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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Sep 10, 2016 2:10 am

CAPÍTULO 59
Brittany

 
—No conozco a nadie que haya cruzado tantas veces el estado de Washington como vosotras —dice Ryder sentado en el sofá de casa de mi padre.
 
Tras la carcajada colectiva, se hace el silencio. He convencido a Santana de que deberíamos volver aquí y pasar un rato con Ryder antes de que se mude para siempre. Creía que se apuntaría al instante, le encanta ver a Ryder, pero lo pensó mucho antes de aceptar. La esperé en su cama un buen rato mientras, por alguna razón, metía en la bolsa todas sus cosas, y luego la esperé en el coche mientras tardaba una eternidad en despedirse de Kimberly y de Vance.
Me quedo mirando a Ryder.
—Tampoco es que conozcas a tanta gente, así que no es muy difícil —lo pincho.
 
Mira a Karen, que está sentada en una silla, y sé que quiere soltarme una réplica ingeniosa, pero se muerde la lengua porque su madre está delante. Últimamente se le da mejor devolvérmelas. Se limita a poner los ojos en blanco y a decir:
 
—Ja, ja —y vuelve a concentrarse en el libro que tiene en el regazo.
 
—Me alegro de que hayáis llegado bien. —La voz de Karen es suave, y me sonríe. Aparto la mirada—. Tengo la cena en el horno. Estará lista enseguida.
 
—Voy a cambiarme —anuncia Santana detrás de mí.
—. Gracias por dejar que vuelva a quedarme aquí
 
Y desaparece escaleras arriba. Me quedo unos segundos al pie de la escalera antes de seguirla como un perrito faldero. Cuando entro en la habitación, está en bragas y sujetador.
 
—Qué oportuna soy
Mascullo cuando me mira bajo el umbral. Se cubre el pecho con las manos y luego intenta taparse también las caderas, y no puedo evitar sonreír.
 
—¿No te parece que ya es un poco tarde para eso?
 
—Cállate —me regaña al tiempo que se pone una camiseta por encima del pelo mojado.
 
—Sabes que lo de callarme no es mi fuerte.
—Y ¿cuál es tu fuerte?
 
me provoca meneando las caderas mientras se pone los pantalones. Son esos pantalones.
 
—Hacía mucho tiempo que no te ponías las mallas de hacer yoga...
Me acaricio mi cara mientras contemplo la tela negra y ajustada que se le pega al cuerpo.
 
—No empieces con los pantalones.
 
Me advierte levantando un dedo insolente.
 
—. Me los habías escondido, por eso no he podido ponérmelos.
 
Sonríe, aunque parece sorprendida de lo fácil que le resulta estar de buen humor conmigo. Endurece la mirada y se yergue.
 
—No es verdad
 
Miento al tiempo que me pregunto cuándo debió de encontrarlos en el armario
del maldito apartamento. Al mirarle el culo recuerdo por qué los escondí.
 
—. Estaban en el armario.
 
En cuanto lo digo, me vienen a la memoria imágenes de Santana buscando sus pantalones en el armario y me echo a reír, hasta que recuerdo otra cosa que había allí y que no quería que encontrara.
 
Busco en su rostro cualquier indicación de que la mención del armario le ha hecho recordar que encontró la maldita caja.
 
—¿Qué? —pregunta poniéndose unos calcetines rosa. Son espantosos, peludos y con topos negros.
 
—Nada —miento, e intento olvidar mi paranoia.
 
—Vale... —Echa a andar.
 
La sigo abajo, otra vez como un perrito faldero, y me siento a su lado a la enorme mesa de comedor. La tal «S» está aquí otra vez, mirando a Ryder como si fuera una piedra preciosa o algo así. Es oficial: es una tía muy rara.
Santana le dirige una radiante sonrisa.
—Hola, Sophia.
 
Ella deja de mirar a Ryder el tiempo justo para devolverle la sonrisa a Santana y saludarme a mí con la mano.
 
—Sophia me ha ayudado con el asado —exclama Karen orgullosa.
 
Hay todo un festín en la enorme mesa de comedor, con velas y arreglos florales. Charlamos de trivialidades mientras esperamos que Karen y Sophia trinchen la carne.
 
—Mmm, qué rico. La salsa está deliciosa —dice Santana con el tenedor todavía en la boca.
«Estas tres y la comida...»
 
—Parece como si estuvierais hablando de porno —digo en un tono demasiado alto.
 
Santana me pega un puntapié por debajo de la mesa y Karen se tapa la boca y se atraganta con la comida. Todos se sorprenden cuando Sophia se echa a reír. Ryder parece incómodo, pero su expresión se suaviza al verla reír tan a gusto.
 
—Pero ¿quién dice esas cosas? —pregunta Sarah entre risas.
 
Ryder la está mirando de un modo patético, y ahora es Santana la que sonríe.
 
—Brittany. Brittany dice esas cosas —responde Karen con humor.
 
«Vale, esto es muy raro.»
 
—Ya te acostumbrarás a él.
 
Ryder me mira un instante antes de concentrarse en su nuevo
Amor.
 
—. Quiero decir, en caso de que vengas mucho por casa. No doy por sentado que vayas a venir a menudo.
 
Se pone rojo como un tomate.
 
—. A menos que te apetezca, por supuesto. Aunque no doy por hecho que vaya a apetecerte...
 
—Lo ha pillado
Digo poniendo fin a su agonía. Parece que esté a punto de hacerse pis encima.
 
—Cierto.
Le sonríe a Ryder, que juro que se ha puesto azul. «Pobre.»
 
—Sophia, ¿cuánto tiempo vas a quedarte en la ciudad?
 
Santana acude al rescate y cambia de tema para ayudar a su amigo.
 
—Sólo unos pocos días más. Volveré a Nueva York el lunes. Mis compañeras de piso me echan mucho de menos.
 
—¿Cuántas compañeras de piso tienes? —pregunta Santana.
 
—Tres, todas bailarinas.
 
Me echo a reír. Santana fuerza una sonrisa.
 
—Oh, vaya...
 
—¡Jesús! Bailarinas de ballet clásico, no strippers —aclara Sarah, y se echa a reír a carcajadas.
 
Yo también. Me parto al ver la cara de alivio y de apuro de Santana.
A continuación, mi chica se encarga de la conversación y le pregunta toda clase de tonterías a la amiga de Ryder. Yo me evado, sólo tengo ojos para los labios de Santana mientras hablan. Me encanta cómo se detiene cada pocos bocados para limpiarse la boca con una servilleta, por si algo se le ha quedado pegado. La cena sigue su curso hasta que me aburro, casi mortalmente, y la cara de Ryder sólo está un poco colorada.
 
—Brittany, ¿ya has decidido qué vas a hacer el día de tu graduación? Sé que no quieres participar en la ceremonia, pero ¿lo has pensado bien?
 
me pregunta Ken mientras Karen, Santana y Sarah recogen la mesa.
 
—No, no he cambiado de opinión.
Me limpio los dientes con las uñas. Siempre hace lo mismo, me saca estos temas delante de Santana para obligarme a cruzar un auditorio recargado con miles de personas sentadas en las gradas, sudando a mares y aullando como
animales salvajes.
 
—¿Cómo que no?
Inquiere Santana. La miro alternativamente a ella y a mi padre.
 
—. ¿No ibas a reconsiderarlo?
 
Sabe perfectamente lo que se hace. Ryder sonríe como el capullo que es, y Karen y Sarah charlan en la cocina.
 
—Yo... —empiezo a decir. «Hay que joderse.» Santana me mira, esperanzada e inquieta, como desafiándome a negarlo.
 
—. Bueno, venga, vale. Iré a esa puñetera ceremonia de graduación
 
Resoplo. «Menuda mierda.»
 
—Gracias —dice Ken.
 
Estoy a punto de contestarle que se vaya a tomar por el culo cuando caigo en la cuenta de que se lo está agradeciendo a Santana, no a mí.
 
—Sois un par de... —empiezo a decir, pero la cara de advertencia de Santana me hace callar.
 
—.Son los dos maravillosos —articulo
 

«Sois un par de conspiradores de cojones», repito mentalmente una y otra vez mientras ellos se sonríen satisfechos.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Sep 10, 2016 2:11 am

CAPÍTULO 60
Santana

 
Cada vez que Sophia hablaba de Nueva York en la cocina, me entraba el pánico. Sé que he sido yo quien ha sacado el tema, pero sólo era para distraerla de Ryder. Me he dado cuenta de que estaba avergonzado y he dicho lo primero que se me ha pasado por la cabeza, sin pensar que era el único tema que no debía mencionar delante de Brittany. Tengo que decírselo esta noche. Me estoy comportando de una forma estúpida, cobarde e
inmadura por ocultárselo. Los progresos que ha hecho me ayudarán a que se tome bien la noticia, o a que explote. Nunca sé qué esperar de ella, puede ocurrir cualquier cosa. No obstante, soy consciente de que no soy responsable directa de sus reacciones y que debo ser yo quien le dé la noticia. Me apoyo en el marco de la puerta, de pie en el pasillo, y observo a Karen limpiar los fogones con un paño húmedo. Ken se ha ido al salón y está durmiendo en una silla. Ryder y Sophia están sentados en el comedor, en silencio. Él intenta mirarla disimuladamente, ella lo pilla y le regala una
bonita sonrisa. No sé muy bien cómo me siento al respecto: acaba de salir de una relación larga y ya está con otra, pero ¿quién soy yo para opinar de las relaciones de los demás? Está claro que no tengo ni idea de cómo llevar la mía propia.
 
Desde mi observatorio en el pasillo que conecta el salón, el comedor y la cocina, puedo ver a la perfección a las personas que más me importan en el mundo. Eso incluye a la primera de todas, Brittany, que está sentada en silencio en el sofá del salón, mirando la pared. Sonrío ante la idea de verla recoger su diploma durante la graduación, en junio. No me la imagino con toga y birrete, pero me muero por verla, y sé que para Ken significa mucho. Ha dejado claro en muchas ocasiones que no esperaba que Brittany acabara la carrera, y ahora que sabe la verdad sobre su pasado, estoy segura de que tampoco esperaba que cambiara de opinión y pasara por el aro de una ceremonia típica de graduación. Brittany Pierce no tiene nada de típico.
Me llevo una mano a la frente para obligar a mi cerebro a funcionar. «¿Cómo voy a decírselo? ¿Y si se ofrece a venir a Nueva York conmigo? ¿Sería capaz? Si lo hace, ¿debería aceptarlo?» De repente noto que me mira desde el sofá del salón. En efecto. Cuando alzo la vista, compruebo que me está contemplando, la curiosidad brilla en sus ojos azules y tiene los labios apretados, formando una línea fina. Le dedico mi mejor sonrisa de «estoy bien, sólo estaba pensando», y veo que frunce el ceño y se levanta. Cruza el salón en dos zancadas y se apoya en la pared con la palma de la mano mientras me rodea con su cuerpo.
 
—¿Qué pasa? —pregunta.
 
Ryder deja de mirar a Sophia un instante al oír la voz de Brittany.
 
—Tengo que hablar contigo de una cosa —admito en voz baja. No parece preocupada, no tanto como debería.
 
—Vale, ¿de qué se trata?
Dice, y se acerca más, demasiado. Intento alejarme, pero eso sólo sirve para recordarme que me tiene acorralada contra la pared. Brittany levanta entonces el otro brazo para terminar de cerrarme el paso y, cuando nuestras miradas se encuentran, una sonrisa de satisfacción cubre su cara.
 
—¿Y bien?
Me quedo mirándola en silencio. Tengo la boca seca y, tan pronto como la abro para hablar, empiezo a toser. Siempre me pasa lo mismo, ya sea en el cine, en la iglesia o cuando estoy hablando con alguien importante. En general, en todas las situaciones en las que uno no debería toser. Como
ahora. Estoy meditando sobre la tos, mientras toso y mientras Brittany me mira como si me estuviera muriendo delante de ella.
 
Entonces se aleja y entra en la cocina con decisión. Aparta un momento a Karen y vuelve con un vaso de agua, por enésima vez en estas dos semanas. Lo acepto y siento un gran alivio cuando el agua fría me calma la garganta áspera.
 
Sé que hasta mi cuerpo está intentando echarse atrás y no contarle la noticia a Brittany, y yo quiero darme una palmada en la espalda y una patada en el culo a la vez. Si lo hiciera, seguro que Brittany se apiadaría de mí y cambiaría de tema al ver que me he vuelto loca.
 
—¿Qué pasa? Tu mente va a cien por hora.
 
Me observa y alarga la mano para recoger el vaso vacío. Cuando empiezo a negar con la cabeza, insiste:
 
—Sí, sí, lo noto.
 
—¿Podemos salir afuera?
 
Digo volviéndome hacia la puerta del jardín; intento dejar claro que
no deberíamos hablar en público. Caray, deberíamos volver a Seattle para hablar de este desastre. O aún más lejos. Lejos es mejor.
 
—¿Afuera? ¿Por qué?
 
—Tengo que decirte una cosa. En privado.
 
—De acuerdo.
 
Doy un paso para ponerme delante de ella y mantener el equilibrio. Si soy yo quien la guía afuera, tal vez tenga la oportunidad de conducir la conversación. Si soy yo quien conduce la conversación, tal vez tenga la oportunidad de evitar que Brittany acabe estallando. Tal vez. No aparto la mano cuando noto que entrelaza los dedos con los míos. La casa está en silencio, sólo se oyen las voces amortiguadas de la serie policíaca que Ken estaba viendo hasta que se ha quedado dormido y el suave zumbido del lavavajillas en la cocina.
Cuando salimos al porche, los sonidos desaparecen y me quedo a solas con el ruido caótico de mis pensamientos y el suave tarareo de Brittany. Agradezco que llene el silencio con una canción, la que sea; me distrae y me ayuda a concentrarme en algo que no sea la debacle que está a punto de
producirse. Con suerte, tendré unos minutos para explicarle mi decisión antes de la supernova.
 
—Desembucha
Dice Brittany arrastrando una de las sillas por el suelo de madera. Adiós a mi oportunidad de tenerla tranquila unos minutos, no está de humor para esperas. Se sienta y apoya los codos en la mesa que nos separa. Yo me siento a mi vez con torpeza y no sé dónde poner las manos. Las llevo de la mesa a mi regazo y a mis rodillas, y luego de vuelta a la mesa, hasta
que ella estira un brazo y me coge los dedos con una mano.
 
—Relájate —pide con dulzura.
 
Tiene la mano tibia y cubre las mías por completo. Por un momento, lo veo todo con claridad.
 
—Te he ocultado algo y me está volviendo loca —empiezo—. Necesito contártelo y sé que éste no es el momento, pero quiero que te enteres por mí, no que lo descubras de cualquier otra manera.
 
Me suelta la mano y se reclina en el respaldo de la silla.
 
—¿Qué has hecho? —Noto la ansiedad en su voz, la sospecha en su respiración.
 
—Nada —me apresuro a responder—. No es lo que estás pensando.
 
—No habrás... —Parpadea un par de veces—. No habrás estado con otra pers...
 
—¡No! —exclamo con un grito agudo y meneo la cabeza para enfatizar mi negativa.
—. No, no es nada de eso. Sólo es que he tomado una decisión sin haberte dicho nada. Pero no he estado con nadie.
 
No sé si me siento aliviada u ofendida de que eso sea lo primero que ha pensado. En cierto modo, es un alivio, porque mudarse conmigo a Nueva York no le resultaría tan doloroso como el hecho de que yo hubiera estado con otra persona, pero me ofende un poco porque a estas alturas ya debería
conocerme mejor. No niego que he hecho un montón de cosas irresponsables para hacerle daño, sobre todo con Dani, pero jamás me acostaría con otra persona.
 
—Vale.
Se pasa la mano por el pelo y apoya la nuca en la palma para masajearse el cuello.
 
—Entonces no puede ser nada demasiado horrible.
 
Cojo aire, decidida a soltarlo todo. Ya basta de marear la perdiz.
 
—Pues...
 
Levanta las manos para que me detenga.
 
—Espera, ¿y si antes de contarme de qué se trata me explicas el porqué?
 
—¿El porqué de qué? —Ladeo la cabeza confusa.
Enarca una ceja.
 
—Por qué has tomado esa decisión que hace que estés cagada de miedo.
 
—Vale —asiento.
 
Intento ordenar mis ideas mientras Brittany me observa con ojos pacientes. ¿Por dónde empiezo? Esto es mucho más duro que decirle simplemente que voy a mudarme, pero también es una manera mejor de darle la noticia.
Ahora que lo pienso, creo que nunca habíamos hecho esto. Siempre que pasaba algo tremendo e importante, nos enterábamos por terceros o por accidente, de un modo igual de tremendo e importante.
La miro por última vez antes de empezar a hablar. Quiero memorizar cada milímetro de su cara, recordar y observar la manera en que sus ojos azules a veces rebosan paciencia. Sus labios rosa son una tentación, aunque también recuerdo la de veces que los he visto partidos y ensangrentados.
Recuerdo el piercing y cómo le cogí cariño enseguida.
Revivo el modo en que el metal frío me rozaba los labios. Pienso en cómo lo atrapaba entre los labios cuando le daba vueltas a algo y lo tentador que me resultaba. Recuerdo la noche en la que me llevó a patinar sobre hielo para demostrarme que podía ser una novia «normal». Estaba nerviosa y juguetona, y se había quitado los piercings. Dijo que lo había hecho porque quería, pero yo sigo pensando que se los quitó para demostrarse algo a sí misma y para
demostrármelo a mí. Los eché de menos durante un tiempo, a veces todavía los echo de menos, pero me encanta lo que su ausencia representa, por muy sexi que estuviera con ellos.
 
—Brittany llamando a Santana, ¿me recibes? —se burla, se endereza y apoya la barbilla en la palma de la otra mano.
 
—Sí. —Sonrío nerviosa—. Bueno, he tomado esta decisión porque necesitamos pasar un tiempo separadas y me parecía que era el único modo de asegurarme de que así fuera.
 
—¿Más tiempo separadas? —me mira fijamente a los ojos, presionándome para que cambie de idea.
 
—Sí, separadas. Todo es un caos entre nosotras y necesito distancia, esta vez de verdad. Sé que lo decimos siempre, que es lo que hacemos siempre, y luego nos limitamos a viajar de Seattle aquí o a Londres. Básicamente, estamos paseando nuestra desastrosa relación por todo el planeta.
 
Hago una pausa para ver su reacción y sólo recibo una expresión indescifrable. Desvío la mirada.
 
—¿De verdad es tan desastrosa? —dice con dulzura.
 
—Pasamos más tiempo peleándonos que estando bien.
 
—Eso no es cierto. —Le da un tirón al cuello de su camiseta negra—. Eso no es cierto, ni en la teoría ni en la práctica, San. Puede que lo parezca, pero si te paras a pensar en la cantidad de cosas que hemos vivido, te darás cuenta de que hemos pasado más tiempo riéndonos, hablando, leyendo, pinchándonos y en la cama. Quiero decir, que me tiro un buen rato en la cama...
 
Sonríe ligeramente y noto que me fallan las fuerzas.
 
—Lo resolvemos todo con el sexo y eso no es sano —digo. Ése era el siguiente punto que quería tratar.
 
—¿El sexo no es sano? —resopla—. Es sexo consentido, con mucho amor y confianza
 
Me mira intensamente.
 
—. Sí, también es alucinante, pero no olvides por qué lo hacemos.
No follo contigo sólo para correrme. Lo hago porque te quiero y adoro la confianza que depositas en mí cuando me permites tocarte de ese modo.
 
Todo lo que dice tiene sentido, a pesar de que no debería tenerlo. Estoy de acuerdo con ella, por muy cautelosa que intente ser.
 
Siento que Nueva York está cada vez más lejos, así que decido soltar la bomba cuanto antes.
 
—¿Sabes cuáles son las características de una relación abusiva?
 
—¿Abusiva? —Parece que no puede respirar—. ¿Crees que soy abusiva? ¡Nunca te he puesto la mano encima, y sabes que nunca lo haré!
 
Agacho la cabeza, me miro las manos y prosigo con sinceridad.
 
—No, no me refería a eso. Me refería a las dos y a las cosas que hacemos para hacernos daño a propósito. No te estaba acusando de ser una maltratadora.
 
Suspira y se pasa ambas manos por el pelo; seguro que le está entrando el pánico.
 
—Vamos, que esto es mucho más importante que el hecho de que hayas decidido no vivir conmigo en Seattle o algo así.
 
Se detiene y me mira muy seria.
 
—. Santana, voy a hacerte una pregunta y quiero una respuesta sincera, sin tonterías, sin darle vueltas. Di lo primero que te venga a la cabeza
cuando te pregunte, ¿de acuerdo?
 
Asiento, sin saber muy bien adónde quiere ir a parar.
 
—¿Qué es lo peor que te he hecho? ¿Qué es lo más horrible y repugnante que te he hecho desde que nos conocimos?
 
Empiezo a pensar en los últimos meses, pero Brittany se aclara la garganta para recordarme que quería que contestara lo primero que me viniera a la mente. Me revuelvo en mi silla. Ahora mismo no quiero abrir la caja de los truenos, ni tampoco quiero hablar de esto en el futuro, la verdad. Sin embargo, al final, se lo suelto:
 
—La apuesta. El hecho de que me tuvieras totalmente engañada mientras yo me enamoraba de ti.
 
