[Resuelto]FanFic BRITTANA: "5ta Avenida Neoyorkina". 2da Parte (Primero viene el amor....luego viene el matrimonio). EPÍLOGO

Hola……buenas     noches a todas/os……veo que el anterior capítulo sumado a los adelantos que di del capítulo de hoy causaron     revuelo jejejeje    ……..sobra decir que me emociona     saber que la historia tiene aceptación y apoyo rotundo de parte de todas/os uds. quienes han venido leyendo, comentando o no el fic……..creo que lo justo sería que debería existir algún premio o reconocimiento para uds. como las/os mejores lectores y comentaristas………y bueno, sobre el capítulo de hoy solo diré que en el encontraremos un cúmulo de emociones que desembocarán en lo más esperado: la reconciliación     definitiva de San y Britt.

Habré de expresar que a esta historia le falta muy poco para concluir (la versión original contiene 26 capítulos, un epílogo, un relato adicional sobre navidad entre la pareja protagonista)……….no se     angustien (que por poco yo también empezaba a hacerlo)……….y que creen?........sorpresa absoluta, la continuación contra toda predicción de la obra original ya salió para deleite de las seguidoras de la Samantha Young……….así que tranquilas, que casualmente hoy tuve la fortuna de hallar esta nueva edición en internet y aunque me pasé más tiempo transcribiendo y adaptándola a nuestra pareja predilecta “Brittana” tengan la seguridad que sabremos como continuará la historia luego de la boda.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.






Quizá todavía me sentía culpable por haberle fallado a Rachel aquella primera noche, así que me pasé un poco preparando el apartamento para su regreso.

Estaba limpio de suelo a techo, pero había contenido mi propia inclinación al orden y había dejado las cosas de Rachel, porque sabía que eso la haría sentirse en casa.

Encargué en Internet un espléndido juego de cama color verde pálido, porque sabía que le encantaba el verde, compré unos cuantos cojines decorativos y convertí su cama en la cama de una princesa. Compré también una bandeja para desayunar en la cama que rodaba por el lateral y se doblaba hacia dentro. Compré flores. Chocolate. Llené la nevera con su helado favorito de Ben & Jerry’s.

Había una pila de todos los últimos números de todas las revistas que ella leía en el pequeño armario de al lado de la cama. Un par de libros de sudokus y crucigramas. Y lo más extravagante... una pequeña televisión de pantalla plana con DVD incorporado.

Probablemente era demasiado para un paciente que en principio solo tenía que estar en cama dos semanas, pero no quería que Rachel se aburriera.

—Oh, Dios mío. —Los ojos de Rachel se ensancharon en cuanto entró en la habitación.
Estaba de pie con el brazo enlazado en la cintura de Quinn, y Shelby, Clark y Brittany ya estaban en el dormitorio, sonriendo ante todo ello. Los niños habían vuelto a la escuela, así que se perdieron el «Santana se ha pasado». Los ojos de Rachel se clavaron en mí.

— ¿Tú has hecho todo esto?

Me encogí de hombros sintiéndome muy incómoda de repente.

—No es nada.

Rachel rio y se acercó a mí, despacio.

—Eres asombrosa.

Resoplé.

—Si tú lo dices...

—Ven. —Me envolvió con sus brazos y yo la abracé, como siempre sintiéndome como una niña pequeña abrazada a su madre—. Me encanta, gracias.

—Me alegro. —La aparté con suavidad y puse ceño—. Túmbate.

Rachel gruñó.

—Esto va a ser divertido.

Cuando Quinn estaba ayudando a Rachel a sacarse los zapatos y meterla en la cama, Shelby se me acercó.

—El médico dice que has de asegurarte de que no se le humedezca el vendaje cuando se duche.

—Puede bañarse por ahora.

—Bien. Y tiene que descansar. Puede caminar un poco, pero no constantemente.

—Entendido.

—Tiene que volver dentro de dos semanas para que le quiten el vendaje.

—Vale.

—Y luego tiene un control dentro de tres meses. Si todo está bien, el siguiente será dentro de un año.

Puse ceño.

—Espera. —Lancé una sonrisa de esperanza en dirección a Rachel—. ¿Tienen los resultados de la biopsia?

— ¿Nadie se lo ha dicho? —Rachel arrugó el entrecejo al mirar de manera acusadora por la habitación.

Brittany suspiró.

—A lo mejor si dejara de evitar a todo el mundo...

—Hola. —Moví la mano—. ¿Resultados, por favor?

Rachel sonrió.

—Benigno.

Suspiré aliviada al oír la confirmación de lo que el doctor Dunham había predicho.

—Tendrías que haber empezado por ahí.

—Perdón.

—Ajá. —Levanté una ceja a Shelby—. Posdata: voy a cuidar bien de ella. —Fijé mi atención en Quinn, que se había levantado a la parte superior de las mantas en el otro lado de la cama—. Eso si la osita amorosa me deja.

Quinn hizo una mueca.

—Soy demasiado mayor para que me llamen osita amorosa.

—A mí me gusta. —Rachel sonrió con malicia.

—Entonces, osita amorosa.

—Bueno, creo que iré a preparar algo de café antes de vomitar en la colcha nueva de Rachel. —Reí y me dirigí hacia la puerta.

Brittany se interpuso, con rostro inexpresivo.

—Tenemos que hablar. —Dicho esto, dio media vuelta y salió de la habitación, sin dejarme otra opción que seguirle.

La encontré en mi dormitorio, y en cuanto entré, ella pasó a mi lado para cerrar la puerta.

—Podemos hablar en la sala —le dije con irritación, odiando tenerla allí, donde conservaba tantos recuerdos.

Además, su presencia en mi habitación siempre había sido abrumadora.

En respuesta, ella se acercó a mí y solo se detuvo cuando estuvimos a dos dedos de distancia. Quería retroceder, pero no pensaba darle esa satisfacción. La miré desafiante y ella inclinó un poco la cabeza para mirarme directamente a los ojos.

—He estado tratando de darte espacio, pero esto es ridículo.

Di un cabezazo al oírla.

—Eh, ¿qué?

Observé sus ojos excepcionales y furiosos entornándose.

—Nunca estás aquí. ¿Estás viendo a otra persona? Porque juro por Dios...

Decir que me enfureció se quedaba muy corto.

— ¿Me estás tomando el pelo? —grité, olvidando que había público al otro lado del pasillo.

—Bueno, ¿qué demonios está pasando?

Tomé una inspiración temblorosa, tratando de calmarme.

—Eres una hipócrita. Cómo se te ocurre entrar aquí y acusarme de hacer cosas a tu espalda cuando eres tú la que se está acostando con la nueva gerente de tu club.

Ahora Brittany echó la cabeza atrás, desconcertada. ¿Y la mirada que me dedicó?

Bueno, digamos solo que no era una forma educada de expresar que pensaba que me faltaba un tornillo.

— ¿Lindsay? ¿Crees que me estoy acostando con Lindsay? No puedo creerlo.

