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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ago 11, 2016 11:35 pm

Capítulo 58

Santana

 
Las bocas están abiertas. Los labios se mueven sin emitir sonido alguno. Y la música rebota contra las paredes, taladrando mi mente.
«¿Cuánto tiempo llevo aquí de pie? ¿Cuándo he entrado en la cocina?»
No lo recuerdo.
—Eh. —Dan se desliza ante mí y me estremezco un poco apoyada contra la encimera. Su cara está algo descentrada; lo miro más fijamente intentando enfocarlo.
—Eh... —Mi respuesta sale taaaan lentamente...
Él sonríe.
—¿Estás bien?
Asiento. O creo que lo hago.
—Me siento un poco rara —admito, y busco por la habitación a Dany. Espero que vuelva pronto.
—¿Qué quieres decir?
—No sé..., me siento como... rara. Como borracha, pero más lenta, aunque al mismo tiempo tengo mucha energía.
Sacudo la mano frente a mi cara..., tengo tres manos.
Dan se echa a reír.
—Debes de haber bebido un montón.
Asiento de nuevo. Miro al suelo. Veo a una chica cruzar frente a mí a la velocidad de un caracol.
—¿Dany va a volver? —le pregunto.
Dan mira alrededor.
—¿Adónde ha ido?
—A buscar a Rachel por mi bebida. —Me recuesto en la encimera. Probablemente a estas alturas tengo la mitad del cuerpo encima. No podría asegurarlo.
—¿Ah, sí? Hum..., puedo ayudarte a buscarla —dice encogiéndose de hombros—. Creo que lo he visto subir la escalera.
—Vale —digo.
Creo que no me gusta Dan, pero necesito encontrar a Dany porque siento la cabeza cada vez más y más pesada.
Lo sigo lentamente mientras se abre paso entre la multitud y se encamina hacia la escalera. La música está increíblemente alta ahora, y me doy cuenta de que estoy moviendo la cabeza adelante y atrás, adelante y atrás mientras subo la escalera.
—¿Está ahí arriba? —le pregunto a Dan.
—Sí. Creo que justo acaba de entrar ahí. —Señala con la cabeza hacia la puerta al final del pasillo.
—Ésa es la habitación de Brittany —lo informo, y él se encoge de hombros nuevamente—. ¿Puedo sentarme un minuto? Creo que ya no puedo seguir andando.
Me pesan los pies, pero es como si mi mente se volviera cada vez más aguda, y esto no tiene sentido para mí.
—Sí, claro, puedes sentarte aquí. —Dan me coge del brazo y me lleva a la antigua habitación de Brittany.
Tropiezo hasta llegar al borde de la cama y los recuerdos parecen tomar forma y girar en el aire a mi alrededor: Brittany y yo sentadas en la cama, en el mismo lugar en el que estoy ahora. La besé aquí por primera vez. Me sentía tan abrumada y confusa por mi creciente necesidad de estar cerca de ella..., mi
chica oscura. Ésa fue la primera vez que pude entrever a ese Brittany más suave y amable. No se quedó durante mucho tiempo, pero fue bonito conocerla.
—¿Dónde está Brittany? —pregunto mirando a Dan.
Una expresión atraviesa su cara y desaparece al reír.
—Oh, Brittany no está aquí. Dijiste que estabas segura de que no vendría, ¿recuerdas?
Cierra la puerta a su espalda y echa la llave.
«¿Qué está pasando?»
Mi mente bulle con las posibilidades, pero mi cuerpo se siente demasiado pesado como para moverse. Quiero tumbarme, aunque una alarma aúlla en mi cabeza empujándome a luchar.«¡No te tumbes! ¡Mantén los ojos abiertos!»
—A... abre la puerta —digo mientras intento levantarme, pero la habitación comienza a dar vueltas.
Casi como si estuviera preparado, alguien llama entonces a la puerta. El alivio me inunda cuando Dan gira la llave y abre para dejar entrar a Rachel.
—¡Rachel! —gimoteo—. Él... está haciendo algo...
No sé cómo explicarlo, pero sé que estaba a punto de hacer algo.
Ella mira a Dan, que le dedica una siniestra sonrisa. Vuelve a mirarme a mí y simplemente pregunta:
—¿Haciendo qué?
—Rachel... —la llamo de nuevo. Necesito su ayuda para abandonar esta habitación poseída por fantasmas.
—¡Deja de lloriquear! —estalla de pronto, y pierdo el aliento.
—¿Qué? —consigo articular.
Pero Rachel simplemente le sonríe a Dan mientras mete la mano en la bolsa que ha traído. Cuando vuelvo a gemir, se detiene y me fulmina con la mirada.
—Joder, ¿es que no te callas nunca? ¡Estoy harta de oír cómo te quejas todo el tiempo, zorra! Mi cerebro no funciona bien. Rachel no puede estar diciéndome todas esas cosas.
Pone los ojos en blanco.
—Buf, y esos estúpidos pucheritos inocentes... Tía, dale un puto respiro ya.
Unos segundos más rebuscando en la bolsa y por fin dice:
—Lo he encontrado..., toma. —Le pasa un objeto pequeño a Dan.
Casi me desmayo, pero un leve pitido me devuelve la conciencia... al menos durante unos pocos segundos más.
Veo una pequeña luz roja, como una pequeña, pequeñísima cereza.
Como el vodka sour de cereza. Rachel, Dan, Kitty, Dany. La fiesta. Oh, no.
—¿Qué has hecho? —le pregunto, y ella vuelve a reír.
—¿No te he dicho que dejes de gimotear? Estarás bien —gruñe, y se acerca a la cama.
Hay una cámara en las manos de Dan. La luz roja indica que está encendida.
—A... apártate de mí —intento chillar, pero me sale como un susurro.
Trato de ponerme en pie, pero vuelvo a caer sobre la cama. Es muy blanda..., como arenas movedizas.
—Creía que tú... —comienzo a decir.
Pero Rachel me pone las manos en los hombros y me empuja contra el colchón. No puedo volver a levantarme.
—¿Qué creías? ¿Que era tu amiga? —replica arrodillándose en la cama y cerniéndose sobre mí.
Sus dedos agarran entonces el bajo de mi vestido y comienza a levantármelo hasta los muslos.
—.Estabas demasiado ocupada siendo una zorra y yendo de Dany a Brittany para comprender que en realidad siempre te he despreciado. ¿No crees que si me importaras una mierda te habría dicho que Brittany salía contigo sólo para ganar una apuesta? ¿No crees que una amiga te habría avisado?
 
Tiene razón, y una vez más mi idiotez resulta totalmente obvia. Mi cerebro embotado multiplica la punzada de la traición... y, cuando ahora miro a Rachel, el diablo pelirrojo, su cara está retorcida, distorsionada de la forma más diabólica imaginable, y el brillo de sus ojos oscuros hace que me recorran escalofríos.
—Oh, por cierto —se ríe—, confío en que te lo pasaras bien esperando a que Brittany apareciera por su cumpleaños. Es increíble lo que se puede hacer con un mensaje y una cámara de vídeo; aún puede ser peor, ¿verdad?
Trato de luchar contra Rachel, pero es imposible. Aparta con facilidad mis dedos de donde los he clavado en sus brazos y continúa subiéndome el vestido. Cierro los ojos e imagino que Brittany entra a la fuerza en la habitación y me rescata, mi heroina de la negra armadura.
—Brittany lo... descubrirá... —la amenazo débilmente.
—Ja, ja, sí..., ésa es la idea. Y ahora, basta de cháchara.
Otro golpe en la puerta y de nuevo intento apartarla de mí, sin éxito.
—Cierra, deprisa —dice Dan, y cuando giro el cuello en dirección a la puerta no me sorprende ver que Kitty se ha unido a nosotros.
—Ayúdame a quitarle el vestido —le ordena Rachel.
Parpadeo y trato de sacudir la cabeza, pero no funciona. Nada funciona. Dan va a violarme, lo sé.
Ése era el plan de Rachel para esta fiesta. No era una fiesta de despedida en mi honor, sino una forma de destruirme. No tengo ni idea de cómo pude llegar a pensar que era mi amiga.
El cabello de Kitty me cae en la cara cuando trepa a la cama a mi lado, y Rachel me empuja y me hace rodar para tener mejor acceso a la espalda de mi vestido.
—¿Porrr quéee? —Se me quiebra la voz y soy vagamente consciente de las lágrimas en mis mejillas, que ahora empapan las sábanas de la cama.
—¿Por qué? —me imita Dan, acercando la cara a la mía—. ¿Por qué? La cabróna de tu novia se grabó mientras se follaba a mi hermana, ése es el porqué.
—Su aliento caliente en mi cara parece barro.
—¡Vayaaa! —dice Kitty en voz alta—. ¡Creía que habías dicho que sólo le sacarías unas cuantas fotos!
—Y eso haremos..., y quizá también un pequeño vídeo —responde Rachel.
—¡Ni hablar! Joder, no, tía, ¡no puedes hacer que la viole! —grita Kitty.
—No va a hacerlo... No te pases. No soy una psicópata ni nada de eso. Sólo va a tocarla y a fingir que están follando para que cuando Brittany vea la cinta pierda la cabeza. Sólo imagina su cara cuando vea a la inocente putilla de su novia siendo follada por Dan. —Rachel se ríe—. Creí que estabas de acuerdo con esto —le sisea a Kitty—. Dijiste que lo estabas.
—Estoy de acuerdo con cabrearla, pero no puedes grabar esa mierda.
—Aunque Kitty está susurrando, puedo oírla claramente.
—Suenas como ella.
 —Rachel me da la vuelta después de quitarme el vestido.
—Para —gimo.
Rachel pone los ojos en blanco y Kitty parece a punto de vomitar en cualquier momento.
—Ya no estoy segura de esto —dice Kitty presa del pánico.
Rachel la coge entonces del hombro con violencia y señala:
—Bueno, pues ahí está la puerta. Si vas a comportarte como una mariquita floja, ve abajo y nos reuniremos contigo dentro de un rato.
Otro golpe en la puerta y oigo la voz de Quinn.
—Rachel, ¿estás ahí? —pregunta desde el pasillo.
«Ella también, no.»
—Mierda —murmura Rachel—. Sí..., hum..., estoy hablando con Kitty. ¡Salgo dentro de un minuto!
Abro la boca para gritar, pero su mano cae sobre mi cara para silenciarme. Es pegajosa y huele como a alcohol.
Intento mirar a Kitty en busca de ayuda, pero ella me da la espalda. Cobarde.
—Ve abajo, cariño, enseguida estaré contigo. Kitty está... disgustada. Cosas de chicas, ¿sabes? —miente Rachel y, a pesar de todo este follón, no puedo evitar sentirme aliviada de que Quinn no sepa nada de las crueles intenciones de su novia.
—¡Vale! —grita.
—Ven aquí —le ordena a Dan en voz baja. Entonces me toca la mejilla—. Abre los ojos.
Los abro apenas y siento las manos de Dan subiendo por mi muslo. El miedo me atraviesa y vuelvo a cerrarlos.
—Me voy abajo —dice Kitty finalmente cuando Dan alza la pequeña cámara a la altura de su cara.
—Bien. Cierra la puerta —le suelta Rachel.
—Muévete —dice Dan, y el colchón se hunde debajo de mí cuando Rachel baja de la cama para cederle el sitio—. Sostén la cámara.
Intento con todas mis fuerzas reemplazar las manos de Dan por las de Brittany en mi mente, pero es imposible. Las manos de Dan son suaves, demasiado, e intento sustituirlas por algo, cualquier cosa.
Imagino la más suave de las mantas que tenía en mi niñez rozando mi piel... La puerta se cierra señalando la salida de Kitty y yo vuelvo a gemir.
—Brittany te hará daño —digo con la voz estrangulada, y mantengo los ojos fuertemente cerrados.
—No, qué va —replica Dan—. Querrá asegurarse de que nadie más vea esto, así que no hará una mierda. —Sus dedos pasan por encima de mis bragas y me susurra—: Así es como funciona el mundo.
Hago acopio de todas mis fuerzas e intento apartarlo de mí, pero sólo consigo agitar un poco la cama. Rachel se ríe de forma diabólica.
—¡Brittany es una imbécil, ¿vale?! —grita poniéndome la cámara en la cara.
—. Y siempre está follándose a la gente: se folló a la hermana de Dan, me folló a mí, ligó con un montón de chicas, se las folló y luego las dejó de lado. Hasta que llegaste tú, claro. Por qué le gustas tanto es algo que nunca entenderé.
—Su tono está lleno de disgusto.
—¡Santana! —La voz de Dany estalla entonces desde algún lugar, y Rachel me tapa la boca de nuevo cuando oigo golpear la puerta con fuerza.
—Estate calladita —me ordena.
Intento morderle la mano. Ella me cruza la cara de un bofetón, pero por suerte casi ni lo siento.
—¡Abre la puta puerta, Rachel! ¡Déjame entrar! —grita Dany.
«¿También está metida en esto? ¿Tenía Brittany razón sobre ella? ¿Es que todo el mundo a mi alrededor intenta hacerme daño?»
La idea no resulta imposible: casi todo el mundo en quien he confiado desde que llegué a la universidad me ha traicionado. Los nombres siguen amontonándose.
—¡Echaré la puerta abajo..., no estoy de coña! ¡Ve a buscar a Quinn! —la oigo gritar, y Rachel de inmediato aparta la mano de mi boca.
—¡Espera! —chilla yendo hacia la puerta.
Sin embargo, es demasiado tarde. La puerta se abre violentamente con un sonoro crujido y la mano de Dan ya no está sobre mí. Cuando abro los ojos lo veo apartándose a toda prisa mientras Dany entra en la habitación; su presencia lo llena todo.
—¡Pero ¿qué coño...?! —grita corriendo hacia mí.
Alguien me cubre el cuerpo con una sábana mientras intento alcanzarla.
—Ayúdame —le suplico, y rezo para que ella no esté metida en esta pesadilla. Para que de verdad pueda oírme.
Avanza hacia Rachel y le arranca la pequeña cámara de las manos.
—Pero ¿qué cojones te pasa? —La deja caer al suelo y la pisa repetidamente.
—Tranqui, tía, sólo era una broma —dice ella, y se cruza de brazos justo en el momento en que Quinn entra en la habitación.
—¿Una broma? ¡Primero metes algo en su bebida y ahora estás aquí arriba, con una videocámara mientras Dan intenta violarla! ¡Eso no es ninguna jodida broma!
Quinn se queda con la boca abierta.
—¿Qué?
Siempre tan manipuladora, Rachel señala con un dedo acusador a Dany y rompe a llorar.
—¡No le escuches!
Dany niega con la cabeza.
—No, tía, es verdad. Ve y pregúntale a Jace. Rachel le pidió una benzo... ¡y ahora mira a Santana! La cámara que estaban usando está justo aquí —explica señalando al suelo.
Sostengo la sábana contra mi cuerpo e intento volver a sentarme, pero no soy capaz.
—Era una broma. ¡Nadie iba a hacerle daño! —dice Rachel con una carcajada falsa que parece destinada a ocultar su maldad.
Pero Quinn mira a su novia horrorizada.
—¿Cómo has podido hacerle algo así? ¡Creía que era tu amiga!
—No, no, cariño, no es tan malo como parece... ¡Fue idea de Dan!
Dan levanta las manos, intentando evitar la culpa.
—¡Pero ¿qué coño...?! ¡No, no ha sido idea mía! Fue cosa tuya.
—Señala a Rachel y mira a Quinn
—. Tiene una obsesión malsana con Brittany..., fue idea suya.
Quinn sacude la cabeza y se da la vuelta para abandonar la habitación, pero parece cambiar de idea y sus puños atraviesan el aire hasta conectar con la mandíbula de Dan. Éste se desploma en el suelo, y Quinn vuelve a dirigirse a la puerta. Rachel sale tras ella.
—¡Aléjate de mí! ¡Hemos acabado! —grita ella, y desaparece.
Dándose la vuelta y mirándonos a todos, Rachel grita:
—¡Muchas jodidas gracias a todos!
Quiero reírme por la ironía que supone que ella planeara este espectáculo del horror y culpe a todos los demás cuando le explota en la cara. Y si no estuviera aquí tumbada, recuperando el aliento, de verdad que me reiría.
La cara de Dany aparece sobre mí.
—Santana..., ¿estás bien?
—No... —admito, sintiéndome más mareada que nunca.
Al principio era sólo mi cuerpo el que iba lento; mi mente estaba ligeramente nublada, pero ahora puedo sentir que estoy cada vez más y más afectada por la droga.
—Siento haberte dejado sola. Debería haberlo sabido.
Después de que Dany ajuste la sábana alrededor de mi cuerpo, me pasa un brazo bajo las piernas, coloca otro en mi espalda y me levanta de la cama.
Empieza a sacarme de la habitación, pero se detiene enfrente de Dan, que está tratando de levantarse del suelo.
—Espero que, cuando Brittany descubra lo que has hecho, te mate. Lo mereces.
Soy ligeramente consciente de las exclamaciones y los susurros que despertamos a nuestro paso mientras Dany me lleva a través de la casa abarrotada de gente. Aunque no me importa. Sólo quiero escapar de este lugar y no volver jamás.
—Pero ¿qué demonios...? —Reconozco la voz de Logan.
—¿Puedes ir arriba y recuperar su vestido y su bolso? —le pide Dany en voz baja.
—Sí, claro, ahora voy —responde Logan.
Dany sale entonces por la puerta principal y el aire frío me golpea, haciéndome temblar. Al menos creo que estoy temblando, pero no podría decirlo realmente. Dany intenta ajustar aún más la sábana alrededor de mi cuerpo, pero ésta no para de caerse. Yo no le soy de ninguna ayuda, ya que apenas puedo mover los brazos.
—Llamaré a Brittany tan pronto como te meta en mi camioneta, ¿vale? —me dice Dany.
—No, no lo hagas —gimoteo.
Brittany estará muy enfadada conmigo... Lo último que quiero es que me grite cuando apenas puedo mantener los ojos abiertos.
—Santana, en serio, creo que debería llamarla.
—No, por favor. —Empiezo a llorar de nuevo.
Brittany es la única persona a la que quiero ver ahora mismo, pero no quiero saber cómo reaccionará al descubrir lo ocurrido. De haber sido ella quien hubiera aparecido en vez de Dany, ¿qué les habría hecho a Dan y a Rachel? Algo que la habría llevado de cabeza a la cárcel, seguro.
—No se lo digas —repito—. Nada de esto..., shhh...
—Lo descubrirá de todos modos. Incluso con el vídeo destruido, demasiada gente sabe lo que ha sucedido.
—No, por favor...
Oigo el suspiro frustrado de Dany mientras sostiene mi peso con un brazo para poder abrir la puerta del acompañante de su camioneta.
Logan regresa cuando Dany me coloca sobre el frío asiento.
—Aquí están sus cosas. ¿Está bien? —pregunta con evidente preocupación.
—Sí, creo que sí. Va hasta el culo de benzos.
—Pero ¿qué coño..?
—Es una larga historia. ¿Has tomado alguna vez? —pregunta Dany.
—Sí, una vez, pero sólo la mitad, y me desmayé después de una hora. Mejor reza para que no se ponga a alucinar. Algunas personas tienen reacciones muy locas a esa cosa.
—Mierda —gruñe Dany, y puedo imaginarla retorciendo el aro de su labio entre los dedos.
—¿Lo sabe Brittany? —pregunta Logan.
—Aún no...
Los dos continúan hablando sobre mí como si yo no estuviera allí, pero me siento aliviada cuando la calefacción de la camioneta por fin deja de expulsar aire frío y comienza a generar calor.
—Necesito llevarla a casa —dice Dany por fin, y al cabo de pocos segundos está en la camioneta a mi lado.
Me mira con expresión preocupada y dice:
—Si no quieres que se lo diga, ¿adónde quieres ir? Puedes venir a mi casa, pero ya sabes lo mucho que se cabreará cuando lo averigüe.
Si pudiera articular una frase le contaría nuestra ruptura, pero como no puedo, emito un sonido que es algo entre un sollozo y una tos.
—Madre —consigo decir.
—¿Estás segura?
—Sí..., no Brittany. Por favor. —Respiro.
Ella asiente y el vehículo comienza a moverse calle abajo. Trato de concentrarme en la voz de Dany mientras habla por teléfono, pero en mi intento por permanecer sentada erguida pierdo la pista de lo que dice y al cabo de pocos minutos estoy tumbada en el asiento.

