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FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 Primer15
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Mensaje por micky morales Sáb Mayo 09, 2015 10:25 pm

esa santana es la maximo!
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por nataalia Dom Mayo 10, 2015 3:57 am

Me encanta! Brittany intentando convencerse de que no es nada y que no la quiere pero ya es tarde y ahora vuelve santana:3
Gracias por subirla tan rapido! ya quiero ver como sigue:D
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 10, 2015 6:59 am

Susii escribió:oh joder!!! como lo dejas ahi:cc  sdasdh Sabia que a Santana no le duraria tanto el enojo*-* no puede resistirse a Britt:3


Hola, jajaajaja nonono, yo no, el cap XD jajaajajajj. Jajajajajaj obvio osea quien se resiste a britt¿? aajajajajaja. Saludos =D


micky morales escribió:esa santana es la maximo!


Hola, jajajajaaj o no¿? ajajajaja. Saludos =D


nataalia escribió:Me encanta! Brittany intentando convencerse de que no es nada y que no la quiere pero ya es tarde y ahora vuelve santana:3
Gracias por subirla tan rapido! ya quiero ver como sigue:D


Hola, jajajaajaja quedo solo en el intento, ademas san no ayuda mucho apareciendo otra vez... y de la nada xD ajajajajajaj. Jajaj de nada, pero gracias a ti por leer y comentar! Aquí el siguiente cap! Saludos =D

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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 18

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 10, 2015 7:01 am

Capitulo 18

—¡No la toques!—le ruge Santana a la pobre y estupefacta Petulante.

La ha cogido por sorpresa. Me siento mal; sólo estaba probando suerte. Podía apañármelas yo sola.

¿De dónde ha salido?

Justo lo que necesitaba en mi noche de fiesta y supuestamente libre de personas arrogantes.

Me ha tenido cuatro días preguntándome de qué iba el asunto y ahora aparece, de repente, como un toro salvaje.

¿Aún le dura el cabreo del martes?

—Lo siento, tía. No pretendía ofender. Tu novia y yo sólo estábamos charlando, sin más—explica Petulante muerta de miedo.

¿Novia?

¡Vaya!

Me gustaría decirle a la pobre muchacha que e la maníaca que la está agarrando de la garganta ni siquiera es mi novia pero, viendo el humor de Santana, decido no arriesgarme a empeorar las cosas.

—Santana, suéltala, no estaba haciendo nada.

Petulante me mira agradecida. Sabe que no es del todo cierto. Unos segundos más, y estoy convencida de que habría acabado tirándole la copa encima.

Acaricio el brazo a Santana con suavidad en un intento de tranquilizarla e ignoro su cálido tacto. Parece estar a punto de estallar de furia.

Estoy cabreada.

¿Cómo se atreve a presentarse aquí y fastidiar mi noche de superación?

—¿Qué está pasando?—pregunta Rachel a mi lado.

—Nada—respondo tajantemente—Santana, suéltala.

No parece escucharme.

¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?

No quiero verla.

Ya empiezo a perder la razón y ni siquiera me ha mirado todavía. Tampoco puedo largarme y dejar que la pobre Petulante soporte la ira injustificada de Santana.

¿Dónde coño se ha metido los últimos cuatro días?

Me siento tremendamente aliviada cuando Quinn aparece en escena.

—Quinn, por favor, tranquiliza a la gilipollas de tu amiga—me vuelvo hacia Rachel—Vamos.

Los ojos de mi amiga se iluminan como un festival de fuegos artificiales con la inesperada llegada de Quinn, que intenta convencer a Santana de que libere la garganta de Petulante mientras yo me marcho con Rachel a la pista de baile.

—¿A qué ha venido eso?—pregunta.

—Olvídala. ¿Qué ha pasado con Megan?

—Era una estúpida. Venga, vamos a bailar.

Kurt y Mercedes nos reciben agitando los brazos en la pista de baile. La aparición de Santana me ha pillado desprevenida.

¿Es una coincidencia o sabía que estaría aquí?

¿Cómo iba a saberlo?

Me lo estaba pasando genial y llevaba ya por lo menos una hora sin pensar en ella, lo cual era todo un récord comparado con los últimos cuatro días.

¡Joder!

Aparto a Santana de mi mente y dejo que The Source y Candi Staton me trasladen a un lugar mejor. Me encanta esta canción.

Tras media hora y un montón de canciones fantásticas, sigo sin saber nada de Santana. Quinn debe de habérsela llevado, o tal vez la hayan echado los porteros. Da igual, el caso es que soy libre de continuar con la gran noche que estaba teniendo antes de que ella apareciera.

Le indico a Rachel que voy al baño y sonrío cuando ella me responde con un meneo y echándose a reír.

Cuando salgo del cubículo, busco el carmín nude en el bolso para retocarme el maquillaje. Miro el teléfono y veo que tengo diez llamadas perdidas de Santana.

¿Qué?

Está furiosa.

Pero ¿por qué cojones lo está?

Toda la aflicción que sentía por su ausencia se ha extinguido debido a su comportamiento irracional.

¿Quién se cree que es?

Paso de comerme la cabeza con esto. Borro las llamadas y vuelvo a la pista justo cuando los demás van de camino a la barra.

—¡Necesito beber!—dice Kurt mientras se agarra la garganta de manera exagerada como síntoma de su tremenda sed.

Le toca pagar a Mercedes. Mientras espero a que le sirvan la ronda, me inunda la ansiedad.

Ella está aquí.

Lo sé.
Mi compañera me pasa la copa y abre la boca exageradamente.

—¡Qué fuerte!

Cojo el vino.

—¿El qué?

—Esa tía es la del Starbucks, el de la historia que les conté—explica y la señala con la cabeza por encima de mi hombro—Está ahí. Les dije que estaba buena.

Me vuelvo y veo que se refiere a Quinn. Pero eso no es lo que más me llama la atención. Todos y cada uno de los vellos del cuello se erizan cuando veo a Santana apoyada en la misma columna contra la que ha aplastado a la pobre Petulante hace menos de una hora. Me fulmina con su mirada severa. Quinn y el otro chico de La Mansión, Noah, están ocupados charlando y bebiendo. Santana no participa en la conversación. No, está inmóvil, igual de cabreada que antes y perforándome con la mirada.

De repente me viene a la mente la información que nos dio Mercedes. Me vuelvo hacia ella.

—¿Qué pasó?

Ella parece confundida. Entrega las bebidas a Rachel y a Kurt, que las cogen rápidamente y regresan a la pista.

—¿Qué pasó dónde?—pregunta con el ceño fruncido.

Pongo los ojos en blanco. A veces parece lela.

—En Starbucks. ¿Qué pasó?

—Ah—vuelve a centrarse—Una mujer entró, empezó a dar voces y le tiró un café encima a la pobre muchacha.

—¿Y ella qué dijo?

—Ya no me acuerdo. La otra le gritó que era una egoísta y una mentirosa que la había engañado o no sé qué—responde con indiferencia.

¿Quinn tiene novia?

Tengo que decírselo a Rachel, porque parece que le gusta bastante.

—Oye, está con la tía que te sacó de la oficina.

—Sí, no digas nada, ¿vale?

Frunce el ceño.

—¿De qué?

—De lo del café. Y ya que estamos, ni una palabra a Will sobre la escena de la oficina del otro día.

Se encoge de hombros.

—Como quieras. ¡Me encanta está canción, Britt! ¡Vamos!

Mercedes se pierde bailando entre la multitud, pero yo soy incapaz de moverme. Siento su mirada clavada en mi espalda. Sé que debería marcharme, pero el efecto magnético que ejerce sobre mí hace que me vuelva hacia ella. Tiene el móvil en la mano y lo sacude en el aire como indicándome que mire el mío. No sé por qué, pero lo hago. Saco el teléfono del bolso y, como era de esperar, su nombre ilumina la pantalla. Alzo la vista y veo que se lleva el teléfono a la oreja. Quiere que conteste.

La música del local está a todo volumen, pero pasa a un segundo plano y se reduce a un zumbido; el barullo de risas y voces disminuye hasta transformarse en un murmullo a mi alrededor.

Sus ojos me absorben.

Soy incapaz de moverme. Mis sentidos son presa de la presencia de Santana López y, al verla, me viene a la cabeza el recuerdo de su voz, de su olor, de su tacto.

El tremendo poder que tiene sobre mí actúa de abogado del diablo con mi inteligencia. Mi corazón palpita salvajemente y siento sus latidos irregulares en los oídos.

Se aparta el teléfono del oído, lo baja y sacude la cabeza. Empieza a caminar hacia mí. Quinn mira en mi dirección al ver que Santana abandona el grupo. Noah también se vuelve. Ambos parecen incómodos al ver el evidente destino de su amiga. Recobro momentáneamente los sentidos cuando veo que Quinn la agarra del brazo para detenerla, pero Santana se libra de ella de un empujón.

La música y la actividad regresan a mi conciencia y rezo para que mis piernas escuchen a la parte sensata de mi cerebro y salgan pitando de aquí antes de que la parte idiota me permita caer presa de su magnetismo físico de nuevo. Dejo la copa en la barra y empiezo a moverme. Corro entre la gente y la aparto de mi camino a empujones; me encamino hacia la seguridad de los baños. No debo establecer ningún contacto con ella.

Es más que peligroso.

Esta noche ha dejado bien claro por qué debo huir de ella como de la peste. Cierro la puerta del cubículo y me peleo con el pestillo mientras ella empuja desde el otro lado para anular mis intentos de mantenerla alejado de mí.

La adrenalina me inunda.

Durante un instante me parece que he conseguido bloquearle el acceso porque la resistencia al otro lado cesa, pero no lo suficiente como para que me dé tiempo a correr el pestillo del todo.

—Britt, o sales o entro yo. No quiero hacerte daño, pero si no dejas de rehuirme derribaré la puta puerta—dice con la respiración agitada.

Apoyo la espalda contra la puerta e intento llenarme los pulmones de aire. Miro a mi alrededor. No tengo escapatoria. Pensaba que sería seguro entrar en el baño.

No puedo mirarla.

Volveré a caer si me toca.

¡No quiero estar en esta mierda de situación!

¿Cómo mierda me he metido en esto?

Doy un brinco cuando el puñetazo que golpea la puerta resuena a través de mí.

—¡Maldita sea, Brittany!—¡Pum!—Britt, por favor.

Me estremezco con cada uno de sus golpes.

Estoy jodida.

—¡Vete, por favor!—grito.

Su puño impacta de nuevo contra la puerta.

—Ni hablar. ¡Britt!

Tengo que largarme de aquí. No podrá retenerme en un lugar tan público. Tengo que marcharme.

Tengo que acabar con esto... y con ella.

Se hace el silencio.

Contengo la respiración.

¿Se ha ido?

Aguardo unos minutos sin dejar de observar las paredes del reducido espacio y comprobando que no salta por encima.

Se ha marchado.

Idiota de mí, me relajo contra la puerta.

A los dos segundos noto un fuerte empujón y Santana irrumpe en el servicio. Apenas nos separan treinta centímetros cuando me vuelvo, y lo primero que advierto es su respiración entrecortada. La camisa negra se infla y desinfla con la agitación de su pecho. Bajo la vista hacia sus vaqueros. Si miro su atractivo rostro pasaré a estar en desventaja inmediatamente.

—Britt, mírame—me ordena con dureza. Yo me tapo los oídos con las manos y me siento sobre el retrete. Necesito bloquearla—Britt, ¿por qué estás haciendo esto?—pregunta.

¿Cuánto tiempo voy a tener que estar así?

Empiezo a canturrear para mis adentros y miro al suelo. Me agarra de las muñecas y me aparta las manos de las orejas. Su tacto me quema la piel.

¿Por qué cree que lo hago?

—No quiero hacer esto en los lavabos de un bar, Britt.

—Bueno no lo hagas—intento volver a taparme los oídos, pero, como siempre, ella se impone—Deja que me vaya, por favor.

Lentamente, se pone de cuclillas delante de mí, aún sin soltarme las muñecas.

—Jamás—susurra.

Empiezo a derramar lágrimas que impactan sobre mis rodillas desnudas.

—¿Por qué me haces esto?—le pregunto.

Me agarra de la barbilla y me la levanta para que no tenga más opción que mirarla. Tiene los ojos vidriosos.

—¿Por qué hago qué?

Menuda tonta.

Su insolencia no tiene límites.

Me seco a duras penas la humedad de las mejillas con la mano libre y de repente me doy cuenta de que, una vez más, estoy llorando delante de ella.

—No paraste de perseguirme y de bombardearme a llamadas y mensajes, me follaste todo lo que quisiste y después te pusiste histérica cuando cancelé nuestra cita. ¡Desapareciste hace cuatro días y no he sabido nada de ti desde entonces!—doy un tirón y libero la otra mano—Y ahora apareces y me jodes la noche de superación.

Ahora es ella quien aparta la mirada, avergonzada.

—Esa boca—farfulla.

¿Esa boca?

¿Después de todo eso me dice que vigile mi lenguaje?

Pero ¿de qué va?

—¡Vete a la mierda, Santana!—espeto.

Su rostro se vuelve de inmediato hacia mí.

—¡Esa boca!

La miro estupefacta y ella frunce el ceño. La arruga de su frente se acentúa. No puedo con esto. He tenido cuatro días para reducir mis encuentros con esta tía a una experiencia más y cuatro polvos de despecho. Estaba empezando a olvidarla, más o menos.

¿Por qué ha venido a recordármelo todo?

Sabía que tendría que haberme mantenido alejada. Ojalá pudiera darme una patada a mí misma.

Me pongo en pie y lo dejo agachada, pero entonces se agarra a mis piernas desnudas. Mi miedo a su tacto evocador está completamente justificado. Me pongo en guardia de inmediato. El calor que emana de las palmas de sus manos se extiende como un fuego salvaje por todo mi torrente sanguíneo, y no tengo manera de librarme de ella. El retrete está detrás de mí y ella bloquea la puerta.

—Suéltame, Santana—le digo entre dientes con toda la firmeza que me permiten mis temblorosas cuerdas vocales.

Ella me mira.

—No.

—El martes no te costó tanto dejarme.

Desliza las palmas por la parte trasera de mis piernas, lo que hace que se encienda una chispa entre mis muslos, y se levanta.

—Estaba cabreada—contesta tranquilamente cuando ya de pie.

—Y sigues estándolo. ¿Sabías que iba a estar aquí?—pregunto. Ella me mira, pero no contesta—Lo sabías, ¿verdad?—insisto.

—Quinn—responde sin ningún pudor.

—¿Quinn qué?

Pone cara de póquer.

—Llamó a Rachel.

—¡¿Y ella se lo dijo?!—grito desesperada.

¡Qué cerda!

No puedo creer que me haya hecho algo así. Voy a tener unas cuantas palabras con ella en cuanto la pille.

—Ahora voy a besarte—dice usando el tono de mi perdición—Tienes suerte, porque si estuviésemos en otra parte ahora mismo estaría recordándote... algo...—ahogo un grito cuando da el paso que le hace falta para eliminar el espacio que nos separa. Tengo el retrete detrás, así que no puedo retroceder—Me gusta este vestido—murmura mientras me acaricia el brazo con la punta de un dedo—Es demasiado corto, pero me gusta.

Se inclina y me acaricia el cuello con la cara al tiempo que emite un leve gruñido. Se me doblan las rodillas.

Maldita sea esta mujer. Y yo también.

Cierro los ojos involuntariamente y acerco la cabeza hacia su cálido aliento, que recae sobre mi cuello. Mi fuerza de voluntad se esfuma, sin más.

Es imposible.

Ella es imposible.

Se agacha ligeramente. Me pasa el brazo por debajo del trasero y, sin ningún esfuerzo, estira las piernas y me levanta del suelo. Estoy pegada a su pecho y la miro a los ojos.

Fin del juego.

En un lavabo minúsculo, no tengo esperanza alguna de escapar.

—¿Tienes la más mínima idea de lo que me haces?—pregunta con voz ronca mientras me mira—Estoy hecha un lío.

¿Que ella está hecha un lío?

¡Ésa sí que es buena!

Afloja ligeramente la presión sobre mí y hace que mi cuerpo se deslice por el suyo hasta que nuestros labios se encuentran. Se da la vuelta y me sujeta contra la puerta. No tengo tiempo para preocuparme por dónde nos encontramos; estoy demasiado ocupada buscando la fuerza de voluntad que necesito para detenerla.

Roza con la lengua la hendidura de mis labios cerrados y me tienta a abrirlos. Me enfurezco conmigo misma por acceder. Pero, a estas alturas, ya debería saber que es imposible negarle nada. Me dejo llevar por ella, como hago siempre.

Busco su lengua con la mía y me aferro con las manos a su cabello. Con un gruñido suave y gutural, me agarra por el cuello con la mano que le queda libre para sujetarme mientras pega aún más su cuerpo al mío. Nuestras bocas se funden y nuestras lenguas chocan, ruedan y se apuñalan entre sí. Es un beso posesivo y dominante.

He vuelto a la casilla de salida.

Un solo beso y me he rendido.

Soy blanda y débil.

Se aparta y me deja jadeando y sintiendo sus pechos chorar con los míos. Apoya la frente contra la mía y su aliento fresco invade al instante mis orificios nasales.

—Eso es—jadea con seguridad.

—Sí, ya has vuelto a atraparme.

Esboza una pequeña sonrisa y traza círculos con su nariz en la mía.

—Te echaba de menos, Britt.

—Entonces ¿por qué te fuiste?

—No tengo ni idea.

Me da un beso largo en los labios y deja que me deslice hacia abajo por su cuerpo. Está siendo bastante razonable, sobre todo teniendo en cuenta su actual estado de exaltación. Al mirarla descubro que ha dibujado una sonrisa malévola en los labios.

—Debería obligarte a solucionar esto.

Se coloca la mano en la entrepierna y yo abro los ojos de par en par, estupefacta.

Joder, lo haría con mucho gusto.

Ha derribado todas mis defensas y ha anulado mi capacidad de pensar con sensatez. Tiene un efecto aterrador sobre mí.

—Pero no voy a hacer que te arrodilles aquí. Ya haremos las paces como es debido después.

No sé si lo que siento es decepción o alivio.

Abre la puerta y a continuación se aparta para dejarme pasar. Al hacerlo me topo de frente con dos mujeres con los ojos abiertos como platos que se ponen a hablar de cualquier cosa y a mirar a todas partes menos a mí. Pero entonces aparece Santana y son incapaces de ocultar su innegable interés. Se quedan quietas, con el pintalabios a medio aplicar, mirando con la boca abierta en el espejo el reflejo de la tía tan tremenda que acaba de salir del baño detrás de mí.

Ninguna persona se podría resistir a su belleza

Me vuelvo hacia ella.

—Voy a retocarme la cara. Te veo fuera.

—Tu cara está perfecta tal y como está—me tranquiliza con voz suave.

No puedo evitar sonreír.

—No tardaré mucho.

Sin prestar atención a las mujeres del espejo, que siguen observándola con la boca abierta, se acerca a mí y me besa la frente. Después las mira.

—Señoras.

Las saluda con la cabeza, ellas se derriten y ella se marcha. Me acerco al espejo para arreglarme la cara. Reina un silencio espectral mientras vuelvo a aplicarme los polvos compactos, el delineador y el lápiz de labios. En otras palabras: vuelvo a maquillarme de nuevo, porque, con las lágrimas, mi cara es un desastre. Y lo hago en medio de un silencio incómodo, mientras las dos mujeres intercambian miradas de curiosidad.

Cuando termino, me lavo las manos, sonrío dulcemente y me marcho para que puedan cotillear y babear todo lo que quieran.

Santana me espera fuera. Me ofrece la mano con una sonrisa. Yo se la acepto, claro, y dejo que me guíe hacia la barra. Pasamos la pista de baile mientras ella avanza entre la gente abriéndose camino con el otro brazo extendido. Rachel, Kurt y Mercedes siguen meneando el esqueleto.

—¿Qué quieres tomar?—pregunta.

Me cobija bajo su brazo y llama inmediatamente la atención del camarero.

—Una copa de Zinfandel, por favor.

Me pego más a ella. Nunca me parece estar lo bastante cerca. Me observa con mirada inquisitiva y frunce los labios.

—¿Y tus amigos?

—Ah, Rach bebe vino, Mercedes vodka con tónica y Kurt piña colada.

Se le salen los ojos de las órbitas.

—¿Mercedes? ¿Kurt?

Sonrío.

—Ella es hétero y él es gay, ya lo conoces.

Veo en su atractivo rostro que ya sabe a quién me refiero. Sacude la cabeza consternada, me suelta y se vuelve hacia el camarero, que espera pacientemente y embobado a que Santana pida las copas. Rachel y Kurt se acercan a nosotras, riendo y mirándome. Le lanzo a Rachel una mirada asesina, pero ella se limita a señalarse el pecho con el dedo como diciendo

¿Me echas la culpa a mí?

—Santana ha pedido ya sus bebidas—les informo mientras sigo mirando a mi amiga con expresión acusadora.

Ella me ignora.

—Vaya, guapa y cortes—dice Kurt entusiasmado y mirando el culo a Santana con todo el descaro del mundo.

¿Qué no es gay?

Pero no me extraña, Santana tiene un gran trasero, además, esos vaqueros le marcan aún más su trasero precioso.

Santana da las copas a Rachel y a Kurt, y yo me quedo pasmada cuando mi amiga se echa hacia adelante para propinarle un beso en la mejilla.

Pero ¿qué coño le pasa a esta tía?

Me sorprendo todavía más al ver que Santana le sonríe alegremente y le susurra algo al oído.

¿Qué está pasando aquí?

Rachel se vuelve, me guiña un ojo y se lleva a Kurt de nuevo a la pista. Santana me pasa mi copa de vino y abre su botella de agua. Me rodea la cintura con el brazo libre y me acerca a ella. La miro de manera inquisitiva.

¿A qué ha venido eso?

¿Están conchabados?

—Hola San—Quinn llega corriendo con Noah y ambos aceptan las cervezas que les pasa Santana—Brittany, ¿qué tal, guapa?

Se inclina para que le bese la mejilla y me muestra su hoyuelo. Es simpática, dulce y tremendamente guapa, pero después de lo que me ha contado Mercedes tengo que estar atenta por el bien de Rachel. Noah sostiene su botella y saluda, como siempre, de una manera cortés y distante. Sonrío y me acerco al oído de Santana.

—Me voy con los otros.

Ella está con sus amigos, y se supone que ésta iba a ser una noche de chicas (Kurt no cuenta). Baja la cara hacia mi cuello y me acaricia con la nariz, aprovechándose de mi postura.

—Estaré vigilando—me advierte al oído.

Me da un mordisquito en el lóbulo y una palmada en el culo. El dolor ha disminuido, pero todavía tengo secuelas de mi aventura en la parte trasera de Margo. Me aparto y hago pucheros de broma. Ella me regala una enorme sonrisa y me guiña el ojo.

