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BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
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Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Ohhhhhh!
Por fin Santana a recapacitado
Y ahora entiendo como es que
Llego en el momento justo!
Saludos aunque un poco triste
De que solo quedes dos capitulos mas!
Pero esperare con ansias tu propio fic!
Por fin Santana a recapacitado
Y ahora entiendo como es que
Llego en el momento justo!
Saludos aunque un poco triste
De que solo quedes dos capitulos mas!
Pero esperare con ansias tu propio fic!
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Ya esta claro que Brittany es la que domina y tiene el control después de todo, me encanta. Y Santana arrepentida y reconociéndolo todo, mejor imposible!.
Este cap respondío a todas las preguntas que tenía... Me leí tanto esta adaptación que mi cerebro ya la adoptó como la original XD, no me canso de decirte lo magnífico que ha sido que escribieras esto.
No puedo esperar a ver que gane como mejor adaptación, porque por mucho lo es!
Y si no te molesta, me apunto como lectora continua de tu próximo fic.
Un beso!
Este cap respondío a todas las preguntas que tenía... Me leí tanto esta adaptación que mi cerebro ya la adoptó como la original XD, no me canso de decirte lo magnífico que ha sido que escribieras esto.
No puedo esperar a ver que gane como mejor adaptación, porque por mucho lo es!
Y si no te molesta, me apunto como lectora continua de tu próximo fic.
Un beso!
Beverly_87*** - Mensajes : 136
Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Oh Dios, que capítulo más hermoso! :')
Es decir, en lo que cabe... jiji ay, a uno más del final ... :c jeje
sin embargo, no será la última vez que nos leamos, ¿cierto? :)
Hasta la próxima Nina, un beso enorme ^^
Es decir, en lo que cabe... jiji ay, a uno más del final ... :c jeje
sin embargo, no será la última vez que nos leamos, ¿cierto? :)
Hasta la próxima Nina, un beso enorme ^^
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
A pesar de sus sombras, puede ser mas perfecta San??jaja
Hasta tu proxima actualizacion!!
Saludos
Hasta tu proxima actualizacion!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Hola !!!! Me alegro este cap, britt fue muy inteligente al esconder su móvil en la maleta del dinero, Santana preocupada por el pequeño Bip awww tierno,
como que han drogado a Rachel. Espero y la maldita Marley no salga de la cárcel!!!
Espera solo quedan un par de cap oh no !!!!
Espero la actu no te tardes please
Xoxo
como que han drogado a Rachel. Espero y la maldita Marley no salga de la cárcel!!!
Espera solo quedan un par de cap oh no !!!!
Espero la actu no te tardes please
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
hi,... no he tenido tiempo de comentar antes de echo es la primera ves,....
he leído la trilogía,..... pero definitivamente me quedo un millón de veces con tu adaptación!!!!!!!,...
lo que si tengo una duda,...... (solo rumor) si sale el 4to libro de 50 sombras (versión de Chriatian) lo vas a adaptar también????? (ojala que si),...
hasta la próximo capitulo!!!!!,....
he leído la trilogía,..... pero definitivamente me quedo un millón de veces con tu adaptación!!!!!!!,...
lo que si tengo una duda,...... (solo rumor) si sale el 4to libro de 50 sombras (versión de Chriatian) lo vas a adaptar también????? (ojala que si),...
hasta la próximo capitulo!!!!!,....
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Awwwwwww que bueno que no paso nada malo con Britt y el bebe
Amo a Santana cada día más
La verdad tengo mucha duda por que Britt le dice bip al bebe? No se a la vez me recuerda al hdp de big sean :/ y no es agradable jaja
No se considerar un nombre bonito (:
Por otro lado, jaja nos ignoraste todo este tiempo u.u no tardes en actualizar por favor
Saludos
Besos :*
Amo a Santana cada día más
La verdad tengo mucha duda por que Britt le dice bip al bebe? No se a la vez me recuerda al hdp de big sean :/ y no es agradable jaja
No se considerar un nombre bonito (:
Por otro lado, jaja nos ignoraste todo este tiempo u.u no tardes en actualizar por favor
Saludos
Besos :*
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
:$ ¡Que capítulo! Fue una agonía cuando Britt no despertaba, pensé que había quedado en como o algo así...cuando despertó deje de contener el aliento xDD
La enfermera me cayo más que mal...o estaba de muy mal humor o nunca ha tenido una pareja en su vida porque no le agrado nada que Britt y Santana estuvieran juntas
Lo bueno de todo esto, es que Rachel esta bien, Britt está bien, el pequeño Bip esta bien y los millones de Santana están bien...así que todas tranquilas chicas, aquí no paso nada...tal vez no digamos lo mismo de Marley (BITCH).
— ¿Bip?
— Sí, Bip.
Arquea las cejas.
— Yo en mi mente le llamaba Junior.
— Pues Junior, entonces.
— Pero me gusta «Bip». —Esboza una tímida sonrisa y me da otro beso.
Awww, no se que es más lindo el pequeño Bip o Junior...no puedo, me quedo con ambos.
T_T solo quedan dos capítulos...DOS CAPÍTULOS, no puedo *llora desconsoladamente* ¿Que voy hacer yo sin este Fic?? T-T bueno, solo espero que las cosas terminen bien en está historia porque si no algo me va a dar.
Ok, hasta el próximo...un abrazo!
Ali_Pearce- - Mensajes : 1107
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Edad : 31
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
3:) escribió:hi,... no he tenido tiempo de comentar antes de echo es la primera ves,....
he leído la trilogía,..... pero definitivamente me quedo un millón de veces con tu adaptación!!!!!!!,...
lo que si tengo una duda,...... (solo rumor) si sale el 4to libro de 50 sombras (versión de Chriatian) lo vas a adaptar también????? (ojala que si),...
hasta la próximo capitulo!!!!!,....
Tengo entendido que ya no es más un rumor y es oficial el lanzamiento del nuevo libro.. Por lo tanto, piensas seguirlo? :3
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
wooooooow gracias a dios leei los dos ultimos capis seguidos jajaja si no hubiera muerto de la intriga y angustia jajaja que buenos capitulos , para mi gusto lo mejor del libro, es como el climax y awwwwwww esa ultima parte estuvo tan tiernaaa!!! " pero tambien me gusta bip " awwwwww
bueno no tardes mucho en actualizar pliiis y espero que si sale el 4to libro tambien lo adaptes :) estaria genial
Saludos
bueno no tardes mucho en actualizar pliiis y espero que si sale el 4to libro tambien lo adaptes :) estaria genial
Saludos
victoria555****** - Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 28/10/2012
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
En espera
Así o más impaciente hahaha
Saludos :*
Kristen Rivera****** - Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Que puedo decir, todo lo que escriba sera poco para lo feliz que me siento con esta adaptacion de una de mis trilogias favoritas en libros, todo me ha gustado y siempre te dare las gracias por haberte tomado el tiempo en adaptarlas!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
AAAHHHHH..!!!!
DIOS... esta latina algún día me va a causar un ataque cardíaco(y no es que me queje ni nada eh yo con gusto dejo que me de taquicardia por ella), reconozco que al principio ver como reacciono con la noticia del pequeño Bip, por unos segundos, quise arrancarle los ojos con un sacacorchos, pero luego de pensarlo la entendí un poco, solo un poco, y ahora con lo dulce que es me dan ganas de comerla a besos (aunque siempre quiero comerla a besos).
Me encanto el capitulo y espero con ansias la actualizacion...
Besos...BYEE.!!!!
DIOS... esta latina algún día me va a causar un ataque cardíaco(y no es que me queje ni nada eh yo con gusto dejo que me de taquicardia por ella), reconozco que al principio ver como reacciono con la noticia del pequeño Bip, por unos segundos, quise arrancarle los ojos con un sacacorchos, pero luego de pensarlo la entendí un poco, solo un poco, y ahora con lo dulce que es me dan ganas de comerla a besos (aunque siempre quiero comerla a besos).
Me encanto el capitulo y espero con ansias la actualizacion...
Besos...BYEE.!!!!
Vio_Snixx** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 11/03/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Oh Dios mío, Nina por favor no te demores más tiempo en actualizar :(
siento que voy a enloquecer de ansiedad D:
siento que voy a enloquecer de ansiedad D:
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Voy a morir lentamente si no actualizar, y seras la culpable D:
Actualiza :B
Actualiza :B
Anomi* - Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 08/11/2012
Edad : 28
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Actualizaaaaaaa
LinaCriss13* - Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 03/11/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Hola..:.............
Mmmmmmmmmmmmmmm
Actualiza por favor!
.........saludos..........,,
Mmmmmmmmmmmmmmm
Actualiza por favor!
.........saludos..........,,
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Holaaa a todas mis lectoras vengo de pasada a dejarles un nuevo capitulo quedan 2 capítulos nada mas.
Disfrútenlo!!
— Por mucho que me apetezca estar besándote todo el día, el desayuno se te está enfriando — murmura Santana contra mis labios.
Me mira, ahora divertida, pero en sus ojos hay algo más oscuro, sensual.
Madre mía, ha vuelto a cambiar. Mi esposa temperamental…
— Come —me ordena con voz suave.
Trago saliva como reacción a su mirada ardiente y vuelvo a mi posición anterior en la cama, intentando no enredarme con la vía. Ella vuelve a poner la bandeja delante de mí. La avena se ha enfriado, pero las tortitas, que estaban tapadas, están bien, de hecho, mejor que bien están deliciosas.
— ¿Sabes? —murmuro entre bocados.
— Bip podría ser una niña.
Santana se pasa una mano por el pelo.
— Tres mujeres, ¿eh? —La alarma cruza su cara y la mirada oscura desaparece.
Oh, vaya.
— ¿Tienes alguna preferencia?
— ¿Preferencia?
— Niño o niña.
Frunce el ceño.
— Con que esté sano es suficiente —me dice en voz baja, claramente desconcertada por la pregunta.
— Come —repite y veo que está intentando evitar el tema.
— Estoy comiendo, estoy comiendo… No te pongas así, López.
La observo atentamente. Tiene las comisuras de los ojos arrugadas por la preocupación. Ha dicho que lo intentará, pero sé que está aterrorizada con lo del bebé. Oh, Santana, yo también. Se sienta en el sillón a mi lado y coge el Seattle Times.
— Ha vuelto a salir en los periódicos, señora López —dice con amargura.
— ¿Otra vez?
— Estos periodistas han montado todo un espectáculo a partir de la historia, pero por lo menos los hechos son bastante precisos. ¿Quieres leerlo?
Niego con la cabeza.
— Léemelo tú. Estoy comiendo.
Sonríe burlona y me lee el artículo en voz alta. Es una crónica sobre Marley y Elizabeth, que las describe como si fueran ladronas de guante blanco. Habla brevemente del rapto de Rachel, de mi implicación en su rescate y del hecho de que Marley y yo estamos en el mismo hospital. ¿Cómo consigue la prensa toda esa información? Tengo que preguntárselo a Quinn.
Cuando Santana acaba, le digo:
— Léeme algo más, por favor. Me gusta escucharte.
Ella obedece y me lee un artículo sobre el boom del negocio de los bagel y otro sobre que Boeing ha tenido que cancelar el lanzamiento de un modelo de avión. Santana frunce el ceño mientras lee, pero al escuchar su relajante voz mientras como, sabiendo que estoy bien, que Rachel está segura y que mi pequeño Bip también, siento una enorme paz a pesar de todo lo que ha pasado en los últimos días.
Entiendo que Santana esté asustada por lo del bebé, pero no puedo comprender la profundidad de su miedo. Decido que tengo que hablar más de esto con ella. Intentaré tranquilizar su mente. Lo que más me sorprende es que no le han faltado modelos positivos de comportamiento en lo que a padres se refiere.
Tanto Grace como Carrick son padres ejemplares, o eso parece. Tal vez la interferencia de la bruja le haya hecho demasiado daño. Pero lo cierto es que creo que todo tiene que ver con su madre biológica (aunque estoy segura de que lo de la señora Robinson no ayuda). Mis pensamientos se detienen porque casi recuerdo una conversación susurrada. ¡Maldita sea! Está en el borde de mi memoria; se produjo cuando estaba inconsciente. Santana hablaba con Grace. Pero las palabras se funden entre las sombras de mi mente. Oh, es frustrante.
Me pregunto si Santana me dirá alguna vez por su propia voluntad la razón por la que fue a verla o tendré que presionarla. Estoy a punto de preguntarle cuando oigo que llaman a la puerta.
El detective Clark entra en la habitación casi disculpándose. Se me cae el alma a los pies al verle, así que hace bien en disculparse de antemano.
— Señoras López ¿Interrumpo?
— Sí —responde Santana.
Clark la ignora.
