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BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
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Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Awwwww!!! Que cap!!
Santana estuvo increible!!
En serio, aqui es cuando me olvido de lo que San fue alguna vez y parte de sus cincuenta sombras; y ahora me parece la mujer más tierna, adorable y envidiable del mundo!!!!
Que suerte la de Britt!!
Ahora creo que ellas superaron todo!! O al menos pueden contra todo!!! Juntas!!!
Y la manera en que despertó Ray fue graciosa!!
Espero la actu!
Saludos!! Nat!
Santana estuvo increible!!
En serio, aqui es cuando me olvido de lo que San fue alguna vez y parte de sus cincuenta sombras; y ahora me parece la mujer más tierna, adorable y envidiable del mundo!!!!
Que suerte la de Britt!!
Ahora creo que ellas superaron todo!! O al menos pueden contra todo!!! Juntas!!!
Y la manera en que despertó Ray fue graciosa!!
Espero la actu!
Saludos!! Nat!
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Hola.
hace mucho tiempo que leo el fic.
nunca me llamo la atención el libro pero un día leo tu adaptación y me encanto, toda esa pasion, las peleas,el amor,las muestras de cariños, toda la historia es muy buena.
Espero que te valla bien en le tesis : )
Adiós cuídate
hace mucho tiempo que leo el fic.
nunca me llamo la atención el libro pero un día leo tu adaptación y me encanto, toda esa pasion, las peleas,el amor,las muestras de cariños, toda la historia es muy buena.
Espero que te valla bien en le tesis : )
Adiós cuídate
Fran_ci* - Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 31/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
que siga la próxima actualización, ¿o que?
Como siempre excelentemente bien hecho.saludos
Como siempre excelentemente bien hecho.saludos
yo_mera* - Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Hola escritora que a pasado contigo??
Nos estas matando con la espera!!!
Saludos y espero que estes muy bien
Nos estas matando con la espera!!!
Saludos y espero que estes muy bien
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
HOLA
QUE PASA CONTIGO :( TE EXTRAÑAMOS
ACTUALIZAAAA!!
YA QUIERO QUE TENGAN BEBES BRITTANY
PD. AMO A SANTANA Y SUS HERMOSOS DETALLES <3
QUE PASA CONTIGO :( TE EXTRAÑAMOS
ACTUALIZAAAA!!
YA QUIERO QUE TENGAN BEBES BRITTANY
PD. AMO A SANTANA Y SUS HERMOSOS DETALLES <3
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
apareceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee pronto nos tienes con los nervios de puntaaaaaaaaaaaa :(
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Ayyy ;ccc ya no has actualizado, y bueno creo que ya nos has explicado que es por falta de tiempo, así que digo esperando tu actualización!!! (:
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
¿Para cuándo la actu.? jiji
ya quiero leer el siguiente capítulo :$
...Saludos Nina n.n
ya quiero leer el siguiente capítulo :$
...Saludos Nina n.n
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
por que no actualizas :o
Muero sin tu fic !!
Muero sin tu fic !!
Avrilita_LopezPierce*** - Mensajes : 102
Fecha de inscripción : 21/09/2012
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
VOLVIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!..........
Si estaba algo perdida pero ya saben mis motivos se los he explicado hoy estoy despierta hasta tarde solo para dejarle un nuevo capitulo muy interesante ;)
Espero que lo disfruten gracias por sus bellos comentarios.
P.D a todas mis lectora enviciadas en esta adaptación las invito a que nominen mi fic 50 sombras de López como mejor adaptación espero su apoyo!!..
Mi fic es para ustedes
Las lágrimas surcan mi rostro de nuevo. Ha vuelto. Mi padre ha vuelto.
— No llores, Britty. —Ray tiene la voz ronca.
— ¿Qué ocurre?
Cojo su mano entre las mías y la acerco a mi cara.
— Has tenido un accidente. Estás en el hospital de Portland.
Ray frunce el ceño y no sé si es porque está incómodo con esta demostración de afecto poco propia de mí o porque no se acuerda del accidente.
— ¿Quieres un poco de agua? —le pregunto aunque no sé si puedo dársela. Asiente, desconcertado. El corazón se me llena de alegría. Me levanto y me inclino para darle un beso en la frente.
— Te quiero, papá. Bienvenido de vuelta.
Agita un poco la mano, avergonzado.
— Yo también, Britty. Agua.
Salgo corriendo para cubrir la corta distancia que hay hasta el puesto de enfermeras.
— ¡Mi padre! ¡Está despierto! —le sonrío a la enfermera Kellie, que me devuelve la sonrisa.
— Envíale un mensaje a la doctora Sluder —le dice a una compañera y sale apresuradamente de detrás del mostrador.
— Quiere agua.
— Le llevaré un vaso.
Regreso junto a la cama de mi padre. Estoy muy contenta. Veo que tiene los ojos cerrados y me preocupa que haya vuelto al coma.
— ¿Papá?
— Estoy aquí —murmura, y abre los ojos justo cuando aparece la enfermera Kellie con una jarra con trocitos de hielo y un vaso.
— Hola, señor Pierce. Soy Kellie, su enfermera. Su hija me ha dicho que tiene sed.
En la sala de espera, Santana está mirando fijamente su portátil, muy concentrada. Alza la vista cuando me oye cerrar la puerta.
— Se ha despertado —anuncio. Ella sonríe y la tensión que tenía en los ojos desaparece. Oh… no me había dado cuenta. ¿Ha estado tensa todo el tiempo? Deja a un lado su portátil, se levanta y me da un abrazo.
— ¿Cómo está? —me pregunta cuando le rodeo con los brazos.
— Habla, tiene sed y está un poco desconcertado. No se acuerda del accidente.
— Es comprensible. Ahora que está despierto, quiero que lo trasladen a Seattle. Así podremos ir a casa y mi madre podrá tenerle vigilado.
¿Ya?
— No sé si estará lo bastante bien como para trasladarle.
— Hablaré con la doctora Sluder para que me dé su opinión.
— ¿Echas de menos nuestra casa?
— Sí.
— Está bien.
— No has dejado de sonreír —me dice Santana cuando aparco delante del Heathman.
— Estoy muy aliviada. Y feliz.
Santana sonríe.
— Bien.
La luz está desapareciendo y me estremezco cuando salgo a la fresca noche. Le doy mi llave al aparcacoches, que está mirando mi coche con admiración. No le culpo… Santana me rodea con el brazo.
— ¿Quieres que lo celebremos? —me pregunta cuando entramos en el vestíbulo.
— ¿Celebrar qué?
— Lo de tu padre.
Suelto una risita.
— Oh, eso.
— Echaba de menos ese sonido. —Santana me da un beso en el pelo.
— ¿No podemos mejor comer en la habitación? Ya sabes, una noche tranquila sin salir.
— Claro, vamos. —Me coge la mano y me lleva a los ascensores.
— Estaba deliciosa —digo satisfecha mientras aparto mi plato, llena por primera vez en mucho tiempo.
— Aquí hacen una tarta tatin buenísima.
Me acabo de bañar y solo llevo la camiseta de Santana y las bragas. De fondo suena la música del iPod de Santana, que está puesto en modo aleatorio; Dido está cantando algo sobre banderas blancas.
Santana me mira con curiosidad. Tiene el pelo todavía húmedo por el baño y lleva una camiseta negra y los vaqueros.
— Es la vez que más te he visto comer en todo el tiempo que llevamos aquí —me dice.
— Tenía hambre.
Se acomoda en la silla con una sonrisa de satisfacción y le da un sorbo al vino blanco.
— ¿Qué quieres hacer ahora? —pregunta con voz suave.
— ¿Qué quieres hacer tú?
Arquea una ceja, divertida.
— Lo que quiero hacer siempre.
— ¿Y eso es…?
— Señora López, deje las evasivas.
Le cojo la mano por encima de la mesa, la giro y le acaricio la palma con el dedo índice.
— Quiero que me toques con este —digo subiendo el dedo por su índice.
Ella se remueve en la silla.
— ¿Solo con ese? —Su mirada se oscurece y se vuelve más ardiente a la vez.
— Quizá con este también —digo acariciándole el dedo corazón y volviendo a la palma.
— Y con este. — Recorro con la uña su dedo anular.
— Y definitivamente con esto —digo deteniéndome en su alianza.
— Esto es muy sexy.
— ¿Lo es?
— Claro. Porque dice: «Esta mujer es mía». —Le rozo el anillo. Ella se inclina hacia mí y me coge la barbilla con la otra mano.
— Señora López, ¿está intentando seducirme?
— Eso espero.
— Brittany, ya he caído —me dice en voz baja.
— Ven aquí. —Tira de mi mano para atraerme a su regazo.
— Me gusta tener acceso ilimitado a ti. —Sube la mano por el muslo hasta mi culo. Me agarra la nuca con la otra mano y me besa, agarrándome con fuerza.
Sabe a vino blanco, a tarta de manzana y a Santana. Le pasó los dedos por el pelo, sujetándola contra mí, mientras nuestras lenguas exploran y se enroscan la una contra la otra. La sangre se me calienta en las venas. Estoy sin aliento cuando Santana se aparta.
— Vamos a la cama —murmura contra mis labios.
— ¿A la cama?
Se separa un poco y me tira del pelo para que la mire.
— ¿Dónde prefiere usted, señora López?
Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia.
— Sorpréndeme.
— Te veo guerrera esta noche —dice acariciándome la nariz con la suya.
— Tal vez necesito que me aten.
— Tal vez sí. Te estás volviendo mandona con la edad. —Entorna los ojos pero no puede esconder el humor latente en su voz.
— ¿Y qué vas a hacer al respecto? —la desafío.
Le brillan los ojos.
— Sé lo que me gustaría hacer, pero depende de lo que tú puedas soportar.
— Oh, señora López, ha sido usted muy dulce conmigo estos dos últimos días. Y no estoy hecha de cristal, ¿lo sabía?
— ¿No te gusta que sea dulce?
— Claro que sí. Pero ya sabes… la variedad es la sal de la vida —le digo aleteando las pestañas.
