[Resuelto]FanFic Brittana: Por Qué (Adaptada) Epílogo

Capitulo 16

Me senté en el borde de la cama y coloque mi cabeza entre mis manos.

¿Qué demonios acababa de suceder?

Y ¿Porque no había sido capaz de llegar a ella?

Verla enterrarse en los brazos de Sam fue más de lo que podía manejar.

Los celos de que él fuera al que acudió me comían vivo. Yo era el segundo mejor.

Una vez más, pero esta vez me estaba destrozando.

Rachel no me había consumido de esta manera, no me había poseído.

Brittany lo hizo.

La puerta se abrió lentamente y volví mi cabeza para ver a Brittany entrar en la habitación. Vi como cerró la puerta detrás de ella. La preocupación y el miedo en sus ojos me mataban, pero no fui hacia ella.

No me había querido.

Era a Sam al que quería.

—Siento que me vieras de esa manera—dijo en voz baja.

¿Eso era lo que sentía?

—Te volviste hacia él. No a mí.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Estaba teniendo un ataque de ansiedad. Me concentré en mi respiración. Cuando escuché la voz de Sam supe que me ayudaría a atravesarlo. Ha tenido que ayudarme a través de un montón de ellos.

—Yo podría haberte ayudado.

Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, dio un paso tentativo hacia mí y se detuvo.

—Necesitaba a Sam porque el ataque tuvo que ver con Sam. Necesitaba tranquilidad de él.

¿Qué?

—No entiendo—dije, sentándome derecho y viéndola dar otro paso en mi dirección.

—Veras, Sam nunca me dejó. Mi papá me dejó. Mi mamá me dejó. Mi hermana me dejó. Sam nunca me dejó. Cuando la gente me dejaba, él siempre estuvo ahí. Es la única persona de la que siempre he dependido. Siempre he sabido que no importa qué ocurra, él siempre va a estar ahí—se detuvo y respiró hondo—Cuando abrí la nevera y mis bebidas se habían acabado, bueno, eso nunca había sucedido. Pensé que me dejaba ir. Pensé que también me estaba dejando.

Oh, maldición.

Poniéndome de pie, cerré la distancia que ella había tenido miedo de cruzar.

—Estoy aquí. Me tienes a mí.

Me dedicó una sonrisa triste.

—Un día, lo que sea que esto es, va a terminar. Las relaciones siempre lo hacen. Entonces también me dejarás.

Había sido herida tanto.

Tomé su cara entre mis manos y le sostuve la mirada.

—Escúchame. Estoy enamorada de ti. Locamente enamorada de ti. No voy a ninguna parte. Nunca. No puedes deshacerte de mí.

Una lágrima rodó por su rostro y la limpié con mi pulgar, luego besé la punta de su nariz.

—Tengo muchas ganas de creer en ti y pienso que realmente crees eso, San, pero de donde yo vengo, la gente se va.

Aún si me tomaba el resto de mi vida, le demostraría que no iría a ninguna parte.

Sólo necesitaba acciones, no palabras.

Las palabras las había oído antes.

—Voy a pasar el resto de mi vida demostrándotelo.

Cerró los ojos.

—Eso espero —susurró.

Cogí su mano y la llevé hasta la cama. Había llegado hasta aquí pensando en hacer un poco más de lo que habíamos hecho esta mañana, pero las cosas habían cambiado.

Ahora sólo quería ser la que la sostuviera.

Quería hacerlo todo mejor.

Sólo yo.



Abrí los ojos y la habitación estaba oscura, me encontraba solo en la cama.

Sentándome, me pasé las manos por mi pelo y me levanté para ir a buscar a Brittany.

Cuando abrí la puerta de la habitación, Emily me sonrió.

—Tana—anunció en voz alta.

—Princesa—le respondí sonriéndole.

Dos pequeños brazos se levantaron en el aire y me agaché para recogerla. Ya había aprendido esa demanda sin palabras.

—No sabía que ibas a venir a verme.

Ella aplaudió.

—Tana gugar.

—Se acaba de despertar, Em, dale un minuto—la reprendió Brittany mientras salía de la cocina—Hice un poco de pollo alfredo fettucini si quieres algo. Alison se detuvo inesperadamente hace aproximadamente una hora y dejó a Em. Se supone que trabajo esta noche, pero si no me la quedaba iba a dejarla con esa horrible señora de la calle de abajo toda la noche. No podía dejarla hacer eso, así que…—se encogió de hombros.

—La cuidaré.

Brittany se congeló y se me quedó mirando.

—¿Podrías?—la sorpresa en su cara dolía un poco.

—Sí, por supuesto. Me voy a quedar aquí esta noche de todos modos. Ella y yo construiremos edificios con bloques y los derribaremos, jugaremos con las cucharas, será fabuloso.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Brittany, lo que me hizo sentirme de 3 metros de altura.

—Está bien, gracias. Quiero decir, guao, ¿estás segura?

Me acerqué a ella y darle un beso rápido en su pequeña boca sorprendida.

—Muy segura.

—Tana besho—dijo Emily felizmente, luego se inclinó y puso un beso muy húmedo en mi mejilla.

Brittany se rió.

—Está bien, no vayas a robarme a mi mujer.

Su mujer.

Me gustó mucho.

Malditamente demasiado.

—Imposible. Incluso por las adorables cabezonas con rizos morenos—le aseguré y revolví el pelo de Emily.

—Tana gugar—anunció Emily de nuevo.

—Sí, te oigo, chica. Vamos a jugar—le contesté.

—Espera ¿no tienes hambre?

Me olvidé de que había cocinado. Mi estómago rugió y miré hacia Emily.

—¿Puedo comer primero y luego vamos a jugar? Puedes sentarte a mi lado y comer también.

—Mordisco, mordisco—respondió Emily. Volteándome hacia Brittany por una traducción, Emily procedió a entonar—Tana mordisco mordisco.

—Mordisco, mordisco es lo que le gusta llamar comer —explicó.

—Tiene completo sentido para mí—repliqué y ambas rieron.



Brittany


La televisión iluminaba el oscuro departamento cuando entré.

No había ningún sonido procedente de la televisión, pero The Tonight Show estaba en la pantalla.

Cuando mis ojos se acostumbraron, me encontré con Santana profundamente dormida en el sofá con Emily acurrucada en su pecho, profundamente dormida también.

Bloques dispersos en el suelo y lo que parecían migas de galletas hacían un rastro desde el salón a la cocina.

Mi corazón se hinchó.

La amaba.

Nunca pensé que esto sucedería.

Nunca esperé amar a nadie más.

No de esta forma.

Recogí los bloques y los apilé de nuevo en la canasta que mantenía aquí para cuando Emily viniera. Entonces me incliné para susurrarle a Santana al oído:

—Estoy en casa.

Sus ojos parpadearon y luego una sonrisa somnolienta me saludó.

—Hola —murmuró.

—Sólo voy a tomarla y ponerla en la cama conmigo. Te traeré una manta y una almohada.

—Puedo llevarla—dijo empezando a incorporarse. Puse mi mano sobre su hombro y lo empuje hacia abajo.

—No, quédate aquí. Yo lo haré—besé el pequeño ceño entre sus cejas y tomé a Emily de sus brazos.

Después de colocarla y asegurarla con almohadas, volví al sofá con una almohada y una manta para Santana.

No se había movido.

Estaba agotada, sin duda.

Cuidar a Emily no era apto para cardíacos. Sus ojos estaban cerrados. Las largas pestañas morenas rozaban sus mejillas. Me incliné poner la almohada debajo de su cabeza cuando dos manos agarraron mi cintura y me tiraron encima de su regazo.

—Mmmm, así está mejor—susurró antes de reclamar mi boca.

Su boca era dulce y suave al principio, pero cuanto más movía mi cuerpo, más agresivo se volvía el beso. La calidez de su boca sabía a galletas de chocolate y no podía tener suficiente.

Agarré la parte delantera de su camisa, acercándolo más. Sus manos se movieron hasta mis muslos y acunaron mi trasero, apretando y gimiendo mientras me presionaba contra ella.

Estábamos ahí de nuevo.

Antes de ir más lejos, me empujé hacia atrás y la miré. El deseo en sus ojos me deshizo.

—También te quiero —le susurré.

Sus ojos se abrieron, luego su boca se encontraba de vuelta en la mía.

Esta vez despierta y decidida.

Yo quería todo de ella, no había duda en mi mente.

Sus manos estaban por todas partes y me sentí toda temblorosa por la emoción.

Rompiendo el beso, sus manos comenzaron a tirar de mis pantalones cortos.

—Sácatelos —exigió.

Me puse de pie, nerviosa, pero tan increíblemente emocionada que no podía dejar de temblar.

No estaba segura de si quería que me quitara todo.

Alzando mis ojos, me miró y negó con la cabeza.

—Mantén tus bragas. No quiero que nuestra primera vez sea en este sofá, y si te las sacas voy a estar desahuciada.

Sonriendo me arrastré de nuevo sobre ella y me senté a horcajadas, entonces, una vez más, me perdí en Santana López.

Capitulo 17

Acababa de tener la semana más perfecta de mi vida y ahora tenía que terminarla con una cena familiar.

Una donde mi papá estaría presente.

Desearía no haberle prometido a mi mamá que traería a Brittany. Esto era lo último que quería que presenciara.

Brittany se acercó por detrás y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros y se inclinó para besar mi mejilla.

