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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Vie Oct 16, 2015 7:31 pm

CAPÍTULO 12

—¿En qué piensas, Brittany? —Me incliné
hacia ella. Estaba sentada en el sillón que
había delante de la chimenea de su salón, la
sala de la chimenea, como yo solía llamarla,
y desde detrás le puse las manos sobre los
hombros.
Brittany levantó una mano y la puso sobre
la mía.
—Bah, en nada —dijo—, en nada en
especial.
Noté el calor de su mano sobre la mía y
volvía a sentirme bien. Los últimos tiempos
con ella habían sido muy hermosos.
Me incliné más y le di un beso en el pelo.
—¿Qué te pasa, cariño? —pregunté—. Te
veo triste con mucha frecuencia. Lo vengo
observando desde hace algún tiempo y me
siento preocupada por ti.
Ella volvió la cabeza y miró hacia arriba.
—Nada —repitió—. No es nada —dijo,
sonriente—. Eres muy dulce, ¿lo sabías?
Yo le devolví la sonrisa.
—Sí, me lo dices en muchas ocasiones.
—Nunca —dijo ella—, nunca es suficiente.
Me volví a inclinar y esta vez la besé
ligeramente en los labios.
—¿Quieres…?
—No. —Sacudió un poco la cabeza—.
Deja que me quede sentada durante un
momento. —Miró las llamas, como hacía
desde que entré en la habitación.
Me erguí y la miré con aprensión. Le
ocurría algo, pero no lo quería decir. Respiré
hondo.
—¿Prefieres estar sola? —pregunté—.
Emily me ha invitado a pasar el fin de semana
en la casa de campo de sus padres. No me
quedaría aquí.
—¿Emily? —preguntó Brittany sin ningún
interés. Sus pensamientos estaban en otro
sitio.
—Una compañera de clase —dije—.
¿Acepto su invitación?
Volvió a dar la sensación de que no me
había oído.
—Sí, claro —contestó—. Hazlo.
—¿Quieres, de verdad, que lo haga? —
pregunté—. No nos veríamos en todo el fin de
semana. ¿No te importa?
—Tienes que tener tu propia vida, no
puedes estar todo el tiempo conmigo —
respondió—. Hemos pasado mucho tiempo
juntas y no te quiero apartar de tus amigos.
—Muy considerado por tu parte —dije, con
algo de suspicacia. Yo intentaba pasar con ella
cada minuto libre de que disponía, pero para
ella parecía no ser tan importante—.
¿Entonces no te preocupa que no nos veamos
en todo el fin de semana?
—Tengo cosas que hacer —dijo Brittany
—. Tengo que trabajar. Es una nueva
campaña, así que, de todas formas, no nos
íbamos a poder ver.
—No me habías dicho nada —comenté,
irritada.
—Quería hacerlo, pero se me pasó.
En los últimos tiempos estaba tan distraída
que yo había empezado a preocuparme. Antes
siempre lo tenía todo en la cabeza, nunca
tenía que consultar nada, ni nada se le
olvidaba. Me arrodillé a su lado en el sillón.
—Brittany, te pasa algo. No estás bien.
Dime lo que es. —Le acaricié el pelo.
—¡No es nada, ya te lo he dicho! —
Brittany se enfadó y retiró mi mano.
No quería hablar, como casi siempre.
—Lo siento —dije—. Sólo me preocupo
por ti. ¿No puedes entenderlo?
—Pues no —respondió. Se había vuelto a
tranquilizar—. Por favor, no me pongas de los
nervios con esas preguntas. No me gustan
nada.
—Ya lo sé. —Suspiré—. ¿Eso quiere decir
que no me vas a echar de menos si me voy
con Emily y los otros durante el fin de
semana?
Primero no contestó y luego comenzó a
hacer un movimiento con los labios.
—A veces no eres tan inocente como finges
ser —dijo—. Siempre se me olvida.
—¿Por qué?
—Me obligas a decir unas cosas que yo
nunca diría por mí misma. —Respiró con
profundidad—. Claro está que te voy a echar
de menos. Pero tú también tienes que salir con
gente de tu edad. —Me miró—. ¿Quién es esa
Emily? ¿Una amiga tuya?
«¿Estás celosa?» Pensé en Jules. Brittany
nunca lo había admitido, pero yo hubiera
jurado que aquella vez en Aspen sí había
sentido celos.
—Es una compañera —dije yo—. Aunque
tampoco puedo decir que sea una gran amiga.
—¿Pero te gusta? —Brittany hizo una
breve pausa—. De lo contrario, no irías a
pasar todo el fin de semana con ella.
—Con ella y con una docena más de
personas —dije, corrigiéndola—. Vamos a
estar algo apretados en una casa tan pequeña.
—¡Como los scouts! —Brittany se rió
brevemente—. ¿También hacéis todo lo
demás, como cantar alrededor del fuego del
campamento y esas cosas?
—No creo. No es la típica excursión a una
casa de colonias.
—¿Una casa de colonias? —Brittany arrugó
el entrecejo— ¿Qué es eso?
—¿No estuviste en ninguna cuando ibas al
colegio? —pregunté. Las excursiones anuales
a esos refugios eran algo habitual.
—No —dijo Brittany.
—Es una especie de albergue para colegios
o cursos completos —expliqué—. La mayoría
de las veces están situadas en un bosque o
fuera de la ciudad, en el campo. Allí los niños
de ciudad entran en contacto con la belleza de
la naturaleza, gozan de un poco de libertad y
viven aventuras. Así, por lo menos una vez al
año, respirábamos aire fresco en lugar del
humo de la gran ciudad.
—Puede que no lo hiciéramos por eso —
repuso Brittany—. Mi internado ya estaba en
el campo.
Un internado caro que no tenía nada que
ver con un instituto público, eso estaba claro
para mí.
—O sea, que podíais hacer fuego justo en
el patio del colegio —respondí.
Brittany alzó las cejas.
—No hubiera estado bien visto —dijo.
—¿Tan estrictas eran las reglas?
—Sí, unas reglas muy estrictas —contestó
—. No puede ser de otra forma en un
internado. Allí había muchos niños que habían
sido expulsados de otros colegios y para ellos
era la última oportunidad que tenía de poder
hacer la selectividad. Si hubiera dependido de
ellos, nunca lo hubieran logrado, pero estaban
obligados por las reglas.
—¿Te sentías muy sola en el internado? —
pregunté. Seguro que yo me hubiera sentido
muy sola, tan lejos de mi casa y de mi madre.
Pero por aquel entonces los padres de Brittany
habían muerto. No tenía a nadie.
—La soledad es un sentimiento muy
subjetivo —dijo Brittany—. Yo siempre
estaba muy sola, incluso antes de que mis
padres…, antes de ir al internado. Una se
acostumbra a todo. No era nada nuevo para
mí. En el internado podía concentrarme en el
estudio y en el colegio, y pensaba que eso era
muy agradable.
—Pero estudiar y el colegio no lo es todo
—afirmé.
—¿Y lo dices tú? —Brittany sonrió
levemente—. Tengo la sensación de que tú
también estás muy comprometida con eso.
—Bien —dije yo—. Me divierte conocer
cosas nuevas. Me resulta muy emocionante
aprender todos los días algo en el colegio. O
casi todos los días —suspiré—, porque existen
compañeras, como Bärbel, que obligan a los
profesores a repetirlo todo en muchas
ocasiones y, como ya lo sé, me aburro. A
Bärbel no le sirve de nada hasta la segunda o
tercera vez, por lo que no basta con una sola
repetición. Claro que los profesores siempre se
ocupan de que todo el mundo se entere,
incluso los peores alumnos.
—¿En qué piensas? —preguntó Brittany.
—En mi compañera, Bärbel —dije, con un
nuevo suspiro.
—Emily, Bärbel… Parece que no te faltan
amigas —dijo Brittany.
Ahí estaba otra vez aquella pizca de celos
que tanto me gustaba.
—¿Que Bärbel es una amiga? ¡Oh, Dios
mío! —exclamé—. No lo es. Ella ahora
sólo… por desgracia se sienta a mi lado.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Brittany
—Es…, bueno…, bastante enervante. —
Suspiré—. A veces desearía poder
desconectarla.
Brittany rió por lo bajo.
—Es la primera vez que oigo decir algo así.
Hasta ahora siempre has sido muy
comprensiva con todo el mundo —afirmó.
—Me esfuerzo —dije—, pero con Bärbel
no resulta tan fácil. Es difícil aguantar tanta
estupidez.
—¡Oh, oh! —Brittany hizo una mueca—.
Estupidez. ¿Es de verdad una estúpida?
—Tiene un lío con un monitor, que, a su
vez, está liado con nuestra profesora de
Geografía —contesté—. Yo pienso que eso
no es muy inteligente por su parte.
—Seguro que no lo es. —Brittany me dió la
razón—. ¿Te gusta tu profesora de Geografía?
—¿Qué te pasa, Brittany? —pregunté. Me
sentí un tanto irritada—. ¿Por qué, de repente,
te preocupas tanto de si me gusta o no me
gusta alguien? Hasta el momento nunca lo
habías hecho.
—Quizás haya sido ése mi error —dijo
Brittany—. No sé casi nada de tu vida ni de
tus amigos. Y eso que te pasas la mayor parte
del día con ellos.
*********************************************************************
Intenso o no intenso el capítulo del hoy y oficialmente Brittany estará en #ModoRaro......

que pasara averígualo en el próximo capítulo!!

saludos, besos y abrazos!

Una pregunta cual es su perfomance favorito de THE UNHOLY TRINITY ?

el mio es PROBLEM =d

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Mensaje por micky morales Sáb Oct 17, 2015 10:46 am

problem indiscutiblemente!!!!! si, me gustaria saber que le pasa a Brittany!!!
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Mensaje por Caritovega Dom Oct 18, 2015 4:56 pm

micky morales escribió:problem indiscutiblemente!!!!! si, me gustaria saber que le pasa a Brittany!!!
yey problem es un temazo Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 y si definitivamente van a psar muchas cosas con Britt y san
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Mensaje por Caritovega Dom Oct 18, 2015 5:03 pm

CAPÍTULO 13

Me incliné hacia ella y le sonreí.
—Mientras que yo sólo pienso en ti y me
alegro cuando sé que por la noche voy a
volver a verte.
—Pero eso es bastante injusto para tus
amigos. Está bien que el fin de semana te
ocupes un poco más de ellos.
—Si me marcho, voy a pensar en ti cada
minuto —respondí—. Eso no va a cambiar
mucho.
—Por favor… —Brittany se levantó—. Por
favor, concéntrate en otras cosas y no sólo en
mí. Sería mucho mejor para ti.
—¿Qué va a ser mejor para mí? ¿Por qué
iba a serlo? —No sabía de qué hablaba—. Es
que… —Tragué saliva—. ¿Es demasiado para
ti? ¿No quieres verme tan a menudo?
—No…, no se trata de eso —titubeó.
—¿Entonces de qué se trata? —Brittany
tenía un aspecto inseguro y eso le ocurría en
pocas ocasiones. Yo la miré, inquisitiva y con
el corazón palpitante. No sabía qué pasaba por
su cabeza. La situación me recordaba a algo
que ocurrió en el mar Egeo, en su yate,
cuando ella tenía un aspecto tan ausente que
me pareció estar de más. Quizás ahora
también. ¿Era eso lo que quería decirme?
—En realidad no se trata de nada. —
Brittany hizo un gesto de negación—. Todo
está bien así. No pienses en ello.
Pero si ella se comportaba de esa manera,
yo qué debía de pensar. Estaba claro que no
me lo decía todo.
—Sólo quiero que pases más tiempo con
tus amigos, eso es todo —dijo Brittany—. El
fin de semana voy a tener que trabajar y tú
harás algo con ellos, así estaremos ocupadas
las dos.
Aquello pareció calmar su conciencia. Yo
intenté descifrar la expresión de su rostro. Ella
había dicho que era lo mejor para mí, pero yo
tenía la impresión de que, en primera
instancia, era mejor para ella que yo me
fuera.
—Si piensas eso —dije—, llamaré a Emily
para decirle que voy.
—Hazlo. —Brittany pareció aliviada, como
si le hubiera quitado un fuerte peso de encima.
Sonrió levemente—. ¿Sigue en pie tu oferta?
—¿Cuál…? ¡Oh! —La miré con ternura—.
Por supuesto.
—Entonces me gustaría volver sobre ella —
dijo Brittany.
Me dirigí a ella y la cogí en brazos. Luego
insinué un beso sobre sus labios.
—Ahora de mil amores —dije en voz baja.
Brittany se dejó caer en mis brazos como si
sus huesos fueran de goma. Era tierna y
cariñosa.
Avancé con mis labios hacia su cuello y
acaricié toda su piel, que pulsaba ligera a cada
latido de su corazón.
Brittany suspiró y echó la cabeza hacia
atrás.
—Es tan hermoso… —susurró.
Mis labios buscaron su barbilla, sus mejillas,
su boca. Entré en ella y, de repente, Brittany
se puso en tensión, su lengua avanzó y
empujó a la mía. Era como si, súbitamente, se
hubiera despertado en ella la pasión, esa
pasión que antes estaba dormida. Actuó sin
ningún tipo de miramientos y casi me quedé
sin aire. Me recordó los primeros días en el
barco. Si quería, Brittany podía ser muy
tierna, pero a veces…, a veces yo tenía la
sensación, de que se aprovechaba de su
propiedad de algo…, algo que no toleraba
ternura. Una impaciencia que parecía no tener
tiempo para dejarse llevar por la lentitud del
amor…, que sólo quería un resultado rápido y
satisfactorio. Eficiencia. Como en la oficina.
—Ven conmigo arriba —gimió, mientras se
apartaba con dificultad de mi boca.
«¿Eh?» Yo ya me había imaginado delante
de la chimenea con ella.
Brittany se volvió y subió por la escalera.
Yo la seguí, despacio, un poco turbada e
insegura ante lo que me esperaba arriba.
Siempre que me sentía un poco más cerca de
ella, Brittany me empujaba para situarme de
nuevo al principio del camino. El hecho de
que yo estuviera más cerca le resultaba
horroroso, e intentaba desligarse de eso lo
antes posible.
*********************************************************************
Buehhh si lo se corto el cap de hoy Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1163780127
Que sucedera en el otro cap ? :3 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 3637566961
Saludos y tengan buen día =D
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Mensaje por micky morales Dom Oct 18, 2015 6:30 pm

Brittany y sus misterios me cansan de mas, parece muy conveniente la salida de santana para ella, a ver que pasa!
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Mensaje por Caritovega Mar Oct 20, 2015 7:02 pm

micky morales escribió:Brittany y sus misterios me cansan de mas, parece muy conveniente la salida de santana para ella, a ver que pasa!
Brittany misteriosa S. pierce :3 :3 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087
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Mensaje por Caritovega Mar Oct 20, 2015 7:29 pm