— ¿Quieres algo menos dulce?
— Algo que me recuerde que estoy viva.
Arquea ambas cejas por la sorpresa.
— Que me recuerde que estoy viva… —repite, asombrada y con un tono de humor en su voz.
Asiento. Ella me mira durante un momento.
— No te muerdas el labio —me susurra y de repente se pone de pie conmigo en sus brazos. Doy un respigo y me agarro a sus brazos delgados pero fuertes porque temo caerme. Ella camina hasta el más pequeño de los tres sofás y me deposita ahí.
— Espera aquí. Y no te muevas. —Me lanza una mirada breve, excitante e intensa y se vuelve para dirigirse hacia el dormitorio. Oh… Santana descalza… ¿Por qué sus pies son tan sexis?
Aparece unos minutos después detrás de mí, inclinándose y cogiéndome por sorpresa.
— Creo que esto no nos va a hacer falta. —Agarra mi camiseta y me la quita, dejándome completamente desnuda excepto por las bragas. Tira de mi coleta hacia atrás y me da un beso.
— Levántate —me ordena junto a mis labios, y después me suelta. Yo obedezco inmediatamente. Ella extiende una toalla sobre el sofá.
¿Una toalla?
— Quítate las bragas.
Trago saliva pero hago lo que me pide y dejo las bragas junto al sofá.
— Siéntate. —Vuelve a cogerme la coleta y a echarme atrás la cabeza.
— Dime que pare si es demasiado, ¿vale?
Asiento.
— Responde —me ordena con voz dura.
— Sí —digo.
Ella sonríe burlona.
— Bien. Así que, señora López… como me ha pedido, la voy a atar. —Su voz baja hasta convertirse en un susurro jadeante. El deseo recorre mi cuerpo como un relámpago solo con oír esas palabras. Oh, mi dulce Cincuenta… ¿en el sofá?
— Sube las rodillas —me pide.
— Y reclínate en el respaldo.
Apoyo los pies en el borde del sofá y pongo las rodillas delante de mí. Ella me coge la pierna izquierda y me ata el cinturón de uno de los albornoces por encima de la rodilla.
— ¿El cinturón del albornoz?
— Estoy improvisando. —Vuelve a sonreír, aprieta el nudo corredizo sobre mi rodilla y ata el otro extremo del cinturón al remate decorativo que hay en una de las esquinas del sofá; una forma muy eficaz de mantenerme las piernas abiertas.
— No te muevas —me advierte, y repite el proceso con la pierna derecha, atando el otro cinturón al otro remate.
Oh, Dios mío… Estoy despatarrada en el sofá.
— ¿Bien? —me pregunta Santana con voz suave, mirándome desde detrás del sofá.
Asiento, esperando que me ate las manos también. Pero no lo hace. Se inclina y me da un beso.
— No tienes ni idea de cómo me pones ahora mismo —murmura y frota su nariz contra la mía.
— Creo que voy a cambiar la música. —Se levanta y se acerca despreocupadamente al iPod.
¿Cómo lo hace? Aquí estoy, abierta de piernas y muy excitada, y Ella tan fresca y tan tranquila.
Santana está dentro de mi campo de visión y veo cómo se mueve su escultural culo mientras camina hacia el iPod y cambia la canción. Inmediatamente una voz dulce y casi infantil empieza a cantar algo sobre que la observen.
Oh, me gusta esta canción.
Santana se gira y sus ojos se clavan en los míos mientras rodea el sofá y se pone de rodillas delante de mí.
De repente me siento muy expuesta.
— ¿Expuesta? ¿Vulnerable? —me pregunta con su asombrosa capacidad para verbalizar las palabras que no he llegado a decir. Tiene las manos apoyadas sobre sus rodillas. Asiento.
¿Por qué no me toca?
— Bien —susurra.
— Levanta las manos. —No puedo apartar la vista de sus ojos hipnóticos. Hago lo que me dice. Santana me echa un líquido aceitoso en cada palma de un pequeño botecito de color claro. El líquido desprende un olor intenso, almizclado y sensual que no soy capaz de identificar.
— Frótatelas. —Me revuelvo por el efecto de su mirada penetrante y ardiente.
— No te muevas —me ordena.
Oh, Dios mío…
— Ahora, Brittany, quiero que te toques.
Madre mía.
— Empieza por la garganta y ve bajando.
Dudo.
— No seas tímida, Britt. Vamos. Hazlo. —Son evidentes el humor y el desafío de su expresión, además del deseo.
La voz infantil canta que no hay nada dulce en ella. Pongo las manos sobre mi garganta y dejo que vayan bajando hasta la parte superior de mis pechos. El aceite hace que se deslicen fácilmente por mi piel. Tengo las manos calientes.
— Más abajo —susurra Santana a la vez que se oscurecen sus ojos. No me está tocando.
Me cubro los pechos con las manos.
— Tócate.
Oh, Dios mío. Tiro con suavidad de mis pezones.
— Más fuerte —me ordena Santana. Está sentada inmóvil entre mis muslos, solo mirándome.
— Como lo haría yo —añade, y sus ojos muestran un brillo oscuro.
Los músculos del fondo de mi vientre se tensan. Gimo en respuesta y tiro con más fuerza de mis pezones sintiendo cómo se endurecen y se alargan bajo mis dedos.
— Sí. Así. Otra vez.
Cierro los ojos y tiro fuerte, los hago rodar y los pellizco con los dedos. Gimo de nuevo.
— Abre los ojos.
Parpadeo para mirarla.
— Otra vez. Quiero verte. Ver que disfrutas tocándote.
Oh, joder. Repito el proceso. Esto es tan… erótico.
— Las manos. Más abajo.
Me retuerzo.
— Quieta, Britt. Absorbe el placer. Más abajo. —Su voz es baja y ronca, tentadora y seductora.
— Hazlo tú —le susurro.
— Oh, lo haré… pronto. Pero ahora tú. Más abajo. —Santana se pasa la lengua por los dientes, un gesto que irradia sensualidad. Madre mía… Me retuerzo y tiro de los cinturones que me atan.
Ella niega con la cabeza lentamente.
— Quieta. —Apoya las manos en mis rodillas para que no me mueva.
— Vamos, Britt… Más abajo.
Mis manos se deslizan por mi vientre.
— Más abajo —repite, y es la sensualidad personificada.
— Santana, por favor.
Sus manos descienden desde mis rodillas, acariciándome los muslos y acercándose a mi sexo.
— Vamos, Britt. Tócate.
Mi mano izquierda pasa por encima de mi sexo y hago un círculo lento mientras formo una O con los labios y jadeo.
— Otra vez —susurra.
Gimo más alto y repito el movimiento, echando atrás la cabeza y jadeando.
— Otra vez.
Vuelvo a gemir con fuerza y Santana inhala bruscamente. Me coge las manos, se inclina y acaricia con la nariz y después con la lengua todo el vértice entre mis muslos.
— ¡Ah!
Quiero tocarla, pero cuando intento mover las manos, Ella aprieta los dedos alrededor de mis muñecas.
— Te voy a atar estas también. Quieta.
Gimo. Me suelta e introduce dos dedos en mi interior a la vez que apoya la mano contra mi clítoris.
— Voy a hacer que te corras rápido, Britt. ¿Lista?
— Sí —jadeo.
Empieza a mover los dedos y la mano arriba y abajo rápidamente, estimulando ese punto tan dulce en mi interior y el clítoris al mismo tiempo. ¡Ah! La sensación es intensa, realmente intensa. El placer aumenta y atraviesa la mitad inferior de mi cuerpo. Quiero estirar las piernas, pero no puedo. Agarro con fuerza la toalla que hay debajo de mí.
— Ríndete —me susurra Santana.
Exploto alrededor de sus dedos, gritando algo incoherente. Aprieta la mano contra mi clítoris mientras los estremecimientos me recorren el cuerpo, prolongando así esa deliciosa agonía. Me doy cuenta vagamente de que me está desatando las piernas.
— Es mi turno —susurra, se levanta y se quita los vaqueros y las bragas.
Me acuesta en el sofá y sube sobre mí.
Me abre las piernas y me da un azote fuerte en el culo.
— ¡Ah! —chillo.
Nos acomodamos y quedamos sentadas frente a frente y con nuestros sexos unidos y siento lo mojada que se encuentra.
— Me encanta sentir tu excitación — susurro.
— Oh, Britt —dice con los dientes apretados cuando empieza a moverse.
Me agarra las caderas fuertemente con los dedos mientras se frota en mí una y otra vez. El placer empieza a aumentar de nuevo. No… Ah…
— ¡Vamos, Britt! —grita Santana y yo vuelvo a romperme en mil pedazos otra vez, latiendo a su alrededor y gritando cuando alcanzo el orgasmo de nuevo.
— ¿Te sientes lo bastante viva? —me pregunta Santana dándome un beso en el pelo.
— Oh, sí —murmuro mirando al techo. Estoy tumbada sobre mi esposa el sofá. Ella todavía está vestida de la cintura para arriba.
— Creo que deberíamos repetirlo. Pero esta vez tú sin ropa.
— Por Dios, Britt. Dame un respiro.
Suelto una risita y Ella ríe entre dientes.
— Me alegro de que Ray haya recuperado la consciencia. Parece que todos tus apetitos han regresado después de eso —dice y oigo la sonrisa en su voz.
Me giro y la miro con el ceño fruncido.
— ¿Se te olvida lo de anoche y lo de esta mañana? —le pregunto con un mohín.
— No podría olvidarlo —dice sonriendo. Con esa sonrisa parece joven, despreocupada y feliz. Me coge un pecho con las manos.
— Tiene unos pechos fantásticos, señora López.
— Los tuyos también. Pero siguen tapados —le digo arqueando una ceja.
— ¿Y qué va a hacer al respecto, señora López?
— Bueno, creo que la voy a desnudar, señora López. Enterita.
Ella sonríe.
— Y yo creo que hay muchas cosas dulces en ti —susurra refiriéndose a la canción que sigue sonando, repetida una vez tras otra. Su sonrisa desaparece.