¿Estará vigilando a los posibles moscones o me estará vigilando a mí?

La dejo en la barra y me uno a los demás en la pista. Están bailando y bebiendo alegremente. Me río al ver a Kurt, que está en su salsa y, justo cuando comienza On The Floor, de Jennifer López, me reciben con vítores.

Medio ebria, me acabo el vino de un trago y dejo la copa vacía en el estante de las bebidas. Si hay alguna canción capaz de sacarme de mi desesperación, aunque sólo sea por unos momentos, sin duda es ésta. Y el momento no podría ser más oportuno. Todo el mundo sin excepción sale a la pista, y cuando Jennifer grita, todos se vuelven locos.

Estoy bailando, riendo y disfrutando con Rachel cuando, de repente, me agarran por la cintura y me dan la vuelta. Es Quinn, que me sonríe y señala con la cabeza hacia algo que hay detrás de mí.

—Ahí viene. Espero que estés preparada para esto—dice.

—¿Para qué?—grito por encima de la música.

Quinn amplía la sonrisa.

—Se cree que es JLo.

No tengo ni idea de qué habla. Me agarra de los hombros, me da la vuelta y veo que Santana viene hacia mí. De repente temo que vaya a montar una escena y a sacarme a rastras de la pista de baile. No sé por qué, pero tiene la costumbre de cargarme sobre su hombro cuando le viene en gana.
Ralentizo los movimientos mientras ella sigue avanzando. No sé cómo interpretar la situación. Luce una expresión oscura y sedienta, y su cuerpo, sexy y esbelto, me tiene embelesada. Su manera de caminar me vuelve loca.

Cuando la tengo delante, todo lo cerca que puede llegar a estar sin tocarme, me quedo inmóvil por completo. Se me acelera la respiración. Desliza un brazo alrededor de mi cintura y me arrastra hacia su cuerpo. Yo levanto las manos automáticamente para agarrarme de ella. Apoya la frente contra la mía.

—Voy a tener que cargarme a muchas personas como sigas bailando así. ¿Te gusta JLo?

—Sí—exhalo.

Me derrite con esa sonrisa deliciosa.

—A mí también.

Me besa en los labios y después, para mi sorpresa, me coge de la mano y me da una vuelta para volver a arrastrarme hacia sus brazos. No puedo creerme que vaya a bailar.

—Y es la versión extendida.

¿Ah, sí?

¿Y eso qué significa?

Miro a Quinn que pone los ojos en blanco y se encoge de hombros. Después vuelvo a mirar a Santana, que sonríe muy segura de sí mismo.

Sí, va a bailar.

Vaya, esto podría ser interesante. No sé si es culpa de haberme bebido mi peso en alcohol o del comportamiento gallito de Santana —probablemente sea por lo primero—, pero el caso es que de repente empiezo a descender por el cuerpo de Santana contoneándome obscenamente. Le recorro el cuerpo con las manos, de un modo bastante indecente, desde los pechos hasta los muslos.

Aquí estoy, de cuclillas delante de ella, con las palmas abiertas sobre la parte delantera de sus muslos y mirando a la mujer más atractiva que haya visto en la vida.

Seguramente se me esté viendo todo el culo, pero me da igual. Tengo toda la atención puesta en la diosa que me mira con ojos obscenos y prometedores. Yo le sonrío con descaro y acerco las manos a su entrepierna. Después empiezo a ascender por su cuerpo, todo lo pegada a ella que puedo.

Cuando tengo la cara a la altura de su entrepierna, paso la nariz por la cremallera de sus vaqueros y siento cómo se estremece. Se agacha, me agarra de los brazos y me levanta del todo. Mi corazón empieza a palpitar con fuerza cuando siento su respiración, larga, cálida y agitada, junto a mi oreja.

—Debería follarte hasta hacerte gritar. Ese vestido me está volviendo loca.

No tengo tiempo de decir: «¡Sí, por favor!»

De repente me da una vuelta y empieza a imitar a la propia Jennifer López. No doy crédito a lo que están viendo mis ojos. Santana López baila, y baila muy bien.

¿Cuántos años tiene?

Se mueve a mí alrededor, con un ritmo impecable, y llama la atención de muchas personas que babean al verla. Me fijo en los demás. Todos disfrutan como Santana, y yo me echo a reír. Rio ante esos movimientos sexy, seguros y fluidos que han resultado ser una agradable sorpresa. No sabe moverse sólo en la cama.

¿Es que no hay nada que no se le dé bien?

Se mueve hacia mí y me tienta con un movimiento de caderas. Después me hace dar una vuelta completa bajo su brazo, me aprieta contra sus pechos y me clava las caderas con las mías. Bajo la mano con todo el descaro del mundo para acariciarle el sexo que se esconde bajo los vaqueros y arqueo las cejas cuando veo que niega con la cabeza a modo de advertencia.

Se me está pegando su atrevimiento.

Empieza a descender por mi cuerpo y ríe con malicia cuando me agarra de las caderas y yo doy un respingo. Sin dejar de mirarme, se pone de rodillas delante de mí y sigue moviendo esas gloriosas caderas al ritmo de la música. Me lanza de un lado a otro por la pista de baile, y me siento adorada y venerada. Tiene toda la atención puesta en mí y sólo en mí. No existe nadie más, estamos solas ella y yo.

Me gusta.

Me encanta que no tenga vergüenza; le importa un bledo lo que piensen los demás. Es segura de sí misma, femenina y desinhibida. Da gusto verla, y soy consciente del hecho de que estoy cayendo. Me estoy enamorando perdidamente de esta mujer. Y no creo que pueda hacer nada para evitarlo, sobre todo porque no deja que me aparte de ella.

Y, bien pensado, ¿de verdad quiero hacerlo?

Miro a los demás. Quinn está haciendo girar a Rachel por el suelo —ya me encargaré de esa zorra traidora en otro momento—, y Noah le está entrando a Mercedes. Con lo fino que es, parece demasiado estirado para la pícara y a veces torpe Mercedes, pero está claro que la bebida ha hecho que se suelte un poco, porque se está riendo y se ha quitado la chaqueta del traje. Kurt está siendo él mismo y lo está dando todo como un poseso. Vuelvo a centrar la atención en Santana y ésta me agarra de las caderas. Me da un beso largo y lánguido en el estómago y me mira directamente a los ojos antes de ponerse de pie delante de mí y pegar los labios a los míos. Yo le rodeo el cuello con los brazos y suspiro en su boca.

—Parece que tengo competencia—murmura contra mis labios.

—No, tú ganas.

Ella se retira y me ofrece su sonrisa pícara.

—Por supuesto que he ganado, Britt.

Me suelta y yo me echo el pelo hacia atrás y dejo que me guíe por la pista. Nos movemos en completa armonía.

Es perfecto.

Ella es perfecta.

Y ya no me acuerdo de por qué estoy cabreada.

¿Estoy cabreada?

Pero entonces el enérgico ritmo empieza a desacelerar y comienzan a sonar los suaves violines. Me cuesta respirar y el cuerpo de Santana me envuelve. Desliza el muslo entre mis piernas y nos mece a ambas entre los ecos de la versión extendida. Miro su hermoso rostro mientras me canta y me sobreviene un aterrador instante de absoluta lucidez. Ya he caído.

Joder, creo que estoy enamorada de esta mujer.

Hay algo en ella que me grita: «HUYE.»

Pero no puedo.

Para empezar, ella no me deja. Y, además, creo que no quiero. Ha desaparecido durante cuatro días, pero ha vuelto, y estoy muy contenta de que lo haya hecho.

Joder, con el estómago lleno de vino no es el mejor momento para plantearme estos asuntos tan complejos y arriesgados. Siento que me muevo en un terreno muy peligroso.

No sé nada de esta mujer, aparte de que es tremendamente rica, tremendamente apasionada y propietaria de un hotel inmensamente pijo, pero, aparte de eso... nada. Ni siquiera sé qué edad tiene. Sin embargo, a pesar de la falta de información, me ha cautivado por completo.

Me acerco y poso los labios sobre los suyos. Al cabo de unos segundos, después de que ella gima en mi boca y se apriete contra mí, nos vemos enredados en un abrazo profundo y apasionado. Ha irrumpido en mi vida y me ha robado el corazón, y no puedo hacer nada al respecto.

La música comienza a apagarse, empieza otra canción y yo me dejo caer hacia atrás entre sus brazos. Ella me sostiene la espalda y me sigue, negándose a romper el contacto de nuestros labios. Con un gruñido de desaprobación, se aparta de mí a regañadientes, pero me mantiene cogida en sus brazos. No es nada incómodo, y sujeta mi peso como si fuera ligera como una pluma. Sus ojos oscuros brillan y me penetran el alma y el corazón cuando acerca el rostro al mío hasta que nuestros labios se rozan ligeramente.

—Soy tuya, Britt-Britt.

Y... ese comentario y el apodo causa estragos en mi mente ebria.

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Mensaje por Susii Dom Mayo 10, 2015 1:16 pm

Se enamoro hsfjfad*-----*
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Mensaje por micky morales Dom Mayo 10, 2015 1:22 pm

esto es lo mas sexi que he visto en algun tiempo!
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Mensaje por Daniela Gutierrez Dom Mayo 10, 2015 3:51 pm

Hola, al fin me puse al corriente con los capitulos.
Ya lo dije y lo vuelvo a decir, AMO ESTA HISTORIA Y EL PERSONAJE DE SANTANA, ES TAN LINDO TODO  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055 .
Que le pasa al maldito gordo que agredio a Britt,al menos San llego a tiempo.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868
Casi muero de risa con el comentario de Quinn "Se cree que es JLo" jajaja pero obvio San es muchisimo mas sexy.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551

Miles de gracias por los capitulos y nos leemos en otra Actu.   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864

P.D: San bailando, no lo supero.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127
P.D.2: Como estas???  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833
P.D.3: Me encanta la manera en la cual Britt se pierde cuando esta con la "sexy latina madurita"  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940
P.D.4: Cuidate.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314
P.D.5: Besos y Abrazos  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557
P.D.6: Te quiero, Chau FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087
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Mensaje por 23l1 Dom Mayo 10, 2015 8:29 pm

Susii escribió:Se enamoro hsfjfad*-----*


Hola, jajaajajaj san¿? britt¿? el cap¿? jajajajaaj todo vrd¿? jajajaja. Saludos =D


micky morales escribió:esto es lo mas sexi que he visto en algun tiempo!


Hola, jajajaajaj ellas lo son vrdd¿? ajajajajaj. Saludos =D


Daniela Gutierrez escribió:Hola, al fin me puse al corriente con los capitulos.
Ya lo dije y lo vuelvo a decir, AMO ESTA HISTORIA Y EL PERSONAJE DE SANTANA, ES TAN LINDO TODO  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1215408055 .
Que le pasa al maldito gordo que agredio a Britt,al menos San llego a tiempo.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 3287304868
Casi muero de risa con el comentario de Quinn "Se cree que es JLo" jajaja pero obvio San es muchisimo mas sexy.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2414267551

Miles de gracias por los capitulos y nos leemos en otra Actu.   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1206646864

P.D: San bailando, no lo supero.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1163780127
P.D.2: Como estas???  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 210293833
P.D.3: Me encanta la manera en la cual Britt se pierde cuando esta con la "sexy latina madurita"  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 1202786940
P.D.4: Cuidate.  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2013958314
P.D.5: Besos y Abrazos  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557   FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557
P.D.6: Te quiero, Chau FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 2145353087


Hola, jjaajajajajajaj, bn eso es bueno ajajajajaj. JAjaajaj esk es san, como no gustar¿? ajajajajaj. Gente estupida ¬¬ :@, pero para eso esta san no¿? =D. Jajajaajajaj esa san XD jajaajajajjaja, pero si lo es jajajaajajajajaj. Jjaajajajaj de nada, pero gracias a ti por leer y comentar! Obvio. Saludos =D

Pd: nop, no se supera jajajaja.
Pd3: bn y tu¿?
Pd3: jajajaajajaja esk es san, osea es inevitable jajajaaj.
Pd4: gracias, tu igual!
Pd5: jajajaajaj igua
Pd6: jaajajjajaaja es el efecto que causo en las personas FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 4061796348
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 19

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 10, 2015 8:32 pm

Capitulo 19

Salgo de la pista de baile con la mano de Santana apoyada en la cadera. Va apartando a la gente con el otro brazo y me guía entre la multitud. Me lleva hasta una mesa alta, pero se han llevado los taburetes.

—Espera aquí—me deja junto a la mesa, me pone una mano en la nuca, tira de mí y me planta un beso en la frente—No te vayas, Britt.

Dejo el bolso sobre la mesa y veo que desaparece entre la multitud. No tengo mucho tiempo para aclararme las ideas, lo cual, seguramente, sea algo positivo, porque no sé qué pensar. Rachel y los demás aparecen entre la gente, riendo y sudando, con Quinn y Noah detrás. Quinn ve que estoy sola.

—¿Y San?

Enarco las cejas.

—No lo sé—respondo.

Señalo en la dirección por la que se ha marchado justo cuando reaparece entre la masa con un taburete sobre la cabeza. Lo deja en el suelo.

—Siéntate, Britt—me ordena, y me levanta y me coloca sobre el asiento. Es un alivio, los pies me están matando—¿Pido algo?—pregunta.

Todo el mundo asiente y le dice lo que quiere tomar; parece estresarse un poco cuando se inclina para escuchar los pedidos. Quinn se ofrece a ayudarla.

—Yo te echo una mano.

—Sí, yo también.

Noah sigue a Santana y a Quinn hasta la barra y me dejan sola con las miradas inquisidoras de mis amigos.

—¿Qué?—pregunto como si no lo supiera.

De repente el vino se me sube a la cabeza. Rachel me mira con una ceja bien enarcada y se cruza de brazos. Que se vaya a la mierda. Si Santana está aquí es por su culpa.

—Te veo muy cómoda—espeta.

Kurt se pasa la mano por las exageradas solapas de su camisa de color coral.

—¿Cómoda? Madre mía, nena. ¡Después de lo que acabo de ver te espera una larga noche de sexo apasionado, querida!

Levanta las dos manos y Rachel y Mercedes responden chocándole una cada una al unísono. Lanzo una mirada asesina a Rachel.

—Ya hablaremos tú y yo—la amenazo.

Ella inspira profundamente.

—Vaya, qué agresiva. Me gusta todo lo que esta tía saca de ti.

Sí, ya ha dejado bien claro que le gusta esta mujer, y quiero saber a qué han venido los cuchicheos de antes.

—¿Han visto cómo bailaba?—interviene Mercedes.

—No lo hace mal—dice Kurt con un mohín.

Ay, Dios mío, alguien le ha robado el protagonismo en la pista de baile. Es posible que Santana se haya ganado un enemigo de por vida.

—A ti también se te ve muy cómoda.

Se la devuelvo a Rachel, y señalo con la cabeza a Quinn, que regresa entre la gente con tres bebidas en las manos.

—Sólo me estoy divirtiendo.

Se encoge de hombros.

Joder, eso espero.

¿Debo contarle lo del Starbucks?

—¿Y tú?—digo mirando a Mercedes.

Ella me mira estupefacta.

—¿Yo qué?

—Sí, se te veía muy a gusto con Noah.

Kurt levanta las manos exasperado.

—¡Esto es muy injusto! Quiero ir al Route Sixty—se vuelve hacia Mercedes—¡Querida, por favor!

—¡No!—exclama ella, y no me extraña.

Para una vez que es Mercedes y no Kurt quien liga y quien posiblemente acabe teniendo algo de acción...

Quinn deja las bebidas sobre la mesa y Noah hace lo propio, rozando sospechosamente a Mercedes con el cuerpo. Ella se echa a reír y se atusa el pelo. Quinn sonríe a Rachel, mientras Noah entrega los tragos

—Vino para Rachel, Vodka para Mercedes y... No tengo ni idea de qué es esto, así que debe de ser para ti—bromea, y le pasa a Kurt la piña colada al tiempo que le guiña un ojo.

Kurt se pone como un tomate y le hace un gesto a Noah con la muñeca floja. No me lo puedo creer. Es la primera vez que veo a Kurt mostrar timidez.

Vaya, no puedo dejar pasar esta oportunidad.

—¡Kurt, tu cara hace juego con la camisa!—suelto, y empiezo a partirme de risa.

Todo el mundo se vuelve para mirarlo, lo que no hace sino intensificar su rubor y, por tanto, su humillación. Estallan las risas. Kurt resopla unas cuantas veces y se larga.

—¿Qué tiene tanta gracia?—pregunta Santana cuando llega y deja mi vino y una botella de agua sobre la mesa.

No puedo hablar. Todavía estoy recuperándome del ataque de risa. Me seco las lágrimas de los ojos.

—Acabamos de encontrar el talón de Aquiles de Kurt—explica Rachel al ver que soy incapaz de recobrar la compostura.

Santana observa perpleja al grupo de hienas muertas de risa que se ha encontrado al volver. Noah se encoge de hombros y da unos tragos a su cerveza.

—Noah—digo ya algo más calmada.

—¿Noah?—Santana arquea una ceja.

Mercedes interviene.

—¡A Kurt le gusta Noah!—exclama con entusiasmo.

Santana sacude la cabeza y coge la botella de agua. Desenrosca el tapón y da un sorbo.

—Toma, bebe un poco.

Me pone la botella debajo de la nariz.

—No.

Arrugo la cara y la aparto de mí.

—Bebe un poco de agua, Britt. Me lo agradecerás por la mañana.

—No quiero agua.

Me mira con el ceño fruncido y todo el mundo observa nuestra pequeña disputa. No pienso discutir ahora. Le aparto el brazo estirado y cojo el vino, levanto la copa en su cara y le doy un trago. En realidad, me lo bebo entero. Justo cuando voy a dejarla de nuevo sobre la mesa, me paro a mirar a Santana. Está cabreada: tiene los labios apretados y sacude la cabeza con desaprobación.

—No—repito con firmeza para dejar clara mi respuesta.

Ya me ha fastidiado la noche de superación. No va a decirme también lo que tengo que beber.

—Adiós a la larga noche de sexo apasionado—dice Quinn sonriendo con malicia, y Rachel empieza a partirse de risa.

—Vete a la mierda, Quinn—la reprende Santana con un tono súper serio.

Está muy disgustada, pero yo estoy borracha y rebelde y me trae sin cuidado. Quinn levanta las manos y se aparta de inmediato. Al mismo tiempo, Rachel aprieta los labios para aguantarse la risa y me lanza una miradita. Me encojo de hombros. Me pregunto si la Santana mandona y dominante le gustará tanto como la caballerosa. Noah hace un gesto con la cabeza y él y Mercedes se apartan a un rincón donde no podemos oírlos. Por lo general es algo engreído y rebosa seguridad en sí mismo, pero parece tímido mientras Mercedes charla alegremente con él. Noah saca el móvil del bolsillo y empieza a teclear los números que ella le dicta. Cuando ha terminado, le muestra la pantalla para que los compruebe. Un hombre que no tiene intenciones de llamar no haría eso. Qué interesante.

Apenas soy consciente de la conversación que tiene lugar a mí alrededor pero, de repente, todo se nubla. No debería haberme tomado esa última copa. Y lo he hecho sólo por una chiquillada. Santana tiene razón, joder. Mañana me arrepentiré. El sonido de las voces se apaga y empiezo a ver doble.

Sí, misión cumplida... ¡voy pedo!

Santana me pone la mano en el cuello y me lo masajea por encima del pelo mientras charla con Quinn. Cierro los ojos y agradezco su tacto mientras trabaja mis músculos. Es una sensación muy agradable.

Si sigue haciéndolo me dormiré.

Cuando abro los ojos, Santana está delante de mí mirándome a los ojos ebrios y sacudiendo la cabeza.

—Venga, señorita, te llevaré a casa.

La golpeo con el brazo muerto.

—Estoy bien.

No va a fastidiarme mi noche de superación. Oigo que Rachel y Santana intercambian unas palabras. Después, me levanta del taburete y me pone de pie.

—¿Puedes andar?—pregunta.

—Pero claro, no estoy tan borracha.

Sí que lo estoy. Y, por lo visto, también tengo ganas de discutir.

Todos desfilan ante mí y me dan un beso en la mejilla mientras Santana me sostiene.

Qué patético.

Tras asegurarse de que me he despedido de todos, me guía fuera del bar. Me avergüenza admitirlo, pero si no me estuviera sujetando de la cintura me caería de bruces. El aire fresco me golpea y hace que me tambalee ligeramente, pero Santana evita que me caiga y, de pronto, siento el familiar confort de su pecho contra mi mejilla mientras me guía hacia su coche.

—No me vomitarás encima, ¿verdad?—pregunta.

—No—contesto indignada.

—¿Segura?

Se echa a reír, y las vibraciones de su pecho me atraviesan.

—Estoy bien—balbuceo contra su camisa.

Parece mis padres.

¿Podría ser mi mamá?

No, ningún papá o mamá sobre la faz de la tierra baila o folla como Santana.

¡Vaya!

¡Mi mente ebria es una indecente!

—Vale, pero te agradecería que me avisaras un momento antes de hacerlo. Voy a meterte en el coche.

—Que no voy a vomitar—insisto.

Me mete en su coche y siento el cuero frío en la espalda y en las piernas cuando me deja encima del asiento. Se inclina sobre mí y me abrocha el cinturón. Su aliento fresco invade mis orificios nasales. Soy capaz de reconocerlo hasta en este estado.

Cuando se aparta, veo dos Santanas. Intento centrar la vista y acabo viendo una enorme sonrisa y sus preciosos hoyuelos.

—Hasta borracha eres adorable, Britt-Britt—se agacha y me da un beso ligero en los labios—Voy a llevarte a mi casa.

Parece que se han desconectado todas mis funciones excepto la capacidad de discutir.

—No voy a ir a tu casa—digo arrastrando las palabras.

—Sí que vas a venir—asevera.

Reconozco su tono severo a pesar del sopor etílico. Aunque tampoco es que le haga mucho caso.

La puerta del copiloto se cierra de un golpe y Santana se sienta en seguida ante el volante.

—No voy a ir, llévame a mi casa.

—Olvídalo, Britt. No voy a dejarte sola en tu estado. Fin de la historia.

—Eres una mandona—me quejo—Quiero irme a casa.

Lo cierto es que no sé qué quiero hacer.

¿Qué más da dónde duerma esta noche?

Pero mi ebria testarudez se empeña en acabar con todo atisbo de sensatez que pueda quedar en mi cerebro empapado de vino.

¡Quiero irme a mi casa y punto!

Ella se echa a reír.

—Ve acostumbrándote.

—¡No!

Me apoyo en el reposacabezas y cierro los ojos. He entendido esa frase lo suficiente como para desafiarla. Me sorprende conservar aún algo de coherencia.

—Eres encantadora, pero también te pones muy tonta cuando estás borracha—gruñe.

—Me alegro—repongo con arrogancia.

