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FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 11 Primer15
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Mensaje por Susii Vie Mayo 29, 2015 9:31 pm

intenso, WANKY sdfhkjj perras.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 3:) Vie Mayo 29, 2015 9:37 pm


holap morra,..

neta san le dio murra (tener sexo) hasta con las macetas que estan en la mansión,.. jajajajajaajaj
enserio sugi????,..holly moría por decirle a britt que ella desato a san,.. morí con lo que le contesto britt,.. "menos es mas siempre!!!!"
el alumno supera al maestro y britt lo hizo!!!!

nos vemos!!!!!!

PD; tengo la cuenta regresiva para el domingo a las 9,.. para ver a nay de nuevo!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 30, 2015 2:48 am

micky morales escribió:vaya que intenso, espero que de verdad santana lo haya entendido!


Hola, o no¿? jjaajaj. ¬¬ esperemos que si ¬¬ Saludos =D


Susii escribió:intenso, WANKY sdfhkjj perras.


Hola, jajaajajajaajajajajajajaaj bn, la pasaron bn! jaajjaja. Saludos =D


3:) escribió:
holap morra,..

neta san le dio murra (tener sexo) hasta con las macetas que estan en la mansión,.. jajajajajaajaj
enserio sugi????,..holly moría por decirle a britt que ella desato a san,.. morí con lo que le contesto britt,.. "menos es mas siempre!!!!"
el alumno supera al maestro y britt lo hizo!!!!

nos vemos!!!!!!

PD; tengo la cuenta regresiva para el domingo a las 9,.. para ver a nay de nuevo!!!!


Hola lu, jajaajjjaaj uf... parece no¿? XD jajaajajajajajajaj. Emm sip... no¿? xD jjajajajaja, a no si no ¬¬ esa holly, jajajajaj. O si! ajajaaj. Saludos =D

Pd: OH-POR-DIOS! no! de vrdd¿?! bn pidele una una foto o un autografo algo para mi, si se puede... así mandale saludos jajaajajjaajaja

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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 2: Obsesión (Adaptada) Cap 22

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 30, 2015 2:50 am

Capitulo 22

La banda ha empezado a tocar y la gente está reunida en el salón de verano.

—¿Motown?—pregunto, algo sorprendida, mientras Santana tira de mí entre las pocas mesas que quedan montadas.

—Es una gran banda. ¿Quieres bailar?

Me mira con una media sonrisa y entonces recuerdo que mi latina se mueve de maravilla.

—Después—digo, sin embargo.

Soy consciente de que Rachel debe de estar preguntándose qué ha pasado y dónde estoy. Ella asiente y me acompaña hasta el bar. Mi taburete está libre y me coloca sobre él. Rachel, Noah y Quinn siguen ahí, y parece que el alcohol les está sentando bien.

—¿Dónde se habíais metido?—inquiere Rachel, asegurándose de que mi mujer está distraída.

—En el despacho de San, discutiendo sobre cierta mujer a la que llamó para que la liberara cuando la dejé esposada a la cama—suelto tranquilamente, vigilando a Santana para comprobar que no está escuchando.

Está demasiado ocupada pidiéndole a Artie las bebidas.

—¿Y la dejaste ahí?—la cara de Rachel es una mezcla de pasmo y diversión.

—Sí—no se lo había contado—Estaba muy enfadada.

—No me extraña. ¿Y llamó a Holly para que la soltara?

—Sí—digo con los dientes apretados—Y se ha acostado con ella.

—Vaya—Rachel junta los labios—¿Y por qué la llamó a ella?—pregunta abriéndose un hueco entre Santana y yo para estar delante de mí.

—No pudo encontrar a nadie más. Finn estaba aquí y Quinn debía de estar ocupada también con otra cosa.

—¿Qué día fue?

—El miércoles.

Enarco las cejas y observo cómo retrocede mentalmente al miércoles por la mañana. De repente su cara adopta una expresión de culpabilidad y sé que ya ha caído. Ni siquiera voy a molestarme en preguntarle por qué Quinn no podía ir a rescatar a Santana.

—Holly se lo ha pasado en grande informándome. Eso, unido a la agradabilísima experiencia de oír cómo tres mujeres compartían impresiones sobre las habilidades de Santana en la cama, han colmado mi vaso—refunfuño.

—Qué fuerte—Rachel me mira con compasión—Pero eso ya es historia, Britt.

—Ya lo sé—sacudo la cabeza con disgusto—Rach, tengo muchas cosas que contarte. ¿Salimos mañana por la noche? Necesito desahogarme un poco.

Ella asiente y de pronto suelta un grito cuando Santana la levanta y la deja a un lado para tener acceso a mí. Rachel le da una palmada juguetona en el hombro entre risas.

—Bebe.

Me pone un vaso de agua debajo de la nariz y me lo bebo sin rechistar. Veo cómo sonríe mientras lo hago y después le devuelvo el vaso. Ella asiente sorprendida y sustituye el vaso vacío por otro que contiene un sublime de Artie.

—¿Ves lo fácil que es todo si haces lo que se te dice, Britt-Britt?—pregunta.

La miro con recelo y sacudo la cabeza ante semejante impertinencia.

Sí, es verdad, pero sus exigencias no son siempre tan simples como beber un vaso de agua.

Se vuelve para charlar con Noah y Quinn, pero mantiene una mano firme sobre mi rodilla.

—Anda, mira—susurra Rachel.

Sigo la dirección de su mirada y veo que Holly está riendo con un grupo de hombres y acariciando, tocando y básicamente manoseando a cada uno de ellos a la menor oportunidad. Sus ojos pequeños y brillantes reparan en mí y me lanza una petulante mirada de satisfacción, hasta que siento los labios de Santana sobre mi mejilla. La dejo muriéndose de rabia de ver que su plan no ha funcionado y centro la atención en Santana. Ella me guiña un ojo, me pone de pie, me levanta los brazos, los coloca sobre sus hombros, desliza las manos por mi espalda, me estrecha contra sí y apoya la frente contra la mía. Está intentando infundirme seguridad, cosa que agradezco.

—¿Estás bien, Britt?—pregunta.

Yo sonrío y me aparto un poco para ver su hermoso rostro.

—Perfectamente.

—Bien.

Damos un brinco al ver un estallido de luz y nos volvemos. Rachel está ahí apuntándonos con una cámara de fotos. Santana me coge en brazos y yo echo la cabeza hacia atrás riendo, consciente de los continuos disparos y fogonazos de la cámara.

Me besa el cuello.

—Sonríe, Britt-Britt.

Levanto de nuevo la cabeza y me encuentro con sus relucientes ojos oscuros repletos de... felicidad. La hago feliz. Hago que tenga ganas de vivir. Que quiera dejar atrás esta clase de vida. Sonrío, hundo los dedos en su pelo y acerco sus labios a los míos.

—¡Vale!—exclama Rachel—¡Ya es suficiente!

Santana me tiene y me toma donde quiere, sin importarle en absoluto quién nos vea o dónde nos encontremos. Me baja de nuevo y me coloca sobre el taburete. Me da la bebida y vuelve a su conversación con sus amigos, como si no acabara de silenciar a toda la sala con esa demostración de amor exagerada y fuera de lugar. Sin embargo, no me sonrojo. No me importa ni me avergüenza en lo más mínimo. Miro al otro lado del bar y veo a Holly echando humo.

—Me detesta, Rac.

—¡Que le den!—espeta mi amiga—¿A ti te importa?

—No. Pero me fastidia no tener más remedio que aceptar el hecho de que San vendrá todos los días y que ella estará aquí.

¿La despediría si yo se lo pidiera?

Rachel desaparece de delante de mí cuando Quinn la agarra y se la lleva fuera del bar. Me yergo en el taburete y observo ansiosa si se la lleva hacia la izquierda, hacia la escalera, o hacia la derecha, hacia el salón de verano. Van hacia la derecha. Suspiro, tremendamente aliviada. No quiero ni imaginármelo.

—¡Britt, vamos a bailar!—grita mientras desaparece de mi vista.

Iré con ella en seguida. Llama mi atención un hombre que se acerca a Santana y le tiende la mano. Su cara me suena. Santana se la acepta y se la estrecha afablemente al tiempo que se vuelve y me mira de soslayo. Me he dado cuenta de que, según van bebiendo más, cada vez más gente se acerca a conversar con Santana, sobre todo mujeres. Charlan brevemente y el tipo señala con su copa en mi dirección. Santana me mira y se acerca con él. Estará a mitad de la cuarentena y se ha quitado la chaqueta. Parece algo achispado.

—Brittany, éste es Chris—el tono de Santana me sugiere que preferiría no tener que presentármelo—Era el agente inmobiliario en funciones del Lusso.

Claro. Sabía que lo conocía de algo.

Él me ofrece una sonrisa babosa y le cojo manía al instante. Mi aversión por los agentes inmobiliarios no ha disminuido, ni siquiera tratándose de uno tan exclusivo. Todos son iguales, vendan chabolas o áticos de lujo.

—Hola—le tiendo la mano de mala gana y me la estrecha. Tiene la palma sudorosa y siento deseos de correr a los aseos para lavármela inmediatamente—Me alegro de conocerte.

Finjo una sonrisa sincera y advierto que Santana sonríe al ver que empiezo a juguetear con mi pelo.

—Es un auténtico placer—responde Chris. No me suelta, y lanzo una mirada nerviosa a Santana cuando el tipo se aproxima más sosteniéndome con fuerza la mano—Me encanta tu vestido.

Me mira de arriba abajo, y hace que me incline hacia atrás ligeramente. Es un hombre muy atrevido. O eso, o tremendamente estúpido.

Santana está junto a él en un nanosegundo y los músculos de su mandíbula se mueven a toda velocidad. Está temblando físicamente. En serio, siempre son los agentes inmobiliarios.

Chris desaparece pronto de mi espacio personal tras recibir un brusco tirón en el hombro. Permanece atrás, donde Santana lo ha dejado, y observa cómo se acerca a mí, me levanta, se sienta en mi taburete y me coloca sobre sus muslos.

—Chris, te recomiendo que tengas cuidado con dónde pones las manos y los ojos. De lo contrario me veré obligada a partirte las putas piernas, ¿entendido?—dice Santana tranquilamente, aunque el tono de su voz está cargado de tensión.

Chris retrocede con una expresión de inquietud justificada en el rostro.

—Santana, discúlpame. Creía que era un blanco más—farfulla.

—¿Perdona?—le espeto.

¿Está de broma?

Santana se tensa detrás de mí y el pánico me invade. Si no la retengo en el taburete, Chris morderá el polvo antes de dos segundos. Le pongo la mano sobre la pierna y se la aprieto ligeramente. Su cuerpo emana un intenso calor y los latidos de su corazón me golpean la espalda. Me encantaría ver cómo pone en su sitio a este cerdo impertinente, pero también me gustaría acabar la noche sin tener que cubrirle la mano con una bolsa de hielo. Se levanta ligeramente del taburete y me aprieta contra su pecho.


—¡Te aconsejo que te largues ahora mismo!—ruge.

Yo me pego contra ella y le lanzo a Chris una mirada de «vete o sabrás lo que es bueno». Él retrocede sin apartar la mirada, y no creo que vuelva en una buena temporada. Giro la cabeza y observo a Santana con una mirada interrogativa.

—¿Tienes ganas de matarlo?—pregunto.

Me mira con el ceño fruncido y después con una expresión de agobio.

—Muchas.

—¿Todas las mujeres son «blancos»?

Esto es nuevo. Ella se encoge de hombros.

—Los socios de La Mansión son sexualmente muy abiertos.

Ah, genial.

Miro a mi alrededor y veo que cada vez hay menos multitud en el bar desde que la banda ha empezado a tocar y que han abierto arriba. Las personas que me rodean parecen normales y corrientes, pero todos están aquí por un motivo, y no tiene nada que ver con las pijas instalaciones deportivas que alberga La Mansión. Una cosa está clara, a juzgar por los cochazos que suele haber aparcados fuera: todos son tremendamente ricos.

—¿Cuánto cuesta ser socio?—pregunto.

Mi curiosidad está sacando lo mejor de mí.

Me hunde la cara en el cuello.

—¿Por qué? ¿Quieres apuntarte?

—Puede—respondo a la ligera.

Me muerde el cuello.

—No te pega ser sarcástica, Britt-Britt—me sube un poco más sobre su regazo—Cuarenta y cinco.

—¿Al mes? No está mal.

Se echa a reír.

—No, cuarenta y cinco mil al año.

¡¿Qué?!

—¡Joder!

Me atrapa el lóbulo entre los dientes y empieza a mover las caderas contra mi culo.

—Esa boca.

Yo gimo.

Cuarenta y cinco mil libras al año es una cantidad absurda de dinero. Esta gente debe de ser idiota o estar muy desesperada pero, si miro a mi alrededor, lo cierto es que no hay nadie especialmente feo. Todos tienen pinta de poder acostarse con quien quieran.

—Oye, ¿y Rach paga eso? No es que ande justa de pasta, pero es muy cuidadosa con su dinero.

—¿Tú qué crees?—pregunta con una sonrisita.

No lo sé.

¿Le habrá perdonado la cuota anual por ser amiga mía?

¿Haría algo así?

De repente caigo en la cuenta.

—Quinn—digo—Lo ha pagado Quinn.

—A precio de amiga, claro.

¿Cobra cuotas especiales a los amigos que se unen a su club sexual?

Me siento como si fuera de otro planeta en estos momentos. No concibo ese tipo de cosas, y aquí estoy, comiendo y bebiendo con esta gente y saliendo con la propietaria.

¿Quién lo habría imaginado?

—Habría preferido que te hubieras negado—refunfuño.

Puede que Rachel sea una persona bastante centrada, pero no puedo evitar pensar que va directa al desastre.

—Britt, lo que Quinn y Rach hagan es cosa suya.

Me enfurruño.

—¿Cuántos socios hay?

Siento un auténtico interés por saber cómo funciona La Mansión y por el estilo de vida que ha escogido esta gente.

Me apoya la palma de la mano en la frente y tira de mí hacia atrás hasta que mi cabeza descansa sobre su hombro.

—Estás siendo muy cotilla para detestar este lugar.

Me besa la mejilla. Yo me encojo de hombros como sugiriendo que me da igual si me responde o no, pero lo cierto es que estoy sorprendentemente interesada. Se ha hecho muy rica con esto, incluso a pesar de que lo consiguiera gracias a su tío Alejandro.

—No soy cotilla.

Se ríe ligeramente.

—En el último recuento, creo que Holly dijo que eran unos mil quinientos, pero no todos participan de manera activa. Algunos sólo vienen una vez al mes, otros conocen a alguien e inician una relación, y otros se dan un descanso de vez en cuando.

¡Joder!

Hago cálculos y eso asciende a una barbaridad de millones.

—¿Y el restaurante y el bar están incluidos?

—¡No!—dice, escandalizada. No entiendo por qué. Por cuarenta y cinco mil libras al año yo querría algo más que una invitación a practicar sexo con cualquiera—El bar y el restaurante son una sociedad distinta. Algunos socios desayunan, comen y cenan aquí cuatro o cinco veces a la semana. No ganaría mucho dinero si las comidas y las bebidas estuvieran incluidas en la cuota. Tienen cuentas que saldan mensualmente. Vuélvete, quiero verte.

Me insta a levantarme y me pone entre sus muslos. Me lleva el pelo hacia atrás, me coloca bien el diamante y me coge las manos.

—¿Quieres ver el piso de arriba?—pregunta, y empieza a mordisquearse el labio.

Yo retrocedo un poco. Sé que no se refiere a las suites. Ya las he visto, o al menos una de ellas. Se refiere al salón comunitario, y también lo he visto, pero estaba vacío y lo estaban limpiando cuando entré en él por accidente.

¿Quiero verlo?

¡Joder!

La verdad es que sí. No sé si es que el sublime de Artie me ha infundido valor o si es por pura casualidad, pero quiero saberlo todo.

—Vale—digo en voz baja antes de arrepentirme, y ella asiente ligeramente, como si cavilara.

Se levanta y dejo que me guíe hasta la escalera del vestíbulo. Alzo la vista hacia el inmenso descansillo y oigo cómo la gente entra y sale de las habitaciones. Dejo que Santana tire de mí hacia arriba. Sé que me está dando tiempo para retractarme, y quiero decirle que se dé prisa antes de que termine haciéndolo.

Llegamos arriba y empezamos a recorrer el descansillo hasta que llegamos a la vidriera. Hay gente pululando por todas partes, todos completamente vestidos; algunos están de pie fuera de las habitaciones, otros sólo están charlando.

Es extraño.

—Tenemos que seguir con eso la semana que viene—dice Santana señalando a la ampliación del pasillo abovedado. Y ahora entiendo por qué—¿Lista?—pregunta.

Se vuelve hacia mí y sé que está observando si miro la doble puerta que da al salón comunitario. Sus ojos atraen los míos como si fueran imanes. Y lo son. Y su mirada oscura y profunda me atraviesa. Sabe que todo lo relacionado con este lugar hace que me sienta tremendamente incómoda.

¿Cómo no iba a saberlo?

Se lo he dejado bastante claro, pero no parece molestarle que encuentre su establecimiento sórdido y oscuro. No la ofende. Es como si aprobara mi reacción y mi aversión.

Se acerca a mí, sin interrumpir el contacto visual, hasta que estamos frente a frente.

—Sientes curiosidad—murmura.

—Sí—confieso sin vacilar—Así es.

—No tienes por qué sentirte tan inquieta. Estaré contigo y te guiaré. Si quieres marcharte, dilo y nos iremos.

Para mi sorpresa, su intento de infundirme seguridad está funcionando. Me aprieta la mano y me siento más tranquila y más cómoda mientras tira de mí suavemente hacia la escalera. Pongo los pies en marcha y me dejo llevar. Mi corazón se va acelerando poco a poco conforme nos acercamos.

—Habrán empezado ya varios actos. Algunos serán moderados y otros no tanto. Es importante que recuerdes que todo lo que tiene lugar aquí es porque ambas partes han accedido. El hecho de que estés en esta sala no implica necesariamente que desees participar en ninguno de esos actos—baja la vista y sonríe con malicia—Y nunca lo vas a hacer. Me he propuesto dejar claro a todas las personas cuáles serán las consecuencias si se acercan a ti—vuelve a mirarme—Puede que tenga que enviar una nota para recordárselo—masculla.

Una pequeña carcajada escapa de mis labios. No me cabe duda. Esboza una leve sonrisa socarrona y mi amor por ella se intensifica aún más.

Dejo que me guíe a través de la puerta doble de madera oscura abierta hacia el salón comunitario.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Sáb Mayo 30, 2015 8:40 am

mmm$_$ ya quiero ver que hay en el salon comunitario!:s
Cuando se sacaron fotos fue muy tierno*-*
Saludos! <3
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por micky morales Sáb Mayo 30, 2015 8:55 am

que pasaria si britt visitara ese bendito salon sin santana?
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 30, 2015 8:20 pm

Susii escribió:mmm$_$ ya quiero ver que hay en el salon comunitario!:s
Cuando se sacaron fotos fue muy tierno*-*
Saludos! <3


Hola, =O ajjajajaajjjaj pillina! jajaajajaja. Aaa si son tan tiernas... cuando quieren ajajajajajaja. Saludos =D


micky morales escribió:que pasaria si britt visitara ese bendito salon sin santana?


Hola, aaa obvio san lo entenderia a la perfección y lo conversarian de lo mas tranquilas... no¿? jajajajajajja. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 2: Obsesión (Adaptada) Cap 23

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 30, 2015 8:23 pm

Capitulo 23

Cuando la habitación entera aparece ante mi vista, me concentro en mantener estable la respiración.

Me resulta difícil.

La música de fondo que inunda mis oídos es la esencia absoluta del sexo y no hace sino aumentar el ritmo de mis latidos. La enorme sala es tan hermosa como la recordaba, con todas esas vigas expuestas y los candelabros dorados tenuemente iluminados. Las cortinas austríacas están echadas sobre las ventanas de guillotina georgianas, y eso, unido a la escasa luz de los candelabros, proporciona el elemento clave; es sensual y erótico, pero no de una manera sórdida. No sabría decir exactamente por qué.

Me encuentro rodeada de gente semi o completamente desnuda e, irónicamente, yo estoy admirando la decoración.

Joder.

¡Hay gente desnuda por todas partes!