Se queda pensativa y, por un momento, parece perdida.
 
—¿Te arrepientes? Si pudieras corregir mi error, ¿lo harías? —pregunta a continuación.
 
Me tomo mi tiempo para meditarlo seriamente, muy seriamente, antes de contestar. He respondido a esa pregunta muchas veces y he cambiado de opinión al respecto muchas más, pero ahora la respuesta parece... definitiva. Parece absoluta y definitiva, y como si ahora importara más que nunca.
El sol desciende lentamente por el horizonte y se esconde detrás de las copas de los árboles que bordean la finca de los Pierce. Las luces del jardín se encienden automáticamente.
 
—No, no lo haría —digo casi para mí.
 
Brittany asiente como si supiera de antemano cuál iba a ser mi respuesta.
 
—Vale y, después de eso, ¿qué es lo peor que te he hecho?
 
—Cuando me fastidiaste lo del apartamento de Seattle —contesto con facilidad.
 
—¿En serio? —Parece sorprendida por mi respuesta.
—Sí.
—¿Y eso? ¿Qué hice que te molestó tanto?
—El hecho de que te apoderaras de una decisión que era exclusivamente mía y me lo ocultases.
 
Se encoge de hombros.
 
—No voy a intentar justificar que fue una cagada porque sé que lo fue —contesta.
 
—¿Y? —Espero que eso no sea lo único que va a decir.
 
—Entiendo lo que quieres decir, no debería haberlo hecho. Debería haber hablado contigo en vez de intentar evitar que te fueras a Seattle. Entonces estaba mal de la cabeza, aún sigo estándolo, pero lo estoy intentando, eso es lo que ha cambiado con respecto a entonces.
 
No sé muy bien qué contestar a eso. Estoy de acuerdo: no debería haberlo hecho y sé que ahora se está esforzando. Miro sus ojos azules, brillantes y ansiosos y me cuesta recordar qué era eso tan importante que quería decirle al inicio de esta conversación.
 
—Se te ha metido esa idea en la cabeza, nena —prosigue—, o alguien te la ha metido, o puede que lo hayas visto en un programa cutre de televisión, o que lo hayas leído en un libro..., qué sé yo. El caso es que la vida real es dura de cojones. Ninguna relación es perfecta y no hay nadie  que trate a una mujer exactamente como debería.
 
Alza una mano para que no la interrumpa.
 
—. No estoy diciendo que esté bien, ¿vale? Así que escúchame: lo único que digo es que creo que si tú y tal vez algunas otras personas de este mundo de locos lleno de criticones prestarais un poco más de atención a lo que ocurre entre bambalinas, puede que vierais las cosas de otra manera. No somos perfectas, Santana. Yo no soy perfecta y te quiero, pero tú también distas mucho de ser perfecta.
 
Hace una mueca para que sepa que lo dice en el sentido menos terrible de la palabra.
 
—. Te las he hecho pasar canutas y, joder, sé que te he soltado este discurso miles de veces, pero algo ha cambiado en mí, y lo sabes.
 
Cuando termina de hablar, miro el cielo unos instantes. El sol se está poniendo tras los árboles y espero a que desaparezca del todo antes de contestar.
 
—Me temo que hemos ido demasiado lejos —digo—. Ambas hemos cometido demasiados errores.
 
—Sería una lástima darse por vencidas en vez de intentar corregir esos errores, y lo sabes.
 
—¿Una lástima, por qué? ¿Por el tiempo perdido? Ahora no tenemos mucho tiempo que perder.
 
Digo adentrándome en la inevitable boca del lobo.
 
—Tenemos todo el tiempo del mundo. ¡Aún somos jóvenes! Yo estoy a punto de graduarme y viviremos en Seattle. Sé que estás harta de mis gilipolleces pero, de manera egoísta, cuento con el amor que sientes hacia mí para convencerte de que deberías darme una última oportunidad.
 
—Y ¿qué hay de todo lo que yo te he hecho a ti? Te he llamado de todo, y está también lo de Dani.
 
Me muerdo el labio y desvío la mirada al mencionar a Dani. Brittany tamborilea con los dedos en el cristal de la mesa.
 
—Para empezar, Dani no tiene lugar en esta conversación —repone—. Has hecho muchas estupideces y yo también. Ninguna de las dos tenía la menor idea de cómo mantener una relación. Tal vez tú pensaras que lo sabías porque estuviste mucho tiempo con Sam pero, hablando claro, vosotros dos erais básicamente amigos que se morreaban. Eso no era una relación de verdad.
 
Le lanzo una mirada asesina, esperando a que acabe de cavarse su propia tumba.
 
—¿Dices que tú me has llamado de todo? Muy pocas veces.
 
Sonríe y empiezo a preguntarme quién es la persona que tengo sentada delante de mí.
 
— Todos soltamos algún insulto de vez en cuando. Perdona, pero estoy seguro de que hasta la esposa del párroco de tu madre llama gilipollas a su
marido de vez en cuando. Puede que no a la cara, pero viene a ser lo mismo.
 
Se encoge de hombros.
 
— Y yo prefiero que me lo llames a la cara.
 
—Tienes una explicación para todo, ¿no?
 
—No, para todo no. Para casi nada, en realidad, pero sé que ahora mismo estás aquí sentada buscando el modo de poner fin a lo nuestro y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para asegurarme de que sabes lo que dices.
 
—¿Desde cuándo hablamos así?
 
No puedo evitar estar pasmada ante la falta de gritos y berridos.
Brittany se cruza de brazos, tira de los bordes deshilachados de su escayola y se encoge de hombros.
 
—Desde ahora. No sé, desde que hemos visto que del otro modo no llegábamos a ninguna parte. ¿Qué tiene de malo probar a hacerlo así?
 
Siento cómo la mandíbula me llega al suelo. Lo dice como si nada.
 
—¿Cómo lo haces para que parezca tan fácil? Si fuera tan fácil, podríamos haberlo hecho antes.
 
—No, yo antes no era así, y tú tampoco.
 
Me mira fijamente, esperando que vuelva a hablar.
 
—No es tan sencillo —replico—. El tiempo que hemos tardado en llegar hasta aquí cuenta, Brittany. También cuenta todo por lo que hemos pasado y necesito tiempo para mí. Necesito tiempo para saber quién soy, qué quiero hacer con mi vida y cómo voy a hacerlo posible, y eso he de conseguirlo sola.
 
Pronuncio las palabras con mucha convicción, pero me saben a ácido en cuanto salen por mi boca.
 
—Entonces ¿ya lo tienes decidido? ¿No quieres vivir conmigo en Seattle? ¿Por eso estás tan cerrada y tan poco dispuesta a escuchar lo que te digo?
 
—Te estoy escuchando, pero la decisión ya está tomada... No puedo seguir así, siempre con lo mismo, siempre igual. No sólo contigo, sino también conmigo misma.
 
—No te creo, sobre todo porque suena a que no te lo crees ni tú.
 
Se recuesta en el cojín de la silla y pone los pies sobre la mesa.
 
—. Entonces ¿dónde vas a vivir? ¿En qué barrio de Seattle?
 
—No voy a vivir en Seattle —digo cortante. De repente tengo la lengua de trapo y no consigo pronunciar una palabra.
 
—Entonces ¿dónde? ¿En las afueras? —pregunta con malicia.
 
—En Nueva York, Brittany. Quiero ir...
 
Ahora se lo cree.
 
—¿Nueva York?
Quita los pies de la mesa y se levanta.
 
—. ¿Te refieres a la ciudad de Nueva York o a un pequeño barrio hipster de Seattle que no conozco?
 
—A la ciudad de Nueva York —le aclaro, y empieza a dar vueltas por el porche—. Dentro de unos días.
 
Brittany permanece en silencio salvo por el ruido de sus pasos a lo largo y ancho del porche.
 
—¿Cuándo lo has decidido? —pregunta al fin.
 
—Al volver de Londres, después de que falleciera mi padre. —Me pongo también de pie.
 
—¿El hecho de que me comportara como una idiota contigo te ha impulsado a hacer las maletas y a marcharte a Nueva York? Si nunca has salido de Washington, ¿qué te hace pensar que serás capaz de vivir en un lugar así?
 
Su respuesta me pone a la defensiva.
 
—¡Puedo vivir donde me dé la gana! ¡No intentes ningunearme!
 
—¿Yo te ninguneo? Santana, lo haces todo cien mil veces mejor que yo, no estoy intentando ningunearte. Sólo te pregunto qué te hace pensar que serás capaz de vivir en Nueva York. ¿Ya tienes casa siquiera?
 
—Voy a vivir con Ryder.
Abre mucho los ojos.
 
—¿Con Ryder?
 
Ésa es la cara que he estado esperando, deseando que apareciera, pero ahora que la veo, por desgracia, me siento un poco más tranquila. Brittany ha estado diciendo cosas muy bien dichas, ha sido más comprensiva y cuidadosa con su elección de palabras que nunca y se ha mostrado más
tranquila. No me lo esperaba. En cambio, la cara que me pone ahora la conozco bien. Es la Brittany que está intentando controlar su carácter.
 
—Ryder —repite—. Ryder y tú os vais a ir a vivir a Nueva York.
 
—Sí. Él ya tenía previsto irse y yo...
 
—¿De quién ha sido la idea?, ¿tuya o suya?
 
Dice entonces en voz baja, y me doy cuenta de que no está tan enfadada como esperaba. Es peor que la furia: está dolida. Brittany está dolida y se me
hace un nudo en el estómago al ver que la traición, la sorpresa y el recelo se apoderan de ella. No quiero decirle que Ryder me ha pedido que me vaya a Nueva York con él. No quiero decirle que Ryder y Ken me han estado ayudando con las cartas de recomendación, el expediente académico, la solicitud de traslado y demás.
 
—Cuando llegue me tomaré un trimestre libre
Le digo con la esperanza de que olvide su pregunta. Entonces se vuelve hacia mí, con las mejillas encendidas bajo las luces del jardín, la mirada
salvaje y los puños apretados.
 
—Ha sido idea suya, ¿verdad? Él lo sabía todo y, mientras me hacía creer que éramos... amigos, hermanos incluso, resulta que estaba conspirando a mis espaldas.
 
—Brittany, no ha sido así —digo para defender a Ryder.
 
—¡Vaya que no! —grita agitando las manos como una loca—. Te sientas ahí tan pancha y dejas que haga el ridículo pidiéndote que nos casemos, que adoptemos un niño y todo ese rollo, cuando sabías perfectamente que ibas a dejarme.
 
Se tira del pelo y se dirige hacia la puerta. Intento detenerla.
 
—No entres estando así, por favor. Quédate aquí fuera conmigo para que podamos terminar de hablar. Aún tenemos mucho de que hablar.
 
—¡Calla! ¡Cállate de una puta vez!
 
Grita apartándome la mano del hombro cuando intento tocarla.
Tira del pomo de la puerta y estoy segura de que el ruido que oigo son los goznes aflojándose. La sigo de cerca, y espero que no haga lo que creo que va a hacer, que es lo que hace siempre que ocurre algo malo en su vida, en nuestra vida.
 
—¡Ryder! —grita Brittany en cuanto pone un pie en la cocina. Me alegro de que Ken y Karen se hayan retirado al piso de arriba.
 
—¿Qué? —contesta él.
 
Sigo a Brittany al comedor, donde Ryder y continúan sentados a la mesa con una bandeja de postre casi vacía en medio. Entra a la carga, con los dientes y los puños apretados. A Ryder le cambia la cara.
 
—¿Qué pasa? —pregunta mirando con recelo a su hermanastra antes de mirarme a mí.
 
—No la mires a ella, mírame a mí —le ordena Brittany.
 
Sophia se sobresalta pero se repone rápidamente y me mira mientras me planto detrás de Brittany.
 
—Brittany, él no ha hecho nada malo. Es mi mejor amigo y sólo quería ayudar
 
Digo. Sé de lo que Brittany es capaz, y la sola idea de que Ryder sea su objetivo me pone enferma de preocupación. Ella no se vuelve, sólo contesta:
 
—No te metas en esto, Santana.
 
—¿De qué estáis hablando? —pregunta Ryder, aunque creo que sabe perfectamente por qué Brittany está tan enfadada.
 
—. Espera, ¿es por lo de Nueva York?
 
—¡Claro que es por lo de Nueva York, joder! —le grita Brittany.
 
Ryder se levanta y Sophia le lanza a Brittany una mirada asesina de advertencia. Entonces decido que me parece perfecto que Ryder y ella sean algo más que vecinos cordiales.
 
—¡Sólo me estaba preocupando por Santana cuando la invité a venir conmigo! Habías roto con ella y estaba destrozada, hecha polvo. Nueva York es lo mejor para ella —le explica Ryder con calma.
 
—¿Eres consciente de lo cabrón que eres? Has fingido ser mi puto amigo y luego vas y me la juegas así.
 
Brittany empieza a andar otra vez arriba y abajo, esta vez en pequeños círculos por el salón.
 
—¡No estaba fingiendo! ¡Volviste a fastidiarla y yo quise ayudar a mi amiga!
Contesta Ryder a gritos.
 
—. ¡Soy amigo de las dos!
 
El corazón se me acelera cuando veo a Brittany cruzar el comedor y agarrar a Ryder de la camisa.
 
—¡Ayudándola a alejarse de mí! —chilla empujándolo contra la pared.
 
—¡Estabas demasiado drogada para que te importara! —se defiende Ryder gritándole en las narices.
 
Sophia y yo contemplamos la escena petrificadas. Conozco a Brittany y a Ryder mucho mejor que ella y no sé ni qué decir ni qué hacer. Esto es un caos: ambos se gritan como verracos, Ken y Karen bajan por la escalera corriendo, vasos y platos rotos por el modo en que Brittany ha arrastrado a
Ryder contra la pared...
 
—¡Sabías perfectamente lo que te hacías! —prosigue—. ¡Confiaba en ti, hijo de perra!
 
—¡Adelante! ¡Pégame! —exclama Ryder.
 
Brittany levanta el puño pero Ryder ni siquiera pestañea. Grito el nombre de Brittany y creo que Ken hace lo mismo. Con el rabillo del ojo, veo a Karen tirando del bajo de la camisa de Ken para que no se entrometa entre ellos.
 
—¡Pégame, Brittany! Ya que eres tan dura y tan violenta, adelante, ¡pégame!
 
La reta Ryder de nuevo.
 
—¡Eso haré! Te voy a...
 
Brittany baja el puño y luego vuelve a levantarlo. Ryder tiene las mejillas encendidas de la rabia y la respiración alterada, pero no da la impresión de tenerle ni pizca de miedo a Brittany. Parece muy enfadado y contenido a la vez. Yo me siento justo al revés: creo que, si las dos personas que más me importan en el mundo se pelean, no voy a saber qué hacer.
Miro otra vez a Ken y a Karen. No parece que les preocupe la integridad física de Ryder. Están demasiado tranquilos mientras él y Brittany se gritan sin parar.
 
—No vas a hacerlo —dice Ryder.
 
—¡Lo haré! Voy a partirte esta escayola en la ca...
 
Pero Brittany retrocede. Mira a Ryder, se vuelve y me mira a mí antes de volver a concentrarse en él.
 
—. ¡Que te jodan! —grita.
 
Baja el puño, da media vuelta y sale del comedor. Ryder sigue arrinconado contra la pared, como si estuviera a punto de pegarle un puñetazo a algo. Sophia se acerca entonces para consolarlo. Karen y Ken hablan en voz baja entre sí mientras caminan hacia Ryder, y yo... Bueno, me quedo de
pie en mitad del salón, intentando comprender qué ha pasado.

Ryder le ha pedido a Brittany que le pegara. Brittany estaba desatada, se sentía traicionada y herida de nuevo, y sin embargo no le ha pegado. Brittany Pierce ha preferido no recurrir a la violencia, ni siquiera en lo peor de su estallido.
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Mensaje por 3:) Sáb Sep 10, 2016 9:56 am

Britt se jugo la vida por así decirlo ciando no emporto la cabeza de ryder en la pared.... Mucha calma a veces da miedo y mucho para ser britt!!! Definitivamente maduro,...
Me gusta el lado tierno de britt consolando a san por lo de bebes.... Y todo el proseso... Definitivamente hasta que san hablo de NY britt iba por todo hasta adoptar niños!!!... Una tienda de bebes jajajaja
A ver que pasa ahora???,.. Que va a ser britt ahora?? Y si sigue en pie NY????
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 1:27 am

3:) escribió:Britt se jugo la vida por así decirlo ciando no emporto la cabeza de ryder en la pared.... Mucha calma a veces da miedo y mucho para ser britt!!! Definitivamente maduro,...
Me gusta el lado tierno de britt consolando a san por lo de bebes.... Y todo el proseso... Definitivamente hasta que san hablo de NY britt iba por todo hasta adoptar niños!!!... Una tienda de bebes jajajaja
A ver que pasa ahora???,.. Que va a ser britt ahora?? Y si sigue en pie NY????

Sip lo creo Britt se jugo la vida. pero Ryder se paso de la raya me enoja que provoco a brittany para que le pegara y eso no lo veo bien... me hubiera gustado que el partiera la cara aunque hubiese sido desastroso con todo lo que Brittany tiene encima. Lo de de los bebes es algo doloroso, ojala las chicas puedan hacer algo al respecto tal vez no a lo inmediato pero si para ya el final de la historia...

Subire tres capitulos  ahorita, estare actualizando los sabados o Domingos. si hay chance entre semana ok.
Saludos a todas...
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 1:28 am

CAPÍTULO 61
Brittany

 
Sigo caminando hasta que estoy en el jardín, y sólo entonces me doy cuenta de que Ken y Karen estaban en el comedor. ¿Por qué no han intentado detenerme? ¿Acaso sabían que no iba a pegarle?
No sé cómo sentirme al respecto. El aire primaveral no es fresco ni huele a flores ni a nada que pueda sacarme de mi estado actual.
Estoy ahí otra vez, ciega de ira, y no quiero sentirme así. No quiero resbalar y perder todo aquello por lo que tanto he trabajado. No quiero perder esta versión nueva y más calmada de mí misma. Si le
hubiera pegado, se habría tragado los dientes, y yo habría perdido, lo habría perdido todo, incluyendo a Santana.
 
Aunque tampoco es que la tenga. No la tengo desde que la envié de vuelta a casa en Londres.
 
Lleva preparando la fuga desde entonces. Con Ryder. Los dos han estado maquinando a mis espaldas, planeando dejarme atrás en el asqueroso estado de Washington mientras ellos atraviesan el
país juntos. Ha permitido que desnudara mi alma y que hiciera el ridículo mientras ella me escuchaba tan pancha.
 
Ryder me ha tenido bien engañada todo este tiempo, y yo que pensaba que le importaba. Todo el mundo me miente y me la juega, y ya estoy hasta las narices. Brittany, la idiota de Brittany, la chica que no le importa a nadie, siempre es la última en enterarse de todo. Ésa soy yo. Siempre lo he sido y siempre lo seré.
 
Santana es la única persona que he conocido que se ha molestado en preocuparse por mí, que me ha querido y que me ha hecho sentir que era importante para alguien.
 
Estoy de acuerdo con ella en que no hemos tenido la relación más fácil de la historia. He cometido un error tras otro y podría haber hecho muchas cosas de otro modo, pero nunca le pondría la mano encima. Si ve nuestra relación con esos ojos, entonces sí que no hay esperanza para nosotras.
 
Creo que lo más difícil es explicar que hay una gran diferencia entre una relación malsana y una relación abusiva. Creo que la gente juzga a la ligera sin meterse en la piel de los que están intentando
arreglar el embrollo.
 
Mis zapatos avanzan por el césped, hacia los árboles que limitan la finca. No sé adónde voy ni qué voy a hacer, pero necesito recobrar el ritmo normal de mi respiración y concentrarme antes de saltar.
El puto Ryder tenía que ponerme así, tenía que buscarme las cosquillas e intentar hacer que le pegara. Pero no me ha dado el subidón de adrenalina, la sangre no me rugía en las venas... Por una vez, no se me hacía la boca agua sólo de pensar en una pelea.
¿Por qué demonios me ha pedido que le pegara? Porque es un idiota, por eso. «Es un hijo de puta, eso es lo que es.
»Capullo.
»Gilipollas.
»Maldito capullo gilipollas hijo de puta.»
 
—¿Brittany?
 
La voz de Santana atraviesa el oscuro silencio, e intento decidir si hablaré o no con ella. Estoy demasiado cabreada para que me venga con tonterías y me eche la bronca por haberla pagado con Ryder.
 
—Ha empezado él
 
Digo colocándome en el claro que hay entre dos enormes árboles.
A eso lo llamo yo esconderse. «¿Lo ves? Ni siquiera soy capaz de esconderme en condiciones.»
 
—¿Estás bien? —me pregunta con voz nerviosa.
 
—¿Tú qué crees? —salto mirando detrás de ella, hacia la oscuridad.
 
—Yo...
 
