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FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
es un suplicio esperar tanto para leer tu fic pero lo entiendo perfectamente, espero en verdad que estes un poquito mas animada, es facil decirlo, mas no sentirlo, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Ay :( qué feo trataba Santana a Paulina :/
Ánimo :)
Ánimo :)
dani_lcastrejon** - Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 28/06/2014
Edad : 29
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Hola!! Como me gustan los maratones que haces!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
yei!!! x fin! despues de una semana pude llegar al final y comentar!! me encanta tu fanfic!!! aunque sigo preguntandome como pudo embarazarse Paulina.. pero bueno.. digo quiero saber para aplicarlo!!! jajaja siento mucho lo de tu abue :( espero q ya estes mejor ;)
annienaya* - Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 19/01/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
De nuevo me había atrasado lo siento. Wow esta historia es envolvente y tiene de todo un poco nos leemos en el siguiente cap o siguiente maratón?? jejeje besos y muchos saludos
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
3:) escribió:holap demonio,...
me gustan las maratones,...
a ver como le va el viaje y la visita al orfanato!!
espero que le bebé esta bien durante el embarazo,...
pulina es un recuerdo omnipresente constante entre san y britt....
nos vemos!!!!
Hola Demonio !
Me alegro qeu te gusten :P y ohhhhhh paulina vdd !
Saludos
lauravm98 escribió:Hola Dani, bueno debo decir sobre todo que gracias, es un momento muy duro por el que estas pasando, asi que debe ser muy duro asi que te lo agradezco inmensamente, dios que triste lo de el hermanito de Britt :'( vamos a ver que tal les va en el orfanato! Bueno esa parte de santana estubo muy.. fuerte? No se me dejo sin palabras :O see ya Dani!
Hola Hola!
Mas bien muchas gracias por el apoyo ya me encuentro un poco mejor y de mejor humor :) y el hermanito :( y Asi era san !
Saludos
micky morales escribió:es un suplicio esperar tanto para leer tu fic pero lo entiendo perfectamente, espero en verdad que estes un poquito mas animada, es facil decirlo, mas no sentirlo, hasta pronto!
Hola Hola!
Ya me encuentro un poco mejor :) espero volver como anter pronto :)
Saludos
dani_lcastrejon escribió:Ay :( qué feo trataba Santana a Paulina :/
Ánimo :)
Hola hOla!
San era asi ! pero Britt la cambio es lo bueno :) y muchas gracias por el apoyo :)
Saludos
monica.santander escribió:Hola!! Como me gustan los maratones que haces!!!
Saludos
Hola HOla!
Me alegro que te gusten :)
Saludos
annienaya escribió: yei!!! x fin! despues de una semana pude llegar al final y comentar!! me encanta tu fanfic!!! aunque sigo preguntandome como pudo embarazarse Paulina.. pero bueno.. digo quiero saber para aplicarlo!!! jajaja siento mucho lo de tu abue :( espero q ya estes mejor ;)
Hola Hola!
Jjajajaja si perdon por lo de paulina lo que se supone fue que paulina aprovecho que san estaba drogada y se aprovecho de eso para hacer lo que se necesitaba para el tratamiento no se porque nunca lo especifique bn !jjajajajajajajajajajaja ! y me alegro que te guste el Fic y que lo comentes mas :) y muchas gracias por el apoyo se agradece mucho :)
Saludos
Dolomiti escribió:De nuevo me había atrasado lo siento. Wow esta historia es envolvente y tiene de todo un poco nos leemos en el siguiente cap o siguiente maratón?? jejeje besos y muchos saludos
Hola Hola!
Me alegro mucho que te guste la historia :) hoy traigo solo dos capitulos :)
Saludos Y besos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 31
Agosto de 2011 Umbría, Italia
Santana no podía dormir, atormentada por confusos recuerdos del pasado su mente vagaba en varias direcciones, tirando de ella de un lado a otro.
Finalmente, cansada de dar vueltas sin poder dormir, se levantó y fue a la cocina para servirse una copa.
Al llegar allí, soltó un taco se había deshecho de todo el alcohol de la casa, con excepción de un par de botellas de vino blanco para Brittany Para ella el vino no era suficiente. No en el estado en que se encontraba esa noche.
El cuerpo le pedía un whisky escocés quería sentir su suavidad en la lengua, el ardor en la boca y la garganta, el calor que se extendería por su interior.
—Sólo una, Sólo necesito una copa.
Pero suplicar no le sirvió de nada. No había whisky en la casa.
Pensó entonces en Brittany, que dormía plácidamente en la cama, ajena a los demonios que la atormentaban las manos le temblaban.
Rápidamente repasó los doce pasos de Narcóticos Anónimos, antes de centrarse en el paso número dos.
«Un poder superior a mí puede sanarme.
»Ayúdame, Dios mío.
»Por favor.»
Cerró los ojos e hizo la señal de la cruz, con el alma atormentada.
Sabía que las llaves del Mercedes estaban muy cerca podía ir a la taberna más cercana y beber.
Britt estaba durmiendo profundamente podría volver a la cama sin que se diera cuenta.
Abrió los ojos.
Fue a buscar las llaves.
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 32
— ¿Santana? —La voz de Britt llegó hasta la terraza.
Estaba sentada, taciturna, en un rincón oscuro oyó sus pasos sobre las baldosas y luego fuera, en la terraza, mientras ella se acercaba.
— ¿Qué haces? —preguntó Britt al llegar, viendo que tenía un cigarrillo en una mano y una copa en la otra.
—Nada —respondió ella, llevándose el cigarrillo a los labios e inhalando lentamente antes de levantar la cara y soltar el humo en dirección al cielo.
—Tú no fumas.
—Claro que fumo, pero normalmente fumo puros.
Britt volvió a mirar el vaso, preocupada.
Santana lo levantó, como brindando con ella.
—No te preocupes, Es Coca Cola aunque preferiría que fuera Laphroaig.
—No tenemos.
—Ya lo sé —refunfuñó ella—. No hay ni gota de alcohol en toda la casa, Sólo vino.
—Y sólo blanco, Tú prefieres el tinto. —Britt frunció el cejo— ¿Has estado buscando?
—Y si lo he hecho, ¿qué pasa?
Ella se mordió el labio inferior.
Santana dejó el cigarrillo en el cenicero y levantó la mano, acariciándole el labio con el pulgar.
—No hagas eso —susurró, liberándole el labio. Volvió a coger el cigarrillo y se volvió de espaldas a ella.
El silencio se extendió entre las dos, separándolas cada vez más, hasta que ella dijo:
—Buenas noches, Santana.
—Espera. —Santana alargó la mano y le agarró el camisón de gasa blanca—. Tengo que preguntarte una cosa ¿Estás sana?
— ¿Es noche cerrada y me preguntas si estoy sana?
—Respóndeme, por favor —le pidió ella, muy seria.
Ella se apartó el pelo de la cara.
—Estoy sana, Tengo la tensión baja y suelo tener bajos niveles de hierro, por eso tomo un suplemento.
—No lo sabía.
—Lo de la tensión baja debe de ser genético, Mi madre también la tenía.
—Genético —murmuró Santana Dio una nueva calada y expulsó el humo por la nariz como si fuera una dragona.
— ¿No te parece un poco raro preguntarme por mi salud mientras estás aquí fumando?
—Mejor tabaco que cocaína, Brittany —respondió secamente— ¿De qué murió tu madre?
— ¿Por qué me haces estas preguntas? —Se apartó de ella.
—Me contaste que tu madre había muerto mientras estabas con tu padre, pero no sé si tuvo problemas de salud o si fue un accidente. —Santana la miraba con cautela.
—Estaba borracha y se cayó por la escalera se rompió el cuello —replicó ella, con una mirada cargada de veneno— ¿Ya estás contenta?
Se volvió para entrar en el dormitorio, pero Santana lo impidió agarrándola del brazo.
—Brittany.
— ¡No me toques! —Exclamó, soltándose— Te quiero, pero a veces eres una cabrona, fría como el hielo.
Santana se levantó de un salto, dejando el vaso y el cigarro en la mesa.
—No lo niego.
—Hay algo que te preocupa, pero en vez de hablarlo con tu mujer, prefieres discutirlo con una bebida, un cigarrillo y el paisaje de Umbría. Bien. Por mí puedes quedarte aquí toda la noche pero déjame en paz y no me metas en tus pajas mentales.
Cuando ya estaba en la puerta del dormitorio, Santana replicó:
—No son pajas mentales.
—Al menos avísame si piensas ponerte a hacer espeleología en mis recuerdos más tristes.
Santana trató de no echarse a reír, pero no lo logró.
Britt le dirigió una mirada asesina.
— ¡No hace gracia!
— ¿Espeleología, Brittany? ¿De verdad? —Su expresión se relajó, pero ella siguió frunciendo el cejo.
Santana se le acercó.
—No me culpes por reír, Tienes un vocabulario envidiable.
Britt se resistió cuando ella la abrazó, pero Santana no hizo caso y la besó el sombrío sabor del humo del tabaco le inundó la boca su beso era suave pero insistente.
Poco después, ella se relajó.
—Lo siento —susurró ella—. Estoy de mal humor, No he debido pagarlo contigo.
—No, no has debido hacerlo. Cuando yo estoy disgustada, te lo cuento. ¡Haz tú lo mismo!
Santana se apartó y se pasó las manos por el pelo, alborotándoselo aún más.
Ella le tiró del codo.
—Todo el mundo está de mal humor de vez en cuando, pero no puedes sacar esos temas tan delicados así, de sopetón.
—Perdona.
—Estás perdonada—Britt se estremeció—Pero me estás asustando. Buscas whisky por la casa y hablas de cocaína. Luego me preguntas cómo murió mi madre. ¿Qué pasa?
—No, esta noche no, Brittany —Se frotó la cara con las manos—. Ya hemos tenido bastantes preocupaciones. Vete a la cama. No soy buena compañía.
Santana volvió a sentarse, con los hombros caídos.
Britt miró la puerta del dormitorio y luego lo volvió a mirar a ella Parte de ella quería dejarla sola hasta que se le pasara el mal humor, pero otra parte sabía que estaba disgustada y temía que, si no intervenía, entrase en una espiral de depresión.
O algo peor.
Se acercó a ella y le enlazó el dedo meñique con el suyo.
—Estás disgustada.
—Sí —admitió, con desgana.
—Antes de que estuviéramos juntas, ¿qué hacías cuando estabas de mal humor?
—Bebía, tomaba coca y... —Dejó la frase a medias y empezó a dar golpecitos en el suelo con el pie.
— ¿Y?
La miró fijamente.
—Follaba.
— ¿Funcionaba?
Santana resopló.
—Temporalmente, pero los problemas volvían a la mañana siguiente.
Britt miró hacia la gran cama con dosel y alzó la barbilla.
—Vamos.
— ¿Adónde?
—A la cama —respondió, tirándole del meñique— A librarnos de tu mal humor. Y, de paso, del mío.
Santana le dirigió una mirada ardiente, pero en seguida pareció repensarlo.
—No es buena idea, No estoy bien. No sé cómo reaccionaría.
— ¿Me quieres?
Santana frunció el cejo.
—Por supuesto.
— ¿Podrías hacerme daño?
—Claro que no, ¿Por quién me tomas?
—Te tomo por mi esposa Creo que estás alterada y que tienes que follar para librarte del mal humor. Así que vamos.
Ella la miró boquiabierta.
Cuando se recuperó de la sorpresa, se volvió muy seria.
—Yo no te follo, Brittany.
—No, ¿Preferirías que fuera otra persona para poder hacerlo?
Los ojos de Santana llamearon.
—Claro que no, No sabes lo que estás diciendo.
—Oh, sí que lo sé cuándo nos hemos acostado, no me has tocado. Te necesitaba, pero me has dicho que no. —Britt abrió los brazos—. ¿No lo entiendes? Yo también lo necesito. Estoy a punto de perder al único hermano que he tenido ayúdame a olvidar. Por favor.
Santana estaba luchando contra sí misma Se notaba en la necesidad que desprendía su mirada y que irradiaba todo su cuerpo.
Sin pensarlo, Britt la rodeó con un brazo y le enredó la otra mano en el pelo. Tiró de ella y la besó apasionadamente.
Santana tardó medio segundo en reaccionar. De repente, Britt descubrió que estaba rodeando la cintura de ella con las piernas y que su esposa había tomado el control del beso. Su lengua, insistente, impaciente, se había apoderado de su boca.
—Llévame a la cama —suplicó ella, cuando Santana finalmente se retiró para respirar.
—No, No vamos a usar la cama.
Con una mirada peligrosa, Santana la llevó a la habitación.
Esta vez, no se molestó en preparar luces ni música antes de arrinconarla contra la pared más cercana la luz que se colaba por la rendija de la puerta del baño era la única que penetraba en la oscuridad de la habitación.
Britt se sujetó con más fuerza con los muslos, mientras ella tiraba de la bata para quitársela. La prenda de seda cayó al suelo Santana se llevó dos dedos a la boca para humedecerlos antes de acariciarla entre las piernas.
Britt gimió y presionó contra su mano.
Las caricias de Santana se volvieron más urgentes.
— ¿Tienes miedo? —le preguntó, mordisqueándole la oreja.
—No. —Britt le enredó los dedos en el pelo, tirando de ella para acercarse a sus labios.
Santana exploró su boca, recorriéndole los labios con la lengua para introducirla luego en su interior. Bajó las manos hasta sujetarle las nalgas y la acercó a ella.
—Mira —jadeó, mientras le recorría el cuello con la lengua.
— ¿Qué he de mirar?
—A nosotras, En el espejo.
Britt abrió los ojos y se encontró con el espejo colgado en la pared opuesta del dormitorio.
Estaba en una posición perfecta para reflejar la poderosa espalda desnuda de su esposa y la cara de la mujer blanca que quedaba medio oculta por su cuerpo.
—Quiero que veas lo que yo veo cuando te corres.
Santana le recorrió el cuello arriba y abajo con sus besos, antes de rascarle el pecho le sujetó los pechos con las manos y se los adoró con la boca, lamiéndolos, mordisqueándolos, succionándolos.
Volvió a deslizar una mano entre sus piernas. Acariciándola con decisión, se metió un pezón rosado en la boca.
Britt se esforzó por mantener los ojos abiertos, pero era muy difícil. Su lengua la martirizaba, igual que sus besos hambrientos.
Nunca antes había visto qué aspecto tenían cuando estaban juntas el cuerpo de Santana era mediana y esbelta; el suyo, un poco más grande y suave su piel también tenía tonalidades distintas: la de Santana era más oscura; la de ella, más pálida.