Santana saluda a muchas personas conforme avanzamos por la habitación. Las cuales se embelesan y se ponen derechas al advertir su presencia, a pesar de que ella me agarra de la mano con fuerza. Me siento fuera de lugar, principalmente porque estoy totalmente vestida. La miro y veo lo poco que le afecta encontrarse en este entorno.

¿Por qué iba a afectarle?

Ella está acostumbrada a esto.

Ante mi vista se están desarrollando varias escenas, y todas ellas me confunden, pero a la vez me cautivan por completo.

Es difícil no mirar.

Santana me sonríe y me da un pequeño apretón en la mano.

—¿Estás bien?—pregunta tras detenerse y volverse para mirarme.

Asiento y le ofrezco una leve sonrisa. Al sentir que me acaricia el pulgar con el suyo, bajo la vista hacia nuestras manos unidas. Ha eliminado literalmente toda la ansiedad que sentía con su tacto.

Vuelvo a mirarla a la cara.

Ella también observa nuestras manos.

Continúa acariciándome y se vuelve hacia una mujer joven, que no llegará a los treinta años, amarrada a una pesada estructura de madera, como la de la ampliación. Tiene los ojos vendados con un paño de seda negro y la boca ligeramente abierta. Delante de ella se encuentra un hombre desnudo de cintura para arriba con las piernas ligeramente separadas que sostiene una fusta. Sus ojos reflejan lujuria y apreciación conforme recorre lentamente las curvas de sus senos con la punta. Ella se estremece ante su tacto.
Santana mueve un poco la mano y la miro, pero tiene la vista fija en la escena que acontece ante nosotras. Vuelvo a centrarme en la mujer atada mientras el hombre le pasa la fusta por la parte delantera, entre sus pechos y hacia su abdomen. Le rodea el ombligo con la punta con movimientos estudiados y meticulosos. Ella está gimiendo.

Cambio de postura y Santana me mira con curiosidad. No le hago caso y observo cómo el hombre continúa con su práctica hasta que la fusta alcanza el punto en el que se unen los muslos. Ella exhala un fuerte gemido. Él pega la boca contra la suya para absorber sus sonidos. Deja la fusta y la sustituye por sus dedos. Le separa los labios e inicia una lenta fricción, arriba y abajo, aumentando su placer y sus gemidos. La joven arquea el cuerpo y tira de las ataduras que la retienen sujeta a la estructura indicando que ya está cerca.

Estoy sudando, siento algo de claustrofobia y el ritmo de mi corazón se ha acelerado aún más.

Su compañero responde a sus sonidos acelerando sus caricias y besándola con más fuerza. El sonido de sus lenguas combatiendo se vuelve desesperado y, con un grito ahogado, ella alcanza el clímax y su cuerpo tensa las ataduras mientras él continúa acariciándola lentamente para agotar hasta la última chispa de placer. Ella se desploma y deja caer la barbilla sobre el pecho. Suelta un leve grito de sorpresa y Santana me aprieta la mano en consonancia.

Ha sido muy intenso, y estoy totalmente asombrada. No somos las únicas que observan la erótica escena que se desarrolla ante nosotras, ya que ha atraído el interés de bastante gente, que se ha reunido alrededor de la pareja. Miro a mi alrededor y reconozco a varias personas que estaban en el bar y en la cena, sólo que ahora están desnudos o en paños menores. Hay que tener mucha seguridad en uno mismo para frecuentar el salón comunitario. Santana tira de mi mano para captar mi atención y la miro, pero sólo me señala la escena con la cabeza.

Ahora el hombre besa a la joven con agradecimiento. Recoge la fusta del suelo y se acerca lentamente a la espalda de la mujer arrastrando el artefacto por el suelo. Ella no puede verlo, pero su cuerpo se tensa de nuevo y levanta la cabeza, jadeando, al intuir sus intenciones. Él empieza a acariciarle la espalda pasándole las puntas de los dedos arriba y abajo por la columna y después por las nalgas de su trasero. Ella murmura de satisfacción, y creo que yo también lo he hecho.

Santana me mira.

Me ha oído.

¡Joder!

El hombre acaricia sus nalgas firmes y perfectas, las frota y las amasa con la palma de la mano, y gruñe al ver cómo ella arquea la espalda y la relaja de nuevo. Tras unos cuantos minutos manipulando y frotando su culo firme, retira la mano y la mujer se pone tensa. Sabe lo que va a pasar. Yo sé lo que va a pasar, y el aumento en la presión con la que Santana me sostiene la mano confirma que ella también lo sabe, pero no puedo apartar la vista.

El hombre levanta la fusta y, con un rápido movimiento, azota una de sus nalgas. Ella grita. Me estremezco ante el alarido, aparto la mirada de la escena y hundo el rostro en la inmensidad del pecho de Santana. Antes de que me dé cuenta, su mano sujeta mi cabeza y la aprieta contra su hombro para pegarme más todavía a su cuerpo. La presión de su mano alrededor de la mía se intensifica y oigo otro golpe. Me suelta la mano y me envuelve la espalda. Mis brazos quedan aprisionados entre nuestros torsos. Su cuerpo me protege por completo y, a pesar del ambiente que me rodea y de lo que está sucediendo, éste es el lugar más reconfortante en el que he estado jamás.

—Esto no va contigo, continuemos—me susurra al oído.

¿Continuar, adónde?

¿Y eso sí que irá conmigo?

Siento tristeza cuando separa su cuerpo del mío, pero dejo que me tome de la mano y me guíe. Oigo el golpe de la fusta de nuevo, una y otra vez, mientras abandonamos la zona, y cierro los ojos con fuerza con cada golpe, conteniendo el aliento. Soy incapaz de asimilar lo que acabo de presenciar.

¿Placer y dolor?

¡Sólo placer, por favor!

Esa parte no estaba mal, pero entonces recuerdo la vez que Santana me esposó y las fuertes palmadas que me daba en el culo mientras con la otra se hundía en mí. No voy a fingir que no disfruté de aquel polvo de castigo.

—¿Qué es esa música?—pregunto cuando doblamos una esquina y nos acercamos a un grupo de personas.

Me mira con una sonrisa.

—Enigma. ¿Por qué? ¿Te pone cachonda?

—No—bufo.

¡Aunque lo cierto es que sí!

En realidad me está excitando todo esto, pero no voy a admitirlo, aunque mi dedo, que juguetea frenéticamente con mi pelo, me delata. Santana se echa a reír, me baja la mano y me coloca delante de una mujer y de tres hombres.

—Para que quede claro. Nosotras no vamos a hacer esto nunca, Britt.

La miro y ella me guiña un ojo. Es amargamente adorable, y agradezco la aclaración, porque no pienso compartirla con nadie.

—¿Y lo otro?—digo con fingido desinterés, intentando no sonar esperanzada.

Y creo que cuela. Me mira directamente a los ojos.

—No voy a compartirte con nadie, Britt. Ni siquiera con sus miradas.

Parece ofendida, y sonrío, pero no me refería a hacerlo aquí en concreto. Hay suites privadas.

Joder, pero ¿qué me pasa?

Centro la atención de nuevo en la escena que tenemos delante.

Hay una mujer tumbada sobre una mullida colcha de pieles. Tiene las manos atadas holgadamente con una tira de cuero suave. Al mirar a Santana, se pasa la lengua por los labios. Dejo escapar una carcajada ante su descaro.

¿Otra más?

Está totalmente desnuda y sus ojos están cargados de deseo cuando desvía la mirada de Santana a los tres hombres desnudos que se ciernen sobre ella. Es obvio que desea que ella también participe, y estoy convencida de que lo que estoy a punto de ver está dedicado a ella.

Los tres hombres adoptan posiciones, se arrodillan en distintos lugares alrededor de su cuerpo echado y le ponen las manos encima en diferentes lugares. Ninguno de ellos va a la misma zona. Todos saben el lugar de su cuerpo que les corresponde. Uno desciende la cabeza hasta su pecho y empieza a rodearle el pezón con la lengua hasta endurecérselo. Después sella la aureola con la boca y absorbe mientras masajea el montículo de debajo con las manos.

Otro hombre está realizando la misma práctica sensual en el otro pecho, trabajando al unísono con el otro miembro, como si supieran perfectamente cómo complacerla. Los suspiros y las exhalaciones de la mujer indican que su empeño funciona.

Mis propios pezones se erizan y se endurecen, y me aparto un poco al darme cuenta de que Santana me está observando. La miro y ella desvía la mirada, pero en su rostro se atisba una sonrisa maliciosa. Sabe que estoy excitada. Siento vergüenza y vuelvo a centrarme en la escena, esperando que mi cuerpo se comporte.

El tercer hombre se ha unido y la está acariciando entre los muslos.

¡Joder!

Su propia humedad permite que los dedos se deslicen por la entrada de su cuerpo con facilidad. El hombre retira la mano, estira el brazo y le pasa los dedos mojados por el labio inferior. La lengua de la mujer sale disparada para lamerlos. Después desliza los dedos hasta su barbilla y empieza a descender por el centro de su cuerpo hasta llegar a su sexo. Ella eleva la pelvis en respuesta y lanza un grito de frustración cuando él retira la mano. El hombre apoya el brazo libre sobre su vientre para evitar sus movimientos y hunde dos dedos en su cuerpo, sonriendo ante sus intentos de liberarse.

Observo la escena totalmente hipnotizada mientras ella capta la atención del público con unos gemidos intermitentes que indican a los hombres que la están haciendo una mujer muy feliz, y me sorprendo al sentirme tremendamente excitada.

Esos hombres la están colmando de atenciones, y el único placer que reciben es el que ella obtiene.

Sé que Santana me está observando de nuevo y soy incapaz de mirarla a la cara. Justo entonces, el tipo que está entre sus muslos hace un gesto, una señal silenciosa, a los hombres que trabajan en sus pechos, y todos dejan de tocarla a la vez. Ella grita ante la pérdida de contacto, pero lanza un alarido de placer cuando le levantan las piernas, le separan las rodillas y una boca se hunde en sus pliegues hinchados. Instintivamente, cruzo las piernas y siento que Santana relaja un poco la mano antes de volver a apretármela con fuerza.
Otro de los hombres reclama entonces su boca con avaricia, y el tercero vuelve a centrarse en sus pechos. Recoge con las manos ambos montículos, juguetea con ellos y los pellizca. Su lengua traza una línea entre ellos y finalmente divide la atención entre los dos a intervalos constantes. Los tres la miran con frecuencia a la cara y ella los recompensa con una mirada de pura satisfacción, lo que parece estimularlos todavía más. Está siendo adorada por tres hombres magníficos y, a no ser que seas una monja, es inevitable excitarse. De pronto, su cuerpo se tensa visiblemente, señal de que está a punto de tener un orgasmo.

Yo me tenso al instante también.

La tensión aumenta cuando ellos advierten que está cerca y de repente todo se acelera. El hombre que está en su boca atrapa sus gemidos con un beso intenso, y el otro le separa aún más las rodillas para acceder mejor a ella. Trabajan en equipo con la intención de hacerla estallar. Y entonces ella se deshace en un sonoro alarido, amortiguado ligeramente por la boca de uno de los hombres. Siguen trabajando durante su orgasmo, ralentizando la fricción y la velocidad de sus caricias y lametones. Ella se relaja y se queda en silencio mientras los hombres vuelven a acariciar su cuerpo con la boca y las manos. El que está a la altura de su boca deja sus labios, le desata la tira de cuero, le libera las manos y sonríe al ver que ella se frota las muñecas ligeramente. Al cabo de unos minutos, se tumba sobre la colcha de pieles. Sus acciones simbolizan la satisfacción personificada, y su mirada vuelve a posarse en Santana.

Sacudo la cabeza con incredulidad.

¿Por qué no se levanta y saluda al público?

A pesar de su engreimiento, ha sido bastante increíble y la escena me ha hechizado, aunque ahora me siento bastante violenta. Santana ha estado ahí, ha hecho esas cosas, y lo ha hecho con muchas mujeres. Algunas de ellas están en esta habitación.

¿Con cuántas y hasta dónde ha llegado?

Santana dobla la muñeca y me doy cuenta de que le estoy agarrando la mano con fuerza. La miro a la cara y relajo la presión. Ella me observa atentamente, como adivinando mis pensamientos. Se vuelve por completo hacia mí y me coge de la otra mano.

—Tú no eres exhibicionista, Britt, y eso hace que te quiera más si cabe. Eres mía, y sólo mía, y yo soy sólo tuya. ¿Entendido?—dice con una voz cargada de preocupación.

Sabía lo que estaba pensando. De repente me deshago, mi corazón se detiene durante un instante demasiado largo y me tambaleo ligeramente hacia adelante. Santana me estrecha contra sí y apoyo la frente en su hombro. Su cuerpo es firme, cálido, y es mío.

—Joder—susurra mientras su pecho se hincha con una respiración profunda—No tienes ni idea de cuánto te quiero—me besa la cabeza—Vamos, quiero bailar contigo—se aparta y me cobija bajo su brazo para dirigirnos hacia la puerta. Después de ver todo esto, ¿quiere bailar conmigo? Se inclina hacia mí—Me apuesto lo que sea a que estás mojada—dice suavemente. Me quedo sin aliento y ella se ríe para sus adentros—Sólo para mí—me recuerda.

Ni que fuera necesario.

Miro por encima del hombro y me quedo pasmada. La mujer se ha puesto de rodillas, y uno de los hombres se inclina sobre su espalda y la penetra por detrás mientras que otro se arrodilla delante de ella y le introduce el pene en la boca silenciando sus aullidos. Abro los ojos como platos ante ese cambio tan radical. Los dos la percuten, cada uno desde un extremo de su cuerpo, y el tercero empieza a rondar el amasijo de cuerpos postrados.

¿Qué diablos se dispone a hacer?

¡No puede ser!

Observo sobrecogida cómo coge algo de un mueble cercano y se arrodilla detrás de ella. El otro hombre sale de su cuerpo y le separa las nalgas para proporcionarle acceso a su culo.

Tengo que irme de aquí.

He de marcharme ahora mismo, pero me quedo paralizada al ver que le introduce algo. No tengo ni idea de qué es, pero es grande y sólo se lo mete hasta la mitad. No puedo apartar la vista. Después se retira y deja que el otro hombre vuelva a penetrarla lanzando un grito antes de colocarse boca arriba debajo de la mujer. Le agarra un pecho con una mano, levanta la cabeza, le toma el otro con la boca y se lleva la mano libre a la polla.

Madre mía.

Santana tira de mi mano. La miro y veo una expresión de cautela en su rostro. Mi cara debe de ser un poema. Por favor, no puede ser que ella también haya hecho eso.

—Vamos, ya has visto suficiente—dice, y tira de mí hacia la puerta que me alejará de todo esto.

Joder, mi pobre e inocente cerebro acaba de ver la realidad de este lugar.

—¿San?

—Calla, Britt—sacude la cabeza sin mirarme. Sabe lo que estoy pensando. Vuelvo a sentirme violenta, más que antes si cabe—Sólo te necesito a ti—dice, negándose todavía a mirarme a los ojos.

—¿Tú has...?

—Te he dicho que te calles, Britt.

Continúa arrastrándome, y decido no insistir. Dudo que me diera una respuesta. No quiero ni imaginármela así.

Cuando llegamos a la puerta, Natasha interrumpe nuestra huida. Está desnuda, excepto por un par de bragas de seda microscópicas. Se acerca a nosotras con las tetas bamboleando.

No sé adónde mirar.

—Llevas demasiada ropa, Santana—ronronea.

¿Qué?

Después de lo que acabo de soportar, sin duda pretende llevarme al límite. Siento ganas de abofetearla. Mi mano forma un puño y se me tensa la mandíbula, pero Santana desvía nuestro camino y la sortea.

—Haz el favor de tener un poco de respeto, Natasha—le suelta.

Mi ira se torna complacencia con la tajante respuesta de Santana ante la impertinencia de Natasha conforme salimos del salón comunitario dejándola ahí plantada.

—Yo también quiero enviar una nota recordatoria—digo de forma sarcástica mientras me guía de vuelta al piso inferior por la escalera.

Alguien tiene que poner a esas mujeres en su sitio. Son una panda de perdedoras maliciosas y desesperadas.

Santana se echa a reír.

—Como quieras, Britt.

¿En serio?

Eso nos ahorraría tener que abordarlas a todas y cada una de ellas por separado lanzándoles advertencias. Puede que le tome la palabra, y también puede que elabore otra nota recordatoria para los empleados con el mismo asunto. Aunque de ésas sólo necesitaría una copia.

¿Cuántas copias necesitaría para las socias femeninas?

—¿Quieres tomar algo?—pregunta Santana cuando nos acercamos a la barra.

—Sí, por favor.

Intento que no se note que estoy herida, pero fracaso estrepitosamente. Me mira con su expresión pensativa y empieza a morderse el labio. Se arrepiente de haberme llevado arriba. Y yo también me arrepiento de haber subido. Eso no me ha ayudado en mi intento de superar el pasado de Santana.

—¿Por qué me has llevado ahí?—pregunto.

Ella sabía lo que iba a ver. Yo no sé qué era lo que esperaba, pero desde luego eso no.

—Quieres que sea más abierto contigo.

Tiene razón. Y también me arrepiento de eso. Nunca podré borrar esas imágenes de mi mente, aunque no veo a unos extraños arrodillados o dando placer. Sólo veo a Santana.

Siento náuseas, pero me lo he buscado.

—No quiero volver ahí jamás.

—Entonces no lo harás—responde inmediatamente.

—Y tampoco quiero que vuelvas tú.

Estoy siendo poco razonable pidiéndole que evite el epicentro de su negocio.

Ella me observa con detenimiento.

—No tengo ninguna necesidad de subir ahí. Lo único que necesito lo tengo en estos momentos al alcance de la mano, y quiero que siga siendo así.

Asiento y recorro su cuerpo con la mirada.

—Gracias—digo en voz baja sintiéndome culpable por exigirle esto, y más culpable todavía por el hecho de que haya accedido sin ofrecer ningún tipo de resistencia.

Me aparta el pelo de la cara con suavidad.

—Ve a buscar a Rach y yo iré a encargar las bebidas.

—Vale.

—Vamos.

Me da la vuelta y me insta a marcharme. Atravieso el salón de verano y evito pasar por el aseo, aunque tengo ganas de orinar.

La pista de baile está llena, y veo a Rachel al instante. Su pelo castaño destaca entre la multitud. Entro en la pista justo cuando empieza a sonar Love man, de Otis Redding, y Rachel chilla, entusiasmada por mi llegada y por la canción.

—¡¿Dónde estabas?! —grita por encima de la música.

—Visitando el salón comunitario—digo encogiéndome de hombros, pero entonces la terrible imagen de Rachel participando en alguna de las escenas que se desarrollan en esa estancia invade mi mente.

¡No, por favor!

Sus grandes ojos marrones se abren de par en par a causa del asombro, y en su rostro se forma una enorme sonrisa. Eso no ayuda a borrar de mi mente esos pensamientos espantosamente insoportables.

Me coge de la mano y yo me agarro el vestido para unirme a ella. Quinn y Noah están muy borrachos y bailan dándolo todo y atrayendo la atención de muchas personas en la pista de baile.

A Rachel no parece importarle.

Sigue cogiéndome de la mano y pone los ojos en blanco al ver a su compañera descarriada con su descarada sonrisa de siempre. Está tan tranquila y tan segura como de costumbre, pero Quinn, por lo visto, no tanto. Pronto se aproxima y la aparta de un hombre que baila demasiado cerca de ella para su gusto.

De repente doy un brinco y casi me da un ataque de pánico cuando una espalda se pega contra la mía, pero entonces me invade su olor y vuelvo la cara hacia la barbilla que descansa sobre mi hombro.

—Hola, preciosa mía.

—Me has asustado.

—¿Cómo has sabido que era yo?—pregunta.

—Por instinto—respondo sonriéndole.

Ella me devuelve la sonrisa.

—Vamos a bailar.

Se agacha y me levanta ligeramente el vestido. Después se pega a mi espalda y me lleva consigo. Empieza a mover las caderas lentamente, con la palma de la mano pegada a mi vientre, y me guía por la pista. Muevo las caderas yo también y bailamos sincronizados y al ritmo de la banda, que está haciendo una versión increíble de la famosa canción. Echo la cabeza hacia atrás y me río al ver su brazo suspendido en el aire, subiendo y bajando mientras aprieta las caderas contra mí. Nuestros movimientos circulares se aceleran y deceleran al ritmo de la música, y yo me balanceo de un lado a otro y hacia adelante y hacia atrás.

Rachel y Quinn están pegadas como lapas, y Noah agarra a una mujer que lo estaba pidiendo a gritos.

