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Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
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marthagr81@yahoo.es
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 75
Santana
Después de pasar media tarde al teléfono con Brittany y de no haber trabajado nada, mi primer día en la nueva oficina acaba y espero pacientemente a Trevor en la puerta de mi despacho. Brittany estaba tan tranquila, parecía tan segura de sí mismo... como si estuviera concentrada en algo. De pie en el pasillo, no puedo contener la alegría por seguir en contacto; es mucho mejor ahora que no nos estamos evitando la una a la otra. En el fondo sé que no será siempre tan fácil, hablando así, engañándome a mí misma con pequeñas dosis de Brittany cuando en realidad la quiero a ella, toda ella, todo el tiempo. Quiero que esté aquí conmigo, abrazándome, besándome, haciéndome reír.
Así es como debe de funcionar la negación.
Por ahora me conformo con esto. Está bastante bien comparado con mi otra opción: la tristeza.
Suspiro y recuesto la cabeza contra la pared mientras continúo esperando. Estoy empezando a desear no haberle preguntado a Trevor si estaba libre después del trabajo. Preferiría estar en casa de Kimberly hablando con Brittany. Ojalá me hubiera acompañado, así sería ella quien vendría a recogerme.
Podría tener una oficina cerca de la mía, podría pasarse por aquí varias veces al día y, entre visitas, yo buscaría excusas para ir a la suya. Estoy segura de que Christian le daría un trabajo a Brittany si se lo pidiera. Un par de veces dejó bastante claro que quería que Brittany volviera a trabajar para él.
Podríamos comer juntas, tal vez incluso recrear algunos de los recuerdos que compartimos en la antigua oficina. Empiezo a imaginar a Brittany a mi espalda, yo doblada sobre la superficie de mi escritorio, mi cabello fuertemente atrapado en su puño...
—Siento llegar un poco tarde, la reunión se ha alargado. —Trevor interrumpe mi ensueño y doy un salto por la sorpresa y la vergüenza.
—Oh, hum..., no pasa nada, sólo estaba... —me acomodo un mechón de cabello tras la oreja y trago saliva— esperando.
Si supiera lo que estaba pensando... Menos mal que no tiene ni idea. Ni siquiera sé de dónde han salido esos pensamientos.
Trevor inclina la cabeza a un lado, echando un vistazo hacia el pasillo vacío.
—¿Lista para irnos?
—Sí.
Charlamos de banalidades mientras recorremos el edificio. Casi todo el mundo ha acabado su jornada, dejando la oficina en silencio. Trevor me habla del nuevo empleo de su hermano en Ohio y también me cuenta que ha ido a comprarse un traje para la boda de una compañera de trabajo, Krystal, que se casa el próximo mes. No sé por qué me pregunto cuántos trajes debe de tener Trevor.
Cuando llegamos a nuestros coches, sigo el BMW de Trevor mientras conduce a través de la congestionada ciudad hasta finalmente llegar al pequeño barrio de Ballard. Según los blogs que había leído antes de mudarme, es uno de los barrios más hippies de Seattle. Cafeterías, restaurantes vegetarianos y bares hipsters flanquean las estrechas calles. Entro con mi coche en el garaje que hay bajo el edificio de apartamentos de Trevor y me río al recordar que se ofreció a buscarme uno en este sitio tan caro.
Él sonríe y señala su traje.
—Obviamente necesito cambiarme.
Una vez en su apartamento, él desaparece y yo curioseo por su carísimo salón. Fotografías de familia y artículos recortados de periódicos y revistas llenan la repisa de su chimenea; una intrincada pieza hecha de botellas de vino fundidas y moldeadas ocupa toda la mesita de café. No hay ninguna esquina donde se permita la acumulación de polvo. Estoy impresionada.
—¡Listo! —anuncia Trevor saliendo de su dormitorio al tiempo que se sube la cremallera de una sudadera roja.
Siempre me sorprendo cuando lo veo vestido de manera tan informal. Es tan diferente de como lo hace normalmente...
Tras recorrer tan sólo dos calles desde su edificio, ya estamos tiritando de frío.
—¿Tienes hambre, Santana? Podríamos comer algo —dice. Nubes blancas de aire frío acompañan cada una de sus palabras.
Asiento ansiosa. Mi estómago ruge de hambre, recordándome lo insuficiente que resulta un paquete de galletas saladas de mantequilla de cacahuete como comida.
Le pido a Trevor que escoja el restaurante que prefiera y acabamos en un italiano a sólo unos metros de donde estamos paseando. El dulce aroma del ajo llena mis sentidos y se me hace la boca agua mientras nos escoltan hasta un pequeño reservado al fondo del local.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 76
Brittany
—Pareces mucho más... higiénico ahora —le digo a Ricardo cuando sale del baño secándose su cara recién afeitada con una toalla blanca.
—Llevaba meses sin afeitarme —contesta frotando la suave piel de su mejilla.
—No me digas. —Pongo los ojos en blanco y él me dedica media sonrisa.
—Gracias por dejar que me quede... —Su voz profunda se pierde.
—No es algo permanente, así que no me des las gracias. Estoy más que cabreada con toda esta situación —replico, y le doy otro mordisco a la pizza que he encargado para mí sola... y que acabo compartiendo con Ricardo.
Tengo que encontrar alguna forma de quitarle cierta presión a Santana. Ahora mismo ya tiene demasiado entre manos, y si puedo ayudarla de algún modo ocupándome del lío con su padre, lo haré.
—Lo sé. Me sorprende que no me hayas echado —dice él con una carcajada. Como si esto fuera algo sobre lo que bromear.
Lo miro fijamente. Sus ojos parecen demasiado grandes para su cara, con unos círculos oscuros transparentándose bajo su blanca piel.
Suspiro.
—Yo también estoy sorprendida —admito molesta.
Ricardo tiembla mientras lo miro, y no de miedo, sino por la abstinencia de cualquier mierda que se meta.
Quiero saber si trajo drogas a nuestro apartamento mientras se quedó la semana pasada. Sin embargo, si le pregunto y dice que sí, perderé los nervios y estará fuera del apartamento en cuestión de segundos. Por Santana, y por mí, me pongo en pie y dejo la sala de estar con mi plato vacío en la mano. La pila de platos en el fregadero ha doblado su tamaño, y cargar el lavavajillas es lo último que me apetece hacer ahora mismo.
—¡Friega los platos como pago! —le grito a Ricardo.
Oigo su risa profunda desde el pasillo, y entra en la cocina justo cuando yo llego hasta el dormitorio, me meto en él y cierro la puerta.
Quiero llamar a Santana de nuevo sólo para oír su voz. Quiero saber cómo le ha ido el resto del día..., ¿qué planea hacer después del trabajo? ¿Se quedó contemplando su teléfono con una estúpida sonrisa en la cara después de colgar hace un rato, como me pasó a mí?
Probablemente no.
Ahora sé que todos mis pecados anteriores por fin están pasándome factura, por eso llegó Santana a mi vida. Un inmisericorde castigo disfrazado de hermosa recompensa. Tenerla a mi lado durante meses sólo para que ahora me la arrebaten, pero aún apareciéndose frente a mi cara en forma de ocasionales
llamadas telefónicas. No sé cuánto aguantaré hasta sucumbir a mi destino y permitirme ponerle fin a esta fase de negación.
Porque eso es precisamente lo que es, la fase de negación.
Aunque no tiene por qué serlo. Puedo cambiar el resultado de todo esto. Puedo ser quien ella necesita que sea sin arrastrarla de nuevo al infierno. Tengo una visión de su cara flotando ante mis ojos, y es como si me estuviera mirando a través de los barrotes de una prisión que yo misma he creado. Su imagen me levanta del suelo y me hace buscar una salida.
A la mierda todo, voy a llamarla.
Su teléfono suena y suena, pero no lo coge. Son casi las seis de la tarde. A esta hora debería haber acabado de trabajar y estar de vuelta en casa. ¿Adónde más podría ir? Mientras me debato entre llamar o no a Christian, meto los pies en las zapatillas de deporte, las ato con pereza y paso los brazos por mi chaqueta.
Sé que estaría molesta, más que cabreada, de hecho, si la llamara, pero ya la he llamado seis veces y no ha contestado ni una. Gruño y me paso los dedos por mi cabello sucio. Esta mierda de darnos espacio me está fastidiando de verdad.
—Voy a salir —le anuncio a mi indeseado invitado.
Él asiente, incapaz de hablar debido al puñado de patatas chips que está masticando. Al menos, el fregadero ya está libre de platos sucios.
Pero ¿adónde coño se supone que voy?
Al cabo de unos minutos aparco el coche en el solar detrás del pequeño gimnasio. No sé qué mejorará o cómo podría ayudarme estar aquí, pero ahora mismo me estoy cabreando cada vez más con Santana y en lo único que puedo pensar es en insultarla o en conducir hasta Seattle para encontrarla. Sin embargo, no necesito hacer ninguna de esas cosas... Sólo empeorarían la situación.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 77
Santana
Para cuando mi plato está vacío, estoy prácticamente saltando en mi asiento. En el momento en que pedimos la cena me di cuenta de que me había dejado el móvil en el coche, y eso me está volviendo más loca de lo que debería. Total, nadie me llama tanto. Sin embargo, no puedo evitar pensar que Brittany lo
ha hecho, o que al menos me ha enviado un mensaje. Intento con todas mis fuerzas escuchar a Trevor mientras me habla de un artículo que ha leído en el Times, tratando de no pensar en Brittany y en la posibilidad de que me haya llamado, pero no puedo evitarlo. Estoy distraída durante toda la cena y estoy
segura de que Trevor lo ha notado, pero es demasiado amable para comentarlo.
—¿No estás de acuerdo? —La voz de Trevor me saca de mi ensueño.
Repaso los últimos segundos de la conversación intentando recordar de qué podría estar hablando.
El artículo sobre cuidados clínicos... creo.
—Sí, por supuesto —miento. No tengo ni idea de si estoy de acuerdo o no, pero ojalá el camarero se dé prisa en traernos la cuenta.
Como si me hubiese oído, el joven coloca una pequeña carpeta en nuestra mesa y Trevor saca su cartera rápidamente.
—Yo puedo... —comienzo a decir.
Sin embargo, él desliza varios billetes dentro y el camarero desaparece en la cocina del restaurante.
—Yo invito —responde.
Le doy las gracias en voz baja y le echo un vistazo al gran reloj de piedra que cuelga sobre la puerta. Son las siete pasadas; llevamos una hora en este restaurante. Dejo escapar un suspiro de alivio cuando Trevor exclama:
—Bueno... —Da una palmada y se levanta.
De camino a su casa pasamos por delante de una pequeña cafetería y Trevor alza una ceja a modo de silenciosa invitación.
—¿Quizá otra noche de esta semana? —sugiero con una sonrisa.
—Parece un buen plan —dice, y eleva la comisura de la boca formando su famosa media sonrisa mientras continuamos el camino a su edificio.
Con un rápido adiós y un abrazo amistoso, subo a mi coche e inmediatamente cojo el teléfono. Me siento exhausta por culpa de la ansiedad y la desesperación, pero empujo todos esos sentimientos hacia la oscuridad. Nueve llamadas perdidas, todas de Brittany.
La llamo de inmediato, pero salta el buzón de voz. El trayecto desde el apartamento de Trevor hasta casa de Kimberly es largo y fastidioso. El tráfico de Seattle es horrible, lento y ruidoso. Cláxones sonando, coches pequeños zigzagueando de carril a carril... Resulta bastante agobiante y, para cuando
aparco en la entrada de la casa, tengo un dolor de cabeza terrible.
Entro por la puerta principal y veo a Kimberly sentada en el sillón de cuero blanco con una copa de vino en la mano.
—¿Qué tal el día? —pregunta, y se inclina para dejar la bebida en la mesita de cristal a su lado.
—Bien, pero el tráfico de esta ciudad es surrealista —gimoteo, y me dejo caer en la butaca carmesí junto a la ventana—. La cabeza me está matando.
—Sí que lo es. Toma algo de vino. Te sentará bien —dice levantándose y cruzando la sala de estar.
Antes de que pueda protestar, sirve un burbujeante vino blanco en una copa de tallo largo y me la acerca. Tras el primer sorbo descubro que es fresco y vigoroso, dulce al paladar.
—Gracias —digo con una sonrisa, y doy otro sorbo.
—Así que... estabas con Trevor, ¿no? —Kimberly es tan entrometida..., de la forma más dulce posible, eso sí.
—Sí, hemos quedado para cenar. Como amigos —contesto con inocencia.
—Tal vez deberías tratar de responder de nuevo y usando un poco más la palabra amigos —bromea, y no puedo evitar echarme a reír.
—Sólo intento dejar claro que no somos más que..., esto..., amigos.
Sus ojos castaños brillan con curiosidad.
—¿Brittany sabe que eres «amiga» de Trevor?
—No, pero pienso decírselo en cuanto consiga hablar con ella. Por alguna razón, Trevor no le cae muy bien.
Kimberly asiente.
—No puedo culparla. Trevor podría ser modelo si no fuera tan tímido. ¿Te has fijado en esos ojazos azules que tiene? —Mi amiga se abanica la cara con la mano para enfatizar sus palabras y las dos nos reímos como colegialas.
—¿No querrías decir «ojazos verdes», mi amor? —interviene Christian apareciendo de repente en el vestíbulo y haciendo que casi se me caiga la copa de vino sobre el parquet.
Kim le sonríe.
—Por supuesto.
Pero él simplemente sacude la cabeza y nos dedica una sonrisa ladina.
—Supongo que yo también podría ser modelo —comenta con un guiño.
Por mi parte, me alegro de que no esté molesto. Brittany ya habría volcado la mesa si me hubiera oído hablar de Trevor de la forma en que lo ha hecho Kimberly.
Christian se sienta en el sillón junto a ella y Kim trepa a su regazo.
—Y ¿cómo le va a Brittany? Supongo que hablas con ella, ¿no? —pregunta.
Aparto la mirada.
—Sí, un poco. Está bien.
—Es una cabezota. Aún sigo ofendido por que no haya aceptado mi oferta, dada su situación.
Christian sonríe contra el cuello de Kim y la besa suavemente bajo la oreja. Está claro que estos dos no tienen problemas para mostrar su afecto en público. Intento apartar la vista, pero no puedo. Un momento...
—¿Qué oferta? —pregunto. Mi sorpresa es evidente.
—Pues la de trabajo que le hice. Te lo conté, ¿verdad? Ojalá hubiese venido contigo. Quiero decir que sólo le queda un trimestre, y se graduará antes de tiempo, ¿no? «¿Qué? ¿Por qué no sabía nada de eso?» Ésta es la primera vez que oigo que Brittany vaya a graduarse antes, pero igualmente contesto:
—Esto..., sí..., creo que sí.
Christian rodea a Kimberly con los brazos y la mece un poco.
—Esa chica es prácticamente una genio. Si se aplicara un poco más, sacaría matrícula de honor en todo.
—Sí, es muy lista... —afirmo, y es verdad. La mente de Brittany nunca deja de sorprenderme y de intrigarme. Es una de las cosas que más me gustan de ella.
—Y también es bueno escribiendo —continúa Christian, sorbiendo del vino de Kimberly—. No sé por qué dejó de hacerlo. Estaba deseando leer más de sus trabajos.
Christian suspira mientras Kimberly le afloja el nudo de la corbata.
Estoy abrumada por toda esta información. Brittany... ¿escribiendo? Recuerdo que una vez mencionó de pasada que hizo sus pinitos durante su primer año en la universidad, pero nunca entró en detalles. Cada vez que yo sacaba la conversación, ella cambiaba de tema o desechaba la idea, dándome la
impresión de que no era muy importante para ella.
—Sí. —Me acabo el vino y me levanto, señalando la botella—. ¿Puedo?
Kimberly asiente.
—Por supuesto, sírvete más si te apetece. Tenemos una bodega entera —dice con una dulce sonrisa.
Tres copas de vino blanco más tarde, mi dolor de cabeza se ha evaporado y mi curiosidad ha crecido exponencialmente. Espero a que Christian saque de nuevo el tema de los escritos de Brittany o de la oferta de trabajo, pero no lo hace. Se lanza a explicar con pelos y señales sus negociaciones con un grupo de comunicación con el fin de expandir el departamento de cine y televisión de Vance. Por muy interesante que sea, quiero ir a mi habitación e intentar localizar a Brittany de nuevo. Así pues, en cuanto se presenta la ocasión, les deseo a ambos buenas noches y me retiro a toda prisa a mi dormitorio provisional.
—¡Llévate la botella! —me sugiere Kimberly cuando paso junto a la mesa donde descansa la botella de vino medio llena.
Le doy las gracias con un cabeceo y hago lo que me dice.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 78
Brittany
Entro en el apartamento con las piernas aún temblorosas después de patear el saco de arena del gimnasio como una loca. Agarro una botella de agua de la nevera e intento ignorar al hombre que duerme en mi sofá. Es por ella, me recuerdo. Todo por ella. Me bebo media botella de un trago, busco el móvil en la bolsa del gimnasio y lo enciendo. Justo cuando intento llamarla, su nombre aparece en la pantalla.
—¿Hola? —contesto mientras me quito la camiseta empapada en sudor por encima de la cabeza y la tiro al suelo.
—Hola —es todo cuanto dice.
Su respuesta es corta. Demasiado corta. Quiero hablar con ella, necesito que quiera hablar conmigo.
Le doy una patada a la camiseta pero la acabo recogiendo, sabiendo que si Santana pudiera verme me pegaría la bronca por ser tan guarra.
—¿Qué has estado haciendo? —pregunto.
—He estado explorando la ciudad —responde en voz baja—. Intenté devolverte las llamadas, pero saltó el contestador. —El sonido de su voz aplaca mi temperamento.
—He vuelto a ese gimnasio —digo, y me tumbo en la cama deseando que estuviera a mi lado, con su cabeza sobre mi pecho, en vez de estar en Seattle.
—¿En serio? ¡Eso es genial! —exclama, para luego añadir—: Me estoy quitando los zapatos.
—Vale...
Se ríe.
—No sé por qué te he dicho eso.
—¿Estás borracha? —Me incorporo apoyando mi peso sobre un codo.
—He tomado un poco de vino —admite. Tendría que haberlo notado enseguida.
—¿Con quién?
—Con Kimberly y el señor Vance..., quiero decir, Christian.
—Oh. —No sé cómo me sentaría que saliera de copas en una ciudad extraña, pero sé que no es el momento de sacar ese tema.
—Dice que eres una escritora increíble —continúa con un tono acusador en la voz.
«Mierda.»
—Y ¿por qué habrá dicho algo así? —replico con el corazón latiéndome a toda prisa.
