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FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 37
Agosto de 2011
Cambridge, Massachusetts
Cuando Britt y San volvieron a casa la última semana de agosto, se encontraron una plétora de correo por abrir Santana miró por encima a los sobres que Rebecca había dejado ordenados sobre el escritorio y decidió deshacer la maleta antes.
Britt se quedó en el estudio echó un vistazo a la puerta y se levantó silenciosamente para cerrarla.
Sabía que estaba a punto de violar la confianza de Santana, pero se dijo que sus acciones estaban justificadas por el silencio de ella y su negativa a contarle qué le pasaba.
En el escritorio había un cajón que ella nunca abría hasta entonces, ella tampoco se había atrevido nunca a abrirlo.
Un día, Santana la encontró a punto de hacerlo mientras buscaba papel para la impresora y lo cerró diciéndole que allí guardaba recuerdos que no le gustaba recordar. Luego la distrajo sentándola sobre su regazo en la butaca de terciopelo rojo y haciéndole el amor.
Desde aquel día, Britt no había vuelto a abrir el cajón. Pero en ese momento, frustrada y preocupada, se sentó a la mesa dispuesta a buscar por su cuenta las respuestas que su esposa se negaba a darle. Había pensado que le contaría lo que le preocupaba en Florencia, pero no lo hizo.
Sinceramente, estaba asustada, y no sabía cómo actuar.
Si ella no estaba dispuesta a hablar, tal vez sus recuerdos lo harían.
Las ilustraciones de Botticelli, que habían pasado mucho tiempo guardadas en una caja de madera en ese mismo cajón, ya no estaban allí. Estaban en un lugar mucho más adecuado como era la Galería de los Uffizi. Con cuidado, Britt cogió el primer objeto y lo sostuvo en la mano.
Era el reloj de bolsillo de su abuelo. En Toronto se lo había visto llevar a Santana alguna vez, pero desde que estaban en Cambridge no lo había sacado del cajón. Era un reloj de oro con una larga cadena que acababa en un llavero en forma de pez. Abriéndolo con cuidado, leyó la inscripción:
Para William,
Mi amado esposo.
Te quiere, Jean
Britt volvió a cerrarlo y lo dejó encima de la mesa.
El siguiente objeto que encontró fue una vieja muñeca de trapo que había conocido días mejores. Se la imaginó de pequeña, aferrándose a la muñeca y exigiendo que se la llevaran cuando se marcharon de Nueva York. Se le encogió el estómago.
Dejó la muñeca sobre la mesa y volvió a concentrarse en el cajón. Vio una caja de madera y la abrió.
Dentro encontró un collar de grandes perlas de los Mares del Sur y un anillo de brillantes Britt lo examinó buscando una inscripción, pero no había ninguna. Encontró también dos pulseras de plata y otro collar, todo de Tiffany’s.
Las joyas tenían que ser de la madre de Santana, pero se preguntó de dónde las habría sacado ella le había hablado varias veces de la precariedad en la que habían vivido su madre y ella ¿Cómo podía ser que alguien tan pobre tuviera esas joyas? ¿Por qué no las había vendido cuando el dinero empezó a escasear?
Britt negó con la cabeza. La infancia de Santana había sido trágica, pero, sin duda, la vida de su madre también.
Cerró la caja y se centró en las fotografías que encontró dentro de varios sobres. Les echó un vistazo rápido. Había fotos de ella y de su madre. También unas cuantas de un hombre solo y una mujer sola. Debían de ser los padres de Santana, pero, curiosamente, en ninguna foto estaban juntos.
La madre tenía el pelo oscuro como el de su hija, pero a diferencia de ésta, tenía los ojos claros, que destacaban sobre su piel pálida. Era de rasgos delicados y muy hermosa.
El padre de Santana tenía el pelo gris y penetrantes ojos color café Era un hombre maduro, pero seguía siendo atractivo, aunque tenía un aire duro e implacable que a Britt no le gustó. En las fotografías casi nunca sonreía.
En la parte trasera del cajón, debajo de un viejo osito de peluche, encontró un diario personal. En la guarda delantera había escrito:
Propiedad de Suzanne Elizabeth López.
Britt abrió una página al azar y leyó:
Estoy embarazada.
Owen quiere que aborte.
Me ha dado dinero y me ha dicho que concertará cita con el médico dice que si le hago este favor, buscará la manera de que estemos juntos Pero no me veo capaz de hacerlo.
Britt cerró el diario de golpe y lo guardó apresuradamente al fondo del cajón Santana podría entrar en cualquier momento y se enfadaría mucho si descubría lo que había hecho.
Ella ya se arrepentía. Tenía las palabras de Suzanne López grabadas en la mente. Si Santana leyera aquel diario, odiaría aún más a su padre.
Dejó el peluche donde lo había encontrado, junto con las fotos y la caja de las joyas. Estaba a punto de guardar la muñeca cuando se fijó en la carta que estaba encima de la pila del correo que había llegado en su ausencia.
No reconoció la caligrafía, pero no hacía falta. El nombre y la dirección de Paulina estaban claramente escritos en una esquina del sobre. No sabía cómo lo había hecho, pero el caso era que ella había descubierto la nueva dirección de Santana y le había enviado una carta.
A su casa. La casa que compartía con su esposa.
El primer impulso de Britt fue tirar la carta al fuego. Pero ya había empezado a ocultarle cosas a su esposa, como que había leído el diario personal de su madre a escondidas. No quería que la lista de secretos siguiera creciendo.
Sosteniendo el sobre a distancia, lo llevó a la habitación y se lo dio.
—Gracias, ya me ocuparé del correo más tarde. —Iba a tirar la carta sobre la cama, pero Britt lo impidió.
—Mira el remitente.
Santana miró la carta y maldijo.
— ¿Por qué me escribe? Ni siquiera Carson, mi abogado, recibe ya noticias de ella.
Britt permaneció mirándola en silencio.
Ella abrió el sobre, esperando encontrar una larga carta manuscrita. Para su sorpresa, el sobre sólo contenía una tarjeta.
Leyó rápidamente el contenido.
—Es una invitación de boda. —Al volver la tarjeta, encontró unas líneas manuscritas:
Santana,
No te preocupes, No se me ocurriría invitarte a mi boda.
Sólo quería comunicarte que voy a casarme.
Después de todos estos años, finalmente voy a convertirme en esposa y madre de dos niñas maravillosas.
Ahora las dos somos felices, Las cosas por fin han acabado bien.
Besos y abrazos, P.
Santana le alargó la participación de boda a Britt para que la leyera.
—Se casa —afirmó ésta.
—Sí.
— ¿Cómo te sientes? —Britt escudriñó su cara.
Ella volvió a meter la tarjeta en el sobre y se golpeó la palma de la mano con ella.
—Creo que Paulina lo ha expresado perfectamente. Las dos somos felices. Ha encontrado la familia que buscaba. —La miró a los ojos—. Y debe agradecértelo a ti.
— ¿A mí?
—Fuiste tú la que me convenció de que lo mejor para ella sería alejarse. Que nunca sería feliz si seguía dependiendo de mí. Tenías razón.
Incómoda, Britt cambió el peso de pie, consciente de que acababa de fisgar entre sus posesiones personales hacía un momento.
—También tenías razón sobre Marie —admitió con tristeza.
Ella la abrazó.
—Preferiría no tener razón en lo de Marie, pero, a veces, amar a alguien significa dejarlo marchar.
—Yo nunca te dejaré marchar. Me enfrentaré a cualquiera que trate de apartarte de mí —dijo Santana con fiereza.
Britt la besó en los labios.
—Pues recuérdalo mientras tratas de poner en orden tus ideas. Sea lo que sea lo que te preocupe, estoy aquí. Y no voy a irme a ninguna parte.
Con un beso de despedida, salió de la habitación.
Mirando la invitación, Santana regresó al pasado.
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Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 38
Enero de 2010 Toronto, Ontario
Paulina Gruscheva entró en el vestíbulo del edificio Manulife taconeando con fuerza con sus botas contra el suelo de mármol y con el teléfono móvil pegado a la oreja Llevaba un tiempo viviendo en Toronto, pero Santana se negaba a verla, a hablar con ella o a tener ningún otro tipo de comunicación.
Se había hartado de esperar.
Cuando le saltó el contestador automático, colgó y llamó al fijo, rezando para que no fuera Brittany la que respondiera. Ya era bastante malo que se acostara con ella. No quería tener que aguantar que encima le echara en cara su relación con Santana.
Otra vez.
Haciendo caso omiso del hecho de que ésta no contestara al teléfono, se acercó a Mark, el conserje, y le exigió que se pusiera en contacto con la profesora López inmediatamente. Cuando el hombre se negó, ella parpadeó coqueta, tratando de convencerlo. Pero él se mostró inmune a los encantos de aquella rubia alta de ojos azules.
Cambiando de táctica, Paulina empezó a gritar y montó una escena. Poco después, Mark llamó a la profesora y le pidió que se reuniera con su invitada en el vestíbulo.
Ella sonrió victoriosamente.
Pero la sonrisa se le borró de la cara cuando vio acercarse a Santana con expresión furiosa y una mirada glacial. Agarrándola bruscamente por el codo, la llevó hasta la puerta y luego hasta la rotonda semicircular que había delante del edificio.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —le espetó, soltándola.
Paulina dio un paso atrás, sorprendida por su furia.
— ¿Y bien? —insistió ella.
—Quería hablar contigo, ¡Llevo semanas aquí y te niegas a verme!
—No vamos a volver a tener la misma conversación de siempre. Ya te dije todo lo que tenía que decirte en Selinsgrove. Ya sabes lo que hay.
Se volvió para entrar en el edificio, pero ella la agarró del brazo.
— ¿Por qué me haces esto? —le preguntó con voz temblorosa y lágrimas en los ojos.
La expresión de Santana se suavizó un poco.
—Paulina, se acabó. Se acabó hace tiempo. No estoy tratando de hacerte nada. Sólo quiero convencerte de que debes seguir adelante con tu vida. Y dejarme a mí seguir con la mía.
—Pero yo te quiero. —Las lágrimas habían empezado a rodar por las mejillas de ella—. Tenemos una historia juntas.
Santana cerró los ojos con fuerza e hizo una mueca de dolor. Volvió a abrirlos para decirle:
—Y yo ahora estoy enamorada de otra persona. Me acuesto con otra persona. Sólo con una, en exclusiva.
— ¡Ya lo sé, pero es tu alumna!
—Ten cuidado.
Ella se echó el pelo hacia atrás.
—Es asombroso la cantidad de información que se puede conseguir en una ciudad de este tamaño. Antonio, del restaurante Harbour Sixty, fue de lo más complaciente.
Santana dio un paso hacia ella.
—No te atreverías.
—Oh, sí, me atreví. Qué poco original. Mira que llevarla al mismo restaurante al que vas conmigo siempre que vengo a verte.
—Hace mucho tiempo que no te llevo a ningún sitio, Paulina. No desde que dejamos de...
— ¿De qué? ¿Desde que dejamos de follar, Santana? ¿Por qué no puedes decirlo? Hemos follado durante años.
—Baja la voz.
—No soy tu secreto oculto. Éramos amigas. Teníamos una relación. No puedes ignorarme ni tratarme como si fuera una mierda.
—Siento haberte tratado mal. Pero en vez de ir persiguiendo a alguien que desea a otra mujer, ¿no crees que mereces ser el centro del universo de otra persona?
—Siempre deseaste a otras mujeres. Incluso mientras estaba embarazada. ¿Por qué iba a ser distinto ahora?
Santana se encogió.
—Porque mereces estar con alguien que te quiera tanto como tú a ella o a el Ha llegado la hora de seguir adelante. Ha llegado la hora de ser feliz.
—Tú me haces feliz —susurró ella—. Eres todo lo que deseo.
—Estoy enamorada de Brittany y voy a casarme con ella —dijo con decisión.
—No te creo. Volverás. Siempre acabas volviendo conmigo. —Se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—Esta vez no, Era vulnerable y te aprovechabas de mi debilidad haciéndome sentir culpable pero eso se ha acabado. No podemos volver a vernos ni volver a hablar. He tenido mucha paciencia contigo y he tratado de ayudarte, pero ya no más. Hoy mismo daré la orden de que cancelen tu fondo de inversiones.
— ¡No puedes hacer eso!
—Lo haré, Si regresas a Boston y vas a visitar a un terapeuta, me aseguraré de que sigas recibiendo ayuda. Pero si vuelves a ponerte en contacto conmigo o si haces algo que pueda perjudicar a Brittany, cerraré el grifo definitivamente. —Se inclinó hacia ella amenazadoramente—. Y eso incluye cualquier cosa que pueda dañar su carrera universitaria.
— ¿Cómo te atreves? ¿Crees que puedes librarte de mí como si fuera un trasto viejo? Yo sacrifiqué mi vida por ti. ¡Perdí mi carrera universitaria!
Santana apretó los dientes.
—No era mi intención. Nunca te pedí que lo hicieras. Al contrario. Hice todo lo que pude para que continuaras estudiando en Harvard. Fuiste tú quien quiso dejarlo.
— ¡Porque te amaba!
Santana apretó los puños con fuerza.
