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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:48 pm

3:) escribió:Las dos están muy rotas...
Encima san que no se habré es mas difícil...
Un beso es un beso... Jajaja
Y para colmo a san la jusgan sin saber por que es así...!!

Si estan muy rotas, muy dolidas, pero hay algo especial en su perdida, las une mas de lo que piensan tenganlo en cuenta.

Sip ese beso ohhh ese beso. sip la unica que la juzga es Britt, es una cabeza dura por eso San no puede con ella
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:50 pm

JVM escribió:Jajajajajajaj.. Ame a Britt borracha
Y bueno ya fue obvia la atracción de ambas, ojalá San se vaya acercando mas a Britt poco a poco , porque en este momento son las únicas que se entienden a San todos juzgándola y a Britt presionándola y esperando cosas de ellas, cuando ellas deben de ver de que manera salen adelante solas.
También pobre San culpándose por lo que le paso a su familia y lastimándose como castigo, en fin espero que Britt la ayude jajajaj
Y yo súper feliz porque sera gp :D!!!! Jajajajaja

Hola, jajjaja  estoy muy satisfecha que les guste la historia..
La presion social en la vida de las dos las esta asfixiando, como antes se escribio ellas lo que necesitan es respirar .... 
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:52 pm

micky morales escribió:pues a mi tambien me gustan mucho las historias gp, en fin, juzgan y juzgan sin saber, pero mientras lo hacen ellas se van acercando!!!!!

Hola micky que alivio, me preocupaba que no te gustara.
Sip odio eso mismo el juzgar y juzgar sin saber, esa es la parte buena ellas estan bajo la misma presion  y esa las une mas de lo que crees. 
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:54 pm

CAPITULO 12
BRITTANY

 
Esa noche, después de que Santana y yo dejamos nuestras ventanas, me acosté en mi cama, todavía un poco borracha, y me lo imaginé a ella y su esposa. Me imaginaba cómo había sido. Me pregunté si olía a rosas o lirios, me pregunté si fue una buena cocinera o si horneaba un buen pastel, me pregunté cuánto la amaba. La imaginaba con ella, y por un momento hasta fingí que la escuchaba susurrar que la amaba. Sentí sus dedos tirando de ella más cerca, el suave toque de su columna vertebral mientras se curvaba en su cuerpo, la forma en que llamaba su nombre.
Santana… Mi mano se deslizo en mi cuello, y fingía que era su cuello el que tocaba. Ella le calentaba sin decir una palabra; la amaba en silencio con las manos. Sus dedos bajaron por su cuello y ella gimió cuando ella llegó a las curvas de sus pechos. Santana… Mi respiración se entrecortó cuando sentí el sabor de su piel, su lengua deslizándose  por la boca y lentamente lamiendo su pezón antes de que lo colocara entre los labios y lo chupara, mordisqueara, masajeara. Se rendía completamente a ella. Santana… Mis manos se movieron más abajo a través de mi piel en lo que Santana llenó mi mente. Bajó sus bragas mientras yo bajé la mía. Su mano se deslizo entre sus muslos pulsantes mientras poco a poco deslicé un dedo dentro de mí. Di un grito ahogado, casi sorprendida por el sentimiento que Santana trajo a mí, mi pulgar masajeando mi clítoris mientras seguía imaginando. Pero ella se había ido. Era sólo ella y yo.
Su cara  áspera rozaba contra mi estómago antes de que su lengua bailara alrededor de mi ombligo. Gemí levemente, sintiendo otro dedo desBrittandose en mí. Sus dedos se movieron más rápido, cavando más profundo, y empujó con más fuerza mientras me tocaba hasta sudar. Susurré su nombre como si me perteneciera, y cuando sentí su lengua probándome, me encontraba a segundos de perderme en ella. Mis caderas empujaron contra su lengua, mis labios pedían más, y dio más, más rápido, más profundo, más duro. Cariñosa, cuidadosa, con fuerza. Oh, Dios mío, Santana… Mi boca se abrió y bombeé mis dedos más rápido, sintiéndome colgando del acantilado de la eternidad y muy cerca de caer en las profundidades de nunca jamás. Ella alimentó mi imaginación, se mecía en mis entrañas, me rogó venirme contra sus labios, y lo hice. Me desplomé con su toque dentro de mí, relajándome con un sentimiento de felicidad, incapaz de recordar la última vez que fui capaz de sentirme viva.
Estoy bien. Estoy bien. Estoy tan jodidamente bien.
Y entonces abrí los ojos y vi la oscuridad de mi habitación. Mi mano se desBritto de entre mis muslos. Mis bragas volvieron por mis piernas, y el sentimiento de felicidad se disipó. No estoy bien. Miré el lado Sam en la cama, y un nivel de disgusto me llenó por dentro. Por un momento, juré que lo vi tumbado a mi lado, mirándome con confusión. Parpadeé una vez y extendí la mano para tocarlo, pero se había ido. Porque nunca estuvo realmente allí. ¿Qué acababa de hacer? ¿Cómo podría haber hecho una cosa así? ¿Qué estaba mal conmigo? Tirando de mí misma de las sábanas, me dirigí al baño y encendí la ducha. Entré con mi sujetador y bragas puestas, y caí al suelo cuando el agua se apoderó de mí. Le rogué a las gotas de agua que arrastraran mi culpa por el desagüe, para que la decepción que estuve sintiendo abandonara mi cuerpo. Pero no fue así.
La ducha llovió sobre mí, mezclándose con mis propias lágrimas, y permanecí allí hasta que el agua salió fría. Me estremecí en la bañera y cerré los ojos. Nunca me sentí tan sola.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:55 pm

CAPITULO 13
BRITTANY

 
A pesar de las protestas de Blaine, decidí seguir dejando a Santana venir a cuidar el césped. Todos los sábados venía, cortaba el césped, y se iba a la ciudad a trabajar con el señor Henson. A veces trabajaba por las mañanas, otras veces, hasta altas horas de la noche. No hablamos desde mi noche de borrachera, lo cual me pareció correcto. Lexie siempre jugaba con Zeus en el patio delantero mientras me sentaba en el porche, leyendo una novela romántica. Incluso cuando tu corazón dolía, existía algo muy optimista sobre leer un libro lleno de amor. Las páginas eran algo así como un recordatorio de que tal vez algún día estaría bien nuevamente. Tal vez algún día estaría bien. Cada semana, intentaba dar dinero a Santana, pero lo rechazaba. Cada semana, la invitaba a quedarse a comer, y cada semana me dijo que no. Un sábado, llegó justo cuando Lexie se encontraba en medio de una crisis emocional, y se quedó a distancia, haciendo todo lo posible por no interrumpir. —¡No! ¡Mamá, tenemos que volver! ¡Papá no sabe dónde estamos! —exclamó Lexie. —Estoy segura de que lo hace, bebé. Creo que sólo debemos esperar un poco. Dale tiempo a papá. —¡No! ¡Nunca toma tanto tiempo! ¡No hay plumas! ¡Tenemos que volver! —gritó mientras trataba de tirar de ella en un abrazo, pero me empujó y corrió hacia la casa. Suspiré, y cuando miré hacia Santana, vi su ceño fruncido. Me encogí de hombros. —Los niños. —Sonreí. Ella mantuvo su tosca mirada. Se volvió para caminar hacia su casa. —¿Adónde vas? —A casa.
—¿Qué? ¿Por qué? —No me sentaré aquí a escuchar a tu hija chillar toda la maldita mañana. Santana malévola se hallaba de vuelta en plena vigencia. —Dios. A veces comienzo a creer que eres una persona medio decente, pero luego, sólo haces algo que me recuerda cuán idiota realmente eres. No contestó, pero desapareció una vez más en su casa a oscuras. —¡Mamá! —A la mañana siguiente desperté gracias a una hiperactiva Lexie saltando arriba y abajo en mi cama—. ¡Mamá! ¡Es papá! ¡Él vino! —gritó, tirando de mí hasta una posición sentada. —¿Qué? —murmuré, frotándome el sueño de mis ojos—. Lexie, dormimos hasta tarde los domingos, ¿recuerdas? —¡Pero, mamá! ¡Apareció! —exclamó. Me senté más erguida cuando oí una cortadora de césped en el exterior. Lanzando un par de pantalones de chándal y una camiseta sin mangas, seguí a mi emocionada chica a la parte delantera de la casa. Cuando salimos al exterior, un pequeño grito ahogado salió de mis labios mientras miraba el porche, que se encontraba cubierto de plumas blancas. —¡Mira, mami! ¡Él nos encontró! Mis manos taparon mi boca mientras miraba las plumas blancas que comenzaban a flotar por el espacio gracias a las ráfagas de viento. —No llores, mami. Papá está aquí. Dijiste que nos encontraría y lo hizo —explicó Lexie. Sonreí. —Por supuesto, cariño. Mamá está feliz, eso es todo. Lexie empezó a recoger las plumas y sonrió. —¿Foto? —preguntó. Me apresuré al interior para obtener la cámara Polaroid vieja de Sam y tomar la fotografía habitual de Lexie sosteniendo la pluma para su caja de “Papá y yo”. Cuando regresé, Lexie se hallaba sentada en el porche con su brillante sonrisa y docenas de plumas que la rodeaban. —Está bien, di “¡feliz!” —¡Feliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiz! —gritó. La foto se imprimió, y Lexie corrió hacia el interior para añadirla a su colección. Mis ojos miraban a Santana, que cortaba el césped como si no tuviera ni idea de lo que sucedía. Caminando hacia ella, apagué la cortadora de césped. —Gracias —dije.
—No sé de qué demonios hablas. —Santana... gracias. Rodó los ojos. —¿Puedes sólo dejarme en paz? Fue a volver a encenderla, pero puse mi mano sobre la suya. Sus manos eran cálidas; ásperas, pero cálidas. —Gracias. Cuando nuestros ojos se encontraron, sentí su toque volverse aún más caliente. Sonrió con una verdadera sonrisa. Una sonrisa que no sabía que sus labios eran capaces de crear. —No es gran cosa. Encontré las tontas plumas en la tienda del señor Henson. No fue mucho trabajo. —Hizo una pausa—. Ella está bien —dijo, señalando hacia la casa, hablando de Lexie—. Es una buena chica. Cansona a más no poder, pero está bien.
—¿Te quedas a desayunar? —pregunté. Sacudió la cabeza.
—Ven a la hora del almuerzo. Se negó. —¿Cena? Se mordió el labio inferior. Miró hacia el suelo, debatiendo mi petición. Cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, casi caigo por la única palabra que dijo. —Bueno. Todos los vecinos murmuraban sobre lo que significaba, el tener a Santana trabajando en mi jardín, pero me hallaba lentamente comenzando a preocuparme cada vez menos por lo que otros pensaban de mí. Me senté en el porche, rodeada por las plumas cuando terminó de trabajar en el césped. Lexie jugaba a recoger con Zeus. Y de vez en cuando, Santana recordaba cómo sonreír. Más tarde, nos sentamos en la mesa del comedor, Lexie parloteando sobre un insecto muerto que encontró en el porche que Zeus se comió. Estaba siendo extraordinariamente ruidosa y extra desordenada con sus espaguetis. Me senté a la cabecera de la mesa, y Santana se sentó en el otro extremo. De vez en cuando la atrapé mirando en mi dirección, pero la mayor parte del tiempo sonreía por el rabillo de su boca a Lexie. —Y Zeus de repente ¡CHOMP! ¡Como si fuera lo mejor nunca! ¡Ahora tiene tripas de bicho en los dientes! —¿Has comido bichos también? —preguntó Santana. —¡EW! ¡No! ¡Eso es asqueroso! —Me han dicho que son una gran fuente de proteínas. —¡No me importa, Garrapata! ¡Eso es asqueroso! —Hizo una mueca de náuseas, haciéndonos reír a todos—. Ooo, ¡ah! !Oo, ¡ah ah! —dijo, pasando a su discurso gorila. Desde hace varias semanas, estuvo explorando sus raíces gorila después de ver Tarzán. No estaba segura de cómo explicárselo a Santana, pero en cuestión de segundos, comprendí que no debía hacerlo. —¿Oo? —respondió Santana—, ¿ah? ¡Ahhh! ¡Ahhh! —Sonrió. Me pregunté si sabía que hizo a mi corazón saltarse un par de compases ese día. —Muy bien, Jane de la selva, creo que es hora de que te vayas a escoger un pijama para esta noche. Se está haciendo más tarde de tu hora de dormir. —Pero… —empezó a quejarse. —Sin peros. —Sonreí, asintiendo fuera de la habitación. —Está bien, pero ¿puedo ver Hotel Transylvania en mi habitación? —Sólo si prometes conciliar el sueño. —¡Lo prometo! —Salió corriendo, y al salir, Santana se levantó de su silla. Me paré con ella. Ella asintió. —Gracias por la cena. —De nada. No tienes que irte. Tengo vino…
Dudó. —Hay cerveza, también. Eso la convenció. Me guardé el decirle que la única razón por la que compré la cerveza era con la esperanza de que una noche se quedara a cenar. Tras dejar a Lexie en la cama, Santana y yo llevamos nuestras bebidas fuera y nos sentamos en el porche con Zeus dormido a nuestro lado. De vez en cuando una de las plumas sería recogida por una ráfaga de viento y volaba junto a nosotras. No hablaba mucho, pero ya me acostumbré a ese hecho. Estar en silencio con ella era algo agradable. —Pensaba en maneras en que podía pagarte por ayudarme con el trabajo de mi césped. —No necesito tu dinero. —Lo sé, pero... bueno, puedo ayudarte con tu casa. Con el interior —ofrecí. A  continuación, le conté que fui a la escuela de diseño de interiores, y que sólo tenía sentido para mí el ayudarla. Su casa siempre parecía tan oscura, y me encantaba la idea de añadir un poco más de vida a ella.
—No. —Sólo piénsalo —le dije. —No. —¿Siempre eres tan cabeza dura?
—No. —Hizo una pausa y sonrió un poco—. Sí. —¿Puedo hacerte una pregunta? —pregunté en voz alta. Se volvió hacia mí y asintió—. ¿Por qué le das comida a ese hombre sin hogar? Entrecerró sus ojos y colocó su pulgar entre los dientes. —Un día, cuando corría descalza, me detuve cerca de ese puente y me derrumbé. Los recuerdos me atacaban y recuerdo simplemente quedarme sin aire. Un abrumador ataque de pánico. El hombre se acercó a mí, y uhm, me dio unas palmaditas en la espalda y se quedó conmigo hasta que recuperé mi aliento. Me preguntó si me encontraba bien, y le dije que sí. Entonces me dijo que no debería preocuparme demasiado por caerme a pedazos ya que los días oscuros sólo estarían oscuros hasta que saliera el sol. Y entonces cuando empecé a alejarme, me ofreció sus zapatos. Por supuesto que no los tomé, pero... no tenía nada. Él vivía bajo un maldito puente con una manta hecha jirones y un par de zapatos desbaratados. Pero aun así los ofreció para mis pies.
—Guau. —Sí. La mayoría de la gente probablemente ve un drogadicto sucio debajo de ese puente, ¿sabes? Un problema para la sociedad. Pero yo vi a alguien que se sentía dispuesto a dar su todo para ayudar a una extraña a ponerse de pie. —Yo sólo... Eso es tan hermoso. —Él es un hombre hermoso. Resultó que peleó en una guerra y cuando regresó, sufría de trastorno de estrés postraumático, y sus seres queridos no podían entender por qué cambió tanto. Consiguió un trabajo, pero lo perdió debido a sus ataques de pánico. Perdió todo porque se ofreció como voluntario para luchar por todos nosotros. Es una mierda, ¿sabes? Eres un héroe hasta que te quitas el uniforme. Después de eso, eres un bien dañado para la sociedad. Mi corazón se rompía. Caminé junto al hombre bajo el puente millones de veces, y nunca me detuve para averiguar su historia. Pensé en las cosas que Santana mencionó sobre el hombre, que era un adicto a las drogas, que era algo que prefería no mirar. Era increíble cómo nuestras mentes elaboraban historias sobre desconocidos que probablemente necesitaban más amor que nuestros juicios de mente cerrada. Era tan fácil juzgar desde el exterior mirando hacia dentro, y no pude dejar de pensar que Lexie aprendía de mí. Necesitaba tener cuidado sobre cómo trataba a los demás al pasar, porque mi hija siempre estudiaba todos mis movimientos. Me mordí el labio. —¿Puedo hacerte otra pregunta? —No lo sé. ¿Esto se volverá una cosa normal? Porque odio las preguntas. —Esta será la última por esta noche, te lo juro. ¿Qué es lo que escuchas? ¿Con los audífonos? —Nada —respondió. —¿Nada?
—Las pilas murieron hace meses y no he encontrado el valor para cambiarlas todavía. —Pero, ¿qué escuchabas? Su pulgar aterrizó entre los dientes y lo mordió suavemente. —A Marley y SANTIAGO. Hace unos años, se grabaron a sí mismos cantando, y simplemente me quedé con la cinta.
—¿Por qué no has cambiado las pilas todavía? Su voz bajó. —Creo que si los oigo de nuevo, va a matarme. Y ya estoy prácticamente muerta.
—Lo siento mucho. —No es tu culpa. —Lo sé, pero, aun así, lo siento. Pero no puedo dejar de pensar... si tuviera la oportunidad de escuchar su voz una vez más, la de Sam, la tomaría. —Háblame de él —susurró, lo que me sorprendió. No parecía el tipo de persona del que se preocupaba, pero cualquier oportunidad que podía encontrar para hablar de Sam, la aprovechaba. No quería olvidarlo en el corto plazo. Esa noche nos quedamos en el porche recordando. Me contó todo sobre Marley y su tonto sentido del humor, y yo la invité a entrar en mi corazón a conocer a mi Sam. Hubo tramos que pasaron sin que habláramos, y eso fue perfecto también. Santana se encontraba rota en los mismos lugares en los que yo me hallaba hecha añicos, pero para ella era peor porque perdió a su esposa y a su hijo. Ningún persona debería tener que perder a su hijo; parecía como una especie horrenda de infierno. —Por lo tanto, tengo que preguntar. La varita en tu dedo índice... ¿de qué libro es? —Harry Potter —respondió dándolo por hecho. —Oh. Nunca he leído esos libros. —¿Nunca has leído Harry Potter? —preguntó Santana, con los ojos llenos de preocupación. Me reí. —Lo siento, ¿es eso algún tipo de problema?
Me miró tan desconcertada cómo fue posible, y definitivamente me juzgaba silenciosamente. —No, es solo, siempre tienes un libro en la mano, y es una locura que nunca hayas leído Harry Potter. Era el favorito de SANTIAGO. Creo que hay dos cosas que existen en el mundo, que todo el mundo debería leer, porque te enseñan casi todo lo que necesitas saber acerca de la vida: la Biblia y Harry Potter. —¿En serio? ¿Esas son las únicas dos cosas? —Síp. Esas son. Eso es todo lo que necesitas. Y bueno, no he leído la Biblia, pero está en mi lista de cosas por hacer. —Se rió—. Esa es probablemente una de las razones por las que estoy fallando en la vida actualmente. Cada vez que ella se echaba a reír, una parte de mí volvía a la vida. —He leído la Biblia, pero no Harry Potter, así que tal vez podemos darnos una a la otra los resúmenes. —¿Has leído la Biblia?
—Sí. —¿De principio a fin? —Sí. —Sosteniendo mi cabello en una cola de caballo, me di la vuelta para que pudiera ver las tres cruces tatuadas detrás de mí oreja izquierda—. Cuando era más joven, mi madre solía enredarse con un montón de hombres. En un momento dado, realmente pensé que iba a establecerse con éste tipo llamado Jason. Lo quería, siempre traía dulces y esas cosas. Era un tipo muy religioso, y mamá dijo que si leíamos la Biblia, entonces tal vez él nos amaría y sería mi nuevo papá. Incluso estuvo viviendo con nosotros por un tiempo. Así que, durante semanas me senté en mi habitación leyendo la Biblia y un día bajé corriendo a la sala de estar gritando: “¡Jason! ¡Jason! ¡Lo hice, me leí la Biblia!”  »Temblaba de emoción porque quería eso, ¿sabes? Quería una oportunidad de tener otro padre, a pesar de que el mío fue el mejor. En mi mente, si yo tenía un nuevo papá, entonces tal vez mamá sería mi mamá de nuevo en lugar de alguien a quien apenas conocía. —¿Qué pasó con Jason? Fruncí el ceño. —Cuando llegué a la sala de estar, lo vi cargando sus maletas en el baúl de su Honda. Mamá dijo que no era el indicado y se tenía que ir. Recuerdo estar tan enojada con ella; gritando, llorando, preguntándome por qué haría eso. Por qué lo estropeaba. Pero eso es lo que hace mamá. Ella mete la pata. Santana se encogió de hombros. —Parece que hizo un trabajo decente contigo. —Menos el no haberme leído Harry Potter. —Tu madre debería salir con un mago la próxima vez.
Reí. —Confía en mí, es probablemente lo próximo en su lista Alrededor de las tres de la mañana, se puso de pie para irse, y me apresuré al interior, saliendo con un par de pilas AA para su reproductor de casetes. Dudó al principio, pero luego los colocó en su reproductor. Mientras caminaba por el césped con Zeus, dio reproducir a la música, colocándose los audífonos en los oídos. Vi cómo sus pasos se pausaron. Se cubrió la cara con las palmas de sus manos y su cuerpo empezó a temblar. Me dejé caer sobre mis rodillas, mirando el sufrimiento que envolvía su espíritu. Una parte de mí deseaba no haberle dado las baterías, pero otra parte se sentía feliz de haberlo hecho, porque su reacción significaba que aún respiraba.
A veces la parte más difícil de existir sin tus seres queridos era recordar cómo respirar. Se volvió hacia mí y dijo—: ¿Hazme un favor? —Cualquier cosa. Hizo un gesto hacia la casa. —Abrázala fuertemente cada día y cada noche, porque nada nos ha sido prometido. Sólo desearía haberme aferrado más fuerte. 
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Jul 05, 2016 9:55 pm

