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Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
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Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Capítulo 28
Me desperté al sentir el brazo de Brittany deslizándose sobre mi piel. En algún momento de la noche había acabado apoyando la cabeza sobre su pecho, y la lenta cadencia de su latido resonaba en mis oídos.
Sin decir una palabra, me besó en el pelo y me abrazó. No podía creer que aquello fuera verdad. Estaba allí, con Brittany, despertándonos juntos en mi cama. Y aquella misma mañana me entregaría un anillo…
—Podríamos despertarnos así cada mañana — murmuró.
—Me has leído la mente —dije yo con una risita.
Ella suspiró, satisfecho.
—¿Cómo te sientes, cariño?
—Me siento con ganas de darte un puñetazo por llamarme «cariño», sobre todo —dije, fingiendo que le daba un golpe en el estómago.
Sonriendo, trepó encima de mí y se apoyó sobre mi vientre.
—Muy bien, pues. ¿Querida mía? ¿Tesoro? ¿Amor mío?
—Cualquiera. Me da igual, mientras sea algo que me digas solo a mí —dije, paseando las manos por su pecho y sus brazos—. ¿Qué debería llamarte yo?
—Mi Real Esposa. Me temo que así lo exige la ley — contestó, recorriendo mi piel con sus manos hasta llegar a un punto delicado de mi cuello.
—¡Estate quieta! —dije yo, intentando apartarme.
Ella respondió con una sonrisa triunfal.
—¡Tienes cosquillas!
A pesar de mis protestas, empezó a recorrerme todo el cuerpo con los dedos, haciendo que me retorciera de la risa.
En el momento en que empecé a chillar, algo me hizo callar de golpe. Un guardia apareció corriendo por la puerta, con el arma en la mano.
Esta vez grité, tirando de la sábana para cubrirme. Estaba tan asustada que tardé un momento en darme cuenta de que los ojos del aguerrido guardián eran los de Danni. Me sentí como si la cara me ardiera de la humillación.
Danni parecía impresionada. Ni siquiera pudo articular una frase entera, mientras sus ojos iban de Brittany, vestida únicamente con ropa interior, a mí, que estaba envuelta en una sábana.
Una carcajada rompió de pronto la tensión.
Porque, pese a lo horrorizada que estaba yo, Brittany era la imagen de la tranquilidad. De hecho, parecía satisfecha de que le hubieran pillado. Se dirigió a Danni con un aire un tanto petulante:
—Le aseguro, Leger, que está perfectamente a salvo.
Danni se aclaró la garganta, incapaz de mirarnos a los ojos a ninguno de los dos.
—Por supuesto, alteza. —Hizo una reverencia y se marchó, cerrando la puerta tras ella.
Me dejé caer, ocultando el rostro en la almohada.
Aquello no lo superaría nunca. Debería haberle dicho a Danni lo que sentía cuando había tenido la oportunidad, en el avión.
Brittany se acercó a abrazarme.
—Que no te dé vergüenza. Tampoco estábamos desnudas. Y eso puede pasar en el futuro.
—Es de lo más humillante.
—¿Que te pillen en la cama conmigo? —Parecía dolida.
Erguí la espalda y le miré a los ojos.
—¡No! No es porque seas tú. Es que… No sé, se suponía que esto era privado —dije, agachando la cabeza y jugueteando nerviosamente con un extremo de la manta.
Brittany me acarició la mejilla con ternura.
—Lo siento. —Parecía sincera—. Sé que te va a costar, pero a partir de ahora todo el mundo nos observará. Los primeros años probablemente tengamos muchas interferencias. Todos los reyes y las reinas han tenido hijos únicos. Algunos por elección propia, seguro; pero con las dificultades que tuvo mi madre, querrán asegurarse hasta de que podemos tener descendencia.
Se calló. Sus ojos pasaron de fijarse en mi cara a un punto de la cama.
—Oye —dije yo, cogiéndole de las mejillas—. En mi casa somos cinco hermanos, ¿recuerdas? En ese aspecto estoy bien servida genéticamente.
Ella esbozó una sonrisa.
—Eso espero. En parte porque sí, se espera de nosotros que tengamos herederos. Pero también…porque lo quiero todo de ti, Santana. Quiero lasvacaciones y los cumpleaños, las temporadas de trabajo y los fines de semana de descanso. Quiero huellas de mermelada en mi escritorio. Quiero bromas privadas, discusiones, lo quiero todo. Quiero una vida a tu lado.
De pronto, los últimos minutos se borraron de mi mente. La sensación cálida que crecía en mi pecho iba apartando todo lo demás.
—Yo también lo quiero —le aseguré.
—¿Qué te parece si lo hacemos oficial dentro de unas horas? —dijo con una sonrisa.
Me encogí de hombros.
—Supongo que hoy no tengo otros planes.
Brittany me tiró de nuevo en la cama y me cubrió de besos. Yo le habría dejado besarme durante horas, pero ya era bastante que Danni nos hubiera visto. Si también me vieran mis doncellas, no podría evitar sus comentarios.
Ella se vistió y yo me puse una bata. Aquel momento tendría que haber resultado gracioso, al ser la primera vez. Pero lo único en que podía pensar, al ver a Brittany cubriéndose las cicatrices con la camisa, era en lo increíble que era aquello. ¡Lo que en otro tiempo no deseaba me estaba haciendo tan feliz!
Me dio un último beso antes de abrir la puerta y ponerse en marcha. Me costó más de lo que me imaginaba separarme de ella. Me dije que solo serían unas horas y que la espera valdría la pena.
Antes de cerrar la puerta, oí que susurraba:
—La señorita apreciaría que fuera discreto, soldado.
No hubo respuesta, pero me imaginé el gesto solemne de Danni asintiendo. Me quedé de pie tras la puerta cerrada, debatiéndome, preguntándome si debería decir algo. Pasaron los minutos, pero sabía que tenía que dar la cara ante Danni. No podía seguir adelante con todo lo que iba a pasar durante el día sin hablar antes con ella. Cogí aire y abrí la puerta, nerviosa. Ella estaba mirando al pasillo, escuchando unas voces. Por fin se giró y me miró con ojos acusatorios. Aquello me desmontó.
—Lo siento mucho —susurré.
Ella sacudió la cabeza.
—No es que no lo viera venir. Simplemente me ha sorprendido.
—Tenía que habértelo dicho —dije, poniendo el pie en el pasillo.
—No importa. Es solo que no puedo creer que te hayas acostado con ella.
Apoyé las manos en su pecho.
—No lo he hecho, Danni. Te lo juro.
Y entonces, en el peor momento posible, todo se estropeó.
Brittany salió de detrás de la esquina, con Kriss cogida de la mano y la mirada fija en mí, junto a Danni, mientras yo le insistía para que me creyera. Di un paso atrás, pero no lo suficientemente rápido. Danni se giró en dirección a Brittany, preparada para articular una excusa, pero aún demasiado aturdida como para hablar.
Kriss se quedó boquiabierta, y enseguida se llevó una mano a la boca. Miré a Brittany a los ojos y negué con la cabeza, intentando explicarle sin palabras que aquello era un malentendido.
Brittany apenas tardó un segundo en recobrar la compostura.
—Me he encontrado a Kriss en el pasillo y venía a explicaros mi elección a las dos antes de que aparecieran las cámaras, pero parece que tenemos otra cosa de la que hablar.
Miré a Kriss y al menos me consoló no ver una mirada triunfal en sus ojos. Al contrario, parecía triste por mí.
—Kriss, ¿te importaría volver a tu habitación? ¿Sin hacer ruido? —dijo Brittany.
Ella hizo una reverencia y desapareció por el pasillo, aliviada de librarse de aquello. Brittany respiró hondo y nos volvió a mirar.
—Lo sabía —dijo—. Me decía a mí misma que estaba loca, porque si fuera así me lo habrías dicho. Se suponía que tenías que ser honesta conmigo. —Levantó la mirada al techo—. No puedo creer que no me fiara de mi intuición. Desde la primera vez que os vi, lo supe. La forma en que le mirabas, lo distraída que estabas. Esa maldita pulsera que llevabas, la nota en la pared, todas esas veces que pensé que te tenía…, y de pronto te volvía a perder… Eras tú —dijo, girándose hacia Danni.
—Alteza, es culpa mía —mintió Danni—. Fui yo quien la persiguió. Ella me dejó perfectamente claro que no tenía ninguna intención de tener una relación con nadie que no fuera usted, pero yo insistí de todos modos.
Sin responder a las excusas de Danni, se le acercó y le miró directamente a los ojos.
—¿Cómo te llamas? ¿Tu nombre de pila?
Danni tragó saliva.
—Danni.
—Danni Leger —dijo, escuchando el sonido de aquellas palabras—. Desaparece de mi vista antes de que te mande a Nueva Asia a que te maten.
—Alteza, yo… —respondió Danni.
—¡¡¡Fuera!!!
Danni me miró un momento, dio media vuelta y se alejó. Yo me quedé allí de pie, callada e inmóvil, sin atreverme siquiera a mirar a Brittany a los ojos. Cuando por fin lo hice, ella me hizo un gesto con la cabeza en dirección a la habitación. Entró detrás de mí. Me giré y le vi junto a la puerta, pasándose la mano por el cabello una vez. Se giró hacia mí y vi que fijó la mirada sobre la cama deshecha. Se rio irónicamente.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó sin levantar la voz, controlando su rabia.
—¿Recuerdas aquella discusión…?
—¡Llevamos discutiendo desde el día en que nos conocimos, Santana! ¡Tendrás que ser más específica! —
gritó, y yo me estremecí.
—Después de la fiesta de Kriss. Los ojos se le abrieron como platos.
—O sea, que prácticamente desde que llegó —dijo, con un tono sarcástico en la voz.
—Brittany, lo siento muchísimo. Al principio le estaba protegiendo a ella, luego me estaba protegiendo a mí. Y después de que azotaran a Rachel, me daba miedo contarte la verdad. No podía perderte…
—¿Perderme? ¿Perderme? —preguntó atónito—. ¡Te vas a ir a casa con una pequeña fortuna, una nueva casta y una mujer que aún te quiere! ¡La que pierde hoy aquí soy yo, Santana!
Aquellas palabras me dejaron sin aliento.
—¿Me voy a casa?
Me miró como si fuera idiota por hacer aquella pregunta.
—¿Cuántas veces se supone que tengo que dejar que me rompas el corazón, Santana? ¿De verdad crees que podría casarme contigo, convertirte en mi princesa, cuando me has estado mintiendo durante la mayor parte de nuestra relación? Me niego a torturarme el resto de mi vida. Quizás hayas notado que de eso ya he tenido bastante.
—Brittany, por favor. Lo siento —dije echándome a llorar—. No es lo que parece, te lo juro. ¡Yo te quiero!
Ella se me acercó, con la mirada gélida.
—De todas las mentiras que me has dicho, esa es la que más me duele.
—No es… —La mirada de sus ojos me hizo callar de golpe.
—Que tus doncellas hagan lo que puedan. Deberías irte con estilo.
Pasó a mi lado, salió por la puerta y con ella se fue el futuro que tenía en mis manos apenas unos minutos antes. Me giré hacia la habitación, agarrándome el vientre como si fuera a romperme del dolor. Me acerqué a la cama y me tendí de lado, incapaz de mantenerme en pie.
Lloré, esperando que el dolor abandonara mi cuerpo antes de la ceremonia. ¿Cómo se suponía que debía afrontar aquello? Miré el reloj para ver el tiempo que me quedaba… Entonces vi aquel grueso sobre que Brittany me había regalado la noche anterior.
Pensé que sería lo último que tendría de ella. Abrí el sello, completamente desesperada.
_
Última edición por awong_snix el Jue Feb 19, 2015 1:53 am, editado 2 veces
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
CAPITULO 29
25 de diciembre, 16.30 h
Querida Santana:
Hace siete horas que te has ido. Ya he salido dos veces camino de tu habitación para preguntarte si te habían gustado tus regalos, pero, claro, en el último momento me he frenado, al recordar que no estabas allí. Me he acostumbrado tanto a ti que me resulta extraño que no estés aquí, recorriendo los pasillos. He estado a punto de llamarte unas cuantas veces, pero no quiero parecer posesivo. No quiero que tengas la sensación de que te quiero meter en una jaula.
Recuerdo que la noche que llegaste dijiste que el palacio te parecía precisamente eso. Creo que con el tiempo te has sentido más libre, y odiaría quitarte esa libertad. Voy a tener que buscar algo para distraerme hasta que regreses.
He decidido sentarme a escribirte, con la esperanza de que eso me haga sentir como si te estuviera hablando. En cierta manera, es así. Puedo imaginarte aquí sentada, sonriendo ante mi idea, quizá meneando la cabeza, como diciéndome lo tonto que soy. A veces haces eso, ¿sabes? Me gusta esa expresión en tu rostro.
Eres la única persona que pone esa cara sin que parezca que piense que soy un caso perdido. Sonríes ante mis peculiaridades, aceptas que existen y sigues siendo mi amiga. Y al cabo de solo siete horas ya empiezo a echarlo de menos.
Me pregunto qué habrás hecho en este tiempo. Supongo que habrás atravesado el país en avión, habrás llegado a tu casa y estarás segura. Espero que estés a salvo. Estoy convencida de que para tu familia es un gran alivio tenerte allí. ¡La encantadora hija pródiga ha vuelto a casa!
No dejo de imaginarte en casa. Recuerdo que me dijiste que era pequeña, que tenías una casa en un árbol y que el garaje era donde tu padre y tu hermana trabajaban. El resto he tenido que imaginármelo. Te imagino acurrucada en un abrazo con tu hermana o pateando una pelota con tu hermanito. Eso lo recuerdo, ¿sabes? Que dijiste que le gustaba jugar al fútbol.
También he intentado imaginarme entrando en tu casa contigo. Me habría gustado ver dónde te has criado. Me gustaría ver correr a tu hermano pequeño y recibir el abrazo de tu madre. Creo que sería reconfortante notar la presencia de tus seres queridos, oír crujir los suelos de madera o cerrarse las puertas. Me habría gustado sentarme en un rincón de la casa y quizás oler desde allí lo que se cuece en la cocina. Siempre imaginé que las casas de verdad estarían llenas de aromas de lo que se cocina. No llevaría nada de trabajo. Nada que tuviera que ver con el Ejército, los presupuestos o las negociaciones. Me sentaría a tu lado, quizás haciendo fotografías mientras tú tocas el piano. Seríamos Cincos las dos, como tú dijiste.
