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[Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
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micky morales
23l1
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Página 7 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
El fin de semana comencé a leer la historia y diablos, necesito más!!! No puedo con mis ansias de saber qué sucederá jaja increíble adaptación! ;)
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Santana mordete la lengua jajjaja!!!
Que ira a pasar con Kitty???
Saludos
Que ira a pasar con Kitty???
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Y si la noticia del baby desata la cuarta guerra mundial???
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,...
el orgullo de rachel es mas alto que ella,.. y hasta ahora no esta haciendo muy bien las cosas,.. y mas con britt sea o no una ladrona,.. lo bueno es que "calmo" a quinn y no llego a hacer nada a kitty!
bueno san la jodio,.. y sabe reconocer sus errores,.. a ver que hace britt y si deja el tema de kiity o no?
y si le dice lo del bebe???
nos vemos!!!
Hola lu, jajajajajaja la vrdd esk si xD jajajajaja ¬¬ No, nada de bn ¬¬ Algo bn hizo xD creo q lo tiene contra britt y san =/ Algo es algo, no¿? además q eso es muy bueno. No todos saben reconocerlos. No creo xD pero aquí dejo otro cap para saber más jajajaja. Saludos =D
Anddy Rivera Morris escribió:El fin de semana comencé a leer la historia y diablos, necesito más!!! No puedo con mis ansias de saber qué sucederá jaja increíble adaptación! ;)
Hola, bienvenida entonces! JAajajajajaja es el efecto de las brittana ajajaj, y aquí te dejo otro cap! Jajajaajajajajaj insisto, efecto brittana jaajajajaj. Que bueno q te guste! Espero y las demás tmbn y siga siendo así tmbn jajajaja. Saludos =D
monica.santander escribió:Santana mordete la lengua jajjaja!!!
Que ira a pasar con Kitty???
Saludos
Hola, jajajajaajaj si que lo hizo ajajajajajajajaja. Interesante pregunta... x eso dejo otro cap para saberlo jaajaj... espero xD Saludos =D
micky morales escribió:Y si la noticia del baby desata la cuarta guerra mundial???
Hola, aiii nose xq te creoooo, pero espero que no pase nada maloooo XD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 20 - Parte I
Capitulo 20 - Parte I
Rachel estaba bajo las sombras del toldo, ocultando su sufrimiento, mientras observaba reírse a Santana y Brittany frente a su caravana.
La morena quitó una paja del pelo a su esposa y luego le rozó la cara; un gesto tan íntimo que fue como si le hubiera acariciado el pecho.
La amargura se extendió por su cuerpo como una vid corrupta, despojándola de todo lo demás.
Habían pasado cuatro días desde que Kitty había confesado la verdad y Rachel no podía soportar lo feliz que parecía la pareja. Sentía como si fuera a su costa, y Santana no merecía ser feliz.
—Olvídalo, Rach.
Se giró y vio a Quinn caminando hacia ella.
La rubia llevaba pavoneándose como un gallito por el recinto del circo desde la noche que habían pasado juntas. Rachel casi esperaba que se pusiera las manos bajo las axilas y cacarease.
Era típico de Quinn Fabray creer que porque se hubiera metido en su cama una vez tenía derecho de entrometerse en su vida.
—Déjame en paz.
—No es eso lo que quieres que haga.
Rachel odió la mirada de lástima que la rubia le lanzó.
—No sabes nada.
—Déjalo, Rach. San forma parte de tu pasado. Será mejor que la olvides.
—Suponía que dirías algo así. Eres toda una experta en olvidar, ¿no es cierto?
—Si estás hablando de Kitty...
—Ya sabes que sí.
Digirió la mirada hacia el camión de los elefantes donde Kitty empujaba una carretilla cargada de estiércol. Ahora era ella quien se encargaba de esa tarea, la misma que había realizado Brittany.
Rachel lo consideraba un castigo apropiado, pero Quinn no estaba satisfecha.
Lo había arreglado todo para enviar a Kitty con su hermana Frannie en cuanto ésta regresara de visitar a su mamá en Wichita.
—Kitty es cosa mía. En lugar de preocuparte por ella, por qué no piensas en lo bien que lo pasamos juntas la otra noche.
—¿Bien? Pero ¡si casi nos matamos la una a la otra!
—Sí. ¿No estuvo genial?
Quinn sonrió ampliamente ante el recuerdo y Rachel sintió un escalofrío traidor en su interior.
Había estado bien: la excitación, la emoción de alcanzar el clímax junto a alguien con tan mal genio y tan exigente como ella.
Se moría por acostarse con la rubia otra vez, así que se puso una mano en la cadera y adelantó el labio inferior.
—Preferiría que me abrieran en canal.
—Bueno nena, yo siempre tengo el taladro listo para el trabajo.
Ella casi sonrió. Entonces vio que Santana se movía para besar a Brittany en la punta de la nariz.
Cómo la odiaba.
Cómo las odiaba a las dos.
A ella nunca la había mirado así.
—Mantente alejada de mí, Quinn—la empujó al pasar por su lado y se alejó con paso airado.
Tres días después, Brittany se dirigía a la casa de fieras con una bolsa de golosinas que había comprado cuando había pasado con Santana por la tienda de comestibles.
Tater iba detrás y los dos se detuvieron para admirar la voltereta que Peter Motta, de tres años, estaba haciendo frente a su mamá, Sugar. La esposa del acróbata, sólo hablaba un poco de inglés, así que Brittany y ella se saludaron en italiano, un idioma que ambas dominaban a la perfección.
Tras hablar con Sugar unos minutos, Brittany siguió caminando hacia la casa de fieras, donde pasó unos pocos minutos con Sinjun.
«Díselo.»
«Lo haré.»
«Díselo ya.»
«Pronto.»
Le dio la espalda escapando de la reprimenda que creía haber visto en los ojos de Sinjun.
Durante los últimos días Santana había sido tan feliz como una niña y ella no había sido capaz de aguarle la fiesta.
Sabía que a la morena le costaría acostumbrarse a la idea de un bebé, así que era importante elegir el momento adecuado para darle la noticia.
Cogió las ciruelas que había comprado para Glenna y entró en la carpa. Pero la jaula de la gorila había desaparecido.
Salió con rapidez.
Tater abandonó el heno y trotó felizmente tras ella mientras se acercaba al camión que transportaba a las fieras.
Sebastián estaba echando una siesta dentro de la cabina y ella se inclinó sobre la ventanilla abierta para sacudirle el brazo.
—¿Dónde está Glenna?
Sebastián se despertó sobresaltado y su desgastado Stetson chocó contra el espejo retrovisor cuando se enderezó.
—¿Eh?
—¡Glenna! No está en su jaula.
Él bostezó.
—Vinieron esta mañana por ella.
—¿Quien?
—Un tío. Rachel estaba con él. Cargó la jaula de Glenna en una camioneta y se piró.
Aturdida, Brittany soltó al muchacho y dio un paso atrás.
¿Qué había tramado Rachel?
Brittany encontró a Santana revisando la lona del circo por si había desgarrones.
—¡San! ¡Se han llevado a Glenna!
—¿Qué?
Le explicó lo que había averiguado, y Santana la miró con gravedad.
—Vamos a hablar con Rachel.
La dueña del circo estaba sentada tras el escritorio del vagón rojo ocupándose del papeleo.
Tenía el pelo recogido y estaba vestida con un mono color caqui con el cuello adornado con un bordado de estilo mexicano.
Brittany se puso delante de Santana para enfrentarse a ella.
—¿Qué has hecho con Glenna?
Rachel levantó la vista.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque soy yo quien se encarga de la casa de fieras. Es uno de mis animales y está bajo mi cuidado.
—¿Perdón? ¿Uno de tus animales? Me temo que no.
—Ya basta, Rachel—la interrumpió Santana—¿Dónde está la gorila?
—La he vendido.
—¿La has vendido?—la increpó Santana.
—Por si no lo sabíais, el circo de los Hermanos Berry está de rebajas. Como todos se quejaban de la casa de fieras, he decidido venderla.
—¿No crees que deberías habérmelo dicho?
—Bueno la verdad es que ni se me pasó por la cabeza—se levantó del escritorio y llevó un fajo de documentos al archivador.
Brittany dio un paso adelante cuando Rachel abrió uno de los cajones.
—¿A quién se la has vendido? ¿Dónde está?
—No sé por qué estás tan disgustada. ¿No era a ti a quien le gustaba decir a todo el mundo lo inhumana que era nuestra exhibición de fieras?
—Eso no quiere decir que quisiera que vendieras a Glenna. Quiero saber adónde se la han llevado.
—A un nuevo hogar—Rachel cerró el cajón.
—¿Adónde?
—¿Estás interrogándome?
Santana apoyó la mano en el hombro de Brittany.
—¿Por qué no vuelves con los animales y dejas que yo me encargue de esto?
—Quiero saber dónde está. San, tengo que decirle un montón de cosas sobre las costumbres de Glenna al nuevo propietario. Odia los ruidos fuertes y le dan miedo las personas que llevan sombreros grandes—se le puso un nudo en la garganta al pensar que no vería otra vez a la dulce gorila.
Quería que Glenna tuviera un nuevo hogar, pero le habría gustado poder despedirse de ella.
Recordó la manera en que a la gorila le gustaba asearla y se preguntó si alguno de sus nuevos cuidadores le dejaría hacerlo.
Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Le encantan las ciruelas. Tengo que decirles lo de las ciruelas.
Santana le dio una palmadita en el brazo.
—Escribe una lista y me aseguraré de que la lean. Venga, ahora tengo que hablar con Rachel.
Brittany quiso protestar, pero se dio cuenta de que Santana tendría más posibilidades de conseguir que Rachel colaborara si estaban solas.
Se dirigió a la puerta, pero se detuvo en el umbral y volvió la mirada hacia la dueña del circo.
—Ni se te ocurra hacerlo de nuevo, ¿me has oído? La próxima vez que vendas un animal, quiero saberlo antes. Y también quiero hablar con el nuevo propietario.
Rachel arqueó las cejas.
—No puedo creer que te atrevas a darme órdenes.
—Bueno créetelo. Y será mejor que me hagas caso—se dio la vuelta y las dejó solas.
Durante un rato, ni Rachel ni Santana abrieron la boca.
Santana dudaba que el discurso de Brittany hubiera intimidado a Rachel, pero se sintió orgullosa de que su esposa se hubiera defendido sola.
Observó a su antigua amante y sólo sintió asco.
—¿Qué te pasa, Rachel? Siempre has sido una mujer dura, pero nunca fuiste cruel.
—No sé de qué te quejas. A ti tampoco te gusta la exposición de fieras.
—No te hagas la tonta. Querías hacer daño a Brittany y lo has conseguido. La utilizas a ella para hacerme daño a mí y no pienso consentirlo.
—No seas creída, no eres tan importante.
—Te conozco, Rachel. Sé cómo piensas. Todo iba bien mientras la gente pensaba que Brittany era una ladrona, pero ahora que saben la verdad, no puedes soportarlo.
—Hago lo que me da la gana, San. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.
—¿Dónde está la gorila?
—No es asunto tuyo—Rachel salió de la caravana tras fulminarle con la mirada.
Santana se negó a ir tras ella, no pensaba darle la satisfacción de tener que pedirle nada.
Se acercó al teléfono.
Tardó un día en localizar al distribuidor al que Rachel había vendido la gorila.
El distribuidor le pidió el doble de lo que le había pagado a Rachel por el animal, pero Santana no regateó.
Buscó un hogar confortable para Glenna y, el miércoles de la semana siguiente, pudo decirle a Brittany que su gorila se acababa de convertir en la nueva residente del zoo Brookfield de Chicago.
Lo que no le dijo fue que había sido su dinero el que lo había hecho posible.
Brittany rompió a llorar y le dijo que era la esposa más maravillosa del mundo.
Quinn y Kitty se detuvieron en el mostrador de la TWA en el aeropuerto de Indianápolis.
La chica embarcaría en un avión de esa compañía rumbo a Wichita.
No se habían dirigido la palabra desde que habían salido del recinto esa mañana, y a Quinn le corroía la culpa, algo que no le gustaba nada.
Rachel la había insultado de todas las maneras que sabía y, el día anterior, Brittany la había acorralado contra uno de los tenderetes para ponerla de vuelta y media.
La habían hecho sentir una canalla.
Pero ninguna de ellas sabía lo que era tener una hija ni quererla tanto que haría cualquier cosa por ella.
Miró enfadado a su hija.
—Haz caso a tu tía Frannie, ¿me oyes? Te llamaré todas las semanas. Si necesitas dinero me lo dices, y no se te ocurra empezar a salir con chicos ni chicas que no sean amigas todavía.
La rubia más joven miró hacia delante, con la mochila agarrada firmemente entre las manos.
Se la veía tan bonita, delgada y resentida, que a Quinn le dolió el corazón.
Quería proteger a su hija, protegerla y hacerla feliz.
Daría su vida por ella.
—Te enviaré un billete de avión para que vengas a Florida a pasar las vacaciones de Navidad con nosotros—dijo bruscamente—Quizá podríamos ir a Disneylandia. ¿Te gustaría?
Kitty se volvió hacia ella con la barbilla temblorosa.
—No quiero volver a verte en mi vida.
Quinn sintió un dolor desgarrador en las entrañas.
—No lo dices en serio.
—Ojalá no fueras mi mamá.
—Kitty...
—No te quiero. Nunca te he querido—sin derramar ni una sola lágrima y con la cara inexpresiva, Kitty la miró directamente a los ojos—Quería a mami , pero a ti no.
—No digas eso, cariño.
—Deberías sentirte feliz. Ya no tienes que sentirte culpable por no quererme.
—¿Quién te ha dicho que no te quiero? Maldita sea, ¿te lo han dicho los chicos?
—Eres tú quien me lo ha dicho.
—Jamás he hecho tal cosa. ¿De qué diablos hablas?
—Me lo has demostrado de mil maneras—se puso la mochila al hombro—Lamento lo que sucedió con el dinero, pero ya te lo dije. Ahora me piro al avión. No te molestes en llamarme. Siempre estaré demasiado ocupada para ponerme al teléfono—se dio media vuelta y se alejó.
