[Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo

Capitulo 17

Meterme otra vez de lleno en la escuela y en el trabajo fue la única cosa que me ayudó a atravesar la siguiente semana.

Sam se dio cuenta de que me alejaba, y comenzó a permitirlo.

No sabía por qué, pero no se aferraba a mí con tanta fuerza, desde que Santana apareció en Live Bay.

Parte de mí sentía que debía disculparme con ella, decirle que lamentaba mi forma de actuar, pero no podía.

Necesitaba tiempo para sanar.


Cuando llegó la noche del viernes, Sam llamó tres veces. No le contesté.

Esta noche no me encontraba de humor para hacerle frente a Live Bay.

Había llevado a casa un par de cosas para arreglar de la tienda. Centrándome en eso, casi ignoré mi teléfono la cuarta vez que sonó.

Pero podría haber sido mamá.

Echándole un vistazo, vi que el nombre de Santana se mostraba en la pantalla, y dejé caer los pantalones que sostenía para tomar el teléfono.

De pie en mi habitación, lo estudié.

¿Por qué llamaba?

No lo pensé demasiado. Solo respondí.

—Hola—dije, preguntándome si accidentalmente me llamó.

Tal vez iba a llamar a una Britney o algo así.
—Hola, ¿puedes hablar?—su voz profunda llegó a través de la línea y calidez llenó mis extrañas, a pesar de mi buen juicio.

—Uh, yo…—¿Podía hablar? ¿Mi corazón podía soportarlo?—Sí, seguro.[&i]

Dejó escapar una bocanada de aire que sonaba aliviada.

[i]—Bien—su voz dibujaba una sonrisa.

Podía visualizar el modo en que sus labios se curvaban con diversión.

—lo de la semana pasada. No debería haberte puesto en esa posición. Yo solo… no me encontraba preparada para verte de nuevo.

Quería reírme por eso.

¿No se encontraba preparada para verme?

Ja.

¿Tenía alguna idea de cómo me afectó?

—Me sorprendiste—respondí.

—También me sorprendiste.

—¿Cómo te sorprendí? Ciertamente sabías que lo más seguro es que estuviera ahí.

Me senté en el borde de la cama, tratando de calmar mis manos temblorosas.

Hablar con ella así, me ponía nerviosa.

Era tonto y ridículo y debería haber terminado la llamada, pero no lo hice.

—No lo… esperaba.

Oh.
Entonces creía que estaría aquí lloriqueando.

Incluso si era por razones egoístas y me hacía una persona terrible, agradecía tener a Sam en el momento.

Si Santana esperaba que todavía estuviera sola, me agradaba la idea de que viera que otras personas me encontraban deseable.

—¿Por qué?—pregunté, necesitando escuchar su explicación.

—No lo sé—dejó escapar una carcajada áspera—Soy un idiota.

Eso todavía no respondía mi pregunta.

—Sam es diferente. Nunca imaginé que sucedería algo serio con él cuando comenzó, pero sus sentimientos se hicieron más fuertes de lo que creía posible. Así que sí, me sorprendió.

Santana no respondió de inmediato.

Quería preguntarle que pensaba.

Quería ver su rostro y oler su esencia pura, tan diferente a la de Sam.

—¿Cómo va la escuela?—preguntó finalmente.

—Uh, bien, supongo—respondí, confundida por su cambio de tema.

—¿Supones? ¿Segura que no apesta? La mía apesta.

No, la mía no apestaba.

Era el último semestre que podría asistir al instituto universitario. Lo que significaba que era el final de mi educación universitaria. Obtendría mí título de técnico en diciembre.

—¿Por qué apesta la tuya?—le pregunté, los nervios finalmente se calmaron, me recosté en la cama y me relajé.


—Estoy haciendo lo que mis padres quieren que haga. No lo que quiero hacer.

—¿Qué quieres hacer?

—Quiero tener tiempo para decidir. Estoy… estoy pensando en tomar una pausa el próximo semestre. Todavía no lo saben, pero quiero ser libre para viajar. Encontrarme. Resolverlo todo. Traté de hacerlo este verano…—se detuvo.

—Pero lo eché a perder—terminé por ella.

Ya que no regresó a Sea Breeze después de nuestro viaje a Nueva York.

—No. Yo lo arruiné. Nada de eso fue tu culpa, Britt—su voz tomó un tono suave, como si quisiera tranquilizarme.

La sonrisa en mi rostro era ridícula, pero ahí se encontraba.

—No esperé que contestaras—dijo.

—¿Por qué?

—Es viernes por la noche. Supuse que habrías salido.

—No. Me quedo en casa esta noche. Tengo trabajo que hacer—le dije.

No quería decirle que estuve ocultándome desde que lo vi el viernes pasado.

Eso no era algo que necesitara saber.

—¿Trabajo de la universidad?—preguntó.

—No, trabajo para una costurera del pueblo ahora. Tengo algo de trabajo que traje a casa.

—¿Coses?—preguntó.

La sorprendí.

Se escuchaba en su voz.

—Sí. También diseño ropa. Estoy trabajando en el vestuario para un recital de navidad para el estudio de baile local.

Escuché que se ahogaba, como si hubiera estado bebiendo algo.

—¿Diseñas cosas?—me preguntó después de recuperar el aliento.

—Sip. El vestido rojo que utilicé en Nueva York, ese lo diseñé y lo hice.

—Santa mierda, ¿en serio? Eso es increíble. Ese vestido era…—su voz se desvaneció.

—No tenía etiqueta de diseñador, y sé que no era a la medida, pero es mi pieza favorita—le dije.

No tenía que sentirse incómodo.

—No, te veías hermosa. No existía otra chica ahí que siquiera pudiera compararse.

No sabía cómo responder a eso.

Esa noche, también me envió a casa sin ninguna razón.

—Tengo que colgar. Emily envió a un coche a buscarme. Voy a comer con ella y con Hanna mientras están en la ciudad. Pero, ¿puedo llamarte de nuevo?

¿Podía hacerlo?

No.

—Sí—respondí.

—Ten una buena noche, Britt—dijo, con la sonrisa de nuevo en su voz.

—Sí, tú también—respondí.

Después de terminar la llamada, miré el teléfono por largo tiempo. No debería haberle dicho que podía llamar de nuevo.

¿Eso jodería mi cabeza por completo?

¿Podría seguir adelante si continuaba llamándome y recordándome como me sentía?

No.

Eso sería imposible.

Esa herida nunca sanaría.

Tenía que decírselo la próxima vez que llamara.

Esto no iba a funcionar.




Santana


Emily se sentaba en la limo con una botella de agua, mirando la televisión cuando entré.

—¿Dónde está Hanna?—le pregunté cuando me di cuenta de que estábamos solas.

—Se encontrará con nosotras ahí. Va a recoger a Dani en el aeropuerto. Te habría enviado a recogerla, pero Dani dijo que últimamente cuando te llama actúas de forma extraña. Así que imaginé que sería mejor si lo hablábamos antes de esta noche.

Emily concordó en hacer un evento en Harvard. Era para caridad, y como yo asistía ahí aceptó hacerlo. Solo tenía que cantar un par de canciones y luego firmar un par de cosas para que las subastaran.

Dani también iba a presentarse. Después de la actuación, saldríamos a cenar.

Ella era lo mismo que Emily en la industria musical. También, era su amiga desde hace mucho tiempo, ya que ambas comenzaron jóvenes y las trataron de juntar demasiado cuando supieron que ambas tenían gusto por las mujeres.

Dani y Hanna tuvieron un comienzo duro, pero ahora eran amigas. Y cuando Dani necesitó una cita de último minuto y no quiso nada que le causara problemas, me llamó.

—Mala semana—respondí, alcanzando un agua.

—¿Por qué? —preguntó, estudiándome.

—Fui a Sea Breeze la semana pasada —le dije.

—Sí, lo sé.

Claro que sabía.

Me había quedado en su lugar.

Todavía me observaba.

—La vi—le dije a través de dientes apretados mientras la imagen de lo que ella se encontraba haciendo en ese momento se reprodujo en mi cabeza.

—Ah, así que la chica mala del pueblo todavía te afecta—dijo Emily, sonriendo.

Detestaba cuando se refería a ella como una chica mala. No la conocía.

Nunca la había conocido.

Solo sabía las historias.

Era mucho más que eso.

—No—le advertí, y dejó de sonreír.

—Espera… ¿de verdad estás interesada en ella?

Abrí la botella de agua y tome un trago. No iba a discutir esto con ella.

No era de mucha ayuda.

Hizo que funcionara con Hanna, así que ninguna de mis excusas tendría validez con ella.

Su vida era diferente.

Nuestros padres no trataban de controlarla desde que les apretó el presupuesto.

—Te gusta… jodidamente bastante, por lo que se ve.

La miré.

—Sí. Me gusta. Pero lo arruiné. Está con un tipo de una banda local de rock alternativo. Y no podía sacarle las manos de encima.

Solo recordar la forma en que Sam mantuvo su brazo alrededor de sus hombros como si fuera una posesión me enfurecía.

—Es una cosa de ambos lados, ¿o te involucraste demasiado con una chica que le gusta jugar a dos bandas? Por lo que he escuchado, es una provocadora.

Dejé caer el agua con un golpe seco.

—¿Qué has escuchado? Solo escuchaste mierda sobre ella. Nunca la conociste. No sabes que es divertida y que cuando le da vergüenza se sonroja. No sabes que puede diseñar y hacer su propia maldita ropa. Que paga su educación en un instituto universitario y no tendrá la oportunidad de llegar más lejos porque no puede permitírselo. Su mamá es stripper, y la chica con la que creció amando la golpeó, le rompió el corazón y embarazó a otra mujer. Y aun así, cuando esta pedazo de mierda borracha necesita algo, se le acerca y ella se defiende. No sabes una mierda. Así que no actúes como que sí—respiraba acaloradamente cuando terminé, y giré la cabeza con fuerza para mirar por la ventana.

