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Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
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marthagr81@yahoo.es
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Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Hola continuando con la Saga de la Adaptacion de After. Aca dejo la Tercera parte titulada ALMAS PERDIDAS.
Les comento que esta tercera parte cuenta con 143 capitulos, asi que espero que esten de acuerdo con la lectura intensiva. Saludos a todas, espero les agrade, o les desagrade y espero comentarios. Bye
ALMAS PERDIDAS
Contemplo el rostro familiar de este extraño y me invaden los recuerdos.
Barbie era perfecta, por eso tenía una vida perfecta y unos padres perfectos.
Tengo delante a mi padre, que me abandonó hace nueve años. Está sucio y demacrado, nada que ver con como debería ser. Nada que ver con mis recuerdos. Me mira, una sonrisa se dibuja en su cara y me asalta otro recuerdo.
La noche que mi padre nos abandonó... La expresión pétrea de mi madre. No lloró. Se quedó allí pasmada, esperando a que él saliera por la puerta. Esa noche la cambió, después de aquello dejó de ser la madre cariñosa que era. Se volvió dura y distante, infeliz. Pero ella se quedó y él no.
Les comento que esta tercera parte cuenta con 143 capitulos, asi que espero que esten de acuerdo con la lectura intensiva. Saludos a todas, espero les agrade, o les desagrade y espero comentarios. Bye
ALMAS PERDIDAS
Prólogo
Santana
Contemplo el rostro familiar de este extraño y me invaden los recuerdos.
Yo solía sentarme aquí a cepillarle la melena a mi Barbie rubia. A menudo deseaba ser la muñeca: ella lo tenía todo. Era guapa, siempre iba arreglada, siempre era quien tenía que ser. «Sus padres deben de estar muy orgullosos de ella», pensaba yo. Allá donde estuviera, seguro que su padre era el presidente de una gran compañía y viajaba por todo el mundo mientras su madre cuidaba de sus hijos.
El padre de Barbie nunca llegaba a casa tambaleándose y chillando. No le gritaba a la madre de Barbie tan alto que tenía que ir a esconderse al invernadero para escapar de los ruidos y de los platos que se hacían añicos contra el suelo. Y si, por casualidad, los padres de Barbie reñían, ella siempre tenía a Ken, el novio rubio perfecto, para consolarla... hasta en el invernadero.Barbie era perfecta, por eso tenía una vida perfecta y unos padres perfectos.
Tengo delante a mi padre, que me abandonó hace nueve años. Está sucio y demacrado, nada que ver con como debería ser. Nada que ver con mis recuerdos. Me mira, una sonrisa se dibuja en su cara y me asalta otro recuerdo.
La noche que mi padre nos abandonó... La expresión pétrea de mi madre. No lloró. Se quedó allí pasmada, esperando a que él saliera por la puerta. Esa noche la cambió, después de aquello dejó de ser la madre cariñosa que era. Se volvió dura y distante, infeliz. Pero ella se quedó y él no.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Dom Ago 21, 2016 12:53 am, editado 17 veces
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Empieza a aparecer la vida de san...
A ver como van las cosas en el nuevo libro!
A ver como van las cosas en el nuevo libro!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Tristes los recuerdos de San, y sobre todo que su padre se fue físicamente pero su mamá aunque se haya quedado de esa forma se fue la madre que solía ser y prácticamente desde ese día San quedo sola :/
Y bueno ahora tiene a Britt a su lado que es una loca pero que da la vida por ella.
Y bueno ahora tiene a Britt a su lado que es una loca pero que da la vida por ella.
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
que traera la aparicion de este señor???? y sobre todo como sera la nueva etapa de las chicas????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 1
Santana
—¿Papá?
No es posible que el hombre que tengo delante sea quien es, por mucho que esos ojos marrones me resulten familiares.
—¿Sanny? —Su voz es más grave que en mis recuerdos lejanos.
Brittany me mira, con los ojos centelleantes, y luego mira a mi padre.
Mi padre. Aquí, en este barrio de mala muerte, con la ropa sucia.
—¿Sany? ¿De verdad eres tú? —pregunta.
Me quedo helada. No sé qué decirle a este borracho que tiene la cara de mi padre.
Brittany me pone una mano en el hombro para que reaccione.
—Santana...
Doy un paso hacia el extraño y él sonríe. Su barba castaña está salpicada de canas, su sonrisa no es blanca y limpia como yo la recordaba... ¿Cómo ha acabado así? Todas mis esperanzas de que hubiera enderezado su vida igual que Ken se han esfumado. Me resulta más doloroso de lo que debería que este hombre sea mi padre.
—Lo sé —dice alguien, y pasado un instante me doy cuenta de que lo he dicho yo.
Recorre la distancia que nos separa y me rodea con los brazos.
—¡No me lo creo! ¡Estás aquí de verdad! He intentado...
Brittany me aparta de él sin dejarlo terminar la frase. Retrocedo, no sé muy bien cómo comportarme.
El extraño, mi padre, nos mira alerta y asombrado. Pero, afortunadamente, pronto vuelve a adoptar la postura despreocupada de antes y a guardar las distancias.
—Llevo meses buscándote —dice pasándose la mano por la frente, extendiendo así un manchurrón de mugre por la piel.
Brittany se planta delante de mí, lista para lanzarse al ataque.
—No me he movido de aquí —le contesto con calma, mirando por encima del hombro de Brittany.
Le estoy agradecida por querer protegerme, y me paro a pensar que debe de estar de lo más confusa.
Mi padre la mira de arriba abajo.
—Vaya —dice—. Sam ha cambiado mucho.
—No, es Brittany —replico.
Mi padre arrastra los pies un poco y se me acerca unos centímetros, aunque Brittany se pone tensa al verlo moverse. Está tan cerca que puedo olerlo. O bien es el alcohol, o bien es el resultado de haber abusado tanto de él lo que ha hecho que los confunda: Brittany y Sam son polos opuestos y es imposible compararlos. Mi padre me rodea con un brazo y Brittany me lanza una de sus miradas, pero niego ligeramente con la cabeza para que no se meta.
—¿Quién? —Mi padre no me suelta durante una incómoda eternidad mientras Brittany se queda ahí parada, mirándonos como si estuviera a punto de explotar, no de rabia, sino porque no parece tener ni idea de qué hacer o decir.
Ya somos dos.
—Es mi... Brittany es mi...
—Novia. Soy su novia —dice terminando la frase.
Los iris marrones del hombre se hacen más grandes cuando por fin asimila el aspecto de Brittany.
—Un placer, Brittany. Yo soy Ricardo.
Extiende la mano sucia para estrechar la de Brittany.
—Igualmente... —Brittany está muy desconcertada.
—¿Qué hacéis por aquí?
Aprovecho la ocasión para apartarme de él y colocarme junto a Brittany, que vuelve a ser la de siempre y me estrecha contra su costado.
—Brittany ha venido a hacerse un tatuaje —contesto como una autómata. Soy incapaz de procesar lo que está pasando.
—Ah... Qué bien. Yo también he sido cliente aquí alguna vez.
Imágenes de mi padre tomándose un café antes de salir de casa por las mañanas para ir a trabajar inundan mi mente. No se parecía en nada a lo que tengo delante, no hablaba así y, desde luego, por aquella época no se tatuaba. Entonces yo era una niña.
—Sí, los hace mi amigo Tom.
Se arremanga y nos enseña algo que semeja una calavera en su antebrazo.
No parece suyo, aunque a medida que lo observo con más detenimiento, empiezo a ver que le pega.
—Ah... —Es todo cuanto consigo decir.
Esto es muy raro. Este hombre es mi padre, el hombre que nos dejó a mi madre y a mí solas. Y aquí lo tengo..., borracho. Y no sé qué pensar.
Una parte de mí está emocionada, una pequeña parte que, en este momento, no quiero reconocer que existe. En secreto, llevo esperando volver a verlo desde el día en que mi madre mencionó que había vuelto. Sé que es una tontería, una estupidez, pero en cierto sentido parece que está mejor que antes. Está borracho y es posible que ni siquiera tenga casa, pero lo he echado de menos más de lo que creía y puede que simplemente haya tenido una mala racha. ¿Quién soy yo para juzgarlo si no sé nada de él? Cuando lo miro, y miro luego la calle que nos rodea, se me hace raro que todo transcurra con normalidad. Juraría que el tiempo se ha detenido cuando mi padre se ha acercado tambaleándose hacia nosotras.
—¿Dónde vives? —le pregunto.
La mirada defensiva de Brittany está fija en él. Lo mira como si fuera un depredador peligroso.
—Ahora mismo no tengo un sitio fijo. —Se enjuga la frente con la manga.
—Ah.
—Estaba trabajando en Raymark, pero me despidieron —me dice.
He oído antes ese nombre, Raymark. Creo que es una fábrica. ¿Ha estado trabajando de obrero?
—¿Qué hay de tu vida? —añade—. ¿Cuánto tiempo hace...? ¿Cinco años?
Brittany se tensa a mi lado cuando digo:
—No. Nueve.
—¿Nueve años? Lo siento, Sanny.
Arrastra un poco las palabras. El apelativo cariñoso me duele en el alma: ese nombre pertenece a los buenos tiempos. A cuando me levantaba en el aire, me sentaba sobre sus hombros y corría conmigo a cuestas por nuestro pequeño jardín, antes de que se fuera. No sé qué pensar. Quiero llorar porque llevaba mucho tiempo sin verlo. Quiero reír porque es irónico encontrármelo aquí, y quiero chillarle por haberme abandonado. Me confunde verlo así. Lo recuerdo como a un borracho, pero entonces era un borracho furibundo, no un borracho sonriente que le estrecha la mano a mi novia y le enseña sus tatuajes. A lo mejor ha cambiado y ahora es un hombre más amable.
—Tenemos que irnos —dice Brittany mirando a mi padre.
—Lo siento mucho. No fue sólo culpa mía. Ya sabes cómo es tu madre... —se defiende agitando las manos—. Por favor, Santana, dame una oportunidad —me suplica.
—Santana... —me dice Brittany, a mi lado, en tono de advertencia.
—Danos un minuto —le pido a mi padre.
Cojo a Brittany del brazo y me la llevo aparte.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿No irás a...? —empieza a decir.
—Es mi padre, Brittany.
—Es un puto borracho sin techo —me espeta molesta.
Los ojos se me llenan de lágrimas al oír las duras verdades que ha dicho Brittany.
—Llevo nueve años sin verlo.
—Exacto, porque te abandonó. Es perder el tiempo, Santana. —Mira por encima de mi hombro, en dirección a mi padre.
—Me da igual. Quiero escuchar lo que tiene que decirme.
—Ya, me lo imagino. No es que vayas a invitarlo a quedarse con nosotras en el apartamento. —Menea la cabeza.
—Lo haré si me apetece. Y, si quiere venir, vendrá. Para eso es también mi casa —salto.
Miro a mi padre. Está ahí de pie, con la ropa sucia y la cabeza gacha, mirando el asfalto. ¿Cuándo ha sido la última vez que ha dormido en una cama? ¿Y su última comida caliente? Se me parte el corazón sólo de pensarlo.
—¿De verdad estás pensando en invitarlo a que venga a casa con nosotras? —Se pasa la mano por el pelo, un gesto de frustración que me resulta muy familiar.
—No a que se quede a vivir, sólo a pasar la noche. Podríamos preparar una bonita cena —me ofrezco.
Mi padre entonces alza la vista y nuestras miradas se encuentran. Aparto la mía cuando veo que empieza a sonreír.
—¿Una cena? Santana, es un maldito borracho al que no has visto en casi diez años. Y ¿te estás ofreciendo a prepararle la cena?
Me avergüenza su pataleta. Le tiro de la solapa para acercarlo más a mí y poder hablar más bajo.
—Brittany, es mi padre y ya no tengo ninguna relación con mi madre.
—Eso no significa que debas tenerla con ese tipo. No va a acabar bien, San. Eres demasiado buena con todo el mundo y no se lo merecen.
—Es importante para mí —le digo, y su mirada se suaviza antes de que pueda señalarle lo irónico de las pegas que me pone.
Suspira y se tira del pelo alborotado con frustración.
—Mierda, Santana, esto va a acabar fatal.
—Eso no lo sabes, Brittany.
Suspiro y miro a mi padre, que se está pasando los dedos por la barba. Sé que puede que Brittany tenga razón, pero me debo a mí misma intentar conocer a ese hombre o, como mínimo, escuchar lo que tiene que decirme.
Vuelvo junto a él y balbuceo con un claro tono de recelo:
—¿Te gustaría venir a nuestra casa a cenar?
—¿De verdad? —exclama, y la esperanza le ilumina la cara.
—Sí.
—¡Claro! ¡Claro que sí! —Sonríe, y por un instante veo al hombre que recordaba, el de antes de que le diera a la botella.
Brittany no dice ni una palabra mientras volvemos al coche. Sé que está enfadada y la entiendo. Pero también sé que su padre ha cambiado para bien (es el rector de nuestra universidad, ahí es nada). ¿Tan tonta soy por esperar que el mío también cambie a mejor?
Cuando llegamos al coche, mi padre pregunta:
—Caray... ¿Es tuyo? Es un Capri, ¿verdad? De finales de los setenta.
—Sí. —Brittany se sienta tras el volante.
Mi padre no dice nada al respecto de su respuesta cortante, y me alegro. La radio suena de fondo y, en cuanto Brittany arranca el motor, ambas nos lanzamos a subir el volumen con la esperanza de que la música ahogue el incómodo silencio.
Durante el trayecto me pregunto cómo se lo tomaría mi madre. Me estremezco al imaginarlo e intento pensar en mi traslado a Seattle.
No. Eso es casi peor. No sé cómo contárselo a Brittany. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en la ventanilla. La mano cálida de Brittany cubre la mía y empiezo a calmarme.
—Vayaaa, ¿vives aquí? —Mi padre abre una boca de palmo desde el asiento de atrás cuando llegamos al edificio de apartamentos.
Brittany me lanza una mirada sutil para indicarme que está lista, y yo respondo:
—Sí, hace unos meses que vivimos aquí.
En el ascensor, la mirada protectora de Brittany me hace ruborizar, y le regalo una pequeña sonrisa a ver si se relaja un poco. Parece que funciona, pero estar en casa con un perfecto desconocido es tan raro que empiezo a arrepentirme de haberlo invitado. Aunque ahora ya es demasiado tarde.
Brittany abre la puerta del apartamento, entra sin mirar atrás y se mete en el dormitorio sin mediar palabra.
—Enseguida vuelvo —le digo a mi padre, y lo dejo solo en la entrada.
—¿Te importa si voy al baño? —me pregunta.
—Todo tuyo. Está al final del pasillo —digo señalando la puerta del baño sin mirar.
En el dormitorio, Brittany está en la cama, quitándose las botas. Mira hacia la puerta y me hace un gesto para que la cierre.
—Sé que estás enfadada conmigo —puntualizo en voz baja caminando hacia ella.
—Lo estoy.
Le cojo la cara entre las manos y con los pulgares le acaricio las mejillas.
—No te enfades.
Cierra los ojos para disfrutar mi suave caricia y me rodea la cintura con los brazos.
—Te hará daño, y yo sólo quiero evitarlo.
—No puede hacerme daño. ¿Qué iba a hacerme? ¿Cuánto hace que no lo veo?
—Seguro que ahora mismo se está llenando los bolsillos con nuestras pertenencias —resopla, y no puedo evitar reírme—. No tiene gracia, Santana.
Suspiro e intento levantarle la cara para que me mire.
—¿Crees que puedes animarte un poco e intentar pensar en positivo? Todo esto ya me resulta bastante confuso, no necesito tenerte de morros y añadiendo más presión.
—No estoy de morros. Sólo intento protegerte.
—No hace falta. Es mi padre.
—No es tu padre...
—Por favor... —Le acaricio el labio con el pulgar y su expresión se suaviza.
Suspira de nuevo y al final contesta.
—De acuerdo, vamos a cenar con el tipo ese. Seguro que hace mucho que sólo come lo que encuentra en un contenedor.
Mi sonrisa desaparece y empieza a temblarme el labio. Brittany se da cuenta.
—Perdona. No llores. —Suspira.
No ha dejado de suspirar desde que nos encontramos con mi padre frente al local de tatuajes. El hecho de ver a Brittany preocupada (cosa que demuestra enfadándose, como todo lo demás) hace que la situación me parezca aún más surrealista.