Podría sentarme a cenar con tu familia, y charlar animadamente de diferentes cosas en lugar de susurrarnos los unos a los otros esperando nuestro turno. Y a lo mejor podría dormir en una cama auxiliar o en el sofá. Dormiría en el suelo, a tu lado, si tú me dejaras.
A veces pienso en eso. En dormir a tu lado, como aquel día en el refugio. Fue agradable oírte respirar, aquel sonido suave y cercano que me ayudó a no sentirme sola.
Esta carta no tiene orden ni concierto; parece cosa de un tonto, y creo que ya sabes lo que detesto hacer el tonto. Aun así, sigo haciéndolo. Por ti.
BRITTANY
25 de diciembre, 22.35 h
Querida Santana:
Es casi la hora de dormir e intento relajarme, pero no puedo. Solo puedo pensar en ti. Me aterra la idea de que puedan hacerte daño. Sé que si no estuvieras bien alguien me lo habría dicho, y eso me está volviendo paranoica. Cada vez que viene alguien a entregarme un mensaje, se me para el corazón por un momento, temiéndome lo peor: que ya no estás. Que no vas a volver.
Ojalá estuvieras aquí. Ojalá pudiera verte. Estas cartas no te van a llegar nunca. Esto es tan humillante…
Quiero que vuelvas. No paro de pensar en tu sonrisa y de sufrir pensando que no la volveré a ver.
Espero que vuelvas a mi lado, Santana.
Feliz Navidad,
BRITTANY
26 de diciembre, 10.00 h
Querida Santana:
Oh, milagro: ha pasado la noche. Cuando por fin me he despertado, me he tenido que convencer que mi preocupación era absurda. Me he prometido que hoy me concentraré en el trabajo y que no me angustiaré tanto pensando en ti.
He aguantado todo el desayuno y la mayor parte de una reunión hasta volver a consumirme pensando en ti. He dicho a todo el mundo que me encontraba mal y me he encerrado en mi habitación, para escribirte, esperando volver a tener la sensación de que estás aquí.
Qué egoísta soy. Hoy vas a enterrar a tu padre, y lo único en lo que puedo pensar es en hacerte venir aquí. Solo poniéndolo por escrito, viéndolo plasmado en tinta, me siento como un imbécil redomado. Estás exactamente donde tienes que estar. Creo que ya te lo he dicho, pero estoy segura de que tu presencia reconfortará mucho a tu familia.
¿Sabes?, no te lo he dicho y creo que debería, pero te has vuelto mucho más fuerte desde que te conozco.
No soy tan arrogante como para pensar que eso pueda tener algo que ver conmigo, pero creo que esta experiencia te ha cambiado. Desde luego sé que me ha cambiado a mí. Ya eras audaz antes de llegar, pero ahora eso lo has transformado en algo potente. Antes solía verte como una niña con un saco lleno de piedras, dispuesta a lanzárselas a cualquier enemigo que se cruzara por el camino, pero ahora tú te has convertido en la piedra. Eres estable y capaz. Y apuesto a que tu familia también te ve así. Debería habértelo dicho. Espero que vuelvas pronto para decírtelo.
BRITTANY
26 de diciembre, 19.40 h
Querida Santana:
He estado pensando en nuestro primer beso. Supongo que debería decir nuestros primeros besos, pero al que me refiero es al segundo, el que me permitiste darte de verdad. ¿Alguna vez te he contado cómo me sentí esa noche? No solo iba a dar mi primer beso; iba a darte el primer beso a ti. He visto mucho en mi vida, Santana, he podido llegar a todos los rincones del mundo. Pero nunca me he encontrado con nada tan doloroso y precioso a la vez como aquel beso. Ojalá fuera algo que pudiera atrapar en una red o guardar entre las páginas de un libro. Ojalá fuera algo que pudiera conservar y compartir con el mundo para poder decirle al universo entero: así es, esto es lo que se siente cuando te enamoras.
Estas cartas resultan muy embarazosas. Voy a tener que quemarlas antes de que vuelvas.
BRITTANY
27 de diciembre, 12.00 h
Santana:
Más vale que te lo diga yo, ya que tu doncella te lo dirá igualmente. He estado pensando en las pequeñas cosas que haces. A veces tarareas o cantas mientras caminas por el palacio. A veces, cuando me acerco a tu habitación, oigo las melodías que guardas en tu corazón colándose por debajo de la puerta. El palacio parece vacío sin ellas.
También echo de menos tu olor. Echo de menos el perfume que desprende tu cabello cuando te giras para reírte de mí o el aroma que irradia tu piel cuando paseamos por el jardín. Es embriagador. Así que he ido a tu habitación y he mojado mi pañuelo con tu perfume, otro burdo truco para sentirme como si estuvieras aquí. Y cuando salía de tu habitación, Mary me sorprendió. No estoy segura de a qué había ido ella, al no estar tú aquí, pero me vio, soltó un chillido y un guardia se presentó a ver qué sucedía. Tenía la porra en la mano, y los ojos le brillaban, amenazantes. Casi me ataca. Todo porque echaba de menos tu olor.
BRITTANY
27 de diciembre, 23.00 h
Mi querida Santana:
Nunca he escrito una carta de amor, así que perdóname si no lo hago bien…
Lo más sencillo sería decir que te quiero. Pero la verdad es que es mucho más que eso. Te deseo,
Santana. Te necesito. Te he ocultado muchas cosas por miedo. Me da miedo descubrirme por completo de golpe, impresionarte y hacer que salgas corriendo. Me da miedo que en algún rincón de tu corazón siga vivo el amor por otra persona. Me da miedo cometer un error otra vez, algo tan grande que te haga retirarte a ese mundo silencioso tuyo. Ninguna regañina de un tutor, ni los azotes de mi padre, ni el aislamiento de mi juventud me han dolido tanto como la posibilidad de que te separes de mí.
No dejo de pensar que todo eso puede pasar, así que me he aferrado a mis opciones, temiéndome que, en el momento que las descarte, puedas cerrarme los brazos, dispuesta a ser solo mi amiga pero no mi compañera, mi reina, mi esposa.
Y lo que más quiero en el mundo es que seas mi esposa. Te quiero. Me ha dado miedo admitirlo durante mucho tiempo, pero ahora lo sé. Nunca me alegraré de la muerte de tu padre, de la tristeza que has sentido desde su fallecimiento o del vacío que he experimentado desde tu marcha. Pero me alegro de que tuvieras que irte. No estoy segura de cuánto me habría costado llegar a esto si no hubiera empezado a imaginarme una vida sin ti. Ahora sé, con absoluta certeza, que no es lo que quiero.
Ojalá fuera tan buen artista como tú para encontrar un modo de decirte lo que has llegado a ser para mí.
Santana, amor mío, eres la luz del sol que se abre paso entre los árboles. Eres la risa que acaba con la tristeza. Eres la brisa en un día de calor. Eres la claridad en medio del caos.
No eres el mundo entero, pero eres todo lo que hace que el mundo sea bueno. Sin ti, viviría igualmente, pero viviría sin más.
Me dijiste que para hacer las cosas bien uno de los dos tenía que saltar y lanzarse al vacío. Creo que ya he descubierto el barranco que había de saltar, y espero encontrarte esperándome en el otro lado.
Te quiero, Santana. Tuya, siempre,
BRITTANY
Querida Santana:
Hace siete horas que te has ido. Ya he salido dos veces camino de tu habitación para preguntarte si te habían gustado tus regalos, pero, claro, en el último momento me he frenado, al recordar que no estabas allí. Me he acostumbrado tanto a ti que me resulta extraño que no estés aquí, recorriendo los pasillos. He estado a punto de llamarte unas cuantas veces, pero no quiero parecer posesivo. No quiero que tengas la sensación de que te quiero meter en una jaula.
Recuerdo que la noche que llegaste dijiste que el palacio te parecía precisamente eso. Creo que con el tiempo te has sentido más libre, y odiaría quitarte esa libertad. Voy a tener que buscar algo para distraerme hasta que regreses.
He decidido sentarme a escribirte, con la esperanza de que eso me haga sentir como si te estuviera hablando. En cierta manera, es así. Puedo imaginarte aquí sentada, sonriendo ante mi idea, quizá meneando la cabeza, como diciéndome lo tonto que soy. A veces haces eso, ¿sabes? Me gusta esa expresión en tu rostro.
Eres la única persona que pone esa cara sin que parezca que piense que soy un caso perdido. Sonríes ante mis peculiaridades, aceptas que existen y sigues siendo mi amiga. Y al cabo de solo siete horas ya empiezo a echarlo de menos.
Me pregunto qué habrás hecho en este tiempo. Supongo que habrás atravesado el país en avión, habrás llegado a tu casa y estarás segura. Espero que estés a salvo. Estoy convencida de que para tu familia es un gran alivio tenerte allí. ¡La encantadora hija pródiga ha vuelto a casa!
No dejo de imaginarte en casa. Recuerdo que me dijiste que era pequeña, que tenías una casa en un árbol y que el garaje era donde tu padre y tu hermana trabajaban. El resto he tenido que imaginármelo. Te imagino acurrucada en un abrazo con tu hermana o pateando una pelota con tu hermanito. Eso lo recuerdo, ¿sabes? Que dijiste que le gustaba jugar al fútbol.
También he intentado imaginarme entrando en tu casa contigo. Me habría gustado ver dónde te has criado. Me gustaría ver correr a tu hermano pequeño y recibir el abrazo de tu madre. Creo que sería reconfortante notar la presencia de tus seres queridos, oír crujir los suelos de madera o cerrarse las puertas. Me habría gustado sentarme en un rincón de la casa y quizás oler desde allí lo que se cuece en la cocina. Siempre imaginé que las casas de verdad estarían llenas de aromas de lo que se cocina. No llevaría nada de trabajo. Nada que tuviera que ver con el Ejército, los presupuestos o las negociaciones. Me sentaría a tu lado, quizás haciendo fotografías mientras tú tocas el piano. Seríamos Cincos las dos, como tú dijiste.
Podría sentarme a cenar con tu familia, y charlar animadamente de diferentes cosas en lugar de susurrarnos los unos a los otros esperando nuestro turno. Y a lo mejor podría dormir en una cama auxiliar o en el sofá. Dormiría en el suelo, a tu lado, si tú me dejaras.
A veces pienso en eso. En dormir a tu lado, como aquel día en el refugio. Fue agradable oírte respirar, aquel sonido suave y cercano que me ayudó a no sentirme sola.
Esta carta no tiene orden ni concierto; parece cosa de un tonto, y creo que ya sabes lo que detesto hacer el tonto. Aun así, sigo haciéndolo. Por ti.
BRITTANY
25 de diciembre, 22.35 h
Querida Santana:
Es casi la hora de dormir e intento relajarme, pero no puedo. Solo puedo pensar en ti. Me aterra la idea de que puedan hacerte daño. Sé que si no estuvieras bien alguien me lo habría dicho, y eso me está volviendo paranoica. Cada vez que viene alguien a entregarme un mensaje, se me para el corazón por un momento, temiéndome lo peor: que ya no estás. Que no vas a volver.
Ojalá estuvieras aquí. Ojalá pudiera verte. Estas cartas no te van a llegar nunca. Esto es tan humillante…
Quiero que vuelvas. No paro de pensar en tu sonrisa y de sufrir pensando que no la volveré a ver.
Espero que vuelvas a mi lado, Santana.
Feliz Navidad,
BRITTANY
26 de diciembre, 10.00 h
Querida Santana:
Oh, milagro: ha pasado la noche. Cuando por fin me he despertado, me he tenido que convencer que mi preocupación era absurda. Me he prometido que hoy me concentraré en el trabajo y que no me angustiaré tanto pensando en ti.
He aguantado todo el desayuno y la mayor parte de una reunión hasta volver a consumirme pensando en ti. He dicho a todo el mundo que me encontraba mal y me he encerrado en mi habitación, para escribirte, esperando volver a tener la sensación de que estás aquí.
Qué egoísta soy. Hoy vas a enterrar a tu padre, y lo único en lo que puedo pensar es en hacerte venir aquí. Solo poniéndolo por escrito, viéndolo plasmado en tinta, me siento como un imbécil redomado. Estás exactamente donde tienes que estar. Creo que ya te lo he dicho, pero estoy segura de que tu presencia reconfortará mucho a tu familia.
¿Sabes?, no te lo he dicho y creo que debería, pero te has vuelto mucho más fuerte desde que te conozco.
No soy tan arrogante como para pensar que eso pueda tener algo que ver conmigo, pero creo que esta experiencia te ha cambiado. Desde luego sé que me ha cambiado a mí. Ya eras audaz antes de llegar, pero ahora eso lo has transformado en algo potente. Antes solía verte como una niña con un saco lleno de piedras, dispuesta a lanzárselas a cualquier enemigo que se cruzara por el camino, pero ahora tú te has convertido en la piedra. Eres estable y capaz. Y apuesto a que tu familia también te ve así. Debería habértelo dicho. Espero que vuelvas pronto para decírtelo.
BRITTANY
26 de diciembre, 19.40 h
Querida Santana:
He estado pensando en nuestro primer beso. Supongo que debería decir nuestros primeros besos, pero al que me refiero es al segundo, el que me permitiste darte de verdad. ¿Alguna vez te he contado cómo me sentí esa noche? No solo iba a dar mi primer beso; iba a darte el primer beso a ti. He visto mucho en mi vida, Santana, he podido llegar a todos los rincones del mundo. Pero nunca me he encontrado con nada tan doloroso y precioso a la vez como aquel beso. Ojalá fuera algo que pudiera atrapar en una red o guardar entre las páginas de un libro. Ojalá fuera algo que pudiera conservar y compartir con el mundo para poder decirle al universo entero: así es, esto es lo que se siente cuando te enamoras.
Estas cartas resultan muy embarazosas. Voy a tener que quemarlas antes de que vuelvas.
BRITTANY
27 de diciembre, 12.00 h
Santana:
Más vale que te lo diga yo, ya que tu doncella te lo dirá igualmente. He estado pensando en las pequeñas cosas que haces. A veces tarareas o cantas mientras caminas por el palacio. A veces, cuando me acerco a tu habitación, oigo las melodías que guardas en tu corazón colándose por debajo de la puerta. El palacio parece vacío sin ellas.
