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Mensaje por iFannyGleek Lun Oct 28, 2013 10:03 pm

Ñeñeñeñeñeñe No tardes mucho en actualizar parr' favara!!!
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Beverly_87 Lun Oct 28, 2013 11:45 pm

hola??... se que no pasó mucho desde la última vez que te comenté, pero tu tienes la culpa por dejarme tan adicta a este fic. xD

Creo que antes de que termines con este puedes ir subiendo el tuyo, asi tengo algo que leer en mis ratos libres del trabajo.

un beso y no tardessss!!!
Beverly_87
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por monica.santander Lun Oct 28, 2013 11:49 pm

Hola que tal aqui estoy en la torturante espera jajajaja!! No mentira pero por favor actualiza pronto!!
Saludos
monica.santander
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Anddy Rivera Morris Mar Oct 29, 2013 12:38 am

Hola Nina :D jiji
sabes? ya no puedo con mis ansias :$
espero que actualices lo más pronto que te sea posible :3


Última edición por Anddy Rivera Morris el Mar Oct 29, 2013 9:44 pm, editado 2 veces
Anddy Rivera Morris
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por karla ruiz Mar Oct 29, 2013 3:42 pm

actualiza, actualiza, actualiza si porfaaaaa saludillos
karla ruiz
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**
**

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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Ali_Pearce Mar Oct 29, 2013 5:49 pm

Kristen Rivera escribió:


En espera u.u
iFannyGleek escribió: Ñeñeñeñeñeñe No tardes mucho en actualizar parr' favara!!!
Anddy Rivera Morris escribió:
Ya no puedo con mis ansiaas :$
actualiza pronto, bella :3
karla ruiz escribió:actualiza, actualiza, actualiza si porfaaaaa saludillos
 Hola, les recuerdo que los mensajes que contengan MENOS de DIEZ palabras van en contra de las reglas del foro. Les pido que editen sus mensajes y que eviten caer en está infracción. Saludos
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por O_o Mar Oct 29, 2013 11:43 pm

Hola a todas de nuevo por aqui ando de pasada solo para dejarles el nuevo capitulo, gracias a las nuevas lectoras por leer este fic y gracias ali por aparecer extrañaba tus comentarios.

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Bueno disfruten el capitulo espero sus comentarios.