—Lo he dicho en serio pero intentaré no ser una imbécil. —Se levanta y me da un pico en la comisura del labio. Salimos del dormitorio y masculla—: Vamos a alimentar al mendigo.
Eso no me ayuda a estar de mejor ánimo.
El hombre en la sala de estar parece un pez fuera del agua. Mira a un lado y a otro y se percata de que tenemos muchos libros en las estanterías.
—Voy a preparar la cena. ¿Os quedáis viendo la tele? —sugiero.
—¿Me dejas que te ayude? —se ofrece.
—Vale.
Medio sonrío y me sigue a la cocina. Brittany se queda en la sala de estar, guardando las distancias, tal y como imaginaba.
—No me puedo creer que estés hecha toda una mujer y que te hayas independizado —dice mi padre. Abro la nevera para sacar un tomate mientras intento ordenar las ideas.
—Estoy en la universidad, estudio en la WCU. Igual que Brittany —contesto. Omito su expulsión inminente por razones obvias.
—¿En serio? ¿La WCU? Ostras...
Se sienta a la mesa y veo que se ha lavado las manos a conciencia. La mugre de la frente también ha desaparecido, y el círculo húmedo que lleva en el hombro de la camisa me dice que ha intentado lavar una mancha. Él también está nervioso, y eso me hace sentir un poco mejor. Estoy a punto de contarle lo de Seattle y el nuevo y emocionante giro que va a dar mi vida, pero tengo que decírselo primero a Brittany. La reaparición de mi padre es otro bache en mi camino. No sé con cuántos problemas voy a ser capaz de lidiar antes de derrumbarme.
—Me habría gustado estar más cerca para ver cómo te iba la vida. Siempre he sabido que llegarías lejos.
—Pero no estabas —digo cortante.
La culpa me corroe en cuanto las palabras salen de mi boca, aunque no deseo retirarlas.
—Lo sé —admite—, pero ahora estoy aquí y espero poder compensártelo.
Y esas sencillas palabras, aunque algo crueles, me dan esperanzas de que es posible que no sea tan malo y que sólo necesite ayuda para dejar de beber.
—¿Sigues... sigues bebiendo? —pregunto.
—Sí. —Agacha la cabeza—. Aunque no tanto. Sé que parece lo contrario, pero es que he tenido unos meses muy duros, eso es todo.
Brittany aparece entonces en el umbral de la cocina e imagino que está luchando consigo misma para mantener la boca cerrada. Espero que lo consiga.
—He visto a tu madre un par de veces —prosigue mi padre.
—¿Sí?
—Sí. Se ha negado a decirme dónde estabas. Se la ve bien —comenta.
Esto es muy raro, él hablando de mi madre. La voz de ella resuena en mi cabeza, recordándome que este hombre nos abandonó. Este hombre es la razón de que ella sea como es.
—¿Qué pasó... entre vosotros? —inquiero.
Pongo las pechugas de pollo en la sartén, con el aceite chisporroteando mientras aguardo una respuesta. No quiero darme la vuelta y verle la cara después de haberle hecho una pregunta tan directa, pero no puedo evitar que me interese.
—No éramos compatibles. Ella siempre quería más de lo que yo podía darle, y ya sabes cómo puede ponerse.
Vaya si lo sé, pero que hable de ella de un modo tan despectivo no me sienta nada bien.
Dejo en paz a mi madre y vuelvo a culparlo a él. Me doy la vuelta y pregunto rápidamente:
—¿Por qué nunca llamaste?
—Lo hice. Llamé muchas veces. Por tu cumpleaños siempre te enviaba un regalo. No te lo ha
contado, ¿verdad?
—No.
—Pues es la verdad. Te he echado mucho de menos todo este tiempo. No me puedo creer que ahora estés aquí, conmigo. —Le brillan los ojos y le tiembla la voz. Se levanta y camina hacia mí.
No sé cómo reaccionar. Ni siquiera conozco a este hombre ni sé si lo conocí alguna vez.
Brittany entra entonces en la cocina y crea una barrera entre nosotras. De nuevo, agradezco su intromisión. No sé qué pensar de todo esto, necesito guardar las distancias físicas con este hombre.
—Sé que no puedes perdonarme —dice casi sollozando, y se me hace un nudo en el estómago.
—No es eso. Sólo necesito tiempo antes de volver a tenerte en mi vida. Ni siquiera te conozco —le digo.
Él asiente.
—Lo sé, lo sé.
Se sienta de nuevo a la mesa y me deja que termine de preparar la cena.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 2
Brittany
El imbecil que donó esperma para engendrar a Santana se zampa dos platos llenos hasta arriba antes de pararse siquiera a respirar. Estoy segura de que estaba muerto de hambre, es lo que tiene vivir en la calle. No es que no sienta pena por la pobre gente que está pasando una mala racha... Es que este hombre en concreto es un borracho que abandonó a su hija, así que no me da ni un poquito de lástima.
Después de beberse un vaso de agua de un trago, le sonríe radiante a mi chica:
—Eres una gran cocinera, Sanny.
Creo que voy a gritar como vuelva a llamarla así.
—Gracias —sonríe ella como la buena persona que es.
Se está tragando sus gilipolleces, que llenan las grietas emocionales que él creó cuando la abandonó siendo una niña.
—Lo digo de verdad. ¿Podrías enseñarme a preparar esta receta algún día?
«Y ¿dónde ibas a hacerla? ¿En tu cocina inexistente?»
—Claro —dice Santana levantándose para recoger su plato y el mío.
—Será mejor que me vaya. Gracias por la cena —suelta el imbécil de Ricardo poniéndose de pie.
—No, puedes... puedes quedarte aquí esta noche, si quieres, y mañana te llevaremos de vuelta a... casa —repone ella lentamente, no muy segura de cómo describir la situación de su padre.
Yo sí que estoy segura de que esto no me gusta un pelo.
—Sería estupendo —dice Ricardo frotándose los brazos.
Seguro que se muere por un trago, el muy cabrón.
Santana sonríe.
—Genial. Voy al dormitorio a buscar una almohada y unas sábanas. —Nos mira a su padre y a mí; seguro que sabe lo que opino de esto porque le pregunta—: No te importa quedarte aquí un minuto, ¿verdad?
Su padre se echa a reír.
—Claro. Además, me interesa conocer mejor a Brittany.
«No, créeme, no te interesa.»
Ella frunce el ceño al ver mi expresión y sale de la cocina dejándonos a solas.
—Dime, Brittany, ¿dónde conociste a mi Santana? —pregunta Ricardo. La oigo cerrar la puerta y espero un instante para asegurarme de que no nos oye—. ¿Brittany?
—Dejemos una cosa clara —le espeto apoyándome en la mesa, lo que le sorprende un poco—. No es tu Santana... Es mía. Y sé que estás tramando algo, así que no creas que me engañas ni por un segundo.
Levanta las manos a la defensiva.
—Yo no tramo nada, sólo...
—¿Qué quieres? ¿Dinero?
—¿Qué? No, no quiero dinero. Quiero tener relación con mi hija.
—Has tenido nueve años para eso... Sin embargo, sólo estás aquí porque te la encontraste por casualidad en un aparcamiento. No es como si hubieras estado buscándola —le ladro, y en mi imaginación lo estoy estrangulando.
—Lo sé. —Menea la cabeza y mira al suelo—. Sé que he cometido muchos errores y quiero compensarla.
—Estás borracho... Aquí, sentado en mi cocina, estás borracho. Conozco a un borracho cuando lo veo. No siento la menor simpatía por un hombre que abandona a su familia y nueve años después ni siquiera se ha molestado en enderezar su vida.
—Sé que tienes buenas intenciones, y me alegra ver que intentas defender a mi hija, pero no voy a fastidiarla esta vez. Sólo quiero poder conocerla... a ella y a ti.
Me quedo en silencio, intentando calmar mis pensamientos iracundos.
—Eres mucho más agradable delante de ella —comenta con calma.
—Y tú eres peor actor cuando no la tienes delante —contraataco.
—Tienes todo el derecho del mundo a desconfiar de mí, pero dame una oportunidad. Hazlo por ella.
—Si le haces daño, date por muerto —replico.
Es posible que deba sentir algún remordimiento por amenazar al padre de Santana, pero lo único que siento es rabia y desconfianza hacia un borracho patético. Mi instinto me dice que la proteja, que no simpatice con un tipo al que no conozco de nada.
—No le haré daño —promete.
Pongo los ojos en blanco y le doy un trago a mi vaso de agua.
Creyendo que su promesa lo arregla todo, intenta bromear.
—En esta conversación creo que tenemos los papeles invertidos.
No le hago ni caso y me voy al dormitorio. No tengo más remedio, no quiero que Santana entre en la cocina y me pille estrangulando a su padre.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 3
Santana
Llevo una almohada, una manta y una toalla en las manos cuando Brittany aparece en el dormitorio.
—¿Qué ha pasado? —pregunto esperando que explote, que se queje de que haya invitado a mi padre a quedarse con nosotras sin haberlo consultado antes con ella.
Se tumba en la cama y me mira.
—Nada. Nos hemos hecho amigos. Luego me ha parecido que ya he pasado bastante tiempo con nuestro invitado y he decidido venir a verte.
—Por favor, dime que no has sido muy desagradable con él. —Apenas conozco a mi padre, lo último que necesito son más tensiones.
—Tranquila, me he metido las manos en los bolsillos —dice cerrando los ojos.
—Voy a llevarle la manta y a pedirle disculpas por tu comportamiento, como siempre —replico molesta.
Mi padre está en la sala de estar, sentado en el suelo, tirando de los hilos de los agujeros de sus vaqueros. Levanta la vista al oírme llegar.
—Puedes sentarte en el sofá —le digo, y coloco los bártulos en el reposabrazos.
—Es que... no quería mancharlo. —Se ruboriza avergonzado y se me parte el corazón.
—Descuida... Si quieres, puedes darte una ducha. Seguro que Brittany puede prestarte algo de ropa para esta noche.
No me mira pero protesta débilmente:
—No me gustaría abusar.
—No pasa nada, de verdad. Voy a por algo de ropa. Ve a ducharte, te he traído una toalla.
Me regala una sonrisa demacrada.
—Gracias. Me alegro mucho de volver a verte. Te he echado mucho de menos... Y aquí estás.
—Perdona si Brittany ha sido maleducada contigo, es muy...
—¿Protectora? —acaba la frase por mí.
—Sí, supongo que lo es. A veces da la impresión de ser una maleducada.
—No pasa nada. Soy un hombre, puedo soportarlo. Quiere cuidar de ti y no lo culpo. No me conoce y tú tampoco. Me recuerda a alguien... —Sonríe y deja de hablar.
—¿A quién?
—A mí... Hace mucho tiempo. Yo era igual que ella. No respetaba a quien no se lo ganaba y pasaba por encima de todo aquel que se interpusiera en mi camino. Me lo tenía tan creído como ella; la única diferencia es que ella lleva muchos más tatuajes que yo.
Se ríe, y el sonido me trae a la memoria recuerdos que hacía mucho que había olvidado.
Disfruto de esa sensación y me río con él hasta que se levanta y coge la toalla.
—Voy a aceptar tu oferta y a darme una buena ducha.
Le digo que iré a buscarle una muda y se la dejaré en la puerta del baño.
De vuelta en el dormitorio, Brittany sigue en la cama, con los ojos cerrados y las rodillas flexionadas.
—Se está duchando. Le he dicho que podía ponerse algo tuyo.
Se incorpora.
—¿Por qué le has dicho eso?
—Porque no tiene nada que ponerse. —Me acerco a la cama con los brazos abiertos para calmarla.
—Genial, Santana, adelante, dale mi ropa —dice en plan borde—. ¿Quieres que le ofrezca también mi lado de la cama?
—Para de una vez. Es mi padre, y quiero ver cómo evoluciona esto. Que tú no seas capaz de perdonar al tuyo no significa que tengas que sabotear mis intentos por tener algún tipo de relación con el mío —le contesto con el mismo tono borde.
Brittany se me queda mirando. Entorna sus ojos azules, sin duda por el esfuerzo que está haciendo para no gritar todas las cosas horribles que me está llamando por dentro.
—No es eso —dice—, es que eres demasiado ingenua. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? No todo el mundo se merece tu bondad, Santana.
Salto: —Sólo tú, ¿no, Brittany? ¿Tú eres la única a quien debo perdonar y dar el beneficio de la duda?
Menuda estupidez y qué egoísta por tu parte. —Hurgo en su cajón en busca de unos pantalones de chándal—. ¿Sabes qué? Prefiero ser una ingenua capaz de ver lo bueno de la gente a portarme como una cretina con todo el mundo y creer que todos están contra mí.
Cojo una camiseta y unos calcetines y salgo del dormitorio hecha una furia. Coloco la pila de ropa en la puerta del baño y oigo a mi padre canturrear bajo el agua de la ducha. Pego la oreja a la puerta y no puedo evitar sonreír, es un sonido maravilloso. Recuerdo a mi madre hablando de cómo cantaba mi padre y lo molesto que le resultaba, pero a mí me parece adorable. Enciendo otra vez la tele en la sala de estar y dejo el mando en la mesita para animarlo a ver lo que quiera. ¿Verá normalmente la televisión?
Recojo la cocina y dejo parte de las sobras en la encimera, por si todavía tiene hambre. Me pregunto, una vez más, cuándo fue la última vez que comió caliente.
El agua sigue corriendo en el cuarto de baño. Debe de estar disfrutando con su ducha, lo que me indica que es probable que sea la primera que se da en mucho tiempo.
Cuando vuelvo al dormitorio, Brittany tiene el archivador de cuero negro que le compré en el regazo. Paso junto a ella sin mirarla, pero noto que sus dedos se aferran a mi brazo para que me pare.
—¿Podemos hablar? —me pregunta, y tira de mí para colocarme entre sus piernas. Rápidamente, aparta el archivador.
—Adelante, habla.
—Perdóname por haber sido una imbécil, ¿vale? Es que no sé qué pensar de todo esto.
—¿De qué? Nada ha cambiado.
—Sí que ha cambiado. Ese hombre que ninguno de las dos conoce de verdad está en mi casa y quiere volver a tener relación contigo después de todos estos años. No me cuadra, y mi primera reacción es ponerme a la defensiva, ya lo sabes.
—Entiendo a lo que te refieres pero no puedes ser tan odiosa y decir ese tipo de cosas delante de mí, como lo de llamarlo mendigo. Eso me ha dolido de verdad.
Me abre las manos con las suyas y entrelaza los dedos con los míos para acercarme más a ella.
—Perdona, nena. Lo siento de verdad.
Se lleva mis manos a la boca y me besa los nudillos despacio. Mi enfado desaparece con la caricia de sus suaves labios.
Levanto una ceja.
—¿Vas a dejar de hacer comentarios crueles?
—Sí. —Le da la vuelta a mi mano y resigue las líneas de mi palma.
—Gracias.
Observo cómo su dedo viaja por mi muñeca para acabar de nuevo en la punta de mis dedos.
—Pero ten cuidado, ¿vale? Porque no dudaré en...
—Parece buena persona, ¿no crees? Quiero decir que es amable —digo en voz baja,
interrumpiendo lo que seguro que era una promesa de más violencia.
Sus dedos dejan de moverse.
—No lo sé. No está mal, supongo.
—Cuando yo era pequeña no era tan amable.
Brittany me mira con fuego en los ojos, aunque sus palabras tienen un tono dulce.
—No hables de eso mientras lo tenga cerca, por favor. Estoy esforzándome todo lo que puedo, no tientes la suerte.
Me encaramo a su regazo y se tumba con mi cuerpo pegado al suyo.
—Mañana es el gran día —dice.
—Sí —suspiro contra su brazo, emborrachándome con su calor.
Mañana se reúne el comité de expulsiones para decidir la suerte de Brittany por haberle pegado una paliza a Dany. No fue nuestro mejor momento.
De repente me entra el pánico al recordar el mensaje de texto que me ha enviado Dany. Me había olvidado de ella después de encontrarme a mi padre al salir de la tienda. Mi teléfono se puso a vibrar en el bolsillo mientras esperábamos a que volvieran Rachel y Quinn, y Brittany se me quedó mirando en silencio mientras lo leía. Por suerte, no me preguntó por el contenido.