—Ahórratelo. Por favor, sé que vas a decir que tienes razón y yo no y que no debería haber empotrado a Ryder contra la pared.
 
Se acerca a mí y no puedo evitar dar un paso hacia ella. Aun estando cabreada, me siento atraída por ella, siempre me he sentido de ese modo y así seguirá siendo.
 
—En realidad, venía a disculparme. He hecho mal en ocultártelo. Quiero responsabilizarme de mi error, no culparte a ti —dice con ternura.
 
«¿Qué?»
 
—¿Desde cuándo?
 
Me recuerdo que estoy cabreada, pero me cuesta recordar lo cabreada que estoy cuando lo único que quiero es que me abrace, que me diga que no estoy tan tarada como creo.
 
—¿Podemos hablar otra vez? —dice—. Ya sabes, igual que antes en el porche.
 
Tiene los ojos muy abiertos y llenos de esperanza, a pesar de la oscuridad, a pesar de mi arrebato. Quiero decirle que no, que ha tenido la oportunidad de hablar todos los días desde que decidió
que iba a irse a vivir a la otra punta del país para «poner distancia entre nosotras». En vez de eso, resoplo y asiento con la cabeza.
 
No voy a darle el gusto de contestar, pero asiento otra vez y me
apoyo en el tronco del árbol que tengo detrás. Por la cara que pone, sé que no esperaba que accediera tan rápido. La cabroncete que llevo dentro sonríe: la he pillado por sorpresa.
 
Se arrodilla, se sienta con las piernas cruzadas en el césped y apoya las manos en los pies.
 
—Estoy orgullosa de ti
Dice alzando la vista hacia mí. Las luces del jardín apenas iluminan su tímida sonrisa y la dulce aprobación de su mirada.
 
—¿Por? —Rasco la corteza del árbol mientras espero su respuesta.
 
—Por haberte marchado así. Ryder te ha provocado y, aun así, te has ido, Brittany. Es un paso gigantesco. Espero que sepas lo mucho que significa para él que no le hayas pegado.
 
Como si le importara. Ha estado jugándomela a mis espaldas durante tres semanas.
 
—No significa una mierda —replico.
 
—Te equivocas, significa mucho para él.
 
Arranco un trozo grande de corteza y lo arrojo a mis pies.
 
—Y ¿qué significa para ti? —pregunto sin dejar de mirar el árbol.
 
—Mucho más.
 
San acaricia el césped con la mano.
 
—. Para mí significa mucho más.
 
—¿Tanto como para que no te vayas? ¿O mucho más en cuanto a que estás orgullosa de mí por haber sido una buena chica pero aun así vas a marcharte?
 
No puedo disimular el tono quejica y patético de mi voz.
 
—Brittany...
 
Menea la cabeza, seguro que está buscando una excusa.
 
—Ryder es la única persona en el mundo que sabe lo importante que eres para mí.
 
—Sabe que eres mi salvavidas, y le ha dado igual. Va a llevarte a la otra punta del país, va a dejarme sin aire en los pulmones y eso duele, ¿vale?
 
Suspira y se muerde el labio inferior.
 
—Cuando dices esas cosas, hace que se me olvide por qué nos estamos peleando.
 
—¿Qué? —me peino el pelo hacia atrás y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en el árbol.
 
— Cuando dices esas cosas, que soy tu salvavidas, y cuando admites que algo te hace daño, me recuerda por qué te quiero tanto.
 
La miro y noto que lo dice muy segura, a pesar de que afirma no estar segura de nuestra relación.
 
—Sabes perfectamente que lo eres y sabes que sin ti no valgo una mierda —replico.
 
 Puede que tuviera que haber dicho que sin ella no soy nada y que necesito que me quiera, pero ya se lo he soltado a mi manera.
 
—Lo vales —dice vacilante—. Eres una buena persona, incluso en tus peores momentos. Tengo la mala costumbre de recordarte tus errores y de tenértelos en cuenta cuando, en realidad, a mí se me
dan las relaciones tan mal como a ti. Tengo tanta culpa como tú de que lo nuestra se haya ido al garete.
 
—¿Al garete? —Esto ya lo he oído demasiadas veces.
 
—Me refiero a que nos la hemos cargado. Ha sido tan culpa mía como tuya.
 
—¿Por qué dices que nos la hemos cargado? ¿No podemos solucionar nuestros problemas?
 
Coge aire otra vez, ladea la cabeza y la echa atrás para mirar al cielo.
 
—No lo sé —dice tan sorprendida como yo.
 
—¿No lo sabes? —repito con una sonrisa en los labios. «Joder, estamos de atar.»
 
—No lo sé. Lo tenía decidido y ahora estoy confusa porque veo que de verdad lo estás intentando, de corazón.
 
—¿En serio?
 
Trato de no parecer demasiado interesada, pero se me quiebra la voz y parezco un ratoncillo.
 
—Sí, Brittany. No estoy segura de qué debo hacer.
 
—Nueva York no va a ayudarnos. Nueva York no va a ser el comienzo de esa nueva vida o lo que sea que crees que va a ser. Ambas sabemos que estás utilizando esa ciudad como salida fácil
para esto —digo señalándonos con la mano.
 
—Lo sé —asiente.
 
Arranca un puñado de hierba de raíz, y no puedo evitar pensar que me encanta llevar tanto tiempo con ella y saber que eso es lo que hace siempre que se sienta en el césped.
 
—¿Cuánto tiempo? —pregunto a continuación.
 
—No lo sé. De verdad que ahora quiero irme a Nueva York. Washington no me ha tratado bien.
 
Frunce el ceño y observo cómo me deja para sumirse en sus pensamientos.
 
—Llevas aquí toda la vida —replico.
 
Parpadea una vez, respira hondo y arroja las briznas de hierba a sus pies.
 

—Exacto.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 1:29 am

CAPÍTULO 62
Santana

 
—¿Lista para volver adentro?
 
Mi voz es un susurro que rompe el silencio entre nosotras.
Brittany no ha dicho nada y yo tampoco he sido capaz de pensar en nada que decir en los últimos veinte minutos.
 
—¿Y tú?
Se levanta dándose impulso en el tronco del árbol y se alisa los vaqueros negros.
 
—Cuando quieras.
 
—Estoy lista. —Sonríe con sarcasmo—. Pero si lo prefieres, podemos seguir hablando de volver adentro.
 
—Ja, ja, ja.
 
Pongo los ojos en blanco y me ofrece la mano para ayudarme a levantarme. Con ella me rodea la muñeca y tira de mí. No me suelta, sino que me coge de la mano. No menciono la caricia ni que me esté mirando de esa manera, como me mira cuando enmascara su ira, cuando el amor que siente por mí es más fuerte que ella. Es una mirada pura y espontánea, y me recuerda que una parte de mí ama y necesita a esta mujer más de lo que estoy dispuesta a reconocer.
 
No hay segundas intenciones detrás de su caricia. Cuando me rodea la cintura con el brazo y me atrae hacia sí mientras volvemos al porche no lo hace de manera calculada. Una vez dentro, nadie dice nada. Karen nos mira preocupada. Tiene la mano en el brazo de Ken, y él está inclinado y habla suavemente con Ryder, que ha vuelto a sentarse en el comedor. No veo a Sophia, imagino que se ha ido tras el caos. No la culpo.
 
—¿Estás bien?
 
Karen se vuelve hacia Brittany cuando pasamos por su lado.
Ryder levanta la mirada al mismo tiempo que Ken y le doy un pequeño codazo a Brittany.
 
—¿Quién, yo?
¨Pregunta confusa. Se detiene al pie de la escalera y choco contra ella.
 
—Sí, cariño, ¿estás bien?
Aclara Karen. Se coloca un mechón castaño detrás de la oreja y se
acerca a nosotras con la mano en el vientre.
 
—¿Quieres decir...? —Brittany se aclara la garganta—. ¿Te preocupa que me vuelva loca y le parta la cara a Ryder? No, no voy a hacerlo —resopla.
 
Karen menea la cabeza. Tiene unos rasgos dulces y pacientes.
 
—No. Te estoy preguntando cómo estás. ¿Puedo hacer algo por ti? Eso es lo que quiero saber.
 
Brittany parpadea, intentando recuperarse.
 
—Sí, estoy bien.
 
—Si cambias de opinión, dímelo, ¿de acuerdo?
 
Asiente otra vez y me lleva escaleras arriba. Me vuelvo para ver si Ryder nos sigue, pero cierra los ojos y gira la cara.
 
—Tengo que hablar con él
Le digo a Brittany cuando abre la puerta de su cuarto.
Enciende la luz y me suelta.
 
—¿Ahora?
 
—Sí, ahora.
 
—¿En este momento?
 
—Sí.
 
En cuanto lo digo, Brittany me pone contra la pared.
 
—¿En este mismo instante?
 
Se agacha y siento su aliento cálido en mi cuello.
 
—. ¿Estás segura?
 
Ya no estoy segura de nada, la verdad.
 
—¿Qué? —pregunto con la voz ronca y la cabeza nublada.
 
—Creo que ibas a besarme.
 
Presiona los labios contra los míos y no puedo evitar sonreír, a la
locura, al alivio que me hace sentir su afecto. Sus labios no son suaves, los tiene secos y cortados, pero son perfectos y me encanta cómo su lengua envuelve la mía sin darme opción a rechazarla.  Tiene las manos en mi cintura y sus dedos se hunden en mi piel mientras separa mis piernas con la rodilla.
 
—No puedo creer que vayas a marcharte tan lejos de mí.
 
Arrastra la boca por mi mandíbula, hasta debajo de mi oreja.
 
—. Tan lejos de mí.
 
—Lo siento
Susurro, incapaz de decir nada más cuando sus manos se deslizan por mis caderas, hacia mi vientre, llevando consigo la tela de mi camiseta.
 
—No paramos de correr de un lado para otro, tú y yo.
 
Dice con calma pese a la velocidad con la que sus manos atrapan mis pechos. Tengo la espalda contra la pared y la camiseta está en el suelo, a mis pies.
 
—Ya te digo.
 
—Una cita de Hemingway y luego dedicaré mi boca a otros menesteres.
 
Sonríe contra mis labios mientras sus manos acarician juguetonas la cinturilla de mis pantalones.
Asiento, deseando que cumpla lo prometido.
 
—No puedes huir de ti mismo sólo yendo de un sitio a otro.
 
Dice. Luego me mete la mano en los pantalones. Gimo, abrumada por sus palabras y por sus caricias. Sus palabras se repiten en mi cabeza mientras me toca, y la busco. Va a reventar la bragueta y gime mi nombre mientras le desabrocho con torpeza los vaqueros.
 
—No te vayas a Nueva York con Ryder —me pide—. Quédate conmigo en Seattle.
 
«Ryder.» Me vuelvo y quito las manos de la bragueta de Brittany.
 
—Tengo que hablar con él —digo—. Es importante. Parecía enfadado.
 
—¿Y? Yo también estoy enfadada.
 
—Ya lo sé —suspiro—. Pero es evidente que no tanto como él
Añado bajando la vista hacia la braga, que apenas le cubre sus partes.
 
—Bueno, eso es porque me estás distrayendo y así no puedo enfadarme contigo... ni con Ryder
 
Añade débilmente, como coletilla.
 
—No tardo nada.
 
La aparto y recojo mi camiseta del suelo. Me la pongo y me la remeto en el pantalón.
 
—Vale. De todos modos, necesito cinco minutos. —Brittany se peina el pelo hacia atrás y deja caer los mechones rebeldes contra la nuca. Jamás la había visto con el pelo tan largo. Me gusta,
aunque echo de menos ver los tatuajes que asoman por debajo de su camiseta.
 
—¿Cinco minutos sin mí? —pregunto antes de darme cuenta de lo desesperada que sueno.
 
—Sí. Acabas de decirme que vas a marcharte a vivir a la otra punta del país y he perdido los papeles con Ryder. Necesito cinco minutos para aclararme las ideas.
 
—Vale, lo entiendo.
 
La entiendo, de verdad. Lo está llevando mucho mejor de lo que esperaba, y lo último que debería hacer es meterme en la cama con Brittany y descuidar a Ryder.
 
—Voy a ducharme
Me dice cuando salgo al pasillo. Mi mente sigue en el dormitorio con ella, contra la pared, sigo en las nubes mientras bajo por la
escalera. Con cada escalón, el fantasma de sus caricias se desvanece un poco más, y cuando llego al comedor, Karen se levanta de la silla que hay junto a Ryder y Ken le hace un gesto para que lo siga fuera de la habitación. Ella me ofrece una débil sonrisa y me estrecha la mano con afecto cuando pasa junto a mí.
 
—Hola.
 
Saco una silla y me siento al lado de Ryder, pero él se levanta en el acto.
 
—Ahora no, Santana —replica, y se va al salón.
 
Confusa por su brusquedad, tardo un instante en reaccionar. Creo que me he perdido algo.
 
—Ryder... —Me levanto y lo sigo—. ¡Espera! —le grito por detrás.
Se detiene.
 
—Perdona, pero esto no funciona.
 
—¿Qué es lo que no funciona? —le tiro de la manga de la camisa para que no huya de mí.
 
Sin volverse, me dice:
 
—Lo que hay entre Brittany y tú. Todo iba bien mientras vosotras dos erais las únicas afectadas, pero estáis metiendo a todo el mundo y no es justo.
El enfado es evidente en su voz, profundo, y tardo un instante en recordar que está hablándome a mí. Ryder siempre me ha apoyado y ha sido un encanto, no esperaba esto de él.
 
—Perdona, Santana, pero sabes que tengo razón. No podéis seguir liándola aquí. Mi madre está embarazada y la escena de antes podría haberle afectado a los nervios. Vais de aquí a Seattle,
peleándoos en ambas ciudades y por el camino.
 
«Ayyyy.»
No sé qué decir, no se me ocurre nada.
 
—Lo sé, y te pido perdón por lo que ha pasado, no ha sido a propósito, Ryder. Tenía que contarle que me iba a Nueva York, no podía ocultárselo. Creo que lo ha llevado muy bien.
 
Me interrumpo cuando se me quiebra la voz. Estoy confusa y asustada porque Ryder está enfadado conmigo. Sabía que no le había gustado un pelo que Brittany le pusiera la mano encima, pero no me esperaba esto. A continuación, se vuelve y me mira.
 
—¿Te parece que lo ha llevado bien? Me ha empotrado contra la pared...
 
Suspira y se remanga la camisa. A continuación, respira hondo un par de veces.
 
—. Sí, supongo que sí. Pero eso no significa que esto no empiece a ser cada vez más problemático. No podéis ir por el mundo entero rompiendo y haciendo las paces. Si en una ciudad no funciona, ¿qué te hace pensar que va a funcionar en otra?
 
—Eso ya lo sé, por eso me voy contigo a Nueva York. Necesito pensar, sola. Bueno, sin Brittany. Por eso me voy.
 
Él menea la cabeza.
 
—¿Sin Brittany? ¿Crees que va a permitir que vayas a Nueva York sin ella? O se irá contigo, o tú te quedarás aquí con ella, y seguiréis peleando.
 
Lo que acaba de decir, y lo que me suelta a continuación, hace que se me caiga el alma a los pies. Todo el mundo dice siempre lo mismo de mi relación con Brittany. Yo también lo digo. Ya lo he
oído antes, muchas veces, pero cuando Ryder me suelta todas esas cosas, una tras otra, es distinto.
Es distinto, tiene más importancia, me duele más oírlo y hace que dude aún más de todo.
 
—Lo siento de veras, Ryder —replico. Creo que voy a llorar—. Sé que estoy metiendo a todo el mundo en nuestro caos particular, y lo lamento muchísimo. No lo he hecho a propósito, no quiero
que las cosas sean así y menos contigo. Eres mi mejor amigo. No me gusta que te sientas así.
 
—Ya, pues así es como me siento. Y no soy el único, Santana.
 
Es una puñalada en el único sitio que me quedaba intacto, inmaculado, en mi interior, ese que estaba reservado para Ryder y su valiosa amistad. Ese pequeño lugar sagrado era básicamente lo
único que me quedaba, la única persona que me quedaba. Era mi refugio y ahora está tan oscuro como todo lo que lo rodea.
 
—Lo siento mucho.
 
Mi voz es casi un gemido desgarrado, y estoy convencida de que mi mente  aún no se ha enterado de que es Ryder quien me está diciendo estas cosas.
 
—. Creía... creía que estabas de nuestra parte.
Digo vacilante, porque tengo que decirlo. He de saber si la cosa está tan mal como parece.
 
Respira hondo.
 
—Yo también lo siento, pero lo de esta noche ha sido la gota que ha colmado el vaso. Mi madre está embarazada y Ken está intentando arreglar las cosas con Brittany. Yo voy a marcharme y es demasiado. Ésta es nuestra familia y necesitamos estar unidos. No nos estás ayudando.
 
—Lo siento.
 
 Repito porque no sé qué otra cosa decir. No puedo discutírselo, ni siquiera puedo mostrarme en desacuerdo porque tiene razón. Es su
familia, no la mía. Por mucho que quiera fingir que es mi familia, aquí soy prescindible. Soy prescindible en todas partes desde que salí de casa de mi madre. Ryder baja la vista a sus pies y yo no puedo dejar de mirarlo a la cara cuando dice:
 
—Lo sé, y siento ser un cabrón pero tenía que soltarlo.
 
—Ya, lo entiendo. —Sigue sin mirarme—. En Nueva York será distinto, te lo prometo. Sólo necesito un poco más de tiempo.
 
Estoy hecha un lío en todos los sentidos y no consigo aclararme.
La sensación de que no te quieran en un sitio cuando no sabes muy bien cómo irte es de lo peor que hay. Es muy raro y se tardan unos segundos en evaluar la situación para asegurarte de que no es una paranoia tuya. Pero cuando mi mejor amigo no me mira a la cara después de haberme dicho que estoy causando problemas en su familia, la única familia que tengo, sé que es verdad. Ryder no
quiere hablar conmigo ahora mismo pero es demasiado educado para decírmelo.
 
—Nueva York.
Me trago el nudo que tengo en la garganta.
 
—. Ya no quieres que vaya contigo a Nueva York, ¿verdad?
 
—No es eso. Pensaba que Nueva York sería un nuevo comienzo para los dos, Santana, y no otro lugar en el que poder pelearte con Brittany.
 
—Lo entiendo.
 
Me encojo de hombros y me clavo las uñas en la palma de la mano para no llorar. Lo entiendo. Lo entiendo perfectamente.
Ryder no quiere que vaya a Nueva York con él. Tampoco había concretado nada. No tengo mucho dinero ni me han aceptado todavía en la NYU, si es que me aceptan. Hasta ahora, no me había dado cuenta de lo dispuesta que estoy a mudarme a Nueva York. Lo necesito. Necesito intentar hacer algo distinto y espontáneo, necesito lanzarme al mundo y aterrizar de pie.
 
—Perdóname —dice pegándole pequeños puntapiés a la pata de la silla para quitar hierro a sus palabras.
 
—No pasa nada, lo comprendo.
 
Me obligo a sonreírle a mi mejor amigo y llego a la escalera
antes de que las lágrimas me caigan sin control por las mejillas.
En la habitación de invitados, la cama parece firme y me sujeta mientras mis errores desfilan ante mis ojos. He sido muy egoísta y ni siquiera me he dado cuenta. He estropeado un montón de relaciones en estos meses. Empecé la universidad enamorada de Sam, mi novio de la infancia, y le puse los cuernos, más de una vez, con Brittany. Me hice amiga de Rachel, que me traicionó e intentó hacerme daño. Juzgué a Kitty cuando de hecho no tenía por qué preocuparme de ella. Me obligué a creer que iba a encajar en la universidad, que los del grupo eran mis amigos cuando en realidad para ellos nunca fui nada más que un chiste.
 
He luchado con uñas y dientes para conservar a Brittany. He luchado para que me aceptara desde el principio. Cuando no me quería, yo lo único que hacía era quererla aún más. Me he peleado con mi madre para defenderla. Me he peleado conmigo misma para defenderla. Me he peleado con Brittany para defender a Brittany.
Le entregué mi virginidad como parte de una apuesta. La amaba y atesoraba ese momento, y ella me estaba ocultando sus verdaderos motivos desde el primer instante. Permanecí a su lado incluso a pesar de lo que había hecho, y ella siempre volvía con una disculpa aún más grande que la anterior. Aunque no siempre ha sido culpa suya. Sus errores han sido más graves y han hecho más daño, pero yo me he equivocado tan a menudo como ella.
Por puro egoísmo, utilicé a Dani para llenar el vacío cada vez que Brittany me dejaba. La besé, pasé tiempo con ella y dejé que se hiciera ilusiones. Le restregué a Brittany nuestra amistad para
continuar así el juego que ellas habían empezado tantos meses atrás.
 
 He perdonado a Brittany infinidad de veces sólo para volver a recriminarle sus errores. Siempre he esperado demasiado de ella y nunca le he permitido olvidarlo. Brittany es una buena persona, a pesar de sus defectos. Es buena y se merece ser feliz. Se lo merece todo: una vida tranquila con una mujer que no tenga problemas para darle hijos. No merece ni jueguecitos ni malos recuerdos.
 