CAPÍTULO 14

Cuando llegué arriba ya estaba en la cama,
desnuda. Me miró y yo me desvestí
rápidamente para saltar a su lado.
Me abrazó en cuanto me tumbé a su lado y
se acurrucó junto a mí.
—Me da la sensación de que ha
transcurrido una eternidad desde la última vez
que lo hicimos —dijo en voz baja.
Yo me reí.
—Fue ayer —dije—, ayer lo hicimos.
—Ya lo sé . Pero para mí es como si
hubiera ocurrido hace mucho tiempo.
—A veces me pasa lo mismo —dije. La
miré. Parecía tranquila y relajada—. Y lo
puedo pensar tan sólo un segundo después de
que nos hayamos separado.
—Eso parece un poco precipitado —dijo
Brittany. Parecía satisfecha.
—Estoy dispuesta a concederte que todo tu
día sea más largo y que pueda constituir una
eternidad para ti —contesté.
—Cuando nos tenemos que separar…,
cuando yo me voy a la agencia y tú a clase…,
¿qué sentimiento te invade? —preguntó.
Alcé la cabeza para verla un poco mejor.
¿Por qué me preguntaba eso? Aquél era el tipo
de conversación del que trataba de evadirse a
toda velocidad. Y la palabra sentimiento
sonaba un tanto rara en su boca. Casi no la
utilizaba.
—Un sentimiento terrible —respondí—. Y
lo único que hace que no lo sea tanto es la
alegría que me produce saber que luego voy a
volver a verte.
Brittany se calló. Parecía estar dándole
vueltas a la cabeza.
—Estudiar es importante —afirmó, de una
forma algo incoherente—. El final del colegio,
la carrera, el trabajo…: ése es tu futuro. No lo
olvides.
—Seguro que no lo olvido —contesté,
irritada—. Eso siempre lo tengo muy claro.
—Está bien —dijo ella.
—Brittany —insistí—, voy a aprobar la
selectividad. De eso no hay duda. ¿Te
preocupas por ello?
—Te he alejado de los estudios en más de
una ocasión —dijo, sonriente.
—Pero, en cambio, he aprendido otras
cosas —murmuré por lo bajo. Luego la besé
en los labios—. Algo que, por lo menos, es
igual de importante. —Yo notaba su calor, y
el roce de su cuerpo desnudo en mi piel me
hizo estremecer—. Brittany… —susurré.
Ella se separó de mí y me dio la espalda.
—Bésame —siseó—. Échate sobre mí y
bésame.
Yo seguí sus órdenes, me coloqué sobre
ella y busqué sus labios.
—Brittany… —susurré de nuevo—.
Brittany, yo…
¡Maldita sea! Aquello no debía decirlo
porque me lo había prohibido.
—Brittany… —repetí con dulzura.
Su piel vibraba bajo la mía, todo su cuerpo
se tensó. Sus muslos se abrieron y dejaron
que me deslizara entre ellos.
—Hoy quiero que me tomes como nunca
antes lo hayas hecho —susurró de un modo
casi ininteligible—. No quiero dormir…, sólo
quiero… —gimió, al notar que yo presionaba
la pierna contra su punto central—. Sí…, eso
es…, sí.
Mis pezones, que ya habían aumentado de
tamaño, lo hicieron aún más y se aguzaron
dolorosamente. Miré a Brittany, debajo de mí.
A ella le ocurría lo mismo. Sus maravillosos
pechos estaban coronados por unos brotes
erguidos, que atraían mis labios como si
fueran un imán. Me incliné hacia delante y los
lamí un poco, lo que le provocó un violento
estremecimiento. Volvió a gemir.
Mi excitación fue en aumento en cuanto ella
emitió su gemido. Noté que los fluidos
emanaban en mi interior y pretendían salir
para allanarle el camino a Brittany para que
pudiera tomarme como yo a ella.
—Oh, Brittany… —susurré otra vez—.
Brittany… —Alcé sus brazos y lamí sus
pezones, uno después del otro, dejando una
huella húmeda, que iba de un pecho al otro.
—San… —susurró Brittany—. Venga…
—Se movió con fuerza debajo de mí.
—Si esto tiene que durar toda la noche,
quizá deberías conservar tus fuerzas —dije,
satisfecha, mientras le mordisqueaba el pecho.
Ella gimió, suspiró y gimió de nuevo, se
volvió y empujó sus caderas contra mí.
—Yo… no… Yo quiero sentirlo…
sentirlo… —Su voz se extinguió con lentitud
debido a su pesada respiración.
—Lo vas a notar todo —susurré, al tiempo
que me deslizaba por su cuerpo, hacia abajo
—. Todo. —Exploré con mis labios cada
centímetro de su aterciopelada piel,
manteniéndome así hasta que ella, impaciente,
me empujó y me oprimió los hombros, en un
intento de desplazarme hacia abajo.
—Por favor… —susurró—. No tardes
tanto… —Sus caderas se agitaron. Hoy era
una mujer muy ardiente.
—¿Me lo ordenas? —pregunté. Hacía
mucho tiempo que no me daba órdenes.
—No… yo… por favor… —suplicó con
voz tenue.
—Entonces debes esperar —afirmé—. Por
favor, ten un poco de paciencia —dije,
mientras le hacía cosquillas en el ombligo.
—¡¡Oooh!! —gritó, alzándose como
encabritada. Luego jadeó—: Esto clama
venganza.
—Muy bien. —Hice una mueca—. Pero
más tarde.
Ella intentó tranquilizarse, controlar su
respiración y ser menos vulnerable, pero no
aguantó mucho tiempo. En cuanto la tocaba y
acariciaba sus muslos con mis manos, su
respiración se convertía en un intenso gemido,
su excitación crecía e intentaba buscar salida.
—No voy a aguantar mucho más tiempo —
dijo, mientras se volvía—. ¡Luego te vas a
enterar!
—¡Oh, por favor! —Me tumbé a su lado
boca arriba y extendí los brazos, al tiempo que
me reía—. ¡Muéstramelo!
—¡Uf… uf…! —jadeaba como una
locomotora de vapor, mientras intentaba
tranquilizarse—. Ignoraba que pudieras ser tan
perversa —dijo, con mucho trabajo.
—Nunca me habías dado la oportunidad —
dije, con una mueca—. La mayoría de las
veces tú eres la potencia dominante.
—¿Y eso… no te gusta? —preguntó. Otra
vez aquella inseguridad que yo no conocía.
Alcé los hombros.
—Así ha ocurrido desde el principio. Tú
eras la mayor, la más experimentada: me
parecía natural.
—¿De veras? —Brittany se apoyó sobre los
codos y me miró.
Algo no cuadraba allí. Hacía preguntas que
nunca se le habrían pasado por la imaginación;
para ella siempre había sido muy natural llevar
la voz cantante. Y para mí también. No me
molestaba, con tal de estar con ella.
—¿Por qué preguntas eso de repente? —
inquirí.
—No lo sé. —Se dio la vuelta sobre la
espalda y miró al vacío—. Quizá porque, a lo
largo de mi vida he considerado naturales
muchas cosas que a lo mejor no lo eran.
—¿Por ejemplo? —Arrugué el entrecejo.
«¿Dónde está mi Britt-Britt? ¿Es la mujer que
tengo a mi lado?», musité para mis adentros.
—¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez
cómo sería todo si no nos hubiéramos
conocido? —preguntó. No quería respuestas;
tan sólo deseaba formular algunas preguntas.
—¡Brittany! Por favor… —Me erguí e
intenté interpretar la expresión de su rostro.
Parecía pensativa—. Por favor… —Tragué
saliva—. Por favor, no me digas que desearías
no haberme conocido nunca. —Mi estómago
se contrajo a causa de la angustia.
—No. —Brittany volvió la cabeza y me
miró, igual que yo la miraba a ella—. No es
que me hubiera gustado que ocurriera así.
Sólo he preguntado si a ti te habría gustado.
—Tú… —Tuve que tragar saliva de nuevo
—. Ya conoces la respuesta —dije, con
acaloramiento. Mi voz no me obedecía.
Brittany me daba miedo. ¿Quería separarse de
mí? ¿Se había terminado todo?
—¿Has sido siempre feliz a mi lado? —
preguntó.
Me parecía tener un nudo en la garganta.
—Brittany… —susurré—, tú sabes…
—Ya sé que no ha sido así —dijo, y su voz
sonó fría de nuevo—. En realidad no debería
habértelo preguntado.
—Sí… Brittany… —Me sentía totalmente
turbada—. He sido feliz en muchas ocasiones,
en todas las que he podido estar contigo.
—¿Siempre? —insistió.
—Por favor…, Brittany…, no pongas en
duda todas mis palabras. —Sentí que brotaba
el sudor por todos los poros de mi piel—. Tú
sabes, lo mismo que yo, cómo… cómo fueron
las cosas al principio.
—Yo sé lo que te hice entonces —dijo
Brittany, en un tono frío—. Pero yo no sé si
ésa fue la única vez.
—Sí, fue la única. De eso hace ya mucho
tiempo y desde entonces hemos pasado muy
buenos momentos juntas: en Aspen, aquí…,
en todos los sitios.
«¿Cómo puedo convencerte y quitarte esos
pensamientos de la cabeza?», pensé.
—¿Lo pasaste bien en Aspen? —preguntó.
—Ya te lo he dicho y es cierto —contesté
—. Aspen fue maravilloso.
—Sí. —Enlazó las manos detrás de la
cabeza y miró al techo—. Lo de Aspen fue
muy hermoso.
—Y no sólo lo de Aspen —dije yo—. Cada
segundo aquí…, en tu casa…, o en otro
sitio… siempre ha sido bonito.
—Yo también me acuerdo de otras cosas
—replicó con sequedad.
—Pero eso son pequeñeces, nimiedades —
respondí—. Pero la mayor parte del tiempo
todo ha ido muy bien.
Me miró con curiosidad.
—¿Qué es lo que ha ido bien la mayor parte
del tiempo?
—Eso… eso es… —tartamudeé—. Bueno,
todo. Sencillamente todo. Tú, yo, el mundo, la
vida…
—La vida —dijo con una sonrisa—. La
vida es lo más importante, ¿no es verdad? La
queremos disfrutar.
—Claro, seguro. —Su sonrisa no me
tranquilizaba en absoluto. Parecía poco
oportuna.
—Eso es lo que queremos disfrutar —
repitió—. Todo lo que dure. —Se inclinó
hacia mí. —Y ahora, YOo tengo un orgasmo en
los próximos tres minutos o te mato! —Se
mostró tan risueña que yo, aliviada, me
desplomé a su lado.
—Pues lo vas a tener —dije yo, en tono de
broma—. Sólo depende de ti. Si eres tan
rápida…
—Lo soy más todavía —repuso—. Sólo
que tú me frenas. —Se irguió, se desplazó
hacia abajo y se colocó sobre mi cara—.
Ahora… —murmuró. Su voz temblaba a
causa de la excitación—. Por favor…
Separé sus labios vaginales con mi lengua,
dejé que su aroma penetrara en mis pulmones
y agarré su trasero para poder sujetarla.
Me sentí casi mareada ante la idea de que
ella estuviera allí, sentada sobre mí. Sus
muslos separados me rodeaban la cara y sus
pechos oscilaban sobre mí.
Llevé mi lengua hasta su hendidura.
Mucho, más aún, todo lo posible. Mi lengua
pareció estirarse para fundirse con sus
pliegues, mi humedad, su humedad, todo iba
de un lado a otro. Noté su excitación en mis
labios.
Penetré en ella y Brittany gimió sobre mí de
una forma profunda y vibrante. Su cuerpo
acompañó a aquel gemido. Mi lengua percutía
como un pajarito que aleteara hacia dentro y
hacia fuera, como si la cabeza del ave entrara
y luego saliera de nuevo para tomar aire.
—¡Oh…, oh…, oh…! —Los suspiros de
Brittany sonaban rítmicos y cada vez más
rápidos por encima de mí. Movió las caderas
hacia delante y hacia atrás, y se agarró a los
barrotes de la cama para no caer—. ¡Oh, Dios
mío! Santana…, lo haces tan bien… Esto es tan
bueno… —murmuró, en un tono agitado.
Introduje mi lengua profundamente en su
interior y con el pulgar acaricié su perla, que
me hacía cosquillas en la nariz.
Gritó, se levantó de mi cara y volvió a
bajar. Una vez más tomé su perla entre mis
dedos y la acaricié. Sus gritos fueron aún más
intensos, tembló y sobre mí cayó un diluvio
fluido. Brittany casi no podía mantenerse
sobre mi cara y mi lengua, pero no quiso darse
por vencida.
Cambié de método y metí dos dedos en su
interior. Lamí su perla con ardor, mi lengua la
recorrió por encima, como si quisiera
adueñarse de toda su humedad, mordí con
ternura el pequeño brote, lo lamí de nuevo y
lo desplacé hacia delante y hacia detrás. Mi
lengua describió una danza derviche sobre su
minúsculo centro de placer, que cada vez se
hinchaba más, hasta alcanzar un tamaño muy
significativo.
—¡Venga…, venga…! ¡Oh…, ah…, sí…,
sí! —Brittany gemía y se revolvía convulsa
sobre mi cara, como si quisiera participar en la
danza derviche—. ¡Sí…, sí…, sí…! —
Penetré en su interior y sujeté su perla con
mis labios; luego los apreté, al tiempo que
movía la punta de la lengua a toda velocidad
—. ¡Síííííí! —Se quedó como petrificada.
Entonces se levantó, se sujetó con mayor
fuerza a los barrotes de la cama y sus muslos
temblaron en mis mejillas.
Yo esperé hasta que se echó a un lado, se
tranquilizó un poco y se tumbó en la cama
junto a mí. Su pecho se elevaba y descendía
con fuerza.
—Yo creo que no han sido ni tres minutos
—dije, sonriente.
—Eso…. —jadeó— eso… creo… yo…
también. —Su respiración fue calmándose
poco a poco—. Y ahora voy yo. —Cerró los
ojos—. Lo siento.
—No tienes que sentir nada. —La besé con
los labios entreabiertos—. Tienes toda la
noche ante ti.
—Humm… —Lamió de mis labios sus
propios jugos—. Me has humedecido tanto.
—No creo que yo tenga mucho que ver en
eso —dije, entre risas—. Eres tú misma la que
te has excitado.
Ella se irguió de repente y se echó sobre mí.
—Tú eres la que me ha excitado —repuso
—. Tú me pones muy cachonda. Y quiero
que sea así toda la noche.
—¡Espero poder lograrlo! —dije, aún
riendo—. Pero no te lo puedo garantizar.
Se deslizó sobre mí, pasó por mi pecho,
que estaba sediento de sus caricias y
abandonado a su suerte, y desapareció entre
mis piernas. Noté cómo entraba en mí y me
tomaba. Al cabo de muy poco tiempo llegué al
orgasmo, porque mi excitación ya estaba
disparada desde que ella se había colocado
sobre mi cara.
Me crispé, me encabrité, me apreté contra
los dedos de Brittany, manteniéndolos con
firmeza en mí, hasta que, por fin, pude
relajarme y la bola de fuego que había en mi
interior se deshizo, provocando una sensación
cálida y agradable en mi vientre.
—¡Oh, Brittany…! —jadeé—. Brittany…,
ha sido tan hermoso.
Se deslizó a mi lado y colocó su cabeza
sobre mi pecho.
—Esta noche nunca acabará —murmuró—.
Nunca, ¿me has oído?
Su voz sonaba tan extraña que me vi
obligada a asentir.
—Sí, nunca acabará. Nunca. —Yo también
lo deseaba, pero no sabía si podría ser, porque
junto a ella yo no me sentía segura.
Aquella noche experimenté una pasión por
Brittany que superaba todo lo que yo había
vivido. Ella quería que yo la tomara, luego me
tomaba a mí, y así hasta que caí rendida. Pero
la energía que nos abandonaba durante un
corto espacio de tiempo volvía otra vez y nos
permitía comenzar como al principio.
Brittany llegó hasta el límite del dolor, de su
dolor, no del mío.
—Sigue…, sigue…, sigue —decía,
exigente, cada vez que yo intentaba parar.
—Esto te tiene que doler —dije, con temor
—. Ya estás casi llagada.
—No pasa nada —contestó—. Quiero
sentir…, sentir…, sentir. —Y de nuevo volvía
a gemir, llena de placer, cuando yo entraba en
ella. Movía las caderas y me succionaba hacia
su interior.
Nunca se había mostrado tan incansable, ni
siquiera aquella vez en el yate. Me preguntaba
qué se proponía, pero no podía mantener mi
pregunta durante mucho tiempo, pues su boca
volvía a tapar la mía y sus sabias manos
actuaban sobre el punto cúspide de mi éxtasis.
Cuando me fui a la mañana siguiente, no
recordaba haber dormido ni un solo segundo.
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Capítulo super WANKY Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 3637566961 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 espero lo disfruten Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1206646864
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Mensaje por micky morales Jue Oct 22, 2015 7:22 am

y ahora que estara ocultando brittany, sera que quiere terminar con santana?
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Jue Oct 22, 2015 9:12 pm

micky morales escribió:y ahora que estara ocultando brittany, sera que quiere terminar con santana?
esperemos que no lo haga Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087
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Mensaje por Caritovega Jue Oct 22, 2015 9:15 pm

Bueno el cap de hoy esta demasiado largo :3 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1202786940 espero les guste y vallasen preparando por que cuando menos lo esperen ZAS ABRA DRAMA! Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2884812151
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CAPÍTULO 15