—No lo sé. ¿Por qué ya no escribes? —Su voz está llena de vino y curiosidad.
—No lo sé. Pero no quiero hablar sobre mí. Quiero hablar sobre ti y Seattle y sobre por qué has estado evitándome.
—También me ha dicho que te graduarás el próximo trimestre —continúa ella, ignorando mis palabras.
Es evidente que Christian no sabe meterse en sus propios asuntos.
—Sí, ¿y?
—No lo sabía —dice. La oigo moverse y gruñir, claramente irritada.
—No te lo estaba ocultando, simplemente no surgió el tema. A ti aún te falta mucho para graduarte, así que no importa. No es como si me fuera a ir a alguna parte.
—Espera —dice al teléfono. ¿Qué diablos está haciendo? ¿Cuánto vino habrá bebido?
Tras oírle murmurar palabras incomprensibles y perder el tiempo haciendo vete a saber qué, por fin pregunto:
—¿Qué haces?
—¿Qué? Oh, es que se me ha enganchado el pelo en los botones de la blusa. Lo siento, estaba escuchando, te lo prometo.
—Y ¿por qué estabas interrogando a tu jefe sobre mí?
—Él sacó el tema. Ya sabes, como te ofreció trabajo un par de veces y lo rechazaste, eras el tema de conversación ideal —dice con énfasis.
—Eso es historia antigua. —No recuerdo haberle mencionado la oferta de trabajo, pero tampoco se lo estaba ocultando a propósito—. Mis intenciones respecto a Seattle siempre han sido bien claras.
—No hace falta que lo jures... —resopla ella, y casi puedo verla poniendo los ojos en blanco... otra vez.
Cambio de tema rápidamente:
—No has contestado al teléfono. Te he llamado un montón de veces.
—Lo sé, me dejé el móvil en el coche cuando aparqué en casa de Trevor... —Se detiene a media frase.
Me levanto de la cama y comienzo a recorrer la habitación. Joder, es que lo sabía.
—Sólo me estaba enseñando la ciudad, como un amigo, eso es todo —se apresura a defenderse.
—¿No cogiste el teléfono porque estabas con el jodido Trevor? —gruño; el pulso se me acelera con cada segundo de silencio que sigue a mi pregunta.
Y, de pronto, ella estalla:
—Ni se te ocurra discutir conmigo por Trevor. Es sólo un amigo y tú eres la que no está aquí. No tienes derecho a elegir a mis amigos, ¿entiendes?
—Santana... —la advierto.
—¡Brittany Susan Pierce! —exclama, y de repente suelta una carcajada.
—Pero ¿por qué te ríes ahora? —pregunto, aunque no puedo evitar que una sonrisa aparezca en mi cara. Mierda, soy patética.
—Yo... ¡no lo sé!
El sonido de su risa resuena en mis oídos y va directo a mi corazón, templando mi pecho.
—Deberías dejar el vino —bromeo con ella; desearía poder ver cómo pone los ojos en blanco por mi pequeña bronca.
—Oblígame —me reta, con voz profunda y juguetona.
—Si estuviera ahí lo haría, puedes estar segura de ello.
—¿Qué más me harías si estuvieras aquí? —inquiere.
Me dejo caer de nuevo en la cama. ¿Pretende hacer lo que imagino? Con ella nunca se sabe, especialmente cuando ha bebido.
— Santana Marie López..., ¿estás tratando de tener sexo telefónico conmigo? —la provoco.
De pronto se pone a toser violentamente, atragantándose con un sorbo de vino, deduzco.
—¡¿Qué?! ¡No! Yo... ¡sólo preguntaba! —chilla.
—Claro, intenta negarlo ahora —bromeo riendo ante su tono de horror.
—A no ser... que tú quieras hacerlo —susurra.
—¿Lo dices en serio? —Sólo de pensar en ello, me palpita el coño.
—Puede..., no lo sé. ¿Estás enfadada por lo de Trevor? —El tono de su voz es más embriagador que cualquier vino que pudiera consumir.
Joder, sí, me cabrea que haya estado con él, pero no es de eso de lo que quiero hablar precisamente ahora. La oigo tragar ruidosamente y después oigo el tintineo de una copa.
—Ahora mismo me importa una mierda el puto Trevor —miento. Entonces le ordeno—: No bebas el vino tan deprisa. —La conozco demasiado bien—. Te pondrás mala.
Oigo un par de tragos sonoros a través del teléfono.
—No puedes darme órdenes desde la distancia. —Está bebiendo vino de nuevo, para infundirse valor, seguro.
—Puedo darte órdenes desde cualquier distancia, nena. —Sonrío pasándome los dedos sobre los labios.
—¿Puedo decirte algo? —pregunta en voz baja.
—Por favor.
—Hoy estaba pensando en ti, recordando cuando viniste a mi oficina aquel primer día...
—¿Pensabas en cómo te follaba mientras estabas con él? —pregunto, rezando para que diga que sí.
—En ese momento lo estaba esperando.
—Cuéntame más sobre eso, dime qué pensabas —la presiono.
Esto es tan confuso... Cada vez que hablo con ella siento que no nos estamos tomando un respiro, que todo sigue igual que antes. La única diferencia es que no puedo verla en persona, o tocarla. Joder, quiero tocarla, pasar la lengua por su suave piel...
—Estaba recordando cómo... —comienza, pero entonces toma otro trago.
—No tengas vergüenza —la animo a continuar.
—... cómo me gustó, y me hizo desear hacerlo otra vez.
—¿Con quién? —pregunto sólo por el placer de oírselo decir.
—Contigo, sólo contigo.
—Bien —digo con una sonrisa suave—. Sigues siendo mía; aunque me hayas obligado a darte espacio, aún eres sólo para mí. Lo sabes, ¿verdad? —le pregunto de la forma más amable posible.
—Lo sé —contesta.
Se me infla el pecho y doy la bienvenida a la corriente de alivio que me recorre al oír sus palabras.
—Y ¿tú eres mía? —pregunta con una confianza en la voz que antes no tenía.
—Sí, siempre.
«No tengo otra opción. No la he tenido desde el día que te conocí», quiero añadir, pero permanezco en silencio, esperando nervioso su respuesta.
—Bien —dice Santana con autoridad—. Y ahora dime qué me harías si estuvieras aquí, y no olvides ni un solo detalle.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
britt empezo a madurar... por asi decirlo!... dandole espacio a san y haciendoce cergo de el suegro???
Tecnicamente es mas normal de una relacion qie pueden llegar a tener si ninguna gira al rededor de la otra....
Se fue... es una especie de ventaja para britt por que ya no van a joder a san.. va dani y sam... pero le queda trevor jajaja
Tecnicamente es mas normal de una relacion qie pueden llegar a tener si ninguna gira al rededor de la otra....
Se fue... es una especie de ventaja para britt por que ya no van a joder a san.. va dani y sam... pero le queda trevor jajaja
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Bueno, aparentemente las cosas estan mejor asi, por ahora, solo espero de verdad que santana no la c.... pq no entiendo el pq no pde estar sola, siempre tiene que tener a alguien a su alrededor, deberia comprarse una mosca y tenerla de mascota, bueno, britt lo esta intentando, seguimos aqui!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Pues si Britt esta vez lo esta intentando, resolviendo las cosas lo mejor que puede y en beneficio de San. En hecho de que haya aceptado el que se fuera, el tiempo en su relación, el hablar como "amigas" por teléfono, y sobre todo que quiera mejorar es muy bueno., poco a poco se va ir dando el cambio :D
Y esperó que se acerque mas a su familia porque aunque no este San no esta sola tiene a Ryder, Karen y a su padre, que se preocupan por ella, y que también esta aceptando esto.
Y bueno esta relación a distancia parece estar funcionando bien dentro de lo que cabe, siguen pendientes la una de la otra, hacen las cosas pensando en como lo veria la otra y recordando todas las cosas buenas que pasaron..... Y parece que habrá muchas mas jajajajaja porque así como va la llamada espero que pase algo bueno :P
Y esperó que se acerque mas a su familia porque aunque no este San no esta sola tiene a Ryder, Karen y a su padre, que se preocupan por ella, y que también esta aceptando esto.
Y bueno esta relación a distancia parece estar funcionando bien dentro de lo que cabe, siguen pendientes la una de la otra, hacen las cosas pensando en como lo veria la otra y recordando todas las cosas buenas que pasaron..... Y parece que habrá muchas mas jajajajaja porque así como va la llamada espero que pase algo bueno :P
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 79
Santana
Mis pensamientos están borrosos y siento la cabeza llena y pesada, pero en el buen sentido. Sonrío de oreja a oreja, borracha por el vino y por la voz profunda de Brittany. Me encanta este lado juguetón que tiene y, si quiere jugar, jugaremos.
—Oh, no —dice con ese tono frío suyo—. Primero tendrás que decirme tú lo que quieres.
Tomo un trago directamente de la botella.
—Ya lo he hecho —le digo.
—Bebe más vino. Al parecer, sólo eres capaz de decirme lo que quieres cuando has bebido.
—Vale. —Deslizo el dedo índice por el frío armazón de madera de la cama—. Quiero que me tumbes sobre esta cama y... y me tomes como lo hiciste sobre aquel escritorio.
En vez de vergüenza sólo siento una cálida oleada de calor subiéndome por el cuello y hasta las mejillas.
Brittany maldice sin aliento; sé que no esperaba una respuesta tan gráfica.
—¿Y después? —pregunta en voz baja.
—Bueno... —empiezo, haciendo una pausa para tomar otro largo trago y ganar confianza.
Brittany y yo nunca hemos hecho algo así. Ella me ha mandado unos cuantos mensajes picantes, pero esto... esto es diferente.
—Simplemente dilo, no seas tímida ahora —apremia.
—Me cogerías por las caderas como me coges siempre, y yo me agarraría a las sábanas intentando mantenerme estable. Tus dedos se clavarían en mí, dejando marcas a su paso... —Junto los muslos con fuerza cuando la oigo contener el aliento a través de la línea.
—Tócate —me dice, y rápidamente miro alrededor de la habitación, olvidando por un momento que nadie puede oír nuestra conversación privada.
—¿Qué? No —susurro con aspereza, sosteniendo el teléfono.
—Sí.
—No voy a hacerlo... aquí. Me oirán... —Si estuviera hablando así con otra persona que no fuera Brittany, estaría completamente horrorizada, borracha o no.
—No, no te oirán. Hazlo. Quieres hacerlo, lo noto.
«¿Cómo puede...?
»¿Quiero hacerlo?»
—Túmbate en la cama, cierra los ojos, abre las piernas y te diré lo que hacer —indica suavemente.
Sus palabras son como seda, pero llegan como una orden.
—Pero yo...
—Hazlo.
La autoridad de su voz hace que me retuerza mientras mi mente y mis hormonas batallan entre sí.
No puedo negar que la idea de Brittany animándome a todo esto por teléfono, diciéndome todas las cosas sucias que me haría, elevan la temperatura de la habitación al menos diez grados.
—Bien, y ahora que te has entregado —comienza sin que yo haya dicho nada—, avísame cuando te quedes en braguitas.
«Oh...»
Sin embargo, me acerco silenciosamente a la puerta y giro el pestillo entre los dedos. La habitación de Kimberly y de Christian, así como la de Smith, están en el piso superior de la casa, pero, por lo que sé, aún podrían estar en la planta baja, cerca de aquí. Escucho atentamente por si oigo movimiento y, cuando una puerta se cierra en el piso de arriba, me siento mejor. A toda prisa cojo la botella de vino y me la acabo. El calor de mi interior ha pasado de ser una chispa a un infierno abrasador, y trato de no pensar mucho en el hecho de que me estoy quitando los
pantalones y subiendo a la cama con tan sólo una camiseta de algodón puesta y unas braguitas.
—¿Sigues ahí? —pregunta Brittany, seguramente sonriendo con maldad.
—Sí, estoy... preparada. —No me puedo creer que de verdad esté haciendo esto.
—Deja de pensar tanto. Luego me lo agradecerás.
—Y tú deja de saber todo lo que pienso —me burlo, deseando que tenga razón.
—Recuerdas lo que te enseñé, ¿verdad?
Asiento, olvidando que no puede verme.
—Tomaré ese nervioso silencio como un sí. Bien. Presiona con los dedos donde te dije la última vez...
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 80
Brittany
Oigo a Santana jadear y sé que está siguiendo mis instrucciones. La puedo imaginar perfectamente, tumbada en la cama con las piernas abiertas.
«Hostia puta.»
—Joder, ojalá estuviera ahí ahora mismo para verte —gruño, intentando ignorar lo humedad que estoy.
—Eso te gusta, ¿verdad? Mirarme... —jadea a través de la línea.
—Sí, joder, sí, me gusta. Y a ti te gusta que te miren, lo sé.
—Sí, tanto como a ti te gusta cuando te tiro del pelo.
Mi mano se mueve sin pensar entre mis piernas. Imágenes de ella retorciéndose bajo mi lengua, con sus dedos tirándome del pelo mientras gime mi nombre llenan mi mente y aprieto la mano contra mí misma. Sólo Santana es capaz de ponerme mojada tan rápido. Sus gemidos son silenciosos, demasiado silenciosos. Necesita más estímulo.
—Más rápido, San, mueve los dedos en círculos, más rápido. Imagina que estoy ahí, que soy yo y que son mis dedos los que te tocan, haciéndote sentir tan jodidamente bien, haciendo que te corras —le digo manteniendo el tono de voz bajo por si mi molesto invitado está en el pasillo.
—Oh, Dios... —jadea ella, y vuelve a gemir.
—Mi lengua también, nena, moviéndose contra tu piel, mis pecaminosos labios presionando los tuyos, chupando, mordiendo, jugueteando...
Me quito los pantalones de deporte y empiezo a acariciarme lentamente. Cierro los ojos y me concentro en sus suaves jadeos, en sus súplicas y sus gemidos.
—Haz lo que yo estoy haciendo..., tócate —susurra, y en mi mente puedo ver la imagen de su espalda arqueada sobre el colchón mientras se da placer a sí misma.
—Ya lo estoy haciendo —murmuro, y ella gime.
«Joder, quiero verla.»
—Sigue hablando —me suplica Santana. Adoro la forma en que su inocencia desaparece en estos momentos... Le encanta que le hable utilizando este lenguaje obsceno.
—Quiero follarte. No..., quiero tumbarte de espaldas en la cama y hacerte el amor, rápido y duro, con tanta fuerza que gritarás mi nombre mientras empujo una y otra vez...
—Me... —gime desde lo más profundo de su garganta. Se le corta el aliento.
—Vamos, nena, suéltalo. Quiero oírte...
Dejo de hablar cuando la oigo correrse, jadea y gime mientras muerde la almohada, o el colchón.
No tengo ni puta idea, pero la imagen me lleva al límite y me corro gimiendo su
nombre de forma estrangulada.
Nuestros jadeos acompasados son el único sonido en la línea durante segundos, o minutos, no podría calcularlo.
—Ha sido... —empieza a decir jadeando sin aliento.
Abro los ojos y apoyo los codos en el escritorio frente a mí. Mi pecho sube y baja mientras trato de recuperar mi propio aliento.
—Sí...
—Necesito un momento. —Santana se ríe. Una lenta sonrisa tira de las comisuras de mi boca y entonces ella añade—: Y yo que pensaba que ya lo habíamos hecho todo.
—Oh, hay un montón de cosas más que quiero hacerte. Sin embargo, y por desgracia, tendríamos que estar en la misma ciudad para practicarlas.
—Entonces, ven —se apresura a replicar.
Conecto el altavoz del teléfono y me examino la mano, la palma y el reverso.
—Dijiste que no querías que fuera a Seattle. Necesitamos espacio, ¿recuerdas, nena?
—Lo sé —contesta un poco triste—. Sí que necesitamos espacio..., y creo que nos está funcionando, ¿no te parece?
—No —miento.
Sin embargo, sé que tiene razón: he estado intentando ser mejor para ella, y me temo que, si volviera a perdonarme demasiado pronto, perdería la motivación y lo dejaría. Sí..., cuando encontremos la forma de volver a estar juntas, quiero que sea diferente para ella. Quiero que sea algo permanente para que pueda demostrarle que el patrón, el ciclo interminable, como ella lo llama, terminará.
—Te echo tanto de menos... —confiesa.
Sé que me quiere, pero cada vez que me ofrece una brizna de seguridad como ésta es como si me quitaran un peso de encima.
—Yo también te echo de menos —digo. Más que a nada en el mundo.
—No digas «también». Suena como si me dieras la razón o algo —repone con sarcasmo, y mi pequeña sonrisa crece, alcanzando todo mi ser.
—No puedes usar mis ideas. Vaya forma de ser original —la regaño en broma, y ella se ríe.
—Sí que puedo —replica de forma infantil. Si estuviera aquí seguro que me habría sacado la lengua con un desafío burlón.
—Joder, esta noche estás guerrera —digo rodando fuera de la cama. Necesito una ducha.
—Ésa soy yo.
—E increíblemente osada. ¿Quién iba a imaginar que te convencería para masturbarte al teléfono?
—Me río y salgo al pasillo.
—¡Brittany! —chilla con horror, como sabía que haría—. Y, por cierto, a estas alturas ya deberías saber que puedes conseguir que haga casi de todo.
—Si eso fuera verdad... —murmuro.
Si lo fuera, ahora ella estaría aquí.
El suelo del pasillo está frío bajo mis pies desnudos y hago una mueca. Pero cuando oigo una voz que empieza a hablar, se me cae el teléfono al suelo.
—Lo siento, chica —dice Ricardo cerca de mí—. Esto se estaba calentando y...
Se detiene cuando me ve recoger el móvil a toda prisa, pero ya es demasiado tarde.
—¿Quién es? —oigo exclamar a Santana a través del auricular de mi móvil. La chica medio dormida y relajada que era hasta hace unos segundos ha desaparecido y ahora está en alerta—. Brittany, ¿quién era? —pregunta con más fuerza.
Mierda. Boqueo un rápido «La has cagado» a su padre y cojo el teléfono, desconecto el altavoz y me encierro a toda prisa en el baño.
—Es... —empiezo.
—¿Es mi padre?
Quiero mentirle, pero eso sería una estupidez y estoy intentando no ser tan estúpida.
—Sí, es él —confieso, y espero a que grite contra el auricular.
—¿Qué hace ahí? —pregunta.
—Yo..., bueno...
—¿Has dejado que se quede contigo?
Su pregunta me libera del pánico que me supone tener que buscar las palabras correctas para explicar esta jodida situación.
—Algo así.
—Estoy confusa.
—Yo también —admito.
—¿Durante cuánto tiempo? Y ¿por qué no me lo habías dicho?
—Lo siento... Sólo lleva aquí un par de días.
