bien. Metió la mano en su bolsillo y sacó una bolsa de papel marrón. —No. Es en serio. —¿Cuánto tiempo le tomará? —preguntó Rachel mientras paseábamos a Zeus en una correa por el pueblo por cuarta vez. —Oye, tienes suerte de que Zeus esté incluso ofreciéndote su mierda. Es muy selectivo acerca de a quien dejar que lo tenga. Mientras tomamos unas vueltas más, Rachel me contó su opinión de casi todo. —P.D. Creo que es estúpido que llamaras a este perrito Zeus. Sonrío. —Mi hijo, Santiago, le puso ese nombre. Leíamos Percy Jackson y los dioses del Olimpo: El ladrón del rayo, y Santiago se sentía encantado con la idea de todos los dioses griegos. Después de leer el libro, pasamos meses estudiando a los dioses. A él le encantó el nombre de Zeus, pero entonces se encariñó de un perro que pesaba menos de media libra, que no encajaba exactamente con el nombre de un gran dios. Recuerdo que dijo: “Mama, no importa el tamaño. Él sigue siendo Zeus.”
Frunció el ceño durante un segundo antes de que volver a su estado lúdico y rodar sus ojos. —Caray, ¿realmente estás jugando con la carta de tu hijo muerto conmigo, dejándome sentir extremadamente mal y torpe?
Me reí, porque vi la alegría en sus ojos. —Creo que lo hice.
—Perra —murmuró antes de darse la vuelta para tratar de ocultarse a sí misma enjugando una lágrima. La vi, pero no dije nada al respecto.
Zeus se detuvo en una boca de incendio y empezó a hacer sus movimientos de “tiempo de hacer caca.” —¡Aquí vamos! —dije, aplaudiendo mis manos.En cuestión de segundos, Rachel recogía la mierda fresca de Zeus en el bolso y bailaba alrededor de la esquina de la calle con eso. —¡Así se hace, diosa olímpica! —gritó. Nunca vi alguien estar tan emocionado por lo que honestamente siempre consideré una de las cosas más repugnantes—. Está bien, vamos —dijo, caminando de vuelta hacia mi casa. —¿Ir? ¿Ir a dónde? —Um, a la casa de mi jefe, para ser un adulto y poder prender fuego a esta mierda y ver cómo se quema. —Pensé que bromeabas acerca de eso. Rodó sus ojos. —Santana, bromeo sobre el tamaño del pene, no sobre echar mierda en el porche de mi jefe. —Pero, ¿por qué es necesario incluirme en esto? Y no estamos... ¿un poco viejas para este tipo de payasadas? —¡Sí! —gritó, con la voz entrecortada—. Sí, es totalmente inmaduro de mí parte querer tirar mierda a la casa de mi jefe. Y sí, es completamente inmaduro de mi parte pensar que esto hará que me sienta mejor, pero si no hago esto, sólo estaré triste y enojada. Y no puedo estar triste porque eso significa que él gana. Eso significa que cuando llamó esta noche para decirme que regresaba junto con su ex esposa, me di cuenta de que siempre tuvo la ventaja, a pesar de que creí que yo lo hacía. Esto significa que el hijo de puta permitió que me enamorara y confiara en él, sólo para romper mi corazón. ¡Nunca me enamoro! ¡Nunca nadie me lastima! —Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a parpadear porque sabía que caerían. Las lágrimas siempre fueron una forma de debilidad para ella, y me di cuenta de que lo último que Rachel quería era sentirse débil—. Pero ahora creo que todo se está rompiendo por dentro. Literalmente, siento cada centímetro de mí desmoronarse a cada segundo, y ni siquiera puedo ir a donde mi mejor amiga porque ella perdió a su maldito esposo y realmente ha tenido un año de mierda. No debería haber venido a ti porque resulta que también has tenido un año de mierda, ¡pero no sabía qué hacer! Estoy con el maldito corazón roto.
»Quiero decir, ¿por qué alguien haría esto? ¿Por qué las personas se enamoran si puede que haya una posibilidad que se sientan de esta manera? ¿Qué carajos les ocurre a los seres humanos? ¡LOS SERES HUMANOS SON JODIDAMENTE TAN ENFERMOS Y RETORCIDOS! Quiero decir, lo entiendo, se siente bien, ¿sabes? Estar enamorado, ser feliz. —Su cuerpo tembló mientras las lágrimas caían más rápido de lo que podía respirar—. Pero cuando esa alfombra mágica es arrancada de tus pies, toma todos los sentimientos felices y buenos con él. ¿Y tu corazón? Simplemente se rompe. Se rompe sin remordimientos. Se rompe en miles de pedazos, dejándolo insensible, mirando sin comprender las piezas porque todo su libre albedrío, todo el sentido común que una vez tuvo en su vida se ha ido. Diste todo por esa maldita cosa llamada amor, y ahora sólo estás destruido. Fui lo más rápido que pude para envolver mis brazos alrededor de ella. Sollozó en mí y me abrazó con más fuerza. Nos quedamos paradas en la esquina de la calle por un tiempo mientras lloraba y yo descansaba mi mentón sobre su cabeza. —Creo que hoy Zeus hizo más mierda en el patio de mi casa, y estoy segura de que me olvidé recogerlo. Me apartó y levantó una ceja. —¿De veras? Asentí. Buscamos por todo el patio trasero y lo añadimos a nuestra colección de mierda en la bolsa antes de que ella saltara a mi auto y la llevara a la casa de Finn. —Esto va estar tan bueno —dijo, frotándose las manos—. ¡Bueno, mantén el auto encendido y soltaré esta mierda, lo encenderé, llamaré a su puerta, me lanzaré de nuevo al auto, y aceleras!
—Perfecto. —Salió corriendo e hice todo lo que me dijo, y cuando saltó de nuevo en el auto, se rió como un niño de cinco años—. Um, ¿Rachel? —¿Sí? —Se rió, sacudiendo su cabeza divertidamente.
—Creo que su porche de madera está en llamas.
Su mirada se dirigió por la ventana, donde el porche de Finn se hallaba definitivamente en llamas. —¡MIERDA! —Literalmente. —Iba a abrir la puerta para ir a apagarlo, pero la detuve—. No. Si te ve, te despedirá. Se detuvo. —¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Me preguntaba cuántas veces podría decirlo antes de que se convirtiera en un trabalenguas. —Al suelo, en caso de que te vea. Vuelvo enseguida. Salí fuera de mi auto y fui corriendo hacia el porche. Me quedé mirando el fuego y dije una pequeña oración antes de empezar a pisar fuerte el fuego, incluyendo la bolsa de mierda, que por desgracia se esparció por todos mis zapatos.
—¿Qué demonios haces? —preguntó Finn, abriendo su puerta y mirándome. El olor de la mierda lo golpeó rápidamente, lo que causó que su cubriera la nariz—. ¡¿Es mierda de perro?! Mi mente se puso en blanco. No sabía qué decir o cómo explicar el por qué mis zapatos se encontraban actualmente cubiertos de mierda de mi perro. Así que, entré en pánico. —¡Soy la idiota del pueblo! ¡Dejo la mierda al azar, todo porque soy la idiota del pueblo! Así que... ¡Vete a la mierda! Se me quedó mirando.
Me quede mirándolo. Él levantó una ceja. Levanté una ceja. Amenazó con llamar a la policía. Me quité los zapatos, corrí hacia mi auto y me fui. —¡Joder! —dijo Rachel, llorando, pero esta vez las lágrimas eran de diversión—. Eso fue increíble. Tú, literalmente, caminaste por la mierda de perro para asegurarte de que mantuviera mi trabajo. —Lo sé. Lo estoy lamentando. —Se rió y cuando regresé a mi casa, puse el auto en el parque. —En realidad él no me quiere ¿verdad? Quiero decir, dijo que lo hacía, pero sólo las veces que quería sexo. Y me dijo que estaba por encima de su esposa, pero sólo a las tres de la mañana cuando me enviaba mensajes de texto. —Suena como un gilipollas, Rachel. Asintió. —Tuve una manera de enamorarme de ese tipo. Simplemente me pregunto qué sería encontrar a alguien que te quiera de la misma manera que uno lo hace. Ya sabes, a esa persona que estás mirando a tu lado y sonriendo porque son tan salvajes como tú y como los demás. —¿Por qué duermes con estos tipos si sabes que son unos idiotas? —Porque espero que algún día caigan enamorados de mí. —Creo que se pueden enamorar con la ropa puesta. —Sueña un pequeño sueño conmigo. —Rió nerviosamente, sus ojos llenos de dudas—. Pero he terminado con esta mierda del amor. Tiro la toalla. —Sin embargo, vale la pena, Rachel. —Miré fijamente a sus ojos, que se veían rojos de tanto llorar—. La angustia vale la pena en esos pocos momentos de felicidad, y los pedazos de un corazón destrozado pueden juntarse. Quiero decir, habrá grietas, cicatrices y a veces ese recuerdo ardiente del pasado, pero ¿quemarte? Es un recordatorio que has sobrevivido. Arder es nacer de nuevo. —¿Has nacido de nuevo?
Mis ojos se movieron hacia la casa de Brittany antes de que se encontrara con la mirada de Rachel. —Estoy trabajando en ello. Me dio las gracias y luego salió del auto para subir en el de ella. —¿Santana? —dijo, moviendo la nariz. —¿Sí? —Esta noche fuiste bastante inmadura e irreparable, pero lo manejas como una campeóna, algo así como una madre para mis cosas infantiles. Santiago tuvo la suerte de tenerte como madre. Sonreí. Ella no tenía idea de lo mucho que significaba para mí. —¡Oh! —exclamó—. Y lo siento por llamarte idiota. —No me llamaste estúpida. Asintió. —Créeme. Así es. Una cosa más como agradecimiento... —Corrió hacia la ventana del dormitorio de Brittany y golpeó en ella. Cuando Brittany abrió la ventana, no pude evitar sonreír. Ella siempre se veía tan hermosa. Siempre—. Oye, ¿Britt? —dijo Rachel, mirando a su soñolienta mejor amiga. —¿Sí? —Dale a esta chica una mamada esta noche como un “gracias” de mi parte. —Sonrió, se inclinó y besó la mejilla de Brittany—. Buenas noches, cariño. —Con eso, Rachel se alejó rápidamente, pareciendo mucho más feliz que cuando estuvo llorando no hace mucho tiempo. A veces, todo lo que un corazón roto necesitaba era una bolsa de mierda y un poco fuego.
Brittany bajó por su ventana, caminado hacia mí, y la envolví en un abrazo. —¿Hiciste algo bueno para mi mejor amiga esta noche? —preguntó. —Creo que sí. —Gracias. —Me atrajo más cerca y apoyó su cabeza sobre mi pecho—. ¿Bebé? —¿Sí? —¿Qué es ese olor? —Confía en mí... —Miré hacia abajo a mis calcetines, que en algún momento fueron blancos, pero ahora eran semi-marrón—. No quieres saberlo.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 27
BRITTANY
Bueno no te quedes ahí mirándome. ¿No estás feliz de verme? —Mamá sonrió, de pie en el porche con una maleta en la mano. —¿Qué haces aquí? —le pregunté, confusa. Miré hacia el BMW estacionado frente a mi casa, preguntándome qué en el mundo hizo que mi madre se metiera en algo así ahora o, más probablemente, quién. —¿Qué? ¿Tu madre no puede venir a visitarte? No has respondido a mis llamadas, y he extrañado a mi hija y nieta. ¿Es eso un crimen? ¡Ni siquiera vienes a darme un abrazo como saludo! —Resopló. Me incliné para abrazarla. —Estoy sorprendida de verte. Lo siento, no he llamado, he estado ocupada. Sus ojos se estrecharon. —¿Tu frente está sangrando? Pasé mis dedos por mi frente y me encogí de hombros. —Salsa de tomate. —¿Por qué tienes salsa de tomate en la frente? —¡QUIERO COMER SUS CEREBROOOS! —dijo Santana, caminando más allá del vestíbulo mientras perseguía después a una Lexie zombificada con espaguetis en sus manos y salsa de tomate goteando de la cara. La cabeza de mamá se inclinó hacia la izquierda y su mirada siguió a Santana. —Supongo que has estado muy ocupada.
—No es lo que parece… —comencé, pero Lexie me cortó. —¡Abuela! —gritó, corriendo hacia la puerta y saltando a los brazos de mamá.
—Mi pequeña dulzura —respondió mamá, envolviendo a Lexie en sus brazos y consiguió cubrirse en salsa de tomate—. Bueno, ¿no eres un desastre sucio hoy? —¡Mamá, Garrapata, y yo estábamos jugando a zombis y vampiros! —¿Garrapata? —Mamá se volvió hacia mí y levantó una ceja—. ¿Dejaste que una mujer llamada Garrapata entrara en tu casa? —¿De verdad estás juzgando el tipo de personas que dejo en mi casa? ¿No recuerdas algunos de los hombres que caminaban en la tuya?