Santana le prodigaba atenciones con total dedicación. Como si fuera una moribunda dispuesta a llevar a cabo su última misión antes de morir Britt sentía que se derretía por el calor de sus caricias.
Su entrega hacía que el resto del mundo desapareciera, como le pasaba siempre en esos momentos sus dedos se frotaban impacientes entre sus piernas.
—Te necesito —murmuró ella, apartando un poco la cara para mirarla, antes de volver a aferrarse a su espalda.
—Necesito que te corras antes Y mírate en el espejo.
Santana siguió acariciándola, negándose a acelerar las cosas a pesar de los movimientos desesperados de Britt.
Sin previo aviso, ella abrió la boca y ahogó un grito, con la vista clavada en el espejo.
Sólo entonces, de una sola embestida, Santana se clavó en su interior.
Britt vio que sus ojos se abrían y se agarró con más fuerza de sus hombros. Vio sus fuertes caderas y su hermoso trasero moviéndose rítmicamente para que sus centros se tocaban, mientras su dedos entraban en su interior una y otra vez.
Gimió y cerró los ojos.
—Te he dicho que mires —gruñó Santana, mordisqueándole la oreja.
Al abrir los ojos, la vio a ella mirándola fijamente.
Se volvió hacia el espejo Santana reanudó el ritmo de las embestidas de sus dedos.
Britt no pudo contener los gemidos que se escapaban de sus labios. Pero a pesar del esfuerzo que le suponía, no cerró los ojos.
—Esto no es follar —susurró él—. Mírame.
Julia desvió la vista hacia sus ojos. El color azul zafiro de sus iris quedaba casi oculto por elnegro de sus pupilas dilatadas.
—Esto no es follar es muchísimo más.
La respiración de Santana se alteró mientras seguía embistiéndola, pero con un ritmo irregular.
—Siempre. —Britt empezó a jadear, siguiendo el ritmo de su respiración.
Santana abrió la boca para decir algo, pero en ese momento ella llegó al orgasmo y sus palabras quedaron tapadas por un mar de sensaciones. Cerró los ojos mientras la satisfacción la recorría.
Santana empujó con fuerza una vez más mientras su sexo se rozaba contra el de Britt y alcanzó el éxtasis, mordiendo la clavícula de Britt.
Ella tardó unos segundos en recuperar el aliento, con la cara pegada a su cuello.
—Increíble —murmuró Santana, cuando pudo volver a hablar—. ¿Estás bien? —le preguntó, levantando la cabeza.
Britt cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared.
—Probablemente tenga las piernas arqueadas espera un minuto antes de dejarme en el suelo.
— ¿Qué te hace pensar que he acabado contigo? —preguntó Santana, colocándole el pelo detrás del hombro— Uno —susurró.
Cuando Britt se despertó a la mañana siguiente, la cama estaba vacía Santana se levantaba muchas veces antes que ella, así que no se extrañó demasiado. Pero al ver que tampoco estaba en el baño ni en la terraza, se puso la bata y fue a buscarla.
Pero no la encontró por ninguna parte.
Las llaves del Mercedes estaban sobre la encimera de la cocina, donde las había dejado la noche anterior, al lado de una botella vacía de Coca Cola. No vio ninguna nota.
Se sintió decepcionada la noche anterior había sido muy apasionada. Probablemente la más apasionada desde que habían llegado. Habían hecho el amor contra la pared, sobre la encimera del baño, en el suelo y, finalmente, en la cama. El sol estaba a punto de asomar por el horizonte cuando Santana por fin se había dado por satisfecha y la había dejado dormir.
Britt había pensado que se despertarían juntas y que, tal vez, ella se tomaría su tiempo para explorar el cuerpo de su esposa antes de hacerle el amor lenta y plácidamente. Pero no había tenido tanta suerte. La ausencia de Santana y de una nota la preocupaban. Ni siquiera le había dejado un vaso de agua ni de zumo junto a la mesilla de noche, como acostumbraba a hacer.
« ¿Sería así como se sentían sus otras mujeres después de pasar la noche con ella? Si es que se quedaba a pasar la noche con ellas...»
La preocupación se transformó en tristeza mientras subía la escalera a regañadientes para volver a la habitación. Se puso el biquini y cogió las gafas y la pamela para ir a la piscina. Unos largos la mantendrían ocupada.
Nadó hasta casi olvidar la conversación con su padre y la evidente preocupación de Santana de la noche anterior. Cuando se puso de pie en el lado menos profundo, vio unas zapatillas deportivas a la altura de sus ojos.
— ¿No te dije que no quería que nadaras sola?
Levantó la cabeza y vio que Santana le ofrecía una toalla Iba vestida con ropa de correr y estaba sudada De hecho, tenía la camisa empapada.
—Buenos días a ti también. —Britt nadó hasta el borde de la piscina y le arrebató la toalla de las manos.
—Buenos días.
—No tendría que nadar sola si no te marcharas —murmuró, saliendo del agua.
—Ya sabes que me gusta ir a correr por las mañanas.
—Ya es casi mediodía. —Britt se envolvió con la toalla y puso los brazos en jarras.
Santana parecía inquieta No la miraba a los ojos y su postura indicaba que no se sentía nada cómoda.
Ella se preguntó cómo era posible que, tras una noche de sexo que la había dejado relajada y ligera como una pluma, ella siguiera tensa como un arco.
—Podrías haberme dejado una nota.
—Podría —admitió Santana lentamente—. No se me ha ocurrido.
—Me parece perfecto que vayas a correr, pero dime cuándo piensas volver.
Santana abrió la boca para protestar, pero pareció pensarlo.
—Voy a ducharme, Ayer hice la reserva de hotel para tu padre y le pedí al conserje que les llevara una cesta de fruta. Pasaré el día en el estudio, trabajando. Pero esta noche te llevaré a cenar a Todi.
—No.
— ¿No? —repitió Santana, parpadeando.
—No, Santana No puedes ir a esconderte al estudio después de tratarme con tanta frialdad.
No.
La expresión de Santana cambió.
—No pretendía ser fría, Brittany —dijo en voz baja.
Ella se la quedó mirando en silencio.
Santana se rascó la barbilla.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—Eso dijiste anoche, Esperaba que nuestras actividades te hubiesen ayudado.
Una sombra oscureció el rostro de Santana De pie ante ella, levantó una mano y le acarició la cadena, en especial el colgante en forma de corazón.
—Eres preciosa, Podría abrazarte y hacerte el amor todo el día, pero eso no resolvería mis problemas.
Britt le apoyo la mano sobre la suya.
—Dime que me quieres.
Santana la miró a los ojos.
—Te quiero.
Ella suspiró hondo.
—Ve a buscar una solución a tus problemas, pero no te olvides de que no estás sola en esta casa No quiero vivir con un fantasma.
Los ojos de Santana perdieron el brillo. Tras darle un casto beso en los labios, se marchó.
Tal como había anunciado, Santana pasó toda la tarde en el estudio, con la puerta cerrada.
Britt no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero esperaba que pudiera resolver el problema que la tenía tan preocupada.
Se le ocurrían diferentes posibilidades. Tal vez Paulina había vuelto a ponerse en contacto con ella, sacándola de quicio tal vez la noticia de la enfermedad del bebé de Tom y Diane le había hecho replantearse su deseo de tener un hijo. O tal vez se estaba dando cuenta de que la vida de casada no era lo que esperaba. Quizá la perspectiva de pasar el resto de sus días atado a una sola mujer —a ella— le resultaba asfixiante.
Britt estaba cada vez más inquieta se veía capaz de enfrentarse a cualquier cosa menos a la frialdad de Santana Sabía lo que era ver el desprecio en sus ojos la había echado de su lado antes.
Había sobrevivido una vez, pero la idea de tener que volver a pasar por ello era devastadora.
Para dejar de darle vueltas al tema, se sentó ante el ordenador y buscó información sobre el Hospital Infantil de Filadelfia y sobre el síndrome de hipoplasia del ventrículo izquierdo.
La página web del hospital le dio esperanzas en ella se describía el caso de varios pacientes que se habían sometido a la operación que tendrían que hacerle a su hermanito. Pero en el testimonio de cada paciente había la advertencia de que ningún especialista podía asegurar cómo sería la evolución de esos niños durante la infancia, la adolescencia o la edad adulta.
Rezó pidiendo por su padre, por Diane y también por su hermano. Le pidió a Dios que lo ayudar ay le diera salud.
Luego sus pensamientos se volvieron a su esposa Rezó por ella y rezó por su matrimonio.
Había pensado que sus actividades sexuales de la noche anterior la habrían ayudado a sentirse más libre y más dispuesta a hablar con ella. Pero ahora temía que hubieran tenido justo el efecto contrario.
Tal vez si Santana pensaba que ya se comunicaban con el cuerpo, no viera la necesidad de comunicarse con palabras.
Aún preocupada, volvió a buscar información sobre cardiología pediátrica. Leyó todos los artículos que encontró hasta que las letras se le volvieron borrosas y le costó mantener los ojos abiertos.
Britt se despertó con la sensación de que alguien la estaba observando.
Estaba en la cama, con Santana sentada a su lado, rodeándose las rodillas con los brazos y mirándola a través de las gafas.
—Es tarde —le dijo—Duerme.
Ella entornó los ojos para ver qué hora era en el reloj de la mesilla. La medianoche había quedado atrás.
—Me he saltado la cena.
—Estabas agotada Anoche te tuve despierta hasta muy tarde.
Britt bostezó.
—Ven aquí.
Santana ignoró su mano extendida.
—Eh —susurró ella— ¿No vas a darme un beso?
Santana le rozó los labios con los suyos en una caricia que sólo podría definirse como superficial.
—No ha sido un gran beso —protestó, frunciendo los labios—Estás ahí, sentada en el borde dela cama como si fueras una gárgola, mirándome amenazadoramente ¿Se puede saber qué es lo que te pasa?
—No te estoy mirando amenazadoramente.
Britt se sentó y le rodeó los hombros con los brazos.
—Entonces, bésame como si te apeteciera, esposa mía, que pareces una gárgola que no me mira amenazadoramente.
Santana frunció el cejo.
— ¿Una gárgola? Eres lo peor para el ego de una mujer, señora López.
—Eres mucho más guapa que yo, Profesora Pero no me quejo.
—No digas tonterías —replicó ella, malhumorada.
Britt se echó hacia atrás, gruñendo de frustración.
—Te quiero, Santana, y por eso tengo tanta paciencia contigo, pero no voy a consentir que me apartes de tu vida. O hablas conmigo o me voy a casa.
Britt sintió la fuerza de su mirada antes de mirarla Sus ojos eran dos chocolates brillantes e indignados en la oscuridad casi completa.
— ¿Qué?
—Me iré a casa de mi padre al menos él hablará conmigo. Podré cuidarlo y cuidar a Diane cuando vuelvan y así hacer algo bueno. Te comportas como si no soportaras mi presencia—Tumbándose en la cama, se quedó mirando el dosel.
—Beatriz —dijo ella en un tono de voz que demostraba que estaba sufriendo—Si quieres ver a tu padre, iremos juntas no permitiré que hagas el viaje sola ¡Que el diablo me lleve si dejo que te vayas sin mí!
Ella sonrió débilmente.
—Ésta es la Santana con la que me casé. Pensaba que te había perdido. —Alargó la mano para quitarle las gafas las dejó en la mesilla y luego tiró de ella para que se tumbara.
Ella se acostó de lado, mirándola. Luego, muy lentamente, le buscó los labios en la penumbra.
—Por fin—Britt le apoyó la cabeza en el pecho—Cuéntame por qué estás tan seria.
—No creo que quieras oírlo ahora mismo.
—Te equivocas, Quiero oírlo.
—Bien, Dijiste que yo quería que fueras otra persona para poderte follar —dijo bruscamente—No vuelvas a decir algo así.
—Lo siento —susurró Britt.
—No es verdad. Lo juro ante Dios. Dejé esa vida atrás y no quiero volver a vivir así por nada del mundo.
—Y yo no quiero que vuelvas a hacerlo. Sólo pretendía que descargaras tu mal humor conmigo en vez de estar sentada sola en la terraza, dándole vueltas a las cosas.
—Te aseguro que no estaba pensando en otras mujeres. —Parecía muy molesta—. Lo que hay entre nosotras es demasiado importante. No quiero que lo devalúes como si fuera una relación barata.
Ella se sentó de golpe.
—Lo que hicimos anoche no tiene nada de barato. Nos queremos. Las dos habíamos recibido malas noticias. Necesitábamos consolarnos la una a la otra.
—Fui muy egoísta.
—Fue algo mutuo, ¿no te quedó claro? Yo te deseaba. Te necesitaba. Si tú fuiste egoísta, entonces también lo fui yo.
»Pero a mí no me lo pareció. Sí, fue más agresivo y vigoroso de lo que acostumbramos, pero me prometiste que estaba segura contigo. Y me sentí segura.
»Me dijiste que seríamos más atrevidas. Lo de anoche fue una de nuestras aventuras. Y, al dar, las dos recibimos.
Britt trató de mantenerse seria, pero no pudo. Se le escapó una risita y se tumbó de espaldas.
Un segundo después, Santana se había tumbado sobre ella y tenían las narices casi pegadas.
—No creo que a san Francisco le hiciera gracia oírte usar su oración aplicada a nuestras prácticas sexuales —protestó Santana.
—San Francisco creía en el amor y en el matrimonio. Lo entendería. Y, si no, al menos sabemos que permanecería callado.
Santana cerró los ojos y negó con la cabeza, pero no pudo disimular una sonrisa. Cuando volvió a abrirlos, la miró con ternura.
—Podría vivir contigo toda la vida y nunca dejarías de sorprenderme. —La besó.
—Me alegro de oírlo, Santana, porque estamos juntas en esto. Aunque estés de mal humor, no me avergüenzo de lo que hacemos con nuestros cuerpos porque nuestras almas también están involucradas. No quiero que tú te avergüences tampoco.
Cuando ella asintió, besándola con reverencia, Britt le devolvió el beso.
—Tú siempre dices que en esta cama estoy a salvo. Pues bien, quiero que sepas que, en mi cama, tú eres libre. Todas las cargas del pasado aquí no cuentan.
—De acuerdo. —Santana le acarició la mejilla.
— ¿Vas a contarme ahora por qué estabas tan preocupada anoche?
—Aún no. —Una sombra se cernió sobre su rostro—. Necesito un poco más de tiempo.
Jugueteó con sus pendientes de diamantes.