—Está muy bien que hayas venido —dijo
Emily. Luego me dirigió una mirada de
curiosidad, con la cabeza inclinada como si
fuera un pájaro—. ¿Qué es lo que te ha hecho
cambiar de opinión? —La pregunta parecía
inocente, pero estaba muy lejos de serlo.
Quería saber toda la historia.
—Es que, de repente, he encontrado tiempo
—contesté, para tratar de evadirme de la
situación—. Además, me gusta mucho venir
aquí.
—De repente has encontrado tiempo —
repitió.
Nos sentamos en el jardín. Yo acababa de
llegar y Emily me saludó junto con los otros
dos compañeros que me habían llevado en su
coche. Luego nos mostró cómo podíamos
pasar la noche, lo que sólo significaba que
teníamos que poner nuestros sacos de dormir
sobre el santo suelo. Había tantos alineados
que dudé si habría sitio para todos. El asunto
sería más grave por la noche.
Miré a mi alrededor, en el jardín.
—¿Has planeado hacer una barbacoa?
—Sí, siempre que la gente haya traído
suficientes cosas para hacerla —dijo Emily,
sonriente.
—Oh, lo siento, no lo sabía. —Aquello me
resultó embarazoso—. Pero he traído bebida,
como de costumbre.
—No pasa nada —dijo Emily—. Creo que
habrá suficiente. Y, a decir verdad, la bebida
siempre es más importante que la comida. —
Me miró de nuevo con curiosidad, pero luego
se levantó—. Voy a ocuparme de los demás.
La última vez uno casi incendió media cocina
porque no sabía cómo encender el gas. Les he
prometido a mis padres que esta vez no
quemaría la choza. —Rió y se dirigió a la
casa.
Yo me quedé allí, mirando absorta hacia el
bosque, que ocupaba todo el terreno alrededor
de la finca. La región de Eifel era tan rural que
uno se sentía como en otro mundo, sobre todo
después de dejar atrás la palpitante metrópoli
de Colonia. Era un enorme contraste.
En mi cabeza reinaba un tremendo
desconcierto. Pensaba en Brittany y me
preguntaba el motivo de su comportamiento,
aunque eso ya lo venía haciendo desde los
primeros días de nuestra relación. Pero, por
aquel entonces, sabía tan poco sobre ella que
todo lo que hacía me asustaba y me
sorprendía.
Por supuesto, seguía sorprendiéndome,
pues su comportamiento era muy poco
previsible, pero algo había cambiado.
Habíamos pasado una temporada maravillosa,
casi como si fuéramos una pareja normal que
hubiera decidido estar juntas para siempre.
Pero ahora ella había creado entre nosotras
una cierta distancia, me alejaba. Era de
esperar.
Y, otra cosa más. No parecía convencida
de su propia decisión; o más bien se mostraba
insegura. ¡Brittany insegura! Aquello resultaba
algo impensable. Ella siempre sabía con total
exactitud lo que hacía y lo que debía hacer a
continuación, tenía en cuenta todas las
posibilidades, sopesaba y valoraba las
consecuencias. Daba igual que fuera en el
ámbito privado o en el laboral: todo lo tenía
siempre bajo control.
Frente a ella yo me sentía pequeña, joven e
inexperta, y a veces me superaban sus
exigencias. De hecho, ella no pedía más de lo
que esperaba y lo que esperaba era que no le
exigieran emociones, compasión ni
compromiso. Ella daba lo que había dispuesto
para ese momento, nada más.
Pero en los últimos tiempos había dado
mucho. Se mostraba dulce y comprensiva, y
toleraba cosas que, en realidad, no deseaba.
Había llegado a ser muy dulce si se la
comparaba con la Brittany de nuestros
comienzos. A veces incluso me parecía
demasiado blanda, demasiado dócil. Al
principio, no iba con ella eso de dejar pasar las
cosas o hacer la vista gorda. La perfección era
una divinidad a la que siempre había adorado
y ahora, de repente, ya no le parecía tan
importante. Resultaba más sencillo entenderse
con ella, pero sus aristas, que antes me
llegaban a molestar, ahora me gustaban. Es
más, me gustaban en especial. Una Brittany
sin esquinas ni aristas ya no era Brittany.
Pero tampoco era así. Una y otra vez tuve
que acostumbrarme a sus repentinos cambios
de humor. Sólo que ahora ese humor era más
meditado, menos agresivo. Seguro que eso
constituía una ventaja, pero…
Suspiré. El enigma Brittany no se había
descifrado: eso tenía que admitirlo. Hacía
tiempo que la conocía, pero ¿la conocía mejor
ahora? Seguro que no.
—Pareces algo ausente. —La voz de Emily
me trajo otra vez al mundo real.
Me pasé las manos por la cara.
—Ayer no dormí mucho. No sé cuánto
tiempo voy a aguantar esta noche.
—Oh, no dormiste mucho ayer. —Noté
cómo se elevaba un poco el tono de curiosidad
en la voz de Emily—. ¿Puedo especular acerca
del motivo?
—El motivo es… —Suspiré—. El motivo
es que ayer no dormí mucho, eso es todo.
—Humm… —Emily me miró el cuello.
Yo me puse colorada como un tomate e
intenté taparme con la mano el punto de mi
cuello que despertaba su interés. Entonces me
acordé… Aquella mañana me había echado un
ligero vistazo en el espejo, y me vi el cuello…
Sí, Brittany no había pasado nada por alto, ni
siquiera el cuello. Tenía un buen chupetón.
Me había abotonado la camisa hasta arriba
para taparlo, pero se me habían desabrochado
algunos botones, lo que sirvió para alimentar
aún más la curiosidad de Emily.
—Pues eso no te lo has podido hacer tú
sola —dijo, con una mueca.
—Eso… eso… No sé lo que es eso —
tartamudeé.
—Sólo conozco dos cosas que puedan
provocar algo así —dijo Emily—. Una
sanguijuela o un ser de naturaleza masculina.
¿Tienes una sanguijuela como mascota?
—No, claro que no. —La miré, irritada.
—Entonces sólo nos queda la segunda
posibilidad —repuso.
No contesté y miré al suelo un tanto
turbada, ante la disyuntiva de hablar sobre
Brittany con otra persona que no fuera mi
madre y el deseo de proteger mi vida privada.
Eso lo había conseguido hacer muy bien en el
colegio. De todas formas, antes de conocer a
Brittany nunca había tenido nada que ocultar.
—No es nada —dije yo—. Me habré
golpeado con algo.
—O alguien te ha golpeado. —Era toda una
indirecta.
Yo la miré. ¿Aquello era realmente tan
ambiguo como parecía? Así me lo pareció y
así lo indicaba la expresión de su rostro.
—No quiero hablar de eso —dije.
—Humm…, si lo quieres así. —Emily se
sentó a mi lado en el banco y miró hacia el
bosque, el prado y las flores.
Permaneció muda y su presencia me
enervaba cada vez más. Moví un pie, las
manos, mis nervios estaban sometidos a una
tensión cada vez más creciente y acabaron por
hacer que todo mi cuerpo temblara. Ya no
pude aguantar más y salté:
—¡Sí, tienes razón! ¿Estás contenta? —
Luego respiré aliviada.
—Sabía que tenía razón —dijo Emily.
—Si lo sabías, ¿por qué lo has preguntado?
—La miré de soslayo.
—Porque siento curiosidad —dijo—.
Estamos juntas desde el primer curso en el
instituto, ya hace bastante tiempo, y a pesar
de eso no nos conocemos en absoluto.
—No tenemos el mismo círculo de amigos
—repliqué.
Emily asintió.
—Tu círculo de amistades está compuesto
por personas que se interesan por el colegio, lo
mismo que tú. Y yo no pertenezco a ese
grupo.
La miré turbada.
—Oh…, bueno…, perdona. No sabía que
te hubiera gustado sentirte integrada en ese
círculo —balbuceé.
—No me hubiera gustado —dijo Emily—.
Con vosotros, los aventajados, me sentiría
pequeña y estúpida. Pero tú…, bueno,
siempre he pensado que eras interesante. Por
eso te he invitado en varias ocasiones. Por
desgracia, nunca nos hemos tratado más a
fondo.
—Aquí siempre hemos sido tantos… —
Intenté buscar una disculpa. Nunca me habría
imaginado que Emily hubiera sentido el más
mínimo interés por mí. Debía de haberme
dado cuenta. Nunca la había tomado muy en
serio; siempre pensé que era muy agradable,
pero nada más. Era muy apreciada y parecía
llevarse muy bien con todo el mundo. ¿Por
qué, entonces, ese especial interés por mí?
Nunca lo hubiera pensado.
—Creo que no es eso —dijo—. Eres muy
reservada en lo que se refiere a las amistades.
—Soy tímida —dije ruborizándome.
—Ya lo sé. Cuando se habla contigo sueles
desaparecer tan rápido que de ti sólo se ve una
nube de polvo.
—Yo… —Tragué saliva—. Algunas
personas me ponen nerviosa —respondí.
—¿Como yo ahora? —Emily hizo una
mueca y yo la miré con una cara tan expresiva
que no tuvo más remedio que reírse—.
¡Seguro que sí! —Me miró de nuevo, ahora
muy seria—. ¿Sientes miedo ante las
personas? —preguntó.
—A veces —respondí—. Hay algunas que
no son muy… agradables.
—¡En especial las chicas! —asintió—.
Pueden maquinar gran cantidad de cosas. Los
chicos, en cambio, son más inocentes.
Yo también asentí.
—Por eso, en muchas ocasiones prefiero
mantenerme lejos. Si no te comunicas con la
gente suelen dejarte en paz.
—Pero hay una persona —dijo, mientras
señalaba mi cuello con el dedo— con la que sí
te comunicas. Incluso de un modo intenso.
Vi a Brittany ante mí. La noche anterior me
pasó por los ojos como una película a cámara
rápida, y también otros momentos en los que
yo me había comunicado con ella de forma
muy intensa, tal y como le gustaba decir a
Emily. Me puse como un tomate.
—El color lo dice todo —apuntó Emily,
satisfecha—. Pero no quiero atormentarte más
con eso. Si no quieres hablar del tema… —Se
levantó.
—¡Sí quiero! —Apoyé la cabeza sobre las
manos y la sacudí—. Me gustaría mucho
hablar del tema. —La miré—. Pero no resulta
tan fácil.
Emily se sentó de nuevo a mi lado.
—No es un chico de clase —dijo—, eso ya
lo has dejado claro. —Esperaba una
explicación por mi parte.
¡No es un chico! ¿Por dónde debía
empezar?
—Sí —suspiré—. No es nadie de nuestra
clase.
—Alguien mayor. —Emily me observó con
una mirada penetrante—. Seguro que es
alguien mayor. Tú eres demasiado avispada
para alguien de nuestra edad. Seguro que te
sacaría de tus casillas. Y los chicos no pueden
soportar que una sea más inteligente que ellos.
—No soy inteligente —dije y apoyé de
nuevo la cabeza en las manos—. Por
desgracia no lo soy.
—Bueno, bastante sí que lo eres —dijo
Emily, en un tono un tanto seco—. Créeme,
yo puedo juzgarlo, porque yo sí que no lo soy.
—Yo creo que tú eres más inteligente que
yo —repliqué—. Tú no te buscas tantos
problemas.
—¡Si supieras los problemas que tengo yo!
—exclamó Emily—. Pero no vamos a hablar
de ellos. ¿Tienes problemas con tu novio?
¿No eres feliz con él?
—Soy… feliz. La mayoría de las veces —
contesté.
—Entonces, ¿lo sois cuando estáis en la
cama? —Emily miró con guasa el moratón de
mi cuello.
Me subí el cuello de la camisa todo lo que
pude.
—Sí —respondí.
—Una vida sexual satisfactoria es muy
importante —dijo Emily—. Eso ya es más de
lo que tiene la mayoría.
Suspiré.
—Pero tampoco lo es todo. —Emily se
mostró de acuerdo conmigo a raíz de mi
suspiro—. Claro que no. ¿Son de otro tipo
esos problemas?
—¿Cuánto tiempo se necesita para conocer
de verdad a una persona? —La pregunta iba
dirigida más a mí misma que a ella.
—Humm… —Emily se reclinó en el banco
y estiró las piernas—. Ésa es una buena
pregunta. Yo creo que una persona jamás
llega a conocer a otra. Siempre hay algo que el
otro se reserva. Y uno también lo hace de sí
mismo.
—¿De veras? ¿Nunca? —pregunté, con aire
infeliz.
—Bueno, pues sí. Las mujeres y los
hombres somos muy distintos —dijo Emily—.
Eso es una perogrullada y seguro que es lo
que ocurre entre tu novio y tú. Él ve las cosas
desde una óptica masculina y tú las ves desde
una óptica femenina. Y son muchas las veces
que esas perspectivas no concuerdan.
«¡Si la cosa fuera tan sencilla como eso!»,
pensé y suspiré de nuevo.
—¿No crees que reside ahí el problema? —
preguntó Emily.
Yo respiré hondo.
—No, ahí no reside el problema —dije—.
Seguro que no.
—Si quieres conocerlo mejor, tienes que
mostrar interés por sus aficiones. Ya sabes, el
fútbol, los coches, las mujeres…
Tuve que mostrarme satisfecha.
—Los coches seguro que sí —dije. Claro
que eso no significaba que Brittany estuviera
siempre montando y desmontando coches,
como hacían muchos hombres. Ella se
limitaba a comprarlos.
—Ése sería un buen punto de partida —
afirmó Emily.
—Sí —contesté.
Emily me miró durante unos segundos.
—No es eso —dijo—. No tiene nada que
ver con eso.
—No —contesté.
Emily se quedó callada otra vez. Luego noté
cómo se colocaba a mi lado. Cuando la miré,
estaba muy seria.
—¿Estás embarazada? —preguntó.
Por un momento me quedé perpleja; luego
solté una carcajada.
—No —dije, mientras negaba con la cabeza
—. No, de eso nada. En ese sentido no debes
preocuparte.
Emily respiró hondo. Al parecer estaba
preocupada.
—¿Tomáis las precauciones adecuadas? —
preguntó de nuevo.
—Claro. —Tuve que esconder una mueca
—. Muy adecuadas, creo yo.
—Eso es algo que no se puede tomar a la
ligera —dijo Emily—. La hija de unos vecinos
nuestros…, la que decía que eso de tener
cuidado no era algo que fuera con ella… Su
novio se retiraba siempre antes de correrse.
Pero se quedó embarazada y tuvo que
abandonar el colegio.
—¿Abandonar el colegio? ¿Sólo por estar
embarazada? —Me sentí perpleja; no veía la
relación entre ambas cosas.
—Sus padres lo quisieron así. Ella quería
abortar, pero se lo impidieron. Son un
tanto…, bueno, religiosos. Y piensan que ella
tenía que recibir su castigo por haber
practicado el sexo a los dieciséis años. La
sacaron del colegio y tuvo que ocuparse todo
el tiempo del niño. Se acabó su juventud.
Ahora es madre de la mañana a la noche. No
sale, ni va a la discoteca ni al cine. Siempre
está sentada en casa y, al parecer, los
próximos años van a ser iguales.
—Terrible —comenté. Por un momento me
alegré de no tener que preocuparme de esos
temas. Si cada vez que me acostaba con
Brittany tuviera que ocuparme de tomar
precauciones… No me lo podía ni imaginar.
Así era mucho más sencillo.
—Sí, es verdaderamente terrible —dijo
Emily—. Antes de enterarme no pensaba
mucho en esas cosas, pero ahora sí lo hago.
—Por lo que a mí respecta, no debes
preocuparte —afirmé—. No tengo ese
problema.
—Entonces todo va bien. —Emily se dio un
golpecito en el muslo con gesto decidido y se
levantó—. Creo que debo ocuparme un poco
de los demás invitados. Tampoco quiero
marearte mucho más.
—¡No me mareas! —Alcé la vista hacia
ella.
—Pues pienso que sí —dijo, sonriente—.
Si me quieres contar algo, acude a mí. Y, si
no, pues nada. —Se dio la vuelta y se marchó.
La tarde transcurrió de un modo muy
relajado. Estuvimos sentados en el jardín,
algunos jugaron a la pelota, un poco como si
estuviéramos en el jardín de infancia, aunque
allí no había cerveza. Cuando empezó a
oscurecer, Emily encendió la barbacoa y un
olor embriagador se difundió por el aire. El
atardecer cayó sobre los prados y todo resultó
muy romántico.
Pensé en Brittany y en lo que me hubiera
gustado que estuviera allí conmigo. ¿Qué
estaría haciendo ahora? Tenía que diseñar una
campaña, así que seguramente habría ido a la
agencia, aunque a veces también trabajaba en
casa. Estaría sentada en la mesa de su
despacho, o en su habitación, ensimismada en
la preparación de bocetos y enfurecida por
tener que tirar sus ideas a la papelera. Aquélla
era su especialidad. Cuando trabajaba para
una campaña, toda la habitación se convertía
en una papelera. Por todas partes había
papeles arrugados. A veces recuperaba
algunos y concedía una segunda oportunidad
al proyecto que contenían.
Su forma de trabajar me parecía un
verdadero caos, pero los resultados
sorprendían a sus clientes y, por lo tanto, eran
los adecuados. Yo no podía actuar de ese
modo, pero tampoco era una persona tan
creativa como Brittany. A ella las ideas le
llegaban del aire y yo sólo podía pensar en
sueños que me ocurriera algo así.
Soñar. Brittany. Reí. Era bonito pensar en
ella, aunque la echaba de menos.
—¿Salchichas?
Me asusté.
Emily se sentó a mi lado y me entregó un
plato de papel.
—¿Por qué me da la sensación de que no
estás aquí sino en otro sitio? —preguntó.
—Sí, sí. Claro que estoy aquí. —Cogí el
plato de forma precipitada y las salchichas
estuvieron a punto de irse al suelo. Tuve que
atraparlas al vuelo con la mano.
—¿Tan nerviosa te pongo? —preguntó
Emily—. Entonces me voy.
—No, yo… —Me chupé los dedos, que se
habían pringado con la salsa de las salchichas
—. Sólo estoy algo cansada.
—Puedes echarte —dijo Emily—. Y ya nos
veremos más tarde.
Negué con la cabeza.
—Creo que no merece la pena. Si me echo
ahora no me levantaré hasta mañana.
—Entonces debió de ser una noche muy
ardiente —dijo Emily con una mueca. Por
supuesto, seguía sintiendo mucha curiosidad.
Y el moratón me impedía quitarle razón.
Pero me limité a callarme.
—Sigo sin dejarte tranquila, ¿verdad? Ya sé
que soy imposible.
—No lo eres. —Me quedé callada durante
unos segundos y reflexioné—. Más bien
pienso que soy yo la imposible —afirmé
después.
Emily dio un mordisco a su salchicha, la
masticó y luego miró al cielo.
—La primera vez que me enamoré —dijo
— era como vivir en el paraíso y no me sentía
capaz de pensar en nada. —Dio otro bocado y
se quedó pensativa—. Pero creo que, cuando
te vuelves a enamorar, ya no ocurre todo
como al principio. Es una sensación fantástica.
Una sonrisa de afecto se adueñó de mi
rostro.
—Sí —dije en voz baja—. Una sensación
maravillosa.
—Estás muy enamorada, ¿no es cierto? —
preguntó Emily.
—Sí —afirmé de nuevo.
—¿Os conocéis desde hace mucho?
—Desde el verano pasado —dije yo.
—¡Guau! —Emily me miró—. ¿Desde hace
tanto?
—Sí, ya hace bastante —confirmé,
desperezándome. No me había dado cuenta
de que las relaciones entre mis condiscípulos
duraban semanas y no meses. De hecho,
Brittany y yo éramos como una pareja que se
conociera mucho. Pero a mí no me lo parecía:
era como si nos hubiéramos conocido ayer.
—Nunca me lo hubiera imaginado —repuso
—. Debe de ser algo muy especial.
Contraje la cara con una expresión de dolor.
No me apetecía que Emily siguiera pensando
que Brittany era un hombre. No era correcto.
Pero tampoco quería que corrieran por el
colegio historias estúpidas acerca de mí. Hay
algunas chicas que no tienen nada mejor que
hacer que tejer intrigas en torno a tales
informaciones y esas intrigas podían llegar a
ser muy desagradables para los afectados. Con
la selectividad tan cerca, yo no quería lidiar
con unos problemas que había dejado de lado
durante tantos años.
—Sí, es… —La miré—. Tú no tienes
novio, ¿verdad?
Emily reaccionó de una forma curiosa. Su
rostro, hasta ahora franco y amable, cambió
de expresión. Emily se cerró en banda.
—No —dijo—. Ahora no.
Yo la miré más de cerca. ¿Sería cierta la
idea que me había hecho de ella?
¿Tendríamos en común algo más de lo que yo
pensaba?
—Hace poco he leído un libro —dije con
cautela—. Se titula Un lugar para
nosotras ¿Lo conoces?
Emily se estremeció.
—¿Por qué debería conocerlo? —preguntó.
Las comisuras de mis labios se curvaron
hacia arriba. Si no conocía el libro se hubiera
limitado a decirlo y, si lo conocía pero no
quería confesarlo, hubiera afirmado que no le
había agradado.
—Entonces lo conoces —dije. Y eso tenía
un significado para ella.
Respiró hondo.
—Lo tengo en la librería de mi casa —
afirmó.
—Yo también. —Hice una mueca. Ya
estaba todo claro y ahora podía hablar sin
rodeos con ella.
—Así que… —dijo—. Nunca lo hubiera
pensado.
—Yo sí lo he pensado algunas veces… —
Carraspeé—. Pensaba que eras muy
agradable. Más que las demás.
Se dirigió hacia mí.
—¿Y por qué no me lo has dicho?
—Yo… yo… —El calor se adueñó de mis
mejillas—. Soy muy tímida —susurré.
Emily suspiró.
—Y yo que creía… Bueno, tú siempre te
has mostrado tan interesada por el colegio que
era difícil valorar lo que te gustaba.
—Tú me gustas —dije—. Pero ya lo
sabías, ¿no es cierto?
—No tan cierto —replicó—. Siempre has
sido muy reprimida. Pensaba que no le dabas
valor a los amigos.
—Bueno, sí, amigos… —Reflexioné—. En
general no se puede decir. Pienso que mi
tiempo es demasiado valioso para pasarlo en
bares o discotecas, bebiendo y fumando, y sin
hacer nada más. Nada importante. Eso es
perder el tiempo. Y, además —reí—, no
soporto el humo del tabaco.
—La mayoría van a los bares para
encontrarse con gente, y lo entiendo —dijo
Emily.
—Sí —asentí—. Lo he intentado un par de
veces, pero es muy aburrido. Es mucho más
emocionante quedarse en casa leyendo un
libro. Por lo menos ahí sí ocurre algo.
Emily arqueó las cejas.
—Eres algo fuera de lo normal —dijo—.
Tenemos un par de empollones en clase y al
principio pensé… Bueno, pensé que tú, al
sacar siempre tan buenas notas, estabas entre
ellos. Pero ahora… ahora creo que no eres
así.
—No —respondí—. Las notas no significan
nada para mí y tampoco estudio demasiado.
Me limito a leer mucho, todo lo que cae en
mis manos. Se empieza por Goethe y se pasa
por los libros de historia hasta llegar a los