Oh, no.
— Tú sí que eres dulce —le susurro, me inclino hacia ella y le beso la comisura de la boca. Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
— Santana, lo eres. Has hecho que este fin de semana sea especial a pesar de lo que le ha pasado a Ray. Gracias.
Ella abre sus grandes y serios ojos y su expresión me conmueve.
— Porque te amo —susurra.
— Lo sé. Y yo también te amo. —Le acaricio la cara.
— Y eres algo precioso para mí. Lo sabes, ¿verdad?
Se queda muy quieta y parece perdida.
Oh, Santana… Mi dulce Cincuenta.
— Créeme —le susurro.
— No es fácil —dice con voz casi inaudible.
— Inténtalo. Inténtalo con todas tus fuerzas, porque es cierto. —Le acaricio la cara una vez más y mis dedos le rozan los labios. Sus ojos son unos océanos llenos de pérdida, heridas y dolor. Quiero subirme encima de ella y abrazarla. Cualquier cosa que haga que desaparezca esa mirada. ¿Cuándo se va a dar cuenta de que ella es mi mundo? ¿De qué es más que merecedora de mi amor, del amor de sus padres, de sus hermanos? Se lo he dicho una y otra vez, pero aquí estamos de nuevo, con Santana mirándome con
expresión de pérdida y abandono. Tiempo. Solo es cuestión de tiempo.
— Te vas a enfriar. Vamos. —Se pone de pie con agilidad y tira de mí para levantarme. Le rodeo la cintura con el brazo mientras cruzamos el dormitorio. No quiero presionarla, pero desde el accidente de Ray se ha vuelto más importante para mí que sepa cuánto la quiero.
Cuando entramos en el dormitorio frunzo el ceño, desesperada por recuperar el humor alegre de hace unos momentos.
— ¿Vemos un poco la tele? —le pido.
Santana ríe entre dientes.
— Creía que querías un segundo asalto. —Ahí está de nuevo mi temperamental Cincuenta… Arqueo una ceja y me paro junto a la cama.
— Bueno, en ese caso… Esta vez yo llevaré las riendas.
Ella me mira con la boca abierta y yo la empujo sobre la cama, me pongo rápidamente a horcajadas sobre su cuerpo y le agarro las manos a ambos lados de la cabeza.
Me sonríe.
— Bien, señora López, ahora que ya me tiene, ¿qué piensa hacer conmigo?
Me inclino y le susurro al oído:
— Te voy a follar con la boca.
Cierra los ojos e inhala bruscamente mientras yo le rozo la mandíbula con los dientes.
Santana está trabajando en el ordenador. La mañana es clara a esta hora tan temprana. Creo que está escribiendo un correo electrónico.
— Buenos días —murmuro tímidamente desde el umbral. Se gira y me sonríe.
— Señora López, se ha levantado pronto —dice tendiéndome los brazos.
Yo cruzo la suite y me acurruco en su regazo.
— Igual que tú.
— Estaba trabajando. —Se mueve un poco y me da un beso en el pelo.
— ¿Qué pasa? —le pregunto, porque noto que algo no va bien.
Suspira.
— He recibido un correo del detective Clark. Quiere hablar contigo de la maldita de Rose.
— ¿Ah, sí? —Me aparto un poco y miro a Santana.
— Sí. Le he explicado que estás en Portland por ahora y que tendría que esperar, pero ha dicho que vendrá aquí a hablar contigo.
— ¿Va a venir?
— Eso parece. —Santana se muestra perpleja.
Frunzo el ceño.
— ¿Y qué es tan importante que no puede esperar?
— Eso digo yo…
— ¿Cuándo va a venir?
— Hoy. Tengo que contestarle.
— No tengo nada que esconder, pero me pregunto qué querrá saber…
— Lo descubriremos cuando llegue. Yo también estoy intrigada.
Santana vuelve a moverse.
— Subirán el desayuno pronto. Vamos a comer algo y después a ver a tu padre.
Asiento.
— Puedes quedarte aquí si quieres. Veo que estás ocupada.
Ella frunce el ceño.
— No, quiero ir contigo.
— Bien. —Le sonrío, le rodeo el cuello con los brazos y le doy un beso.
Ray está de mal humor. Y eso es una alegría. Le pica, no hace más que rascarse y está impaciente e incómodo.
— Papá, has tenido un accidente de coche grave. Necesitas tiempo para curarte. Y Santana y yo queremos que te lleven a Seattle.
— No sé por qué se están molestando tanto por mí. Yo estaré bien aquí solo.
— No digas tonterías —digo apretándole la mano cariñosamente.
El tiene el detalle de sonreírme.
— ¿Necesitas algo?
— Mataría por un donut, Britty.
Le sonrío indulgentemente.
— Te traeré un donut o dos. Iremos a Voodoo.
— ¡Genial!
— ¿Quieres un café decente también?
— ¡Demonios, sí!
— Vale, te traeré uno también.
Santana está otra vez en la sala de espera, hablando por teléfono. Debería establecer su oficina aquí. Extrañamente está sola, a pesar de que las otras camas de la UCI están ocupadas. Me pregunto si Santana habrá espantado a las demás visitas. Cuelga.
— Clark estará aquí a las cuatro de la tarde.
Frunzo el ceño. ¿Qué será tan urgente?
— Vale. Ray quiere café y donuts.
Santana ríe.
— Creo que yo también querría eso si hubiera tenido un accidente. Le diré a Taylor que vaya a buscarlo.
— No, iré yo.
— Llévate a Taylor contigo —me dice con voz dura.
— Vale. —Pongo los ojos en blanco y ella me mira fijamente. Después sonríe y ladea la cabeza.
— No hay nadie aquí. —Su voz es deliciosamente baja y sé que me está amenazando con azotarme.
Estoy a punto de decirle que se atreva, pero una pareja joven entra en la sala. Ella llora quedamente.
Me encojo de hombros a modo de disculpa mirando a Santana y ella asiente. Coge el portátil, me da la mano y salimos de la sala.
— Ellos necesitan la privacidad más que nosotras —me dice Santana.
— Nos divertiremos luego.
Fuera está Taylor, esperando pacientemente.
— Vamos todos a por café y donuts.
A las cuatro en punto llaman a la puerta de la suite. Taylor hace pasar al detective Clark, que parece de peor humor de lo que suele estar; siempre parece de mal humor. Tal vez sea algo en la expresión de su cara.
— Señoras López, gracias por acceder a verme.
— Detective Clark. —Santana le saluda, le estrecha la mano y le señala un asiento. Yo me siento en el sofá en el que me lo pasé tan bien anoche. Solo de pensarlo me sonrojo.
— Es a la señora Brittany a quien quería ver —apunta Clark aludiendo a Santana y a Taylor, que se ha colocado junto a la puerta. Santana mira a Taylor y asiente casi imperceptiblemente y ella se gira y se va, cerrando la puerta al salir.
— Cualquier cosa que tenga que decirle a mi esposa, puede decírsela conmigo delante. La voz de Santana es fría y profesional.
El detective Clark se vuelve hacia mí.
— ¿Está segura de que desea que su esposa esté presente?
Frunzo el ceño.
— Claro. No tengo nada que ocultarle. ¿Solo quiere hablar conmigo?
— Sí, señora.
— Bien. Quiero que mi esposa se quede.
Santana se sienta a mi lado. Irradia tensión.
— Muy bien —dice Clark, resignado. Carraspea.
— Señora López, la señora Rose mantiene que usted la acosó sexualmente y le hizo ciertas insinuaciones inapropiadas.
¡Oh! Estoy a punto de soltar una carcajada, pero le pongo la mano a Santana en el muslo para frenarla cuando veo que se inclina hacia delante en el asiento.
— ¡Eso es ridículo! —exclama Santana.
Yo le aprieto el muslo para que se calle.
— Eso no es cierto —afirmo yo con calma—. De hecho, fue exactamente lo contrario. Ella me hizo proposiciones deshonestas de una forma muy agresiva y por eso le despidieron.
La boca del detective Clark forma brevemente una fina línea antes de continuar.
— Rose alega que usted se inventó la historia del acoso sexual para que la despidieran. Dice que lo hizo porque ella rechazó sus proposiciones y porque quería su puesto.
Frunzo el ceño. Madre mía… Marley está peor de lo que yo creía.
— Eso no es cierto —digo negando con la cabeza.
— Detective, no me diga que ha conducido hasta aquí para acosar a mi mujer con esas acusaciones ridículas.
El detective Clark vuelve su mirada azul acero hacia Santana.
— Necesito oír la respuesta de la señora López ante esas acusaciones, señora —dice conteniéndose. Yo vuelvo a apretarle la pierna a Santana, suplicándole sin palabras que se mantenga tranquila.
— No tienes por qué oír esta mierda, Britt.
— Creo que es mejor que el detective Clark sepa lo que pasó.
Santana me mira inescrutable durante un momento y después agita la mano en un gesto de resignación.
— Lo que dice Rose no es cierto. —Mi voz suena tranquila, aunque me siento cualquier cosa menos eso. Estoy perpleja por esas acusaciones y nerviosa porque Santana puede explotar en cualquier momento. ¿A qué está jugando Marley?
— La señora Rose me abordó en la cocina de la oficina una noche. Me dijo que me habían contratado gracias a ella y que esperaba ciertos favores sexuales a cambio. Intentó chantajearme utilizando unos correos que yo le había enviado a Santana, que entonces todavía no era mi esposa. Yo no sabía que Rose había estado espiando mis correos. Es una paranoica; incluso me acusó de ser una espía enviada por Santana, presumiblemente para ayudarla a hacerse con la empresa. Pero no sabía que Santana ya había comprado Seattle Independent Publishing.
Niego con la cabeza cuando recuerdo mi tenso y estresante encuentro con Rose.
— Al final yo… yo le derribé.
Clark arquea las cejas sorprendido.
— ¿La derribó?
— Mi padre fue soldado. Rose… Mmm… me tocó y yo sé cómo defenderme.
Santana me dedica una fugaz mirada de orgullo.
