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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:35 pm

micky morales escribió:buenisimos capitulos, hay tantas cosas que la princesa brittany no sabe que ocurren tras los muros de ese castillo donde habita!

Eso es algo que es bien sabido por todos aunquie digamos que sabemos no sabesmos jajaja se pone mejor la historia lo prometo ya estoy actualizando
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:36 pm

jas2602 escribió:OMG!!! empiezo a notar algo san empieza a sentir cositas por mi britt...jejeje...muy buenos cap...gracias
actualiza pronto nos vemos  Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 2145353087    Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 918367557 


Lo prometido es deuda si algo surge pero ya conocemos a Santana no se deja llevar tan fácil, y si ya estoy actualizando como prometi
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:37 pm

TheJadeDiaz escribió:Me encanta la histori es excelente la lees y te atrapa en seguida :) a ya quiero que allá brittana :c nos leemos  pronto.

No te quiero desepcionar pero conocemos a Santana no se dejara llevar tan facilmente y si atrapa bastante y ya estoy actualizando como prometi
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:39 pm

3:) escribió:holap,...

me gusta que san le diga la verdad a britt,...
a ver como reacciona la respecto,..
me encanta como se matan todos por saber quien sale con britt o con quien mas habla,. jajaj y san en el medio sin decir nada!!!

nos vemos!!!


Es como Bacherrlot o algo asi pero de la nobleza jajaja y habra mejores momentos de estos en lo que viene creeanme. Ya estoy actualizando
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:41 pm

Dolomiti escribió:Es que acaso San empieza a sentir algo por britt?? Espero que así sea! Y bueno me pregunto como reaccionará San a ese pequeño pero significativo beso en su frente, digo... A Rach le tomó la mano,pero a san la ha abrazado y ahora un tierno beso en su frente!! Dios!! Muero por leer más, lS próxima también será maratón,??? Di que siii!!

Bueno haber digo en algun momento todos hemos dado un beso inocente no nos pueden crusificar por eso, o por tomarle la mano . Ya estoy actulizando y si de esta historia es larga entonces hay mas capitulos minimo 3 hoy
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 16, 2014 11:43 pm

dani_lcastrejon escribió:Buenas noches ._. o tardes.
Perdón por insistir en ver si ibas a actualizar e.e es que ya era de noche y pensé que no lo harías :3 lo lamento.
Me han gustado muuucho los capítulos, lol y Santana ya empieza a sentir algo por Brittany, ya siente celos, es un avance *3*
Hasta el próximo miércoles o/

No hay cuidado como dije cuando prometo algo lo cumplo o aviso pero ya voy en este dia casi acabo es un gusto que las historias que elegi les sean agradables, y pues nos seguimos leyendo gracias
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Mensaje por awong_snix Jue Jul 17, 2014 12:00 am