Sonrió con malicia. —Touché. —Santana —la llamé. Se acercó, frotándose los dedos por el cabello lleno de salsa de tomate. —¿Sí? —Sonrió en mi dirección antes de mirar a mamá. —Esta es mi madre Linda Pierce. Mamá, esta es mi vecina, Santana. Su mirada se encontró con la mía, y yo observaba sus labios que cayeron por una fracción de segundo, casi como si estuviera decepcionada de mi elección de palabras. Pero enseguida sonreía y estrechaba la mano de mi mamá. —Encantada de conocerte. He oído hablar mucho de ti.
—Eso es gracioso. —Asintió mamá—. Porque yo no he oído ni una palabra acerca de usted.
Silencio.
Silencio incómodo.
—Por lo tanto, ¿debería unirme a todas ustedes en el incómodo silencio, o debo esperar en el coche? —bromeó un hombre, subió los escalones del porche con una maleta por su cuenta. Llevaba gafas y una camisa color mostaza con botones metida en los pantalones vaqueros oscuros.
Debe de ser el nerd folla novio de mamá. Me pregunto si es un brujo.
Silencio.
Silencio muy incómodo.
El hombre se aclaró la garganta y le tendió la mano a Santana, probablemente porque se dio cuenta de que Santana no le daba una mirada intensa de confusión como yo. —Soy Ed.
—Encantado de conocerte, Ed —respondió Santana. —¿Qué pasó con Richard? —le susurré a mamá.
—No funcionó —respondió ella.
Chocante.
—Entonces, Ed y yo estábamos esperando que pudiéramos pasar la noche aquí. Quiero decir, podríamos conseguir una habitación de hotel, pero... pensé que sería bueno para todos nosotros tener una cena juntos y pasar el rato. —Mamá, esta noche es mi fiesta de cumpleaños. Lexie va a casa de Kathy y de Lincoln por la noche. —Fruncí el ceño—. Deberías haber llamado. —No hubieras respondido. —Sus mejillas se ruborizaron más, y jugueteó con sus dedos, casi como si estuviera avergonzada—. No hubieras respondido, Britt. Y así, me sentí como la hija más miserable de todos los tiempos. —Todavía podemos hacer la cena, aunque... Puedo cocinar tu comida favorita, si quieres. Y puedes ver a Lexie. Puedo llamar y cancelar los planes con Kathy. Sus mejillas se levantaron, y su sonrisa se extendió. —¡Eso sería maravilloso! Garrapata… em… Santana, debe unirse a nosotros para la cena. —Sus ojos se pusieron sobre su cuerpo una vez con una mirada de decepción—. Aunque tal vez debería ducharse primero.
—Todavía haces el mejor pollo parmesano que he probado, Britt —me felicitó mamá cuando nos sentamos alrededor de la mesa del comedor.
—No miente, esto es increíble —dijo Ed, estando de acuerdo. Le di una sonrisa tensa y les di las gracias a ambos. Ed parecía agradable, lo que era una gran mejora desde la última mierda que vi con mamá. De vez en cuando iba a través de la mesa y tomaba la mano de mamá, lo que en realidad me hizo sentir mal por el tipo. Él la miró con esos ojos acaramelados; yo sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que lo lastimara. —Entonces, Ed, ¿qué haces? —preguntó Santana.
—Oh, soy un dentista. Estoy en el proceso de tomar las riendas del negocio familiar porque mi papá se retira en un año. Eso tiene sentido. Mamá tenía una forma de elegir a los hombres que tenían carteras más grandes que la mayoría. —Genial —respondió Santana. Todo el mundo siguió charlando, pero dejé de escuchar; mis ojos seguían pegados a Ed masajeando la mano de mamá. ¿Cómo es que nunca se siente culpable por usar a los hombres de la manera que lo hace? ¿Cómo es que nunca le afecta? —Entonces, ¿cómo se conocieron? —espeté, por lo que tuve la mirada de todo el mundo sobre mí. Mi pecho se sentía apretado, y mi mente se sentía cansada de ver a mamá usando a otro hombre—. Lo siento, sólo curiosidad. Porque lo último que oí fue que mamá veía a un hombre llamado Roger. —Richard —me corrigió mamá—. Su nombre era Richard. Y, francamente, no me gusta el tono de tu voz, Britt. —Su rostro se volvía rojo, ya sea de la vergüenza o la ira, y sabía que me regañaría en privado lo suficientemente pronto.
Ed apretó la mano de mamá. —Está bien, Linda. —Mamá respiró hondo, como si sus palabras eran todo lo que necesitaba oír para calmarla. Sus hombros se relajaron, y el enrojecimiento en las mejillas comenzó a desvanecerse—. Tu madre y yo en realidad nos conocimos en mi oficina. Richard fue uno de mis pacientes, y ella vino con él mientras recibía un tratamiento de conducto. —Supongo —murmuré. Ella estuvo examinando el alcance de otro hombre a su alrededor mientras seguía con uno.
—No es lo que piensas. —Sonrió Ed. —Confía en mí, Ed. Conozco a mi madre; es lo que pienso. Los ojos de mamá se aguaron, y Ed se mantuvo apretándole la mano. Él la miró, y era casi como si tuvieran una conversación completa sin palabras necesarias. Ella negó con la cabeza una vez, y Ed miró a mi dirección. —De todos modos, eso no importa. Lo que importa es que en este momento, estamos felices. Ahora las cosas son buenas… —De hecho, las cosas son tan buenas que... nos vamos a casar —dijo mamá. —¿Qué? —le grité, todo el color drenándose por mi cara. —Dije que…—No, te oí la primera vez. —Me volví hacia Lexie y sonreí—. Cariño, ¿quieres ir a escoger tu pijama para esta noche? —Se quejó por un tiempo antes de saltar de su asiento y dirigirse a su dormitorio—. ¿Qué quieres decir con que se van a casar —le dije a la pareja aparentemente involucrada, completamente atónita.
Había dos cosas que mamá nunca hizo: 1. Enamorarse. 2. Hablar de matrimonio. —Estamos enamorados, Britt —dijo mamá. ¡¿Qué?!
—Es en parte el por qué hemos venido aquí —explicó Ed—. Queríamos decírtelo cara a cara. —Se rió nerviosamente—. Y ahora es incómodo. —Creo que la palabra del día es incómodo. —Asintió Santana. Giré hacia mamá y susurré—: ¿Cuántas deudas tienes? —¡Brittany! —dijo entre dientes—. Para —¿Estás perdiendo la casa? Si necesitabas dinero podrías habérmelo pedido. —Mi garganta se sentía apretada y entrecerré los ojos—. ¿Estás enferma, mamá? ¿Hay algo mal? —Britt —dijo Santana, llegando a tocar mi mano, pero se lo arrebaté. —Sólo estoy diciendo… —Me reí, pasando mis manos por el cabello—. No puedo pensar en ninguna razón porque se precipite en algo como esto si no estuviera en deuda o muriendo. —¡Tal vez porque estoy enamorada! —exclamó, con voz temblorosa. Se levantó de la mesa—. Y tal vez, sólo tal vez, quería que mi hija fuera feliz por mí, pero que parece ser demasiado pedir. ¡No te preocupes, ve a tu fiesta esta noche, y cuando llegue la mañana estaré fuera de tu vista para siempre! Salió corriendo a la habitación de invitados y cerró la puerta detrás de ella. Ed me dio una sonrisa tensa antes de excusarse para ir a verla. —¡Uf! —Me levanté de la mesa—. ¡¿Puedes creerle?! ¡Ella es tan... dramática! Santana rió. —¿Qué es tan gracioso?
—Nada. Es sólo… —¿Sólo? ¿Sólo qué? Se rió de nuevo. —Es sólo que eres tan parecida a tu madre. —¡No soy nada como mi madre! —grité, tal vez un poco demasiado alto, tal vez un poco demasiado dramático. Continuó riendo. —La forma en que tu nariz se ensancha cuando estás enojada, o cómo te muerdes el labio inferior cuando estás avergonzada.
La miré con disgusto. —No voy a escuchar esto. Voy a vestirme. —Me fui furiosa, y me detuve a mitad de camino—. ¡Y NO me fui como ella lo hizo!
Aunque quizás estrellé mi puerta. En cuestión de segundos, se abrió la puerta, y Santana se apoyó en el marco de la puerta, tranquila como siempre. —Casi idéntica. —Mi madre usa a los hombres para olvidar sus propios problemas. Ella es un lío. Ed es sólo otro hombre que será defraudado. Ella es incapaz de comprometerse a nada ni a nadie porque nunca realmente superó la muerte de mi padre. Mira, probablemente camine al altar y tenga a ese pobre chico pensando que en realidad tiene un tiro en un felices para siempre, cuando en toda la realidad, después del felices para siempre no existe. La vida no es un cuento de hadas. Es una tragedia griega. Santana pasó sus dedos contra la parte posterior de su cuello. —¿Pero no es eso lo que hicimos? ¿No nos usamos la una a la otra porque extrañábamos a Sam y Marley? —No es nada de eso —dije, mis dedos golpeando contra mis costados—. No soy nada como ella. Y es realmente grosero de ti pensar algo como eso. —Tienes razón. De todos modos, ¿qué iba a saber? —Frunció el ceño y deslizó su pulgar contra su mandíbula—. Sólo soy la vecina. Oh, Santana. —Yo... no quise decir eso cuando lo dije antes. —Era la peor persona con vida, estaba segura de eso demasiado. —No, está bien. Y es cierto. Quiero decir, era una estupidez por mi parte pensar... —Se aclaró la garganta y metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros—. Mira, Britt. Las dos estamos todavía de luto. Probablemente nos fuimos en esta cosa, sea lo que sea entre nosotras, completamente por el camino equivocado. Y no tengo nada contra ti por sólo querer ser mi vecina. Infiernos... —Se rió nerviosamente y me miró directamente a los ojos—. Si todo lo que puedo llegar a ser para ti es su vecina, entonces eso es suficiente para mí. Eso será suficiente. Es un maldito honor ser tu vecina. Pero viendo que caí accidentalmente enamorada de ti, creo que sería mejor si puedo aclarar mi cabeza y me salto la fiesta de esta noche. —Santana, no… Sacudió la cabeza. —Está bien. Realmente lo está. Sólo voy a decir buenas noches a Lexie y luego volver a casa. —Santana —dije una vez más, pero salió de la habitación. Corrí por el pasillo—. ¡Santana! ¡Detente! —Salté hacia arriba y abajo como un niño, golpeando los pies contra el suelo—. ¡Alto, alto, alto! —Se volvió hacia mí, y vi la expresión de dolor que causé por existir dentro de sus ojos. Me acerqué a ella y tomé sus manos entre las mías—. Soy un desastre. Cada día, todos los días, soy un completo desastre. Digo cosas estúpidas como lo hice hoy. Cometo errores como… "errores" es mi segundo nombre. Soy difícil de manejar, y a veces odio a mi madre, porque muy en el fondo sé que soy mi madre. Y al igual que todo lo demás en mi vida, eso es difícil para mí tratar. —Sostuve sus manos contra mi pecho—. Y siento que tuvieras que presenciar a la quebrada Brittany durante la cena, pero eres la única cosa que tiene sentido para mí. Eres la única que no quiero echar a perder. Y eres más, mucho más que mi vecina. Puso sus labios contra mi frente. —¿Estás segura? —cuestionó. —Estoy segura.
—¿Estás bien? —preguntó. —Voy a estarlo. —Me abrazó y me sentí un poco mejor de inmediato—. Debo ir a vestirme. —Suspiré contra ella. —Bien. —Y deberías venir a ayudar. Y así lo hizo. —Sólo como referencia futura, cuando tengo una descompostura de mi madre, se supone que estés de acuerdo conmigo, no importa lo mucho que la lógica me falte. —Sonreí, tirando de mi camisa sobre mi cabeza y deslizándose fuera de mis pantalones vaqueros. —Lo siento, perdí esa nota. ¡Sí! ¡Gah! ¡Tu madre, es un monstruo! —Santana hizo una mueca de asco. Mis labios se curvaron mientras entraba en mi vestido. —¡Gracias! ¿Ahora me puedes subir el cierre? —Por supuesto. —Sus manos se posaron en mis caderas antes de que sus dedos se movieran por la cremallera de mi vestido rojo que abrazaba mis curvas—. ¿Y qué pasa con todo ese perfume que lleva? Demasiado Chanel. —¡Exactamente! —Me di la vuelta hacia ella y juguetonamente palmé su pecho—. Espera. ¿Cómo sabes qué tipo de perfume que lleva? Sus labios encontraron mi cuello, y me besó suavemente. —Debido a que su hija lleva el mismo tipo. Sonreí. Quizás partes de mí eran extremadamente como mamá. —Probablemente debería disculparme con ella por mi loquera, ¿eh? Arqueó una ceja. —¿Es esta una pregunta con trampa? Reí. —No. —Pues sí, creo que deberías, pero no hasta después de tener un cumpleaños impresionante esta noche. Tu mamá te ama y tú la quieres. Creo que las dos estarán bien. Suspiré, besé sus labios y asentí. —Bueno.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 28
SANTANA
Debería dejarte entrar primero —le dije, frotándome las manos—. Es tu fiesta, y creo que deberías tener tu momento. —Me paré alto en mi camisa azul marino de botones y pantalones vaqueros oscuros. —Podemos entrar juntas —dijo. Dudé. —La gente pensará que somos una pareja.