Arranca el coche y las vibraciones del motor empiezan a revolverme el estómago. Santana se ríe en voz baja.

—¿San?

—¿Qué, Britt?

—¿Cuántos años tienes?

Qué pregunta más tonta. Aunque cejase en su empeño de ocultarme su edad, mañana no me acordaría.

Suspira.

—Veinticinco.

Estoy muy borracha y el traqueteo del coche está empezando a afectarme a pesar de tener los ojos cerrados.

—No me importa cuántos años tengas—farfullo.

—¿Ah, no?

—No. No me importa nada, te quiero igual, Sanny.

Antes de perder la consciencia, oigo que inspira profundamente.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Daniela Gutierrez Dom Mayo 10, 2015 9:16 pm

FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 304001509  < -------------------------------- mi cara al leer “—No. No me importa nada, TE QUIERO IGUAL, SANNY.
Pero también esta como  \^_^/ que bien ya lo dijo.
Me encanto el capítulo, como siempre.
Y esperemos que britt recuerde todo lo que dijo y lo puede repetir pero ahora estando sobria.

Saludines y nos leemos en tu siguiente actu.
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 3:) Dom Mayo 10, 2015 10:07 pm

holap morra,....

si que son sexys cuando bailan,....
bueno los borrachos y los niños siempre dicen la verdad no.... y de cierto modo britt ya lo hizo!!!!
a ver como se levanta de esa cruda britt!!!!!????

nos vemos!!!!

PD: ame la foto de nay en IGM,... https://instagram.com/p/2g_bZxk19V/ ,.... no se,.. pero mi estar en dudas de que la baby boom sea una nena,... aparte de que ella no quieren saber que es hasta el parto,...
PD2; sorrryyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy,.... por desaparecer ammm digamos que estuve de fiesta y estoy pagando las consecuencias jajajajajajaja
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Dom Mayo 10, 2015 11:15 pm

"Te quiero igual Sanny" kgsdshydhhfg que cosha mas tierna*---*
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por 23l1 Lun Mayo 11, 2015 2:03 am

Daniela Gutierrez escribió:FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 304001509  < -------------------------------- mi cara al leer “—No. No me importa nada, TE QUIERO IGUAL, SANNY.
Pero también esta como  \^_^/ que bien ya lo dijo.
Me encanto el capítulo, como siempre.
Y esperemos que britt recuerde todo lo que dijo y lo puede repetir pero ahora estando sobria.

Saludines y nos leemos en tu siguiente actu.


Hola, jajajajajaaj aaa si es tan tierna borracha! ajajajajajajaj. Esperemos y este cap también! =O veremos quien reconoce primero lo que sienten. Saludos =D


3:) escribió:holap morra,....

si que son sexys cuando bailan,....
bueno los borrachos y los niños siempre dicen la verdad no.... y de cierto modo britt ya lo hizo!!!!
a ver como se levanta de esa cruda britt!!!!!????

nos vemos!!!!

PD: ame la foto de nay en IGM,... https://instagram.com/p/2g_bZxk19V/ ,.... no se,.. pero mi estar en dudas de que la baby boom sea una nena,... aparte de que ella no quieren saber que es hasta el parto,...
PD2; sorrryyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy,.... por desaparecer ammm digamos que estuve de fiesta y estoy pagando las consecuencias jajajajajajaja


Hola lu, jajajaj o no¿? jajajajajaj. Eso dicen jajaajajajajjaj, bien es decir, ella dio el primer paso no¿? =o recordara¿? jajajaaj. Saludos =D

Pd: =O dios! sale tan bien, bueno un poco borroso, pero eso da igual! jaajajajajajaj. Si también supe eso, que querían saber ai en el momento jajaajajajaj. Q sera¿? jajaajja.
Pd2: ajajajajjajaaj bn paso algo así como a britt dices tu¿? ajajajaj. Te acuerdas de lo que hiciste¿? ajajajaj o te declaraste a alguien¿? jajajjaajaj


Susii escribió:"Te quiero igual Sanny" kgsdshydhhfg que cosha mas tierna*---*


Hola, aaaaaaaawwwwwww o no¿? Si es tan tiernucha! jajaajajaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 20

Mensaje por 23l1 Lun Mayo 11, 2015 2:07 am

Capitulo 20

¡Ay!

La luz me bombardea los ojos sensibles y vuelvo a cerrarlos de nuevo.

Qué horror.

Me doy media vuelta y de inmediato soy consciente de que no estoy en mi cama. Abro los ojos de golpe y me siento.

¡Ay!

¡Au!

Me agarro la cabeza para intentar mitigar el dolor.

No funciona.

Sólo un disparo en el cerebro aliviaría estos pinchazos. No hay nada que cure esta resaca.

Lo sé.

Miro a mi alrededor y reconozco la estancia al instante. Estoy en la suite principal del Lusso.

Vale, no tengo ni idea de cómo he llegado aquí.

Nunca había estado tan borracha como para no acordarme de las cosas. Pienso en lo que pasó anoche y recuerdo la escena que montó Santana con la pobre Petulante. Después estuve bailando. Y también recuerdo que discutí con ella en los baños. Y que luego volví a bailar. Ah, y que Kurt se cabreó, pero... nada más.

Me preguntaría cómo he acabado aquí, pero si Santana estaba en el bar no hace falta que me lo plantee. Cojo las sábanas y las levanto para mirar debajo. Tengo las bragas y el sujetador puestos, así que no creo que folláramos. Sonrío para mis adentros.

Madre mía, necesito un cepillo de dientes y un poco de agua urgentemente. Me incorporo con cautela y me quito las sábanas de encima. El delicioso olor corporal de Santana alcanza mis orificios nasales. Cada movimiento que hago me provoca un terrible dolor de cabeza y, cuando consigo levantarme, vestida sólo con la ropa interior, me tambaleo. Todavía estoy borracha.

—¿Cómo está mi borrachita esta mañana?—pregunta con aires de superioridad.

¿Por qué no impidió que siguiera bebiendo?

Se acerca a mí. Está tremendo con solo la ropa interior de encaje blanca y con pelo de recién levantado. Yo debo de estar horrible con el pelo suelto y el maquillaje corrido.

—Fatal—confieso malhumorada.

¿Ésa es mi voz?

Estoy afónica.

Ella se echa a reír. Si pudiera coordinar mis movimientos, le daría un bofetón. Me rodea con los brazos, y yo agradezco el apoyo y hundo la cabeza entre sus pechos. Podría volver a dormirme perfectamente.

—¿Quieres desayunar?

Comienza a acariciarme el pelo. Incluso sus suaves caricias me resultan insoportablemente estridentes, y sólo pensar en comida me dan ganas de vomitar. Debe de sentir mis arcadas y mis convulsiones, porque se echa a reír otra vez.

—¿Un poco de agua, entonces?

—Sí, por favor—musito.

—Ven aquí.

Me coge en brazos, me lleva al piso de abajo, a la cocina, y me coloca sobre la encimera con suavidad.

—¡Joder! ¡Qué fría está!

Se echa a reír y me suelta poco a poco, como si temiera que fuera a caerme. Quizá lo haga.

Me encuentro fatal.

Me agarro al borde de la encimera para sujetarme y me fijo, con los ojos entrecerrados, en que Santana tiene que abrir casi todos los armarios antes de dar con el que contiene los vasos.

—¿No sabes dónde tienes los vasos?

Rebusca en un cajón y saca un sobrecito blanco.

—Estoy aprendiendo. Mi asistenta me lo explicó, pero estaba algo distraída.

Rasga el sobre y vierte su contenido en un vaso. Se le mueven los músculos de la espalda cuando coge una botella de agua de la nevera; llena el vaso rápidamente y vuelve a mi lado.

—Es Alka-Seltzer. Te encontrarás mejor dentro de media hora. Bébetelo.

Intento cogerlo, pero mis brazos no se coordinan con mi cerebro. Sin que le diga nada, se cuela entre mis muslos y me pone el vaso en los labios. Me lo bebo todo.

—¿Más?

Niego con la cabeza.

—No pienso volver a beber en la vida—farfullo, y me dejo caer contra su pecho.

—Me harías muy feliz. Te vuelves muy beligerante cuando estás borracha.

Me acaricia la espalda.

—¿Sí?

No me acuerdo.

—Sí. Prométeme que no llegarás a ese estado cuando yo no esté para cuidarte.

—¿Discutimos?—pregunto.

Recuerdo la disputa en el baño, pero hicimos las paces después de eso.

Ella suspira.

—No, renuncié al poder temporalmente.

—Tuvo que costarte mucho esfuerzo—respondo con sequedad.

Alarga el brazo y me tira del tirante del sujetador.

—Bueno sí, pero tú mereces la pena—me besa el pelo, se aparta y observa mi cuerpo semidesnudo—Me gusta verte con encaje—comenta en voz baja al tiempo que pasa el dedo por la parte superior de mis bragas—¿Te apetece una ducha, Britt?

Yo asiento y le rodeo el cuerpo con los brazos y las piernas cuando me baja de la encimera. Me lleva nuevamente en brazos a la planta superior del ático, al baño, y me deja en el suelo al lado de la ducha. Me suelta durante un instante y abre el agua. Me siento floja. Cuando la tengo delante otra vez, vuelvo a dejarme caer sobre su pecho.

—Te arrepientes de haber bebido tanto, ¿no?—me coge y me coloca sobre el mueble del lavabo—Tengo bonitos recuerdos de ti sentada justo aquí.

Frunzo el ceño, pero entonces me doy cuenta de que nuestro primer encuentro sexual tuvo lugar aquí, la noche de la inauguración del Lusso. Alzo la vista y veo que me está mirando con sus ojos oscuros.

—Por fin has conseguido justo lo que querías, ¿verdad?

Me coge la cara entre las manos.

—Iba a pasar antes o después, Britt—coge su cepillo de dientes, pone un poco de pasta en él y lo pasa por debajo del grifo—Abre la boca—me ordena.

Empieza a cepillarme los dientes con suavidad mientras me sostiene la barbilla con la otra mano. Observo que se concentra en trazar leves movimientos circulares por toda mi boca, y de repente me viene a la cabeza ese instante en la pista de baile en el que me di cuenta de que estoy enamorada de esta mujer. No estaba tan borracha cuando me vino a la mente aquella revelación. Mi objetivo de evitar precisamente esto se ha visto frustrado. Me he enamorado de este ser arrogante, persistente y divina.

¡Mierda!

Cojo sus mejillas, entre las manos, y me mira. Tiene los labios ligeramente abiertos. Deja de cepillar, vuelve la cara hacia mi palma y la besa con ternura.

Sí.

La amo.

Joder, ¿qué voy a hacer ahora?

—Escupe—dice con su cara todavía en mi mano.

La aparto y me inclino sobre el lavabo. Me vacío la boca de pasta de dientes y me vuelvo de nuevo hacia ella. Me pasa el pulgar por el labio y me quita un poco de pasta que me había dejado. Después se lo chupa para limpiársela del dedo.

—Gracias—digo con voz cascada.

En sus labios se dibuja una media sonrisa.

—Lo hago tanto por mí como por ti—sonríe y se inclina y me da un beso suave y lento. Su lengua penetra en mi boca con ternura. Yo me derrito con un suspiro—Uno no vale para nada cuando tiene resaca. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?

Me baja del mueble y me deja de pie delante de ella. Me coge del culo y me sostiene.

—¿Tienes una pistola?—le pregunto en serio.

Así desaparecería mi dolor de cabeza. Ella se ríe con ganas.

—¿Tanto te duele?

—Sí, ¿por qué te hace tanta gracia?

—Tienes razón, perdona—se pone seria y me acaricia la mejilla con el dedo corazón—Ahora voy a hacer que te sientas mejor.

¡Vaya!

Parece ser que el alcohol no ha acabado por completo con mi libido, porque todas y cada una de mis deshidratadas terminaciones nerviosas acaban de volver a la vida.

Debo de estar horrible, ¿y aun así ella empieza a tontear conmigo?

No estamos en las mismas condiciones. Ella está apetecible y deliciosa con ese pelo recién levantada. Yo, en cambio, tengo una resaca de caballo y debo de parecer un espantapájaros, aunque a ella no parece importarle.

Me acerca las manos a la espalda, me desabrocha el sujetador y me lo quita. Se inclina y le da un beso a cada pezón. Se me ponen duros al instante con el breve contacto de sus labios; mis pechos se transforman en pesadas cargas sobre mi torso. Ha conseguido que mi cuerpo olvide los efectos secundarios del alcohol y que ansíe, agitado, su tacto.

Cuando levanta la cabeza y me besa, subo las manos por sus brazos le saco el sujetador, le beso los pezones, y subo las manos hasta que se hunden en su suave mata de cabello moreno.

Dios, cuánto he echado esto de menos.

Sólo han sido cuatro días, y me aterroriza el hecho de haberla echado tantísimo en falta.

—Eres adictiva—musita contra mi boca—Ahora vamos a hacer las paces como es debido.

—¿No las hemos hecho ya?—pregunto.

Mi voz es un susurro ansioso.

—No oficialmente, pero vamos a solucionarlo, Britt.

Una oleada de temblores me recorre el cuerpo cuando me besa la nariz con suavidad y se postra de rodillas delante de mí. Me sujeta las caderas con sus manos y desliza el pulgar por debajo de mis bragas. Me pongo tensa y espero, pero no hace ademán de quitármelas.

Bajo la mirada y la veo ahí, arrodillada, con la frente apoyada en mi regazo, y sumerjo los dedos en su cabello negro. Nos quedamos así una eternidad, atrapadas en nuestro pequeño ensueño. Me limito a mirarla mientras me acaricia el vientre con la frente una y otra vez. Finalmente inspira hondo y se acerca más. Me besa el ombligo y permanece ahí unos segundos hasta que empieza a deslizarme las bragas por las piernas. Me da unos golpecitos en el tobillo para ordenarme sin hablar que levante el pie, y hace lo mismo con el otro. Sigue arrodillada delante de mí, con la cerviz inclinada, y sé que algo le ronda por la cabeza. Le tiro un poco del pelo para sacarla del estado de ensoñación y alza la cara para mirarme. Empieza a levantarse con las arrugas de la frente muy marcadas. Abre las manos sobre mi trasero y vuelve a hundir la cabeza en mi estómago para besarlo de nuevo.

Está actuando de una manera extraña.

—¿Qué pasa?

No puedo seguir guardándome la preocupación para mí. Ella me mira y sonríe, pero la sonrisa no le alcanza los ojos.

—Nada—dice de manera poco convincente—No pasa nada, Britt.

Justo cuando estoy a punto de replicarla, entierra el rostro entre mis muslos y se me doblan las piernas.

—¡Hummm...!

Echo la cabeza hacia atrás y me agarro con más fuerza a su pelo. Con un inesperado lametón, bloquea todos mis sentidos y abandono las intenciones de insistirle. Me agarra de las caderas y me hace dar un fuerte respingo. Ella es lo único que me sostiene. Siento que su lengua caliente y entrenada traza círculos alrededor de mi hipersensible cúmulo de nervios y que lo rodea con movimientos precisos y lentos antes de hundirse en mi sexo. No se deja ni un milímetro por explorar.

—Necesito ducharme—protesto.

—Y yo te necesito a ti—gruñe pegada a mí.

Me derrito cuando aumenta la presión y me clava los dedos en las caderas. Me aprieto contra su boca. Es sólo cuestión de segundos que estalle en mil pedazos. La presión que se concentra en mi entrepierna me obliga a contener la respiración; el corazón se me sale por la garganta.

—Tienes un sabor delicioso. Dime que estás cerca.

—¡Estoy cerca!—jadeo sin aliento.

Joder, ¡estoy muy cerca!

—Parece que te has levantado muy obediente.

Retira una mano de mi cadera y hunde dos de sus dedos en mi sexo. Acaba de ponerme en órbita.

—¡Joder!—grito—¡Por favor!

Debo de estar arrancándole el pelo.

—Esa... puta... boca—me reprende entre intensas y constantes caricias.

No puede reñirme por decir tacos en estos momentos. Es culpa suya por ponerme en este estado.

Ensancha mi abertura con los dedos trazando círculos y empujando, mientras me masajea el clítoris y me lame los labios sensibles con la lengua. Es una placentera tortura a la que estaría sometida toda la vida, de no ser por esa creciente presión que exige liberarse.

—¡Santana!—grito con desesperación.

Con unas cuantas caricias más de sus dedos, de su pulgar y de su lengua, me lanza por el borde de un precipicio y desciendo en caída libre hacia la nada. El dolor que sentía en el cerebro deshidratado ha sido sustituido por chispas de placer.

Estoy curada.

Me lame y me chupa lenta y suavemente, hasta que mi cuerpo se relaja y mis latidos empiezan a estabilizarse. Yo dejo las palmas de las manos sobre su cabeza y le peino su pelo.

—Eres el mejor remedio para la resaca que existe—exhalo con un suspiro de satisfacción.

—Y tú eres el mejor remedio para todo—responde.

Su lengua se desliza hacia mi estómago y asciende entre mis pechos mientras se pone de pie. Continúa trepando por mi cuello y me echa la cabeza hacia atrás con un gruñido para lamerme la garganta.

—Hummm..., y ahora—dice, y me besa la barbilla suavemente—, voy a follarte en la ducha—me baja el mentón para que mi cara quede frente a la suya y me besa en los labios—¿Vale?

—Vale—accedo.

Qué pregunta más tonta. Llevo cuatro días sin ella.

¿Dónde estaba?

Prefiero no preguntar. De todos modos, tampoco creo que me diera una respuesta. En lugar de eso, recorro despacio sus maravillosos pechos con las manos y me fijo en la horrible cicatriz. Otra cosa que no creo que quiera contarme.

—Ni se te ocurra preguntar. ¿Qué tal va tu cabeza?

Aparto la mirada de la cicatriz y la elevo hacia ella. Me observa con aire de advertencia. Será mejor que no me enfrente a ese tono o a esa cara.

—Mejor—contesto.

Y es verdad.

Su expresión se relaja y mira hacia sus bragas. Capto la indirecta y le deslizo la mano por la cintura, paso por encima de su húmeda vagina. La miro a los ojos y veo que me estudia detenidamente. Cuando me acerco más a ella, aprovecha la oportunidad para apoyar la frente en la mía y me regala ese aliento fresco que la caracteriza.

El vapor de la ducha nos rodea y la condensación nos cubre; me doy cuenta de que su pecho empieza a humedecerse. Me aferro a su piel, le paso las manos por la parte trasera de las bragas y acaricio con las palmas su extraordinario culo prieto.

—Me encanta esto—susurro mientras le masajeo las nalgas.

Ella mueve la frente contra la mía.

—Es todo tuyo, Britt.

Sonrío, arrastro las manos hacia la parte delantera de su cuerpo y le agarro la vagina.

—Y me encanta esto.

Ella gruñe agradecida y me reclama los labios. Me toma la boca con posesión y me obliga a soltar su sexo y a volver a agarrarme de su trasero. Me aprieta contra sus pechos y siento el calor contra mi ingle. Empiezo a excitarme de nuevo. La necesidad de tenerla dentro y junto a mí, me obliga a interrumpir nuestro beso y a tirar de sus bragas hasta que caen por sus piernas. Aparta una mano de mi culo para ayudarse y pronto sus bragas revelan lo húmeda que esta, sin hablar de lo duros que están sus pezones. Pronto me agarra de la cintura y me aprieta contra su cuerpo agitado.

—Rodéame la cintura con los muslos—gruñe contra mi cuello mientras lo chupa y lo muerde.

Yo obedezco sin vacilar y envuelvo su cuerpo ansioso con las piernas cuando me levanta y su sexo roza el mío obligándome a lanzar un grito de desesperación.

—Dios—jadeo.

Pega sus labios contra los míos y gime cuando nuestras lenguas se funden en una danza ceremonial. Le acaricio con la mano un pecho mientras me sujeta con un brazo alrededor de la cintura y nos conduce a ambas hacia la ducha. Inmediatamente, me empotra contra las baldosas. Pega una mano contra la pared por encima de mi cabeza mientras me devora la boca y el agua cae a nuestro alrededor.

—Esto va a ser intenso, Britt—me advierte—Puedes gritar.

Que Dios me ayude. Estoy ardiendo y no tiene nada que ver con el agua caliente que llueve sobre nosotras. Me agarro a su espalda y noto que retrocede, preparada para juntar nuestros sexos.

—Tú y yo—dice, y me busca los labios y me besa con ansia—No nos peleemos más.

Y con un fuerte movimiento de caderas, embiste hacia arriba, juntando nuestros sexos. Con un rugido, apoya la mano de nuevo en la pared junto a mi cabeza.

—¡Dios!—grito.

—No, Britt, soy yo—masculla entre potentes arremetidas que me empotran más y más contra las baldosas de la pared—Te gusta, ¿verdad?—le clavo las uñas en la piel para intentar agarrarme, pero el agua, que no deja de caer sobre su espalda, lo hace imposible—Britt...

—¿Qué?

Dejo caer la cabeza hacia atrás, jadeando y loca de placer, mientras cada embestida me empuja más hacia un éxtasis absoluto. Siento sus labios sobre mi garganta expuesta, que se deslizan en llamas sobre mi piel mojada.

—Me encanta follarte—gruñe contra mi cuello sin interrumpir su ritmo intenso y voraz—¿Lo recuerdas ya?

Ah, ¡se trata de un polvo recordatorio!

No tiene de qué preocuparse. Es imposible que me olvide de algo así. Baja una mano y me penetra.

—¿Te has acordado ya, Brittany?—ruge acompañando cada palabra con un empujón.

—¡No lo había olvidado!—grito indefensa ante sus arremetidas de castigo contra mi cuerpo.

Le suelto la espalda sabiendo que ella me sostendrá y acerco su rostro al mío. Aparto con las manos su pelo y el agua que corre por su cara. Levanta la vista para mirarme.

—No se me había olvidado—grito mientras me percute con fuerza.

Le acaricio los pechos, y al sentir cómo se mueve dentro de mí, y sentir cómo tiembla con la intensidad del movimiento de nuestros cuerpos unidos, hace que tenga las emociones a flor de piel. Jadea e inclina la cabeza para reclamar mis labios. Es un beso con significado, y me derrito en él. Esto no ayuda en mi intento de dominar mis sentimientos.
Gime en mi boca mientras le sujeto la cara y absorbo la pasión que emana de cada uno de los poros de su piel. Ella sigue embistiendo con rapidez e insistencia. Nuestra ansia mutua se apodera de nosotras y alcanzo el punto de no retorno. Cierro con fuerza los muslos alrededor de sus caderas estrechas y todos los músculos de mi cuerpo se contraen. Ella vibra y farfulla palabras sin sentido contra mi boca.

¡Joder!

Echa la cabeza hacia atrás.

—¡Joder!

—¡Santana, por favor!—exclamo.

Esto comienza a rozar lo insoportable.

No sé qué hacer.

Es demasiado.