Tengo que hablar contigo mañana por la mañana, a solas.
Eso me ha escrito Dany. No sé qué pensar del mensaje. No sé si debería hablar con ella, teniendo en cuenta que le dijo a Quinn que presentaría cargos contra Brittany. Espero que sólo lo dijera para impresionarla, para salvaguardar su reputación. No sé qué haré si Brittany se mete en un lío, en un lío de verdad. Debería responder al mensaje, pero no sé si es buena idea quedar con Dany o hablar con ella a solas. Brittany ya tiene bastantes problemas, no necesita que yo empeore la situación.
—¿Me estás escuchando? —Me da un codazo y levanto la cabeza, lejos de su reconfortante abrazo.
—No, perdona.
—¿En qué estás pensando?
—En todo: mañana, los cargos, la expulsión, Inglaterra, Seattle, mi padre... —Suspiro—. En todo.
—¿Vendrás conmigo? ¿A lo de la expulsión? —No le tiembla la voz, pero está nerviosa.
—Si tú quieres... —digo.
—Te necesito.
—Allí estaré. —Necesito cambiar de tema, así que declaro—: No me puedo creer que te lo hayas tatuado; ¿me dejas verlo?
Me aparta con cuidado para poder darse la vuelta.
—Levántame la camiseta.
Le levanto la camiseta negra hasta que descubro toda su espalda y luego tiro de la venda blanca que cubre la tinta fresca.
—Hay un poco de sangre en la venda —le digo.
—Es normal —explica burlándose un poco de mi ignorancia en estos temas.
Rodeo la zona enrojecida con el dedo y admiro las palabras perfectas. El tatuaje que se ha hecho por mí es mi nuevo favorito. Las palabras perfectas, palabras que significan mucho para mí, y parece que también para ella. Pero me las ha estropeado la noticia de que me voy a Seattle, esa que aún no le he dado. Se lo contaré mañana, en cuanto sepamos qué pasa con la expulsión. Me he prometido mil veces que se lo contaré. Cuanto más espere, más se va a enfadar.
—¿Te parece suficiente compromiso, Sanny?
Le lanzo una mirada asesina.
—No me llames así.
—Odio ese nombre —dice volviendo la cabeza para mirarme, tumbada boca abajo.
—Yo también, pero no quiero decírselo. En fin, a mí con el tatuaje me basta.
—¿Segura? Porque puedo volver y tatuarme tu cara justo debajo.
—¡No, por favor! —Niego con la cabeza y ella se parte de la risa.
—¿Seguro que con esto te basta? —Se sienta en la cama y se baja la camiseta—. Nada de matrimonio —añade.
—¿De eso se trata? ¿Te has hecho un tatuaje como alternativa al matrimonio? —No sé qué pensar al respecto.
—No, no exactamente. Me he hecho el tatuaje porque quiero y porque hacía tiempo que no me hacía ninguno.
—Qué considerada.
—Y también por ti, para demostrarte que esto es lo que quiero. —Hace un gesto para explicar que se trata de nosotras y me coge la mano—. Sea lo que sea lo que hay entre nosotras, no quiero perderlo jamás. Lo he perdido antes, e incluso ahora no estoy segura de tenerlo del todo, pero sé que vamos por buen camino.
Su mano está tibia y es perfecta para la mía.
—Por eso, de nuevo, he empleado las palabras de un hombre mucho más romántico que yo para que captaras el mensaje. —Me dirige su mejor sonrisa, aunque veo el terror que se oculta tras ella.
—Creo que Darcy se quedaría horrorizado de ver lo que has hecho con sus palabras.
—Yo creo que me chocaría los cinco —presume.
Mi risa parece un ladrido.
—¿Te chocaría los cinco? Fitzwilliam Darcy jamás haría nada parecido.
—¿Crees que es demasiado bueno como para chocar los cinco? De eso, nada. Se sentaría conmigo a tomarse una birra. Nos haríamos amigos charlando de lo cabezotas que son las mujeres de nuestra vida.
—Sois afortunados de tenernos en vuestra vida, porque Dios sabe que nadie más os aguantaría.
—¿Eso crees? —me reta con una sonrisa rodeada de pecas.
—Salta a la vista.
—Supongo que tienes razón. Pero yo te cambiaría por Elizabeth sin pensarlo.
Aprieto los labios, enarco una ceja y espero una explicación.
—Porque ella comparte mi opinión sobre el matrimonio.
—Y, aun así, se casó —le recuerdo.
Con un gesto muy poco propio de ella, me coge de las caderas y me tumba otra vez en la cama. Mi cabeza aterriza en la montaña de cojines decorativos que ella tanto detesta (cosa que no deja de recordarme).
—¡Se acabó! ¡Que Darcy os aguante a las dos! —Su risa inunda la habitación y la mía no se queda corta.
Estos pequeños dramas en los que peleamos por personajes de ficción y ella se ríe tan a gusto como una niña son los momentos que hacen que todo el infierno por el que hemos pasado valga la pena. Son instantes como éstos los que me resguardan de las duras realidades que hemos vivido a lo largo de nuestra relación y de todos los obstáculos que aún tenemos por delante.
—Parece que ya ha salido del baño —dice entonces Brittany en voz baja.
—Voy a darle las buenas noches. —Me revuelvo para que me suelte y le doy un beso furtivo en la frente. Es raro ver a mi padre con la ropa de deporte extra grande que usa Brittany, pero al menos de talla le queda mejor de lo que esperaba.
—Gracias por la ropa. La dejaré aquí mañana antes de irme —me explica.
—No es necesario, puedes quedártela... si te hace falta.
Se sienta en el sofá con las manos en el regazo.
—Ya has hecho mucho por mí, más de lo que merezco.
—No es nada, de verdad.
—Eres mucho más comprensiva que tu madre. —Sonríe.
—Ahora mismo creo que no comprendo nada, pero lo estoy intentando.
—No puedo pedirte más, sólo un poco de tiempo para conocer a mi pequeña... Bueno, a mi hija, que ya es una adulta.
Sonrío tensa.
—Eso estaría bien.
Sé que le queda un largo camino por recorrer y no lo voy a perdonar de la noche a la mañana, pero es mi padre y no tengo energía para odiarlo. Quiero creer que puede cambiar. Sé que es posible, no hay más que ver al padre de Brittany, que le ha dado la vuelta a su vida, incluso a pesar de que su hija es incapaz de olvidar el pasado. También he visto cambiar a Brittany. Es cabezota como pocas, así que creo que hay esperanza para mi padre, por muy mal que le haya ido.
—Brittany me odia —dice—. Creo que es la horma de mi zapato.
Su sentido del humor es contagioso, y me río.
—Sí. No te quepa duda.
Miro al final del pasillo. Mi chica, malencarada y vestida de negro, nos observa con mirada recelosa.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 4
Santana
—Apágala —gruñe Brittany cuando la alarma resuena por la habitación.
Cojo el móvil con dedos torpes y, con el pulgar, toco la pantalla y el desagradable sonido cesa. Me pesan los hombros cuando me siento en el borde de la cama. Las tensiones de hoy amenazan con tumbarme de espaldas: la decisión de la universidad acerca de si expulsar o no a Brittany; la posibilidad de que Dany presente cargos contra ella y, por último, su posible reacción cuando le cuente que voy a seguir a la editorial Vance a Seattle, y que quiero que venga conmigo a pesar de que ha dicho que detesta la ciudad.
No sé cuál me da más miedo. Para cuando enciendo la luz del cuarto de baño y me lavo la cara con agua fría, me doy cuenta de que los cargos por agresión son lo que más me aterra. Si Brittany va a la cárcel, no sé qué voy a hacer, o qué hará ella. Me pongo mala sólo de imaginarlo. De repente me acuerdo de que Dany quería quedar hoy conmigo y no paro de pensar acerca de qué querrá hablar, sobre todo porque la última vez que la vi me dio a entender que se había enamorado de mí. Inspiro y exhalo en la suave toalla que cuelga de la pared. ¿Debería responder al mensaje de Dany y ver qué tiene que contarme? Puede que me explique por qué le dijo a Quinn una cosa y a mí otra sobre lo de presentar cargos. Me siento culpable por pedirle que no los presente, y más después de que Brittany la enviara al hospital, pero amo a Brittany y, al principio, las intenciones de Dany eran idénticas a las
suyas: ganar la apuesta. Ninguna de las dos es un angelito.
Antes de que le dé demasiadas vueltas o me ponga a pensar en las consecuencias, le escribo a Dany.
Sólo estoy intentando ayudar a Brittany. Me lo repito una y otra vez después de enviar el mensaje y obsesionarme con mi pelo y el maquillaje.
Cuando veo que la manta está doblada y colocada con esmero en el reposabrazos del sofá, se me cae el alma a los pies. ¿Se ha ido? ¿Cómo voy a contactar con él?
El sonido de un armario de la cocina al cerrarse me sube la moral. Entro en la oscura estancia, enciendo la luz y, del susto, a mi padre se le cae una cuchara al suelo de hormigón.
—Perdona, he intentado no hacer ruido —dice mientras se apresura a recoger el cubierto.
—Tranquilo, ya estaba despierta. Podrías haber encendido la luz. —Me río suavemente.
—No era mi intención despertar a nadie. Sólo quería preparar unos cereales, espero que no te importe.
—Por supuesto que no. —Pongo en marcha la cafetera y miro el reloj. Tengo que despertar a Brittany dentro de quince minutos.
—¿Qué planes tienes para hoy? —me pregunta con la boca llena de los cereales favoritos de Brittany.
—Yo tengo clase, y Brittany tiene una reunión con la Dirección de Ordenación Académica de la universidad.
—¿La dirección de la universidad? Parece muy serio...
Miro a mi padre y me pregunto si debería contárselo. Pero tengo que empezar por alguna parte, así que le digo:
—Se metió en una pelea en el campus.
—Y ¿por eso va a tener que hablar ante la dirección? En mis tiempos, te daban un azote y a correr.
—Destrozó un montón de enseres, cosas caras, y le rompió la nariz a la otra chica.
Suspiro y remuevo una cucharilla de azúcar en mi café. Hoy necesito la energía extra.
—Muy bonito. Y ¿cuál fue el motivo de la pelea?
—Yo, más o menos. Era algo que venía de tiempo atrás, hasta que al final... explotó.
—Hoy ya me cae mejor que anoche. —Sonríe.
Me alegro de que le guste mi novia, pero no por esa razón. No quiero que se hagan amigos por su pasión por la violencia. Meneo la cabeza y me bebo la mitad de mi café, dejando que el líquido caliente me calme los nervios desbocados.
—¿De dónde es? —Parece muy interesado en saber más sobre Brittany.
—Es inglésa.
—Eso pensaba, por el acento. Aunque a veces no lo distingo del acento australiano. ¿Su familia sigue allí?
—Su madre, sí. Su padre vive aquí. Es el rector de la WCU.
Los ojos marrones le brillan de curiosidad.
—Qué ironía que vayan a expulsarlo.
—Tremenda —suspiro.
—¿Tu madre la conoce? —pregunta llevándose a la boca una enorme cucharada de cereales.
—Sí, y la odia —repongo frunciendo el ceño.
—Odiar es una palabra muy fuerte.
—Créeme, en este caso, se queda corta.
El dolor de haber perdido la relación con mi madre es mucho menos intenso que antes. No sé si eso es bueno o no.
Mi padre deja la cuchara en el cuenco y asiente muchas veces.
—Puede ser muy testaruda, pero sólo se preocupa por ti.
—No tiene por qué preocuparse, estoy bien.
—Deja que se le pase. No deberías tener que elegir a uno o a otra. —Sonríe—. A tu abuela yo tampoco le gustaba, seguro que me está lanzando miradas asesinas desde la tumba.
Esto es muy raro. Después de todos estos años, estoy en la cocina con mi padre, charlando tan contentos con una taza de café y un cuenco de cereales.
—Es muy duro porque siempre hemos estado muy unidas... —digo—. Todo lo unidas que ella es capaz de estar, claro.
—Siempre ha querido que fueses como ella, se aseguró de que así fuera desde que naciste. No es mala persona, Sanny. Sólo está asustada.
Lo miro inquisitiva.
—¿De qué?
—De todo. La asusta perder el control. Estoy seguro de que le entró el pánico cuando te vio con Brittany y se dio cuenta de que había perdido el control sobre ti.
Miro mi taza vacía.
—¿Por eso te marchaste? ¿Porque quería controlarlo todo?
Mi padre suspira, es un sonido ambiguo.
—No. Me marché porque tengo mis problemas y no éramos buenos el uno para el otro. No te preocupes por nosotros. —Se ríe—. Preocúpate de ti y de la follonera de tu novia.
No me imagino al hombre que tengo delante y a mi madre manteniendo una conversación: parecen la noche y el día. Miro el reloj, son las ocho pasadas.
Me levanto y meto mi taza en el lavavajillas.
—He de despertar a Brittany. Anoche metí tu ropa en la lavadora. Voy a vestirme y te la traigo.
Entro en el dormitorio y veo que Brittany ya está despierta. La observo ponerse la camiseta negra y sugiero:
—Tal vez sea mejor que hoy te pongas algo más formal.
—¿Por?
—Porque van a decidir el futuro de tu educación, y una camiseta negra no demuestra que te interese lo más mínimo. Puedes cambiarte en cuanto termine, pero de verdad creo que deberías arreglarte un poco.
—Mieeeeeerda —dice exagerando la entonación y echando la cabeza atrás.
Paso junto a ella y saco del armario la camisa negra y los pantalones de vestir.
—No, el traje de los domingos, no, joder.
Le paso los pantalones.
—Sólo será un ratito.
Coge los pantalones como si fueran un desecho radiactivo, o un dispositivo extraterrestre.
—Si me pongo esta mierda y me echan, arderá el campus.
—Eres tan melodramática... —Pongo los ojos en blanco pero no parece que le haga gracia ponerse los pantalones negros de vestir.
—¿Seguimos teniendo un albergue para los sin techo en casa?
Dejo caer la camisa sobre la cama, con percha y todo, y me voy dando zancadas hacia la puerta.
Se pasa los dedos frenético por el pelo.
—Joder, San. Perdona. Me estoy poniendo nerviosa, y ni siquiera puedo echarte un polvo para tranquilizarme porque tu padre está en nuestro sofá.
Sus palabras vulgares me revuelven las hormonas, pero tiene razón: que mi padre esté en la habitación contigua es un gran impedimento. Me acerco a Brittany, que tiene problemas para abrocharse la camisa, y le aparto las manos.
—Ya lo hago yo —me ofrezco.
Su mirada se suaviza pero sé que le está entrando el pánico. Odio verla así, es muy raro. Suele mantener las emociones bajo control, nada parece importarle gran cosa. Excepto yo, e incluso entonces sabe esconder muy bien sus sentimientos.
—Todo saldrá bien, bebe. Se arreglará.
—¿bebe? —Su sonrisa es instantánea, igual que el rubor de mis mejillas.
—Sí..., bebe. —Le arreglo el cuello de la camisa y me besa en la punta de la nariz.
—Tienes razón. En el peor de los casos, nos iremos a Inglaterra.
No hago comentarios y vuelvo al armario a por mi ropa del día.
—¿Crees que me dejarán entrar contigo? —le pregunto sin saber qué ponerme.
—¿Quieres entrar?
—Si me lo permiten... —Cojo el vestido morado que tenía pensado ponerme para ir a Vance
mañana. Me desnudo y me visto lo más rápido posible. Me pongo unos zapatos negros de tacón y me aparto del armario sujetándome el delantero del vestido—. ¿Me ayudas? —le pregunto volviéndome de espaldas.
—Me estás torturando a propósito.
Las puntas de sus dedos recorren mis hombros desnudos y bajan por mi espalda. Se me pone la carne de gallina.
—Perdona. —Tengo la boca seca.
Me sube la cremallera muy despacio y me estremezco cuando sus labios rozan la piel sensible de mi nuca.
—Tenemos que irnos ya —le digo.
Ella gruñe y me clava los dedos en las caderas.
—Voy a llamar a mi padre por el camino. ¿Vamos a dejar al tuyo... en algún sitio?
—Ahora se lo pregunto. ¿Te importa coger mi bolso? —le digo, y ella asiente.
