[Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo

Capitulo 7

Marley era la clase de chica que podía ver con Santana.

Ella tenía más sentido.

Era el tipo con el que la morena habría funcionado. La hubiera traído de regreso a Sea Breeze una y otra vez.

Yo no.

Yo era la aventura.

Pasé la mayor parte del juego animando al chico de Mike, Biff, y empujando esos pensamientos a la parte trasera de mi mente.

Marley fue la única de la élite de la multitud de Sea Breeze que me dio una oportunidad. El resto elevó sus narices al aire y me trató como... la hija de una stripper.

Marley era diferente.

Al igual que su hermana, Quinn.

Ellas aceptaban a todo el mundo.

Así que me negué a tener celos de que Santana saliera con Marley. De todos modos, nosotras solo pasábamos el rato.

Se iría pronto.

Biff atrapó un pase, olvidé mis problemas y salté a animar. Mike se hallaba abajo en el campo al lado del entrenador. Cuando Biff llegó corriendo a la línea lateral, corrió directamente hacia él y lanzó los brazos a su alrededor.

Sentí un nudo formarse en mi garganta, y mis ojos se humedecieron.

Los hermanos menores de Kitty sufrieron mucho cuando su mamá estaba viva. La única razón por la que sobrevivieron fue porque ella se aseguró de cuidarlos.

Hizo cosas que probablemente nunca se perdonaría a sí mismo con el fin de proporcionarles lo que necesitaban.

Kitty bajó corriendo las gradas hacia el campo mientras animaba y gritaba.

De alguna manera ellos hicieron que todo esto funcionara, y ver las sonrisas de felicidad en los rostros de los niños haría que a cualquiera se le llenaran los ojos de lágrimas.

Mike y Tina eran excelentes padres.

Levanté la mano y limpié la lágrima que cayó, antes de volver a sentarme al lado de Santana. Podía sentir sus ojos en mí, la miré y sonreí. La curiosa expresión en su rostro me confundió.

Regresé mi atención al campo.

―Cuando esto termine, ¿quieres ir a buscar algo de comer?―preguntó Santana.

Mirando hacia la morena, decidí que no había nada que prefiriera hacer.

Apegarme demasiado a esta chica no era algo que pudiera hacer, pero me gustaba pasar tiempo con ella.

No trataba constantemente de toquetearme, y no me hablaba como si estuviera por debajo de ella.

Era tan dulce en público como lo era en privado. Y parecía que yo le gustaba.

En realidad se reía de mi sarcasmo y entendía cuando bromeaba. No rodaba los ojos o me ignoraba.

Era una experiencia única.

―Sí, suena bien―contesté.

Sonrió y volvió su atención al campo.

―Oh, oh, Britt. Es posible que desees ir a buscar a Mike―dijo Marley en tono preocupado.

La miré.

―¿Qué?―pregunté.

Su ceño se centraba en algo o en alguien más. Seguí su mirada para ver a Casey caminando por el estacionamiento al lado de Carrie, que sostenía la mano de su pequeño niño.

Apenas caminaba ahora.

Casey casi nunca iba a ninguna parte con Carrie y su hijo. Normalmente, sólo la veía con el pequeño.

Que yo estuviera aquí con Santana y ella estuviera aquí con Carrie era un drama que no quería esta noche.

―¿Qué pasa?―preguntó Santana.

Saqué la mirada de mi ex y su pequeña familia.

―¿Estás lista para ir a comer ahora?―pregunté.

Era el comienzo del tercer cuarto, pero quedarse era una mala idea. No quería explicarle lo de Casey a Santana.

―Estoy hambrienta―repliqué, parándome y tomándolo del brazo para tirar de ella y levantarlo también.

Se puso de pie junto a mí de buena gana.

Traté demasiado de no dejar que mi mano permaneciera en su brazo por mucho tiempo. Su piel bajo mi palma era una pequeña distracción, así que dejé caer mi mano.

―Nos vemos más tarde, Marley. Hazle saber a Mike y a Tina que tuve que irme.

Ella asintió y me dio una sonrisa comprensiva.


Cuando llegamos a la parte inferior de las gradas, miré para verificar si Casey me vió.

O peor aún, si Carrie lo hizo.

Ella me odiaba y era muy verbal con su odio hacia mí. No quería estar cerca de eso con Santana aquí para verlo y escucharlo.

―¿Me dirás lo que sucede, o tendré que adivinar?―dijo Santana cerca de mi oído.

La mirada de Casey me encontró en ese momento. Dejé de caminar y tomé la mano de Santana.

Mierda.

La ira en la mirada de Casey no era buena.

Este sería un gran lío.

Me giré hacia Santana.

―La chica de la camioneta que golpeé. Está aquí―expliqué.

Los ojos de Santana se ampliaron, y luego una sonrisa se formó en sus labios.

―Lo bueno es que no conduje el Porsche.

Esto no era divertido.

¿Por qué tenía que lucir tan condenadamente sexy y divertida?

―Sí, bueno, ella sabe que fui yo. Vámonos.

La mano de Santana encontró la mía, sorprendiéndome. Miré hacia nuestras manos mientras sus dedos se enlazaban entre los míos.

¿Qué hacía?

―Estarás bien. Te lo prometo―dijo con una voz firme y calmada que me tranquilizó.

Incluso si ella no sabía qué tan como loca podría ponerse Casey.

―Gracias―susurré, enderezándome mientras caminábamos hacia el estacionamiento.

Casey dejó de caminar. No haría contacto visual con ella.

Tal vez solo nos dejara pasar sin decir nada.

Santana no pronunció palabra mientras nos acercábamos, pero la mirada acalorada de Casey parecía hacer un agujero en mi cabeza.

Estaba enojada.

Ni siquiera miré a Carrie. Sabía que ella gritaría si le daba alguna razón para pensar que quería a Casey.

Escuché el gruñido enojado de Casey.

―Cállate.

Fantástico.

Carrie decía algo sobre el que yo estuviera aquí.

Aceleré mi paso y Santana tensó su agarre en mi mano, pero se negó a caminar más rápido. Me obligó a mantener su ritmo constante.

―Toma al bebé, Casey. Lo digo en serio. Si hablas con esa zorra, me iré. No lo toleraré. Lo juro―Carrie hablaba lo suficientemente alto como para que las personas que nos rodeaban la escucharan.

Le encantaba hacer escenas.

―Cállate, perra―rugió e hice una mueca.

Sabía cómo se sentía eso. Las palabras de enojo de Casey.

También sabía cómo se sentía su puño. Seguramente ella comprendió que el que estuviera enojada no era seguro.

―Discúlpenos―dijo Santana suavemente mientras caminábamos por delante de ellos.

Santana me trasladó a su otro lado para interponerse entre ellas y yo. Ni siquiera fue obvio, lo hizo con una casual facilidad.

―¿Quién diablos eres?―demandó Casey, pensé que Santana la ignoraría.

Pero no lo hizo.

Se detuvo, y me movió para que estuviera detrás de ella antes de girarse para mirar a Casey.

―¿Perdón?―respondió.

El borde de advertencia en su voz me sorprendió. Santana siempre era muy agradable y de trato fácil.

Casey dio un paso hacia nosotras, y traté de colocarme frente a Santana pero su mano se aferró a mí con fuerza mientras me jalaba detrás de ella.

La única forma de poder liberarme, era si me sacudía y la empujaba. No haría eso a menos que necesitara evitar que Casey lo golpeara.

―Pregunté quién demonios eres―gruñó.

―No veo cómo eso es asunto tuyo―respondió Santana.

Las manos de Casey se volvieron puños a sus costados y su rostro se puso rojo.
―Britt es mi asunto, y si no quitas tu jodida mano de ella ahora, voy a arrancarla de tu cuerpo.

Bueno, tenía que hacer algo.

Carrie le gritaba y Casey estaba a punto de darle una bofetada a ella o una a Santana.

―La última vez que comprobé, Britt no era tuya advirtió de repente la voz de Finn―No ha sido tuya desde hace mucho tiempo. ¿Por qué no tomas a tu bebé y a su mamá y sigues de largo antes de que yo te recuerde quién carajo son sus amigos?―miré hacia atrás para ver su expresión fría y bastante aterradora centrada en Casey.

―No te metas en esto, Finn. No es tu mierda―gruñó Casey.

―Por un año he buscado una razón para romperte la cara, sim importarme que seas una mujer, por que como actúas no lo parece. Continúa y hazme enojar―replicó Finn, caminando junto a nosotros hacia Casey.

―Por favor, hazlo enojar. Me encantaría verlo golpearte el culo―dijo Kitty arrastrando las palabras mientras se acercaba a nosotros.

Marley debió ir a decirles lo que sucedía.

La sonrisa que siempre llevaba desapareció. Sus ojos se encontraban fijos en Casey

―Tu hijo está llorando. Mejor hazte cargo de eso.

―Casey, por favor, vámonos―rogó Carrie, tirando de su brazo.

Su fealdad hacia mí desapareció ahora que se hallaban entre dos de los mejores amigos de mi primo.

―No ha terminado, Britt. Nunca terminará, nena. Lo sabes―dijo Casey, mirándome directamente.