Coloco la mano sobre la que Santana tiene pegada a mi estómago y dejo que haga lo que quiera, sin reservas y sin preocuparme por las decenas de mujeres que nos rodean, quienes, conscientes de pronto de la presencia de Santana en la pista, han empezado a dar lo mejor de sí en cuestiones de baile, los hombres saben que no tienen posibilidad con ella. Pero los intentos de las mujeres por llamar su atención son totalmente en vano.

Su barbilla descansa con firmeza sobre mi hombro mientras sigue golpeándome con sus gloriosos movimientos rotatorios y sin importarle lo más mínimo quién nos esté mirando.

Está centrada en mí.

—Joder, te quiero, Britt—me dice al oído.

Entonces me besa la sien, me agarra de la mano y me hace dar una vuelta para atraerme de nuevo contra su pecho. Los bailarines aplauden y la banda empieza a tocar Superstition de Stevie Wonder. Rachel suelta un alarido detrás de mí.

—¿Seguimos bailando?—Santana enarca una ceja con una sonrisa segura y empieza a moverme de un lado a otro.

—Vamos a beber—ruego.

—No puedes seguirle el ritmo a tu diosa, dulce seductora—dice con voz grave.

Somos las únicas que estamos abrazadas. Todo el mundo a nuestro alrededor está entregado a la última oferta de la banda. Santana tiene razón: son muy, muy buenos. Me pasa la nariz por un lado de la cara y empieza a trazar lentos círculos con ella.

—¿Eres feliz, Britt-Britt?

—Hasta la locura—respondo sin vacilar.

Es la pregunta más fácil que jamás haya tenido que responder.

La pego aún más contra mí. Hay demasiado espacio entre nosotras.

—Entonces, mi misión aquí ha terminado.

Hunde el rostro en mi cuello e inspira profundamente. Yo sonrío de pura dicha mientras me abraza con fuerza, cobijándome entre sus brazos. Jamás había sido tan feliz, y sé que no podría serlo con nadie más.

Puedo superar lo de su pasado.

—Tu dulce seductora se muere de sed—digo tranquilamente.

Siento cómo ríe contra mi cuello.

—Dios no lo quiera—dice, y me suelta por obligación—Vamos, no quiero que me acusen de desatenderte.

Me da la vuelta entre sus brazos y empieza a guiarme fuera de la pista de baile. Cuando llegamos al final, de repente soy consciente de que la cálida palma de Santana se ha despegado de mi zona lumbar y me vuelvo para buscarla. Al instante veo el rostro alarmado de mi mujer cuando cuatro mujeres (dos de las cuales son la voz número uno y número tres del baño) la agarran y la acarician mientras la arrastran de nuevo hacia la pista de baile. Esas furcias no tienen ningún tipo de respeto.

Rachel, Quinn y Noah observan la escena con la incredulidad reflejada en sus ebrios rostros mientras las mujeres se coordinan para retener a su presa. Santana está atrapada y, como no empiece a abofetearlas, no irá a ninguna parte. Su cara de agobio es el resultado de la ansiedad que siente por el hecho de que yo esté viendo cómo pelea contra esa manada de lobas que intenta secuestrarla. Y después de nuestro reciente encuentro en su despacho, sabe que no es la única que tiene instintos homicidas. A saber lo que haría ella si la situación fuera al revés.

La pista de baile se convertiría en un mar de sangre.

Me acerco tranquilamente a ellas, y Santana me observa y deja de resistirse. Su repentina sumisión hace que las mujeres cesen en su sediento frenesí. Le tiendo la mano y ella la toma inmediatamente. A continuación, todas apartan las manos del cuerpo de mi mujer y observan cómo reclamo con calma lo que es mío. Tiro de Santana y a ellas las miro a todas ellas con desdén.

Se han quedado mudas.

No digo nada, aunque su descaro hace que me hierva la sangre.

Me doy la vuelta y saco a Santana de la pista. Oigo unos cuantos gritos de sorpresa y un chillido de júbilo de Rachel, pero no vuelvo la mirada. Estoy disfrutando el hecho de que, por primera vez, soy yo la que está dirigiendo a Santana.

Esto no había pasado jamás, y tampoco dura mucho.

De repente me coge y me lleva en brazos el resto del camino hasta la barra.

—Me encanta cuando te pones posesiva, Britt—dice, satisfecha—Dame un beso.

Quiero dejar claro que sólo me peleo con alguien cuando es necesario, pero sé que sería absurdo hacerlo si se diera la situación.

Enrosco los brazos alrededor de su cuello y me ahogo en su boca mientras siento que un montón de ojos nos miran. Puede que, después de todo, no haga falta enviar ninguna nota recordatoria.

Me coloca sobre mi taburete de siempre y llama a Artie, que saca mi bebida al instante de debajo de la barra junto con dos botellas de agua. Cojo una de las botellas y empiezo a beberme el agua antes de que Santana tenga ocasión de ordenármelo. Se apoya en el taburete de al lado y me ofrece una sonrisa de aprobación.

—Artie, ¿cómo vamos de existencias?—pregunta mientras vuelve a levantarse y se inclina sobre la barra para mirar una larga fila de interminables puertas de cristal.

Echo una ojeada y veo que las estanterías están cada vez más vacías.

—Bueno, señora López, al parecer, esta noche los socios tienen mucha sed—ríe y quita algunas botellas vacías de los dispensadores—Mañana haré inventario. Nos llega un pedido el domingo.

—Buen chico—dice Santana, y vuelve a sentarse en el taburete con los pies apoyados en el reposapiés del mío—¿Estás bien?

Estira el brazo y me coloca bien el diamante. Bostezo y asiento.

—Sí.

Sonríe.

—Te llevaré a casa. Ha sido un día largo.

Recibo de buen grado su sugerencia. Ha sido un día larguísimo. Marcar el terreno es agotador.

Finn entra en el bar, coge a Santana del hombro y me saluda con una inclinación de la cabeza.

—¿Todo bien, rubia?—ruge, y yo asiento.

De repente he perdido la capacidad de hablar. Estoy exhausta.

—Voy a llevarla a casa. ¿Todo bien arriba?

—Sí, todo bien—confirma Finn. Vuelve a saludarme con la cabeza y yo bostezo otra vez—Pediré tu coche. Llévala a casa.

Saca el teléfono y da unas cuantas instrucciones breves y precisas y luego asiente en dirección a Santana.

—Tengo que despedirme de Rach—consigo musitar a pesar de mi agotamiento.

Me dispongo a bajarme del taburete, pero Santana me pone la mano en la rodilla para detenerme. Y entonces Finn suelta una de sus profundas risas de barítono, que te hace temblar de pies a cabeza.

—Creo que acabo de ver cómo desaparecía con Quinn en el piso de arriba—anuncia.

¿Qué?

Santana se contagia del humor de Finn.

—¿Quieres subir a despedirte?

—¡No!

Sé que mi cara refleja una repulsión absoluta, y ambos ríen aún con más ganas.

¿Presenciar cómo Rachel y Quinn tienen sexo?

No, gracias. Joder, ¿se les unirá alguien más?

¿Dónde está Noah?

Me obligo a bloquear esos pensamientos tan desagradables.

—Llévame a casa, San—digo.

Me entra un escalofrío y me apoyo sobre mis pies cansados. A pesar de todo, estos zapatos son tremendamente cómodos, teniendo en cuenta que los llevo puestos desde hace más de siete horas.

Santana y Finn intercambian unas cuantas palabras, pero mi cerebro impide que mis oídos escuchen. Sin embargo, sí que oigo que le dice a Finn que no la espere mañana, lo que significa que voy a quedarme a dormir hasta las tantas en su casa, y pienso montar una escenita digna de un Oscar como me despierte con las primeras luces del alba con mi equipo de footing.

Me despido de Artie y de Finn y apoyo la cabeza sobre el hombro de Santana. Ella me dirige al exterior de La Mansión, me mete en su coche y se sienta al volante.

—Ha sido un día fantástico—farfullo medio dormida mientras mi cuerpo se acomoda contra la piel suave y fresca.

Y es verdad, si dejamos a un lado lo de esas zorras desesperadas.

Me apoya la palma en el muslo y me lo acaricia suavemente.

—Para mí también, Britt, gracias.

—¿Por qué me das las gracias?—digo bostezando y sintiendo los párpados pesados.

Me he comportado como una niña malcriada ávida de atención.

—Por dejar que te lo recordara—responde tranquilamente.

La miro con mis ojos cansados y sonrío mientras ella arranca el coche y empieza a acelerar. Cierro los ojos y cedo ante mi extenuación.

Sí, me lo ha recordado, y me alegro de haber dejado que lo hiciera.

—Buenas noches, Clive.

Siento las vibraciones de la voz de Santana en mi cuerpo, que está pegado con firmeza contra su pecho.

Estoy cansadísima.

—Señora López, ¿quiere que le llame el ascensor?

—No, tranquilo. Gracias.

En mi estado comatoso, me pregunto si Clive vive aquí. Se supone que hay dos conserjes, pero nunca he visto al otro.

Oigo cómo se cierra la puerta del ático de una patada y, antes de que me dé cuenta, estoy tumbada sobre la cama. Creo que ni siquiera voy a quitarme el vestido.

Me acurruco de lado.

—Venga, vamos a quitarte ese vestido, Britt—e pone boca arriba.

—Déjalo—gruño medio dormida.

No tengo energía.

Se echa a reír.

—No voy a acostarme contigo vestida, Britt-Britt. Jamás. Ven aquí—me incorpora tirando de mis manos y me quedo con las piernas colgando fuera de la cama para que me quite los zapatos—Arriba—tira de mí suavemente para levantarme y me da la vuelta—¿Cómo se quita esto?—pregunta pasándome las manos por la espalda y por los costados.

Levanto la mano por encima del hombro y señalo la cremallera escondida. La coge y la baja lentamente a lo largo de mi espalda y después me quita los tirantes. Una vez libre del vestido, me dejo caer contra su pecho.

—Creo que esto sí que te lo voy a dejar puesto—su tono sugerente me espabila un poco mientras me pasa las manos por los laterales del corsé de encaje fino y por las caderas—¿Te cepillo los dientes?

—Por favor.

Empiezo a avanzar hacia el cuarto de baño con sus manos en mi cintura. Me sienta sobre el mueble del lavabo, echa pasta de dientes en mi cepillo y lo pasa por debajo del grifo.

—Abre—me ordena, y abro la boca para que tenga acceso a mis dientes.

Empieza a cepillármelos con cuidado, trazando círculos lentamente y con paciencia, mientras me sostiene la mandíbula. En su frente se dibuja su arruga de concentración y sus ojos brillan de contentos, y sé que es porque está realizando una de las tareas del trabajo que se ha autoasignado: cuidar de mí.

—Escupe—me ordena tras sacarme el cepillo.

Vacío la boca y dejo que me limpie los restos de pasta de los labios con el dedo. Me mira mientras se mete el pulgar en la boca y se lo chupa.

Estoy cansada, pero no tanto.

Me abro de piernas, la agarro del vestido, tiro de ella y la pego contra mí con todas mis fuerzas.

Ella me sonríe.

—Parece que te has despertado.

Me coge la cara con las dos manos y me planta un beso tierno en los labios.

No me he espabilado del todo, pero me ha puesto una de las manos en el lugar adecuado y sé que voy a hacerlo.

—Eres tú. Es instintivo, San—todavía sueno medio dormida.

—Pensaba que nunca diría esto, pero esta noche no voy a tomarte, Britt.

Me rodea la nariz con la suya y yo muevo las caderas hacia adelante para estimularla. Ahora soy yo la que se está comportando como una zorra desesperada.

Se aparta y me lanza una mirada severa con una ceja enarcada.

—No—dice, y me aparta las manos de su rostro—¿Quieres quitarte el maquillaje?

No me lo puedo creer.

—¿Me estás rechazando?—pregunto, desconcertada.

¿Acaso hay unas reglas para ella y otras para mí?

Su rechazo ha acabado de despertarme del todo.

Empieza a morderse el labio y me mira con curiosidad.

—Supongo. ¿Quién iba a decirlo, eh?—se encoge de hombros y moja una toalla con agua caliente—A ver esa preciosa cara—la miro y ella pasa el paño húmedo por mi expresión ceñuda.

—Creía que íbamos a hacer las paces como era debido, San.

Me siento despreciada, y se refleja en mi tono. Se detiene y sus labios se curvan hacia arriba.

—¿No somos amigas ya?

—No.

—¿Ah, no?—arruga la frente—¿Te acurrucarías contra alguien que no fuera amiga tuya?

Aprieto los labios, le subo el vestido y planto las manos sobre su firme trasero y la acerco hacia mí.

—Puede que lo hiciera, si mí no amiga me promete que haremos las paces por la mañana.

Ella ríe ligeramente.

—Trato hecho. Vamos a acurrucarnos—me levanta del mueble del lavabo—Me encanta verte con encaje, pero me gustas todavía más desnuda y encima de mí. Vamos a quitártelo.

Me lleva al dormitorio, me deja en el suelo, me desabrocha todos los corchetes en el centro de mi espalda y deja que el corsé caiga al suelo antes de deslizarme las bragas por las piernas. Da un paso atrás, empieza a desnudarse también y me señala la cama con la cabeza.

Me meto y me acomodo.

El cansancio previo vuelve a apoderarse de mí en cuanto apoyo la cabeza en la almohada. Santana se mete también y deja que me acurruque contra su pecho, que es mi lugar favorito en este mundo. Sus brazos rodean mi cuerpo y empiezo a dormirme así, sin más.

—Mañana iremos a casa de Rach por tus cosas—se revuelve un poco y me pega todavía más a su cuerpo—El lunes hablaremos con Will, y creo que deberías decirles a tus padres que soy más que una amiga.

Asiento entre murmullos ininteligibles. Mudarme aquí oficialmente no me parece ningún problema, pero me preocupa la reacción de Will y de mis padres.

En realidad, lo de Will tampoco me preocupa demasiado, a pesar de la situación con Rory, que aún no sé cómo voy a solucionar.

La opinión de mis padres, en cambio, sí que es un problema. Para el resto del mundo, Santana podría parecer una tirana controladora, y en cierta medida lo es, pero también es muchas otras cosas. No estoy segura de sí mi mamá y mi papá serán capaces de ver más allá de su evidente necesidad de dominarme y controlarme.

No lo verían muy sano, pero ¿acaso no lo es si es consentido?

Y no lo acepto por estar asustada ni por sentirme vulnerable, sino porque la amo sin medida y porque las veces en las que me dan ganas de gritar de frustración, o incluso de estrangularla, quedan totalmente eclipsadas con momentos como éste.

Es verdad que resulta imposible, y me enfrento a ella hasta cierto punto, pero no soy tan ilusa como para pensar que soy yo la que lleva los pantalones en esta relación. Sé perfectamente por qué se comporta de esta manera conmigo. Sé que teme que desaparezca de su vida, pero yo vivo con el mismo miedo. Y no tengo claro si los temores de Santana son infundados, no después de que haya descubierto su pasado.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 3:) Sáb Mayo 30, 2015 9:48 pm

holap morra,...

ame la actitud de britt sacando a san de las zorras en medio de la pista de baile!!!!
intensa la fiesta en la mansión,...
me encanta como va la relación,...

nos vemos!!!!!

PD; si ya mañana,.... no estoy segura pero creo que nay aparece los primeros 4 o 5 cap!!!! jajaja veré si puedo cumplir tu peticion,.. ya que de cierta forma desapareció del universo jajajaja
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por micky morales Dom Mayo 31, 2015 12:00 am

vaya fiestecita! muy light e inocente.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por monica.santander Dom Mayo 31, 2015 1:05 am

Hola!!!!
Fantástica historia a pesar que a veces quiero matar a San!! jajaja
Saludos
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 31, 2015 2:23 am

3:) escribió:holap morra,...

ame la actitud de britt sacando a san de las zorras en medio de la pista de baile!!!!
intensa la fiesta en la mansión,...
me encanta como va la relación,...

nos vemos!!!!!

PD; si ya mañana,....  no estoy segura pero creo que nay aparece los primeros 4 o 5 cap!!!! jajaja veré si puedo cumplir tu peticion,.. ya que de cierta forma desapareció del universo jajajaja


Hola lu, jajaaajaj bn por britt! san debería aprender un poquito no¿? jajajaajajajajaja. Tu crees¿? jajaajajajjaj. Bien vamos, bn jajajaajja. Saludos =D

Pd: q emoción!!!!! Aaaaaa tan poquitos =(, pero bueno, x lo menos la veremos =). Jjajajaajajaj xD


micky morales escribió:vaya fiestecita! muy light e inocente.


Hola, jajajaajaj o no¿? pensé que pasaría algo mas interesante jajaajajaj. Saludos =D


monica.santander escribió:Hola!!!!
Fantástica historia a pesar que a veces quiero matar a San!! jajaja
Saludos


Hola, jajajaajaj sip san suele sacar ese sentimientos en las personas no¿? jajajajaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 2: Obsesión (Adaptada) Cap 24

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 31, 2015 2:25 am

Capitulo 24

—Buenos días, Britt-Britt.

Abro los ojos; la luz natural me ciega y la música erótica que sonaba en el salón comunitario invade mis oídos. El atractivo rostro de Santana flota sobre el mío.

Tiene un aspecto delicioso.

Muevo los brazos para intentar agarrarla, pero no responden.

Pero ¿qué coño...?

En su rostro se forma una sonrisa oscura y maliciosa y al instante soy consciente de lo que ha hecho. Levanto la vista y veo que tengo las manos esposadas a la cabecera de la cama.

—¿Pensabas ir a alguna parte, Britt?—pregunta.

La miro a los ojos y veo que los tiene cargados de deseo, enmarcados por sus largas pestañas.

Debería habérmelo imaginado.

—¿Qué vas a hacer?—tengo la voz áspera por más de un motivo.

—Vamos a hacer las paces—dice con una media sonrisa—Querías hacer las paces, ¿no, Britt?—enarca una ceja con confianza.

—¿Un polvo soñoliento?—repongo, probando suerte.

Sé que no voy a salirme con la mía. No soy tonta.

—No. De eso, nada. Todavía no he pensado qué nombre voy a ponerle a éste—dice.

Alarga el brazo hacia la mesilla de noche y coge la bolsa de seda dorada que nos regalaron en la cena del aniversario. No recuerdo haberla traído, pero tampoco recuerdo cómo llegué a casa. Me trajo Santana, y supongo que también cogió ella la bolsa.

Se sienta a horcajadas desnuda sobre mis caderas y la deja en mi vientre. Sus pechos están tan cerca.

—A ver qué tenemos aquí—murmura metiendo la mano.

Me muevo un poco intentando ponerme cómoda, bueno, lo más cómoda que puedo, teniendo en cuenta que mis brazos están separados y sujetos a la cabecera por unas esposas.

Santana saca un vibrador dorado.

—No necesitamos esto—lo mira con cara de asco y lo tira hacia atrás por encima de su hombro. Oigo cómo golpea el suelo de la habitación—¿Qué más hay?—se pregunta. Extrae una pequeña caja y la tira hacia atrás también, con una cara más agria todavía—Eso tampoco nos hace falta.

—¿El qué?—pregunto, pero hace como que no me oye y continúa hurgando en la bolsa. A continuación saca un tanga plateado de seda y lo inspecciona detenidamente antes de descartarlo también—No es de encaje—murmura, y vuelve a rebuscar en la bolsa.

Observo cómo se divierte, sentada sobre mis caderas con gesto de concentración. No parece impresionada. Saca una tarjeta, la lee y bufa antes de romperla y tirarla junto al resto de artículos ofensivos al suelo.

—¿Qué era eso?—pregunto, muy intrigada.

Me mira un momento.

—Nada que vayas a necesitar—gruñe.

—¿El qué?

—Un vale para ponerte bótox—masculla.

Me echo a reír y ella me ofrece una sonrisa malévola. No hay duda de que fue Holly quien organizó las bolsas. Ojalá no lo hubiera roto; podría haberlo aprovechado ella.

—Estos regalos son una mierda—espeta antes de sacar un último objeto y de tirar la bolsa al suelo con el resto del contenido—Bueno, esto sí que parece interesante—murmura, y sostiene un consolador para clítoris.

—¿Qué?—inquiero.

Lo sostiene en el aire y lo observa antes de mirarme a mí. Sonríe y se inclina hacia adelante. Me coloca una almohada debajo de la cabeza y me da un beso casto en los labios.