—No niego que me he portado muy mal. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadada. Pero eso no cambia nada. Nuestra relación tiene que terminar. Hoy.
Tras unos instantes, Santana la miró con compasión.
—Adiós, Paulina Que te vaya bien.
Se dirigió a las puertas giratorias.
— ¡No puedes! ¡No te atreverás!
La expresión de ella se había vuelto de acero.
—Ya lo he hecho.
Santana entró en el edificio Manulife sin mirar atrás, dejando a Paulina llorando a solas, de pie en la nieve.
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Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 39
Mayo de 2010
Cementerio de San Jaime Apóstol
West Roxbury, Massachusetts
Santana estaba frente a los dos ángeles de piedra; sus formas gemelas parecían dos centinelas a lado y lado de la lápida con un nombre grabado en ella. Las estatuas eran de mármol, con una piel blanca y perfecta. Estaban vueltos de cara hacia ella, con las alas extendidas.
El monumento le recordó los panteones que había en la Santa Croce, en Florencia. Y no era casualidad, ya que ella misma lo había diseñado a semejanza de éstos.
Mientras contemplaba los ángeles, recordó el tiempo que había pasado en Florencia durante sus meses de voluntaria con los franciscanos. Recordó la experiencia que había vivido cerca de la cripta de San Francisco. Y la separación de Brittany.
Si lograra esperar hasta el uno de julio, podrían volver a reunirse. Aunque no estaba segura de que ella pudiera perdonarla No estaba segura de que nadie fuera capaz de perdonarla, pero tenía que intentarlo.
Se sacó el móvil del bolsillo y buscó un número en su lista de contactos.
— ¿Santana?
Ella respiró hondo antes de responder:
—Paulina, tengo que verte.
— ¿Qué pasa?
Se volvió de espaldas al monumento, incapaz de hablar con ella delante del nombre grabado en el mármol.
—Nada, Necesito hablar contigo un rato ¿Podemos vernos mañana?
—Me encuentro en Minnesota ¿Podrías explicarme de qué va esto?
—Cogeré un avión esta misma noche ¿Nos vemos mañana? —insistió ella, con un hilo de voz.
Ella suspiró antes de rendirse.
—De acuerdo, Nos vemos mañana en el café Caribou. Te enviaré la dirección por email.
Santana la oyó revolverse inquieta al otro lado de la línea.
—Nunca has cruzado el país para hablar conmigo.
Ella apretó los dientes.
—No, Nunca lo había hecho.
—Nuestra última conversación no fue precisamente agradable. Me dejaste a la puerta de tu casa, llorando.
—Paulina —suplicó.
—Y luego cortaste el contacto por completo.
Santana empezó a andar de un lado a otro, con el teléfono pegado a la oreja.
—Sí, eso es lo que hice ¿Qué pasó luego?
Ella hizo una pausa antes de responder:
—Volví a casa.
Santana se detuvo.
—Debiste volver a casa hace muchos años. Y yo debí animarte a hacerlo.
El silencio se alargó entre ellas.
— ¿Paulina?
—Me va a doler, ¿no?
—No lo sé —confesó ella—Nos vemos mañana.
Colgó y agachó la cabeza antes de volver junto a la tumba de la hija de ambas.
Paulina estaba nerviosa la entrevista con Santana frente a su piso del edificio Manulife había sido una experiencia humillante. Consciente de su adicción al alcohol y a los somníferos, así como de su dependencia del fondo de inversión de Santana, hizo lo que había jurado que no haría nunca: volvió a casa.
Encontró un empleo y se trasladó a un apartamento pequeño pero acogedor. Y entonces ocurrió algo inesperado. Conoció a alguien. Alguien amable y cariñoso que la quería a ella y sólo a ella.
Alguien que, probablemente, nunca miraría a ninguna mujer que no fuera ella en toda su vida.
Y Santana quería que se vieran de nuevo.
Amaba a Santana, pero al mismo tiempo le tenía miedo. Siempre se había mostrado esquiva y distante, incluso cuando vivían juntas. Había una parte de ella que siempre se reservaba.
Nunca permitía que llegara hasta allí. Paulina lo sabía y lo aceptaba, pero nunca le había gustado y eso siempre se cernía sobre ellas como una nube de tormenta que pudiera descargar en cualquier momento.
Tras su último encuentro, se había dado cuenta de que Santana nunca la amaría. Siempre había creído que era una mujer incapaz de amar y de ser fiel. Pero al oírla hablar de Brittany se dio cuenta de que estaba equivocada era capaz de amar y de ser fiel. Por desgracia, la mujer que le despertaba esos sentimientos no era ella.
Una vez que fue capaz de aceptarlo, una sensación de liberación se unió al dolor y la añoranza.
Ya no era una esclava tratando de recobrar la estima de su ama Ya no era una persona con aspiraciones limitadas, que ponía el futuro en espera para mantenerse siempre disponible para ella.
Cuando entró en el café Caribou a la mañana siguiente, se sentía fuerte por primera vez en muchos años. Verla no sería fácil, pero había progresado tanto en otras áreas de su vida, que estaba segura de que también podría progresar en su relación con ella.
La encontró sentada a una mesa para dos personas en la parte trasera del local, sosteniendo una taza de café con sus largos dedos. Iba con camisa cuello V y chaqueta los pantalones ajustados estaban impecablemente planchados y se la veía bien peinada Llevaba gafas, cosa que le extrañó, ya que generalmente sólo se las ponía para leer.
Al verla, se levantó.
— ¿Puedo invitarte a un café? —preguntó ella, con una leve sonrisa.
—Sí, por favor. —Paulina también sonrió, aunque se sentía bastante incómoda.
En el pasado siempre la había saludado con un beso, pero en esos momentos se mantenía a una educada distancia.
— ¿Aún lo tomas con leche desnatada y sacarina?
—Sí.
Santana fue a buscarle el café a la barra y ella se sentó.
Mientras esperaba a que le prepararan el café de Paulina, pensó que estaba distinta.
Seguía moviéndose como una bailarina, con la espalda recta y el cuerpo controlado en todo momento, pero algo en su aspecto había cambiado.
Llevaba el pelo, largo y rubio, recogido en una coleta baja, y su bonita cara limpia de maquillaje.
Se la veía joven y fresca. La rigidez que endurecía sus rasgos la última vez que la vio había desaparecido.
También había cambiado su estilo de ropa. Paulina siempre había vestido bien, con faldas y zapatos de tacón a la última moda. Sin embargo, ahora llevaba un sencillo jersey azul de manga larga, vaqueros oscuros y sandalias. Hacía años que no la veía tan informal. Se preguntó qué significaría.
Tras dejar el café en la mesa, se sentó y volvió a coger su propia taza. Clavando la vista en el líquido oscuro, buscó las palabras para empezar a hablar.
—Se te ve cansada —dijo ella, mirándola con preocupación.
Santana miró por la ventana para rehuirle la mirada. El paisaje de Minneapolis no le interesaba demasiado, pero no sabía cómo empezar.
—En otro tiempo fuimos amigas. —Paulina siguió la dirección de su mirada, mientras bebía un sorbo de café—. Diría que hoy necesitas una amiga.
Ella se volvió a mirarla. Sus ojos parecían aún más cafés en contraste con el negro de las gafas.
—He venido a pedirte que me perdones.
Ella abrió mucho los ojos y dejó la taza en la mesa para que no se le cayera de la impresión.
— ¿Qué?
Santana tragó saliva.
—Nunca te he tratado como se trata a una amiga o a una amante. He sido cruel y egoísta. —Echándose hacia atrás en la silla, volvió a mirar por la ventana—. No espero que me perdones, pero quería verte y decirte en persona que lo siento.
Paulina trató de apartar la vista de la cara y la mandíbula apretada de Santana, pero no pudo.
Estaba tan sorprendida que casi temblaba.
Ella siguió contemplando los coches pasar, mientras esperaba que ella dijera algo. Al ver que seguía en silencio, se volvió para mirarla.
Tenía la boca abierta y los ojos como platos. Al darse cuenta, Paulina cerró la boca.
—Estuvimos juntas un montón de años, Santana, y nunca te disculpaste. ¿Por qué ahora?
Santana no respondió, sólo le sostuvo la mirada. El tic de su mandíbula era el único
movimiento visible en su rostro.
— ¿Es por ella?
Santana permaneció en silencio. Enfrentarse a Paulina ya era bastante difícil. No podía hablar delo que Brittany significaba para ella; de lo mucho que la había cambiado; de lo mucho que temía que no la perdonara cuando volviera a verla.
Estaba dispuesta a recibir las críticas de Paulina sin rechistar. Al contrario. En su estado de ánimo actual, consciente de sus muchos pecados, deseaba que la riñeran y la castigaran.
Ella observó su reacción era evidente que estaba muy disgustada, algo muy difícil de ver en ella, que siempre ocultaba sus sentimientos y debilidades.
—Cuando me mudé a casa de mis padres, entré en un programa de ayuda y sigo yendo a reuniones. También he estado viendo a un terapeuta. —Tras una pausa, Paulina añadió—: Pero ya lo sabes. Le he estado enviando informes a la secretaria de Carson.
—Sí, ya lo sabía.
—Te ha cambiado.
— ¿Cómo dices?
—Ella te ha cambiado. Te ha... domesticado.
—Ella no tiene nada que ver en esto.
—Claro que tiene que ver. ¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos? ¿Durante cuánto tiempo nos acostamos? Nunca te disculpaste por nada...
Ella la interrumpió.
—Debí hacerlo. Traté de compensarte con dinero, ocupándome de que no te faltara de nada.
Santana se encogió al oír lo que acababa de decir. Conocía de primera mano el tipo de mujer que actuaba de ese modo para tapar y compensar sus indiscreciones sexuales.
Paulina volvió a coger la taza de café.
—Sí, debiste hacerlo. Fui una estúpida por conformarme con lo que teníamos. No sabía cómo salir de aquella relación. Ahora lo veo, pero entonces no podía. Juro ante Dios, Santana, que nunca volveré a soportar algo así.
Apretó los labios, como si no quisiera seguir hablando. Pero tras unos instantes, continuó:
—Durante todos estos años tuve miedo de volver. Tenía miedo de que mis padres me cerraran la puerta en las narices. Le pedí al taxista que esperara cuando fui a llamar al timbre. —Bajó la mirada hacia la mesa—. Pero ni siquiera pude llegar a hacerlo.
»Mientras avanzaba sobre la nieve con mis zapatos de tacón, la puerta se abrió y mi madre salió corriendo de casa. Iba en zapatillas. —Paulina se emocionó al recordarlo y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Corrió hacia mí, Santana Corrió hacia mí y me dio un abrazo. Antes de entrar, me di cuenta de que podía haber vuelto hacía años y me habría recibido así.
—La hija pródiga —murmuró ella.
—Sí.
—Entonces podrás entender mi deseo de ser perdonada.
Ella miró sus ojos, sus manos, su expresión. Todo en ella parecía sincero.
—Sí —respondió, lentamente—. Lo único que no entiendo es por qué me lo pides ahora.
Santana se echó hacia atrás y volvió a coger la taza.
—Eras mi amiga y mira cómo te traté.
Paulina se secó los ojos.
Ella volvió a echarse hacia adelante.
—Y luego pasó lo de Maia.
A ella se le escapó un sollozo.
En eso eran iguales. La mención de su hija les producía una angustia inmediata. El dolor era especialmente agudo cuando el nombre aparecía sin previo aviso.
—No puedo hablar de ella —dijo Paulina, cerrando los ojos.
—Ahora es feliz.
—Sabes que no creo en esas cosas. Cuando te mueres, te mueres. Te duermes y no vuelves a despertarte.
—Lo que yo sé es que eso no es verdad.
Su decidido tono de voz hizo que ella abriera los ojos. Había algo en su mirada... No sabía qué era, pero algo a lo que ella se aferraba con más fuerza de la que había demostrado hasta ese momento.
—Sé que no tengo derecho a pedírtelo y sé que te estoy haciendo pasar un mal rato con esta visita—Santana se aclaró la garganta—, pero algunas cosas es mejor decirlas a la cara. Me porté mal contigo. Fui una monstruo. Lo siento. Por favor, perdóname.
Las lágrimas no dejaban de caer por el perfecto rostro de Paulina.
—Para.
—Paulina, hicimos algo juntas aunque no fuera precisamente con mi voluntad pero fue hermoso Algo hermoso No ensuciemos su memoria viviendo vidas vacías e inútiles.
— ¡Cómo te atreves! —exclamó ella—. ¡Vienes a verme para lavar tu conciencia y me dices algo así!
Santana apretó los dientes.
—No he venido a lavar mi conciencia. He venido para que arreglemos las cosas.
—Mi niña está muerta y nunca podré tener más. ¿Cómo arreglas eso?
Ella se tensó.
—No puedo.
—Nunca me quisiste. Malgasté mi vida junto a una mujer que me toleraba y nada más. Y sólo porque era buena en la cama.
A Santana se le agudizó el tic en la mandíbula.
—Paulina, tienes muchas cualidades. Eres inteligente, generosa y con sentido del humor. No te subestimes.
Ella se echó a reír sin ganas.
—Pero al final no sirvió de nada. Por muy inteligente que fuera, fui lo bastante idiota como para pensar que podía cambiarte. Y fracasé.