Enderecé los hombros y miré a Casey por encima del hombro de Santana, ya que ella no me dejó rodearla.
―Se terminó, Casey.

Sacudió la cabeza.

―Eres mi final feliz, nena. Recuerda. Eres mi final feliz. Siempre lo has sido.

Le dije eso en una ocasión. Cuando era joven y tonta.

Antes, cuando pensaba que ella realmente odiaba cuando me lastimaba.

No más.

No quería esa vida.

Y ya no la amaba.

―No. Él es tu final feliz―le contesté, señalando al niño ahora en brazos de Carrie―Vámonos―dije, tirando del brazo de Santana.

No tenía ninguna duda de que ella querría llevarme a casa y dejarme.

Este extraño lío con Casey haría que cualquier chica saliera huyendo de mí.

Pero quería irme de todos modos.

No podía quedarme aquí.

Santana asintió y se dio la vuelta, aun sosteniendo mi mano con fuerza mientras caminábamos hacia su Hummer sin decir palabra.

Quería disculparme, pero, ¿cómo podía explicar eso?

Admitir que una vez estuve enamorada de esa mujer loca no decía mucho sobre mí.

Me abrió la puerta, me ayudó a subir antes de cerrarla y caminar alrededor para subir al asiento del conductor. Cuando entró y cerró la puerta, no se puso el cinturón de seguridad.

En su lugar, me miró.
Me preparé para su despedida.

Podía manejarlo.

Estaba acostumbrada a eso.

―Ojalá hubiera tenido la oportunidad de ver su camioneta después de que la golpeaste―dijo.

Permanecí ahí sentada y la miré fijamente.

¿Qué?

Estaba confundida.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

Toda preocupación y estrés que me tensaba, se liberó. Dejé salir el aliento que estuve conteniendo.

Su expresión se suavizó.

―Quiero una buena hamburguesa. ¿Estás bien con eso, o quieres algo más?

No me llevaría a casa.

Me eché hacia atrás y le sonreí.

―Estoy de acuerdo con las hamburguesas.

―Tú eres la local. ¿Dónde puedo conseguir una buena hamburguesa?―dijo mientras arrancaba el motor y reversaba.

―Pickle Shack ―contesté.

―Ponte el cinturón de seguridad―dijo con un guiño, y luego se dirigió a la carretera.


Mi corazón dio un pequeño vuelco.

Sorprendida por mi reacción, alcancé el cinturón de seguridad y me lo puse.

―¿Quieres hablar de eso?―preguntó.

No sonaba enojada, ni demandante.

No estaba segura de qué hacer con ella.

Era tan diferente.

No quería explicarle lo de Casey.

Quería que nunca la viera de nuevo.

Esa parte de mi vida era vergonzosa.

―En realidad no―respondí con honestidad.

Santana asintió.

―Bueno. ¿Cómo te sientes acerca de nadar de noche legalmente?

Estudié su perfil por un momento.

¿Realmente sólo dejaría esto de lado y no haría preguntas?

Me preparé para que lo intentara un poco más, pero cambió el tema por completo.

―Estoy bien con permanecer en el lado correcto de la ley, si es posible―contesté, preguntándome a dónde iba con eso.

Sin embargo, no hacía lo de nadar de noche en el golfo. Pero, de nuevo, posiblemente ella podría hacerme cambiar de opinión.

―¿Así que estarías de acuerdo en ir a la casa de mi hermana después de comer? Tiene una piscina climatizada.

La casa de su hermana.

¿Cómo en la casa de vacaciones de Emily Fields?

Me sentía nerviosa.

Por una chica.

Por primera vez en mi vida, una persona me ponía nerviosa.

Ella me estaba pidiendo que fuera a su casa. No a la parte trasera de su Hummer.

―Sí, me gustaría.

Tenía la esperanza de que no hubiera escuchado el pequeño tartamudeo.

No estaba acostumbrada a esto.

―Ofrecería llevarte a tu casa para que pudieras recoger un traje de baño o yo podría prestarte uno, pero me gusta más la otra opción―dijo, provocando que mi corazón latiera más rápido en mi pecho.




Santana


Fue ese pequeño estremecimiento cuando la sostuve detrás de mí y se enfrentó con su loca ex que me hizo querer atacarla.

Ella se asustó.

Era como si alguien hubiera encendido un interruptor en mí.

Había decidido que ella venía con demasiado equipaje y drama cuando Casey provocó que saltara de su asiento, lista para irse.

No me gustaba el drama, por lo que estaba preparada para salir de su vida con la misma rapidez con la que entré en ella.

Sin embargo, todo eso cambió, al momento en que el aterrorizado temblor la recorrió.

Todo en lo que pude pensar fue en protegerla.

No dejaría que la imbécil se acercara a ella.

¿Por qué alguien con su apariencia se conformaría con esa idiota?

Obviamente la había maltratado.

La forma en que trataba a la mamá de su hijo era prueba suficiente de que no tenía idea de cómo tratar a una mujer. Pensar en ella acercándose a Brittany me molestó.

Brittany finalmente comenzó a sonreír fácilmente de nuevo mientras comíamos.

Hice todo lo que pude para alejar su mente de lo que sucedió. No quería preocuparme por eso.

Me gustaba oír su risa.

Cuando se relajaba, era ella misma. La mujer confiada y coqueta que sabía exactamente lo sexy que era.

―Nunca he estado en la isla―dijo Brittany mientras íbamos más allá de las puertas principales, hacia el puente que conectaba la isla privada con el continente.

―¿Soy tu primera vez, entonces?―le pregunté en broma.

Se rio y se desabrochó el cinturón de seguridad. La miré mientras se acercaba a mí.

La chica segura de sí misma que conocí al principio estaba de regreso.

―Supongo que lo eres―dijo mientras su mano se deslizaba por mi brazo hasta que sus dedos rodearon mi bíceps.

Inmediatamente agradecí por mi entrenador personal.

―Gracias―dijo con voz entrecortada mientras se movía más cerca de mi oído.

―¿Por qué?―pregunté, disfrutando de su cálido aliento contra mi cuello.

―Por hoy. Por protegerme. Sin juzgarme―dijo mientras su mano se movía de mi brazo a mi pecho.

Tan increíblemente bien como su mano se sentía en mi piel, y las imágenes pasando por mi mente, de ella desnuda y en mi cama excitándome, no dejaría que ella hiciera esto.

Estaba acostumbrada a personas que esperaban eso de ella. O, por lo que vi esta noche, lo que Casey esperaba de ella.

Parecía como si fuera un poco posesiva.

No estaba segura de que muchos chicos o chicas hubieran sido capaces de acercarse demasiado y vivir para contarlo.

―No me des las gracias. Además, fueron Kitty y Finn quienes le impidieron hacer cualquier cosa.

Brittany se giró y deslizó una pierna más arriba en su asiento mientras presionaba su pecho contra mi brazo.

Maldita sea, ella hacía difícil ser noble.

―Tú te paraste frente a mí. Nunca nadie hizo eso―susurró antes de que sus labios tocaran mi cuello.

Agarré el volante firmemente con una mano y traté de recordar que ella hacía esto porque pensaba que tenía que hacerlo.

No porque lo quisiera.

―No es por eso que te traje aquí―dije.

A pesar de que el bulto en mis pantalones decía algo totalmente diferente.

Dejó de besar mi cuello y retrocedió.

―No entiendo.

Por supuesto que no.

¿Cómo le explico que no quería ser otra persona que utiliza su cuerpo, sin que suene como si la juzgara?

―Creí... es decir, por lo que has dicho, creí que te sentías atraída por mí―dijo, sentándose de nuevo y dejándome frío.

Llegamos a la puerta exterior de la casa, y se abrió cuando seguridad vio el Hummer.

Brittany trasladó su atención hacia la casa, y tomé otro suspiro profundo y calmante.

―No hay una persona heterosexual o no vivo que no se sienta atraído por ti. Es sólo que no quiero que pienses que esto es sobre eso.

―Entonces, ¿sobre qué es?―su voz era suave. Casi un susurro, como si tuviera miedo de preguntar.

El hecho de que esto era todo lo que ella esperaba de mí, hizo que una amplia gama de emociones encontradas me golpearan a la vez.

Eso me enfureció, aunque la hizo parecer frágil.

Ella no era a quien alguien consideraría frágil, pero el ver este lado de ella, le dio una luz completamente nueva a las cosas.

―Me gusta pasar tiempo contigo―dije con sinceridad.

No parecía convencida.

Aparqué el Hummer y luego alcancé sus manos, las cuales tenía fuertemente entrelazadas sobre el regazo.

―¿Me miras?―pregunté.

Elevó la cabeza, y la inseguridad en sus ojos me sorprendió.

¿Cómo alguien que lucía como Brittany tenía una pizca de inseguridad en sus huesos?

―Me gustó que me tocaras. Diablos, me encantó. Pero no lo hacías por las razones correctas. Crees que me debes algo. Pero no lo haces. No te traje aquí con intenciones distintas de pasar más tiempo contigo.

Frunció el ceño y una pequeña arruga apareció en su frente.