Había dicho demasiado.

—Santa mierda —dijo Emily finalmente entre dientes.

—¿Qué? —dije con brusquedad, todavía furiosa.

Emily negó con la cabeza.

—Nada —dijo.

Quería exigirle una explicación, pero temía que fuera a enfurecerme y hacer que la golpeara.

No era una buena idea ya que subiría pronto al escenario.

—La llamé esta noche—le dije.

Necesitaba decirlo.

Necesitaba admitirlo.

—¿Respondió?

—Sí, contestó. Hablamos. Dijo que podía volver a llamarla.

—¿Con qué miembro de Jackdown está saliendo? —preguntó.

La miré, confundida.

—¿Cómo sabes que se trataba de Jackdown?

Emily sonrió con suficiencia.

—Llegué a Sea Breeze primero.

Oh.

Por supuesto.

Y Hanna conocería a Jackdown.

—El cantante principal—respondí, tratando de bloquear el rostro del chico.

—¿Sam? ¿En serio? Es el hermano de Tina. Huh…—dijo, sorprendida.

—¿Qué significa, huh?

Se encogió de hombros.

—Sam es el hermano de Tina. Y ella está casada con Mike. Britt es prima de Mike. Creería que esos crecieron juntos. Y se han conocido por años. Es sorprendente que estén saliendo apenas ahora. Extraño, casi.

No sabía eso.

¿Podría haber estado ahí solo para darme celos?

—No crees que…—dije, pero me detuve.

Emily no necesitó que terminara la oración.

—Tal vez—respondió.

Tenía que regresar a Sea Breeze.

Capitulo 18

El martes terminé mi última clase a las dos y me dirigí a casa para cambiarme y conseguir la ropa que llevé a casa para trabajar.

Se suponía que, esta noche, trabajaba de tres a siete. Sam había llamado dos veces, y no fui capaz de responderle.

Sabía que hoy tenía clases.

Hablamos el domingo en la noche, y le expliqué que necesitaba espacio. Lo que hacíamos iba demasiado rápido, y él era libre de dormir por ahí con quien quisiera.

No lo manejó bien; pero de acuerdo con la charla, la noche del lunes Sam no tomó a una, sino a dos chicas detrás del escenario, donde se presentó en Destin, Florida.

Varias fanáticas de Jackdown los siguieron. También se aseguraron de que oyera sobre eso.

Lo llamaría camino al trabajo.


Deteniéndome en la casa, me di cuenta de que no sería necesario.

Sam se hallaba sentado frente a mi puerta.

No me sentía de humor para que se disculpara, si era por eso. Le dije que podía dormir con quien quisiera, y él no perdió el tiempo.

Me demostró que no le interesaba esto tanto como pensaba. Lo cual alivió mi conciencia.

Al menos, no me amaba.

Salí de mi camioneta y me dirigí hacia él. Se quedó allí y me observó acercarme, pero no se veía con intenciones de pedir disculpas.

Se veía molesto.

Pero yo no había hecho nada.

―Hola ―dije, estudiándolo.

―No respondiste mis llamadas ―respondió.

―Estaba en clase. Iba a regresarte la llamada camino al trabajo. ¿Qué pasa? ―traté de hacerlo sonar indiferente.

Sacudió la cabeza, como si no pudiera creerme.

―¿De verdad? ¿Eso es todo? ¿Hemos vuelto a ser jodidamente amigos?

Iba a hacerme llegar tarde al trabajo.

―Hemos hablado de esto. Estuviste de acuerdo ―le dije.

―¿De acuerdo con qué? ¿Quién coño te dijo que me encontraba de acuerdo con esto?

Me apoyé contra la barandilla y suspiré.

―Sé de las chicas de la noche del lunes. Las noticias vuelan. Diría que eso te hace estar de acuerdo con eso ―le dije.

Sam arrojó un papel que tenía en la mano y se levantó.

―¡Que se joda eso! Dijiste que podía acostarme con quien quisiera. Necesitabas jodido espacio. No puedes enojarte porque hice lo que me dijiste que hiciera.

Extendí la mano y agarré la suya, esperando calmarlo.

―No estoy enojada. No dije que estuviera molesta. Señalé que, el hecho de que lleves chicas detrás del escenario significa que estás de acuerdo con esto. Con nosotros.

Sam se me acercó y extendió su mano para ahuecar mi cara.

―No eran tú. Por lo que no, no estoy jodidamente de acuerdo con esto. Apesta. Duele como el infierno y ellas no pueden hacer que desaparezca.

Levanté la mano y alejé la suya de mi cara.

―Sin embargo, lo hiciste. Las deseaste lo suficiente como para follarlas. Eso significa que te sentiste atraído por ellas. Si estuvieras con el corazón roto por esto, no habrías sido capaz de tener relaciones con otras chicas. Eso es todo lo que estoy diciendo.

Sam cerró los ojos y maldijo.

―Jodidamente no digas eso. No voltearás esa mierda sobre mí cuando dijiste que estaba bien. Todo lo que tenías que decir era que no me querías con nadie más, y no lo habría hecho.

Si no pensara que fuera a hacerlo enojar, habría sonreído.

Era tan confuso.

Tenía sentimientos por mí. Lo sabía.

Pero no se encontraba enamorado.

Aún no experimentaba eso, de manera que, por supuesto que pensaba que esto era tan malo como se ponía.

―Si me quisieras, entonces no habrías sido capaz de tener sexo con nadie más. Con o sin mi consentimiento. Eso es todo lo que estoy diciendo.

Sam se alejó de mí y empezó a caminar.

―A la mierda con eso. No es justo, Britt. Me emborraché. Me pongo caliente como el infierno cuando estoy sobre el escenario. Hace que mi sangre corra. Lo sabes.

Esta vez, sonreí. No pude evitarlo.

―Lo sé. Y te estoy diciendo que está bien. Simplemente, ahora tengo otras cosas con las cuales lidiar.

Sam se detuvo y se agachó, recogió los papeles que había tirado: varios artículos sobre un evento del fin de semana, donde Emily Fields y Dani se presentaron para un evento de caridad.

Pero las fotos no eran de Emily.

Eran de Dani, y en sus brazos se hallaba Santana.

―Esto es con lo que estás lidiando. Esta pequeña mierda. Te utiliza. Está jodiendo con tu cabeza. Te vi mirándola el pasado fin de semana. La deseabas. Pude probarlo en ti. No dejes que te joda. No puede ser lo que quieres, amor. Infiernos, yo tengo dificultades con ser lo que quieres. Quieres un montón de mierda. Te lo mereces, pero ella no será la indicada para hacerlo—Sam empezó a decir más y se detuvo. En vez de eso, se dio la vuelta y se dirigió a su coche.

No lo vi irse.

Me encontraba demasiado ocupada mirando fijamente la foto de Santana y Dani que les tomaron la noche del viernes.

La misma noche que me llamó.

Dijo que iba a salir con Hanna y Emily. No mintió. Solo que no mencionó la pequeña pieza de información de que iba a salir con Dani.

Sam tenía razón.

Quería un cuento de hadas.

No iba a tener un cuento de hadas.
Era la hija de una stripper.

Nada más.

Intentaba ser alguien que no era. Alguien que nunca sería.

Enrollé el papel y me detuve. En cambio lo alisé. Lo guardaría, y cuando necesitara recordarme lo estúpida que era cuando se trataba de Santana, lo sacaría de nuevo.

Para recordarme.




El viernes por la noche pasé más tiempo arreglándome.

Me puse mi falda más corta y mi blusa más ajustada. Incluso terminé con las botas caras que Santana me compró.

No había sido capaz de usarlas de nuevo.

Pero me sentía cansada de actuar como si fueran algún santuario dedicado a ella.

Debería estar disfrutando de algo de nuestro tiempo juntas.

Mi cabello se veía bien esta noche, y puse maquillaje extra en mis ojos para tener una mirada sensual.

A estas alturas, todos sabrían que Sam y yo terminamos y que era libre de coquetear y ser coqueteada.

Era una noche de rebote para mí, y planeaba beber mucho y bailar toda la noche.



Cuando entré a Live Bay, la noche ya se hallaba en pleno apogeo.

Me detuve en el bar y tomé un whisky antes de dirigirme a la mesa donde Mike me miraba con un paternal ceño fruncido.

Simplemente le guiñé un ojo, lo cual profundizó su ceño. Desvié la mirada hacia Finn, que era la única otra persona en la mesa en este momento.

Lamiendo mi labio inferior sugestivamente, coloque mi vaso sobre la mesa y me incliné, sabiendo que a pesar de que me veía como la prima pequeña de Mike, iba a mirar mis tetas.

―¿Quieres bailar? ―pregunté.

―No ―respondió Mike por él.

―Infiernos sí ―respondió Finn.

―Levántate y haré que te sientes ―le advirtió Mike.

Finn solo se rio y tomó un trago.

―¿Qué estás haciendo, Britt? ―preguntó Mike.

―Bebiendo, luego bailando―le respondí con una sonrisa que no sentía.

―No eres así ―respondió.

―No. Es exactamente como soy. Esta soy yo, Mike. Terminé de fingir que soy otra persona. Ahora, ¿por qué no puede Finn bailar conmigo?―pregunté, girando para hacerle pucheros a Finn, quien se veía muy divertido.

―Deja de coquetear con Finn―dijo Mike, molesto.

―Lo estoy disfrutando. Por favor, déjala continuar―dijo Finn, recostándose para mirarme con los ojos medio caídos mientras se fumaba un cigarrillo.