Vale.

Estaba completamente confundida. Crucé los brazos sobre el pecho en un intento de mostrar que controlaba esa conversación.

—Rachel me lo contó todo.

Se quedó con la boca abierta. Habría sido divertido si la situación no hubiera sido como un cuchillo en la tripa.

— ¿Rachel? ¿Qué te dijo exactamente Rachel?

—Las vio en la comida. Las dos se encontraron con Quinn y ella para comer y dijo que estaban coqueteando y que se las veía muy a gusto.

Ahora Brittany cruzó los brazos sobre el pecho y la seda suave de su elegante y sexy vestido se tensó contra sus pechos. Tuve un flash de ella encima de mí, con sus manos presionándome las muñecas al colchón, moviéndose lenta y luego frenéticamente hasta enloquecerme mientras hacíamos el amor.

Me ruboricé, apartando la imagen de la cabeza.

Mierda.

— ¿Rachel te contó que comió conmigo y con Lindsay y que yo estaba coqueteando con ella? —me preguntó lentamente, como si fuera una paciente psiquiátrica.

Respondí con los dientes apretados.

—Sí.

—Si no acabaran de operarle el cerebro juro por Dios que la mataría.

Pestañeé.

— ¿Qué?

Brittany dio un paso adelante, lo cual me obligó a dar un paso atrás, porque no quería que mis pechos chocaran con ella.

—Nunca he comido con Lindsay y Rachel. Se conocieron cuando ella y Quinn se pasaron por el club a traerme un USB que dejé en el piso. Se vieron dos segundos.

Me rasqué detrás de la oreja, porque no me gustaba en absoluto dónde me dejaba eso en esta conversación.

— ¿Por qué iba a contarme eso?

Brittany suspiró profundamente y se volvió, pasándose una mano por el pelo en señal de frustración.

—No lo sé. Probablemente porque le dije que iba a darte espacio como parte de la siguiente fase del plan para recuperarte, y a Rachel no le pareció buena idea. Aparentemente, pensó que el siguiente paso eran los celos. —Negó con la cabeza al lanzarme una mirada insondable—. Y aparentemente se equivocaba.

La observé paseando por mi habitación, claramente ordenando sus ideas tanto como yo trataba de afrontar la idea de que Brittany no había pasado página en absoluto.

Pero todavía no podía entender que Rachel me hubiera hecho daño de esa manera. También me preguntaba cuándo demonios había aprendido a mentir tan bien. No tenía ni idea de mentir cuando la conocí.

Oh.

¿Culpa mía?

—Todavía no lo entiendo. Conocí a esa Lindsay y es exactamente tu tipo, y está claro que coqueteaba contigo.

— ¿Por qué te importa? —Sonrió, pasando las manos por mi estantería—. Dijiste que no querías... —Se detuvo, con el cuerpo tenso con una alerta repentina.

— ¿Qué?

Tiró de algo en mi estantería, inclinando la cabeza, y luego se volvió hacia mí, con ojos acusadores.

— ¿Vas a alguna parte? —Sostuvo mi billete electrónico impreso para mi viaje a Milán.

Mi cerebro y mis emociones todavía estaban decidiendo si esta nueva información afectaba a mis planes, de modo que mi cerebro solo dijo la primera parte, que era técnicamente cierta.

—Me voy a casa.

Supe que me equivoqué.

Supe que me equivoqué porque Brittany no dijo nada. Me clavó en la pared con una expresión que nunca quería ver otra vez en sus ojos y a continuación se volvió y salió de mi habitación dando un portazo.

Sin argumento.

Sin discusión.

Quería volver a llorar.

Una vez que había iniciado el camino de ceder a las lágrimas después de años de contenerlas, parecía que ya no había forma de pararlas. Mi boca tembló y me abracé a mí misma para contener los temblores que me sacudían.

Diez minutos después estaba lo bastante calmada para preparar café para todos y llevarlo al dormitorio de Rachel.

Brittany estaba sentada en un rincón y ni siquiera me miró.

Basté decir que creamos una tensión horrible en la habitación de Rachel. Todos nos habían oído discutir y todos habían oído a Brittany casi astillando la madera en la puerta de mi dormitorio al dar un portazo.

Era incómodo.

Al darse cuenta por fin de que su humor estaba envenenando el regreso triunfal de Rachel a casa, Brittany se levantó, besó a su hermana en la frente y le dijo que llamaría más tarde. Rachel asintió, mordiéndose el labio con preocupación al verla salir.

Me lanzó una mirada de colegiala culpable y yo aparté la cara.

Shelby y Clark salieron poco después, y yo ya me estaba levantando para dejar solos a Rachel y a Quinn cuando ella me detuvo.

— ¿Qué está pasando contigo y con Brittany?

—Rachel, no voy a arrastrarte a nuestro drama cuando aún estás en recuperación.

— ¿Es por esa mentirita piadosa que te conté sobre ella y Lindsay?

Me volví, levantando una ceja ante la expresión abochornada de Rachel.

—Sí, acabo de descubrirlo.

Rachel miró a Quinn, que estaba torciendo el gesto, claramente confundida.

—Hice una cosa mal.

Asintió.

—Me estoy dando cuenta. ¿Qué pasó?

—Le dije a Santana que tú y yo habíamos comido con Lindsay y Brittany y que estaban coqueteando la una con la otra.

Su novia retrocedió igual que había hecho Brittany. De hecho me di cuenta de que las dos tenían muchos gestos similares. Pasaban demasiado tiempo juntas.

—Nunca comimos con ellos. Pasamos dos segundos por el club.

—Vale, este juego ya no tiene gracia —solté, olvidando que se lo estaba soltando a una convaleciente—. ¿Por qué me mentiste?

Los ojos de Rachel estaban llenos de pena. Podía salvarse del asesinato de bonita que era.

—Brittany me contó que como ponerse delante no estaba funcionando, se le había ocurrido el estúpido plan de retirarse y hacer que la echaras tanto de menos que volvieras con ella. Le dije que eras demasiado terca para caer por eso.

De hecho, había estado echándola de menos. La rubia sexy me conocía demasiado bien.

—Mmm —respondí sin comprometerme.

—Estabas siendo muy cabezota, Santana. Pensé que si provocaba tus celos te asustarías y saldrías corriendo detrás de ella. —Tenía la cara pálida al mirar a los ojos de Quinn—. Me salió el tiro por la culata.

—Ya lo veo —murmuró ella, tratando de no sonreír.

¡No tenía gracia!

—Tienes suerte de que acabas de salir del quirófano.

Rachel hizo un gesto de dolor.

—Lo siento, Santana. —Entonces la esperanza asomó en su mirada—. Quería decírtelo antes de la cirugía, pero estaba tan asustada ese día que me olvidé. Pero ahora sabes la verdad. Puedes dejar de resistirte e ir a recuperarla.

Era mi turno de suspirar.

—Ahora está molesta conmigo.

— ¿Por no confiar en ella?

—Algo así —murmuré, preguntándome qué demonios iba a hacer a continuación.