Extendió su mano hacia mí con la más hermosa sonrisa en sus labios. —¿No lo somos? Dios. Esas dos palabras de su boca, me hicieron sentir como una maldita idiota atolondrada. Dios, la amo. A pesar de que las dos estábamos seguras la una de la otra, no significaba que todos los demás en Meadows Creek estarían tan bien con la idea. Cuando entramos en el bar, todo el mundo gritó “¡Feliz cumpleaños!” a Brittany, y me aparté para permitir que todos los abrazos comenzaran. Se veía tan feliz por el amor que recibía. Esas eran mis momentos favoritos para absorber. No pasó mucho tiempo para que la música subiera y la bebida empezara. Tragos eran repartidos a diestra y siniestra, y las señoras chismosas de Meadows Creek se volvían más y más ruidosas mientras observaban cada uno de nuestros movimientos. Después de tomar otro trago de algún desagradable alcohol con ella, me incliné y le susurré contra el cabello—: ¿Estás bien? ¿Con las miradas de la gente? Porque si no estás cómoda, puedo dejar de tocarte. —Me encanta cuando me tocas. No dejes de tocarme. Es sólo... difícil. Todo el mundo nos está juzgando —susurró con el ceño fruncido—. Todo el mundo nos mira. —Bueno —contesté. Mis dedos tocaron su espalda y su cuerpo se relajó, curvándose en los míos—. Dejémoslos que miren. Sonrió ampliamente y me miró como si yo fuera todo lo que podía ver. —¿Me das un beso? —preguntó. Mis labios contra los suyos fueron mi respuesta. La noche pasó de un comienzo tranquilo a un viaje rápido por el carril de la ebriedad. Sabía que Brittany estaría bastante intoxicada, así que me aseguré de parar de tomar horas antes de que nos fuéramos a ir. Yo me ponía sobria rápidamente, y una de las cosas más molestas de estar sobria era tratar con gente borracha. De vez en cuando, Brittany sería jalada a conversaciones con las damas del club de lectura a quienes odiaba. Las escuché hablando con ella, haciéndola sentir culpable por nosotras. —No puedo creer que estés con ella. Parece demasiado pronto —dijo una juzgando. —Yo no sería capaz de salir en citas por años si perdiera a mi esposo. —Hizo eco otra. —Sólo es raro, eso es todo. Ni siquiera la conoces. Yo nunca traería a una desconocida alrededor de mi hija —explicó la última. Brittany lo manejó como una campeona. Tal vez porque apenas podía sostenerse en pie y se hallaba en una feliz burbuja de borracha. Aun así, de vez en cuando, miraría en mi dirección y me daría el mayor giro de ojos seguido por su sonrisa. —¿Entoonces, qu-qu-qué está pasando entre Britt y tú? —dijo Blaine, dejándose caer en el taburete a mi lado, arrastrando las palabras. Estuvo bebiendo más que la mayoría, y no me pasó desapercibido que pasó casi toda la noche mirando a Brittany.
—¿Qué quieres decir? —Vamos, todo el mundo en el pueblo puede decir que ustedes dos tienen algo. Sin embargo, no te puedo culpar. Britt tiene uno de los mejores pares de tetas que he visto nunca. —Ya basta —le dije, cada vez más molesta con el Blaine ebrio. Tenía una manera de conseguir meterse bajo mi piel, y desde que me enteré que tuvo una cosa por Brittany, no lo podía aguantar mucho más. —Sólo estoy diciendo... —Sonrió, empujándome en el hombro antes de meter su mano en el bolsillo, sacó una moneda de veinticinco centavos, y comenzó a moverla entre sus dedos—. En la universidad, Sam y yo lanzamos una moneda por ella. Pedí cara, él pidió sello. Gané, pero el idiota fue tras ella de todos modos. Supongo que ella era demasiado buena en la cama como para que él la dejara pasar. Mis ojos se movieron hacia Brittany, quien se encontraba envuelta en una conversación con una mujer que sabía que odiaba. Cuando miró hacia mí, intercambiamos el mismo gesto de “sálvame”.
—No hables así de Britt —le dije—. Sé que estás borracho, amigo, pero no hables de ella de esa manera. Blaine puso los ojos. —Cálmate. Estamos teniendo una buena charla. No le respondí. —Así que, ¿lo hiciste? ¿Has dormido con ella? —Vete a la mierda, Blaine —dije, mis dedos cerrándose lentamente en puños. —Maldito hijo de puta, te la tiraste ¿no? —Negó con la cabeza—. Sin embargo, siendo realistas, ¿cómo crees que se desarrollará esto, Santana? Seamos honestos. Ella está teniendo un rato de diversión contigo, pero una mujer no querría quedarse con alguien como tú. Algún día, ya no estará triste. Un día, será la misma Britt de siempre, y no necesitará a la vecina idiota para perderse. Va a encontrar a alguien mejor.
—Déjame adivinar... ¿alguien como tú? Se encogió de hombros. —Es una opción. Además, la conozco. Tenemos una historia juntos. Además, es demasiado buena para ti. Quiero decir, yo tengo mi propio taller mecánico. Tengo una manera de proveer para ella. ¿Pero tú? Trabajas para el Loco Henson. —Di una palabra más sobre el señor Henson y te arrepentirás.
Levantó las manos en la derrota. —Tranquilo, camorrera. Esa vena en tu cuello está a punto de estallar. No quieres que Britt vea ese temperamento tuyo ahora, ¿verdad? Como he dicho, es demasiado buena para ti.
Traté de ignorar sus palabras, pero empezaban a encontrar un camino dentro de mi cabeza. ¿En qué pensaba? Ella es demasiado buena para mí.
Blaine cerró sus manos contra mis hombros, me hizo girar alrededor en el taburete para enfrentar la pista de baile, y señaló hacia Brittany riendo con Rachel. —¿Qué dices? ¿Qué tal si le mostramos tu temperamento? Creo que es justo que ella vea el verdadero monstruo dentro de ti. No deberías estar cerca de Britt o Lexie. Eres una puta bestia. —Este es el momento para que me aleje —le dije, levantándome del taburete. —Demonios, probablemente deberías mantenerte alejada de todas las personas en realidad. ¿Acaso no tenías una esposa y un hijo? ¿Qué les pasó? —No, Blaine —advertí, mis manos cerradas en puños. —¿Qué pasó? ¿Los lastimaste? ¿Eres la razón por la que están muertos? Mierda. Apuesto a que si. —Se rió— ¿Están enterrados en una zanja en alguna parte? ¿Acaso putamente mataste a tu familia? Eres una psicópata y no entiendo por qué nadie más puede verlo. Especialmente Britt. Usualmente es inteligente. Bufé y me volví hacia él. —Debe matarte que ella esté conmigo.
Se sorprendió por mis palabras. —¿Qué? —No haces sino mirarla fijamente como si fuera tu mundo y ella no hace sino ver más allá de ti, todas las veces. Quiero decir, es realmente divertido. —Me reí—. Porque aquí estás casi tirándotele encima, arreglando su auto, apareciendo para cenar con ella, prácticamente rogándole que mire en tu dirección, y simplemente no te ve, amigo. Y no solamente no te ve, sino que me escoge a mí, a la reclusa del pueblo, a la única persona que no soportas. Debe estar carcomiéndote por dentro —me burlé. Me comportaba como una canalla fría, pero él trajo a mi familia en este asunto. Lo volvió algo personal—. Debe estar matándote saber que es en mi cama en la que se acurruca, y es mi nombre el que gime. —Jódete —dijo con ojos estrechos.
—Confía en mí —le respondí con una sonrisa lobuna—. Ella lo está haciendo. —¿No sabes quién soy? —dijo, golpeando su dedo en mi pecho—. Amigo. Yo consigo lo que quiero. Siempre consigo lo que quiero. Así que disfruta el tiempo que tienes con Britt, porque me quedaré con ella. Y disfruta de tu tiempo con la tienda del señor Henson, porque estoy consiguiendo eso, también. —Me dio una palmadita en la espalda—. Fue agradable hablar contigo, psicópata. Asegúrate de decirle a tu esposa e hijo que dije hola. —Hizo una pausa y se echó a reír—. Oh, espera, no importa. Todo en mi cabeza empezó a dar vueltas. Sin dudarlo me di la vuelta y cerré mi puño en la mandíbula de Blaine. Se tambaleó hacia atrás. Negué con la cabeza un par de veces. No. Sentí el puño de Blaine encontrar mi ojo antes de que él me lanzara contra suelo y comenzara a golpearme con los puños una y otra vez. Podía oír a todo el mundo que nos rodeaba gritar, y me pareció ver a Rachel tratando de sacar a Blaine de encima, pero le di la vuelta y lo estrellé contra el suelo. Él quería esto. Quería que la bestia se desatara, y dijo todas las cosas correctas para traer a la bestia a la vida. Sacó a Marley y Santiago a colación. Fue demasiado lejos, y me llevó a la oscuridad. Cerré mi puño en su rostro. Cerré mi puño en su estómago. Una y otra vez. No podía parar. No me detendría. Todo el mundo gritaba alrededor, pero no pude oírlos más. Malditamente me quebré.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Bueno apareció la suegra jajaja y con que noticias jajaja...
El imbécil se lo busco casa uno de los golpes que le dio san...
A ver que pasa!
El imbécil se lo busco casa uno de los golpes que le dio san...
A ver que pasa!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
ese maldito se lo busco, espero que brittany lo entienda y se ponga de parte de san!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 29
BRITTANY
Oh, Dios Mio —¡O grité. Mis ojos cayeron a Santana mientras permanecía de pie sobre Blaine, golpeando con sus puños a la cara una y otra vez. Sus ojos eran duros, su mirada tan fría como la de Blaine, y seguía golpeando—. Santana —dije, caminando hacia ella. Blaine se encontraba casi inconsciente, pero Santana no se detendría. No podía parar—. Santana —dije más fuerte, llegando a su brazo mientras éste volaba por el aire. La velocidad de su brazo balanceándose me hizo tropezar hacia atrás y cuando me vio, se detuvo. Su pecho subía y bajaba, y pude ver la ira en sus ojos. Poco a poco me acerqué a ella y puse mis manos alrededor de su cara—. Se acabó —le dije—. Se acabó. —Vuelve a mí. Observé su respiración volverse lenta cuando se quitó de Blaine, y se miró las manos ensangrentadas. —Mierda. —Exhaló, arrastrándose lejos de Blaine.
Santana se puso de pie, y mientras levantaba una mano para sostenerlo, alejó de un salto su cuerpo de mí. Sus ojos eran salvajes, desenfrenados, y pude ver cuán lejos de mí se encontraba. ¿Qué te hizo Blaine? Cuando me di la vuelta hacia Blaine, me sentía muy mal, incluso por pensar que de alguna manera era su culpa. Santana casi lo noqueó, y mi instinto se hallaba enredado con culpa y confusión. Santana salió corriendo, no girando ni una sola vez para mirar hacia atrás, hacia mí. —Jesús —murmuró Blaine. Rachel corrió hacia él para ayudarlo a levantarse—. Estoy bien —dijo, poniéndose de pie. —¿Qué le hiciste…? —Mi voz temblaba—. ¿Qué le dijiste? La frente de Rachel se frunció. —Britt. ¿En serio? —Yo sólo… simplemente no pierde las casillas así. Ella no te atacaría. Blaine, ¿qué le dijiste? Resopló con sarcasmo y escupió sangre. —Jodidamente increíble. ¿Casi no puedo abrir mi ojo derecho y me están preguntando qué le dije? Mi garganta se sentía cerrada, las lágrimas ardiendo en la parte posterior de mi garganta. —Lo lamento. Lo siento. Es sólo que, ella no es de las que simplemente se sale de sus casillas de esa manera. —¿No te empujó en una colina, Britt? —Rachel frunció el ceño.