No debería tener que intentar estar a la altura de las expectativas absurdas que yo le he impuesto y que es casi imposible cumplir. He estado en el infierno varias veces en estos últimos meses y ahora me he quedado sola, sentada en esta cama. Me he pasado la vida planificando, organizando y anticipando. Pero, aquí estoy, con la
cara manchada de rímel corrido y un montón de planes que se han ido al traste. Bueno, ni siquiera se han ido al traste, porque ninguno de los dos tenía peso suficiente como para poder materializarse
siquiera.
 
No sé hacia adónde va mi vida. Ya no tengo una universidad a la que ir, ni siquiera el ideal romántico del amor que me había hecho gracias a los libros que tanto me gustaban y en los que solía
creer. No tengo ni idea de lo que voy a hacer con mi vida.
Tantas rupturas, tantas pérdidas. Mi padre volvió a mi vida para morir a manos de sus demonios.
 
He sido testigo de cómo toda la vida de Brittany al final ha sido una mentira. Su mentor ha resultado ser su padre biológico, y la relación de éste con su madre empujó al alcoholismo al hombre que lo
crio. Su infancia fue un infierno para nada. Durante años tuvo que soportar tener a un alcohólico como padre y presenció cosas que ningún niño debería ver jamás. He visto cómo intentaba recuperar
la relación con Ken; desde el día en que nos lo encontramos al salir de una yogurtería y hasta que me convertí en parte de su familia mientras era testigo de su lucha por perdonarle sus errores. Ha
aprendido a aceptar el pasado y a perdonar a Ken, y da gusto verlo. Ha estado toda la vida enfadada con el mundo y, ahora que por fin ha encontrado un poco de paz, lo veo claro. Brittany necesita paz y
tranquilidad. No le hace ninguna falta ir hacia atrás como los cangrejos ni mantener conflictos constantes. No necesita dudas ni peleas. Necesita a su familia.
 
Necesita su amistad con Ryder y su relación con su padre. También aceptar su lugar en esta familia y ser capaz de disfrutar de la emoción de verla crecer. Necesita comidas de Navidad llenas
de amor y sonrisas, no lloros y tensiones. La he visto cambiar muchísimo desde que conocí a la chica maleducada llena de piercings y tatuajes y el pelo más enmarañado que había visto en mi vida. Ya no bebe tanto como antes. Ya no destroza cosas tan a menudo. Y hoy se ha contenido para evitar pegarle a Ryder.
 
Ha conseguido construirse una vida llena de gente que la quiere y la aprecia, mientras que yo me las he apañado para destruir todas las relaciones que creía tener. Discutimos y peleamos, ganamos y
perdemos, y ahora mi amistad con Ryder se ha convertido en otra víctima de Brittany y Santana.
 
En ese instante abre la puerta, como si fuera un genio al que puedo invocar con el pensamiento. Entra mientras se seca el pelo húmedo con una toalla.
 
—¿Qué te pasa? —pregunta.
Suelta la toalla en cuanto me ve y corre a arrodillarse ante mí.
No intento ocultar las lágrimas, no tiene sentido.
 
—Somos Catherine y Heathcliff —anuncio destrozada.
 
—¿Qué? Pero ¿qué demonios ha pasado?
 
—Hemos hecho desgraciado a todo el mundo. No sé si es que no me había dado cuenta o si he sido demasiado egoísta y no he querido verlo, pero así es. Incluso Ryder... Incluso a Ryder le ha
afectado lo nuestro.
 
—¿A qué viene eso? —Brittany se levanta—. ¿Qué coño te ha dicho?
 
—Nada.
 
Tiro de su brazo, suplicándole que no baje.
 
—. Sólo la verdad. Ahora lo veo todo claro. Me estaba engañando a mí misma pero ahora lo entiendo.
 
Me enjugo las lágrimas con los dedos y respiro hondo antes de continuar.
 
—. Tú no me has destrozado: lo he hecho yo solita. He cambiado y tú también. Sólo que tú has cambiado para bien y yo no.
 
Decirlo en voz alta hace que me resulte más fácil aceptarlo. No soy perfecta y nunca lo seré, y está bien así, siempre y cuando no arrastre a Brittany conmigo. Tengo que arreglar lo que no funciona
en mi interior, y no es justo que se lo exija a Brittany cuando yo no he sido capaz de hacerlo. Menea la cabeza y me mira con sus preciosos ojos azules.
 
—Estás diciendo tonterías —replica—. No tienen ningún sentido.
 
—Lo tienen.
Me levanto y me coloco el pelo detrás de las orejas.
 
—. Yo lo veo muy claro.
 
Intento conservar la calma pero me cuesta mucho porque ella no lo ve tan claro. «¿Cómo es que no lo entiende?»
—Tengo que pedirte algo. Necesito que me prometas una cosa ahora mismo —le suplico.
 
—¿Cómo? De eso nada. No voy a prometerte nada, Santana. ¿De qué coño estás hablando?
 
Me coge de la barbilla y me la levanta con suavidad para que la mire. Con la otra mano me seca las lágrimas que bañan mi rostro.
 
—Por favor, prométeme una cosa. Si existe la menor posibilidad de que tengamos un futuro juntas, tienes que hacer algo por mí.
 
—Está bien —se apresura a responder.
 
—Lo digo en serio. Te lo suplico: si me quieres, me escucharás y harás lo que te pido, por mí. Si no puedes, no habrá futuro para nosotras, Brittany.
 
No es una amenaza. Es una súplica. Necesito que lo haga. Necesito que lo entienda y que lo supere y que viva su vida mientras yo intento arreglar la mía.
 
Traga saliva. Sus ojos encuentran los míos y sé que no quiere comprometerse pero lo dice de todos modos:
 
—Está bien. Te lo prometo.
 
—Esta vez no me sigas, Brittany. Quédate aquí con tu familia y...
 
—Santana... —Me coge la cara con ambas manos—, no me pidas eso. Arreglaremos lo de Nueva York, pero no exageres.
 
Meneo la cabeza.
 
—No voy a irme a Nueva York, y te aseguro que no estoy exagerando. Sé que parece muy drástico e impulsivo, pero te prometo que no es así. Ambas hemos pasado por mucho este año y, si no nos tomamos un tiempo para estar convencidas de que esto es lo que queremos, acabaremos arrastrando a todo el mundo con nosotras, aún más de lo que ya lo hemos hecho.
 
 —Estoy intentando hacerle entender; tiene que comprenderlo.
 
—¿Cuánto tiempo? —Tiene los hombros caídos, y con los dedos se peina el pelo hacia atrás.
 
—Hasta que sepamos que estamos listas. Estoy más decidida de lo que lo he estado en estos meses.
 
—¿Sabes qué? Yo ya sé lo que quiero.
 
—Brittany, necesito hacer esto. Si no consigo arreglar mi vida, te odiaré y me odiaré a mí misma. Necesito hacer esto.
 
—Como quieras. Voy a permitir que lo hagas, no porque quiera, sino porque será la última vez que te deje dudar. Cuando todo haya pasado y vuelvas a mí, se acabó. No volverás a dejarme y te
casarás conmigo. Eso es lo que quiero a cambio de darte el tiempo que necesitas.
 
—De acuerdo.
 
Si sobrevivimos a esto, me casaré con esta mujer.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 1:35 am

CAPÍTULO 63
Santana

 
Brittany me da un beso en la frente y cierra la puerta del acompañante de mi coche. He hecho las maletas por enésima y última vez, y Brittany está apoyada en el coche y me atrae contra su pecho.
 
—Te quiero. No lo olvides, por favor —dice—. Y llámame cuando llegues.
 
No le hace gracia, pero ya me lo agradecerá. Sé que es lo correcto, que necesitamos pasar un tiempo separadas. Somos muy jóvenes, estamos confusas y nos hace falta tiempo para reparar parte
del daño que hemos causado en la vida de las personas que nos rodean.
 
—Lo haré. Despídeme de todos, ¿te acordarás? —me acurruco en su pecho y cierro los ojos. No sé cómo acabará esto, pero sé que es necesario.
 
—Lo haré. Pero sube ya al coche, por favor.  No puedo fingir que esto me guste. Ahora soy una persona distinta y puedo cooperar pero, como dure mucho, te arrastraré de vuelta a mi cama para
toda la eternidad.
 
Le rodeo el torso con los brazos y ella apoya los brazos en mis hombros.
 
—Lo sé —digo—. Gracias.
 
—Te quiero, Santana, muchísimo. No lo olvides, ¿vale? —dice contra mi pelo. Se le quiebra la voz y la necesidad de protegerla vuelve a clavar sus garras en mi corazón.
 
—Te quiero, Brittany. Siempre te querré.
 
Aprieto las manos contra su pecho y me acerco para besarla. Cierro los ojos, deseando, esperando, rezando para que no sea la última vez que siento sus labios sobre los míos, para que no sea la última vez que me siento así. Incluso en este momento, a pesar de la tristeza y del dolor de dejarla aquí, siento esa corriente eléctrica entre nosotras. Noto la curva suave de sus labios y ardo
en deseos de ella, me muero por cambiar de opinión y seguir viviendo en este bucle. Siento el poder que tiene sobre mí y yo sobre ella. Me aparto yo primero y memorizo el gemido grave de protesta que emite cuando me separo de ella.
Le doy un beso en la mejilla.
 
—Te llamaré en cuanto llegue —aseguro.
La beso una vez más, un beso rápido de despedida, y ella se pasa las manos por el pelo y se aleja de mi coche.
 
—Conduce con cuidado, Santana —dice cuando me subo y cierro la puerta.
 
No puedo hablar, pero cuando mi coche deja atrás la casa, susurro:
 

—Adiós, Brittany.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 1:46 am

CAPÍTULO 64
Santana

 

Junio

 
—¿Qué tal estoy?
Doy una vuelta delante del espejo de cuerpo entero, dándole tironcitos al vestido, que me llega justo por la rodilla. La seda granate tiene un tacto nostálgico cuando la acaricio con los dedos. Me enamoré de la tela y del color en cuanto me lo probé, me recuerdan a mi pasado, a cuando era otra persona.
 
—. ¿Me sienta bien?
 
Este vestido es un poco diferente de la versión anterior. El otro era menos ajustado y tenía el cuello alto y manga francesa. Éste es más entallado, con un escote recortado y sin mangas. Siempre
amaré el vestido anterior, pero me gusta cómo me queda éste hoy.
 
—Te queda muy bien, Santana.
 
Mi madre se apoya en el marco de la puerta con una sonrisa.
He intentado tranquilizarme, pero me he tomado cuatro tazas de café y media bolsa de palomitas y llevo todo el día dando vueltas como una loca por casa de mi madre. Hoy es la graduación de Brittany. Me preocupa un poco que mi compañía no sea bien recibida, que me invitaran tan sólo por educación y que la retiraran mientras hemos estado separadas. Las horas y los minutos han pasado, igual que siempre, sólo que esta vez no estoy intentando olvidarla.
 
Esta vez la estoy recordando y me estoy recuperando, y rememoro el tiempo que pasé con ella con una sonrisa. Aquella noche de abril, la noche en la que Ryder me sirvió unas cuantas verdades en bandeja de plata, me fui directa a casa de mi madre. Llamé a Kimberly y lloré por teléfono hasta que me dijo que fuera una mujer, que dejara de llorar y que hiciera algo por arreglar mi vida.
No me había dado cuenta de lo oscura que se había vuelto mi existencia hasta que empecé a ver de nuevo la luz. Me pasé la primera semana completamente sola, sin salir apenas de mi dormitorio de la infancia y obligándome a comer. Sólo podía pensar en Brittany y en lo mucho que la echaba de menos, en lo mucho que la necesitaba y la quería.
 
La semana siguiente fue menos dolorosa, igual que las demás veces que hemos roto, sólo que en esta ocasión era distinto. En esta ocasión tenía que recordarme a mí misma que Brittany estaba mejor, con su familia, y que no la había dejado abandonada a su suerte. Si necesitaba algo, tenía a su familia. Las llamadas diarias de Karen eran lo único que evitaba que cogiera el coche y fuera a
comprobar que ella estaba bien. Necesitaba poner mi vida en orden pero también necesitaba estar segura de que no le estaba haciendo más daño ni a Brittany ni a nadie a mi alrededor.
 
Me había convertido en esa chica, esa que es una carga para todo el mundo, sin siquiera darme cuenta porque sólo tenía ojos para Brittany. Su opinión era lo único que parecía tener importancia, y
me pasé días y noches intentando enderezarla, arreglar lo nuestro, mientras estropeaba todo lo demás, incluyéndome a mí misma.
 
Brittany fue muy persistente las primeras tres semanas pero, al igual que Karen, empezó a llamar cada vez menos hasta que ya sólo recibía dos llamadas a la semana, una de cada uno. Karen me
asegura que ella es feliz, así que no puedo enfadarme porque haga su vida y no me llame tanto como querría o me gustaría que me llamase.
 
Con quien más hablo es con Ryder. Se sintió fatal al día siguiente de decirme todo lo que me dijo. Fue a la habitación de Brittany a pedirme disculpas y se lo encontró a ella sola y cabreada. Ryder
me llamó de inmediato y me rogó que volviera y lo dejara explicarse, pero le aseguré que estaba bien y que era mejor que me alejara por un tiempo. Por mucho que quisiera irme con él a Nueva York, necesitaba regresar al lugar en el que comenzó la destrucción de mi vida y volver a empezar. Sola.
 
Lo que más me dolió fue que Ryder me recordara que yo no era parte de su familia. Me hizo sentir que sobraba, que no me querían, que no tenía vínculos con nada ni con nadie. Me sentí sola,
desconectada, vagando de un lado a otro mientras intentaba aferrarme a la primera persona que me aceptara. Dependía demasiado de los demás y estaba perdida en el ciclo de querer que me quisieran. Odiaba sentirme así más que nada en el mundo y sé que Ryder sólo lo dijo porque estaba enfadado, pero no andaba desencaminado. A veces la ira hace aflorar lo que de verdad sentimos.
 
—Si sigues soñando despierta, no llegarás nunca.
 
Mi madre se acerca y abre el cajón superior de mi joyero. Deposita unos pequeños pendientes de diamantes en la palma de mi mano y me la coge entre las suyas.
 
—. Ponte éstos. No será tan malo como crees. No pierdas la calma y no des señales de debilidad.
 
Me echo a reír ante su intento por hacerme sentir mejor y me pongo los pendientes.
 
—Gracias.
Le sonrío a su imagen en el espejo.
Cómo no, siendo Maria López, me sugiere que me retire el pelo de la cara, me ponga más pintalabios y unos tacones más altos. Le doy amablemente las gracias por sus consejos pero no los
sigo y, en silencio, le agradezco que no insista.  Mi madre y yo estamos trabajando para tener la relación que siempre soñé tener con ella. Está aprendiendo que soy una mujer, joven pero capaz de tomar mis propias decisiones. Y yo estoy aprendiendo que no se convirtió en la mujer que es a propósito. Mi padre la destrozó hace muchos años y nunca se recuperó. Está trabajando en ello, más o menos igual que lo estoy haciendo yo.
 
Me sorprendió que me contara que había conocido a alguien y que llevaban saliendo varias semanas. Aunque la mayor sorpresa me la llevé al ver que el hombre en cuestión, David, no era ni médico, ni abogado, ni tenía un coche lujoso. Tiene una panadería y nunca he conocido a nadie que se ría tanto como él. Tiene una hija de diez años que se ha aficionado a probarse mi ropa, que le queda
grande, y que me deja practicar con ella lo que voy aprendiendo sobre maquillaje y peluquería. Es una niña adorable, se llama Heather y perdió a su madre a los siete años. Lo que más me sorprende es lo dulce que mi madre es con ella. David saca cosas que nunca antes había visto en mi madre, y me encanta lo mucho que ella se ríe y sonríe cuando lo tenemos en casa.
 
—¿Cuánto tiempo me queda?
 
Me vuelvo hacia mi madre y me pongo los zapatos fingiendo no
ver cómo pone los ojos en blanco al comprobar que he escogido los zapatos con el tacón más bajo que tengo. Me va a dar algo si tengo que andar con tacones.
 
—Cinco minutos si quieres llegar pronto, como es tu costumbre.
Menea la cabeza y se recoge la melena sobre un hombro. Ha sido una experiencia increíble y muy emocionante ver cambiar a mi madre, ver cómo se agrietaba su fachada de piedra y cómo se convertía en una persona mejor. Es muy bonito contar con su apoyo, sobre todo hoy, y le doy las gracias por haberse guardado lo que opina acerca de que asista sola a la ceremonia.
 
—Espero que no haya mucho tráfico —digo—. ¿Y si hay un accidente? Son dos horas de trayecto que podrían convertirse en cuatro, se me arrugaría el vestido y se me estropearía el peinado y... Mi madre ladea la cabeza.
 
—Todo irá bien. Le estás dando demasiadas vueltas. Píntate los labios y al coche.
 

 Suspiro y hago exactamente lo que me dice, esperando que, por una vez, todo vaya según lo previsto.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 2:05 am

CAPÍTULO 65
Brittany

 
Gruño al ver la espantosa toga negra en el espejo. Nunca entenderé por qué me obligan a ponerme esta mierda. ¿Por qué no puedo llevar ropa normal a la ceremonia? Mi ropa de calle es negra, tendría que servir.
 
—Es oficial: esto es lo más estúpido que he hecho en la vida.
Karen pone los ojos en blanco.
 
—Calla de una vez y póntela.
 
—El embarazo está haciendo que te vuelvas muy antipática
 
Bromeo, y me aparto antes de que me suelte un cachete.
 
—Ken lleva en el Coliseo desde las nueve de la mañana. Se sentirá muy orgulloso al verte subir al estrado vestido con la toga.
 
Sonríe y le brillan los ojos. Si llora, necesitaré pensar en una escapatoria. Saldré lentamente de la habitación y cruzaré los
dedos para que las lágrimas le impidan seguirme.
 
—Hablas como si fuera el baile de fin de curso —refunfuño, y me ajusto el mar de tela que engulle todo mi cuerpo.
 
Tengo los hombros tensos, me duele la cabeza y se me va a salir el corazón del pecho. No por la ceremonia ni por el título, esas cosas me importan una mierda. Me muero de ansiedad porque es
posible que ella esté allí. Estoy haciendo todo este paripé por ella. Fue ella quien me convenció —bueno, de hecho, me engañó— para que asistiera. Y si la conozco tan bien como creo, estará allí para celebrar su triunfo. Aunque cada vez llama menos y casi nunca me escribe, hoy vendrá.
 
Una hora después estamos entrando en el aparcamiento del Coliseo, donde se celebra la ceremonia de graduación. He accedido a venir con Karen porque se ha ofrecido a traerme veinte
veces. Habría preferido venir en mi coche, pero últimamente está muy pesada. Sé que está intentando compensar la ausencia de Santana, pero nada podrá llenar ese vacío. Nada ni nadie podrá darme lo que me ha dado Santana, y siempre la necesitaré. Todo lo que hago, todos los días desde que me dejó, es para ser mejor cuando ella vuelva. He hecho nuevos amigos..., bueno, de hecho, sólo dos. Luke y su novia, Kaci, son lo más parecido que tengo, y no son mala compañía. No beben mucho, no van a fiestas de mierda ni les van las apuestas. Luke es un par de años mayor y lo arrastran a la fuerza a terapia de pareja. Lo conocí durante mi sesión semanal con el doctor Tran, un portento de la salud mental.
 
Bueno, en realidad, no. Es un timador de primera. Le pago cien pavos la hora para que escuche cómo hablo de Santana dos días a la semana... Pero me viene bien hablar con alguien de toda la mierda que me ronda por la cabeza, y a él no se le da mal escucharme.
 
—Ryder me ha dicho que te recuerde que siente mucho no poder estar aquí. Nueva York lo mantiene muy ocupado
 
Me dice Karen cuando apaga el motor.
 
—. Le he prometido que te haría muchas fotos.
 
—Guay. —Le sonrío y salgo del coche.
 
El edificio está hasta los topes, las gradas llenas de padres orgullosos, familiares y amigos. Asiento en dirección a Karen cuando me saluda con la mano desde su puesto en primera fila.
Supongo que ser la esposa del rector tiene sus ventajas, entre ellas, asientos de primera el día de la graduación, que es una cosa divertidísima.
 
No puedo evitar buscar a Santana entre la multitud. Es imposible ver la mitad de las caras porque las luces son demasiado brillantes y cegadoras. No quiero saber lo que esta extravagancia le cuesta a
la universidad. Encuentro mi nombre en un gráfico que explica dónde tenemos que sentarnos y le sonrío a la encargada de buscarnos sitio. Está cabreada, imagino que es porque no vine al ensayo. En serio, no puede ser tan difícil. Te sientas. Te llaman. Te levantas y echas a andar. Recoges un papel que no vale para nada. Echas a andar y vuelves a sentarte. Cómo no, cuando me siento en mi sitio, la silla de plástico es incómoda y el pavo que hay a mi lado está sudando más que un cubito de hielo en el Sahara. Se retuerce la ropa, tararea algo para sí y le tiembla la rodilla. Me dan ganas de decirle algo hasta que me doy cuenta de que yo estoy haciendo exactamente lo mismo, aunque no sudo como una cerda.
 