Entonces levanta la cabeza y me mira, con las pupilas dilatadas y los párpados caídos. Me preocupa un poco.

—¿Más fuerte, Britt?

¿Qué?

Joder, va a partirme por la mitad.

—Contéstame—me exige.

—¡Sí!—chillo.

¿Es posible hacerlo más fuerte?

Emite un gruñido gutural y acelera sus embestidas con determinación, a un ritmo que no creía posible. Aprieto los muslos hasta sentir dolor, pero al hacerlo aumenta la fricción y, en consecuencia, el placer.

—¡Santana!

Supero el umbral, estallo a su alrededor con un alarido. El intenso gruñido que escapa de sus labios indica que ella me acompaña; se mantiene dentro de mí, hasta el fondo, y su cuerpo tiembla contra el mío. Brama mi nombre y siento su humedad junto a la mía. Apoyo la cabeza sobre su hombro. Mi corazón late a un ritmo frenético.

¡Madre mía!

Me sostiene con un brazo, con la cara enterrada en mi cuello. Se ha quedado sin aliento, y mis músculos envuelven de manera natural sus dedos. El agua sigue cayendo sobre nosotras, pero nuestra respiración entrecortada amortigua su sonido.

—Joder—resuella.

Suspiro.

Sí, yo no lo habría dicho mejor. Ha sido más que intenso. Me tiembla hasta el cerebro, y sé que no seré capaz de ponerme de pie si me suelta. Como si me leyera la mente, se vuelve, apoya la espalda en las baldosas y se deja caer resbalando por la pared. Me arrastra con ella de manera que acabo sentada a horcajadas sobre su regazo en el suelo de la ducha. Tengo la cara pegada entro sus pechos.

Estoy exhausta.

La resaca ha desaparecido, pero se ha visto reemplazada por un agotamiento absoluto. Espero que no tenga prisa, porque no pienso moverme de aquí en un rato. Cierro los ojos y me relajo pegada a su magnífico cuerpo.

—Eres mía para siempre, Brittany—dice con dulzura mientras me acaricia la espalda mojada.

Abro los ojos y un torrente de pensamientos invade mi cerebro convaleciente, pero hay uno que grita más fuerte: «Quiero serlo.» Pero no lo digo. Soy consciente de que el sexo es increíble y de que me quiere precisamente por eso, cosa que no me importaría si no estuviera tan convencida de que se acabará antes o después. El sexo a este nivel es algo demasiado intenso. No puede durar eternamente. Acabará enfriándose y eso será todo. Pero ahora, al darme cuenta de ello, me aterra pensar que terminará por romperme el corazón.

Mi fuerza de voluntad es nula.

No puedo resistirme a ella.

—¿Amigas?—pregunto, y apoyo los labios sobre su pecho y le beso alrededor del pezón.

—Amigas, Britt.

Sonrío.

—Me alegro.

—Yo también—dice con suavidad—Mucho.

—¿Dónde te habías metido?

—Eso no importa, Britt.

—A mí sí—replico sin agitarme.

—He vuelto. Eso es lo único que importa.

Me coge del culo y me acerca más a ella.

Sí, es verdad.

Pero no por ello siento menos curiosidad. Y el hecho de que no me lo quiera decir la aviva todavía más.

¿Dónde estaba?

—Dímelo—insisto.

—Brittany, olvídalo—dice con voz severa.

Suspiro, me despego de su pecho y la miro apesadumbrada.

—Vale. Tengo que lavarme el pelo.

Me aparta los mechones mojados de la cara y me besa los labios.

—¿Tienes hambre ya?

La verdad es que sí. El polvo resacoso me ha abierto un apetito voraz.

—Muchísima—me levanto y cojo el champú—¿Esto es todo?—observo la botella, y después a Santana—¿No tienes acondicionador?

—No, lo siento, se me acabo—se levanta también del suelo de la ducha, me quita el champú de las manos y me echa un poco en el pelo—Yo te lo lavo.


Cedo a sus deseos y dejo que me lave el pelo. Me masajea la cabeza con suavidad. Tendré que lavármelo otra vez al llegar a casa porque necesito usar acondicionador, pero este champú huele a ella, así que no me importa. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para deleitarme en los rítmicos movimientos de sus manos. Antes de lo que me gustaría, me coloca debajo de la ducha para enjuagarme la espuma.

—¿Qué mierda es esto?—farfulla.

—¿El qué?

Me vuelvo para ver a qué se refiere. Me agarra conmocionado y vuelve a colocarme de espaldas a ella.

—¡Esto!

Miro por encima de mi hombro y la veo contemplándome el trasero con la boca abierta. Se refiere a los restos de los moretones que me hice en mi pequeña aventura en la parte trasera de Margo. Por la expresión de horror de su rostro, cualquiera diría que tengo una enfermedad de la piel. Pongo los ojos en blanco.

—Me caí en la parte de atrás de la furgoneta.

—¿Qué?—inquiere con impaciencia.

—Estaba sujetando la tarta en la parte de atrás—le recuerdo—Me di un par de golpes.

—¿Un par?—exclama mientras me pasa la palma por el culo—Britt, parece que te hayan usado como balón de rugby.

Me echo a reír.

—No me duele.

—Se acabó lo de sujetar tartas—sentencia—Lo digo en serio.

—No seas exagerada.

Gruñe unas palabras ininteligibles, se arrodilla y me da un beso en cada nalga. Yo cierro los ojos y suspiro.

—Ya hablaré yo con Rachel—añade, y sospecho que lo hará de verdad.

Se levanta otra vez, me vuelve para ponerme frente a ella y me aparta el agua de la cara. Abro los ojos y la veo mirándome. Su rostro no delata ninguna expresión, pero sus ojos son otra historia.

¿Se ha cabreado porque tengo unos cuantos moretones?

La última vez que se enfadó por algo así desapareció cuatro días. Se inclina, me besa la clavícula, asciende por el cuello acariciándomelo con la lengua y me muerde el lóbulo de la oreja con suavidad. Me estremezco al sentir su aliento cálido.

Joder, ¡podría empezar otra vez!

—Después—susurra, y yo gimo de decepción. Con ella nunca tengo suficiente—Fuera—ordena.

Me da la vuelta, me agarra de la cintura por detrás y me guía al exterior de la ducha. Permanezco callada mientras dejo que me pase la toalla por todo el cuerpo y por el pelo para absorber el exceso de humedad. Está siendo muy dulce y atenta.

Me gusta.

De hecho, me gusta demasiado.

—Ya está.

Se enrosca la toalla alrededor de los pechos sin secarse. Quiero lamerle las gotas de agua que le empapan los hombros, pero me agarra de la mano y me conduce al dormitorio antes de que pueda llevar a cabo mis intenciones. Observo la habitación.

¿Dónde está mi vestido?

No puedo creer que tenga que pasar la vergüenza de salir de aquí con ese traje negro y corto. Tras inspeccionar el cuarto, miro a Santana. Me quedo atontada contemplando cómo se pone los pantalones.

—¿No te pones bragas?—pregunto.

Se los abrocha con una sonrisa pícara.

—No, no quiero obstrucciones innecesarias—dice con tono sugerente y segura de sí misma.

Frunzo el ceño.

—¿Obstrucciones?

Se abrocha un sujetador de encaje y se mete una polo blanca e impoluta por la cabeza mojada. Sé que tengo la boca abierta.

—Sí, obstrucciones—confirma sin añadir más. Se acerca a mi figura desnuda, me agarra del cuello y acerca mi rostro al suyo—Vístete—susurra, y me besa en los labios con fuerza.

Tiene que dejar de hacer esto si no quiere que me ponga cachonda otra vez.

—¿Y mi vestido?—pregunto contra sus labios.

Me suelta.

—No lo sé—dice con desdén, y sale como si tal cosa de la habitación.

¿Qué?

Tuvo que quitármelo ella, porque yo habría sido incapaz de coordinar mis movimientos para desnudarme.

Vuelvo al cuarto de baño por mi ropa interior, al menos eso sí que sé dónde está.

No.

No lo sé.

Mi sujetador y mis bragas han desaparecido.

Vale, le gustan los jueguecitos.

Me acerco a su vestidor y busco algo, hasta que encuentro una camisa extra grande. Me la planto y bajo la escalera. Está en la cocina, sentada en la isla, metiendo los dedos en un tarro de mantequilla de cacahuete. Me deslumbra con su sonrisa cuando me mira con los labios cerrados alrededor de un dedo cubierto de mantequilla de cacahuete.

—Ven aquí—me ordena.

Estoy en el umbral de la puerta, desnuda excepto por una larga camisa blanca, y la miro con el ceño fruncido.

—No—respondo, y veo que su sonrisa desaparece y sus labios forman una línea recta.

—Ven... aquí, Britt—repite subrayando cada palabra con intensidad.

—Dime dónde está el vestido—exijo.

Me observa con los ojos entreabiertos y deja el tarro de mantequilla de cacahuete con firmeza sobre la encimera. Aprieta la mandíbula y empieza a golpetear con ímpetu la isla mientras me fulmina con la mirada.

—Te doy tres segundos—declara con voz sombría y cara seria.

Enarco las cejas.

—¿Tres segundos para qué?

—Para mover el culo hasta aquí—contesta con tono feroz—Tres.

Abro los ojos de par en par.

¿Va en serio?

—¿Qué pasa si llegas al cero?

—¿Quieres descubrirlo?—sigue completamente impasible—Dos.

¿Qué?

¿Que si quiero descubrirlo?

Joder, no me está dando mucho tiempo para pensármelo.

—Uno.

¡Mierda!

Corro como un rayo hacia sus brazos abiertos y me estrello contra su pecho. La expresión de satisfacción que advierto en su rostro antes de enterrar la cabeza en su cuello no engaña. No sé qué habría pasado si hubiera llegado al cero, pero sé lo mucho que me gusta que me rodee con los brazos, así que no tenía mucho que pensar.

Joder, qué sensación tan maravillosa.

Restriego la nariz y la boca por sus pechos y le acaricio la espalda con los dedos. Oigo sus lentos latidos. Exhala y se pone de pie. Me coloca sobre la encimera de la isla y se coloca entre mis muslos con las manos apoyadas sobre ellos.

—Me gusta tu camisa—dice al tiempo que me frota las piernas.

—Es muy grande—digo con sorna.

—Mucho—sonríe. Ha captado mis intenciones—¿Qué recuerdas de anoche?

Vaya. Bueno que estaba como una cuba y más caliente que una mona sobre la pista de baile y que creo que me di cuenta de que estaba enamorada de ella. Pero no es necesario que sepa esto último.

—Que bailas muy bien—decido responder.

—No puedo evitarlo. Me encanta Jennifer López—dice restándole importancia—¿Qué más recuerdas?

—¿Por?—pregunto extrañada.

Suspira.

—¿Hasta cuándo recuerdas?

¿Adónde quiere ir a parar?

—No recuerdo llegar a casa, si es eso lo que quieres saber. Sé que estaba muy borracha y que fui una estúpida bebiéndome esa última copa.

—¿No recuerdas nada después de salir del bar?

—No—admito.

Nunca me había pasado algo así.

—Es una lástima.

Sus ojos apesadumbrados observan los míos y parecen buscar algo en ellos, pero no sé qué.

—¿El qué?

—Nada.

Se inclina, me besa con ternura en los labios y me acaricia la cara con las palmas de las manos.

—¿Cuántos años tienes?—le pregunto mirándola directamente a los ojos.

Vuelve a pegar sus labios a los míos y me obliga a abrirlos pasando la lengua alrededor de mi boca lentamente antes de morderme el labio inferior y de introducirla con suavidad.

—Veintiséis—susurra, y empieza a darme besitos por toda la boca.

—Te has saltado el veinticinco—farfullo, y cierro los ojos con satisfacción.

—No. Anoche me lo preguntaste, pero no te acuerdas.

—Ah. ¿Después del bar?

Frota la nariz contra la mía.

—Sí, después del bar—se aparta y me acaricia el labio inferior con el pulgar—¿Te encuentras mejor?

—Sí, pero tienes que darme de comer.

Se echa a reír y me propina un beso casto en los labios.

—¿Ordena algo más su Señoría?

—Sí—respondo con altivez—Devuélveme mi ropa.

Me mira con recelo y desliza la mano en dirección a mi cadera. La aprieta con fuerza y me obliga a dar un brinco sobre el banco al tiempo que lanzo un chillido.

—¿Quién manda aquí, Britt?

—No sé a qué te refieres—digo entre risas mientras sigue haciéndome cosquillas en mi punto débil.

—Me refiero a lo bien que nos llevaríamos si aceptaras quién manda aquí.

No puedo soportarlo más.

—¡Tú! ¡Tú mandas!

Me suelta inmediatamente.

—Buena chica—me agarra del pelo, tira de mí hacia su cara y me besa con pasión—Espero que no se te olvide.

Me derrito en sus labios y acepto su supuesto poder con un largo suspiro. Se aparta de mí demasiado pronto para mi gusto y me deja sobre la encimera para regresar unos minutos después con mi ropa interior, mi vestido, mis zapatos y mi bolso. Le lanzo una mirada asesina mientras me lo entrega todo.

—No me mires así, Britt. No vas a ponerte ese vestido otra vez, eso te lo garantizo. Ponte la camisa por encima.

Contempla el vestido con desaprobación antes de marcharse a la cocina para hacer una llamada. Me echo a reír.

¿Quién manda aquí?

¡Yo!

¡Yo mando!

¡Maníaca controladora!

Me pongo la ropa y registro el bolso para ver si esta todo.

—¿Estás lista?

Me vuelvo hacia Santana, que está en la entrada de la cocina tendiéndome la mano.

—Un momento.

Vuelvo a meterlo todo en el bolso y doy un salto para tomar su mano.

—Britt ¿Te has realizado los exámenes de revisión médica este mes?—pregunta, y me guía por el ático.

—No, me las hare pronto—Me mira con curiosidad—¿Tu?

Levanta las cejas.

—Sí, podrías ir a mi médico particular, para practicártelos.

—No, gracias. Tengo mi propia doctora.

—Me relajaría mucho si fueras a la mía, y te practicaras los exámenes, después tu doctora los podría ver. Solo para estar segura de que estas bien.

¡Controladora!

¿Hasta mi estado de salud quiere saber?

—Está bien, dame la dirección y…

—Le daré tus datos a la doctora, tu solo da tu nombre. Esta es la dirección, y sus datos—me diente una tarjeta—Menos mal que no está Sue. Le daría un infarto si te viera con ese vestido.

—Santana, tú también usas vestidos, por dios. Y ¿Quién es Sue?

—Sí, pero no siempre, y por lo mismo. Sue es mi asistenta—vuelve a mirar mi vestido con desaprobación y empieza a abrocharme los botones de la camisa—Mejor—concluye con una sonrisita de satisfacción.

Salimos del ascensor y me arrastra por el vestíbulo del Lusso. Clive nos mira perplejo.

—Buenos días, señora López—la saluda alegremente—Ya tienes mejor aspecto, Britt.

Santana saluda a Clive con la cabeza pero no se detiene. Yo me pongo como un tomate y sonrío con dulzura mientras corro para seguirle el ritmo a Santana.

Qué vergüenza.

Dudo mucho que tenga mejor aspecto que anoche. Tengo el pelo mojado, no me he maquillado y llevo la misma ropa que anoche con una camisa extra grande de Santana encima.

Me mete en el Aston Martin y me lleva a casa a la misma velocidad vertiginosa de siempre mientras Ian Brown acaricia mis oídos. Una vez delante de casa de Rachel, bajo del coche y ella sale para despedirse en la acera. Me sigue con la mirada hasta que me tiene delante y me contempla con esos maravillosos ojos oscuros.

No quiero que se vaya.

Quiero que me lleve de vuelta a su castillo de ensueño y que me retenga ahí para siempre, en su cama, con ella dentro y junto a mí. Soy esclava de esta mujer. Me ha absorbido por completo.

Doy un paso hacia adelante, me aprieto contra su pecho e inclino la cabeza para mirarlo. Ella está como si tal cosa, con las manos en los bolsillos y mirándome con los ojos brillantes cuando me muevo y le rozo los labios con los míos. Al instante, se saca las manos de los bolsillos, me estrecha contra su pecho y me hunde la lengua en la boca, reclamando la mía con vehemencia. Y yo se la entrego sin rechistar. Le rodeo el cuello con los brazos y me dejo llevar mientras me aprieta y me lame la boca, devorándome por completo.

Perdida... estoy perdida.

Una vez satisfecha, se aparta con un gran suspiro que me deja sin respiración y deseando mucho más. Me vuelvo sobre las piernas tambaleantes y avanzo hasta el portal de Rachel. Debería sonreír. Estoy muy contenta y satisfecha con todo el sexo que he tenido, pero siento una punzada difícil de ignorar en el estómago. Me doy la vuelta para ver cómo se aleja con el coche, pero me la encuentro detrás de mí, mirándome.

Arrugo el ceño.

¿Qué hace?

Como venga a por otro beso de despedida ya no la suelto.

—¿Qué haces?—pregunto.

—Te esperaré dentro.

—¿Adónde voy a ir?

—Te vienes conmigo al trabajo—contesta como si ya debiera saberlo.

¿Se va a trabajar?

Bueno claro, los hoteles no cierran los fines de semana, pero ¿qué voy a hacer yo mientras ella trabaja?

Aunque, bien pensado, ¿qué más da mientras esté junto a ella?

—Acabas de darme un beso de despedida.

Esboza una sonrisa.

—No, Britt. Sólo te he besado—dice, y me aparta un mechón de pelo mojado de la cara—Arréglate.

Ah, vale. No para de darme órdenes y yo las acato sin rechistar. Soy su esclava de verdad.

Entro en el salón, con Santana detrás, y veo a Rachel y a Quinn tiradas en el sofá, convertidas en un amasijo de brazos y piernas, semidesnudas y comiendo cereales. Ninguna de las dos hace el más mínimo esfuerzo por intentar taparse.

—¡Eh, S!—exclama Quinn al levantar la vista y ver a Santana, quien, al comprobar que está medio desnuda, la mira con desaprobación—¿Cómo te encuentras, Britt?—me pregunta.

Pongo los ojos en blanco.

Bueno... estaba fatal, pero después de que Santana me haya follado hasta perder el sentido me encuentro mucho mejor, gracias.

—Bien—contesto. Miro a Rachel y le indico con la mirada que se reúna conmigo en mi cuarto inmediatamente—Me daré toda la prisa que pueda.

Dejo a Santana en el salón y me retiro a mi habitación, donde me paseo de un lado a otro mientras espero a Rachel. Las palabras de Mercedes me vuelven a la mente, y ahora no sé qué hacer. Entra en mi dormitorio; tiene un aspecto horrible.

—¡Parece que alguien ha estado follando!—dice entre risas.

La miro con recelo. Hay algo que tengo que aclarar primero.

—¿Por qué le dijiste a Quinn dónde estaba?—le reprocho.

Se queda perpleja.

—¿Estás enfadada conmigo?

—Sí... no...un poco—bueno, no estoy enfadada en absoluto. Anoche sí lo estaba un poco, pero ya no. Me sonríe con sorna—No me mires así, Rachel Berry. ¿Qué ha pasado entre Quinn y tú?

—Es un encanto, ¿verdad?—me guiña un ojo—Sólo nos estamos divirtiendo un poco.

Bueno, sea sólo eso o no, tiene que saberlo.

—Tienes que saber que Mercedes vio que una tía enfurecida le tiraba un frappuccino por encima en Starbucks.

Me quito la camisa extra grande de Santana y el vestido por la cabeza y los tiro al suelo. Rachel pone los ojos en blanco, recoge las prendas y las coloca sobre mi cama antes de dejarse caer sobre el edredón con la melena morena rodeándole el rostro.

—Ya lo sé. Es la loca de su ex novia.

—¿Te lo ha contado?—digo incapaz de ocultar mi sorpresa.

—Sí, no pasa nada.

—Ah.

No puedo creer lo tranquila que está. Todo le parece bien siempre, nada la irrita nunca. Me mira.

—Tú no eres la única que se está llevando lo suyo—dice muy en serio. Me quedo boquiabierta—Lo llevas escrito en la cara, Britt.

—Me voy con Santana a su trabajo.

Cojo el secador e intento hacer algo con mi pelo desastroso. No entiendo cómo ha Santana no le molesta.

—Diviértete—canturrea cuando sale de mi cuarto.

Pongo la cabeza boca abajo y me seco del todo la mata de pelo rubio mientras intento ignorar el hecho de que tengo prisa por volver con Santana. Cuando vuelvo a levantar la cabeza frente al espejo, me la encuentro apoyada en el cabezal de mi cama. Tiene los brazos cruzados por detrás de la cabeza. Ocupa prácticamente nada de mi cama doble. Apago el secador y me vuelvo hacia sus ardientes ojos oscuros. Quiero saltar sobre esa cama y sobre ella.

—Hola, Britt—dice mirándome de arriba abajo.

—Hola—respondo sonriendo y con voz insinuante—¿Estás cómoda?

Cambia de postura.

—No, últimamente sólo estoy cómodo con una cosa debajo de mí.

Mueve las cejas de forma sugerente. Esa mirada y esas palabras hacen que me tiemblen las rodillas; remolinos de necesidad recorren cada milímetro de mi cuerpo. La miro mientras se levanta de mi cama y se aproxima lentamente. Una vez delante de mí, me da la vuelta y me pone de cara al armario. Estira el brazo por encima de mi hombro, rebusca entre mi ropa colgada y saca mi vestido camisero de color crema.

—Ponte esto—me susurra al oído—Y ponte ropa interior de encaje.

Cierro los ojos con fuerza.

Había pensado en ponerme unos vaqueros y una camiseta, pero no me importa en absoluto ponerme lo que sugiere. Estiro el brazo, le cojo la percha de las manos y gimo un poco cuando, al bajar el brazo, me roza un pecho al tiempo que adelanta las caderas contra mi trasero.

¡Para, por Dios!

—Date prisa—dice.

Me da una palmadita en el culo, se marcha y me deja ahí plantada, toda temblorosa, con la única posibilidad de aferrarme al vestido de color crema. Me obligo a volver a la realidad, sacudo el cuerpo y la cabeza ligeramente y acabo de arreglarme. Me la encuentro en la cocina.

—Me gusta tu vestido—comenta, y me mira de arriba abajo mientras camino hacia ella.

Claro que sí... lo ha elegido ella.

Mete la mano por debajo del dobladillo y me acaricia entre los muslos con el dedo índice mientras contempla cómo cierro los labios de golpe y pego las manos a sus pechos. Sonríe con satisfacción, desliza el dedo por debajo de la goma de mis bragas y me acaricia el sexo con suavidad. Lanzo un suspiro.

—Estás mojada—susurra, y traza círculos con el dedo lentamente. Tengo ganas de llorar de placer—Después.

Retira el dedo y se lo lame. La miro mal.

—Tienes que dejar de hacer eso.

—Jamás—se ríe y me saca de un tirón de la cocina—Despídete de tu amiga.

