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Fanfic Brittana "una isla para dos"
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micky morales
monica.santander
Caritovega
12 participantes
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Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 33
Al día siguiente, en plena madrugada,
comenzaron los reconocimientos, antes
incluso de que yo llegara a la clínica. Cuando
subí, Brittany no estaba en su habitación.
—Viene enseguida —me dijo el celador, al
que ya conocía del día anterior—. Están
haciéndole una TAC.
Una tomografía computarizada, al menos
era algo que yo ya había escuchado antes. Te
introducen en un tubo para examinar algún
órgano en particular. Lo vi una vez en una
película de la televisión. El tubo era muy
estrecho. Si, una vez dentro, a Brittany le
sobrevenía un ataque de asfixia… En mi
interior volvió a crecer la preocupación que el
día anterior se había aliviado algo, porque en
la recepción de la clínica me habían dado
ciertas esperanzas.
Una enfermera llegó. Llevaba a Brittany en
una silla de ruedas.
—Veo que ya estás en marcha —saludé, en
un tono conscientemente alegre.
—¡Oh, sí! He estado en danza de una
habitación a otra —respondió con ironía.
—¿Sabes algo ya? —pregunté.
Movió la cabeza en un ademán negativo.
—No, esto no va nada rápido. Primero
quieren esperar a ver el resultado de los
reconocimientos. —Me miró con una extraña
expresión en su rostro—. Santana, no te hagas
muchas esperanzas, porque probablemente
serán en vano. No te decepciones si es así.
Yo sentí que todo mi cuerpo se ponía en
tensión. ¡Por supuesto que me había forjado
esperanzas! Eso era todo de lo que yo
disponía.
—¡Bueno! —contesté, para tranquilizarla
—. Ya sé que los análisis no ofrecen una
garantía total.
—Ninguna en absoluto —corroboró
Brittany. Acercó su silla de ruedas a la
ventana y miró al exterior—. Como Legoland
—dijo—. Siempre que estoy en Suiza creo
que todo lo de aquí se parece a Legoland. Tan
pulcro, tan ordenado, tan uniforme, como si
todo lo hubieran construido adrede así.
Me acerqué a ella.
—Tienes razón, sí se parece —contesté.
—Pero en Legoland no hay enfermedades
—dijo y apartó la silla de la ventana para
orientarla hacia la cama—. ¿Me ayudas?
Estoy agotada y me gustaría acostarme.
La llevé junto a la cama y me incliné hacia
ella. La habría besado con mucho gusto, pero
me di cuenta de lo cansada que estaba.
Extendió los brazos y trató de subir por sí
misma a la cama, pero no lo consiguió. La
levanté en alto y la ayudé a echarse. Todavía
estaba muy delgada.
Mientras la tapaba, se quedó mirándome
durante unos minutos.
—No debes preocuparte. ¿Me lo prometes,
Santana? La tristeza no sirve para nada. —Sus
ojos me escrutaron como si quisiera grabar mi
rostro en su memoria por última vez.
Yo moví despacio la cabeza.
—No te lo puedo prometer —respondí—.
Quizás no podría cumplir esa promesa.
—Prométeme al menos que lo vas a
intentar.
Yo sabía que eso también estaba
condenado al fracaso.
Ella cerró los ojos.
—Yo… me estoy durmiendo… —susurró.
La contemplé durante un rato. Estaba
echada y respiraba con calma, lo que ya me
pareció un buen síntoma, y luego me acerqué
a la ventana y miré para fuera. Sentía pavor
ante los resultados de los reconocimientos,
que sólo podían dejar abierto a la esperanza
un leve resquicio, difícil de conservar. El
estado de Brittany empeoraba día a día y,
cuando los resultados de los exámenes lo
confirmaran, me di cuenta de que me vería
obligada a mantener mi promesa. Después
tendría que llevarla a la isla…
Me pasé la mano por los ojos. No podía
soportar la idea, pero tenía que hacerlo. Lo
había prometido.
*********************************************************************Bueno este es el cap de hoy. saludos
Al día siguiente, en plena madrugada,
comenzaron los reconocimientos, antes
incluso de que yo llegara a la clínica. Cuando
subí, Brittany no estaba en su habitación.
—Viene enseguida —me dijo el celador, al
que ya conocía del día anterior—. Están
haciéndole una TAC.
Una tomografía computarizada, al menos
era algo que yo ya había escuchado antes. Te
introducen en un tubo para examinar algún
órgano en particular. Lo vi una vez en una
película de la televisión. El tubo era muy
estrecho. Si, una vez dentro, a Brittany le
sobrevenía un ataque de asfixia… En mi
interior volvió a crecer la preocupación que el
día anterior se había aliviado algo, porque en
la recepción de la clínica me habían dado
ciertas esperanzas.
Una enfermera llegó. Llevaba a Brittany en
una silla de ruedas.
—Veo que ya estás en marcha —saludé, en
un tono conscientemente alegre.
—¡Oh, sí! He estado en danza de una
habitación a otra —respondió con ironía.
—¿Sabes algo ya? —pregunté.
Movió la cabeza en un ademán negativo.
—No, esto no va nada rápido. Primero
quieren esperar a ver el resultado de los
reconocimientos. —Me miró con una extraña
expresión en su rostro—. Santana, no te hagas
muchas esperanzas, porque probablemente
serán en vano. No te decepciones si es así.
Yo sentí que todo mi cuerpo se ponía en
tensión. ¡Por supuesto que me había forjado
esperanzas! Eso era todo de lo que yo
disponía.
—¡Bueno! —contesté, para tranquilizarla
—. Ya sé que los análisis no ofrecen una
garantía total.
—Ninguna en absoluto —corroboró
Brittany. Acercó su silla de ruedas a la
ventana y miró al exterior—. Como Legoland
—dijo—. Siempre que estoy en Suiza creo
que todo lo de aquí se parece a Legoland. Tan
pulcro, tan ordenado, tan uniforme, como si
todo lo hubieran construido adrede así.
Me acerqué a ella.
—Tienes razón, sí se parece —contesté.
—Pero en Legoland no hay enfermedades
—dijo y apartó la silla de la ventana para
orientarla hacia la cama—. ¿Me ayudas?
Estoy agotada y me gustaría acostarme.
La llevé junto a la cama y me incliné hacia
ella. La habría besado con mucho gusto, pero
me di cuenta de lo cansada que estaba.
Extendió los brazos y trató de subir por sí
misma a la cama, pero no lo consiguió. La
levanté en alto y la ayudé a echarse. Todavía
estaba muy delgada.
Mientras la tapaba, se quedó mirándome
durante unos minutos.
—No debes preocuparte. ¿Me lo prometes,
Santana? La tristeza no sirve para nada. —Sus
ojos me escrutaron como si quisiera grabar mi
rostro en su memoria por última vez.
Yo moví despacio la cabeza.
—No te lo puedo prometer —respondí—.
Quizás no podría cumplir esa promesa.
—Prométeme al menos que lo vas a
intentar.
Yo sabía que eso también estaba
condenado al fracaso.
Ella cerró los ojos.
—Yo… me estoy durmiendo… —susurró.
La contemplé durante un rato. Estaba
echada y respiraba con calma, lo que ya me
pareció un buen síntoma, y luego me acerqué
a la ventana y miré para fuera. Sentía pavor
ante los resultados de los reconocimientos,
que sólo podían dejar abierto a la esperanza
un leve resquicio, difícil de conservar. El
estado de Brittany empeoraba día a día y,
cuando los resultados de los exámenes lo
confirmaran, me di cuenta de que me vería
obligada a mantener mi promesa. Después
tendría que llevarla a la isla…
Me pasé la mano por los ojos. No podía
soportar la idea, pero tenía que hacerlo. Lo
había prometido.
*********************************************************************Bueno este es el cap de hoy. saludos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
holap,...
espero que encuentren rápido la cura,...o por lo menos la retrace,..
y san no tenga que cumplir con su promesa,..
nos vemos!!!
espero que encuentren rápido la cura,...o por lo menos la retrace,..
y san no tenga que cumplir con su promesa,..
