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Fanfic Brittana "una isla para dos"
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MAYLU
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Caritovega
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Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 23
Conseguí llegar a la agencia a las dos y
diez porque, sencillamente, no me había
podido resistir y me había escapado del curso
un poco antes.
Brittany no estaba a la vista, así que
aparqué el coche y entré.
Tina murmuró algo cuando pasé delante
de ella. A continuación retrocedió un par de
pasos y me miró, interrogante.
—¿Vienes por lo de tu dinero? —
preguntó—. Ya lo hemos transferido a tu
cuenta y debe de estar ingresado en ella. ¿No
te ha llegado todavía?
—¿Dinero? —Fruncí el entrecejo. ¡Ah,
sí, el dinero!—. No, no vengo por eso —dije,
para tranquilizar a Tina—. Ya he cobrado
suficiente dinero. —Pensé que era una buena
forma de decirlo.
—Entonces todo ha ido bien —dijo
Tina—. Hay veces que las cosas salen mal
porque el banco..., o nuestro departamento de
contabilidad, mete la pata. De todas formas,
no lo diré muy alto, no vaya a ser que a
Brittany le dé un ataque.
Brittany, aquella era la palabra clave.
—¿Está aquí? —pregunté.
—Ahora no —respondió Tina—. Está
en una reunión. Ya debería haber llegado,
pero el cliente es muy complicado. —Sonrió
con cierta ironía—. ¿Ya te has hartado de
nosotros? ¿No ibas a hacer unas prácticas?
—No. —Tenía que mostrarme
satisfecha, porque no era ese tipo de prácticas
—. Tan sólo venía a... —«recoger», eso es lo
que hubiera querido decir, pero a lo mejor a
ella no le iba a gustar. ¿Sabía alguien qué
humor tendría?—... charlar con Brittany—
dije.
—Entonces tendrás que esperar. —Tina
se encogió de hombros—. Ya sabes lo que
pasa. —Sonrió—. Podrías hacer algo útil y
echar una mano para ordenar cosas —dijo y
se fue.
Yo miré a mi alrededor. El orden era algo
que siempre hacía falta allí. Me sentía
desilusionada por el hecho de que Brittany no
estuviera, pero no podía hacer nada contra
eso. Empecé a colocar algunos papeles en sus
carpetas, como tan bien había aprendido
durante mis prácticas.
Al poco tiempo escuché unas voces que
se acercaban.
En la parte posterior del edificio había
una sala de conferencias y de allí provenía el
ruido. Un segundo después Brittany dobló la
esquina, seguida de uno de sus Creative
Directors. Les acompañaban dos caballeros a
los que yo no conocía.
Brittany estrechó la mano del mayor. El
hombre más joven era como ella.
—Me alegro de que estemos de acuerdo
—dijo—. Vamos a ponernos a trabajar para
usted. El señor Carducci le llamará para
concertar la fecha de la presentación.
—Gracias —respondió el hombre
maduro, que no estaba muy dispuesto a soltar
la mano de Brittany. Parecía querer retenerla.
Entre sonrisas, Brittany la retiró con toda
firmeza.
Ella y Enrico Carducci se despidieron del
segundo visitante, que no era tan afectuoso, y
los dos clientes salieron de la agencia.
—¿Te encargas tú, por favor, Enrico? —
dijo Brittany a su colaborador—. Y ten en
cuenta lo que hemos descubierto. No tiene
ningún sentido que tratemos de imponerle algo
que él no entiende.
Enrico asintió con la cabeza.
—De acuerdo, Brittany. Luego te
explicaré cómo lo he planeado. —
Desapareció, llevándose consigo una pila de
carpetas.
Brittany quiso regresar a su despacho.
Miró al suelo y pareció como si no hubiera
advertido mi presencia.
—Brittany —dije.
Alzó la vista y me miró. Estaba claro que
todavía tenía la mente en el tema de la
reunión.
—¿Qué haces aquí? —dijo, con el
entrecejo fruncido.
«¡Oh, qué agradable suena...!»
—Tenía que recogerte —dije, e intenté
que en mi voz no se descubriera la desilusión.
Era tal y como había pensado. Aquella misma
mañana ella había estado conmigo, pero ahora
se encontraba en un lugar totalmente distinto.
—¡Ah, sí! —dijo—. Es verdad que
habíamos quedado.
¡Qué agradable resultaba que lo hubiera
olvidado..., mientras yo no había dejado de
pensar en ella en toda la mañana!
—Ven conmigo. —Se dirigió a su
despacho.
Fui tras ella.
—Sólo tengo que acabar estas cosas —
dijo, al tiempo que se sentaba en su mesa, lo
que supuso que casi desapareciera de mi vista.
—Puedo esperarte fuera —dije.
«O incluso esfumarme», pensé para mis
adentros. Me dio la sensación de que ella no
se había dado ni cuenta de lo que le había
dicho.
—Como quieras —respondió con aire
ausente—. Acabaré en cinco minutos.
Por lo visto, le daba lo mismo que me
quedara o que no lo hiciera. Suspiré en mi
interior. Lo mejor era esperarla allí, porque, si
me iba, no volvería a acordarse de mí hasta
que tuviera acabado el trabajo.
Preparó sus conclusiones y se levantó.
—Nos podemos ir. —Cogió el bolso y
salió por la puerta delante de mí.
«¡Muy bien, bravo!» Ya estábamos otra
vez en el principio.
—¿Dónde quieres comer? —pregunté
cuando llegamos al coche.
— En Chez Pierre —contestó de
inmediato y se sentó en el coche.
Yo también me subí.
—No sé dónde está —dije—. Me tendrás
que indicar el camino.
—Ahí delante, a la izquierda, un poco
más allá del cruce —respondió—. Luego ya te
diré lo que hay que hacer.
Tenía que habérmelo imaginado. Aquello
no podía seguir así. Ella se volvía a comportar
como si yo fuera su chófer.
Me puse en marcha.
—¿Ha sido una reunión agotadora? —
pregunté.
—¡Oh, sí! —Se pasó la mano por el pelo
y suspiró hondo—. Desde las diez y media
hasta ahora. Deberíamos haber acabado a las
doce. Pero algunos clientes no saben
realmente lo que quieren. Hemos hecho mil
propuestas, pero ninguna les parecía la
adecuada. Ha sido muy laborioso.
—Lo siento —dije.
—¡Pues anda que yo! —respondió,
sarcástica—. A partir de las doce, el estómago
empezó a hacerme ruido a causa del hambre.
Ni siquiera pude tomarme un yogur.
Ahora me tocó reírme a mí.
—¡Pobrecita! Pero ahora podrás echarle
algo a tu sufrido estómago.
—Lo principal es que el encargo ha
llegado a buen fin —dijo—. Lo demás no
importa.
Ni siquiera yo. Eso era algo con lo que
debía conformarme. En los negocios, ella era
tan sólo... una mujer de negocios. Era mejor
que yo no tratara de obtener ninguna otra
cosa. Confiaba en que cambiara cuando
estuviera en su casa.
—Me alegro mucho por ti, Brittany—
dije en voz baja—. Yo te he tenido en mi
pensamiento durante toda la mañana.
—¡Oh! —Volvió la cabeza y me miró—.
Sí..., claro... —Luego enmudeció.
—Sé que no has pensado en mí —dije
—. Tenías otras cosas que hacer. Lo
entiendo. —Yo pretendía avergonzarla en lo
más profundo. Ni siquiera me había cogido de
la mano una sola vez. Yo ansiaba sentir su
calor y su piel.
—Ahí delante a la derecha —dijo—.
Donde el semáforo. —Parecía no querer
seguir con el tema.
Giré y la miré durante un breve instante.
Su cara exhibía un aspecto impenetrable.
«¿Dónde está la alegre adolescente de esta
misma mañana?», pensé.
—Brittany—dije—, no tenemos por qué
ir juntas a comer. Si quieres estar sola... —Me
asustaba estar sentada enfrente de aquel
rostro. Y era su cara. Su hermoso rostro que
yo tanto amaba.
—Yo... no. Está bien —suspiró—. Soy
insoportable, ¿verdad? —dijo, mientras me
miraba.
—Eres tú la que lo ha dicho —respondí,
con una sonrisa sarcástica :3 —. Pero sí, es
verdad. Ni siquiera un pequeño beso de
bienvenida...
—¿En la agencia? —Me miró
boquiabierta—. Nunca lo haría.
No quería mezclar lo profesional con lo
privado, eso era lo que quería decir en
realidad.
—Reconoce, al menos, que ni siquiera lo
has pensado —repliqué.
Guardó silencio. Era muy cierto.
Yo suspiré.
—Está bien, Brittany—dije—. Sólo lo
quería saber. —Yo había comprobado,
durante mucho tiempo de trabajo conjunto en
la agencia, que allí siempre estaba concentrada
a tope y era prácticamente inaccesible.
Llegamos a Chez Pierre y nos bajamos
del coche. Mientras caminábamos a lo largo
de la zona de aparcamiento, no dijo ni una
palabra. Iba a ser un almuerzo encantador... :/
Entramos en el pequeño vestíbulo que
llevaba desde el aparcamiento hasta el local.
De repente, Brittany se irguió y me miró.
—He pensado en ti durante toda la
mañana —susurró con voz ronca—. Hasta en
esa maldita reunión. —Me apretó contra la
pared y me besó con ardor.
¡Por fin! La toqué entre caricias; ya era
mía de nuevo.
Cuando se apartó de mí, me sonrió.
—¿Ahora ya está todo en orden?
Sonreí. Era tan feliz.
—Sí —contesté, mientras le acariciaba la
espalda.
—Muy bien. —Se irguió—. Ahora
mismo ya tengo hambre de verdad. —Exhibió
una sonrisa de ligera satisfacción y entramos
juntas en el restaurante.
Durante la comida me compensó con un
trato encantador y con su sonrisa.
—¿Me podrías acercar luego al taller? —
preguntó al acabar—. Ya deben de tener listo
mi coche.
—Claro —afirmé—. ¿Qué le pasaba?
—Nada, sólo ha sido una revisión —dijo
—. Allí es donde suelo llevar todos mis coches
de forma regular. Es mejor hacerlo así, en
lugar de esperar a que les ocurra algo.
—¿Todos tus coches? Pero, ¿cuántos
tienes? —pregunté.
—Cinco o seis —respondió, aunque
luego lo pensó mejor—. No, cinco, porque he
vendido el Ferrari.
—¿El Ferrari? —Casi me caigo de la
silla.
—No un Ferrari cualquiera —
puntualizó, con cara de satisfacción—. Hay
algunos que en carretera sólo puedes
identificar que son Ferrari porque ves el
cavallino rampante. Éste era uno de ésos. Ni
siquiera era rojo, sino azul oscuro.
—No sabía que fueras tan entusiasta de
los coches —contesté, perpleja.
—No lo soy en absoluto —dijo—. En
realidad, no. Es algo así como los enseres en
una casa: hay que tener el adecuado para cada
ocasión. Es una forma de ahorrar tiempo y
nervios.
«Claro, siempre que uno pueda
permitirse esos lujos...», pensé.
—En realidad, sí. Me gustan los coches.
Son bonitos, fiables y potentes, y te facilitan
mucho las cosas —continuó con una sonrisa
—. Y gastan bromas como, por ejemplo, tú.
—Es verdad. Nunca habría imaginado que un
descapotable pudiera generar pasiones.
—Por supuesto. Ya lo creo que puede —
confirmó—. Tengo un Jaguar descapotable,
pero, por desgracia, el tiempo aquí no es
bastante bueno como para poder disfrutarlo de
verdad.
—¿Tu Jaguar es un cabrio? —pregunté.
No me lo había parecido.
—Tengo también de los otros —
respondió—, como el que utilizamos para ir al
aeropuerto. El cabrio no lo podría haber
aparcado. A pesar de la vigilancia, ya me han
rajado el techo en dos ocasiones. —Terminó
su postre—. Parece que te interesan mucho
los coches —continuó—. Cuando te apetezca,
puedo enseñarte mi garaje.
Quise sonreír. Era una oferta muy
divertida.
«¿Hay alguien que vaya por ahí
enseñando su garaje?», pensé.
—Me gustaría mucho —dije—. En
cuanto haya una oportunidad. —La miré—.
¿Tienes que recoger tu coche a una hora
determinada?
—No —respondió—. Lo normal es que
me lo lleven a la agencia o a mi casa, pero, ya
que nos pilla de paso, he pensado en recogerlo
yo misma.
«Claro. En circunstancias normales tú no
puedes ocuparte de esas cosas», me dije.
Estaba segura de que el del taller estaría
encantado de ponerse por completo a su
servicio. Quizá fuera su mejor cliente.
Tuve que constatar de nuevo que el
dinero mueve el mundo. Los clientes normales
se encargaban ellos mismos de recoger o de
llevar el coche al taller y luego se volvían a
casa en autobús. Pero estaba claro que aquello
no iba con ella.
Cuando, al poco rato, llegamos al
aparcamiento del taller, el encargado salió
nada más vernos y saludó a Brittany con
entusiasmo.
—¿Cómo le va con el coche pequeño?
—me preguntó, sonriente, mientras señalaba a
mi vehículo.
—Muy bien —respondí. Casi balbuceé,
porque no estaba acostumbrada a que me
trataran de una forma tan atenta.
—Es un coche magnífico para gente
joven —dijo, dirigiéndose ahora a Brittany.
—Sí, eso creo —respondió ella,
torciendo un poco la boca.
—En caso de que surgiera la menor
dificultad, cosa que, por supuesto, no espero
que ocurra, limítese a llamarme —dijo él,
dirigiéndose de nuevo a mí—. Iremos a
recogerlo y se lo devolveremos en perfecto
estado.
—Sí..., de acuerdo..., gracias —
respondí. Casi me resultaba excesiva tanta
buena disposición. «¿No hay que llamar
siempre a los servicios de urgencia, que nunca
suelen atenderte?», pensé. Claro que eso era
para la gente normal.
—Quisiera llevarme el todoterreno —dijo
ahora Brittany—. ¿Está listo?
—Claro que sí. Pero se lo íbamos a
llevar —indicó el encargado.
—La verdad es que ya que estaba tan
cerca... —respondió Brittany.
—Como usted desee —dijo él, mientras
se dirigía hacia la zona de oficinas—. Tan sólo
necesitamos su firma y se lo podrá llevar.
Brittany asintió y ambos entraron en el
edificio. Yo me quedé en la zona de
aparcamiento. En cierto modo me sentía
desplazada.
Un minuto después volvió a aparecer
Brittany. Ya venía sola.
—¿Quieres conducir? —preguntó,
mientras mantenía en alto las llaves de un
coche.
Me acerqué a ella.
—Dime que no va a ser tu próximo
regalo —observé, con cierto tono desconfiado.
Ella hizo una mueca con aire divertido.
—No, éste es el mío y no te lo voy a dar.
—Hizo ademán de ponerse en marcha—.
Pero si quisieras un jeep, puedo escoger uno
para ti.
—No, gracias —dije, en un tono algo
ácido—. Ya es suficiente con el deportivo.
—Bueno, está bien. —Hizo como si no
se diera cuenta de mi mal humor. En realidad,
quizás es que no lo había notado—. Volveré a
la agencia con el todoterreno. Tú aún tienes
que hacer los deberes.
—Brittany —dije, en un tono suplicante
—, ¿no podemos despedirnos en otro sitio que
no sea justo aquí, en el aparcamiento de un
taller de coches?
Me miró, apretando un poco los labios.
Lo entendió.
—Sígueme —dijo.
Condujo durante un trecho y luego torció
hacia una callejuela lateral que daba acceso a
un gran edificio industrial. Se detuvo y bajó
del coche.
Yo iba tras ella y dudé un poco. A pesar
de ser yo misma quien lo había propuesto,
ahora me resultaba algo cómica la idea de
haber conducido hasta allí para poder
despedirnos con un beso.
Llegó donde yo estaba y se inclinó hacia
mí.
Los cabrio son fantásticos si se llevan sin
capota y una mujer con el escote abierto se
inclina hacia delante en ellos. Miré fijamente
hacia arriba y estuve a punto de arrancarle
toda la ropa.
—Por desgracia, no podemos quedarnos
mucho —dijo, en un tono divertido. Había
sabido interpretar mi expresiva mirada sin
ninguna dificultad—. No tengo mucho tiempo,
aunque sí el suficiente para un beso. —Se
volvió a inclinar hacia mí y buscó mis labios.
Era muy dulce, lo noté de nuevo en sus
tiernos labios y en su suave lengua. Cerré los
ojos y disfruté. Sus besos eran fantásticos.
Deseé que aquello no se acabara nunca.
Lamentablemente me supo a poco cuando ella
se separó de mí y se enderezó.
—¿Es suficiente? —dijo, satisfecha.
Yo todavía estaba aturdida a causa de su
beso, pero luego volví en mí.
—No —dije. Me levanté a toda
velocidad y la cogí entre mis brazos. Volví a
besarla, la acaricié y la retuve toda ella junto a
mí.
Brittany me lo permitió durante unos
segundos, pero luego me apartó.
—¡Uff! —exclamó—. Bueno, veré si me
puedo enfriar en el camino de aquí a la
agencia, porque, tal y como estoy ahora, no
voy a poder trabajar.
—De todas formas, trabajas demasiado
—dije, burlona.
—Pudiera ser —contestó—, pero no lo
puedo cambiar. Aún tengo una cita esta tarde.
—¡Qué lástima! —repuse.
Ella me miró con severidad.
—También es mejor para ti. No quiero
que pierdas el curso por culpa mía.
«¿Acaso hay mejor forma de perder un
curso?», pensé.
—Tienes razón. —Exhalé un suspiro—.
Todavía tengo algunas cosas que hacer.
Muchas gracias, señora profesora.
—De nada —contestó, satisfecha. Se
inclinó una vez más hacia mí e insinuó en mis
labios el leve soplo de un beso—. ¿Nos vemos
esta noche?
—¿Hoy por la noche? —Me pilló de
sorpresa. No podía creerme tanta felicidad.
—Sí. ¿Vienes a mi casa?
—Con mu... mucho gusto —tartamudeé.
Ella se rió.
—También procuraré que duermas
bastante y así mañana no llegarás agotada a
clase.
Sonreí a mi vez.
—Tampoco necesito dormir tanto.
—Me tranquiliza oírtelo decir —contestó,
divertida—. ¿A las nueve? Seguro que antes
de esa hora no voy a poder estar lista.
Asentí con la cabeza.
—A las nueve.
Levantó la mano para despedirse.
—Entonces hasta la noche.
Se dirigió a su jeep, subió y se puso en
marcha.
Yo seguí allí, perpleja, hasta que
arranqué y me dirigí a mi casa. ¿Qué le
ocurría? A veces se mostraba fría y luego otra
vez apasionada; aquel comportamiento me
resultaba muy fatigoso.
Pero me alegré de lo que iba a ocurrir
más tarde. Conecté la radio del coche y canté
con ella a voz en grito, tanto que los que
pararon a mi lado en el semáforo me miraron
con curiosidad. Seguro que pensaban que
estaba muy chiflada.
Y yo también lo pensé.
Chiflada y loca por ella.
****************************************************
El cap de hoy no es tan corto espero lo disfruten a tan solo
de 3 caps para que termine la 1 parte del libro
saludos
Conseguí llegar a la agencia a las dos y
diez porque, sencillamente, no me había
podido resistir y me había escapado del curso
un poco antes.
Brittany no estaba a la vista, así que
aparqué el coche y entré.
Tina murmuró algo cuando pasé delante
de ella. A continuación retrocedió un par de
pasos y me miró, interrogante.
—¿Vienes por lo de tu dinero? —
preguntó—. Ya lo hemos transferido a tu
cuenta y debe de estar ingresado en ella. ¿No
te ha llegado todavía?