Era linda.

―Así que, ¿no quieres tener sexo conmigo?―preguntó seriamente.

No pude evitar sonreír.

―Britt, te quiero desnuda y a horcajadas sobre mí. He fantaseado sobre eso más de una vez desde el momento en que metiste tu sexy trasero en mi auto. Pero cuando eso suceda, quiero que sea porque me deseas, no porque crees que es lo que se espera.

―Oh―fue su simple respuesta.

Capitulo 8

Me encontraba fuera de mi elemento.

Sentada en una tumbona, vi como Santana me preparó una copa en el bar al aire libre. Cogió un control remoto y me guiñó justo antes de que la música llenara el aire de la noche.

Sorprendentemente, no era la voz de Emily Fields sonando en los altavoces.

—No tengo las mejores habilidades de coctelería, pero lo que puedo hacer debería ser tolerable—dijo Santana, tomando dos vasos que estaba dispuesta a apostar que en realidad eran de cristal.

Sólo tomé alcohol de vasos baratos en Live Bay o de un vaso de papel.

—Tal vez debería haber hecho las bebidas—le respondí en broma.

Me entregó el mío y se sentó frente a mí. Nuestras rodillas casi se tocaban.

—¿Has tenido algún tiempo detrás de la barra? —preguntó.

Podría mentir sobre mi vida, pero no había ningún punto.

Era más que obvio.

Además, sólo porque su sonrisa de niña bonita hizo que mis rodillas se pusieran débiles no significaba que iba a dejar que una persona me cambiara.

—Fui criada detrás de la barra de un club de striptease hasta que tuve edad suficiente para quedarme en casa por mí misma por las noches. Beiste solía mantener un ojo en mí mientras mamá trabajaba. Así que, sí, me aburrí la mayoría de las veces. Aprendí un par de cosas.

El vaso de Santana se detuvo a medio camino de su boca mientras se me quedó mirando.
La sorprendí.

—¿Un club de striptease?—preguntó, luego tragó parte del bourbon que podía oler desde donde me encontraba sentada.

Asentí.

—Sí.

Santana se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en sus rodillas.

—Creo que te dejaré hacer tu propia bebida la próxima vez. O me puedes enseñar.

Esa no era la respuesta que esperaba.

Santana rio y dejó el vaso sobre la mesa separando las dos tumbonas en las que estábamos sentadas.

—¿Terminaste tratando de impresionarme por la noche, o debo asumir que vas a compartir alguna información más jugosa sobre Britt? Esperaba con ansías nadar, pero no quiero interrumpir esta conversación si sólo va a mejorar.

De cualquier otra persona, habría sonado desagradable. De Santana no lo era.

Su sonrisa lo compensaba.

—Vamos a nadar—contesté, levantándome y tendiéndole mi vaso.

Sabía que trataba de ser una dama conmigo, pero permitirlo hacerlo sólo me arruinaría.

Cuando se fuera, eso sería lo que yo quería.

Lo que esperaba.

Lo medí en contraste con cada persona.

Tendría relaciones futuras imposibles.

Por muy tentador que era para ver exactamente cómo se sentía, no podía.

Alcanzando el dobladillo de mi camisa, la saqué por mi cabeza y empecé a quitarme las botas y los pantalones vaqueros. Podía sentir la mirada de Santana en mí y sólo me impulsó a seguir.

Se sentía atraída por mí.

Lo admitió e incluso compartió exactamente lo que fantaseaba. Toda su buena intención estaba a punto de ser fusilada al infierno.

Debido a que yo iba a enviarlas ahí.

Cuando levanté los brazos hacia mi espalda para desenganchar mi sujetador, miré directamente a Santana, que se quitó su camisa y se hallaba trabajando en sus vaqueros.

Sus ojos cayeron a mis manos, luego subieron de nuevo hasta mi cara.

—Qué estás…—empezó a decir mientras yo dejaba caer el sujetador hacia adelante y lo deslizaba por mis brazos hasta que golpeó la piedra fría y suave de abajo.

—Querías nadar desnuda—dije mientras corría mis dedos por los lados de mi ropa interior y los sacaba contoneándome.

Santana se quedó inmóvil, mirándome.

—No quise decir desnuda—dijo en un susurro.

Le sonreí y salí de mi ropa interior.

—Ups—contesté.

Santana tragó saliva cuando sus manos empezaron a trabajar de nuevo en desabrocharse los vaqueros.


—Hace calor, ¿verdad?—pregunté mientras me giraba para caminar hacia las escaleras.

—Sí.

—Bien. Tengo frío, y después de esa charla en el Hummer todavía no estoy segura de sí me vas calentar o si voy a tener que dejar que la piscina haga todo el trabajo.

Santana murmuró una maldición y me mordí el labio inferior para no sonreír mientras bajaba en el agua.

Ella se hallaba en lo correcto.

Era agradable y cálida.

Nadé hacia una repisa para sentarme en el extremo más profundo de la piscina y me senté, antes de girarme para ver a Santana justo detrás de mí.

Dejé caer mi mirada hacia el agua iluminada por las luces de la piscina que cambiaban de color.

Estaba desnuda.

Levanté la mirada para encontrarlo justo cuando llegó a la cornisa en la que estaba sentada. Mientras se paraba en frente a mí el agua corrió por su cuerpo bien definido.

—Estás desnuda también—dije, aliviada de que no iba a tener que trabajar tan duro como me temí.

—Tú comenzaste—dijo, dando un paso más hacia mí.

—Sí, pero en el Hummer no estabas tan complaciente—contesté.

Santana no sonrió.

Su mano tocó mi rodilla derecha, provocando que una sacudida de placer corriera hasta mi muslo. Contuve la respiración, sin saber lo que iba a hacer a continuación y luego su otra mano cubrió mi rodilla izquierda.
Sin pausa, abrió mis piernas y dio un paso entre ellas.

—Eso fue antes de que te desnudaras—dijo simplemente mientras su boca bajaba para cubrir la mía.

La presión suave era embriagadora.

Abrí la boca e inhalé su sabor a menta mezclado con el bourbon que bebió.

Era tan diferente de los cigarrillos y cerveza barata que siempre probé cuando besaba a Casey.

Había una seguridad en ella misma.

Las manos de Santana ahuecaron mi cara mientras seguía para mordisquear mi labio inferior y luego hundió su lengua en mi boca de nuevo y la movió seductoramente contra la mía.

Me habían besado muchas veces durante los años, pero no así.

Había una fuerza en el suave toque de Santana.

También me puso jadeante y necesitaba cerrar mis piernas por algo de alivio por los latidos que ella causaba.

Cuando se retiró, cerró los ojos y respiró hondo.

—Maldita sea—dijo en un susurro ronco—Eso… eso fue… Maldita sea.

La emoción de verla tan afectada solo hizo que el dolor empeorara.

Levanté los brazos y pasé las manos por su cabello y tiré de su cara de vuelta a la mía.

No me hallaba lista para parar esto.

Un gemido se escapó del pecho de Santana mientras sus manos agarraban mi cintura y me atraía hacia ella hasta que mi pecho rozó el suyo, haciéndome jadear por la intensidad y que Santana rompiera el beso de nuevo.

—Brit —dijo, en lo que sonó casi como un gruñido.

—Hmmm—contesté, levantando las rodillas para envolver mis piernas alrededor de su cintura.

El movimiento hizo que nuestros sexos se rozaran y ambas nos congelamos.

—No puedo…—dijo como si tuviera dolor—No puedo parar esto. ¿Es esto lo que quieres?

El hecho de que todavía estaba tratando de ser noble me puso aún más loca.

Nunca quise a nadie tanto como quería a Santana López en este momento.

—Sí—contesté, tratando de no mendigar mientras me movía contra ella.

La fricción nos hizo gritar. Nuestros besos pasaron de dulces y sexys a calientes y salvajes.

Santana agarró mi cara de nuevo, pero esta vez me besó como si yo fuera su suministro de oxígeno.

Sacudió sus caderas contra mí, frotando nuestros sexos y rompí el beso para gritar de placer.

Las manos de Santana se apretaron en mi cintura justo antes de que me levantara y me sentara en el borde de la piscina. El aire frío contra mi piel mojada fue lo único que me impidió expresar mi decepción.

No quería parar esto.

Ella se sentía tan bien.

—Quiero que sepas que estoy sana y estoy muy segura que tu también lo estas—dijo con un brillo depredador en sus ojos mientras salía del agua y se agachaba para agarrar mis manos.

Dejé que me ayudara a levantarme y luego sus brazos estaban envueltos alrededor de mí de nuevo cuando comenzó a besarme el cuello y a través de la línea de mi mandíbula antes de reclamar mi boca de nuevo.

Sus besos eran adictivos.

Nunca quise acurrucarme y besar a una persona durante horas, pero esta mujer… podría hacer eso.

Quería hacer eso.

—Te mostrare un examen si es necesario—dijo en contra de mi boca, y me recogió.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura y ella hizo un sonido satisfecho mientras se acercaba a las tumbonas que dejamos atrás. Me sentó, luego se inclinó sobre mí para besarme de nuevo con una dura promesa de lo que encontraba por venir.