Me rindo y simplemente cierro los ojos.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ago 11, 2016 11:38 pm

Capítulo 59
Brittany

 
El amor es la emoción más importante que uno puede sentir. Ya sea amor por Dios o tu amor por otro, es la experiencia más poderosa, abrumadora e increíble. El momento en que comprendes que eres capaz de amar a alguien más aparte de a ti mismo es posiblemente el más importante de tu vida. Al menos, lo fue para mí. Amo a Brittany más que a mí misma, más que a nada en el mundo.
Mi teléfono vibra sobre la mesita de café por quinta vez en los últimos dos minutos. Finalmente decido contestar para poder mandarla a la mierda.
—¿Qué cojones quieres? —ladro contra el auricular.
—Es que...
—Suéltalo, Kitty, no tengo tiempo para esta mierda.
—Es sobre Santana.
Me pongo en pie y el diario cae al suelo. Se me hiela la sangre.
—¿De qué diablos estás hablando?
—Ella está... Mira, no te vuelvas loca, pero Rachel le ha echado algo en la bebida y Dan...
—¿Dónde estás?
—En la casa de la fraternidad.
En cuanto termina de pronunciar esas palabras, cuelgo el teléfono, cojo mis llaves y salgo corriendo del apartamento.
El corazón se me sale del pecho durante todo el trayecto. ¿Por qué coño tuve que buscarme un apartamento tan lejos del campus? Éste es, sin duda, el viaje de treinta kilómetros más largo de mi vida. Rachel le ha dado algo a Santana... Pero ¿qué coño le pasa a esa tía? Y Dan..., el puto Dan es hombre muerto si le ha puesto un maldito dedo encima.
Me salto cada semáforo en rojo que veo e ignoro los flashes que indican que este mes me encontraré al menos cuatro multas en el buzón.
«Es Santana...»
La voz de Kitty se repite en mi mente una y otra vez hasta que finalmente llego a la vieja casa de la fraternidad. Ni siquiera me molesto en apagar el motor. Mi coche es la última de mis preocupaciones ahora mismo. Multitud de idiotas hasta el culo de alcohol pululan por el salón y los pasillos y me abro paso a empujones hasta el piso superior en busca de Santana.
Mis manos se cierran alrededor de la pechera de la camisa de Blaine en el momento en que lo veo y lo estampo contra la pared sin pensarlo siquiera.
—¿Dónde está?
—¡No lo sé! ¡No la he visto! —grita, y aflojo la presa.
—¿Dónde coño está Rachel? —exijo saber.
—Está en el patio trasero..., creo... Hace rato que no la veo.
Lo suelto de un empujón y él trastabilla hacia atrás mientras me fulmina con la mirada. Corro hacia el patio trasero presa del pánico. Si Santana está ahí fuera, en el frío, con Rachel y Dan...
El rojo cabello de Rachel brilla en la oscuridad, y no dudo en agarrarla por el cuello y la espalda de su abrigo de cuero y levantarla del suelo.
Ella empieza a agitar los brazos frenéticamente.
—¡Pero ¿qué coño...?!
—¡¿Dónde está?! —rujo con los puños llenos de cuero.
—No lo sé..., dímelo tú —escupe ella, y le doy la vuelta para mirarla a la cara.
—¿Dónde coño está?
—No vas a hacerme una mierda.
—Yo no estaría tan segura si fuese tú. Dime dónde coño está Santana... ¡ahora! —le grito a la cara.
Rachel se encoge de miedo y su bravuconería se esfuma por un momento antes de que sacuda la cabeza.
—No sé dónde demonios está, pero probablemente a estas alturas ya se habrá desmayado.
—Eres una asquerosa zorra enferma. Si yo fuera tú, me largaría de aquí antes de que encuentre a Santana. ¡En cuanto sepa que está bien, no habrá nada que me impida venir a por ti!
Durante un momento considero la posibilidad de hacerle daño a Rachel, pero sé que no podría. No puedo ni imaginar la reacción de Santana si la golpeara, incluso a una mala puta como Rachel.
Giro sobre mis talones y vuelvo adentro. No tengo tiempo para juegos.
—¿Dónde está Dan Heard? —le pregunto a una chica rubia que veo sentada sola al pie de la escalera.
—¿Él? —pregunta ella, señalando con una uña pintada hacia el piso de arriba.
En vez de responder, subo corriendo los escalones de dos en dos. Dan no se da cuenta de mi presencia hasta que lo derribo, llevándome también a un par de personas por delante en el proceso. Le doy la vuelta en el suelo y luego lo inmovilizo, rodeándole el cuello con las manos.
«Jodido déjà vu
—¿Dónde coño está Santana? —Mis manos aprietan aún más.
La cara de Dan ya se está volviendo de un precioso tono rosado, y emite unos patéticos ruidos de ahogo en vez de contestar. Le clavo todavía más los dedos.
—Si le haces el más mínimo daño, te sacaré hasta el último aliento a golpes —lo amenazo.
Patalea y alzo la vista para mirar al tipo que estaba a su lado.
—¿Dónde está Santana López? —le pregunto al chaval, que levanta las manos en señal de rendición.
—Yo no... no la conozco, tía, ¡lo juro! —grita el muy nenaza, echándose atrás mientras continúo estrangulando a su amigo.
La cara de Dan ha pasado de rosa a morado.
—¿Estás listo para decírmelo? —le pregunto.
Asiente frenéticamente.
—¡Pues habla de una puta vez! —grito soltándolo.
—Ella está... Dany —consigue articular junto con una tos profunda y asfixiada en el momento en que retiro las manos de su cuello.
—¿Dany? —Se me nubla la visión en el momento en que todos mis temores se materializan.
—. Ella te ha metido en todo esto, ¿verdad?
—No. Dany no ha tenido nada que ver —interviene Kitty, saliendo de una de las habitaciones del pasillo—. Nada de nada. O sea, él oyó a Rachel hablando de hacer algo, pero nunca creyó que fuera en serio.
Miro a Kitty con ojos de loco.
—¿Dónde está? ¿Dónde está Santana? —pregunto por enésima vez.
Cada segundo que paso sin verla es un segundo más en el que no sé si está a salvo, es otro golpe a mi cada vez más frágil cordura.
—No lo sé. Creo que se ha ido con Dany.
—¿Qué le han hecho? Cuéntamelo todo... ahora.
Me pongo en pie y dejo a Dan en el suelo pasándose las manos por el cuello mientras intenta recuperar el aliento.
Kitty niega con la cabeza.
—No le han hecho nada; ella los detuvo antes de que pudieran hacerlo.
—¿Ella?
—Dany. Fui corriendo a buscarlos, a ella y a Quinn, antes de que pudiera pasar nada. Rachel estaba como loca, como si hubiera convencido a Dan para que violara a Santana o algo. Dijo que sólo iba a hacer que lo pareciera, pero no sé, estaba actuando como una psicópata.
—¿Violar a Santana? —Me atraganto. No—. Él... ¿la tocó?
—Un poco —contesta Kitty con tristeza, y mira al suelo.
Vuelvo a mirar a Dan, que ahora está sentado. Mi bota colisiona con su cara e inmediatamente se desploma de nuevo en el suelo.
—¡Hostia puta! ¡Vas a matarlo! —chilla Kitty.
—¡Como si te importara una mierda! —le suelto mientras trato de calibrar la fuerza con la que debería patearlo para provocarle un derrame cerebral permanente.
Tiene sangre saliéndole de la comisura de la boca y rodándole por la mejilla. Bien.
—Yo no..., en realidad me importa una mierda todo esto.
—Entonces ¿por qué me has llamado? Pensé que odiabas a Santana.
—Y la odio, créeme. Pero no podría quedarme sentada y dejar que alguien la violara.
—Bueno... —Estoy a punto de darle las gracias, pero enseguida recuerdo lo zorra que es, así que simplemente asiento y me largo en busca de Santana.
¿Qué hacía Dany aquí, para empezar? Esa cabrona siempre aparece en el mejor momento..., en el momento exacto para hacerme parecer a mí una idiota, y ahora, una vez más, ella ha sido su salvador.
A pesar de mis celos extremos, me siento aliviada de saber que Santana está lejos de Rachel y de Dan y de sus enfermizos planes para vengarse de mí. Todo este follón es sólo un recordatorio de que cada cosa mala en la vida de Santana es por mi culpa. Si no hubiera puteado a la hermana de Dan, esto nunca habría ocurrido. Ahora Santana anda por ahí drogada y con Dany. Quién sabe qué intentará hacerle.
Esto es..., así es como debe de sentirse uno en el infierno. Sabiendo que está metida en todo este lío por mi culpa. Podrían haberla violado por mi culpa...
Justo como en mi sueño..., y yo no estaba ahí para impedirlo, igual que no fui capaz de impedir que le ocurriera a mi madre.
Odio esto. Me odio tanto a mí misma... Lo fastidio todo y a todo el mundo que entra en contacto conmigo. Soy veneno, y ella es el ángel lentamente erosionado por mi maldad, aferrándose a lo poco de sí misma que aún no he destruido.
—¡Brittany! —Logan me alcanza al pie de la escalera.
—¿Sabes dónde están Santana y Dany? —Las palabras saben a ácido en mi lengua.
—Se han ido hará unos quince minutos. Pensé que irían directamente a tu casa
 —contesta.
Así que Santana no le ha contado a nadie que hemos roto.
—Ella estaba... ¿estaba bien? —le pregunto, y contengo la respiración hasta que responde.
—No lo sé, estaba bastante ida. Le han dado benzodiacepinas.
—Joder. —Me tiro del cabello mientras me dirijo a la puerta principal—. Si tienes noticias de Dany antes de que la encuentre, llámame —le pido.
Logan asiente y corro hasta el coche. Por suerte, nadie me lo ha robado. Sin embargo, alguien ha aprovechado la oportunidad de comportarse como un idiota, derramar una cerveza sobre el parabrisas y dejar el vaso vacío encima del capó. Malditos cabrones.
Llamo a Santana para al final simplemente murmurar en su buzón de voz:
—Coge el teléfono, por favor..., por favor, contesta, sólo una vez...
Sé que probablemente no puede contestarme ahora mismo, pero Dany podría coger el puto teléfono por ella. La idea de que San esté inconsciente sin que yo me encuentre cerca para protegerla me pone enferma. Golpeo las manos contra el volante mientras salgo a la calle quemando rueda. Esto es un jodido desastre, y Santana está con Dany. No me fío de ella más de lo que me fío de Dan o de Rachel.
Bueno, eso no es del todo cierto, pero de todos modos no me fío. Para cuando por fin llego al apartamento de Dany, estoy hecha un mar de lágrimas. Literalmente me corren lágrimas por las mejillas, recordándome lo absolutamente jodida que estoy. Yo he permitido que esto ocurra, he dejado que la droguen y que casi la violen y la humillen. Debería haber estado ahí. Nadie se habría atrevido a intentar una mierda de haber estado yo allí. Seguro que debía de estar muerta de miedo...
Me seco mis ojos traidores con el dobladillo de la camiseta y aparco frente al apartamento de Dany.
Su camioneta no está en su plaza...
«¿Dónde coño está? Y ¿dónde está ella?»
Intento contactar con Santana, luego con Dany, de nuevo con Santana, pero nadie contesta al teléfono.
Como le haga algo estando ella desmayada, yo le haré algo aún peor de lo que jamás pueda imaginar.
«¿Adónde más podría ir Santana? ¿Con Ryder?»
—¿Brittany? —La voz medio dormida de Ryder llega a través del teléfono y conecto el altavoz.
—¿Santana está ahí?
Él bosteza.
—No..., ¿tendría que estar?
—No, pero no la encuentro.
—¿Estás...? —Hace una pausa—. ¿Estás bien?
—Sí..., no. No lo estoy. No puedo encontrar a Santana y no sé dónde más buscar.
—¿Ella quiere que la encuentres? —pregunta en voz baja.
¿Quiere? Probablemente no, pero a estas alturas lo más seguro es que no pueda formar un pensamiento coherente. Esto son circunstancias excepcionales, por decirlo delicadamente.
—Tomaré tu silencio como un no, Brittany. Apostaría a que, si ella no quiere que la encuentres, irá al único sitio donde sabe que nunca la buscarás.
—A casa de su madre —gimo, dándome un puñetazo en el muslo por no haberlo pensado antes.
—Oh, y ahora que lo sabes..., ¿vas a ir?
—Sí.
«Pero ¿de verdad iba Dany a conducir dos horas para llevarla a casa de su madre?»
—¿Sabes cómo llegar?
—No exactamente, pero puedo acercarme a mi apartamento y coger la dirección.
—Espera, me parece que la tengo anotada en alguna parte... Santana se dejó algo del papeleo del traslado hace un tiempo. Deja que lo mire y vuelvo a llamarte.
—Gracias.
Espero con impaciencia y aparco en el primer sitio libre que encuentro. Miro a través de la ventanilla, con la vista fija en la oscuridad, luchando para que no me atrape. Tengo que concentrarme en encontrar a San y asegurarme de que está bien.
—¿Vas a contarme lo que está pasando? —pregunta Ryder poco después al llamarme.
—Rachel..., ¿te suena la pelirroja? Ha drogado a Santana.
Oigo a Ryder reprimir un jadeo.
—Espera, ¿qué?
—Sí, es una situación jodidísima y yo no estaba allí para ayudarla, así que está con Dany —le explico.
—¿Está bien? —Ryder suena al borde del pánico.
—No tengo ni puta idea.
Me limpio la nariz con la camiseta y Ryder me da instrucciones para llegar a la casa familiar de Santana. A su madre le dará algo cuando aparezca por allí, especialmente dadas las circunstancias, aunque no me importa. No tengo ni idea de qué demonios voy a hacer cuando llegue, pero tengo que verla y asegurarme de que está bien.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ago 11, 2016 11:39 pm

Capítulo 60
Santana

 
—¿Qué ha pasado? ¡Cuéntame toda la historia! —grita mi madre cuando Dany me saca de su camioneta.
Sus brazos rodeándome me devuelven la conciencia y un creciente sentimiento de vergüenza.
—La antigua compañera de habitación de Santana le ha echado algo en la bebida, así que su hija me ha pedido que la trajera aquí. —Dany le cuenta medias verdades. Me alivia que le oculte algunos detalles.
—¡Oh, Dios mío! Pero ¿por qué haría algo así esa chica?
—No lo sé, señora López... Santana se lo podrá explicar cuando despierte.
«¡Estoy despierta!», quiero gritar, pero no puedo. Es un sentimiento muy raro, oír todo lo que está pasando alrededor pero no ser capaz de participar en la conversación. No puedo moverme ni hablar, mi mente está nublada y mis pensamientos se entremezclan..., pero soy plenamente consciente de todo lo que ocurre. Aunque lo que está pasando cambia cada cinco minutos: a veces la voz de Dany se transforma en la de Brittany, y juro que oigo a Brittany reír y veo su rostro cuando intento abrir los ojos.
Me estoy perdiendo. La droga me está volviendo loca y quiero que pare.
Pasa cierto tiempo, ni idea de cuánto, y me colocan en lo que creo que es el sofá. Lentamente, puede que incluso a desgana, los brazos de Dany me dejan ir.
—Bueno, gracias por haberla traído —dice mi madre—. Esto es terrible. ¿Cuándo despertará? —Su voz es como una taladradora y la cabeza me da vueltas lentamente.
—No lo sé, creo que los efectos suelen durar un máximo de doce horas. Y ya lleva unas tres.
—¿Cómo ha podido ser tan estúpida? —le suelta mi madre a Dany, y la palabra estúpida resuena en mi cabeza hasta desaparecer.
—¿Quién?, ¿Rachel? —pregunta ella.
—No, Santana. ¿Cómo ha podido ser tan estúpida como para juntarse con esa gente?
—No ha sido culpa suya —me defiende Dany—. Se supone que era una fiesta de despedida. Santana creía que esa chica era su amiga.
—¿Amiga? ¡Por favor! Santana debería saber que no le conviene ser amiga de esa chica, o de cualquiera de vosotros, ya puestos.
—No es por faltarle al respeto ni nada, pero usted no me conoce. Acabo de conducir durante dos horas para traer a su hija hasta aquí —replica Dany educadamente.
Mi madre suspira y yo me concentro en el sonido de sus tacones repiqueteando sobre el suelo de baldosas de la cocina.
—¿Necesita algo más? —pregunta Dany.
Noto que el sofá es más blando que los brazos de Dany. Los de Brittany son blandos pero duros al mismo tiempo; la forma en que sus músculos se tensan bajo la piel es algo que siempre me ha gustado contemplar. Mis pensamientos vuelven a ser un caos. Odio este constante ir y venir entre la claridad y la confusión.
Oigo cómo la voz de mi madre en la distancia contesta:
—No. Gracias por traerla. He sido algo brusca hace un momento y me disculpo por ello.
—Traeré su ropa y sus cosas del coche enseguida y me pondré en camino de nuevo.
—De acuerdo. —El repiquetear de los tacones de aguja suena al otro lado de la sala.
Espero a oír el rugido de la camioneta de Dany. No lo oigo, o tal vez ya se ha ido pero me lo he perdido. Estoy confusa. Mi cabeza está muy espesa y no sé cuánto tiempo llevo aquí tumbada, pero tengo sed. ¿Dany ya se ha marchado?
—¡¿Qué demonios haces tú aquí?! —grita mi madre, devolviéndome al afilado borde de la conciencia. Aunque aún no sé qué está ocurriendo.
—¿Está bien? —pregunta una voz jadeante y rasposa. Brittany.
Está aquí. Brittany...
A no ser que vuelva a ser la voz de Dany confundiéndome de nuevo. No, sé que es Brittany, de algún modo soy capaz de sentirla.
—¡No vas a entrar en esta casa! —chilla mi madre—. ¡¿Es que no me has oído?! ¡No pases por mi lado como si no me hubieses oído!
Oigo la puerta mosquitera cerrarse con un golpe mientras mi madre continúa gritando.

Y después creo que noto su mano en mi mejilla.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ago 11, 2016 11:41 pm