—¿Dinero? —Fruncí el entrecejo. ¡Ah,
sí, el dinero!—. No, no vengo por eso —dije,
para tranquilizar a Tina—. Ya he cobrado
suficiente dinero. —Pensé que era una buena
forma de decirlo.
—Entonces todo ha ido bien —dijo
Tina—. Hay veces que las cosas salen mal
porque el banco..., o nuestro departamento de
contabilidad, mete la pata. De todas formas,
no lo diré muy alto, no vaya a ser que a
Brittany le dé un ataque.
Brittany, aquella era la palabra clave.
—¿Está aquí? —pregunté.
—Ahora no —respondió Tina—. Está
en una reunión. Ya debería haber llegado,
pero el cliente es muy complicado. —Sonrió
con cierta ironía—. ¿Ya te has hartado de
nosotros? ¿No ibas a hacer unas prácticas?
—No. —Tenía que mostrarme
satisfecha, porque no era ese tipo de prácticas
—. Tan sólo venía a... —«recoger», eso es lo
que hubiera querido decir, pero a lo mejor a
ella no le iba a gustar. ¿Sabía alguien qué
humor tendría?—... charlar con Brittany—
dije.
—Entonces tendrás que esperar. —Tina
se encogió de hombros—. Ya sabes lo que
pasa. —Sonrió—. Podrías hacer algo útil y
echar una mano para ordenar cosas —dijo y
se fue.
Yo miré a mi alrededor. El orden era algo
que siempre hacía falta allí. Me sentía
desilusionada por el hecho de que Brittany no
estuviera, pero no podía hacer nada contra
eso. Empecé a colocar algunos papeles en sus
carpetas, como tan bien había aprendido
durante mis prácticas.
Al poco tiempo escuché unas voces que
se acercaban.
En la parte posterior del edificio había
una sala de conferencias y de allí provenía el
ruido. Un segundo después Brittany dobló la
esquina, seguida de uno de sus Creative
Directors. Les acompañaban dos caballeros a
los que yo no conocía.
Brittany estrechó la mano del mayor. El
hombre más joven era como ella.
—Me alegro de que estemos de acuerdo
—dijo—. Vamos a ponernos a trabajar para
usted. El señor Carducci le llamará para
concertar la fecha de la presentación.
—Gracias —respondió el hombre
maduro, que no estaba muy dispuesto a soltar
la mano de Brittany. Parecía querer retenerla.
Entre sonrisas, Brittany la retiró con toda
firmeza.
Ella y Enrico Carducci se despidieron del
segundo visitante, que no era tan afectuoso, y
los dos clientes salieron de la agencia.
—¿Te encargas tú, por favor, Enrico? —
dijo Brittany a su colaborador—. Y ten en
cuenta lo que hemos descubierto. No tiene
ningún sentido que tratemos de imponerle algo
que él no entiende.
Enrico asintió con la cabeza.
—De acuerdo, Brittany. Luego te
explicaré cómo lo he planeado. —
Desapareció, llevándose consigo una pila de
carpetas.
Brittany quiso regresar a su despacho.
Miró al suelo y pareció como si no hubiera
advertido mi presencia.
—Brittany —dije.
Alzó la vista y me miró. Estaba claro que
todavía tenía la mente en el tema de la
reunión.
—¿Qué haces aquí? —dijo, con el
entrecejo fruncido.
«¡Oh, qué agradable suena...!»
—Tenía que recogerte —dije, e intenté
que en mi voz no se descubriera la desilusión.
Era tal y como había pensado. Aquella misma
mañana ella había estado conmigo, pero ahora
se encontraba en un lugar totalmente distinto.
—¡Ah, sí! —dijo—. Es verdad que
habíamos quedado.
¡Qué agradable resultaba que lo hubiera
olvidado..., mientras yo no había dejado de
pensar en ella en toda la mañana!
—Ven conmigo. —Se dirigió a su
despacho.
Fui tras ella.
—Sólo tengo que acabar estas cosas —
dijo, al tiempo que se sentaba en su mesa, lo
que supuso que casi desapareciera de mi vista.
—Puedo esperarte fuera —dije.
«O incluso esfumarme», pensé para mis
adentros. Me dio la sensación de que ella no
se había dado ni cuenta de lo que le había
dicho.
—Como quieras —respondió con aire
ausente—. Acabaré en cinco minutos.
Por lo visto, le daba lo mismo que me
quedara o que no lo hiciera. Suspiré en mi
interior. Lo mejor era esperarla allí, porque, si
me iba, no volvería a acordarse de mí hasta
que tuviera acabado el trabajo.
Preparó sus conclusiones y se levantó.
—Nos podemos ir. —Cogió el bolso y
salió por la puerta delante de mí.
«¡Muy bien, bravo!» Ya estábamos otra
vez en el principio.
—¿Dónde quieres comer? —pregunté
cuando llegamos al coche.
— En Chez Pierre —contestó de
inmediato y se sentó en el coche.
Yo también me subí.
—No sé dónde está —dije—. Me tendrás
que indicar el camino.
—Ahí delante, a la izquierda, un poco
más allá del cruce —respondió—. Luego ya te
diré lo que hay que hacer.
Tenía que habérmelo imaginado. Aquello
no podía seguir así. Ella se volvía a comportar
como si yo fuera su chófer.
Me puse en marcha.
—¿Ha sido una reunión agotadora? —
pregunté.
—¡Oh, sí! —Se pasó la mano por el pelo
y suspiró hondo—. Desde las diez y media
hasta ahora. Deberíamos haber acabado a las
doce. Pero algunos clientes no saben
realmente lo que quieren. Hemos hecho mil
propuestas, pero ninguna les parecía la
adecuada. Ha sido muy laborioso.
—Lo siento —dije.
—¡Pues anda que yo! —respondió,
sarcástica—. A partir de las doce, el estómago
empezó a hacerme ruido a causa del hambre.
Ni siquiera pude tomarme un yogur.
Ahora me tocó reírme a mí.
—¡Pobrecita! Pero ahora podrás echarle
algo a tu sufrido estómago.
—Lo principal es que el encargo ha
llegado a buen fin —dijo—. Lo demás no
importa.
Ni siquiera yo. Eso era algo con lo que
debía conformarme. En los negocios, ella era
tan sólo... una mujer de negocios. Era mejor
que yo no tratara de obtener ninguna otra
cosa. Confiaba en que cambiara cuando
estuviera en su casa.
—Me alegro mucho por ti, Brittany—
dije en voz baja—. Yo te he tenido en mi
pensamiento durante toda la mañana.
—¡Oh! —Volvió la cabeza y me miró—.
Sí..., claro... —Luego enmudeció.
—Sé que no has pensado en mí —dije
—. Tenías otras cosas que hacer. Lo
entiendo. —Yo pretendía avergonzarla en lo
más profundo. Ni siquiera me había cogido de
la mano una sola vez. Yo ansiaba sentir su
calor y su piel.
—Ahí delante a la derecha —dijo—.
Donde el semáforo. —Parecía no querer
seguir con el tema.
Giré y la miré durante un breve instante.
Su cara exhibía un aspecto impenetrable.
«¿Dónde está la alegre adolescente de esta
misma mañana?», pensé.
—Brittany—dije—, no tenemos por qué
ir juntas a comer. Si quieres estar sola... —Me
asustaba estar sentada enfrente de aquel
rostro. Y era su cara. Su hermoso rostro que
yo tanto amaba.
—Yo... no. Está bien —suspiró—. Soy
insoportable, ¿verdad? —dijo, mientras me
miraba.
—Eres tú la que lo ha dicho —respondí,
con una sonrisa sarcástica :3 —. Pero sí, es
verdad. Ni siquiera un pequeño beso de
bienvenida...
—¿En la agencia? —Me miró
boquiabierta—. Nunca lo haría.
No quería mezclar lo profesional con lo
privado, eso era lo que quería decir en
realidad.
—Reconoce, al menos, que ni siquiera lo
has pensado —repliqué.
Guardó silencio. Era muy cierto.
Yo suspiré.
—Está bien, Brittany—dije—. Sólo lo
quería saber. —Yo había comprobado,
durante mucho tiempo de trabajo conjunto en
la agencia, que allí siempre estaba concentrada
a tope y era prácticamente inaccesible.
Llegamos a Chez Pierre y nos bajamos
del coche. Mientras caminábamos a lo largo
de la zona de aparcamiento, no dijo ni una
palabra. Iba a ser un almuerzo encantador... :/
Entramos en el pequeño vestíbulo que
llevaba desde el aparcamiento hasta el local.
De repente, Brittany se irguió y me miró.
—He pensado en ti durante toda la
mañana —susurró con voz ronca—. Hasta en
esa maldita reunión. —Me apretó contra la
pared y me besó con ardor.
¡Por fin! La toqué entre caricias; ya era
mía de nuevo.
Cuando se apartó de mí, me sonrió.
—¿Ahora ya está todo en orden?
Sonreí. Era tan feliz.
—Sí —contesté, mientras le acariciaba la
espalda.
—Muy bien. —Se irguió—. Ahora
mismo ya tengo hambre de verdad. —Exhibió
una sonrisa de ligera satisfacción y entramos
juntas en el restaurante.
Durante la comida me compensó con un
trato encantador y con su sonrisa.
—¿Me podrías acercar luego al taller? —
preguntó al acabar—. Ya deben de tener listo
mi coche.
—Claro —afirmé—. ¿Qué le pasaba?
—Nada, sólo ha sido una revisión —dijo
—. Allí es donde suelo llevar todos mis coches
de forma regular. Es mejor hacerlo así, en
lugar de esperar a que les ocurra algo.
—¿Todos tus coches? Pero, ¿cuántos
tienes? —pregunté.
—Cinco o seis —respondió, aunque
luego lo pensó mejor—. No, cinco, porque he
vendido el Ferrari.
—¿El Ferrari? —Casi me caigo de la
silla.
—No un Ferrari cualquiera —
puntualizó, con cara de satisfacción—. Hay
algunos que en carretera sólo puedes
identificar que son Ferrari porque ves el
cavallino rampante. Éste era uno de ésos. Ni
siquiera era rojo, sino azul oscuro.
—No sabía que fueras tan entusiasta de
los coches —contesté, perpleja.
—No lo soy en absoluto —dijo—. En
realidad, no. Es algo así como los enseres en
una casa: hay que tener el adecuado para cada
ocasión. Es una forma de ahorrar tiempo y
nervios.
«Claro, siempre que uno pueda
permitirse esos lujos...», pensé.
—En realidad, sí. Me gustan los coches.
Son bonitos, fiables y potentes, y te facilitan
mucho las cosas —continuó con una sonrisa
—. Y gastan bromas como, por ejemplo, tú.
—Es verdad. Nunca habría imaginado que un
descapotable pudiera generar pasiones.
—Por supuesto. Ya lo creo que puede —
confirmó—. Tengo un Jaguar descapotable,
pero, por desgracia, el tiempo aquí no es
bastante bueno como para poder disfrutarlo de
verdad.
—¿Tu Jaguar es un cabrio? —pregunté.
No me lo había parecido.
—Tengo también de los otros —
respondió—, como el que utilizamos para ir al
aeropuerto. El cabrio no lo podría haber
aparcado. A pesar de la vigilancia, ya me han
rajado el techo en dos ocasiones. —Terminó
su postre—. Parece que te interesan mucho
los coches —continuó—. Cuando te apetezca,
puedo enseñarte mi garaje.
Quise sonreír. Era una oferta muy
divertida.
«¿Hay alguien que vaya por ahí
enseñando su garaje?», pensé.
—Me gustaría mucho —dije—. En
cuanto haya una oportunidad. —La miré—.
¿Tienes que recoger tu coche a una hora
determinada?
—No —respondió—. Lo normal es que
me lo lleven a la agencia o a mi casa, pero, ya
que nos pilla de paso, he pensado en recogerlo
yo misma.
«Claro. En circunstancias normales tú no
puedes ocuparte de esas cosas», me dije.
Estaba segura de que el del taller estaría
encantado de ponerse por completo a su
servicio. Quizá fuera su mejor cliente.
Tuve que constatar de nuevo que el
dinero mueve el mundo. Los clientes normales
se encargaban ellos mismos de recoger o de
llevar el coche al taller y luego se volvían a
casa en autobús. Pero estaba claro que aquello
no iba con ella.
Cuando, al poco rato, llegamos al
aparcamiento del taller, el encargado salió
nada más vernos y saludó a Brittany con
entusiasmo.
—¿Cómo le va con el coche pequeño?
—me preguntó, sonriente, mientras señalaba a
mi vehículo.
—Muy bien —respondí. Casi balbuceé,
porque no estaba acostumbrada a que me
trataran de una forma tan atenta.
—Es un coche magnífico para gente
joven —dijo, dirigiéndose ahora a Brittany.
—Sí, eso creo —respondió ella,
torciendo un poco la boca.
—En caso de que surgiera la menor
dificultad, cosa que, por supuesto, no espero
que ocurra, limítese a llamarme —dijo él,
dirigiéndose de nuevo a mí—. Iremos a
recogerlo y se lo devolveremos en perfecto
estado.
—Sí..., de acuerdo..., gracias —
respondí. Casi me resultaba excesiva tanta
buena disposición. «¿No hay que llamar
siempre a los servicios de urgencia, que nunca
suelen atenderte?», pensé. Claro que eso era
para la gente normal.
—Quisiera llevarme el todoterreno —dijo
ahora Brittany—. ¿Está listo?
—Claro que sí. Pero se lo íbamos a
llevar —indicó el encargado.
—La verdad es que ya que estaba tan
cerca... —respondió Brittany.
—Como usted desee —dijo él, mientras
se dirigía hacia la zona de oficinas—. Tan sólo
necesitamos su firma y se lo podrá llevar.
Brittany asintió y ambos entraron en el
edificio. Yo me quedé en la zona de
aparcamiento. En cierto modo me sentía
desplazada.
Un minuto después volvió a aparecer
Brittany. Ya venía sola.
—¿Quieres conducir? —preguntó,
mientras mantenía en alto las llaves de un
coche.
Me acerqué a ella.
—Dime que no va a ser tu próximo
regalo —observé, con cierto tono desconfiado.
Ella hizo una mueca con aire divertido.
—No, éste es el mío y no te lo voy a dar.
—Hizo ademán de ponerse en marcha—.
Pero si quisieras un jeep, puedo escoger uno
para ti.
—No, gracias —dije, en un tono algo
ácido—. Ya es suficiente con el deportivo.
—Bueno, está bien. —Hizo como si no
se diera cuenta de mi mal humor. En realidad,
quizás es que no lo había notado—. Volveré a
la agencia con el todoterreno. Tú aún tienes
que hacer los deberes.
—Brittany —dije, en un tono suplicante
—, ¿no podemos despedirnos en otro sitio que
no sea justo aquí, en el aparcamiento de un
taller de coches?
Me miró, apretando un poco los labios.
Lo entendió.
—Sígueme —dijo.
Condujo durante un trecho y luego torció
hacia una callejuela lateral que daba acceso a
un gran edificio industrial. Se detuvo y bajó
del coche.
Yo iba tras ella y dudé un poco. A pesar
de ser yo misma quien lo había propuesto,
ahora me resultaba algo cómica la idea de
haber conducido hasta allí para poder
despedirnos con un beso.
Llegó donde yo estaba y se inclinó hacia
mí.
Los cabrio son fantásticos si se llevan sin
capota y una mujer con el escote abierto se
inclina hacia delante en ellos. Miré fijamente
hacia arriba y estuve a punto de arrancarle
toda la ropa.
—Por desgracia, no podemos quedarnos
mucho —dijo, en un tono divertido. Había
sabido interpretar mi expresiva mirada sin
ninguna dificultad—. No tengo mucho tiempo,
aunque sí el suficiente para un beso. —Se
volvió a inclinar hacia mí y buscó mis labios.
Era muy dulce, lo noté de nuevo en sus
tiernos labios y en su suave lengua. Cerré los
ojos y disfruté. Sus besos eran fantásticos.
Deseé que aquello no se acabara nunca.
Lamentablemente me supo a poco cuando ella
se separó de mí y se enderezó.
—¿Es suficiente? —dijo, satisfecha.
Yo todavía estaba aturdida a causa de su
beso, pero luego volví en mí.
—No —dije. Me levanté a toda
velocidad y la cogí entre mis brazos. Volví a
besarla, la acaricié y la retuve toda ella junto a
mí.
Brittany me lo permitió durante unos
segundos, pero luego me apartó.
—¡Uff! —exclamó—. Bueno, veré si me
puedo enfriar en el camino de aquí a la
agencia, porque, tal y como estoy ahora, no
voy a poder trabajar.
—De todas formas, trabajas demasiado
—dije, burlona.
—Pudiera ser —contestó—, pero no lo
puedo cambiar. Aún tengo una cita esta tarde.
—¡Qué lástima! —repuse.
Ella me miró con severidad.
—También es mejor para ti. No quiero
que pierdas el curso por culpa mía.
«¿Acaso hay mejor forma de perder un
curso?», pensé.
—Tienes razón. —Exhalé un suspiro—.
Todavía tengo algunas cosas que hacer.
Muchas gracias, señora profesora.
—De nada —contestó, satisfecha. Se
inclinó una vez más hacia mí e insinuó en mis
labios el leve soplo de un beso—. ¿Nos vemos
esta noche?
—¿Hoy por la noche? —Me pilló de
sorpresa. No podía creerme tanta felicidad.
—Sí. ¿Vienes a mi casa?
—Con mu... mucho gusto —tartamudeé.
Ella se rió.
—También procuraré que duermas
bastante y así mañana no llegarás agotada a
clase.
Sonreí a mi vez.
—Tampoco necesito dormir tanto.
—Me tranquiliza oírtelo decir —contestó,
divertida—. ¿A las nueve? Seguro que antes
de esa hora no voy a poder estar lista.
Asentí con la cabeza.
—A las nueve.
Levantó la mano para despedirse.
—Entonces hasta la noche.
Se dirigió a su jeep, subió y se puso en
marcha.
Yo seguí allí, perpleja, hasta que
arranqué y me dirigí a mi casa. ¿Qué le
ocurría? A veces se mostraba fría y luego otra
vez apasionada; aquel comportamiento me
resultaba muy fatigoso.
Pero me alegré de lo que iba a ocurrir
más tarde. Conecté la radio del coche y canté
con ella a voz en grito, tanto que los que
pararon a mi lado en el semáforo me miraron
con curiosidad. Seguro que pensaban que
estaba muy chiflada.
Y yo también lo pensé.
Chiflada y loca por ella.
****************************************************
El cap de hoy no es tan corto espero lo disfruten a tan solo
de 3 caps para que termine la 1 parte del libro
saludos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Hola!!
LIndo capitulo, por momentos Britt afloja y es un amor!!!
Saludos
LIndo capitulo, por momentos Britt afloja y es un amor!!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
la parte en que britt cede es la mejor, se comporta como una persona con sentimientos!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Britt es un tira y floja con ella nunca se sabe que pueda pasarsss :3monica.santander escribió:Hola!!
LIndo capitulo, por momentos Britt afloja y es un amor!!!
Saludos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
si de acuerdo contigo es preferiblemente mejor una Britt amorosamicky morales escribió:la parte en que britt cede es la mejor, se comporta como una persona con sentimientos!!!!
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 24
Cuando llegué por la noche ella ya estaba
allí y se encontraba en la cocina.
—No había pensado que llegaras tan
pronto a casa —dije, en plan de broma,
después del beso de saludo—. Supuse que
tendría que esperarte por lo menos una hora.
—Pues casi me pasa —respondió,
mientras cortaba el pepino para la ensalada—,
pero he podido delegar algunas cosas. Enrico,
Helmuth y Patricia deben hacer algo de vez en
cuando.