Quizás debería tener cuidado con él. Parecía que pudiera ser más de lo que yo podría manejar.


―Bien. Iré a bailar sola―les dije, tomando un largo trago de mi bebida antes de darme la vuelta y salir a la pista de baile.

Me aseguré de menear lo suficiente mis caderas como para llamar la atención.

No bailaría sola por mucho tiempo. Esto era lo que se me daba bien.

Toda mi vida había visto a mi mamá controlar a los hombres.

Era fácil para mí.

―Escuché que Sam y tú terminaron―dijo una voz profunda mientras dedos cálidos rodeaban mi brazo.

Me di la vuelta para ver a Noah Puckerman. En mi primer año, era el mariscal de último año de la secundaria.

―Sí, terminamos―contesté con un aleteo de pestañas y una sonrisa lenta―Pero solo quiero bailar.

Noah sonrió.

―Guíame ―dijo.

Fuimos al centro de la multitud.

Afortunadamente, esta era la canción de Rory. Cantaba solo en esta, así que no tenía que escuchar a Sam cantando mientras ajustaba mi vida después de Santana López.

Noah apoyó sus manos sobre mis caderas, y me moví con la música mientras le sonreía.

Era una distracción segura.

Nada peligroso.

Una vez estuvo comprometido con la hija del pastor en la ciudad, pero terminaron.

No sé por qué.

No pertenezco a su círculo, y eran mayores que yo.

Rory anunció un receso, y dejé de bailar cuando la radio se hizo cargo de la reproducción de música.

―Necesito un trago―le dije, y luego lo dejé ahí mientras iba de nuevo a la mesa.

No le pedí que viniera conmigo.

Solo fue un baile, y era uno de muchos.

Mike sacudió la cabeza hacia mí cuando me vio llegar.

Agarré mi bebida.

―¿Qué? ―dije bruscamente.

―Estás buscando problemas ―dijo Mike.

Puse los ojos en blanco y tomé un trago.

―Estoy bailando ―contesté.

―Y aquí viene ―dijo Finn arrastrando las palabras.

Miré hacia atrás, esperando ver a Noah, pero en su lugar, era Sam el que venía en nuestra dirección.

No lo esperaba.

Normalmente tenía rapiditos detrás del escenario primero.

La mano de Sam se envolvió alrededor de mi brazo y me atrajo hacia él.

―Necesitamos hablar. Ahora.

Negué con la cabeza.

―Causaré una maldita escena ―advirtió él.

―Ya discutimos esto. ¿Qué sucede contigo?

Dos chicas se acercaron a Sam, agarraron sus brazos y comenzaron a decirle lo bien que sonaba. Se encogió de hombros, liberándose de su agarre.

―Gracias. Ahora váyanse―dijo, tirando de mí de nuevo―Necesito hablar contigo, amor. No me obligues a hacerlo aquí.

Las chicas se alejaron, frunciéndome el ceño. Apunté mi vaso hacia ellas ante su retirada.

―Deberías ir por ellas. Apuesto a que harían un trío ―dije.

―Joder, Brittany―gimió Mike.

Sam se acercó a mi rostro, y sentí a Mike moverse detrás de mí.

―Retrocede —le advirtió Mike.

―¿Esto es lo que quieres, amor? ¿Quieres que me vaya y folle a alguien más detrás del escenario?―quería que dijera que no.

Podía oírlo en su voz. Pero necesitaba que dijera que sí.

―Sí, eso es lo que quiero ―contesté, y retrocedió como si lo hubiera abofeteado.

Pasó su pulgar por su labio inferior y sacudió la cabeza con incredulidad.

―Eso es todo, amor. Eso es todo. Se acabó―levantó las manos y se alejó.

No lo vi irse.

Me di la vuelta hacia la mesa y me encontré con la mirada de Finn.

―Lo superará. Hiciste lo correcto. Él no es para ti―dijo.

―Solo espero que algún día podamos ser amigos de nuevo.

Lo esperaba.

No debería haber dejado que las cosas se salieran de control con él.

Tampoco debería haber venido aquí.

No pertenecía a este lugar.

No quería esto.

Bajé mi vaso.

―Me voy ―dije.

―¿Estás bien? ―preguntó Mike.

Lo miré.

―Sí. No. No lo sé. Solo...―miré a mi alrededor―, No quiero seguir con esto―le dije―Ahora quiero más.

Mike me dio un abrazo.

―Tendrás más―susurró en mi cabello.

Me aparté y forcé una sonrisa.

―Eso espero.

Girándome para irme, me acerqué a la puerta e ignoré a las personas que me llamaban por mi nombre.

Solo necesitaba aire fresco y tiempo a solas.

Justo antes de llegar a la puerta, esta se abrió y Santana López entró. Sus ojos se clavaron en mí, y nos quedamos mirándonos.

No había hablado con ella en toda la semana.

No desde su llamada.

Ella retrocedió y me abrió la puerta. Salí, manteniendo la cabeza baja.

¿Debería decir algo?

¿O ella iba a quedarse adentro sin decirme nada?

La puerta se cerró detrás de mí. Me di la vuelta para ver a Santana afuera. Inclinó la cabeza hacia el estacionamiento.

―¿Podemos hablar?

Lo único que pude hacer fue asentir.

Incluso si debía irme de aquí y protegerme.

Caminamos hasta su Hummer. Esta vez no había limusina, sin chofer.

Solo ella.

Me abrió la puerta, y me subí, dándome cuenta de que eso era algo que Sam nunca hacía.

Abrirme la puerta del coche.

La echaba de menos.

Le agradecí, y solo sonrió antes de cerrar la puerta y dirigirse hacia el lado del conductor.

La Hummer olía a ella.

Respiré hondo y lo disfruté antes de que abriera la puerta y se subiera.

―¿Te ibas? ―preguntó.

Me volví para mirarla, y ver su rostro solo hizo que mi corazón latiera más rápido.

Su mirada se centraba en mí, y simplemente estar tan cerca de ella hacía que todo pareciera mejor.

―Sí―respondí, sin estar segura de lo mucho que debía contarle.

Miró por la ventana, luego a mí.

―¿Él va a venir a buscarte?

Negué con la cabeza.

―No. Terminamos eso... lo que sea que haya sido.

Sus ojos se ampliaron y sus hombros se relajaron visiblemente.

―¿Por qué?

¿Quería que le dijera que era por ella?

No es que fuera a hacerlo.

Me encogí de hombros.

―Supongo que no encajamos ―contesté.

Santana asintió como si estuviera de acuerdo.

Contuve una sonrisa.

―¿A dónde te dirigías?

―A casa―respondí con sinceridad, incluso si me hacía sonar patética.

―¿Podría convencerte de venir a mi casa?

Dios, cómo quería decir que sí.

Podía convencerme de cualquier cosa si intentaba lo suficiente.

Pero el arrepentimiento que vendría cuando se fuera y no llamara... El dolor era algo demasiado reciente.

No me sentía lista para eso de nuevo.

―No sé si sea una buena idea.

Santana se inclinó hacia mí y mantuvo su intensa mirada centrada en mí.

―¿Por qué?

―Porque harás que te extrañe―lo dije antes de poder detenerme.

Extendió su mano y tocó la mía.

―Es por eso que quiero hablar. La manera en que dejamos las cosas... no me gusta.

No respondí.

No quería malinterpretarla.

―Te extraño, Britt―dijo en un susurro ronco.

Esa fue mi perdición.

―Está bien.

Elevó las cejas.

―Bien... ¿irás a mi casa?

Asentí y ella dejó escapar un suspiro.

―Bien. Trataba de sopesar mis opciones y el secuestro me parecía arriesgado―la sonrisa en su rostro trajo al mío la primera verdadera sonrisa en una semana.





Santana


Nunca en mi vida había estado más aliviada de salir de un vehículo.

Si Brittany cruzaba sus piernas una vez más en esa excusa ridícula de falda, iba a volverme loca.

Maldita sea, ¿por qué tenía que ser tan jodidamente sexy?

Traté de no mirarla mientras subíamos las escaleras de la casa. Lo que llevaba puesto era más atrevido que cualquier cosa que alguna vez la vi vestir.

Se encontraba más allá de mi comprensión cómo infiernos salió del club sola.

Abrí la puerta y ella entró.

Ya que Emily no estaba en la residencia, los empleados se iban por la noche.

Prefería estar sola.

Sobre todo ahora que tenía a Brittany aquí.

―Querías hablar―dijo Brittany, sin avanzar más en la casa.

Ahora parecía nerviosa.

No sabía con seguridad qué cambió desde el vehículo hasta aquí. Había estado bien en la Hummer.

―Sí, uh, no aquí. Podríamos ir afuera―me detuve cuando comenzó a sacudir la cabeza.

―No, no vamos a salir―dijo suavemente.

La última vez que estuvimos afuera fue memorable para ambas.

Tenía razón.

Esa era una mala idea.

Necesitaba concentrarme.

―Um, sí. Vamos...―¿adónde diablos la llevaría?―, Abajo. Es más cómodo ahí. Menos formal―dije finalmente.

Brittany asintió, y me dirigí hacia las escaleras.

Oír el clic de sus tacones en el suelo de mármol hacía que fuera difícil no darme la vuelta y mirar sus piernas.

No es que no tuviera una clara imagen mental de ellas.

Comencé a bajar las escaleras y Brittany se detuvo. Mirándola, me di cuenta de que se agarraba a la barandilla firmemente y tenía una batalla interna consigo misma.

―¿Britt?

Me miró y negó con su cabeza.

―No puedo. No debería haber venido aquí.

¿Qué demonios?

Regresé hasta el escalón debajo de ella.

―¿Por qué?

Respiró hondo.