—Lo siento.
—Y cuando al fin logro seguir adelante con mi vida, vienes aquí a desenterrarlo todo otra vez.
—No era ésa mi intención.
—Pues eso es lo que has hecho. —Se secó los ojos con las manos, echándose hacia atrás en lasilla para poner distancia entre ellas—. Luego tú volverás a casa con tu bonita y joven novia, sabiendo que podrá darte hijos cuando quieras pero lo que me pasó a mí no tiene remedio.
Santana agachó la cabeza.
—Perdón. Por todo.
Muy despacio, se levantó de la silla. Al pasar por su lado, Paulina le agarró la mano.
—Espera.
Ella la miró con desconfianza.
—He conocido a alguien. Es profesor. Me ha ayudado a conseguir un trabajo de profesora de literatura inglesa mientras acabo el doctorado.
—Me alegro.
—Ya no necesito tu dinero. No volveré a tocar el fondo. Keith es viudo y tiene dos niñas pequeñas. Una de siete años y otra de cinco. Me llaman tía Paulina. ¿Quién iba a decirlo? Me dejanque las vista y las peine y me invitan a merendar con sus muñecas.
»He conocido a una persona que me quiere tal como soy. Y sus hijas me necesitan. Así que, aunque ya no podré tener hijos, voy a ser madre. O algo parecido.
»Te perdono, Santana Pero no quiero que volvamos a hablar de esto nunca más. He hecho las paces con el pasado a mi manera. No me pidas más.
—De acuerdo.
Ella le dedicó una sonrisa sincera cuando ella le dio un beso en la coronilla.
—Adiós, Paulina, que seas feliz.
Soltándole la mano, Santana se marchó.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
4/4
Hola Hola!
Aqui dejo cuatro capitulos espero que les guste :)
Saludos Y besos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
gracias estuvieron excelentes como siempre, espero saber de ti pronto, hasta luego!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Me gusto el flashback, me encanto que Santana se disculpara por lo que le hizo a Paulina, gracias por la maratón see ya!
lauravm98******* - Mensajes : 489
Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Que bueno que arreglen sus temas del pasado!!
Pero me intriga mucho San.
Saludos
Pero me intriga mucho San.
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Aww q bueno q Paulina pudo volver a hacer su vida, y q vaya a tener dos hijas la verdad es q Santana fue muy cruel con ella la trataba igual q su papá a su mamá, pero para eso se necesitan dos.. ; me choco como el profesor ese trato a Quinn... si ella es super mala y todo pero nadie se merece ser tratada asi.. ya se q no fue en estos capitulos pero volvi a ver su nombre y lo d esa noche y me acorde.. ojala y su esposa lo corra de su casa y q nunca pueda volver a trabajar me encantaron los capitulos ojala y subas mas prontooo!!! Saludos!!!
annienaya* - Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 19/01/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Wow que caps!! entonces si todo esta bien con Paulina, ¿que atormenta a Santana?
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Holaa genia, que hermosos capitulos al fin esta todo bien entre Paulina y San ojala ya San le cuente a Britt que le pasa..
IloveyouNaya* - Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 02/08/2014
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
micky morales escribió:gracias estuvieron excelentes como siempre, espero saber de ti pronto, hasta luego!!!!
Hola Hola!
Me alegro que te gustara :)
Saludos
lauravm98 escribió:Me gusto el flashback, me encanto que Santana se disculpara por lo que le hizo a Paulina, gracias por la maratón see ya!
Hola Hola!
Era algo que San tenia que hacer para seguir adelante como paulina lo necesitaban ! y me alegro que te gustaran :)
Saludos
monica.santander escribió:Que bueno que arreglen sus temas del pasado!!
Pero me intriga mucho San.
Saludos
Hola Hola!
Era necesario ! y en algun momento se sabra !
Saludos
annienaya escribió:Aww q bueno q Paulina pudo volver a hacer su vida, y q vaya a tener dos hijas la verdad es q Santana fue muy cruel con ella la trataba igual q su papá a su mamá, pero para eso se necesitan dos.. ; me choco como el profesor ese trato a Quinn... si ella es super mala y todo pero nadie se merece ser tratada asi.. ya se q no fue en estos capitulos pero volvi a ver su nombre y lo d esa noche y me acorde.. ojala y su esposa lo corra de su casa y q nunca pueda volver a trabajar me encantaron los capitulos ojala y subas mas prontooo!!! Saludos!!!
Hola Hola!
Creo que era algo que tenian que arreglar para seguir adelante las dos ! y al final paccini es un idiota no ? jaja pobre Q ! y Aqui traigo mas :) me alegro que te gustaran !
Saludos
Dolomiti escribió:Wow que caps!! entonces si todo esta bien con Paulina, ¿que atormenta a Santana?
Hola Hola!
Me alegro que te gustaran :) y Paulina sigue adelante ! y mmm ya veremos que es y como lo superara !
Saludos
IloveyouNaya escribió:Holaa genia, que hermosos capitulos al fin esta todo bien entre Paulina y San ojala ya San le cuente a Britt que le pasa..
Hola Hola!
C: me alegro que te gustaran :) ! y ya pronto sabremos ;)
Saludos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 40
Agosto de 2011
Cambridge, Massachusetts
— ¿Vas a correr? —preguntó Britt al levantar la vista y encontrarse con que Santana se había puesto zapatillas deportivas, leggins negros y una camiseta floja sin mangas con un top rosa.
—Ajá. —Se acercó para darle un beso de despedida.
—Entonces... ¿hablaremos luego?
— ¿Sobre qué? —preguntó Santana, desenredando el cable de los auriculares de su iPhone.
—Sobre lo que te preocupa.
—No, aún no. —Sacó las gafas de sol de la funda y se las limpió con el borde de la camiseta.
Britt se mordió la lengua, porque su paciencia estaba llegando al límite.
— ¿Has pedido hora con el médico?
—Ya estamos con lo mismo —murmuró Santana, apoyando las manos en la encimera, bajando la cabeza y cerrando los ojos.
— ¿Qué se supone que quiere decir eso? —Britt se cruzó de brazos.
Santana permaneció inmóvil.
—No, no lo he llamado.
— ¿Por qué no?
—Porque no lo necesito.
Ella bajó los brazos.
—Pero ¿y sobre lo de tus óvulos? Tienes que hablar con él sobre eso.
—No, no hace falta. —Santana enderezó la espalda y se puso las gafas de sol.
— ¿Qué?
—No voy a revisarme nada, Me gustaría que adoptáramos. Ya sé que no podemos quedarnos con Marie, pero me gustaría que cuando te hayas doctorado moviéramos los hilos para adoptar un niño.
—Has tomado una decisión —susurró Britt.
Santana apretó los dientes.
—Sólo trato de protegerte.
— ¿Y qué pasa con lo que hablamos? ¿Te has olvidado de lo que acordamos en el huerto de manzanos?
—Estaba equivocada.
— ¿Estabas equivocada? —Britt se puso en pie— Santana, ¿qué demonios pasa?
— ¿Podemos hablar más tarde, por favor? —preguntó ella, dirigiéndose hacia la entrada.
—Santana, yo...
—Cuando vuelva —la interrumpió—Dame treinta minutos.
Ella se mordió la lengua para no responderle mal.
—Sólo dime una cosa.
Santana se detuvo y se quitó las gafas.
— ¿Qué?
— ¿Todavía me quieres?
—Más que nunca —respondió, con una mueca de dolor. Y, sin esperar más, abrió la puerta y se fue.
— ¿Cómo ha ido la carrera? —saludó Britt a una acalorada y sudorosa Santana cuando ésta volvió a entrar en la cocina.
—Bien, Voy a ducharme.
— ¿Te importa si te acompaño?
—Detrás de usted, señora —respondió ella con una sonrisa ladeada.
Britt subió la escalera delante de Santana y entraron juntas en el dormitorio.
Santana se sentó en una silla para desprenderse de las zapatillas deportivas y los calcetines. Al acabar, se quitó la camiseta sudada y el top.
— ¿Se te han aclarado las ideas al correr? —Britt la estaba observando con atención. El sudor le cubría la piel bronceada los pechos se le movían con cada movimiento, resaltándolos.
—Un poco.
—Cuéntame qué te preocupa.
Santana suspiró hondo, cerrando los ojos con fuerza. Cuando asintió, ella se sentó en el borde de la cama y aguardó.
Santana apoyó los antebrazos en las rodillas y se echó hacia adelante.
—He sido una egoísta toda la vida. No entiendo cómo la gente soporta estar conmigo.
—Santana—la reprendió ella—, eres una mujer encantadora Por eso las mujeres y hombres caen rendidos a tus pies.
—Eso no me importa. Esas mujeres sólo se fijan en el aspecto físico. Les da igual que sea una egoísta, sólo quieren un buen polvo.
Britt hizo una mueca.
—Te conozco, Lo sé todo sobre ti y no creo que seas egoísta.
—Te acosé mientras eras mi alumna. Y me porté muy mal con mi familia y con Paulina —dijo ella, mirándola con ojos torturados.
—Pero todo eso ya pasó, No hace falta volver a sacar el tema.
—Por supuesto que hace falta ¿No lo entiendes? —Apoyó la cabeza en las manos y se tiró del pelo largo— Sigo comportándome como una egoísta, Podría hacerte daño.
— ¿Cómo?
— ¿Y si el aborto de Paulina hubiera sido culpa mía?
A Britt se le encogió el estómago.
—Santana, ya hablamos de eso no fue culpa de nadie.
Santana se echó hacia adelante, apoyando los antebrazos en las rodillas.
—Fue culpa mía estar de juerga todo ese fin de semana. Si hubiera estado en casa para cuidar de ella, habría podido llevarla antes al hospital.
—Por favor, no sigas por ese camino. Ya sabes adónde lleva.
Santana permaneció con la mirada clavada en el suelo.
—Lleva a la conversación que tuvimos en el huerto. Allí hablamos de tener un bebé, pero no pensamos en que lo que le pasó a Paulina pudo ser culpa mía ¿Y si tengo alguna anomalía genética?
Britt se quedó tan sorprendida que no pudo responder, así que Santana siguió hablando.
—Te dije que quería tener un hijo, pero me preocupan mucho los riesgos.
—Los abortos son muy habituales más cuando son casos de inseminación, Santana Es una tragedia, pero es así. No seas tan dura contigo misma Soñaste con Maia y no fue por casualidad. Acepta la paz que ella te ofreció y no le des más vueltas.
— ¿Y si a ti te pasara lo mismo? —La voz de Santana se rompió antes de acabar la frase—. Mira por lo que tu padre y Diane están pasando —añadió luego.
—Sería horrible, pero éste es el mundo en el que nos ha tocado vivir. La enfermedad y la muerte forman parte de él. No podemos hacer como si no fueran a afectarnos.
—Pero podemos tratar de evitar los riesgos innecesarios.
—Entonces, ¿ya no quieres tener un bebé conmigo? —preguntó Britt, abatida.
Santana vio cómo los ojos se le empezaban a llenar de lágrimas.
—Ya que hablas de Paulina —tragó saliva con dificultad—, sé que no debería estar celosa, pero me da envidia de que compartieses con ella una experiencia de las que dejan huella aunque no empezara como una decisión mutua pero igual una experiencia que yo nunca podré vivir.
—Pensaba que te sentirías aliviada.
—Pues no, nada de lo que has dicho hasta ahora me hace sentir aliviada. —Mirándola fijamente a los ojos, añadió—: Y, desde luego, a ti no se te ve muy feliz.
—Porque quiero algo que no puedo tener, No puedo volver a pasar por lo que le pasó a Paulina no puedo y no lo haré. No permitiré que te suceda a ti.
—Sin hijos —susurró ella.
—Adoptaremos.
— ¿No hay más que hablar?
Santana negó con la cabeza.
Britt cerró los ojos, pensando en las implicaciones de sus palabras. Pensó en su futuro, en la vida en común que se había imaginado. Como el momento de decirle a Santana que estaba embarazada. Ola sensación de llevar en sus entrañas al hijo de ambas. O a ella dándole la mano mientras daba a luz...
Todas esas imágenes se desvanecieron en una nube de humo Britt las echó de menos inmediatamente. No se había dado cuenta hasta ese momento de lo mucho que deseaba vivir todo eso y compartirlo con ella Ahora que Santana se lo negaba, sintió un gran dolor.
—No.
— ¿No? —Santana alzó las cejas.
—Quieres protegerme, y me parece admirable, pero hablemos claro: aquí hay algo más.
—No quiero verte sufrir.
—Hay algo más detrás de todo esto algo que tiene que ver con tus padres, ¿me equivoco?
Levantándose, Santana se quitó los leggins y las bragas, quedándose desnuda ante ella.
Britt carraspeó.
—Cariño, sé que ese tema no ha cicatrizado aún. Ni siquiera eres capaz de mirar las cosas que guardas en el cajón del escritorio.
—No tiene nada que ver. Te estoy hablando de peligros innecesarios. Tu padre podría perder a Diane y al bebé. No estoy dispuesta a correr ese riesgo.
—No se puede vivir sin correr riesgos. Puedo tener cáncer. O me puede atropellar un coche aunque me envuelvas en plástico de burbujas y no me dejes salir de casa, podría enfermar igualmente.