También echo de menos tu olor. Echo de menos el perfume que desprende tu cabello cuando te giras para reírte de mí o el aroma que irradia tu piel cuando paseamos por el jardín. Es embriagador. Así que he ido a tu habitación y he mojado mi pañuelo con tu perfume, otro burdo truco para sentirme como si estuvieras aquí. Y cuando salía de tu habitación, Mary me sorprendió. No estoy segura de a qué había ido ella, al no estar tú aquí, pero me vio, soltó un chillido y un guardia se presentó a ver qué sucedía. Tenía la porra en la mano, y los ojos le brillaban, amenazantes. Casi me ataca. Todo porque echaba de menos tu olor.
BRITTANY
27 de diciembre, 23.00 h
Mi querida Santana:
Nunca he escrito una carta de amor, así que perdóname si no lo hago bien…
Lo más sencillo sería decir que te quiero. Pero la verdad es que es mucho más que eso. Te deseo,
Santana. Te necesito. Te he ocultado muchas cosas por miedo. Me da miedo descubrirme por completo de golpe, impresionarte y hacer que salgas corriendo. Me da miedo que en algún rincón de tu corazón siga vivo el amor por otra persona. Me da miedo cometer un error otra vez, algo tan grande que te haga retirarte a ese mundo silencioso tuyo. Ninguna regañina de un tutor, ni los azotes de mi padre, ni el aislamiento de mi juventud me han dolido tanto como la posibilidad de que te separes de mí.
No dejo de pensar que todo eso puede pasar, así que me he aferrado a mis opciones, temiéndome que, en el momento que las descarte, puedas cerrarme los brazos, dispuesta a ser solo mi amiga pero no mi compañera, mi reina, mi esposa.
Y lo que más quiero en el mundo es que seas mi esposa. Te quiero. Me ha dado miedo admitirlo durante mucho tiempo, pero ahora lo sé. Nunca me alegraré de la muerte de tu padre, de la tristeza que has sentido desde su fallecimiento o del vacío que he experimentado desde tu marcha. Pero me alegro de que tuvieras que irte. No estoy segura de cuánto me habría costado llegar a esto si no hubiera empezado a imaginarme una vida sin ti. Ahora sé, con absoluta certeza, que no es lo que quiero.
Ojalá fuera tan buen artista como tú para encontrar un modo de decirte lo que has llegado a ser para mí.
Santana, amor mío, eres la luz del sol que se abre paso entre los árboles. Eres la risa que acaba con la tristeza. Eres la brisa en un día de calor. Eres la claridad en medio del caos.
No eres el mundo entero, pero eres todo lo que hace que el mundo sea bueno. Sin ti, viviría igualmente, pero viviría sin más.
Me dijiste que para hacer las cosas bien uno de los dos tenía que saltar y lanzarse al vacío. Creo que ya he descubierto el barranco que había de saltar, y espero encontrarte esperándome en el otro lado.
Te quiero, Santana. Tuya, siempre,
BRITTANY
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Bueno les dejo hasta aquí el viernes los últimos 3 capítulos después de que termine el capitulo de Glee 6x08 .
A quien eligen ustedes :
a) Al amor de tu vida que no te quiere
b) A la que te quiere pero tu no a ella
A quien eligen ustedes dejen sus comentarios y el viernes el final y por favor en cada comentario digamos VALERIE
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
holap,...
me gusto la maratón!!!
ya llego todo al final!!,..
pobre san que perdió a su papa y se descubrió lo de dani!!!!
a ver como termina todo,..!!!
nos vemos!!
me gusto la maratón!!!
ya llego todo al final!!,..
pobre san que perdió a su papa y se descubrió lo de dani!!!!
a ver como termina todo,..!!!
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Pues yo no sabria la vdd.... Es dificil....
Actualiza porfis!
Actualiza porfis!
bslyforever27* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 27
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
yo solo espero que brittany logre perdonar a santana!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Hola!! Bueno yo quiero decir que esta es la primera ves que comento, aunque ya llevo mas de un año siendo fiel a estas historias fantásticas. Pero esta ves me anime porque de verdad quede maravillada con LA SELECCIÓN, es sin duda una de mis historias favoritas por lo que quería decirte que me fascina me lei todos los capítulos de corrido no despegue los ojos de mi cel (Estaba en la Universidad) por un rato y quiero decirte que me quede muy ansiosa muchooo por favor me gusta el drama pero ya hasta estoy pensando como ayudo a San a que Brittany la escuche de vdd!! espero que la perdone y todo vuelva a ser bonito. Espero tu actu nos vemos y un saludo desde México. :P :) :3
mayre94** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 24/02/2015
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Actualiza porfis!! :(
VALERIE, VALERIE, VALERIE!!!!
VALERIE, VALERIE, VALERIE!!!!
bslyforever27* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 27
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Actualiza plis
bslyforever27* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 27
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Mujer actualiza plus. Espero que brittany perdone a santana
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Actualiza plissssss
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Valerie!
Avtualuza porfis ya hace much....
Avtualuza porfis ya hace much....
bslyforever27* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 27
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Actualizaaaaaaaaaaaaaaaa
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
OMG TENGO DIAS DE ESTAR LEYENDO LOS CAPITULOS Y NO LOS HABIA PODIDO TERMINAR DE LEER HASTA AHORITA....Y ME VENGO A DAR CUENTA QUE NO ESTA EL FINAL...PORFA NO NOS DEJES ASI ACTUALIZA Y TERMINA LA HISTORIA...PORFAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.....ACTUALIZA.....
jas2602** - Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 05/02/2013
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
porfavor actualiza .....ya estoy registrada solo para seguir tu historia ...vuelve por favor
anamahigueragleek* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 05/03/2015
Edad : 28
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Vuelve. No puedes ver como mi corazoncito esta triste por que no has actualizado
JanethValenciaaf********- - Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 20/01/2015
Edad : 25
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery valery
valery valery valery valery valery valery por favor vuelve ....estoy agonizando.....
valery valery valery valery valery valery por favor vuelve ....estoy agonizando.....
anamahigueragleek* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 05/03/2015
Edad : 28
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Hola, por fis vuelve vuelveeeeee muero lento esperando que actualizes de vdd entro a cada rato a revisar si volvisteeeee!! :( muero por saber que sucede de vdd!! VALERIEE!! VALERIE!! regresa :(
mayre94** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 24/02/2015
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Actualiza pronto XFA...
me has dejado super intrigada... xfa q brit perdone a san
VALERIE
juli-gnzls* - Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 01/01/2013
Edad : 28
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Capítulo 30
El Gran Salón estaba hasta los topes. Por una vez, en lugar de ser el rey y la reina quienes ocuparan el lugar destacado, era Brittany. En una tarima estábamos sentadas Brittany, Kriss y yo, frente a una mesa decorada.
Lo primero que pensé era que nuestras posturas engañaban, ya que yo estaba a la derecha de Brittany.
Siempre había pensado que estar a la derecha de alguien era algo bueno, una posición de honor. Pero hasta aquel momento Brittany se había pasado todo el rato hablando con Kriss. Como si yo no supiera ya lo que se avecinaba.
Intenté mostrarme contenta mientras miraba a los presentes. No cabía un alfiler. Kurt, por supuesto, estaba en un rincón, hablando a la cámara, narrando los eventos a medida que tenían lugar.
Ashley sonrió y me saludó con la mano. Anna, a su lado, me guiñó un ojo. Las saludé con un gesto de la cabeza, aún demasiado nerviosa como para hablar. Hacia el final de la sala, vestidos con ropas limpias que les daban un aspecto respetable, estaban August, Georgia y algunos otros rebeldes norteños, en una mesa independiente. Por supuesto, Brittany querría que estuvieran allí para que conocieran a su nueva esposa.
Poco se imaginaba que ella ya era uno de los suyos. Escrutaban la sala en tensión, como si se temieran que en cualquier momento un guardia pudiera reconocerlos y atacar. Pero los guardias no parecían prestar atención. De hecho, era la primera vez que los veía tan poco concentrados, paseando la mirada por la sala, varios de ellos con aspecto inquieto. Y eso que se trataba de un gran acontecimiento. Quizá simplemente estuvieran tensos, con tanto que hacer, pensé.
La mirada se me fue a la reina Amberly, que hablaba con su hermana Adele y sus niños. Estaba radiante.
Llevaba esperando aquel día mucho tiempo. Seguro que acabaría queriendo a Kriss como si fuera su hija. Por un momento, me dio muchísimos celos.
Me giré y repasé los rostros de las seleccionadas una vez más. Esta vez la vista se me fue a Kitty. En sus ojos se leía claramente una pregunta: «¿Qué es lo que te preocupa tanto?». Meneé la cabeza un poco, para decirle que había perdido. Ella esbozó una sonrisa y articuló las palabras «Todo irá bien». Asentí e intenté creerla.
Kitty se giró y se rio de algo que dijo alguna otra; y por fin miré a mi derecha, y vi la cara del guardia apostado en la posición más próxima a nuestra mesa.
Pero Danni estaba ocupada. Escrutaba la sala, como tantos otros hombres de uniforme, aunque daba la impresión de que intentaba pensar en algo. Era como si estuviera resolviendo un acertijo. Deseé que mirara en mi dirección, quizá para explicarme sin palabras qué era lo que le preocupaba, pero no lo hizo.
—¿Intentando quedar para más tarde? —preguntó Brittany, y yo eché la cabeza atrás.
—No, por supuesto que no.
—No es que importe demasiado. La familia de Kriss llegará esta tarde para una pequeña celebración, y la tuya para llevarte a casa. No les gusta que la perdedora se quede sola. Suele ponerse dramática.
Estaba tan fría, tan distante… No parecía que fuera Brittany.
—Puedes quedarte esa casa, si la quieres. Está pagada. Pero me gustaría que me devolvieras mis cartas.
—Las he leído —susurré—. Y me encantaron.
Resopló, como si aquello fuera una broma.
—No sé en qué estaría pensando.
—Por favor, no hagas esto. Por favor. Yo te quiero — dije, viniéndome abajo.
—Ni se te ocurra —me ordenó Brittany, apretando los dientes—. Sonríe, y no dejes de hacerlo hasta el último segundo.
Parpadeé para limpiarme las lágrimas y esbocé una débil sonrisa.
—Mejor. No dejes de sonreír hasta que abandones la sala. ¿Entendido?
Asentí. Ella me miró a los ojos.
—Cuando te hayas ido, me habré quitado un peso de encima.
Después de soltarme aquellas últimas palabras, volvió a sonreír y se giró hacia Kriss. Me quedé mirando hacia abajo un minuto, intentando respirar más despacio y recomponerme.
Cuando volví a levantar la mirada, no me atreví a mirar a nadie a la cara. No creía que pudiera cumplir el deseo de Brittany si lo hacía. Así que fijé la vista en las paredes de la sala. Por eso noté que la mayoría de los guardias se apartaban del perímetro a una señal que yo no vi. De sus bolsillos sacaron unas tiras de tela roja que se ataron a la frente.
Me quedé mirando, atónita. Entonces un guardia ataviado con la cinta roja se situaba detrás de Kitty y le pegaba un tiro en la nuca.
Se desató un caos de gritos y de disparos. Un mar de gritos de dolor invadió la sala, añadiéndose al ruido de las sillas rozando contra el suelo, los cuerpos golpeando contra las paredes y la estampida de gente intentando huir todo lo rápido que permitían los vestidos y los tacones. Los hombres gritaron mientras disparaban, haciendo todo aquello aún más aterrador. Yo observé, pasmada, viendo más muertes en unos segundos de lo que creía posible. Busqué con la vista al rey y a la reina, pero habían desaparecido. Me quedé agarrotada por el miedo, sin saber si habrían escapado o los habrían capturado. Busqué a Adele, a los niños. No podía verlos por ninguna parte; aquello aún fue peor que no ver al rey o a la reina.
A mi lado, Brittany intentaba calmar a Kriss.
—Échate al suelo —le dijo—. No nos pasará nada. Miré a mi derecha en busca de Danni y por un momento me quedé impresionada. Tenía una rodilla plantada en el suelo, apuntaba y disparaba entre la multitud. Debía de estar muy seguro de acertar para hacerlo.
Por el rabillo del ojo vi una mancha roja. De pronto teníamos un guardia rebelde delante. Al pensar en las palabras «guardia rebelde» todo encajó. Anne me había dicho que eso ya había ocurrido una vez, cuando los rebeldes se habían hecho con uniformes de la guardia y se habían colado en el palacio. Pero ¿cómo?
Kriss gritó otra vez y de pronto caí en que los guardias que habían enviado a nuestras casas no habían desertado. Estaban muertos y enterrados. Los que teníamos delante en aquel momento eran los responsables.
Aunque haber llegado a aquella conclusión no arreglaba nada.
Sabía que tenía que correr, igual que Brittany y Kriss si querían salvarse. Pero me quedé helada al ver al hombre que levantaba la pistola y la dirigía hacia Brittany. Miré a Brittany, y ella me miró a mí. No había tiempo de decir nada, así que me giré de nuevo, poniéndome de cara al hombre.
De pronto pareció que aquello le divertía. Como si sospechara que así sería mucho más entretenido para el y mucho más doloroso para Brittany, desvió la pistola ligeramente hacia la izquierda y me apuntó.
No me planteé siquiera gritar. No podía moverme en absoluto, pero vi la imagen borrosa de la guerrera de Brittany al saltar en mi dirección.
Caí al suelo, pero no en la dirección que pensaba. Brittany no había caído sobre mí, sino por delante.
Cuando di contra el suelo, me levanté y vi a Danni, que se había lanzado a la mesa y había empujado mi silla, cayéndome encima.
—¡Le he dado! —gritó alguien—. ¡Encontrad al rey!
Oí varios gritos de alegría. Y chillidos. Muchos chillidos. A medida que despertaba de mi aturdimiento, volví a distinguir los sonidos. Más sillas y cuerpos cayendo al suelo. Guardias gritando órdenes. Seguían disparando. El ruido de las armas me taladraba los oídos.
Aquello era un caos infernal.
—¿Estás herida? —preguntó Danni, levantando la voz para hacerse oír.
Creo que negué con la cabeza.
—No te muevas.