Parte III – Capítulo 22


Marley.
Casi no consigo que me salga la voz porque tengo la garganta atenazada por el miedo. ¿Qué hace fuera de la cárcel? Toda la sangre abandona mi cara y me siento mareada.
— Te acuerdas de mí… —dice en un tono suave. Noto su sonrisa amarga.
— Sí, claro —respondo automáticamente mientras intento pensar lo más rápido que puedo.
— Te estarás preguntando por qué te he llamado.
— Sí.
Cuelga.
— No cuelgues. He estado hablando un ratito con tu cuñada.
¡Qué! ¡Rachel! ¡No!
— ¿Qué has hecho? —susurro intentando contener el miedo.
— Escúchame bien, zorra calentona y caza fortunas. Me has jodido la vida. López me ha jodido la vida. Me lo debes. Tengo a esta guarra conmigo aquí. Y tú, esa cabróna con la que te has casado y toda su puta familia me lo van a pagar.
El desprecio y el veneno de la voz de Rose me impresionan. ¿Su familia? Pero ¿qué demonios…?
— ¿Qué quieres?
— Quiero su dinero. Quiero su puto dinero. Si las cosas hubieran sido diferentes, podría haber sido yo. Así que tú me lo vas a conseguir. Quiero cinco millones de dólares, hoy.
— Marley, no tengo acceso a esa cantidad de dinero.
Ríe entre dientes con desdén.
— Tienes dos horas para conseguirlo. Ni un minuto más: dos horas. No se lo digas a nadie o esta guarra lo va a pagar. Ni a la policía, ni a la puta de tu esposa, ni al equipo de seguridad. Lo sabré si se lo dices, ¿me has entendido?
Se calla y yo intento responder, pero el pánico y el miedo me han sellado la garganta.
— ¡Que si me has entendido! —me grita.
— Sí —susurro.
— O la mato.
Doy un respingo.
— No te separes del teléfono. Y no se lo digas a nadie o me la follaré antes de matarla. Tienes dos horas.
— Marley, necesito más tiempo. Tres horas. ¿Y cómo sé que la tienes?
La comunicación se corta. Miro al teléfono con la boca abierta, horrorizada. Tengo la boca seca por el miedo y noto el desagradable sabor metálico del terror. Rachel, tiene a Rachel… ¿La tiene? Mi mente se pone a girar ante esa horrible posibilidad y se me revuelve el estómago otra vez. Siento que voy a volver a vomitar, pero inspiro hondo, intentando calmar mi pánico y la náusea pasa. Mi mente repasa todas las posibilidades. ¿Decírselo a Santana? ¿A Taylor? ¿Llamar a la policía? ¿Cómo podría saberlo Marley? ¿De verdad tiene a Rachel? Necesito tiempo, tiempo para pensar… Pero solo puedo conseguirlo siguiendo sus instrucciones. Cojo el bolso y me encamino a la puerta.
— Hannah, tengo que irme. No sé cuánto voy a tardar. Cancela todas mis citas para esta tarde. Dile a Elizabeth que tengo que ocuparme de una emergencia.
— Claro, Britt. ¿Va todo bien? —pregunta Hannah frunciendo el ceño y con expresión preocupada mientras mira como salgo corriendo.
— Sí —le digo distraídamente apresurándome hacia recepción, donde me espera Sawyer.
— Sawyer —le llamo. Él salta del sillón al oír mi voz y frunce el ceño al verme la cara.
— No me siento bien. Por favor, llévame a casa.
— Claro, señora. ¿Me espera mientras voy por el coche?
— No, voy contigo. Quiero llegar a casa rápido.
Miro por la ventanilla aterrorizada mientras repaso mi plan. Llegar a casa. Cambiarme. Encontrar mi talonario de cheques. Lograr despistar a Ryan y a Sawyer. Ir al banco. ¿Y cuánto ocupan cinco millones? ¿Cuánto pesan? ¿Necesitaré una maleta? ¿Debería llamar para avisar al banco con antelación? Rachel. Rachel. ¿Y si no tiene a Rachel? ¿Cómo puedo saberlo? Si llamo a Grace eso despertará sus sospechas y podría poner en peligro a Rachel. Ha dicho que lo sabría. Miro por el parabrisas trasero del todoterreno.
¿Me sigue alguien? Mi corazón se acelera mientras examino los coches que van detrás de nosotros.
Todos parecen inofensivos. Oh, Sawyer, conduce más rápido, por favor. Mis ojos se encuentran con los suyos en el espejo retrovisor y arruga la frente. Sawyer pulsa un botón en su auricular Bluetooth para contestar una llamada.
— Taylor, quería que supiera que la señora López está conmigo. —La mirada de Sawyer vuelve a encontrarse con la mía en el espejo antes de centrarse en la carretera y continuar.
— No se encuentra bien la llevo de vuelta al Escala… Entiendo… Sí, señor. —Los ojos de Sawyer se desvían de la carretera para mirarme de nuevo a través del espejo.
— Sí —dice y cuelga.
— ¿Taylor?
Asiente.
— ¿Está con la señora López?
— Sí, señora. —La mirada de Sawyer se suaviza un poco por la compasión.
— ¿Sigue en Portland?
— Sí, señora.
Bien. Tengo que mantener a Santana a salvo. Bajo la mano hasta el vientre y me lo froto intencionadamente. Y a ti, pequeño Bip. Tengo que mantenerlos a salvo a los dos.
— ¿Puedes darte prisa, por favor? No me encuentro bien.
— Sí, señora. —Sawyer pisa el acelerador y el coche se desliza entre el tráfico.
A la señora Jones no se la ve por ninguna parte cuando Sawyer y yo llegamos al piso. Como su coche no está en el garaje, supongo que estará haciendo recados con Ryan. Sawyer se encamina hacia el despacho de Taylor mientras yo me dirijo al estudio de Santana. Paso trastabillando detrás de la mesa, abrumada por el pánico, y abro el cajón de un tirón para sacar el talonario de cheques. El arma de Leila aparece ante mis ojos. Siento una incongruente punzada de irritación porque Santana no ha guardado a buen recaudo esa arma. No sabe nada de armas. Dios, podría llegar incluso a herirse.
Tras un momento de duda, cojo la pistola, compruebo que está cargada y me la meto en la cintura de los pantalones de vestir negros. Puede que me haga falta. Trago saliva con dificultad. Solo he apuntado a blancos; nunca le he disparado a nadie. Espero que Ray me perdone. Centro mi atención en encontrar el talonario de cheques correcto. Hay cinco, pero solo uno está a nombre de S. López y la señora B. López.
Yo solo tengo unos cincuenta y cuatro mil dólares en mi cuenta. No tengo ni idea de cuánto dinero hay en esta. Pero Santana debe de tener más de cinco millones de dólares, seguro. Tal vez haya dinero en la caja fuerte… Vaya, no tengo ni idea de la combinación. ¿No dijo que estaba en su archivo? Intento abrirlo, pero está cerrado con llave. Mierda. Tendré que volver al plan A.
Inspiro hondo y camino hacia el dormitorio, más serena y decidida. No han hecho la cama y durante un segundo siento una punzada de dolor. Quizá debería haber dormido aquí anoche. ¿Qué sentido tiene discutir con alguien que admite que es Cincuenta Sombras? Ahora ni siquiera me habla. No… No tengo tiempo para pensar en eso.
Rápidamente me quito los pantalones de vestir y me pongo unos vaqueros, una sudadera con capucha y un par de zapatillas de deporte y me meto la pistola en la cintura de los vaqueros, en la parte de atrás.
Saco del armario una bolsa de viaje. ¿Cinco millones cabrán aquí? La bolsa del gimnasio de Santana está en el suelo. La abro, esperando encontrármela llena de ropa sucia, pero no. La ropa de deporte está toda limpia. La señora Jones se ocupa absolutamente de todo. Saco la ropa, la tiro al suelo, y meto su bolsa del gimnasio dentro de la bolsa de viaje. Supongo que así será suficiente. Compruebo que llevo el carnet de conducir para que me sirva de identificación en el banco y miro la hora. Han pasado treinta y un minutos desde que Marley llamó. Ahora tengo que conseguir salir del Escala sin que Sawyer me vea.
Me encamino lenta y silenciosamente al vestíbulo, consciente de la cámara de circuito cerrado que está dirigida al ascensor. Creo que Sawyer sigue en el despacho de Taylor. Abro con mucho cuidado la puerta del vestíbulo haciendo el menor ruido posible. La cierro igual de silenciosamente detrás de mí y me quedo de pie en el umbral, justo contra la puerta, fuera del campo de visión de la lente de la cámara de vigilancia. Saco el teléfono móvil de mi bolso y llamo a Sawyer.
— ¿Sí, señora López?
— Sawyer, estoy en la habitación de arriba, ¿podrías echarme una mano con una cosa? —Hablo en voz baja porque sé que está al final del pasillo que hay al otro lado de la puerta.
— Ahora mismo estoy con usted, señora —dice y noto confusión en su voz. Nunca antes le he llamado para pedirle ayuda. Tengo el corazón en la boca, latiéndome a un ritmo irregular y frenético.
¿Funcionará? Cuelgo y oigo sus pasos que cruzan el vestíbulo y suben la escalera. Inspiro hondo de nuevo para calmarme y contemplo brevemente la ironía de tener que escapar de mi propia casa como una criminal.
Cuando Sawyer llega al rellano del piso de arriba, yo corro hacia el ascensor y pulso el botón. Las puertas se abren con un pitido demasiado alto que anuncia que el ascensor está ahí. Corro adentro y pulso frenéticamente el botón del garaje del sótano. Después de una pausa terriblemente larga, las puertas empiezan a cerrarse. Mientras lo hacen oigo los gritos de Sawyer.
— ¡Señora López! —Justo cuando se cierran las puertas del ascensor, le veo derrapar por el vestíbulo.
— ¡Britt! —grita incrédulo. Pero es demasiado tarde; las puertas acaban de cerrarse y desaparece de mi vista.
El ascensor baja suavemente hasta el garaje. Tengo un par de minutos de ventaja sobre Sawyer. Sé que va a intentar detenerme. Miro con nostalgia mi R8 mientras corro hacia el Saab, abro la puerta, dejo caer las bolsas en el asiento del acompañante y me siento en el del conductor.
Enciendo el motor y las ruedas chirrían cuando me dirijo a toda velocidad a la entrada, donde tengo que esperar once segundos agónicos a que se levante la barrera. En cuanto lo hace salgo rápidamente y veo por el espejo retrovisor a Sawyer que sale corriendo del ascensor de servicio. Su expresión perpleja y dolida se queda grabada en mi cabeza cuando enfilo la rampa que lleva a la Cuarta Avenida.
Suelto por fin el aire; he estado conteniendo la respiración todo el tiempo. Sé que Sawyer llamará a Santana o a Taylor, pero ya me enfrentaré a eso cuando sea necesario. No puedo pensar en ello ahora.
Me revuelvo incómoda en el asiento sabiendo en el fondo de mi corazón que Sawyer probablemente acaba de perder su trabajo. No pienses. Tengo que salvar a Rachel. Tengo que llegar al banco y sacar cinco millones de dólares. Miro por el espejo retrovisor, esperando encontrar el todoterreno saliendo del garaje, pero cuando me alejo conduciendo no veo ni rastro de Sawyer.
El banco es un edificio elegante, moderno y sobrio. Hay voces amortiguadas, suelos que hacen eco al andar y cristales verde pálido con grabados por todas partes. Me dirijo al mostrador de información.
— ¿En qué puedo ayudarla, señora? —La mujer joven me dedica una amplia pero falsa sonrisa y por un segundo me arrepiento de haberme puesto los vaqueros.
— Me gustaría retirar una gran cantidad de dinero.
La señorita Sonrisa Falsa arquea una ceja aún más falsa.
— ¿Tiene una cuenta con nosotros? —No es capaz de ocultar su sarcasmo.
— Sí —respondo.
— Mi esposa y yo tenemos varias cuentas aquí. Se llama Santana López.
Abre mucho los ojos durante un segundo y la falsedad da paso a la consternación. Me mira de arriba bajo una vez más, ahora con una combinación de asombro e incredulidad.
— Por aquí, señora —me susurra, y me lleva a una oficina con más cristal verde pálido, pequeña y con pocos muebles.
— Por favor, siéntese. —Me señala una silla de cuero negro que hay junto a un escritorio de cristal con un ordenador ultramoderno y un teléfono.
— ¿Cuánto quiere retirar hoy, señora López? —me pregunta con amabilidad.
— Cinco millones de dólares. —La miro directamente a los ojos como si pidiera esa cantidad de efectivo todos los días.
Ella palidece.
— Ya veo. Voy a buscar al director. Oh, perdone que le pregunte, ¿tiene alguna identificación?
— Sí. Pero me gustaría hablar con el director.
— Claro, señora López —dice y sale apresuradamente.
Me acomodo en el asiento y noto una oleada de náuseas cuando la pistola me presiona incómodamente el final de la espalda. Ahora no. No puedo vomitar ahora. Inspiro hondo y la náusea pasa.
Miro el reloj nerviosamente. Las dos y veinticinco.
Un hombre de mediana edad entra en el despacho. Tiene entradas y lleva un traje inmaculado y caro de color carbón y una corbata a juego. Me tiende la mano.
— Señora López, soy Troy Whelan. —Me sonríe, nos estrechamos las manos y se sienta frente a mí.
— Mi colega me dice que quiere usted retirar una gran cantidad de dinero.
— Correcto. Cinco millones de dólares.
Se gira hacia el sofisticado ordenador y escribe unos cuantos números.
— Normalmente necesitamos que se nos avise con antelación para poder retirar grandes cantidades de dinero. —Hace una pausa y me dedica una sonrisa tranquilizadora a la vez que arrogante.
— Pero por suerte aquí guardamos las reservas de efectivo de toda la costa noroeste del Pacífico —alardea.
Por favor, ¿está intentando impresionarme?
— Señor Whelan, tengo algo de prisa. ¿Qué se necesita? Llevo conmigo mi carnet de conducir y el talonario de cheques de la cuenta conjunta que comparto con mi esposa. ¿Solo tengo que rellenar un cheque?
— Lo primero es lo primero, señora López. ¿Puedo ver su identificación? —Pasa del tono jovial al de banquero serio.
— Tome —digo pasándole mi carnet de conducir.
— Señora López… Aquí dice Brittany Pierce.
Oh, mierda…
— Oh… sí. Mmm…
— Llamaré a la señora López.
— Oh, no, eso no será necesario. —¡Mierda!.
— Debo de llevar algo con mi nombre de casada. —Rebusco en el bolso. ¿Qué tengo que lleve mi nombre? Saco mi cartera, la abro y encuentro una foto en la que estamos Santana y yo en la cama del camarote del Fair Lady. ¡No puedo enseñarle eso! Saco la
American Express negra.
— Tome.
— Señora Brittany López —lee Whelan.
— Bueno, esto valdrá. —Frunce el ceño.
— Pero esto es muy irregular, señora López.
— ¿Quiere que le diga a mi esposa que su banco no ha querido cooperar conmigo? —Cuadro los hombros y le dedico una mirada de lo más reprobatorio.
Él hace una pausa momentánea y me examina de nuevo brevemente.
— Tendrá que rellenar un cheque, señora López.
— Claro. ¿Esta cuenta? —Le enseño el talonario de cheques mientras intento controlar mi corazón desbocado.
— Sí, perfecto. Necesito que rellene otros papeles también. ¿Si me disculpa un momento?
Asiento y él se levanta y sale del despacho. Vuelvo a dejar escapar el aire que estaba conteniendo.
No sabía que iba a ser tan difícil. Abro el talonario de cheques torpemente y saco un bolígrafo del bolso.
¿Y solo tengo que cobrar el cheque y ya está? No tengo ni idea. Con dedos temblorosos escribo: «Cinco millones de dólares. 5.000.000 $».
Oh, Dios, espero estar haciendo lo correcto. Rachel, piensa en Rachel. No puedo contárselo a nadie.
Las palabras repugnantes y estremecedoras de Marley resuenan en mi mente: «Y no se lo digas a nadie o me la follaré antes de matarla».
Vuelve el señor Whelan con la cara pálida, avergonzado.
— ¿Señora López? Su esposa quiere hablar con usted —murmura, y señala el teléfono que hay sobre la mesa de cristal.
¿Qué? No…
— Está en la línea uno. Solo tiene que pulsar el botón. Esperaré fuera. —Por lo menos tiene la decencia de parecer avergonzado. La traición de Benedict Arnold no fue nada comparada con la de Whelan. Le miro con el ceño fruncido mientras sale del despacho, sintiendo que la sangre abandona mi cara.
¡Mierda, mierda, mierda! ¿Qué le voy a decir a Santana? ella lo va a saber. Intervendrá. Y pondrá en peligro a su hermana. Me tiembla la mano cuando la acerco al teléfono. Me lo apoyo contra la oreja, tratando de calmar mi errática respiración, y pulso el botón de la línea uno.