—¡Adiós!—grito—También es amiga tuya, ¿verdad?—todavía no hemos hablado sobre la pequeña conversación que tuvieron Rachel y ella anoche en el bar. Me mira con cara de no entender a qué me refiero—Anoche, en el bar, le susurraste algo al oído—digo como si tal cosa.

Abre la puerta de la calle y me insta a salir.

—Me echó la bronca por haber desaparecido y me disculpé. No suelo disculparme muy a menudo, así que no te acostumbres.

Me echo a reír. La verdad es que no le pega mucho lo de pedir perdón. Pero conmigo lo ha hecho. Aunque todavía no me ha explicado dónde se metió durante esos días.

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Mensaje por AndreaDaru Lun Mayo 11, 2015 5:52 am

Nunca saldria con alguien como santana en este fic, que controladora! ponte esto, ven aqui, acosadora, etc... que horror! y no se a quien le puede gustar eso, pero bueno.. xdd
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Mensaje por micky morales Lun Mayo 11, 2015 11:21 am

si, en verdad santana es algo exigente para mi gusto, espero que britt tambien se imponga!
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Mensaje por Daniela Gutierrez Lun Mayo 11, 2015 3:43 pm

Hola.
Parece que San le gusta tener el control de muchas cosas y Britt es una esclava que cumple sus órdenes al pie de la letra.
Ya veremos qué pasa en el trabajo de Santana.
Mil gracias por el capítulo y nos leemos más tarde.
Besos, Cuídate  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557
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Mensaje por Susii Lun Mayo 11, 2015 5:01 pm

Uuy pero que mandona salio esa mujer! >:c porque no le quiere decir donde estuvo esos cuatro dias?D: y su cicatriz, su edad todo es un misterio u.u yo quiero saber todo!>:c
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Mensaje por 23l1 Lun Mayo 11, 2015 8:41 pm

AndreaDaru escribió:Nunca saldria con alguien como santana en este fic, que controladora! ponte esto, ven aqui, acosadora, etc... que horror! y no se a quien le puede gustar eso, pero bueno.. xdd


Hola, jajaajaj o no¿? jaajja es un poco pesadita jaajajajajajaj, PERO algo tiene que tener no¿? jajajajaaj. Saludos =D


micky morales escribió:si, en verdad santana es algo exigente para mi gusto, espero que britt tambien se imponga!


Hola, jajaaj sip xD, esperemos y si no¿? ajajajajajaja. Saludos =D


Daniela Gutierrez escribió:Hola.
Parece que San le gusta tener el control de muchas cosas y Britt es una esclava que cumple sus órdenes al pie de la letra.
Ya veremos qué pasa en el trabajo de Santana.
Mil gracias por el capítulo y nos leemos más tarde.
Besos, Cuídate  FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557 FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo - Página 4 918367557


Hola, parece no¿? jaajajajajaj, upds britt un poco mas de fuerza de voluntad no¿? jaajajajajaj. Jajajajajjaaj igual! Saludos =D


Susii escribió:Uuy pero que mandona salio esa mujer! >:c porque no le quiere decir donde estuvo esos cuatro dias?D: y su cicatriz, su edad todo es un misterio u.u yo quiero saber todo!>:c


Hola, jajaaja o no¿? jajaajajajajaj. Tantos secretos ¬¬... xq sera, ajaajajaj esperemos y este cap nos diga algo jajajaaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 21

Mensaje por 23l1 Lun Mayo 11, 2015 8:44 pm

Capitulo 21

Salimos de la ciudad en su coche en dirección a Surrey Hills. De vez en cuando, la sorprendo mirándome a mí en lugar de a la carretera. Y cada vez que lo hago me sonríe y me aprieta la rodilla, sobre la que ha llevado la mano durante la mayor parte del viaje.

Empiezo a pensar en lo poco que sé de ella. Es apasionada, bastante inestable, tremendamente segura de sí misma y exageradamente rica. Ah, y bestial en cuanto al sexo. Pero eso es todo lo que sé. Ni siquiera sé su edad.

—¿Cuánto hace que tienes La Mansión?—pregunto.

Me mira con una ceja enarcada y baja el volumen de la música con los mandos del volante.

—Desde que tenía veintiún años.

—¿Tan joven?—pregunto, y mi tono evidencia mi sorpresa.

Ella me sonríe.

—Heredé La Mansión de mi tío Alejandro.

—¿Falleció?

Su sonrisa desaparece.

—Sí.

Vale, ahora quiero saber más.

—¿Cuántos años tienes, Santana?

—Veintisiete—responde totalmente impasible.

Suspiro.

—¿Por qué no quieres decirme tu edad?

Ella me mira con una sonrisa burlona.

—Porque temo que creas que soy demasiado vieja para ti y salgas huyendo.

La miro con los ojos entornados desde el asiento del copiloto. No puede ser tan mayor. Quiero gritarle que no voy a irme a ninguna parte.

—Vale, ¿cuántas veces voy a tener que preguntártelo hasta que lleguemos a tu verdadera edad?

Ya lo intenté en otra ocasión y no sirvió de nada.

Sonríe.

—Muchas.

—Yo tengo veintiséis.

Pruebo con un toma y daca mientras la observo detenidamente. Me mira.

—Ya lo sé.

—¿Cómo lo sabes?

—Por tu carnet de conducir.

—¿Además del teléfono también has cotilleado en mi bolso?—pregunto indignada, pero ella se limita a encogerse de hombros.

Yo sacudo la cabeza consternada. Es una regla no escrita. Está claro que esta mujer no tiene modales.

—¿Es que crees que eres demasiado mayor para mí?

Después de todo lo que me ha hecho, imagino que su respuesta es negativa pero, puesto que parece ser un problema tan grave, más me vale preguntar.

—No, en absoluto—responde con la mirada fija en la carretera—El único conflicto que tengo es que sea un problema para ti.

Frunzo el ceño.

—No me supone ningún problema.

Vuelve su atractivo rostro hacia mí, con esos ojos ardientes y maravillosos.

—Entonces deja de preguntármelo.

Apoyo la cabeza en el respaldo, indignada, y me dedico a contemplar el paisaje rural. Su edad no me importa lo más mínimo, al menos de momento. Y no creo que haya nada que pueda hacerme cambiar de opinión al respecto. Me vuelvo hacia ella una vez más.

—¿Y tus padres?

Al ver la línea recta en que se convierten sus labios me arrepiento inmediatamente de haber formulado la pregunta.

—No tenemos relación—responde con tono desdeñoso.

Vuelvo a recostarme y no insisto. Su actitud despectiva despierta aún más mi curiosidad, pero también me obliga a cerrar la bocaza.

Nos detenemos al llegar a La Mansión y Santana pulsa un botón del salpicadero que hace que se abran las puertas. Al llegar al patio veo a Finn, el grandulón, que sale de su Range Rover con su traje negro de siempre y con sus enormes gafas de sol. Me saluda con la cabeza cuando salgo del coche y se acerca a Santana.

—¿Cómo va, Finn?—le pregunta.

Después, me coge de la mano y me guía por los escalones hacia la entrada de La Mansión. Me estremezco al recordar la última vez que estuve aquí. Salí huyendo y pensé que jamás volvería. Pero aquí estoy.
Veo que Santana estrecha la mano al grandulón de Finn. Se ha transformado en la empresaria que es.

—Todo bien—responde el otro con voz grave.

Nos deja pasar a Santana y a mí primero. Después nos sigue hasta el restaurante. Me sorprende lo tranquilo que está para ser las diez de la mañana de un sábado en un hotel.

¿No es la hora del desayuno?

Santana se detiene y me mira.

—¿Qué quieres comer?—incluso a mí me habla con voz de empresaria.

—Cualquier cosa.

Me encojo de hombros. Me siento incómoda y empiezo a desear haberme quedado en el sofá tapada con el edredón y con una enorme taza de café.

¿Qué voy a hacer yo aquí mientras ella trabaja?

Su expresión se suaviza.

—Pero ¿qué te apetece?

Bueno, eso es fácil.

—Salmón ahumado.

—¿Un sándwich?—pregunta, y yo asiento—¿Y un café?

—Por favor.

—¿Cómo sueles tomarlo?

—Capuchino, con doble de café, sin chocolate ni azúcar.

—Desayunarás en mi despacho.

Me encojo de hombros.

—Como quieras—en cuanto pronuncio esas palabras, la miro y veo un brillo de satisfacción en sus ojos, acompañado de una sonrisa victoriosa—Ni una palabra—le advierto.

—No era una pregunta, Britt. Finn, dame veinte minutos. Pete, ¿has tomado nota?

—Sí, señora.

—Bien. Sírvele a Britt el desayuno en mi despacho—ordena mientras me mira con esos ojos oscuros y abrasadores.

Me coge de la mano y me arrastra por La Mansión hasta su despacho. En cuanto cierra la puerta, tira mi bolso al suelo y me empotra contra ella. Ya tengo el vestido levantado hasta la cintura.

¡Joder!

¿No había venido a trabajar?

Hunde la cara en mi cuello y yo la agarro de la camiseta. Sabía que esto iba a pasar. En cuanto le he visto los ojos he sabido lo que estaba pensando. Es la ferocidad lo que me ha cogido por sorpresa. Empiece despacio o de prisa, el resultado es siempre el mismo: jadeo como una loca y estoy lista para suplicar.

—Sabía que no era buena idea traerte aquí. No voy a poder trabajar.

Su voz grave resuena contra mi garganta mientras la lame con ansia. Me recorre ambos lados del cuerpo con las manos hasta llegar a los pechos para amasarlos por encima del vestido.

—Si quieres me voy—exhalo—¡Mierda!

El abrupto movimiento de sus caderas me indica que no debería haber dicho eso.
Aumenta la presión de su cuerpo empujándome contra la puerta y su boca impacta contra la mía.

—Esa puta boca—me reprende entre rápidas e intensas caricias con la lengua—No vas a ir a ninguna parte, Britt—me muerde el labio—Nunca. ¿Estás mojada?

—Sí—jadeo mientras forcejeo con su camiseta.

—Yo también.

Me enciendo con sólo mirarla. Aparta las manos de mis pechos y las desliza hacia abajo. Veo que se desabrocha los pantalones y se los baja junto con las bragas cremallera y entiendo de inmediato su comentario sobre la ausencia de obstrucciones. Me aparta las bragas a un lado. No me da tiempo a prepararme para la intensidad y la velocidad que se aproxima. Me levanta una pierna hasta la cintura, se coloca y se une a mí juntando nuestros sexos y empotrándome contra la puerta con un bramido. Yo grito.

—No grites—me ordena.

No me da tiempo a adaptarme. Me mueve repetidas veces, con fuerza, una y otra vez, y hace que toque el cielo de placer. Aprieto los labios para evitar gritar y dejo caer la cabeza sobre su hombro con delirante desesperación.

—¿Lo sientes, Britt?—dice con los dientes apretados.

Señor, dame fuerzas, creo que voy a desmayarme. Me está follando con urgencia, como si estuviera loca, arremetiendo y jadeando a gran velocidad.

—¡Contesta a la pregunta!—grita

¿Por qué ella sí que puede gritar?

—¡Sí! ¡Lo siento!

Continúa aporreándome más y más hasta que estoy a punto de perder la cabeza de desesperación. Me queda poco para estallar, y la pierna sobre la que me apoyaba ha dejado de tocar el suelo con el ímpetu de los embates.

—¿Te gusta?

—¡Joder, sí!—grito con todo el aire de mis pulmones, y Santana me toma la boca con ansia.

—Te he dicho que no grites.

Me muerde el labio, y la presión me resulta casi dolorosa. El ardor que se apodera de mi sexo crepita y estalla, me sume en un éxtasis febril y alcanzo el clímax con un sonoro alarido. Su boca atrapa mis gritos y yo pierdo la razón. Me agito de manera incontrolable contra ella, pero ella continúa, grita con su propia explosión y siento su humedad mezclarse con la mía.

Joder, ha sido intenso e increíblemente rápido.

La cabeza me da mil vueltas. No puedo creer lo que hace conmigo esta mujer. Es una puñetera genia.

¡Y en su despacho!

—Creo que voy a traerte al trabajo todos los días—suspira en mi cuello y me deja resbalar por la puerta—¿Estás bien?

—No me sueltes—resuello en su hombro.

Soy incapaz de mantener el equilibrio. Se echa a reír y me rodea la cintura con el brazo para enderezarme. Me aparto el pelo de la cara de un soplido y sus magníficos ojos aparecen en mi campo de visión.

Sonrío.

—Hola.

—Ha vuelto.

Pega los labios a los míos, me levanta y me lleva hasta el sofá. Me deja junto a él, se sube las bragas y los pantalones y se lo abrocha. Mientras recoge mi bolso del suelo, me coloco bien el vestido y me derrumbo sobre el sofá con una sonrisa en la boca. Su capacidad para pasar de ser salvaje y dominante a tierno y atento me tiene hecha un lío. Pero adoro ambas personalidades. Es demasiado bueno para ser verdad. Se acerca, se sienta a mi lado y me cobija bajo su brazo.

—He pensado que podrías acercarte a la nueva ala y empezar a esbozar algunas ideas.

—¿De verdad quieres que me encargue del diseño?

Mi voz suena confundida. No me importa, porque lo estoy. Pero es que pensaba que lo del diseño no era más que un cebo para llevarme a la cama.

—Bueno claro que sí.

—Creía que sólo me querías por mi cuerpo—bromeo, y ella me retuerce un pezón en represalia.

—Te quiero por muchas cosas, además de por tu cuerpo, Britt.

¿En serio?

¿Por qué más?

—Es domingo—digo, y me aparto de su abrazo—No trabajo los domingos. Y, además, no tengo aquí mi equipo de trabajo.

Arruga la frente, me agarra y me sienta sobre su regazo refunfuñando.

—¿Papel y lápiz?—dice, y me mordisquea juguetonamente la oreja—Podemos proporcionártelo, pero te lo descontaré de tus honorarios.

Lo cierto es que sí, unas hojas de papel y un lápiz me bastan de momento, pero es domingo. Se me ocurren mil cosas que podría estar haciendo y que preferiría hacer. Además, no es necesario que me desplace a la nueva ala para empezar a plasmar ideas. Pero entonces pienso que a lo mejor quiere que me vaya de su despacho. Ya ha conseguido lo que quería y ahora le molesto. Y ni siquiera puedo coger mi coche y largarme. Llaman a la puerta y me bajo de su regazo.

—Adelante—ordena mientras me observa con una mirada inquisitiva que decido obviar.

El tío de pelo cano del restaurante entra con una bandeja y la deja sobre la mesita.

—Gracias, Pete—dice Santana sin apartar la mirada de mí.

—Señora.

Inclina la cabeza ante ella y me sonríe amigablemente antes de marcharse.

—¿Me das unas hojas de papel?—pregunto mientras cojo la bandeja y me cuelgo el bolso al hombro.

—¿No vas a desayunar?

Se pone de pie con el ceño todavía fruncido.

—Me lo tomaré arriba. No quiero molestarte.

—Ah, de acuerdo.

Se acerca a su mesa. Hago todo lo posible por ignorar ese culo perfecto que se esconde bajo el pantalón vaquero cuando se agacha y abre un cajón para sacar un bloc de dibujo y un estuche de lápices de colores.

¿Para qué tiene eso?

No es algo que uno tenga porque sí.

Se acerca y me los entrega. Yo los cojo, los meto debajo de la bandeja y me dirijo hacia la puerta.

—Oye, ¿no se te olvida algo?

Me vuelvo y veo que su mirada curiosa se ha transformado en asesina.

—¿El qué?—pregunto.

Sé a qué se refiere, pero no estoy de humor para alimentar su ego.

—Mueve el culo hasta aquí, Britt—dice reforzando la orden con un movimiento de cabeza.

Dejo caer los hombros ligeramente. Acabaremos antes si le doy lo que quiere y desaparezco de su vista. Llego hasta ella y me esfuerzo al máximo por no poner buena cara, aunque fracaso estrepitosamente.

—Dame un beso, Britt—ordena con las manos en los bolsillos. Acerco los labios a los suyos y me aseguro de que no sea un simple pico. Ella no responde—Bésame de verdad, Brittany.

Mi tibio intento por satisfacerla no ha colado. Suspiro. Tengo una bandeja en las manos, el bolso colgado del hombro y un cuaderno y un lápiz debajo de la bandeja. Esto no está siendo fácil, sobre todo porque ella no colabora. Dejo la bandeja y el material de dibujo sobre la mesa, hundo las manos en su pelo y acerco su rostro al mío. No tarda ni un nanosegundo en reaccionar.

Cuando nuestros labios se encuentran, me toma por completo. Me rodea la cintura con los brazos. No quiero disfrutarlo, pero lo hago, y demasiado.

—Mucho mejor—dice pegado a mi boca—No me niegues nunca lo que te pido, Brittany—me suelta y me deja ligeramente mareada y desorientada. Alguien llama a la puerta—Vete—ordena señalando a la puerta con la cabeza.

Recojo mis cosas y me marcho sin mediar palabra. Me ha cabreado. Estoy pisando un terreno muy peligroso, y lo sé. Esta mujer tiene la palabra «latinlover» escrita por todo el cuerpo. Abro la puerta del despacho y me encuentro al grandulón de Finn esperándome. Me saluda con la cabeza y se coloca detrás de mí para escoltarme hasta el piso de arriba.

—Conozco el camino, Finn—le digo.

No es necesario que me acompañe hasta ahí.

—Tranquila, mujer—truena, y continúa avanzando con pasos largos.

Me sigue por la escalera. Cuando llegamos a la vidriera que hay en la parte baja del tramo que lleva a la tercera planta, me paro a observar la amplia escalera. En la parte de arriba hay unas puertas de madera con unos preciosos símbolos circulares grabados en ellas. Están cerradas e intimidan bastante.

¿Qué habrá ahí arriba?

Podría ser un salón de actos. Una puerta que se abre desvía mi atención de las inmensas e imponentes hojas de madera. Miro hacia el descansillo y veo a un hombre que sale de una habitación subiéndose la cremallera. Alza la vista y me pilla contemplándolo. Me pongo como un tomate y miro a Finn, que observa al tipo y sacude la cabeza de manera amenazadora. El hombre parece un tanto atemorizado, y yo acelero por el pasillo que da a la ampliación para escapar de esa situación tan incómoda.

A Finn no parece afectarle.

Nunca entenderé por qué los hombres creen que es aceptable salir de los aseos y de las habitaciones de los hoteles sin haber acabado de vestirse.

Entro en la última habitación. No hay muebles, así que me siento en el suelo y me apoyo contra la pared. Finn asoma la cabeza por la puerta.

—Llama a Santana si necesitas algo—gruñe.

—Iré directamente.

—No, llámala—insiste, y cierra la puerta.

Vale, y si necesito ir al baño ¿también tengo que llamar a Santana?

Debería haberme quedado en casa.

Miro en torno a mí hacia la enorme habitación vacía y empiezo a dar bocados al sándwich de salmón. Aunque me cueste admitirlo, está delicioso. Intento recordar las especificaciones.

¿Qué dijo?

Ah, sí, que tenía que ser sensual, estimulante y reconstituyente. No es lo que suelen pedirme, pero me las apañaré. Cojo el bloc, saco un lápiz del estuche y empiezo a dibujar camas grandes y lujosas y suntuosas cortinas para las ventanas. Concentrarme en el boceto es la mejor manera de que olvide de las preocupaciones que asedian últimamente mi pobre mente.

Unas horas después, tengo el culo dormido y un diseño de una habitación maravillosa. Deslizo el lápiz sobre el papel, y aplico sombras y retoques por aquí y por allá. Ha quedado muy sensual. Dijo que era fundamental que hubiera una cama grande, y el enorme lecho con dosel que he colocado en medio de la habitación transpira lujuria y sensualidad. Analizo el dibujo y me sonrojo ante mi propio trabajo.

Joder, es casi erótico.

¿De dónde ha salido esto?

Tal vez me haya influido todo el magnífico sexo que he practicado últimamente. La cama que domina la habitación es una réplica de una que vi en una tienda de artículos de segunda mano hace unos meses. Tiene unos postes gruesos de madera y un dosel reticular, y quedará fantástica con unas cortinas de seda dorada. No sé cómo decorar las paredes porque Santana sólo dijo que quería elementos decorativos grandes y de madera, probablemente algo parecido a lo que había en la suite en la que me acorraló.

La puerta se abre e interrumpe el hilo de mis pensamientos. Me encuentro con la cara de fastidio de Holly en el umbral. Refunfuño para mis adentros. Esta mujer está en todas partes... en cualquier parte donde esté Santana.

—Brittany, qué agradable sorpresa.

¡Mentira!

Cierra la puerta suavemente a sus espaldas y se dirige al centro de la habitación. Mi maldad me hace desear que tropiece con esos ridículos tacones. No me gusta nada esta mujer. Saca la zorra interior que hay en mí más que ninguna otra persona que haya conocido.

—Holly. Yo también me alegro de verte.

Me agarro un mechón de pelo y empiezo a juguetear con él mientras me planteo los motivos de su visita. Me mira mientras sigo sentada en el suelo y veo que hoy tiene los labios rojos superhinchados. Sin duda acaba de hacerse algunos retoques. Mi posición, sentada en el suelo, en contraste con la suya, hace que me sienta inferior a ella. Me levantaría si no tuviera el culo tan dormido y supiera que no voy a caerme de nuevo al hacerlo.

—Trabajando un domingo—comenta mientras observa la habitación vacía—¿Reciben todos tus clientes el mismo trato especial que le das a Santana?

¡Menuda zorra!

De repente sus motivos están muy claros.

—No—sonrío—Sólo Santana.

Mis malos pensamientos hacia ella están más que justificados. No sólo no le caigo bien, sino que me detesta con todas sus fuerzas. Puede que incluso llegue a odiarme.

¿Por qué?

—Es un poco mayor para ti, ¿no te parece?

Cruza los brazos por debajo de su generoso pecho y llego a la conclusión de que también se lo ha operado. No quiero que sepa que no sé la edad de Santana. Seguro que ella sí la sabe. Y ese hecho me cabrea sobremanera.

—A mí no me lo parece—respondo con dulzura.

Quiero levantarme del suelo para que esta barbie recauchutada deje de mirarme como si fuera superior a mí.

¿A ella qué le importa?

Su cara hinchada refleja la poca gracia que le hace mi presencia y eso, por extraño que parezca, hace que yo también me sienta incómoda por estar aquí. Debería haberme quedado en casa. No tengo por qué aguantar esto.

—Bueno, ¿y qué tiene mi Santana para hacer que renuncies a tu tiempo libre para trabajar?

¿Mi Santana?

—No creo que eso sea asunto tuyo.

—Tal vez. ¿Es por su dinero?—dice al tiempo que enarca una ceja que ya estaba ridículamente levantada.

¡Bótox!

—No me interesa la riqueza de Santana—respondo tajantemente.