—Eso fue un accidente. Yo tropecé. Ella nunca me haría daño. —¿Cómo podía siquiera pensar en algo así? ¡Santana estuvo ahí para ella cuando lo necesitaba! ¿Cómo iba a volverse contra ella tan rápido? Todo el mundo se puso de pie alrededor de nosotros, con miedo en sus ojos. Todas las damas del club de lectura cuchicheaban sobre Santana, llamándola un monstruo. Todo el mundo me juzgaba por amar a una bestia. —Sí. Estoy seguro que esto fue un accidente también —dijo Blaine, haciendo un gesto hacia su cara magullada—. Es un monstruo y es peligrosa, Britt. Es sólo una cuestión de tiempo antes de que lo tome contigo… o peor, en Lexie. Te lo demostraré, Britt. Averiguaré la verdad acerca de esa tipa y te mostraré sus secretos. Entonces tal vez confíes en mí. Suspiré. —Me tengo que ir.
—¿Ir? ¿Ir a dónde? —preguntó Blaine. A encontrarla. Para ver qué pasó.
Para asegurarme de que está bien. —Sólo me tengo que ir.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 30
SANTANA
6 de Abril del año 2014
Dos días para el Adiós
Hace días que no comes. Por favor, Santana. Dale un par de mordiscos a un bocadillo —rogó mamá, que se sentaba frente a mí. El sonido de su voz cada día me molestaba más. Me puso el plato delante y me pidió otra vez que comiera. —No tengo hambre —contesté, devolviéndole el bocadillo.
Asintió una vez. —Tu padre y yo estamos preocupados por ti, San. No nos hablas. Te apartas de nosotros. No puedes mantener tus sentimientos embotellados de esta forma. Tienes que hablar con nosotros. Decirme en qué piensas. —No quieres saber en qué estoy pensando. —Sí que quiero.
—Confía en mí, no quieres. —No, sí que quiero, cariño. —Se estiró y puso la mano encima de la mía, casi para consolarme. No quería su consuelo. Quería que me dejara en paz. —Vale. Bueno, si no puedes hablar con nosotros, al menos habla con alguno de tus amigos. Han estado llamando y viniendo todos los días, y no les has dicho ni una palabra. —No tengo nada que decirle a nadie. —Me levanté de la mesa y me giré para marcharme, pero me detuve cuando oí llorar a mamá. —Me rompe el corazón verte así. Por favor, di lo que sea que estés pensando. —¿Lo que estoy pensando? —Me giré hacia ella, con las cejas fruncidas, un nudo en el estómago y la mente nublada—. Lo que pienso es que tú te hallabas detrás del jodido volante. Lo que pienso es que saliste con un jodido brazo roto. Lo que pienso es que mi familia está jodidamente muerta y tú eras la que conducía el coche… tú… ¡TÚ LOS MATASTE! ¡Tú hiciste esto! ¡Tú eres la razón por la que murieron! ¡Tú asesinaste a mi familia! —Se me contrajo la garganta, cerré las manos en puños, y paré de hablar. Mamá lloró más y más, sus sollozos se hacían más y más fuertes. Papá entró corriendo en la habitación y la rodeó con los brazos, trayéndole un poco de consuelo. Fijé la mirada en ella, sintiendo la distancia entre nosotros. Sentí que la bestia que tenía en mi interior crecía más y más con cada momento que pasaba. Mientras estudiaba sus lágrimas, debería haberme enfermado que no sintiera lástima por ella. Debería haberle preocupado a mi alma que no sintiera la necesidad de consolarla. Simplemente la odiaba. Por su culpa, se fueron. Por su culpa, yo me fui. Empezaba a convertirme en un monstruo por dentro, y los monstruos no consolaban a la gente. Los monstruos destruían todo lo que se cruzaba en su camino. Cuando entré en el cobertizo, cerré la puerta de un portazo, cerrándola con llave por dentro. —¡Mierda! —grité, fijando la mirada en el oscuro espacio, mirando las paredes marcadas y las estanterías. Los recuerdos volvían de golpe, ahogando mi mente, sofocando mi corazón. No podía soportarlo más. Mandé una de las estanterías volando al otro extremo de la habitación, mi corazón latía a una velocidad que estaba segura que podía provocarme un ataque. Me apoyé contra la pared más cercana y cerré los ojos, intentando recuperar el control que de alguna manera me arrebataron de mi respiración y de mi corazón.
Llamaron a la puerta. No iba a contestar. No podía. Podría haberlo matado. Podría haberlo matado. Lo siento, lo siento. Sabía que Brittany intentaría que volviera con ella, que volviera a la luz. Intentaría salvarme de mí misma. No podían salvarme. Siguió llamando suavemente, y mis pasos fueron hacia el sonido de sus golpes. Froté las manos antes de detenerme delante de la puerta, apoyando las palmas contra ella. Asumía que sus manos se apoyaban al otro lado de la puerta, las puntas de sus dedos junto a las mías. —San. —Dijo ocho palabras en voz baja que me hicieron sentir una opresión en el pecho—: Cada segundo. Cada minuto. Cada hora. Cada día. Contuve la respiración. Sus palabras parecían más sinceras que nunca. Siguió hablando, su voz llena de urgencia. —Por favor, abre la puerta, Santana. Por favor, déjame volver a entrar. Vuelve a mí. Mis manos abandonaron la puerta, y froté los dedos entre ellos una y otra vez. —Podría haberlo matado. —No lo habrías hecho —dijo. —Vete, Brittany —dije—. Por favor, déjame en paz. —Por favor. —Me suplicó que abriera la puerta—. No me iré hasta que te vea. No me iré hasta que dejes que te abrace. —¡Jesús! —grité, abriendo la puerta de golpe—. Vete. —Mi alma se retorció con una repentina nostalgia mientras la miraba a los ojos. Mi vista bajó al suelo, incapaz de mirar lo único que hacía que el cielo pareciera real en mi mente—. Y no vuelvas, Brittany. —Sólo te haría daño. Te mereces algo más que yo. —No… no lo dices en serio —dijo con voz quebrada. Ya no podía seguir mirándola. —Lo digo en serio —dije—. No puedes salvarme. —Cerré la puerta y volví a cerrar el cobertizo con llave. Aporreó la puerta, gritando mi nombre, pidiendo una explicación, pidiendo respuestas a todas las preguntas desconocidas, pero paré de escuchar. Me quedé mirando mis manos, viendo la sangre, no muy seguro de si era de Blaine o mía, sintiéndola contra mis dedos, bajo mis uñas, por todas partes. Era como si las paredes estuvieran sangrando y no pudiera ver una salida. Quería que él supiera que lo sentía. Quería que supiera que no debería haber perdido el control. Quería que todo fuera un sueño. Quería despertarme y que mi familia hubiera regresado. Quería despertar y no saber nunca cuánto podían romperse los corazones.
Pero principalmente, quería que Brittany supiera que la amaba. Cada segundo. Cada minuto. Cada hora. Cada día. Lo siento. Lo siento. Lo siento
Cuando encontré la fuerza para salir del cobertizo muchas horas después, abrí la puerta y encontré a Brittany temblando en el suelo, envuelta en su abrigo de invierno. —Deberías haber vuelto a casa —dije en voz baja.
Se encogió de hombros. Me agaché y la levanté en volandas. Me rodeó con los brazos y se aferró a mi cuerpo. —¿Qué te dijo? —susurró contra mi pecho. —No importa. Me agarró con más fuerza mientras la metía en su casa. —Sí que importa. Importa mucho. La puse en la cama y me giré para salir de su habitación. Me pidió que me quedara con ella, pero sabía que no podía. Mi mente no se encontraba en un buen sitio. Antes de salir de su casa, me detuve en su baño para limpiar la sangre de mis manos. Froté las manos en el agua caliente con agresividad, intentando sacar toda la sangre. No podía parar. Seguí frotando, añadiendo más jabón, incluso después de que se hubiera ido toda la sangre. —Santana —dijo Brittany, despertándome del trance en el que me hallaba. Cerró el grifo, tomó una toalla, y envolvió mis dedos en la tela—. ¿Qué te dijo? Me incliné hacia delante, apoyando la frente contra la suya. Respiré su olor, esforzándome por no desmoronarme. Ella era lo único que me mantenía serena.
—Dijo que yo los maté. Dijo que era culpa mía que Marley y Santiago estuvieran muertos, y dijo que acabaría haciéndote lo mismo. —Se me quebró la voz—. Tenía razón. Yo los maté. Debería haber estado allí… debería haber sido capaz de salvarlos. —No —dijo con tono autoritario—. Santana. No los mataste. Lo que pasó, lo que fuera que les pasó a Marley y a Santiago fue un accidente. No fue culpa tuya. Asentí. —Sí que lo fue. Fue culpa mía. Culpé a mi madre, pero ella… ella los amaba. No fue ella. Fui yo. Siempre he sido yo… —Cada palabra se hacía más difícil de pronunciar que la anterior. Respirar se convertía en un desafío—. Tengo que irme. —Me aparté de ella, pero bloqueó la salida—. Brittany, muévete. —No.
—Britt…—Cuando me desmoroné, cuando toqué fondo, me abrazaste. Cuando me perdí, te quedaste. Así que dame la mano y ven a la cama.
Me condujo a su habitación y, por primera vez, deshizo el lado derecho de su cama para que me metiera bajo las sábanas. La rodeé con los brazos y apoyó la cabeza en mi pecho. —Te he estropeado tu cumpleaños —dije en voz baja mientras el sueño hacía que mis párpados se volvieran pesados.
—No es culpa tuya —contestó. Dijo esas palabras una y otra vez—. No es culpa tuya. No es culpa tuya. No es culpa tuya. Mientras mis latidos volvían a un ritmo normal, mientras mis dedos acariciaban su piel, mientras empezaba a quedarme dormida, una parte de mí empezó a creerlo. Aquella noche, por unas horas, recordé lo que se sentía no estar sola. Por unas horas, dejé de culparme.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 31
BRITTANY
Fui de puntillas a la cocina a las seis de la mañana, dejando a Santana descansando. Toda la casa se encontraba en silencio, pero podía oler el aroma del café recién hecho llenando las habitaciones. —¿También eres una persona mañanera? —preguntó Ed, sonriendo y caminando hacia mí con una taza de café en la mano. Parecía un tipo muy amable, y sólo ver su rostro sonriente me hizo sentir muy mal por la forma en que los traté a él y mamá la noche anterior. Sacó otra taza y sirvió una taza de café para mí. —¿Azúcar? ¿Crema? —Negro —le contesté, tomando la taza de él.
—Ah, algo que tenemos en común. Me gusta decir que tu mamá bebe su azúcar y crema con un poco de café, pero para mí mientras más oscuro mejor. —Se sentó en el taburete en la isla y me senté a su lado.
—Te debo una disculpa, Ed. Ayer fue terrible. Se encogió de hombros. —A veces la vida es extraña. Sólo tienes que hacer frente a la rareza y espero que encuentres algunos bichos raros con los cuales avanzar.
—¿Es mi mamá tu bicho raro? Sonrió ampliamente. Ella lo es. Sus dedos se cerraron alrededor de su taza, y miró en el café oscuro. —Richard era una persona horrible, Brittany, e hizo cosas terribles a Linda. Cuando llegaron a mi oficina ese día, lo vi poner las manos sobre ella de la peor manera. Lo envié fuera de mi oficina, cuando la dejó llorando. Cancelé todas mis citas de ese día y le permití sentarse en mi oficina durante el tiempo que necesitara. Entiendo que pienses que esta cosa entre ella y yo es una farsa. Lo sé todo sobre su historia con los hombres, su historia de dolor, y quiero que sepas que la amo. La amo tanto y pasaré el resto de mi vida protegiéndola de cualquier otro dolor. La taza temblaba en mis manos. —¿Él la lastimó? La lastimó, y le dije a ella esas cosas terribles anoche… —No lo sabías. —Eso no importa, de cualquier forma. Nunca debí haberle dicho esas cosas. Si yo fuera ella, no me lo perdonaría.
—Ella ya te perdonó. —Casi se me olvida que ambos son madrugadores. —Bostezó mamá, entrando en la cocina. Levantó una ceja en mi dirección—. ¿Qué pasa? —Me levanté y corrí hacia ella, envolviéndola en mis brazos—.Britt, ¿qué haces? —Felicitarte por tu compromiso. Su rostro se iluminó. —¿Vendrás a la boda? —Claro. Me devolvió el abrazo más fuertemente. —Estoy tan contenta, porque la boda es en tres semanas para Año Nuevo.
—¡¿Tres semanas?! —le dije, mi voz aumentó. Hice una pausa, sintiendo los nervios en mis entrañas. Mamá no necesitaba mi opinión en este momento; lo que necesitaba era mi apoyo—. ¡Tres semanas! ¡Maravilloso!
Mamá y Ed se fueron un par de horas más tarde, después de un partido de Zombieland con Lexie, terminado con sus propias marcas de salsa de tomare. Santana, Lexie, Zeus, y yo nos sentamos en el sofá por un tiempo antes de que Santana se incorporara sobre los codos y mirara en mi dirección. —¿Quieres ir a hacer compras para mi casa? Todavía no habíamos terminado de añadir los pequeños toques a su casa; las cosas que ella asegura que le importan una mierda, como cojines, pinturas, y todas las pequeñas cosas de decoración que me encantaban. —¡Sí! —chillé, siempre en busca de una razón para ir de compras.