Me quedé mirando mientras ella se ponía en pie, se situaba y apuntaba. Disparó varias veces, con la mirada fija y el cuerpo relajado. Por la dirección de sus disparos, daba la impresión de que otros rebeldes querían acercarse a nosotros. Pero gracias a Danni no lo consiguieron. Tras echar un vistazo a la sala, volvió a agacharse.
—Voy a sacarla de aquí antes de que pierda los nervios.
Se arrastró pasando por encima de mí y agarró a Kriss, que se tapaba los oídos y lloraba desesperadamente. Danni le levantó la cabeza y le dio una bofetada. Ella se calló lo suficiente como para escuchar sus órdenes y seguirle hasta el exterior, protegiéndose la cabeza con las manos.
El ruido iba a menos. Todo el mundo se estaría yendo de allí. O estarían muertos.
Entonces observé una pierna inmóvil que sobresalía bajo el mantel. ¡Oh, Dios! ¡Brittany!
Me lancé bajo la mesa y lo encontré respirando afanosamente, con una gran mancha roja en la camisa.
Tenía una herida bajo el hombro izquierdo. Parecía muy grave.
—¡Oh, Brittany! —grité.
No sabía cómo actuar, así que hice una bola con el borde de mi vestido y presioné con ella la herida de bala. Ella hizo una mueca de dolor.
—Lo siento mucho.
Brittany estiró la mano y la puso sobre la mía.
—No, soy yo quien lo siente —dijo—. Estaba a punto de arruinar la vida de las dos.
—No digas nada ahora. Solo aguanta, ¿vale?
—Mírame, Santana.
Parpadeé unas cuantas veces y le miré a los ojos.
Pese al dolor, me sonrió.
—Rómpeme el corazón. Rómpemelo mil veces, si quieres. De todos modos solo ha sido tuyo, desde el principio.
—¡Chis!
—Te querré hasta mi último aliento. Cada latido de mi corazón es tuyo. No quiero morir sin que lo sepas.
—¡Por favor, no! —sollocé.
Ella levantó la mano y la pasó por debajo de mi cabello. Ejerció una presión mínima, pero me bastó para saber lo que quería. Me incliné para besarle. Era un beso que llevaba dentro todos nuestros besos, toda nuestra incertidumbre, todas nuestras esperanzas.
—No te rindas, Brittany. Te quiero. Por favor, no te rindas.
Ella cogió aire con dificultad.
Alguien apareció bajo la mesa y yo solté un chillido, hasta que vi que era Danni.
—Kriss está en el refugio —anunció—. Alteza, es su turno. ¿Puede ponerse en pie?
Ella negó con la cabeza.
—Es una pérdida de tiempo. Llévatela a ella.
—Pero, alteza…
—Es una orden —dijo con todas las fuerzas que pudo reunir.
Brittany y Danni se miraron una a la otra durante un segundo eterno.
—Sí, alteza.
—¡No! ¡No pienso irme! —protesté. —Ve —insistió Brittany, con la voz fatigada.—Venga, Sann. Tenemos que darnos prisa.
—¡No me voy de aquí!
En un gesto rápido, como si de pronto se encontrara bien, Brittany se irguió y agarró a Danni del uniforme.
—Ella tiene que vivir. ¿Me entiendes? Cueste lo que cueste, tiene que vivir.
Danni asintió y me agarró el brazo con una fuerza inusitada.
—¡No! —grité—. ¡Brittany, por favor!
—Sé feliz —dijo, jadeando y apretándome la mano una vez más, mientras Danni me sacaba a rastras y yo gritaba desesperada.
Al llegar a la puerta, Danni me empujó contra la pared.
—¡Cállate! Te van a oír. Cuanto antes te lleve a un refugio, antes podré volver a por ella. Tienes que hacer lo que yo te diga. ¿Entendido?
Asentí.
—Bueno, pues baja la cabeza y guarda silencio — dijo. Sacó la pistola de nuevo y me llevó al vestíbulo.
Miramos arriba y abajo, y vimos a alguien que corría en dirección opuesta a nosotros en el otro extremo del pasillo. Cuando desapareció, nos pusimos en marcha. Al girar la esquina dimos con un guardia tendido en el suelo. Danni le tomó el pulso y meneó la cabeza. Se agachó, cogió el arma del guardia y me la dio.
—¿Qué se supone que voy a hacer con esto? — susurré aterrada.
—Disparar. Pero asegúrate primero de si se trata de un amigo o un enemigo. Esto es un caos.
Pasamos unos minutos de tensión mirando por los rincones y buscando refugios que ya estaban ocupados y cerrados por dentro. Daba la impresión de que la mayor parte de la acción se había trasladado a las plantas superiores o al exterior, porque los disparos y los gritos anónimos quedaban amortiguados por las paredes. Aun así, cada vez que oíamos un ruido, nos parábamos hasta estar seguros de que podíamos continuar.
Danni se asomó por una esquina.
—Esto es un pasillo sin salida, así que estate atenta. Asentí. Corrimos hasta el extremo del corto pasillo. Lo primero que observé fue la intensa luz del sol que atravesaba la ventana. ¿Es que el cielo no se había enterado de que el mundo se derrumbaba? ¿Cómo podía brillar el sol?
—Por favor, por favor, por favor —murmuró Danni, buscando la cerradura. Afortunadamente se abrió—. ¡Sí!
—Suspiró, tirando de la puerta y bloqueando la vista de la mitad del pasillo.
—Danni, no quiero hacer esto.
—Tienes que hacerlo. Tienes que estar a salvo, por mucha gente. Y… yo necesito que hagas algo por mí.
—¿El qué?
Vaciló.
—Si me ocurre algo… quiero que le digas…
Entonces a sus espaldas apareció algo rojo, al fondo del pasillo. Levanté la pistola y disparé. Apenas un segundo más tarde, Danni me empujó hacia el interior del refugio y me dejó allí sola, a oscuras.
El Gran Salón estaba hasta los topes. Por una vez, en lugar de ser el rey y la reina quienes ocuparan el lugar destacado, era Brittany. En una tarima estábamos sentadas Brittany, Kriss y yo, frente a una mesa decorada.
Lo primero que pensé era que nuestras posturas engañaban, ya que yo estaba a la derecha de Brittany.
Siempre había pensado que estar a la derecha de alguien era algo bueno, una posición de honor. Pero hasta aquel momento Brittany se había pasado todo el rato hablando con Kriss. Como si yo no supiera ya lo que se avecinaba.
Intenté mostrarme contenta mientras miraba a los presentes. No cabía un alfiler. Kurt, por supuesto, estaba en un rincón, hablando a la cámara, narrando los eventos a medida que tenían lugar.
Ashley sonrió y me saludó con la mano. Anna, a su lado, me guiñó un ojo. Las saludé con un gesto de la cabeza, aún demasiado nerviosa como para hablar. Hacia el final de la sala, vestidos con ropas limpias que les daban un aspecto respetable, estaban August, Georgia y algunos otros rebeldes norteños, en una mesa independiente. Por supuesto, Brittany querría que estuvieran allí para que conocieran a su nueva esposa.
Poco se imaginaba que ella ya era uno de los suyos. Escrutaban la sala en tensión, como si se temieran que en cualquier momento un guardia pudiera reconocerlos y atacar. Pero los guardias no parecían prestar atención. De hecho, era la primera vez que los veía tan poco concentrados, paseando la mirada por la sala, varios de ellos con aspecto inquieto. Y eso que se trataba de un gran acontecimiento. Quizá simplemente estuvieran tensos, con tanto que hacer, pensé.
La mirada se me fue a la reina Amberly, que hablaba con su hermana Adele y sus niños. Estaba radiante.
Llevaba esperando aquel día mucho tiempo. Seguro que acabaría queriendo a Kriss como si fuera su hija. Por un momento, me dio muchísimos celos.
Me giré y repasé los rostros de las seleccionadas una vez más. Esta vez la vista se me fue a Kitty. En sus ojos se leía claramente una pregunta: «¿Qué es lo que te preocupa tanto?». Meneé la cabeza un poco, para decirle que había perdido. Ella esbozó una sonrisa y articuló las palabras «Todo irá bien». Asentí e intenté creerla.
Kitty se giró y se rio de algo que dijo alguna otra; y por fin miré a mi derecha, y vi la cara del guardia apostado en la posición más próxima a nuestra mesa.
Pero Danni estaba ocupada. Escrutaba la sala, como tantos otros hombres de uniforme, aunque daba la impresión de que intentaba pensar en algo. Era como si estuviera resolviendo un acertijo. Deseé que mirara en mi dirección, quizá para explicarme sin palabras qué era lo que le preocupaba, pero no lo hizo.
—¿Intentando quedar para más tarde? —preguntó Brittany, y yo eché la cabeza atrás.
—No, por supuesto que no.
—No es que importe demasiado. La familia de Kriss llegará esta tarde para una pequeña celebración, y la tuya para llevarte a casa. No les gusta que la perdedora se quede sola. Suele ponerse dramática.
Estaba tan fría, tan distante… No parecía que fuera Brittany.
—Puedes quedarte esa casa, si la quieres. Está pagada. Pero me gustaría que me devolvieras mis cartas.
—Las he leído —susurré—. Y me encantaron.
Resopló, como si aquello fuera una broma.
—No sé en qué estaría pensando.
—Por favor, no hagas esto. Por favor. Yo te quiero — dije, viniéndome abajo.
—Ni se te ocurra —me ordenó Brittany, apretando los dientes—. Sonríe, y no dejes de hacerlo hasta el último segundo.
Parpadeé para limpiarme las lágrimas y esbocé una débil sonrisa.
—Mejor. No dejes de sonreír hasta que abandones la sala. ¿Entendido?
Asentí. Ella me miró a los ojos.
—Cuando te hayas ido, me habré quitado un peso de encima.
Después de soltarme aquellas últimas palabras, volvió a sonreír y se giró hacia Kriss. Me quedé mirando hacia abajo un minuto, intentando respirar más despacio y recomponerme.
Cuando volví a levantar la mirada, no me atreví a mirar a nadie a la cara. No creía que pudiera cumplir el deseo de Brittany si lo hacía. Así que fijé la vista en las paredes de la sala. Por eso noté que la mayoría de los guardias se apartaban del perímetro a una señal que yo no vi. De sus bolsillos sacaron unas tiras de tela roja que se ataron a la frente.
Me quedé mirando, atónita. Entonces un guardia ataviado con la cinta roja se situaba detrás de Kitty y le pegaba un tiro en la nuca.
Se desató un caos de gritos y de disparos. Un mar de gritos de dolor invadió la sala, añadiéndose al ruido de las sillas rozando contra el suelo, los cuerpos golpeando contra las paredes y la estampida de gente intentando huir todo lo rápido que permitían los vestidos y los tacones. Los hombres gritaron mientras disparaban, haciendo todo aquello aún más aterrador. Yo observé, pasmada, viendo más muertes en unos segundos de lo que creía posible. Busqué con la vista al rey y a la reina, pero habían desaparecido. Me quedé agarrotada por el miedo, sin saber si habrían escapado o los habrían capturado. Busqué a Adele, a los niños. No podía verlos por ninguna parte; aquello aún fue peor que no ver al rey o a la reina.
A mi lado, Brittany intentaba calmar a Kriss.
—Échate al suelo —le dijo—. No nos pasará nada. Miré a mi derecha en busca de Danni y por un momento me quedé impresionada. Tenía una rodilla plantada en el suelo, apuntaba y disparaba entre la multitud. Debía de estar muy seguro de acertar para hacerlo.
Por el rabillo del ojo vi una mancha roja. De pronto teníamos un guardia rebelde delante. Al pensar en las palabras «guardia rebelde» todo encajó. Anne me había dicho que eso ya había ocurrido una vez, cuando los rebeldes se habían hecho con uniformes de la guardia y se habían colado en el palacio. Pero ¿cómo?
Kriss gritó otra vez y de pronto caí en que los guardias que habían enviado a nuestras casas no habían desertado. Estaban muertos y enterrados. Los que teníamos delante en aquel momento eran los responsables.
Aunque haber llegado a aquella conclusión no arreglaba nada.
Sabía que tenía que correr, igual que Brittany y Kriss si querían salvarse. Pero me quedé helada al ver al hombre que levantaba la pistola y la dirigía hacia Brittany. Miré a Brittany, y ella me miró a mí. No había tiempo de decir nada, así que me giré de nuevo, poniéndome de cara al hombre.
De pronto pareció que aquello le divertía. Como si sospechara que así sería mucho más entretenido para el y mucho más doloroso para Brittany, desvió la pistola ligeramente hacia la izquierda y me apuntó.
No me planteé siquiera gritar. No podía moverme en absoluto, pero vi la imagen borrosa de la guerrera de Brittany al saltar en mi dirección.
Caí al suelo, pero no en la dirección que pensaba. Brittany no había caído sobre mí, sino por delante.
Cuando di contra el suelo, me levanté y vi a Danni, que se había lanzado a la mesa y había empujado mi silla, cayéndome encima.
—¡Le he dado! —gritó alguien—. ¡Encontrad al rey!
Oí varios gritos de alegría. Y chillidos. Muchos chillidos. A medida que despertaba de mi aturdimiento, volví a distinguir los sonidos. Más sillas y cuerpos cayendo al suelo. Guardias gritando órdenes. Seguían disparando. El ruido de las armas me taladraba los oídos.
Aquello era un caos infernal.
—¿Estás herida? —preguntó Danni, levantando la voz para hacerse oír.
Creo que negué con la cabeza.
—No te muevas.
Me quedé mirando mientras ella se ponía en pie, se situaba y apuntaba. Disparó varias veces, con la mirada fija y el cuerpo relajado. Por la dirección de sus disparos, daba la impresión de que otros rebeldes querían acercarse a nosotros. Pero gracias a Danni no lo consiguieron. Tras echar un vistazo a la sala, volvió a agacharse.
—Voy a sacarla de aquí antes de que pierda los nervios.
Se arrastró pasando por encima de mí y agarró a Kriss, que se tapaba los oídos y lloraba desesperadamente. Danni le levantó la cabeza y le dio una bofetada. Ella se calló lo suficiente como para escuchar sus órdenes y seguirle hasta el exterior, protegiéndose la cabeza con las manos.
El ruido iba a menos. Todo el mundo se estaría yendo de allí. O estarían muertos.
Entonces observé una pierna inmóvil que sobresalía bajo el mantel. ¡Oh, Dios! ¡Brittany!