—¿San? —me llama en cuanto cojo el pomo de la puerta—. Me gusta ese vestido. Y tú. Bueno, a ti te quiero... y a tu nuevo vestido —divaga—. Os quiero a ti y a tu ropa pija.
Hago una reverencia y me doy la vuelta para que me vea bien. Por mucho que deteste ver a Brittany tan nerviosa, me resulta a la vez muy atractiva porque me recuerda que no es tan dura como parece.
En la sala de estar, mi padre está dormida sentada en el sofá. No sé si debería despertarla o simplemente dejarla descansar hasta que volvamos del campus.
—Déjalo dormir. —Brittany me ha leído el pensamiento y responde por mí.
Le escribo una nota rápida para decirle a qué hora volveremos y añado nuestros números de teléfono. No creo que tenga móvil, pero se los dejo por si acaso.
El trayecto a la universidad se hace corto, demasiado corto, y Brittany parece que va a empezar a gritar o a pegar puñetazos en cualquier momento. Cuando llegamos, busca con la mirada el coche de Ken en el aparcamiento.
—Ha pedido que lo espere aquí —explica comprobando la pantalla de su móvil por quinta vez en cinco minutos.
—Ahí está —digo señalando el coche plateado que acaba de entrar.
—Por fin. ¿Por qué coño habrá tardado tanto?
—Sé amable con él, está haciendo esto por ti. Por favor, sé amable con él —le suplico, y suspira frustrada pero asiente.
Ken ha venido con su mujer, Karen, y con Ryder, el hermanastro de Brittany. A ella le sorprende, pero a mí me hace sonreír. Los adoro por ofrecerle su apoyo incluso cuando Brittany actúa como si no quisiera su ayuda.
—¿No tienes nada mejor que hacer? —le espeta Brittany a Ryder.
—¿Y tú? —contraataca Ryder.
Brittany se ríe.
Al oírlos, Karen sonríe con una felicidad que contrasta con la expresión que tenía al salir del coche de Ken.
—Espero que no se alargue mucho —dice Ken de camino al edificio de administración—. He llamado a todo el mundo y he removido cielo y tierra. Rezo para que todo se resuelva. —Se detiene un momento y se vuelve hacia Brittany—: Deja que hable yo, lo digo en serio.
Aguarda la respuesta de su hija, espera que esté de acuerdo.
—Vale, bien —contesta Brittany sin rechistar.
Ken asiente, abre las enormes puertas de madera y espera a que entremos todos. Luego, sin mirarme, dice en tono autoritario:
—Santana, lo siento mucho, pero no puedes entrar con nosotros. No he querido insistir. Puedes esperarnos fuera si te apetece. —Se vuelve y me mira comprensivo.
Pero Brittany enloquece al instante.
—¿Cómo que no puede entrar? ¡La necesito a mi lado!
—Lo sé, y lo siento, pero sólo puede acompañarte la familia —le explica su padre mientras nos guía por el largo pasillo—. A menos que hubiera sido testigo pero, aun así, supondría un enorme conflicto de intereses.
Ken se detiene entonces ante una sala de reuniones y musita:
—Claro que no es como si para mí, que soy el rector, esto no fuera un conflicto de intereses. No obstante, eres mi hija, y creo que hoy con un conflicto nos basta.
Me vuelvo hacia Brittany.
—Tiene razón, es lo mejor. No pasa nada —le aseguro.
Me suelta la mano y asiente. Mira a su padre y le lanza cuchillos con los ojos. Ken suspira y dice:
—Brittany, por favor, procura...
Ella levanta una mano.
—Lo haré, lo haré —dice, y me besa en la frente.
Entran los cuatro en la sala. Quiero pedirle a Ryder que espere conmigo, pero sé que Brittany lo necesita dentro, lo admita o no. Me siento una inútil, esperando aquí sentada mientras un grupo de estirados con traje y corbata deciden el futuro académico de mi chica. Aunque, a lo mejor, hay un modo de ayudarla...
Saco el móvil y le envío un mensaje a Dany:
Estoy en el edificio de administración. ¿Puedes venir?
Me quedo mirando la pantalla, esperando una respuesta. Se enciende en menos de un minuto.
Sí, voy para allá.
Echo un último vistazo a la puerta y salgo al exterior. Hace frío, demasiado para aguardar en la calle con un vestido que me llega por las rodillas, pero no tengo otra elección.
Después de esperar un buen rato, decido volver a entrar y justo en ese momento aparece la vieja camioneta de Dany en el aparcamiento. Sale vestida con una sudadera negra y vaqueros oscuros lavados a la piedra. El cardenal que le cubre la cara me deja petrificada, a pesar de que ya lo había visto.
Se mete las manos en el bolsillo de la sudadera.
—Hola.
—Hola. Gracias por venir.
—Fue idea mía, ¿recuerdas? —Me sonríe, y me siento un poco mejor.
Le devuelvo la sonrisa.
—Tienes razón.
—Quiero hablar contigo de lo que me dijiste en el hospital —me dice. De eso precisamente era de lo que yo quería hablar.
—Yo también —contesto.
—Tú primero.
—Rachel dice que le dijiste a Quinn que ibas a presentar cargos contra Brittany. —Intento no mirarla a los ojos morados e inyectados en sangre.
—Es verdad.
—Pero a mí me dijiste que no ibas a hacerlo. ¿Por qué me mentiste?
—No te mentí. Ésa era mi intención cuando te lo dije.
Doy un paso hacia ella.
—¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
Se encoge de hombros.
—Muchas cosas. He pensado en todo lo que me ha hecho, y en todo lo que te ha hecho a ti. No se merece irse de rositas. —Se señala la cara—. Joder, mira cómo me dejó, San.
No sé qué decirle. Tiene todo el derecho del mundo a estar cabreada con Brittany, pero desearía que no tomara medidas legales contra ella.
—Bastante lío tiene ya con la Dirección de Ordenación Académica —digo con la esperanza de hacerle cambiar de opinión.
—No le pasará nada. Rachel me ha dicho que su padre es el rector —resopla.
«Maldita seas, Rachel; ¿por qué has tenido que contárselo?»
—Eso no significa que vaya a salir impune.
Sin embargo, mis palabras sólo consiguen exasperarla.
—Santana, ¿por qué siempre saltas en su defensa? Da igual lo que haga, ¡tú siempre estás ahí para recoger los platos rotos!
—No es verdad —miento.
—¡Lo es! —Levanta las manos al cielo sin poder creérselo—. ¡Y lo sabes! Me dijiste que ibas a considerar la idea de dejarla, y a los dos días te veo en una tienda de tatuajes con él. No tiene sentido.
—Sé que no lo entiendes, pero la quiero.
—Si tanto la quieres, ¿cómo es que vas a huir a Seattle?
Sus palabras me desconciertan. Me quedo muda un segundo, pero luego digo:
—No huyo a Seattle, me voy porque me ha surgido una buena oportunidad.
—Ella no irá contigo. En nuestro grupo de amigos se habla, ¿sabes?
«¿Qué?»
—Estaba pensando en venirse —miento, aunque sé que no engaño a Dany.
Con mirada desafiante, mira a un lado y luego me mira a los ojos.
—Si me dices que no sientes nada por mí, nada en absoluto, retiraré los cargos.
En ese momento el aire se hace más frío y el viento sopla con más fuerza.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Dime que te deje en paz y que no vuelva a hablar contigo y lo haré.
Su petición me recuerda a algo que Brittany me dijo hace mucho.
—Pero eso no es lo que quiero. No quiero que no vuelvas a hablarme —confieso.
—Entonces ¿qué quieres? —pregunta con la voz cargada de rabia y de tristeza—. ¡Porque pareces estar tan confusa como yo! Me envías mensajes para que quedemos, me besas, duermes conmigo en la misma cama. ¡Siempre acudes a mí cuando te hace daño! ¿Qué quieres de mí? Creía haber dejado mis intenciones claras en el hospital.
—No sé lo que quiero de ti, pero la quiero a ella y eso no cambiará nunca. Perdona que te haya dado una falsa impresión, pero...
—¡Dime por qué vas a mudarte a Seattle dentro de poco y aún no se lo has contado! —me grita agitando las manos.
—No lo sé... Se lo contaré cuando tenga la oportunidad de hacerlo.
—No vas a decírselo porque sabes que te dejará —me espeta mirando detrás de mí.
—Ella..., bueno... —No sé qué decir. Porque me da miedo que Dany esté en lo cierto.
—Pues adivina qué, Santana. Ya me darás las gracias.
—¿Por?
Sus labios se curvan en una sonrisa maliciosa. Levanta un brazo y señala detrás de mí. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza.
—Por habérselo contado por ti.
Sé que cuando me dé la vuelta me encontraré a Brittany detrás de mí. Juro que puedo oír su respiración entrecortada por encima del fuerte azote del viento.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Se va a desatar tremenda apocalipsis jajaja
En serio dani gozando "contándole" a britt todo... Esto va a terminar muy mal para todos!!.
Encima ahora esta el padre de san irse a vivir a Seattle...Y Britt con la expulcion y el dichoso viaje a Inglaterra....
Lo hizo bien dani... A ver que pasa???
En serio dani gozando "contándole" a britt todo... Esto va a terminar muy mal para todos!!.
Encima ahora esta el padre de san irse a vivir a Seattle...Y Britt con la expulcion y el dichoso viaje a Inglaterra....
Lo hizo bien dani... A ver que pasa???
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Edad : 33
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
vaya no era la manera en la que tenia que enterarse pero por fin paso y de seguro santa santana dice despues que gracias a dani britt se entero y eso fue de mucha ayuda, a ver que pasa ahora, santana sera capaz de dejar de jugar a dos bandas???? pq a veces no se si lo esta haciendo o no!!!! hasta pronto.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Edad : 54
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
huuu se armo la grande!!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Pues si Danny no pudo quedarse con San tampoco quiere que Britt se quede con ella y exactamente desato el desastre y justo en un momento en que Britt necesitaba a San completamente :/
No se como se lo tomara Britt la verdad y haber que les espera al regresar a casa con su papá.
No se como se lo tomara Britt la verdad y haber que les espera al regresar a casa con su papá.
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 5
Brittany
Cuando salgo afuera, el viento me azota la cara y trae consigo el sonido de la única voz que no esperaba oír en este momento. Acabo de tener que soportar a un montón de gente hablando fatal de mí mientras yo tenía que morderme la lengua. Y, después de eso, lo único que quería oír era la voz de mi chica, de mi ángel.
Y ahí estaba su voz. Pero también estaba la de Dany. Doblo la esquina y la veo. Ahí están. Santana y Dany. Mi primer pensamiento es: «¿Qué coño hace ella aquí? ¿Qué hace Santana aquí fuera hablando con Dany? ¿Qué parte de “No te acerques a ella” no ha entendido?».
Cuando ese cabrona le levanta la voz, echo a andar hacia ellas. Nadie tiene derecho a gritarle así, nadie. Pero cuando menciona Seattle... Freno en seco.
«¿Santana está planeando marcharse a Seattle? Y ¿cómo es que Dany lo sabía y yo no?...»
No puede estar pasando. Esto no puede estar pasando. Ella nunca planearía mudarse sin contármelo... La mirada enloquecida de Dany y su sonrisa de comemierda se burlan de mí mientras intento ordenar mi revoltijo de ideas. Cuando Santana se vuelve en mi dirección, es como si lo hiciera a cámara lenta. Tiene los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas por la sorpresa que se ha llevado al verme.
—Brittany...
—Veo que sigue hablando pero su voz es demasiado débil y se pierde en el viento.
No sé qué decir y me quedo de pie con la boca abierta. La cierro. La vuelvo a abrir y sigo repitiendo los mismos gestos una y otra vez, hasta que al fin mis labios consiguen articular las palabras.
—¿Conque ése era tu plan? —consigo decir.
Se aparta el pelo de la cara, frunce los labios y se frota los antebrazos con las manos, que tiene cruzadas sobre el pecho.
—¡No! ¡No es lo que crees, Brittany, yo...!
—Vaya par de conspiradoras. Tú... —digo señalando a la maldita bastarda— te dedicas a maquinar y a intrigar a mis espaldas e intentas robarme a mi chica una y otra y otra vez. Da igual lo que haga o las veces que te parta la puta cara, vuelves arrastrándote como una maldita cucaracha.
Es sorprendente. Se atreve a hablar:
—Ella...
—Y tú...
—Señalo a la morena que tiene mi mundo bajo la suela de sus tacones negros—. Tú... no haces más que jugar conmigo. ¡Actúas como si te importara cuando en realidad has estado planeando dejarme todo el tiempo! Sabes que no voy a irme a Seattle, y aun así has estado planeando mudarte ¡sin decirme nada!
Tiene los ojos llorosos, y me suplica:
—¡Por eso no te lo había contado todavía, Brittany, porque...!
—Cállate —le digo, y se lleva la mano al pecho, como si mis palabras la hubieran herido.
Puede que así sea. Puede que eso sea lo que quiero, para que se sienta como yo.
¿Cómo ha podido humillarme de este modo delante de Dany?
—¿Qué pinta ella aquí? —le pregunto.
No hay ni rastro de su sonrisa de satisfacción cuando ella se vuelve para mirarla antes de mirarme a mí.
—Yo le he pedido que viniera.
Doy un paso atrás fingiendo sorpresa. O puede que me haya sorprendido de verdad. No sé muy bien qué es lo que siento, porque paso demasiado rápido de un sentimiento a otro.
—¡Ahí lo tenemos! Está claro que lo vuestro es muy especial.
—Sólo quería hablar con ella sobre lo de presentar cargos. Estoy intentando ayudarte, Brittany. Escúchame, por favor.
—Santana da un paso hacia mí, apartándose de nuevo el pelo de la cara.
Niego con la cabeza.
—¡Y una mierda! He escuchado toda la conversación. Si no la quieres, díselo ahora mismo, delante de mí.
Sus ojos llorosos me ruegan en silencio que ceda y que no la obligue a humillarla en mi presencia, pero no me conmueve.
—O se lo dices, o tú y yo hemos terminado. —Mis palabras me queman la lengua como si fuera nácido.
—No te quiero, Dany —dice mirándome a mí. Lo dice precipitadamente, asustada, y sé que le duele decirlo.
—¿Ni un poco? —pregunto copiándole a Dany su sonrisa de satisfacción de antes.
—Ni un poco. —Santana frunce el ceño, y Dany se pasa la mano por el pelo.
—No quieres volver a verla —la instruyo—. Date la vuelta y díselo.
Pero es Dany la que habla.
—Brittany, déjalo. Ya está. Lo he pillado. No tengo por qué aguantar estos jueguecitos, San.
Mensaje recibido —dice. Es patética, como una niña triste.
—Santana... —empiezo a decir, pero cuando me mira, lo que veo en sus ojos casi me pone de rodillas. Asco. Le doy asco.
Da un paso hacia mí.
—No, Brittany. No pienso hacerlo. No porque quiera estar con ella, porque no quiero, te quiero a ti y sólo a ti, sino porque sólo lo haces por fastidiar y está mal y es cruel y no pienso ayudarte. —Se muerde un carrillo intentando no llorar.
«¿Qué coño estoy haciendo?»
Como una fiera, me dice:
—Me voy a casa. Cuando quieras hablar de Seattle, allí estaré.
Y con eso da media vuelta y se marcha.
—¡No tienes forma de llegar a casa! —le grito.
Dany levanta la mano y señala hacia Santana.
—Yo la llevaré —dice.
Algo se rompe en mi interior.
—Si no fuera porque ya estoy de mierda hasta el cuello por tu culpa, te mataría ahora mismo. Y no me refiero a romperte un hueso, sino a partirte el cráneo contra el cemento y a quedarme mirando mientras te desangras viva sobre él...
—¡Para! —me grita Santana, ocultando las lágrimas.
—Santana, si... —dice Dany en voz baja.
—Dany, te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero necesito que pares, por favor. —Trata de parecer serena, aunque fracasa miserablemente.
Con un último suspiro, da media vuelta y echa a andar.
Voy hacia el coche y, en cuanto lo tengo delante, aparecen Ryder y mi padre. Cómo no. Oigo el taconeo de Santana detrás de mí.
—Nos vamos —les digo antes de que puedan abrir la boca.
—Ahora te llamo —le informa Santana a Ryder.