CAPÍTULO 18



Brittany me había dicho que nos veríamos a la hora de la cena, pero no estaba allí. La reina entró sola, y nosotras la esperamos tras nuestras sillas. Hicimos una leve reverencia en el momento en que tomó asiento y luego nos sentamos.
Miré por toda la mesa en busca de alguna silla vacía, suponiendo que Brittany tendría alguna cita, pero no faltaba ninguna chica.
Me había pasado la tarde dándole vueltas a lo que le había dicho. Estaba claro por qué no tenía amigos. Evidentemente se me daban fatal.
Entonces entraron Brittany y el rey. Ella ya se había puesto la americana, pero seguía despeinada. Comentaban algo mientras andaban. Nos apresuramos a ponernos en pie. Parecían tener una conversación animada. Brittany gesticulaba para expresarse mejor, y el rey asentía, registrando las palabras de su hija, pero aparentemente algo incómodo. Cuando llegaron a la cabecera de la mesa, el rey Pierce le dio a su hija una firme palmada en la espalda, con el gesto adusto.
Cuando el rey se giró hacia nosotras, de pronto su rostro se llenó de entusiasmo.
—Oh, por Dios, señoritas, siéntense, por favor. —Le dio un beso a la reina en la cabeza y ella también se sentó.
Pero Brittany se quedó en pie.
—Señoritas, tengo un anuncio que hacerles. —Todas las miradas se fijaron en ella. ¿Qué podía tener que comunicarnos?—. Sé que a todas se les prometió una compensación económica por su participación en la Selección —dijo, con un tono autoritario que en realidad solo le había oído usar una vez, la noche que me había llevado al jardín. Estaba mucho más atractiva cuando hacía uso de su autoridad con un objetivo—. No obstante, ha habido modificaciones en los presupuestos. Las que sean Dos o Tres de nacimiento no recibirán financiación. Las Cuatros y las Cincos seguirán recibiendo su compensación, pero será ligeramente inferior a la cantidad asignada hasta ahora.
Observé que algunas de las chicas estaban boquiabiertas de la sorpresa. El dinero era parte del trato. Kitty, por ejemplo, estaba furiosa. Supuse que, cuando tienes mucho dinero, te acostumbras a acumularlo. Y la idea de que alguien como yo siguiera cobrando algo probablemente no le había sentado muy bien.
—Pido disculpas por las molestias que pueda suponer; lo explicaré todo mañana por la noche, en el Capital Report. Pero es algo innegociable. Si alguna tiene algún problema con esta nueva situación y ya no desea participar, puede marcharse después de la cena.
151
Se sentó y se puso a hablar de nuevo con el rey, que parecía más interesada en la comida que en las palabras de Brittany. Lamentaba que mi familia fuera a recibir menos dinero, pero seguirían cobrando algo. Intenté concentrarme en la cena, pero sobre todo me preguntaba qué significaba aquello, y no era la única. Los murmullos se extendieron por la sala.
—¿De qué creéis que se trata? —preguntó Tiny en voz baja.
—A lo mejor es una prueba —propuso Kriss—. Apuesto a que habrá alguna que está aquí únicamente por el dinero.
Mientras la escuchaba, vi que Fiona le daba un codazo a Olivia y me señalaba con un gesto de la cabeza. Me giré para que no supiera que me había dado cuenta.
Las chicas fueron planteando sus teorías, y yo me quedé mirando a Brittany. Intenté captar su atención para poder tirarme de la oreja, pero ella no miró en mi dirección.
Mary y yo estábamos solas en mi habitación. Aquella noche me enfrentaría a Kurt (y al resto de la nación) en el Illéa Capital Report. Por no mencionar que las otras chicas estarían ahí todo el rato, observándose unas a otras y criticando en silencio. Decir que estaba nerviosa sería quedarse muy corta. Hacía gestos con las manos mientras Mary me hacía una lista de preguntas posibles, cosas que consideraba que querría saber el público en general.
¿Me gustaba el palacio? ¿Qué era lo más romántico que había hecho Brittany por mí? ¿Echaba de menos a mi familia? ¿Había besado ya a Brittany?
Cuando Mary formuló aquella pregunta, me la quedé mirando. Yo había ido buscando respuestas a las preguntas, intentando no pensar demasiado. Pero era evidente que aquella pregunta nacía de su curiosidad. La sonrisa que tenía en la cara la delataba.
—¡No! ¡Por Dios! —intenté parecer enfadada, pero era algo demasiado ridículo como para enojarse. Acabé riéndome. Y Mary también soltó una risita nerviosa—. Venga, déjalo… ¿Por qué no te pones a limpiar algo?
Entonces soltó una carcajada, y, antes de que pudiera decirle que parara, Anne y Lucy aparecieron en la puerta con una bolsa de la sastrería.
Lucy parecía más nerviosa de lo que la había visto en el momento de mi llegada, el primer día, y Anne lucía una sonrisa taimada, como si escondiera algo.
—¿Y eso? —pregunté, en cuanto Lucy se situó delante de mí y me hizo una ostentosa reverencia.
—Hemos acabado su vestido para el Report, señorita —respondió.
Fruncí el ceño.
—¿Uno nuevo? ¿Por qué no el azul del armario? ¿No lo habíais terminado hace poco? A mí me encanta.
Las tres se miraron entre sí.
—¿Qué habéis hecho? —pregunté, señalando la bolsa que Anne estaba colgando en el gancho junto al espejo.
—Nosotras hablamos con todas las demás doncellas, señorita. Oímos muchas cosas —se explicó Anne.
—Sabemos que usted y Lady Janelle son las únicas dos que se han visto más de una vez con su alteza y, por lo que sabemos, habría un punto en común entre las dos.
—¿Ah, sí?
—Por lo que hemos oído —prosiguió Anne—, el motivo de que se la expulsara fue que habló bastante mal de usted. A la princesa no le sentó bien y la echó inmediatamente.
—¿Qué? —exclamé, llevándome una mano a la boca, intentando ocultar mi sorpresa.
—Estamos seguras de que es usted su favorita, señorita. Casi todas lo dicen —suspiró Lucy, encantada.
—Creo que os han informado mal —repliqué.
Anne se encogió de hombros sin dejar de sonreír, indiferente a lo que yo pensara.
Entonces recordé de dónde venía todo aquello:
—¿Qué tiene que ver todo esto con mi vestido?
Mary fue hasta donde estaba Anne y abrió la larga bolsa, dejando a la vista un impresionante vestido rojo que brillaba a la luz del atardecer que entraba por la ventana.
—¡Oh, Anne! —dije, absolutamente impresionada—. Te has superado.
Ella agradeció mi comentario con un gesto de la cabeza.
—Gracias, señorita. Aunque las tres hemos participado en la confección.
—Es precioso. Pero aun no entiendo qué tiene que ver con nada de lo que habéis dicho.
Mary sacó el vestido de la bolsa y lo aireó, mientras Anne proseguía:
—Como le decía, hay mucha gente en palacio que cree que es la favorita de la princesa. Hace comentarios amables sobre usted y prefiere su compañía a la de las demás. Y parece ser que las otras chicas se han dado cuenta.
—¿Qué quieres decir?
—La mayor parte del trabajo de costura lo hacemos en un taller. Allí hay un almacén de material y un taller de zapatería, y también acuden las otras doncellas. Todas han pedido un vestido azul para esta noche. Las doncellas creen que es porque ese es el color que usted viste casi a diario, y las demás están intentando copiarla.
—Es cierto —intervino Lucy—. Hoy Lady Tuesday y Lady Natalie no se han puesto ninguna joya. Igual que usted.
—Y la mayoría de las señoritas piden vestidos más sencillos, como los que le gustan a usted —constató Mary.
—Eso no explica por qué me habéis hecho un vestido rojo.
—Para que se la vea, por supuesto —respondió Mary—. Oh, Lady Santana, si de verdad le gusta, tendrá que seguir destacándose. Ha sido muy generosa con nosotras, especialmente con Lucy —dijo.
Todas miramos a Lucy, que asintió con la cabeza y añadió:
—Usted… es muy buena persona; sería ideal como princesa. Lo haría de maravilla.
No sabía cómo poner fin a aquello. Odiaba ser el centro de atención.
—Pero ¿y si todas las demás tienen razón? ¿Y si el motivo por el que le gusto a Brittany es porque no soy tan vistosa como todas las demás? ¿Y si al ponerme algo tan espectacular lo estropeamos todo?
—Todas las chicas tienen que destacar de vez en cuando. Y nosotras conocemos a Brittany desde que era un niña. Esto le encantará —afirmó Anne, con tal seguridad que me dejó claro que no me quedaba alternativa.
No sabía cómo explicarles que las notas que me enviaba, que el tiempo que pasábamos juntas, se debía, simplemente, a que éramos amigas. No podía decírselo. Sería una gran decepción para ellas y, además, tenía que mantener las apariencias si quería quedarme. Y quería. Necesitaba quedarme.
—De acuerdo. Voy a probármelo —accedí, con un suspiro.
Lucy se puso a dar saltitos de emoción hasta que Anne le instó a que mantuviera la compostura. Me puse aquel sedoso vestido por la cabeza y ellas le dieron las últimas puntadas. Las hábiles manos de Mary me sostenían el pelo de diferentes modos para ver qué peinado le iría mejor al vestido, y a la media hora ya estaba lista.
El estudio estaba dispuesto de un modo algo diferente para el programa especial de aquella noche. Los tronos de la familia real estaban en un lado, como siempre, y nuestros asientos seguían en el lado contrario. Pero el estrado no estaba centrado, para dejar espacio a dos butacas altas. Sobre una de ellas había un micrófono, para que lo usáramos cuando nos tocara hablar con Kurt. Solo de pensar en ello me ponía de los nervios.
Como era de esperar, la sala estaba llena de vestidos en todos los tonos posibles de azul. Algunos se acercaban más al verde, otros al violeta, pero estaba claro que había una tendencia general. Me sentí incómoda al instante. Crucé la mirada con la de Kitty y decidí mantenerme alejada de ella hasta que no quedara más remedio que dirigirse a los asientos.
Kriss y Natalie pasaron a mi lado después de haber comprobado el estado de su maquillaje por última vez. Ambas parecían algo desilusionadas, aunque en el caso de Natalie a veces era difícil de saber. Por lo menos Kriss también se distinguía un poco de las demás. Su vestido azul se tornaba en blanco, como si estuviera surcado por unas tiras de hielo que se iban abriendo paso en dirección al suelo.
—Estás impresionante, Santana —dijo, con un tono que hacía que pareciera más una acusación que un cumplido.
—Gracias. Llevas un vestido precioso.
Ella se pasó las manos por el torso, alisándose arrugas imaginarias.
—Sí, a mí también me gustó cuando lo vi.
Natalie pasó la mano por encima de una de las tiras del hombro de mi vestido.
—¿Qué tela es? Esto va a brillar mucho bajo los focos.
—En realidad no tengo ni idea. Las Cincos no solemos tener ocasión de ponernos vestidos tan bonitos —dije, encogiéndome de hombros. Había tenido al menos otro vestido hecho con el mismo tipo de tela, pero no me había molestado en aprender el nombre.
—¡Santana!
Levanté la vista y vi a Kitty a mi lado. Sonriendo.
—Kitty.
—¿Podrías venir un momentito? Necesito ayuda.
Sin esperar que respondiera, me apartó de Kriss y Natalie, y me llevó tras la pesada cortina azul que hacía de telón de fondo del plató del Report.
—Quítate el vestido —me ordenó, al tiempo que empezaba a bajarse la cremallera del suyo.
—¿Qué?
—Quiero tu vestido. Quítatelo. ¡Agh! Maldito cierre —dijo, intentando desvestirse.
—No voy a quitármelo —contesté, y me dispuse a alejarme.
Pero no llegué muy lejos, ya que Kitty me clavó las uñas en el brazo y me hizo volver atrás de un tirón.
—¡Auch! —grité, agarrándome el brazo. Me lo miré; seguramente me quedarían marcas, pero con un poco de suerte no sangraría.
—Cállate. Quítate el vestido. Venga.
Me quedé allí, mirándola fijamente, negándome a moverme. Kitty tendría que superar no ser el centro de atención de toda Illéa.
—Si quieres, te lo quito yo —se ofreció, con un tono glacial.
—No te tengo miedo, Kitty —dije, cruzándome de brazos—. Este vestido me lo han hecho para mí, y voy a llevarlo. La próxima vez que escojas un modelito, tal vez debieras intentar ser tú misma en lugar de copiarme. Ay, espera, no, que quizás entonces Brittany vería la niña malcriada que eres y te enviaría a casa. ¿Es eso?
Sin dudarlo un segundo, Kitty alargó la mano, me arrancó una manga del vestido y se fue. Yo estaba furiosa, pero me había quedado sin palabras. Bajé la vista y vi una tira de tela rota que me colgaba del pecho en una imagen patética. Oí que Tina nos llamaba a todas para que ocupáramos nuestros asientos, así que hice acopio de valor y salí de detrás de la cortina.
Rachel me había guardado un asiento a su lado, y observé la cara de asombro cuando me vio llegar.
—¿Qué le ha pasado a tu vestido? —susurró.
—Kitty —respondí indignada.
Emmica y Samantha, que estaban sentadas delante de nosotras, se giraron.
—¿Te ha roto el vestido? —preguntó Emmica.
—Sí.
—Ve a Brittany y chívate —sugirió—. Esa chica es una pesadilla.
—Lo sé —dije, con un suspiro—. Se lo diré la próxima vez que le vea.
—¿Quién sabe cuándo será eso? —preguntó Samantha, con tristeza en la voz—. Yo pensaba que pasaríamos más tiempo con ella.
—Santana, levanta el brazo —dijo Rachel, que introdujo hábilmente los restos de mi manga bajo el lateral del vestido, al tiempo que Emmica arrancaba unos cuantos hilos sueltos. Quedó como si no le hubiera pasado nada. En cuanto a las marcas de las uñas, bueno, al menos las tenía en el brazo izquierdo, en el lado más alejado de la cámara.
Ya era casi la hora de empezar. Kurt estaba repasando sus notas cuando llegó por fin la familia real. Brittany llevaba un traje azul oscuro y lucía una insignia en la solapa con el escudo nacional. Parecía atento a todo lo que sucedía, pero tranquilo.
—Buenas noches, señoritas —dijo, sonriente y desenfadado.
Todas respondimos con un «alteza» a coro.
—Quería informarlas de que haré un breve anuncio y luego presentaré a Kurt. Será agradable cambiar el orden por una vez: ¡siempre es ella quien me presenta a mí! —Soltó una risita corta y todas correspondimos—. Supongo que algunas de ustedes estarán un poco nerviosas, pero no tienen por qué. Limítense a ser ustedes mismas. La gente quiere conocerlas.
Nuestros ojos se encontraron unas cuantas veces mientras hablaba, pero no lo suficiente como para poder leer en ellos. No parecía que le llamara la atención mi vestido. Mis doncellas se llevarían una decepción.
Se volvió hacia el estrado y nos deseó suerte por encima del hombro.
Yo notaba que algo estaba pasando. Supuse que aquel anuncio que iba a hacer tendría que ver con lo que nos había dicho el día anterior, pero no me imaginaba qué podía ser. El pequeño misterio de Brittany me distrajo, por lo que ya no me sentía tan nerviosa. Cuando sonó el himno y la cámara enfocó el rostro de Brittany, ya me encontraba mejor. Había visto el Report cada semana desde que era una cría. Era la primera vez que Brittany se dirigía al país de aquel modo. En aquel momento pensé que me habría gustado poder desearle buena suerte también a ella.
—Buenas noches, damas y caballeros de Illéa. Sé que esta es una noche muy emocionante para todos nosotros, ya que por fin todo el país podrá saber algo de las veinticinco señoritas que quedan en la Selección. No tengo palabras para describir la emoción que supone para mí. Estoy segura de que estarán de acuerdo en que cualquiera de estas asombrosas jovencitas sería una magnífica líder y una estupenda princesa.
»Pero antes de llegar a eso, me gustaría anunciarles un nuevo proyecto en el que estoy trabajando y que es de gran importancia para mí. Conocer a estas señoritas me ha servido para entrar en contacto con el mundo que se extiende fuera de nuestro palacio, un mundo que pocas veces tengo ocasión de ver. Me han hablado de sus grandes valores y me han señalado sus inimaginables zonas oscuras. Hablando con estas jóvenes, me he dado cuenta de la importancia de las masas que viven más allá de estos muros. He abierto los ojos al sufrimiento de nuestras castas inferiores y he decidido hacer algo al respecto.
¿Ella qué?
—Tardaremos al menos tres meses en organizar esto correctamente, pero para Año Nuevo habrá un servicio público de entrega de alimentos en todas las Oficinas Provinciales de Servicios. Cualquier Cinco, Seis, Siete u Ocho que lo desee podrán pasarse por allí para disfrutar de una comida nutritiva de forma gratuita. Tengan en cuenta que estas señoritas han sacrificado su compensación económica en su totalidad o en parte para contribuir a la financiación de este importante programa. Y aunque puede que esta asistencia no dure eternamente, la mantendremos en activo mientras podamos.
Hice un esfuerzo para no dejar traslucir la gratitud y la emoción que me embargaban, pero alguna lágrima sí se me escapó. No había perdido tanto de vista lo que venía después como para no preocuparme de mi maquillaje, pero desde luego ya no era lo que ocupaba el centro de mis pensamientos.
—Creo que un buen líder no puede permitir que su pueblo pase hambre. Las castas inferiores componen la mayor parte de Illéa, y creo que hemos descuidado a esta gente demasiado tiempo. Por eso tomo la iniciativa y solicito la colaboración de los demás. Doses, Treses, Cuatros…, las carreteras por las que pasan no se asfaltan solas. Sus casas no se limpian por arte de magia. Ahora tienen la oportunidad de adquirir conciencia de ello haciendo sus donativos a la Oficina Provincial de Servicios. —Hizo una pausa—. La posición que tienen desde el nacimiento es una bendición, y es hora de dar gracias por ello. A medida que el proyecto vaya progresando iré dando información actualizada. Les agradezco a todos su atención. Y ahora pasemos al motivo principal por el que están aquí esta noche. ¡Damas y caballeros, el señor Kurt Humel!
Todos los presentes aplaudieron, aunque era evidente que el anuncio de Brittany no ilusionaba a todo el mundo. El rey, por ejemplo, aplaudía sin emoción; sin embargo, la reina estaba radiante de orgullo. Los asesores tampoco parecían tener claro si aquello era una buena idea.
—¡Muchas gracias por esa presentación, alteza! —dijo Kurt, entrando en el plató—. ¡Lo ha hecho muy bien! Si todo este asunto del reinado no le convence, podría plantearse trabajar en la televisión.
Brittany se rio sonoramente mientras se dirigía a su asiento. Las cámaras enfocaban a Kurt, pero yo me quedé mirando a Brittany y a su padre. No entendía el porqué de aquellas reacciones tan dispares.