Lo siguiente que oigo es el sonido del agua cayendo en la bañera, así que debe de estar bien si se ha puesto a hacer eso. Pero aun así, pregunta:
—Y ¿cómo es que se ha presentado ahí?
No soy capaz de contarle toda la verdad, al menos no ahora.
—Supongo que no tenía ningún otro sitio al que ir. —Abro el agua de la ducha cuando ella suspira.
—Vale...
—¿Estás enfadada? —pregunto.
—No, no estoy enfadada, estoy confusa... —dice, con la voz llena de sorpresa—. No me puedo creer que hayas dejado que se quede en tu apartamento.
—Yo tampoco.
El pequeño baño se llena de una espesa nube de vapor y limpio el espejo con la mano. Parezco una puta fantasma, apenas un cascarón vacío. Bajo mis ojos han aparecido círculos oscuros por la falta de sueño. Lo único que me da la vida es la voz de Santana, que llega a través de la línea.
—Significa mucho para mí, Brittany —dice por fin.
Esto está yendo muchísimo mejor de lo que esperaba.
—¿En serio?
—Sí, por supuesto que sí.
De pronto me noto aturdida, como un cachorrillo al que su dueña ha recompensado con una galleta... y, sorprendentemente, me siento perfectamente bien por ello.
—Bien.
No sé qué más decirle, me siento un poco culpable por no contarle lo de los... hábitos de su padre, pero de todos modos tampoco es cuestión de hacerlo por teléfono.
—Espera..., entonces mi padre estaba ahí mientras tú estabas..., ya sabes... —susurra, y oigo un pequeño rugido al otro lado de la línea. Debe de haber encendido el extractor del baño para amortiguar su voz.
— Bueno, no estaba en la habitación, no me van ese tipo de cosas —bromeo para quitarle importancia, y ella se ríe.
—Seguro que sí que te van —se burla.
—Qué va, me creas o no, ésa es una de las pocas cosas que no me van —digo con una sonrisa.
—. Nunca te compartiría con nadie, nena. Ni siquiera con tu padre.
No puedo evitar reír cuando ella emite un sonido de asco.
—¡Estás enferma!
—Y tanto —replico, y ella se ríe.
El vino la ha vuelto atrevida y ha elevado su sentido del humor. ¿Y yo? Bueno, yo no tengo excusa alguna para esta ridícula sonrisa que me cruza la cara.
—Necesito darme una ducha. Estoy aquí de pie con toda la corrida por encima —informo mientras me quito los calcetines.
—Sí, yo también —dice ella—. No la parte de tener por encima..., ya sabes, pero yo también estoy hecha un asco y necesitaría una ducha.
—Vale..., supongo que deberíamos acabar...
—Ya lo hemos hecho —se ríe, orgullosa de su penoso intento de broma.
—Ja, ja —me burlo. Pero enseguida añado—: Buenas noches, Santana.
—Buenas noches —responde, alargando el momento, y cuelgo antes de que ella pueda hacerlo.
El agua caliente cae sobre mi cuerpo. Aún no me he recuperado del todo de la idea de Santana tocándose mientras estábamos al teléfono. No es sólo que me ponga un montón, es... más que eso.
Demuestra que aún confía en mí, aún confía lo suficiente como para exponerse ante mí. Perdida en mis pensamientos, me paso la dura pastilla de jabón por mi piel tatuada. Es difícil imaginar que hace sólo dos semanas estábamos juntas bajo esta ducha...
—Creo que éste es mi favorito —me dijo mientras tocaba uno de mis tatuajes y me observaba a través de sus pestañas mojadas.
—¿Por qué? Yo lo odio —repuse mirando hacia abajo, hacia los pequeños dedos que reseguían la gran flor tatuada cerca de mi codo.
—No sé, resulta hermoso que tengas una flor rodeada de toda esta oscuridad —dijo, mientras su dedo se movía sobre el maldito diseño de una calavera marchita justo debajo.
—Nunca lo había visto de esa manera.
—Puse un pulgar bajo su barbilla para hacerle alzar los ojos hacia mí.
—. Tú siempre ves la luz en mí... ¿Cómo es posible, si no hay ninguna?
—Hay muchas. Y tú también las verás, algún día.
Me sonrió y se puso de puntillas para posar la boca sobre la comisura de la mía. El agua caía sobre nuestros labios y ella sonrió de nuevo antes de apartarse.
—Espero que tengas razón —susurré bajo la cascada de agua, en voz tan baja que ella ni siquiera me oyó.
El recuerdo me persigue, repitiéndose mientras intento alejarlo de mí. No es que no quiera recordarla a ella, eso quiero hacerlo. Santana es mi único pensamiento, siempre lo es. Sólo quiero olvidar los recuerdos y las veces en las que me ha elogiado demasiado, cuando ha intentado convencerme de que soy mejor de lo que soy, eso es lo que me vuelve loca.
Ojalá pudiera verme a mí misma como ella me ve. Ojalá pudiera creerle cuando me dice que soy buena para ella. Pero ¿cómo puede ser cierto cuando estoy tan jodida?
«Significa mucho para mí, Brittany», me ha dicho hace apenas unos minutos.
Quizá, si sigo haciendo lo que estoy haciendo ahora y me mantengo alejada de la mierda que podría meterme en problemas, pueda continuar haciendo cosas que signifiquen mucho para ella. Tal vez pueda hacerla feliz en vez de desgraciada, y quizá, sólo quizá, podría ver algo de esa luz en mí que ella afirma ver.
Tal vez aún haya esperanza para nosotras
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 81
Santana
No puedo evitar que me invada la ansiedad mientras conduzco a través del campus. El campus de la WCU de Seattle no es tan pequeño como Ken había sugerido, y todas las carreteras parecen estar llenas de curvas o colinas que subir y bajar. Me he preparado lo mejor que he podido para asegurarme de que hoy todo salga como lo he planeado. He salido dos horas antes para estar segura de llegar puntual a la primera clase. La mitad del tiempo lo he pasado sentada entre el tráfico escuchando un programa de radio matinal. Nunca había entendido esa nueva moda hasta esta mañana, cuando una mujer desesperada ha llamado y ha contado la historia de cómo su mejor amiga la traicionó acostándose con su marido. Los dos se fugaron juntos llevándose al gato, Mazzy, consigo. Entre lágrimas, aún ha sido capaz de conservar cierta dignidad..., bueno, toda la dignidad que alguien que llama a una emisora de radio para contar su propia versión del infierno podría tener. Me he mantenido enganchada a su dramática historia, y al final he tenido la sensación de que incluso ella sabía que estaría mejor sin ese tipo. Para cuando he aparcado ante el edificio de administración y he recogido mi carnet de estudiante y el pase para el parking, sólo quedaban treinta minutos antes de clase. Tengo los nervios a flor de piel y no puedo calmar la ansiedad ante la posibilidad de llegar tarde mi primer día. Por suerte, encuentro el parking de estudiantes fácilmente y está cerca de donde tengo la clase, así que llego con quince minutos de margen. Al sentarme en primera fila no puedo evitar sentirme un poco sola. No ha habido reunión con Ryder en la cafetería antes de clase, y no está sentado junto a mí en esta aula, mientras recuerdo mi primer medio año de facultad. La sala se llena de estudiantes y empiezo a arrepentirme de mi decisión cuando me doy cuenta de que, aparte de mí y de otra chica, el resto de la clase son todo chicos. Pensé en meter esta asignatura, que realmente no quería hacer, entre algunas otras del trimestre, pero ahora mismo desearía no haberme apuntado jamás a ciencias políticas.
Un chico atractivo de tez morena se sienta en la silla junto a mí y yo intento no mirarlo fijamente. Su camisa blanca de vestir está impecable, con las costuras perfectamente planchadas, y hasta lleva una corbata. Parece un político, sonrisa deslumbrante incluida. Nota que lo estoy mirando y me sonríe.
—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta, con una voz llena de encanto y autoridad a partes iguales.
Sí, decididamente llegará a ser un político algún día.
—No, lo si... siento —tartamudeo, sin atreverme a mirarlo a los ojos.
Cuando la clase empieza evito mirarlo y, en lugar de eso, me concentro en tomar apuntes, consultar el programa repetidamente y estudiar el mapa del campus hasta que la lección acaba. Mi siguiente clase, historia del arte, es mucho mejor. Me siento cómoda rodeada de una multitud de estudiantes corrientes. Un chico con el pelo azul se sienta cerca de mí y se presenta diciéndome que su nombre es Michael. Cuando el profesor nos pide que nos presentemos uno a uno, descubro que soy la única estudiante de Filología Inglesa de la sala. Sin embargo, todo el mundo se muestra amistoso, y Michael tiene un gran sentido del humor, se pasa el rato haciendo bromas y entreteniendo a la gente, incluso al profesor.
Mi última clase es la de escritura creativa, y sin duda es la que más disfruto. Me zambullo en el proceso de volcar mis pensamientos sobre el papel y es liberador, entretenido y me encanta. Cuando el profesor nos deja ir, tengo la sensación de que apenas han pasado diez minutos. El resto de la semana transcurre más o menos igual. Paso de sentir que ya me muevo mejor en este nuevo mundo a creer que estoy tan confusa como siempre. Pero, sobre todo, me siento como a la espera de algo que nunca llega. Para cuando llega el viernes, estoy exhausta y tengo todo el cuerpo tenso. Esta semana ha sido todo un reto, tanto de forma positiva como negativa. Echo de menos la familiaridad del viejo campus y tener a Ryder a mi lado. Echo de menos quedar con Brittany entre clases, e incluso echo de menos a Dany y las radiantes flores que llenan el edificio de Ciencias Medioambientales. Dany. No he vuelto a hablar con ella desde que me rescató de Rachel y Dan en la fiesta y me llevó hasta casa de mi madre. Me salvó de ser violada y humillada, y ni siquiera le he dado las gracias. Cierro mi libro de texto de ciencias políticas y cojo mi móvil.
—¿Diga? —La voz de Dany suena extraña a pesar del hecho de que no ha pasado más de una semana desde que la oí.
—¿Dany? Soy Santana. —Me muerdo un carrillo y espero su respuesta.
—Eh, hola.
Tomo aire y sé que tengo que decir lo que se supone que debo decir.
—Oye, siento no haberte llamado antes para darte las gracias. Todo ha ido tan rápido esta semana..., y creo que una parte de mí intentaba no pensar en lo ocurrido. Sé que no es excusa suficiente... Mira, soy una idiota y lo siento y... —Las palabras acuden como un torrente a mi boca, tan rápido que apenas puedo procesar lo que estoy diciendo, pero ella me interrumpe antes de acabar.
—Está bien, sé que estabas muy liada.
—Aun así, debería haberte llamado, sobre todo después de lo que hiciste por mí. No sé cómo expresar lo agradecida que estoy de que fueras a esa fiesta —digo, desesperada por hacerla entender lo mucho que le debo. Me estremezco al recordar los dedos de Dan recorriendo mi muslo—. Si no hubieses aparecido, quién sabe lo que me habrían hecho...
—Oye —interviene para silenciarme con amabilidad—. Los detuve antes de que pasara nada, Santana. Intenta no pensar en ello. Y no tienes que agradecerme nada.
—¡Claro que sí! Y no sabes lo mucho que me duele que Rachel hiciera lo que hizo. Yo nunca le he hecho daño, ni a ella ni a ninguno de vosotros...
—Por favor, no me metas en el mismo saco —dice Dany, sintiéndose claramente insultada.
—No, no, lo siento... No quería decir que tú tuvieras nada que ver. Me refería a tu grupo de amigos. —Me disculpo por la forma en que mi boca se ha estado moviendo antes de que mi mente haya aprobado las palabras.
—Está bien —murmura—. De todos modos, ya no somos precisamente un grupo. Quinn va a marcharse a Nueva Orleans, en unos días, de hecho, y no he visto a Rachel por el campus en toda la semana.
—Oh... —Hago una pausa y echo un vistazo a esta habitación en la que me hospedo, en esta casa enorme y de algún modo extraña—. Dany, también siento haberte acusado de enviarme mensajes desde el teléfono de Brittany. Rachel admitió que fue ella durante el incidente de Dan. —Sonrío para intentar
contrarrestar el escalofrío que este hombre me provoca.
Ella deja escapar el aire, o tal vez sea una risa.
—Debo admitir que yo parecía la mejor candidata a haberlo hecho —replica dulcemente—. ¿Y bien? ¿Cómo va todo?
—Seattle es... diferente —digo.
—¿Estás ahí? Pensé que como Brittany había ido a casa de tu madre...
—No, estoy aquí —la interrumpo antes de que pueda comentar que ella también esperaba que me quedara con Brittany.
—¿Has hecho nuevos amigos?
—¿Tú qué crees? —Sonrío y alcanzo el vaso medio vacío de agua que hay al otro lado de la cama.
—Pronto los harás —dice riendo, y me uno a ella.
—Lo dudo. —Pienso en las dos chicas que cotilleaban el otro día en la sala de descanso de la editorial. Cada vez que las he visto esta semana parecían estar riéndose entre sí, y no puedo evitar pensar que se reían de mí—. De verdad que siento haber tardado tanto en llamarte.
—Santana, está bien, para de disculparte. Lo haces demasiado.
—Lo siento —digo, y me golpeo la frente con la palma de la mano.
Tanto el camarero, Robert, como Dany me han dicho que me disculpo demasiado. Quizá tengan razón.
—¿Crees que vendrás a visitarnos pronto? ¿O aún no se nos permite ser... amigas? —pregunta en voz baja.
—Podemos ser amigas —remarco—. Pero no tengo ni idea de cuándo podré ir de visita.
En realidad esperaba volver a casa este fin de semana. Echo de menos a Brittany y las calles casi sin tráfico del este. Pero espera..., ¿acabo de considerarla «mi casa»? Si sólo he vivido ahí durante unos pocos meses... Y entonces me doy cuenta: Brittany. Es por Brittany. Cualquier lugar donde ella esté siempre será mi hogar.
—Vaya, es una pena. Tal vez haga yo una escapada a Seattle pronto. Tengo algunos amigos por allí —dice Dany—. ¿Te parecería bien? —pregunta segundos después.
—¡Oh, sí! Por supuesto.
—Genial. —Se echa a reír—. Este fin de semana vuelo hasta Florida para ver a mis padres. De hecho, llego tarde a mi vuelo, pero tal vez podría intentar ir el fin de semana que viene o algo así.
—Sí, claro. Tú avísame. Diviértete en Florida —le digo antes de colgar.
Pongo el móvil sobre una pila de notas y apenas unos segundos más tarde comienza a vibrar. El nombre de Brittany aparece en la pantalla y, tras tomar aire, ignoro el palpitar de mi pecho y contesto.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta de inmediato.
—Eh..., nada.
—¿Dónde estás?
—En casa de Kim y Christian. ¿Dónde estás tú? —replico con sarcasmo.
—En casa —dice con tranquilidad—. ¿Dónde iba a estar, si no?
—Pues no sé..., ¿en el gimnasio?
Brittany ha estado yendo regularmente al gimnasio, cada día de la semana.
—Acabo de volver. Ahora estoy en casa.
—Y ¿cómo te ha ido, capitán Brevedad?
—Como siempre —responde cortante.
—¿Pasa algo? —le pregunto.
—No, estoy bien. ¿Cómo te ha ido el día? —Se apresura a cambiar de tema y me pregunto por qué, pero no quiero presionarla, no con la llamada de Dany ya sobre mi conciencia.
—Ha ido bien. Largo, supongo. Sigue sin gustarme la clase de ciencias políticas —gimo.
—Ya te dije que la dejaras. Puedes coger otra asignatura entre tus optativas de ciencias sociales —me recuerda.
Me tumbo en la cama.
—Lo sé..., pero estaré bien.
—¿No sales esta noche? —pregunta; su tono es de alerta.
—No, ya estoy en pijama.
—Bien —dice, cosa que me hace poner los ojos en blanco.
—He llamado a Dany hace unos minutos —suelto de golpe. Mejor sacármelo de encima cuanto antes. Se hace el silencio en la línea y espero pacientemente a que la respiración de Brittany se calme.
—¿Que has hecho qué? —dice cortante.
—La he llamado para darle las gracias... por lo del fin de semana pasado.
—Pero ¿por qué? Pensé que estábamos... —Su fuerte respiración sobre el auricular me dice que apenas es capaz de controlar la rabia—. Santana, creía que estábamos solucionando nuestros problemas.
—Y lo estamos haciendo, pero se lo debía. Si no hubiese aparecido cuando lo hizo...
—¡Lo sé! —salta Brittany, como si tratara de contenerse.
No quiero discutir con ella, pero no puedo esperar que las cosas cambien si le oculto información.
—Dijo que había pensado venir de visita —lo informo.
—Ella no va a ir. Fin de la discusión.
—Brittany...
—No va a ir. Estoy esforzándome al máximo, ¿vale? Estoy intentando con todas mis putas fuerzas no perder los nervios ahora mismo, así que lo mínimo que puedes hacer es ayudarme a conseguirlo.
Suspiro derrotada.
—Vale.
Pasar tiempo con Dany no podría ser bueno para nadie, Dany incluida. No puedo volver a darle esperanzas, no es justo para ella, y tampoco creo que podamos mantener una relación estrictamente platónica, al menos no a ojos de Brittany, o a los de la propio Dany.
—Gracias. Si siempre fuera tan fácil hacerte obedecer...
«¿Qué?»
—Brittany, yo no tengo que obedecerte en nada, eso es...
—Tranquila, tranquila, sólo te tomaba el pelo. No hace falta que te mosquees —se apresura a replicar—. ¿Hay algo más que necesite saber, ya que estamos?
—No.
—Bien. Y ahora cuéntame qué ha estado pasando en esa emisora de radio de mierda que te tiene tan obsesionada. Mientras le cuento la historia de una mujer que buscaba a su largamente perdido amor de instituto mientras ya estaba preñada de su vecino, todos los sórdidos detalles y el escándalo resultante me
mantienen animada y riendo. Al mencionar el gato, Mazzy, me pongo a reír como una histérica. Le digo que debe de ser difícil enamorarse de un hombre cuando se está esperando el hijo de otro, pero Brittany no está de acuerdo. Por supuesto, ella cree que el hombre y la mujer se buscaron el escándalo ellos mismos, y se burla de mí por obsesionarme con un programa radiofónico de entrevistas. Se ríe con mi historia, y yo cierro los ojos e imagino que está tumbada junto a mí.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Aqui una muestra de lo horrible que es tener pesadillas.
Capítulo 82
Brittany
—¡Lo siento! —dice Ricardo con la respiración entrecortada.