Mi piel húmeda y el aire fresco de la noche fueron olvidados abrí mis piernas para que pudiera acostarse encima de mí.

—Eres tan condenadamente sexy—susurró en mi oído mientras colocaba el lóbulo de mi oreja en su boca y lo mordía con fuerza suficiente para hacerme gemir.

Me dijeron eso antes, pero era diferente proviniendo de Santana.

Mientras que hubiera querido rodar los ojos por ello en el pasado, oír a Santana decirlo me hizo acercarme más contra ella.

Quería que pensara que yo era sexy.

La forma en que me sostuvo y me tocó me hizo sentir especial. Como si fuera un tesoro que le dieron para desenvolver.

Era en lo más alto que jamás estuve.

Santana López iba a ser adictiva.

Oh Dios.

Esto no hacía lo que quería que hiciera.

Pensé que conseguir que tenga sexo conmigo la haría igual que los demás, fácil de alejarse.

Pero estaba colocando una barra que nadie sería capaz de alcanzar.

¿Por qué era tan malditamente perfecta?

—Tu piel huele a madreselva. Me vuelve loca. Tan suave—sus palabras fueron aún más adictivas.

El profundo y caliente sonido de su voz era demasiado. No sería capaz de parar esto ahora.

La necesitaba.

Levanté mis caderas, obligando a su sexo a rozarse con el mío. Aspiró una bocanada de aire y se movió contra mí.

—Estás tan húmeda—murmuró y movió sus caderas por lo que se hallaba lista para unirse a mí.

Pasó un tiempo para mí, pero eso no fue la razón por la que me aferré a ella, acercándola más.

—Joder—gimió Santana mientras nuestros húmedos sexos se unían y rozaban a la perfección. Pasó la punta de su nariz por mi cuello y luego presionó un beso con la boca abierta en la tierna piel detrás de mí oreja—Esto se siente muy bien—dijo, levantándose y saliendo de mí, luego meciéndose, más fuerte esta vez.

Observé con fascinación mientras sus ojos se centraban en mis pechos. Su boca bajó hasta que pudo meter un pezón en ella. La dura succión junto con nuestros sexos tocándose me hizo jadear, en el borde de un orgasmo totalmente demasiado rápido.


—Sigue y vente para mí. Me aseguraré de que te corras una vez más antes de que yo acabe—dijo, y luego le dio a mi otro pecho la misma atención.

Confiaba en ella, o sólo escucharlo decir que me viniera fue lo que lo hizo, pero me agarré de sus brazos y grité su nombre mientras olas de la liberación se apoderaban de mí.

Santana levantó la cabeza y comenzó a bombear sus caderas más rápido mientras sus ojos miraban los míos.

—Eres como un maldito cielo—dijo con los dientes apretados.

El segundo orgasmo me golpeó de la nada y el grito sorprendido de placer salió de mí antes de que pudiera controlarlo.

Las manos de Santana agarraron mi cabeza.

—Mírame—exigió.

Abrí los ojos para ver sus ojos fijos en los míos.

El deseo incontrolado en sus ojos sólo hizo que mi orgasmo continuara bombeando a través de mí.

Mi cuerpo tembló violentamente a la vez que la boca de Santana se abría y se lanzaba contra mí.

El éxtasis en su rostro mientras sosteníamos la mirada del otro, me poseyó.

Cuando su cabeza cayó a mi cuello y su respiración inestable calentó mi piel, me estremecí y me aferré a él con fuerza.

El sexo nunca fue así.

Mi cuerpo todavía estaba sintiendo las réplicas y cada estremecimiento que me atravesó hizo que los brazos de Santana se apretaran alrededor de mi cintura mientras me sujetaba contra ella.

Ninguna de las dos dijo nada mientras nos costaba respirar de nuevo.

Santana me levantó contra su pecho antes de girarse y extenderse sobre su lado, moviéndome encima de ella mientras nuestras piernas se enredaban.

No se estaba levantando, o incluso alejándose y haciendo una excusa para ir a limpiarse.

Sólo me sostuvo.

Su mano comenzó a jugar con mi cabello mientras yacía en la seguridad de sus brazos.

A medida que la música se reproducía en los altavoces y la cascada en la piscina llenaba el silencio que nos rodeaba, yo sabía que sin lugar a dudas, acababa de ser arruinada.




Santana


Esta noche no se suponía que fuera sobre sexo.

Mi plan era pasar tiempo con Brittany.

Entonces fue y se desnudó.

Mi cerebro dejó de funcionar en ese momento.

Pero, maldita sea, me alegró.

Sexo con chicas que estaban justo ahí por diversión o para decir que follaron a la hermana de Emily Fields era la norma para mí.

Era a lo que me encontraba acostumbrada.

Marley fue la primera chica que perseguí con la que consideré tener una relación real.

No hacía lo de las relaciones.
Brittany se suponía que era como los demás.

Pero esto no hubiera sido lo mismo.

Algo cambió.

La forma en que se aferró a mí y se desmoronó en mis brazos no era a lo que me hallaba acostumbrada.

En algún momento se convirtió en mi única razón para respirar.

Pasé mis manos por los húmedos mechones de su cabello y disfruté de la sensación de su cuerpo saciado acurrucado contra mí.

Todavía me encontraba unida a ella y sabía que si no me movía pronto iba a estar lista para hacerlo de nuevo.

Ahora sabía que no era sólo la boca inteligente de Brittany y su cuerpo asesino lo que era difícil de rechazar.

El sexo era fenomenal.

Brittany se estremeció contra mí, recordándome que estábamos todavía desnudas y mojadas.

—Vamos, vayamos adentro—dije mientras la movía para que pudiera ponerse de pie.

Observar el cuerpo de Brittany con la luz de la luna clasificaba para el número uno de las Siete Maravillas del Mundo.

Casey tenía que ser la persona más estúpida sobre la faz de la tierra.

Brittany se levantó y envolvió sus brazos alrededor de su estómago y se giró para mirarme.

La sonrisa nerviosa en sus labios me recordó que debajo de toda esa valentía era una chica insegura.

Una que permitió ser maltratada por chicos y chicas.
Me levanté y cogí mi camisa, que me saqué antes.

—Levanta tus brazos—dije, dando un paso delante de ella.

Hizo lo que le pedí y deslicé mi camisa por su cabeza.

—Gracias.

Agarré una toalla que quedó doblada sobre la mesa junto a nosotras y la envolví a mi alrededor.

—Hora de ir a calentarse—contesté, tratando de alcanzar su mano y llevarla dentro de la casa.

Llevé a Brittany al baño más cercano a la piscina y la dejé volver y conseguir su ropa.

Cuando volví la puerta se encontraba desbloqueada, así que golpeé una vez antes de abrirla.

Brittany se paró frente a la ducha, mirándola.

—Esta es la ducha más grande que he visto en mi vida—dijo con una sonrisa, mirándome.

Ni siquiera era la más grande de la casa, pero supongo que era de buen tamaño.

Me acerqué y metí la mano para encender el agua caliente.

—Toma una ducha y caliéntate —dije.

—Si tomas una conmigo —respondió ella.

La imagen de Brittany enjabonada en la ducha era exactamente lo que imaginaba en este momento.

Entrar con ella llevaría a más esta noche.

¿Sería lo mismo la segunda vez?
¿Lo fue la primera vez nuestra unión porque la quería tan mal?

Sentir algo por Brittany estaba fuera de la cuestión.

Me iría pronto y ella no sería una parte de esa vida.

Brittany sacó la camisa por su cabeza y la dejó caer y luego agarró mi toalla.

—Por favor—dijo mientras la quitaba, dejándola caer.

Tal vez una segunda vez sería una buena idea.

Sacarla de mi sistema era la única manera de lidiar con esto.

Alcanzando su cintura, tiré de ella contra mí y disfruté del dulce sabor de sus labios y la suave sensación de ellos contra los míos.

Decirle a esta mujer que no era jodidamente imposible.

Capitulo 9

Estoy acostada en la cama de Santana López, viéndola dormir.

Debería haberme ido a casa. Pero me pidió que me quedara y le dije que sí.

Un rizo oscuro había caído sobre sus ojos, y quería extender mi mano y apartarlo, pero temía despertarla.

Dormir no era algo que sucedería esta noche para mí.

Tenía demasiados pensamientos en mi cabeza. Entonces, claro, estaba el miedo.

Esto era demasiado bueno para ser verdad.

Santana era dulce, amable, inteligente, adinerada y hermosa. Me había mostrado que el sexo podría demolerte el alma. Nada con ella era a medio pelo.

Especialmente no eso.

Pero no era el tipo de chica que atrapaba y mantenía la atención de alguien como Santana.

No era una Hanna Marin.

Ella era pura y dulce.

Todo el mundo la amaba, hasta Quinn Fabray. No quedaba duda por qué Emily Fields se había enamorado locamente de ella cuando vino a Sea Breeze.

Nunca había vivido en un cuento de hadas, y no tenía sentido empezar ahora.


Me deslicé fuera de los brazos de Santana y salí silenciosamente de la cama.