CAPITULO 14
SANTANA
4 DE ABRIL DEL 1994
TRES DIAS HASTA EL ADIOS

 
Este es realmente agradable si está buscando algo fuerte —nos dijo a mi madre y a mí el director de la funeraria, Harold, cuando nos quedamos mirando los ataúdes—. Es de cobre completo, tiene una excelente resistencia a la corrosión. Es más fuerte que el acero inoxidable, y proporciona una vida notable para sus seres queridos. —Eso es muy agradable —dijo mamá, mientras yo me sentía completamente desinteresada. —Y aquí, si buscas algo un poco más de clase alta, entonces desea ver esta belleza. —Los dedos de Harold rozaron su perilla antes de que darle unas palmaditas en el interior de otro ataúd—. Es de bronce sólido, es el más fuerte y de material más duradero que el de cualquier ataúd. Si busca enviar a sus seres queridos con estilo, éste es el camino a seguir. »También hay la opción de los ataúdes de madera. Ahora, no son tan fuertes como estos, pero son resistentes a los golpes, lo cual es bueno. Vienen en diferentes tipos de maderas duras como el cerezo, roble, fresno o nogal. Ahora, mi favorito personal es el de acabado de cereza, pero eso es sólo yo. —Jodido adulador —murmuré bajo mi aliento, mi mamá fue la única que me escuchó.
—Santana —regañó, alejándose del director de la funeraria—. Sé bueno.
—Tiene un ataúd favorito. Eso es jodidamente raro —susurré, irritada con Harold, irritada con mi madre, irritada porque Marley y SANTIAGO se habían ido—. ¿Podemos acabar con esto? —me quejé, mirando a los ataúdes vacíos que pronto serán llenados con mi todo. Regresen a mí.
Mamá frunció el ceño, pero siguió adelante y manejó los detalles que quería fingir que no existían. Harold nos llevó a su oficina, donde llevaba su sonrisa espeluznante y habló de mierda que me molestó, cada momento que pasó. —Para las lápidas también ofrecemos coronas de flores para la temporada de vacaciones, jarrones de flores y mantas para los meses fríos… —¿Me está tomando el pelo? —murmuré. Mamá puso una mano en mi hombro, casi como si me impidiera morder a Harold, pero ya era demasiado tarde. Me hallaba demasiado ida—. Debe ser muy agradable para usted, ¿eh, Harold? —pregunté, inclinándome hacia adelante con mis ojos entrecerrados y mis dedos entrelazados—. Debe ser un buen trabajo de mierda ofrecer jodidas mantas tristes para sus seres queridos. Para conseguir que viertan todo su dinero en cosas estúpidas que no importan porque están en un estado vulnerable. ¿Una manta? ¡¿UNA MANTA?! Ellos están jodidamente muertos, Harold —grité, levantándome de la silla—. Los muertos no necesitan mantas, ya que no se enfrían. No necesitan coronas porque no celebran la Navidad, y no necesitan flores, porque ¡¿qué sentido tiene?! —grité, golpeando mis manos contra su escritorio, enviando los documentos a volar. Mamá se levantó y llegó a mí, pero tiré de mi brazo. Mi pecho se levantó y cayó, mis respiraciones cada vez más difíciles de controlar, y pude sentir el salvajismo que vivía dentro de mis ojos. Empezaba a perderlo. Me encontraba cayendo a pedazos cada vez más mientras cada segundo transcurría. Salí corriendo de su oficina y apoyé mi espalda contra la pared más cercana. Mamá se disculpó con Harold mientras mis manos formaron puños y comenzaron a golpear contra la pared detrás de mí. Una y otra vez, cerré mis puños contra la pared. Mis dedos se volvieron rojos, y mi corazón se volvió frío, cuando todo comenzó a insertarse. Se habían ido. Se habían ido. Mi madre salió de la habitación y se paró frente a mí, con los ojos llenos de lágrimas. —¿Conseguiste la manta? —pregunté, con sarcasmo. —Santana —susurró, la angustia audible dentro de sus palabras suaves. —Si es así, deberías haberles conseguido a SANTIAGO una verde, y a Marley, púrpura. Esos eran sus colores favoritos… —Negué con la cabeza, no quería hablar más. No queriendo a mamá para tratar de hacerme sentir mejor. No queriendo respirar. Era el primer día que sus muertes se sentían reales. El primer día que llegué a la conclusión de que en tres días tendría que decir mi último adiós a mi mundo. Mi alma se encontraba en llamas, y cada pulgada de mí sentía la quemadura. Negué con la cabeza más y más, puse las manos sobre mi boca, y aullé en mi tristeza. Se habían ido. Se habían ido. Regresen a mí.
—¡SANTIAGO! —grité, sentándome en mi cama. Aún seguía oscuro afuera y mis sábanas se hallaban empapadas en mi propio sudor. Una ligera brisa pasó por mi ventana mientras trataba de quitarme de encima la pesadilla que era más real que nunca. Mis pesadillas eran mis recuerdos del pasado que llegaban a atormentarme. Vi cómo una luz era encendida en la casa de  Brittany. Se acercó a la ventana y miró en mi camino. No encendí mi luz. Me senté en el borde de mi cama, mi cuerpo todavía ardiendo caliente. La luz inundó su rostro, y observé sus labios moverse.
—¿Estás bien? —cuestionó, cruzando los brazos contra su cuerpo.
Ella era tan condenadamente hermosa, y me molestó. También me molestó que mis gritos, probablemente, la despertaran casi todas las noches. Me acerqué a la ventana, con los ojos todavía pesados con la culpa de no estar allí para Marley y SANTIAGO y le dije—: Ve a dormir. —De acuerdo —respondió. Pero no fue a su cama. Se sentó en el alféizar de su ventana, y yo me incliné contra la mía. Nos miramos la una a la otra hasta que mis latidos se ralentizaron, y sus ojos se cerraron. En silencio le di las gracias por no dejarme sola. 
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Mensaje por 3:) Mar Jul 05, 2016 11:23 pm


A Britt le afecto el beso y mucho...
Es jodidamente difícil pero san no los larga a santy y marley... A diferencia de Britt que de cierta forma habla a serca de sam y todo lo que paso..
Ame el gesto de san con lexie... Se me hace que va a ser bueno para san estar serca de la peque...
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Mensaje por JVM Miér Jul 06, 2016 1:23 am

Pues poco a poco San se acerca a Britt y se habré con ella contándole de su familia .... Y pues con el apoyo de cada una van a ir saliendo adelante ... Sobre todo de Lexie y Zeus jajaja
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Mensaje por micky morales Miér Jul 06, 2016 7:33 am

santana cede por momentos, pero es dura la condenada!!!!!
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Mensaje por monica.santander Miér Jul 06, 2016 3:53 pm

Que difícil situación para las dos!!!!
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Jul 07, 2016 2:21 am