— Hola —susurro intentando en vano calmar mis nervios.
— ¿Vas a dejarme? —Las palabras de Santana son un susurro agónico casi sin aliento.
¿Qué?
— ¡No! —Mi voz suena igual que la suya. Oh, no. Oh, no. Oh, no. ¿Cómo puede pensar eso? ¿Por el dinero? ¿Cree que voy a dejarla por el dinero? Y en un momento de horrible clarividencia me doy cuenta de que la única forma de mantener a Santana a distancia, a salvo, y de salvar a su hermana… es mentirle.
— Sí —susurro. Y un dolor insoportable me atraviesa y se me llenan los ojos de lágrimas.
Ella da un respingo que es casi un sollozo.
— Britt, yo… —dice con voz ahogada.
¡No! Me tapo la boca con la mano mientras reprimo las emociones encontradas que siento.
— Santana, por favor. No. —Lucho por contener las lágrimas.
— ¿Te vas? —pregunta.
— Sí.
— Pero ¿por qué el dinero? ¿Por qué siempre es el dinero? —Su voz torturada es apenas audible.
¡No! Empiezan a rodarme lágrimas por la cara.
— No —susurro.
— ¿Y cinco millones es suficiente?
¡Oh, por favor, para!
— Sí.
— ¿Y el bebé? —Su voz es un eco sin aliento.
¿Qué? Mi mano pasa de mi boca a mi vientre.
— Yo cuidaré del bebé —susurro. Mi pequeño Bip… nuestro pequeño Bip.
— ¿Eso es lo que quieres?
¡No!
— Sí.
Inspira bruscamente.
— Llévatelo todo —dice entre dientes.
— Santana —sollozo.
— Es por ti. Por tu familia. Por favor. No.
— Llévatelo todo, Brittany.
— Santana… —Estoy a punto de ceder, de contárselo todo: lo de Marley, lo de Rachel, el rescate…
¡Confía en mí, por favor!, le suplico en mi mente.
— Siempre te amare —dice con voz ronca. Y cuelga.
— ¡Santana! No… Yo también te amo. —Y todas las estupideces que nos hemos estado echando en cara la una a la otra durante los últimos días dejan de tener importancia. Le prometí que nunca la dejaría…
Pero no te voy a dejar; voy a salvar a tu hermana. Me hundo en la silla, sollozando copiosamente mientras me cubro la cara con las manos.
Me interrumpe un golpe tímido en la puerta. Whelan entra aunque no le he dado permiso. Mira a cualquier parte menos a mí. Está avergonzado.
¡La has llamado, desgraciado!, pienso mirándole fijamente.
— Su esposa está de acuerdo en liquidar cinco millones de dólares de sus activos, señora López. Es una situación muy irregular, pero como es una de nuestros principales clientes… y ha insistido… mucho.
—Se detiene y se sonroja. Después me mira con el ceño fruncido y no sé si es porque Santana está siendo muy irregular o porque Whelan no sabe cómo tratar con una mujer que está llorando en su despacho.
— ¿Está usted bien?
— ¿Le parece que estoy bien? —exclamo.
— Lo siento, señora. ¿Quiere un poco de agua?
Asiento, resentida. Acabo de dejar a mi esposa. Bueno, Santana cree que la he dejado. Mi subconsciente frunce los labios: «Será porque tú le has dicho eso».
— Pediré a mi colega que le traiga un vaso mientras yo preparo el dinero. Si no le importa firmar aquí, señora… Y haga un cheque para cobrarlo y firme aquí también.
Me pasa un formulario sobre la mesa. Firmo sobre la línea de puntos del cheque y después en el formulario. Brittany López. Caen lágrimas sobre el escritorio y por poco no aterrizan sobre los papeles.
— Muy bien, señora. Nos llevará una media hora preparar el dinero.
Miro nerviosamente el reloj. Marley ha dicho dos horas; con esa media hora ya se habrán cumplido.
Asiento en dirección a Whelan y él sale del despacho, dejándome con mi sufrimiento.
Un rato después (minutos, horas… no sé), la señorita Sonrisa Falsa vuelve a entrar con una jarra de agua y un vaso.
— Señora López —dice en voz baja mientras pone el vaso sobre la mesa y lo llena.
— Gracias.
Cojo el vaso y bebo agradecida. Ella sale y me deja con mis pensamientos asustados y hechos un lío. Ya arreglaré las cosas con Santana… si no es ya demasiado tarde. Al menos he logrado mantenerla al margen de todo esto. Ahora mismo tengo que concentrarme en Rachel. ¿Y si Marley está mintiendo? ¿Y si no la tiene? Debería llamar a la policía.
«Y no se lo digas a nadie o me la follaré antes de matarla.» No puedo. Me apoyo en el respaldo de la silla y siento la presencia tranquilizadora de la pistola de Leila en la cintura, clavándose en mi espalda. ¿Quién habría dicho que alguna vez me iba a alegrar de que Leila me apuntara con una pistola?
Oh, Ray, cómo me alegro de que me enseñaras a disparar.
¡Ray! Doy un respingo. Estará esperando que vaya a visitarle esta noche. Tal vez solo tenga que darle el dinero a Marley; ella puede salir huyendo mientras yo me llevo a Rachel a casa. ¡Oh, por favor, esto es tan absurdo!
Mi BlackBerry cobra vida y el sonido de «Your Love Is King» llena la habitación. ¡Oh, no! ¿Qué quiere Santana? ¿Hundir más el cuchillo en mi herida? «¿Por qué siempre es el dinero?» Oh, Santana… ¿Cómo has podido pensar eso? La ira hace que me hierva la sangre. Sí, ira. Me ayuda sentirla. Dejo que salte el contestador. Ya trataré con mi esposa después.
Llaman a la puerta.
— Señora López —Es Whelan.
— El dinero está listo.
— Gracias. —Me levanto y la habitación gira de repente. Tengo que agarrarme a la silla.
— Señora López, ¿está bien?
Asiento y le dedico una mirada que dice «apártese, señor». Inspiro hondo de nuevo para calmarme.
Tengo que hacer esto. Tengo que hacer esto. Tengo que salvar a Rachel. Tiro del dobladillo de mi sudadera para asegurarme de mantener oculta la culata de la pistola que llevo en la parte de atrás de los vaqueros.
El señor Whelan frunce el ceño pero me sostiene la puerta. Yo consigo que mis extremidades temblorosas me obedezcan y empiecen a andar.
Sawyer está esperando en la entrada, examinando la zona pública. ¡Mierda! Nuestras miradas se encuentran y él frunce el ceño, evaluando mi reacción. Oh, está furioso. Levanto el dedo índice en un gesto que dice «ahora estoy contigo». Él asiente y responde una llamada de su móvil. ¡Mierda! Seguro que es Santana. Me giro bruscamente, a punto de chocar con Whelan que está justo detrás de mí, y vuelvo a entrar en el despacho.
— ¿Señora López? —Whelan suena confuso, pero me sigue dentro de nuevo.
Sawyer podría estropear todo el plan. Miro a Whelan.
— Ahí fuera hay alguien a quien no quiero ver. Alguien que me está siguiendo.
Whelan abre unos ojos como platos.
— ¿Quiere que llame a la policía?
— No. —Por Dios, no.
¿Qué voy a hacer? Miro el reloj. Son casi las tres y cuarto. Marley llamará en cualquier momento. ¡Piensa, Britt, piensa! Whelan me mira, cada vez más desesperado y perplejo. Debe de creer que estoy loca. Es que estás loca, me dice mi subconsciente.
— Tengo que hacer una llamada. ¿Podría dejarme sola, por favor?
— Claro —responde Whelan. Creo que agradece poder salir del despacho. Cuando cierra la puerta, llamo al móvil de Rachel con dedos temblorosos.
— Qué bien, me llaman para pagarme lo que me merezco… —responde Marley, burlona.
No tengo tiempo para escuchar sus chorradas.
— Tengo un problema.
— Lo sé. Tu guardia de seguridad te ha seguido hasta el banco.
¿Qué? ¿Cómo demonios lo sabe?
— Tienes que despistarle. Hay un coche esperando en la parte de atrás del banco. Un todoterreno negro, un Dodge. Te doy tres minutos para llegar hasta él.
¡El Dodge!
— Puede que necesite más de tres minutos. —Vuelvo a sentir el corazón en la garganta.
— Eres una zorra caza fortunas muy lista, López. Ya se te ocurrirá algo. Y tira el teléfono antes de entrar en el coche. ¿Entendido, puta?
— Sí.
— ¡Dilo! —me grita.
— Entendido.
Cuelga.
¡Mierda! Abro la puerta y me encuentro a Whelan esperando pacientemente fuera.
— Señor Whelan, creo que voy a necesitar ayuda para llevar las bolsas al coche. He aparcado fuera, en la parte de atrás del banco. ¿Tiene una salida por detrás?
Frunce el ceño.
— Sí. Para el personal.
— ¿Podemos salir por ahí? Por la puerta principal no voy a poder evitar llamar demasiado la atención.
— Como quiera, señora López. Tengo a dos personas con sus bolsas y dos guardias de seguridad para supervisarlo todo. Si es tan amable de seguirme…
— Tengo que pedirle otro favor.
— Lo que necesite, señora López.
Dos minutos más tarde mi escolta y yo salimos a la calle y nos dirigimos al Dodge. Las ventanillas tienen los cristales tintados y no puedo distinguir quién conduce. Pero cuando nos acercamos, la puerta del conductor se abre y una mujer vestida de negro con una gorra también negra muy calada sale ágilmente del vehículo. ¡Es Elizabeth, de mi oficina! Pero ¿qué demonios…? Rodea el todoterreno y abre el maletero. Los dos miembros del personal del banco que llevan el dinero meten las pesadas bolsas en la parte de atrás.
— Señora López. —Elizabeth tiene la desvergüenza de sonreírme como si estuviéramos confraternizando amistosamente.
— Elizabeth. —Mi saludo es gélido.
— Me alegro de verte fuera de la oficina.
El señor Whelan carraspea.
— Bueno, ha sido una tarde muy interesante, señora López —dice.
Me veo obligada a realizar los gestos sociales propios de la situación: le estrecho la mano y le doy las gracias mientras mi mente funciona a mil por hora. ¿Elizabeth? ¿Por qué está ella involucrada con Marley? Whelan y su séquito vuelven al banco y me dejan sola con la jefa de personal de SIP, que es cómplice de secuestro, extorsión y seguramente algún otro delito. ¿Por qué?
Elizabeth abre la puerta del acompañante de la parte de atrás y me indica que entre.
— Su teléfono, señora López —me pide mientras me mira con cautela. Se lo doy y ella lo tira a un cubo de basura cercano.
— Eso hará que los perros pierdan el rastro —dice con aire de suficiencia.
¿Quién es realmente esta mujer? Elizabeth cierra la puerta y sube al asiento del conductor. Miro nerviosamente hacia atrás mientras ella se incorpora al tráfico y se dirige al este. A Sawyer no se le ve por ninguna parte.
— Elizabeth, ya tienes el dinero. Llama a Marley. Dile que suelte a Rachel.
— Creo que quiere darle las gracias en persona.
¡Mierda! La miro a través del espejo retrovisor con una expresión glacial.
Ella palidece y aparece un ceño ansioso que le afea su bonita cara.
— ¿Por qué estás haciendo esto, Elizabeth? Creía que Marley no te caía bien.
Me mira brevemente a través del espejo y veo que una punzada de dolor cruza fugazmente sus ojos.
— Britt, preferiría que mantuvieras la boca cerrada.
— Pero no puedes hacer esto. Esto no está bien.
— Que te calles —me dice, pero noto que está incómoda.
— ¿Te está presionando de algún modo? —le pregunto. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos un instante y pisa con brusquedad el freno, lo que me lanza hacia delante con tanta fuerza que mi cara golpea el reposacabezas que tengo enfrente.
— He dicho que te calles —repite.
— Y te sugiero que te pongas el cinturón.
En ese momento entiendo que así es. Marley tiene algo horrible contra ella, tanto que Elizabeth está dispuesta a hacer esto por ella. Me pregunto qué podrá ser. ¿Robo a la empresa? ¿Algo de su vida privada? ¿Algo sexual? Me estremezco al pensarlo. Santana dice que ninguna de las ayudantes de Marley quiso hablar. Tal vez todas se encuentren en la misma situación que Elizabeth. Por eso quiso follarme a mí también. La bilis se me sube a la garganta del asco que siento solo de pensarlo.
Elizabeth se aleja del centro de Seattle y enfila por las colinas hacia el este. Poco después estamos conduciendo por calles residenciales. Veo uno de los letreros de la calle: SOUTH IRVING STREET. De repente hace un giro brusco a la izquierda hacia una calle desierta con un estropeado parque infantil a un lado y un gran aparcamiento de cemento al otro, flanqueado al fondo por una hilera de edificios bajos de ladrillo aparentemente vacíos. Elizabeth entra en el aparcamiento y se detiene delante del último de los edificios de ladrillo.
Ella se vuelve hacia mí.
— Ha llegado la hora —susurra.
Se me eriza el vello y el miedo y la adrenalina me recorren el cuerpo.
— No tienes que hacer esto —le susurro en respuesta. Su boca se convierte en una fina línea y sale del coche. Esto es por Rachel. Esto es por Rachel, repito en mi mente. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté bien.
— Sal —ordena Elizabeth abriendo la puerta de un tirón.
Mierda. Cuando bajo me tiemblan tanto las piernas que no sé si voy a poder mantenerme en pie. La brisa fresca de última hora de la tarde me trae el olor del otoño que ya casi está aquí y el aroma polvoriento y terroso de los edificios abandonados.
— Bueno, bueno… Mira lo que tenemos aquí. —Marley sale de un umbral estrecho y cubierto con tablas que hay a la izquierda del edificio. Tiene el pelo corto y lleva traje. ¿Traje?
Viene caminando hacia mí despidiendo arrogancia y odio por todos los poros. El corazón empieza a latirme más rápido.
— ¿Dónde está Rachel? —balbuceo con la boca tan seca que casi no puedo pronunciar las palabras.
— Lo primero es lo primero, zorra —responde Marley, parándose delante de mí. Su desprecio es más que evidente.
— ¿El dinero?
Elizabeth está comprobando las bolsas del maletero.
— Aquí hay un montón de billetes —dice asombrada abriendo y cerrando las cremalleras de las bolsas.
— ¿Y su teléfono?
— Lo tiré a la basura.
— Bien —contesta Marley, y sin previo aviso se vuelve hacia mí y me da un bofetón muy fuerte en la cara con el dorso de la mano. El golpe, feroz e injustificado, me tira al suelo. Mi cabeza golpea contra el cemento con un sonido aterrador. El dolor estalla dentro de mi cabeza, los ojos se me llenan de lágrimas y se me emborrona la visión. La impresión por el impacto resuena en mi interior y desata un dolor insoportable que me late dentro del cráneo.
Dejo escapar un grito silencioso por el sufrimiento y el terror. Oh, no… Pequeño Bip. Después Marley se acerca a mí y me da una patada rápida y rabiosa en las costillas que me deja sin aire en los pulmones por la fuerza del golpe. Cierro los ojos con fuerza para evitar las náuseas y el dolor y para intentar conseguir un poco de aire. Pequeño Bip, pequeño Bip… Oh, mi pequeño Bip…
— ¡Esto es por Seattle Independent Publishing, zorra! —me grita Marley.
Levanto las piernas para hacerme una bola, anticipando el siguiente golpe. No. No. No.
— ¡Marley! —chilla Elizabeth.
— Aquí no. ¡A plena luz del día no, por Dios!
Ella se detiene.
— ¡Esta puta se lo merece! —gruñe en dirección a Elizabeth. Y eso me da un precioso segundo para echar la mano hacia atrás y sacar la pistola de la cintura de los pantalones. Le apunto temblorosa, aprieto el gatillo y disparo. La bala le da justo por encima de la rodilla y cae delante de mí, aullando de dolor, agarrándose el muslo mientras los dedos se le llenan se sangre.
— ¡Joder! —chilla Marley. Me giro para enfrentarme a Elizabeth, que me está mirando con horror y levantando las manos por encima de la cabeza. La veo borrosa… La oscuridad se cierra sobre mí.
Mierda… La veo como al final de un túnel. La oscuridad la está engullendo; me está engullendo. Desde lejos oigo que se desata el infierno. Chirridos de ruedas… Frenos… Puertas… Gritos… Gente corriendo… Pasos. Se me cae el arma de la mano.
— ¡Britt! —Es la voz de Santana… La voz de Santana… La voz de Santana llena de dolor… Rachel… Salva a Rachel.
— ¡BRITT!
Oscuridad… Paz.
O_o
O_o
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Mensaje por Jane0_o Miér Oct 30, 2013 12:13 am