―Debido a que, haremos… haremos cosas, y te irás a Boston y yo me quedaré aquí y estaré triste y sola, no puedo hacer eso de nuevo―dijo en una larga oración apresurada, después se giró para irse.
Extendí la mano y agarré la suya antes de que pudiera escaparse.

―No te vayas. Es por eso que quiero hablar. Sí, voy a tener que irme, pero quiero volver. Así como lo estoy haciendo ahora. Como hace dos semanas. Quiero volver a verte. Y te aseguro que no quiero que estés triste.

Se quedó muy quieta y dejó de intentar alejarse de mí.

―¿Qué quieres decir con que quieres volver?

―Exactamente lo que dije. Quiero verte. Te extraño.

No me miró.

―Pero, ¿por qué? Estás saliendo con Dani. ¿Por qué quieres venir aquí?

Esas jodidas fotos estúpidas.

No debería haber dejado que las tomaran.

Fui testigo de primera mano de cómo fotos como esas casi acabaron con la relación de Emily y Hanna.

―Ella es una amiga.

―Oh ―fue todo lo que dijo.

―Por favor, baja y habla conmigo―supliqué, deslizando una mano alrededor de su cintura.

Al principio se puso tensa, después pareció fundirse contra mí.

―Está bien ―dijo finalmente, después de un momento.

No aparté mi mano de la suya esta vez, por temor a que decidiera irse de nuevo.

Llegamos a la planta baja y la llevé hacia el sofá más cercano para que estuviera cómoda.

Ella miró alrededor del lugar.

―Es agradable aquí ―dijo.

Era donde Emily y yo pasábamos el rato cuando éramos más jóvenes.

Ella había estado limitado a nuestra pequeña porción de la playa cuando veníamos de visita, así que pasamos mucho tiempo aquí abajo jugando videojuegos y en la piscina.

―No he estado aquí abajo en un tiempo ―admití.

Bajó su mirada hacia sus manos, después finalmente la levantó hacia mí.

―Entonces, quieres visitarme―dijo lentamente, como si estuviera tratando de entender lo que dije.

―Sí, eso quiero. Una relación sería imposible, pero eso no significa que no podamos salir. Puedo venir a visitarte. Si quieres, puedo llevarte para que me visites. Solo… apesta esto de no hablarnos. Te extraño.

Capitulo 19

Una relación sería imposible.

Eso es todo lo que escuché.

Todo lo demás que dijo no tenía sentido.

¿Qué era lo que quería?

¿Tener a alguien para llamar por sexo?

—¿Entonces sólo quieres juntarnos cuando estés disponible y hacer ¿qué? ¿Tener sexo?—pregunté amargamente.

Sus ojos se abrieron ampliamente y sacudió su cabeza.

—¡No! Dios, no. No quería decir eso. Me refiero a… salir. El sexo, bueno, sí, es asombroso, pero no es por eso que vine. Quería verte.

Solo que no en una relación.

Quería ser libre de salir con Dani y cualquier estrella que se le cruzara, y también verme a mí.

Sí, esto me hizo enojar, pero no debería haberlo hecho.

Nunca me prometió nada.

El simple hecho de que yo quisiera más no significaba que ella tuviera que hacerlo.

Le gustaba.

Quería salir conmigo.

Estaba acostumbrada al tipo de personas posesivas que no comparten, por lo que salir casualmente no era algo que hubiera hecho mucho.

Verla con otra mujer iba a doler.

¿Pero valía la pena tenerla, incluso si fuera por poco tiempo?

¿Podría yo hacer eso?

Quizás tendría que.

Tal vez era momento de que aprendiera a salir con personas distintas, a dejar mis opciones abiertas.

No era como si estuviera buscando casarme y tener hijos.

—Está bien—dije finalmente.

Esta decisión probablemente volvería para atormentarme, pero no estaba dispuesta a dejarla ir.

Una sonrisa lenta se extendió por su rostro demasiado guapa.

Había conseguido lo que quería: alguien más y yo. Supongo que tenía algo por lo que sonreír.

—Está bien. ¿Estás dispuesta a verme cuando podamos? Y podemos hablar por teléfono—añadió.

Estaba poniéndome en la posición de no-relación-a-larga-distancia mientras-estudio-en-la-universidad.

Eso me hizo sonar débil.

Por ceder ante algo como esto.

Era como si me hubiera conformado con menos. Pero no estaba lista para dejarla ir.

Todavía no.
Quizás pronto sí, pero quería a Santana López.

Maldita sea.

Su mirada cayó a mis pies.

—Llevas las botas que te compré—dijo con una sonrisa satisfecha.

Asentí y balanceé la pierna que había cruzado.

—Síp.

Sus ojos viajaron por mis piernas y frenaron para pasar tiempo extra en la cima de mis mulos.

Estaba vestida como una puta. Lo sabía.

Lo había hecho por estupidez.

Por supuesto que ella estaba observando.

—Me pondré más ropa la próxima vez—le dije, tratando de bromear.

Su mirada volvió a la mía.

—Lo siento. Estaba, eh…

—Estabas echándole un vistazo a mi falda corta. Lo sé. Esta noche estaba de humor.

Ella alzó una ceja.

—¿Y ese humor sería ver cuán demente puedes volver a cada personas con quien entras en contacto?

Me encogí de hombros y me recliné en el sofá.

—Prácticamente—respondí honestamente.

Santana rió.
—Tuviste éxito.

—Gracias. Creo—respondí.

Ella se acercó más a mí y tomó un mechón de pelo de mi hombro, luego comenzó a jugar con él.

—Amo tu cabello—dijo mientras lo dejaba caer entre sus dedos.

Intenté decir gracias, pero no conseguí formar las palabras.

—Quiero besarte. Pero no quiero que creas que es porque estás aquí—dijo Santana.

Mi corazón se estaba acelerando, y quería suspirar por la forma en que se sentía cuando ella pasaba sus dedos por mi cabello.

—No voy a pensar que me trajiste sólo para un beso —le aseguré.

Ella se movió hacia adelante y acarició mi cuello con su nariz, respirándome.

—Si te beso, voy a querer más. Haremos mucho más que sólo besarnos—susurró.

Me estremecí por su calidez.

También quería eso.

Quizás esa era la razón por la que había venido. Estaría mintiendo si dijera que no lo había pensado.

Giré mi cabeza y atrapé sus labios con los míos.

Su respiración se cortó por un momento y su mano se quedó quieta en mi pelo.

Estaba pensando.

Intentando decidir.

Iba a tener que darle un empujoncito.

Giré mi cuerpo y deslicé mi pierna sobre la suya antes de envolver mis manos alrededor de su cuello.

Eso fue todo lo que tomó.

Su mano estaba en mi muslo, acercándome, antes de que tomara control del beso.

Después de meses de creer que esto había terminado y nunca me sentiría así de nuevo, no podía acercarme a ella lo suficiente.

Todo en lo que podía pensar era que si esto era limitado, entonces quería más.

Si era posible saciarme de esta mujer, la quería.

Quizás la próxima vez no dolería tanto.

Santana me empujó hacia atrás en el sofá y me cubrió con su cuerpo. Su boca besó mi clavícula y la cima de mis pechos, que ahora estaban empujando contra el top que estaba vistiendo.

Cerré mis ojos para poder respirar.

Era difícil respirar profundamente cuando podía ver su lengua salir y lamer mi piel.

Tomé mi falda para sacármela, pero sus manos agarraron las mías y me frenaron.

—No—dijo, mientras descansaba su cabeza en mi pecho, respirando duramente.

No me moví, queriendo que ella hiciera algo o dijera más.

Su mano bajó por mi costado y acunó mi cintura, pero no hizo nada más.

—¿San?

—Sí —respondió en un susurro ronco.

—¿Estás bien?

—Dame un minuto.

—Está bien… ¿pero por qué?

Ella posó un beso en mi pecho, luego se levantó de mí.

—Porque no es por esto que estás aquí. Y por mucho que quiera tomar lo que sea que estés dispuesta a dar, no puedo hacerlo.

Me senté a su lado.

—Pero por eso estoy aquí. Decidimos salir.

Santana sonrió y frotó su mandíbula.

—Todavía necesito un minuto, Britt.

Levanté mi mano y tomé su brazo.

—Explícame qué quieres decir.

Ella se giró y me miró. Alzó su mano y movió la tira de mi top hacia arriba por mi hombro, desde donde se había deslizado, y luego pasó su dedo por mi brazo.

—Cuando vuelva a la universidad el domingo y tú te quedes aquí toda la semana pensando sobre esto, no quiero que te convenzas de que todo esto fue una táctica para meterme en tus pantalones.

Maldita sea, era dulce.

Me incliné hacia ella, queriendo que me tocara un poco más.

—No voy a pensar eso. Además, no llevo puestos pantalones—le recordé bromeando.
Ella dejó salir una risa corta.

—¿Cómo pude olvidarme? —respondió.

Me incliné y besé su cuello, y lela gimió.

—Quiero esto —dije.

—Lo quiero más. Confía en mí. Pero quiero que sepas que no es todo lo que quiero.

Todo esto de no tocarme para probar que le importaba me estaba calentando.

Ella podría enseñar una clase de Seducción 101. O una de las formas más rápidas para conseguir que una mujer se desnude.

—Todavía no estoy lista para volver a casa.

Santana me envolvió con su brazo y tiró de mí hacia su costado.

—Yo tampoco. Dime de qué me he perdido durante estos tres meses, pero deja afuera los detalles con el cantante.

Ella quería hablar.

Pero aun así iba a sostenerme.

Me moví más cerca de ella, y tomó mis piernas para ponerlas sobre su regazo.

Eso era mucho más peligroso para mi corazón que si me hubiera follado.

—No sucedió mucho —respondí.