¡Estoy enamorada de ella!

—No, claro que no—se acerca a la ventana, con aire relajado y arrogante, y se vuelve hacia mí de nuevo, con una cara igual de fría que su voz—Te lo advierto, Brittany. Santana no es la clase de mujer con la que una deba plantearse un futuro.

La miro directamente a los ojos e intento imitar su expresión y su tono gélido. No es difícil, siempre me sale de manera natural con esta mujer tan desagradable.

—Gracias por la advertencia, pero creo que soy lo bastante mayorcita para saber lo que me hago.

El corazón se me hunde hasta el estómago. Ella se echa a reír con condescendencia. Es una risa de lástima que hace que me sienta fatal.

—Pequeña, sal de tu cuento de hadas y abre los o...

De repente, la puerta se abre y Santana entra a toda prisa. Me ve a mí tirada en el suelo y a Holly junto a la ventana.

—¿Todo bien?—le pregunta a Holly.

Yo me cabreo.

¿Por qué coño le pregunta a ella?

Ella está perfectamente ahí de pie lanzándome sus advertencias. Es a mí, que estoy aquí sentada con el culo dormido, a la que debería preguntarle. Me quedo todavía más estupefacta cuando ella le regala una ridícula sonrisa falsa y se acerca a Santana, toda tiesa y sacando pecho.

—Sí, cariño. Brittany y yo sólo estábamos hablando sobre las habitaciones nuevas. Tiene unas ideas fantásticas—dice, y le frota el hombro.

Quiero arrancarle las uñas postizas de los dedos.

¡Menuda perra mentirosa!

Espero que Santana no se lo trague. Pero la sonrisa de satisfacción con la que le responde antes de volverse hacia mí me indica que sí lo ha hecho.

¿Está ciega o qué le pasa?

—Es muy buena—dice con orgullo.

Está haciendo que me sienta como si fuera una puta cría.

—Sí, tiene mucho talento—ronronea Holly sonriéndome con malicia—Las dejo—se mueve y la besa en la mejilla mientras yo ardo de rabia—Brittany, ha sido un placer volver a verte.

Reúno la educación suficiente para sonreír a esa bestia.

—Lo mismo digo, Holly.

Espero que note mi tono falso. No había sido menos sincero en mi vida. Se marcha de la habitación y me deja a solas con Santana.

¿Qué hago aquí y qué papel desempeña esa mujer en la vida de Santana?

Ha estado aquí todas las veces que he venido. Y también estaba en la inauguración del Lusso.

¿Conseguiré librarme alguna vez de esa víbora?

Quiere que desaparezca, y sólo puede haber una razón: quiere a Santana.

Me duele el corazón sólo de imaginármela con otra persona y me entran ganas de matar a alguien. Nunca he sido celosa, ni insegura, ni dependiente. Pero siento que todos estos nuevos sentimientos afloran en mí y se apoderan de todo mi ser. Ha dicho que Santana no es la clase de mujer con la que una deba soñar. Y creo que eso ya lo sé yo.

—A ver qué has hecho, Britt—se sienta a mi lado y me coge el bloc—¡Vaya! Me encanta esa cama.

—A mí también—admito con hosquedad.

El entusiasmo que sentía por mi idea se ha esfumado.

—¿Qué es todo esto?—dice señalando el dosel.

—Es un diseño reticular. Todas las vigas de madera se superponen y crean ese efecto.

—¿Y se pueden colgar cosas de él?—pregunta con curiosidad.

—Sí, como telas o luces—respondo, y me encojo de hombros.

Abre la boca fascinado al captar el concepto.

—¿En qué colores habías pensado?

—Negro y dorado.

—Me encanta—pasa la mano por el dibujo—¿Cuándo podemos empezar?

¿Eh?

—Esto es sólo un boceto. Tengo que considerar varias ideas, hacer dibujos a escala, planes de iluminación y esas cosas.

No sé si voy a poder hacer todo eso. He entrado en un profundo estado de depresión después de que me haya echado de su despacho y de las advertencias de Holly. Tengo que replantearme muy en serio qué hago aquí.

—¿Te importaría llevarme a casa?

Levanta la mirada bruscamente con los ojos cargados de preocupación.

—¿Estás bien?

Levanto el culo dormido del suelo y reúno las pocas fuerzas que tengo para fingir una sonrisa tan falsa como la de Holly.

—Sí. Es que tengo que preparar unas cosas para mañana—digo mientras me aliso el vestido.

—¿No has dicho que no trabajabas los fines de semana?

—No es trabajo propiamente dicho.

—Ah.

Me mira con una medio sonrisa y me entran ganas de llorar. «Llévame a mi casa para que pueda pensar sin que estés delante distrayéndome con esa cara y ese cuerpo tan hermosos.»

—Está bien—se levanta también del suelo y me devuelve el bloc—¿Estás segura?—insiste.

Yo mantengo mi sonrisa falsa.

—Estoy bien, ¿por qué no iba a estarlo?

Me esfuerzo por mantener la mano abajo al ver que la levanto de manera involuntaria para llevármela al pelo. Me mira con recelo.

—Vamos, entonces.

Coge mi bolso y me agarra de la mano.

—La bandeja.

—Ya la recogerá Pete—dice, y me conduce fuera de la habitación y hacia el piso inferior.

Me gustaría soltarle la mano, pero no quiero darle motivos para que piense que no estoy bien. Es difícil, porque no lo estoy en absoluto. Cuanto más la toco, más me encariño con ella.

Cuando llegamos al vestíbulo, Santana echa un vistazo a su alrededor; parece agitada.

—Espérame aquí, voy a por las llaves y el móvil. Bueno, ve hacia el coche. Está abierto.

Frunzo el ceño cuando me acompaña hasta la puerta y se marcha corriendo en dirección a su despacho. Bajo los escalones de La Mansión y recorro el suelo de gravilla de camino al DBS. Antes de llegar al coche, oigo las carcajadas de cierta bestia de morros hinchados y lengua viperina. Me pongo tensa de los pies a la cabeza, me vuelvo y la veo de pie en lo alto de los escalones junto a Santana.

—Vale, cariño. Luego nos vemos—y vuelve a besarla en la mejilla. Me entran arcadas—¡Espero volver a verte, Brittany!—grita.

Su mirada gélida me fulmina. Santana se acerca, me devuelve el bolso y me coge de la mano de nuevo. Me siento en el coche y, en cuanto el motor arranca, Creep, de Radiohead, me inunda los oídos. Yo sonrío para mis adentros.

Eso, como dice la canción, ¿qué coño hago aquí?

Es una buena pregunta.

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El mundo de Brittany

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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 22

Mensaje por 23l1 Mar Mayo 12, 2015 2:35 am

Capitulo 22

Me despido de Santana con un beso casto y la dejo con una expresión de inquietud en su maravilloso rostro.

—Te llamaré—digo con tono de indiferencia, y salgo de su coche.

Tengo prisa por marcharme. Cierro la portezuela del vehículo y me apresuro a recorrer el camino hasta casa de Rachel. No me vuelvo. Cierro la puerta rápidamente al entrar y me dejo caer contra ella.

—¡Hola!—Rachel aparece en lo alto de la escalera envuelta en una toalla—¿Estás bien?

Ya no puedo seguir fingiendo.

—No—admito.

No estoy bien para nada. Ella me mira con una mezcla de confusión y compasión.

—¿Quieres un té?

Asiento y me despego de la puerta.

—Por favor, no seas demasiado amable conmigo—le advierto.

Las lágrimas amenazan con brotar, pero estoy decidida a controlarlas. Sabía que esto iba a pasar. No creía que tan pronto, pero este desagradable dolor de corazón era algo inevitable. Ella sonríe con complicidad y me indica con la cabeza que la siga. Me arrastro hasta el piso de arriba y la encuentro en la cocina preparando el té. Me dejo caer en una de las sillas dispares.

—¿Se ha ido Quinn?

Se echa tres cucharadas de azúcar en su taza y, aunque me da la espalda, sé que está sonriendo.

—Sí—responde con demasiada naturalidad.

—¿Qué tal la noche?

Se vuelve, entrecierra los ojos marrones y sonríe ampliamente.

—¡Esa tía es una bestia!

Yo resoplo ante su descripción de Quinn. Sé de otra que también encaja en esa definición.

—¿Bien, entonces?

Vierte agua hirviendo en las tazas y añade leche.

—No está mal—se encoge de hombros—Pero basta de hablar de mí. ¿Por qué te has ido esta mañana con aspecto de haber tenido una noche similar a la mía y vuelves unas horas después como si te hubieran pegado una paliza?

Se sienta y me pasa mi té.

Suspiro.

—No voy a volver a verla.

—¿Por qué?—grita.

Su rostro refleja estupefacción.

¿Por qué le sorprende tanto mi decisión?

—Porque sé que voy a salir escaldada de esto, Rach. Santana no es buena para mí.

—¿Cómo lo sabes?—pregunta con incredulidad.

Muy sencillo.

—Es una mujer de negocios, madura, rica a más no poder y muy segura de sí misma. No soy más que un juguete para ella. Se aburrirá, me tirará a la basura y se buscará a otra—resoplo con sarcasmo—Y créeme... no faltarán mujeres que se le echen a los pies. He visto las pasiones que despierta. Las he experimentado. Es increíblemente salvaje en la cama, y tremendamente buena, lo que significa que tiene a sus espaldas un buen número de conquistas sexuales—respiro hondo mientras Rachel me mira con la boca abierta—Es un imán para las mujeres, y es probable que una mujeriega. Ya he tenido que soportar la reacción de Holly.

Me dejo caer en la silla y cojo mi taza de té.

—¿Quién es Holly?

—Una amiga, la que confundí con su novia. No me tiene ningún aprecio, y me lo ha dejado bien claro.

—¿En serio piensas saltar del barco sólo por unas cuantas palabras resentidas de una zorra despechada? ¡Mándala a la mierda!

—No, no es sólo eso, aunque no me apetece nada que me clave las garras en la espalda.

Pone los ojos en blanco.

—Querida amiga, ¡estás cegata!

—No, no lo estoy. Soy sensata—me defiendo—Y tú no eres imparcial—le espeto. Ha dejado muy claro que le gusta Santana para mí, pero lo cierto es que no sé por qué es así—¿Por qué te gusta tanto?

—No lo sé—se encoge de hombros—Porque tiene algo.

—Sí, que es peligrosa.

—No, es por cómo te mira, como si fueras el centro de su universo o algo así.

—¡No seas idiota! Soy el centro de su vida sexual.

La corrijo, y de repente pienso en el hecho de que probablemente no sea más que una de tantas mujeres a las que sólo les hace pasar un buen rato. La idea me resulta dolorosa, y es una razón más para alejarme mientras todavía siga medio intacta.

¿A quién quiero engañar?

Ya estoy destrozada, pero, cuanto más tiempo deje que continúe esto, peor será.

—Britt, vives negándote a admitir la realidad—me reprocha sin mala intención.

—No me niego a admitir nada.

—Claro que sí—dice con firmeza—Te has enamorado de ella. Y salta a la vista el porqué.

—No me niego a admitir nada—repito.

No sé de qué otra manera responder a eso.

¿Tanto se nota?

Claro que lo hago. Puede que así el dolor sea más fácil de soportar.

—Voy a echarme un rato.

Aparto la silla de la mesa y ésta chirría contra el suelo de madera. El sonido agudo me obliga a hacer una mueca. La resaca ha vuelto a apoderarse de mí.

—Vale—suspira Rachel.

La dejo en la cocina y me retiro al santuario de mi habitación. Me dejo caer sobre la cama y me tapo la cabeza con la almohada. Detesto admitirlo, pero esa zorra de morros gordos tiene razón. No debo plantearme un futuro con Santana López. Y ese pensamiento me rasga el corazón como si de un cuchillo se tratase.

Llego a la oficina para enfrentarme a una nueva semana. Me siento de todo menos bien. No he dormido nada, y sé perfectamente por qué.

—Buenos días, flor—me saluda Will desde su despacho.

Parece que está mucho mejor.

—Hola.

Intento sonar alegre, pero fracaso estrepitosamente. No puedo ni reunir las fuerzas necesarias para fingir un poco de ánimo. Tiro el bolso bajo la mesa, me siento y enciendo el ordenador. Al cabo de cinco segundos, mi escritorio empieza a protestar cuando Will lo usa de banco, como de costumbre. Tiene mucho mejor aspecto que el otro día.

—¿Cómo van las cosas con Flanagan?—pregunta.

Will tiene especial interés en ese proyecto. Meto la mano bajo la mesa y saco la cajita de muestras de telas que dejé ahí el viernes.

—Esto llegó el viernes—digo, y coloco unas cuantas sobre el escritorio—Me ha mandado por correo electrónico las especificaciones y ya me había enviado los planos.

Will echa un vistazo a las telas. Todas tienen tonos neutros de beige y crema, algunas tienen textura y otras no.

—Son un poco aburridas, ¿no?—protesta con un dejo de desaprobación.

—A mí no me lo parece—repongo, y saco una preciosa muestra con rayas gruesas—Mira ésta.

La mira con desdén.

—No me gusta.

—No tiene por qué gustarte a ti—le recuerdo. Él no se va a comprar un apartamento pijo en la Torre Vida—Flanagan vuelve hoy de Irlanda. Dijo que me llamaría para enseñarme el edificio. Y ahora voy a trabajar, si no te importa.

Will se pone de pie y yo adopto mi típico gesto de dolor cuando oigo crujir la mesa.

—Claro, continúa—me mira con recelo—Tal vez no sea asunto mío, pero no pareces tú misma. ¿Te ocurre algo?

—No, estoy bien, de verdad—miento.

—¿Segura?

¡No!

—Que sí, Will—digo, pero no consigo transmitir seguridad.

Mi teléfono empieza a brincar por el escritorio y Black and Gold, de Sam Sparro, inunda la oficina. Arrugo la frente y, al cogerlo, veo el nombre de Santana parpadeando en la pantalla. Ha vuelto a manipular mi teléfono. Mi corazón se acelera, y no de una forma agradable. No puedo hablar con ella.

—Te dejo para que contestes, flor. ¡Y arriba ese ánimo, guapa! ¡Es una orden!

Will se marcha y yo silencio la llamada, pero, en cuanto se interrumpe, vuelve a sonar otra vez. La silencio de nuevo, dejo el móvil en la mesa y me pongo a trabajar. Abro el correo de Rory. Es breve, pero contiene la suficiente información como para que empiece a elaborar mis diseños.

Quince minutos después, el teléfono aún sigue sonando, y yo estoy empezando a hartarme de la musiquita y de alargar la mano para silenciar el maldito aparato. Qué ilusa he sido al pensar que me lo pondría fácil. La alerta de mensaje de texto empieza a vibrar, pero en lugar de eliminarlo directamente —que habría sido lo más sensato— lo leo.

¡COGE EL TELÉFONO!

Ya estamos. Sam Sparro empieza a entonar de nuevo su canción y yo vuelvo a darle a silenciar. A este paso no voy a conseguir hacer nada hoy. Al momento, llega otro mensaje.

Britt, dime algo, por favor. ¿Qué he hecho?

Meto el móvil en el primer cajón de mi mesa e intento olvidarme de ella.

¿Que qué ha hecho?

En realidad nada, pero estoy segura de que lo hará si le doy la oportunidad.

¿O no?

Ay, no lo sé.

Pero mi instinto me dice que me aleje de ella.

—Tina, si alguien me llama a la oficina dile que me llame al móvil, ¿de acuerdo?

Sé que probablemente ése será su próximo movimiento.

—De acuerdo, Britt.

Empiezo a recoger unas cuantas ideas y a elaborar bocetos para Rory. Todavía no he visto los apartamentos, pero sé más o menos lo que quiero hacer y, para mi sorpresa, estoy bastante emocionada.

A la hora de comer me acerco un momento al indio para comprar un sándwich y me lo como en la oficina. Tina me informa de que me ha llamado una mujer mientras estaba fuera, pero no ha dejado ningún mensaje. Claro, ya sé quién ha sido, pero estoy teniendo un día muy productivo y no pienso dejar que interrumpa mi ritmo, así que ignoro su persistencia.

Mercedes y Kurt estarán fuera de la oficina todo el día visitando a clientes. Sin los dramas de la una ni las historias sórdidas del otro puedo trabajar sin distracciones, así que no voy a permitir que Santana se convierta en una.

Sigo haciendo caso omiso del teléfono, menos cuando Rory llama para fijar una reunión para mañana. Finalmente estará en Irlanda toda la semana, así que me reuniré con su asistente personal en la Torre Vida a las nueve de la mañana.

Cuando dan las seis en punto, estoy satisfecha con la productiva jornada que he tenido y feliz de haberme puesto las pilas. Se me ha pasado el día volando. Entro por la puerta casi a rastras y me encuentro la casa vacía. Estoy totalmente destrozada. Todavía siento los efectos del sábado por la noche, y de todo lo que pasó con Santana ayer.

Odio las resacas.

Suelen durarme más de lo normal. Esta noche no me tomaré la copa de vino de los lunes por la noche. Me voy a mi cuarto y me desnudo para ducharme. El teléfono vuelve a sonar y alzo la vista al cielo para rogar que me dé fuerzas. No me lo va a poner nada fácil.

Lo sé.

Pero entonces me doy cuenta de que no suena Black and Gold. He estado soportando la dichosa canción todo el puñetero día y he silenciado el teléfono cada vez que sonaba. Me sorprendo gratamente cuando veo «Mamá móvil» parpadeando en la pantalla. La escucho durante veinte minutos mientras me narra el itinerario completo del viaje de Sam desde Australia hasta Heathrow.

Resumiendo: llegará el próximo lunes por la mañana, pasará la semana en Newquay y volverá a Londres el sábado. Tras comprobar que todo va bien por Newquay, me dirijo a la ducha.

Sam Sparro empieza a sonar de nuevo y yo silencio el teléfono... otra vez. Si no lo oigo, no tendré la tentación de contestar. Después de ducharme, me desplomo en la cama y me quedo dormida en cuanto toco la almohada.

—¡Despierta, dormilona!

La voz aguda de Rachel me perfora los tímpanos. Me doy la vuelta y miro el reloj. Presa del pánico, salto de la cama e intento serenarme un poco.

¡Son las ocho en punto!

He dormido trece horas. Joder, creo que lo necesitaba.

—¿Por qué no me has despertado?—grito mientras me apresuro de camino a la ducha por el descansillo.

Tengo que estar en la Torre Vida dentro de una hora para reunirme con la asistente personal de Rory.

—Yo también me he dormido—responde Rachel, alegre y pizpireta.

¿Por qué está tan contenta?

No tardo en descubrirlo cuando me topo con el cuerpo medio desnudo de Quinn saliendo del baño.

—¡Cuidado, mujer!—dice riendo, y me frena con las manos.

Aparto la vista de su magnífico físico.

—¡Perdón!—digo totalmente avergonzada.

¿Le gusta pasearse semidesnuda por departamentos de mujeres?

Su sonrisa contagiosa revela su bonito hoyuelo mientras se aparta y me hace una reverencia.

—Todo tuyo.

Entro corriendo y cierro la puerta para ocultar mi rubor, pero no tengo tiempo de mortificarme con mi vergüenza. Me meto en la ducha, me lavo el pelo, corro por el descansillo enrollada en la toalla hasta la seguridad de mi dormitorio y me visto a toda prisa. Me alegro de haber arreglado la habitación. Ahora encuentro todo lo que necesito a la primera. Me pongo el vestido rosa palo y unos zapatos de color carne, me seco el pelo a toda prisa y me lo recojo. Me doy un toque de polvos, colorete y máscara de pestañas y ya estoy lista. No me había arreglado tan rápido en la vida. Desconecto el teléfono del cargador y borro las cuarenta y dos llamadas perdidas de Santana antes de meterlo en el bolso.

Vuelo hacia la cocina. Quinn y Rachel están sentadas a la mesa.

¿Es que hoy no trabaja nadie?

Quinn alza la vista de su cuenco de cereales y sonríe.

—¿Has visto a San?—pregunta.

Me paro en seco y la miro. Aún me está sonriendo.

—No, ¿por qué me lo preguntas?

—¿Has estado en tu leonera toda la noche?—pregunta Rachel totalmente confundida.

—Sí, llegué de trabajar sobre las seis y media y me fui directa a la cama. Y ya no es una leonera—la corrijo con orgullo—¿Por qué?

Rachel mira a Quinn, Quinn mira a Rachel y luego ambas me miran a mí. Las dos parecen confundidas y un poco preocupadas.

—¿No lo has visto ni has hablado con ella?—pregunta Quinn con la cuchara a medio camino del cuenco y su boca.

—¡No!—contesto con tono de impaciencia.

Pero ¿qué coño les pasa?

No pienso volver a verla ni a hablar con ella en toda mi vida.

—No estoy atada a su cintura—les espeto fríamente.

—Es que anoche me llamó cinco veces preguntando por ti—explica Rachel.

—¡A mí diez!—interviene Quinn.

Rachel parece muy alarmada.

—Llegamos sobre las ocho y media y dimos por hecho que todavía estarías trabajando. Estaba muy nerviosa, Britt. Intentamos llamarte.

No tengo tiempo para estas tonterías.

¿Qué se cree que me ha pasado?

Esa tía es una neurótica, y lo que yo haga con mi vida no es asunto suyo.

—Tenía el teléfono en silencio. Pero bueno, como ven, estoy vivita y coleando, así que si vuelve a llamar, díganle eso—resoplo—Me voy, que llego tarde.

Doy media vuelta para salir de la cocina.

—Como dejó de llamar supuse que estabas con ella—añade Rachel cuando ya me marcho.

—¡Bueno ya ves que no!—grito mientras bajo por la escalera.

Llego a la Torre Vida con el tiempo justo y algo aturullada. Me encuentro con una mujer y castaña en el vestíbulo. Es de mi edad y es muy guapa, tiene unas facciones muy afiladas y el pelo largo. El traje negro no pega con la palidez de su piel.

—Usted debe de ser la señorita Pierce—dice al tenderme una mano macilenta—Soy Marley. Rory le dijo que vendría yo, ¿verdad?

Tiene un acento muy irlandés.

—Marley, llámame Brittany, por favor.

Le acepto la mano y se la estrecho suavemente. Parece muy frágil.

—Claro, Brittany.

Sonríe y asiente.

—Rory me llamó ayer y me dijo que tenía que quedarse unos días más en Irlanda.

—Sí, así es. Yo te enseñaré el edificio. Aún no han terminado las obras, así que será mejor que te pongas esto.

Me entrega un casco duro y amarillo y un chaleco de alta visibilidad. Me pongo el equipo de seguridad y empiezo a pensar en el aspecto que debo de tener con mi vestidito rosa y con esto puesto. Por un momento temo que me haga ponerme también unas botas de punta de acero, pero cuando la veo pulsar el botón del ascensor mis preocupaciones desaparecen.