Le enseñó el billete a la azafata y desapareció por la puerta de embarque.
Santo Dios, ¿qué había hecho?
¿Qué había querido decir su hija con que le había demostrado de mil maneras que no la quería?
Jesús, María y José, lo había jodido todo.
Sólo quería lo mejor para su hija.
Aquel era un mundo duro y tenía que ser exigente con ella o acabaría convirtiéndose en una vaga.
Pero todo había salido mal.
En ese momento se dio cuenta de que no podía dejar que se fuera.
Rachel y Brittany habían tenido razón desde el principio.
Empujó a la azafata al pasar por su lado y se coló por la puerta de embarque dando voces.
—¡Kitty Wilde Fabray, vuelve aquí ahora mismo!
La alarmada azafata se interpuso en su camino.
—Señorita, ¿puedo ayudarle en algo?
Los pasajeros que se interponían entre Kitty y ella se giraron para ver qué pasaba, pero la más joven siguió caminando.
—¡Vuelve aquí inmediatamente! ¿Me has oído?
—Señorita, voy a tener que llamar a seguridad. Si tiene algún problema...
—Venga, llámelos. Esa chica es mi hija y quiero que vuelva.
Kitty casi había llegado a la puerta del avión cuando Quinn la alcanzó.
—No pienso tolerar que ninguna hija mía me hable así. ¡Ni hablar!—la apartó a un lado con intención de decirle lo que se merecía—Si crees que adoptando esa actitud conseguirás volver con tu tía Frannie, estás muy equivocada. Mueve el culo, nos volvemos al circo, jovencita, y espero que te guste limpiar porque es lo que vas a hacer de camino a Florida.
Kitty se la quedó mirando con los ojos tan abiertos que parecían caramelos verde de menta.
—¿Me quedo?
—Por supuesto que te quedas. Y no quiero volverte a oír hablar así—se le quebró la voz—Soy tu mamá, y si se te ocurre no quererme de la misma manera que yo te quiero, te arrepentirás—a continuación, la abrazó y Kitty le devolvió el abrazo mientras los pasajeros que intentaban subir al avión los empujaban con sus bolsas y carritos, pero a ninguna de las dos pareció importarle.
Quinn siguió abrazando con fuerza a esa hija que amaba con locura y de la que no pensaba separarse nunca.
La morena quitó una paja del pelo a su esposa y luego le rozó la cara; un gesto tan íntimo que fue como si le hubiera acariciado el pecho.
La amargura se extendió por su cuerpo como una vid corrupta, despojándola de todo lo demás.
Habían pasado cuatro días desde que Kitty había confesado la verdad y Rachel no podía soportar lo feliz que parecía la pareja. Sentía como si fuera a su costa, y Santana no merecía ser feliz.
—Olvídalo, Rach.
Se giró y vio a Quinn caminando hacia ella.
La rubia llevaba pavoneándose como un gallito por el recinto del circo desde la noche que habían pasado juntas. Rachel casi esperaba que se pusiera las manos bajo las axilas y cacarease.
Era típico de Quinn Fabray creer que porque se hubiera metido en su cama una vez tenía derecho de entrometerse en su vida.
—Déjame en paz.
—No es eso lo que quieres que haga.
Rachel odió la mirada de lástima que la rubia le lanzó.
—No sabes nada.
—Déjalo, Rach. San forma parte de tu pasado. Será mejor que la olvides.
—Suponía que dirías algo así. Eres toda una experta en olvidar, ¿no es cierto?
—Si estás hablando de Kitty...
—Ya sabes que sí.
Digirió la mirada hacia el camión de los elefantes donde Kitty empujaba una carretilla cargada de estiércol. Ahora era ella quien se encargaba de esa tarea, la misma que había realizado Brittany.
Rachel lo consideraba un castigo apropiado, pero Quinn no estaba satisfecha.
Lo había arreglado todo para enviar a Kitty con su hermana Frannie en cuanto ésta regresara de visitar a su mamá en Wichita.
—Kitty es cosa mía. En lugar de preocuparte por ella, por qué no piensas en lo bien que lo pasamos juntas la otra noche.
—¿Bien? Pero ¡si casi nos matamos la una a la otra!
—Sí. ¿No estuvo genial?
Quinn sonrió ampliamente ante el recuerdo y Rachel sintió un escalofrío traidor en su interior.
Había estado bien: la excitación, la emoción de alcanzar el clímax junto a alguien con tan mal genio y tan exigente como ella.
Se moría por acostarse con la rubia otra vez, así que se puso una mano en la cadera y adelantó el labio inferior.
—Preferiría que me abrieran en canal.
—Bueno nena, yo siempre tengo el taladro listo para el trabajo.
Ella casi sonrió. Entonces vio que Santana se movía para besar a Brittany en la punta de la nariz.
Cómo la odiaba.
Cómo las odiaba a las dos.
A ella nunca la había mirado así.
—Mantente alejada de mí, Quinn—la empujó al pasar por su lado y se alejó con paso airado.
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Tres días después, Brittany se dirigía a la casa de fieras con una bolsa de golosinas que había comprado cuando había pasado con Santana por la tienda de comestibles.
Tater iba detrás y los dos se detuvieron para admirar la voltereta que Peter Motta, de tres años, estaba haciendo frente a su mamá, Sugar. La esposa del acróbata, sólo hablaba un poco de inglés, así que Brittany y ella se saludaron en italiano, un idioma que ambas dominaban a la perfección.
Tras hablar con Sugar unos minutos, Brittany siguió caminando hacia la casa de fieras, donde pasó unos pocos minutos con Sinjun.
«Díselo.»
«Lo haré.»
«Díselo ya.»
«Pronto.»
Le dio la espalda escapando de la reprimenda que creía haber visto en los ojos de Sinjun.
Durante los últimos días Santana había sido tan feliz como una niña y ella no había sido capaz de aguarle la fiesta.
Sabía que a la morena le costaría acostumbrarse a la idea de un bebé, así que era importante elegir el momento adecuado para darle la noticia.
Cogió las ciruelas que había comprado para Glenna y entró en la carpa. Pero la jaula de la gorila había desaparecido.
Salió con rapidez.
Tater abandonó el heno y trotó felizmente tras ella mientras se acercaba al camión que transportaba a las fieras.
Sebastián estaba echando una siesta dentro de la cabina y ella se inclinó sobre la ventanilla abierta para sacudirle el brazo.
—¿Dónde está Glenna?
Sebastián se despertó sobresaltado y su desgastado Stetson chocó contra el espejo retrovisor cuando se enderezó.
—¿Eh?
—¡Glenna! No está en su jaula.
Él bostezó.
—Vinieron esta mañana por ella.
—¿Quien?
—Un tío. Rachel estaba con él. Cargó la jaula de Glenna en una camioneta y se piró.
Aturdida, Brittany soltó al muchacho y dio un paso atrás.
¿Qué había tramado Rachel?
Brittany encontró a Santana revisando la lona del circo por si había desgarrones.
—¡San! ¡Se han llevado a Glenna!
—¿Qué?
Le explicó lo que había averiguado, y Santana la miró con gravedad.
—Vamos a hablar con Rachel.
La dueña del circo estaba sentada tras el escritorio del vagón rojo ocupándose del papeleo.
Tenía el pelo recogido y estaba vestida con un mono color caqui con el cuello adornado con un bordado de estilo mexicano.
Brittany se puso delante de Santana para enfrentarse a ella.
—¿Qué has hecho con Glenna?
Rachel levantó la vista.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque soy yo quien se encarga de la casa de fieras. Es uno de mis animales y está bajo mi cuidado.
—¿Perdón? ¿Uno de tus animales? Me temo que no.
—Ya basta, Rachel—la interrumpió Santana—¿Dónde está la gorila?
—La he vendido.
—¿La has vendido?—la increpó Santana.
—Por si no lo sabíais, el circo de los Hermanos Berry está de rebajas. Como todos se quejaban de la casa de fieras, he decidido venderla.
—¿No crees que deberías habérmelo dicho?
—Bueno la verdad es que ni se me pasó por la cabeza—se levantó del escritorio y llevó un fajo de documentos al archivador.
Brittany dio un paso adelante cuando Rachel abrió uno de los cajones.
—¿A quién se la has vendido? ¿Dónde está?
—No sé por qué estás tan disgustada. ¿No era a ti a quien le gustaba decir a todo el mundo lo inhumana que era nuestra exhibición de fieras?
—Eso no quiere decir que quisiera que vendieras a Glenna. Quiero saber adónde se la han llevado.
—A un nuevo hogar—Rachel cerró el cajón.
—¿Adónde?
—¿Estás interrogándome?
Santana apoyó la mano en el hombro de Brittany.
—¿Por qué no vuelves con los animales y dejas que yo me encargue de esto?
—Quiero saber dónde está. San, tengo que decirle un montón de cosas sobre las costumbres de Glenna al nuevo propietario. Odia los ruidos fuertes y le dan miedo las personas que llevan sombreros grandes—se le puso un nudo en la garganta al pensar que no vería otra vez a la dulce gorila.
Quería que Glenna tuviera un nuevo hogar, pero le habría gustado poder despedirse de ella.
Recordó la manera en que a la gorila le gustaba asearla y se preguntó si alguno de sus nuevos cuidadores le dejaría hacerlo.
Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Le encantan las ciruelas. Tengo que decirles lo de las ciruelas.
Santana le dio una palmadita en el brazo.
—Escribe una lista y me aseguraré de que la lean. Venga, ahora tengo que hablar con Rachel.
Brittany quiso protestar, pero se dio cuenta de que Santana tendría más posibilidades de conseguir que Rachel colaborara si estaban solas.
Se dirigió a la puerta, pero se detuvo en el umbral y volvió la mirada hacia la dueña del circo.
—Ni se te ocurra hacerlo de nuevo, ¿me has oído? La próxima vez que vendas un animal, quiero saberlo antes. Y también quiero hablar con el nuevo propietario.
Rachel arqueó las cejas.
—No puedo creer que te atrevas a darme órdenes.
—Bueno créetelo. Y será mejor que me hagas caso—se dio la vuelta y las dejó solas.
*****
Durante un rato, ni Rachel ni Santana abrieron la boca.
Santana dudaba que el discurso de Brittany hubiera intimidado a Rachel, pero se sintió orgullosa de que su esposa se hubiera defendido sola.
Observó a su antigua amante y sólo sintió asco.
—¿Qué te pasa, Rachel? Siempre has sido una mujer dura, pero nunca fuiste cruel.
—No sé de qué te quejas. A ti tampoco te gusta la exposición de fieras.
—No te hagas la tonta. Querías hacer daño a Brittany y lo has conseguido. La utilizas a ella para hacerme daño a mí y no pienso consentirlo.
—No seas creída, no eres tan importante.
—Te conozco, Rachel. Sé cómo piensas. Todo iba bien mientras la gente pensaba que Brittany era una ladrona, pero ahora que saben la verdad, no puedes soportarlo.
—Hago lo que me da la gana, San. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.
—¿Dónde está la gorila?
—No es asunto tuyo—Rachel salió de la caravana tras fulminarle con la mirada.
Santana se negó a ir tras ella, no pensaba darle la satisfacción de tener que pedirle nada.
Se acercó al teléfono.
Tardó un día en localizar al distribuidor al que Rachel había vendido la gorila.
El distribuidor le pidió el doble de lo que le había pagado a Rachel por el animal, pero Santana no regateó.
Buscó un hogar confortable para Glenna y, el miércoles de la semana siguiente, pudo decirle a Brittany que su gorila se acababa de convertir en la nueva residente del zoo Brookfield de Chicago.
Lo que no le dijo fue que había sido su dinero el que lo había hecho posible.
Brittany rompió a llorar y le dijo que era la esposa más maravillosa del mundo.
*****
Quinn y Kitty se detuvieron en el mostrador de la TWA en el aeropuerto de Indianápolis.
La chica embarcaría en un avión de esa compañía rumbo a Wichita.
No se habían dirigido la palabra desde que habían salido del recinto esa mañana, y a Quinn le corroía la culpa, algo que no le gustaba nada.
Rachel la había insultado de todas las maneras que sabía y, el día anterior, Brittany la había acorralado contra uno de los tenderetes para ponerla de vuelta y media.
La habían hecho sentir una canalla.
Pero ninguna de ellas sabía lo que era tener una hija ni quererla tanto que haría cualquier cosa por ella.
Miró enfadado a su hija.
—Haz caso a tu tía Frannie, ¿me oyes? Te llamaré todas las semanas. Si necesitas dinero me lo dices, y no se te ocurra empezar a salir con chicos ni chicas que no sean amigas todavía.
La rubia más joven miró hacia delante, con la mochila agarrada firmemente entre las manos.
Se la veía tan bonita, delgada y resentida, que a Quinn le dolió el corazón.
Quería proteger a su hija, protegerla y hacerla feliz.
Daría su vida por ella.
—Te enviaré un billete de avión para que vengas a Florida a pasar las vacaciones de Navidad con nosotros—dijo bruscamente—Quizá podríamos ir a Disneylandia. ¿Te gustaría?
Kitty se volvió hacia ella con la barbilla temblorosa.
—No quiero volver a verte en mi vida.
Quinn sintió un dolor desgarrador en las entrañas.
—No lo dices en serio.
—Ojalá no fueras mi mamá.
—Kitty...
—No te quiero. Nunca te he querido—sin derramar ni una sola lágrima y con la cara inexpresiva, Kitty la miró directamente a los ojos—Quería a mami , pero a ti no.
—No digas eso, cariño.
—Deberías sentirte feliz. Ya no tienes que sentirte culpable por no quererme.
—¿Quién te ha dicho que no te quiero? Maldita sea, ¿te lo han dicho los chicos?
—Eres tú quien me lo ha dicho.
—Jamás he hecho tal cosa. ¿De qué diablos hablas?
—Me lo has demostrado de mil maneras—se puso la mochila al hombro—Lamento lo que sucedió con el dinero, pero ya te lo dije. Ahora me piro al avión. No te molestes en llamarme. Siempre estaré demasiado ocupada para ponerme al teléfono—se dio media vuelta y se alejó.