CAPITULO 15
BRITTANY

 
Se rumorea que follas con una idiota —dijo Rachel por teléfono unos días después de que me sentara con Santana después de su pesadilla. No hablamos desde entonces, pero no podía dejar de pensar en ella. —Oh, Dios mío, no es un rumor. —No, pero suena más emocionante que Blaine quejándose de que tu césped lo corte una tipa, a pesar de que recuerdo ofrecerte a cierto tipo llamado Ed para cortar tus arbustos. Pero en realidad, ¿estás bien? ¿Debo preocuparme como Blaine? —Estoy bien.
—Debido a que esa tipa, Santana, es una idiota total, Britt. —La preocupación en el extremo de cada una de sus palabras era triste. Odiaba que se preocupara por mí. —Puedo hablar con ella —dije en voz baja—. Acerca de Sam, puedo hablar con ella. —Puedes hablar conmigo sobre él, también. —Sí, lo sé. Pero es diferente. Santana perdió a su esposa e hijo.
Rachel se quedó en silencio por un momento. —No sabía eso.
—Dudo que alguien lo haga. La gente la juzga principalmente desde el exterior, creo. —Oye, Britt. Sólo seré mala por un segundo, porque a veces ser una mejor amiga significa ser veraz, incluso cuando tu mejor amiga no quiere oírlo. Es triste, en realidad, lo de la familia de Santana. Pero, ¿cómo sabemos que podemos confiar en esta tipa? ¿Y si ella hizo eso?
—¿Qué? No lo hizo. —¿Cómo lo sabes? Porque sus ojos se ven torturados de la misma manera que los míos. —Por favor, no te preocupes, Rachel. —Cariño... —Suspiró Rachel en el auricular del teléfono. Por un segundo contemplé colgarle, algo que nunca hice en el pasado—. Acabas de volver a la ciudad hace unas semanas, y sé que estás herida. Pero esta Santana, es mala. Es salvaje. Y creo que lo que necesitas es mayor estabilidad en tu vida. ¿Has pensado en hablar con un terapeuta o algo así? —No.
—¿Por qué no? Porque se suponía que los terapeutas te ayudaban a seguir adelante, y no pretendía seguir adelante. Anhelaba ir hacia atrás. —Mira, tengo que irme. Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo? — Britt…
—Adiós, Rachel. Te amo —le dije, y era en serio, a pesar de que no me agradaba mucho en ese momento.
—También te amo. Cuando colgué, fui a la ventana del frente de la casa y vi cómo los cielos oscuros empezaron a moverse. Una tormenta se construía justo enfrente de mí. Una gran parte de mí se sentía emocionada por la lluvia también, porque la lluvia significaba que la hierba crecería más rápido, y eso significaba que la rota Santana estaría aquí de nuevo, de pie justo enfrente de una rota  Britt. El sábado por la noche, no podría haber sido más feliz de estar y ver a Santana cortar el césped. Me senté en el porche delantero con la caja de hojalata en forma de corazón llena de cartas de amor, recordando todas las palabras que ya leí millones de veces. Cuando el auto de Blaine se acercó hacia mi casa, puse las cartas en la caja y las empujé a la esquina del porche. Una extraña sensación de vergüenza se apoderó de mí sabiendo que Blaine se encontraba a punto de ver a Santana cortar el césped. A medida que su motor se detenía y Blaine saltó de su auto, le di una sonrisa tensa y me levanté. —¿Qué te trae por aquí, amigo? —pregunté. Sus ojos se clavaron un instante en Santana, y frunció el ceño. —Sólo daba vueltas después del trabajo y pensé venir a ver si Lexie y tú querían ir a cenar o algo así. —Ya pedimos pizza, y Lexie se encuentra en su segunda ronda de ver Frozen. Se acercó más, su ceño aún permanecía fruncido. —La hierba no parece ser tan larga para eso por lo que puedo decir. —Blaine —advertí, mi voz baja. —Por favor, dime que no le pagas en efectivo, Britt. Probablemente lo usaría para drogas o algo así.
—Deja de ser ridículo. Arqueó una ceja. —¿Ridículo? Estoy siendo realista. En realidad no sabemos nada acerca de esta tipa, excepto que trabaja con el loco Sr. Henson. Y quiero decir, mírala; tiene el aspecto de algún psicópata o asesina, o Hitler o algo así. Es espeluznante. —Si quieres dejar de ser un idiota, puedes entrar y comer un poco de pizza. De lo contrario, hablaremos más tarde, Blaine. Sacudió la cabeza hacia atrás y adelante. —Voy a entrar y saludar a Lexie, entonces dejaré de molestarte. —Entró en la casa con las manos metidas en los vaqueros, y suspiré. Cuando salió, me dio una sonrisa cautelosa—. Hay algo diferente en ti, Britt. No puedo decirlo, pero actúas extraño desde que volviste. Es como si no supiera quién eres. Tal vez nunca lo hiciste. —Vamos a hablar más tarde, ¿de acuerdo? Asintió y se dirigió a su auto. —Oye —gritó en dirección a Santana. Santana se giró y miró en su dirección con los ojos entrecerrados—. Te perdiste un parche a tu izquierda. —Santana parpadeó una vez, luego volvió a lo que hacía mientras Blaine se iba. Después de que Santana terminó, se acercó al porche y me dio una sonrisa semi-torcida. ¿Brittany?  —¿Sí? —¿Puedo… —Sus palabras vacilaron, y se aclaró la garganta, rascándose la cabeza. Se acercó más a mí. Vi el sudor en el nacimiento de su cabello empezar a caer sobre su frente y una gran parte de mí anhelaba limpiarlo. —Puedes, ¿qué? —susurré, mirando fijamente sus labios más tiempo del que debía. Se acercó más, haciendo que mi frecuencia cardíaca aumentara. Dejé de respirar y simplemente la miré fijamente. Mi cabeza se inclinó ligeramente cuando sus ojos oscuros parecieron mirar a mi boca, de la misma manera en que miraba la suya.
—¿Puedo... —murmuró. —Puedes... —me repetí. —¿Crees… —Creo... Me miró a los ojos. Mis latidos lentos de alguna manera se aceleraron a la vez. —¿Crees que podría utilizar tu ducha? No tengo agua caliente.
Un pequeño y bajo aliento pasó por mis labios y asentí. —Sí. Una ducha. Sí, por supuesto. —Sonrió y me dio las gracias—. Puedes tomar prestada un poco de ropa, así no tienes que ir a tu casa. —No tienes que hacer eso.
—Quiero. —Asentí—. Quiero. —Entramos y cogí una camiseta blanca y un par de pantalones de chándal de mi dormitorio para Santana. Entonces cogí algunos paños y toallas para que utilizara—. Aquí tienes. Hay champú y jabón en la ducha. Lo siento, pero la mayoría huele dulcemente a chica.
Se rió entre dientes. —Mejor que mi olor actual. No la había oído reír antes. Era un sonido tan bienvenido. —Bueno, bien, también todo lo que necesitas lo puedes encontrar bajo el fregadero. Estaré cerca. —Gracias.
—En cualquier momento —dije, y lo decía en serio. Comenzó a morder en el interior de su mejilla y asintió antes de encerrarse en el cuarto de baño. Solté un suspiro mientras desaparecía para meter a Lexie en la cama y mantenerme ocupada hasta que Santana terminara de ducharse.
Caminando por el pasillo hacia el baño, me detuve cuando llegué a la puerta y se hallaba abierta. Santana se situaba de pie frente al lavabo del baño vistiendo sólo los pantalones de chándal que le di. Santana pasó las manos por su cabello largo y húmedo, se lo recogió en un moño sobre la cabeza. Sus labios parecían más completos, y tenía unos brillantes ojos. Desvió su mirada lejos de mí, volvió a estudiar su rostro desnudo en el espejo. —No quería parecerme a un asesino en serie, o peor aún, a Hitler.
Mi estómago cayó. —Escuchaste a Blaine. —No respondió. —¿Me ves como Hitler? —dijo en voz baja. Intentando lo mejor posible en reunir mis pensamientos dispersos, dije—: Su comentario ni siquiera tiene sentido realmente porque tú no te pareces a Hitler, él tenía el bigotito debajo de la nariz —Coloqué mi dedo debajo de mi nariz—, y no tenía barba. Blaine sólo era... no sé... protector conmigo de una manera extraña. Es como mi hermano mayor. Pero se equivocó al decir esas cosas. No tenía por qué decirlas. Su rostro era de piedra, mientras su mirada buscaba la mía. Tenía una estructura ósea sólida, hacía casi imposible apartar la mirada de ella. Santana levantó la camisa del lavabo, deslizándola sobre su cuerpo antes de pasar por delante de mí, rozando mi hombro. —Gracias de nuevo —dijo. —Una vez más, en cualquier momento. —¿Es difícil? ¿Verme vestida con su ropa? —Sí. Pero, al mismo tiempo, sólo me dan ganas de abrazarte, porque se sentiría como si estuviera abrazándolo. —Eso es raro. Sonrió juguetonamente. —Soy rara. No lo esperaba, pero cuando sus brazos se envolvieron a mí alrededor, poco a poco me fundí en ella. Lo que fue más sorprendente, fue cómo alejó la tristeza que sentí en ese momento. Existía algo en la forma en que masajeaba suavemente mi espalda, cómo apoyaba la barbilla en mi cabeza, eso me trajo un nivel de paz que no sentía en mucho tiempo. Me sentí egoísta, me aferre a ella con más fuerza, no me sentía lista para liberarla, no quiera sentirme sola. En los pocos minutos que Santana me sostuvo mi mente dejó de recordarme lo sola que me encontraba. Dentro de esos pocos momentos de tranquilidad, me encontré con la comodidad que perdí. Ni siquiera me di cuenta de que lloraba hasta que sentí sus pulgares frotando bajo mis ojos, limpiándome las lágrimas. Estábamos tan cerca. Aferré mis manos en su camisa, atrayéndome más contra su cuerpo. Separando sus labios se acercó rozando los míos, cerrando los ojos nos quedamos así por un momento, no me hallaba segura de lo que ocurría. ¡Nos estábamos besando! Respirando el mismo aire que pasaba de sus pulmones a los míos. Evitando caer en nuestra propia oscuridad. Santana se separó respirando un poco fuerte.
Pensaba en su beso. Cuando dijo en voz baja—: No me quedé sin agua caliente. —¿De verdad? —De verdad —repitió Pensé en el beso de nuevo.
Miré a sus ojos tormentosos y vi un poco de vida. Mis latidos se aceleraron cuando me aferré a ella, no queriendo dejarla ir tan pronto. —Debería irme —dijo. —Te tienes que ir —le contesté. Pensé en el beso un poco más.
—A menos que quieras quedarte —le dije. —A menos que me quede —respondió. —Mi mejor amiga me dijo que debería usar el sexo para ayudarme a seguir adelante, y superar la pérdida de Sam. —Suspiré contra sus labios—. Pero no estoy dispuesta a olvidarlo. No estoy lista para seguir adelante. Pero quiero esto. —Suspiré—. Quiero que estés aquí conmigo, porque me ayuda. Me ayuda a recordar lo que se siente al ser querida. —Bajé la cabeza, casi avergonzada por mis palabras—. Echo de menos tener a alguien que cuide de mí. Santana se acercó, bajando la voz, rozó sus labios contra mi oído y dijo—: Te ayudaré. Te ayudaré a aferrarte a él. Te ayudaré a recordar. Me ocuparé de ti. —¿Vamos a utilizarnos? ¿Vamos a recordarlos? —Sólo si tú quieres. —Esto es una idea terrible, aunque parece el mejor camino. —Todavía hay una parte gigante de mí que pierde a Marley cada día. Y sucede que —Su lengua bailaba suavemente por mi labio inferior—, me ayudas a mantener sus recuerdos.
—Sentir los latidos de tu corazón —Puse mi mano contra su pecho—, me recuerda a los latidos de su corazón. —Correr mis dedos por tu cabello —Enredó sus manos en mi cabellera rubia haciéndome jadear ligeramente—, me ayuda a recordarla. —Sentir tu piel contra la mía —Lentamente quité su camisa—, me recuerda a él. —Inclinando mi cabeza un poco a la izquierda, estudié su estructura facial. Las líneas afiladas de la mandíbula, las pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos. Su respiración al entrar y salir. Todos en el pueblo se convencieron de que corría tanto porque intentaba huir de su pasado, pero se hallaban tan lejos de la verdad. Trataba de aferrarse a él todos los días. No tenía ningún plan de correr lejos de su pasado. Sus ojos se veían tan dolidos. »Imagina conmigo por un rato —murmuré antes de rozar mis labios con los suyos—. Ayúdame a recordarlo esta noche —le susurré. Presionando sus caderas contras las mías, sus ojos se dilataron. Puso su mano derecha en mi espalda baja, obligándome a empujar mi cuerpo contra el suyo. Sentí su dureza contra la cara interna del muslo y comencé a frotarme contra ella. . Nos mudamos a la pared más cercana. Apoyando su mano izquierda en la pared por encima de mi cabeza. Frunciendo el ceño dio un profundo suspiro. —No debería… Sí. Esta vez mi boca se abrió, y suavemente mordí su labio inferior mientras mi mano rodó contra su piel, mi pulgar rodeó la punta de su dureza. Sí, sí. Emitiendo un gruñido me apretó con más fuerza. Vi cómo su lengua se deslizo lentamente de mi boca hasta mi cuello, haciéndome temblar por dentro. Haz eso de nuevo. Pasando su mano debajo de mi vestido, pasó sus dedos por mis muslos hasta llegar a mis bragas mojadas, acelerando los latidos de mi corazón. Sí, sí, sí…
Gemí mientras echaba a un lado mis bragas, mientras deslizaba un dedo dentro de mí. Nuestras bocas se estrellaron y ella susurró un nombre, y no me hallaba segura de que fuera el mío, susurró de vuelta, y no era mi nombre. Me besó con tanta fuerza, su lengua explorando cada pulgada de mi boca. Deslizo otro dedo dentro de mí, colocando su pulgar en mi clítoris. Se sentía tan bien. —Dios, te sientes tan bien… —Gruñó, sintiendo mi opresión, mi humedad... sintiendo todo de mí. Mi mano se deslizo en su bóxer, y empecé a acariciarla arriba y abajo, apretando ligeramente mientras escuchaba sus gruñidos de agradecimiento.
—Perfecto —tartamudeó, tenía los ojos cerrados, su respiración haciéndose cada vez más pesada—. Jodidamente perfecto. Estaba mal.
Pero muy, muy bueno. Mientras mi mano trabajaba más rápido, sus dedos se aceleraron. Las dos jadeamos al unísono, perdiéndonos en nosotras mismas, encontrándonos a nosotros mismos, perdiendo a nuestros seres queridos, buscando a nuestros seres queridos. En este momento, la amé, porque se sentía como amar a Sam. En el momento la odiaba, porque no era más que una mentira. Pero no podía dejar de tocarla. No podía dejar de necesitarla. No podía dejar de desearla. Nosotras juntas era una idea terrible. Las dos éramos inestables, las dos estábamos hechos añicos, y no había manera de evitarlo. Ella era un trueno, yo era un rayo, y estábamos a segundos de la creación de la tormenta perfecta. —Mamá —dijo una pequeña voz detrás de mí. Tomé un gran salto fuera del cuerpo de Santana, sus dedos cayendo de mí. Alisé mi vestido, nerviosa. Mis ojos se dispararon por el pasillo hacia Lexie, que sostenía a Bubba en su mano, bostezando. —Oye, bebé. ¿Qué pasa? —pregunté, limpiando mi mano sobre mis labios. Corrí a su lado. —No puedo dormir. ¿Puedes venir a acostarte conmigo y Bubba? —Por supuesto. Voy a estar allí, ¿de acuerdo?
Asintió con la cabeza y arrastró sus pies de nuevo a su dormitorio. Cuando me giré hacia Santana, vi la culpa en sus ojos cuando acomodó sus pantalones. —Debería irme —susurró. Asentí. —Deberías irte. 
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Jul 07, 2016 2:22 am