— Me alegro de que esté despierta, señora López. Necesito hacerle unas preguntas sobre el jueves por la tarde. Solo rutina. ¿Es este un buen momento?
— Claro —murmuro, aunque no quiero revivir los acontecimientos del jueves.
— Mi esposa debería descansar —dice Santana molesta.
— Seré breve, señora López y además, esto significa que estaré fuera de sus vidas más bien antes que después.
Santana se levanta y le ofrece el asiento a Clark. Luego viene a sentarse a la cama conmigo, me da la mano y me la aprieta un poco para tranquilizarme.
Media hora después, Clark ha acabado. No me ha dicho nada nuevo y yo simplemente le he contado los acontecimientos del jueves con una voz vacilante pero tranquila. Santana se ha puesto pálida y ha hecho muecas en algunas partes de mi relato.
— Ojala hubieras apuntado más arriba —murmura Santana.
— Le habría hecho un favor a la humanidad, señora López —le apoya Clark.
¿Qué?
— Gracias, señora López. Es todo por ahora.
— No van a dejarla salir otra vez, ¿verdad?
— No creo que consiga la fianza esta vez, señora.
— ¿Podemos saber quién pagó la fianza? —pregunta Santana.
— No, señora. Es confidencial.
Santana frunce el ceño, pero creo que tiene sus sospechas. Clark se levanta para irse justo cuando la doctora Singh y dos residentes entran en la habitación.
Después de un exhaustivo examen, la doctora Singh declara que estoy lo bastante bien para irme a casa. Santana suspira de alivio.
— Señora López, tendrá que estar atenta a cualquier empeoramiento de los dolores de cabeza o la aparición de visión borrosa. Si ocurriera eso, debe volver al hospital inmediatamente.
Asiento intentando contener mi entusiasmo por volver a casa.
Cuando la doctora Singh se va, Santana le pregunta si tiene un momento para una breve consulta en el pasillo. Deja la puerta entreabierta mientras le hace la pregunta. Ella sonríe.
— Sí, señora López, no hay problema
Ella sonríe y vuelve a la habitación más feliz.
— ¿De qué iba eso?
— De sexo —me dice dedicándome una sonrisa maliciosa.
Oh. Me ruborizo.
— ¿Y?
— Estás en perfectas condiciones para eso. —Vuelve a sonreír.
¡Oh, Santana!
— Tengo dolor de cabeza —le digo respondiéndole con otra sonrisa.
— Lo sé. Nos mantendremos al margen por un tiempo, pero quería estar segura.
¿Al margen? Frunzo el ceño ante la punzada momentánea de decepción que siento. No estoy segura de querer que estemos al margen.
La enfermera Nora viene para quitarme el gotero. Atraviesa a Santana con la mirada. Creo que, de todas las mujeres que he conocido, ella es una de las pocas que es inmune a sus encantos. Le doy las gracias cuando se va con el gotero.
— ¿Quieres que te lleva a casa? —me pregunta Santana.
— Quiero ver a Ray primero.
— Claro.
— ¿Sabe lo del bebé?
— Creí que querrías contárselo tú. Tampoco se lo he contado a tu madre.
— ¿Que le diremos? Es decir ¿le diremos que no fue planeado y que fue un error?
— Le diremos que nos sometimos a tratamiento ¿Ok?
— Si Gracias. —Le sonrío, agradecida de que no me haya estropeado el momento de la revelación y por qué no diremos que fue un error.
— Mi madre sí lo sabe —añade.
— Vio tu historial. Se lo he dicho a mi padre, pero a nadie más. Mi madre dice que las parejas suelen esperar doce semanas más o menos… para estar seguros. —Se encoge de hombros.
— No sé si estoy lista para decírselo a Ray.
— Tengo que avisarte: está enfadadísimo. Me dijo que debía darte unos azotes.
¿Qué? Santana ríe ante mi expresión asombrada.
— Le dije que estaría encantada de hacerlo.
— ¡No! —digo con horror, aunque un eco de esa conversación en susurros vuelve lejanamente a mi memoria. Sí, Ray estuvo aquí mientras yo estaba inconsciente…
Me guiña un ojo.
— Taylor te ha traído ropa limpia. Te ayudaré a vestirte.
Como me ha dicho Santana, Ray está furioso. Creo que no le he visto nunca así de enfadado.
Santana ha decidido, sabiamente, dejarnos solos. Aunque normalmente es un hombre taciturno, hoy Ray llena la habitación del hospital con su discurso, regañándome por mi conducta irresponsable. Vuelvo a tener doce años.
Oh, papá, por favor, cálmate. Tu tensión no está para estas cosas…
— Y he tenido que vérmelas con tu madre —gruñe agitando ambas manos, irritado.
— Papá, lo siento.
— ¡Y la pobre Santana! Nunca la había visto así. Ha envejecido. Los dos hemos envejecido unos cuantos años en los últimos dos días.
— Ray, lo siento.
— Tu madre está esperando que la llames —dice en un tono más moderado.
Le doy un beso en la mejilla y por fin abandona su diatriba.
— La llamaré. De verdad que lo siento. Pero gracias por enseñarme a disparar.
Durante un momento me mira con un orgullo paterno que no puede ocultar.
— Me alegro de que sepas disparar al blanco —dice con voz áspera.
— Vete a casa y descansa.
— Te veo bien, papá. —Intento cambiar de tema.
— Tú estás pálida. —De repente su miedo es evidente. Su mirada es igual que la de Santana anoche.
Le cojo la mano.
— Estoy bien. Y prometo no volver a hacer nada parecido nunca más.
Me aprieta la mano y me atrae hacia él para darme un abrazo.
— Si te pasara algo… —susurra con la voz baja y ronca. Se le llenan los ojos de lágrimas. No estoy acostumbrada a las demostraciones de emoción por parte de mi padre.
— Papá, estoy bien. Nada que no pueda curar una ducha caliente.
Salimos por la puerta de atrás del hospital para evitar a los paparazzi que están en la entrada.
Taylor nos lleva hasta el todoterreno que nos espera.
Santana está muy callada mientras Sawyer nos lleva a casa. Yo evito la mirada de Sawyer por el retrovisor, avergonzada porque la última vez que lo vi fue cuando le di esquinazo en el banco. Llamo a mi madre, que llora y llora. Necesito casi todo el viaje hasta casa para calmarla, pero al fin lo consigo prometiéndole que iré a verla pronto. Durante toda la conversación con ella Santana me coge de la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar. Está nerviosa… Ha sucedido algo.
— ¿Qué ocurre? —le pregunto cuándo consigo librarme de mi madre.
— Welch quiere verme.
— ¿Welch? ¿Por qué?
— Ha encontrado algo sobre esa puta de Rose. —Los labios de Santana se crispan y un destello de miedo cruza su cara.
— No ha querido decírmelo por teléfono.
— Oh.
— Va a venir esta tarde desde Detroit.
— ¿Crees que ha encontrado una conexión?
Santana asiente.
— ¿Qué crees que es?
— No tengo ni idea. —Arruga la frente, perpleja.
Taylor entra en el garaje del Escala y se detiene junto al ascensor para que salgamos antes de ir a aparcar. En el garaje podemos evitar la atención de los fotógrafos que hay afuera. Santana me ayuda a salir del coche y, manteniéndome un brazo alrededor de la cintura, me lleva hasta el ascensor que espera.
— ¿Contenta de volver a casa? —me pregunta.
— Sí —susurro. Pero cuando me veo de pie en el ambiente familiar del ascensor, la enormidad de todo por lo que he pasado cae con todo su peso sobre mí y empiezo a temblar.
— Vamos… —Santana me envuelve con sus brazos y me atrae hacia ella.
— Estás en casa. Estás a salvo — me dice dándome un beso en el pelo.
— Oh, Santana. —Un dique que ni siquiera sabía que estaba ahí estalla y empiezo a sollozar.
— Shhh —me susurra Santana, acunando mi cabeza contra su pecho.
Pero ya es demasiado tarde. Sollozo contra su camiseta, abrumada, recordando el malvado ataque de Marley («¡Esto es por lo de Seattle Independent Publishing, zorra!»), el momento en que me vi obligada a decirle a Santana que le dejaba («¿Vas a dejarme?»), y el miedo, el terror que me atenazaba las entrañas por Rachel, por mí y por mi pequeño Bip.
Cuando las puertas del ascensor se abren, Santana me coge en brazos como a una niña y me lleva hasta el vestíbulo. Le rodeo el cuello con los brazos y me pego a ella gimiendo muy bajo.
Me lleva hasta nuestro baño y me deja con cuidado en la silla.
— ¿Un baño? —me pregunta.
Niego con la cabeza. No… No… No como Leila.
— ¿Y una ducha? —Tiene la voz ahogada por la preocupación.
Asiento entre lágrimas. Quiero quitarme todo lo malo de los últimos días, que se vayan con el agua los recuerdos del ataque de Marley. «Zorra cazafortunas.» Sollozo cubriéndome la cara con las manos mientras el sonido del agua que sale de la ducha resuena contra las paredes.
— Vamos… —me arrulla Santana con voz suave. Se arrodilla delante de mí, me aparta las manos de las mejillas llenas de lágrimas y me rodea la cara con las suyas. La miro y parpadeo para apartar las lágrimas.
— Estás a salvo. Los dos están a salvo —susurra.
Bip y yo. Los ojos se me llenan de lágrimas otra vez.
— Basta ya. No puedo soportar verte llorar. —Tiene la voz ronca. Me limpia las mejillas con los pulgares, pero las lágrimas siguen cayendo.
— Lo siento, Santana. Lo siento mucho por todo. Por preocuparte, por arriesgarlo todo… Por las cosas que dije.
— Shhh, bella, por favor. —Me da un beso en la frente.
— Yo soy quien lo siente. Hacen falta dos para discutir, Britt. —Me dedica una media sonrisa.
— Bueno, eso es lo que siempre dice mi madre. Dije e hice cosas de las que no estoy orgullosa. —Sus ojos se ven sombríos pero arrepentidos.
— Vamos a quitarte la ropa —dice con voz suave. Me limpio la nariz con el dorso de la mano y ella me da otro beso en la frente.
Me desnuda con eficiencia, teniendo especial cuidado al quitarme la camiseta por la cabeza. Aunque la cabeza no me duele mucho. Me ayuda a entrar en la ducha y se quita la ropa en un tiempo récord antes de meterse bajo la agradable agua caliente conmigo. Me atrae hacia sus brazos y me abraza durante mucho rato mientras el agua cae sobre nosotras, relajándonos.
Deja que llore. De vez en cuando me besa el pelo, pero no me suelta y me acuna suavemente bajo el agua caliente. Siento su piel contra la mía, sus pechos presionando los mios.
Es la mujer que tanto amo, la mujer hermosa que duda de sí misma y que he estado a punto de perder por mi imprudencia. Siento dolor y vacío al pensarlo, pero estoy agradecida de que siga aquí, todavía aquí a pesar de todo lo que ha pasado.
Todavía tiene que darme algunas explicaciones, pero ahora quiero disfrutar de esos brazos reconfortantes y protectores con los que me rodea. Y en ese momento tomo conciencia de una cosa cualquier explicación tiene que salir de ella. No puedo presionarla; tiene que querer decírmelo. No quiero ser la esposa pesada que está siempre intentando sacarle información a su esposa. Es agotador. Sé que me quiere. Sé que me ama más de lo que ha amado nunca a nadie, y por ahora eso es suficiente.
Saberlo es liberador. Dejo de llorar y me aparto un poco.
— ¿Mejor? —me pregunta.
Asiento.
— Bien. Déjame verte —me dice, y durante un instante no sé a qué se refiere, pero veo que me coge la mano y me examina el brazo sobre el que caí cuando Marley me golpeó. Tengo hematomas en el hombro y arañazos en el codo y la muñeca. Me da un beso en todos ellos. Coge una esponja y el gel de la estantería y de repente el dulce olor familiar del jazmín me llena la nariz.
— Vuélvete.
Muy lentamente me va lavando el brazo herido, después el cuello, los hombros, la espalda y el otro brazo. Me gira hacia un lado y me recorre con sus dedos largos el costado. Hago una mueca de dolor cuando pasan sobre el gran hematoma que tengo en la cadera. Los ojos de Santana se endurecen y frunce los labios. Su ira es palpable y suelta el aire con los dientes apretados.
— No me duele —digo para tranquilizarla.
Sus ardientes ojos se encuentran con los míos.
— Quiero matarla. Y casi lo hago —susurra críptica. Frunzo el ceño y me estremezco ante su expresión lúgubre. Echa más gel en la esponja y con una suavidad tierna y casi dolorosa me va lavando el costado, el culo y después se arrodilla para bajar por las piernas. Se detiene para examinarme la rodilla y me roza el hematoma con los labios antes de seguir lavándome las piernas y los pies. Extiendo la mano y le acaricio la cabeza, pasándole los dedos entre el pelo húmedo. Se pone de pie y recorre con los dedos el borde del hematoma de las costillas, donde Rose me dio la patada.