—¡Esos son feos, Garrapata! —dijo Lexie, arrugando la nariz a la elección de Santana de cojines de color púrpura y mostaza para su sofá color amarillo. —¡¿Qué?! ¡Éstos son grandes! —argumentó. —Se ven como caca. —Lexie se echó a reír. Tuve que estar de acuerdo con ella. —Es casi como si pensaras: “Oh, vamos a hacer mi casa completamente horrible después de que Britt y Lexie trabajaron tan duro para que sea increíble”. —Sí. —Asintió Lexie—. Es como si hubieras pensado eso. —Se echó el cabello sobre su hombro—. Debes realmente dejar esta tarea a expertos como mamá y yo. Ella rió. —Gente resistente. —Lexie se hallaba de pie en la parte trasera del carro de compras y Santana la tomó haciéndola girar a una esquina, chocando directamente a alguien. —¡Lo siento! —se disculpó Santana rápidamente antes de levantar la vista. —¡Tío Blaine! —chilló Lexie, saltando del carrito corriendo hacia Blaine para envolverlo en un abrazo. —Hola, nena —dijo Blaine, dándole un apretón antes de ponerla abajo. —¡¿Qué le pasó a tu cara?! —preguntó Lexie. Blaine miró en mi dirección. Me quedé mirando sus heridas de la noche anterior. Una parte tan grande de mi quería consolarlo, pero otra parte quería darle una bofetada en la cara por lo que le dijo a Santana sobre su familia.
—Santana, ¿crees que podrías llevar a Lexie a la sección de pinturas y la haces escoger algunas obras de arte para ti? —le pregunté. Santana colocó suavemente una mano en mi antebrazo. —¿Estás bien? —susurró.
Asentí. Se alejaron, pero no antes de que Santana se disculpara con Blaine. Blaine no pronunció una palabra para ella, pero en el momento en que Lexie y Santana se fueron, me pareció que tenía un montón de comentarios que escupir hacia mí. —¿Hablas en serio, Britt? ¿Anoche ella atacó a tu amigo y ahora vas corriendo por toda la tienda con ella como si fueran una familia feliz? ¡¿Y la enviaste a solas con tu hija?! ¿Qué haría Sam…? —¿Dijiste que era su culpa que su familia muriera? Blaine entrecerró los ojos. —¿Qué? —Santana me dijo. —Britt, mírame a la cara. —Dio un paso más cerca de mí. Se me hizo un nudo en la garganta mientras miraba fijamente su ojo negro y azul. Se levantó la camisa para mostrar su lado izquierdo, que se hallaba gravemente herido—. Mira mis costillas. La mujer que acabas de enviar con tu hija hizo esto. La muy puta me atacó como una bestia, ¿y estás aquí preguntándome por lo que le dije? Estaba borracho; podría haber dicho algunas cosas estúpidas, pero ella salió de la nada. La vi en sus ojos, Britt. Está completamente loca. —Eres un mentiroso. —Está mintiendo. El está mintiendo. Santana es buena. Es tan buena—. Nunca debiste haber dicho nada sobre su familia. Nunca. —Los tacones de mis pies me hicieron girar lejos de Blaine, y gruñí cuando sentí su férreo apretón sobre mi antebrazo. Me obligó a mirarlo a la cara una vez más. —Escucha, lo entiendo. Estás enfadada conmigo. De acuerdo. Enfádate. Malditamente ódiame. Pero sé que hay algo sobre esa tipa. Sé que hay algo mal con ella y no pararé hasta enterarme de lo que es, porque me preocupo demasiado por ti y Lexie como para dejar que algo malo les suceda. Sí, está bien, le dije algunas cosas que no debería haber dicho, ¿pero lo que me merezco es esto? Sólo será cuestión de tiempo antes de que digas algo equivocado y ella explote contigo. —Blaine —le dije, mi voz baja—. Me lastimas. Dejó caer su férreo apretón de mi brazo, dejando marcas rojas en la piel, donde sus dedos estuvieron. —Lo lamento. Cuando llegué a la sección de obras de arte de la tienda, me encontré con Santana y Lexie discutiendo sobre qué comprar; por supuesto, Lexie tenía razón. Santana sonrió hacia mi dirección y dio un paso hacia mí. —¿Estás bien? —preguntó de nuevo. Puse mi mano en su mejilla y la miré fijamente a los ojos. Su mirada era suave y gentil, me recordaba a todas las cosas buenas en el mundo. Mientras Blaine veía el infierno en la mirada de Santana, yo solamente veía el cielo. Habían pasado tres semanas desde mi cumpleaños, y poco a poco todo fue volviendo a la normalidad. Esa noche viajábamos a la ciudad de mamá para su boda ese fin de semana, y antes de que pudiéramos salir, Lexie de algún modo nos persuadió a Santana y a mí de conseguirle un helado en un clima de veinte grados. —¡Creo que el helado de menta es asqueroso! —dijo Lexie mientras caminábamos de vuelta de la heladería, Santana sosteniéndola sobre sus hombros. Ella comía un cono de vainilla, goteando helado en su cabello de vez en cuando. Cuando algunas gotas cayeron en su mejilla, me incliné y les di un beso limpiándolas, y luego la besé suavemente en los labios. —Gracias por venir con nosotras —le dije. —Principalmente sólo vine por la menta —respondió con una sonrisa juguetona. La sonrisa permaneció en sus labios hasta que nos acercamos a nuestras casas. Cuando sus ojos se quedaron en los peldaños de mi porche, la alegría dejó a sus ojos y bajó Lexie de sus hombros.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté a Blaine, que se hallaba sentado en el porche con papeles en su agarre. —Tenemos que hablar —dijo, poniéndose de pie. Sus ojos se dirigieron a Santana antes de pasar de nuevo a mí—. Ahora. —No quiero hablar contigo —le dije con severidad—. Además, estamos yéndonos en unos pocos minutos para ir a visitar a mi madre. —¿Va contigo? —preguntó, en voz baja. —No empieces, Blaine.
—Tenemos que hablar. —Blaine, mira, lo entiendo. No te gusta que esté con Santana, pero lo estoy. Y somos felices. No veo por qué no puedes estar… —¡ Britt! —gritó, cortándome—. Lo entiendo, lo que sea. Pero tengo que hablar contigo. —Sus ojos se encontraban vidriosos y su mandíbula se apretó—. Por favor. Miré a Santana, que miraba en mi camino, esperando a que decidiera mi próximo movimiento. Parecía como si Blaine realmente tenía algo que decir, algo que lo carcomía. —Bueno. Bien. Vamos a hablar. —Suspiró con alivio. Me volví a Santana—. Te veré en un momento, ¿de acuerdo? Asintió y besó mi frente antes de decirme adiós. Blaine nos siguió a Lexie y a mí dentro, y cuando Lexie se fue a su habitación para jugar con algunos juguetes, nos situamos en la isla en la cocina. Mis manos agarraron el borde del mostrador. —¿De qué quieres hablar, Blaine? —Santana. —No quiero hablar de ella. —Tenemos. Rompiendo con su mirada, me trasladé al lavaplatos y empecé a descargarlo, sólo para mantenerme ocupada. —No, Blaine. Estoy muy harta de todo esto. ¿No estás cansado de todo esto? —¿Sabes lo que le pasó a su esposa e hijo? ¿Sabes cómo murieron? —No habla de ello, y eso no la hace una persona horrible que no hablé de ello. La hace humano. —Britt, fue Sam.
—¿Qué fue Sam? —pregunté, lanzando platos en los armarios. —El accidente con la esposa y el hijo de Santana. Fue Sam. Él era el coche que los llevó fuera de la carretera. —Mi garganta se cerró, y miré en su dirección. Sus ojos se encontraron con los míos, y cuando negué con la cabeza. Él asintió—. Fui a buscar para obtener información sobre la tipa, y seré honesto contigo, buscaba basura para hacerla ser un monstruo. Rachel entró en mi tienda y me rogó parar mi cacería de brujas, porque se encontraba segura de que arruinaría la poca amistad que todavía tenía contigo, pero tenía que saber el asunto con esta tipa. No encontraba nada. Resulta que ella es sólo una mujer que perdió su mundo. —Blaine.
—Pero encontré estos artículos sobre el accidente. —Sostuvo los papeles hacia mí, y yo puse las manos sobre mi pecho. Mis latidos eran erráticos, saltándose latidos y luego acelerando cada vez que quería—. Cuando el coche de Sam perdió el control, se estrelló contra un Altima blanco. El Altima tenía tres pasajeros en él. —Detente... —susurré, mi mano derecha sobre mi boca, mi cuerpo empezaba a temblar de horror. —Sesenta años de edad, María Lopez, quien salió ilesa del accidente. —Blaine, por favor. No. —Treinta años de edad, Marley Lopez... Las lágrimas cayeron, mis entrañas retorciéndose en nudos mientras seguía hablando. —Y de ocho años de edad, Santiago Lopez, quienes perdieron la vida. Ácido comenzó a subir de mi estómago y le di la espalda, sollozando incontrolablemente en mis manos, incapaz de creer realmente lo que me decía. ¿Sam fue la razón por la que Santana perdió su mundo? ¿Mi Sam fue la causa de la angustia de Santana? —No puedes estar aquí en este momento —me las arreglé para decir. Blaine puso una mano en mi hombro y la eché fuera—. No puedo lidiar con esto ahora mismo, Blaine. Vete. Suspiró profundamente. —No quería lastimarte, Britt. Lo juro. Pero, ¿podrías imaginar si ambas se enteraran más tarde? ¿Te imaginas si ella no lo sabía hasta que ustedes dos estaban demasiado profundo? Me volví hacia él. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, ustedes no pueden estar juntas después de esto. No hay manera. —Con vacilación, frotó la parte posterior de su cuello—. Vas a decirle, ¿verdad? —Mis labios se separaron, pero las palabras no salieron—.Britt. Tienes que decirle. Tiene derecho a saber. Mis manos rozaron mis ojos. —Tienes que irte, Blaine. Por favor. Sólo vete.
—Todo lo que digo es que si la amas, si hay alguna parte de ti que realmente se preocupa por esta chica, entonces déjala ir. Vas a dejarla seguir adelante. Lo último que me dijo fue que no tenía intención de hacerme daño. Tuve un momento muy difícil en creerle.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 31
BRITTANY
Fui de puntillas a la cocina a las seis de la mañana, dejando a Santana descansando. Toda la casa se encontraba en silencio, pero podía oler el aroma del café recién hecho llenando las habitaciones. —¿También eres una persona mañanera? —preguntó Ed, sonriendo y caminando hacia mí con una taza de café en la mano. Parecía un tipo muy amable, y sólo ver su rostro sonriente me hizo sentir muy mal por la forma en que los traté a él y mamá la noche anterior. Sacó otra taza y sirvió una taza de café para mí. —¿Azúcar? ¿Crema? —Negro —le contesté, tomando la taza de él.
—Ah, algo que tenemos en común. Me gusta decir que tu mamá bebe su azúcar y crema con un poco de café, pero para mí mientras más oscuro mejor. —Se sentó en el taburete en la isla y me senté a su lado.
—Te debo una disculpa, Ed. Ayer fue terrible. Se encogió de hombros. —A veces la vida es extraña. Sólo tienes que hacer frente a la rareza y espero que encuentres algunos bichos raros con los cuales avanzar.
—¿Es mi mamá tu bicho raro? Sonrió ampliamente. Ella lo es. Sus dedos se cerraron alrededor de su taza, y miró en el café oscuro. —Richard era una persona horrible, Brittany, e hizo cosas terribles a Linda. Cuando llegaron a mi oficina ese día, lo vi poner las manos sobre ella de la peor manera. Lo envié fuera de mi oficina, cuando la dejó llorando. Cancelé todas mis citas de ese día y le permití sentarse en mi oficina durante el tiempo que necesitara. Entiendo que pienses que esta cosa entre ella y yo es una farsa. Lo sé todo sobre su historia con los hombres, su historia de dolor, y quiero que sepas que la amo. La amo tanto y pasaré el resto de mi vida protegiéndola de cualquier otro dolor. La taza temblaba en mis manos. —¿Él la lastimó? La lastimó, y le dije a ella esas cosas terribles anoche… —No lo sabías. —Eso no importa, de cualquier forma. Nunca debí haberle dicho esas cosas. Si yo fuera ella, no me lo perdonaría.
—Ella ya te perdonó. —Casi se me olvida que ambos son madrugadores. —Bostezó mamá, entrando en la cocina. Levantó una ceja en mi dirección—. ¿Qué pasa? —Me levanté y corrí hacia ella, envolviéndola en mis brazos—.Britt, ¿qué haces? —Felicitarte por tu compromiso. Su rostro se iluminó. —¿Vendrás a la boda? —Claro. Me devolvió el abrazo más fuertemente. —Estoy tan contenta, porque la boda es en tres semanas para Año Nuevo.