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
hey que cortos estos capitulos
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Que triste la agonía de Britt!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
sabes creo que al menos podrias poner un par de capitulos si son tan cortos!!!! digo yo, no se.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 34
—Bajo su propia responsabilidad —dijo el
profesor Häusly—. Usted no es un ratón de
laboratorio, sino la primera paciente a la que
se va a administrar esta medicación.
—Lo sé —respondió Brittany—. Ya se lo
he firmado.
—Pues entonces vamos allá… —dijo el
profesor Häusly, mientras le ponía una
inyección—. Vamos a ver… —comentó y se
fue.
—Fíjate bien. A lo mejor me convierto en
algo parecido a un ratón y me tienes que
capturar. —Brittany intentó hacer un chiste,
pero ni ella misma se rió.
—Ya será un éxito si, por lo menos,
consigues ir deprisa —respondí, pero tampoco
pude mantener la broma durante mucho
tiempo.
Aunque el profesor Häusly había avisado de
que el tratamiento podía prolongarse durante
varias semanas, nosotras ya esperábamos el
milagro que, por desgracia, no llegó. Cuando
aquella noche salí de la clínica, el estado de
Brittany no había variado.
A la mañana siguiente, cuando me dirigía
hacia la habitación, ya pude percibir la
agitación que reinaba. Personas vestidas con
bata blanca se movían con prisa de un lado a
otro. Al entrar vi que había varias auxiliares
alrededor de la cama de Brittany.
Pregunté a una enfermera.
—Pulmonía —contestó, agitada—. Tiene
pulmonía y su organismo carece por completo
de defensas. —Se dirigió al laboratorio a toda
prisa.
Pulmonía. Aquello no sonaba demasiado
grave, aunque yo sabía que para un paciente
de ELA podía significar la muerte.
El profesor Häusly llegó a la habitación de
Brittany.
—¡Doctor! —le llamé.
Negó con un gesto.
—Ahora la vamos a tratar para resolver lo
de la pulmonía —dijo y se fue
precipitadamente.
Los días siguientes fueron de verdadero
sobresalto. Brittany apenas se mantenía
despierta, su estado empeoraba y el
tratamiento contra la pulmonía no parecía
surtir efecto. Apenas podía respirar y la
conectaron a una máquina de respiración
asistida que hacía el trabajo por ella. Me temí
lo peor. Y no me la podía llevar a la isla para
cumplir con su último deseo. Aquello fue
terrible.
Todos los días hablaba por teléfono con mi
madre, pero ella tampoco me podía consolar.
Se limitaba a prepararme para lo inevitable.
—Tienes que aceptarlo —decía—. Aunque
sea terrible.
Pero yo no podía aceptarlo.
—Está despierta y quiere verla a usted —
dijo a mi lado una enfermera.
Salí disparada hacia la habitación de
Brittany.
Ella levantó la cabeza hacia mí.
—Mi Sanny… —musitó—. Siempre estás aquí.
—Es la primera vez que me dice así: Pensó
Por supuesto —respondí—. ¿Dónde iba
a estar si no?
—Yo… —Parecía querer decir algo que la
tenía perpleja y sorprendida—. No puedo
levantar el brazo.
Cerré los ojos. Las manifestaciones de la
parálisis avanzaban a toda velocidad: primero
las piernas, luego los brazos, la pulmonía…
Puede vivir años, había dicho Stavros. Pero
no en esas condiciones.
Cogí su mano entre las mías.
—¿Notas esto? —pregunté, conteniendo las
lágrimas.
—No —respondió—. Apenas noto nada.
Entró el profesor Häusly.
—Ya que se ha vuelto a despertar, ¿cómo
se encuentra? —interrogó.
—El brazo —respondió ella—. No puedo
moverlo.
—¿Casi nada? —preguntó Häusly.
—Nada —aseguró Brittany, con desánimo.
—Resulta sorprendente —dijo Häusly.
—Ahora la parálisis ya ha alcanzado los
brazos —repuso Brittany—. El medicamento
contra la ELA no ha servido para nada.
—No lo creo —replicó, obstinado, el doctor
—. Pero le vamos a hacer una TAC —dijo y
se esfumó.
—Sigue teniendo fe en su método —dijo
Brittany con esfuerzo—. Eso, al menos, ya es
algo.
—¿Qué utilidad tiene, si no te puede ayudar
en nada? —pregunté, enfurecida.
—No debes reprochárselo —respondió—.
Ya nos lo había dicho desde un principio.
Poco después, ya le habían practicado la
TAC.
—Lo que provoca la parálisis es un coágulo
de sangre en el cerebro —dijo la joven
doctora que subió con Brittany—. Se produjo
cuando se le paró la respiración y tuvimos que
proceder a intubarla. Debemos operarla.
—¿En el cerebro? —pregunté, horrorizada.
Siempre surgía algo más con lo que no se
había contado y que me producía un espanto
total.
—No es para tanto —dijo la doctora—.
Operaremos mañana mismo.
Poco a poco me fui acostumbrando a vivir
en la clínica. Cuando la subieron del quirófano
al día siguiente, Brittany llevaba la cabeza
envuelta con una sola venda de gasa, lo que le
daba el aspecto de una hindú. Sólo habían
usado anestesia local para acceder a su
cerebro, por lo que estaba despierta y me
pudo saludar.
—Pensaba que sería peor —me dijo—. No
he sentido nada.
—¿Qué pasa con tu brazo? —pregunté.
Ella separó un dedo de la sábana.
—Parece que vuelve a funcionar —dijo,
sorprendida. Eso era algo con lo que no había
contado. Movió la manta que había a los pies
de la cama.
—¿Has visto? —Frunció el entrecejo.
—Sí. —Yo también estaba asombrada—.
¿Puedes hacerlo otra vez?
Ella volvió a mover la manta.
—El pie. Siento el pie.
Me acerqué a la cama y retiré la manta.
Brittany movió los dedos de los pies. Era algo
que no hacía desde que me la encontré en la
isla.
—Es increíble —musité.
Ella utilizó el brazo, que le volvía a
responder, para alcanzar el timbre de llamada.
De inmediato apareció una enfermera.
—Puedo mover la pierna —dijo, con un
tono de sorpresa en la voz.
La enfermera miró con fijeza los pies que
Brittany tenía colocados sobre la cama y
comprobó que era cierto.
—Voy a buscar al doctor —dijo y salió de
forma atropellada.
Cuando llegó el profesor Häusly, Brittany
ya se había incorporado en la cama.
—¿Puede usted mover la pierna? —
preguntó, estupefacto.
—Sí —respondió ella, mientras levantaba
un poco la manta sirviéndose del pie.
Häusly volvió a estirar la manta y emitió
una orden:
—Hágalo otra vez.
Brittany atendió a su requerimiento.
—¡No puede ser! —exclamó el médico.
—Pues está claro que sus medicamentos
han dado buenos resultados —dijo Brittany,
en cuyo rostro casi pude entrever una sonrisa,
pero la reacción de Häusly impidió que la
exhibiera totalmente.
—¡No puede ser! ¡Así no! —repitió él.
—¿Acaso había esperado que respondiera
de otra forma al tratamiento? —pregunté.
—Le hemos retirado toda la medicación —
respondió él.
—Pero… —No llegué a expresar mi
protesta, porque se había ido.
La joven doctora, que había subido con él,
se acercó a la cama.
—Esto es magnífico —dijo con una sonrisa
—. Pero lo que sucede es que el doctor no
sabe lo que ha ocurrido y, desde luego, yo
tampoco. Nos vamos a reunir ahora mismo
para tratar de encontrar la causa.
—Es igual cómo haya ocurrido. Lo
principal es que ella ha mejorado mucho —
contesté.
La doctora pareció mostrarse escéptica.
—Pero las cosas podrían ir a peor si no
averiguamos cómo ha sido para poder
continuar por el camino adecuado —afirmó—.
No se alegre demasiado pronto. Esto puede
ser pasajero. —Hizo un gesto de saludo con la
cabeza y se fue.