—¿Ya casi terminas con el trabajo?—preguntó levantándose y caminando alrededor de la mesa para sentarse enfrente de mí.

Mi camiseta de la Universidad de Alabama se veía bien en ella. Ya no usaba las camisetas de Sam en el departamento.

La quería en la mías.

Tal vez era un poco mujer de las cavernas, pero no me importaba. Y a ella tampoco.

Estaba casi segura de que le gustaba.

—Casi, pero me vendría bien una distracción —conteste.

Ella sonrió y negó con la cabeza.

—Nop. Te he distraído toda la semana. Necesitas terminar.

—Por favor —le rogué, y ella se rio.

—Voy a prepararme para conocer a la gente y tú tienes que terminar ese trabajo. Podemos trabajar en tu recompensa por un trabajo bien hecho más tarde.

Me encantaba lo relajada que se había vuelto conmigo.

Su coqueteo era tan increíblemente dulce.

—Y ahí está la distracción que necesito justo ahora. Le has dado a mis fantasías un poco de combustible.

Riendo cerró la puerta de baño detrás de ella.

Sacudiendo mí cabeza para borrar las imágenes de Brittany montándome a horcajadas y gritando mi nombre, estudie la pantalla enfrente de mí nuevamente.

Ella tenía razón.

Necesitaba terminar esto.

Como ayer, pero había pasado cada minuto libre que tenía con Brittany y no lo habría pasado de otra manera.

La puerta del departamento se abrió y entro Sam seguido de Puck. Habían estado en la práctica de Béisbol.

Ambos estaban sucios y sudorosos.

—Santana, ¿qué tal?—grito Puck mientras entraba y se dirigía hacia la cocina detrás de Sam.

—Escribiendo un artículo—me quejé, sabiendo que no iba a hacer nada con estos dos aquí.

—Le pago a chicas inteligentes para que los hagan por mí—se jactó él, y puse los ojos en blanco.

Había estado “pagando” a chicas inteligentes para hacer su tarea desde la escuela secundaria. Sin embargo, su pago normalmente no involucraba dinero.

—¿Dónde está Britt?—preguntó Sam antes tomar un trago de cerveza.

—Tomando una ducha. Va a ir conmigo a conocer a mi familia esta noche.

Puck dejo escapar un silbido.

—La familia. Esa es una mierda sería justo ahí.

Sam gruñó en desagrado y tomó otro trago de cerveza.

Los ojos de Puck se desplazaron entres los dos. Podía ver las preguntas curiosas en sus ojos.

¿Cómo estábamos llevándonos?

¿Peleábamos alguna vez?

¿No era incomodo?

Y la verdad era que no.

Sam rara vez estaba aquí.

La ducha se apagó y me levante de un salto. Ambos chicos me miraron como si estuviera loca.

La idea de Brittany saliendo en una toalla, pensando que estaba solo yo aquí me asustó como el demonio.

Los ignore y me dirigí hacia la puerta.

—Britt.

—Sí.

—Puck y Sam están aquí.

—Bien, um, podrías traerme mis cosas. Están en la cama.

Eso es lo que había estado temiendo.

—Síp.

No me volví a mirar hacia ninguno de ellos, pero podía sentir sus ojos perforándome.

Sin duda Puck estaba entretenido y Sam estaba molesto.

Unas bragas de seda rosa que consistían en muy poca tela y un sujetador a juego, estaban encima de ese vestido color café que me recordaba al chocolate.

Recogiéndolo todo, volví al baño, asegurándome de mantener su ropa interior escondida de miradas entrometidas.

Golpeé.

—Las tengo.

Ella entreabrió la puerta y extendió la mano para tomarlas de mis manos. Sonriendo tímidamente hacia mí, quise meterme dentro, pero mantuve la calma.

Ella cerró la puerta y me di la vuelta para enfrentar al pelotón de fusilamiento.

Puck empezó primero.

—Un poco posesiva, ¿no es así, morena? Me temo que voy a echarle un vistazo de la Señorita Britt en su toalla.

Le lance una mirada de advertencia y volvió a sentarse.

—La he visto en toalla muchas, muchas veces—dijo Sam con aires de suficiencia.

Respirando profundamente me obligué a mantener la calma.

—La diferencia es que ella es mía ahora.

—No, ella solo es tuya por ahora—respondió él.

Me di la vuelta y lo miré. Estaba apoyado en la encimera, viéndose condenadamente seguro de sí mismo.

—Por siempre —lo corregí.

Se alejó de la encimera y levanto las cejas.

—Lo veremos.

Empecé a levantarme y Puck agarró mi brazo mientras Sam entraba a su dormitorio.

—No. Déjalo ir.

Me volví a sentar.

No porque Puck me lo dijera. Sino porque Britt querría que lo hiciera.

—Es un idiota. Siempre lo ha sido. Simplemente ignóralo.

Más fácil decirlo que hacerlo.

—Ella es mía—repetí, más que nada para mí que para cualquier otra persona.

—Lo tengo, morena. Ella es tuya—estuvo de acuerdo Puck.




Brittany


—Él no está aquí—siseó Santana mirando al frente, mientras nos hallábamos sentadas estacionados detrás de un caro Mercedes en el exterior de la casa de sus padres.

Era tan grande como la había imaginado en mi mente.

El color amarillo pálido de la casa estaba partido por unas largas persianas contra huracanes. Estaba frente a la playa, y la parte principal de la casa empezaba en el segundo piso. Al fondo estaba todo el garaje. Tenía sentido que el Rey de Mercedes de la Costa del Golfo tuviera un gran garaje. La amplia escalera era intimidante, ya que conducía hacia dos grandes puertas de entrada.

Santana dejó escapar un gruñido enojada y abrió su puerta.

Algo estaba molestándola, pero estaba casi asustada de preguntar. En vez de caminar alrededor para abrir mi puerta, cerró la puerta de un portazo y se quedó mirando hacia esas grandes puertas con ventanas de cristal como si quisiera arrancarles las bisagras.

Tan tranquilamente como pude, abrí mi puerta y me dirigí al frente de su camioneta.

Tal vez había cambiado de opinión.

Sabía que había regresado a casa debido a problemas familiares. Pero esto era mucho más intenso de lo que había esperado de la familia perfecta que imaginé que tenía.

Especialmente después de conocer a su alegre, dulce y hermosa hermana.

Movió la cabeza hacia mí cuando me detuve a su lado y el gruñido enojada se desvaneció y frunció el ceño.

—Lo siento, Britt. No quería dejarte sentada ahí.

Apreté su hombro.

—Está bien. De hecho, sé cómo abrir la puerta de un auto.

Mi broma solo trajo un asomo de sonrisa a su molesto rostro.

—Se suponía que mi papá estaría aquí. No está.

Bien.

Perderse cenas familiares realmente debía de estar en los primeros puestos de la lista negra por aquí.

—Mamá estaba esperándolo. Estaba emocionada—dejó salir un suspiro y extendió la mano para estrechar la mía—Si ella se ve extraña o molesta simplemente pásalo por alto. Nada de lo que pase esta noche tiene algo que ver con tu presencia. Todo está realmente jodido ahora mismo.

—Confía en mí, escribí el libro sobre las familias jodidas. Puedo manejarlo.

Santana llevó mi mano a su boca y la besó.

—Vamos a ver lo que nos espera esta noche—murmuró, y nos dirigimos hacia las enormes escaleras.

Santana no golpeó la puerta. Entró directamente. Supongo que seguía pensando en esta como su casa.

Debía de ser agradable.

Yo tenía que tocar la puerta en la casa de Alison. Normalmente la puerta estaba bien cerrada con llave, de todos modos, y no me había dado una llave.

—Hola—gritó Santana mientras cerraba la puerta detrás de nosotros.

Bree apareció inmediatamente, saliendo de una habitación más adelante. Su sonrisa se tambaleó y podía decir que la estaba forzando. Lo había hecho lo suficiente como para reconocerlo cuando lo veía.

—B—respondió Santana en un tono cauteloso—¿Todo bien?

Ella se encogió de hombros y su mirada vacilo hacia mí, luego de nuevo hacia Santana.

Necesitaban un momento.

Podía decirlo por la súplica en sus ojos.

—¿Podrías indicarme el baño?—le pregunte a Santana, interrumpiendo su conversación silenciosa.

—Sí, por supuesto—señalo una puerta al frente y hacia la izquierda—Usa el tocador.

¿El tocador?

¿Qué mierda era un tocador?

—Está bien.

Una vez dentro, suspiré y me apoyé en la pared. Vaya, la tensión en este lugar era sofocante.

Yo estaba en el camino.

Que Santana me quisiera aquí era dulce, pero ahora creo que cometió un error.

Obviamente Bree la necesitaba, y Santana está cargando conmigo.

Y yo no sabía nada.

Me molestaba un poco que no se hubiera sincerado conmigo, pero yo tampoco me había sincerado con ella sobre mis problemas familiares.

Sin importar lo que estuviera pasando en esta familia, no podía ser peor que lo que había hecho mi hermana.

Mis problemas familiares nos eran del tipo que compartes, nunca.

Necesitaba matar algo de tiempo y darles una oportunidad de hablar en privado.

Mirando alrededor de la pequeña habitación me di cuenta de que el lavabo no era un lavabo normal. Era un cuenco lujoso de cristal resquebrajado que se situaba en la parte superior de un soporte de mármol. El grifo parecía el caño de cobre de un surtidor. Al abrir el agua quedé fascinada inmediatamente con la manera en la que funcionaba.