—Mi corazón es tuyo, Nunca lo dudes.
Britt se acomodó entre sus brazos, pero tardó en conciliar el sueño.
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Hola Hola Chicas C:
Espero que les guste estos capitulos espero regresar como antes pronto !
Ya estoy de mejor humor muchas gracias por el apoyo se les agradece mucho
Saludos Y besos
COMENTEN!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
gracias estuvieron excelentes como siempre, hasta pronto!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Estuvieron excelentes, me encanta como Britt trata a san es muy dulce y comprensiva con ella, see ya Dani!
lauravm98******* - Mensajes : 489
Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
me quedo con la intriga de que le inquieta tanto a santana Saludines!!
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Aww que lindas!!! y ahora q traera Santana? creo q es la idea d q Brit tenga algun problema y se vaya a morir o algo asi ojala y q en vez de cerrarse asi, lo hablara.. pero bueno espero actualices prontooo!!! y q bueno q t sientas mejor!!
annienaya* - Mensajes : 16
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Geniales!!!!! Que le pasara a San???
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
micky morales escribió:gracias estuvieron excelentes como siempre, hasta pronto!!!!!
lauravm98 escribió:Estuvieron excelentes, me encanta como Britt trata a san es muy dulce y comprensiva con ella, see ya Dani!
Dolomiti escribió: me quedo con la intriga de que le inquieta tanto a santana Saludines!!
annienaya escribió:Aww que lindas!!! y ahora q traera Santana? creo q es la idea d q Brit tenga algun problema y se vaya a morir o algo asi ojala y q en vez de cerrarse asi, lo hablara.. pero bueno espero actualices prontooo!!! y q bueno q t sientas mejor!!
monica.santander escribió:Geniales!!!!! Que le pasara a San???
Saludos
Hola Hola Chicas me alegro que les gustara :) hoy subire tres capitulos de poco apoco asi que espero que les guste !
Besos y Saludos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 33
Britt no era psicóloga aunque había hecho terapia y estaba familiarizada con el programa de recuperación en doce pasos, trataba de no diagnosticar a los demás, pero en el caso de su esposa no podía evitarlo algo le preocupaba algo lo bastante grave como para llevarla a retomar sus viejas costumbres a la hora de enfrentarse a los problemas.
Sospechaba que lo que le preocupaba estaba relacionado con la enfermedad del bebé de Tom y Diane, pero no estaba segura la correlación de las dos cosas no demostraba que una hubiera causado la otra.
Tal vez hubiera sido casualidad.
El caso era que, al no saber qué le pasaba, no podía ayudarla, Ni consolarla, Era como si un nubarrón negro se hubiera instalado sobre ellas, a pesar de los esfuerzos de Santana de actuar como si no pasara nada.
Britt sabía que algo pasaba. Y su negativa a compartirlo con ella le hacía daño.
Su estancia en Umbría llegaba a su fin pronto viajarían a Florencia Britt estaba dispuesta a darle todo su amor y su apoyo, pero si cuando llegaran a Cambridge seguía sin confiar en ella, tomaría cartas en el asunto.
El verano anterior, Santana había colaborado como voluntaria en un orfanato franciscano durante el período en que se mantuvo apartada de Britt el personal del orfanato pronto descubrió que no era la voluntaria ideal en vez de obedecer las órdenes que recibía, daba órdenes a todo el mundo no dudaba en alterar el funcionamiento del centro, o exigir cambios en la comida o en las instalaciones Y cuando el personal protestaba diciendo que no había dinero para hacerlo, lo ponía de su bolsillo.
En resumen, el director del orfanato, fra Silvestro, agradecía mucho sus donativos, pero se sintió aliviado cuando los franciscanos de la Santa Croce convencieron a Santana de que sería más útil haciendo visitas guiadas y dando conferencias sobre la vida de Dante.
El monje se mostró encantado de que Britt fuera a ir al orfanato con Santana en agosto, esperando que moderara el agresivo estilo de caridad que practicaba su esposa.
Cuando las López llegaron, fueron recibidas por el director, su ayudante Elena y unos cuantos niños Éstos, que tenían entre cuatro y ocho años, la llamaron Zia Britt y le regalaron un ramo de flores y los dibujos que habían hecho para ella todos estaban pintados con colores vivos y en ellos se veía a niños sonrientes y a una mujer de pelo largo y claro en el centro.
Al principio, Santana se sintió abrumada Se vio reflejada en los ojos de los niños, especialmente de los más mayores se acordó de la sala de espera del hospital de Sunbury tras la muerte de su madre, cuando trataba de sacar algo de comer de la máquina expendedora no tenía dinero y se había agachado para buscar alguna moneda perdida debajo de la máquina.
Enterró el recuerdo si no se hubiera encontrado con Grace ese día, su vida habría sido muy distinta.
Britt se agachó para saludar a los niños poniéndose a su altura se la veía muy cómoda, riendo y hablando con ellos en italiano.
Tras las presentaciones de rigor, las llevaron a un patio lateral donde las esperaban el resto de los niños, que tenían entre uno y doce años el personal llevaba en brazos a los más pequeños, para que no se perdieran la fiesta.
Santana no había podido alquilar animales de granja, pero a cambio contrató los servicios de cuatro ponis y de sus criadores los animales estaba atados en un extremo del patio, rodeados de un montón de excitados niños.
Había globos, juegos y un gran castillo hinchable las mesas estaban llenas de comida y dulces.
A un lado había una gran pirámide de paquetes de regalos.
— ¿Cómo sabrán qué regalo es para cada niño? —se preguntó Santana en voz alta, echando un vistazo a los paquetes.
Britt miró hacia la pila de regalos.
—Seguro que tienen etiquetas con los nombres.
— ¿Y si no les gusta el regalo que reciben?
—Elena preguntó a cada niño lo que quería y eso es lo que hemos comprado —Britt le apretó la mano—. Deja de preocuparte si los niños te ven con el cejo fruncido, se van a asustar.
Santana hizo una mueca desdeñosa ante las injustas críticas, pero cambió de expresión.
Observó a Britt mientras ésta jugaba con los niños, haciendo pompas de jabón o lanzando globos al aire. Un niño pequeño, de ojos y pelo oscuros, se encariñó de ella y pronto Britt se lo cargó a la cadera, haciendo equilibrios para evitar un hilillo de baba, mientras se liberaba el pelo de los puños regordetes del pequeño.
Santana tuvo una revelación tan intensa que le resultó dolorosa.
«Britt ha nacido para ser madre. Es amable, generosa y paciente. Tiene todo lo que le faltaba a mi madre biológica, todo lo que Grace tenía en abundancia. Tal vez incluso sería suficiente para compensar mis carencias.»
Para mantener la melancolía a raya, ayudó a subir y bajar a los niños de los ponis Britt había acertado: los animales fueron lo más celebrado de la fiesta. Los niños hacían cola para acariciarlos y darles de comer entre paseo y paseo.
Cuando llegó la hora de repartir los regalos, Santana se colocó tras la pirámide de paquetes, al lado de Britt.
Fra Silvestro hizo un pequeño discurso, agradeciendo la generosidad de Zia y Zia López.
Santana y Brittany —que seguía llevando al pequeño en brazos— inclinaron la cabeza para agradecer los aplausos, antes de empezar a repartir los paquetes.
Santana no pudo repartir muchos, porque un niño le tiró de los pantalones para llamar su atención.
—Hola —lo saludó Santana en italiano— ¿Cómo estás?
— ¿Eres tú?
— ¿Si soy quién?
—La mujer maravilla.
Santana lo miró sorprendida.
— ¿Por qué crees que soy La mujer Maravilla?
—Porque te pareces a ella ¿Puedo ver qué llevas debajo de la camisa? —El niño señaló la camisa cuello V de Santana.
Santana sonrió con ironía.
—Hoy no llevo puesto el traje.
—Pero te pareces mucho a ella y llevas una pulsera igual a la de ella .
Pensaba que su pulsera fina eran mucho más elegante que la horrible de la mujer maravilla.
(Aunque tal vez se equivocaba.)
Sin embargo, no tuvo tiempo de ofenderse, porque en cuanto se acomodó la pulsera, el niño ahogó una exclamación. Pronto, un grupo de críos se había reunido a su alrededor.
—Es La mujer Maravilla —susurró el primer niño, señalándolo triunfalmente.
Santana volvió a acomodarse la pulsera y le alborotó el pelo.
—Me temo que no lo soy. Soy la Zia Santana de América. Zia Brittany es mi esposa.
Los niños se volvieron hacia ella, que seguía diciendo nombres en voz alta y repartiendo paquetes envueltos en papel de regalo de vivos colores al darse cuenta de que la estaban mirando, les dirigió una bonita sonrisa.
—Es la novia de la mujer maravilla —afirmó una vocecita.
—Sí —corroboró el primer niño—También la hemos reconocido.
Santana la examinó con nuevos ojos.
—Pensaba que era más baja —murmuró.
—Tengo un dibujo —dijo otro pequeño—. ¿Ves? —Le mostró la cubierta de un tebeo de la mujer maravilla—. Es ella.
—Se ha cortado el pelo —comentó otro niño, desencantado—. Me gustaba más con el pelo largo.
—Qué me vas a contar —murmuró Santana.
— ¿Puedes hacer trucos? —preguntó una niña.
— ¿Qué clase de trucos? —Tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír.
—No sé: levantar cosas pesadas, ver a través de las paredes, volar...
— ¡Oh, sí, volar! —Los niños empezaron a dar saltos, alborotados.
Miró a su alrededor. Cada vez había más niños rodeándola Suspiró y levantó las manos, pidiéndoles silencio.
Luego se inclinó hacia ellos y susurró:
—Nadie sabe que la mujer maravilla está de vacaciones.
—Yo lo sé —replicó un niño, levantando la mano.
Santana se echó a reír.
—Sí, vosotros lo sabéis, pero los adultos no mi novia y yo hemos venido a la fiesta, pero necesitamos que nos guardéis el secreto ¿De acuerdo?
Algunos niños la miraron con escepticismo, pero casi todos asintieron.
—Ella tiene regalos para todos. ¿Por qué no vais a saludarla y a recoger el vuestro?
Reaccionando de maneras distintas, los críos empezaron a dispersarse y pronto estuvieron distraídos con otras cosas.
Britt, que había oído parte de la conversación, le guiñó un ojo a Santana.
—Así que SuperWomen, ¿eh?
Ella negó con la cabeza. A lo largo de sus treinta y cinco años de vida la habían llamado muchas cosas, pero hasta ese día nadie la había confundido con la mujer maravilla. Aunque tenía que admitir que Britt sería una novia preciosa para la mujer maravilla gay.
Se preguntó si en Florencia habría alguna tienda de disfraces abierta en aquella época del año.
Mientras pensaba en ello (y en alguna otra cosa no apta para menores), notó que alguien la estaba observando al mirar hacia abajo, se encontró con una niña pequeña, rubia la estaba mirando con los dedos metidos en la boca.
Santana le sonrió.
—Ciao, tesoro.
Ella se quitó los dedos de la boca y alargó los brazos.
Al principio, no entendió lo que quería. La niña levantó un poco más los brazos y los movió de un lado a otro.
—Te está pidiendo que la cojas en brazos, mujer de acero —le aclaró Britt.
Cuando Santana levantó a la niña, ésta sonrió antes de volver a meterse los dedos en la boca.
En ese momento, cruzó una mirada con Britt Ella la saludó y le dio unas palmaditas en la espalda antes de seguir repartiendo los regalos.
—Marie no habla.
Santana se volvió hacia Elena, la eficiente ayudante de fra Silvestro.
Ésta le retiró un mechón de pelo a la niña de la cara, colocándoselo detrás de la oreja.
—Es raro que haya ido a buscarla Normalmente se esconde de los extraños.
— ¿Cuántos años tiene? —preguntó Santana.
—Tres —respondió Elena, pasándose al inglés—. Pero no ha dicho nada desde que llegó, hace casi un año.
— ¿Por qué no?
—Demasiados traumas.
Santana miró la cara angelical de la niña y maldijo para sus adentros.
— ¿Volverá a hablar algún día?
—Esperamos que sí, Vivir con una familia le iría muy bien.
Sin darse cuenta, Santana agarró a la niña con más fuerza.
— ¿Es difícil encontrar familias?
—A veces. —Elena sonrió a la pequeña y le preguntó en italiano si lo estaba pasando bien.
Marie asintió y señaló hacia los ponis.
—Ah, creo que te gustaría dar un paseo en poni ¿Quieres que te lleve?
Santana negó con la cabeza.
—Yo lo haré.
Llevó a la niña hacia los ponis y le preguntó cuál era su favorito. Ella señaló el más pequeño, uno negro con manchas blancas. Tenía la cola trenzada y atada con una cinta roja. Se llamaba Cioccolato.
Con cuidado, Santana la sentó sobre la silla y le apoyó la mano en la espalda mientras el dueño sujetaba las riendas y los llevaba a dar una vuelta por el patio.
Marie sonrió y se agarró a la crin del animal con sus diminutos dedos.
Mientras Santana daba vueltas al patio acompañándola, se dio cuenta de que su vida podía haber sido muy distinta. No era una huérfana Era una mujer con una familia gracias a Grace y a Richard, que le habían abierto sus corazones y las puertas de su casa.
Aunque la oscuridad que se había apoderado de su alma aún no había desaparecido, dio las gracias por la esperanza que había brillado en su vida. Y prometió compartir esa esperanza con otros.
Encontraría la manera.
Britt se quedó embobada observando a su esposa mientras ella estaba rodeada de niños y, más tarde, con la niña pequeña. Había algo que la emocionaba al ver una mujer hecha y derecha —además de guapa—explicándoles a un grupo de niños que no era la mujer maravilla.
No había tenido demasiadas oportunidades de ver a Santana relacionándose con niños. Nunca la acompañaba cuando iba de voluntaria al Hogar Italiano para Huérfanos. La había visto con Jake, claro, pero no demasiadas veces.
Verla tan protectora y dulce con Marie le había llegado al corazón.
La Profesora era intimidante. En ocasiones podía ser fría y estirada. En otras, como cuando la había encontrado fumando en la terraza, la preocupaba. Pero la sorprendente amabilidad y dulzura conque trataba a los niños hizo que se preguntara cómo se comportaría con sus propios hijos. Les alborotaría el pelo y les hablaría de la mujer maravilla Llevaría a su hija en brazos y la trataría como a una princesa.
Al verla sonriendo y charlando con la silenciosa niña, Britt se percató de que lo que le había dicho Tammy era cierto: los niños sacan a la luz lo mejor de las personas.