—Quiero que lo veas bien—susurra.

Vuelve a colocarse sobre mis caderas y eleva la pelvis hasta estar de rodillas.

¿Qué hace?

Coge el consolador, empieza a deslizarlo por su clítoris y de repente lo entiendo todo.

—¡De eso, nada! ¡Si yo no puedo usar artefactos que funcionen con pilas, tú tampoco!—grito, irritada, pero Santana no me hace caso—¡Eh!—grito de nuevo.

Mantiene la vista fija en sus manos, está apunto de prenderlo. Dejo escapar un bufido y echo la cabeza hacia atrás para apoyarla en la almohada mirando al techo.

¡Quiero hacerlo!

Incluso sin mirar a la divina criatura que tengo encima de mí, en lo único que puedo pensar es en cosas eróticas con la música sonando de fondo.

—Mírame, Britt—ordena, pero yo mantengo la vista fija en el techo.

Siento cómo el colchón se hunde junto a mi cabeza cuando apoya el puño en él. Me agarra de la mandíbula con la otra mano.

—Mira, Britt.

Es ese tono que me impide desobedecer. Me sacude el mentón ligeramente y mis ojos descienden hacia los suyos. Sus pozos oscuros brillan de lujuria y sus labios se separan.

—Bésame, Britt.

Baja la cabeza y yo elevo la mía para pegarla a mí sin demora. Ataca mi boca con avidez, la conquista con su lengua y gruñe de satisfacción. Sé que voy a acabar jadeando y temblando y que no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Ese beso animal provoca que mis sentidos se saturen con ansia de más, y de repente se aparta y sollozo.

—Vas a mirar, Britt—dice, y me muerde el labio.

—¡Apaga la música!—espeto, un poco desafiante.

Me agarra de la cadera y me lanza una mirada de advertencia.

—¿Por qué? ¿Te estás poniendo cachonda?

No lo dice en broma. Anoche se percató de mi reacción ante la música y ahora la está usando en mi contra.

Esto va a ser una tortura.

Se aparta de mi rostro y se aferra a mi pezón, absorbiéndolo con fuerza. Arqueo el cuerpo, gimo, cierro los ojos y busco dónde ocultar mi rostro.

Es imposible.

—¡Abre los ojos, Britt!—ladra, y me aprieta la cadera de nuevo.

Los abro al instante mientras ella pasa a mi otro pecho y vuelve a repetir su acción, lamiendo, mordiendo y estirando mis pezones al máximo. Me esfuerzo por mantener los ojos abiertos y no tensar las piernas. Quiero flexionarlas, pero las suyas me aferran y evitan que me mueva.

¡Joder!

—Eres cruel—gimo.

La miro y encuentro una mirada de satisfacción.

Se está vengando a gusto.

Se pone de rodillas, se agarra a su sexo con una mano y enciende el consolador. Oigo que se activa una vibración constante y ella abre la boca.

—¡Vaya!—exclama.

Cierro los ojos sólo una milésima de segundo y ella me coge de la cadera de nuevo obligándome a abrirlos una vez más. Respiro hondo y desciendo la mirada desde sus ojos hasta sus pechos, hasta su cicatriz y hasta la mata de pelo que cubre su entrepierna. Se está sacudiendo el sexo arriba y abajo.
Sus muslos se tensan.

Grito de desesperación por querer tocarla. Ahora sé cómo se sintió ella, y no es en absoluto agradable.

Quiero tocarla.

La necesito sobre mí y no puedo tenerla.

Me siento impotente.

Mueve el puño y aprieta hacia atrás, retirando el consolador un poco de su clítoris.

—Qué gusto, Britt—dice con voz grave, y una chispa se enciende en mi entrepierna—¿Quieres ayudarme?

Mi mirada recorre su cuerpo de nuevo hacia sus ojos.

—Vete a la mierda—respondo tranquilamente, sin preocuparme por mi lenguaje.

No puede castigarme de una manera peor que ésta.

—Esa boca—dice a duras penas con un gemido, y yo lucho contra las esposas—Vas a hacerte daño, Britt. Deja de resistirte—dice con la voz quebrada, mientras sigue deslizando el consolador por su clítoris.

Tal vez si me resisto lo suficiente acabe liberándome. Le preocupará que me haga daño. Todo el mundo sabe lo mucho que le preocupa mi seguridad. Me retuerzo un poco más.

—¡Para, Britt!—ladra, y de repente empieza a frotarse a más velocidad.

Esto me está matando pero, joder, me encanta verla así, arrodillada sobre mí, masturbándose.

Todos los músculos de su pecho, sus brazos y sus muslos se tensan más todavía, y la vena de su cuello se hincha.

—Por favor—ruego.

Necesito tocarla.

—No es agradable, ¿verdad?—pregunta—Acuérdate de esto la próxima vez que pretendas impedir que te toque.

—¡Lo haré! San, por favor, suéltame.

Cierro los ojos con fuerza, gritando en mi cabeza para bloquear la música.

—¡Abre los malditos ojos, Britt!

—¡No!

Empiezo a mover la cabeza con fuerza de un lado a otro. Ésta es la peor de las torturas. Nunca en la vida volveré a impedir que me toque.

Jamás.

Siento cómo desliza los dedos por mi sexo, recogiendo mi humedad y abriéndolo. Después me introduce el dedo con dureza. Abro los ojos como platos.

—¡Por favor!

Su rostro se descompone mientras continúa masturbándose.

—Vas a mirar—reafirma—¡Joder!—de repente avanza, me coloca las rodillas a ambos lados de mi cabeza y la entrepierna delante de la cara—¡Abre la boca, Britt!—ruge, y obedezco inmediatamente sin vacilar. Se acerca más y sigue moviendo el consolador—¡Joder, joder!

Baja la cabeza y dirige su sexo hacia mi boca ansiosa y se corre en mi lengua. Su humedad salada desciende por mi lengua. Aprovecho la ocasión para pasarle la lengua y poder tocarla.

Su pecho se eleva y luego empieza a relajarse, mientras sigo dándole lametones, chupo y absorbo su contenido mientras ella sigue sacudiéndose encima de mí e intenta estabilizar la respiración. Abre los ojos y me mira antes de apartar el cuerpo. Entonces oigo un leve golpe seco que me indica que el artilugio ha sido relegado al suelo. Se acomoda entre mis muslos y me mira con expresión abstraída mientras acaricia la parte interior de mis brazos.

¿No piensa soltarme?

Las eróticas notas de Enigma siguen inundándome los tímpanos y no ayuda a mi estado a punto de estallar.

—Puede que te deje así para siempre, Britt—pega los labios a los míos y me pasa la lengua por la boca—Así sabré dónde estás todo el tiempo.

—Creo que eso sería acercarnos demasiado a la esclavitud sexual—susurro contra su boca.

No puede estar tan loca como para tenerme esposada de manera permanente.

—¿Y cuál es el problema?

—Que me gustaría pensar que me quieres por algo más que por mi cuerpo, San.

—Ah, te quiero por muchas otras cosas, Britt-Britt—recorre toda mi cara con los labios arriba y abajo y vuelve a hundirme la lengua en la boca—Quiero que seas mi esposa, Britt.

¡¿Qué?!

Casi le muerdo la lengua a causa del shock. Continúa tomándome la boca, como si no acabara de decir lo que acaba de decir después de correrse en mi boca y de tenerme inmovilizada.

Por fin se aparta y observa mi rostro estupefacto.

—Cásate conmigo, Britt—me ordena con voz suave.

—¡No puedes pedirme eso teniéndome esposada a la cama!—respondo.

Joder, ¿y si digo que no?

¿Me echará un polvo para hacerme entrar en razón, ya que estamos?

¡Seguro que sí!

—¿Necesitas que te haga entrar en razón?—dice tranquilamente, y vuelve a tomar mis labios.

Estoy completamente pasmada.

¡No puede sacarme un sí a polvos tratándose de algo tan serio!

Me echo a reír para mis adentros porque lo cierto es que sí que puede y que seguramente va a hacerlo.

Se aparta, baja la mirada y suspira.

—Era una broma, muy inoportuna.

Se muerde el labio y su cerebro empieza a dar vueltas dentro de esa hermosa cabeza que tiene. Finalmente vuelve a mirarme, yo trato de cambiar mi expresión de pasmo, pero es difícil. Me ha esposado a la cama, se ha masturbado sobre mí, se ha corrido en mi boca y después me ha pedido que me case con ella.

Esta mujer está loca de atar.

Estoy tumbada debajo de ella, completamente estupefacta, y no me viene a la cabeza ninguna respuesta apropiada.

—Me absorbes por completo, Britt—dice—No sé vivir sin ti. Soy totalmente adicta a ti, Britt-Britt—añade con voz suave e insegura. Mi ex mujeriega dominante y segura de sí misma está nerviosa—Me perteneces. Cásate conmigo.

La miro directamente a su hermoso rostro, todavía absolutamente sorprendida. Esto no me lo habría esperado jamás. Hace tan sólo unas horas que he decidido mudarme aquí, aunque Santana, en su locura, me obligó a mudarme hace una semana. No para de morderse el labio frenéticamente y me observa mientras yo intento asimilar lo que está pasando. Tengo veintiséis años y ella treinta y siete.

¿Por qué estoy pensando en la diferencia de edad ahora?

Hasta el momento nunca me ha importado. En cambio, lo que sí debería preocuparme es su personalidad más que difícil. Ni siquiera voy a plantearme que vaya a cambiar si accedo a casarme con ella. Nunca lo hará, forma parte de su persona, de la mujer a la que amo.

—De acuerdo, Sanny—digo de pronto.

Las palabras escapan en un susurro de mi boca sin pensarlo mucho. Es el paso siguiente que tenemos que dar. Puede que sea un poco prematuro, pero me lo pida hoy o dentro de un año, la respuesta será siempre la misma.

—Eres mi vida—añado para reafirmar el amor que siento por ella.

Quiero estar pegada a ella eternamente, a pesar de su compleja personalidad.

La amo.

La necesito.

Mi expresión de sorpresa se ha mudado al rostro de Santana, y su mente da tantas vueltas que creo que la cabeza va a empezar a echarle humo.

—¿Sí?—pregunta con voz suave.

—Es instintivo, Sanny—digo encogiéndome de hombros, y entonces soy consciente de que sigo esposada a la cama—No hace falta que me hagas entrar en razón. ¿Te importaría soltarme ya?

El pánico la invade. Se incorpora para coger la llave de la mesilla de noche y me libera rápidamente. Me froto las muñecas para resucitarlas, pero apenas me da tiempo. Santana me arrastra bajo su cuerpo y me abraza con fuerza.

¿Creía que iba a decir que no?

¡Joder, joder!

Acabo de acceder a casarme con esta ex mujeriega neurótica y controladora a la que sólo conozco desde hace unas semanas.

Madre mía, a mis padres les va a dar algo.

Se deja caer de nuevo sobre la cama, me arrastra consigo y hunde el rostro en mi cuello. Sigo agarrándome con fuerza y no tengo ni el valor ni las ganas de decirle que afloje un poco.

No pienso ir a ninguna parte.

Ya no.

—Voy a hacerte inmensamente feliz, Britt-Britt—dice con la voz entrecortada.

Me retuerzo un poco para liberarme, pero ella mantiene el rostro en el mismo sitio sin moverse. Me esfuerzo un poco más y consigo apartarme lo suficiente hasta verle los ojos. Los tiene húmedos.

—Ya me haces feliz, San—le acaricio la cara y le paso el pulgar por debajo del ojo para recoger una lágrima derramada—¿Por qué lloras, Sanny?—pregunto luchando contra el nudo que se me ha formado en la garganta y que hace que mi propia voz suene temblorosa.

Ella sacude la cabeza con suavidad y se pasa las manos rápidamente por la cara.

—¿Ves lo que me haces, Birr?—me agarra la cara y me la acerca a la suya hasta que estamos frente a frente—No puedo creer que estés en mi vida. No puedo creer que seas mía. Eres tan... importante para mí, Brittany.

Sus ojos me recorren el rostro y sus manos me palpan las mejillas como para comprobar que soy real.

—Tú también eres muy importante para mí, Sanny—respondo en voz baja.

Espero que sea consciente de hasta qué punto. Para mí lo es todo..., es todo mi universo.

Sonríe suavemente.

—¿Ya somos amigas?

—Siempre—le devuelvo la sonrisa.

—Bien, mi misión aquí ha terminado—se coloca entre mis muslos y empieza a juntar nuestros sexos lentamente—Ahora vamos a echar un polvo soñoliento de celebración—coge el mando a distancia y apaga la música—Quiero oír cómo te corres conmigo.

Abre la boca y gime cuando une a la perfección nuestros sexos. Yo acepto sus labios y ella me agarra de las manos, sosteniéndolas por encima de mi cabeza.

—El de antes era un polvo de petición de matrimonio—digo alrededor de su boca, y noto cómo sonríe contra mis labios, pero no dice nada ni me regaña por mi lenguaje.

Continúa sus movimientos a un ritmo pausado, moviendo las caderas suavemente. Recupero mi anterior estado de excitación y los remolinos de calor se reactivan en mi cuerpo y se preparan para liberarse. Sus suaves movimientos embrujan mi cuerpo, como de costumbre. Se aparta de mi boca y continúa con sus exquisitas arremetidas.

—Vas a convertirte en la señora López-Pierce.

Su aliento fresco me calienta el rostro mientras me mira.

—Así es, y tú la señora Pierce-López—eso se me hará raro.

—Sí, Y serás mía para siempre, Britt-Britt.

—Ya lo soy.

Ese barco ya hace tiempo que zarpó. Cierra los ojos con fuerza y yo siento la llegada inminente de su orgasmo, lo que me empuja también a mí al clímax.

—Te adoraré todos los días durante el resto de mi vida—suelta—¡Joder!

—Joder—suspiro, y me tenso debajo de ella, mientras mi sexo palpitante se acelera con rápidas y continuas pulsaciones.

Sigue moviéndose una y otra vez y me besa con desesperación mientras gruñe con cada movimiento, sosteniéndome todavía las manos por encima de la cabeza. Deja escapar un grito y yo envuelvo las piernas alrededor de sus caderas para acercarla más a mí, lo que me empuja a una vertiginosa caída libre de intensos temblores cuando un relámpago de placer recorre todo mi cuerpo y me deja jadeando y sudando debajo del suyo. Ella hunde la cabeza contra mi cuello con la respiración agitada y entrecortada.

—No puedo respirar—dice soltándome las manos. Inmediatamente envuelvo su cálida espalda con ellas y me quedo atrapada debajo de ella. Eleva la cabeza y su cara repta por la mía hasta que encuentra mis labios—Te amo con locura, Britt-Britt. Me alegro de que hayamos hecho las paces.

Sonrío, ella se tumba y hace que me dé la vuelta hasta colocarme a horcajadas sobre su cintura. Apoyo las manos en sus pechos y se los apretó, y ella me las cubre con la suyas mientras yo trazo vagos círculos con las caderas.

—Lo sé. Pero si voy a casarme contigo, vas a tener que responderme a algunas preguntas—digo con una voz asertiva equivalente a su tono de «No te atrevas a desafiarme».

No sé si funcionará, pero por probar que no quede.

Arquea las cejas.

—No me queda otra, ¿verdad?

—No—aseguro con altanería.

Hay cosas que necesito saber. Y no me refiero a sus conquistas sexuales pasadas. Saber exactamente con cuántas mujeres ha estado no me va a servir de nada, salvo para ponerme terriblemente celosa.

—Está bien. Dispara. ¿Qué quieres saber?—suspira pesadamente y yo pongo cara de pocos amigos—Perdona, Britt.

Al menos tiene la decencia de mostrarse arrepentida. Mantiene las manos sobre las mías, que descansan sobre sus pechos.

—¿Quién era la mujer de anoche?

—Sugar—responde directamente y sin vacilar, como si esperara la pregunta.

Pongo los ojos en blanco.

—Ya sé que se llama Sugar. Pero ¿quién es?

—Es la esposa del enano capullo al que expulsamos de La Mansión el día que descubriste el salón comunitario.

Anda.

Me remonto mentalmente a aquel día funesto y recuerdo a la criatura insidiosa y despreciable que no paraba de lanzar improperios de que me iba a follar como Santana había hecho con su mujer y de que iba a dejar un reguero de mierda.

—¿Tuviste una aventura con ella?—espeto al darme cuenta de la obviedad.

—No—niega con la cabeza con el ceño fruncido—Vinieron a verme porque buscaban a alguien para que participara en un trío.

Me estremezco un poco. No es necesario que siga profundizando en eso. Ella mismo se ofreció.

—¿A ti?—susurro. Ella asiente, casi avergonzada—¿Por qué lo hiciste?

—Ella me lo pidió.

—Se enamoró de ti.

Abre los ojos un poco más al oír mi conclusión.

Es evidente.

Se revuelve incómoda debajo de mí.

—Supongo que sí.

Vaya. Eso acaba de generar nuevas preguntas. No me sorprende mucho que se enamorara de ella. Lo que quiero saber es la razón de su visita a La Mansión anoche y por qué pasó Santana tanto tiempo en su despacho con ella.

—¿Qué quería ayer? Desapareciste mucho rato.

Inspira profundamente y me atraviesa con una mirada decidida.

—Ha dejado a Mike... por mí. Y no sé por qué. Nunca le he dado motivos para pensar que le correspondía—se detiene un instante y evalúa mi reacción. No estoy segura de cómo me siento. Todavía no me ha dicho qué hacía ella en La Mansión. Suspira y continúa—Él la ha echado de casa, se ha quedado con su coche y le ha quitado todas las tarjetas. No tiene nada.

—¿Y fue a pedirte ayuda?—pregunto.

—Sí.

—¿Y qué le dijiste?—no sé si me va a gustar la respuesta a esta pregunta.

—Le dije que haría lo que pudiera.

Empieza a morderse el puto labio. Estaba en lo cierto. No me gusta la respuesta.

¿Qué puede hacer ella?

Ayudándola sólo la alentará y le dará esperanzas de que las cosas pueden ir a más. Inclino la cabeza ligeramente.

—¿Tiene esto algo que ver con la policía?

Ríe ligeramente. No entiendo por qué, no tiene gracia.

—Mike está jugando sucio. Denunció a la policía que la mitad de mis empleados son inmigrantes ilegales. Pero eso se solucionó bastante rápido y no pasó nada. Sólo se trató de un pequeño contratiempo.

—¿Por qué no me contaste todo esto en lugar de dejar que diera rienda suelta a mi imaginación?

Frunce el ceño.

—¿Para qué iba a preocuparte con algo tan trivial?

Entiendo su postura pero, aun así, debería habérmelo contado, sobre todo si implicaba a otra mujer que ansiaba tener a mi mujer imposible.

Le sostengo la mirada mientras continúa acariciándome las manos con los pulgares.

—Entonces ¿participaste en el trío y eso fue todo?

—Sí—se revuelve y aparta la mirada.

—Me estás mintiendo—aprieto los dientes—Hubo algo más, ¿verdad?

—No exactamente—se revuelve de nuevo, todavía sin mirarme a la cara—¿Es necesario seguir con esto?—pregunta, irritada—Ella se equivocó al pensar que yo quería algo más. No era así. Fin de la historia.

—Pero tuviste una aventura con ella.

—¡Sí!, ¿vale? Sí que la tuve, pero era sólo sexo, nada más—sus ojos oscuros se tornan feroces—Dejémoslo estar ya, Britt.

—Una vez me dijiste que nunca habías querido follarte a ninguna mujer más de una vez, sólo a mí.

Jamás olvidaré ese comentario y, por estúpido que suene, después de todos los tantos que Santana se ha anotado conmigo en su cama, me gustaría pensar que sólo se ha acostado más de una vez conmigo.

—Yo nunca dije que no me hubiera acostado con ninguna mujer más de una vez. Lo que dije es que nunca he querido estar con una mujer más de una vez. No era más que un medio para lograr un fin. Me lo ofrecía en bandeja.

—Entonces ¿te has follado a más mujeres más de una vez?—digo, herida.

Qué ridículo. Era una mujeriega hedonista antes de conocerme. Y sé que estoy pisando un terreno que, sin lugar a dudas, va a despertar unos celos atroces en mí.

—¡Britt, vigila ese lenguaje!

—¡No! ¡No cuando me estás contando que te has follado a otras mujeres! No soy la única a la que te has follado más de una vez, ¿verdad?

Me gruñe y yo la miro con el ceño fruncido.