— Oh, bella —gruñe con la voz llena de angustia y los ojos oscuros por la furia.
— Estoy bien. —Acerco su cara a la mía y la beso en los labios. Duda a la hora de responderme, pero cuando mi lengua se encuentra con la suya, su cuerpo se revuelve contra el mío.
— No —susurra contra mis labios y se aparta.
— Voy a lavarte para que quedes limpia.
Su expresión es seria. Maldita sea… Lo dice en serio. Hago un mohín y el ambiente entre nosotras se relaja un instante. Me sonríe y me da un beso breve.
— Limpia —repite.
— No sucia.
— Me gusta más sucia.
— A mí también, señora López. Pero ahora no, aquí no. —Coge el champú y antes de que pueda persuadirle de otra cosa, empieza a lavarme el pelo.
También me gusta estar limpia, la verdad. Me siento fresca y revitalizada y no sé si es por la ducha, por el llanto o por la decisión de dejar de agobiar a Santana. Ella me envuelve en una toalla grande y se rodea los pechos con otra mientras yo me seco el pelo con cuidado. Me duele la cabeza, pero es un dolor sordo y persistente que se puede soportar. La doctora Singh me ha dado más analgésicos, pero me ha dicho que no me los tome a no ser que sea absolutamente necesario.
Mientras me seco el pelo, pienso en Elizabeth.
— Sigo sin entender por qué Elizabeth estaba involucrada con Marley.
— Yo sí —murmura Santana con mal humor.
Eso es nuevo para mí. La miro con el ceño fruncido, pero me distrae. Se está secando el pelo con una toalla y tiene el cuello y los hombros todavía húmedos con gotas de agua que brillan bajo los halógenos. Para un momento y me sonríe.
— ¿Disfrutando de la vista?
— ¿Cómo lo sabes? —le pregunto intentando ignorar que me ha pillado mirándola fijamente.
— ¿Que te gusta la vista? —bromea.
— No —digo con el ceño fruncido.
— Lo de Elizabeth.
— El detective Clark lo dejó caer.
La miro con una expresión que dice «cuéntamelo». Vuelve a la superficie otro molesto recuerdo de cuando estaba inconsciente. Clark estuvo en mi habitación. Ojalá me acordara de lo que dijo.
— Rose tenía vídeos. Vídeos de todas, en varias memorias USB.
¿Qué? Frunzo tanto el ceño que empieza a tirarme la piel de la frente.
— Vídeos de ella follando con ella y con todas sus ayudantes.
¡Oh!
— Exacto. Las chantajeaba con ese material. Y le gusta el sexo duro. —Santana frunce el ceño y veo que por su cara cruza la confusión y después el asco. Palidece cuando ese asco se convierte en odio por sí misma. Claro… A Santana también le gusta el sexo duro.
— No. —La palabra sale de mi boca antes de que pueda detenerla.
Su ceño se hace más profundo.
— ¿No qué? —Se queda parada y me mira con aprensión.
— Tú no te pareces en nada a ella.
Los ojos de Santana se endurecen pero no dice nada, lo que me confirma que eso era exactamente lo que estaba pensando.
— No eres como ella —digo con voz firme.
— Estamos cortadas por el mismo patrón.
— No, no es cierto —respondo, aunque entiendo por qué lo piensa.
Recuerdo la información que Santana nos contó cuando íbamos a Aspen en el avión: «Su padre murió en una pelea en un bar. Su madre se ahogó en alcohol para olvidar. De pequeña no hizo más que entrar y salir de casas de acogida… Y meterse en problemas. Sobre todo robos de coches. Pasó un tiempo en un centro de menores».
— Las dos tienen un pasado problemático y las dos nacieron en Detroit, eso es todo, Santana.
Cierro las manos para convertirlas en puños y las apoyo en las caderas.
— Britt, tu fe en mí es conmovedora teniendo en cuenta lo que ha pasado en los últimos días. Sabremos más cuando venga Welch —dice para zanjar el tema.
— Santana…
Me detiene con un beso.
— Basta —me dice, y yo recuerdo que acabo de prometerme a mí misma que no le iba a presionar para que me dé información.
— Y no me hagas un mohín —añade.
— Vamos. Deja que te seque el pelo.
Y sé que con eso el tema está zanjado.
Después de vestirme con pantalones de chándal y una camiseta, me siento entre las piernas de Santana mientras me seca el pelo.
— ¿Te dijo Clark algo más mientras yo estaba inconsciente?
— No que yo recuerde.
— Oí alguna de tus conversaciones.
Deja de cepillarme el pelo.
— ¿Ah, sí? —me pregunta en un tono despreocupado.
— Sí, con mi padre, con tu padre, con el detective Clark… Y con tu madre.
— ¿Y con Quinn?
— ¿Quinn estuvo allí?
— Sí, brevemente. Está furiosa contigo.
Me giro en su regazo.
— Deja ya ese rollo de «todo el mundo está enfadado contigo, Britt», ¿vale?
— Solo te digo la verdad —responde Santana, divertida por mi arrebato.
— Sí, fue algo imprudente, pero ya lo sabes, tu hermana estaba en peligro.
Su expresión se vuelve seria.
— Sí, cierto. —Apaga el secador y lo deja en la cama a su lado. Me coge la barbilla.
— Gracias —me dice sorprendiéndome.
— Pero ni una sola imprudencia más. La próxima vez te azotaré hasta que ya no lo puedas soportar más.
Doy un respingo.
— ¡No te atreverás!
— Sí me atreveré. —Está seria. Madre mía. Muy seria.
— Y tengo el permiso de tu padrastro. —Sonríe burlona. Está bromeando. ¿O no? Me lanzo contra ella y ella se gira, así que ambas caemos sobre la cama, yo entre sus brazos. Cuando aterrizamos siento el dolor de las costillas y hago una mueca.
Santana se queda pálida.
— ¡Haz el favor de comportarte! —me reprende y veo que por un momento está enfadada.
— Lo siento —murmuro acariciándole la mejilla.
Me acaricia la mano con la nariz y le da un beso suave.
— Britt, es que nunca te preocupas por tu propia seguridad. —Me levanta un poco el dobladillo de la camiseta y coloca los dedos sobre mi vientre. Yo dejo de respirar.
— Y ahora ya no se trata solo de ti — susurra, y recorre con las yemas de los dedos la cintura de los pantalones del chándal, acariciándome la piel. El deseo explota en mi sangre, inesperado, caliente y fuerte. Doy un respingo y Santana se pone tensa, detiene el movimiento de sus dedos y me mira. Sube la mano y me coloca un mechón de pelo tras la oreja.
— No —susurra.
¿Qué?
— No me mires así. He visto los hematomas. Y la respuesta es no. —Su voz es firme y me da un beso en la frente.
Me retuerzo.
— Santana —gimoteo.
— No. A la cama —me ordena y se sienta.
— ¿A la cama?
— Necesitas descansar.
— Te necesito a ti.
Cierra los ojos y niega con la cabeza, como si le estuviera costando un gran esfuerzo. Cuando vuelve a abrirlos, los ojos le brillan por la resolución.
— Haz lo que te he dicho, Britt.
Estoy tentada de quitarme la ropa, pero recuerdo los hematomas y sé que así no conseguiré convencerla.
Asiento a regañadientes.
— Vale —concedo, pero hago un mohín deliberadamente exagerado.
Ella sonríe divertida.
— Te traeré algo de comer.
— ¿Vas a cocinar tú? —No me lo puedo creer.
Se ríe.
— Voy a calentar algo. La señora Jones ha estado ocupada.
— Santana, yo lo haré. Estoy bien. Si tengo ganas de sexo, seguro que puedo cocinar… Me siento con dificultad, intentando ocultar el dolor que me provocan las costillas.
— ¡A la cama! —Los ojos de Santana centellean y señala la almohada.
— Ven conmigo —susurro deseando llevar algo más seductor que pantalones de chándal y una camiseta.
— Britt, métete en la cama. Ahora.
La miro con el ceño fruncido, me levanto y dejo caer al suelo los pantalones de una forma muy poco ceremoniosa, sin dejar de mirarla todo el tiempo. Sus labios se curvan divertidos mientras aparta la colcha.
— Ya has oído a la doctora Singh. Ha dicho que descanses. —Su voz es más suave. Me meto en la cama y cruzo los brazos, frustrada.
— Quédate ahí —dice. Está disfrutando de esto, es evidente.
Yo frunzo el ceño aún más.
El estofado de pollo de la señora Jones es, sin duda, uno de mis platos favoritos. Santana come conmigo, sentada con las piernas cruzadas en medio de la cama.
— Lo has calentado muy bien —le digo con una sonrisa burlona y ella me la devuelve. Estoy llena y me está entrando sueño. ¿Sería ese su plan?
— Pareces cansada. —Me recoge la bandeja.
— Lo estoy.
— Bien. Duerme. —Me da un beso.
— Tengo que hacer unas cosas de trabajo. Las haré aquí, si no te importa.
Asiento mientras libro una batalla perdida contra mis párpados. No tenía ni idea de que el estofado de pollo podía ser tan agotador.
Está oscureciendo cuando me despierto. Una luz rosa pálido inunda la habitación. Santana está sentada en el sillón mirándome, con los ojos iluminados por la luz. Tiene unos papeles en la mano y la cara cenicienta.
¡Oh, Dios mío!
— ¿Qué ocurre? —le pregunto sentándome bruscamente e ignorando la protesta de mis costillas.
— Welch acaba de irse.
Oh, mierda…
— ¿Y?
— Yo viví con esa puta —susurra.
— ¿Que viviste? ¿Con Marley?
Asiente con los ojos como platos.
— ¿Están emparentadas?
— No, Dios mío, no.
Me giro, aparto la colcha y le invito a venir a la cama a mi lado. Para mi sorpresa, no lo duda un segundo. Se quita los zapatos y se mete en la cama junto a mí. Rodeándome con un brazo se acurruca y apoya la cabeza en mi regazo. Estoy asombrada. ¿Qué es esto?
— No lo entiendo —murmuro acariciándole el pelo y mirándola. Santana cierra los ojos y arruga la frente, como si se esforzara por recordar.
— Después de que me encontraran con la puta adicta al crack y antes de irme a vivir con Carrick y Grace, estuve un tiempo bajo la custodia del estado de Michigan. Viví en una casa de acogida. Pero no recuerdo nada de entonces.
La mente me va a mil por hora. ¿Una casa de acogida? Eso es nuevo para las dos.
— ¿Cuánto tiempo? —le susurro.
— Dos meses o así. Yo no recuerdo nada.
— ¿Has hablado con tu madre y con tu padre de ello?
— No.
— Tal vez deberías. Quizá ellos podrían ayudarte con esas lagunas.
Me abraza con fuerza.
— Mira. —Me pasa los papeles que tiene en la mano, que resultan ser dos fotografías. Estiro el brazo y enciendo la lamparilla para poder examinarlas con detalle. La primera es de una casa bastante antigua con una puerta principal amarilla y una gran ventana con un tejado a dos aguas. Tiene un porche y un pequeño patio delantero. Es una casa sin nada especial.
La segunda foto es de una familia, a primera vista una familia normal de clase media: un hombre con su esposa, diría yo, y sus hijos. Los dos adultos llevan unas vulgares camisetas azules que han soportado mucho lavados. Deben de tener unos cuarenta y tantos. La mujer tiene el pelo rubio recogido y el hombre lleva el pelo cortado a cepillo muy corto. Los dos sonríen cálidamente a la cámara. El hombre rodea con el brazo los hombros de una niña adolescente con expresión hosca. Observo a los niños: dos chicos, gemelos idénticos, de unos doce años, ambos con el pelo rubio y sonriendo ampliamente a la cámara.
Hay otra niña más joven con el pelo castaño y una cinta en el cabello blanca, que frunce el ceño. Y detrás de ella, una niña pequeña con el pelo negro azabache y los ojos marrones muy abiertos, asustada, vestida con ropa desigual y agarrando una mantita de sucia.
Joder.
— Eres tú —susurro y noto el corazón en la garganta. Sé que Santana tenía cuatro años cuando murió su madre. Pero esa niña parece más pequeña. Debió de sufrir una malnutrición grave. Reprimo un sollozo y noto que se me llenan los ojos de lágrimas. Oh, mi dulce Cincuenta…
Santana asiente.
— Sí, soy yo.
— ¿Welch te ha traído estas fotos?
— Sí. Yo no me acuerdo de nada de eso. —Su voz suena átona y sin vida.