Noooooooo por que lo dejas ahi!!
Esta mas que emocionante!

Ansiosa por tu pronta
Actualizacion,
Saludos
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Mensaje por monica.santander Miér Oct 30, 2013 12:17 am

Que capitulo querida!!! POr favor actualiza prontoooo!!
Saludos
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Mensaje por iFannyGleek Miér Oct 30, 2013 12:52 am

Se me hizo súper cortito, estuvo bien bueno JAJAJAJAJA' okya, .___. Algo que no me cuadra y que de sobra ya sé y de lo que siempre me quejare es que me choca que Santana siempre llegue cual héroe de novela y salve el día, siento que aveces deberían pasar más cosas, en cuanto a sufrimiento, se que está por terminarse y no va a pasar lo que pido sólo quería decir esto.

El capítulo me ha encantado, creo que lo que más me ha gustado como es que Santana le habla a Brittany para preguntarle que si la esta dejando, pobre pequeño Bip, e insisto como es que Santana va a llegar justo en el momento y lugar indicado.

Espero tu actualización, no demores por favor. (:
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Mensaje por Anddy Rivera Morris Miér Oct 30, 2013 1:29 am

NOOOO, POR QUÉ LO HAZ DEJADO AHI?????
POR FAVOR POR FAVOR POR FAVOR... POR LO QUE MÁS QUIERAS, NO TE DEMORES
EN ACTUALIZAR!!!!!
LITERALMENTE ME MUERO JUNTO CON BRITTANY!! :'(
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Mensaje por facot Miér Oct 30, 2013 2:58 am

nooooo!! cómo pudiste dejarlo ahí??
qué paso con Britt??
en verdad Rachel está secuestrada??
esta bien bip??
noooo! y falta una semana para tener estas respuestas
nimodo a esperar impacientemente al martes
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Mensaje por Camila18 Miér Oct 30, 2013 11:00 am

pero como es que.. elizabthe que rayos.. y de donde llego santana... y y el bip
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Mensaje por adi-santybritt Miér Oct 30, 2013 3:56 pm

Me has dejado en shock!!!
Maldita marley como se atreve a golpear a britt y Elizabeth muy mal de su parte en ayudar a la maldita espero y rachel este bien y en verdad que sea Santana quien a llegado a rescatarla,, espero y no le pase nada al pequeño Bip.
Espero ansiosa la actu please no te tardes..
Xoxo
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Mensaje por naty_LOVE_GLEE Miér Oct 30, 2013 5:11 pm

Hola!!


Me encanto el cap estuvo de infarto todo el tiempo!!!!!


Hasta pude sentir el dolor de Britt al hablar con San y mentirle sobre que la iba a dejar y después su enojo porque Santana rapido vinculo todo con el dinero!


Y su miedo por lo que le pase a Rachel y la verdad que fue muy lista incluso actuando bajo presión todo lo hizo perfecto hasta incluso cuando le disparo a Marley eso fue lo mejor!!!


Pero porque Rachel no aparece?! Eso me llama la atención tmb así como a Britt! Espero que Marley no le halla tendido una trampa más grosa de lo que ya lo hizo y todo no haya sido en vano y al final resultaba que Rachel no estaba en peligro o si?


Bueno dejando eso de lado quiero decir que me parece genial que San aparezca y estoy en desacuerdo con "iFannyGleek" ya que San es muy poderosa y tiene todos los contactos para aparecer en el momento justo! y me parece genial que así sea porque además de ser Cincuenta sombras tmb es muy protectora de Britt!!! 


Y al final porque Britt se desmayo el golpe fue muy fuerte o será que todo el estrés del día por fin la debilito a ella y al pequeño Bip que espero no le haya pasado nada con el golpe de Marley!!!


Estos ultimos caps estan de infarto porfa no tardes en actualizar!!!!!


Saludos!! NaT!
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Vio_Snixx Jue Oct 31, 2013 12:10 am

O-O O-O O-O O-O O-O -O -O -O-OO-O-O O- O-O O- O O- O-
OH MY GLEE..!!! Con que a esto le llamas tener emociones encontradas te  odio y AMO  al mismo tiempo, es como con Ryan Murphy.
Voy a tratar de no llorar de frustración pero....Como pudiste dejarlo ahi???  Eso...eso es de malvados.
Dios, casi muero...Juro que sentí mi corazon crujir ante la charla de las Brittana en el banco.
PorfavorPorfavorPorfavor....Actualiza pronto...
Vio_Snixx
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Avrilita_LopezPierce Jue Oct 31, 2013 12:50 pm

wow fue un capitulazo !!!

pobre britt y pobre santana !!

debes actualizar, no soporto la angustia !!
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Kristen Rivera Jue Oct 31, 2013 3:07 pm

En vdd no puedes dejarlo así :(


Estoy en estrés total por favor

Actualizaaaaa!!!