»Yo soy consciente de que puedo perderte y, por mucho que odie decir esto, sé que algún día morirás. —La voz se le rompió al decirlo—. Pero elijo amarte ahora y construir una vida contigo sabiendo que la pérdida es posible. Te pido que hagas lo mismo. Te pido que corras el riesgo conmigo.
Britt se acercó a ella y le cogió la mano.
Santana miró sus manos entrelazadas.
—No sabemos cuáles podrían ser los riesgos. No tengo ni idea de qué se esconde en mi historial médico.
—Podemos hacernos pruebas.
Santana le apretó la mano con fuerza antes de soltarla.
—No es suficiente.
—Algunos de tus parientes siguen vivos. Podrías hablar con ellos; preguntarles por el historial médico de tus padres y tus abuelos.
Santana frunció el cejo.
— ¿Crees que voy a darles la satisfacción de arrastrarme tras ellos para suplicarles información? Prefiero arder en el infierno.
—Pero ¿te estás oyendo? Vuelves a estar como al principio, pensando que no mereces reproducirte. Y negándote a investigar si hay cuestiones de salud graves en tu árbol genealógico.
» ¿Ya te has olvidado de tu sueño con Maia? ¿Y de Asís? ¿Y qué pasa conmigo, Santana? Rezamos juntas para tener un hijo, un hijo de las dos. ¿Vas a retirar la oración?
Santana apretó los puños, pero no respondió.
—Y todo porque no te consideras digna —concluyó Britt—, mi hermosa ángel rota.
Le rodeó el cuello con los brazos.
Santana soltó un gemido angustiado mientras le devolvía el abrazo.
—Te estoy ensuciando —susurró, con los pechos sudorosos pegados a su blusa.
Ella le besó la mejilla con cariño.
—Estás más limpia que nunca, Santana.
Se abrazaron un poco más antes de que ella la llevara hasta la ducha. Sin decir nada, abrió el agua y se desnudó.
Santana entró en la ducha tras ella.
El agua caliente caía sobre ellas como lluvia, rebotando y danzando sobre sus cuerpos hasta llegar al suelo Britt se echó jabón en la mano y le enjabonó los pechos, acariciándole el valle del medio.
Santana le sujetó la muñeca para detenerla.
— ¿Qué haces?
—Trato de demostrarte lo mucho que te quiero —respondió, besándole el tatuaje antes de seguir enjabonándole el abdomen—. Me parece recordar que una vez una mujer muy guapa hizo lo mismo por mí. Me pareció que era como un bautismo.
Permanecieron en silencio mientras ella exploraba las curvas y piernas, su firme trasero o los montículos de su columna vertebral. Se tomó su tiempo hasta que el último rastro de jabón hubo desaparecido.
Santana le clavó la mirada.
—Te he hecho daño una y otra vez y siempre eres generosa conmigo. ¿Por qué?
—Porque te quiero, Porque siento compasión por ti, Porque te perdono.
Santana cerró los ojos y negó con la cabeza.
Britt empezó a lavarle el pelo, tirando de ella para alcanzar hasta la parte de arriba de la cabeza.
—Dios todavía no me ha castigado —murmuró Santana.
— ¿De qué estás hablando?
—No puedo dejar de pensar que un día te arrancará de mi lado.
Britt le aclaró el champú de los ojos para que pudiera abrirlos.
—Dios no funciona así —le recordó ella.
—He llevado una vida arrogante y egoísta. ¿Por qué no iba a castigarme?
—Dios no está esperando el momento de castigarnos.
— ¿No? —Los ojos de Santana mostraban su tormento interior.
—No, ¿Lo sentiste así en algún momento mientras estabas en Asís, cuando te sentabas junto a la cripta de San Francisco?
Santana negó con la cabeza.
—Él quiere salvarnos, no destruirnos. No debes tener miedo de ser feliz. Dios no quiere arrebatarte esa felicidad. Él no es así.
— ¿Cómo puedes estar segura?
—Porque cuando has conocido la bondad, te das cuenta de lo lejos que están el bien y el mal creo que la gente que es como Grace, como san Francisco y tantos otros, son una pequeña muestra del amor de Dios. Él no está esperando para castigar a nadie. Y, desde luego, no nos da sus bendiciones para luego arrebatárnoslas.
Deslizó las manos por sus pechos hasta llegar a su cara y entonces añadió:
—No voy a permitir que retrases la intervención, Quiero que te revises los óvulos Pase lo que pase, descubras lo que descubras en tus antecedentes, eres mi esposa Quiero formar una familia contigo. No me importa lo que diga tu ADN.
Santana la agarró por los antebrazos.
—Pensaba que no estabas preparada para tener un hijo.
—No lo estoy. Pero me parece bien lo que dijiste en el huerto de manzanos. Si queremos tener un bebé, hemos de empezar a hablarlo con los médicos.
— ¿Y qué pasa con la adopción?
—Una cosa no quita la otra. Pero, por favor, Santana quiero que te revises aunque sólo sea para demostrar que crees que podrás ser una buena madre Y que no eres esclava de tu historia Yo creo en ti, cariño. Y me gustaría que tú también lo hicieras.
Santana permaneció bajo la ducha con los ojos cerrados, dejando que el agua se deslizara por su cabeza y su cuerpo. Finalmente la soltó y se pasó las manos por la cara y el pelo antes de salir de debajo del agua.
Britt le cogió las manos.
—Éstas son tus manos. Puedes usarlas para hacer el bien o el mal. Y nada, ni la naturaleza, ni la biología, ni el ADN toma esas decisiones por ti.
—Soy alcohólica porque mi madre lo era, Eso no lo elegí.
—Pero elegiste ir a rehabilitación. Y cada día eliges no beber y no drogarte. No es tu madre la que toma esa decisión, ni Alcohólicos Anónimos. Eres tú.
—Pero ¿qué voy a dejarles a mis hijos en herencia? —Preguntó desesperada—. No tengo ni idea de qué puede haber en mi ADN.
—Mi madre también era alcohólica. Podrías usar el mismo razonamiento conmigo.
—Lo único que tú podrías pasarles a nuestros hijos sería tu belleza, bondad y amor.
Ella sonrió con melancolía.
—Eso era lo mismo que iba a decirte yo. Vi cómo te miraban los niños del orfanato. Te vi reírte y jugar con ellos. Te vi llevar a Marie a dar una vuelta con el poni.
»A nuestros hijos les darás amor, cuidado y protección. Un hogar y una familia. No los echarás de casa cuando se equivoquen, ni dejarás de quererlos porque hayan pecado. Los querrás con tanta fuerza que morirías por ellos. Porque eso es lo que hace una madre Y eso es lo que tú harás.
Santana la miró.
—Te veo muy fiera.
—Sólo cuando estoy defendiendo a alguien a quien amo. O cuando lucho contra alguna injusticia.
Y sería injusto que te rindieras ante esas viejas mentiras.
»Has hecho tantas cosas por mí, Santana... Ahora me toca a mí. Si quieres olvidarte de tu familia para siempre, te apoyaré. Si eliges seguir cada una de las ramas de tu árbol genealógico, te apoyaré también. No dejes que la culpabilidad y el miedo te roben la capacidad de elegir. Tomaste la decisión de revisar tus óvulos para la inseminación y creo que deberías mantenerte fiel a esa decisión. Aunque decidamos ampliar la familia mediante la adopción.
—Lo más fácil sería olvidarme de mi familia —reconoció ella—, pero si quiero traer un hijo al mundo necesito saber algunas cosas. Al menos, las más básicas.
—Sé que no será fácil, pero no estarás sola Estaré contigo, apoyándote. Ahora mismo, tu pasado tiene poder sobre ti porque lo desconoces. En cuanto salgas de dudas, ya no tendrás que preocuparte por tus antecedentes familiares.
»Arriésgate conmigo, Santana.
Ella hundió la cara en su cuello.
«De todos los dones que Dios me ha otorgado, tú eres el mayor», pensó.
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Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 41
Aunque las palabras de Britt no lograron borrar del todo las preocupaciones de Santana, se sintió muy aliviada Al ver que ella la amaba tanto y tenía tanta confianza en ella, sus dudas se resquebrajaron. Se sentía la mujer más afortunada del mundo. Dios la había bendecido con una amante y esposa sin igual. Cuando ella la había mirado a los ojos y le había dicho que quería que se hiciese los exámenes, tuvieran un hijo o no... Santana recordaría ese momento el resto de su vida.
Le vino a la mente un proverbio de la Biblia hebrea: «Quien encuentra una esposa, encuentra un bien muy valioso».
Por las noches, cuando se sentía torturada por el pasado y atemorizada ante el futuro, le costaba conservar la esperanza. En vez de levantarse a recorrer la casa en busca de alcohol, Santana decidió que era mucho mejor aferrarse a Britt con fuerza. Su ángel de ojos azules no hacía desaparecer sus preocupaciones, pero le daba las fuerzas que necesitaba para luchar.
El día después de la ducha compartida, ella la encontró en el estudio, con una montaña de libros y el ordenador portátil encendido.
—Hola. —Entró en el despacho con un vaso de Coca Cola en la mano—. Te he traído algo de beber.
Santana levantó la vista de los libros y sonrió.
—Gracias, cariño.
Se dio unas palmaditas en el regazo y Britt dejó la bebida en el escritorio antes de sentarse sobre ella.
— ¿Y esto? —Le preguntó Santana, señalando la muñeca de juguete que tenía sobre un montón de carpetas— ¿Lo dejaste tú aquí?
—Sí. —Britt se removió inquieta, preguntándose cómo iba a salir de ésa.
—Me había olvidado de que la tenía... pero es una buena pisapapeles.
—Debí pedirte permiso antes de mirar tus cosas.
Santana se encogió de hombros.
—Ya era hora, Esta muñeca era uno de mis juguetes favoritos cuando era niña.
—Se ve muy antigua, ¿De dónde salió?
Santana se rascó la barbilla.
—Diría que de mi padre. Me parece recordar que fue él quien me la regaló, pero supongo que es imposible.
Britt le dirigió una mirada compasiva.
— ¿En qué estás trabajando?
—En mi libro, Estoy con la sección del Infierno. Creo que incluiré algunos comentarios sobre la historia de Guido. Citando tu ponencia como fuente, por supuesto. Ahora eres una autoridad en la materia —añadió, antes de darle un beso.
—Será más fácil citarla ahora que va a ser publicada.
— ¿De verdad?
—He recibido un email de los organizadores de la conferencia diciéndome que una editorial europea está interesada en publicar varias de las ponencias. Quieren que la mía sea una de ellas.
—Tu primer artículo publicado. Enhorabuena. —Santana la abrazó con fuerza, sintiéndose muy orgullosa de ella.
—Será una gran aportación para mi currículum —comentó Britt, jugueteando con las gafas de Santana—, pero voy a necesitar que me hagas un favor.
—Lo que quieras.
Ella alzó las cejas.
— ¿Lo que quiera?
—Por ti, amor mío, arrancaría las estrellas del cielo para dejarlas a tus pies.
Britt se llevó la mano al corazón.
— ¿Cómo lo haces?
— ¿El qué?
—Decir esas cosas, Es precioso.
Santana le dedicó una sonrisa irónica.
—He pasado años estudiando poesía, señora López Está en mi ADN.
—Ya te digo. —Britt le rodeó el cuello con los brazos y la besó con decisión.
Su abrazo se volvió cada vez más apasionado Santana estaba a punto de tirar todos los libros al suelo cuando Britt recordó que había ido allí a pedirle un favor.
—Hum, ¿cariño?
— ¿Sí? —preguntó Santana con voz ronca, sin dejar de acariciarla arriba y abajo.
—Tengo que preguntarte una cosa.
—Tú dirás.
—Voy a tener que revisar la ponencia antes de enviarlo. Lo necesitan la primera semana de diciembre. ¿Podrías leerlo y hacerme algunas sugerencias?
La expresión de Britt delataba que estaba preocupada. Habían discutido por culpa de ese texto meses atrás. No quería volver a discutir con ella.
—Por supuesto. Será un placer. Trataré de no ser una imbécil integral cuando te dé mi opinión.
Ella sonrió con ironía.
—Te lo agradeceré.
—Y ahora, ¿podemos practicar sexo de escritorio o quieres pasarte la tarde charlando?
—Sexo de escritorio, por favor.
—Tus deseos son órdenes.
Santana se quitó las gafas y se deshizo de ellas. Cerró el portátil y lo dejó en la estantería antes de apartar también la locomotora. Luego, con un amplio movimiento del brazo, barrió todos los libros y papeles que había sobre la mesa antes de colocar a Britt sobre ella.
Pasaron la siguiente hora dedicados a un nuevo placer conyugal: el sexo de escritorio.
(El sexo de escritorio puede s e r m u y m u y bueno, siempre y cuando se aparten antes las grapadoras.)
Más tarde, Britt empezó a hacer las maletas para ir a la boda de su padre y Diane, mientras Santana seguía en su despacho tratando de escribir. Le resultaba difícil concentrarse en Guido da Montefeltro teniendo delante de los ojos el escenario de su último (y muy apasionado) encuentro con Brittany.
«No sé si podré volver a trabajar en este escritorio.»
