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Mensaje por 23l1 Mar Abr 04, 2017 1:59 am

JVM escribió::o un hijo!!! Porque no esta con él.....???!
Esto impidiera que San le dirá su gran revelación????



Hola, si =O no lo sé ni lo vi venir!!!! =O Nononono ni lo digas q pasa! Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Cap 15

Mensaje por 23l1 Mar Abr 04, 2017 2:02 am

Capitulo 15


Brittany


Confusa, miro hacia el recibidor y a continuación el reloj de la cocina.

¿Quién puede ser a esta hora un domingo por la mañana?

Dejo el paño sobre la encimera mientras echo un vistazo rápido a las tortitas y me dirijo hacia la puerta.

—Mamá—vuelve a llamarme Biff.

—Sí, ya voy, peque—digo sólo a unos pasos—¿Se puede saber quién es?—la última palabra se evapora en mis labios cuando veo a Santana al otro lado de la puerta.

Mi vida complicada y todo lo que complica mi vida ahora mismo acaban de chocar de frente como dos trenes de mercancías.

—¿Qué... qué haces aquí?—murmuro.

Santana me mira sin poder terminar de creer lo que tiene delante.

No la culpo.

De repente me siento como una completa idiota por no haberle contado antes que tengo un hijo, pero al principio no pensé que fuese asunto suyo, después Santana simplemente era una manera de probar lo que nunca había tenido, y, al final, todo era ya demasiado difícil y confesar que había sido mamá con diecisiete años me pareció que era tensar demasiado la cuerda.

—Britt—susurra—Joder, Brittany...

No sé si está enfadada o muy sorprendida.

Me revuelvo nerviosa y me mordisqueo el pulgar sin saber qué hacer.

¿Qué coño puedo hacer?

Agarro a Biff por los hombros y lo acerco a mí.

—Estamos haciendo tortitas para desayunar—le dice Biff—¿Quieres?

Santana lo observa pasmada y, tras unos segundos, alza la cabeza y me mira a mí.

Creo que ahora mismo está tan perdida como lo estoy yo.

—A lo mejor Santana tiene cosas que hacer—la salvo.

—No—se apresura a responder—Me tomaré esas tortitas—su voz ha cambiado.

Levanto la vista sorprendida.

Toda su seguridad vuelve de golpe y comprendo que acaba de recuperar el control de la situación.

Yo asiento despacio y me hago a un lado con Biff para que Santana entre. Cierra la puerta tras su paso y nos quedamos frente a frente, con su mirada atrapando por completo la mía.

De pronto parece que el recibidor no mide más de dos centímetros.

Me falta el aire.

—Mamá—me llama Biff, pero no lo escucho—Mamá—repite—¡Mamá!

—¿Sí?—contesto, obligándome a apartar la vista de Santana.

—Las tortitas se van a quemar—me recuerda.

—Joder, sí—caigo en la cuenta, llevándome la mano a la frente y regresando a la cocina a paso ligero—, Las tortitas.

Oigo pasos a mi espalda.

Sé que es Biff, pero también sé que es Santana.

Todo mi cuerpo lo sabe.

—Has dicho una palabrota—me señala mi pequeño.

—¿En serio?—murmuro nerviosa volviéndome, pero, en cuanto mi mirada se encuentra de nuevo con Santana, me giro otra vez—No me he dado cuenta de que la decía—suspiro con fuerza y le doy la vuelta a las tortitas.

—Adele dice que esa excusa no vale—replica Biff.

—Bueno tiene razón contesto y doy un paso a mi izquierda y abro el armarito, al intentar coger un plato, estoy a punto de tirar dos y me giro exasperada—Jo... —protesto.

Biff enarca las cejas desde el taburete al otro lado de la isla de la cocina con esa sonrisilla socarrona que se le da tan bien poner.

—Quiero decir, maldita sea—rectifico.

Santana me observa un momento y, sin pronunciar una palabra, camina hasta mí. Me quita la pala de la mano, recupera el plato y sirve las tortitas.

Yo la miro sin saber qué decir, otra vez.

Durante unos minutos nos quedamos así.

Santana preparando en mi cocina el desayuno para Biff, para ella y para mí, yo observándola como si me hubiese transformado en una estatua de sal y mi hijo siendo testigo de todo.

—Será mejor que pongas la mesa —me dice con la voz grave.

Asiento y, torpe, me muevo hasta la mesa redonda a unos pasos. Regreso avergonzada al cabo de un segundo a recoger las cosas que debo llevar.

Ni siquiera había cogido un mísero mantelito.

—Vamos, Biff—lo llamo revolviéndole el pelo—La mesa está lista. Siéntate.

Se baja del taburete de un salto y camina rápido hasta la mesa.

Yo regreso despacio hasta Santana y me quedo de pie a su espalda. Quiero explicarle todo lo que ha pasado, decirle que no fue mi intención mentirle o por lo menos no así.

Me humedezco el labio inferior.

Los ojos se me llenan de lágrimas.

¿Qué estará pensando ahora mismo?

Probablemente no quiera volver a verme y, maldita sea, tampoco podría culparla por eso.

Alzo la mano despacio, sólo quiero tocarla, saber que de alguna manera no está todo perdido, pero, cuando estoy a punto de hacerlo, se gira con un plato lleno de tortitas en la mano. Otra vez me mira, pero, tal y como hizo antes, no dice nada.

Vamos, idiota, di algo.

Explícale por qué no le hablaste de Biff.

Antes de que pueda decir nada, exhala con fuerza todo el aire de sus pulmones sin levantar sus ojos de los míos y echa a andar hacia la mesa.

Yo me tomo un segundo y la sigo.

Fui una completa imbécil y ahora estoy pagando las consecuencias.

Nos sentamos y en silencio comenzamos a comer.

No he probado bocado, pero, por la cara que pone Biff, el desayuno debe de estar delicioso.

—¿Te gusta el fútbol, Santana?—pregunta Biff revolviendo un trozo de tortita con el tenedor.

Santana frunce el ceño aturdida, como si la sacaran de un sueño.

—Sí... pero prefiero defensa personal.

Por eso es tan fuerte.

—Yo también—replica mi hijo asintiendo—, Aunque lo que de verdad me encanta es el soccer. Mi equipo favorito es el New York City. El dueño también lo es del Manchester City, uno de los equipos más importantes de Europa—guarda silencio un segundo—¿Tú de dónde eres?

—Soy de Portland.

Biff lo piensa un instante.

—No conozco ningún equipo de soccer de Portland.

—Los Portland Timbers—pronuncia distraída.

—No los conozco—responde al cabo de unos segundos en los que imagino que ha repasado todo lo que sabe de la MLS.

Yo observo toda la conversación.

La situación es extraña, pero no incómoda, como si no lo fuera que Biff y yo compartiésemos mesa y desayuno con Santana, que ella nos hubiese preparado tortitas un domingo cualquiera.

—Ya he terminado—me anuncia Biff—¿Puedo ir a casa de Mercedes? Me prometió que, si hacia los deberes anoche, hoy veríamos la última película del Capitán América en Netflix.

Sonrío procurando aparentar toda la normalidad que soy capaz y asiento.

—Lleva tu plato al fregadero.

—Vale—recoge su plato y su vaso, los deja en la pila y sale del apartamento.

—Adiós, peque.

—Adiós, mamá—cierra la puerta y esa última palabra se queda flotando entre las dos.

Yo cojo aire y aprieto los puños con fuerza, reuniendo valor.

Será mejor que empiece a hablar ya.

No sé cuánto tiempo tengo antes de que se levante y decida que no quiere volver a verme, y necesito que entienda por qué he hecho lo que he hecho.

—Santana, yo...

—¿Quién es el papá de Biff? ¿O es otra mamá?—me interrumpe.

Suena calmada, demasiada, y eso me resulta intimidante.

—Griffin—contesto en un golpe de voz.

—¿Por eso te marchaste con él?

Asiento.

—Sí—me reafirmo—Había quedado en recoger a Biff y pasar con él el fin de semana, pero en el último segundo decidió no aparecer, cosa que hace bastante. Adele, la mamá de Mercedes, me llamó—resoplo con fuerza—Me encantaría poder echar a Griffin de mi vida y no volver a verlo nunca, pero es el papá de mi hijo.

Ahora es ella quien asiente.

Me alegra que, por lo menos, ese punto haya quedado claro. No quiero que piense ni por un segundo que aún hay algo entre Griffin y yo.

—¿Han estado casados?

—No—me apresuro a responder—Griffin fue mi primer novio. Íbamos juntos al instituto. Tenía diecisiete años cuando me quedé embarazada. Era la primera vez que me acostaba con alguien—sonrío, pero el gesto no me llega a los ojos—Cuando se lo conté a mis padres, me pidieron, me exigieron—rectifico casi con la misma impotencia que sentí entonces—Que abortara. Yo no quise hacerlo. Griffin me prometió que todo saldría bien, que nos fugaríamos, nos casaríamos y seríamos felices, pero, cuando su familia se enteró y amenazó con no darle un solo centavo más, Griffin se echó atrás y me abandonó en una pensión de la calle 43 Este con diecisiete dólares.

Santana aprieta la mandíbula y todo su cuerpo se tensa.

Supongo que no es una historia que a nadie le guste escuchar.

—No sabía adónde ir—continuo—No podía volver a casa. Mis padres no querían saber nada de mí. Mercedes y yo éramos amigas. Adele se enteró de lo que pasaba y me llevó a vivir con ellas. No sé qué habría hecho de no ser por ellas. Cuidaron de mí entonces y ahora me ayudan a hacerlo de Biff.

—¿Cómo terminaste trabajando para Figgins?—inquiere fría, como si quisiese unir todas las piezas de un puzle.

—Terminé el instituto y me matriculé en la universidad en horario nocturno. Necesitaba dinero. Probé en muchos sitios, pero nadie quería contratarme. En Figgins Media buscaban recepcionista y me presenté a la entrevista. Imagínate, diecisiete años, mamá soltera y estudiando por las noches; mi disponibilidad horaria no era lo que se dice flexible, pero, aun así, el señor Figgins me contrató, por eso me salvó. Durante los años siguientes, me esforcé muchísimo, terminé la universidad y él me fue dando todas las oportunidades hasta convertirme en su vicepresidenta.

Creo que ahora entiende un poco mejor todo lo que Figgins Media y el señor Figgins significan para mí.

—¿Y tus padres nunca volvieron a buscarte?

Niego con la cabeza.

—Mi papá murió una semana después de que yo me fuese de casa. Siempre me he sentido muy culpable por eso. Tal vez si me hubiese quedado o por lo menos le hubiese dicho dónde estaba...—suspiro con fuerza y una lágrima cae por mi mejilla. Adoraba a mi papá—Ni siquiera pude despedirme de él—trago saliva y suspiro de nuevo cuadrando los hombros. No quiero llorar—Un día, llevaba más o menos un mes fuera, mi hermano Sam se presentó en casa de Adele. Se ofreció a pagar todas las facturas del médico y a darle a Adele un dinero mensual. Ella se negó y yo también, pero, aun así, mandaba un cheque todos los meses. Fue el único de mi familia que hizo algo por mí. Yo ni siquiera llevo el apellido familiar. Pierce era el apellido de soltera de mi mamá.

Santana me observa un segundo más, farfulla algo que no logro entender y se levanta de golpe. Recoge los platos y los lleva hasta el fregadero.

El gesto está lleno de rabia, pero al mismo tiempo hay mucha familiaridad, como si conociese cada centímetro de esta casa y se sintiese muy cómodo en ella, conmigo.

Automáticamente me recuerdo sólo con mi camiseta y mi ropa interior en su cama. Entonces dijo que le gustaba que estuviese así, que esa clase de intimidad y confianza fuese algo común para nosotras.

Al dejar los platos en la pila, se queda inmóvil, resopla con fuerza alzando la cabeza y se pasa una mano por el pelo hasta dejarla en la nuca.

—Todo esto es una maldita putada—gruñe como si no pudiese aguantar más esas palabras—Me estás diciendo que tuviste un hijo con diecisiete años y que tus padres te abandonaron—cabecea y ahora mismo la rabia la inunda todo dentro de ella—Joder, Britt—sisea.

Sé por qué lo dice.

Sé que suena muy duro, pero, gracias a Dios, aunque lo fue, también aprendí mucho y encontré a la gente más maravillosa del mundo en el camino.

—San, soy feliz y también lo fui entonces—trato de hacerle entender con la voz impregnada de ternura—Adele, Mercedes, el señor Figgins y otras personas muy importantes para mí se convirtieron en mi familia. Fue duro y pasé un miedo terrible, pero tuve a Biff y sólo por eso todo lo demás mereció la pena.

No dice nada, ni siquiera se mueve, pero su cuerpo sigue reflejando la misma tensión.

Finalmente vuelve a pasarse las manos por el pelo, esta vez las dos, se aleja un paso del mueble y comienza a andar hacia la puerta. Yo la observo recorrer mi departamento sin poder reaccionar. Recoge su marinero del recibidor y abre la puerta.

Quiero pedirle que no se vaya, pero las palabras se niegan a cruzar mi garganta.

Estoy triste y nerviosa y me odio a mí misma por haber cometido el estúpido error de ocultarle todo esto.

—Se parece a ti—dice aún sosteniendo la madera, con la mirada clavada en sus propios pies, se vuelve y su mirada atrapa la mía una vez más.

Por un momento tengo la sensación de que va a quedarse, que va a decirme que nada de lo que le he contado ni el hecho de no habérselo dicho antes importa... pero no lo hace.

Se marcha y yo me quedo mirando la puerta, conteniendo las lágrimas.

No va a perdonarme.




El resto de la tarde pasa a cámara lenta, como si Santana acabase de marcharse y yo continuase con la vista clavada en el recibidor.

Ya estoy metida en la cama cuando llaman a la puerta. Me levanto de un salto pensando que puede ser Santana.

Creo que nunca había cruzado tan rápido mi departamento.

Abro con una sonrisa de oreja a oreja y un discurso preparado sobre cuánto lo siento y cuánto la echo de menos, pero el gesto se me borra de los labios en cuestión de segundos.

Saint Lake City está en mi rellano con un pijama de franela lleno de nubecitas y corazoncitos, la nariz enrojecida y los ojos llenos de lágrimas.

Hemos pasado la tarde con Mercedes contándonos las penas, bebiendo daiquiris y viendo películas de Ryan Gosling.

Esa combinación suele ser infalible, pero está claro que hoy no ha dado muy buen resultado con ninguna de las dos.

—¿Estás bien?—inquiero, aunque no sé por qué lo hago, es más que obvio que la respuesta a esa pregunta es un no tamaño XXL.

Ella niega con la cabeza.

—¿Es por esa chica?

—Sí—responde en un sollozo tras sorberse los mocos.

—Sí estuvieron a punto de ser madres, ¿Por qué no lo intentan?

—Britt, ya les conté a ti y ha Ohio, que someterme a ese tratamiento fue una estupidez. Ambas estábamos… frágiles y esa idea salió de la nada, no por que quisiéramos tener un bebé. Es bueno que no funcionara. ¿Te imaginas ahora juntas y sin querernos? Al menos ella.

Sé que tiene razón, ya nos contó como paso todo y de lo bien que se sintió cuando el test dio negativo y el tratamiento no había funcionado. No quería traer un bebé de esa forma al mundo.

—¿Quieres quedarte a dormir?

Asiente y yo me hago a un lado con la puerta. Regresamos a mi habitación, nos metemos bajo el nórdico y nos acurrucamos la una frente a la otra.