—Eso no es verdad. Dijiste que conseguiste trabajo cosiendo. Háblame sobre eso.

Apoyé la cabeza en su brazo y sonreí.

Me gustaba hablar sobre mi trabajo, pero nadie me preguntaba.




Santana


Era suave, cálido y olía malditamente asombroso.

Lo acerqué y enterré mi cabeza en lo que fuera. Un gemido suave y un movimiento en la zona correcta me despertaron de mi sueño y me devolvieron a la realidad.

Abriendo mis ojos, me di cuenta de que Brittany era el suave cuerpo delicioso en el que estaba tratando de meterme.

Estaba metida contra mi pecho.

En algún punto nos habíamos quedado dormidas en el sofá y nos habíamos acurrucado.

Moví mi mano para encontrarla llena de suave carne desnuda.

Mierda, estaba tocándola mientras estaba dormida.

Ella presionó la teta que estaba sosteniendo y dejó escapar un gemido suave.

Sabía que debería mover mi mano. Ella estaba dormida y vulnerable.

Sabía que no debería estar tocando sus tetas. Aunque se sentían como el cielo.

Sus piernas estaban entrelazadas con las mías, y su perfecto trasero redondo estaba presionándose contra mi entrepierna.

¿Cómo demonios es que ella estaba durmiendo mientras pasaba por esto?

Lentamente alejé mi mano de ella, utilizando toda mi fuerza de voluntad para no volver y jugar con el pezón duro que rozaba mi palma.

Sacando mi mano de su camisa, bajé su top tanto como podía, que no era demasiado.

Dejaba desnuda una pequeña porción de su estómago. Posé mi mano sobre su camiseta, tan alejada de su tentador pecho como era posible.

Habíamos hablado por horas.

Luego ella comenzó a bostezar y yo comencé a jugar con su pelo.

La idea de llevarla a su casa no parecía atractiva. No cuando tenía que irme el domingo.

Todavía no estaba dispuesta a dejarla.

Así que nos quedamos dormidas en el sofá. Todavía teníamos puesta la ropa.

Las únicas cosas que me había contado que me habían hecho remotamente feliz eran que tenía un trabajo que amaba y que la ex novia que la había estado acosando ahora estaba casada.

Se había visto forzada a casarse con la chica que había embarazado para evitar que ella volviera a Arkansas con su hijo.

No había hablado del tipo, sin embargo.

Ni una vez.

Pero yo le había pedido que no lo hiciera.

Brittany se pegó más contra mí y me estremecí. Estiré mi mano y tomé una cobija blanca para ponerla sobre ella.

No iba a moverme, sin embargo.

Según el reloj, ni siquiera eran las seis de la mañana.
Todavía me quedaban horas de esto.

Brittany se volvió a presionar contra mí.

—Hace frío —balbuceó.

Dejé de intentar no tocarla demasiado y usé mi cuerpo para calentarla, metiéndome debajo de la cobija con ella. Ella hizo un sonido satisfecho y comenzó a menear su trasero de nuevo. Me tragué un gemido e intenté pensar en cualquier cosa que no fuera su cuerpo.

—Eres cálida—dijo somnolientamente, y se volvió a asentar una vez que hubo hundido tan duro contra mí, que lo único que podía sentir era su cuerpo.

Presioné un beso en su sien.

Por mucho que quisiera prometerle más, sabía que no podía.

Estaría mal pedir una relación cuando no sabía si tendría tiempo fuera los fines de semana.

Luego estaban mis padres, y tenía que lidiar con ellos.

Mi mamá iba a ponerse como loca cuando descubriera que iba a tomarme el próximo semestre para viajar.

Brittany necesitaba su libertad, pero yo necesitaba tener alguna conexión con ella.

La extrañaba.

Me gustaba estar cerca de ella.

Por tanto tiempo como estuviera dispuesta a darme esto, lo tomaría.

Comenzó a mover su trasero contra mí de nuevo. Pero esta vez era un movimiento de balanceo.

Agarré su cintura para inmovilizarla.

—No. Te gustará, puedo sentirlo—dijo. Su voz tenía el sonido espeso del sueño.

Tomó la mano que estaba en su estómago y la movió hacia arriba para cubrir una de sus tetas. La apreté suavemente, y ella se arqueó, luego lanzó su mano hacia arriba y la deslizó detrás de mi cabeza.

Podía ver mi mano en ella mientras la piel cremosa y suave se escapaba de la cima de su camiseta.

—¿Estás despierta?—pregunté, queriendo desesperadamente deslizar mi mano bajo su camisa de nuevo.

—Sí—susurró, y tiró una pierna sobre las mías por lo que cuando se balanceó hacia atrás.

Comencé a deslizar mi mano debajo de su camiseta, pero en cambio tomé la parte inferior y se la quité. Sus pechos rebotaron, libres de la apretada camiseta sin mangas, y llené mis manos con ellos.

Había visto un montón de tetas, pero nunca había visto un par así de perfecto.

Y estaban las mías también.

Brittany arqueó su espalda, dándome una vista incluso mejor de cuán bien lucían en mis manos.

Abrió más sus piernas y las acomodo para que quedaran entrelazadas con las mías, intentando duramente de conseguir la fricción que necesitaba para su liberación.

Deslizando mi mano hacia abajo por su estómago, levanté la falda corta, y Brittany chilló por la anticipación. Jugué con la parte superior de sus bragas, pasando mi dedo hacia adelante y atrás mientras ella se retorcía.

—Por favor—rogó.

—¿Qué es lo que quieres?—pregunté, presionando un beso contra su oreja.

—Tócame, Dios, por favor, tócame—jadeó.

Sus piernas estaban bien extendidas, y podía oler su excitación, que estaba a punto de lanzarme por el borde.

Deslicé un dedo dentro de la tela de encaje, y Brittany jadeó y se quedó quieta.

Sus pechos se alzaban y caían, causando que rebotaran de manera hermosa mientras esperaba a que me moviera más abajo.

Cuando mi dedo rozó su clítoris, gritó mi nombre y lanzó su cabeza hacia atrás.

Mierda, eso fue caliente.

Pasé un dedo por los pliegues resbalosos, y luego lo traje hasta mi boca para probarla mientras ella me observaba.

—Tan dulce—susurré, y luego llevé mi mano hacia debajo de nuevo para tocarla a través del algodón empapado de sus bragas—Tenemos que sacarte estas—le dije, y ella asintió frenéticamente.

Alcé la mano y bajé el cierre de la polera porque también se iba. Luego empujé las dos piezas hacia abajo hasta que tuvo que retorcerlas para terminar y patearlas al suelo.

—San—susurró, extendiendo sus piernas para mí de nuevo.

La habitación olía a sexo con ella abierta de esa manera. Estaba comenzando a creer que no tenía que volver a la escuela.

Podría simplemente vivir aquí con Brittany desnuda en este sofá conmigo.

—¿Sí?—pregunté, besando su cuello mientras movía mi mano de nuevo para cubrir su montículo suave y mojado.

—Quítate los pantalones—dijo, moviendo sus caderas contra mi mano.

—¿Por qué? Estoy cuidando de ti—le dije mientras presionaba mi pulgar contra su clítoris.

—No es lo mismo. Te quiero unida a mí—dijo, tomando mi brazo y sosteniéndose fuerte mientras se sacudía contra mi mano—En esta posición. Deslízate dentro de mí desde atrás—dijo.

La imagen en mi cabeza me puso a desabrochar mis pantalones luego bajé mis vaqueros junto a las bragas hasta que pude patearlos, luego presioné un beso duro contra sus labios.

Estaba más allá del punto de estar caliente y húmeda.

Ya dolía.

Tomando su pierna, la alcé contra mi cintura, y luego me metí en ella y nos acomode para luego dirigir mis dedos en ella, que estaba más que lista mientras me tomaba, haciéndonos gritar a las dos.

Puso su mano detrás de mi cuello de nuevo y se volvió a arquear contra mí. Y moviendo su mano también dirigió sus dedos en mí.

—Estás tan profundo —dijo, gimiendo.

—Había olvidado lo asombrosa que te sentías—le dije mientras luchaba para evitar perderme a mí misma justo en ese momento.

El pulgar de Brittany tocó mi clítoris mientras sus dedos deslizaban adentro y afuera de mí. Que jugara conmigo mientras la follaba estaba empujando mi resistencia.

—Estoy por venirme—dijo, tensándose mientras me impulsaba duramente dentro de ella—Oh, Dios, San. Voy a venirme. Es…—paró de hablar y su cabeza se presionó contra mi pecho mientras se retorcía salvajemente contra mí, gritando mi nombre, hasta que la seguí justo después de ella.

Su cuerpo comenzó a temblar, y la sostuve fuerte mientras.

Casi me había convencido de que el sexo con Brittany no había sido la experiencia más épica de mi vida.
De que porque la había perdido, había puesto el sexo con ella en un pedestal.

Ahora me daba cuenta de que había sido épico.

Nunca se había sentido así con nadie más.

Jamás.

Y no estaba dispuesta a perder esto de nuevo.

Capitulo 20

No fui a casa hasta que Santana me dejó en su camino al aeropuerto.

Mamá no se había emocionado con la idea de que pasara tiempo con Santana de nuevo, pero no discutió conmigo por ello en el teléfono.

De todos modos, sabía que estaría esperando por mí para ir a casa así podría confrontarme por tomar estúpidas decisiones.

Esa es la razón por la le dije a Santana que no me acompañara a la puerta a pesar de que realmente lo intentó.

Eventualmente, diciéndole que eso despertaría a mamá y que necesitaba descansar antes de trabajo la mantuvo de pie en la limosina. Me miró hasta que cerré la puerta y se volvió hacia el camino.

No me dijo cuándo estaría de regreso.

No me hizo promesas.