Una capa de sudor le cubre todo el cuerpo mientras se limpia el vómito de la barbilla. Me apoyo en el marco de la puerta debatiéndome si entrar o largarme y dejarlo solo con su propia miseria.
Lleva todo el día así, vomitando, temblando, sudando y lloriqueando.
—Pronto estará fuera de mi sistema, así que...
Vuelve a inclinarse sobre la taza del váter y vomita más, como si fuese un géiser. De puta madre.
Al menos esta vez ha conseguido llegar al lavabo.
—Eso espero —le digo, y salgo al pasillo.
Abro la ventana de la cocina para que entre la brisa fría y cojo un vaso limpio del armario. El fregadero cruje cuando abro el grifo para llenar el vaso y sacudo la cabeza.
«¿Qué demonios se supone que voy a hacer con él?» Se está desintoxicando por todo mi baño. Tras un último suspiro, cojo el vaso de agua y un paquete de galletas saladas, me los llevo al lavabo y los coloco en el borde del lavamanos.
Le doy golpecitos en el hombro.
—Come esto.
Asiente en señal de reconocimiento, o por el delírium trémens y/o el síndrome de abstinencia. Su piel está tan pálida y sudada que me recuerda a una nutria. En realidad no creo que comer galletitas saladas lo ayude, pero la posibilidad está ahí.
—Gracias —gime por fin, y lo dejo a solas para que vomite por todas partes.
Este dormitorio, mi dormitorio, no es el mismo sin Santana. La cama nunca está bien hecha cuando me meto en ella por la noche. He intentado una y otra vez remeter las esquinas de la sábana bajo el colchón tal y como lo hace Santana, pero no hay manera. Mi ropa, tanto la limpia como la sucia, está
desperdigada por el suelo, botellas de agua vacías y latas de soda abarrotan las mesillas de noche, y siempre hace frío. La calefacción está encendida, pero la habitación está... fría. Le envío un último mensaje para desearle buenas noches y cierro los ojos, rezando por disfrutar de un reposo sin sueños... por una vez.
—¿Santana? —llamo desde el pasillo, anunciando que estoy en casa.
El apartamento está en silencio, sólo pequeños sonidos llenan el aire. ¿Está Santana al teléfono con alguien?
—¡Santana! —la llamo de nuevo mientras hago girar el pomo de la puerta del dormitorio. La escena que captan mis ojos me detiene en seco. Santana está tendida sobre el cubrecama blanco, con el rubio pegado a la frente por el sudor; con los dedos de una mano se agarra a la cabecera de la cama y con los de la otra tira de unos cabellos negros. Mientras gira las caderas puedo
sentir cómo el hielo reemplaza la ardiente sangre que corre por mis venas.
La cabeza de Dany está enterrada entre sus suaves muslos. Sus manos recorren el cuerpo de Santana. Intento moverme hacia ellas para cogerla de la garganta y arrojarla contra la pared, pero mis pies están pegados al suelo. Intento gritarles, pero mi boca se niega a abrirse.
—Oh, Dany —gime Santana.
Me tapo los oídos con las manos, pero no funciona. Su voz llega hasta mi cerebro; no hay forma de escapar de ella.
—Eres tan hermosa —murmura ella con admiración mientras ella vuelve a gemir. Una de sus manos se mueve hasta los pechos de Santana y los acaricia con las yemas de los dedos mientras su boca sigue enterrada en ella.
Estoy paralizada.
No me ven, ni siquiera han notado que estoy en la habitación. Santana grita su nombre una vez más y, cuando ella alza la cabeza de entre sus muslos, por fin me ve. Mantiene contacto visual conmigo mientras sus labios recorren el cuerpo de ella hasta llegar a su mandíbula, mordisqueando su piel. Mis ojos no se apartan de sus cuerpos desnudos, y mis entrañas me han sido arrancadas del cuerpo y
lanzadas sobre el frío suelo. No puedo soportar ver esto, pero estoy forzada a hacerlo.
—Te quiero —le dice ella mientras me sonríe a mí.
—Yo también te quiero —gimotea Santana.
Clava las uñas en su espalda tatuada cuando ella la penetra. Por fin recupero la voz y grito, silenciando sus gemidos.
—¡Joder! —grito.
Agarro el vaso de encima de la mesilla de noche y, con un estallido, se hace añicos contra la pared
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Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 83
Brittany
Empiezo a caminar arriba y abajo del dormitorio, tirándome con furia de mis cabellos empapados en sudor, y toda la ropa y los libros que pisoteo a mi paso van dejando marcas en mis pies descalzos.
—¿Brittany? ¿Estás bien? —La voz de Santana suena profunda con el sueño.
Me alegro tanto de que haya contestado cuando la he llamado... Necesito tenerla aquí, junto a mí, aunque sólo sea a través de un hilo telefónico.
—Yo... no lo sé —grazno al teléfono.
—¿Qué pasa?
—¿Estás en la cama? —le pregunto.
—Sí, son las tres de la madrugada, ¿dónde, si no, iba a estar? ¿Qué pasa, Brittany?
—Es que no puedo dormir, eso es todo —admito con la vista fija en la oscuridad de nuestro... mi dormitorio.
—Oh... —Deja escapar un largo suspiro de alivio—. Por un segundo me habías asustado.
—¿Has vuelto a hablar con Dany? —le pregunto.
—¿Qué? No, no he hablado con ella desde que te conté que pensaba venir a Seattle.
—Llámala y dile que no puede ir. —Sé que parezco una lunática, pero me importa una mierda.
—No pienso llamarla a estas horas, pero ¿se puede saber qué te pasa?
Está tan a la defensiva..., aunque supongo que no puedo culparla de ello.
—Nada, Santana. No importa —suspiro.
—¿Qué es lo que pasa, Brittany?
—Nada, es... nada.
Cuelgo la llamada y presiono el botón de apagado hasta que la pantalla se torna negra
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 84
Santana
—No irás a pasarte todo el día en pijama, ¿verdad? —me pregunta Kimberly a la mañana siguiente cuando me ve sentada a la barra de la cocina.
Me meto una cucharada de muesli en la boca para no tener que contestarle. Porque eso es justo lo que planeo hacer hoy. No dormí bien después de la llamada de teléfono de Brittany. Desde entonces me ha enviado unos pocos mensajes de texto, pero en ninguno de ellos menciona su extraño comportamiento de anoche. Quiero llamarla, pero la forma en que me colgó tan rápidamente hace que lo piense mejor. Además, no he estado mucho por Kimberly desde que llegué. Paso la mayor parte de mi tiempo libre hablando por teléfono con Brittany o realizando mi primera tanda de trabajos para mis clases. Lo mínimo que puedo hacer es charlar con ella durante el desayuno.
—Nunca llevas ropa —interviene Smith, y casi escupo el muesli sobre la mesa.
—Claro que sí —replico, aún con la boca llena.
—Tienes razón, Smith, nunca lleva. —Kimberly suelta una carcajada y yo pongo los ojos en blanco.
En ese momento Christian entra en la cocina y le da un beso en la sien. Smith sonríe a su padre y a su futura madrastra antes de volver a mirarme.
—Los pijamas son más cómodos —le explico, y él asiente dándome la razón. Sus ojos verdes recorren su propio pijama de Spider-Man—. ¿Te gusta Spider-Man? —le pregunto, esperando generar una conversación que no sea sobre mí.
Sus deditos cogen una tostada.
—No.
—¿No? Pero si llevas puesto eso —replico señalando su ropa.
—Ella me lo compró. —Señala a Kim con la cabeza y me susurra—: No le digas que lo odio; se pondría a llorar.
Me río. Smith tiene cinco años camino de veinte.
—No lo haré —le prometo, y acabamos nuestro desayuno en agradable silencio.
Santana
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 85
Brittany
Ryder sacude el agua de su sombrero sobre el suelo y apoya el paraguas contra la pared con un exagerado gesto teatral. Quiere que vea el gran «esfuerzo» que está haciendo para ayudarme.
—¿Y bien? ¿Qué es tan urgente como para que me hagas venir con este tiempo de perros? — pregunta medio molesto, medio preocupado. Al fijarse en mi torso desnudo, solo con un sosten deportivo añade—: ¿Sabes? Yo he tenido que ponerme ropa encima para venir a ayudarte. ¿Cuál es el problema?
Señalo a Ricardo, que está despatarrado en el sofá, dormido.
—Él.
Ryder se inclina hacia un lado para mirar detrás de mí.
—¿Quién es ése? —pregunta. De pronto se endereza y me mira con la boca abierta—. Espera..., ¿no es el padre de Santana?
Pongo los ojos en blanco ante su pregunta.
—No, es otro sin techo escogido al puto azar al que dejo dormir en mi sofá. Es lo que todos los hipsters estamos haciendo últimamente.
Él ignora mi sarcasmo.
—¿Qué hace aquí? ¿Lo sabe Santana?
—Sí, lo sabe. Lo que no le he contado es que lleva cinco días rehabilitándose y vomitando de todo por mi maldito apartamento.
Ricardo gruñe en sueños y yo cojo a Ryder por la manga de su camisa de cuadros escoceses y tiro de él en dirección al pasillo.
Está claro que esto queda un poco lejos de la liga de mi hermanastro.
—¿Rehabilitación? —repite—. ¿Como de las drogas?
—Sí, y del alcohol.
Parece reflexionar durante un segundo.
—¿Aún no ha encontrado tu alijo de licor? —me pregunta, y entonces alza una ceja—. ¿O ya se lo ha tomado entero?
—Ya no tengo nada de licor aquí, idiota.
Vuelve a espiar desde la esquina al hombre que duerme tirado en el sofá.
—Aún no sé qué pinto yo en todo esto.
—Vas a hacerle de niñera —lo informo, y de inmediato retrocede.
—¡Ni hablar! —trata de susurrar, pero su voz suena más como un grito apagado.
—Relájate. —Le doy unas palmaditas en el hombro—. Sólo será por una noche.
—Que no. No voy a quedarme con él. ¡Pero si ni siquiera lo conozco!
—Yo tampoco.
—Tú lo conoces mejor que yo, algún día podría llegar a ser tu suegro si no fueses tan idiota.
Las palabras de Ryder me golpean con más fuerza de la que deberían. «¿Suegro?» El título suena raro cuando lo repito en mi mente... mientras contemplo a ese montón de mierda humana en mi sofá.
—Quiero verla —confieso.
—¿A quién?... ¿A San?
—Sí, a San-ta-na —lo corrijo—. ¿A quién, si no?
Ryder comienza a juguetear con sus propios dedos como un niño nervioso.
—Bueno, y ¿por qué no puede ella venir aquí? No creo que sea una buena idea que me quede con él.
—No seas nenaza, no es peligroso ni nada de eso —le digo—. Sólo asegúrate de que no abandone el apartamento. Tengo montones de comida y agua.
—Ni que estuvieras hablando de un perro —remarca Ryder.
Me froto las sienes cansada.
—Tío, tampoco es que se diferencien tanto. ¿Me vas a ayudar o qué?
Él me mira fijamente y yo añado:
—¿Por Santana?
Es un golpe bajo, pero sé que funcionará.
Después de un segundo se rinde y asiente.
—Sólo una noche —accede, y se vuelve para ocultar una sonrisa.
No sé cómo reaccionará Santana cuando ignore nuestro acuerdo de «espacio», pero será sólo por esta noche. Una simple noche con ella es lo que necesito ahora mismo. La necesito a ella. Las llamadas telefónicas son suficientes durante la semana pero, tras la pesadilla que tuve, necesito verla más que nada en el mundo. Necesito confirmar que no hay ninguna marca en su cuerpo aparte de las que yo le dejé.
—Y ¿ya sabe que vas a ir? —me pregunta Ryder mientras me sigue de vuelta al dormitorio, donde busco por el suelo una camiseta con la que cubrir mi torso desnudo.
—Lo sabrá en cuanto llegue, ¿no?
—Me ha contado lo vuestro con el teléfono.
«¿En serio? Eso es muy poco habitual en ella.»
—¿Por qué iba a contarte que nos corremos hablando por teléfono?... —le pregunto.
Los ojos de Ryder se abren como platos.
—¡¿Eh?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué?! No me refería... Oh, Dios —gime.
Intenta cubrirse los oídos con las manos pero es demasiado tarde. Sus mejillas se vuelven de un rojo intenso y mi risa llena el dormitorio.
—Tienes que ser más específico cuando hables de Santana y de mí, ¿es que aún no lo sabes? — Sonrío, deleitándome en los recuerdos de sus gemidos a través de la línea.
—Parece ser que no. —Frunce el ceño y se recompone—. Quería decir que habéis estado hablando un montón por teléfono.
—¿Y?
—¿Ella te parece feliz?
Mi sonrisa desaparece.
—¿Por qué lo dices?
La inquietud aparece en su rostro.
—Sólo me lo preguntaba. Estoy algo preocupado por ella. No parece estar tan emocionada y feliz por lo de Seattle como creí que estaría.
—No sé... —Me froto la nuca con la palma de la mano—. Tienes razón, no parece feliz, pero no sé si es porque yo soy una imbécil o porque no le gusta Seattle tanto como creía que le gustaría —contesto con honestidad.
—Espero que sea por lo primero. Quiero que sea feliz allí —dice Ryder.
—Yo también, más o menos —convengo.
Ryder patea unos vaqueros oscuros sucios que hay en el suelo para apartarlos de su pie.
—Oye, que me los iba a poner —salto, y me inclino para recogerlos.
—¿Es que no tienes ropa limpia?
—En este momento, no.
—¿Has puesto alguna lavadora desde que se fue?
—Sí... —miento.
—Ajá... —Señala la mancha en mi camiseta negra. ¿Mostaza, tal vez?
—Mierda... —Me quito la camiseta y la lanzo de vuelta al suelo—. ¡No tengo una mierda que ponerme!
Abro de golpe el último cajón de la cómoda y dejo escapar un suspiro de alivio cuando localizo una pila de camisetas negras planchadas.
—¿Qué te parecen éstos? —Ryder señala un par de vaqueros azul oscuro colgados en el armario.
—No.
—¿Por qué no? Nunca llevas nada que no sean vaqueros negros.
—Pues por eso —replico.
—Bueno, el único par de pantalones que parece que tienes para ponerte están sucios, así que...
—Tengo cinco pares —lo corrijo—. Lo que pasa es que son todos del mismo estilo.
Con un resoplido paso por su lado para descolgar los vaqueros azules de su percha. Odio esta mierda. Mi madre me los compró por Navidad y juré no llevarlos jamás. Y, sin embargo, aquí estoy. Por el amor verdadero o algo así. Probablemente Santana se desmayará, fijo.
—Son un poco... ajustados —comenta Ryder, y se muerde el labio inferior para no reír.
—Que te jodan —digo, y le enseño el dedo corazón.
Después acabo metiendo más mierda en mi bolsa.
Veinte minutos más tarde estamos de vuelta en la sala de estar. Ricardo sigue dormido, Ryder continúa haciendo comentarios sobre mis putos vaqueros ajustados y estoy lista para ir a ver a Santana a Seattle.
—¿Qué crees que debería decirle cuando se despierte? —me pregunta Ryder.
—Lo que quieras. Sería bastante divertido si le tomaras el pelo un rato. Podrías fingir que eres yo o que no sabes cómo ha llegado él hasta aquí. —Me río.
—. Estaría más confuso...
Ryder no ve el humor en mi idea y prácticamente me empuja por la puerta.
—Conduce con cuidado, las carreteras están mojadas —me avisa.
—Lo haré.
Me cuelgo la bolsa del hombro y me largo antes de que haga algún otro comentario de sabihondo.
Durante el trayecto no puedo evitar recordar mi pesadilla. Era tan nítida, tan jodidamente vívida... Podía oír a Santana gimiendo el nombre de esa cabrona; incluso podía oír cómo sus uñas le recorrían la piel.
Pongo la radio para ahogar mis pensamientos, pero no funciona. Decido pensar en ella, en recuerdos de las dos juntas, para detener las imágenes que me acechan. De otro modo, éste será el viaje más largo de toda mi vida.
—¡Mira qué bebés tan monos! —Santana chillando mientras señalaba un pelotón de pequeños seres inquietos. Bueno, en realidad sólo había dos bebés, pero aun así...
—Sí, sí, monísimos —repliqué poniendo los ojos en blanco y la arrastré a través de la tienda.
—Incluso llevan lazos a juego en el pelo. —Estaba sonriendo tanto que su voz adquirió ese tono agudo que usan las mujeres cuando se encuentran alrededor de un niño pequeño y alguna hormona u otra las golpea.
—Que sí —repuse, y continué recorriendo los estrechos pasillos de Conner’s.
Santana estaba buscando un queso en particular que necesitaba para nuestra cena de esa noche. Pero los bebés cortocircuitaron su cerebro.
—Admite que eran monos. —Me sonrió, y yo sacudí la cabeza para desafiarla—. Vamos, Brittany...,sabes que eran monos. Sólo dilo.
—Eran monos... —contesté inexpresiva, y ella apretó la boca mientras cruzaba los brazos frente a su pecho como una niña caprichosa.
—Quizá resulta que eres una de esas personas que sólo encuentran monos a sus propios hijos — dijo, y pude observar cómo de pronto una sospecha le robaba rápidamente la sonrisa—. Eso si es que alguna vez quieres tener hijos —añadió sombría, haciendo que quisiera borrar el ceño de su hermosa cara a base de besos.
—Claro, tal vez. Aunque es una pena que no quiera tenerlos —dije intentando grabar la noción permanentemente en su corazón.
—Lo sé... —contestó ella suavemente.
Poco después encontró lo que había estado buscando y lo dejó caer en el cesto con un golpe sordo.Su sonrisa aún no había regresado para cuando llegamos a la cola para la caja. La miré desde arriba y le di un suave codazo.
—Oye...
Cuando me miró, sus ojos estaban empañados, y era obvio que esperaba que yo hablara.
—Acordamos no seguir hablando de hijos... —comencé mientras ella clavaba la vista en el suelo, cerca de mi bota—. Mírame.
Cubrí sus mejillas con mis manos y apoyé la frente en la suya.
—Está bien, no estaba pensando cuando he dicho eso —admitió encogiéndose de hombros.
La observé mientras miraba alrededor del pequeño mercado, fijándose en cuanto nos rodeaba, y casi podía verla preguntarse por qué la estaba tocando así en público.
—Mira, volvamos a acordar no sacar el tema de los niños. No hace más que causar problemas entre nosotras —le dije, y le di un rápido beso en los labios, seguido de otros. Mis labios se entretuvieron sobre los suyos y sus pequeñas manos se colaron en los bolsillos de mi chaqueta.
—Te quiero, Brittany —dijo cuando Gloria la Gruñona, la cajera de la que nos habíamos reído tantas veces, se aclaró la garganta.