—¿Has sabido algo de la Guapísima Gilipollas?

—¿Has visto lo rápido que te he abierto? Creí que eras ella—digo torciendo el gesto con el único objetivo de hacerla sonreír. Lo consigo—No creo que me perdone.

Cuando pronuncio esas palabras en voz alta, el nudo de mi estómago se aprieta un poco más.

—Bueno yo creo que te quiere.

—No—respondo con una sonrisa nerviosa—, Ella no es de las que se enamoran.

—Todos podemos cambiar. Tú has cambiado—me recuerda.

—Yo no he cambiado —me quejo.

—Claro que sí—replica—Desde que ella apareció estás diferente, y lo estás en el buen sentido. Tu vida siempre ha sido ser responsable en el trabajo, ser responsable con Biff, ser responsable con nosotras y ahora es como si de repente estuvieras viviendo. Sonríes más, te vas a las nubes... eres feliz y eso sólo pasa cuando lo que tienes con la otra persona es auténtico. No te rindas.

Sonrío de nuevo.

Con Santana me siento exactamente así, soy feliz.

—No depende de mí.

—Sí que depende de ti. Habla con ella, convéncela de que te equivocaste y, ya de paso, podrías decirle que lo quieres—comenta señalando vagamente con el índice mi corazón.

—Yo no la quiero—protesto nerviosa.

¿A quién pretendo engañar?

Por la manera en la que mi amiga enarca las cejas, está claro que a ella no.

—Duérmete—le ordeno enfurruñada, cerrando los ojos.

—Ya me imagino las invitaciones de boda: La Guapísima Gilipollas y Brittany S.Pierce—suelta moviendo la mano como si leyera una tarjeta invisible—Tienen el honor de invitarlas a su próximo enlace.

Yo abro los ojos, le hago un mohín y vuelvo a cerrarlos.

Ella rompe a reír y, menos de un segundo después, no tengo más remedio que hacer lo mismo.

Me alegro de que esta terapia sí haya funcionado.




Me levanto más temprano que cualquier otro día.

Me preparo para trabajar y hago el desayuno.

Estoy nerviosa.

Le estuve dando vueltas a las palabras de Saint Lake City durante horas hasta que finalmente me dormí.

No soy tan ilusa de pensar que Santana esté enamorada de mí, pero sí es cierto que lo que tenemos, aunque sea complicado y confuso, es especial.

No puedo rendirme.

Muchas veces me he preguntado si Santana quería que luchara por ella, aunque con sus palabras me estuviese diciendo justo lo contrario, ¿y si ésta es una de esas veces?


Hace un frío que pela y las calles están nevadas.

Cojo a Biff de la mano y caminamos con cuidado por la 93.

—Mamá, no necesito que me lleves de la mano—se queja—Ya tengo diez años.

—Eres el chico más guapo de la calle y quiero presumir—replico con una sonrisa.

Él frunce los labios y sonríe con la mirada clavada en sus pies, pero no se suelta.

Menudo sinvergüenza está hecho.

—Mamá, ¿cómo es Portland?

¿Qué?

Desde luego ésa es la última pregunta que me esperaba esta mañana.

—No lo sé—resoplo incómoda—... Nunca he estado ahí, pero creo que debe de ser un lugar bonito. Con muchos árboles, un río e imagino que siempre llueve. Supongo que se parece a Seattle.

—¿Y por qué Santana se mudó desde ahí para vivir en Nueva York?

Maldita sea, esa pregunta tampoco me la esperaba.

—No lo sé—repito—, Muchas personas se mudan a Nueva York para estudiar o para trabajar, o simplemente porque les gusta esta ciudad. Tenemos mucha suerte de haber nacido aquí.

Biff asiente.

—Nueva York me gusta mucho—dice con una sonrisa.

—A mí también.

—Y también tiene muchos árboles, en Central Park. ¿Crees que por eso Santana decidió mudarse aquí?

Tres de tres.

Me freno en seco y él lo hace a mi lado.

—¿Por qué me haces tantas preguntas sobre Santana?

—No lo sé—responde encogiéndose de hombros—Es bonita y me cayó bien.

—Apenas hablaste con ella—omito la parte que dijo que es bonita, porque si que lo es.

—No lo sé—repite.

Las preguntas incómodas y esa expresión parecen haberse convertido en las frases estrellas de esta mañana.

—Adele siempre dice que sólo se necesitan cinco minutos para saber si
podrás ser amigo de una persona.

Lo miro sopesando sus palabras.

Me pregunto si esa regla es aplicable a todo, si los cinco primeros minutos con alguien sirven para saber si querrás a esa persona en tu vida o no.

En mis cinco primeros minutos con Santana, quise estrangularla con su propia ropa.

Supongo que al final eso sólo demuestra que no necesitó más que unos segundos para atravesar mis defensas y poner patas arriba toda mi vida.

—Me gusta que Santana te caiga bien—digo con una sonrisa, relajándome.

—Vale—responde con total naturalidad.

Mi sonrisa se ensancha y echamos a andar de nuevo.

Sería genial si todavía pudiésemos tomarnos la vida como críos de diez años.


Lo dejo en el colegio a unas pocas manzanas y corro hasta la parada de metro.

Conforme van pasando las estaciones, los nervios burbujean con más fuerza en la boca de mi estómago.

Cuando me bajo en la parada de la calle 50, me sudan las manos y creo que estoy al borde de la taquicardia.

Saludo al portero y subo a Figgins Media. Dejo mi abrigo y mi bolso en mi despacho y voy decidida hasta el acceso a las escaleras.

Fingir una seguridad que no siento siempre me ha dado resultado.

Además, llevo mis Manolos.

Esta mañana toda la ayuda que pueda reunir será bienvenida.

Me detengo en el último peldaño y me llevo el pulgar a los dientes.

Estoy muy nerviosa.

Tras unos segundos me obligo a coger una bocanada de aire y a echar a andar de nuevo.

Al entrar en la estancia, inmediatamente me hago consciente de dónde está Santana: de pie y la mirada perdida en el ventanal.

No parece haber dormido mucho y en todo su cuerpo reluce la misma tensión que la envolvía en mi departamento.

Aun así, está guapísima.

Creo que nada ni nadie podrían acallar esa oleada de atractivo.

Doy un paso más y vuelvo a coger aire. Agacho la cabeza.

Tengo muy claro lo que quiero decirle, no entiendo por qué es tan difícil, por qué estoy tan nerviosa, por qué estoy tan asustada.

—¿Por qué no me lo contaste?—me pregunta sin mover su mirada del Rock Center.

Yo alzo la mía.

Ha llegado el momento de echarle valor, Bluebird.

—No te lo conté antes porque no sabía cómo hacerlo... y después tuve miedo.

—Miedo, ¿de qué?

—De ti, de que salieras huyendo.

Santana cabecea a la vez que deja escapar un fugaz y malhumorado suspiro en una sonrisa aún más breve y exasperada.

—¿Por qué siempre tienes que dar por hecho que saldré huyendo?—inquiere dando un paso hacia mí, mirándome al fin.

Es una mujeriega.

No quiere complicaciones.

Lo más lógico es pensar que lo hará.

—Porque es lo que haces, San.

—No, joder, no—replica furiosa—Y mucho menos contigo—sentencia.

Por un momento sus palabras se quedan entre las dos.

Tiene razón.

Jamás me ha tratado como trata a las otras chicas.

Puede que esté asustada e inquieta y me haya comportado como una idiota, pero jamás podría negar eso.

—Tenía derecho a saber que tenías un hijo—continúa.

—Y ahora que lo sabes, ¿qué vas a hacer?

La tensión empieza a poder conmigo y mi pregunta se llena con las lágrimas que no me permito llorar.

Santana recorre mi rostro con sus ojos oscuros e intento leer en ellos, pero no soy capaz. Parece más enfadada, más frustrada, incluso más desesperada, pero también más triste.

Alza la mano, pero, cuando está a punto de tocar la mía, la baja de nuevo hasta su costado, cerrándola en un puño llena de rabia.

—Voy a hacer lo mejor para ti y para Biff—responde con la voz enronquecida—Esto se ha acabado, Niña Buena. Tienes que encontrar a alguien que te convenga.

Niego con la cabeza.

Sólo es una excusa.

No quiere estar conmigo.

De pronto un furioso enfado serpentea por todo mi cuerpo.

No quiere tener una carga que en el fondo no le pertenece.

Nunca he encajado en lo que Santana busca en una mujer y ahora lo hago mucho menos.

Sólo es una cobarde y tiene razón, Biff y yo nos merecemos algo mejor.

Salgo disparada.

Santana corre tras de mí, pero no me detengo.

—Britt—me llama.

Alcanzo las escaleras.

—Britt, espera.

—No, ya has dicho todo lo que tenías que decir—replico furiosa, sin detenerme, sin ni siquiera mirarla—No quieres estar con una mamá soltera y, créeme, te entiendo.

—Joder, no es eso.

Ella también suena enfadada, pero no me importa.

—Claro que es eso—replico y bajo los últimos peldaños.

No tiene por qué darme más explicaciones.

Ni siquiera las quiero.

Tiene razón, todo esto se ha acabado.

—Maribel es el nombre de mi mamá—dice a mi espalda, deteniéndose en mitad de la escalera.

Yo me quedo clavada en el suelo y un centenar de ideas diferentes pasan por mi cerebro sin que pueda atrapar ninguna.

Me giro despacio con un «¿qué?» tembloroso en los labios, mientras trato de recordar si alguna vez, en las miles de conversaciones que hemos mantenido, me ha hablado de su mamá.

Nunca lo ha hecho.




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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Mar Abr 04, 2017 4:27 am

Hola morra...

Apoco tenia hijo??? No se me cruzo ni tantito por la cabeza jajaja
Biff quiere a su ma. o Mejor dicho a su nueva ma jajaj
Hora de las verdades!!!! A todo o nada!!!

Nos vemos!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por JVM Mar Abr 04, 2017 1:29 pm

Ohhh por dios según yo acabo de descubrir que Saint Lake City es Dani !!!!!!
Y bueno ahora que se supo una verdad parace que vendrán todas y es lo que hacia falta....
Con San espero que no huya porque es lo que esta haciendo para no hacerles daño según ella a Britt y a Biff, que luche por lo que quiere y que deje de compararse con su padre y la relación que tenia con su mamá, ella no es igual.
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 23l1 Mar Abr 04, 2017 11:07 pm

3:) escribió:Hola morra...

Apoco tenia hijo??? No se me cruzo ni tantito por la cabeza jajaja
Biff quiere a su ma. o Mejor dicho a su nueva ma jajaj
Hora de las verdades!!!! A todo o nada!!!

Nos vemos!!!



Hola lu, eso parece xD jajajaja ni a mi la vrdd xD Jajajaja SI!!! eso es tan, pero tan bueno! ajajajajajajaja. SI! uff... esk ya se venia venir XD eso mismo! Saludos =D





JVM escribió:Ohhh por dios según yo acabo de descubrir que Saint Lake City es Dani !!!!!!
Y bueno ahora que se supo una verdad parace que vendrán todas y es lo que hacia falta....
Con San espero que no huya porque es lo que esta haciendo para no hacerles daño según ella a Britt y a Biff, que luche por lo que quiere y que deje de compararse con su padre y la relación que tenia con su mamá, ella no es igual.




Hola, ajajajajaja a mi paso igual al ir leyendo, pero algunos asimilaron los nombres como con sam y se supo altiro... a veces pienso en dejar los nombres normales y asi no lo descubren xD jajajajaja. Esk no se puede ocultar todo para siempre, no¿? Mmmm tienes un gran punto ai, san no tiene xq ser como el tarado ese... además serian una linda familia san, britt y biff, no¿? jajaja. Saludos =D


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Finalizado FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Cap 16

Mensaje por 23l1 Mar Abr 04, 2017 11:10 pm

Capitulo 16



Santana


Está de pie a unos pasos de mí.

Yo trato de recuperar el aliento, de volver a pensar, pero soy incapaz.

He estado con muchas mujeres, me he peleado más de un centenar de veces y, sin embargo, esto es con diferencia lo más duro y desgarradoramente íntimo que he hecho en todos los días de mi maldita vida.

—Cuando tenía ocho años, mi mamá se largó. Mi papá nunca lo superó y por eso me dejó con mis abuelos, para poder emborracharse todos los días sin que un hijo que echaba de menos a su mamá lo molestase.

Brittany traga saliva, una lágrima escapa por su mejilla y todas las emociones, la jodida presión sobre mis costillas, vuelve.

—Me tatué su nombre para recordar siempre cuánto daño puede hacerte una persona si la dejas entrar en tu vida... aunque lo cierto es que ya no lo sé. Desde que te conozco, todo sobre lo que creía estar segura se está esfumando. Ayer me fui de tu departamento porque necesitaba pensar. Acababas de contarme lo mal que lo habías pasado y cuánto habías luchado, y fue como si me mandaran de nuevo de una patada a Portland. A los billares, a mi infancia, a ver a mi papá tambalearse borracho hasta acabar en el suelo de un bar, a llorar llamando a mi mamá hasta quedarme dormido. A sentirme sola. A sentirme enfadada. A sentirme llena de rabia, siempre.

—Lo siento—murmura.

Todo lo que me hace sentir me sacude.

—Lo sé—replico sin asomo de dudas.

—Pero no entiendo por qué quieres que dejemos de vernos. ¿Es por mí, porque te mentí?

Es la chica más dulce de todo el jodido universo.

Ha sufrido, lo ha pasado demasiado mal y no ha dejado de luchar nunca.

No se merece esto.

—No—niego, y una efímera sonrisa que no me llega a los ojos se apodera de mis labios—Es por mí, Niña Buena.

—¿Por qué?—pregunta incapaz de entenderlo, desesperada por no poder hacerlo.

Suspiro frustrada.

Todo esto es demasiado duro, joder.

—Porque, si me dejan entrar en sus vidas y acabo jodiéndola, no me lo perdonaría, nunca. No te haces una idea de cuánto vales para mí por haber elegido quedarte con tu hijo en vez de huir.

—¿Por qué? —repite de nuevo con la voz entrecortada.

De pronto recuerdo la mañana en la que desperté y mi mamá ya no estaba.

Hacía mucho frío. La busqué por toda la casa y acabé yendo al trabajo de mi papá en pijama y calcetines.

Cuando le conté lo que había pasado, me cogió en brazos, me montó en el coche y me llevó de vuelta a casa. Me mandó a mi habitación y él se sentó en el borde del sofá con la mirada perdida al frente.

Aquel día no comí nada y me pasé ocho horas sentada en las escaleras con los mismos calcetines mojados viendo beber y llorar a mi papá.

Trago saliva.

La respuesta está demasiado clara.

—Porque nadie me eligió a mí—la rabia vuelve, la tristeza también, y el dolor se hace aún más frío y cortante.

Brittany me mantiene la mirada con los ojos llenos de lágrimas, que comienzan a bañar sus mejillas.

—Yo te elijo a ti. Biff y yo te elegimos a ti—sus palabras suenan en un murmullo, pero están llenas de seguridad.

Yo la miro sin poder reaccionar, aún en guardia, tenso.

—Así que, ¿qué vas a hacer, López?

No sé qué siento por ella, joder, pero ahora mismo pesa tanto que casi no puedo respirar.

—Britt—rujo.