Capítulo 61
Brittany

 
No pueden haber llegado hace mucho, he conducido treinta kilómetros por encima de lo permitido durante todo el trayecto. Casi vomito cuando por fin veo la furgoneta de Dany en la entrada de la pequeña casa de ladrillo. Cuando sale al porche, mi visión se vuelve roja. Dany camina lentamente hasta su furgoneta y yo aparco en la calle para no bloquearle el paso y que pueda largarse cagando leches.
«¿Qué le diré? ¿Y qué voy a decirle a ella? ¿Será capaz de escucharme siquiera?»
—Sabía que aparecerías —me dice Dany en voz baja cuando me planto ante ella.
—¿Por qué no iba a hacerlo? —gruño conteniendo mi creciente rabia.
—Tal vez porque es culpa tuya.
—¿Lo dices en serio? ¿Es culpa mía que Rachel sea una puta psicópata?
«Sí, sí lo es.»
—No, es culpa tuya no haber ido con Santana a la fiesta. Deberías haber visto su cara cuando entré a la fuerza en esa habitación.
Sacude la cabeza como para librarse de ese recuerdo. Se me tensa el pecho. Santana no debe de haberle dicho que ya no estamos juntas.
«¿Significa eso que aún le importo, pese a mi forma de ser?»
—Yo... Ni siquiera sabía que ella iba a ir, así que no me jodas. ¿Dónde está?
—Dentro. —Señala lo evidente con una mirada asesina.
—Ni se te ocurra mirarme así..., para empezar no tendrías ni que estar aquí —le recuerdo.
—De no haber sido por mí, la habrían violado, así que mira...
Mis manos encuentran las solapas de su chaqueta de cuero y la empujo contra el lateral de su camioneta.
—No importa las veces que lo intentes, ni las veces que la «salves», ella nunca te querrá. No lo olvides.
Le doy un último empujón y me aparto. Quiero golpearla, reventarle la puta nariz por ser una cabrona engreída, pero Santana está dentro de esa casa, y ahora mismo verla es mucho más importante.
Al pasar junto a la ventanilla de la camioneta veo en su asiento el bolso de Santana... y su vestido.
«¿Es que está desnuda?»
—¿Por qué no lleva el vestido puesto? —me atrevo a preguntar.
Tiro de la manija para abrir la puerta y recojo sus cosas. Como no me contesta, le lanzo una mirada fulminante, esperando una explicación.
—Se lo quitaron —dice simplemente con expresión triste.
—Joder —murmuro, y doy media vuelta para recorrer el sendero hasta la casa de la madre de Santana.
Cuando llego al porche, la madre de Santana sale para bloquear la puerta principal.
—¿Qué demonios haces tú aquí?
Su hija está herida y en lo único que piensa es en gritarme a mí. Muy bonito, sí señora.
—Necesito verla.
Cojo el pomo de la puerta mosquitera. Ella niega con la cabeza pero se aparta. Tengo el presentimiento de que sabe que la empujaría para pasar.
—¡No vas a entrar en esta casa! —chilla.
La ignoro y la rodeo.
—¡¿Es que no me has oído?! ¡No pases por mi lado como si no me hubieses oído!
La mosquitera golpea contra el marco a mi espalda mientras escaneo la sala de estar para encontrar a mi chica.
Y entonces me quedo helada al verla. Está tumbada en el sofá con las rodillas ligeramente flexionadas, el cabello  alrededor de su cabeza y los ojos cerrados. La madre de Santana continúa gritándome, amenazando con llamar a la poli, pero me importa una mierda. Me acerco a Santana y me arrodillo para quedar a la altura de su cara. Sin pensarlo apenas, le acaricio el pómulo con el pulgar y acuno su mejilla ruborizada en la palma de la mano.
—Mierda —maldigo, y la estudio atentamente mientras su pecho sube y baja despacio—. Joder, San, lo siento mucho. Todo esto es culpa mía —le susurro, esperando que pueda oírme.
Es tan hermosa también cuando está quieta y en calma, con los labios ligeramente separados... la inocencia evidente en un rostro que quita el aliento.
Por supuesto, la madre de Santana irrumpe en ese momento vertiendo su rabia sobre mí.
—¡En eso tienes toda la razón! Esto es culpa tuya. ¡Y ahora lárgate de mi casa antes de que la policía te saque a rastras!
—¿Por qué no se tranquiliza? —replico sin volverme—. No voy a ir a ningún sitio. Vaya a llamar a la policía si quiere. Si se presentaran a estas horas de la noche, usted sería la comidilla de la ciudad, y todos sabemos que no es eso lo que quiere.
Soy consciente de que me está fulminando con la mirada, lanzándome dagas con la mente, pero no puedo apartar la vista de la chica que tengo frente a mí.
—Vale —resopla por fin su madre—. Tienes cinco minutos.
Sus zapatos raspan la alfombra de la forma más espantosa posible.
«Pero ¿qué hace tan bien vestida a estas horas de la noche?»
—Espero que puedas oírme, Santana —comienzo. Mis palabras son precipitadas, pero la acaricio con cuidado, tocando la suave piel de sus mejillas. Las lágrimas acuden a mis ojos para caer sobre su piel clara—. Lo siento tanto... Joder, siento tanto todo esto... No debería haberte dejado marchar, para empezar. Pero ¿en qué estaba pensando? »Habrías estado orgullosa de mí, al menos un poco, creo. No he matado a Dan cuando he dado con él, sólo le he pateado la cara... Oh, y también lo he estrangulado un poco, pero aún respira. —Hago una pausa antes de admitir—: Y he estado a punto de beber esta noche, pero no lo he hecho. No podría haber empeorado más las cosas entre nosotras. Sé que crees que no me importas, pero sí que me importas, es sólo que no sé cómo demostrártelo.
Me detengo para examinar la forma en que sus párpados tiemblan ante el sonido de mi voz.
—Santana, ¿puedes oírme? —pregunto, lleno de esperanza.
—¿Dany? —apenas suspira ella, y durante un segundo juro que el diablo me juega una mala pasada.
—No, cariño, soy Brittany. Soy Brittany, no Dany. —No puedo evitar la rabia que se apodera de mí al oírla susurrar su nombre tan suavemente.
—Brittany no. —Frunce el ceño confusa, pero sus ojos permanecen cerrados.
—. ¿Dany? —repite, y retiro la mano de su mejilla.
Cuando me pongo en pie no veo a su madre por ningún lado. Me sorprende que no haya estado mirando por encima de mi hombro mientras trataba de hablar con su hija.
Y entonces, como si mis pensamientos la hubiesen conjurado, reaparece en la sala.
—¿Has acabado? —exige saber.
Alzo la palma de la mano para detenerla.
—No, aún no —aunque lo desearía. Al fin y al cabo, Santana ha preguntado por Dany.
Y de pronto, amablemente, como si admitiera que no puede controlar el mundo entero, su madre pregunta:
—¿Podrías llevarla a su habitación antes de irte? No puede quedarse tirada en el sofá...
—Así que no se me permite entrar, pero...
—Me detengo, sabiendo que no conseguiré nada discutiendo con esta mujer por enésima vez desde que la conozco, por lo que me limito a asentir
—.Claro; ¿dónde está su dormitorio?
—La última puerta a la izquierda —replica secamente, y desaparece de nuevo.
No sé de dónde ha sacado Santana su amabilidad, pero seguro que no le viene de esta mujer.
Suspirando, paso un brazo bajo las piernas de Santana y otro bajo su cuello y la alzo hasta mi pecho.
Mantengo la cabeza un poco baja mientras recorro el pasillo con ella. Esta casa es pequeña, mucho más de lo que había imaginado. La última puerta a la izquierda está casi cerrada, y cuando la abro con el pie me sorprende el sentimiento de nostalgia que me asalta al entrar en un dormitorio en el que nunca antes había estado. Una cama pequeña reposa contra la pared más alejada, ocupando casi la mitad del diminuto dormitorio. El escritorio del rincón tiene casi el mismo tamaño que la cama. Una Santana adolescente acude a mi imaginación, la de horas que debe de haber pasado sentada a ese gran escritorio trabajando en
interminables deberes para clase. El ceño fruncido, la boca apretada en una línea de concentración, el cabello cayéndole sobre los ojos y su mano echándolo hacia atrás ligeramente antes de ponerse el lápiz tras la oreja.
Conociéndola como la conozco ahora, nunca habría imaginado que estas sábanas rosa y el cubrecama púrpura fueran suyos. Deben de ser herencia de la fase de muñeca Barbie por la que pasó y que una vez describió como «la mejor y la peor época de su vida». Recuerdo cómo me contaba que se pasaba el día entero preguntándole a su madre cosas como dónde trabajaba Barbie, a qué universidad había ido, si algún día tendría hijos...
Miro a la Santana adulta que tengo entre los brazos y reprimo una carcajada al pensar en su curiosidad constante, una de las cosas que más y que menos me gustan de ella ahora. Echo las sábanas hacia atrás y la deposito suavemente sobre la cama, asegurándome de que sólo tenga una almohada bajo la cabeza, tal y como duerme en casa.
En casa..., aquélla ya no es su casa. Igual que esta casita, nuestro apartamento fue una simple parada para ella de camino a su sueño: Seattle.
La pequeña cómoda cruje cuando abro el cajón superior en busca de ropa para cubrir su cuerpo medio desnudo. Pensar en Dan desnudándola me hace apretar los puños alrededor de la tela de una camiseta de su armario. Incorporo a Santana tan delicadamente como puedo y se la meto por la cabeza.
Tiene el cabello enredado, y cuando trato de peinárselo sólo consigo dejárselo peor. Ella gime de nuevo y sus dedos tiemblan. Intenta moverse pero no puede. Odio esto. Me trago la bilis que me sube por la garganta y parpadeo para alejar los pensamientos de toda la mierda que ha tenido que soportar.

Por respeto, miro hacia otro lado mientras mis manos le meten los brazos por las mangas hasta que finalmente consigo vestirla. La madre de Santana está de pie en el umbral de la puerta. Su expresión es tensa pero no deja de estar cabreada, y me pregunto cuánto tiempo llevará ahí observando.
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Mensaje por micky morales Vie Ago 12, 2016 8:21 am

Que horror, no lo pdo creer, rachel????? me cuesta decir esto pero gracias a Dios que llego la fastidiosa de dani!!!! me molestan mucho las acciones de santana pero jamas justificaria de ningun modo algo tan horrible como lo que trataron de hacerle, cuerda de locos desgraciados, ahora si pienso que Seattle es la mejor opcion para huir de ese lugar tan horrible, pero que lo quieran las 2 no que sea por obligacion, ahora hay que ver que pasara!!!!
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Mensaje por 3:) Vie Ago 12, 2016 1:17 pm

Se fueron todos al carajo... Enserio hacerle eso a san si ella no tiene nada que ver con lo que hizo britt a todos... O por que no quizo nada con nadies...
En serio ir con la madre después de que siempre le pasa algo... Por lo menos dani hizo algo bueno por san....
A ver que hace britt ahora??? Es bueno que aya recapacitado por haber dejado ir...
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por JVM Sáb Ago 13, 2016 1:06 am

Una sorpresa lo de Rachel no pensé que fuera mala persona y bueno vengarse de Britt a través de San un horror, aunque de las personas que pensaba que le harían algo malo fueron quienes la ayudaron Kitty y Danny las heroínas, si bien Kitty era parte del plan tenia un límite y que bueno que ayudo a San.
Y bueno Britt leyendo lo que significa para San mientras pasaba todo esto, pero esperó que ahora al saber todo lo que siente por ella luche y cambie por ella, que lo intente esta vez de verdad. Creó que debe hacerle caso a su padre con lo del terapeuta, debe de querer ser mejor por ella y por San.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:03 am

micky morales escribió:Que horror, no lo pdo creer, rachel????? me cuesta decir esto pero gracias a Dios que llego la fastidiosa de dani!!!! me molestan mucho las acciones de santana pero jamas justificaria de ningun modo algo tan horrible como lo que trataron de hacerle, cuerda de locos desgraciados, ahora si pienso que Seattle es la mejor opcion para huir de ese lugar tan horrible, pero que lo quieran las 2 no que sea por obligacion, ahora hay que ver que pasara!!!!

Hola, pues si ya ves Rachel haciendo de las suyas,  sabia que por lo menos esta vez no te iba a disgustar la aparicion de Dani. Estoy de Acuerdo creo que Seattle aparecio en su mejor momento.  vamos a ver que mas hay y si hay algo positivo en este distanciamiento.... saludos.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:05 am

3:) escribió:Se fueron todos al carajo... Enserio hacerle eso a san si ella no tiene nada que ver con lo que hizo britt a todos... O por que no quizo nada con nadies...
En serio ir con la madre después de que siempre le pasa algo... Por lo menos dani hizo algo bueno por san....
A ver que hace britt ahora??? Es bueno que aya recapacitado por haber dejado ir...

Hola creo que tienes la razon,  nada tiene que ver Santana en lo que hizo Britt en el pasado, posiblemente  la quisieron dañar por que saben que es el talon de aquiles de Britt, por lo menos gracias a Kitty no paso a mayores.
Vamos a ver ahora la reaccion de Britt, espero que recapacite y pues decida pronto que hacer.. saludos .
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:09 am

3:) escribió:Se fueron todos al carajo... Enserio hacerle eso a san si ella no tiene nada que ver con lo que hizo britt a todos... O por que no quizo nada con nadies...
En serio ir con la madre después de que siempre le pasa algo... Por lo menos dani hizo algo bueno por san....
A ver que hace britt ahora??? Es bueno que aya recapacitado por haber dejado ir...

Hola creo que tienes la razon,  nada tiene que ver Santana en lo que hizo Britt en el pasado, posiblemente  la quisieron dañar por que saben que es el talon de aquiles de Britt, por lo menos gracias a Kitty no paso a mayores.
Vamos a ver ahora la reaccion de Britt, espero que recapacite y pues decida pronto que hacer.. saludos .
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:19 am

JVM escribió:Una sorpresa lo de Rachel no pensé que fuera mala persona y bueno vengarse de Britt a través de San un horror, aunque de las personas que pensaba que le harían algo malo fueron quienes la ayudaron Kitty y Danny las heroínas, si bien Kitty era parte del plan tenia un límite y que bueno que ayudo a San.
Y bueno Britt leyendo lo que significa para San mientras pasaba todo esto, pero esperó que ahora al saber todo lo que siente por ella luche y cambie por ella, que lo intente esta vez de verdad. Creó que debe hacerle caso a su padre con lo del terapeuta, debe de querer ser mejor por ella y por San.

Si un muy mala sorpresa, no puedo creer que haya sido tan hipocrita.... todo retorcido quienes pense  o pensamos que harian daño son quienes le brindaron ayuda a San y pues no pudo llevarse a cabo su malvado plan.
Creo que leer el Diario de Santana ha hecho que Brittany tengo un poco mas de remordimiento, de darse cuenta de lo que significa ella para Santana, vamos a ver que sucede. Hasta pronto
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:20 am

Capítulo 62
Santana

 
«¡Parad!», tengo ganas de gritarles a las dos. No puedo soportar que se peleen de esa forma. No puedo; el tiempo no tiene sentido en este estado en el que me encuentro. Todo es un caos absoluto. Oigo portazos y también a mi madre y a Brittany discutiendo, y todo es tan difícil de escuchar... Pero sobre todo hay oscuridad arrastrándome, tirando con fuerza de mí...
En algún momento le pregunto a Brittany:
—Y ¿qué hay de Dany? ¿Le has hecho daño?
O al menos eso es lo que pienso, y me estoy esforzando por decirlo. No estoy segura de si ha abandonado mis labios o no, si mi boca está coordinada con mi mente.
—No, soy Brittany. Soy Brittany, no Dany.
Brittany está aquí, no Dany. Espera, Dany también está aquí, ¿no?
—No, Brittany, digo si le has hecho daño a Dany.
La oscuridad tira de mí en dirección contraria a la de su voz. La de mi madre entra en la sala y la llena con aire autoritario, pero no puedo entender ni una palabra de lo que dice. Lo único claro para mí es la voz de Brittany. Ni siquiera sus palabras, sino cómo suena, cómo se mete en mi interior. En algún momento siento que algo mueve mi cuerpo. ¿Los brazos de Brittany? No estoy totalmente segura, pero me levantan del sofá y esa familiar esencia a menta llena mis sentidos. ¿Qué hace él aquí y cómo me ha encontrado? Apenas unos segundos más tarde me depositan con cuidado en la cama, y de nuevo me incorporan. No quiero moverme. Las temblorosas manos de Brittany me pasan una camiseta por la cabeza y quiero
gritar para que deje de tocarme. Lo último que quiero es que me toquen, pero en el momento en que sus dedos me rozan la piel, el repugnante recuerdo de Dan se desvanece.
—Tócame otra vez, por favor. Haz que desaparezca —le suplico.
No me contesta. Sus manos siguen tocándome la cabeza, el cuello, el cabello, e intento alzar la mano hacia la suya, pero me pesa demasiado.
—Te quiero y lo siento mucho —oigo antes de que mi cabeza vuelva a reposar sobre la almohada
—. Quiero llevarla a casa.

«No, déjame aquí. Por favor —pienso para mí—. Pero quédate conmigo...»
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:21 am

Capítulo 63
Brittany

 
La madre de Santana cruza los brazos sobre el pecho.
—No voy a permitirlo.
—Lo sé.
Estoy que echo humo, y me pregunto cuánto se enfadaría Santana conmigo si insultara a su madre. Abandonar su habitación, su dormitorio infantil, ya es bastante malo sin tener además que oír el gimoteo estrangulado que sale de sus labios cuando cruzo el umbral de la puerta de vuelta al pasillo.
—¿Dónde estabas mientras todo esto ocurría? —pregunta su madre.
—En casa.
—¿Por qué no estabas allí para impedirlo?
—¿Cómo está tan segura de que yo no formaba parte de todo eso? Por lo general, no pierde el tiempo en echarme la culpa de todo lo malo que pasa en el mundo.
—Porque sé que, a pesar de tus pésimas decisiones y de tu actitud, nunca dejarías que algo así le ocurriera a Santana si pudieses impedirlo.
¿Es eso un cumplido de su parte? Un cumplido un tanto ambiguo... pero, diablos, lo aceptaré, especialmente teniendo en cuenta las circunstancias.
—Bueno... —empiezo a decir.
Ella levanta la mano para hacerme callar.
—No he acabado. No te culpo de todo lo malo que pasa en el mundo. —Señala hacia la chica que duerme medio inconsciente tumbada en la pequeña cama—. Sólo de lo que pasa en su mundo.
—No le discutiré eso —suspiro derrotada.
Sé que tiene razón; no se puede negar que he arruinado prácticamente todo en la vida de Santana. «Ella ha sido mi héroe, a veces mi torturadora, pero sobre todo mi héroe», escribió Santana en su diario.
¿Un héroe? Estoy lejos de ser una maldita héroe. Daría cualquier cosa por serlo para ella, pero es que no sé cómo conseguirlo.
—Bueno, al menos estamos de acuerdo en algo. —Sus labios carnosos se elevan en una sonrisa, pero la borra enseguida y baja la vista a sus pies—. Bueno, si eso era todo cuanto necesitabas, ya puedes irte.
—De acuerdo...
Echo un último vistazo a Santana y me vuelvo de nuevo hacia su madre, que me mira fijamente otra vez.
—¿Cuáles son tus intenciones con respecto a mi hija? —me pregunta con cierta autoridad, pero también con un poco de miedo—. Tengo que saber cuáles son tus intenciones a largo plazo porque, cada vez que me doy la vuelta, le pasa algo, y no suele ser bueno. ¿Qué piensas hacer con ella en Seattle?
—No me voy a Seattle con ella. —Las palabras me pesan en la lengua.
—¿Qué? —Echa a andar pasillo abajo y la sigo.
—No voy. Se va sin mí.
—Por muy feliz que eso me haga, ¿puedo preguntar por qué? —Eleva una ceja perfectamente delineada y yo miro hacia otro lado.
—Porque no voy, eso es todo. De todos modos, es mejor para ella que no vaya.
—Hablas igual que mi exmarido. — traga saliva—. A veces me culpo por el hecho de que Santana se haya colgado de ti. Temo que sea culpa de cómo era su padre antes de dejarnos.
Su mano, de manicura perfecta, se eleva para alisarse el cabello mientras trata de aparentar indiferencia ante la mención de Ricardo.
—Él no tiene nada que ver en su relación conmigo —replico—; Santana apenas lo conoció. Los pocos días que han pasado juntos últimamente demuestran eso, que no lo recuerda lo suficiente como para que afecte a su elección de pareja.
—¿Últimamente? —Los ojos de la madre de Santana se abren con sorpresa, y observo con horror cómo el color abandona su cara. Y ese pequeño momento de entendimiento que habíamos creado parece desaparecer.
«Mierda. Joder. Hostia puta...»
—Ella..., hum..., bueno, nos lo encontramos hace poco más de una semana.
—¿Ricardo? ¿La ha encontrado? —Su voz se quiebra y se lleva la mano al cuello.
—No, ella se tropezó con él.
Empieza a pasar los dedos de forma nerviosa por las perlas de su collar.
—¿Dónde?
—No sé si debería contarle esto.
—¿Perdona? —Baja los brazos y se queda ahí de pie, mirándome con la boca abierta por el asombro.
—Si Santana hubiese querido que supiera que había visto a su padre, se lo habría dicho ella misma.
—Esto es más importante que tu odio hacia mí, Brittany. ¿Ha estado viéndolo a menudo? —Sus ojos  brillan ahora, amenazando con derramar lágrimas en cualquier momento, pero conociendo a esta mujer, nunca, ni en un millón de años, soltaría una lágrima frente a nadie, y mucho menos frente a mí.
Suspiro, no quiero traicionar a Santana, pero tampoco quiero crearme más problemas con su madre.
—Se quedó con nosotras unos días —explico.
—No pensaba decírmelo, ¿verdad? —Su voz es baja y ronca mientras se muerde sus uñas rojas.
—Probablemente no. Hablar con usted no resulta precisamente sencillo —le recuerdo. Me pregunto si éste es el mejor momento para sacar a relucir mi sospecha de que fue él quien se coló en el apartamento.
—Y ¿contigo sí? —Alza la voz y yo me acerco a ella—. Al menos yo me preocupo por su bienestar; ¡eso es más de lo que se puede decir de ti!
Sabía que una conversación civilizada entre nosotras no podía durar mucho.
—¡Me preocupo por ella más que nadie, incluso más que usted! —replico.
—Soy su madre, nadie la quiere más que yo. ¡El hecho de que creas que podrías hacerlo demuestra lo loca que estás!
Sus zapatos repiquetean contra el suelo mientras recorre el pasillo arriba y abajo.
—¿Sabe lo que creo? Creo que me odia porque le recuerdo a él. Odia el constante recuerdo de lo que echó a perder, y me odia para no tener que odiarse a sí misma... Pero ¿quiere saber algo?
 —Espero su sarcástico asentimiento antes de continuar.
—. Que usted y yo también nos parecemos mucho. Más de lo que nos parecemos Ricardo y yo: las dos rechazamos cualquier responsabilidad por nuestros errores.
En vez de eso, culpamos a todos los demás. Apartamos a aquellos a quienes amamos y los obligamos a...
—¡No! ¡Te equivocas! —grita.
Sus lágrimas y sus gestos histriónicos impiden que acabe de decir lo que pienso: que acabará sus días sola.
—No me equivoco. Pero voy a irme. El coche de Santana sigue en alguna parte del campus, así que lo traeré mañana a no ser que quiera conducirlo usted misma.
ella se seca los ojos.
—Bien, trae el coche. Mañana a las cinco. —Me mira con los ojos enrojecidos y el rímel corrido
—. Esto no cambia nada. Nunca me gustarás.
—Y a mí eso no me importará jamás.
Me dirijo hacia la puerta principal, planteándome por un momento volver a la habitación del fondo, coger a Santana y llevármela conmigo.
—Brittany, a pesar de lo que sientas por mí, sé que quieres a mi hija. Sólo deseo recordarte que, si la quieres, que si de verdad la amas, dejarás de interferir en su vida. Ella ya no es la misma chica que dejé en esa diabólica escuela hace apenas medio año.
—Lo sé. —Por mucho que odie a esta mujer, me da pena porque, al igual que yo, probablemente pasará sola el resto de su miserable vida.
—. ¿Puede hacerme un favor? —le pido.
Me mira con sospecha.
—¿De qué se trata?
—No le diga que he venido. Si no lo recuerda, no se lo diga.
Santana está tan puesta que probablemente no se acordará de nada. No creo que sepa siquiera que estoy aquí ahora.
La madre de Santana me mira, reflexiona y por fin asiente.