Encontrando el baño que habíamos usado para tomar nuestra ducha fue un poco más difícil, pero finalmente lo encontré.

Una vez que localicé mis ropas, me las puse y me dirigí a la puerta delantera.

—Si la abres, la alarma silenciosa se activará—dijo la voz adormilada de Santana desde las oscuras escaleras detrás de mí.

Me volteé justo cuando sus pies llegaron al último escalón inferior. Estaba usando un par de bragas y un sujetador a juego, haciéndome difícil concentrarme en por qué necesitaba irme.

—No tienes un auto aquí—señaló.

Asentí.

Tenía razón.

En realidad no había pensado en eso aún.

—Si querías irte, todo lo que tenías que hacer era decirme—dijo Santana.

—No quería despertarte—mentí.

En realidad eso no era todo.

Santana sonrió como si supiera que mentía.

—Hubiera llamado a mi chofer, o el que uso mientras estoy en la residencia aquí cuando se necesita. Está trayendo el auto ahora. Puede llevarte a casa.

No respondí.

Santana caminó hacia mí y se detuvo a sólo unos centímetros.

—¿Puedo llamarte?

¿Podía llamarme?
Decirle que necesitaba pensar o que necesitaba tiempo probablemente era lo mejor.

Recordarme a mí misma justo dónde estaba en esta situación era importante.

—Sí—contesté antes de poder detenerme.

Quería que me llamara.

Esta cosa, lo que sea que fuera, me marcaría de por vida. Sin embargo no parecía poder dejarla ir.

Santana ahuecó mi cara y presionó un simple beso en mis labios

—Hasta luego, entonces—susurró contra mis labios antes de dar un paso a mi alrededor y abrir la puerta.

Luché para controlar mi respiración. Solo sentirlo tocarme estaba haciendo que mi corazón hiciera cosas locas.

—De acuerdo—me las arreglé para responder.

No dijo nada más a medida que caminé afuera y hacia el auto esperando.

Una cosa más para recordarme cuán fuera de mi alcance estaba.

Cuando estuve dentro del auto, miré a la puerta de la casa, pero estaba cerrada y Santana se había ido.




La luz del pórtico estaba apagada, lo cual significaba que mi mamá no había llegado a casa aún para notar que no yo no estaba.

Cada luz en la casa estaría encendida si hubiera estado aquí.

El conductor abrió mi puerta y salí. Le agradecí por traerme, y asintió pero no habló.
Con una sonrisa caminé hacia la casa.

No había forma de saber qué estaba pensando el hombre con respecto a dónde me había dejado.

Sin duda esto sería el chisme del almuerzo entre los empleados de López Fields.

Santana López haciéndolo en Sea Breeze.

—Britt—un susurro entrecortado me asustó y salté, buscando en el pórtico oscuro por la voz.

Un movimiento atrapó mi ojo, y encontré a Casey sentada en el suelo, apoyada contra el costado de la casa.

—¿Qué estás haciendo aquí?—espeté.

Estaba harta de esto.

¿Por qué no podía simplemente irse?

Movió sus pies pero no pudo arreglárselas para levantarse, lo cual significaba que estaba ebria.

De nuevo.

—Vine a verte. ¿Estabas con ella, verdad?—farfulló antes de golpear con su mano en el pórtico.

—Dónde estuve no es de tu incumbencia. Yo ya no lo soy. Por favor deja de venir aquí. Sólo vete—alcancé la llave escondida sobre la puerta y la desbloqueé antes que pudiera descifrar cómo pararse.

—¿Qué nos pasó, Britt? Solíamos ser tú y yo contra el mundo. Nos teníamos la una a la otra. No necesitábamos a nadie más. Eras mi razón para reír. Para sonreír. No puedo sonreír sin ti, Britt.

Apreté la manilla de la puerta fuertemente y luché contra la necesidad de gritar.
Una vez esto había funcionado conmigo.

Hubo un tiempo en que no había querido nada más que a Casey. Ahora sus palabras llegaron demasiado tarde.

Años demasiado tarde.

—Tú nos sucediste. Me usaste demasiadas veces. He terminado con eso. He terminado con nosotros. Vete a casa—respondí sin emoción.

No porque estuviera muerta por dentro, sino porque ya no tocaba mi corazón.

Ella misma se sacó.

O quizás finalmente la boté.

—No te dejaré ir. Lucharé por ti. No puede tenerte. No te entiende.

Esto trataba de Santana.

No le había gustado verme con alguien más. Esa era la forma en que siempre conseguía que Casey volviera en el pasado.

Me aseguraba de que me viera con otra persona, y volvía corriendo a mi puerta.

La entrené bien.

Ahora necesitaba romper el hábito.

—Ella no es la razón por la cual esto ha acabado. Sólo ya no te amo. Te aseguraste de eso.

—¡JÓDETE, BRITT! ¡Jódete!—gruñó empujándose hacia adelante pero tropezándose hasta que atrapó la barandilla del pórtico.

Por lo menos se había embriagado lo suficiente para no poder herirme.

Podría empujarla y se caería.
—Tú ya hiciste eso, Casey—contesté, y cerré la puerta de golpe en su cara.



Terminó una hora después cuando los golpes en la puerta se detuvieron finalmente.

Se había desmayado o rendido.

No era lo suficientemente valiente para abrir la puerta y revisar, así que me metí en la cama y cerré mis ojos, sabiendo que mamá vendría a casa pronto y si estaba desmayado en nuestro pórtico pagaría por ello.




Santana


Le di tres días antes de llamarla.

Cuando abrí mis ojos la mañana siguiente, parte de mi decidió dejarlo ir. No llamarla.

Se había ido y era lo mejor para mí.

Después de tres largos días de leer y pasar mi tiempo en soledad, no resolví nada en mi vida.

Todo lo que hice fue pensar en Brittany.

La única cosa por hacer ahora era sacarla de mi sistema.

Brittany contestó al segundo repique.

El hecho de que ni siquiera le molestara que no la llamé por tres malditos días me enojó más.

No con ella sino conmigo.

Sólo la había tratado como esperaba. La sorpresa en su voz hizo que mi pecho se apretara.

¿Por qué demonios quería protegerla ahora?

No era mi trabajo cambiar la forma en que esta chica pensaba de sí misma.

Quizás era la manera en la que dijo hola o la sonrisa que podía escuchar en su voz. No sé qué me poseyó, pero no pude detenerme de preguntarle si quería ir a una fiesta en Manhattan conmigo esta noche.

Uno de mis amigos de Harvard cumplía veintiuno, y su novia le haría una gran fiesta en la casa de sus padres.

Había estado planeando ir desde hace una semana ya, pero la repentina necesidad de llevar a Brittany conmigo me golpeó.

Quería verla en esa parte de mi vida.

Después de unos pocos momentos de silencio, dijo que sí. Y me pregunté si había enloquecido.

Llevarla a mi mundo era una mala idea.

Pero entonces, enfrentar a todas esas personas que querían algo de mí sin la única persona ahí que me aceptaba por quien era sonaba tan poco atractivo.

Necesitaba a Brittany ahí.

Aunque fuera una idea terrible.

Capitulo 10

Coloqué mi maleta abajo junto a la puerta y eché un vistazo a mamá.

Se hallaba sentada en el sofá con sus piernas cruzadas, estudiándome con un ceño fruncido. El cigarro en su mano olvidado, al igual que el café en su otra mano.

No se sentía feliz de que estuviera a punto de irme con Santana López en un avión.

―¿Qué?, solo dilo y termina con esto, lo harás de todos modos―dije, deseando que ella ya terminara con ello.

Sabía lo que iba a decir.

Solo deseaba que no sintiera como si tuviera que decirlo.

Mamá tomó una larga calada de su cigarro y entonces lo apagó en el plato a su lado.

Se estaba quedando sin tiempo, porque no iba a dejar que Santana llegara a la puerta.

No confiaba en mamá.

Ella la analizaría y no me sentía segura de que ella pudiera pasar el examen.

―Ella es tu Longan. Las chicas no se casan con sus Logans.

De nuevo hablaba sobre ella siendo mi Logan. Eso no tenía absolutamente ningún sentido.

Ni siquiera conocía a Logan.

Me crucé de brazos y la miré con furia.

―¿De que estas hablando?

Mamá levantó una ceja hacia mí.

―Santana López es tu Logan. Ella es rica e impresionante y guapa. Ella es un cuento de hadas, pero no vayas en serio. Guarda tu corazón.

Dejé salir un suspiro frustrado y descrucé mis brazos.

―¿Por qué la estas llamando mi Logan?―pregunté.

―Las Chicas Gilmore, amor, Las Chicas Gilmore. Si te hubieses molestado en verla conmigo como te pedí varias veces, sabrías lo qué quiero decir. Casey es tu Dean, ella no era el correcto para ti tampoco. Ella solo fue el primer desamor al que sigues regresando. Ahora, has conocido a tu Logan, aunque es una vergüenza. Desearía que conocieras a tu próximo Jess.

Mi cabeza estaba comenzando a doler.

Mi mamá podía ser demente a veces.

Esta era una de aquellas veces.

Tenía una obsesión con varios programas de televisión viejos. Las Chicas Gilmore era uno de ellos.