No sé cuántas horas han transcurrido —a mí me parecen por lo menos cuatro— cuando por fin oigo mi nombre. El modo en que me mira todo el mundo es muy raro, y siento náuseas y me apresuro
a desaparecer del estrado en cuanto veo que a Ken se le llenan los ojos de lágrimas.  Tengo que esperar a que acaben con todo el alfabeto para ir a buscarla. Para cuando llegan a la «V», me planteo levantarme e interrumpir la ceremonia. ¿Cuánta gente hay cuyo apellido empiece por «V»? Pues parece ser que un montón.
Por fin, después de haber superado varios grados de aburrimiento, cesan los aplausos y se nos permite levantarnos de nuestros asientos. Yo salto del mío, pero Karen viene corriendo a darme un
abrazo. Cuando me parece que ya la he tolerado bastante, me disculpo a mitad de su discurso lloroso de felicitación y corro a buscarla. Sé que está aquí. Puedo sentirlo.
Llevo dos meses sin verla, dos putos meses, y estoy que me va a dar algo del subidón de adrenalina cuando al fin la veo cerca de la salida. Sabía que haría algo así, que vendría e intentaría scabullirse antes de que la encontrara, pero no se lo permitiré. La seguiré hasta el coche si hace falta.
—¡Santana! —me abro paso entre las familias abrazadas para llegar hasta ella.
 
Se vuelve justo cuando estoy apartando a un chico de un empujón.
Hace mucho que no la veo y es un alivio tremendo. Tremendo. Está tan guapa como siempre. Su piel tiene un tono bronceado que antes no tenía, le brillan los ojos y parece más feliz. Se había
convertido en una sombra y ahora está llena de vida. Se le nota sólo con mirarla.
 
—Hola.
Sonríe y hace esa cosa que hace cuando está nerviosa: se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.
 
—Hola.
Repito su saludo y me tomo un momento para observarla bien. Es aún más angelical de lo que recordaba.
Parece que ella está haciendo lo mismo, mirarme de arriba abajo. Ojalá no llevara esta ridícula toga, así podría ver que he estado haciendo ejercicio.
Es la primera en hablar:
 
—Qué largo llevas el pelo.
Me echo a reír suavemente y me paso las manos por la maraña. Seguro que el birrete me lo ha aplastado. Luego caigo en que no sé dónde lo he dejado, pero ¿a quién le importa?
 
—Sí. Tú también
Digo sin pensar. Se echa a reír y se lleva los dedos a la boca.
 
—. Quiero decir que tú también llevas el pelo largo. Aunque siempre lo has llevado largo, claro.
 
Intento arreglarlo pero sólo consigo hacerla reír otra vez.
«Bravo, Pierce. Tú sí que sabes.»
 
—Y la ceremonia, ¿ha sido tan horrible como esperabas? —pregunta.
 
La tengo a menos de medio metro y desearía que estuviéramos sentadas o algo así. Creo que necesito sentarme. «¿Por qué coño estoy tan nerviosa?»
 
—Peor. ¿No se te ha hecho eterna? Al tipo que leía los nombres le han salido canas.
Espero que eso la haga reír otra vez. Cuando sonríe, le devuelvo la sonrisa y me aparto el pelo de la cara. Necesito cortármelo urgentemente, pero creo que, por ahora, lo dejaré estar.
 
—Estoy muy orgullosa de que hayas venido —dice—. Seguro que has hecho feliz a Ken.
 
—Y ¿tú eres feliz?
 
Frunce el ceño.
 
—¿Por ti? Sí, por supuesto. Me alegro mucho por ti. No te parece mal que haya venido, ¿verdad?
 
—Se mira los pies un instante antes de buscar mis ojos.
 
Hay algo distinto en ella, se la ve más segura, más..., no sé... ¿Fuerte? Está erguida, con la mirada clara y centrada, y aunque noto que está nerviosa, no se la ve tan amedrentada como antes.
 
—Pues claro. Me habría cabreado mucho hacer toda esta chorrada para nada.
Le sonrío y luego me río al pensar que parece que lo único que hacemos es sonreír y retorcernos las manos nerviosas.
 
—. ¿Cómo estás? Perdona que no te haya llamado mucho. He estado muy liada...
 
Quita importancia a mis palabras con un gesto de la mano.
 
—Descuida, sé que has estado muy ocupada con la graduación y haciendo planes para tu futuro y todo eso.
 
Me dedica una sonrisa casi imperceptible.
 
—. He estado bien. He solicitado plaza en todas las universidades a cien kilómetros de Nueva York.
 
—¿Todavía quieres ir allí? Ryder me dijo ayer que no estabas muy segura.
 
—Y no lo estoy. Estoy esperando noticias de al menos una facultad antes de trasladarme. Solicitar el traslado desde el campus de Seattle me fastidió el expediente académico. En la secretaría
de la NYU me dijeron que me hacía parecer indecisa y poco preparada, por lo que espero que al menos una de las universidades no lo vea así. De lo contrario, haré algún curso de formación profesional hasta que pueda volver a incorporarme a la universidad.
 
Respira hondo.
 
—. Caray...,
 
—Menudo rollo acabo de soltarte.
 
Se echa a reír y deja paso a una madre que solloza de la mano de su hija, que va con toga y birrete.
 
—. ¿Ya has decidido lo que vas a hacer a partir de ahora?
 
—Me esperan varias entrevistas en las próximas semanas.
 
—Qué bien. Me alegro por ti.
 
—Pero no son para trabajar aquí —digo, y la observo atentamente mientras asimila mis palabras.
 
—¿Te refieres a la ciudad?
 
—No, al estado.
 
—Entonces ¿dónde?, si es que se puede preguntar...
 
Es educada y comedida, y su voz es tan dulce y suave que doy un paso hacia ella.
 
—Tengo una en Chicago y tres en Londres.
 
—¿Londres?
 
Intenta ocultar la sorpresa en su voz, y yo asiento. No quería tener que decírselo, pero deseaba aprovechar todas las oportunidades que surgieran. No creo que vuelva a Inglaterra, sólo estoy explorando mis opciones.
 
—No sabía lo que iba a pasar con nosotras... —intento explicarle.
 
—No, si lo entiendo. Sólo es que me ha pillado por sorpresa, nada más.
 
Sé lo que está pensando sólo con mirarla. Casi puedo oír sus pensamientos.
 
—He estado hablando un poco con mi madre.
 
Suena muy raro cuando lo digo, aunque más raro fue cuando por fin le cogí el teléfono a Trish. He estado evitándola hasta hace dos semanas. No la he perdonado exactamente, pero estoy intentando que todo el desastre no me cabree tanto. No me lleva a ninguna parte.
 
—¿De verdad? Brittany, me alegra mucho oír eso.
 
Ya no frunce el ceño, sino que me sonríe de oreja a oreja y está tan bonita que me duele el corazón.
 
—Sí —digo encogiéndome de hombros.
 
Continúa sonriéndome como si acabara de decirle que le ha tocado la lotería.
 
—Me alegro de que todo te vaya tan bien. Te mereces lo mejor en la vida.
 
No sé muy bien qué contestar a eso, pero echaba de menos su amabilidad; tanto, que no puedo evitar tirar de ella y abrazarla. Lleva las manos a mis hombros y apoya la cabeza en mi pecho.
Juraría que se le ha escapado un suspiro. Y, si me equivoco, fingiré que no lo he imaginado.
 
—¡Brittany!
 
Oigo que me llama alguien, y Santana se aparta y se coloca a mi lado. Se ha ruborizado y vuelve a estar nerviosa. Luke se nos acerca con Kaci y un ramo de flores en la mano.
 
—Dime que no me has traído flores.
Protesto a sabiendas de que debe de haber sido idea de su chica.
Santana sigue de pie a mi lado, mirando a Luke y a la morena bajita con los ojos muy abiertos.
 
—Sabes que no. Además, sé que te encantan las azucenas —dice Luke mientras Kaci saluda a Santana con la mano.
 
Ella se vuelve hacia mí, confusa, pero con la sonrisa más bonita que he visto en dos meses.
 
—Es un placer conocerte al fin.
 
Kaci rodea a Santana con los brazos y Luke intenta empotrarme
el horrendo ramo en el pecho. Dejo las flores en el suelo y Luke me maldice cuando una horda de padres demasiado orgullosos
las pisotean al pasar.
 
—Soy Kaci, una amiga de Brittany. He oído hablar mucho de ti, Santana.
 
Se aparta un poco para coger a Santana del brazo, y me sorprende ver que ella le devuelve la sonrisa en vez de mirarme con cara de pedir ayuda y empieza a hablar de las flores pisoteadas.
 
—. Brittany parece la clase de chica a la que le gustan las flores, ¿no crees? —dice Kaci entre risas, y Santana también se ríe.
 
—. Por eso se tatuó esas hojas tan feas.
 
Santana enarca una ceja.
 
—¿Hojas?
 
—No son hojas exactamente —digo—, es que le gusta meterse conmigo. Aunque me he hecho unos cuantos tatuajes nuevos desde la última vez que te vi.
 
No sé por qué me siento un poco culpable.
 
—Ah.
 
Santana intenta sonreír, pero sé que no es una sonrisa sincera.
 
—. Qué bien.
 
Estamos entrando en territorio incómodo y, mientras Luke le habla a Santana de los tatuajes que llevo en el vientre, comete un gran error:
 
—Le dije que no se los hiciera. Habíamos salido los cuatro, y a Kaci le entró curiosidad por los tatuajes de Brittany y decidió que quería hacerse uno.
 
—¿Los cuatro?
Balbucea Santana, y sé que se arrepiente de haberlo preguntado, se le nota en los ojos. Le lanzo a Luke una mirada asesina al tiempo que Kaci le clava el codo en las costillas.
 
—Vino también la hermana de Kaci —aclara él para intentar arreglar la metedura de pata.  Sin embargo,  sólo consigue empeorarlo.
 
La primera vez que salí con Luke, quedamos con Kaci para cenar. Aquel fin de semana fuimos a ver una película y Kaci trajo a su hermana. Varios fines de semana después me di cuenta de que la
chica se había pillado un poco de mí, y les dije que le quitaran la idea de la cabeza. Ni quería ni quiero distracciones mientras espero que Santana vuelva a mí.
 
—Ah.
 
Santana le dirige a Luke una sonrisa muy falsa y se queda mirando el gentío. «Joder, odio la cara que está poniendo.» Antes de que pueda decirles a Luke y a Kaci que se piren para poder explicárselo todo bien a Santana, Ken se me acerca y me dice:
—Brittany, hay alguien a quien quiero que conozcas.
 
Luke y Kaci se marchan y Santana se hace a un lado. Intento cogerla, pero me evita.
 
—Tengo que ir al baño.
 
Sonríe y se marcha después de saludar brevemente a mi padre.
 
—Te presento a Chris —dice Ken—, te he hablado antes de él. Es el presidente de la editorial Gabber, en Chicago, y ha venido hasta aquí para hablar contigo.
 
Sonríe satisfecho y coge al tipo del hombro, pero yo no puedo evitar buscar a Santana entre la multitud.
 
—Muchas gracias —digo estrechando la mano del hombre bajito, que empieza a hablar.
 
Apenas entiendo lo que dice, estoy demasiada ocupada pensando qué habrá hecho Ken para conseguir que este tío venga hasta aquí y preocupándome por Santana porque no sé si encontrará el

baño. Después, busco en los alrededores de todos los baños y la llamo dos veces al móvil. Se ha marchado sin despedirse.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por JVM Dom Sep 11, 2016 2:57 am

Bueno... Pasaron muchas cosas, que San le contara lo del viaje a Britt, que ella se peleara con Ryder y que este le dijera mil cosas a la morena.
La verdad es que Ryder por ser amigo de ambas quedo mal, porque es cierto que Britt se sintió traicionada cuando el era su único apoyo en la relación con San., además de que siento que fue un poco malo con San al momento de decirle las cosas.
Pero lo bueno que salió es el tiempo que se están dando en su relación, porque era necesario para ambas, aunque hayan mejorado les faltaba procesar muchas cosas, y creo que les hará bien el ver las cosas de otra manera ahora que han pensado las cosas.
Muero por ver el reencuentro de las brittana, haber como se da y mas en este momento especial para Britt que aunque no le guste es un gran logro. Esperó que ambas estén listas para iniciar de nuevo todo y que esta vez ya nada las separe, al final creo que ya han pasado por toda la mierda del mundo.
Y que mejor que ambas se están llevando bien sus familias, sobretodo San con Maribel que fue la dio un cambio drástico, pero que era necesario. Y bueno Britt contando con el apoyo de Ken. Karen y Ryder. Así que vamos a ver como siguen las cosas!!!
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por JVM Dom Sep 11, 2016 3:09 am

Vaya no fue como esperaba, aunque el nerviosismo como si apenas se conocieran se me hizo bonito jajajajaja.
Y bueno espero que Britt pueda hablar pronto con San y aclarar las cosas, porque si de nuevo se dejan llevar por ideas que no son, no van a poder estar juntas. Así que espero que las cosas se aclaren pronto !!!
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 3:11 am

CAPÍTULO 66
Santana

 

Septiembre

 
El apartamento de Ryder es pequeño y el armario casi inexistente, pero él se las apaña. Bueno, nosotros. Cada vez que le recuerdo que el apartamento es suyo y no mío, él me recuerda que ahora yo
también vivo aquí, con él, en Nueva York.
 
—¿Seguro? Acuérdate de que Sophia dijo que podías quedarte en su casa el fin de semana si no estás cómoda —dice dejando una pila de toallas limpias en el cubículo al que llama armario.
 
Asiento y disimulo la ansiedad que me entra al pensar en el próximo fin de semana.
 
—Todo irá bien —digo—. Además, estaré trabajando todo el fin de semana.
 
Es el segundo viernes de septiembre y el vuelo de Brittany aterrizará de un momento a otro. No me he atrevido a preguntar a qué se debe su visita, y cuando Ryder mencionó, un tanto incómodo, que quería quedarse aquí a dormir, asentí y tuve que forzar una sonrisa.
 
—Vendrá en taxi desde Newark, así que tardará una hora en llegar, según el tráfico.
 
Ryder se acaricia la barbilla antes de hundir la cara entre las manos.
—. ¡Esto no va a salir bien! ¡Debería haberle dicho que no!
 
Le quito las manos de la cara.
 
—No pasa nada. Soy una mujer hecha y derecha, puedo soportar una pequeña dosis de Brittany Pierce —bromeo.
 
Estoy de los nervios, pero el trabajo y el hecho de saber que Sophia está a la vuelta de la esquina me ayudarán a sobrevivir al fin de semana.
 
—Y ¿ya-sabes-quién estará por aquí este fin de semana? Porque no sé cómo le sentaría a...
 
Ryder parece asustado, como si fuera a echarse a llorar o a empezar a gritar en cualquier momento.
 
—No, él también estará trabajando.
 
Me acerco al sofá y saco mi delantal de la pila de ropa limpia. Vivir con Ryder es fácil, a pesar de sus recientes problemas sentimentales. Y le encanta limpiar, así que nos llevamos bien.
Nuestra amistad se recuperó enseguida y no hemos vuelto a tener un solo momento raro desde que llegué hace cuatro semanas. He pasado el verano con mi madre, su novio David y su hija, Heather.
Incluso he aprendido a usar Skype para hablar con Ryder y me he pasado los días planificando el traslado. Ha sido uno de esos veranos en los que te acuestas una noche de junio y te despiertas una mañana de agosto.
 
Se me ha pasado volando y todo me recordaba a Brittany. David alquiló una cabaña durante una semana en julio y acabamos a menos de diez kilómetros de la cabaña de los Pierce.  Se veía el bar en el que habíamos bebido demasiado desde el coche.
He paseado por las mismas calles, esta vez con la hija de David, que se detenía en cada manzana a coger flores para mí. Fuimos a comer al mismo restaurante en el que pasé una de las noches más
tensas de mi vida, e incluso nos tocó el mismo camarero, Robert. Me quedé muy sorprendida al enterarme de que él también se iba a ir a vivir a Nueva York para estudiar Medicina. La NYU le ofreció una beca más sustanciosa que la de Seattle, así que cambió de planes. Intercambiamos los  teléfonos y nos escribimos durante el verano. Los dos hemos aterrizado en Nueva York casi al mismo
tiempo. Él llegó una semana antes y ahora trabaja en el mismo sitio que yo. En los próximos quince días, hasta que empiece a estudiar a tiempo completo, trabaja tanto como yo. A mí también me
gustaría hacer lo mismo pero, por desgracia, es demasiado tarde para incorporarme a la NYU en otoño.
 
Ken me aconsejó esperar, al menos hasta la primavera, antes de volver a la universidad. Dice que no debería volver a trasladarme porque perjudicaría mi expediente, y la NYU ya es lo bastante
exquisita. No me importa tomarme un descanso, a pesar de que tendré que trabajar duro para ponerme al día. Voy a dedicarme a trabajar y a disfrutar de esta maravillosa y gigantesca ciudad.
Brittany y yo sólo hemos hablado un par de veces desde que se fue de la graduación sin despedirse de mí. Me ha escrito mensajes sueltos y algunos e-mails tensos y formales, así que sólo he contestado a un par de ellos.
 
—¿Tenéis planes para el fin de semana? —le pregunto a Ryder mientras intento atarme el delantal.
 
—No, que yo sepa. Creo que sólo va a venir a dormir y se marchará el lunes por la tarde.
 
—Vale. Yo hoy tengo turno doble. No me esperes despierto, no creo que vuelva a casa hasta las dos.
 
Ryder suspira.
 
—Me gustaría que no trabajaras tanto. No hace falta que contribuyas a pagar los gastos. Tengo dinero de las becas y sabes que Ken tampoco me deja pagar nunca nada.
 
Le regalo a Ryder la más dulce de mis sonrisas y me hago una coleta que empieza justo donde acaba el cuello de mi camisa.
 
—No vamos a volver a hablar del tema —replico negando con la cabeza mientras me meto la camisa por dentro de los pantalones de trabajo.
 
Mi uniforme no está mal: camisa negra, pantalones negros y zapatos negros. Lo único que me molesta del conjunto es la corbata verde fosforito. Tardé dos semanas en acostumbrarme a ella, pero estaba tan agradecida de que Sophia me hubiera encontrado trabajo de camarera en un restaurante de tanta categoría que el color de la corbata era lo de menos. Es la chef de repostería de Lookout, un restaurante nuevo, moderno y demasiado caro en Manhattan. Yo no me meto en su... amistad con
Ryder, y menos aún después de conocer a sus compañeras de piso. A una de ellas ya la conocía de Washington. Parece que Ryder y yo tenemos la misma suerte con eso de que el mundo es un pañuelo sucio...
 
—Mándame un mensaje cuando salgas, ¿vale? —Coge las llaves del colgador y me las pone en la mano.
 
Asiento y le aseguro que la llegada de Brittany no va a afectarme y, con eso, me voy a trabajar. No me molesta tener que andar veinte minutos hasta el trabajo. Todavía estoy aprendiendo a
moverme por Nueva York, y cada vez que me pierdo entre la multitud me siento más conectada a la ciudad que nunca para. El ruido de las calles, las voces constantes, las sirenas y las bocinas no me dejaron dormir durante una semana. Ahora casi me tranquiliza el modo en que me pierdo entre las masas.
 
Observar a la gente en esta ciudad es toda una experiencia. Todo el mundo parece muy importante, muy oficial, y me encanta adivinar cuál es su historia, de dónde son y qué hacen aquí. No sé cuánto tiempo voy a quedarme. Sé que no será para siempre, pero por ahora me gusta. Aunque la echo de menos. La echo mucho de menos.
 
«Para.» Tengo que dejar de pensar así. Ahora soy feliz. Ella tiene su vida y yo no pinto nada en ella. Me parece bien. Sólo deseo que sea feliz, eso es todo. Me encantó verla en la graduación con
sus nuevos amigos, verla tan compuesta, tan... feliz.
Lo único que no me gustó fue que se marchara sin despedirse porque tardé demasiado en salir del baño. Me dejé el teléfono en la repisa del lavabo y, para cuando me acordé y volví, ya no estaba.
Luego me pasé media hora intentando encontrar la oficina de objetos perdidos o a un guardia de seguridad que me ayudara a encontrarlo. Al final, lo vi en una papelera, como si alguien se hubiera dado cuenta de que no era el suyo pero no se hubiera molestado en devolverlo a donde lo encontró.
 
En cualquier caso, no le quedaba batería. Intenté buscar a Brittany pero ya se había ido. Ken me dijo que se había marchado con sus amigos, y entonces lo entendí. Se había acabado. Se había acabado de verdad.
 
¿Me habría gustado que hubiera vuelto a por mí? Por supuesto. Pero no lo hizo y no puedo pasarme la vida deseando que lo hubiera hecho. He cogido más turnos este fin de semana a propósito para mantenerme lo más ocupada posible y pasar poco tiempo en el apartamento. Debido a la tensión y al mal rollo que hay en casa de Sophia, voy a intentar evitar quedarme allí, aunque lo haré si las cosas con Brittany resultan demasiado raras.
 