Más tarde regresó y nos explicó la forma en
que se iba a proceder.
—Vamos a retirar todos los medicamentos
y luego empezaremos a administrárselos uno
tras otro de forma individual, para tratar de
encontrar al eventual responsable de esta
mejoría —dijo, mientras miraba a la enferma
—. Puede ocurrir que vuelvan los trastornos.
—¿Y qué es lo que tengo ahora? —
preguntó Brittany, encogiéndose de hombros
—. Haga lo que estimen necesario. Si veo que
mañana no puedo mover otra vez la pierna,
estaremos ante una circunstancia que ya
conozco de antes.
—Es usted muy valiente —dijo la doctora,
mirándola casi con admiración.
—Soy realista —respondió Brittany—.
Verlo de otra forma sería una insensatez.
La doctora salió y Brittany me miró.
—Reserva el vuelo —dijo—. Si me vuelvo
a encontrar mal, llévame a la isla. ¿Lo harás?
—Sí —respondí en voz baja y tragué
saliva.
*********************************************************************
Lo siento por no haber actualizado antes y sorry por los caps que están cortos, ya solo quedan dos capítulos mañana oficialmente se termina la historia saludos
—Bajo su propia responsabilidad —dijo el
profesor Häusly—. Usted no es un ratón de
laboratorio, sino la primera paciente a la que
se va a administrar esta medicación.
—Lo sé —respondió Brittany—. Ya se lo
he firmado.
—Pues entonces vamos allá… —dijo el
profesor Häusly, mientras le ponía una
inyección—. Vamos a ver… —comentó y se
fue.
—Fíjate bien. A lo mejor me convierto en
algo parecido a un ratón y me tienes que
capturar. —Brittany intentó hacer un chiste,
pero ni ella misma se rió.
—Ya será un éxito si, por lo menos,
consigues ir deprisa —respondí, pero tampoco
pude mantener la broma durante mucho
tiempo.
Aunque el profesor Häusly había avisado de
que el tratamiento podía prolongarse durante
varias semanas, nosotras ya esperábamos el
milagro que, por desgracia, no llegó. Cuando
aquella noche salí de la clínica, el estado de
Brittany no había variado.
A la mañana siguiente, cuando me dirigía
hacia la habitación, ya pude percibir la
agitación que reinaba. Personas vestidas con
bata blanca se movían con prisa de un lado a
otro. Al entrar vi que había varias auxiliares
alrededor de la cama de Brittany.
Pregunté a una enfermera.
—Pulmonía —contestó, agitada—. Tiene
pulmonía y su organismo carece por completo
de defensas. —Se dirigió al laboratorio a toda
prisa.
Pulmonía. Aquello no sonaba demasiado
grave, aunque yo sabía que para un paciente
de ELA podía significar la muerte.
El profesor Häusly llegó a la habitación de
Brittany.
—¡Doctor! —le llamé.
Negó con un gesto.
—Ahora la vamos a tratar para resolver lo
de la pulmonía —dijo y se fue
precipitadamente.
Los días siguientes fueron de verdadero
sobresalto. Brittany apenas se mantenía
despierta, su estado empeoraba y el
tratamiento contra la pulmonía no parecía
surtir efecto. Apenas podía respirar y la
conectaron a una máquina de respiración
asistida que hacía el trabajo por ella. Me temí
lo peor. Y no me la podía llevar a la isla para
cumplir con su último deseo. Aquello fue
terrible.
Todos los días hablaba por teléfono con mi
madre, pero ella tampoco me podía consolar.
Se limitaba a prepararme para lo inevitable.
—Tienes que aceptarlo —decía—. Aunque
sea terrible.
Pero yo no podía aceptarlo.
—Está despierta y quiere verla a usted —
dijo a mi lado una enfermera.
Salí disparada hacia la habitación de
Brittany.
Ella levantó la cabeza hacia mí.
—Mi Sanny… —musitó—. Siempre estás aquí.
—Es la primera vez que me dice así: Pensó
Por supuesto —respondí—. ¿Dónde iba
a estar si no?
—Yo… —Parecía querer decir algo que la
tenía perpleja y sorprendida—. No puedo
levantar el brazo.
Cerré los ojos. Las manifestaciones de la
parálisis avanzaban a toda velocidad: primero
las piernas, luego los brazos, la pulmonía…
Puede vivir años, había dicho Stavros. Pero
no en esas condiciones.
Cogí su mano entre las mías.
—¿Notas esto? —pregunté, conteniendo las
lágrimas.
—No —respondió—. Apenas noto nada.
Entró el profesor Häusly.
—Ya que se ha vuelto a despertar, ¿cómo
se encuentra? —interrogó.
—El brazo —respondió ella—. No puedo
moverlo.
—¿Casi nada? —preguntó Häusly.
—Nada —aseguró Brittany, con desánimo.
—Resulta sorprendente —dijo Häusly.
—Ahora la parálisis ya ha alcanzado los
brazos —repuso Brittany—. El medicamento
contra la ELA no ha servido para nada.
—No lo creo —replicó, obstinado, el doctor
—. Pero le vamos a hacer una TAC —dijo y
se esfumó.
—Sigue teniendo fe en su método —dijo
Brittany con esfuerzo—. Eso, al menos, ya es
algo.
—¿Qué utilidad tiene, si no te puede ayudar
en nada? —pregunté, enfurecida.
—No debes reprochárselo —respondió—.
Ya nos lo había dicho desde un principio.
Poco después, ya le habían practicado la
TAC.
—Lo que provoca la parálisis es un coágulo
de sangre en el cerebro —dijo la joven
doctora que subió con Brittany—. Se produjo
cuando se le paró la respiración y tuvimos que
proceder a intubarla. Debemos operarla.
—¿En el cerebro? —pregunté, horrorizada.
Siempre surgía algo más con lo que no se
había contado y que me producía un espanto
total.
—No es para tanto —dijo la doctora—.
Operaremos mañana mismo.
Poco a poco me fui acostumbrando a vivir
en la clínica. Cuando la subieron del quirófano
al día siguiente, Brittany llevaba la cabeza
envuelta con una sola venda de gasa, lo que le
daba el aspecto de una hindú. Sólo habían
usado anestesia local para acceder a su
cerebro, por lo que estaba despierta y me
pudo saludar.
—Pensaba que sería peor —me dijo—. No
he sentido nada.
—¿Qué pasa con tu brazo? —pregunté.
Ella separó un dedo de la sábana.
—Parece que vuelve a funcionar —dijo,
sorprendida. Eso era algo con lo que no había
contado. Movió la manta que había a los pies
de la cama.
—¿Has visto? —Frunció el entrecejo.
—Sí. —Yo también estaba asombrada—.
¿Puedes hacerlo otra vez?
Ella volvió a mover la manta.
—El pie. Siento el pie.
Me acerqué a la cama y retiré la manta.
Brittany movió los dedos de los pies. Era algo
que no hacía desde que me la encontré en la
isla.
—Es increíble —musité.
Ella utilizó el brazo, que le volvía a
responder, para alcanzar el timbre de llamada.
De inmediato apareció una enfermera.
—Puedo mover la pierna —dijo, con un
tono de sorpresa en la voz.
La enfermera miró con fijeza los pies que
Brittany tenía colocados sobre la cama y
comprobó que era cierto.
—Voy a buscar al doctor —dijo y salió de
forma atropellada.
Cuando llegó el profesor Häusly, Brittany
ya se había incorporado en la cama.
—¿Puede usted mover la pierna? —
preguntó, estupefacto.
—Sí —respondió ella, mientras levantaba
un poco la manta sirviéndose del pie.
Häusly volvió a estirar la manta y emitió
una orden:
—Hágalo otra vez.
Brittany atendió a su requerimiento.
—¡No puede ser! —exclamó el médico.
—Pues está claro que sus medicamentos
han dado buenos resultados —dijo Brittany,
en cuyo rostro casi pude entrever una sonrisa,
pero la reacción de Häusly impidió que la
exhibiera totalmente.
—¡No puede ser! ¡Así no! —repitió él.