Sonriendo ante mi infantil fascinación con un lavabo, cerré el agua y volví mi atención al resto de la habitación.

No había bañera o ducha.

Un inodoro estaba situado a mí otro lado, y una lámpara chandelier colgaba desde el alto techo.

¿Quién diablos pone una lámpara chandelier en una pequeña habitación con nada más que un inodoro y un lavabo?

—¿Britt, estás bien?—la voz de Santana sonaba preocupada.

Extendí la mano y abrí la puerta, luego agarré sus brazos para tirar de ella al interior conmigo. Su expresión sorprendida me hizo querer reír en voz alta, pero no lo hice.

Las líneas de preocupación en su frente me decían que tenía mucho en su mente para diversión y juegos.

—¿Qué?—pregunta mientras cierra la puerta.

Girando, miro hacia sus hermosos ojos oscuros.

Dios, es bellísima.

—Te di la oportunidad de hablar con Bree a solas. Parecía molesta—expliqué.

Ella dejo escapar un suspiro de frustración y asintió.

—Lo siento por todo esto—empezó, y puse mi dedo sobre su boca para detenerla.

—Silencio. Sé que estás teniendo problemas familiares y que tú papá no aparezca ha causado una complicación importante en mejorar las cosas. Si el que yo esté aquí provoca que todos estén incómodos porque sienten como si tuvieran que actuar felices y como si no pasara nada, necesito irme. Puedo llamar…

Santana cogió mi dedo gentilmente y negó con la cabeza.

—No. No llamarás—hizo una pausa—A nadie. Te quedarás conmigo. Te necesito aquí, Britt. Siento que todo se haya ido a la mierda, pero te necesito aquí. Por favor, quédate conmigo.

La mirada suplicante en sus ojos fue mi perdición.

Por supuesto me quedaría con ella.

Cerré la pequeña distancia entre nosotras y me incline para besarla castamente antes de asentir.

—Entonces hagamos esto.

Sonrió por primera vez desde que condujimos hasta aquí.

Cuando salimos del tocador, Bree estaba parada ahí esperándonos con una sonrisa divertida en su rostro.

—¿Necesitabas entrar ahí y ayudarla, San?—preguntó con un deje burlón en su voz.

—Cállate, B—contestó y pasó su brazo por mi espalda.

La morena mejor me guiño un ojo antes de darse la vuelta para conducirnos al comedor.

La mesa era enorme y estaba cubierta de comida. Realmente hacían cenas familiares con ganas aquí.

Una mujer bajita y elegante salió de la cocina. Su cabello castaño, casi rojizo. Estaba cortado en un estilo de paje que le favorecía a su apariencia clásica.

El delantal blanco atado alrededor de su cintura era tan blanco que parecía como si nunca hubiera sido usado. Bajo el delantal llevaba lo que parecía ser un vestido completo de color negro con zapatillas negras en sus pies.

Cuando la mirabas, una palabra te venía a la mente: rica.

—San—sonrió, radiante al ver a su hija.

—Mamá, esta es Brittany—su mano se apretó en mi cintura—Britt, esta es mi mamá, Maribel.

Maribel puso la cesta de pan en la mesa y se dirigió hacia mí, sonriendo alegremente.

Un poco demasiado alegre.

El dolor en sus ojos era imposible de ocultar.

—Es un placer conocerte, Brittany. He oído mucho sobre ti, y eres tan hermosa como Santana prometió que eras.

—Es un placer conocerla también. Muchas gracias por invitarme a cenar—su sonrisa pareció relajarse y se volvió más auténtica.

—Estoy encantada de que hayas venido. San nunca trae chicas a cenar. Tu presencia es muy bienvenida.

—¿Puedo ayudarte en algo, mamá?

La llamo mamá en español.

¿Cuán malditamente lindo es eso?

—No, cariño, tú y Brittany tomen asiento. Bree está trayendo la jarra de té, y entonces estaremos listos.

Santana retiró una silla para mí y me senté mientras la volvía a empujar en su lugar. Luego se acercó e hizo lo mismo por su mamá.

—Aquí tienes—dijo, sonriéndole.

El amor en sus ojos mientras ella miraba hacia Santana era inconfundible.

Santana era muy querida.


Sin importar cuáles fueran sus problemas familiares, su mamá y su hermana la adoraban.

Pero entonces, ¿cómo no lo iban a hacer?

Capitulo 18

Mi mamá parloteaba sobre el próximo festival de comida marina en Sea Breeze y el evento de caridad que estaba dirigiendo.

Brittany era perfecta.

Actuó interesada en charlas sin sentido de mi mamá, e incluso mantuvo la conversación con preguntas sobre el evento.

Bree llamó mi atención dos veces, ella estaba muy feliz con Brittany.

Ahora mismo tener a mi mamá ocupada era lo mejor y Brittany estaba haciendo un trabajo fantástico. Me tomó toda mi fuerza de voluntad para no inclinarme y besarla hasta dejarla sin sentido.

Cuando Brittany preguntó si había algo que pudiera hacer para ayudar, la cara de mi mamá se iluminó como el cuatro de Julio. Sentí alivio al ver una verdadera sonrisa en su cara, hacía que fuera más fácil tragar mi comida.

El nudo nauseabundo en mi estómago por la devastación que brillaba en sus ojos cuando llegamos se había sentido como llevar un peso en mi estómago.

Pero con cada sonrisa que Brittany sacó de ella, yo podía comer más fácilmente y relajarme.

La postura tensa de Bree también había disminuido.

Al final de la comida, había renunciado a toda pretensión de no estar tan fascinada con Brittany como lo estaba mi mamá.

La miré abiertamente, bebiendo de su suave piel, de su sedoso cabello, que se rizaba sobre sus hombros, y de esos expresivos ojos suyos. El color rosa claro de sus mejillas me dijo que sabía que me la estaba comiendo con los ojos.

—Me encantaría ayudar. Haré que San le envíe mi número. Entonces me puede hacer saber cuándo me necesita.

Iba a pasar el tiempo ayudando a mi mamá.

Maldición, estaba tan lejos en este punto que haría cualquier cosa que ella me pidiera.

—¿San, cariño?—la voz de mi mamá irrumpió en mis pensamientos y retiré mi mirada de Brittany y volví a centrarla en mi mamá.

—¿Sí?

Ella se rió entre dientes, parecía muy contenta. Esta noche no había sido un fracaso, después de todo.

Brittany había salvado el día.

—¿Puedes ayudarme a traer el pastel de caramelo y platos de postre, por favor?

Asentí.

Me puse de pie y Bree cubrió su risa con una servilleta. Tenía la sensación de que mamá había dicho mi nombre más de una vez antes de que la hubiera oído.

Tanto mi mamá como mi hermana estaban divirtiéndose muy fácilmente.

Seguí a mi mamá a la cocina, y en el momento en el que estuvimos ocultas de forma segura del comedor, se dio la vuelta y me abrazó con fuerza.

—Oh, cariño, es perfecta. La amo. Ella es hermosa e inteligente, y estás tan enamorada de ella. Hace que mi corazón esté bien de verte así. Y ella es de localidad. Siempre me había preocupado que conocieras a una chica fuera de la universidad y te alejarás de mí. Esto es perfecto. No puedo esperar para presentársela a las chicas en el club cuando venga a ayudarme con la decoración de nuestro puesto en el festival.

Yo no podía dejar de reír ante el entusiasmo de mi mamá.

Que mi papá no hubiera aparecido estaba completamente olvidado.

—Ella es especial. Te lo dije.

—Sí, ella es definitivamente especial. La adoro.

—Yo también la adoro, mamá.





Brittany había trabajado las últimas dos noches y ayer había pasado todo el día con su hermana cuidando a Emily.

Yo estaba teniendo necesidad.

Esta noche la necesitaba toda para mí.

Tendríamos un picnic a la luz de la luna en la playa. Un poco de baile bajo las estrellas, y luego le iba a hacer el amor.

Había llegado el momento.

Yo quería dormir en la cama con ella por la noche, tenerla toda la noche. No en este sofá asqueroso. Pero antes lidiaría con todo: tenía que reunirme con mi papá.

Me había llamado dos veces y me dejó mensajes que yo había borrado sin escuchar. Esta mañana mi mamá me había llamado por él. Me rogó que fuera a verlo.

Odiaba tenernos en conflicto entre nosotros, lo cual me desconcertó, porque él había hecho añicos su mundo. La mujer perdonaba tan malditamente fácil.

Entré en su concesionario en Sea Breeze. Papá estaba siempre en este.

Solo visitaba sus otros concesionarios. Esta era su base de operaciones, y era mucho más grande. Tomando una respiración profunda, salí de la camioneta y me dirigí a la puerta principal.

El cabello rubio que pertenecía a la secretaria a la que supuestamente había despedido fue la primera cosa que noté. Frunciéndole el ceño mientras pasaba por delante hizo que su sonrisa fallara, y por primera vez en mi vida, quería hacerle daño a una mujer.

No le pregunté si él estaba en su oficina. Hablar con la prostituta que había roto mi familia no estaba en mi lista de tareas hoy.

Papá levantó la vista cuando entré de golpe en su oficina.

—Santana—lucia sorprendido.

—Mamá me pidió que viniera. Estoy aquí. Tienes diez minutos.

Frunciendo el ceño, asintió y me hizo señas para que me sentara. Consideré negarme y mantenerme de pie para que poder mirarlo desde lo alto todo el tiempo, pero decidí que podría ser más seguro si estaba sentado.