—¿Sigue en pie lo del miércoles? —le contesta Ryder.
Ella le sonríe, una sonrisa falsa para enmascarar el pánico que brilla en sus ojos.
—Sí, por supuesto.
Ryder me lanza una mirada asesina, ha notado la tensión que hay entre nosotras. «¿Estará al tanto de sus planes? Seguro, es probable que hasta la haya ayudado a organizarlos.»
Me meto en el coche sin intentar ocultar mi falta de paciencia.
—Luego te llamo —vuelve a decirle a Ryder, y se despide con la mano de mi padre antes de subir al coche.
Apago la música en cuanto se abrocha el cinturón.
—Adelante —invita sin emoción.
—¿Qué?
—Adelante, grítame. Sé que vas a gritarme.
Su suposición me deja muda. Pues sí, tenía pensado gritarle, pero que lo tuviera tan claro me ha pillado por sorpresa.
Aunque es normal que se lo espere, es lo que sucede siempre. Lo que hago siempre.
—¿Y bien? —Aprieta los labios en una fina línea.
—No voy a gritarte.
Me mira un instante antes de centrarse en un punto lejano más allá del parabrisas.
—No sé qué hacer, aparte de gritarte... Ése es el problema. —Suspiro derrotada con la frente contra el volante.
—No estaba haciendo planes a tus espaldas, Brittany, al menos, no a propósito.
—Pues es lo que parece.
—Yo nunca te haría eso. Te quiero. Lo entenderás cuando lo superemos.
Sus palabras me rebotan en cuanto la ira se apodera de mí.
—Lo que entiendo es que vas a mudarte... y en breve. Ni siquiera sé cuándo..., y eso que vivimos juntas, Santana. Compartimos la puta cama, y ¿tú ibas a dejarme sin más? Siempre supe que lo harías.
La oigo desabrocharse el cinturón de seguridad. Me pone las manos en los hombros, me empuja hacia atrás y en cuestión de segundos está sentada a horcajadas encima de mí, rodeándome el cuello con los brazos fríos y su rostro bañado en lágrimas hundido contra mi pecho.
—Aparta —le digo intentando que me suelte.
—¿Por qué siempre piensas que voy a dejarte? —Me abraza con más fuerza.
—Porque lo harás.
—No me voy a Seattle para dejarte. Me voy por mí y por mi carrera. Siempre he planeado irme a vivir allí y es una oportunidad increíble. Se lo pedí al señor Vance mientras decidíamos qué íbamos a hacer, y he estado a punto de contártelo muchas veces, pero o bien me cortabas o bien no querías hablar de nada serio en ese momento.
Sólo puedo pensar en ella haciendo las maletas y dejándome sin nada más que una nota de mierda en la encimera.
—No te atrevas a intentar culparme a mí. —Mi voz no suena con la convicción que me gustaría.
—No te estoy echando la culpa, pero sabía que no ibas a apoyarme. Sabes que es muy importante para mí.
—Entonces ¿qué vas a hacer? Si te marchas, no podré estar contigo. Te quiero, Santana, pero no voy a irme a vivir a Seattle.
—¿Por? Ni siquiera sabes si te va a gustar o no. Al menos podríamos intentarlo y, si lo odias,
podríamos marcharnos a Inglaterra... tal vez —dice sollozando.
—Tú tampoco sabes si te va a gustar Seattle. —La miro impasible.—. Lo siento, pero vas a tener que elegir: Seattle o yo.
Levanta la vista un instante, luego vuelve a sentarse en el asiento del acompañante sin decir una palabra.
—No tienes que decidir nada ahora mismo, pero el tiempo se acaba.
—Pongo el coche en automático y salgo del aparcamiento.
—No me puedo creer que me obligues a elegir —replica sin mirarme siquiera.
—Sabes lo que opino de Seattle. Tienes suerte de que haya mantenido la calma cuando te he visto con Dany.
—¿Tengo suerte? —resopla.
—Ha sido un día de mierda y sólo acaba de empezar. No discutamos sobre eso. Necesito una respuesta para el viernes, a menos que ya te hayas ido para entonces. —Sólo de pensarlo me dan escalofríos.
Sé que va a elegirme a mí, tiene que hacerlo. Podríamos irnos a Inglaterra, lejos de toda esta mierda. No ha dicho nada sobre las clases que va a perderse hoy. Me alegro, no necesito otra pelea.
—Estás siendo muy egoísta —me acusa.
No se lo discuto porque sé que tiene razón. Pero le digo:
—Ya, pues algunos pensarían que también es muy egoísta no decirle a alguien en qué fecha tienes pensado abandonarla. ¿Dónde vas a vivir? ¿Ya tienes piso?
—No, pensaba buscar uno mañana. El miércoles nos vamos de viaje con tu familia.
Tardo un momento en darme cuenta de a quién se refiere.
—¿Nos vamos?
—Dijiste que irías...
—Estoy intentando recuperarme de la mierda de Seattle, Santana. —Sé que me estoy comportando como una idiota, pero esto es un asco—. Y no olvidemos que has llamado a Dany —recalco.
Santana permanece en silencio mientras conduzco. Tengo que mirarla un millar de veces para asegurarme de que no se ha dormido.
—¿Ahora no me hablas? —le pregunto cuando llegamos al aparcamiento de nuestro... de mi apartamento.
—No sé qué decir —contesta en voz baja, derrotada.
Aparco y entonces me acuerdo.
«Mierda.»
—Tu padre sigue aquí, ¿no?
—No tiene otro sitio adonde ir... —responde sin mirarme.
Salimos del coche y le digo:
—Cuando lleguemos a casa le preguntaré dónde quiere que lo deje.
—No, ya lo llevo yo —musita.
Aunque mi chica camina a mi lado, parece estar a muchos kilómetros de mí.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 6
Santana
Brittany me ha decepcionado tanto que ni siquiera tengo fuerzas para discutir, y está demasiado enojada conmigo para hablar sin gritarme. Su reacción no ha sido tan mala como esperaba, pero ¿cómo puede obligarme a elegir? Sabe lo importante que es Seattle para mí, y no parece tener ningún problema en hacerme renunciar a algo por ella; eso es lo que más me duele. Siempre dice que no puede vivir sin mí, que no puede estar sin mí, sin embargo, me ha dado un ultimátum, y no es justo.
—Como se haya largado con nuestras cosas... —empieza a decir cuando llegamos a la puerta.
—Basta. —Espero que note lo cansada que estoy y que no insista.
—Yo he avisado.
Meto la llave en la cerradura y la hago girar. Por un momento me planteo la posibilidad de que Brittany esté en lo cierto. La verdad es que no conozco a ese hombre.
Cualquier paranoia desaparece en cuanto entramos. Mi padre está tirado sobre el reposabrazos del sofá, con la boca abierta y roncando a más no poder.
Sin decir una palabra, Brittany se mete en el dormitorio y yo voy a la cocina a por un vaso de agua. Necesito un minuto para pensar en mi siguiente movimiento. Lo último que me apetece es pelearme con Brittany, pero estoy harta de que sólo piense en sí misma. Sé que ha cambiado mucho, que se ha esforzado mucho, pero le he dado una oportunidad detrás de otra y el resultado ha sido un ciclo infinito de ruptura-reconciliación que pondría enferma incluso a la mismísima Catherine Earnshaw. No sé cuánto tiempo más podré mantenerme a flote mientras lucho contra este tsunami al que llamamos relación. Cada vez que siento que he aprendido a navegar las aguas, vuelve a engullirme otro conflicto más con Brittany.
Pasados unos instantes, me levanto y voy a ver a mi padre. Sigue roncando y me resultaría divertido si no estuviera tan preocupada. Decido un plan de acción y me meto en el dormitorio. Brittany está tumbada en la cama boca arriba, con los brazos debajo de la cabeza, mirando al techo. Estoy a punto de hablar cuando ella rompe el silencio:
—Me han expulsado, por si te interesa.
Me vuelvo hacia ella a toda velocidad, con el corazón desbocado.
—¿Cómo?
—Sí. Eso han hecho. —Se encoge de hombros.
—Lo siento mucho. Debería habértelo preguntado antes. —Estaba segura de que Ken conseguiría sacar a su hija de ésta. Me da mucha pena.
—No pasa nada. Estabas muy ocupada con Dany y tus planes para irte a Seattle, ¿no te acuerdas?
Me siento en el borde de la cama, lo más lejos posible de ella, y hago un esfuerzo por morderme la lengua. En vano.
—Estaba intentando averiguar qué pensaba hacer con los cargos en tu contra. Dice que todavía...
Me interrumpe enarcando las cejas con gesto de burla.
—La he oído. Estaba presente, ¿recuerdas?
—Brittany, ya estoy harta de tu actitud. Sé que estás enfadada, pero tienes que dejar de faltarme al respeto —digo muy despacio con la esperanza de hacerla recapacitar.
Por un momento parece perpleja, pero no tarda en recuperarse.
—¿Perdona?
Intento mantener la expresión más neutra y serena que puedo.
—Ya me has oído. Deja de hablarme así.
—Lo siento, me han echado de la facultad y a continuación te encuentro con ella y descubro que vas a irte a vivir a Seattle. Creo que tengo derecho a estar un poco cabreada.
—Cierto, pero no tienes derecho a comportarte como un cabrona. Esperaba que pudiéramos hablarlo y resolverlo como adultos... por una vez.
—¿Eso qué quiere decir? —Se incorpora pero yo me mantengo lejos.
—Significa que, después de cinco meses de tira y afloja, creía que éramos capaces de resolver un problema sin que ninguno de las dos se marchara o se pusiera a romper cosas.
—¿Cinco meses? —La mandíbula le llega al suelo.
—Sí, cinco meses. —Desvío la mirada incómoda—. Es el tiempo que hace que nos conocemos.
—No me había dado cuenta de que hiciera tanto.
—Pues sí. —Toda una vida, en mi opinión.
—Parece que fue ayer...
—¿Supone un problema? ¿Acaso crees que llevamos saliendo demasiado tiempo? —Por fin me atrevo a mirarla a esos ojazos azules.
—No, Santana, sólo es que se me hace raro pensarlo, supongo. Nunca he tenido una relación de verdad, cinco meses me parece mucho tiempo.
—Bueno, pero no hemos estado saliendo todo el tiempo. En realidad, hemos pasado la mayor parte peleándonos o evitándonos —le recuerdo.
—¿Cuánto estuviste con Sam?
La pregunta me pilla por sorpresa. Hemos hablado alguna vez de mi relación con él, pero normalmente esas conversaciones duran menos de cinco minutos y terminan bruscamente por los celos de Brittany.
—Era mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, pero empezamos a salir en el instituto. Creo que antes de eso ya estábamos saliendo, sólo que sin saberlo. —La observo con atención, esperando su reacción.
Hablar de Sam hace que lo eche de menos, no en el sentido romántico, sino igual que uno extraña a un familiar cuando lleva mucho tiempo sin verlo.
—Ah. —Deja las manos en el regazo y me dan ganas de acercarme y cogérselas—. ¿Os peleabais a menudo?
—A veces. Nuestras peleas eran sobre qué película íbamos a ver o porque llegaba tarde a recogerme.
No levanta la vista.
—No eran como las nuestras, ¿no?
—No creo que nadie más tenga peleas como las nuestras. —Sonrío para intentar consolarla.
—¿Qué más hacíais? Quiero decir, juntos —dice, y juraría que en la cama tengo sentada a un niña pequeña, con los ojos azules y brillantes y las manos temblorosas.
Me encojo de hombros.
—No gran cosa, aparte de estudiar y de ver cientos de películas. Supongo que más bien éramos los mejores amigos del mundo.
—Tú lo querías —me recuerda esa niña.
—No como te quiero a ti —le digo, igual que se lo he dicho ya millones de veces.
—¿Habrías renunciado a Seattle por él? —Se tira de las pieles de alrededor de las uñas. Cuando me mira, en sus ojos brilla la inseguridad.
Así que es por eso por lo que estamos hablando de Sam: la baja autoestima de Brittany ha vuelto a invadir sus pensamientos, a llevarla a ese lugar en el que se compara con lo que cree, o con quien cree, que necesito.
—No.
—¿Por qué no?
La cojo de la mano para consolar a la niña pequeña y preocupada.
—Porque no habría tenido que escoger. Él sabía que yo tenía planes y sueños y no me habría hecho elegir.
—Yo no tengo nada en Seattle —suspira.
—A mí..., me tienes a mí.
—No es suficiente.
Ah... Le doy la espalda.
—Sé que suena fatal, pero es la verdad. Allí no tengo nada y tú tendrás un nuevo trabajo y harás nuevos amigos...
—Tú también tendrás un nuevo empleo. Christian dijo que te daría trabajo... Y haremos nuevos amigos juntas.
—No quiero trabajar para él... Y los que tú escogerías para ser tus nuevos amigos seguro que no tienen nada que ver con la gente que me gustaría a mí. Todo sería muy distinto allí.
—Eso no lo sabes. Soy amiga de Rachel.
—Sólo porque compartíais habitación. No quiero irme a vivir allí, Santana, y menos ahora que me han expulsado de la facultad. Para mí lo lógico sería volver a Inglaterra y terminar la universidad allí.
—La cuestión no es lo que tiene más lógica para ti.
—Teniendo en cuenta que has quedado con Dany a mis espaldas otra vez, creo que no estás en posición de decidir nada.
—¿En serio? Porque tú y yo ni siquiera hemos establecido si volvemos a estar juntas o no. Yo accedí a mudarme aquí otra vez y tú accediste a tratarme mejor.
—Me levanto de la cama y empiezo a dar zancadas por el suelo de hormigón impreso
—. Pero fuiste a pegarle a Dany una paliza a mis espaldas, por eso te han expulsado. Así que la que no está en posición de decidir nada eres tú.
—¡Me estabas ocultando cosas! —replica levantando la voz—. ¡Planeabas dejarme y ni siquiera me lo habías dicho!
—¡Lo sé! Y lo siento, pero en vez de discutir acerca de quién está más equivocado de las dos, ¿por qué no intentamos arreglarlo o llegar a algún tipo de compromiso?
—Tú... —Deja de hablar y se levanta de la cama—. Tú no...
—¿Qué? —insisto.
—No lo sé, no puedo ni pensar de lo cabreada que me tienes.
—Siento que te hayas enterado así. Aparte de eso, no sé qué otra cosa decir.
—Dime que no vas a irte.
—No voy a tomar una decisión ahora mismo. No tengo por qué hacerlo.
—Entonces ¿cuándo? No voy a quedarme esperando...
—Y ¿qué vas a hacer?, ¿marcharte? ¿Qué ha sido de aquello de no querer pasar ni un solo día sin mí?
—¿Lo dices en serio? ¿Vas a restregármelo ahora? ¿No crees que podrías haberme contado que ibas a irte a vivir a Seattle antes de que me hiciera un puto tatuaje por ti? Es que tiene tela...
—Da un paso hacia mí, desafiante.
—¡Iba a decírtelo! —le aseguro.
—Pero no lo hiciste.
—¿Cuántas veces más vas a reprochármelo? Podemos pasarnos así todo el día, pero la verdad es que no tengo fuerzas. Paso.
—¿Pasas? ¿Pasas?... —Sonríe.
—Sí, yo paso.
Es la verdad. Paso de discutir con ella por Seattle. Es agobiante y frustrante, y estoy hasta las narices. Saca una sudadera negra del armario y se la pone antes de calzarse las botas.
—¿Adónde vas? —exijo saber.
—A cualquier parte con tal de largarme de aquí —resopla.
—Brittany, no tienes por qué irte —le digo a su espalda cuando abre la puerta, pero no me hace ni caso.
Si mi padre no estuviera en la sala de estar, saldría detrás de ella y la obligaría a quedarse.
Pero, para ser sincera, ya estoy harta de ir detrás de ella.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 7
Brittany
El padre de Santana está despierto, sentado en el sofá con los brazos cruzados y mirando por la ventana.
—¿Te llevo a alguna parte? —le pregunto.
No me apasiona la idea de llevarlo a ningún sitio, pero aún me hace menos gracia dejarlo a solas con ella.
Gira la cabeza, como si lo hubiera asustado.
—Sí, si no es molestia.
—No lo es —me apresuro a responder.
—Vale. Iré a despedirme de Sanny. —Mira hacia nuestro dormitorio.