— ¿Que no recuerdas haber estado con unos padres de acogida? ¿Y por qué ibas a recordarlo? Santana, fue hace mucho tiempo. ¿Eso es lo que te preocupa?
— Recuerdo otras cosas, de antes y de después. Cuando conocí a mi madre y a mi padre. Pero eso… Es como si hubiera un gran vacío.
Se me encoge el corazón cuando la comprendo. Mi querida obsesa del control necesita que todo esté en su lugar y ahora acaba de darse cuenta de que le falta una pieza del puzle.
— ¿Marley está en esta foto?
— Sí, es la niña mayor.
Santana tiene los ojos cerrados con fuerza y se agarra a mí como si fuera un salvavidas. Le paso los dedos por el pelo mientras estudio a la niña más grande, que mira a la cámara desafiante y arrogante.
Sí, es Marley, la reconozco. Pero solo es una niña, una niña triste de ocho o nueve años que intenta ocultar su miedo detrás de esa hostilidad. Algo vuelve a mi mente.
— Cuando Marley me llamó para decirme que tenía a Rachel, me dijo que si las cosas hubieran sido diferentes podría haber sido ella.
Santana cierra otra vez los ojos y se estremece.
— ¡Esa Zorra!
— ¿Crees que ha hecho todo esto porque los López te adoptaron a ti en vez de a ella?
— ¿Quién sabe? —El tono de Santana es amargo.
— Esa mujer me importa una mierda.
— Tal vez sabía que tú y yo salíamos cuando fui a hacer la entrevista de trabajo. Quizá planeó seducirme desde el principio.
Noto que la bilis se me sube a la garganta.
— No lo creo —susurra Santana ya con los ojos abiertos.
— Las búsquedas que hizo sobre mi familia no empezaron hasta más o menos una semana después de que empezaras a trabajar en Seattle Independent Publishing. Barney sabe las fechas exactas. Y, Britt, se tiró a todas sus ayudantes. Y lo grabó. —Santana cierra los ojos y me abraza más fuerte otra vez.
Reprimiendo el escalofrío que me recorre, intento recordar las conversaciones que tuve con Rose cuando empecé en Seattle Independent Publishing. Desde el principio supe que esa mujer no era trigo limpio, pero ignoré mis instintos. Santana tiene razón; no tengo ninguna consideración por mi propia seguridad. Recuerdo la pelea que tuvimos cuando le dije que me iba a Nueva York con Marley. Madre mía… Podría haber acabado en alguna sórdida cinta de contenido sexual. Solo pensarlo me da náuseas.
Y en ese momento recuerdo las fotos que Santana guardaba de sus sumisas.
Oh, mierda. «Estamos cortadas por el mismo patrón.» No, Santana, tú no, no te pareces en nada a ella. Sigue enroscada a mi lado como una niña.
— Santana, creo que deberías hablar con tu madre y con tu padre. —No quiero moverla, así que me muevo yo y me voy metiendo más en la cama hasta que mis ojos quedan a la altura de los suyos.
Una mirada perpleja se encuentra con la mía y me recuerda a la niña de la foto.
— Deja que les llame —susurro. Ella niega con la cabeza.
— Por favor —le suplico.
Santana me mira con los ojos llenos de dolor y de dudas mientras reflexiona sobre lo que le digo.
¡Oh, Santana, por favor!
— Yo les llamaré —dice al fin.
— Bien. Podemos ir a verlos juntas o puedes ir tú sola, como prefieras.
— No, que vengan aquí.
— ¿Por qué?
— No quiero que tú vayas a ninguna parte.
— Santana, creo que podré soportar un viaje en coche.
— No. —Su voz es firme, pero me dedica una sonrisa irónica.
— De todas formas es sábado por la noche; seguro que están en alguna función.
— Llámales. Estas noticias te han alterado. Tal vez ellos puedan arrojar algo de luz sobre el tema.
Miro el reloj despertador. Son casi las siete de la tarde. Me observa impasible durante un momento.
— Vale —dice como si acabara de proponerle un desafío. Se sienta y coge el teléfono que hay en la mesita.
La rodeo con un brazo y apoyo la cabeza en su pecho mientras hace la llamada.
— ¿Papá? —Noto su sorpresa cuando Carrick coge el teléfono.
— Britt está bien. Estamos en casa. Welch acaba de irse. Ha encontrado la conexión… Es la casa de acogida en Detroit… Yo no me acuerdo de nada de eso. —La voz de Santana es apenas audible cuando dice esa última frase. Se me vuelve a encoger el corazón. La abrazo y ella me aprieta un poco el hombro.
— Sí… ¿Lo harían?… Genial. —Cuelga.
— Vienen para acá. —Suena sorprendida y me doy cuenta de que probablemente nunca antes ha pedido ayuda.
— Bien. Debería vestirme.
El brazo de Santana se aprieta a mí alrededor.
— No te vayas.
— Vale.
Me acurruco a su lado otra vez, sorprendida por el hecho de que acaba de contarme muchas cosas sobre ella… Y de una forma completamente voluntaria.
Estamos de pie en el umbral del salón. Grace me abraza con cuidado.
— Britt, Britt, querida Britt —susurra.
— Has salvado a mis hijas. ¿Cómo voy a poder darte las gracias?
Me ruborizo, conmovida y avergonzada por igual por sus palabras. Carrick me abraza también y me da un beso en la frente.
Después me abraza Rachel, aplastándome las costillas. Hago un gesto de dolor y doy un respingo, pero ella no se da cuenta.
— Gracias por salvarme de esas dos desgraciadas.
Santana la mira frunciendo el ceño.
— ¡Rachel! ¡Cuidado! Le duele…
— ¡Oh! Lo siento.
— Estoy bien —murmuro, aliviada de que me haya soltado.
Parece estar bien. Va impecablemente vestida con unos vaqueros negros ajustados y una blusa de volantes rosa pálido. Me alegro de llevar un cómodo vestido atado a la cintura y unos zapatos planos. Al menos estoy razonablemente presentable.
Corre hasta Santana y le rodea la cintura con los brazos.
Sin decir nada, Santana le pasa la foto a Grace. Ella da un respingo y se lleva la mano a la boca para contener la emoción porque reconoce instantáneamente a Santana. Carrick le rodea los hombros con el brazo mientras ella también mira la foto.
— Oh, cariño… —Grace le acaricia la mejilla a Santana.
Aparece Taylor.
— ¿Señora López? Su hermano, la señorita Fabray y el hermano de la señorita Fabray están subiendo, señora.
Santana frunce el ceño.
— Gracias, Taylor —murmura desconcertada.
— Yo llamé a Sam y le dije que veníamos. —Rachel sonríe.
— Es una fiesta de bienvenida.
Miro compasiva a mi pobre esposa mientras Grace y Carrick le lanzan una mirada a Rachel, irritados.
— Será mejor que preparemos algo de comer —declaro.
— Rachel, ¿me ayudas?
— Oh, claro, encantada.
La llevo hacia la zona de la cocina y Santana se lleva a sus padres al estudio.
A Quinn está a punto de darle una apoplejía por culpa de su justa indignación. Su furia está dirigida en parte a mí y a Santana, pero sobre todo a Marley y Elizabeth.
— Pero ¿en qué estabas pensando, Britt? —me grita cuando se enfrenta a mí en la cocina, lo que provoca que todos los ojos se giren hacia nosotras y se nos queden mirando.
— Quinn, por favor. ¡Ya me ha echado todo el mundo el mismo sermón! —replico. Ella me mira fijamente y por un momento creo que me va a someter a la charla de cómo no sucumbir a las demandas de los secuestradores de Quinn Fabray, pero solo se cruza de brazos.
— Dios mío… A veces no utilizas ese cerebro con el que naciste, Pierce —me susurra. Me da un beso en la mejilla y veo que tiene los ojos llenos de lágrimas. ¡Oh, Quinn!.
— He estado tan preocupada por ti.
— No llores o empezaré yo también.
Ella se aparta y se enjuga las lágrimas, avergonzada. Después respira hondo y recupera la compostura.
— Hablando de algo más positivo, ya hemos decidido una fecha para nuestra boda. Hemos pensado en el próximo mayo. Y claro, quiero que seas mi dama de honor.
— Oh… Quinn… Uau. ¡Felicidades!
Vaya… Pequeño Bip… ¡Junior!
— ¿Qué pasa? —pregunta malinterpretando mi gesto de alarma.
— Mmm… Es solo que me alegro tanto por ti… Buenas noticias para variar. —La rodeo con los brazos y la atraigo hacia mí para abrazarla. Mierda, mierda, mierda. ¿Cuándo llegará Bip? Calculo mentalmente cuándo debería salir de cuentas. La doctora Greene me ha dicho que estoy en cuatro o cinco semanas, así que… ¿algún día de mayo? Mierda.
Sam me pasa una copa de champán.
Oh, mierda.
Santana sale del estudio con la cara cenicienta y sigue a sus padres hasta el salón. Abre mucho los ojos cuando ve la copa en mi mano.
— Quinn —la saluda fríamente.
— Santana. —Ella es igual de fría. Suspiro.
— Señora López, está tomando medicamentos —dice mirando la copa que tengo en la mano.
Entorno los ojos. Maldita sea. Quiero una copa. Grace sonríe y viene a la cocina conmigo, cogiendo una copa de manos de Sam al pasar.
— Un sorbito no le va a hacer daño —susurra guiñándome el ojo con complicidad y levantando la copa para brindar conmigo. Santana nos mira a las dos con el ceño fruncido hasta que Sam le distrae con las últimas noticias sobre el partido entre los Mariners y los Rangers. Carrick se une a nosotras y nos rodea con el brazo a ambas. Grace le da un beso en la mejilla antes de ir a sentarse con Rachel en el sofá.
— ¿Qué tal está? —le pregunto a Carrick en un susurro cuando él y yo nos quedamos solos de pie en la cocina, observando a la familia acomodarse en los sofás. Advierto con sorpresa que Rachel y Blaine están cogidos de la mano.
— Impresionada —contesta Carrick, arrugando la frente y con cara seria.
— Recuerda tantas cosas de su vida con su madre biológica… Ojalá no recordara tantas. Pero eso… —Se detiene.
— Espero que hayamos podido ayudarla. Me alegro de que nos llamara. Ha dicho que ha sido sugerencia tuya. —La mirada de Carrick se suaviza. Me encojo de hombros y tomo un breve sorbo de champán.
— Eres muy buena para ella. Normalmente no escucha a nadie.
Frunzo el ceño. No creo que eso sea cierto. El espectro de la bruja aparece inoportunamente y su sombra es alargada en mi mente. Y sé que Santana habla con Grace, también. La he oído. Vuelvo a sentir frustración al intentar recordar su conversación en el hospital, que sigue escapándose entre mis dedos cuando intento agarrarla.
— Vamos a sentarnos, Britt. Pareces cansada. Estoy seguro de que no esperabas que apareciéramos todos aquí esta noche.
— Me alegro de verlos a todos.
Sonrío. Es cierto, me alegro. Soy una hija única que se ha casado con una familia grande y gregaria, y eso me encanta. Me acurruco al lado de Santana.
— Un sorbo —me dice entre dientes, y me quita la copa de la mano.
— Sí, señora. —Aleteo las pestañas y eso la desarma completamente. Me rodea los hombros con el brazo y vuelve a su conversación sobre tenis con Rachel y Blaine.
— Mis padres creen que eres milagrosa —me dice Santana mientras se quita la camiseta.
Estoy hecha un ovillo en la cama, disfrutando del espectáculo.
— Por lo menos tú sabes que no es verdad. —Río entre dientes.
— Oh, yo no sé nada. —Se quita los vaqueros.
— ¿Han podido ayudarte a rellenar las lagunas?
— Algunas. Viví con los Collier durante dos meses mientras mi madre y mi padre esperaban el papeleo. Ya les habían aprobado para la adopción gracias a Sam, pero la ley obliga a esperar para asegurarse de que no hay ningún pariente vivo que quiera reclamar la custodia.
— ¿Y cómo te hace sentir eso? —le susurro.
Frunce el ceño.
— ¿No tener parientes vivos? Me importa una mierda. Si se parecían a la puta adicta al crack…
Niega con la cabeza con asco.
¡Oh, Santana! Eras una niña y querías a tu madre.
Se deja el sujetador y se pone el pantalón del pijama, se mete en la cama y me atrae hacia sus brazos.
— Empiezo a recordar. Recuerdo la comida. La señora Collier cocinaba bien. Y al menos ahora sabemos por qué esa imbécil estaba tan obsesionada con mi familia.
Se pasa la mano libre por el pelo.
— ¡Joder! —exclama y se gira de repente para mirarme.
— ¿Qué?
— ¡Ahora tiene sentido! —Tiene la mirada llena de comprensión.
— ¿Qué?
— Pajarilla. La señora Collier solía llamarme «pajarilla».