De esta manera si arremetiera sobre él, tendría tiempo para agacharse.

Aclarándose la garganta, mi papá se aflojó la corbata y apoyó ambos codos sobre el escritorio, inclinándose hacia adelante.

—Sé que el que no me presentara a la cena familiar no te sentó bien.

Dejé escapar una risa dura.

—No, papá, el hecho de que la zorra esté aun trabajando para ti, cuando le dijiste a mamá que la habías despedido, es lo que me tiene furiosa por el momento.

Su boca formó una línea apretada y pude ver que mi comentario sobre su pago por el juguete le molestaba.

—Vamos a dejarla fuera de esto, ¿de acuerdo? Hay cosas que no conoces, y hasta que tengas mi edad y hayas caminado en mis zapatos, no las entenderás.

Una neblina roja se apoderó de mi visión.

—Tu mamá y yo hemos estado viviendo como compañeros de cuarto durante tanto tiempo, Santana. Ella estaba envuelta en su mundo y yo estaba ocupado con el trabajo, haciendo lo posible para que ella viviera la encantadora vida que ha vivido. Haciendo lo posible para que Bree tuviera todo lo que deseaba. Y yo hubiera hecho lo mismo por ti si me hubieras dejado. Tu negativa a dejarme ayudarte con cualquier cosa me molesta. Tú eres mi hija. Yo quiero que tengas lo mejor. Puedo suministrarte lo mejor. Pero tú has luchado conmigo en cada paso del camino. Ese no es el punto—hizo un gesto con la mano como si alejara esas palabras—Tu mamá y yo ya no nos hacemos felices mutuamente. Nuestro matrimonio había terminado mucho antes de que me mudara. Necesito afecto…

—Detente—gruñí, poniéndome de pie.

No, ya no podía escuchar esto.

—No. Me. Importan. Tus. Necesidades—mordí cada palabra con tanto veneno en la voz como pude—Sólo me importa la mujer que dedicó su vida a hacer un hogar para Bree y para mí. A Hacer un hogar para ti. Nada de lo que ella hiciera justifica que tú salieras corriendo y follaras a una chica de la mitad de tu edad. ¿De verdad crees que te ama? ¿En serio? Eso es estúpido y patético. Ella quiere tu dinero, estúpido idiota.

Papá salió disparado de su silla, estrellándola contra la pared detrás de él.

—No te escucharé insultarme. Tú eres mi hija. Merezco más respeto que eso.

Una enferma y enojada risa burbujeó fuera de mí y negué con la cabeza.

—Cualquier respeto que pude haber tenido por ti estuvo muerto en el momento en que traicionaste a mi mamá.

No esperé una respuesta.

Abrí la puerta de un tirón y se estrelló a mis espaldas, necesitando dejar suelta un poco de mi furia antes de que explotara. Los clientes y vendedores saltaron y se giraron para mirar el espectáculo que estaba causando.

Tenía la esperanza de que todos se fueran sin comprar una maldita cosa.

Lanzando mi mirada ardiente a través de la sala de exposición encontré a la chica responsable de todo esto. Ella me estaba mirando con una expresión de asombro casi temerosa.

Quería hacerle daño.

Arrojarla contra una pared y gritarle, pero no podía. Así que me conformé con palabras.

—Succiónalo y exprímelo mientras puedas, porque no serás joven por siempre. Él te dejará un día, también. Por alguien más joven. Una cebra no cambia sus rayas, y te puedo asegurar que no hay nada en ti que sea especial. No eres más que una zorra joven.

Su mandíbula cayó abierta ante mis palabras y oí jadear a otros que me habían oído.

Bien.

Mi papá se lo pensaría dos veces antes de llamarme y pedirme que me reuniera con él de nuevo.

Salí del concesionario, regresé a mi camioneta y fui hacia Live Bay. Era temprano, pero necesitaba una cerveza. No, necesitaba un maldito trago de whisky.

Varios tragos de whisky.





Brittany


—Hola, Britt—la voz de Puck me sorprendió y me di la vuelta para encontrarlo de pie detrás de mí, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, frunciendo el ceño.

—Puck, hola—paseó la mirada por el restaurante casi vacío.

Ya era hora de irme y había llamado a Santana, pero no había contestado.

Estaba a punto de empezar a caminar. Sam estaba fuera de cuestión. Tal vez Santana envió a Puck.

Eso esperaba.

Estaba agotada y caminar era la última cosa que quería hacer.

—¿Has acabado aquí?—preguntó dirigiendo su atención de nuevo a mí.

—Sí, estaba a punto de salir. ¿Santana te envió a recogerme?

El ceño de Puck se profundizó.

—Bien, no exactamente. Ella está en el bar de al lado.

¿Estaba?

¿Por qué no había respondido a mis llamadas?

—Está bien—le contesté, esperando una explicación.

Puck suspiró.

—Está destrozada, como una idiota ebria, no sabe qué demonios está haciendo, destrozada.

Alarmada, me desaté el delantal, lo arrojé en la canasta sucia y me dirigí hacia la puerta. Puck me siguió.

—Antes de que la veas así, deberías saber que ella se reunió con su papá hoy y fue brutal. Fue directamente al bar y ha estado ahí desde entonces. Tiene un montón de asuntos familiares en este momento y toda la presión está sobre ella para evitar que su mamá y hermana se caigan a pedazos. No te enojes con ella. Solo entiende, ¿bien?

El tono de súplica en la voz de Puck me asustó.

Mentalmente me preparé para lo peor cuando abrí la puerta del bar y entré, escaneando la multitud en busca de mi novia borracha.

—Kitty la tiene. Llamé a Kitty primero. Rubia, el camarero me llamó esta noche y yo llamé a Kitty. Ella vino conmigo.

Encontré a Kitty primero, y estaba sentada en un puesto a un lado, lejos de la pista de baile, y estaba sola. Hice una línea recta hacia Kitty. Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver la expresión de disculpa antes incluso de que hablara.

Mi corazón latía en mi pecho.

¿Dónde estaba?

¿Seguramente Kitty no le dejó salir?

¿Conducir ebria?

—¿Dónde?—le pregunté al momento en que llegué a su puesto.

Kitty señaló con su taza hacia la pista de baile. Dándome la vuelta, la encontré inmediatamente.

Estaba bailando con Dani, y ella estaba follando su pierna mientras que Santana se aferraba a sus caderas y sonreía como si estuviera teniendo el mejor momento de su vida.

Furiosa, acechaba por fuera la pista de baile.

Esa perra me había empujado demasiado lejos. No me importaba de quién era prima.

Yo la tenía.

Santana era mía.

Oscuros ojos inyectados de sangre se encontraron con los míos cuando me detuve detrás de Dani. Agarrando su hombro tiré de su espalda con toda la fuerza que pude reunir. Tropezando de nuevo la oí chillar sorprendida.

—Bebé—Santana arrastró las palabras, alcanzándome—Mi Britt está aquí—sus palabras ilegibles fueron ahogadas cuando me arrastró contra ella, enterrando su cabeza en mi cuello.

Unas uñas se clavaron en mi brazo y grité de dolor, sorprendiendo a Santana, cuya cabeza se sacudió pareciendo confusa e inestable.

—Atrás, puta—chilló Dani detrás de mí.

Empujando a Santana hacia atrás lo suficiente como para que no terminara metiéndose en el camino de algunos golpes que estaban a punto de suceder, me di la vuelta y la miré.

—Te sugiero que te retires. Tocando a mi novia como si no estuviera conmigo. Está borracha. No se acordará de esto mañana, así que vuelve al infierno antes de que rompa esa pequeña perfecta nariz operada tuya—siseé, dando otro paso hacia ella.

Ella se rió.

—No te tengo miedo.

Levanté una ceja y sonreí.

—¿En serio? Bueno, princesa, ¿alguna vez te metiste en una pelea con una chica de mi lado de la ciudad? No luchamos justo. No tiraré de tu cabello y arañaré tu cara. Luchamos para vivir. Te despertarás boca arriba en esta pista de baile. ¿Quieres ver si estoy mintiendo? Por favor, por todos los medios, haz un movimiento hacia mí. Tú lo comienzas y yo lo terminaré.

Oí gritar unas pocas llamadas de gatos y silbidos, pero lo ignoré todo.

Bloquear la multitud era la primera regla.

Podría derribarla.

No tenía duda.

Sam me había enseñado a luchar en la calle a una edad temprana. La indecisión apareció en su rostro mientras sostenía su mirada con firmeza y esperé, era ridículo.

—Retrocede, Dani—Kitty apareció detrás de ella, tomando su brazo y tirando de ella hacia atrás.

Ella no se resistió. Se fue voluntariamente, dándose la vuelta y dejándose llevar hasta la puerta principal.

Una vez que estuvieron fuera me di la vuelta para ver los ojos vidriosos de Santana centrarse en mí con una sonrisa tonta en la cara.

Sí, estaba completamente destrozada.

—Eso fue caliente, Britt—dijo arrastrando las palabras, extendiendo la mano y tirando de mí contra ella.

Olía como Sam.

No me gustó eso.

Quería a mi Santana de vuelta.

Empujando contra su pecho la miré. Un ceño fruncido en su frente.

—¿Qué está mal? —preguntó balanceándose ligeramente.

Decirle lo que estaba mal era inútil.

—Te voy a llevar a casa—respondí y agarré su brazo, deslizando el mío a través de suyo para ayudarle a mantenerse derecho.