Y ella deseaba darle a Santana la oportunidad de desarrollar esa parte de su personalidad.
Algún día.
Al final de la larga pero enriquecedora jornada, Britt se sentó junto a Santana en la terraza de su habitación favorita en el Hotel Gallery Art. Tanto la terraza como la habitación estaban llenas de recuerdos para ambas. Era el lugar donde ella le había entregado su virginidad; el lugar donde Santana se había refugiado cuando se sintió a punto de recaer en sus adicciones tras su separación.
Santana estaba tumbada en el banco tapizado de cojines, con las manos en la nuca, mirando el cielo cuajado de estrellas Britt estaba sentada a su lado, bebiendo un vaso de San Pellegrino.
— ¿No prefieres un poco de vino?
—Agua está bien, SuperWomen.
A Santana se le escapó una sonrisa.
—Ha sido una conversación de lo más interesante. Me habían llamado muchas cosas en la vida, pero nunca la mujer maravilla.
Britt le acarició el brazo.
—Porque no se atreven. La verdad es que me gusta imaginarte como la guapa pero empollona profesora de día; sexy mujer maravilla de noche.
— ¿No te dije que no me llamaras empollona? —Santana la agarró por la muñeca y tiró de ella hasta que quedó tumbada sobre ella.
El agua estuvo a punto de caerse del vaso, así que se lo quitó de la mano y lo dejó a un lado.
Santana le acarició la nariz con la suya.
— ¿Quieres que te muestre de qué maravilla estoy hecha?
—Lo estoy deseando —susurró Britt.
—Nunca había pensado en ti como en la novia Gay de la mujer maravilla.
Ella puso los ojos en blanco.
—Y yo pensando todo este tiempo que estabas enamorada de Beatriz y ahora resulta que en realidad estabas colada por La novia de la mujer maravilla Voy a tener que cambiar el género de mis lecturas.
—No hará falta. Pero una sesión de juegos de rol de vez en cuando podría ser interesante, señorita.
—Tendremos que dar una fiesta de disfraces por Halloween.
Santana le resiguió la mandíbula con un dedo.
—No hace falta que esperemos hasta entonces.
Un escalofrío recorrió la espalda de Britt al oír su tono de voz.
—Me encantará, ¿Lo has pasado bien en la fiesta?
—Por supuesto —respondió Santana, volviendo a mirar el cielo.
Ella suspiró y recuperó el vaso. Bebió un sorbo de agua mientras se planteaba cómo sacar el tema.
—Ha pasado algo, ¿verdad?
—Sí.
Britt esperó a que se lo explicara, pero no lo hizo. Se levantó para dejar el vaso en la mesa y luego volvió a acercarse a ella Se sentó a su lado y le apoyó un brazo en el vientre.
— ¿Quieres hablar de ello?
Santana negó con la cabeza.
Ella suspiró decepcionada.
—La lista de cosas que no quieres contarme no para de crecer.
—Que no hable no quiere decir que quiera hacerte daño.
—Pero me hace daño igualmente. —Britt resopló, frustrada—. ¿Cómo puedo ser tu compañera sino me cuentas tus cosas?
—Britt, te prometo que hablaré contigo. No tomaré ninguna decisión sin consultártelo antes pero necesito... aclararme antes.
— ¿Y no puedes tratar de aclararte hablando conmigo? Soy buena escuchando. Tal vez podría ayudarte.
—Lo sé. Sé que eres buena escuchando. La mejor. Pero a veces una persona necesita tomar decisiones por sí misma.
— ¿Eso es idioma de perras? ¿Es así como decís ahora «No hace falta que llenes tu preciosa cabecita con esas cosas, cariño»?
— ¿Idioma de perras? —Santana se echó a reír y le besó la palma de la mano—Eres adorable.
Britt se apartó y se cruzó de brazos.
—No has elegido el mejor momento para ser condescendiente, Santana.
Poniéndose de lado, ella le besó la arruga que se le había formado entre las cejas.
—No pretendo ser condescendiente. Eres adorable. —Tras una pausa, la miró intensamente y añadió—: Verte con esos niños, ver lo amable que has sido con ellos y lo cómoda que estabas, me ha hecho darme cuenta de que tienes un gran instinto maternal.
—Ha sido un día muy especial. Tus ponis han tenido mucho éxito.
—Tenías razón, como siempre.
—Entonces, ¿por qué estás tan triste?
—No puedo soportar la idea de dejarlos allí —respondió Santana, sin poder esconder más su angustia.
Britt la observó sorprendida si en el orfanato se había sentido así, lo había disimulado muy bien.
—Los niños están bien tratados. El personal los adora. Están a salvo.
—Pero no deja de ser un orfanato.
—Sí. —Britt le apartó un mechón de pelo de la frente y le acarició la cabeza, tratando de calmarla.
—Sé lo que se siente —dijo ella con un hilo de voz—. Cuando mi madre murió, pasé varios meses sin saber dónde iba a acabar. Podría haber ido a parar a un orfanato o a una familia de acogida. O podrían haberme enviado a vivir con los parientes de ella en Nueva York.
»Estaba en una especie de limbo. No sabía si alguien iba a llamar a la puerta y se me iba a llevar, o si Richard y Grace se cansarían de mí.
—Nunca habrían hecho algo así.
—Pero yo no lo sabía. Para mí eran extraños. Además, yo no era una buena candidata para la adopción. Mi propio padre no quiso saber nada de mí, igual que la familia de mi madre. Habrían dejado que una niña de su propia familia se quedara en el orfanato. ¿Entiendes que no quiera saber nada de ellos?
Britt le apoyó una mano en la mejilla.
—Lo entiendo, pero no estoy de acuerdo en que no fueras fácil de adoptar. Grace y Richard se encariñaron contigo desde el primer momento.
—Si no me hubieran acogido, ¿adónde habría ido a parar?
—Estas preguntas no te llevan a ninguna parte. Tienes una familia que te quiere y me tienes a mí.
—Lo eres todo para mí, Britt-Britt.
La belleza de sus palabras le llegó al corazón. Se inclinó hacia ella para mostrarle con un beso lo que aquello había significado para ella.
Cuando intentó apartarse, Santana se lo impidió.
—Podríamos adoptar.
—Pensaba que querías que tuviéramos un hijo antes.
Santana apartó la vista.
— ¿Qué pasa? ¿Ha cambiado algo? —insistió ella, al notar que volvía a cerrarse.
—Los niños como Marie merecen tener un hogar. ¡Ni siquiera habla! —exclamó muy alterada.
—Podríamos ayudar a Elena a buscarle un hogar. Conoces a mucha gente aquí.
— ¿Qué me dices de nosotras?
— ¿Qué pasa con nosotras?
— ¿Por qué no la adoptamos nosotras?
Britt la miró a los ojos y descubrió, asombrada, que hablaba en serio.
—Cariño, no somos buenos candidatas para adoptar una niña tan pequeña.
—Nos queremos y la querríamos a ella. Tenemos una casa con jardín. Hablamos italiano.
—Marie es una niña con necesidades especiales y nosotras seríamos madres primerizas. Me preocupa mucho equivocarme.
Santana se sentó bruscamente.
— ¿Cómo vas a equivocarte? Eres la bondad y la amabilidad personificadas. Los niños se sienten atraídos por ti.
—No estoy preparada.
—Pero ¿y si tuvieras ayuda? La facultad me debe un año sabático. Fue una de las condiciones que puse cuando dejé Toronto.
Britt la miró incrédula.
— ¿Usarías tu año sabático para quedarte en casa conmigo y un crío pequeño?
— ¿Por qué no? Los niños no están despiertos todo el rato. Podríamos turnarnos. Reconoce que tener un par de manos más en la casa haría las cosas más fáciles.
—Ninguna de las dos tiene demasiada idea de cuidar niños.
—Tenemos a Rebecca.
Ella se echó a reír.
—Rebecca es maravillosa, pero es la asistenta, no la niñera. Sus hijos ya son mayores. No creo que quisiera ayudarnos con uno tan pequeño.
—Creo que si hablaras con ella te sorprenderías. De hecho, ella misma se ofreció a ayudarnos si algún día teníamos un bebé.
Britt se apartó de ella.
— ¿Ya lo has hablado con Rebecca?
Ella levantó las manos en señal de rendición.
—No, pero antes de casarnos, me dijo un día que esperaba quedarse mucho tiempo con nosotras; el tiempo suficiente como para vernos formar una familia.
Santana frunció el cejo y calló un momento antes de continuar:
—No soy el enemigo, Brittany No estoy constantemente buscando maneras de sabotear tu vida académica. Ni tu vida en general.
Ella agachó la cabeza.
—Lo siento, Es que tengo la sensación de que cualquier cosa me hará perder la concentración y no aprobaré.
—Creo que es lo más honesto que has dicho nunca.
Britt levantó la cabeza y la miró entornando los ojos.
— ¿Qué quieres decir con eso?
—Pues quiero decir, cariño, que te preocupa fracasar. Aunque haya tanta gente dispuesta a ayudarte para evitarlo. Incluidas Rebecca y yo.
Ella empezó a protestar, pero Santana la interrumpió:
—Sentir inquietud antes de formar una familia es normal, pero creo que te sentirías insegura igualmente, aunque no hubiéramos hablado de hijos. Y eso tiene más que ver con la imagen que tienes de ti misma que con el programa de estudios.
Britt abrió mucho los ojos.
—Yo... No, no es verdad.
—Lo es, Lo sé porque yo me sentía igual cuando estaba en Harvard. Creo que todo el mundo que tiene una acusada conciencia de su propia identidad siente esa preocupación. —Poniéndole la mano en la nuca, la atrajo hacia ella—. Puedes hacerlo, Britt Creo en ti.
Ella sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas y, casi sin darse cuenta, se encontró entre sus brazos.
Santana le dijo al oído:
—Me gustaría que Marie viniera a casa con nosotras. De hecho, me gustaría que nos los lleváramos a todos. Pero tus estudios son sólo tuyos. Es algo que vas a tener que hacer a tu manera.
— ¿Por eso no me cuentas lo que te preocupa?
Santana soltó el aire con fuerza.
—No, Aún sigo dándole vueltas.
—Sin mí.
—Te lo contaré cuando lo tenga más claro. Como te dije en Umbría, no haré nada sin consultártelo antes. Necesito un poco más de tiempo.
Britt negó con la cabeza, pero prefirió no volver a discutir con ella.
— ¿Seguirás yendo al Hogar Italiano para Huérfanos?
—Sí, claro. Me necesitan. Les he prometido a los mayores que si aprueban el instituto con sobresaliente de media les pagaré el viaje a Italia.
—Ya estás cambiando la vida de esos chicos. Deberías sentirte orgullosa de ti misma.
Ella esbozó una sonrisa ladeada.
— ¿Estás segura de que no estás preparada para adoptar? La querríamos mucho —insistió, con la mirada cargada de emoción.
Britt recordó las imágenes de ese día. Vio a Santana con Marie y con los demás niños y deseó de todo corazón darle lo que pedía, pero sabía que no sería correcto.
—Lo sé, pero como la queremos, hemos de buscar lo que sea mejor para ella. Y lo mejor para ella es que se quede con una familia de aquí. No con una pareja de americanas recién casadas que aún no tienen las ideas claras. Tendrías que dejar de fumar.
—Eso no supondría ningún problema. — La miró con atención—. Estás preocupada por las drogas, ¿me equivoco?
Britt se removió inquieta mientras ella la observaba.
—No parece que confíes mucho en mí.
—Confío totalmente en ti, pero no puedo evitar acordarme de mi madre y de sus numerosas recaídas.
Santana se soltó de su abrazo.
—Bueno, pues yo no tengo ninguna intención de recaer.
—Bien.
—Tal vez deberíamos hablar de tus recaídas. El mes pasado te enfrentaste a una dificultad y le pediste consejo a Rachel.
Los ojos de Britt lanzaron chispas.
—No vuelvas a echármelo en cara. Me disculpé, ¿ya lo has olvidado?
—Tienes razón, lo siento —se excusó ella secamente.
— ¿Estamos manteniendo una conversación sincera o sólo estás tratando de manipularme?
Santana la miró con disgusto.
—Es una conversación sincera siento haber metido a Rachel en esto.
Britt suspiró.
—Entiendo que es difícil ver a los niños en el orfanato y tener que dejarlos ahí. A mí también me cuesta. Pero si nos lleváramos a Marie ahora, no sería lo mejor para ella.
—Ese orfanato está muy bien, pero no es lo mismo que vivir con una familia.
—Precisamente por eso no debemos adoptarla.
—Ésta no es la Brittany que conozco. —Santana se levantó.
—Oh, sí. Sí que lo es.
—La Brittany que conozco se quitaría el abrigo para dárselo a un pobre.
Ella dio un paso hacia Santana, con la cara roja de rabia.
—Me quitaría toda la ropa que llevo para dársela a Marie Pero quiero que esté con una familia estable y con experiencia en tratar con niños. Está traumatizada. Llevarla a un lugar desconocido, donde no entiende el idioma, lejos de sus amigos y de todo lo que le resulta familiar no puede ser bueno para ella. Estaríamos haciéndole más daño. Y no pienso consentirlo.
»No me importa que pienses que soy una zorra despiadada, o cualquier otra cosa que se te pase por la cabeza.
Y con una mirada cargada de reproche, entró en la habitación.
— ¡Joder! —gritó Santana, cogiendo el vaso de agua y arrojándolo lejos.
El cristal se hizo añicos contra el suelo de la terraza.
Desde lejos, le llegó el ruido de la puerta del baño cerrándose de golpe.
Apoyando las manos en la barandilla, se echó hacia adelante y dejó caer la cabeza.
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1/3 :)
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 34
Agosto de 2011
Washington, D. C.
Kitty, la hija del senador Wilde, se levantó y se subió rápidamente los vaqueros ajustados.
— ¿Dónde está mi blusa? —preguntó, mirando a su alrededor, sin ver la blusa avellana que combinaba perfectamente con el color de sus ojos.
—En la silla—Su novia, Natalie, se sentó, sin molestarse en taparse con la sábana.
Como siempre, los ojos de Kitty se fueron directos a sus pechos, que ella se había operado el año anterior. Apoyó una rodilla en la cama.
—Dios, cómo me alegro de haber comprado estos dos. —Bajó la cabeza y se metió un pezón en la boca, succionándolo con fuerza antes de morderlo.
—Ven —la animó ella, tocándola por encima, pero Kitty se alejó.