Pd: lo ame <3


Sube más CAP por favor

Saludos

Besos :*
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Mensaje por Ali_Pearce Jue Oct 31, 2013 4:22 pm

¡OMFG! BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 304001509 El pequeño Bip...tu si que eres cruel mujer ¿Como lo dejas ahí? TmT solo espero que nada le pase al bebé, sería demasiado TwT 
Muy bueno este capítulo, solo que como es final estoy soportando menos a Santana xD lo cual es raro porque es mi personaje favorito y tengo un gran crush con ella...*exhala* gracias Nina, has echo que me confunda xD ...pero regresando a la seriedad que nunca tengo, T_T no quiero que se acabe ¿Podemos regresar al tomo II y fingir que nada paso? Solo se que extrañaré este Fic. 
Bueno, maravilloso-espantoso (en un buen sentido) capítulo regreso para el próximo (pinky promesse) un beso y hasta el próximo! 
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por micky morales Vie Nov 01, 2013 12:22 am

si la actualizacion no llega pronto morire irremediablemente de desesperacion, por favor creo me quedan algunos años por delante!
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Jane0_o Sáb Nov 02, 2013 2:13 am

Morire de desesperacion necesito la actualizacion!
Saludos y regresa por favor!
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por Kristen Rivera Sáb Nov 02, 2013 8:05 pm

Nos tienes con la intrigaaaa :(

Por favor actualiza ya u.u


Pd. No se que haré ya que finalices este fic de vdd estoy muy enganchada con el :(


Amo a Santana jaja


Saludos
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Mensaje por LinaCriss13 Dom Nov 03, 2013 12:35 am

Hermoso no hay palabras, lo eh leido completo y lo eh impreso para que lo lean mis compañeras del cole una gran felicitacion de parte de mis compañeras y sobre todo por una gran adaptacion!!! esperando tu siguiente capitulo con ansias!!! :) BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 2145353087
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Mensaje por Anddy Rivera Morris Dom Nov 03, 2013 10:26 pm

Actualiza bella, por favor!! :$
No puedo más con las ganas que tengo de leer lo que pasará...
y tengo bien claro que luego de este episodio sólo resta una más y terminamos la trilogía.. :')
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Finalizado Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...

Mensaje por O_o Lun Nov 04, 2013 5:46 pm

Hola a todas mis lectoras de verdad disculpen que las deje con la intriga pero sin intriga no hay rating jajajaja BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 2414267551 


Pero aqui estoy con un nuevo cap espero que les guste espero sus comentarios maravillosos.

lina eres mi casi tocaya jaja me gusto eso de imprimir mi fic me dejo waoooo BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 2145353087  gracias por compartir mi fic.


NOTICIA: SOLO QUEDAN DOS CAPÍTULOS BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 4065562827 

Bueno disfruten este cap saludossssssss a todas BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López... - Página 12 3637566961 