—¿Acaso había esperado que respondiera
de otra forma al tratamiento? —pregunté.
—Le hemos retirado toda la medicación —
respondió él.
—Pero… —No llegué a expresar mi
protesta, porque se había ido.
La joven doctora, que había subido con él,
se acercó a la cama.
—Esto es magnífico —dijo con una sonrisa
—. Pero lo que sucede es que el doctor no
sabe lo que ha ocurrido y, desde luego, yo
tampoco. Nos vamos a reunir ahora mismo
para tratar de encontrar la causa.
—Es igual cómo haya ocurrido. Lo
principal es que ella ha mejorado mucho —
contesté.
La doctora pareció mostrarse escéptica.
—Pero las cosas podrían ir a peor si no
averiguamos cómo ha sido para poder
continuar por el camino adecuado —afirmó—.
No se alegre demasiado pronto. Esto puede
ser pasajero. —Hizo un gesto de saludo con la
cabeza y se fue.
Más tarde regresó y nos explicó la forma en
que se iba a proceder.
—Vamos a retirar todos los medicamentos
y luego empezaremos a administrárselos uno
tras otro de forma individual, para tratar de
encontrar al eventual responsable de esta
mejoría —dijo, mientras miraba a la enferma
—. Puede ocurrir que vuelvan los trastornos.
—¿Y qué es lo que tengo ahora? —
preguntó Brittany, encogiéndose de hombros
—. Haga lo que estimen necesario. Si veo que
mañana no puedo mover otra vez la pierna,
estaremos ante una circunstancia que ya
conozco de antes.
—Es usted muy valiente —dijo la doctora,
mirándola casi con admiración.
—Soy realista —respondió Brittany—.
Verlo de otra forma sería una insensatez.
La doctora salió y Brittany me miró.
—Reserva el vuelo —dijo—. Si me vuelvo
a encontrar mal, llévame a la isla. ¿Lo harás?
—Sí —respondí en voz baja y tragué
saliva.
*********************************************************************
Lo siento por no haber actualizado antes y sorry por los caps que están cortos, ya solo quedan dos capítulos mañana oficialmente se termina la historia saludos
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
2 capitulos? nooooo eso pde significar muchas cosas y entre ellas un rapido final para brittany!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Hola mmmmmmm estoy muy intrigada!!
No quiero esperanzarme mucho!!
Saludos
No quiero esperanzarme mucho!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 35
—¡Usted me ha tomado el pelo! —tronó el
profesor Häusly.
Brittany levantó los ojos, extrañada, y yo
pensé si no tendría que darle una patada en los
huevos a aquel fulano.
—¡Usted no padece ELA! —vociferó.
Brittany lo miró con fijeza, como si fuera
un demonio que hubiera subido directo desde
los infiernos.
—¿Qué…, qué pasa…, por favor? —
tartamudeé.
—¡De ELA, nada! —repitió—. Es una
malformación arteriovenosa, que conocemos
como MAV. La hinchazón causada por los
esteroides que le hemos dado contra la ELA
ha remitido, pero puede volver de nuevo.
Vístase. No se va a morir. Al menos no por
ahora —murmuró, haciendo ondear su bata.
—No puede mostrar así toda la alegría que
siente —dijo la doctora, que le había seguido
hasta la habitación—. Y, además, está
disgustado porque ha perdido un cobaya
humano para sus investigaciones sobre la
ELA. —Sonrió, con un poco de ironía.
—Yo… —Brittany se incorporó—. ¿No
tengo esa esclerosis? —Su tono de voz era
escéptico y yo me sentía igual.
—Sabemos muy bien que la ELA es difícil
de diagnosticar. Y todos los síntomas
apuntaban a que lo era —dijo la doctora.
—Pero…, ¿cómo puede estar ahora tan
segura de que no es ELA? —preguntó
Brittany, siempre escéptica.
—Cuente con que es verdad, no hay ELA
—dijo, sonriente, la doctora—. Porque la
causa de su parálisis ha sido una malformación
arteriovenosa en la columna vertebral, una
MAV. Apenas se pueden diferenciar los
síntomas de las dos enfermedades. La MAV
estaba ahí, pero no se podía comprobar en las
exploraciones porque estaba oculta por la
propia hinchazón. Si ahora retiramos los
esteroides, la inflamación estará controlada y
tratada, y desaparecerá, y sin inflamación
dejará de haber parálisis —dijo y se rió con
ganas.
—¿Así de sencillo? —pregunté yo.
—Así de sencillo —afirmó. Luego miró a
Brittany—. Mientras tanto, descanse, que lo
necesita. Después le daremos el alta —dijo, y
salió de la habitación.
Brittany se dejó caer, hecha polvo, sobre
los almohadones de la cama.
«Nada de ELA.» La información pasó del
oído al cerebro con mucha lentitud.
—Nada de ELA —susurré y luego ya lo
dije en voz alta—. ¡No tienes ELA! —De
repente, mi corazón empezó a latir de nuevo.
Brittany no iba a morir, sobreviviría…, sería
para mí…
—Nada de ELA —repitió Brittany. Respiró
profundamente—. ¿Qué es, entonces, si es
que se han equivocado? —No quería admitir
su nueva situación, no fuera a ser que luego
sufriera otra decepción. Eso yo lo entendía
muy bien.
—Debe ser cierto, en vista de lo furioso que
estaba Häusly —dije, sonriente—. Seguro que
no ha echado para atrás su diagnóstico sin
antes pensárselo mucho.
—Es verdad —dijo, meditabunda. El júbilo
que surgía y se alzaba de mi interior parecía
faltarle a ella—. He escapado de las garras de
la muerte por un pelo —añadió.
—Ésa eres tú. —Me paseé, nerviosa, por la
habitación—. ¿Acaso no te alegras?
—Eso ya llegará —dijo Brittany—. Más
tarde. Lo primero de todo es entender lo que
pasa. —Me miró fijamente.
—¡Brittany, Brittany, Brittany! —exclamé.
Luego me acerqué a ella y le di un rápido beso
en la boca—. Vives. ¡Vas a sobrevivir! ¿Es
tan difícil de entender?
—He vivido los dos últimos años con ese
diagnóstico sobre mí —respondió—. Y no me
ha resultado nada fácil. Ya hacía tiempo que
había aceptado que iba a morir y ahora…
estoy viva.
—Sí, vives. —La besé otra vez—. Vives,
vives, vives… —casi lo dije como una
canción.
—Veo que apenas puedes contener tu
entusiasmo —dijo y comprobé que una leve
sonrisa se deslizó hasta la comisura de sus
labios.
—¿Te sorprende? —La miré, radiante.
—Un poquito —respondió—. No fui muy
amable contigo antes de desaparecer.
—Ya hace tanto tiempo que me he olvidado
de eso —dije, feliz.
—Era una forma de hacerte más fácil la
separación. —Suspiró—. Supuse que, si te
enfadabas conmigo porque te había ofendido,
podrías soportar mejor el hecho de que yo ya
no estuviera más allí. Eso en caso de que
nunca volviera. Pensé que te sentirías
contenta por haberte librado de mí.
—Tendrías que haber sabido que las cosas
no iban a ser así. —La abracé—. Vamos a
dejar de hablar de eso. Tú querías algo bueno
para mí, aunque me resultara doloroso. Pero
ahora todo eso ya ha pasado.
—Si lo ves de esa forma… —dijo. Sacó los
pies de la cama—. ¿Has reservado el vuelo?
Una sombra flotó por la habitación. Yo
había hecho la reserva, pero en condiciones
muy distintas a las de ahora.
—Sí, sí lo he hecho —respondí.
—Entonces nos podemos largar —dijo. Se
apoyó un poco y pudo ponerse de pie junto a
la cama. Aquello era algo asombroso. Nunca
hubiera pensado que lo vería de nuevo.
—¿No te encuentras un poco débil? —
pregunté, al ver que se tambaleaba un poco—.
La isla no se va a escapar de donde está.
—No quiero pasar ni un día más aquí, ni un
día más de lo necesario —respondió.