—Empezaremos por el ático. La disposición es muy parecida a la del Lusso—llega el ascensor y subimos en él—Imagino que conoces ese edificio.

Sonríe y revela una boca llena de dientes perfectos. Me cae bien.

—Sí, lo conozco.

Le devuelvo la sonrisa amistosa.

¡Mejor de lo que crees!

Me obligo a bloquear esos pensamientos de inmediato. «No debo pensar en ella. No debo pensar en ella», me repito una y otra vez mientras nos dirigimos al ático y Marley me explica las pequeñas diferencias entre el Lusso y la Torre Vida. No hay muchas. El ascensor llega directamente al interior del ático. Ésa es una de las diferencias. En el Lusso hay un pequeño vestíbulo. El aparcamiento subterráneo es la otra.

—Ya hemos llegado. Tú primero, Brittany.

Sigo la dirección que me indica y entro en un espacio enorme que me resulta familiar. El tamaño de este ático debe de ser idéntico al del Lusso. Al estar vacío parece más grande, pero recuerdo que con el otro edificio me pasó lo mismo.

—Como ves hemos usado madera de roble. Todas las ventanas y las puertas están fabricadas a medida con madera sostenible. Seguro que Rory ya te lo ha comentado en las especificaciones que te mandó—la miro. Debe de haber captado mi expresión de no saber de qué me habla, porque se echa a reír y sacude la cabeza—¿No te lo mencionó en su correo electrónico?

—No—contesto, y rezo por haberlo leído entero y bien.

—Discúlpalo. Anda un poco despistado con lo del divorcio.

¿Divorcio?

Vaya, ¿es eso lo que lo retiene en Irlanda?

Me parece algo inapropiado que me revele algo tan privado de la vida de Rory. Todo el mundo parece demasiado abierto y sincero últimamente.

¿O acaso me estoy mostrando yo excesivamente cerrada y recelosa?

—Lo tendré en cuenta—sonrío.

Durante las horas siguientes, Marley me enseña todo el edificio. Yo hago fotografías de los espacios y voy tomando notas. La Torre Vida posee los mismos lujos que el Lusso ofrece a sus residentes: un gimnasio pomposo, conserje las veinticuatro horas y lo último en sistemas de seguridad. La lista continúa. Rory y su socio saben cómo crear viviendas de lujo y modernas. Las vistas de Holland Park y de la ciudad son increíbles. Regresamos al vestíbulo principal.

—Gracias por la visita, Marley.

Me quito el casco y el chaleco.

—Ha sido un placer, Brittany. ¿Tienes todo lo que necesitas?

—Sí. Esperaré noticias de Rory.

—Dijo que te llamaría el lunes—comenta, y me estrecha la mano.

Nos despedimos y me marcho de la Torre Vida rumbo a la oficina. Por el camino llamo a mi médico de cabecera. Necesito que realizarme los exámenes rutinarios, pero no se encuentra y llamo al médico que me dijo Santana. Me dan cita para las cuatro en punto de hoy mismo, lo cual es un alivio. No es que espere tener muchas relaciones sexuales en los próximos días. Ya he disfrutado de bastantes para una buena temporada.

—Buenas—saludo a Kurt y a Mercedes al entrar en la oficina.

Kurt frunce el ceño y mira la hora.

—¡Ups! Llego tarde a mi cita con la señora Baines. ¡Se va a poner hecha una furia!—se levanta de su asiento, se coloca la corbata de rayas azules y amarillas (que no quedaría tan mal si no la hubiera combinado con una camisa naranja), y se atusa el rubio tupé—Volveré cuando haya amansado a esa vieja chalada.

Recoge su bandolera y se marcha danzando de la oficina.

—¡Adiós!—grito al llegar a mi mesa—¿Estás bien, Mercedes?—pregunto. Está absorta—¡Mercedes!—grito.

—¿Eh? Ah, perdón. Tenía la mente en otro sitio. ¿Qué decías?

—Que si estás bien—repito.

Ella sonríe alegremente y juguetea con su melena rizada y morena por encima del hombro.

—Mejor que nunca.

Claro. Me pregunto si su buen humor tendrá algo que ver con cierto personaje engreído y elegante llamado Noah. No la he visto desde el sábado pero, por lo que recuerdo —antes de acabar como una cuba—, Noah y ella parecían estar haciendo buenas migas.

¿Es que a todo el mundo le ha dado por follar ahora?

—¿Y eso por qué?—pregunto con una ceja enarcada.

Ella suelta unas risitas como de niña pequeña.

—He quedado con Noah el viernes por la noche.

Lo sabía, aunque sigo sin ver lo de la simple de Mercedes y el serio de Noah.

—¿Adónde irán?—pregunto.

Se encoge de hombros.

—No me lo ha dicho. Sólo me ha preguntado si quería salir con él.

Su móvil suena y se disculpa agitando el aparato. Centro la atención en mi ordenador y silencio el teléfono cuando empieza a sonar otra vez Black and Gold. Lo de estirar la mano y apretar el botón de la izquierda sin ni siquiera mirar se está convirtiendo en un gesto automático. Después de que suene tres veces seguidas, decido silenciar el teléfono del todo. Desde luego, no cabe duda de que es persistente.

—Me voy—anuncia Mercedes al tiempo que se levanta de su asiento—Volveré sobre las cuatro.

—Ya no te veré. Tengo cita en el médico a esa hora.

—¿Y eso?

Se vuelve mientras se marcha.

—Exámenes rutinarios—explico.

Ella pone cara de saber lo que es eso. Empiezo a ojear el correo electrónico y hago copias de algunos bocetos para enviárselas a mis contratistas.

A las tres en punto me levanto para preparar café. Siempre lo hace Tina, pero necesito apartar la vista de la pantalla del ordenador un rato.

—¿Britt?—me llama Tina. Asomo la cabeza por la puerta de la cocina y la veo agitando el teléfono de la oficina—Te llama una mujer, pero no me ha dicho quién es.

El corazón se me sale por la garganta. Sé perfectamente quién es.

—¿Está en espera?

—Sí, ¿te lo paso?

—¡No!—grito, y la pobre e insegura Tina se estremece—Perdona. Dile que no estoy.

—Ah, vale—confundida y con los ojos abiertos de par en par, aprieta el botón para recuperar la llamada de Santana—Disculpe, señor. Brittany no est...—da un brinco. El teléfono se le cae sobre la mesa con un fuerte estrépito y se apresura en cogerlo de nuevo—Lo... lo... lo siento, señora...—no para de tartamudear, lo que indica que Santana está gritándole al otro lado de la línea. Me siento muy culpable por hacerla pasar por esto—Señora, por favor..., le... le... le aseguro que no... no está.

Se encuentra en su mesa, aterrorizada y mirándome con los ojos abiertos, mientras doña Neurótica la agrede verbalmente. Le sonrío a modo de disculpa. Le compraré unas flores. Deja el teléfono en la base y me mira consternada.

—¿Quién era ésa?—pregunta.

Va a echarse a llorar.

—Tina, lo siento muchísimo.

Cojo los cafés de la cocina (la única ofrenda de paz que tengo a mano en estos momentos), dejo el de Will en su mesa y salgo corriendo de su despacho antes de que pueda iniciar una conversación. Le llevo el café a ella y lo dejo sobre su posavasos.

—Lo siento muchísimo—repito, y espero que mi voz refleje lo culpable que me siento.

Ella deja escapar un largo suspiro de exasperación.

—Me temo que alguien necesita un abrazo—dice entre risitas.

Me quedo de piedra. Esperaba que se echara a llorar toda nerviosa y, en lugar de eso, la aburrida de Tina acaba de hacer una broma. La chica tímida y del montón se parte de risa, y yo empiezo a reírme también a carcajadas y con lágrimas en los ojos hasta que me duele el estómago. Tina se une a mi histeria y ambas nos desternillamos en medio de la oficina.

—¿Qué pasa?—grita Will desde su mesa.

Agito la mano en el aire para restarle importancia. Pone los ojos en blanco y vuelve a centrarse en su pantalla mientras sacude la cabeza con resignación. No podría contárselo ni aunque estuviera en disposición de hablar. Dejo a Tina llorando de risa y me dirijo a los aseos para recomponerme. Ha sido buenísimo. Acabo de ver a esa chica desde una nueva perspectiva. Me gusta la Tina sarcástica. Tras recobrar la compostura y retocarme el rímel corrido, aviso a Will de que me voy al médico.

—Lo siento, Tina, no puedo mirarte a la cara—le digo entre risas cuando paso por delante de su mesa para salir de la oficina, y oigo que ella se echa a reír de nuevo.

Me sereno y me dirijo a la estación de metro.

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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por micky morales Mar Mayo 12, 2015 10:23 am

me molesta muchisimo que brittany no le diga a santana las estupideces de holly, cree que huyendo se arreglan las cosas?
micky morales
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Finalizado Re: FanFic Brittana: Mi Mujer 3: Confesión (Adaptada) Epilogo

Mensaje por Susii Mar Mayo 12, 2015 4:45 pm

Porque no hablarán de una vez? Asi se enteran de todo y de ahi ven si siguen juntas>:c
odio a Holly. xd
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Mensaje por 23l1 Mar Mayo 12, 2015 8:22 pm

micky morales escribió:me molesta muchisimo que brittany no le diga a santana las estupideces de holly, cree que huyendo se arreglan las cosas?


Hola, aaaaa si a veces somos tan tontas no¿? jajaajajajajaj. Saludos =D


Susii escribió:Porque no hablarán de una vez? Asi se enteran de todo y de ahi ven si siguen juntas>:c
odio a Holly. xd


Hola, ai son mas duras! espero alguna de el paso no¿? jajajaajajajajaj. Jjajajaajajajaja suele ocurrir XD jajaaj. Saludos =D
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Finalizado FanFic Brittana: Mi Mujer 1: Seducción (Adaptada) Cap 23

Mensaje por 23l1 Mar Mayo 12, 2015 8:24 pm

Capitulo 23

Me atiende la doctora Kitty Wilde, me extraña al saber que tenía mis datos y no me dejo explicarle nada, que Santana ya le había proporcionado la información necesaria. Después de realizarme los exámenes rutinarios y de soltarme una charla sobre la irresponsabilidad de haber ido a la cita sola y no con mí pareja o acompañada, que no podía ir sola a una cita así, eso me extraño un poco si solo era una revisión rutinaria. Luego la doctora Wilde me pide que vaya el mes siguiente a ver cómo va todo.

Llego a la puerta justo antes de las seis. Es estupendo llegar a casa tan pronto para variar. Me sorprende que Rachel no esté, pero veo a Margo aparcada fuera, así que no está repartiendo tartas.

Me doy una ducha, me pongo unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes y me seco el pelo con el secador. Cuando termino, saco el teléfono del bolso y pongo los ojos en blanco al ver las veinte llamadas perdidas. En un arranque de sensatez, borro los cinco mensajes que hay sin leerlos. De pronto el móvil empieza a iluminarse en mi mano mientras me dirijo a la cocina.

¿Es que esta mujer no se cansa?

Se nota que no está acostumbrada a que la rechacen, y está claro que no le gusta.

Me sirvo una copa de vino y la golpeo con la botella a causa del respingo que doy al oír un fuerte golpe en la puerta de casa.

—¡Brittany!

—Ay, Dios—mascullo.

—¡Brittany!—ruge al tiempo que vuelve a golpear la puerta.

Cruzo a toda prisa el salón para atisbar a través de la persiana y veo a Santana mirando fijamente hacia la ventana. Está muy agitada.

Pero ¿qué le pasa a esta mujer?

Puede quedarse ahí fuera toda la noche si quiere porque no pienso abrirle. Colocarme frente a él, cara a cara, sería todo un error. Se lleva el móvil a la oreja y el mío empieza a sonar una vez más. Rechazo la llamada y la observo mientras mira su teléfono con incredulidad.

—¡Brittany! ¡Abre la puta puerta!

—No—replico, y veo que recorre el camino hasta la carretera.

Casi me da un infarto al ver llegar a Quinn en su Porsche. Rachel baja de él.

¡Mierda!

Se acerca a Santana, que no para de hacer aspavientos con los brazos como una loca. Quinn se une a ellas en la acera y le da unas palmaditas el hombro para ofrecerle consuelo. Hablan durante unos instantes y Rachel se dirige hacia la puerta de casa seguida por las otras dos mujeres.

—¡No, Rachel!—le grito a la ventana—¡Joder, joder, joder, joder!

Se acabó, ¡nuestra amistad se ha terminado!

Me quedo ahí plantada en el salón. Oigo que la puerta se abre y golpea la pared, y después unos pasos decididos que suben a toda prisa por la escalera. Santana entra de inmediato como un rayo en el salón. La ira de su rostro se torna en alivio durante unos instantes, pero luego se transforma de nuevo en furia absoluta. Su traje gris está perfectamente planchado y aseado, a diferencia de su pelo desaliñado y su frente sudorosa.

—¿Dónde COJONES has estado?—me grita tan fuerte que siento, literalmente hablando, su aliento en las orejas—¡Casi me vuelvo loca!

No hace falta que lo jures.

Me quedo de pie mirándola, completamente estupefacta. No sé qué decir.

¿De verdad cree que le debo explicaciones?

Rachel y Quinn entran detrás de ella, calladas y nerviosas. Miro a Rachel y sacudo la cabeza. Me muero por preguntarle si «esta» Santana también le gusta.

—Nosotras nos vamos al The Cock a tomar algo—anuncia Quinn con voz serena, y coge a Rachel de la mano y se la lleva escaleras abajo.

Ella no hace nada por detener a Quinn. Se marchan y yo maldigo para mis adentros a esas gallinas por dejarme a solas con esta pirada. Inspira profundamente unas cuantas veces para calmarse. Mira al techo con gesto de cansancio antes de volver a clavar su abrasadora mirada en la mía y llegar con ella hasta lo más profundo de mí ser.

—¿Es que necesitas un recordatorio, Britt?

Se me ha abierto tanto la boca que debe de haber llegado hasta la moqueta. Definitivamente, para ella todo se reduce al sexo. Tiene una seguridad en sí misma pasmosa y la opinión que posee de mí es inexcusable.

—¡No!—le grito mientras paso delante de ella rápidamente en dirección a la cocina.

¡Necesito ese trago!

Me sigue y se queda mirándome mientras tiro el móvil contra la encimera y cojo la botella de vino.

—¡Eres un cabrona!—bramo mientras me sirvo el vino con las manos temblorosas. Estoy cabreadísima. Me vuelvo y le lanzo la peor de mis miradas. Parece afectarle ligeramente, lo cual me llena de satisfacción—Ya has conseguido lo que querías. Igual que yo. Dejemos ya está mierda—le espeto.

Yo no he conseguido lo que quería, ni lo más mínimo, pero hago caso omiso de la voz que me lo recuerda a gritos desde mi interior. Tengo que parar esto antes de que la intensidad de Santana López me arrastre aún más.

—¡Esa puta boca!—me grita—¿De qué estás hablando? Yo no he conseguido lo que quería, Britt.

—¿Quieres más?—doy un sorbo rápido al vino—Bueno, pues yo no, así que deja de perseguirme, Santana. ¡Y deja de gritarme!

Trato de sonar cruel, pero me temo que sólo he conseguido sonar patética. Algo tiene que funcionar. Doy otro gran trago al vino y me sobresalto cuando la copa desaparece de mi mano y se estrella contra la pila. Hago una mueca de dolor al oír el ruido del cristal haciéndose añicos.

—¡No hace falta que bebas como si tuvieras quince años!—me chilla.

Mantengo los puños cerrados a ambos lados de mi cuerpo e intento calmarme recurriendo a toda mi fuerza de voluntad.

—¡Lárgate!—le grito.

Mis intentos están fracasando por completo. Mi desesperación va en aumento. Me encojo al oírlo rugir de frustración y golpear la puerta de la cocina con tal fuerza que deja una marca enorme en la madera.

¡Mierda, mierda!

Me quedo inmóvil, con los ojos como platos y la boca bien cerrada, al ver su feroz reacción a mi rechazo. Se vuelve hacia mí sacudiendo un poco la mano y sus maravillosos ojos oscuros me atraviesan.

Joder, eso ha tenido que doler, y seguro que re rompió una uña.

Estoy a punto de acercarme al congelador a coger un poco de hielo, pero entonces empieza a acercarse a mí como una depredadora. Me agarro al borde de la encimera que tengo detrás y la veo aproximarse hasta detenerse frente a mí. Se inclina, sus pechos chocan con los míos, y coloca las manos sobre las mías.

Me ha atrapado.

Noto su respiración agitada en mi rostro, frunce el ceño y estampa los labios contra mi boca. Noto que me roba literalmente el aliento mientras me retuerzo debajo de ella para intentar liberarme.

¿Qué está haciendo?

En realidad sé muy bien lo que está haciendo. Va a echarme un polvo recordatorio.

Estoy jodida.

Aprieta los labios contra los míos con más fuerza, pero no acepto su beso. Sigo diciéndome a mí misma que esto es malo, que no me hace ningún bien. Si transijo, acabará doliéndome aún más, lo sé. Procuro liberarme, sin mucho entusiasmo, pero ella gruñe y me sujeta las manos con más fuerza.

No iré a ninguna parte.

Su determinación por vencerme anula mis desesperados intentos de pararla. Me acaricia el labio inferior con la lengua y yo sigo negándole el acceso a mi boca. Tiemblo al tratar de luchar contra las reacciones de mi cuerpo a sus estímulos. Sé que si consigue entrar habré perdido, así que mantengo los labios obstinadamente cerrados mientras ruego al cielo que se rinda ya.
Me suelta una mano y, al instante, la agarro del brazo para empujarla y alejarla de mí, pero no sirve de nada. Tiene una fuerza descomunal, y aún más determinación. Mis cándidos intentos de liberarme no le afectan lo más mínimo.

Me coge de la cadera con firmeza y yo doy un respingo debajo de su cuerpo, pero me apresa contra la encimera. Me tiene atrapada por completo, aunque sigo rechazando sus besos desafiantemente y manteniendo los labios cerrados. Aparto la cabeza cuando me suelta un poco.

—Serás cabezota, Britt—masculla.

Aprieta los labios contra mi cuello, lo lame y lo mordisquea hasta llegar a la clavícula, y traza círculos largos y húmedos con la lengua antes de ascender hasta mi oreja para morderme el lóbulo. Aprieto los ojos con fuerza y suplico que mi autocontrol aguante su irresistible contacto. Empiezo a clavarle las uñas en el antebrazo tenso y luego cierro los labios firmemente por miedo a dejar escapar algún grito de placer. Aparta las manos de mi cadera, las desliza lentamente por mi vientre y entonces me levanta la goma de los pantalones cortos.

—Para Santana. ¡Para, por favor!—grito.

—Britt, para tú. Para ya.

Mete el dedo índice por debajo de la tela y empieza a moverlo de izquierda a derecha con lentitud mientras sus labios continúan atacándome la oreja y el cuello.
Tengo ganas de llorar de frustración. La cálida fricción hace que se me doblen las rodillas y me provoca violentos temblores por todo el cuerpo. Ríe ligeramente, un sonido gutural que me genera vibraciones por toda la columna y un leve latido en el centro de mi intimidad.

Cierro los muslos con fuerza, desplazo la mano de su brazo a su pecho y empujo en vano. No sé ni por qué lo intento. Estoy a un paso de rendirme. No deja de insistir con pasión, y yo estoy enamorada de ella. La cabeza va a estallarme, y no sé si de placer o de confusión.

Estoy hecha un puñetero lío.

Cuando sus carnosos labios regresan a los míos sigo resistiéndome, haciendo todo lo posible por bloquearle la entrada. Mi pobre cerebro envía a mi cuerpo millones de órdenes diferentes: lucha, resiste, acéptala, bésala, dale un rodillazo. Y entonces su mano se cuela dentro de mis bragas, me separa los labios con los dedos y siento que una descarga eléctrica me recorre el cuerpo. Me acaricia el clítoris muy suavemente. Me hace temblar y abro la boca para lanzar un grito de placer. Aprovechando mi momento de debilidad, me introduce la lengua en la boca y explora y lame todos sus rincones mientras su pulgar sigue trazando círculos en mi sexo ardiente. Le devuelvo el beso.

—Suéltame la mano, San—jadeo, y flexiono los músculos del brazo.

Debe de saber que me ha vencido, porque la libera con un gemido y me agarra la nuca inmediatamente. Le rodeo el cuello con los brazos y la acerco más a mí... así, sin más. Empuja las caderas contra su mano para aumentar la presión de su asalto a mi intimidad y me mete los dedos. Mis músculos los atrapan con fuerza y gimo. Se aparta de mí, entre jadeos, y me contempla con esa mirada oscura y brillante.

—Ya me imaginaba—dice, y su voz grave me acerca más al orgasmo.

Vuelve a pegar sus labios a los míos, y yo los acepto, acepto todo lo que me hace. Una vez más, soy esclava de esta mujer neurótica y maravillosa. Mi fuerza de voluntad ha desaparecido y mis debilidades se han acentuado.

Le paso las manos por el traje ceñido y hundo los dedos entre su largo pelo negro y mientras ellla continúa penetrándome con los suyos a un ritmo dolorosamente lento y controlado.

Tengo ganas de llorar de placer y de frustración, pero ¿cómo voy a resistirme?

Jamás lograré escapar de ella. Ahora que he dejado de resistirme, su lengua se mueve a un ritmo más calmado. El calor de nuestras bocas unidas me resulta natural y absoluto. Mis muslos se tensan ante el clímax inminente que amenaza con atacarme desde todas las direcciones, así que me aferro con más fuerza al pelo de Santana. Capta el mensaje, me besa con más intensidad y las caricias de sus dedos y de su pulgar se vuelven más firmes. El placer estalla en mi interior y salgo despedida hacia el cielo. Mi mente se queda en blanco, excepto por la inmensa dicha que me inunda al liberar la tensión que había acumulado. Le muerdo el labio. Ella gime.

¡Joder!

Sus caricias cesan y yo libero su labio de mis dientes apretados. Creo percibir un ligero sabor a sangre, pero no abro los ojos para confirmarlo. Le estaría bien empleado, de todos modos.

—¿Ya te has acordado?—susurra suavemente en mis labios.

Yo suspiro, abro los ojos y la miro a los suyos. No le contesto. Ella ya sabe la respuesta. No se me había olvidado, como ninguna de las otras veces. No me exige que le responda. Se inclina sobre mí y me besa con ternura en la boca. Yo le paso la lengua por el labio inferior y le lamo la gota de sangre de la herida que le he hecho.

—Te he hecho sangrar.

—Bruta—dice, y saca los dedos de mi sexo lentamente y me los mete en la boca.

Observa con detenimiento cómo los lamo y una leve sonrisa se dibuja en sus labios. Ya ha conseguido lo que quería otra vez: que me rindiera ante ella. Me coloca sobre la encimera.

—¿Por qué huías de mí, Britt?