Atravieso la distancia que nos separa, tomo su preciosa cara entre mis manos y la beso con fuerza. Ella me recibe encantada, luchando por las dos, trayéndome de vuelta.

Cuando creí que la había perdido fue sencillamente insoportable.

No voy a rendirme.

Me da igual que lo que tengamos dure un segundo o toda la vida, pienso luchar por ella, siempre.

La sangre recorre mi cuerpo de prisa y me martillea en los oídos. Me separo unos centímetros y dejo caer mi frente sobre la suya.

—No sé cómo va a salir esto—le digo poniendo en palabras lo único en lo que puedo pensar—, Pero, vaya bien o mal, voy a cuidar de ti, Britt, de las dos—la beso de nuevo y ella sonríe contra mis labios.

Ninguna de las dos tiene ni idea de cómo ni cuándo terminará esta historia, pero también sé que ninguna de las dos quiere estar en ningún otro lugar.





Salgo del Jaguar y entro en el edificio con una sonrisa de oreja a oreja.

Tengo que solucionar algunos asuntos con Quinn y Kitty en la oficina. Quería quedarme con Brittany, en realidad quería llevármela a mi piso y follar como locas hasta olvidarnos de si es de día o de noche, invierno o verano, pero, con una sonrisa nerviosa y un «sí, por favor, secuéstrame» suplicante en la mirada, me ha dicho que debía regresar a su departamento.

Quiere hablar con Biff y explicarle que estamos saliendo.

No puedo creerme que tenga un hijo.

Cuando lo vi en la puerta de su casa, creí que me estaban gastando algún tipo de broma, pero en mitad de aquel silencio sepulcral mientras preparaba el desayuno, me di cuenta de que muchas cosas encajaban: el que fuera tan increíblemente responsable, todas las veces que prefería quedarse en casa en lugar de salir a tomar algo después del trabajo como cualquier persona de su edad, Griffin... Y de pronto comprendí que no podía culparla por no habérmelo contado.

Si hace un par de meses me hubiesen preguntado si acabaría enredada con una chica con una hijo, habría dicho que no; habría dicho que no a acabar enredada con una chica en general.

Las complicaciones, sean las que sean, no son una opción.

Sin embargo, si la pregunta hubiese incluido a Brittany, habría tenido que responder que sí.

Desde que la vi por primera vez, no he podido dejar de pensar en ella ni un solo segundo.


Las puertas del ascensor se abren.

Alzo la cabeza y voy a dar el primer paso para salir del elevador, pero una Sugar boquiabierta al otro lado me lo impide.

—Sugar—la llamo, conteniéndome por no reír—Sugar—repito.

Ella balbucea algo parecido a un «buenas tardes, señorita López » y se echa a un lado para dejarme salir.

Me dirijo a nuestras oficinas.

Mi recepcionista camina a mi lado, tratando de mantener mi paso y buscar información en la tablet y las carpetas que tiene entre las manos al mismo tiempo.

—Emma me pidió que tuviese listo los archivos de Finn Hudson para usted.

—Mándalos por mensajero al edificio Pisano y asegúrate de que se los entreguen en mano a Noah Puckerman. Después llámalo y coordina con él la próxima reunión sobre los terrenos de Astoria.

Ella asiente.

—También tengo toda la documentación impresa y rellena para entregarla en la Oficina del ejercicio bursátil.

—Perfecto. Llama a Will Schuester, utiliza la firma electrónica de Wilde, López y Fabray y entrégala telemáticamente.

Sugar suspira, pero asiente de nuevo.

—También tengo listas las tarjetas de memoria, señorita López.

—Llévaselas a la secretaria de la señorita Wilde. Querrá revisarlas antes de la reunión.

Pasamos por delante de la oficina de Charlie Figgins y Tina está sola.

No hay rastro de Dani.

Me fijo un poco más en su mesa.

Parece que no ha venido en todo el día o que ya se ha marchado. En cualquier caso, me parece muy extraño.

—¿Dani ha venido hoy a trabajar?—pregunto deteniéndome en mitad del pasillo.

Sugar se para, me observa confusa, lleva la vista al escritorio vacío de Dani y después vuelve a mirarme a mí.

—No—responde—Creo que está enferma.

Tuerzo el gesto.

No, no está enferma.


—Sugar, tengo que salir. Empieza por lo que te he pedido y llámame cuando lo tengas todo solucionado.

Ella asiente y me mira con cara de susto.

—Mensajero. Noah Puckerman. Will Schuester. Y la señorita Wilde—digo mirándola a los ojos y guiñándole uno al final, sólo para torturarla un poco.

Sugar tarda un segundo más, pero finalmente sale de su ensoñación y asiente.

La observo hasta que desaparece en nuestras oficinas y giro sobre mis pasos de vuelta a los ascensores.

Quiero asegurarme de que está bien.

Sé que Brittany lo comprendería.



Llamo a la puerta y espero paciente a que me abra.

Dani no tarda en aparecer al otro lado, en pijama, con el mando a distancia en una mano y una caja de pañuelos de papel en la otra.

—Santana—murmura sorprendida—No... no te esperaba—de un paso, deja el mando y los pañuelos sobre el mueble de su recibidor y se alisa nerviosa la parte de arriba del pijama.

—Quería saber cómo estabas—le digo estudiándola con la mirada.

—Estoy bien—se apresura a responder—No he ido a la oficina porque estaba muy cansada. Nada importante —añade.

—Por qué estoy aquí. Nosotras… nosotras hace unas semanas hicimos algo…

—El tratamiento para tener un bebé—me corta y termina por mi.

—Sí, crees…¿crees que tenga que ver con eso?

—No, tranquila. Me hice un test de embarazo y dio negativo y no presento ningún síntoma. La mamá de una amiga esta resfriada y creo que me contagie, pero has sido muy amable al venir, pero no hacía falta... de verdad.

La observo y una sonrisa llena de ternura se escapa de mis labios.

No hace falta ser un genio para darse cuenta de que ha estado llorando.

No quiero a Dani, pero me importa.

No quiero que sufra.

—¿Un café? —pregunto.

—Claro—contesta echándose a un lado de la puerta.

Con el primer paso, una sensación demasiado familiar me sacude y hace que me sienta incómoda y automáticamente pienso en Brittany.

Sólo lo haces para asegurarte de que está bien, López.

Me humedezco el labio inferior y me concentro en esa idea.

La sigo hasta la cocina y ella se dirige hacia uno de los armaritos y saca dos tazas. Yo me siento en uno de los taburetes.

—Entonces, ¿estás bien?

Dani se gira, me mira con sus ojos heterocromáticos y asiente con una sonrisa.

—No quería preocuparte—contesta.

Niego con la cabeza.

—La que no tiene que preocuparse eres tú—replico—Que ya no nos acostemos no significa que no me importes. Quisimos dar un paso muy grande, que no habláramos de ello y no lo hagamos y que lo intentáramos cuando ambos estábamos frágiles, no borra que no paso.

Ella se queda observándome unos segundos y finalmente cabecea, a la vez que una sincera sonrisa se apodera de sus labios.

—¿Sabes?—empieza a decir, como si ya no pudiese contener más sus palabras—No sé si siempre has sido así y yo no había sido capaz de verlo o es que realmente has cambiado, Santana López.

—¿A mejor o a peor?—bromeo como mecanismo de defensa.

Soy consciente de que he cambiado, pero ni siquiera yo sé cómo ha pasado.

—A mejor—sentencia con una seguridad aplastante—Sin duda alguna, antes ni siquiera hubieras tocado el tema del tratamiento, en cambio ahora sí, sin importar que te allá dicho antes que no funciono. Eso habla muy bien de ti.

Sonrío.

Brittany.

Ahora mismo no puedo pensar en otra cosa.

Si alguien me ha hecho ser una persona mejor, ha sido ella.

—Bueno, cambiemos de tema—comento veloz—Cuéntame algo de ti.

—¿A estas alturas quieres conocerme mejor?—pregunta socarrona.

Mi sonrisa se ensancha, pero al mismo tiempo se hace más triste.

Supongo que no le falta razón.

—Sé que es un poco estúpido, pero creo que al menos te debo eso.

Dani se queda otra vez en silencio y vuelve a asentir con una sonrisa.

—¿Qué quieres saber? —inquiere.

—Empecemos por algo fácil.

Llaman a la puerta y Dani mira hacia el rellano y a continuación se gira hacia mí.

—Estoy preparada—responde burlona, echando a andar hacia la puerta.

Yo lo pienso un segundo.

Vamos a por los clásicos.

—¿De dónde eres?

—Ésa es muy sencilla—se queja abriendo la puerta—Soy de Saint Lake City.




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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Mar Abr 04, 2017 11:28 pm

holap morra,...

ammmmmmm lo mas importante se arreglo!!!
no ahí mas secretos visibles por ahora!!!
lo que me preocupa es el daño colateral que quedo bollando (dany)!!! espero que no las afecte y se joda todo!!! de nuevo!!

nos vemos!!!
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Mensaje por JVM Miér Abr 05, 2017 12:26 am

Por fin dieron el gran paso....
Quien habrá tocado a la puerta?????? Sera Britt .... Ay haber como termina todo cuando sepan que se conocen todas jajaja
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Mensaje por micky morales Miér Abr 05, 2017 12:56 am

Lo que faltaba, Dani es la amiga de Britt, y ahora?????
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Mensaje por 23l1 Miér Abr 05, 2017 1:26 am

3:) escribió:holap morra,...

ammmmmmm lo mas importante se arreglo!!!
no ahí mas secretos visibles por ahora!!!
lo que me preocupa es el daño colateral que quedo bollando (dany)!!! espero que no las afecte y se joda todo!!! de nuevo!!

nos vemos!!!



Hola lu, si! vamos bn ai! XFIN! jajaajajajaj. SI!!!! ya era hora! jajaajajaj. Uyy esk iban tan rebn! pero ni lo digas q pasa! Saludos =D





JVM escribió:Por fin dieron el gran paso....
Quien habrá tocado a la puerta?????? Sera Britt .... Ay haber como termina todo cuando sepan que se conocen todas jajaja




Hola, si! ya era hora la vrdd jajaajajjaj. =O la vrdd espero y en estos momentos no xD =O no creo q termine del todo bn XD Saludos =D






micky morales escribió:Lo que faltaba, Dani es la amiga de Britt, y ahora?????




Hola, si =/ nose..., pero aquí dejo el siguiente cap para saber. Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Cap 17

Mensaje por 23l1 Miér Abr 05, 2017 1:28 am

Capitulo 17



Brittany


Llamo nerviosa, impaciente.

Estoy deseando verla y contarle lo que ha pasado con Santana.

Si nosotras hemos podido arreglarlo, quizá ella también pueda hacerlo con esa chica que le gusta tanto.

Llamo de nuevo y doy algún que otro saltito delante de la puerta.

Estoy feliz.

—Hola, Saint Lake—la saludo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Hola —responde.

Inmediatamente me doy cuenta de que ella también parece contenta.

¿Qué está pasando aquí?

—Está aquí—susurra mordiéndose el labio inferior.

No necesita decir más.

Sé a quién se refiere y mi sonrisa se ensancha todavía más.

—Me alegro mucho —respondo.

Es la mejor noticia que podía darme.

De pronto cambia de expresión, como si hubiese caído en la cuenta de algo, y me observa, estudiándome.

—¿Tú estás bien? —pregunta.

Asiento sin dejar de sonreír.

—¡Es genial!—replica entusiasmada—Pasa y cuéntamelo todo—dice echándose a un lado para darme espacio para entrar.

—No quiero molestar. Tendrán muchas cosas que hablar.

Ella niega con la cabeza.

—Puede esperar. Antes quiero detalles de la Guapísima Gilipollas.

Yo sonrío y la sigo camino de su cocina.

—Además —añade—, Así podrás conocer a...

—Santana—musito mientras ella lo dice.

Mi voz, apenas un murmuro, le hace levantar la mirada y atrapar por completo la mía. Sus ojos oscuros en seguida se llenan de confusión, sorpresa y también de un miedo sordo y cortante.

—Britt—susurra tan perdida como lo estoy yo ahora mismo.

¿Qué hace aquí?

Quiero entenderlo, atar cabos, sacar conclusiones, pero no puedo.

Mi mente sencillamente ha entrado en shock.

—Santana—la llama Dani para presentarnos, completamente ajena a todo—, Ella es Nueva York, quiero decir, Brittany—rectifica rápidamente con una sonrisa a la vez que me señala—, Una de mis mejores amigas, yo diría que casi una hermana. Brittany, ella es Santana López.

Ninguna de las dos dice nada y el departamento, en cuestión de segundos, se llena de un tenso, tensísimo silencio.

Recuerdo las palabras de Dani.

Recuerdo todas las conversaciones de las últimas semanas.

Dani y la chica misteriosa se acostaban juntas.

Dani está enamorada de esa chica misteriosa.

Dani se sometió a un tratamiento para quedar embarazada de la chica, que no funcionara no quiere decir que no lo deseaban.

Esa chica está aquí en su casa, ¿para arreglarlo?

¿Para volver a acostarse con ella?

¿Para volver a intentar tener bebés?

Cabeceo.

Una losa de cien kilos se dibuja en mi estómago y lo empuja hacia abajo.

—Tengo que irme—balbuceo y, antes de que ninguna de las dos pueda decir nada, me encamino con el paso acelerado hacia la puerta.

Aún no he alcanzado los primeros escalones cuando oigo un ruido seco, el de un taburete cayendo al suelo, y pasos acelerados a mi espalda.

—¡Britt!—grita Santana—¡Espera!

Pero no me detengo.

No puedo.

¡No quiero!

¿Qué hacía en su departamento?

¿Cuánto tiempo ha estado acostándose con las dos?

¿Por qué, entre todas las chicas de Nueva York, tuvo que elegir a Dani?

Aunque probablemente la pregunta más acertada sea por qué tuvo que elegirme a mí.

Cuando nos conocimos, ellas ya se acostaban.

Pongo los pies en la 93 Nevada y siento náuseas.

—¡Brittany!

—¡Déjame en paz!

—Maldita sea, escúchame.

Santana me sujeta del brazo y me obliga a girarme. Yo la empujo, zafándome de su agarre, y doy un paso atrás.

No pienso permitir que me toque.

Eso se acabó.

—Britt, no es lo que piensas—empieza a decir tratando de que su voz suene serena, como si yo fuese un cervatillo al que hay que sacar de un cepo—Sólo quería saber si estaba bien. Hoy no ha ido a trabajar y estaba preocupada.

—¡Deberías!—estallo—Está hecha polvo por tu culpa. Le has destrozado el corazón y ¿sabes cómo lo sé?—pregunto con la voz llena de lágrimas—, Porque es mi mejor amiga, Santana.

—No lo sabía—se apresura a replicar—Dani y yo nunca hemos hablado. Nosotras sólo...

Se frena a sí misma y yo sonrío fugazmente, llena de tristeza e ironía.

—Ustedes sólo follan ¿no?—termino la frase por ella, cansada de que al final siempre volvamos al mismo punto de partida—Es lo que haces con todas las mujeres.

—Contigo, no—me advierte, con la voz amenazadoramente suave.

—Pero, con mi mejor amiga, sí—sentencio demasiado dolida—Con la que un momento de debilidad o tristeza intentaron tener un bebé. Te das cuenta que si ese tratamiento hace unas semanas hubiera dado positivo estarían esperando un bebé, un bebé con mi mejor amiga.