Me lancé bajo la mesa y lo encontré respirando afanosamente, con una gran mancha roja en la camisa.
Tenía una herida bajo el hombro izquierdo. Parecía muy grave.
—¡Oh, Brittany! —grité.
No sabía cómo actuar, así que hice una bola con el borde de mi vestido y presioné con ella la herida de bala. Ella hizo una mueca de dolor.
—Lo siento mucho.
Brittany estiró la mano y la puso sobre la mía.
—No, soy yo quien lo siente —dijo—. Estaba a punto de arruinar la vida de las dos.
—No digas nada ahora. Solo aguanta, ¿vale?
—Mírame, Santana.
Parpadeé unas cuantas veces y le miré a los ojos.
Pese al dolor, me sonrió.
—Rómpeme el corazón. Rómpemelo mil veces, si quieres. De todos modos solo ha sido tuyo, desde el principio.
—¡Chis!
—Te querré hasta mi último aliento. Cada latido de mi corazón es tuyo. No quiero morir sin que lo sepas.
—¡Por favor, no! —sollocé.
Ella levantó la mano y la pasó por debajo de mi cabello. Ejerció una presión mínima, pero me bastó para saber lo que quería. Me incliné para besarle. Era un beso que llevaba dentro todos nuestros besos, toda nuestra incertidumbre, todas nuestras esperanzas.
—No te rindas, Brittany. Te quiero. Por favor, no te rindas.
Ella cogió aire con dificultad.
Alguien apareció bajo la mesa y yo solté un chillido, hasta que vi que era Danni.
—Kriss está en el refugio —anunció—. Alteza, es su turno. ¿Puede ponerse en pie?
Ella negó con la cabeza.
—Es una pérdida de tiempo. Llévatela a ella.
—Pero, alteza…
—Es una orden —dijo con todas las fuerzas que pudo reunir.
Brittany y Danni se miraron una a la otra durante un segundo eterno.
—Sí, alteza.
—¡No! ¡No pienso irme! —protesté. —Ve —insistió Brittany, con la voz fatigada.—Venga, Sann. Tenemos que darnos prisa.
—¡No me voy de aquí!
En un gesto rápido, como si de pronto se encontrara bien, Brittany se irguió y agarró a Danni del uniforme.
—Ella tiene que vivir. ¿Me entiendes? Cueste lo que cueste, tiene que vivir.
Danni asintió y me agarró el brazo con una fuerza inusitada.
—¡No! —grité—. ¡Brittany, por favor!
—Sé feliz —dijo, jadeando y apretándome la mano una vez más, mientras Danni me sacaba a rastras y yo gritaba desesperada.
Al llegar a la puerta, Danni me empujó contra la pared.
—¡Cállate! Te van a oír. Cuanto antes te lleve a un refugio, antes podré volver a por ella. Tienes que hacer lo que yo te diga. ¿Entendido?
Asentí.
—Bueno, pues baja la cabeza y guarda silencio — dijo. Sacó la pistola de nuevo y me llevó al vestíbulo.
Miramos arriba y abajo, y vimos a alguien que corría en dirección opuesta a nosotros en el otro extremo del pasillo. Cuando desapareció, nos pusimos en marcha. Al girar la esquina dimos con un guardia tendido en el suelo. Danni le tomó el pulso y meneó la cabeza. Se agachó, cogió el arma del guardia y me la dio.
—¿Qué se supone que voy a hacer con esto? — susurré aterrada.
—Disparar. Pero asegúrate primero de si se trata de un amigo o un enemigo. Esto es un caos.
Pasamos unos minutos de tensión mirando por los rincones y buscando refugios que ya estaban ocupados y cerrados por dentro. Daba la impresión de que la mayor parte de la acción se había trasladado a las plantas superiores o al exterior, porque los disparos y los gritos anónimos quedaban amortiguados por las paredes. Aun así, cada vez que oíamos un ruido, nos parábamos hasta estar seguros de que podíamos continuar.
Danni se asomó por una esquina.
—Esto es un pasillo sin salida, así que estate atenta. Asentí. Corrimos hasta el extremo del corto pasillo. Lo primero que observé fue la intensa luz del sol que atravesaba la ventana. ¿Es que el cielo no se había enterado de que el mundo se derrumbaba? ¿Cómo podía brillar el sol?
—Por favor, por favor, por favor —murmuró Danni, buscando la cerradura. Afortunadamente se abrió—. ¡Sí!
—Suspiró, tirando de la puerta y bloqueando la vista de la mitad del pasillo.
—Danni, no quiero hacer esto.
—Tienes que hacerlo. Tienes que estar a salvo, por mucha gente. Y… yo necesito que hagas algo por mí.
—¿El qué?
Vaciló.
—Si me ocurre algo… quiero que le digas…
Entonces a sus espaldas apareció algo rojo, al fondo del pasillo. Levanté la pistola y disparé. Apenas un segundo más tarde, Danni me empujó hacia el interior del refugio y me dejó allí sola, a oscuras.
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Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Capítulo 31
No sé cuánto tiempo me quedé allí sentada, escuchando atentamente, intentando oír algo del otro lado de la puerta, aunque sabía que no serviría de nada.
Cuando Brittany y yo nos habíamos quedado encerradas en un refugio unas semanas atrás, no oíamos ni un ruido del mundo exterior, pese a los enormes desperfectos que se habían producido en aquella ocasión.
Aun así, albergaba cierta esperanza. Esperaba que Danni estuviera bien y acudiera a abrir la puerta en cualquier momento. No podía estar muerto. No. Danni era una luchadora; siempre lo había sido. Cuando le amenazaban el hambre y la pobreza, ella plantó batalla.
Cuando el mundo se llevó a su padre, se aseguró de dar sustento a su familia. Cuando me aceptaron en la Selección, cuando le reclutaron, no dejó de tener esperanzas. Comparado con todo aquello, una bala era una minucia, algo insignificante. Ninguna bala iba a abatir a Danni Leger.
Apoyé la oreja en la puerta, rezando por oír una palabra, una respiración, algo. Me concentré, intentando escuchar algo que sonara como la respiración trabajosa de Brittany, agonizante bajo aquella mesa.
Me llevé los dedos a los ojos, rogándole a Dios que no le dejara morir. Sin duda todo el mundo en palacio estaría buscando a Brittany y a sus padres. Serían los primeros en recibir auxilio. No le dejarían morir.
Pero ¿llegarían a tiempo?
Lo había visto muy pálido. Hasta el último apretón en la mano había sido débil.
«Sé feliz», me había dicho.
Me quería. Me quería de verdad. Y yo le amaba. A pesar de todo lo que podía apartarnos —nuestras castas, nuestros errores, el mundo que nos rodeaba—, íbamos a estar juntas.
Yo tenía que estar a su lado. Especialmente ahora, que yacía agonizante. No debería estar escondida.
Me puse en pie y empecé a tantear las paredes en busca del interruptor de la luz. Palpé el acero hasta que lo encontré. Examiné el espacio. Era más pequeño que el otro refugio en el que había estado. Tenía un lavabo pero no había váter, solo un cubo en un rincón. Había un banco contra la pared, junto a la puerta, y una estantería con unos paquetes de comida y mantas. Y, por último, en el suelo estaba la pistola, fría, esperando.
Ni siquiera sabía si aquello funcionaría, pero tenía que intentarlo. Tiré del banco y lo coloqué en el centro; lo volqué, apoyando la parte ancha del asiento orientada hacia la puerta. Me agazapé detrás, comprobando la altura, y observé que no serviría de gran protección.
Pero era lo que había. Al ponerme en pie tropecé con mi estúpido vestido. Resoplando, rebusqué por los estantes.
El fino cuchillo que encontré probablemente era para abrir los paquetes de comida, pero funcionó: una vez hube cortado el vestido a la altura de mis rodillas, cogí parte del tejido y me hice un cinturón improvisado. Dentro, guardé el cuchillo, por si acaso.
Tiré de las mantas, que me cayeron encima, en busca de algo contundente. Escruté de nuevo la habitación, por si había algo que debiera llevarme conmigo, algo que me pudiera servir. No. No había nada más. Agazapándome tras el banco, apunté con la pistola a la cerradura, respiré hondo y disparé.
El sonido reverberó en aquel minúsculo espacio, incluso me asustó. Cuando estuve segura de que la bala no seguía rebotando por las paredes, me levanté y fui a ver la puerta. Por encima de la cerradura se abría un pequeño cráter que dejaba a la vista ásperas capas de metal. Lamenté haber fallado, pero al menos sabía que aquello podía funcionar. Si le daba a la cerradura las suficientes veces, quizá pudiera salir de allí.
Me aposté tras el banco de nuevo y volví a intentarlo. Disparo tras disparo le di a la puerta, pero cada vez en un sitio diferente. Al cabo de un rato desistí, decepcionada, y me senté en el suelo. Lo único que había conseguido era hacerme magulladuras en los brazos con las esquirlas de metal que salían volando de la puerta.
Hasta que no oí el ruido hueco de la pistola no me di cuenta de que había agotado todas las balas y que estaba atrapada. Tiré la pistola al suelo y me lancé contra la puerta, golpeándola con todas mis fuerzas.
—¡Ábrete! —dije, embistiéndola otra vez—. ¡Ábrete!
La golpeé con los puños, pero no conseguí nada.
—¡No, no, no, no! ¡Tengo que salir! La puerta siguió allí, silenciosa y dura, burlándose de mi desgracia con su indiferencia. Me dejé caer al suelo, llorando, consciente de que no podía hacer nada más.
Danni quizá fuera un cadáver inerte a solo unos metros de mí, y Brittany… sin duda ya había muerto.
Me agarré las piernas contra el pecho y apoyé la cabeza contra la puerta.
—Si sobrevives —murmuré—, te dejaré llamarme cariño. No protestaré, te lo prometo.
Lo único que podía hacer era esperar. De vez en cuando intentaba calcular qué hora sería, aunque no tenía modo de saberlo. Cada minuto transcurría tan lento como el anterior. Era como para volverse loca. Nunca me había sentido tan impotente, y la preocupación me estaba matando.
Tras lo que me pareció una eternidad, oí el clic de la cerradura. Alguien venía a buscarme. No sabía si sería amigo o enemigo, así que apunté con la pistola descargada hacia la puerta. Al menos daría una imagen intimidatoria. La puerta se abrió, y la luz de la ventana lo invadió todo. ¿Significaba aquello que aún era el mismo día? ¿O el siguiente? Mantuve la pistola en alto, aunque tuve que entrecerrar los ojos para poder ver.
—¡No dispare, Lady Santana! —exclamó un guardia
—. ¡Está a salvo!
—¿Y eso cómo lo sé? ¿Cómo sé que no eres uno de ellos?
El guardia echó la mirada hacia el pasillo, por donde se acercaba alguien. Apareció August, seguido de cerca por Kurt. Esta vez su traje estaba prácticamente destrozado, pero el pin de su solapa —que, ahora me daba cuenta, recordaba muchísimo una estrella del norte— aún seguía ahí.
No era de extrañar que los rebeldes norteños supieran tantas cosas.
—Ya se ha acabado, Santana. Los tenemos — confirmó August.
Suspiré, aliviada, y dejé caer la pistola.
—¿Dónde está Brittany? ¿Está viva? ¿Se ha salvado Kriss? —le pregunté a Kurt, antes de mirar de nuevo a August—. Había un soldado que me trajo aquí. Se llama Leger. ¿Le habéis visto? —dije, tan atropelladamente que costaba entenderme.
Me sentía rara, como si la cabeza me flotara.
—Creo que está en shock. Llevadla a la enfermería, rápido —ordenó Kurt, y el guardia me cogió en sus brazos.
—¿Y Brittany? —insistí.
Nadie me respondió. O tal vez es que yo ya no estaba allí cuando formulé la pregunta. No sabría decirlo. Cuando me desperté, estaba en una camilla. Sentía el dolor de los numerosos cortes que tenía. Al levantar un brazo para inspeccionarlo, vi que las heridas estaban todas limpias, y las más grandes estaban vendadas.
Estaba bien.
Me senté y miré a mi alrededor. Estaba en un pequeño despacho. Examiné la mesa y los diplomas de la pared y descubrí que era el del doctor Ashlar. No podía quedarme allí. Necesitaba respuestas.
Cuando abrí la puerta, descubrí por qué me habían dejado en ese lugar. El pabellón de la enfermería estaba hasta los topes. Algunos de los heridos más leves compartían cama, y otros estaban en el suelo. No era difícil darse cuenta de que los más graves estaban en camas hacia el final de la sala. A pesar de la cantidad de gente que había allí, el pabellón parecía curiosamente tranquilo.
Escruté el lugar en busca de rostros familiares. ¿Sería buena señal no encontrarlos allí? ¿Qué significaba? Tuesday estaba en una cama, abrazada a Emmica.
Ambas lloraban en silencio. Reconocí a algunas de las doncellas, pero solo de vista. Al pasar, me saludaron con la cabeza, como si por algún motivo me lo mereciera.
Empecé a perder la esperanza al llegar al final del pabellón. Brittany no estaba allí. Si estuviera, tendría un enjambre de personas alrededor, pendientes de ella. Pero a mí me habían llevado a una sala diferente. Supuse que a ella también le habrían llevado a otra.
Vi a un guardia. Su gesto reflejaba un dolor difícil de interpretar.
—¿Está por aquí la princesa? —le pregunté, en voz baja.
Ella meneó la cabeza con solemnidad.
—Oh.
Una herida de bala y un corazón roto pueden parecer dos tipos de herida diferentes, pero sentí que me desangraba por dentro tal como debía de haberlo hecho Brittany. Y era una herida que no se cerraría por mucha presión que ejerciera o por muchos puntos que me dieran. Nadie podría reparar aquel dolor.
No solté un grito desgarrado, aunque sentí que por dentro ya lo estaba haciendo. Solo dejé que brotaran las lágrimas. No se llevaron el dolor consigo, pero fueron como una promesa.
«Nada podrá ocupar nunca tu lugar, Brittany», dije para mí. Y aquello selló nuestro amor.
—¿Sann?
Me giré y vi a una figura envuelta en vendas, en una de las últimas camas del pabellón. Danni.
Con la respiración entrecortada y el paso inseguro, me dirigí hacia ella. Tenía la cabeza vendada y las vendas manchadas de sangre. El pecho, descubierto, presentaba diversas magulladuras, pero lo peor era la pierna. Tenía la parte inferior enyesada y unas gasas empapadas con algún tipo de ungüento le cubrían las heridas del muslo.