Frustrada, cerró el documento y abrió el correo electrónico. Le escribió un breve mensaje a
Carson Brown, su abogado, pidiéndole que hiciera algunas pesquisas sobre sus padres biológicos y los parientes de éstos.
Luego cogió el teléfono móvil y marcó un número.
Britt entró en el dormitorio después de haber pasado las últimas horas revisando el artículo. Le dolían los ojos. Llegó a la conclusión de que Rachel tenía razón: tenía la vista cansada y debería visitar a un oftalmólogo. Pediría hora en cuanto volvieran de Selinsgrove.
— ¿Qué te pasa? —La voz de Santana le llegó desde el lecho.
Britt se apartó las manos de los ojos.
Santana estaba sentada en la cama, con las gafas puestas, leyendo.
Ella le dirigió una mirada compungida.
—He pasado demasiado tiempo delante de la pantalla y ahora me duelen los ojos. Voy a tener que ir a revisarme la vista cuando volvamos.
—Bien. Tienes unos ojos preciosos. Sería una lástima que te los estropearas. —Puso un dedo en el libro que estaba leyendo para no perder el punto y con la otra mano palmeó la cama—. Ven aquí.
Cuando Britt se sentó a su lado, se dio cuenta de que estaba leyendo el diario de su madre.
— ¿Qué ha hecho que te decidieras a leerlo?
—Ya que he empezado a buscar información sobre mi familia, he pensado que no tenía sentido esperar más.
— ¿Te entristece lo que pone?
Dejando el diario a un lado, Santana se frotó los ojos.
—Es muy trágico. Cuando acabó el instituto se trasladó a Nueva York y compartió apartamento con una amiga. Empezó a trabajar para la empresa de mi padre. Una de las secretarias cogió la baja por maternidad y ella ocupó su puesto temporalmente. Así se conocieron.
—Era muy joven. —Britt le agarró la mano.
Santana bajó la vista hacia sus manos entrelazadas.
—Casi tan joven como tú cuando te conocí. Es curioso cómo se repite la historia.
—No pienses eso —dijo ella, en voz baja—. Tú pudiste haber seguido sus pasos, pero no lo hiciste. Somos distintas de ellos.
—Seguí sus pasos, pero con otra persona.
Britt se enfadó.
—Tú no abandonaste a Paulina. Te preocupaste por ella durante años. Y nunca habrías abandonado a un hijo tuyo.
—Vuelve a decirlo. —La voz de Santana era una mezcla de gruñido y súplica.
Britt le quitó las gafas y se inclinó sobre su cuerpo para dejarlas en su mesilla de noche. Luego, aún encima de ella, la miró a los ojos.
—Santana, no eres del tipo de mujeres que abandonan a sus hijos a su suerte. Y por mucho que te guste pensar que me sedujiste, ambas sabemos que en nuestra relación la seducción fue mutua.
Santana le acarició el pelo con delicadeza antes de levantarle la barbilla para besarla en los labios.
—Nuestra seducción fue mutua, no hay duda de eso. Eres la única mujer que ha logrado que le entregara mi corazón. Y sigues seduciéndome, señora López, cada día.
Volvió a acariciarle el pelo y luego añadió:
—Parece que todo empezó porque pasaban muchas horas al día juntos. Una noche, él la besó. A partir de ahí, las cosas se complicaron.
— ¿Crees que la amaba?
—Él le dijo que la amaba. Le hizo regalos carísimos. No podían verse en público, pero quedaban en hoteles.
Britt se acarició el collar sin darse cuenta.
—Vi algunas de las joyas que hay en el cajón. Algunas son de Tiffany’s y vi un anillo que parece de casada.
Santana frunció el cejo.
—Mi padre se lo regaló cuando nací yo. Mi madre se lo ponía para hacerse pasar por una mujer casada. ¡Menuda farsa!
—Supongo que lo hizo para protegerla.
—Brittany, nada de lo que mi padre hizo sirvió para protegerla —replicó ella en tono glacial—Ella era joven y había pasado toda la vida escudada tras su familia. Esperaba que mi padre dejara a su esposa y a sus hijos por ella. Obviamente, no lo hizo.
Britt la abrazó.
— ¿Has empezado a buscar información sobre tu familia?
—Le he escrito a Carson. Le he pedido que averigüe lo que pueda sobre los López y sobre mi padre. —Tras aclararse la garganta, añadió—: He hecho unas cuantas llamadas telefónicas y he concertado cita con el doctor Townsend. Y con la ginecóloga.
—Estoy muy orgullosa de ti. Sé que estás preocupada, pero no importa lo que descubras. Lo afrontaremos juntas.
Santana suspiró y le acarició la nuca.
—Y si tú decías en serio lo de averiguar más cosas sobre tu madre, te acompañaré —se ofreció Santana.
Britt se tumbó de espaldas en la cama, mirando al techo.
—Mi padre guarda sus pertenencias, pero no creo que ahora sea un buen momento para pedírselas. Tiene otras cosas en la cabeza.
—Tienes razón. ¿Has sabido algo de ellos?
—Diane me envió un email sobre los vestidos de dama de honor. Tendremos que pasar a recogerlos cuando lleguemos.
Se quedó callada unos instantes.
— ¿Crees que Dios te ha perdonado?
Santana frunció el cejo.
— ¿Por qué me preguntas eso?
—Por nuestra conversación de antes en la ducha. Me ha parecido que crees que no te ha perdonado tu pasado.
Santana se revolvió a su lado.
—Cuando estuve en Asís tras nuestra separación, tuve la sensación de que me perdonaba.
—Pero cuando te miras al espejo, sigue sin gustarte lo que ves —dijo ella con delicadeza.
— ¿Por qué debería gustarme? Estoy cargada de defectos.
—Como el resto de los seres humanos, mi amor.
—Supongo que yo soy más consciente de los míos.
—O tal vez no has aceptado la gracia y el perdón que te han ofrecido.
Santana se volvió hacia ella bruscamente.
Brittany se pegó a su cuerpo.
—No te digo esto para hacerte sufrir. Veo lo mucho que has mejorado y me parece casi un milagro. Pero creo que para que el milagro sea completo debes reconocer la magnitud de la gracia que te ha sido concedida.
—Hice cosas espantosas —susurró ella.
—Y como la gracia de Dios es tan poca cosa... —Britt la miró con el rabillo del ojo.
—No es eso lo que pienso.
—Pero actúas como si lo pensaras. Como si aún estuvieras en el infierno. Como si fuera imposible que Dios te hubiera perdonado.
—Quiero ser mejor persona.
—Nadie te lo impide. Acepta el hecho de que Él no te ha hecho llegar hasta aquí sólo para abandonarte ahora. No es de ese tipo de padres.
Santana reflexionó en silencio.
—Si lo que dices es cierto, entonces no debes tener ningún miedo a la maternidad. No importa lo que hiciera Sharon o sus antepasados. La gracia también te incluye a ti.
—Supongo que las dos tenemos que enfrentarnos a nuestros miedos.
Santana le acarició la mejilla antes de ponerse encima de ella.
—Serás una madre maravillosa —musitó Santana y unió sus labios en un beso.
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Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 42
Puente del Día del Trabajo, 2011
Los Hamptons, Nueva York
— ¡Joder! —exclamó Kitty, dejándose caer sobre ella.
—Exacto, joder —bromeó ella, abrazándola y echándose a reír—. Ha sido asombroso.
Kitty estaba de acuerdo. Había tenido un orgasmo tan intenso que casi no se sentía el cuerpo.
Por supuesto, que April Hudson y ella llevaran varios mojitos de más en el cuerpo podía haber tenido algo que ver.
En lo más recóndito de su mente sabía que había algo que tenía que recordar algo importante.
Algo relacionado con April.
La joven se montó sobre ella.
—Hagámoslo otra vez —dijo, arrastrando las palabras—Casi no me ha dolido, No sé por qué he esperado tanto.
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3/3
Hola Hola!
Bueno hoy vine a dejarles tres pequeños capitulos C:
Espero que les gustaran y que me dejen sus comentarios
Saludos Y besos
COMENTEN!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Hola!! Britt es una genia!!!
Todavía no me cierra Kity.
Saludos
Todavía no me cierra Kity.
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
las inseguridades de santana a veces cansan, como una mujer tan inteligente pde ser tan cerrada a veces? britt es muy paciente, yo me habria largado a pasear por alguna playa!!!! hasta luego!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
monica.santander escribió:Hola!! Britt es una genia!!!
Todavía no me cierra Kity.
Saludos
Hola Hola!
Jajajajaj Britt es Britt jajaja y mmmm ya veremos !
Saludos
micky morales escribió:las inseguridades de santana a veces cansan, como una mujer tan inteligente pde ser tan cerrada a veces? britt es muy paciente, yo me habria largado a pasear por alguna playa!!!! hasta luego!
Hola Hola!
Creo que es por su pasado tan duro y malo! y jajajaja de hecho!
Saludos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 43
Puente del Día del Trabajo, 2011
Selinsgrove, Pensilvania
—Tu padre tenía esta habitación como cuarto de invitados, pero pensábamos convertirla e n la habitación del bebé —dijo Diane, abriendo la puerta del pequeño cuarto situado junto al dormitorio principal.
Britt entró tras ella, con una bolsa de regalo azul y blanco.
Faltaban pocos días para la boda y estaba ayudando a Diane a preparar la casa.
—Quería pintar las paredes y tenerlo todo preparado para antes de que llegara el niño, pero ahora... —Se acarició el vientre varias veces.
—No sé por qué no vas a prepararla igualmente. —La joven miró a su alrededor y se fijó en tres cajas de aspecto familiar en el suelo, junto al armario.
—Tal vez no venga nunca a casa —susurró Diane, luchando por reprimir las lágrimas.
Britt le rodeó los hombros con un brazo.
—El hospital y los médicos están acostumbrados a tratar casos como éste, Hay otros niños que han superado con éxito las operaciones a las que tendrá que someterse Cacahuete.
— ¿Cacahuete?
—Como todavía no tiene nombre, le hemos estado llamando Cacahuete.
La embarazada se llevó de nuevo la mano al vientre.
—Me gusta, Cacahuete.
—Todos rezamos y esperamos que se ponga bien decorar su habitación podría ser una muestra de esperanza, una demostración práctica de que creéis que será así. —Britt levantó la bolsa que llevaba—Os he comprado una cosa a ti y al bebé.
—Gracias, Es el primer regalo que recibimos.
—Ya que es mi hermano pequeño, quería ser la primera en hacerle uno, Ábrelo.
Diane desenvolvió con cuidado el papel de seda, dejando a la vista una caja rectangular la abrió.
Dentro había un cuadro de un querubín tocando la guitarra, enmarcado en oro.
La futura madre lo levantó para admirarlo.
—Sé que tienes dudas sobre si preparar o no la habitación del bebé —comentó Britt en voz baja—, pero pensé que un ángel era un símbolo de esperanza. El cuadro se llama Ángel o musicante. Es una de las obras expuestas en la Galería de los Uffizi, en Florencia.
—Gracias, cielo. —Diane la abrazó—. Es muy bonito.
Se acercó a la ventana y colocó el cuadrito en el amplio alféizar, apoyado contra el cristal.
Quedaba perfecto, como si lo hubieran diseñado para estar allí.
—Tu padre dice que, después de que nazca el niño, podríamos usar tu habitación como cuarto de invitados.
—En realidad no es mi habitación, Yo crecí en la antigua casa de papá.
—Eres mi hija y siempre tendrás una habitación en mi casa —dijo una voz ronca a su espalda.
Diane y Britt se volvieron a la vez. Tom estaba en la puerta.
—Te lo agradezco, papá, pero no hace falta que me reservéis una habitación.
—Es tu habitación —insistió él con firmeza.
Britt suspiró y asintió. Señalando las paredes blancas que los rodeaban, preguntó:
— ¿Habéis elegido colores?
Diane sonrió.
—Azul cielo y rojo. Había pensado que podríamos pintar un mural con un tema marinero. Tal vezm un barco navegando entre las olas. Sería relajante, ¿no crees?
—Quedará precioso. Buscaré ropa de cama y cosas que tengan barcos.
— ¡Gracias!
—De nada, Me aseguraré de que a mi hermanito no le falta de nada. Me muero de ganas de empezar a malcriarlo.
A Tom se le llenaron los ojos de lágrimas, pero nunca lo habría admitido.
—Entonces, ¿vamos a redecorar? —le preguntó a su prometida.
—Creo que podríamos hacer algunas cosas, pero no todas. Después de la luna de miel, podríamos pintar las paredes. —Diana levantó la cara hacia él, con un brillo esperanzado en la mirada.
—Lo que quieras. —Tom se inclinó hacia ella para besarla, apoyándole la mano ligeramente sobre el lugar donde crecía su hijo.
Britt se acercó a la puerta para darles un poco de intimidad.
—Voy abajo a ver qué hacen Santana y el tío Jack.
—Un momento, cielo —lo detuvo Diane, que había puesto la mano encima de la de Tom— ¿Quieres esas cajas? Creo que eran de tu madre—Señaló hacia el rincón del armario.
El ambiente de la habitación cambió de golpe cuando Britt y su padre vieron hacia dónde señalaba.
— ¿Qué? —preguntó él bruscamente.