—¡Público de Illéa, hoy tenemos un programa especial para ustedes! Esta noche van a averiguar cómo son todas estas jovencitas. Sabemos que se mueren de impaciencia por conocerlas y por saber cómo les van las cosas con nuestra princesa Brittany, así que esta noche… ¡se lo preguntaremos! Vamos a empezar. —Kurt miró las fichas donde llevaba sus anotaciones—. ¡La señorita Kitty Wilde de Clermont!
Kitty bajó sinuosamente los escalones desde su asiento, en la fila superior. Incluso le dio dos besos a Kurt en las mejillas antes de sentarse frente a ella. La entrevista fue predecible, al igual que la de Bariel. Ambas intentaron resultar atractivas, inclinándose mucho hacia delante para que se vieran bien sus vestidos. Resultaba artificioso. En los monitores podía ver sus rostros: no dejaban de mirar a Brittany y de guiñarle el ojo. En algunas ocasiones, como cuando Bariel intentó humedecerse los labios en un gesto sensual, Rachel y yo nos miramos y tuvimos que apartar rápidamente la mirada para no reírnos.
Otras mostraron una mayor compostura. Tiny tenía un hilo de voz, y parecía ir encogiéndose a medida que avanzaba la entrevista. Pero sabía que era un encanto, y esperaba que Brittany no la expulsara simplemente por no ser una gran oradora. Emmica mostró una gran desenvoltura, y también Rachel: la diferencia era que esta parecía tan llena de entusiasmo que cada vez hablaba más alto.
Kurt formuló preguntas muy variadas, pero había dos que se repetían con casi todas: «¿Qué piensas del princesa Brittany?» y «¿Eres tú la que le gritó?». Yo no tenía especial interés en contarle al país que había regañado a la futura reina. Y menos mal que todos pensaban que eso solo había sucedido una vez.
Todas las chicas se mostraron orgullosas al decir que no eran la que había gritado a la princesa. Y todas pensaban que Brittany era muy agradable. Aquella fue la palabra que más se repitió: agradable. Kitty dijo que era muy atractiva. Bariel aseguró que le veía una gran fuerza interior, lo cual, personalmente, me sonó bastante forzado. A algunas de las chicas les preguntaron si Brittany ya las había besado. Todas se ruborizaron y dijeron que no. Tras el tercer o cuarto no, Kurt se dirigió a Brittany
—¿Aún no ha besado a ninguna de ellas? —preguntó, sorprendido.
—¡Solo llevan aquí dos semanas! ¿Qué tipo de persona crees que soy? —respondió Brittany. Lo dijo con aire desenfadado, pero me pareció que se agitaba ligeramente en la silla. Me pregunté si había besado a alguien alguna vez.
Samantha acababa de decir que se lo estaba pasando estupendamente, y entonces Kurt me llamó a mí. Mientras me ponía en pie, las otras chicas aplaudieron, al igual que se había hecho con las demás. Miré a Rachel y le sonreí, nerviosa. Al acercarme me concentré en mis pies, pero cuando llegué a la silla no me resultó difícil mirar por encima del hombro de Kurt hacia donde estaba Brittany. Ella me lanzó un breve guiño mientras yo cogía el micrófono. Al momento me sentí más tranquila. No tenía que ganarme a nadie.
Le di la mano a Kurt y me senté frente a ella. Así, de cerca, pude ver por fin la insignia que llevaba en la solapa. Por la tele se perdía el detalle, obviamente, pero ahora me daba cuenta de que no eran un simple signo de forte, sino que tenía una pequeña X grabada en el centro, lo que casi convertía el signo en una estrella. Era bonito.
—Santana López. Es un nombre interesante. ¿Esconde alguna historia? —preguntó Kurt.
Suspiré, aliviada. Esta era fácil.
—De hecho, sí. Al parecer, cuando aún estaba en el vientre de mi madre daba muchas patadas. Ella decía que llevaba dentro una luchadora, así que me puso el nombre del país que tanto había luchado por mantener unido este territorio. Resulta raro, pero hay que decir que tenía razón: desde entonces siempre nos hemos peleado.
Kurt se rio.
—Ella también debe de ser una mujer de carácter fuerte.
—Sí que lo es. Todo lo tozuda que soy, lo he heredado de ella.
—¿Así que eres tozuda? Tienes carácter, ¿eh?
Vi que Brittany se tapaba la boca con las manos para ocultar la risa.
—A veces.
—Si tienes tanto carácter, ¿no serás la que le gritó a nuestra princesa?
Suspiré.
—Sí, fui yo. Y ahora mismo mi madre está sufriendo un ataque al corazón.
Brittany se dirigió a Kurt:
—¡Haz que te cuente toda la historia!
Kurt miró atrás y adelante con un rápido movimiento del cuello.
—¡Oh! ¿Y cuál es la historia?
Intenté mirar a Brittany, pero la situación era tan tonta que no sirvió de nada.
—La primera noche tuve… un pequeño ataque de claustrofobia, y estaba desesperada por salir al exterior. Los guardias no me dejaban salir. De hecho, estaba a punto de desmayarme en los brazos de uno de ellos, pero la princesa pasaba por allí y les ordenó que me abrieran las puertas.
—¡Ah! —dijo Kurt, ladeando un poco la cabeza.
—Sí, y luego me siguió para asegurarse de que estaba bien… Pero me sentía muy tensa, así que, cuando me habló, básicamente acabé acusándole de engreída y superficial.
Kurt se sonrió al oír aquello. Miré más allá, hacia donde estaba Brittany, que no podía contener la risa. Pero lo más embarazoso fue que el rey y la reina también se reían. No me giré hacia las chicas, pero también oí alguna risita mal contenida entre ellas. Bueno, quizá fuera mejor así, y por fin dejarían de verme como una especie de amenaza. Al fin y al cabo, Brittany simplemente me encontraba divertida.
—¿Y te perdonó? —preguntó Kurt, ya algo más serio.
—Curiosamente, sí. —Me encogí de hombros.
Kurt volvió a los temas que le interesaban:
—Bueno, dado que habéis recuperado la buena relación, ¿qué tipo de actividades habéis hecho juntas?
—Solemos salir a pasear por el jardín. Sabe que me gusta estar al aire libre. Y hablamos —dije. Sonaba patético, sobre todo después de lo que habían dicho algunas de las otras chicas. Las salidas al cine, de caza o para montar a caballo parecían impresionantes en comparación con mi historia.
Sin embargo, de pronto comprendí por qué tenía tanta prisa en salir con todas las chicas la última semana. Las chicas debían tener algo que contar a Kurt, así que Brittany se había encargado de que lo tuvieran. Aun así, me parecía raro que no me lo hubiera dicho, aunque al menos todo aquello ya tenía una explicación.
—Suena muy relajante. ¿Dirías que el jardín es lo que más te gusta del palacio?
—Quizá. —Sonreí—. Pero la comida es exquisita, así que…
Kurt volvió a reír.
—Eres la última Cinco que queda en competición, ¿verdad? ¿Crees que eso limita tus posibilidades de llegar a ser la princesa?
—¡No! —respondí, sin pensármelo ni un momento.
—¡Vaya! ¡Desde luego tienes confianza! —Kurt parecía satisfecho de haber obtenido una respuesta tan entusiasta—. ¿Así que crees que ganarás a todas las demás? ¿Qué llegarás al final?
—No, no —rectifiqué—. No es eso. No creo que sea mejor que ninguna de las otras: todas son estupendas. Es solo que… no creo que Brittany hiciera eso, que descartara a alguien solo por su casta.
Oí un murmullo de asombro generalizado. Repasé mentalmente lo que acababa de decir. Tardé un minuto en descubrir mi error: le había llamado Brittany. Llamarle así en conversaciones privadas con las chicas era una cosa, pero decir en público su nombre sin la palabra «princesa» delante quedaba increíblemente informal. Y acababa de soltarlo en un programa de televisión en directo.
Miré a Brittany para ver si estaba enfadada. Tenía una sonrisa tranquila en el rostro. Así que no se había enfadado…, pero yo me sentía avergonzada. Me puse coloradísima.
—Ah, da la impresión de que has tenido ocasión de conocer de verdad a nuestra princesa. Dime, ¿qué te parece «Brittany»?
Había pensado varias respuestas mientras esperaba mi turno. Iba a gastar una broma sobre su modo de reír o sobre el apodo cariñoso que querría que usara su esposa con ella.
Daba la impresión de que el único modo de salvar la situación era darle un tono cómico. Pero cuando levanté la vista, dispuesta a hacer uno de mis comentarios, vi el rostro de Brittany. Parecía interesada en conocer mi opinión.
Y no podía tomarle el pelo, ahora que tenía ocasión de decir lo que empezaba a pensar de ella, ahora que era mi amiga. No podía bromear sobre la persona que me había salvado de tener que afrontar el mayor desengaño de mi vida en casa, que enviaba cajas de pasteles a mi familia, que corría a mi encuentro en cuanto le llamaba para preguntarme si me había ofendido.
Un mes antes, en la pantalla de la tele, veía a una persona estirada, distante y aburrida, alguien que no creía que nadie pudiera llegar a querer. Y aunque no se parecía lo más mínimo a la persona a la que aún amaba, se merecía tener a alguien que le quisiera.
—Brittany S. Pierce es la personificación de todo lo bueno. Será una reina fenomenal. Deja que unas chicas que deberían ir todo el día con vestidos se pongan vaqueros y no se enfada cuando alguien que no conoce le cuelga etiquetas evidentemente erróneas. —Miré a Kurt, que sonrió. Y tras ella, Brittany parecía intrigada—. La que se case con ella será una chica afortunada. Y sea lo que sea lo que me depare el futuro, será para mí un honor ser súbdita suya.
Vi que Brittany tragaba saliva, y bajé la mirada.
—Santana López, muchísimas gracias —dijo Kurt, que se acercó a darme la mano—. A continuación tenemos a la señorita Tallulah Bell.
No me enteré de nada de lo que dijeron las chicas que pasaron después de mí, aunque no aparté la mirada de los dos asientos. Aquella entrevista se había vuelto mucho más personal de lo que yo pretendía. No podía mirar a Brittany a la cara. Solo podía permanecer ahí, dándole vueltas una y otra vez a todo lo que había dicho.
Hacia las diez llamaron a mi puerta. La abrí, y ahí estaba Brittany, que levantó la mirada hacia el techo.
—Por la noche tendrías que tener una doncella en la habitación.
—¡Brittany! Lo siento muchísimo. No quería llamarte así delante de todo el mundo. He sido una tonta.
—¿Crees que estoy enfadada contigo? —preguntó, mientras entraba y cerraba la puerta—. Santana, me llamas por mi nombre tan a menudo que era fácil que se te escapara. Sí, ojalá hubiera sido en un entorno algo más privado —añadió, con una sonrisa socarrona—, pero no te lo tengo en cuenta.
—¿De verdad?
—Claro. De verdad.
—¡Agh! Esta noche me he sentido como una tonta. ¡No puedo creerme que me hicieras contar esa historia! —exclamé, dándole un suave cachete en la mejilla.
—¡Eso ha sido lo mejor de toda la noche! Mamá se ha divertido de lo lindo. En sus días, las chicas eran más reservadas incluso que Tiny, y vas tú y me llamas superficial… No podía creérselo.
Genial. Ahora hasta la reina pensaba que era una inadaptada. Atravesamos la habitación y acabamos en el balcón. Soplaba una suave brisa templada que nos hacía llegar el olor de los miles de flores del jardín. En lo alto brillaba una luna llena, cuya luz se sumaba a las del palacio y le daba a Brittany un brillo misterioso.
—Bueno, me alegro de que te hayas divertido —dije, pasando los dedos por la baranda.
Brittany dio un salto y se sentó sobre la baranda, aparentemente muy relajada.
—Siempre me diviertes. Me estoy acostumbrando.
Hmm. Casi resultaba cómico.
—Y… sobre eso que has dicho…
—¿Qué parte? ¿La de las cosas que te he llamado en público o la de las peleas con mi madre, o cuando he dicho que la comida era mi principal motivación? —dije, poniendo los ojos en blanco.
Ella se rio.
—Lo de que yo era buena…
—Ah, sí. ¿Qué hay de eso? —Aquellas pocas frases de pronto me parecieron lo más embarazoso del mundo. Bajé la cabeza y empecé a darle vueltas a un trozo de tela del vestido.
—Te agradezco que quieras hacerlo creíble, pero no hacía falta que fueras tan lejos.
Levanté la cabeza de pronto. ¿Cómo podía pensar eso?
—Brittany, eso no lo dije por el programa. Si me hubieras pedido mi opinión sincera hace un mes, habría sido muy diferente. Pero ahora te conozco, y sé la verdad, y eres todo lo que dije que eras. Y más.
Se quedó en silencio, pero había una tímida sonrisa en su rostro.
—Gracias —soltó por fin.
—No hay de qué.
Brittany se aclaró la voz.
—Ella también tendrá suerte —afirmó, bajando de la baranda y acercándose al lado del balcón donde estaba yo.
—¿Eh?
—Tu novia. Cuando recupere la lucidez y te ruegue que le dejes volver —añadió, con toda naturalidad.
No pude evitar reírme. Aquello no sucedería jamás.
—Ya no es mi novia. Y dejó bastante claro que habíamos acabado. —Hasta yo misma noté el minúsculo rastro de esperanza en mi voz.
—Eso no es posible. Ahora te habrá visto en la tele y habrá vuelto a caer prendada de ti. Aunque en mi opinión sigue sin merecerte. —Brittany hablaba casi como si estuviera aburrida, como si hubiera visto cosas así un millón de veces—. Y eso me recuerda… —añadió, levantando un poco la voz—. Si no quieres que me enamore de ti, vas a tener que dejar de estar tan encantadora. Mañana a primera hora haré que tus doncellas te cosan unos vestidos hechos con sacos de patatas.
Le di un golpe en el brazo.
—Calla.
—No bromeo. Eres tan guapa que corres peligro. Cuando te vayas, tendremos que enviar guardaespaldas para que te sigan. Nunca sobrevivirías por tu cuenta, pobrecilla —dijo, fingiendo compasión.
—No puedo evitarlo —suspiré—. ¡Qué voy a hacerle, si he nacido perfecta! —Y eché la cabeza atrás, como si estuviera agotada de ser tan guapa.
—Nada, supongo que no puedes hacer nada.
Me reí, sin darme cuenta de que Brittany no hablaba tan en broma.
Me quedé contemplando el jardín y por el rabillo del ojo vi que me miraba. Su cara estaba increíblemente cerca de la mía. Cuando me giré para preguntarle qué era lo que miraba tanto, me sorprendió notar que estaba tan cerca que podría haberme besado.
Y más aún me sorprendió que lo hiciera.
Di un paso atrás enseguida, apartándome. Brittany también retrocedió.
—Lo siento —murmuró, ruborizada.
—¿Qué estás haciendo? —susurré, sorprendida.
—Lo siento —repitió, girando la cara, evidentemente avergonzada.
—¿Por qué has hecho eso? —Me llevé una mano a la boca.
—Es que… con lo que has dicho antes, y al ver que ayer me buscabas…, tu forma de actuar…, pensé que tus sentimientos habrían cambiado. E igual que tú…, pensé que lo habrías notado. —Se giró hacia mí—. Bueno… ¿Tan terrible ha sido? Pareces hasta molesta.
Intenté borrar cualquier expresión de mi rostro. Brittany parecía estar pasándolo fatal.
—Lo siento muchísimo. Nunca había besado a nadie. No sé lo que hago. Solo… Lo siento, Santana. —Soltó un profundo suspiro y se pasó la mano por el pelo varias veces, apoyándose en la baranda.
No lo esperaba, pero me sentí halagada.
Me había elegido a mí para su primer beso.
Pensé en la Brittany a la que había descubierto últimamente —la que siempre tenía un cumplido a punto, la que me concedía el premio de una apuesta aunque la hubiera perdido, la que me perdonaba cuando le hacía daño, física o emocionalmente— y descubrí que mi opinión había cambiado.
Sí, aún sentía algo por Danniel. Aquello no podía evitarlo. Pero si no podía estar con ella, ¿qué era lo que me impedía estar con Brittany? Nada más que mis ideas preconcebidas sobre ella, que no se acercaban en absoluto a la realidad.
Me acerqué y le acaricié la frente con la mano.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy borrando ese recuerdo. Creo que podemos hacerlo mejor. —Bajé la mano y me apoyé en ella, de cara a la habitación.
Brittany no se movió…, pero sonrió.
—Santana, no creo que se pueda cambiar la historia —dijo, pero al mismo tiempo cierta esperanza le iluminó el rostro.
—Claro que podemos. Además, ¿quién más va a saberlo, aparte de ti y de mí?
Me miró un momento, preguntándose si aquello estaba bien. Poco a poco vi que su expresión iba pasando de la prudencia a la confianza. Nos quedamos así, mirándonos a los ojos, hasta que recordé lo que acababa de decir.
—Qué voy a hacerle, si he nacido perfecta —susurré.
Ella se acercó, me pasó un brazo alrededor de la cintura, poniéndose delante de mí. Su nariz me hacía cosquillas en la mía. Me pasó los dedos por la mejilla con tal suavidad que por un momento temí venirme abajo.
—Nada, supongo que no puedes hacer nada —murmuró.
Brittany me cogió la cara con la mano y acercó sus labios a los míos, dándome el más suave de los besos.
Aquella sensación de inseguridad hacía que el momento fuera aún más bonito. Sin necesidad de decir una palabra, entendí la emoción que suponía para ella disfrutar de aquel momento, pero también el miedo que le provocaba. Y, por encima de todo eso, supe que me adoraba.
Así que aquella era la sensación que producía ser una dama.
Al cabo de un momento, se separó y preguntó:
—¿Mejor?
Solo pude que asentir. Brittany parecía estar a punto de dar una voltereta hacia atrás. Yo sentía algo parecido dentro del pecho. Era algo absolutamente inesperado, demasiado rápido, demasiado extraño. Mi estado de confusión debía de reflejárseme en la cara, porque Brittany se puso seria.
—¿Puedo decir algo?
Volví a asentir.
—No soy tan tonta como para creer que te habrás olvidado por completo de tu exnovia. Sé por lo que has pasado y que aquí no te encuentras precisamente en circunstancias normales. Sé que crees que hay otras más preparadas para mí y para esta vida, y no quiero presionarte para que intentes adaptarte a todo esto. Yo solo… Solo quiero saber si es posible.
Era una pregunta difícil de responder. ¿Estaría dispuesta a llevar una vida que nunca había deseado? ¿A observar cómo iba quedando con las otras para asegurarse de que no se equivocaba? ¿A aceptar la responsabilidad que tenía ella como princesa? ¿Estaría dispuesta a quererle?
—Sí, Brittany —susurré—. Es posible.
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Bueno asi o mas claro quien dice Britt ya le dijo lo que quiere y que le dara tiempo aunqeu Santana siempre se complica por que piensa en Danni, que arian ustedes. Una mala noticia se al subir las actualizaciones se fue la luz y perdi el archivo entonces para mañana antes de midio dia les subo mas capitiulos pero miestras tanto comenten por favor que opinan de la declaracion de Britt