—¡¿Tres semanas?! —le dije, mi voz aumentó. Hice una pausa, sintiendo los nervios en mis entrañas. Mamá no necesitaba mi opinión en este momento; lo que necesitaba era mi apoyo—. ¡Tres semanas! ¡Maravilloso!
Mamá y Ed se fueron un par de horas más tarde, después de un partido de Zombieland con Lexie, terminado con sus propias marcas de salsa de tomare. Santana, Lexie, Zeus, y yo nos sentamos en el sofá por un tiempo antes de que Santana se incorporara sobre los codos y mirara en mi dirección. —¿Quieres ir a hacer compras para mi casa? Todavía no habíamos terminado de añadir los pequeños toques a su casa; las cosas que ella asegura que le importan una mierda, como cojines, pinturas, y todas las pequeñas cosas de decoración que me encantaban. —¡Sí! —chillé, siempre en busca de una razón para ir de compras.
—¡Esos son feos, Garrapata! —dijo Lexie, arrugando la nariz a la elección de Santana de cojines de color púrpura y mostaza para su sofá color amarillo. —¡¿Qué?! ¡Éstos son grandes! —argumentó. —Se ven como caca. —Lexie se echó a reír. Tuve que estar de acuerdo con ella. —Es casi como si pensaras: “Oh, vamos a hacer mi casa completamente horrible después de que Britt y Lexie trabajaron tan duro para que sea increíble”. —Sí. —Asintió Lexie—. Es como si hubieras pensado eso. —Se echó el cabello sobre su hombro—. Debes realmente dejar esta tarea a expertos como mamá y yo. Ella rió. —Gente resistente. —Lexie se hallaba de pie en la parte trasera del carro de compras y Santana la tomó haciéndola girar a una esquina, chocando directamente a alguien. —¡Lo siento! —se disculpó Santana rápidamente antes de levantar la vista. —¡Tío Blaine! —chilló Lexie, saltando del carrito corriendo hacia Blaine para envolverlo en un abrazo. —Hola, nena —dijo Blaine, dándole un apretón antes de ponerla abajo. —¡¿Qué le pasó a tu cara?! —preguntó Lexie. Blaine miró en mi dirección. Me quedé mirando sus heridas de la noche anterior. Una parte tan grande de mi quería consolarlo, pero otra parte quería darle una bofetada en la cara por lo que le dijo a Santana sobre su familia.
—Santana, ¿crees que podrías llevar a Lexie a la sección de pinturas y la haces escoger algunas obras de arte para ti? —le pregunté. Santana colocó suavemente una mano en mi antebrazo. —¿Estás bien? —susurró.
Asentí. Se alejaron, pero no antes de que Santana se disculpara con Blaine. Blaine no pronunció una palabra para ella, pero en el momento en que Lexie y Santana se fueron, me pareció que tenía un montón de comentarios que escupir hacia mí. —¿Hablas en serio, Britt? ¿Anoche ella atacó a tu amigo y ahora vas corriendo por toda la tienda con ella como si fueran una familia feliz? ¡¿Y la enviaste a solas con tu hija?! ¿Qué haría Sam…? —¿Dijiste que era su culpa que su familia muriera? Blaine entrecerró los ojos. —¿Qué? —Santana me dijo. —Britt, mírame a la cara. —Dio un paso más cerca de mí. Se me hizo un nudo en la garganta mientras miraba fijamente su ojo negro y azul. Se levantó la camisa para mostrar su lado izquierdo, que se hallaba gravemente herido—. Mira mis costillas. La mujer que acabas de enviar con tu hija hizo esto. La muy puta me atacó como una bestia, ¿y estás aquí preguntándome por lo que le dije? Estaba borracho; podría haber dicho algunas cosas estúpidas, pero ella salió de la nada. La vi en sus ojos, Britt. Está completamente loca. —Eres un mentiroso. —Está mintiendo. El está mintiendo. Santana es buena. Es tan buena—. Nunca debiste haber dicho nada sobre su familia. Nunca. —Los tacones de mis pies me hicieron girar lejos de Blaine, y gruñí cuando sentí su férreo apretón sobre mi antebrazo. Me obligó a mirarlo a la cara una vez más. —Escucha, lo entiendo. Estás enfadada conmigo. De acuerdo. Enfádate. Malditamente ódiame. Pero sé que hay algo sobre esa tipa. Sé que hay algo mal con ella y no pararé hasta enterarme de lo que es, porque me preocupo demasiado por ti y Lexie como para dejar que algo malo les suceda. Sí, está bien, le dije algunas cosas que no debería haber dicho, ¿pero lo que me merezco es esto? Sólo será cuestión de tiempo antes de que digas algo equivocado y ella explote contigo. —Blaine —le dije, mi voz baja—. Me lastimas. Dejó caer su férreo apretón de mi brazo, dejando marcas rojas en la piel, donde sus dedos estuvieron. —Lo lamento. Cuando llegué a la sección de obras de arte de la tienda, me encontré con Santana y Lexie discutiendo sobre qué comprar; por supuesto, Lexie tenía razón. Santana sonrió hacia mi dirección y dio un paso hacia mí. —¿Estás bien? —preguntó de nuevo. Puse mi mano en su mejilla y la miré fijamente a los ojos. Su mirada era suave y gentil, me recordaba a todas las cosas buenas en el mundo. Mientras Blaine veía el infierno en la mirada de Santana, yo solamente veía el cielo. Habían pasado tres semanas desde mi cumpleaños, y poco a poco todo fue volviendo a la normalidad. Esa noche viajábamos a la ciudad de mamá para su boda ese fin de semana, y antes de que pudiéramos salir, Lexie de algún modo nos persuadió a Santana y a mí de conseguirle un helado en un clima de veinte grados. —¡Creo que el helado de menta es asqueroso! —dijo Lexie mientras caminábamos de vuelta de la heladería, Santana sosteniéndola sobre sus hombros. Ella comía un cono de vainilla, goteando helado en su cabello de vez en cuando. Cuando algunas gotas cayeron en su mejilla, me incliné y les di un beso limpiándolas, y luego la besé suavemente en los labios. —Gracias por venir con nosotras —le dije. —Principalmente sólo vine por la menta —respondió con una sonrisa juguetona. La sonrisa permaneció en sus labios hasta que nos acercamos a nuestras casas. Cuando sus ojos se quedaron en los peldaños de mi porche, la alegría dejó a sus ojos y bajó Lexie de sus hombros.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté a Blaine, que se hallaba sentado en el porche con papeles en su agarre. —Tenemos que hablar —dijo, poniéndose de pie. Sus ojos se dirigieron a Santana antes de pasar de nuevo a mí—. Ahora. —No quiero hablar contigo —le dije con severidad—. Además, estamos yéndonos en unos pocos minutos para ir a visitar a mi madre. —¿Va contigo? —preguntó, en voz baja. —No empieces, Blaine.
—Tenemos que hablar. —Blaine, mira, lo entiendo. No te gusta que esté con Santana, pero lo estoy. Y somos felices. No veo por qué no puedes estar… —¡ Britt! —gritó, cortándome—. Lo entiendo, lo que sea. Pero tengo que hablar contigo. —Sus ojos se encontraban vidriosos y su mandíbula se apretó—. Por favor. Miré a Santana, que miraba en mi camino, esperando a que decidiera mi próximo movimiento. Parecía como si Blaine realmente tenía algo que decir, algo que lo carcomía. —Bueno. Bien. Vamos a hablar. —Suspiró con alivio. Me volví a Santana—. Te veré en un momento, ¿de acuerdo? Asintió y besó mi frente antes de decirme adiós. Blaine nos siguió a Lexie y a mí dentro, y cuando Lexie se fue a su habitación para jugar con algunos juguetes, nos situamos en la isla en la cocina. Mis manos agarraron el borde del mostrador. —¿De qué quieres hablar, Blaine? —Santana. —No quiero hablar de ella. —Tenemos. Rompiendo con su mirada, me trasladé al lavaplatos y empecé a descargarlo, sólo para mantenerme ocupada. —No, Blaine. Estoy muy harta de todo esto. ¿No estás cansado de todo esto? —¿Sabes lo que le pasó a su esposa e hijo? ¿Sabes cómo murieron? —No habla de ello, y eso no la hace una persona horrible que no hablé de ello. La hace humano. —Britt, fue Sam.
—¿Qué fue Sam? —pregunté, lanzando platos en los armarios. —El accidente con la esposa y el hijo de Santana. Fue Sam. Él era el coche que los llevó fuera de la carretera. —Mi garganta se cerró, y miré en su dirección. Sus ojos se encontraron con los míos, y cuando negué con la cabeza. Él asintió—. Fui a buscar para obtener información sobre la tipa, y seré honesto contigo, buscaba basura para hacerla ser un monstruo. Rachel entró en mi tienda y me rogó parar mi cacería de brujas, porque se encontraba segura de que arruinaría la poca amistad que todavía tenía contigo, pero tenía que saber el asunto con esta tipa. No encontraba nada. Resulta que ella es sólo una mujer que perdió su mundo. —Blaine.
—Pero encontré estos artículos sobre el accidente. —Sostuvo los papeles hacia mí, y yo puse las manos sobre mi pecho. Mis latidos eran erráticos, saltándose latidos y luego acelerando cada vez que quería—. Cuando el coche de Sam perdió el control, se estrelló contra un Altima blanco. El Altima tenía tres pasajeros en él. —Detente... —susurré, mi mano derecha sobre mi boca, mi cuerpo empezaba a temblar de horror. —Sesenta años de edad, María Lopez, quien salió ilesa del accidente. —Blaine, por favor. No. —Treinta años de edad, Marley Lopez... Las lágrimas cayeron, mis entrañas retorciéndose en nudos mientras seguía hablando. —Y de ocho años de edad, Santiago Lopez, quienes perdieron la vida. Ácido comenzó a subir de mi estómago y le di la espalda, sollozando incontrolablemente en mis manos, incapaz de creer realmente lo que me decía. ¿Sam fue la razón por la que Santana perdió su mundo? ¿Mi Sam fue la causa de la angustia de Santana? —No puedes estar aquí en este momento —me las arreglé para decir. Blaine puso una mano en mi hombro y la eché fuera—. No puedo lidiar con esto ahora mismo, Blaine. Vete. Suspiró profundamente. —No quería lastimarte, Britt. Lo juro. Pero, ¿podrías imaginar si ambas se enteraran más tarde? ¿Te imaginas si ella no lo sabía hasta que ustedes dos estaban demasiado profundo? Me volví hacia él. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, ustedes no pueden estar juntas después de esto. No hay manera. —Con vacilación, frotó la parte posterior de su cuello—. Vas a decirle, ¿verdad? —Mis labios se separaron, pero las palabras no salieron—.Britt. Tienes que decirle. Tiene derecho a saber. Mis manos rozaron mis ojos. —Tienes que irte, Blaine. Por favor. Sólo vete.
—Todo lo que digo es que si la amas, si hay alguna parte de ti que realmente se preocupa por esta chica, entonces déjala ir. Vas a dejarla seguir adelante. Lo último que me dijo fue que no tenía intención de hacerme daño. Tuve un momento muy difícil en creerle.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Edad : 43
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
noooo pq!!!!! maldito blaine, ahora si que se complicaron las cosas, no creo que santana reaccione bien al saber esto, solo espero que esto no sea una oportunidad para el falso del engominado!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Edad : 54
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
San merese saberlo, independiente de como lleve a reaccionar que obviamente no va a ser buena....
Eso si espero que no culpe a britt por el accidente que causo sam, y ninguna de las dos tiene la culpa del accidente en si...
Esperó que lamida de vaca juege bien, y no para beneficio suyo...
Eso si espero que no culpe a britt por el accidente que causo sam, y ninguna de las dos tiene la culpa del accidente en si...
Esperó que lamida de vaca juege bien, y no para beneficio suyo...
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
:/ pues un motivo para que estén separadas San lo vera como un obstáculo y aunque no es culpa de ninguna el saberlo le afectará, haber como reacciona San al saber, lastima que pasa esto en un momento cuando estaban avanzando y formando una familia nueva
JVM- - Mensajes : 1170
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
Les juro que luego comento, he estado muy muy ocupada pero apenas termino mis obligaciones del dia actualizo hoy dejare cinco capitulos para que lo tomen uno por dia, por si no pudiese actualizar mañana ok.