Los tres eran sus Creative Directors.
—Estoy totalmente de acuerdo —dije—.
¿No te sacan unos sueldazos? —Sonreí con
ironía. Cuantas más cosas delegara, más
tiempo tendría para mí. Al menos es lo que yo
pensaba.
—Puede, pero ya los atosigo bastante —
repuso, sonriente—. Es probable que en
cualquier otra agencia estuvieran más
tranquilos.
—No se pueden quejar, al ver lo mucho
que tú misma trabajas —contesté.
—No lo hacen..., la mayoría de las veces
—respondió—. Son, de verdad, un equipo
muy bueno —afirmó. Luego hizo un ademán
para señalarme un cuenco—. ¿Preparas el
aliño para la ensalada? Podemos comer
enseguida.
—¿Yo, el aliño para la ensalada...? —La
miré.
—Venga, menos cuento —contestó—.
Eso lo hace cualquiera.
—¡Menos yo! —exclamé—. Pregúntale a
mi madre.
Brittany suspiró.
—De acuerdo. Debí comprarlo ya
preparado —respondió—. Entonces corta el
pan. Supongo que eso sí sabrás hacerlo. —
Parecía algo crispada.
—Desde luego. Ahora mismo —dije y
me acerqué a la encimera donde estaba el pan.
Los cuchillos colgaban de una banda metálica
imantada; cogí uno de ellos y me dispuse a
cortar—. Lo siento, Brittany —me disculpé.
No quería que se enfureciera por eso, porque
podía echar a perder el resto de la noche—.
De verdad que no sé hacerlo.
—Ya veo. —Suspiró aún más hondo que
antes—. Yo que me había esforzado tanto en
el Egeo para enseñarte a cocinar... —Sonaba a
broma; no parecía estar disgustada.
Se me quitó un peso de encima.
—De verdad, pregúntale a mi madre
cuántas veces lo ha intentado —insistí.
—Eso es lo que haré si me tropiezo con
ella —dijo—. Trae el pan. Vamos a comer en
la barra. Sólo para una ensalada no merece la
pena que vayamos al comedor.
Puso el cuenco al lado de dos platos que
ya estaban preparados. Nos sentamos una al
lado de la otra en los altos taburetes y
comenzamos a comer.
La tenía tan cerca que percibía el calor
que emitía. La situación me recordó nuestro
primer encuentro en el bar. También allí
estuvimos sentadas muy juntas. No pude
contenerme, bajé la mano y la apoyé sobre su
cálido muslo.
Brittany emitió una leve exclamación de
sorpresa. Estuvo a punto de atragantarse.
—¿No puedes esperar ni siquiera cinco
minutos? —preguntó.
—Te espero. Come con calma. —Volví
a pasarle la mano por el muslo.
Lanzó otra vez la misma exclamación.
Sonaba igual que un «¡Oh, cielos!».
—Así no puedo comer —dijo. Soltó el
tenedor y me miró—. O una cosa o la otra.
—Se puede ser flexible. —Bromeé—. Tú
misma lo has dicho.
—Yo no debería decir tantas estupideces
—respondió en voz baja. Se inclinó hacia mí y
me besó—. Me lo he propuesto con total
firmeza: primero comer y luego...
—¿Y luego? —contesté, mirándola
fijamente a los ojos. En ellos vi lo que ella
entendía por luego. Ahora fui yo la que me
incliné para besarla. Pasé las manos con
suavidad, arriba y abajo, por sus costados.
¡Dios mío, cuánto la deseaba!
Ella se tambaleó, insegura, en su
taburete.
—Vamos para arriba —susurró entre dos
besos.
—¿Y si no subimos? —repuse, mientras
le desabrochaba la blusa.
—¡Oh, no ! —gimió—. Aquí es muy
incómodo.
—¿Lo has hecho ya alguna vez? —
pregunté.
No contestó. Claro que lo había hecho...
—Entonces puedes hacerlo de nuevo —
susurré con voz cálida. Yo lo deseaba ahora.
Inmediatamente. No podía esperar más.
Le quité la blusa, ya totalmente
desabrochada, y le acaricié los pechos. Separé
el sujetador y lo eché hacia arriba.
Miré sus pechos, que se elevaban y
descendían con vigor. Tenían erguidos los
vértices y se tendían hacia mí, como si me
saludaran. Me dejé caer de mi taburete sin
despegar la vista de ella. Me incliné hacia
delante y tomé uno de sus pezones entre mis
labios.
Brittany gimió.
—¡Eres indecente! —Me colocó las
manos sobre la cabeza y, febril, me acarició el
pelo.
—Tú me has invitado —dije con
insolencia—. ¿O sólo era a comer?
—No... —gimió de nuevo.
—Pues ya ves —repliqué satisfecha. Le
desabroché los pantalones y se los bajé por las
caderas. Ella se levantó un poco para
ayudarme.
—¿Aquí, en el taburete? —susurró,
boquiabierta—. ¿Así?
—Mientras no te caigas... —dije.
—No te lo puedo garantizar —repuso,
cada vez más atónita. Por lo visto, aquello no
lo había hecho nunca. Bien. Yo ya había
conseguido ser la primera en algo.
—No tengas miedo. Te cogeré al vuelo
—dije para tranquilizarla.
—Eso espero —repuso con escepticismo
—. No me apetece nada romperme la cabeza.
Le separé las piernas. Ella se mordió los
labios y contuvo la respiración durante un
instante. Me coloqué entre sus muslos
abiertos.
—No hagas nada —dije.
Me incliné hacia delante y volví a
besarla. Fui bajando las manos por los
costados y le acaricié los pechos, hasta que
lanzó un gemido y cerró los ojos. Luego se
dejó resbalar hacia abajo.
Le rocé con suavidad las ingles y casi se
cayó del taburete; tuve que sujetarla. Cuando
se tranquilizó un poco, se apoyó por detrás en
la encimera y se sujetó con firmeza. Me puse
en cuclillas y empujé un poco sus muslos
hacia los lados.
Ella intentó coger algo de aire. Contemplé
brevemente su clítoris, lo cogí en toda su
palpitante belleza y me incliné hacia delante.
Utilicé la lengua para rozarlo con suavidad y
ella se alzó con un movimiento brusco,
lanzando un sonoro suspiro.
—¡Oh, Dios! —Jadeaba y apenas podía
respirar.
Me moví por su perla: estaba tan
hinchada que casi podía separar mi lengua.
Brittany volvió a gemir, se sujetó con firmeza
a la encimera y echó hacia delante las caderas,
con lo que casi volvió a caerse del taburete. Se
quedó balanceándose en el borde.
Retorcía las caderas al ritmo de mi lengua
y cada uno de mis toques hacía que gimiera de
forma ininterrumpida. Luego se alzó con todas
sus fuerzas, se quedó rígida, volvió a bajarse y
jadeó.
Me levanté deprisa para sujetarla. Ahora
era cuando realmente tenía miedo de que se
fuera de cabeza al suelo.
Se recuperó poco a poco. Instantes
después, abrió los ojos y me miró.
—Puedes estar contenta de que yo sea
una persona tan pacífica, porque, de lo
contrario, ahora mismo te habría asesinado —
dijo, al tiempo que sonreía—. Ha sido
fantástico —añadió, al cabo de un momento
Yo también sonreí. Tenía una cara
preciosa, excitada y relajada.
—Ahora ya podemos irnos a la cama —
propuse.
—¡Oh, no! —dijo ella—. Tú también
tienes que conseguirlo aquí, en el taburete.
Para que veas lo que pasa. Ha sido tan
incómodo que quiero que obtengas una
satisfacción.
«¿Satisfacción?» Aquello me dejó como
atontada. ¿Satisfacción por un orgasmo? ¿No
le había ofrecido ya suficiente satisfacción?
—Venganza —dijo, con una sonrisa
irónica—. Es sólo para vengarme. Siéntate.
Era difícil negarse. Me levanté y me
senté en el taburete. Y ella se tomó una
venganza terrible. Su lengua entró en mí de
una forma tan profunda que grité más fuerte
que nunca.
Después, ya en la cama, dije:
—Ha sido demasiado incómodo. ¿Por
qué no te has negado?
—¿Y por qué no lo has hecho tú? —
repuso, con una sonrisa de satisfacción.
—No podía —dije—. Tenías derecho a
eso. Pero tú ya lo sabías.
—No quería ser tan... inflexible —
respondió con satisfacción—. Me lo habrías
echado en cara.
Parecía estar verdaderamente afectada.
—Esto no es lo que yo pensaba —
repliqué.
—No lo entiendo —dijo—. Pero, en
realidad, ahora no me interesa nada. —Se
acurrucó contra mí—. ¿Querrías echarle hoy
un vistazo al garaje? —preguntó con
coquetería.
«¿El garaje? Ah, sí. Lo de los coches.»
Se me había olvidado hacía mucho tiempo.
—¡Cómo no! —respondí, con una
sonrisa irónica.
—Está bien —dijo ella. Me acarició el
pecho y yo gemí—. Pero no quiero que dejes
de dormir... por lo del colegio —agregó con
picardía.
—No has tenido suficiente con la
venganza de ahí abajo. Si ahora no sigues, me
muero.
Sus bellos ojos me miraron, tan tiernos y
afectuosos, llenos de amor y de deseo. Apenas
podía imaginarme cómo me hubieran podido ir
las cosas sin ella. ¿Cómo habría podido
aunque sólo fuera vivir? Yo no quería nada,
nada en absoluto. Ella era tan necesaria para
mi vida como lo eran el sol, la luz o el aire que
respiraba.
No quería volver a estar sin ella. Yo te
amo, quise decirle, pero en el último momento
me acordé de su prohibición y de mi promesa,
porque, aunque ella había cambiado mucho,
seguían en vigor. Tenía que descubrir el
motivo por el que ella no quería oír aquellas
tres palabras antes de poder decírselas.
Tragué saliva.
Se inclinó hacia abajo y me besó,
primero con ternura y luego de una forma
apasionada, hasta que se deslizó en mi
interior, mimó mis pechos, incendió mi piel y,
por último, hizo que se desencadenara en mí
un terremoto.
Al terminar, continué tendida, presa de
una maravillosa sensación. Me había dejado
sin respiración.
Flotó sobre mí y sonrió, me besó con
dulzura y me tomó entre sus brazos, en los
que me acurruqué para dormir y soñar con
ella.
********************************************
Buenas noches... ya faltan 2 caps y termina la 1 parte,
les quería hacer una pregunta..
el segundo libro es un poco mas largo :3 así que no se, si
hacer otro tema o seguir publicando aqui la 2 parte
que me recomiendan ?
saludos y bendiciones =D
Cuando llegué por la noche ella ya estaba
allí y se encontraba en la cocina.
—No había pensado que llegaras tan
pronto a casa —dije, en plan de broma,
después del beso de saludo—. Supuse que
tendría que esperarte por lo menos una hora.
—Pues casi me pasa —respondió,
mientras cortaba el pepino para la ensalada—,
pero he podido delegar algunas cosas. Enrico,
Helmuth y Patricia deben hacer algo de vez en
cuando.
Los tres eran sus Creative Directors.
—Estoy totalmente de acuerdo —dije—.
¿No te sacan unos sueldazos? —Sonreí con
ironía. Cuantas más cosas delegara, más
tiempo tendría para mí. Al menos es lo que yo
pensaba.
—Puede, pero ya los atosigo bastante —
repuso, sonriente—. Es probable que en
cualquier otra agencia estuvieran más
tranquilos.
—No se pueden quejar, al ver lo mucho
que tú misma trabajas —contesté.
—No lo hacen..., la mayoría de las veces
—respondió—. Son, de verdad, un equipo
muy bueno —afirmó. Luego hizo un ademán
para señalarme un cuenco—. ¿Preparas el
aliño para la ensalada? Podemos comer
enseguida.
—¿Yo, el aliño para la ensalada...? —La
miré.
—Venga, menos cuento —contestó—.
Eso lo hace cualquiera.
—¡Menos yo! —exclamé—. Pregúntale a
mi madre.
Brittany suspiró.
—De acuerdo. Debí comprarlo ya
preparado —respondió—. Entonces corta el
pan. Supongo que eso sí sabrás hacerlo. —
Parecía algo crispada.
—Desde luego. Ahora mismo —dije y
me acerqué a la encimera donde estaba el pan.
Los cuchillos colgaban de una banda metálica
imantada; cogí uno de ellos y me dispuse a
cortar—. Lo siento, Brittany —me disculpé.
No quería que se enfureciera por eso, porque
podía echar a perder el resto de la noche—.
De verdad que no sé hacerlo.
—Ya veo. —Suspiró aún más hondo que
antes—. Yo que me había esforzado tanto en
el Egeo para enseñarte a cocinar... —Sonaba a
broma; no parecía estar disgustada.
Se me quitó un peso de encima.
—De verdad, pregúntale a mi madre
cuántas veces lo ha intentado —insistí.
—Eso es lo que haré si me tropiezo con
ella —dijo—. Trae el pan. Vamos a comer en
la barra. Sólo para una ensalada no merece la
pena que vayamos al comedor.
Puso el cuenco al lado de dos platos que
ya estaban preparados. Nos sentamos una al
lado de la otra en los altos taburetes y
comenzamos a comer.
La tenía tan cerca que percibía el calor
que emitía. La situación me recordó nuestro
primer encuentro en el bar. También allí
estuvimos sentadas muy juntas. No pude
contenerme, bajé la mano y la apoyé sobre su
cálido muslo.
Brittany emitió una leve exclamación de
sorpresa. Estuvo a punto de atragantarse.
—¿No puedes esperar ni siquiera cinco
minutos? —preguntó.
—Te espero. Come con calma. —Volví
a pasarle la mano por el muslo.
Lanzó otra vez la misma exclamación.
Sonaba igual que un «¡Oh, cielos!».
—Así no puedo comer —dijo. Soltó el
tenedor y me miró—. O una cosa o la otra.
—Se puede ser flexible. —Bromeé—. Tú
misma lo has dicho.
—Yo no debería decir tantas estupideces
—respondió en voz baja. Se inclinó hacia mí y
me besó—. Me lo he propuesto con total
firmeza: primero comer y luego...
—¿Y luego? —contesté, mirándola
fijamente a los ojos. En ellos vi lo que ella
entendía por luego. Ahora fui yo la que me
incliné para besarla. Pasé las manos con
suavidad, arriba y abajo, por sus costados.
¡Dios mío, cuánto la deseaba!
Ella se tambaleó, insegura, en su
taburete.
—Vamos para arriba —susurró entre dos
besos.
—¿Y si no subimos? —repuse, mientras
le desabrochaba la blusa.
—¡Oh, no ! —gimió—. Aquí es muy
incómodo.
—¿Lo has hecho ya alguna vez? —
pregunté.
No contestó. Claro que lo había hecho...
—Entonces puedes hacerlo de nuevo —
susurré con voz cálida. Yo lo deseaba ahora.
Inmediatamente. No podía esperar más.
Le quité la blusa, ya totalmente
desabrochada, y le acaricié los pechos. Separé
el sujetador y lo eché hacia arriba.
Miré sus pechos, que se elevaban y
descendían con vigor. Tenían erguidos los
vértices y se tendían hacia mí, como si me
saludaran. Me dejé caer de mi taburete sin
despegar la vista de ella. Me incliné hacia
delante y tomé uno de sus pezones entre mis
labios.
Brittany gimió.
—¡Eres indecente! —Me colocó las
manos sobre la cabeza y, febril, me acarició el
pelo.
—Tú me has invitado —dije con
insolencia—. ¿O sólo era a comer?
—No... —gimió de nuevo.
—Pues ya ves —repliqué satisfecha. Le
desabroché los pantalones y se los bajé por las
caderas. Ella se levantó un poco para
ayudarme.
—¿Aquí, en el taburete? —susurró,
boquiabierta—. ¿Así?
—Mientras no te caigas... —dije.
—No te lo puedo garantizar —repuso,
cada vez más atónita. Por lo visto, aquello no
lo había hecho nunca. Bien. Yo ya había
conseguido ser la primera en algo.
—No tengas miedo. Te cogeré al vuelo
—dije para tranquilizarla.
—Eso espero —repuso con escepticismo
—. No me apetece nada romperme la cabeza.
Le separé las piernas. Ella se mordió los
labios y contuvo la respiración durante un
instante. Me coloqué entre sus muslos
abiertos.
—No hagas nada —dije.
Me incliné hacia delante y volví a
besarla. Fui bajando las manos por los
costados y le acaricié los pechos, hasta que
lanzó un gemido y cerró los ojos. Luego se
dejó resbalar hacia abajo.
Le rocé con suavidad las ingles y casi se
cayó del taburete; tuve que sujetarla. Cuando
se tranquilizó un poco, se apoyó por detrás en
la encimera y se sujetó con firmeza. Me puse
en cuclillas y empujé un poco sus muslos
hacia los lados.
Ella intentó coger algo de aire. Contemplé
brevemente su clítoris, lo cogí en toda su
palpitante belleza y me incliné hacia delante.
Utilicé la lengua para rozarlo con suavidad y
ella se alzó con un movimiento brusco,
lanzando un sonoro suspiro.
—¡Oh, Dios! —Jadeaba y apenas podía
respirar.
Me moví por su perla: estaba tan
hinchada que casi podía separar mi lengua.
Brittany volvió a gemir, se sujetó con firmeza
a la encimera y echó hacia delante las caderas,
con lo que casi volvió a caerse del taburete. Se
quedó balanceándose en el borde.
Retorcía las caderas al ritmo de mi lengua
y cada uno de mis toques hacía que gimiera de
forma ininterrumpida. Luego se alzó con todas
sus fuerzas, se quedó rígida, volvió a bajarse y
jadeó.
Me levanté deprisa para sujetarla. Ahora
era cuando realmente tenía miedo de que se
fuera de cabeza al suelo.
Se recuperó poco a poco. Instantes
después, abrió los ojos y me miró.
—Puedes estar contenta de que yo sea
una persona tan pacífica, porque, de lo
contrario, ahora mismo te habría asesinado —
dijo, al tiempo que sonreía—. Ha sido
fantástico —añadió, al cabo de un momento
Yo también sonreí. Tenía una cara
preciosa, excitada y relajada.
—Ahora ya podemos irnos a la cama —
propuse.
—¡Oh, no! —dijo ella—. Tú también
tienes que conseguirlo aquí, en el taburete.
Para que veas lo que pasa. Ha sido tan
incómodo que quiero que obtengas una
satisfacción.
«¿Satisfacción?» Aquello me dejó como
atontada. ¿Satisfacción por un orgasmo? ¿No
le había ofrecido ya suficiente satisfacción?
—Venganza —dijo, con una sonrisa
irónica—. Es sólo para vengarme. Siéntate.
Era difícil negarse. Me levanté y me
senté en el taburete. Y ella se tomó una
venganza terrible. Su lengua entró en mí de
una forma tan profunda que grité más fuerte
que nunca.
Después, ya en la cama, dije:
—Ha sido demasiado incómodo. ¿Por
qué no te has negado?
—¿Y por qué no lo has hecho tú? —
repuso, con una sonrisa de satisfacción.
—No podía —dije—. Tenías derecho a
eso. Pero tú ya lo sabías.
—No quería ser tan... inflexible —
respondió con satisfacción—. Me lo habrías
echado en cara.
Parecía estar verdaderamente afectada.
—Esto no es lo que yo pensaba —
repliqué.
—No lo entiendo —dijo—. Pero, en
realidad, ahora no me interesa nada. —Se
acurrucó contra mí—. ¿Querrías echarle hoy
un vistazo al garaje? —preguntó con
coquetería.
«¿El garaje? Ah, sí. Lo de los coches.»
Se me había olvidado hacía mucho tiempo.
—¡Cómo no! —respondí, con una
sonrisa irónica.