Parte III – Capítulo 23


Solo hay dolor. La cabeza, el pecho… Un dolor que quema. El costado, el brazo. Dolor. Dolor y palabras susurradas en la penumbra. ¿Dónde estoy? Aunque lo intento, no puedo abrir los ojos. Las palabras en susurros se van volviendo más claras, un faro en medio de la oscuridad.
— Tiene una contusión en las costillas, señora López, y una fractura en el cráneo, justo bajo el nacimiento del pelo, pero sus constantes vitales son estables y fuertes.
— ¿Por qué sigue inconsciente?
— La señora López ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza. Pero su actividad cerebral es normal y no hay inflamación. Se despertará cuando esté preparada para ello. Solo dele un poco de tiempo.
— ¿Y el bebé? —Sus palabras suenan angustiadas, ahogadas.
— El bebé está bien, señora López.
— Oh, gracias a Dios. —Su respuesta es como una letanía… una oración.
— Oh, gracias a Dios.
Oh, Dios mío. Está preocupada por el bebé… ¿El bebé?… Pequeño Bip. Claro. Mi pequeño Bip.
Intento en vano mover la mano hasta mi vientre, pero nada se mueve, nada me responde.
«¿Y el bebé?… Oh, gracias a Dios.»
Pequeño Bip está a salvo.
«¿Y el bebé?… Oh, gracias a Dios.»
Se preocupa por el bebé.
«¿Y el bebé?… Oh, gracias a Dios.»
Quiere al bebé. Oh, gracias a Dios. Me relajo y vuelve la inconsciencia alejándome del dolor.
Todo pesa y me duele: las extremidades, la cabeza, los párpados… nada se mueve. Mis ojos y mi boca están totalmente cerrados y no quieren abrirse, lo que me deja ciega, muda y dolorida. Según voy cruzando la niebla hasta la superficie, la consciencia se va acercando pero queda justo fuera de mi alcance, como una seductora sirena.
— No la voy a dejar sola.
¡Santana! Está aquí… Intento con todas mis fuerzas despertarme. Su voz no es más que un susurro cansado y agónico.
— Santana, tienes que dormir.
— No, papá, quiero estar aquí cuando despierte.
— Yo me quedaré con ella. Es lo menos que puedo hacer después de que haya salvado a mi hija.
¡Rachel!
— ¿Cómo está Rachel?
— Asustada y enfadada. Van a pasar unas cuantas horas antes de que se le pase completamente el efecto del Rohypnol.
— Dios…
— Lo sé. Me siento un imbécil por haber cedido en lo de su seguridad. Me avisaste, pero Rachel es muy obstinada. Si no fuera por Britt…
— Todos creíamos que Rose estaba fuera de circulación. Y la loca de mi mujer… ¿Por qué no me lo dijo? —La voz de Santana está llena de angustia.
— Santana, cálmate. Britt es una joven extraordinaria. Ha sido increíblemente valiente.
— Valiente, terca, obstinada y estúpida. —Se le quiebra la voz.
— Vamos —murmura Carrick—, no seas tan dura con ella. Ni contigo, hija… Será mejor que vuelva con tu madre. Son más de las tres de la madrugada, Santana. Deberías intentar dormir un poco.
La niebla vuelve a cerrarse.
La niebla se levanta de nuevo, pero no tengo ni la más mínima noción del tiempo.
— Si tú no le das unos azotes, se los daré yo. Pero ¿en qué demonios estaba pensando?
— Tal vez se los dé yo, Ray.
¡Papá! Está aquí. Lucho contra la niebla… lucho… Pero vuelvo a caer en la inconsciencia. No…
— Detective, como puede ver, mi esposa no está en condiciones de responder preguntas.
Santana está enfadada.
— Es una mujer muy terca, señora López.
— Ojalá hubiera matado a esa puta.
— Eso habría significado mucho papeleo para mí, señora López… La señorita Morgan está cantando como un verdadero canario. Rose es una hija de puta realmente retorcida. Tiene una verdadera animadversión contra su padre y contra usted…
La niebla vuelve a rodearme y me arrastra hacia las profundidades, cada vez más hondo… ¡No!
— ¿Qué quieres decir con que no lo hablaron? —Es Grace. Suena enfadada. Intento mover la cabeza, pero mi cuerpo me responde con un silencio clamoroso y apático.
— ¿Qué le has hecho?
— Mamá…
— ¡Santana! ¿Qué le has hecho?
— Estaba muy enfadada. —Casi es un sollozo… No.
— Vamos…
El mundo se emborrona y se desvanece y yo me hundo.
Oigo voces bajas y confusas.
— Me dijiste que habías cortado todos los lazos con ella. —Es Grace la que habla. Su voz es baja y reprobatoria.
— Lo sé. —Santana suena resignada.
— Pero verla consiguió que volviera a ponerlo todo en contexto y recuperara la perspectiva. Acerca de lo del bebé, ya sabes. Por primera vez sentí que… lo que hicimos… estuvo mal.
— Lo que ella hizo, cariño… Los hijos tienen ese efecto: hacen que veas el mundo con una luz diferente.
— Ella por fin captó el mensaje… Y yo también… Le había hecho daño a Britt —susurra.
— Siempre le hacemos daño a la gente que queremos, cariño. Tendrás que decirle que lo sientes decirlo de verdad y darle tiempo.
— Me dijo que me iba a dejar.
No. No. ¡No!
— ¿Y la creíste?
— Al principio, sí.
— Cariño, siempre te crees lo peor de todo el mundo, especialmente de ti misma. Siempre lo has hecho. Britt te quiere mucho, y es obvio que tú la quieres a ella.
— Estaba furiosa conmigo.
— Seguro. Yo también estoy furiosa contigo ahora mismo. Creo que solo se puede estar realmente furioso con alguien cuando le quieres mucho.
— Estuve dándole vueltas, y me di cuenta de que ella me ha demostrado una y otra vez cuánto me quiere… hasta el punto de poner su propia vida en peligro.
— Sí, así es, cariño.
— Oh, mamá, ¿por qué no se despierta? —Se le quiebra la voz.
— He estado a punto de perderla.
¡Santana! Oigo sollozos ahogados. No…
Oh… La oscuridad vuelve a cerrarse sobre mí. No…
— Han hecho falta veinticuatro años para que me dejes abrazarte así…
— Lo sé, mamá. Me alegro de que hayamos hablado.
— Yo también, cariño. Siempre estaré aquí. No me puedo creer que vaya a ser abuela.
¡Abuela!
La dulce inconsciencia me llama…
Mmm. Noto que me aprieta los dedos.
— Oh, bella, por favor, vuelve conmigo. Lo siento. Lo siento todo. Despierta. Te echo de menos. Te amo…
Lo intento. Lo intento. Quiero verla, pero mi cuerpo no me obedece y vuelvo a dormirme.
Siento la urgente necesidad de hacer pis. Abro los ojos. Estoy en el ambiente limpio y estéril de la habitación de un hospital. Está oscuro excepto por una luz de emergencia. Todo está en silencio. Me duelen la cabeza y el pecho, pero sobre todo noto la vejiga a punto de estallar. Necesito hacer pis.
Pruebo a mover las extremidades. Me escuece el brazo derecho y veo que tengo una vía puesta en la parte interior del codo. Cierro los ojos. Giro la cabeza, contenta de que responda a mis órdenes, y vuelvo a abrir los ojos de nuevo. Santana está dormida sentada a mi lado y reclinada sobre la cama, con la cabeza apoyada en los brazos cruzados. Estiro el brazo, agradecida una vez más de que el cuerpo me responda, y le acaricio el pelo suave con los dedos.
Se despierta sobresaltada y levanta la cabeza tan repentinamente que mi mano cae débilmente de nuevo sobre la cama.
— Hola —digo en un graznido.
— Oh, Britt… —Su voz suena ahogada pero aliviada. Me coge la mano, me la aprieta con fuerza y se la acerca a la mejilla.
— Necesito ir al baño —susurro.
Me mira con la boca abierta y frunce el ceño un momento.
— Vale.
Intento sentarme.
— Britt, no te muevas. Voy a llamar a una enfermera. —Se pone de pie apresuradamente, alarmada, y se acerca a un botón de llamada que hay junto a la cama.
— Por favor —susurro. ¿Por qué me duele todo?
— Necesito levantarme. —Vaya, qué débil estoy.
— ¿Por qué no haces lo que te digo por una vez? —exclama irritada.
— Necesito hacer pis urgentemente —le digo. Tengo la boca y la garganta muy secas.
Una enfermera entra corriendo en la habitación. Debe de tener unos cincuenta años, a pesar de que su pelo es negro como la tinta. Lleva unos pendientes de perlas demasiado grandes.
— Bienvenida de vuelta, señora López. Le diré a la doctora Bartley que está despierta. —Se acerca a la cama.
— Me llamo Nora. ¿Sabe dónde está?
— Sí. En el hospital. Necesito hacer pis.
— Tiene puesto un catéter.
¿Qué? Oh, qué vergüenza. Miro nerviosamente a Santana y después a la enfermera.
— Por favor, quiero levantarme.
— Señora López…
— Por favor.
— Britt… —me dice Santana. Intento sentarme otra vez.
— Déjeme quitarle el catéter. Señora López, estoy segura su esposa agradecería un poco de privacidad. —Mira directamente a Santana, esperando que se vaya.
— No voy a ir a ninguna parte. —Ella le devuelve la mirada.
— Santana, por favor —le susurro estirando el brazo y cogiéndole la mano. Ella me la aprieta brevemente y me mira, exasperada.
— Por favor —le suplico.
— ¡Vale! —Exclama y se pasa la mano por el pelo.
— Tiene dos minutos —le dice entre dientes a la enfermera, y se inclina para darme un beso en la frente antes de volverse y salir de la habitación.
Santana vuelve a entrar como un huracán en la habitación dos minutos después, cuando la enfermera Nora me está ayudando a levantarme de la cama. Llevo puesta una fina bata de hospital. No recuerdo cuándo me desnudaron.
— Deje que la lleve yo —dice y se acerca a nosotras.
— Señora López, yo puedo —la regaña la enfermera Nora.
Ella le dedica una mirada hostil.
— Maldita sea, es mi esposa. Yo la llevaré —dice con los dientes apretados mientras aparta el soporte del gotero de su camino.
— ¡Señora López! —protesta la enfermera.
Pero ella la ignora, se agacha para cogerme en brazos y me levanta de la cama con suavidad. Yo le rodeo el cuello con los brazos y mi cuerpo se queja. Vaya, me duele todo. Me lleva hasta el baño y la enfermera Nora nos sigue empujando el soporte del gotero.
— Señora López, pesa usted muy poco —murmura con desaprobación mientras me baja y me deposita sobre mis pies. Me tambaleo. Tengo las piernas como gelatina. Santana enciende la luz y quedo cegada momentáneamente por una lámpara fluorescente que zumba y parpadea para cobrar vida.
— Siéntate, no vaya a ser que te caigas —me dice todavía agarrándome.
Con cuidado, me siento en el váter.
— Vete. —Hago un gesto con la mano para que se vaya.
— No. Haz pis, Britt.
¿Podría ser más vergonzoso esto?
— No puedo, no contigo ahí.
— Podrías caerte.
— ¡Señora López!
Las dos ignoramos a la enfermera.
— Por favor —le suplico.
Levanta las manos en un gesto de derrota.
— Estaré esperando ahí mismo. Con la puerta abierta.
Se aparta un par de pasos hasta que queda justo al otro lado de la puerta, junto a la enfadada enfermera.
— Voltéate Santana, por favor —le pido. ¿Por qué me siento ridículamente tímida con esta mujer? Pone los ojos en blanco pero obedece. En cuanto me da la espalda, por fin me relajo y saboreo el alivio.
Hago un recuento de los daños. Me duele la cabeza, también el pecho donde Marley me dio la patada y el costado sobre el que caí al suelo. Además tengo sed y hambre. Madre mía, estoy realmente hambrienta.
Termino y agradezco que el lavabo esté tan cerca que no necesito levantarme para lavarme las manos. No tengo fuerza para ponerme en pie.
— Ya he acabado —digo, secándome las manos con la toalla.
Santana se gira, vuelve a entrar y antes de darme cuenta estoy otra vez en sus brazos. He echado de menos sus brazos. Se detiene un momento y entierra la nariz en mi pelo.
— Oh, cuánto la he echado de menos, señora López —susurra. Me tumba de nuevo en la cama y me suelta, creo que a regañadientes, siempre con la enfermera Nora, que no para quieta, detrás de ella.
— Si ya ha acabado, señora López, me gustaría ver cómo está su esposa.
La enfermera Nora está enfadada.
Ella se aparta.
— Toda suya —dice en un tono más moderado.
Ella la mira enfurruñada y después se centra en mí. Es irritante, ¿a que sí?
— ¿Cómo se siente? —me pregunta con una voz llena de compasión y un punto de irritación, que supongo que será por Santana.
— Dolorida y con sed. Tengo mucha sed —susurro.
— Le traeré un poco de agua cuando haya comprobado sus constantes y la haya examinado la doctora Bartley.
Coge un aparato para medir la tensión y me lo pone en el brazo. Miro ansiosa a Santana. Está horrible, cadavérica casi, como si llevara días sin dormir. Tiene el pelo alborotado, sin maquillaje y su camisa está llena de arrugas. Frunzo el ceño.
