[Resuelto]FanFic Brittana: Rojo (Adaptada) Cap 34 - Final

Capitulo 29

Quinn entró al hospital con Rachel y encontraron a Santana desparramada en una silla de la sala de espera.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que, no se dio cuenta cuando la pareja llegó frente a ella.

Quinn estaba tan asustada, pensando en que algo le había pasado a su hermana y que Santana tenía algo que ver que le preguntó bruscamente por ella.

―Santana, ¿dónde está mi hermana? ¿Cómo está? Si le hiciste algo te juro que te golpearé tanto que voy a dejarte internada aquí mismo.

―¡Lucy!―la regañó Rachel.

Al ver que Santana no hablaba, ni reaccionaba ante las amenazas de su esposa, se acercó con calma para preguntar por su cuñada.

―Santana, ¿sabes cómo está Britt? ¿Cómo están los bebes?

―¿Ustedes lo sabían?―dijo Santana sobresaltada―Sabían lo de los mellizos y no me dijeron nada.

―Nos acabamos de enterar el domingo―replicó Quinn―Mi hermana no le ha contado a nadie, ni siquiera Marley lo sabe. Y ahí algo más que debes saber, Santana.

―¿Quinny?―dijo una asustada Rachel―No, no es tu…

Quinn hizo caso omiso a su esposa y continuo:

―Los mellizos de Britt, son tuyos. Ella se sometió a un tratamiento antes de tu accidente para demostrarte que te ama.

Santana estaba pálida.

―¿Qué?

―Quinn, no―intervino Rachel.

―Eso, que cuando tuvieron su gran pelea y ella para demostrar que si te ama con todo su corazón, quiso dar ese gran paso, el de darte un hijo―continuó la ojiverde sin hacerle caso a su esposa.

―Pe… ¿Cómo?―Santana no podía ni hablar.

―Que tú no sé cuántas veces le diste un número de una clínica y que habías dado sus datos y que era tu pareja, y bueno pensó que sería algo lindo.

Santana no podría creer lo que escuchaba.

Ahora estaba mucho más enojada y feliz.

Bipolaridad a su cien por ciento.

Estaba más feliz que nunca que la rubia hubiera dado un paso tan grande para demostrarle su amor. Si bien estaba reticente con lo de la boda, había cedido en el tema de los hijos.

Esos mellizos eran suyos de verdad.

Pero que le ocultara eso la enfureció más.

―Sí, sí. Yo más de una vez le dije sobre la clínica y que cuando ella quisiera podíamos ir, pero, ¿Por qué lo oculto Quinn? Si fue antes de mi accidente lo sabía, ¿no?

―No, no sabía Santana. Ella nos dijo que su cuerpo no tuvo cambios y lo dejo pasar, hasta que estuvo en ese viaje y se enteró.

―Pero me lo oculto desde ese tiempo igual, Quinn.

Quinn miro a Santana, sabía que la morena tenía razón, pero Brittany era su hermana, no podía actuar en su contra.

Rachel decidió intervenir:

―Pero dime,―le insistió Rachel―¿Están bien? ¿Qué fue lo que pasó?

―Sí, ella y los bebés están bien. El doctor dice que fue un susto, que tiene que descansar. Ahora está en observación y dentro de unas horas le darán el alta.

―¿La podemos ver?

―Dentro de un rato, cuando el médico nos autorice―contestó la abogada, levantándose de la silla y caminando de un lado a otro.

―¿Qué piensas hacer Santana?―le preguntó de golpe Quinn, por lo visto no venía en son de paz.

―¿Hacer de qué?―contestó bruscamente Santana, casi con irritación.

―Con los bebés y mi hermana. Supongo que vas a hacerte responsable―Quinn ahora funcionaba en modo mamá sobre protectora―¿O piensas dejarla sola?

A Santana se le calentó la sangre al escuchar lo que Quinn estaba insinuando.

―Bueno yo…―pero no alcanzó a terminar la frase.

―¡Lo sabía!, sabía que tenías ganas de morir hoy.

―¡Lucy!―volvió a intervenir Rachel, al ver la iracunda reacción de su esposa―Deja hablar a Santana por favor.

―¡Que la deje hablar! Rach, no ves que está dudando de la maternidad de los bebés de Britt.

―¡No!―dijo Santana cortante―No he dicho eso. Confió en todo lo que me dices por que sé que Brittany jamás mentira con algo así. No con los hijo. Yo solo…

―Pero lo estás pensando ¡maldita!

―¡Ya Lucy Quinn Berry!, que estamos en un hospital, cálmate por favor―Rachel e interpuso entre las dos mujeres.

Una que aún le costaba asimilar lo que ocurría ahí y la otra que quería aparecer en la crónica policial del periódico de mañana.

―Santana creo que deberías hablar con Britt sobre todo esto.

―No Rach―siguió atacando Quinn―No deberíamos dejar que mi hermana hable más con esta imbécil.

―Ya Quinn, quieres calmarte de una vez. Santana nos ha dicho que Brittany está bien, al igual que los bebés y eso es lo que nos importa en este momento. Además, trata de imaginar cómo se siente Santana, del modo en que se entera que Brittany está embarazada y que va a ser mamá de mellizos. Aún está en shock. No hagas más difícil la situación, ¿quieres?

Santana no quería tener una discusión más grande con su cuñada, menos en la sala de un hospital, así es que se mantuvo callada. Pensaba en qué le diría a Brittany cuando la tuviera frente y de pronto preguntó:

―¿Cuánto tiempo tiene de embarazo?

―Cuatro meses―le contestó Rachel, ya que su esposa, a petición de ella, se había quedado muda―Se enteró al poco tiempo de llegar a París, como te lo dijo Quinn.

En París, estaba en París pensaba Santana para si misma.

Marley no había querido decirle dónde se había ido. Si hubiera sabido que estaba en París, habría salido en el primer avión a buscarla.

―Cuatro meses. Cómo fue capaz de no decirme nada en todo este tiempo―Santana volvió a enfadarse, tenía una mezcla de emociones.

Alegría por sus bebés, rabia por no enterarse hasta ahora, amor por la mujer que se encontraba en una habitación en ese hospital y rabia nuevamente.

El enojo era la emoción que más predominaba en ese momento dentro de ella.

―Voy a verla―dijo, giró sobre sus talones y dejó a la pareja en la sala de espera.


Llegó a la habitación, donde se encontraba Brittany, entró casi sin hacer ruido y la encontró en la cama, con los ojos cerrados y las manos alrededor de su vientre.

Pensó que era la mujer más bella que nunca había visto, tenía las mejillas con un ligero rubor y los finos labios rosados la dejaron sin habla.

Había pasado tantas noches soñando con la rubia y esos labios que le decían que la amaba y ahora la tenía ahí frente a ella.

Sintió el corazón acelerado, un poco por el amor que le tenía a esa mujer y otro poco por la rabia que sentía en ese momento.



Brittany sintió la presencia de Santana en la habitación y abrió lentamente sus ojos.

La vio parada a los pies de la cama, con sus hermosos ojos vidriosos y oscuros.

―Santana, ¿qué haces aquí? Pensé que te habías ido.

―Cómo puedes pensar, que después de saber lo que sé podría irme como si nada ¿Por qué Brittany? ¿Por qué me ocultaste algo tan grande? ¿Cómo pudiste?

Brittany notaba el enfado en la voz de Santana y en cómo tensaba la mandíbula.

Pero estaba ahí y era el momento para hablar.

―Estás enfadada.

―Enfadada no, estoy furiosa ¿Cómo estarías tú si te hubieran ocultado algo tan importante?

―Santana tenemos que hablar…

―Ya lo creo que vamos a hablar―gruñó Santana y comenzó a moverse por la pieza―Quinn me conto todo, sé que esos bebés son míos.

Brittany abrió mucho los ojos.

Iba a matar a su hermana.

―Te voy a decir todo lo que quieras saber, pero promete que estarás calmada.

―Trataré, pero te juro que me está costando un esfuerzo enorme―Santana tomó una larga respiración, cerrando los ojos y trató de permanecer lo más calmada que fuera posible―Bien dime, te escucho, soy todo oídos para ti―dijo irónica.

Brittany tragó en seco el nudo que tenía en la garganta y comenzó a hablar:

―A los pocos días de que tuviéramos nuestra última conversación y me pidieras no visitarte nunca más.

Ese fue un golpe bajo pensó Santana, se tensó al recordar ese negro día, la rubia siguió:

―Me ofrecieron la oportunidad de viajar a París por trabajo, lo acepté enseguida, sin pensar en nada, solo quería alejarme de esta ciudad y de ti.

Santana no pudo evitar sentirse culpable por la decisión que había tomado Brittany.

―Llevaba unas semanas viviendo en París, cuando me enteré que estaba embarazada. Antes del accidente cuando pensabas que no te amaba por no querer tener hijo y casarme, me sentí mal y necesitaba demostrarte que si te lo hacía, pero aun no podía dar el paso del casamiento. Entonces me acorde de la tarjeta de la clínica y que ellos ya sabían mis datos. Sin pensarlo mucho tome la decisión de someterme al tratamiento con tus óvulos y quedar embarazada, pero al pasar los días no sentía cambios en mi cuerpo y mi periodo me llego normal. Decidí ir para hacerme unos exámenes, pero por algún u otro motivo no iba, hasta que paso el tiempo y luego paso todo lo del accidente. Y como dije en París me entere de todo. No le conté a nadie, solo mi jefe sabía lo que estaba viviendo en ese momento. Cuando fui a un control de rutina con el ginecólogo, unos días antes de volver, supe que estaba embaraza de mellizos, una niña y un niño y aquí estoy de vuelta en mi país y con un poco más de cuatro meses de embarazo.

Santana se quedó en silencio por un minuto o tal vez dos.

Parte de la historia la sabia por Quinn y esa parte no era la que le disgustaba, es más le encantaba que la rubia hiciera ese gesto de amor tan grande que ahora era real.

Un niño y una niña, pensaba, un niño y una niña, que bendición más grande.

―¿Me vas a preguntar algo?―Brittany la sacó de su ensoñación, asintió con la cabeza.

―¿Supiste que había recuperado la memoria?

―Sí, Marley me contó que llegaste un día a la revista y que estabas recordando cosas que habíamos pasado juntas.

―Y no se te pasó por la cabeza, que cuando te recordara por completo, te iba a buscar para que volvieras conmigo ¿Sabes todo lo que he hecho, para saber en dónde demonios te habías metido? He llamado a tu hermana hasta el cansancio, para ver si sabía algo de ti y se dignaba a contarme algo. Ni ella ni Marley me quisieron decir nada.

―Solo Marley sabía dónde estaba, Quinn se enteró ahora que volví. Ella solo sabía que estaba fuera del país.

―¿Cuándo pensabas contarme lo de los bebés?

―No sabía cómo enfrentarte, por eso no te busqué de inmediato para contarte lo de los bebés. Entiende no estábamos juntas y yo…

―Pero eso fue porque no te recordaba, ahora recuerdo cada día que hemos vivido, desde el día en que te vi por primera vez en el club. Recuerdo cada detalle de la primera noche en que te hice el amor, recuerdo cada pedazo de tu piel, recuerdo cómo hueles y cómo besas. Recuerdo todo de ti, de nosotras y me duele que, sabiendo que había vuelto a recordar, no hayas pensado en volver a mí. Sabes que si me hubieras llamado hubiera tomado el primer avión a París para estar contigo, ¿lo sabes verdad?

Brittany solo miraba callada, no sabía cómo podría refutar a todo lo que la morena decía tan apasionadamente.

Santana se pasaba las manos por la nuca y caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado.

―Escucha, el médico dijo que te darán de alta en unas horas, que necesitas mucho descanso.

―Debo avisarle a mi hermana.