— ¿Me has perdonado? —preguntó Rachel con calma.

Puse los ojos en blanco ante la pregunta.

—Por supuesto. Pero... deja el negocio de celestina. Eres penosa. —Les dediqué un tímido y triste saludo con la mano y salí de la habitación, cerrando la puerta en silencio tras ellas.
Me senté ante mi máquina de escribir, mirando la última página, tratando de entender qué significaba eso para mí ahora. La doctora Sylvester dijo que lamentaría no ser sincera con Brittany. Y la verdad era que todas las cosas que me preocupaban al respecto —no ser lo bastante buena, que Brittany fuera tan intensa, qué podía ocurrirnos en el futuro — parecían calderilla después de tener un pequeño anticipo de lo que sería sentir que pensaba que ya no me quería.

Debería hablar con ella.

De todos modos, iba a ir a Milán para afrontar la muerte de mi familia.

Pero debería hablar con ella.

Espera un minuto. Me volví en mi silla para mirar el estante donde había estado mi billete de avión. No estaba allí. Y ahora que lo pensaba, no había visto a Brittany dejándolo otra vez.

Oh, Dios mío, ¡me había robado el billete!

Mi ira alimentó mi híper energía. ¡Intensa! ¿Brittany intensa? ¡Era una rubia caprichosa y mandona! Me calcé las botas, me puse el abrigo, abotonándomelo mal y luego gritando entre dientes de exasperación. Cogí las llaves y el monedero e intenté armarme con un poco de calma cuando le dije a Quinn y Rachel que iba a salir. Ellas me saludaron y yo salí dando un portazo, con la mano ya estirada para pedir un taxi.

No podía pensar.

No podía respirar.

O sea, era el colmo.

Robarme el billete de avión.

Era una retrógrada.

Prácticamente le eché el importe de la carrera al taxista y bajé de un salto, corriendo velozmente hasta la entrada de su apartamento. Sabía que me enfocaba la cámara, así que levanté la mirada, medio esperando que no me dejara entrar.

Me dejó entrar.

Fue el trayecto en ascensor más largo de mi vida.

Al bajar me encontré a Brittany de pie en su puerta, con aspecto despreocupado y natural, con una camiseta y shorts y pies descalzos. Se echó rápidamente atrás para sostener la puerta abierta para mí cuando yo pasé echa una furia a su lado.

Me volví, casi perdiendo el equilibrio por la inercia de mi ira.

La rubia me estaba sonriendo al cerrar la puerta y caminó hacia mí en la sala de estar.

—No tiene gracia —solté, probablemente reaccionando en exceso... pero estaba tratando con un conjunto de emociones que ella me había hecho pasar en las últimas semanas.

Vale, quizá la mitad me las había ganado sola, pero también estaba enfadada conmigo misma. De todos modos, no podía discutir conmigo, así que lo iba a pagar ella.

La sonrisa desapareció del rostro de Brittany y apareció el ceño.

—Ya sé que no tiene ninguna gracia. Créeme.

Estiré la mano.

—Devuélveme el billete, Brittany. No estoy de broma.

Asintió y sacó el billete del bolsillo de atrás.

— ¿Este billete?

—Sí. Dámelo.

Entonces encendió mi furia volcánica.

Brittany rompió mi billete y dejó que los trocitos cayeran al suelo.

— ¿Qué billete?

A pesar de la idea que estaba alojada en la parte de atrás de mi cerebro de que podía volver a imprimirlo... perdí los estribos.

Con un gruñido animal del que ni siquiera me creía capaz, lancé mi cuerpo contra el suyo, arremetiendo con las manos por delante y empujándola con fuerza suficiente para hacerla trastabillar. De repente, estaba todo en mis tripas: los últimos seis meses de agitación emocional, los cambios drásticos que había traído a mi vida, la incertidumbre, los celos, el sufrimiento.

—Te odio —grité. Las palabras salieron de mi boca con voluntad propia. Me aparté de ella—. Estaba bien hasta que llegaste.

Empezaron a picarme los ojos cuando miré su rostro pétreo.

— ¿Por qué? —Se me quebró la voz y empezaron a resbalar lágrimas por mis mejillas—. Estaba bien. Estaba bien y a salvo. Estoy rota, Brittany. Deja de tratar de arreglarme y déjame estar rota.

Ella negó con la cabeza lentamente, también con los ojos brillantes, y yo me quedé petrificada cuando vino hacia mí.

Cerré los ojos al notar su contacto, sus manos envolviéndome, los brazos atrayéndome hacia ella.

—Tú no estás rota.

Abrí los párpados y miré su bello rostro, su hermoso y angustiado rostro.

—Sí lo estoy.

Esta vez me dio un enfadado zarandeo.

—No, no lo estás.

Inclinó su cara hacia la mía y me encontré atrapada en sus ojos celestes, hipnotizada por el brillo de vetas plateadas en ellos.

—Santana, no estás rota, amor —susurró con voz ronca, con un ruego en la mirada—. Tienes unas pocas grietas, pero todos las tenemos.

Vertí más lágrimas y mi boca tembló cuando susurré:

—No te odio.

Nuestras miradas se encontraron: tanta emoción, tanta incertidumbre, tanto de todo se había construido a nuestro alrededor en esa tensión gruesa. El aire se notaba cargado, desesperado. La expresión de Brittany había cambiado, sus ojos quemaban al bajar a mi boca.

No sé quién de las dos hizo el primer movimiento, pero segundos después mis labios estaban aplastados bajo los suyos y su mano estaba tirando casi dolorosamente de mi pelo al sacarme un clip para dejar que mi melena cayera en torno a mis hombros. Y al instante sentí su lengua deslizándose en la mía, y pude saborearla, olerla, percibir su fuerza a mí alrededor.

La echaba de menos.

Echaba de menos la asombrosa sensación de hacerle reír.

Pero todavía estaba enfadada, y en el beso doloroso del que no iba a apartarme, sentí lo enfadada que estaba Brittany también. Eso no nos detuvo. Interrumpimos el beso durante dos segundos para que Brittany pudiera soltar los botones de mi abrigo y quitármelo. Yo tiré del borde de su camiseta y se la quité frenéticamente antes de que mis manos volvieran a perderse en sus pechos y en su vientre plano.

Me abalancé para darle otro beso, pero Brittany no había terminado de quitarme la ropa. Con impaciencia me eché atrás para ayudarle a que me quitara el suéter, pero no iba a esperar mucho más después de eso.

Mis manos en su nuca la obligaron a bajar la cabeza y la besé por todos los días que no la había besado. Era un nudo desesperado y sensual de lenguas y aliento caliente, con mi sexo pulsando inmediatamente después de la fuerza húmeda de ese único beso.

Así que en medio del beso, apenas reparé en que Brittany me arrastraba sin demasiada delicadeza contra una pared, separando su boca de la mía al trazar un reguero de besos por mi cuello, cogiéndome con sus brazos por debajo de mis muslos para envolverse la cadera con mis piernas. Mi cuerpo subió por la pared, sintiendo su excitación a pesar de la ropa que aún llevábamos.