— ¿Qué tal estás?
Ignorando a la enfermera, se sienta en la cama lejos de mi alcance.
— Confundida. Dolorida. Y tengo hambre.
— ¿Hambre? —pregunta y parpadea sorprendida.
Asiento.
— ¿Qué quieres comer?
— Cualquier cosa. Sopa.
— Señora López, necesita la aprobación de la doctora antes de darle nada de comer a la paciente.
Santana la mira inescrutable durante un momento, después saca la BlackBerry del bolsillo de sus pantalones y marca un número.
— Britt quiere sopa de pollo… Bien… Gracias. —Y cuelga.
Miro a Nora, que observa a Santana con los ojos entornados.
— ¿Taylor? —le pregunto.
Santana asiente.
— Su tensión arterial es normal, señora López. Voy a buscar a su médico. —Me quita el aparato y sin decir nada más sale de la habitación, emanando desaprobación por todos los poros.
— Creo que has hecho enfadar a la enfermera Nora.
— Tengo ese efecto en las mujeres. —Sonríe burlona.
Río, pero me interrumpo de repente porque siento que el dolor se expande por el pecho.
— Sí, es verdad.
— Oh, Britt, me encanta oírte reír.
Nora vuelve con una jarra de agua. Ambas nos quedamos en silencio mirándonos mientras sirve un vaso de agua y me lo da.
— Beba a pequeños sorbos —me dice.
— Sí, señora —murmuro y le doy un sorbo al agua fresca. Oh, Dios mío. Qué rica. Le doy otro sorbo mientras Santana me mira fijamente.
— ¿Rachel? —le pregunto.
— Está a salvo. Gracias a ti.
— ¿La tenían entonces?
— Sí.
Bueno, toda esta locura ha servido para algo. El alivio me llena el cuerpo. Gracias a Dios, gracias a Dios, gracias a Dios que está bien. Frunzo el ceño.
— ¿Cómo llegaron hasta ella?
— Elizabeth Morgan —dice simplemente.
— ¡No!
Asiente.
— La raptó en el gimnasio de Rachel.
Frunzo el ceño y sigo sin entender.
— Britt, ya te contaré todos los detalles más tarde. Rachel está bien, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado. La drogaron. Ahora está molesta y un poco impresionada, pero gracias a algún milagro, no le hicieron daño. —Santana aprieta la mandíbula.
— Lo que hiciste —empieza y se pasa la mano por el pelo.
— Ha sido algo increíblemente valiente e increíblemente estúpido. Podían haberte matado. —Le brillan los ojos un momento con un marrón intenso y sé que está conteniendo su enfado.
— No sabía qué otra cosa hacer —susurro.
— ¡Podías habérmelo dicho! —dice vehemente cerrando la mano que tiene en el regazo hasta convertirla en un puño.
— Me amenazó con que la mataría si se lo decía a alguien. No podía correr el riesgo.
Santana cierra los ojos y veo el terror en su cara.
— He pasado un infierno desde el jueves.
¿Jueves?
— ¿Qué día es hoy?
— Es casi sábado —me dice mirando el reloj—. Llevas más de veinticuatro horas inconsciente.
Oh.
— ¿Y Marley y Elizabeth?
— Bajo custodia policial. Aunque Rose está aquí bajo vigilancia. Le han tenido que sacar la bala que le disparaste —dice con amargura.
— Por suerte, no sé en qué sección de este hospital está, porque si no voy
y la mato. —Su rostro se oscurece.
Oh, mierda. ¿Marley está aquí?
«¡Esto es por lo de Seattle Independent Publishing, zorra!» Palidezco, se me revuelve el estómago vacío, se me llenan los ojos de lágrimas y un fuerte estremecimiento me recorre el cuerpo.
— Vamos… —Santana se acerca con la voz llena de preocupación. Me coge el vaso de la mano y me abraza tiernamente.
— Ahora estás a salvo —murmura contra mi pelo con la voz ronca.
— Santana, lo siento mucho. —Empiezan a caer las lágrimas.
— Shhh. —Me acaricia el pelo y yo sollozo en su cuello.
— Por lo que dije. No tenía intención de dejarte.
— Shhh, bella, lo sé.
— ¿Lo sabes? —Lo que acaba de decir hace que interrumpa mi llanto.
— Lo entendí. Al fin. De verdad que no sé en qué estabas pensando, Britt.
Suena cansada.
— Me cogiste por sorpresa —murmuro contra el cuello de su camisa.
— Cuando hablamos en el banco. Pensaste que iba a dejarte. Creí que me conocías mejor. Te he dicho una y otra vez que nunca te abandonaré.
— Pero después de cómo me comporté… —Su voz es apenas audible y estrecha su abrazo.
—. Creí durante un periodo corto de tiempo que te había perdido.
— No, Santana. Nunca. No quería que interfirieras y pusieras la vida de Rachel en peligro.
Suspira y no sé si es de enfado, de irritación o de dolor.
— ¿Cómo lo supiste? —le pregunto rápidamente para apartarle de su línea de pensamiento.
Me coloca el pelo detrás de la oreja.
— Acababa de tocar tierra en Seattle cuando me llamaron del banco. La última noticia que tenía era que estabas enferma y que te ibas a casa.
— ¿Estabas en Portland cuando Sawyer te llamó desde el coche?
— Estábamos a punto de despegar. Estaba preocupado por ti —dice en voz baja.
— ¿Ah, sí?
Frunce el ceño.
— Claro. —Me roza el labio inferior con el pulgar.
— Me paso la vida preocupándome por ti. Ya lo sabes.
¡Oh, Santana!
— Marley me llamó cuando estaba en la oficina —murmuro.
— Me dio dos horas para conseguir el dinero. — Me encojo de hombros.
— Tenía que irme y esa era la mejor excusa.
La boca de Santana se convierte en una dura línea.
— Y luego despistaste a Sawyer. El también está furioso contigo.
— ¿También?
— También. Igual que yo.
Le toco la cara con cuidado y paso los dedos por sus delicados y definidos pómulos. Cierra los ojos y apoya el rostro en mis dedos.
— No te enfades conmigo, por favor —le susurro.
— Estoy muy enfadada contigo. Lo que hiciste fue algo monumentalmente estúpido. Casi una locura.
— Te lo he dicho, no sabía qué otra cosa hacer.
— Parece que no te importa nada tu seguridad personal. Y ahora ya no se trata solo de ti —añade enfadada.
Me tiembla el labio. Está pensando en nuestro pequeño Bip.
Las puertas se abren, lo que nos sobresalta a las dos, y entra una mujer afroamericana que lleva una bata blanca sobre un uniforme gris.
— Buenas noches, señora López. Soy la doctora Bartley.
Empieza a examinarme a conciencia poniéndome una luz en los ojos, haciendo que le presione los dedos y después me toque la nariz cerrando primero un ojo y después el otro. Seguidamente comprueba todos mis reflejos. Su voz es suave y su contacto, amable; tiene una forma de tratarme muy cálida. La enfermera Nora se une a ella y Santana se va a un rincón de la habitación para hacer unas llamadas mientras las dos se ocupan de mí. Es difícil concentrarse en la doctora Bartley, en la enfermera Nora y en Santana al mismo tiempo, pero la oigo llamar a su padre, a mi madre y a Quinn para decirles que estoy despierta. Por último deja un mensaje para Ray.
Ray. Oh, mierda… Vuelve a mi mente un vago recuerdo de su voz. Estuvo aquí… Sí, mientras todavía estaba inconsciente.
La doctora Bartley comprueba el estado de mis costillas, presionando con los dedos de forma tentativa pero con firmeza.
Hago un gesto de dolor.
— Solo es una contusión, no hay fisura ni rotura. Ha tenido mucha suerte, señora López.
Frunzo el ceño. ¿Suerte? No es precisamente la palabra que utilizaría yo. Santana también la mira fijamente. Mueve los labios para decirme algo, creo que es «loca», pero no estoy segura.
— Le voy a recetar unos analgésicos. Los necesitará para las costillas y para el dolor de cabeza que seguro que tiene. Pero todo parece estar bien, señora López. Le sugiero que duerma un poco. Veremos cómo se encuentra por la mañana; si está bien puede que la dejemos irse a casa ya mi colega, la doctora
Singh, será quien le atienda por la mañana.
— Gracias.
Se oye un golpecito en la puerta y entra Taylor con una caja de cartón negra que pone «Fairmont Olympic» en letras de color crema en un lateral.
Madre mía.
— ¿Comida? —pregunta la doctora Bartley, sorprendida.
— La señora López tiene hambre —dice Santana.
— Es sopa de pollo.
La doctora Bartley sonríe.
— La sopa está bien, pero solo caldo. Nada pesado. —Nos mira a las dos y después sale de la habitación con la enfermera Nora.
Santana me acerca una bandeja con ruedas y Taylor deposita en ella la caja.
— Bienvenida de vuelta, señora López.
— Hola, Taylor. Gracias.
— De nada, señora. —Creo que quiere decir algo más, pero al final se contiene.
Santana ha abierto la caja y está sacando un termo, un cuenco de sopa, un platillo, una servilleta de tela, una cuchara sopera, una cestita con panecillos, salero y pimentero… El Fairmont Olympic se ha esmerado.
— Es genial, Taylor. —Mi estómago ruge. Estoy muerta de hambre.
— ¿Algo más, señora? —pregunta.
— No, gracias —dice Santana, despidiéndole con un gesto de la mano.
Taylor asiente.
— Taylor, gracias.
— ¿Quiere alguna otra cosa, señora López?
Miro a Santana.
— Ropa limpia para Santana.
Taylor sonríe.
— Sí, señora.
Santana mira perpleja su camisa.
— ¿Desde cuándo llevas esa camisa? —le pregunto.
— Desde el jueves por la mañana.
Me dedica una media sonrisa.
Taylor sale.
— Taylor también estaba muy cabreado contigo —añade Santana enfurruñada, desenroscando la tapa del termo y echando una sopa de pollo cremosa en el cuenco.
¡Taylor también! Pero no puedo pensar mucho en ello porque la sopa de pollo me distrae. Huele deliciosamente y desprende un vapor sugerente. La pruebo y es todo lo que prometía ser.
— ¿Está buena? —me pregunta Santana, acomodándose en la cama otra vez.
Asiento enérgicamente y sin dejar de comer. Tengo un hambre feroz. Solo hago una pausa para limpiarme la boca con la servilleta.
— Cuéntame lo que pasó… Después de que te dieras cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Santana se pasa una mano por el pelo y niega con la cabeza.
— Oh, Britt, qué alegría verte comer.
— Tengo hambre. Cuéntame.
Frunce el ceño.
— Bueno, después de la llamada del banco creí que mi mundo acababa de hacerse pedazos…
No puede ocultar el dolor en su voz.
Dejo de comer. Oh, mierda.
— No pares de comer o no sigo contándote —susurra con tono férreo mirándome fijamente. Sigo con la sopa. Vale, vale… Maldita sea, está muy buena. La mirada de Santana se suaviza y tras un momento continúa.
— Poco después de que tú y yo tuviéramos esa conversación, Taylor me informó de que a Rose le habían fijado una fianza. No sé cómo lo logró; creía que habíamos conseguido frustrar todos sus intentos.
Pero eso me hizo pensar en lo que habías dicho… y entonces supe que algo iba muy mal.
— Nunca fue por el dinero —exclamo de repente cuando una oleada de furia inesperada se enciende en mi vientre. Levanto la voz.
— ¿Cómo pudiste siquiera pensar eso? ¡Nunca ha sido por el puto dinero!
La cabeza empieza a latirme más fuerte y hago un gesto de dolor. Santana me mira con la boca abierta durante un segundo, sorprendida por mi vehemencia. Después entorna los ojos.
— Ese lenguaje… —gruñe.
— Cálmate y come.
La miro rebelde.
— Britt… —dice amenazante.
— Eso me ha hecho más daño que cualquier otra cosa, Santana —le susurro.
— Casi tanto como que fueras a ver a esa mujer.
Inhala bruscamente, como si le hubiera dado una bofetada, y de repente parece agotada. Cierra los ojos un momento y niega con la cabeza, resignada.
— Lo sé. —Suspira.
— Y lo siento. Más de lo que crees. —Tiene los ojos llenos de arrepentimiento.
— Come, por favor. No dejes que se enfríe la sopa. —Su voz es suave y persuasiva y yo decido hacer lo que me pide. Suspira aliviada.
— Sigue —susurro entre mordiscos al ilícito panecillo recién hecho.
— No sabíamos que Rachel había desaparecido. Creí que te estaría chantajeando o algo por el estilo. Te llamé otra vez, pero no respondiste. —Frunce el ceño.
— Te dejé un mensaje y llamé a Sawyer. Taylor empezó a rastrear tu móvil. Sabía que estabas en el banco, así que fuimos directamente allí.
— No sé cómo me encontró Sawyer. ¿También el rastreaba mi teléfono móvil?
— El Saab tiene un dispositivo de seguimiento. Todos nuestros coches lo tienen. Cuando llegamos al banco, ya estabas en camino y te seguimos. ¿Por qué sonríes?
— No sé cómo, pero sabía que me seguirías.
— ¿Y eso es divertido porque…? —me pregunta.