—Está bien —dijo ella. Me acarició el
pecho y yo gemí—. Pero no quiero que dejes
de dormir... por lo del colegio —agregó con
picardía.
—No has tenido suficiente con la
venganza de ahí abajo. Si ahora no sigues, me
muero.
Sus bellos ojos me miraron, tan tiernos y
afectuosos, llenos de amor y de deseo. Apenas
podía imaginarme cómo me hubieran podido ir
las cosas sin ella. ¿Cómo habría podido
aunque sólo fuera vivir? Yo no quería nada,
nada en absoluto. Ella era tan necesaria para
mi vida como lo eran el sol, la luz o el aire que
respiraba.
No quería volver a estar sin ella. Yo te
amo, quise decirle, pero en el último momento
me acordé de su prohibición y de mi promesa,
porque, aunque ella había cambiado mucho,
seguían en vigor. Tenía que descubrir el
motivo por el que ella no quería oír aquellas
tres palabras antes de poder decírselas.
Tragué saliva.
Se inclinó hacia abajo y me besó,
primero con ternura y luego de una forma
apasionada, hasta que se deslizó en mi
interior, mimó mis pechos, incendió mi piel y,
por último, hizo que se desencadenara en mí
un terremoto.
Al terminar, continué tendida, presa de
una maravillosa sensación. Me había dejado
sin respiración.
Flotó sobre mí y sonrió, me besó con
dulzura y me tomó entre sus brazos, en los
que me acurruqué para dormir y soñar con
ella.
********************************************
Buenas noches... ya faltan 2 caps y termina la 1 parte,
les quería hacer una pregunta..
el segundo libro es un poco mas largo :3 así que no se, si
hacer otro tema o seguir publicando aqui la 2 parte
que me recomiendan ?
saludos y bendiciones =D
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Yo creo que deberías ir de a una cosa a la ves.
Ya quiero ese segundo libro! !!
Saludos
Ya quiero ese segundo libro! !!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
ya creo que brii se va enamorando aunque aun no lo reconozca y creo que mejor terminas el primero y nos deleitas con el segundo!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
gracias por tu opinion.. mejor terminare 1 esta adaptación..monica.santander escribió:Yo creo que deberías ir de a una cosa a la ves.
Ya quiero ese segundo libro! !!
Saludos
saludos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
gracias por tu comentario..micky morales escribió:ya creo que brii se va enamorando aunque aun no lo reconozca y creo que mejor terminas el primero y nos deleitas con el segundo!!!!
saludillos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 25
Durante las semanas siguientes
adquirimos la costumbre de vernos casi todos
los días y yo me sentía como si flotara en una
nube.
—No quisiera quejarme —dijo un día mi
madre cuando yo ya estaba a punto de salir de
casa—, pero ya estamos casi en Navidades y
me apetecería mucho darme una vuelta
contigo por la ciudad, ir de compras. Ya hace
mucho tiempo que no lo hacemos.
—¡Oh, mamá! Lo siento —respondí,
consciente de mi culpabilidad—. Sé que te he
tenido muy abandonada en los últimos
tiempos.
—No pasa nada —dijo, sonriente—.
Alguna vez tenía que ocurrir. Ya has sido
formal durante mucho tiempo, pero las
Navidades son algo muy especial para mí y
me gustaría mucho tener conmigo a mi única
hija.
—En cualquier caso, no he previsto nada
para entonces —sonreí—. Ya lo he hablado
con Brittany.
—Las pasará con su propia familia —dijo
mi madre.
Yo la miré fijamente, desconcertada.
—Sí, es probable —dije, titubeante—.
Brittany no me ha hablado de su familia. Ni
siquiera sé si la tiene.
—Entonces, ¿nos vamos juntas el sábado
a la ciudad? —continuó mi madre. Al parecer,
ya tenía su mente ocupada por completo con
el tema de las compras y casi no se había
dado cuenta de mi titubeo.
—Sí, claro. Quedamos así —respondí.
—Bien —dijo, sonriente—. Y ahora
vete. Se te nota muy impaciente por llegar
junto a ella.
—¡Mamá...!
Ella se rió.
Me puse colorada y, a toda velocidad,
cerré la puerta tras de mí.
****************************************************
Sorry, demasiado corto lose pero ya en unos minutillos
subo el último cap de la 1 parte =D
Durante las semanas siguientes
adquirimos la costumbre de vernos casi todos
los días y yo me sentía como si flotara en una
nube.
—No quisiera quejarme —dijo un día mi
madre cuando yo ya estaba a punto de salir de
casa—, pero ya estamos casi en Navidades y
me apetecería mucho darme una vuelta
contigo por la ciudad, ir de compras. Ya hace
mucho tiempo que no lo hacemos.
—¡Oh, mamá! Lo siento —respondí,
consciente de mi culpabilidad—. Sé que te he
tenido muy abandonada en los últimos
tiempos.
—No pasa nada —dijo, sonriente—.
Alguna vez tenía que ocurrir. Ya has sido
formal durante mucho tiempo, pero las
Navidades son algo muy especial para mí y
me gustaría mucho tener conmigo a mi única
hija.
—En cualquier caso, no he previsto nada
para entonces —sonreí—. Ya lo he hablado
con Brittany.
—Las pasará con su propia familia —dijo
mi madre.
Yo la miré fijamente, desconcertada.
—Sí, es probable —dije, titubeante—.
Brittany no me ha hablado de su familia. Ni
siquiera sé si la tiene.
—Entonces, ¿nos vamos juntas el sábado
a la ciudad? —continuó mi madre. Al parecer,
ya tenía su mente ocupada por completo con
el tema de las compras y casi no se había
dado cuenta de mi titubeo.
—Sí, claro. Quedamos así —respondí.
—Bien —dijo, sonriente—. Y ahora
vete. Se te nota muy impaciente por llegar
junto a ella.
—¡Mamá...!
Ella se rió.
Me puse colorada y, a toda velocidad,
cerré la puerta tras de mí.
****************************************************
Sorry, demasiado corto lose pero ya en unos minutillos
subo el último cap de la 1 parte =D
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 26 (Final 1 parte)
Brittany se tumbó en mis brazos y,
extenuada, se acurrucó contra mí. Mi madre
tenía razón, pero no sólo por lo que se refería
a mí.
Dejé avanzar mi mano por la sábana que
había debajo de Brittany, acaricié su cálida
piel, que todavía parecía vibrar, contemplé sus
ojos cerrados y su bello rostro, retiré algunos
cabellos de su mejilla y la besé con ternura.
Ella abrió los ojos y me miró.
Yo sonreí.
—¿Qué vas a hacer estas Navidades? —
pregunté—. ¿Vas a ir con tu familia?
—No —negó con la cabeza—. Mis
padres murieron y soy hija única.
—Lo siento —respondí.
—¿Por qué? Tú también eres hija única.
—Se apretó contra mí. No parecía que el
tema le afectara demasiado.
—No me refería a eso, sino a lo de la
muerte de tus padres. ¿Hace mucho tiempo?
—Cuando murieron yo iba todavía al
colegio. Sí, de eso ya hace mucho
—¿Un accidente? —pregunté.
—Sí, de avión. Hay padres que siempre
vuelan por separado, pero los míos apenas
podían renunciar el uno al otro durante unas
pocas horas. En aquel vuelo iban sentados
juntos. Todos acabamos por perder algún día
a nuestros padres —dijo—, sólo que a mí me
ocurrió demasiado pronto.
—¿Los querías mucho? —pregunté—.
¿Resultó muy duro para ti?
—No mucho, porque apenas los conocía
—respondió.
Sorprendida, me volví hacia ella.
—¿No conocías a tus padres?
—Desde pequeña estuve en un
internado, mientras ellos hacían escapadas en
avión a través de la Historia Universal —dijo
—. A veces ni siquiera los veía durante las
vacaciones, porque, precisamente entonces,
tenían algo importante que hacer.
—¿Algo importante? —dije, boquiabierta
—. ¿Más importante que tú, su hija?
No se me podía ocurrir una cosa así
referida a mi madre. Yo era para ella lo más
importante del mundo y ella lo era para mí
antes de tropezarme con Brittany. Mi madre
era una parte de mi vida, pero, al parecer, los
padres de Brittany no lo habían sido para ella.
—Eran arqueólogos —explicó—. Para
ellos sólo contaba el pasado, los muertos, las
momias y las civilizaciones perdidas; el
presente o las personas vivas no les
interesaban demasiado.
—Entonces no hubieran debido tener
ningún hijo —dije, con furia. De no ser
porque estaban muertos, yo hubiera sido
capaz de asesinarlos en aquel momento.
—Sí, ya lo he pensado muchas veces —
respondió—, pero, en realidad, yo fui un
accidente. Se rompió un condón, o algo por el
estilo. Estoy convencida de que yo no entraba
en sus planes.
—¿No había nadie contigo cuando eras
niña? —pregunté. Todo aquello me resultaba
espantoso.
—Claro —respondió Brittany—. Una
niñera. Por desgracia, también murió. Por
aquel entonces ya era muy mayor, pero,
cuando estaba con ella, yo me sentía muy
segura y protegida. Fue mejor que una madre.
Al morir, entré en el internado.
—Una niñera no puede hacer el papel de
los padres —dije, todavía conmocionada.
—Claro que puede —repuso de
inmediato—. Si esos padres son como los
míos. —Se volvió hacia mí—. ¿Sólo tienes a
tu madre? ¿Qué es de tu padre?
—¡Oh! —Sonreí, cohibida—. La verdad
es que casi no lo conocí.
—¿También ha muerto? —preguntó.
—No, no. Vive. Feliz y contento. Pero
mi madre y él... —carraspeé— no se llevaban
nada bien.
—¿La dejó plantada? —inquirió.
—Al quedarse embarazada lo hubiera
hecho con mucho gusto —dije—. Algo así me
insinuó mi madre. Era muy joven cuando lo
del embarazo, pero, a pesar de todo, él
condescendió en que se casaran.
—¿No viven juntos?
—Mi madre se divorció al cabo de un par
de años, cuando yo todavía era muy niña. No
podía ser de otra forma, porque mi padre no
era de fiar.
—La engañaba —afirmó de una
forma muy directa.
—Eso también. —Suspiré—. Y, además,
no era nada agradable. Mi madre le perdonaba
muchas cosas, pero debió de permitirse el lujo
de hacer algo gordo. Ella nunca me lo ha
contado.
—Tu madre es digna de lástima —dijo
Brittany, en un tono sincero—. Todo le
parece poco para los demás. Es una persona
muy agradable y ha tenido muy mala suerte.
En cambio mis padres se quisieron con toda
su alma, sólo se preocupaban el uno del otro y
no había nada que pudiera interponerse entre
ellos, y se estrellaron. El destino busca
siempre un equilibrio.
La miré. No parecía estar triste ni
decepcionada. Las cosas eran así, como eran,
y parecía aceptarlo. ¿Sería por eso por lo que
no quería escuchar juramentos de amor?
Quizá sus padres la habían engañado con
vanas esperanzas cuando no iban a visitarla o
se despedían de ella.
Todo era posible. Aquello debió de
resultar terrible para una niña. Me lo podía
figurar aun sin haberlo vivido. Mi madre me
había entregado a mí todo su amor y no sólo
de palabra.
Sentía miedo de preguntarle a Brittany.
Estábamos sentadas en la cama
tranquilamente, una al lado de la otra, y no
quería que se enfadara o que me echara de
allí. Más valía ser prudente ante un tema tan
espinoso.
De un segundo a otro, ella podía llegar a
ser tan fría como un témpano. Ya hacía algún
tiempo que no lo presenciaba, pero no tenía
ningunas ganas de que ocurriera. Y tampoco
daba por hecho que no volviera a suceder sólo
porque ahora me amaba y se mostraba
cariñosa conmigo la mayoría de las veces.
En su interior dormían muchas cosas que
yo no alcanzaba a entender.
Y también la amaba por eso. Porque en
ella aparecían muchas piezas, como si fuera
un rompecabezas sin solución aparente.
Si alguna vez llegábamos a conocernos
mejor, yo esperaba poder componer aquel
rompecabezas pieza a pieza.
CONTINUARÁ... =D =D =D
*****************************************************************************************************
No se preocupen como pueden ver aquí no termina esta historia, estaré adaptando el 2 libro llamado EL CONTRATO así que, queda mucho de esta historia.
Que les ha parecido el 1 libro ???
Posdata: A aquell@s personas que le dedicaron
de su tiempo a esta historia para leer
1000 e infinitas gracias
Muy pronto estaré subiendo la 2 parte del libro llamado
"EL CONTRATO =D
posdata: Para conocernos mejor.. diganme su nombre, edad y
de que país son
( Yo me llamo Karoll. tengo 17 y soy de Colombia )
Brittany se tumbó en mis brazos y,
extenuada, se acurrucó contra mí. Mi madre
tenía razón, pero no sólo por lo que se refería
a mí.
Dejé avanzar mi mano por la sábana que
había debajo de Brittany, acaricié su cálida
piel, que todavía parecía vibrar, contemplé sus
ojos cerrados y su bello rostro, retiré algunos
cabellos de su mejilla y la besé con ternura.
Ella abrió los ojos y me miró.
Yo sonreí.
—¿Qué vas a hacer estas Navidades? —
pregunté—. ¿Vas a ir con tu familia?
—No —negó con la cabeza—. Mis
padres murieron y soy hija única.
—Lo siento —respondí.
—¿Por qué? Tú también eres hija única.
—Se apretó contra mí. No parecía que el
tema le afectara demasiado.
—No me refería a eso, sino a lo de la
muerte de tus padres. ¿Hace mucho tiempo?
—Cuando murieron yo iba todavía al
colegio. Sí, de eso ya hace mucho
—¿Un accidente? —pregunté.
—Sí, de avión. Hay padres que siempre
vuelan por separado, pero los míos apenas
podían renunciar el uno al otro durante unas
pocas horas. En aquel vuelo iban sentados
juntos. Todos acabamos por perder algún día
a nuestros padres —dijo—, sólo que a mí me
ocurrió demasiado pronto.
—¿Los querías mucho? —pregunté—.
¿Resultó muy duro para ti?
—No mucho, porque apenas los conocía
—respondió.
Sorprendida, me volví hacia ella.
—¿No conocías a tus padres?
—Desde pequeña estuve en un
internado, mientras ellos hacían escapadas en
avión a través de la Historia Universal —dijo
—. A veces ni siquiera los veía durante las
vacaciones, porque, precisamente entonces,
tenían algo importante que hacer.
—¿Algo importante? —dije, boquiabierta
—. ¿Más importante que tú, su hija?
No se me podía ocurrir una cosa así
referida a mi madre. Yo era para ella lo más
importante del mundo y ella lo era para mí
antes de tropezarme con Brittany. Mi madre
era una parte de mi vida, pero, al parecer, los
padres de Brittany no lo habían sido para ella.
—Eran arqueólogos —explicó—. Para
ellos sólo contaba el pasado, los muertos, las
momias y las civilizaciones perdidas; el
presente o las personas vivas no les
interesaban demasiado.
—Entonces no hubieran debido tener
ningún hijo —dije, con furia. De no ser
porque estaban muertos, yo hubiera sido
capaz de asesinarlos en aquel momento.
—Sí, ya lo he pensado muchas veces —
respondió—, pero, en realidad, yo fui un
accidente. Se rompió un condón, o algo por el
estilo. Estoy convencida de que yo no entraba
en sus planes.
—¿No había nadie contigo cuando eras
niña? —pregunté. Todo aquello me resultaba
espantoso.
—Claro —respondió Brittany—. Una
niñera. Por desgracia, también murió. Por
aquel entonces ya era muy mayor, pero,
cuando estaba con ella, yo me sentía muy
segura y protegida. Fue mejor que una madre.
Al morir, entré en el internado.
—Una niñera no puede hacer el papel de
los padres —dije, todavía conmocionada.
—Claro que puede —repuso de
inmediato—. Si esos padres son como los
míos. —Se volvió hacia mí—. ¿Sólo tienes a
tu madre? ¿Qué es de tu padre?
—¡Oh! —Sonreí, cohibida—. La verdad
es que casi no lo conocí.
—¿También ha muerto? —preguntó.
—No, no. Vive. Feliz y contento. Pero
mi madre y él... —carraspeé— no se llevaban
nada bien.
—¿La dejó plantada? —inquirió.
—Al quedarse embarazada lo hubiera
hecho con mucho gusto —dije—. Algo así me
insinuó mi madre. Era muy joven cuando lo
del embarazo, pero, a pesar de todo, él
condescendió en que se casaran.
—¿No viven juntos?
—Mi madre se divorció al cabo de un par
de años, cuando yo todavía era muy niña. No
podía ser de otra forma, porque mi padre no
era de fiar.
—La engañaba —afirmó de una
forma muy directa.
—Eso también. —Suspiré—. Y, además,
no era nada agradable. Mi madre le perdonaba
muchas cosas, pero debió de permitirse el lujo
de hacer algo gordo. Ella nunca me lo ha
contado.
—Tu madre es digna de lástima —dijo
Brittany, en un tono sincero—. Todo le
parece poco para los demás. Es una persona
muy agradable y ha tenido muy mala suerte.
En cambio mis padres se quisieron con toda
su alma, sólo se preocupaban el uno del otro y
no había nada que pudiera interponerse entre
ellos, y se estrellaron. El destino busca
siempre un equilibrio.
La miré. No parecía estar triste ni
decepcionada. Las cosas eran así, como eran,
y parecía aceptarlo. ¿Sería por eso por lo que
no quería escuchar juramentos de amor?
Quizá sus padres la habían engañado con
vanas esperanzas cuando no iban a visitarla o
se despedían de ella.
Todo era posible. Aquello debió de
resultar terrible para una niña. Me lo podía
figurar aun sin haberlo vivido. Mi madre me
había entregado a mí todo su amor y no sólo
de palabra.
Sentía miedo de preguntarle a Brittany.
Estábamos sentadas en la cama
tranquilamente, una al lado de la otra, y no
quería que se enfadara o que me echara de
allí. Más valía ser prudente ante un tema tan
espinoso.
De un segundo a otro, ella podía llegar a
ser tan fría como un témpano. Ya hacía algún
tiempo que no lo presenciaba, pero no tenía
ningunas ganas de que ocurriera. Y tampoco
daba por hecho que no volviera a suceder sólo
porque ahora me amaba y se mostraba
cariñosa conmigo la mayoría de las veces.
En su interior dormían muchas cosas que
yo no alcanzaba a entender.
Y también la amaba por eso. Porque en
ella aparecían muchas piezas, como si fuera
un rompecabezas sin solución aparente.
Si alguna vez llegábamos a conocernos
mejor, yo esperaba poder componer aquel
rompecabezas pieza a pieza.
CONTINUARÁ... =D =D =D
*****************************************************************************************************
No se preocupen como pueden ver aquí no termina esta historia, estaré adaptando el 2 libro llamado EL CONTRATO así que, queda mucho de esta historia.
Que les ha parecido el 1 libro ???
Posdata: A aquell@s personas que le dedicaron
de su tiempo a esta historia para leer
1000 e infinitas gracias
Muy pronto estaré subiendo la 2 parte del libro llamado
"EL CONTRATO =D
posdata: Para conocernos mejor.. diganme su nombre, edad y
de que país son
( Yo me llamo Karoll. tengo 17 y soy de Colombia )
nos estamos leyendo!
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Hola!!! Gracias a vos por el tiempo que le dedicas a actualizar.
Estaré esperando el próximo libro qie espero lo hagas prontito.
Saludos
PD: Soy Monica de Argentina
Estaré esperando el próximo libro qie espero lo hagas prontito.
Saludos
PD: Soy Monica de Argentina
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Pensé que desde el libro uno le proponía el contrato a Santana pero ya recordé que no, en fin, ya se viene lo interesante.