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Activo Re: Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/ LA ELEGIDA / TERMINADO

Mensaje por dani_lcastrejon Jue Jul 17, 2014 12:56 am

:') el primer beso de Brittany, eso fue muy lindo. Ow Brittany se me hace tan inocente y linda, y la forma en que se pone nerviosa y habla con Santana me fascina.
Como siempre, el capítulo me ha encantado.
Estaré esperando los capítulos de mañana :)
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Mensaje por jas2602 Jue Jul 17, 2014 3:07 am

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que hermoso....ya se dieron su primer besooooo.........y lo ultimo que dijo santana
me mató...............britt tiene posibilidades YEAH!!!!.....gracias por el capitulo....espero y puedas subir los otros...
saluditos cuidate muchoooooooo!!!!!!!!!!!!!!  Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 2145353087 
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Mensaje por awong_snix Jue Jul 17, 2014 12:32 pm

dani_lcastrejon escribió::') el primer beso de Brittany, eso fue muy lindo. Ow Brittany se me hace tan inocente y linda, y la forma en que se pone nerviosa y habla con Santana me fascina.
Como siempre, el capítulo me ha encantado.
Estaré esperando los capítulos de mañana :)

Hola gracias por los comentrios y si lo qeu viene es mejor aun pero no dire mas ya estoy actulizando
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Mensaje por awong_snix Jue Jul 17, 2014 12:33 pm

jas2602 escribió:aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que hermoso....ya se dieron su primer besooooo.........y lo ultimo que dijo santana
me mató...............britt tiene posibilidades YEAH!!!!.....gracias por el capitulo....espero y puedas subir los otros...
saluditos cuidate muchoooooooo!!!!!!!!!!!!!!   Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 2145353087 


Si, y sera un largo camino ya lo dijo no es la vida que ella imagino y las responsabilidades que puede acarrear pero eso es lo que veremos en los capitulos que vienen. Ya estoy actualizando
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Mensaje por awong_snix Jue Jul 17, 2014 12:36 pm