cómics. —Hice una mueca—. Adoro Astérix.
—Y así aprendes sin tener que esforzarte
—dijo Emily—. ¡Sí que te envidio! Yo tengo
que empollar como una burra para enterarme
de algo.
—Si quieres podemos estudiar juntas. No
veo nada en contra.
Emily se quedó significativamente callada
durante unos segundos.
—¿Pero tú estás comprometida? —
preguntó.
—Sí, lo estoy. —Era una pena que Emily y
yo, antes, no hubiéramos… Pero las cosas
habían salido así.
—Es… —Tragó saliva—. ¿Es cariñosa? —
Rechazó su propia pregunta antes de que yo
pudiera contestarla—. ¡Claro que lo es! De lo
contrario, no llevarías tanto tiempo con ella.
Yo no estaba tan segura de eso.
—Ella es… —Tuve que pensármelo—. Es
fascinante —respondí. Era una sensación muy
rara eso de hablar con Emily sobre Brittany.
—¿Cómo se llama?
— Brittany —respondí—. Se llama Brittany.
—Y mi rostro reflejó una expresión soñadora.
—Y es mayor. —Emily sonrió con ironía,
pues estaba segura de que su suposición era
muy acertada.
—Sí —corroboré—, es mayor que yo.
—Hubiera podido apostarlo —repuso—. ¿A
qué se dedica?
—Tiene una agencia de publicidad. —Me
interrogaba como si tuviera todo un repertorio
de preguntas en la cabeza.
—Una agencia de publicidad —asintió, con
aprobación—. ¿Es suya?
—Sí. —Yo ya había perdido las ganas de
jugar más a preguntas y respuestas. Pero las
preguntas venían de un lado y las respuestas
salían del otro—. ¿Qué pasa contigo? ¿Tienes
novia?
—Ahora no —respondió y de nuevo
apareció en su rostro aquella expresión cerrada
que había visto en ella la primera vez, cuando
le formulé la misma pregunta, pero referida
entonces a un chico. Era mejor no ahondar
más en aquel tema.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunté—.
Quiero decir…, que te gustan las chicas.
—Oh. —Emily se rió—. En realidad lo sé
desde que tengo ocho años. Entonces me
enamoré por primera vez de mi profesora.
—Y lo supiste de inmediato, ¿verdad? —
Tuve que admitir que, en mi caso, la cosa
había tardado más tiempo.
—Bueno, no lo supe. De muy pequeña una
no piensa en esas cosas. Las cosas se limitan a
ocurrir así. —Emily se mostró satisfecha—.
Seguía a la profesora, nunca la perdía de vista
y estaba siempre tras ella, pisándole los
talones. Yo creo que se sintió un tanto
acobardada.
—¡Por una niña de ocho años! —No tuve
más remedio que reírme.
—Sí, una niña pequeña puede llegar a ser
muy cargante. —Emily hizo una mueca—. Si
yo fuera profesora no me gustaría que me
ocurriera algo así.
—¿Quieres ser profesora? —pregunté, con
interés.
—Me lo estoy pensando —respondió—.
Pero aún no estoy totalmente decidida. —Me
miró—. ¿Tú también?
—No —negué con la cabeza—. Quiero ser
periodista.
—¿De veras? —Emily frunció el entrecejo
—. Yo creo que no sería capaz. Eso de tener
que irme al extranjero, por ejemplo.
—¡Ése sería el mejor trabajo que podría
conseguir! —Reí yo—. Aunque lo más
probable es que aterrice primero en la
redacción local de algún periodicucho de
provincias y tenga que escribir artículos sobre
los criadores de conejos.
—Seguro que resulta emocionante —
bromeó Emily.
—Sí, a lo mejor hasta aparece una
criadora… —dije con cierta guasa. ¿Por qué
no había hablado antes así con Emily? Era tan
bonito poder charlar con alguien con toda
franqueza—. En el colegio te he visto con
algún que otro chico —continué.
—Ah…, eso… —Emily hizo un gesto—.
Eso es siempre un problema. Me gustan los
chicos, claro que no como las chicas, sino
como colegas. Los chicos no son tan
caprichosos, con ellos se pueden hacer
muchas cosas y algunas bastante interesantes.
Pero cuando pasas mucho tiempo con ellos,
piensan…, bueno, piensan que de alguna
forma les interesas. Y entonces la cosa se
vuelve… abrumadora.
—¿Tan malo es? —inquirí—. Yo siempre
me he mantenido alejada de esas experiencias.
—¿Alguna vez te ha besado un chico? —
preguntó Emily—. ¡Brrrr! —Sacudió la cabeza
—. ¡Es asqueroso!
—Nunca lo he probado —afirmé.
—Pues puedes alegrarte —dijo Emily—.
Olvídalo, porque no merece la pena. Y,
además, a ellos siempre les pasa lo mismo en
los pantalones y quieren que les metas mano.
Es repugnante. Y si no deseas hacerlo se
termina la amistad. Dejan de tener ningún
interés en ser tus colegas.
—Es una pena —dije, compasiva.
Comprobé que a Emily le molestaba todo
aquello.
—Sí —replicó—. Con los hombres no se
puede empezar nada, pero con las mujeres
tampoco. —Miró al vacio.
¡Vaya!, ahora tenía un nuevo tono de voz.
Hasta ahora había sonado divertido, pero
empezaba a parecer triste.
—Yo… lo siento —tartamudeé, confusa—.
Pero Brittany …
Emily volvió la cabeza hacia mí.
—No me refería a ti —dijo, con una leve
sonrisa—. No pensaba en eso.
«¡Uff!» Me sentí aliviada. Por un momento
había creído que…
—¿Has tenido malas experiencias con
hombres? —pregunté.
Ella sacudió la cabeza.
—Con los hombres no he tenido malas
experiencias —respondió, y luego hizo una
pequeña pausa—. El problema son las
mujeres.
Yo no podía hablar mucho sobre ese tema,
pues Brittany era la primera mujer en mi vida.
Además de mi madre, que era muy cariñosa.
—¿En qué sentido? —pregunté.
Emily me miró, pensativa.
—Tú misma lo has dicho, no siempre has
sido feliz con…
—Brittany —completé, al apreciar que
había olvidado el nombre y titubeaba.
Emily asintió.
—Entonces debes de saber de qué
problemas hablo.
—Yo creo que no soy la persona más
indicada. —Me ruboricé, pues pensaba que
mis problemas con Brittany eran de índole
distinta a los que se refería Emily.
—En realidad siempre es lo mismo —
murmuró, para sí misma—. Primero hacen
una promesa, luego todo es muy bonito y,
cuando parece que se va a llegar a algo, te
dejan en la estacada.
Eso yo no lo podía decir de Brittany. Ella
nunca me había dejado en la estacada. A
veces era algo desconsiderada y yo no
entendía sus reacciones.
—¿Te ha dejado tu novia en la estacada?
—pregunté—. ¿Cómo lo ha hecho?
—¿Que cómo lo ha hecho? —dijo Emily—.
Se dio cuenta, de repente, de que prefería a
un hombre.
«Ah, esa forma de dejar en la estacada»,
pensé.
—Aún somos muy jóvenes —dije yo—.
Algunas aún no saben en qué parte están.
—¿Acaso la defiendes? —Emily me miró.
—No, no, claro que no. —Alcé las manos
—. Debió de ser terrible para ti. Yo no sabría
qué hacer si… —Si Brittany, de repente,
decidiera irse con un hombre. Ya había tenido
problemas con ese Spyros, que en realidad no
constituía ningún peligro…
—No te lo deseo —dijo Emily—.
Brittany… es…, quiero decir, ¿le gustan sólo
las mujeres?
—Sí —contesté y me dio la sensación de
que Emily era mi consejera.
—¿Estás totalmente segura? Bueno, dicen
muchas cosas cuando…, cuando quieren algo
de ti. O cuando estás en la cama con ellas. —
Su risa sonó un tanto hueca.
—Brittany es… Bueno, sí, ella nunca
miente —respondí—. Y así me lo ha dicho.
—Era cierto que no mentía, y una se podía
fiar de eso, pero por desgracia se le daba muy
bien callarse gran parte de la verdad. De todos
modos…, en el Egeo afirmó algo y yo podía
estar segura de que lo que se callaba no tenía
nada que ver con esto.
—Todas mienten —dijo Emily y su voz
sonó muy amarga.
—Emily… —Coloqué mi mano sobre su
brazo—. Lo siento mucho, ella debió de
hacerte mucho daño.
—¡Oh, sí, sí que lo hizo! —Emily expulsó el
aire de sus pulmones—. Pero no tiene sentido
pensar en eso. Intento olvidarlo, aunque no lo
consigo del todo.
—Si quieres hablar… —dije yo.
Emily me miró.
—Pues en realidad no. —Escondió la
cabeza entre las manos—. Por otra parte… —
continuó—, hubiera sido bonito haberlo
podido hablar.
—Entonces hazlo —repuse—. Te escucho.
—Ella… La conocí en una fiesta en casa de
mis padres —dijo en voz baja—. Son
empresarios y una vez al año celebran una
gran recepción para sus clientes, proveedores,
colegas y gente así. Yo lo odio pero, desde
que me sienta bien el traje de noche, mis
padres me condenan a asistir a sus
recepciones.
—¿Tú? ¿Con traje de noche? —La miré
fijamente.
—Tengo un aspecto terrible —dijo Emily—.
Pero mis padres piensan que es lo que debo
llevar. Este año espero convencerlos para
poder ir con pantalones. Si voy… —Su voz se
quebró y miró al suelo.
—¿Ella también irá? —pregunté.
—Sí. —Se irguió—. Seguro que va. Ahora
está comprometida con el hijo de uno de los
colegas de trabajo de mi padre.
Observé con compasión la cara de Emily,
muy pálida a causa de la tensión.
—¡Me lo podía haber dicho! —explotó—.
¡Sólo con que me lo hubiera dicho! —Se frotó
la cara—. Pero no hubiera servido de nada.
Me enamoré de ella desde el primer momento.
Era maravillosa. —Su voz adquirió un tono de
entusiasmo—. Tan bella, tan suave, tan
cariñosa. —Se irguió—. Hasta que dejó de ser
tan cariñosa. Al final ya no quedaba ni rastro
de ese cariño —dijo, en tono áspero.
—¿Quieres decir que lo tenía planeado
desde el principio? —pregunté.
—Creo que sí —respondió—. Después me
enteré de que yo había sido la primera mujer
para ella. Y puede que no fuera la última,
incluso aunque se case, porque, pura y
llanamente, lo necesita. Le da igual lo que
precisen los demás. Lo único que cuenta para
ella son sus necesidades.
—Suena horrible —dije.
—Y lo es —replicó Emily—. Lo era —se
corrigió—, porque ya es agua pasada.
—¿Hace mucho? —pregunté.
—Dos semanas —respondió—. Pero
parece que hubiera sido ayer.
—¿Y cuánto tiempo duró la historia?
—Medio año —dijo Emily—. En total. No
siempre nos podíamos ver.
«Medio año. Eso no es mucho menos de lo
que nos conocemos Brittany y yo. Si me
pasará eso… Por favor, no. Por favor, por
favor, no», pensé y sentí un escalofrío.
No obstante, en los últimos tiempos el
comportamiento de Brittany era muy extraño.
—No quiero asustarte —exclamó Emily.
Había observado el cambio de expresión de mi
rostro—. Hubiera sido mejor no contarte
nada.
—Sí, sí, está bien —dije yo—. Es que…
¿cómo se sabe? Quiero decir, ¿notaste algo
antes… antes de que ocurriera?
—¡Yo llevaba puestas unas gafas de color
rosa! —Su risa era amarga—. Quizá lo
hubiera podido ver, pero no quería.
—Pero…, ¿qué…? —En realidad yo no
estaba segura de querer saberlo.
—¿Que cómo se reconoce? —Emily alzó
los hombros—. Bueno, pues… citas
acordadas previamente y para las que, de
repente, ella ya no tenía tiempo y debía irse de
inmediato, justo después de haber llegado.
Miraba todo el tiempo el reloj. Tenía ganas de
sexo, pero no de mucho más. Nada de hacer
planes juntas. Me hacía sentir que pensaba en
miles de personas antes que en mí. Siempre
que llegaba había otra persona allí o me decía
que había quedado con alguien y que yo no
podía ir. Y en algún momento…, en un
momento determinado, también se acabó el
sexo, de un segundo a otro. Se levantó de la
cama y me dijo: esto es todo. Finito.
Aquello sonaba espantoso, a pesar de que
ella intentaba imprimirle un tono risueño.
—¿Lo ves? Yo tenía que haberme dado
cuenta, debía haberme dado cuenta —
exclamó.
Sacudí la cabeza.
—Así, como ahora lo cuentas, seguro que
no lo sentiste en ese momento —afirmé.
Emily suspiró.
—Son pequeñeces. Una da paso a la otra.
Al principio no te llama demasiado la atención,
luego sí, pero ya has conseguido
acostumbrarte a ciertas cosas. No se trata de
esto o de aquello, sino de: «¿Lo entiendes,
cariño?, ahora no tengo tiempo». Claro, por
supuesto que lo entiendes. ¡Eres tan
comprensiva!
—Emily. —Le acaricié la espalda. Se había
echado hacia delante y apoyaba la cara en sus
manos. Ella no reaccionó y yo seguí con mis
caricias.
Por fin levantó la cara. Estaba húmeda por
las lágrimas.
—No puedo más —susurró—. La vida
sigue y una no debe mostrar lo que siente.
¡Esto es una mierda!
—Sí, sí que lo es —dije. Conocía muy bien
aquella sensación, porque no se lo había
contado todo a mi madre…
emily se levantó y entró en la casa. Ya se
había hecho de noche. Los demás no estaban
interesados en nuestra conversación y ella,
para no tener que contestar ciertas preguntas,
no quería que vieran que había llorado.
Aguardé un momento y la seguí. No sabía
si era lo correcto, pero esperaba que me dijera
si quería estar sola o no.
Oí que estaba en el baño y me senté en el
suelo, en un rincón de aquella habitación tan
grande. Todo estaba cubierto de sacos de
dormir. Algunos ya estaban preparados. Era
bastante confortable. Me rodeé las rodillas con
los brazos y esperé a Emily.
Salió del baño y fue a la cocina a coger algo
de beber de la nevera. Cuando regresó con
una botella, me vio allí sentada. Se quedó
perpleja. Luego levantó la botella con signo
interrogante.
—¿Quieres beber algo?
—No, gracias —negué con la cabeza y la
miré—. ¿Te molesta si me quedo aquí? Luego
saldré otro rato.
—No me molestas. —Emily se acercó y se
sentó a mi lado, en el rincón—. Me parece
muy bien estar a solas contigo.
Me reí.
—No tengo la impresión de que estés sola
mucho tiempo.
—Sí, es cierto —Emily asintió—. Pero una
siempre está sola con sus pensamientos, ¿no
te parece? ¡Sobre todo con estos
pensamientos! —Bebió un trago de la botella
—. Esto, hasta ahora, no se lo había podido
contar a nadie.
—¿Tampoco a tus padres? —pregunté yo.
—¿A mis padres? —Emily me miró, atónita
—. ¿Estás loca? ¡A mi madre le daría un
ataque al corazón!
—¿Y tu padre? —pregunté.
—Bueno, mi padre es un buen tipo, pero
sólo le interesan los negocios. Y mi hermano
es el que va a heredar; a mí no me tienen en
cuenta. —Me miró—. ¿Tú se lo has contado a
tus padres?
—A mi madre —dije—. Mi padre no vive
con nosotras.
—¡Ah! —exclamó—. ¿Y cómo reaccionó
tu madre?
—Bien —respondí—. Creo que lo sabía
antes que yo. —Me eché a reír.
—Tú sí que tienes suerte —dijo Emily.
—Sí, sí la tengo.
—¿Tu madre conoce a Brittany? —
preguntó.
—De vista —contesté—. Nos encontramos
una vez por la calle, por casualidad.
—¿Y sabe que Brittany y tú…? —Hizo un
movimiento muy significativo con la mano.
—Sí, lo sabe —dije.
—Pero no quiere que Brittany vaya a
vuestra casa, ¿verdad? —Emily parecía un
tanto sorprendida.
—No, no —repliqué—. Pero Brittany es…
Bueno, con ella no resulta tan fácil.
—Alisson no tenía nada en contra —dijo
Emily con desprecio—. Mientras yo no le
contara a mis padres lo que había entre
nosotras.
—¿Entonces ante tus padres siempre
hicisteis como si…?
—Como si fuéramos sólo amigas, unas
amigas normales —respondió—. Alisson finge
muy bien. Lo más probable es que siempre
haya actuado así. —Su voz volvió a tener un
tono de amargura—. Tenía que haber
desconfiado. Ella estaba muy acostumbrada a
eso.
—No te lo reproches —dije yo. Coloqué mi
mano sobre su hombro.
Parecía haberse quedado petrificada, pero
se dejó caer sobre mi hombro.
—Todo es muy complicado —prosiguió—.
Mis padres no preguntaron ni una vez por qué
no venía. Para ellos estaba claro. Y ahora ella
se ha… ¡comprometido! —Escupió la palabra
—. Para una mujer como mi madre es natural
que eso sea lo más importante para otra
mujer. Cuando llega un hombre, las amigas se
dejan a un lado. Se quedó muy sorprendida de
que yo me quejara. ¡Eso sin mencionar el
hecho de que si hubiera sabido el tipo de
amiga que era Alisson…!
—Una situación complicada —dije—. Yo
nunca le he mentido a mi madre —me
interrumpí. Casi acababa de decir una mentira
—. Ocultarle algo a una madre es muy duro
—continué. Eso lo había podido sentir yo en
mis propias carnes.
—Yo estoy acostumbrada —replicó Emily
—. Lo he tenido que hacer siempre. Mi madre
no lo hubiera entendido si se lo hubiera
contado. No sólo este asunto con las mujeres.
Mi madre piensa que la vida transcurre de
acuerdo con un plan que está predeterminado
desde un principio. Tanto para los hombres
como para las mujeres. No puede haber
desviaciones. Yo me di cuenta enseguida de
que no encajaba con sus esquemas de mujer.
Lo mismo ocurría con las falditas rosas, las
camisas y los vestiditos con los que me vestía
cuando era niña. Yo lo odiaba. Eran muy
poco prácticos y además se ensuciaban muy
rápido. ¡Y el color era horrible! Pero eso se
solucionó por sí mismo, ya que yo no podía
llevar puesto un vestido más de diez minutos
seguidos sin que se rompiera. —Se echó a reír
—. La cosa se puso mal para mi madre y por
eso me compró pantalones de cuero. Unos
pantalones de cuero de chica con un corazón
rojo en el peto, pero eso ya fue un gran paso.
Desde que conocía a Emily sólo la había
visto con pantalones. No me la podía imaginar
con falda.
—¿Eras así de salvaje? —pregunté, muerta
de risa.
—Aún más salvaje —respondió—. Trepaba
por las vallas y los árboles, escalaba los
tejados de los garajes y les tiraba a los niños
bolas de arena mojada, que preparaba en el
arenero. Así era como transcurría mi día.
—Nunca me lo habría imaginado —
exclamé—. No te conozco en absoluto.
—Bueno —Emily se mostró satisfecha—,
desde que llegué al colegio cambiaron muchas
cosas. Tuve que estudiar mucho para poder
continuar. Tuve profesores particulares en casi
todas las asignaturas. Mis padres preferían
pagar antes que arriesgarse a que suspendiera.
Eso hubiera sido una vergüenza para el
negocio. ¿Cómo se lo iban a contar a los
clientes?
Si algo tan inofensivo como suspender
podía suponer una vergüenza, me podía
imaginar cómo reaccionarían esos padres si se
enteraban de que tenían una hija lesbiana. La
tenían, pero no lo sabían.
—No has tenido una vida muy sencilla —
dije.
—Bueno, por lo general se soportaba —
afirmó Emily—. Y algunos de mis profesores
particulares eran muy majos.
—El colegio debió de ser un horror para ti.
¿Y quieres ser profesora?
—Puede que sea por eso —dijo—. Para
que los niños tengan un futuro mejor.
—¡Eres una persona extraordinaria! —
Exclamé con admiración—. Piensas más en
los demás que en ti misma.
—No lo sé —dijo Emily—. Yo creo que lo
único que no quiero es ser tan autónoma
como mis padres. Es muy agobiante. Un
trabajo de funcionaria me parece menos
abrumador.
—Puede ser. —Aquél era el motivo por el
que yo nunca querría ser funcionaria. Sólo
con pensarlo ya me aburría.
La mano de Emily se paseó, como perdida,
por mi pierna, mientras aún estaba apoyada en
mi hombro.
—Alisson siempre decía que un alto
funcionario con mucho dinero era un auténtico
sueño. Todo lo paga el Estado, no hay
problemas de desempleo y, al final, consigues
una buena pensión… Quizás es por eso que
me seduce tanto la función pública —dijo, y
luego se calló.
Aquella tal Alisson le había sacudido unos
cuantos golpes, eso se notaba. Y también noté
que la mano de Emily acariciaba más mi pierna
e iba para arriba. Ella pensaba en Alisson, se
sentía sola y yo estaba allí. Era una reacción
comprensible. Pero no…, no podía ser…
—Emily —susurré—. No.
—¿Por qué no? —susurró ella, a su vez.
Al mirarla, comprobé que sus ojos volvían a
estar llenos de lágrimas. Me daba tanta pena.
A pesar de todo, no podía.
—Emily, por favor —murmuré—. Sabes
que no está bien. —Frené su mano con la
mía.
Ella se apoyó con la otra mano, la subió y
me besó. Su beso fue dubitativo, suplicante,
agridulce, como yo nunca había probado
antes, y estaba salado a causa de las lágrimas.
No tenía nada que oponer. Llena de turbación,
dejé que me besara. Ahora no podía detenerla
y hacerle aún más daño. Ella misma era la que
tenía que darse cuenta de que aquella no era la
solución.
Su beso se hizo más violento y apasionado.
Se arrimó a mí, introdujo una de sus piernas
entre las mías y me acarició el pecho…
—Emily… —Intenté separarme de ella con
delicadeza—. No puede ser. Por favor,
entiéndelo. No puedo.
—Lo siento. —Emily se echó hacia atrás,
arrimándose a la pared—. Perdóname, por
favor. No era… Yo no quería. Es como si…
—Tragó saliva—. Siento no haberme podido
dominar. No volverá a ocurrir. —Se levantó
de un salto y salió a la carrera.
¿Qué podía hacer yo? ¿Acababa de conocer
un poco mejor a Emily, me alegraba de tener
tantas cosas en común con ella y ahora me
encontraba de nuevo enterrada bajo un
montón de ruinas? La vida, a veces, es como
una montaña rusa, en eso la gente tiene razón.
Esperé un momento para rehacerme. ¿Debía
ir detrás de Emily o no? Bostecé. Sí, no había
dormido casi nada la noche anterior y lo
notaba.
Me levanté y busqué en el suelo hasta
encontrar mi saco de dormir. Me pareció que
era lo más adecuado. Emily debía
tranquilizarse y yo estaba demasiado cansada
como para poder permanecer despierta
durante mucho tiempo más. Me quité los
pantalones y me metí en el saco.
Pude comprobar que había sido una buena
idea, pues nada más subir la cremallera del
saco ya me había quedado dormida.
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Elita Vie Oct 23, 2015 12:31 am