CAPITULO 16
SANTANA

 
Deberíamos habernos detenido aquella noche. Deberíamos habernos dado cuenta de lo mala idea que era que nos viéramos para recordar a Sam y a Marley. Éramos nuestras propias bombas de tiempo, y estábamos programados para explotar. Pero no nos importaba. Casi todos los días, se pasaba por aquí y me besaba. Casi todos los días le correspondía. Me dijo su color favorito. Verde. Le dije la comida favorita de Marley. Pasta. Algunas noches salía por la ventana de mi habitación e iba hacia la suya. Otras noches, se metía en mi cama. Cuando me metía en su cama, nunca bajaba las sábanas. Apenas me dejaba ponerme en el lado de Sam. Entendía eso más de lo que nadie se imaginaba. Ella me desvestía y le hacía el amor a su pasado. Yo me deslizaba en su interior y le hacía el amor a mis fantasmas. No era correcto, aunque de algún modo tenía sentido. Su alma se encontraba llena de cicatrices, y la mía, quemada.
Pero cuando estábamos juntas, el dolor dolía un poco menos. Cuando estábamos juntas, no era tan doloroso afrontar el pasado. Cuando estábamos juntas, nunca, ni por un segundo, me sentía sola. Había muchos días en los que me sentía bien. Había un montón de veces en las que el dolor se escondía en mi interior, pero no me daba un puñetazo en el estómago. Pero luego se hallaban los días de los grandes recuerdos. Uno era el cumpleaños de Marley. Era el cumpleaños de Marley, y esa noche luché. Los demonios pasados que llevaba profundamente enterrados en mi alma salían lentamente. Brittany apareció en mi habitación. Debería haberla alejado. Debería haber permitido que la oscuridad me tragara por completo. Pero no pude dejarla sola. Destellos ocasionales de ternura y cariño viajaban a través de ambas mientras su cuerpo descansaba bajo el mío. Sus ojos me estremecieron… siempre lo hacían. Su cabello cayó contra mi almohada. —Eres impresionante —susurré antes de rodear su cuello con mi mano y levantarlo, permitiendo que su boca encontrara mis labios. Esa noche ella fue mi éxtasis. Mis alucinaciones. Amaba el sabor del brillo de labios de fresa en sus labios. Su cuerpo desnudo se ocultaba debajo de mí y mis labios exploraron su cuello mientras arqueaba la columna. —¿Sabes lo hermosos que son tus ojos? —pregunté, incorporándome con ella atrapada debajo de mí. Volvió a sonreír. Eso también era hermoso. Mi dedo trazó la curvatura de su cuerpo, examinando cada centímetro de ella. —Sólo son azules —respondió, peinándose el cabello con los dedos. Se equivocaba. Eran más que eso, y me daba cuenta más y más cada noche que la abrazaba contra mí. Si miraba más de cerca, podía ver las pequeñas pecas doradas que flotaban en los bordes de sus ojos. —Son hermosos. No existía nada en ella que no fuera hermoso. Mi lengua lamió su endurecido pezón. Se estremeció. La dependencia por mis caricias destilaba por cada fibra de su ser mientras rogaba que explorara sus miedos más profundos y sus sabores más dulces. Deslicé la mano por su espalda y la levanté de modo que ambas estuviéramos sentadas en mi oscura habitación. Fijé la mirada en esos hermosos ojos mientras separaba sus piernas y la posicionaba contra mí. Asintió una vez, concediéndome permiso para hacer exactamente lo que vino a buscar a mi casa. Tomé un condón de mi mesita de noche y me lo puse. —¿Cómo lo quieres? —pregunté. —¿Eh? Mis labios descansaron contra los suyos, con mis respiraciones llenándola en su interior, mientras decía en un susurro—: Puedo ser brusca. Puedo ser gentil. Puedo hacerte gritar. Puedo hacerte llorar. Puedo follarte con tanta fuerza que no serás capaz de moverte. Puedo follarte tan despacio que pensarás que estoy enamorada de ti. Así que dime cómo lo quieres. Tienes el control. —Mi dedo hizo un círculo en su espalda baja. Necesitaba que tuviera el control. Necesitaba que tomara el mando, porque yo empezaba a perder mi agarre sobre la realidad. —Vaya, menuda dama estás hecha —dijo con nerviosismo. Arqueé una ceja. Suspiró, evitando el contacto visual.
—Gentil y despacio… como si me amaras —susurró, esperando no sonar muy desesperada. No se lo dije, pero así era exactamente como lo necesitaba yo. Era exactamente así como me habría gustado amar a Marley en su cumpleaños. Dios, mi mente estaba jodida. Lo que me daba miedo era que los pensamientos de Brittany eran casi una copia perfecta de los míos. ¿Cómo era que dos personas tan rotas encontraban los pedazos de la otra? Fui lenta al empezar a entrar en ella, mis ojos observaban cómo reaccionaba su cuerpo a que yo estuviera en su interior. Sus ojos querían cerrarse mientras me empujaba más hacia dentro, sus labios se abrieron, dejando escapar un pequeño gemido. Al pasar la lengua por su labio inferior, me metí en los campos de fresas, saboreándola por completo. Mis manos temblaban, pero detuve los nervios centrándome en sus ojos. Contuvo la respiración, depositando la mano sobre su corazón por un momento. Sus ojos se encontraron con los míos, mirando como si nunca nos fuéramos a volver a ver; parecía como si ambas estuviésemos aterrados de perder ese pequeño consuelo. ¿Lo veía a él cuando me miraba? ¿Recordaba sus ojos? Casi pude ver que su corazón latía tan fuerte como el mío, trabajando con la misma intensidad. —¿Puedo quedarme a dormir? —susurró mientras le levantaba los muslos y colocaba su espalda contra el cabecero. —Por supuesto —suspiré, pasando la lengua por su oreja, masajeando sus pechos con mis manos. No debería quedarse a dormir. Pero quería que lo hiciera. Tenía tanto miedo de estar sola con mis pensamientos que la respuesta cayó de mi boca como si estuviera rogando—. Podemos fingir hasta que sea de día —ofrecí. No debería quedarse aquí, ordenó mi cerebro. ¡¿Qué haces?! Me reprendió.
Más fuerte. Ambas lo queríamos más y más ahora, nuestros ojos estuvieron conectados todo el tiempo. Nuestras caderas se movieron acompasadas. —Oh, Dios mío —murmuró, sin aliento. Nuestro ritmo cardíaco se intensificó mientras permitíamos que nuestros cuerpos se convirtieran en uno por un momento. Me deslicé en su estrechez y ella arqueó la espalda en busca de más. —Sam… —susurró, pero ni siquiera me importó. —Mar… —murmuré en respuesta, y a ella no le importó.
Más profundo. Tiré de su cabello mientras ella introducía los dedos en el mío. Cada segundo me volvía un poco más brusca, un poco más salvaje, un poco más desenfrenada. —Mierda. —Suspiré, amando la sensación de estar entre sus piernas, amando el sudor que rodaba por su cuerpo. Se sentía bien estar en su interior, me sentía segura. Más rápido. Quería sentirlo todo de Brittany. Quería enterrarme tan profundamente en su interior que nunca olvidaría la forma en la que le hacía saltarse la realidad. Quería follarla como si fuera mi amor y yo el suyo. Levanté su pierna derecha y la puse sobre mi hombro. Le permití sentir cada centímetro de mí mientras me decía que le hiciera el amor con más fuerza. ¿Se daba cuenta de lo que dijo? ¿De verdad dijo amor? Sabía que era lo que habíamos acordado, pero oír las palabras cayendo de sus labios hizo que perdiera la concentración por un momento. Yo no era él. Ella no era ella. Pero, Dios mío, se sentía tan bién mentirnos a nosotras mismas.
Me quedé sin aliento, y me gustaba la forma en la que su cabeza se recostaba contra el cabecero. También la forma en que sus uñas se enterraban en mi piel como si nunca quisiera dejarme ir. Entonces parpadeó una vez, y cuando volvieron a aparecer sus ojos, estaban conteniendo las lágrimas. La tensión de contener las lágrimas anhelaba una salida, y aun así respiró hondo. Más lento. Me preguntó una vez más si de verdad podía quedarse a dormir. Probablemente se encontraba nerviosa por si luego la echaba, y se veía obligada a volver a la realidad en la que se hallaba sola. Y yo estaba sola. El pre-rechazo nadaba en sus ojos. Pero le prometí que no lo haría. Podía verlo en esos ojos azules: odiaba estar sola con sus pensamientos. Teníamos algo en común. Más suave. Teníamos muchas cosas en común. Tras recostarla en el colchón, me mantuve dentro de ella, pero bajé la velocidad de mis movimientos.
—Voy a parar —dije, viendo las lágrimas cayendo de sus ojos. —Por favor, no lo hagas —rogó, negando con la cabeza. Enterró más los dedos en mi espalda, como si estuviera intentando aferrarse a algo que ni siquiera se hallaba ahí. Esto no es más que un sueño. —Estamos soñando, Brittany. Estamos soñando. No es real. Alzó las caderas. —No. Sigue. Sequé las lágrimas, pero no seguí. Estaba mal. Ella se encontraba rota. Yo estaba rota. Me aparté de su calidez y me incorporé en el borde de la cama. Mis manos agarraron los lados del colchón. Las sábanas se arrugaban con cada movimiento que hacía. Se incorporó en el otro lado de la cama, las manos agarraban los lados del colchón. Estábamos de espaldas, pero juraría que todavía podía oír sus latidos.  —¿Qué va mal con nosotras? —susurró. Mis dedos rozaron mi sien y suspiré. —Todo. —¿Hoy era uno de los grandes momentos? —preguntó. Asentí aunque no podía verme.
—El cumpleaños de Marley. Se rió entre dientes. Me giré para verla secándose las lágrimas. —Eso pensaba. Se levantó, se puso las bragas y el sujetador. —¿Cómo lo supiste? Se acercó a mí y se puso entre mis piernas. Sus ojos estudiaron mi mirada, y sus dedos peinaron mi salvaje cabello. Apoyó la mano contra mi pecho, encontrando mis rápidos latidos. Sus labios se apoyaron contra los míos, sin besarme, pero sintiendo mi respiración. —Porque podía sentir cuánto la ansiabas. En esos ojos atormentados podía ver lo decepcionada que te sentías porque no fuera ella. —Brittany —dije, sintiéndome culpable. Negó con la cabeza y se apartó de mí. —No pasa nada —prometió. Recogió su camiseta y la colocó en su pequeña figura. Deslizo por sus piernas los pantalones cortos de su pijama y fue hacia mi ventana para marcharse—. Porque supongo que también podías ver lo decepcionada que me sentía de que no fueras él.
—Es probable que debamos dejar de hacer esto —dije mientras caminaba hacia su ventana. Se recogió el cabello en una coleta y sonrió.
—Sí, probablemente. —Entró en su casa escalando y me dirigió una sonrisa traviesa—. Pero es probable que no lo hagamos. Porque creo que ambas somos un poco adictos al pasado. Hasta luego. Caí hacia atrás en mi cama y gruñí, porque sabía que tenía razón. 
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Finalizado Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Jul 07, 2016 2:22 am

CAPITULO 17
BRITTANY

 
Así que, estás viendo a esa chica Santana López, ¿eh? —preguntó Kitty en la reunión del club de lectura. Arqueé una ceja mientras sostenía la novela Mujercitas en mi agarre. —¿Qué? —Oh, cariño, no tienes que ser tímida al respecto. Todo el mundo en el pueblo las ha visto juntas. Y no te preocupes, puedes decirnos todo. Este es un lugar seguro —prometió Tina.
Sí, claro. —Ella sólo corta el césped. Apenas nos conocemos. —¿Es por eso que te vi la otra noche saliendo de la ventana de su dormitorio a la una de la mañana? ¿Porque cortaba el césped? —preguntó una mujer con la que nunca había hablado. —Lo siento, ¿quién eres? —Oh, soy Dani. Soy nueva en el pueblo. Tomó todo de mí para no rodar los ojos. Ella encajaría justo aquí. —Así que, ¿es eso cierto? ¿Salías por la ventana? Le dije a Dani que no lo creía, porque acabas de perder a tu marido y eso sería un insulto a su memoria que ya estés haciendo tu movimiento con otra persona —explicó Kitty—. Sería como una bofetada en la cara de tu matrimonio. Casi como si sus votos sólo estuvieran escritos en la arena y no en tu corazón.
Mi estómago se retorció en nudos. —Tal vez deberíamos hablar de la novela —ofrecí. Pero siguieron haciéndome preguntas. Preguntas que no tenían respuestas. Preguntas que no quería contestar. La noche seguía y seguía, y todo se sintió como en cámara lenta. Cuando llegó el final de la noche, no podría haber estado más feliz. —¡Está bien, adiós, señoras! —dijo Tina, saludando a Lexie y a mí cuando nos fuimos de su casa—. Recuerda, ¡en dos semanas asegúrense de que han leído Cincuenta Sombras Grey! ¡Y trae notas! Me despedí de todas. Al final de la noche, no hablamos ni una sola palabra acerca de Mujercitas, pero me sentí muy menospreciada por estas mujeres. Veintitrés de agosto. Era sólo una fecha para la mayoría de la gente, pero para mí, era más. El cumpleaños de Sam. Uno de los grandes momentos. Se suponía que debía ser el mejor de los grandes momentos. Los pequeños momentos eran los que se suponía que iban a hacerme más daño. Me apoyé en el árbol en mi patio trasero y miré hacia el cielo brillante, los rayos del sol brillaban por encima. Lexie jugaba con Zeus en la pequeña piscina de plástico que la compré, y Santana trabajaba fuera de su cobertizo construyendo un comedor.
De la nada, una pluma blanca llegó flotando por delante de mí. Una pequeña, pequeña pluma que de alguna manera aguijoneó mi alma. Una abrumadora sensación de pérdida voló a través de mí cuando golpeé la palma de mi mano sobre mi cabeza repetidamente. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, mientras los recuerdos de Sam me inundaron, me asfixiaron, me ahogaron. No podía respirar cuando me di una bofetada a mí misma en varias ocasiones y me deslicé por el tronco del árbol, mi cuerpo temblando incontrolablemente. —Lo siento. —Lloré, a mí misma. A Sam—. Lo siento no podía… —Grité, cerrando mis ojos.  Dos manos se posaron en mis hombros y salté del susto. —Shhh, soy yo, Brittany —susurró Santana, cayendo al suelo y envolviendo sus brazos alrededor de mí—. Te tengo. Tiré de su camiseta, presionando mi cuerpo contra ella mientras la empapé con mis lágrimas. —No lo pude salvar, no lo pude salvar. —Gemí en su camisa—. Él era mi mundo y no lo pude salvar. Luchó por mí y… —No podía hablar más. No podía controlar mis pensamientos revueltos para dejar mi corazón ahogarse. —Shhh, Brittany. Te tengo. Te tengo. —Su voz me tranquilizo hasta venirme abajo, teniendo la primera ruptura en mucho tiempo. Me aferré a ella, en silencio, rogándole que no me permitiera irme. Fue entonces cuando me apretó más fuerte. Entonces sentí dos pequeñas manos envolviéndose alrededor de mí, y Lexie me atrajo hacia ella. —Lo siento, cariño —le susurré, sacudiéndome contra Santana y mi pequeña—. Mamá lo siente. —Está bien, mamá —prometió—. Está bien. Pero se equivocaba. No estaba bien.
Y no sabía si alguna vez lo iba a estar. Esa noche, comenzó a llover. Durante un tiempo me senté en mi bata de noche, sólo viendo el diluvio de gotas de lluvia golpeando con fuerza contra el suelo. Lloré con la lluvia, sin poder contenerme. Lexie dormía en la otra habitación, y Santana le permitió a Zeus pasar la noche con ella. Haz que se detenga, le rogué a mi corazón. Haz que el dolor se vaya, supliqué. Me arrastré fuera de mi la ventana y otra vez a la de Santana. Me hallaba empapada en cuestión de segundos, pero no me importaba. Golpeé suavemente en su ventana, y ella se acercó, sin camisa, mirándome. Sus brazos sostenían el borde de la ventana, mostrando sus brazos tonificados. —No esta noche —dijo, en voz baja—. Vete a casa, Brittany. Mis ojos aún ardían de todo el llanto. Mi corazón todavía dolía de todo el anhelo. —Esta noche —argumenté.
—No. Mis dedos se envolvieron alrededor del cordón que sostenía mi bata y lo desaté, dejando caer la tela al suelo, de pie bajo la lluvia en sólo mi sujetador y bragas. —Sí. —Jesucristo —murmuró, deslizando su ventana abierta—. Entra. Hice lo que me dijo. Un charco de agua se formó alrededor de mis pies, y me sacudió del frío. Del dolor. —Pregúntame cómo lo quiero esta noche. —No. —Su voz era severa, y no haría contacto visual conmigo. —Lo quiero como tú me quieres. —Brittany… —Puede ser duro, si quieres. —Detente. —Mírame, Santana. —No. —¿Por qué no? —pregunté, caminando cerca de ella cuando me dio la espalda—. ¿No me deseas? —Sabes la respuesta a eso. Negué con la cabeza. —¿No crees que soy hermosa? ¿No soy tan bonita como ella? ¿No soy tan bueno có…?
Me agarró y puso sus manos sobre mis hombros. —No hagas esto, Brittany. —Fóllame, por favor… —Lloré, pasando mis dedos contra su pecho—. Por favor, hazme el amor. —No puedo. Golpeé su pecho. —¡¿Por qué no ?! —Lloré, mi visión poniéndose borrosa—. ¡¿Por qué no?! Dejé que me tocaras cuando la querías a ella. Dejé que me follaras cuando lo necesitaste. Te dejé... —Mis palabras se desvanecieron, convirtiéndose en sollozos—. Te dejé... ¿Por qué no...? Agarró mis puños, impidiéndome golpear con toda mi ira contra su pecho. —Porque estás rota. Estás muy rota esta noche. —Sólo haz el amor conmigo. —No. —¿Por qué no?
—Porque, no puedo. —Esa no es una respuesta. —Sí, lo es —dijo.
—No, no lo es. Deja de ser una cobarde. Sólo dime por qué no. ¡¿Porque diablos no?! —¡Porque yo no soy él! —gritó, mi cuerpo temblando en su agarre—. No soy Sam, Brittany. No soy lo que quieres. —Sin embargo, puedes serlo. Puedes ser él. —No —dijo, con severidad—. No puedo.
La empujé. —¡Te odio! —grité, mi garganta ardiendo mientras las lágrimas caían contra mis labios—. ¡Te odio! —Pero no hablaba con Santana—. ¡Te odio por dejarme! Te odio por dejarme. No puedo respirar. No puedo respirar. —Me perdí en los brazos de Santana. Me derrumbé en una manera que nunca experimenté en mi vida. Negué, grité, y una parte de mí murió. Pero Santana me sostuvo, asegurándose de que no toda mi alma desapareciera esa noche. 
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Finalizado Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Jul 07, 2016 2:23 am