Por supuesto, yo eso también lo entendía
muy bien.
*********************************************************************
Y como dije después de la tormenta viene la calma, que pensaron que iba a morir Britt pues no ehhh :3 esta vivita y coleando, solo fue una confusión gracias a Dios no padece una enfermedad terminal.
—¡Usted me ha tomado el pelo! —tronó el
profesor Häusly.
Brittany levantó los ojos, extrañada, y yo
pensé si no tendría que darle una patada en los
huevos a aquel fulano.
—¡Usted no padece ELA! —vociferó.
Brittany lo miró con fijeza, como si fuera
un demonio que hubiera subido directo desde
los infiernos.
—¿Qué…, qué pasa…, por favor? —
tartamudeé.
—¡De ELA, nada! —repitió—. Es una
malformación arteriovenosa, que conocemos
como MAV. La hinchazón causada por los
esteroides que le hemos dado contra la ELA
ha remitido, pero puede volver de nuevo.
Vístase. No se va a morir. Al menos no por
ahora —murmuró, haciendo ondear su bata.
—No puede mostrar así toda la alegría que
siente —dijo la doctora, que le había seguido
hasta la habitación—. Y, además, está
disgustado porque ha perdido un cobaya
humano para sus investigaciones sobre la
ELA. —Sonrió, con un poco de ironía.
—Yo… —Brittany se incorporó—. ¿No
tengo esa esclerosis? —Su tono de voz era
escéptico y yo me sentía igual.
—Sabemos muy bien que la ELA es difícil
de diagnosticar. Y todos los síntomas
apuntaban a que lo era —dijo la doctora.
—Pero…, ¿cómo puede estar ahora tan
segura de que no es ELA? —preguntó
Brittany, siempre escéptica.
—Cuente con que es verdad, no hay ELA
—dijo, sonriente, la doctora—. Porque la
causa de su parálisis ha sido una malformación
arteriovenosa en la columna vertebral, una
MAV. Apenas se pueden diferenciar los
síntomas de las dos enfermedades. La MAV
estaba ahí, pero no se podía comprobar en las
exploraciones porque estaba oculta por la
propia hinchazón. Si ahora retiramos los
esteroides, la inflamación estará controlada y
tratada, y desaparecerá, y sin inflamación
dejará de haber parálisis —dijo y se rió con
ganas.
—¿Así de sencillo? —pregunté yo.
—Así de sencillo —afirmó. Luego miró a
Brittany—. Mientras tanto, descanse, que lo
necesita. Después le daremos el alta —dijo, y
salió de la habitación.
Brittany se dejó caer, hecha polvo, sobre
los almohadones de la cama.
«Nada de ELA.» La información pasó del
oído al cerebro con mucha lentitud.
—Nada de ELA —susurré y luego ya lo
dije en voz alta—. ¡No tienes ELA! —De
repente, mi corazón empezó a latir de nuevo.
Brittany no iba a morir, sobreviviría…, sería
para mí…
—Nada de ELA —repitió Brittany. Respiró
profundamente—. ¿Qué es, entonces, si es
que se han equivocado? —No quería admitir
su nueva situación, no fuera a ser que luego
sufriera otra decepción. Eso yo lo entendía
muy bien.
—Debe ser cierto, en vista de lo furioso que
estaba Häusly —dije, sonriente—. Seguro que
no ha echado para atrás su diagnóstico sin
antes pensárselo mucho.
—Es verdad —dijo, meditabunda. El júbilo
que surgía y se alzaba de mi interior parecía
faltarle a ella—. He escapado de las garras de
la muerte por un pelo —añadió.
—Ésa eres tú. —Me paseé, nerviosa, por la
habitación—. ¿Acaso no te alegras?
—Eso ya llegará —dijo Brittany—. Más
tarde. Lo primero de todo es entender lo que
pasa. —Me miró fijamente.
—¡Brittany, Brittany, Brittany! —exclamé.
Luego me acerqué a ella y le di un rápido beso
en la boca—. Vives. ¡Vas a sobrevivir! ¿Es
tan difícil de entender?
—He vivido los dos últimos años con ese
diagnóstico sobre mí —respondió—. Y no me
ha resultado nada fácil. Ya hacía tiempo que
había aceptado que iba a morir y ahora…
estoy viva.
—Sí, vives. —La besé otra vez—. Vives,
vives, vives… —casi lo dije como una
canción.
—Veo que apenas puedes contener tu
entusiasmo —dijo y comprobé que una leve
sonrisa se deslizó hasta la comisura de sus
labios.
—¿Te sorprende? —La miré, radiante.
—Un poquito —respondió—. No fui muy
amable contigo antes de desaparecer.
—Ya hace tanto tiempo que me he olvidado
de eso —dije, feliz.
—Era una forma de hacerte más fácil la
separación. —Suspiró—. Supuse que, si te
enfadabas conmigo porque te había ofendido,
podrías soportar mejor el hecho de que yo ya
no estuviera más allí. Eso en caso de que
nunca volviera. Pensé que te sentirías
contenta por haberte librado de mí.
—Tendrías que haber sabido que las cosas
no iban a ser así. —La abracé—. Vamos a
dejar de hablar de eso. Tú querías algo bueno
para mí, aunque me resultara doloroso. Pero
ahora todo eso ya ha pasado.
—Si lo ves de esa forma… —dijo. Sacó los
pies de la cama—. ¿Has reservado el vuelo?
Una sombra flotó por la habitación. Yo
había hecho la reserva, pero en condiciones
muy distintas a las de ahora.
—Sí, sí lo he hecho —respondí.
—Entonces nos podemos largar —dijo. Se
apoyó un poco y pudo ponerse de pie junto a
la cama. Aquello era algo asombroso. Nunca
hubiera pensado que lo vería de nuevo.
—¿No te encuentras un poco débil? —
pregunté, al ver que se tambaleaba un poco—.
La isla no se va a escapar de donde está.
—No quiero pasar ni un día más aquí, ni un
día más de lo necesario —respondió.
Por supuesto, yo eso también lo entendía
muy bien.
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Y como dije después de la tormenta viene la calma, que pensaron que iba a morir Britt pues no ehhh :3 esta vivita y coleando, solo fue una confusión gracias a Dios no padece una enfermedad terminal.
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
CAPÍTULO 36 FINAL
—No debes hacerlo —dije—. Espera y te
traeré el vaso. —Pasé al otro lado de Brittany,
que estaba echada en una tumbona, y le
acerqué su whisky.
—Haces otra vez lo mismo que cuando yo
estaba impedida —dijo, sonriente, mientras lo
cogía en su mano—. Y ahora ya no lo estoy.
—Claro que no, gracias al cielo. —Me
incliné hacia ella y la besé.
—¿Qué significa eso? —Hizo un guiño con
los ojos.
—Lo sabes muy bien —contesté—. Me
siento satisfecha de que puedas andar de
nuevo, de que te recuperes tan bien.
—¡Ah, ya…! —exclamó y tomó un trago
de whisky, mientras me lanzaba una extraña
mirada con el rabillo del ojo.
—Brittany, eres imposible —afirmé—.
Siempre piensas en lo mismo en lugar de darte
por satisfecha de haber salido tan bien parada
de todo esto…
—Estos dos últimos años no han sido nada
agradables para mí. —De repente se puso
seria.
—Sí, perdona. Lo había olvidado de nuevo.
Para mí el tiempo ha sido mucho más corto
que para ti. —Fruncí el entrecejo, sintiéndome
consciente de mi culpabilidad.
—Y era yo la que iba a morir, no tú —dijo
Brittany—. Con todo el dinero que hubieras
heredado de mí, enseguida habrías encontrado
una nueva amiguita…
—¡Brittany! —Me dejé caer sobre ella y la
tumbona se hizo añicos.
—Te estás cargando el mobiliario —dijo en
un tono seco—. Y aquí resulta bastante difícil
de reponer.