—No—admite, y me sigue acariciando las manos con los pulgares, aunque más de prisa—Pero tienes que entender que ninguna de ellas ha significado nada para mí. Sólo las usaba, las trataba como objetos. No estoy orgullosa de ello, pero es la verdad. Y eran conscientes de la situación, Britt. Todas querían algo más, pero sabían que no podían esperarlo. Ahora, en cambio, han visto que sí que puedo ser una mujer de una sola mujer.

Me están entrando náuseas. Sabía que esta conversación iba a revolverme el estómago.

¿Y cuántas de ellas van a aparecer reclamando a mi obsesa controladora y neurótica?

La mujer de Rory ya lo ha hecho, y ahora también Sugar.

—Sigue enamorada de ti—digo en voz baja. Ésa es la otra razón por la que Sugar estaba en La Mansión anoche—No puede tenerte. Ninguna de ellas puede—añado para que sea consciente de que sé que vendrán más.

Siento como si me estuviera preparando para la guerra.

Su mirada se relaja y en su boca se forma una media sonrisa.

—No puede, ya se lo he dicho. Ninguna de ellas puede. Soy sólo tuya.

—Y tampoco quiero que ayudes a Sugar. No es justo que esperes que me parezca bien.

—Britt, no puedo darle la espalda.

Parece sorprenderle lo que le exijo. Me quedo estupefacta.

¿Qué pasa?

¿De repente tiene conciencia?

—Está bien. Entonces yo seguiré trabajando para Rory.

No sé por qué acabo de decir eso. Soy una estúpida.

Su mirada ha pasado de suave y tranquilizadora a tornarse oscura y severa.

¿Cuándo aprenderé?

—Espero que retires eso, Britt.

Su pecho comienza a agitarse debajo de mí, y su mandíbula se tensa hasta el punto de partirse. Así es exactamente como me hace sentir a mí que ella ayude a Sugar.

—No—espeto.

Estoy tentando mi suerte.

—Tres—empieza.

—¡De eso, nada!

Hago ademán de bajarme de su cuerpo, pero me agarra las manos con fiereza y me lo impide.

—Dos.

—¡No! ¡No voy a aceptar una cuenta atrás en este asunto! De eso, nada, López. ¡Puedes coger el cero y metértelo por el puto culo!

Intento liberarme y mi cabreo va aumentando conforme más fuerte me sujeta.

—¡ESA BOCA!—de un tirón, me pone boca abajo sobre la cama y me cubre con su cuerpo—Uno.

—¡Que te den!—no pienso retractarme.

—Cero, Britt-Britt.

Desplaza los dedos directamente a mis caderas y los clava justo en mi punto débil con fuerza. Lanzo un grito y me sume en un infierno con sus incesantes cosquillas. Joder, no para, y de repente siento que la vejiga me va a reventar.

—¡Vale, vale! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!

No puedo soportarlo más.

Para inmediatamente y me da la vuelta. Su cuerpo sigue atrapándome contra la cama.

—Bésame—me ordena, y se inclina un poco hasta que sus labios planean sobre los míos.

Levanto la cabeza y la beso con pasión mientras exhala en mi boca un sonido gutural de pura satisfacción.

Estoy furiosa.

Estoy furiosa con ella por hacer como si no tuviera de qué preocuparme con Sugar. Estoy furiosa porque ha accedido a ayudarla. Estoy furiosa porque ella está enamorada de Santana. Estoy furiosa porque muchas otras mujeres también la quieren, y estoy furiosa conmigo misma por ceder a sus órdenes.

Me muerde el labio y lo arrastra entre sus dientes.

—Para mí sólo existes tú, Britt. Te quiero.

—Sólo yo.

—Buena chica—me regala una sonrisa, mi sonrisa—Y ahora que te he hecho el amor tengo que alimentarte.

Quiero corregirla.

En realidad, me ha esposado a la cama, se ha masturbado sobre mí, se ha corrido en mi boca y me ha exigido que me case con ella.

—¿Va a venir Sue?—pregunto.

—No, tiene los fines de semana libres. Arriba.

Me agarra de los brazos y me incorpora. Se levanta de la cama, recoge los artilugios que antes ha tirado al suelo y vuelve a meterlos en la bolsa dorada de seda. Observo cómo desaparece en el vestidor y sale unos instantes después ataviado con los pantalones de pijama verdes de cuadros, mis preferidos, y con un top.

Me recuesto para admirar su cuerpo.

—¿Piensas pasarte todo el día ahí tumbada, Britt?

Alzo la vista y veo que me está mirando. Cruza los brazos sobre su pecho y flexiona los músculos.
Me paso la lengua por el labio inferior.

—Prometiste que nos levantaríamos tarde—le recuerdo.

Se acerca, me coge del tobillo y tira de mí hasta el extremo de la cama. Apoya sus brazos, hunde los puños en el colchón a ambos lados de mi cabeza y me dice:

—Dime que somos amigas.

—Somos amigas—susurro.

¿No había quedado claro ya?

—Dime que me quieres—frota su nariz contra la mía.

—Te quiero.

Sus ojos oscuros brillan y sus labios forman una sonrisa.

—Dime que vas a casarte conmigo, Britt-Britt.

—Voy a casarme contigo, Sanny.

—Estoy ansiosa. Bésame, Britt.

Su tono ronco hace que la cabeza me dé vueltas. Le rodeo el cuello con las manos y la beso con adoración. Siento cómo sonríe pegado a mi boca mientras se levanta de la cama con mis brazos a su alrededor. Mis caderas rozan sus caderas y me agarro a ella con las piernas. Sigo besándola mientras me lleva al cuarto de baño y cuando despega mis piernas de su cuerpo con la mano libre gruño disgustada y ella se echa a reír.

—Lávate los dientes. Voy a preparar el desayuno—se lleva las manos al cuello y me aparta los brazos.

—¿Necesito lavármelos?—pregunto, un poco herida.

—No, pero pensaba que quizá querrías hacerlo, Britt.

Me da la vuelta, me pone de cara al espejo y me besa en el hombro. Después me da una palmada en el culo y sale del baño.

¿Así que voy a casarme con ella?

Tengo que hablar con mis padres, y pronto.

Me estoy temiendo la conversación.

Observo mi imagen en el espejo. Mi pelo rubio es una masa de ondas enmarañadas. Tengo los ojos brillantes, los labios rosados y las mejillas encendidas.

No estoy mal.

Sin darme cuenta, cojo el cepillo de dientes, vierto un poco de pasta sobre las cerdas y medito sobre lo bien que me siento. Nunca me había sentido tan fresca y vital.
Sólo hay un motivo para eso, y se llama doña Imposible.

Joder, a Rachel le va a dar algo, y no quiero ni pensar lo que mis padres van a pensar de todo esto. Después de lo de Elaine, mi mamá me dijo que no me prendara demasiado de la primera persona que me mostrara un poco de atención. No creo que le haga mucha gracia que, de hecho, vaya a casarme con la primera mujer que me ha prestado algo de atención. Definitivamente tengo que decírselo con mucho tiento.

Comienzo a cepillarme alegremente los dientes mientras me aparto un mechón de pelo suelto de la cara con la otra mano. Algo llama mi atención de inmediato.

¿Qué coño es eso?

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por micky morales Dom Mayo 31, 2015 8:48 am

nooooo que vio? pq lo dejas ahi, estoy hiperventilando!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 3:) Dom Mayo 31, 2015 12:49 pm

holap morra,..

todo se paga con san!!!! jajajaja
se van a casar,... cero romántico!!!!! vale la pena,...
juego de marcas????

nos vemos!!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Dom Mayo 31, 2015 1:20 pm

Apuesto a que es un anillo! Jskfknwlvvrvoxbmaifbxlpk$-$
Joder, enserio se van a casar?._. Tan pronto? Santana esta loca xkhddjv que romantica la manera en que le pidio matrimonio a Britt. Skjdjfb
Saludos!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 31, 2015 8:25 pm

micky morales escribió:nooooo que vio? pq lo dejas ahi, estoy hiperventilando!


Hola, jajaajajajaj ahora viene el siguiente cap! jajajaajajajajjaja, pero yo te ayudo, lo que vio... Saludos =D


3:) escribió:holap morra,..

todo se paga con san!!!! jajajaja
se van a casar,... cero romántico!!!!! vale la pena,...
juego de marcas????

nos vemos!!!!!


Hola lu, jajaajajajajaja sip, pobre britt no pensó lo que venia no¿? Jajajajaj esa san xD es tan romantica jajajajaajajaj. O si! así se marca el territorio no¿? jajajaajaj. Saludos =D


Susii escribió:Apuesto a que es un anillo! Jskfknwlvvrvoxbmaifbxlpk$-$
Joder, enserio se van a casar?._. Tan pronto? Santana esta loca xkhddjv que romantica la manera en que le pidio matrimonio a Britt. Skjdjfb
Saludos!


Hola, =O puede ser xq no¿? Loca¡? san¿? nah! jajaajajaj o no¿?! esa san nadie la supera en el romanticismo no¿? jajajajjaaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 2: Obsesión (Adaptada) Cap 25

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 31, 2015 8:28 pm

Capitulo 25

Escupo pasta de dientes por todo el espejo al dejar escapar un grito de sorpresa. El cepillo se me cae de las manos y forma un pequeño estrépito en el lavabo. Me miro la mano izquierda, que de repente siento pesada, y me agarro al borde del mueble para no caerme al suelo. Parpadeo unas cuantas veces y sacudo la cabeza. Debería dejarlo pasar, tal vez estoy alucinando o algo.

Pero no.

Delante de mí, cegándome, tengo un diamante tremendamente enorme, que luce orgulloso en mi dedo anular.

—¡San!—chillo, y empiezo a desplazarme a tientas sin soltar el borde del mueble hasta que estoy lo bastante cerca del diván como para dejarme caer sobre él.

Hundo la cabeza entre las piernas para intentar controlar la respiración, así como los frenéticos latidos de mi corazón.

Creo que voy a desmayarme.

Oigo cómo cruza la puerta del baño a la carrera pero no consigo levantar la cabeza.

—Britt, Britt-Britt, ¿qué pasa?

Parece aterrada. Se postra de rodillas delante de mí y me apoya las manos en los muslos.

Soy incapaz de hablar.

Tengo un nudo en la garganta del mismo tamaño que el diamante de mi mano izquierda.

—¡Britt, por el amor de Dios! ¿Qué ha pasado?

Me levanta la cabeza con suavidad y me busca la mirada. Su rostro está cargado de desesperación, mientras que el mío está cubierto de lágrimas. No sé qué me ha llevado a decir que sí, pero con la repentina aparición de este anillo en mi dedo acabo de ser tremendamente consciente de la realidad de lo que está sucediendo.

—¡Por favor! ¡Háblame!—ruega con desespera.

Trago saliva en un intento de escupir algunas palabras, pero no funciona, así que recurro a levantar la mano.

Joder, pesa una barbaridad.

Observo a través de mis ojos húmedos cómo se forman arrugas en su frente y desvía su mirada confundida de mis ojos a mi mano.

—Vaya, por fin lo has visto—dice secamente—Sí que has tardado. Joder, Britt. Acaban de darme mil infartos—me coge la mano y pega los labios en ella al lado de mi nuevo amigo—¿Te gusta?

—¡Joder!—grito sin poder creerlo.

Ni siquiera voy a preguntar cuánto ha costado. Esto es demasiada responsabilidad.

Un suspiro escapa de mis labios mientras me llevo rápidamente la mano al pecho en busca de mi otro amigo.

—Está a salvo—me coge la mano y me la baja hasta colocarla sobre la otra en mi regazo desnudo. Suspiro de alivio mientras ella me acaricia el dorso de ambas con los pulgares y sonríe—Dime, ¿te gusta?

—Sabes que sí—miro el anillo. Es de platino, sin lugar a dudas, un aro plano coronado con un reluciente diamante cuadrado. Me están entrando sofocos—Un momento—la miro con la frente arrugada por la confusión. Puede que vaya a necesitar el vale del bótox después de todo—¿Cuándo me lo has puesto?

Sus labios forman una línea recta.

—Justo después de esposarte.

Abro unos ojos como platos.

—Demasiado segura estabas.

Se encoge de hombros.

—Una puede ser optimista.

¿Lo dice en serio?

—Yo llamo engreimiento a eso que tú llamas optimismo.

Sonríe.

—Llámalo como quieras. Ella ha dicho que sí.

Se abalanza sobre mí, arrastra mi cuerpo desnudo al suelo frío y duro del baño y entierra el rostro entre mis tetas. Me echo a reír mientras ella me fuerza.

—¡Para!

—¡No!—me muerde una teta y empieza a absorberla en su boca—Voy a hacerte un chupetón—farfulla alrededor de mi piel.

Incluso si pudiera detenerla no lo haría. La dejo que haga lo que quiera y hundo los dedos en su pelo. Me quedo con la boca abierta una vez más al ver de nuevo el anillo. No me puedo creer que me lo haya puesto antes de preguntarme, la muy arrogante.

¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta hasta ahora?

Estaba distraída...

—Ya está—anuncia, e imprime un beso casto sobre su marca—Ya estamos empatadas.

Desciendo la mirada hacia el círculo perfecto que acaba de hacerme en el pecho y después a Santana, que observa su obra con satisfacción.

—¿Contenta?—pregunto.

—Sí. ¿Y tú?

—Encantada.

—Bien, mi misión aquí ha terminado. Siguiente trabajo: alimentar a mi seductora. Arriba—me pone en pie—¿Tardarás mucho en bajar?

—Unos cinco minutos más o menos.

—Más o menos—repite con tono burlón, y se inclina para morderme la oreja—Date prisa.

Me da una palmada en el culo y vuelve a dejarme sola. Una enorme sonrisa se dibuja en mi rostro sonrojado.

He dicho que sí.

Y no tengo ninguna duda.

Ninguna.

Mi sitio está con Santana, lo tengo claro.

Qué locura.

Termino de cepillarme los dientes, me doy una ducha rápida y me afeito las piernas. Cojo su camisa de la puerta y me la pongo con unos shorts deportivos. Atravieso el descansillo y recuerdo el correo que todavía no le he dado. Me desvío hacia la habitación color crema, cojo el correo y bajo la escalera, pasando por alto el hecho de que hace apenas unos veinte minutos que me ha dejado en el baño y ya la echo de menos.

Está en la cocina, con el dedo en el tarro de mantequilla de cacahuete, mientras observa concentrado la pantalla de su portátil. Miro con el mismo asco de siempre el bote de mantequilla de cacahuete y con el mismo embelesamiento de siempre a esa mujer tan hermosa y me siento en el taburete frente a ella.

—Toma. Se me olvidó darte esto.

Le paso el correo y me sirvo un poco de zumo de naranja.

—Ábrelas tú.

De repente veo las llaves de mi coche sobre la encimera.

—¿Mi coche está aquí?

—Lo ha traído Finn—dice, y continúa observando la pantalla del ordenador. Sonrío para mis adentros al imaginar al grandullón de Finn conduciendo mi Mini—¿Eres religiosa?—pregunta de pronto como si tal cosa.

Arrugo la frente mientras me bebo el zumo.

—No.

—Yo tampoco. ¿Prefieres alguna fecha en particular?

—¿Para qué?—inquiero.

Parezco confundida, y lo estoy.

Levanta la vista y me mira con el ceño fruncido.

—¿Quieres convertirte en la señora López-Pierce en alguna fecha en concreto?

Vaya.

—No sé—digo encogiéndome de hombros—¿El año que viene? ¿El otro?

Cojo una tostada y empiezo a extender la mantequilla. Sólo hace media hora que me lo ha pedido; necesito espabilarme un poco todavía. Ya tendremos tiempo para decidir eso, y aún tengo que hablar con mis padres.

El tarro de mantequilla de cacahuete cae de repente sobre la isla de mármol con un fuerte impacto y doy un brinco.

—¡¿El año que viene?!—exclama Santana con un gesto de puro disgusto.

—Vale, entonces el otro.

Supongo que el año que viene es un poco pronto. Parto la tostada por la mitad y le doy un bocado a una de las esquinas.

—¿El otro?—dice con indignación.

La miro y veo su hermoso semblante desfigurado de incredulidad.

La verdad es que me da igual.

El siguiente, entonces, lo mismo me da. Me encojo de hombros y continúo masticando la tostada.

Frunce el ceño, cabreada.

—Nos casaremos el mes que viene—espeta. Coge el tarro de nuevo y mete el dedo con agresividad—El año que viene...—farfulla sacudiendo la cabeza.

Casi me atraganto con la tostada, y empiezo a masticar frenéticamente para vaciar rápidamente la boca.

¿El mes que viene?

¿Se ha vuelto loca?

—¡San, no puedo casarme contigo el mes que viene!

—Puedes y lo harás—dice sin mirarme.

Me paro a pensar un momento. Aún no les he dicho a mis padres que estoy viviendo con ella, y menos todavía que vaya a casarme.

Necesito tiempo.

—No, no puedo—repongo, medio riendo.

Debe de estar de broma.

Me mira con ojos feroces y vuelve a dejar el tarro con un golpe.

Doy otro brinco.

—¿Perdona?—inquiere, realmente estupefacta.

—San, mis padres ni siquiera te conocen. No puedes esperar que los llame y que les dé una noticia como ésa por teléfono.

Ruego para mis adentros que sea razonable. He visto esa cara muchas otras veces y siempre indica que no va a ceder.

—Iremos a visitarlos. No voy a andarme con tonterías, Britt.

Bebo nerviosa otro trago de zumo mientras ella sigue atravesándome con la mirada. La idea de presentársela a mis padres me llena de temor.

¿A qué les digo que se dedica?

Su sugerencia de decirles que regenta un hotel no colará eternamente.

Vacilo bajo su dura mirada, pero he de mantenerme firme en esto.

—No estás siendo razonable—protesto con voz tranquila.

De todos modos, no se puede organizar una boda en un mes. Le doy otro mordisco a mi tostada y absorbo el resentimiento que emana de cada poro de mi mujer exigente.

—¿Me amas, Britt?—pregunta de repente.

La miro con el ceño fruncido.

—No preguntes tonterías—a veces se pone imposible.

—Bien—gruñe con total irrevocabilidad mientras vuelve a centrar la atención en el portátil—Yo también te amo. Nos casaremos el mes que viene.

Dejo caer la tostada con exasperación.

—Santana, no voy a casarme contigo el mes que viene.

Me levanto del taburete, acerco mi plato a la basura y tiro la mitad de mi desayuno. Se me ha quitado el apetito.

—Dime San. Ven aquí—gruñe a mi espalda.

Me vuelvo para mirarla y veo de nuevo su expresión de fiereza.

¿Qué problema hay en esperar?

Sólo serán un año o dos.

No pienso huir a ninguna parte.

—No—le contesto. Abre los ojos como platos—Y no vas a conseguir que acepte con un puto polvo. Olvídalo.

No pienso ceder.

Dicen que se debe empezar como se pretende continuar. Sé que no las tengo todas conmigo, pero haré todo lo posible por mantener mi postura.

—Esa boca, Britt—su rostro se torna severo y sus labios forman una línea recta mientras me atraviesa con la mirada—Tres.

—¡No!—me echo a reír—¡Ni se te ocurra!

Empiezo a inspeccionar la cocina buscando una vía de escape, pero ella está más cerca de la salida que yo, así que no podré evitar que me atrape.

—Dos—se levanta y empieza a frotarse las manos.

—¡No!

—Uno.

—¡Santana, vete a la mierda!

Me reprendo a mí misma por mi lenguaje, que seguramente no ha hecho sino alimentar su enfado.

Decir tacos y desafiarla no es una buena combinación.

—¡Esa boca!—ladra—Cero—empieza a rodear la isla en dirección hacia mí, y yo comienzo a girar por instinto hacia el otro lado—Ven aquí, Britt—dice con los dientes apretados, y se detiene un momento antes de venir a por mí en la otra dirección.

Me aseguro de estar siempre al otro lado de la isla.

—No. ¿Qué prisa hay? No voy a irme a ninguna parte.

Intento que entre en razón. Sé que en cuanto me ponga las manos encima habré perdido.

—Ya, claro. ¿Por qué lo estás retrasando, entonces?—dice mientras continúa persiguiéndome con calma.

—No lo estoy retrasando. Se tarda más o menos un año en organizar una boda.

—No la nuestra—empieza a avanzar de prisa con expresión amenazadora y yo corro en la dirección opuesta—Deja de huir de mí, Britt. Sabes que me pone muy furiosa.