—Tengo que irme, Te llamaré. —Encontró la blusa y se lo puso antes de sentarse para ponerse los tacones.
— ¿Cuándo volveré a verte?
Natalie se arrodilló tras ella y le besó el cuello. Le recorrió la mandíbula con un dedo, deslizándolo sobre las cicatrices que le habían quedado tras su único pero violento encuentro con Santana López.
Ella la apartó sacudiendo los hombros.
—Estate quieta.
—Lo siento. —Se sentó sobre los talones, arrepentida—. Apenas se notan. Nadie las ve. Y a mí me parece que te dan un aire de tipa dura.
Kitty se volvió hacia ella y le dirigió una mirada glacial.
— ¿Cuándo volveré a verte? —insistió Natalie, ladeando la cabeza.
—De momento, no.
— ¿Por qué no?
—Tenemos que dejar enfriar las cosas.
—Pero si todo va muy bien... Trabajo para tu padre, ¡por el amor de Dios!
—Pero mi padre piensa que nuestra relación no es nada serio. Ésa fue la condición que puso para aceptarte. No puedo permitir que alguien me vea entrando o saliendo de tu apartamento. La gente nos observa.
—Pues podemos quedar en un hotel. —Trató de agarrarla del brazo, pero sólo encontró aire.
Kitty se dirigió a la puerta del dormitorio.
—Mi padre me ha pedido que invite a cenar a la hija del senador Hudson.
— ¿Qué? —exclamó Natalie, levantándose de un salto y plantándose ante ella desnuda, con los ojos verdes brillando furiosos y sus rizos pelirrojos alborotados.
Kitty le agarró la nuca con una mano.
—No te pongas histérica.
Natalie se estremeció al notar la frialdad de su voz.
—No, no lo haré. Lo siento.
Ella le acarició el cuello con el pulgar.
—Bien, porque no me gusta que te pongas histérica.
Bajó las manos y le agarró el culo.
—Sólo es una cena. Acaba de terminar el primer curso en la Universidad de Duke y ha venido aquí a pasar las vacaciones. Saldremos a cenar y espero convencerla para que hable bien de mi padre.
Todas las ayudas son bienvenidas.
— ¿Te la tirarás?
Kitty resopló.
— ¿Me tomas el pelo? Seguro que es virgen. Ya tuve más que de sobra de esa mierda con Brittany.
Ella arrugó la nariz al oír el nombre de su antigua compañera de habitación.
— ¿Qué te hace pensar que la hija de los Hudson sea virgen?
—Su familia es muy religiosa. Son sureños. No lo sé, pero me lo imagino.
—Brittany también era religiosa y eso no le impidió comértela —le recordó Natalie, cruzándose de brazos.
—Deja a Brittany fuera de esto. No necesito que la gilipollas de su novia me complique más la vida.
—Es la gilipollas de su esposa actualmente.
—Me importa una mierda lo que sea. Ya lo sabes. —La atrajo hacia ella con violencia—. No vuelvas a mencionar a ninguna de las dos.
— ¿Y cómo crees que me siento? El padre de mi novia le ha organizado una cita con una santurrona porque piensa que yo soy una puta.
Kitty le agarró el trasero con las dos manos.
—Por fin vamos por buen camino. Sólo tenemos que esperar a que pasen las elecciones.
—Oh, soy muy buena esperando. —Natalie se dejó caer de rodillas ante ella y le desabrochó los vaqueros—Pero creo que necesitas que te recuerde a quién estás dejando.
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2/3 :)
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 35
Florencia, Italia
Santana fumaba un solitario cigarrillo mientras contemplaba los trozos del vaso de agua roto Britt se había enfadado por su culpa.
No era la primera vez que rompía cosas delante de ella. Había destrozado su antiguo teléfono móvil cuando la hija de puta de Kitty la había llamado.
Inspiró hondo, haciendo entrar el aire hasta el fondo de los pulmones antes de soltarlo por la nariz.
No definiría su relación con Britt como tormentosa, aunque la verdad era que últimamente estaban discutiendo mucho. Habían discutido sobre el tema de la conferencia en Selinsgrove. Y también en Umbría, cuando ella le había preguntado por su madre.
Y esa noche habían alcanzado un nuevo récord negativo cuando ella la había acusado de pensar que era una zorra. No podía estar más equivocada. Ni siquiera podía pronunciar esa palabra en la misma frase que su nombre.
Pero había perdido los nervios antes de poder explicárselo.
Sus secretos a Brittany le estaban haciendo daño, lo sabía. Pero no quería hablar de las cosas que la martirizaban hasta haber encontrado una solución. No quería parecer débil ni indecisa O, aún peor, no quería que la compasión de ella se transformara en lástima. Prefería que se enfadara. Lo que no podía soportar era que le perdiera el respeto.
No había encontrado una solución. Todavía no. Se debatía entre dos salidas extremas, pero ambas eran inadmisibles. En esos momentos, le faltaba valor o sabiduría para dar con una alternativa válida para las dos.
Brittany tenía razón. Si adoptaban un niño, tendría que dejar de fumar. Pero lo había dejado ya una vez, mientras se rehabilitaba. Podía volver a hacerlo.
Pensó en Tom y Diane. Habían pasado de la euforia de saber que iban a ser padres a la desolación de enterarse de que su hijo tenía un defecto que ponía en riesgo su vida. No se podía ni imaginar la impotencia que debían de estar sintiendo. Había conocido una sombra de esa impotencia cuando Paulina...
Se obligó a centrarse en el cigarrillo que tenía en las manos. Esa noche no podía permitirse vagar por esa senda oscura.
Levantó la vista hacia la silueta de Florencia. Contempló la torre del Palazzo Vecchio y los demás edificios iluminados mientras esperaba a que Britt se durmiera.
Fue al baño a lavarse los dientes y se desnudó, dejando la ropa tirada en el suelo. Se dio una ducha rápida para quitarse el olor a tabaco de la piel.
Desnuda y con el pelo húmedo, se deslizó entre las sábanas, con cuidado de no tocarla. Un rápido vistazo le había revelado que se había puesto un camisón y que se había tumbado de lado, dándole la espalda.
«Mensaje recibido, cariño.»
Mientras se acostaba, le pareció que ella murmuraba algo, inquieta.
—Lo siento —musitó Santana.
Al ver que no respondía, apagó la luz y se puso asimismo de espaldas a ella.
Inmediatamente, Britt se volvió hacia ella y la abrazó desde atrás.
—Yo también lo siento.
—Prometimos que no volveríamos a irnos a la cama enfadadas.
—No estoy enfadada, Santana Estoy dolida.
Santana hizo una mueca de dolor y se aferró al brazo que le rodeaba la cintura.
—Tienes razón sobre Marie Es que quería hacer algo por ella. Y nunca he pensado que seas una zorra. No creo que seas fría ni despiadada. Eres mi amada.
—Entonces necesito que seas más amable conmigo. La verdad, Santana, estos últimos días a tu lado han sido muy duros. No quiero que nuestro matrimonio sea así.
Santana se tensó.
—Encontraré la manera de compensarte, Te lo prometo.
—No quiero que me compenses sólo quiero que me cuentes qué te pasa.
—Lo haré, Te lo prometo.
—Cuéntamelo ahora —ordenó ella con firmeza.
—Por favor, Brittany —susurró Santana—. Te pido que me des un poco más de tiempo.
— ¿Para que puedas tomar tu importante decisión sin mí?
—No haré nada sin hablarlo antes contigo. ¿Nunca has estado preocupada por algo y has tratado de hallar la mejor solución por tu cuenta? No puedes tomar esta decisión por mí. —Negó con la cabeza—. Sólo te pido que tengas un poco de compasión.
Britt la miró a los ojos y no vio ni rastro de falsedad en ellos.
—Te daré un poco más de tiempo, Pero quiero que llames al doctor Townsend.
Santana abrió la boca para protestar, pero ella la interrumpió:
—No aceptaré una negativa. O me cuentas qué te preocupa o hablaré yo con él. Si no quieres hacerlo por ti, hazlo por nosotras, pero habla con alguien, por favor.
Respirando hondo, ella asintió.
Santana se despertó cuando estaba a punto de amanecer y salió de la habitación antes de que Britt se despertara. Aunque le dolió dejar la calidez de sus brazos, tenía una misión que cumplir. Y cuanto antes obtuviera la información que necesitaba, más cerca estaría de encontrar una solución.
(O eso esperaba.)
Esa tarde tenía una importante reunión con su viejo amigo, el dottore Vitali, director de la Galería de los Uffizi.
Santana estaba más decidida que nunca a demostrarle a su esposa lo mucho que la amaba. Y a hacerlo en público.
Al salir del hotel, pensó que las calles de Florencia le gustaban especialmente por la mañana temprano, antes de que la ciudad se desperezara.
Se detuvo en la cafetería del Museo Gucci en la Piazza della Signoria a tomar un espresso y un bollo. Los disfrutó sentada en la terraza mientras leía La Nazione, haciendo tiempo hasta que Elena empezara su jornada laboral en el orfanato.
A las diez en punto llamó a la puerta. La mujer se mostró muy sorprendida al verla y más sorprendida aún al enterarse del motivo de su visita.
Le dio las gracias por su interés por Marie y le sugirió que, si quería ayudar a la niña, podía pagar el coste del terapeuta que la visitaba para hacer que recuperase el habla.
Cuando Santana sacó el tema de la adopción, Elena le dijo que adoptar un niño en Italia no era fácil. Sólo se permitía hacerlo a parejas que llevaran más de tres años casadas. Aunque Brittany y ella decidieran quedarse con Marie, el gobierno italiano se opondría.
Santana se marchó con la lección aprendida, tras haber hecho una generosa donación para cubrirlos gastos de la pequeña. Además, insistió en que Elena se pusiera en contacto con ella si surgían nuevas necesidades.
Perdida en sus pensamientos, se sentó en una cafetería cerca de la iglesia de la Santa Croce. En vez de quedarse mirando a las guapas mujeres que pasaban, hizo unas cuantas llamadas, tratando de convencer a las mejores familias de Florencia de que ayudaran al orfanato mediante adopciones o acogidas.
Obtuvo reacciones variadas. Todo el mundo parecía dispuesto a desprenderse de parte de su dinero para ayudar económicamente a la institución, pero ninguna de las parejas estaba interesada en la acogida. La adopción quedaba absolutamente descartada.
Una vez más, Santana fue consciente del derroche de generosidad de que había sido objeto en su infancia, al darse cuenta de todas las razones a las que Richard y Grace podían haberse aferrado para no adoptarla Por suerte para ella, no lo hicieron.
Brittany se despertó en la cama vacía de una silenciosa habitación de hotel pero Santana le había dejado un vaso de agua en la mesilla, junto a una nota:
He ido a hacer unos recados volveré a tiempo para arreglarme para la inauguración de esta noche.
Te quiero.
Y me gusta mi cuerpo cuando está con tu cuerpo, S.
En el dorso, Santana le había escrito el poema de e.e. cummings que empezaba con la última frase de su nota.
Britt leyó y releyó el poema, preguntándose qué tipo de recados habría ido a hacer.
Tenía que admitir que se sentía un poco culpable Santana tenía razón. Marie necesitaba una familia que la quisiera y se preocupara por ella. No le extrañaba que ella se sintiera tan atraída por la niña.
Aunque seguía igual de agobiada y angustiada por el peso de las obligaciones académicas, no podía quitarse de encima la sensación de que estaba siendo egoísta al poner su educación por delante del bienestar de una niña.
De todos modos, no le parecía adecuado llevarla lejos de su país, a una casa desconocida, llena de extraños. Especialmente sin saber qué era lo que tanto preocupaba a Santana.
«Tal vez quiere que tengamos hijos en seguida y se está preparando para plantearme el tema.»
Le dio unas cuantas vueltas al tema, pero luego lo dejó de lado Santana le había asegurado que entendía su ansiedad respecto al doctorado. No iba a cargarla con más preocupaciones.
Había trabajado tanto para llegar hasta allí... Sus comentarios de la noche anterior sobre
«La Brittany que conocía» le habían hecho mucho daño. Ella se había pasado la vida tratando de ser compasiva con los demás. Y no creía que ser buena persona obligara a abandonar todos los sueños personales.
Por mucho que quisiera ayudar a Marie, no podía asumir una adopción en ese momento. Tal vez al cabo de un par de años, cuando se conocieran mejor y Britt estuviera ya más avanzada en su tesis.
Una vez acabados los cursos de doctorado, podría dedicarse exclusivamente a la preparación del proyecto y a la redacción del texto. Era más fácil combinar la maternidad con la investigación desde casa.
(O eso suponía.)
Seguía preocupada por su esposa No sabía qué demonios secretos la atormentaban, ni por qué se mostraba tan reservada sobre las soluciones que buscaba.
Cogió su iPhone de la mesilla de noche y le envió un mensaje:
S:
He echado de menos despertarme a tu lado esta mañana.
Gracias por la nota y el poema.
Con ganas de que llegue ya la inauguración.
Yo también te quiero.
B xx.
Luego, haciendo un esfuerzo para ejercer la caridad, se vistió y pasó el día buscando al mendigo al que le había dado dinero durante su primera visita a Florencia con Santana.
Buscó y preguntó por todo el centro, pero nadie parecía recordar a ningún hombre que respondiera a esa descripción.
Mientras Brittany ahogaba sus penas en una limonada helada en el bar Perseo, Santana estaba acabando su reunión con el dottore Massimo Vitali en los Uffizi. Cuando volvió a la habitación, la encontró vacía, pero el aroma de azahar de la colonia de Britt permanecía en el aire.
Tenía muy buenos recuerdos de su anterior visita a Florencia. En la suite del hotel había una pared que le gustaría poder enmarcar o convertir en una capilla. Recordó los primeros tiempos de su relación. Había tenido que esforzarse mucho para ganarse la confianza de Brittany De pronto, le vino una imagen de cómo sería su vida sin ella: vacía, desnuda, fría.
Tenía que resolver sus problemas en seguida, o la brecha entre ellas crecería y crecería hasta que acabara perdiéndola.
Cogió el teléfono y marcó el número de la consulta del terapeuta. Al no encontrar a nadie, dejó un mensaje largo.
Después abrió el portátil y, tras conectarse a Google, escribió dos palabras: «Owen López».
Varias horas después, Britt estaba en el cuarto de baño, maquillándose, mientras Santana se pintaba a su lado.
Cuando ella se rozó con los dedos una zona del cuello, se encogió sin querer. Aunque la señal que le había dejado el mordisco de Kitty ya no era visible, cada vez que se tocaba allí notaba sus dientes.