Frunzo el ceño.
— ¿Y eso tiene sentido?
— La nota —me dice mirándome.
— La nota de rescate que tenía esa zorra de Rose. Decía algo así como: «¿Sabes quién soy? Porque yo sé quién eres, pajarilla».
Para mí no tiene ningún sentido.
— Es de un libro infantil. Dios mío. Los Collier lo tenían. Se llamaba… ¿Eres tú mi mamá? Mierda.
—Abre mucho los ojos—. Me encantaba ese libro.
Oh. Conozco ese libro. Se me encoje el corazón. ¡Cincuenta!
— La señora Collier me lo leía.
No sé qué decir.
— Dios mío. Lo sabía… Esa maldita lo sabía.
— ¿Se lo vas a decir a la policía?
— Sí, se lo diré. Aunque solo Dios sabe lo que va a hacer Clark con esa información.
Santana sacude la cabeza como si intentara aclarar sus pensamientos.
— De todas formas, gracias por lo de esta noche. Uau, cambio de marcha.
— ¿Por qué?
— Por reunir a mi familia en un abrir y cerrar de ojos.
— No me des las gracias a mí, dáselas a Rachel. Y a la señora Jones, por tener siempre llena la despensa.
Niega con la cabeza como si estuviera irritada. ¿Conmigo? ¿Por qué?
— ¿Qué tal se siente, señora López?
— Bien. ¿Y tú?
— Estoy bien. —Frunce el ceño porque no comprende mi preocupación.
Oh, en ese caso… Le rozo el estómago con los dedos y sigo por el camino hacia su ombligo.
Ríe y me agarra la mano.
— Oh, no. Ni se te ocurra.
Hago un mohín y ella suspira.
— Britt, Britt, Britt, ¿qué voy a hacer contigo? —Me da un beso en el pelo.
— A mí se me ocurren unas cuantas cosas.
Me retuerzo a su lado y hago una mueca cuando el dolor de mis costillas se expande por todo mi torso.
— Bella, has pasado por muchas cosas. Además, te voy a contar un cuento para dormir.
¿Ah, sí?
— Querías saberlo… —Deja la frase sin terminar, cierra los ojos y traga saliva.
Se me pone de punta todo el vello del cuerpo. Mierda.
Empieza a contar con voz suave.
— Imagínate esto. Una chica adolescente que quiere ganarse un dinerito para poder continuar con una afición secreta: la bebida y que está muy confundida con su sexualidad por que le atraen las chicas y no los chicos.
Se gira hacia un lado para que quedemos una frente a la otra y me mira a los ojos.
—. Estaba en el patio de los Lincoln, limpiando los escombros y la basura tras la ampliación que el señor Lincoln acababa de hacerle a su casa…
Oh, madre mía… Me lo va a contar.
Disfrútenlo!!
Parte III – Capítulo 24
— Por mucho que me apetezca estar besándote todo el día, el desayuno se te está enfriando — murmura Santana contra mis labios.
Me mira, ahora divertida, pero en sus ojos hay algo más oscuro, sensual.
Madre mía, ha vuelto a cambiar. Mi esposa temperamental…
— Come —me ordena con voz suave.
Trago saliva como reacción a su mirada ardiente y vuelvo a mi posición anterior en la cama, intentando no enredarme con la vía. Ella vuelve a poner la bandeja delante de mí. La avena se ha enfriado, pero las tortitas, que estaban tapadas, están bien, de hecho, mejor que bien están deliciosas.
— ¿Sabes? —murmuro entre bocados.
— Bip podría ser una niña.
Santana se pasa una mano por el pelo.
— Tres mujeres, ¿eh? —La alarma cruza su cara y la mirada oscura desaparece.
Oh, vaya.
— ¿Tienes alguna preferencia?
— ¿Preferencia?
— Niño o niña.
Frunce el ceño.
— Con que esté sano es suficiente —me dice en voz baja, claramente desconcertada por la pregunta.
— Come —repite y veo que está intentando evitar el tema.
— Estoy comiendo, estoy comiendo… No te pongas así, López.
La observo atentamente. Tiene las comisuras de los ojos arrugadas por la preocupación. Ha dicho que lo intentará, pero sé que está aterrorizada con lo del bebé. Oh, Santana, yo también. Se sienta en el sillón a mi lado y coge el Seattle Times.
— Ha vuelto a salir en los periódicos, señora López —dice con amargura.
— ¿Otra vez?
— Estos periodistas han montado todo un espectáculo a partir de la historia, pero por lo menos los hechos son bastante precisos. ¿Quieres leerlo?
Niego con la cabeza.
— Léemelo tú. Estoy comiendo.
Sonríe burlona y me lee el artículo en voz alta. Es una crónica sobre Marley y Elizabeth, que las describe como si fueran ladronas de guante blanco. Habla brevemente del rapto de Rachel, de mi implicación en su rescate y del hecho de que Marley y yo estamos en el mismo hospital. ¿Cómo consigue la prensa toda esa información? Tengo que preguntárselo a Quinn.
Cuando Santana acaba, le digo:
— Léeme algo más, por favor. Me gusta escucharte.
Ella obedece y me lee un artículo sobre el boom del negocio de los bagel y otro sobre que Boeing ha tenido que cancelar el lanzamiento de un modelo de avión. Santana frunce el ceño mientras lee, pero al escuchar su relajante voz mientras como, sabiendo que estoy bien, que Rachel está segura y que mi pequeño Bip también, siento una enorme paz a pesar de todo lo que ha pasado en los últimos días.
Entiendo que Santana esté asustada por lo del bebé, pero no puedo comprender la profundidad de su miedo. Decido que tengo que hablar más de esto con ella. Intentaré tranquilizar su mente. Lo que más me sorprende es que no le han faltado modelos positivos de comportamiento en lo que a padres se refiere.
Tanto Grace como Carrick son padres ejemplares, o eso parece. Tal vez la interferencia de la bruja le haya hecho demasiado daño. Pero lo cierto es que creo que todo tiene que ver con su madre biológica (aunque estoy segura de que lo de la señora Robinson no ayuda). Mis pensamientos se detienen porque casi recuerdo una conversación susurrada. ¡Maldita sea! Está en el borde de mi memoria; se produjo cuando estaba inconsciente. Santana hablaba con Grace. Pero las palabras se funden entre las sombras de mi mente. Oh, es frustrante.
Me pregunto si Santana me dirá alguna vez por su propia voluntad la razón por la que fue a verla o tendré que presionarla. Estoy a punto de preguntarle cuando oigo que llaman a la puerta.
El detective Clark entra en la habitación casi disculpándose. Se me cae el alma a los pies al verle, así que hace bien en disculparse de antemano.
— Señoras López ¿Interrumpo?
— Sí —responde Santana.
Clark la ignora.
— Me alegro de que esté despierta, señora López. Necesito hacerle unas preguntas sobre el jueves por la tarde. Solo rutina. ¿Es este un buen momento?
— Claro —murmuro, aunque no quiero revivir los acontecimientos del jueves.
— Mi esposa debería descansar —dice Santana molesta.
— Seré breve, señora López y además, esto significa que estaré fuera de sus vidas más bien antes que después.
Santana se levanta y le ofrece el asiento a Clark. Luego viene a sentarse a la cama conmigo, me da la mano y me la aprieta un poco para tranquilizarme.
Media hora después, Clark ha acabado. No me ha dicho nada nuevo y yo simplemente le he contado los acontecimientos del jueves con una voz vacilante pero tranquila. Santana se ha puesto pálida y ha hecho muecas en algunas partes de mi relato.
— Ojala hubieras apuntado más arriba —murmura Santana.
— Le habría hecho un favor a la humanidad, señora López —le apoya Clark.
¿Qué?
— Gracias, señora López. Es todo por ahora.
— No van a dejarla salir otra vez, ¿verdad?
— No creo que consiga la fianza esta vez, señora.
— ¿Podemos saber quién pagó la fianza? —pregunta Santana.
— No, señora. Es confidencial.
Santana frunce el ceño, pero creo que tiene sus sospechas. Clark se levanta para irse justo cuando la doctora Singh y dos residentes entran en la habitación.
Después de un exhaustivo examen, la doctora Singh declara que estoy lo bastante bien para irme a casa. Santana suspira de alivio.
— Señora López, tendrá que estar atenta a cualquier empeoramiento de los dolores de cabeza o la aparición de visión borrosa. Si ocurriera eso, debe volver al hospital inmediatamente.
Asiento intentando contener mi entusiasmo por volver a casa.
Cuando la doctora Singh se va, Santana le pregunta si tiene un momento para una breve consulta en el pasillo. Deja la puerta entreabierta mientras le hace la pregunta. Ella sonríe.
— Sí, señora López, no hay problema
Ella sonríe y vuelve a la habitación más feliz.
— ¿De qué iba eso?
— De sexo —me dice dedicándome una sonrisa maliciosa.
Oh. Me ruborizo.
— ¿Y?
— Estás en perfectas condiciones para eso. —Vuelve a sonreír.
¡Oh, Santana!
— Tengo dolor de cabeza —le digo respondiéndole con otra sonrisa.
— Lo sé. Nos mantendremos al margen por un tiempo, pero quería estar segura.
¿Al margen? Frunzo el ceño ante la punzada momentánea de decepción que siento. No estoy segura de querer que estemos al margen.
La enfermera Nora viene para quitarme el gotero. Atraviesa a Santana con la mirada. Creo que, de todas las mujeres que he conocido, ella es una de las pocas que es inmune a sus encantos. Le doy las gracias cuando se va con el gotero.
— ¿Quieres que te lleva a casa? —me pregunta Santana.
— Quiero ver a Ray primero.
— Claro.
— ¿Sabe lo del bebé?
— Creí que querrías contárselo tú. Tampoco se lo he contado a tu madre.
— ¿Que le diremos? Es decir ¿le diremos que no fue planeado y que fue un error?
— Le diremos que nos sometimos a tratamiento ¿Ok?
— Si Gracias. —Le sonrío, agradecida de que no me haya estropeado el momento de la revelación y por qué no diremos que fue un error.
— Mi madre sí lo sabe —añade.
— Vio tu historial. Se lo he dicho a mi padre, pero a nadie más. Mi madre dice que las parejas suelen esperar doce semanas más o menos… para estar seguros. —Se encoge de hombros.
— No sé si estoy lista para decírselo a Ray.
— Tengo que avisarte: está enfadadísimo. Me dijo que debía darte unos azotes.
¿Qué? Santana ríe ante mi expresión asombrada.
— Le dije que estaría encantada de hacerlo.
— ¡No! —digo con horror, aunque un eco de esa conversación en susurros vuelve lejanamente a mi memoria. Sí, Ray estuvo aquí mientras yo estaba inconsciente…
Me guiña un ojo.
— Taylor te ha traído ropa limpia. Te ayudaré a vestirte.
Como me ha dicho Santana, Ray está furioso. Creo que no le he visto nunca así de enfadado.
Santana ha decidido, sabiamente, dejarnos solos. Aunque normalmente es un hombre taciturno, hoy Ray llena la habitación del hospital con su discurso, regañándome por mi conducta irresponsable. Vuelvo a tener doce años.
Oh, papá, por favor, cálmate. Tu tensión no está para estas cosas…
— Y he tenido que vérmelas con tu madre —gruñe agitando ambas manos, irritado.
— Papá, lo siento.
— ¡Y la pobre Santana! Nunca la había visto así. Ha envejecido. Los dos hemos envejecido unos cuantos años en los últimos dos días.
— Ray, lo siento.
— Tu madre está esperando que la llames —dice en un tono más moderado.
Le doy un beso en la mejilla y por fin abandona su diatriba.
— La llamaré. De verdad que lo siento. Pero gracias por enseñarme a disparar.
Durante un momento me mira con un orgullo paterno que no puede ocultar.
— Me alegro de que sepas disparar al blanco —dice con voz áspera.
— Vete a casa y descansa.
— Te veo bien, papá. —Intento cambiar de tema.
— Tú estás pálida. —De repente su miedo es evidente. Su mirada es igual que la de Santana anoche.
Le cojo la mano.
— Estoy bien. Y prometo no volver a hacer nada parecido nunca más.
Me aprieta la mano y me atrae hacia él para darme un abrazo.
— Si te pasara algo… —susurra con la voz baja y ronca. Se le llenan los ojos de lágrimas. No estoy acostumbrada a las demostraciones de emoción por parte de mi padre.
— Papá, estoy bien. Nada que no pueda curar una ducha caliente.
Salimos por la puerta de atrás del hospital para evitar a los paparazzi que están en la entrada.
Taylor nos lleva hasta el todoterreno que nos espera.