—Esas cajas no hacen nada ahí, Tal vez haya algo en ellas que Britt quiera llevarse a Massachusetts aunque si no las quieres, o no quieres mirarlas ahora, no pasa nada. Las abrí para ver qué había dentro y las volví a cerrar. Me las encontré por casualidad mientras ordenaba la habitación.
—Me gustaría echarles un vistazo a las cosas de mamá —dijo ella, consciente de que su padre abría y cerraba los puños a su lado.
—La verdad es que preferiría no hablar de estas cosas tres días antes de mi boda —refunfuñó Tom.
—Cariño —le reprochó Diane con delicadeza.
—De acuerdo, ¿Por qué no vas a pedirle a Santana que suba a ayudarme a llevar las cajas a vuestro coche?
Britt asintió, Mientras salía de la habitación, vio cómo su padre abrazaba a Diane.
Cuando estaba a punto de llegar a la planta baja, oyó voces procedentes del salón.
— ¿Se lo has contado ya? —Era la voz de Jack, el hermano de Tom.
—No —respondió Santana, tensa.
— ¿Piensas hacerlo? —insistió Jack, alzando un poco la voz.
—Todo ha estado tan tranquilo últimamente que no me ha parecido necesario ya tiene bastantes cosas en la cabeza no quería añadirle más preocupaciones.
—Espero no enterarme de que está viviendo con miedo.
—No lo está —replicó Santana con impaciencia.
—Si descubro que vive con miedo, tú y yo vamos a tener un problema no me importara que seas mujer.
Los pasos de Britt acercándose pusieron fin a la conversación al entrar en el salón, encontró a su hermano junto a la pared del fondo, en postura amenazadora su esposa estaba a poca distancia, en una postura parecida.
— ¿Qué pasa?
Santana levantó el brazo y ella se acurrucó a su lado.
—Nada, ¿Ya has ayudado a Diane?
—Un poco, pero ahora te necesitamos a ti. Hay unas cajas que tendríamos que llevar al coche.
—Claro. —Con una mirada de advertencia en dirección a Jack, siguió a Britt.
El día antes de la boda, Britt ayudó a la principal dama de honor, la hermana de Diane, a hacer recados fue a ver a la florista para comprobar que todo estuviera en orden; se pasó por la iglesia para revisar la decoración y luego hizo una parada en el restaurante de Kinfolks.
Ella no habría elegido Kinfolks para el ensayo de boda, pero ya que el lugar tenía un gran valor sentimental tanto para el novio como para la novia, se reservó la opinión.
Cuando acabó de hablar con el dueño y el director del local para asegurarse de que todo estaría dispuesto para esa noche, se encontró con Deb Lundy, la antigua novia de su padre, y con Natalie, la hija de ésta.
Britt se esforzó por esbozar una sonrisa mientras Deb se le acercaba.
—Hola, Britt ¡Cuánto tiempo sin verte!
—Hola, Deb, ¿cómo estás?
—Bien, Natalie ha venido a pasar el puente y hemos salido a hacer unas compras —respondió la mujer, levantando el montón de bolsas que llevaba en la mano.
Britt apartó la mirada de la alta rubia y se volvió hacia su hija, que se había quedado a cierta distancia, con expresión furiosa las dos iban vestidas con ropa cara y zapatos de marca y llevaban grandes bolsos de Louis Vuitton.
Natalie era una joven muy atractiva, pelirroja con los ojos verdes Britt y ella habían sido compañeras de habitación en la Universidad de Saint Joseph eran buenas amigas, pero eso fue antes de que Natalie se acostara con la novia de Britt, Kitty, y la invitara a unirse a ellas para hacer un trío.
—Natalie estaba invitada a pasar el puente en los Hamptons, con su novia ¿Te acuerdas de ella? Kitty Wilde, la hija del senador.
—Sé quién es —se limitó a responder Britt.
Deb conocía perfectamente la relación que había unido a Britt y a Kitty, igual que sabía que ésta había sido arrestada por agredirla hacía dos años por desgracia, su condena se había limitado a una eclaración de aceptación de culpabilidad y a servicios comunitarios.
Sin hacer caso de la evidente incomodidad de Britt, Deb siguió hablando:
—La señora Wilde se puso enferma y tuvieron que cancelar los planes para el fin de semana pero me alegro de tener a Natalie en casa la vemos tan poco ahora que trabaja para la campaña presidencial del senador... Su trabajo es muy importante.
—Enhorabuena —dijo Britt, tratando de que no se notara el desprecio que le inspiraba su antigua amiga.
Ésta la ignoró y se volvió hacia su madre.
—Tenemos que irnos.
Britt miró a Natalie con curiosidad la última vez que la había visto había sido en aquel mismo sitio su antigua compañera la había arrinconado y le había mostrado un vídeo grabado por Kitty.
Uno en el que se veía a Britt en una postura comprometida Natalie la había amenazado con colgar el vídeo en Internet si no retiraba los cargos contra Kitty.
Para sorpresa de todos, Britt se había mantenido firme incluso amenazó a Natalie con contar aT he Washington Post que Kitty había enviado a su novia para hacerle chantaje sabía que al senador no le habría hecho ninguna gracia.
En aquel momento, Natalie no la creyó capaz de llevar a cabo su amenaza, pero luego debió de cambiar de opinión, ya que el vídeo no había aparecido en ninguna parte al parecer, se habían rendido.
De vez en cuando, Britt se preguntaba por qué no habría vuelto a saber nada de ellas, pero prefirió pensar que había tenido suerte y olvidarse del tema.
Al volver a encontrarse con Natalie, había esperado que ésta fuera maleducada o agresiva, como la última vez que le lanzara indirectas o amenazas veladas, pero en vez de eso estaba viendo a una joven nerviosa, que cambiaba el peso de pie y miraba furtivamente hacia la puerta de hecho, parecía asustada.
Britt miró a su alrededor, pero no vio nada que justificara su comportamiento, ni en el restaurante ni en la acera se preguntó qué preocuparía a Natalie. Y qué habría hecho desaparecer como por arte de magia su actitud bravucona.
Deb le hizo un gesto a su hija para que esperara.
—Me alegro de haberte visto, Brittany He oído que tu padre vuelve a casarse.
—Sí, mañana.
—No pensaba que fuera de los que se casan supongo que la edad le ha afectado.
Britt alzó una ceja Deb tenía la misma edad que su padre, si no era más mayor, pero no tenía ganas de discutir.
—Vámonos. —Natalie tiró del brazo de su madre y ambas salieron del local.
Britt las miró mientras se alejaban, con la sensación de que se estaba perdiendo algo.
Algo importante.
— ¿No estás agotada?
Dos días más tarde, Lucy estaba apoyada en la encimera de la cocina, con la cabeza sobre los brazos—Después de la noche del ensayo y ayer la boda, que acabó tardísimo, estoy muerta de sueño —añadió.
Britt se echó a reír mientras pelaba el maíz para la cena.
—Menos mal que me he echado una siesta esta tarde.
—Ya, Eso mismo ha dicho Santana Pero mi hermana no ha dormido siesta ni un día en toda su vida y dudo mucho que sea capaz de dormir si estás con ella en la cama.
Britt se ruborizó y clavó la vista en la mazorca.
—La ceremonia fue preciosa —dijo, cambiando de tema—. Aún no me creo que bailase con mi padre el día de su boda.
—No me siento con fuerzas para celebrar tu cumpleaños esta noche, Britt Lamento ser tan mala amiga. —La voz de Lucy quedó interrumpida por un bostezo.
— ¿Por qué no vas a echarte un rato?
—Ya lo he intentado, pero mi marido me ha seguido, ergo, me he quedado sin siesta. Eso sí, hemos cumplido con la ración de hoy de hacer niños.
Britt soltó una risita.
— ¿Cómo va eso, por cierto?
Lucy se echó hacia adelante dramáticamente.
—Necesito vacaciones.
— ¿De hacer bebés?
Lucy gruñó con los ojos cerrados.
—Sí, maldita sea practicamos sexo a todas horas, pero no me quedo embarazada es deprimente.
—Abrió los ojos y apoyó la cabeza en una mano—Necesito un descanso. Deja que vaya a visitarte unos días. No molestaré nada, te lo prometo.
—Pensaba que querías tener un bebé.
—Quiero un bebé, pero ¿a qué precio? Nunca pensé que diría esto, pero tengo un empacho de sexo. Empiezo a sentirme como una máquina.
—Santo Dios, ¿dónde me he metido? —exclamó Santana, que entraba en ese momento por la puerta del porche.
—No pasa nada. Es que tu hermana está agotada Lucy, vete a dormir un rato. Ya te reunirás con nosotros para el postre si te apetece.
— ¿En serio?
Britt señaló hacia la escalera con una mazorca.
—Largo.
Su cuñada se levantó de un brinco y salió disparada de la cocina.
Santana la miró negando con la cabeza.
—Dime que no vamos a acabar así.
—No vamos a acabar así. —Britt le dio un beso en la sien.
— ¿Me lo prometes?
—Prometido. Entonces, ¿estás lista para que te vean los médicos? —preguntó ella, tratando de sonar despreocupada mientras seguía pelando maíz.
—Yo no diría precisamente lista, pero lo haré. Me convenciste y me haré los exámenes de los óvulos pase lo que pase luego. Y casi me has convencido de que el historial de mi familia no importa.
—Porque es la verdad, cariño. Créeme.
Santana le quitó la mazorca y la dejó a un lado antes de sujetarle ambas manos.
—Pero no quiero que nos hagamos demasiadas ilusiones.
—Estaría encantada de adoptar, pero antes quiero que lo intentemos. Por ti. Sin prisas. No quiero que acabemos como Luce y Aaron aunque menos romántico.
Santana se echó a reír y la abrazó.
Britt se acurrucó entre sus brazos, bostezando.
Santana la miró con preocupación.
— ¿Por qué no vas a echarte un rato tú también?
—Queda mucho por hacer.
—Tonterías. Richard está leyendo en el porche y Aaron está roncando frente al televisor.
Creo que cenaremos tarde.
—Le he dejado nuestra habitación a Lucy.
—Pues acuéstate en el sofá del estudio. —Le dio un beso en la frente—. No has parado desde el ensayo y la boda. Te has ganado un descanso. —Guiñando un ojo, añadió—: Ya que yo no te he dejado descansar esta tarde.
Britt la besó y salió de la cocina.
Al quedarse sola, Santana sacó un librito encuadernado en piel del maletín y se fue a leer junto a Richard.
—Hace un día precioso —comentó éste, cerrando la novela policíaca que había estado leyendo.
—Sí. —Santana se sentó en la silla Adirondack junto a su padre adoptivo.
— ¿Qué estás leyendo?
Le mostró la libretita. En el lomo había escrito «Diario» en letras doradas.
—Es el diario de mi madre.
Padre e hija cruzaron una mirada.
—Dentro encontré una cosa de Grace—Sacó dos páginas dobladas del interior del diario.
Richard las miró con interés.
— ¿Qué es?
—Hay nombres, direcciones y números de teléfono. En una página hay información sobre mi padre. En la otra sobre Jean López, de Staten Island. Es mi abuela.
— ¿No lo habías encontrado hasta ahora? —preguntó Richard, mirándola fijamente.
—No. Grace me dio las cosas de mi madre hace tiempo, pero nunca las había abierto.
Richard asintió como si la comprendiera.
Santana miró los papeles escritos por Grace.
—Me pregunto por qué los buscaría.
—Estoy seguro de que lo hablamos contigo cuando eras adolescente. ¿No te acuerdas?
—Muy vagamente.
—Cuando tu madre murió, los servicios sociales localizaron a tu abuela, pero ella se negó aquedarse contigo. Grace la llamó por teléfono para averiguar cuál era la razón. Después de hablar con ella, dejó sus datos junto a las cosas de tu madre por si tú querías ponerte en contacto con ellos más adelante.
—No recuerdo que Grace me contara que había hablado con mi abuela. Recuerdo que me dijo que los servicios sociales habían tratado de ponerse en contacto con mis parientes y que éstos no quisieron saber nada de mí.
Richard frunció el cejo.
—Eras una cría No valía la pena disgustarte con los detalles. Ya bastante tenías con todo lo que te había pasado. Pensábamos contártelo cuando fueras más mayor.
Santana asintió con la cabeza.
Richard apretó los labios.
—Lo siento, Debimos contártelo.
—No tienes por qué disculparte. Grace y tú me acogisteis cuando mi propia familia me dejó en la estacada.
—Eres nuestra hija —replicó Richard con voz ronca—. Siempre lo has sido.
Santana agarró el diario con más fuerza.
— ¿Te parecería... ofensivo que tratase de averiguar más cosas sobre mi familia biológica?
—Claro que no son tus parientes. Tienes derecho a conocerlos.
—Pero tú eres mi padre.
—Siempr, Pase lo que pase.
—Os puse en peligro. Hipotecasteis la casa para rescatarme.
—El amor de los padres es incondicional. No importa lo que hicieras, nunca dejaste de ser nuestra hija Rezaba para que algún día volvieras a nosotros. Y así fue.
Santana empezó a mover la rodilla nerviosamente.
Los ojos grises de Richard, en cambio, la miraron con firmeza y serenidad.