No llevaba más ropa que unos calzoncillos largos; la sábana solo le cubría la otra pierna, por lo que era fácil ver lo malherida que estaba.
—¿Qué ha pasado? —susurré.
—Prefiero no recordar los detalles. Aguanté un buen rato, y abatí al menos a seis o siete de ellos hasta que una bala me dio en la pierna. El médico dice que probablemente podré caminar otra vez, aunque necesitaré un bastón. Pero al menos estoy viva.
Una lágrima surcó mi mejilla en silencio. Estaba al mismo tiempo agradecida, asustada y desesperanzada.
No podía evitarlo.
—Me salvaste la vida, Sann.
Desvié la mirada desde la pierna a su rostro.
—Tu disparo asustó a aquel rebelde y me dio el tiempo justo para responder. Si no lo hubieras hecho, me habría disparado por la espalda, y ahora estaría muerto. Gracias.
Me limpié los ojos.
—Fuiste tú quien me salvaste la vida. Siempre lo has hecho. Ya iba siendo hora de que te devolviera el favor.
—Tengo cierta tendencia a hacerme el héroe, ¿verdad? —dijo sonriendo.
—Siempre has querido ser el caballero andante de reluciente armadura —respondí, meneando la cabeza, pensando en todo lo que había hecho por sus seres queridos.
—Sann, escúchame. Cuando te dije que siempre te querría, lo decía de verdad. Y creo que si nos hubiéramos quedado en Carolina nos habríamos casado y habríamos sido felices. Pobres, pero felices. —Esbozó una sonrisa triste—. Pero no nos quedamos en Carolina.
Tú has cambiado, y yo también. Tenías razón cuando decías que nunca le había dado una oportunidad a nadie más. Pero ¿por qué iba a hacerlo, no? Me salía de dentro luchar por ti, Sann. Tardé mucho tiempo en advertir que ya no querías que lo hiciera. Pero, cuando me di cuenta, supe que tampoco yo quería seguir haciéndolo.
Me quedé mirandola, estupefacta.
—Siempre ocuparás un lugar en mi corazón, Sann, pero ya no estoy enamorada de ti. A veces tengo la impresión de que aún me necesitas o me quieres, pero no sé si eso está bien. Te mereces algo mejor que estar conmigo porque yo sienta la obligación de estar contigo.
Suspiré.
—Y tú te mereces algo más que ser mi segunda opción.
Danni me tendió la mano. Se la cogí.
—No quiero que te enfades conmigo. —No estoy enfadada. Y me alegro de que tú tampoco lo estés. Aunque ella esté muerta, aún le quiero.
Danni frunció el ceño.
—¿Quién está muerta?
—Brittany —dije, con un hilo de voz, de nuevo al borde de las lágrimas.
Se produjo una pausa.
—Brittany no está muerta.
—¿Qué? Pero ese guardia me ha dicho que no está aquí y…
—Claro que no está aquí. Es el rey quien ha muerto.
Ella se recupera en su habitación.
Me lancé a abrazarla, y ella reprimió un gruñido de dolor; pero estaba demasiado contenta como para reprimirme. Entonces caí en que todas las noticias no eran así de buenas. Me eché atrás lentamente.
—¿El rey ha muerto?
Danni asintió.
—El y la reina han muerto.
—¡No! —Me estremecí, parpadeando del estupor. Me había dicho que podía llamarle mamá. ¿Qué iba a hacer Brittany sin ella?
—En realidad, de no haber sido por los rebeldes norteños, Brittany tampoco habría sobrevivido. Fueron los que desequilibraron la balanza.
—¿De verdad?
Danni hablaba con respeto y admiración. —Deberíamos haberlos traído antes a palacio para que nos entrenaran. Ellos luchan de otro modo. Sabían qué hacer. Reconocí a August y a Georgia en el Gran Salón. Tenían refuerzos al otro lado de los muros del palacio. Cuando vieron que algo no iba bien, bueno, enseguida supieron cómo entrar en el palacio a toda prisa. No sé de dónde sacaron las armas, pero de no ser por ellos todos estaríamos muertos.
No podía asimilar todo aquello de golpe. Aún estaba recomponiendo el rompecabezas mentalmente cuando oí el ruido de la puerta al abrirse. Un rostro preocupado escrutó la sala y, aunque tenía el vestido roto y el cabello desordenado, la reconocí inmediatamente.
Antes de que yo pudiera decirle nada, Danni se me adelantó.
—¡Lucy! —gritó, irguiendo la espalda. Sabía que aquello debía de dolerle, pero su rostro no lo reflejaba.
—¡Danni! —exclamó ella, atravesando el pabellón a la carrera, esquivando a quien se ponía en su camino. Cayó entre sus brazos y le besó en la cara una y otra vez. Conmigo había tenido que reprimir un gruñido de dolor, pero estaba claro que, en aquel momento, Danni no sentía más que pura felicidad.
—¿Dónde estabas? —le preguntó. —En la cuarta planta. Ahora están registrando las habitaciones. He venido todo lo rápido que he podido.
¿Qué te ha pasado? —Pese al pánico que le habían producido los ataques rebeldes anteriores, daba la impresión de que Lucy estaba muy entera; solo tenía ojos para Danni.
—Estoy bien. ¿Y tú? ¿Necesitas que te vea el médico? —Danni miró alrededor, buscando ayuda.
—No, no tengo ni un rasguño —dijo ella—. Solo estaba preocupada por ti.
Danni se quedó mirando a Lucy a los ojos con una devoción absoluta.
—Ahora que estás aquí, todo está bien.
Ella le acarició el rostro, con cuidado de no tocarle las vendas. Ella le pasó una mano tras la nuca y la acercó con suavidad para besarla apasionadamente.
Nadie necesitaba un caballero andante más que Lucy, y nadie podría protegerla mejor que Danni.
Estaban tan absortos el uno con el otro que no notaron siquiera que me iba, decidida a encontrar a la única persona a la que quería ver en aquel momento.
No sé cuánto tiempo me quedé allí sentada, escuchando atentamente, intentando oír algo del otro lado de la puerta, aunque sabía que no serviría de nada.
Cuando Brittany y yo nos habíamos quedado encerradas en un refugio unas semanas atrás, no oíamos ni un ruido del mundo exterior, pese a los enormes desperfectos que se habían producido en aquella ocasión.
Aun así, albergaba cierta esperanza. Esperaba que Danni estuviera bien y acudiera a abrir la puerta en cualquier momento. No podía estar muerto. No. Danni era una luchadora; siempre lo había sido. Cuando le amenazaban el hambre y la pobreza, ella plantó batalla.
Cuando el mundo se llevó a su padre, se aseguró de dar sustento a su familia. Cuando me aceptaron en la Selección, cuando le reclutaron, no dejó de tener esperanzas. Comparado con todo aquello, una bala era una minucia, algo insignificante. Ninguna bala iba a abatir a Danni Leger.
Apoyé la oreja en la puerta, rezando por oír una palabra, una respiración, algo. Me concentré, intentando escuchar algo que sonara como la respiración trabajosa de Brittany, agonizante bajo aquella mesa.
Me llevé los dedos a los ojos, rogándole a Dios que no le dejara morir. Sin duda todo el mundo en palacio estaría buscando a Brittany y a sus padres. Serían los primeros en recibir auxilio. No le dejarían morir.
Pero ¿llegarían a tiempo?
Lo había visto muy pálido. Hasta el último apretón en la mano había sido débil.
«Sé feliz», me había dicho.
Me quería. Me quería de verdad. Y yo le amaba. A pesar de todo lo que podía apartarnos —nuestras castas, nuestros errores, el mundo que nos rodeaba—, íbamos a estar juntas.
Yo tenía que estar a su lado. Especialmente ahora, que yacía agonizante. No debería estar escondida.
Me puse en pie y empecé a tantear las paredes en busca del interruptor de la luz. Palpé el acero hasta que lo encontré. Examiné el espacio. Era más pequeño que el otro refugio en el que había estado. Tenía un lavabo pero no había váter, solo un cubo en un rincón. Había un banco contra la pared, junto a la puerta, y una estantería con unos paquetes de comida y mantas. Y, por último, en el suelo estaba la pistola, fría, esperando.
Ni siquiera sabía si aquello funcionaría, pero tenía que intentarlo. Tiré del banco y lo coloqué en el centro; lo volqué, apoyando la parte ancha del asiento orientada hacia la puerta. Me agazapé detrás, comprobando la altura, y observé que no serviría de gran protección.
Pero era lo que había. Al ponerme en pie tropecé con mi estúpido vestido. Resoplando, rebusqué por los estantes.
El fino cuchillo que encontré probablemente era para abrir los paquetes de comida, pero funcionó: una vez hube cortado el vestido a la altura de mis rodillas, cogí parte del tejido y me hice un cinturón improvisado. Dentro, guardé el cuchillo, por si acaso.
Tiré de las mantas, que me cayeron encima, en busca de algo contundente. Escruté de nuevo la habitación, por si había algo que debiera llevarme conmigo, algo que me pudiera servir. No. No había nada más. Agazapándome tras el banco, apunté con la pistola a la cerradura, respiré hondo y disparé.
El sonido reverberó en aquel minúsculo espacio, incluso me asustó. Cuando estuve segura de que la bala no seguía rebotando por las paredes, me levanté y fui a ver la puerta. Por encima de la cerradura se abría un pequeño cráter que dejaba a la vista ásperas capas de metal. Lamenté haber fallado, pero al menos sabía que aquello podía funcionar. Si le daba a la cerradura las suficientes veces, quizá pudiera salir de allí.
Me aposté tras el banco de nuevo y volví a intentarlo. Disparo tras disparo le di a la puerta, pero cada vez en un sitio diferente. Al cabo de un rato desistí, decepcionada, y me senté en el suelo. Lo único que había conseguido era hacerme magulladuras en los brazos con las esquirlas de metal que salían volando de la puerta.
Hasta que no oí el ruido hueco de la pistola no me di cuenta de que había agotado todas las balas y que estaba atrapada. Tiré la pistola al suelo y me lancé contra la puerta, golpeándola con todas mis fuerzas.
—¡Ábrete! —dije, embistiéndola otra vez—. ¡Ábrete!
La golpeé con los puños, pero no conseguí nada.
—¡No, no, no, no! ¡Tengo que salir! La puerta siguió allí, silenciosa y dura, burlándose de mi desgracia con su indiferencia. Me dejé caer al suelo, llorando, consciente de que no podía hacer nada más.
Danni quizá fuera un cadáver inerte a solo unos metros de mí, y Brittany… sin duda ya había muerto.
Me agarré las piernas contra el pecho y apoyé la cabeza contra la puerta.
—Si sobrevives —murmuré—, te dejaré llamarme cariño. No protestaré, te lo prometo.
Lo único que podía hacer era esperar. De vez en cuando intentaba calcular qué hora sería, aunque no tenía modo de saberlo. Cada minuto transcurría tan lento como el anterior. Era como para volverse loca. Nunca me había sentido tan impotente, y la preocupación me estaba matando.
Tras lo que me pareció una eternidad, oí el clic de la cerradura. Alguien venía a buscarme. No sabía si sería amigo o enemigo, así que apunté con la pistola descargada hacia la puerta. Al menos daría una imagen intimidatoria. La puerta se abrió, y la luz de la ventana lo invadió todo. ¿Significaba aquello que aún era el mismo día? ¿O el siguiente? Mantuve la pistola en alto, aunque tuve que entrecerrar los ojos para poder ver.
—¡No dispare, Lady Santana! —exclamó un guardia
—. ¡Está a salvo!
—¿Y eso cómo lo sé? ¿Cómo sé que no eres uno de ellos?
El guardia echó la mirada hacia el pasillo, por donde se acercaba alguien. Apareció August, seguido de cerca por Kurt. Esta vez su traje estaba prácticamente destrozado, pero el pin de su solapa —que, ahora me daba cuenta, recordaba muchísimo una estrella del norte— aún seguía ahí.
No era de extrañar que los rebeldes norteños supieran tantas cosas.
—Ya se ha acabado, Santana. Los tenemos — confirmó August.
Suspiré, aliviada, y dejé caer la pistola.
—¿Dónde está Brittany? ¿Está viva? ¿Se ha salvado Kriss? —le pregunté a Kurt, antes de mirar de nuevo a August—. Había un soldado que me trajo aquí. Se llama Leger. ¿Le habéis visto? —dije, tan atropelladamente que costaba entenderme.
Me sentía rara, como si la cabeza me flotara.
—Creo que está en shock. Llevadla a la enfermería, rápido —ordenó Kurt, y el guardia me cogió en sus brazos.
—¿Y Brittany? —insistí.
Nadie me respondió. O tal vez es que yo ya no estaba allí cuando formulé la pregunta. No sabría decirlo. Cuando me desperté, estaba en una camilla. Sentía el dolor de los numerosos cortes que tenía. Al levantar un brazo para inspeccionarlo, vi que las heridas estaban todas limpias, y las más grandes estaban vendadas.
Estaba bien.
Me senté y miré a mi alrededor. Estaba en un pequeño despacho. Examiné la mesa y los diplomas de la pared y descubrí que era el del doctor Ashlar. No podía quedarme allí. Necesitaba respuestas.
Cuando abrí la puerta, descubrí por qué me habían dejado en ese lugar. El pabellón de la enfermería estaba hasta los topes. Algunos de los heridos más leves compartían cama, y otros estaban en el suelo. No era difícil darse cuenta de que los más graves estaban en camas hacia el final de la sala. A pesar de la cantidad de gente que había allí, el pabellón parecía curiosamente tranquilo.
Escruté el lugar en busca de rostros familiares. ¿Sería buena señal no encontrarlos allí? ¿Qué significaba? Tuesday estaba en una cama, abrazada a Emmica.
Ambas lloraban en silencio. Reconocí a algunas de las doncellas, pero solo de vista. Al pasar, me saludaron con la cabeza, como si por algún motivo me lo mereciera.
Empecé a perder la esperanza al llegar al final del pabellón. Brittany no estaba allí. Si estuviera, tendría un enjambre de personas alrededor, pendientes de ella. Pero a mí me habían llevado a una sala diferente. Supuse que a ella también le habrían llevado a otra.