Holaaa :D

Normalmente no comento, pero que sepas siempre leo :3

No sé, a mi me encantaría que pasara algo con Emily... digo... xD
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por micky morales Vie Oct 23, 2015 2:47 am

vaya santana un dia sin brittany y ya la engañas!!!!!
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Sáb Oct 24, 2015 9:59 pm

Elita escribió:Holaaa :D

Normalmente no comento, pero que sepas siempre leo :3

No sé,  a mi me encantaría que pasara algo con Emily... digo... xD
que bueno que me leas Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 en cuanto a lo otro tal vez pase talvez no pase Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1206646864 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1206646864
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Sáb Oct 24, 2015 10:00 pm

micky morales escribió:vaya santana un dia sin brittany y ya la engañas!!!!!
Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 bueno la lanzada fue Emily XD Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 ja
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Sáb Oct 24, 2015 10:10 pm

CAPÍTULO 16

Soñé con sardinas en lata y al despertar me di
cuenta del motivo: estaba acorralada por los
cuatro costados. A izquierda y derecha se
agolpaban sacos de dormir con contenido
humano. Había muy poco sitio en el suelo.
Debía de ser muy temprano y todos
parecían dormir. O habían estado bebiendo
hasta horas muy tardías y les resultaba difícil
despertar. Yo no me había enterado de nada.
Podían haberse tumbado a mi loklipado uno
después de otro o haber entrado en tropel,
pero yo ya dormía como un lirón.
Ahora ya me sentía descansada y fresca.
No quería dormir. El misterio era averiguar
cómo salir de aquella lata de sardinas sin
romper los huesos de ninguno de mis
compañeros de dormitorio.
Intenté volverme a la derecha. No pude.
Los cuerpos estaban tan pegados que ni
siquiera podía darme la vuelta. Sólo había una
posible escapatoria: hacia arriba. Abrí la
cremallera de mi saco, lo que provocó que
también se abriera la del vecino, pues se había
quedado enganchada a la mía. El chico
murmuró algo e intentó volver a taparse pero
no pudo, porque yo sujetaba mi cremallera
para intentar levantarme. Luché con la
cremallera y tensé mis músculos, todo al
mismo tiempo, para tratar de ponerme
vertical. Quien lo haya intentado alguna vez
sabrá de lo que hablo. Sin embargo, de alguna
forma conseguí ponerme de pie y traté de
abrirme camino entre las montañas de sacos.
Fue totalmente inútil.
Adelanté un pie, lo que me sirvió para
cosechar algún que otro gruñido
malhumorado, y luego hice avanzar el
segundo pie. El resultado fue el mismo. De
esa forma conseguí llegar hasta el borde del
campamento de sacos de dormir. Una vez allí,
me apoyé en la pared y miré el camino que
había recorrido. Ya no había ningún hueco en
el lugar en el que yo había estado tumbada
hacía poco; los otros se habían movido hasta
invadirlo. No me quedaba muy claro cómo
había podido dormir en un espacio tan
reducido.
Pero ahora tenía ganas de tomarme un café
y dirigí mis pasos hacia la cocina. Era
pequeña, pero disponía de cafetera, y me
sorprendió que ya humeara allí el café
caliente. Alguien debía de haberse levantado
antes que yo. Cogí una taza, vertí café en ella
y luego añadí leche en polvo. No había leche
fresca. Con la taza en la mano, salí pegada a
la pared para intentar no pisar a nadie, lo que
conseguí sólo en parte.
Emily estaba sentada en el banco que había
delante de la casa y agarraba su taza con las
dos manos.
—Buenos días —dije, sonriente.
Ella miró hacia arriba con aspecto turbado.
Me senté a su lado.
—Me encanta esta niebla matutina —dije,
mientras miraba por encima de los árboles, en
los que la niebla, suave como el algodón,
colgaba en forma de telas de araña.
—A mí también —dijo ella en voz baja. Me
pareció que sus manos agarraban la taza con
más fuerza.
—¿Siempre te levantas tan pronto? —
pregunté, y bebí un trago del ardiente café.
—No siempre —respondió—, pero hoy…
—Se volvió hacia mí con un movimiento
brusco—. Tengo que disculparme otra vez
contigo. —Su voz sonaba angustiada, como
haciendo de tripas corazón—. Por favor,
olvida lo que pasó ayer.
—No lo voy a hacer. Y no quiero hacerlo
—dije, mirándola—. Por favor, no te hagas
reproches —continué—. No ha pasado nada.
Además, me alegro de que por fin hayamos
podido hablar de todo y de que nos
conozcamos un poco más.
—Seguro que no te ha gustado nada lo que
has conocido de mí —replicó.
—Sí —dije—. Me ha gustado. —Miré su
cara, que había desviado de mi vista porque
sentía una vergüenza terrible—. Me has
gustado mucho como persona. Y aún me
gustas. Siento mucho que yo no…
—Está bien. —Levantó la mano, sin
mirarme—. Por favor, no lo menciones. Te lo
agradecería mucho.
—De acuerdo. —Me mantuve callada a su
lado y ella contempló el paisaje, también sin
hablar.
—Brittany es… ¿es tu primera novia? —
preguntó, al cabo de un rato.
Quizás en aquellos momentos aquella
pregunta podía resultar un tanto embarazosa
para mí, pero…
—Sí —respondí.
—¿No ha habido nadie en clase que te haya
interesado?
—Aparte de ti, nadie —contesté y sonreí
levemente.
—Podemos…, quiero decir, en clase…,
¿podemos seguir igual que hasta ahora?
—¡Cómo no…! —exclamé perpleja—. Si
tú lo quieres.
—Pensé que a lo mejor preferirías… —
contestó ella.
—¿Yo? No. —Sacudí la cabeza—. Me
alegraría de que a partir de ahora fuéramos
mejores amigas que antes.
—¿Te alegraría? —Me miró, sorprendida.
—¿Y por qué no? —contesté—. Nos
entendemos y nos gustamos. Somos… —
titubeé.
—De la misma acera. —Emily terminó la
frase y, poco a poco, se dibujó una sonrisa en
su rostro—. Eso está muy bien.
—Sí, yo también lo pienso —dije—. Y no
veo ningún motivo por el que no podamos ser
amigas. Platónicas.
—Platónicas. —La sonrisa de Emily se hizo
más abierta—. Tienes miedo de que pueda
volver a molestarte, ¿no?
—No —negué con la cabeza—. De verdad
que no. Y tampoco fue una molestia. Te
entendí bien. Si yo estuviera en tu situación…
—No hubieras sido tan idiota como para
irte con alguien como Alisson —dijo.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté—. Podría
haber sido justo lo contrario. Todos ansiamos
ternura y amor.
—Amor, sí. —Emily respiró hondo—.
¿Pero alguien sabe de verdad lo que es eso?
La miré.
—Yo creo que tú lo sabes —dije, con
dulzura—. Y yo también me puedo hacer una
idea de lo que es. Es un sentimiento tan
profundo que nadie lo puede explicar, pero
que se reconoce en cuanto uno lo siente.
—¿Crees que hay personas que no pueden
amar? —preguntó Emily.
«Bueno, no me gustaría encontrarme con
un témpano así», pensé. Emily se refería, por
supuesto, a Alisson, pero si pensaba en
Brittany…
—No lo sé —respondí—. No me lo puedo
imaginar.
—Pero ella… —Emily tragó saliva— … ella
me dijo que me quería y poco tiempo
después…
—No la conozco —encogí los hombros—,
pero quizá para ella no significa nada decir
algo así. Se limita a decirlo. A cualquiera.
Emily se derrumbó.
—Sí —susurró—, puede ser.
—Lo siento —dije y le puse una mano
sobre el hombro—. No debería haber dicho
eso.
—Pienso que es cierto —contestó Emily en
voz baja—. No debe significar nada para ella.
Ni lo que dice ni lo que hace tienen ningún
significado para ella. Todo fue solo…
—No te atormentes —repuse—. Las cosas
no van a mejorar.
—¿Por qué habré sido tan tonta? —Emily
me miró, interrogante, y con los ojos
húmedos.
—Sólo por estar enamorada no se tiene por
qué ser tonta —protesté, en defensa de mis
propios intereses—. A veces hay que buscar
mucho hasta encontrar lo adecuado.
—¿Crees que tú has tenido que buscar
mucho? —preguntó.
Me había atrapado donde ella quería.
Titubeé.
—No —dije—. No lo creo.
—¿Piensas que Brittany es la persona
adecuada para ti? —Arqueó las cejas.
Pensé en la forma en que Brittany perdía
los estribos, en su falta de sentimientos y en
todo lo que había vivido con ella y que no
había sido muy agradable. Pensé en su rostro,
en su sonrisa, en los pequeños gestos con los
que me demostraba que sentía algo por mí y
que no quería perderme, y sentí calor en el
corazón.
—Sí —dije—, eso es lo que pienso.
—Deseo que tengas razón —dijo Emily—.
Alisson era…, bueno, no era mi primera mujer,
pero por sentimientos sí que podía haberlo
sido. Fue la primera mujer que me interesó de
verdad.
—¿Antes habías tenido otras novias que no
te habían interesado? —Estaba perpleja.
Aquello era algo que no me podía imaginar.
Emily encogió los hombros en plan
defensivo.
—Quizás es que me he expresado mal —
dijo—. Antes había tenido otras novias,
pero… se trataba más bien de amistades entre
chicas. Sí, nos acostábamos juntas, pero en
realidad la cosa era… —Dejó de hablar y se
mordió los labios—. Alisson era una auténtica
mujer —afirmó—; no tenía nada que ver con
una amistad entre chicas.
—Entonces es que durante ese tiempo tú
aún te movías entre chicas y ella ya era una
mujer adulta —repuse.
—O no. —Suspiró—. Quizás fue ése el
fallo y yo debería haberme quedado con las
chicas.
Reflexioné. Yo me había saltado ese paso,
ya que Brittany era una mujer de verdad, y de
eso no había ninguna duda. Yo había
comenzado desde un principio con ella y no
con las chicas. ¿Cuáles eran las ventajas y los
inconvenientes?
—Eso no lo puedo juzgar —dije—, porque
nunca lo he experimentado.
Emily me miró.
—¿Te gustan las mujeres mayores? —
preguntó.
¿Mujeres mayores? ¡Dios mío! ¡Mujeres
mayores! ¡Pensaba en Brittany! Por un
momento me quedé sorprendida.
—Pues… no lo sé —dije después.
—¿Quieres decir que no elegiste a Brittany
por eso?
—Es que… fue que… más bien Brittany
me eligió a mí. —Me resultaba embarazoso
seguir con aquella charla. Me acordé de
nuestro primer encuentro en el bar de
mujeres. Era muy probable que Brittany ya
supiera que quería tener algo conmigo antes
de que hubiera llegado a la barra, antes de que
yo la hubiera visto. Eso hubiera sido lo que
más se adecuaba a su eficiencia, que por aquel
entonces era desconocida para mí.
—Eso quiere decir que a ella le gustan las
chicas jóvenes —dictaminó Emily.
Yo no tenía ni idea. No conocía a ninguna
de sus anteriores novias y seguro que habían
sido muchas.
—Eso… no lo sé —respondí—. Nunca
hemos hablado del tema.
—Pero lleváis mucho tiempo juntas —dijo
Emily, extrañada—. De esas cosas se suele
hablar.
«¿Sí? ¿Se habla?», pensé. Era posible, pero
Brittany y yo nunca habíamos hablado de esos
temas.
—Nosotras no —dije—. Brittany no cuenta
muchas cosas de su vida.
—¿Y a pesar de eso os entendéis muy
bien? —preguntó Emily.
—Sí —contesté—. La verdad es que sí. —
A pesar de que yo no lo tenía demasiado claro
en aquellos momentos.
—Si no llevarais juntas tanto, diría que eso
suena más a una historia de sexo —dijo—.
Claro que entonces se habría acabado hace ya
mucho tiempo.
«¡Oh, Emily! ¿Qué me cuentas?»
—No es una… historia de sexo —rechacé
la idea. Me asaltaron malos recuerdos que
prefería olvidar. Aquel comentario contribuía
a alimentar mis dudas, que aún no habían
desaparecido del todo, a pesar de que Brittany
se comportaba ahora de una forma muy
distinta.
—No, seguro que no —dijo Emily—. Te
envidio.
—¿Me envidias? —No me lo esperaba,
después de todos sus razonamientos.
—Sí —dijo Emily con sencillez—. Tú lo has
hecho muy bien. Has esperado hasta que
apareciera la mujer adecuada en la que puedes
confiar. No te has dejado llevar por
jueguecitos innecesarios. Eso debe de ser
divino. Por eso te envidio.
Nunca lo había visto desde esa perspectiva.
Eso sólo se puede ver así cuando se tiene
mucha experiencia con mujeres que se
dedican a esos jueguecitos. Mujeres como
Alisson. En cierto modo, estaba contenta de
haberme ahorrado todo eso. Brittany era…,
bueno, era de otra forma.
—Sí…, eso…, gracias —dije, a pesar de
que no sabía si era la respuesta adecuada.
Emily lanzó un largo y profundo suspiro.
—Los demás ya deben de estar
levantándose. Creo que voy a preparar un par
de litros de café para contrarrestar las cajas de
cerveza de ayer. —Se levantó.
—Yo voy a quedarme un rato más aquí —
repuse—. Ahí dentro te puedes romper una
pierna si no vas con cuidado.
—De acuerdo —dijo y se marchó.
Yo me quedé y pensé en todo lo que había
ocurrido y en todo lo que habíamos hablado.
Nunca me había imaginado un fin de semana
así. Hasta la fecha, los días en Eifel habían
sido más bien inocentes. A lo mejor ya habían
pasado esos tiempos. Me imaginé que había
empezado la etapa seria de la vida.
********************************************************* ***
Espero les guste el cap de hoy, saludos y abrazos Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 gracias a los que leen esta adaptación Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 918367557
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Mensaje por monica.santander Dom Oct 25, 2015 1:57 am

Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 918367557 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2414267551
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Mensaje por micky morales Dom Oct 25, 2015 6:51 pm

me perdi 2 dias y solo hay una actualizacion y para rematar de esa conversacion tannnnnn aburrida? bueno me perdere un mes entonces!!!!!
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Mensaje por Caritovega Lun Oct 26, 2015 9:09 pm