CAPÍTULO 19



No le conté a nadie lo que había sucedido entre Brittany y yo, ni siquiera a Rachel ni a mis doncellas. Era como un secreto maravilloso que podía recordar en medio de alguna de las aburridas clases de Tina o en alguna larga jornada en la Sala de las Mujeres. Y, para ser sincera, pensaba en nuestros besos —tanto en el incómodo como en el dulce— con mayor frecuencia de lo que me esperaba.
Sabía que no me iba a enamorar de Brittany de la noche a la mañana. Mi corazón no me lo permitiría. Pero de pronto me encontré con que era algo que deseaba. Así que me planteé la posibilidad, solo para mí, aunque en más de una ocasión sentí la tentación de explicar mi secreto a los cuatro vientos.
En particular tres días más tarde, cuando, con la Sala de las Mujeres medio llena, Olivia anunció que Brittany la había besado.
No podía creerme lo destrozada que me sentía. Me quedé mirando a Olivia y preguntándome qué tenía ella que fuera tan especial.
—¡Cuéntanoslo todo! —la apremió Rachel.
La mayoría de las otras chicas también sentían curiosidad, pero Rachel era la más entusiasta. En el poco tiempo que había pasado desde su última cita con Brittany, cada vez demostraba un mayor interés por los progresos de las demás. No entendía cuál era el motivo de aquel cambio, y no tenía valor para preguntárselo.
Olivia no necesitaba que se lo pidieran. Se sentó en uno de los sofás y se colocó bien el vestido. Tenía la espalda muy erguida, sobre todo en comparación con su estado, habitualmente relajado, y colocó las manos sobre el regazo. Era como si estuviera practicando para ser princesa. Me venían ganas de decirle que un beso no significaba que fuera a ganar.
—No quiero entrar en detalles, pero fue bastante romántico —suspiró, bajando la barbilla hasta el pecho—. Me llevó a la azotea. Tienen un lugar que es como un balcón, pero me parece que lo usan los guardias. No sé. Desde allí se veía más allá de los muros, y la ciudad brillaba hasta donde se perdía la vista. En realidad no dijo nada. Simplemente me cogió y me besó —dijo, henchida de orgullo.
Rachel suspiró. Kitty parecía estar a punto de romper algo. Yo me quedé ahí sentada.
No paraba de repetirme que no debía preocuparme tanto; todo aquello formaba parte de la Selección. Además, ¿cómo podía estar segura de querer acabar con Brittany? La verdad era que tenía que estar contenta. Estaba claro que la maldad de Kitty había encontrado un nuevo objetivo, y después de todo aquel episodio con mi vestido —que, por cierto, había olvidado contar a Brittany— estaba encantada de ver que alguien me iba a tomar el relevo.
—¿Crees que será la única a la que ha besado? —me susurró Tuesday al oído.
Kriss, que estaba de pie a mi lado, oyó la pregunta y se apresuró a contestar:
—Ella no besaría a cualquiera. Olivia debe de estar haciendo algo bien.
—¿Y si ha besado ya a la mitad de las chicas y todas se lo callan? A lo mejor es parte de su estrategia —se preguntó Tuesday.
—No creo que, si alguna se lo calla, eso tenga que considerarse necesariamente una estrategia —rebatí—. A lo mejor solo están siendo discretas.
Kriss aspiró con fuerza.
—¿Y si el hecho de que Olivia nos cuente esto no es más que algún juego? Ahora todas están preocupadas, y ninguna de nosotras se negaría a recibir un beso de Brittany. No hay modo de saber si está mintiendo o no.
—¿Creéis que lo haría? —pregunté.
—Si es así, ojalá se me hubiera ocurrido a mí primero —se lamentó Tuesday.
Kriss suspiró.
—Esto es mucho más complicado de lo que pensaba.
—Dímelo a mí —murmuré.
—A mí casi todas las chicas me caen bien, pero cuando oigo que Brittany hace algo con otra solo pienso en cómo podría hacerlo mejor que ella —confesó—. No me sale el instinto competitivo con vosotras.
—Algo así le decía yo a Tiny el otro día —dijo Tuesday—. Sé que es algo tímida, pero es muy elegante y creo que sería una gran princesa. No puedo enfadarme con ella si tiene más citas que yo, aunque desee la corona para mí.
Kriss y yo cruzamos una breve mirada, y me di cuenta de que ambas habíamos pensado lo mismo. Tuesday había dicho «corona» no «a ella». Pero lo dejé estar, porque el resto de su planteamiento me resultaba familiar.
—Rachel y yo hablamos de eso todo el rato. De las cualidades que vemos la una en la otra.
Nos miramos las unas a las otras, y algo había cambiado. De pronto no sentí tantos celos de Olivia, ni siquiera me caía tan mal Kitty. Todas vivíamos aquello de un modo diferente, y quizás incluso por motivos distintos, pero al menos todas lo vivíamos juntas.
—Quizá tuviera razón la reina Amberly —dije—. Lo único que hay que hacer es ser una misma. Preferiría que Brittany me enviara a casa por ser yo misma a que me eligiera por ser quien no soy.
—Es verdad —coincidió Kriss—. Y al final treinta y cuatro tendrán que irse. Si yo fuera la última que queda, querría saber que cuento con el apoyo de las demás, así que deberíamos apoyarnos las unas a las otras.
Asentí. Tenía razón, y esperaba poder hacerlo.
En aquel momento, Elise entró en la sala como una exhalación, seguida de Zoe y Emmica. Solía ser muy tranquila y sosegada, y nunca levantaba la voz. No obstante, esta vez se dirigió a nosotras con un chillido.
—¡Mirad esto! —gritó, señalando dos bonitas peinetas cubiertas en piedras preciosas que debían valer miles de dólares—. Me las ha regalado Brittany. ¿No son preciosas?
Aquello hizo que una nueva oleada de excitación (y de decepción) se extendiera por la sala: mi recién conquistada confianza desapareció.
Intenté no sentirme decepcionada. Al fin y al cabo, ¿no había recibido regalos yo también? ¿No me había besado? Aun así, a medida que la habitación se iba llenando de chicas y las historias iban pasando de boca en boca, sentí que lo único que quería era esconderme. Quizá fuera un buen día para pasarlo a solas con mis doncellas.
En el momento en que me planteaba abandonar la sala, entró Tina, algo agitada e ilusionada al mismo tiempo.
—¡Señoritas! —dijo, pidiendo silencio—. Señoritas, ¿están todas aquí?
Todas respondimos con un sonoro «sí».
—Gracias a Dios —añadió, calmándose un poco—. Sé que es algo precipitado, pero acabamos de enterarnos de que el rey y la reina de Swendway vienen tres días de visita y, como sabrán, estamos en buenas relaciones con su familia real. Además, al mismo tiempo, la familia de nuestra reina vendrá a conocerlas, así que vamos a tener el palacio bastante lleno. Tenemos muy poco tiempo para prepararnos, así que libérense las tardes de obligaciones. Clases en el Gran Salón inmediatamente después del almuerzo —anunció, y dio media vuelta para marcharse.
Era como si el personal de palacio hubiera tenido meses para los preparativos. Levantaron unas carpas enormes en los jardines, con mesas llenas de comida y vino repartidas por el césped. El número de guardias era mayor del habitual, y a ellos se les unieron numerosos soldados de Swendway que habían traído consigo los reyes. Supuse que hasta ellos sabían la amenaza que se cernía sobre el palacio.
Había otra carpa con tronos para el rey, la reina y Brittany, así como para los reyes de Swendway. La reina de Swendway —cuyo nombre no podría pronunciar ni aunque en ello me fuera la vida— era casi tan guapa como la reina Amberly, y ambas parecían ser buenas amigas. Todos se instalaron cómodamente bajo la carpa, salvo Brittany, que estaba ocupada saliendo con todas las chicas y con sus familiares recién llegados.
Parecía encantadz de ver a sus primos, incluso a los pequeños, que no dejaban de tirarle de la casaca y salir corriendo. Llevaba una de sus muchas cámaras e iba persiguiendo a los críos, haciéndoles fotos. Casi todas las chicas de la Selección lo contemplaban encandiladas.
—Santana —me llamó alguien. Me giré y a mi derecha vi a Elayna y Leah hablando con una mujer casi idéntica a la reina—. Ven a conocer a la hermana de la reina —dijo Elayna. Había algo en su tono que no podía definir, pero que me puso algo nerviosa.
Me acerqué y le hice una reverencia a la dama, que se rio.
—Deja eso, cariño. Yo no soy la reina. Soy Adele, la hermana mayor de Amberly.
Me tendió la mano y se la estreché. En ese momento se le escapó el hipo. La mujer tenía algo de acento, y había en ella algo reconfortante, que me recordaba a mi casa. Estaba algo inclinada hacia delante y sostenía una copa de vino casi vacía en la mano. Por la pesadez de su mirada era evidente que no era la primera que se tomaba.
—¿De dónde es usted? Me encanta su acento —dije.
Entre las chicas había alguna del sur que hablaba de forma parecida, y aquellas voces me parecían increíblemente románticas.
—Honduragua. En la costa. Nos criamos en una casa diminuta —afirmó, mostrando un espacio de un centímetro entre el pulgar y el índice—. Y mírala ahora. Mírame a mí —dijo, señalando su vestido—. Menudo cambio.
—Yo vivo en Carolina, y mis padres me llevaron a la costa una vez. Me encantó —respondí.
—Oh, no, no, no, niña —intervino ella, agitando la mano. Elayna y Leah parecían estar aguantándose la risa. Evidentemente no les parecía correcto que la hermana de la reina nos hablara con tanta familiaridad—. Las playas del centro de Illéa son una basura comparadas con las del sur. Tienes que ir a verlas algún día.
Sonreí y asentí, pensando que me encantaría viajar más por el país, aunque dudaba que pudiera hacerlo. Poco después, uno de los muchos hijos de Adele se acercó y se la llevó, y Elayna y Leah estallaron de risa.
—¿No es graciosísima? —preguntó Leah.
—No sé. Parece agradable —respondí, encogiéndome de hombros.
—Es vulgar —respondió Elayna—. Deberías haber oído todo lo que dijo antes de que llegaras tú.
—¿Qué es lo que tiene de malo?
—Yo pensaba que con el paso de los años le habrían dado unas cuantas clases para que aprendiera a mantener la compostura. ¿Cómo es que Tina no se ha encargado de ella? —preguntó Leah, con una sonrisita socarrona.
—No olvides que es una Cuatro de nacimiento. Igual que tú —le espeté.
De pronto, la sonrisa socarrona desapareció, y debió de recordar que Adele y ella no eran tan diferentes. Elayna, en cambio, siempre había sido una Tres y siguió hablando.
—Puedes estar segura de que, si gano, haré que mi familia reciba la educación pertinente o que los deporten. No permitiría que ninguno de ellos me hiciera pasar esa vergüenza.
—¿Qué es lo que ha sido tan embarazoso? —pregunté.
Elayna chasqueó la lengua.
—Está borracha. El rey y la reina de Swendway están aquí. Deberían de haberla metido entre rejas.
Decidí que ya tenía bastante y me alejé a buscar una copa de vino. Cuando la tuve, miré a mi alrededor y la verdad es que no veía ni un solo lugar al que me apeteciera retirarme. La recepción era preciosa, de lo más interesante y, para mí, un motivo de tensión insoportable.
Pensé en lo que había dicho Elayna. Si acabara viviendo en el palacio, ¿esperaría que mi familia cambiara? Miré a los niños que correteaban, a la gente reunida en pequeños corrillos. ¿No querría que Kenna fuera exactamente como era, que sus hijos disfrutaran de todo aquello como mejor les pareciera?
¿Hasta qué punto me cambiaría la vida en palacio?
¿Querría Brittany que cambiara? ¿Por eso iba por ahí besando a otras chicas? ¿Porque había algo en mí que no acababa de encajarle del todo?
¿Iba a resultar igual de irritante el resto de la Selección?
—Sonríe.
Me giré, y Brittany me tomó una foto. Di un respingo de la sorpresa. Aquella fotografía inesperada acabó con la poca paciencia que me quedaba, y aparté la cara.
—¿Algún problema? —preguntó Brittany, bajando la cámara.
Me encogí de hombros.
—¿Qué pasa?
—Solo que hoy no me apetece formar parte de la Selección —me limité a responder.
Brittany no pilló la indirecta. Se acercó y bajó la voz:
—¿Necesitas hablar con alguien? Yo podría tirarme de la oreja ahora mismo —se ofreció.
Suspiré e intenté mostrar una sonrisa educada.
—No, solo necesito pensar —respondí, y me dispuse a alejarme.
—Santana —dijo, en voz baja. Me detuve y me di la vuelta—. ¿He hecho algo malo?
Dudé. ¿Debería preguntarle por el beso a Olivia? ¿Tendría que decirle la tensión que sentía entre las chicas ahora que las cosas habían cambiado entre nosotros? ¿Debería decirle que no quería cambiar ni obligar a mi familia a que cambiara para entrar a formar parte de esto? Estaba a punto de soltarlo todo cuando oí una voz aguda detrás de nosotros.
—¿Princesa Brittany?
Nos giramos, y ahí estaba Kitty, hablando con la reina de Swendway. Estaba claro que quería mantener aquella conversación colgada del brazo de la princesa. Le hizo un gesto, invitándole a que se uniera a ellas.
—¿Por qué no vas corriendo? —le pregunté, sin poder evitar un tono de fastidio en la voz.
Brittany me miró. La expresión de su rostro me recordó que aquello era parte del trato. Se suponía que tenía que compartirla.
—Ten cuidado con esa. —Le hice una reverencia rápida y me alejé.
Me dirigí hacia el palacio. Por el camino me encontré a Rachel, que estaba sentada. No me apetecía estar con nadie, ni siquiera con ella, pero observé que estaba sola, en un banco junto a la fachada trasera del palacio, bajo un sol implacable. Como única compañía tenía a un joven soldado montando guardia a apenas unos metros.
—Rachel, ¿qué haces aquí? Ponte bajo una carpa antes de que se te queme la piel.
—Estoy bien aquí —respondió, con una sonrisa educada.
—No, de verdad —insistí, pasándole una mano bajo el brazo—. Acabarás del color de mi pelo. Deberías…
Rachel quitó la mano para que no la agarrara, pero habló con suavidad.
—Prefiero quedarme aquí, Santana. Lo prefiero.
Había una tensión en su rostro que intentaba enmascarar. Estaba segura de que no estaba enfadada conmigo, pero le pasaba algo.
—Como quieras. Pero ponte a la sombra enseguida. Las quemaduras pueden ser dolorosas —le advertí, intentando disimular mi frustración, y me dirigí hacia el palacio.
Una vez dentro, decidí ir a la Sala de las Mujeres. No podía desaparecer demasiado tiempo, y al menos aquella sala estaría vacía. Pero cuando entré me encontré a Adele sentada cerca de la ventana viendo la escena que se desarrollaba en el exterior. Al oírme entrar se giró y esbozó una sonrisa.
Me acerqué y me senté cerca.
—¿Escondiéndose?
—Algo así —repuso, sonriendo—. Quería conoceros a todas y ver a mi hermana otra vez, pero odio cuando estas cosas se convierten en funciones teatrales. Me ponen tensa.
—A mí tampoco me gusta. No me puedo imaginar haciendo cosas así toda la vida.
—Supongo —repuso, resignada—. Tú eres la Cinco, ¿verdad?
No fue un insulto, sino que más bien me estaba preguntando si era de las suyas.
—Sí, soy yo.
—Recordaba tu cara. Estuviste encantadora en el aeropuerto. Eso es lo típico que habría hecho ella —dijo, señalando con un gesto de la cabeza hacia la reina. Suspiró—. No sé cómo lo hace. Es más fuerte de lo que se imagina la gente —añadió, y dio un sorbo a su copa de vino.
—Sí que parece fuerte, pero también elegante.
A Adele se le iluminaron los ojos.
—Sí, pero es más que eso. Mírala ahora.
Observé a la reina. Vi que escrutaba el jardín con la vista. Seguí su mirada; estaba observando a Brittany, que hablaba con la reina de Swendway, con Kitty al lado, y con uno de sus primos colgado de su pierna.
—Brittany habría sido estupenda como hermana —dijo—. Amberly tuvo tres abortos. Dos antes de ella y uno después. Aún piensa en ello; de vez en cuando me lo dice. Y yo tengo seis hijos. Me siento culpable cada vez que vengo.
—Estoy segura de que ella no se lo toma así. Apuesto a que está encantada cada vez que la visita.
Ella se giró.
—¿Sabes lo que la hace feliz? Vosotras. ¿Sabes lo que ve en vosotras? Una hija. Sabe que, cuando todo esto acabe, habrá ganado una hija.
Me giré de nuevo y miré a la reina otra vez.
—¿Usted cree? Parece un poco distante. Yo ni siquiera he hablado con ella.
Adele asintió.
—Tú espera. Le aterra cogeros cariño y luego tener que ver como os vais. Ya lo verás cuando el grupo sea más pequeño.
Volví a mirar a la reina. Y luego a Brittany. Y luego al rey. Y de nuevo a Adele.
Me pasaban un montón de cosas por la cabeza: que las familias son familias, independientemente de la casta; que las madres tienen siempre sus propias preocupaciones; que en realidad no odiaba a ninguna de las chicas, por muy equivocadas que estuvieran; que todo el mundo debía de estar poniendo al mal tiempo buena cara, por un motivo u otro; y, por último, que Brittany me había hecho una promesa.
—Discúlpeme. Tengo que hablar con alguien.
Ella dio otro sorbito al vino y se despidió con un gesto de la mano. Salí corriendo de allí y volví a la luz cegadora de los jardines. Busqué un momento, hasta que vi al primo menor de Brittany corriendo tras ella alrededor de los arbustos. Sonreí y me acerqué despacio.
Por fin Brittany se detuvo, levantando las manos, admitiendo su derrota. Aún entre risas, se giró y me vio. Siguió sonriendo, pero cuando nuestras miradas se cruzaron la sonrisa se borró.
Me miró a la cara, intentando averiguar de qué humor estaba.
Me mordí el labio y bajé la vista. Estaba claro que, si me importaba mi futuro como participante en la Selección, debía ser capaz de procesar muchas sensaciones nuevas. Por mal que me sentaran algunas cosas, tenía que intentar que no me afectaran en la relación con otras personas, especialmente con Brittany.
Pensé en la reina, atendiendo, al mismo tiempo, a todos a la vez, a unos monarcas extranjeros, a sus familiares y a un grupo de chicas revolucionadas. Organizaba eventos y respaldaba causas benéficas. Ayudaba a su marido, a su hijo y al país. Y en su interior seguía siendo una Cuatro, con todas sus preocupaciones, y no permitía que su antigua posición ni los dolores de cabeza propios de la actual interfirieran en su labor.
Sin levantar la cabeza miré a Brittany y sonreí. Ella también me sonrió y le susurró algo al niño, que inmediatamente se giró y salió corriendo. Se puso en pie y se tiró de la oreja. Igual que yo.

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Creo que siempre hay tencion después del primer beso no creen ustedes que opinan y creo mas que la necesidad que se ve implícita en estar juntas es por lo que hay entre ellas que opinan dejen sus comentarios
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Mensaje por awong_snix Jue Jul 17, 2014 12:41 pm