— Entiendo. —Clark se acomoda en el sofá y suspira profundamente.
— ¿Han hablado con alguna de las anteriores ayudantes de Rose? —le pregunta Santana casi con cordialidad.
— Sí, lo hemos hecho. Pero lo cierto es que ninguna de ellas nos dice nada. Todas afirman que era una jefa ejemplar, aunque ninguna duró en el puesto más de tres meses.
— Nosotras también hemos tenido ese problema —murmura Santana.
¿Ah, sí? Miro a Santana con la boca abierta, igual que el detective Clark.
— Mi jefe de seguridad entrevistó a las cinco últimas ayudantes de Rose.
— ¿Y eso por qué?
Santana le dedica una mira gélida.
— Porque mi mujer trabajó con ella y yo hago comprobaciones de seguridad sobre todas las personas que trabajan con mi mujer.
El detective Clark se sonroja. Yo le miro encogiéndome de hombros a modo de disculpa y con una sonrisa que dice: «Bienvenido a mi mundo».
— Ya veo —dice Clark—. Creo que hay algo más en ese asunto de lo que parece a simple vista, señora López. Vamos a llevar a cabo un registro más a fondo del apartamento de Rose mañana, tal vez encontremos la clave entonces. Por lo visto, hace tiempo que no vive allí.
— ¿Lo han registrado antes?
— Sí, pero vamos a hacerlo de nuevo. Esta vez será una búsqueda más exhaustiva.
— ¿Todavía no la han acusado del intento de asesinato de Ros Bailey y mío? —pregunta Santana en voz baja.
¿Qué?
— Esperamos encontrar más pruebas del sabotaje de su helicóptero, señora López. Necesitamos algo más que una huella parcial. Mientras está en la cárcel podemos ir reforzando el caso.
— ¿Y ha venido solo para eso?
Clark parece irritado.
— Sí, señora López, solo para eso, a no ser que se le haya ocurrido algo sobre la nota…
¿Nota? ¿Qué nota?
— No. Ya se lo dije. No significa nada para mí. —Santana no puede ocultar su irritación.
— No entiendo por qué no podíamos haber hecho esto por teléfono.
— Creo que ya le he dicho que prefiero hacer las cosas en persona. Y así aprovecho para visitar a mi tía abuela, que vive en Portland. Dos pájaros de un tiro… —El rostro de Clark permanece impasible e imperturbable ante el mal humor de mi mujer.
— Bueno, si hemos terminado, tengo trabajo que hacer. —Santana se levanta y el detective Clark hace lo mismo.
— Gracias por su tiempo, señora López —me dice educadamente. Yo asiento se despide.
Santana abre la puerta y Clark se va.
Me dejo caer en el sofá.
— ¿Te puedes creer lo que ha dicho esa gilipollas? —explota Santana.
— No, no puedo.
— ¿A qué coño está jugando? —pregunta Santana con los dientes apretados.
— No lo sé. ¿Crees que Clark me ha creído?
— Claro. Sabe que Rose es una puta mentirosa.
— Estás siendo muy «insultona».
— ¿Insultona? —Santana sonríe burlona.
— ¿Existe esa palabra?
— Ahora sí.
De repente sonríe, se sienta a mi lado y me atrae hacia sus brazos.
— No pienses en esa gilipollas. Vamos a ver a tu padre e intentar convencerle para trasladarle mañana.
— No ha querido ni oír hablar de ello. Quiere quedarse en Portland y no ser una molestia.
— Yo hablaré con El.
— Quiero viajar con El.
Santana se me queda mirando y durante un momento creo que va a decir que no.
— Está bien. Yo iré también. Sawyer y Taylor pueden llevar los coches. Dejaré que Sawyer se lleve tu R8 esta noche.
Al día siguiente, Ray examina su nuevo entorno: una habitación amplia y luminosa en el centro de rehabilitación del Hospital Northwest de Seattle. Es mediodía y parece adormilado. El viaje, que ha hecho nada menos que en helicóptero, le ha agotado.
— Dile a Santana que le agradezco todo esto —dice en voz baja.
— Se lo puedes decir tú mismo. Va a venir esta noche.
— ¿No vas a trabajar?
— Seguramente vaya ahora. Pero quería asegurarme de que estás bien aquí.
— Vete. No hace falta que te preocupes por mí.
— Me gusta preocuparme por ti.
Mi BlackBerry vibra. Miro el número; no lo reconozco.
— ¿No vas a contestar? —me pregunta Ray.
— No. No sé quién es. Que deje el mensaje en el contestador. Te he traído algo para leer. Le digo señalando una pila de revistas de deportes que hay en la mesilla.
— Gracias Britty.
— Estás cansado, ¿verdad?
Asiente.
— Me voy para que puedas dormir. —Le doy un beso en la frente.
— Hasta luego, papi. —susurro.
— Hasta luego, cariño. Y gracias. —Ray me coge la mano y me aprieta con suavidad.
— Me gusta que me llames «papi». Me trae recuerdos…
Oh, papi… Yo también le aprieto la mano.
Cuando salgo por la puerta principal en dirección al todoterreno donde me espera Sawyer, oigo que alguien me llama.
— ¡Señora López! ¡Señora López!
Me vuelvo y veo a la doctora Greene que viene corriendo hacia mí con su habitual apariencia inmaculada, aunque un poco agitada.
— Señora López, ¿cómo está? ¿Ha recibido mi mensaje? La he llamado antes.
— No. —Se me eriza el vello.
— Bueno, quiero hablar con usted.
— Tal vez sería mejor que habláramos de esto en mi despacho. Salía a comer… ¿Tiene tiempo ahora? Asiento mansamente.
— Claro. Yo… —Me quedo sin palabras. ¿hablar conmigo sobre qué? Mierda.
Un poco aturdida, la sigo por el hospital hasta su despacho.
El despacho de la doctora Greene es espacioso, minimalista y está muy bien decorado.
— Me alegro de que me haya encontrado antes de que me fuera —murmuro, todavía un poco impresionada.
— Mi padre ha tenido un accidente de coche y acabamos de traerle desde Portland.
— Oh, lo siento mucho. ¿Qué tal está?
— Está bien, gracias. Mejorando.
— Eso es bueno.
La doctora Greene desplaza el ratón sobre su escritorio y su ordenador vuelve a la vida.
— Tengo algo que hablar y es debido a que se cometió un error con usted.
¿Error?
— Señora López el día que vino hacerse el examen exhaustivo la atendió la señorita Mercedes Jones en mi ausencia y como es una residente novata cometió el error de confundir su cita con la de otra paciente.
— ¿Qué tipo de error? Le exijo que me explique.
— Señora López además de ser ginecóloga me especializo en el área de tratamientos de fertilidad novedosos para parejas Gay.
— Y eso que tiene que ver.
Me siento confundida y aterrada.
— Vera debido a que usted llego mucho antes a su cita, la señorita Jones confundió su examen rutinario con un tratamiento de fecundación de un gran avance para parejas de mujeres que desean tener hijos.
— ¿Me está diciendo que se me hizo ese tratamiento?
— Si señora López.
— Pero que negligencia de su parte y de parte de este hospital.
Respondo alterada.
— Permítame explicarle primero de que consiste el tratamiento.
¡Dios mío! ¿estoy embarazada? No puede ser
— ¡Explíqueme!
— El tratamiento que se le realizo es un tratamiento muy nuevo. El tratamiento consiste en lo siguiente: La fecundación es el proceso por el cual dos gametos (masculino y femenino) se fusionan para crear un nuevo individuo con un genoma derivado de ambos progenitores, en este caso en lugar de usar un gameto masculino usamos ambos óvulos, el de usted y su esposa activamos los genoma del ovulo de su esposa para que este pueda fecundar su ovulo y pueda formar un cigoto y lo implantamos en su vientre, le explico que su esposa un año atrás mando a congelar sus óvulos en este hospital y la señorita Jones vio en su ficha el nombre de ella y tomo el ovulo de su esposa para realizar este novedoso tratamiento.
Le manifiesto que de las mujeres que se han sometido a este tratamiento solo un 30 % llegan a quedar embarazadas.
Estoy en shock un hijo de nosotras.
— Estoy …. ¿estoy embarazada?
Digo tartamudeando del pánico.
— Primero hay que realizarle una prueba ya han pasado tres semanas, le recuerdo que son pocas las posibilidades de embarazo.
— ¿Una prueba? —susurro mientras toda la sangre abandona mi cabeza.
— Una prueba de embarazo.
Oh, no.
Rebusca en el cajón de su mesa.
— Creo que ya sabe qué hacer con esto. —Me da un recipiente pequeño.
— El baño está justo al salir del despacho.
Me levanto como en un trance. Todo mi cuerpo funciona como si llevara puesto el piloto automático mientras salgo hacia el baño.
Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. Cómo he podido dejar que pase esto… ¿Por qué no lo vi venir ? De repente siento náuseas y suplico en silencio: no, por favor. No, por favor. Es demasiado pronto. Es demasiado pronto.
Cuando vuelvo a entrar en el despacho de la doctora Greene, ella me dedica una sonrisa tensa y me señala un asiento al otro lado de la mesa. Me siento y le paso la muestra sin decir nada. Ella introduce un palito blanco en la muestra y lo examina. Levanta las cejas cuando se pone azul.
— ¿Qué significa el azul? —La tensión me está atenazando la garganta.
Me mira con ojos serios.
— Bueno, señora López, eso significa que está embarazada.
¿Qué? No. No. No. Joder.
Si estaba algo perdida pero ya saben mis motivos se los he explicado hoy estoy despierta hasta tarde solo para dejarle un nuevo capitulo muy interesante ;)
Espero que lo disfruten gracias por sus bellos comentarios.
P.D a todas mis lectora enviciadas en esta adaptación las invito a que nominen mi fic 50 sombras de López como mejor adaptación espero su apoyo!!..
Mi fic es para ustedes
Parte III – Capítulo 19
Las lágrimas surcan mi rostro de nuevo. Ha vuelto. Mi padre ha vuelto.
— No llores, Britty. —Ray tiene la voz ronca.