Miré hacia la casa. Todavía no parecía muy
acogedora a primera vista, pero yo sabía que
llegaría a serlo. De momento vivíamos en el
yate, que tampoco era nada que se pudiera
despreciar, pero Brittany ya se había ocupado
de que nos enviaran por barco algunos
muebles para que nos pudiéramos sentar, por
lo menos en la arena y el jardín. Por el
momento tampoco necesitábamos mucho
más. El tiempo era cálido, el sol nos sonreía
todos los días, el mar susurraba… Suspiré.
—¿En qué piensas? —preguntó Brittany,
que todavía estaba debajo de mí.
—En la casa —respondí—. Seguro que va
a quedar magnífica cuando esté renovada y
acondicionada.
Ella intentó volver la cabeza, pero no lo
consiguió, porque se lo impedía mi cara.
—Espero —dijo—. Es lo que siempre he
deseado. —Su voz era todo un susurro.
—Yo puedo hacer que se cumplan todos
tus deseos —le dije al oído. Busqué sus labios
y los besé con ternura.
—Uno de esos deseos se acaba de cumplir
—replicó con dulzura. Me cogió entre sus
brazos y me besó a su vez—. Estás conmigo y
eso es algo que nunca me hubiera atrevido a
soñar. Siempre he evitado pensarlo.
—Lo sé —dije—. Ha sido duro. —La miré
—. Me siento muy satisfecha de que ahora ya
no vaya a ser así nunca más.
—Y a mí me sabe mal que hayas tenido
que aguantar todo lo que has aguantado —dijo
Brittany.
—Tú no querías que me comprometiera
demasiado contigo para que no sufriera por tu
causa, pero eso nunca hubiera terminado bien.
—Pensé que no tenía ningún derecho —se
interrumpió—. Eras tan joven que no quería
que desperdiciaras tu vida con el recuerdo de
una muerte.
—Yo no habría desperdiciado mi vida, pero
tampoco me hubiera olvidado de ti. —Tragué
saliva, mientras las lágrimas pugnaban por salir
—. Pero ahora… —le mordí, juguetona, en la
nariz— … tengo algo más que el recuerdo. Te
tengo a ti.
—¿Que me tienes a mí? —Arqueó las cejas
—. Creo que estás equivocada. —Se levantó
de un salto y se abalanzó contra mí como un
potro salvaje. Corrió por la arena y se deslizó
en el agua.
—¡Eso es juego sucio, Brittany! —protesté
—. No sé nadar tan bien como tú.
—Pues no vas a tener más remedio que
aprender —contestó—. Insisto en eso. —
Nadó varios metros y luego se dio la vuelta y
regresó.
Cuando llegó a la playa parecía la diosa
Venus surgiendo de las olas, aquí, en su patria
natal. Mientras venía hacia mí, se quitó el
traje de baño; cuando nos separaban tres
metros, estaba totalmente desnuda.
—Brittany… —susurré. El culto a la diosa
en los templos de la antigua Grecia no pudo
plasmarse en una adoración mayor que la que
yo experimenté por ella en aquellos
momentos. Una diosa griega en una isla
griega, desnuda y bella, y que me pertenecía
por completo. Si lo hubiera dicho en voz alta
Brittany habría protestado, así que lo dije por
lo bajo y para mi interior.
Me subió la camiseta hasta los hombros y
me besó. Nos desplomamos sobre la arena,
juntas.
Me coloqué sobre ella y, al acariciar sus
pechos, noté que los duros pezones taladraban
las palmas de mis manos. Ella suspiró.
Era como si la tierra entera hubiera
desaparecido para nosotras y nos
encontráramos en el cielo, mejor dicho, en el
Olimpo. Los labios de Brittany sabían como la
ambrosía, el alimento de los dioses, y su piel
era suave al tacto, como la de los mismos
dioses cuando se despojan de sus
aterciopelados ropajes. Sus pezones eran
como uvas, oscuras y dulces. Los chupé, los
absorbí con mi boca, los dejé crecer en ella,
intenté probar el dulzor de aquella fruta.
Debajo de mí, Brittany se retorció y gimió.
Lamí uno de sus pezones y el gemido se hizo
más sonoro.
—¡Sí! —exclamó.
Luego lamí el otro. Brittany sufrió una
especie de convulsión y levantó las caderas.
Me deslicé suavemente hacia abajo, pellizqué
su piel con suavidad y disfruté del aroma
salobre de su pelo, antes de sumergirme en la
gruta que se abría entre sus piernas y que, por
lo húmeda que estaba, parecía haber acogido
todo el mar.
Su perla se deslizó entre mis labios, como si
los hubiera estado esperando. Brittany se
encabritó. Sus gemidos alcanzaron el cielo y
llenaron el Olimpo, hasta que se desprendió de
ella un grito que debió llegar a las estrellas.
Esperé a que se tranquilizara y luego la
invadí de nuevo.
—¡Sí…, oh…, sí…, ah…, oh…, sí…,
sí…, SÍ!
El segundo grito aventajó con mucho al
primero.
Permanecí dentro de ella hasta que dejó de
estremecerse; luego me deslicé otra vez hacia
arriba y la besé.
—Eres mi diosa —susurré con voz tierna
—. Mi amada diosa griega.
Ella arqueó las cejas, como casi siempre
que yo le hacía un cumplido. Nunca dejaría de
hacerlo.
—Para eso, lo primero que debería hacer es
nacionalizarme aquí —apuntó con cierto
sarcasmo.
Miré hacia abajo.
—Todavía me falta pedirte algo —dije.
Ella aún jadeaba.
—Enseguida. Déjame sólo un minuto.
—No es eso. —Me reí. Eso ocurriría de
todos modos—. Se trata de otra cosa. Pero,
acuérdate…, al principio… —Sentí miedo de
mi propio valor—. Me tienes prohibido decirte
algo determinado y concreto. Y siempre lo he
cumplido.
En su rostro apareció una sombra.
—Me acuerdo —respondió.
—Quiero que levantes esa prohibición —
dije—. Hace mucho tiempo que está de más y
tú lo sabes.
Levantó la cabeza.
—No te olvidas de nada de lo que ocurrió,
¿verdad? —dijo en voz baja—. De nada de lo
que te he exigido.
—No has exigido nada que yo no haya
aceptado por mi propia voluntad —dije para
su tranquilidad. Yo sabía que había algo que le
resultaba abrumador y estaba relacionado con
nosotras dos, aunque lo hubiera hecho para
protegerme—. Pero esa prohibición —
continué— me la he tomado muy en serio. No
he querido incumplirla, a pesar de que hace
tan sólo cinco segundos he estado a punto de
hacerlo. Tú dijiste en cierta ocasión que el
amor es una ilusión y aquella prohibición no
era más que la pura expresión de tus
convicciones. Si ahora la suprimes, me dirás
de ese modo que ha cambiado tu forma de
pensar. Eso es lo que quiero que hagas. —
Inspiré con toda intensidad—. Sin embargo, si
no ha cambiado nada, no hace falta que
levantes la prohibición. La cumpliré a
rajatabla.
—Yo… —Brittany tragó saliva—. Me
siento muy estúpida a causa de eso, y me
avergüenzo de mí misma.
—¿Piensas que, en aquel entonces, tus
ideas eran las adecuadas? ¿Y que siguen
siéndolo hoy día? —pregunté.
—Me hubiera sentido satisfecha y
agradecida si no me hubieras advertido una y
otra vez de lo idiota que era —respondió, con
aspecto desdichado—. Eso no lo voy a olvidar
nunca.
—¿Quiere eso decir que levantas la
prohibición? —pregunté, con una sonrisa. Ella
también sonrió—. Limítate a decir que sí.
Cerró los ojos para eludir mi mirada.
Cuando los volvió a abrir, brillaban con cierta
humedad.
—Sí —susurró.
—Te amo —dije. Al final podía decirlo—.
Te amo, Brittany, y siempre te amaré. Eres el
amor de mi vida.
No volvió la cabeza y se limitó a mirarme.
_ Sanny… espero que algún día me perdones
Por lo mal que me comporte contigo en
Ciertas ocasiones, yo lo hacía tan solo para evitar que sufrieras
Pero gracias a Dios o al destino estoy aquí contigo y sé que he sido más fría
que un hielo y te pido perdón por ello
pero aquí en esta grandiosa y maravillosa isla
te digo que TE AMO como jamás pensé amar a alguien,
gracias por amarme tal y como soy.