—Joder —murmuró Brittany con voz caliente, hundiendo su boca en la curva de mis pechos.
Me sostuvo con una mano en mi trasero mientras me bajaba el sujetador con la otra, dejando que el aire frío susurrara en mi pezón. Este se endureció con el beso de Brittany y yo jadeé por el relámpago de placer que estalló entre mis piernas cuando ella lo introdujo en su boca. Arqueé las caderas, frotándome contra el cuerpo de Brittany.

—No puedo esperar —jadeé, agarrándome a sus hombros.

Como para comprobarlo, Brittany desabotonó mis vaqueros y deslizó una mano por debajo de mis bragas.

Gimoteé, presionando contra sus dedos, que se hundían en mi interior.

—Joder. —Su cabeza cayó contra mi pecho al deslizarse dentro y fuera—. Tan mojada y tan cerrada, nena. Siempre.

—Ahora —gruñí, clavando mis uñas en su piel—, Brittany.

Y entonces nos estábamos moviendo, yo sujetándome en ella cuando ella se volvió conmigo en brazos y nos tumbó en el sofá; sus manos rápidas al echarse atrás y bajarme los pantalones. Me desabroché el sujetador mientras ella volvía a mis bragas, al tiempo que yo hacía un pequeño movimiento con el pie para desembarazarme de ellas. Jadeando con anticipación, con la piel ardiendo, caí de espaldas, separando las piernas para ella.

—Brittany, ahora.

Se había detenido, paralizada, mientras me miraba desnuda, con mi pecho subiendo y bajando con respiraciones cortas y excitadas, mi pelo extendido alrededor de todo mi cuerpo. Observé que su expresión cambiaba, no menos excitada, pero más suave de algún modo. Presionó una mano en mi vientre, temblando, y descendió suavemente por mi estómago, entre mis pechos, a mi vientre. Empezó a repartir besos lentos y tortuosos por mis muslos y luego en mi entrepierna, estimulando y excitándome aún más.

—Pídelo —susurró con brusquedad cuando interrumpió brevemente su labor.

—Quiero que me hagas tuya. — respondí temblorosamente mientras tomé suavemente su rostro para atraerla a mí y besarla apasionadamente. Me miró sorprendida y con amor
—. Por favor.

Con el gemido que tanto había echado de menos, Brittany se quitó el short que llevaba dejándola casi expuesta para mí y empezó a acariciarme con ardor, pasión y amor a la vez que lenta y deliberadamente bajaba una de sus manos a mi entrepierna. Al sentir el más ligero roce de ella me puse aun más mojada, sentía que desfallecería pero de alguna manera dejé de acariciar sus pechos para tomar su mano al tiempo que ella introducía lentamente un par de dedos dentro de mí, sin dejar de acariciarme con su mano libre y besarme desenfrenadamente. Le susurré en el oído lo hermosa e importante que era para mí e instándola a ir más deprisa.

Y ella lo hizo encantada.

—Más fuerte —gemí—. Más fuerte, Brittany, más fuerte.

Pedirle que me hiciera suya más fuerte nunca fallaba para espolear a Brittany. Me besó y continúo haciéndome el amor. El placer se enrolló con tanta fuerza en mi cuerpo cuando me dijo quedamente que me amaba con locura que eché la cabeza atrás para gritar, y mis gritos fueron subiendo de volumen a medida que ella continuaba amándome.

Las sensaciones y los sentimientos que me provocaba, la visión de ella terriblemente excitada frente a mí, los sonidos de nuestros jadeos y gemidos de excitación y el húmedo sonido primigenio del sexo, todo ello me empujó hacia la satisfacción, y deprisa. Estallé, gritando su nombre al correrme. Me corrí con tanta fuerza, que provoqué su propio orgasmo.

Su cuerpo se tensó, recorrido por el placer, y siguió moviéndose acompasadamente, prolongando nuestros dos orgasmos.

El mejor sexo de mi vida.

Brittany se derrumbó encima de mí. Yo froté las manos en su trasero con dulzura antes de deslizarlas en su espalda para acercarla.

Ella giró la cabeza para plantarme un beso familiar en el cuello.

— ¿Todavía estás enfadada conmigo? —murmuró.

Suspiré.

—Iba a ir a casa para hacer lo que debería haber hecho ocho años antes. Iba a ir a casa para despedirme de mi familia.

Brittany se quedó quieta y luego se echó atrás para mirarme a la cara, con los ojos cargados de remordimiento.

—Dios, lo siento, amor. Por el billete.

Me mordí el labio.

—Puedo volver a imprimirlo. Y... estaba pensando en quedarme en Milán permanentemente después de que Rachel se recupere.

El remordimiento se volatilizó en un abrir y cerrar de ojos.

—Por encima de mi cadáver.

—Sí, pensaba que dirías eso.

Frunció el ceño.

—Todavía tenemos que hablar.
—Ya lo sé. —Sonreí, desconcertada.

—Bueno, al menos déjame decirte que te amo como a nadie en mi vida antes de que me digas que estás intentando dejarme.

Me incliné sobre ella y le besé los labios.

—Todavía no sé si es eso lo que estoy haciendo.

Acostumbrada a que nada fuera sencillo conmigo, Brittany soltó aire lentamente y me besó en la frente y se incorporó ofreciéndome la mano. Decidiendo confiar en ella, dejé que me pusiera de pie, y subí por la escalera detrás de ella hasta su habitación.

Ella señaló con la cabeza a la cama.

—Métete dentro.

Como estaba desnuda y saciada y sin ganas de discutir, me metí en la cama y me tumbé de costado. Observé con placer cómo Brittany se desnudaba por completo y se metía bajo las sábanas a mi lado. Inmediatamente me acomodé en su costado, con la cabeza en su pecho caliente.

—Entonces ¿qué estás haciendo?

Menuda pregunta. ¿Y por dónde empezar?

—Tenía una familia muy buena, Brittany —le dije en voz baja, con un dolor que había ocultado demasiado tiempo enrollado en cada palabra.

Brittany lo oyó y me agarró el brazo.

—Mi madre era huérfana. Creció en casas de acogida y luego se trasladó a Italia, concretamente a Milán con un visado de trabajo. Estaba trabajando en la biblioteca del campus cuando conoció a mi padre. Se enamoraron, se casaron y durante un tiempo vivieron felices. Mis padres no eran como los padres de mis amigas. Yo tenía catorce años y ellos todavía estaban escapándose, besuqueándose cuando creían que no podía verlos. Estaban locos el uno por el otro. —Sentí que se me cerraba la garganta, pero traté de continuar—. Estaban locos por mí y por Andrés. Mi madre era sobreprotectora y un poco autoritaria, porque no quería que nos sintiéramos tan solos como se había sentido ella al crecer. —Sonreí—. Yo pensaba que era la mejor de todas las demás madres porque, bueno, tenía un acento extrnajero, y era bastante seca, pero de una manera divertida que asombraba a algunas de las amas de casa que vivían en nuestro ciudad.