Una mano cariñosa le acarició la nuca.
—No volverá a hacerte daño nunca más.
Britt buscó los ojos de Santana en el espejo.
—Ojalá pudiera creerlo, pero no puedo quitarme de encima la sensación de que Natalie y ella no han acabado conmigo.
—No se atreverían —insistió Santana, dándole un beso en la frente.
— ¿Cómo puedes estar tan segura?
Una sombra le cruzó el rostro, pero en seguida la eclipsó con una sonrisa.
—Confía en mí.
—Mi padre me ha llamado antes —dijo Britt, resiguiendo el borde de la encimera de mármol con un dedo.
— ¿Qué te ha dicho?
—Tienen previsto casarse el Día del Trabajador. Será una boda íntima. No quieren esperar más Papá está más a gusto en su casa y Diane no quiere mudarse a vivir con él hasta que estén casados.
— ¿Y el bebé?
—No hay novedades. Diane está bastante bien y el niño todo lo bien que cabe esperar. Los controlan a menudo. —Britt negó con la cabeza—. Pero papá se siente muy impotente.
—Es normal. Quiere protegerlos y no puede hacer nada.
Britt asintió, observando el mármol como si fuera lo más interesante del mundo.
—Siento lo de Marie.
—Yo también. —Se apoyó en el mármol y se miró los pies—, pero al menos he intentado ayudarla.
—Tal vez alguna de las familias con las que has hablado cambien de idea. Si la conocieran, seguro que se enamorarían de ella.
Santana asintió, moviendo los dedos de los pies.
—No diré que te comprendo, Santana, porque no sería verdad. Yo no soy adoptada y, por lo tanto, no comparto esa afinidad especial que tienes con los niños del orfanato. Si pudieras esperar a que terminase los cursos de doctorado...
—Tenemos mucho tiempo para hablar de estas cosas, No hay prisa.
Santana sonrió.
Britt sintió alivio y alarma al mismo tiempo.
Santana se siguió pintando, mientras ella la observaba fascinada.
—Esto me recuerda nuestro primer viaje a Florencia. ¿Te acuerdas de cuando nos estábamos arreglando para ir a los Uffizi? Entonces sólo era tu novia.
Santana se detuvo.
—Tú nunca has sido sólo mi novia, Brittany Eras mi amante. Y seguimos siendo amantes.
— ¿Cómo olvidarlo? —Ella señaló hacia el dormitorio, recordando su primera vez juntos—. He sido tan feliz aquí. Y esta noche te acompañaré a los Uffizi como tu esposa y podremos inaugurar la exposición de tus dibujos juntas.
—Son nuestros dibujos. Y te quiero más ahora que entonces. Aunque no hubiera creído que fuese posible.
—Yo también te quiero más ahora. —Britt bajó la vista y se quedó mirando sus uñas pintadas de rojo—. Tu amor me ha curado de muchas maneras.
Santana dejó su maquillaje sobre el mármol.
—No sé por qué te empeñas en ponerte cariñosa mientras me maquillo—Trató de no mancharle la bata de seda, pero fracasó— Ahora vamos a tener que acostarnos.
Ella se echó a reír.
—No podemos, Tenemos que estar en los Uffizi a las siete. Las invitadas de honor no pueden llegar tarde.
—Pero no estaría bien que una de las invitadas de honor estuviera de mal humor toda la noche porque está excitada y frustrada Hemos discutido y lo hemos solucionado me debes el sexo de reconciliación.
Britt alargó la mano para comprobar sus pezones erectos.
—No quiero que estés incómoda, Profesora, pero es que aún tengo que arreglarme. Mira qué pelos llevo.
Santana se echó hacia atrás para mirarle la rubia melena, manchada en varios puntos muy bien —refunfuñó—. Pues luego no te quejes si te llevo a un rincón oscuro para hacer contigo lo que quiera.
—Cuento con ello, SuperWomen —Britt le mordisqueó la oreja antes de liberarse de su abrazo—. Y para que conste, a mí también me gusta mi cuerpo cuando está con el tuyo.
Poco después, Britt salió del baño y se dirigió hacia la zona de estar, donde la aguardaba Santana.
— ¿Qué te parece?
Dejando el libro que había estado leyendo, Santana se levantó y se quitó las gafas.
Le dio la mano y la hizo dar una vuelta. Su vestido de Valentino era muy femenino. Tenía cuello barco, mangas abombadas, talle ajustado y falda acampanada. La tela era un tafetán rojo intenso.
Britt se tiró del dobladillo, que le quedaba por encima de las rodillas.
—Creo que debí comprarme algo negro.
—No—La vista de Santana se paseó por sus hombros expuestos, sobre el busto y más abajo, hasta llegar a sus piernas largas y bien formadas—El rojo es perfecto.
Siguió bajando la vista hasta llegar a sus zapatos de tacón negros. Eran unos peep toes Prada.
—Me oculta información, señora López No recuerdo haber visto estos zapatos antes.
Ella alzó una ceja.
—No eres la única que tiene secretos, Profesora.
La sonrisa de Santana se desvaneció de golpe.
Ella se miró los pies.
—Pero puedo organizarte un pase privado, si quieres.
— ¿En un rincón oscuro de los Uffizi?
Cuando sus miradas se cruzaron, Britt asintió.
Santana la besó en la mejilla.
—Estás preciosa, Los invitados no harán caso de Boticelli. Sólo te mirarán a ti.
—Oh, no digas eso, Santana Ya estoy bastante nerviosa. —Sacudió una imaginaria mota de polvo del vestido de Santana —Estás muy guapa No tengo oportunidad de verte con un vestido tan apretado muy a menudo.
—Puedo organizarte un pase privado —repitió Santana, besándole el interior de la muñeca. Cerró los ojos para inhalar su perfume.
—Rosas. —Abrió los ojos bruscamente—Has cambiado de perfume
.
—Sí, Se llama Noble Rose of Afghanistan. Es delicioso, ¿no crees? Y es un producto de comercio justo, que permite el desarrollo económico de Afganistán.
—Sólo tú elegirías el perfume pensando en el comercio justo —susurró Santana, con una penetrante mirada—. ¿Qué he hecho para merecerte?
—Tienes derecho a ser feliz. ¿Por qué no te das permiso para creerlo?
Santana la miró en silencio antes de tomarla de la mano y llevarla hacia la puerta.
Britt sintió que el corazón se le resquebrajaba al darse cuenta de que su amor no la había curado a ella.
—Professora, signora —los saludó Lorenzo, el ayudante del dottore Vitali, cuando llegaron a los Uffizi—. Primero nos reuniremos con los medios durante la inauguración. Luego visitaremos la exposición y, antes de la cena, habrá un cóctel.
Santana asintió en italiano, sin soltar la mano de Britt.
Lorenzo las guió hasta un pasillo donde se había reunido una multitud de unas cien personas.
Britt reconoció muchas caras de la conferencia de Santana de hacía un año y medio. Todos los hombres llevaban esmoquin, excepto los miembros de la prensa. Las mujeres lucían vestidos, muchas de ellas vestidos largos.
Britt bajó la vista hacia sus piernas, cohibida.
Pronto estuvieron rodeadas de gente Santana no paraba de estrechar manos y de intercambiar frases de cortesía, presentando a Britt como su hermosa esposa. Ésta no perdía detalle mientras ella hablaba con los invitados en italiano, francés y alemán, desenvolviéndose con comodidad. Pero no la dejó sola ni un momento, rodeándole la cintura con el brazo.
Cuando el dottore Vitali les señaló la puerta de la exposición para que lo siguieran, Britt se detuvo en seco.
A menos de quince metros, el profesor Pacciani, con una mujer alta y blanca cogida de su brazo, la estaba mirando fijamente.
Britt abrió mucho los ojos.
Por un momento, le había parecido que su acompañante era Quinn Fabray, pero al fijarse mejor se había dado cuenta de que la mujer era al menos diez años mayor que Quinn.
Santana notó que Britt se detenía, pero iba distraída escuchando las instrucciones de última hora del dottore Vitali. Cuando se volvió a ver qué pasaba, algo muy parecido a un gruñido salió de su garganta.
—Ah, veo que conoce al profesor Pacciani —le susurró Vitali al oído—. Hemos invitado a los docentes universitarios, tal como nos pidió.
—Bien —dijo Santana, aunque mentalmente lamentó no haber especificado a quién no había que invitar.
— ¿Vamos? —El dottore Vitali señaló hacia la puerta y las López lo siguieron.
Britt y Santana se enfrentaron juntas a la prensa, parpadeando por los flashes de las cámaras mientras Vitali los presentaba Britt trató de disimular el nerviosismo, pero ser objeto de tanta atención no era fácil.
El director dio una larga explicación sobre las ilustraciones. Contó que eran copias de las originales de Botticelli de La Divina Comedia de Dante. Que, aunque ocho de las ilustraciones originales se habían perdido, las López estaban en posesión de un juego completo de cien ilustraciones.
Mientras recorría a los presentes con la mirada, Britt se fijó en una cara. Una mujer rubia con aspecto juvenil y ojos bastante peculiares la miraba fijamente. Su reacción era tan distinta a la del resto de invitados que Britt le devolvió la mirada hasta que Santana le dio un codazo para que prestara atención al anfitrión.
El dottore Vitali contó la historia de las ilustraciones con todo detalle hasta llegar al siglo XIX, cuando volvieron a aparecer misteriosamente.
La galería se sentía muy orgullosa de mostrar unos dibujos que no habían visto la luz pública probablemente desde su creación.
Entre murmullos de aprobación, el público rompió en un espontáneo aplauso mientras Vitali agradecía a las López su generosidad.
Santana soltó la cintura de Britt y le tomó la mano para darle ánimos.
Agradecieron los aplausos con sonrisas e inclinaciones de cabeza. Luego, Santana se acercó al podio y, en italiano, dio las gracias a los Uffizi y a su director.
Volviéndose hacia Britt, añadió:
—No puedo dejar de mencionar a mi esposa, Brittany La hermosa dama que tienen ante ustedes es la razón de que estemos aquí esta noche. De no ser por ella, me habría quedado las ilustraciones sólo para mí. Con sus palabras y sus actos me ha mostrado el significado de la bondad y la caridad.
Britt se ruborizó, pero no pudo apartar la vista de los hipnóticos ojos de Santana.
—El acto de hoy es sólo una pequeña muestra de su trabajo filantrópico. Ayer pasamos el día en el orfanato franciscano, con los niños. Y esta misma mañana, mi esposa ha estado recorriendo las calles del centro para hacer una obra de caridad.
»Los animo a disfrutar de la belleza de las ilustraciones de La Divina Comedia y a celebrar luego en sus corazones la belleza, la caridad y la compasión en la ciudad que Dante tanto amó: Florencia.
Gracias.
Los presentes aplaudieron con una sola excepción. Nadie pareció darse cuenta de la cínica reacción de la mujer rubia al oír a Santana animar a llevar una vida virtuosa, ni su mirada de desprecio cuando oyó el nombre de Dante.
Santana volvió al lado de Britt y le dio un casto beso en la mejilla antes de hacerla girar para que quedara de cara a la prensa. Posaron para las cámaras antes de cortar la cinta que barraba el paso a las salas de exposición. Entre aplausos, la muestra se declaró inaugurada.
—Por favor. —Vitali señaló hacia la puerta, indicando que las López tenían que ser los primeros en visitar la colección.
En cuanto entraron en la sala, Santana y Britt se quedaron boquiabiertas. Habían hecho reformas.
Las paredes, que solían ser de tonos pálidos, estaban pintadas de un azul intenso, sobre el que las ilustraciones a tinta destacaban mucho más.
Estaban expuestas por orden. La primera era el famoso Mapa del Infierno. Al recorrer la colección, se contemplaba el camino que una alma debía recorrer para pasar del pecado a la redención.
Y, por supuesto, también estaba la inevitable reunión entre Dante y su amada Beatriz.
— ¿Qué te parece? —le preguntó Santana, mientras cogidas de la mano contemplaban una de sus ilustraciones favoritas, la de Dante y Beatriz en la esfera de Mercurio.
Beatriz llevaba un vestido vaporoso y señalaba hacia arriba, mientras Dante seguía su gesto con la mirada.
—Es precioso. —Britt enlazó el meñique con el de ella—. ¿Recuerdas la primera vez que me mostraste esta ilustración? Cuando me invitaste a cenar a tu casa en Toronto.
Santana se llevó la mano de su esposa a los labios, besándole la palma con reverencia.
— ¿Cómo olvidarlo? Sentí el impulso irrefrenable de enseñártelas. Ni siquiera se las había mostrado a Lucy Algo me dijo que podía confiar en ti.
—Puedes confiar en mí —afirmó ella, mirándola muy solemne.
—Lo sé.
Santana parecía estar dudando. Por un momento, Britt creyó que iba a confesarle sus secretos, pero alguien las interrumpió.
La atractiva mujer rubia se acercó para contemplar la ilustración.
Como si se tratara de un sueño, Britt la observó moverse. Su cuerpo parecía deslizarse sin tocar el suelo. Sus pasos eran fluidos y silenciosos. A pesar de que parecía alta, en realidad era varios centímetros más baja que Santana Y aunque parecía esbelta, el elegante vestido negro ocultaba poderosos sus curvas.
Las López se apartaron educadamente, pero antes de que Santana mirara a los ojos a la recién llegada Sin decir nada, se colocó entre la desconocida y Britt, en un movimiento protector.
—Buenas noches —dijo la extraña con acento británico, haciendo una reverencia.
Santana reconoció el acento de la zona de Oxford.
—Buenas noches —saludó ésta con brusquedad, agarrando a Britt de la mano.
Al ver el movimiento ese, la desconocida sonrió disimuladamente.
—Una noche memorable —comentó, señalando a su alrededor.
—Así es —replicó Santana, sujetando a Britt con más fuerza.
Ella le devolvió el apretón, para indicarle que empezaba a hacerle daño.
—Qué generoso por su parte compartir sus ilustraciones. —El tono de la invitada era francamente irónico—. Y qué suerte haberlas comprado de un vendedor secreto y no en el mercado.
Los ojos de la desconocida se desplazaron de Santana a Brittany, donde permanecieron unos instantes.
Las aletas de la nariz se le abrieron y la mirada se le suavizó antes de volverse hacia la ilustración.
—Sí, me considero muy afortunada Que pase una buena noche. —Con una brusca inclinación de cabeza, Santana se alejó sin soltar la mano de la joven.