CAPÍTULO 20




La familia de la reina se quedó solo unos días, mientras que los invitados de Swendway permanecieron allí toda una semana. Les dedicaron una sección en el Report, en la que hablaron de relaciones internacionales y de las iniciativas para reafirmar la paz en ambas naciones.
Cuando se fueron, llegó otra cosa: la tranquilidad. Ya llevaba un mes en palacio, y me sentía como en casa. Mi cuerpo se había acostumbrado al nuevo clima. La calidez del palacio era estupenda, como estar de vacaciones. Septiembre ya casi había acabado, y por las noches refrescaba mucho, pero hacía mucho más calor que en casa. Aquel enorme lugar, con sus diferentes espacios, ya no era un misterio para mí. El sonido de los zapatos de tacón sobre el mármol, de las copas de cristal al brindar, de los guardias desfilando…, todo aquello empezaba a ser tan normal como el zumbido de la nevera o las patadas que le daba Gerad a la pelota de fútbol junto a mi casa.
Las comidas con la familia real y los ratos pasados en la Sala de las Mujeres eran elementos habituales de mi día a día, pero los momentos intermedios siempre eran nuevos. Pasaba más tiempo ensayando mi música; los instrumentos de palacio eran mucho mejores que los que tenía en casa. Debía admitir que me estaban malacostumbrando. La calidad del sonido era infinitamente mejor. Y la Sala de las Mujeres había adquirido un poco más de interés, ya que la reina se había presentado un par de veces. En realidad aún no había hablado con ninguna, pero se sentaba en una cómoda butaca con sus doncellas al lado, observando cómo leíamos o conversábamos.
En general, los ánimos también se habían calmado. Nos estábamos acostumbrando las unas a las otras. Por fin descubrimos las preferidas de la revista que había publicado nuestras fotografías. Me quedé impresionada al ver que era de las que iba en cabeza. Rachel era la primera de la clasificación, seguida de Kriss, Tallulah y Bariel. Cuando Kitty se enteró, no le habló a Bariel durante días, pero nadie hizo ni caso.
Lo que aún provocaba tensión eran ciertos rumores que corrían por ahí. Si una había estado con Brittany recientemente, enseguida corría a contar su breve encuentro. Por el modo en que hablaban todas, daba la impresión de que Brittany iba a tomar seis o siete esposas. Pero no todas estaban tan eufóricas ante sus encuentros.
Por ejemplo, Rachel había salido varias veces con Brittany, lo cual tenía a muchas chicas intranquilas. Aun así, nunca volvió tan emocionada de ninguna de esas citas como tras la primera.
—Santana, si te cuento esto, tienes que jurar que no se lo dirás a nadie —me dijo un día mientras salíamos al jardín.
Debía ser algo importante. Esperó a que estuviéramos a una distancia prudencial de la Sala de las Mujeres y fuera de la vista de los guardias.
—Por supuesto, Rachel. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Es solo… que quiero que me des tu opinión sobre una cosa —soltó, con aspecto preocupado.
—¿Qué pasa?
Ella se mordió el labio y me miró.
—Es Brittany. No estoy segura de que vaya a funcionar —confesó, y bajó la mirada.
—¿Qué te hace pensar eso? —pregunté, preocupada. Ahora que ya lo había soltado, seguimos caminando.
—Bueno, para empezar, yo no… No «siento» nada, ¿sabes? No hay chispa, no hay química.
—Brittany puede ser un poco tímida. Tienes que darle tiempo. —Era cierto. Me sorprendía que ella no lo supiera.
—No, quiero decir que… no creo que «a mí» me guste.
—Oh. —Eso era muy diferente—. ¿Ya lo has intentado? —Qué pregunta más idiota.
—¡Sí! ¡Con todas mis fuerzas! No paro de buscar el momento en que diga o haga algo que me haga sentir que tenemos algo en común, pero nunca llega. Creo que es guapa, pero eso no basta como base para una relación. Tampoco sé siquiera si le atraigo. ¿Tú tienes alguna idea de lo que…, de lo que le gusta?
Lo pensé.
—En realidad no. Nunca hemos hablado de lo que busca, en cuanto al aspecto físico.
—¡Y eso es otra cosa! Nunca charlamos. Ella habla y habla, pero nunca parece que tengamos nada que decirnos. Nos pasamos mucho tiempo en silencio, viendo alguna película o jugando a las cartas.
Parecía cada vez más preocupada.
—A veces a mí también me pasa. Nos sentamos y nos quedamos calladas, sin decir nada. Además, sentimientos así no siempre surgen de la noche a la mañana. A lo mejor los dos os lo estáis tomando con calma —dije, intentando infundirle seguridad.
Rachel parecía estar a punto de echarse a llorar.
—Sinceramente, Santana, creo que el único motivo de que yo siga aquí es que le gusto mucho a la gente. Creo que a ella le importa demasiado la opinión pública.
Aquello no se me había ocurrido, pero ahora que lo había dicho sonaba plausible. Tiempo atrás yo no habría dado importancia a lo que pensara el público, pero Brittany adoraba a su pueblo. Seguro que, a la hora de escoger a la que tenía que ser su princesa, lo tendría en cuenta mucho más de lo que la gente pensaba.
—Además —susurró—, todo entre nosotros parece tan… vacío.
Entonces llegaron las lágrimas.
Suspiré y la abracé. Lo cierto era que yo quería que se quedara, que estuviera allí, conmigo, pero si no quería a Brittany…
—Rachel, si no quieres estar con Brittany, creo que tendrías que decírselo.
—Oh, no. No creo que pueda.
—Tienes que hacerlo. Ella no desea casarse con alguien que no le ame. Si no sientes nada por ella, tiene que saberlo.
Ella negó con la cabeza.
—¡No puedo pedirle que me eche! Necesito quedarme. No podría volver a casa… Ahora no.
—¿Por qué, Rachel? ¿Qué es lo que te retiene?
Por un momento me pregunté si las dos compartíamos el mismo oscuro secreto. A lo mejor ella también necesitaba distanciarse de alguien. La única diferencia entre nosotras era que Brittany conocía mi secreto. ¡Yo quería que lo dijera! Deseaba saber que no era la única que había acabado allí por un cúmulo de ridículas circunstancias.
Sin embargo, las lágrimas de Rachel cesaron casi con la misma rapidez que habían empezado. Se sorbió la nariz un par de veces y levantó la cabeza. Se alisó su vestido, echó los hombros atrás y se giró hacia mí. Se esforzó en sonreír y por fin habló:
—¿Sabes qué? Supongo que tienes razón —dijo, echando a andar—. Estoy segura de que, si le doy tiempo, funcionará. Tengo que irme. Tiny me espera.
Rachel volvió al palacio casi a la carrera. ¿Qué bicho le había picado?
Al día siguiente, me evitó. Y el siguiente también. Decidí sentarme en la Sala de las Mujeres a una distancia prudencial y saludarla cada vez que nos cruzáramos. Quería que supiera que podía confiar en mí; no la obligaría a hablar.
Tardó cuatro días en dedicarme una sonrisa triste, ante la que me limité a asentir. Daba la impresión de que eso era todo lo que tenía que decir de lo que le rondaba por la cabeza.
El mismo día, mientras estaba en la Sala de las Mujeres, vinieron a decirme que Brittany solicitaba mi presencia. Mentiría si no admitiera que estaba flotando cuando salí de la sala y fui a echarme en sus brazos.
—¡Brittany! —suspiré, lanzándome hacia ella.
Cuando me eché atrás, ella se mostró vacilante y yo supe por qué. El día que nos habíamos alejado de la recepción preparada para los reyes de Swendway y habíamos entrado en palacio para hablar le había confesado lo que me costaba gestionar mis sentimientos. Le pedí que no volviera a besarme hasta que estuviera más segura. Me di cuenta de que aquello le dolía, pero había aceptado mi decisión y aún no había roto su promesa. Era demasiado difícil descifrar aquellos sentimientos cuando actuaba como si fuera mi novio, y evidentemente no lo era.
Aún quedaban veintidós chicas después de que Camille, Mikaela y Laila hubieran vuelto a casa. Camille y Laila, simplemente, eran incompatibles con la princesa, y se fueron sin hacer mucho ruido. Mikaela tuvo un ataque de nostalgia tan intenso que dos días más tarde se echó a llorar durante el desayuno. Brittany la acompañó mientras salía del comedor, dándole palmaditas en el hombro. No parecía que le importara que se marcharan, y enseguida se dedicó a otras cosas, yo entre ellas. Pero ambos sabíamos que sería una tontería que pusiera todas sus esperanzas en mí, cuando ni siquiera yo sabía dónde tenía el corazón.
—¿Cómo estás hoy? —preguntó, dando un paso atrás.
—Perfectamente. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar trabajando?
—El presidente del Comité de Infraestructuras está enfermo, así que han aplazado la reunión. Tengo libre toda la tarde —anunció, con un brillo en los ojos—. ¿Qué quieres hacer? —preguntó, tendiéndome su brazo.
—¡Lo que sea! ¡Hay tantos rincones del palacio que aún no he visto! Hay caballos, ¿no? Y el cine. ¡Aún no me has llevado!
—Pues hagamos eso. Me irá bien un poco de calma. ¿Qué tipo de películas te gusta más? —preguntó, mientras nos dirigíamos hacia donde imaginaba que estaba la escalera que conducía al sótano.
—La verdad es que no lo sé. No he tenido ocasión de ver muchas películas. Pero me gustan los libros románticos. ¡Y también las comedias!
—¿Te gusta lo romántico, dices? —Y levantó las cejas como si fuera a hacer una travesura.
No pude evitar reírme.
Giramos una esquina y seguimos charlando. Al irnos acercando, un grupo de soldados de la guardia de palacio se echaron a un lado del pasillo y saludaron. Debía de haber más de una docena de hombres en el pasillo. Ya me había acostumbrado a su presencia. Ni siquiera ver a aquel grupo pudo distraerme de la diversión que tenía en perspectiva.
Lo que sí me detuvo fue el grito ahogado que se le escapó a alguien cuando pasamos por delante. Brittany y yo nos giramos.
Y ahí estaba Danniel.
Yo también reprimí un grito.
Unas semanas antes había oído a algún funcionario de palacio hablando del nuevo reemplazo de reclutas. Aquello me hizo pensar en Danniel por un momento, y desde entonces me había preguntado por su paradero. Pero como llegaba tarde a una de las numerosas clases de Tina, no había tenido tiempo de especular demasiado.
Así que por fin lo habían reclutado. Y de todos los lugares a los que podía haber ido…
—Santana, ¿conoces a la joven?
Hacía más de un mes que no veía a Danniel, pero aquella era la persona con la que llevaba años haciendo planes, la persona que aún visitaba mis sueños. Lo habría reconocido en cualquier parte. Se le veía algo más fornida, como si hubiera comido bien, y debía de estar haciendo mucho ejercicio. Le habían cortado su enmarañado pelo y ahora lo llevaba muy corto, prácticamente rapado. Estaba acostumbrada a verlo vestida con prendas de segunda mano que apenas se sostenían, mientras que ahora lucía uno de los vistosos uniformes hechos a medida para la guardia del palacio.
Era alguien extraño y familiar a la vez. Había muchas cosas de ella que me resultaban raras. Pero aquellos ojos… eran los ojos de Danniel.
Se me fue la vista a la placa identificativa de su uniforme: soldado Leger.
No me parecía que solo hubiera pasado un segundo.
Intenté mantener la compostura para que nadie viera la tormenta que se había desatado en mi interior, algo inexplicable. Quería tocarla, besarle, gritarle, exigirle que se fuera de mi refugio. Deseaba fundirme y desaparecer, pero estaba muy claro que seguía allí.
Todo aquello no tenía sentido.
Me aclaré la garganta.
—Sí. El soldado Leger procede de Carolina. De hecho es de mi misma ciudad —respondí, con una sonrisa.
Seguro que Danniel nos habría oído reír a la vuelta de la esquina, seguro que habría notado que mi brazo seguía colgado del brazo de la princesa. Que pensara lo que quisiera.
Brittany parecía contenta por mí.
—¡Vaya, qué coincidencia! Bienvenido, soldado Leger. Debe de estar muy contenta de ver a nuestra campeona otra vez.
Brittany le tendió la mano, y Danniel, que se había quedado de piedra, se la estrechó.
—Sí, alteza. Muchísimo.
¿Qué significaba aquello?
—Estoy segura de que usted apuesta por ella —apuntó Brittany, mientras me guiñaba el ojo.
—Por supuesto, alteza —repuso Danniel, inclinando la cabeza un poco.
¿Qué significaba eso?
—Excelente. Dado que Santana es de su provincia, no se me ocurre nadie mejor en palacio para que la proteja. Me aseguraré de incluirle en las rotaciones para montar guardia en su puerta. Esta chica se niega a tener una doncella en la habitación por la noche. He intentado convencerla, pero… —Brittany me miró y meneó la cabeza.
—Eso no me sorprende, alteza —respondió Danniel, que por fin parecía haberse relajado un poco.
Brittany sonrió.
—Bueno, estoy segura de que todos tienen un día muy ocupado por delante. Nosotros nos vamos. Buenos días, soldados. —Brittany hizo un gesto expeditivo con la cabeza y nos fuimos de allí.
Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no mirar atrás.
En la oscuridad del cine, intenté pensar qué podía hacer. Desde la primera noche en que le había hablado de Danniel, Brittany había dejado clara su repulsa por alguien que me había tratado con tan poco respeto. Si le confesaba que la mujer a la que acababa de asignar mi protección era esa misma persona, ¿le castigaría? No quería ponerlo a prueba. Había inventado todo un sistema de apoyo para el país solo porque yo le había hablado de los momentos de hambre pasados.
No podía decírselo. No se lo diría. Porque, por muy enfadada que estuviera con ella, aún quería a Danniel. Y no podría soportar que le hicieran daño.
Entonces… ¿debería marcharme? Las dudas me reconcomían por dentro. Podía huir de Danniel, librarme de su rostro, un rostro que me torturaría a diario cuando lo viera, sabiendo que ya no era mío. Pero si me iba, tendría que abandonar también a Brittany. Y ella era mi mejor amiga, quizás incluso algo más. No podía irme así como así. Además, ¿cómo se lo explicaría sin decirle que Danniel estaba allí? Y mi familia. Quizá los talones que recibían fueran algo menores, pero al menos les seguía llegando. May había escrito diciéndome que papá les había prometido las mejores Navidades de sus vidas, pero si renunciaba nunca más habría unas Navidades tan buenas. Si me iba, era imposible saber cuánto dinero le acarrearía a mi familia mi fama como exseleccionada. Teníamos que ahorrar todo lo que pudiéramos.
—No te ha gustado, ¿verdad? —preguntó Brittany, casi dos horas más tarde.
—¿Eh?
—La película. No te has reído, ni nada.
—Oh. —Intenté recordar algún dato, alguna escena que pudiera decir que me hubiera gustado. No recordaba nada—. Creo que hoy estoy algo distraída. Siento haberte hecho perder la tarde.
—Tonterías —dijo Brittany, quitándole importancia—. Disfruto solo con tu compañía. Aunque quizá deberías echar una siesta antes de la cena. Estás algo pálida.
Asentí. Lo cierto es que me estaba planteando meterme en mi habitación y no volver a salir nunca más.

____________________________________________________________________________

Bueno que tal ya llego la tercera en discordia jajaja, que creen que pase, Santana solo conto una parte de la historia, no toda y como creen que reaccione Danni a la idea de que Santana este a donde ella la mando. Dejen sus comentarios que arian ustedes en el caso de Santana. Bueno disculpen por la tradanza la proxima semana acabamos con el primer libro habrá maratón de 4 capítulos.
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Mensaje por 3:) Jue Jul 17, 2014 8:21 pm

holap,....

morí de ternura,....
que suerte tiene san de llevarse el primer beso de britt,...
a ver a quien echan ahora,... (por mi que eche a todas juntas) deteste a kitty pero le salio mal jajajjaja
en serio justo ahora tiene aparecer dani!!!!,... espero que san sea sincera con britt y le diga lo de dani!!!

nos vemos!!!