—¡Bueno sé razonable!—casi me echo a reír cuando de repente cambia de dirección y yo tiro hacia el otro lado.

—¡Britt!

—¡San!—la imito burlonamente calculando las posibilidades que tengo de llegar al pasillo y de subir la escalera sin que me atrape.

No son muchas.

—¡Ya está bien!—grita, y echa a correr hacia mí.

Salgo pitando en dirección al pasillo. Sé que no lograré llegar a la escalera, así que pongo rumbo hacia el gimnasio e intento cerrar la puerta de cristal. Ella está pegada al otro lado, empujándola contra mí, pero con cuidado para no hacerme daño. Podría tirarme al suelo si quisiera con un golpe de su meñique.

—Suelta la puerta, Britt—grita.

—¿Qué vas a hacer?

Al instante disminuye la presión contra la puerta y me mira a través del cristal con aire de preocupación.

—¿Tú qué crees que voy a hacer?

—No lo sé—miento.

Sé perfectamente lo que va a hacer. Va a echarme un polvo para hacerme entrar en razón.

Las manos pegadas a la puerta evitan que me lleve los dedos al pelo. Su inquietud parece aumentar y la presión disminuye aún más. Aprovechando la situación, cierro la puerta y corro el pestillo. Se queda con la boca abierta.

—No me puedo creer que hayas hecho eso—intenta abrir y yo retrocedo—Britt, abre—ordena. Niego con la cabeza. Su pecho empieza a agitarse con violencia—Britt, ya sabes cómo me hace sentir no poder tocarte. Abre la puerta.

—No. Dime que vamos a hablar sobre «nuestra» boda de manera razonable.

—Eso hacíamos—intenta abrir de nuevo y la puerta tiembla—Britt, por favor, abre.

—No, no estábamos hablando de ello, San. Tú me estabas diciendo cómo iba a ser. Nunca antes habías tenido una relación de pareja, ¿verdad?

—No. Eso ya te lo he dicho.

—Se nota. Se te da como el culo.

Me mira con sus ojos oscuros y ansiosos.

—Te quiero—dice suavemente, como si eso lo explicara todo—Abre la puerta, por favor.

—¿Vamos a hablarlo?—pregunto.

Nunca había tenido tanto poder sobre ella. Sé lo mucho que detesta no poder tocarme y me estoy aprovechando de su debilidad, pero es la única que le conozco, así que si tengo que usarla, lo haré, sobre todo en asuntos de esta magnitud.

Se muerde el labio inferior con nerviosismo mientras reflexiona sobre mi exigencia.

Suspira.

—Está bien. Abre la puerta.

Pone la mano sobre la manija, pero entonces me viene otra cosa a la mente, algo que podría provocar otra cuenta atrás más tarde. Será mejor que mate dos pájaros de un tiro.

—Voy a salir con Rach esta noche—le digo, desafiante.

Ella abre unos ojos como platos, tal y como imaginaba.

—¿Qué?

—Anoche te dije que iba a salir con Rach—le recuerdo.

—¿Y? Abre la puerta.

—No puedes evitar que vea a mi amiga. Si me caso contigo no es para que controles cada uno de mis movimientos. Voy a salir con Rach esta noche, y tú me dejarás hacerlo... sin montarme una escena—digo con voz tranquila y asertiva mientras, por dentro, me preparo para un polvo que me haga entrar en razón que supere todos los anteriores.

—Te estás pasando, Britt-Britt.

Aprieta la mandíbula y yo exhalo un suspiro de agotamiento.

¿Me estoy pasando porque quiero salir con mi amiga?

Le doy la espalda y me acerco al banco de pesas, me siento y me pongo cómoda. No pienso abrir la puerta hasta que ceda, así que puede que tenga que pasarme aquí un buen rato.

—Britt, ¿qué haces? Abre la maldita puerta.

Observo cómo la sacude con violencia.

Joder, la amo, pero tiene que dejar de ser tan irracional y tan protectora.

—No voy a abrir la puerta hasta que empieces a ser más razonable. Si quieres casarte conmigo, tendrás que relajarte.

Me mira como si fuera estúpida.

—Es razonable que me preocupe por ti.

—San, tú no te preocupas, te torturas.

—Abre la puerta—vuelve a sacudir la manija.

—Voy a salir con Rach esta noche.

—Vale, pero no vas a beber. ¡Abre la puta puerta!

Ah, sí, también deberíamos hablar de eso, pero creo que ya le he dado suficientes disgustos en una sola mañana. Está muy agobiada, lo cual es bastante absurdo porque estoy justo aquí delante.

Me levanto y empiezo a acercarme a la puerta. Quito el pestillo y me quedo delante de ella antes de que le dé algo. Corre hacia mí y me estrella contra su pecho. Después nos baja al suelo sobre una de las colchonetas. Me aprisiona con su cuerpo y respira con fuerza en mi cabello.

—Por favor, no vuelvas a hacerme esto—ruega, y de repente me siento tremendamente culpable. La ansiedad que siente cuando hago estas cosas es la parte más irracional de su manera de ser—Prométemelo, Britt.

—Es la única manera que tengo de hacer que me escuches.

Intento apaciguarla acariciándole la espalda mientras siento los fuertes latidos de su corazón contra mi pecho.

—Te escucharé. Pero no vuelvas a interponer barreras físicas entre nosotras.

—No puedes estar conmigo todo el tiempo.

—Lo sé, pero cuando no lo esté será bajo mis propias condiciones.

Me echo a reír y me llevo las manos a la cabeza.

—¿Y qué hay de mí?

Se aparta ligeramente hacia atrás y me mira con el ceño fruncido.

—Te escucharé—masculla a regañadientes—Estás siendo una futura esposa muy desafiante—dice, y entierra de nuevo la cabeza en mi cuello enfurruñada.

No ha pillado por dónde iba. Aunque no me molesto en rebatirle eso. Esperaba que me empotrara contra la pared y que me follara hasta que sólo me quedara un hálito de vida después de mi rebeldía, así que el hecho de que esté aquí abrazándome me sorprende bastante.

Puede que haya encontrado mi herramienta de negociación.

Se sienta y me coloca sobre su regazo.

—¿Por qué no se vienen a La Mansión a tomar algo?

—¡De eso, nada!—exclamo.

—¿Por qué no?—parece sentirse insultada.

—¿Para que estés controlándome?

—Es lógico. Así puedes beber, y yo me aseguro de que estás bien, y después puedo traerte a casa.

Hace que suene lo más lógico del mundo, pero no pienso caer en la trampa. Si accedo no volveré a pisar un bar en la vida.

—No. Fin de la historia—digo con firmeza.

Hace un mohín y yo sacudo la cabeza para reafirmar mi respuesta. Además, la tía esa estará ahí, mirándome mal y soltando sus comentarios desagradables.

De eso, nada.

—Eres imposible, Britt—dice, frustrada, y se levanta conmigo en brazos. Me pone de pie y me da un beso inocente—Voy a ducharme. Acompáñame.

Enarca una ceja sugerentemente y me sonríe con malicia. Que me exija cosas como ésta no me molesta tanto.

—Yo ya me he duchado.

—Bueno vuelve a ducharte conmigo.

—Subiré dentro de un minuto. Tengo que llamar a Rache—me aparto de ella y me dirijo a la cocina—¿Y mi teléfono?

—Cargándose. ¡No tardes!—me grita.

Encuentro el móvil y llamo a Rachel.

—¿Sí?—responde con voz ronca al otro lado de la línea.

Parece resacosa.

—Hola. ¿Te encuentras mal?—pregunto.

—No, cansada. ¿Qué hora es?

Miro el reloj del horno.

—Las once.

—¡Mierda!—exclama, y oigo ruidos de fondo—Lucy, eres una gilipollas. ¡Llego tarde! ¡Britt, debería estar en Chelsea entregando una tarta! Luego te llamo.

—Oye, ¿vamos a salir hoy al final?
—digo antes de que me cuelgue.

—Claro. ¿Te dan permiso?—bromea.

—¡Sí! Te recojo a las siete.

—¡Vale! Hasta luego.


Cuelgo, y mi teléfono me alerta inmediatamente de que tengo un mensaje de texto. Lo abro y en ese instante el video-portero del ático empieza a sonar. Mientras me acerco al dispositivo inalámbrico que me conectará con Clive, ojeo la pantalla. Se me hiela la sangre. Es de Rory. No quiero leerlo, pero el pulgar pulsa la tecla y abre el mensaje antes de que logre convencer a mi cerebro de que lo borre sin leerlo.

No podré quedar el lunes. Regreso a Irlanda temporalmente. Te llamaré mi vuelta para reorganizar nuestra reunión.

El corazón se me sale por la boca y me ahoga. De repente el teléfono empieza a vibrar en mi mano.

¿Qué hago?

Ni siquiera se me pasa por la cabeza comentárselo a Santana. Sé que montará en cólera.

Elimino el mensaje inmediatamente. De lo contrario, conociendo su mala costumbre de fisgonearme el móvil, seguro que lo encuentra. Tampoco contesto. Al menos, tengo un poco más de tiempo para pensar sobre el tema y hablar con Will.

¿Cuánto pasará fuera?

¿Cuánto tiempo tengo para prepararme para esa reunión?

Me planteo contestarle y decirle que sé lo de su mujer y Santana, pero el video-portero suena de nuevo y me sobresalta. Contesto a Clive.

—Brittany, ha llegado una entrega para ti. Subiré dentro de un minuto.

Cuelga sin darme tiempo a preguntar qué o de quién es.

Vuelvo a la cocina, ansiosa y nerviosa, y empiezo a buscar en mi teléfono la opción de cambiar el PIN para evitar que Santana intercepte más mensajes que Rory pueda enviarme. Sospechará cuando descubra que lo he bloqueado, pero prefiero lidiar con el hecho de que se sienta ofendida a enfrentarme a un huracán latino azotando toda la casa. Sabe que no me gusta que me coja el teléfono, así que no me costará mucho restarle importancia.

No tengo elección.

Me dirijo hacia la puerta. Ya me encargaré de esto el lunes por la mañana, cuando Santana no esté tan cerca de mí y de mi teléfono. Hasta entonces, tengo que fingir que estoy tranquila y relajada, y tengo que hablar con Will sin falta.

Abro la puerta, oigo la llegada del ascensor y el inconfundible sonido de los gruñidos de Clive, y me encuentro al conserje levantando caja tras caja y bolsa tras bolsa.

—Brittany, tienes un grave problema. Creo que eres adicta a las compras o algo así. ¿Lo meto todo en el piso?—resopla.

—Eh..., sí.

Miro y veo bolsas de Harrods y cajas de regalos por todas partes.

Pero ¿qué coño...?

Me quedo como un pasmarote y sujeto la puerta con la boca abierta mientras Clive lo saca todo y lo mete en el ático.

No puedo creer que haya hecho esto.

Debería haber sospechado que tramaba algo cuando me ha dejado salirme con la mía tan fácilmente. O, mejor dicho, cuando me ha hecho creer que me salía con la mía.

Esa tía debió de gastarse una fortuna absurda ayer.

Clive deja la última bolsa y se dirige de nuevo hacia la puerta.

—Eso es todo. ¿Dejaste algo?

Miro desconcertada hacia la espalda de Clive.

—¿Cómo?

Se vuelve y frunce el ceño.

—En la tienda. ¿Los dejaste sin existencias?

—Eh..., sí. Gracias, Clive.

—Ah, ha venido una joven—me informa, pero cierra la boca de repente al darse cuenta del error que acaba de cometer.

Eso me saca inmediatamente de mi estado de aturdimiento.

—¿Ah, sí?—espeto.

Sus viejos ojos están abiertos como platos.

—Eh..., bueno, no sé...—farfulla, y empieza a retroceder—Ahora que lo pienso creo que venía buscando a otra persona. No estoy seguro—le da la risa nerviosa—Cosas de la edad.

—Sí, venga ya, Clive. ¿Tenía el pelo castaño y largo?—pregunto.

Calificó de «madurita» a la mujer rubia de pelo ondulado que resultó ser la mujer de Rory (o ex mujer).

—No estoy seguro, Brittany.

La verdad es que me da lástima. El pobre hombre no tiene por qué pasar por esto.

—Mantendremos esto en secreto, ¿de acuerdo?

—¿Sí?—dice, y parece aliviado.

—Sí. No le cuentes a Santana nada sobre esa joven, y yo no le hablaré a nadie sobre las costumbres de nuestros vecinos.

Deja escapar un grito ahogado.

Sí.

Me gusta jugar sucio, viejo.

Entro en casa y cierro la puerta en sus narices. Bastante tiene ya mi pobre cerebro. No voy a contárselo a Santana. No quiero que hable con Sugar, ni que la ayude, ni que la vea. Tengo un montón de inseguridades y de temores, estoy intentando superar unos celos inmensos y acabo de comprometerme a pasar una vida entera así.

He accedido a casarme con ella.

¿Acaso soy idiota?

El teléfono de Santana empieza a sonar en la cocina y sigo la melodía hasta que me encuentro delante de la isla mirando la pantalla. Sabía quién era antes de mirarla. Para bien o para mal, respondo, haciendo caso omiso de los gritos de mi conciencia, que me dicen que soy una hipócrita.

—¿Sugar?—digo, alto y claro. Ella guarda silencio, pero no cuelga—Sugar, ¿qué quieres?

—¿Está Santana?[/i]—pregunta con timidez, y me quedo sorprendida al ver que sigue sin colgar.

Entonces me doy cuenta de que esperaba que lo hiciera al oír mi voz. Puede que sólo quisiera que fuera consciente de que lo sé, no estoy segura, pero sin duda tiene agallas.

—Se está duchando. ¿Puedo ayudarte yo?—digo con tono amable, pero con una pizca de irritación.

—No, necesito hablar con ella.

Ella no se muestra amistosa. Parece sentirse insultada.

—Sugar, quiero que dejes de molestarla.

Tengo que ser clara, ahora que parece que Santana ha desarrollado una conciencia.

—Eres Brittany, ¿verdad?—pregunta.

No sé cómo calificar su tono.

—Sí.

Intento mantener la serenidad, pero no tengo ni idea de a dónde se dirige esta conversación, y estoy empezando a ponerme de los nervios.

—Brittany, va a hacer que la necesites, y después te abandonará. Aléjate de ella ahora que aún puedes—dice, y cuelga.

Me quedo ahí plantada con el teléfono de Santana todavía suspendido junto a mi oreja, mirando hacia todas partes totalmente saturada de nuevo.

No puedo alejarme.

Ni ahora ni nunca.

Además, ella no me lo permitiría.

Y no quiero hacerlo.

Intento convencer a mi cerebro de que sólo está celosa, de que todas esas mujeres se sienten despechadas porque Santana las rechazó a todas, las utilizaba y las dejaba cuando se aburría o se cansaba de ellas.

Ésa es la razón más lógica.

Sé cómo me sentí los días que estuve sin ella, y si es así como se sienten todas esas mujeres, lo entiendo perfectamente. Y me sabe mal por ellas, pero yo no tengo la culpa de que no puedan asumir el hecho de que haya cambiado su manera de ser por mí; no por ninguna de ellas..., sino por mí.

Ha dejado de beber por mí.

Ha dejado sus correrías sexuales por mí.

Todo eso forma parte de su pasado, un pasado desagradable, pero pasado al fin y al cabo.

Todo quedó atrás, y no puedo recriminárselo.

Me pongo derecha para mostrarme a mí misma mi determinación. No pienso alejarme de ella jamás. Ha hecho que la necesite, pero sé que ella también me necesita a mí.

No pienso irme a ninguna parte.

Dejo el teléfono sobre la encimera, regreso a la sala de estar y recuerdo al instante lo que ocupaba mi mente antes de la llamada de Sugar.

Me quedo de pie cruzada de brazos, mirando la montaña de bolsas y cajas que tengo delante. No sé si emocionarme o ponerme furiosa. No respeta nunca mis opiniones ni mis deseos, con su manera de ser neurótica e imposible, y ahora empiezo a temer que yo también me estoy volviendo así. Saca lo peor de mí, y sé perfectamente que yo saco lo peor de ella. Finn también lo dijo.

¿Una Santana López tranquila y despreocupada?

Esa mujer no existe.

Bueno, sí, cuando lo obedeces sin rechistar. Anoche lo comprobé, pero en momentos como éste se me olvida que puede ser esa mujer.

Me arrodillo en el suelo y, a regañadientes, cojo una de las bolsas y miro dentro con cautela, como si fuera a saltarme algo encima.

¿Qué?

Esto no estaba en el montón de cosas que quería. Saco un vestido de seda azul marino de Calvin Klein. Estaba en el montón de cosas que tenía que pensarme. Abro una caja y veo un vestido de tubo en negro y crema de Chloé. Esto estaba en el montón de cosas que no quería. Se pasaba demasiado del presupuesto que me había marcado.

Qué mal.

Lo han mezclado todo.

Me acerco otra bolsa y dentro descubro un par de vaqueros anchos de Diesel.

Vale, esto no estaba en ningún montón.

Sigo inspeccionando todas las bolsas y cajas y también encuentro lencería de encaje de todos los diseños y colores imaginables. A saber cuánto rato después, me veo sentada en el suelo, rodeada de una montaña de ropa, zapatos, bolsos y accesorios. Todos los artículos que me probé están aquí, menos el traje de fiesta. Todo lo que había en el montón de cosas que quería, en el de cosas que no quería y en el de cosas que tenía que pensarme, además de muchas otras que no me había probado. Debe de ser un error, porque está incluso el vestido escotado de Chloé, y Santana jamás me habría comprado algo así voluntariamente. Aunque la verdad es que me encanta.

¡Madre mía!

Me dejo caer sobre la ropa y me quedo mirando los techos altos del ático. Esto es demasiado; el traje, el collar, el anillo, y ahora todo esto. Me siento totalmente abrumada, y algo asfixiada.

No quiero todo esto.

Sólo la quiero a ella, sin el pasado, sin las demás mujeres y sin Rory dando por saco.

—Hola, Britt—el rostro atractivo y húmedo de Santana aparece flotando ante mis ojos—Te estaba esperando. ¿Qué hacías?—dice con voz tristona.

Rebufo y señalo el mercadillo de ropa de marca que tengo a mi alrededor.

¿Es que acaso no la ve?

Mira en la dirección que indico sin inmutarse al ver los montones y montones de ropa femenina que me rodean.

—Ah, ¿ya ha llegado?—se limita a decir. Echo los brazos hacia atrás exasperada y ella exhala imitando mi gesto dramático antes de echarse a mi lado—Mírame—me ordena con voz suave. Me vuelvo hacia su rostro y una bocanada de su aliento fresco golpea mi cara—¿Qué problema hay?

—Esto es demasiado—protesto—Sólo te quiero a ti.

Sonríe y sus ojos brillan de placer.

—Me alegro, pero nunca he tenido a nadie con quien compartir mi dinero, Britt. Por favor, dame ese gusto.

—La gente va a pensar que me caso contigo por tu dinero—replico.

Ya he oído algo parecido.

—Me importa una mierda lo que la gente piense. Sólo lo que pensemos tú y yo—se pone de lado y me tira de la cadera para que haga lo propio de cara a ella—Así que cállate.

—No te va a quedar dinero si sigues gastándotelo como lo hiciste ayer—gruño.

Si Zoe trabaja a comisión, probablemente pueda retirarse después del despilfarro de Santana.

—Britt, he dicho que te calles.

—Oblígame—la desafío con una media sonrisa.

Y lo hace.

Se echa sobre mí y me devora entre media tienda de ropa de Harrods.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por micky morales Dom Mayo 31, 2015 8:58 pm

que mania de britt de ocultarle las cosas a san, yo estaria encantada con tanta ropa, total si ya piensan lo peor, que lo sigan pensando!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 3:) Dom Mayo 31, 2015 9:30 pm

holap morra,...

eso que a san no se le dio por compres tiffany,.. jajajajaj
yo estoy como britt con tanta ropa que quizás no use!!! jajajaja
a ver asta donde puede llegar suger??? y Rory???

nos vemos!!!!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Dom Mayo 31, 2015 11:24 pm

Jsdhjsgsh yo me tiro sobre Santana por comprarme ropa zkhdjb no soporto a Sugar y no soporto a Rory (en la serie tambien lo odiaba xd) sjhsbsv
Tienen que dejar de ocultarse cosas!>:c si siguen asi su matrimonio va a terminar antes de comience>:c
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Lun Jun 01, 2015 1:21 am

micky morales escribió:que mania de britt de ocultarle las cosas a san, yo estaria encantada con tanta ropa, total si ya piensan lo peor, que lo sigan pensando!