Saludos, espero la segunda parte.
Soy Fanny tengo 18 y soy de la Ciudad de México. :)
Saludos, espero la segunda parte.
Soy Fanny tengo 18 y soy de la Ciudad de México. :)
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
"EL CONTRATO"
SINOPSIS:
Brittany y Santana pasan juntas una temporada maravillosa. El amor de Santana por Brittana sera cada día mas intenso , pero Brittana empezara a comportarse de una forma demasiado extraña la cual Santana no puede comprender. ¿Qué le sucederá a Brittany se pregunta ella?. Esta es la segunda y última parte de la novela "Isla parados".
Les recuerdo que es una Adaptación, la autora del libro se llama Ruth Gogoll.
CAPÍTULO 1
Era sábado. Mi madre y yo nos habíamos ido
de compras a la ciudad. Al llegar a la calle
principal, mi madre se dedicó a mirar los
escaparates y yo, a aburrirme un poco,
cuando, de repente, observé que Brittany
venía hacia nosotras por la otra acera. Pero no
nos había visto.
¡Humm...!, miré a mi madre, que, justo en
ese momento, estaba ensimismada con un
vestido. Intenté fijarme en el modelo para
comprárselo por Navidades y, al mismo
tiempo, miré por el rabillo del ojo a Brittany.
Hasta la fecha mi madre y ella todavía no
se habían encontrado. No se había dado el
caso. Y, al recordar la forma en que, al
principio, lo había evitado Brittany, pensé que
quizás a ella no le interesara en absoluto.
A mi madre sí le habría interesado, yo
estaba segura de eso, porque ya hacía tiempo
que sentía mucha curiosidad por ella, pero se
dominaba y esperaba que yo misma, en
cualquier momento, acudiera a casa con
Brittany.
Volví a mirar hacia el otro lado de la calle.
Estaba ante un gran escaparate y miraba los
artículos expuestos. En cualquier momento se
daría la vuelta y yo sólo tenía que dirigir a mi
madre en otra dirección, a la calle lateral que,
sin embargo, estaba detrás de Brittany. ¿Es
posible que no nos viera y se limitara a pasar
de largo?
En aquel momento Brittany se dio la vuelta
y me miró. Sonreía.
Mi madre también se volvió y quiso
enseñarme algo que había en el escaparate.
Yo estaba de pie entre ambas y no tenía ni
la más mínima idea de lo que debía hacer.
Al darse cuenta de que no estaba sola, por
un momento pareció que Brittany se iba a
limitar a seguir su marcha como si no me
hubiera visto. Dio un par de pasos en
dirección contraria a la nuestra, pero luego
cambió de idea. Cruzó el paso de peatones
con pasos enérgicos y se dirigió a mí.
Entre tanto mi madre se había dado cuenta
de que yo no estaba siguiendo sus indicaciones
y de que mi vista iba en otra dirección. Siguió
mi mirada y se tropezó con Brittany.
-Hola -dijo Brittany, amable y sonriente.
Mi madre me miró y yo tuve que cumplir
con aquel requerimiento que no se había
pronunciado de palabra.
-Ésta es... Brittany. -Hice la
presentación, un tanto angustiada y luego miré
en la otra dirección-. Mi madre.
Las dos mujeres se miraron de forma
inquisitiva. Luego mi madre extendió la mano.
-He oído hablar mucho de usted -dijo.
Brittany estrechó su mano y la miró
profundamente a los ojos.
-Ahora ya sé de dónde ha sacado su hija
el magnífico aspecto que tiene -dijo con un
curioso timbre en la voz.
Mi madre suspiró.
-Oh, gracias -contestó, algo turbada,
como nunca la había visto antes.
Miré a Brittany y no me lo podía creer.
¡Estaba flirteando con mi madre!
Sin embargo, aquello no duró mucho
tiempo.
-Tengo que seguir -dijo-. Que se
diviertan con las compras. -Se volvió y
siguió su marcha por donde habíamos venido
mi madre y yo.
Yo miré a mi madre y ella me miró a mí.
-Es muy... encantadora -dijo mi madre,
turbadísima.
-Sí. También lo pienso yo -respondí
lentamente. Luego le hice un ruego a mi
madre-. Quédate aquí. Vuelvo enseguida. -
Y corrí detrás de Brittany.
Cuando llegué hasta ella aferré su brazo con
fuerza.
-Brittany.
Ella se dio la vuelta.
-¿Qué significa esto? Has estado flirteando
con mi madre.
Ella sonrió, con expresión indulgente y
divertida.
-Sí, ¿por qué no? Está claro que es una
mujer muy atractiva. -Se inclinó hacia
delante y me besó en la mejilla-. Igual que
tú. Os parecéis mucho. Además, es muy
joven, sólo un poco mayor que yo. -Rió al
ver mi cara-. No tengas miedo. No voy a
intentar seducirla. -Parecía divertirse mucho,
como si no se lo pudiera tomar en serio.
Yo la miré, boquiabierta.
-¡Es heterosexual! Y además es mi madre
-protesté, enfadada.
Brittany arrugó el entrecejo.
-Aunque no te lo creas, yo también tengo
una madre. -Sonrió de nuevo-. Anda, ve
con ella, te estará esperando. Ya nos veremos
luego.
Dejé que se marchara porque me sentía
demasiado perpleja como para retenerla.
Además, habíamos quedado para esa misma
tarde. Yo debía tener un poco de paciencia.
Regresé junto a mi madre.
-¿Has hablado con Brittany? -preguntó,
frunciendo el entrecejo.
-Sí -respondí, aún algo angustiada-, era
ella.
-Es muy guapa -dijo mi madre-. Una
mujer muy guapa. Impresionante, y elegante
de pies a cabeza.
-Es porque va vestida de calle -repliqué
-. No siempre tiene ese aspecto.
-Pero pienso que sí lo tendrá la mayoría
de las veces -dijo mi madre-. Cuando actúe
en representación de su empresa. -Me miró
y torció con fuerza la comisura de la boca-.
No me extraña que te hayas enamorado de
ella. Es muy... -titubeó con intención- ...
atractiva.
Aquello resultaba bochornoso para mí.
-Mamá -dije con esfuerzo-, ¿podemos
hablar de otra cosa? Ahora no puedo tocar ese
tema.
-Está bien. Pero me alegro de haberla
conocido por fin. Hasta ahora siempre la
habías mantenido oculta.
********************************************************************
Bueno mis querid@s lectoras y (es) he aquí la continuación de
"UNA ISLA PARA DOS" el segundo libro llamado "EL CONTRATO" en este se
irá desarrollando más la relación Brittana y por lo que veo abra
muchas sorpresas que sé que en
ciertas situaciones les va a encantar y en otras no tanto.
Y Y muchas entenderán el modo de comportarse de Brittany
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
gracias por la adaptacion, y si, es lo que mas deseo, saber el pq esa actitud de Diosa que se carga brittany, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Que bueno que empezaste con el segundo libro!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Sigue con la historia. Que pasa con la misteriosa britany por q tan dura De corazon
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Sigue con la historia. Que pasa con la misteriosa britany por q tan dura De corazon
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 2
Cuando vi a Brittany aquella noche me sentía
muy dispuesta a pedirle explicaciones, pero
cuando empezó a besarme me di cuenta de
que todo lo demás carecía de importancia.
—Mi madre estaría encantada si vinieras a
casa por Navidad —dije después—. Si no
tienes familia...
Brittany me miró por un momento, con
aspecto pensativo.
—No, creo que no —dijo más tarde—.
Suelo ir a esquiar algunos días durante las
Navidades y este año voy a hacer lo mismo.
—Es una pena —repuse. Todo se
desmoronó a mi alrededor al pensar que
pasaría unos días sin verla—. No sé esquiar y,
además, quiero pasar la Nochebuena con mi
madre. Seguro que tú te irás antes.
—Sí —empezó a decir, pero luego se
interrumpió un momento—. Pero también me
podría ir más tarde.
—¿Más tarde? —repetí con una mirada
esperanzada.
—Sí, y así podrías venirte.
¡Me echaba de menos! Podría haber flotado
hasta el techo a causa de la emoción. No
quería renunciar a estar dos días sin mí: era lo
mismo que sentía yo.
—Eso... eso sería fantástico —tartamudeé,
sin poder respirar.
—Quizá puedas aprender a esquiar. —
Sonrió y luego se inclinó hacia mí—. En
Colorado.
—¿En Colorado? —Yo valoraba mucho sus
besos, pero aquello no fui capaz de asimilarlo
con suficiente rapidez.
—Vuelo a Aspen... la mayoría de las veces.
Los americanos son muy divertidos en
Navidad. Totalmente distintos a nosotros.
—Esquiar en Aspen. —Yo estaba
boquiabierta. ¿Quería ir conmigo?
—¿Te vendría bien el día veintiséis? —
preguntó—. ¿O mejor el veintisiete?
En esta ocasión no iba a cometer el mismo
fallo de nuestra primera vez.
—El veintiséis está bien —repuse.
—De acuerdo —dijo ella—. Le diré a
Tina que haga una reserva para las dos.
—Hummm... ¿Tina? —pregunté—. ¿Es
necesario?
Ella me miró.
—Puede que tengas razón. Resulta
demasiado evidente, ¿no crees?
—Sí —dije, roja de vergüenza—. Ella ya
reservó la mesa y me llamó para
comunicármelo. Seguro que sospecharía algo.
—En realidad me da igual —contestó
Brittany—, pero si te molesta yo misma haré
la reserva de los vuelos. —Se mostró
satisfecha—. De esa forma tendrás mayor paz
interior.
—Es que esto es demasiado para mí —me
disculpé—. Hoy te has encontrado con mi
madre y luego lo de Tina y Aspen.
Ella me interrumpió con un beso.
—Está bien —dijo en voz baja—. Lo
haremos así, si eso es lo que deseas. Y
ahora... vamos a hacer otras cosas. —Se
deslizó hacia abajo y me besó los pechos.
***********************************************
Un poquillo corto el cap de hoy.... ya se enteraron de
que Nay ya tuvo a su bebe hace un mes y es baroncito..
ya quiero ver una foto.... seria un momento tan maravilloso
ver a Nay toda maternal SALUDOS!
Cuando vi a Brittany aquella noche me sentía
muy dispuesta a pedirle explicaciones, pero
cuando empezó a besarme me di cuenta de
que todo lo demás carecía de importancia.
—Mi madre estaría encantada si vinieras a
casa por Navidad —dije después—. Si no
tienes familia...
Brittany me miró por un momento, con
aspecto pensativo.
—No, creo que no —dijo más tarde—.
Suelo ir a esquiar algunos días durante las
Navidades y este año voy a hacer lo mismo.
—Es una pena —repuse. Todo se
desmoronó a mi alrededor al pensar que
pasaría unos días sin verla—. No sé esquiar y,
además, quiero pasar la Nochebuena con mi
madre. Seguro que tú te irás antes.
—Sí —empezó a decir, pero luego se
interrumpió un momento—. Pero también me
podría ir más tarde.
—¿Más tarde? —repetí con una mirada
esperanzada.
—Sí, y así podrías venirte.
¡Me echaba de menos! Podría haber flotado
hasta el techo a causa de la emoción. No
quería renunciar a estar dos días sin mí: era lo
mismo que sentía yo.
—Eso... eso sería fantástico —tartamudeé,
sin poder respirar.
—Quizá puedas aprender a esquiar. —
Sonrió y luego se inclinó hacia mí—. En
Colorado.
—¿En Colorado? —Yo valoraba mucho sus
besos, pero aquello no fui capaz de asimilarlo
con suficiente rapidez.
—Vuelo a Aspen... la mayoría de las veces.
Los americanos son muy divertidos en
Navidad. Totalmente distintos a nosotros.
—Esquiar en Aspen. —Yo estaba
boquiabierta. ¿Quería ir conmigo?
—¿Te vendría bien el día veintiséis? —
preguntó—. ¿O mejor el veintisiete?
En esta ocasión no iba a cometer el mismo
fallo de nuestra primera vez.
—El veintiséis está bien —repuse.
—De acuerdo —dijo ella—. Le diré a
Tina que haga una reserva para las dos.
—Hummm... ¿Tina? —pregunté—. ¿Es
necesario?
Ella me miró.
—Puede que tengas razón. Resulta
demasiado evidente, ¿no crees?
—Sí —dije, roja de vergüenza—. Ella ya
reservó la mesa y me llamó para
comunicármelo. Seguro que sospecharía algo.
—En realidad me da igual —contestó
Brittany—, pero si te molesta yo misma haré
la reserva de los vuelos. —Se mostró
satisfecha—. De esa forma tendrás mayor paz
interior.
—Es que esto es demasiado para mí —me
disculpé—. Hoy te has encontrado con mi
madre y luego lo de Tina y Aspen.
Ella me interrumpió con un beso.
—Está bien —dijo en voz baja—. Lo
haremos así, si eso es lo que deseas. Y
ahora... vamos a hacer otras cosas. —Se
deslizó hacia abajo y me besó los pechos.
***********************************************
Un poquillo corto el cap de hoy.... ya se enteraron de
que Nay ya tuvo a su bebe hace un mes y es baroncito..
ya quiero ver una foto.... seria un momento tan maravilloso
ver a Nay toda maternal SALUDOS!
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
guardadito se lo tenia y es varon!!!!! bueno, pues me alegro!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
reguardado se lo tenia :3 yo tbm me elegro saludosmicky morales escribió:guardadito se lo tenia y es varon!!!!! bueno, pues me alegro!!!!
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 3
Yo estaba muy nerviosa cuando, el segundo
día de Navidad, nos dirigimos al
aeropuerto. Esta vez no era como en el
verano. Yo ya había volado antes y, además,
conocía a Brittany mucho mejor. Pero
América era algo nuevo para mí. Sólo sabía de
allí lo que había visto en televisión.
Para poder conocer el país y a su gente, me
hubiera gustado, después, mucho después,
volar hasta allí y conducir por la Route 66 con
una caravana alquilada o un auténtico camión
americano. Como otras muchas de las cosas
que iban asociadas a Brittany, no me podía ni
creer la forma en la que iba a conocerlo por
primera vez.
Como había hielo y nieve en la carretera,
esta vez fuimos al aeropuerto con el Volvo y
no con el Jaguar. Resultaba fantástico tener
muchos coches y poder elegir cuál se utilizaba
según el tiempo que hiciera.
—¿Por qué no vamos a un hotel? —
pregunté por enésima vez, mientras
esperábamos la salida.
Brittany apartó la vista con aspecto
nervioso.
—Porque he alquilado una casa. —Luego
me hizo cosquillas—. Y ahora cállate de una
vez. No te comportes como una niña.
—Soy una niña —dije, mientras intentaba
sujetarle las manos—. Es la primera vez que
viajo a América. Es una experiencia infantil
para mí.
—Entonces sé una niña, pero no una cría
—contestó.
—Pero en un hotel nos atenderían mucho
mejor —añadí.
—No mejor que donde vamos —dijo ella
—. Todos los días vendrá una chica a limpiar
y arreglar la casa. Además, hay un servicio
que te hace la compra si quieres cocinar, cosa
que sí deseo hacer. Y para eso necesito una
cocina y en un hotel no la tengo.
—¿Y cómo es? —pregunté.
Ella se mostró satisfecha.
—Déjate sorprender, porque no te lo voy a
contar ahora.
—Por favor, Brittany…, ¿cómo es? —
supliqué.
—Eres terrible —dijo ella—. Es una casa
como todas. ¿Cómo si no?
—Pues tú eres una ordinaria —repuse,
molesta.
—Ya lo sé. —Brittany se mostró aún más
satisfecha—. Pero no quiero estropearte la
sorpresa. Lo único que te puedo decir es que
es muy hermosa.
Sobre todo, lo que sí era seguro es que
habría resultado muy cara, pero ahora yo no
quería pensar en eso. Claro que nunca me lo
hubiera podido permitir sin Brittany, pero ella
había llegado a la conclusión de que yo me
tomaba todos aquellos lujos como algo muy
natural. Resulta muy fácil acostumbrarse a
esas cosas.
—El único problema que hay con Aspen es
lo que se tarda en el vuelo y el cambio de
horario —dijo Brittany, cuando ya estábamos
sentadas en el avión, en primera clase por
supuesto. Seguro que ella nunca había ido en
clase turista—. Siempre me lo pienso dos
veces antes de volar allí, pero, cuando me
acuerdo de la nieve en polvo y de sus
maravillosos paisajes, repito de nuevo. —Se
rió—. ¿Cómo puede resistirse alguien a un
lugar cuyo lema publicitario es: Fresh air
served daily? Me hubiera gustado haberlo
podido inventar yo.
—Ahí se ve lo que hace la publicidad —
dije, con una sonrisa, y la miré—. Seguro que
te ha agradado por eso.
—Sí, si perteneces a mi gremio —contestó
— nunca sabes realmente lo que puedes
provocar. Existen miles de estadísticas que
han estudiado la influencia que ejerce la
publicidad en el comportamiento de los
clientes, pero, aun así, nunca se sabe nada de
un modo preciso, porque no hay forma de
mirar dentro de la cabeza de las personas.
¿Por qué se compra un producto? ¿Por la
publicidad o porque te lo ha dicho la vecina?
Es imposible saberlo de verdad.
—Pero lo cierto es que los que te encargan
el trabajo piensan que la publicidad ejerce una
influencia —afirmé.
—Eso es cierto —agregó—. Y mientras
siga teniendo tantos contratos como los que
hay ahora, es algo en lo que no voy a pensar
mucho. A pesar de que, por supuesto, con
cada nueva campaña hay que pensar en la
forma de llegar a los clientes potenciales. En
todo caso, siempre esperamos que nuestro
trabajo tenga un significado. —Lanzó un
suspiro.
—Por eso prefiero ser periodista —dije yo
—. Uno sabe que su trabajo tiene un
significado, y no hay que echar mano de las
estadísticas para confirmarlo.
—¿Estás segura? —preguntó, alzando las
cejas—. ¿Qué es lo que es tan importante en
el periodismo? De hecho, hay veces que tengo
mis dudas cuando leo ciertos artículos.
—Bueno —respondí—, existen muchos
tipos de periodismo. Mi modelo es Antonia
Rados. Es maravillosa. Y sus artículos
siempre están bien fundados y documentados,
y son interesantes e independientes. No acepta
órdenes de nadie. A mí me gustaría llegar a
hacer lo mismo alguna vez.
Brittany me miró con una expresión extraña
en el rostro.
—Antonia Rados es reportera de guerra —
dijo—. Podía haber recibido algún disparo o
ser alcanzada por una bomba. Cuando me
acuerdo de sus crónicas desde Bagdad, bajo
una lluvia de bombas… —Se estremeció.
—Sí, claro. Es algo muy atractivo. No
resulta ser un trabajo tedioso en la oficina. —
La miré—. Oh, perdona, con eso no quería
decir que tu trabajo sea aburrido sólo porque
tú trabajes en una oficina.
—Bueno, muchas gracias —contestó,
burlona. Luego se puso otra vez seria—.
¿Desde cuándo sientes tanta ansia por las
aventuras? Yo pensaba que eras algo tímida.
—Sí, soy tímida —repuse—, pero desde
hace un tiempo —dije, mientras mantenía mi
mirada en ella— siento el deseo de vivir
aventuras.
Brittany debía de saber a lo que me refería,
pero no dijo nada.
—¿Cuándo llegamos? —pregunté.
—Estaremos en Denver a las tres de la
tarde —dijo—. Luego haremos escala para ir
a Aspen. El vuelo hasta allí dura poco más de
una hora.
—¿A las tres? —Miré mi reloj—. Faltan
dos horas. ¿Se tarda tan poco en llegar?