Busca mi mirada mientras apoya las manos a ambos lados de mis muslos y se inclina sobre mí. Yo agacho la cabeza. No puedo mirarla a la cara.

¿Qué voy a decirle?

¿Qué me he enamorado de ella?

Quizá debería hacerlo, así a lo mejor se agobia y me deja en paz. Finalmente, me encojo de hombros. Me pone el dedo índice bajo la barbilla y me levanta la cara para obligarme a mirar su atractivo rostro. Arquea una ceja a la espera de mi respuesta.

—Contéstame, Britt-Britt.

Como me gusta que me diga así.

—No lo sé.

Pone los ojos en blanco y me aparta la mano del mechón de pelo que me estoy enroscando alrededor del dedo.

—Mientes fatal, Britt.

—Ya lo sé—resoplo.

Tengo que dejar esta manía ya.

—Dímelo ahora mismo—ordena con serenidad.

Suspiro.

—Me estás distrayendo. No quiero que me hagas daño.

Muy bien, ahí la tiene. Es la verdad. Sólo he omitido el insignificante gran detalle de lo que siento por ella. Se muerde el labio inferior mientras parece darle vueltas a la cabeza. No sabe qué decir ante eso. Me alegro de no haberle soltado lo del amor.

—Ya—se limita a decir.

¿Ya está?

¿Eso es todo?

—¿Soy una distracción?—pregunta.

—Sí—refunfuño.

¡De la peor clase!

—Bueno a mí me gusta distraerte, Britt-Britt—dice con un puchero.

—Y a mí que me distraigas—farfullo malhumorada.

Me he dado cuenta de que ha pasado por alto la parte de hacerme daño y que se ha centrado por completo en las tácticas de distracción.

—¿De qué te distraigo?

—De ser sensata—respondo con tranquilidad.

El efecto embriagador que tiene sobre mi cuerpo está arraigándose en mi cerebro. Dijo que haría que la necesitara, y lo está cumpliendo. Me sonríe totalmente satisfecha, y su mirada se torna más oscura y prometedora de nuevo.

—Voy a distraerte un poco más. Tenemos que hacer las paces.

Su voz grave reaviva mi deseo por ellla. Me agarra por debajo del culo y me levanta de la encimera para colocarme a horcajadas sobre su cintura.

—¿No acabamos de hacerlas?

—No como es debido. Tenemos que hacer las paces como debe ser. Es lo más sensato. Vamos a dejar de huir, Brittany.

Sonrío y me abrazo a su cuello y le doy un besito ahí, mientras ella sale de la cocina conmigo a cuestas, cierra la puerta de una patada y pone rumbo a mi dormitorio. Me deja en el borde de la cama y me quita la camiseta por la cabeza, de modo que deja al descubierto mis pechos desnudos. Sonríe, me mira a los ojos y lanza la prenda al suelo. Empieza a tirar de la cintura de los pantalones cortos y me insta a levantar el culo para que pueda deslizarlos por mis piernas y arrastrar las bragas con ellos.

—No te muevas—ordena.

Unas chispas de anticipación me recorren el cuerpo mientras observo cómo se desviste lentamente delante de mí. Tras la chaqueta, y después se desabrocha la camisa botón a botón.

¡Más de prisa!

La tengo delante de mí, tomándose su tiempo para desvestirse. Dirijo la mirada automáticamente a sus pechos, pero luego la bajo a su cicatriz. Estoy desesperada por saber cómo se la hizo.

—Mírame, Brittany.

Alzo la vista hacia sus ojos al instante. Sus dos lagos oscuros me estudian detenidamente mientras se quita los tacones, los calcetines y los pantalones. Finalmente, se saca el sujetador y se baja las bragas—de encaje las dos—, por las piernas. Sus pezones están duros y su sexo a la altura de mis ojos. Si me inclino hacia adelante y saco la lengua, me haré con el control. No estaría mal para variar. La miro y veo que sonríe con ojos ardientes.

—Necesito estar dentro y junto a ti con desesperación después de haberme pasado los dos últimos días buscándote—dice con tono socarrón—Pero me encantará que me follaras con tu boca después. Me lo debes.

Una poderosa palpitación estalla en mi sexo cuando se agacha, me envuelve la cintura con el brazo, se sube a la cama y me coloca cuidadosamente debajo de ella. Me abre los muslos con la rodilla y se acomoda entre ellos, con los antebrazos a ambos lados de mi cabeza y mirándome con ojos tiernos.

Siento ganas de llorar.

Mis planes de alejarme antes de que fuera demasiado tarde han resultado un total fracaso. Ya es demasiado tarde, y su empeño por tenerme como y cuando quiera no ayuda.

—No volverás a huir de mí, Britt—dice con voz suave pero firme. Sé que tengo que contestar. Niego con la cabeza y lo agarro de los hombros—Quiero que me contestes, Britt—susurra.

Su sexo roza el mío y me provoca un placer inconmensurable.

—No lo haré—confirmo.

Asiente y me mantiene la mirada mientras se aparta lentamente y empuja hacia adelante para unirse a mí. Gimo y me agarro con más fuerza a sus hombros al tiempo que me revuelvo debajo de ella, para tener una mejor unión. La sensación de tenerla junto a mí es maravillosa. Deja escapar un suspiro controlado. En su frente se dibujan arrugas de concentración que brillan empapadas de sudor. Lucho contra la necesidad de contraer los músculos a su alrededor.

Cierra los ojos mostrando sus largas pestañas y deja caer la cabeza sobre la mía mientras se esfuerza por controlar su agitada respiración. Espero con paciencia a que esté preparada y le acaricio los firmes antebrazos con las manos, contenta de estar aquí tumbada, contemplando a esta neurótica tan hermosa. Sabe que en estos momentos necesito a la Santana tierna. Al cabo de unos instantes se recompone y alza la cabeza de nuevo para mirarme. El corazón se me sale del pecho. Estoy muy enamorada de esta mujer.

—Esto es lo que pasa cuando me rechazas. No vuelvas a hacerlo, Britt-Britt.

Eleva la parte superior del cuerpo para apoyar los brazos en la cama, se arrastra perezosamente y se empieza a mover lentamente.

Ronroneo.

Joder.

Joder.

Repite el exquisito movimiento una y otra vez sin dejar de mirarme.

—Debes pensar en esto, Brittany. Cuando tengas la tentación de huir de nuevo, piensa en cómo te sientes ahora mismo. Piensa en mí.

—Sí—exhalo.

Estoy esforzándome por aminorar la rápida concentración de presión. Quiero que esto dure eternamente. Quiero sentirme así para siempre. Ésta es justo la razón por la que la estaba evitando. Soy débil en mis intentos de rechazarla.

¿O es sólo que su empeño es superior?

Sea como sea, siempre acabo en la casilla de salida... entregándome a esta mujer.

Muevo las caderas para recibir cada uno de sus embistes y ella acerca su boca hacia la mía y me toma los labios sin prisa, moviendo la lengua al ritmo de sus caderas. Yo jadeo y le clavo las uñas en la espalda.

Tengo que dejar de marcarla y de hacerle sangre. La pobre mujer acaba herida casi siempre.

Se mueve con lentitud, traza un círculo y se vuelve a mover muy despacio, una y otra vez. No aguantaré mucho más.

¿Cómo consigue hacerme esto?

—¿Te gusta?—susurra.

—Demasiado—jadeo sin aliento.

—Lo sé. ¿Estás lista?—pregunta contra mis labios.

Le doy un mordisquito en la lengua.

—Sí.

—Yo también, Britt. Suéltalo.

El tremendo espasmo que me recorre el cuerpo a agitarme violentamente contra ella mientras gimo mi liberación en su boca. La última arremetida señal que Santana también llego. Se queda con los ojos cerrados con fuerza y besándome en la boca con dulzura, emitiendo gemidos largos y graves.

—Joder, te echaba de menos, Britt—susurra.

Hunde el rostro en mi cuello y me restriega la nariz por él antes de recostarse sobre la espalda. Levanta el brazo y yo me pego contra sus pechos cálidos.

Estoy jodida.

Totalmente jodida.

—Me encantan estos polvos soñolientos—musito.

—No era un polvo soñoliento, Britt—Me aparta el pelo de la cara con la mano libre.

¿Ah, no?

—Entonces ¿qué era?

Me besa la frente con ternura.

—Era un polvo para recuperar el tiempo perdido.

Vaya, uno nuevo.

—Entonces me gustan los polvos para recuperar el tiempo perdido.

—Bueno no deberían gustarte tanto. No se darán muy a menudo.

Una puñalada de decepción me atraviesa el alma.

—¿Por qué no?

—Porque no vas a volver a huir de mí, Brittany, y yo tampoco tengo intenciones de alejarme de ti con mucha frecuencia—inhala el olor de mi pelo—Si es que llego a hacerlo alguna vez.

Sonrío para mis adentros y le paso una pierna por encima de los muslos. Me agarra la rodilla y traza círculos sobre mi piel con el pulgar mientras yo acaricio la superficie de su cicatriz. Necesito saber cómo se la hizo. Nunca la ha mencionado, a excepción de la vez que me dijo que ni siquiera preguntara, pero no es algo que pase desapercibido.

Necesito saber más sobre ella.

—¿Cómo te la hiciste, San?—le pregunto mientras recorro la línea que lleva hasta su costado.

Ella coge aire como si estuviera harta.

—¿Cómo me hice qué, Britt?

Sus palabras lo dejan bastante claro. No quiere hablar de ello.

—Nada—susurro en voz baja, y tomo nota mental de que no tengo que volver a preguntárselo.

—¿Qué haces mañana?—pregunta para cambiar de tema por completo.

—Es miércoles. Trabajo.

—Tómate el día libre.

—¿Qué? ¿Así, sin más?

Se encoge de hombros.

—Sí, me debes dos días.

Lo dice como si tal cosa. Ella puede hacerlo, porque tiene su propio negocio y no responde ante nadie. Pero yo, en cambio, tengo clientes, un jefe y un montón de trabajo que hacer.

—Tengo mucho trabajo. Además, tú me abandonaste durante cuatro días—le recuerdo.

Todavía no se ha explicado.

¿Lo hará ahora?

—Bueno vente conmigo ahora.

Me abraza con un poco más de fuerza. Al parecer hoy tampoco va a darme ninguna explicación.

—¿Adónde?

—He de regresar a La Mansión, tengo que comentar unas cosas con Finn. Puedes cenar algo mientras me esperas.

¡Ni hablar!

No pienso ir a La Mansión y no pienso esperarla en el restaurante mientras ella trabaja. No me arriesgaré a toparme otra vez con doña Morritos.

—Prefiero quedarme aquí. No quiero molestarte—digo con la esperanza de que no insista.

Otro encontronazo con la zorra retorcida y entrometida de Holly no sería precisamente la mejor manera de acabar el día.

¿Qué le importa a ella lo que haga Santana con su vida privada?

Me da la vuelta, me sujeta las muñecas una a cada lado de la cabeza y se coloca sobre mí.

—Tú jamás me molestarás—aproxima los labios a mis pechos y empieza a besarme el pezón—Te vienes.

La protuberancia aumenta de tamaño bajo su lengua suave y juguetona y se me agita la respiración.

—Te veré mañana, San—digo entre jadeos.

Me aprisiona el pezón suavemente entre los dientes y me mira con una sonrisa malévola.

—Hummm. ¿Necesitas un polvo para hacerte entrar en razón?—sugiere, y se mete mi pecho en la boca.

Ni hablar.

Acepto el polvo, pero no pienso ir a La Mansión. Aunque, si empieza a follarme para hacerme entrar en razón, estoy jodida de más de una manera. Es capaz de hacerme decir lo que sea. Bueno, en realidad eso lo consigue en cualquier momento, pero sobre todo durante ese tipo de polvos.

Oigo que se abre la puerta de casa y las risas de Rachel y Quinn mientras suben por la escalera. Miro a Santana, que sigue aferrada a mi pezón, y la frustración que le invade el rostro me complace en secreto. Los polvos para hacerme entrar en razón siempre serán bien recibidos, pero su objetivo en esta ocasión en particular no tiene ningún sentido.

¿Por qué iba a querer exponerme a otra disputa verbal con Holly?

Ella resopla de modo pueril y me suelta el pezón.

—Supongo que te será imposible no hacer ruido mientras te follo para hacerte entrar en razón—enarco las cejas. Sabe que eso es imposible, le lamo un pezón y le beso el otro mientras niego con la cabeza—Joder—refunfuña.

Se levanta no sin antes restregarme la rodilla entre las piernas, sobre mi sexo húmedo. La fricción hace que desee tenerla de nuevo encima de mí.

No quiero que se vaya.

Se inclina y me besa con pasión e intensidad.

—Tengo que irme. Cuando te llame mañana, cogerás el teléfono.

—Lo haré—confirmo obedientemente, por la cuenta que me trae.

Sonríe con malicia y me pellizca la cadera. Chillo como una niña pequeña y me pongo boca abajo. Entonces siento el aguijonazo de su mano al chocar contra mi trasero.

—¡Ay!

—El sarcasmo no te pega, Britt-Britt.

Cuando me doy la vuelta, ya tiene el sujetador y la camisa puesta y está abrochándose los botones.

—¿Estará Holly en La Mansión?—suelto antes de que mi cerebro filtre la estúpida pregunta.

Ella se detiene un momento, recoge las bragas del suelo y se los pone.

—Eso espero, trabaja para mí.

¿Qué?

—Me dijiste que era una amiga—repongo indignada, y me regaño a mí misma por ello.

Frunce el ceño.

—Sí, es una amiga y trabaja para mí.

Genial.

Me levanto de la cama y recojo mi camiseta de tirantes y mis pantalones cortos. Por eso siempre está revoloteando por ahí.

¿Debería contarle lo de su advertencia?

No, probablemente no haría caso de mis celos inmaduros e insignificantes.

Joder, qué asco me da esa mujer.

Me pongo la ropa y me vuelvo. Santana se está colocando la chaqueta y me observa con aire pensativo.

¿Sabe lo que estoy pensando?

—¿No vas a ponerte nada más?—pregunta mientras me analiza de arriba abajo.

Le echo un vistazo a mi conjunto y vuelvo a mirarla a ella. Tiene las cejas levantadas.

—Estoy en casa.

—Sí, y Quinn está aquí.

—Y Rach también, y a Quinn no parece importarle pasearse en ropa interior por mi casa.

Al menos yo voy tapada.

—Rach es tu amiga, y Quinn es una exhibicionista—gruñe. Se acerca a mi armario y busca entre las perchas—Toma, ponte esto.

¿Rach?

Me pasa un jersey de lana gordísimo de color crema.

—¡No!—exclamo indignada.

¡Paso de morirme de calor!

Me lo acerca y lo agita delante de mí.

—¡Póntelo!

—No.

Mi respuesta es lenta y concisa. No va a decirme lo que tengo que ponerme, y menos en mi propia casa. Le quito el jersey de las manos y lo tiro sobre la cama. Ella sigue su trayecto en el aire con la mirada. Lo observa, tirado sobre el edredón, y después vuelve a mirarme. Empieza a morderse su carnoso labio inferior con fuerza.

—Tres—masculla.

Abro los ojos como platos.

—¿Estás de coña?

No me responde.

—Dos.

Todavía no sé qué pasa cuando llega a cero, pero creo que esta vez voy a descubrirlo.

—No voy a ponerme el jersey, San.

—Uno.

Sus labios forman una línea recta de enfado.

—Haz lo que quieras, Santana. No voy a ponerme ese jersey.

Frunce el ceño.

—Cero.

Estamos una frente a la otra, ella con una expresión de auténtica ira mezclada con un poco de satisfacción y yo preguntándome qué coño va a hacer ahora que ha llegado a cero.

Inspecciono la habitación en busca de una vía de escape, pero sólo hay una, y tengo que esquivar a Santana para llegar hasta ella.

Es decir, que es imposible.

Sacude la cabeza, exhala una larga bocanada de aire y echa a andar hacia mí. Yo trato de saltar por encima de la cama para escapar, pero quedo atrapada en el revoltijo de sábanas y chillo cuando siento que me agarra del tobillo con una mano cálida y tira de mí.

—¡Santana!—grito. Me da la vuelta y se me pone encima, cogiéndome las manos por debajo de sus rodillas—¡Suéltame!

Me aparto el pelo de la cara de un soplido y me la encuentro mirándome con una expresión de absoluta seriedad.

—Vamos a dejar una cosa clara—se quita la chaqueta, la tira sobre la cama y coge el jersey—Si haces lo que te mando, nuestra vida será mucho más sencilla. Todo esto...—me pasa las manos por el torso y me agarra los pezones por encima de la camiseta. Yo gimo—... es sólo para mí, Britt—echa las manos hacia atrás y me hunde un dedo en el hueco que se me forma encima de la cadera.

—¡NO!—grito—¡No, por favor, San!—empiezo a reírme.

Madre mía, ¡voy a mearme encima!

Continúa con su tortura y yo empiezo a retorcerme con violencia. No puedo respirar. Entre la risa y el llanto, mi vejiga amenaza con estallar.

—¡San, necesito ir al baño!—digo medio riendo medio llorando.

No puedo pensar en nada más que en el agonizante sufrimiento al que me está sometiendo, la muy tonta. Y todo porque no he querido ponerme un estúpido jersey.

—Eso está mejor—la oigo decir entre mis frenéticas sacudidas. Me aparta el pelo de la cara y pega sus labios contra los míos con fuerza—Podrías habernos ahorrado a las dos muchos problemas si te hubieras... puesto... el puto... jersey.

La miro y frunzo el ceño mientras ella aparta su peso de mí y vuelve a ponerse la chaqueta. Yo me siento y descubro que llevo puesto el maldito jersey.

¿Cómo lo ha hecho?

La miro con todo el odio del mundo. Ella me observa atentamente, sin una pizca de humor en el rostro.

—Voy a quitármelo—espeto.

—De eso nada—me garantiza, y probablemente tenga razón.

Me levanto de la cama y me voy al baño con el ridículo jersey de lana puesto.

—Eres una auténtica gilipollas—mascullo, y cierro la puerta de un golpe.

Voy a hacer pis y tomo otra nota mental: no volver a dejar que llegue al cero. Acabo de vivir mi peor pesadilla. Me froto las caderas y noto que la piel sensible de encima de los huesos todavía me hormiguea.

Cuando termino, Santana está en la cocina con Quinn y Rachel. Ambas se fijan en que llevo puesto un jersey. Me encojo de hombros y me sirvo otra copa de vino.

—¿Han hecho las paces?—pregunta Rachel al tiempo que se sienta sobre las piernas de Quinn.

Quinn las abre y mi amiga cae en el hueco del medio dando un chillido. Le da una bofetada cariñosa y vuelve a mirarme esperando una respuesta.

—No—mascullo, y miro a Santana con rencor—Y por si te preguntas quién ha hecho un agujero en la puerta de la cocina, no hace falta que busques muy lejos—señalo a Santana con la copa—Y también ha sido ella la que ha roto tu copa de vino—añado como la chivata patética que soy.

Santana se lleva las manos a los bolsillos, saca un montón de billetes de veinte libras y los planta encima de la mesa delante de Rachel.

—Si es más, dímelo—dice sin apartar la vista de mí.

Escudriño la mesa. Debe de haber dejado al menos quinientas libras ahí. Y me he dado cuenta de que la muy arrogante ni siquiera se ha disculpado. Rachel se encoge de hombros y coge el dinero.

—Con esto bastará.

Santana vuelve a meterse las manos en los bolsillos, se acerca a mí y se inclina hasta que su cara queda a la altura de la mía.

—Me gusta tu jersey.

—Vete a la mierda—le suelto, y doy un buen trago de vino.

Ella se ríe y me da un beso en la nariz.

—Esa boca—me regaña. Me agarra por la nuca, me recoge todo el pelo en un puño y tira de mí hasta que quedamos nariz con nariz—No bebas mucho—ordena, y después me besa apasionadamente.

Intento resistirme... un poco.

Cuando sus labios me liberan y recupero el sentido, carraspeo y doy otro trago. Sacude la cabeza, inhala profundamente y se aleja de mí.

—Mi trabajo aquí ha concluido—dice con suficiencia mientras se marcha.

—Adiós—canturrea Rachel entre risas.

La fulmino con la mirada.

—S—Quinn le estrecha la mano con una sonrisa—Britt, sólo te está dando amor.

—¡Que se lo meta por el culo!—exclamo.

Dejo mi copa de vino, cojo el móvil y salgo echando humo de la cocina en dirección a mi habitación.

Esta mujer es imposible.

Quinn y Rachel empiezan a reír y yo me echo sobre la cama con el jersey puesto. Finjo que mi único motivo para estar cabreada es que Santana me haya obligado a ponerme un jersey. El hecho de que se dirija a La Mansión y de que cierta bruja de labios gordos vaya a estar ahí no tiene nada que ver con mi mal humor.

Nada en absoluto.

Cuando estoy a punto de dormirme, en mi teléfono empieza a sonar This is the One, de The Stone Roses. Pongo los ojos en blanco y estiro el brazo para cogerlo de la mesita de noche. Esta mujer tiene que aprender a respetar mi teléfono.

—¿Qué?—ladro.

—¿Con quién te crees que estás hablando, Britt?

—¡Con una auténtica gilipollas!

—Haré como que no he oído eso. ¿Aún tienes el jersey puesto?


Quiero decirle que no.

—Sí—farfullo.

¿Vendrá a torturarme más si digo que no?

—¿Has llamado para preguntarme eso?

—No, quería oír tu voz
—dice con dulzura—Tengo mono de Brittany.

Me derrito con un suspiro. Puede ser dominante, mandona e irracional y al momento transformarse en un ser sentimentaloide y encantadora.

—Has vuelto a manipular mi teléfono—la acuso.

—Es que si llamo y lo tienes en silencio no vas a oírlo, ¿verdad?

—No, pero ¿cómo sabes que estaba en silencio?
—pregunto, aunque ya sé la respuesta. Tengo que bloquearlo con un código PIN—Bueno, da igual, es de mala educación coger el teléfono de los demás. Y, por cierto, tienes que disculparte con Tina.

—Lo siento. ¿Quién es Tina?

—No lo sientes. Tina es la pobre chica de mi oficina a la que agrediste verbalmente.

—Ah, no te preocupes por eso. Que sueñes conmigo.


Sonrío.

—Lo haré. Buenas noches.

—Ah, Brittany...

—¿Qué?

—Tú eres «la definitiva», Britt-Britt.


Me cuelga y el corazón se me sale del pecho.

¿A qué se refiere con «la definitiva»?

¿Quiere decir lo que creo que quiere decir?

Empiezo a morderme la uña del pulgar y me quedo medio dormida pensando en su comentario codificado.

¿Soy yo «la definitiva»?

¿Es ella «la definitiva»?

Joder.

Deseo con todas mis fuerzas que lo sea.


Última edición por 23l1 el Mar Mayo 12, 2015 8:54 pm, editado 1 vez
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