CAPÍTULO 17

El domingo por la tarde regresamos todos a la
ciudad. Esta vez Anita se vino con nosotros y,
como no íbamos solas en el coche, la
conversación versó sobre otros temas, como
las clases, la próxima fiesta y cosas así.
Me dejaron en casa de mi madre.
—Entonces nos vemos mañana en el
colegio —dijo Emily, sonriente, cuando me
bajé del coche.
—Sí, mañana —contesté. Me alegraba
poder verla de nuevo el lunes en clase y a ella
parecía ocurrirle lo mismo.
Una vez que se marcharon, entré en casa.
Mi madre estaba sentada en el sofá y leía el
periódico. Me miró al entrar.
—¿Qué? ¿Has tenido un buen fin de
semana? —preguntó, con una sonrisa en los
labios.
—Sí —respondí y me acerqué a ella para
darle un beso—. ¿Y tú? ¿Has descansado bien
sin mí?
—Ha sido magnífico —dijo—. Sólo he
tenido la mitad de trabajo, así que he podido
descansar mucho.
Yo la miré, sobresaltada.
—¿Tanto trabajo doy si me quedo en casa?
—Pero si casi no estás en casa —contestó,
mientras se levantaba—. ¿Te apetece comer
algo? Podemos seguir la charla en la cocina.
—Yo… lo siento. —La seguí—. ¿Hubieras
preferido que me hubiera quedado contigo?
—Si no te hubieras ido a Eifel habrías
estado con Brittany —dijo mi madre—. No
hay mucha diferencia. —Luego encendió el
fuego. Se veía que ya había preparado antes la
comida y sólo tenía que calentarla.
—¿Quieres decir que… me ocupo poco de
ti? —pregunté, turbada.
—¡Claro que no! —Mi madre miró en el
horno, donde guardaba un crujiente pedazo de
carne asada—. Es lo normal. Antes estabas
demasiado tiempo en casa y a tu edad eso no
es bueno.
—Pero si tú… —Tuve que tragar saliva—.
Lo que quiero es que me digas si te sientes
poco atendida y entonces me quedaré más
tiempo aquí.
Ella se volvió.
—¿Quieres dejarlo de una vez? —Se rió—.
Yo me encuentro muy bien aquí sola. Desde
que conociste a Brittany han cambiado
algunas cosas, y eso es natural. No quiero
tener una hija muy casera y que se pase toda
la vida con su madre. Me gusta más así.
—Es… ¿De verdad no te parece mal? —
Me sentía culpable.
—Pues claro que no. —Negó con un gesto
—. Vamos, siéntate. Cuéntame un poco cómo
te ha ido el fin de semana. ¿O no habéis hecho
nada?
—Algunos paseos —respondí—. Y ayer
por la noche hicimos una barbacoa. —Me
senté en la mesa.
—Bien —dijo ella—. ¿Y qué más? —Sacó
el asado del horno y lo puso delante de mí.
—Emily es muy agradable —contesté—.
Nos hemos conocido un poco mejor.
—¿Qué os habéis conocido un poco mejor?
—Mi madre arqueó las cejas con aire
interesado.
—¡Tampoco tanto! —exclamé y me eché a
reír—. Pero tienes razón. Hasta ahora no lo
sabía, pero Emily también es… Ha tenido
novias.
—¿Tenido? —dijo mi madre y se sentó.
—Bueno, sí, estaba un poco triste —afirmé
—. Su novia la dejó hace un par de semanas,
porque ahora está comprometida con un
hombre. —Cogí un trozo de asado.
—Lo siento —dijo mi madre—. Por Emily,
quiero decir.
—Sí, yo también. —Suspiré—. Algunas
mujeres son muy raras. Y Emily es buena
Alisson
—¿Alisson? —repitió mi madre.
—La ex de Emily —dije yo.
—¡Ah! —Mi madre comenzó a comer—.
¿No resulta un poco lioso?
—Sí —contesté—. Todo lo que Emily me
ha contado durante el fin de semana me ha
desconcertado un poco. Antes nunca
habíamos hablado de una forma tan franca.
—Es curioso —repuso mi madre—. ¿Por
qué no?
—Sí, es extraño —dije y dejé los cubiertos
sobre la mesa. Sin ellos podía pensar mucho
mejor—. Aunque ella no es tan tímida como
yo, no sé por qué pero hasta ahora no nos
habíamos atrevido a hablar la una con la otra.
—Entonces tendría otros motivos —dijo mi
madre.
—Sí —afirmé con un gesto de cabeza—.
Sus padres no estarían dispuestos a aceptar
que ella… —Miré a mi madre—. ¡Mamá, me
alegro tanto de tenerte!
—¡Oh! —Mi madre mostró su satisfacción
—. ¿Y por qué me he ganado ese
reconocimiento?
—Por todo —respondí yo—. Siempre.
Porque eres una madre fantástica, porque
siempre me has entendido, porque… —Salté,
le di un achuchón, le planté un beso enorme y
volví a sentarme otra vez—. Porque eres la
mejor.
—Tantos cumplidos de una vez. Y de mi
propia hija… —Mi madre sacudió la cabeza
con un gesto de duda—. Aquí hay gato
encerrado.
—Nada, no hay ningún gato encerrado —
dije—. Es sólo… Hasta este fin de semana no
he sabido que hay padres que reniegan de sus
propios hijos por la única razón de que son…
distintos. Siempre he pensado que todos los
padres eran como tú. —Hice una mueca—.
Aunque siempre supe que tú eras la mejor
entre todos los demás.
—Bueno, bueno. Tampoco se puede decir
eso. —Se mostró satisfecha—. Aunque, por
supuesto, me alegro de que lo veas así.
—¿Sabes…? —dije—. Los padres de Emily
tienen mucho dinero. Emily se podría ir al
extranjero a aprender idiomas, podría pasar las
vacaciones en hoteles fenomenales, tiene todo
un parque móvil en la puerta de su casa. ¿Qué
le falta? Pues que no tiene una madre como
tú.
—Qué bueno es tener una hija inteligente, a
la que no es necesario enviar al extranjero
para que estudie —replicó mi madre—.
Porque no me lo podría permitir.
—Yo creo que se puede pasar sin eso —
contesté—. Los padres de Emily se gastan
mucho dinero en profesores particulares, pero
creo que nunca se han molestado en darle un
abrazo a su hija. Y lo harían aún menos si
supieran… —Dejé de hablar. Era algo que no
me podía creer.
Mi madre asintió, pensativa.
—A mí no me gustaría ser así —dijo—. Mi
madre lo fue y yo, desde muy pronto, supe
que no quería seguir sus pasos. Yo querría a
mis hijos.
—¿La abuela? —pregunté, extrañada.
—Sí. —Mi madre se levantó y recogió los
platos—. Murió cuando tú todavía eras una
niña pequeña y, si te soy franca, me alegré de
que ocurriera.
—¿La abuela te trató así? —pregunté—.
¿Como los padres de Emily?
—No sé cómo tratan a Emily sus padres —
dijo—, pero sí sé que no es bueno que nunca
se abrace a un niño. No puede ser bueno.
—¿Por qué no me has hablado nunca de la
abuela? —inquirí.
—Quería que mantuvieras el recuerdo de
cuando la conociste. Contigo siempre fue
amable. Tú eras aún muy pequeña. ¿Te
acuerdas de ella?
—Poco —dije con el entrecejo fruncido—.
Siempre me regalaba chocolate.
Mi madre se rió.
—¡Porque yo le había dicho que era malo
para los dientes! Así era ella. Le pedía que te
trajera otras cosas, pero sólo te daba dulces. A
lo mejor habría tenido que decirle que te
regalara chucherías para conseguir todo lo
contrario. O quizá no, porque con ella nunca
se sabía. Siempre hacía su santa voluntad, sin
mostrar ninguna consideración hacia los
demás.
Aquel comentario tenía un tono de
amargura. Sin yo saberlo, mi madre y Emily
tenían algo en común. Puede que ésa fuera la
causa por la que Emily me había parecido tan
simpática desde un principio.
—Mamá, lo siento —dije, conmovida.
—De eso hace ya mucho tiempo —
respondió—. Ya no cuenta para nada. Sólo
espero haberlo hecho mejor contigo y no
haber repetido los errores de mi madre.
—No los has repetido. —Me levanté y le di
un abrazo—. Seguro que no. Al revés, has
actuado de una forma maravillosa.
—¡Eso tampoco! —exclamó, mientras se
echaba a reír—. Yo era muy joven, me quedé
embarazada y tuve que casarme con tu padre.
Eso también fue consecuencia de la educación
que me dio mi madre. Nunca me explicó nada
y yo no tenía ni idea de lo que significaba
tomar precauciones. Al quedarme
embarazada…, bueno, una es tan idiota de
joven. Yo pensaba que sería mi oportunidad
para poder formar mi propia familia y
separarme por fin de mi madre. Pero, por
desgracia, tu padre se cargó todos mis
proyectos. Así que tú eres mi pequeña familia.
—Me sonrió—. Y eres lo mejor que me ha
pasado en la vida.
—Ay, mamá… —dije, con los ojos
húmedos.
—Sí —prosiguió, mientras volvía a sonreír
—. De lo que estoy orgullosa de verdad es de
haberte podido sacar adelante.
—Ya lo sé, mamá… —Me froté los ojos.
Mi mano se quedó algo húmeda.
—De lo que sí soy consciente —continuó—
es de que, si no te hubiera tenido, mi vida
habría sido bien distinta.
—Quizá mejor —le rebatí—. No hubieras
estado obligada a ocuparte de mí ni a
compartirlo todo conmigo.
—La alegría —comentó—. La felicidad de
ocuparse de un hijo es algo indescriptible. Por
ella se puede renunciar con gusto a muchas
cosas.
—Pero si tú has renunciado a casi todo —
dije.
—A nada importante —repuso mi madre
con una sonrisa—. Es más, tú me has
protegido de algunas cosas. Había hombres…
Hubiera podido volver a casarme. Pero al ver
que yo ya tenía una hija desaparecían a toda
velocidad. ¿Y qué hubiera obtenido yo de
hombres así? Sólo eran una copia de tu padre,
y con uno ya tuve suficiente.
—¿Tan mal se portó? —Hasta aquel
momento nunca me había atrevido a hacerle
aquella pregunta.
—Era encantador. —Mi madre sonrió con
amargura—. Y ese encanto a veces también
puede resultar una maldición. Ya no le
reprocho nada. Las mujeres iban detrás de él
como… ¡Ay! —Hizo un gesto—. Ellas eran
tan culpables como él. Yo también caí en sus
garras.
—Pero tú eras joven e inexperta —dije yo.
—¡Oh, mi niña sabia! —rió mi madre—.
¿Ves por lo que me siento tan satisfecha de
que no seas tan tonta como lo fui yo? Tú has
empezado de una forma más juiciosa.
—Pues no lo he buscado —dije.
—Es eso lo que más me satisface —
contestó—. Y por eso he insistido en que
tengas la mejor educación que puedas
conseguir. Para que seas independiente y, si
hace falta, puedas ganar más dinero del que
tenemos nosotras ahora.
—¿Si hace falta? —pregunté.
—Bueno, nunca se sabe —respondió—. De
todas formas la educación nunca está de más.
—Eso es cierto —dije. Miré al reloj que
teníamos en la pared de la cocina—. Voy a
fregar y luego…
—Y luego habrá terminado la visita —
continuó, con un tono de satisfacción—. Lo
entiendo. No has visto a Brittany en todo el
fin de semana. De todas formas, ha sido muy
amable por tu parte que primero hayas venido
a verme a mí.
—¡Por supuesto! —exclamé.
—No lo esperaba. Pensé que, como muy
pronto, te vería mañana. —Se mostró aún
más satisfecha—. Vamos, corre —dijo—. Me
basto yo sola para fregar estos dos platos.
—¿De verdad? —pregunté, ya con un pie
en la puerta.
—De verdad —insistió—. Ahora vete.
Yo había salido antes de que ella pudiera
decir ni pío. Una vez en la calle, caminé un
trecho hasta llegar al garaje en el que había
aparcado mi bólido. Nunca le había contado a
mi madre nada del coche. Quizás era por el
énfasis que hoy había puesto en su charla
sobre la independencia. Yo sabía que ella la
valoraba mucho. No deseaba que yo
dependiera de ningún hombre, y seguro que
eso servía también para las mujeres, incluida
Brittany.
Brittany no veía el problema, pero yo sí. El
lujo con el que ella vivía y el pequeño piso del
que yo provenía no se ajustaban muy bien, y
yo no estaba preparada para sufrir
quebraderos de cabeza. Brittany daba muchas
cosas por supuestas; se limitaba a
permitírselas sin pensar en más. Mi madre y
yo tampoco pensábamos demasiado, pero por
motivos muy distintos: nosotras no nos
podíamos permitir nada que se saliera de
nuestras necesidades diarias, que, por
supuesto, estaban ubicadas en un nivel muy
distinto al de Brittany. Por ejemplo, ella
consideraba como una necesidad básica poder
disponer de un coche para cada ocasión. No
pensaba que eso supusiera un lujo especial.
Yo sí.
Llegué al garaje y lo abrí. Allí me esperaba
el pequeño descapotable rojo. Nunca me
había dejado tirada y ya me había
acostumbrado a conducirlo, pero seguía con la
idea de que era una propiedad más de
Brittany, y no mía. Un préstamo, por llamarlo
de alguna forma. ¿Por qué no había podido
decírselo a mi madre? Seguro que le habría
gustado montar en él. Pero no se lo podía
decir. Era mucho lo que dependía de eso.
Arranqué, salí del garaje y luego lo cerré. Al
sentarme por segunda vez en el coche, noté
un cosquilleo en el estómago. Brittany… Me
sentía muy ilusionada. Hacía días que no la
veía. Posiblemente seguía aún sentada delante
de sus bocetos y yo no quería molestarla.
Pero deseaba que ya hubiera terminado y que
entonces nosotras…
«¡No te pongas colorada ahora, que el
coche ya es rojo!», me dije.
Dejé que las ruedas derraparan y el coche
salió a toda pastilla. Yo ya controlaba todos
los caballos que había alojados bajo el capó.
Claro está que tenía que moderar la velocidad,
pero yo iba silbando para mi interior mientras
el coche se deslizaba apaciblemente por la
calle. Brittany, Brittany, Brittany. Incluso su
nombre me sonaba muy musical.
Me toqué el cuello en el lugar del chupetón,
que ya había adquirido un tono algo
amarillento. Seguro que Brittany lo volvería a
reavivar. Me estremecí al pensar en lo poco
que faltaba para que me volviera a tocar de
nuevo. Era como si ya pudiera sentir sus
dedos en mi piel. Una historia de sexo, había
dicho Emily. Sí que lo era, pero no sólo eso.
Había una gran diferencia. El sexo no era algo
poco importante en nuestra relación, claro que
no, pero me negaba a aceptar que fuera lo
más importante. Para mí, desde luego que no.
Y tampoco para Brittany… En ocasiones se
acercaba a mí sólo para darme un achuchón o
hacerme un arrumaco. Bueno, quizá no había
ocurrido en muchas ocasiones, pero de todos
modos…
Torcí en el acceso a la casa de Brittany y
entré. Aparqué delante de la puerta. Allí había
otro coche que no era de Brittany, a no ser
que lo hubiera comprado aquel fin de semana.
Era un BMW oscuro, bastante grande, y me
pareció que se ajustaba mucho a los gustos de
Brittany. Quizá se había decidido por él de
una forma impulsiva y su distribuidor favorito
se lo había dejado en la puerta.
Entré en la casa y vi que la luz de su
despacho estaba encendida. Claro que seguía
con el trabajo. ¿La molestaría? A veces no le
gustaba que la interrumpieran. Yo estaba
segura de que, como no nos habíamos visto
en todo el fin de semana, haría una excepción.
Me dirigí hacia la puerta del despacho, desde
donde salía una leve luz que caía sobre el
pasillo. Llamé a la puerta y entré.
—Brittany, ¿estás trabajando?
Me quedé perpleja, Brittany no estaba
sentada ante el escritorio, sino en el sofá, que
se encontraba un poco más allá; allí era donde
se acomodaba si quería descansar un poco.
Pero en ese momento no descansaba, pues no
estaba sola. A su lado se hallaba sentada una
mujer.
Brittany miró hacia arriba.
—Santana, ¿ya has vuelto?
«¿Que si ya he vuelto? ¿Cuánto tiempo he
estado fuera? ¿Cinco minutos?», pensé,
concentrada en mí misma.
—Sí —contesté—. Ya se terminó el fin de
semana y estoy otra vez aquí.
Miré con desconfianza a la mujer que se
hallaba sentada al lado de Brittany. Tenía más
o menos su misma edad y era muy atractiva,
francamente atractiva. Estaban muy cerca la
una de la otra y, a pesar de estar vestidas,
tuve la sensación de que algo chisporroteaba
entre las dos y que muy bien hubieran podido
estar desnudas.
—Todavía necesitamos un par de minutos
—dijo Brittany—. Puedes ir arriba que ahora
subo yo.
«¿Qué? ¿Cómo? ¿Arriba?», me dije.
Ella se refería al dormitorio. Ni una copa de
vino en el salón a modo de bienvenida, ni un
beso, ni una palabra amable. Desnúdate, eso
había sido todo. Lancé de nuevo una mirada
irritada a la mujer que aún seguía sentada al
lado de Brittany y que ni siquiera me había
presentado. Tuve la sensación de que Brittany
intentaría que aquella mujer también subiera y
formáramos un trío. Me sentí confundida y
decepcionada, y me limité a quedarme allí.
—Creo que ya lo hemos hablado todo —
dijo la mujer con una sonrisa—. Mañana te lo
dejaré terminado en la oficina; sólo tienes que
firmar. —Parecía que Brittany no estaba muy
conforme, pero la otra se levantó y guardó
algunos papeles en su portafolios—. No te
entretengo más —añadió—. Ahora todo está
claro y las pequeñas modificaciones que
surjan las podemos hacer en la oficina.
Brittany se quedó callada de una forma rara
y sumisa; luego asintió.
—Si lo crees así —contestó—. Entonces
hasta mañana.
—Hasta mañana —dijo la otra y sonrió—.
No hace falta que me acompañes a la puerta.
Ya conozco el camino. —Pasó delante de mí
con una sonrisa indefinida y poco después oí
que su coche arrancaba. Era el BMW que
había aparcado delante de la puerta.
El sonido del motor del coche se alejó.
—Yo… yo no quería molestar —dije. La
situación me había alcanzado como una nube