—Suena como alguien que conozco —murmuró Brittany, con diversión en la voz.

Sonreí al pensar que podría ser un poco como mi madre.

— ¿Sí? Bueno, era asombrosa. Y mi padre era igual de genial. Era el padre que te preguntaba cada día para ver qué pasaba. Incluso al hacerme mayor y convertirme por completo en esa nueva criatura llamada chica adolescente, seguía siempre allí. —Sentí que me caía una lágrima—. Éramos felices —susurré, logrando apenas pronunciar las palabras.

Sentí el beso de Brittany en mi pelo, con su agarre en mi brazo tan fuerte que casi dolía.

—Santana, lo siento mucho.

—Hay que joderse, ¿verdad? —Me limpié rápidamente las lágrimas—. Un día estaba sentada en clase y la policía vino a decirme que mi padre había chocado de frente con un camión para esquivar a un motociclista que había caído de su moto. Muertos. Mamá. Papá. Andrés. Perdí a mis padres y perdí a un niño pequeño al que no había tenido oportunidad de conocer. Aunque lo conocía lo suficiente para saber que lo adoraba. Sabía que lloraría si no podía ver a su osito de peluche favorito, su pequeño oso raído con una cinta azul en torno al cuello que era mío y todavía olía como yo.
Se llamaba Ted. Original, ya sé. Sé que tenía un gusto sofisticado en música porque lo único que tenías que hacer para que dejara de llorar era poner MMMBop de Hanson. —Reí con tristeza al recordarlo—. Sabía que cuando estaba pasando un mal día, lo único que tenía que hacer era cogerlo en brazos, apretarlo cerca, oler su piel y sentir su pequeño calor contra mí para saber que todo estaba bien.

»Descarrilé cuando los perdí. Mi primera casa de acogida estaba llena de otros niños, así que mis padres de acogida apenas se fijaron en que estaba viva, y eso ya me iba bien, porque significaba que podía hacer lo que quería.

La única cosa que entumecía todo era hacer cosas estúpidas que me hacían sentirme como una mierda conmigo misma.

Perdí la virginidad demasiado joven, bebía demasiado.

Luego, después de que muriera Alice, paré. Me cambiaron a otra casa de acogida en el otro lado de la ciudad. No tenían mucho, pero había menos niños allí y una niña en particular que era muy preciosa. Pero quería una hermana mayor... — Respiré hondo, sintiendo que la culpa me inundaba otra vez

—. Yo no quería ser nada para nadie. Ella necesitaba a alguien, y yo no se lo concedí. Ni siquiera sé lo que le ocurrió después de que me fui. —Negué con la cabeza y suspiré, apesadumbrada—. Cuando estuve allí, fui a alguna fiesta a lo largo de los años, no muchas. Siempre terminaba con algún chico o chica a los que no conocía ni me importaba. —Solté un suspiro pesado—. La verdad es que salía el mismo día todos los años. A una fiesta, a un bar. No importaba siempre que me ayudara a olvidar.

He pasado ocho años enterrando a mi familia, simulando que nunca había existido, porque sí, como dijiste, era más fácil simular que nunca los había tenido que afrontar lo mucho que me dolía haberlos perdido. Me doy cuenta ahora de lo injusta que fui con ellos. Con su recuerdo. —Apreté la mandíbula para contener las lágrimas, pero se derramaron de todos modos, goteando en el pecho de Brittany—. La noche que salía era la del aniversario de su muerte. Pero dejé de hacerlo a los dieciocho. Salí esa noche y fui a una fiesta, pero no puedo recordar nada de lo que ocurrió después de que llegué. Me desperté al día siguiente y estaba desnuda en la cama con dos chicos a los que no conocía.

Brittany maldijo entre dientes.

—Santana.

Ahora estaba molesta y lo sabía.

—Créeme, he estado allí. Estaba furiosa conmigo, me sentía violada, asustada. Podría haberme ocurrido cualquier cosa. Y sexualmente...

—No.

Me detuve porque su tono daba miedo.

—Me revisé y esos chicos no me habían pasado nada, gracias a Dios. Pero nunca volví a acostarme con nadie… Hasta que lo hice contigo.

Otro apretón fuerte por eso.

—Puede que no pare nunca de tener miedo al mañana, Brittany —reconocí con calma—. Me asusta el futuro y lo que podría sacar de mí. Y en ocasiones me vuelvo loca, y en ocasiones mis locuras hacen daño a la gente que tengo más cerca.

—Eso lo entiendo. Puedo afrontarlo. Has de confiar en mí.

—Pensaba que eras tú la que tenía problemas con la confianza —gruñí.

—Confío en ti, cariño. No te ves de la forma en que yo te veo.

Tracé una pequeña ese “S” en su pecho.

—Yo confío en ti. No esperaba que Rachel me mintiera, y por eso la creí a pie juntillas. Lo siento.

Brittany dejó escapar el aire.

—Te amo, Santana. Estas últimas semanas han sido una pesadilla por más de una razón.
Pensé en la rubia de piernas largas que me había hecho pasar un infierno.

— ¿Y qué pasa con Lindsay?

—Juro que nunca me acosté con ella.

— ¿Ocurrió algo?

Su pecho se puso frío debajo de mí.

— ¿Brittany?

Suspiró pesadamente.

—Ayer ella me besó. Yo no le devolví el beso. La aparté y le hablé de ti.

Me quedé un momento en silencio y entonces repliqué con determinación.

—Debes de despedirla.

Brittany resopló.

— ¿Vas a reconocer finalmente que me quieres?

—No puedo prometer que será fácil, Brittany. Probablemente siempre seré un poco irracional respecto al futuro. Me preocuparé mucho.

—Te he dicho que puedo manejarlo, mi amor.

— ¿Por qué?

—Porque... —Suspiró—. Me haces reír, me retas, me excitas como nadie más puede hacerlo. Siento que me estoy perdiendo algo realmente importante cuando te vas. Tan importante que no me siento yo misma. Nunca había sentido que alguien era mío antes. Pero eres mía, Santana. Lo he sabido desde el momento en que nos conocimos. Y yo soy tuya. No quiero ser de nadie más, nena.


Me incliné sobre un codo para poder mirarla a los ojos antes de plantarle un beso suave en los labios y caer sobre ella en el momento en que sus brazos me rodearon para aguantarme cerca y profundizar el beso. Cuando finalmente salí a buscar aire estaba jadeando un poco.

Toqué sus labios con un dedo, decidida a que un día disfrutaría de esa satisfacción sin preocuparme porque me la quitaran.

— ¿Crees que podrías venir a Milán conmigo? ¿A revisar las cosas de mis padres?

Sus ojos sonrieron, y no puedo explicar lo que significó para mí poder hacerla feliz.

—Por supuesto. Iremos cuando quieras. Pero volveremos.

Asentí.