―Como te dije antes, tu hermana está afuera con su mujer, la llamé hace un rato y me conto lo de los bebés. Mira Brittany, estoy muy enfadada contigo por ocultarme todo esto, no el tema del tratamiento, si no que me ocultaras que lo sabias desde hace tanto tiempo, pero hoy te vienes conmigo a la casa de mi mamá.

―No creo que sea una buena idea Santana.

―Me da lo mismo si piensas que es una buena idea o no. Llevas dos hijos míos en tu vientre, el médico dijo reposo, me ocuparé personalmente que cumplas con las ordenes médicas y harás el reposo donde mis ojos te puedan ver.

―No quiero…

―Te dije que no me importa lo que tú quieras en este momento, vienes conmigo y punto.

―Eso es secuestro, tú como abogada deberías saberlo mejor que nadie.

―Rubia, en este momento me importan una mierda las leyes.

Cuando Brittany la escuchó llamarla rubia otra vez, su corazón dio un vuelco. Tantos días soñando con esta morena, pero en sus sueños ella no estaba enfadada por haberle ocultado lo de su embarazo.

No era así cómo había pensado decirle a la mujer que amaba que iba a ser mamá.

―Voy a salir para que tu hermana entre. Ah y a ver si puedes quitarle de la cabeza la idea que tiene de matarme por favor.

Brittany solo asintió con un leve movimiento de cabeza y encogiéndose de hombros.

Brittany vio Santana salir de la habitación, para un minuto después ver que su hermana hacía ingreso en la misma.

Se acercó a ella para besarla en la mejilla.

Cuando Brittany le dijo a Quinn que se iba con Santana a casa de su mamá, su primera reacción fue poner el grito en el cielo, pero luego de que Brittany le digiera que Santana quería cuidar de ella y los bebés, se tranquilizó y pensó que era lo mejor, su hermana estaría bien cuidada en la mansión López y se alegraba de que la abogada quisiera cumplir como mamá, eso disminuyó la ira que había sentido en un principio.

Ayudo también la sebera mirada que le dio la ojiazul y supo que era por haberle contado a Santana sobre los bebés.




A Brittany la dieron de alta y junto con Santana, pasaron por su casa, para preparar una maleta con un poco de ropa y cosas personales para su estadía en la mansión de la mamá de Santana.


Cuando la pareja llegó a destino, ni Maribel ni Alma, la abuela de Santana, daban crédito a lo que veían.

Brittany y Santana ingresando juntas a la casa, ellas con la felicidad en la cara las recibieron, pero cuando les dieron la noticia, de que Brittany estaba embaraza y de mellizos, la pobre Maribel casi se desmaya de felicidad.

La abuela por otro lado abrazaba a la rubia y lloraba emocionada, sus suplicas habían sido escuchadas, pronto podría ver a sus bisnietos correteando por aquella enorme mansión.

Claramente no contaron toda la historia, solo que antes del accidente ambas habían decidido que la rubia se sometería a un tratamiento para quedar embarazada con los óvulos de la morena, pero debido al accidente a ambas se les olvido.

Esa sería la historia oficial para todos.


Santana dejó que Brittany se instalara en el cuarto de invitados.

Brittany recordó la última vez que había estado en aquella casa y eso hizo que le recorriera una desagradable sensación. Sacudió la cabeza para sacar el recuerdo de aquel fatídico día y se dirigió al cuarto de baño, abrió la ducha y se metió, dejando que el agua caliente recorriera su cuerpo relajándola.

Saber que iba dormir en esa casa y cerca de Santana la tenía un poco nerviosa, pensó que le costaría quedarse dormida.

Se colocó su pijama y se secó el pelo para luego meterse entre las sabanas, no le tomó ni cinco minutos caer rendida por el sueño.

El estrés vivido a través del día hizo que cayera en la cama como un tronco.




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En el salón de la mansión, Santana y Kitty mantenían una animada conversación.

Apenas Kitty se enteró de la noticia, corrió a ver a su prima. Y ahí estaban, cada una con una copa, celebrando la doble maternidad de Santana.

―Me has dejado sin palabras prima. Quién lo iba a decir, voy a ser tía y de mellizos.

―Sí Kitty, yo aún no me lo creo, sigo shockeada con la noticia―le dijo con una gran sonrisa en la cara.

―¿Sabes?―dijo Kitty―Al final era verdad lo que nuestras mamás nos decían cuando éramos niñas.

Santana la miró extrañada.

―¿Qué cosa? No te entiendo.

―¡Que los bebés vienen de París!

Las dos rompieron a reír en sonoras carcajadas y bebieron un trago más.


Luego de pasar un par de horas celebrando, Kitty se marchó a su casa.

Santana subió las escaleras para dirigirse a su cuarto, pero en medio del pasillo, antes de llegar a su puerta, fue tirada como por una cuerda y arrastrada hasta la habitación donde Brittany dormía.

Giró el pomo de la puerta, tratando de no hacer ruido y entró en la habitación. Avanzó unos pasos y se detuvo al ver el rostro de Brittany, que era ligeramente iluminado por la tenue luz de la lámpara que estaba en la mesa de noche.

Brittany dormía de lado, con su cabello dorado dispersado en la almohada, una mano bajo su mejilla y la otra sobre su vientre.

Santana se acercó más hasta llegar a la cama, debía estar soñando con algo agradable, porque tenía una pequeña sonrisa en su boca.

Se arrodilló para quedar a la altura de su rostro y pasó delicadamente el dorso de su mano por la mejilla de la rubia, se quedó un rato mirándola, viendo cómo su pecho subía y bajaba calmadamente, lo que indicaba que estaba profundamente dormida.

Su corazón palpitaba desbocado, la amaba tanto y gracias a la ojiazul ella se convertiría en mamá.

Quería besarla y abrazarla, pero estaba tan enfadada con la más alta por ocultarle lo de los bebés, que el enojo era más grande en ese momento.

Besó suavemente la frente de Brittany, para luego salir del cuarto y entrar en el suyo.





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A la mañana siguiente, Brittany llamó a Marley para decirle que se juntaran en la casa de la familia de Santana.

A la castaña le pareció extraño que Brittany se encontrara ahí, ¿qué había pasado en los pocos días que había estado fuera de la ciudad?

Estaba intrigadísima, pero le dijo que no iría hasta esa casa que tan malos recuerdos le traía. Además, no quería arriesgarse a encontrarse por ahí con la bruja de hielo de la mamá de Kitty, o con la mismísima susodicha.

Ya bastante le había costado dejar de pensar en Kitty las veinticuatro horas del día, ahora solo pensaba veinte horas y ese era un gran progreso.

No quería que todo el trabajo que, había realizado para tratar de olvidarla, se fuera al cuerno.

Pero ante la insistencia de Brittany y la promesa de que tenía que contarle algo muy importante y como la curiosidad mató al gato, (en este caso a Marley) ahí estaba, en el cuarto de Brittany, con la boca abierta, que parecía que en cualquier momento se le desencajaba la mandíbula.

―A ver si te escuché bien amiga, ¿estás embaraza?

―Sí―le contestó calmadamente Brittany.

―De Santana.

―Sí.

―¿Te sometiste a un tratamiento para quedar embarazada y con sus óvulos?

―Sí.

―¿Pero debido a lo ocurrido a ambas se les olvido dicho tratamiento?

―Sí.

―¿Y de mellizos?―Marley tenía los ojos muy abiertos.

―Sí, un niño y una niña.

―Vaya amiga, dos bebés de una vez. Estoy feliz por ti, pero dime, ¿cómo se lo contaste a Santana?

―Bueno, la verdad es que yo estaba esperando unos días más para contarle, pero ayer llegó a mi casa buscándome, realmente enfadada, porque en el periódico salieron unas fotografías de Sam y mías.

―Vaya, el hijo del senador entra en acción de nuevo.

―No, yo fui de compras y me lo encontré en la calle, no sabía que lo seguían los paparazis. Santana vio la foto y se enteró de que había llegado al país.

―Me imagino lo furiosa que debe haber estado, con lo que odia a Sam.

―Sí, llegó furiosa y comenzó a gritar, a decirme por qué no la había llamado, si yo sabía que ella ya no estaba amnésica y otras cosas más y fue ahí que me comencé a sentir mal. Tenía fuertes dolores en mi vientre y pensé que perdía a los mellizos.

―Uff, forma de enterarse que vas a ser mamá.

―No fue ahí, le pedí que me llevara al hospital y en la puerta de emergencia del hospital fue que se enteró, cuando le pedí a la enfermera que me llevara a maternidad, porque estaba embarazada.

―Vaya amiga, solo a ti te pasan estas cosas.

―Sí, solo a mí. Ahora está furiosa por haberle ocultado lo de los bebés. No entiende que, después de que me echó de su vida, no puede venir aquí a exigirme que vuelva con ella como si nada hubiera pasado.

―Sí, pero ella no se acordaba de ti amiga.

―No lo puedo creer, hace unos meses atrás la querías matar por dejarme y ahora la que tengo que entenderla soy yo ¿De qué parte estás?

―No amiga, no estoy de su parte, solo estoy tratando de entender lo que pasa por su mente. Ella te ama mucho y tú lo sabes y más ahora que le vas a dar dos hijos. Ella está feliz, la vi antes de subir, tiene una sonrisa que no le cabe en la cara.

―Sí, para todos está feliz y conmigo se muestra enfadada.

―Dale tiempo, ya se le pasará. Bueno amiga, me tengo que ir, tengo mucho trabajo que hacer ¿Supongo que no volverás muy pronto a tu puesto?

―Pediré una hora con el ginecólogo. Si él me dice que no puedo trabajar, tendré que presentar permiso médico a Arite y volver cuando pueda. La verdad es que quiero volver a trabajar y a mi casa pronto.

―Pero acá estás tan bien atendida. La familia de Santana te adora, déjate querer amiga.

―Sí, a veces me consienten demasiado. Estoy muy agradecida, pero quiero mi espacio.

―Ahora si me voy―Marley abrazó a su amiga―Cuídate mucho y espero que nos veamos pronto, ojalá en tu casa.

Y Marley dejó a su amiga sola en la habitación, para salir casi corriendo de la mansión.

Llegó al lado de su auto y por el rabillo del ojo, vio un jeep rojo que se estacionaba a su lado.

La sangre se le heló.

Kitty acababa de llegar y ella fue a meter la llave en la puerta del auto, pero con los nervios de verla se le cayeron al suelo, se agachó y Kitty se bajó de su jeep.

Marley sentía el latido de su corazón en los oídos y su respiración era agitada.

Logró abrir la puerta, se metió en el auto y puso los seguros. Kitty se acercó a la ventana del conductor y le golpeó el vidrio, ella respiró hondo y en todo momento miró solo al frente.

Kitty seguía golpeteando el vidrio, pero la castaña no le hizo ni caso. Puso en marcha el auto y salió tan rápido, que casi se lleva a Kitty por delante.

Cuando salió a la carretera, se puso a gritar de rabia e impotencia.


Kitty solo se quedó mirando la nube de polvo que el auto había levantado al alejarse.

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Capitulo 30

Pasó una semana y Santana aún estaba un poco enojada con Brittany.

Ni ella sabía por qué actuaba así, pero cada vez que veía a la rubia, se acordaba de que le había ocultado lo de los bebés y el enojo volvía.

Su prima le dijo que dejara de actuar cómo una niña, ya que lo único que lograría, sería que Brittany se alejara nuevamente de ella.

A Santana le entró un pánico al escuchar esas palabras.

Perderla esta vez sería un golpe devastador. La vez anterior, estaba amnésica y no sintió nada cuando la ojiazul se fue, pero ahora además de que si ella se iba la perdería, perdería también a sus hijos.

Cuando entró en la mansión de su familia, encontró a Brittany sentada en la terraza, frente a la piscina, leyendo una revista.

Santana se acercó silenciosamente, solo quería verla, mirar cada movimiento que hacía.