Le enseñó el billete a la azafata y desapareció por la puerta de embarque.
Santo Dios, ¿qué había hecho?
¿Qué había querido decir su hija con que le había demostrado de mil maneras que no la quería?
Jesús, María y José, lo había jodido todo.
Sólo quería lo mejor para su hija.
Aquel era un mundo duro y tenía que ser exigente con ella o acabaría convirtiéndose en una vaga.
Pero todo había salido mal.
En ese momento se dio cuenta de que no podía dejar que se fuera.
Rachel y Brittany habían tenido razón desde el principio.
Empujó a la azafata al pasar por su lado y se coló por la puerta de embarque dando voces.
—¡Kitty Wilde Fabray, vuelve aquí ahora mismo!
La alarmada azafata se interpuso en su camino.
—Señorita, ¿puedo ayudarle en algo?
Los pasajeros que se interponían entre Kitty y ella se giraron para ver qué pasaba, pero la más joven siguió caminando.
—¡Vuelve aquí inmediatamente! ¿Me has oído?
—Señorita, voy a tener que llamar a seguridad. Si tiene algún problema...
—Venga, llámelos. Esa chica es mi hija y quiero que vuelva.
Kitty casi había llegado a la puerta del avión cuando Quinn la alcanzó.
—No pienso tolerar que ninguna hija mía me hable así. ¡Ni hablar!—la apartó a un lado con intención de decirle lo que se merecía—Si crees que adoptando esa actitud conseguirás volver con tu tía Frannie, estás muy equivocada. Mueve el culo, nos volvemos al circo, jovencita, y espero que te guste limpiar porque es lo que vas a hacer de camino a Florida.
Kitty se la quedó mirando con los ojos tan abiertos que parecían caramelos verde de menta.
—¿Me quedo?
—Por supuesto que te quedas. Y no quiero volverte a oír hablar así—se le quebró la voz—Soy tu mamá, y si se te ocurre no quererme de la misma manera que yo te quiero, te arrepentirás—a continuación, la abrazó y Kitty le devolvió el abrazo mientras los pasajeros que intentaban subir al avión los empujaban con sus bolsas y carritos, pero a ninguna de las dos pareció importarle.
Quinn siguió abrazando con fuerza a esa hija que amaba con locura y de la que no pensaba separarse nunca.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Hola!! Como estas?
Quinn necesita aprender a expresarse!!! Y Rachel tan perra como siempre. Ojala San no la cague cuando sepa del embarazo. Son tan lindas juntas.
Quinn necesita aprender a expresarse!!! Y Rachel tan perra como siempre. Ojala San no la cague cuando sepa del embarazo. Son tan lindas juntas.
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Pobre Kitty al fin!!!!
Rachel perra!!!!!
San la mejor por ahora!!!!
Saludos
Rachel perra!!!!!
San la mejor por ahora!!!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
cuidado que le ego y la obsesión de rachel no la ahogue!!! y todavía no sabe lo del baby!!
por suerte que quinn se dio cuenta antes de que sea tarde,.. y perder a kitty para siempre mejor tarde que nuca!!!
amo a san todo lo que hace para hacer feliz a britt jajaja
nos vemos!!!
cuidado que le ego y la obsesión de rachel no la ahogue!!! y todavía no sabe lo del baby!!
por suerte que quinn se dio cuenta antes de que sea tarde,.. y perder a kitty para siempre mejor tarde que nuca!!!
amo a san todo lo que hace para hacer feliz a britt jajaja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Bien por Quinn, sinjun deberia comerse a rachel, pero no tal vez se indigestaria!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Tati.94 escribió:Hola!! Como estas?
Quinn necesita aprender a expresarse!!! Y Rachel tan perra como siempre. Ojala San no la cague cuando sepa del embarazo. Son tan lindas juntas.
Hola! Bn aquí y tu¿? Uff si que si ¬¬ Pff otra vez, si q si ¬¬ Aiii noooo, ni lo digas que pasa..., pero no tengo muchas ilusiones =/ Aiiii siiii!!! son perfectas! jajajaja. Saludos =D
monica.santander escribió:Pobre Kitty al fin!!!!
Rachel perra!!!!!
San la mejor por ahora!!!!
Saludos
Hola, si =/ y algo bueno le paso...britt le hizo bn, no¿? jajaajja. Pff si ¬¬ esa si q no cambia parece ¬¬ SI!! ajajajajajaj "por ahora" jajajaajajajaj q razón, pero esperemos y sea para siempre jajaja. Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
cuidado que le ego y la obsesión de rachel no la ahogue!!! y todavía no sabe lo del baby!!
por suerte que quinn se dio cuenta antes de que sea tarde,.. y perder a kitty para siempre mejor tarde que nuca!!!
amo a san todo lo que hace para hacer feliz a britt jajaja
nos vemos!!!
Hola lu, lo mas probable y con lo bajita q es no costara mucho xD Uyyy cuando sepa!!!! jajajaaj kiero ese momento! jaajajajaj. Mejor tarde q nunca, no¿? bn ai por quinn. Aii y yo tmbn, si es tan perfecta!.... cuando keire jajajaajja. Saludos =D
micky morales escribió:Bien por Quinn, sinjun deberia comerse a rachel, pero no tal vez se indigestaria!!!!
Hola, si que si... mejor tarde q nunca. AJajajajajaja sería bueno, pero le puede hacer mal xD jajajaaj justo lo q dije ajajjaaj. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 20 - Parte II
Capitulo 20 - Parte II
La noche del lunes sólo hubo una función, así que Santana invitó a Brittany a cenar fuera.
La suave música flotaba en el comedor en penumbra de un lujoso restaurante en el centro de Indianápolis, donde la pareja tomó asiento en un reservado de la esquina.
Ahora que ya no estaba preocupada por Glenna, Brittany se sentía como si le hubieran quitado un peso de encima.
También había contribuido a su bienestar que Quinn hubiera regresado del aeropuerto con Kitty.
La equilibrista no se había mostrado demasiado comunicativa al respecto, más bien se había comportado como un puerco espín cuando Brittany le había preguntado qué había sucedido, pero fue evidente que mantuvo a su hija pegada a ella durante casi todo el día.
Ésta no había estado tan feliz en todo el verano.
De todas maneras, Brittany consideraba las últimas dos semanas las mejores de su vida.
Santana había sido tan tierna y cariñosa con ella que apenas parecía la misma mujer.
Estaba decidida a contarle lo del bebé esa noche, aunque aún no sabía cómo.
Santana sonrió; estaba tan guapa que el corazón de Brittany hizo una pirueta.
—Estás preciosa esta noche.
—Pensé que ya no sabría cómo arreglarme.
Por una vez no se vio impulsada a decirle que su mamá habría estado guapísima, tal vez porque a Brittany ya no le importaba su apariencia tanto como antes.
Se había pasado tanto tiempo en vaqueros, coleta y con la cara lavada que esa noche se sentía muy sofisticada.
—Te aseguro que estás estupenda.
Brittany sonrió.
Para salir a cenar se había puesto la única ropa de vestir que tenía: un jersey de seda color hueso y una minifalda a juego. Había utilizado como cinturón una larga bufanda dorada y se la había enrollado dos veces a la cintura dejando colgar los flecos de los extremos. Las únicas joyas que llevaba puestas eran la alianza y unos discretos pendientes de oro.
Como no había querido malgastar el dinero en ir a la peluquería, tenía el pelo más largo que nunca y, tras tantas semanas de llevarlo recogido, sentía el sensual roce en el cuello y en los hombros.
El camarero dejó dos ensaladas ante ellas, cada una con corazones de alcachofa, vainas de guisante y pepino, regadas con salsa de frambuesa y sazonadas con queso rallado.
En cuanto las dejó solas, Brittany susurró:
—Tal vez deberíamos haber pedido la ensalada de la casa, esto parece demasiado caro.
Santana pareció divertirse con su preocupación.
—Incluso los más humildes tenemos derecho a vivir la vida de vez en cuando.
—Lo sé, pero...
—No te preocupes por eso, cariño. Podemos permitírnoslo.
Brittany decidió para sus adentros que las siguientes semanas haría comidas baratas para compensar el gasto.
Aunque Santana no hablaba jamás de dinero, ella no creía que una profesora universitaria ganara demasiado.
—¿No quieres que te sirva vino?
—No, así está bien—al beber un sorbo de agua con gas, miró el vino que brillaba en la copa de Santana.
Había pedido una de las botellas más caras de la carta y a ella le habría encantado probarlo, pero no pensaba hacer nada peligroso para el bebé.
No deberían tirar el dinero en una cena tan cara con un bebé en camino.
Tan pronto como terminara la gira, buscaría un trabajo y trabajaría hasta que llegara el momento del parto, así podría ayudar con los gastos extra.
Cuatro meses antes no se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa, pero ahora la idea de trabajar duro no le preocupaba.
Pensó que le gustaba mucho la persona en la que se había convertido.
—Come. Me encanta verte meter el tenedor en la boca—la voz de Santana se había vuelto ronca y manifiestamente seductora—Me recuerda a todas esas otras cosas que haces con ella.
Brittany se ruborizó y volvió a concentrarse en la ensalada, pero sentía los ojos de Santana clavados en ella con cada bocado que daba.
Un montón de imágenes eróticas comenzó a desfilar por su mente.
—¡Deja de hacer eso!—soltó el tenedor con exasperación.
Santana acarició el tallo de la copa con aquellos dedos largos y elegantes, luego deslizó el pulgar por el borde.
—¿Que deje de que hacer qué?
—¡Deja de seducirme!
—Pensaba que te gustaba que te sedujera.
—No cuando me he arreglado para cenar en un restaurante.
—Entiendo. Ya veo que no llevas sujetador. ¿Llevas bragas?
—Por supuesto.
—¿Algo más?
—No. Con las sandalias no uso pantis.
—Bien. Entonces vas a hacer lo siguiente: levántate y ve al baño. Quítate las bragas y mételas en el bolso. Luego vuelve aquí.
El calor se extendió por los lugares más secretos del cuerpo de Brittany.
—¡No pienso hacer eso!
—¿Sabes qué pasó la última vez que un Pierce desafió a un Domínguez?
—No, y no sé si quiero saberlo.
—Perdió la cabeza. Literalmente.
—Entiendo.
—Bueno te doy diez segundos.
Aunque mantenía una expresión desaprobadora, a Brittany se le había disparado el pulso ante la idea.
—¿Es una orden?
—Apuesta tu dulce trasero a que sí.
Aquellas palabras fueron como una caricia erótica que casi la hizo disolverse, pero logró apretar los labios y levantarse de la mesa con aparente renuencia.
—Señora, es usted una tirana y una déspota.
Salió del comedor con la ronca risa de Santana resonando en sus oídos.
Cuando regresó cinco minutos después, se acercó apresuradamente al reservado.
Si bien las luces eran tenues, estaba segura de que todos podían darse cuenta de que estaba desnuda bajo la delgada tela de seda.
Santana la estudió con atención mientras se acercaba.
Había tal arrogancia en su postura que no cabía duda de que era una Domínguez de los pies a la cabeza.
Cuando Brittany se acomodó a su lado, la morena le pasó un brazo por los hombros y le deslizó un dedo por la clavícula.
—Pensaba decirte que abrieras el bolso y me mostraras tu ropa interior para estar segura de que habías seguido mis órdenes, pero me parece que no será necesario.
—¿Se nota?—miró a los lados, alarmada—Ahora todos saben que estoy desnuda debajo de la ropa y es culpa tuya. Nunca debí dejar que me convencieras de esto.
Santana le deslizó la mano bajo el pelo y la cogió por la nuca.
—Tal y como yo lo recuerdo, no tenías otra opción. Fue una orden real, ¿recuerdas?
Santana había aprovechado todas las oportunidades que se le presentaban para tomarle el pelo desde el domingo, y ella disfrutaba de cada minuto.
Le lanzó una mirada reprobatoria.
—Yo no obedezco órdenes reales.
Santana se acercó más y le rozó la oreja con los labios.
—Cariño, con un chasquido de dedos puedo hacer que te encierren en una mazmorra. ¿Segura que no quieres reconsiderar tu postura?
La llegada del camarero la salvó de responder.
Había retirado los restos de la ensalada mientras ella estaba en el baño y ahora les sirvió el plato principal.
Santana había pedido salmón ahumado y ella pasta. Los linguini olían a sabrosas hierbas y a los camarones que se escondían entre las verduras.
Mientras probaba el delicado manjar, Brittany intentó olvidarse de que estaba medio desnuda, pero Santana no la dejó.
—¿Britt?
—¿Mmm?
—No quiero ponerte nerviosa, pero...
Santana levantó la servilleta que cubría el pan caliente y estudió atentamente la cesta y su contenido. Ya que todos los panecillos eran iguales, ella no entendía por qué tardaba tanto tiempo en elegir uno como no fuera para ponerla nerviosa.
—¿Qué?—la azuzó—¿Qué decías?
Santana partió el pan y lo untó lentamente de mantequilla.
—Si no me satisfaces por completo esta noche...—la miró, y sus ojos estaban llenos de fingido pesar—Me temo que tendré que cederte a mis hombres.
—¡Qué!—Brittany casi se levantó de un salto de los cojines.
—Es sólo para inspirarte—con una sonrisa diabólica, hundió con firmeza los dientes blancos en el trozo de pan.
¿Quién podía haber imaginado que esa mujer tan complicada sería una amante tan imaginativa?
Pensó que ese pícaro juego podían jugarlo las dos y sonrió con dulzura.
—Entiendo, Su Alteza Imperial. Le aseguro que estoy demasiado aterrada por su real presencia para osar decepcionarle.
Santana arqueó una ceja diabólicamente mientras pinchaba un camarón del plato de Brittany y se lo acercaba a los labios de la joven.
—Abre la boquita, cariño.
Brittany se tomó su tiempo para comer el camarón y, mientras, deslizó los dedos por el interior de la pantorrilla de Santana, agradeciendo la intimidad y la escasa luz del reservado que los resguardaban de miradas curiosas.