—Solo iba a mudarme a Milán porque pensaba que tú te habías mudado con Lindsay.
Brittany protestó.

—Muy bonito.

—Vas a despedirla, ¿verdad?

Entornó los ojos.

— ¿Quieres que la despida sin más?

—Si te dijera que Puck me besó anoche me harías renunciar al trabajo.

—Entendido. Le encontraré empleo en otro sitio.

—En otro sitio en el que tú rubia sexy no trabajes.

—Rayos, qué mandona me resultaste morena hermosa.

—Eh, ¿no recuerdas cómo te echaste encima de mí en un escritorio después de que Puck me besara?

—Otra vez, entendido.

Enterré la cabeza en su pecho.

—Pensaba que lo había fastidiado todo de verdad.

Me apretó la nuca.

—Las dos lo hicimos. Pero ya es pasado. De ahora en adelante estoy completamente a cargo. Creo que tendremos mucho menos drama y desde luego ninguna ruptura más, si yo controlo esto.

Le di un leve golpecito en el estómago.

—Lo que necesites decirte a ti misma para pasar el día, rubia irresistible.

—Todavía no lo has dicho, ¿sabes?

Volví la cabeza y le sonreí.

Respiré hondo.

—No te quiero Brittany Pierce, porque……….yo te amo como no te imaginas.

Su sonrisa hizo que se me hinchara el pecho.

—Dilo otra vez.

Reí.

—Te amo rubia sexy.

Se sentó rápidamente y luego bajó de la cama, atrayéndome hacia ella. Me empujó hacia el baño en la suite.

— ¿Vas a decírmelo otra vez mientras te hago mía en la ducha?

—Todo este asunto de tomar el control me pone.

—Te va a poner más, San.

Me dio una leve nalgada y di un gritito, con su risa y la mía llenando el cuarto de baño al meternos juntas en la ducha.

Hola……..buenas     noches a todas/os…….gracias a Dios que llegó el fin de semana     jejejeje…….siquiera hoy sábado     dormiré todo lo que no pude en esta semana recargada por exámenes de la Universidad y cuestiones relativas a la representación estudiantil que ejerzo momentáneamente en mi curso (en este momento parezco un zombie           jejejeje)…….en fin, centrándonos en la historia, debo reiterar como en el anterior capítulo que este fic prácticamente esta casi a nada de concluir…………..…Dios, siento       tanta nostalgia…………..pero tranquilas, que continuaré con la adaptación de la segunda parte de la obra original.

Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo

Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.

NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.

Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.

Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.






—Bueno, ¿estás segura de que vas a estar bien?

Rachel cruzó los brazos sobre el pecho y soltó aire entre los labios.

—Si me preguntas eso otra vez, no te molestes en volver.

Le lancé a Brittany una mirada y ella negó ligeramente con la cabeza.

—A mí no me mires. Rachel no tenía esa actitud hasta que te mudaste con ella.

Eso era justo.

Rachel sonrió ante mi falsa expresión de herida y levantó las manos.

—Chicas, vamos. Ha pasado un mes. Estoy bien. Quinn prácticamente está viviendo aquí y tienen que coger un avión.

Brittany besó a su hermana en la mejilla antes de volverse para abrir la puerta con nuestra maleta en la mano. Al final, había sido buena idea que Brittany rompiera mi billete, porque invitarla a venir a Milán conmigo significó reordenar su agenda y cambiar las fechas de vuelo. Y bueno, para ser sincera, ambas queríamos asegurarnos de que Rachel volvía a estar en pie antes de marcharnos.

Después de un mes de que la cuidaran como una madre Quinn, Brittany y su madre real, probablemente Rachel estaba contenta de librarse de nosotras. Todavía estaba tratando de recuperar sus niveles de energía, y continuaba exhausta y muy agitada por la experiencia.

Yo le había aconsejado que fuera a ver a la doctora Sylvester y Rachel tenía su primera visita al cabo de unos días. Con un poco de suerte, la buena doctora la ayudaría. Me preguntaba si la buena doctora me ayudaría a mí.

Estaba sintiendo un poco de angustia de separación.

—Santana, el taxi está esperando. —Rachel empezó a empujarme hacia la puerta.

—Bien —murmuré—. Pero si te pasa algo mientras no estoy, te mataré.

—Entendido.

—Dile a Quinn que lo mismo va por ella.

—Le avisaré. Ahora vete y ocúpate de esto, que es muy importante. —Me abrazó con fuerza—. Ojalá pudiera ir contigo.

Le di un apretón en el brazo y me aparté.

—Estaré bien. Tengo una rubia sexy de negocios mandona cubriéndome las espaldas.

—Lo he oído —dijo Brittany desde el otro lado de la puerta.

Maldición. Pensaba que ya estaba en el taxi.

—Será mejor que vaya antes de que terminé tomando ese vuelo sola.

—Llámame cuando aterrices.

—Lo haré.

Nos dijimos adiós y dejé que Brittany me metiera en el taxi. Había sido un mes largo, nos habíamos preocupado por Rachel y seguíamos preocupándonos, pero un montón de sexo improvisado con Brittany desde luego nos había quitado un peso de encima.

Todavía estábamos readaptándonos después de todo el lío de la ruptura, pero ese nuevo «nosotras» era caliente.

Ah, y en ese nuevo nosotras no entraba Lindsay. Brittany la «despidió» y le consiguió un trabajo en un club que no era de su propiedad. Creo que podría haber conseguido otro trabajo sola, porque era irritantemente hermosa, pero Brittany se sentía culpable.

Técnicamente, su gerente se le había echado encima, con lo cual no tenía nada por lo que sentirse culpable, pero Brittany no estaba a gusto con la idea de que su gerente hubiera intentado de alguna forma aprovecharse de ella. Eso no encajaba en su «mundo cavernícola».

Yo por mi parte todavía me sentía culpable por el lío emocional en el que me había metido.

En un esfuerzo para compensarla, despejé una de las mesitas de noche y dos cajones de la cómoda para que los usara nuevamente Brittany.

Todavía no podía sacarme de la cabeza la imagen de su sonrisa cuando le dije eso. Había saltado de la cama —en medio de una sesión de besos, podría añadir— para vaciar su bolsa y meter su ropa en los cajones.

Era como una niña nerviosa en una mañana de Navidad.

Brittany tenía que estar por encima de mí y me dio una llave de su apartamento al día siguiente. Yo le habría dado una llave del nuestro, pero ya tenía una.

Estuve bastante callada de camino al aeropuerto y bastante callada cuando llegamos allí. Ya tenía la cabeza en Milán, con mi familia. Íbamos a volar hacia el lugar que me traía dolorosos recuerdos y a hospedarnos en el hotel Hilton.

El almacén donde los abogados habían puesto todas las pertenencias de la familia hasta que yo las heredara estaba en la ciudad. En lugar de vaciarlo, yo continué pagando el alquiler para dejar las cosas allí. Una vez que lo ordenara todo y decidiera qué hacer con ello, Brittany y yo nos dirigiríamos a la zona residencial donde había crecido, la zona sur de Milán (Milano Sud). Estaba a poco más de una hora de la ciudad y el viaje en coche sería una experiencia para ambas, porque ninguna de las dos había conducido en mucho tiempo. Y Brittany nunca había conducido por la derecha.