Santana está muy callada mientras Sawyer nos lleva a casa. Yo evito la mirada de Sawyer por el retrovisor, avergonzada porque la última vez que lo vi fue cuando le di esquinazo en el banco. Llamo a mi madre, que llora y llora. Necesito casi todo el viaje hasta casa para calmarla, pero al fin lo consigo prometiéndole que iré a verla pronto. Durante toda la conversación con ella Santana me coge de la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar. Está nerviosa… Ha sucedido algo.
— ¿Qué ocurre? —le pregunto cuándo consigo librarme de mi madre.
— Welch quiere verme.
— ¿Welch? ¿Por qué?
— Ha encontrado algo sobre esa puta de Rose. —Los labios de Santana se crispan y un destello de miedo cruza su cara.
— No ha querido decírmelo por teléfono.
— Oh.
— Va a venir esta tarde desde Detroit.
— ¿Crees que ha encontrado una conexión?
Santana asiente.
— ¿Qué crees que es?
— No tengo ni idea. —Arruga la frente, perpleja.
Taylor entra en el garaje del Escala y se detiene junto al ascensor para que salgamos antes de ir a aparcar. En el garaje podemos evitar la atención de los fotógrafos que hay afuera. Santana me ayuda a salir del coche y, manteniéndome un brazo alrededor de la cintura, me lleva hasta el ascensor que espera.
— ¿Contenta de volver a casa? —me pregunta.
— Sí —susurro. Pero cuando me veo de pie en el ambiente familiar del ascensor, la enormidad de todo por lo que he pasado cae con todo su peso sobre mí y empiezo a temblar.
— Vamos… —Santana me envuelve con sus brazos y me atrae hacia ella.
— Estás en casa. Estás a salvo — me dice dándome un beso en el pelo.
— Oh, Santana. —Un dique que ni siquiera sabía que estaba ahí estalla y empiezo a sollozar.
— Shhh —me susurra Santana, acunando mi cabeza contra su pecho.
Pero ya es demasiado tarde. Sollozo contra su camiseta, abrumada, recordando el malvado ataque de Marley («¡Esto es por lo de Seattle Independent Publishing, zorra!»), el momento en que me vi obligada a decirle a Santana que le dejaba («¿Vas a dejarme?»), y el miedo, el terror que me atenazaba las entrañas por Rachel, por mí y por mi pequeño Bip.
Cuando las puertas del ascensor se abren, Santana me coge en brazos como a una niña y me lleva hasta el vestíbulo. Le rodeo el cuello con los brazos y me pego a ella gimiendo muy bajo.
Me lleva hasta nuestro baño y me deja con cuidado en la silla.
— ¿Un baño? —me pregunta.
Niego con la cabeza. No… No… No como Leila.
— ¿Y una ducha? —Tiene la voz ahogada por la preocupación.
Asiento entre lágrimas. Quiero quitarme todo lo malo de los últimos días, que se vayan con el agua los recuerdos del ataque de Marley. «Zorra cazafortunas.» Sollozo cubriéndome la cara con las manos mientras el sonido del agua que sale de la ducha resuena contra las paredes.
— Vamos… —me arrulla Santana con voz suave. Se arrodilla delante de mí, me aparta las manos de las mejillas llenas de lágrimas y me rodea la cara con las suyas. La miro y parpadeo para apartar las lágrimas.
— Estás a salvo. Los dos están a salvo —susurra.
Bip y yo. Los ojos se me llenan de lágrimas otra vez.
— Basta ya. No puedo soportar verte llorar. —Tiene la voz ronca. Me limpia las mejillas con los pulgares, pero las lágrimas siguen cayendo.
— Lo siento, Santana. Lo siento mucho por todo. Por preocuparte, por arriesgarlo todo… Por las cosas que dije.
— Shhh, bella, por favor. —Me da un beso en la frente.
— Yo soy quien lo siente. Hacen falta dos para discutir, Britt. —Me dedica una media sonrisa.
— Bueno, eso es lo que siempre dice mi madre. Dije e hice cosas de las que no estoy orgullosa. —Sus ojos se ven sombríos pero arrepentidos.
— Vamos a quitarte la ropa —dice con voz suave. Me limpio la nariz con el dorso de la mano y ella me da otro beso en la frente.
Me desnuda con eficiencia, teniendo especial cuidado al quitarme la camiseta por la cabeza. Aunque la cabeza no me duele mucho. Me ayuda a entrar en la ducha y se quita la ropa en un tiempo récord antes de meterse bajo la agradable agua caliente conmigo. Me atrae hacia sus brazos y me abraza durante mucho rato mientras el agua cae sobre nosotras, relajándonos.
Deja que llore. De vez en cuando me besa el pelo, pero no me suelta y me acuna suavemente bajo el agua caliente. Siento su piel contra la mía, sus pechos presionando los mios.
Es la mujer que tanto amo, la mujer hermosa que duda de sí misma y que he estado a punto de perder por mi imprudencia. Siento dolor y vacío al pensarlo, pero estoy agradecida de que siga aquí, todavía aquí a pesar de todo lo que ha pasado.
Todavía tiene que darme algunas explicaciones, pero ahora quiero disfrutar de esos brazos reconfortantes y protectores con los que me rodea. Y en ese momento tomo conciencia de una cosa cualquier explicación tiene que salir de ella. No puedo presionarla; tiene que querer decírmelo. No quiero ser la esposa pesada que está siempre intentando sacarle información a su esposa. Es agotador. Sé que me quiere. Sé que me ama más de lo que ha amado nunca a nadie, y por ahora eso es suficiente.
Saberlo es liberador. Dejo de llorar y me aparto un poco.
— ¿Mejor? —me pregunta.
Asiento.
— Bien. Déjame verte —me dice, y durante un instante no sé a qué se refiere, pero veo que me coge la mano y me examina el brazo sobre el que caí cuando Marley me golpeó. Tengo hematomas en el hombro y arañazos en el codo y la muñeca. Me da un beso en todos ellos. Coge una esponja y el gel de la estantería y de repente el dulce olor familiar del jazmín me llena la nariz.
— Vuélvete.
Muy lentamente me va lavando el brazo herido, después el cuello, los hombros, la espalda y el otro brazo. Me gira hacia un lado y me recorre con sus dedos largos el costado. Hago una mueca de dolor cuando pasan sobre el gran hematoma que tengo en la cadera. Los ojos de Santana se endurecen y frunce los labios. Su ira es palpable y suelta el aire con los dientes apretados.
— No me duele —digo para tranquilizarla.
Sus ardientes ojos se encuentran con los míos.
— Quiero matarla. Y casi lo hago —susurra críptica. Frunzo el ceño y me estremezco ante su expresión lúgubre. Echa más gel en la esponja y con una suavidad tierna y casi dolorosa me va lavando el costado, el culo y después se arrodilla para bajar por las piernas. Se detiene para examinarme la rodilla y me roza el hematoma con los labios antes de seguir lavándome las piernas y los pies. Extiendo la mano y le acaricio la cabeza, pasándole los dedos entre el pelo húmedo. Se pone de pie y recorre con los dedos el borde del hematoma de las costillas, donde Rose me dio la patada.
— Oh, bella —gruñe con la voz llena de angustia y los ojos oscuros por la furia.
— Estoy bien. —Acerco su cara a la mía y la beso en los labios. Duda a la hora de responderme, pero cuando mi lengua se encuentra con la suya, su cuerpo se revuelve contra el mío.
— No —susurra contra mis labios y se aparta.
— Voy a lavarte para que quedes limpia.
Su expresión es seria. Maldita sea… Lo dice en serio. Hago un mohín y el ambiente entre nosotras se relaja un instante. Me sonríe y me da un beso breve.
— Limpia —repite.
— No sucia.
— Me gusta más sucia.
— A mí también, señora López. Pero ahora no, aquí no. —Coge el champú y antes de que pueda persuadirle de otra cosa, empieza a lavarme el pelo.
También me gusta estar limpia, la verdad. Me siento fresca y revitalizada y no sé si es por la ducha, por el llanto o por la decisión de dejar de agobiar a Santana. Ella me envuelve en una toalla grande y se rodea los pechos con otra mientras yo me seco el pelo con cuidado. Me duele la cabeza, pero es un dolor sordo y persistente que se puede soportar. La doctora Singh me ha dado más analgésicos, pero me ha dicho que no me los tome a no ser que sea absolutamente necesario.
Mientras me seco el pelo, pienso en Elizabeth.
— Sigo sin entender por qué Elizabeth estaba involucrada con Marley.
— Yo sí —murmura Santana con mal humor.
Eso es nuevo para mí. La miro con el ceño fruncido, pero me distrae. Se está secando el pelo con una toalla y tiene el cuello y los hombros todavía húmedos con gotas de agua que brillan bajo los halógenos. Para un momento y me sonríe.
— ¿Disfrutando de la vista?
— ¿Cómo lo sabes? —le pregunto intentando ignorar que me ha pillado mirándola fijamente.
— ¿Que te gusta la vista? —bromea.
— No —digo con el ceño fruncido.
— Lo de Elizabeth.
— El detective Clark lo dejó caer.
La miro con una expresión que dice «cuéntamelo». Vuelve a la superficie otro molesto recuerdo de cuando estaba inconsciente. Clark estuvo en mi habitación. Ojalá me acordara de lo que dijo.
— Rose tenía vídeos. Vídeos de todas, en varias memorias USB.
¿Qué? Frunzo tanto el ceño que empieza a tirarme la piel de la frente.
— Vídeos de ella follando con ella y con todas sus ayudantes.
¡Oh!
— Exacto. Las chantajeaba con ese material. Y le gusta el sexo duro. —Santana frunce el ceño y veo que por su cara cruza la confusión y después el asco. Palidece cuando ese asco se convierte en odio por sí misma. Claro… A Santana también le gusta el sexo duro.
— No. —La palabra sale de mi boca antes de que pueda detenerla.
Su ceño se hace más profundo.
— ¿No qué? —Se queda parada y me mira con aprensión.
— Tú no te pareces en nada a ella.
Los ojos de Santana se endurecen pero no dice nada, lo que me confirma que eso era exactamente lo que estaba pensando.
— No eres como ella —digo con voz firme.
— Estamos cortadas por el mismo patrón.
— No, no es cierto —respondo, aunque entiendo por qué lo piensa.
Recuerdo la información que Santana nos contó cuando íbamos a Aspen en el avión: «Su padre murió en una pelea en un bar. Su madre se ahogó en alcohol para olvidar. De pequeña no hizo más que entrar y salir de casas de acogida… Y meterse en problemas. Sobre todo robos de coches. Pasó un tiempo en un centro de menores».
— Las dos tienen un pasado problemático y las dos nacieron en Detroit, eso es todo, Santana.
Cierro las manos para convertirlas en puños y las apoyo en las caderas.
— Britt, tu fe en mí es conmovedora teniendo en cuenta lo que ha pasado en los últimos días. Sabremos más cuando venga Welch —dice para zanjar el tema.
— Santana…
Me detiene con un beso.
— Basta —me dice, y yo recuerdo que acabo de prometerme a mí misma que no le iba a presionar para que me dé información.
— Y no me hagas un mohín —añade.
— Vamos. Deja que te seque el pelo.
Y sé que con eso el tema está zanjado.
Después de vestirme con pantalones de chándal y una camiseta, me siento entre las piernas de Santana mientras me seca el pelo.
— ¿Te dijo Clark algo más mientras yo estaba inconsciente?
— No que yo recuerde.
— Oí alguna de tus conversaciones.
Deja de cepillarme el pelo.
— ¿Ah, sí? —me pregunta en un tono despreocupado.
— Sí, con mi padre, con tu padre, con el detective Clark… Y con tu madre.
— ¿Y con Quinn?
— ¿Quinn estuvo allí?
— Sí, brevemente. Está furiosa contigo.
Me giro en su regazo.
— Deja ya ese rollo de «todo el mundo está enfadado contigo, Britt», ¿vale?
— Solo te digo la verdad —responde Santana, divertida por mi arrebato.
— Sí, fue algo imprudente, pero ya lo sabes, tu hermana estaba en peligro.
Su expresión se vuelve seria.
— Sí, cierto. —Apaga el secador y lo deja en la cama a su lado. Me coge la barbilla.
— Gracias —me dice sorprendiéndome.
— Pero ni una sola imprudencia más. La próxima vez te azotaré hasta que ya no lo puedas soportar más.
Doy un respingo.
— ¡No te atreverás!
— Sí me atreveré. —Está seria. Madre mía. Muy seria.
— Y tengo el permiso de tu padrastro. —Sonríe burlona. Está bromeando. ¿O no? Me lanzo contra ella y ella se gira, así que ambas caemos sobre la cama, yo entre sus brazos. Cuando aterrizamos siento el dolor de las costillas y hago una mueca.
Santana se queda pálida.