Tuvo la satisfacción de sentir cómo a su esposa se le tensaban los músculos de la pierna y supo que no estaba tan relajada como parecía.
—¿Tienes las piernas cruzadas?—preguntó Santana.
—Sí.
—Sepáralas—la rubia casi soltó un grito ahogado—Y mantenías así el resto de la velada.
La comida se volvió insípida de repente y todo en lo que Brittany pudo pensar fue en salir del restaurante y meterse en la cama con la morena.
Separó las piernas unos centímetros y Santana le tocó la rodilla bajo el mantel, y su voz ya no sonó tan segura como antes.
—Muy bien. Sabes acatar las órdenes—introdujo la mano debajo de la falda y la deslizó hacia arriba por el interior del muslo.
Tal audacia la dejó sin aliento y, en ese momento, se sintió como una esclava bajo el yugo del zar.
La fantasía la hizo sentirse débil de deseo.
Aunque ninguna de las dos mostró señales de apresuramiento, acabaron de comer en un tiempo récord y rehusaron tomar el café y el postre.
Pronto estuvieron de regreso en el circo.
Santana no le dirigió la palabra hasta que estuvieron dentro de la caravana, donde lanzó las llaves en el mostrador antes de volverse hacia la rubia.
—¿Has tenido suficiente diversión por esta noche, cariño?
El roce de la seda en su piel desnuda y su flirteo público habían hecho que Brittany abandonara sus inhibiciones, pero aun así se sintió un poco tonta cuando bajó la vista e intentó mostrarse sumisa.
—Lo que Su Alteza Imperial desee.
Santana sonrió.
—Entonces desnúdame.
Ella le quitó la chaqueta, le desabotonó el vestido y se lo bajo, y le quito el sujetador al mismo tiempo que presionaba la boca contra los pechos que dejaban al descubierto.
El roce sedoso de la piel morena cosquilleó en sus labios poniéndole la piel de gallina.
Lamió una de los oscuros y duros pezones.
Sintió los dedos torpes al forcejear con las bragas comenzó a bajarlos.
—Desnúdate tú primero—dijo Santana—, Pero antes dame la bufanda.
A Brittany le temblaron las manos cuando se desató la bufanda dorada de la cintura y se la dio.
Se quitó los pendientes y se deshizo de las sandalias. Con un grácil movimiento se pasó el jersey por la cabeza mostrando los pechos. La cinturilla de la falda cedió bajo los dedos y la frágil seda se le deslizó por las caderas.
La apartó con el pie y se quedó desnuda ante la morena.
Santana la acarició con la mano, desde el hombro a la cadera, desde las costillas a los muslos, como si estuviera marcando una propiedad.
El gesto licuó la sangre de Brittany en sus venas, enardeciéndola hasta tal punto que apenas era capaz de mantenerse en pie.
Satisfecha, la morena cogió la bufanda y dejó que el extremo se deslizara lentamente entre sus dedos.
Había una amenaza erótica en el gesto y Brittany no pudo apartar la vista de la tela.
¿Qué iba a hacer Santana con ella?
Contuvo el aliento cuando la morena le pasó la bufanda alrededor del cuello dejando que los extremos colgasen sobre sus pechos. Tomando los flecos en las manos, Santana levantó primero un extremo y luego el otro, deslizándolos de un lado a otro. Los dorados hilos de seda le rozaron los pezones con suavidad.
La sensación, cálida y pesada, se extendió por el vientre de Brittany.
A Santana se le oscurecieron los ojos.
—¿A quién perteneces?
—A ti—susurró.
Santana asintió con la cabeza.
—¿Ves qué sencillo es?
Terminó de desnudarla. Entonces, Brittany deslizó las palmas de las manos por los muslos de Santana, sintiendo las suaves texturas de la piel y los músculos.
Estaba majestuosamente húmeda.
Ella sintió los pechos pesados y consideró que tenía más que suficiente, pero siguió con la fantasía.
—¿Qué quieres ahora de mí?—preguntó.
Santana apretó los dientes y emitió un profundo sonido inarticulado mientras la empujaba por los hombros hacia abajo.
—Esto.
A Brittany se le paró el corazón. Acató su orden silenciosa y la amó como quería.
El tiempo perdió su significado.
A pesar de estar en aquella postura sumisa, nunca se había sentido tan poderosa. Santana le enredó los dedos en el pelo, mostrándole sin palabras lo que necesitaba.
Los ahogados gemidos de placer de Santana incrementaron la excitación de Brittany.
La joven sintió la rígida tensión de los músculos bajo las palmas de las manos y la película de sudor que cubría aquella piel morena.
En ese momento Santana la puso bruscamente en pie y la tendió en la cama.
Retrocedió un paso para mirarla a los ojos.
—Ábrete para mí y dejaré que me sirvas otra vez.
Oh, Santo Dios.
Santana debió de sentir el estremecimiento que la recorrió porque sus ojos se entornaron con satisfacción.
Brittany separó las piernas.
—No tan rápido—Santana le atrapó el lóbulo de la oreja entre los dientes y lo mordisqueó con suavidad—Primero tengo que castigarte.
—¿Castigarme?—se quedó rígida pensando en los látigos guardados bajo la cama, justo debajo de sus caderas.
—Me has excitado, pero no has terminado lo que empezaste.
—Eso fue porque tú...
—Basta—Santana se levantó de nuevo y la miró con toda la noble arrogancia heredada de sus antepasados Domínguez.
Brittany se relajó.
Santana jamás le haría daño.
—Cuando quiera tu opinión, mujer, te la pediré. Hasta entonces, será mejor que controles la lengua. Mis cosacos llevan demasiado tiempo sin una mujer.
Ella le lanzó una mirada afilada.
A Santana le tembló la comisura de los labios, pero no sonrió. Se limitó a inclinar la cabeza y rozarle con los labios el interior del muslo.
—Sólo hay un castigo adecuado para una esclava que no sabe guardar silencio. Una severa y cruel reprimenda.
El techo dio vueltas mientras la morena cumplía su amenaza y la llevaba a un reino de ardiente placer, a un éxtasis tan antiguo como el tiempo.
El cuerpo de Santana se volvió resbaladizo por el sudor y tensó los músculos de los hombros bajo las manos de Brittany, pero no se detuvo.
Sólo al final, cuando ella le rogó que forzara la dulce unión que necesitaba con tanta desesperación.
Santana se acomodó hasta que se rozaran perfectamente y toda diversión desapareció de sus ojos.
—Quiero amarte—susurró.
A ella le ardieron los ojos por las lágrimas cuando la morena dijo las palabras que tanto había deseado oír.
Santana se pegó a su cuerpo, y se dejaron llevar por un ritmo tan eterno como el latido de sus corazones.
Se movieron como si fueran una.
Brittany sintió cómo su amada la llenaba por completo, llegando al mismo centro de su alma.
Se perdieron en un torbellino de pasión; mujer y mujer, cielo y tierra.
Todos los elementos de la creación convergiendo en una perfecta combinación.
Cuando todo terminó, Brittany experimentó una dicha que nunca había sentido antes y tuvo la certeza de que todo iría bien entre ellas.
«Quiero amarte», había dicho la morena.
No había dicho, «quiero hacer el amor contigo», sino «quiero amarte».
Y lo había hecho.
No podía haberla amado más intensamente aunque hubiera repetido las palabras cien veces.
La miró por encima de la almohada. Estaba de cara a ella, con los ojos medio cerrados y somnolientos. Extendiendo el brazo, Brittany le acarició la mejilla y la morena volvió la cabeza para besarle la palma de la mano.
Ella le recorrió la mandíbula con el pulgar, disfrutando de la suavidad de su piel.
—Gracias.
—Soy yo quien debería darte las gracias.
—¿Quiere eso decir que no vas a compartirme con tus cosacos?
—No te compartiría con nadie.
El juego erótico que habían estado jugando la había hecho olvidarse de la promesa que se había hecho interiormente de decirle lo del bebé esa noche.
—Llevas días sin hablar del divorcio.
Santana se puso en guardia de inmediato y rodó sobre la espalda.
—No he pensado en ello.
Brittany se sintió desanimada por su retirada, pero ya sabía que iba a ser difícil y continuó presionándola, aunque con toda la suavidad que pudo.
—Me alegro. No es algo agradable en lo que pensar.
La observó con una mirada preocupada.
—Sé lo que quieres que diga, pero aún no puedo. Dame un poco más de tiempo, ¿vale?
Con un nudo en la garganta, Brittany asintió con la cabeza.
Parecía tan nerviosa como un animal salvaje obligado a vivir bajo el yugo de la civilización.
—Nos lo tomaremos día a día.
Brittany comprendió que no debía seguir presionándola. Pero el hecho de que la morena no hubiera mencionado que su matrimonio finalizaría en apenas dos meses le daba la suficiente esperanza como para retrasar un poco más la noticia del bebé.
—Eso haremos.
Santana se incorporó y se reclinó contra las almohadas apoyadas contra el cabecero.
—Sabes que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿verdad?
—Sin lugar a dudas.
Santana se rio entre dientes y dio la impresión de que la abandonaba parte de la tensión.
Brittany se puso boca abajo, se apoyó en los codos y le acarició entre los pechos con la yema de los dedos.
—¿Catalina la Grande fue una Domínguez?
—Sí.
—He leído que era una mujer muy lujuriosa.
—Tenía un montón de amantes.
—Y mucho poder—Brittany se inclinó hacia delante y le mordisqueó el pezón.
Santana se estremeció, así que la mordisqueó otra vez.
—¡Ay!—la cogió por la barbilla—¿Qué es lo que está tramando exactamente esa retorcida mente tuya?
—Sólo pensaba en todas esas personas tan fuertes bajo el yugo de Catalina la Grande...
—Aja.
—... Obligadas a servirla... a someterse a ella.
—Aja.
Ella le acarició con los labios.
—Te toca ser el esclava, morena.
Por un momento Santana pareció alarmada, luego soltó un profundo suspiro.
—Creo que he muerto y he ido al cielo.
La suave música flotaba en el comedor en penumbra de un lujoso restaurante en el centro de Indianápolis, donde la pareja tomó asiento en un reservado de la esquina.
Ahora que ya no estaba preocupada por Glenna, Brittany se sentía como si le hubieran quitado un peso de encima.
También había contribuido a su bienestar que Quinn hubiera regresado del aeropuerto con Kitty.
La equilibrista no se había mostrado demasiado comunicativa al respecto, más bien se había comportado como un puerco espín cuando Brittany le había preguntado qué había sucedido, pero fue evidente que mantuvo a su hija pegada a ella durante casi todo el día.
Ésta no había estado tan feliz en todo el verano.
De todas maneras, Brittany consideraba las últimas dos semanas las mejores de su vida.
Santana había sido tan tierna y cariñosa con ella que apenas parecía la misma mujer.
Estaba decidida a contarle lo del bebé esa noche, aunque aún no sabía cómo.
Santana sonrió; estaba tan guapa que el corazón de Brittany hizo una pirueta.
—Estás preciosa esta noche.
—Pensé que ya no sabría cómo arreglarme.
Por una vez no se vio impulsada a decirle que su mamá habría estado guapísima, tal vez porque a Brittany ya no le importaba su apariencia tanto como antes.
Se había pasado tanto tiempo en vaqueros, coleta y con la cara lavada que esa noche se sentía muy sofisticada.
—Te aseguro que estás estupenda.
Brittany sonrió.
Para salir a cenar se había puesto la única ropa de vestir que tenía: un jersey de seda color hueso y una minifalda a juego. Había utilizado como cinturón una larga bufanda dorada y se la había enrollado dos veces a la cintura dejando colgar los flecos de los extremos. Las únicas joyas que llevaba puestas eran la alianza y unos discretos pendientes de oro.
Como no había querido malgastar el dinero en ir a la peluquería, tenía el pelo más largo que nunca y, tras tantas semanas de llevarlo recogido, sentía el sensual roce en el cuello y en los hombros.
El camarero dejó dos ensaladas ante ellas, cada una con corazones de alcachofa, vainas de guisante y pepino, regadas con salsa de frambuesa y sazonadas con queso rallado.
En cuanto las dejó solas, Brittany susurró:
—Tal vez deberíamos haber pedido la ensalada de la casa, esto parece demasiado caro.
Santana pareció divertirse con su preocupación.
—Incluso los más humildes tenemos derecho a vivir la vida de vez en cuando.
—Lo sé, pero...
—No te preocupes por eso, cariño. Podemos permitírnoslo.
Brittany decidió para sus adentros que las siguientes semanas haría comidas baratas para compensar el gasto.
Aunque Santana no hablaba jamás de dinero, ella no creía que una profesora universitaria ganara demasiado.
—¿No quieres que te sirva vino?
—No, así está bien—al beber un sorbo de agua con gas, miró el vino que brillaba en la copa de Santana.
Había pedido una de las botellas más caras de la carta y a ella le habría encantado probarlo, pero no pensaba hacer nada peligroso para el bebé.
No deberían tirar el dinero en una cena tan cara con un bebé en camino.
Tan pronto como terminara la gira, buscaría un trabajo y trabajaría hasta que llegara el momento del parto, así podría ayudar con los gastos extra.
Cuatro meses antes no se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa, pero ahora la idea de trabajar duro no le preocupaba.
Pensó que le gustaba mucho la persona en la que se había convertido.
—Come. Me encanta verte meter el tenedor en la boca—la voz de Santana se había vuelto ronca y manifiestamente seductora—Me recuerda a todas esas otras cosas que haces con ella.
Brittany se ruborizó y volvió a concentrarse en la ensalada, pero sentía los ojos de Santana clavados en ella con cada bocado que daba.
Un montón de imágenes eróticas comenzó a desfilar por su mente.
—¡Deja de hacer eso!—soltó el tenedor con exasperación.
Santana acarició el tallo de la copa con aquellos dedos largos y elegantes, luego deslizó el pulgar por el borde.
—¿Que deje de que hacer qué?
—¡Deja de seducirme!
—Pensaba que te gustaba que te sedujera.
—No cuando me he arreglado para cenar en un restaurante.
—Entiendo. Ya veo que no llevas sujetador. ¿Llevas bragas?
—Por supuesto.