Medité sobre esto mientras Brittany se ocupaba de la facturación y pasaba delante de mí el control de seguridad.

—Sé que tienes muchas cosas en la cabeza —dijo al tomar asiento junto a la puerta de embarque—, pero si empiezas a asustarte, avísame.

—Vale. —Asentí.

— ¿Prometido?

Me senté a su lado, plantando un beso suave en sus labios al hacerlo.

—Prometido.

Permanecimos un momento calladas, en un silencio agradable.

Y entonces...

— ¿Te apetece hacerlo en el avión?

La miré entornando los ojos, y ella me ofreció esa sonrisa lenta y sexy que me había conquistado.

—Sería divertido —añadió.

Negué con la cabeza, sonriendo a mi pesar.

—Brittany... contigo siempre es divertido.

—Hum. —Hundió su cabeza hacia la mía y susurró en mis labios antes de darme un beso desgarrador—: Buena respuesta.

Milán, Italia
Tres días después

—Oh, Brittany, no pares —rogué, aferrándome a las sábanas.

Brittany me acarició suavemente un pecho antes de pellizcarme el pezón entre el índice y el pulgar. Lo hizo al mismo tiempo que se acercaba aún más y me besaba con pasión, deseo…..y sobre todo con amor. Jadeé más todavía.

Me había despertado esa mañana tumbada de costado y sintiendo su cabeza en mi espalda, su brazo en mi cintura y sus dedos jugando traviesamente en mi entrepierna.

—Ven conmigo, nena —me exigió sin aliento, con movimientos más rápidos—. Ven conmigo. —Deslizó la mano por mi camisón, entre mis piernas, recorriendo mi sexo con un dedo para describir círculos en mi clítoris.

Oh... Dios.

Eché la cabeza atrás, gritando su nombre al estremecerme y correrme en torno a sus dedos.

Brittany deslizo sus dedos con fervor y pasión en mí una última vez, enterrando su grito en mi cuello cuando su cuerpo se estremeció contra mí al alcanzar el orgasmo.

—Buenos días.

Su boca sonrió contra mi piel.

—Buenos días.

—Si me despiertas así al menos una vez por semana, seré una chica muy feliz.

—Es bueno saberlo.

Me acariciaba y abrazaba con suavidad y yo me volví hacia ella, levantando la mano para cogerle la mejilla y poder darle un beso apasionado.

Cuando Brittany se echó atrás, estaba torciendo el gesto.

—No hay más retrasos. Hoy hacemos esto.

Tragué saliva, pero asentí. Habíamos llegado a Milano Sud dos días y medio antes y no habíamos podido salir de la habitación de hotel porque yo insistía en tener sexo constantemente con mi novia.

La situación le resultaba difícil a Brittany, porque realmente no le importaba el sexo constante, pero le preocupaba que no dejara de posponer lo que habíamos venido a hacer.
Obviamente, había llegado mi hora.

El almacén estaba a solo veinte minutos del hotel, en una calle no muy alejada de Vía Ascanio Sforza. Vi a Brittany examinando la ciudad cuando cogimos un taxi — alquilaríamos un coche para el paseo por la zona residencial donde crecí, pero eso lo haríamos después— hacia el almacén, pero la verdad era que no estaba de humor para recordar el lugar en el que había crecido. Ya iba a tener suficiente de eso, y estaba bastante asustada para ser sincera conmigo misma.

El tipo del almacén era amable. Le di mi documento de identidad y le dije el número de almacén, y él nos condujo por lo que parecían garajes de coche normales con puertas de color rojo brillante. Paró delante de una de ellas abruptamente.

—Aquí lo tienes. —Sonrió y nos dejó.

Brittany me frotó el hombro, percibiendo mi vacilación.

—Puedes hacer esto.

Puedo hacer esto. Marqué el código en el teclado contiguo a la puerta de metal y esta empezó a levantarse.

Cuando la puerta finalmente desapareció en el techo, dejé que mis ojos asimilaran la visión que tenía delante. Había cajas y cajas de cosas. Maletas. Un joyero. Temblando, di un paso al interior y traté de calmar mi corazón antes de que este me propulsara a un ataque de pánico.

Sentí la mano amorosa de Brittany deslizándose en la mía y apretando.

—Respira, mi amor. Solo respira.

Le sonreí; una sonrisa un poco temblorosa.

Decididamente podía hacerlo.

Hola    ……….buenas noches     a todas/os……….ahhh,     al fin llegamos al epílogo de la historia………esto me provoca tanta       nostalgia y recuerdos de cuando me debatía     internamente y decidía si publicaba esta adaptación……creo que en aquel momento lo que más me decidió a publicar esta historia fue     mi gusto por el contenido de la historia………muchas veces desearíamos que las cosas fueran fáciles y sin dolor alguno tanto en la vida real como en las historias (fic’s), pero no siempre es fácil no?......creo que la vida nos pone por delante dificultades, retos y tantas otras cosas que aún nos faltan por vivir, si no lo hiciéramos no podríamos hallar ese factor que nos mueve día a día a seguir adelante.


Ahhh, la vida es tan     misteriosa e impredecible………..en cuanto a la historia, habré de decir que     no se preocupen: tiene una segunda parte así que aún tenemos más detalles de la vida de San y Britt (*títulos de algunos capítulos de la segunda parte por ejemplo:     la proposición, la boda, luna de miel parte I y II,         etc.)…..pero para adaptar esta segunda parte me llevará algunos días (considero que ya la siguiente semana empezaríamos a leer estos capítulos……¿por       qué?.......antes debo terminar un par de exámenes importantes en la Universidad)……..muy al margen de esta situación el día viernes publicaré el relato adicional de la historia referido a Navidad (es un muy     buen relato……..créanme, me darán la razón cuando lo lean).


Por ahora me voy a     descansar, ya que me lastimé el pie izquierdo y debo tomar medicación (no vaya a ser que escriba alguna incoherencia en ese estado       jejejeje)


Sin más que decir por el momento……….no las aburro más, disfruten del capítulo



Me encantará recibir sus críticas, comentarios, sugerencias, etc.………….así que a escribir.


NOTA DE ACLARACIÓN PERMANENTE E IMPORTANTE.- La presente historia no me pertenece…………puesto que se basa en la obra “Calle Dublín” de Samantha Young, y en la traducción de dicho libro realizado por Javier Guerrero (versiones que pueden hallarse en Internet), comunidad virtual Bookzinga.


Aclaro que si bien en la obra, la historia los lugares principales que se señalan son Escocia y EE.UU, tomando en cuenta las características y el contexto en el que se desarrolla Glee mantuve EE.UU (concretamente Nueva York) e Italia como lugar de inicio de historia (¿algo loco no?........se han imaginado a Naya/Santana con esos aires tan característicos de los italianos………yo ya lo hice jejejeje). Sobre el resto de los personajes, considerando las características de algunos de la obra original y en correlación con los de Glee puse a quienes se ajustaban a estas personalidades.