De pronto, Brittany dio un pequeño saltito y posó una de sus manos en su vientre para luego soltar una risita, giró la cabeza y se encontró con la maravillosa mirada de la mujer que amaba.

―¡Santana! ¡Ven apúrate!―le gritó.

Santana corrió a su lado.

―¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

―No, tranquila―le tomó una mano y la posó sobre su vientre―Siente, lo bebés se están moviendo.

Santana sintió un escalofrió ante el contacto de la mano de Brittany, tanto tiempo había pasado desde la última vez que la tocó. De pronto, sintió que el vientre de la rubia saltaba, luego otro golpe y otro, sus hermosos ojos brillaban de alegría.

―¡Son ellos! ¡Se están moviendo!

Brittany la miraba embobada, la tenía tan cerca, podría moverse y besarla, pero se resistió. La morena estaba siempre con el ceño fruncido cuando estaba con ella, signo irrefutable de que seguía enojada.

―¿No crees que se mueven demasiado?―le preguntó aún con la mano en el vientre de Brittany―¿Será normal? ¿No deberías llamar a tu médico?

―No Santana, es totalmente normal que se muevan así, es bueno que lo hagan.

Santana apartó la mano de pronto y se quedó mirándola fijamente.
―Bien, me voy, si necesitas algo estaré en la biblioteca―se giró sobre sus talones para marcharse, pero la ojiauzl la detuvo.

―Santana―comenzó a decir, la morena se detuvo y giró su cabeza―En la tarde tengo una cita con mi ginecólogo y pensaba que tal vez te gustaría acompañarme, ¿quieres venir?

Santana sintió cómo un calor le recorría el pecho.

―¿A qué hora tienes la cita?

―A las cuatro, pero si no puedes…

―No, está bien, iré contigo.

―Bien―dijo.

―Bien―dijo y salió de la terraza, para ir a la biblioteca, donde se desplomó sobre el sillón con una gran sonrisa llenando su cara.






Después de un almuerzo en familia, Brittany y Santana se dirigieron a la consulta del ginecólogo.

Entraron cuando el doctor les indicó y la rubia le extendió el sobre con el informe, que el doctor Hudson de Francia, había elaborado para su colega.

Leyó detenidamente cada indicación que el informe traía. Luego le pidió a Brittany que se subiera a la camilla y se descubriera el vientre para realizar un ultrasonido de rutina.

Cuando la imagen de los gemelos apareció en la pantalla, a Santana se le transformó la cara. Tenía los ojos abiertos de asombro, veía a sus hijos moverse y luego escuchó los latidos de los corazones de sus mellizos.

Por poco no se pone a llorar como una niña, estaba emocionada viendo a sus hijos por primera vez.

―Bien Brittany―le dijo el médico―Todo está normal con tus mellizos, el único problema que veo, pero tampoco es para tanto, es que estás dos kilos arriba del peso adecuado.

―Es que me han mimado mucho doctor, si le soy sincera he comido una que otra golosina demás.

―Bueno, pero debes tratar de no subir demasiado. Seguirás tomando las vitaminas y trata de comer lo más sano posible, aunque una golosina de vez en cuando no te hará ningún mal, pero solo de vez en cuando.

―Claro doctor. Ahora, yo quería preguntarle algo.

―Dime Brittany.

―¿Puedo volver a trabajar?

―No creo que eso sea buena idea Brittany―intervino Santana, que se había mantenido en silencio, pero se irritó al escuchar la pregunta.

―Claro que puedes volver a trabajar.

―Doctor, por favor, no le de ideas. Ella debe descansar.

―Señorita López, Brittany está embarazada, no enferma. Le hará bien mantenerse activa, pero yo te recomiendo que trabajes solo media jornada para que no te sobrecargues.

―Genial―gruñó por lo bajo Santana.

―Gracias doctor―dijo Brittany, mirando de reojo a Santana, que tenía el ceño muy fruncido.

―Bien, nos veremos dentro de un mes, pero si tienes alguna duda me llamas.

―Sí doctor, no se preocupe y gracias otra vez.

Luego de despedirse, Brittany y Santana salieron de la consulta y subieron al ascensor que las dirigía hasta el estacionamiento.

No se hablaron en todo el camino.

Santana tenía el ceño fruncido, como cada vez que estaba con la rubia.

Llegaron al auto de Santana y se dirigieron de vuelta a casa.

―Santana, necesito hablar contigo―dijo Brittany, rompiendo el incómodo silencio que reinaba dentro del auto.

―Claro, dime, de qué quieres hablar―le dijo con ironía en la voz.

―De verdad Santana, quiero hablar contigo, pero no dentro del auto, prefiero que lo hagamos cuando lleguemos a casa.

―Y por qué no hablamos ahora. Te escucho.

―No quiero hablar aquí. Esperaré hasta la casa.

―Por qué no Brittany, vamos, di lo que tengas que decir.

―No quiero hablar contigo aquí así como estás de enojada. No hace falta que te recuerde, que la última vez que discutimos en un auto, terminamos en el hospital.

Santana apretó la mandíbula, la rubia tenía razón, la última vez quedó en coma y despertó con amnesia.

―Está bien, hablaremos en casa.

Llegaron a la mansión.

Brittany se bajó del auto y se adelantó a entrar en la casa.

―Te espero en el cuarto―le dijo a Santana, ésta solo asintió con la cabeza.


Brittany entró en la habitación que ocupaba hace unos cuantos días.

Miró a su alrededor y tomó la decisión, volvería a su casa. Sabía que le tocaría batallar con Santana, pero ahora que el doctor le había dicho que estaba bien y que podía volver a trabajar, no pensaba quedarse ahí y seguir soportando los desplantes de Santana.

Buscó su bolso y comenzó a acomodar sus cosas dentro de el. Escuchó los golpes en la puerta y ella hizo pasar a Santana que, quedó con la cara desfigurada cuando vio que ella estaba haciendo su bolso, lo que significaba que se iba.

―¿Qué crees que estás haciendo?―se acercó a la ojiazul con paso firme, casi amenazador.

―¿Qué parece que hago Santana?―le contestó, con toda calma, enfrentándose a la morena.

―Tú, no te vas a ninguna parte. Ni sueñes que te voy a dejar salir de aquí.

―Claro que me voy. El médico me dijo que puedo seguir haciendo mi vida normal y es eso lo que voy a hacer.

―No Brittany, tú no vas…

―¡Ya!… no malgastes palabras Santana, ya está decidido, me voy.

―¿Por qué Brittany? ¿Por qué te quieres ir?

―Qué gracioso Santana, tú me preguntas por qué me quiero ir.

―No te entiendo, ¿qué te pasa?

―Me pasa, que estoy cansada de verte todo el santo día con el ceño fruncido, pasa que no quiero seguir encerrada entre cuatro paredes. Te agradezco todo lo que has hecho por mí en estos días, tu familia me ha cuidado como a una princesa, pero ya no aguantó más.

―Brittany, sabes que no tienes que volver a trabajar, deberías quedarte y descansar todo lo que puedas.

―No Santana, me voy. No quiero discutir más contigo, así que te pido que no me pongas problemas, solo deja que me vaya por favor.

Santana apretaba los puños, ¿qué podía hacer?

Tampoco quería discutir más con la rubia.

Tal vez Brittany tenía razón y debía irse.

―Santana, sé que sigues enojada conmigo y créeme que lo entiendo, por eso creo que es mejor que no esté aquí, así no te incomodo más.

―No me incomodas Brittany.

―Pero eso es lo que parece ¿Cómo crees que me siento, cuando todos me dicen que estás feliz por los mellizos y yo solo veo tu rostro serio? No, ya no aguanto más. Espero que algún día entiendas, por qué no te busqué de inmediato cuando supe lo de mi embarazo. Pero tú eres terca y no quieres dar tu brazo a torcer. Y si tú eres terca, yo soy más y me quiero ir.

―Bien―dijo casi en un susurro―No voy a insistir más, dejaré que te vayas.

―Gracias―dijo continuó arreglando su equipaje.

―¿Qué va a pasar con los bebés?

―A qué te refieres con qué va a pasar. Tú eres su mamá también. Santana, el que yo me vaya a mi casa no quiere decir que te alejes de los mellizos.

―Pero…

―Pero nada, tú tienes el derecho de participar en todo lo concerniente a los mellizos, puedes venir a mi casa cuando quieras y ten por seguro que yo vendré por acá, porque tu mamá y tu abuela no me perdonarían que no viniera seguido. Si quieres participar en el parto, no te lo voy a negar. Entiende, solo quiero volver a mi vida normal, mi trabajo, mi casa. Sé que tal vez no quieres, pero deberíamos tratar de ser amigas, de llevar esta situación de la mejor manera posible.

―No te prometo nada―dijo Santana con rabia contenida.

―Bien Santana, no tengo nada más que decir.

―¿Quieres que te lleve?

―No, gracias, llamaré un taxi.

―Bien, iré a avisarle a mi mamá.

Cuando Santana salió de la habitación, Brittany soltó una larga respiración y se tocó el vientre. Movió la cabeza de un lado a otro, no podía creer que había tenido esa conversación con Santana, pero ya era demasiado.

Santana quería que ella le pidiera perdón y al parecer de rodillas, por haberle ocultado lo del embarazo y ella no estaba dispuesta a dar más que una explicación.

Era una lucha de egos la que mantenían las dos.

De pronto, se abrió la puerta de la habitación, Brittany giró la cabeza y vio que Maribel caminaba hacia ella.

―Britt, ¿es verdad que te vas?

―Sí Maribel.

―Pero hija, ¿por qué no lo piensas mejor?

―Lo he pensado mucho Maribel. El médico me encontró perfecta y me ha autorizado para volver al trabajo, así que debo volver a mi casa y hacer mi vida normal.

―Britt, no te vayas por favor.

―Maribel, le agradezco todo lo que ha hecho por mí. Me ha cuidado y me ha consentido en todo y gracias a eso, es que mis bebés están bien.

―Tana es una cabezona, es igual a su papá que en paz descanse.

―Ni que me lo diga, por eso me voy, ¿sabe? ya me cansé de verlo todo el día enojada conmigo. Ojalá se le pase antes de que nazcan los bebés.

―Britt y mis nietos, qué va a pasar con ellos.

―Todo seguirá igual. Me pueden visitar cuando quieran y yo vendré cuando me inviten, no espere que aparezca por acá todos los días, pero vendré a verlas seguido.

―Veo que no te puedo convencer de ninguna forma.

―No Maribel, es mejor que me vaya. Mi taxi debe de haber llegado.

Maribel y Brittany bajaron al salón tomadas de la mano.

Santana se acercó, tomó el bolso de Brittany y salió para ir a dejarlo al taxi que estaba esperando por Brittany.

La rubia se abalanzó sobre la abuela de Santana, para abrazarla antes de irse.

―Mi niña, no tienes que irte, esta es tu casa querida.

―Lo sé, pero voy a volver al trabajo y extraño mi casa.

―Esta nieta mía es como una mula o masoquista, le gusta sufrir.

Brittany rio ante la ocurrencia de la abuela.

Pero era verdad, las dos eran tercas, era ver a dos toros chocando de frente.

Ni ella pensaba pedirle perdón de rodillas, ni la morena pensaba perdonarla pronto.

Esa situación podía ser interminable.

―Bueno, ahora es mejor que me vaya. Vendré pronto a verla y demás está decirle, que mi casa siempre estará abierta para recibirla―la volvió a abrazar y la besó fuertemente en la mejilla.

―Adiós preciosa, cuídate mucho y cuida a estos bebitos.

―Adiós―Brittany salió, en la puerta se despidió de Maribel con un abrazo y otro beso y la promesa de cuidarse y volver seguido a visitarlas.

Santana la esperaba parada al lado del taxi, ella se acercó y al quedar frente a frente la miró fijamente a los ojos, la morena no decía nada, así es que ella tomó la iniciativa.