—Eso puedo hacerlo.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:22 am

Capítulo 64
Santana

 
La cabeza me pesa mucho, muchísimo, y la luz que se cuela a través de las cortinas amarillas es brillante, muy brillante. ¿Cortinas amarillas? Vuelvo a abrir los ojos para encontrar las familiares cortinas amarillas de mi viejo dormitorio cubriendo las ventanas. Esas cortinas siempre nos habían vuelto locas, pero mi madre no podía permitirse comprar otro juego, así que aprendimos a vivir con ellas. Y, así, las últimas doce horas regresan a mi mente en pedazos, recuerdos rotos y desordenados que tienen poco sentido para mí.
Nada tiene sentido. Me lleva unos segundos, minutos tal vez, conseguir que mi mente trate de comprender lo que sucedió.
La traición de Rachel es el recuerdo más fuerte que tengo de la noche anterior, uno de los recuerdos más dolorosos que jamás he experimentado. ¿Cómo pudo hacerme eso a mí? ¿A cualquiera? Todo fue tan perverso, tan retorcido... y en ningún momento lo vi venir. Recuerdo el fuerte sentimiento de alivio que experimenté cuando entró en la habitación, sólo para volver a caer presa del pánico cuando admitió que nunca había sido mi amiga. Oí su voz de forma muy clara pese al estado en el que me encontraba... Me puso algo en la bebida para atontarme, o peor, para conseguir que me desmayara..., y todo para obtener algún tipo de venganza sin garantías sobre Brittany y sobre mí. Anoche tuve tanto miedo..., y ella pasó de ser mi salvadora a ser mi depredadora tan rápido que casi no pude asimilar el cambio.
Estaba drogada, en una fiesta, y la responsable era alguien que yo creía que era mi amiga. La realidad de todo ello me golpeó con fuerza, y me sequé con rabia las lágrimas que me empapaban las mejillas.
La humillación reemplaza la punzada de traición al recordar a Dan y su grabación. Me desnudaron..., la pequeña luz roja de la cámara brillando en la oscuridad de la habitación es algo que no creo que pueda olvidar jamás. Querían violarme, grabarlo y enseñárselo a todo el mundo. Me agarro el estómago, esperando no vomitar de nuevo. Cada vez que creo que tendré un respiro de la batalla constante en que se ha convertido mi vida, algo peor ocurre. Y sigo poniéndome en estas situaciones. ¿Rachel? Aún no puedo creerlo. Si su razonamiento era correcto, si lo hizo sólo porque no le gusto y siente algo por Brittany, ¿por qué no me
lo dijo desde el principio? ¿Por qué ha fingido ser mi amiga durante todo este tiempo sólo para tenderme una trampa? ¿Cómo pudo sonreírme a la cara e ir de compras conmigo, escuchar mis secretos y compartir mis preocupaciones sólo para planear algo como esto a mis espaldas? Me siento lentamente, pero aun así resulta demasiado rápido. El pulso me ruge en los oídos y quiero correr al baño y obligarme a vomitar por si aún me queda algo de droga en el estómago. Pero no
lo hago y, en lugar de eso, cierro los ojos de nuevo.
Cuando vuelvo a despertar tengo la cabeza algo más despejada y consigo levantarme de mi cama de la infancia. No llevo pantalones, sólo una camiseta que no recuerdo haberme puesto. Mi madre debe de haberme vestido..., aunque eso no es muy de su estilo.
Los únicos pantalones de pijama que quedan en mi cómoda son demasiado estrechos y cortos. He engordado desde que me fui a la universidad, pero me siento más cómoda y segura con mi cuerpo, mucho más de lo que me sentía antes. Salgo dando tumbos del dormitorio, pasillo abajo hasta la cocina, donde encuentro a mi madre apoyada en la encimera, leyendo una revista. Su vestido negro es suave y no tiene ni una pelusa, lleva tacones de aguja a juego y su cabello está peinado en perfectas ondas clásicas. Cuando le echo un
vistazo al reloj del horno, veo que ya pasan pocos minutos de las cuatro de la tarde.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta tímidamente mientras se vuelve para mirarme.
—Fatal —gimo, incapaz de poner una cara amistosa, y mucho menos de hacerme la valiente.
—Lo imagino, después de la noche que has tenido.
«Allá vamos...»
—Tómate un café y una aspirina. Te sentirás mejor.
Asiento lentamente y me acerco al armario para coger una taza para el café.
—Tengo que ir a la iglesia esta tarde. Supongo que no vas a acompañarme, ¿verdad? Te has perdido el servicio de la mañana —dice con voz neutra.
—No, ahora mismo no tengo cuerpo para ir a la iglesia.
Sólo mi madre podría pedirme que la acompañe a la iglesia cuando acabo de recuperarme de los efectos de la droga tras un intento de violación.
Recoge su bolso de la mesa de la cocina y se vuelve hacia mí.
—De acuerdo, saludaré a Sam y al señor y a la señora Evans de tu parte. Llegaré a casa alrededor de las ocho, quizá un poco antes.
Una punzada de culpabilidad me atraviesa al oír el nombre de Sam. Aún no lo he llamado desde que supe de la muerte de su abuela. Sé que debería haberlo hecho, y lo haré después del servicio..., si puedo encontrar mi teléfono, claro.
—¿Cómo llegué hasta aquí anoche? —pregunto, tratando de encajar todas las piezas del puzle.
Recuerdo a Dany entrando de golpe en el antiguo dormitorio de Brittany y rompiendo la cámara.
—Creo que la joven dama que te trajo se llamaba Dany —dice ella. Luego vuelve a concentrarse en su revista y se aclara la garganta en silencio.
—Oh.
Odio esto, odio no saber. Me gusta controlarlo todo, y anoche no tenía el control de mi cuerpo. Mi madre aparta la revista con lo que suena como una bofetada. Me mira sin expresión en la cara y dice:
—Llámame si necesitas algo —y se dirige a la puerta principal.
—Oh...
Con una última mirada de desaprobación hacia mis estrechos pantalones de pijama, abandona la casa.
—Ah, y puedes buscar en mi armario algo que ponerte.
En el momento en que la puerta mosquitera se cierra, la voz de Brittany resuena en mi cabeza.
«Todo esto es culpa mía», dijo. Aunque podría no haber sido Brittany: mi mente me juega malas pasadas. Necesito llamar a Dany y darle las gracias por todo. Le debo mucho por haber acudido en mi ayuda, por salvarme. Le estoy tan agradecida que sé que jamás podré darle las gracias lo suficiente por
ayudarme y sacarme de allí. No puedo ni imaginar lo que podría haber pasado frente a esa cámara si ella no hubiera aparecido.
Durante la siguiente media hora, las lágrimas saladas se mezclan con el café negro. Por fin me obligo a alejarme de la mesa y a meterme en el cuarto de baño para borrar de mi cuerpo todos los repugnantes recuerdos de la noche anterior. Para cuando por fin me pongo a buscar en el armario de mi madre algo que no lleve un sujetador con relleno incorporado, me siento muchísimo mejor.
—¿Es que no tienes ropa normal? —gimoteo, pasando percha tras percha de vestidos de cóctel.
Cuando estoy a punto de decidir que mejor me quedo en pelotas, por fin encuentro un suéter de color crema y unos vaqueros oscuros. Los vaqueros encajan perfectamente y el suéter me queda justo de pecho, pero doy las gracias por haber encontrado algo más o menos informal, así que no voy a quejarme.
Al buscar por la casa mi teléfono y mi bolso, me doy cuenta de que no tengo ni un solo recuerdo que me ayude a localizar su lugar oculto. ¿Por qué no puede mi mente aclarar el caos de anoche lo suficiente como para encontrarle sentido a todo? Supongo que mi coche sigue aparcado delante del dormitorio de Rachel; con suerte, no me habrá rajado las ruedas. Regreso a mi antigua habitación y abro el cajón de mi escritorio. Ahí está mi móvil, encima de mi bolso. Aprieto el botón de encendido y espero a que aparezca la pantalla de inicio. Casi vuelvo a
apagarlo cuando se disparan las alertas por vibración. Mensaje tras mensaje y avisos del buzón de voz aparecen en la pequeña pantalla.
Brittany... Brittany... Dany... Brittany... Desconocido... Brittany... Brittany...
El estómago me da un vuelco de la peor de las maneras cuando leo su nombre en la pantalla. Lo sabe, tiene que saberlo. Alguien le contó lo sucedido y por eso me estuvo llamando y enviando mensajes sin parar. Debería llamarla al menos para hacerle saber que estoy bien antes de que se vuelva loca de preocupación. Sea cual sea el estado de nuestra relación, probablemente estará preocupada
después de oír lo sucedido..., siendo «preocupada» el eufemismo del siglo.
Cuelgo el teléfono al sexto tono justo cuando salta su buzón de voz, y vuelvo al dormitorio de mi madre para intentar domar mi cabello. Ahora mismo lo último que me preocupa es mi aspecto, pero tampoco me entusiasma la idea de oír los insultos de mi madre si no consigo parecer medio decente.
Encargarme de mi apariencia también me ayuda a ignorar los flashes que acuden ocasionalmente a mi mente sobre lo que ocurrió anoche. Cubro los profundos círculos bajo mis ojos, me aplico un poco de rímel y me cepillo el cabello. Ya está casi seco, lo que juega en mi favor al pasar los dedos por mis ondas naturales. No se ve ni remotamente tan bien como me gustaría, pero no tengo la energía necesaria para enfrentarme a mis desastrosos rizos más allá de lo que ya he hecho. El apagado sonido de alguien llamando a la puerta principal me saca de mi ensueño. ¿Quién puede venir a semejante hora? Y de pronto el estómago me da un vuelco al pensar que Brittany podría estar al otro lado.
—¿Santana? —me llama una voz familiar mientras oigo abrirse la puerta.
Sam entra en la casa y lo veo en la salita. El alivio y la culpabilidad me asaltan al reparar en su sonrisa temblorosa.
—Hola... —Asiente con la cabeza, cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro.
Prácticamente me echo sobre él sin pensar, rodeándole el cuello con los brazos. Entierro la cara en su pecho y comienzo a llorar.
Sus fuertes brazos me rodean, sosteniéndome e impidiendo que nos caigamos.
—¿Estás bien?
—Sí, es sólo que... No, no estoy bien.
Aparto la cara de su pecho para no restregarle todo el rímel por su cárdigan tostado.
—Tu madre me ha dicho que estabas en la ciudad. —Continúa abrazándome mientras yo sigo deleitándome con su familiaridad—. Así que me he escabullido antes de que acabara el servicio para poder decirte hola sin nadie alrededor. ¿Qué te ha pasado?
—Tantas cosas..., demasiadas para contarlas. Bueno, estoy siendo muy dramática —gruño alejándome un paso de él.
—¿La universidad continúa sin tratarte como esperabas? —pregunta con una pequeña sonrisa de simpatía.
Niego con la cabeza y le indico con un gesto que me siga hasta la cocina, donde preparo otra cafetera.
—No, para nada. Me mudo a Seattle.
—Eso me ha dicho tu madre —explica sentándose a la mesa.
—¿Aún quieres ir a la WCU en primavera? —digo, y suelto una pequeña carcajada-
—. No te recomendaría esa escuela.
Pero intentar hacer una broma sobre mí misma deja de funcionar en el momento en que se me saltan las lágrimas.
—Sí, ese es el plan. Pero la chica... esta chica a la que estoy viendo... nos estamos planteando ir a San Francisco. Ya sabes lo que me gusta California.
No estaba preparada para oír eso: Sam sale con una chica. Supongo que debería estarlo, pero se me hace tan raro que lo único que se me ocurre decir es:
—¿Ah, sí?
Los ojos azules de Sam brillan con los fluorescentes de la cocina.
—Sí, nos va bastante bien. Aunque estoy intentando tomármelo con calma, ¿sabes?... Por todo.
Como no quiero que termine esa frase y me haga sentir más culpable aún por la forma en que rompimos, pregunto:
—Y ¿cómo os conocisteis?
—Pues ella trabaja en Zooms, o algo parecido, una tienda del centro comercial que hay cerca de tu casa, y...
—¿Estuviste aquí? —lo interrumpo. Me extraña que no me lo contara, que no se pasara a verme...pero lo entiendo.
—Sí, para ver a Becca. Tendría que haberte llamado o algo, pero las cosas estaban tan raras entre nosotros...
—Lo sé, no importa —le aseguro, y lo dejo terminar.
—Bueno, da igual, el caso es que supongo que a partir de ese momento nos unimos mucho.
Tuvimos algunos problemillas y durante un tiempo pensé que no podía fiarme de ella, pero ahora lo llevamos muy bien.
Sus problemas me traen a la memoria los míos, y suspiro.
—Es como si ya no pudiera confiar en nadie —suspiro, y Sam frunce el ceño y me apresuro a añadir—: Excepto en ti. No me refería de ti. Todas las personas que he conocido desde que llegué a esa universidad me han mentido de una forma u otra.
Incluso Brittany. Especialmente ella.
—¿Eso es lo que ocurrió anoche?
—Más o menos... —Me pregunto qué le habrá contado mi madre.
—Sabía que tenía que ser algo importante para que hayas vuelto a casa. —Asiento y él se inclina por encima de la mesa para coger mis manos entre las suyas.
—. Te he echado de menos —murmura; la tristeza es evidente en su voz.
Lo miro con los ojos muy abiertos; creo que estoy a punto de llorar de nuevo.
—Siento mucho no haberte llamado cuando lo de tu abuela.
—Está bien, sé que estás ocupada —dice recostándose contra la silla con ojos dulces.
—Eso no es excusa. Me he comportado de forma terrible contigo.
—Qué va —miente negando con la cabeza lentamente.
—Sabes que tengo razón. Te he tratado fatal desde que me fui de casa, y lo siento muchísimo. No te mereces nada de esto.
—Deja de flagelarte a ti misma, ahora estoy bien —me asegura con una cálida sonrisa, pero la culpabilidad no cesa.
—Aun así, no debería haberlo hecho.
Entonces me sorprende preguntándome algo que jamás habría esperado de él:
—Si pudieras empezar de nuevo, ¿qué cambiarías?
—La forma en que he llevado ciertas cosas. No debería haberte engañado y haber actuado a tus espaldas. Nos conocemos desde hace mucho, y estuvo fatal por mi parte abandonarte tan de repente.
—Sí —confirma—, pero ya lo he superado. No éramos buenos el uno para el otro... Quiero decir, éramos perfectos juntos —añade con una carcajada—, pero creo que ése era el problema.
La pequeña cocina parece más espaciosa ahora que mi culpabilidad comienza a disiparse.
—¿Lo crees de verdad?
—Sí, lo creo. Te quiero, y siempre te querré. Pero no te quiero de la forma que siempre creí que te quería, y tú nunca podrías quererme como la quieres a ella.
Me quedo sin aliento ante la alusión a Brittany. Tiene razón, mucha razón, pero no puedo hablar de Brittany con Sam. Ahora no.
Necesito cambiar de tema.
—Entonces, Becca te hace feliz, ¿no?
—Sí, puede que no sea como te la esperas, pero tampoco me esperaba yo que me fueras a dejar por una chica como Brittany. Sus oscuras facciones son totalmente opuestas a las mías y tiene tatuajes.
No muchos, pero aun así no puedo imaginarlos a ella y a Sam como pareja.
Su sonrisa no es dura y sonríe suavemente.
—Supongo que ambos necesitábamos algo diferente.
De nuevo tiene razón.
—Supongo que sí.
Me río con él y continuamos charlando hasta que otro golpe en la puerta nos interrumpe.

—Ya voy yo —se ofrece, levantándose y abandonando la pequeña cocina antes de que pueda detenerlo.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:23 am

Capítulo 65
Brittany

 
Contemplar cómo el reloj avanza minuto a minuto me está matando lentamente. Casi preferiría arrancarme los cabellos uno a uno a seguir sentado aquí esperando en este maldito sendero hasta las cinco. No veo el coche de la madre de Santana, no hay ningún coche en la entrada excepto el de Santana, en el que estoy sentado. Ryder ha aparcado en la calle después de seguirme hasta aquí para poder llevarme de vuelta. Por suerte, se preocupa por el bienestar de Santana más que nadie, aparte de mí, así que no necesité convencerlo.
—Ve y llama a la puerta o lo haré yo —me amenaza a través del teléfono.
—¡Que ya voy! Joder, dame un segundo. No sé si habrá alguien.
—Pues si no hay nadie, deja las llaves en el buzón y nos largamos.
Precisamente por eso no he hecho nada aún, porque quiero que ella esté dentro. Tengo que saber que está bien.
—Ahora voy —digo, y le cuelgo a mi molesto hermanastro.
Los diecisiete escalones hasta la puerta de la casa de su madre son los más difíciles de subir de mi vida. Llamo contra la puerta mosquitera pero no estoy seguro de si he golpeado lo suficientemente fuerte. A la mierda, vuelvo a llamar, esta vez mucho más fuerte. Demasiado fuerte, de hecho. Bajo la mano cuando el débil aluminio se vence y saltan un par de alambres de la mosquitera. Mierda.
La puerta cruje al abrirse y, en vez de Santana, su madre o cualquier otra persona del jodido planeta a quien no me importaría ver, aparece Sam.
—Tienes que estar de puta broma —digo.
Cuando intenta cerrarme la puerta en la cara, la detengo con mi bota.
—No seas idiota. —Abro y él se echa atrás.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con el rostro marcado por un profundo ceño fruncido.
¡Tendría que preguntar yo qué hace él aquí! Santana y yo no llevamos separadas ni tres días y ya está aquí este cabrón, reptando de vuelta a su vida.
—He traído su coche. —Miro a su espalda pero no puedo ver una mierda—. ¿Está ella aquí?
Durante todo el viaje me he estado diciendo que no quiero que me vea o que recuerde que estuve anoche en su casa, pero sé que he estado engañándome a mí misma.
—Puede. ¿Sabe que ibas a venir? —Sam se cruza de brazos y necesito hacer acopio de todo mi autocontrol para no derribarlo de un puñetazo, pasarle de largo, o por encima, y encontrarla.
—No, sólo quiero asegurarme de que está bien. ¿Qué te ha contado? —le pregunto alejándome del porche.— Nada. Pero no ha hecho falta. No tenía que contarme nada, sé que no habría venido hasta aquí si no le hubieses hecho algo.
Frunzo el ceño.
—De hecho, te equivocas, no fui yo... esta vez. —Parece sorprendido por mi pequeña admisión, así que continúo, por ahora con calma—: Mira, sé que me odias y tienes toda la razón del mundo para hacerlo, pero voy a verla, te guste o no, así que puedes echarte a un lado o...
—¿Brittany? —La voz de Santana es apenas un susurro casi perdido en un suspiro cuando aparece detrás de Sam.
—Eh... —Mis pies me llevan al interior de la casa y Sam, inteligentemente, se aparta de mi camino.
—. ¿Estás bien? —pregunto tomando sus mejillas entre las manos.
Santana aparta la cabeza porque tengo las manos frías, me digo, y se aleja de mí.
—Sí, estoy bien —miente.
Las preguntas se agolpan en mi boca.
—¿Estás segura? ¿Cómo te sientes? ¿Has dormido? ¿Te duele la cabeza?
—Sí, bien, un poco, sí —responde asintiendo, pero yo ya he olvidado lo que le he preguntado.
»¿Quién te lo ha contado? —me pregunta ruborizada.
—Kitty.
—¿Kitty?
—Sí, me llamó cuando estabas..., hum..., en mi antigua habitación.
 —No puedo eliminar el pánico de mi voz.
—Oh... —San mira más allá de mí, concentrándose en algún punto en la distancia, con las cejas fruncidas en un rictus de concentración. ¿Se acuerda de que estuve aquí? ¿Quiero que lo recuerde? Sí, claro que sí.
—Pero ¿estás bien?
—Sí.
Sam se acerca a nosotras y la alarma es evidente en su voz cuando pregunta:
—Santana, ¿qué ha pasado?
Al mirar a Santana me doy cuenta de que ella no quiere que él sepa todo lo ocurrido. Eso me gusta más de lo que debería.
—Nada, no te preocupes —le contesto para que ella no tenga que hacerlo.
—¿Fue algo serio? —presiona.
—Ya te he dicho que no te preocupes —gruño, y él traga saliva. Me vuelvo hacia Santana.
—. He traído tu coche —le digo.
—¿En serio? —pregunta—. Gracias, pensé que Rachel le habría reventado el parabrisas o algo —suspira; sus hombros se hunden más a cada palabra que pronuncia. Su intento de broma no funciona con nadie, ni siquiera consigo misma.
—¿Por qué, de entre toda la gente, recurriste a ella? —le pregunto.
Santana mira a Sam y de nuevo a mí.
—Sam, ¿nos dejas un minuto? —pregunta con dulzura.
Él asiente y me lanza lo que supongo debe de ser algún tipo de mirada de advertencia antes de dejarnos solas en la pequeña salita.
—¿Por qué a ella? Dímelo, por favor —repito.
—No lo sé. No tenía ningún otro sitio adonde ir, Brittany.
—Podrías haber recurrido a Ryder, prácticamente tienes tu propio dormitorio en esa casa — señalo.
—No quiero seguir metiendo a tu familia en esto. Ya lo he hecho demasiadas veces y no es justo para ellos.
—Y sabías que iría allí, ¿verdad?
—Cuando baja la vista a sus manos, añado—: No habría ido.
—Vale —dice con tristeza.
Joder, eso no era lo que quería decir.
—No quería decir eso. Quería decir que iba a darte espacio.
—Oh —susurra mordiéndose una uña.
—Estás muy callada.
—Es sólo que..., no sé..., ha sido una noche, y una mañana, muy largas.
Frunce el ceño y quiero ir hasta ella y alisar la línea entre sus cejas y besarla hasta alejar el dolor.
«No Brittany, Dany», dijo cuando estaba medio inconsciente.