— ¿Qué ocurre?
Cojo su mano entre las mías y la acerco a mi cara.
— Has tenido un accidente. Estás en el hospital de Portland.
Ray frunce el ceño y no sé si es porque está incómodo con esta demostración de afecto poco propia de mí o porque no se acuerda del accidente.
— ¿Quieres un poco de agua? —le pregunto aunque no sé si puedo dársela. Asiente, desconcertado. El corazón se me llena de alegría. Me levanto y me inclino para darle un beso en la frente.
— Te quiero, papá. Bienvenido de vuelta.
Agita un poco la mano, avergonzado.
— Yo también, Britty. Agua.
Salgo corriendo para cubrir la corta distancia que hay hasta el puesto de enfermeras.
— ¡Mi padre! ¡Está despierto! —le sonrío a la enfermera Kellie, que me devuelve la sonrisa.
— Envíale un mensaje a la doctora Sluder —le dice a una compañera y sale apresuradamente de detrás del mostrador.
— Quiere agua.
— Le llevaré un vaso.
Regreso junto a la cama de mi padre. Estoy muy contenta. Veo que tiene los ojos cerrados y me preocupa que haya vuelto al coma.
— ¿Papá?
— Estoy aquí —murmura, y abre los ojos justo cuando aparece la enfermera Kellie con una jarra con trocitos de hielo y un vaso.
— Hola, señor Pierce. Soy Kellie, su enfermera. Su hija me ha dicho que tiene sed.
En la sala de espera, Santana está mirando fijamente su portátil, muy concentrada. Alza la vista cuando me oye cerrar la puerta.
— Se ha despertado —anuncio. Ella sonríe y la tensión que tenía en los ojos desaparece. Oh… no me había dado cuenta. ¿Ha estado tensa todo el tiempo? Deja a un lado su portátil, se levanta y me da un abrazo.
— ¿Cómo está? —me pregunta cuando le rodeo con los brazos.
— Habla, tiene sed y está un poco desconcertado. No se acuerda del accidente.
— Es comprensible. Ahora que está despierto, quiero que lo trasladen a Seattle. Así podremos ir a casa y mi madre podrá tenerle vigilado.
¿Ya?
— No sé si estará lo bastante bien como para trasladarle.
— Hablaré con la doctora Sluder para que me dé su opinión.
— ¿Echas de menos nuestra casa?
— Sí.
— Está bien.
— No has dejado de sonreír —me dice Santana cuando aparco delante del Heathman.
— Estoy muy aliviada. Y feliz.
Santana sonríe.
— Bien.
La luz está desapareciendo y me estremezco cuando salgo a la fresca noche. Le doy mi llave al aparcacoches, que está mirando mi coche con admiración. No le culpo… Santana me rodea con el brazo.
— ¿Quieres que lo celebremos? —me pregunta cuando entramos en el vestíbulo.
— ¿Celebrar qué?
— Lo de tu padre.
Suelto una risita.
— Oh, eso.
— Echaba de menos ese sonido. —Santana me da un beso en el pelo.
— ¿No podemos mejor comer en la habitación? Ya sabes, una noche tranquila sin salir.
— Claro, vamos. —Me coge la mano y me lleva a los ascensores.
— Estaba deliciosa —digo satisfecha mientras aparto mi plato, llena por primera vez en mucho tiempo.
— Aquí hacen una tarta tatin buenísima.
Me acabo de bañar y solo llevo la camiseta de Santana y las bragas. De fondo suena la música del iPod de Santana, que está puesto en modo aleatorio; Dido está cantando algo sobre banderas blancas.
Santana me mira con curiosidad. Tiene el pelo todavía húmedo por el baño y lleva una camiseta negra y los vaqueros.
— Es la vez que más te he visto comer en todo el tiempo que llevamos aquí —me dice.
— Tenía hambre.
Se acomoda en la silla con una sonrisa de satisfacción y le da un sorbo al vino blanco.
— ¿Qué quieres hacer ahora? —pregunta con voz suave.
— ¿Qué quieres hacer tú?
Arquea una ceja, divertida.
— Lo que quiero hacer siempre.
— ¿Y eso es…?
— Señora López, deje las evasivas.
Le cojo la mano por encima de la mesa, la giro y le acaricio la palma con el dedo índice.
— Quiero que me toques con este —digo subiendo el dedo por su índice.
Ella se remueve en la silla.
— ¿Solo con ese? —Su mirada se oscurece y se vuelve más ardiente a la vez.
— Quizá con este también —digo acariciándole el dedo corazón y volviendo a la palma.
— Y con este. — Recorro con la uña su dedo anular.
— Y definitivamente con esto —digo deteniéndome en su alianza.
— Esto es muy sexy.
— ¿Lo es?
— Claro. Porque dice: «Esta mujer es mía». —Le rozo el anillo. Ella se inclina hacia mí y me coge la barbilla con la otra mano.
— Señora López, ¿está intentando seducirme?
— Eso espero.
— Brittany, ya he caído —me dice en voz baja.
— Ven aquí. —Tira de mi mano para atraerme a su regazo.
— Me gusta tener acceso ilimitado a ti. —Sube la mano por el muslo hasta mi culo. Me agarra la nuca con la otra mano y me besa, agarrándome con fuerza.
Sabe a vino blanco, a tarta de manzana y a Santana. Le pasó los dedos por el pelo, sujetándola contra mí, mientras nuestras lenguas exploran y se enroscan la una contra la otra. La sangre se me calienta en las venas. Estoy sin aliento cuando Santana se aparta.
— Vamos a la cama —murmura contra mis labios.
— ¿A la cama?
Se separa un poco y me tira del pelo para que la mire.
— ¿Dónde prefiere usted, señora López?
Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia.
— Sorpréndeme.
— Te veo guerrera esta noche —dice acariciándome la nariz con la suya.
— Tal vez necesito que me aten.
— Tal vez sí. Te estás volviendo mandona con la edad. —Entorna los ojos pero no puede esconder el humor latente en su voz.
— ¿Y qué vas a hacer al respecto? —la desafío.
Le brillan los ojos.
— Sé lo que me gustaría hacer, pero depende de lo que tú puedas soportar.
— Oh, señora López, ha sido usted muy dulce conmigo estos dos últimos días. Y no estoy hecha de cristal, ¿lo sabía?
— ¿No te gusta que sea dulce?
— Claro que sí. Pero ya sabes… la variedad es la sal de la vida —le digo aleteando las pestañas.
— ¿Quieres algo menos dulce?
— Algo que me recuerde que estoy viva.
Arquea ambas cejas por la sorpresa.
— Que me recuerde que estoy viva… —repite, asombrada y con un tono de humor en su voz.
Asiento. Ella me mira durante un momento.
— No te muerdas el labio —me susurra y de repente se pone de pie conmigo en sus brazos. Doy un respigo y me agarro a sus brazos delgados pero fuertes porque temo caerme. Ella camina hasta el más pequeño de los tres sofás y me deposita ahí.
— Espera aquí. Y no te muevas. —Me lanza una mirada breve, excitante e intensa y se vuelve para dirigirse hacia el dormitorio. Oh… Santana descalza… ¿Por qué sus pies son tan sexis?
Aparece unos minutos después detrás de mí, inclinándose y cogiéndome por sorpresa.
— Creo que esto no nos va a hacer falta. —Agarra mi camiseta y me la quita, dejándome completamente desnuda excepto por las bragas. Tira de mi coleta hacia atrás y me da un beso.
— Levántate —me ordena junto a mis labios, y después me suelta. Yo obedezco inmediatamente. Ella extiende una toalla sobre el sofá.
¿Una toalla?
— Quítate las bragas.
Trago saliva pero hago lo que me pide y dejo las bragas junto al sofá.
— Siéntate. —Vuelve a cogerme la coleta y a echarme atrás la cabeza.
— Dime que pare si es demasiado, ¿vale?
Asiento.
— Responde —me ordena con voz dura.
— Sí —digo.
Ella sonríe burlona.
— Bien. Así que, señora López… como me ha pedido, la voy a atar. —Su voz baja hasta convertirse en un susurro jadeante. El deseo recorre mi cuerpo como un relámpago solo con oír esas palabras. Oh, mi dulce Cincuenta… ¿en el sofá?
— Sube las rodillas —me pide.
— Y reclínate en el respaldo.
Apoyo los pies en el borde del sofá y pongo las rodillas delante de mí. Ella me coge la pierna izquierda y me ata el cinturón de uno de los albornoces por encima de la rodilla.
— ¿El cinturón del albornoz?
— Estoy improvisando. —Vuelve a sonreír, aprieta el nudo corredizo sobre mi rodilla y ata el otro extremo del cinturón al remate decorativo que hay en una de las esquinas del sofá; una forma muy eficaz de mantenerme las piernas abiertas.
— No te muevas —me advierte, y repite el proceso con la pierna derecha, atando el otro cinturón al otro remate.
Oh, Dios mío… Estoy despatarrada en el sofá.
— ¿Bien? —me pregunta Santana con voz suave, mirándome desde detrás del sofá.
Asiento, esperando que me ate las manos también. Pero no lo hace. Se inclina y me da un beso.
— No tienes ni idea de cómo me pones ahora mismo —murmura y frota su nariz contra la mía.
— Creo que voy a cambiar la música. —Se levanta y se acerca despreocupadamente al iPod.
¿Cómo lo hace? Aquí estoy, abierta de piernas y muy excitada, y Ella tan fresca y tan tranquila.
Santana está dentro de mi campo de visión y veo cómo se mueve su escultural culo mientras camina hacia el iPod y cambia la canción. Inmediatamente una voz dulce y casi infantil empieza a cantar algo sobre que la observen.
Oh, me gusta esta canción.
Santana se gira y sus ojos se clavan en los míos mientras rodea el sofá y se pone de rodillas delante de mí.
De repente me siento muy expuesta.
— ¿Expuesta? ¿Vulnerable? —me pregunta con su asombrosa capacidad para verbalizar las palabras que no he llegado a decir. Tiene las manos apoyadas sobre sus rodillas. Asiento.