—Bueno, eso sólo si vas en la nave
Enterprise de Star Trek —dijo, con una
sonrisa—. Debes restar la diferencia horaria.
Me refiero a las tres de la tarde, hora local.
Según nuestro horario estaremos en Aspen
sobre la medianoche, pero allí serán las cuatro
de la tarde.
—¡Cielos! —contesté.
—Sí. —Sonrió—. Y luego tienes que
permanecer despierta hasta que sea la hora de
irse a dormir. Hay que luchar contra el jet-lag.
—Señaló mi muñeca—. Lo mejor es que
cambies ya la hora y así te resultará más fácil
acostumbrarte al nuevo horario.
Atrasé ocho horas mi reloj. En aquel
momento eran las cinco de la madrugada, lo
cual, era imposible, porque a esa hora yo
estaba acostada en mi cama y dormía de
forma plácida y profunda.
—¿Cuánto tiempo hace falta para adaptarse
al nuevo horario? —pregunté—. Porque allí
no vamos a estar muchos días.
—Sí, es un problema —contestó Brittany
—. Pero ayuda cuando se pasa mucho tiempo
fuera, al aire libre y al sol. Eso es lo que te
ocurre cuando estás esquiando, y lo llevas
muy bien. Cuanta más claridad haya, más
despierto está uno.
—Bueno, la verdad es que ya siento
curiosidad —dije yo.
—Ya lo verás —respondió—. La cosa
funciona muy bien. Claro está que lo mejor
sería una estancia más larga, pues al cabo de
una semana ya estás adaptada al horario. Por
desgracia, no tenemos tiempo para eso. —Me
miró—. Pero tú puedes quedarte más días si
lo deseas.
—¿Sin ti? —La miré, atónita—. ¿Qué haría
yo?
Brittany me contempló como si yo hubiera
dicho algo sorprendente, luego se volvió y
miró al pasillo para llamar a la azafata.
Yo hubiera jurado que la había visto tragar
saliva. ¿Qué ocurría? ¿Qué había dicho?
Estaba muy claro que yo nunca querría
quedarme en Aspen si ella no estaba allí. Nada
podía resultarme atractivo puesto que, para
mí, lo maravilloso era ella. ¿Acaso no lo
sabía? Con ella yo sería feliz en cualquier
sitio. Sin ella no lo sería, estuviera donde
estuviera.
Llegó la azafata y Brittany le pidió un café.
—¿Café? —pregunté—. ¿No te tomas un
whisky?
Me miró de nuevo con una expresión
extraña. Al parecer, hoy lo decía todo mal.
—Hoy no —dijo—. Tú también deberías
tomarte un café para mantenerte despierta.
El vuelo, en comparación con el primero
que había hecho a Grecia, era largo de verdad,
pero por fin llegamos a Denver. La escala en
el aeropuerto fue incluso más rápida que hacer
transbordo en una estación de ferrocarril y
pronto estuvimos sentadas en un avión con
destino a Aspen. Poco a poco se iba
acercando la medianoche, según nuestro
horario europeo, pero no tuve ni la más
mínima oportunidad de sentirme cansada,
porque todo era muy excitante. Además,
siguiendo los consejos de Brittany, había
tomado mucho café. Y fuera el sol brillaba en
el cielo azul. Yo me preguntaba cómo iría
todo. Ahora no se podía dormir en Aspen y
cuando en nuestras casas fuera el momento de
ir a la cama allí sería otra vez de día.
*********************************************************************
Bueno ahí les dejo el cap de hoy, les comento que no voy actualizar
como antes, lo haré un día si y un día no, así sucesivamente! ya que los días que no actualizo serán en los cuales estaré adaptando otra historia !!
Besos y abrazos:
Posdata: ya vieron la foto que subio Nay a instagram es de una cadenita de oro con el nombre de su hijo Josey
Yo estaba muy nerviosa cuando, el segundo
día de Navidad, nos dirigimos al
aeropuerto. Esta vez no era como en el
verano. Yo ya había volado antes y, además,
conocía a Brittany mucho mejor. Pero
América era algo nuevo para mí. Sólo sabía de
allí lo que había visto en televisión.
Para poder conocer el país y a su gente, me
hubiera gustado, después, mucho después,
volar hasta allí y conducir por la Route 66 con
una caravana alquilada o un auténtico camión
americano. Como otras muchas de las cosas
que iban asociadas a Brittany, no me podía ni
creer la forma en la que iba a conocerlo por
primera vez.
Como había hielo y nieve en la carretera,
esta vez fuimos al aeropuerto con el Volvo y
no con el Jaguar. Resultaba fantástico tener
muchos coches y poder elegir cuál se utilizaba
según el tiempo que hiciera.
—¿Por qué no vamos a un hotel? —
pregunté por enésima vez, mientras
esperábamos la salida.
Brittany apartó la vista con aspecto
nervioso.
—Porque he alquilado una casa. —Luego
me hizo cosquillas—. Y ahora cállate de una
vez. No te comportes como una niña.
—Soy una niña —dije, mientras intentaba
sujetarle las manos—. Es la primera vez que
viajo a América. Es una experiencia infantil
para mí.
—Entonces sé una niña, pero no una cría
—contestó.
—Pero en un hotel nos atenderían mucho
mejor —añadí.
—No mejor que donde vamos —dijo ella
—. Todos los días vendrá una chica a limpiar
y arreglar la casa. Además, hay un servicio
que te hace la compra si quieres cocinar, cosa
que sí deseo hacer. Y para eso necesito una
cocina y en un hotel no la tengo.
—¿Y cómo es? —pregunté.
Ella se mostró satisfecha.
—Déjate sorprender, porque no te lo voy a
contar ahora.
—Por favor, Brittany…, ¿cómo es? —
supliqué.
—Eres terrible —dijo ella—. Es una casa
como todas. ¿Cómo si no?
—Pues tú eres una ordinaria —repuse,
molesta.
—Ya lo sé. —Brittany se mostró aún más
satisfecha—. Pero no quiero estropearte la
sorpresa. Lo único que te puedo decir es que
es muy hermosa.
Sobre todo, lo que sí era seguro es que
habría resultado muy cara, pero ahora yo no
quería pensar en eso. Claro que nunca me lo
hubiera podido permitir sin Brittany, pero ella
había llegado a la conclusión de que yo me
tomaba todos aquellos lujos como algo muy
natural. Resulta muy fácil acostumbrarse a
esas cosas.
—El único problema que hay con Aspen es
lo que se tarda en el vuelo y el cambio de
horario —dijo Brittany, cuando ya estábamos
sentadas en el avión, en primera clase por
supuesto. Seguro que ella nunca había ido en
clase turista—. Siempre me lo pienso dos
veces antes de volar allí, pero, cuando me
acuerdo de la nieve en polvo y de sus
maravillosos paisajes, repito de nuevo. —Se
rió—. ¿Cómo puede resistirse alguien a un
lugar cuyo lema publicitario es: Fresh air
served daily? Me hubiera gustado haberlo
podido inventar yo.
—Ahí se ve lo que hace la publicidad —
dije, con una sonrisa, y la miré—. Seguro que
te ha agradado por eso.
—Sí, si perteneces a mi gremio —contestó
— nunca sabes realmente lo que puedes
provocar. Existen miles de estadísticas que
han estudiado la influencia que ejerce la
publicidad en el comportamiento de los
clientes, pero, aun así, nunca se sabe nada de
un modo preciso, porque no hay forma de
mirar dentro de la cabeza de las personas.
¿Por qué se compra un producto? ¿Por la
publicidad o porque te lo ha dicho la vecina?
Es imposible saberlo de verdad.
—Pero lo cierto es que los que te encargan
el trabajo piensan que la publicidad ejerce una
influencia —afirmé.
—Eso es cierto —agregó—. Y mientras
siga teniendo tantos contratos como los que
hay ahora, es algo en lo que no voy a pensar
mucho. A pesar de que, por supuesto, con
cada nueva campaña hay que pensar en la
forma de llegar a los clientes potenciales. En
todo caso, siempre esperamos que nuestro
trabajo tenga un significado. —Lanzó un
suspiro.
—Por eso prefiero ser periodista —dije yo
—. Uno sabe que su trabajo tiene un
significado, y no hay que echar mano de las
estadísticas para confirmarlo.
—¿Estás segura? —preguntó, alzando las
cejas—. ¿Qué es lo que es tan importante en
el periodismo? De hecho, hay veces que tengo
mis dudas cuando leo ciertos artículos.
—Bueno —respondí—, existen muchos
tipos de periodismo. Mi modelo es Antonia
Rados. Es maravillosa. Y sus artículos
siempre están bien fundados y documentados,
y son interesantes e independientes. No acepta
órdenes de nadie. A mí me gustaría llegar a
hacer lo mismo alguna vez.
Brittany me miró con una expresión extraña
en el rostro.
—Antonia Rados es reportera de guerra —
dijo—. Podía haber recibido algún disparo o
ser alcanzada por una bomba. Cuando me
acuerdo de sus crónicas desde Bagdad, bajo
una lluvia de bombas… —Se estremeció.
—Sí, claro. Es algo muy atractivo. No
resulta ser un trabajo tedioso en la oficina. —
La miré—. Oh, perdona, con eso no quería
decir que tu trabajo sea aburrido sólo porque
tú trabajes en una oficina.
—Bueno, muchas gracias —contestó,
burlona. Luego se puso otra vez seria—.
¿Desde cuándo sientes tanta ansia por las
aventuras? Yo pensaba que eras algo tímida.
—Sí, soy tímida —repuse—, pero desde
hace un tiempo —dije, mientras mantenía mi
mirada en ella— siento el deseo de vivir
aventuras.
Brittany debía de saber a lo que me refería,
pero no dijo nada.
—¿Cuándo llegamos? —pregunté.
—Estaremos en Denver a las tres de la
tarde —dijo—. Luego haremos escala para ir
a Aspen. El vuelo hasta allí dura poco más de
una hora.
—¿A las tres? —Miré mi reloj—. Faltan
dos horas. ¿Se tarda tan poco en llegar?
—Bueno, eso sólo si vas en la nave
Enterprise de Star Trek —dijo, con una
sonrisa—. Debes restar la diferencia horaria.
Me refiero a las tres de la tarde, hora local.
Según nuestro horario estaremos en Aspen
sobre la medianoche, pero allí serán las cuatro
de la tarde.
—¡Cielos! —contesté.
—Sí. —Sonrió—. Y luego tienes que
permanecer despierta hasta que sea la hora de
irse a dormir. Hay que luchar contra el jet-lag.
—Señaló mi muñeca—. Lo mejor es que
cambies ya la hora y así te resultará más fácil
acostumbrarte al nuevo horario.
Atrasé ocho horas mi reloj. En aquel
momento eran las cinco de la madrugada, lo
cual, era imposible, porque a esa hora yo
estaba acostada en mi cama y dormía de
forma plácida y profunda.
—¿Cuánto tiempo hace falta para adaptarse
al nuevo horario? —pregunté—. Porque allí
no vamos a estar muchos días.
—Sí, es un problema —contestó Brittany
—. Pero ayuda cuando se pasa mucho tiempo
fuera, al aire libre y al sol. Eso es lo que te
ocurre cuando estás esquiando, y lo llevas
muy bien. Cuanta más claridad haya, más
despierto está uno.
—Bueno, la verdad es que ya siento
curiosidad —dije yo.
—Ya lo verás —respondió—. La cosa
funciona muy bien. Claro está que lo mejor
sería una estancia más larga, pues al cabo de
una semana ya estás adaptada al horario. Por
desgracia, no tenemos tiempo para eso. —Me
miró—. Pero tú puedes quedarte más días si
lo deseas.
—¿Sin ti? —La miré, atónita—. ¿Qué haría
yo?
Brittany me contempló como si yo hubiera
dicho algo sorprendente, luego se volvió y
miró al pasillo para llamar a la azafata.
Yo hubiera jurado que la había visto tragar
saliva. ¿Qué ocurría? ¿Qué había dicho?
Estaba muy claro que yo nunca querría
quedarme en Aspen si ella no estaba allí. Nada
podía resultarme atractivo puesto que, para
mí, lo maravilloso era ella. ¿Acaso no lo
sabía? Con ella yo sería feliz en cualquier
sitio. Sin ella no lo sería, estuviera donde
estuviera.
Llegó la azafata y Brittany le pidió un café.
—¿Café? —pregunté—. ¿No te tomas un
whisky?
Me miró de nuevo con una expresión
extraña. Al parecer, hoy lo decía todo mal.
—Hoy no —dijo—. Tú también deberías
tomarte un café para mantenerte despierta.
El vuelo, en comparación con el primero
que había hecho a Grecia, era largo de verdad,
pero por fin llegamos a Denver. La escala en
el aeropuerto fue incluso más rápida que hacer
transbordo en una estación de ferrocarril y
pronto estuvimos sentadas en un avión con
destino a Aspen. Poco a poco se iba
acercando la medianoche, según nuestro
horario europeo, pero no tuve ni la más
mínima oportunidad de sentirme cansada,
porque todo era muy excitante. Además,
siguiendo los consejos de Brittany, había
tomado mucho café. Y fuera el sol brillaba en
el cielo azul. Yo me preguntaba cómo iría
todo. Ahora no se podía dormir en Aspen y
cuando en nuestras casas fuera el momento de
ir a la cama allí sería otra vez de día.
*********************************************************************
Bueno ahí les dejo el cap de hoy, les comento que no voy actualizar
como antes, lo haré un día si y un día no, así sucesivamente! ya que los días que no actualizo serán en los cuales estaré adaptando otra historia !!
Besos y abrazos:
Posdata: ya vieron la foto que subio Nay a instagram es de una cadenita de oro con el nombre de su hijo Josey
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
no he visto la foto todavia, lastima que no actualices diario pero si es por otra historia esta mas que bien, de verdad estoy desesperada por saber todo sobre brittany!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 4
Cuando llegamos a Aspen me asusté. El
aeropuerto estaba en medio de las montañas,
lo mismo que la ciudad. Y todo me parecía
muy pequeño. En cambio, el avión,
comparado con el salta-islas del Egeo, era
mucho más grande.
—¿De verdad pretende aterrizar ahí? —le
pregunté a Brittany, algo temerosa.
Brittany se rió.
—No tengas miedo, las Montañas Rocosas
no se tragan a las personas. O sólo lo hacen en
raras ocasiones. Pero hay una leyenda que
dice que existen montañas que son una
excepción.
Yo la miré.
—Me estás tomando el pelo —dije.
—Sí. —Sonrió para tranquilizarme—. El
piloto conoce su oficio, no es la primera vez
que lo hace.
—¿Cómo lo sabes? ¿Lo conoces? —
pregunté, escéptica, mientras echaba un
vistazo hacia abajo. Las montañas se nos
acercaban, amenazadoras.
Ella se rió.
—Pronto llegaremos. Todo irá bien.
Al instante se escuchó un aviso de la
azafata para que nos ajustáramos los
cinturones de seguridad.
Durante el aterrizaje cerré los ojos pero, tal
y como había dicho Brittany, todo fue bien.
Cuando llegamos a la terminal, de nuevo
quedé muy sorprendida.
—¡Esto es como el salvaje Oeste! —
exclamé—. ¿Es, de verdad, un aeropuerto?
—A las pruebas me remito —afirmó
Brittany, sonriente—. Todo Aspen parece una
ciudad del Oeste. Esto no es nada —dijo ella
—. Ése es el atractivo principal de la ciudad.
—Ah —dije yo. Me di la vuelta sobre mi
propio eje—. No pensaba que fuera tan
pequeña. Se oye hablar tanto de Aspen. Yo
creí que habría montones de personas y que
sería más grande.
—Eso es lo más agradable —dijo ella—. La
ciudad en sí no tiene más de seis mil
habitantes. Un pueblo, podría decirse. Los
turistas son muchos más, pero ha conservado
intacto su carácter de pequeña ciudad
americana. A pesar de la gran cantidad de
visitantes, nunca he visto una cola delante de
un remonte. Aquí lo tienen todo muy previsto.
—Yo había oído decir que Aspen era el
Saint Moritz americano. Por eso pensé que
sería más… glamuroso.
—Bueno, Saint Moritz tampoco es
demasiado grande —afirmó ella—, pero en
Aspen hay otra actitud frente a la vida. Por
eso vengo aquí.
—¿Has estado en Saint Moritz? —
pregunté.
—Sí —respondió, mirando a su alrededor
—. Por supuesto.
La verdad es que me podía haber ahorrado
la pregunta.
Ella alzó la mano como si quisiera saludar a
un conocido, pero el que se nos acercó y nos
saludó, vestido con una camisa a cuadros
propia de un leñador, fue el hijo del dueño de
la casa.
—Las llevo para allá —nos informó. Por lo
menos yo entendía el idioma. No era como
aquella vez en Grecia, donde el inglés que se
hablaba precisaba de bastante práctica para
poder entenderlo—. ¿Han recogido el
equipaje?
—No, pero ya llega —dijo Brittany,
mientras señalaba a las maletas que salían en
ese momento.
Nos acercamos a la cinta. El vaquero de las
Montañas Rocosas preguntó cuáles eran
nuestras cosas y las sacó fuera.
Nosotras lo seguimos. Delante de la puerta
había aparcado un gran camión.
—Por favor, ladies, suban —dijo el joven
con mucha amabilidad. Le sujetó la puerta a
Brittany—. Ma´am…
Yo me preguntaba qué diferencia existiría
en el idioma norteamericano entre «ma´am»,
que me sonó como «madame», y «lady».
Tenía que preguntárselo a Brittany, porque
quizás ella lo sabía.
El trayecto no fue largo. La casa estaba
situada dentro de la ciudad, a sólo unos
bloques del centro, y sin embargo su
aislamiento era total.
Y tenía unas maravillosas vistas sobre las
montañas. De nuevo me quedé sin palabras.
Todo estaba blanco y en el punto más
hermoso estaba la cabaña de leñador, es decir,
que la choza estaba en medio de la nada. Era
una gran casa de madera de varios pisos, al
estilo del salvaje Oeste, aunque seguro que sus
lujos no los habían conocido antes en el Oeste
americano.
El joven metió las maletas en la casa, le
entregó las llaves a Brittany y se despidió.
—El SUV lo tiene usted detrás de la casa,
tal como nos encargó —dijo—. Ya lo conoce.
Si necesita algo llámeme y estaré aquí en
cinco minutos. Si le falta algo también se lo
puede decir a la chica de la limpieza.
—Nunca ha faltado nada —aseguró
Brittany con una sonrisa—. Gracias.
Él se dio un toque en su sombrero de
vaquero.
—Entonces le deseo una buena estancia,
Ma´am. —Se marchó.
—¡Madre mía! —Yo estaba en el centro de
la habitación, que parecía ser la única que
había en el piso de abajo—. ¿Qué es esto?
—Una casa, como ya te dije —afirmó,
sonriente.
—Yo pensaba que sería una casita con un
par de habitaciones o algo por el estilo. Nunca
me podría haber imaginado una casa así —
dije.
Brittany sonrió.
—Arriba tiene cuatro dormitorios.
—Pero nosotras sólo somos dos —apunté,
algo irritada.
Ella rió y se dirigió a la chimenea.
—Por desgracia no he podido obligarles a
que quiten las que sobran —contestó.
Brittany estaba acostumbrada a tener
muchas habitaciones. En su propia casa
pasaba algo parecido. Pero para mí resultaba
exagerado. ¿Iría aquello en consonancia con
su forma de ser?
—La chimenea es enorme —dije.
—No es nada especial para América —
contestó—. Adoran las chimeneas.
Yo la miré. Seguro que sería muy
romántico por las noches, cuando el fuego
crepitara en la chimenea y por los grandes
ventanales se viera nevar en el exterior.