―Bueno Santana, me voy. Quiero agradecerte otra vez por todo y ya sabes llámame por cualquier cosa.

Santana estaba muda.

No dijo nada, entonces la rubia decidió que no tenía nada más que hacer ahí.

―Adiós Santana.

―Adiós Brittany, Cuídate. Nos vemos.

Brittany asintió con la cabeza y se metió en el taxi que la sacaría de ahí. El auto se puso en marcha y salió a la carretera. Ella echó la cabeza hacia atrás en el asiento y cerró los ojos, pronto estaría en su casa.

Santana vio alejarse el taxi y se le encogió el corazón.

Otra vez Brittany se alejaba de ella.

Ahí se quedó parada por unos minutos, tratando de asimilar lo que había pasado.

Luego se metió en la mansión para buscar las llaves de su auto.

―¡Tana!―le gritó Maribel.

―Ahora no mamá, no tengo ganas de hablar.

―¡¿A dónde vas?!

―Por ahí. No sé en realidad.

―Tana, quédate por favor.

―Mamá, me voy a mi casa, no te preocupes, ¿quieres? Solo tengo que salir de aquí.

Subió a su auto y arrancó a toda velocidad, pero no se fue a su casa.





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Kitty estaba en su oficina, mirando unos planos de un proyecto que necesitaban corrección, cuando vio de repente a Santana, parada en su puerta.

―Prima, ¿qué haces aquí?

―Tenía que salir de la casa Kitty.

―¿Qué pasó? Es Brittany, ¿verdad?

―Sí, ella se fue, volvió a su casa.

―¿Y tú la dejaste?

―Qué podía hacer Kitty. El médico le dijo que estaba bien y que podía volver al trabajo. Y ella decidió volver a su trabajo y a su casa.

―Vaya… ¿pero tú no te opusiste?

―No.

―¿No?, no te creo.

―Bueno, le pedí que se quedara, pero me dijo que estaba cansada de verme enojada con ella todo el día y que no aguantaba más.

―Es que tú si eres tonta prima, ¿qué quieres de ella? ¿Castigarla? Ya la castigaste, ¿y qué lograste? que se fuera, te lo dije.

―Sí, ya sé que me lo dijiste.

―Mira Santana, qué quieres que ella haga, que se arrodille ante ti y que te pida perdón. Sabes que eso nunca pasará. Para ya con esto Santana, olvida lo que pasó y disfruta de la mujer que te ama y de tus hijos. No los pierdas por tu orgullo.

Santana escuchaba todo lo que su prima decía sin emitir ni una sola palabra.

¿Qué había hecho?

Nuevamente había alejado a la mujer que amaba de su vida.

―Reacciona Santana, creo que deberías hablar con ella, pero calmadamente.

―No sé Kitty, creo que debo dejarla tranquila por unos días.

―Has lo que quieras, ¿sabes? No sé para qué te doy consejos si vas a hacer lo que te venga en gana.

―Ya, no me regañes más quieres.

―Es que a veces sacas de quicio a un santo prima. Vamos te invito un trago.


Salieron de la oficina y se fueron a un bar que quedaba cerca del trabajo de Kitty.





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Brittany entró en su casa y respiró profundamente.

Lo primero que hizo, fue avisarle a su amiga que ya estaba en casa y que mañana aparecería por la revista para ponerse al día.

Entró en la cocina y se sirvió un vaso de leche, el cual se tomó de golpe. Subió a su cuarto, se cambió su ropa por su pijama y se metió en la cama, para caer rendida en lo brazos de Morfeo.





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Mientras Brittany dormía tranquila en su cama, Santana era escoltada por su prima hasta llegar a su departamento.

Se había tomado unas copas demás y no fue capaz de llegar sola hasta su casa.

Kitty la metía en el ascensor para subir hasta el departamento.

―¿Sabes prima? hoy vi a mis bebés ¡Mis bebés!―le decía Santana, arrastrando las palabras producto del alcohol.

―Sí San, tus bebés―le contestaba Kitty.

―Son lindos, ¿sabes? Voy a ser mamá y de dos, un niño y una niña.

―Lo sé prima, lo sé, ya me lo dijiste.

El ascensor llegó a su destino y Kitty, soportando todo el peso muerto de su prima, logró entrar, llegar hasta el dormitorio y la tiró sobre la cama para poder desvestirla.

―La rubia es terca, pero la amo, la amo muuucho. Me gusta cuando se enoja. Y ahora, con su barrigota, la amo más.

―Eso debiste decirle antes de que se fuera―la increpó Kitty.

―Shuuu―le dijo y se metió la mano al bolsillo―Cállate, que la voy a llamar.

Kitty le quitó el celular de golpe y se lo metió en el bolsillo de su chaqueta.

―Hey, devuélveme el teléfono, quiero llamar a mi rubia barrigona. Quiero escuchar su voz, solo eso.

―Lo único que vas a escuchar, es un rosario de palabrotas. ¿Sabes qué hora es? Brittany debe estar durmiendo.

―Tienes razón primita, debe estar durmiendo. Debe estar acostadita, mi rubia hermosa, con su barrigota, con mis bebés, mis bebés ¿Kitty Kit tú quieres ser mamá?

―No sé Santana, nunca lo he pensado―logró sacarle los zapatos, los pantalones y luego la enderezó para sacarle la camisa.

―Prima, busca a tu castaña. Anda búscala y dile que la amas, no hagas como yo, que soy tonta, tonta, tonta.

―Sí, eres muy tonta, en eso tienes razón―logró sacarle la camisa, la metió en la cama y la tapó.

―Te quiero prima, ¿sabes? Nunca te lo digo, pero te quiero hermana.

―Yo también Santana.

Santana siguió balbuceando incoherencias y se durmió.

Toda la noche soñó con Brittany.

Soñó que la rubia la llamaba, la veía caminando con un niño tomado a cada mano y que la hermosa boca de ella le sonreía.

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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Error y Disculpas

Lo siento se cargo dos veces el cap xD pero les dejo otro de regalo y de disculpas =P Saludos =D

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Capitulo 31

Brittany se levantó temprano al día siguiente.

Después de ducharse y tomar un buen desayuno, se vistió con uno de sus vestidos.

Tendría que comprase ropa, ya que no tenía nada maternal en su closet.

Se metió en su auto y se fue a la revista.


Cuando llegó, todos sus compañeros de trabajo la fueron a saludar, entró a su oficina y se encontró con Marley.

―Pero, ¿qué haces tan temprano por aquí Britt?

―Bueno, me desperté temprano y decidí venir a ver cómo está todo por acá. Además necesito hablar con Arite, para que veamos el horario que más se ajuste a mi situación―al decir eso, ella se pasó las manos por su vientre.

―Qué bueno amiga, pero no te cargues tanto de trabajo, yo te ayudaré en todo lo que quieras.

―Gracias Marley. Voy a ver a Arite, luego vengo para que me pongas al día de todo. Ah y te invito a almorzar, necesito que me acompañes a comprar ropa maternal.

―Claro, ve con Arite y luego hablamos.

Ella fue a la oficina de su jefe, quien la recibió animadamente. Estaba feliz de la incorporación de Brittany nuevamente a la revista, ella era su editora estrella.

Conversaron un par de horas y llegaron al acuerdo que trabajaría desde su casa. Podía aparecer algunas mañanas por su oficina, contaría con la ayuda de Marley y si ella creía necesario, contratarían a otra persona para ayudarle.



Llegó la hora de almorzar, ella y Marley barrieron con las tiendas de ropa maternal.

Se compró leggins, blusas maternales y unos vestidos.






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Santana despertó con un inmenso dolor de cabeza.

Se levantó y se encontró con su prima en el salón viendo televisión.

―¡Los muertos se levantan de sus tumbas!―le dijo Kitty, al ver que Santana traía una resaca de aquellas.

―Qué graciosa prima, muy graciosa.

―Al lado del vaso con agua, te dejé las aspirinas, tómatelas ahora.

―Gracias.

―Bueno, sé que no quieres escuchar nada de lo que te voy a decir, porque debes tener un bombo en la cabeza, pero me vas a tener que escuchar igual.

―¿Tengo alguna otra alternativa?

―No. Siéntate y escucha con atención.

Santana se sentó en un sillón, tal como le había dicho su prima y prestó toda la atención de la que fue capaz en ese momento.

―Santana, quiero que soluciones de una vez por todas este problema que tienes con Brittany, estoy cansada de verte triste. Cada vez que tienes un problema con ella, te lanzas al alcohol y eso no puede ser Santana. Esto es muy fácil de solucionar, por favor deja de ser testaruda y habla con ella y dile de una vez por todas que la amas y que la quieres de vuelta.

Santana solo la miró, dio el último sorbo a su vaso de agua y le dijo:

―¿Terminaste?

―Sí.

―Bien, voy a bañarme, gracias por traerme anoche―se levantó y se dirigió devuelta a su dormitorio.

―¿Sabes qué? ¡Vete al diablo!―Kitty tomó su chaqueta y se encaminó al ascensor para marcharse de ahí, pero se acordó de algo. Llegó al cuarto de su prima―Toma―le tiró el móvil sobre la cama―Te lo tuve de quitar anoche, cuando quisiste llamar a Brittany para decirle que la amabas―se giró sobre sus talones y se marchó.

Santana se quedó mirando el teléfono que se hallaba en la cama y pensó que su prima tenía razón, debía solucionar este problema con Brittany y dejar de ser tan orgullosa.

Solo que no pensaba hacerlo de inmediato, le daría unos días de descanso a la rubia, su rubia.





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Brittany pasó la semana tranquila.

Emily la visitaba casi a diario a petición de su mamá y cada vez que iba le llevaba un regalo.

Ese día, le llevó un par de zapatos de diseñador para cada bebé.

Santana no había dado señales de vida y ella se desilusionó un poco, pero no pensaba echarse a morir, debía estar tranquila.



La semana siguiente, Brittany llegaba de su trabajo, cuando se encontró con Santana en la puerta de su casa.

Casi se le sale el corazón, al verla vestida de un ceñido traje negro y camisa blanca, sus ojos resaltaban más si era posible.

Brittany la saludó, y sentía que su cara se sonrojaba.

―Hola Santana.

―Hola Brittany―le respondió y le besó una mejilla.

Venía en son de paz al parecer, pensó la rubia.

―Pasa, ¿quieres algo de beber?

―Agua por favor―dijo serenamente.

Una vez dentro de la casa, Brittany entró en la cocina y Santana la siguió.

―¿Cómo estás? ¿Cómo están los bebés?

―Muy bien―le dijo mientras le extendía un vaso y una botella de agua―Los mellizos se portan excelente. En la noche, a veces se mueven demasiado, pero ya estoy acostumbrada. Y tú, ¿cómo estás?

―Bien. Espero que no te moleste que haya venido así sin avisar.

―No, en absoluto, te dije que podías venir cuando quisieras ¿Quieres comer algo? yo tengo antojo de helado de pistacho.

―¿Pistacho?

―Sí, pistacho y con salsa de chocolate. No sabes, nunca me ha gustado el helado de pistacho, pero ahora me encanta―sonrió y a Santana se le aceleró el corazón.

Brittany sacó el pote con helado y se sirvió dos bolas en un posillo, para luego ponerle un buen poco de salsa de chocolate.

―¿Quieres helado?

La morena movió la cabeza afirmativamente.

Brittany hablaba con toda naturalidad y la morena estaba pasmada.

―Qué bueno que vinieras Santana. Quiero pedirte la opinión sobre la habitación de los bebés. Ven―le dijo y se dirigió escaleras arriba.

Santana la siguió, hasta que llegaron al cuarto que Brittany había destinado para sus hijos.

El cuarto estaba vacío, pero en un rincón, había una pequeña mesa con muestras de pinturas, con muchos colores, telas y muebles.

―Mira, no sé de qué color pintar las paredes. Había pensado pintar una parte rosada y otra azul, pero no me convence del todo ¿Qué opinas tú?