Puck se reunió con nosotras en la puerta y la abrió.

—Siento que hayas tenido que verla así—susurró.

Asentí, yo también lamentaba haberla visto así.

Igual que lamentaba haber tenido que ir todo tipo duro en un bar lleno de gente.

Me acordé de las razones de Puck de por qué Santana estaba borracha, pero tuve un momento difícil aceptándolo.

¡Y qué!

Tuvo una discusión con su papá. Bien, ella tiene una mamá y una hermana que la aman.

Yo ni siquiera tengo eso, pero no mes ve corriendo a emborracharme cada vez que mi hermana y yo peleamos.

Lo cual es cada vez que la veo.

No, ella no tenía una excusa para esto.

Tampoco tenía una excusa para dejar que otra chica follara su pierna. Y sus manos habían estado en su cintura. Sus lindas manos habían estado a escasos centímetros de sus enormes tetas.

Por todo lo que sabía, Santana podía haber atrapado una sensación antes de que yo llegara esta noche.

—Solo tiene algunos problemas familiares—dijo Puck mientras abría el lado del pasajero de la camioneta de Santana.

Le dejé ayudar a Santana, le abrochó el cinturón y luego cerré la puerta.

—Soy la chica del cartel para los problemas familiares. Pero, ¿sabes cuántas veces he estado borracha? Ninguna. Ni una sola vez. Me doy cuenta de que es tu amiga y que la estás protegiendo, pero el hecho es que se emborrachó y tuvo sus manos por toda otra chica. Tal chica la estaba follando bastante duro, podría añadir. ¿Crees que Santana habría estado de acuerdo con las cosas si la situación fuera al revés? ¡No! Te puedo decir que ella lo hubiera perdido. Voy a llevarla a casa, ponerla en la cama y trataré con esto en la mañana. Pero, por favor, Puck, no más excusas. Ella no tiene una que me creeré fácilmente.

Puck dejó escapar un largo suspiro y asintió, dando un paso atrás para que pudiera rodear la camioneta hasta el asiento del conductor.

—Oh, aquí están sus llaves. Se las quité cuando llegué aquí—me arrojó las llaves—Realmente te ama—dijo, luego levantó las manos en señal de rendición—No me grites. Eso es todo lo que estoy diciendo. Me callaré ahora.

Me las arreglé para dedicarle una sonrisa forzada que no sentía antes de subir a la camioneta y conducirnos a casa.

Capitulo 19

No podía tragar.

Había algodón en mi garganta y una buena capa cubría mi lengua, también.

Frotando mi boca, empecé a moverme y mi cabeza gritó en rebelión. Cayendo de espaldas sobre la suave cama debajo de mí, gemí.

¿Qué sucedía conmigo?

Lentamente, abrí los párpados y el sol se asomó a través de las persianas de la ventana.

Confundida, miré hacia abajo, a mi cuerpo. Llevaba vaqueros y una camiseta.

Me encontraba en mi cama.

Algo andaba mal.

Presionando la cabeza entre las manos, me obligué a sentarme. La habitación empezó a dar vueltas y cerré los ojos.

Conocía esta sensación.

Había pasado un tiempo desde que lo experimenté por última vez, pero sabía lo que era.

Una resaca masiva.

El ruido al otro lado de la puerta me ayudó a concentrarme. Me encontraba en mi habitación.

¿Por qué me encontraba en mi habitación?

¿Cómo llegué a mi habitación?

Brittany.

Me levanté y me forcé a caminar hasta que abrí la puerta, entonces me apoyé contra ella y gemí por el mareo provocado por el dolor de cabeza.

—Te ves como la mierda.

Abriendo los ojos, vi a Sam caminando hacia la sala con una taza de café en sus manos. Moviendo mi atención al sofá, me di cuenta de que estaba vacío.

Brittany.

¿Dónde se encontraba Brittany?

—Eres una jodida mala bebedora, también.

Mierda.

¿Qué hice?

—Britt—me las arreglé para decir a través del peor caso de boca seca que alguna vez he tenido.

Sam se sentó en el sofá y me sonrió.

¿Qué era tan malditamente gracioso?

—Britt está en mi cama.

¿Qué?

¿Por qué?

Brittany no haría eso.

Sabe que no la quiero ahí.

Alejándome de la puerta, me dirigí a la habitación de Sam.

—Déjala en paz. Necesita dormir. La noche anterior no fue precisamente fácil para ella.

Me detuve y me giré para mirarlo.

—¿Qué sucedió?

Sam arqueó las cejas hacia mí y la sonrisa en su rostro desapareció y empezó a lucir molesto.

—¿Quieres un resumen completo? De acuerdo—se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas, y me miró—Britt fue a sacar tu borracho culo del bar anoche. Cuando llegó ahí, jodías a Dani en la pista de baile. Tenías las manos sobre todo su cuerpo. Britt fue, y te alejó de Dani y luego, cuando Dani comenzó a amenazarla, Britt básicamente le dijo que era una mierda y la envió a empacar. Por lo que escuché, fue jodidamente caliente. De todos modos, arrastró a casa tu culo borracho. Te desmayaste en la camioneta. Tuvo que venir por mí para ayudarla a subirte por las escaleras y llevarte a la cama. Luego, empezó a desahogarse conmigo y a llorar. La acurruqué en mis brazos como siempre lo hago cuando está herida y la llevé a mi cama, donde me lo contó todo y luego se quedó dormida. Puck llamó y me dijo toda la historia, también.

Iba a vomitar.

¿Qué hice?

Mi pecho dolía, mi estómago se revolvía y mi cabeza zumbaba. La hice correr hacia los brazos de Sam en busca de consuelo… de nuevo.

Fui la razón por la que Dani la amenazó.

La puse en peligro y cuidó de mí.

¡Maldita sea!

Dejándome caer en la silla más cercana, acuné la cabeza en mis manos y luché contra el impulso de llorar como un maldito bebé.

—Pensé que te mataría cuando la lastimaras, ya sabes. Pero maldita sea si no estoy aliviado de que todo haya terminado. Ni siquiera quiero hacerte daño. Solo estoy tan feliz de tenerla de vuelta.

Eso fue todo lo que se necesitó.

Corrí hacia el baño y perdí todo lo que se encontraba en el interior de mi estómago.

Muchas veces.

Entonces, me deslicé por la pared y lloré en silencio.

Todo me llevaba a mi papá.

Él fue la razón por la que me emborraché. Si perdía a Brittany por esto, lo mataría.

No podía perderla.

La idea dolió tanto que hacía imposible el respirar.

La puerta del baño se abrió lentamente y me volví para mirar a una Brittany muy seria. Me empapé con la vista de su cuerpo mientras entraba y cerraba la puerta a su espalda. Me tendió una toalla mojada.

—Toma.

La cogí, incapaz de apartar los ojos de ella mientras quitaba el frío sudor de mi rostro. Entonces me extendió el vaso en sus manos.

—Bebe esto. Ayudará.

Tomándolo, bebí a pequeños sorbos y la miré, asustada de que se diera media vuelta y se fuera.

Pero no lo hizo.

En su lugar, se deslizó por la pared y se sentó a mi lado.

—Lo siento. Lo siento tanto—me atraganté.

No respondió.

En cambio, se quedó mirando sus manos, cerradas firmemente en su regazo.

Quería arrastrarla a mis brazos y abrazarla.

Evitar que me dejara.

Pero podía oler el whisky y el humo en mis ropas.

Apestaba.

—Me lastimaste—respondió finalmente en voz baja.

Una pequeña parte de mi corazón, que aún se encontraba en una pieza, se rompió con sus palabras. El nudo en mi garganta restringía mis vías respiratorias.

—Dios, Britt. Lo siento mucho.

Quería profesar mi amor, pero en este momento, parecía inconcebible. No quería que esas palabras se mancharan por esto.

—Entiendo que hayas tenido una pelea con tu papá. Puck me lo explicó. Pero, Santana, lo que no entiendo es por qué te emborracharías tanto para llegar a bailar y tocar a otra mujer. Mi hermana y yo peleamos todo el tiempo. No tengo una mamá y una hermana como tú, unas que me amen. No tengo familia. La única familia que tengo me odia. Emily no cuenta porque es un bebé. Sé que los problemas familiares apestan, Santana. Tengo problemas enormes. Cosas que no sabes. Problemas que me están comiendo por dentro. Pero nada de eso es una excusa para huir, destruirme por dentro y frotarme con otro tipo.

Era egoísta, alguien malcriado.

Brittany tenía razón.

Si la situación fuera al revés, me habría vuelto loca.

No estaría sentado junto a ella, hablando tranquilamente a la mañana siguiente.

Era demasiado buena para mí.

Ya me había dado cuenta de eso antes, pero ahora sabía cuán poco la merecía.

—Tienes razón. No te merezco.

La mano de Brittany buscó y cubrió la mía, y mi cuerpo tembló por su tacto.

Mierda, iba a llorar justo en frente de ella.

Luché contra la quemadura de las lágrimas que sentía en los ojos.

No podía mirarla.

Lentamente, moví el pulgar y lo enganché con el suyo.

No era lo suficientemente valiente como para tomar por completo su mano.

No podría soportarlo si me alejara.

—No vuelvas a hacerme eso otra vez.

Sus palabras se hundieron lentamente en mí y giré la cabeza para mirarla a los ojos, sin importarme el hecho de que los míos estuvieran llenos de lágrimas.