¿Por qué no me toca?
— Bien —susurra.
— Levanta las manos. —No puedo apartar la vista de sus ojos hipnóticos. Hago lo que me dice. Santana me echa un líquido aceitoso en cada palma de un pequeño botecito de color claro. El líquido desprende un olor intenso, almizclado y sensual que no soy capaz de identificar.
— Frótatelas. —Me revuelvo por el efecto de su mirada penetrante y ardiente.
— No te muevas —me ordena.
Oh, Dios mío…
— Ahora, Brittany, quiero que te toques.
Madre mía.
— Empieza por la garganta y ve bajando.
Dudo.
— No seas tímida, Britt. Vamos. Hazlo. —Son evidentes el humor y el desafío de su expresión, además del deseo.
La voz infantil canta que no hay nada dulce en ella. Pongo las manos sobre mi garganta y dejo que vayan bajando hasta la parte superior de mis pechos. El aceite hace que se deslicen fácilmente por mi piel. Tengo las manos calientes.
— Más abajo —susurra Santana a la vez que se oscurecen sus ojos. No me está tocando.
Me cubro los pechos con las manos.
— Tócate.
Oh, Dios mío. Tiro con suavidad de mis pezones.
— Más fuerte —me ordena Santana. Está sentada inmóvil entre mis muslos, solo mirándome.
— Como lo haría yo —añade, y sus ojos muestran un brillo oscuro.
Los músculos del fondo de mi vientre se tensan. Gimo en respuesta y tiro con más fuerza de mis pezones sintiendo cómo se endurecen y se alargan bajo mis dedos.
— Sí. Así. Otra vez.
Cierro los ojos y tiro fuerte, los hago rodar y los pellizco con los dedos. Gimo de nuevo.
— Abre los ojos.
Parpadeo para mirarla.
— Otra vez. Quiero verte. Ver que disfrutas tocándote.
Oh, joder. Repito el proceso. Esto es tan… erótico.
— Las manos. Más abajo.
Me retuerzo.
— Quieta, Britt. Absorbe el placer. Más abajo. —Su voz es baja y ronca, tentadora y seductora.
— Hazlo tú —le susurro.
— Oh, lo haré… pronto. Pero ahora tú. Más abajo. —Santana se pasa la lengua por los dientes, un gesto que irradia sensualidad. Madre mía… Me retuerzo y tiro de los cinturones que me atan.
Ella niega con la cabeza lentamente.
— Quieta. —Apoya las manos en mis rodillas para que no me mueva.
— Vamos, Britt… Más abajo.
Mis manos se deslizan por mi vientre.
— Más abajo —repite, y es la sensualidad personificada.
— Santana, por favor.
Sus manos descienden desde mis rodillas, acariciándome los muslos y acercándose a mi sexo.
— Vamos, Britt. Tócate.
Mi mano izquierda pasa por encima de mi sexo y hago un círculo lento mientras formo una O con los labios y jadeo.
— Otra vez —susurra.
Gimo más alto y repito el movimiento, echando atrás la cabeza y jadeando.
— Otra vez.
Vuelvo a gemir con fuerza y Santana inhala bruscamente. Me coge las manos, se inclina y acaricia con la nariz y después con la lengua todo el vértice entre mis muslos.
— ¡Ah!
Quiero tocarla, pero cuando intento mover las manos, Ella aprieta los dedos alrededor de mis muñecas.
— Te voy a atar estas también. Quieta.
Gimo. Me suelta e introduce dos dedos en mi interior a la vez que apoya la mano contra mi clítoris.
— Voy a hacer que te corras rápido, Britt. ¿Lista?
— Sí —jadeo.
Empieza a mover los dedos y la mano arriba y abajo rápidamente, estimulando ese punto tan dulce en mi interior y el clítoris al mismo tiempo. ¡Ah! La sensación es intensa, realmente intensa. El placer aumenta y atraviesa la mitad inferior de mi cuerpo. Quiero estirar las piernas, pero no puedo. Agarro con fuerza la toalla que hay debajo de mí.
— Ríndete —me susurra Santana.
Exploto alrededor de sus dedos, gritando algo incoherente. Aprieta la mano contra mi clítoris mientras los estremecimientos me recorren el cuerpo, prolongando así esa deliciosa agonía. Me doy cuenta vagamente de que me está desatando las piernas.
— Es mi turno —susurra, se levanta y se quita los vaqueros y las bragas.
Me acuesta en el sofá y sube sobre mí.
Me abre las piernas y me da un azote fuerte en el culo.
— ¡Ah! —chillo.
Nos acomodamos y quedamos sentadas frente a frente y con nuestros sexos unidos y siento lo mojada que se encuentra.
— Me encanta sentir tu excitación — susurro.
— Oh, Britt —dice con los dientes apretados cuando empieza a moverse.
Me agarra las caderas fuertemente con los dedos mientras se frota en mí una y otra vez. El placer empieza a aumentar de nuevo. No… Ah…
— ¡Vamos, Britt! —grita Santana y yo vuelvo a romperme en mil pedazos otra vez, latiendo a su alrededor y gritando cuando alcanzo el orgasmo de nuevo.
— ¿Te sientes lo bastante viva? —me pregunta Santana dándome un beso en el pelo.
— Oh, sí —murmuro mirando al techo. Estoy tumbada sobre mi esposa el sofá. Ella todavía está vestida de la cintura para arriba.
— Creo que deberíamos repetirlo. Pero esta vez tú sin ropa.
— Por Dios, Britt. Dame un respiro.
Suelto una risita y Ella ríe entre dientes.
— Me alegro de que Ray haya recuperado la consciencia. Parece que todos tus apetitos han regresado después de eso —dice y oigo la sonrisa en su voz.
Me giro y la miro con el ceño fruncido.
— ¿Se te olvida lo de anoche y lo de esta mañana? —le pregunto con un mohín.
— No podría olvidarlo —dice sonriendo. Con esa sonrisa parece joven, despreocupada y feliz. Me coge un pecho con las manos.
— Tiene unos pechos fantásticos, señora López.
— Los tuyos también. Pero siguen tapados —le digo arqueando una ceja.
— ¿Y qué va a hacer al respecto, señora López?
— Bueno, creo que la voy a desnudar, señora López. Enterita.
Ella sonríe.
— Y yo creo que hay muchas cosas dulces en ti —susurra refiriéndose a la canción que sigue sonando, repetida una vez tras otra. Su sonrisa desaparece.
Oh, no.
— Tú sí que eres dulce —le susurro, me inclino hacia ella y le beso la comisura de la boca. Cierra los ojos y me abraza más fuerte.
— Santana, lo eres. Has hecho que este fin de semana sea especial a pesar de lo que le ha pasado a Ray. Gracias.
Ella abre sus grandes y serios ojos y su expresión me conmueve.
— Porque te amo —susurra.
— Lo sé. Y yo también te amo. —Le acaricio la cara.
— Y eres algo precioso para mí. Lo sabes, ¿verdad?
Se queda muy quieta y parece perdida.
Oh, Santana… Mi dulce Cincuenta.
— Créeme —le susurro.
— No es fácil —dice con voz casi inaudible.
— Inténtalo. Inténtalo con todas tus fuerzas, porque es cierto. —Le acaricio la cara una vez más y mis dedos le rozan los labios. Sus ojos son unos océanos llenos de pérdida, heridas y dolor. Quiero subirme encima de ella y abrazarla. Cualquier cosa que haga que desaparezca esa mirada. ¿Cuándo se va a dar cuenta de que ella es mi mundo? ¿De qué es más que merecedora de mi amor, del amor de sus padres, de sus hermanos? Se lo he dicho una y otra vez, pero aquí estamos de nuevo, con Santana mirándome con
expresión de pérdida y abandono. Tiempo. Solo es cuestión de tiempo.
— Te vas a enfriar. Vamos. —Se pone de pie con agilidad y tira de mí para levantarme. Le rodeo la cintura con el brazo mientras cruzamos el dormitorio. No quiero presionarla, pero desde el accidente de Ray se ha vuelto más importante para mí que sepa cuánto la quiero.
Cuando entramos en el dormitorio frunzo el ceño, desesperada por recuperar el humor alegre de hace unos momentos.
— ¿Vemos un poco la tele? —le pido.
Santana ríe entre dientes.
— Creía que querías un segundo asalto. —Ahí está de nuevo mi temperamental Cincuenta… Arqueo una ceja y me paro junto a la cama.
— Bueno, en ese caso… Esta vez yo llevaré las riendas.
Ella me mira con la boca abierta y yo la empujo sobre la cama, me pongo rápidamente a horcajadas sobre su cuerpo y le agarro las manos a ambos lados de la cabeza.
Me sonríe.
— Bien, señora López, ahora que ya me tiene, ¿qué piensa hacer conmigo?
Me inclino y le susurro al oído:
— Te voy a follar con la boca.
Cierra los ojos e inhala bruscamente mientras yo le rozo la mandíbula con los dientes.
Santana está trabajando en el ordenador. La mañana es clara a esta hora tan temprana. Creo que está escribiendo un correo electrónico.
— Buenos días —murmuro tímidamente desde el umbral. Se gira y me sonríe.
— Señora López, se ha levantado pronto —dice tendiéndome los brazos.
Yo cruzo la suite y me acurruco en su regazo.
— Igual que tú.
— Estaba trabajando. —Se mueve un poco y me da un beso en el pelo.
— ¿Qué pasa? —le pregunto, porque noto que algo no va bien.
Suspira.
— He recibido un correo del detective Clark. Quiere hablar contigo de la maldita de Rose.
— ¿Ah, sí? —Me aparto un poco y miro a Santana.
— Sí. Le he explicado que estás en Portland por ahora y que tendría que esperar, pero ha dicho que vendrá aquí a hablar contigo.
— ¿Va a venir?
— Eso parece. —Santana se muestra perpleja.
Frunzo el ceño.
— ¿Y qué es tan importante que no puede esperar?
— Eso digo yo…
— ¿Cuándo va a venir?
— Hoy. Tengo que contestarle.