TE AMO y TE AMARE INFINITAMENTE
SANTANA MARIE LOPEZ: Dijo con lágrimas en los ojos.
-- Oh Britt-Britt no tengo nada que perdonarte y aunque si, lo acepto, la
pasaba mal porque te comportabas de una manera tan confusa, un día
Podías ser dulce y al otro fría como un hielo (llegue a pensar que sufrías de
tripolaridad)
-Ella me miro con el ceño fruncido y pregunto:
--Acaso eso existe
--La verdad no se :3 pero el punto es
que quiero que dejemos eso en
el pasado y empecemos de cero, TE AMO Y TE AMARE INFINITAMENTE
BRITTANY SUSAN PIERCE
—Sanny esta isla —dijo — sólo nos debe
pertenecer a nosotras dos. Siempre tiene que
ser nuestro refugio, el tuyo y el mío. No debe
pisarla nadie más. Además… —Sonrió
levemente—, a ti te pertenece la mitad. Ya
hace algún tiempo que te he registrado como
copropietaria.
Agité la cabeza, pero tuve que sonreír.
—Una isla para dos —repuse—. No todo el
mundo tiene algo tan romántico.
—De hecho casi nadie. —Me miró como si
esperará algo de mí—. ¿Lo aceptas?
—¿La mitad de la isla? —observé su
adorable rostro—. Sí, lo acepto —dije en voz
baja. Fue como una respiración contenida lo
que salió de su cuerpo.
Esta isla para dos, era su forma de
decir: Nuevamente te amo.
*********************************************************************
—No debes hacerlo —dije—. Espera y te
traeré el vaso. —Pasé al otro lado de Brittany,
que estaba echada en una tumbona, y le
acerqué su whisky.
—Haces otra vez lo mismo que cuando yo
estaba impedida —dijo, sonriente, mientras lo
cogía en su mano—. Y ahora ya no lo estoy.
—Claro que no, gracias al cielo. —Me
incliné hacia ella y la besé.
—¿Qué significa eso? —Hizo un guiño con
los ojos.
—Lo sabes muy bien —contesté—. Me
siento satisfecha de que puedas andar de
nuevo, de que te recuperes tan bien.
—¡Ah, ya…! —exclamó y tomó un trago
de whisky, mientras me lanzaba una extraña
mirada con el rabillo del ojo.
—Brittany, eres imposible —afirmé—.
Siempre piensas en lo mismo en lugar de darte
por satisfecha de haber salido tan bien parada
de todo esto…
—Estos dos últimos años no han sido nada
agradables para mí. —De repente se puso
seria.
—Sí, perdona. Lo había olvidado de nuevo.
Para mí el tiempo ha sido mucho más corto
que para ti. —Fruncí el entrecejo, sintiéndome
consciente de mi culpabilidad.
—Y era yo la que iba a morir, no tú —dijo
Brittany—. Con todo el dinero que hubieras
heredado de mí, enseguida habrías encontrado
una nueva amiguita…
—¡Brittany! —Me dejé caer sobre ella y la
tumbona se hizo añicos.
—Te estás cargando el mobiliario —dijo en
un tono seco—. Y aquí resulta bastante difícil
de reponer.
Miré hacia la casa. Todavía no parecía muy
acogedora a primera vista, pero yo sabía que
llegaría a serlo. De momento vivíamos en el
yate, que tampoco era nada que se pudiera
despreciar, pero Brittany ya se había ocupado
de que nos enviaran por barco algunos
muebles para que nos pudiéramos sentar, por
lo menos en la arena y el jardín. Por el
momento tampoco necesitábamos mucho
más. El tiempo era cálido, el sol nos sonreía
todos los días, el mar susurraba… Suspiré.
—¿En qué piensas? —preguntó Brittany,
que todavía estaba debajo de mí.
—En la casa —respondí—. Seguro que va
a quedar magnífica cuando esté renovada y
acondicionada.
Ella intentó volver la cabeza, pero no lo
consiguió, porque se lo impedía mi cara.
—Espero —dijo—. Es lo que siempre he
deseado. —Su voz era todo un susurro.
—Yo puedo hacer que se cumplan todos
tus deseos —le dije al oído. Busqué sus labios
y los besé con ternura.
—Uno de esos deseos se acaba de cumplir
—replicó con dulzura. Me cogió entre sus
brazos y me besó a su vez—. Estás conmigo y
eso es algo que nunca me hubiera atrevido a
soñar. Siempre he evitado pensarlo.
—Lo sé —dije—. Ha sido duro. —La miré
—. Me siento muy satisfecha de que ahora ya
no vaya a ser así nunca más.
—Y a mí me sabe mal que hayas tenido
que aguantar todo lo que has aguantado —dijo
Brittany.
—Tú no querías que me comprometiera
demasiado contigo para que no sufriera por tu
causa, pero eso nunca hubiera terminado bien.
—Pensé que no tenía ningún derecho —se
interrumpió—. Eras tan joven que no quería
que desperdiciaras tu vida con el recuerdo de
una muerte.
—Yo no habría desperdiciado mi vida, pero
tampoco me hubiera olvidado de ti. —Tragué
saliva, mientras las lágrimas pugnaban por salir
—. Pero ahora… —le mordí, juguetona, en la
nariz— … tengo algo más que el recuerdo. Te
tengo a ti.
—¿Que me tienes a mí? —Arqueó las cejas
—. Creo que estás equivocada. —Se levantó
de un salto y se abalanzó contra mí como un
potro salvaje. Corrió por la arena y se deslizó
en el agua.
—¡Eso es juego sucio, Brittany! —protesté
—. No sé nadar tan bien como tú.
—Pues no vas a tener más remedio que
aprender —contestó—. Insisto en eso. —
Nadó varios metros y luego se dio la vuelta y
regresó.
Cuando llegó a la playa parecía la diosa
Venus surgiendo de las olas, aquí, en su patria
natal. Mientras venía hacia mí, se quitó el
traje de baño; cuando nos separaban tres
metros, estaba totalmente desnuda.
—Brittany… —susurré. El culto a la diosa
en los templos de la antigua Grecia no pudo
plasmarse en una adoración mayor que la que
yo experimenté por ella en aquellos
momentos. Una diosa griega en una isla
griega, desnuda y bella, y que me pertenecía
por completo. Si lo hubiera dicho en voz alta
Brittany habría protestado, así que lo dije por
lo bajo y para mi interior.
Me subió la camiseta hasta los hombros y
me besó. Nos desplomamos sobre la arena,
juntas.
Me coloqué sobre ella y, al acariciar sus
pechos, noté que los duros pezones taladraban
las palmas de mis manos. Ella suspiró.
Era como si la tierra entera hubiera
desaparecido para nosotras y nos
encontráramos en el cielo, mejor dicho, en el
Olimpo. Los labios de Brittany sabían como la
ambrosía, el alimento de los dioses, y su piel
era suave al tacto, como la de los mismos
dioses cuando se despojan de sus
aterciopelados ropajes. Sus pezones eran
como uvas, oscuras y dulces. Los chupé, los
absorbí con mi boca, los dejé crecer en ella,
intenté probar el dulzor de aquella fruta.
Debajo de mí, Brittany se retorció y gimió.
Lamí uno de sus pezones y el gemido se hizo
más sonoro.
—¡Sí! —exclamó.
Luego lamí el otro. Brittany sufrió una
especie de convulsión y levantó las caderas.
Me deslicé suavemente hacia abajo, pellizqué
su piel con suavidad y disfruté del aroma
salobre de su pelo, antes de sumergirme en la
gruta que se abría entre sus piernas y que, por
lo húmeda que estaba, parecía haber acogido
todo el mar.
Su perla se deslizó entre mis labios, como si
los hubiera estado esperando. Brittany se
encabritó. Sus gemidos alcanzaron el cielo y
llenaron el Olimpo, hasta que se desprendió de
ella un grito que debió llegar a las estrellas.