Ésta estaba muy sorprendida por la actitud de su esposa, pero prefirió no decir nada hasta que llegaron al otro extremo de la galería.
— ¿Quién era esa mujer?
—No tengo ni idea, pero mantente alejada de ella —Claramente agitada, se pasó una mano por la boca.
— ¿Por qué? ¿Qué está pasando? —Britt la obligó a detenerse y a mirarla a los ojos.
—No lo sé —respondió ella, y parecía sincera—. Pero hay algo en esa mujer que no me gusta prométeme que te mantendrás alejada de ella.
Britt se echó a reír y el sonido de su risa resonó por toda la sala.
—Es un poco rara, pero parece agradable.
—Los pitbulls también son agradables hasta que metes la mano en su jaula. Si ves que se acerca, date la vuelta y aléjate de ella Prométemelo —susurró Santana.
—De acuerdo, pero no lo entiendo. ¿Os conocéis de antes?
—No lo creo, pero no estoy segura No me ha gustado cómo te miraba. Parecía que quería agujerearte el vestido con los ojos.
—Menos mal que tengo a Mujer maravilla a mi lado para protegerme. —Britt le dio un beso decidido— Te prometo evitarla, a ella y a todos las personas guapas de la sala.
— ¿La encuentras guapa? —preguntó ella, malhumorada.
—Sí, pero es una belleza distante, como la de una obra de arte. No como tú. Si me besas, me olvidaré de ella para siempre.
Santana se inclinó hacia ella y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos antes de unir sus labios en un beso.
Britt se mordió la parte interna de la mejilla.
—Me has hecho pasar un poco de vergüenza durante la presentación. No me gusta ser el centro de atención.
—Tú eres la auténtica benefactora, Yo sólo soy tu acompañante.
Britt se echó a reír, pero esta vez la risa ya no resonó tanto porque la sala se había llenado. La mayoría de los asistentes se mantenían a una distancia respetuosa.
—Eres una acompañante encantadora, Profesora.
—Gracias. —Santana se inclinó hacia ella para susurrarle al oído—: Siento haberte hecho pasar vergüenza con la presentación. Mi intención era animar a los asistentes a colaborar con el orfanato.
—En ese caso, puedes avergonzarme tanto como quieras. Sólo con que una persona se anime a ayudar, todo esto habrá merecido la pena. Aunque a nadie le gusten las ilustraciones.
— ¿Cómo no les van a gustar? Son exquisitas —afirmó Santana, mirando a su alrededor.
Britt estaba de acuerdo. A lo largo de los siglos, muchos artistas se habían inspirado en la obra de Dante, pero los dibujos de Botticelli siempre habían sido sus favoritos.
Siguieron recorriendo la exposición, deteniéndose ante cada uno Santana comprobó satisfecha que la extraña parecía haber desaparecido.
Cuando llegaron a la última ilustración, Britt se volvió hacia su esposa.
—Una exposición increíble. Han hecho una labor fantástica.
—No hemos terminado. —Santana trataba de disimular una sonrisa, pero los ojos cafés le brillaban como chocolate caliente.
— ¿Ah, no? —Ella miró a su alrededor, confusa.
Cogiéndola de la mano, Santana la llevó a la planta de arriba, a la sala Botticelli.
Al entrar allí, Britt se quedó inmóvil, como cada vez que veía aquel lugar. Poder contemplar a la vez El nacimiento de Venus y La primavera siempre la dejaba sin aliento.
En aquella sala, Santana había dado su conferencia durante su primera visita juntas a Florencia.
Había hablado de matrimonio y de familia, cosas que en aquel momento a ella le habían parecido etéreas como un sueño.
Mientras contemplaba La primavera, se sintió feliz. Había algo en aquel cuadro que la reconfortaba. Y nunca era lo mismo una reproducción que el original.
Si cerraba los ojos, sentía el silencio del museo, sólo roto por el eco de pasos lejanos. Si se concentraba, podía oír en su mente la voz de Santana hablando sobre los cuatro tipos de amor: el amor sexual, la amistad, el amor familiar y el amor que se sacrifica.
De repente, abrió los ojos y se sintió atraída por la imagen de Mercurio, en la parte izquierda del cuadro. Lo había visto mil veces, pero en ese momento, la figura la inquietó. Había algo en su apariencia, algo en su rostro que le resultaba extrañamente familiar...
—Desde la última vez que estuvimos aquí, han hecho una nueva adquisición. —La voz de Santana la sacó de sus pensamientos.
— ¿Dónde está?
Ella la sujetó por el codo y la guió hacia una gran foto en blanco y negro que colgaba en la pared de enfrente de El nacimiento de Venus.
Ella se cubrió la boca con la mano.
— ¿Qué hace eso ahí?
Santana la empujó hasta que pudo leer la placa que había debajo. Era una foto de Britt de perfil, con los ojos cerrados y la larga melena levantada por unas manos femeninas Estaba sonriendo.
La había hecho Santana en Toronto, la primera vez que ella accedió a posar para ella En la placa leyó lo siguiente:
«Deh, bella donna, che a’ raggi d’amore
ti scaldi, s’i’ vo’ credere a’ sembianti
che soglion esser testimon del core,
vegnati in voglia di trarreti avanti»,
diss’io a lei, «verso questa rivera,
tanto ch’io possa intender che tu canti.
Tu mi fai rimembrar dove e qual era
Proserpina nel tempo che perdette
la madre lei, ed ella primavera».
Dante, Purgatorio 28.045-051
«Ah, hermosa dama, iluminada por rayos de amor. Si tu apariencia fuera una señal de la belleza de tu corazón, te pediría que te acercaras a la orilla de este río —le dije—, para poder oír tu canto.
Me recuerdas cómo Proserpina era cuando su madre la perdió y se convirtió en primavera.»
—Son las palabras que pronuncia Dante cuando ve a Beatriz por primera vez en el Purgatorio. — Santana le rozó el rostro con los dedos y le dirigió una mirada cargada de sentimientos—. Yo sentí lo mismo. Cuando te vi en Cambridge después de tantos meses, recordé esos versos. Al verte allí, de pie, en la calle, recordé todo lo que había perdido.
Esperaba que me vieras y te acercaras a mí.
Santana la atrajo hacia su pecho mientras los ojos de Britt se llenaban de lágrimas.
—No llores, mi dulce niña. Eres mi Beatriz, mi hojita pegajosa y mi bella esposa.
»Siento haberme portado como una cabrona contigo. Quería disculparme y demostrarte lo importante que eres para mí. Eres mi obra de arte.
Britt levantó la vista y la miró a los ojos.
Santana le secó las lágrimas con los pulgares antes de besarle la frente.
—Eres mi Perséfone. Eres la doncella y yo soy la dragona.
—No hablemos más de monstruos. —Britt le pasó la mano por el vestido, preocupada por si había manchado el vestido con las lágrimas o el maquillaje.
Santana la abrazó con fuerza y la besó hasta dejarla sin aliento. Cuando la soltó, Britt se echó a reír.
—Ya veo que estás disfrutando con la exposición, señora López.
—Mucho, pero me gustaría que retiraran la foto —añadió, poniéndose seria—. Aprecio el gesto, pero no quiero estar expuesta a la vista de todo el mundo.
—No lo estás.
Britt echó un vistazo a la foto y volvió a mirar a Santana.
—Todo el mundo la verá.
—Vitali quería hacernos un regalo, pero no acepté nada. Luego se me ocurrió esto como un obsequio para ti. Él accedió a colgar tu foto aquí durante un rato—Señalando a su alrededor, añadió—: Vitali es un viejo romántico y estuvo encantado de hacer algo especial para nosotras. Accedió a colgar la foto durante exactamente una hora, que es el tiempo que tenemos esta sala para nosotras solas. Los ojos de Britt se abrieron como platos.
— ¿Tenemos la sala Botticelli para nosotras solas?
Santana le dirigió una mirada traviesa y le susurró al oído:
—No sólo eso, También el pasillo.
— ¿Me tomas el pelo?
—No, Nadie puede subir a esta planta hasta dentro de cuarenta y cinco minutos —respondió
Santana, consultando la hora en su Rolex—, que es cuando tendremos que bajar para la recepción y la cena.
Con un movimiento brusco, Britt le agarró los lados de la bufanda que llevaba con las dos manos y tiró de ella para darle un beso largo y apasionado en los labios.
—Parece que te gusta la sorpresa —comentó, cuando ella finalmente la soltó.
—Vamos—Britt la agarró de la mano y la llevó hacia la puerta.
— ¿Adónde?
—Sexo de reconciliación, sexo museístico, sexo de pasillo... Me da igual la etiqueta que le pongas, pero aprovechemos esta oportunidad.
Riendo, Santana se encontró siguiendo a una Britt muy decidida, que se dirigía hacia el pasillo tan de prisa como le permitían los tacones.
—Me sorprendes, señora López.
— ¿Por qué? —preguntó ella, levantando la voz para hacerse oír por encima del ruido de los tacones de las dos.
—Se supone que eres tímida. Se supone que eres la seducida, no la seductora.
La joven se volvió a mirarla con los ojos brillantes.
—Quiero un orgasmo contra una pared florentina, Profesora Un orgasmo de esos de infarto, que te dejan sin respiración. Acabas de decirme que disponemos de algo que nunca creí que pudiéramos tener: privacidad en un espacio público. ¡Que le den a la timidez!
Santana se echó a reír a carcajadas, tirando la cabeza hacia atrás.
Luego la guió hasta un rincón oscuro del pasillo, entre dos estatuas de mármol situadas sobre pedestales.
—Esta vez no pararé —susurró Santana, levantándole el vestido a la altura de los muslos.
—Bien.
—No hay aire acondicionado en esta zona, así que las cosas pueden ponerse un poco calientes—Le acarició el muslo con el dorso de la mano.
—No esperaba menos, Profesora.
Britt le rodeó el cuello con los brazos y tiró de ella.
Santana la levantó mientras ella le rodeaba la cintura con las piernas y la apoyó contra los cristales del pasillo.
Ella se estremeció cuando notó el frescor de los cristales en la espalda.
—Y ahora, dime. ¿Quién es guapa?
—Tú, Sólo tú. —Britt le capturó la boca justo cuando ella gruñó.
La besó con determinación, trazándole el contorno de los labios. Cuando Santana abrió la boca, la lengua de ella se deslizó en su interior con ganas.
Se besaron como si llevaran años separadas, ansiosas.
Santana le recorrió el muslo arriba y abajo con la mano antes de levantarle la falda del vestido La tafetán suspiró, mostrando su aprobación.
Presionando contra ella, subió los dedos por su muslo hasta llegar a su cadera. Una vez allí, se apartó un poco para mirarla a la cara.
— ¿Dónde están las bragas?
—Me gusta mi cuerpo cuando está con el tuyo, ¿te acuerdas? Las bragas siempre molestan.
Santana volvió a gruñir y el sonido resonó a lo largo del pasillo.
—Has ido así toda la tarde.
Britt le guiñó el ojo.
—No me extraña que aquella mujer te mirara.
—Deja de hablar de otras mujeres —la reprendió ella, tirando de la bufanda.
Santana cerró los ojos y se inclinó hacia ella para besarla una vez más, acariciándole la lengua con la suya.
Britt cambió de postura y los finos tacones de aguja se le engancharon en el vestido de Santana Tiró de la bufanda hasta quitarla, la dejó caer al suelo y bajando con desesperación los tirantes del vestido de Santana. Le recorrió el cuello y el valle de sus pechos con los labios antes de deslizar una mano hacia el dobladillo del vestido de Santana.
Pero Santana no quería ir tan rápido. Le cogió la mano y volvió a ponérsela en el hombro antes de empezar a acariciarla entre las piernas con delicadeza.
La reacción de Britt había sido mejor de lo que esperaba y casi no podía contener la felicidad que sentía.
Ella se movía y se retorcía, gimiéndole al oído.
—No me hagas esperar —le rogó, tirando de ella en vano.
Se movió adelante y atrás varias veces, provocándola, antes de deslizar en su interior sus dedos, llenándola por completo. Con un suspiro de placer, ella se contrajo a su alrededor.
No dijeron ni una palabra. No las necesitaban. Santana conocía el cuerpo de su esposa tan bien como si fuera el suyo y las dos se movían y respondían a los movimientos de la otra cada vez más deprisa.
Por el pasillo resonaban gemidos apagados y gruñidos de satisfacción, que aumentaron de intensidad hasta que un grupo de estatuas casi se taparon los oídos. Mientras se movían al unísono, la espalda de Britt hacía temblar la ventana que tenía detrás.
—Estoy llegando —dijo, aunque la última palabra quedó interrumpida por el orgasmo que se apoderó de ella.
Santana aceleró el ritmo de las embestidas de sus dedos hasta que también se perdió en el éxtasis. Britt se aferró a ella como si se estuviera muriendo, abrazándola con fuerza y con la cara enterrada en su cuello.
Permanecieron inmóviles unos momentos.
Santana soltó el aire en una exhalación larga y relajada.
— ¿Todo bien? —preguntó, besándole la mejilla.
—Fantástico.
Permanecieron abrazadas en silencio mientras el corazón se les calmaba y recuperaban el aliento.
Santana la dejó en el suelo con delicadeza y le bajó el vestido. Poniéndole las manos en la cintura, apretó cariñosamente.
— ¿Puedes andar? —le preguntó, mirando los caros zapatos con preocupación.
—Sí, aunque tal vez me tambalee un poco.
—Entonces, permíteme. —La tomó en brazos y la llevó al baño más cercano para lavarse.
Ya estando en el Baño las dos se estaban lavando las manos.
—El sexo contigo siempre es magnífico, porque es más que sexo. Me temo que vas a tener que arreglarte un poco el pelo y el maquillaje. O todo el mundo sabrá que acabamos de practicar sexo museístico. —Santana parecía muy satisfecha de sí misma.
Ella alzó una ceja.
— ¿Tú ya estás lista para volver a la fiesta, Profesora?
—Por supuesto —respondió Santana, intentado de arreglase el vestido— A mí no me importa que la gente sepa que he disfrutado del sexo museístico con mi esposa.
—Pues mejor, porque todos se darán cuenta, te lo aseguro.
— ¿Por qué?
—Porque te olvidas de algo. —Britt le ofreció la bufanda con un dedo.
Santana se llevó la mano al cuello, sorprendida, antes de subirse la cremallera del vestido.
—Seductora —murmuró, quitándole la bufanda de la mano.
Britt se arregló el pelo frente al espejo.
—Entonces, en una escala del uno a lo trascendente, ¿qué nota le pondrías a este polvo?