— ¡Haz el favor de comportarte! —me reprende y veo que por un momento está enfadada.
— Lo siento —murmuro acariciándole la mejilla.
Me acaricia la mano con la nariz y le da un beso suave.
— Britt, es que nunca te preocupas por tu propia seguridad. —Me levanta un poco el dobladillo de la camiseta y coloca los dedos sobre mi vientre. Yo dejo de respirar.
— Y ahora ya no se trata solo de ti — susurra, y recorre con las yemas de los dedos la cintura de los pantalones del chándal, acariciándome la piel. El deseo explota en mi sangre, inesperado, caliente y fuerte. Doy un respingo y Santana se pone tensa, detiene el movimiento de sus dedos y me mira. Sube la mano y me coloca un mechón de pelo tras la oreja.
— No —susurra.
¿Qué?
— No me mires así. He visto los hematomas. Y la respuesta es no. —Su voz es firme y me da un beso en la frente.
Me retuerzo.
— Santana —gimoteo.
— No. A la cama —me ordena y se sienta.
— ¿A la cama?
— Necesitas descansar.
— Te necesito a ti.
Cierra los ojos y niega con la cabeza, como si le estuviera costando un gran esfuerzo. Cuando vuelve a abrirlos, los ojos le brillan por la resolución.
— Haz lo que te he dicho, Britt.
Estoy tentada de quitarme la ropa, pero recuerdo los hematomas y sé que así no conseguiré convencerla.
Asiento a regañadientes.
— Vale —concedo, pero hago un mohín deliberadamente exagerado.
Ella sonríe divertida.
— Te traeré algo de comer.
— ¿Vas a cocinar tú? —No me lo puedo creer.
Se ríe.
— Voy a calentar algo. La señora Jones ha estado ocupada.
— Santana, yo lo haré. Estoy bien. Si tengo ganas de sexo, seguro que puedo cocinar… Me siento con dificultad, intentando ocultar el dolor que me provocan las costillas.
— ¡A la cama! —Los ojos de Santana centellean y señala la almohada.
— Ven conmigo —susurro deseando llevar algo más seductor que pantalones de chándal y una camiseta.
— Britt, métete en la cama. Ahora.
La miro con el ceño fruncido, me levanto y dejo caer al suelo los pantalones de una forma muy poco ceremoniosa, sin dejar de mirarla todo el tiempo. Sus labios se curvan divertidos mientras aparta la colcha.
— Ya has oído a la doctora Singh. Ha dicho que descanses. —Su voz es más suave. Me meto en la cama y cruzo los brazos, frustrada.
— Quédate ahí —dice. Está disfrutando de esto, es evidente.
Yo frunzo el ceño aún más.
El estofado de pollo de la señora Jones es, sin duda, uno de mis platos favoritos. Santana come conmigo, sentada con las piernas cruzadas en medio de la cama.
— Lo has calentado muy bien —le digo con una sonrisa burlona y ella me la devuelve. Estoy llena y me está entrando sueño. ¿Sería ese su plan?
— Pareces cansada. —Me recoge la bandeja.
— Lo estoy.
— Bien. Duerme. —Me da un beso.
— Tengo que hacer unas cosas de trabajo. Las haré aquí, si no te importa.
Asiento mientras libro una batalla perdida contra mis párpados. No tenía ni idea de que el estofado de pollo podía ser tan agotador.
Está oscureciendo cuando me despierto. Una luz rosa pálido inunda la habitación. Santana está sentada en el sillón mirándome, con los ojos iluminados por la luz. Tiene unos papeles en la mano y la cara cenicienta.
¡Oh, Dios mío!
— ¿Qué ocurre? —le pregunto sentándome bruscamente e ignorando la protesta de mis costillas.
— Welch acaba de irse.
Oh, mierda…
— ¿Y?
— Yo viví con esa puta —susurra.
— ¿Que viviste? ¿Con Marley?
Asiente con los ojos como platos.
— ¿Están emparentadas?
— No, Dios mío, no.
Me giro, aparto la colcha y le invito a venir a la cama a mi lado. Para mi sorpresa, no lo duda un segundo. Se quita los zapatos y se mete en la cama junto a mí. Rodeándome con un brazo se acurruca y apoya la cabeza en mi regazo. Estoy asombrada. ¿Qué es esto?
— No lo entiendo —murmuro acariciándole el pelo y mirándola. Santana cierra los ojos y arruga la frente, como si se esforzara por recordar.
— Después de que me encontraran con la puta adicta al crack y antes de irme a vivir con Carrick y Grace, estuve un tiempo bajo la custodia del estado de Michigan. Viví en una casa de acogida. Pero no recuerdo nada de entonces.
La mente me va a mil por hora. ¿Una casa de acogida? Eso es nuevo para las dos.
— ¿Cuánto tiempo? —le susurro.
— Dos meses o así. Yo no recuerdo nada.
— ¿Has hablado con tu madre y con tu padre de ello?
— No.
— Tal vez deberías. Quizá ellos podrían ayudarte con esas lagunas.
Me abraza con fuerza.
— Mira. —Me pasa los papeles que tiene en la mano, que resultan ser dos fotografías. Estiro el brazo y enciendo la lamparilla para poder examinarlas con detalle. La primera es de una casa bastante antigua con una puerta principal amarilla y una gran ventana con un tejado a dos aguas. Tiene un porche y un pequeño patio delantero. Es una casa sin nada especial.
La segunda foto es de una familia, a primera vista una familia normal de clase media: un hombre con su esposa, diría yo, y sus hijos. Los dos adultos llevan unas vulgares camisetas azules que han soportado mucho lavados. Deben de tener unos cuarenta y tantos. La mujer tiene el pelo rubio recogido y el hombre lleva el pelo cortado a cepillo muy corto. Los dos sonríen cálidamente a la cámara. El hombre rodea con el brazo los hombros de una niña adolescente con expresión hosca. Observo a los niños: dos chicos, gemelos idénticos, de unos doce años, ambos con el pelo rubio y sonriendo ampliamente a la cámara.
Hay otra niña más joven con el pelo castaño y una cinta en el cabello blanca, que frunce el ceño. Y detrás de ella, una niña pequeña con el pelo negro azabache y los ojos marrones muy abiertos, asustada, vestida con ropa desigual y agarrando una mantita de sucia.
Joder.
— Eres tú —susurro y noto el corazón en la garganta. Sé que Santana tenía cuatro años cuando murió su madre. Pero esa niña parece más pequeña. Debió de sufrir una malnutrición grave. Reprimo un sollozo y noto que se me llenan los ojos de lágrimas. Oh, mi dulce Cincuenta…
Santana asiente.
— Sí, soy yo.
— ¿Welch te ha traído estas fotos?
— Sí. Yo no me acuerdo de nada de eso. —Su voz suena átona y sin vida.
— ¿Que no recuerdas haber estado con unos padres de acogida? ¿Y por qué ibas a recordarlo? Santana, fue hace mucho tiempo. ¿Eso es lo que te preocupa?
— Recuerdo otras cosas, de antes y de después. Cuando conocí a mi madre y a mi padre. Pero eso… Es como si hubiera un gran vacío.
Se me encoge el corazón cuando la comprendo. Mi querida obsesa del control necesita que todo esté en su lugar y ahora acaba de darse cuenta de que le falta una pieza del puzle.
— ¿Marley está en esta foto?
— Sí, es la niña mayor.
Santana tiene los ojos cerrados con fuerza y se agarra a mí como si fuera un salvavidas. Le paso los dedos por el pelo mientras estudio a la niña más grande, que mira a la cámara desafiante y arrogante.
Sí, es Marley, la reconozco. Pero solo es una niña, una niña triste de ocho o nueve años que intenta ocultar su miedo detrás de esa hostilidad. Algo vuelve a mi mente.
— Cuando Marley me llamó para decirme que tenía a Rachel, me dijo que si las cosas hubieran sido diferentes podría haber sido ella.
Santana cierra otra vez los ojos y se estremece.
— ¡Esa Zorra!
— ¿Crees que ha hecho todo esto porque los López te adoptaron a ti en vez de a ella?
— ¿Quién sabe? —El tono de Santana es amargo.
— Esa mujer me importa una mierda.
— Tal vez sabía que tú y yo salíamos cuando fui a hacer la entrevista de trabajo. Quizá planeó seducirme desde el principio.
Noto que la bilis se me sube a la garganta.
— No lo creo —susurra Santana ya con los ojos abiertos.
— Las búsquedas que hizo sobre mi familia no empezaron hasta más o menos una semana después de que empezaras a trabajar en Seattle Independent Publishing. Barney sabe las fechas exactas. Y, Britt, se tiró a todas sus ayudantes. Y lo grabó. —Santana cierra los ojos y me abraza más fuerte otra vez.
Reprimiendo el escalofrío que me recorre, intento recordar las conversaciones que tuve con Rose cuando empecé en Seattle Independent Publishing. Desde el principio supe que esa mujer no era trigo limpio, pero ignoré mis instintos. Santana tiene razón; no tengo ninguna consideración por mi propia seguridad. Recuerdo la pelea que tuvimos cuando le dije que me iba a Nueva York con Marley. Madre mía… Podría haber acabado en alguna sórdida cinta de contenido sexual. Solo pensarlo me da náuseas.
Y en ese momento recuerdo las fotos que Santana guardaba de sus sumisas.
Oh, mierda. «Estamos cortadas por el mismo patrón.» No, Santana, tú no, no te pareces en nada a ella. Sigue enroscada a mi lado como una niña.
— Santana, creo que deberías hablar con tu madre y con tu padre. —No quiero moverla, así que me muevo yo y me voy metiendo más en la cama hasta que mis ojos quedan a la altura de los suyos.
Una mirada perpleja se encuentra con la mía y me recuerda a la niña de la foto.
— Deja que les llame —susurro. Ella niega con la cabeza.
— Por favor —le suplico.
Santana me mira con los ojos llenos de dolor y de dudas mientras reflexiona sobre lo que le digo.
¡Oh, Santana, por favor!
— Yo les llamaré —dice al fin.
— Bien. Podemos ir a verlos juntas o puedes ir tú sola, como prefieras.
— No, que vengan aquí.
— ¿Por qué?
— No quiero que tú vayas a ninguna parte.
— Santana, creo que podré soportar un viaje en coche.
— No. —Su voz es firme, pero me dedica una sonrisa irónica.
— De todas formas es sábado por la noche; seguro que están en alguna función.
— Llámales. Estas noticias te han alterado. Tal vez ellos puedan arrojar algo de luz sobre el tema.
Miro el reloj despertador. Son casi las siete de la tarde. Me observa impasible durante un momento.
— Vale —dice como si acabara de proponerle un desafío. Se sienta y coge el teléfono que hay en la mesita.
La rodeo con un brazo y apoyo la cabeza en su pecho mientras hace la llamada.
— ¿Papá? —Noto su sorpresa cuando Carrick coge el teléfono.
— Britt está bien. Estamos en casa. Welch acaba de irse. Ha encontrado la conexión… Es la casa de acogida en Detroit… Yo no me acuerdo de nada de eso. —La voz de Santana es apenas audible cuando dice esa última frase. Se me vuelve a encoger el corazón. La abrazo y ella me aprieta un poco el hombro.
— Sí… ¿Lo harían?… Genial. —Cuelga.
— Vienen para acá. —Suena sorprendida y me doy cuenta de que probablemente nunca antes ha pedido ayuda.
— Bien. Debería vestirme.
El brazo de Santana se aprieta a mí alrededor.
— No te vayas.
— Vale.
Me acurruco a su lado otra vez, sorprendida por el hecho de que acaba de contarme muchas cosas sobre ella… Y de una forma completamente voluntaria.
Estamos de pie en el umbral del salón. Grace me abraza con cuidado.
— Britt, Britt, querida Britt —susurra.
— Has salvado a mis hijas. ¿Cómo voy a poder darte las gracias?
Me ruborizo, conmovida y avergonzada por igual por sus palabras. Carrick me abraza también y me da un beso en la frente.
Después me abraza Rachel, aplastándome las costillas. Hago un gesto de dolor y doy un respingo, pero ella no se da cuenta.
— Gracias por salvarme de esas dos desgraciadas.
Santana la mira frunciendo el ceño.
— ¡Rachel! ¡Cuidado! Le duele…
— ¡Oh! Lo siento.
— Estoy bien —murmuro, aliviada de que me haya soltado.
Parece estar bien. Va impecablemente vestida con unos vaqueros negros ajustados y una blusa de volantes rosa pálido. Me alegro de llevar un cómodo vestido atado a la cintura y unos zapatos planos. Al menos estoy razonablemente presentable.
Corre hasta Santana y le rodea la cintura con los brazos.