—Britt, ya te conté esa historia, sabes cómo pasaron las cosas… Ambas estábamos pasando por un mal momento… creímos que. Britt, por algo no funciono el tratamiento.

—Es mi mejor amiga.

Me llevo las manos a la cabeza, exasperada.

¿Qué pretende que piense, que diga, que haga?

Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, pero no son de tristeza, sino de pura rabia.

Puede que no lo supiera, pero la situación en la que nos ha puesto es la misma.

No puedo dejar que le hago daño a Dani.

Ella me ha ayudado, ha cuidado de mí, de Biff, y ahora está sufriendo y en parte es culpa mía.

—Nunca estuve con las dos—afirma, y tengo la sensación de que necesita que lo crea—Te lo dije. La última vez que estuve con otra mujer fue el día que nos conocimos.

—No digas «otra mujer» como si así, de repente, el problema dejara de existir—me quejo—Es una chica maravillosa. ¿Te has preocupado en conocerla? Es buena, generosa, divertida y una amiga increíble. ¿Te has molestado en tratar de saber siquiera su apellido antes de bajarle las bragas?—inquiero con rabia.

—Brittany—me reprende.

—Brittany, ¿qué? Yo confiaba en ti.

—Y puedes seguir haciéndolo—prácticamente grita—No sabía que era tu mejor amiga. Es una putada, lo sé, pero no dejes que eso cambie las cosas. ¿Ya has olvidado todo lo que hablamos esta mañana?

—No—murmuro.

—¿Entonces? —pregunta acelerada.

No contesto.

Sencillamente no puedo.

Recuerdo cada palabra que dijimos esta mañana, pero también recuerdo cómo llegó Dani a mi departamento anoche, como nos abrazamos en mi baño.

Ella, Mercedes, Adele, el señor Figgins, Sam y Biff son la única familia que me queda.

Son todo lo que tengo.

—No puedo—murmuro.

Toda esta situación me está superando.

—Ven conmigo, Britt.

Me lo pide dejando que su voz suene indomable, que todos los sentimientos se instalen en ella, que se llene de rabia, de dolor, de la desesperación y el deseo hambriento que sentimos la una por la otra.

Niego con la cabeza mientras siento cómo mi corazón va partiéndose en pedazos.

Ya perdí a mi familia una vez por confiar en alguien.

No puedo cometer el mismo error.

Ahora arrastraría a Biff conmigo y no puedo consentirlo.

Dani, Mercedes... ninguno de ellos se lo merece.

—No puedo.

—Yo no soy Griffin—sentencia con ira, con la voz aún más grave, haciéndose eco de lo único en lo que puedo pensar.

Yo la observo un segundo y me seco las lágrimas con el reverso de la mano.

—Es cierto. Tú puedes hacerme todavía más daño—claudico.

Santana frunce el ceño, tratando de comprender mis palabras.

Yo respiro hondo.

Estoy cansada.

Prácticamente desde que la conocí, he luchado contra todo lo que siento por ella y ahora ya no podré tenerla, nunca.

—Estoy enamorada de ti—confieso encogiéndome de hombros.

Sé que no es lo que ella quiere oír, pero yo necesitaba decirlo aunque sólo fuera una vez, decirle que la quiero, que nunca me sentiré con otra persona como me siento con ella, que me ha hecho feliz.

Santana exhala con fuerza todo el aire de sus pulmones sin levantar sus ojos negros de mí.

Mis palabras nos han sacudido a las dos por igual.

—Lo siento—murmuro con la voz entrecortada—Al final parece que las dos teníamos razón, esto nunca habría salido bien.

Santana me mira y asiente.

La tensión de su cuerpo desaparece o por lo menos se trasforma.

Se ha rendido.

Va a dejar que me marche y nada en mi vida me había dolido tanto.

—Me puedo haber acostado con mil malditas mujeres, pero jamás me he sentido con ninguna de ellas como me he sentido tocándote a ti un solo segundo, aunque tú ni siquiera me tocases a mí.

Sus palabras me atraviesan por dentro.

Aprieto los labios, conteniendo una nueva oleada de llanto todavía más desesperado.

¿Por qué todo ha tenido que acabar así?

¿Por qué tengo que despedirme de ella?

¿Por qué el amor no puede ser suficiente?

Necesito que sea suficiente.

Necesito que todo sea más fácil.

¿Por qué tengo que volver a elegir?

Doy un paso hacia ella, pero Santana, manteniéndome la mirada, gira sobre sus pasos y desaparece calle arriba.

Rompo a llorar en silencio.

La he perdido.

Se acabó.

—Britt.

Hasta que no oigo su voz, no me doy cuenta de que Dani está en la entrada de su edificio.

Tiene los ojos rojos y llenos de lágrimas.

Es obvio que ha presenciado toda la conversación.

—Lo siento muchísimo—murmuro manteniéndole la mirada.

Necesito que lo sepa y, sobre todo, necesito que me crea.

—Yo también lo siento.

Trato de no llorar, pero soy incapaz.

Ya no habrá más charlas sobre cualquier cosa, ya no habrá más sonrisas, más besos.

—Britt—me llama Dani de nuevo, echando a andar hacia mí.

—Adiós, Dani—la freno en un murmuro lleno de lágrimas y, con el paso acelerado, me dirijo a mi edificio.


En cuanto la puerta de mi departamento se cierra, me dejo caer contra la madera y comienzo a llorar desconsolada.

No puedo más.

En ese preciso instante llaman y el corazón me da un vuelco.

Una parte de mí ha vuelto a ilusionarse de golpe pensando en la posibilidad de que sea Santana.

La otra apunta que, aunque sea ella, nada ha cambiado y tendríamos que separarnos otra vez.

Y ninguna de las dos puede parar de llorar.

—Vamos, Britt, abre. Soy yo, Mercedes.

Me separo inmediatamente de la puerta y me seco las lágrimas con el reverso de las manos a la vez que me obligo a respirar hondo.

—¿Biff está contigo?—pregunto esforzándome en dejar de parecer la chica más triste del mundo.

No quiero que me vea así.

—No, se ha quedado en casa de mi mamá. Dani me ha llamado. ¿Qué ha pasado?

Abro y su expresión lo dice todo.

Yo no quiero preocuparla más, pero, aunque lucho con todas mis fuerzas, no tardo más de diez segundos en volver a soltar un puchero y empezar a sollozar como una idiota.

La chica más triste del mundo ha vuelto.

—¿Qué ha pasado?—repite Mercedes.

Cabeceo y me adentro en mi salón, ella cierra la puerta y me sigue.

—Han ocurrido muchas cosas—me sincero.

Ni siquiera me veo capaz de contarle toda la historia.

—¿Estás así por la empresa?

—No.

—¿Por Sam?

—No.

—¿Por Griffin?—inquiere por tercera vez, con algo de incredulidad.

—Me he acostado con Santana—estallo.

—¿Qué?

Me mira increíblemente sorprendida y yo enarco las cejas.

—Bueno—añade rápidamente—, Pero eso no tiene por qué ser malo.

—Nos seguimos acostando—replico—, Muchas veces, y me he enamorado de ella. Ayer descubrió que tengo un hijo y hoy habíamos decidido intentarlo... hasta que la he encontrado en casa de Dani porque ella es la chica misteriosa con la que se veía—comienzo a sollozar de nuevo—Y le he dicho que no podíamos seguir juntas, y me ha pedido que me marche con ella, pero yo no puedo... no puedo, Mercedes. Y la quiero y acabo de echarla de mi vida y sólo quiero que vuelva—rompo a llorar definitivamente.

No puedo más.

Mercedes camina hasta mí y me abraza con fuerza.

Su cara de sorpresa absoluta ha ido cambiando hasta parecer tan triste como Dani y como yo.

Estoy a punto de preguntarle si ella también se ha acostado con Santana.

—Tranquila, pequeña—trata de calmarme.

—Deberías ir con Dani—le pido, separándome—Por favor, ve con ella.

Mercedes me chista, camina hasta mi nevera, saca dos cervezas y me tiende una.

—Dani viene para acá, porque las dos necesitan a sus dos mejores amigas.

Por supuesto que la necesito, pero no estoy segura de que yo sea su persona favorita ahora mismo.

—A lo mejor no quiere verme—planteo entre sollozos, apretando con fuerza la cerveza aún cerrada.

—¿Tú quieres verla a ella?

—Claro que sí—respondo sin asomo de dudas.

Subí a casa porque era incapaz de respirar, porque necesitaba huir y ni siquiera sabía dónde hacerlo.

Mercedes sonríe.

—Bueno ya tienes tu respuesta—sentencia.


Dani no tarda en llegar.

Ya no la llamo Saint Lake City.

Creo que, si hubiese pronunciado alguna vez su nombre delante de Santana, nos habríamos evitado muchos problemas o quizá las dos estaríamos llorando, como ahora.

Entre balbuceos, le explico todo lo que ya sabe: que yo no sabía que ella se veía con Santana y que he roto con ella porque la quiero pero no puedo perder a mi familia otra vez.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro.

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Mensaje por monica.santander Miér Abr 05, 2017 1:58 am

Lo malo de todo esto es que como en su infancia no volvieron a elegir a Santana!1
Saludos
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Mensaje por 3:) Miér Abr 05, 2017 8:50 am

Holap morra...

era demasiado fuerte el daño... O eso lo que piensa britt!!!
Espero que no se llegue a arepentir después de no haber elegido a san!!

Nos vemos!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Miér Abr 05, 2017 9:16 am

Que injusto pq en verdad san parece querer a britt y si dani es buena amiga deberia apartarse!!!!!
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Mensaje por JVM Miér Abr 05, 2017 1:10 pm

Es complicado porque para Britt es una especie de repetir na historia y dejar todo por una persona además de que Daño esta en el camino y San no entiendo porque dejo ir así a Britt al oír que la amaba con mas razón hubiera luchado para que siguieran juntas. Obviamente Britt debe asimilar bien todo lo de Dani y entender que es pasado para la morena. Y Dani pues sabe que las brittana se aman así que no creo que interponga o eso espero..
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Mensaje por 23l1 Miér Abr 05, 2017 10:07 pm

monica.santander escribió:Lo malo de todo esto es que como en su infancia no volvieron a elegir a Santana!1
Saludos




Hola, y eso es tan triste la vrdd =/ me pongo en las dos posturas, pero ahora, voy por la morena =/ Saludos =D






3:) escribió:Holap morra...

era demasiado fuerte el daño... O eso lo que piensa britt!!!
Espero que no se llegue a arepentir después de no haber elegido a san!!

Nos vemos!



Hola lu, no si q lo es, pero no fue con intensión o conciencia =/ Espero lo mismo la vrdd... o q se retracte ahora ya! =/ Saludos =D





micky morales escribió:Que injusto pq en verdad san parece querer a britt y si dani es buena amiga deberia apartarse!!!!!



Hola, esk es difícil la posición de britt xq tu amiga y tu estan enamoradas de la misma persona sin q ninguan de las tres lo sepa =/ aiii difícil!!! Saludos =D





JVM escribió:Es complicado porque para Britt es una especie de repetir na historia y dejar todo por una persona además de que Daño esta en el camino y San no entiendo porque dejo ir así a Britt al oír que la amaba con mas razón hubiera luchado para que siguieran juntas. Obviamente Britt debe asimilar bien todo lo de Dani y entender que es pasado para la morena. Y Dani pues sabe que las brittana se aman así que no creo que interponga o eso espero..




Hola, si, digo lo mismo, es una situación difícil para las tres, no es cosa de llegar y decir o decidir =/ Pero espero lo mismo tmbn =/ osea son las brittana, como no estar juntas¿? Saludos =D




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Finalizado FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Cap 18

Mensaje por 23l1 Miér Abr 05, 2017 10:10 pm

Capitulo 18



Santana


Lo único que recuerdo de la noche anterior son golpes, el sabor metálico de la sangre en mi boca y los ojos de Brittany mientras me decía que se había enamorado de mí.

Me llevo el botellín a los labios.

El sol pretende entrar por los ventanales, pero choca con las cortinas de diseño.

Todo está en penumbra.

Hoy es la primera mañana desde que fundamos la empresa que no he ido a trabajar.

Da igual en la cama de qué chica me despertase o cuántas hubiese en la mía, incluso aunque hubiese acabado en comisaría, me daba una ducha y me iba al trabajo.

Hoy me parecía una pérdida de tiempo.

Es cómico cómo tu vida puede cambiar del blanco al negro en un jodido segundo.

Doy otro trago.

Me duelen las costillas cada vez que respiro, pero no me permito hacer el más mínimo gesto.

La he jodido.

Yo le pedí que confiara en mí veinticuatro horas después de haberme acostado con su mejor amiga.

Por eso no puedes dejar entrar a nadie en tu vida.

Ahora he aprendido una lección que creía tener clarísima.

No se trata de que puedan hacerte daño. Se trata de que, cuando pones todo lo que eres en manos de otro, pierdes el control y ni tú ni esa persona tienen la más mínima idea de cuándo las dos acabaran dándose de bruces contra el suelo, jodidos hasta quedar hechos polvo.

Me recuerdo a mí misma diciendo que era una casualidad que vivieran en la misma calle, y lo inconsciente que fui al no atar cabos cuando Brittany me dijo que una de sus mejores amigas vivía en el edificio contiguo al suyo.

¿Cómo iba siquiera a imaginármelo?

Llaman a la puerta.

No me muevo del sofá.

Apoyo la cerveza contra mis vaqueros y pierdo la mirada en el botellín.

Ayer Brittany era la chica más triste que he visto en todos los días de mi vida, por eso me marché. Ella no se merece sufrir y yo necesito protegerla, saber que está a salvo del maldito mundo.

Llaman más fuerte.

Doy otro trago y aprieto los dientes. Siento cada golpe. Siento cada lágrima que resbaló por su mejilla.

—Abre, Santana—oigo la voz de Kitty al otro lado, pero no contesto—Si crees que hay una versión de esto en la que me doy media vuelta y me largo sin haberte visto la cara, estás muy equivocada.

Sigo en silencio.

Por mí puede quedarse ahí todo el condenado día.

—Abre, joder—contraataca—He hablado con Brittany.

Miro hacia la puerta y me levanto de un salto.

¿Cuándo la ha visto?

¿Está bien?

¿Necesita algo?

Ahora mismo no puedo pensar en otra cosa.

—¿Qué te ha dicho?—pregunto arisca en cuanto abro.

—Pero ¿qué coño...?—se queja al verme la ceja rota y el labio partido.

—No es tu puto problema—replico—¿Brittany está bien?—inquiero igual de malhumorada, pero aún más acelerada.

Mi amiga me ignora estoicamente y entra.

—Kitty, joder—rujo.

—No he hablado con ella—confiesa deteniéndose en el centro de mi salón y mirándome sin ningún remordimiento—Sólo lo he dicho para que me dejaras pasar.

Yo mascullo un juramento ininteligible entre dientes y paso a su lado con cara de pocos amigas.

—Lárgate.

—De eso nada—me desafía—Vas a contarme qué pasó ayer.

—¿No tienes nada que hacer con Marley?—protesto arisca—¿No tienen que ir a follar como locas o ver si pueden tener un montos de hijos?

Todas las cosas que yo ya no podré hacer con Brittany porque soy una maldita gilipollas.

Analizo mis propios pensamientos y cabeceo frustrada y enfadada a la vez que me dejo caer en el sofá.

Hijos, jamás me había planteado tenerlos hasta hace cinco putos segundos.

—¿Y tú?—replica fría—¿No deberías estar haciendo eso mismo con Brittany?