Al parecer, ella pensaba que tenía todas las respuestas a mi vida amorosa.

―Soy Britt, mamá. ¿Por qué necesito conocer a Jess?―pregunté, rodando mis ojos.

Me ondeó su mano como si estuviera siendo ridícula.

―No tú, Rory es Britt. Tú no has conocido a tu Jess aun.

Había terminado con esta conversación.

Ni siquiera sabía quién diablos era Rory, y ¿quién nombraba a su hijo Rory?

¿Cómo esa era serie siquiera popular?
Me volteé para abrir la puerta.

―Logan no es el alma gemela de Rory. Él es el chico millonario a quién ella ama, pero cuando llega la hora de la verdad él no es el adecuado. El programa terminó, pero todos sabíamos que era Jess al que ella regresaría. Él era su alma gemela, rompió su corazón una vez, pero tenía que crecer también, y él cambió. Solo no quiero te involucres con él. Quiero que llegue más alto y salgas de esta vida, pero la hermana de una estrella de rock no es la forma de hacerlo. Disfrútalo y diviértete, pero recuerda que ella es solo tu Logan.

Ella es solo mi Logan. Palabras de sabiduría de mi mamá.

Sacudiendo mi cabeza, abrí la puerta y levanté mi maleta justo mientras la limosina se estacionaba en el camino de entrada.

Miré hacia atrás hacia ella sentada ahí con su taza de café, mirando fijamente por la ventana a mí aventón.

Ella tenía razón.

Quizás no sobre la filosofía de Las Chicas Gilmore, pero sobre divertirme y guardar mi corazón.

Me hirió cuando Santana no llamó al día siguiente, pero lo había atribuido a algo inevitable.

Ella era un cuento de hadas y yo no vivía en un libro de cuentos.

La camioneta que se aparcó justo después de la limosina causó que detuviera mi andar.

Esto no estaba sucediéndome, no ahora mismo.

No quería lidiar con la locura.

Solo quería irme y subirme a un jet privado a tener una experiencia de una vez en la vida.

―Mierda―mascullé mientras dejaba caer mi maleta en el pórtico.
―¿Qué sucede?―preguntó mamá, poniéndose de pie y caminado hacia la puerta―Bueno, infiernos. Solo eche su trasero la otra noche. Ella estaba desmayada en el pórtico, le dije que no regresara aquí.

―¿Tienes alguna sabiduría de Las Chicas Gilmore para este dilema?―pregunté.

Mamá solo resopló.

Santana se paró afuera de la limosina justo cuando Casey abrió la puerta de su camioneta. Santana echó un vistazo a Casey, entonces de regreso hacia mí, tenía que meterme y arreglar esto antes de que Casey ahuyentara a Santana.

Cogí mi maleta de regreso y comencé a bajar los escalones.

―Rory enviaría a Dean a casa―gritó mamá detrás de mí.

Solo puse los ojos en blanco y seguí caminando.

No era idiota.

―Ella lo está apartando de mi―dijo Casey en un tono de pánico mientras acechaba hacia mí, completamente ignorando la presencia de Santana―No puede quitarme a mi chico, Britt. No puede, él es mío también. Necesito que hables con ella, dile que no puede hacer esto.

Paré de caminar y miré a Casey, su cara lucía afligida.

La estúpida borracha no fingía en este momento. Ella era el chica quién me necesitaba.

No podía solo ignorarlo.

Esta no era la primera vez que Carrie había amenazado con quitarle a hijo.

Lo hacía por ventaja.


―¿Qué hiciste esta vez?―le pregunté, sabiendo que era a lo que todo se reducía. Me volteé hacia Santana y fruncí el ceño―Lo siento, haré esto rápido.

Asintió y se paró dónde estaba, observándonos con una expresión aburrida.

Quería arrojar mi maleta a lo largo del patio por la injusticia de esto.

―Ella sabe que vengo aquí cuando he bebido mucho. Sabe que te amo, y siempre te amare. No puedo amarla, ella no es tú, pero él es mi chico. Ella no puede hacer eso, ¿Puede? Ve a decirle que no, ella no me escuchará―me suplicaba.

Quería ignorar todo esto.

―Me voy, volveré mañana por la tarde y entonces hablaré con ella―le dije.

―No me dejes―dijo Casey, caminando hacia mí y agarrando la maleta que estaba sosteniendo.

Vi a Santana dar un paso hacia adelante y detenerse. Me esperaba para decidir qué hacer, me hallaba agradecida de que no se hubiera involucrando en esto aún.

―Cásate conmigo, Britt. Te amo y solo te quiero. Parare de follar por ahí, lo juro.

Sacudí mi cabeza. Habíamos estado aquí antes. Mismo argumento.

―No, no voy a casar contigo. Ahora ve a casa, e iré a ver a Carrie cuando regrese.

―¿Por favor, nena?

―Ella dijo que ayudaría cuando regrese―Santana caminó hacia adelante y tomó mi maleta, entonces se la pasó al conductor, quién se hallaba detrás de ella.


Casey le disparó una mirada de enfado a Santana, y observé como su mano se curvó en un puño. Di un paso hacia Casey y agarré su brazo.

―No hagas esto, tienes que dejarme ir ―le dije.

―Te está usando. Cuando acabe contigo, aun estaré aquí, ella no estará―gruñó Casey, aun mirando hacia Santana.

―Vete, Casey―dije, dejando ir su mano y moviéndome hacia Santana.

Sucedió rápido.

Casey se estiró para agarrar a Santana, pero el alto conductor estaba ahí al instante. El hombre había agarrado el brazo de Casey, elevándolo sobre él.

―¡Qué demonios!―rugió Casey, tratando de liberarse del conductor, quién aun retenía a Casey con lo qué lucia como un esfuerzo pequeño.

El conductor miró a Santana por instrucciones.

―Déjala ir una vez que la suba sin problemas a la limosina―dijo Santana en un tono directo.

Su cuerpo tensó.

Podía sentir la tensión emanando de ella, pero no actuaba como si estuviera tensa.

Santana colocó una mano en la parte baja de mi espalda y me dirigió hacia la limosina. Luché contra la necesidad de mirar hacia atrás al conductor y Casey antes de entrar al interior.

Santana se volteó hacia atrás a ellos.

―Asegúrate de que mueva su camioneta―dijo Santana antes de seguirme dentro de la limosina y cerrar la puerta.

Solo la miré.

Debería haberle dicho algo a Casey para hacerla irse antes de que me hubiera subido a la limosina.

Solo había dejado al conductor de Santana lidiar con ello como si esto fuera algo que solía hacer.

―Aun querías ir, ¿No?―preguntó Santana.

―Si, por supuesto, pero yo no… quiero decir, tu conductor no debería tener que tratar con mi loca ex. Podía haber hecho que se fuera…

Santana se inclinó hacia atrás y estiró sus piernas en frente de ella.

―Tu loca ex no es nada comparado a las fanáticas locas a las que David está acostumbrado a esquivar para mi hermana. Ese es su trabajo.

Frunciendo el ceño, me volteé para mirar fuera, mientras la camioneta de Casey de verdad se estaba moviendo y David caminaba de regreso a la limosina.

―Pensé que su trabajo era conducir.

Santana rió entre dientes.

―Él también es un guardaespaldas, es el que Emily usa cuando está aquí o viajando al sur. ¿Estás sedienta?

¿Estaba sedienta?

La mire fijamente mientras ella se reclinaba ahí cómodamente como si no tuviera una preocupación en el mundo.

¿Casey realmente no la había molestado?

―¿Qué está causando el ceño fruncido?―preguntó Santana con una sonrisa en sus labios.

―¿Eso ni siquiera te molesto? Quiero decir, ¿Aun quieres llevarme contigo después de ver esa parte de mi vida?

Santana se estiró para levantar una de mis manos y entrelazó nuestros dedos.

―Te he ayudado a escapar después que golpeaste la camioneta de tu ex con un bate, he irrumpido en una piscina y te he observado coquetear para salir de problemas con la policía, y he visto a tu ex perder la razón justo en frente de su hijo porque estabas con otra chica. ¿Realmente piensas que en este momento algo como eso va a sorprenderme?

No respondí.

Tenía razón.

―Eres un lindo cambio. Haces la vida interesante. Vine aquí para tomar un Descanso de las cosas, y me estás ayudando. Cuando sea tiempo para mí para volver a las presionas de la realidad, tendré aquellos momentos contigo para pensar y sonreír―dijo con una sonrisa antes de estirarse hacia una cubeta color plata llena de hielo dentro de un bar de cristal―¿Agua?―preguntó.

Asentí y acepté la botella de agua mientras sus palabras se asimilaban.

Yo era su distracción por ahora.

Ella no veía un futuro conmigo. Ya sabía eso, pero escucharlo decirlo escoció.

El hecho que doliera me recordó que me estaba preocupando por ella más de lo que debería.

Se suponía que esto fuera divertido para mí, también.

Tenía que recordar eso, si no era cuidadosa, ella rompería mi corazón.




Santana


Casi la había dejado.

No iba a dejarle saber eso, pero ella tenía razón.