Me dirijo a la puerta sin saber qué voy a hacer cuando haya soltado a este pobre diablo, pero no nos conviene a ninguna de las dos que me quede aquí. Sé que ella no tiene toda la culpa, aunque estoy acostumbrada a pagarla con los demás y ella siempre está conmigo, así que es un blanco fácil. Lo que me convierte en una hija de perra patética, soy consciente de ello. No aparto la vista de la entrada de nuestro apartamento, esperando a Ricardo. Si no viene pronto, me iré sola. Sin embargo, suspiro porque no me apetece nada dejarlo aquí con ella.
Por fin, el padre del año sale por la puerta bajándose las mangas de la camisa. Esperaba que se fuera con mi ropa, que Santana le prestó, pero ha vuelto a ponerse la suya, sólo que ahora está limpia.
Bendita Santana, es demasiado buena.
Subo el volumen de la radio cuando abre la puerta del acompañante con la esperanza de que la música le quite las ganas de charlar.
No hay suerte.
—Me ha pedido que te diga que tengas cuidado —dice en cuanto se mete en el coche. Se abrocha el cinturón de seguridad como si estuviera enseñándome cómo se hace. Como si fuera una auxiliar de vuelo. Asiento y arranco.
—¿Qué tal la reunión? —pregunta a continuación.
—¿Es coña? —Enarco una ceja en su dirección.
—Era por curiosidad. —Tamborilea con los dedos sobre su pierna—. Me alegro de que te acompañara.
—Ya.
—Se parece mucho a su madre.
Lo miro de reojo.
—Ni de lejos. No se parece en nada a esa mujer.
«¿Es que quiere que lo deje tirado en mitad de la autopista?»
Se echa a reír.
—Sólo en lo bueno, claro está. Es muy testaruda, como su madre. Quiere lo que quiere, pero Sanny es mucho más dulce y cariñosa.
Ya estamos otra vez con esa mierda de «Sanny».
—Os he oído discutir. Me habéis despertado.
Pongo los ojos en blanco.
—Perdona que te hayamos despertado a mediodía mientras te echabas una siesta en nuestro sofá.
Vuelve a responderme con una carcajada.
—Lo pillo, chica, estás cabreada con el mundo. Yo también lo estaba. Qué coño, aún lo estoy. Pero cuando encuentras a alguien que está dispuesto a aguantar tus mierdas, ya no hace falta seguir enfadado.
«Vale, abuelo, y ¿qué me sugieres que haga cuando es tu hija la que me cabrea tantísimo?»
—Mira, confieso que no eres tan malo como pensaba —digo—, pero no te he pedido consejo, así que no pierdas el tiempo dándomelos.
—No te estoy dando consejos, te lo digo por experiencia. No me gustaría que rompierais.
«No vamos a romper, imbécil.» Sólo estoy intentando que entienda mi perspectiva. Quiero estar con ella, y lo estaré. Sólo tiene que dar su brazo a torcer y venirse conmigo. Aunque estoy que muerdo porque ha vuelto a meter a Dany de por medio a pesar de que me prometió lo contrario.
Apago la radio.
—No me conoces y a ella tampoco, la verdad. ¿Cómo es que te importa?
—Porque sé que le convienes.
—¿Ah, sí? —respondo con todo el sarcasmo del mundo. Menos mal que estamos cerca de su zona, estoy deseando que termine esta espantosa conversación.
—Sí, eres buena para ella.
Entonces me doy cuenta, aunque jamás lo confesaré, de que es muy agradable que alguien diga que soy buena para ella, aunque ese alguien sea el imbécil borracho de su padre. A mí me vale.
—¿Te apetece volver a verla? —le pregunto y, rápidamente, añado—: Y ¿dónde quieres que te deje exactamente?
—Cerca del local donde nos vimos ayer. Ya se me ocurrirá algo cuando llegue. Y, sí, espero volver a verla. Tengo que compensarla por muchas cosas.
—Sí, eso es verdad.
El aparcamiento que hay junto a la tienda de tatuajes está vacío; normal, tan sólo es mediodía.
—¿Te importa llevarme hasta el final de la calle? —pregunta Ricardo entonces.
Asiento y dejamos la tienda atrás. Lo único que hay al final de la calle es un bar y una lavandería vieja.
—Gracias por el viaje.
—Ya.
—¿Te apetece entrar? —me pregunta señalando el pequeño bar.
Tomarme una copa con el padre borracho y sin techo de Santana no parece lo más inteligente del mundo en este momento.
No obstante, soy famosa por tomar pésimas decisiones.
—A la mierda —mascullo, apago el motor y lo sigo al bar. Tampoco tengo otro sitio mejor en el que estar.
El local está oscuro y huele a humedad y a whisky. Lo sigo a la pequeña barra, cojo un taburete y dejo uno vacío entre ambos. Una mujer de mediana edad vestida con una ropa que espero que sea de su hija adolescente se acerca a nosotros. Sin una palabra, le sirve a Ricardo un pequeño vaso de whisky con hielo.
—¿Y para ti? —me pregunta con una voz más ronca y grave que la mía.
—Lo mismo.
La voz de Santana advirtiéndome que no lo haga resuena en mi mente clara como el repique de una campana. La hago callar, la aparto de mí.
Levanto el vaso y brindamos y le echamos un trago.
—¿Cómo puedes permitirte beber si no tienes trabajo? —le pregunto.
—Limpio el bar de vez en cuando, así que bebo gratis —dice avergonzado.
—Entonces ¿por qué no dejas la bebida y que te paguen?
—No lo sé. Lo he intentado mil veces. —Mira su vaso con los párpados caídos y por un segundo se parecen a los míos. Puedo verme reflejada en ellos—. Espero que me resulte más fácil si puedo ver a mi hija de vez en cuando.
Asiento sin molestarme en hacer un comentario sarcástico. Rodeo el vaso frío con los dedos y doy las gracias por la quemazón familiar del whisky en mi garganta cuando empino el codo y me lo bebo de un trago. En cuanto lo deslizo por la superficie medio pulida de la barra, la mujer me mira a los ojos y se dispone a prepararme otro.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 8
Santana
—¡¿Tu padre?! —dice Ryder con incredulidad a través del teléfono.
Se me había olvidado que no he tenido ocasión de contarle lo del regreso de mi padre.
—Sí, nos lo encontramos ayer por casualidad.
—¿Cómo está? ¿Qué te ha dicho? ¿Cómo es?
—Es...
No sé por qué, pero me da vergüenza contarle a Ryder que mi padre sigue bebiendo. Sé que no va a juzgarme, pero aun así me da cosa.
—¿Sigue...?
—Sí, sigue. Estaba borracho cuando lo vimos, pero nos lo trajimos a casa y se quedó a pasar la noche. —Me retuerzo un mechón de pelo con el dedo índice.
—Y ¿Brittany lo consintió?
—No era decisión suya, también es mi apartamento —salto. Pero me siento fatal al instante y me disculpo—: Perdóname, acabo de tenerla con Brittany porque cree que puede controlarlo todo.
—Santana, ¿quieres que me escape un rato de clase y vaya a verte? —Ryder es tan amable..., se le nota hasta en la forma de hablar.
—No, estoy exagerando. —Suspiro y miro alrededor—. Creo que voy a acercarme al campus.
Todavía llego a la última clase de hoy.
Ahora mismo me vendría de perlas hacer yoga y tomarme un café.
Escucho a Ryder mientras me pongo la ropa de deporte. Parece una pérdida de tiempo conducir hasta el campus para ir sólo a una clase, pero no quiero quedarme sentada en el apartamento esperando a que Brittany regrese de dondequiera que haya ido.
—El profesor Soto ha preguntado hoy por ti, y Ken me ha dicho que escribió una declaración
jurada dando fe del carácter de Brittany. ¿Qué te parece? —pregunta.
—¿Eso ha hecho Soto? Ni idea... Se ofreció a ayudarla, pero creía que no iba en serio. Supongo que le cae bien o algo así.
—¿Que le cae bien? ¿Brittany le cae bien? —Ryder se parte de la risa y no puedo evitar que me contagie.
Se me cae el teléfono en el lavabo mientras me hago una coleta. Me maldigo por ser tan torpe y vuelvo a colocármelo en la oreja a tiempo para oír a Ryder diciéndome que se va un rato a la biblioteca antes de que empiece su siguiente clase. Nos despedimos, cuelgo y empiezo a escribirle un mensaje a Brittany para que sepa dónde estoy, pero cierro la aplicación al instante.
Entrará en razón acerca de Seattle, no le queda otra.
Para cuando llego a la facultad, el viento vuelve a soplar con fuerza y el cielo tiene un tono gris y feo. Voy a por una taza de café y calculo que tengo media hora antes de que empiece la clase de yoga. La biblioteca está en la otra punta del campus, no me da tiempo a ir a ver a Ryder. Decido esperar en la puerta del aula del profesor Soto. Su clase está a punto de terminar y... Un reguero de estudiantes que salen del aula casi en estampida interrumpe el hilo de mis pensamientos. Cojo mi bolsa, me la echo al hombro y me abro paso entre ellos para poder entrar. El profesor está de espaldas a mí, poniéndose la cazadora de cuero.
Cuando se vuelve, me saluda con una sonrisa.
—Señorita López.
—Hola, profesor Soto.
—¿Qué la trae por aquí? ¿Necesita el tema de la entrada del diario que se ha perdido hoy?
—No, ya me lo ha dicho Ryder. He venido a darle las gracias. —Me revuelvo incómoda en mis zapatillas de deporte.
—¿Por?
—Por escribir la declaración jurada dando fe del carácter de Brittany. Sé que ella no ha sido tan amable con usted, así que se lo agradezco de veras.
—No ha sido nada, la verdad. Todo el mundo merece una educación de calidad, incluso las gallinas de pelea. —Se ríe.
—Supongo que sí. —Le sonrío y miro alrededor sin saber qué decir a continuación.
—Además, Dany se lo tenía merecido —añade repentinamente.
«¿Cómo?»
Lo miro.
—¿Qué quiere decir?
El profesor Soto parpadea un par de veces antes de recobrar la compostura.
—Nada, sólo es que... estoy seguro de que Brittany tenía un buen motivo para ir a por ella, eso es todo. He de irme, tengo que asistir a una reunión, pero gracias por venir. La veré en clase el miércoles.
—No puedo venir el miércoles, me voy de viaje.
Se despide con la mano.
—Entonces, que lo pase usted muy bien. La veré a su regreso.
Se marcha a toda prisa y me deja preguntándome qué habrá querido decir.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 9
Brittany
Ricardo, mi inesperado compañero de borrachera, ha ido al servicio por cuarta vez desde que hemos llegado. Empiezo a pensar que a Betsy, la camarera, le gusta un poco el tipo, cosa que me incomoda bastante.
—¿Otra? —pregunta.
Asiento para que la mujer fornida se vaya. Son las dos de la tarde, me he tomado cuatro copas. No sería tan terrible si no se hubiera tratado de cuatro whiskys a palo seco.
No puedo pensar con claridad y sigo cabreada. No sé qué o quién me cabrea más, así que he dejado de pensar y he decidido entregarme a un estado general de «que le den por culo al mundo».
—Aquí tienes. —La camarera desliza el vaso hacia mí y Ricardo se sienta en el taburete contiguo.
Creía que había pillado la importancia que tenía el taburete vacío entre nosotros. Me equivocaba. Se vuelve hacia mí y se acaricia el bigote. Es un sonido repulsivo.
—¿Me has pedido otra?
—Deberías afeitártelo —declaro ofreciéndole mi opinión de borracho.
—¿Te refieres a esto? —Vuelve a hacer la cosa esa con la mano.
—Sí, eso. No te queda bien —le digo.
—Me gusta, me mantiene abrigado. —Se echa a reír y yo doy un trago para no reírme también.
—¡Betsy! —grita. Ella asiente y retira el vaso vacío de la barra. Luego Ricardo me mira—¿Vas a contarme por qué estás emborrachándote?
—No. —Le doy vueltas a mi vaso y el hielo tintinea contra el cristal.
—Vale, sin preguntas. Sólo bebida —dice con alegría.
Ya casi no lo odio. Al menos, hasta que me imagino a una niña morena de diez años escondiéndose en el invernadero. Tiene los ojos oscuros muy abiertos, casi aterrorizados... Y entonces aparece el niño rubio con la chaqueta de punto verde y se convierte en el héroe de la película.
—Una pregunta —insiste sacándome de mis ensoñaciones.
Respiro hondo y le doy un buen trago a mi bebida para no hacer una estupidez. Vamos, una estupidez aún más gorda que emborracharme con el padre alcohólico de mi novia.
Esta familia y su manía de hacer preguntas.
—Una —le digo.
—¿De verdad te han expulsado hoy de la facultad?
Miro el letrero de neón de la cerveza Pabst y medito la pregunta, deseando no haberme tomado cuatro..., no, cinco copas.
—No, pero ella cree que sí —confieso.
—Y ¿por qué lo cree?
«Maldito entrometido.»
—Porque yo se lo he dicho. —Me vuelvo hacia él y añado con mirada inexpresiva—: Se acabaron las confesiones por hoy.
—Como quieras. —Sonríe y levanta la copa para brindar conmigo, pero yo aparto la mía y meneo la cabeza.
Por cómo se ríe, sé que no esperaba que brindara con él y que le parezco muy divertida. A mí él, en cambio, me resulta muy molesto. Una mujer de su misma edad aparece entonces a su lado y se sienta en el taburete vacío que hay al lado. Le pasa un delgado brazo por los hombros y lo saluda efusivamente. No me parece una sin techo, pero está claro que conoce a Ricardo. Seguro que él se pasa el día en este bar de mala muerte. Aprovecho que está distraído para ver si tengo algún mensaje de Santana. Nada. Es un alivio, pero no me gusta que no haya intentado hablar conmigo. Es un alivio porque estoy borracha, pero no me gusta porque ya la añoro. Con cada copa de whisky que me echo al gazBlaine, la deseo más y más y el vacío de su ausencia se hace más grande. «Joder, pero ¿qué me ha hecho?»
Es de lo más insistente, siempre buscándome las cosquillas. Es como si se sentara a pensar en nuevas maneras de sacarme de quicio. De hecho, es probable que lo haga. Seguro que se sienta en la cama con las piernas cruzadas y su estúpida agenda en el regazo, un bolígrafo entre los dientes, otro en la oreja, y anota cosas que hacer o que decir para volverme loca.
Llevamos cinco meses juntas, cinco meses. Es una eternidad, mucho más tiempo del que me creía capaz de estar con alguien. Es verdad que no hemos estado saliendo todo ese tiempo y que hemos pasado, más bien malgastado, meses por mi culpa por intentar mantenerme alejada de ella. La voz de Ricardo interrumpe entonces mis pensamientos.
—Te presento a Nancy.
Saludo con la cabeza a la mujer y bajo la vista hacia la madera oscura de la barra.
—Nancy, esta joven tan educada es Brittany. Es la novia de Sanny —dice muy orgulloso.
¿Cómo es que está orgulloso de que salga con su hija?
—¡Sanny tiene novia! ¿La has traído? Me encantaría conocerla al fin —exclama la mujer—.
¡Ricardo me ha hablado mucho de ella!
—No ha venido —mascullo.
—Qué pena. ¿Qué tal su fiesta de cumpleaños? Fue el fin de semana pasado, ¿verdad?
«¿Qué?»
Ricardo me suplica con la mirada que le siga la corriente, es evidente que la tiene engañada.
—Sí, estuvo bien —contesta por mí antes de terminarse la copa.
—Qué bien —dice Nancy señalando la entrada—. ¡Mira, ahí está!
Mis ojos vuelan hacia la puerta y por un instante creo que está hablando de Santana, cosa que no tiene sentido. No la conoce. Una rubia delgaducha se acerca a nosotros desde la otra punta del bar. Este puñetero garito se está llenando demasiado.
Levanto el vaso vacío.
—Otra.
La camarera pone los ojos en blanco y susurra «Idiota», pero me sirve otra.
—Te presento a mi hija, Shannon —dice Nancy.
Shannon me mira de arriba abajo. Lleva tanto rímel que parece que lleve arañas pegadas a los párpados.
—Shannon, te presento a Brittany —dice Ricardo, pero no muevo un dedo para saludarla.