de mosquitos contra la que no podía
defenderme y ahora notaba las picaduras.
Escocían de un modo terrible.
—Pero lo has hecho —afirmó ella. Se
levantó, cogió un par de papeles escritos con
su letra y los guardó dentro de un cajón; luego
lo cerró.
—Lo siento —contesté—. No sabía que
tenías visita. Pensé que seguías con el trabajo.
—Y eso es lo que hacía —dijo Brittany—.
Hasta que tú llegaste.
«¿Con ella?», iba a preguntárselo, pero no
me atreví. ¿Quién era aquella mujer? Parecía
que se conocían muy bien. Se tuteaban y
entre ellas se percibía mucha confianza. La
mujer había dejado bien claro que no era la
primera vez que estaba en la casa. Pero,
¿quién demonios era?
—Quién… —Tragué saliva—. ¿Quién era
tu visitante?
Brittany buscaba algo en el escritorio y me
miró.
—Mi abogada —dijo—. Tenía que hablar
unas cosas con ella.
«¿Sólo tu abogada?», eso es lo que hubiera
querido inquirir, pero renuncié de nuevo.
—Yo… Brittany… Debería haber llamado
—dije—. Pero quería verte lo antes posible
después del fin de semana…
—Ah, sí, tu fin de semana en el campo —
Brittany sonrió—. ¿Cómo ha ido? —De
repente parecía estar mucho más relajada.
—Bien —dije—. Muy bien. Pero no
habíamos quedado en vernos hoy por la tarde
y tú no esperabas que yo viniera. Lo siento.
—Sí, en realidad te esperaba.
«¿Y entonces invitas a otra mujer?» Es
cierto que los celos son horribles. No son
sencillos de dominar. Aunque Brittany me
había dicho que aquella mujer era su abogada,
yo no me lo acababa de creer. Al entrar en la
habitación, las dos me miraron y pusieron una
cara como si las hubiera pillado revolcándose
en un pajar. Seguro que aquello era algo más
que una relación entre abogado y cliente.
—De todas formas, tenía que haber
llamado —dije yo.
—Hubiera sido lo mejor. Pero ahora ya
estás aquí y no hace falta continuar con ese
tema. —Se me acercó—. Me he quedado un
poco sorprendida al verte entrar —dijo— y no
he reaccionado de una forma muy amable. Lo
siento. Ya sabes cuál es mi forma de ser
cuando estoy ocupada con cosas del trabajo.
—Se acercó y me estampó un leve beso en la
boca—. Pero ahora ya he cerrado el
chiringuito de la oficina y puedo saludarte
como te mereces. —Me besó de nuevo, pero
esta vez de una forma apasionada.
Aquel beso hizo que yo olvidara todo lo que
había pensado hasta el momento.
—Brittany… —murmuré—. Te he echado
mucho de menos.
—Pues, para mí, dormir sola esta noche no
ha sido ninguna maravilla —susurró, mientras
colocaba su mano en mi trasero—. Tenemos
que recuperar. —Sus dedos avanzaron hacia
delante, me desabrocharon el botón del
pantalón y bajaron la cremallera—. Todo…
—Brittany —susurré—. ¿Puedo darme una
ducha rápida? He dormido en el suelo, en un
saco de dormir, y hasta ahora no he tenido la
oportunidad…
Brittany suspiró.
—Te diría que no —añadió—, pero no
sería justo. —Me cogió de la mano y subió las
escaleras conmigo. Me empujó a su habitación
y de repente me puso debajo de la ducha—.
Esto es suficientemente grande para las dos —
afirmó.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al ver
su mirada, que expresaba un deseo como en
pocas ocasiones yo había visto.
—Rápido —susurró y comenzó a
desvestirse.
Me arrancó la ropa como si ya no la fuera a
necesitar más y nos metimos juntas en la
ducha, que se abrió tras presionar un botón y
nos ofreció un chubasco de lluvia de bosque,
cálido como la primavera. Orienté la cara
hacia el chaparrón, cerré los ojos y me
imaginé que estábamos en la cuenca del
Amazonas, solas y apartadas del mundo, y
que nunca tendríamos que regresar ni volver a
ver a otras personas. Yo sólo necesitaba a
Brittany. Me bastaba con ella.
Brittany estaba detrás y se apretaba a mi
cuerpo. Sus manos acariciaron mi pecho,
luego se dirigieron a los muslos y se deslizaron
entre mis piernas. Me lavó con un jabón de un
aroma intenso. Gemí, pues sus manos no se
limitaban a lavarme, sino que, a la vez,
acariciaban ciertas cosas que hacían que se
calentaran los motores de mi vientre.
—Brittany… —susurré—, es tan bonito
sentirte.
—Sí. —Su boca avanzó hacia un lado del
cuello, lamió las gotas de agua de mi hombro
y me hizo cosquillas.
Me revolví bajo sus caricias, de las que no
me podía evadir, pues parecían venir de todos
los sitios a la vez. Sus dedos se movieron
despacio desde la parte trasera de mis nalgas,
luego avanzaron entre mis piernas, se cerraron
alrededor de mi mata de pelo, que estaba algo
espumosa por el jabón, y la mimaron.
—Eres tan dulce —me susurró al oído—.
Tu vello es suave como el de una niña —dijo,
con una sonrisa—. Claro, es que eres una
niña.
—¡Brittany! —protesté con energía.
Escuché su risa en mi cuello, en mi oreja.
—No, ya no eres una niña. —Su voz
sonaba ardiente y excitada—. Por suerte ya no
lo eres. —Me abrazó con fuerza—. Date la
vuelta y mírame —dijo, en un susurro.
Me volví y miré sus ojos. El agua caía por
su cara igual que por la mía, pero parecía que
se había almacenado en sus ojos y los cubría.
—Lámeme —susurró—. Por favor,
lámeme. Lo necesito tanto. —Se agarró a la
barra en la que estaba sujeta la alcachofa de la
ducha y arqueó el cuerpo hacia delante.
Me puse a su lado. Había separado las
piernas y temblaba, a la espera de mis caricias.
Coloqué mis manos en sus muslos y pasé los
pulgares por sus ingles. Gimió, hizo avanzar
más sus caderas y se agarró con mayor
firmeza a la fijación de la ducha. Yo confié en
que estuviera bien atornillada a la pared.
Me arrodillé delante de ella y observé su
piel mojada. Quería sumergirme en aquel
bosque y degustar su sabor. Mi boca se colocó
allí, casi sin yo quererlo; lamí las gotas que
caían de la ducha y mi lengua se deslizó y
acarició también sus pliegues.
—¡Sí, sí! —Sus gemidos aumentaron,
mientras sus caderas se agitaban.
Los hinchados labios de su vagina eran
dulces y estaban sobre mi lengua como la
pulpa de una fruta madura que quisiera ser
comida. Les asesté un suave mordisco y luego
metí la lengua en su interior.
Brittany exhaló un agudo grito.
—Oh, por favor… —murmuró—. ¡No me
hagas esperar tanto!
Busqué su perla y la rodeé con la punta de
la lengua. Entonces percibí que se estremecía,
se retorcía y casi perdía el contacto con el
suelo. Por un segundo pensé si aquella mujer,
la abogada, podía haberla excitado tanto que
Brittany no hubiera podido esperar más. En
realidad no había podido.
Sujeté su perla entre mis labios y luego la
presioné con la lengua. Brittany estalló en un
grito.
—¡Oh, Dios, sí…!
Desplacé deprisa la punta de la lengua sobre
aquel botoncito, hinchado y, a pesar de eso,
minúsculo. Los movimientos de mi lengua se
aceleraron. Brittany apretó sus caderas contra
mí y me vi obligada a sujetarlas.
—¡Sí…, sí…, sí! —Con cada impulso de
sus caderas repetía la misma palabra. Cada
vez más ardiente y casi sin poder respirar.
Yo me agarré a ella para no perder su
contacto. Brittany gimió, suspiró y se
estremeció con un grito que parecía no tener
fin. Mientras se agitaba, mi lengua no paró de
moverse y ella se corrió varias veces, una tras
otra, de forma ininterrumpida. Debía de estar
muy excitada y yo pensé de nuevo en la
atractiva abogada de largo pelo negro. ¿Era
ella el motivo de tanta excitación?
Por fin pareció que Brittany había tenido
suficiente. Jadeó y se colgó de la soga, mejor
dicho, del enganche de la ducha. Yo la sujeté
con fuerza y me deslicé hacia arriba. Besé sus
pechos, que sobresalían más de lo normal, ya
que su cuerpo estaba muy rígido al tener los
brazos estirados hacia arriba.
Se estremeció en el momento en que toqué
sus pezones.
—Oh, Dios, mejor no… —susurró.
—¿Mejor no? —Hice una mueca y seguí.
Cogí un pezón con la boca y empecé a jugar
con él. Brittany suspiró y, de nuevo, comenzó
a agitarse con violencia.
Deslicé una mano entre sus piernas y entré
en ella, mientras seguía con el pezón en la
boca. Brittany jadeó, suspiró, gimió y gritó;
luego suplicó.
—Por favor, déjame…
Acaricié su perla con el pulgar, mientras los
otros dedos jugueteaban alrededor de la zona
y mi lengua lamía su pezón. Ella gritó, gritó y
gritó; no podía detenerse y, por fin, se
desplomó. Sus dedos se habían agarrado tan
fuerte al soporte de la ducha que ahora no
podía soltarlos. Sus nudillos estaban lívidos. A
pesar de que casi no se podía mantener de pie,
era incapaz de soltarse de su asidero.
Quise ayudarla, pero yo tampoco pude
mover sus dedos.
—Aguarda… un… momento… —jadeó,
con esfuerzo—. Espera.
Después de lo que me pareció una
eternidad, bajó los brazos y pude recogerla.
—Eres un demonio —susurró—. Tú no
eres de este mundo; vienes del infierno.
—O tú —dije yo con una mueca—. Por
eso resultas tan abrasadora.
Se agarró a mis hombros y yo la sujeté con
firmeza. El agua caía aún sobre nosotras.
—Cierra la ducha —suspiró Brittany— y
rescátame.
Yo presioné el botón y el agua dejó de caer.
—¿Mejor? —pregunté.
—Sí. —Respiraba con dificultad—. Mucho
mejor. —Se irguió, tambaleante, a causa del
cansancio. Sus ojos brillaban—. Ahora te toca
a ti, te lo prometo.
—Primero recupérate —repuse—. Estás
agotada.
—O puede que no —dijo y, sin más
preámbulo, se deslizó hacia abajo, separó con
firmeza mis piernas, avanzó por mis muslos y
entró en mi interior. Luego salió otra vez, me
lamió, entró de nuevo y comenzó a tomarme
con un ritmo acompasado.
Yo no podía reaccionar así de rápido. Mis
gemidos llegaban con retraso. Luego me erguí,
tal y como había hecho Brittany, y me sujeté
a la ducha. Mis rodillas temblaban, pues ella
había conseguido disparar mi excitación. Sus
dedos en mi interior y su lengua sobre mi perla
me hicieron llegar al orgasmo en diez
segundos, al menos eso fue lo que me pareció.
Aquel fue el último punto culminante que
pude contar. Los siguientes llegaron con la
misma rapidez en su secuencia, pero yo sólo
pude darme cuenta de que fueron muchos,
muchos. Mi vientre palpitaba, se encogía, se
tensaba; las olas se precipitaban sobre mí y yo
no tenía posibilidad de bucear en ninguna, a
fin de prepararme para la siguiente. Me oí a
mí misma gemir y gritar fuera de control. El
calor fue en aumento a lo largo de mi cuerpo;
la zona que había entre mis piernas hervía a
borbotones y a una erupción volcánica le
sucedía otra. Por más que le suplicaba que me
dejara tranquila, Brittany sólo me soltó cuando
vio que no yo era más que un saco mojado y
agotado, que yacía, extenuado, en un rincón
de la ducha.
Brittany se colocó a mi lado.
—Esto es así —dijo—. Te lo digo para que
lo sepas.
Como si no lo hubiéramos hecho en
bastantes ocasiones…
Abrí los ojos, haciendo un gran esfuerzo.
—Creo que hemos recuperado el fin de
semana.
Brittany sonrió.
—Quizá deberíamos continuar en un lugar
más seco.
—¿Continuar? —Me froté los ojos—.
Brittany, por favor, ¿no podríamos dormir?
—¿Dormir? —Me miró como si hubiera
propuesto algo absurdo—. ¿Qué tiene de
bueno eso? Está bien, está bien. —Brittany se
levantó y me dio la mano—. Si quieres puedes
dormir diez minutos.
—¡Cuánta clemencia! —dije y me levanté
con ella—. Pero si mañana quiero estar
preparada para ir a clase, debo dormir algo
más que diez minutos.
—¡Ah! Tú y tus clases. Espero que se
acaben pronto —replicó Brittany, disgustada
—. ¡Son horribles!
—En eso coincides con muchos estudiantes
—respondí, mientras me encaminaba al
dormitorio—. Pero tú ya has hecho la
selectividad y yo no.
—Perdona. —Brittany se volvió y me miró
—. Estoy disgustada contigo sin que te lo
merezcas.
—Me lo mereceré o no —contesté—, pero
si me paso una segunda noche en blanco
mañana lo voy a acusar. Y la clase no es un
sitio muy cómodo para dormir. Los bancos no
están preparados para eso.
Brittany se echó a reír.
—Entonces debemos ver si están hechos
para otra cosa. —Se dejó caer en la cama—.
Ven —dijo y estiró los brazos.
A pesar de toda nuestra actividad en la
ducha, mi vientre entró en una repentina y
exigente ebullición al verla allí tumbada, con
los brazos extendidos hacia mí, esperándome.
—Ah, Brittany… —murmuré. Me dejé caer
entre sus brazos y noté su suave cuerpo
debajo del mío. Yo no quería dormir, pero mi
cabeza sí lo deseaba, lo mismo que mi sentido
común y mi razón. Mi cuerpo tenía unas ideas
bien distintas.
—Voy a ser muy formal para dejarte
dormir —dijo, al tiempo que me acariciaba la
espalda. Se dio la vuelta rápidamente, me
puso de espaldas y me miró, mientras se
tumbaba encima de mi cuerpo—. Pero
después. Ahora te toca a ti.
—Eres terrible, Brittany —dije, con una
sonrisa. Me sentía muy cómoda debajo de
ella, percibiendo cada fibra de su cuerpo sobre
el mío. Me hizo sentir como si estuviéramos
unidas en lo más íntimo.
—¿Tan terrible como esto? —Se inclinó y
me besó. Su lengua exploró mi boca con una
suave caricia.
Eso era todo lo contrario de terrible. Sentí
que mis sentidos se despertaban, uno tras
otro. Primero el tacto: los juegos de nuestras
lenguas en mi boca me provocaban un
hormigueo en los labios. Luego el gusto, con
el que yo disfrutaba del profundo contacto de
Brittany en mi garganta. En cuanto a su olor…
¡Oh, el aroma de Brittany era único! Olía
como todas las flores de Oriente y Occidente,
y me embriagaba. Con el sentido del oído
podía captar su respiración, su rápida
inspiración y espiración entre cada beso. Y, al
abrir los ojos, pude percibir la sensación que
ofrecía al último de los sentidos, el de la vista.
Vi la expresión excitada de su rostro, la
tensión, la espera. Era hermoso, sencillamente
hermoso. Yo la amaba.
Sus dedos aletearon por mi cuerpo como
pájaros nerviosos que no encontraban sitio en
el que posarse. Me hacía cosquillas, me
excitaba, me besaba; luego me volvió a
pellizcar, me mordió, se tornó salvaje y
apasionada. Yo estaba entregada por completo
a ella. Se deslizó sobre mí, repasó mi piel con
sus labios, me besó entre las piernas durante
tanto tiempo como antes había besado mi
boca. Y yo sentí algo más: deseo, ansia, ardor,
resolución. Me deshice en mis más pequeños
componentes. Era inevitable. Mi cuerpo jamás
volvería a ser un todo.
Me quedé tumbada y jadeante cuando, por
fin, me dejó. Después nos separamos. Y
como durante ese tiempo yo no me había
podido resistir a seguir amándola y a
conducirla a los ámbitos más exaltados de la
pasión, nos habíamos corrido tanto que yo
tuve la sensación de que ya sólo existían los
orgasmos simultáneos y no separados. Ella y
yo…, juntas…, justo en el mismo momento…
Era indescriptible.
Brittany estaba tumbada entre mis piernas,
con las suyas entrelazada en las mías, su piel
en mi piel, nuestros cabellos revueltos, nuestra
pesada respiración llenando todo el dormitorio.
—Ahora… —jadeó— ya puedes dormir.
—Ven aquí, Brittany —murmuré—. Quiero
quedarme dormida contigo entre mis brazos.
Ella se movió, intentó arreglar el nudo que
se había formado con nuestras piernas y,
cuando lo consiguió, se acercó a mí. Me
acarició el pecho y me miró, pero no hizo
nada por excitarme.
—Tienes unos pechos maravillosos —dijo
con entusiasmo—. Podría estar mirándolos
durante una eternidad.
—Mientras sólo los mires todo irá bien —
contesté, sonriente. Sentía que mis pezones se
erguían por el mero hecho de que ella los
mirara—. Pero a mí también me gustaría
verte. Acércate, por favor…
Por fin se colocó a mi altura y me miró a la
cara.
—No volveré a dejar que te vayas —afirmó
—. Todo un fin de semana no se puede
recuperar. Es imposible.
—No me voy a ir —dije, en un tono
tranquilizador—. Nunca más. Siempre voy a
quedarme contigo.
Volvió la cabeza y la apoyó en la almohada.
—No me dejes sola —dijo, con voz
ahogada.
Nunca la había visto así. Nunca se había
mostrado tan vulnerable. Por regla general, lo
ocultaba.
—Claro que no, Brittany —dije, algo
asustada ante el tono infantil de su voz—.
Nunca te voy a dejar sola. No debes tener
miedo.
Se acurrucó sobre mi hombro. Le eché una
colcha por encima mientras la miraba,
pensativa. Sentí una extraña sensación.
*********************************************************************
Bueno este cap si es largo jaja perdón por el cap de que días pero no es mi culpa que no hubiera interacción Brittana :3 y bueno este capitulo esta super Wanky así que disfrútenlo.
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por monica.santander Mar Oct 27, 2015 1:02 am