CAPITULO  18
BRITTANY

 
Espere dos semanas antes de poder hacer frente de nuevo a Santana. Me sentía avergonzada, avergonzada de la forma en que me rompí en su habitación, pero cuando me llamó para hablar sobre la posibilidad de que hiciera el diseño interior de su casa, me sentí como si tuviera que sacar mis temores. —¿Estás bien? Pereces rara —dijo Santana mientras Lexie y yo caminábamos a través de su casa. Todavía me sentía tan extremadamente incómoda con lo que hice, la forma en que me vine abajo frente a ella. —No, estoy bien —le dije—. Sólo asimilando todo. —Le di una sonrisa falsa que vio inmediatamente. —Bien; bueno, puedes hacer casi todo lo que quieras con el lugar. Ahí está la sala de estar, comedor, cuarto de baño, mi dormitorio y la cocina, principalmente. Y me encantaría que el estudio no pareciera un completo desastre. Entré en el estudio, donde las cajas se apilaban en la parte superior de más cajas. Su escritorio se encontraba cubierto de artículos, y mientras ella caminaba, y Lexie y Zeus salían de la habitación, me quedé en pausa, mirando un recibo parcialmente oculto bajo unos papeles. Lo cogí y lo leí. Cinco mil plumas blancas. La entrega más rápida. Abrí una de las cajas en su escritorio y mi corazón se paró mientras vi más bolsas de plumas. No compró las plumas blancas en la tienda del señor Henson. Ella las ordenó. Ordenó miles de ellas, sólo para que el corazón de Lexie no se rompiera. Santana… —¿Vienes, Brittany? —le oí gritar. Cerré la caja y salí de la habitación. —Sí, aquí estoy. —Aclaré mi garganta y le di una sonrisa—. ¿Qué pasa con tu cobertizo? —le pregunté, alcanzando a Santana—. También puedo arreglarlo para ti. —No, el cobertizo está fuera de límites. Eso es… —Hizo una pausa y frunció el ceño—. Sólo está fuera de los límites. Entrecerré los ojos en comprensión. —Está bien... bueno, creo que tengo todo lo que necesito por ahora. Voy a dibujar algunas ideas diferentes y hacer unas tablas con telas y colores para que vayamos juntas después. Será mejor que me vaya. —Estás en un apuro. —Sí, bueno, ya sabes. —Miré a Lexie que jugaba con Zeus, viviendo en su propio mundo—. Lexie tiene una noche de pijamas y debo ver que todo esté listo. Santana se acercó a mí y me dijo en voz baja—: ¿Te sientes enojada conmigo? ¿Por lo de la noche que viniste? —No. —Suspiré—. Estoy enojada conmigo misma. No hiciste nada malo. ¿Estás segura? —Realmente, Santana. Me sostuviste cuando más te necesitaba. —Sonreí—. Pero tal vez es mejor que nunca más usemos lo otro para recordar... Obviamente no puedo manejarlo. Frunció el ceño y miró al suelo, casi como si estuviera decepcionada, pero luego de un segundo sostenía la cabeza en alto y me dio una pequeña sonrisa. —Quiero mostrarles algo a ti y a Lexie. Nos llevó a la parte trasera de la casa y mantuvo la puerta abierta. Escuche a los grillos nocturnos charlando entre ellos. Era un sonido reconfortante... incluso pacífico. —¿A dónde vamos? —le pregunte en voz alta. Asintió hacia el bosque a oscuras mientras cogía una linterna desde el pasillo de atrás. No le hice más preguntas. Agarré la mano de Lexie y caminé junto a Santana. Entramos en la noche y nos llevó más profundamente en el bosque. El cielo se veía lleno de estrellas y el dulce y húmedo aire de primavera nos recibió mientras pasábamos dentro y fuera de las sombras entre los árboles. Las ramas se balanceaban adelante y atrás mientras nos abrimos paso por el bosque. —Estamos casi allí —insistió Santana. —Pero, ¿a dónde?
Cuando llegamos, supe al instante a dónde quería llevarnos, sólo basándose en la belleza. Con mis manos cubrí mi boca para no hacer ruido. Tenía un miedo extraño de que si hacía un ruido, toda la belleza se desvanecería. Un pequeño río fluía ante nosotras. La corriente era tranquila, como si todas las criaturas que viajaban por las pequeñas olas descansaran en paz. Al otro lado del río se encontraba lo que parecía una vieja piedra de un puente de carga. A través de las grietas de las piedras, las flores crecían, por lo que la vista era perfecta bajo la luz de la luna.
—Encontré este lugar con Zeus —dijo Santana, caminando hacia el puente y tomando asiento—. Cada vez que tengo que aclarar mi mente, vengo aquí para reenfocarme. Me senté a su lado, me quité los zapatos, y deslicé mis pies en el agua helada. Lexie y Zeus chapoteaban en el agua con alegría y libertad. Se dio la vuelta y me dio una sonrisa que hizo que mis propios labios se curvaran. Santana tenía una manera de hacer que la gente se sintiera digna simplemente por la forma en que su sonrisa y sus ojos se encontraban en su cara. Me hubiera gustado que sonriera más a menudo.
—Cuando llegué aquí, me sentía enojada todo el tiempo. Echaba de menos a mi hijo. Echaba de menos a mi mujer. Odiaba a mis padres, a pesar de que no debería haberlo hecho. Por alguna razón me pareció fácil culparlos, como si fuera su culpa que perdiera a mi esposa e hijo. Se sentía más fácil estar enojada con ellos que estar triste. La única vez que no me sentí enojada fue cuando vine aquí y respiré con los árboles. Se estaba abriendo.
Por favor, que permanezca abierta. —Me alegro que hayas encontrado algo que pueda hacer que sientas un poco de paz. Sus ojos bailaban a través de mí, y una sonrisa de complicidad encontró sus labios. —Sí. Yo también. —Pasó los dedos por su cara—. Dado que ninguno de las dos lo usamos, puedes utilizar este lugar si quieres. Para ayudarte a encontrar la paz.
Sonreí. —Gracias. Simplemente asintió en respuesta. Lexie saltó al río e hizo enormes salpicaduras, mojándonos casi todo. A pesar de que quería regañarla, la sonrisa en su rostro y la emoción en Zeus me hicieron feliz.
—¡Gracias por traernos aquí, Garrapata! ¡Me encanta! —gritó, poniendo sus manos en alto por el entusiasmo. —En cualquier momento. —Sonrió Santana. —Me alegro de que a mi hija le gustes. De lo contrario nunca hablaría de nuevo contigo. Rió. —Me alegro de que a mi perro le gustes. De lo contrario me hubiera convencido de que eres una psicópata. Una persona siempre debe confiar en los instintos de su mascota. Los perros son mejores que las personas en juzgar el carácter de una persona.
—¿Es así? —Lo es. —Hizo una pausa y se pasó los dedos por el pelo—. ¿Por qué tu hija insiste en llamarme Garrapata? —Oh... Debido a que la primera vez que nos vimos te llamé gilipollas, y ella preguntó qué era un “gilipollas”, y viendo que soy una madre horrible, le dije que dije “garrapata”, y le expliqué que una garrapata es un bicho. —¿Así que piensa que soy un parásito que vive de la sangre de los mamíferos?
—Creo que en realidad es un ectoparásito, ya que viven en el exterior de los mamíferos en lugar de en el interior. Y también viven en algunos anfibios. Se rió. —Bueno, eso me hace sentir mejor. Reí. —Debería.
—Bueno, Lexie, si vas a llamarme Garrapata, ¡creo que es justo que te llame Tock! —Sonrió Santana. ( En inglés “garrapata” se escribe “tick”), es por esto que Santana hace la referencia.  ¡Tick! ¡Tock!: hace referencia a la forma coloquial de representar el golpeteo de un reloj al avanzar con el paso del tiempo. —¡Igual que un reloj! —Sonrió Lexie, saltando arriba y abajo—. ¡Tick Tock! ¡Tick y Tock! —Creo que lo aprueba —le dije.
—¿Brittany? —Se volvió hacia mí con una mirada seria. —¿Sí?
—Sé que no podemos hacer lo que hacíamos antes, pero, ¿podemos ser amigas? —preguntó con timidez. —Pensé que no sabías cómo ser una amiga. —No lo sé. —Suspiró, frotándose el cuello—. Pero tenía algún tipo de esperanza de que me pudieras enseñar. —¿Por qué yo? —Crees en las cosas buenas, incluso cuando tu corazón está roto. Y no puedo recordar cosas buenas así. Eso me entristeció. —¿Cuándo fue la última vez que fuiste feliz, Santana?  No respondió. Eso me entristeció aún más. —Por supuesto que podemos ser amigas —le dije. Todo el mundo se merecía al menos un amigo en quien pudieran confiar con sus secretos y temores. Con su culpa, y felicidad. Todo el mundo merece una persona que pueda mirar a los ojos y decir: “Eres suficiente. Eres perfecta, con cicatrices y todo”. Sin embargo, pensé que Santana merecía más que la mayoría. En sus ojos existía tanta tristeza, tanto dolor, y lo único que quería hacer era envolver mis brazos alrededor de ella y hacerle saber que era lo suficientemente bueno. Sin embargo, no quería ser su amiga porque me sentía mal por ella. No. Quería su amistad porque a diferencia de la mayoría, vio más allá de mi propia felicidad falsa y a veces me miraría como si estuviera diciendo: “Eres suficiente, Brittany. Eres suficiente... con cicatrices y todo”. Las cejas de Santana se fruncieron y me miró como si me estuviera viendo por primera vez. La miré como si nunca la volvería a ver. Ninguno de nosotras quería parpadear. La gravedad del momento comenzó a hacernos un tanto incómodas. Cuando se aclaró su garganta, aclaré la mía. —¿Demasiado? —pregunté. —En exceso, de hecho. Así que, por otra parte... —Se pasó las manos por el cabello—. Me di cuenta de cierto libro de Cincuenta Sombras de Grey en tus manos la última vez que corté la hierba. Mis mejillas enrojecieron, y lo empujé. —No me juzgues, es para mí club de lectura. Además, es bueno. —No voy a juzgar. Bueno, bueno, lo estoy. Sin embargo, sólo un poco. —No juzgues hasta que lo hayas probado. —Sonreí. —¿Oh? ¿Y cuánto has realmente intentado? —Me dio una mirada de suficiencia, y juro que mis mejillas ardían. Riéndome, empecé a caminar hacia nuestras casas. —Eres tan imbécil —murmuré—. Vamos, Lexie, vamos a limpiarte y prepararte para tu fiesta de pijamas. —Vas por el camino equivocado —comentó Santana. Me detuve, di la vuelta y caminé junto a ella de nuevo, yendo por el camino contrario. —Sigues siendo una imbécil. —Sonreí. Me devolvió la sonrisa y se acercó a mi lado mientras Lexie y Zeus siguieron nuestro ejemplo. Eran las diez y media de la noche cuando escuché el estruendo. Me arrastré de la cama para abrir la puerta. Tina se hallaba allí de pie con los brazos cruzados junto a Lexie, que seguía en pijama, sosteniendo su bolsa de viaje y a Bubba. —Tina, ¿qué pasa? —pregunté, una sensación de alarma llenándome—. Lexie, ¿estás bien? —No respondió; sólo permaneció mirando al suelo, casi avergonzada. Me volví hacia Tina—. ¿Qué pasó?
—Lo que pasó —dijo entre dientes—, lo que pasó fue que tu hija pensó que era correcto contar historias sobre zombis con el resto de las chicas, por lo que todas se asustaron. ¡Ahora tengo a diez chicas en mi casa que no quieren ir a dormir porque tienen miedo de las pesadillas! Fruncí el ceño. —Lo siento. Estoy segura de que no pretendía hacer ningún daño. Puedo ir y hablar con las niñas, si quieres. Seguro que todo fue un malentendido.
—¿Un malentendido? —Resopló—. ¡Comenzó a caminar como los muertos caminan y dijo que quería comer cerebros! Me dijiste que no sufrió ningún trauma por la muerte de Sam. —No lo hizo —le dije, la ira construyéndose en mi estómago. Miré a Lexie y vi lágrimas cayendo de sus ojos. Agachándome, le di un abrazo—. Está bien, cariño. —Bueno, obviamente no está bien. Necesita ayuda profesional. —Lexie, cariño, cubre tus oídos muy rápido —le dije. Lo hizo. Mis entrañas se apretaron y me mantuvo de pie, frente a Tina—. Voy a decir algo y quiero decirlo de la mejor manera posible. Si dices una cosa más de mi hija te patearé el culo, literalmente, sacaré tus extensiones del cabello, y le diré a tu marido que has estado follando al cajero del supermercado. —¡¿Cómo te atreves?! —exclamó, horrorizada por mis palabras. —¿Cómo me atrevo? ¿Cómo te atreves a pensar que es apropiado caminar hacia mí y decir cosas sobre mi hija en una manera degradante y grosera? Creo que es hora de que te vayas.
—¡Creo que lo es! Tal vez deberías permanecer lejos de nuestro club de lectura, también. Tu energía y estilo de vida es tóxico para nuestro grupo. Mantente lejos de mi—ordenó Tina, yéndose. —No te preocupes —le grité—. ¡Lo haré! —Existía algo que le pasaba a las personas más cuerdas cuando otros hablaban de sus hijos: te convertías en una bestia y harías cualquier cosa para proteger a tus hijos de los lobos del mundo. No me sentía orgullosa de las palabras que le dije a Tina, pero desde el fondo de mi corazón, quería decirlas todas y cada una. Llevé a Lexie a la sala y nos sentamos. —Mamá, las chicas me dijeron que era un bicho raro porque me gustaban los zombis y momias. No quiero ser un monstruo. —No eres un monstruo —prometí, acercándola más a mí—. Eres perfecta en la forma que eres. —Entonces, ¿por qué dijeron eso? —preguntó. —Porque... —Suspiré, tratando de encontrar la respuesta correcta—. Porque a veces los otros tienen dificultades para abrazar las diferencias de las personas. Sabes que los zombis no son reales, ¿no? —Asintió—, y no intentaste asustar a las otras chicas, ¿verdad? —¡No! —dijo rápidamente—. Sólo quería que jugaran conmigo como los personajes de Hotel Transylvania. No quería asustarlas. Sólo quería tener amigos. Mi corazón se rompía.
—¿Quieres jugar con mamá? —pregunté. Sacudió su cabeza. —No. —Bueno, ¿qué tal si vemos una caricatura en Netflix y tenemos nuestra propia fiesta de pijamas? Sus ojos se iluminaron, y las lágrimas se detuvieron. —¿Podemos ver Los Vengadores? —preguntó, amaba los superhéroes casi tanto como su padre lo hacía. —Por supuesto —dije.
Ella cayó dormida justo cuando Hulk apareció en la pantalla. La coloqué en su cama, besando su frente. Comenzó a sonreír en sueños, y luego fui a la cama para encontrar mis propios sueños.  
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Finalizado Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO

Mensaje por 3:) Jue Jul 07, 2016 1:12 pm

Si estan rotas las dos... pero eso ya es masoquismo... no jodan!!!...
Es bueno que se ayuden una a la otra.... pero en buena manera..
En serio tina no tubo infancia o algo... los niños son asi jaja
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Mensaje por JVM Jue Jul 07, 2016 4:07 pm

Creo que ya vieron que por mas que quieran no pueden sustituir a quienes no están.... Y si esta bien mantener los recuerdos pero también deben seguir adelante en un momento.... Ojala que se den una oportunidad ahora que serán amigas y que vayan poco a poco esta vez ....
Y Tina esta loca , tratar así a Lexie pero lo bueno es que Britt le puso un alto, hasta le faltaron cosas por decir ....
Y garrapata y tock siendo amigas jajajajaja
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Mensaje por micky morales Jue Jul 07, 2016 9:49 pm

bueno creo que ya esta bueno de experimento, eso de imaginarse con sus extintas parejas mientras estan juntas intimamente ya es algo enfermizo asi que espero que comiensen a ver mas alla, y en cuanto a tina seria interesante que un zombie le masticara el cerebro a la ignorante esa!!!!!
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Mensaje por monica.santander Vie Jul 08, 2016 2:22 am

En algún momento van a tener que superar sus fantasmas!!!!
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:12 am