—Vete a la mierda.

—Y tú crece de una puta vez—me espeta sin ninguna amabilidad—Ya no tienes diecisiete años. ¿Qué crees que ganas partiéndote la cara en un bar?

—Déjame en paz, Kitty—mascullo levantándome y echando a andar sin ningún rumbo concreto.

Sólo quiero alejarme de ella.

—No, explícamelo—me sigue—, Porque estoy deseando saber qué consigues haciéndolo.

—Kitty—siseo.

No estoy de humor, joder.

—Contéstame—ruge.

—¡Dejar de pensar! ¡Dejar de darle vueltas a que lo he jodido con la única chica a la que he querido en toda mi maldita vida!

Kitty se queda muy callada, observándome, y de pronto me siento incómoda, extraña, violenta.

La quiero, joder.

Esa presión bajo mis costillas de golpe adquiere un nombre y todo mi mundo cae destrozado a mis jodidos pies.

—¿Qué ha pasado, San?—pregunta más serena, como si mi confesión hiciera más transparentes toda mi rabia y mi dolor.

—Dani es su mejor amiga—me rindo.

No quiero hablar, pero negarlo tampoco servirá de nada.

—¿Qué?

Supongo que nadie se vio venir ese golpe.

—Ayer fui a casa de Dani. Sólo quería asegurarme de que estaba bien—añado a la defensiva—Y Brittany apareció. Acabamos discutiendo en mitad de la calle. Esa misma mañana habíamos decidido intentarlo. Ella iba a hablar con su hijo.

—¿Tiene un hijo?—pregunta confusa.

—Sí, tiene diez años.

Kitty asiente y se lleva la mano a la barbilla, tratando de analizar toda la situación.

—Sé que es complicado, pero todavía puedes hablar con ella.

—No—sentencio—Ya cometí el error de pensar que podría hacer que las cosas funcionaran y ella está sufriendo. No pienso permitir que nada vuelva a hacerle daño.

Sólo quiero protegerla.

Algo en la mirada de Kitty cambia y se llena de una suave condescendencia, una cosa realmente difícil de ver en ella.

Es jodidamente fría y por eso precisamente no es condescendiente; para ella, las cosas son como son, no tiene ningún sentido llorar por lo que no puedes tener o arreglar, y mostrar compasión, por ese motivo, es una pérdida de tiempo.

—Si crees que a estas alturas tienes alguna posibilidad de mantenerte alejada de ella, es que eres más gilipollas de lo que piensas.

—Y precisamente tú me lo dices—mascullo—Tú echaste a Marley del trabajo y de tu vida porque decidiste que era lo mejor.

—¿Y crees que funcionó un solo segundo?

—Bueno a mí tendrá que funcionarme.

Tengo que conseguir que funcione.

No hay otra posibilidad.

—Santana, la quieres, y eso no tiene vuelta atrás. Puedes intentar mantenerte alejada de ella, luchar, pero va a ser como intentar frenar un maldito huracán con las palmas de las manos. Sobre todo cuando habría que ser muy estúpida para no darse cuenta de que ella también está enamorada de ti.

Esas seis últimas palabras me sacuden y automáticamente recuerdo a Brittany pronunciándolas en mitad de la calle llena de nieve, mirándome a los ojos y encogiéndose de hombros, como si escucharla decir justamente eso me molestase.

Estaba jodidamente equivocada.

—Me voy a Portland en el primer vuelo—digo fingiendo que no la he oído, que hacerlo no me ha dolido como me han dolido pocas cosas en mi vida—Tendrán que ocuparse de Figgins Media.

Con la última frase echo a andar hacia mi habitación. Kitty me llama, pero no me detengo, ni siquiera contesto.

Está todo decidido.


Un par de minutos después, la oigo hablar con su secretaria para que me reserve un billete en primera para el primer vuelo disponible.

Ella también lo tiene claro.



Poco después de seis horas, llego al Aeropuerto Internacional de Portland.

Sólo estaré aquí unos días, pero es la mejor decisión que podía tomar.

Si veo a Brittany, querré tocarla, besarla, estar con ella, y tengo demasiado claro cómo acabaría esa situación.

Me monto en un taxi y, mientras espero a que el conductor se incorpore al tráfico, una mezcla de nostalgia y todo tipo de recuerdos van apoderándose de mí.

Con mis abuelos y mi tía Bree fui feliz.

Los billares y las peleas fueron por culpa de mi papá. Me lo habría puesto infinitamente más fácil si hubiese decidido desaparecer del todo, como hizo mi mamá.

Con un simple vistazo desde la carretera interestatal 205 pueden verse las diferencias entre Portland, una de las ciudades más importantes del noroeste del país, y Portland Este, uno de los barrios más pobres.

Desde niña tienes la suerte marcada dependiendo de a qué lado de la interestatal nazcas, y no hablo sólo de ricos y pobres.

Si naces en Portland Este, tienes pocas oportunidades y las que hay, desde
luego, tienes que ganártelas a pulso.


Cuando el coche toma la calle Pine, una sonrisa algo apagada se escapa de mis labios.

Sigue exactamente igual, con las casas de paneles prefabricados y las vigas de metal pintadas en tonos marrones y un suave rojo.

Pago la carrera, me bajo y camino hasta la puerta mirando a mi alrededor, reconociendo cada árbol, cada pequeño desconchón en el muro.

—Hola—saludo al aire al entrar.

Oigo un ruido en la cocina, un par más e inmediatamente mi abuela Alma sale a mi encuentro.

Cariño—me llama emocionada, antes de abrazarme con fuerza—¿Qué tal estás? ¿Cómo ha ido el viaje? Qué bien que ya estés aquí—sentencia sin dejarme contestar ninguna pregunta.

Al separarnos, entrecierra los ojos y me observa estudiando cada centímetro de mi cara. Frunce los labios con desaprobación cuando ve las marcas de mi última pelea.

Yo trago saliva y mantengo el tipo.

Ahora mismo está decidiendo si he venido huyendo de algo o si realmente lo he hecho porque tenía ganas de verla, como le dije por teléfono cuando la llame antes de coger el vuelo.

Le hacía lo mismo a mi abuelo cuando se enteraba de que había tenido algún problema. Ella ya sabía lo que había pasado, pero quería descubrir si él estaba dispuesto a contárselo.

—¿Estás bien, cariño?

—Sí, abuelita—respondo obligándome a poner mi mejor sonrisa—, Pero echaba de menos a la mejor abuela del mundo.

—Santana López—se queja—, Sabes que tus zalamerías y esa sonrisa no funcionan conmigo.

Mi gesto se ensancha.

—Yo creo que un poco sí—respondo sin ningún remordimiento.

Ella frunce los labios, pero no tiene más remedio que echarse a reír.

—¡Tana!—me llama mi tía Bree, saliendo también de la cocina.

Nos abrazamos, pero unos pasos bajando la escalera me distraen.

—¿Jane?—pregunto incrédula—¿Cuándo has crecido tanto?

—Ya tengo diecisiete años—refunfuña.

—Cállate—protesto con una sonrisa, tirando de ella para darle un abrazo— Estás enorme.

Cuando vine a vivir con mis abuelos, tenía ocho años y mi tía Bree, siete. Seis años después, el gilipollas de Jake la dejó embarazada y tuvo una hija, Jane.

En realidad somos primas, pero para mí siempre ha sido mi hermanita mayor.

La abuela nos manda a todas a la cocina para poder seguir vigilando el asado que tiene en el horno.

Obedecemos y nos acomodamos en la mesa redonda que hay junto a una de las paredes. Yo miro el desvencijado mueble y tuerzo el gesto.

Le mando dinero a mi abuela todos los meses, y también le he repetido hasta la saciedad que puedo comprarle todo lo que necesite, incluso le regalé una casa al otro lado de la interestatal, pero no hubo manera de que la aceptara.

Es la mujer más testaruda que conozco, aunque Brittany no se queda atrás en ese sentido.

Sonrío e inmediatamente el gesto se desvanece.

Nada de dramatismos, López.

—¿Qué tal la universidad?—le pregunto a Jane con la clara intención de distraerme.

—Genial—responde entusiasmada—Es un sitio increíble.

—Hablando de eso...—interviene mi tía.

—Hablando, ¿de qué?—la interrumpo socarrona.

Sé perfectamente lo que va a decirme.

Ella aprieta los labios, tratando de contener una sonrisa.

—No tendrías que haberte hecho cargo de su préstamo universitario.

—¿Y por qué no iba a hacerlo? —replico.

—Porque es mi responsabilidad.

—También es la mía—sentencio sin asomo de dudas—Además, recordé que no le había hecho ningún regalo por su cumpleaños—le guiño un ojo a la pequeña Jane, que ya no es tan pequeña, joder, cómo ha crecido, y ella sonríe.

De pronto una idea pasa por mi cabeza y la atrapo al vuelo.

—Nada de novios o novias—le advierto—Todos los hombres son unos cabronazos y más de alguna mujer.

Tiene que concentrarse en terminar la universidad, convertirse en neurocirujana o ingeniera aeroespacial, llegar a lo más alto en un buen trabajo para Google o la NASA y entonces, aproximadamente a los cuarenta y dos años, plantearse tener un novio o una novia.

—Esa boca—me reprende mi abuela sin volverse.

—Tana —se queja Jane con una boba sonrisa.

—Oh, por Dios—me lamento. Sé perfectamente por qué una chica pone esa sonrisa—¿Cómo se llama el o la gilipollas?

Santana—vuelve a reñirme mi abuela.

La sonrisa de Jane se ensancha a la vez que me dice:

—Se llama Mason y no es ningún...—mira de reojo a la abuela, que está removiendo lo que sea que tiene en el fuego.

—Es muy rápida con la pala de madera —bromeo.

—Santana López, te he oído—protesta mi abuela.

Sonrío y vuelvo a centrarme en mi hermanita.

—¿Va a la universidad contigo? —pregunto.

—Sí. Vive en el campus, pero sus padres son de Nob Hill, cerca del Wallace City Park.

Justo lo que quería oír: un niño de familia bien de Portland que se asuste sólo con oír el barrio del que venimos.

Eso me facilita muchísimo las cosas.

Me cruzo de brazos sobre la mesa y me inclino suavemente sobre la madera.

—Dile a Mason que todavía tengo muchos amigos en Portland Este—comento con la voz amenazadoramente suave—Y todos saben dónde cavar una tumba sin que nadie haga preguntas.

—¡Santana!—se quejan mamá e hija.

Me importa bastante poco.

Sólo tiene diecisiete años y ya hay por ahí un gilipollas que quiere ponerle las manos encima.

—¿Y tú no vas a decir nada, abuela?—se queja Jane.

—No tengo nada que decir—responde con su voz serena, encogiéndose de hombros y sin girarse hacia nosotras—Conozco a todos los padres de los que él conoce. Me fio de las tumbas que cavan.

Jane la mira al borde del colapso mientras su mamá lucha por no sonreír y yo lo hago abiertamente.

—Ésa es mi chica—comento satisfecha.

Bree pone los ojos en blanco otra vez, conteniendo una sonrisa.

Jane me fulmina con la mirada y, viendo que no funciona, acaba haciéndome un mohín.

Ese simple gesto me hiela la sangre porque, de pronto, sin ni siquiera verlo venir, la recuerdo a ella.

Joder.

Me humedezco el labio inferior, me levanto y me dirijo a la nevera, luchando contra todo lo que ahora mismo me está arrasando por dentro.

Necesito saber cómo está.

Aprieto los puños, conteniéndome para no salir de aquí y llamarla.

Contrólate de una maldita vez, López.

Tanita—me llama mi abuela, sacándome de mi ensoñación—, Trae la ensalada de pollo del frigorífico. Te prepararé un sándwich. Debes de tener hambre.

Me concentro en esa idea para escapar de todo lo demás y abro la nevera. La puerta se atranca y tengo que tirar con fuerza. Recuerdo cuando mi abuelo Pedro compró este frigorífico. Yo tenía diez años. Ahora que lo pienso, todos los muebles de esta casa deben de ser más o menos de esa época.

—Mañana por la mañana podríamos ir a hacer unos recados—comento sacando el bol con la ensalada, dejándolo en la encimera y apoyándome de espaldas contra el granito al lado de la abuela.

Ella alza la cabeza, me mira perspicaz un segundo y vuelve a concentrarse en remover la comida.

—No vas a comprarme una nevera nueva, Santana López.

—En realidad, había pensado en una casa nueva—respondo socarrona.

—Tú nunca te rindes, ¿verdad? —inquiere ladeando la cabeza.

—Deberías saberlo—sonrío burlona—Tú me criaste.

Mi abuela frunce los labios y me golpea con la pala. Cuando me quejo llevándome la mano al brazo, casi al hombro, ella sonríe.

—No te quejes. Ya sabes que soy rápida —sentencia orgullosa.

Mi abuela me obliga a comerme el sándwich de pollo y, al enterarse de que no probé bocado en el avión, como ya imaginé que pasaría, me obliga a comer también un plato de arroz y frijoles y pastel de manzana con nata de postre.


Después de fregar los platos con mi tía Bree, subo a mi antigua habitación. Enciendo la tibia luz de la lámpara del escritorio y sonrío al ver que todo sigue exactamente igual que hace nueve años.

Paso los dedos por los libros de la estantería, por las revistas de música, y mi sonrisa se ensancha al ver mi viejo uniforme de porrista.

Quiero que la abuela acepte de una vez que le compre una casa en un barrio mejor y llevarse a Bree y Jane con ella, pero también entiendo por qué quiere quedarse aquí.

Esta casa está llena de buenos recuerdos, de mi abuelo.

Supongo que, si algún día consiguiese que se mudase, yo también echaría de menos este sitio.

Apoyo la espalda en el cabecero y estiro las piernas a lo largo del colchón.

Ahora mismo son las diez en Nueva York. Kitty y Quinn deben de estar a punto de salir de Figgins Media y probablemente hayan terminado ya la auditoría.

Me saco el iPhone del bolsillo de los vaqueros para llamarlas, pero, justo antes de marcar, me freno en seco.

Brittany también debe saber ya que me he marchado y he dejado el trabajo en manos de las chicas, o quizá no lo sepa porque hoy no haya ido a trabajar.

La imagino llorando sola en su departamento y todo mi cuerpo se tensa de pura rabia.

Agarro el teléfono con fuerza y, antes de que pueda pensarlo con claridad, deslizo el dedo por la pantalla y la llamo.

Me convenzo de que sólo lo hago para saber si está bien, si necesita algo.

El corazón me late con tanta fuerza que va a partirme las putas costillas.

Aprieto la mandíbula y me concentro en oír los tonos. Al tercero, descuelgan.
Todo se queda en silencio y tengo la sensación de que el maldito mundo ha dejado de girar.

—Hola.—su voz suena triste, apagada.

Debería colgar.

Debería dejarla en paz.

Vine aquí para mantenerme alejada de ella.

¿Por qué no puedo hacerlo, joder?

—Hola—respondo.

Brittany calla un segundo y coge aire al otro lado de la línea.

—Kitty me ha dicho que te has marchado a Portland.

—Sí, era lo mejor. Además, tenía algunas cosas que solucionar por aquí.