— No tengo nada que esconder, pero me pregunto qué querrá saber…
— Lo descubriremos cuando llegue. Yo también estoy intrigada.
Santana vuelve a moverse.
— Subirán el desayuno pronto. Vamos a comer algo y después a ver a tu padre.
Asiento.
— Puedes quedarte aquí si quieres. Veo que estás ocupada.
Ella frunce el ceño.
— No, quiero ir contigo.
— Bien. —Le sonrío, le rodeo el cuello con los brazos y le doy un beso.
Ray está de mal humor. Y eso es una alegría. Le pica, no hace más que rascarse y está impaciente e incómodo.
— Papá, has tenido un accidente de coche grave. Necesitas tiempo para curarte. Y Santana y yo queremos que te lleven a Seattle.
— No sé por qué se están molestando tanto por mí. Yo estaré bien aquí solo.
— No digas tonterías —digo apretándole la mano cariñosamente.
El tiene el detalle de sonreírme.
— ¿Necesitas algo?
— Mataría por un donut, Britty.
Le sonrío indulgentemente.
— Te traeré un donut o dos. Iremos a Voodoo.
— ¡Genial!
— ¿Quieres un café decente también?
— ¡Demonios, sí!
— Vale, te traeré uno también.
Santana está otra vez en la sala de espera, hablando por teléfono. Debería establecer su oficina aquí. Extrañamente está sola, a pesar de que las otras camas de la UCI están ocupadas. Me pregunto si Santana habrá espantado a las demás visitas. Cuelga.
— Clark estará aquí a las cuatro de la tarde.
Frunzo el ceño. ¿Qué será tan urgente?
— Vale. Ray quiere café y donuts.
Santana ríe.
— Creo que yo también querría eso si hubiera tenido un accidente. Le diré a Taylor que vaya a buscarlo.
— No, iré yo.
— Llévate a Taylor contigo —me dice con voz dura.
— Vale. —Pongo los ojos en blanco y ella me mira fijamente. Después sonríe y ladea la cabeza.
— No hay nadie aquí. —Su voz es deliciosamente baja y sé que me está amenazando con azotarme.
Estoy a punto de decirle que se atreva, pero una pareja joven entra en la sala. Ella llora quedamente.
Me encojo de hombros a modo de disculpa mirando a Santana y ella asiente. Coge el portátil, me da la mano y salimos de la sala.
— Ellos necesitan la privacidad más que nosotras —me dice Santana.
— Nos divertiremos luego.
Fuera está Taylor, esperando pacientemente.
— Vamos todos a por café y donuts.
A las cuatro en punto llaman a la puerta de la suite. Taylor hace pasar al detective Clark, que parece de peor humor de lo que suele estar; siempre parece de mal humor. Tal vez sea algo en la expresión de su cara.
— Señoras López, gracias por acceder a verme.
— Detective Clark. —Santana le saluda, le estrecha la mano y le señala un asiento. Yo me siento en el sofá en el que me lo pasé tan bien anoche. Solo de pensarlo me sonrojo.
— Es a la señora Brittany a quien quería ver —apunta Clark aludiendo a Santana y a Taylor, que se ha colocado junto a la puerta. Santana mira a Taylor y asiente casi imperceptiblemente y ella se gira y se va, cerrando la puerta al salir.
— Cualquier cosa que tenga que decirle a mi esposa, puede decírsela conmigo delante. La voz de Santana es fría y profesional.
El detective Clark se vuelve hacia mí.
— ¿Está segura de que desea que su esposa esté presente?
Frunzo el ceño.
— Claro. No tengo nada que ocultarle. ¿Solo quiere hablar conmigo?
— Sí, señora.
— Bien. Quiero que mi esposa se quede.
Santana se sienta a mi lado. Irradia tensión.
— Muy bien —dice Clark, resignado. Carraspea.
— Señora López, la señora Rose mantiene que usted la acosó sexualmente y le hizo ciertas insinuaciones inapropiadas.
¡Oh! Estoy a punto de soltar una carcajada, pero le pongo la mano a Santana en el muslo para frenarla cuando veo que se inclina hacia delante en el asiento.
— ¡Eso es ridículo! —exclama Santana.
Yo le aprieto el muslo para que se calle.
— Eso no es cierto —afirmo yo con calma—. De hecho, fue exactamente lo contrario. Ella me hizo proposiciones deshonestas de una forma muy agresiva y por eso le despidieron.
La boca del detective Clark forma brevemente una fina línea antes de continuar.
— Rose alega que usted se inventó la historia del acoso sexual para que la despidieran. Dice que lo hizo porque ella rechazó sus proposiciones y porque quería su puesto.
Frunzo el ceño. Madre mía… Marley está peor de lo que yo creía.
— Eso no es cierto —digo negando con la cabeza.
— Detective, no me diga que ha conducido hasta aquí para acosar a mi mujer con esas acusaciones ridículas.
El detective Clark vuelve su mirada azul acero hacia Santana.
— Necesito oír la respuesta de la señora López ante esas acusaciones, señora —dice conteniéndose. Yo vuelvo a apretarle la pierna a Santana, suplicándole sin palabras que se mantenga tranquila.
— No tienes por qué oír esta mierda, Britt.
— Creo que es mejor que el detective Clark sepa lo que pasó.
Santana me mira inescrutable durante un momento y después agita la mano en un gesto de resignación.
— Lo que dice Rose no es cierto. —Mi voz suena tranquila, aunque me siento cualquier cosa menos eso. Estoy perpleja por esas acusaciones y nerviosa porque Santana puede explotar en cualquier momento. ¿A qué está jugando Marley?
— La señora Rose me abordó en la cocina de la oficina una noche. Me dijo que me habían contratado gracias a ella y que esperaba ciertos favores sexuales a cambio. Intentó chantajearme utilizando unos correos que yo le había enviado a Santana, que entonces todavía no era mi esposa. Yo no sabía que Rose había estado espiando mis correos. Es una paranoica; incluso me acusó de ser una espía enviada por Santana, presumiblemente para ayudarla a hacerse con la empresa. Pero no sabía que Santana ya había comprado Seattle Independent Publishing.
Niego con la cabeza cuando recuerdo mi tenso y estresante encuentro con Rose.
— Al final yo… yo le derribé.
Clark arquea las cejas sorprendido.
— ¿La derribó?
— Mi padre fue soldado. Rose… Mmm… me tocó y yo sé cómo defenderme.
Santana me dedica una fugaz mirada de orgullo.
— Entiendo. —Clark se acomoda en el sofá y suspira profundamente.
— ¿Han hablado con alguna de las anteriores ayudantes de Rose? —le pregunta Santana casi con cordialidad.
— Sí, lo hemos hecho. Pero lo cierto es que ninguna de ellas nos dice nada. Todas afirman que era una jefa ejemplar, aunque ninguna duró en el puesto más de tres meses.
— Nosotras también hemos tenido ese problema —murmura Santana.
¿Ah, sí? Miro a Santana con la boca abierta, igual que el detective Clark.
— Mi jefe de seguridad entrevistó a las cinco últimas ayudantes de Rose.
— ¿Y eso por qué?
Santana le dedica una mira gélida.
— Porque mi mujer trabajó con ella y yo hago comprobaciones de seguridad sobre todas las personas que trabajan con mi mujer.
El detective Clark se sonroja. Yo le miro encogiéndome de hombros a modo de disculpa y con una sonrisa que dice: «Bienvenido a mi mundo».
— Ya veo —dice Clark—. Creo que hay algo más en ese asunto de lo que parece a simple vista, señora López. Vamos a llevar a cabo un registro más a fondo del apartamento de Rose mañana, tal vez encontremos la clave entonces. Por lo visto, hace tiempo que no vive allí.
— ¿Lo han registrado antes?
— Sí, pero vamos a hacerlo de nuevo. Esta vez será una búsqueda más exhaustiva.
— ¿Todavía no la han acusado del intento de asesinato de Ros Bailey y mío? —pregunta Santana en voz baja.
¿Qué?
— Esperamos encontrar más pruebas del sabotaje de su helicóptero, señora López. Necesitamos algo más que una huella parcial. Mientras está en la cárcel podemos ir reforzando el caso.
— ¿Y ha venido solo para eso?
Clark parece irritado.
— Sí, señora López, solo para eso, a no ser que se le haya ocurrido algo sobre la nota…
¿Nota? ¿Qué nota?
— No. Ya se lo dije. No significa nada para mí. —Santana no puede ocultar su irritación.
— No entiendo por qué no podíamos haber hecho esto por teléfono.
— Creo que ya le he dicho que prefiero hacer las cosas en persona. Y así aprovecho para visitar a mi tía abuela, que vive en Portland. Dos pájaros de un tiro… —El rostro de Clark permanece impasible e imperturbable ante el mal humor de mi mujer.
— Bueno, si hemos terminado, tengo trabajo que hacer. —Santana se levanta y el detective Clark hace lo mismo.
— Gracias por su tiempo, señora López —me dice educadamente. Yo asiento se despide.
Santana abre la puerta y Clark se va.
Me dejo caer en el sofá.
— ¿Te puedes creer lo que ha dicho esa gilipollas? —explota Santana.
— No, no puedo.
— ¿A qué coño está jugando? —pregunta Santana con los dientes apretados.
— No lo sé. ¿Crees que Clark me ha creído?
— Claro. Sabe que Rose es una puta mentirosa.
— Estás siendo muy «insultona».
— ¿Insultona? —Santana sonríe burlona.
— ¿Existe esa palabra?
— Ahora sí.
De repente sonríe, se sienta a mi lado y me atrae hacia sus brazos.
— No pienses en esa gilipollas. Vamos a ver a tu padre e intentar convencerle para trasladarle mañana.
— No ha querido ni oír hablar de ello. Quiere quedarse en Portland y no ser una molestia.
— Yo hablaré con El.
— Quiero viajar con El.
Santana se me queda mirando y durante un momento creo que va a decir que no.
— Está bien. Yo iré también. Sawyer y Taylor pueden llevar los coches. Dejaré que Sawyer se lleve tu R8 esta noche.