—Te quiero, San. Y te querré tanto que ni siquiera necesitarás hijos —le prometí.
Volvió la cabeza para esconder el ceño de preocupación, lo sé. Pero por aquel entonces no me importó porque imaginé que la cuestión estaba resuelta y me había salido con la mía. Mientras sigo conduciendo me pregunto si ha habido algún momento de mi vida en el que no me haya comportado como una imbécil egoísta.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 86
Santana
Mientras voy de mi dormitorio al sofá con una copia de Cumbres borrascosas en la mano, Kimberly dice con una hermosa y amplia sonrisa:
—Estás de bajón, Santana, y como tu amiga y mentora, es mi responsabilidad sacarte de ahí.
Su cabello rubio es liso y brillante y su maquillaje demasiado perfecto. Es una de esas mujeres a las que el resto de las mujeres adoran odiar.
—¿Mentora? ¿En serio? —Me río y ella pone en blanco sus ojos sombreados.
—Vale, tal vez no una mentora, pero sí una amiga —se corrige.
—No estoy de bajón. Simplemente tengo un montón de trabajos que hacer, y no me apetece salir esta noche —alego.
—Tienes diecinueve años, chica, ¡actúa como tal! Cuando yo tenía diecinueve pasaba todo el tiempo fuera. Apenas aparecía por clase. Y tenía citas con chicos, con muchos muchos chicos —dice, mientras sus tacones repiquetean sobre el suelo de parquet.
—Así que eso hacías, ¿eh? —interviene Christian al entrar en la sala. Está desenrollando algún tipo de cinta de alrededor de sus manos.
—Ninguno tan maravilloso como tú, por supuesto. —Kim le guiña un ojo y él se ríe.
—Esto es lo que me pasa por salir con una mujer tan joven —dice él—. Tengo que competir con el recuerdo aún fresco de hombres en edad universitaria. —Sus ojos verdes brillan con humor.
—Oye, que yo no soy mucho más joven que tú —dice Kimberly dándole un golpecito en el pecho.
—Doce años —señala él.
Ella pone los ojos en blanco.
—Sí, pero tu alma es joven. No como la de Santana, que se comporta como si tuviese cuarenta.
—Claro, cielo. —Tira la cinta usada a una papelera—. Ahora ve e ilumina a la chica sobre cómo no comportarse en la universidad. —Le dedica una última sonrisa, le da una palmada en el culo y desaparece, dejándola sonriendo de oreja a oreja.
—Quiero tantísimo a ese hombre... —me dice Kimberly, y yo asiento porque sé que es cierto—. De verdad que quería que salieses con nosotros esta noche. Christian y sus socios acaban de abrir un nuevo club de jazz en el centro. Es precioso y estoy segura de que lo pasarás muy bien.
—¿Christian tiene un club de jazz? —pregunto.
—Sólo ha invertido en él, así que en realidad no ha hecho ningún esfuerzo —susurra con una sonrisa ladina—. Tienen músicos invitados los sábados, una especie de noche de micrófono abierto o algo así con muchas actuaciones en directo.
Me encojo de hombros.
—¿Tal vez el finde que viene?
Lo último que quiero ahora mismo es vestirme de nuevo y salir a un club.
—Vale, el fin de semana que viene. Te tomo la palabra. Smith tampoco quiere venir. He intentado convencerlo, pero ya sabes cómo es. Me ha dado la charla sobre cómo el jazz no puede compararse con la música clásica. —Se echa a reír—. Así que su niñera llegará dentro de unas horas.
—Puedo vigilarlo yo —me ofrezco—. Al fin y al cabo, estaré aquí.
—No, cielo, no tienes que hacerlo.
—Lo sé, pero me apetece.
—Bueno, eso sería genial y mucho más sencillo. Por alguna razón, no le gusta su niñera.
—Yo tampoco le gusto mucho. —Me río.
—Cierto, pero él habla más contigo que con la mayor parte de la gente. —Se mira el anillo de compromiso en el dedo y después alza la vista hacia la foto de clase de Smith que cuelga sobre la repisa de la chimenea—. Es un niño muy dulce, pero tan reservado... —dice en voz baja, casi como una reflexión.
El timbre de la puerta suena entonces, rompiendo el momento.
Kimberly me mira con extrañeza.
—Vaya, ¿quién demonios vendrá en mitad de la tarde? —pregunta, como si yo pudiera conocer la respuesta.
Me quedo aquí de pie, mirando la preciosa foto de Smith que cuelga de la pared. Es un niño tan serio..., como un pequeño ingeniero, o un matemático.
—Bueno, bueno, bueno... ¡Mira quién ha venido! —exclama Kimberly desde la puerta.
Cuando me doy la vuelta para ver de qué está hablando, me quedo con la boca abierta.
—¡Brittany! —Su nombre cae de mis labios sin pensarlo siquiera, y un inmediato subidón de adrenalina me hace cruzar la habitación. Mis calcetines hacen que me deslice sobre el parquet, casi consiguiendo que me caiga de bruces. En cuanto recupero el equilibrio salto sobre ella y la abrazo más fuerte de lo que la he abrazado jamás.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 87
Brittany
Casi me da un ataque cuando Santana tropieza y está a punto de caerse, pero se recupera rápidamente y se lanza a mis brazos. Ésta no es, ni de lejos, la reacción que esperaba. Pensé que me recibiría con un incómodo «hola» y una sonrisa que no le llegaría a los ojos. Pero, joder, qué equivocada estaba. Muy equivocada. Santana aprieta los brazos alrededor de mi cuello y yo entierro la cabeza en su pelo. La dulce esencia de su champú me embota los sentidos y me siento momentáneamente abrumada por su presencia, cálida y receptiva entre mis brazos.
—Hola —digo por fin cuando ella alza la vista hacia mí.
—Estás helada —comenta. Sus manos se mueven hasta mis mejillas, calentándolas de inmediato.
—Es que está lloviendo hielo ahí fuera... y en casa es aún peor. En mi casa, quiero decir —me corrijo.
Sus ojos se clavan en el suelo antes de volver a mirarme.
—¿Qué estás haciendo aquí? —prácticamente susurra, intentando ocultar la pregunta al resto de los presentes.
—He llamado a Christian de camino aquí —informo a Kimberly, que continúa mirándome con aire enigmático y una sonrisa jugando en sus labios pintados.
«No podías mantenerte alejada, ¿verdad?», articula en silencio a espaldas de Santana. Esta mujer es la mayor tocapelotas que conozco, no sé cómo Christian la aguanta, y voluntariamente.
—Puedes quedarte en la habitación frente a la de Santana, ella te la enseñará —anuncia Kimberly, y después desaparece.
Me separo de Santana y le dedico una pequeña sonrisa.
—Lo... ¡lo siento! —tartamudea ella, mirando alrededor y ruborizándose—. No sé por qué he hecho eso. Es... es que es tan agradable ver una cara familiar...
—Yo también me alegro de verte —le digo intentando librarla de su bochorno.
No es que me haya apartado porque no quiera abrazarla. Su falta de confianza siempre hace que interprete las cosas de manera negativa.
—He resbalado en el suelo —suelta, entonces vuelve a ruborizarse y yo me muerdo un carrillo para no reírme de ella.
—Sí, ya lo he visto —digo. No puedo evitar la risita que se me escapa, y ella sacude la cabeza riéndose de sí misma.
—¿De verdad que te quedas? —pregunta.
—Sí. ¿Te parece bien?
Sus ojos brillan y tienen un tono de gris más claro del habitual. Lleva el pelo suelto, ligeramente ondulado y sin estilo. Ni un rastro de maquillaje estropea su rostro, y está absolutamente perfecta. La cantidad de horas que he pasado imaginando su cara frente a mí no me habían preparado para el momento en que finalmente volvería a verla. Mi mente no puede captar todos los detalles; las pecas justo sobre su escote, la curva de sus labios, el brillo de sus ojos..., es jodidamente imposible. La camiseta le queda suelta y esos horribles pantalones de felpa con nubes cubren sus piernas. No para de ajustarse la camiseta tirando hacia abajo, jugueteando con el cuello; es la única chica que he conocido que puede ponerse esa ropa horrorosa para dormir y aun así parecer sexi. A través de la camiseta blanca puedo verle el sujetador. Lleva ese de encaje que tanto me gusta. Me pregunto si es consciente de que puedo verlo a través de la tela...
—¿Por qué has cambiado de idea? Y ¿dónde están el resto de tus cosas? —pregunta Santana mientras me guía pasillo abajo—. Las habitaciones de todos los demás están arriba —me explica sin sospechar mis pervertidos pensamientos. O quizá sí...
—Esto es todo cuanto he traído. Será sólo una noche —le aseguro, y se detiene frente a mí.
—¿Sólo te quedas una noche? —repite; sus ojos buscan mi cara.
—Sí, ¿qué creías? ¿Que me mudaba aquí?
Claro que lo creía, ella siempre tiene demasiada fe en mí.
—No. —Desvía la mirada—. No lo sé. Supongo que esperaba que te quedaras más que eso —dice,
y ahora es cuando la cosa se pone incómoda. Sabía que ocurriría.
—. Aquí está la habitación. —Abre la puerta para mí, pero no entro.
—¿Tu habitación está justo cruzando el pasillo? —La voz se me rompe y sueno como una auténtica idiota.
—Sí —murmura ella mirándose los dedos.
—Genial —señalo tontamente—. Estás segura de que está bien que haya venido, ¿verdad?
—Sí, por supuesto. Sabes que te he echado de menos.
La excitación en su cara parece desvanecerse cuando el recuerdo de mis acciones previas —ser una idiota en general y negarme a venir a Seattle sobre todo— se cierne sobre nuestras cabezas. Nunca olvidaré la forma en que ha venido corriendo hacia mí, literalmente, cuando me ha visto en la puerta; había tanta emoción en su rostro, tanta añoranza... y yo también lo he sentido, más incluso que Santana. Creía que me volvería loca sin ella.
—Sí, pero la última vez que estuvimos juntas en ese apartamento yo te eché a patadas. —Veo cómo su expresión cambia cuando mis palabras le recuerdan lo ocurrido. Es como si pudiera ver el puto muro levantándose entre nosotras mientras ella me dedica una sonrisa falsa—. No sé por qué he dicho eso —confieso, y me paso la muñeca por la frente.
Sus ojos se mueven hacia otra habitación: la suya. Entonces, señalando la puerta frente a la que estamos, dice:
—Puedes dejar ahí tus cosas.
Me coge la bolsa de la mano, entra en el cuarto y la abre sobre la cama. La observo mientras saca de la bolsa camisetas enrolladas y bragas y arruga la nariz.
—¿Están limpios? —pregunta.
Niego con la cabeza.
—Las bragas, sí.
Sostiene la bolsa a un brazo de distancia.
—Ni siquiera quiero saber cómo está el apartamento.
Las comisuras de sus labios se elevan en una sonrisa petulante.
—Entonces, menos mal que no vas a volver a verlo —bromeo.
Su sonrisa se desvanece en el acto. Menuda broma de mierda... Pero ¿qué coño me pasa?
—No me refería a eso —me apresuro a añadir, desesperada por recuperarme de mi pésima elección de palabras.
—Está bien. Relájate, ¿vale? —Su voz es amable—. Soy yo, Brittany.
—Lo sé. —Tomo aire y continúo—: Es sólo que parece que haya pasado mucho tiempo, y estamos en este extraño punto muerto, una media relación de mierda que encima se nos da fatal. Y no nos hemos visto, y te he echado de menos, y espero que tú también me hayas echado de menos a mí.
«Vaya, lo he soltado todo demasiado rápido.»
Ella sonríe.
—Sí.
—¿Sí, qué? —La presiono en busca de las palabras exactas.
—Que te he echado de menos. Te lo he dicho todos los días que hemos hablado.
—Lo sé. —Me acerco aún más a ella—. Sólo quería oírtelo decir otra vez.
Me inclino para colocarle el cabello tras las orejas usando ambas manos, y ella se apoya en mí.
—¿Cuándo has llegado? —interviene de pronto una pequeña voz, y Santana se separa de un salto.
Genial, simplemente genial.
Y ahí está Smith, de pie frente al nuevo dormitorio de Santana.
—Justo ahora —contesto, esperando que se vaya de la habitación para que podamos continuar lo que hemos empezado hace unos momentos.
—¿Por qué has venido? —pregunta, y entra en la habitación.
Señalo a Santana, que ahora está como a dos metros de mí, sacando mi ropa de la bolsa y recogiéndola entre los brazos.
—He venido a verla a ella.
—Oh —replica en voz baja mirándose los pies.
—¿No me quieres aquí? —pregunto.
—No me importa —dice encogiéndose de hombros, y le sonrío.
—Bien, porque no me habría ido aunque fuese así.
—Lo sé. —Smith me devuelve la sonrisa y nos deja a Santana y a mí a solas.
Menos mal.
—Le gustas —dice ella.
—El crío está bien —replico encogiéndome de hombros, y ella se ríe.
—A ti también te gusta —me acusa.
—No, para nada. Sólo he dicho que está bien.
Santana pone los ojos en blanco.
—Claaaaro.
Tiene razón, el crío me gusta. Más de lo que me ha gustado ningún otro niño de cinco años.
—Esta noche me toca cuidar de él mientras Kim y Christian van a la inauguración de un club —me explica.
—Y ¿tú por qué no vas con ellos?
—No sé, simplemente no me apetecía.
—Mmm... —Me pellizco el labio para esconderle mi sonrisa.
Me emociona que no quiera salir por ahí, y me descubro a mí mismo esperando que haya planeado pasar la tarde hablando conmigo por teléfono.
Ella me dedica entonces una extraña mirada.
—Tú puedes ir si te apetece, no tienes que quedarte aquí conmigo.
Le lanzo una mirada indignada.
—¿Qué? No he conducido hasta aquí para ir a un club de mierda sin ti. ¿Es que no quieres que me quede contigo?
Sus ojos se encuentran con los míos y aprieta mi ropa contra mi pecho.
—Sí, por supuesto que quiero que te quedes.
—Bien, porque no me habría ido aunque hubiese sido así.
Ella no sonríe como Smith, pero pone los ojos en blanco, un gesto igual de adorable.
—¿Adónde vas? —le pregunto al ver que se dirige hacia la puerta con mis cosas.
Me lanza una mirada que es, al mismo tiempo, divertida y sensual.
—A lavar tu ropa —contesta, y desaparece en el vestíbulo.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 88
Santana
Mis pensamientos vuelan mientras pongo en marcha la lavadora. Brittany ha venido, a Seattle, y ni siquiera he tenido que pedírselo o suplicar. Ha venido por su propia voluntad. Aunque sólo sea por una noche, significa muchísimo para mí, y espero que sea un paso en la dirección correcta para nosotras.
Aún me siento muy insegura en lo que respecta a nuestra relación..., tenemos siempre tantos problemas, tantas peleas sin sentido... Somos dos personas muy diferentes. Y ahora mismo estoy en un punto en el que no sé si esto va a funcionar. Pero ahora mismo, ahora que está aquí conmigo, no quiero nada más que probar a ver si funciona esta media relación/media amistad a distancia, y ver adónde nos lleva.
—Sabía que aparecería —dice Kimberly a mi espalda.
Cuando me vuelvo veo que está apoyada contra el marco de la puerta del cuarto de lavar.
—Pues yo no —confieso.
Ella me lanza una mirada tipo «¡Venga ya!».
—Tenías que saber que lo haría. Nunca he visto una pareja como vosotras.
Suspiro.
—No somos exactamente una pareja...
—Te has echado en sus brazos como en una película. Ella lleva aquí menos de quince minutos y ya le estás haciendo la colada —replica mientras cabecea hacia la lavadora.
—Bueno, es que su ropa olía fatal... —explico, ignorando la primera parte de su discurso.
—No podéis estar separadas la una de la otra, realmente es algo digno de ver. Me encantaría que salieras con nosotros esta noche para que pudieras arreglarte y enseñarle todo lo que se está perdiendo por no venir a vivir contigo a Seattle —añade, me guiña un ojo y se va, dejándome sola en el cuarto de lavar.
Tiene razón sobre Brittany y sobre mí, no somos capaces de permanecer separadas la una de la otra.
Siempre ha sido así, desde el día que la conocí. Incluso cuando trato de convencerme a mí misma de que no la quiero, no puedo ignorar el cosquilleo que siento en mi interior cada vez que nos encontramos.
Antes Brittany siempre aparecía dondequiera que yo estuviera. Por supuesto, yo me pasaba por la casa de su fraternidad cada vez que surgía la oportunidad. Odiaba aquel sitio, pero algo en mi interior me arrastraba hasta allí, sabiendo que si iba la vería. No lo admití en ese momento, ni siquiera para mí misma, pero deseaba su compañía, incluso cuando era cruel conmigo. Parece que haga tanto tiempo de eso..., es casi como parte de un sueño, y recuerdo la forma en que solía mirarme fijamente durante las clases para después poner los ojos en blanco cuando la saludaba.
La lavadora emite un breve pitido, devolviéndome a la realidad, y me apresuro pasillo abajo hacia el cuarto de invitados que le ha sido asignado a Brittany para pasar la noche. La habitación está vacía; su bolsa sigue sobre la cama, pero a ella no la veo por ningún lado. Cruzo el pasillo y la encuentro de pie delante del escritorio de mi habitación. Sus dedos acarician las tapas de uno de mis cuadernos de notas.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto.
—Sólo quería ver dónde estás viviendo... ahora. Quería ver tu habitación.
—Oh. —Noto la forma en que sus cejas se juntan cuando la llama tu habitación.
—¿Esto es para alguna asignatura? —pregunta sosteniendo el cuaderno de cuero negro.
—Es para escritura creativa —asiento—. ¿Lo has leído?
No puedo evitar sentirme un poco nerviosa ante la idea de que lo haya hecho. Hasta ahora sólo he conseguido escribir uno de los trabajos, pero como todo lo demás en mi vida, al final acabé relacionándolo con ella.
—Un poco.
—Es sólo un trabajo —digo tratando de explicarme—. Nos pidieron que escribiéramos una redacción de tema libre como primer trabajo del curso y...
—Es bueno, realmente bueno —me halaga, y coloca el cuaderno de vuelta sobre la mesa durante un momento, antes de volver a cogerlo y abrirlo por la primera página.
—«¿Quién soy?» —Lee la primera línea en voz alta.
—Por favor, no —le suplico.
Ella me dedica una sonrisita interrogativa.
—¿Desde cuándo te da vergüenza enseñar tus trabajos de clase?
—No es vergüenza. Es sólo que... es un ensayo muy personal. Ni siquiera estoy segura de querer entregárselo al profesor.