—Me cuesta trabajo imaginarte en cualquier otra ciudad que no sea Nueva York
—suelta de pronto—No es porque te haya conocido aquí, es que de verdad creo que es tu ciudad, como si la hubiesen diseñado para ti... No quiero decir que construyeran la ciudad por ti—rectifica rápidamente—, Eso es una estupidez demasiado grande incluso para mí. Me refiero a que te pega...—lo piensa un instante—Sólo la parte buena... y también la mala, pero desde una perspectiva buena, todo depende de cómo miremos cada detalle, ¿no?—se frena y resopla, y yo sonrío de verdad prácticamente por primera vez en todo el día—Me cuesta trabajo imaginarte en otra ciudad, eso es todo—concluye tratando de restarle importancia a todo lo demás—Incluso me sorprendió cuando me dijiste que estudiaste el máster ahí.

—Volví a Portland porque mi abuelo estaba enfermo. Murió unos meses después, pero me alegro de haber pasado sus últimos días con él.

—Estoy segura de que a él también le gustó tenerte cerca.


Echo la cabeza hacia atrás hasta chocarla contra la pared.

Por un momento las dos guardamos silencio. No sé si esta llamada ha sido una malísima idea o lo único capaz de hacerme respirar.

—Siempre estaba enfadada—recuerdo con una sonrisa—Sólo se lo veía contento cuando mi abuela estaba cerca. La quería como un loco.

—Me encantaría conocer a tu abuela y ver tu casa. Ver cómo fue el sitio donde creciste.

—¿Estás segura?
—replico socarrona—Es un sitio muy peligroso. Nada más llegar he tenido que amenazar a un tal Mason.

—¿Quién es Mason?
—inquiere curiosa.

—El novio de mi prima Jane. Es como mi hermana pequeña y de pronto ha cumplido diecisiete años—protesto.

Lo pienso y me pongo de mal humor.

—Probablemente antes cumpliera dieciséis y antes quince—replica, claramente riéndose de mí.

—Qué perspicaz, Pierce.

—Es que estás perdiendo facultades, López
—contesta impertinente—Te quitan los vestidos y trajes y ya no eres tan inteligente.

—¿Cómo sabes que no llevo uno puesto ahora mismo?


Estoy casi segura de que a eso de ser insolente no me gana nadie.

—Estás en Portland Este, sister—comienza a decir imitando a los pandilleros de las películas de Spike Lee, pero, antes de poder decir una frase más, rompe a reír, encantada con su propia broma.

—¿Alguna vez has visto a una latina pandillera?

—¿Es porque no aceptan mujeres en las pandillas?

—Y nos quita demasiado tiempo para beber.


Brittany rompe a reír.

El destartalado sonido atraviesa el teléfono y me calienta por dentro.

Es increíble la facilidad con la que simplemente hemos vuelto a ser ella y yo. Sé que Brittany también se ha dado cuenta, porque sus carcajadas se detienen suavemente y un cómodo y tenue silencio invade de nuevo todo el espacio entre los dos.

—Te echo de menos, Santana—murmura.

Dejo escapar todo el aire de mis pulmones despacio.

—Y yo a ti, Niña Buena—no te haces una jodida idea de cuánto—, Pero necesito saber que estás bien. Necesito saber que estás a salvo, que nada va a hacerte sufrir, que vas a ser feliz.

Brittany suspira, tratando de esconder sin ningún éxito un sollozo.

—San...

—Será mejor que intentes dormir.


Ella vuelve a suspirar.

Sé que era lo último que quería escuchar, pero las cosas son como son y ahora más que nunca tengo que ser fuerte por las dos.

—Sí, será lo mejor—repite sin ninguna convicción—Buenas noches, San.

—Buenas noches, Britt
—cuelgo.

Las ganas de meterme en una pelea aumentan hasta el jodido infinito.

Me quedo mirando el teléfono, intentando aferrarme a una maldita idea que me mantenga aquí y ahora, que me calme, pero, sin que pueda controlarlo, el recuerdo de mis manos en su piel se hace cristalino, la manera en la que mi cuerpo encajaba con el suyo.

Quiero estar con ella, quiero tenerla debajo de mí, quiero sentirla.

¡Joder!

Lanzo el smartphone con rabia contra la pared y cae al suelo desmontado. Me paso las manos por el pelo casi desesperado.

La echo de menos, maldita sea.

Echo de menos estar con ella.

Una parte de mí no para de gritarme que luche, que puedo estar con Brittany, que podemos ser felices, pero, en realidad, no podemos.

El amor no siempre es suficiente.

Las manos me arden y pienso en Brittany, en cómo me dijo que estaba enamorada de mí, en que yo también lo estoy de ella y, sin embargo, he tenido que montarme en un avión y alejarme más de cuatro mil kilómetros porque no puedo permitirme estar cerca.

Me levanto como un resorte y salgo de la habitación.

El amor no es suficiente.

El amor es un asco, joder.

Te cambia tu vida y, por mucho que luches, nunca podrás volver al punto de partida.

Bajo las escaleras, rescato mi marinero del perchero y salgo. La acera mojada resuena bajo mis pies y una suave llovizna me empapa en cuestión de segundos.

Brittany es lo único que me importa y nunca podré volver a tocarla, a verla dormir, gemir, sonreír en mi cama.

Giro las manzanas por inercia, como si mi cuerpo supiese perfectamente dónde tiene que llevarme.

Un par de minutos después, estoy delante del mugriento bar del barrio.

También sigue igual que hace nueve años y probablemente también encuentre lo mismo que encontré la última vez que estuve aquí.

Empujo la puerta.

El local está casi en penumbra; supongo que ninguno de los que están aquí tiene demasiado interés en ver la cara de los demás.

La voz de Caleb Followill cantando Wait for me se mezcla con el zumbido de una vieja televisión que retransmite un partido de los Seattle Seahawks.

Me siento en uno de los taburetes y me pido un whisky. El camarero me mira y me come con la mirada, pero no me dice nada.

Sabe de sobra quién soy.

Todos en el barrio conocían a mi abuelo Pedro. Más de trescientas personas fueron a su funeral.

Esa noche también acabé aquí.

Recordar ese día no me ayuda y la rabia se entremezcla con la que ya siento, haciéndose casi insoportable.

Un hombre me mira desde el otro lado de la barra y no le presto atención.

Si las cosas no hubiesen salido como salieron, ahora tendría a Brittany en mi departamento. Estaríamos haciendo planes. La estaría besando, acariciando...

La presión bajo las costillas vuelve, la sangre corre de prisa, todo mi cuerpo se tensa.

Al fondo, jugando al billar, hay dos tías con cara de pocos amigas.

Perfecto.

Me bebo la copa de un trago y me levanto y camino hacia ellas.

Habríamos sido una familia con Biff. Habríamos tenido más hijos.

Una niña preciosa como ella.

Cierro los puños con fuerza.

Habríamos sido felices.

Dejo de pensar.

—Santana.

Una voz demasiado familiar me llama; por un momento estoy completamente convencido de que ha sido mi abuelo. Me giro hacia el sonido y camino un par de pasos en su dirección, hacia la barra.

La tensión se recrudece.

Tendría que haber imaginado que estaría aquí.

—¿Tanto tiempo ha pasado que ya no reconoces a tu papá?—me pregunta.

Ojalá no fuese capaz de reconocerlo.

—Ponle un whisky —le pide al camarero.

—No—me adelanto mirando al hombre—No pienso tomarme nada contigo—sentencio volviendo la vista hacia mi papá.

—Por supuesto—contraataca llevándose la copa a los labios—, Es mucho mejor pelearse con esas dos.

—¿Y a ti qué coño te importa? —replico arisca.

—Eres mi hija—responde endureciendo su tono—Claro que me importa.

Yo sonrío fugazmente y, furiosa, emito un resoplido aún más breve. Ni siquiera me molesto en contestarle.

No se lo merece.

—La abuela Alma me llamó para decirme que vendrías. Pensaba ir a verte mañana.

—No te molestes—le dejo claro, distante mirando a mi alrededor.

Ya ni siquiera quiero estar aquí.

—Bueno entonces tómate esa copa conmigo—insiste.

—He dicho que no—sentencio con la voz amenazadoramente suave.

Estoy cansada de esto.

No pienso fingir que quiero pasar tiempo con él o que me alegra que él quiera hacerlo conmigo entre borrachera y borrachera.

No lo hacía con quince años y tampoco pienso hacerlo ahora.

Giro sobre mis pasos, dispuesta a marcharme.

—Parece que nos parecemos más de lo que crees, los dos seguimos necesitando tener un bar cerca—comenta consiguiendo que me detenga de nuevo—Tienes la cara hecha un puto desastre. Pensé que, desde que vivías en Nueva York, te habías convertido en una mujer de provecho.

—Y, si ha sido así, desde luego no es gracias a ti —respondo girándome.

—Hice lo que pude—replica con la mirada clavada en su vaso de bourbon.

—Joder—bufo con una sonrisa sardónica y dura en los labios—Sí, señor, a eso se le llama ser indulgente.

¿Cómo siquiera puede imaginar que hizo algo por mí?

—Hice lo que pude —repite.

No puedo más, joder.

—¿Y qué tal haberme dicho «no te preocupes, niña, todo irá bien, yo cuidaré de ti»?—estallo distante y displicente—¿Qué tal no haber dejado que la abuela Alma y el abuelo Pedro me criaran? ¿Te haces una idea de lo que significa para una niña de ocho años ver a su papá caerse una y otra vez y no levantarse nunca?—doy un paso hacia él—Yo no soy igual que tú, porque no quiero ser igual que tú. No pienso permitir que nadie entre en mi vida porque es mía, y lo único que he aprendido de ti es que, si te destrozan el corazón, ya no vales nada.

Me equivoqué al pensar que Brittany y yo podríamos ser felices.

Nunca sale bien.

—Siento que pienses así, hija.

—No te preocupes, no necesito que lo sientas.

No necesito su compasión por la mierda de papá que ha sido.

—No me has entendido—me interrumpe—Me das pena. Puede que yo me haya pasado los últimos veinticuatro años echando de menos a tu mamá y siento muchísimo si dejé de ser el papá que te merecías, pero jamás me arrepentiré de haberla querido. Acabó mal, pero alguna vez tuve algo sencillamente increíble, maravilloso, incluso un poco perfecto, y de todo eso me tocó el maldito premio gordo porque te tuve a ti. Si no dejas entrar a nadie, vas a perderte muchas cosas buenas. Es como estar muerto de frío y de pronto encontrar el calor más perfecto del mundo. Duele. Joder, duele muchísimo, pero, aunque lleve doliendo veinticuatro años, también compensa. Lo siento, siento haber dejado que tus abuelos se ocupasen de ti, no haber sido el papá que debía ser, pero, sobre todo, ahora, siento pena por ti.

Me quedo inmóvil, con la mirada clavada en él y exhalo con fuerza todo el aire de mis pulmones mientras dejo que sus palabras me sacudan, que se entremezclen con las que dijo Kitty justo antes de soltarle que me marchaba a Portland, con todo lo que siento por Brittany.

Yo no soy como él, joder, me niego a serlo, y algún día todo lo que siento por ella dejará de doler.

—Ya te lo he dicho, no lo necesito —contesto y me vuelvo de nuevo y echo a andar hacia la puerta.

—¿Cómo se llama la chica? —pregunta mi papá.

Me paro, pero no me giro.

—Brittany—respondo, y salgo del local.

Y otra vez todo mi mundo vuelve a estallar en pedazos.

No tengo ningún interés en regresar a casa, pero tampoco quiero preocupar a mi abuela cuando no llevo ni veinticuatro horas aquí.

Entro procurando no hacer ruido y me asomo al salón, donde suena la tele. La tía Bree está sentada en el sofá viendo una reposición de «Saturday Night Life» en la NBC.

Jane se ha quedado dormida con la cabeza apoyada en su regazo. Yo las observo un momento e inmediatamente mi tía repara en mi presencia.

—Hola—susurra para no despertar a Jane.

—Subo a dormir—respondo imitando su tono y señalando a mi espalda—¿La abuela está bien?

—Un poco preocupada—se sincera con una sonrisa—, Pero nada grave. La he convencido para que subiese a dormir. Le he dicho que yo te esperaría. ¿Tú estás bien?

—Sí—me apresuro a contestar.

—Mentirosa—replica sin que la sonrisa la abandone.

Le devuelvo el gesto a modo de respuesta y subo a mi cuarto.

Hoy ya he tenido suficientes charlas profundas sobre mi vida.

Tumbada en la cama, aunque es lo último que quiero, comienzo a darle vueltas a todo... a mi abuelo, a mi papá, a por qué estoy en Portland, a Brittany.

Desde que la conocí, supe que cada paso con ella sería una lucha, pero al mismo tiempo era extrañamente fácil, como si, que se convirtiera en la persona más importante de mi vida, fuera exactamente lo que tuviese que pasar.

¿Por qué tuvo que joderse todo?

¿Por qué tuve que perderla?



La luz del sol me molesta.

Me giro en la cama, pero es inútil.

No he podido dormir en toda la noche y tampoco voy a poder hacerlo ahora.

Resignada, malhumorada y un par de cosas más, me levanto y me sacudo los vaqueros con las palmas de las manos.

Ni siquiera me molesté en desvestirme para acostarme.

Lo mejor será que salga a correr.

Necesito despejar la mente.

Con la siguiente pisada, mi pie tropieza con una pieza de plástico. Bajo la mirada y tuerzo el gesto al ver mi smartphone por piezas en el suelo. Las recojo, me siento en el borde de la cama y, paciente, vuelvo a montarlo. Pulso el único botón del teléfono y, tras unos segundos, el móvil se ilumina.

Tan pronto como se carga, el icono de emails vibra.

Es un correo de Kitty.



De: Kitty Wilde
Enviado: 16/02/2016 19.26
Para: Santana López
Asunto: Figgins Media

Hemos terminado la auditoría. Todo ha salido como esperábamos, pero Evans insiste en desmantelar la empresa. Ni siquiera acepta oír hablar de otras posibilidades.
Deberías volver.



Tuerzo el gesto y resoplo.

Figgins Media es muy importante para Brittany y no pienso permitir que el imbécil de Evans la haga cenizas.

Reservo el primer vuelo de vuelta a Nueva York y me meto en la ducha.

Sé que a la abuela no va a hacerle la más mínima gracias haberme tenido aquí poco más de doce horas, pero no puedo dejar que Brittany pierda nada más.


Cuando me ve bajar con el pelo húmedo revuelto y la maleta y el marinero en la mano, mi abuela deja de limpiar el aparador de la entrada y resopla, hinchando y vaciando su pecho.

—¿Se puede saber qué es lo que pasa contigo, Santana López?

—He llamado un taxi para que me lleve al aeropuerto—anuncio dejando el equipaje sobre uno de los escalones—Tengo que marcharme, abuelita.

—Dirás que quieres marcharte—replica malhumorada.

—Es algo importante. Es trabajo.

—Tonterías. Puede que sea vieja—me advierte amenazándome con el dedo—, Pero no soy ninguna estúpida. No te vas por trabajo, igual que no viniste sólo a verme.

Yo cabeceo y suspiro.

Esta mujer es incasable.

Ya se ha quien salí.

—¿Cuántas veces necesitas preguntármelo para creerme?—contraataco impaciente—Estoy bien.

—¿Por eso te peleaste en New York con Dios sabe quién o por eso fuiste ayer al bar de Earl Johnson para hacerlo otra vez?

Abro la boca dispuesta a responder, pero no se me ocurre nada, así que acabo cerrándola. Vuelvo a abrirla y vuelvo a cerrarla, hasta que finalmente suspiro exasperada.