—¿Algo más?
—No. Con las sandalias no uso pantis.
—Bien. Entonces vas a hacer lo siguiente: levántate y ve al baño. Quítate las bragas y mételas en el bolso. Luego vuelve aquí.
El calor se extendió por los lugares más secretos del cuerpo de Brittany.
—¡No pienso hacer eso!
—¿Sabes qué pasó la última vez que un Pierce desafió a un Domínguez?
—No, y no sé si quiero saberlo.
—Perdió la cabeza. Literalmente.
—Entiendo.
—Bueno te doy diez segundos.
Aunque mantenía una expresión desaprobadora, a Brittany se le había disparado el pulso ante la idea.
—¿Es una orden?
—Apuesta tu dulce trasero a que sí.
Aquellas palabras fueron como una caricia erótica que casi la hizo disolverse, pero logró apretar los labios y levantarse de la mesa con aparente renuencia.
—Señora, es usted una tirana y una déspota.
Salió del comedor con la ronca risa de Santana resonando en sus oídos.
Cuando regresó cinco minutos después, se acercó apresuradamente al reservado.
Si bien las luces eran tenues, estaba segura de que todos podían darse cuenta de que estaba desnuda bajo la delgada tela de seda.
Santana la estudió con atención mientras se acercaba.
Había tal arrogancia en su postura que no cabía duda de que era una Domínguez de los pies a la cabeza.
Cuando Brittany se acomodó a su lado, la morena le pasó un brazo por los hombros y le deslizó un dedo por la clavícula.
—Pensaba decirte que abrieras el bolso y me mostraras tu ropa interior para estar segura de que habías seguido mis órdenes, pero me parece que no será necesario.
—¿Se nota?—miró a los lados, alarmada—Ahora todos saben que estoy desnuda debajo de la ropa y es culpa tuya. Nunca debí dejar que me convencieras de esto.
Santana le deslizó la mano bajo el pelo y la cogió por la nuca.
—Tal y como yo lo recuerdo, no tenías otra opción. Fue una orden real, ¿recuerdas?
Santana había aprovechado todas las oportunidades que se le presentaban para tomarle el pelo desde el domingo, y ella disfrutaba de cada minuto.
Le lanzó una mirada reprobatoria.
—Yo no obedezco órdenes reales.
Santana se acercó más y le rozó la oreja con los labios.
—Cariño, con un chasquido de dedos puedo hacer que te encierren en una mazmorra. ¿Segura que no quieres reconsiderar tu postura?
La llegada del camarero la salvó de responder.
Había retirado los restos de la ensalada mientras ella estaba en el baño y ahora les sirvió el plato principal.
Santana había pedido salmón ahumado y ella pasta. Los linguini olían a sabrosas hierbas y a los camarones que se escondían entre las verduras.
Mientras probaba el delicado manjar, Brittany intentó olvidarse de que estaba medio desnuda, pero Santana no la dejó.
—¿Britt?
—¿Mmm?
—No quiero ponerte nerviosa, pero...
Santana levantó la servilleta que cubría el pan caliente y estudió atentamente la cesta y su contenido. Ya que todos los panecillos eran iguales, ella no entendía por qué tardaba tanto tiempo en elegir uno como no fuera para ponerla nerviosa.
—¿Qué?—la azuzó—¿Qué decías?
Santana partió el pan y lo untó lentamente de mantequilla.
—Si no me satisfaces por completo esta noche...—la miró, y sus ojos estaban llenos de fingido pesar—Me temo que tendré que cederte a mis hombres.
—¡Qué!—Brittany casi se levantó de un salto de los cojines.
—Es sólo para inspirarte—con una sonrisa diabólica, hundió con firmeza los dientes blancos en el trozo de pan.
¿Quién podía haber imaginado que esa mujer tan complicada sería una amante tan imaginativa?
Pensó que ese pícaro juego podían jugarlo las dos y sonrió con dulzura.
—Entiendo, Su Alteza Imperial. Le aseguro que estoy demasiado aterrada por su real presencia para osar decepcionarle.
Santana arqueó una ceja diabólicamente mientras pinchaba un camarón del plato de Brittany y se lo acercaba a los labios de la joven.
—Abre la boquita, cariño.
Brittany se tomó su tiempo para comer el camarón y, mientras, deslizó los dedos por el interior de la pantorrilla de Santana, agradeciendo la intimidad y la escasa luz del reservado que los resguardaban de miradas curiosas.
Tuvo la satisfacción de sentir cómo a su esposa se le tensaban los músculos de la pierna y supo que no estaba tan relajada como parecía.
—¿Tienes las piernas cruzadas?—preguntó Santana.
—Sí.
—Sepáralas—la rubia casi soltó un grito ahogado—Y mantenías así el resto de la velada.
La comida se volvió insípida de repente y todo en lo que Brittany pudo pensar fue en salir del restaurante y meterse en la cama con la morena.
Separó las piernas unos centímetros y Santana le tocó la rodilla bajo el mantel, y su voz ya no sonó tan segura como antes.
—Muy bien. Sabes acatar las órdenes—introdujo la mano debajo de la falda y la deslizó hacia arriba por el interior del muslo.
Tal audacia la dejó sin aliento y, en ese momento, se sintió como una esclava bajo el yugo del zar.
La fantasía la hizo sentirse débil de deseo.
Aunque ninguna de las dos mostró señales de apresuramiento, acabaron de comer en un tiempo récord y rehusaron tomar el café y el postre.
Pronto estuvieron de regreso en el circo.
Santana no le dirigió la palabra hasta que estuvieron dentro de la caravana, donde lanzó las llaves en el mostrador antes de volverse hacia la rubia.
—¿Has tenido suficiente diversión por esta noche, cariño?
El roce de la seda en su piel desnuda y su flirteo público habían hecho que Brittany abandonara sus inhibiciones, pero aun así se sintió un poco tonta cuando bajó la vista e intentó mostrarse sumisa.
—Lo que Su Alteza Imperial desee.
Santana sonrió.
—Entonces desnúdame.
Ella le quitó la chaqueta, le desabotonó el vestido y se lo bajo, y le quito el sujetador al mismo tiempo que presionaba la boca contra los pechos que dejaban al descubierto.
El roce sedoso de la piel morena cosquilleó en sus labios poniéndole la piel de gallina.
Lamió una de los oscuros y duros pezones.
Sintió los dedos torpes al forcejear con las bragas comenzó a bajarlos.
—Desnúdate tú primero—dijo Santana—, Pero antes dame la bufanda.
A Brittany le temblaron las manos cuando se desató la bufanda dorada de la cintura y se la dio.
Se quitó los pendientes y se deshizo de las sandalias. Con un grácil movimiento se pasó el jersey por la cabeza mostrando los pechos. La cinturilla de la falda cedió bajo los dedos y la frágil seda se le deslizó por las caderas.
La apartó con el pie y se quedó desnuda ante la morena.
Santana la acarició con la mano, desde el hombro a la cadera, desde las costillas a los muslos, como si estuviera marcando una propiedad.
El gesto licuó la sangre de Brittany en sus venas, enardeciéndola hasta tal punto que apenas era capaz de mantenerse en pie.
Satisfecha, la morena cogió la bufanda y dejó que el extremo se deslizara lentamente entre sus dedos.
Había una amenaza erótica en el gesto y Brittany no pudo apartar la vista de la tela.
¿Qué iba a hacer Santana con ella?
Contuvo el aliento cuando la morena le pasó la bufanda alrededor del cuello dejando que los extremos colgasen sobre sus pechos. Tomando los flecos en las manos, Santana levantó primero un extremo y luego el otro, deslizándolos de un lado a otro. Los dorados hilos de seda le rozaron los pezones con suavidad.
La sensación, cálida y pesada, se extendió por el vientre de Brittany.
A Santana se le oscurecieron los ojos.
—¿A quién perteneces?
—A ti—susurró.
Santana asintió con la cabeza.
—¿Ves qué sencillo es?
Terminó de desnudarla. Entonces, Brittany deslizó las palmas de las manos por los muslos de Santana, sintiendo las suaves texturas de la piel y los músculos.
Estaba majestuosamente húmeda.
Ella sintió los pechos pesados y consideró que tenía más que suficiente, pero siguió con la fantasía.
—¿Qué quieres ahora de mí?—preguntó.
Santana apretó los dientes y emitió un profundo sonido inarticulado mientras la empujaba por los hombros hacia abajo.
—Esto.
A Brittany se le paró el corazón. Acató su orden silenciosa y la amó como quería.
El tiempo perdió su significado.
A pesar de estar en aquella postura sumisa, nunca se había sentido tan poderosa. Santana le enredó los dedos en el pelo, mostrándole sin palabras lo que necesitaba.
Los ahogados gemidos de placer de Santana incrementaron la excitación de Brittany.
La joven sintió la rígida tensión de los músculos bajo las palmas de las manos y la película de sudor que cubría aquella piel morena.
En ese momento Santana la puso bruscamente en pie y la tendió en la cama.
Retrocedió un paso para mirarla a los ojos.
—Ábrete para mí y dejaré que me sirvas otra vez.
Oh, Santo Dios.
Santana debió de sentir el estremecimiento que la recorrió porque sus ojos se entornaron con satisfacción.
Brittany separó las piernas.
—No tan rápido—Santana le atrapó el lóbulo de la oreja entre los dientes y lo mordisqueó con suavidad—Primero tengo que castigarte.
—¿Castigarme?—se quedó rígida pensando en los látigos guardados bajo la cama, justo debajo de sus caderas.
—Me has excitado, pero no has terminado lo que empezaste.
—Eso fue porque tú...
—Basta—Santana se levantó de nuevo y la miró con toda la noble arrogancia heredada de sus antepasados Domínguez.
Brittany se relajó.
Santana jamás le haría daño.
—Cuando quiera tu opinión, mujer, te la pediré. Hasta entonces, será mejor que controles la lengua. Mis cosacos llevan demasiado tiempo sin una mujer.
Ella le lanzó una mirada afilada.
A Santana le tembló la comisura de los labios, pero no sonrió. Se limitó a inclinar la cabeza y rozarle con los labios el interior del muslo.
—Sólo hay un castigo adecuado para una esclava que no sabe guardar silencio. Una severa y cruel reprimenda.
El techo dio vueltas mientras la morena cumplía su amenaza y la llevaba a un reino de ardiente placer, a un éxtasis tan antiguo como el tiempo.
El cuerpo de Santana se volvió resbaladizo por el sudor y tensó los músculos de los hombros bajo las manos de Brittany, pero no se detuvo.
Sólo al final, cuando ella le rogó que forzara la dulce unión que necesitaba con tanta desesperación.
Santana se acomodó hasta que se rozaran perfectamente y toda diversión desapareció de sus ojos.
—Quiero amarte—susurró.
A ella le ardieron los ojos por las lágrimas cuando la morena dijo las palabras que tanto había deseado oír.
Santana se pegó a su cuerpo, y se dejaron llevar por un ritmo tan eterno como el latido de sus corazones.
Se movieron como si fueran una.
Brittany sintió cómo su amada la llenaba por completo, llegando al mismo centro de su alma.
Se perdieron en un torbellino de pasión; mujer y mujer, cielo y tierra.
Todos los elementos de la creación convergiendo en una perfecta combinación.
Cuando todo terminó, Brittany experimentó una dicha que nunca había sentido antes y tuvo la certeza de que todo iría bien entre ellas.
«Quiero amarte», había dicho la morena.
No había dicho, «quiero hacer el amor contigo», sino «quiero amarte».
Y lo había hecho.
No podía haberla amado más intensamente aunque hubiera repetido las palabras cien veces.
La miró por encima de la almohada. Estaba de cara a ella, con los ojos medio cerrados y somnolientos. Extendiendo el brazo, Brittany le acarició la mejilla y la morena volvió la cabeza para besarle la palma de la mano.
Ella le recorrió la mandíbula con el pulgar, disfrutando de la suavidad de su piel.
—Gracias.
—Soy yo quien debería darte las gracias.
—¿Quiere eso decir que no vas a compartirme con tus cosacos?
—No te compartiría con nadie.
El juego erótico que habían estado jugando la había hecho olvidarse de la promesa que se había hecho interiormente de decirle lo del bebé esa noche.
—Llevas días sin hablar del divorcio.
Santana se puso en guardia de inmediato y rodó sobre la espalda.
—No he pensado en ello.
Brittany se sintió desanimada por su retirada, pero ya sabía que iba a ser difícil y continuó presionándola, aunque con toda la suavidad que pudo.
—Me alegro. No es algo agradable en lo que pensar.
La observó con una mirada preocupada.
—Sé lo que quieres que diga, pero aún no puedo. Dame un poco más de tiempo, ¿vale?
Con un nudo en la garganta, Brittany asintió con la cabeza.
Parecía tan nerviosa como un animal salvaje obligado a vivir bajo el yugo de la civilización.
—Nos lo tomaremos día a día.
Brittany comprendió que no debía seguir presionándola. Pero el hecho de que la morena no hubiera mencionado que su matrimonio finalizaría en apenas dos meses le daba la suficiente esperanza como para retrasar un poco más la noticia del bebé.
—Eso haremos.
Santana se incorporó y se reclinó contra las almohadas apoyadas contra el cabecero.
—Sabes que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿verdad?
—Sin lugar a dudas.
Santana se rio entre dientes y dio la impresión de que la abandonaba parte de la tensión.
Brittany se puso boca abajo, se apoyó en los codos y le acarició entre los pechos con la yema de los dedos.
—¿Catalina la Grande fue una Domínguez?
—Sí.
—He leído que era una mujer muy lujuriosa.
—Tenía un montón de amantes.
—Y mucho poder—Brittany se inclinó hacia delante y le mordisqueó el pezón.
Santana se estremeció, así que la mordisqueó otra vez.
—¡Ay!—la cogió por la barbilla—¿Qué es lo que está tramando exactamente esa retorcida mente tuya?
—Sólo pensaba en todas esas personas tan fuertes bajo el yugo de Catalina la Grande...
—Aja.
—... Obligadas a servirla... a someterse a ella.
—Aja.
Ella le acarició con los labios.