Hace muchos meses es probable que le hubiera prestado un mínimo de atención a esta chica tan desesperada. Es posible que le hubiera permitido chupármela en el baño asqueroso de este bar. Pero ahora sólo quiero que deje de mirarme.
—A menos que te la quites, no creo que puedas enseñar más —le digo refiriéndome al modo
ridículo en que le da tirones al bajo de su camiseta para lucir el escaso canalillo que Dios le ha dado.
—¿Perdona? —resopla llevándose las manos a las estrechas caderas.
—Ya me has oído.
—Vale, vale. Haya paz —dice Ricardo levantando las manos.
Y, con eso, Nancy y el pendón de su hija se van a buscar una mesa.
—De nada —le digo, pero él menea la cabeza.
—Eres una cabrona desagradable. —Y, sin darme tiempo a reaccionar, añade—: Como a mí me gustan.
Tres copas más tarde, apenas si me tengo en el taburete. Ricardo, que es un profesional de la bebida, parece tener el mismo problema y se inclina peligrosamente hacia mí.
—Así que cuando me soltaron al día siguiente... ¡tuve que caminar cinco kilómetros! Y encima bajo la lluvia...
Sigue y sigue contándome la última vez que lo arrestaron. Yo sigo bebiendo y fingiendo que no se dirige a mí.
—Si tengo que guardarte el secreto, al menos deberías contarme por qué le has dicho a Sanny que te han expulsado —dice al fin.
Ya sabía yo que iba a esperar a tenerme como una cuba antes de volver a sacar el tema.
—Así es más fácil —confieso.
—¿Cómo es eso?
—Porque quiero que se venga conmigo a Inglaterra y no le entusiasma la idea.
—No lo entiendo. —Me pellizca la nariz.
—Tu hija quiere dejarme y no puedo consentirlo.
—Por eso le has dicho que te han echado de la universidad, para que se vaya a Inglaterra contigo.
—Básicamente.
Mira su copa y luego a mí.
—Menuda estupidez.
—Lo sé. —Y dicho en voz alta aún suena más ridículo pero, a veces, en mi cabeza demente, tiene sentido—. Además, ¿quién eres tú para darme consejos? —le suelto.
—Nadie. Sólo digo que, si sigues así, acabarás como yo.
Quiero decirle que cierre el pico y se meta en sus asuntos, pero cuando levanto la vista vuelvo a ver ese parecido que he notado cuando nos hemos sentado a la barra. Mierda.
—No se lo digas —le recuerdo.
—No lo haré. —Se vuelve hacia Betsy—. Otra ronda.
Ella le sonríe y nos prepara las bebidas. No creo que pueda tomarme otra.
—Yo ya me he tomado la última. Ahora mismo tienes tres ojos —le digo.
Se encoge de hombros.
—Así salgo a más.
«Soy una novia penosa», pienso para mis adentros mientras me pregunto qué estará haciendo Sanny, quiero decir Santana, en este momento.
—Soy un padre penoso —dice Ricardo.
Estoy demasiado borracha para comprender la diferencia entre pensar y hablar, así que no sé si lo que ha dicho es pura coincidencia o si yo he pensado en voz alta...
—Levanta —dice una voz áspera a la izquierda de Ricardo.
Es un hombre bajito y arisco con una barba aún más tupida que la de mi compañero de borrachera.
—No hay más taburetes, amigo —le contesta Ricardo lentamente.
—Pues por eso, levanta —amenaza el hombre.
«Mierda, ahora, no. No, por favor.»
—No vamos a levantarnos —le digo al tipejo para que se vaya.
Entonces el hombre comete el error de agarrar a Ricardo del cuello de la camisa y tirar para ponerlo en pie.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 10
Santana
El camino de vuelta al coche después de yoga se me hace más largo que de costumbre. La expulsión de Brittany y el traslado a Seattle se me han olvidado durante la meditación, pero ahora, lejos de la clase, vuelvo a cargar con ese peso en las espaldas, multiplicado por diez.
En cuanto salgo de la plaza de aparcamiento el móvil vibra en el asiento del acompañante.
«Brittany.»
—¿Diga? —Cambio de marcha.
Pero es una voz de mujer la que ladra al otro lado, y se me para el corazón.
—¿Eres Santana?
—¿Sí?
—Vale. Tengo a tu padre y a...
—Su novia —gruñe Brittany de fondo.
—Sí, a tu novia —dice con socarronería—. Necesito que vengas a recogerlos antes de que alguien llame a la policía.
—¿A la policía? ¿Dónde están? —Vuelvo a cambiar de marcha.
—En Dizzy’s, en la avenida Lamar; ¿conoces el sitio?
—No, pero lo buscaré en Google.
—Ya, claro.
Paso de su actitud. Cuelgo y busco la dirección del bar.
«¿Qué demonios hacen Brittany y mi padre en un bar a las tres de la tarde? Y ¿cómo es que están juntos?» No tiene sentido. Y ¿qué pinta la policía en todo esto? ¿Qué han hecho? Debería habérselo preguntado a la mujer del teléfono. Sólo espero que no se hayan peleado la una con el otro. Es lo último que necesitamos.
Para cuando me acerco al bar, me he puesto en lo peor y he llegado a la conclusión de que Brittany ha asesinado a mi padre o viceversa. No hay policías en la puerta del pequeño bar, buena señal. Supongo. Aparco directamente delante del edificio y me apresuro a entrar. Desearía llevar una sudadera y no una mísera camiseta.
—¡Ahí está! —exclama mi padre visiblemente contento.
Se tambalea hacia mí. Va pedo.
—¡Deberías haberlo visto, Sanny! —Aplaude—. ¡Brittany sabe patear un culo!
—¿Dónde está...? —empiezo a decir, pero entonces se abre la puerta del servicio y sale Brittany, limpiándose las manos ensangrentadas en una toalla de papel manchada de rojo.
—¡¿Qué ha pasado?! —le grito desde la otra punta del bar.
—Nada... Tranquilízate.
Abro una boca de palmo y me acerco a ella.
—¿Estás borracha? —pregunto, y me aproximo más para mirarla bien a los ojos: los tiene rojos.
Desvía la mirada.
—Puede.
—¡Esto es increíble! —Cruzo los brazos cuando intenta cogerme de la mano.
—Oye, deberías darme las gracias por haber cuidado de tu padre. Ahora mismo estaría rodando por el suelo de no haber sido por mí. —Señala a un hombre que está sentado en el suelo sujetándose una bolsa de hielo contra la mejilla.
—No tengo que agradecerte nada, ¡estás borracha a media tarde! Y te has emborrachado nada menos que con mi padre. Pero ¿a ti qué coño te pasa?
Me aparto de ella de dos zancadas y vuelvo a la barra, donde mi padre espera sentado.
—No te enfades con ella, Sanny, te quiere —la defiende mi padre.
«Pero ¿qué demonios pasa aquí?»
Brittany se acerca, cierro los puños, bajo los brazos y grito:
—¡¿Qué pasa? ¿Os habéis puesto pedo juntos y ahora sois amigos del alma?! ¡Ninguno de los dos debería beber!
—Nena... —me dice Brittany al oído intentando rodearme con el brazo.
—Oye —avisa la mujer que hay detrás de la barra mientras la golpea para llamar mi atención—.Sácalos de aquí.
Asiento y les lanzo miradas asesinas a los dos borrachos idiotas que me han tocado en suerte. Mi padre tiene las mejillas sonrosadas, como si le hubieran pegado, y a Brittany ya se le están hinchando las manos.
—Puedes venir a casa a dormir la mona, pero este comportamiento es inaceptable.
—Quiero echarles la bronca a los dos por comportarse como unos críos-
—. Debería daros vergüenza.
Salgo del pequeño y pestilente lugar y estoy en el coche antes de que ellos hayan conseguido llegar a la puerta. Brittany mira mal a mi padre cuando el hombre intenta apoyarse en su hombro. Me meto en el coche asqueada.
La embriaguez de Brittany me pone de los nervios, sé cómo se pone cuando está borracha y no sé si la he visto alguna vez tan bebida, ni siquiera el día que destrozó la porcelana de casa de su padre. Añoro los días en los que sólo bebía agua en las fiestas. Tenemos bastantes problemas entre manos, y que vuelva a beber no hace más que echar leña al fuego.
Por lo visto, mi padre ha pasado de ser un borracho con muy mala leche a ser uno de esos borrachos que cuentan chistes interminables de mal gusto y sin ninguna gracia. Se pasa el trayecto a casa riéndose a carcajadas de sus propias palabras, con Brittany uniéndose a la fiesta de vez en cuando. No me imaginaba que el día fuera a ser así. No sé cómo es que Brittany se ha encariñado con él, pero ahora que los veo a los dos borrachos a plena luz del día, su «amistad» no me gusta un pelo. Cuando llegamos a casa dejo a mi padre en la cocina, comiéndose los cereales de Brittany, y me voy al dormitorio, donde parece que empiezan y acaban todas nuestras discusiones.
—Santana —empieza a decir Brittany en cuanto cierro la puerta.
—No me hables —le digo con frialdad.
—No te enfades conmigo, sólo estábamos echando un trago —dice en tono juguetón. No estoy de humor.
—¿Sólo un trago? ¿Con mi padre, un alcohólico con el que estoy intentando construir una relación, al que quería tratar de convencer de que dejara la bebida? ¿Es con ese hombre con el que sólo te estabas tomando un trago?
—Nena...
Niego con la cabeza.
—Nada de «nena». Me parece fatal.
—No ha pasado nada —me dice enroscando los dedos en mi brazo para atraerme hacia sí pero, cuando la aparto, trastabilla y cae sobre la cama.
—Brittany, ¡te has metido en una pelea otra vez!
—No ha sido gran cosa. ¿A quién le importa?
—A mí. Me importa a mí.
Me mira desde el borde de la cama, con los ojos azules veteados de rojo, y dice:
—Si tanto te importo, ¿por qué vas a dejarme?
El alma se me cae un poquito más a los pies, ya toca el suelo.
—No voy a dejarte, te he pedido que te vengas conmigo —suspiro.
—Pero no quiero —gimotea.
—Ya lo sé pero, sin contarte a ti, es lo único que me queda.
—Me casaré contigo. —Busca mi mano, pero retrocedo.
Se me corta la respiración. Estoy segura de que no lo he oído bien.
—¿Cómo dices?
Levanto las manos para que no se me acerque más.
—He dicho que me casaré contigo si me eliges a mí. —Se pone en pie y se me acerca.
Sus palabras me excitan, aunque en el fondo sé que no significan nada por todo el alcohol que fluye por sus venas.
—Estás borracha —le digo.
Sólo se ofrece a casarse conmigo porque está borracha, lo que es mucho peor que no ofrecerse en absoluto.
—¿Y qué? Aun así, va en serio.
—No, no va en serio. —Niego con la cabeza y la esquivo otra vez.
—Sí, va en serio. Ahora no, claro está... ¿Qué tal dentro de cinco o seis años? —Se rasca la frente con el pulgar, pensativa.
Pongo los ojos en blanco. A pesar de que se me acelera el pulso, este último detalle, la puntilla de que se ofrezca a casarse conmigo dentro de «cinco o seis años» me demuestra que, a pesar de que intenta convencerme de lo contrario en su embriaguez, la realidad vuelve a asentarse en su cabeza.
—Mañana me lo cuentas —le digo a sabiendas de que no se acordará.
—¿Llevarás esos pantalones? —Sus labios dibujan una sonrisa traviesa.
—No, y no empieces a hablar de los puñeteros pantalones.
—Tú eres quien se los pone. Sabes muy bien lo que pienso de ellos.
—Se mira la entrepierna, luego se la señala y me observa con las cejas enarcadas.
Juguetóna, tentadora, borracha... Brittany es adorable, pero no lo bastante como para conseguir que dé mi brazo a torcer.
—Ven aquí —me suplica fingiendo hacer pucheros.
—No. Sigo enfadada contigo.
—Venga, Sanny. No te enfades. —Se echa a reír y se frota los ojos con el dorso de la mano.
—Si cualquiera de los dos vuelve a llamarme así, te juro que...
—Sanny, ¿qué te pasa, Sanny? ¿No te gusta que te llamen Sanny, Sanny?
Sonríe de oreja a oreja y siento que, cuanto más la miro, más me flaquean las fuerzas.
—¿No vas a dejar que te quite los pantalones?
—No. Tengo muchas cosas que hacer, y que me quites los pantalones no está entre ellas. Te diría que te vinieras, pero has decidido coger la gran borrachera con mi padre, así que ahora tengo que ir sola.
—¿Vas a salir? —Su voz es aterciopelada pero ronca, grave por el alcohol.
—Sí.
—Pero no vas a ir así vestida.
—Sí, voy a ir así. Puedo vestirme como me dé la real gana. —Cojo una sudadera y las llaves de Brittany, por si intenta conducir—. Volveré luego, no hagas ninguna tontería porque no pienso sacaros ni a ti ni a mi padre de la cárcel.
—Qué atrevida. Me gusta, pero se me ocurren otras cosas para hacer con esa boca tan insolente que tienes.
—Cuando paso de su comentario soez, me suplica-
—: Quédate aquí conmigo.
Salgo rápidamente de la habitación antes de que me convenza para que me quede. La oigo llamarme «Sanny» cuando llego a la puerta de entrada y tengo que taparme la boca para disimular la carcajada que se me escapa. Ése es mi problema: cuando se trata de Brittany, mi cerebro no distingue el bien del mal.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Los borrachos dicen la.verdad y britt quiere boda!!!...
Bueno parece que cada una elijo nobmas, san mudarce y britt seguir estudiando o irse a Inglaterra!!.. Espero que le diga que no la expulsaron
Mmmmm es bueno que empiecen a llevarce bien con el suegro britt pero no de esa forma creo....
Espero que no aya mas secretos la caja de pandora se esta quedando corta a estas alturas!
Bueno parece que cada una elijo nobmas, san mudarce y britt seguir estudiando o irse a Inglaterra!!.. Espero que le diga que no la expulsaron
Mmmmm es bueno que empiecen a llevarce bien con el suegro britt pero no de esa forma creo....
Espero que no aya mas secretos la caja de pandora se esta quedando corta a estas alturas!
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Bueno no se que decir, britt miente pq no parece saber hacer nada mas para conseguir las cosas, santana cree que ella si puede decidir por las dos y de dani estoy hasta los ovarios, deberia desaparecer ya, aunque me intriga lo que dijo el profesor, en fin.... hasta la proxima!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
3:) escribió:Los borrachos dicen la.verdad y britt quiere boda!!!...
Bueno parece que cada una elijo nobmas, san mudarce y britt seguir estudiando o irse a Inglaterra!!.. Espero que le diga que no la expulsaron
Mmmmm es bueno que empiecen a llevarce bien con el suegro britt pero no de esa forma creo....
Espero que no aya mas secretos la caja de pandora se esta quedando corta a estas alturas!
Hey, sip es cierto los borrachos dicen la verdad, pero Britt la esta c.... mucho creo que esta parte de la historia sera mucho menos llamativa por los conflictos que se van a presentar y creo que seran muchos, y que decir caja de pandora ese termino le quedo chiquito, Brittany y Santana con sus pleitos son un tifon.....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
micky morales escribió:Bueno no se que decir, britt miente pq no parece saber hacer nada mas para conseguir las cosas, santana cree que ella si puede decidir por las dos y de dani estoy hasta los ovarios, deberia desaparecer ya, aunque me intriga lo que dijo el profesor, en fin.... hasta la proxima!!!!
Bueno, yo tampoco se que decir, solo que estoy segura de que esta parte de la historia sera menos atractiva ya que parece que el titulo correcto debio ser MAS PROBLEMAS ENTRE BRITTANY Y SANTANA.
Yo quiero que desenmascaren a Dany, no se porque siempre tratan de cubrirla, incluso Brittany que no le dice las cosas claras a Santana, y de esta ultima pues que decir, estan matando la relacion.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 11
Santana
Para cuando llego al coche, desearía haberme quedado en el dormitorio con la Brittany juguetóna. Sin embargo, tengo demasiadas cosas que hacer. Tengo que devolverle la llamada a la mujer del apartamento de Seattle, comprar un par de cosas para el viaje con la familia de Brittany y, lo más importante de todo, aclararme sobre Seattle. Que Brittany se haya ofrecido a casarse conmigo me ha conmovido de verdad, pero sé que no quiere casarse mañana mismo. Estoy intentando desesperadamente no darle más vueltas a lo que ha dicho para no dejar que me haga cambiar de opinión, pero me resulta mucho más duro de lo que imaginaba.