—Algunas cosas no han salido como esperaba—me sincero a medias.

Mi impaciencia aumenta y se refleja en mi voz.

La abuela enarca las cejas displicente.

—¿Y cómo se llama esa «algunas cosas»?

Me humedezco el labio inferior, manteniéndole la mirada.

No quiero hablar de Brittany.

—Tengo que irme, abuelita—sentencio.

La quiero y lo último que deseo es preocuparla, pero no voy a sentarme a hablar tranquilamente de todo lo que ha pasado.

No quiero y tampoco es una opción.

—De niña no lo pasaste bien—empieza a decir vehemente—Todos decían que acabarías como tu papá, pero tu abuelo y yo luchamos y nos esforzamos día a día, y yo recé como una condenada cada noche y al final creo que has salido bastante decente.

Abuela...

—Así que explícame de una maldita vez por qué has venido a esconderte—me interrumpe.

—Yo no he venido a esconderme—me defiendo malhumorada.

—Oh, claro que sí—me reta llevándose las manos, incluida la que aún conserva el trapo con el que limpiaba, a las caderas.

—No se trata de eso, pero necesitaba poner distancia con...—me freno justo antes de pronunciar su nombre y mi abuela sonríe con malicia—... Algunas situaciones.

—A eso se le llama esconderse —sentencia.

Resoplo exasperada y me froto los ojos con las palmas de las manos.

Ocultarle algo es como luchar en la Guerra de los cien años.

—¿Qué quieres que te diga?—protesto de nuevo—La jodí, le hice daño, y ella no va a perdonarme.

Acabo de perder la batalla.

—Quiero que me digas que vas a luchar, que la vas a recuperar. Tienes veinte y ocho años y llevas demasiado tiempo impidiendo que nadie entre en tu vida.

—Es más complicado que todo eso.

—Tonterías—repite—Cuando éramos novios, tu abuelo y yo nos peleamos y él llevó al baile del Día de Salsa Congress a una chica de la calle Clara—aunque es lo último que quiero, no puedo evitar sonreír—Eso sí que fue complicado y, aun así, lo solucionamos. Sea lo que sea lo que hayas hecho tú, sólo tienes que ganarte que te perdone. Puede ponértelo fácil o no. Conociéndote, te merecerás que te lo ponga muy difícil, pero estoy segura de que lo conseguirás.

Mi sonrisa se ensancha.

Me gustaría pensar que tiene razón, que puedo recuperarla. Mi cuerpo se llena de una mezcla de adrenalina y sangre caliente.

¿Y si puedo?

¿Y si todavía nos queda una oportunidad?

Cabeceo.

Pensar en esa posibilidad no va a traerme nada bueno.

No quiero que Brittany vuelva a sufrir.

—¿Es católica?

—No—respondo con una tenue sonrisa.

—Otra alma descarriada por la que tendré que rezar.

—Tengo que irme —repito.

Recupero las maletas y termino de bajar los pocos peldaños que me quedan y me detengo frente a la abuela.

Ella sonríe a regañadientes, observa mi rostro y me da un fuerte abrazo.

Te quiero—me dice—Y tu abuelo, que Dios lo tenga en su gloria, también. El muy hijo de su mamá siempre estaba enfadado. Sólo sonreía cuando tú estabas cerca.

Me aparto y frunzo el ceño, confusa.

Esa historia no va así.

Ella sonríe y asiente.

—Estaba loco por ti—afirma.

La abrazo de nuevo y definitivamente me dirijo a la puerta.

—Despídeme de la tía Bree y de Jane.

Mi abuela asiente y yo me monto en el taxi. Suspiro hondo mientras arranca y, poco a poco, nos alejamos de la casa de mis abuelos.

Las palabras de la abuela se repiten en mi cabeza una y otra vez, chocándose de frente con lo que sé que pasaría cuando volviese a intentarlo y volviese a salir mal.

Aún en el taxi, mando los primeros emails.

Adelanto la gran reunión y cito a Evans en Figgins Media. Pienso enseñarle lo rentable que puede ser esa compañía y todo el potencial que hay en ella.

También le mando un correo a Brittany. Lo escribo y lo borro una decena de veces hasta que, al final, después de releerlo, pulso el botón de enviar.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro.


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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Miér Abr 05, 2017 11:00 pm

hola morra,..

era lo que necesitaba san para ubicarse en su eje,..
sobretodo el encuentro de su padre y como cerra una etapa,..
san va a pie de guerra ahora todo por britt!!! se va a encontrar con el cuña!!!
quiero el cap ya!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por JVM Jue Abr 06, 2017 1:15 am

Vaya reencuentro con su padre pero le soltó la verdad....y bueno se acerca una gran bomba por fin sabrán quien quiere destruir la empresa... Pero al menos Britt tendra a su lado a San......
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Mensaje por micky morales Jue Abr 06, 2017 7:01 am

Preparense que se viene la confrontacion, al fin britt va a saber quien quiere desmantelar la empresa y va a necesitar a san mas que nunca!!!!!
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Mensaje por 23l1 Jue Abr 06, 2017 10:37 pm

3:) escribió:hola morra,..

era lo que necesitaba san para ubicarse en su eje,..
sobretodo el encuentro de su padre y como cerra una etapa,..
san va a pie de guerra ahora todo por britt!!! se va a encontrar con el cuña!!!
quiero el cap ya!!!

nos vemos!!!



hola lu, mmm si, la vrdd esk si =/ Tienes razón, no lo veia así, pero si, es un ciclio o cierre para ella. SI! BN!!! ya era hora! =O tmbn =S jaajajaj. Aquí lo dejo! Saludos =D





JVM escribió:Vaya reencuentro con su padre pero le soltó la verdad....y bueno se acerca una gran bomba por fin sabrán quien quiere destruir la empresa... Pero al menos Britt tendra a su lado a San......




Hola, un reencuentro q era necesario, lo q no quieta q sea "vaya" ajajajajaja. Uff se viene fuerte para la rubia. Y eso es bueno, no todo puede ser tan malo, no¿? Saludos =D




micky morales escribió:Preparense que se viene la confrontacion, al fin britt va a saber quien quiere desmantelar la empresa y va a necesitar a san mas que nunca!!!!!




Hola, si!!! uyuyuyuyuy ajajajajajaja. Xfin lo inevitable pasara y ya para al tranquilidad de britt la vrdd, y claramente la morena sera su apoyo! Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Cap 19 - P I

Mensaje por 23l1 Jue Abr 06, 2017 10:40 pm

Capitulo 19 - Parte I



Brittany


Miro la BlackBerry dudando si pulsar el icono de emails.


Ayer, cuando hablamos por teléfono, fue como subir muy alto y caer de nuevo en picado.

La echo de menos, echo de menos estar con ella, echo de menos hablar con ella, reírnos de estupideces, compartir cualquier pensamiento que nos pase por la cabeza, y echo de menos cómo sus manos me hacían sentir.

Respiro hondo y finalmente deslizo el dedo por la pantalla y su correo se abre en cuestión de décimas de segundo.


De: Santana López
Enviado: 17/02/2016 10.12
Para: Brittany Pierce
Asunto: Figgins Media

Voy a hacer lo que te prometí.



Releo el texto tratando de descifrar los mensajes ocultos, como si tuviera doscientas líneas en lugar de una.

¿A qué se refiere con «lo que te prometí»?

¿Habla de nosotras o de la compañía?

Resoplo y me dejo caer en la silla.

No puede mandarme un correo así y pretender que no me pase las próximas dos horas dándole vueltas.


En la oficina todo el día trascurre con una normalidad absoluta.

Esperaba que Kitty o Quinn se pasaran por aquí, pero sólo han enviado un correo electrónico con todo lo que quieren que se haga de cara a la reunión.


Después de la comida, voy a buscar al señor Figgins a su despacho para analizar unas posibles inversiones.

Estoy a punto de alcanzar su puerta cuando el sonido del ascensor anunciando que ha llegado a planta me distrae. Las puertas de acero se abren, ella alza la cabeza y mi mirada se topa con unos ojos irremediablemente oscuros.

¿Qué hace Santana aquí?

¿Cuándo ha vuelto?

¿Me he pasado tanto tiempo llorando con la cara clavada en la almohada y la música de Bonnie Tyler a todo volumen que los días han pasado y no me he dado cuenta?

Sale del ascensor y tras ella lo hacen al menos una decena de personas, que siguen su paso decidido y van desplegándose por toda la oficina, exactamente igual que el día que yo pisé esta compañía por primera vez.

Un vestido italiano, ese pelo absolutamente indomable, aretes y pulseras a juego y usos altísimos tacones negros.

A cada zancada parece comerse el mundo y toda esa demoledora seguridad, atraviesa Figgins Media y se detiene frente a mí.

Quiero decir algo, lo que sea, cualquier estupidez me valdría, pero soy incapaz.

Estoy embobada.

Es la erótica del poder y los vestidos a medida hechos persona.

Santana me sonríe, un gesto medio e inaccesible. La sombra de unas heridas puede verse en su cara. Me preocupo al instante, pero, casi sin quererlo, también me excito un poco más, como si con ella se combinaran las dos perfectas caras de una moneda fabricada para encandilar mujeres: la persona elegante y la persona mala, la ropa cara y la ceja rota.

Ni el blanco ni el negro, sólo un perfecto gris.

—Buenos días, señor Figgins—la saluda dejando de prestarme atención.

Y de pronto me doy cuenta de que el señor Figgins había salido del despacho y estaba a mi espalda.

—He adelantado la reunión con el comprador al lunes de dentro de dos semanas. Quiero todas las demos preparadas para esta tarde—nos informa sin darle ninguna importancia al hecho de que esa simple frase implica un trabajo descomunal en menos de cuatro horas—Brittany—pronuncia a modo de saludo, o más bien despedida, ya que continúa caminando sin esperar respuesta.

Reacciona, idiota.

—No podremos tenerlo todo listo para el lunes, ni tampoco podremos tener las demos preparadas para esta tarde. Es una locura—suelto al fin.

Santana se detiene y se gira despacio.

—Bueno entonces creo que debería ponerse manos a la obra—contesta impertinente y muy muy arrogante.

Estoy teniendo un déjà vu en toda regla del día que nos conocimos.

—Nos jugamos demasiado con esa reunión para permitir que algo salga mal—le recuerdo cruzándome de brazos.

Santana se humedece el labio inferior y da un paso hacia mí. Está demasiado cerca y yo, a punto de caer hechizada de nuevo.

Afortunadamente, lo disimulo rápido.

Estamos hablando de Figgins Media y no pienso dejar que me distraiga con lo bien que huele ni con lo guapa que es ni con... nada.

—Y yo repito que, si tanto le preocupa, debería empezar a trabajar ya—replica engreída—Cuatro horas dan para mucho. Tú mejor que nadie deberías saberlo.

Abro la boca, escandalizada, y esas familiares ganas de estrangularla regresan como un ciclón.

Ella sonríe más que satisfecha y se encamina a su despacho.

—Sucia bastarda presuntuosa—siseo en un murmuro ininteligible—Ya la han oído—digo en voz alta a todos los empleados que han seguido atentos la conversación y que todavía tienen cara de susto por saber que la gran reunión se celebrará en menos de dos semanas y las demos tienen que estar listas al final del día—Tenemos poco tiempo, a trabajar.


Me paso la hora siguiente organizando al personal, tanto al nuestro como al que ha venido del edificio Pisano con Santana.

La idea es clara.

Primero, planificar físicamente la reunión: la sala de juntas, cada archivo que vamos a repasar; de todo eso se encarga Mercedes junto con el equipo que Santana designó hace varias semanas.

Segundo, repasar con el departamento jurídico cada detalle del contrato que presumiblemente firmaremos con el comprador.

Y tercero, y probablemente más importante, repasar toda la estrategia de marketing. Al final se trata de convencer al comprador de que somos rentables.

Tenemos a nuestro favor la impecable auditoría de Santana, la experiencia del señor Figgins y el potencial que sé que tenemos.

Ahora sólo falta convertir eso en la inversión más atractiva en la historia de los rascacielos de Manhattan.

No he visto a Santana en todo el día.

Quiero hablar con ella del email, aunque francamente creo que ya he obtenido cualquier respuesta que necesitara sólo con la manera en la que ha llegado a la oficina.

Ha vuelto a ser la Santana López que conocí y no parece haber sufrido demasiado, ni haberme echado de menos como una loca, así que supongo que con «lo que te prometí» se refiere a salvar Figgins Media.

De todas formas, tengo que agradecérselo, cualquier otra persona, terminada la auditoría, se habría desentendido.

La verdad es que una parte de mí esperaba que su correo electrónico se refiriese a nosotras y no a la empresa, y sé que es una estupidez, fui yo la que decidió romper, pero eso no significa que haya dejado de quererla.



A eso de las cuatro, la actividad se vuelve todavía más frenética.

Yo estoy desconcertada por la actitud de Santana. Soy plenamente consciente de que ya no estamos juntas, pero ¿acaso ni siquiera está dispuesta a que sigamos siendo amigas?

La he visto salir a hablar con Emma, con Mercedes y con el señor Figgins, pero en ningún momento se ha acercado a hacerlo conmigo.

Estoy a punto de ir a verla cuando el intercomunicador digital de mi mesa suena, sobresaltándome.

—Brittany—es la voz de Santana, y yo me siento extrañamente nerviosa, como si fuese lo único que quiero escuchar y al mismo tiempo fuera plenamente consciente de la peligrosa idea que es—, Tráeme todas las carpetas sobre las campañas publicitarias firmadas por Figgins Media para clientes internacionales.

Observo el intercomunicador, esperando a que haga alguna broma, que me pregunte qué llevo puesto o que simplemente termine la frase con un «Niña Buena», pero nada.

—Brittany—repite al ver que no digo nada.

—Sí, claro—me apresuro a responder, inclinándome aparatosamente sobre la mesa para pulsar el intercomunicador—Ahora mismo.

Recolecto las carpetas y voy hasta su despacho. Abro y entro ojeando uno de los dosieres.

—¿Qué hay de eso de llamar a la puerta?—pregunta con la mirada fija en la pantalla de su Mac.

Confundida, vuelvo la cabeza hacia la puerta y después hacia ella.

¿Está hablando en serio?

—Yo... no me he dado cuenta... lo siento... no pensé que hiciera falta—murmuro al fin nerviosa.

—Busca en las carpetas que traes las mejores cifras en el contexto de las mejores marcas—me ordena, cambiando trasversalmente de tema e ignorando, por ende, mis disculpas—Prefiero un millón de euros con L’Oréal que diez con una compañía de chocolatinas que nadie conoce del sur de Suiza. ¿Entendido?

—Claro—respondo aturdida.

¿Qué le pasa?

No está enfadada.

No se está comportando como otras veces que hemos discutido.

Está fría, distante, como si ya no fuéramos López y Pierce.

«Y no lo son, ¿no? Tú se lo pediste.»

Me acomodo en la pequeña mesa de reuniones junto a la ventana y comienzo a anotar las cifras más significativas en mi iPad.


La siguiente hora pasa en el más absoluto silencio entre las dos.

Santana atiende llamadas, firma documentos, al igual que yo, pero no nos dirigimos la palabra la una a la otra en ningún momento. Paradójicamente, a cada minuto que pasa yo tengo más y más preguntas, pero la verdad es que
no me atrevo a pronunciar ninguna en voz alta.


Son poco más de las cinco cuando Emma entra en el despacho para avisar a Santana de que Kitty Wilde y Quinn Fabray están subiendo. Santana asiente y se levanta.