—¿Otra vez? ¿Quieres decir que me perdonas…? ¿No hemos terminado?—le pregunté con incredulidad.

Sonrió y giró la mano, entrelazando sus dedos con los míos y sujetándolos con fuerza.

—Te perdono—dijo, entonces alargó la otra mano y limpió la humedad en mis pestañas—¿Cómo puedo seguir enojada por esto? ¿Eh? Sentada aquí, en el piso del baño, conteniendo las lágrimas y luciendo completamente derrotada—se acercó aún más y apoyó la cabeza en mi hombro—Te amo, Santana. Claro que te perdono.

Dejando el vaso en el borde de la bañera, la alcancé y la empujé contra mis brazos.

Necesitaba abrazarla.

Casi la había perdido, y la necesitaba cerca.

Se acurrucó contra mí y lágrimas de alivio rodaron libremente por mi rostro.

—Yo también te amo. Mucho, Britt. Muchísimo. Te lo prometo, Britt, nunca te haré daño de nuevo.





Brittany


Durante la siguiente semana, Santana tuvo su manera de hacer dulces cosas románticas para mí.

Llegué a casa del trabajo una noche y me encontré con un baño de burbujas iluminado por velas esperando por mí. Dejó pequeñas y dulces notas por todo el lugar para mí.

Un cliente incluso me entregó una durante el trabajo una noche.

Desperté dos veces para encontrar una camiseta del concierto de Aerosmith al lado de mi almohada. Una era del de 1984 en California y la otra era uno de Aero Force de 1986.

Me sentía lista para dar el siguiente paso, pero lo esperaría.

Ella necesitaba comprender que no la iba a dejar. Que se había ganado mi perdón.

La entendía, por supuesto.

Llevábamos dos vidas muy diferentes.

No era justo de mi parte esperar que manejara situaciones difíciles de la misma manera en que lo he hecho yo.

Creció protegida de las malas situaciones. No sabía cómo lidiar con los golpes.

Me sentía tan consumida por los celos que quería castigarla.

No quería que hubiera una razón para que se comportara como lo hizo. No se puede esperar que una persona protegida reaccione a la decepción de la forma en la que alguien que solo ha conocido la decepción reacciona.


Saliendo a la luz del sol después de haber estado encerrada en un salón de clases todos los días, alcé el rostro hacia la luz y respiré la salada brisa.

El verano no tardaría en llegar y no podía esperar para pasarlo con Santana.

Sam planeaba hacer un viaje de dos semanas por la carretera con algunos de sus amigos. Quería que fuera también, pero deseaba pasar esas dos semanas a solas con Santana.

Esta sería la primera vez que Sam y yo estaríamos separados por tanto tiempo.

Me preocupaba un poco, pero el miedo de quedarme sola empezaba a disminuir.

Desde la mañana que vi las lágrimas en los ojos de Santana, cuando pensaba que me había perdido, me sentí más segura en nuestra relación.

Me amaba tan ferozmente como yo la amaba.

Ya no dudaba de eso.

Llamar a Sam cuando necesitaba a alguien no pasó nunca más por mi mente.

La primera persona que quise fue a Santana.

Además, Santana compraba mis Jarritos ahora. Nunca dejaba que quedaran pocos como para que Sam lo notara. Me mantuvo tan bien surtida que era cómico.

Sam se quejó al principio, pero lo superó.

Mis felices pensamientos fueron interrumpidos cuando vi a mi hermana de pie contra un Mercedes SUV, sonriendo como el gato que cogió el canario.

O más como el gato que cogió al viejo rico.

Caminando hacia ella, fruncí el ceño al ver las nuevas llantas. Me preguntaba si se lo compró en uno de los lotes del papá de Santana.

—Alison —dije, deteniéndome frente a ella.

—¿Te gusta el auto?—casi ronroneó Alison, llena de placer.

No.

No me gustaba la forma en la que lo había conseguido.

Pero sí me gustó el hecho de que Emily ya no sería transportada en esa trampa de muerte de mi hermana.

—Lo conseguiste abriendo las piernas, hermanita. No soy un fan de las rompe hogares.

Rodó los ojos y me dio una mirada de disgusto. Como si yo fuera la desagradable.

Hola, señorita Jodo-a-alguien-que-me-dobla-la-edad.


—Lo que sea. Quería hacerte saber que me mudo y estoy vendiendo la casa. Alfonso dice que es lo mejor. Dejar que la tengas no tiene sentido. No vives ahí. Es mía, de todos modos. Mamá me la dejó a mí.

La información picó, pero lo esperaba.

Nunca me dio nada.

¿Por qué empezar ahora?

—¿A dónde te vas a mudar?

Era mejor no estar lejos.

No me podría importar menos Alison, pero Emily era mi sobrina, quería ser capaz de verla.

Alison sonrió y ladeó la cabeza, por lo que sus rubios rizos cayeron sobre su desnudo brazo.

—Alfonso nos está llevando a Mobile. Tiene una gran y bonita casa que compró para nosotros, y se mudará con nosotras tan pronto como se seque la tinta en sus papeles de divorcio.

A una hora de distancia.

No era malo, pero aún se encontraba más lejos de lo que me gustaría.

Al menos Alison no tendría la necesidad de trabajar. Estaría en casa con Emily y tal vez ese estilo de vida despertaría a la mamá en su interior.

Tal vez ella y Emily podrían formar un lazo.

Tragué el sabor amargo en mi boca.

Alison realmente iba a destruir un matrimonio, pero Emily tendría un papá.

Me sentía dividida.

Saber que Emily no tendría que vivir la vida que tuve era un gran alivio. Pero sabiendo que un matrimonio sería destruido, que otra familia iba a perder a su papá, me rompió el corazón.

Dios, esto no podría estar más jodido.

—Toma—Alison me entregó un sobre.

Extendí la mano para tomarlo. Tenía escrito mi nombre en el exterior, con la escritura redondeada de Alison y estaba sellado.

—Es algo de dinero. Por todas las veces que cuidaste a Emily y así puedas conseguir un lugar propio y salir de la cama de Sam Evans. También puse nuestra nueva dirección. Emily querrá verte.

Miré a mi hermana sin habla.

¿Quién era y qué había hecho con Alison?

—¿Me estás dando dinero? —le pregunté, incrédula.

Enderezó los hombros y pude ver la máscara de indiferencia tomar su lugar en su rostro.

Alison no mostraba emociones.

—Siempre pago mis deudas, Britt—me enseñó su sonrisa de reina de belleza y se echó el pelo sobre los hombros—Bueno, tengo que encontrarme con mi prometido y recoger a Emily con la niñera—se volvió para irse, luego se detuvo y me miró por encima del hombro.

—Eres inteligente, Britt. Haz algo con ello.

Me quedé ahí mientras subía a su nuevo SUV de lujo y se iba.

¿Qué acababa de pasar?

¿Esa era su manera de decir que lo sentía?

Mirando hacia el sobre en mis manos, lo abrí con cuidado. Saqué un cheque por diez mil dólares. Lo miré en estado de shock. Entonces mis ojos se centraron en el endosante:

Alfonso M. López II
Mercedes Benz de la Costa del Golfo.

Capitulo 20

No podía encontrar a Brittany en ninguna parte.

No respondía su teléfono o mis textos. Su clase terminó hacía horas. Rebusqué entre sus cosas, buscando el número de teléfono de su hermana.

Nada.

Mi teléfono sonó y me apresuré a agarrarlo. Un texto de Bree. No era lo que esperaba.


Mamá te necesita. Date prisa, por favor.


Mierda.

Necesitaba a Brittany.

No tenía tiempo para el drama familiar. Papá sin duda hizo algo de nuevo, algo que hizo que mamá enloqueciera.

—¿Dónde estás, Britt?—gruñí con frustración, mirando fijamente el teléfono, tratando de decidir a quién llamar.

¿Quién sabría dónde se encontraba?

—Estoy aquí—su voz era tan suave que casi no la escuché por encima del caos en mi cabeza.

Me giré y la encontré de pie en la puerta de nuestro dormitorio. Se veía devastada.

—¿Qué está mal?—pregunté, corriendo y tirando de ella entre mis brazos.

Rojos ojos hinchados y un rostro manchado de lágrimas fueron sólo el comienzo de lo que se veía mal con ella. Sus brazos no me abrazaron de vuelta.

En cambio, se quedó inmóvil.

—Britt, estás asustándome—dije contra su cabello, necesitando algún tipo de reacción de ella.

No respondió.

Mi teléfono sonó de nuevo y lo ignoré. Apretando mi agarre a su alrededor, esperé, con la esperanza de que dijera algo.

Cualquier cosa.

Mi teléfono comenzó a sonar. Frustrada, lo agarré y comencé a rechazarla cuando vi que era Bree.

Algo tenía que estar realmente mal.

—¿Qué, B? Estoy ocupada en este momento.

—¡Ha tomado algo Santana! ¡Ayúdame!—sus gritos llegaron a través del teléfono tan alto que Brittany se sacudió en mis brazos.

La escuchó.

—¿Quién? ¿Mamá tomó algo?—el corazón me latía con fuerza en el pecho.

Oh, Dios, no.

—¡Sí! No despierta. ¡Llamé al 911, pero no puedo encontrar su pulso! ¡Ayúdame!—gimió.

—Ya voy. Mantenla con vida, B. ¿¡Me escuchas!? Haz que siga respirando. Dale respiración de boca a boca. ¡Algo!