«Me casaré contigo si me eliges a mí.»
Me ha sorprendido. La verdad es que me ha dejado de piedra. Parecía muy tranquila, con un tono de voz neutro, como si estuviera anunciando lo que íbamos a cenar. Aunque empiezo a conocerla bien: sé que comienza a desesperarse. El alcohol y la desesperación por evitar que me mude a Seattle son las únicas razones por las que me ha pedido la mano. Aun así, no puedo dejar de repetírmelo mentalmente. Ya, ya sé que es patético pero, para ser sincera, esa mezcla de esperanza y de conocerla bien es mucho mejor que como me siento ahora mismo. Para cuando llego a Target, aún no he llamado a Sandra (creo que ése era su nombre) para hablar del apartamento. Por las fotos que he visto en la web, parece un buen sitio. No es tan grande como nuestro apartamento actual, pero está bastante bien y puedo pagarlo yo sola. No tiene estanterías en lugar de paredes ni el ladrillo visto que tanto me gusta, pero servirá.
Estoy lista para esto, para Seattle. Estoy lista para dar un paso hacia mi futuro. Llevo esperando esto desde que tengo uso de razón. Recorro la tienda mientras sueño despierta con Seattle y con mi situación, y de repente me doy cuenta de que tengo la cesta llena de cosas que no necesito. Pastillas para el lavavajillas, pasta de dientes, un recogedor nuevo... ¿Para qué voy a comprar todo esto si estoy a punto de mudarme? Dejo el recogedor en su sitio, junto con unos calcetines de colores que no sé por qué los he cogido. Si Brittany no se viene conmigo, tendré que empezar de cero y comprar platos nuevos y todo lo demás. Es un alivio que el apartamento esté amueblado, porque eso elimina al menos doce cosas de mi lista de tareas. Después de Target no sé muy bien qué hacer. No quiero volver al apartamento con Brittany y mi padre, pero tampoco tengo otro sitio adonde ir. Voy a pasar tres días con Ryder, Ken y Karen, así que no me apetece ir a su casa a molestarlos. Necesito amigos con urgencia. Al menos, uno. Podría llamar a Kimberly, pero estará ocupada con su mudanza. Es una chica con suerte. Sé que es la empresa de Christian la que la lleva a Seattle pero, por el modo en que la mira, la seguiría al fin del mundo. Mientras busco en el móvil el número de Sandra, casi marco por accidente el de Rachel. Me pregunto qué estará haciendo. A Brittany le daría un ataque si la llamo para salir un rato. Claro que tampoco está en posición de decirme lo que debo hacer después de haberse emborrachado y haberse metido en una pelea en mitad del día.
Decido llamarla. Y lo coge enseguida.
—¡Santana! ¿Qué haces, chica? —dice muy alto, intentando que se la oiga entre el barullo.
—Nada, estoy sentada en el aparcamiento de Target.
—Menuda juerga, ¿eh? —Se ríe.
—La verdad es que no. Y ¿tú qué haces?
—Nada, voy a comer con alguien.
—Ah, vale. Oye, llámame cuando acabes —le digo.
—Puedes venir a comer con nosotros, hemos quedado en el Applebee’s que hay a la salida del campus.
El Applebee’s me recuerda a Dany, pero la comida estaba deliciosa y no he tomado nada en todo el día.
—Vale, ¿seguro que no te importa? —pregunto.
Oigo una puerta que se cierra de fondo.
—¡Seguro! Trae tu culo aquí. Llegaremos en quince minutos.
Llamo a Sandra de vuelta al campus y le dejo un mensaje en el buzón de voz. No puedo ignorar el alivio que siento cuando, en vez de responderme una persona de carne y hueso, salta el buzón de voz, pero no sé muy bien por qué me siento así.
Para cuando llego, en el Applebee’s no cabe un alfiler, y no veo el pelo rojo de Rachel por ningún lado, así que le doy mi nombre a la camarera.
—¿Cuántos van a ser? —Me pregunta amablemente.
—Tres, creo. —Rachel ha dicho que había quedado con alguien, supongo que se refería a una sola persona.
—Muy bien, tengo un reservado libre. Puede sentarse allí si quiere. —La chica sonríe y coge cuatro menús del estante que tiene detrás.
La sigo al reservado que está al fondo del restaurante y espero a que llegue Rachel. Miro el móvil por si hay noticias de Brittany, pero nada. Seguro que está durmiendo la mona. Cuando levanto la vista, la adrenalina se me dispara al ver una cabeza rosa chillón
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 12
Brittany
Abro un armario de la cocina en busca de comida. Necesito algo que absorba el alcohol que corre por mis venas.
—Está furiosa con nosotros —dice Ricardo.
—Sí.
No puedo evitar sonreír al recordar sus mejillas encendidas, sus pequeños puños apretados. Estaba que echaba humo.
No tiene gracia. Bueno, sí que la tiene, sólo que no debería.
—¿Mi hija es rencorosa?
Me lo quedo mirando un instante. Es raro que un padre tenga que preguntarle a la novia por las costumbres de su hija.
—Es evidente que no. Estás en nuestra cocina comiéndote mis cereales.
Agito la caja vacía y sonríe.
—Tienes razón —dice.
—Sí, suelo tenerla. —Nada más lejos de la realidad.
—Debe de ser un asco haber reaparecido cuando sólo faltan unos días para que se traslade —le digo metiendo una fiambrera en el microondas.
No sé muy bien qué contiene, pero me muero de hambre, estoy demasiado borracha para cocinar y Santana no está aquí para prepararme nada. «¿Qué coño voy a hacer cuando me abandone?»
—Lo es —dice haciendo una mueca—. Aunque me alegro de que Seattle no esté muy lejos.
—Pero Inglaterra sí lo está.
Tras una larga pausa, dice:
—No va a irse a Inglaterra.
Lo miro como diciendo «Que te den».
—Y tú ¿qué coño sabes? ¿Cuánto hace que la conoces?, ¿dos días? —Estoy a punto de explayarme cuando el molesto pitido del microondas nos interrumpe.
—Conozco bien a su madre, y ella no se iría a Inglaterra.
Ha vuelto a ser el borracho pesado de ayer.
—Santana no es su madre, yo no soy tú.
—Ya —dice, y se encoge de hombros.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 13
Santana
Kitty. Rezo para que esté aquí por pura casualidad, pero cuando Rachel aparece detrás de ella, me encojo en el reservado.
—¡Hola, Santana! —saluda Rachel sentándose en el sitio de enfrente y pegándose a la pared para que «alguien» pueda sentarse a su lado.
«¿Por qué me habrá invitado a comer con ella y con Kitty?»
—Cuánto tiempo sin verte —me dice el putón de Kitty.
No sé qué decirles a ninguna de las dos. Quiero levantarme y marcharme, pero me limito a sonreír y a responder:
—Sí.
—¿Has pedido ya? —me pregunta Rachel haciendo caso omiso del hecho de que ha traído consigo a mi archienemiga, a mi única enemiga, en realidad.
—No. —Cojo el bolso para buscar el móvil.
—Oye, no hace falta que llames a tu mamasita, no muerdo —se mofa Kitty.
—No iba a llamar a Brittany —le digo. En realidad, iba a enviarle un mensaje. Son cosas muy distintas.
—Ya, claro —contesta, y se ríe.
—Para —salta Rachel—. Kitty, has dicho que ibas a comportarte.
—¿Por qué has venido? —le pregunto a la chica a la que detesto más que a nadie en el mundo.
Se encoge de hombros.
—Tengo hambre —responde tan tranquila. Está claro que esta arpía se burla de mí.
Cojo la sudadera y me dispongo a levantarme.
—Será mejor que me vaya.
—¡No, quédate! Por favor... Estás a punto de mudarte y no volveré a verte —dice Rachel haciendo pucheros.
—¿Qué?
—Te vas dentro de unos días, ¿no?
—¿Quién te lo ha contado?
Kitty y Rachel se miran la una a la otra.
—Dany, creo —dice Rachel—. No importa. Creía que me lo ibas a contar tú.
—Iba a hacerlo, pero han pasado muchas cosas. Mi idea era contártelo hoy... —digo, y entonces miro a Kitty como si quisiera explicar por qué no lo he hecho.
—Pues me habría gustado enterarme por ti. Yo fui tu primera amiga aquí. —Rachel saca el labio inferior en un gesto que me hace sentir mal y que parece un poco cómico, así que doy las gracias cuando la camarera llega para preguntarnos qué queremos para beber.
Mientras Kitty y Rachel piden sus refrescos, le mando un mensaje a Brittany.
Imagino que estarás durmiendo la mona en el sofá, pero estoy comiendo con Rachel y se ha traído a Kitty.
Le doy a «Enviar» y miro a las dos chicas.
—¿Estás emocionada? —me pregunta entonces Rachel—. ¿Qué vais a hacer Brittany y tú?
Me encojo de hombros y miro a un lado y a otro. No voy a hablar de mi relación delante de la hija de Satanás.
—Puedes hablar delante de mí. Créeme, tu vida petarda no me interesa lo más mínimo —resopla Kitty, y bebe un trago de agua.
—¿Que te crea? —Me echo a reír y mi móvil vibra.
Es Brittany.
Vuelve a casa.
No sé qué esperaba que me dijera, pero su consejo, o más bien que no me haya dado ninguno, me decepciona. Le contesto:
No, tengo hambre.
—Mira, Brittany y tú sois muy monas y todo eso, pero vuestra relación me importa un rábano —me informa Kitty—. Ahora tengo mi propia relación de la que preocuparme.
—Genial. Me alegro por ti.
Qué pena me da el pobre diablo que haya caído en sus garras.
—Hablando de tu relación, Kitty, ¿cuándo vamos a conocer al chico misterioso? —le pregunta Rachel. Kitty se la quita de encima con un gesto de la mano.
—No lo sé. Hoy, no.
La camarera vuelve con nuestras bebidas y nos toma nota. En cuanto se va, Kitty se vuelve hacia mí, su verdadera presa.
—¿Te ha cabreado mucho que Dany esté planeando meter a Brittany entre rejas? —me pregunta, y casi me atraganto con el agua.
La idea de que Brittany vaya a la cárcel me hiela la sangre en las venas.
—Estoy intentando evitarlo.
—Te deseo buena suerte. A menos que tu plan consista en follarte a Dany, no creo que haya nada que puedas hacer —vuelve a burlarse de mí y golpea la mesa con sus uñas verde fluorescente.
—Eso no es posible —rujo.
“Aquí tengo algo que puedes comerte. De verdad, vuelve antes de que pase cualquier cosa y yo no pueda salvarte.”
¿Salvarme de qué? ¿De Kitty y de Rachel? Rachel es mi amiga, y ya he demostrado que soy capaz de comerme a Kitty con patatas, y no dudaré en volver a hacerlo si es necesario. Es odiosa y no la soporto, pero ya no me da ningún miedo. Por el mensaje obsceno de Brittany, sé que sigue borracha. Al ver que no le contesto, me envía otro: “Sal de ahí, lo digo en serio”.
Guardo mi móvil en el bolso y me concentro en las chicas.
—Ya lo has hecho una vez —insiste Kitty—, ¿qué problema hay?
—¿Perdona? —le digo.
—Eh, que no te juzgo. Yo me he tirado a Brittany y también a Dany —me recuerda.
Estoy tan frustrada que quiero gritar.
—No me he acostado con Dany —mascullo.
—Ya, ya... —dice Kitty, y Rachel le lanza dagas por los ojos.
—¿Quién te ha dicho eso? ¿Quién os ha dicho que me he acostado con Dany? —les pregunto.
—Nadie —contesta Rachel antes de que Kitty pueda abrir la boca—. Ya basta de hablar de Dany.
Quiero que me hables de Seattle. ¿Brittany se va contigo?
—Sí —miento. No quiero admitir, y menos delante de Kitty, que Brittany se niega a venir conmigo a Seattle.
—Así que os vais a marchar las dos. Será muy raro no teneros por aquí —dice Rachel con el ceño fruncido.
Será raro empezar de cero en otra universidad después de todo lo que ha pasado en la WCU. Pero es justo lo que necesito, empezar de cero. Esta ciudad está viciada por los recuerdos de traiciones y falsos amigos.
—Deberíamos quedar todos este fin de semana, la última fiesta —dice Rachel.
Gruño en protesta.
—No, nada de fiestas.
—No, no será una fiesta. Sólo la pandilla de siempre. —Me mira con algo similar a una súplica en sus ojos—. Seamos sinceras: lo más probable es que no volvamos a vernos, y Brittany debería volver a salir con sus amigos al menos una última vez.
Vacilo y tengo que desviar la mirada hacia la barra.
La voz de Kitty pone fin al silencio:
—No sufras, que yo no estaré.
Vuelvo a mirarlas y en ese preciso instante llega nuestra comida.
Pero he perdido el apetito. «¿De verdad va diciendo la gente por ahí que me he acostado con Dany? ¿Habrá oído Brittany los rumores? ¿Será Dany capaz de meter realmente a Brittany en la cárcel?» Me duele la cabeza.
Rachel se come unas patatas fritas y, sin haber terminado de masticarlas, dice:
—Háblalo con Brittany y dime algo. Podríamos quedar en el apartamento de alguien, incluso en el de Quinn y Blaine. Así no aparecerá ningún idiota inesperado.
—Se lo preguntaré... Pero no sé si querrá.
Bajo la vista a la pantalla del móvil. Tres llamadas perdidas. Un mensaje:
-Contesta cuando te llamo.
-Volveré en cuanto acabe de comer, cálmate. Bebe agua.
Le respondo y me como un par de patatas fritas.
Pero a Kitty le puede la tensión y empieza a cantar como un canario.
—Seguro que le gusta la idea. Nosotros éramos sus amigos hasta que tú llegaste y lo estropeaste.
—Yo no lo estropeé.
—Vaya que no. Está muy cambiada, y ya ni siquiera nos llama.
—Sus amigos... —me burlo—. A ella tampoco la llama nadie. El único que habla con ella de vez en cuando es Blaine.
—Eso es porque sabemos... —empieza a decir Kitty.
Pero Rachel levanta las manos.
—Basta, joder —protesta masajeándose las sienes.
—Voy a pedir que me lo envuelvan para llevar. Ha sido mala idea quedar —le digo.
No sé en qué estaba pensando al traer a Kitty, al menos podría haberme avisado.
Rachel me mira comprensiva.
—Lo siento, Santana. Creía que os llevaríais bien ahora que ya no le interesa tirarse a Brittany. —Mira a Kitty, que se encoge de hombros.
—Nos llevamos mejor que antes.
Quiero partirle la cara de cretina que tiene, pero el móvil de Rachel interrumpe mis pensamientos violentos.
Una mirada de perplejidad le cruza la cara. Luego dice:
—Es Brittany, me está llamando. —Me acerca el teléfono para que lo vea.
—No he respondido a sus mensajes. La llamo enseguida —le digo.
Rachel asiente e ignora la llamada.
—Es una acosadora —dice Kitty hincando los dientes en una patata.
Me muerdo la lengua y le pido a la camarera que me lo envuelva para llevar. Apenas he tocado la comida, pero no quiero montar una escena en un restaurante.
—Piensa acerca de lo del sábado, por favor. Podríamos organizar una cena en vez de una fiesta — se ofrece Rachel. Luego me dedica su mejor sonrisa—. Por favor...
—Veré qué puedo hacer, pero nos vamos de viaje y no volveremos hasta el viernes por la tarde.
Asiente de nuevo.
—Tú eliges día y hora.
—Gracias. Ya te aviso —le digo, y pago mi parte de la cuenta.
No me gusta la idea pero, en cierto sentido, tiene razón. No vamos a volver a vernos. Brittany va a marcharse, tal vez no a Seattle, pero ahora que la han expulsado tampoco va a quedarse aquí, y debería ver a su grupo de amigos por última vez.
—Está llamando de nuevo —me dice Rachel. No se molesta en ocultar que le parece muy divertido.
—Dile que estoy de camino.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta.
Cuando me vuelvo, Kitty y ella están hablando con el móvil de Rachel encima de la mesa.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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