Santana la miraba embelesada, Brittany la trataba como a una amiga, como si nunca hubieran discutido.

Brittany había superado todo.

Santana aún se lo pensaba demasiado, pero se dejó llevar por el momento.

―¿Qué te parece si le hacemos un cielo?―dijo por fin.

―¿Un cielo?

―Sí, pintamos todo de azul cielo y luego le hacemos unas nubes.

Brittany sonrió y sus ojos se iluminaron.

―Sí, creo que es buena idea.

Se quedaron un buen rato ahí discutiendo qué hacer en la habitación.

Santana le dijo, que al día siguiente, la llevaría a comprar la pintura y todo lo necesario para remodelar el cuarto de los mellizos.




Cuando llegó el día siguiente, Santana llamó a Brittany a la revista y le dijo que la pasaría a buscar para que fueran juntas a comprar todo lo necesario para los bebés.

Santana estaba eufórica, pero debía mantenerse calmada, ese era el camino para volver a estar con Brittany.

Con calma, no importaba el tiempo que le tomara, pero esperaría todo lo necesario y lo mejor era que la ojiazul la incluía en todo lo referente a los mellizos.

Así pasaría más tiempo con su rubia, hasta que llegara el día, en que ninguna de las dos podría volver a separarse.



Llegaron al centro comercial para comprar la pintura y luego se sentaron en un restaurante para comer algo liviano.


Cuando terminaron, dieron un paseo, mirando las vitrinas que ofrecía el centro comercial.

Santana se detuvo en una tienda para bebés y tomando de la mano a Brittany entró en ella.

Una de las vendedoras se acercó coqueteando descaradamente a Santana. A la rubia le asaltaron los celos, las chicas eran guapas y ella estaba camino a parecer una ballena, nada de atractiva pensó.

Santana no le soltaba la mano.

Le dijo a la vendedora que quería ver cunas.


Después de unos minutos de ver varios modelos, decidieron que llevarían unas de madera, de color nogal, con sus respectivos muebles mudadores. También compraron sabanitas y colchas, una azul y una rosada.

Santana se volvió loca y comenzó a comprar muchas cosas. Brittany tuvo que decirle que se calmara y que no era necesario que comprara más cosas.

La morena se detuvo, pero al pasar por una tienda de ropa, la volvió a arrastrar y compró casi media tienda.




Toda esa semana pasó calmadamente.

Santana llegaba a casa de Brittany, conversaban y hacían planes para los pequeños, solo les faltaba buscar los nombres.

Santana se comprometió para el día sábado llegar temprano y comenzar a pintar el cuarto de sus bebés.




El sábado, Santana se encontraba temprano en la puerta de Brittany, ella le abrió y la morena pasó.

Venía vestida con unos jeans gastados, una camiseta negra y zapatillas deportivas.

Brittany la miró de arriba abajo.

Estaba para comérsela pensó, las hormonas se le empezaron a revolucionar.

Santana la saludó con un beso en la mejilla y luego le tocó el vientre. La rubia sintió que un calor le recorría el cuerpo.

―¿Cómo están mis bebés?―le preguntó.

―Ahora durmiendo, porque anoche estuvieron de fiesta, se quedaron quietos a las tantas de la madrugada.

―Debes tener sueño. Si quieres vuelve a la cama, yo me ocuparé de todo.

―Creo que te tomo la palabra, tomaré un vaso de leche y volveré a la cama por un rato.

Brittany subió a su cuarto y Santana entró en el que sería de sus bebés.

Brittany se quedó dormida de un tirón. Santana trató de no hacer ruido y comenzó a pintar.


Cuando ya llevaba la mitad de la habitación lista, miró su reloj, ya iba a ser cerca de medio día.

Se acercó a la habitación de Brittany y ella aún dormía, pensó que cuando despertara lo haría muerta de hambre.

Tomó su teléfono y bajó a el salón para llamar a un amigo, que era dueño de un restaurante y le pidió el favor de que le enviara comida a la casa de Brittany.



Media hora después llegaba un chico con el pedido de Santana.

Había carne, pasta, ensalada y postre. Dejó todo en la cocina y volvió al cuarto para continuar con su tarea.

Siguió pintando un poco más, solo le quedaba una muralla para cubrir de azul cielo.

―Vaya, creo que escogiste mal tu profesión―le dijo Brittany, que entraba en la habitación―Deberías dedicarte a la remodelación de casas.

―¿Quieres que mi papá se remueva en su tumba? Esto es solo un hobbie.

―Tienes hambre, voy a preparar algo...

―Ya me ocupé de eso―le dijo acercándose a la rubia―Está todo listo en la cocina.

―¿Cocinaste? Si es así creo que lo he visto todo―dijo risueña.

―No. Pedí a domicilio.

Cuando Santana estuvo cerca de ella, Brittany extendió su mano y la acercó a la cara de Santana, que tenía una mancha de pintura en su mejilla derecha.

―Tienes una mancha de pintura en la cara―le dijo y pasó sus dedos para retirar la pintura.

Santana cerró los ojos ante el contacto y suspiró. Brittany la miró, miró su boca entre abierta, deseaba besarla, deseaba amarla, ya no aguantaba tenerla cerca y no poder tocarla como quería.

Y sin pensar en nada se acercó más y la besó.

Santana creyó que soñaba, volvía a besar los labios de su Britt-Britt.

La morena tomó la cara de Brittany entre sus manos y profundizó el beso con más pasión y sus lenguas volvieron a encontrarse.

Cuando se separaron, Brittany estaba aún medio atontada.

―Ay Britt-Britt, Britt-Britt―decía Santana, apoyando sus frentes―, ¿por qué demoraste tanto en bajar la guardia?―y la volvió a besar.

―Porque tú no dejabas de fruncir el ceño abogada, pero ya no aguanto más, te deseo Santana, te deseo tanto que ni te lo imaginas. Quiero que me hagas el amor ahora.

―Pero… no podemos―le dijo Santana.

―¿Cómo qué no?

―Y los bebés ¿Si les pasa algo?

―No les pasará nada, ven―la tomó de la mano y la guió hasta su cuarto.

Volvieron a besarte, la rubia le quitó la camiseta junto con el sujetador a Santana y le miró el torso desnudo, pasándole la mano lentamente por los pechos.

―Tal como te recordaba abogada.

―Britt, ¿estás segura de esto?

―Sí, lo haremos lento.

―Júrame que me dirás si algo te duele y paramos de inmediato, no quiero hacerte daño y tampoco a los bebés

―Sí, te lo juro, pero para de hablar y ven que quiero que me ames.

Bastó que la ojiazul dijera eso para que Santana perdiera la razón, la deseaba demasiado.

Era mucho el tiempo que había pasado desde la última vez que estuvieron juntas.

Pero sabía que debía contenerse, que debía ser delicada esta vez y también sabía que le costaría la vida, pero lo haría.

Le quitó la camiseta a Brittany, luego los pantalones deportivos de algodón, que ella usaba para andar por casa. La comenzó a besar suavemente, bajando por su cuello, hasta llegar a uno de sus hombros.

―He deseado tanto tiempo tenerte así Britt, tantos días soñando con esto, estás tan preciosa―y volvió a besarla.

―Mentirosa―rio sobre su boca.

―Es la verdad, estás hermosa.

―Comparada con una ballena, creo que sí estoy hermosa. Mira este vientre gigantesco, en unos meses saldré de la casa rodando.

Santana sonrió, se arrodilló frente a la rubia y comenzó a acariciarle y besarle el vientre.

―Eres lo más hermoso que he visto nunca Britt-Britt. Te amo―le dijo y se levantó para depositarla suavemente sobre la cama.

Se inclinó y la fue besando lentamente, primero la boca, para luego ir descendiendo por el cuerpo de la mujer que amaba locamente, la cubrió de besos adorándola.

Luego le pidió a Brittany que se colocara de lado a ella se posicionó detrás. Le tomó el pelo, se lo levantó para poder besarle la nuca.

Brittany sentía que una corriente eléctrica le recorría por todo el cuerpo.

Santana siguió besando el cuello, bajando por la espalda de la ojiazul, recorrió con su lengua la columna de Brittany, para terminar en un mordisco suave en el hombro que tenía a su alcance.

Se apegó más a su rubia, frotando su centro contra el trasero de Brittany, mientras sus manos acariciaban los pechos, que habían aumentado su tamaño en estos meses.

Ya no podía aguantar más, antes de unir por completo sus cuerpos le susurró al oído:

―Recuerda Britt, si te hago daño, solo tienes que decirme.

―Bien―le contestó en un gemido.

Santana bajo una de sus manos y la penetro con dos dedos y se hundió en la rubia, lentamente, mientras un gemido salía de sus labios.

Brittany se mordía el labio inferior tratando de contener el suyo, pero le fue imposible.

Aunque ahora, todo era más suave y lento, no disminuía el placer que ambas sentían.

Santana comenzó a entrar lentamente, era una tortura tenerla así, pero sabía que debía contenerse. Brittany comenzó a moverse al ritmo que la morena le marcaba.

El corazón de Santana se le desbocaba, estaba con la rubia, con la única mujer que había logrado entrar en su corazón y que casi pierde por su testarudez.

Santana comenzó a aumentar un poco el ritmo, Brittany sintió que se quemaba, cada movimiento, cada gemido de Santana la estaba elevando cada vez más alto, ya casi lograba tocar el cielo.

Santana siguió con el ritmo, sentía que el cuerpo de Brittany temblaba y comenzaba a tensarse, de pronto la rubia gimió fuertemente, gritando su nombre.

Santana que ya no aguantaba más se acomodó entre los muslos de la rubia y froto su centro, su agonía terminó, cuando un orgasmo la sacudió de pies a cabeza.

Santana besaba el hombro de Brittany hasta llegar al cuello, para luego seguir hasta el lóbulo de su oreja y darle un pequeño tirón.

Se mantuvieron unidas, abrazadas, besándose, sobre la cama por unos minutos.

―Me vuelves loca Britt. No quiero alejarme más de ti.

―Yo tampoco abogada. No quiero que te alejes nunca de mi lado.

Brittany se giró, para quedar frente a frente, besó a su morena y con sus dedos fue acariciando el rostro de su amada. Primero las cejas, para seguir por su nariz y terminar en su carnosa boca.

Santana besó cada dedo de esa mano.

―¿Qué pediste de almuerzo?

―Bueno no sé, creo que hay carne, ensaladas, pasta, ah y también postre.

―Vamos, comamos algo. Tenemos que reponer fuerzas, no pienses que te voy a soltar tan rápido.

―Mmm, suena interesante.

―Sanny, ni te imaginas cómo me tienen las hormonas. Así es que vamos a comer y luego nos dedicaremos a lo nuestro―le guiñó un ojo y se levantó, para volver a ponerse la ropa, que hace unos minutos traía puesta.

Santana solo se puso los jeans y el sujetador y la siguió a la cocina.

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Capitulo 32

Después de comer, la deliciosa comida que Santana había pedido al restaurante de su amigo, fueron hasta la pieza de los bebés y terminaron de pintar la muralla que faltaba.

Claro que el trabajo, que debía demorar una hora, les tomó tres.

Se besaban, se tocaban y al final terminaron jugando con la pintura. Se metieron en la ducha y volvieron a amarse como la primera vez.

Luego, una frente a la otra en la cama y mirándose a los ojos conversaron largamente.

Comenzaron a barajar nombres para los bebés, pero ninguno era de su agrado.

Brittany bajó a la cocina, por su porción de helado de Pistacho con salsa de chocolate, que era su antojo diario. Luego volvió a la cama y cayó rendida por el sueño.

Santana se acomodó tras la espalda de Brittany, para quedarse dormida, con la cara hundida en su cuello y su mano rodeando el vientre, donde se encontraban sus mellizos.



El fuerte sonido de un teléfono móvil retumbaba en la habitación de Brittany.