—No te dimos la vida, pero eres nuestra hija Nuestra casa era tu casa.
— ¿Qué le dijo Grace a mi abuela?
Richard se echó hacia atrás en la silla de jardín.
—Creo que le explicó quién era y lo que le había pasado a tu madre. Sé que hablaron de ti. Grace pensaba que podría razonar con tu familia.
— ¿Y lo logró?
—No —respondió Richard muy serio—. Tu abuela estaba cegada por sus rígidos principios morales y por su enfado con su hija. Repudió a tu madre cuando se quedó embarazada. Dudo que volvieran a verse después de aquello.
— ¿Y mi padre? ¿Grace habló también con él?
Richard se removió en la silla.
—Recuerdo que hablamos de esto contigo porque afectaba al certificado de nacimiento. Tu padre persuadió a tu madre de que no diera su nombre; por eso llevas el apellido de ella.
— ¿Cómo lo encontró Grace?
—Gracias a tu abuela. No tenía interés en ayudar a su nieta, pero le faltó tiempo para señalar a tu padre con el dedo. Tenía su dirección y número de teléfono, que deben de ser los que están ahí escritos, aunque Grace se guardó mucho de llamarlo a su casa. Lo llamó a la oficina, pero él se negó a hablar con ella.
—Recuerdo que Grace me dijo que mi padre sabía dónde estaba, pero que no iba a venir a buscarme.
—Ella pensaba que tus parientes estarían encantados de acogerte; por eso se puso en contacto con ellos.
—Grace siempre pensaba lo mejor de todo el mundo.
—Así es, pero tampoco era una ingenua. Tras hablar con tu abuela y tratar en vano de hacerlo con tu padre, no insistió. Y desde ese momento has sido nuestra hija —Mirando a Santana con tristeza, añadió—: Grace esperaba estar a tu lado cuando lo leyeras.
—Debí haberlo hecho antes.
Santana recordó la visión que había tenido, en la que Grace la perdonaba todavía lloraba su muerte.
—Brittany te aprecia mucho —dijo, cambiando de tema, aunque sólo fuera para librarse de los dolorosos recuerdos.
—Y yo a ella. Os agradezco mucho que me permitierais volver a casa.
—Éste siempre será tu hogar. —Santana jugueteó con el diario—Brittany piensa que si Dios es como un padre, debe de ser como tú.
Richard se echó a reír.
—Es un cumplido de mucho nivel, pero inmerecido. Soy tan imperfecto como el que más.
—Ojalá yo tuviera una cuarta parte de tu imperfección —murmuró Santana, bajando la cabeza.
—Grace y yo siempre pensamos en ti como en un regalo, un don que se nos había concedido pero desde la muerte de ella, me he dado cuenta de algo más.
Santana se volvió hacia él.
—Sé que nos estás agradecida por haberte adoptado, que piensas que te hicimos un favor. Pero no acabas de entenderlo. —Richard la miró con sinceridad antes de añadir—: Dios nos hizo ese regalo porque sabía que te necesitábamos.
Padre e hija siguieron mirándose unos largos instantes antes de volverse casi a la vez hacia el jardín y perderse en sus pensamientos si alguien le hubiera comentado a Santana que tenía los ojos húmedos, ella habría dicho que era por culpa de la alergia.
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 44
9 de septiembre de 2011
Durham, Carolina del Norte
April Hudson salió de su bloque de pisos con la intención de ir al campus en coche, pero una mujer cargada con un ramo de rosas se interpuso en su camino.
—Hola —la saludó sonriendo.
— ¡kitty! —April corrió hacia ella y le echó los brazos al cuello— ¿Qué haces aquí? —exclamó.
—He venido a verte Y a darte esto. —Acto seguido, le ofreció la docena de rosas rojas de tallo largo que llevaba en la mano izquierda.
—Son preciosas, ¡gracias! —La joven dio un par de saltitos antes de volver a abrazarla.
Kitty se echó a reír ante la exuberancia de la joven y le devolvió el abrazo, enterrando la nariz en su larga melena rubia.
—Tenía miedo de no volver a verte, ¿Quieres entrar? —le susurró al oído.
Cuando Kitty asintió, ella le mostró el camino hacia el ascensor.
—Me encantan. —Mientras subían, se llevó las rosas a la cara, aspirando su aroma—. Esta vez son rojas. La primera vez que salimos me trajiste rosas blancas.
—El blanco simboliza la virginidad —dijo ella, alargando la mano para acariciarle la melena lisa—. Ya no es adecuado.
Ella se encogió como si la hubiera golpeado y le devolvió las flores inmediatamente Kitty iba a preguntarle qué le pasaba, pero las puertas del ascensor se abrieron en ese momento y, rodeando a Kitty, April se dirigió rápidamente a su apartamento, haciendo resonar los tacones en el pasillo.
— ¿April? ¡Espera! —Echó a correr tras ella.
La chica sacó las llaves de la mochila y abrió la puerta. Luego trató de cerrársela en las narices.
—Espera un momento. —Kitty apoyó la mano plana en la hoja para impedirlo.
—No hacía falta que vinieras hasta aquí y me regalaras flores sólo para burlarte de mí. Ya sé que ya no soy virgen. No necesito que me lo recuerdes.
— ¿De qué hablas? No he venido a burlarme de ti.
— ¿Ya se lo has contado a todas tus amigas? Seguro que se han reído a gusto a mi costa. Sacas a cenar a la chica cristiana un par de veces y ella se entrega como si fuera el baile de graduación.
—No fue eso lo que pasó. —Kitty la miró muy seriamente.
—Después de pasar el fin de semana juntas no volviste a ponerte en contacto conmigo. No me has llamado ni me has enviado ningún mensaje. Llega el fin de semana y te plantas en mi puerta. ¿Soy tu rollo de fin de semana?
—Por supuesto que no, si me dejaras explicarme...
—No soy el rollo de fin de semana de nadie, Kitty Coge tus flores y vuélvete a Washington no puedo evitar que vayas fanfarroneando por ahí, pero te agradecería que me dejaras que se lo contara a mis padres antes. No quiero que se enteren leyendo el periódico de que me emborraché y me acosté contigo en la segunda cita.
Trató de cerrar la puerta una vez más, pero ella volvió a impedírselo.
—Por favor, dame un minuto ¿Puedo entrar?
—No.
Inclinándose hacia ella, susurró:
—He venido porque me apetecía verte. Y he elegido rosas rojas porque he pensado que te gustarían.
April se aferró a la puerta con fuerza, pero no dijo nada.
—Deja que te invite a comer y hablamos. Si no te gusta lo que tengo que decirte, me volveré por donde he venido y no te molestaré más.
Los ojos verdes de April la miraron con desconfianza.
— ¿Qué pretendes?
—Nada, Me gustas.
— ¿Eso es todo?
—Eso es todo. ¿Te parece poco?
— ¿Y qué pasa con tu padre y la campaña presidencial?
Kitty abrió mucho los ojos la había pillado por sorpresa. Tras unos instantes, respondió:
—Mi padre me pidió que te invitara a salir. A partir de ahí, me olvidé de la política.
—No te creo —repuso ella en voz muy baja, como si estuviera a punto de echarse a llorar.
—Confía más en ti misma, April. Eres bonita y muy dulce. No te habría invitado a ir a los Hamptons ni a tomar mojitos sólo por la política.
Ella alzó una ceja, incrédula.
—Lo digo en serio. Y ahora pon esas flores en agua y vamos a comer —insistió Kitty con una sonrisa.
April dudó, mirando las flores.
—De acuerdo. —Abrió la puerta para dejarla entrar—. Pero nada de mojitos esta vez.
—Palabra de scout —dijo ella, saludándola marcialmente antes de seguirla.
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Hola Hola Chicas :)
Bueno hoy vengo a dejar dos capitulos espero que les gusten
PD: ¿Que creen de la actitud de kitty y natalie ?
Saludos Y besos
COMENTEN!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Hola todavía no entiendo mucho lo de Kitty.
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
yo no confio en kitty y quisiera saber que es eso que santana oculta! hasta pronto y gracias por actualizar.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Perdon, he estado un poco pérdida pero volvi, me a encantado los capitulos, creo que San hizo algo para que Nataly este asi creo, bueno lo de Kitty de seguro quizo seducir a April para complacer a su padre y asi misma, gracias por los capitulos see ya!
lauravm98******* - Mensajes : 489
Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Hola dani!! Ya me puse al día wow, que caps de kitty, yo digo que es pura política y de britt y San, que van por muy buen camino besos!! Hasta la próxima
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
monica.santander escribió:Hola todavía no entiendo mucho lo de Kitty.
Saludos
Hola Hola!
Ya veremos que pasara con eso de kitty !
Saludos
micky morales escribió:yo no confio en kitty y quisiera saber que es eso que santana oculta! hasta pronto y gracias por actualizar.
Hola Hola!
Ya veremos que trae kitty ! y en pronto lo sabremos ! y :)
Saludos y besos
lauravm98 escribió:Perdon, he estado un poco pérdida pero volvi, me a encantado los capitulos, creo que San hizo algo para que Nataly este asi creo, bueno lo de Kitty de seguro quizo seducir a April para complacer a su padre y asi misma, gracias por los capitulos see ya!
Hola Hola!
Me alegra que volvieras :] y San puedeeeeeee ser muyyyy vengativa no ? y mmmmm puede ser que si puede ser que no :)
Saludos Y besos
Dolomiti escribió:Hola dani!! Ya me puse al día wow, que caps de kitty, yo digo que es pura política y de britt y San, que van por muy buen camino besos!! Hasta la próxima
Hola Hola!
Me alegra que regresaras :) y mmm puede ser que si puede que no ? y ya veremos que pasa en estos capitulos :)
Saludos Y Besos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 45
Cuando el puente del Día del Trabajo llegó a su fin, Britt y Santana volvieron a Cambridge para el inicio del año académico Santana iba a dar un curso y un seminario para alumnos de doctorado en la Universidad de Boston, mientras Britt seguiría con su formación en Harvard.
La segunda semana de septiembre, Santana fue a la consulta de la ginecóloga de las dos No quiso que su mujer la acompañara, ya que la visita coincidía con una de sus clases, así que fue sola.
Cuando volvió a casa a la hora de la cena, ella la asaltó:
— ¿Y bien?
—Buenas noches a ti también. —Santana le rozó los labios en un beso y la miró curiosa—Todavía me cuesta acostumbrarme a verte con gafas —dijo, tocándole la montura de carey.
Ella se las tocó, algo avergonzada, y luego se las quitó.
—Sólo las necesito para leer, O eso es lo que dijo el oculista.
—Pareces una bibliotecaria sexy. De hecho, creo que deberíamos llevarlas al estudio y usarlas para una nueva sesión de sexo de escritorio.
Ella se echó a reír.
—No vas a distraerme hablando de sexo, profesora López Quiero que me cuentes todo lo que te ha dicho la ginecóloga.
La sonrisa de Santana perdió brillo.
— ¿Y si te prometo orgasmos múltiples? —susurró, agarrándole la muñeca y llevándosela a la boca. La besó y le dio un mordisquito.
Britt tragó saliva con dificultad.
—Suena... muy bien. Pero sigo queriendo que me cuentes qué te ha dicho la doctora.
Ella avanzó, haciéndola retroceder hacia la mesa de la cocina.
— ¿Y si te prometo sexo en la mesa de la cocina como nunca lo has experimentado antes?
Arrinconándola contra la mesa, le separó las piernas para colocarse entre ellas.
Britt le acarició la mejilla.
—Te diré que me estás asustando, porque estás tratando de distraerme con sexo para no contármelo que ha pasado en el médico. Por favor, dímelo.
Santana se apartó de ella y se dejó caer pesadamente en la silla más cercana.
— ¿Has preparado algo? ¿O Rebecca?
—Rebecca ha dejado una lasaña—respondió Britt, acercándose a la nevera para sacar una Coca Cola. La sirvió en un vaso con hielo y se la ofreció—. Espero que tengas hambre.
—La Doctora no está segura de que vaya a funcionar ya que los primeros óvulos no eran muy buenos —Santana dejó el vaso en la mesa bruscamente.
—Oh, cariño. —Britt se sentó delante de ella y le apoyó la mano en el antebrazo.
—Cree que analizarme otra vez los óvulos para ver si aún es viable. Cuando tenga los resultados decidiremos si merece la pena programar todo, Me harán la prueba la semana que viene otra vez.
— ¿Y?
—Aunque salgan bien, las posibilidades de éxito son muy pocas. —Santana se aclaró la garganta—la posibilidad de embarazo se reduce a un treinta por ciento.
—No pensaba que fuera a ser tan complicado.
Santana se frotó los ojos con las manos.
—Es mucho más complicado de lo que imaginaba. Pero le agradezco a la doctora que haya sido tan detallada en sus explicaciones ¡Ah! y me ha prohibido fumar.
—Eso es bueno. Y ¿cuándo sabremos si ha tenido éxito los exámenes?
—Dice que depende. Puede tardar de unos tres meses a un año —titubeó antes de añadir—: O nunca.
Britt se sentó en su regazo y la abrazó.
—Lo siento, Santana Ojalá hubiera ido contigo.