CAPITULO 19
SANTANA

 
Santana —murmuré débilmente. Mi respiración era irregular, pesada.
Su mano rozó mi mejilla. —Chúpalo lento —ordenó, pasando su pulgar contra mi labio inferior. Deslizo el dedo en mi boca, permitiéndome chuparlo suavemente mientras lo sacaba dentro y fuera de mi boca antes de apartarlo de mí y recorrer la humedad en mi cuello, contra mi tirante del sujetador, por mi escote. Mis pezones se endurecen a su toque, anhelando que su boca encontrara su camino a cada uno. —Eres hermosa —dijo—. Eres tan jodidamente hermosa. —No deberíamos. —Gemí, sintiendo su dureza presionado contra mis bragas. Deberíamos, me dije a mí misma—. No se supone que debemos seguir con esto... —Mi respiración era pesada, por el hambre de que estuviera dentro de mí, hambre para que me tomara profundamente. Quería que me volteara, levantara mis piernas, y me tomara duro. Ignoró mi protesta —como lo quería— torciendo mi cabello en una mano y moviendo la otra por mi cuerpo, aterrizando en mis bragas de encaje negro. —Estás mojada —dijo, inclinándose más cerca de mí, pasando su lengua contra mi mejilla antes de deslizar su boca sobre la mía. Susurró mientras deslizaba su lengua entre mis labios—. Quiero probar todo de ti —dijo entre dientes. Sus dedos rodaron contra mis bragas, mientras su pulgar hacía círculos en mi clítoris a través del tejido débil. —Por favor —supliqué. Arqueé mi espalda, anhelando que su mano eliminara la barrera delgada. —No aquí —dijo, levantándome hasta una posición sentada. Deslizo mi ropa interior a la izquierda y se agachó, permitiéndole a su lengua degustar mi humedad. Mis caderas se arquearon involuntariamente en su dirección mientras mis manos corrían por su cabello. Cuando levantó la cabeza, apoyó su boca contra la mía, permitiéndome degustarme, probarlo—. Quiero mostrarte algo —murmuró contra mis labios. Cualquier cosa. Muéstrame cualquier cosa. Mis ojos cayeron a su erección oculta bajo su bóxer y una sonrisa llegó a mis labios. Me levantó de la cama y me apretó contra la puerta más cercana. —¿Qué tan mal lo quieres? —Malo, pensé, no podía hablar. Mi corazón latía y casi tenía miedo de que renunciara a mí, incapaz de mantenerse al día con mis necesidades, mis deseos. Quería explotar para ella. Quería perderme en ella. Sus caderas se sacudieron hacia mí mientras empujaba su dureza contra mi cuerpo—. Quiero mostrarte la habitación —susurró en mi oído, chasqueando su lengua de arriba abajo antes de chupar mi lóbulo. —Umm —contesté mientras me llevaba por el pasillo. Había una habitación a mi izquierda, que no noté cuando vine—. ¿Qué es…?
Me hizo callar, colocando su mano sobre mis labios. —Es mi habitación verde —murmuró, empujando la puerta abierta. —¿Tu qué? —Antes de que pudiera responder, me di la vuelta y vi una habitación llena con todos los muebles de color verde. Látigos verdes, consoladores verde, todo verde—. ¿Qué de... —Me callé y seguí mirando a su alrededor—. Esto es un poco raro, bebe… —Lo sé —dijo con un tono profundo de voz. Cuando me volví hacia ella, mi garganta ardía cuando un grito se me escapó. Miraba a cierta conocida disfrazada de un personaje verde, que me sostenía contra su cuerpo. Sus ojos brillaban de color verde y me sostenían—. ¡El Increíble Hulk quiere azotarte! —¡Santa mierda! —grité, sacudiéndome de una pesadilla muy rara. En cuestión de segundos, Santana se hallaba de pie en la ventana de mi dormitorio, mirándome. —¿Estás bien? Bajé la mirada para ver que llevaba una camiseta blanca con las bragas blancas y sin sujetador. Grité de nuevo, cubriendo mi pecho con una manta. —Oh, Dios mío, ¡vete! —susurré, flipando. —¡Lo siento! Te oí gritar y… —Se detuvo y levantó una ceja, mirando a mis ojos—. ¿Acabas de tener un sueño húmedo? —Comenzó a reírse, cubriéndose la boca con la mano—. Acabas de tener un sueño sexual. —¡Vete! —le dije, saltando de la cama y cerrando mis cortinas de la ventana. —De acuerdo, está bien, obscena mujer. Te hablé de esos libros. Mis mejillas se ruborizaron más, y me derrumbé nuevamente en mi cama, tirando de la cubierta por encima de mi cabeza. Maldito Increíble Hulk. Maldita Santana López. 
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:13 am

CAPITULO 20
BRITTANY

 
Llevas todo el día evitando mirarme a los ojos —dijo Santana mientras movía unos artículos en Cosas Necesarias. Me encontraba sentada en el mostrador, observando al señor Henson, quien hacía una mezcla de té de hierbas. Lexie y Zeus corrían a la caza de objetos al azar de la tienda. Habíamos estado viniendo semanalmente a la tienda del señor Henson en busca de té, chocolate caliente y, en ocasiones, una lectura de tarot. Empezaba a amar ese sitio—. No tienes por qué ser tímida con eso, estoy seguro de que le pasa a todo el mundo —explicó Santana. —¿De qué hablas? No te evito. Y no entiendo qué le pasa a todo el mundo porque a mí no me pasa nada. —Resoplé, evitando su mirada por completo. Cada vez que la miraba no podía dejar de sonrojarme y de imaginar su camiseta desgarrándose mientras se transformaba en una bestia. —Sólo fue un sueño erótico —dijo. —¡No fue un sueño erótico! —verbalicé, sonando un poco culpable. Santana se volvió hacia el señor Henson con una sonrisa de suficiencia en la cara. —Brittany tuvo anoche un sueño erótico. —¡Cállate, Santana! —grité, estampando las manos contra la mesa. Mi cara se hallaba roja como un tomate, y no podía evitar que se calentara cada vez más. El señor Henson me miró, y luego a mi mezcla de té, y añadió unas cuantas hierbas más. —Los sueños eróticos son normales. —¿Era un buen sueño? —insistió Santana. Me hallaba a cinco segundos de encontrar una manera de darle una paliza. Abrí los labios para negar el sueño, pero no pude. Mis manos acunaron mi rostro y suspiré pesadamente. —No hablaremos de esto. —Vamos, ahora deberás contarlo —dijo, yendo a sentarse en el taburete que tenía a mi lado. Me giré para apartarme de ella. Agarró mi taburete y me giró hacia ella. —Oh, mierda —murmuró, mirándome con ojos llenos de comprensión. —¡Cállate, Santana! —volví a murmurar, incapaz de mirarla durante mucho tiempo. —¡¿Tuviste un sueño erótico sobre ?! —gritó, y le di un manotazo en el brazo como un reflejo ante sus palabras. El señor Henson ahogó la risa. —Giro argumental. Una sonrisa traviesa se extendió por el rostro de Santana y fue oficial: Me. Estoy. ¡Muriendo! Se inclinó hacia delante y susurró—: ¿Te hice esa cosa a tus labios con mi lengua? Me sonrojé. —¿De qué labios estamos hablando? —susurré en respuesta. Su sonrisa pícara se profundizó. —Eres una niña muy, muy sucia. Salté del taburete y mis ojos se encontraron con los del señor Henson. —¿Puedes ponerme eso para llevar? —Oh, vamos, Brittany, ¡necesito saber más! —dijo Santana, riéndose de mi vergüenza. Le ignoré y tomé mi té, el señor Henson me lo puso en una taza para llevar. —No voy a hablar contigo —dije, encaminándome a abandonar la tienda—. Venga, Lexie, vamos. —¡Sólo unos detalles más! —rogó mientras mantenía la puerta delantera abierta.
Un hondo suspiro me abandonó y me volví hacia ella. —Me llevabas a una habitación verde donde te transformabas en un monstruo verde y empezabas a darme por toda la habitación. Y digo “darme” en todos los posibles sentidos de la palabra. Parpadeo. Parpadeo. Mirada inexpresiva. Mirada inexpresiva. —¿Cómo? Su suprema confusión casi me hizo estallar en carcajadas. —Eras tú la que quería saberlo. —Eres una mujer muy, muy extraña. El señor Henson sonrió. —Ah, a mí me pasó lo mismo en el verano de 1976. —¿Tuviste un sueño erótico? —pregunté, confusa.
—¿Sueño? No, querida. Me lanzaron y me dieron en una habitación verde.
Momento incómodo número quinientos mil cuatrocientos cuarenta y dos de mi estadía en Meadows Creek. —Con esto último, me voy. Gracias por el té, señor Henson. —Me pasaré a cortar el césped después —dijo Santana. Sabía que no había nada sucio en sus palabras, pero aun así, me sonrojé como si lo hubiera. Esa tarde, Rachel vino porque quería que me ayudara a escoger los mejores diseños y colores para la pintura de la casa de Santana. Siempre tuvo muy buen ojo para los pequeños detalles.  
Estábamos sentadas en el porche delantero con tres tablas de diseño que creé, pero en lugar de que se concentrara en la tarea que teníamos entre manos, observaba la hermosa chica que me cortaba el césped. De pie y ayudándole a empujar el cortacésped se hallaba Lexie, que se sentía convencida de que podía cortar mejor el césped que Santana. Discutía con ella todo el tiempo, diciéndole que lo hacía muy mal. Ella se limitaba a sonreír y le contestaba con el mismo descaro. Rachel se quedó mirando a Santana, casi atónita por su transformación. No la había visto desde que escondia su rostro con sus cabellos o gorras de beisbol, y en mi lugar su cara esta al total descubierto revelando su fuerte estructura ósea. Casi  sonreír, hasta hoy.—No me lo puedo creer —suspiró Rachel—. ¿Quién se hubiera imaginado que esa cosa salvaje, hippie sucia y gilipollas podría convertirse en algo tan… caliente?  —Todos somos un poco salvajes y un poco especiales. Se volvió hacia mí, una sonrisa tonta apareció en sus labios. —Oh, mierda. Te gusta. —¿Qué? No. Sólo ayuda con la casa. Principalmente con el jardín. Su voz adoptó un tono alto… no sabía susurrar. —¿Estás segura de que sólo es el jardín? ¿O también te ayuda a desatascar tus desagües? —¡Rachel! Cállate. —¿Te lava los platos sucios? Tus platos siempre están tan, tan sucios. —No voy a hacer esto contigo. —Me sonrojé—. En fin, necesito tu opinión. ¿Qué diseño te gusta más para la zona del comedor y del salón? Quiero incorporar las tallas de madera que hace. Santana construye mucho con madera y creo… —¿Su madera es buena? ¿Gruesa? ¿Santana tiene una madera gruesa y larga? La miré con los ojos entrecerrados. —¿Tu mente siempre está en la alcantarilla?
—Siempre, cariño. Siempre. Pero te gusta. Lo noto. —Para nada.
—Te gusta. Con un susurro y un retorcimiento de mi estómago, miré a Santana, que me devolvía la mirada. —Sí. Me gusta. —Jesús, Britt. Solo tú te enamorarías de una tía gilipollas que termina pareciendo Brad Pitt en Leyendas de pasión. ¿Lo entiendes? —Sonrió—. Leyendas de pasión
—Vaya, eres muy lista. —Es casi ridículo. Me reí. —Casi. Se acercó más y estudió mi cara. —¿Qué es eso? —¿Qué es qué? —Esa sonrisilla rara que me estás dirigiendo… ¡una santa cara llena de sexo! ¡Te acostaste con ella!
—¿Qué? No, yo…  —No intentes hacerte la lista con la adicta al sexo, Britt. ¡Te la tiraste! Me avergoncé como una chica que acabara de tener su primer beso. —¡Claro que me la tiré! —¡Jesús bendito! ¡Sí! —Se levantó del porche delantero y empezó a canturrear—: ¡SÍ! ¡SÍ! ¡¡¡SÍ!!! Se ha acabado la sequía. Santana se giró hacia nosotras y alzó una ceja. —¿Todo bien, señoritas? Hice que Rachel se volviera a sentar y solté una risita. —Todo bien. —Incluido ese culito que tiene —murmuró Rachel con un guiño—. Y, ¿cómo fue? —Bueno, digamos que le puse nombre a su cosa. Los ojos se le llenaron de lágrimas y sus manos volaron a su corazón. —Mi pequeña está creciendo. Bien, ¿qué nombre es? —El Increíble Hulk. Se estremeció.
—Perdona, ¿qué? —El incr… —No, no. Te oí la primera vez. ¿Te refieres a ese monstruo verde? Britt, ¿te follas a una tía con un pene verde? Porque si lo haces, necesitas una inyección de tétano. —Me miró de arriba abajo, estremeciéndose—. Y unos estándares más altos. Me reí. —¿Puedo contarte la verdad sobre Santana y yo sin darme una regañina? —Por supuesto. —Usamos el sexo entre nosotras para recordar a Sam y a Marley. Es como si… nos usáramos para tener la sensación que solíamos tener con ellos. —Te refieres a que, ¿visualizas a Sam mientras Santana te folla? —Sí. Es decir, bueno, al principio lo hacía. Pero ya no lo hacemos. Me ponía demasiado sensible y no podía soportarlo. —Pero ahora te gusta. —Sí. Lo cual es malo, porque él sólo veía a Marley cuando se encontraba conmigo. Los ojos de Rachel miraron en dirección a Santana. —Tonterías.
—¿Qué? —Te ve a ti, Britt. —¿De qué hablas? —Escucha, como chica que se ha acostado con un montón de hombres distintos y que ha visualizado a Channing Tatum en la mayoría de ellos, puedo ver la diferencia entre cuando una persona piensa en ti y cuando piensan en otra. Fíjate en la forma en que te mira. Miré a Santana y encontré su mirada, una vez más, sobre mí. ¿De verdad pensaba en mí cuando estábamos juntas? Y si era verdad que lo hacía, ¿por qué esa idea me hacía feliz? Sacudí la cabeza, sin querer enfrentarme al hecho de lo que pasaba entre Santana y yo. —Entonces. ¿qué pasa entre Finn y tú? ¿Cómo va? —Horrible. —Suspiró, dándose una palmada en la cara—. Tengo que terminar con él. —¿Qué? ¿Por qué? —Porque soy una estúpida y me enamoré de él. Mis ojos se iluminaron. —Estás enamorada. —Lo sé, es horrible. Bebo todas las noches para intentar olvidarme. Ahora cállate y volvamos a hablar de la madera de Santana. Sonreí y, tras unas horas y un centenar de comentarios sucios, Rachel y yo escogimos los colores para todas las habitaciones de su casa
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 4:14 am