La rubia abrió un ojo y se miró el vientre, donde estaba posada la mano de la mujer que amaba y sonrió.

El teléfono seguía sonando, pero no era el de ella por el tono que escuchaba. Le dio un codazo suave a Santana para que despertara y apagara el molesto sonido, pero la morena ni se inmutó.

―Sanny tu teléfono―Brittany se removió en la cama, a ver si así esta despertaba, pero nada.

Miró el reloj sobre su mesa de noche, eran las ocho de la mañana.

¿Quién llamaría a esa hora un domingo?

El ruido cesó, pero solo fue un par de segundos, porque el molesto ruido volvió a escucharse.

―San despierta, tu teléfono.

―Mmm―fue todo lo que dijo Santana.

―Tu teléfono está sonando, ve y contéstalo por favor.

Santana se levantó con un ojo abierto y buscó en los pantalones que estaban desparramados por el suelo. Metió la mano en uno de los bolsillos y sacó el teléfono, miró la pantalla y cortó la llamada. Volvió a la cama, para seguir abrazada a Brittany, cuando el teléfono volvió a sonar.

―Contesta San. Puede ser importante.

―Es Kitty. Lo voy a matar, te juro que la mato.

―Contéstale a ver qué quiere.

―No, no voy a contestarle.

El teléfono volvió a sonar y Santana pensó que debería apagarlo para que su prima desistiera de llamarla. Pero Brittany estiró su mano, pidiéndole que le entregara el teléfono, la morena la miró con media sonrisa y le pasó el aparato. Cuando volvía a sonar la rubia pulsó la pantalla para contestar.

―Hola Kitty―dijo Brittany con amabilidad, por un minuto no se escuchó nada en el teléfono.

―¿Brittany?―dijo Kitty pensando que había escuchado mal.

―Sí, dime qué puede ser tan importante para que llames a esta hora.

―Perdona, no me di cuenta que marqué tu número. Estoy segura que marqué el número de mi prima.

―Marcaste bien Kitty, este es el teléfono de tu prima, solo que son las ocho de la mañana y ella no quiere contestar.

―Vaya… no sabía que tú… que ella… bueno tú me entiendes.

―Sí Kitty. Santana y yo, bueno tú me entiendes―le contestó usando sus mismas palabras[i]―Ahora quiero saber, si es algo urgente lo que quieres hablar con ella, porque de no ser así, te voy a cortar.

―Yo solo quería saber si estaba bien. Desde el jueves que no sé nada de ella, estoy en su departamento y se nota que no pasó la noche aquí. Entonces pensé que tal vez le había ocurrido algo.

―No Kitty, no le ha pasado nada. Nada malo por lo menos.

―Me alegro. Bueno Brittany, disculpa por haberte molestado tan temprano, lo siento.

―No te preocupes. Adiós Kitty.

―Adiós Brittany.[/i

Brittany cortó y le pasó el teléfono a Santana para volver a acomodarse en la cama.

―Eres mala―le dijo a Santana.

―¿Mala yo?

―Sí, tu prima está preocupada por ti, porque no la has llamado desde el jueves y tú no quieres contestarle.

―No voy a contestarle ni al presidente, un día domingo, a las ocho de la mañana y menos cuando estoy durmiendo tan bien contigo a mi lado.

―Aun así eres mala.

Santana la tomó por la cadera, le mordió suavemente el cuello, para luego rozar su nariz por el lóbulo de su oreja.

―Así que soy mala, ¿eh? Ahora vas a ver lo mala que puedo ser―dijo Santana, con la voz cargada de deseo.


Se amaron durante un rato, para luego de ducharse, bajar a desayunar.

Debían terminar la pieza de los mellizos.


Cuando estaban pintando las nubes en las murallas de la habitación, Santana le preguntó de pronto a Brittany:

―¿Te gusta esta casa?

Brittany la miró extrañada.

―Sí, me gusta mucho, ¿por qué?

―Bueno, no sé, estaba pensado que esta pieza solo será por un tiempo para los mellizos, luego cada uno tendrá que tener su habitación, ¿no crees?

―Sí, claro y qué tiene que ver con que me guste esta casa.

―Que necesitamos una casa más grande.

Brittany se quedó callada, mirando a la morena con los ojos muy abiertos. Hasta que fue capaz de contestar.

―A mi me gusta esta casa, me encanta este barrio. No quiero ni puedo comprar otra casa.

―Pero yo si puedo.

―San qué es lo que pretendes.

Santana la acercó más para mirarla fijamente.

―Mira Britt, pretendo no alejarme más de ti, pretendo que mis hijos tengan un buen y espacioso lugar donde vivir, pretendo tener más hijos contigo. Eso es lo que pretendo hacer.

A Brittany un calor le recorrió por el cuerpo.

―Pero Sanny…no pensé que tú…

―No Britt, no quiero ni puedo separarme de ti y de mis hijos.

―Esta es mi casa y me encanta.

―Bien, pero piensa, los mellizos crecen y cuando tengamos a otro bebé nos faltaran cuartos. Sé que este es un buen barrio para criar niños, podemos buscar algo más grande en este mismo sector.

―No sé qué decir…

―Lo que yo creo es que tenemos tres alternativas: la primera, es que vamos a vivir a mi departamento, pero no me gustaría que los mellizos se criaran encerrados en un edificio. La segunda, es buscar otra casa más grande cerca de aquí. Y La tercera, es hacer una remodelación en esta misma casa que tanto te gusta, puedo decirle a Kitty que me ayude con eso.

Brittany solo era capaz de mirar los hermosos ojos de Santana, estaba muda, todo había pasado tan rápido, que su cerebro era incapaz de pensar.

―¿No quieres vivir conmigo rubia?

―No es eso, es que todo lo que estás diciendo me ha pillado de sorpresa.

―Te lo dije, ahora no te vas a librar de mí nunca más. Además no quiero que tu hermana me mate porque no estoy asumiendo mi responsabilidad de protegerte. Tú sabes que ella me tiene entre ceja y ceja―le dijo acariciándole la mejilla y besando suavemente sus labios―Te amo Brittany, te amo demasiado como para pasar otro día sin ti a mi lado. Así que tú decides.

―Creo que lo de la remodelación no es tan mala idea. Hay suficiente terreno como para un par de habitaciones más y aun así quedaría un patio grande.

―Bien, entonces mañana hablaré con mi prima para que se ponga a trabajar en este proyecto.

―Perfecto... pero pienso que estaremos viviendo en concubinato, ¿sabes?―soltó con una sensual sonrisa.

―Ah no, yo te dije una vez, si te querías casar conmigo la que tendría que proponerlo serías tú. Yo no paso otra vez por un rechazo como el de la otra vez. Así que, mientras no escuche tu proposición, viviremos en pecado.

Rieron con ganas y volvieron a besarse, está vez con más pasión.

Santana vio la hora y le dijo a Brittany que se vistieran ya que almorzarían en casa de su mamá para darles las buenas noticias.



La mamá y la abuela de Santana no cabían en si de felicidad.

Más tarde se les unió Emily, quien daba saltitos por toda la casa, cuando supo la noticia de que su adorada hermana y Brittany estaban juntas nuevamente.


Ese día el almuerzo tuvo un sabor especial para Santana.

Estaba con Brittany otra vez, todo estaba volviendo a su curso. Ahora solo debían llegar los mellizos y su vida podía ser perfecta.







Brittany se encontraba en su cuarto preparando un bolso para llevarse al hospital.

Le habían programado una cesárea para el día siguiente. Faltaba muy poco para conocer a los bebés. Estaba muy ansiosa, pero Santana estaba peor que ella.

―¿Segura que tienes todo?

―Sí Sanny, todo.

―¿Revisaste bien?

―Claro San. Dos veces.

―¿Necesitas algo más?

―No, nada.

―¿Segura rubia? Revisa otra vez.

―San, te he dicho que ya revisé dos veces.

―Pero puede que se nos olvide algo y nos demos cuenta cuando estemos en el hospital.

―Santana, escucha. Sé que estás nerviosa, yo también lo estoy, ¿sabes?, pero ya revisé dos veces las cosas y no falta nada.

Santana se sentó en la orilla de la cama y se pasaba las manos por la nuca.
―Disculpa Britt, no sé qué me pasa.

―Estás nerviosa y es normal, mañana verás a tus hijos, pero necesito que te calmes, porque me estás poniendo más nerviosa de lo que ya estoy. Y la que va a dar a luz soy yo y se supone que esté calmada. Cuando seas tú la que dé a luz ahí podrás ser tú la que pierda la calma.

―Lo siento Britt-Britt, trataré de calmarme.

―Eso espero San, o cuando entremos en el hospital, yo me voy a pabellón y tú te vas internar con un colapso nervioso.

―Está bien. Voy a hacer todo lo posible para relajarme.

―Eso es, te quiero muy relajada. Ahora vamos a la cocina y comamos algo. Este es nuestro último día a solas, mañana seremos cuatro.





Al día siguiente, Brittany fue internada en la maternidad del hospital, donde dentro de unas horas, le realizarían una cesárea programada.

Entró en el cuarto que le indicaron y la enfermera le puso una pulsera con su nombre y fecha de ingreso. Ella le indicó que se cambiara la ropa que traía puesta por la bata del hospital.

Santana observaba todo, parado al lado de Brittany, sin emitir ni una sola palabra.

Brittany se acostó en la cama como le indicó la enfermera, ésta le comenzó a tomar sus signos vitales.

La enfermera salió de la habitación y regresó dos minutos después con una bolsa de suero y le colocó la vía a Brittany.

―Señorita Pierce, el doctor vendrá a examinarla pronto ¿Necesita algo más?

―No nada. Muchas gracias.

La enfermera salió, Santana y Brittany se quedaron solas hundidas en un largo silencio.

―¿Qué pasa Sanny?

―Nada. Por qué lo preguntas.

―Porque desde que entramos en el hospital no has abierto la boca cariño.

―No quiero ponerte nerviosa.

―Sanny ya estamos aquí, dentro de poco estaremos en pabellón y esto se habrá acabado.

―Lo sé Britt, lo sé. Es solo que deseo que todo pase pronto. No aguanto más.

―¿Quieres que le pida al médico que te de algo para los nervios?

―No.

―¿Segura que quieres entrar conmigo a pabellón?

―Segurísima. Eso no me lo pierdo por nada.




Media hora más tarde entró en la habitación el médico de Brittany.

La revisó, le dijo que todo estaba bien y que dentro de una hora más el pabellón estaría listo para ella y sus mellizos.

En la sala de espera estaban la mamá, la abuela y la hermana de Santana, la hermana y la cuñada de Brittany.

Marley le dijo el día anterior que no iría a verla ese mismo día por si aparecía Kitty y su amiga le dijo que la entendía perfectamente.

Todos estaban ansiosos por ver pronto a los bebés.


Llegó la hora de ir hasta pabellón a Santana le hicieron cambiarse ropa para que entrara y acompañara a Brittany.

A Brittany le pusieron la anestesia, Santana se ubicó al lado de Brittany y le tomó una mano entre las suyas. En ese momento el médico hacía ingreso en la sala dando instrucciones.

Todo estaba listo y dispuesto para que los bebés López-Pierce llegaran a este mundo.

El médico hizo la primera incisión sobre el vientre de Brittany y comenzó con la cesárea.

Para Brittany el tiempo se hacía eterno, solo quería que el médico se apresurara y sacara a sus hijos.

―Aquí viene el primero―dijo el doctor―Mamá, ¿vas a cortar el cordón?

Santana asintió, el médico sacó al bebé y lo colocó sobre el pecho de Brittany.

―Es una niña―dijo el médico y le pasó la tijera a Santana para que cortará el cordón.

Brittany lloraba al ver a una pequeña bola de carne amoratada y ensangrentada.

Luego el médico tomó a la bebé y esta comenzó a llorar, su primer llanto. Luego se la pasó a una enfermera.