—Tal vez no estabas físicamente, pero te sentía a mi lado—Le dirigió una sonrisa triste—Si la producción de óvulos buenos no se ha visto afectada podemos usar los tuyos en vez de los míos—Jugueteó con el pelo de ella—La Doctora ha sugerido que tú también te hagas una revisión, para descartar algún posible problema.
Britt hizo una mueca.
Santana la miró ladeando la cabeza.
— ¿Ves algún inconveniente?
—No, No me gustan esas revisiones, pero entiendo que sería necesario. Además, ya me toca ir.
—Lo peor de todo es que la doctora ha dicho que tendríamos que pasar tres semanas de abstinencia después de todos los exámenes.
Britt abrió los ojos como platos.
— ¿Tres semanas? Scheisse.
—Exacto. ¿Sigues queriendo que lo hagamos?
—No me gusta la idea del celibato obligado durante tres semanas. —Se estremeció sólo de pensarlo—Pero he pasado mucho más tiempo célibe antes.
—Cierto. —Santana sonrió traviesa—. Será una nueva experiencia para las dos: celibato marital ¿Quién se iba a imaginar que existía algo tan horrible?
—Yo desde luego, no. Excepto, ya sabes, una vez al mes.
—Por cierto, vamos a tener que organizarnos para que las tres semanas coincidan con nuestro período, porque, si no, serán cuatro semanas.
—Piensas en todo, Profesora.
Los ojos de Santana parecieron oscurecerse.
—Tengo mis necesidades.
Britt presionó el pecho contra el suyo, juntando sus labios hasta que se rozaron.
—Igual que yo, Profesora Y estoy segura de que podremos ocuparnos de algunas de esas necesidades sin poner en peligro tu parte afectada.
— ¿Parte afectada?
—Me ocuparé de ti y de todas tus partes. Vas a necesitar una enfermera.
Santana le deslizó las manos por la espalda hasta detenerse en sus nalgas.
—Me gusta cómo suena eso. Enfermera, bibliotecaria, estudiante, profesora... Tus talentos no tienen fin.
—No. De hecho, tengo otra identidad secreta.
— ¿Ah, sí?
Ella le acercó los labios al oído.
—También soy la novia de la mujer maravilla.
—Voy a tener que ir a buscar el traje de la mujer maravilla a la tintorería.
— ¡Feliz Navidad, Brittany! —se dijo a sí misma.
—Lo será —susurró ella, dirigiéndole una mirada ardiente—. Entonces, para que quede todo claro, iremos a hacer las visitas que hagan falta y seguiremos adelante con el proceso. ¿Sí?
—Sí.
—Y no empezaremos a intentar tener un hijo hasta que acabes el doctorado. Todo esto son trámites... preliminares.
Britt sonrió y la besó en los labios. Luego decidieron que la cena podía esperar y celebraron sus decisiones con una ronda de sexo en la mesa de la cocina Santana simuló ser la mujer maravilla que volvía a casa después de una dura jornada luchando contra el crimen.
(Debe quedar constancia de que el sexo en la mesa de la cocina entre superhéroes todavía es mejor que el sexo en la mesa de la cocina entre personas normales y corrientes.)
Más tarde, Britt y Santana estaban sentadas en el suelo del dormitorio, revisando las cajas de Sharon encontraron álbumes de fotos con fotografías de Brittany cuando era un bebé y más mayorcita.
Encontraron también juguetes y la pulsera que le habían puesto a Britt en el hospital cuando nació.
La sorprendió que su madre hubiera guardado todos esos recuerdos pero todavía se sorprendió más al encontrar una foto de sus padres el día de su boda, junto a varias otras de cuando eran novios.
Había incluso algunas fotos familiares de antes del divorcio.
En otra caja encontraron bisutería, pañuelos de cuello y fotos de Sharon con distintos hombres.
Britt dejó esas fotos en el montón de tirar casi sin mirarlas. Por lo que Santana sabía del comportamiento de la mujer cuando estaba con esos hombres, no le extrañó que Britt quisiera destruir esos recuerdos.
—Brittany, ahora tienes tu propia casa tienes una nueva vida—Le acarició los nudillos con un dedo.
—Lo sé —replicó ella con una sonrisa no muy convencida.
Buscó el anillo de compromiso de su madre y el de boda, pero no los encontró. Supuso que ésta los habría empeñado. No recordaba habérselos visto puestos en los últimos años.
Si había esperado encontrar algún tipo de respuesta, la realidad la decepcionó una vez más. Nada en aquellas cajas ofrecía información sobre por qué la adorada niñita se había convertido en una presencia molesta en la casa. Nada explicaba por qué el alcohol y el sexo se habían vuelto más importantes que una persona que era carne de su carne y sangre de su sangre.
— ¿Cariño? —La voz de Santana interrumpió sus pensamientos.
—Una vida entera. Tres cajas. Qué desperdicio.
Ella le acarició la espalda para consolarla.
— ¿Por qué no me quería? —A Britt se le quebró la voz.
Santana sintió que se le rompía el corazón se sentó detrás de ella y la abrazó con fuerza.
—Ojalá tuviera la respuesta, pero sólo puedo decirte que te entiendo, Brittany Te entiendo.
—Me cuesta tanto creer que pudiera quererme alguna vez...
—Conservó las fotografías es evidente que, cuando naciste, te quería mucho. Se ve en su cara. Y durante los primeros años te siguió queriendo.
—Pero luego decidió que quería más al alcohol.
—Eso no era amor, Era una adicción.
—No es que no sienta compasión por ella, Santana, pero es que no me entra en la cabeza que alguien ponga el alcohol y los hombres por delante de su hija.
Santana le apretó la mano.
—Porque no es correcto. No debería ser así. Pero las adicciones son algo terrible. Por desgracia, sé de lo que hablo. Es una suerte que no puedas imaginártelo; eso significa que no has pasado por ello estoy segura de que tu madre quiso dejarlo en alguna ocasión.
—Sí, fue a rehabilitación varias veces.
—Sin la ayuda de Dios, yo habría acabado como ella —susurró Santana Al ver que Britt permanecía en silencio, siguió hablando—: Es culpa mía Insistí en que debíamos buscar información sobre nuestros padres y mira...
—No eres tú quien me hizo daño. Supongo que fui una idiota al pensar que encontraría alguna respuesta en estas cajas. Si mi padre no las tiene, ¿cómo iba a encontrarlas yo en un montón de trastos viejos?
—Tus juguetes no son trastos viejos enmarcaremos las fotos y colocaremos los juguetes en una estantería. Algún día, cuando tengamos una niña, podrás enseñarle lo guapa que era su madre de pequeña.
Britt escondió la cara en el hombro de Santana.
—Gracias.
Tras abrazarla con fuerza, la ayudó a guardar las cosas en las cajas.
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 46
—Disculpe, ¿podría repetirlo? —Britt estaba mirando a su ginecóloga con los ojos muy abiertos.
Era la tercera semana de septiembre y acababa de someterse a sus exámenes ginecológicos se suponía que era un trámite para descartar posibles problemas en sus óvulos pero los comentarios dela doctora indicaban que el examen no había tenido nada de rutinario.
Hace unas semanas Britt había estado en este mismo consultorio pero no con esta misma doctora haciendo algo que nadie más que ella sabía.
—Quiero que te hagas una ecografía. Mi secretaria se pondrá en contacto con el centro radiológico del hospital Mount Auburn para concertar la cita. Que te la hagan inmediatamente. Lo apuntaré en la petición —añadió, escribiendo rápidamente en el historial médico de Britt.
Ella sintió que se le encogía el estómago.
—Entonces, ¿es serio?
—Potencialmente serio. —La ginecóloga dejó de escribir y la miró a los ojos—. Ha sido una suerte que vinieras a visitarte ahora. He encontrado algo en uno de tus ovarios. Quiero saber de qué se trata. Ve a hacerte la ecografía. El radiólogo te hará un informe y a partir de ahí veremos lo que hay que hacer.
— ¿Cáncer? —Britt casi no se atrevía a pronunciar la palabra.
—Es una posibilidad. O también podría ser un quiste benigno. Pronto lo sabremos. —La doctora Rubio siguió escribiendo—. No te saltes la ecografía es importante que sepamos de qué se trata cuanto antes.
Britt permaneció inmóvil, Sólo podía pensar en Grace.
—Cariño, estoy en pleno seminario. ¿Puedo llamarte cuando acabe? —preguntó Santana en voz baja cuando cogió la llamada.
—Oh, lo siento. Me había olvidado. Nos vemos en casa.
Britt estaba aturdida, tratando de no llorar.
Al otro lado de la línea oyó pasos y una puerta que se cerraba.
—He salido al pasillo. ¿Qué pasa?
—Voy de camino hacia casa. Nos veremos allí. Por favor, pide disculpas a tus alumnos de mi parte.
Colgó antes de echarse a llorar la voz de Santana, tan paciente y cariñosa, le hizo perder el control de sus emociones.
Acababa de esconder la cara entre las manos cuando el teléfono volvió a sonar no tuvo que mirarla pantalla para saber quién llamaba.
—Ho... ¿Hola?
— ¿Qué ha pasado?
—Te lo contaré a la hora de la cena —respondió ella entre sollozos.
—No, vas a contármelo ahora o cancelaré el seminario e iré a buscarte me estás preocupando.
—La doctora ha encontrado algo durante el examen.
Santana permaneció en silencio unos momentos luego inspiró hondo.
— ¿Qué es lo que ha encontrado?
—Todavía no lo sabe, Tengo que hacerme una ecografía en el hospital Mount Auburn lo antes posible.
— ¿Estás bien?
—Sí. —Britt mintió lo mejor que pudo.
— ¿Dónde estás?
—Volviendo a casa dando un paseo.
—Quédate donde estás, Voy a buscarte.
—Pero tendrás que anular el seminario.
—No podría concentrarme sabiendo que estás sola y llorando quédate donde estás. Te llamo en un minuto.
—Estoy bien, Sólo es la impresión.
—No estás bien, Dame un minuto.
—Ya casi estoy en casa, Nos vemos allí.
Cortó la llamada.
Maldiciendo entre dientes, Santana abrió la puerta del aula y canceló la clase.
Mientras esperaban a que llegara el día de la ecografía, Santana recibió una llamada de su ginecóloga al parecer, su producción de óvulos era normal y buena la profesora López era gloriosamente fértil (Entre paréntesis, debe destacarse que ella nunca dudó de su fertilidad.)
Sin embargo, el alivio quedó apagado por la intranquilidad que sentía por Britt.
Aunque exteriormente trataba de poner buena cara para no preocuparla, por dentro estaba muy asustada.
Brittany era joven y estaba sana claro que Grace también era joven y sana antes de ponerse enferma.
Tenía cáncer de mama y habían tardado un tiempo en diagnosticárselo.
Santana era una mujer fuerte que no solía sentirse nunca impotente pero contemplar a su amada esposa dar vueltas por las noches en la cama la hacía sentir indefensa Ella era luz, vida, amor y bondad. Y era posible que estuviera muy enferma.
Cerró los ojos y rezó.
— ¿Cariño? —La voz de Britt le llegó en la oscuridad.
— ¿Sí?
—Quiero que me prometas una cosa.
Ella se volvió de lado para verla mejor.
—Lo que quieras.
—Prométeme que, si me pasa algo, te cuidarás.
—No digas esas cosas —contestó de forma más brusca de lo que habría querido.
—Lo digo en serio, cariño. Ya sea pronto o cuando sea una ancianita arrugada de pelo gris, quiero que me prometas que seguirás en la senda que has iniciado. Que serás una buena mujer, que vivirás una buena vida y que tratarás de encontrar la felicidad.
Santana sintió que las emociones se le agolpaban en la garganta, impidiéndole respirar.
—No encontraré la felicidad si no estás conmigo.
—Encontraste la paz sin mí —susurró ella—Encontraste la paz en Asís, Podrías vivir sin mí ambas sabemos que podrías.
Santana le apoyó una mano en el vientre y le acarició la piel desnuda.
— ¿Cómo puede nadie vivir sin corazón?
Ella le cubrió la mano con la suya.
—Richard lo hace.
—Richard no es más que un caparazón hueco; una sombra de lo que fue.
—Quiero que me lo prometas creo que has exagerado tanto al ponerme en un pedestal, que si me pasara algo temo lo que pudieras hacer...
—Siempre tendré que luchar contra las adicciones, Brittany, pero no creo que vuelva jamás a mi vida anterior. —Con un hilo de voz, añadió—: Si lo hiciera, estaría realmente sola.
—Te prometo que, desde donde esté, haré todo lo que pueda por ayudarte—Su voz era un susurro desesperado.
—Estoy convencida de que lo harías si tú fueras san Francisco y yo Guido da Montefeltro, vendrías en busca de mi alma, ¿verdad?
—Te lo juro, aunque no creo que tu alma esté en peligro.
Santana le acarició la mejilla con el pulgar.
—Ya basta de esta conversación tan dramática si necesitas que te lo prometa para quedarte tranquila, te lo prometo, Pero no te atrevas a dejarme sola.
Brittany asintió, relajándose.
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Hola Hola!
Bueno chicas aqui dos nuevos capitulos se que son cortos pero son MUY importantes aunque son duros !
PD: ¿Que piensan?
Saludos Y besos
COMENTEN!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
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