CAPITULO 21
BRITTANY

 
Varios  días pasaron antes de que Jake me llamara el vienes para preguntar si me interesaba salir con él. Me di cuenta que olvidé lo que él me dijo sobre mostrarme la ciudad meses antes, pero supuse que algunas personas son un poco más lentas en mover las cosas. El viernes por la noche, se detuvo fuera de mi casa con el camión de trabajo de su familia. Lo vi desde la ventana de la sala de estar, saltó de su carro y fijó su corbatín. Empezó a caminar hacia la casa, y luego se detuvo y dio un paso hacia atrás. Esto se prolongó durante unas cinco rondas más antes de que finalmente se decidiera ir hasta el porche, donde se debatió en golpear la puerta o no. Santana se inclinó detrás mí y estudió los movimientos de Jake. —Ohh, ¿tienes una cita esta noche? ¿Es por eso que llevas este lindo vestidito? —En los últimos días, Santana se alojó en nuestra habitación de invitados ya que su casa estaba siendo pintada. Esa noche habíamos estado revisando mis ideas para su casa y estuve mostrándole diferentes bocetos que creé con las ideas que quería decorar para su espacio. Parecía menos interesada, pero me encontraba feliz de estar haciendo lo que amaba nuevamente. —No es una cita —dije—. Jake  quería mostrarme un poco de los alrededores de Meadows Creek, para sacarme de la casa. —Santana levantó una ceja—. ¿Qué? ¿Tiene algo de malo? —le pregunté.
—Sabes que él piensa que se trata de una cita, ¿no? —¿Qué? —Me levanté un poco—. No, no lo hace. Simplemente no quería que me encerrara en casa. —Santana me dio una mirada de esta-es-totalmente-una-maldita-cita—. Cállate, San. —Todo lo que quiero decir es que dudo que Jake El Acosador sepa que esto no es una cita. —¿Qué significa eso? ¿Y qué quieres decir con Jake El Acosador? —le pregunté, con mi voz tímida. Santana me dio una sonrisa malvada y comenzó a alejarse—. ¡Santana! ¡¿Qué significa Jake El Acosador?! —Desde que se me mudó a la ciudad tiene un historial que se hace cada vez más fuerte, eso es todo. Veía cómo seguía a las chicas de la ciudad mientras salía a correr. ¿Te dijo a dónde te llevaría? —Sí, y en realidad no es un lugar donde la pasas con tu cita, así que creo que te equivocas. —¿Una cita en el ayuntamiento? —¡Exactamente! —dije, complacida con la idea—. El ayuntamiento no es un lugar en el que alguien cree que va con una cita. —Los labios de Santana se presionaron juntos como si estuviera tratando de mantener en una risita—. Detente —discutí. Hubo un golpe en la puerta—. Realmente no creo que se trate de una cita, ¿verdad? —Apuesto diez dólares a que Jake El Acosador se inclina hacia ti durante el discurso del Sherriff Johnson sobre la Feria de la ciudad y te pregunta si quieres ir a la casa del granero donde siempre hay pescado frito, baile y karaoke después de una cita en la ciudad. —No quieres pagarme diez dólares. —Tienes razón, no lo hago. Pero no importa, porque voy a ganar la apuesta —bromeó la bastada—. Jake El Acosador te va a conquistar. Golpe en la puerta número dos.
—¡Deja de llamarlo Jake El Acosador! —susurré, sintiendo cómo los latidos de mi corazón aumentaban—. Él no me llevará y preguntará si quiero ir a la casa del granero. —¿Quieres apostar eso también? —dijo ella, extendiendo su mano. Estreché su mano. —Bien. Diez dólares a que no es una cita. —Ah, es el dinero más fácil que hecho, Britt Britt. El apodo salió de su boca sin ningún esfuerzo alguno. Cuando saqué mi mano de su agarre, traté de no mostrar lo mucho que el simple apodo me afectó.
Golpe en la puerta número tres. —¿Qué es lo que está mal? —Me llamaste Britt Britt. —Sus cejas se fruncieron en confusión—. Es sólo que… nadie me llama así. —Lo siento —dijo ella, asintiendo un poco—. Fue un error.
—No, no. Me gusta.. Le di una pequeña sonrisa. Mirándonos la una a la otra, de pie todavía, como si las suelas de nuestros zapatos estuvieran súper pegadas al piso. Mis ojos viajaron al pequeño tatuaje sin terminar en su mano izquierda, y me obligué a tomar otra vez su mirada; a veces era demasiado cuando sólo la miraba a los ojos—. Eso me gusta. —Entonces voy a seguir diciéndolo. Golpe en la puerta número cuatro. —Probablemente deberías... —La cabeza de Santana asintió en dirección de la puerta. Negué con la cabeza y concordé, corriendo para abrir la puerta a Jake, que me daba la sonrisa más grande y sostenía un ramo de flores en sus manos.
—Hola, Brittany. —Jake sonrió, extendiendo el ramo de flores hacia mí—. Guau. Te ves muy bien. Estas son para ti. Me hallaba sentado aquí fuera y me di cuenta que no te traje nada, así que, no sé. Sólo los tomé de la parte delantera de la casa para ti. —Sus ojos se movieron hacia Santana, que se encontraba a unos pies de nosotros—. ¿Qué hace esa idiota aquí?
—Oh, Jake. Esta es Santana. Santana, Jake —dije, presentándoles a los dos—. La casa de Santana está siendo pintada, así que se queda con Lexie y yo durante unos días. Santana le tendió la mano a Jake con su hermosa sonrisa. —Encantado de conocerte, Jake. —A ti también, Santana —dijo Jake con cautela. Santana le dio unas palmaditas en la espalda, con su voraz sonrisa en pleno vigor. —Oh, no hay necesidad de ser tan formal con mi nombre. Por todos lados me llaman idiota. Me reí para mis adentros. Qué idiota. Jake se aclaró la garganta. —En fin, perdón por las flores. Debí haber pensado en agarrar algunas de la ciudad pero… —No te preocupes, amigo —dijo Santana, sabiendo que lo hacía sentir niveles extras de incomodidad—. ¿Qué tal si entras y tomas asiento en la sala de estar, mientras Brittany y yo encontramos un florero o algo para poner las flores?
—Oh, está bien, sí, suena bien —concordó Jake, lo que me permitió tomar las flores de sus manos—. Cuidado —dijo—. Éstas tienen espinas.
—Creo que puedo manejarlo. Gracias, Jake. Toma asiento y vuelvo dentro de un rato. —En el momento que entré a la cocina, Santana ya me daba una sonrisa de listilla—. Si sigues viéndome así, te golpearé, Santana. Esto no significa que sea una cita. —Se rió burlonamente. Entrecerré mis ojos—. ¡No es así! —Se robó las flores del frente de tu casa para ti. Esto es mucho más grave de lo que pensaba. Él te ama. Es como un amor de tipo Bonnie y Clyde. —Eres una imbécil. —Empezó a llenar un vaso con agua para las flores. Se las pasé a ella, mientras que una espina se enterraba en mi dedo y maldije en un susurro mientras la sangre empezaba a aparecer—. Mierda. Santana tomó las flores, las puso en el vaso y luego tomó mi mano en la suya, examinando la pequeña gota de sangre. —No es demasiado malo —dijo, agarrando un trapo y lo mantuvo contra mi dedo. En mi estómago empezaban a construirse un mar de mariposas que no tenían ningún lugar en mi vida. Hice mi mejor esfuerzo para ignorarlas, pero la verdad era, que el toque de Santana era agradable, amable y suave—. Sin embargo, Jake El Acosador tenía razón en una cosa —dijo Santana con su mirada en mi dedo. —¿Y qué es eso? —Luces hermosa. —Nuestras manos permanecieron juntas, y dio un paso más hacia mí. Me gustaba lo cerca que se encontraba. Me encantaba. Sus respiraciones eran pesadas—. ¿Britt? —¿Sí? —¿Te volverías loca si te beso? Y por besarte, me refiero a ti, no al recuerdo de Marley. —Sus ojos estudiaron mis labios. Mi corazón latía con fuerza contra mi caja torácica mientras ella se movía más cerca y recogía un mechón de cabello detrás de mí oreja. Nuestras manos se quedaron atadas un segundo más antes de que aclarara su garganta y se apartara de mí. Una ola de vergüenza llenó sus ojos—. Lo siento. Sólo ignórame. —Parpadeé un par de veces y traté de evitar la sensación nerviosa a distancia. No me abandonaría. Se anudó las manos antes de descansar en la parte posterior de su cuello—. Mejor vuelve con tu cita.
—No es una… —comencé a decir, pero cuando me di cuenta que sus labios bajaban un poco, se me cayó el tema—. Ten una buena noche. Asintió una vez. —Tú también, Britt. Miré fijamente hasta el podio donde Blaine hablaba acerca de cómo Cosas Necesarias debería ser cerrada. Me sentí enferma del estómago escuchándolo hablar de esa manera del Sr. Henson, que se sentaba a unas filas atrás en la reunión de la ciudad. Sin embargo, el Sr. Henson no parecía desconcertado por las palabras de Blaine. Sólo se sentó y sonrió. Nunca vi ese lado de Blaine, el negociante siendo dirigido por él. El que podía decir y hacer prácticamente cualquier cosa para conseguir salirse con la suya, incluso si eso significaba tirar a un agradable hombre debajo del autobús. Me dejó con un sabor de disgusto.
—Blaine tiene algunas buenas razones del por qué el Sr. Henson debe renunciar a su tienda. Dice que es un desperdicio de espacio puesto que nunca nadie va a ese lugar. —Creo que es una gran tienda. Él levantó una ceja. —¿Estuviste allí? —Muchas veces. —¿Y no te ha crecido verrugas o algo? El Sr. Henson practica vudú y esas cosas en su trastienda. Resulta que cuando la gata Molly de los Clintons desapareció, alguien la vio vagar por la tienda del Sr. Henson y, no es broma, Molly salió como un perro Pit Bull. Incluso contestó al nombre y todo. Es extraño. Riéndome, digo—: No crees eso, ¿verdad? —Diablos, si lo hago. Me sorprende que no salieras con un tercer ojo o algo después de entrar a ese lugar. —Oh, lo hice. Soy muy buena con el maquillaje. Se rió entre dientes. —Me haces reír, Brittany. Me gusta eso de ti. —Sus ojos se encontraron con los míos y me dio una mirada de anhelo. ¡Oh no...! Rompí nuestra mirada y señalé a otra persona. —¿Qué hay de ellos? ¿Cuál es su historia? No tiene la  oportunidad de decirme, porque el Sherriff Johnson subía al escenario.
Al momento en que Sherriff Johnson caminó al micrófono para hablar sobre la Feria de la ciudad sabía que le debía diez dólares a Santana. En el momento justo, Jake se inclinó y susurró en mi oído—: Sabes, pensaba que tal vez podríamos ir a comer algo de pescado frito. Es muy bueno y hay un montón de baile y cosas que pasan. Es un buen momento.
Sonreí. No sabía si rechazarlo. Parecía tan esperanzado. —Bueno... —Sus ojos se ampliaron con una chispa de emoción—. Me encantaría.
Se quitó su gorra de béisbol de su cabeza y lo golpeó contra su rodilla. —¡Guau! ¡Impresionante, impresionante, impresionante! Jake no podía dejar de sonreír y no podía dejar de sentirme como si venir con él fue un gran error. Además, perdí diez dólares, eso era malísimo. Jake y yo nos sentamos en dos sillas viendo a todos los demás bailar alrededor de un borracho libremente mientras él me contaba la historia pasada de cada persona en la habitación. Se volvió hacia mí y dijo—: Espero que te estés divirtiendo. —Lo estoy. —Sonreí. —¿Tal vez podamos ir a otra cita en algún momento? Mi mandíbula se tensó. — Jake, eres una persona maravillosa, pero realmente no creo que esté en un lugar para estar saliendo. ¿Sabes a lo que me refiero? Mi vida es actualmente un lío. Soltó una risita nerviosa y asintió en comprensión. —Lo entiendo. Yo sólo... —Puso sus manos sobre las rodillas y nuestras miradas se encontraron—. Tenía que intentarlo. Sólo tenía que exponerme. —Estoy feliz de que lo hicieras.
—Así que, ¿dijiste que no estás lista para salir? ¿Seguro que no tiene nada que ver con tus sentimientos por Santana? —preguntó. —¿Qué?
Una sonrisa encontró sus labios. —Leo a la gente, ¿recuerdas? Vi la forma en que la miraste en tu casa. Ella te hace feliz. Creo que eso es bueno.
—Sólo somos amigas —argumenté. Seguía sonriendo, pero no dijo ni una palabra al respecto. Le di un codazo en el hombro y dije—: ¿Seguro que no quieres salir y bailar? Retorció sus dedos y miró al suelo. —No soy un bailarín. Soy más un observador. —Vamos —le dije, sosteniendo mi mano hacia él—. Será divertido. Jake vaciló un poco antes de acercarse y tomar mi mano. Caminamos hasta la pista de baile y vi como sus nervios crecieron más y más. Su mirada se enfocaba en sus zapatillas y pude verlo contando sus pasos en la cabeza. Uno Dos. Tres. Uno. Dos. Tres.
—El contacto visual ayuda —ofrecí. No hizo ningún comentario. Siguió contando, mientras su rostro se hizo más y más rojo con los nervios—. Sabes qué, realmente podría ir por algo de agua —le dije. Los ojos de Jake encontraron con los míos y me dio una sonrisa. —Puedo conseguir un poco para ti —dijo, agradecido de que no tuviera que bailar más. Volví a mi asiento, y cuando regresó con el agua, me la entregó y se sentó—. Esto es bueno, ¿no? —Lo es. Se aclaró la garganta y señaló a otra persona en la pista de baile. —Esa de ahí es Susie. Supongo que fue la campeona por comer perros calientes durante años en la Feria de la ciudad. Y por allí esta… —¿Y tú, Jake? Dime algo sobre ti. Había duda en sus ojos antes de parpadear y encogerse de hombros. —No hay mucho de mí. —Estoy segura de que es una mentira —ofrecí—. ¿Por qué trabajas en el café si tu padre te ofreció un puesto a tiempo completo en su negocio? —Estudió mi cara, y lo miré fijamente. Sus ojos eran tan lindos, pero me di cuenta de que se sentía incómodo por alguna razón. Rompió el contacto visual. —Mi papá quiere que me haga cargo del negocio familiar, pero no es lo que quiero.
—¿Qué quieres hacer? —Ser un chef —dijo—. Me imaginé que trabajar en la cafetería sería un buen comienzo para aprender un poco más sobre ello hasta que pudiera ahorrar para la escuela, pero nunca se me permite pasar por la cocina, por lo que es una especie de fiasco. —Puedo hablar con Finn sobre permitirte ir a la cocina a veces —ofrecí. Una sonrisa genuina rozó sus labios y me dio las gracias, pero declinó la oferta, diciendo que lo averiguaría por su cuenta. Se puso de pie. —Bueno, esto se está poniendo un poco demasiado Dr. Phil para mi gusto, así que iré otra vez y conseguiré más bagre. ¿Necesitas algo? —preguntó. Negué con la cabeza y lo vi alejarse. —Oh, gracias a Dios, todavía estás viva —murmuró una voz a mi lado. Me volví cuando Santana se deslizó en el asiento de Jake. —¿Qué haces aquí? —Estoy tan feliz de que estés aquí. Me gusta cuando estás aquí. Pídeme que te bese de nuevo. —Bueno —comenzó a explicar—, cuando una amiga se va a una cita con Jake El Acosador, es su responsabilidad verificar a la amiga. Amiga. Estuve en la zona de amigos. ¡Pregúntame si puedes besarme! Por favor. —¿Y desde cuándo eres la amiga responsable? —pregunté, jugando indiferente sobre el hecho de que mi estómago hacía volteretas y saltos mortales, mientras que los unicornios y gatitos bailaban alrededor en mi interior. —Desde aproximadamente... —Miró el reloj invisible en su muñeca derecha—. Hace cinco segundos. Sonaba un poco divertido venir a verte y a Jake hacer de tontos completos uno al otro. —Golpeó sus dedos contra sus rodillas, evitando el contacto visual conmigo. Oh, Dios mío… Ella  se sentía celosa.
Sin embargo, no me burlaría de ella sobre eso. —¿Bailas conmigo? —pregunté. Cuando su mano se extendió por la mía, mi corazón dio un vuelco. Puse mi mano en la suya y ella nos llevó a la pista de baile. Me dio la vuelta una vez antes jalarme más cerca de su cuerpo. Mi respiración era corta y rápida mientras miraba a sus ojos. ¿En qué piensas, ojos tormentosos? Se puso de pie pulgadas por encima de mí, sin dejar que su poder sobre mí vacilara. Podía sentir los ojos de cada persona en el lugar mirándonos. Casi podía oír sus juicios, sus susurros. Mi cabeza bajó, mi mirada cayó al suelo. Sentí su dedo levantar mi barbilla y obligó a mi mirada encontrarse con la suya, lo cual estaba bien. Me gustaba mirarla y me gustaba la forma en que lo hacía. A pesar de que no sabía lo que significaba, las dos nos mirábamos la una a la otra de la manera en que estábamos.
—Me mentiste —dije.
—Nunca.
—Lo hiciste.
—No soy una mentirosa.
—Pero mentiste.
—¿Acerca de?
—Las plumas blancas. Vi el recibo. Dijiste que las encontraste en la tienda del señor Henson. Se rió entre dientes y frunció el ceño. —Podría haber mentido sobre eso. Me incliné más cerca de sus labios, a segundos de besarla, segundos de distancia de nuestro primer beso donde ella era ella, y yo era yo. Mis manos cayeron sobre su pecho y pude sentir sus latidos del corazón contra mi toque. Casi podía ver a su alma dentro de sus ojos. La canción se detuvo, pero permanecimos cerca, nuestros patrones de respiración emparejados entre sí. Nuestras respiraciones pesadas y nerviosas. Emocionadas y asustadas. Su pulgar corrió al lado de mi cuello, y dio un paso más cerca. Me gustó lo cerca que se encontraba. Temí lo cerca que estaba. Inclinó la cabeza ligeramente cuando me dio la sonrisa torcida más pequeña, mirándome como si prometiera nunca mirar hacia otro lado. Todos me advirtieron sobre Santana, rogándome que me mantuviera alejada. “Ella es un idiota, es salvaje, y está rota, Britt”, decían. “No es más que las feas cicatrices de sus ayeres”, juraron. Pero lo que no ven, lo que optaron por ignorar es el hecho de que yo era también un poco salvaje, un poco loca, y completamente destrozada también. Me hallaba dañada para bien o para mal. Pero cuando estaba con ella, al menos recordaba respirar. —¿Te importa si cambiamos parejas? —Una voz familiar me interrumpió de caer en el gusto de Santana. Miré hacia arriba para ver a Blaine sonriendo hacia mí con Rachel en sus brazos.
Sonreí, pese a que quería a fruncir el ceño. —Claro. Cuando Blaine tomó mi mano, Santana tomó la de Rachel. La extrañaba a pesar de que se hallaba a sólo unos pasos de mí. —No parezcas tan decepcionada —dijo Blaine, tirándome cerca de él—. Sé que tengo dos pies izquierdos, pero todavía puedo mover mis caderas bastante bien —bromeó. —Sucede que recuerdo una cierta fiesta en la que ganaste el premio al mejor peor bailarín. Arrugó la nariz. —Sigo pensando que mi baile del carrito de compras debería haber ganado el mejor bailarín, pero con tu esposo como el juez, sabía que sería jodido otra vez. Reí. —Carrito de compras. ¿Cómo fue de nuevo? Con dos pasos atrás, Blaine empezó fingiendo que empujaba un carrito de compra y colocando elementos en dicho carro de compras. A continuación, comenzó a ponerlos en un carril de salida en el que escaneaba su comida y empacaba. No podía dejar de reír. Sonrió y se acercó nuevamente a mí, cayendo en nuestra rutina de baile mucho más lento y fácil. —Perfecto. Realmente debiste de haber ganado el mejor bailarín esa noche. —¡¿Sí?! —Se mordió el labio inferior—. Yo estaba jodido. —No te preocupes. Estoy segura de que hay un montón de fiestas a futuro en las que puedes reclamar tu victoria. Asintió y peinó mi cabello detrás de mí oreja. —Dios. Te extrañé, Britt. —Te extrañé, también. Dios, los he extrañado a todos. Se siente bien... sentir de nuevo.
—Sí. El hombre, que debe ser grande. Así que este es el punto donde me aclaro la garganta y doy un salto de fe, preguntándote si deseas quizá cenar conmigo en algún momento. —¿Cenar? —pregunté, retomando su pregunta—. ¿Como una cita? —Por el rabillo de mi ojo, vi bailando a Santana con Rachel. —Bueno, no como una cita. Pero una cita real. Tú y yo. Sé que esto probablemente parece raro y todo pero… —Como que estoy viendo a alguien, Blaine. Su cara cayó, confusión en su mirada. —¿Viendo a alguien? —Se puso de pie recto, su mente nublada—. ¿Estás viendo a Jake? Sé que ustedes se reunieron, pero no creía que él era tu tipo. No creía….—No es Jake. —¿No lo es? —Su mirada se movió a través del cuarto, aterrizando en Santana y Rachel. Cuando volvió a mirarme, la alegría que vi momentos antes se había ido. Todo el color se escurrió de su cara, donde ahora existía una nueva irritación vibrante—. ¡¿Santana López?! ¡¿Estás viendo a Santana López?! —susurró. Me encogí. No veía exactamente a Santana. Realmente no sabía incluso cómo se sentía acerca de mí, pero sabía que tenía estos sentimientos por ella, y no podía ignorarlos por más tiempo—. Vuelves a la ciudad y tienes que elegir a la peor persona para empezar a salir. —No es tan terrible como todo el mundo piensa. —Tienes razón, es aún peor. —Blaine. —Puse mis manos en su pecho—. No era mi intención que esto sucediera, no me refiero a sentir lo que siento por ella, pero no puedes escoger de quien te enamoras.
—Sí. Puedes. Santana y el señor Henson no son el tipo de personas con la que quieres ser asociada. —De todos modos, ¿cuál es tu problema con la tienda del señor Henson? El señor Henson es uno de los hombres más amables que he conocido. Se pellizcó el puente de su nariz. —Te equivocas, Britt. Y me aterroriza que Santana vaya a hacerte daño. —No lo hará. —No me creía. De alguna manera se convenció de que la idea de mí y Santana era una cosa terrible. Al igual que el resto de la ciudad—. Blaine, no lo hará. Ahora, vamos —dije, tirando de él más cerca de mí, sintiendo cómo su cuerpo se ponía rígido—. Sólo baila con tu amiga y deja de preocuparte tanto sobre mí. —Estoy preocupado por tu corazón, Britt. Después de Sam, fuiste destruida. No quiero que tu corazón sea roto de nuevo.
Oh, Blaine. Pongo mi cabeza en su pecho, y él deslizó sus dedos por mi cabello. —Estaré bien. Lo prometo. —¿Y si no? —Bueno, creo que necesitaré que me abraces a veces. 
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Finalizado Re: Brittana: El aire que Ella respira. cap 42, 43, 44 , 45 Y EPILOGO