—He leído tu diario de religión —dice de pronto, y se me para el corazón.
—¿Qué? —Rezo para haberla oído mal.
—Lo he leído. Te lo dejaste en el apartamento y lo encontré.
Esto es humillante. Guardo silencio mientras Brittany me mira fijamente desde el otro lado de la habitación. Ésos eran pensamientos íntimos que no esperaba que nadie llegara a leer nunca, salvo quizá mi profesor. Me avergüenza que Brittany haya escudriñado mis pensamientos más personales.
—No deberías haberlos leído. ¿Por qué lo has hecho? —pregunto, intentando no mirarla.
—Mi nombre estaba por todas partes —se defiende.
—Ésa no es la cuestión, Brittany. —Me noto el estómago en la garganta, y me cuesta respirar—. Estaba pasando una racha muy mala, y ésos eran pensamientos íntimos para mi diario. No tendrías que haberlos...
—Eran muy buenos, San. Increíbles, Me dolió saber que te sentías así, pero las palabras, lo que tenías que decir... era perfecto.
Sé que intenta hacerme un cumplido, pero así sólo consigue abochornarme más.
—¿Cómo te sentirías tú si alguien leyera algo que escribiste para expresar lo que sentías de forma privada? —Paso por alto sus halagos sobre mi forma de escribir. A sus ojos asoma una mirada de pánico, y ladeo la cabeza, confusa—. ¿Qué?
—Nada —se limita a decir, sacudiendo la cabeza
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 89
Brittany
La mirada en sus ojos casi hace que me detenga, pero debo ser honesta, y quiero que sepa lo interesante que encuentro su escritura.
—Lo he leído al menos diez veces —admito.
Sus grandes ojos abiertos como platos no se encuentran con los míos, pero sus labios se separan ligeramente para contestar:
—¿En serio?
—No seas tímida. Soy yo... —Le sonrío, y ella da un paso hacia mí.
—Lo sé, pero probablemente sonaba patética.
—No pensaba con claridad cuando lo escribí.
Coloco un dedo sobre sus labios para silenciarla.
—No, para nada. Es brillante.
—Yo... —Intenta hablar tras mis dedos, y aprieto con más fuerza.
—¿Has acabado? —Le sonrío, y ella asiente.
Lentamente retiro los dedos de sus labios, y su lengua asoma para humedecerlos. No puedo evitar mirarla fijamente.
—Tengo que besarte —susurro, nuestras caras apenas están a unos centímetros de distancia. Sus ojos se miran en los míos y traga saliva ruidosamente antes de volver a humedecerse los labios.
—Vale —susurra también en respuesta. Me agarra la camisa con voracidad. Tira de mí, con la respiración pesada.
Justo antes de que nuestros labios puedan tocarse, un golpe resuena en la puerta del dormitorio.
—¿Santana? —La voz un poco chillona de Kimberly la llama a través de la puerta entreabierta.
—Líbrate de ella —murmuro, y Santana se aparta de mí.
Primero el crío y ahora la madre. Ya de paso podríamos invitar también a Vance a que se una a la fiesta.
—Nos vamos en unos minutos —dice Kimberly sin llegar a entrar.
«Bien por ti. Y ahora lárgate a tomar...»
—Vale, enseguida salgo —contesta Santana, y mi irritación aumenta.
—Gracias, cielo —dice Kimberly, y se va tarareando una cancioncilla pop.
—Joder, ni siquiera tendría que haber... —empiezo.
Cuando Santana me mira me detengo antes de acabar la frase. Pero no era verdad... Nada podría haberme impedido estar aquí ahora.
—Tengo que salir y cuidar de Smith. Si quieres quedarte en mi cuarto, puedes hacerlo.
—No, quiero estar donde estés tú —le digo, y ella sonríe.
Joder, quiero besarla. La he echado tanto de menos... y ella dice que también me añora..., así que, ¿por qué no?... Sus manos se cierran alrededor de la pechera de mi camiseta negra y aprieta los labios contra los míos. Me siento como si alguien me hubiera conectado a una toma de corriente, cada fibra de mí se enciende y vibra. Su lengua penetra suavemente en mi boca, presionando y acariciando, y mis manos se aferran a sus caderas.
Tiro de ella a través de la habitación hasta que mis piernas tropiezan con la cama. Me tumbo y ella cae suavemente sobre mí. Rodeo su cuerpo con los brazos y giro hasta que queda debajo de mí. Puedo sentir su pulso martilleando por mis labios cuando los deslizo bajo su escote y de nuevo hacia arriba, hacia ese dulce lugar justo debajo de la oreja. Jadeos y suaves gemidos son mi recompensa. Lentamente empiezo lo que sé que son movimientos de tortura, girando las caderas contra las suyas, clavándola contra el colchón. Los dedos de Santana se mueven para tocar la ardiente piel bajo mi camiseta, y sus uñas me arañan la espalda.
La imagen de Dani penetrándola se me aparece de pronto y me pongo en pie en apenas unos segundos.
—¿Qué pasa? —pregunta ella. Sus labios son de un profundo color rosado y están inflamados tras el suave asalto.
—Na... nada, no es nada. Deberíamos..., hum..., salir. Cuidar del pequeño cabroncete —respondo a toda prisa.
—Brittany... —me presiona.
—Santana, olvídalo. No es nada.
«Sólo que, ya sabes, soñé que Dani te follaba hasta casi romper la cama y ahora no puedo dejar de imaginármelo.»
—Vale.
Se levanta de la cama y se seca las manos contra la suave tela de sus pantalones de pijama.
Cierro los ojos por un momento intentando liberar mi mente de esas repugnantes imágenes. Si esa cabrona interrumpe un solo segundo más de mi tiempo con Santana, le romperé cada hueso de su maldito cuerpo.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 90
Santana
Después de que le planten demasiados besos para el gusto de Smith, Kimberly y Vance por fin se marchan. Cada una de las tres veces que nos recordaron que si pasaba algo los llamásemos, Brittany y Smith revolvieron los ojos con aire dramático. Cuando ella señaló la lista con los números de emergencia de la encimera de la cocina, ellos intercambiaron una miradita de incredulidad de lo más
cuca.
—¿Qué quieres ver? —pregunto a Smith cuando perdemos de vista el coche.
Él se encoge de hombros en el sofá y mira a Brittany, que mira al niño como si fuese un pequeño hurón gracioso o algo por el estilo.
—Bueno...
—Vale, y ¿qué tal un juego? ¿Quieres jugar a algún juego? —sugiero cuando ninguno de ellos habla.
—No —contesta Smith.
—Creo que quiere volver a su habitación y hacer lo que fuera que estuviera haciendo antes de que Kim lo sacara de allí —dice Brittany, y Smith asiente, completamente de acuerdo.
—Bueno..., está bien. Vuelve a tu habitación, Smith. Brittany y yo estaremos aquí por si nos necesitas. Pediré la cena pronto —le digo.
—¿Puedes venir conmigo, Brittany? —pregunta el chiquillo en el tono más suave posible.
—¿A tu habitación? No, estoy bien aquí.
Sin una palabra más, Smith baja del sofá y camina hasta la escalera. Fulmino a Brittany con la mirada y ella se encoge de hombros.
—¿Qué?
—Ve a su habitación con él —susurro.
—No quiero ir a su habitación. Quiero estar aquí contigo —replica tranquilamente.
Pero, por mucho que desee que Brittany se quede conmigo, me siento fatal por Smith.
—Vamos. —Señalo al niño rubio mientras comienza a subir lentamente los escalones—. Se siente solo.
—Está bien, joder —Brittany gruñe y cruza el salón enfurruñada para seguir a Smith escaleras arriba. Aún estoy un poco molesta por su extraña reacción a nuestro beso en el dormitorio. Creí que estaba yendo genial, incluso más allá de eso, pero ella ha bajado de la cama tan de golpe que he pensado que se había hecho daño. ¿Es posible que después de haber pasado tanto tiempo separadas ya no sienta lo mismo? Tal vez ya no se sienta atraída por mí... sexualmente, como antes. Sé que llevo puesto un pantalón bombacho de pijama, pero eso nunca antes le había molestado.
Incapaz de dar con una explicación razonable para su comportamiento, y en lugar de permitir que mi imaginación se desboque, cojo la pequeña pila de folletos de comida rápida que Kimberly nos ha dejado para que podamos encargar la cena. Me decido por la pizza y cojo mi teléfono antes de ir al cuarto de lavar. Meto la ropa de Brittany en la secadora y me siento en el banco que hay en el centro de la sala mientras observo cómo el tambor de la máquina gira y gira.
Llamo a la pizzería y espero.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 91
Brittany
Mientras Smith va de un lado a otro de su dormitorio, yo me quedo de pie en el umbral de la puerta y hago un inventario mental de toda la mierda que tiene ahí dentro. Joder, este crío está supermimado.
—¿Qué quieres hacer? —le pregunto al entrar en la habitación.
—No sé. —Se queda mirando la pared. Tiene el pelo rubio peinado de lado de manera tan perfecta que casi da miedo.
—Entonces, ¿para qué me has hecho subir?
—No sé. —Repite. ¡Menudo capullo cabezón!
—Vale..., mira, esto no nos lleva a ninguna... —No acabo la frase.
—¿Ahora vas a vivir aquí, con tu chica? —suelta Smith de golpe.
—No, sólo he venido a visitarla esta noche.
—¿Por qué? —Sus ojos me buscan. Los noto sin tan siquiera tener que mirarlo.
—Porque no quiero vivir aquí.
—¿Por qué? ¿No te gusta? —Pregunta.
—Sí, me gusta. —Me echo a reír—. Es sólo que..., no sé... ¿Por qué haces siempre tantas preguntas?
—No sé —responde simplemente, y saca una especie de tren de debajo de la cama.
—¿No tienes amigos con los que puedas jugar? —le pregunto.
—No.
Eso no me parece bien. Es un buen chaval.
—¿Por qué no?
Él se encoge de hombros y separa una pieza de la vía del tren. Sus pequeñas manos separan otra pieza más y sustituye la parte metálica por dos piezas de vía nueva de la caja que está a los pies de su cama.
—Estoy segura de que puedes hacer amigos en el cole.
—No, no puedo.
—¿Los chicos del cole son unos idiotas que se meten contigo o algo así? —pregunto.
Ni me molesto en corregir mi lenguaje. Vance tiene la boca de un jodido camionero. Estoy seguro de que el chico ha oído cosas peores.
—A veces. —Retuerce las puntas de algún tipo de cable y lo conecta a una pequeña locomotora. El cable chisporrotea en sus manos pero él ni se inmuta. Al cabo de unos segundos el tren comienza a moverse por la vía, primero lentamente, para luego ir cogiendo velocidad.
—¿Qué ha sido eso? ¿Qué has hecho? —le pregunto.
—Hacer que vaya más rápido. Es que era muy lento.
—No me extraña que no tengas amigos. —Me echo a reír, pero enseguida me detengo. Mierda. Él está ahí sentado, mirando su tren.
—. Lo que quería decir es que eres muy listo; a veces a la gente lista se
le da fatal lo de relacionarse y no le gusta a nadie. Como Santana, por ejemplo. A veces es demasiado lista y eso hace que la gente se sienta incómoda.
—Vale...
Levanta la cabeza y se me queda mirando fijamente, y no puedo evitar sentirme mal por él. Se me dan muy mal los consejos, y no sé ni por qué lo intento siquiera.
Yo sé lo que es crecer sin amigos. No tuve ninguno de niña, hasta que llegué a la pubertad y empecé a beber, a fumar maría y a quedar con gente de mierda. No eran exactamente amigos míos, de todos modos, sólo les gustaba porque yo hacía todo lo que me apetecía y eso era «guay» para ellos. No disfrutaban leyendo como yo lo hacía; sólo les gustaba salir de marcha. Siempre fui la niña cabreada del rincón con quien nadie hablaba porque le tenían miedo. Hasta hoy,
la cosa no ha cambiado mucho... Pero entonces conocí a Santana; ella es la única persona a la que le importo de verdad. Aunque a veces también me teme. Imágenes de las Navidades y del vino rojo extendiéndose por su cárdigan
blanco me hacen reaccionar. Sospecho que Ryder también se preocupa por mí. Pero la situación con él aún resulta rara, y estoy bastante segura de que se preocupa a causa de Santana. Ella tiende a tener ese tipo de poder sobre la gente.
Especialmente sobre mí.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 92
Santana
—¿Está rica tu pizza? —le pregunto a Smith, sentado frente a mí. Él me mira, la boca llena, y hace un gesto afirmativo con la cabeza. Come con cuchillo y tenedor, algo que no me sorprende.
Cuando termina, se levanta de la mesa y va a meter sus platos en el lavavajillas.
—Me voy a mi habitación, a la cama —anuncia el pequeño científico.
Brittany sacude la cabeza, le divierte la madurez del niño.
Yo me levanto y pregunto:
—¿Necesitas algo? ¿Agua o que te llevemos a tu cuarto?
Pero él rehúsa y coge la manta del sofá antes de dirigirse a su dormitorio.
Sigo con la mirada a Smith, que desaparece arriba, y después me siento otra vez y me doy cuenta de que Brittany apenas me ha dirigido la palabra en la última hora. Está guardando las distancias, y no puedo evitar comparar su comportamiento de esta noche con la forma en que hablaba durante nuestras llamadas de esta semana. Una pequeña parte de mí desearía que estuviéramos ahora al teléfono en vez de estar sentadas en silencio en el sofá.
—Tengo que mear —anuncia.
Se va y yo zapeo por los canales de la televisión de pantalla plana.
Un poco después, Kimberly y Christian entran por la puerta principal seguidos por otra pareja. Una mujer rubia y alta vestida con un vestido corto y dorado recorre el suelo de parquet. Les echo un vistazo a sus altísimos tacones de aguja y mis tobillos se resienten en solidaridad con los suyos. Ella me sonríe y saluda con la mano mientras sigue a Kimberly a través del vestíbulo y hasta la sala de estar. Brittany aparece en el pasillo pero no intenta entrar en la habitación.
—Sasha, éstos son Santana y Brittany —nos presenta Kimberly con amabilidad.
—Encantada de conocerte. —Sonrío, odiándome por no haberme puesto unos pantalones de pijama mejores.
—Igualmente —responde Sasha, pero está mirando directamente a Brittany, que por un momento le devuelve la mirada pero ni saluda ni entra del todo en la sala de estar.
—Sasha es una amiga del socio de Christian —nos explica Kimberly.
Bueno, me lo explica a mí, porque Brittany no les presta ninguna atención, concentrada como está en un programa sobre vida animal en el que he aterrizado.
—Y éste es Max, que tiene negocios con Christian.
El hombre, que ha estado bromeando y riendo con Christian, sale de detrás de Sasha y, cuando finalmente puedo echarle un vistazo, me sorprendo al ver al amigo de universidad de Ken, el padre de aquella chica, Lillian.
—Max —repito, mirando discretamente a Brittany e intentando llamar su atención sobre la cara familiar que está ante nosotras.
La que sí que se da cuenta es Kimberly, que nos mira alternativamente a Max y a mí.
—¿Vosotros dos ya os conocíais?
—Sólo nos vimos una vez, en Sandpoint —contesto.
Los oscuros ojos de Max son amenazadores y tiene una presencia poderosa que de inmediato parece reclamar la estancia como suya, pero sus frías facciones parecen suavizarse ligeramente ante mi recuerdo.
—Ah, sí. Tú eres la... amiga de Brittany Pierce —dice pronunciando la palabra amiga con una sonrisa.
—En realidad ella es... —comienza a decir Brittany uniéndose finalmente a nosotros en la sala.
Observo molesta cómo los ojos de Sasha siguen cada movimiento de Brittany cuando cruza la habitación. Se ajusta los tirantes dorados de su vestido y se humedece los labios. No podría estar más enfadada conmigo misma por llevar estos malditos pantalones de nubes ni aunque lo intentara. Los ojos de Brittany se posan en ella y veo cómo recorren su cuerpo lentamente, quedándose con cada detalle de su alta pero curvilínea figura antes de volver la atención hacia Max.
—No es sólo una amiga —acaba Brittany justo cuando la mano de Max se extiende para recibir un rápido pero incómodo apretón.
—Ya veo. —El hombre más mayor sonríe—. Bueno, en cualquier caso, es una joven encantadora.
—Sí que lo es —murmura Brittany. Puedo notar su irritación ante la presencia de Max.
Kimberly, como siempre la anfitriona perfecta, se acerca al bar y saca unas copas para sus invitados. Pregunta educadamente qué quiere cada uno mientras yo intento no mirar a Sasha cuando se presenta a Brittany por segunda vez. Ella le dedica un rápido asentimiento y se sienta en el sofá. Una punzada de decepción me asalta cuando deja un amplio espacio entre nosotras. ¿Por qué me siento tan
posesiva de golpe? ¿Es porque Sasha es tan guapa, o es por la forma en que los ojos de Brittany han recorrido su cuerpo, o por lo rara que ha sido toda la noche?
—¿Cómo está Lillian? —pregunto para romper la extraña tensión y los celos que se agitan en mi interior.
—Bien. Ha estado ocupada con la universidad —explica Max con frialdad.
Kimberly le ofrece una copa con un líquido marrón y él se traga la mitad en cuestión de segundos.
Luego alza las cejas en dirección a Christian.
—¿Bourbon?
—Sólo lo mejor —responde Christian con una sonrisa.
—Deberías llamar a Lillian alguna vez —dice entonces Max, y mira a Brittany—. Serías una buena influencia para ella.
—No creo que ella necesite ninguna influencia —replico.
No es que Lillian me importe mucho, debido a mis celos, pero siento la poderosa necesidad de defenderla ante su padre. No puedo evitar pensar que se está refiriendo a la orientación sexual de Lillian, y eso me molesta inmensamente.
—Oh, siento disentir. —Max muestra una sonrisa hiperblanqueada y yo vuelvo a dejarme caer contra los cojines del sofá.
Todo este intercambio ha sido muy incómodo. Max es encantador y rico, pero no puedo ignorar la oscuridad que se vislumbra en el interior de sus profundos ojos marrones y la malicia oculta en su amplia sonrisa.
«Y ¿qué hace aquí con Sasha?»
Es un hombre casado y, por la brevedad del vestido de ella y por la forma en que le sonríe, no parecen ser sólo amigos.
—Lillian es nuestra niñera habitual —interviene Kimberly.
—Qué pequeño es el mundo. —Brittany pone los ojos en blanco para parecer lo más desinteresada posible, pero sé que está que echa humo.
—¿A que sí? —le sonríe Max. Su acento británico es más cerrado que el de Brittany o Christian, o al menos no tan agradable al oído.
—Santana, ve al piso de arriba —me indica Brittany en voz baja.