—Te toca ser el esclava, morena.
Por un momento Santana pareció alarmada, luego soltó un profundo suspiro.
—Creo que he muerto y he ido al cielo.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
jajajaja al fin la morena callo en el yugo de britt de una vez por todas,..
teoría loca,.. san "se quiere separar" pone le,.. britt tranquilamente se puede ir sin decir le lo del bebe,.. dos meses para el divorcio, mes o mes y medio britt de embarazada,.. no se le va a notar!!!
a ver como sigue los dos meses,... ¿finales?
nos vemos!!!
jajajaja al fin la morena callo en el yugo de britt de una vez por todas,..
teoría loca,.. san "se quiere separar" pone le,.. britt tranquilamente se puede ir sin decir le lo del bebe,.. dos meses para el divorcio, mes o mes y medio britt de embarazada,.. no se le va a notar!!!
a ver como sigue los dos meses,... ¿finales?
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
pienso que britt deberia esperar y si san decide que se olviden de ese divorcio pues ahi si decirle!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Dios mío!! Vaya capítulo... Estoy ansiosa por más y tanta perfección siento que se arruine muy pronto D:
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
jajajaja al fin la morena callo en el yugo de britt de una vez por todas,..
teoría loca,.. san "se quiere separar" pone le,.. britt tranquilamente se puede ir sin decir le lo del bebe,.. dos meses para el divorcio, mes o mes y medio britt de embarazada,.. no se le va a notar!!!
a ver como sigue los dos meses,... ¿finales?
nos vemos!!!
Hola lu, jajajajajaaj xD jajaajaj si que si... y si q duro, no¿? jajajajajaja. =O no kiero decir lo q creo, asik dejare q lo expliques xq nooo lo direee! Aquí otro cap para saber mas... y espero q no =/ Saludos =D
micky morales escribió:pienso que britt deberia esperar y si san decide que se olviden de ese divorcio pues ahi si decirle!!!!
Hola, aaaah, sería una buena idea tmbn... xq se podría adelantes el divorcio si lo dice ahora, no¿? jajaajaja. Saludos =D
Anddy Rivera Morris escribió:Dios mío!! Vaya capítulo... Estoy ansiosa por más y tanta perfección siento que se arruine muy pronto D:
Hola, ooooh no¿? Esta cada vez mejor esto, no¿? jajajajaajaj. Jaajajajaajajaj Aquí dejo otro cap entonces...y espero q no tengas razón ai =/ Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 21 - Parte I
Capitulo 21 - Parte I
Santana estuvo imposible toda la semana.
Desde que fueron a cenar para luego disfrutar de aquellos juegos eróticos, buscó todo tipo de excusas para discutir con ella.
Incluso en ese momento la miraba con el ceño fruncido mientras se secaba el sudor de la frente con el brazo.
—¿No podías haber rellenado la bombona de gas cuando fuiste a hacer la compra al pueblo?
—Lo siento, pero no sabía que estaba vacía.
—Nunca te fijas en nada—añadió con acritud—¿Qué crees? ¿Que se rellena sola?
Brittany apretó los dientes.
Parecía como si se hubieran acercado demasiado aquella noche y necesitara distanciarse de ella otra vez.
Por el momento había logrado esquivar todas las granadas que le había lanzado, pero cada vez le resultaba más difícil mantener a raya su propio temperamento.
En ese instante tuvo que contenerse para hablar con calma.
—No sabía que querías que lo hiciera yo. Siempre te has ocupado tú de esas cosas.
—Sí, pero por si no te has dado cuenta, he estado muy ocupada últimamente. Han enfermado los caballos, se incendió la carpa de la cocina y ahora tenemos a un inspector de sanidad amenazando con multarnos por saltarnos no sé qué normas de seguridad.
—Sé que has estado sometida a mucha presión. Si me lo hubieras dicho no me habría importado ocuparme de las bombonas.
—Sí, claro. ¿Cuántas veces has rellenado una bombona?
Brittany contó mentalmente hasta cinco.
—Ninguna. Pero aprendería a hacerlo.
—No te molestes—y se alejó a paso airado.
Brittany ya no pudo contenerse ni un minuto más. Plantó una mano en la cadera y le gritó:
—¡Que pases un buen día también!
Santana se detuvo, luego se giró para dirigirle una de sus miradas más sombrías.
—¡No te pases!
Brittany cruzó los brazos sobre el pecho y dio golpecitos en el suelo con la deportiva sucia.
Puede que Santana estuviera experimentando un montón de sentimientos que no sabía cómo manejar, pero eso no quería decir que tuviera que desahogar su frustración en ella.
Brittany llevaba días intentando ser paciente, pero ya no aguantaba más.
Santana se acercó a ella apretando los dientes. Brittany se negó a retroceder.
Santana se paró delante de ella, intentando intimidarla. Brittany tuvo que reconocer que se le daba muy bien.
—¿Pasa algo?—espetó Santana.
Aquella discusión era tan ridícula que a ella no le quedó más remedio que sonreír con picardía.
—Si alguien te dice que estás muy guapa cuando te enfadas, miente.
La cara de Santana adquirió un tono púrpura y Brittany pensó que explotaría.
Pero en vez de eso, se limitó a alzarla y empujarla contra el remolque. Luego la besó hasta que Brittany se quedó sin aliento.
Cuando finalmente la puso en el suelo, estaba de peor humor que antes de besarla.
—¡Lo siento!—gritó.
Como disculpa no era gran cosa, ya que cuando se marchó parecía más un tigre malhumorado que una esposa arrepentida.
Aunque Brittany sabía que la morena estaba sufriendo, se le había agotado la paciencia.
¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil?
¿Por qué no podía aceptar que la amaba?
Recordó la vulnerabilidad que había visto en sus ojos la noche que le había pedido más tiempo.
Sospechaba que Santana sentía miedo de dar nombre a lo que sentía por ella.
La dicotomía entre sus sentimientos y lo que creía saber sobre sí misma estaba desgarrándola por dentro.
Eso era lo que se decía a sí misma, porque la alternativa —que no la amara— era algo en lo que no quería pensar.
Y más si tenía en cuenta que aún no le había dicho que estaba embarazada.
Disculpaba aquella cobardía de todas las maneras que se le ocurrían.
Cuando las cosas iban bien entre ellas, se decía que no quería arriesgarse a perder la armonía y, cuando todo se desmoronaba, que había perdido el valor.
Pero lo mirara como lo mirase, sabía que estaba comportándose como una cobarde.
Debía enfrentarse al problema y, sin embargo, seguía huyendo de la morena.
Ya había pasado casi un mes desde que se había hecho la prueba del embarazo.
Debía de estar ya de dos meses y medio, pero no había ido al médico porque no quería arriesgarse a que Santana lo descubriese. Había guardado muy bien la carta que le había enviado el doctor, para que la morena no la encontrara y lista para mostrarla cuando fuera necesario y no salir culpable de algo que no hizo.
El que se estuviera cuidando no era excusa para no comenzar un correcto
control prenatal.
Metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y tomó una decisión. No había razón para seguir postergándolo más. De todas maneras era imposible seguir viviendo así.
¿Para qué seguir atormentándose?
Se lo diría esa tarde.
Eran necesarios dos para hacer un bebé y ya iba siendo hora de que ambas aceptaran sus responsabilidades.
En cuanto acabó la función de la tarde fue a buscarla, pero la camioneta no estaba.
Brittany estaba cada vez más nerviosa.
Después de haber estado posponiendo esa conversación tanto tiempo, lo único que deseaba era quitarse ese peso de encima.
Deberían haberse visto a la hora de la cena, pero el inspector de sanidad retuvo a Santana hasta que dio comienzo la última función.
Cuando se dirigió a la puerta trasera del circo antes de la actuación, Brittany la vio junto a Misha.
Llevaba uno de los látigos enrollado al hombro y el extremo le colgaba sobre el pecho. La brisa le removía el pelo oscuro y la tenue luz arrojaba profundas sombras a sus rasgos.
No había nadie con la morena.
Era como si hubiera dibujado un círculo invisible a su alrededor, un círculo que mantenía a todo el mundo fuera, incluyéndola a ella.
En especial a ella.
Las lentejuelas rojas del cinturón de Santana brillaron cuando pasó la mano sobre el flanco del animal.
La frustración de Brittany fue en aumento.
¿Por qué tenía que ser tan testaruda?
Mientras el público reía por las travesuras de los payasos, Brittany se acercó a la morena.
Misha resopló y echó la cabeza hacia atrás. Brittany miró a la bestia con aprensión.
No importaban las veces que representara el número, nunca se acostumbraría a él, incluyendo el aterrador momento en el que Santana la montaba delante en la silla.
La joven se detuvo delante del caballo.
—¿Crees que alguien podría sustituirte después de la función? Tengo que hablar contigo.
Santana le respondió sin mirarla mientras ajustaba la cincha de la silla de montar.
—Tendrás que esperar. Tengo mucho que hacer.
Pero a Brittany se le había agotado la paciencia. Si no resolvían sus problemas ya, no serían capaces de sacar ese matrimonio adelante.
—No puedo esperar.
Las holgadas mangas de la camisa blanca de Santana se hincharon cuando se incorporó.
—Mira, Brittany, si es por lo de la bombona, ya te he dicho que lo siento. Sé que no ha sido fácil vivir conmigo estos últimos días, pero he tenido una semana muy dura.
—Has tenido muchas semanas duras, pero nunca lo has pagado conmigo.
—¿Cuántas veces tengo que disculparme?
—No quiero tus disculpas. Lo único que quiero es hablar de los motivos por los que te distancias de mí.
—Déjalo estar, ¿vale?
—No puedo.
El número de los payasos llegaba a su fin.
Brittany sabía que ése no era el mejor momento para hablar, pero ahora que había comenzado, no podía parar.
—Nos estamos haciendo daño la una a la otra. Tenemos un futuro juntas y necesitamos hablar de ello—le acarició el brazo esperando que se apartara y, como no lo hizo, Brittany se sintió confiada para seguir—Estos meses han sido los mejores de mi vida. Me has ayudado a encontrarme a mí misma, y espero haberte ayudado a hacer lo mismo—le puso las manos en el pecho y sintió el latido del corazón de Santana a través de la tela de seda.
La flor de papel que llevaba entre los pechos crujió y el extremo del látigo rozó la mano de Brittany.
—¿No sientes cómo nos envuelve el amor? ¿No estamos mejor juntas que separadas? Somos perfectas la una para la otra—sin haberlo planeado siquiera, las palabras que había estado conteniendo tanto tiempo surgieron de su boca—, Y también lo seremos para el bebé que estamos esperando—durante un segundo no pasó nada—Se que es difícil de creer, pero yo no fui. Pero este bebé es tan tuyo como mío ya que fueron utilizados tus óvulos…Tengo una carta que lo explica todo.
Y luego todo cambió.
Los tendones del cuello de Santana se tensaron y los ojos se le oscurecieron mientras la miraba con algo que parecía terror.
Después retorció la cara en una máscara de furia.
Brittany apartó las manos de su pecho.
El instinto la impulsó a escapar, pero ya había hecho lo más difícil y estaba dispuesta a mantenerse firme.
—San, no he buscado este bebé. Ni siquiera sé cómo ocurrió. Pero no voy a mentirte y a decir que lo siento. Por error, equivocación o petición, esto paso y es nuestro.
—Confié en ti—dijo el sin apenas mover los labios.
—En ningún momento he traicionado tu confianza.
Santana cerró los puños y tragó compulsivamente. Por un momento, Brittany pensó que iba a golpearla.
—Entonces, ¿cómo es que usaron mis óvulos en ti?
—No sé. Pero tengo una carta que lo explica.
—¿De cuánto estás?
—De unos dos meses y medio.
—¿Cuánto hace que lo sabes?
—Más o menos un mes.
—¿Lo sabes desde hace un mes y no me has dicho nada?
—Me daba miedo decírtelo. No sé si me creerás que no tuve nada que ver en esto.
La alegre música de los payasos fue en aumento señalando el final del número.
Santana y ella eran las siguientes.
Artie, que era el encargado de enviar a Misha a la pista en el punto álgido de la actuación, se acercó para hacerse cargo del caballo.
Santana agarró a Brittany del brazo y la alejó de los demás.
—No vas a tener ningún bebé. No me importa como paso y si son o no son mi óvulos. No vas a tener este bebé. ¿Entiendes lo que te digo?
—No, no lo entiendo.
—Mañana por la mañana, en cuanto nos levantemos, tú y yo nos iremos. Y cuando volvamos, no existirá ningún bebé.
Ella la miró conmocionada. Se le revolvió el estómago y tuvo que llevarse el puño a la boca.
El público guardó silencio como siempre que Mike Chang comenzaba la dramática introducción de Santana la Cosaco.
—Yyyy... ahora, el circo de los Hermanos Berry se enorgullece en presentar...
—¿Quieres que aborte?—susurró Brittany.
—¡No me mires como si fuera un monstruo! ¡No te atrevas a mirarme así! Te dije desde el principio lo que pensaba de ese tema. Te abrí mi corazón para que lo entendieras. Pero, como siempre, has decidido que sabes más que nadie. Aunque no tienes ni una pizca de cordura en tu maldito cuerpo, ¡decidiste que eres más lista que nadie!
—No me hables así.
—¡Confié en ti!—Santana hizo una mueca cuando las primeras notas de la balalaica rompieron el silencio de la noche. Era la señal para entrar en la pista—Creía que contarte lo de mis óvulos y hacernos los exámenes lejos de ellos sería lo mejor. Pero no sé cómo lo hiciste e igual los usaste. Confié en ti, pero me has engañado.
Ella negó con la cabeza y se tragó la bilis que le subía por la garganta.
—Me importa muy poco si me crees o no. No voy a deshacerme del bebé.
—¡Por supuesto que sí! Harás lo que yo diga.
—Tú tampoco quieres. Sería algo horrible.
—No tan horrible como lo que tú has hecho.
—¡San!—gritó uno de los payasos—Es tu turno.
Cogió el látigo de su hombro.
—Nunca te lo perdonaré, Brittany. ¿Me oyes? Nunca—apartándose de ella, desapareció en dirección a la pista.