Mensaje por micky morales Sáb Jul 09, 2016 9:13 am

Blaine siempre me ha caido mal, pero en esta historia solo pienso en cortarle su estupida cabeza engominada y utilizarla de piñata, que metiche por Dios!!!!!
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Mensaje por 3:) Sáb Jul 09, 2016 10:06 am

Oh vamos me jofe olímpicamente que jusgen a san por algo que no saben....
Bueno por lo menos britt ya reconose que siente algo por san... A ver si es al revés... Su que es vicible jajaja
A ver como termina la noche???
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Mensaje por JVM Sáb Jul 09, 2016 2:22 pm

Pues Blaine se esta metiendo mucho en la vida de Britt esta bien que la quiera cuidar pero se esta pasando....
Y San dando el primer paso!!! Lástima que Britt reacciono lento jajajaja.
Espero que la noche acabe bien sin mas interrupciones !!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 09, 2016 9:00 pm

CAPITULO 22
SANTANA

 
Creo  que no nos hemos presentado adecuadamente —dijo Rachel mientras bailábamos juntas—. Así que, tú eres el pene que ha estado dentro de la vagina de mi mejor amiga. Bueno, esa es una forma de decirlo. —Y tú eres la muy inapropiada mejor amiga. Sonrió ampliamente. —Esa soy yo. Así que escucha, esta es la parte en la que te digo que, si le haces daño a Britt, te mataré. Me reí. —Ella y yo sólo somos amigas.
—Bromeas, ¿verdad? Jesús. Ustedes dos son dos de los seres humanos más tontas del planeta. ¿Honestamente no te das cuenta que mi mejor amiga está cayendo por ti? —¿Qué? —¡Mírala! —dijo Rachel, mirando a Brittany—. No puede apartar los ojos de nosotras, porque está aterrorizada que podrías hacerme reír, o yo podría tocarte las pelotas, o ¡el viento podría soplar tu pene en mi boca! —Espera, ¿qué? —Ay, maldita sea, ¿es que realmente tengo que explicártelo? ¡Está celosa, Santana! —¿De nosotras? —De cualquiera y de todo el mundo que te mira. —Rachel se puso seria—. Sólo, sé suave con ella, ¿de acuerdo? No rompas su corazón. Ya está en mil pedazos. —No te preocupes. —Me encogí de hombros—. El mío también. —Mis ojos se encontraron con Blaine, que me daba una mirada dura—. ¿Qué hay de él? ¿Está celoso y secretamente enamorado de mí también? Rachel miró a Blaine con una mirada de disgusto. —No. Sólo te odia a muerte. —¿Por qué? —Porque por alguna razón, Britt te eligió por encima de él. ¿Puedes guardar un secreto? —Probablemente no, no.
Sonrió. —Oh, bueno, supongo que yo tampoco porque estoy a punto de decírtelo. La noche antes de la boda de Britt y de Sam, Blaine llegó tropezando a la casa de Britt. Por suerte yo abrí la puerta y Britt dormía, pero él me dijo que Britt cometía un gran error, que ella debería estar casándose con él, y no con Sam. —¿Ha estado enamorado de ella todo este tiempo? —Enamorado, lujurioso, no sé, ¿queriendo lo que no puede tener? De todos modos, probablemente está matándolo que cuando finalmente ella regresó a la ciudad, ni siquiera batió sus ojos hacia él una vez. Probablemente su mente ya se hallaba decidida en que Britt finalmente lo escogería; qué golpazo en el escroto cuando regresó y escogió a la mayor idiota posible —Hizo una pausa y sonrió—, sin ofender. —Sólo un poco.
Le di la vuelta una vez y la acerqué a mí. —Para el registro, sin embargo —la sonrisa de Rachel se agrandó—. Ya no creo que seas una completa idiota, así que en un par de semanas estaremos teniendo una fiesta de cumpleaños para Britt y tú estás invitada. Sólo será sobre conseguir que baile en barras de bar y esté libre de los demonios que poseen su mente por rato, y te estoy dando total permiso para que toques su vagina esa noche. Reí. —Eso es muy amable de tu parte. —¿Qué puedo decir? —Sonrió—. Soy una amiga sólida. Después de bailar con Rachel, encontré un asiento en la esquina trasera del salón y traté de absorber todo lo que me dijo. Vi a Brittany hablando con Jake antes de que lo abrazara y él saliera del edificio. Supuse que su noche juntos terminó. Bien. Cuando Brittany se acercó, ni siquiera pude negar la forma en que mi corazón saltó.—Parecía como si tú y Rachel se estuvieran llevándose bien —dijo, sentándose a mi lado. —Lo mismo podría decirse de ti y Blaine —contesté. —Eso no es lo mismo. Blaine y yo sólo somos amigos. Entonces, qué... ¿te preguntó si querías tener sexo con ella? Apuesto que dijiste que sí. Pero no creo que debieras con todos los problemas que estás manejando. —Se mordió el labio inferior—. Pero, ¿te preguntó? Levanté una ceja ante su expresión descarada. —¿Esa es una pregunta real? —Sólo estoy diciendo, no creo que meter tu polla dentro de una mujer sea una gran manera de lidiar con el estrés de tu vida. —Pero, ¿no es eso lo que tú y yo hacíamos? —argumenté. —Y no funcionó demasiado bien, ¿verdad? Rachel tenía razón. La claridad llenó mi cabeza mientras observaba las características de Brittany. Su cara se veía enrojecida y seguía corriendo sus manos contra sus piernas. Nuestras miradas se encontraron. Acerqué más mi silla hacia ella y puse sus piernas entre las mías. Inclinándome hacia ella, le susurré—: Ahora lo entiendo. Vi un suspiro rodar de sus labios mientras estudiaba nuestra proximidad. —¿Entiendes qué? —Estás celosa. Resopló ruidosamente y se echó a reír. —¿Celosa? No seas ridícula, Narciso.
Dándole un suave, terapéutico tono, tomé sus manos en las mías. —No tienes de qué avergonzarte. Es completamente normal que en algún momento desarrolles sentimientos por tu vecina. ¿Por qué piensas que es ridículo? Tiró sus manos de las mías y tomó todo de mí para no romper a reír en su cara por lo roja que se volvía. —¿Por qué? ¿Quieres todas las razones del por qué? Bueno, para empezar, últimamente pareces un leñador, lo cual es repulsivo. Con tu gorro, estoy medio sorprendida que no lleves camisas a cuadros. ¿Por lo menos te duchas? —Me ducho. Si quieres, podemos ir a mi casa y ducharnos juntas para ahorrar agua.
—Mírate siendo un activista del medio ambiente y todo. —En realidad no. Sólo me encanta ponerte mojada. —Sus mejillas se sonrojaron mientras estudiaba las pocas pecas salpicadas por su cara. Era tan condenadamente hermosa—. Además —dije, tratando de alejar mis pensamientos del hecho de que empezaba a sentir por ella todo lo que esperaba que sintiera por mí—. Vi la aplicación de Timber8 en tu celular. No tienes que esconder tu amor por los leñadores. Nadie te está juzgando en voz alta. Sobre todo es en silencio, el juicio de ojos-de-lado, pero de verdad, eso ni siquiera cuenta. (8 Santana hace un juego de palabras con la palabra “Timber” que se traduce como “madera” (de ahí la relación con los leñadores) y la aplicación Tinder, cuyo fin es conocer gente para tener citas.
—¡La aplicación fue un tema de tendencia en el lado de mi página de Facebook, Santana! Rachel me obligó a bajarla, y tenía curiosidad, ¡eso es todo! —Se volvía más y más roja a cada segundo, y mi cuerpo comenzaba a reaccionar a estar tan cerca suyo. Quería presionar mis manos contra sus mejillas calientes para sentir su calor. Quería poner mis dedos contra su pecho y sentir su corazón latir por los nervios. Quería saborear sus labios… —¿Cuál es el asunto contigo y Blaine? —pregunté una vez más.
—Te lo dije, somos sólo amigos. —Parecía más por la forma en que te sostenía. Rió, bajando su mirada al suelo. —¿Quién está celosa ahora?
—Lo estoy. —¿Qué? —Levantó la cabeza y se encontró con mi mirada.
—He dicho que estoy celosa. Estoy celosa por la forma en que su mano se encontraba en contra de tu espalda. Por la manera en que te hizo reír. Por la forma en que sus palabras llenaron tus oídos. Estoy celosa porque durante esos pocos momentos él pudo mirar tus ojos, y tuve que dar un paso atrás y ver cómo todo se desarrolló.—¿Qué estás haciendo? —dijo, sus respiraciones cortas, confundidas. Mis labios persistían a centímetros de los suyos. Sus manos descansaban en contra de mis vaqueros. Mis manos descansaban contra sus dedos. Nos hallábamos tan cerca que estaba casi segura de que ella se hallaba sentada en mi regazo y yo podía oír sus latidos. La habitación que nos rodeaba era ruidosa como siempre. La gente se emborrachaba, las personas comían, y discutían mierda mediocre de una manera mediocre. Pero mis ojos... se situaban aprisionados en sus labios. En las curvas de su boca. En el color de su piel. En ella. —San, detente —susurró contra mi piel, pero moviendo su cuerpo más cerca. Parecía que se sentía tan confundida como yo, su cuerpo yendo en contra de lo que su mente le exigía hacer. —Dime que no quieres esto —le rogué. Recházame.—Es... yo... —tartamudeaba, sus ojos en mi boca. Su voz temblaba, y pude escuchar sus temores alto y claro, pero en algún lugar dentro de esos miedos y dudas existía un pequeño susurro de esperanza. Quería aferrarme a eso mientras podía. Quería sentir la esperanza que ella guardaba bajo llave en el fondo de su alma—. Santana... ¿Te...? —Se rió nerviosamente y pasó sus dedos hacia atrás y adelante por la frente— ¿Alguna vez piensas en mí? Quiero decir… —Su lengua tropezó y se quedó en silencio. Sus nervios se comían sus pensamientos, revolviéndolos—. ¿Alguna vez piensas en mí de una manera que sea más que una amistad? —Cuando me miró a los ojos, tuvo que ver la respuesta. Sentí su alma mirando profundamente a la mía. Sus ojos se encontraban llenos de inquisitivo interés y su belleza se suavizaba con un aire de misterio. Parpadeé una vez. —Cada segundo. Cada minuto. Cada hora. Cada día. Asintió y cerró los ojos. —Yo también. Cada segundo. Cada minuto. Cada hora. Cada día.
Retírate, Santana.
 Retírate, Santana.
Retírate, San…
—Britt —dije, acercándola más—. Quiero besarte. A la verdadera tú. La triste tú. La rota tú.—Eso cambiaría las cosas. Tenía razón. Sería cruzar esa línea invisible que colgaba justo en frente de nosotras. La besé antes, pero eso era diferente. Eso fue antes de que comenzara a enamorarme de ella. Cayendo y cayendo con fuerza. Exhalé el aliento que estuve conteniendo y sentí que ella hacía lo mismo contra mi piel. —¿Y qué pasaría si no te beso? —Te odiaría un poquito —dijo en voz baja mientras descansaba mis labios a milímetros de los de ella—. Te odiaría muchísimo.
Mis labios se apretaron contra los de ella mientras arqueaba su espalda y me agarraba de la camiseta, acercándome. Un suave gemido la dejó cuando deslicé mi lengua en su boca e hice el amor con su lengua. Me besó con fuerza, casi deslizándose en mi regazo, casi dándomelo todo.
—Quiero que me dejes entrar —murmuró contra mis labios. Tomó todo de mí para no envolver mis brazos alrededor de ella y llevarla de vuelta a mi casa y explorar cada pulgada de su cuerpo. Quería sentirla envolverse a mi alrededor. Quería sentirme profundamente dentro de ella. Tiré su labio inferior y me besó suavemente antes de alejarse—. Quiero saber quién eres, Santana. Quiero saber a dónde vas cuando te pierdes en tu mente. Quiero saber qué te hace gritar en tus sueños. Quiero ver la oscuridad dentro de ti con la que luchas diariamente para mantener escondida. ¿Puedes hacer algo por mí? —preguntó. —Cualquier cosa. Sus manos cayeron sobre mi corazón, y observó mis inhalaciones y exhalaciones contra sus dedos. —Muéstrame la parte de ti que intentas mantener enterrada. Muéstrame el lugar dónde más te duele. Quiero ver tu alma.
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