Max y Kimberly la miran atentamente, haciéndole saber que ambos han oído la orden.
La situación se vuelve aún más incómoda que hace unos segundos. Ahora que todos han oído a Brittany decirme que me vaya arriba, no quiero hacerle caso. Sin embargo, la conozco y sé que se asegurará de que suba al piso superior, aunque tenga que subirme en brazos.
—Creo que Santana debería quedarse y tomar un poco de vino, o un trago de bourbon. Tiene buena añada y es excelente —dice Kimberly comportándose como la perfecta anfitriona que es. Se pone en pie y se acerca al miniba.
—. ¿Qué te apetece tomar? —Sonríe, desafiando claramente a Brittany.
Ella le lanza una mirada furibunda y aprieta los labios hasta formar una línea fina y dura. Quiero reír o abandonar la sala, preferiblemente ambas cosas, pero Max está observando nuestro intercambio con más curiosidad de la necesaria, así que me mantengo firme.
—Tomaré una copa de vino —digo.
Kimberly asiente, sirve el líquido blanco en una copa de tallo largo y me la acerca.
El espacio entre Brittany y yo parece crecer a cada segundo, y casi puedo ver el calor que emana de ella en pequeñas oleadas. Tomo un pequeño sorbo del vino fresco y Max por fin aparta la vista de mí.
Brittany está mirando la pared. Su humor ha cambiado drásticamente desde que nos hemos besado, y eso me preocupa de verdad. Pensé que estaría emocionada, feliz y, sobre todo, creí que se excitaría y que querría más, como siempre le pasa, igual que me pasa a mí.
—¿Las dos vivís aquí, en Seattle? —le pregunta Sasha a Brittany.
Tomo otro sorbo de vino. Últimamente he estado bebiendo un montón.
—Yo no —dice ella sin mirarla siquiera.
—Mmm..., y ¿dónde vives?
—No en Seattle.
Si la conversación tuviera lugar bajo otras circunstancias la regañaría por ser tan brusca, pero ahora mismo me alegro de que lo sea. Sasha frunce el ceño y se recuesta contra Max. Él me mira antes de guiarla amablemente en dirección opuesta.
«Ya sé que tenéis una aventura, así que ahora no disimuléis.»
Sasha permanece en silencio y Kimberly mira a Christian en busca de un poco de ayuda para dirigir la conversación hacia asuntos más placenteros.
—Bueno... —Christian se aclara la garganta—. La inauguración del club ha sido genial; ¿quién iba a imaginar que tendríamos semejante éxito?
—Fue brillante, esa banda..., no recuerdo el nombre, pero la última... —empieza Max.
—¿Los Reford algo? —sugiere Kimberly.
—No, no eran ésos, cariño. —Christian se ríe y Kimberly va hacia él para sentarse en su regazo.
—Bueno, fueran quienes fuesen, necesitamos contratarlos para el próximo fin de semana —dice Max.
A los pocos minutos de que empiecen a hablar de trabajo, Brittany da media vuelta y desaparece pasillo abajo.
—Normalmente es más educada —le comenta Kimberly a Sasha.
—No, no lo es. Pero no la querríamos si fuera de otra manera —se ríe Christian, y el resto de los presentes se suman a ella.
—Voy a... —empiezo.
—Ve. —Kimberly me hace un gesto con la mano y me despido de todos con un buenas colectivo.
Para cuando llego al final del pasillo, Brittany ya está en la habitación de invitados y tiene la puerta cerrada. Dudo por un momento antes de girar el pomo y abrirla. Cuando finalmente entro, compruebo que está recorriendo la habitación de arriba abajo.
—¿Algo va mal? —le pregunto.
—No.
—¿Estás segura? Porque has estado rara desde...
—Estoy bien. Sólo furiosa. —Se sienta al borde de la cama y restriega las manos contra las rodillas de sus vaqueros.
Me encantan sus nuevos vaqueros. Me suena haberlos visto en nuestro... en su armario en el apartamento. Trish se los regaló por Navidad y ella los odiaba.
—Y ¿eso por qué? —le pregunto en voz baja, asegurándome de que no puedan oírme desde la sala.
—Max es un imbecil —explota Brittany. Es evidente que a él no le importa si lo oyen.
—Sí, lo es —susurro riendo.
—Cuando se ha puesto borde contigo me estaba pidiendo a gritos que perdiera la paciencia.
—No estaba siendo borde conmigo específicamente. Creo que es su personalidad. —Me encojo de hombros, un gesto que no le tranquiliza.
—Bueno, como sea, no me gusta, y es una mierda que justo la única noche que tenemos para estar juntas, la casa esté llena. —Brittany se aparta el pelo de la frente y agarra un cojín para ponerse cómoda.
—Lo sé —asiento. Espero que Max y su amante se vayan pronto—. Odio que engañe a su mujer.
Denise parecía muy maja.
—Eso a mí me importa un huevo, la verdad. Simplemente no me gusta él —afirma Brittany.
Me sorprende un poco que le quite importancia inmediatamente a semejante traición.
—¿No te sientes mal por ella? ¿Ni siquiera un poquito? Seguro que no sabe nada de Sasha.
Ella hace un gesto con la mano y después apoya la cabeza en el brazo.
—Pues yo estoy segura de que lo sabe. Max es un cabrón. Ella no puede ser tan estúpida.
Imagino a su mujer sentada en una mansión en las colinas en algún sitio, llevando trajes caros, peluquería y maquillaje a diario, aguardando a que su infiel esposo vuelva al hogar. La idea me entristece y espero, en secreto, que ella también tenga un «amigo». Me sorprende desear que le pague con la misma moneda, pero aquí el que lo está haciendo mal es su marido, y a pesar de que casi no la conozco, quiero que sea feliz, aunque ésa no sea precisamente la mejor decisión.
—Sea como sea, sigue estando mal —insisto.
—Ya, pero eso es el matrimonio. Engaños, mentiras y más y más.
—No siempre es así.
—Nueve de cada diez —replica Brittany encogiéndose de hombros. Odio la forma tan negativa que tiene de ver el matrimonio.
—Eso no es verdad.
—¿Vas a volver a discutir conmigo sobre matrimonio? No creo que debamos entrar en eso —me avisa. Sus ojos encuentran los míos y toma aire.
Quiero pelear por esto con ella, decirle que se equivoca y hacerle cambiar de idea al respecto, pero sé que no tiene sentido. Brittany ya había tomado una decisión sobre estos temas mucho antes de conocernos.
—Tienes razón, no deberíamos hablar de esto. Especialmente si ya estás mosqueada.
—No estoy mosqueada —bufa.
—Vale —digo poniendo los ojos en blanco, y ella se levanta.
—Deja de poner los ojos en blanco —salta.
No puedo evitar volver a poner los ojos en blanco.
—Santana... —gruñe.
Me mantengo firme, sin moverme ni vacilar. No tiene motivos para perder los nervios conmigo.
Que Max sea un idiota pomposo no es culpa mía. Ésta es la típica rabieta de Brittany Pierce, y esta vez no la voy a sufrir yo.
—Has venido sólo por una noche, ¿recuerdas? —le digo, y veo cómo la dureza y la energía abandonan su rostro.
Ella continúa estudiándome, como esperando una pelea que no pienso darle.
—Maldita sea, tienes razón —suspira por fin, impresionándome con su repentino cambio de humor y su habilidad para calmarse—. Ven aquí.
Abre los brazos como siempre hace, y me dejo rodear por ellos como hacía tiempo que no lo hacía.
Ella no dice nada, sólo me abraza y apoya la barbilla en lo alto de mi cabeza. Su esencia es abrumadora, su respiración se ha calmado desde su pequeño cabreo, y ahora es cálida, tan cálida... Segundos, o tal vez minutos más tarde, se aparta de mí y pone el pulgar bajo mi barbilla.
—Siento haberme comportado como una imbecil. No sé por qué me he puesto así. Creo que Max me cabrea, o quizá fue lo de hacer de niñera, o esa insoportable Stacey. No lo sé, pero lo siento.
—Sasha —la corrijo con una sonrisa.
—Es lo mismo. Una zorra es una zorra.
—¡Brittany! —exclamo, golpeándola suavemente en el pecho.
Los músculos bajo su piel están más duros de lo que recordaba. Ha estado entrenando cada día... Por un momento mi mente vuela imaginando el aspecto que tendrá bajo su camiseta negra, y me pregunto si su cuerpo habrá cambiado desde la última vez que le eché un vistazo.
—Sólo es un comentario. —Se encoge de hombros y me pasa los dedos por la delicada línea de la mandíbula—. De verdad que lo siento. No quiero echar a perder mi tiempo contigo. ¿Me perdonas? Tiene las mejillas ruborizadas, su voz es dulce y sus dedos acarician suavemente mi piel, y me hace sentir tan bien... Cierro los ojos cuando traza la forma de mis labios con el pulgar.
—Contéstame —me presiona en voz baja.
—Siempre lo hago, ¿no? —murmuro con un suspiro. Apoyo las manos en sus caderas; mis pulgares aprietan la piel desnuda bajo su camiseta. Espero a sentir sus labios contra los míos, pero cuando abro los ojos sus escudos vuelven a estar alzados.
Dudo, pero al final pregunto—: ¿Pasa algo?
—Yo... —Se detiene a media frase—. Me duele la cabeza.
—¿Necesitas algo? Puedo pedirle a Kim si...
—No, a ella no. Creo que sólo necesito dormir o algo. De todos modos, ya es tarde.
Se me cae el alma a los pies al oírla. ¿Qué está pasando y por qué no quiere volver a besarme?
Hace sólo un momento me estaba diciendo que no quería echar a perder el poco tiempo que tenía para estar conmigo, y ¿ahora quiere irse a dormir?
Suspiro un «de acuerdo» casi inaudible. No voy a suplicarle que se quede despierta para pasar tiempo conmigo. Me avergüenza su rechazo y, sinceramente, necesito un momento a solas sin su aliento mentolado acariciándome las mejillas y sus ojos azules clavándose en los míos, nublando el poco juicio que todavía me queda. Aun así, me quedo un poco más, esperando a que me pregunte si puede dormir conmigo o viceversa.
No lo hace.
—¿Nos vemos por la mañana? —pregunta.
—Sí, claro.
Abandono la habitación antes de humillarme más y cierro con llave la puerta de mi habitación. Patéticamente, vuelvo sobre mis pasos y quito el cerrojo, esperando que tal vez, sólo tal vez, ella venga a visitarme.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 93
Brittany
«Mierda.
»Mierda.»
He estado conteniendo mi rabia durante la mayor parte de la semana. Y se está haciendo cada vez más y más difícil cuando Dani no hace más que colarse dentro de mi cabeza y volverme loca. Sé que estoy como una puta cabra por obsesionarme con este asunto, y no tengo ninguna duda de que Santana
estaría de acuerdo si le explicara por qué estoy tan mosqueada. No se trata sólo de Dani, es Max y su tono burlón con Santana, la forma en que me mira su zorrita, Kimberly desafiándome cuando le dije a Santana que subiera a la habitación... Todo se ha convertido en una gran y jodida molestia y mi control se
está esfumando. Puedo sentir cómo mis nervios se tensan, están a punto de estallar, y la única forma de poder relajarlos es golpeando algo o enterrándome en Santana y olvidando todo lo demás; pero ni siquiera puedo hacer eso. Ahora mismo tendría que estar hundiéndome dentro de ella, una y otra vez hasta que
salga el maldito sol, para compensar toda esta semana de mierda sin tocarla.
Es muy propio de mí joder del todo esta noche. Aunque segura que a ella no le sorprende en absoluto. Es lo que siempre hago, cada vez y sin fallar.
Me tumbo en la cama y miro alternativamente al techo y al reloj. De pronto ya son las dos de la mañana. Las molestas voces del salón pararon hace una hora, y me alegré cuando oí las lejanas despedidas y después los pasos de Vance y Kim subiendo la escalera.
Puedo sentirlo desde el otro lado del pasillo, puedo sentir cómo tira de mí, la jodida carga magnética que me acerca a Santana, suplicándome que vaya a su lado. Ignorando la abrumadora electricidad, salgo de la cama y me pongo los pantalones negros de deporte que Santana ha doblado y colocado en el armario con esmero y meticulosidad. Sé que Vance tiene un gimnasio en algún lugar de esta gran casa en la que te pierdes. Necesito encontrarlo antes de perder la poca cordura que me queda.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 94
Santana
No puedo dormir. He intentado cerrar los ojos y bloquear el mundo entero, dejar el caos y el estrés del lío que es mi vida amorosa, pero no puedo. Es imposible. Es imposible luchar contra el irresistible poder que me atrae hacia la habitación de Brittany, que me suplica que me acerque a ella. Está tan distante que tengo que saber por qué. Tengo que saber si se está comportando así por algo que he hecho o por algo que no he hecho. Tengo que saber que no está relacionado con Sasha y su diminuto vestido dorado, o porque Brittany ha perdido interés en mí.
Tengo que saberlo. Vacilando, salgo de la cama y tiro del cordoncito que enciende la lámpara. Me saco la estrecha goma que me rodea la muñeca y me recojo el pelo con las manos, peinándolo en una cola de caballo. Tan silenciosamente como me es posible, cruzo de puntillas el pasillo y empujo en silencio la puerta de
la habitación de invitados. Ésta se abre con un leve crujido y me sorprende encontrar la lámpara encendida y la cama vacía. Un mar de sábanas negras y mantas se apila al borde del colchón, pero Brittany no está en el cuarto.
Se me encoge el corazón al pensar que se ha ido de Seattle de vuelta a casa... su casa. Sé que las cosas estaban raras entre nosotras, pero deberíamos ser capaces de hablar sobre cualquier cosa que le esté preocupando a Brittany. Mirando por la habitación siento alivio al ver que la bolsa sigue en el suelo,
las pilas de ropa limpias se han caído, pero al menos continúan ahí.
Me ha encantado ver los cambios en Brittany desde que llegó hace apenas unas horas. Está más tranquila y es más dulce, e incluso me ha pedido disculpas de forma voluntaria, sin tener que arrancarle las palabras de la boca. A pesar del hecho de que ahora está siendo fría y distante, no puedo ignorar los cambios que una semana separadas parece haber provocado, y el impacto positivo que la distancia entre nosotras ha tenido en ella.
En silencio, camino por el pasillo en su búsqueda. La casa está a oscuras, la única claridad proviene de las pequeñas luces nocturnas del suelo a lo largo de los pasillos. Los baños, la sala de estar y la cocina están vacíos, y no oigo ni un sonido en el piso de arriba. Pero tiene que estar arriba..., ¿tal vez en la biblioteca?
Mantengo los dedos cruzados pidiendo no despertar a nadie durante mi búsqueda, y justo cuando cierro la puerta de la oscura y vacía biblioteca, veo una fina línea de luz saliendo por debajo de la puerta al final de un largo pasillo. Durante mi breve estancia aquí no he llegado a explorar esta parte de la casa, aunque creo que Kimberly me indicó vagamente que aquí es donde están la sala de proyección y el gimnasio. Al parecer, Christian pasa horas haciendo ejercicio.
La puerta no está cerrada con llave y se abre fácilmente al empujarla. Durante un momento temo estar a punto de cometer un error al imaginar que es Christian y no Brittany quien está en la habitación. Eso podría ser tremendamente incómodo, y rezo para que no sea el caso. Las cuatro paredes de la sala tienen cristales del techo al suelo, y hay toda una colección de máquinas intimidantes, entre las que sólo soy capaz de reconocer la cinta de correr. Pesas y más pesas cubren la pared más alejada, y la mayor parte del suelo está acolchado. Mis ojos vuelan a las paredes de espejos y mi interior se deshace cuando los veo. Brittany, cuatro Brittanys en realidad, se reflejan en los espejos. No lleva camiseta solo un sosten deportivo y sus movimientos son agresivos y rápidos. Sus manos están envueltas en la misma cinta negra que he visto en las de Christian todos los días de esta semana. Brittany me da la espalda; sus duros músculos se tensan bajo la piel bronceada cuando eleva el pie para patear un gran saco negro que cuelga del techo. Sus puños golpean a continuación; un ruido sordo sigue a cada uno de sus movimientos y los repite con el otro puño. La contemplo mientras va propinando puñetazos y patadas al saco sin cesar, parece tan enfadada, y guapa, y sudorosa..., y casi no puedo ni pensar mientras la miro.
Con movimientos rápidos golpea con su pierna izquierda, luego con la derecha, y después estrella ambos puños contra el saco con tanta facilidad que resulta increíble observarla. Su piel brilla cubierta de sudor, su pecho y su estómago parecen ligeramente distintos, más definidos. Simplemente parece... más grande. La cadena metálica que cuelga del techo parece a punto de partirse bajo la fuerza de la agresión de Brittany. Mi boca se seca y mis pensamientos se ralentizan mientras la veo y oigo los furiosos gruñidos que emite cuando empieza a usar sólo sus puños contra el saco. No sé si es el suave gemido que escapa de mis labios al mirarla, o si de alguna forma ha notado mi presencia, pero de pronto se detiene. El saco continúa balanceándose mientras cuelga de su cadena y, sin
apartar los ojos de mí, Brittany alza una mano para detenerlo.
No quiero ser la primera en hablar, pero no me deja alternativa cuando continúa mirándome con los ojos muy abiertos y furiosos.
—Hola —digo con la voz ronca.
Su pecho sube y baja rápidamente.
—Eh —jadea ella.
—¿Qué...? Esto... —Intento contenerme—. ¿Qué estás haciendo?
—No podía dormir —explica respirando pesadamente—. ¿Qué haces tú despierta?
Recoge su camiseta negra del suelo y se seca el sudor de la cara. Trago saliva, parezco incapaz de encontrar la fuerza para apartar los ojos de su cuerpo empapado en sudor.
—Oh..., lo mismo que tú, no podía dormir. —Sonrío débilmente y mis ojos se ven atraídos hacia su torso tonificado; los músculos se mueven en sincronía con su trabajosa respiración.
Ella asiente; sus ojos no buscan los míos, y no puedo hacer otra cosa que preguntar:
—¿Es que he hecho algo? Si es así, podemos hablar y solucionarlo.
—No, tú no has hecho nada.
—Entonces dime qué es lo que va mal, por favor, Brittany. Necesito saber qué está pasando. —Reúno tanta confianza como me es posible y comienzo—: ¿Tú...? No importa —digo. El atisbo de confianza se desvanece bajo su fija mirada.
—¿Si yo qué?
Se sienta sobre un largo cojín negro, que creo que es algún tipo de banco para pesas. Tras pasarse nuevamente la camiseta por la cara, se la anuda alrededor de la cabeza para mantener a raya su sudoroso cabello.