Vi a un guardia. Su gesto reflejaba un dolor difícil de interpretar.
—¿Está por aquí la princesa? —le pregunté, en voz baja.
Ella meneó la cabeza con solemnidad.
—Oh.
Una herida de bala y un corazón roto pueden parecer dos tipos de herida diferentes, pero sentí que me desangraba por dentro tal como debía de haberlo hecho Brittany. Y era una herida que no se cerraría por mucha presión que ejerciera o por muchos puntos que me dieran. Nadie podría reparar aquel dolor.
No solté un grito desgarrado, aunque sentí que por dentro ya lo estaba haciendo. Solo dejé que brotaran las lágrimas. No se llevaron el dolor consigo, pero fueron como una promesa.
«Nada podrá ocupar nunca tu lugar, Brittany», dije para mí. Y aquello selló nuestro amor.
—¿Sann?
Me giré y vi a una figura envuelta en vendas, en una de las últimas camas del pabellón. Danni.
Con la respiración entrecortada y el paso inseguro, me dirigí hacia ella. Tenía la cabeza vendada y las vendas manchadas de sangre. El pecho, descubierto, presentaba diversas magulladuras, pero lo peor era la pierna. Tenía la parte inferior enyesada y unas gasas empapadas con algún tipo de ungüento le cubrían las heridas del muslo.
No llevaba más ropa que unos calzoncillos largos; la sábana solo le cubría la otra pierna, por lo que era fácil ver lo malherida que estaba.
—¿Qué ha pasado? —susurré.
—Prefiero no recordar los detalles. Aguanté un buen rato, y abatí al menos a seis o siete de ellos hasta que una bala me dio en la pierna. El médico dice que probablemente podré caminar otra vez, aunque necesitaré un bastón. Pero al menos estoy viva.
Una lágrima surcó mi mejilla en silencio. Estaba al mismo tiempo agradecida, asustada y desesperanzada.
No podía evitarlo.
—Me salvaste la vida, Sann.
Desvié la mirada desde la pierna a su rostro.
—Tu disparo asustó a aquel rebelde y me dio el tiempo justo para responder. Si no lo hubieras hecho, me habría disparado por la espalda, y ahora estaría muerto. Gracias.
Me limpié los ojos.
—Fuiste tú quien me salvaste la vida. Siempre lo has hecho. Ya iba siendo hora de que te devolviera el favor.
—Tengo cierta tendencia a hacerme el héroe, ¿verdad? —dijo sonriendo.
—Siempre has querido ser el caballero andante de reluciente armadura —respondí, meneando la cabeza, pensando en todo lo que había hecho por sus seres queridos.
—Sann, escúchame. Cuando te dije que siempre te querría, lo decía de verdad. Y creo que si nos hubiéramos quedado en Carolina nos habríamos casado y habríamos sido felices. Pobres, pero felices. —Esbozó una sonrisa triste—. Pero no nos quedamos en Carolina.
Tú has cambiado, y yo también. Tenías razón cuando decías que nunca le había dado una oportunidad a nadie más. Pero ¿por qué iba a hacerlo, no? Me salía de dentro luchar por ti, Sann. Tardé mucho tiempo en advertir que ya no querías que lo hiciera. Pero, cuando me di cuenta, supe que tampoco yo quería seguir haciéndolo.
Me quedé mirandola, estupefacta.
—Siempre ocuparás un lugar en mi corazón, Sann, pero ya no estoy enamorada de ti. A veces tengo la impresión de que aún me necesitas o me quieres, pero no sé si eso está bien. Te mereces algo mejor que estar conmigo porque yo sienta la obligación de estar contigo.
Suspiré.
—Y tú te mereces algo más que ser mi segunda opción.
Danni me tendió la mano. Se la cogí.
—No quiero que te enfades conmigo. —No estoy enfadada. Y me alegro de que tú tampoco lo estés. Aunque ella esté muerta, aún le quiero.
Danni frunció el ceño.
—¿Quién está muerta?
—Brittany —dije, con un hilo de voz, de nuevo al borde de las lágrimas.
Se produjo una pausa.
—Brittany no está muerta.
—¿Qué? Pero ese guardia me ha dicho que no está aquí y…
—Claro que no está aquí. Es el rey quien ha muerto.
Ella se recupera en su habitación.
Me lancé a abrazarla, y ella reprimió un gruñido de dolor; pero estaba demasiado contenta como para reprimirme. Entonces caí en que todas las noticias no eran así de buenas. Me eché atrás lentamente.
—¿El rey ha muerto?
Danni asintió.
—El y la reina han muerto.
—¡No! —Me estremecí, parpadeando del estupor. Me había dicho que podía llamarle mamá. ¿Qué iba a hacer Brittany sin ella?
—En realidad, de no haber sido por los rebeldes norteños, Brittany tampoco habría sobrevivido. Fueron los que desequilibraron la balanza.
—¿De verdad?
Danni hablaba con respeto y admiración. —Deberíamos haberlos traído antes a palacio para que nos entrenaran. Ellos luchan de otro modo. Sabían qué hacer. Reconocí a August y a Georgia en el Gran Salón. Tenían refuerzos al otro lado de los muros del palacio. Cuando vieron que algo no iba bien, bueno, enseguida supieron cómo entrar en el palacio a toda prisa. No sé de dónde sacaron las armas, pero de no ser por ellos todos estaríamos muertos.
No podía asimilar todo aquello de golpe. Aún estaba recomponiendo el rompecabezas mentalmente cuando oí el ruido de la puerta al abrirse. Un rostro preocupado escrutó la sala y, aunque tenía el vestido roto y el cabello desordenado, la reconocí inmediatamente.
Antes de que yo pudiera decirle nada, Danni se me adelantó.
—¡Lucy! —gritó, irguiendo la espalda. Sabía que aquello debía de dolerle, pero su rostro no lo reflejaba.
—¡Danni! —exclamó ella, atravesando el pabellón a la carrera, esquivando a quien se ponía en su camino. Cayó entre sus brazos y le besó en la cara una y otra vez. Conmigo había tenido que reprimir un gruñido de dolor, pero estaba claro que, en aquel momento, Danni no sentía más que pura felicidad.
—¿Dónde estabas? —le preguntó. —En la cuarta planta. Ahora están registrando las habitaciones. He venido todo lo rápido que he podido.
¿Qué te ha pasado? —Pese al pánico que le habían producido los ataques rebeldes anteriores, daba la impresión de que Lucy estaba muy entera; solo tenía ojos para Danni.
—Estoy bien. ¿Y tú? ¿Necesitas que te vea el médico? —Danni miró alrededor, buscando ayuda.
—No, no tengo ni un rasguño —dijo ella—. Solo estaba preocupada por ti.
Danni se quedó mirando a Lucy a los ojos con una devoción absoluta.
—Ahora que estás aquí, todo está bien.
Ella le acarició el rostro, con cuidado de no tocarle las vendas. Ella le pasó una mano tras la nuca y la acercó con suavidad para besarla apasionadamente.
Nadie necesitaba un caballero andante más que Lucy, y nadie podría protegerla mejor que Danni.
Estaban tan absortos el uno con el otro que no notaron siquiera que me iba, decidida a encontrar a la única persona a la que quería ver en aquel momento.
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Capítulo 32
Al salir de la enfermería, vi por primera vez cómo había quedado el palacio. Era difícil asimilar toda aquella destrucción. Los montones de cristales rotos por el suelo que brillaban a la luz del sol, los cuadros destrozados, las paredes desconchadas y las enormes manchas rojas en las alfombras me recordaron lo cerca que habíamos estado todos de la muerte.
Subí por las escaleras, intentando evitar el contacto visual con nadie. Al pasar de la segunda a la tercera planta, encontré un pendiente en el suelo. No pude evitar preguntarme si su propietaria seguiría viva.
Llegué hasta el rellano y vi una serie de guardias frente a la habitación de Brittany. Era de esperar. Si era necesario, pediría permiso para entrar. O quizá les ordenara que me dejaran pasar…, como la noche en que nos conocimos.
Pero la puerta de la habitación estaba abierta, y la gente entraba y salía, trayendo papeles o llevándose bandejas. Seis soldados montaban guardia junto a la pared que daba a la puerta, y me preparé para el interrogatorio. Al acercarme, en cambio, uno de los guardias me vio y frunció los ojos, como si no creyera que fuera yo. A su lado, otro guardia me reconoció, y uno a uno me saludaron con una profunda reverencia.
Uno de ellos me tendió el brazo.
—Está esperándola, señorita.
Intenté comportarme en consonancia con el respeto que me estaban mostrando. Caminé con la cabeza erguida, aunque mis brazos magullados y mi vestido recortado no acompañaban.
—Gracias —dije tras asentir suavemente.
Una criada se apartó a toda prisa al verme entrar. Brittany estaba en su cama, con la parte izquierda del pecho cubierta de vendas y una simple camisa de algodón por encima. Llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo y con el derecho sostenía el papel que un asesor le estaba mostrando.
Tenía un aspecto desaliñado, sin vestir y despeinado. Pero al mismo tiempo parecía otra. ¿Estaba sentado algo más recta? ¿O era que tenía un gesto más serio?
Era la viva imagen de un rey.
—Majestad —me presenté, insinuando una reverencia.
Al levantar la cabeza, vi la sonrisa silenciosa en sus ojos.—
Deja aquí los papeles, Stavros. ¿Quieren salir todos de la habitación? Necesito hablar con Lady Santana.
Todos a su alrededor hicieron una reverencia y se dirigieron al pasillo. Stavros dejó los papeles sobre la mesilla de Brittany y, al pasar a mi lado, me guiñó un ojo. Esperé a que la puerta se cerrara antes de dar un paso.
Quería correr hacia ella, lanzarme a abrazarlo y quedarme allí para siempre. Pero me acerqué despacio, pensando que quizá se habría arrepentido de sus últimas palabras.
—Siento muchísimo lo de tus padres.—Es como si no acabara de creérmelo —dijo ella, indicándome con un gesto que me sentara en la cama—.
Sigo pensando que mi padre está en su estudio y que mamá está abajo, y que en cualquier minuto uno de ellos vendrá a encomendarme alguna tarea.
—Te entiendo perfectamente.—Lo sé —dijo ella, con una sonrisa comprensiva.
Extendió el brazo y puso su mano sobre la mía. Lo interpreté como una buena señal, y le cogí la mano—. Ella intentó salvarle. Un guardia me dijo que un rebelde tenía a mi padre a tiro, pero ella salió corriendo tras el. Mi madre cayó antes, pero inmediatamente después abatieron a mi padre.
Sacudió la cabeza.
—Siempre lo entregó todo. Hasta su último suspiro.
—Tú te pareces mucho a ella. Brittany hizo una mueca.
—Nunca seré tan bueno como ella. Voy a echarla mucho de menos.
—No era mi madre, pero yo también la echaré de menos —dije, acariciándole la mano. —Al menos tú estás a salvo —replicó, sin mirarme a los ojos—. Al menos me queda eso.
Se produjo un largo silencio, y yo no sabía qué decir. ¿Debería mencionar lo que había dicho? ¿Preguntar por Kriss? ¿Querría volver a hablar de todo aquello?
—Hay algo que quiero enseñarte —anunció—. Puede que te impresione un poco, pero, aun así, creo que te gustará. Abre este cajón. Debería de estar arriba.
Abrí el cajón de su mesilla y vi un montón de papeles escritos a máquina. Miré a Brittany, preguntándole con la mirada, pero ella se limitó a asentir.
Me puse a leer el documento, intentando procesar lo que decía. Llegué al final del primer párrafo y luego volví a leerlo, convencida de que no lo había entendido.
—¿Vas a… disolver las castas? —pregunté, mirándole a la cara.
—Esa es la idea —respondió sonriente—. No quiero que te emociones demasiado. Llevará mucho tiempo, pero creo que funcionará. ¿Sabes? —añadió, pasando las páginas de un enorme dosier y señalando un párrafo—, quiero empezar por abajo. Tengo pensado eliminar primero la casta de los Ochos. Hay mucho que construir, y creo que, si lo organizamos bien, los Ochos podrían integrarse en la casta de los Sietes. Después, las cosas se complican. Hay que encontrar una forma de eliminar los prejuicios que traen consigo los números, pero ese es mi objetivo.
Estaba anonadada. Yo solo conocía un mundo en el que mi casta me acompañaba a todas partes, como la ropa que me ponía. Y ahí estaba ella, con un papel en la mano que decía que aquellas líneas invisibles que separaban a la gente por fin podrían eliminarse.
La mano de Brittany tocó la mía.
—Quiero que sepas que todo esto es cosa tuya. Llevo trabajando en ello desde el día en que me contaste que habías pasado hambre. Era uno de los motivos por los que me molestó tanto que hicieras aquella presentación; yo había planeado una estrategia mucho más tranquila para conseguir el mismo objetivo. Pero, de todas las cosas que quería hacer por mi país, esta nunca se me habría ocurrido de no haberte conocido.
Respiré hondo y volví a pasar la vista por aquellas páginas. Pensé en mi vida, tan corta y tan rápida. Nunca había esperado nada más que cantar en segundo plano en alguna fiesta, o quizá casarme algún día. Pensé en lo que significaría aquello para el pueblo de Illéa, y no cabía en mí de alegría. Estaba a la vez impresionada y orgullosa.
—Hay algo más —añadió Brittany, vacilante, mientras yo seguía asimilando lo que iba leyendo. De pronto, sobre los papeles apareció una cajita abierta con un anillo dentro que reflejaba la luz de las ventanas.
—He estado durmiendo con ese maldito anillo bajo la almohada —dijo, poniendo voz de fastidio, aunque fuera de broma.
Estaba segura de que veía en mis ojos todas las preguntas que bullían en mi interior, pero ella tenía una que hacerme:
—¿Te gusta?
Unos hilos de oro entretejidos formaban el engarce del anillo, y sostenían dos gemas —una verde y una púrpura— que se unían en un beso en lo más alto. Sabía que la púrpura era el símbolo del mes de mi nacimiento, así que la verde debía de ser el símbolo del suyo. Ahí estaban, dos puntitos de luz creciendo juntos, inseparables.Quería decir algo, y abrí la boca varias veces para hacerlo. Pero no pude más que sonreír, parpadear para limpiarme las lágrimas y asentir.
Brittany se aclaró la garganta.