Ahora……….solo queda esperar sus opiniones.

Nueva York, en la Quinta Avenida
Dos años después


Al oír que alguien se aclaraba la garganta levanté la mirada al espejo y vi a Brittany apoyada en la puerta entreabierta de nuestra habitación. Me volví y puse los brazos en la cintura.


— ¿Qué estás haciendo? Se supone que no deberías estar aquí.


Brittany me sonrió con delicadeza, devorándome con los ojos, y la expresión en sus ojos azules me puso muy sentimental.


Condenada rubia sexy…….mi rubia sexy.


—Estás preciosa, Santana.


Bajé la mirada al vestido y suspiré.


—No puedo creer que me convencieras de esto.


—Puedo ser muy persuasiva cuando me lo propongo. — Me estaba sonriendo con arrogancia.


—Persuasiva es una cosa. Esto... Esto es un milagro. — La miré con atención—. Espera, ¿has venido por eso? ¿Para asegurarte de que salgo de casa? —La idea me molestó. Mucho.


De hecho sentí que se me paraba el corazón.


Brittany hizo una mueca.


—No. Estoy convencida de que vas a salir por esa puerta.


—Entonces, ¿por qué estás aquí?


—Porque hace días que no te veo y te echaba de menos.


—Vas a verme dentro de media hora. ¿No podías esperar?


—Pero allí habrá más gente. —Dio un paso hacia mí, dedicándome esa mirada tan sexy y amorosa a la vez.


Oh, no. ¡No!


—Eso puede esperar. —Levanté una mano para mantenerla alejada—. Mira, tú me has metido en esto. No estaba segura de quererlo, pero tú has sido muy convincente, y me has hecho entrar de cabeza. Y quería que fuera perfecto, como en... bien hecho. Así que muévete mi querida rubia, que no faltaría a mi propia boda.


Estaba sonriendo de oreja a oreja al retroceder.


—Bueno, tú mandas.


Resoplé al oír eso.


—Te veré dentro de media hora —me dijo con la voz visiblemente emocionada.


— ¡Brittany! —Rachel se precipitó en la habitación con un vestido de seda color champán largo hasta los pies—. Me esfuerzo tanto por mantener vivas las tradiciones de las bodas en la familia…….y tu aquí, no sabes que da mala suerte ver a la novia antes de la boda. ¡Sal! —


La empujó por el pasillo hasta apartarla de mi vista.


—Te veo pronto, mi morena ardiente —gritó Brittany, riendo.


Negué con la cabeza, tratando de calmar los nervios y el vértigo que pugnaba con ellos al mirarme en el espejo de caballete. Estaba casi irreconocible en mi vestido de boda color marfil.


— ¿Preparada, Santana? —preguntó Rachel, sin aliento después de haber sacado a su hermana del apartamento.


Kitty apareció a su lado con una sonrisa provocadora, el mismo vestido color champán que llevaba Rachel y un anillo de boda de oro al lado del anillo de diamante de compromiso que le había regalado Artie. Llevaban ocho meses casados.


—Sí, ¿estás lista, Santana?


Estábamos de pie en el dormitorio principal que había sido la habitación de Rachel, pero que ahora era mía y de Brittany. En Milán había encontrado algunas cosas: joyas de mi madre, Ted (el oso de peluche favorito de Andrés), unos cuantos álbumes de fotos y una pintura que quería conservar. Todo lo demás lo regalamos o lo tiramos. Nos costó un par de días y un montón de pañuelos de papel, pero lo hicimos y después ambas salimos para visitar sus tumbas.


Eso fue duro y no pude contener el ataque de pánico, y durante un rato Brittany simplemente se sentó en la hierba conmigo conteniéndome mientras yo trataba de disculparme con mi madre, con mi padre y con mi hermanito Andrés por haber pasado ocho años tratando de no recordarlos.


Pasar por todo eso con Brittany consiguió unirnos aun más. Cuando volvimos a Nueva York, éramos prácticamente inseparables, y como Rachel y Quinn eran inseparables del todo, resultaba incómodo que las cuatro viviéramos juntas teniendo en cuenta que Rachel y Brittany eran hermanas.


Ninguna de ellas quería oír hablar de sexo.


Al final, Rachel se había mudado a la casa de Quinn unos meses después de la cirugía, y Brittany había puesto su apartamento en alquiler y se había instalado en la Quinta Avenida.


Un año después se había puesto de acuerdo con un taxista y me había propuesto matrimonio en un taxi, a las puertas de la Catedral de San Patricio, en reminiscencia de cómo y dónde nos conocimos. Y luego todo había ido muy deprisa hasta el presente.


Después de la boda viajaríamos a Hawái para la luna de miel y al volver lo haríamos a la Quinta Avenida como el feliz o muy dichoso matrimonio Pierce-López. Sentí un tirón en el pecho y respiré hondo.


Brittany había estado hablando de tener hijos últimamente.


Niños. Oh, Dios.


Miré mi manuscrito completo en el escritorio. Después de veinte cartas de rechazo había recibido una llamada de una agente literaria que quería leer el resto. Le había mandado por correo electrónico el manuscrito completo solo dos días antes.


Durante dos años ese manuscrito había sido como un niño para mí y había tenido muchos miedos respecto a publicar la historia de mis padres.


¿Hijos nuestros? Me dio un lapsus por la sorpresa cuando Brittany lo mencionó por primera vez, pero ella se había quedado allí sentada bebiendo su cerveza mientras yo perdía el control. Diez minutos después había vuelto a mirarme y me había dicho:


— ¿Has terminado?


Ya estaba acostumbrada a mis lapsus sorpresivos.


Lancé una mirada a la fotografía de mis padres que tenía en mi escritorio. Como Brittany y yo, mamá y papá habían sido apasionados. Discutían mucho, tenían sus problemas, pero siempre los superaban por la profundidad de sus sentimientos. Eran todo lo que no podían ser sin el otro.


Claro que podía haber momentos difíciles, pero la vida no era una película de Hollywood. Había que joderse. Luchabas, gritabas y de alguna manera trabajabas a brazo partido para llegar a salvo al otro lado.


Como Brittany y yo.


Asentí con la cabeza ante la pregunta de Rachel y Kitty.


En ocasiones las nubes no eran ligeras. En ocasiones las nubes se ponían oscuras y cargadas.


Era la vida.


Ocurría.


No quería decir que no diera miedo ni que ya no estuviera asustada, pero al menos sabía que mientras tuviera a Brittany a mi lado cuando esas nubes descargaran, estaría bien.


Nos mojaríamos juntas.


Sabía que Brittany tenía un buen paraguas para protegernos de lo peor.


El futuro era incierto, pero podía afrontarlo.


—Sí, estoy preparada.




FIN