Todo bien, no hay problema!
muchos secretos guarda Britt!!
Saludos
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por micky morales Mar Oct 27, 2015 8:33 am

todo es tan raro, brittany quien parece culpable todo el tiempo y a la vez quiere y no quiere estar con santana, y santana quien parece enamorada pero se muestra demasiado amable con la tal emily, en fin.....
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Miér Oct 28, 2015 8:55 pm

Bueno les aviso que el cap de hoy es corto pero mañana les subo otro capitulo =D les comento que Emily va a jugar un papel fundamental, con el paso de los caps se darán cuenta =D besos y abrazos Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087

CAPÍTULO 18

—¡Eh! ¡Parece haber sido un fin de semana
genial! —me saludaron cuando llegué el lunes
a clase—. ¡Algunos todavía están trompas! —
dijo un compañero, mientras me daba un
golpecito en el hombro.
—Sí… sí, fue fantástico —dije, algo
sorprendida. Para ser sincera, el recuerdo de
la noche anterior había borrado por completo
todo el fin de semana. Menos una cosa.
—Hola, Emily —la saludé con una sonrisa y
me senté a su lado. Bärbel ya estaba en
nuestro banco, pero de momento renuncié a
él.
—Hola, Santana. —Emily parecía algo huraña.
Estaba claro que no se había acabado de
recuperar de las confesiones del fin de
semana.
—Me gustaría sentarme aquí. —Le dirigí
una mirada muy significativa a Bärbel.
—Susanne preferiría ser descuartizada
antes que sentarse junto a Bärbel. —Emily
hizo una mueca; Susanne era la chica que se
sentaba a su lado—. Un día la sacó tanto de
quicio que estuvo a punto de pegarle.
—Ya lo sé. —Suspiré. Luego miré a Emily
—. ¿Cómo te va?
—Oh, bien…, muy bien. —Emily tragó
saliva y miró al suelo—. Me has ayudado
mucho.
—Me alegro —dije—. ¿Vamos a dar una
vuelta por la ciudad después de clase? ¿Te
apetece?
—¿No has quedado con Brittany? —Emily
parpadeó y me miró con asombro.
—Brittany trabaja. Trabaja casi todo el
tiempo. Nunca llega a casa antes de las nueve
de la noche. —De nuevo tuve una sensación
extraña, motivada por el comentario que había
hecho Brittany el día anterior. Esta mañana
estaba como cambiada. No había hecho
referencia a lo ocurrido durante la noche y yo
tampoco había dicho nada. Ella me… Bueno,
sí, casi me había despertado con un orgasmo
y luego desayunamos juntas. Para lo que era
habitual en ella, hoy estaba de muy buen
humor. Hizo alguna broma, cosa que nunca
hacía.
—Tiene una profesión liberal. —Suspiró—.
Lo sé por mis padres. No hay vacaciones, ni
fines de semana: sólo trabajo.
—Sí —dije yo—. Eso es.
—¿Y a ti qué te parece eso? —preguntó—.
Casi no la podrás ver y, cuando lo hagas,
estará muy cansada.
—La veo a diario —dije—, al menos todas
las noches. Sí, tiene poco tiempo y, en cuanto
a lo de cansada…, sí, a veces también está
cansada. En los últimos tiempos incluso me
parece que demasiado. —Los momentos en
que se sentía agotada y aquéllos en los que se
abalanzaba sobre mí de forma apasionada se
sucedían con brusquedad. Las dos posiciones
eran siempre muy extremas. A veces me daba
miedo, pero luego volvía a mostrarse tan…
tan cariñosa y desvalida. Se lo hubiera dicho,
pero, aunque fuera verdad, lo más probable es
que hubiera estallado en un ataque de ira. En
algunos momentos me transmitía una
sensación de desamparo, y eso era nuevo,
porque nunca antes había percibido aquellos
sentimientos en ella.
—Pero tú la ves todos los días —dijo Emily
con nostalgia—. Eso es… muy hermoso.
El timbre de la clase interrumpió nuestra
conversación y Susanne se acercó a mí con
las cejas arqueadas.
—Ya me voy —dije, mientras me
levantaba. Me senté al lado de Bärbel, que me
observó con mirada de disgusto. Comenzó la
clase.
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por micky morales Jue Oct 29, 2015 1:57 pm

bueno si es cierto que emily jugara un papel importante por lo menos que no sea de estorbo entre san y britt!!!!!
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por Caritovega Lun Nov 02, 2015 9:03 pm

CAPÍTULO 19

—Hoy me he saltado la clase particular —dijo
Emily, sonriente, mientras paseábamos por la
ciudad—. Mis padres van a flipar.
—También podemos hacerlo otro día… —
La miré. Yo no deseaba de ninguna manera
que hubiera enfados por motivo de mi
invitación.
—No, ya se les pasará —dijo Emily—. Esto
es más importante para mí. Y por una clase
que me pierda no voy a suspender de repente
en todo.
—Pero si tú no necesitas tantas clases
particulares —repuse.
—Bueno, sí. Ya lo sé, pero… —Me miró
con el entrecejo fruncido—. Dime, ya que tú
no tienes que estudiar mucho y Brittany suele
llegar muy tarde a casa, ¿qué te parece si me
dieras tú esas clases?
—¿Yo? —La miré fijamente.
—Eso está chupado para ti —dijo Emily—,
y mis padres pagan bien. Si tú me das las
clases particulares —dijo, con una mueca—,
incluso podría hacer que te subieran el precio.
Ellos lo pueden pagar muy bien y con toda
comodidad.
—Eso no puede ser —dije, turbada—. No
sé. ¿De verdad piensas que es una buena
idea? Yo ya he dado algunas clases, pero
siempre para cursos inferiores, porque son
más fáciles.
—Conmigo es también muy sencillo —
replicó—, porque no sé nada. —De nuevo
volvió a hacer una mueca—. ¿O acaso tienes
miedo de que pueda seducirte?
Yo la miré. ¿De verdad pensaba en eso?
Ella no tenía novia y se sentía muy dolida por
esa causa.
—No —respondí con picardía—. En las
clases particulares, eso figura como algo
prohibido, por contrato.
—De acuerdo, entonces —dijo Emily y se
enganchó a mi brazo—. Vamos a dar una
vuelta y a partir de mañana empezaremos a
estudiar en serio. Quiero decir que empezaré
yo, pues tú no lo necesitas.
—¿Cómo lo haces? —gimió Emily—. Da
igual que sea latín, matemáticas o lengua, tú te
lo sabes todo.
Estábamos sentadas en casa, en la mesa de
la cocina, y Emily, con un gesto muy teatral,
se había dejado caer sobre los libros.
—Tengo buena memoria —dije—, y a
principio de curso siempre me leo los libros de
texto. Por desgracia, luego las clases me
resultan un tanto aburridas. —Suspiré.
—¿Al principio de curso te lees todos los
libros? —preguntó Emily, perpleja.
—Bueno, sí, por lo menos los de lengua,
historia y biología… Los que casi todo es
texto. Los de matemáticas no me resultan tan
interesantes y por eso espero hasta que el
tema se toca en clase.
Emily sacudió la cabeza.
—No me extraña que seas tan buena. A mí
nunca se me hubiera ocurrido leer los libros
porque sí.
—Pienso que esto de estudiar es pura y
simplemente… emocionante —dije, con gesto
de disculpa—. Lo siento. La lectura fue,
durante mucho tiempo, mi actividad principal
desde que entré en el colegio.
—¿Hasta que conociste a Brittany? —Emily
hizo una mueca.
Yo torcí la boca.
—Sí, desde entonces leo mucho menos y,
por las noches, nunca.
—Entonces preferís hacer otras cosas,
¿verdad? —Los ojos de Emily
relampaguearon.
—Vamos con las mates —dije, para
cambiar de tema.
—¿Cómo es ella? —preguntó, con
curiosidad, dejando de lado por completo el
libro de matemáticas.
—Yo… esto… —Me puse colorada.
—No en la cama —dijo Emily con una
mueca—. Eso ya lo he visto —añadió,
mientras me miraba el chupetón—. ¿Cómo es
como persona?
—Ella es… ella es… muy madura —
contesté—. No puedo decir mucho sobre el
tema. Su vida se compone sobre todo de
trabajo y de eso no habla demasiado.
—Entonces lo preguntaré de otra forma. —
Emily apoyó la barbilla en la mano, a la vez
que me miraba—. ¿Qué es lo que adoras de
ella?
Yo me recliné en la silla. No tenía ningún
sentido intentar que Emily se orientara al
estudio.
—Adoro sus ojos —respondí—. Son tan azules y profundos
—Sonreí. Siempre que Brittany
me miraba, para mí era como si hubiera salido
el sol. Era así y así iba a seguir.
—Sus ojos —dijo Emily, en un tono
soñador—. ¿De qué color son?
— azules —repuse—. Como el mar, son tan hermosos.
—¿Y, además de sus ojos, de qué otra cosa
te enamoraste?
—No lo sé —dije—. De su forma de ser,
creo. Es muy decidida y siempre sabe con
exactitud lo que quiere. Es una mujer de
negocios, tú lo debes de saber por tus padres.
—Oh, sí, claro que lo sé —contestó Emily
—. Por eso es probable que nunca me
enamore de una mujer así. Ya la tengo en
casa.
—Lo siento —respondí—. No quería…
—Anda. —Emily hizo un gesto—. ¿Acaso
tengo más suerte porque no me enamoro de
ese tipo de mujeres? Yo me enamoro de las
que te enloquecen por la inestabilidad de sus
ideas y por tener un humor siempre
cambiante.
—Brittany también es de humor cambiante
—dije yo—. Nadie está libre de eso.
—Pero, a pesar de todo, ella sabe lo que
quiere. —Emily suspiró—. Ésa es la
diferencia. Yo casi me volví loca con Alisson.
En un momento dado quería una cosa y poco
después otra distinta. Y, mientras yo
respondía a lo primero, ya me había
equivocado. Era como un viaje en una
montaña rusa. De esa forma una puede
volverse loca de remate. —Se rió con ironía
—. Si hace lo mismo con su novio, la va a
dejar en un par de semanas y luego volverá a
mí.
—¿Te gustaría que eso ocurriera? —
pregunté.
Emily se quedó pensativa, con la mirada
perdida.
—Estaría bien, si yo fuera capaz de decir
que no —dijo—. Entonces yo me sentiría
superior a ella. Pero no estoy segura. No sé lo
que haría si de repente se pusiera de nuevo a
mi disposición.
—¡Pero si te hizo mucho daño! —exclamé.
—Es cierto —dijo Emily—. Pero, ¿qué
significa eso cuando te mira y tú sólo deseas
estrecharla entre tus brazos y no soltarla
nunca más?
Cerré los ojos. A mí también me había
hecho daño Brittany y, a pesar de todo, nunca
podría separarme de ella. Por aquel entonces,
tuve la oportunidad y no puse punto final a
nuestra relación. No quería perderla. La
amaba.
—¿Sigues enamorada de Alisson? —
pregunté.
Emily bajó la cabeza en señal de
asentimiento.
—Sí —contestó en voz baja—. Aún sigo
amándola. Lo que me hiciera no cambia nada
las cosas.
—Es terrible, ¿no te parece? —dije yo—.
Eso de no poder dominar nuestros
sentimientos. Por una parte es bonito. Amar
es muy bello. El sentimiento de querer estar
con alguien. Pero, por otra parte…
—¿Qué te ha hecho Brittany? —preguntó
Emily, sobresaltada—. ¿Te engañó lo mismo
que hizo Alisson conmigo?
—Yo…, no, creo que no —dije, en un tono
de inseguridad—. Ella siempre está liada con
el trabajo. —Y en ese mismo momento me
acordé de la chica racial con el pelo negro y
BMW oscuro, que también pertenecía al
círculo laboral de Brittany. Al menos eso fue
lo que dijo. Pero podía ser algo más que
trabajo. Aquella mujer había sonreído de una
forma muy curiosa. ¿Y si Brittany tenía
muchas de aquellas «citas de trabajo»? Yo no
me hubiera enterado de no haber ido aquella
tarde a su casa. Ella podía haber dicho que
estaba trabajando cuando, en realidad…
—No, no quiero que te quedes con la
mosca detrás de la oreja —dijo Emily—. Por
favor, no me escuches. En este momento soy
una chica dolida. No compartas conmigo mi
inseguridad.
—No eres tú la que haces que me sienta
insegura —contesté yo. Más bien era Brittany
la que lo hacía. Hacía un misterio de muchas
cosas y yo no sabía lo que pasaba en realidad.
La llave sonó en la cerradura de la puerta y
un instante después entró mi madre en la
cocina.
—Anda, vosotras dos —dijo, sonriendo—.
¿Aún estáis con los estudios?
—Las mates no son lo mío —respondió
Emily con aire de culpabilidad—. Santana tiene
que explicarme siempre lo mismo y sigo sin
entenderlo.
—Lo bueno de San es que explica las
cosas muy bien —afirmó mi madre—. Ya se
te quedará en algún momento.
—Espero que sea antes de la selectividad
—suspiró Emily.
—¿Habéis comido algo? —preguntó mi
madre, mientras echaba una mirada acusatoria
a la bolsa de patatas fritas que estaba sobre la
mesa, medio vacía—. ¿O sólo eso?
Emily hizo una ligera mueca.
—Eso fue todo —dijo, mientras cerraba el
libro—. Me voy a casa.
—Si quieres puedes quedarte a cenar —dijo
mi madre y miró en la nevera—. San no
sabrá cocinar, pero siempre compra mucho de
todo. Puedes llamar a casa y decir que no te
esperen.
—Nadie me espera a cenar —murmuró
Emily por lo bajo.
—¿Tu madre no cocina por las noches? —
preguntó mi madre, sorprendida.
—Nunca comemos juntos. Cada uno se
prepara algo cuando llega. Mi hermano pide
una pizza o nos vamos a un restaurante.
—¿Todos los días? —Mi madre estaba
perpleja—. Eso sí que sale caro. —Sacó los
huevos de la nevera—. Si por el día uno no se
ve con los demás, lo mínimo es cenar juntos
por las noches —dijo, al tiempo que colocaba
una sartén en el fuego.
—Mis padres siempre vuelven muy tarde
—repuso Emily—. Incluso después de
medianoche y entonces resulta un poco tarde
para cenar.
—Eso sí —dijo mi madre—. ¿No tenéis a
nadie que se ocupe de vosotros hasta que
llegan tus padres?
—Ya no somos tan pequeños. Antes
teníamos una niñera y un ama de llaves, pero
ya no están. Desde que somos mayores, sólo
hay una señora para limpiar, que está en casa
dos horas al día. Nadie cocina. Yo creo que
nuestra cocina está sin usar desde hace ya
mucho tiempo. Si acaso alguna vez para
calentar platos preparados. —Sonrió
ligeramente—. ¡Saben mejor que los que
cocinaba la niñera que teníamos!
—Bueno, entonces no estás muy
acostumbrada en lo que se refiere a la comida
—dijo mi madre—. Puedo ofrecerte unos
huevos revueltos, con espinacas y patatas
fritas.
—¡Fantástico! —Emily resplandeció—.
Hace mucho tiempo que no como algo tan
sabroso.
—Seguro que nunca has comido algo así —
aseguró mi madre, complacida—. ¿Cuántos
huevos quieres? ¿Uno, dos o más?
—Dos ya son suficientes, muchas gracias
—dijo Emily, y me di cuenta de cómo
disfrutaba con la presencia de mi madre.
Estaba claro que no conocía algo así.
—Vosotras podéis pelar las patatas —
propuso mi madre.
Me levanté y cogí el cuenco de patatas del
aparador. Luego comenzamos a mondarlas y
cortarlas, mientras mi madre lavaba las
espinacas.
Emily me miraba. Sus ojos tenían una
expresión muy curiosa y yo no sabía cómo iba
a reaccionar.
—Es estupendo estar en vuestra casa —dijo
en voz baja.
—¿Aun cuando tengas que trabajar para
prepararte la cena? —Mi madre se dio la vuelta,
riéndose.
—Yo creo que Santana ha trabajado más en
las clases que me ha dado esta tarde. —Anita
también sonreía.
Mi madre me miró con picardía.
—¿Quieres otro huevo más, cariño?
—Tampoco ha sido tan horrible —repliqué.
Era como si Emily fuera de la familia. Mi
madre la trataba como si fuera su segunda
hija. Y, de repente, me gustó la idea de tener
una hermana.
Cenamos juntas y, aunque parecía que a
Emily le costaba despedirse, al final se marchó
a su casa.
—Esta chica es muy agradable —apuntó mi
madre, mientras lavábamos juntas los
cacharros. Mi madre había rechazado la oferta
de Emily de ayudar a fregar—. La tenías que
haber traído antes.
—Hasta hace poco no nos conocíamos
mucho —dije. Aquel fin de semana habían
cambiado muchas cosas y a mí también me
parecía raro no haberme decidido a invitar
antes a Emily.
—Es curioso —comentó mi madre.
—Sí, es verdad —confirmé.
—Yo creo que al menos se ha olvidado un
poco de sus problemas amorosos —dijo mi
madre—. O lo parece. —Me miró de soslayo
—. ¿Y cómo os va entre vosotras dos? —Me
pasó un plato para que lo secara.
—¿Nosotras dos? ¿Qué pasa con nosotras
dos? —En realidad, no sabía a qué se refería.
—Bueno, sí, que os entendéis bien porque
a las dos os gustan las chicas… —dijo mi
madre.
—¿Qué quieres decir con eso, mamá? —
pregunté. Pero yo ya lo sabía. Estaba muy
claro. Suspiré—. Te acabo de decir que Emily
y yo somos amigas. ¿Cómo podría ser de otra
forma? Al fin y al cabo…, Brittany… —No
encontraba las palabras adecuadas para
expresar lo que quería decir en realidad.
—Brittany es… encantadora —dijo mi
madre—, pero tiene mi misma edad.
—¡Eso no es cierto! —protesté.
—Sí —repuso mi madre—, claro que es
cierto. Y tú lo sabes.
—Pero… eso no es motivo…, eso no
significa nada —balbuceé.
Mi madre sacudió la cabeza con expresión
de duda.
—Eso es lo que piensas ahora, pero ¿qué
pasará dentro de diez años, o veinte, o treinta?
—Para entonces no tendrá ningún
significado —repliqué, con obstinación—. Eso
no cambia nada.
—Bueno —dijo mi madre—. Entonces será
una relación muy larga. La mayoría de las
personas no están juntas tanto tiempo. —Me
miró.
—Quieres decir…, tú quieres decir… —La
miré. ¿Esperaba que mi relación con Brittany
no durara tanto tiempo?
—Ah, sólo digo tonterías —exclamó—. No
me escuches. Pienso que Emily es muy
simpática y que si las dos estuvierais juntas
sería como si de repente tuviera dos hijas,
nada más que eso. —Me sonrió.
—Es muy raro —repuse—, pero yo ya
había pensado en algo parecido…, que Emily
fuera mi hermana… Eso me lo puedo
imaginar muy bien.
—Ya ves como, de algún modo, las dos
estábamos en la misma onda —replicó—. Y
así se habría terminado nuestro tema de
conversación. Porque, si Emily fuera tu
hermana, no podría…
—Exacto —dije con una mueca. ¡Puf,
aquello podría haber terminado muy bien!
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Les pido una disculpa por no haber actualizado pero ya estoy de vuelta es que tuve unos problemillas con mi novia pero buehhh!! Para quitarles un peso de encima y no hacer drama les digo que Emily sera una fiel amiga o como una hermana para Santana Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 2145353087 ella la ayudara mucho en la situación difícil que se vendrá mas adelante. Fanfic Brittana "una isla para dos" - Página 7 1206646864
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por monica.santander Mar Nov 03, 2015 5:32 pm

Me parece bien que San tenga una amiga!!!
Saludos
monica.santander
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

Mensaje por micky morales Mar Nov 03, 2015 7:11 pm

mientras sea solo una amiga esta bien, de verdad quisiera una historia sin tanto conflicto!!!!!
micky morales
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Finalizado Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"

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