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CAPITULO 32
BRITTANY
No sabía cómo decirle a Santana lo que me contó Blaine. Condujimos a casa de mamá y se dio cuenta que Blaine dijo algo que me molestó, pero no me presionó para que hablara de ello. Intenté poner mis mejores sonrisas para mamá y Ed la noche de su banquete de bodas; me esforcé al máximo por estar feliz por ellos, pero en mi interior mi corazón se sentía tan confuso. Lexie arrastró a Santana a la pista de baile. No pude evitar sonreír al oír que empezaba a sonar una canción lenta y al ver que Lexie se ponía sobre los pies de ella. Mamá se acercó a mí en su precioso vestido color perla y se sentó a mi lado. —No me has dicho una palabra en toda la noche —dijo. Su sonrisa era de las tristes. —Vine, ¿no? ¿No es suficiente? —Una gran parte de mí se sentía algo traicionada por su repentina carrera al altar. Siempre se apresuró con sus demás relaciones, pero no había estado lo suficientemente loca como para ir hacia el altar con un hombre al que apenas conocía. Me volví hacia ella—. ¿Qué haces, mama? Sé sincera conmigo… ¿volvías a tener problemas de dinero? Podrías haberme pedido ayuda. Su cara se sonrojó de la vergüenza, tal vez de ira.
—Para, Britt. No me puedo creer que me digas eso, y menos hoy.
—Es que… esto es tan repentino. —Lo sé. —Y sé que tiene mucho dinero. Mira esta boda. —El dinero no tiene nada que ver —rebatió. Arqueé una ceja—. En serio, nada que ver. —¿Entonces qué es? Dame una razón por la que correrías para meterte en esta situación si no es por el dinero. ¿Qué sacas de todo esto? —Amor —susurró, sus labios se curvaron hacia arriba—. Saco amor. Por alguna extraña razón, estas palabras me ardieron. Mi corazón sufrió cuando confesó que amaba a otro hombre que no fuera papá. —¿Cómo pudiste? —dije, mis ojos se llenaban de lágrimas—. ¿Cómo pudiste tirar las cartas así como así? —¿Qué?
—Las cartas de papá. Las encontré en el cubo de la basura antes de que Lexie y yo nos mudáramos. ¿Cómo pudiste? Suspiró pesadamente, entrelazando las manos. —Britt, no las tiré así como así. Leí todas y cada una de esas cartas cada tarde durante dieciséis años seguidos. Todas las noches. Cientos de cartas. Y luego un día me desperté y entendí que la manta de seguridad que llevaba puesta no era más que una muleta que me mantenía viviendo mi propia vida como una tullida. Tu padre fue un hombre maravilloso. Me enseñó a amar completamente. Me enseñó a rendirme a la pasión. Y luego lo olvidé. Olvidé todo lo que me enseño el día en que se fue. Me perdí. Tenía que apartarme de la muleta de esas cartas para curarme. Tú eres mucho más fuerte que yo. —Sigo sintiéndome débil. Casi todos los días me siento débil. Tomó mi cara entre sus manos y apoyó la frente contra la mía. —Pero ese es el tema. Sientes. Yo me encontraba adormecida. No sentía nada. Pero tú sientes. Uno debe saber lo que se siente al estar débil para encontrar de verdad su verdadera fuerza. —Ed… ¿de verdad te hace feliz? —pregunté. Su cara brilló. Lo amaba de verdad.
No sabía que se nos permitía volver a amar. —Santana —dijo—. ¿Te hace feliz? Asentí lentamente. —¿Y eso te asusta? Asentí una vez más.
Sonrió. —Ah, entonces eso significa que lo estás haciendo bien.
—¿Haciendo el qué bien?
—Enamorarte.
—Es demasiado pronto... —dije con voz temblorosa.
—¿Quién lo dice?
—No lo sé. ¿La sociedad? ¿Cuánto tiempo se supone que debe pasar antes de volver a empezar a enamorarte? —La gente dice muchas cosas y da toda clase de consejos indeseados y recomendaciones sobre cómo llevar el luto. Te dicen que no salgas con nadie durante años, que dejes pasar el tiempo, pero eso es lo que tiene el amor… el tiempo no existe para él. Lo único que cuenta el amor son los latidos. Si la amas, no te pongas obstáculos. Permítete volver a sentir. —Hay algo que tengo que decirle. Algo terrible, y creo que la perderé. Frunció el ceño. —Sea lo que sea, lo entenderá si le importas de la misma forma en que te importa ella. —Mamá. —Las lágrimas cayeron de mis ojos y fijé la mirada en los ojos que reflejaban los míos—. Pensaba que te había perdido para siempre. —Siento haberme ido, cariño. Le di un abrazo. —No importa. Has vuelto. Santana nos llevó a casa desde la boda después de que me tomara demasiadas copas de vino y Lexie se quedó dormida en su asiento en cuanto nos marchamos. No nos hablamos, pero se dijo mucho cuando mi mano, que estuvo sola durante tanto tiempo, se entrelazó con los dedos de Santana. Mis ojos no podían apartarse de nuestra unión. Levanté nuestro agarre y apoyé los labios ligeramente en su mano. ¿Cómo podía contarle lo de Sam y el accidente?
¿Cómo empezaría a decir adiós? Miró hacia mí y me dirigió una media sonrisa. —¿Estás borracha? —Un poco. —¿Eres feliz? —preguntó. —Mucho. —Gracias por invitarme. Creo que tengo los pies un poco magullados porque Lexie no paraba de pisarlos, pero me encantó.
—Está loca por ti —dije, mirando sus labios. Sus ojos estudiaron la oscura carretera y respondió—: La adoro. Oh, mi corazón. Se detuvo. O aceleró. Puede que las dos cosas. Besé su mano una vez más. Mis dedos trazaron cada línea que recorría su palma. Cuando nos detuvimos delante de mi casa, Santana levantó a Lexie de su asiento y la llevó a su habitación. Mientras la acostaba, permanecí en la puerta, observando. Sacó sus zapatos y los puso a los pies de la cama. —Debería irme a casa —dijo, caminando hacia mí. —Sí, deberías. Sonrió. —Gracias otra vez por esta noche. Fue genial. —Me dio un pequeño beso en la frente y pasó a mi lado para irse—. Buenas noches, Britt. —No. —No, ¿qué? —No te vayas. Quédate esta noche. —¿Qué? —Quédate conmigo. Frunció las cejas.
—Estás borracha. —Un poco. —¿Pero quieres que me quede?
—Mucho. Sus dedos rodearon mi espalda baja y me atrajo hacia su cuerpo. —Si me quedara querría abrazarte hasta que sea por la mañana, y sé que eso te asusta. —Hay muchas cosas que me asustan. Hay muchas cosas que me aterrorizan, pero que me abraces ya no es una de ellas.
Abrí la boca mientras trazaba mi labio inferior con su dedo. Me levantó suavemente la barbilla para poder besarme lenta y cuidadosamente.
—Te adoro —susurró contra mis labios. —Te adoro —contesté. Sus dedos descansaron en mi pecho y sintió mis latidos. Apoyé las manos en su pecho, sintiendo los suyos. —Esto me gusta —susurró contra mis labios.
—A mí también me gusta —contesté. Se le dilataron los ojos y me olió. Yo también la olí, volviéndome ligeramente adicta a todo su ser. Olía como el viento que pasaba a través de los más hermosos pinos del bosque: refrescante, tranquilizador, pacífico. Como el hogar. Pasó tanto tiempo desde que me sentí como en casa. Absorbimos la respiración de la otra, rogando silenciosamente un poco más. Fuimos hacia mi habitación, donde nuestra ropa cayó y se juntaron nuestros labios. —Todos los del pueblo piensan que esto está mal. Todos piensan que somos una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento —expliqué—. Y estoy completamente segura de que me las voy a arreglar para fastidiar esto de alguna manera. Y luego todos dirán “te lo dije”. —Supongamos por un segundo que tienen razón. Supongamos que al final de esto, no terminamos felices. —Suspiró contra mi piel, sus labios pasaron sobre mi estómago desnudo—. Pero mientras el aire entre y salga de mis pulmones —Su lengua bailó sobre el borde de mis bragas—, mientras respire, lucharé por ti. Lucharé por nosotras.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Mar Jul 12, 2016 1:00 am, editado 1 vez
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 33
BRITTANY
Me enamoré con la idea de ella primero. Me enamoré con la idea de una persona que algún día podría hacerme reír, sonreír y llorar a la vez. Me enamoré con la idea de ella amándome por mi desolación, por mi dolido corazón. Me enamoré con la idea de sus besos, sus caricias, su calor.
Y luego, una mañana fría, entré en mi porche con una taza de café humeante en la mano. Se hallaba tumbada en la hierba cubierta de nieve, haciendo ángeles de nieve y mirando a las nubes con Lexie a su lado. Ellas peleaban todo el tiempo, pero en la más tontas de las maneras. Esa mañana, discutían sobre qué animal veían. Santana vio una nube jirafa, mientras que Lexie juraba que era un pingüino, así que después de un tiempo, ella fingió ver el pingüino también. Los labios de Lexie se extendieron en una sonrisa, y las dos se quedaron en silencio mientras movían sus piernas y brazos para perfeccionar sus ángeles de nieve. Fue en ese silencio que lo supe. La amaba. La amaba mucho, demasiado. No era un sueño más, ni era la simple idea de amarla. Era real. Eso era cierto. Ella era el amor. Me hacía sonreír. Me hacía feliz. Me hacía reír en un mundo que se encontraba decidido a hacerme llorar.
Las lágrimas se formaron en mis ojos, y traté de entender cómo… ¿Cómo podría ser que se me permitiera amar a una mujer quién también me amaba? Era una sensación tan especial, amar y ser amado. Encontrar a una persona que no sólo te quería, sino que apreciaba la mejor parte de ti, tu niña. Fui bendecida más de lo que jamás las palabras podrían expresar.
A Lexie y a mí nos encantaba Santana completamente, y ella nos amaba de igual forma. Tal vez ella amaba nuestras cicatrices más. Tal vez la forma más verdadera de amor crecía de los tipos más profundos de dolor. Era curioso cómo todo llegó a ser. Primero nos mentimos, usándonos para aferrarnos al pasado, y luego accidentalmente nos enamoramos. Sabía que tenía que decirle sobre el accidente. Sabía que tenía que hacerle saber, pero no podía aquella mañana. Esa mañana, lo que necesitaba que supiera era una cosa y sólo una cosa. Las dos se levantaron de la hierba. Lexie se apresuró a entrar en la casa para el desayuno, y yo me quedé en el porche, apoyada en la barandilla con una sonrisa que fue elaborada sólo por Santana. Sus manos se hallaban metidas en sus pantalones, y tenía un poco de grama aferrándose a la camisa y el cabello húmedo. Estaba segura de que Lexie le tiró la hierba. A medida que su pie golpeaba el escalón más alto, seguía sonriendo en mi camino y pasó por delante de mí para entrar en la casa. —Te amo —le dije.
Se volvió hacia mí y sonrió aún más amplio. Debido a que ella ya lo sabía.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 34
BRITTANY
Una noche me quedé en mi armario, mirando toda la ropa de Sam. Inhalando profundamente, comencé a sacarla toda de las perchas. Quité todo de los aparadores. Saqué todo de los cajones. Exhalando lentamente, las puse en cajas para regalarlas. A continuación, me moví a mi cama y cambié mis sábanas. Me sentía totalmente dispuesta a dejar a Santana entrar en mi vida, y sabía que significaba que tenía que empezar a dejar ir a Sam. Para empezar verdaderamente a seguir adelante, sabía que debía decirle a Santana sobre el accidente. Se merecía saber, y necesitaba saber. Si de verdad quiso decir las palabras que dijo sobre luchar por mí, por nosotras, entonces no importa qué, estaríamos bien. Al menos eso era lo que esperaba. Sin embargo, una gran parte de mí sabía que no habría estado bien después de esto. Nuestra bomba de tiempo fue creciendo más fuerte cada día. —Tenemos que hablar —le dije a Santana mientras estábamos en mi porche—. Acerca de cuando Blaine se acercó antes de la boda. —¿Te lastimó? —preguntó Santana. Su mano rozó mi mejilla, y entró en el vestíbulo de la casa, cerca de mí. Di un paso atrás—. ¿Qué te dijo? Las palabras se encontraban en la punta de la lengua, allí mismo, pero sabía que si le decía, esos pequeños toques podrían dejarme para siempre. Mis labios se abrieron para tratar de hacerle entender, pero sabía que si le decía lo que Blaine encontró, la perdería. No me sentía dispuesta a dejar de lado el sueño que habíamos estado soñando. —Nena... ¿Por qué lloras? —preguntó. Ni siquiera me di cuenta de las lágrimas cayendo sobre mis mejillas. Más lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos, y ella se acercó a mí—. Britt, ¿qué pasa? Negué con la cabeza. —Nada de nada. ¿Crees... podrías sostenerme durante unos minutos? Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuerpo, y me abrazó fuertemente. Aspiré su aroma, casi segura de que si le decía la verdad, que sabía debía hacer, perdería ese momento. No sería sostenida por ella nunca más, no sería tocada por ella, no sería amada por ella. Los dedos de Santana lentamente comenzaron a frotar mi espalda en un movimiento circular mientras la acercaba más, intentando aferrarme a algo que sentí como si ya había perdido. —Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? Ya sabes que siempre puedes decirme cualquier cosa. Siempre estoy aquí para ti —juró.