Su vida era un poco más de lo que pedía.

La idea de ir a esa fiesta sin ella no me pareció tan atractiva, sin embargo.

Tampoco podía soportar la idea de dejarla aquí con esa idiota. No confiaba en la tipa, y la forma en cómo jugaba con las emociones de Brittany me molestaba.

―Estoy un poco preocupada sobre volar. Nunca he estado en un avión antes. No estoy segura si entrare en pánico o no, pero pensé que debería advertirte―dijo. Y retorció la botella de agua alrededor en sus manos nerviosamente.

No pude evitar mirarla.

¿De verdad nunca había volado antes?

Guau.

¿Alguna vez había conocido a alguien quien nunca hubiera volado antes?

―¿Eso significa que esta es tu primera vez en Nueva York también?―pregunté, suponiendo que ella no conduciría tan lejos.

Ella sonrió con suficiencia, y una esquina de sus ridículamente labios se levantó.

―Florida, Misisipi y Luisiana son el alcance de mis viajes. Si no puedo llegar en auto en unas tres horas, entonces nunca he estado.

¿Por qué me gustaba tanto el llevarla a algún lugar en el que nunca había estado?

Su tentadora boca se había reventado en una completa sonrisa ahora, y ya no parecía ignorarlo.

Estirándome, acuné su rostro y me recordé a mí mismo cuan bien se sentían los labios de Brittany presionados contra los míos.

Sus manos fueron instantáneamente a mi cabello, y abrió su boca bajo la mía permitiéndome una probada sin ni siquiera preguntar. El mentolado sabor de su pasta de dientes encontró mi lengua, y presionó su pecho contra el mío.

Teníamos un viaje de veinte minutos a la pista de aterrizaje privada, y repentinamente sabía exactamente como quería pasarlo.

―Móntame a horcajas―le dije mientras rompía el beso y me estiraba por su cintura para mover su cuerpo caliente sobre el mío.

Lanzó una pierna sobre la mía e hizo la transición tan fluidamente y con tal facilidad, empujé todos los pensamientos sobre por qué ella era tan buena en alejarse.

No me gustaba pensar sobre ella con otros chicos o chicas, aunque sabía ahí tenía que haber habido muchos.

Brittany era una coqueta, y no conocía a una persona quién la rechazaría.

Paré de besar su cuello y tomé una profunda respiración.

Mierda.

Los chicos en esta fiesta iban a estar todos sobre ella, y más de alguna chica también.

No había pensado en eso.

Ella era diferente al mismo grupo en que siempre nos movemos. Haría a todas las otras chicas parecer menos interesantes.

No la iba a compartir.

Solo la quería conmigo.


Brittany retrocedió y comenzó a retirarse de mi regazo. La mantuve ahí y se quedó quieta.

―En la fiesta, estás conmigo―le dije mientras levantaba mi cabeza para mirarla.

Frunció el ceño, entonces asintió:

―Está bien―respondió.

Podía ver la incertidumbre en su rostro.

No entendía lo que decía.

―Es diferente de tu mundo. Las fiestas pueden ser en lugares mejores, pero la gente no es más refinada. A ellos no les van bien con los límites. Los chicos van a ligar contigo, un montón. Y más de una chica. Un infierno de completo de montón.

Los ojos de Brittany se ampliaron, y se sentó de regreso en mi regazo mientras su mirada se endurecía.

―¿Y qué? ¿No seré capaz de resistir lanzarme a mí misma a los brazos de cualquiera que ligue conmigo? ¿En serio? ¿Eso es lo que piensas?―comenzó a moverse de nuevo, y agarré su cintura, haciéndole imposible alejarse.

―No, eso no es lo que pienso. Quería que fueras conscientes que ellas van a estar intrigadas por ti. No eres como las chicas en nuestro círculo. Yo solo…no voy a manejarlo bien si le das a alguien más demasiada atención.

El cuerpo de Brittany se relajó algo mientras me estudiaba.

Sostuve su mirada y la ira pareció derretirse. Finalmente, puso una mano sobre mi pecho.

―¿Por qué querría darle a alguien más atención cuando estoy contigo?

Me gustaba esa respuesta, pero ella todavía no entendía el mundo al que estaba a punto de entrar.

―Reconocerás algunas caras. No todos son famosos, pero todos ellos son parte de un mundo donde están conectados a celebridades.

Se inclinó hacia adelante y presionó un beso al lado de mi oído.

―No estoy diciendo que no estaré silenciosamente impresionada al estar conociendo gente famosa o aquellas relacionadas con gente famosa, pero estoy contigo porque me gustas―susurró en mi oído, entonces envolvió sus brazos alrededor de mi cuello―Ahora bésame de nuevo.

Miré hacia abajo, incapaz de ignorar la camisa de corte bajo que llevaba puesta, y estaba malditamente seguro que no llevaba sujetador.

Gimiendo mientras frotaba sus caderas y se hundía hacia abajo en mi regazo.

Me incliné hacia adelante y jalé su labio inferior en mi boca y lo mordí antes de succionarlo.

Sus malditos labios me estaban volviendo loca.

Capitulo 11

Cuando la limosina se detuvo, me hallaba con el pecho desnudo.

Santana levantó su cabeza de la atención que estaba dándole a mis pechos y presionó un botón.

—Danos cinco minutos—dijo.

—Sí señorita—respondió David.

Tuve que morderme el labio para evitar preguntarle si podíamos pasar cuatro de esos cinco minutos con su boca de nuevo en mí.

Sus manos se levantaron y acunaron mis dos hinchados pechos.

—En serio no quiero ponerte de nuevo la camiseta—dijo con una sonrisa perversa en su cara.

Yo tampoco quería que lo hiciera.

—Creo que David lo apreciaría—respondí.

Santana se estiró por la camiseta que me había quitado.

—Te equivocas ahí. David apreciaría esta vista. Le haría el día—la sonrisa bromista en su cara me hizo reír.

La dejé vestirme ya que parecía que esa era su intención. Una vez que había puesto mi camiseta de nuevo, cepilló mis pezones a través de la tela.

—Demonios, estos son lindos.

Siempre me había gustado mi cuerpo.

Mi mamá me había dado un cuerpo y aspecto que usaba como ventaja. Pero justo ahora agradecía por ellos por una razón completamente diferente.

Santana se encontraba atraída hacia mí.

Me deseaba.

—¿Lista para volar?—preguntó, moviendo sus manos de nuevo a mi cintura.

Quería decir sí, pero no estaba segura. Así que me encogí de hombros. Santana se inclinó y presionó un beso en mi boca.

—Yo te distraigo si te pones nerviosa.

La idea de ella distrayéndome hizo el pensamiento de subirme al avión mucho más atractivo.

—¿Lo prometes?—le pregunté, levantando la mirada hacia ella a través de mis pestañas.

Santana ríe y niega con la cabeza.

—No coquetees conmigo Britt. Ya te deseo. Coquetear solo lo empeora.

Hubo un golpe en la puerta, y Santana me sacó de su regazo antes de tocar de regreso. Alcanzó mi mano mientras ésta se abría. Salimos, y Santana asintió a David antes de dirigirnos al jet.

Había una mujer parada al pie de las escaleras con los brazos en la espalda, parada derecha. Santana se detuvo y la miró.

—No vamos a necesitarte durante el vuelo. Me gustaría privacidad—indicó mientras me movía enfrente de ella y subía las escaleras.

Me detuve en la entrada, Santana llegó detrás de mí y deslizó sus manos alrededor de mi cintura.

—Entra—dijo cerca de mi oído.


Caminé dentro y asimilé el lugar.

Sofás de cuero negro se alinean dentro, y un bar se hallaba establecido al fondo. Desde aquí podía ver que estaba completamente abastecido. Una enorme pantalla plana cubría el muro del otro lado.

—Siéntate, ponte cómoda—invitó Santana, tomando mi mano y llevándome a sentar en el cuero.

—Guau—fue todo lo que pude pensar en decir.

Sabía que necesitaba decir algo, pero esto estaba más allá de lo esperado.

Santana miró hacia el bar y de nuevo a mí.

—¿Quieres una bebida? ¿Una que calme tus nervios?

Eso hubiera sido lindo, pero tampoco quería ponerme enferma.

¿Que si me enfermaba con el movimiento y aun no lo sabía?

Negué con la cabeza y miré hacia las ventanas polarizadas.

Santana se acercó y se sentó junto a mí.

—¿Nerviosa?

Asentí.

—Y emocionada.

—Buena combinación—me respondió.

Sí, lo era.

La puerta por la que habíamos pasado se cerró, y la mujer con la que había hablado la bloqueó, entonces miró hacia Santana.

—El bar esta abastecido, señorita. Estaré en la cabina. Si me necesita, solo llame.
—Gracias—le dijo Santana, entonces se recargó en el asiento y estiró sus brazos.

La mujer dejó la habitación, cerrando otra puerta detrás de ella.

—Voy a ser bueno dado que este es tu primer vuelo. Quiero que lo disfrutes. Pero en el momento en que necesites distracción, solo dímelo y lo retomaremos donde lo dejamos en la limosina.