Brittany se quedó paralizada, embargada por una desesperación tan profunda y amarga que no podía respirar.
Oh, Santo Dios, ¡qué tonta había sido!
Había pensado que la morena la amaba, pero Santana había tenido razón todo el tiempo.
No sabía amar.
Le había dicho que no podía hacerlo y ella se negó a creerle.
Ahora tendría que pagar por ello.
Demasiado tarde recordó algo que había leído sobre los tigres: “Los machos de esta especie se desvinculan por completo de la vida familiar. No participan en la cría de los cachorros, ni siquiera los reconocen”.
Santana iba incluso más lejos.
Quería aplastar esa brizna de vida que se había vuelto tan preciosa para ella.
Quería destruirla antes de que pudiera llegar al mundo.
Desde que fueron a cenar para luego disfrutar de aquellos juegos eróticos, buscó todo tipo de excusas para discutir con ella.
Incluso en ese momento la miraba con el ceño fruncido mientras se secaba el sudor de la frente con el brazo.
—¿No podías haber rellenado la bombona de gas cuando fuiste a hacer la compra al pueblo?
—Lo siento, pero no sabía que estaba vacía.
—Nunca te fijas en nada—añadió con acritud—¿Qué crees? ¿Que se rellena sola?
Brittany apretó los dientes.
Parecía como si se hubieran acercado demasiado aquella noche y necesitara distanciarse de ella otra vez.
Por el momento había logrado esquivar todas las granadas que le había lanzado, pero cada vez le resultaba más difícil mantener a raya su propio temperamento.
En ese instante tuvo que contenerse para hablar con calma.
—No sabía que querías que lo hiciera yo. Siempre te has ocupado tú de esas cosas.
—Sí, pero por si no te has dado cuenta, he estado muy ocupada últimamente. Han enfermado los caballos, se incendió la carpa de la cocina y ahora tenemos a un inspector de sanidad amenazando con multarnos por saltarnos no sé qué normas de seguridad.
—Sé que has estado sometida a mucha presión. Si me lo hubieras dicho no me habría importado ocuparme de las bombonas.
—Sí, claro. ¿Cuántas veces has rellenado una bombona?
Brittany contó mentalmente hasta cinco.
—Ninguna. Pero aprendería a hacerlo.
—No te molestes—y se alejó a paso airado.
Brittany ya no pudo contenerse ni un minuto más. Plantó una mano en la cadera y le gritó:
—¡Que pases un buen día también!
Santana se detuvo, luego se giró para dirigirle una de sus miradas más sombrías.
—¡No te pases!
Brittany cruzó los brazos sobre el pecho y dio golpecitos en el suelo con la deportiva sucia.
Puede que Santana estuviera experimentando un montón de sentimientos que no sabía cómo manejar, pero eso no quería decir que tuviera que desahogar su frustración en ella.
Brittany llevaba días intentando ser paciente, pero ya no aguantaba más.
Santana se acercó a ella apretando los dientes. Brittany se negó a retroceder.
Santana se paró delante de ella, intentando intimidarla. Brittany tuvo que reconocer que se le daba muy bien.
—¿Pasa algo?—espetó Santana.
Aquella discusión era tan ridícula que a ella no le quedó más remedio que sonreír con picardía.
—Si alguien te dice que estás muy guapa cuando te enfadas, miente.
La cara de Santana adquirió un tono púrpura y Brittany pensó que explotaría.
Pero en vez de eso, se limitó a alzarla y empujarla contra el remolque. Luego la besó hasta que Brittany se quedó sin aliento.
Cuando finalmente la puso en el suelo, estaba de peor humor que antes de besarla.
—¡Lo siento!—gritó.
Como disculpa no era gran cosa, ya que cuando se marchó parecía más un tigre malhumorado que una esposa arrepentida.
Aunque Brittany sabía que la morena estaba sufriendo, se le había agotado la paciencia.
¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil?
¿Por qué no podía aceptar que la amaba?
Recordó la vulnerabilidad que había visto en sus ojos la noche que le había pedido más tiempo.
Sospechaba que Santana sentía miedo de dar nombre a lo que sentía por ella.
La dicotomía entre sus sentimientos y lo que creía saber sobre sí misma estaba desgarrándola por dentro.
Eso era lo que se decía a sí misma, porque la alternativa —que no la amara— era algo en lo que no quería pensar.
Y más si tenía en cuenta que aún no le había dicho que estaba embarazada.
Disculpaba aquella cobardía de todas las maneras que se le ocurrían.
Cuando las cosas iban bien entre ellas, se decía que no quería arriesgarse a perder la armonía y, cuando todo se desmoronaba, que había perdido el valor.
Pero lo mirara como lo mirase, sabía que estaba comportándose como una cobarde.
Debía enfrentarse al problema y, sin embargo, seguía huyendo de la morena.
Ya había pasado casi un mes desde que se había hecho la prueba del embarazo.
Debía de estar ya de dos meses y medio, pero no había ido al médico porque no quería arriesgarse a que Santana lo descubriese. Había guardado muy bien la carta que le había enviado el doctor, para que la morena no la encontrara y lista para mostrarla cuando fuera necesario y no salir culpable de algo que no hizo.
El que se estuviera cuidando no era excusa para no comenzar un correcto
control prenatal.
Metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y tomó una decisión. No había razón para seguir postergándolo más. De todas maneras era imposible seguir viviendo así.
¿Para qué seguir atormentándose?
Se lo diría esa tarde.
Eran necesarios dos para hacer un bebé y ya iba siendo hora de que ambas aceptaran sus responsabilidades.
En cuanto acabó la función de la tarde fue a buscarla, pero la camioneta no estaba.
Brittany estaba cada vez más nerviosa.
Después de haber estado posponiendo esa conversación tanto tiempo, lo único que deseaba era quitarse ese peso de encima.
Deberían haberse visto a la hora de la cena, pero el inspector de sanidad retuvo a Santana hasta que dio comienzo la última función.
Cuando se dirigió a la puerta trasera del circo antes de la actuación, Brittany la vio junto a Misha.
Llevaba uno de los látigos enrollado al hombro y el extremo le colgaba sobre el pecho. La brisa le removía el pelo oscuro y la tenue luz arrojaba profundas sombras a sus rasgos.
No había nadie con la morena.
Era como si hubiera dibujado un círculo invisible a su alrededor, un círculo que mantenía a todo el mundo fuera, incluyéndola a ella.
En especial a ella.
Las lentejuelas rojas del cinturón de Santana brillaron cuando pasó la mano sobre el flanco del animal.
La frustración de Brittany fue en aumento.
¿Por qué tenía que ser tan testaruda?
Mientras el público reía por las travesuras de los payasos, Brittany se acercó a la morena.
Misha resopló y echó la cabeza hacia atrás. Brittany miró a la bestia con aprensión.
No importaban las veces que representara el número, nunca se acostumbraría a él, incluyendo el aterrador momento en el que Santana la montaba delante en la silla.
La joven se detuvo delante del caballo.
—¿Crees que alguien podría sustituirte después de la función? Tengo que hablar contigo.
Santana le respondió sin mirarla mientras ajustaba la cincha de la silla de montar.
—Tendrás que esperar. Tengo mucho que hacer.
Pero a Brittany se le había agotado la paciencia. Si no resolvían sus problemas ya, no serían capaces de sacar ese matrimonio adelante.
—No puedo esperar.
Las holgadas mangas de la camisa blanca de Santana se hincharon cuando se incorporó.
—Mira, Brittany, si es por lo de la bombona, ya te he dicho que lo siento. Sé que no ha sido fácil vivir conmigo estos últimos días, pero he tenido una semana muy dura.
—Has tenido muchas semanas duras, pero nunca lo has pagado conmigo.
—¿Cuántas veces tengo que disculparme?
—No quiero tus disculpas. Lo único que quiero es hablar de los motivos por los que te distancias de mí.
—Déjalo estar, ¿vale?
—No puedo.
El número de los payasos llegaba a su fin.
Brittany sabía que ése no era el mejor momento para hablar, pero ahora que había comenzado, no podía parar.
—Nos estamos haciendo daño la una a la otra. Tenemos un futuro juntas y necesitamos hablar de ello—le acarició el brazo esperando que se apartara y, como no lo hizo, Brittany se sintió confiada para seguir—Estos meses han sido los mejores de mi vida. Me has ayudado a encontrarme a mí misma, y espero haberte ayudado a hacer lo mismo—le puso las manos en el pecho y sintió el latido del corazón de Santana a través de la tela de seda.
La flor de papel que llevaba entre los pechos crujió y el extremo del látigo rozó la mano de Brittany.
—¿No sientes cómo nos envuelve el amor? ¿No estamos mejor juntas que separadas? Somos perfectas la una para la otra—sin haberlo planeado siquiera, las palabras que había estado conteniendo tanto tiempo surgieron de su boca—, Y también lo seremos para el bebé que estamos esperando—durante un segundo no pasó nada—Se que es difícil de creer, pero yo no fui. Pero este bebé es tan tuyo como mío ya que fueron utilizados tus óvulos…Tengo una carta que lo explica todo.
Y luego todo cambió.
Los tendones del cuello de Santana se tensaron y los ojos se le oscurecieron mientras la miraba con algo que parecía terror.
Después retorció la cara en una máscara de furia.
Brittany apartó las manos de su pecho.
El instinto la impulsó a escapar, pero ya había hecho lo más difícil y estaba dispuesta a mantenerse firme.
—San, no he buscado este bebé. Ni siquiera sé cómo ocurrió. Pero no voy a mentirte y a decir que lo siento. Por error, equivocación o petición, esto paso y es nuestro.
—Confié en ti—dijo el sin apenas mover los labios.
—En ningún momento he traicionado tu confianza.
Santana cerró los puños y tragó compulsivamente. Por un momento, Brittany pensó que iba a golpearla.
—Entonces, ¿cómo es que usaron mis óvulos en ti?
—No sé. Pero tengo una carta que lo explica.
—¿De cuánto estás?
—De unos dos meses y medio.
—¿Cuánto hace que lo sabes?
—Más o menos un mes.
—¿Lo sabes desde hace un mes y no me has dicho nada?
—Me daba miedo decírtelo. No sé si me creerás que no tuve nada que ver en esto.
La alegre música de los payasos fue en aumento señalando el final del número.
Santana y ella eran las siguientes.
Artie, que era el encargado de enviar a Misha a la pista en el punto álgido de la actuación, se acercó para hacerse cargo del caballo.
Santana agarró a Brittany del brazo y la alejó de los demás.
—No vas a tener ningún bebé. No me importa como paso y si son o no son mi óvulos. No vas a tener este bebé. ¿Entiendes lo que te digo?
—No, no lo entiendo.
—Mañana por la mañana, en cuanto nos levantemos, tú y yo nos iremos. Y cuando volvamos, no existirá ningún bebé.
Ella la miró conmocionada. Se le revolvió el estómago y tuvo que llevarse el puño a la boca.
El público guardó silencio como siempre que Mike Chang comenzaba la dramática introducción de Santana la Cosaco.
—Yyyy... ahora, el circo de los Hermanos Berry se enorgullece en presentar...
—¿Quieres que aborte?—susurró Brittany.
—¡No me mires como si fuera un monstruo! ¡No te atrevas a mirarme así! Te dije desde el principio lo que pensaba de ese tema. Te abrí mi corazón para que lo entendieras. Pero, como siempre, has decidido que sabes más que nadie. Aunque no tienes ni una pizca de cordura en tu maldito cuerpo, ¡decidiste que eres más lista que nadie!
—No me hables así.
—¡Confié en ti!—Santana hizo una mueca cuando las primeras notas de la balalaica rompieron el silencio de la noche. Era la señal para entrar en la pista—Creía que contarte lo de mis óvulos y hacernos los exámenes lejos de ellos sería lo mejor. Pero no sé cómo lo hiciste e igual los usaste. Confié en ti, pero me has engañado.
Ella negó con la cabeza y se tragó la bilis que le subía por la garganta.
—Me importa muy poco si me crees o no. No voy a deshacerme del bebé.
—¡Por supuesto que sí! Harás lo que yo diga.
—Tú tampoco quieres. Sería algo horrible.
—No tan horrible como lo que tú has hecho.
—¡San!—gritó uno de los payasos—Es tu turno.
Cogió el látigo de su hombro.
—Nunca te lo perdonaré, Brittany. ¿Me oyes? Nunca—apartándose de ella, desapareció en dirección a la pista.
Brittany se quedó paralizada, embargada por una desesperación tan profunda y amarga que no podía respirar.
Oh, Santo Dios, ¡qué tonta había sido!
Había pensado que la morena la amaba, pero Santana había tenido razón todo el tiempo.
No sabía amar.
Le había dicho que no podía hacerlo y ella se negó a creerle.
Ahora tendría que pagar por ello.
Demasiado tarde recordó algo que había leído sobre los tigres: “Los machos de esta especie se desvinculan por completo de la vida familiar. No participan en la cría de los cachorros, ni siquiera los reconocen”.
Santana iba incluso más lejos.
Quería aplastar esa brizna de vida que se había vuelto tan preciosa para ella.
Quería destruirla antes de que pudiera llegar al mundo.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
:'( increíble y sumamente triste!!!! :'( espero solucionen muy muy pronto :'(
Gracias por otro asombroso capítulo!! :*
Gracias por otro asombroso capítulo!! :*
Anddy Rivera Morris******* - Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 16/05/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,...
las cosas ya esta hechas,.. lo haya hecho britt o no a proposito!!!
pero san esta siendo muuuy extremista,... esta dando el paso a perder todo!!!
espero que san recapacite y haga bien las cosas,.. ( era buena mi teoría)
nos vemos!!!
las cosas ya esta hechas,.. lo haya hecho britt o no a proposito!!!
pero san esta siendo muuuy extremista,... esta dando el paso a perder todo!!!
espero que san recapacite y haga bien las cosas,.. ( era buena mi teoría)
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Mato Santana....como se le ocurre semejante horror!!!!??
Britt escapate de ahi!!!
Saludos
Pd: nos merecemos un maraton!!!!!