La bandana improvisada resulta extrañamente adorable y muy atractiva, lo suficiente como para que de pronto no encuentre las palabras apropiadas.
—Estoy empezando a preguntarme si tal vez... si sería posible que tú... si a lo mejor ya no te gusto como te gustaba.
La pregunta sonaba mucho mejor en mi cabeza. Cuando la digo en voz baja, suena patética y necesitada.
—¿Qué? —Deja caer las manos sobre las rodillas—. ¿De qué estás hablando?
—¿Sigues sintiéndote atraída por mí... físicamente? —pregunto patéticamente.
No me sentiría tan avergonzada o insegura si no me hubiese rechazado al principio de la noche.
Eso, y si la señorita Piernas Largas Falda Corta no hubiese estado revoloteando a su alrededor justo delante de mis narices. Por no mencionar la manera en que ella le recorrió el cuerpo con los ojos...
—¿Qué...? ¿De dónde ha salido eso? —Mientras su pecho sube y baja, el gorrión tatuado justo bajo su clavícula parece estar aleteando al compás de su respiración.
—Bueno... —comienzo. Aunque he recorrido algunos pasos hacia el interior de la sala, me aseguro de dejar varios metros de distancia entre Brittany y yo—. Hace unas horas... cuando nos estábamos besando..., paraste, y apenas me has tocado desde entonces, y después de aquello te levantaste y te fuiste a la cama.
—¿De verdad crees que ya no me siento atraída por ti? —Abre la boca para continuar, pero a continuación la vuelve a cerrar y permanece en silencio.
—Se me ha pasado por la cabeza —admito. El suelo acolchado de pronto se ha vuelto fascinante y me la quedo mirando fijamente.
—Esto es una puta locura —replica—. Mírame.
Mis ojos se encuentran con los suyos y Brittany suspira profundamente antes de proseguir.
—No puedo ni empezar a imaginar por qué se te ha ocurrido pensar siquiera que no me siento atraída por ti, Santana. —Parece analizar su propia respuesta y añade—: Bueno, supongo que puedo ver por qué has pensado eso, después de cómo he actuado últimamente, pero no es verdad; es, de hecho, literalmente lo más alejado posible de la puta realidad.
El dolor de mi pecho empieza a disolverse.
—Entonces, ¿por qué?
—Vas a pensar que soy una jodida morbosa.
«Oh, no...»
—¿Por qué? Dímelo, por favor —le suplico.
Observo cómo se pasa los dedos por las mejillas.
—Escúchame antes de enfadarte, ¿vale? —dice.
Asiento lentamente, una acción que contradice completamente los pensamientos paranoicos que empiezan a abordarme.
—Verás, tuve un sueño... Bueno, más bien una pesadilla...
El pecho me duele y rezo para que no sea algo tan malo como está dando a entender. Parte de mí se siente aliviada de que esté enfadada por una pesadilla y no por un hecho real, pero la otra mitad lo siente por ella. Ha estado toda la semana solo y hace daño saber que sus pesadillas han vuelto.
—Sigue —la animo amablemente.
—Era sobre tú... y Dani.
«No...»
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
—Ella estaba en nuestro... en mi apartamento, y yo llegué a casa para encontrarla entre tus piernas. Tú estabas gimiendo su nombre y...
—Vale, vale, lo pillo —lo corto, alzando una mano para detenerla.
La expresión de dolor de su cara me impulsa a sostener la mano en alto durante unos segundos para mantenerla en silencio, pero entonces ella dice:
—No, deja que te lo explique.
Me siento extremadamente incómoda por tener que escuchar cómo Brittany habla de Dani y de mí en la cama, pero es evidente que necesita decírmelo. Si contármelo va a ayudarla a que lo supere, me morderé la lengua y escucharé.
—Estaba encima de ti, follándote, en nuestra cama. Tú decías que lo querías. —Hace una mueca de dolor.
¿Así que toda esta tensión y el extraño comportamiento de Brittany desde que llegó a Seattle viene de un sueño que tuvo sobre Dani y yo? Al menos eso explica las demandas a medianoche para que llamara a Dani y le retirara la invitación a visitar Seattle a la que accedí. Mientras contemplo desde el otro lado de la sala a esta rubia ojos azules consumida por la pena que esconde la cara entre las manos, mi anterior paranoia y mi frustración se deshacen como el azúcar en mi lengua.
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Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Capítulo 95
Brittany
Cuando mi nombre escapa de sus labios lo hace como un suspiro, suave, como si su lengua acariciara la palabra. Como si al decir esa única palabra ella invocara todos sus sentimientos por mí, todas las veces que la he tocado, que ella ha demostrado que me ama..., incluso si parte de mí aún no puede creerlo.
Santana se me acerca y puedo ver la comprensión en sus ojos.
—¿Por qué no me lo contaste antes? —pregunta.
Bajo la vista y comienzo a tirar de la gruesa cinta enrollada alrededor de mis manos.
—Sólo era un sueño. Sabes que algo así no podría ocurrir jamás —me asegura.
Cuando alzo la cabeza para mirarla, la presión en mis ojos, en mi pecho, es insoportable.
—Lo tengo grabado en mi cabeza, no puedo dejar de verlo una y otra vez. Se estaba burlando de mí todo el rato, riéndose mientras te follaba.
Las pequeñas manos de Santana se mueven rápidamente para cubrir sus orejas y arruga la nariz con disgusto. Entonces, al volver a mirarme, deja caer los brazos lentamente.
—¿Por qué crees que soñaste eso?
—No lo sé, probablemente porque tú aceptaste su propuesta de visitarte aquí.
—No sabía qué otra cosa decir, y tú y yo estábamos..., bueno, aún estamos en un extraño momento de nuestra extraña relación —murmura.
—No quiero que se te acerque. Sé que es una idiotez, pero no me importa. De verdad, Dani es lo peor para mí; siempre será así. Ni todo el kickboxing del mundo va a cambiar eso. Estemos o no en un momento extraño, tú eres sólo mía. No sólo sexualmente, sino completamente.
—Ella no ha estado cerca de mí desde que me llevó a casa de mi madre... aquella noche —me recuerda.
Pero el pánico que arde en mi interior no se apaga. Miro al suelo, inspirando y espirando profundamente para intentar calmarme un poco.
Santana da un paso hacia mí, aunque permanece fuera de mi alcance.
—Sin embargo —añade—, si eso va a hacer que dejes de pensar en esas cosas, le diré que no me visite. Mis ojos se centran en su hermosa cara.
—¿Lo harías?
Esperaba que se resistiera mucho más.
—Sí, lo haré. No quiero que te pongas así por algo como eso —dice mientras me mira el pecho y de nuevo la cara con ojos nerviosos.
—Ven aquí. —Alzo una mano vendada para invitarla.
Como sus pies se mueven tan lentamente, me inclino hacia adelante y la cojo del brazo, pasando la mano alrededor de su codo para tenerla a mi lado más deprisa.
Mi respiración ya vuelve a ser normal. Tengo toda esa adrenalina que corre por mi cuerpo. No he podido evitar desquitarme golpeando el maldito saco, pero ahora me duelen las manos y los pies, y aún no he descargado toda la rabia. Hay algo en mi cabeza, sentado en la parte de atrás de mi mente que me molesta todo el tiempo, y me impide acabar con mi odio hacia Dani.
Hasta que sus labios tocan los míos. Ella me sorprende: empuja la lengua dentro de mi boca y enreda sus pequeñas manos entre mi cabello empapado, tirando con fuerza, quitándome la camiseta de la cabeza y dejándola caer al suelo.
—Santana...
Empujo suavemente contra su pecho y aparto la boca de la suya. Como estoy sentada en el banco de pesas, puedo ver que sus ojos se entornan.
No dice ni una palabra mientras se mueve hasta quedar de pie frente a mí.
—No aceptaré que me sigas rechazando por culpa de un sueño, Brittany. Si no me deseas, entonces vale, pero esto es una idiotez —murmura entre dientes.
Por retorcido que sea, su rabia agita algo en mi interior que hace que toda la sangre y me excito con su toque. He deseado a esta mujer desde la última vez que estuve dentro de ella, y ahora es ella la que me desea a mí, y se enfada porque le estoy impidiendo tomar lo que quiere. Oírla correrse a través del teléfono nunca será suficiente. Necesito sentirlo. Una guerra se libra en mi interior. Con una energía salvaje que aún se desliza por mis venas como fuego, por fin digo:
—No puedo evitarlo, Santana, sé que no tiene sentido, pero...
—Entonces fóllame —dice ella, y me quedo con la boca abierta—. Deberías follarme hasta que olvides ese sueño, porque estás aquí sólo por una noche y te he echado de menos, pero estás demasiado obsesionada con imaginarme con Dani para dedicarme la atención que quiero.
—¿La atención que quieres?
No puedo evitar la dureza en el tono de mi voz al oír sus ridículas y falsas palabras. Ella no tiene ni idea de cuántas veces me he masturbado fingiendo que estaba con ella, imaginando su voz en mis oídos que me decía lo mucho que me necesita, lo mucho que me ama.
—Sí, Brittany. La-que-yo-quiero.
—Y ¿qué quieres exactamente? —le pregunto. Su mirada es dura y ligeramente desafiante.
—Quiero que pases el tiempo conmigo sin obsesionarte con Dani, que me toques y me beses sin apartarte. Eso, Brittany, es lo que quiero. —Frunce el ceño y coloca las manos en sus caderas—. Quiero que me toques... sólo tú —añade, relajando un poco su pose.
Sus palabras me tranquilizan y me halagan, y comienzan a apartar los pensamientos paranoicos de mi mente, y entonces comienzo a darme cuenta de lo estúpido que es todo este sufrimiento por el que estamos pasando. Ella es mía, no suya. Dany está sentada en algún sitio sola, y yo estoy aquí con ella, y ella me desea. No puedo apartar los ojos de sus labios entreabiertos, de su furiosa mirada, de la suave curva de sus pechos bajo la fina camiseta blanca. La camiseta debería ser una de las mías, pero no lo es. Lo que también es resultado de mi cabezonería. Santana recorre la distancia que nos separa, y mi por lo general tímida, aunque bastante sucia chica me está mirando, esperando una respuesta mientras su mano se mueve hasta mi hombro y me empuja lo suficiente como para subirse a mi regazo. A la mierda. Me importa un carajo cualquier sueño estúpido, o cualquier regla estúpida sobre la distancia. Todo lo que quiero es que estemos ella y yo, yo y ella: Santana y el desastre andante que es la
jodida Brittany.
Sus labios encuentran el camino hasta mi cuello y mis dedos se clavan en sus caderas. No importa cuántas veces lo haya imaginado durante la semana; ninguna fantasía puede compararse con su lengua recorriendo mi húmeda clavícula y regresando hasta el maldito punto bajo mi oreja.
—Cierra la puerta —le ordeno cuando sus dientes se clavan suavemente en mi piel y comienza a menear sus caderas contra las mías. Estoy tan excitada, mi clitories tan duro como una jodida piedra contra sus ridículos pantalones
de felpa y la necesito ya. Ignoro el doloroso palpitar entre mis piernas mientras ella cruza la sala a toda prisa tal y como le he dicho que haga. No pierdo un solo segundo cuando regresa. Le bajo los pantalones, y a continuación los siguen sus braguitas negras, y forman una mancha alrededor de sus tobillos y sobre el suelo
acolchado.
—Me he torturado durante toda la semana pensando qué aspecto tenías cuando estás así —gimo; mis ojos beben cada maldito detalle de su cuerpo medio desnudo—. Tan hermosa —susurro con reverencia.
Cuando se quita la camiseta por la cabeza no puedo evitar inclinarme y besar la curva de sus anchas caderas. Un lento escalofrío la recorre y se lleva las manos a la espalda para desabrocharse el sujetador.
Hostia puta. De todas las veces que le he hecho el amor, no puedo recordar haber estado jamás tan cachonda. Ni siquiera esas veces en que me despierta con la boca alrededor de mi coño, nunca me había sentido tan salvaje.
Voy a por ella, tomando uno de sus pechos con la boca y el otro con la mano. Las suyas se mueven hasta mis hombros para mantener el equilibrio mientras yo cierro los labios alrededor de la suave piel.
—Oh, Dios —gime; sus uñas se clavan en mi hombro y chupo más fuerte.
—. ¡Más abajo, por favor!
Intenta guiar mi cabeza hacia abajo con un suave empujón, así que uso los dientes contra ella, provocándola. Paso las puntas de los dedos por debajo de ambos pechos, lenta y tortuosamente... Esto es lo que merece por ser tan tentadora y juguetona.
Sus caderas se mueven hacia adelante y deslizo el cuerpo hacia abajo ligeramente para que mi boca quede a la altura perfecta para presionar el hinchado nudo de terminaciones nerviosas entre sus muslos.
Con un suave gemido me anima a ir más allá, y mis labios la rodean, succionando y saboreando la humedad que ya se ha formado ahí. Es tan cálida y tan dulce...
—Tus dedos no te han satisfecho mucho, ¿verdad? —Me retiro un poco para preguntarle.
Ella respira agitadamente; sus ojos oscuros me observan mientras inclino la cabeza y le paso la lengua por el monte de Venus.
—No juegues conmigo —lloriquea tirándome del pelo otra vez.
—¿Has vuelto a tocarte esta semana, después de nuestra conversación telefónica? —La pongo a prueba.
Santana se retuerce y jadea cuando mi lengua aterriza en el lugar exacto que ella desea.
—No.
—Mientes —la acuso.
Puedo notar por el rubor que le sube por el cuello hasta las mejillas, y por la forma en que sus ojos se desvían hacia la pared de espejos que no me está diciendo la verdad. Se ha tocado desde la última vez al teléfono... y la imagen de ella ahí tumbada, con las piernas bien abiertas y los dedos moviéndose sobre sí misma, encontrando el placer en lo que le he enseñado... me hace jadear contra su piel caliente.
—Sólo una vez —vuelve a mentir.
—Muy mal. —Me separo completamente de ella.
—Tres veces, ¿vale? —admite al fin, con vergüenza evidente en su voz.
—¿En qué pensabas? ¿Qué fue lo que te hizo correrte? —pregunto con una sonrisa malvada.
—Tú, sólo tú —dice. Sus ojos están llenos de esperanza y necesidad.
Su admisión me emociona y quiero darle más placer del que le he dado jamás. Sé que puedo hacer que se corra en menos de un minuto usando la lengua, pero no quiero eso. Con un último beso al vértice de sus muslos, me aparto y me pongo en pie. Santana está completamente desnuda, y los espejos..., joder,
los espejos reflejan su cuerpo perfecto, multiplicando por diez esas curvas tan sensuales que tiene. Su suave piel me envuelve, me bajo los pantalones y las bragas que me quito con una sola mano.
Empiezo a tirar de la cinta enrollada alrededor de mis nudillos, pero su mano me detiene rápidamente.
—No, déjala —me pide, mientras un brillo de oscura lujuria centellea en sus ojos.
Así que le gusta la cinta..., o quizá le guste verme entrenar... o los espejos...
Hago lo que me pide y aprieto el cuerpo contra el suyo, mi boca reclama la suya, y la tumbo sobre el suelo acolchado conmigo.
Sus manos me recorren el pecho desnudo y sus ojos se oscurecen hasta volverse gris humo.
—Tu cuerpo es diferente ahora.
—Sólo llevo entrenando una semana.
Hago rodar su cuerpo desnudo hasta clavarla en el suelo bajo mi peso.
—Pero lo noto...
Se pasa la lengua por sus carnosos labios tan lentamente que no dudo en aplastarme contra ella para dejarle saber lo increíblemente humeda que estoy. Ella es suave y la noto tan húmeda contra mí que un solo movimiento bastaría para estar dentro de ella. Entonces caigo.
—Te necesito —gime, pasándome la lengua por la boca.
Me pego a la carne caliente, empapada, uno nuestros centros, coño con coño, resbaladisos por nuestras humedades y hacen que mis movimientos sean mas fáciles pero mas placenteros. Igualmente paso una mano en la parte que nos une para poder tocar su clítoris y hacerla delirar
—Pero... —Hago el intento de recordarle los riesgos, pero sus ojos se cierran y la sensación me abruma mientras flexiono las caderas para llegar más cerca de ella como sea posible.
—Joder, te he echado de menos —gimo.
No puedo dejar de pensar en lo increíblemente cálida y suave que la siento. Todo mi sentido común ha desaparecido, todas las advertencias que me he hecho a mí misma y a ella se han desvanecido. Sólo necesito unos pocos segundos. Unos pocos empujones dentro de su hambriento y deseado cuerpo y pararé.
Alzo mi peso sobre los brazos, estirándolos para ganar ventaja. Quiero mirarla mientras entro y salgo de ella. Ha levantado la cabeza del suelo acolchado y está mirando el lugar exacto donde nuestros cuerpos se unen.
—Mira en el espejo —le digo.
Pararé después de tres más..., vale, cuatro. No puedo evitar seguir moviéndome mientras ella gira la cabeza para vernos en la pared de espejos. Su cuerpo parece tan suave y perfecto, e increíblemente limpio comparado con los negros churretones que cubren el mío. Somos la pura pasión personificada,
demonio y ángel, y nunca he estado tan jodidamente enamorada de ella.
—Sabía que te gustaba mirar, incluso si es sólo por ti misma, lo sabía.
Sus dedos se clavan en la parte baja de mi espalda, acercándome aún más, enterrándome aún más profundamente en ella y, joder, tengo que parar ahora, siento que la presión crece en la parte baja de mi espina dorsal, desplazándose hacia mi ingle cuando descubro otra de sus fantasías. Tengo que parar...
Me retiro lentamente de ella, dándonos el tiempo suficiente para disfrutar del momento de conexión. Sus gemidos se hacen más cortos y desesperados cuando deslizo los dedos en su interior con facilidad.
—Ahora voy a hacer que te corras y luego te llevaré a la cama —le prometo, y ella esboza una sonrisa desenfocada antes de volver a mirar hacia el espejo, observándome—. Shhh, nena, despertarás a los demás —susurro contra ella.
Me encantan los ruiditos que hace, la forma en que gime mi nombre, pero lo último que necesito es que uno de los Vance nos corte el rollo llamando a la puerta.
En segundos noto cómo se tensa alrededor de mis dedos. Mordisqueo y succiono el pequeño botón sobre su entrada y ella me tira del pelo sin dejar de observar cómo la follo con los dedos hasta que se corre, jadeando y gimiendo mi nombre una y otra vez.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16
Hola Chica esta semana estare terminando esta historia posiblemente el domingo sean los ultimos capitulos, y seguire ya con el ultimo libro de la saga llamado AMOR INFINITO.
UN SALUDO A TODAS}
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
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