Solo me dijo que me llamaría.

Si este fin de semana fue la décima parte de especial como lo es ella para mí, entonces regresaría pronto.

—Fuego, bebé. Estas jugando con fuego—me dijo mamá mientras entraba a la sala de estar en su vestido de seda azul.

—No, mamá. Por favor. Déjame disfrutar esto.

Caminó hacia la ventana y vio cuando la limosina se alejó.

—¿Vas a estar enojada en la habitación cuando se vaya al sur? Te prometo que Sam no va a venir corriendo a salvarte—se detiene—Bueno otra vez, puede que lo haga. Tal vez Sam es tuyo Brittany. Piensa en eso, tiene complete sentido.
Se vuelve a Gilmore Girls de nuevo.

No voy a hacer esto con ella.

No hoy.

—Tengo algunas cosas que hacer de trabajo—le digo antes de caminar hacia mi habitación.

—¿Amas a Sam? —me grita mamá.

—No he estado enamorada de él, no.

Suspira audiblemente.

—Bueno, supongo que siempre hay tiempo para eso. Hiciste esto al revés, después de todo.

Cerré la puerta de mi habitación por el loco consejo sobre relaciones de mi mamá, me volví hacia mi cama y me recosté.

Mirando hacia el techo, dejo que una sonrisa tonta salga porque he estado reteniéndola.

Santana fue diferente este fin de semana.

No había sido tan distante.

Me dejó entrar.

Hablamos de sus amigos en la escuela y de su hermana. Me sentí conectada a ella de una manera como nunca antes.

Mi teléfono empezó a sonar, y lo saqué de mi bolsillo.

El nombre de Santana estaba en la pantalla, y la risita de felicidad que escupí esperaba que nadie la hubiera escuchado.

—Hola—dije incapaz de enmascarar la felicidad que me daba al llamarme.

—Quería escuchar tu voz una vez más. Una vez que regrese, tengo que estudiar.

—Necesito hacer lo mismo. Estoy feliz que llamaras—respondo.

Escuche una risa suave.

—Bien. Tenía miedo que fuera muy pronto.

—Hmm, quizá, pero es lindo—me burle.

—Lindo, ¿Eh? ¿Necesito recordarte mi sensualidad?

Esta vez me reí.

—Definitivamente no. Soy bastante consiente.

—Ya lo creo. Soy difícil de olvidar—respondió.

—Estoy de acuerdo.

Suspiró.

—Tengo que irme. Te hablaré pronto.

—Está bien, ten cuidado—respondí. Cuando colgó, dejé caer el teléfono en mi estómago.

Era difícil no decir nada más que eso.

Recordar que esto era algo casual era difícil.

No había ataduras.

No es como si hubiera intentado salir con alguien más, pero aun así.

El hecho que ella podía.

Y me preguntaba que iba a hacer cuando ella lo hiciera.




La primera parte de la semana, me quedó claro todas las noticias de entretenimiento y tabloides por temor a que iba a ver algo de Santana en ellos que no quería ver.


Cuando no me llamó el martes, cedí y la busqué en google para ver si había nuevas noticias sobre ella.

Pero solo cosas viejas aparecieron.

Hubo noticias sobre la nueva canción de Emily Fields y algunas fotos de ella y Hanna comprando en Rodeo Drive.


El viernes consideré seriamente ir a Live Bay pero cambié de opinión como cinco veces durante el día.

Alrededor de las tres de la tarde, decidí quedarme en casa y trabajar.

Cuando mi teléfono sonó, eran casi las cuatro, y corrí hacia el.

La sensación de hundimiento me golpeo cuando vi el nombre de Marley en vez de Santana en la pantalla.

—Oye—dije, intentando no sonar decepcionada.

No tenía llamadas de Marley muy seguido.

—Hola, Britt. Es Marley—dijo.

—Aún tengo tu número. Solo porque te enganchaste con Kitty y arruinaste toda nuestra divertida fiesta no significa que te repudie como amiga—le bromee.

Era del tipo de chica que nunca sería pero siempre desee poder ser.

Marley se río.

En realidad no habíamos tenido muchas fiestas. No había ido tan lejos.

Cuando Marley tenía una actitud salvaje, vino hacia mí para que la ayudara a divertirse.

Una noche que se emborrachó, se le escapó que estaba intentando llamar la atención de Kitty Wilde.

Era la última chica con la que necesitaba arruinarlo.

O por lo menos, eso pensé.

Al final se apretó fuertemente al dedo de Kitty que la limpió y dejo de tener sexo por todo el camino.

—Sí, bueno, hablando de fiesta, voy a hacer una fiesta de cumpleaños para Kitty esta noche en casa. Me enteré que todas las personas solteras están trayendo a sus citas. Y Kitty se chocó con un ex compañero de equipo que está en la ciudad el fin de semana y lo invitó. No tiene cita, y no quiero que se sienta como el extraño. Así que esperaba…—se fue apagando.

—Que me gustaría ir y hacer de esto un número par—terminé por ella, pensando que preferiría poner agujas en mis ojos.

—Sí, ¿por favor? Mike y Tina estarán ahí. Sé que no eres una gran fan de toda esta multitud, así que si no quieres, entenderé—dijo.

Era típico de Marley.

Me estaba dando una salida en caso de que no quisiera esto. Odiaba hacer sentir a alguien incómodo.

Conocía a la esposa de Quinn Fabray, Rachel, no me ponía mucha atención, y honestamente no la culpaba.

Fue una idiota con ella una vez.


Estuve tan llena de ira en mi vida en general, gracias a Casey.

Probablemente es tiempo que me disculpe con esa mujer.

Después estaba la esposa de Artie Abrams, Sugar.

Solamente nos presentaron, pero fue una perra entonces, también.

Nunca tuve la mirada puesta en Artie.

Estuvo más jodido que Sam, pero entonces conoció a Sugar. Artie era completamente diferente ahora.

—Iré—dije.

Esta siempre fue una multitud en la que nunca encajé pero si miraba desde afuera.

—¿Irás? ¡Muchísimas gracias!—respondió felizmente.

La escuché decirme los detalles y me pregunté si este fue un gran error.

¿Qué si Santana planeaba llamarme esta noche y yo estuviera en la fiesta y no pudiera hablar con ella?

Después de colgar el teléfono, me senté mirándolo, deseando que Santana llamara.




Santana


Tenía un examen para el cual estudiar y un papel que escribir.

Toda la semana estuve concentrada en mis clases y asegurándome estar inmersa y por delante del juego.

Mi objetivo era estar disponible para ir a Sea Breeze el próximo viernes para pasar tiempo con Brittany.

Esta noche intenté llamarla, pero había hecho mi tarea del curso primero.

Sabía que una vez al escuchar su voz estaría demasiado distraída para pensar el cualquier cosa.

Solamente una hora en mis estudios, y mi teléfono sonó, interrumpiéndome tres veces a lo largo de media hora.

Lo alcancé y levanté para ver que era Emily.

—¿Qué?—pregunté irritada.

Estaba gastando mi tiempo limitado.

—Feliz de que pudieras responder. Te llamé tres veces—respondió.

—Estoy ocupada. ¿Qué necesitas?

—Estudiando, tengo entendido. Siempre actúas como una idiota cuando interrumpo tu tiempo de estudio.

—¿Te llegó mi mensaje?—pregunto.

—No. Te estaba ignorando.

—Te estaba pasando una información que pensé podrías encontrar interesante, pero entonces, tal vez no. Me imaginé que desde que estuviste usando mi casa de playa tan seguido últimamente, puede haber alguien a quien puedas llevar.

¿Estaba hablando de Brittany?

—Tienes mi atención. ¿Qué sabes o qué piensas que sabes?

—No has hablado de ello desde la noche en la limosina. Estabas tan molesta por la alternativa de ver otro chico. Pero desde que regresaste a Sea Breeze el fin de semana pasado y tengo una buena fuente que tú tomaste a Britt en la casa y la mantuviste toda la noche, que las cosas entre ustedes han vuelto.

¿Desde cuándo Emily tiene tiempo de entrometerse en mi vida privada?

—Ve al punto.

—Delicado. Así que ustedes dos regresaron de nuevo—respondió.

Tomé mi teléfono y revise los mensajes de texto.

No estaba de humor para esto.

Emily me envió una foto de Brittany sentada al lado de un chico, sonriéndole mientras él le decía algo.

Emily había escrito: Mira quien tiene una cita en la fiesta de cumpleaños de Kitty Wilde.

—¿Qué demonios es esto?—pregunté, parándome y tomando varias respiraciones profundas mientras intentaba decidir qué hacer.

—¿Viste el mensaje? Era quien estaba sentado frente de Hanna y yo durante la cena esta noche.

—¿Dónde estás?—demandé, caminando para tomar mis llaves y billetera de la cómoda al lado de mi cama.

—En Sea Breeze. La casa de Kitty y Marley. Todos los demás están adentro aun comiendo, pero pensé que debías ver eso. No estoy segura de cómo es tu relación con ella, pero necesitas saber que no está sentada en Sea Breeze esperando por ti. Pero entonces, tendrías que oír las historias acerca de ella. No quiero que te lastime.

Abrí la puerta de mi departamento y cerré la puerta detrás de mí.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó Emily.

—Yendo al aeropuerto—gruñí, incapaz de enmascarar mi furia.

—Así que ustedes saliendo. ¿Es exclusivo?

Dejé de dirigirme hacia el elevador.

¿Era exclusivo?

Esa pregunta fue como una bofetada en mi cara.

¿Qué estaba mal conmigo?

Estaba lista para tomar un avión y demandarle a Brittany que me explicara.

Pero no podía hacer eso.

—No—respondí, y me recosté contra la pared dejando que la pesadez se instalara en mi pecho—No lo somos.