— Marley me dijo que me deshiciera del móvil. Así que le pedí el teléfono a Whelan y ese es el que tiraron. Yo metí el mío en las bolsas para que pudieras seguir tu dinero.
Santana suspira.
— Nuestro dinero, Britt —dice en voz baja.
— Come.
Rebaño el cuenco con lo que queda del pan y me lo meto en la boca. Es la primera vez que me siento satisfecha en mucho tiempo (a pesar del tema de conversación).
— Me lo he terminado todo.
— Buena chica.
Se oye un golpecito en la puerta y entra la enfermera Nora otra vez con una vasito de papel.
Santana aparta la bandeja y vuelve a meterlo todo en la caja.
— Un analgésico. —La enfermera Nora sonríe y me enseña una pastilla blanca que hay en el vasito de papel.
— ¿Puedo tomarlo? Ya sabe… por el bebé.
— Sí, señora López, es paracetamol. No afectará al bebé.
Asiento agradecida. Me late la cabeza. Me trago la pastilla con un sorbo de agua.
— Debería descansar, señora López. —La enfermera Nora mira significativamente a Santana.
Ella asiente.
¡No!
— ¿Te vas? —exclamo y siento pánico. No te vayas… ¡acabamos de empezar a hablar!
Santana ríe entre dientes.
— Si piensa que tengo intención de perderla de vista, señora López, está muy equivocada.
Nora resopla y se acerca para recolocarme las almohadas de modo que pueda tumbarme.
— Buenas noches, señora López —me dice, y con una última mirada de censura a Santana, se va.
Ella levanta una ceja a la vez que ella cierra la puerta.
— Creo que no le caigo bien a la enfermera Nora.
Está de pie junto a la cama con aspecto cansado. A pesar de que quiero que se quede, sé que debería convencerla para que se fuera a casa.
— Tú también necesitas descansar, Santana. Vete a casa. Pareces agotada.
— No te voy a dejar. Dormiré en el sillón.
La miro con el ceño fruncido y después me giro para quedar de lado.
— Duerme conmigo.
Frunce el ceño.
— No, no puedo.
— ¿Por qué no?
— No quiero hacerte daño.
— No me vas a hacer daño. Por favor, Santana.
— Tienes puesta una vía.
— Santana, por favor…
Me mira y veo que se siente tentada.
— Por favor… —Levanto las mantas y la invito a entrar en la cama.
— ¡A la mierda!
Se quita los tacones y sube con cuidado a la cama a mi lado. Me rodea con el brazo y yo apoyo la cabeza sobre sus pechos. Me da un beso en el pelo.
— No creo que a la enfermera Nora le vaya a gustar nada esto —me susurra con complicidad.
Suelto una risita pero tengo que parar por el dolor del pecho.
— No me hagas reír, que me duele.
— Oh, pero me encanta ese sonido —dice entristecida, en voz baja.
— Lo siento, bella, lo siento mucho.
Me da otro beso en el pelo e inhala profundamente. No sé por qué se está disculpando… ¿por hacerme reír? ¿O por el lío en el que estamos metidas? Apoyo la mano sobre su corazón y ella pone su mano sobre la mía. Las dos nos quedamos en silencio un momento.
— ¿Por qué fuiste a ver a esa mujer?
— Oh, Britt —gruñe.
— ¿Quieres discutir eso ahora? ¿No podemos dejarlo? Me arrepiento, ¿vale?
Necesito saberlo.
— Te lo contaré mañana —murmura irritada.
— Oh, y el detective Clark quiere hablar contigo. Algo de rutina. Ahora, a dormir.
Me da otro beso en el pelo. Suspiro profundamente. Necesito saber por qué. Al menos dice que se arrepiente. Eso es algo, al menos; mi subconsciente está de acuerdo conmigo. Parece que está de un humor complaciente hoy. Oh, el detective Clark. Me estremezco solo de pensar en revivir lo que pasó el jueves.
— ¿Sabemos por qué Marley ha hecho todo esto?
— Mmm… —murmura Santana. Me tranquiliza el suave subir y bajar de su pecho que acuna suavemente mi cabeza, atrayéndome hacia las profundidades del sueño según se va ralentizando su respiración. Mientras me dejo llevar intento encontrarle sentido a los fragmentos de conversación que he oído mientras estaba inconsciente. Pero se escapan de mi mente, siempre escurridizos, provocándome desde los confines de mi memoria. Oh, es frustrante y agotador… y…
La enfermera Nora tiene los labios fruncidos y los brazos cruzados en una postura hostil. Me llevo el dedo índice a los labios.
— Déjela dormir, por favor —le susurro entornando los ojos por la luz de primera hora de la mañana.
— Esta es su cama, señora López, no la de ella —dice entre dientes severamente.
— He dormido mejor gracias a ella —insisto, saliendo en defensa de mi esposa. Además, es cierto.
Santana se revuelve y la enfermera Nora y yo nos quedamos heladas.
— No me toques. No me toques más. Solo Britt —murmura en sueños.
Frunzo el ceño. No suelo oír a Santana hablar en sueños. Seguramente será porque ella duerme menos que yo. Solo he oído sus pesadillas. Me abraza con más fuerza, casi estrujándome, y yo hago un gesto de dolor.
— Señora López… —La enfermera Nora frunce el ceño.
— Por favor —le suplico.
Niega con la cabeza, gira y se va. Y yo vuelvo a acurrucarme con Santana.
Cuando me despierto, a Santana no se le ve por ninguna parte. La luz del sol entra por las ventanas y ahora puedo ver bien la habitación. ¡Me han traído flores! No me fijé anoche. Hay varios ramos. Me pregunto de quién serán.
Suena un suave golpe en la puerta que me distrae y se asoma Carrick. Me sonríe al ver que estoy despierta.
— ¿Puedo pasar? —pregunta.
— Claro.
Entra y se acerca. Sus amables y cariñosos ojos me observan perspicaces. Lleva un traje oscuro; debe de estar trabajando. Me sorprende al agacharse para darme un beso en la frente.
— ¿Puedo sentarme?
Asiento y él se sienta en el borde de la cama y me coge la mano.
— No sé cómo darte las gracias por salvar a mi hija, querida chica valiente aunque un poco loca. Lo que hiciste probablemente le salvó la vida. Siempre estaré en deuda contigo. —Su voz tiembla, llena de gratitud y compasión.
Oh… No sé qué decir. Le aprieto la mano, pero no digo nada.
— ¿Cómo te encuentras?
— Mejor. Dolorida —digo por ser sincera.
— ¿Te han dado medicación para el dolor?
— Sí, parace…no sé qué.
— Bien. ¿Dónde está Santana?
— No lo sé. Cuando me he despertado ya no estaba.
— No andará lejos, seguro. No quería dejarte mientras estabas inconsciente.
— Lo sé.
— Está un poco enfadada contigo, como es lógico —dice Carrick con una media sonrisa. Ah, de ahí es de donde la ha sacado Santana…
— Santana siempre está enfadada conmigo.
— ¿Ah, sí? —Carrick sonríe encantado, como si eso fuera algo bueno… Su sonrisa es contagiosa.
— ¿Cómo está Rachel?
Los ojos se le ensombrecen un poco y su sonrisa desaparece.
— Está mejor. Furiosa. Pero creo que la ira es una reacción sana ante lo que le ha pasado.
— ¿Está aquí?
— No, está en casa. No creo que Grace tenga intención de perderla de vista.
— Sé cómo es eso.
— Tú también necesitas que te vigilen —me riñe.
— No quiero que vuelvas a exponer a riesgos innecesarios tu vida o la vida de mi nieto.
Me sonrojo. ¡Lo sabe!
— Grace ha visto tu historial y me lo dijo. Felicidades.
— Mmm… Gracias.
Me mira y sus ojos se suavizan, aunque frunce el ceño al ver mi expresión.
— Santana se hará a la idea —me dice.
— Esto será muy bueno para ella. Solo… dale un poco de tiempo.
Asiento. Oh… veo que han hablado.
— Será mejor que me vaya. Tengo que ir al juzgado. —Sonríe y se levanta.
— Vendré a verte más tarde. Grace habla muy bien de la doctora Singh y de la doctora Bartley. Saben lo que hacen.
Se inclina y me da otro beso.
— Lo digo en serio, Britt. Nunca podremos pagarte lo que has hecho por nosotros. Gracias.
Le miro parpadeando para apartar las lágrimas, abrumada de repente. El me acaricia la mejilla con cariño. Después se gira y se va.
Oh, Dios mío. Me desconcierta su gratitud. Tal vez ahora ya puedo perdonarle lo del acuerdo prematrimonial. Mi subconsciente asiente sabiamente porque está de acuerdo conmigo de nuevo. Niego con la cabeza y salgo de la cama, algo insegura. Me alivia ver que ya me siento más firme que ayer sobre mis pies. A pesar de que Santana estaba compartiendo mi cama, he dormido bien y me siento renovada.
Todavía me duele la cabeza, pero ahora es un dolor sordo y molesto, nada como el latido que notaba ayer. Estoy rígida y dolorida, pero necesito lavarme. Me siento mugrienta. Entro en el baño.
— ¡Britt! —grita Santana.
— Estoy en el baño —le respondo mientras acabo de lavarme los dientes. Ahora me siento mejor.
Ignoro mi imagen en el espejo. Maldita sea, estoy hecha un desastre. Cuando abro la puerta, veo a Santana junto a la cama sosteniendo una bandeja de comida. Está transformada. Va vestida totalmente de negro, se ha peinado y maquillado, se ha duchado y parece haber descansado bien.
— Buenos días, señora López —dice alegremente.
— Le traigo su desayuno. —Se le ve juvenil y mucho más feliz.
Uau. Esbozo una amplia sonrisa y vuelvo a la cama. Acerca la bandeja con ruedas y levanta la tapa para enseñarme el desayuno: avena con fruta seca, tortitas con sirope de arce, beicon, zumo de naranja y té Twinings English Breakfast. Se me hace la boca agua. Tengo muchísima hambre. Me tomo el zumo en unos pocos tragos y me lanzo a por la avena. Santana se sienta en el borde de la cama y me observa.
Sonríe.
— ¿Qué? —digo con la boca llena.
— Me gusta verte comer —dice, pero yo no creo que esté sonriendo por eso.
— ¿Qué tal estás?
— Mejor —murmuro entre bocado y bocado.
— Nunca te había visto comer así.
La miro y se me cae el alma a los pies. Tenemos que hablar de ese pequeño elefante que hay dentro de la habitación.
— Es porque estoy embarazada, Santana.
Ríe entre dientes y su boca forma una sonrisa irónica.
— De haber sabido que quedarte embarazada te iba a hacer comer, lo hubiéramos hecho antes.
— ¡Santana López! —exclamo y dejo la avena.
— No dejes de comer —me dice.
— Santana, tenemos que hablar de esto.
Se queda helada.
— ¿Qué hay que decir? Vamos a ser madres. —Se encoge de hombros, desesperada por parecer despreocupada, pero yo lo único que veo es su miedo. Aparto la bandeja y me acerco a ella para cogerle la mano.
— Estás asustada —le susurro.
— Lo entiendo.
Me mira impasible con los ojos muy abiertos. Su aire infantil ha desaparecido.
— Yo también. Es normal —continúo.
— ¿Qué tipo de madre voy a ser? —Su voz es ronca, apenas audible.
— Oh, Santana —contengo un sollozo.
— Una que hace lo mejor que puede. Eso es todo lo que podemos hacer, como todo el mundo
— Britt… No sé si voy a poder…
— Claro que vas a poder. Eres cariñosa, eres divertida, eres fuerte y sabes poner límites. A nuestro hijo no le va a faltar de nada.
Me mira petrificada, con su delicado rostro lleno de dudas.
— Sí, lo ideal habría sido esperar. Tener más tiempo para estar nosotras dos solas. Pero ahora vamos a ser tres e iremos creciendo todos juntos. Seremos una familia. Nuestra propia familia. Y nuestro hijo te querrá incondicionalmente, como yo. —Se me llenan los ojos de lágrimas.
— Oh, Britt —susurra Santana con la voz llena de dolor y angustia.
— No demandaras ni a la doctora Greene ni al hospital ¿Cierto?
Le pregunto incrédula.
— No lo hare.
Dice resignada.
— Dios Britt.
— Creí por un momento que te había perdido. Y después volví a creerlo al verte tirada en el suelo, pálida, fría e inconsciente… Mis peores miedos se hicieron realidad. Y ahora estás aquí, valiente y fuerte… dándome esperanza. Queriéndome a pesar de lo que he hecho.
— Sí, te quiero, Santana, desesperadamente. Siempre te querré.
Ella me coge la cabeza entre las manos con suavidad y me enjuga las lágrimas con los pulgares. Me mira a los ojos, marrón ante azul, y todo lo que veo en ellos es miedo, asombro y amor.
— Yo también te quiero —dice y me da un beso suave y tierno, como alguien que adora a su esposa.
— Intentaré ser una buena madre —susurra contra mis labios.
— Lo intentarás y lo conseguirás. Y la verdad es que tampoco tienes elección, porque Bip y yo no nos vamos a ninguna parte.
— ¿Bip?
— Sí, Bip.
Arquea las cejas.
— Yo en mi mente le llamaba Junior.
— Pues Junior, entonces.
— Pero me gusta «Bip». —Esboza una tímida sonrisa y me da otro beso.
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O_o
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