Sin decir nada, Santana le pasa la foto a Grace. Ella da un respingo y se lleva la mano a la boca para contener la emoción porque reconoce instantáneamente a Santana. Carrick le rodea los hombros con el brazo mientras ella también mira la foto.
— Oh, cariño… —Grace le acaricia la mejilla a Santana.
Aparece Taylor.
— ¿Señora López? Su hermano, la señorita Fabray y el hermano de la señorita Fabray están subiendo, señora.
Santana frunce el ceño.
— Gracias, Taylor —murmura desconcertada.
— Yo llamé a Sam y le dije que veníamos. —Rachel sonríe.
— Es una fiesta de bienvenida.
Miro compasiva a mi pobre esposa mientras Grace y Carrick le lanzan una mirada a Rachel, irritados.
— Será mejor que preparemos algo de comer —declaro.
— Rachel, ¿me ayudas?
— Oh, claro, encantada.
La llevo hacia la zona de la cocina y Santana se lleva a sus padres al estudio.
A Quinn está a punto de darle una apoplejía por culpa de su justa indignación. Su furia está dirigida en parte a mí y a Santana, pero sobre todo a Marley y Elizabeth.
— Pero ¿en qué estabas pensando, Britt? —me grita cuando se enfrenta a mí en la cocina, lo que provoca que todos los ojos se giren hacia nosotras y se nos queden mirando.
— Quinn, por favor. ¡Ya me ha echado todo el mundo el mismo sermón! —replico. Ella me mira fijamente y por un momento creo que me va a someter a la charla de cómo no sucumbir a las demandas de los secuestradores de Quinn Fabray, pero solo se cruza de brazos.
— Dios mío… A veces no utilizas ese cerebro con el que naciste, Pierce —me susurra. Me da un beso en la mejilla y veo que tiene los ojos llenos de lágrimas. ¡Oh, Quinn!.
— He estado tan preocupada por ti.
— No llores o empezaré yo también.
Ella se aparta y se enjuga las lágrimas, avergonzada. Después respira hondo y recupera la compostura.
— Hablando de algo más positivo, ya hemos decidido una fecha para nuestra boda. Hemos pensado en el próximo mayo. Y claro, quiero que seas mi dama de honor.
— Oh… Quinn… Uau. ¡Felicidades!
Vaya… Pequeño Bip… ¡Junior!
— ¿Qué pasa? —pregunta malinterpretando mi gesto de alarma.
— Mmm… Es solo que me alegro tanto por ti… Buenas noticias para variar. —La rodeo con los brazos y la atraigo hacia mí para abrazarla. Mierda, mierda, mierda. ¿Cuándo llegará Bip? Calculo mentalmente cuándo debería salir de cuentas. La doctora Greene me ha dicho que estoy en cuatro o cinco semanas, así que… ¿algún día de mayo? Mierda.
Sam me pasa una copa de champán.
Oh, mierda.
Santana sale del estudio con la cara cenicienta y sigue a sus padres hasta el salón. Abre mucho los ojos cuando ve la copa en mi mano.
— Quinn —la saluda fríamente.
— Santana. —Ella es igual de fría. Suspiro.
— Señora López, está tomando medicamentos —dice mirando la copa que tengo en la mano.
Entorno los ojos. Maldita sea. Quiero una copa. Grace sonríe y viene a la cocina conmigo, cogiendo una copa de manos de Sam al pasar.
— Un sorbito no le va a hacer daño —susurra guiñándome el ojo con complicidad y levantando la copa para brindar conmigo. Santana nos mira a las dos con el ceño fruncido hasta que Sam le distrae con las últimas noticias sobre el partido entre los Mariners y los Rangers. Carrick se une a nosotras y nos rodea con el brazo a ambas. Grace le da un beso en la mejilla antes de ir a sentarse con Rachel en el sofá.
— ¿Qué tal está? —le pregunto a Carrick en un susurro cuando él y yo nos quedamos solos de pie en la cocina, observando a la familia acomodarse en los sofás. Advierto con sorpresa que Rachel y Blaine están cogidos de la mano.
— Impresionada —contesta Carrick, arrugando la frente y con cara seria.
— Recuerda tantas cosas de su vida con su madre biológica… Ojalá no recordara tantas. Pero eso… —Se detiene.
— Espero que hayamos podido ayudarla. Me alegro de que nos llamara. Ha dicho que ha sido sugerencia tuya. —La mirada de Carrick se suaviza. Me encojo de hombros y tomo un breve sorbo de champán.
— Eres muy buena para ella. Normalmente no escucha a nadie.
Frunzo el ceño. No creo que eso sea cierto. El espectro de la bruja aparece inoportunamente y su sombra es alargada en mi mente. Y sé que Santana habla con Grace, también. La he oído. Vuelvo a sentir frustración al intentar recordar su conversación en el hospital, que sigue escapándose entre mis dedos cuando intento agarrarla.
— Vamos a sentarnos, Britt. Pareces cansada. Estoy seguro de que no esperabas que apareciéramos todos aquí esta noche.
— Me alegro de verlos a todos.
Sonrío. Es cierto, me alegro. Soy una hija única que se ha casado con una familia grande y gregaria, y eso me encanta. Me acurruco al lado de Santana.
— Un sorbo —me dice entre dientes, y me quita la copa de la mano.
— Sí, señora. —Aleteo las pestañas y eso la desarma completamente. Me rodea los hombros con el brazo y vuelve a su conversación sobre tenis con Rachel y Blaine.
— Mis padres creen que eres milagrosa —me dice Santana mientras se quita la camiseta.
Estoy hecha un ovillo en la cama, disfrutando del espectáculo.
— Por lo menos tú sabes que no es verdad. —Río entre dientes.
— Oh, yo no sé nada. —Se quita los vaqueros.
— ¿Han podido ayudarte a rellenar las lagunas?
— Algunas. Viví con los Collier durante dos meses mientras mi madre y mi padre esperaban el papeleo. Ya les habían aprobado para la adopción gracias a Sam, pero la ley obliga a esperar para asegurarse de que no hay ningún pariente vivo que quiera reclamar la custodia.
— ¿Y cómo te hace sentir eso? —le susurro.
Frunce el ceño.
— ¿No tener parientes vivos? Me importa una mierda. Si se parecían a la puta adicta al crack…
Niega con la cabeza con asco.
¡Oh, Santana! Eras una niña y querías a tu madre.
Se deja el sujetador y se pone el pantalón del pijama, se mete en la cama y me atrae hacia sus brazos.
— Empiezo a recordar. Recuerdo la comida. La señora Collier cocinaba bien. Y al menos ahora sabemos por qué esa imbécil estaba tan obsesionada con mi familia.
Se pasa la mano libre por el pelo.
— ¡Joder! —exclama y se gira de repente para mirarme.
— ¿Qué?
— ¡Ahora tiene sentido! —Tiene la mirada llena de comprensión.
— ¿Qué?
— Pajarilla. La señora Collier solía llamarme «pajarilla».
Frunzo el ceño.
— ¿Y eso tiene sentido?
— La nota —me dice mirándome.
— La nota de rescate que tenía esa zorra de Rose. Decía algo así como: «¿Sabes quién soy? Porque yo sé quién eres, pajarilla».
Para mí no tiene ningún sentido.
— Es de un libro infantil. Dios mío. Los Collier lo tenían. Se llamaba… ¿Eres tú mi mamá? Mierda.
—Abre mucho los ojos—. Me encantaba ese libro.
Oh. Conozco ese libro. Se me encoje el corazón. ¡Cincuenta!
— La señora Collier me lo leía.
No sé qué decir.
— Dios mío. Lo sabía… Esa maldita lo sabía.
— ¿Se lo vas a decir a la policía?
— Sí, se lo diré. Aunque solo Dios sabe lo que va a hacer Clark con esa información.
Santana sacude la cabeza como si intentara aclarar sus pensamientos.
— De todas formas, gracias por lo de esta noche. Uau, cambio de marcha.
— ¿Por qué?
— Por reunir a mi familia en un abrir y cerrar de ojos.
— No me des las gracias a mí, dáselas a Rachel. Y a la señora Jones, por tener siempre llena la despensa.
Niega con la cabeza como si estuviera irritada. ¿Conmigo? ¿Por qué?
— ¿Qué tal se siente, señora López?
— Bien. ¿Y tú?
— Estoy bien. —Frunce el ceño porque no comprende mi preocupación.
Oh, en ese caso… Le rozo el estómago con los dedos y sigo por el camino hacia su ombligo.
Ríe y me agarra la mano.
— Oh, no. Ni se te ocurra.
Hago un mohín y ella suspira.
— Britt, Britt, Britt, ¿qué voy a hacer contigo? —Me da un beso en el pelo.
— A mí se me ocurren unas cuantas cosas.
Me retuerzo a su lado y hago una mueca cuando el dolor de mis costillas se expande por todo mi torso.
— Bella, has pasado por muchas cosas. Además, te voy a contar un cuento para dormir.
¿Ah, sí?
— Querías saberlo… —Deja la frase sin terminar, cierra los ojos y traga saliva.
Se me pone de punta todo el vello del cuerpo. Mierda.
Empieza a contar con voz suave.
— Imagínate esto. Una chica adolescente que quiere ganarse un dinerito para poder continuar con una afición secreta: la bebida y que está muy confundida con su sexualidad por que le atraen las chicas y no los chicos.
Se gira hacia un lado para que quedemos una frente a la otra y me mira a los ojos.
—. Estaba en el patio de los Lincoln, limpiando los escombros y la basura tras la ampliación que el señor Lincoln acababa de hacerle a su casa…
Oh, madre mía… Me lo va a contar.
O_o***** - Mensajes : 250
Fecha de inscripción : 05/05/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
holap,....
me encanta el capitulo lastima que quedan dos para terminar!!!!
san cuida a britt y a bip super tierna va siempre lo fue,... pero nunca lo mostró!!!!!!
al fin san le va a contar todo a britt,.... va ser intenso!!!!!!
quiero ya el otro capitulo,.... y a la veces no pero bueno!!!!!
nos leemos,...
LU!!!!
PD: sobre el proximo libro de 50 sobras,... puede ser 1 (el 4to y final) o convertirse en 3 (4to, 5to y 6to)<---(esto salio del circulo intimo de la autora) con la perspectiva de chris,..... como la tubo anastacia en los primeros tres libros,.... pero eso todavía no esta decidido por lo de la película que se esta filmando ahora!!!!!
me encanta el capitulo lastima que quedan dos para terminar!!!!
san cuida a britt y a bip super tierna va siempre lo fue,... pero nunca lo mostró!!!!!!
al fin san le va a contar todo a britt,.... va ser intenso!!!!!!
quiero ya el otro capitulo,.... y a la veces no pero bueno!!!!!
nos leemos,...
LU!!!!
PD: sobre el proximo libro de 50 sobras,... puede ser 1 (el 4to y final) o convertirse en 3 (4to, 5to y 6to)<---(esto salio del circulo intimo de la autora) con la perspectiva de chris,..... como la tubo anastacia en los primeros tres libros,.... pero eso todavía no esta decidido por lo de la película que se esta filmando ahora!!!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
al fin santana se ha abierto totalmente a britt contandole todo lo referente a su pasado, ahora solo falta que le hable de la dichosa sra. Robinson!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
SE LO VA A CONTAR!
Dios me a gustado este capitulo
Bueno todos los capitulos!
Hasta tu pronta actualizacion
Saludos
Dios me a gustado este capitulo
Bueno todos los capitulos!
Hasta tu pronta actualizacion
Saludos
Jane0_o- - Mensajes : 1160
Fecha de inscripción : 16/08/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Po Dios que capitulo de revelaciones y creo que el proxima va a ser mas intenso!!
Ya quiero el proximo por favor!!
Saludos
Ya quiero el proximo por favor!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
Se lo va a contar *-* pero quiero demasiados detalles que creo que no va a dar. :( Me ah encantado este capítulo.
No tardes en actualizar!! Por favor!!! :)
No tardes en actualizar!! Por favor!!! :)
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
OH POR DIOS. OH POR DIOS OH POR DIOS!!!! Se lo va a contar!!!!!! Dios no se sí estar feliz o triste porque se acaba la tercera parte.... Tengo un monton de sentimientos encontrados :-/ ..... Oh San <3 .... Es imposible no amarla y me encanta Britt siempre tan comprensiva apoyándola en todo........ Espero con ansias el próximo capitulo. Besos.@-}--
Vio_Snixx** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 11/03/2013
Edad : 27
Re: BRITTANA FanFic - 50 Sombras de López...
...Decir que el capítulo estuvo excelente no es nada nuevo, ¿cierto? xD
Gracias por actualizar, me estaba volviendo loca por la espera jaja
hasta la próxima Nina :D
Gracias por actualizar, me estaba volviendo loca por la espera jaja
hasta la próxima Nina :D
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
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