—Entonces supongo que ella no hacía nada malo. No creo que lo haría justo frente de mí, pero aun así quiero asegurarme que no salgas herida.

Estaba con un chico.

Alguien más.

¿Iba a besarlo?

¿Ya lo había besado?

¿Estaba saliendo con él, también?

Demonios.

—¿Sigues ahí?—preguntó Emily.

—Sí. Estoy aquí.

Suspiro, y sentí el sermón de hermana mayor viniendo, por el sonido de su suspiro.

—Supongo que es tiempo que lidies con la realidad, entonces. Tengo que irme. Hanna empezará a preguntarse a donde fui.

—Sí, está bien. Espera, ella… ¿Britt dijo algo sobre mí?—pregunté, aferrándome a la esperanza de estar en su mente.

—No, no lo hizo—respondió.

Colgué, dejando caer el teléfono a mi lado.

Tenía una cita.

Era mi culpa.

Me di la vuelta y regresé a mi departamento.

Estudiar sería imposible ahora.

Tomé mi bolsa de viaje y puse algunas cosas dentro mientras llamaba para reservar un vuelo.

Capitulo 21

Bajo cualquier otra circunstancia habría sido emocionante tener a una diosa del rock como Emily Fields mirándome fijamente.

Sin embargo, esto era completamente incómodo.

Esta noche, dos veces estuve cerca de decirle que no hacía nada malo. No sabía con certeza lo que sabía o lo que creía que sabía, pero Santana y yo no éramos exclusivas.

No era como si no quisiera serlo.

Hanna aparentemente notó el interés de Emily en Matt y en mí, el amigo de Kitty con el que me senté durante la cena, y siguió tratando de romper la tensión hablándome.

Para hacer las cosas aún más incómodas, Rachel Fabray Berry no se encontraba exactamente feliz con el hecho de que estuviera aquí.

Sentía como si señalara que Quinn sostenía a su hijo en su regazo mientras la miraba como si hubiera caído del cielo solo para ella.

—Disculpa—le dije a Matt antes de levantarme.

Hablaba con Kitty, y Marley se escapó hace unos minutos, seguida por Hanna.

Iba a encontrar a Marley y a darle una excusa para irme.

—Claro—respondió con una sonrisa.

Era lindo y tenía a su favor esos brazos de lanzador, pero no era Santana.

Caminé en la dirección a la que fue Marley, las vi a ella y a Hanna hablando en la cocina. Golpeando el marco de la puerta, entré. La cabeza de ambas se elevaron, y Marley me dio una sonrisa demasiado brillante.

—Hola, Britt—dijo.

No esperé a que dijera algo más.

—Creo que voy a irme, si eso está bien. Ya que la cena terminó.

Marley miró rápidamente a Hanna, luego a mí de nuevo.

—Oh, um, está bien. ¿Segura de que no quieres quedarte para el postre?

—No. Creo que pasaré del pastel, pero gracias por la invitación. Yo… disfruté de la velada.

Lo cual, exactamente, no era verdad; pero no quería ser descortés.

Podía sentir a Hanna estudiándome, y la miré. Quería decirle algo sobre mi relación con Santana, pero si ella no les contó, puede que no quisiera que yo lo hiciera.

En vez de eso, forcé una sonrisa y después me di la vuelta para irme.

—No sabía sobre Santana—dijo Marley antes de que pudiera salir de la habitación.

Me detuve y me di la vuelta.

—¿Qué pasa con ella?—pregunté, tratando de sonar como si no fuera la gran cosa.

Marley movió su mirada de Hanna a mí.

—Que estaban saliendo—dijo, mirándome a modo de disculpa.

Me encogí de hombros.

—No muchas personas lo sabían. Es algo casual—esperaba que mi voz no me delatara.

—Oh. ¿Entonces no van en serio?—preguntó Marley.

—¿Quién no va en serio?—preguntó Sugar, entrando a la cocina con Rachel.

Ambas llevaban platos sucios. Rachel fue la primera en darse cuenta de que me encontraba en el lugar. Se tensó y miró a Sugar.

Las molesté, y a pesar de que ahora se hallaban casadas, aún me odiaban por coquetear con sus parejas en el pasado.

Ignoré la pregunta de Sugar ya que no me hablaba a mí, y miré de nuevo a Marley.

—Nop. Ella tiene su vida en Harvard y yo estoy aquí en Sea Breeze. Santana no está interesada en volverse seria conmigo—no quise expresarme de esa manera, pero tratar de arreglarlo solo me habría hecho parecer más patética—Gracias de nuevo, Marley. Conozco la salida—le dije, para así poder escapar antes de que me preguntara otra cosa.

Justo antes de salir, giré hacia Rachel y Sugar.

—Lo lamento. Sé que no les agrado, y me lo merezco. Solo quería que supieran que lamento la forma en la que actué entonces.

Los ojos de Rachel se ampliaron con sorpresa. Decidí dejarlo así y alejarme.

Dije lo que necesitaba decir.

En realidad no me debían una respuesta.

—Está bien. Gracias—respondió Rachel con tono suave. Su expresión todavía era de asombro.

—Sí, gracias por… eso—dijo Sugar, con una expresión casi amistosa y levemente divertida.

Sonreí y decidí que me gustaba tener ese peso fuera de mis hombros.

—Adiós—dije, luego salí de la cocina.

Al dirigirme a la salida les grité un adiós a todos en la sala.
No hice contacto visual con Matt. No fue una cita de verdad, y no tenía deseo de conocerlo mejor.



Conduciendo a casa, traté de no pensar en el hecho de que Santana todavía no me llamaba.

Dijo que estaría ocupada esta semana.

Me carcomía el miedo de que hubiera vuelto a Harvard y se hubiera olvidado de mí.

Odiaba sentirme de esta manera.

Esta noche fue un error.

Esa no era mi gente.

Amaba a Mike y a Tina, pero sus amigos no eran los míos. En realidad, no tenía amigos.

Los de Casey fueron los míos por tanto tiempo que cuando eso se acabó, los alejé a todos.

Casey no volvió a mi casa desde que tuvo que casarse para mantener a su hijo.

Era un alivio no tener la preocupación de que golpeara mi puerta a mitad de la noche.

Era agotador intentar calmarla cuando era una ebria rabiosa.

Sabía que esto no duraría; se cansaría de hacer lo que Carrie decía, y volvería.

Iba a disfrutar el descanso mientras pudiera.





Los golpes en mi puerta comenzaron después de la media noche, y miré fijamente el techo en mi habitación, pensando que eso no podía estar pasando.

Acababa de pensar en lo bueno que era no tener que lidiar con Casey.

No golpeaba con fuerza, por lo que había una buena oportunidad de que no estuviera borracho.

Eso podía ser incluso peor.

Por lo menos cuando se encontraba borracha podía calmarla. Sobria, era peligrosa.

Cuando mi teléfono comenzó a sonar, lo recogí. El nombre de Santana se hallaba en la pantalla. Sentándome en la cama, me aclaré el sueño de la voz y respiré profundamente antes de responder.

Toda la semana esperé esta llamada.

—Hola—dije, un poco demasiado ansiosa, en el teléfono.

—¿Vas a hacer que me quede aquí toda la noche?—preguntó.

Me tomó un momento entender lo que decía.

—¿Eres tú quién golpea?—pregunté.

[i]—Sí.

Salté y corrí hacia la puerta. Cuando la abrí, Santana permaneció de pie afuera con su teléfono todavía junto a su oreja, pero no sonreía. Lo guardó en su bolsillo y entró antes de colocar su mano sobre mi cadera y empujarme contra la pared.

Mi corazón apenas tuvo el tiempo suficiente para revolotear antes de que sus labios tocaran los míos.

Esto compensaba por no llamar en la semana.

Más que compensarlo.

Abrí la boca cuando su lengua se deslizó a través de mi labio inferior.

El gruñido complacido que vino de su pecho hizo que todo mi cuerpo se sintiera caliente y sonrojado.

Deslicé mis manos en su cabello y me incliné hacia ella mientras su sabor mentolado me invadía.

Siempre sabía tan limpia.

Amaba eso.

Me hacía querer acurrucarme en sus brazos y no irme nunca. Tenía una certeza respecto a eso que no tenía sentido.

Solo porque supiera tan bien no la hacía menos peligrosa para mi corazón que cualquier otro.

—Tuviste una cita esta noche—dijo contra mis labios cuando su mano se tensó en mi cintura.

Comencé a sacudir la cabeza y me detuve.

Se refería a Matt.

Emily la llamó y se lo contó.

¿Era por eso que se encontraba aquí?

¿Podía llegar tan rápido?

Agarré sus hombros y rompí el beso lo suficiente como para poder respirar.

—¿Viniste porque fui a la casa de Marley con Matt?—pregunté.

Me sentía dividida en cómo quería que respondiera a eso.

Ella dijo que quería mantener esto casual.

Hacíamos eso.

Que yo saliera con alguien más era correcto, pero si vino hasta aquí porque se sentía celosa, entonces eso me gustaba.

Me gustaba mucho.

Simplemente no sabía con certeza si la quería aquí porque me extrañaba o la quería celosa.

—Sí—respondió.

Podía oír la frustración en su voz.

No quería que le importara. Pero lo hacía.

Le importaba lo suficiente como para venir aquí sin haberlo planeado.

—Dijiste…—empecé a decir, pero me interrumpió cuando su boca cubrió la mía de nuevo.

Tuve que sostenerme con fuerza porque sus besos hambrientos y agresivos debilitaban mis rodillas.

Tomaba de mí como si no pudiera conseguir suficiente.

Recliné mi cabeza y la dejé.

Quería esto.

Quería que me deseara, pero también quería que me reclamara.