Hola, aii estas niñas no aprenden no¿? Jjaajajjajajaj xD jajaajajajajjaaj. Saludos =D


3:) escribió:holap morra,...

eso que a san no se le dio por compres tiffany,.. jajajajaj
yo estoy como britt con tanta ropa que quizás no use!!! jajajaja
a ver asta donde puede llegar suger??? y Rory???

nos vemos!!!!


Hola lu, jajajaajaj mmm siendo santana nose, nose XD jaajajajajajajaj. Jajajajajajajaajaj xq la mayor parte del tiempo... trabaja no¿? Jajajajajaajaj. A ninguna parte!... vdd¿?


Susii escribió:Jsdhjsgsh yo me tiro sobre Santana por comprarme ropa zkhdjb no soporto a Sugar y no soporto a Rory (en la serie tambien lo odiaba xd) sjhsbsv
Tienen que dejar de ocultarse cosas!>:c si siguen asi su matrimonio va a terminar antes de comience>:c


Hola, jajajajajjaajajajajaj xD que se traerán entre manos esos dos ¬¬ ( a mi tampoco me caía bn ¬¬) Esk no aprenden! Jajajjaaj lo mismo pienso yo jajajaajaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 2: Obsesión (Adaptada) Cap 26

Mensaje por 23l1 Lun Jun 01, 2015 1:24 am

Capitulo 26

Entro en el dormitorio tras una ducha fresca y sacudo la cabeza al ver a Santana tumbada boca arriba en medio de la cama, vestida sólo con ropa interior de encaje blanca y dejando patente con la expresión que no le hace gracia que salga.

Me siento delante del espejo de cuerpo entero y empiezo a secarme el pelo. Nos hemos pasado todo el día trasladando la montaña de ropa y accesorios al piso de arriba. Ahora tengo mi propio lado en el inmenso armario vestidor, y también tenía a una mujer muy feliz, hasta que he empezado a prepararme para mi noche de fiesta con Rachel. El buen humor no le ha durado mucho, pero Kurt y Mercedes van a salir con nosotras también, y tengo muchas cosas que contarle a Rachel, así que estoy deseando que llegue la hora, y Santana va a tener que aprender a compartirme.

Termino de secarme el pelo, apago el secador y oigo un montón de resoplidos y bufidos provenientes de la cama. Se está comportando como una cría, así que no hago caso y me dirijo al cuarto de baño para ponerme crema y maquillarme.

Cuando me estoy aplicando la máscara de pestañas, entra como si tal cosa y se tumba sobre el diván dejando escapar un dramático suspiro. Reclina con descaro su cuerpo definido y cruza los brazos por detrás de la cabeza, lo que acentúa todavía más los magníficos músculos de su cuerpo y sus pechos. Intento hacer como que no está, pero ver cómo se pasea con ropa interior blanca de Victoria Secret es algo difícil de ignorar.

Lo está haciendo adrede.

Salgo corriendo del baño para ponerme la ropa interior y vestirme. Eso podría llevarme un tiempo, sobre todo bajo la mirada crítica de Santana, pero todavía no he llegado a mi recién asignado cajón de la ropa interior cuando me agarra y me tira sobre la cama, sin la toalla. Debería haberlo imaginado; va a placarme para marcarme y no me dejará salir hasta que su esencia esté por todo mi cuerpo. Ya ha hecho esto antes.

Me pone de rodillas con las piernas separadas y me agarra de la cintura.

—No te vas a correr, Britt—gruñe.

Acerca los dedos a mi sexo y empieza a moverlos para prepararme. La repentina invasión me obliga a hundir la cara en la ropa de cama para amortiguar el grito.

Va a dejarme al borde del orgasmo otra vez, lo sé.

—Esto es para mi propio beneficio, no para el tuyo—asegura entre dientes.

Empieza a trazar círculos alrededor de mi ano y yo gimo de desolación contra la cama. Esto es una auténtica tortura. Sabe perfectamente lo que se hace. Mi cuerpo entero se tensa ante su tacto.

—Relájate, Britt. No quiero hacerte daño—me mete los dedos y, por acto reflejo, mis músculos se tensan para evitar su invasión. Lanzo un grito—¡Relájate!—chilla, y yo espero que mi cuerpo la obedezca, pero no lo hace.

Se resiste ante el hecho inevitable de que Santana parará antes de que estalle. No quiero salir esta noche con una presión insoportable entre las piernas. Quiero estar saciada y relajada, y ella puede hacer que lo esté.

¡El puto culo!

Siento que se coloca en la entrada.

Me quejo.

—Maldita sea, Britt—dice con exasperación—Deja de resistirte.

—Vas a dejarme a medias, ¿verdad? No vas a dejar que acabe—jadeo, desesperada.

—Eso pretendo, Britt—me da una palmada en el trasero—¡Relájate!

—¡No puedo!

Una oleada de dolor se extiende por mi cuerpo a causa del rápido manotazo. Ella grita de frustración ante mi inconformidad y acerca la otra mano a mi vulva para acariciarme con los dedos.

—¡Ahhhhh!

Me relajo al instante. El tacto de sus dedos hace estallar todos mis sentidos y me obliga a echarme hacia adelante. Está pulsando el botón con el que tiene contacto directo. Me ahogo en una oleada de inmenso placer y empiezo a acercarme a un intenso clímax a toda velocidad. Intento retener su mano, pero aparta los dedos.

—¡No!—grito de pura frustración.

—Sí.

Vuelve a meterme los dedos y a rozarme con el pulgar la punta del clítoris, obligándome a empujar hacia atrás en un intento desesperado de obtener más fricción. Vuelve a sacarlos y extiende toda mi humedad por la raja de mi trasero.

—¡No, San!—siento cómo sus dedos empujan contra el orificio—¡Por favor!

—Sabes que te encanta, Britt—empuja y me penetra a un ritmo lento y controlado—¡JODER!

Quiero gritar de rabia y de frustración, pero eso no evita que empuje hacia atrás para recibirla hasta el final. Sé que no voy a correrme, pero no lo puedo evitar.

Santana jadea, y se clava muy adentro en mi interior dejándome sin respiración.

—¡Joder!—grito cuando me llena por completo.

Empuja hacia adelante y constato que piensa cumplir su palabra.

—Joder, Britt—jadea—Me encanta estar dentro de ti—empuja más aún y deja escapar un largo gemido mientras yo me concentro en controlar mi respiración entrecortada—Cógete a la cabecera.

Respiro hondo y levanto los brazos para agarrarme a una de las barras de madera. Suelto un alarido. El cambio de posición permite que me penetre más profundamente. Se queda quieta mientras sigo sus órdenes y me acaricia la espalda con suavidad. Los fuegos artificiales que amenazan con estallar en mi sexo comienzan a tornarse dolorosos.

—¿Estás bien cogida?

—¡Sí!—respondo secamente, con lo que me gano una nueva palmada en el trasero.

Voy a gritar de frustración, y eso que ni siquiera ha terminado conmigo.

¿Por qué coño no detengo esto?

Oigo que contiene la respiración y empieza a salir. La presión disminuye ligeramente, pero entonces me empuja hacia adelante y vuelve a hundirse en mí con una potente estocada.

Grito de nuevo.

—¡Agárrate bien, Britt!

Repite el delicioso movimiento y yo tenso las manos y apoyo la frente sobre mi antebrazo.

—¡Por favor, San!—le ruego.

—Te gusta, ¿verdad?—pregunta con voz lujuriosa y sedienta.

—Sí.

—Te gusta que folle con fuerza, ¿verdad, Britt?

—¡Sí!

—Sí, sé que te gusta.

Levanta la mano de mis caderas y me agarra de los hombros antes de embestirme de nuevo una y otra y otra vez, gritando de placer con cada arremetida. Entonces baja la mano hasta mi sexo y acaricia mi tembloroso clítoris con los dedos. Yo grito, clavo los dientes en mi brazo de desesperación y la cabeza empieza a darme vueltas con una mezcla de placer infinito y de dolorosas puñaladas. Siento que estoy cerca del clímax y, en un furioso intento de conseguirlo, empujo hacia atrás contra ella con incesantes movimientos.

—De eso, nada—ruge.

Aparta los dedos de mi seso y mi culo. Grito de rabia y ella me quita las manos de la cabecera, me da la vuelta y me tumba sobre la cama. Se sube a horcajadas sobre mi estómago, me atrapa los brazos a ambos lados del cuerpo con las rodillas y empieza a frotarse el sexo.

No quiero mirar.

—¡Abre los ojos, Britt!—grita, y me agarra de la cadera, provocando que deje escapar un grito y que me retuerza debajo de ella.

—¡Eres una cabrona!—le digo mientras le lanzo la peor de mis miradas—¡Pienso cogerme el pedo del siglo esta noche!

—No lo harás.

Continúa masturbándose encima de mí mientras miro, con los ojos oscuros y cargados de excitación. Los músculos de su cuello empiezan a tensarse. Aprieto los labios.

¡No pienso abrir la boca!

Se inclina hacia adelante, se agarra con la mano libre a la cama y se corre sobre mis pechos con un alarido que resuena por toda la habitación. Jadea encima de mí y decelera sus movimientos mientras yo me retuerzo en vano. Me ha cubierto las tetas con su humedad de advertencia, llevo el pelo revuelto, probablemente tenga que volver a maquillarme, y estoy a punto de estallar por la inmensa presión que siento entre las piernas.

No me siento en absoluto contenta.

—¿Quieres correrte?—pregunta mirándome a los ojos con la frente repleta de sudor.

—¡Voy a salir!—ladro para dejar claro que no pienso volver a negociar sobre eso.

¡Ni hablar!

—Eres muy testaruda—se agacha y me pasa la palma de la mano por todo el pecho, extendiendo su esencia por cada milímetro de mi torso—Mi misión aquí ha terminado—dice con una media sonrisa antes de inclinarse y pegar los labios a los míos.

Abro la boca de manera involuntaria y acepto los ansiosos lametones de su lengua, gimiendo y suplicando más, pero entonces se retira y yo sacudo la cabeza de un lado a otro y me pongo boca abajo. Se echa a reír y me da una palmada en el culo antes de levantarse de la cama.

—No te duches.

—¡No me da tiempo!—le grito a la espalda mientras se recoloca las bragas.

Grito y me revuelvo en la cama durante unos instantes. No sé qué voy a conseguir con eso, aparte de despeinarme y lograr que se me corra todo el maquillaje.

No puedo creer lo que acaba de hacer.

Pero ¿qué digo?

Claro que puedo creerlo.

Esta tía es irracional e imposible.

¡En fin!

Salto de la cama y me dispongo a arreglarme. Mis pelos secados al aire se han transformado en una maraña rubia y tengo las mejillas sonrojadas. Cualquiera diría que acabo de echar un polvo, lo que es irónico, porque no ha sido así. Al menos no en el sentido más satisfactorio.
Aprieto los muslos, gruño y cojo una toalla pequeña para secarme los restos de Santana del pecho. Es imposible limpiar el inmenso chupetón que me ha hecho antes en la teta. No podré ponerme nada escotado esta noche, y no sólo por esa mancha roja.

¡Maldita controladora!

Vuelvo a maquillarme, me visto y bajo la escalera con todo el sigilo de que soy capaz. Pienso dirigirme directamente a la puerta y, con un poco de suerte, tardará un rato en darse cuenta de que me he ido. Inspecciono el espacio diáfano del ático y no la veo, así que me acerco de puntillas a la cocina y asomo la cabeza por el pasillo.

¿Dónde está?

—¡Ni de coña vas a salir con eso puesto!

Mis piernas ponen de inmediato la quinta marcha al oír su alarido y corro hacia la puerta. Doy un portazo al salir para entorpecer su persecución y rezo para que el ascensor esté abierto. Doy gracias a todos los santos, entro y pulso el código inmediatamente. Las puertas se cierran justo cuando veo el rostro furioso de Santana a través de la minúscula rendija. La saludo con descaro y me vuelvo para mirarme al espejo.

Vale, el vestido gris de Chloé es bastante provocativo, pero me hace unas piernas fantásticas, aunque esté feo que yo lo diga.

Ella se lo ha buscado.

La puerta del ascensor se abre y atravieso a gran velocidad el vestíbulo con el suelo de mármol mientras busco las llaves en mi bolso. Necesita ponerse algo de ropa y esperar a que el ascensor vuelva a subir hasta el ático, así que tengo tiempo.

—¡Hola, Clive!—canturreo mientras paso por delante de él y salgo del edificio.

Pulso el botón en el mando del coche y corro por el aparcamiento.

La oigo antes de verla. Me vuelvo y veo cómo sale corriendo del vestíbulo del Lusso con cara de pocos amigos. Aprieto los labios con fuerza para evitar reírme. Parece que vaya a matar a alguien. Se dirige hacia mí a toda velocidad, descalzo y magníficamente desnuda, a excepción de la ropa interior blanca.

Permanezco donde estoy.

Sabía que no conseguiría salir con este vestido. Me alcanzaría aquí o en el bar, iba a arrastrarme hasta casa y a ponerme algo que fuera más de su gusto.

Me agarra, me carga sobre los hombros, levanta la mano para sujetarme el vestido de manera que no se me vea el culo y vuelve a llevarme de nuevo al Lusso.

—Maldita suerte la mía, que he ido a enamorarme perdidamente de la mujer más imposible de todo el maldito universo. Buenas tardes, Clive.

—Señora López—saluda el conserje sin prestarnos mucha atención—Hola, Brittany.

—¡Hola, Clive!—canturreo entre risas.

Santana entra en el ascensor e introduce el código mientras masculla entre dientes.

—¿Todavía no has cambiado el código?

Le paso la palma de la mano por la espalda, se la meto por debajo de las bragas y le doy un pequeño apretón.

—Cállate, Britt—me ordena.

—¿Somos amigas?

—¡No!—me da una palmada en el culo y yo grito—No juegues conmigo, preciosa. A estas alturas deberías saber que yo siempre gano.

—Lo sé. Te quiero.

—Yo también te quiero, pero eres terriblemente puñetera.

Paramos tardísimo frente a la casa de Rachel, después de haber conseguido que Santana haya aprobado que salga con un vestido de color rosa palo de Ponte y unos zapatos a juego, aunque casi me esposa a la cama de nuevo al ver que me había dejado el anillo de compromiso sobre la mesilla de noche. Había olvidado ponérmelo, pero ella se ha encargado de colocármelo de nuevo. Al menos he conseguido convencerla de dejar el collar en la caja fuerte. Ya me siento bastante incómoda con este pedrusco enorme en el dedo. Si me pusiera también el collar, acabaría al borde de un ataque de nervios.

Rachel sale corriendo de casa y Santana baja del coche para que ella suba atrás.

—¡Vaya! Éste me gusta mucho más que el Porsche—dice, y se acomoda en el asiento trasero—No le digáis a Quinn que he dicho eso. Bueno, enséñamelo.

—¿Qué?

Me vuelvo para mirar a la cara a mi exaltada amiga. Ella se queda helada y mira a Santana con temor.

—Mierda.

—No pasa nada—la tranquiliza.

Miro a Santana con la boca abierta.

—¿Ella lo sabía?

—Necesitaba uno de tus anillos para saber la medida.

Se encoge de hombros y centra la atención en la carretera. Rachel suspira de alivio.

—¿Lo sabías?—le digo con tono recriminatorio.

—Sí. ¿Ha sido romántico? Enséñamelo.

Me hace un gesto para que le muestre la mano.

Me echo a reír con ganas.

Santana me mira con el rabillo del ojo y con los labios apretados formando una línea recta mientras va esquivando el tráfico.

—Sí, ha sido romántico—resoplo.

Si te parece que es romántico que te esposen y te obliguen a tragarte su llegada al clímax, entonces lo ha sido.

Le muestro la mano.

—¡Joder!—me la agarra con las dos suyas y se acerca el diamante a la cara—Menudo pedrusco. ¿Cuándo es la boda?—me suelta la mano, coge su bolso y saca un espejito—Joder, Britt, ¿se lo has dicho ya a tus padres?

Rachel ha tocado sin querer dos temas peliagudos. Discutiremos la fecha de la boda como adultas en breve, y en cuanto a mis padres..., bueno, todavía no sé qué hacer.

—No lo sé, y no—contesto.

Santana se revuelve en su asiento y me mira con disgusto. Yo hago como si nada. No voy a entrar en eso ahora.

Me vuelvo y miro a Rachel.

—¿Qué tal anoche?—pregunto tranquilamente.

—Genial—contesta sin dar más detalles, y continúa mirando el espejo.

—¿A qué hora se fueron?—insisto.

—No me acuerdo—hace un mohín frente al espejo y desvía sus enormes ojos marrones en mi dirección—¿Este interrogatorio tiene alguna razón de ser?

Santana se ríe por lo bajo.

—Creo que Britt quiere saber si se divirtieron en el piso de arriba después de que nosotras nos fuéramos—aclara.

Le lanzo una mirada asesina y ella arquea una ceja.

¿Hace falta ser tan directa?

Rachel le da unas palmaditas en el hombro.

—Eso, amiga mía, no es asunto suyo. Bueno, sí lo es, pero no.

Se echa a reír de nuevo y yo me quedo estupefacta. Me vuelvo y niego con la cabeza, consternada.

Estoy rodeada de chalados.

Santana se detiene delante del Baroque y sale del coche para dejar que Rachel baje.

—¡Voy pidiendo las bebidas!—anuncia ella, y entra danzando en el bar.

Santana espera a que me aproxime a la acera. Está enfadada otra vez y no se me escapa el detalle de que acaba de hacerle un gesto al portero.

Cuando estoy lo bastante cerca, me estrecha contra su pecho y absorbe la esencia de mi cabello.

—No bebas.

—No lo haré.

Se aparta y apoya la frente en la mía.

—Lo digo en serio.

—No voy a beber—le aseguro.

No pienso discutir. Si lo hiciera sólo conseguiría que volviera a meterme en su coche de regreso al Lusso en un abrir y cerrar de ojos.

—Pasaré luego a recogerte. Llámame.

Me aparta el pelo de la cara y me besa intensamente para marcar su propiedad. Llevo un diamante enorme en la mano, creo que eso ya lo dice todo.

Parece tan abatida que casi me dan ganas de irme con ella, pero tenemos que superar esa ansiedad tan irracional que siente cuando estoy en otra parte que no sea con ella.

Le cojo la cara y beso su mejilla.

—Te llamaré. Ve a correr o algo—digo.

La dejo en la acera y rezo para mis adentros para que vaya a casa, se ponga el chándal y dé doce vueltas por los parques reales.

Sonrío con dulzura al portero mientras entro y él me saluda con la cabeza y también me sonríe como si lo supiera todo.

¡Esto es absurdo!

Rachel está en la barra con Kurt y Mercedes, que ya tienen sus bebidas. Ella está algo menos cabreada, y Kurt parece encantado de verme. Lleva una ridícula camisa de rayas rosa y amarillas.

—¡Britt!—exclama—¡Vaya, qué vestido tan fabuloso!—canturrea mientras me lo acaricia.

—Gracias.

Sabe Dios cuál habría sido su reacción si me hubiera dejado puesto el gris.

—¿Qué quieres beber, Britt?—pregunta Mercedes por encima del hombro.

—¡Vino!—exclamo, desesperada, y los tres se echan a reír.

Nos sentamos a una mesa y le doy tranquilamente el primer sorbo a mi copa de vino. Dejo escapar un suspiro de placer y cierro los ojos agradecida. Está riquísimo.

—¡Santo cielo! ¿Qué diablos es eso?—Kurt se abalanza sobre la mesa, me agarra la mano y empieza a babear encima de mi nuevo amigo—¿La latina?

Me encojo de hombros.

—Estoy loca por ella.

—Pero si sólo lo conoces desde hace..., ¿cuánto? ¿Un mes?—el tono de Mercedes me encoleriza—Y además regenta un club de sexo.

—¿Y?—espeto, totalmente a la defensiva.

—Y nada, sólo era un comentario—recula resoplando ante mi hostilidad, y vuelve a dejarse caer sobre su butaca.

—¿Y cuándo ha ocurrido esto? La última vez que la vi sólo estabas acostándote con ella—dice Kurt recordando mis palabras.

—Bueno, pues ahora voy a casarme con ella.