—Lo sé. ¿Recuerdas lo ocurrido? —le pregunto, no muy segura de si soportaré oír su respuesta. Casi espero que me diga que me largue, o que incluso me insulte, pero no lo hace. En lugar de eso, dice que sí con la cabeza, se sienta en el sofá y me indica que me siente en el otro lado.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:34 am

Capítulo 65
Brittany

 
Contemplar cómo el reloj avanza minuto a minuto me está matando lentamente. Casi preferiría arrancarme los cabellos uno a uno a seguir sentado aquí esperando en este maldito sendero hasta las cinco. No veo el coche de la madre de Santana, no hay ningún coche en la entrada excepto el de Santana, en el que estoy sentado. Ryder ha aparcado en la calle después de seguirme hasta aquí para poder llevarme de vuelta. Por suerte, se preocupa por el bienestar de Santana más que nadie, aparte de mí, así que no necesité convencerlo.
—Ve y llama a la puerta o lo haré yo —me amenaza a través del teléfono.
—¡Que ya voy! Joder, dame un segundo. No sé si habrá alguien.
—Pues si no hay nadie, deja las llaves en el buzón y nos largamos.
Precisamente por eso no he hecho nada aún, porque quiero que ella esté dentro. Tengo que saber que está bien.
—Ahora voy —digo, y le cuelgo a mi molesto hermanastro.
Los diecisiete escalones hasta la puerta de la casa de su madre son los más difíciles de subir de mi vida. Llamo contra la puerta mosquitera pero no estoy seguro de si he golpeado lo suficientemente fuerte. A la mierda, vuelvo a llamar, esta vez mucho más fuerte. Demasiado fuerte, de hecho. Bajo la mano cuando el débil aluminio se vence y saltan un par de alambres de la mosquitera. Mierda.
La puerta cruje al abrirse y, en vez de Santana, su madre o cualquier otra persona del jodido planeta a quien no me importaría ver, aparece Sam.
—Tienes que estar de puta broma —digo.
Cuando intenta cerrarme la puerta en la cara, la detengo con mi bota.
—No seas idiota. —Abro y él se echa atrás.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con el rostro marcado por un profundo ceño fruncido.
¡Tendría que preguntar yo qué hace él aquí! Santana y yo no llevamos separadas ni tres días y ya está aquí este cabrón, reptando de vuelta a su vida.
—He traído su coche. —Miro a su espalda pero no puedo ver una mierda—. ¿Está ella aquí?
Durante todo el viaje me he estado diciendo que no quiero que me vea o que recuerde que estuve anoche en su casa, pero sé que he estado engañándome a mí misma.
—Puede. ¿Sabe que ibas a venir? —Sam se cruza de brazos y necesito hacer acopio de todo mi autocontrol para no derribarlo de un puñetazo, pasarle de largo, o por encima, y encontrarla.
—No, sólo quiero asegurarme de que está bien. ¿Qué te ha contado? —le pregunto alejándome del porche.— Nada. Pero no ha hecho falta. No tenía que contarme nada, sé que no habría venido hasta aquí si no le hubieses hecho algo.
Frunzo el ceño.
—De hecho, te equivocas, no fui yo... esta vez. —Parece sorprendido por mi pequeña admisión, así que continúo, por ahora con calma—: Mira, sé que me odias y tienes toda la razón del mundo para hacerlo, pero voy a verla, te guste o no, así que puedes echarte a un lado o...
—¿Brittany? —La voz de Santana es apenas un susurro casi perdido en un suspiro cuando aparece detrás de Sam.
—Eh... —Mis pies me llevan al interior de la casa y Sam, inteligentemente, se aparta de mi camino.
—. ¿Estás bien? —pregunto tomando sus mejillas entre las manos.
Santana aparta la cabeza porque tengo las manos frías, me digo, y se aleja de mí.
—Sí, estoy bien —miente.
Las preguntas se agolpan en mi boca.
—¿Estás segura? ¿Cómo te sientes? ¿Has dormido? ¿Te duele la cabeza?
—Sí, bien, un poco, sí —responde asintiendo, pero yo ya he olvidado lo que le he preguntado.
»¿Quién te lo ha contado? —me pregunta ruborizada.
—Kitty.
—¿Kitty?
—Sí, me llamó cuando estabas..., hum..., en mi antigua habitación.
 —No puedo eliminar el pánico de mi voz.
—Oh... —San mira más allá de mí, concentrándose en algún punto en la distancia, con las cejas fruncidas en un rictus de concentración. ¿Se acuerda de que estuve aquí? ¿Quiero que lo recuerde? Sí, claro que sí.
—Pero ¿estás bien?
—Sí.
Sam se acerca a nosotras y la alarma es evidente en su voz cuando pregunta:
—Santana, ¿qué ha pasado?
Al mirar a Santana me doy cuenta de que ella no quiere que él sepa todo lo ocurrido. Eso me gusta más de lo que debería.
—Nada, no te preocupes —le contesto para que ella no tenga que hacerlo.
—¿Fue algo serio? —presiona.
—Ya te he dicho que no te preocupes —gruño, y él traga saliva. Me vuelvo hacia Santana.
—. He traído tu coche —le digo.
—¿En serio? —pregunta—. Gracias, pensé que Rachel le habría reventado el parabrisas o algo —suspira; sus hombros se hunden más a cada palabra que pronuncia. Su intento de broma no funciona con nadie, ni siquiera consigo misma.
—¿Por qué, de entre toda la gente, recurriste a ella? —le pregunto.
Santana mira a Sam y de nuevo a mí.
—Sam, ¿nos dejas un minuto? —pregunta con dulzura.
Él asiente y me lanza lo que supongo debe de ser algún tipo de mirada de advertencia antes de dejarnos solas en la pequeña salita.
—¿Por qué a ella? Dímelo, por favor —repito.
—No lo sé. No tenía ningún otro sitio adonde ir, Brittany.
—Podrías haber recurrido a Ryder, prácticamente tienes tu propio dormitorio en esa casa — señalo.
—No quiero seguir metiendo a tu familia en esto. Ya lo he hecho demasiadas veces y no es justo para ellos.
—Y sabías que iría allí, ¿verdad?
—Cuando baja la vista a sus manos, añado—: No habría ido.
—Vale —dice con tristeza.
Joder, eso no era lo que quería decir.
—No quería decir eso. Quería decir que iba a darte espacio.
—Oh —susurra mordiéndose una uña.
—Estás muy callada.
—Es sólo que..., no sé..., ha sido una noche, y una mañana, muy largas.
Frunce el ceño y quiero ir hasta ella y alisar la línea entre sus cejas y besarla hasta alejar el dolor.
«No Brittany, Dany», dijo cuando estaba medio inconsciente.

—Lo sé. ¿Recuerdas lo ocurrido? —le pregunto, no muy segura de si soportaré oír su respuesta. Casi espero que me diga que me largue, o que incluso me insulte, pero no lo hace. En lugar de eso, dice que sí con la cabeza, se sienta en el sofá y me indica que me siente en el otro lado.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:35 am

Capítulo 66
Brittany

 
Quiero acercarme más a ella, tomar su mano temblorosa y encontrar una forma de borrar sus recuerdos. Odio que haya pasado por todo este sufrimiento, y de nuevo me impresiona su fuerza. Está sentada con la espalda recta como una tabla y lista para hablar conmigo.
—¿Por qué has venido? —me pregunta en voz baja.
En respuesta, le pregunto:
—¿Por qué ha venido él? —y señalo con la cabeza hacia la cocina.
Sé que Sam estará apoyado contra la pared, escuchando nuestra conversación. De verdad que no lo aguanto pero, dadas las circunstancias, probablemente debería callármelo.
Ella contesta jugueteando con las manos:
—Está aquí para asegurarse de que estoy bien.
—No necesita asegurarse de que estés bien. —Para eso estoy yo aquí.
—Brittany... —Frunce el ceño—. Hoy no, por favor.
—Lo siento. —Retrocedo un poco, sintiéndome incluso más cabróna que hace unos segundos.
—¿Por qué has venido? —pregunta de nuevo.
—Para traerte el coche. No me quieres aquí, ¿verdad?
Hasta ahora no había considerado esa posibilidad, ni una vez. Y me quema como el ácido. Que yo esté aquí seguro que sólo empeora las cosas para ella. Los días en los que encontraba su refugio en mí se han acabado.
—No es eso..., sólo estoy confusa.
—¿Sobre qué?
Sus ojos brillan bajo la tenue luz de la sala de estar de su madre.
—Tú, anoche, Rachel..., todo. ¿Sabías que todo fue un juego para ella? Realmente me ha odiado durante todo este tiempo...
—No, claro que no lo sabía —le digo.
—¿No tenías ni idea de que tuviera esos sentimientos hacia mí?
«Maldita sea.» Pero quiero ser honesta, así que respondo:
—Quizá un poco, supongo. Kitty lo mencionó un par de veces, pero no se explicó mucho, y nunca creí que fuera algo tan fuerte... o que Kitty supiera de qué estaba hablando siquiera.
—¿Kitty? ¿Desde cuándo se preocupa Kitty por mí?
Así que blanco o negro. Santana siempre quiere que las cosas sean o blancas o negras, y eso me hace sacudir la cabeza, un poco triste porque las cosas nunca pueden ser tan simples.
—No lo hace, aún te odia —le digo, y miro hacia abajo—. Pero me llamó después de aquella mierda de Applebee’s, y me cabreé. No quería que ella o Rachel echaran a perder las cosas entre nosotras. Pensé que Rachel simplemente se estaba entrometiendo y comportándose como una zorra. No creía que también fuera una jodida psicópata.
Cuando vuelvo a mirar a San, se está secando las lágrimas de los ojos. Recorro la distancia que nos separa en el sofá y ella retrocede.
—Eh, está bien —le digo, y la cojo de la mano y la estrecho contra mi pecho,
—. Shhh...
Mi mano reposa sobre su cabello, y después de unos segundos tratando de apartarme, se rinde.
—Sólo quiero empezar de nuevo, olvidar todo lo ocurrido en los últimos meses
—solloza.
Se me tensa el pecho mientras asiento, de acuerdo con ella aunque no lo quiera. No quiero que desee olvidarme.
—Odio la universidad. Siempre quise ir, pero ha sido un error tras otro para mí.
Me tira de la camiseta, acercándome aún más a ella. Permanezco en silencio porque no quiero que ella se sienta peor de lo que ya se siente. No tengo ni puñetera idea de en lo que iba a meterme cuando he llamado a la puerta, pero estoy más que segura de que no esperaba acabar con Santana llorando entre
mis brazos.
—Estoy siendo tan dramática... —Se aparta demasiado pronto, y por un momento considero la posibilidad de volver a abrazarla.
—No, para nada. Estás muy calmada teniendo en cuenta lo ocurrido. Dime qué recuerdas, no me hagas volver a preguntártelo. Por favor.
—Es todo muy confuso, de verdad. Fue todo muy... extraño. Era consciente de todo, pero nada tenía sentido. No sé cómo explicarlo. No podía moverme, pero podía sentir cosas. —Se estremece.
—¿Sentir cosas? ¿Dónde te tocó? —No quiero saberlo.
—En las piernas... Me desnudaron.
—¿Sólo en las piernas?
«Por favor, di que sí.»
—Sí, eso creo. Podría haber sido muchísimo peor, pero Dany... —Se detiene. Toma aliento—. De todos modos, las pastillas me volvieron el cuerpo muy pesado..., no sé cómo explicarlo.
Asiento.
—Sé lo que quieres decir.
—¿Qué?
Recuerdos rotos de desmayos en bares y de hacer eses por las calles de Londres acuden a mi mente. La idea de diversión que una vez tuve es completamente opuesta a lo que ahora considero pasarlo bien.
—Solía tomar esas malditas pastillas por aquel entonces, por diversión.
—¿En serio? —Se le abre la boca, y no me gusta la forma en que su mirada me hace sentir.
—Supongo que diversión no es la palabra más adecuada —replico—. Ya no.
Ella asiente y me dedica una dulce sonrisa de alivio. Se acomoda el cuello de su suéter, que ahora veo que le queda muy ajustado.
—¿De dónde has sacado eso? —pregunto.
—¿El suéter? —Sonríe tensa—. Es de mi madre..., ¿no se nota? —Sus dedos tiran de la gruesa tela.
—No sé, Sam estaba en la puerta y tú vas vestida así... Creí que había viajado en la máquina del tiempo o algo —bromeo.
Sus ojos se iluminan con humor, toda la tristeza ha sido momentáneamente olvidada, y se muerde el labio inferior para no reír.
Luego sorbe por la nariz y extiende una mano hacia la mesita para sacar un pañuelo de papel de la caja con flores.
—No. No hay máquinas del tiempo. —Santana asiente con la cabeza mientras se suena la nariz.
«Joder, incluso cuando llora está preciosa.»
—Estaba preocupada por ti —le confieso.
Su sonrisa desaparece. Mierda.
—Eso es lo que me confunde —replica—. Dijiste que no querías seguir intentándolo, pero ahora me dices que estabas preocupada por mí. —Me mira con una expresión vacía y el labio tembloroso.
Tiene razón. No siempre lo digo, pero es cierto. He pasado días preocupada por ella. Emoción..., eso es lo que necesito de ella. Necesito el consuelo.
—Está bien, no estoy enfadada contigo. —Se ha tomado mi silencio de forma equivocada—.
Agradezco que hayas venido hasta aquí a traerme el coche. Significa mucho para mí que lo hayas hecho.
Permanezco en silencio en el sofá, incapaz de hablar durante unos minutos.
—No ha sido nada —consigo decir encogiéndome de hombros. Pero necesito decir algo real, cualquier cosa.
Tras contemplar mi doloroso silencio durante un momento, Santana se pone en modo amable anfitriona.
—¿Cómo volverás a casa? Espera..., para empezar, ¿cómo has sabido llegar hasta aquí?
Mierda.
—Ryder. Él me lo dijo.
Sus ojos vuelven a iluminarse.
—Oh. ¿Está aquí?
—Sí, está fuera.
—¡Oh! Vaya, te estoy retrasando, lo siento. —Se ruboriza y se pone en pie.
—No, tranquila. Está bien ahí fuera, esperando —tartamudeo.
«No quiero irme. A no ser que te vengas conmigo.»
—Debería haber entrado contigo. —Santana mira entonces hacia la puerta.
—Él está bien.
—Gracias de nuevo por haberme traído el coche... —Está tratando de despedirme educadamente.
La conozco.
—¿Quieres que entre tus cosas? —me ofrezco.
—No, me iré por la mañana, es mejor dejarlas donde están.

¿Por qué me sorprendo cada vez que me recuerda que se va a ir a Seattle? Sigo esperando que cambie de idea, pero eso nunca ocurrirá.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:35 am

Capítulo 67
Santana

 
Cuando Brittany alcanza la puerta, le pregunto:
—¿Qué has hecho con Dan?
Quiero saber más sobre anoche, incluso si Sam puede oírnos hablar. Cuando pasamos junto a él en el pasillo, Brittany apenas se fija en él. Sam la fulmina con la mirada, sin saber qué más hacer, supongo.
—Dan. Dijiste que Kitty te lo había contado. ¿Qué hiciste?
Conozco a Brittany lo suficiente como para saber que fue  por él. Aún estoy sorprendida por la ayuda de Kitty, no la esperaba ni de lejos cuando la vi entrar en el dormitorio anoche. Me estremezco ante el recuerdo.
Brittany medio sonríe.
—Nada demasiado malo.
«No he matado a Dan cuando he dado con él, sólo le he pateado la cara...»
—Le pateaste la cara... —digo intentando excavar en el caos que es mi cabeza.
Alza una ceja.
—Sí... ¿Te lo ha contado Dany?
—Yo..., no lo sé... —Recuerdo oír las palabras, pero no puedo recordar quién las dijo.
«Soy Brittany, no Dany», dijo Brittany, y su voz parece muy real en mi mente.
—Estuviste aquí, ¿verdad? ¿Anoche? —Doy un paso hacia ella y Brittany retrocede contra la pared
—. Sí que estuviste, lo recuerdo. Dijiste que estuviste a punto de beber pero no lo hiciste...
—No creí que lo recordarías —murmura.
—¿Por qué no me lo has dicho?
Me duele la cabeza mientras trato de separar los sueños inducidos por la droga de la realidad.
—No lo sé. Iba a hacerlo, pero entonces todo se volvió tan familiar..., y tú estabas sonriendo y no quería estropearlo. —Alza un hombro y sus ojos se concentran en el gran cuadro de las puertas del cielo que cuelga en la pared de mi madre.
—¿Cómo iba a estropearlo el hecho de que me dijeras que me habías traído a casa?
—Yo no te traje a casa. Fue Dany.
Eso lo recordé antes, más o menos. Es tan frustrante...
—Y ¿tú viniste luego? ¿Qué estaba haciendo yo?
Quiero que Brittany me ayude a ordenar la secuencia de acontecimientos. Parece que no soy capaz de hacerlo sola.
—Estabas tumbada en el sofá, casi no podías hablar.
—Oh...
—Estabas llamándola —añade en voz baja, el veneno es evidente a través de su voz profunda.
—¿A quién?
—A Dany. —Su respuesta es simple, pero puedo sentir la emoción tras sus palabras.
—No, no la llamaba —replico. Eso no tiene sentido—. Esto es tan frustrante...
Vadeo por el barro mental y finalmente encuentro un nódulo de sentido... Brittany hablando sobre Dan, Brittany preguntándome si podía oírla, preguntándome sobre Dany...
—Quería saber cómo estaba, si le habías hecho daño. Creo.
El recuerdo es borroso, pero ahí está.
—Dijiste su nombre más de una vez; no importa. Estabas tan ida... —Sus ojos se dirigen a la alfombra y se quedan ahí—. De todas formas no esperaba que me quisieras aquí.
—No la quería a ella, a Dany. Puede que no recuerde mucho, pero estaba asustada. Me conozco lo suficiente como para saber que sólo te llamaría a ti
—admito sin pensar. ¿Por qué habré dicho eso? Brittany y yo acabamos de romper, otra vez. Ésta es, de hecho, nuestra segunda ruptura, pero parece como si lo hubiéramos hecho más a menudo. Quizá porque esta vez no he saltado a sus brazos a la menor muestra de afecto de su parte. Esta vez abandoné la casa y sus regalos, esta vez me voy a Seattle antes de veinticuatro horas.
—Ven aquí —dice abriendo los brazos para mí.
—No puedo —contesto pasándome los dedos por el pelo.
—Sí que puedes.
Cuando Brittany está cerca de mí, sea cual sea la situación, su esencia siempre penetra en cada fibra de mi ser. Podemos estar gritándonos la una a la otra o sonriendo y bromeando. Nunca existe la distancia, no hay espacio entre nosotras. Es algo tan natural para mí ahora..., realmente algo tan instintivo el sentirme cómoda en sus brazos, reírme de su actitud, ignorar los problemas que ha causado cualquier situación en la que estemos metidas...
—Ya no estamos juntas —digo en voz baja, más para recordármelo a mí misma que otra cosa.
—Lo sé.
—No puedo fingir que lo seguimos estando. —Me muerdo el labio inferior e intento no fijarme en la forma en que sus ojos se oscurecen al recordar nuestro estado.
—No te estoy pidiendo que lo hagas. Sólo te estoy pidiendo que vengas. —Sus brazos siguen abiertos, aún invitándome, llamándome, acercándome más y más.
—Si lo hago, volveremos a caer en ese círculo que ambas hemos decidido romper.
—Santana...
—Brittany, por favor... —Me aparto. Esta salita es demasiado pequeña para evitarle, y mi autocontrol comienza a fallar.
—Vale —suspira finalmente y sus manos se enredan en su cabello, su habitual gesto de frustración.
—Necesitamos esto, sabes que lo necesitamos. Tenemos que pasar tiempo separadas.
—¿Tiempo separadas?
Parece herida, enfadada, y tengo miedo de lo que pueda salir por su boca. No quiero pelearme con ella, y hoy no es el día para que me provoque.
—Sí, pasar tiempo a solas. No podemos estar juntas y todo parece ponerse en nuestra contra. Tú misma lo dijiste el otro día, que estabas cansada de esto. Me echaste del apartamento. —Cruzo los brazos a la altura del pecho.
—Santana..., no puedes estar... —Me mira a los ojos y se detiene a media frase—. ¿Cuánto tiempo?
—¿Qué?
—¿Cuánto tiempo separadas?
—Yo... —No esperaba que lo aceptara—. No lo sé.
—¿Una semana? ¿Un mes? —presiona para que le dé detalles.
—No lo sé, Brittany. Ambas necesitamos encontrar nuestro lugar.
—Tú eres mi lugar, San.
Sus palabras se extienden por mi pecho y me obligo a apartar los ojos de su cara antes de perder la poquísima resistencia que aún me queda.
—Y tú eres el mío, ya lo sabes —admito—, pero estás tan enfadada que siempre estoy al límite contigo. Tienes que hacer algo con esa rabia y yo necesito tiempo para mí misma.
—Entonces, ¿esto vuelve a ser culpa mía? —pregunta.
—No, también es culpa mía. Dependo demasiado de ti. Necesito ser más independiente.
—Y ¿desde cuándo importa eso? —El tono de su voz me dice que ni siquiera ha considerado jamás que mi dependencia de ella sea un problema.
—Desde que tuvimos esa pelea explosiva en el apartamento hace unas noches. De hecho, empezó hace tiempo; Seattle y la discusión de la otra noche fueron sólo la guinda del pastel.
Cuando por fin reúno el valor para mirar a Brittany, veo que su expresión ha cambiado.
—Vale, ya lo pillo —dice—. Lo siento, sé que la he jodido, y mucho. Siempre estamos peleando a muerte por lo de Seattle y quizá ya sea hora de que te escuche más. —Busca mi mano y dejo que me la coja, momentáneamente confundida por su recién descubierta aceptación—. Te daré espacio, ¿vale? Ya
has soportado bastante mierda sólo en las últimas veinticuatro horas. Por una vez, no quiero ser otro problema.
—Gracias —respondo simplemente.
—¿Me avisarás cuando llegues a Seattle? Y come algo y descansa, por favor -dice. Sus ojos azules son suaves, cálidos y reconfortantes.
Quiero pedirle que se quede, pero sé que no es buena idea.
—Lo haré. Gracias..., de verdad.
—No tienes que darme las gracias. —Se mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros negros y estudia mi cara—. Le daré saludos a Ryder de tu parte —añade, y sale por la puerta.