Última edición por 3:) el Dom Jul 20, 2014 2:40 pm, editado 1 vez
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Mensaje por itzel7 Dom Jul 20, 2014 4:53 am

aww me encanta tu fic

primera vez que comento pero siempre lo leo

cuando actualizas me muero x seguir leyendo

espero la relacion de san y britt avanse y que dani no interfiera
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Mensaje por Dolomiti Dom Jul 20, 2014 1:50 pm

Queeee!! Porque tuvo que aparecer cuando ya las cosas con britt iban tan bien!! Caray!! Ya quiero los siguientes caps!! Pff será una larga espera :(
La llegada de Danielle sólo complicará las cosas, lo sé!! :(
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Mensaje por itzel7 Dom Jul 20, 2014 8:59 pm

cuando actualizas ? me muero de curiosidad

xfaaa xfaaa actualiza
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Mensaje por jas2602 Lun Jul 21, 2014 2:01 am

noooo esto no huele nada bien que hace ahi danny solo le complicara las cosas a san y hara que le mienta a britt....ummm no esto no ME GUSTA .....pero quede intrigada....actualiza pronto...gracias por los capis....
saludos.... Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 1206646864 
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:23 pm

3:) escribió:holap,....

morí de ternura,....
que suerte tiene san de llevarse el primer beso de britt,...
a ver a quien echan ahora,... (por mi que eche a todas juntas) deteste a kitty pero le salio mal jajajjaja
en serio justo ahora tiene aparecer dani!!!!,... espero que san sea sincera con britt y le diga lo de dani!!!

nos vemos!!!

La verdad es que deberas esperar para saber si le dice la verdad o no mientras tanto disfruta de el final. Ya estoy actualizando
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:24 pm

itzel7 escribió:aww me encanta tu fic

primera vez que comento pero siempre lo leo

cuando actualizas me muero x seguir leyendo

espero la relacion de san y britt avanse y que dani no interfiera

Muchas gracias por comentar te lo agradesco de momento solo actualizo los miercoles por cuestion de trabajo y como dije enates disfruta del final, ya estoy actualizando
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:25 pm

Dolomiti escribió:Queeee!! Porque tuvo que aparecer cuando ya las cosas con britt iban tan bien!! Caray!! Ya quiero los siguientes caps!! Pff será una larga espera :(
La llegada de Danielle sólo complicará las cosas, lo sé!! :(

Seguidora como estas jaja claro que lo complica pero asi son las relaciones jajaj y mientras disfruta del final que ya estoy actulizando
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:26 pm

itzel7 escribió:cuando actualizas ? me muero de curiosidad

xfaaa xfaaa actualiza

Hola gracias por comentar actulizo los miercoles todas mis adaptaciones de moemnto por trabajo asi, y ya estoy actualinado cuando gustes darte una vuelta de nuevo y disfuta del final
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:28 pm

jas2602 escribió:noooo esto no huele nada bien que hace ahi danny solo le complicara las cosas a san y hara que le mienta a britt....ummm no esto no ME GUSTA .....pero quede intrigada....actualiza pronto...gracias por los capis....
saludos.... Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 1206646864 


Gracias a ti por comentar y los miercoles con gusto es cuando actualizo y si ya estoy comenzando a actualizar y claro que lo complica a nadie le gusta que los ex´s regresen jajaja
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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:30 pm



CAPÍTULO 21

Al final decidí no ir a esconderme a la habitación, sino que me decanté por la Sala de las Mujeres. Generalmente entraba y salía de allí durante todo el día, visitando las bibliotecas, dando paseos con Rachel o incluso subiendo a ver a mis doncellas. Pero ahora la usaba como una guarida. Ningún hombre, ni siquiera los guardias, podían entrar sin el permiso expreso de la reina. Era el lugar perfecto.
Bueno, fue perfecto durante tres días. Con tantas chicas, era solo cuestión de tiempo que llegara el cumpleaños de alguna. El jueves era el de Kriss. Supongo que se lo mencionaría a Brittany —que aparentemente no perdía ninguna ocasión de hacer algún regalo—, y el resultado fue una fiesta de asistencia obligatoria para las seleccionadas. Así que el día en cuestión hubo un ir y venir de chicas continuo, que entraban y salían de las habitaciones, preguntándose unas a otras qué ponerse o haciendo cábalas sobre la majestuosidad de la fiesta.
No parecía que hubiera que hacer regalos, pero igualmente quise tener un detalle con ella.
Me puse uno de mis vestidos de día favoritos y cogí mi violín. Me dirigí al Gran Salón intentando que nadie me viera, mirando tras cada esquina antes de avanzar. Cuando llegué, escruté el lugar, examinando a los guardias apostados en las paredes. Gracias a Dios, Danniel no estaba allí, pero me hizo gracia ver a tantos hombres uniformados. ¿Qué esperaban? ¿Un alzamiento?
El salón estaba decorado con gran elegancia. Había jarrones colgados de las paredes, con enormes arreglos de flores blancas y amarillas, y unos ramos similares en centros repartidos por la estancia. Las ventanas, los tabiques y prácticamente todo lo que no se movía estaba cubierto de guirnaldas. Había unas mesitas cubiertas con vistosos manteles salpicados de confeti brillante. Y unos grandes lazos decoraban los respaldos de las sillas por detrás.
En una esquina había un enorme pastel a juego con los colores de la habitación. Y a su lado, sobre una mesita, unos cuantos regalos para la cumpleañera.
Había un cuarteto de cuerda junto a una pared, lo que hacía que mi iniciativa perdiera toda su gracia, y un fotógrafo se paseaba por la habitación, captando instantáneas para compartir con el público.
En la habitación reinaba un ambiente festivo. Tiny —que hasta ahora solo había conseguido intimar con Rachel— hablaba con Emmica y Jenna, y se la veía más animada que nunca. Rachel estaba junto a una ventana, y parecía que montaba guardia como los soldados. No parecía tener ninguna intención de alejarse de aquel rincón, pero paraba a todo el que pasaba para charlar. Un grupo de Treses —Kayleigh, Elizabeth y Emily— se giraron, sonrientes, y me saludaron con la mano. Les devolví el saludo. Todo el mundo parecía estar feliz y de buen humor.
Salvo Kitty y Bariel. Generalmente eran inseparables, pero en aquel momento se encontraban en extremos opuestos de la habitación: Bariel hablaba con Samantha; Kitty estaba sola en una mesa, agarrando una copa de cristal con un líquido de un color rojo intenso. Estaba claro que me había perdido algo de lo que había ocurrido entre la cena del día anterior y aquel momento.
Cogí de nuevo la funda de mi violín y me dirigí al fondo de la sala para ver a Rachel.
—Hola, Rachel. Vaya fiesta, ¿no? —pregunté, dejando el violín en el suelo.
—Desde luego. —Me abrazó—. He oído que Brittany vendrá más tarde para desearle a Kriss feliz cumpleaños en persona. ¿No es encantadora? Supongo que ella también tendrá un regalo.
Rachel siguió adelante con su típico entusiasmo. Yo aún me preguntaba cuál era su secreto, pero confiaba en que me lo contaría si lo necesitaba. Hablamos de tonterías unos minutos hasta que oímos un clamor generalizado en la entrada al salón.
Rachel y yo nos giramos y, aunque ella mantuvo la calma, sentí que me deshinchaba por completo.
La elección del vestido de Kriss había sido un acto de estrategia increíble. Todas íbamos vestidas de día —con vestidos cortos e inocentes— y ella llevaba un vestido de ceremonia hasta el suelo. Pero no era solo la longitud. Era de un color crema casi blanquecino. La habían peinado con una sarta de joyas amarillas que trazaban una línea sobre la frente y que recordaban sutilmente una corona. Se la veía madura, regia, como una novia.
Aunque no sabía muy bien qué pensar, sentí un pinchazo de celos. Ninguna de nosotras disfrutaría de un momento como aquel. Por muchas fiestas o cenas que hubiera, quedaría bastante patético intentar copiar la imagen de Kriss. La mano de Kitty —la que no sostenía la copa— se convirtió en un puño.
—Está preciosa —comentó Rachel, con un aire melancólico.
—Más que preciosa —respondí.
La fiesta siguió, y Rachel y yo nos limitamos casi a observar a la multitud. Sorprendentemente —y sospechosamente—, Kitty se pegó a Kriss, hablando sin cesar mientras la otra chica iba recorriendo al sala, dándole las gracias a todo el mundo por venir, aunque en realidad no teníamos opción.
Al final llegó a la esquina donde estábamos Rachel y yo, calentándonos al sol de la ventana. Rachel, como era de esperar, se lanzó hacia Kriss en un abrazo.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamó, eufórica.
—¡Gracias! —respondió Kriss, mostrando el mismo afecto y entusiasmo que Rachel.
—Así que hoy cumples diecinueve, ¿verdad? —preguntó Rachel
—Sí. Y no podía tener una celebración mejor. Estoy contentísima de que tomen fotos. ¡A mi madre le va a encantar! ¡Es precioso! —suspiró.
Kriss era una Cuatro, igual que Rachel. Sus vidas no estaban tan limitadas como la mía, pero me imaginé que algo como aquello no tendría lugar en su mundo.
—Es impresionante —comentó Kitty—. El año pasado, para mi cumpleaños, celebré una fiesta de blanco y negro. Cualquier rastro de color, y ni siquiera podías entrar.
—Vaya —susurró Rachel, admirada, aunque no quisiera hacerlo patente.
—Fue fantástico. Comida de lujo, una iluminación espectacular… ¡Y la música! Bueno, hicimos venir a Tessa Tamble. ¿Habéis oído hablar de ella?
Era imposible no conocer a Tessa Tamble. Tenía al menos una docena de números uno. A veces veía vídeos suyos en la tele, aunque a mamá no le hacía ninguna gracia. Según ella, nosotros teníamos un talento infinitamente mayor que alguien como Tessa, y le daba una rabia terrible que ella disfrutara de tanta fama y dinero, y nosotros no, cuando básicamente hacíamos lo mismo.
—¡Es mi cantante favorita! —exclamó Kriss.
—Bueno, Tessa es una amiga de la familia, así que vino y dio un concierto en mi fiesta. Es que, claro, no íbamos a traer a un puñado de Cincos de pena para que aburrieran a todo el personal…
Rachel me lanzó una mirada de reojo. Me di cuenta de que se avergonzaba por mí.
—¡Ups! —añadió Kitty, mirándome—. Lo había olvidado. No era mi intención ofender.
El tono empalagoso de su voz era exasperante. Una vez más sentí la tentación de darle una buena bofetada… Mejor no pensar en ello.
—No me ofendes —respondí, con la máxima compostura posible—. ¿A qué te dedicas exactamente, Kitty? Para ser una Dos, nunca he oído tu música en la radio.
—Soy modelo —respondió, en un tono que implicaba que debería de haberlo sabido—. ¿No has visto mis anuncios?
—La verdad es que no.
—Oh, bueno, eres una Cinco. Supongo que tampoco puedes comprarte revistas.
Me dolió porque era cierto. A May le encantaba echar un vistazo a las revistas cuando teníamos ocasión de ir a alguna tienda, pero nosotras no teníamos absolutamente ningún motivo para comprarlas.
Kriss volvió a tomar la iniciativa y cambió de tema.
—Por cierto, Santana, hace tiempo que te quería preguntar a qué te dedicas.
—A la música.
—¡Deberías tocar para nosotras!
—En realidad —dije, con un suspiro—, había traído el violín para dedicarte algo por tu cumpleaños. Pensé que sería un buen regalo, pero ya tienes un cuarteto, así que imaginé…
—¡Oh, toca para nosotras! —suplicó Rachel.
—¡Por favor, Santana, es mi cumpleaños! —insistió Kriss.
—¡Pero si ya te han regalado un…!
Pese a mis protestas, Kriss y Rachel ya habían hecho callar al cuarteto y habían atraído a todo el mundo a la parte de atrás de la sala. Algunas de las chicas se sentaron en el suelo con sus vestidos extendidos, mientras que otras cogían sillas y se acercaban a nuestra esquina. Kriss se situó en el centro del grupo, con las manos apretadas de la emoción, y Kitty se quedó a su lado, sosteniendo con la mano la copa de cristal de la que aún no había bebido ni un sorbo.
Mientras las chicas tomaban posiciones, preparé el violín. El cuarteto de jóvenes que había estado tocando se acercó para acompañarme, y los camareros que había por la sala se quedaron quietos por fin.
Respiré hondo y me llevé el violín a la barbilla.
—Para ti —dije, mirando a Kriss.
Dejé el arco flotando sobre las cuerdas un momento, cerré los ojos y comencé a tocar.
Por un momento desaparecieron la malvada Kitty, la amenaza de Danniel en palacio, los rebeldes intentando invadirnos. No quedó nada más que una nota perfecta dejando paso a otra, como si fueran reticentes a perderse en el tiempo sin sus compañeras. Pero se agarraban unas a otras, y, mientras flotaban en el aire, lo que debía ser un regalo para Kriss se convirtió en un regalo para mí misma.
Quizá fuera una Cinco, pero no por ello me sentía inferior.
Toqué la pieza —tan familiar para mí como la voz de mi padre o el olor de mi habitación—, unos momentos, breves pero bellos, y luego dejé que llegara a su inevitable final. Di una última pasada al arco sobre las cuerdas y lo levanté.
Me giré hacia Kriss, esperando que le hubiera gustado su regalo, pero ni siquiera vi su rostro. Tras el grupo de chicas estaba Brittany. Llevaba un traje gris y una caja bajo el brazo, para Kriss. Las chicas estaban aplaudiendo educadamente, pero yo no percibía el sonido de sus aplausos. Lo único que veía era la atractiva expresión de sorpresa de Brittany, que poco a poco se convirtió en una sonrisa, una sonrisa que era solo para mí.
—Majestad —saludé, con una reverencia.
Las otras chicas se pusieron en pie para saludar a Brittany. Y en medio de todo aquello, oí un chillido de sorpresa.
—¡Oh, no! ¡Kriss, cómo lo siento!
Unas cuantas chicas miraban en la misma dirección, y, cuando Kriss se giró hacia mí, vi por qué. Su precioso vestido tenía una mancha por delante, del color del ponche de Kitty. Era como si la hubieran apuñalado.
—Lo siento, es que me he girado demasiado rápido. No era mi intención, Kriss. Deja que te ayude —se disculpó.
A oídos de cualquiera, probablemente parecería sincera, pero a mí no me engañaba.
Kriss se tapó la boca y se echó a llorar; luego salió corriendo de la sala, lo que puso fin a la fiesta. Brittany, en un gesto galante, fue tras ella, aunque en realidad a mí me habría gustado que se quedara.
Kitty se defendía ante cualquiera que quisiera escucharla, diciendo que había sido un accidente. Tuesday asentía, y aseguraba que lo había visto todo, pero entre las demás había tantas que levantaban la vista al cielo o ponían cara de hastío que el apoyo de Tuesday no valía para nada. Por mi parte, me limité a guardar el violín y me dispuse a marcharme.
Rachel me agarró del brazo.
—Alguien debería hacer algo con ella.
Si Kitty podía conseguir que una persona tan encantadora como Anna se mostrara violenta, o si pensaba que podía intentar quitarme el vestido, o hacer que alguien tan benevolente como Rachel estuviera a punto de dejarse llevar por la rabia, desde luego en la Selección no había sitio para ella.
Tenía que conseguir que la echaran de palacio.