Mi estómago aleteó.

Amaba la forma en que las manos y boca de Santana se sentían en mí.

Traté de no lucir tan ansiosa y mantuve mis ojos enfocados en la ventana. Pero mi cuerpo se ruborizó.

No quería que se cansara de mi muy pronto.

Sabía que ese día iba a llegar, y quería posponerlo.

Estar con Santana me hacía feliz.

Ella no me juzgaba y me hacía sonreír. Cuando me tocaba, era diferente de cómo había sido tocada antes. No estaba apurada o enfocada en terminar.

Se tomaba su tiempo como si disfrutara tocándome. Como si quisiera disfrutar cada segundo.

El jet comenzó a moverse y todos los otros pensamientos volaron.

Me estiré hacia Santana y tomé la primera cosa que pude encontrar, que fue su pierna. La sostuve apretadamente. Inmediatamente se movió más cerca, y su brazo se curvó a mí alrededor, pero no hizo nada más.

Su cercanía ayudaba pero mi corazón aún corría.

Pronto estábamos acelerando por el camino y Santana me sostenía lo suficientemente cerca como para que sintiera su cálido aliento en mi cuello.

Me recargué contra ella y cerré los ojos mientras dejábamos el suelo.

—Respira—susurró Santana en mi oído, y me di cuenta de que me encontraba aguantando la respiración.

Inhalé algo de aire y ella se rio suavemente.

—¿Estás segura de que no quieres esa bebida?—me preguntó.

Negué con la cabeza y abrí los ojos para ver hacia el suelo, que se alejaba más y más.

Cuando rompimos entre las nubes, jadeé y apreté el brazo de Santana, que ahora estaba envuelto a mi alrededor.

Acarició mi cuello con su nariz.

—Dios, eres demasiado sexy para ser así de linda. Se supone que seas una o la otra, no ambas.

Sonriendo, me recargué contra ella y me relajé. Nadie me había llamado linda antes.

¿Porque me gustaba tanto?

Sus manos se movieron encima de mis pechos.

—Quiero tu camiseta fuera de nuevo. Es todo en lo que puedo pensar. Saber que no estás usando un sostén está jodiendo con mi cabeza—dijo mientras besaba mi cuello y la curva de mi hombro.

—Quítamela—dije, sentándome y levantando los brazos.

Santana dejó salir un gemido y levantó la camiseta, entonces alcanzó mi parte frontal y me empujó contra su pecho mientras continuaba tomando pequeñas mordidas de mi cuello, para después suavizarlas con un beso.

Sus cálidas manos sostuvieron mis pechos, y éstos se sentían pesados y necesitados.

Eran más de un puñado incluso en sus grandes manos, y me gustaba eso.
—Hueles increíble—murmuró mientras besaba mi hombro y pasaba la punta de su nariz contra mi piel.

No pude evitar temblar.

—Levántate—dijo, inclinándose hacia atrás y ayudándome a levantarme en mis débiles piernas.

Me levantó enfrente de ella y comenzó a bajar el cierre de mi falda de mezclilla azul, entonces la jaló hasta que cayó al suelo. Salí de ella y la esperé.

Se estiró y pasó un dedo encima del punto húmedo en mis pantis blancas de satín.

Me había asegurado de traer mi ropa interior más sexy.

Éstas tenían muy poca tela, y amaba la forma en que se sentían. Ver su dedo deslizarse encima del borde, que se hallaba obviamente humedecido, hizo más difícil mantenerse en pie.

Especialmente en los tacones que estaba usando.

Como si pudiera leer mis pensamientos, deslizo sus manos en los costados de mis pantis y las bajó lentamente. Levanté cada pie y me quitó las pantis completamente. Bajó la mirada a los tacones rojos que estaba usando, entonces elevó sus ojos hacia mí.

Nos quedamos ahí mirándonos la una a la otra por mucho rato antes de que se levantara enfrente de mí y tocara mi cuerpo, gentilmente corriendo sus manos por mis costados, asegurándose de no tocarme donde más lo quería.

Cuando se detuvo, comencé a protestar hasta que lo vi sacarse la playera y junto con ella su sujetador.

En lugar de eso me quedé parada ahí, sorprendida por ver su cuerpo a la luz del día.

Estaba comenzando a tocar las puntas de sus duros pezones cuando sus manos cayeron a sus vaqueros y comenzó a desabotonarlos.
Tenía sus vaqueros desabrochados y colgando de sus caderas. Me di cuenta de que jadeaba con anticipación. Entonces se detuvo y dejó su mirada acariciarme lentamente desde mis tacones rojos todo el camino hacia arriba hasta que sus ojos se engancharon en los míos.

—Quiero tomarme mi tiempo y disfrutar cada centímetro tuyo, pero ahora todo lo que puedo pensar es en ponerte encima de esa barra con tus piernas encima de mis brazos y esos tacones rojos aún en tus hermosos pies. La próxima vez voy a ir más lento, pero necesito follarte ahora.

Mis rodillas se doblaron y alcancé a tomar sus brazos para sostenerme. Santana murmuró una maldición, y en segundos sus vaqueros se encontraban fuera. Me levantó y me llevó a la barra, lo que me puso al nivel de sus ojos, y me sentó en ella.

Sus ojos estaban humeando con necesidad, y eso solo me puso más frenética.

Levantó una de mis piernas y deslizó sus manos hacia abajo antes de poner mi pie en el borde de la barra, causando que me recostara. Hizo lo mismo con mi otra pierna, y cuando me tuvo acostada y abierta para ella, retrocedió.

—Esa es una imagen que nunca voy a olvidar. Joder Britt. Esa es una fantasía que he tenido por mucho tiempo—dijo, acercándose un paso hacia mí y sus ojos escanearon todo mi cuerpo expuesto—Pero ninguna era incluso correcta. Nunca las desee así—inhaló un aliento y lo dejó salir lentamente—Eres jodidamente perfecta.

Mi cuerpo se calentó con su elogio, y quise ser perfecta.

Para ella.

Eso me asustaba, pero no pensaría en eso ahora. Sabía que esto era temporal, y quería disfrutarlo mientras lo tuviera.




Santana


Nunca había deseado adorar el cuerpo de nadie.

Los apreciaba y disfrutaba, pero siempre eran lo mismo.

Brittany… no lo era.

Era diferente de cada otra chica con la que había estado.

Había tratado con el tipo dulce e inocente, con las admiradoras salvajes, y entonces las chicas en mi círculo de amigos. Eran privilegiadas y mimadas, pero las entendía.

Las conocía.

Cada tipo había sido agradable.

Las admiradoras salvajes no querían nada más que sexo y atención.

Las chicas buenas como Marley eran del tipo con las que construyes una relación.

Entonces las otras entendían mi vida.

Nunca había estado con alguien tan compleja como Brittany.

Era salvaje y divertida.

Pero entonces había esta inseguridad e inocencia en ella, mezclado con un cuerpo con el que cada hombre soñaba, la hacía irresistible. No parecía poder calmarme lo suficiente para tomarme mi tiempo con ella.

Seguía deseando unirme a ella de nuevo, y jódeme si ella no estaba dispuesta.

Sus piernas abiertas en el bar sin dudar fue la cosa más caliente que había visto jamás.

Y había visto mucho.

Quería bajarle la velocidad a esto.

Quería hacerla sentir especial, porque me encontraba muy jodidamente segura después de conocer a su ex de que no había sido tratada como merecía.

Pero mi necesidad por ella estaba ganando.

Sus piernas temblaron mientras mi lengua salía y lamia su labio inferior. No iba a ser capaz de detenerme.

Deslicé mis brazos debajo de sus rodillas y empujé sus caderas al borde de la barra. Acunando su trasero, descansé mi cabeza en su pecho e inhalé la dulce esencia de su piel.

Su pecho subía y bajaba rápidamente con su respiración.

Levantando mi cabeza, miré directamente a sus ojos mientras me acomodaba y nos juntaba para que tuviéramos el roce perfecto entre ambas.

Sus pestañas parpadearon y su cabeza cayó mientras un gemido se le escapaba.

No podía pensar en nada más que se hubiera sentido así de bien.

Entonces hizo algo para que nuestro roce fuera más cercano. Me quede quieta y una sonrisa malvada tocó sus labios.

—Britt—dije, tratando de decidir si estaba haciendo esto a propósito o no.

Iba a venirme demasiado rápido si seguía así.

—Sí—dijo con dulzura, entonces se movió de nuevo.

Lo estaba haciendo a propósito.

—Si sigues haciendo eso esto va a terminar antes de lo que queremos—le dije en un susurro estrangulado.

Elevó sus caderas y lo hizo de nuevo acompañado de dos de sus dedos en mi interior, causando que apretara cada jodido musculo en mi cuerpo para controlar mi necesidad de liberación.

—Voy a hacer que te vengas de esta manera—dijo ella, entonces mordió su labio inferior.

—Estoy malditamente cerca—le advertí.

Me penetró una y otra vez rápidamente.

—Entonces vente—susurró, animándome antes de comenzar un implacable empuje con sus dedos y cuerpo.

Me encontraba más allá de las palabras.