No puedo evitar sonreír ante el modo en que se entretiene alrededor del coche de su hermanastro, mirando hacia la casa de mi madre durante un buen rato antes de subir al asiento del acompañante.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:36 am

Capítulo 68
Santana

 
En el momento en que pierdo de vista el coche de Ryder, el vacío se asienta pesadamente en mi pecho y me alejo de la entrada dejando que la puerta se cierre sola.
Sam está apoyado en el marco de la puerta de la cocina.
—¿Se ha ido? —pregunta suavemente.
—Sí, se ha ido. —Mi voz suena distante, desconocida incluso para mí.
—No sabía que ya no estabais juntas.
—Nosotras..., bueno..., estamos tratando de arreglarlo.
—¿Puedes decirme sólo una cosa antes de que cambies de tema? —Sus ojos estudian mi cara—.Conozco esa expresión, y sé que estás a punto de hacerlo.
Incluso después de los meses que llevamos separados, Sam es capaz de leerme a la perfección.
—¿Qué quieres saber? —pregunto.
Sus ojos azules se clavan en los míos. Me sostiene la mirada durante lo que me parece una eternidad.
—Si pudieras volver atrás, ¿lo harías, Santana? Te he oído decir que desearías borrar los últimos meses... pero, si pudieras, ¿de verdad lo harías?
«¿Lo haría?»
Me siento en el sofá para analizar la pregunta. ¿Lo olvidaría todo? ¿Borraría todo lo que me ha ocurrido en los últimos meses? La apuesta, las interminables peleas con Brittany, la espiral descendente en mi relación con mi madre, la traición de Rachel, todas las humillaciones, todo.
—Sí. Sin pensarlo.
La mano de Brittany en la mía, la forma en que sus brazos tatuados me rodeaban atrayéndome contra su pecho. El modo en que a veces se reía tan fuerte que apretaba los ojos y el sonido llenaba mis oídos, mi corazón y todo el apartamento con una felicidad tan extraordinaria que me sentía más viva de lo que me había sentido jamás.
—No, no lo haría. No podría —digo cambiando de opinión.
Sam sacude la cabeza.
—Entonces, ¿con cuál te quedas? —Se ríe y se sienta en la butaca reclinable frente al sofá—. No sabía que fueras tan indecisa.
Niego firmemente con la cabeza.
—No lo borraría.
—¿Estás segura? Ha sido un mal año para ti..., y yo ni siquiera sé la mitad de lo ocurrido.
—Estoy segura. —Asiento un par de veces y me deslizo hasta el borde del sofá—. Aunque haría algunas cosas de forma diferente, sobre todo contigo.
Sam me dedica una leve sonrisa.
—Sí, yo también —acepta en voz baja.
—Santana. —Una mano me coge del hombro y me sacude—. Santana, despierta.
—Estoy despierta —gimo, y abro los ojos.
La salita. Estoy en la sala de estar de mi madre.
Aparto de una patada la manta que me cubre las piernas..., una manta con la que Sam me ha tapado después de que me tumbara tras hablar un poco más y de ponernos a ver la tele juntos. Como en los viejos tiempos.
Me libero de la mano de mi madre.
—¿Qué hora es?
—Las nueve de la noche. Iba a despertarte antes. —Frunce los labios.
Debe de haberse vuelto loca viéndome dormir durante todo el día. Curiosamente, la idea me divierte.
—Lo siento, ni siquiera recuerdo haberme dormido. —Me desperezo y me pongo de pie—. ¿Sam se ha ido? —Miro hacia la cocina y no lo veo.
—Sí, la señora Evans tenía muchísimas ganas de verte, pero le dije que no era buen momento —me informa, y entra en la cocina.
La sigo, oliendo algo que está cocinando.
—Gracias.
Me gustaría haberme despedido de Sam como es debido, sobre todo porque sé que volveré a verlo. Mi madre se acerca al horno y dice por encima del hombro:
—Veo que Brittany ha traído tu coche. —La desaprobación tiñe su voz.
Un segundo más tarde, vuelve del horno y me tiende un plato con lechuga y tomates asados.
No he echado de menos su idea de una buena comida, pero de todos modos acepto el plato.
—¿Por qué no me dijiste que Brittany estuvo aquí anoche? Ahora lo recuerdo.
Ella se encoge de hombros.
—Ella me pidió que no lo hiciera.
Me siento a la mesa y pincho la «comida» con indecisión.
—Y ¿desde cuándo te importa lo que ella quiera? —la provoco, nerviosa por su reacción.
—No me importa —dice, y se prepara un plato para ella—. No lo mencioné porque era mejor para ti no recordar nada.
El tenedor resbala de mis dedos y golpea el plato con un tintineo agudo.
—Ocultarme cosas no es lo mejor para mí —replico. Estoy haciendo todo lo posible para mantener mi voz fría y calmada, de verdad.
Para enfatizarlo, limpio las comisuras de mi boca con una servilleta perfectamente doblada.
—Santana, no pagues tus frustraciones conmigo —dice mi madre, uniéndose a mí en la mesa—.Sea lo que sea que haya hecho esa chica para que te hayas vuelto así, es culpa tuya. No mía.
En el momento en que sus rojos labios se curvan en una sonrisa confiada me pongo en pie, arrojo la servilleta sobre el plato y salgo a toda prisa de la cocina.
—¿Adónde te crees que vas, jovencita? —me llama.
—A la cama. ¡Mañana debo levantarme a las cuatro de la mañana y tengo un largo viaje por delante! —grito desde el pasillo, y cierro la puerta de mi dormitorio.
Me siento en la cama de mi niñez... e inmediatamente esas paredes gris pálido parecen cernirse sobre mí. Odio esta casa. No debería, pero la odio. Odio la forma en que me siento cuando estoy en ella, como si no pudiera respirar sin que me regañen o me corrijan. Nunca me había dado cuenta de lo enjaulada y controlada que había estado toda mi vida hasta que probé por primera vez la libertad junto a
Brittany. Me encanta cenar pizza y pasar todo el día desnuda en la cama con ella. Nada de servilletas dobladas. Nada de ondas en el cabello. Nada de horribles cortinas amarillas.
Antes de poder detenerme la estoy llamando y me contesta al segundo tono.
—¿San? —dice sin aliento.
—Hum..., hola —susurro.
—¿Algo va mal? — jadea recuperando el aliento.
—No. ¿Estás bien?
—¡Vamos, Pierce, vuelve aquí! —grita una voz femenina al fondo.
El corazón empieza a martillearme contra las costillas mientras las posibilidades inundan mi mente.— Oh, estás... No te molesto más.
—No, no pasa nada. Ella puede esperar.
Los ruidos de fondo se van acallando segundo a segundo. Debe de haberse alejado de donde sea que esté la mujer.
—De verdad que no importa —digo—. Te dejo, no quería... interrumpir. —Al mirar la pared gris junto a mi cama, juraría que se está acercando a mí, como si estuviera a punto de golpearme.
—De acuerdo —jadea ella.
«¿Qué?»
—Vale, pues adiós —digo rápidamente, y cuelgo, tapándome la boca con una mano para no vomitar sobre la alfombra de mi madre.
Tiene que haber algún motivo lógico para...
Mi móvil vibra entonces junto a mi muslo, el nombre de Brittany es claramente visible en la pantalla. Contesto a pesar de mí misma.
—No estoy haciendo lo que crees..., ni siquiera me había dado cuenta de cómo ha sonado —me asegura de inmediato. Puedo oír el viento soplando a su alrededor y ahogando su voz.
—No pasa nada, en serio.
—No, San, sí que pasa —me corta—. Si estuviera con alguien ahora mismo no estaría bien, así que deja de actuar como si no importara.
Me tumbo en la cama, admitiendo para mí misma que tiene razón.
—No pensé que estuvieras haciendo algo —miento. De alguna forma sabía que no lo estaba haciendo, pero mi imaginación... me ha traicionado.
—Bien, tal vez por fin confíes en mí.
—Quizá.
—Lo que sería mucho más relevante si no me hubieses abandonado —replica en tono cortante.
—Brittany...
Suspira.
—¿Para qué llamabas? ¿Tu madre se está comportando como una zorra?
—No la llames así. —Pongo los ojos en blanco—. Bueno..., vale, se está comportando un poco como si lo fuera, pero nada importante. Es sólo que... en realidad no sé por qué te he llamado.
—Bueno... —Hace una pausa y oigo cerrarse la puerta de un coche—. ¿Quieres hablar o algo?
—¿No te importa? ¿Podemos? —le pregunto.
Apenas unas horas antes le estaba diciendo que necesitaba ser más independiente, y aquí estoy, llamándola al más mínimo problema.
—Claro.
—Por cierto, ¿dónde estás? —Necesito mantener la conversación lo más neutra posible..., aunque no es que sea fácil mantener las cosas entre Brittany y yo en territorio neutral.
—En un gimnasio.
Casi me echo a reír.
—¿Un gimnasio? Tú no vas al gimnasio.
Brittany es una de esas pocas personas bendecidas con un cuerpo increíble sin necesidad de trabajárselo. Su constitución es perfecta, alta, proporcionada; ella asegura que de adolescente era desgarbada y flaca. Sus músculos son duros pero no están demasiado definidos, su cuerpo es una mezcla perfecta entre blando y duro.
—Lo sé. Esa tía me estaba pateando el culo. Estaba realmente abochornada.
—¿Quién? —digo tal vez con demasiada fuerza.
«Cálmate, Santana, obviamente habla de la mujer que has oído.»
—Oh, la entrenadora. He decidido usar la mierda esa del kickboxing que me regalaste por mi cumpleaños.
—¿De verdad?
La idea de Brittany haciendo kickboxing me hace imaginar cosas que no debería. Como ella sudando...
—Sí —contesta con cierta timidez.
Sacudo la cabeza para intentar borrar la imagen de Brittany sin camiseta, solo en sujetador.
—Y ¿qué tal te ha ido?
—Bien, supongo. Aunque prefiero otro tipo de ejercicio. Pero, por otro lado, ya no estoy tan nerviosa como lo estaba hace unas horas.
Entorno los ojos ante su respuesta aunque ella no pueda verme.
Mis dedos resiguen el estampado floral del cubrecama.
—¿Crees que seguirás yendo?
Por fin puedo respirar ahora que Brittany empieza a explicarme lo rara que ha sido la primera media hora de entrenamiento, cómo no hacía más que insultar a la mujer hasta que ella ha comenzado a golpearla en la nuca repetidamente, que esto le ha hecho respetarla y dejar de comportarse como una imbécil con ella.
—Espera —digo por fin—. ¿Aún estás ahí?
—No, ahora estoy en casa.
—Entonces... ¿te has ido? ¿La has avisado?
—No, ¿por qué tendría que hacerlo? —pregunta, como si toda la gente actuara como ella constantemente.
Me gusta la idea de que deje todo lo que está haciendo para hablar conmigo por teléfono. No debería, pero me gusta. Me reconforta, aunque también me hace suspirar y añadir: —No estamos llevando bien esto de darnos espacio.
—Nunca lo hacemos. —Puedo imaginarla sonriendo, aunque esté hablando a más de ciento cincuenta kilómetros de distancia.
—Lo sé, pero...
—Ésta es nuestra versión del espacio. No te has metido en el coche y has venido hasta aquí. Sólo has llamado.
—Supongo...
Me permito aceptar su lógica retorcida, aunque de alguna forma tiene razón. Todavía no sé si eso es bueno o malo.
—¿Sam sigue por ahí? —pregunta entonces.
—No, se fue hace horas.
—Bien.
Estoy contemplando la oscuridad más allá de las horrorosas cortinas de mi habitación cuando Brittany se echa a reír y dice:
—Hablar por teléfono es tan jodidamente raro...
—¿Por qué? —pregunto.
—No sé... Llevamos hablando más de una hora.
Aparto el teléfono de mi oreja para comprobar la hora y, sí, tiene razón.
—No me parecía que lleváramos tanto —digo.
—Lo sé, nunca he hablado tanto tiempo con nadie por teléfono. Excepto cuando me llamas para darme el coñazo con que vas a traer a alguien a cenar o alguna llamada de mis amigos, aunque ellos nunca hablan más de un par de minutos.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué no? Nunca se me dio bien lo de las citas adolescentes; todos mis amigos solían pasar horas al teléfono escuchando a sus novias hablar sobre pintaúñas o de lo que coño hablen las chicas durante horas sin parar. —Se ríe y yo frunzo un poco el ceño al recordar que Brittany nunca tuvo la oportunidad de ser una adolescente normal.
—No te has perdido mucho —le aseguro.
—¿Con quién hablabas tú durante horas? ¿Con Sam? —El desprecio está claro en su pregunta.
—No, yo tampoco hice lo de hablar durante horas. Estaba demasiado ocupada leyendo novelas. —Puede que yo tampoco fuese una adolescente normal.
—Bueno, entonces me alegro de que fueras una empollona —dice, haciendo que el estómago me dé un vuelco.
—¡Santana! —la repetida llamada de mi madre me devuelve a la realidad.
—¡Oh! ¿Se te ha pasado la hora de dormir? —se burla Brittany. Nuestra relación, no relación, darnos-espacio-pero-hablar-por-teléfono se ha vuelto más confusa en la última hora.
—Cállate —respondo, y cubro el auricular lo suficiente como para gritarle a mi madre que ahora voy—. Tengo que ver qué quiere.
—¿De verdad te irás mañana?
—Sí.
Después de un momento de silencio, añade:
—De acuerdo, vale, pues ten cuidado... y esas cosas.
—¿Puedo llamarte por la mañana? —Mi voz tiembla al preguntar.
—No, probablemente no deberíamos volver a hacer esto —contesta, y mi pecho se contrae—. Al menos no muy a menudo. No tiene sentido que hablemos a todas horas si no vamos a estar juntas.
—Vale. —Mi respuesta suena baja, derrotada.
—Buenas noches, Santana —dice, y la línea se corta.

Tiene razón y lo sé, pero saberlo no hace que duela menos. En primer lugar, no debería haberla llamado.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:37 am

Capítulo 69
Santana

 
Son las cinco menos cuarto de la madrugada y, por una vez, mi madre no está vestida para salir. Lleva un pijama de seda de dos piezas, la bata ajustada alrededor del cuerpo y unas zapatillas a juego en los pies. Aún tengo el cabello mojado de la ducha, pero me he tomado mi tiempo para aplicarme un poco de
maquillaje y ponerme ropa decente.
Mi madre me estudia con detenimiento.
—Tienes todo lo que necesitas, ¿verdad?
—Sí, todo lo que tengo está en mi coche —contesto.
—De acuerdo, asegúrate de echar gasolina antes de abandonar la ciudad.
—Estaré bien, madre.
—Lo sé. Sólo intento ayudarte.
—Sé que lo intentas.
Abro los brazos para darle un abrazo de despedida y, cuando todo lo que recibo es un pequeño abrazo rígido, me echo hacia atrás y decido servirme una taza de café para el camino. Esa leve y tonta esperanza aún se aferra a mí, la estúpida parte de mí que desea tan desesperadamente ver la luz de unos faros en la oscuridad, Brittany saliendo de su coche, con bolsas en la mano y diciéndome que está lista para viajar conmigo a Seattle.
Pero esa estúpida parte de mí es sólo eso: una estupidez.
Pasan diez minutos de las cinco, le doy un último abrazo a mi madre y subo al coche, que por suerte he tenido la precaución de calentar previamente con la calefacción. La dirección de Kimberly y Christian está programada en el GPS de mi móvil. No hace más que apagarse y recalcular, y eso que ni siquiera he arrancado todavía. En serio que necesito un teléfono nuevo. Si Brittany estuviera aquí, no haría más que recordarme machaconamente que ésa es otra buena razón para pillarme un iPhone. Pero Brittany no está aquí. El viaje es largo. Estoy sólo al principio de mi aventura y ya se ha formado una gruesa nube de
inseguridad en mi interior. Cada pequeña ciudad que dejo atrás me hace sentir más y más fuera de lugar, y me pregunto si en Seattle me sentiré incluso peor. ¿Conseguiré adaptarme o correré de vuelta al campus de la WCU, o incluso de vuelta a casa de mi madre? Compruebo el reloj del salpicadero y veo que sólo ha pasado una hora. Aunque, si pienso en ello, la hora ha transcurrido bastante rápido, lo que, por alguna extraña razón, hace que me sienta mejor.
En el momento en que vuelvo a mirar han pasado veinte minutos en un suspiro. Cuanto más me alejo de todo, mejor me siento. No me dominan los pensamientos de pánico mientras voy conduciendo a través de las oscuras y desconocidas carreteras. Me concentro en mi futuro. El futuro que nadie puede quitarme, al que nadie me puede obligar a renunciar. Me detengo a menudo a buscar un café, para
comer algo o simplemente para respirar el fresco aire de la mañana. Cuando el sol sale a mitad de mi camino, me concentro en los brillantes rayos amarillo y naranja que proyecta y en la forma en que los colores se mezclan entre sí, consiguiendo un nuevo día hermoso y radiante. Mi humor mejora a medida que va aclarándose el cielo, y me descubro cantando con Taylor Swift y tamborileando con los dedos en el volante mientras ella dice «supe que me traerías problemas en cuanto entraste», y me río de la ironía de la letra de su canción.
Al dejar atrás el cartel de BIENVENIDOS A LA CIUDAD DE SEATTLE, mi estómago se llena de mariposas.
Lo estoy consiguiendo. Santana López ya está oficialmente en Seattle, organizando su propia vida a la edad en que la mayoría de sus amigos aún tratan de decidir qué quieren hacer con las suyas. Lo he logrado. No he repetido los errores de mi madre ni he esperado que otras personas forjen mi destino por mí. He tenido ayuda, por supuesto, y me siento muy agradecida por ello, pero ahora depende de mí pasar al siguiente nivel. Tengo un programa de prácticas increíble, una amiga descarada y su amado prometido, y un coche lleno con mis pertenencias. No tengo un apartamento..., no tengo nada excepto mis libros, unas cuantas cajas en el asiento trasero y mi trabajo.
Pero funcionará.
Lo sé. Tiene que funcionar.
Seré feliz en Seattle... Será como siempre imaginé que sería, seguro.
Cada kilómetro se hace eterno..., cada segundo está lleno de recuerdos, de despedidas y de dudas. La casa de Kimberly y Christian es incluso más grande de lo que había imaginado por la descripción de mi amiga. Ya sólo la entrada me pone nerviosa y me intimida. Hileras de árboles delimitan la propiedad, los setos alrededor de la casa están bien podados y el aire huele a flores que no sé reconocer. Aparco detrás del coche de Kimberly e inspiro hondo antes de salir. Las enormes puertas de madera están coronadas con una gran «V», y me estoy riendo de la arrogancia de semejante decoración cuando Kimberly abre la puerta.
Alza una ceja al verme reír y sigue mi mirada hasta la puerta que acaba de abrir.
—¡Nosotros no lo pusimos ahí! Lo juro: ¡la última familia que vivió aquí fueron los Vermon!
—Yo no he dicho nada —la informo al tiempo que me encojo de hombros.
—Sé exactamente lo que estás pensando. Es horrible. Christian es un hombre orgulloso, pero ni siquiera él haría una cosa así. —Golpetea la letra con una uña carmesí y me río de nuevo mientras me hace entrar a toda prisa en la casa.
—. ¿Qué tal el viaje? Vamos, pasa, aquí fuera hace frío.
La sigo hasta el vestíbulo y agradezco el aire cálido y el dulce aroma de la chimenea.
—Ha ido bien..., largo —contesto.
—Espero no tener que volver a hacer ese viaje nunca más. —Se frota la nariz—. Christian está en la oficina. Yo me he tomado el día libre para asegurarme de que te instalas bien. Smith volverá del colegio dentro de unas horas.
—Gracias de nuevo por dejar que me quede. Prometo que no estaré más de un par de semanas.
—No te estreses; por fin estás en Seattle.