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Bueno que les parece este capitulo que opinan sera que Sann le importa mas de lo que quiere mostrar o querer dejen sus comentarios.


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Mensaje por awong_snix Miér Jul 23, 2014 11:34 pm



CAPÍTULO 22



—Te lo aseguro, Brittany: no fue un accidente.
Estábamos otra vez en el jardín, haciendo tiempo hasta la hora del Report. Me había llevado todo el día encontrar el momento de hablar con ella.
—Pero parecía estar destrozada, y se deshizo en disculpas —rebatió ella—. ¿Cómo no iba a ser un accidente?
Suspiré.
—Como te lo cuento: veo a Kitty cada día, y esa fue su artimaña para arruinar el momento de Kriss cuando era el centro de atención. Es de lo más competitiva.
—Bueno, pues, si lo que intentaba era desviar mi atención de Kriss, fracasó. Me pasé casi una hora con ella. Y la verdad es que resultó bastante agradable.
No quería oír hablar de eso. Sabía que había algo pequeño y tenue entre nosotros, y no deseaba centrarme en nada que pudiera cambiarlo. Al menos hasta que supiera cuáles eran mis verdaderos sentimientos.
—¿Y qué hay de lo de Anna? —pregunté.
—¿Quién?
—Anna Farmer. Pegó a Kitty, y tú la echaste. ¿Te acuerdas? A Anna tuvieron que haberla provocado.
—¿Tú oíste que Kitty dijera algo? —respondió, escéptica.
—Bueno…, no. Pero conocía a Anna, y «conozco» a Kitty. Te lo aseguro: Anna no era de las que recurren de pronto a la violencia. Kitty debió de decirle algo muy cruel para que ella reaccionara de ese modo.
—Santana, soy consciente de que pasas más tiempo con las chicas que yo, pero ¿hasta qué punto puedes llegar a conocerlas? Sé que te gusta esconderte en tu habitación o en las bibliotecas. Me atrevería a decir que conoces más a fondo a tus doncellas que a cualquiera de las seleccionadas.
Probablemente tenía razón, pero yo no iba a ceder.
— Tenía razón con respecto a Rachel, ¿o no? ¿No te parece agradable?
Ella puso una cara de circunstancias.
—Sí…, es agradable, supongo.
—Entonces… ¿por qué no me crees cuando te digo que lo que hizo Kitty fue un movimiento calculado?
—Santana, no es que crea que mientes. Estoy segura de que a ti te lo pareció. Pero Kitty se disculpó. Y ella siempre se ha portado muy bien conmigo.
—Seguro que sí —murmuré.
—Ya está bien —dijo Brittany, con un suspiro—. Ahora no quiero hablar de las otras.
—Intentó quitarme el vestido, Brittany.
—He dicho que no quiero hablar de ella —repitió, airada.
Ahí se acababa la cosa. Levanté los brazos y los dejé caer con fuerza sobre las piernas. Estaba tan frustrada que habría querido gritar.
—Si vas a actuar de este modo, me voy a buscar a alguien que sí quiera mi compañía —dijo, y emprendió la marcha.
—¡Eh!
—¡No! —Se giró y me habló más enfadada de lo que imaginé que la vería nunca—. Se te olvida una cosa, Lady Santana. Harías bien en recordar que soy la princesa de la Corona de Illéa. A todos los efectos, soy dueña y señora de este país, y te equivocas si crees que me puedes tratar así en mi propia casa. No tienes por qué estar de acuerdo con mis decisiones, pero las «acatarás».
Se giró y se fue, sin ver —o sin importarle— las lágrimas que acudieron a mis ojos.
No dirigí la mirada hacia ella durante la cena, pero fue difícil no hacerlo durante el Report. La pillé dos veces mirándome, y ambas se tiró de la oreja. No le devolví el gesto. En aquel momento no tenía ningunas ganas de hablar con ella. Seguro que me volvería a reñir, y era algo que no necesitaba.
A continuación me dirigí a mi habitación, tan disgustada con Brittany que no podía pensar con claridad. ¿Por qué no me escuchaba? ¿Acaso pensaba que mentía? O, peor aún, ¿creía que Kitty estaba por encima de la verdad?
Supongo que no era más que la típico chica, y Kitty la clásica chica guapa, y que al final aquello sería lo que importaría. Por mucho que hablara de que deseaba una compañera para la vida, quizá lo único que quería era una compañera para la cama.
Y si era de esas, ¿por qué se molestaba siquiera en hacer todo aquello? ¡Tonta, tonta, tonta! ¡Le había besado! ¡Le había pedido que tuviera paciencia! ¿Y para qué? Ojalá…
Giré la esquina y llegué a mi habitación, y ahí estaba Danniel, haciendo guardia frente a mi puerta. Toda mi rabia se fundió y se convirtió en una extraña inseguridad. Los guardias, como norma, mantienen la vista al frente y no se distraen, pero ella me estaba mirando con una expresión inescrutable.
—Lady Santana —susurró.
—Soldado Leger.
Aunque no era tarea suya, dio un paso adelante y me abrió la puerta. Entré despacio, casi con miedo de girarme, casi con miedo de que no fuera real. Por mucho que intentara quitármela de la cabeza y del corazón, deseaba tenerla a mi lado en aquel momento. Al pasar, le oí aspirar el aire junto a mis cabellos. Me dio un escalofrío.
Se me quedó mirando fijamente otra vez y cerró la puerta poco a poco.
Era inútil intentar dormir. Di vueltas en la cama durante horas, mientras los pensamientos sobre la estupidez de Brittany y la proximidad de Danniel libraban una dura batalla en mi mente. No sabía qué hacer sobre nada de lo que me pasaba. Mis reflexiones me consumían; ni siquiera me di cuenta de que, de tanto darle vueltas en la cabeza, seguía despierta a las dos de la madrugada.
Suspiré. Mis doncellas tendrían que trabajar especialmente duro al día siguiente para ponerme en condiciones.
De pronto vi una luz procedente del pasillo. Tan sigilosamente que daba la impresión de que estaba soñándolo, Danniel abrió la puerta, entró y la cerró tras ella.
—Danniel, ¿qué estás haciendo? —susurré mientras ella cruzaba la habitación—. ¡Te vas a meter en un buen lío si te pillan aquí!
Siguió avanzando en silencio.
—¿Danniel?
Se detuvo frente a mi cama y, delicadamente, dejó en el suelo el bastón que llevaba.
—¿La quieres?
Miré en lo más profundo de los ojos de Danniel, apenas visibles en la oscuridad. Por una fracción de segundo, no supe qué decir.
—No.
Ella retiró las sábanas con un movimiento a la vez elegante y violento. Yo debería haber protestado, pero no lo hice. Me puso la mano tras la cabeza, y me empujó hacia ella. Me besó desesperadamente, y todas las cosas buenas del mundo encontraron por fin su sitio. Ya no olía al jabón que hacían en su casa, y estaba más fuerte que antes, pero cada movimiento y cada contacto me resultaban familiares.
—Te matarán por esto —suspiré en un momento en que sus labios se perdían por mi cuello.
—Si no lo hago, me moriré igualmente.
Intenté reunir las fuerzas necesarias para decirle que parara, pero sabía que no lo intentaba con demasiada convicción. En aquel momento sentía que había mil cosas que no estaban bien —el estar rompiendo tantas reglas; el que Danniel, por lo que yo sabía, tuviera otra novia; el que entre Brittany y yo hubiera ciertos sentimientos—, pero no podía preocuparme de eso. Estaba enfadada con Brittany, y Danniel me confortaba enormemente. Dejé que sus manos recorrieran mis piernas arriba y abajo.
Me asombré de lo diferente que era la sensación. Nunca antes habíamos tenido tanto sitio. Y aunque me dejara llevar, sentía todo lo que me pasaba por la cabeza. Estaba enfadada con Brittany, con Kitty, incluso con Danniel. ¡Demonios, estaba enfadada con Illéa! Mientras nos besábamos sin parar, me eché a llorar.
Danniel siguió besándome, y muy pronto descubrí que parte de las lágrimas también eran suyas.
—Te odio, ¿sabes? —dije.
—Lo sé, Sann. Lo sé.
Cuando me tocaba así y me llamaba con aquel nombre, sentía como si estuviera en otro mundo. Pese a todo mi disgusto, Danniel me hacía sentir en casa.
Seguimos así casi quince minutos, hasta que recordó que debía marcharse.
—Tengo que volver. El guardia que hace las rondas esperará verme ahí fuera.
—¿Qué?
—Hay guardias que hacen rondas aleatoriamente. Puede que tenga veinte minutos, o quizás una hora. Si hacen una ronda corta, podría tener menos de cinco minutos.
—¡Pues date prisa! —le apremié, poniéndome en pie de un salto con ella para ayudarle a alisarse el pelo.
Agarró su bastón y las dos atravesamos la habitación a la carrera. Antes de abrir la puerta, tiró de mí para besarme de nuevo. Fue como una inyección de luz del sol corriendo por mis venas.
—No puedo creerme que estés aquí —dije.
Danniel sacudió la cabeza.
—Créeme, yo fui la primera sorprendida.
—Eso lo dudo. —Sonreí, y ella también—. ¿Cómo acabaste en la guardia del palacio?
Se encogió de hombros.
—Parece que tengo una predisposición natural. Mandan a todo el mundo a un centro de entrenamiento en Whites. ¡Santana, estaba todo nevado! No los cuatro copos que solemos ver nosotros. Allí dan instrucción y alimento a los nuevos guardias, y los ponen a prueba. También te inyectan cosas. No sé lo que es, pero gané mucho volumen en poco tiempo. Ahora soy un buen luchador, y hasta más inteligente. Obtuve la mejor nota de nuestra clase.
—Eso no me sorprende nada de nada —dije, sonriendo con orgullo.
Volví a besarle. Danniel siempre había sido demasiado brillante como para vivir la vida de un Seis.
Abrió la puerta y echó un vistazo al pasillo. No parecía que hubiera nadie.
—Tengo mucho que contarte. Hemos de hablar —le susurré.
—Lo sé. Y hablaremos. Llevará tiempo, pero volveré. Esta noche no. No sé cuándo, pero pronto.
Volvió a besarme, con tanta fuerza que casi me hizo daño.
—Te he echado de menos —me susurró en la boca, y volvió a ocupar su puesto.
Volví a la cama como en una nube. No podía creerme lo que acababa de hacer. Una parte de mí —una parte muy contrariada— tenía la convicción de que Brittany se lo merecía. Si quería proteger a Kitty y humillarme, desde luego yo no formaría parte de la Selección mucho tiempo más. Si ella podía saltarse las reglas, a mí no habría nada que pudiera detenerme. Problema resuelto.
De pronto sentí la fatiga, y me dormí casi al instante.

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Y que decir de este capitulo es un  Adaptación Brittana La Selección/ La Princesa intermedio/ La Elite/  LA ELEGIDA / TERMINADO  - Página 4 304001509  en serio quien me apoya, eso no se hace Sann, los celos son el peor consejero, y luego con Danniel, estaba enojanda pero no es para tanto quein me apoya se va con su ex por un mal entendido, que opinan ustedes
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