Al día siguiente, Ray examina su nuevo entorno: una habitación amplia y luminosa en el centro de rehabilitación del Hospital Northwest de Seattle. Es mediodía y parece adormilado. El viaje, que ha hecho nada menos que en helicóptero, le ha agotado.
— Dile a Santana que le agradezco todo esto —dice en voz baja.
— Se lo puedes decir tú mismo. Va a venir esta noche.
— ¿No vas a trabajar?
— Seguramente vaya ahora. Pero quería asegurarme de que estás bien aquí.
— Vete. No hace falta que te preocupes por mí.
— Me gusta preocuparme por ti.
Mi BlackBerry vibra. Miro el número; no lo reconozco.
— ¿No vas a contestar? —me pregunta Ray.
— No. No sé quién es. Que deje el mensaje en el contestador. Te he traído algo para leer. Le digo señalando una pila de revistas de deportes que hay en la mesilla.
— Gracias Britty.
— Estás cansado, ¿verdad?
Asiente.
— Me voy para que puedas dormir. —Le doy un beso en la frente.
— Hasta luego, papi. —susurro.
— Hasta luego, cariño. Y gracias. —Ray me coge la mano y me aprieta con suavidad.
— Me gusta que me llames «papi». Me trae recuerdos…
Oh, papi… Yo también le aprieto la mano.
Cuando salgo por la puerta principal en dirección al todoterreno donde me espera Sawyer, oigo que alguien me llama.
— ¡Señora López! ¡Señora López!
Me vuelvo y veo a la doctora Greene que viene corriendo hacia mí con su habitual apariencia inmaculada, aunque un poco agitada.
— Señora López, ¿cómo está? ¿Ha recibido mi mensaje? La he llamado antes.
— No. —Se me eriza el vello.
— Bueno, quiero hablar con usted.
— Tal vez sería mejor que habláramos de esto en mi despacho. Salía a comer… ¿Tiene tiempo ahora? Asiento mansamente.
— Claro. Yo… —Me quedo sin palabras. ¿hablar conmigo sobre qué? Mierda.
Un poco aturdida, la sigo por el hospital hasta su despacho.
El despacho de la doctora Greene es espacioso, minimalista y está muy bien decorado.
— Me alegro de que me haya encontrado antes de que me fuera —murmuro, todavía un poco impresionada.
— Mi padre ha tenido un accidente de coche y acabamos de traerle desde Portland.
— Oh, lo siento mucho. ¿Qué tal está?
— Está bien, gracias. Mejorando.
— Eso es bueno.
La doctora Greene desplaza el ratón sobre su escritorio y su ordenador vuelve a la vida.
— Tengo algo que hablar y es debido a que se cometió un error con usted.
¿Error?
— Señora López el día que vino hacerse el examen exhaustivo la atendió la señorita Mercedes Jones en mi ausencia y como es una residente novata cometió el error de confundir su cita con la de otra paciente.
— ¿Qué tipo de error? Le exijo que me explique.
— Señora López además de ser ginecóloga me especializo en el área de tratamientos de fertilidad novedosos para parejas Gay.
— Y eso que tiene que ver.
Me siento confundida y aterrada.
— Vera debido a que usted llego mucho antes a su cita, la señorita Jones confundió su examen rutinario con un tratamiento de fecundación de un gran avance para parejas de mujeres que desean tener hijos.
— ¿Me está diciendo que se me hizo ese tratamiento?
— Si señora López.
— Pero que negligencia de su parte y de parte de este hospital.
Respondo alterada.
— Permítame explicarle primero de que consiste el tratamiento.
¡Dios mío! ¿estoy embarazada? No puede ser
— ¡Explíqueme!
— El tratamiento que se le realizo es un tratamiento muy nuevo. El tratamiento consiste en lo siguiente: La fecundación es el proceso por el cual dos gametos (masculino y femenino) se fusionan para crear un nuevo individuo con un genoma derivado de ambos progenitores, en este caso en lugar de usar un gameto masculino usamos ambos óvulos, el de usted y su esposa activamos los genoma del ovulo de su esposa para que este pueda fecundar su ovulo y pueda formar un cigoto y lo implantamos en su vientre, le explico que su esposa un año atrás mando a congelar sus óvulos en este hospital y la señorita Jones vio en su ficha el nombre de ella y tomo el ovulo de su esposa para realizar este novedoso tratamiento.
Le manifiesto que de las mujeres que se han sometido a este tratamiento solo un 30 % llegan a quedar embarazadas.
Estoy en shock un hijo de nosotras.
— Estoy …. ¿estoy embarazada?
Digo tartamudeando del pánico.
— Primero hay que realizarle una prueba ya han pasado tres semanas, le recuerdo que son pocas las posibilidades de embarazo.
— ¿Una prueba? —susurro mientras toda la sangre abandona mi cabeza.
— Una prueba de embarazo.
Oh, no.
Rebusca en el cajón de su mesa.
— Creo que ya sabe qué hacer con esto. —Me da un recipiente pequeño.
— El baño está justo al salir del despacho.
Me levanto como en un trance. Todo mi cuerpo funciona como si llevara puesto el piloto automático mientras salgo hacia el baño.
Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. Cómo he podido dejar que pase esto… ¿Por qué no lo vi venir ? De repente siento náuseas y suplico en silencio: no, por favor. No, por favor. Es demasiado pronto. Es demasiado pronto.
Cuando vuelvo a entrar en el despacho de la doctora Greene, ella me dedica una sonrisa tensa y me señala un asiento al otro lado de la mesa. Me siento y le paso la muestra sin decir nada. Ella introduce un palito blanco en la muestra y lo examina. Levanta las cejas cuando se pone azul.
— ¿Qué significa el azul? —La tensión me está atenazando la garganta.
Me mira con ojos serios.
— Bueno, señora López, eso significa que está embarazada.
¿Qué? No. No. No. Joder.
Última edición por O_o el Jue Oct 17, 2013 2:58 am, editado 1 vez
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Holaaaaaa y aparecio!! que alegria!!
Britt embarazada de San?? jaja y ahora??
Por Dios no te tardes en actualizar por que no se que hago!! Saludos
Britt embarazada de San?? jaja y ahora??
Por Dios no te tardes en actualizar por que no se que hago!! Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Esta embarazada *-*
Pero Santana dijo que era demasiado pronto para compartir a Brittany. JAJAJAJAJA' ame este capítulo.
Espero tu actualización. :)
Pero Santana dijo que era demasiado pronto para compartir a Brittany. JAJAJAJAJA' ame este capítulo.
Espero tu actualización. :)
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Esta embarazada :) :( ok
Como se pondra santana!
Se viene lo mejor ¿cierto?
Saludos
Como se pondra santana!
Se viene lo mejor ¿cierto?
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
OMG! Por fin llegamos a esta parte!! :D
Me siento tan feliz por la noticia jiji que buena la adaptación eh :3
Y entiendo el por qué no actualizas con frecuencia pero por favor, por favor, por favor, por favor
esta vez no te demores tanto! jiji
Saludos n.n
Me siento tan feliz por la noticia jiji que buena la adaptación eh :3
Y entiendo el por qué no actualizas con frecuencia pero por favor, por favor, por favor, por favor
esta vez no te demores tanto! jiji
Saludos n.n
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
conchesumareeeee embarazada jakjakja qe emocion mas grande , porfa no tardes en actualizar me tienes los nervios de punta y cada vez me enamoro de tu ff ojalas nunca termines de escribir esta historia , ok pido mucho jojojo pofaaaa actuliza quiero leer y saber como reaccionara 50 sombras :* besos
janytorresrieramorris* - Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 18/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
OOOOOH MY GOSHHHHHH FUE TAN TAN WANKYYYYYY ESTE CAPITULO , RECORDEEEE LOS VIEJOS TIEMPO CUANDO BRIT ERA SU SUMISA ANTES DE ESTAR CASADAS , UN BUEN CAPITULO PARA ESTAR EN EL TRABAJO TERMINEE UFFF XD ACTUALIZA PRONTO NO SE SI AGUANTARE 2 MAS DE 1 SEMANA ,
XOXO
NENII.
XOXO
NENII.
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
me alegraste el día con la actualización!!!!
me encanto el capitulo, espero tu actualización... espero que sea pronto
saludos!
me encanto el capitulo, espero tu actualización... espero que sea pronto
saludos!
javavera** - Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 13/05/2012
Edad : 34
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Me encanto el cap Wow quede en shock!! Britt embarazada!! Espero y santana lo tomé bien después de todo va a ser suyo!!
Espero la actu, gracias por volver
Xoxo
Espero la actu, gracias por volver
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Me moría por saber como adaptarías esa parte, pero si que sabes como hacer adaptaciones eh! me encantó!... cuentas con mi voto.
No tardes que no creo que pueda aguantar mucho sin el próximo cap.
xoxo
No tardes que no creo que pueda aguantar mucho sin el próximo cap.
xoxo
Beverly_87*** - Mensajes : 136
Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Por Dios Brittany esta embarazada, y ahora que pensara Santana que es tan celosa , creo yo hasta de un hijo no planeado?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Oww he quedado realmente impresionada , te juro lo ame <3 que hermoso ya esperaba eso :D es tan tierno!!! Jajaja ya me imagino las expresiones de San jaja
Por favor no dejes de actualizar
Ya quiero leer el proceso de el embarazo que interesante
No puedes dejarlo así :( actualiza !!
Por favor no dejes de actualizar
Ya quiero leer el proceso de el embarazo que interesante
No puedes dejarlo así :( actualiza !!
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Santana cambiando pañales jaja eso quiero verlo xD
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
me habia perdido ya varios capitulos pero me puse al dia ya y OMG britt embarzada y creo que a lo mejor san y no se lo toma bien porque ha sido muy pronto, pero se que se le pasara espero
lexis17******* - Mensajes : 424
Fecha de inscripción : 23/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
actualizaaaaaaaaaa :C estoy muriciendooo por saber mas
janytorresrieramorris* - Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 18/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Actuaalizaa :$$
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
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