Aunque el romanticismo…, humm…, no era
precisamente la especialidad de Brittany. Pero,
quizás… aquí… Yo esperaba que ella pudiera
ser un poco más romántica.
—Vamos arriba —dijo— y desharemos las
maletas. —Se puso la mano ante la boca para
esconder un bostezo—. Se podrá tomar todo
el café que se quiera pero, aun así, para
nosotras seguirá siendo la una de la
madrugada.
Una vez arriba, se dirigió a una de las
habitaciones y colocó allí su maleta.
—Ésta es la que yo elijo siempre —dijo,
con una sonrisa de cansancio—. Tú puedes
elegir la que quieras entre las otras tres.
Búscate una.
Escogí la que pillaba más cerca de ella.
Quería estar tan a su lado como me fuera
posible. Luego volví a su dormitorio.
—Aquí la vista es aún más hermosa —dije
—. Menuda casa.
—Arriba del todo es… —Se interrumpió—.
Los paisajes de aquí son irrepetibles —
continuó—. Incluso hay desiertos delante de
las montañas cubiertas de nieve.
—¿De verdad? ¿Las dos cosas a la vez?
¡No me lo puedo creer!
—Ya veremos si nos da tiempo —dijo— y
te lo puedo enseñar.
Me eché a reír.
—Hay una canción country, Rocky
Mountain Mama, que me recuerda mucho a
esto.
—Pon la radio —indicó—. Seguro que
escucharás algo parecido. Aquí la ponen todo
el rato y en todos los sitios.
—¿Te gusta la música country? —pregunté.
—Cuando estoy aquí, sí —dijo—. En casa
me gusta menos.
—Es lo mismo que ocurre con el café
griego cuando se toma en casa —afirmé yo.
—Sí, claro —respondió—. Nunca había
pensado en eso. —Bostezó de nuevo y se
puso la mano delante de la boca. Creo que me
voy a tomar unas pastillas de cafeína o no
podré aguantar. —Abrió el bolso y sacó algo
de él.
—Y luego iremos fuera, a la nieve —dijo,
mientras se dirigía al lavabo—. Voy a
enseñarte los alrededores.
Capítulo 5
Aspen era tal como Brittany había descrito.
Estaba allí, un pueblo del salvaje Oeste
americano entre montañas cubiertas de nieve,
una pequeña ciudad con muchos turistas, que
durante las Navidades poblaban sus calles y su
estación de esquí.
A pesar de eso, los vendedores de los
comercios eran igual de amables y atentos que
la gente que caminaba por las calles. Daba la
impresión de que nosotras éramos las únicas
visitantes y de que ellos estaban encantados
por nuestra visita.
—Ocurre lo mismo en casi toda América —
dijo Brittany—, a excepción de las metrópolis
gigantescas, como Nueva York. Esto es muy
distinto a Alemania.
—Eso sí que lo puedes decir —contesté,
sorprendida—. Ahora entiendo por qué
prefieres venir aquí antes que quedarte en
casa. Enseguida te sientes bienvenida, a pesar
de estar tan lejos de casa y aunque la gente
hable otro idioma.
—A veces pienso que ellos hablan más con
el corazón que con el cerebro —dijo Brittany
algo pensativa—. Justo al contrario que
nosotros.
—Es una pena —añadí yo y la miré—.
¿Qué te dice tu corazón? Me gustaría saberlo.
Caminamos por la calle principal,
disfrutando de la atmósfera invernal que, a
pesar de las muchas personas, irradiaba cierto
sosiego. La nieve amortiguaba mucho los
ruidos y transmitía una sensación de lentitud.
—Tú lo dijiste, te gusta el country —dijo de
repente Brittany—. Entonces es
imprescindible que compremos algo adecuado
para ti.
Quise protestar, pero me empujó hacia el
interior de una tienda. Cuando miré a mi
alrededor, me di cuenta de que allí uno podía
disponer de todo lo necesario para adquirir el
aspecto de un vaquero, auténtico o falso.
Brittany se dirigió a una estantería y cogió
un sombrero.
—Seguro que esto te hace falta —dijo entre
risas y me lo colocó.
Lo siguiente fue ir a una estantería repleta
de camisas.
—Con cuadros o sin cuadros, ésa es la
cuestión —declamó a lo Shakespeare, pero de
una forma muy personal.
Brittany miró a nuestro alrededor.
—¿Qué número de zapato calzas?
—¿Para qué? —pregunté, turbada.
—Botas —respondió—. Necesitas botas:
unas de esas de puntas tan afiladas con las que
puedes ensartar a alguien.
—¿Se pueden usar para andar? —pregunté.
—Durante un rato sí es posible, pero sólo
por poco tiempo. Para mí constituye todo un
misterio que la gente de aquí puedan llevarlas
puestas todo el tiempo.
—Lo más probable es que, desde muy
pequeños, los pies ya les crezcan adoptando
esa forma —bromeé.
—Puede ser —admitió. Levantó un par de
botas tan puntiagudas que casi no me lo podía
creer. Tenían la puntera recubierta de plata—.
¿Qué tal te irían éstas? —preguntó.
—Creo que en realidad no… —dije,
insegura.
Me puso en los brazos una camisa y las
botas.
—Pruébatelo. Tenemos que empezar por
algún sitio.
Perpleja, me dirigí a los probadores y me
cambié. La camisa era bonita, sin cuadros,
pero tenía unos pespuntes en los hombros y
bordados superpuestos. Las botas eran…
Había que acostumbrarse a ellas. Me tambaleé
un poco cuando salí del probador con ellas
puestas.
—Tienes buen aspecto —comentó Brittany
con mirada experta—. ¿Te gusta?
—No estoy acostumbrada —repliqué—.
Por lo general no me pongo estas cosas.
—Ya lo sé, pero te van bien. —Sonrió.
—No voy a poder andar mucho con estas
botas. Me aprietan los dedos.
—Coge un número mayor —contestó—.
Así irás mejor. —Me miró de nuevo de arriba
abajo—. La camisa te queda muy bien —dijo
—. ¿O prefieres otra?
—No, ésta me gusta. —Me quité las botas
y me probé otras de un número más. Me iban
mucho mejor—. ¿Tengo que llevarlas puestas
siempre que camine por Aspen? —pregunté.
—No. —Sonrió—. Tan sólo hoy por la
noche, cuando salgamos a bailar.
—¿Vamos a ir a bailar? —pregunté,
perpleja.
—Bueno, si es que se puede llamar bailar a
lo que practican en esos garitos para vaqueros
—dijo Brittany—. Pensé que podría resultarte
interesante. Hoy ya no podemos ir a esquiar.
—No sé bailar —dije, con turbación.
—No se van a dar ni cuenta —replicó
Brittany—. Es una simple diversión. Y
también tienen un toro mecánico.
—¿Un toro mecánico? —Me sentía
realmente perpleja.
—Sí, si quieres puedes montarte para ver
cuánto tiempo aguantas arriba.
—Gracias, pero renuncio —contesté.
—Míralo primero —insistió Brittany—, es
muy entretenido.
—Quizá para los espectadores —contesté.
—Eso seguro —dijo Brittany, con una
sonrisa—. Vamos a casa. Tengo que
cambiarme de ropa. Y luego iremos a Sally´s
Saddle Ranch.
Una vez que se hubo cambiado, pensé si yo
no hubiera debido invertir un poco más de
tiempo en la elección de mi ropa. Brittany
tenía un aspecto fantástico. En raras ocasiones
llevaba vaqueros, y la verdad es que le
sentaban muy bien. Lo mismo que yo, ella
también llevaba camisa, botas y sombrero,
todo ello de estilo vaquero, pero, bueno, aun
así no tenía pinta de ser una chica del lugar.
—¡Guau, Brittany :O! —exclamé, al verla salir
de la habitación—. Pienso que estás
sencillamente… —titubeé, sin saber si iba a
aceptar mi cumplido. Hasta ahora nunca lo
había hecho— …maravillosa —concluí.
Ella sonrió.
—Gracias —dijo—. Vámonos antes de que
me quede dormida. —Descendió por la
escalera.
Al menos no había replicado nada ni se lo
había tomado como una exageración, y eso ya
era algo. La seguí y no tardamos mucho en
llegar al Sally´s Saddle Ranch.
Al entrar al local sentimos como si nos
hubiéramos desplazado a una serie de
televisión. Un largo mostrador, cerveza,
personas con sombreros vaqueros armando
jaleo, música country y el toro mecánico, que
pude ver desde la puerta. De repente, en una
parte del local se hizo el silencio.
—¿Aquí hay que saludar ahora con un
«Howdie Partner»? —le pregunté a
Brittany, medio en broma medio en serio. No
estaba muy segura.
—No creo que sea necesario —contestó
Brittany, con una sonrisa de satisfacción.
—Me siento un poco intranquila —dije yo.
—¿Una cerveza o bailamos? —preguntó
Brittany—. ¿Qué prefieres primero?
—No lo sé. —Me sentía abrumada—.
Todavía estoy distraída mirándolo todo.
—Puedes subirte al toro mientras lo piensas
—comentó.
La miré con una expresión de espanto.
—¿De verdad quieres que monte ahí?
—Sólo si tú lo deseas —dijo ella.
En aquel momento un hombre se subió al
toro y el aparato comenzó a moverse. Al
principio iba muy despacio. El toro se movía
hacia delante y hacia detrás; luego alzó los
cuartos traseros y más tarde los delanteros.
Era muy parecido al columpio del parque de
juegos infantiles que había en la esquina de mi
casa.
El hombre reía, se mantenía firme y no
hacía mucho esfuerzo para seguir los
movimientos de aquel lomo artificial. Algunos
amigos suyos, apostados alrededor del toro,
comenzaron a jalear y a animarlo. Casi sin
previo aviso, la velocidad fue en aumento y
eso sí se pudo apreciar en la expresión de su
rostro. Ahora ya tenía que sujetarse con
firmeza.
Durante unos segundos todo fue bien, pero
luego el artefacto comenzó a encabritarse. La
parte trasera empujó con fuerza hacia delante
y luego lo hizo la delantera. Al mismo tiempo
el tronco artificial se movió con brusquedad a
izquierda y derecha. El jinete no aguantó
mucho. Voló a lo alto y se cayó del
encabritado aparato.
Alrededor había unas colchonetas sobre las
que aterrizó. Cuando se levantó, sus colegas,
entre risas, le pusieron una cerveza en la mano
y festejaron su «victoria» con vítores.
—No, gracias —me dirigí a Brittany—. No
voy a montar de ninguna de las maneras.
—Pero es divertido —dijo ella—. Y él no
ha hecho otra cosa que pasárselo bien.
—Si te parece tan fantástico, ¿por qué no lo
haces tú? —contesté.
—Yo… —Dejó de hablar y sonrió—.
Vamos a bailar.
Fuimos a la pista de baile y Brittany señaló
a la gente que había allí.
—Haz lo mismo que ellos —dijo.
Existen dos formas de bailar. Unos bailaban
juntos y otros separados, como una especie de
Square Dance, es decir, cada uno bailaba
como le daba la gana, sin seguir pautas ni
pasos. Yo intenté imitarlos, pero no era tan
sencillo como parecía.
—Ven —dijo Brittany, riendo, y me cogió
entre sus brazos—. ¿Sabes bailar el vals? La
mayoría de las canciones tiene un compás de
tres por cuatro.
Yo estaba tan sorprendida que me quedé
petrificada. Ella comenzó a bailar y me hizo
seguirla. Era muy bonito eso de estar entre sus
brazos y sentirse guiada por ella.
—En realidad no sé bailar el vals —dije,
después de unos segundos.
—Pues lo haces muy bien —contestó,
sonriéndome.
¡Oh, cuánto la quería! Cuando ahora
miraba sus risueños ojos, notaba sus brazos en
mi espalda, sus caderas que me dirigían con
suavidad en la dirección correcta: ya no me
podía imaginar que la cosa pudiera ser de otra
forma.
Al terminar la canción country, ella se
quedó de pie.
—¡Ahora sí que necesito una cerveza! —
exclamó, algo acalorada.
Yo me sentía también muy acalorada, pero
no tenía muy claro si era a causa del baile.
Fuimos hacia el bar y pedimos unas
cervezas. Colocaron unas enormes jarras ante
nosotras. Bebí un sorbo y casi lo escupí.
—¿Esto es cerveza? —pregunté,
horrorizada.
Brittany se rió y bebió un gran trago.
—Debes guiarte por tu gusto particular: si
no te gusta, no tienes más que dejarla ahí.
Yo no era una entusiasta de la cerveza,
pero aquel brebaje me impediría, con mucho,
convertirme en una verdadera adicta.
Brittany me sonrió de nuevo.
—Espera a probar el café americano
mañana por la mañana —dijo, con una
mueca.
—¡Oh, Dios! ¿Es tan malo?
Ella volvió a hacer otra mueca.
—Es peor.
Yo la miré, allí de pie, con el sombrero
vaquero echado hacia atrás, casi en el cuello,
y con un pie sobre la barra del suelo, y pensé
que, de haber existido en aquella época,
seguro que hubiera vivido en el salvaje Oeste.
Una mujer con un aspecto propio de aquel
lugar entró en el bar y pidió una cerveza.
Nos miró mientras esperaba y luego dijo:
—Hey, Britt, ¿ya has vuelto?
Necesité unos segundos para darme cuenta
de que se dirigía a Brittany. Nunca había oído
que alguien la llamara «Britt». Miré a
Brittany.
A ella no le pareció bien que la mujer le
dirigiera la palabra.
Titubeó un buen rato antes de reaccionar.
—Hola, Ray —dijo, con cara impasible.
Ray hizo una mueca, tomó su cerveza, me
miró de arriba abajo, luego se dirigió de nuevo
a Brittany y le dijo, con suficiencia:
—Bueno, pues que te lo pases bien. —
Luego se dirigió al toro mecánico.
Brittany bebió y no dijo nada. Yo la miré de
nuevo.
«Por lo que parece, a Aspen no ha venido
sólo a esquiar», pensé.
Miré a Ray mientras desaparecía entre la
multitud. Tenía el mismo aspecto que un
auténtico vaquero. ¿No me había asegurado
Brittany que no le gustaban de ese tipo?
No era la primera vez que yo sentía celos
con Brittany. Era lo mismo que me había
pasado en el Egeo con el tal Spyros, pero
ahora me ocurría con una mujer. Intenté
reorganizar mis sentimientos. Ella no había
mostrado ningún interés por Ray, pero estaba
claro que había habido algo entre ellas. Y yo
no sabía cómo llevaba esas cosas Brittany.
No me atreví a preguntarle, pues no sabía
cómo iba a reaccionar. Todo era muy
hermoso y no deseaba que se enfadara
conmigo.
Brittany bebió otro trago más de su enorme
cerveza y luego la dejó en el mostrador.
—Creo que hoy vas a tener que renunciar a
montar en el toro —dijo—. La cafeína
tampoco me ha ayudado mucho. Para
nosotras ahora es como si fueran las cuatro de
la madrugada.
Toda aquella excitación me había hecho
olvidar el cansancio, pero ahora que lo
comentaba, pude sentirlo muy bien.
—Voy a echar de menos el toro —dije,
burlona.
Ella también intentó sonreír, pero tenía un
aspecto cansado.
—Espero que no llores en sueños por eso
—dijo, en plan de burla.
Abandonamos el local y regresamos a
nuestra lujosa mansión.
Brittany se fue de inmediato hacia arriba y
yo la seguí. Me metí en mi habitación y me
dispuse a dormir.
De repente la noté detrás de mí y me
abrazó.
Me eché hacia atrás para sentir mi cuerpo
contra el suyo.
—Brittany… —suspiré.
Sus manos se adelantaron para
desabrocharme la camisa; luego me
acariciaron los pechos: me di cuenta de cómo
se excitaban.
—Desnúdate —me susurró al oído.
Lo hice con rapidez y me metí en la cama.
Cuando ella se echó a mi lado me di cuenta de
que ya estaba desnuda.
Se tumbó sobre mí, me besó, me acarició y
se deslizó hacia abajo en dirección a los
muslos; metió sus manos entre mis piernas.
Por un momento se quedó tumbada, callada, y
sólo pude escuchar su reposada respiración en
mi oreja.
Tuve que sonreír. Se había quedado
dormida sobre mí. Sentí su cuerpo que, en el
sueño, era pesado y blando. Era maravilloso.
La rodeé con mis brazos con todo cuidado
para no despertarla.
—¡Brittany, te quiero tanto! —susurré,
aprovechando que no me podía oír. Por fin
me había decidido a decírselo.
La abracé con fuerza y me quedé dormida,
mientras Brittany seguía echada sobre mí.
***************************************************
Y que llegaron las Brittana a los EE:UU,
bueno aquí les dejo el cap ya que mañana sera un día muy
ocupado para mi y no podre actualizar!! Nos leemos el lunes,
besos
Cuando llegamos a Aspen me asusté. El
aeropuerto estaba en medio de las montañas,
lo mismo que la ciudad. Y todo me parecía
muy pequeño. En cambio, el avión,
comparado con el salta-islas del Egeo, era
mucho más grande.
—¿De verdad pretende aterrizar ahí? —le
pregunté a Brittany, algo temerosa.
Brittany se rió.
—No tengas miedo, las Montañas Rocosas
no se tragan a las personas. O sólo lo hacen en
raras ocasiones. Pero hay una leyenda que
dice que existen montañas que son una
excepción.
Yo la miré.
—Me estás tomando el pelo —dije.
—Sí. —Sonrió para tranquilizarme—. El
piloto conoce su oficio, no es la primera vez
que lo hace.
—¿Cómo lo sabes? ¿Lo conoces? —
pregunté, escéptica, mientras echaba un
vistazo hacia abajo. Las montañas se nos
acercaban, amenazadoras.
Ella se rió.
—Pronto llegaremos. Todo irá bien.
Al instante se escuchó un aviso de la
azafata para que nos ajustáramos los
cinturones de seguridad.
Durante el aterrizaje cerré los ojos pero, tal
y como había dicho Brittany, todo fue bien.
Cuando llegamos a la terminal, de nuevo
quedé muy sorprendida.
—¡Esto es como el salvaje Oeste! —
exclamé—. ¿Es, de verdad, un aeropuerto?
—A las pruebas me remito —afirmó
Brittany, sonriente—. Todo Aspen parece una
ciudad del Oeste. Esto no es nada —dijo ella
—. Ése es el atractivo principal de la ciudad.
—Ah —dije yo. Me di la vuelta sobre mi
propio eje—. No pensaba que fuera tan
pequeña. Se oye hablar tanto de Aspen. Yo
creí que habría montones de personas y que
sería más grande.
—Eso es lo más agradable —dijo ella—. La
ciudad en sí no tiene más de seis mil
habitantes. Un pueblo, podría decirse. Los
turistas son muchos más, pero ha conservado
intacto su carácter de pequeña ciudad
americana. A pesar de la gran cantidad de
visitantes, nunca he visto una cola delante de
un remonte. Aquí lo tienen todo muy previsto.
—Yo había oído decir que Aspen era el
Saint Moritz americano. Por eso pensé que
sería más… glamuroso.
—Bueno, Saint Moritz tampoco es
demasiado grande —afirmó ella—, pero en
Aspen hay otra actitud frente a la vida. Por
eso vengo aquí.
—¿Has estado en Saint Moritz? —
pregunté.
—Sí —respondió, mirando a su alrededor
—. Por supuesto.
La verdad es que me podía haber ahorrado
la pregunta.
Ella alzó la mano como si quisiera saludar a
un conocido, pero el que se nos acercó y nos
saludó, vestido con una camisa a cuadros
propia de un leñador, fue el hijo del dueño de
la casa.
—Las llevo para allá —nos informó. Por lo
menos yo entendía el idioma. No era como
aquella vez en Grecia, donde el inglés que se
hablaba precisaba de bastante práctica para
poder entenderlo—. ¿Han recogido el
equipaje?