Brittany se había apartado de mi abrazo y su rostro lucía tan blanco como la tiza.

Necesitaba ocuparme de lo que la molestaba, pero la vida de mi mamá se encontraba en la balanza ahora mismo, y no podía perder tiempo.

—Britt, me tengo que ir.

Asintió.

—Date prisa—dijo frenéticamente.

Podía ver el horror en sus ojos. Había escuchado cada palabra que Bree dijo.

Lo entendía.

No iba a dejarla y lo sabía.

Salí corriendo por la puerta.

Por favor, Dios, no dejes que mi mamá muera.




Cinco horas más tarde, el estómago de mi mamá había sido bombeado y recibía fluidos a través de una intravenosa.

Mi hermana no fue capaz de encontrar su pulso porque, debido al pánico, no buscó en el lugar correcto.

Pero tenía razón en una cosa.

Mamá tomó un bote de pastillas para el dolor. Los papeles del divorcio fueron firmados por mi papá, y los tenía aferrados a su pecho cuando llegué ahí.

Los ojos de mamá se abrieron lentamente y se enfocó en mí. Me moví de mi lugar contra la pared, donde estuve por más de una hora observándola, deseando que abriera sus ojos.

—San—susurró.

Agarré su mano y asentí.

De repente, no era una mujer de veintiún años. Era una niña pequeña. Asustada y que necesitaba de su mamá para sostenerla, para decirle que todo iba a estar bien.

Verlos poner su cuerpo sin vida sobre la camilla y llevársela de la casa era una pesadilla que no quería volver a vivir.

—Lo siento —susurró.

—Shh, mamá. No hables. Está bien, sólo promete que nunca vas a hacerme esto de nuevo. No puedo manejarlo, Mamá. No puedo—apreté su mano y dejó escapar un pequeño sollozo.

No quería que llorara.

No ahora.

Necesitaba recuperarse.

—Me dejó. La llevo con él. Se mudó a Mobile—dijo en un ronco susurro.

Me estiré y agarré el vaso de agua y el pitillo que la enfermera dejó hace unos minutos.

Dijo que mamá lo necesitaría cuando despertara.

—Toma, mamá, bebe un poco. No quiero hablar sobre él. Se ha ido. Aún estamos aquí, y no vamos a ir a ninguna parte.

Obedientemente, bebió un pequeño sorbo de agua y volvió a poner su cabeza contra la almohada.

—Te amo —dijo, mirándome fijamente con ojos tristes.

—Yo también te amo. B y yo te necesitamos mamá. No puedes intentar dejarnos de nuevo. Te necesitamos—hablé suave, pero enfáticamente.

Necesitaba que entendiera que sólo porque nuestro papá la abandonó, eso no significaba que nosotros lo haríamos también.

Era importante para nosotras.  

—Yo también te necesito.

Asentí.

—Bien. Ahora, bebe otro trago.

—Estás despierta—miré hacia atrás mientras Bree corría hacia la cama y se cernía sobre nuestra destrozada mamá—Oh, mamá. Estás bien. Estás despierta—dijo efusivamente.

Mamá alcanzó la mano de Bree con su otra mano y le dio un apretón.

—Lo siento. No voy a hacerlo nunca más. Tuve un momento de debilidad explicó lentamente, mirando a mi hermana.

Bree contuvo las lágrimas antes de subirse a la cama y acurrucarse junto a mamá.

—Mi niña—arrulló mamá y besó la frente de Bree.

Estaban aquí, se encontraban a salvo.

Iba a estar bien.

Podía hacer esto.

Podía mantener unida esta familia.

Haría cualquier cosa que tuviera que hacer.

Brittany me ayudaría.

Mamá la amaba.

Lograríamos salir de esto.




Brittany


Al minuto en que Sam salió de la caseta, frunciendo el ceño, se dirigió hacia mí.

Nunca había venido a su práctica antes. Podía ver las preguntas y preocupación en su rostro.

—Britt, ¿qué está mal?—preguntó cuándo me alcanzó.

Sentí el sollozo brotar en mi interior y cubrí mi boca para silenciarlo. Sus ojos se ampliaron y se estiró por mi mano.

—Vamos—dijo, tirando de mí con él.

Lejos de los ojos curiosos de sus compañeros de equipo. Nos guió directamente a su coche, hacia la puerta del lado del pasajero.

—Entra.

No discutí.

Subí.

El familiar olor de la seguridad me rodeó y mis ojos se llenaron con lágrimas.

Sam siempre sería mi lugar seguro. Porque una vez que Santana supiera la verdad, iba a perderla.

Iba a dejarme también.

Y no la culpaba.

Sam se subió al asiento del conductor y se giró para mirarme.

—¿Qué pasó y el trasero de quién necesito golpear?

Negué con la cabeza.

—Ninguno. Oh, Sam, es horrible. Es peor de lo que alguna vez podría haber imaginado.

—Nada es tan malo, nena. Nunca. Y si lo es, lo solucionaré.

—No puedes arreglar esto, Sam. Esto es irreparable.

—Nada es irreparable.

—Emily y Santana tienen el mismo papá —grité, poniendo las manos sobre mis ojos mientras otro sollozo sacudía mi pecho.

Silencio.

Lo dejé sin palabras.

—El hombre casado que Alison ha estado jodiendo es el papá de Santana. Alfonso LÓPEZ acaba de dejar a su esposa por mi hermana.

—Mierda.

Dejé caer las manos sobre mi regazo y miré a la horrorizada expresión de Sam.

—¿Cómo lo sabes? Quiero decir, ¿cómo te enteraste? ¿Lo sabe Santana?

—Alison me esperaba fuera de clases hoy. Manejaba un flamante Mercedes SUV. Me dijo que el papá de Em dejó a su esposa y se iban a mudar a Mobile. Les había comprado una nueva casa de lujo e iba a mudarse con ellas. Luego me entregó un cheque por lo que llamo la deuda que me debía y se fue—metí la mano en el bolsillo y saqué el cheque, entregándoselo a Sam.

—Santa Madre.

—Mira quien escribió el cheque Sam. No la cantidad.

Alzó sus verdes ojos hacia mí.

—Britt, nena, lo siento tanto. Ella sigue jodiendo tu vida.

—Sabía que Santana tenía problemas familiares, y sabía que odiaba a su papá, que se preocupaba por su mamá. Pero Dios. Sam, nunca hubiera, ni en un millón de años, adivinado esto.

Sam se estiró y tomó mi mano en la suya.

—Estoy aquí. Me tienes a mí. Sabes eso.

Lo sabía.

Pero no era perder a Sam lo que me preocupaba.

—Necesito hablar con ella, con él, los dos. Tengo que ir a ver a Alison y Alfonso, al papá de Santana. Tengo que encontrar una manera de decirle a Santana y no perderlo. No puedo perderlo, Sam.

Sam arrancó el coche.

—Ponte el cinturón y escribe su dirección en el GPS.

Lo hice rápidamente mientras hablaba, y luego recosté la cabeza en el asiento, cerré los ojos y recé por encontrar una manera de hacer esto bien.




Estaba oscuro cuando llegamos a la gran casa de ladrillo de dos pisos dentro de la comunidad de golf residencial donde mi hermana y sobrina vivían ahora.

Sam se detuvo en su entrada y me reacomodé, mirando la casa delante de mí. Las luces estaban encendidas en casi todas las habitaciones de la casa.

Se encontraban aquí.

Ya era hora de descubrir algunas respuestas, para entender lo que había sucedido. Lo único que necesitaba era una manera de mantener a Santana conmigo.

Miré el teléfono de nuevo.

Santana no me había enviado mensajes desde el último que me envió hace dos horas, donde me decía que su mamá estaba haciéndolo bien.

No me explicó lo que pasó.

Creí haber escuchado a su hermana diciendo algo acerca de llamar al 911, pero al parecer eso no sucedió.

Bree debía haber exagerado.

Si su mamá hubiera ido al hospital, me lo habría dicho. Me hubiera querido ahí.

—Vamos. Terminemos con esto—dijo Sam, abriendo la puerta de mi lado.

Me encontraba tan absorta en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que ya se encontraba fuera del auto. Me bajé y caminé hacia las puertas dobles del frente.

El ver esas dos grandes puertas dobles me recordaron la otra casa que este hombre poseía.

En la que crio a Bree y a Santana.

La que abandonó.

Extendí la mano y toqué el timbre, esperando.  Alfonso López abrió la puerta. Una expresión de sorpresa iluminó sus ojos mientras se hacía a un lado.

—Brittany, por favor, entra. Emy hablaba de ti.

Recordaba mi nombre.

Entré con Sam justo detrás de mí.

—¿Quién es?—preguntó Alison mientras aparecía en lo alto de la gran escalera de madera elegante. Se quedó inmóvil, y su mirada pasó de mí a Sam y de vuelta—Britt, ¿qué estás haciendo aquí?

Lucía molesta.

Bien.

Yo me sentía devastada.

—Necesito hablar contigo—me volví para mirar a Alfonso—Y con él.

Alfonso y Alison intercambiaron miradas mientras esperaban.

—Está bien, bueno, Alison, ¿por qué no buscas a Emy y vienen aquí abajo? Ella estará encantada de ver a Brittany—este hombre jugaba a las casitas tan fácilmente.

Como si no acabara de abandonar otra familia. La que tuvo por más años de los que Alison tenía de vida.