―Ahora vamos por el varón―dijo y después de hacer el mismo procedimiento, salió el niño.

Santana repitió el proceso y cortó el otro cordón.

―Bien Brittany, tus hijos ya están aquí, ahora nos ocuparemos de ti.

―Gracias doctor―decía Brittany mientras seguía llorando al escuchar el llanto de sus bebés―Ve con ellos Sanny. Ve y mira cómo están.

―Te amo Brittany―le dio un beso rápido―Voy con los bebés.

Santana se acercó hasta donde los bebés que eran revisados por el pediatra y las enfermeras.

Se paralizó sin saber si reír o llorar, estaba tan contenta de ver por fin a sus hijos, que la emoción la embargaba por completo.

Agradeció al cielo por no haber muerto en el accidente para poder vivir este momento y sobre todo agradeció por poder vivirlo con el amor de su vida, Brittany.

Con un nudo en la garganta caminó hasta donde los mellizos, acercándose lentamente, llegó junto a su pequeña hija, rozó con sus dedos la diminuta mano de su bebé y sintió miedo.

Miedo de no ser una buena mamá para ellos, miedo de no poder darle lo que sus bebés necesitaran, miedo de no poder evitarles algún dolor a sus pequeños.

―Están perfectos―dijo el pediatra distrayéndolo de sus pensamientos―¿Quiere cargar a sus hijos señorita López?

Y el miedo volvió.

Pensaba, cómo ella, una torpe mujer de más de un metro sesenta y cinco, se iba a desenvolver con una cosa tan pequeña entre sus manos.

Pero cuando la enfermera se acercó con su pequeño envuelto en una mantita, el instinto afloró en ella, Santana abrió los brazos para recibir al pequeño cuando la mujer lo puso entre ellos.

Lo acunó, lo miró, maravillándose de cada facción del pequeño y rozagante varoncito.

Luego fue el turno de su niña y Santana sintió que se volvía a enamorar.

Su pequeña princesa era hermosa. Ella sería la perdición de algún hombre o mujer más adelante y eso le puso celosa.

Pensó que si la pequeña tenía el carácter de su rubia mamá, pobre del que se enamorara de ella.




Brittany ya estaba en su habitación de hospital.

Dentro de poco traerían a sus bebés y podría recibir visitas.

Santana entró y se quedó mirándola, ella tenía sus preciosos ojos vidriosos, lo que le indicaba a la rubia que había estado llorando. Se acercó y la besó lentamente.

―¿Te he dicho que te amo Britt-Britt?

―Creo que hoy me los has dicho solo unas cincuenta veces―sonrió.

―Entonces te lo vuelvo a decir hasta que te canses, te amo Brittany.

―Nunca me cansaré de escucharlo de tu boca Sanny y espero que tú no te canses de oírlo, porque te amo mucho abogada.

Santana volvió a besarla, ahora con más pasión y deseo que les recorrió de pies a cabeza, pero Brittany fue la que a su pesar, tuvo que romper el contacto.

―¡San! cálmate. Estás besando a una mujer que apenas se puede mover. No es justo que vengas y me beses así.

―Lo siento, pero la combinación de tú y una cama, aunque sea de hospital, me nubla la mente.

―Bueno querida abogada, le voy avisando que tendrá que comportarse, porque nos espera la cuarentena.

Santana abrió mucho los ojos y justo cuando iba a replicar algo, la puerta de la habitación se abrió, dejando a la vista a una enfermera que entraba con una cuna en la que venía su hijo plácidamente dormido.

Le seguía otra enfermera más llevando otra cunita que traía a su hija.

Las enfermeras le acercaron las cunitas a Brittany y después de darle algunas indicaciones para que alimentara a los bebés salieron de la habitación para dejar a solas a la pareja con sus mellizos.

―Britt, ¿has pensado en que nombre les vamos a poner?

―La verdad, es que he pensado en tantos y en ninguno, que no sé.

―Yo tengo un bloqueo mental, así es que no soy de mucha ayuda hoy.

Brittany miró a su niño que tenía a su lado y al cual le acariciaba su regordeta y rosada mejilla. De pronto un susurro salió de su boca.

―Santiago.

Santana la miró cuando escuchó el susurro.

―¿Qué dijiste rubia?

―Santiago. Así se llamará este hermoso hombrecito.

―¡Santiago López-Pierce!, me gusta―dijo Santana sonriendo―Es nombre de un buen beisbolista.

―San―la regañó Brittany―No empieces, que el bebé tiene apenas unas horas de nacido y tú ya estás pensando en su carrera.

―Lo siento, solo pensaba en voz alta―rió y se acercó a la cuna para tomar entre sus brazos a su pequeña―Y a esta preciosa señorita, ¿cómo le llamaremos?

Santana miraba embelesado a su preciosa hija y después de un rato de pensar lo decidió.

―Lo tengo, esta pequeñita se llamará Susan.

―Susan―Brittany pronunció el nombre, saboreándolo en sus labios―Me encanta, será Susan entonces.


Recibieron la visita de toda la familia.

La abuela de Santana fue la que más se emocionó al conocer a sus bisnietos.

A Brittany le dieron el alta después de pasar unos días en el hospital y volvió junto con sus hijos a su casa.



Santana resultó ser una buena mamá.

Ayudaba en todo lo que la rubia le pedía, adoraba a sus hijos y disfrutaba como una niña más con ellos.

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Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Capitulo 33

El día domingo, como cada semana, Brittany, Santana y los mellizos se subían a su auto y salían en dirección a la mansión López.

Almorzaban cada domingo con la familia de la morena.

Para la mamá y la abuela de Santana los pequeños mellizos eran su adoración y los consentían en todo.

Los hermanos Santiago y Susan, ya de seis meses, eran el centro del universo en esa inmensa casona.

Pasaban de los brazos de su abuela, a los brazos de la bisabuela hasta los brazos de la tía Emily.

El pequeño Santiago tenía las facciones de su morena mamá, el cabello morena, pero los ojos azules de su rubia mamá.

Mientras que Susan tenía una pelusa rubia cubriéndole la cabeza, algunas facciones de su rubia mamá, como la respingada nariz, pero los hermosos ojos oscuros de su morena mamá.

Los mellizos eran una mezcla perfecta entre Santana y Brittany.



Luego de un rico almuerzo en familia, al cual se habían unido Kitty y sus padres, Brittany y Santana tomaron a sus hijos y subieron con ellos a la antigua habitación de Santana para que durmieran una siesta.

Santiago decidió que ese era un buen momento para vomitar sobre el hombro de su mamá más alta. Ésta dejó a los mellizos con Santana, se ocuparía de hacerlos dormir, mientras Brittany entraba al baño a lavarse y cambiarse ropa.

Santana se acostó en el centro de la cama abrazando a un bebé a cada lado. Encendió el televisor y buscó el canal de dibujos animados hasta que lo encontró.



Media hora después Brittany salía del baño y se acercó hasta la cama y se le encogió el corazón ante la imagen que estaba mirando en ese momento.

Santana dormía profundamente con la boca entreabierta, mientras que Santiago y Susan miraban los dibujos animados en la televisión, con los ojos muy abiertos.

Mientras veía a su familia, Brittany pensó que no podía imaginarse una vida sin Santana, sin su sexy y testaruda abogada nada tendría sentido.

Santana y sus bebés eran la mayor bendición que podría recibir en esta vida.

Mirándola ahí dormida, repasó todos los momentos vividos con su morena.

Todo el camino recorrido hasta ese momento. Pensó en lo que tendría que hacer esa tarde, porque ella quería envejecer junto a esa linda y sexy morena.

Brittany se acurrucó junto a sus tres amores, hasta que los bebés se durmieron y ella salió de la habitación, debía encontrar las palabras correctas para lo que iba a decir.




Dos horas más tarde, Santana era despertado por el llanto de Santiago, quien asustó a su hermana y la despertó.

Brittany corrió escaleras arriba para llegar al rescate de Santana. Luego de darles de comer y mudarlos los bebés se calmaron.

Los cuatro bajaron juntos al salón familiar, donde estaba el resto de la familia, que compartían animadamente.

Brittany que tenía a Santiago en su regazo, se levantó para dárselo a Emily y se encaminó hasta entrar en la cocina.

Un minuto después, salía acompañada de la mujer de servicio de la casa, que llevaba una bandeja con copas llenas de champagne. Todos la miraron extrañados por las copas y la actitud de Brittany.

―¿Britt qué pasa? ¿Se nos olvidó celebrar algo?―le preguntó Santana, que estaba curiosa por saber qué se traía la rubia entre manos.

―Sanny―se aclaró la garganta―Quiero que te quedes aquí a mi lado y les pido a todos que escuchen lo que tengo que decir. Solo les robaré un minuto por favor.

Nadie entendía nada, todos se miraban unos a otros, intrigados por saber qué haría Brittany.

Sus manos sudaban así es que las pasó por sus pantalones para secarlas. Tomó una honda respiración para comenzar con su monólogo.

―Bien aquí voy―miró a Santana que estaba confundida aún―Hace un poco más de dos años conocí a Santana y aunque en un principio intenté escaparme, me fue imposible.

Le sonrió a Santana y ésta le devolvió la sonrisa con adoración.

―Pero aquí estoy―continuó―Mirando a esta maravillosa y hermosa mujer, que aunque a veces me saca de quicio y quisiera asesinarla con mis propias manos, lenta y dolorosamente, amo con toda mi alma...

Tomó las manos de Santana entre las suyas y volvió a mirarla fijamente.

Para la morena todo lo que las rodeaba desapareció en ese momento, solo eran ellas dos en ese salón.

―Santana, me has dado tu amor, me has dado dos hijos maravillosos y después de ver cómo te comportas con ellos, sé que serás una excelente mamá. Una vez me propusiste que agrandáramos mi casa con dos habitaciones más para nuestros hijos. Te propongo que la agrandemos en cuatro cuartos más.

Santana frunció el ceño.

―No solo quiero tener a los mellizos contigo, si no que todos los hijos que podamos tener. Quiero despertar contigo cada día que me queda de vida, quiero pelear y quiero reconciliarme contigo. Eres mi amiga, mi compañera fiel, esa a quien le confiaría mi vida y aprovechando que está tu mamá aquí, mirando a esta loca mujer que le declara su amor a su hija mayor, que es la mujer de mi vida, quiero hacerte una pregunta: Santana, ¿quieres casarte conmigo?

El silencio se hizo en esa habitación, si alguien hubiera tirado un alfiler se abría escuchado como un estruendo.

Santana miraba a Brittany, esta la miraba ansiosa.

Kitty y su papá sonreían.

Maribel estaba paralizada con las manos en la boca, la abuela de Santana lloraba en silencio, Emily tenía sus ojos y la boca muy abiertos.

Ni siquiera los bebés emitieron un ruido.

La única que estaba con el ceño fruncido era la bruja de los hielos de la mamá de Kitty.

Santana seguía sin pronunciar ni media palabra.

Estaba emocionada después de escuchar aquella hermosa declaración de amor.

Su corazón brincaba de alegría.

―Sí Brittany―le susurró―Mil veces sí. Me quiero casar contigo hoy mismo si tú quieres.

Brittany se colgó al cuello de su amada y la besó con adoración.

Todos los que estaban presenciando la escena comenzaron a reír y aplaudieron por la felicidad de la pareja.

Kitty se acercó a su prima para felicitarla. La abrazó y le dijo al oído:

―Estás frita.

―¿Qué dices prima?

―Ahora te pasarás al bando de las personas casadas. Estás frita.

―Kitty, yo estoy frita desde el día en que vi por primera vez a Brittany, en la pista de ese club al que me llevaste y estoy feliz. Tú deberías pensar en hacer lo mismo.

―Ni loca, yo sigo con mi vida. Lo único que siento es que pierdo a mi compañera de juergas.