Ella sonríe y por fin caigo en la cuenta: «¡ESTOY en Seattle!».
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:37 am

Capítulo 70
Brittany

 
—¿Cómo te fue el kickboxing ayer? —pregunta Ryder con voz cansada y la cara contorsionada en una estúpida expresión de esfuerzo físico mientras levanta otro saco de abono. Cuando lo deja caer en su sitio, se lleva las manos a las caderas y añade poniendo los ojos dramáticamente en blanco—: Podrías ayudar, ¿sabes?
—Lo sé —respondo desde la silla en la que estoy sentada, y levanto los pies para reposarlos en una de las estanterías de madera del invernadero de Karen—. El kickboxing estuvo bien. La entrenadora era una mujer, así que fue bastante patético.
—¿Por qué? ¿Porque te pateó el trasero?
—¿Quieres decir el culo? No, no lo hizo.
—Y a todo esto, ¿por qué fuiste? Le dije a San que no te comprara ese bono para el gimnasio, que no lo usarías.
El fastidio se instala en mi pecho por la forma en que la llama San. No me gusta un pelo.
«Sólo es Ryder», me recuerdo a mí mismo.
De todas las mierdas de las que tengo que preocuparme ahora mismo, Ryder es la menor de todas ellas.
—Porque estaba cabreada  y sentí que iba a romper todo lo que había en el maldito apartamento, así que cuando vi el bono al sacar todos los cajones de la cómoda, lo cogí, me puse las zapatillas y me fui allá.
—¿Sacaste todos los cajones? Santana te va a matar... —Sacude la cabeza y por fin se sienta sobre la pila de sacos de abono. Ni siquiera sé por qué se ha ofrecido a ayudar a su madre a mover todo eso.
—De todos modos, no lo verá... Ya no es su apartamento —le recuerdo, intentando mantener el tono cortante en mi voz.
Me mira con culpabilidad.
—Lo siento.
—Ya... —suspiro; ni siquiera tengo una réplica aguda para eso.
—Es duro para mí sentirme mal por ti cuando podrías estar allí con ella —suelta Ryder después de unos segundos en silencio.
—Que te jodan. —Reclino la cabeza contra la pared y puedo notar cómo me mira.
—No tiene sentido —añade.
—No para ti.
—Ni para ella. Ni para nadie.
—No tengo que darle explicaciones a nadie —salto.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
En vez de contestarle, miro a mi alrededor, no muy segura de qué hago en este lugar.
—No tengo ningún otro sitio a donde ir.
«¿Acaso se cree que no la echo de menos cada puto segundo que pasa? ¿Que no preferiría estar con ella en vez de seguir aquí hablando con él?»
Me mira de reojo.
—Y ¿qué hay de tus amigos?
—¿Te refieres a los que drogaron a Santana? ¿O al que me tendió una trampa para soltarle lo de la
apuesta? —replico contándolos con los dedos de la mano para añadir un efecto dramático—. O tal vez te refieras a la que constantemente intenta meterse en sus bragas. ¿Quieres que continúe?
—Supongo que no. Aunque yo podría haberte dicho que tus amigos dan asco —dice con un molesto retintín—. ¿Qué vas a hacer entonces?
Decido que mantener la paz es preferible a matarlo y me encojo de hombros.
—Exactamente lo que estoy haciendo ahora.
—¿Así que vas a quedarte conmigo lloriqueando por los rincones?
—No estoy lloriqueando. Estoy haciendo lo que me dijiste que hiciera: mejorarme a mí misma. —Me burlo dibujando comillas con los dedos—. ¿Has hablado con ella desde que se marchó? —pregunto.
—Sí, me ha enviado un mensaje esta mañana para decirme que ha llegado.
—Está en casa de Vance, ¿verdad?
—¿Por qué no lo averiguas por ti misma?
«Joder, mira que Ryder puede ser pesado.»
—Sé que está ahí. ¿Dónde, si no, iba a estar?
—Con ese tal Trevor —sugiere Ryder rápidamente, y su sonrisita me hace reconsiderar retirar la suspensión de la pena de muerte que le acabo de otorgar.
Si ahora mismo le hiciera un placaje, no le haría mucho daño. Total, no está ni a un metro del suelo. Probablemente ni siquiera le dejaría marcas...
—Me había olvidado del puto Trevor —gruño masajeándome las sienes con fuerza.
Trevor es casi tan irritante como Dany. Pero creo que Trevor en realidad tiene buenas intenciones con respecto a Santana, lo que aún me cabrea más. Lo hace aún más peligroso.
—Y entonces, ¿cuál es el siguiente paso en el Proyecto de Automejora? —Ryder sonríe, pero la sonrisa desaparece rápidamente y su expresión se vuelve seria—. Estoy realmente orgulloso de ti por hacer esto, ¿sabes? Es genial verte intentarlo en serio, en vez de esforzarte durante una hora para volver a ser como eras en el momento en que ella te perdona. También significará mucho para Santana ver que
realmente estás trabajando para cambiar.
Dejo caer los pies y me balanceo ligeramente en la silla. Hablar de esto despierta algo en mi interior.
—No intentes sermonearme, aún no he hecho una mierda; sólo ha pasado un día. —Un largo,miserable y solitario día.
Ryder abre mucho los ojos en señal de simpatía.
—No, lo digo en serio. No has recurrido al alcohol ni te has metido en peleas, no te han arrestado y, además, sé que viniste a hablar con tu padre.
Me quedo con la boca abierta.
—¿Te lo ha contado? Qué idiota.
—No, él no me ha dicho nada. Pero vivo aquí y vi tu coche.
—Ah...
—Creo que el hecho de que hables con él significará mucho para Santana —continúa.
—¿Quieres parar? —le imploro con una rápida caída de hombros—. Joder, que no eres mi loquero. Deja de actuar como si fueses mejor que yo y yo no fuera más que alguna clase de animal herida al que tienes que...
—¿Por qué no puedes simplemente aceptar un cumplido? —me interrumpe él—. Nunca he dicho que sea mejor que tú. Lo único que intento es estar ahí para ti, como un amigo. No tienes a nadie, tú misma lo has dicho, y ahora que has permitido que Santana se mude a Seattle, no tienes ni a una sola
persona para darte apoyo moral. —Me mira fijamente pero yo aparto los ojos—. Debes dejar de alejar a la gente de ti, Brittany. Sé que no te caigo bien; me odias porque crees que de algún modo soy el responsable de algunos de los problemas que tienes con tu padre, pero Santana y tú me importáis muchísimo, lo quieras oír o no.
—No quiero oírlo —le suelto.
¿Por qué siempre tiene que decir mierdas como ésa? Había venido a..., no sé, a hablar con él, no a que me dijera lo mucho que le importo.
Además, ¿por qué tendría que importarle? No he sido más que una cabrona desde el día que lo conocí, pero no lo odio. ¿De verdad cree que lo odio?
—Bueno, ésa es una de las cosas en las que necesitas trabajar. —Se pone en pie y sale del invernadero, dejándome a solas.
—Joder.
Balanceo un pie delante de mí y golpeo sin querer una de las estanterías de madera. Un crujido resuena por toda la sala y me pongo en pie de un salto.
—¡No, no, no!
Intento cazar al vuelo las cajas de flores, las macetas y todo lo que puedo antes de que caiga al suelo. En segundos, todo, absolutamente todo está por los suelos. Esto no está ocurriendo, yo no quería romper esta mierda, y aquí estoy, con un montón de tierra, flores y macetas rotas a mis pies. Tal vez pueda limpiarlo antes de que Karen...
—Oh, Dios mío... —La oigo contener el aliento y me vuelvo hacia la puerta para verla allí de pie,
con una pequeña pala de jardinero en la mano.
«Mieeeeerda.»
—No quería tirarlo, lo juro. Le he dado con el pie sin querer, la estantería se ha roto y... y toda esta mierda ha empezado a caer... ¡He intentado cogerlo! —trato de explicarle desesperada mientras ella corre hacia la pila de cerámica rota.
Sus manos se mueven entre los pedazos, tratando de volver a juntar una maceta azul que no podrá volver a estar de una pieza. Karen no dice nada, pero la oigo sorber por la nariz y trata de secarse las mejillas con sus manos llenas de tierra.
Tras unos segundos, murmura:
—He tenido esta maceta desde que era una niña. Fue la primera maceta que usé para trasplantar un esqueje.
—Yo... —No sé qué decirle. He roto muchísimas cosas, pero esta vez sí que ha sido un accidente. Me siento como una auténtica mierda.
—Esto y la porcelana eran lo único que me quedaba de mi abuela —llora.
La porcelana. La porcelana que he roto en un millón de pedazos.
—Karen, lo siento. Yo...
—Está bien, Brittany —suspira y arroja los trozos de la maceta sobre la pila de suciedad.
Pero no está bien, puedo verlo en sus ojos castaños. Percibo lo herida que se siente, y me sorprendo ante el peso de la culpa que se instala en mi pecho a la vista de la tristeza en sus ojos. Contempla la maceta rota durante unos segundos más y yo la observo en silencio. Trato de imaginar a Karen de niña, con unos grandes ojos castaños y un alma amable incluso entonces. Apuesto a que era una de esas niñas cariñosas con todo el mundo, hasta con las cabronas como yo. Pienso en su abuela, que probablemente era tan buena como ella, entregándole algo que Karen consideró lo suficientemente importante como para conservarlo durante todos estos años. Yo nunca he tenido nada en mi vida que no haya acabado destruido.
—Voy a terminar de preparar la cena. Pronto estará lista —dice al final.

Y entonces, secándose los ojos, abandona el invernadero igual que su hijo lo ha hecho hace apenas unos minutos.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:40 am

Capítulo 71
Santana

 
Es imposible ignorar a Smith y su adorable forma de andar a tu alrededor, mirándolo todo, saludándote con un apretón de manos formal y cosiéndote después a preguntas mientras tú intentas hacer tus tareas.
Así que cuando entra en la habitación en el momento en que estoy colgando mi ropa y me pregunta en voz baja «¿Dónde está tu Brittany?», no puedo enfadarme con él. Me pone un poco triste tener que explicarle que la he dejado en la WCU, pero este pequeñín es tan rico que atenúa el terrible dolor que siento.
—Y ¿dónde está la WCU? —pregunta.
Pongo la mejor de mis sonrisas.
—Lejos, muy muy lejos.
Smith entorna sus preciosos ojos verdes.
—¿Va a venir?
—No lo creo. Esto..., a ti te cae bien Brittany, ¿verdad, Smith? —Me río, paso las mangas de mi viejo vestido marrón por una percha y lo cuelgo en el armario.
—Más o menos. Es graciosa.
—¡Oye, que yo también soy graciosa! —bromeo, pero él simplemente me dedica una sonrisa tímida.— No mucho —suelta con sinceridad.
Y eso me hace reír aún más fuerte.
—Brittany cree que soy graciosa —miento.
—¿En serio? —Smith se fija en lo que hago y empieza a ayudarme a desempaquetar y a volver a doblar mi ropa.
—Sí, aunque nunca lo admitiría.
—¿Por qué?
—No lo sé —digo encogiéndome de hombros. Probablemente porque no soy muy graciosa, y cuando intento serlo es aún peor.
—Bueno, dile a tu Brittany que venga a vivir aquí, como tú —dice con toda tranquilidad, como un pequeño rey emitiendo un edicto.
Mi pecho se contrae ante las palabras de este dulce niño.
—Se lo diré. No hace falta que dobles eso —le advierto, intentando coger la camisa azul que tiene entre las manitas.
—Me gusta doblar —replica, y esconde la camisa a su espalda.
¿Qué puedo hacer excepto asentir?
—Un día de éstos serás un buen marido —le digo, y sonrío.
Sus hoyuelos aparecen cuando me devuelve la sonrisa. Al menos parece que le caigo un poco mejor que antes.
—No quiero ser un marido —dice arrugando la nariz, y pongo los ojos en blanco ante este crío de cinco años que habla exactamente igual que un adulto.
—Algún día cambiarás de idea —lo pico.
—No. —Y con eso acaba la conversación y terminamos de colocar mi ropa en silencio.
Mi primer día en Seattle se está acabando y mañana será mi primer día en la nueva oficina. Estoy extremadamente nerviosa y ansiosa por ello. No me gustan las cosas nuevas; de hecho, me aterrorizan.
Me gusta controlar cada situación y entrar en un nuevo entorno con un plan sólido. Pero no he tenido tiempo de planear mucho todo esto, aparte de apuntarme a mis nuevas clases, que, para ser sincera, tampoco es que me hagan especial ilusión. En algún momento durante mi autoflagelación, Smith ha desaparecido, dejando sobre la cama una pila de ropa perfectamente doblada.
Necesito salir y ver Seattle mañana después del trabajo. Necesito que me recuerden lo que tanto me gusta de esta ciudad, porque ahora mismo, en este dormitorio ajeno, a horas de distancia de todo lo que siempre he conocido me siento... sola.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:42 am

Capítulo 72
Brittany

 
Observo a Logan vaciar una pinta entera de cerveza de un solo trago, espuma incluida. Deja la jarra en la mesa y se seca la boca.
—Rachel es una psicópata. Nadie imaginaba que le haría algo así a Santana —dice, y después eructa.
—Dan lo sabía. Y si descubro que alguien más lo sabía también... —le advierto.
Él me mira con solemnidad y asiente.
—Nadie más lo sabía. Bueno..., al menos que yo sepa. Pero ya sabes que, total, a mí nadie me  cuenta una mierda.
Una morena alta aparece a su lado y él la rodea con un brazo.
—Blaine y Chelsea estarán aquí pronto —le dice.
—Noche de parejas —gimo—. Será mejor que me largue.
Trato de ponerme en pie pero Logan me detiene.
—No es una noche de parejas. Quinn también está soltera ahora, y Blaine no está saliendo en serio con Chelsea: sólo follan.
No sé ni por qué he venido, pero Ryder apenas me habla y Karen parecía tan triste durante la cena que no podía permanecer sentada a la mesa por más tiempo.
—Déjame adivinar: ¿Dany también viene?
Logan niega con la cabeza.
—No lo creo, me parece que está incluso más cabreada que tú por toda esta mierda, porque no nos ha vuelto a hablar a ninguno desde que pasó.
—Nadie está más cabreada que yo —le digo con los dientes apretados.
Quedar con mis antiguos amigos no me está ayudando a ser «mejor persona». Sólo me está fastidiando. ¿Cómo se atreve a decir que Dany se preocupa más por Santana que yo? Logan agita la mano en el aire.
—No quería decir eso..., culpa mía. Tómate una birra y relájate —dice buscando al camarero con la mirada.
Alzo la vista y veo que Blaine, la que debe de ser la tal Chelsea y Quinn atraviesan el pequeño bar en nuestra dirección.
—No quiero una jodida cerveza —repongo en voz baja intentando controlar mi actitud. Logan sólo trata de ayudarme, pero me está molestando. Todo el mundo me molesta. Todo me molesta. Quinn me da una palmada en el hombro.
—Cuánto tiempo sin verte —se esfuerza por bromear, pero queda raro y ninguno de nosotras dedica al tema ni una sonrisa—. Siento toda la mierda que lio Rachel..., no tenía ni idea de lo que planeaba, en serio —dice por fin, haciendo el momento mucho más incómodo.
—No quiero hablar de eso —afirmo con énfasis, poniendo fin a la conversación.
Mientras mi pequeño grupo de amigos bebe y habla sobre idioteces que me importan un huevo, me encuentro pensando en Santana.
«¿Qué estará haciendo ahora? ¿Le gustará Seattle? ¿Se sentirá tan incómoda en casa de Vance, como sospecho? ¿Estarán siendo amables con ella Christian y Kimberly?» Pues claro que sí; Kimberly y Christian siempre son amables. Así que en realidad estoy evitando la gran pregunta: ¿Santana me echa tanto de menos como yo a ella?
—¿Vas a tomarte uno? —Blaine interrumpe mis pensamientos y agita un vaso de chupito ante mi cara.
—No, estoy bien. —Señalo mi soda sobre la mesa y él se encoge de hombros, echa la cabeza hacia atrás y se lo toma de un trago.
Esto es lo último que me apetece hacer ahora mismo. Ese juego adolescente de beber-hasta-potaro- hasta-caer-redondo puede que sea lo suficientemente bueno para ellos, pero no lo es para mí. Ellos no disfrutan del lujo de tener una voz taladrándolos desde el fondo de la mente, diciéndoles que deben mejorar y hacer algo con sus vidas. Nunca han tenido a nadie que los quiera lo suficiente como para desear ser mejores.
«Quiero ser mejor por ti, San», le dije una vez. Y no es que haya hecho un gran trabajo hasta ahora.— Me largo —anuncio, pero nadie nota cuando me levanto y me marcho. He decidido que no voy a seguir perdiendo el tiempo en los bares con gente a la que realmente le importo una mierda. No tengo nada contra la mayoría de ellos, pero ninguno me conoce de verdad o se preocupa por mí. Sólo les gusta la yo borracha, ruda y que se folla a cualquier chica. Yo no era más que otra tipa en sus grandes fiestas. No saben una mierda de mí, ni siquiera saben que mi padre es el jodido rector de nuestra universidad. Estoy segura de que ni siquiera saben lo que hace un rector.
Nadie me conoce como me conoce ella, nadie nunca se ha preocupado por conocerme como lo hace San. Ella siempre me hace las preguntas más intrusivas y aleatorias: «Qué estás pensando?», «¿Por qué te gusta esta serie?», «¿Qué crees que está pensando ese hombre de ahí?», «¿Cuál es tu primer recuerdo?».
Yo siempre reaccionaba como si su necesidad de saberlo todo fuese molesta, pero en realidad me hacía sentir... especial..., como si alguien se preocupara lo suficiente por mí como para querer conocer las respuestas a esas ridículas preguntas. No sé por qué mi mente no es capaz de ponerse de acuerdo:
una mitad me dice que lo supere y lleve mi patético culo hasta Seattle, derribe la puerta de Vance y le prometa no volver a dejarla jamás. Pero no es tan fácil. Hay otra parte mayor y más fuerte en mí, la mitad que siempre gana, que me recuerda lo jodida que estoy. Muy jodida, y lo destruyo todo en mi vida y en la de los demás, así que le estaré haciendo un favor a Santana dejándola en paz. Y ésta es la
única parte a la que puedo creer, especialmente sin ella aquí para decirme que estoy equivocada. Especialmente porque al final eso es lo que siempre ha resultado ser verdad en el pasado. El plan de Ryder para convertirme en una persona mejor suena bien sobre el papel, pero ¿y después qué? ¿Se supone que debo creer que puedo seguir así por siempre? ¿Se supone que debo creer
que seré lo bastante buena para ella sólo porque he decidido no recurrir al vodka cada vez que me pongo furiosa? Esto sería mucho más sencillo si no estuviera dispuesta a admitir lo jodida que estoy. No sé qué voy a hacer, pero no voy a encontrar la respuesta aquí y ahora. Esta noche me iré a mi apartamento y
veré las series favoritas de Santana, las peores series, llenas de guiones ridículos y actores terribles. Probablemente hasta fingiré que ella está allí conmigo, explicándome cada escena aunque yo las esté viendo justo a su lado y entendiendo todo lo que está pasando. Me vuelve loca cuando hace eso. Es muy
molesto, pero me encanta lo apasionada que se muestra por los pequeños detalles. Como quién lleva un abrigo rojo y está acosando a esas insoportables pequeñas mentirosas.
Sigo planeando mi noche cuando salgo del ascensor. Acabaré viendo esa mierda, después cenaré, me daré una ducha y probablemente me masturbare imaginando la boca de Santana  y haré todo lo posible por no hacer nada estúpido. Puede que incluso limpie el desastre que organicé ayer. Me detengo frente a la puerta de mi apartamento y miro arriba y abajo del pasillo. ¿Qué coño hace la puerta medio abierta? ¿Ha vuelto Santana o es que alguien se ha colado de nuevo? No estoy segura de qué respuesta podría cabrearme más.
—¿Santana?
Empujo la puerta con el pie y se me cae el alma a los pies al ver a su padre medio desplomado y cubierto de sangre.
—Pero ¡¿qué coño...?! —grito cerrando la puerta de un golpe.
—Cuidado... —gime Ricardo, y mis ojos siguen los suyos hasta el pasillo, donde, por encima de su hombro, capto un movimiento.
Hay un hombre ahí, inclinándose sobre él. Cuadro los hombros, dispuesto a cargar contra el sujeto si es necesario.
Pero entonces me doy cuenta de que es el amigo de Ricardo... Chad, creo que se llama.
—Pero ¿qué cojones le ha pasado y qué coño estáis haciendo aquí? —le pregunto.
—Esperaba encontrar a la chica, pero tú me servirás —se burla.
Me hierve la sangre por el tono en que este tío habla de Santana.
—¡Lárgate de aquí y llévatelo contigo! —Señalo al trozo de mierda que ha traído a este tío a mi apartamento. Su sangre me está estropeando el suelo.
Chad endereza los hombros y mueve la cabeza de un lado a otro. Me doy cuenta de que intenta mantener la calma pero que, aun así, está muy alterado.
—El problema es que me debe un montón de pasta y no tiene forma de pagarme —explica, con las uñas sucias rascando los pequeños puntos rojos de sus brazos.
«Puto yonqui.»
Alzo la palma de la mano.
—No es mi problema. No volveré a decirte que te largues, y puedes estar seguro de que no voy a darte dinero.
Pero Chad se limita a sonreír.
—¡No sabes con quién estás hablando, chaval!
Y le da una patada a Ricardo justo debajo de las costillas. Un gemido patético escapa de sus labios mientras se desliza hasta el suelo y ya no se levanta.
No estoy de humor para tratar con malditos drogadictos asaltadores de apartamentos.
—Me importáis una mierda tanto él como tú. Estás muy equivocado si crees que te tengo miedo —gruño.
«¿Qué más podría ocurrir en esta maldita semana?»
No, espera. No quiero saber la respuesta a eso.
Avanzo hacia Chad y él retrocede, justo como sabía que haría.
—Sólo por ser amable te lo repetiré una vez más: lárguense o llamaré a la poli. Y mientras esperamos a que aparezcan para salvarte, te daré una paliza con el bate de béisbol que tengo siempre a mano por si algún jodido imbécil intenta alguna idiotez como ésta. Voy hasta el armario del vestíbulo, saco el arma de donde la tengo siempre apoyada contra la pared y la agito lentamente para probar mi decisión.
—Si me voy sin el dinero que me debe, cualquier cosa que le haga será culpa tuya. Su sangre estará en tus manos.
—Me importa una mierda lo que le hagas —digo. Pero de pronto no estoy segura de si lo digo en serio.
—Claro —dice él, y le echa un vistazo a la sala.
—¿Cuánta pasta? —pregunto.
—Quinientos.
—No pienso darte quinientos dólares.
Sé cómo se va a sentir Santana cuando descubra que mis sospechas sobre el hecho de que su padre es un drogata son ciertas, y me dan ganas de tirarle la cartera a Chad a la cara y darle todo lo que tengo sólo para librarme de él. Odio saber que tenía razón sobre su padre; ahora mismo ella sólo me cree a
medias, pero pronto va a comprender toda la verdad. Ojalá todo desapareciera, incluido el capullo de Ricardo.
—No tengo tanto dinero —añado.
—¿Doscientos? —pregunta. Casi puedo ver su adicción suplicándome a través de sus ojos.
—Vale.
No puedo creer que de verdad vaya a darle dinero a este yonqui que se ha colado en mi casa y le ha dado una paliza de muerte al padre de Santana. Ni siquiera tengo doscientos dólares en efectivo. ¿Qué se supone que voy a hacer?, ¿llevarme al tío éste a un cajero? Esto es una mierda. Pero ¿quién vuelve a su casa para encontrarse con algo así? Yo.
Por ella, sólo por ella.
Me saco la cartera del bolsillo, le lanzo los ochenta dólares que acabo de sacar del banco y entro en mi dormitorio con el bate aún en la mano. Cojo el reloj que mi padre y Karen me regalaron por Navidad y también se lo lanzo. Para ser un tipo tan esquelético y hecho polvo, Chad lo caza al vuelo con bastante
agilidad. Debe de ansiarlo mucho..., o más bien lo que le darán a cambio.
—El reloj vale más de quinientos pavos. ¡Y ahora lárgate de aquí! —le grito, pero en realidad no quiero que se vaya, quiero que intente atacarme para poder abrirle la cabeza. Chad se ríe, después tose y vuelve a reír.
—Hasta la próxima, Ric —amenaza antes de cruzar la puerta.
Lo sigo y lo señalo con el bate, diciendo:
—Eh, Chad... Si vuelvo a verte, te mataré.
Y le cierro la puerta en las narices.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:43 am