—No, pero ya llega —dijo Brittany,
mientras señalaba a las maletas que salían en
ese momento.
Nos acercamos a la cinta. El vaquero de las
Montañas Rocosas preguntó cuáles eran
nuestras cosas y las sacó fuera.
Nosotras lo seguimos. Delante de la puerta
había aparcado un gran camión.
—Por favor, ladies, suban —dijo el joven
con mucha amabilidad. Le sujetó la puerta a
Brittany—. Ma´am…
Yo me preguntaba qué diferencia existiría
en el idioma norteamericano entre «ma´am»,
que me sonó como «madame», y «lady».
Tenía que preguntárselo a Brittany, porque
quizás ella lo sabía.
El trayecto no fue largo. La casa estaba
situada dentro de la ciudad, a sólo unos
bloques del centro, y sin embargo su
aislamiento era total.
Y tenía unas maravillosas vistas sobre las
montañas. De nuevo me quedé sin palabras.
Todo estaba blanco y en el punto más
hermoso estaba la cabaña de leñador, es decir,
que la choza estaba en medio de la nada. Era
una gran casa de madera de varios pisos, al
estilo del salvaje Oeste, aunque seguro que sus
lujos no los habían conocido antes en el Oeste
americano.
El joven metió las maletas en la casa, le
entregó las llaves a Brittany y se despidió.
—El SUV lo tiene usted detrás de la casa,
tal como nos encargó —dijo—. Ya lo conoce.
Si necesita algo llámeme y estaré aquí en
cinco minutos. Si le falta algo también se lo
puede decir a la chica de la limpieza.
—Nunca ha faltado nada —aseguró
Brittany con una sonrisa—. Gracias.
Él se dio un toque en su sombrero de
vaquero.
—Entonces le deseo una buena estancia,
Ma´am. —Se marchó.
—¡Madre mía! —Yo estaba en el centro de
la habitación, que parecía ser la única que
había en el piso de abajo—. ¿Qué es esto?
—Una casa, como ya te dije —afirmó,
sonriente.
—Yo pensaba que sería una casita con un
par de habitaciones o algo por el estilo. Nunca
me podría haber imaginado una casa así —
dije.
Brittany sonrió.
—Arriba tiene cuatro dormitorios.
—Pero nosotras sólo somos dos —apunté,
algo irritada.
Ella rió y se dirigió a la chimenea.
—Por desgracia no he podido obligarles a
que quiten las que sobran —contestó.
Brittany estaba acostumbrada a tener
muchas habitaciones. En su propia casa
pasaba algo parecido. Pero para mí resultaba
exagerado. ¿Iría aquello en consonancia con
su forma de ser?
—La chimenea es enorme —dije.
—No es nada especial para América —
contestó—. Adoran las chimeneas.
Yo la miré. Seguro que sería muy
romántico por las noches, cuando el fuego
crepitara en la chimenea y por los grandes
ventanales se viera nevar en el exterior.
Aunque el romanticismo…, humm…, no era
precisamente la especialidad de Brittany. Pero,
quizás… aquí… Yo esperaba que ella pudiera
ser un poco más romántica.
—Vamos arriba —dijo— y desharemos las
maletas. —Se puso la mano ante la boca para
esconder un bostezo—. Se podrá tomar todo
el café que se quiera pero, aun así, para
nosotras seguirá siendo la una de la
madrugada.
Una vez arriba, se dirigió a una de las
habitaciones y colocó allí su maleta.
—Ésta es la que yo elijo siempre —dijo,
con una sonrisa de cansancio—. Tú puedes
elegir la que quieras entre las otras tres.
Búscate una.
Escogí la que pillaba más cerca de ella.
Quería estar tan a su lado como me fuera
posible. Luego volví a su dormitorio.
—Aquí la vista es aún más hermosa —dije
—. Menuda casa.
—Arriba del todo es… —Se interrumpió—.
Los paisajes de aquí son irrepetibles —
continuó—. Incluso hay desiertos delante de
las montañas cubiertas de nieve.
—¿De verdad? ¿Las dos cosas a la vez?
¡No me lo puedo creer!
—Ya veremos si nos da tiempo —dijo— y
te lo puedo enseñar.
Me eché a reír.
—Hay una canción country, Rocky
Mountain Mama, que me recuerda mucho a
esto.
—Pon la radio —indicó—. Seguro que
escucharás algo parecido. Aquí la ponen todo
el rato y en todos los sitios.
—¿Te gusta la música country? —pregunté.
—Cuando estoy aquí, sí —dijo—. En casa
me gusta menos.
—Es lo mismo que ocurre con el café
griego cuando se toma en casa —afirmé yo.
—Sí, claro —respondió—. Nunca había
pensado en eso. —Bostezó de nuevo y se
puso la mano delante de la boca. Creo que me
voy a tomar unas pastillas de cafeína o no
podré aguantar. —Abrió el bolso y sacó algo
de él.
—Y luego iremos fuera, a la nieve —dijo,
mientras se dirigía al lavabo—. Voy a
enseñarte los alrededores.
Capítulo 5
Aspen era tal como Brittany había descrito.
Estaba allí, un pueblo del salvaje Oeste
americano entre montañas cubiertas de nieve,
una pequeña ciudad con muchos turistas, que
durante las Navidades poblaban sus calles y su
estación de esquí.
A pesar de eso, los vendedores de los
comercios eran igual de amables y atentos que
la gente que caminaba por las calles. Daba la
impresión de que nosotras éramos las únicas
visitantes y de que ellos estaban encantados
por nuestra visita.
—Ocurre lo mismo en casi toda América —
dijo Brittany—, a excepción de las metrópolis
gigantescas, como Nueva York. Esto es muy
distinto a Alemania.
—Eso sí que lo puedes decir —contesté,
sorprendida—. Ahora entiendo por qué
prefieres venir aquí antes que quedarte en
casa. Enseguida te sientes bienvenida, a pesar
de estar tan lejos de casa y aunque la gente
hable otro idioma.
—A veces pienso que ellos hablan más con
el corazón que con el cerebro —dijo Brittany
algo pensativa—. Justo al contrario que
nosotros.
—Es una pena —añadí yo y la miré—.
¿Qué te dice tu corazón? Me gustaría saberlo.
Caminamos por la calle principal,
disfrutando de la atmósfera invernal que, a
pesar de las muchas personas, irradiaba cierto
sosiego. La nieve amortiguaba mucho los
ruidos y transmitía una sensación de lentitud.
—Tú lo dijiste, te gusta el country —dijo de
repente Brittany—. Entonces es
imprescindible que compremos algo adecuado
para ti.
Quise protestar, pero me empujó hacia el
interior de una tienda. Cuando miré a mi
alrededor, me di cuenta de que allí uno podía
disponer de todo lo necesario para adquirir el
aspecto de un vaquero, auténtico o falso.
Brittany se dirigió a una estantería y cogió
un sombrero.
—Seguro que esto te hace falta —dijo entre
risas y me lo colocó.
Lo siguiente fue ir a una estantería repleta
de camisas.
—Con cuadros o sin cuadros, ésa es la
cuestión —declamó a lo Shakespeare, pero de
una forma muy personal.
Brittany miró a nuestro alrededor.
—¿Qué número de zapato calzas?
—¿Para qué? —pregunté, turbada.
—Botas —respondió—. Necesitas botas:
unas de esas de puntas tan afiladas con las que
puedes ensartar a alguien.
—¿Se pueden usar para andar? —pregunté.
—Durante un rato sí es posible, pero sólo
por poco tiempo. Para mí constituye todo un
misterio que la gente de aquí puedan llevarlas
puestas todo el tiempo.
—Lo más probable es que, desde muy
pequeños, los pies ya les crezcan adoptando
esa forma —bromeé.
—Puede ser —admitió. Levantó un par de
botas tan puntiagudas que casi no me lo podía
creer. Tenían la puntera recubierta de plata—.
¿Qué tal te irían éstas? —preguntó.
—Creo que en realidad no… —dije,
insegura.
Me puso en los brazos una camisa y las
botas.
—Pruébatelo. Tenemos que empezar por
algún sitio.
Perpleja, me dirigí a los probadores y me
cambié. La camisa era bonita, sin cuadros,
pero tenía unos pespuntes en los hombros y
bordados superpuestos. Las botas eran…
Había que acostumbrarse a ellas. Me tambaleé
un poco cuando salí del probador con ellas
puestas.
—Tienes buen aspecto —comentó Brittany
con mirada experta—. ¿Te gusta?
—No estoy acostumbrada —repliqué—.
Por lo general no me pongo estas cosas.
—Ya lo sé, pero te van bien. —Sonrió.
—No voy a poder andar mucho con estas
botas. Me aprietan los dedos.
—Coge un número mayor —contestó—.
Así irás mejor. —Me miró de nuevo de arriba
abajo—. La camisa te queda muy bien —dijo
—. ¿O prefieres otra?
—No, ésta me gusta. —Me quité las botas
y me probé otras de un número más. Me iban
mucho mejor—. ¿Tengo que llevarlas puestas
siempre que camine por Aspen? —pregunté.
—No. —Sonrió—. Tan sólo hoy por la
noche, cuando salgamos a bailar.
—¿Vamos a ir a bailar? —pregunté,
perpleja.
—Bueno, si es que se puede llamar bailar a
lo que practican en esos garitos para vaqueros
—dijo Brittany—. Pensé que podría resultarte
interesante. Hoy ya no podemos ir a esquiar.
—No sé bailar —dije, con turbación.
—No se van a dar ni cuenta —replicó
Brittany—. Es una simple diversión. Y
también tienen un toro mecánico.
—¿Un toro mecánico? —Me sentía
realmente perpleja.
—Sí, si quieres puedes montarte para ver
cuánto tiempo aguantas arriba.
—Gracias, pero renuncio —contesté.
—Míralo primero —insistió Brittany—, es
muy entretenido.
—Quizá para los espectadores —contesté.
—Eso seguro —dijo Brittany, con una
sonrisa—. Vamos a casa. Tengo que
cambiarme de ropa. Y luego iremos a Sally´s
Saddle Ranch.
Una vez que se hubo cambiado, pensé si yo
no hubiera debido invertir un poco más de
tiempo en la elección de mi ropa. Brittany
tenía un aspecto fantástico. En raras ocasiones
llevaba vaqueros, y la verdad es que le
sentaban muy bien. Lo mismo que yo, ella
también llevaba camisa, botas y sombrero,
todo ello de estilo vaquero, pero, bueno, aun
así no tenía pinta de ser una chica del lugar.
—¡Guau, Brittany :O! —exclamé, al verla salir
de la habitación—. Pienso que estás
sencillamente… —titubeé, sin saber si iba a
aceptar mi cumplido. Hasta ahora nunca lo
había hecho— …maravillosa —concluí.
Ella sonrió.
—Gracias —dijo—. Vámonos antes de que
me quede dormida. —Descendió por la
escalera.
Al menos no había replicado nada ni se lo
había tomado como una exageración, y eso ya
era algo. La seguí y no tardamos mucho en
llegar al Sally´s Saddle Ranch.
Al entrar al local sentimos como si nos
hubiéramos desplazado a una serie de
televisión. Un largo mostrador, cerveza,
personas con sombreros vaqueros armando
jaleo, música country y el toro mecánico, que
pude ver desde la puerta. De repente, en una
parte del local se hizo el silencio.
—¿Aquí hay que saludar ahora con un
«Howdie Partner»? —le pregunté a
Brittany, medio en broma medio en serio. No
estaba muy segura.
—No creo que sea necesario —contestó
Brittany, con una sonrisa de satisfacción.
—Me siento un poco intranquila —dije yo.
—¿Una cerveza o bailamos? —preguntó
Brittany—. ¿Qué prefieres primero?
—No lo sé. —Me sentía abrumada—.
Todavía estoy distraída mirándolo todo.
—Puedes subirte al toro mientras lo piensas
—comentó.
La miré con una expresión de espanto.
—¿De verdad quieres que monte ahí?
—Sólo si tú lo deseas —dijo ella.
En aquel momento un hombre se subió al
toro y el aparato comenzó a moverse. Al
principio iba muy despacio. El toro se movía
hacia delante y hacia detrás; luego alzó los
cuartos traseros y más tarde los delanteros.
Era muy parecido al columpio del parque de
juegos infantiles que había en la esquina de mi
casa.
El hombre reía, se mantenía firme y no
hacía mucho esfuerzo para seguir los
movimientos de aquel lomo artificial. Algunos
amigos suyos, apostados alrededor del toro,
comenzaron a jalear y a animarlo. Casi sin
previo aviso, la velocidad fue en aumento y
eso sí se pudo apreciar en la expresión de su
rostro. Ahora ya tenía que sujetarse con
firmeza.
Durante unos segundos todo fue bien, pero
luego el artefacto comenzó a encabritarse. La
parte trasera empujó con fuerza hacia delante
y luego lo hizo la delantera. Al mismo tiempo
el tronco artificial se movió con brusquedad a
izquierda y derecha. El jinete no aguantó
mucho. Voló a lo alto y se cayó del
encabritado aparato.
Alrededor había unas colchonetas sobre las
que aterrizó. Cuando se levantó, sus colegas,
entre risas, le pusieron una cerveza en la mano
y festejaron su «victoria» con vítores.
—No, gracias —me dirigí a Brittany—. No
voy a montar de ninguna de las maneras.
—Pero es divertido —dijo ella—. Y él no
ha hecho otra cosa que pasárselo bien.
—Si te parece tan fantástico, ¿por qué no lo
haces tú? —contesté.
—Yo… —Dejó de hablar y sonrió—.
Vamos a bailar.
Fuimos a la pista de baile y Brittany señaló
a la gente que había allí.
—Haz lo mismo que ellos —dijo.
Existen dos formas de bailar. Unos bailaban
juntos y otros separados, como una especie de
Square Dance, es decir, cada uno bailaba
como le daba la gana, sin seguir pautas ni
pasos. Yo intenté imitarlos, pero no era tan
sencillo como parecía.
—Ven —dijo Brittany, riendo, y me cogió
entre sus brazos—. ¿Sabes bailar el vals? La
mayoría de las canciones tiene un compás de
tres por cuatro.
Yo estaba tan sorprendida que me quedé
petrificada. Ella comenzó a bailar y me hizo
seguirla. Era muy bonito eso de estar entre sus
brazos y sentirse guiada por ella.
—En realidad no sé bailar el vals —dije,
después de unos segundos.
—Pues lo haces muy bien —contestó,
sonriéndome.
¡Oh, cuánto la quería! Cuando ahora
miraba sus risueños ojos, notaba sus brazos en
mi espalda, sus caderas que me dirigían con
suavidad en la dirección correcta: ya no me
podía imaginar que la cosa pudiera ser de otra
forma.
Al terminar la canción country, ella se
quedó de pie.
—¡Ahora sí que necesito una cerveza! —
exclamó, algo acalorada.
Yo me sentía también muy acalorada, pero
no tenía muy claro si era a causa del baile.
Fuimos hacia el bar y pedimos unas
cervezas. Colocaron unas enormes jarras ante
nosotras. Bebí un sorbo y casi lo escupí.
—¿Esto es cerveza? —pregunté,
horrorizada.
Brittany se rió y bebió un gran trago.
—Debes guiarte por tu gusto particular: si
no te gusta, no tienes más que dejarla ahí.
Yo no era una entusiasta de la cerveza,
pero aquel brebaje me impediría, con mucho,
convertirme en una verdadera adicta.
Brittany me sonrió de nuevo.
—Espera a probar el café americano
mañana por la mañana —dijo, con una
mueca.
—¡Oh, Dios! ¿Es tan malo?
Ella volvió a hacer otra mueca.
—Es peor.
Yo la miré, allí de pie, con el sombrero
vaquero echado hacia atrás, casi en el cuello,
y con un pie sobre la barra del suelo, y pensé
que, de haber existido en aquella época,
seguro que hubiera vivido en el salvaje Oeste.
Una mujer con un aspecto propio de aquel
lugar entró en el bar y pidió una cerveza.
Nos miró mientras esperaba y luego dijo:
—Hey, Britt, ¿ya has vuelto?
Necesité unos segundos para darme cuenta
de que se dirigía a Brittany. Nunca había oído
que alguien la llamara «Britt». Miré a
Brittany.
A ella no le pareció bien que la mujer le
dirigiera la palabra.
Titubeó un buen rato antes de reaccionar.
—Hola, Ray —dijo, con cara impasible.
Ray hizo una mueca, tomó su cerveza, me
miró de arriba abajo, luego se dirigió de nuevo
a Brittany y le dijo, con suficiencia:
—Bueno, pues que te lo pases bien. —
Luego se dirigió al toro mecánico.
Brittany bebió y no dijo nada. Yo la miré de
nuevo.
«Por lo que parece, a Aspen no ha venido
sólo a esquiar», pensé.
Miré a Ray mientras desaparecía entre la
multitud. Tenía el mismo aspecto que un
auténtico vaquero. ¿No me había asegurado
Brittany que no le gustaban de ese tipo?
No era la primera vez que yo sentía celos
con Brittany. Era lo mismo que me había
pasado en el Egeo con el tal Spyros, pero
ahora me ocurría con una mujer. Intenté
reorganizar mis sentimientos. Ella no había
mostrado ningún interés por Ray, pero estaba
claro que había habido algo entre ellas. Y yo
no sabía cómo llevaba esas cosas Brittany.
No me atreví a preguntarle, pues no sabía
cómo iba a reaccionar. Todo era muy
hermoso y no deseaba que se enfadara
conmigo.
Brittany bebió otro trago más de su enorme
cerveza y luego la dejó en el mostrador.
—Creo que hoy vas a tener que renunciar a
montar en el toro —dijo—. La cafeína
tampoco me ha ayudado mucho. Para
nosotras ahora es como si fueran las cuatro de
la madrugada.
Toda aquella excitación me había hecho
olvidar el cansancio, pero ahora que lo
comentaba, pude sentirlo muy bien.
—Voy a echar de menos el toro —dije,
burlona.
Ella también intentó sonreír, pero tenía un
aspecto cansado.
—Espero que no llores en sueños por eso
—dijo, en plan de burla.
Abandonamos el local y regresamos a
nuestra lujosa mansión.
Brittany se fue de inmediato hacia arriba y
yo la seguí. Me metí en mi habitación y me
dispuse a dormir.
De repente la noté detrás de mí y me
abrazó.
Me eché hacia atrás para sentir mi cuerpo
contra el suyo.
—Brittany… —suspiré.
Sus manos se adelantaron para
desabrocharme la camisa; luego me
acariciaron los pechos: me di cuenta de cómo
se excitaban.
—Desnúdate —me susurró al oído.
Lo hice con rapidez y me metí en la cama.
Cuando ella se echó a mi lado me di cuenta de
que ya estaba desnuda.
Se tumbó sobre mí, me besó, me acarició y
se deslizó hacia abajo en dirección a los
muslos; metió sus manos entre mis piernas.
Por un momento se quedó tumbada, callada, y
sólo pude escuchar su reposada respiración en
mi oreja.
Tuve que sonreír. Se había quedado
dormida sobre mí. Sentí su cuerpo que, en el
sueño, era pesado y blando. Era maravilloso.
La rodeé con mis brazos con todo cuidado
para no despertarla.
—¡Brittany, te quiero tanto! —susurré,
aprovechando que no me podía oír. Por fin
me había decidido a decírselo.
La abracé con fuerza y me quedé dormida,
mientras Brittany seguía echada sobre mí.
***************************************************
Y que llegaron las Brittana a los EE:UU,
bueno aquí les dejo el cap ya que mañana sera un día muy
ocupado para mi y no podre actualizar!! Nos leemos el lunes,
besos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
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