Recojo la mano y me refugio en mi copa de vino. Soy consciente del exhaustivo interrogatorio que me espera tanto por parte de mis padres como de Sam. No necesito el de mis amigos también. Ah, y Sam vuelve mañana. Con todo lo que ha acontecido los últimos días, se me había olvidado por completo. Una oleada de culpabilidad me invade por haber pasado por alto el regreso de mi hermano, pero pronto es sustituida por una punzada de emoción y, después, igual de rápido, por el temor.

¿Qué opinará de todo esto?

Miro por encima de mi copa y veo que Rachel me sonríe para infundirme seguridad.

—Simplemente ha pasado—musito.

—¿Cómo está Noah?—dice Rachel dirigiéndose a Mercedes.

No sé si es una pregunta adecuada. Visto el mal humor que se gasta Mercedes y tras saber que Noah la había invitado a La Mansión, sumado al hecho de que ella no lo acompañaba anoche, no creo que la respuesta vaya a ser muy positiva, pero agradezco el intento de desviar la conversación de mi amiga.

—Y yo qué sé—responde ella con altanería—No pienso volver a verlo. He quedado con otra persona.

—¿Esta noche?—pregunta Kurt, perplejo, inclinándose sobre la mesa con expresión acusadora.

—Sí—responde ella.

Kurt resopla y vuelve a su silla.

—¡Vale, pues muchas gracias! ¡Vas a dejarme tirado!—exclama.

Miro a Rachel, y veo que tiene la misma expresión que creo tener yo: divertida.

A Mercedes casi se le salen los ojos de las órbitas al ver el cabreo de Kurt.

—¡Tú no tienes ningún problema en dejarme tirada cuando se te ofrece un poco de acción!—le reprocha con razón.

Kurt ha dejado a Mercedes tirada en numerosas ocasiones cuando otro tío le ha lanzado una mirada prometedora.

—Aun así, la semana tiene siete días, podrías haber elegido otro. ¿Y de quién se trata—remueve su piña colada y hace todo lo posible por aparentar aburrimiento.

—El amigo de un amigo—dice.

Me alegra ver que parece sincera y que ha superado su historia con el airoso Noah. Esa relación no tenía ningún sentido.

—Ah, ahí está—se levanta—¡Nos vemos!

Se dirige hacia un tipo bastante normalito de mediana estatura que está en la barra y ambos se saludan con un beso incómodo en la mejilla y un apretón de manos. Ella le dice algo al oído y él asiente antes de marcharse. Hacen bien. De lo contrario, estaríamos toda la noche observando el progreso de la cita y Kurt no pararía de criticarlos.

—Vaya—resopla él—¿Qué les ha parecido?

Nos pasamos la siguiente hora riendo, charlando de todo un poco y bebiendo. Es estupendo. Esto me recuerda por qué tengo que discutir con mi mujer imposible sobre este asunto. Necesito a mis amigos, sobre todo a Rachel. Con Kurt aquí, todavía no he tenido la ocasión de ponerla al día sobre Rory y Sugar ni de interrogarla sobre La Mansión y sus últimas visitas ahí.

—¿Y cómo estará Noah?—Kurt.

—¿Por qué lo preguntas? ¿Todavía quieres tirártelo?—bromea guiñándome el ojo.

Kurt se pone rojo como un tomate y le lanza a Rachel una mirada de odio muy afeminada. Me sorprende que esté tan pillado por el joven tranquilo, relajado y adicto a la diversión que es Noah.

—No—refunfuña, y cruza las piernas en un gesto totalmente gay—Sólo preguntaba por educación. ¿Cómo está Santana?

Tengo la copa pegada a los labios, lista para inclinarla y dar un trago, cuando formula la pregunta. No puedo evitar el tema de que voy a casarme con ella durante toda la noche. Todo el mundo sabe que es una tipa imposible, pero sólo conmigo. Los que están presentes en esta mesa (y también otros que no están) lo han visto en acción alguna vez.

—¿Por qué? ¿También te la quieres tirar a ella? Y ¿a Quinn?—salta Rachel en tono de burla.

Yo empiezo a descojonarme y Kurt la mira con la boca abierta. Nos observa muy disgustado.

—¿Es la noche de meterse con Kurt o qué?

—Eso parece—digo, y levanto mi copa—Kurt, San te absorbería... hasta la... médula—digo, muy seria.

—¡Brittany!—exclama.

—¡Venga ya! Yo tengo que escuchar tortuosas historias sobre tus encuentros sexuales.

Rachel se echa a reír.

—Si van a empezar a hablar de la vida sexual de Kurt, yo me voy a fumarme un piti.

Se levanta de la mesa y se dirige a la zona de fumadores.

—Necesito ir al servicio—gruñe Kurt.

Se marcha a los aseos y me deja ahí observando a la gente, un pasatiempo que suele gustarme, pero entonces Elaine aparece en mi campo de visión y me agacho ligeramente.

¡Mierda!

De repente, el anillo me arde en la carne del dedo y empiezo a sudar. No respondí al mensaje que me mandó pidiéndome disculpas y ahora sé que la muy capullo ha vuelto a llamar a mis padres.

Justo cuando creía que había conseguido esquivarlo, sus ojos pequeños y brillantes se clavan en mí y me hundo en el taburete mientras se acerca. Ojeo el bar, preocupada por si el portero me está vigilando. Vuelvo a mirar a Elaine y veo que el ojo morado se le está curando. Aplaudo a Santana mentalmente y de repente me arrepiento de no haber cedido a sus deseos y haberme quedado en casa con ella.

—Brittany—me saluda alegremente como si nada hubiera pasado, como si no hubiera estado diciéndoles a mis padres un montón de sandeces, entre ellas, que Santana es alcohólica, lo que me recuerda al instante que sabe que tiene un problema.

Un momento. Santana no es alcohólica. Bloqueo la parte de mi cerebro que intenta convencerme de que quizá esté negando la evidencia.

—Elaine, creo que será mejor que te largues—digo con firmeza.

—¿Qué?—parece realmente confusa—Brittany, por favor, escúchame. Lo siento muchísimo, de verdad. Me comporté como una auténtica capullo. Me lo merecía todo—se revuelve incómoda y mira su vaso de cerveza vacío—Si estás saliendo con otra persona, lo asumo—dice tranquilamente—Me destroza pensarlo, pero lo acepto.

Mantengo las manos ocultas debajo de la mesa para esconder el anillo. Tengo que preguntárselo, no puedo evitarlo.

—¿Cómo sabes lo de Santana?

Levanta la mirada del vaso.

—Entonces ¿aún estás con ella?

—Eso no es asunto tuyo, Elaine. ¿Y por qué llamaste a mis padres para contarles toda esa mierda?

—¿Es mierda?—replica.

—¿Con quién has hablado?

—Con nadie—no me mira a los ojos, pero entonces apoya los codos sobre la mesa y se acerca demasiado—Brittany, aún quiero que vuelvas conmigo.

Me pongo tensa y desvío la mirada hacia la entrada para comprobar que no me están espiando.

¿Qué le contesto?

Acaba de decirme que lo aceptaba todo.

¿Cuántas veces tengo que repetirle que no tiene nada que hacer?

Me entran ganas de besar a Kurt cuando vuelve de los aseos y le lanza a Elaine una mirada lasciva. Ella se aparta de golpe de la mesa cuando lo ve aparecer y tira mi bolso al suelo. Su nivel de intolerancia hacia mi amigo gay no ha mejorado.

Salto de mi taburete.

—¡Ay, querida!—Kurt se agacha y me ayuda a recoger mis posesiones desperdigadas—¡Sigue estando buena!—me susurra en el suelo.

—No, no lo está—pongo cara de asco.

Ahora mismo me parece que Elaine está de todo menos buena. Me crispa los nervios.

Me levanto y veo que se aleja con la mano levantada como diciendo «Nos vemos luego».

—Uy, ¡¿adónde va?!—exclama Kurt dando una fuerte patada en el suelo.

—Espero que a tirarse por un precipicio—mascullo sin piedad entre dientes.

Me acabo el vino de un solo trago. Después de ver a Elaine no me vendría mal tomarme otra.

—¡Elaine está aquí!—Rachel se lanza sobre su taburete—Y lleva un ojo morado. ¡Bravo por Santana!

—En fin, ha sido un placer, chicas, pero necesito un poco de acción esta noche y no creo que vaya a encontrarla aquí—Kurt ojea con disgusto el local lleno de hombres heterosexuales—Me voy al Route Sixty. ¿Se vienen?—pregunta, esperanzado.

—¡No!—gritamos Rachel y yo al unísono, y nos quedamos partiéndonos de risa mientras Kurt se marcha del bar en busca de acción.

—¿Te ha dicho algo esa serpiente?—pregunta Rachel cuando deja de reírse—Lo ha intentado.

Estoy a punto de acercarme a la barra cuando Kurt vuelve corriendo y se estrella contra la mesa. No para de resoplar y Rachel y yo lo miramos extrañadas. Finalmente, su respiración se estabiliza.

—¡No se van a creer a quién acabo de ver.

—¿A quién?—pregunta Rachel antes de que yo tenga oportunidad de articular palabra.

—A Tina—en su rostro aparece una enorme sonrisa y mira hacia atrás por encima de su hombro antes de volverse de nuevo hacia nosotras—Lleva minifalda y escote. Una minifalda muy corta y estrecha y un escote muy pronunciado. ¡Tiene una cita!

—¿Qué?—digo, algo sorprendida, pero no por la ropa.

Me sorprende porque el jueves parecía que iba a suicidarse.

—¿Qué? ¿La simplona de Tina? ¿La aburrida de la oficina?—pregunta Rachel.

—Sí—confirmo—Kurt, deja en paz a la chica.

Vuelvo a coger mi copa y recuerdo que iba a ir a por otra.

—¡Voy a hacerle una foto!—Kurt sale de nuevo del bar sacándose el teléfono del bolsillo.

—Voy a por otra ronda—me levanto del taburete y cojo el monedero—¿Lo mismo?

—¿Hace falta que me lo preguntes?—Rachel pone los ojos en blanco y sacude el vaso vacío.

Me acerco a la barra colándome entre la gente y mientras espero mi turno atraigo la atención de un baboso fornido que lleva una coleta. Ignoro su mirada lasciva y pido las copas.

—Hola, ¿te invito a algo?

Lo miro y sonrío con cortesía.

—No, gracias.

—Venga, sólo una copa—insiste, y se acerca aún más.

—No. Acabo de pedir una, pero gracias.

El camarero deja una copa de vino sobre la barra.

—Tengo que ir un momento al almacén, se ha acabado la botella.

Y me deja ahí plantada en la barra con el de la coleta babeándome encima. Pongo los ojos en blanco, pero el camarero no parece darse cuenta.

—¿Y si quedamos algún otro día?—ahora está muy pegado a mí.

—Estoy comprometida con alguien—digo mirando hacia atrás.

Es imposible que no haya visto el diamante descomunal que llevo en el dedo. Doy un sorbo al vino.

—¿Y?

Me vuelvo hacia él.

—Y... estoy comprometida con alguien.

Le enseño el anillo y él asiente, pero no se da por vencido. Creo que acabo de hacer que el reto le parezca más interesante.

—Pero él no está aquí, ¿verdad?

—No, por suerte para ti, no. Y es ella—respondo secamente, y me vuelvo de nuevo hacia la barra.

Me siento tremendamente aliviada cuando veo que el camarero se acerca. Me sirve el vino de Rachel, le entrego un billete y espero que se dé prisa. La mirada lasciva del musculitos este me está poniendo de los nervios. Doy otro largo trago al vino e intento hacer como que no está. Me pongo iracunda cuando el camarero me indica que no tiene cambio. Se aleja hasta el otro extremo de la barra y empieza a mirar en distintas cajas. El de la coleta se aproxima aún más a mí.

—Si fueras mía, yo no te perdería de vista y te olvidarías de las mujeres.

¡Joder!

—Oye, he intentado ser amable. ¡Apártate!

—Creo que podríamos pasar un buen rato juntos—insiste, y me pasa un dedo por el brazo.

Doy un brinco y me enfurezco conmigo misma por mostrar mi exasperación, pero el regreso del camarero me distrae.

¡Menos mal!

Me entrega el cambio, cojo corriendo la copa de Rachel y me dispongo a escapar de este pulpo. Me vuelvo demasiado bruscamente y se me caen las monedas al suelo.

¡Mierda!

Dejo las copas de nuevo sobre la barra, recojo las monedas que tengo a mano y dejo el resto que pueda haber.

No estoy tan desesperada.

Cojo las bebidas y entonces el tacón se me tuerce, lo que me obliga a tambalearme un poco.

—¡Mierda!—maldigo.

Ahora va a pensar que estoy borracha y que soy presa fácil. Al darme la vuelta me encuentro al capullo de frente.

—¿Estás un poquito piripi, guapa?—dice en tono burlón.

—¡Vete a la mierda!—he intentado ser paciente.

—Vaya, qué carácter.

Se echa a reír y yo me largo y pienso en la suerte que tiene de que Santana no se encuentre aquí. De lo contrario ya estaría hecho papilla en el suelo.

Consigo llegar hasta Rachel y coloco las bebidas sobre la mesa con tanta efusividad que derramo gran parte del contenido. Sacudo la cabeza ligeramente y me siento en mi taburete, tambaleándome de nuevo. Mi amiga me mira con el ceño fruncido.

—Son los zapatos—mascullo.

—¿Estás bien?—Rachel se inclina hacia adelante, preocupada.

—Sí, estoy bien—le aseguro.

No estoy borracha. Éste es sólo mi tercer vino.

—¿Quién era ese gilipollas?—dice señalando con la vista al musculitos mientras bebe un sorbo de su nueva copa de vino.

—Bueno eso..., un gilipollas—respondo tajantemente—Pero olvidémonos de él, tienes cosas que contarme.

—¿Ah, sí?—espeta.

—Sí, y ni se te ocurra darme largas. ¿Qué está pasando?

Rachel bebe otro trago de vino y evita mirarme a los ojos.

—No sé de qué me hablas.

Empiezo a impacientarme con la actitud de mi amiga. Ella jamás dejaría que evitara su interrogatorio, y yo nunca lo haría. Nos lo contamos todo.

—Hablo de Quinn, de ti y de La Mansión.

—¡Fue divertido!—suelta.

—¡No! ¿Cómo eres capaz?

—Sólo me estoy divirtiendo, Britt. ¿Qué eres? ¿La policía sexual?

Reculo un poco.

—Entonces, ¿todo va bien?

—¡Claro!

—¿Sabes qué? Si yo fuera tú, estaría tocándome el pelo—digo enfurruñada, y doy un largo trago al vino.

¿Cómo puede estar bien?

Esta chica es imposible.

—Vale, entonces ayúdame tú a mí. Visto que te niegas a abrirte conmigo, voy a contarte mis mierdas, porque yo valoro tu opinión—digo, y sonrío falsamente.

Ella ignora mi pulla y arquea las cejas.

—Parece algo serio.

—Lo es. ¿Te acuerdas del promotor del Lusso? ¿El que quería invitarme a cenar?

Rachel asiente.

—Sí, el irlandés que tenía un atractivo escandinavo.

—Sí, Rory. Bueno resulta que San se acostó con su mujer. Se están divorciando.

—¿En serio?—Rachel se inclina hacia adelante.

—Sí, y ahora se ha propuesto hacer pagar a San por ello, y parece que ha decidido que yo soy la mejor manera de conseguirlo. Tengo que reunirme con él, y sé que no va a ser una reunión de trabajo.

—¡Joder!

—Sí, y la mujer también ha estado dando por saco.

—¿Qué vas a hacer?

Niego con la cabeza y le doy otro sorbo al vino.

—No lo sé, como tampoco sé qué voy a hacer respecto a esa mujer, la que se presentó en la fiesta del aniversario de La Mansión.

—¿Quién es?—Rachel tiene los ojos como platos.

No me sorprende, es demasiada información de golpe.

—Sugar. ¿Te acuerdas de aquel tipo desagradable que estaba en La Mansión el día que descubrimos el salón comunitario?

—¡Sí! El tipo al que San golpeó. Daba miedo, Britt.

Me echo a reír. No me extraña.

—Bueno era su marido. Ella le pidió a San que hiciera un trío con ellos. Pero se enamoró de ella y dejó a su marido, y ahora no tiene nada. Quiere a San. Se presentó en el Lusso y la llamó por teléfono. A San no le he dicho nada, pero contesté a la llamada e intentó convencerme de que la dejara.

—¡Qué fuerte!—Rachel se deja caer de nuevo sobre su taburete y yo doy otro trago.

Al contarlo en voz alta suena absurdo, ridículo e irreal.

—Entonces ¿San participó en un trío?—pregunta.

Hago un mohín tras mi copa de vino.

—Sí, eso parece.

No me lo había planteado. Estaba demasiado ocupada intentando aclarar mis sentimientos con respecto al hecho de que Sugar estuviera enamorada de mi novia..., mi prometida..., bueno, lo que sea

—¡Joder!—exclamo mirando a Rachel con la boca abierta.

Ella asiente despacio.

—¿Acabas de pensar lo mismo que yo?

Dejo el vino sobre la mesa. Mi mirada desciende desde los ojos abiertos y marrones de Rachel hasta el suelo y vuelve a ascender. Pero entonces me echo a reír.

—¡No! ella me dijo que no le iban los hombres, que era lesbiana. Y vi la cara que ponía mientras Kurt la manoseaba la noche de la inauguración del Lusso. Es imposible que sea bisexual. Ni hablar—vuelvo a coger el vino—Puede haber tríos de dos mujeres y un hombre sin que el hombre tengan que tocar a una mujer, ¿no?

Doy otro gran trago y recuerdo la escena en el salón comunitario. Los hombres no tenían ningún contacto entre sí. La escena opuesta, una en la que intervienen dos mujeres y un hombre, empieza a abrirse paso en mi cabeza, riéndose de mí. Me paso el dorso de la mano por la frente.

Estoy sudando.

No me encuentro bien.

Alzo la vista y veo que la cara de Rachel se ilumina al ver que alguien se acerca. No hace falta que me vuelva para saber de quién se trata.

—¡Señoritas!

Miro hacia arriba y veo a Quinn sonriendo de oreja a oreja.

¿Qué está haciendo aquí?

Se supone que ésta es una noche de aigas, y Rachel todavía no me ha dado su parecer respecto a mi desastrosa situación.

Quinn hunde la lengua en la oreja de mi amiga y yo resoplo para mis adentros. Rachel jamás dejaría que ninguna persona invadiera su tiempo de amigas.

Levanto el vino y apuro lo que queda, observando con el rabillo del ojo cómo Quinn saluda a Rachel y ella la acepta alegremente. Como mañana me cuente que sólo se está divirtiendo con ella y que no hay nada más pienso decirle cuatro cosas bien dichas.

—Voy al servicio—las informo.

—Vale—responde ella, distraída.

Me dirijo hacia la entrada, me llevo la mano a la frente y me froto la sien en un intento de aliviar las repentinas punzadas. Mientras me abro paso entre la multitud, el sonido a mi alrededor se transforma en un leve zumbido, y noto que la cabeza comienza a darme vueltas. Camino a través de las borrosas congregaciones de gente y estoy a punto de desmayarme cuando veo que Santana está a tan sólo unos metros de mí, en la entrada del bar.

¡Mierda!

Me quedo helada.

Sabía que no iba a ser capaz de dejarme disfrutar de unas merecidas copas de vino.

Tengo la vista nublada, pero en sus atractivos rasgos distingo perfectamente su expresión de ira. No sé por qué. No estoy borracha. Me he bebido unas pocas copas y las he disfrutado. Es ella quien tiene problemas con el alcohol, no yo. Y, con eso en mente, me tambaleo ligeramente de nuevo. Puede que esto se esté sumando a las copas que tomé anoche.

Nos quedamos ahí plantadas, mirándonos la una a la otra durante unos instantes, y entonces empieza a avanzar hacia mí. Siento que me flaquean las piernas y me agarro a una mesa. Lo último que veo antes de perder el conocimiento es que su expresión de ira se transforma en completo terror.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Lun Jun 01, 2015 4:09 pm

Aaaagh porque tienes que dejarlo ahi?!?
Uy Ahora vienen mas peleas:sss
Britt se murio? Yiaaah Amhdkdhs
Susii
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Lun Jun 01, 2015 8:15 pm

Susii escribió:Aaaagh porque tienes que dejarlo ahi?!?
Uy Ahora vienen mas peleas:sss
Britt se murio? Yiaaah Amhdkdhs


Hola, yo¿? nop es el capitulo que termina ai XD Crees tu¿? nah! jajajaajaj. Bn contaste el final del libro =/. Saludos =D
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

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