Capítulo 73
Brittany

 
Empujo el muslo de Ricardo con mi bota. Estoy más que cabreada y todo este lío es por mi maldita culpa.
—Lo siento —gimotea mientras intenta incorporarse; a los pocos segundos hace un gesto de dolor y vuelve a deslizarse sobre el suelo de hormigón.
Lo último que quiero es tener que levantar su patético culo del piso, pero llegados a este punto ya no sé qué más hacer con él.
—Te voy a sentar en la silla, pero ni te acerques al sofá, no hasta que te des una ducha.
—Vale —murmura, y cierra los ojos mientras me inclino para levantarlo. No pesa tanto como esperaba, especialmente para alguien de su estatura.
Lo arrastro hasta una silla de la cocina y, en cuanto lo siento, se dobla por la mitad rodeándose el torso con un brazo.
—Y ¿ahora qué? ¿Qué se supone que voy a hacer contigo ahora? —le pregunto en voz baja.
¿Qué haría Santana si estuviese aquí? Conociéndola, le prepararía un baño caliente y algo de comer. Yo no voy a hacer ninguna de las dos cosas.
—Llévame de vuelta —sugiere.
Sus dedos temblorosos levantan el cuello de su andrajosa camiseta, una mía que Santana le dio. ¿La ha estado llevando desde que se fue de aquí? Se seca la sangre de la boca, restregándosela perezosamente por la mejilla y por el pelo grueso e hirsuto que le crece ahí.
—¿De vuelta adónde? —pregunto.
Quizá debería haber llamado a la policía nada más entrar en el apartamento, quizá no tendría que haberle dado el reloj a Chad... No pensaba con claridad en ese momento, todo lo que podía pensar era en mantener a Santana fuera de todo esto.
Pero, claro, ella ya está completamente fuera de esto..., y muy lejos.
—¿Por qué lo has traído aquí? Si llega a estar Santana... —Mi voz se pierde.
—Se ha mudado, sabía que no estaría aquí —se esfuerza en decir.
Sé que le cuesta hablar, pero necesito respuestas y se me está acabando la paciencia.
—¿También te colaste en casa hace unos días?
—Sí. Sólo vine a comer y a du... ducharme —jadea Ricardo.
—¿Viniste hasta aquí sólo para comer y ducharte?
—Sí, la primera vez cogí un autobús. Hoy Chad... —toma aliento y aúlla de dolor antes de cambiar el peso de lado— se ofreció a traerme, pero en cuanto entramos se volvió en mi contra.
—¿Cómo coño has entrado?
—Cogí la llave de repuesto de Sanny.
«¿La cogió... o ella se la dio?», me pregunto.
Ricardo cabecea hacia el fregadero.
—Del cajón.
—A ver si lo he entendido bien: ¿robaste una llave de mi apartamento aunque podías venir cuando quisieras a darte una ducha y luego trajiste a Chad el Yonqui Encantador a mi casa para que te moliera a palos en mi sala de estar porque le debes dinero? ¿Cómo he acabado en mitad de un capítulo de «Intervention»?
—No había nadie en casa. No pensé que importara.
—No pensaste..., ¡ése es el problema! ¿Y si hubiese sido Santana la que hubiera venido? ¿Acaso te importa cómo pueda sentirse si te ve así?
Estoy completamente descolocada. Mi primer instinto es sacarlo a rastras de nuestro... de mi apartamento y dejar que se desangre en el pasillo. Pero no puedo hacer eso porque resulta que estoy desesperadamente enamorada de su hija, y si lo hiciera todo cuanto conseguiría sería herirla aún más de lo que ya lo he hecho. ¿A que el amor es jodidamente increíble?
—Bueno, y ¿qué vamos a hacer ahora? —Me rasco la barbilla—. ¿Te llevo al hospital?
—No necesito un hospital, sólo un vendaje o dos. ¿Puedes llamar a Sanny por mí y decirle que lo siento?
Rechazo su sugerencia con una sacudida del brazo.
—No, no lo haré. Nadie le va a contar nada de esto. No quiero que se preocupe por esta mierda.
—Vale —accede, y vuelve a resbalar de la silla.
—¿Desde cuándo te metes? —le pregunto.
Él traga saliva.
—No lo sé —dice dócilmente.
—No me mientas, no soy idiota. Sólo dímelo.
Parece perdido en sus pensamientos, distraído.
—Hará un año, pero he estado intentando dejarlo desde el día que me encontré con Sanny.
—Se le va a romper el corazón..., lo sabes, ¿verdad?
Espero que lo sepa. Y si no, no tendré problema alguno en recordárselo miles de veces si en alguna ocasión lo olvida.
—Lo sé, me voy a poner mejor, por ella —me asegura.
«Como hacemos todos...»
—Bueno, querrás acelerar tu rehabilitación, porque si te ve ahora... —No acabo la frase.
Considero la idea de llamarla y preguntarle qué diablos se supone que debo hacer con su padre, pero sé que ésa no es la respuesta. No necesita que la moleste con esto, ahora no. No cuando está intentando hacer realidad sus sueños.
—Me voy a mi habitación —digo finalmente—. Puedes ducharte, comer o lo que sea que planearas hacer antes de que llegara a casa y os interrumpiera.
Salgo de la cocina para ir a mi dormitorio. Cierro la puerta tras de mí y me apoyo en ella. Éstas han sido las veinticuatro horas más largas de mi vida.
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Finalizado Re: Brittana: ALMAS PERDIDAS, FINALIZADO 20-08-16

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Ago 14, 2016 3:44 am

Capítulo 74
Santana

 
No puedo borrar esta ridícula sonrisa de mi cara mientras Kimberly y Christian me enseñan mi nuevo despacho. Las paredes son de un blanco nítido, las molduras y la puerta son gris oscuro y el escritorio y las estanterías son negros, elegantes y modernos. El tamaño de la sala es el mismo que el de mi primer despacho, pero las vistas son increíbles, de hecho quitan el aliento. La nueva oficina de Vance se
encuentra en el centro de Seattle; la ciudad a sus pies es próspera, en constante movimiento y desarrollo, y yo me hallo justo en el meollo de todo.
—Esto es increíble... ¡Muchísimas gracias! —les digo, probablemente con más entusiasmo de lo que muchas personas podrían considerar profesional.
—Todo lo que necesitas está a un paseo de distancia, café y cualquier tipo de cocina que pueda apetecerte, todo está aquí. —Christian contempla la ciudad con orgullo y rodea con un brazo la cintura de su prometida.
—Deja de alardear, ¿quieres? —bromea Kimberly, y le planta un suave beso en la frente.
—Bueno, ya nos vamos. Y ahora, ponte a trabajar. —Christian me regaña de broma. Kimberly lo agarra por la corbata y prácticamente lo saca a rastras de la oficina.
Ordeno las cosas sobre mi escritorio tal y como me gustan y leo un poco, pero para la hora de comer ya le he enviado al menos diez fotos de mi nuevo despacho a Ryder... y a Brittany. Sabía que Brittany no me contestaría, pero no he podido contenerme. Quería que apreciara las vistas, tal vez eso la haría cambiar de opinión respecto a mudarse aquí, ¿no? Sólo estoy buscando excusas para mi breve lapsus de juicio al enviarle las fotos. Pero es que lo echo de menos... Ya está, ya lo he dicho. Lo echo terriblemente de menos, y esperaba una respuesta por su parte, aunque sólo fuera un mensajito. Algo. Pero no me ha enviado nada.
Ryder sí que me manda una animada respuesta a cada foto, incluso cuando le envío una muy tonta en la que salgo con una taza de café con el logo de la editorial impreso en un lado. Cuanto más pienso en mi impulsiva decisión de enviarle esas fotos a Brittany, más me arrepiento. ¿Y si se lo toma por lo que no es? Tiene tendencia a hacerlo. Podría considerarlo como un recordatorio
del hecho de que sigo adelante, incluso puede llegar a pensar que se lo estoy restregando por la cara. De verdad que ésa no era mi intención y sólo espero que no se lo tome así. Quizá debería mandarle otro mensaje explicándoselo. O decirle que le he enviado las fotos por accidente. No sé qué resultaría más creíble.
Ninguna de las dos opciones, seguro. Estoy dándole demasiadas vueltas a esto; después de todo, son sólo fotos. Y no puedo ser responsable de cómo decida interpretarlas. No puedo responsabilizarme así de sus emociones.
Cuando entro en la sala de descanso de mi planta me encuentro a Trevor sentado a una de las mesas cuadradas con una tableta frente a él.
—Bienvenida a Seattle —me dice con sus ojos azules brillando.
—Hola. —Le devuelvo el saludo con una sonrisa.
A continuación inserto mi tarjeta de débito en la rendija de la enorme máquina expendedora. Presiono unos cuantos botoncillos numerados y soy recompensada con un paquete de galletas saladas con mantequilla de cacahuete. Estoy demasiado nerviosa para tener hambre, así que ya saldré mañana a
comer, después de que haya tenido la oportunidad de explorar la zona.
—¿Te gusta Seattle de momento? —me pregunta Trevor.
Lo miro pidiendo permiso y, cuando asiente, me deslizo en la silla frente a él.
—Aún no he podido ver mucho. Justo llegué ayer, pero me encanta este nuevo edificio.
Dos chicas entran en la sala y le sonríen a Trevor; una de ellas se vuelve para sonreírme a mí también y yo la saludo con la mano. Empiezan a hablar entre sí, y entonces la más bajita de ellas, que tiene el cabello negro, abre el frigorífico y saca un plato preparado para microondas mientras su amiga se muerde las uñas.
—Entonces deberías explorar un poco. Hay demasiadas cosas que hacer aquí. Es una ciudad preciosa —declara Trevor al tiempo que yo mordisqueo una galleta, pensativa—. La Aguja Espacial, el Centro de Ciencias del Pacífico, museos de arte..., lo que quieras.
—Me gustaría ver la Aguja Espacial y el mercado de Pike Place —le digo. Pero empiezo a sentirme un poco incómoda porque, cada vez que miro a las dos chicas, me doy cuenta de que me están observando y hablando en voz baja.
Hoy estoy un poco paranoica.
—Deberías hacerlo. ¿Ya has decidido dónde te quedarás? —pregunta deslizando el dedo índice por la pantalla para cerrar la ventana de su tableta y dedicarme toda su atención.
—De momento estoy en casa de Kimberly y Christian... Sólo será durante una o dos semanas, hasta que pueda encontrar un lugar donde vivir.
La urgencia en mi voz resulta embarazosa. Odio tener que quedarme con ellos después de que Brittany fastidiara mi oportunidad de alquilar el único apartamento que pude encontrar. Quiero vivir sola y no estar preocupada por si soy una molestia para nadie.
—Podría preguntar por ahí y ver si hay algún apartamento libre en mi edificio —se ofrece Trevor.
Se ajusta la corbata y se alisa la tela plateada antes de pasarse las manos por las solapas de su traje.
—Gracias, pero no creo que tu edificio entre dentro de mi presupuesto —le recuerdo en voz baja.
Él es el jefe de finanzas, y yo soy una becaria... con un sueldo decente. Ni siquiera estoy segura de que pudiera alquilar el contenedor de basura de detrás de su edificio. Trevor se sonroja.
—Vale —dice al darse cuenta de la gran diferencia entre nuestros sueldos—. Pero de todos modos puedo preguntar por ahí, por si alguien sabe de algún otro sitio.
—Gracias. —Sonrío convencida—. Seguro que Seattle me parecerá más acogedora en cuanto encuentre mi propio hogar.
—Estoy de acuerdo; te llevará algo de tiempo, pero sé que te encantará estar aquí. —Su media sonrisa es cálida y agradable.
—¿Tienes planes para después del trabajo? —le pregunto antes de poder evitarlo.
—Pues sí —dice, con voz suave y titubeante—. Pero puedo cancelarlos.
—No, no importa, sólo pensaba que, como tú conoces la ciudad, me podrías llevar por ahí, pero si ya tienes planes no te preocupes. —Espero poder hacer amigos en Seattle.
—Me encantaría enseñarte la ciudad. Sólo iba a salir a hacer jogging, eso es todo.
¿Jogging? —Arrugo la nariz—. ¿Por qué?
—Por diversión.
—A mí no me suena muy divertido. —Me río, y él sacude la cabeza con fingido disgusto.
—Normalmente voy todos los días después del trabajo. Yo también estoy conociendo la ciudad aún, y es una buena forma de explorar los alrededores. Deberías acompañarme algún día.
—No lo sé... —La idea no acaba de entusiasmarme.
—O podríamos caminar. —Se ríe—. Yo vivo en Ballard, es un barrio bastante bueno.
—De hecho, he oído hablar de Ballard —comento, recordando haber pasado por páginas y más páginas web donde se mostraban los barrios de Seattle—. De acuerdo, sí. Entonces pasearemos por Ballard. —Cierro las manos frente a mí y las dejo sobre mi regazo. No puedo evitar pensar cómo Brittany se tomaría esto. Desprecia a Trevor y ya está pasándolo mal con nuestro acuerdo de «darnos espacio». No es que ella lo haya dicho, pero me gusta pensar que es así.
No importa cuánto espacio haya entre Brittany y yo, literal o metafóricamente, yo sólo veo a Trevor como a un amigo. Lo último que tengo en este momento en mente es un romance con nadie, especialmente con alguien que no sea Brittany.
—Entonces de acuerdo. —Sonríe, claramente sorprendido de que haya accedido—. Mi hora de la comida ha acabado, así que tengo que volver a mi despacho, pero te enviaré un mensaje con mi dirección, o podemos ir directamente después del trabajo si quieres.
—Mejor vamos directamente desde el trabajo. Llevo zapatos cómodos —y señalo mis bailarinas, dándome palmaditas mentales en la espalda por no llevar hoy tacones.
—Me parece bien. ¿Quedamos en tu despacho a las cinco? —propone él poniéndose en pie.
—Sí, genial.
Yo también me levanto y tiro el envoltorio de las galletas a la basura.
—Pues ya sabemos cómo consiguió el trabajo —oigo que dice una de las chicas a mi espalda.
Cuando, por curiosidad, miro hacia el lugar donde están sentadas, las dos se callan de golpe y bajan la vista a la mesa. No puedo evitar presentir que estaban hablando sobre mí. Adiós a mi idea de hacer amigos en Seattle.
—Esas dos no hacen otra cosa más que cotillear, ignóralas —me dice Trevor, poniéndome una mano en la espalda y guiándome fuera de la sala de descanso.
Cuando regreso a mi despacho, rebusco en el cajón de mi escritorio para sacar mi móvil. Dos llamadas perdidas, ambas de Brittany.
¿Debería devolvérselas ahora mismo?
«Me ha llamado dos veces, puede que haya pasado algo malo. Debería llamar», pienso discutiendo conmigo misma.
Ella contesta al tercer tono y dice a toda prisa:
—¿Por qué no has contestado cuando te he llamado?
—¿Ha pasado algo? —Me levanto de mi sillón, presa del pánico.
—No, no pasa nada. —Respira, y puedo imaginar la forma exacta en que sus labios rosados se mueven mientras pronuncia esas simples palabras—. ¿Por qué me has enviado esas fotos?
Miro alrededor de mi despacho, preocupada por si la disgusto.
—Es que estaba emocionada con mi nueva oficina y quería que la vieras. Espero que no creyeras que estaba fanfarroneando. Siento que...
—No, es que estaba confusa —interviene con tranquilidad, y después se queda en silencio.
Después de unos segundos, digo:
—No te enviaré ninguna más, no debería haberte mandado ésas. —Apoyo la frente contra el cristal de la ventana y miro hacia abajo, a las calles de la ciudad.
—No te preocupes, está bien... ¿Qué tal es aquello? ¿Te gusta el sitio? —La voz de Brittany es sombría, y quiero suavizar el ceño que sé que acaba de aparecer en su cara.
—Es precioso.
Acto seguido me llama la atención, sabía que lo haría:
—No has contestado a mi pregunta.
—Me gusta el lugar —digo en voz baja.
—Pareces absolutamente eufórica.
—No, de verdad que me gusta, sólo estoy... adaptándome, nada más. ¿Qué está pasando por ahí?
—pregunto para continuar con la conversación. Aún no estoy preparada para dejar de hablar con ella.
—Nada —se apresura a contestar.
—¿Esto te resulta incómodo? Sé que dijiste que no querías hablar por teléfono, pero has llamado tú, así que...
—No, no es incómodo —me interrumpe—. Nunca me siento incómoda contigo, y lo que quise decir en su momento fue que no creía que debiéramos hablar durante horas cada día si no vamos a estar juntas, porque no tiene sentido y sólo serviría para torturarme.
—Entonces, ¿quieres hablar conmigo? —pregunto porque soy patética y necesito oír cómo lo dice.
—Sí, claro que sí.
Se oye el claxon de un coche de fondo e imagino que debe de estar conduciendo.
—Y entonces, ¿qué? ¿Vamos a hablar por teléfono como amigas? —pregunta ella sin rabia en la voz,
sólo curiosidad.
—No lo sé... ¿No podríamos intentarlo?
Esta separación es diferente de la última; esta vez nos hemos separado de buen rollo y no ha sido una ruptura total. No estoy lista para decidir si una ruptura total con Brittany es lo que realmente necesito, así que aparto ese pensamiento, lo archivo y prometo volver a él más tarde.
—No funcionará —replica.
—No quiero que nos ignoremos la una a la otra y no volvamos a hablar, pero no he cambiado de idea respecto a lo de darnos espacio —contesto.

—Vale, entonces háblame de Seattle —dice finalmente contra el auricular.
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