Apartándome de ella, le di una sonrisa tensa. —Sólo necesito descansar, eso es todo. —Entonces vamos a la cama. —Asintió, colocando lentamente su mano en mi espalda baja para guiarme a mi habitación. —Quiero decir sola. Sólo necesito una noche por mí. La decepción nadando en sus ojos tormentosos me rompió el corazón, pero me dio una triste sonrisa. —Sí, por supuesto. —Hablaremos mañana —le prometí—. Voy a parar por la tienda del señor Henson. —Sí —concordó—. Suena como un plan. —Se frotó la parte posterior de su cuello con temor—. ¿Estamos de acuerdo? —susurró, sus nervios altos y claros en su tono. Asentí una vez más. Envolvió sus manos alrededor de mi cabeza y posó sus labios contra mi frente. —Te amo, Britt. —También te amo —le contesté. Se estremeció. —Entonces, ¿por qué se siente cómo que estamos diciendo adiós? Porque creo que lo estamos.
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Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO
CAPITULO 35
SANTANA
6 DE ABRIL DEL 2014
UN DIA ANTES DEL ADIOS
Estoy muerta, —susurré a mí reflejo, mirándome en el espejo del baño. La botella de whisky se hallaba vacía en el mostrador, la botella de píldoras naranja yacía al lado, y mi visión se tornaba borrosa. Podía oír a mis padres fuera del baño, hablando de detalles de última hora para el día, los planes para el servicio, y nuestro transporte desde la iglesia hasta el cementerio.
—Estoy muerta —repetí. Parpadeé una vez, y cuando abrí los ojos Marley se encontraba de pie frente a mí, ayudándome a que mi camisa se viera bien. —¿Qué está mal, cariño? —susurró, mientras el agua llenaba mis ojos. Levanté mi mano y la corrí contra su suave mejilla—. ¿Por qué te caes a pedazos? —Estoy muerta, Marley, estoy muerta. —Sollozaba, incapaz de controlar mis aullidos—. Quiero que esto termine. Quiero que esto se detenga. No quiero estar más aquí. —Shh —susurró, colocando sus labios cerca de mi oído—. Cariño, necesito que respires. Está bien. —Nada está bien. Nada está bien. Oí golpes en la puerta del baño. —¡Santana! Es papá. Hija, déjame entrar. Sin embargo, no podía. Yo estaba muerta. Estaba muerta. Marley miró hacia abajo en el fregadero y cogió el frasco de pastillas y la botella de whisky vacías. —Cariño, ¿qué hiciste? —Mi espalda se deslizó por la pared y me senté frente a la bañera, sollozando. Marley corrió hacia mí—. San, tienes que vomitar ahora. —No puedo... No puedo... —Mis manos cubrieron mi rostro, todo un borrón. Mi mente me jugaba trucos. Empezaba a desvanecerme. Podía sentir cómo me desvanecía. —Cariño, piensa en Santiago. Él no querría verte así. Vamos. —Me trasladó a la taza del baño—. No hagas esto, San. Empecé a vomitar. Todo dentro de mí se quemó, y cuando el whisky y las pastillas se levantaron de mi estómago, mi garganta se prendió fuego. Me caí contra la pared una vez que terminé. Mis ojos se abrieron, y Marley se había ido, nunca estuvo allí, para empezar. —Lo siento tanto —le susurré, pasando mis manos por mi cabello. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a sobrevivir? — Santana, por favor, ¡haznos saber que estás bien! —gritaron mamá y papá desde afuera. —Estoy bien —me las arreglé para mentirles. Oí el suspiro de alivio de mamá—. Saldré en un momento. Casi podía sentir la mano de papá en mi hombro, tratando de darme consuelo. —Muy bien, hija. Estaremos aquí cuando estés lista. Nosotros no iremos a ninguna parte. Brittany dijo que iba reunirse conmigo en la tienda del señor Henson al día siguiente, pero en el último minuto cambió de planes. Cinco días pasaron sin que nosotras realmente habláramos. Sus persianas estuvieron cerradas durante toda la semana, y cada vez que llamé a su puerta, parecía como si estuviera de salida, o simplemente fingiendo que no existía. Me detuve en Savory & Sweet para ver si estaba trabajando y me encontré con Rachel gritándole a un cliente sobre cómo los huevos revueltos no estaban líquidos. —Rachel, hola —dije, interrumpiendo su argumento. Giró sobre sus talones y se colocó las manos en las caderas. Pude ver la incertidumbre en sus ojos. La última vez que nos vimos la una a la otra fue cuando ataqué a Blaine en el bar, y me di cuenta de que todavía se sentía insegura de cómo tratarme. Había estado escuchando a todo el mundo en el pueblo susurrando sobre mí, y sabía que las mentiras se arrastraron de alguna manera a los tímpanos de Rachel.
—Hola —respondió.
—¿Brittany viene a trabajar hoy?
—Ella está enferma... se ha sido por unos días.
—Ah. Vale.
—¿Por qué simplemente no fuiste al lado y viste cómo estaba? ¿Ustedes se pelearon o algo? —Se tensó—. ¿Ella está bien?
—No nos hemos peleado. Al menos, no creo que lo hicimos. Ella sólo... —Rocé con el dedo debajo de mi nariz y me aclaré la garganta—. Simplemente no habla conmigo, y no estoy segura de por qué. ¿De casualidad te ha dicho algo? Sé que eres su mejor amiga y...
—Creo que deberías irte, Santana. —Me di cuenta de que no me creyó. Me di cuenta de que no creía que no le había hecho daño a Brittany por la forma en que cada pulgada de su cuerpo se alarmó. Asentí, y cuando abrí la puerta para salir, me detuve. —Rachel, la amo. Entiendo por qué desconfías de mí, y entiendo por qué podrías hasta odiarme. Durante mucho tiempo fui un monstruo. Tras la muerte de Marley y Santiago, me convertí en esta bestia que ni siquiera yo reconocía. Perdóname si te asusté la noche de su fiesta de cumpleaños, y lamento haberme roto, pero... nunca le haría daño. Ella es... —Apreté el puño contra mi boca y mordí el interior de mi mejilla para mantener mis emociones a raya—. El año pasado morí al lado de mi esposa y mi hijo. Me abstraje de la realidad y dejé este mundo. Me sentía bien al haber desaparecido, porque estar viva dolía; me dolía cada puto día. Entonces Britt llegó y aunque yo era una muerta viviente, ella vio más allá. A pesar de que yo era la muerte, se tomó el tiempo para resucitarme. Ella generó vida nuevamente dentro de mi alma. Me trajo de vuelta desde las sombras. Ahora no contesta mis llamadas o mira en mi dirección. Me estoy cayendo a pedazos porque creo que está dolida y no puedo ayudarle a respirar como ella me ayudó. Así que sí, deberías odiarme. Por favor, ódiame hasta la puta muerte. Me lo merezco, y gracias a Brittany puedo manejarlo. Estoy viva otra vez. Pero si pudieras hacerme un favor e ir a verla, si pudieras ayudarla a respirar por un rato, eso significaría el mundo para mí. Salí de la cafetería y metí mis manos en los bolsillos de mis jeans. —Santana. —Me di la vuelta para ver a Rachel mirando en mi dirección. Sus ojos eran más suaves. Su postura fuerte era un simple recuerdo. —¿Sí? —Iré a comprobarla —prometió—. Voy a ayudarla. Cuando me dirigí a la tienda del señor Henson, vi a Blaine por la ventana, lo que me hizo apresurarme. Sabía que él probablemente le daba al Sr. Henson un tiempo difícil sobre vender su tienda de nuevo. Deseaba que el tipo le daría un descanso. —¿Qué está pasando? —pregunté, la campana sobre la puerta sonando. Blaine se volvió hacia mí con una sonrisa pícara en su rostro. —Sólo hablando de negocios. Miré al señor Henson, su cara de color rojo. Casi nunca se molestaba, pero me di cuenta que Blaine había dicho algo que le molestó. —Tal vez deberías irte, Blaine. —Dame un respiro, Santana. Estaba teniendo una charla amistosa con el señor Henson aquí. —Blaine recogió una baraja de cartas del tarot y empezó a revolver en la mano—. ¿Crees que puede hacerme una lectura rápida, Sr. Henson? Mi amigo se quedó tranquilo. —Blaine, vete.
Él sonrió y se inclinó hacia el señor Henson. —¿Cree que la lectura dirá que usted me dará este espacio? ¿Es por eso que no lo hace? ¿No quiere ver la verdad? Mi mano aterrizó en el hombro de Blaine, y se estremeció. Bien. La forma en que menospreciaba el Sr. Henson tenía mi sangre hirviendo. —Es hora de que te vayas. El Sr. Henson suspiró con alivio al verme apoderándome de la situación, y se alejó hacia el cuarto de atrás.
Blaine se quitó mi mano y desempolvó su traje. —Relájate, Santana. Me divertía con el viejo. —Necesitas irte. —Tienes razón, lo hago. Algunas personas tienen trabajos reales que hacer. Pero bueno, me alegra saber que tú y Britt todavía fueron capaces de resolver las cosas después de que te dijo sobre el accidente. Eso es genial. Quiero decir, mierda, eres mejor persona que yo. Ni siquiera creo que podría lidiar con estar cerca de una persona que estuvo involucrada en una cosa así. —¿Qué quieres decir? —pregunté. Arqueó una ceja. —¿Quieres decir que no lo sabes? Mierda... Britt dijo que te había dicho. —¿Me dijo? ¿Me dijo qué? —Que su marido era quien conducía el coche que se estrelló contra el de tu familia. —Entrecerró los ojos—. ¿En serio no te lo dijo? Mi garganta se secó, y una parte de mí consideraba que podría estar mintiendo. Blaine me odiaba porque amaba a Brittany. Él era un imbécil astuto que convertía el meterse debajo de la piel de las personas un deporte, y ahora se encontraba decidido a meterse conmigo. Lo último que dijo fue que se sentía arrepentido y que no tuvo intención de iniciar ningún problema. Dijo que se sentía feliz de que Brittany y yo nos hubiéramos encontrado. Dijo que lo único que quería era que ella fuera feliz, pero sabía que todas sus palabras de consuelo estaban llenas de mierda. Esa noche, me senté en la cama con mi celular en la mano, y llamé a mi papá. No dije una palabra cuando respondió, pero el escuchar su voz estuvo bien. Era necesario. —Santana—dijo. Casi podía oír el alivio en su tono—. Hola, hija. Mamá dijo que la llamaste hace un tiempo y no hablaste. Ella también se convenció de que se encontraron cuando fue a Meadows Creek para ver el mercado, pero pensó que era sólo su mente jugándole trucos. —Hizo una pausa—. No vas a hablar, ¿verdad? —Se detuvo de nuevo—. Eso está bien. Siempre he sido un poco hablador. Eso era una mentira, papá siempre fue el más silencioso de mis padres, mucho más un oyente. Puse el teléfono en altavoz y me recosté en mi cama, cerrando los ojos mientras papá me ponía al día sobre todo lo que me perdí. —Tus abuelos están en la ciudad en nuestra casa, y creo que es seguro decir que me están volviendo loco. Están remodelando su casa, y tu mamá pensó que sería una buena idea tenerlos quedándose en nuestro lugar. Han estado aquí por tres semanas ya, y he ingerido más de ginebra de lo que pensaba que era humanamente posible. »¡Oh! Y tu mamá de alguna manera me convenció para tomar una clase de entrenamiento con ella porque se preocupa por mi dieta saludable de Doritos y soda. Así que me presenté a la clase y resultó que era el único hombre allí. Terminé haciendo Zumba durante toda una hora. Por suerte para mí, mis caderas no mienten y resulté ser innato para ello. Me reí.
Me habló hasta altas horas de la noche mientras me movía de cuarto en cuarto, escuchándolo contarme historias, escuchándolo hablar de deportes y la forma en que los Packers estaban siendo el mejor equipo de la Liga Nacional de Fútbol Americano. En un momento abrió una cerveza, y yo abrí una también. Se sentía casi como si estuviéramos bebiendo juntos.
Cuando ya pasaba la medianoche, me dijo que debía ir a la cama. Me dijo que me amaba y siempre estaría en el otro extremo de la línea si alguna vez sólo necesitaba alguien con quien hablar a mi manera.
Justo antes de colgar, mis labios se separaron. —Gracias Papá. Oí su voz agrietarse y la emoción se apoderó de él. —En cualquier momento, hija. Llámame siempre que lo necesites, de día o de noche. Y cuando estés lista para volver, vamos a estar aquí. Vamos a estar aquí cuando estés lista. Nosotros no iremos a ninguna parte. El mundo necesita más padres como los míos.
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