—Ha sido de los que hacen que tiemble la tierra y que te descuides la bufanda.
—Pues no lo olvides. —Britt se volvió hacia el espejo para pintarse de nuevo los labios.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
3/3
Hola Hola Chicas bueno espero que este maraton les gustara :)
PD: ¿Que Piensas que atormenta a San? ¿Fueron hermosas con los niños no ? ¿Que piensan de esa rubia misteriosa ?
Saludos Y besos :)
COMENTEN!
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
al principio pense que la misteriosa mujer era alguien del pasado de santana pero luego parecio como si no la conocia, excelente maraton, hasta pronto.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Mmmmm... Ni idea pero sin duda trama algo, quizá esta sea sólo su primera de varias apariciones
Wow!!!.Gracias por el maratón vuelve pronto
Wow!!!.Gracias por el maratón vuelve pronto
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Genial maraton!!!
Para mi el misterio tiene que ver con la familia de San!!
La rubia ni idea!!
Saludos
Para mi el misterio tiene que ver con la familia de San!!
La rubia ni idea!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Holaa geniaa, awwws que linnndos capitulos pero yo queria que las Lopez adoptaran a Marie San fue tan linda con ella y Britt es super dulce awws ya quiero que tengas bebes jeje actualiza pronto besos
IloveyouNaya* - Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 02/08/2014
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
si bueno... nunca lo habia pensado asi pero Santana seria una increible Wonderwoman!! la mejor del mundo! jajajaja me encanto, lastima q no puedan adoptar a MAry, eso hubiera estado muy bien...
annienaya* - Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 19/01/2013
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Quien sera la rubia? Que le pasa a San? Tendra que ver con su familia? Con sus genes? Muchas prrguntas! Me encanto lo de superwoman sexy latina Jajajajajaja see ya Dani! Gracias por la maratón
lauravm98******* - Mensajes : 489
Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
micky morales escribió:al principio pense que la misteriosa mujer era alguien del pasado de santana pero luego parecio como si no la conocia, excelente maraton, hasta pronto.
Hola Hola!
Ya veremos quien es :P y me alegra que te gustara :)
Saludos
Dolomiti escribió:Mmmmm... Ni idea pero sin duda trama algo, quizá esta sea sólo su primera de varias apariciones
Wow!!!.Gracias por el maratón vuelve pronto
Hola Hola!
Exacto ya veremos quien sera esa mujer :P y :) me alegro que te gustara y aqui estoy :)
Saludos
monica.santander escribió:Genial maraton!!!
Para mi el misterio tiene que ver con la familia de San!!
La rubia ni idea!!
Saludos
Hola Hola!
Me alegro que te gustara :)
y puedeeeeeeee ser si o no ! y mmm esa rubia :)
Saludos
IloveyouNaya escribió:Holaa geniaa, awwws que linnndos capitulos pero yo queria que las Lopez adoptaran a Marie San fue tan linda con ella y Britt es super dulce awws ya quiero que tengas bebes jeje actualiza pronto besos
Hola Hola!
Pero Britt tenia razon en todo con marie :) y seran una gran familia no crees :]
Saludos
annienaya escribió:si bueno... nunca lo habia pensado asi pero Santana seria una increible Wonderwoman!! la mejor del mundo! jajajaja me encanto, lastima q no puedan adoptar a MAry, eso hubiera estado muy bien...
Hola Hola!
:) se veria demasiado sexi jajajajjajaja y :) No pero san le dara una mejor vida de otra forma :)
Saludos
lauravm98 escribió:Quien sera la rubia? Que le pasa a San? Tendra que ver con su familia? Con sus genes? Muchas prrguntas! Me encanto lo de superwoman sexy latina Jajajajajaja see ya Dani! Gracias por la maratón
Hola Hola!
Muchas muchas preguntas por resolver no ? :) y jajajajaja seria sexy no ? jajaja
Saludos
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: El infierno de Santana #3 (Capitulo FINAL 02/2/15)
Capítulo 36
—Me encantan las inauguraciones —susurró Britt, mientras se reunían con el resto de invitados.
—Nunca dejas de sorprenderme —murmuró Santana, con la mano en la parte baja de su espalda, sin llegar a tocarla.
—Podría decir lo mismo creo que he dejado la marca de mi cuerpo en aquella ventana.
Santana se echó a reír y le dio una palmadita en el trasero.
Alguien a su espalda se aclaró la garganta.
Al volverse, se encontraron al dottore Vitali a escasa distancia.
—Siento la interrupción, pero ¿me ayudarías a convencer a un posible donante? —le preguntó a Santana, con mirada esperanzada.
Ésta se volvió hacia Britt.
—Vitali me ha preguntado antes si podría ayudarlo a convencer a algunos invitados para que se desprendan de unos cuantos cuadros pero puedo ir con él más tarde si quieres.
—No, ve.
— ¿Estás segura?
—Ve y convence a quien sea de que done sus cuadros estaré dando una vuelta por aquí.
Santana se despidió de ella con un beso en la mejilla y acompañó a su amigo hasta un grupito de hombres y mujeres elegantemente vestidos, que estaban cerca de la entrada.
Britt volvió sobre sus pasos, mirando la exposición tranquilamente estaba contemplando una delas ilustraciones más coloridas de Dante y Virgilio en el Infierno, cuando una voz aduladora dijo a su espalda:
—Buenas tardes.
Al volverse se encontró cara a cara con el profesor Pacciani miró a un lado y a otro y comprobó, aliviada, que no estaban solos en la sala. Varias parejas admiraban las ilustraciones no muy lejos de ellos.
Él alzó las manos.
—No tengo intención de molestarla, Sólo le pido un minuto.
Britt lo miró a los ojos.
—Mi esposa volverá en seguida
—Mi esposa volverá en seguida así que será mejor que hable rápido. —Pacciani sonrió ampliamente—. Siento lo que pasó en Oxford. Pero si lo recuerda bien, no fui yo quien se comportó mal.
Dio un paso hacia ella y Britt dio uno hacia atrás.
—Lo recuerdo, pero tengo que marcharme. —Trató de rodearlo, pero él se echó a un lado para cerrarle el paso.
—Un momento, por favor la profesora Picton se molestó mucho con el comportamiento de mi acompañante, Igual que yo.
Britt lo miró con incredulidad.
—Le dije a Quinn que se mantuviera a distancia. Pero, como siempre, no me hizo caso.
—Se lo agradezco, profesor. Si me disculpa...
Él volvió a cerrarle el paso, acercándose demasiado.
Britt se vio obligada a retroceder.
—Tal vez usted podría comentárselo a la profesora Picton. He solicitado una plaza en la Universidad de Columbia en Nueva York. Una antigua alumna de Katherine es la catedrática de ese departamento. No quisiera que un... malentendido se interpusiera entre ese puesto y yo.
—No creo que Katherine se meta en los procesos de selección de otras universidades.
—Lo consideraría un favor. Al fin y al cabo, yo ya le he hecho un favor a usted.
Ella lo miró fijamente.
— ¿Qué favor me ha hecho?
—Evité que mi amiga se acostara con su esposa.
Britt sintió que el mundo se detenía.
— ¿Qué? —preguntó en voz demasiado alta, haciendo que los otros invitados se volvieran a mirarlos.
Britt se ruborizó.
—Estoy seguro de que querrá darme las gracias —insistió él, acercándose un poco más.
— ¿Me toma el pelo?
—Su esposa iba a reunirse con Quinn en su hotel yo la convencí de que me dedicara sus atenciones a mí en vez de a López Considérelo un favor personal.
— ¿Cómo se atreve? —exclamó ella con los dientes apretados, inclinándose hacia él tan bruscamente que Pacciani dio un paso atrás, sobresaltado—. ¿Cómo se atreve a venir a un santuario dela belleza a decirme cosas tan feas?
La cara de él mostró la confusión que sintió ante la transformación de la amable gatita en furiosa leona. Levantó las manos en señal de rendición.
—No quería herirla.
—Oh, sí, claro que quería —replicó Britt, levantando la voz—. Es lo único que quieren usted y su amiga. No me importa lo que ella le dijera ni qué planes tuviera. Usted no ha impedido que mi esposa hiciera nada, ¿lo entiende?
Pacciani frunció el cejo al darse cuenta de que todos los ojos estaban clavados en ellos y de que todos podían oír lo que decía Britt.
Su expresión pasó de confusa a condescendiente.
—Todos las personas necesitan... ¿cómo lo diría?... distraerse un poco. ¿No creerá que vamos a pasarnos toda la vida con la misma mujer? No es suficiente —dijo, encogiéndose de hombros, como si estuviera exponiendo una obviedad.
—No todas las personas no somos como los productos de un buffet libre. Y mi esposa no comparte su misoginia —replicó ella, levantando la barbilla con gesto desafiante—. No pienso decirle nada a la profesora Picton, aparte de que se me ha acercado a contarme mentiras. Váyase de una vez y déjeme en paz.
Al ver que no se movía, Britt señaló la puerta con el dedo.
—Largo de aquí. —Su voz se oyó claramente en toda la sala.
(Tal vez no era la manera más educada de echar a un invitado de un acto elegante.)
Britt ignoró las miradas de incredulidad y de crítica y siguió fulminando con los ojos a Pacciani, cuya cara se había transformado en una máscara de furia.
Fue a abalanzarse sobre ella, pero fue detenido justo a tiempo por una mujer que le agarró el brazo con fuerza.
—Te estaba buscando —le dijo la señora Pacciani a su marido, no sin antes haber dirigido una mirada hostil a Britt.
Él maldijo en italiano, tratando de liberarse de su mano.
—Vámonos —ordenó la mujer, tirando de su brazo—. Hay gente importante con la que tenemos que hablar.
Con una amenazadora mirada de despedida, Pacciani se volvió y siguió a su esposa hacia el pasillo.
Britt los vio marcharse aliviada. Pero al mismo tiempo muy enfadada.
(Lo que estropeó el brillo que el sexo había dejado en sus mejillas.)
— ¿Cariño?
Santana entró en la sala sonriendo y caminando con paso seguro. Como siempre, todas las miradas se volvieron hacia ella mientras cruzaba la gran habitación.
Cuando se reunió con su esposa, unas cuantas parejas cuchichearon a su espalda.
La sonrisa desapareció de la cara de ella.
— ¿Qué ha pasado?
Britt frunció los labios, tratando de contener el enfado.
—El profesor Pacciani me ha arrinconado.
—Hijo de puta ¿Estás bien? —Le apoyó la mano en el hombro.
—Se ha disculpado por el comportamiento de Quinn en Oxford. He perdido los nervios y he montado una escena.
— ¿Ah, sí? —preguntó ella, apretándole el hombro con una sonrisa pícara—Cuéntame más.
Britt empezó a temblar, señal de que la adrenalina se retiraba.
—Lo he llamado misógino y le he dicho que se marchara, señalándolo con el dedo. —Repitió el gesto, mirándose el dedo como si no acabara de creérselo.
—Bien hecho. —Santana se llevó su dedo a los labios y se lo besó.
Ella negó con la cabeza.
—No, no he hecho bien. Ha sido muy bochornoso. Todo el mundo me ha oído.
—No creo que nadie te culpe, Probablemente las invitadas lo desprecien porque es un baboso y los invitados lo odien por haberse acostado con sus esposas.
—Quería que le dijera a Katherine que se había ocupado de Quinn Por lo visto, va detrás de una plaza en Columbia y Katherine es amiga de la catedrática.
Santana resopló.
—No la conseguirá, Katherine fue la tutora de la tesis de Lucia Barini También es amiga mía no se dejará embaucar por ese tipo. Tal vez Pacciani quiera la plaza de Nueva York para estar más cerca de Quinn.
—Me pregunto qué le parecerá eso a su esposa. —Parecía disgustada—. También me ha dicho que impidió que te acostaras con ella.
— ¿Con quién? —preguntó ella con brusquedad.
—Con Quinn Dijo que habías quedado con ella en su hotel, pero que él la distrajo. Por eso he perdido los papeles. Me temo que los otros invitados se han enterado de todo. —Miró nerviosamente a su alrededor.
Maldiciendo, Santana buscó a Pacciani con la mirada, pero no lo vio.
—Tengo algo que contarte. —Le dio la mano y la guió hacia un rincón discreto y miró por encima del hombro de ella para asegurarse de que nadie las escuchaba. Bajando la voz, siguió hablando—: Quinn me hizo proposiciones justo antes de tu conferencia. Debería habértelo contado inmediatamente, pero no quería que te pusieras nerviosa teniendo que hablar en público. Y después dela conferencia estabas tan contenta que no quise estropear el momento.
Britt le dirigió una mirada cargada de reproche.
— ¿Y más tarde?
—No quise preocuparte.
—Por eso tampoco me contaste la conversación con Rachel.
Santana apretó la mandíbula y asintió, bajando la cabeza.
—Lo siento.
Ella le soltó la mano.
—Debiste contármelo.
—Perdóname.
—No soy tan frágil, Puedo encajar las malas noticias.
—Pero no deberías tener que hacerlo.
Britt alzó los ojos hacia el cielo, lo que le permitió examinar el techo de la galería.
—Santana, hasta que pasemos a la otra vida nos iremos encontrando con noticias desagradables forma parte de la condición humana. Cuando me ocultas información, creas una barrera entre nosotras. —Señaló a su alrededor—. Una cuña que otros pueden aprovechar para ampliar la distancia que nos separa.
Ella asintió, muy tensa.
—Creo que tengo derecho a saber quién le tira los tejos a mi esposa Y en qué momento —añadió, alzando una ceja.
Britt la contempló en silencio, observando la expresión de sus ojos y la tensión con que apretaba la boca. Se la veía muy infeliz, pero también tenía un aspecto protector, y eso era algo que no quería que desapareciera del todo.
— ¿Me contarás las cosas de ahora en adelante? —preguntó, con suavidad.
—Sí. —Santana era sincera, pero ambas sabían que seguía teniendo secretos. Al menos por el momento.
—Bien —dijo ella alegremente—. Te perdono. Pero ya que el buen humor que me ha dejado mi estreno completo en sexo museístico se ha echado a perder, vas a tener que hacer algo para resarcirme.
Santana hizo una reverencia sin quitarle los ojos de encima.
—Tus deseos son órdenes.
—Me alegro. —Inclinándose hacia adelante, Britt la agarró por los hombros—Porque lo que deseo es placer. Y lo quiero ahora.
Echándole el pelo por detrás de los hombros, Santana le susurró al oído:
—En ese caso, acompáñame.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Bueno chicas
1/4[/b]
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
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