Sophia y yo nos hemos hecho más amigas, pero intento no intimar mucho. No soy objetiva debido a mi amistad con Ryder, y creo que no me apetece que me dé detalles, sobre todo si se siente cómoda
hablándome de sexo. Me estremezco al pensar en lo que me contó Kimberly acerca de los escarceos amorosos de Trevor en la oficina.
 
A dos manzanas de Lookout, miro la pantalla del móvil para ver la hora y me tropiezo con Robert. Estira la mano y me detiene justo antes de que choque con él.
 
—¡Que lo tengo en verde! —dice haciendo un chiste malo, y se ríe cuando protesto—. Mujer, si tiene su gracia porque los dos llevamos una corbata verde semáforo y... —continúa mientras se ajusta la corbata como un payaso.
 
A él le queda mucho mejor que a mí. Tiene el pelo rubio y despeinado y se le pone de punta. No sé si hablarle de Brittany, pero cruzamos la calle en silencio, con un grupo de adolescentes riéndose nerviosas y sonriéndole a Robert como tontas. No las culpo: es muy guapo.
 
—Iba un poco distraída —confieso cuando doblamos la esquina.
 
—Llega hoy, ¿no? —Robert me sostiene la puerta abierta para que pase y entro en el restaurante poco iluminado.
 
El interior de Lookout es tan oscuro que tardo unos segundos en acostumbrarme a la penumbra cada vez que entro desde la calle. Fuera es mediodía y brilla el sol. Lo sigo al vestuario, guardo el bolso en mi taquilla y él deja el móvil en el estante de arriba.
 
—Sí. —Cierro la taquilla y me apoyo en ella.
 
Robert me coge del codo con la mano.
 
—Sabes que puedes hablarme de ella. No me cae especialmente bien, pero puedes hablarme de lo que quieras.
 
—Lo sé. —Suspiro—. No sabes cuánto te lo agradezco. Aunque no sé si es buena idea, cerré esa puerta hace mucho.
 
Y me echo a reír con la esperanza de que parezca una risa sincera.
Salgo del vestuario y Robert me sigue de cerca. Sonríe y mira el reloj de pared. Si no fuera rojo fluorescente con los números en azul oscuro, creo que no podría ver la hora en el pasillo. Los pasillos siempre son lo más oscuro del restaurante, y la cocina y el vestuario son las únicas zonas con una iluminación normal.
Mi turno empieza como de costumbre y las horas pasan rápido mientras los parroquianos del mediodía se van y empieza el goteo de los clientes que vienen a cenar. He llegado al punto en el que
casi he conseguido no pensar en Brittany durante cinco minutos seguidos. Entonces Robert se me acerca con gesto preocupado.
 
—Están aquí. Ryder y Brittany.
 
Coge el bajo de su delantal y se enjuga la frente con él.
 
—. Han pedido una de tus mesas.
 
Pensaba que me entraría el pánico, pero no es así. Asiento y me dirijo a la entrada en su busca. Obligo a mis ojos a dirigirse a Ryder y su camisa de cuadros, no a Brittany. Nerviosa, examino la
zona, cara a cara, pero no veo a Ryder.
 
—San.
 
Una mano me roza el brazo y pego un brinco. Es esa voz, esa voz profunda, preciosa y con acento que llevo meses y meses oyendo en mi cabeza.
 
—¿Santana?
 
Brittany me toca de nuevo, esta vez me coge de la muñeca, como solía hacer siempre. No quiero volverme para verla. Bueno, sí que quiero, pero estoy aterrorizada. Me aterra verla, ver la cara que tengo grabada en la mente, esa que el tiempo, muy a mi pesar, no ha logrado borrar.  Su cara, gruñona y malhumorada, siempre permanecerá en mi recuerdo tan clara y vívida como la primera vez que la vi. Salgo rápidamente de mi trance y me vuelvo. Sólo dispongo de unos segundos e intento concentrarme en encontrar los ojos de Ryder antes de que los de Brittany me encuentren a mí. Pero ¿para qué? Es imposible no ver esos ojos, esos maravillosos y únicos ojos azules.
 
Brittany me sonríe y yo me quedo pasmada. Durante unos segundos soy incapaz de articular palabra. «Valor...»
 
—Hola —me dice.
 
—Hola.
 
—Brittany quería venir aquí
 
Oigo que dice Ryder, pero mis ojos no quieren cooperar con mi cerebro. Brittany sigue mirándome, sin soltarme la muñeca. Debería apartarla antes de que el pulso acelerado me delate y descubra cómo me siento después de tres meses sin verla.
 
—Si estás muy ocupada, podemos ir a comer a otro sitio —añade Ryder.
 
—No, no te preocupes —le digo a mi mejor amigo.
 
Sé lo que está pensando. Sé que se siente culpable y le preocupa que haber traído a Brittany estropee a la nueva Santana. La Santana que se ríe y hace chistes, la Santana que es independiente, incluso demasiado. Pero eso no va a pasar. Me tengo controlada, estoy tranquila, estoy bien. De maravilla.
Libero mi muñeca del abrazo de Brittany con cuidado y cojo dos cartas del mostrador. Le hago un gesto a Kelsey, la maître, para que sepa que yo acompañaré a estos dos a su mesa.
 
—¿Cuánto hace que trabajas aquí? —pregunta Brittany.
 
Va vestida como siempre: la misma camiseta negra, las mismas botas, los mismos vaqueros negros ceñidos, aunque este par tienen un pequeño roto en la rodilla. Tengo que recordarme que sólo hace unos meses desde que me marché a casa de mi madre. Parece que fue hace años, siglos...
 
—Sólo tres semanas —digo.
 
—Ryder me ha dicho que llevas aquí desde el mediodía.
 
Asiento. Les señalo un pequeño reservado contra la pared negra. Brittany se sienta a un lado y Ryder al otro.
 
—¿A qué hora acabas?
 
«¿Acabo? ¿Eso va con segundas?» Ya no lo sé, después de tanto tiempo. «¿Quiero que vaya con segundas?» Tampoco lo sé.
 
—Cerramos a la una —digo—. Normalmente llego a casa sobre las dos las noches que me toca cerrar.
 
—¿A las dos de la madrugada?
 
La mandíbula le llega al suelo. Les coloco la carta delante y Brittany vuelve a intentar cogerme la muñeca, pero esta vez la esquivo como quien no quiere la cosa.
 
—Sí, a las dos de la madrugada. Trabaja hasta las tantas casi todos los días —dice Ryder.
 
Le lanzo una mirada asesina, deseando que cierre el pico, y luego me pregunto por qué me siento así. A Brittany no debería importarle cuántas horas paso aquí. Brittany no dice mucho más después de eso. Examina la carta, señala los raviolis de cordero y pide agua para beber. Ryder pide lo de siempre, pregunta si Sophia anda muy liada en la cocina y me dedica más sonrisas de disculpa de las necesarias.
 
La siguiente mesa me mantiene ocupada. La mujer está borracha y es incapaz de decidir lo que le apetece pedir. Su marido está muy entretenido con el móvil y no le presta la más mínima atención.
Casi le estoy agradecida a la señora por devolver los platos a cocina tres veces, ya que eso hace que me resulte más fácil pasar sólo una vez por la mesa de Ryder y Brittany para rellenarles los vasos y otra para recoger los platos.
 

Como Sophia es como es, no ha querido cobrarles nada. Como Brittany es Brittany, me ha dejado una propina de escándalo. Y como yo soy como soy, he obligado a Ryder a cogerla y a devolvérsela a Brittany cuando regresen al apartamento.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 3:14 am

JVM escribió:Bueno... Pasaron muchas cosas, que San le contara lo del viaje a Britt, que ella se peleara con Ryder y que este le dijera mil cosas a la morena.
La verdad es que Ryder por ser amigo de ambas quedo mal, porque es cierto que Britt se sintió traicionada cuando el era su único apoyo en la relación con San., además de que siento que fue un poco malo con San al momento de decirle las cosas.
Pero lo bueno que salió es el tiempo que se están dando en su relación, porque era necesario para ambas, aunque hayan mejorado les faltaba procesar muchas cosas, y creo que les hará bien el ver las cosas de otra manera ahora que han pensado las cosas.
Muero por ver el reencuentro de las brittana, haber como se da y mas en este momento especial para Britt que aunque no le guste es un gran logro. Esperó que ambas estén listas para iniciar de nuevo todo y que esta vez ya nada las separe, al final creo que ya han pasado por toda la mierda del mundo.
Y que mejor que ambas se están llevando bien sus familias, sobretodo San con Maribel que fue la dio un cambio drástico, pero que era necesario. Y bueno Britt contando con el apoyo de Ken. Karen y Ryder. Así que vamos a ver como siguen las cosas!!!

Hola gracias por leer hay un capitulo mas ya que estaba en media actualizacion  te haz perdido el cap 66. y  voy a dejarlo por el momento hasta ahi.
Sip creo que ya la historia esta tomando el camino correcto, todo lo malo esta quedando en el pasado y si chica toda esta historia es todo lo contrario a lo esperado. saludos
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Sep 11, 2016 3:16 am

JVM escribió:Vaya no fue como esperaba, aunque el nerviosismo como si apenas se conocieran se me hizo bonito jajajajaja.
Y bueno espero que Britt pueda hablar pronto con San y aclarar las cosas, porque si de nuevo se dejan llevar por ideas que no son, no van a poder estar juntas. Así que espero que las cosas se aclaren pronto !!!

[Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO - Página 6 210293833  nada ha sido como lo esperabamos y en el capitulo 66 hay un mini encuentro Brittana despues no se que siga tal vez a la mitad de la semana actualize ok.....
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por 3:) Dom Sep 11, 2016 5:28 pm

La pelea con ryder era la prueba de fuego para las dos y él principio del cambio definitivo para cada una, si britt le pegaba era macho mas de lo mismo y volver en él circulo...
Era buena la devoción de san de separarse y tener su tiempo y enfocarse cada una en si misma...
Nueva vida en NY... Nuevo comienzo....???????
A ver como van las cosas ya que paso tiempo tienen espacio a ver cono van las cosas después de la última ves que se vieron en la graduación de britt????
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Mensaje por JVM Lun Sep 12, 2016 12:32 am

Entonces San si término yendo a NY y aunque no pudo entrar en este momento a la universidad, le servirá el tiempo para adaptarse al nuevo lugar que eligió.
Y Britt, me encanta que siga teniendo la misma esencia, aunque haya cambiado aun es ella jajajajaja
Y bueno, esperó que hablen!! Porque las dos piensan cosas que no son de su último encuentro....
Ya urge que estén juntas!! Jajaja
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Mensaje por micky morales Lun Sep 12, 2016 10:31 am

hola, estoy en un centro de chat como he extrañado estar aqui dia a dia comentando sobre estas increibles historias, no las olvido y en cuanto tenga otra oportunidad aqui estare me encanta la nva Britt con aires de la antigua pero como siempre ellas y sus malos entendidos, a ver como siguen las cosas en sus nvas vidas!!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:28 pm

3:) escribió:La pelea con ryder era la prueba de fuego para las dos y él principio del cambio definitivo para cada una, si britt le pegaba era macho mas de lo mismo y volver en él circulo...
Era buena la devoción de san de separarse y tener su tiempo y enfocarse cada una en si misma...
Nueva vida en NY... Nuevo comienzo....???????
A ver como van las cosas ya que paso tiempo tienen espacio a ver cono van las cosas después de la última ves que se vieron en la graduación de britt????

Hola, si la pelea fue una de las mayores pruebas,  y la aprobo a la perfeccion creo yo.
Me sorprende lo fuerte que es Britt por que le esta dando a San lo mismo que ella pidio tiempo y espacio pero eso no ha mermado su amor por ella. Aqui veremos como le va a San en NY y que pasa con el reencuentro.... y se aclara lo que paso en la graduacion.....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:29 pm

JVM escribió:Entonces San si término yendo a NY y aunque no pudo entrar en este momento a la universidad, le servirá el tiempo para adaptarse al nuevo lugar que eligió.
Y Britt, me encanta que siga teniendo la misma esencia, aunque haya cambiado aun es ella jajajajaja
Y bueno, esperó que hablen!! Porque las dos piensan cosas que no son de su último encuentro....
Ya urge que estén juntas!! Jajaja

San esta ya en NY, sip  eso creo que es lo que esta haciendo. 
Britt se sigue conservando, pero de la mejor de las maneras..
Claro que hablaran.. 
Toda la razon ya urge que esten juntas ahora que ellas han dejado mucho atras y estan mejor que nunca
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:34 pm

micky morales escribió:hola, estoy en un centro de chat como he extrañado estar aqui dia a dia comentando sobre estas increibles historias, no las olvido y en cuanto tenga otra oportunidad aqui estare me encanta la nva Britt con aires de la antigua pero como siempre ellas y sus malos entendidos, a ver como siguen las cosas en sus nvas vidas!!!!!

Hola Micky!!!!!, chica espero estes bien ya sabes que aca siempre estamos pendiente de quien  medio se desaparece pero por lo menos sabemos la causa de tu ausencia forzada,  pero lo bueno es que buscas la manera de  darte una pasada por estos lados, ya te dije se te extraña, 23/1 tambien lo comento,  nunca recuerdo su nombre, bueno  la chica del efecto en la adaptacion ParejaI: La Roca del Diablo, igual extraña tus comentarios.
Espero pronto estes por estos lados, por mi parte, esta historia le faltan solamente 10 cap. y se me pongo intensa los subo un mismo dia.
Saludos te cuidas ,hasta pronto....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:35 pm

CAPÍTULO 67
Brittany

 
Maldigo al pisar algo de plástico, pero no demasiado alto, porque estoy segura de que en este apartamento se oye todo. Además, como hay pocas ventanas, está muy oscuro y no se ve una mierda.
Y aquí estoy, intentando recordar cómo volver al sofá desde el diminuto cuarto de baño. Eso me pasa por beber tanta agua en el restaurante con la esperanza de que Santana tuviera que acudir a nuestra mesa más a menudo. Me ha salido el tiro por la culata porque ha sido otro camarero el que me ha rellenado el vaso en varias ocasiones y me he pasado la noche meando.
 
Lo de tener que dormir en el sofá sabiendo que el dormitorio-armario de Santana está vacío me está volviendo loca. No soporto pensar que tiene que recorrer las calles de la ciudad sola, en plena
noche. Le he echado la bronca a Ryder por haberle dejado a Santana el dormitorio más pequeño de la casa pero jura que ella no consiente cambiar de habitación.
 
No me sorprende. Sigue siendo tan cabezota como siempre. Para muestra, un botón: trabaja hasta las tantas de la madrugada y vuelve a casa andando y sola. Debería haberlo pensado antes. Debería haberla esperado en la puerta de ese ridículo restaurante
para acompañarla a casa. Cojo el móvil del sofá y miro la hora. Sólo es la una. Podría coger un taxi y plantarme allí en menos de cinco minutos.
 
Quince minutos después, gracias a que es casi imposible encontrar un taxi un viernes por la noche, estoy en la puerta del trabajo de Santana, esperándola. Debería escribirle un mensaje, pero no
quiero darle ocasión a decirme que no, y menos ahora que ya estoy aquí.
 
Pasa gente por la calle, casi todo hombres, cosa que hace que aún me preocupe más que salga del trabajo tan tarde. Mientras pienso en su seguridad, oigo risas. Su risa. Las puertas del restaurante se abren y sale, riéndose y tapándose la boca con la mano. Va con un
tipo que le sostiene la puerta abierta. Su cara me suena... «¿Quién cojones es este tío?» Juro que lo he visto antes, pero ahora no caigo...
 
El camarero. Es el camarero del restaurante que había cerca de la cabaña. «¿Cómo coño es posible? ¿Qué hace este tío en Nueva York?» Santana se apoya en él, sin dejar de reír, y yo doy un paso adelante en la oscuridad. Sus ojos encuentran los míos al instante.
 
—¿Brittany? Pero ¿qué haces? —exclama—. ¡Me has dado un susto de muerte!
 
La miro a ella y luego a él. Meses haciendo ejercicio para aliviar la ira, meses contándole mi vida al doctor Tran para controlar mis emociones. Y nada me ha preparado para esto. A veces he
pensado que tal vez Santana tuviera novio, pero no esperaba tener que encontrármelo, y no estoy lista para ello.
 
Con toda la naturalidad que puedo, me encojo de hombros y digo:
 
—He venido para asegurarme de que volvías a casa sana y salva.
 
Santana y el tío se miran. Luego él asiente y se encoge de hombros.
 
—Mándame un mensaje cuando llegues —le dice. Le roza la mano con la suya al despedirse y se va.
 
Santana lo observa mientras se marcha, luego se vuelve hacia mí con cara de pocos amigos.
 
—Llamaré a un taxi —digo intentando serenarme.
 
¿En qué estaba pensando? ¿Creía que todavía iba a estar dándole vueltas a lo nuestro?
Sí, eso pensaba.
 
—Normalmente vuelvo a casa andando —replica.
 
—¿Andando? ¿Tú sola? —me arrepiento de la segunda pregunta en cuanto sale por mi bocaza. Al instante, remato la frase—: Él te acompaña a casa.
 
Tuerce el gesto.
 
—Sólo cuando tenemos el mismo horario.
 
—¿Cuánto hace que sales con él?
 
—¿Qué? —Se detiene antes de que doblemos la esquina—. No estamos saliendo juntos.
 
Enarca las cejas.
 
—Pues nadie lo diría.
 
Me encojo de hombros e intento que no parezca que me ha sentado como un tiro.
 
—No estamos saliendo juntos. Pasamos el rato pero no estoy saliendo con nadie.
 
La miro e intento adivinar si me está diciendo la verdad.
 
—Pero a él le gustaría salir contigo. El modo en que te ha rozado la mano...
 
—Pero a mí no. Al menos, por ahora.
 
Se mira los pies mientras cruzamos la calle.
No hay tanta gente como hace unas horas, pero tampoco se puede decir que no haya un alma en la calle.
 
—¿Por ahora? ¿No has salido con nadie?
 
Un vendedor de frutas cierra el chiringuito y rezo para que conteste lo que quiero oír.
 
—No, y no tengo intención de salir con nadie en una buena temporada.
 
Noto que me clava la mirada antes de añadir
 
—: Y ¿tú? ¿Estás saliendo con alguien?
 
No hay palabras para describir lo aliviada que me siento al saber que no ha estado saliendo con nadie. Me vuelvo y le sonrío.
 
—No. No me gustan las citas.
 
Espero que pille la broma. Y sí, sonríe y dice:
 
—Eso me suena.
 
—Soy una chica muy clásica, ¿recuerdas?
 
Ella se ríe pero no añade nada más mientras avanzamos
manzana tras manzana. Tengo que hablar con ella sobre eso de volver a casa andando a estas horas. Me he pasado las
noches, semana tras semana, intentando imaginarme su vida aquí. Ni se me había pasado por la cabeza que trabajara de camarera y vagara por las calles oscuras de Nueva York de noche.
 
—¿Por qué trabajas en un restaurante?
 
—Sophia me consiguió el trabajo. El sitio está muy bien, y gano más de lo que te imaginas.
 
—¿Más de lo que ganarías en Vance? —le pregunto, aunque ya sé la respuesta.
 
—No me importa. Me mantiene ocupada.
 
—Vance me dijo que ni siquiera le pediste una carta de recomendación, y sabes que tiene pensado abrir sucursal aquí también.
 
Ahora mira ausente la calle, observando los coches que pasan.
 
—Lo sé, pero quería ser capaz de hacer algo por mí misma. Por ahora me gusta mi trabajo, hasta que pueda empezar en la NYU.
 
—¿Todavía no te han admitido en la universidad? —exclamo incapaz de ocultar mi sorpresa.
 
«¿Cómo es que nadie me lo ha dicho?» He obligado a Ryder a mantenerme informada de la vida de Santana, pero parece ser que le gusta guardarse lo más importante.
 
—No, aunque espero poder comenzar en primavera.
 
Mete la mano en el bolso y saca un juego de llaves.
 
—. Se me pasaron todos los plazos.
 
—Y ¿te parece bien? —me sorprende que lo diga tan tranquila.
 
—Sí. Sólo tengo diecinueve años. Me irá bien.
 
Se encoge de hombros y creo que se me para el corazón
 
—. No es lo ideal, pero aún puedo recuperar el tiempo perdido. Siempre puedo coger el doble de créditos e incluso graduarme antes, como tú.
 
No sé qué decirle a esta Santana calmada y sin ataques de pánico, a esta Santana que no tiene un plan a prueba de bombas. Pero me encanta estar con ella.
 
—Sí, claro que sí...
 
Antes de que pueda acabar la frase, un hombre aparece ante nosotras. Tiene la cara cubierta de mugre y la barba larga y desaliñada. Por instinto, me pongo delante de Santana.
 
—Hola, guapa —dice el hombre.
 
Paso de paranoica a protectora. Me pongo derecha y espero que este cabrón se atreva a mover un dedo.
 
—Hola, Joe. ¿Qué tal va la noche?
 
Santana me aparta de en medio y saca un pequeño paquete
del bolso.
 
—Muy bien, cielo.
 
El hombre sonríe y alarga el brazo para cogerlo.
 