Esperé a que se tranquilizara y luego la
invadí de nuevo.
—¡Sí…, oh…, sí…, ah…, oh…, sí…,
sí…, SÍ!
El segundo grito aventajó con mucho al
primero.
Permanecí dentro de ella hasta que dejó de
estremecerse; luego me deslicé otra vez hacia
arriba y la besé.
—Eres mi diosa —susurré con voz tierna
—. Mi amada diosa griega.
Ella arqueó las cejas, como casi siempre
que yo le hacía un cumplido. Nunca dejaría de
hacerlo.
—Para eso, lo primero que debería hacer es
nacionalizarme aquí —apuntó con cierto
sarcasmo.
Miré hacia abajo.
—Todavía me falta pedirte algo —dije.
Ella aún jadeaba.
—Enseguida. Déjame sólo un minuto.
—No es eso. —Me reí. Eso ocurriría de
todos modos—. Se trata de otra cosa. Pero,
acuérdate…, al principio… —Sentí miedo de
mi propio valor—. Me tienes prohibido decirte
algo determinado y concreto. Y siempre lo he
cumplido.
En su rostro apareció una sombra.
—Me acuerdo —respondió.
—Quiero que levantes esa prohibición —
dije—. Hace mucho tiempo que está de más y
tú lo sabes.
Levantó la cabeza.
—No te olvidas de nada de lo que ocurrió,
¿verdad? —dijo en voz baja—. De nada de lo
que te he exigido.
—No has exigido nada que yo no haya
aceptado por mi propia voluntad —dije para
su tranquilidad. Yo sabía que había algo que le
resultaba abrumador y estaba relacionado con
nosotras dos, aunque lo hubiera hecho para
protegerme—. Pero esa prohibición —
continué— me la he tomado muy en serio. No
he querido incumplirla, a pesar de que hace
tan sólo cinco segundos he estado a punto de
hacerlo. Tú dijiste en cierta ocasión que el
amor es una ilusión y aquella prohibición no
era más que la pura expresión de tus
convicciones. Si ahora la suprimes, me dirás
de ese modo que ha cambiado tu forma de
pensar. Eso es lo que quiero que hagas. —
Inspiré con toda intensidad—. Sin embargo, si
no ha cambiado nada, no hace falta que
levantes la prohibición. La cumpliré a
rajatabla.
—Yo… —Brittany tragó saliva—. Me
siento muy estúpida a causa de eso, y me
avergüenzo de mí misma.
—¿Piensas que, en aquel entonces, tus
ideas eran las adecuadas? ¿Y que siguen
siéndolo hoy día? —pregunté.
—Me hubiera sentido satisfecha y
agradecida si no me hubieras advertido una y
otra vez de lo idiota que era —respondió, con
aspecto desdichado—. Eso no lo voy a olvidar
nunca.
—¿Quiere eso decir que levantas la
prohibición? —pregunté, con una sonrisa. Ella
también sonrió—. Limítate a decir que sí.
Cerró los ojos para eludir mi mirada.
Cuando los volvió a abrir, brillaban con cierta
humedad.
—Sí —susurró.
—Te amo —dije. Al final podía decirlo—.
Te amo, Brittany, y siempre te amaré. Eres el
amor de mi vida.
No volvió la cabeza y se limitó a mirarme.
_ Sanny… espero que algún día me perdones
Por lo mal que me comporte contigo en
Ciertas ocasiones, yo lo hacía tan solo para evitar que sufrieras
Pero gracias a Dios o al destino estoy aquí contigo y sé que he sido más fría
que un hielo y te pido perdón por ello
pero aquí en esta grandiosa y maravillosa isla
te digo que TE AMO como jamás pensé amar a alguien,
gracias por amarme tal y como soy.
TE AMO y TE AMARE INFINITAMENTE
SANTANA MARIE LOPEZ: Dijo con lágrimas en los ojos.
-- Oh Britt-Britt no tengo nada que perdonarte y aunque si, lo acepto, la
pasaba mal porque te comportabas de una manera tan confusa, un día
Podías ser dulce y al otro fría como un hielo (llegue a pensar que sufrías de
tripolaridad)
-Ella me miro con el ceño fruncido y pregunto:
--Acaso eso existe
--La verdad no se :3 pero el punto es
que quiero que dejemos eso en
el pasado y empecemos de cero, TE AMO Y TE AMARE INFINITAMENTE
BRITTANY SUSAN PIERCE
—Sanny esta isla —dijo — sólo nos debe
pertenecer a nosotras dos. Siempre tiene que
ser nuestro refugio, el tuyo y el mío. No debe
pisarla nadie más. Además… —Sonrió
levemente—, a ti te pertenece la mitad. Ya
hace algún tiempo que te he registrado como
copropietaria.
Agité la cabeza, pero tuve que sonreír.
—Una isla para dos —repuse—. No todo el
mundo tiene algo tan romántico.
—De hecho casi nadie. —Me miró como si
esperará algo de mí—. ¿Lo aceptas?
—¿La mitad de la isla? —observé su
adorable rostro—. Sí, lo acepto —dije en voz
baja. Fue como una respiración contenida lo
que salió de su cuerpo.
Esta isla para dos, era su forma de
decir: Nuevamente te amo.
****FIN ****
*********************************************************************
Gracias a aquellas personitas maravillosas que leyeron esta
Adaptación, hemos llegado al final de esta increíble historia, espero les halla
gustado y no se preocupen seguiré adaptando más historias.
Les cuento que nunca pensé en adaptar una historia pero es tan increíble mi
obsesión se podría decir así por las Brittana, que me dije a mi misma:
Mi misma porque no adaptas una historia y pues aquí la tienen :3
Nuevamente gracias, nos estaremos leyendo…
Espero opinen y me digan que tal la adapte, tengo otra historia para subir se llama
7 NOCHES DE PECADO ES G´P (chica con pene) ahorita subo la sinopsis.
Bendiciones para tod@s
Atentamente: Caritovega
Adaptación, hemos llegado al final de esta increíble historia, espero les halla
gustado y no se preocupen seguiré adaptando más historias.
Les cuento que nunca pensé en adaptar una historia pero es tan increíble mi
obsesión se podría decir así por las Brittana, que me dije a mi misma:
Mi misma porque no adaptas una historia y pues aquí la tienen :3
Nuevamente gracias, nos estaremos leyendo…
Espero opinen y me digan que tal la adapte, tengo otra historia para subir se llama
7 NOCHES DE PECADO ES G´P (chica con pene) ahorita subo la sinopsis.
Bendiciones para tod@s
Atentamente: Caritovega
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Me encanto la historia!! Gracias por tu tiempo!!!
Chica con pene no me atrae mucho pero veremos!!
Saludos
Chica con pene no me atrae mucho pero veremos!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
me encanto tu historia, y mas me encanto este inesperado final. que bien que hayan tenido su final feliz
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
Espero con ansias tu nuevo fic.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
holap,..
me gusto la historia,..
por suerte san no cumplió su promesa,..
y sobre todo lo que siente britt por sanny!!!
nos vemos!!!
me gusto la historia,..
por suerte san no cumplió su promesa,..
y sobre todo lo que siente britt por sanny!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
mejor imposible, no entiendo pq a la gente no le agrada mucho las gp, a mi si pq todo lo que sea diferente a mi me llama la atencion, menos el swinger, no se pq eso no me termina de convencer, en fin.... gracias por esta adaptacion y a esperar la proxima, bye!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic Brittana "una isla para dos"
A mi no me agrada el Swinger para unas seran muy hot pero a mi no me gusta y no creo llegar a adaptar una historia así.micky morales escribió:mejor imposible, no entiendo pq a la gente no le agrada mucho las gp, a mi si pq todo lo que sea diferente a mi me llama la atencion, menos el swinger, no se pq eso no me termina de convencer, en fin.... gracias por esta adaptacion y a esperar la proxima, bye!!!!
Caritovega****** - Mensajes : 338
Fecha de inscripción : 13/05/2015
Edad : 26
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