Yo también me pongo de pie.

Quizá ahora sí me diga algo.

Creo que me conformaría con un «me alegro de volver a verte, Pierce »; cualquier cosa que indique que no ha sufrido una lobotomía en Portland y se ha olvidado de mí.

—Brittany—me llama.

—¿Sí?—respondo bochornosamente esperanzada.

—Cuando termines esos datos, reúne todas las demos y llévamelas a la sala de juntas.

—Claro.

Mi respuesta la lanzo al aire, ya que ella se ha dirigido a la puerta sin ni siquiera escucharla.

De pronto lo veo todo cristalinamente claro.

Estoy viviendo lo que ocurre después.

Santana y yo ya no podemos tener una relación, así que simplemente me ha sacado de su vida, como hace con todas las chicas cuando el sexo con ellas ya no le resulta estimulante.

Todavía recuerdo sus palabras acerca de que ella nunca les daba falsas esperanzas a las mujeres.

Nosotras no tuvimos sólo sexo, así que su frialdad se extiende a todas las cosas que compartíamos, y el trabajo es una de ellas.

Éste es mi propio después.

Suspiro con fuerza, obligándome a contener el llanto, y me concentro de nuevo en la tablet.

Hoy no puedo ponerme a llorar, hay demasiado en juego, aunque no voy a negar que lo que más me apetece es taparme hasta las orejas y llorar como una magdalena.

Sólo ha necesitado cuarenta y ocho horas para olvidarse de mí, y a mí todavía se me acelera el corazón cada vez que la veo.

El amor no es nada justo.

El amor es un completo asco.


Termino el trabajo y voy departamento por departamento recogiendo las demos y escuchando las explicaciones y singularidades que me destacan cada uno de los jefes de equipo.


A eso de las ocho, mientras espero el ascensor para ir a la sala de juntas, me doy cuenta de que no podría estar más orgullosa ellos.

Tenemos un equipo fantástico que ha realizado un trabajo espectacular, y estoy completamente segura de que el comprador lo verá tan claro como yo y mantendrá la empresa abierta.

La planta de abajo, donde está la sala en cuestión, está casi desierta. La mayoría de los empleados se ha marchado ya y los pocos que quedan trabajando lo están haciendo en la planta superior.

Reviso por última vez los dosieres mientras atravieso la diáfana estancia y finalmente llego a la sala de juntas.

Llamo a la puerta y espero paciente.

Imagino que Santana seguirá reunida con Kitty y Quinn.

—Adelante—me da paso desde el interior.

Odio su voz y, sobre todo, odio que siga sonando tan ronca y sensual como antes.

Suspiro, o más bien resoplo, y, armándome de valor, giro el pomo de la puerta. Con el primer paso frunzo el ceño confusa. Santana está sola, sentada en un extremo de la enorme mesa de madera clara, presidiéndola.

Hay una decena de carpetas frente a ella, algunas abiertas, otras no, y un MacBook Pro último modelo reluciente.

Se ha quedado trabajando aquí.

No ha querido subir a su despacho.

¿Por qué?

Súbitamente yo misma hallo la respuesta a esa pregunta y siento como si me retorcieran el estómago.

No ha subido porque no quiere verme, porque ni siquiera quiere tenerme cerca, y probablemente ése sea el motivo por el que ha adelantado la gran reunión.

Quiere acabar con todo esto cuanto antes y no tener nada que ver conmigo.

Sólo han pasado cuarenta y ocho horas desde que me pidió que me fuera con ella, desde que me dijo que nunca se había sentido con ninguna mujer como se sentía conmigo.

¿Cómo ha podido cambiar tan rápido?

Que esto te sirva para aprender, Bluebird.

Si me hubiese marchado con ella, más tarde o más temprano, habríamos acabado así y yo habría perdido a mi familia otra vez.

Santana me observa desde el otro extremo de la sala. Parece cansada, como si llevase todo el día en guardia, peleando.

Observo sus heridas y vuelvo a preocuparme. Todas las preguntas que quiero hacerle regresan.

Ladea la cabeza y deja escapar todo el aire de sus pulmones bajo mi atenta mirada.

¿Por qué tiene que ser así de guapa?

¿Por qué no puedo olvidarme de ella?

A veces creo que jamás podré olvidarme de ella.

—¿Qué quieres, Brittany?—su voz grave calienta mi sangre.

Tampoco deja de mirarme y eso me pone las cosas aún más difíciles.

Me armo de valor de nuevo y hecho a andar apartando mi mirada de la suya, concentrándome en las palabras exactas que voy a decir.

No pienso dejarle que vea que todavía sigue teniendo todo ese poder sobre mí.

Puede que aún sea una tonta enamorada, pero no pienso demostrárselo.

—Aquí tienes las demos—digo lacónica, dejando las tarjetas de memoria sobre la mesa—Y por correo interno te he enviado las especificaciones que cada jefe de equipo ha apuntado.

Santana no dice nada.

Sólo me observa con esa frialdad que ahora parece dominar sus ojos negros y yo me doy cuenta de que sigo esperando, esperando a que me sonría, a que haga algún comentario descarado, a que me bese.

Maldita sea, ¿por qué tengo que echarla tanto de menos?

Enfadada con ella, pero sobre todo conmigo misma, giro sobre mis pies y me dispongo a salir de la sala de juntas.

Tengo que olvidarme de ella, aunque ni siquiera sepa cómo.

—No he dicho que puedas marcharte.

Su voz suave e intimidante atraviesa la sala y me deja clavada en el suelo.

Una parte de mí quiere salir corriendo sin mirar atrás, la otra recuerda toda esa autoridad y lentamente se derrite, perdiendo el sentido común y toda la cordura con cada letra que ha pronunciado.

—Se te olvida que yo no trabajo para ti—respondo sin volverme.

No voy a dejar que se ría de mí, ni que siga pensando que, a pesar de todo, me tiene donde quiere, aunque sea verdad.

—Y a ti se te ha olvidado lo poco que me importa eso.

La oigo levantarse, caminar hasta mí, y todo mi cuerpo traidor se estremece sólo con la promesa de su proximidad.

—Vuélvete—me ordena.

Su aliento calienta la piel de mi nuca al decir esas palabras y por un segundo todo me da vueltas.

Otra vez quiero salir corriendo, decirle que no, mandarla al diablo, pero otra vez tengo serios problemas para hacerlo.

Cierro los ojos un segundo, tratando de recuperar mi parte racional, pero sencillamente se ha esfumado.

—No me hagas esperar, Brittany.

Suspiro.

La batalla está perdida.

Voy a girarme, lo sé, pero la idea de no parecerle una tonta enamorada sigue en pie.

Me cruzo de brazos y me obligo alzar la barbilla, a recrudecer mi mirada, mi
expresión.

No puedo ponérselo tan fácil.

Pero en cuanto la tengo frente a frente, todo parece caer en saco roto. Está a un solo paso de mí, demostrándome que, por mucho que quiera, que luche, jamás podré olvidarme de ella.

No aparta sus ojos de los míos y poco a poco incendia mi interior.

No dice nada, ni siquiera se acerca, pero toda su sensualidad, su seguridad, su femineidad están puestas sobre la mesa.

No habla porque no lo necesita.

La lluvia no necesita hacerlo para mojarte y los dioses no lo hacen con los pobres mortales para dejar claro que están en sus manos.

Santana López es control en todos los sentidos y nunca lo he tenido tan claro.

Involuntariamente descruzo los brazos y los dejo caer junto a mis costados. Mi respiración se acelera. Mi corazón comienza a latir demasiado rápido.

Ahora mismo no quiero estar en ningún otro lugar.

Santana se humedece el labio inferior y mi atención vuela a esa parte concreta de su rostro.

Quiero que me bese.

—Santana—la llamo.

La necesito.

—Ya puede marcharse, señorita Pierce —me interrumpe.

Tardo un par de segundos más de lo que me gustaría en salir de mi ensoñación.

Y, cuando lo hago, ni siquiera entiendo lo que ha pasado. Santana da un paso hacia atrás, gira sobre sus pies y regresa a la presidencia de la mesa, sin ni siquiera inmutarse, manteniendo toda su inaccesibilidad.

Yo la observo aturdida un par de segundos más.

Ya no le importo absolutamente nada.

Me vuelvo y, de prisa, salgo de la sala de juntas, aguantando el llanto, toda la rabia, la tristeza, la frustración, la impotencia. Cierro de un portazo y prácticamente corro hasta los ascensores.

Santana me ha echado de su vida y ahora tengo claro que yo tengo que echarla de la mía.


Regreso a casa sin poder dejar de pensar en lo que ha ocurrido, o casi, en esa sala.

La verdad es que no sé qué habría sido peor: que hubiese llegado a besarme o que no.

Recojo a Biff en casa de Adele, pero, justo cuando estamos a punto de entrar en nuestro edificio, me doy cuenta de que he olvidado en el departamento de marketing dos tarjetas de memoria que necesito para seguir trabajando esta noche desde casa.

Pido un taxi y voy con Biff a la oficina.

El tráfico hace de las suyas, pero, aun así, conseguimos llegar a Figgins Media relativamente rápido. Como imaginaba, la oficina ya está completamente desierta.

—No tardaré. Estaré en mi despacho—le digo señalando la puerta mientras lo dejo en la mesa de Mercedes y retiro la silla para que pueda sentarse.

—Ése no es tu despacho —replica.

Yo asiento a la vez que tuerzo el gesto.

—He cambiado de despacho—murmuro tratando de dar la conversación por acabada.

Biff se sienta y hace girar la silla de Mercedes y yo sonrío y voy con el paso acelerado hasta mi oficina.

Miro mi reloj de pulsera.

Es tardísimo.

Rebusco por toda la mesa, pero, como siempre, no encuentro lo que necesito.

Esta vez por lo menos tengo claro dónde están.

Siguen en el departamento de marketing.

Salgo de mi despacho. Sólo me he alejado unos pasos cuando oigo otra puerta abrirse. Giro la cabeza y veo a Santana salir de su oficina, concentrada en los documentos que tiene entre las manos. Tras avanzar unos pocos metros, alza la cabeza y repara en mí.

Nos miramos directamente a los ojos y, como pasó en la sala de juntas, por un momento siento que me falta el aire, que el corazón me late demasiado de prisa y todo mi cuerpo grita su nombre hasta desgañitarse, pero, por un mísero instante también, recuerdo cómo son las cosas entre nosotras y por qué son así, y todas mis esperanzas vuelven a hacerse añicos.

—Mamá, ¿podemos irnos ya?—pregunta Biff, devolviéndonos a las dos a la realidad.

Santana y yo llevamos nuestra mirada a la vez hacia al niño, que se levanta de la silla de Mercedes.

—Hola—lo saluda el pequeño.

—Hola—responde Santana.

—¿Ahora tú trabajas en el despacho de mamá?

Mira a su espalda y asiente, observándolo de nuevo.

—Sí.

—¿Por qué?

Santana abre la boca sin saber qué decir y, tras unos segundos, sonríe.

—No lo sé. Creo que me pareció divertido fastidiarla un poco—responde sincera.

Biff sonríe divertido y un instante después rompe a reír. Yo lo miro y, aunque es lo último que quiero, también sonrío. Sin quererlo también, mi mirada vuelve a cruzarse con la de Santana, que ya me esperaba.

¿Por qué, en cuanto bajo la guardia un solo segundo, algo siempre me recuerda lo bien que se nos da estar juntas?

—Biff—lo llamo tratando de reconducir la situación—, Tenemos que ir al departamento de marketing. Las tarjetas están ahí.

—Mamá, estoy cansado —protesta.

Resoplo.

No lo culpo.

Es tardísimo.

—Lo siento, peque. Te prometo que no tardaremos.

—Puedo quedarme con él—me interrumpe Santana—Hasta que vuelvas.

Lo observo sin entender por qué hace esto.

Lleva todo el día comportándose como si ni siquiera quisiese tenerme cerca, ¿por qué ahora se ofrece a ayudarme?

Santana no dice nada. Traga saliva y se dirige hacia Biff.

—¿Te parece bien? —le pregunto al niño.

—Sí—y asiente con la cabeza para reafirmar su respuesta.

—¿Te sigue gustando el soccer?—le pregunta Santana, sentándose en la mesa frente a él.

Biff vuelve a asentir.

—¿Y sigues siendo del New York City?

—Claro que sí—contesta con una sonrisa.

Los observo unos segundos y finalmente me obligo a echar a andar hacia los ascensores.

Sigo sin entender nada de lo que está pasando y es lo único en lo que puedo pensar mientras bajo al departamento de marketing, recojo las tarjetas y regreso a la planta principal de Figgins Media.

Al abrirse las puertas del elevador, lo primero que oigo es la risa de Biff.

Doy un par de pasos y en seguida los veo sentados cada uno en un escritorio, el uno frente al otro.

—Y entonces el ratón se cayó dentro de la ensaladera y todas las personas empezaron a gritar—cuenta Santana, escenificando la historia con las manos.

El niño rompe a reír de nuevo y otra vez involuntariamente sonrío con él, aunque creo que esta vez sí sé por qué lo hago.

Se los ve cómodos el uno con el otro, como si estar juntos fuera algo cotidiano para ellos, y esa sensación me llena por dentro.

Será mejor que no vayas por ahí, Bluebird. Es algo que ya no podrás tener.

—Hola, mamá—me saluda Biff al reparar en mi presencia.

Yo ensancho mi sonrisa como saludo.

—Veo que se lo estaban pasando muy bien—comento acercándome a ellos.

Biff asiente entusiasmado.

Me detengo a una distancia prudencial y le hago un gesto a mi hijo para que venga.

No entiendo nada de lo que ha ocurrido, pero sí lo bien que me hace sentir, y no creo que eso sea bueno para mí.

—Muchas gracias, Santana—me despido cuando el niño llega hasta mí, cogiéndolo por los hombros y acercándolo hasta que su nuca toca mi estómago.

—De nada—responde, y hay algo en sus ojos, en la manera en la que nos mira, que no soy capaz de interpretar.

—A lo mejor Santana podría venir a desayunar otra vez con nosotros—propone Biff alzando la cabeza para mirarme.

Yo sonrío fugaz y nerviosa.

No me lo pongas más difícil, peque.

—Ya veremos, ¿vale?—respondo bajando la mía para que nuestros ojos se encuentren.

Él asiente y yo nos muevo para girarnos y echar a andar.

—Adiós, Santana—se despide el niño.

—Adiós —murmuro.

—Adiós.

Mi mirada se encuentra con la de Santana sólo una décima de segundo antes de que yo rompa el contacto y mi confusión aumenta hasta casi el infinito.

No tengo ni la más remota idea de cómo interpretar el día de hoy.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro.

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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por 3:) Jue Abr 06, 2017 11:27 pm

hola morra,..

san no puede ser mala y "volver a cero" con britt no vale ella le dijo que la extrañaba,... jajaja
definitivamente san ya gano el juego con biff!!! la de britt ya la tiene!!!
quiero la reunión de salvataje!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por JVM Vie Abr 07, 2017 2:02 am

Primero el mensaje todo confuso de San y llegando a la oficina toda su actitud..... No se que piense tratando así a Britt ....
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Sexy Amor (Adaptada) Epílogo

Mensaje por micky morales Vie Abr 07, 2017 8:08 am

Estoy demasiado confundida para opinar, en fin... lo dejare para la proxima!!!!
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