—He intentado hacer esto dos veces de un modo más solemne, y he fracasado espectacularmente. Ahora mismo, ni siquiera puedo apoyar una rodilla en el suelo.
Espero que no te importe que te hable tan claro. Asentí. Aún no era capaz de articular palabra.
Ella tragó saliva y levantó el hombro sano.
—Te quiero —dijo simplemente—. Debería habértelo dicho hace mucho tiempo. Quizás así habríamos podido evitar muchos errores estúpidos. No obstante —añadió, sonriendo—, a veces pienso que son precisamente todos esos obstáculos los que han hecho que te quisiera tanto.
Las lágrimas anegaron mi mirada.
—Lo que te dije era verdad. Si alguien tiene que romperme el corazón, serás tú. Ya sabes que preferiría morir que verte sufrir. En el momento en que me dispararon, cuando caí al suelo, convencida de que mi vida acababa allí, lo único en lo que podía pensar era en ti.
Brittany tuvo que parar. Tragó saliva. Estaba al borde de las lágrimas. Al cabo de un momento, prosiguió:
—En esos segundos, lloraba todas mis pérdidas. El no llegar a verte nunca recorriendo el pasillo hacia el altar, el no ver tu rostro reflejado en nuestros hijos, el no ver los primeros mechones plateados en tu cabello. Pero, al mismo tiempo, no me importaba. Si muriendo conseguía que tú siguieras viva —volvió a hacer aquel movimiento, encogiéndose de hombros, aunque solo podía mover uno—, ¿qué de malo tenía aquello?
En aquel instante, perdí el control y las lágrimas brotaron con más fuerza. ¿Cómo podía haber pensado antes de aquel momento que sabía lo que era sentirse querida?
Nada de lo que hubiera vivido se acercaba siquiera a aquella radiante sensación que me llenaba el corazón y cada centímetro de mi cuerpo con una calidez absoluta.
—Santana —dijo Brittany, con ternura, obligándome a limpiarme los ojos y a mirarlo—, sé que ahora me ves como soberana, pero déjame ser claro: esto no es una orden. Es una petición, una súplica: hazme la mujer más feliz del mundo. Por favor, hazme el honor de casarte conmigo.
No podía expresar lo mucho que lo deseaba. Pero aunque la voz no me respondía, el cuerpo sí. Trepé hasta los brazos de Brittany y le abracé con fuerza, convencida de que nada podría separarnos nunca más. Cuando me besó, sentí que mi vida por fin tenía sentido. Había encontrado todo lo que deseaba —cosas que ni siquiera sabía que quería— en los brazos de Brittany. Y si lo tenía a ella para guiarme, para darme apoyo, me sentía capaz de enfrentarme al mundo entero.
Nuestros besos se volvieron por fin más lentos. Brittany me separó ligeramente para mirarme a los ojos. Lo vi en sus ojos: estaba en casa. Y por fin recuperé la voz:—
Sí quiero.
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Epílogo
Intento no temblar, pero no lo consigo. Le ocurriría a cualquiera. Es un gran día, el vestido pesa y los ojos que me miran son incontables. Sé que debería ser valiente, pero estoy temblando.
Sé que, en cuanto se abran las puertas, veré a Brittany esperándome, de modo que, mientras acaban con todos los detalles de última hora, me hago el firme propósito de intentar relajarme.
—¡Oh! Es la señal —anuncia mamá, observando el cambio en la música.
Tina hace gestos a toda la familia para que se prepare. James y Kenna ya están dispuestos. Gerad corretea sin parar, arrugándose el traje, y May, desesperada, intenta que pare, aunque solo sea por un segundo. Pese a todo, tienen un aspecto asombrosamente regio.
Aunque estoy muy contenta de que todos mis seres queridos estén aquí, no puedo evitar acordarme de papá.
No obstante, percibo su presencia, susurrándome lo mucho que me quiere, lo orgulloso que está de mí, lo preciosa que estoy. Lo conocía tan bien que tengo la sensación de que sé exactamente qué me diría; y espero que eso siga siempre así, que nunca se vaya del todo.
Me pierdo en mis ensoñaciones hasta que May me despierta:
—Estás guapísima, Sann —me dice, levantando la mano para tocar el cuello alto de mi vestido.
—Mary se ha superado, ¿verdad? —respondo yo, tocándome el vestido.
Mary es la única de mis doncellas de siempre que sigue conmigo. Cuando todo se calmó tras el ataque, descubrimos que las bajas eran mucho más numerosas de lo que creíamos en un principio. Lucy sobrevivió y decidió retirarse, pero Anne había fallecido.
Otro hueco que llenar en aquel día.
—Por Dios, Sann, estás temblando. —May me coge las manos e intenta calmarme, riéndose por mis nervios.
—Sí, no puedo evitarlo.
—Rachel —dice May, mirando atrás—. Ayúdame a calmar a Santana.
Mi única dama de honor se acerca, con los ojos brillantes como nunca, y con ellas al lado me siento algo más tranquila.
—No te preocupes, Santana; estoy segura de que la novia se presentará —bromea.
May se ríe. Finjo enfadarme con ellas, bromeando.
—¡No me preocupa que cambie de opinión! Me preocupa tropezar, o decir mal su nombre, o algo así.
Tengo una habilidad especial para embrollar las cosas.
Rachel apoya su frente en la mía. —Nada podría estropear este día.
—¡May! —susurra mamá.
—Vale. Mamá ya está de los nervios. Nos vemos ahí fuera —dice ella.
Me da un beso en la mejilla sin llegar a tocarla para no dejar un rastro de pintalabios y se va. La música suena y las dos giran la esquina, saliendo al pasillo que debo recorrer hasta el altar.
Rachel da un paso atrás.
—¿Ahora voy yo?
—Sí. Me encanta cómo te queda ese color, por cierto. Ella gira el cuerpo, posando para que se vea la falda. —Tiene usted un gusto estupendo, majestad.
Respiro hondo.
—Nadie me ha llamado así todavía. Oh, por Dios, así es como me van a llamar prácticamente por todas partes —observo, intentando acostumbrarme a toda prisa.
La coronación es parte de la ceremonia de boda.
Primero los votos de fidelidad a Brittany, luego a Illéa.
Los anillos y luego las coronas.
—¡No empieces a ponerte nerviosa otra vez! — insiste.
—¡Lo intento! Ya sabía que pasaría; son muchas cosas en un solo día.
—¡Ya, ya! —exclama ella, mientras se produce un cambio de música—. ¡Pues espera a esta noche!
—¡Rachel!
Antes de que pueda regañarla, se va dando una carrerita, guiñándome un ojo en el último momento, y no puedo evitar sonreír. Estoy tan contenta de volver a tenerla cerca… Ahora es ofcialmente mi asistente personal, y Quinn es el de Brittany. Ha sido todo un gesto de lo que va a ser el reinado de Brittany. Me ha alegrado mucho ver que tanta gente acogía el cambio con ilusión.
Me quedo escuchando. Sé que las notas que espero están a punto de llegar, así que aprovecho esos últimos momentos para alisarme el vestido.
Es realmente magnífico. La falda blanca se ajusta a mi cadera y cae en ondas hasta el suelo. Las mangas son cortas, de encaje, y acaban en un collar alto que me da el aspecto de una princesa. Sobre el vestido llevo una chaquetilla sin mangas a modo de capa; cae por detrás, formando una cola. Me la quitaré para la recepción: tengo intención de bailar con mi esposa hasta que no pueda más.
—¿Lista, Sann?
Me giro hacia Danni.
—Sí, estoy lista.
Ella me tiende el brazo, y yo me agarro a ella.
—Estás increíble.
—Tú tampoco estás nada mal —comento. Y aunque sonrío, sé que ella es perfectamente consciente de lo nerviosa que estoy.
—No hay nada de lo que preocuparse —me asegura, con esa sonrisa confiada que me hace creer que todo lo que dice es cierto, como siempre.
Respiro hondo y asiento.
—Muy bien. Tú no dejes que me caiga, ¿vale?—No te preocupes. Si veo que pierdes el equilibrio, te pasaré esto —responde, mostrándome su bastón de color azul oscuro, fabricado especialmente para que haga juego con el uniforme.
Solo de pensar en ello me río.
—Ahí vamos —anuncia, contento de verme sonreír sin reservas.
—¿Majestad? —interviene Tina, algo impresionada—. Es el momento.
Le hago un gesto con la cabeza.
Danni y yo salimos por la puerta.
—Déjalos impresionados —dice ella, justo antes de que la música aumente de volumen y quedemos a la vista de los invitados.
De pronto vuelvo a sentir el mismo miedo. Aunque hemos intentado reducir la lista de invitados al mínimo, hay cientos de personas a los lados del pasillo que me llevará hasta Brittany. Y todos se ponen en pie para recibirme, de modo que no le veo a ella.
Solo necesito verle la cara. Si veo su mirada firme, sabré que puedo hacerlo.
Sonrío, intentando mantener la calma, asintiendo a nuestros invitados con delicadeza, dándoles las gracias por su presencia. Pero Danni me conoce.
—Todo va bien, Sann.
Yo le miro, y ver su gesto de ánimo me ayuda. Sigo adelante.
No es el desfile más elegante que pueda hacer una novia, ni tampoco el más rápido. Danni tiene la pierna tan malherida que tenemos que ir avanzando lentamente.
Pero ¿a quién si no podía pedírselo? Danni había pasado a llenar un importante lugar en mi vida, un lugar que había quedado vacío. Ya no era mi novio ni mi amigo, sino parte de mi familia.
Pensaba que me diría que no, que quizá se lo tomara como un insulto. Pero cuando se lo pedí me dijo que para ella sería un honor y me dio un abrazo. Entregada y leal, hasta el fin. Ese es mi Danni.
Por fin veo un rostro familiar entre el público. Ahí está Lucy, sentada junto a su padre. Está radiante de orgullo por mí, aunque en realidad apenas puede apartar los ojos de Danni. Cuando pasamos a su lado, levanta la cabeza un poquito más. Sé que pronto será su turno, y tengo muchas ganas de que llegue. Danni no podría haber elegido mejor.
A su lado, en las primeras filas, están las otras chicas de la Selección. Han sido muy valientes al volver aquí para estar conmigo, teniendo en cuenta que no están todas las que deberían estar. Aun así, sonríen, incluso Kriss, aunque puedo ver la tristeza en sus ojos. Me sorprende lo mucho que echo de menos a Kitty. Me la imagino poniendo los ojos en blanco y luego lanzándome un guiño, o algo así. Haciendo algún gesto descarado para hacerme reír. La echo mucho de menos.
Mucho.
También añoro a la reina Amberly. Me imagino lo feliz que sería hoy, por fin tendría una hija. Siento que al casarme con Brittany ya puedo pensar en ella como en una madre. Y, por supuesto, lo haré. Y luego están mi madre y May, cogidas de la mano tan fuerte que parece que se estén sosteniendo la una a la otra. A su alrededor hay tantas sonrisas que casi me siento abrumada.
Estoy tan distraída viendo aquellos rostros que se me olvida lo cerca que estoy del final del pasillo. Y cuando miro hacia delante… ahí está.
Y entonces me parece que no hay nadie más allí, solo ella y yo.
Ni cámaras grabando ni flashes. Solo nosotras. Solo Brittany y yo. Ella lleva la corona puesta, y el uniforme con la banda azul y las medallas. ¿Qué le dije la primera vez que se lo vi puesto? Algo como que parecía una lámpara de araña, creo. Sonrío, recordando el largo camino que nos ha llevado hasta aquí, hasta el altar.
Los últimos pasos de Danni son lentos pero firmes. Cuando llegamos a nuestro destino, me giro hacia ella. Danni me sonríe por última vez y yo me acerco para besarle en la mejilla. Es un modo de decirle adiós a tantas cosas… Nos miramos un momento. Ella me coge la mano y la coloca en las de Brittany, entregándome a ella.
Se saludan con un gesto de la cabeza, mirándose con respeto. No creo que llegue a entender todo lo que ha pasado entre ellas, pero en ese momento me invade una sensación de paz. Danni da un paso atrás y yo uno adelante, para llegar al lugar al que nunca creí que llegaría.
Nos acercamos y empieza la ceremonia.
—Hola, cariño —me susurra.
—No empieces —le advierto.
Ambas sonreímos.
Me coge las manos como si fueran lo único que le mantiene unido a la Tierra. Me concentro en las palabras que voy a tener que decir, en las promesas que nunca romperé. Es un día mágico.
Sin embargo, incluso en este momento sé que no es un cuento de hadas. Sé que habrá momentos duros, que nos harán dudar. Sé que las cosas no siempre irán como queremos y que tendremos que poner de nuestra parte para recordar que esto es lo que hemos escogido. No será perfecto. No siempre.
Al fin y al cabo, esto no es un final de cuento de hadas.
Es mucho más que eso.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Este es el final aclaro en mayo sale otra historia que hablaria 20 años despues de esta historia y hay mas historias cortas asi que si quieren las historias cortas dejen su comentario de que les parecio y para los que no dijeron Valerie que malos para los que si aqui esta el final
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
chica, que final dure esperando esto mucho tiempo, estaria encantada de ver las otras historias, tal vez hijos? gran adaptación, gracias por eso
atercio********- - Mensajes : 650
Fecha de inscripción : 02/04/2012
Edad : 32
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
holap,...
me gusto que britt aya elegido bien,...
a pesar de lo que paso con los padres de britt,.. y todo lo que paso con los ataques,..
me gusto que se casaran al final de todo!!!
nos vemos!!!
me gusto que britt aya elegido bien,...
a pesar de lo que paso con los padres de britt,.. y todo lo que paso con los ataques,..
me gusto que se casaran al final de todo!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO
Hola, wauuu no sabes cuanto tiempo espere que volvieras, ya me estaba poniendo loquita, wiii te agradesco que nos hayas regalado un final muy bonito :) por un momento pense que Britt no razonaria jamas y en otro que de vdd se moriria dejando a San solita :(, pero me hace feliz que al final las cosas salieron muy bien, ahora estan juntas muy enamoradas y seran unas excelentes soberanas wiii :P. te confiezo que esperaba un poquito mas sobre su vida despues de la boda ya sabes como llevarian su relacion hijos y asi, pero alomejor nos regalas eso en la prox historia no?. De vdd que me encanto esta adaptación, esperare jajaja aunque con muchas ansias la siguiente historia. saludos :)
mayre94** - Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 24/02/2015
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