Antes recorrimos este camino, y cuando se puso celosa terminamos. No quería perderla de nuevo.

—No me gusta—dijo cuándo su boca dejó la mía y comenzó a bajar por mi cuello, besando y probando mi piel—¿Te besó?

Sacudí la cabeza, incapaz de hablar por mi necesidad de respirar.

—No me gusta—repitió mientras detenía su delicioso asalto en la curva de mi cuello y hombro. Mantuvo sus labios rozando contra la sensible piel de ahí—No puedo compartir—dijo.

—Solo comimos juntos. Todos los demás tenían una cita. Ella necesitaba a alguien para Matt, para tener números pares—expliqué.

Santana se movió más cerca de mí y levantó lentamente la cabeza. Ojos oscuros me miraron.

—No lo hagas otra vez—dijo, luego pasó su pulgar sobre mi labio inferior—Están siempre tan malditamente hinchados. Como si lo estuvieran por los besos—murmuró mientras seguía tocando mi labio.

Tenía que concentrarme para responder a su demanda. Verla tan fascinado con mis labios no me ayudaba.

—No somos exclusivas.

Dejó de tocar mi labio, y sus ojos se elevaron de mis labios para encontrarse con mi mirada.

—No. No lo éramos. Voy a cambiar eso. Ahora—respondió. Movió su pierna hacia adelante hasta que estuvo firmemente acunada entre mis piernas—¿Quieres salir con otras personas? —preguntó.

Su muslo se presionaba contra mí, lo suficiente para nublar mi mente. Quería sacudirme contra su pierna y alcanzar esa liberación que sabía que se hallaba ahí.

Sus besos enviaron mi cuerpo a un excitado frenesí.

No me tomaría mucho.

Solo un poco más de presión.

Santana colocó un beso en mi oreja.
—Respóndeme. Te daré jodidos orgasmos toda la maldita noche, pero en este momento necesito que me respondas.

Bajé las manos para agarrar sus brazos.

—Solo contigo —le dije.

Santana deslizó su mano bajo el bóxer que llevaba, y su dedo se deslizó fácilmente en mi interior. Gritando, recosté mi cabeza contra la pared y cerré los ojos.

Ya me encontraba al borde de un orgasmo solo por su agresividad cavernícola.

—Quiero que esto se ponga caliente y húmedo solo para mí—dijo con respiraciones laboriosas y pesadas que me hacían estremecer.

Asentí, porque podía estar segura de que era la única consiguiendo acercarse por ahí en estos días.

Me arruinó para todos los demás.

—Dime—urgió, deslizando sus dedos húmedos sobre mi clítoris, haciendo que mis rodillas se doblaran.

Me sostuvo con sus rodillas aún entre mis piernas y mi cintura con su mano libre.

—¿Qué?—pregunté, incapaz de recordar de qué hablábamos.

Mi cuerpo temblaba, y en todo lo que podía pensar era en el placer que iba a desgarrarme.

—Que eres mía, Britt. Que eres solo mía—dijo y su mano se quedó quieta.

Gemí, necesitando que siguiera tocándome.

Estaba tan cerca.

—Por favor—rogué, desesperada.
—También lo quiero, bebé. No quiero nada más que sentirte viniéndote en mi mano—dijo, haciéndome gritar de frustración—Pero necesito que me digas. Somos solo nosotras ahora. No más citas. Solo nosotras—dijo.

Su voz sonaba tan lejana, pero la entendía.

Esto era lo que quería.

El tonto pensaba que me tenía tan trabajada que no podía pensar para darle una respuesta.

Todo lo que tenía que hacer era preguntar.

Esperaba esto.

Demasiado asustada para esperarla.

—Sí, solo tú. Siempre te…—jadeé mientras su dedo se deslizaba en mi interior—, Deseé. Te amo—me las arreglé para decir antes de que las olas de la liberación cayeran sobre mí.

Escuché su nombre salir de mis labios mientras perdía la conciencia, sin importarme más si me derrumbaba en el suelo.

Me sentía demasiado bien.

Podía sentir los temblores aún sacudiendo mi cuerpo y gimiendo mientras el éxtasis me tensaba con fuerza, sin dejarme ir todavía.

El suelo debajo de mí se movió, y traté de abrir los ojos pero solo me las arreglé para envolver mis brazos alrededor de Santana.

Nunca sentí el suelo duro bajo mis pies, pero la calidez de Santana se volvió más fuerte, y me enrosqué contra ella.

De esta manera se sentía estar a salvo.

En verdad, nunca entendí cómo se sentía eso.

Finalmente fui capaz de abrir los ojos, levanté mi mirada al rostro de Santana y me di cuenta de que estábamos en el exterior y caminando.

Antes de que pudiera preguntarle qué hacíamos, se deslizó en la parte posterior de la limusina conmigo todavía en sus brazos. La puerta se cerró detrás de nosotras, me senté y miré alrededor antes de girarme hacia ella.

—¿Qué estamos haciendo?

Santana agarró mi rostro y me besó con una urgencia que igualé de inmediato, a pesar de que succionó la mayor cantidad de mi energía dentro de la casa.

Se apartó primero y sacudió la cabeza con una sonrisa.

—Maldición, Britt.

—¿Qué? —pregunté, sin aún estar segura de lo que pasaba.

Continuó acunando mi rostro con sus manos como si fuera algún objeto precioso.

—Vas a matarme o volverme loca. No puedo ver que me importe. Lo estoy esperando —dijo.

Devolví su sonrisa y cubrí sus manos con las mías.

—Me alegro de que estés aquí.

Se rió suavemente.

—Puede que me haya puesto un poco posesiva cuando escuché que ibas a cenar con otra persona.

No iba a mentirle.

Me alegraba que le importara.

—Realmente no fue nada—le aseguré.

Santana se inclinó y estiró mi labio inferior dentro de su boca y lo succionó.

Me encantaba que estuviera tan enamorada de mis labios. Nunca antes alguien estuvo tan obsesionada.

—Tengo fantasías sobre estos labios—dijo cuándo se alejó.

Quería saberlo todo acerca de sus fantasías para así poder hacerlas realidad.

Pero primero quería saber a dónde nos dirigíamos.

—¿A dónde vamos? Y no cerré la puerta de la casa.

Santana me dio una sonrisa engreída.

—La cerré y puse la llave de vuelta en ese escondite realmente malo que mantienes. Y vamos a mi casa. Te quiero en mi cama conmigo toda la noche.

Oh.

Eso me gustaba.

Mucho.

—Entonces, ¿todavía no vas a regresar?

—Me tienes por el resto del fin de semana—respondió.

No pude quitar la sonrisa tonta de mi rostro.




Santana


Observar a Brittany dormir era como el crack.

No podía obtener suficiente.
Era tan increíblemente hermosa, y una vez que llegabas a conocer a la verdadera Brittany, te dabas cuenta de que era malditamente dulce.

La boca sabelotodo que fruncía su nariz ante las reglas y evadía la ley cuando fuera que pudiera, tenía un corazón amable.

En el pasado la lastimaron, y su vida fue dura.

Le dio un borde.

Pero aun así había una inocencia ahí que no esperaba.

Me amaba.

Lo dijo varias veces anoche, y no fui capaz de responder nada.

Cada vez reaccionaba dándole placer simplemente porque quería escucharla decirlo de nuevo.

No me lo merecía, pero de todas maneras lo anhelaba.

También luché con la comprensión de que nunca se sintió a salvo. Ni siquiera sabía con certeza de que se dio cuenta de que murmuró acerca de finalmente sentirse a salvo cuando la abrazaba.

Pero me golpeó en el pecho como un maldito ladrillo.

Ninguna persona las cuidó ni a ella ni a su mamá. Las personas en su vida solo lo tomaron todo de ella.

Ninguna la cuidó.

Eso causaba un dolor tan intenso en mi pecho que me era difícil respirar.

Ella era vulnerable, pero nadie lo notaba.

Se escondía detrás de una fachada fuerte y valiente, y me enfurecía que Mike la dejara.

Era su primo.
De lo que podía decir, era un buen esposo y estupendo con esos niños.

¿Por qué no protegía a Brittany de la misma manera?

Dejaba que las personas hablaran de ella y que los hombres la trataran como mierda y más de una mujer también.

Las pestañas de Brittany revolotearon, y disfruté de ese momento perfecto cuando abrió los ojos y su mirada se encontró con la mía.

Una pequeña sonrisa somnolienta tocaba sus labios.

En ese momento supe que nada era más importante para mí que mantener a esta mujer a salvo y cuidarla.

La amaba.

No esperé eso, pero sucedió.

Se convirtió en mi mundo e intentaba darle la vida que se merecía. No iba a estar asustada y sola de nuevo.

Malditamente me aseguraría de que mi chica siempre se sintiera a salvo.

Antes de que pudiera decir algo de eso, hubo un rápido toque en mi puerta antes de que se abriera y mi mamá entrara en la habitación.

Bueno, joder.

Los ojos de mi mamá fueron hacia Brittany, luego de vuelta a mí. Podía verla recomponerse.

No entró esperando encontrar a una chica en mi cama.

Era obvio por la expresión en su rostro.

—Santana—dijo en su tono de negocios, lo que significaba que se molestó y trataba de mantenerlo bajo control.

—Mamá—respondí.
Brittany se quedó completamente quieta a mi lado, y me sentí agradecido de que tenía las mantas encima, cubriendo su cuerpo muy desnudo.

Bajé la mirada hacia ella.

—Britt, conoce a mi mamá, quien ha olvidado sus modales esta mañana sobre respetar la privacidad de otros—le dije, luego presioné un beso en su nariz para hacerla sentir segura antes de volver a mirar a mi mamá—Madre, ella es Brittany, mi novia.