—. ¿Qué me has traído hoy?
Me obligo a permanecer en la retaguardia, pero no muy lejos.
 
—Patatas fritas y esas minihamburguesas que te gustan tanto.
Sonríe y el hombre le devuelve la sonrisa antes de romper el envoltorio y acercarse el paquete a la nariz para oler su contenido.
 
—Eres demasiado buena conmigo.
 
Mete una mano sucia en el paquete, saca un puñado de
patatas fritas y se las mete en la boca.
 
—. ¿Queréis?
Nos mira a las dos con una patata colgándole del labio.
 
—No.
Santana se ríe nerviosa y niega con la mano.
 
—. Que aproveche la cena, Joe. Hasta mañana.
 
Me indica que la siga, doblamos la esquina e introduce el código de entrada del apartamento de Ryder.
 
—¿De qué conoces a ese tío? —pregunto.
 
Se detiene ante la hilera de buzones que cubre el vestíbulo y abre uno mientras espero respuesta.
 
—Vive ahí, en la esquina. Está ahí todas las noches y, cuando hay sobras en la cocina del restaurante, intento traérselas.
 
—¿Es seguro?
Miro atrás mientras avanzamos por el vestíbulo vacío.
 
—¿Darle algo de comer? Pues claro. —Se echa a reír—. No soy tan delicada como antes.
 
Su sonrisa es sincera, no se siente ofendida, y no sé qué decir.
Una vez en el apartamento, Santana se quita los zapatos y se afloja la corbata. No me he permitido mirarle el cuerpo. He intentado concentrarme en su cara, en su pelo, joder, incluso en sus orejas,
pero ahora, mientras se desabotona la camisa negra debajo de la que sólo lleva una camiseta de tirantes, se me va la cabeza y soy incapaz de recordar por qué estaba evitando contemplar semejante
belleza. Tiene el cuerpo más perfecto y apetecible del mundo, y la curva de sus caderas es algo con lo que fantaseo a diario.
 
Se va a la cocina y me llama desde allí.
 
—Me voy a la cama —dice—. Mañana trabajo temprano.
 
Me acerco a ella y espero a que se acabe el vaso de agua.
 
—¿Mañana también trabajas?
 
—Sí, todo el día.
 
—¿Por qué?
 
Suspira.
 
—Hay que pagar las facturas.
 
Miente.
 
—¿Y? —insisto.
 
Limpia la encimera con la mano.
 
—Y es posible que estuviera intentando evitarte.
 
—Llevas mucho tiempo evitándome, ¿no te parece?
 
Digo mirándola con una ceja enarcada.
Traga saliva.
 
—No te he estado evitando. Ya nunca me llamas, ni escribes, ni nada.
 
Camina junto a mí, me deja atrás y se deshace la coleta.
 
—No sabía qué decir. Me sentó bastante mal que te marcharas sin despedirte el día de tu graduación y...
 
—Yo no me fui, te fuiste tú.
 
—¿Qué?
Se para y da media vuelta.
 
—Tú te marchaste de la graduación —insisto—. Yo estuve buscándote durante media hora antes de irme.
 
Parece muy ofendida.
 
—Yo te estuve buscando. Por todas partes. Nunca me habría marchado sin más de tu graduación.
 
—Ya, pues parece que cada una recuerda una cosa distinta, pero ahora no tiene sentido discutir sobre el tema.
 
Baja la cabeza, parece estar de acuerdo.
 
—Tienes razón.
Vuelve a llenarse el vaso y da un pequeño sorbo.
 
—Míranos: ya ni siquiera nos peleamos. Mierda —bromeo.
Apoya el codo en la encimera y cierra el grifo.
 
—Mierda —repite con una sonrisa.
 
—Mierda.
 
Nos echamos a reír sin dejar de mirarnos.
 
—No es tan raro como pensaba que iba a ser.
Dice entonces. Empieza a quitarse el delantal, pero se le atascan los dedos en el nudo.
 
—¿Te ayudo?
 
—No —dice demasiado rápido, y da otro tirón a las cintas.
 
—¿Segura?
 
Se pelea con el delantal unos minutos más y al final resopla y se vuelve para mostrarme la espalda. Deshago el nudo en unos segundos mientras ella cuenta el dinero de las propinas en la
encimera.
 
—¿Por qué no te buscas otras prácticas? Eres más que una camarera.
 
—No tiene nada de malo ser camarera, y tampoco es mi última parada. No me disgusta y...
 
—Y no quieres acudir a Vance para que te ayude.
 
Abre mucho los ojos. Meneo la cabeza y me echo el pelo hacia atrás.
 
—. Actúas como si no te conociera, San.
 
—No es sólo eso. Es que este trabajo es mío. Tendría que pedir muchos favores para conseguirme unas prácticas aquí, y no voy a estar matriculada en ninguna universidad hasta dentro de
unos meses por lo menos.
 
—Sophia te ayudó a conseguir este trabajo —señalo.
 
No pretendo ser cruel, pero quiero que me diga la verdad.
 
—. Lo que querías era algo que no tuviera nada que ver conmigo. ¿He acertado?
 
Respira hondo un par de veces y mira a todas partes menos a mí.
 
—Sí.
 
Nos quedamos de pie en la minúscula cocina, en silencio, demasiado cerca y demasiado lejos. Pasados unos segundos, se endereza, recoge el delantal y el vaso de agua.
 
—He de irme a la cama. Mañana trabajo todo el día y es muy tarde.
 
—Llama diciendo que estás enferma —le sugiero como si nada, aunque preferiría ordenárselo.
 
—No puedo llamar al trabajo y decir que estoy enferma porque sí —miente.
 
—Claro que puedes.
 
—No he faltado nunca.
 
—Sólo llevas allí tres semanas. No has tenido tiempo de faltar, y eso es lo que hacen los neoyorquinos los sábados. Llaman al trabajo y dicen que están enfermos para pasar el día en buena
compañía.
 
Una sonrisa juguetona baila en la comisura de sus labios carnosos.
 
—Y ¿esa buena compañía eres tú?
 
—Por supuesto —digo, y me señalo el torso con las manos para enfatizarlo.
 
Me estudia un momento y sé que lo está pensando. Pero al final dice:
 
—No, no puedo. Lo siento, pero no puedo. No puedo arriesgarme a que no puedan cubrir el turno. Me haría quedar mal y necesito este trabajo.
 
Frunce el ceño. Ya no está para bromas, ha vuelto a pensar demasiado.  Estoy a punto de decirle que en realidad no necesita ese trabajo, que lo que debe hacer es recoger sus cosas y venirse a Seattle conmigo, pero me muerdo la lengua. El doctor Tran dice que el control es un factor negativo en nuestra relación y que he de «encontrar el equilibrio entre control y consejo».
Ese puto loquero me saca de mis casillas.
 
—Entiendo.
 
Me encojo de hombros y maldigo al doctor unos instantes antes de sonreírle a Santana.
 
—. Entonces será mejor que te vayas a la cama.
 

Y, con eso, se da media vuelta y se retira a su habitación-armario. Me deja sola en la cocina, sola en el sofá y sola con los sueños que están por llegar.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:36 pm

CAPÍTULO 68
Santana

 
En mis sueños, la voz de Brittany resuena alta y clara y me ruega que pare. «¿Me ruega que pare? ¿Qué es...?»
Abro los ojos y me siento en la cama.
 
—Para —repite.
 
Tardo un momento en darme cuenta de que no estoy soñando, sino de que es realmente la voz de Brittany. Salgo corriendo de mi cuarto y entro en el salón. Está durmiendo en el sofá. No está gritando ni pegando puñetazos como solía hacer, pero su voz es suplicante y cuando dice: «Para, por favor», se me detiene el corazón.
 
—Brittany, despierta. Despierta, por favor
 
Digo con calma acariciándole la piel sudorosa del hombro con los dedos. Abre los ojos como platos y levanta las manos para tocarme la cara. Cuando se sienta y me atrae hacia su regazo, noto que está desorientada. No me resisto. No podría. Permanecemos unos segundos en silencio mientras reposa con la cabeza contra mi pecho.
 
—¿Cada cuánto?
 
Me duele el corazón de las ganas que tengo de estar con ella.
 
—Sólo una vez por semana, más o menos. Ahora tomo unas pastillas para eso, pero en noches como la de hoy, se me ha pasado la hora de tomármelas.
 
—Lo siento.
 
Me obligo a olvidar que llevamos meses sin vernos. No pienso en que hemos vuelto a tocarnos. Me da igual. Nunca le daré la espalda cuando necesite consuelo, sean cuales sean las circunstancias.
 
—Tranquila. Estoy bien. —Inspira contra mi cuello y me rodea la cintura con los brazos.
 
—. Perdona que te haya despertado.
 
—Tranquila.
Me recuesto contra el respaldo del sofá.
 
—Te he echado de menos.
 
Bosteza y me atrae contra su pecho. Se tumba y me lleva consigo.
La dejo hacer.
 
—Yo a ti también.
 
Siento sus labios en mi frente y me estremezco. Me deleito en la calidez y en lo familiar de su boca contra mi piel. No comprendo cómo puede resultarme tan fácil, tan natural, volver a estar entre
los brazos de Brittany.
 
—Me encanta que sea tan real —susurra—. Nunca dejará de ser así, nunca se nos pasará, y lo sabes, ¿verdad?
 
Intentando agarrarme a un clavo ardiendo, busco algo de lógica.
 
—Ahora nuestras vidas son muy distintas —replico.
 
—Sigo esperando que te des cuenta, eso es todo.
 
—¿De qué tengo que darme cuenta? —pregunto.
 
Cuando no contesta, levanto la vista y veo que ha cerrado los ojos y tiene la boca entreabierta, en sueños.
 
Me despierto con el silbido de la cafetera en la cocina. Lo primero que veo cuando abro los ojos es la cara de Brittany, y no sé cómo me siento al respecto. Separo mi cuerpo del suyo, retiro sus manos de mi cintura y a duras penas me pongo de pie. Ryder sale de la cocina con una taza de café en la mano y una sonrisa inconfundible en el rostro.
 
—¿Qué? —le pregunto estirando los brazos.
 
No he compartido una cama ni un sofá con nadie desde Brittany. Una noche, Robert se quedó a dormir porque se había dejado las llaves en casa, pero él durmió en el sofá y yo en mi cama.
 
—Naaaaaaada.
Ryder sonríe aún más e intenta disimularlo llevándose la taza de café humeante a la boca. Lo miro mal, intento no sonreír y entonces voy a mi cuarto a recoger el móvil. Me entra el pánico al ver que ya son las once y media. No he dormido hasta tan tarde desde que me vine a vivir aquí, y ahora no tengo tiempo ni para darme una ducha rápida antes de ir a trabajar.
 
Me sirvo una taza de café y la meto en el congelador para que se enfríe mientras me cepillo los dientes, me lavo la cara y me visto. Me he aficionado al café con hielo, pero odio pagar la burrada
que piden por él en las cafeterías simplemente por echarle un cubito al café. El mío sabe casi igual. Ryder opina lo mismo.
 
Brittany sigue durmiendo cuando me marcho, y de repente me veo junto a ella, a punto de darle un beso de despedida. Por suerte, Ryder entra en el salón en el momento oportuno y me impide hacer
una tontería. «¡Pero ¿a mí qué me pasa?!»
 
El camino al trabajo está plagado de pensamientos sobre Brittany: lo que sentí al dormir entre sus brazos, lo agradable que ha sido despertarse con la cabeza en su pecho. Estoy confusa, como siempre que la veo, y encima tengo que darme prisa para no llegar tarde al restaurante. Cuando estoy ante el vestuario, Robert ya está allí y me abre la taquilla en cuanto me ve aparecer.
 
—Llego tarde —digo—. ¿Alguien se ha dado cuenta? —Meto mi bolso en la taquilla a toda velocidad y la cierro.
 
—No. Sólo llegas cinco minutos tarde. ¿Qué tal anoche? —Sus ojos azules brillan con una curiosidad poco disimulada.
 
Me encojo de hombros.
 
—Estuvo bien.
 
Sé lo que Robert siente por mí y no es justo que le hable de Brittany, ni siquiera aunque él me pregunte.
 
—¿Bien? —Sonríe.
 
—Mejor de lo que esperaba.
 
Voy a seguir con las respuestas cortas.
 
—No pasa nada, Santana. Sé lo que sientes por ella.
 
Me toca el hombro.
 
—. Lo sé desde la primera vez que te vi.
 
Me estoy poniendo sensiblera y desearía que Robert no fuera tan majo y que Brittany no hubiera venido a pasar el fin de semana a Nueva York. Sin embargo, enseguida me arrepiento de esto último
y me gustaría que pudiera quedarse más tiempo. Robert no hace más preguntas y estamos tan liados en el trabajo que no tengo tiempo de pensar en nada que no sea servir comida y bebida hasta la una de la madrugada. Incluso los descansos se me pasan sin enterarme, me dan el tiempo justo para engullir un plato de albóndigas con queso.
 

Cuando llega la hora de cerrar, soy la última en salir. Le aseguro a Robert que estaré bien aunque él se marche pronto para ir de copas con los demás camareros. Tengo la impresión de que, cuando salga del restaurante, me encontraré a Brittany esperándome en la puerta.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 12:37 pm

CAPÍTULO 69
Santana

 
He acertado. Ahí está, apoyada en la pared con el falso grafiti de Banksy.
 
—No me habías dicho que Danielle y Sarah eran compañeras de piso.
Eso es lo primero que me dice. Está sonriente, es esa sonrisa que le levanta la nariz de lo amplia que es.
 
—Sí, es un follón.
Meneo con la cabeza y pongo los ojos en blanco-
 
—. Y más aún porque ésos no son sus verdaderos nombres, y lo sabes.
 
Brittany se echa a reír.
 
—Qué bueno. ¿Qué probabilidades hay?
 
Se lleva la mano al pecho y el cuerpo le tiembla de la risa.
 
—. Parece cosa de telenovelas.
 
—¿Me lo dices o me lo cuentas? Soy yo la que tiene que vivirlo en directo todos los días. Pobre Ryder, deberías haberle visto la cara la noche que quedamos con Sophia y sus compañeras de piso
para salir de copas. Casi se cae de la silla.
 
—Es demasiado. —Brittany se parte.
 
—No te rías delante de él. Lo está pasando mal con esas dos.
 
—Ya, ya. Me lo imagino.
Brittany pone los ojos en blanco. Entonces el viento vuelve a soplar con fuerza y su pelo largo vuela alrededor de su cabeza. No puedo evitar señalarla y echarme a reír. Es mejor que la alternativa: preguntarle a Brittany qué está haciendo en Nueva York.
 
—Creo que me queda mejor así, y las mujeres tienen de donde tirar bromea, pero sus palabras me atraviesan el corazón.
 
—Ah —digo, pero me río porque no quiero que sepa que la cabeza me da vueltas y me duele el pecho al pensar en otras mujeres tocándola.
 
—Eh...
Me coge y me da la vuelta para que la mire, como si estuviéramos solas en la acera.
 
—.Era una broma, una broma de mal gusto y sin gracia.
 
—No pasa nada. Estoy bien. —Le sonrío y me coloco un mechón detrás de la oreja.
 
—Puede que seas muy independiente y que no te dé miedo ser amiga de los vagabundos, pero sigues mintiendo de pena —dice.
 
Me ha pillado. Intento mantener el tono ligero de la conversación.
 
—Oye, no hables así de Joe. Es mi amigo.
 
Le saco la lengua mientras pasamos por delante de una pareja sentada en un banco. Lo bastante alto para que puedan oírlo, Brittany dice:
 
—Cinco pavos a que le mete la mano bajo la falda en menos de dos minutos.
 
Le pego un empujón cariñoso en el hombro y me rodea la cintura con el brazo.
 
—No te pongas muy sobóna, ¡o tendrás que responder ante Joe!
 
La miro con las cejas enarcadas y se echa a reír.
 
—¿Cómo es que te gustan tanto los vagabundos?
 
Me acuerdo de mi padre y se me borra la sonrisa de la cara un instante.
 
—Joder, no iba con segundas —se apresura a disculparse.
 
Alzo la mano y sonrío.
 
—No, no pasa nada. Esperemos que Joe no resulte ser mi tío.
 
Brittany se me queda mirando como si me hubiera salido otra cabeza y me río de ella.
 
—. ¡Estoy bien! Puedo aceptar una broma. He aprendido a no tomarme a mí misma demasiado en serio.
 
Parece que le gusta oírlo, e incluso le sonríe a Joe cuando le entrego su paquete de pescado y buñuelos de maíz.
 
El apartamento está a oscuras cuando entramos. Lo más probable es que Ryder lleve ya unas cuantas horas durmiendo.
 
—¿Has cenado?
le pregunto a Brittany en el momento en que me sigue a la cocina.
Se sienta a la mesa para dos personas y apoya los codos en lo alto.
 
—La verdad es que no. Iba a robarte ese paquete de comida, pero Joe se me ha adelantado.
 
—¿Te preparo algo? Me muero de hambre.
 
Veinte minutos más tarde, estoy metiendo el dedo en la salsa de vodka para probarla.
 
—¿No vas a compartirlo?
Me pregunta Brittany desde atrás
 
—. No sería la primera vez que como de tu dedo
Bromea con una sonrisa de satisfacción.
 
—. La cobertura de tarta era uno de mis sabores de Santana favoritos.
 
—¿Te acuerdas de eso? —le ofrezco un poco de salsa en una cuchara.
 
—Me acuerdo de todo, Santana. Bueno, siempre que no estuviera demasiado borracha o drogada.
 
—Frunce el ceño y su sonrisa provocativa desaparece.
 
Meto el dedo en la cuchara y se lo ofrezco. Funciona. Vuelve a sonreír. Tiene la lengua caliente y sus ojos buscan en los míos cuando chupa la salsa de mi dedo. Se lo mete entre los labios y chupa de nuevo aunque ya no quede salsa. Con mi dedo en los labios, dice:
 
—Quería hablar contigo. Tiene que ver con lo que has dicho acerca de que me acuerdo de las cosas.
 
Pero el modo en que sus suaves labios rozan mi piel me tiene distraída.
 
—¿Tiene que ser ahora?
 
—Pronto, no hace falta que sea esta noche
 
Susurra, y su boca humedece también la punta de mi
dedo corazón.
 
—¿Qué haces?
 
—Me lo has preguntado tantas veces...
 
Sonríe y se levanta.
 
—Hace mucho que no nos vemos. No creo que sea buena idea Digo, aunque no me lo creo ni yo.
 
—Te he echado de menos, y he estado esperando que tú también te echaras de menos a ti misma.
 
Posa la mano en mi cadera, contra la tela de mi camisa de trabajo.
 
—. No me gusta verte toda de negro. No te pega.
 
Agacha la cabeza y me acaricia la mandíbula con la nariz.
Mis dedos torpes se pelean con los botones de la camisa, resbalando en las pequeñas piezas de plástico.
 
—Me alegro de que tú no aparecieras vestida de otro color.
 
Sonríe contra mi mejilla.
 
—No he cambiado mucho, San. Sólo voy a un par de médicos y acudo más al gimnasio.
 
—¿Sigues sin beber?
 
Dejo caer la camisa en el suelo, detrás de nosotras, y me acorrala contra la encimera.
 
—Sólo un poco. Normalmente una copa de vino o de cerveza y ya está. Pero no, no pienso volver a empinarme una botella de vodka.
 
Me arde la piel y mi cerebro está intentando comprender cómo hemos acabado aquí, pasados tantos meses, con mis manos esperando que les den permiso para quitarle la camiseta. Como si me leyera el pensamiento, las coge y las deja sobre la tela fina.
 
—Es el mes de nuestro aniversario, ¿lo sabías?
 
Dice mientras le quito la camiseta por la cabeza y contemplo su torso dejándola solo con su sosten, que pocas veces usaba.
Escaneo la zona buscando dibujos nuevos y me alegra encontrar sólo las hojas. Helechos, los llamó Brittany si no me falla la memoria. A mí me parecen unas hojas muy raras, con laterales gruesos y tallos largos que nacen en la base.
 
—No tenemos un mes de aniversario, loca —replico.
 
Intento verle la espalda, pero me da vergüenza cuando me pilla, y se da la vuelta.
 
—Claro que lo tenemos —discrepa—. En la espalda sólo llevo el tuyo. —me explica mientras observo los nuevos músculos de hombros y espalda.
 
—Me alegro —confieso en voz baja, con la boca seca.
 
Tiene cara de estar disfrutando con esto.
 
—¿Se te ha ido ya la cabeza y te has hecho uno?
 
—No.
Le doy un manotazo, se vuelve hacia la encimera y me coge.
 
—¿Te parece bien que te acaricie así?
 
—Sí
Confiesa mi boca antes de que mi cerebro tenga tiempo para pensar. Con los dedos de una mano, recorre el escote de mi camiseta.
 
—¿Y así?
Asiento.
 
El corazón se me va a salir del pecho, me late tan fuerte que estoy segura de que puede oírlo. Me siento conectada a ella, viva y despierta, y me muero por sus caricias. Ha pasado tanto tiempo... Y aquí la tengo, diciendo y haciendo esas cosas que tanto me gustaban. Sólo que esta vez es un poco más cuidadosa, un poco más paciente.
 