―Cuando te enamores de verdad, las juergas pasaran a ser nada en tu vida.

―Te aviso cuando eso pase, pero puedes esperar sentado.

―Lo que tú digas prima, lo que tú digas.

Kitty pensó que solo una vez se había sentido así y había sido cuando estaba con Marley. Con ella todo lo demás desaparecía, pero como había sido una cobarde, ahora estaba sola, sin saber si alguna vez volvería a sentir lo mismo.

Maribel se acercó a su hija para besarla y felicitarla.

Estaba feliz con aquella noticia.

Mil ideas pasaron por su cabeza para organizar la boda de Santana.

―Bien hija, pongamos la fecha, así nos ponemos a trabajar en ello.

―No sé mamá, por mi sería mañana mismo, pero creo que Britt debería poner la fecha.

―Qué dices querida ¿Qué fecha sería la mejor para que realicemos esta boda?

―Dos meses―dijo Brittany con seguridad―Dentro de dos meses quiero ser la señora López-Pierce.

―¿Dos meses?―Maribel no podía creer lo rápido que sería todo―No crees que es muy poco tiempo, hay que hacer las invitaciones, tu vestido, la recepción y…

―Mamá, Britt y yo desearíamos que fuera todo más íntimo. Solo con la gente importante para nosotros.

―Sí Maribel, algo pequeño y si no te importa me gustaría hacerlo aquí, en el jardín junto a la piscina.

―Claro, me encantaría que celebráramos la boda aquí, pero creo que dos meses es muy poco tiempo.

―Maribel mi familia es pequeña, aparte de ellos solo invitaré a unas personas más. No se a cuantas invitaran San, pero lo que si quiero, es que sea algo con quienes nos quieren, no con gente que tengamos que invitar por compromiso.

―Está bien mi querida. Lo haremos en dos meses.


Brittany llamó a su amiga para contarle las buenas nuevas y esta gritaba de alegría.

―Pero como te demoraste en decidirte, esa pobre mujer iba a envejecer esperándote.

―Ya, es que tú sabes que ese tema era un poco delicado para mí, pero no podía dejar escapar a San.

―Me alegra Britt. Estoy feliz porque hayas superados tus miedos y encerrados a los fantasmas de tu pasado.

―Sí amiga yo también estoy contenta con eso. Ahora tengo que pedirte algo.

―Claro, lo que sea, dime.

―Mar, quiero que seas mi dama de honor.

―Por supuesto que sí amiga. Si yo me casara, también te pediría que fueras mi dama de honor.

―Sé que para ti esto es incómodo Marley, tendrás que ver a Kitty, ella es la dama de honor de San y…

―No te preocupes amiga, es tu boda y estaré ahí, nada ni nadie me lo impedirá. Además lo de Kitty ya pasó hace tiempo. Está superado.

―¿De verdad?

―Sí de verdad. Además, de seguro que Santana invita a alguno de sus amigos abogados, ¿quién quita que encuentre a alguno que me interese?

―Ay amiga, ojalá encuentres a alguien que te haga olvidar a Kitty.

―Yo también pido lo mismo Britt, pero ahora no hablemos de ella y pensemos en tu vestido.

―Mañana me acompañas para probarme algunos a ver si encuentro el mío.

―Claro amiga, mañana nos vamos de compras.

―Gracias Mar. Ahora te dejo, nos vemos mañana.



Faltaban dos semanas para la boda, Brittany y Santana tenían todo listo gracias a la ayuda de Maribel, quien era una excelente organizadora.

La boda sería algo íntimo, además de la familia directa de cada una, Brittany invitaría a su mejor amiga, a su jefe y a algunas chicas que trabajaban en la revista con ella.

Mientras que Santana invitó a los socios de la firma y a unos cuantos colegas abogados que trabajaban para ella.


A Brittany y su inseparable amiga Marley, les costó semanas dar con el vestido de novia perfecto para la rubia.

Recorrieron muchas tiendas y a Brittany nada le gustaba.

Cuando ya se daban por vencidas llegaron a la última de las tiendas que tenían para recorrer hasta que lo encontró.

El vestido era strapless, tipo sirena, que se ajustaba como un guante a sus curvas. El vestido era de un precioso encaje color blanco, pero lo que más le gustaba a Brittany, era el detalle que cruzaba la cintura del vestido, que era una faja en color rojo.

Cuando vio eso, decidió que ese era su vestido.


Todo ese día fue una locura de compras, las amigas entraban de tienda en tienda, Brittany compró zapatos, que combinaban con el vestido de novia y
cuando entraron en la tienda de lencería, compró un regalo para Santana.

De seguro su amada abogada adoraría el conjuntito.


Luego de haber comprado todo lo que necesitaba, Brittany fue a casa de Maribel donde la esperaban Santana y los mellizos.



Dos días antes de que se realizara la boda, las amigas de Brittany decidieron hacerle la despedida de soltera.

Marley, Rachel, Emily, Tina y Mercedes componían el grupo que, esa noche, se encontraba dentro de una limusina y se dirigían a casa de Brittany para buscarla , de ahí se irían a algún club para celebrar las últimas horas de soltería de la rubia.

Santana estaba en el dormitorio de los mellizos haciéndolos dormir, esa noche ella se quedaría cuidando a sus hijos.

Brittany entró en el cuarto y la morena se quedó paralizada mirándola.

―Creo que debería amarrarte a la cama y no dejarte salir con ese vestido―le dijo en un susurro para no despertar a los mellizos.

Tomándola de la mano la sacó de la habitación.

―¿No te gusta mi vestido? Qué pena porque a mí me encanta.

El vestido de Brittany, era un corto trozo de tela de lentejuelas doradas, además llevaba puestos sus altísimos tacones negros, que hacían que luciera piernas más largas, su hermosa melena dorada ese día la llevaba aprisionada en una larga trenza.

―Me encanta y ese es el problema. Todas las personas te van a mirar. Creo que debería ir contigo esta noche―Santana la tomó por la cintura y comenzó a besarle el cuello.

―Sanny, recuerda que no importa que otros me miren con este vestido, solo tú eres la elegida de poder mirar cuando me lo quito.

―No digas eso, que ya te estoy imaginado desnuda y así menos te voy a dejar salir de esta casa.

En ese instante sonó la bocina de la limusina que esperaba a Brittany. Besó a Santana y esta la acompañó escaleras abajo hasta la puerta de entrada.

Se volvieron a besar en el umbral de la puerta y Santana vio como Emily y Marley se asomaban por el techo corredizo del vehículo.

―Hasta luego San. Nos vemos.

―¡Suéltala ya hermana!―le gritaba Emily―¡No queremos hacer esperar a los strippers!

―¡No la esperes despierta, mañana te la devolvemos si ella quiere!―decía Marley.

―Pórtate bien Britt-Britt―la volvió a besar y la dejó ir.

Santana vio cómo su rubia se alejaba, mañana sería la despedida de soltera que le había organizado Kitty y Emily, quien claramente también estaría en esa despedida de solteras.

Aunque Santana preferiría quedarse en casa con Brittany y celebrar sus últimas horas de soltera con la rubia que con un grupo de personas que tomaban como kosakos.



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La limusina llegó a un exclusivo club donde las chicas entraron y se dirigieron al sector VIP.

Brittany llevaba una corona con un pequeño velo lo que indicaba que ella era la novia.

Llegaron a su mesa y de inmediato llegó una cubeta con champagne para celebrar a Brittany. Ahí se quedaron las chicas bailando y riendo sin que nadie las molestara.

En una esquina, oculto en las sombras, un par de ojos observaba al grupo de chicas.

Con el corazón palpitando a mil, tenía la mirada fija viendo cómo bailaban y reían, pero su mirada seguía en especial a una.

Una que ese día llevaba un vestido azul eléctrico de un solo hombro, su liso pelo castaño bailaba con cada movimiento que la chica hacia, su sensual flequillo le llegaba hasta los ojos.

Estaba maravillosa.

Pensó en acercarse, pero no quería arruinarle la noche a Brittany. Se quedaría ahí oculta, espiándola, hasta que la castaña se fuera o hasta que ella no aguantara más esa tortura.

Kitty hace mucho que no la tenía tan cerca, hace tiempo que no se veían y pensaba que el sentimiento por castaña había disminuido, pero no fue así.

Verla le quemaba la piel, le cortaba la respiración, odiaba esa sensación de no poder tenerla.


Luego de pasar unas horas espiándola, se tomó de golpe su trago y decidió que era hora de irse.

Kitty la miró una última vez y salió del club.

Esa noche Marley volvería a colarse en sus sueños.





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Brittany llegó de madrugada a su casa, si bien había bebido no estaba ebria, pero si un poco feliz a causa del champagne.

Entró en la casa riendo, había bailado hasta que no le dieron los pies. Se sacó los zapatos en la entrada y se dirigió hasta la cocina.

Sus amigas le habían entregado una bolsa de regalo, que le dijeron, abriera cuando llegara a casa. Dejando la bolsa en la mesa de la cocina se giró y sacó una botella de agua desde el refrigerador.

Abrió la botella y le dio un gran sorbo.

Miraba fijamente la bolsa, y se preguntaba qué le habrían regalado sus amigas.

Estaba abriéndola cuando Santana entró en la cocina.

―¿Qué haces despierta Sanny?

―No puedo dormir si no estás a mi lado―se acercó por detrás y la tomó por la cintura para besarla en la nuca.

―¿Cómo estuvieron esos strippers?

―Uff, ni te imaginas, estaban buenísimos, había uno que…

―¡Ya! no quiero escuchar cómo mirabas a un hombre―Santana comenzó a besarle y mordisquearle el cuello―¿Qué es eso?

―No lo sé, es un regalo que me hicieron las chicas.

―Ábrelo, veamos qué es.

―Está bien.

Brittany abrió la bolsa y comenzó a sacar uno por uno los artículos que estaban dentro.

Lo primero que sacó fue un antifaz, luego un aceite para masajes con aroma de fresas, un corsé de látex negro, un tanga a juego y por último un par de esposas.

―Creo que esas las conozco―susurró Santana en el oído de la rubia, para luego morderle el lóbulo.

―Creo que nos divertiremos mucho en la luna de miel.

―¿Tú crees que voy a poder esperar a la luna de miel? Lo siento rubia, necesito que te vistas de látex ¡ya!

Subieron corriendo la escalera, hasta llegar al dormitorio, donde le dieron un buen uso al regalo de Brittany.



Al día siguiente, Santana estaba esperando a su prima y hermana que le tenía preparada la despedida de soltera.

Estaban en la cocina con Brittany conversando.

―San, trata de no beber demasiado por favor, que mañana no te quiero con resaca en la boda.

―No te preocupes me voy a comportar.

―También cuida a Kitty, quiero que mañana esté impecable en el altar.

―Solo respondo por mí Britt, ella es grande para tener una niñera.

―Lo sé, pero nada cuesta con pararlo si vez que esta bebiendo mucho.

―No te preocupes, mañana estaremos las dos impecables. Además no creo que Em nos deje hacer nada.

Santana se despidió de su mujer y salió al encuentro de su prima.


Llegaron al club de strippers donde las esperaba un grupo de personas.

Bebieron y a Santana le regalaron un baile de una de las chicas que ahí trabajaba. La chica bailó sobre la mesa, pero aunque la morena sonreía, no estaba a gusto en ese club, miraba a sus amigos y a su prima que gozaban con cada movimiento de la bailarina.

Pensó que ellos eran solteros y solteras y no tenían a una hermosa y sexy mujer esperando en su cama, por eso les excitaba aquel baile, pero a ella su mente la ocupaba su rubia. Emily era la única que estaba igual que ella.


Luego de unas horas de compartir con sus camaradas decidió que era hora de volver a casa, quería pasar sus últimas horas de soltera sobre el cuerpo de Brittany, o bajo el cuerpo de ella, o contra la pared o todas las anteriores.

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