—Sígueme—dijo Alfonso, sonriéndome y luego se volvió para llevarnos por un pasillo hasta una gran sala de estar ya equipada con varios grandes sillones de cuero, lo suficientemente grande para dos personas, y un gran sofá seccional.

La pantalla plana más grande que alguna vez había visto se encontraba colgada en la pared y una estufa de gas crepitaba en la chimenea.

Esto no era simplemente acogedor.

—¿Puedo ofrecerles algo de beber ? —preguntó Alfonso.

Negué con la cabeza.

—No—fue la única respuesta de Sam.

Me sentí como si fuera mi propio guardaespaldas silencioso. Ayudó saber que se encontraba aquí, conmigo.

—Mi Bitty—gritó Emily con evidente alegría cuando Alison entró en la habitación, cargándola contra la cadera.

Su cabello estaba húmedo por el baño y vestía un pijama que nunca vi antes. Parecía suave, con volantes y costosa. Ver a Emily en algo tan bonito sólo se agregó a la masa de emociones que giraban en mi interior.

Quería lo mejor para Emily.

Quería que tuviera un papá que la quisiera y estuviera ahí para ella.

Pero ¿qué pasa con las otras niñas que este hombre tenía?

Una, la adolescente que se caía a pedazos por su traición.

Aunque Santana estuviera enojada con su papá igual sufría.

Quería gritar de frustración.

Alison puso a Emily abajo y corrió hacia mí, con los brazos en el aire. Me agaché, la recogí y acaricié su dulce cuello.

Olía tan bien.

Al igual que un bebé debía oler.

Un sano y querido bebe.

—Hola, mi princesa favorita —le susurré al oído.

—Bitty—me sonrió.

—Te extrañé—dije, y aplaudió alegremente, dándome un húmedo beso en la mejilla.

—¡Sammy!—chilló cuando sus ojos se encontraron con Sam y se removió en mis brazos para llegar a él.

—Hola, preciosa—respondió, cogiéndola de mis brazos.

Me volví para mirar a mi hermana y a Alfonso.

—No sabía exactamente quién eras, hasta hoy —dije, mirando directamente a Alfonso.

—No era tu asunto, Britt—espetó Alison, poniéndose junto a él y envolviendo un brazo a su alrededor.

—Ahí es donde te equivocas. Esto, lamentablemente, es mi asunto.

—Emily es mía y de Alfonso. Nada más porque…

—Alison, cállate. No tienes idea de lo que vine a decir. Así que déjame hablar. Por una vez.

Vi como los ojos de mi hermana brillaban con ira. Alfonso le palmeó la mano con dulzura.

—Escuchemos, cariño.

Cerré los ojos, deseando con todo lo que tenía que pudiese revertir esto.

Podría parar esto.

Emily podría pertenecer a otro hombre. Un hombre soltero que la amara y cuidara de ella.

No a este.

—Sam, ¿pueden ir Em y tú a explorar por ahí, por favor?—pregunté, sin mirarlo.

—Sí.

Vi el disgusto de Alfonso.

—Él ha cuidado de tu hija más veces de las que tú los has hecho, te lo puedo asegurar. Está en muy buenas manos—no gané un fan con ese comentario, pero era un hecho—Hoy cuando obtuve ese cheque, vi el apellido de Alfonso por primera vez. Nunca me lo mencionaste antes. Y siempre te negaste a decirme dónde trabajaba. Pensé que era porque el asunto que tenías era con alguien en el trabajo.

—No te dije porque no era asunto tuyo —gruñó Alison.

—Una vez más, ahí es donde te equivocas. Verás, algo ha ocurrido que lo convierte en un problema muy real para mí. Odiaba saber que estabas destrozando una familia. Odiaba saber que estabas destruyendo otro matrimonio.

—Mi matrimonio terminé hace mucho tiempo Brittany…—comenzó Alfonso y lo miré a los ojos.

—¿En serio? Porque cuando no apareciste a la cena familiar que tú esposa preparó con tanto cariño, y en la que tus hijas se presentaron, esperando ver a su papá, las destruyó. Lo vi. Vi a tu esposa poner una sonrisa que no coincidía con el corazón roto en sus ojos. Vi el odio de tu hija mayor crecer aún más fuerte por ti y vi a tu hija menor, la otra que todavía necesita a su papá, sobre todo en este momento, mientras su mundo se caía a pedazos, hacer todo lo posible para que su mamá y hermana sonrieran. Tenía un asiento de primera fila, señor López.

—¿De qué demonios estás hablando, Britt? —me gritó Alison.

—Conocí a una chica. Por primera vez en mi vida me enamoré. Dejé caer mis paredes. Encontré a alguien que me hace reír. Quién me da esperanza. La amo con todo lo que hay en mí. Pero está lidianda con una mamá que está completamente destrozada. Una hermana pequeña que tiene miedo y está haciendo todo lo posible para arreglarlo para ellas. Mientras que su papá está fuera jugando a las casitas contigo.

—Santana—dijo Alfonso con un profundo suspiro.

Lo entendió.

Lo captó.

—Sí, Santana—contesté todavía mirando a mi hermana—Así que ya ves la situación en la que me encuentro, amo a Santana López tanto que daría cualquier cosa por ella. Cual.Quier.Cosa. Cualquier cosa menos a Em. No puedo ver una salida a todo esto. No querrá tener nada que ver conmigo cuando descubra esto. Mi hermana es la razón de que su familia esté destruida. La razón por la que recibió una llamada hoy de su hermana, que se encontraba desesperada porque algo le sucedía a su mamá—dejé escapar una risa dura y luego grité, lanzando las manos hacia el aire.

—¿Estás enamorada de la hija mayor de Alf?

Me di la vuelta y le disparé dagas con la mirada a Alison.

—Sí.

—Sólo vete, Britt. Tu dramática actuación ha arruinado mi noche. Siento que hayas trabajado tanto en ello, pero no es nuestro problema.

—Alison, no seas tan insensible—dijo Alfonso, mirándola.

—¿Insensible? Alf, esto es completamente ridículo. Cree que ama a tu hija y si cree que venir a hablar sobre nosotros va a hacer una diferencia, está muy equivocada—una campana sonó por la casa y me detuve—¿Quién más está aquí? Dios mío, acabamos de mudarnos—Alison salió corriendo a abrir la puerta y me quedé con la mirada perdida en el fuego.

Tenía razón.

¿Qué hacía?

No iba a obtener una respuesta al compartir con ellos cómo magníficamente habían jodido tantas vidas.

A ellos simplemente no les importaba.

E incluso si lo hicieran, ¿que esperaba que hicieran al respecto?


—Britt—la voz de Santana interrumpió mis pensamientos e hizo que apartara la mirada del fuego para encontrar a Alison de pie en la entrada de la sala de estar con los brazos cruzados sobre el pecho, el ceño fruncido.

—Mira quién está aquí—escupió Alison, regresando hacia Alfonso, y reclamándolo mientras deslizaba un brazo a su alrededor.

—Santana.

No sabía qué más decir.

Me quedé ahí y observé la terrible escena que se desarrollaba.

Sus ojos cambiaron de Alison a mí.

Sabía el momento en que lo vio.

El parecido.

Era inconfundible.

Especialmente con nosotras de pie en la misma habitación.

Las emociones en su rostro pasaron de shock a dolor, luego desesperación y a ira en cuestión de segundos.

—Tú eres su hermana. Esto es…—se detuvo y miró a su papá —Oh, Dios, no—comenzó, negando con la cabeza—Em. No. No puede ser.

Se hizo añicos.

Pude ver el momento en que sucedió.

Conocía el sentimiento. Acaba de experimentarlo yo misma.

—Tana paga—chilló Emily cuando Sam entró en la habitación, cargándola.

Santana vio a Emily con horror en sus ojos. Entonces me miró y pude ver la traición ahí.

Pensó que lo supe todo el tiempo, podía verlo mientras me miraba.

Emily continuó tratando de llamar su atención, cantando su nombre y exigiendo jugar.

Santana me observó mientras su enojo se convertía en entumecimiento. El tic en su mandíbula y su rígida postura se hizo más severa cuanto más tiempo nos quedábamos ahí, mirándonos la una a la otra.

Podía sentirla alejándose a cada segundo, pero no había nada que pudiera decir.

No sabía cómo parar esto.

Cómo explicarlo.

—Estás. Muerta. Para. Mí—dijo, su tono duro, carente de emoción. Luego se volvió y se fue.

Esas breves palabras recortadas me despertaron de mi trance.

Corrí tras ella.

—¡Santana, espera! ¡Por favor, espera!—grité, pero no se detuvo.

No miró hacia atrás.

—¡San, por favor!—grité mientras abría la puerta principal.

Esta vez se detuvo y se volvió lentamente. El odio en su mirada era agobiante.

—¿Sabes dónde he estado, Brittany? Por supuesto que no. Has estado aquí, con tu hermana y mi papá jugando a las casitas, mientras yo me encontraba con mi mamá en la cama de un hospital. Mientras se recuperaba de una sobredosis de analgésicos que tomó después de recibir los papeles del divorcio que mi papá tan cuidadosamente llevó a la casa hoy para informarle que la dejaba por otra mujer. Ahí es donde he estado todo el día. Así que, por favor, no digas una palabra más. No quiero volver a verte, o incluso escuchar tu nombre. Voy a mudarme en cuestión de horas. Mantente alejada hasta que me haya ido. Si alguna vez sentiste algo por mí. Mantente. Lejos. De. Mí.