—Me has hecho mucha falta, Santana.
 
Su boca está a menos de cinco centímetros de la mía. Sus
dedos trazan lentamente círculos en la piel desnuda de mis hombros. Es como si estuviera borracha, la cabeza me da vueltas.
Cuando sus labios llegan a los míos, vuelvo a la casilla de salida. Me lleva de regreso a ese lugar en el que lo único que existe es Brittany, sus dedos en mi piel, sus labios acariciando los míos,
sus dientes mordisqueando las comisuras de mi boca, los gruñidos suaves que salen de su garganta cuando le bajo la bragueta.
 
—¿Vas a volver a utilizarme sólo por el sexo?
 
Sonríe contra mi boca y aprieta con la lengua para cubrir la mía y que no pueda contestarle.
 
—. Qué tentación —musita pegando el cuerpo al mío.
 
Mis brazos le rodean el cuello y mis dedos se enroscan en su pelo.
 
—Si no fuera una dama, te follaría aquí mismo, sobre la encimera.
 
Me coge las tetas con las manos y sus dedos se clavan bajo los aros de mi sujetador.
 
—. Te sentaría aquí, te bajaría estos pantalones tan horrendos, te abriría de piernas y te haría mía aquí mismo.
 
—Dijiste que no eras una dama —le recuerdo sin aliento.
 
—He cambiado de opinión. Ahora soy medio Dama —bromea.
 
Estoy tan caliente que empiezo a pensar que voy a entrar en combustión espontánea y a dejar la cocina hecha un asco. Intento bajarle las bragas y echo la cabeza atrás cuando dice:
 
—Joder, Santana.
 
—¿Media Dama? ¿Eso qué quiere decir?
Gimo cuando sus dedos se deslizan con facilidad bajo la cinturilla abierta de mis pantalones.
 
—Significa que, por mucho que te desee, por mucho que me muera por follarte aquí y ahora y hacerte gritar mi nombre hasta que toda la manzana sepa quién está haciendo que te corras... —me
pasa la lengua por la nuca—, no voy a hacerlo hasta que te cases conmigo.
 
Mis manos se paralizan. Tengo una en su braga y la otra en su espalda.
 
—¿Qué? —pregunto aclarándome la garganta.
 
—Ya me has oído. No voy a follarte hasta que te cases conmigo.
 
—No lo dices en serio.
 
«Por favor, que no lo diga en serio. No puede estar diciéndolo en serio. Llevamos meses sin hablar. Es una broma, ¿verdad?»
 
—Lo digo completamente en serio. No es ningún farol.
Sus ojos bailan divertidos y pego una Patada contra el suelo de cerámica.
 
—Pero no.... Ni siquiera hemos...
Me recojo el pelo con una mano para intentar comprender lo
que me está diciendo.
 
—¿Creías que me iba a dar por vencida así como así?
 
Se acerca y me roza con los labios mi mejilla ardiente-
 
—. ¿Acaso no me conoces?
 
Me dan ganas de borrarle esa sonrisa de la cara de un bofetón y besarla al mismo tiempo.
 
—Pero te rendiste.
 
—No, te estoy dando el espacio que querías y que me obligaste a darte. Confío en que el amor que sientes por mí volverá a centrarte, llegado el momento.
 
evanta una ceja y saca esa sonrisa y esas pecas malévolas.
 
—. Aunque te está costando lo tuyo...
«¿Qué significa todo esto?»
 
—Pero... —No tengo palabras.
 
—Vas a hacerte daño.
 
Se echa a reír y me coge las mejillas con las manos.
 
—. ¿Duermes conmigo en el sofá otra vez? ¿O es demasiada tentación para ti?
 
Pongo los ojos en blanco y la sigo al salón, intentando comprender cómo es posible que nada de esto tenga sentido para ella o para mí. Tenemos tanto de que hablar, tantas preguntas, tantas

respuestas... Pero por ahora, voy a dormir en el sofá con Brittany y a fingir que, por una vez, en mi mundo todo podría ir bien.
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Finalizado Re: [Resuelto] Brittana: Amores Infinitos. FINALIZADO

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Sep 14, 2016 4:53 pm

CAPÍTULO 70
Santana

 
—Buenos días, nena —oigo decir a alguien.
 
Cuando abro los ojos, lo primero que veo es tinta negra con forma de golondrina. La piel de Brittany está más bronceada que nunca, y los músculos de su pecho son mucho más prominentes que la
última vez que los vi. Siempre ha sido muy guapa, pero ahora está para comérsela, y es una tortura exquisita estar aquí, tumbada en su pecho, mientras me rodea la cintura con uno de sus brazos y con el otro me aparta el pelo de la cara.
 
—Buenos días.
 
Apoyo la barbilla en su pecho, tengo una vista perfecta de su cara.
 
—¿Has dormido bien?
Me peina con suavidad con los dedos y su sonrisa sigue perfecta y en su sitio.
 
—Sí.
 
Cierro los ojos un momento para aclararme las ideas porque de repente su voz grave, rasposa y soñolienta me ha dejado sin sentido. Hasta su acento parece más intenso, más distintivo. «La mato.» Sin otra palabra, me roza los labios con la punta del pulgar.
Abro los ojos cuando oigo que se abre la puerta del dormitorio de Ryder e intento sentarme, pero Brittany me estrecha con más fuerza.
 
—De eso nada.
Se echa a reír. Se incorpora en el sofá y mi cuerpo la sigue.
Ryder entra en el salón sin camisa, con Sophia detrás. Lleva puesta la ropa de trabajo de anoche: el uniforme negro acompañado de una enorme sonrisa le sienta muy bien.
 
—Hola
Dice Ryder ruborizándose, y ella lo coge de la mano y me mira.
Creo que me guiña un ojo, pero todavía estoy medio atontada por haberme despertado junto a Brittany.
Le da a Ryder un beso en la mejilla.
 
—Te llamo cuando acabe mi turno —dice a continuación.
 
La mata de pelo en la cara de Ryder es algo a lo que todavía tengo que acostumbrarme, pero le queda bien. Le sonríe a Sophia y le abre la puerta.
 
—Bueno, ahora ya sabemos por qué Ryder no salió anoche de su cuarto.
Me susurra Brittany al oído, con el aliento tibio contra mi piel. Hipersensible y caliente a más no poder. Intento separarme de ella.
 
—Necesito café —protesto.
 
Deben de ser palabras mágicas, porque asiente y me permite que baje de su regazo. Mi cuerpo siente de inmediato haber perdido su contacto, pero me obligo a llegar a la cafetera. Hago como si no viera a Ryder menear la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja y me meto en la cocina. La sartén de anoche sigue llena de salsa de vodka que no nos comimos y, cuando abro el horno, veo que la fuente con las pechugas de pollo continúa dentro. No recuerdo haber apagado ni el fuego ni el horno, pero tampoco es que anoche tuviera cabeza para mucho. Mi cerebro no quería pensar en nada que no fueran Brittany y sus labios en los míos después de meses de privaciones. Se me eriza la piel al recordarlo, al recordar sus caricias, cómo adoraba mi cuerpo.
 
—Menos mal que apagué el fuego, ¿no?
 
Brittany entra en la cocina con un pantalón de chándal que le cuelga de las caderas. Los tatuajes nuevos acentúan su vientre plano, y no puedo dejar de mirar el punto en el que acaban sus abdominales.
 
—Pues sí.
Me aclaro la garganta e intento decidir por qué de repente me vuelven loca las hormonas. Me siento como cuando la conocí, y eso me preocupa. Es fácil volver a caer en las rutinas perversas de
Brittany y Santana. Tengo que mantener la cabeza fría.
 
—¿A qué hora vas a trabajar hoy?
Brittany se reclina contra la encimera frente a mí y me observa mientras lo recojo todo.
 
—Al mediodía.
Vierto la salsa en el desagüe del fregadero.
 
—. Hoy sólo trabajo un turno.
 
Llegaré a casa sobre las cinco.
 
—Te invito a cenar.
Sonríe y se cruza de brazos. Ladeo la cabeza y enarco una ceja. Pongo en marcha el triturador de basura del fregadero-
 
—. Estás pensando en meterme la mano ahí dentro, ¿no?
Dice señalando el triturador. Su risa es suave, encantadora y embriagadora.
 
—Tal vez. —Sonrío—. ¿No deberías reformular la frase para que sea una pregunta?
 
—Ésa es la Santana a la que tanto quiero —bromea y desliza las manos por la encimera.
 
—¿Otra vez con lo de Santana? —Intento mirarla mal, pero se me escapa una sonrisa.
 
—Sí, otra vez.
Asiente y hace algo que no es nada propio de ella: saca el pequeño cubo de basura de debajo del fregadero y me ayuda a recoger los desperdicios que hay sobre la encimera.
 
—.¿Me concedería usted el honor de cenar conmigo en un lugar público y dedicarme su tiempo esta noche?
 
Su sarcasmo juguetón me hace reír, y cuando Ryder entra en la cocina, se limita a mirarnos y a apoyarse en la encimera.
 
—¿Te encuentras bien? —le pregunto.
 
Está observando a la señorita de la limpieza que ha poseído el cuerpo de Brittany, y luego me mira a mí anonadado.
 
—Sí, sólo un poco cansado —contesta frotándose los ojos.
 
—Ya, lo imagino
Interviene Brittany mientras levanta las cejas, y Ryder le da un empujoncito con el hombro. Me quedo mirándolos, pensando que estamos en una realidad paralela o algo así. Una en la que
Ryder coge por los hombros a Brittany y ésta se ríe y lo llama cretino, en vez de lanzarle cuchillos con la mirada o amenazarlo.
 
Me gusta esta realidad paralela. Creo que me encantaría quedarme
una temporada aquí.
 
—No es lo que estás pensando —añade Ryder—. Ni lo digas. —Echa café molido en la cafetera, saca tres tazas del armario y las dispone sobre la encimera.
 
—Ya, ya... —Brittany pone los ojos en blanco.
 
—Yaaa, yaaaaa —repite Ryder burlón.
 
Los oigo bromear y lanzarse pullas inocentes mientras cojo los cereales del armario más alto. Estoy de puntillas cuando noto que Brittany da un tironcito a mis pantalones cortos para que no se me
vea nada. Una parte de mí quiere subírselos aún más, o quitárselos del todo, para ver la cara que pone pero, por el bien de Ryder, decido no hacerlo.
 
En vez de eso, el gesto de Brittany me hace gracia y le pongo los ojos en blanco mientras le quito la pinza a la bolsa de cereales.
 
—¿Y los frosties? —pregunta Brittany.
 
—En el armario —contesta Ryder.
 
Me viene a la mente un recuerdo de Brittany refunfuñando porque mi padre se había comido todos sus cereales. Sonrío al recordarlo. Ya no siento pena al pensar en mi padre. He aprendido a sonreír
al recordar su buen humor y lo positivo que fue durante el poco tiempo que lo tuve en mi vida. 
 
Decido darme una ducha antes de ir a trabajar. Ryder le está contando a Brittany que a su jugador de hockey favorito lo ha fichado otro equipo y, para mi sorpresa, Brittany se queda sentado a la mesa con él y no me sigue al baño.
 
Una hora después, estoy vestida y lista para ir andando al restaurante. Brittany está sentada en el sofá, poniéndose las botas, cuando entro en el salón. Alza la vista y me sonríe.
 
—¿Lista?
 
—¿Para qué?
Cojo el delantal de la silla en la que lo dejé y me meto mi móvil en el bolsillo.
 
—Para ir a trabajar —dice como si fuera evidente.
 
Es un bonito detalle. Asiento sonriendo como una tonta y la sigo fuera de casa. Pasear por Nueva York con Brittany es un poco raro. Encaja con su estilo y su forma de vestir, pero al mismo tiempo es como si su voz y su alegría llenaran la calle e iluminaran este sombrío día.
 
—Ése es el único problema..., bueno, uno de los problemas que tengo con esta ciudad...
 
Dice señalando al aire. Le doy un segundo para que se explique.
 
—. No se ve el sol —dice al fin.
 
Sus botas resuenan en el asfalto mientras caminamos, y me doy cuenta de que me encanta ese sonido. Lo echaba de menos. Es una de esas pequeñas cosas que no me percaté de que me encantaban hasta que la dejé. De repente estaba paseando por las ruidosas calles de la ciudad y echaba de menos la forma que tiene Brittany de dejar que se oigan sus botas al caminar.
 
—Pero si vives en Washington y allí siempre está lloviendo —replico.
 
—. No puedes quejarte de la falta de sol en Nueva York.
 
Se echa a reír y cambia de tema. Me pregunta sobre el oficio de camarera. El resto del paseo es muy agradable. Brittany me hace una pregunta tras otra, qué he estado haciendo estos últimos cinco
meses, y le hablo de mi madre, de David y de su hija. Le cuento que Sam va a jugar al fútbol en el equipo de su universidad, en California, y que David y mi madre me llevaron al mismo pueblo en el que estuve con ella y con su familia. Le hablo también de mis dos primeras noches en la ciudad, de que no podía dormir por el ruido y
de cómo la tercera noche me levanté de la cama y me fui a dar un paseo, y entonces conocí a Joe. Le digo que el amable vagabundo me recuerda un poco a mi padre, y que me gusta pensar que al llevarle comida lo estoy ayudando, cosa que no pude hacer con la sangre de mi sangre. Al oírlo, Brittany me coge de la mano y no la aparto. Le cuento lo mucho que me preocupaba venir a vivir aquí y cuánto me alegra que haya venido a visitarnos.
 
 No menciona que anoche se negó a acostarse conmigo y que me estuvo provocando hasta que me quedé dormida en sus brazos. No menciona su proposición de matrimonio, y me parece bien.
Todavía trato de comprender qué está pasando. Llevo intentando discernir qué siento por ella desde que aterrizó en mi vida hace un año. Cuando Robert me recibe en la esquina, como hace siempre que trabajamos juntos, Brittany se acerca un poco más a mí y me estrecha la mano con más fuerza. No hablan mucho, sólo se miran de arriba abajo y yo pongo los ojos en blanco. Hay que ver cómo se comportan cuando estoy presente.
 
—Estaré aquí cuando acabes.
Brittany me da un beso en la mejilla y me coloca un mechón de
pelo detrás de la oreja.
 
—. No trabajes mucho
Me susurra contra la mejilla. Noto el tono burlón en su voz, pero sé que en parte lo dice en serio. Cómo no, sus palabras me persiguen durante todo el turno. El restaurante está hasta la bandera,
una mesa tras otra de hombres y mujeres que beben demasiado vino o brandy y pagan barbaridades por diminutas raciones de comida en platos ornamentados. Un niño decide que mi uniforme necesita un cambio: un plato de espaguetis, para ser exactos. No tengo ni un minuto libre en todo el día y, cinco horas después, cuando termina mi turno, los pies me están matando.
 
Tal y como me había prometido, Brittany me está esperando en la entrada, sentada en un banco. Sophia se encuentra de pie a su lado. Lleva el pelo negro recogido en un moño alto que destaca sus
impresionantes rasgos. Tiene un aire exótico con esos pómulos tan marcados y los labios carnosos. Me miro el uniforme sucio y tuerzo el gesto. Mi camisa huele a ajo y a salsa de tomate. Brittany no
parece notar que voy llena de manchas, pero me quita algo de la coleta cuando salimos a la calle.
 
—No quiero saber lo que era.
 
Digo con una pequeña carcajada. Ella sonríe, se saca una servilleta, no, un pañuelo de papel, del bolsillo y me lo ofrece.
Lo uso para limpiarme los ojos. El delineador de ojos corrido no debe de resultar nada atractivo.
 
Brittany se encarga de la conversación. Me hace preguntas sencillas sobre mi turno y estamos de vuelta en el apartamento en un santiamén.
 
—Los pies me están matando.
 
Gruño mientras me quito los zapatos y los tiro al suelo. Ella los
sigue con la mirada y casi puedo leer los comentarios sarcásticos que se forman debajo de su mata de pelo sobre lo desordenada que soy.
 
—. Los guardaré en cuanto pueda, claro está.
 
—Claro está.
Sonríe y se sienta a mi lado en la cama.
 
—. Ven aquí.
 
Me coge de los tobillos y me vuelvo para mirarla cuando se lleva mis pies al regazo. Empieza a masajearme los pies doloridos. Me tumbo en la cama, intentando no pensar que esos pies han pasado
horas metidos en los zapatos.
 
—Gracias —medio gimo.
 
El masaje es tan relajante que me gustaría cerrar los ojos, pero prefiero mirarla. He pasado meses sin verla, y ahora no quiero ver otra cosa.
 
—De nada —dice—. Puedo soportar el olor con tal de verte así de relajada.
 
Levanto la mano y le pego un manotazo al aire. Ella sigue haciendo magia en mis pies. Sus manos ascienden hasta mis gemelos y por mis muslos. No me molesto en contener los sonidos que manan de mis labios. Es tan relajante, tan agradable, mis pobres músculos lo agradecen tanto...
 
—Ven, siéntate delante de mí —me indica retirando los pies de su regazo.
 
Me incorporo y me siento entre sus piernas. Sus manos van a por mis hombros y masajean mis músculos hasta eliminar toda tensión.
 
—Te resultaría mucho más agradable si no llevaras puesta la camisa —comenta.
 
Me echo a reír, pero me interrumpo al recordar cómo me estuvo provocando anoche en la cocina. Me llevo la mano al bajo de la camisa y me la saco de los pantalones. Brittany traga saliva cuando me la quito, junto con la camiseta, por encima de la cabeza.
 
—¿Qué pasa? Ha sido idea tuya.
 
Le recuerdo, y me echo contra ella. Ahora sus manos son más duras y se hunden en mi piel con decisión. Echo la cabeza hacia atrás, contra su pecho. Masculla algo para sí y mentalmente me doy una palmada en el hombro por haberme puesto un
sujetador bonito. Sólo tengo dos en condiciones, pero tampoco es que los vea nadie, salvo Ryder cuando hay algún error con la colada.
 
—Éste es nuevo.
 
Los dedos de Brittany se meten bajo uno de los tirantes. Lo levanta y lo deja caer. No digo nada. Me sobresalto un poco y me recoloco entre sus piernas. Gruñe y me coge de la base del cuello. Sus dedos masajean mi mandíbula y la delicada piel de debajo de la oreja.
 
—¿Bien? —me pregunta, aunque ya sabe la respuesta.
 
—Mmm —es todo cuanto consigo decir.
 
Se ríe y me aprieto más contra ella. Básicamente, me estoy restregando contra su bragueta. Me bajo un tirante del sujetador.
Su mano se tensa en mi garganta.
 
—No se vale provocar
 
Me advierte y coloca el tirante en su sitio con la mano que me estaba masajeando los hombros.
 
—Dice la experta en la materia —protesto, y vuelvo a bajar el tirante.
 
Me está volviendo loca estar sin camisa y bajándome el tirante del sujetador delante de Brittany. Estoy que exploto, y ella no hace más que darles cuerda a mis hormonas, jadeando y restregándose
contra mí.
 
—No se vale provocar
Le recuerdo con sus propias palabras. No me da tiempo a reírme de ella porque me pone las manos en los hombros y me vuelve la cabeza.
 
—Llevo cinco meses sin follar, Santana. Estás poniendo a prueba mi autocontrol.
 
Susurra con brusquedad a unos milímetros de mi boca. Yo doy el primer paso, la beso y entonces recuerdo la primera vez que nos besamos, en su cuarto de la maldita casa de la fraternidad.
 
—¿No?
Exclamo sorprendida, dándole las gracias a mi buena estrella por el hecho de que no haya estado con nadie durante nuestra separación. Siento como si, de algún modo, supiera que no iba
a hacerlo. O eso, o me he obligado a creer que nunca más iba a tocar a otra.
 
No es la misma persona que era hace un año. No usa el deseo y duras palabras para controlar a la gente. No necesita una chica distinta cada noche. Ahora es más fuerte. Es la misma Brittany a la que amo, pero mucho más fuerte.
 
«No me había dado cuenta de lo oscuro que son tus ojos.»
No hizo falta más. Entre el alcohol y su repentina amabilidad, no pude contenerme y la besé. Sabía a... menta, cómo no, y el piercing del labio estaba frío cuando lo rocé con los míos. Era extraña y peligrosa, pero me encantaba. Me encaramo al regazo de Brittany, igual que hice entonces, y ella me coge de la cintura y con
mucho cuidado me tumba consigo en la cama.
 
—San
Gime, igual que en mis recuerdos. Me da alas, me sume en el abismo de pasión y locura que compartimos. Estoy perdida y no tengo ningunas ganas de encontrar la salida.
 
Le rodeo el cuerpo con los muslos y hundo las manos en su pelo enmarañado. Estoy ansiosa y frenética al mismo tiempo, y sólo puedo pensar en cómo sus dedos suben y bajan por mi espalda, casi sin tocarla.
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Mensaje por 3:) Miér Sep 14, 2016 5:55 pm

Se nota joder que maduraron y a la fuerza....
Si que britt tiene claro que quiere todo con san y no se olvido de la boda... a ver si pueden cumplir la pauta de hasta que san de el si jajan
3:)
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