Britt escapate de ahi!!!
Saludos
Pd: nos merecemos un maraton!!!!!
Última edición por monica.santander el Vie Sep 08, 2017 9:00 pm, editado 1 vez
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
si nos merecemos un maraton y santana LA C....... brittany huye, es lo unico que te queda!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Lamentablemente creo que era de esperarse que San no confiara en Britt sobre el embarazo .... Y pues igual creo que lo mejor que puede hacer es huir. Aunque me da tristeza porque deja a Tater y Sinjun a menos que se fugue con ellos jaja ..... Haber que decide hacer la rubia
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Anddy Rivera Morris escribió::'( increíble y sumamente triste!!!! :'( espero solucionen muy muy pronto :'(
Gracias por otro asombroso capítulo!! :*
Hola, aiii si que si =( iba todo tan bn... q paso =/¿? Yo tmbn lo espero. De nada, gracias a ti por leer y más aun por comentar! Saludos =D
3:) escribió:hola morra,...
las cosas ya esta hechas,.. lo haya hecho britt o no a proposito!!!
pero san esta siendo muuuy extremista,... esta dando el paso a perder todo!!!
espero que san recapacite y haga bien las cosas,.. ( era buena mi teoría)
nos vemos!!!
Hola lu, si =/ si, sea como sea o pasara como pasara, no ai nada q hacer =/ Pfff cuando no lo es ¬¬ esta haciendo q la paciencia de britt se acabe...si esk ya no lo logro=/ Tiene que, tiene que! (si =/... y no lo esperaba) Saludos =D
monica.santander escribió:Mato Santana....como se le ocurre semejante horror!!!!??
Britt escapate de ahi!!!
Saludos
Pd: nos merecemos un maraton!!!!!
Hola, pppfffffff se fue a la basura y mal mal... no creo q pueda solucionar las cosas, si no lo hace ahora ya! Jajajajaajaj nose xq tmbn lo creo =/ Saludos =D
Pd: mmm dices tu¿? jajajajaja dejame ver q puedo hacer y si no mañana me haces acordar xfa.
micky morales escribió:si nos merecemos un maraton y santana LA C....... brittany huye, es lo unico que te queda!!!
Hola, jajajajajaj dices tu¿? jajajaaj yo tmbn, pero dejame ver q puedo hacer y si no es oi haganme acordar mañana. Si que si =/ Nose xq lo creo =/ Saludos =D
JVM escribió:Lamentablemente creo que era de esperarse que San no confiara en Britt sobre el embarazo .... Y pues igual creo que lo mejor que puede hacer es huir. Aunque me da tristeza porque deja a Tater y Sinjun a menos que se fugue con ellos jaja ..... Haber que decide hacer la rubia
Hola, mmmm si, de un 100% un 95% lo era, no¿? =/ ya es al tercera persona q lo dice y vuelvo a decir q tal ves sea lo mejor =/ Aiii q triste xqqq!!! xqq!!!¿? Jajajaja creo q si eso pasara la pillarian muy rapido xD jajaaj. Aquí otro cap para saberlo.
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 21 - Parte II
Capitulo 21 - Parte II
—¡Espabila, Brittany! Te toca—Mercedes la agarró y la empujó hacia la puerta trasera del circo.
El foco la iluminó.
Desorientada, levantó el brazo, intentando protegerse los ojos.
—...Y ninguno de nosotros sabe cuánto le ha costado a esta joven entrar en la pista con su esposa.
Brittany se movió automáticamente al compás de la música de la balalaica, mientras Mike contaba la historia de la novia criada en un convento que había sido secuestrada por una poderosa cosaco.
Apenas lo escuchó.
No veía nada salvo a Santana, la traidora, en el centro de la pista.
Las luces arrancaban brillos carmesí del látigo que caía hasta sus brillantes botas negras, titilaban en el pelo oscuro de Santana y en sus pálidos ojos, que brillaban como los de un animal acorralado.
Brittany seguía bajo la luz del foco cuando Santana comenzó a mover el látigo.
Pero esa noche el baile del látigo no hablaba de seducción, sino de locura salvaje, de furia.
El público ovacionó con aprobación al principio, pero según transcurría el número, percibió la tensión de Brittany.
La comunicación fluida que siempre había existido entre ellas había desaparecido.
La joven rubia ni siquiera se sobresaltó cuando Santana cortó el rollo de papel en su boca, de hecho actuaba como una autómata.
La embargaba una desesperación tan profunda que no sentía absolutamente nada.
El ritmo del acto decaía en picado.
Santana destruyó uno de los rollos en dos cortes, otro en cuatro.
Olvidó una variante en la que había añadido una serpentina al extremo del rollito, y cuando envolvió las muñecas de Brittany con el látigo, los espectadores se removieron inquietos.
En el aire se palpaba la tensión de la pareja y lo que antes había sido un acto de seducción ahora parecía una violenta parodia.
En lugar de una esposa intentando ganarse el amor de su esposa, el público veía a una mujer peligrosa amenazando a una mujer frágil e indefensa.
Santana notó lo que ocurría y se dejó llevar por su amor propio.
Se dio cuenta de que no podía permitirse el lujo de rodearla con el látigo sin que el público se pusiera en su contra, pero por otro lado necesitaba un gesto final que diera por concluida la actuación antes de indicar a Artie que soltara a Misha.
Deslizó la mirada por el cuerpo de Brittany y sus ojos cayeron sobre la flor de papel que emergía entre sus pechos, y se dio cuenta de que la había olvidado antes.
Con un gesto de cabeza le indicó a Brittany lo que iba a hacer. La joven rubia la observó sin moverse; lo único que quería era acabar de una vez para poder marcharse y ocultarse del mundo.
La música de la balalaica creció en intensidad mientras ella clavaba los ojos en su esposa.
Si no hubiera estado tan petrificada, se habría dado cuenta del sufrimiento de Santana, de que la embargaba una pena tan profunda como la suya.
La morena movió los brazos y dio un latigazo con un rápido movimiento de muñeca.
La punta del látigo voló hacia ella como docenas de veces antes, pero esta vez Brittany lo vio todo a cámara lenta.
Con una extraña sensación de desapego, ella esperó que volaran los pétalos de la flor, pero en su lugar sintió un dolor abrasador.
Se quedó sin aliento.
Una punzada ardiente atravesó su cuerpo cuando el látigo impactó en ella desde el hombro hasta el muslo.
La pista comenzó a girar y ella a caer.
Pasaron unos segundos y luego volvió a sonar la música, una enérgica y alegre melodía que parecía un extraño contrapunto a aquel dolor tan intenso que le impedía respirar.
Sintió que la alzaban unos brazos y que los payasos entraban a la pista a toda velocidad.
Brittany seguía consciente aunque no quería. A sus oídos llegó una oración.
La música, el murmullo del público, todo resonaba débilmente detrás del muro de dolor que la envolvía.
—¡Apártense! ¡Atrás todos!
La voz de Santana.
Era Santana quien la llevaba en brazos.
Santana, la enemiga. La traidora.
Brittany sintió el duro y cortante frío del exterior cuando la tendió al lado de la carpa.
Su esposa se inclinó sobre ella, utilizando su cuerpo para ocultarla de los demás.
—Cariño, lo siento. Oh, Dios mío, cuánto lo siento.
Brittany utilizó las fuerzas que le quedaban para apartar la mirada de la morena y clavarla en la polvorienta lona de nailon.
Jadeó de dolor cuando Santana rozó con una mano los pedazos desgarrados del maillot.
Brittany tenía los labios tan secos y pegados que no podía abrirlos.
—No me toques...
—Déjame ayudarte—la respiración de Santana era rápida y entrecortada—Te llevaré a la caravana.
Brittany gimió cuando la alzó en brazos, odiando que la moviera y la hiciera sentir más dolor.
—Nunca te perdonaré por esto—susurró.
—Ya, ya lo sé.
Una abrasadora estela de fuego le bajaba desde el hombro al centro del pecho y desde el vientre hasta la cadera.
Sentía tanto dolor que no se dio cuenta de que habían atravesado el recinto y entrado en la caravana hasta que Santana la dejó sobre la cama.
Una vez más, Brittany apartó la mirada de la morena, mordiéndose los labios para no gritar cuando su esposa le quitó lentamente el destrozado maillot.
—Tu pecho...—Santana contuvo el aliento—Tienes un verdugón, pero no tienes la piel cortada, sólo amoratada—el colchón se movió cuando se levantó, pero regresó enseguida—Sentirás frío. Voy a ponerte una compresa.
Brittany dio un respingo cuando le cubrió la piel ardiente con una toalla húmeda y fría.
Apretó los párpados, deseando que pasara todo.
La toalla se calentó por la piel ardiente y Santana se la quitó para reemplazarla por otra.
El colchón se hundió de nuevo cuando la morena se sentó a su lado. Comenzó a hablar, con voz suave y ronca.
—No soy... no soy tan pobre como te he hecho creer. Doy clases en la universidad, pero... pero además me dedico a la compraventa de arte. Y soy asesora en algunos de los mejores museos del país.
Las lágrimas se deslizaron por los párpados de Brittany y cayeron en la almohada.
Cuando las compresas comenzaron a surtir efecto, el dolor disminuyó y se convirtió en un latido sordo y vibrante.
Santana continuó hablando con frases entrecortadas y titubeantes.
—Me consideran una autoridad en iconografía en... en Estados Unidos. Tengo dinero. Prestigio. Pero no quería que lo supieras. Quería que pensaras que era una inculta y pobre trabajadora del circo. Quería... ahuyentarte.
—Ya no me importa—se obligó a decir Brittany.
Santana hablaba ahora con rapidez, como si se le acabara el tiempo.
—Poseo una... una gran casa de ladrillo. En Connecticut, no lejos del campus—con un toque ligero como una pluma, reemplazó la compresa por una nueva—Está repleta de arte y cosas bellas y también... también tengo un granero en la parte de atrás con un establo para Misha.
—Por favor, déjame en paz.
—No sé por qué sigo viajando con el circo. Siempre que lo hago me juro que será la última vez, pero después pasan unos años y comienzo a sentirme inquieta. No importa si estoy en Rusia, en Ucrania, o en Nueva York, al final acabo sintiendo una llamada que me impulsa a volver. Supongo que siempre seré más López que Domínguez.
Ahora que ya no importaba, Santana le contaba todo aquello que ella le había rogado que le revelara durante meses.
—No quiero oír más.
Santana le ahuecó la cintura con la mano en un gesto extrañamente protector.
—Ha sido un accidente. Lo sabes, ¿no? No sabes cuánto lo siento...
—Sólo quiero dormir.
—Britt, soy una mujer rica. Esa noche, cuando fuimos a cenar, sé que estabas preocupada por la cuenta... No tienes... no tienes que preocuparte nunca más por el dinero.
—No me importa.
—Sé que te duele. Mañana te encontrarás mejor. Te saldrá un cardenal doloroso, pero no te quedará cicatriz—vaciló como si se diera cuenta de la terrible mentira que había dicho.
—Por favor—dijo—Si te importo algo, déjame en paz.
Hubo un largo silencio.
Luego el colchón se movió de nuevo cuando Santana se inclinó y le rozó los húmedos párpados con los labios.
—Si necesitas algo, enciende la luz. Vendré de inmediato.
Ella esperó que se fuera.
Esperó que saliera de la caravana para poder romperse en un millón de pedazos.
Pero Santana no se apiadó de ella.
Levantó la punta de la compresa y sopló con suavidad, enviando una oleada de aire que le enfrió la piel. Algo caliente y húmedo cayó sobre ella, pero Brittany estaba demasiado aturdida para saber lo que era.
Finalmente Santana se levantó de la cama y la caravana se llenó de los familiares sonidos de su esposa cambiándose de ropa: el sordo ruido de las botas contra el suelo, el leve susurro de las lentejuelas al quitarse el fajín rojo, el roce de la cremallera de los vaqueros.
Brittany sintió que pasaba una eternidad antes de que oyera cerrarse la puerta.
El gruñido del tigre saludó a Santana cuando salió de la caravana.
Se detuvo en los escalones y tomó aire.
Las luces de colores iluminaban los banderines, pero ella era incapaz de ver nada más que el obsceno verdugón rojo que cruzaba la frágil piel de Brittany.
A Santana le picaban los ojos por las lágrimas contenidas y le ardían los pulmones.
¿Qué había hecho?
Se acercó a ciegas a la jaula del tigre.
La función aún no había terminado.
La zona de las caravanas estaba desierta salvo por un par de payasos con los que evitó cruzarse.
Todo había salido mal esa noche.
¿Por qué no había dado por finalizado el número antes?
Debería haberle indicado a Artie que enviara a Misha cuando supo que aquello no iba bien.
Pero había estado demasiado furiosa.
Su orgullo le había exigido que hiciera un truco más para intentar salvar la función.
Sólo un truco más, como si eso hubiera podido arreglar algo.
Santana apretó los párpados.
Brittany tenía una piel pálida y delicada. El verdugón le cruzaba el pecho y aquel dulce vientre todavía plano donde crecía su hijo.
Su hijo.
Por qué le creía a la rubia cuando le dijo que ella no tenía la culpa de que la sometieran al tratamiento para quedar embarazada y mucho menos con sus óvulos.
Pero eso no evitaba que estuviera muy enojada.
Pero era su hijo.
Ese ser del que le había dicho a Brittany que se deshiciera.
Como si Brittany pudiera hacer algo así.
Como si ella misma pudiera dejar que lo hiciera.
Las feas y horribles palabras que había dicho le resonaron en los oídos.
Palabras que la rubia nunca olvidaría ni perdonaría.
Porque ni siquiera Brittany tenía el corazón tan grande como para perdonar algo semejante.
Cuando llegó a la jaula, Sinjun le sostuvo la mirada sin parpadear, con tanta atención que pareció llegar a los rincones más profundos de su alma.
¿Qué veía el tigre?
Santana traspasó la cuerda de seguridad y agarró los barrotes.
Aquel lugar frío y vacío que siempre había tenido en su interior había desaparecido, pero ¿qué había ocupado su lugar?
La mirada de Santana se clavó en la del tigre y se le pusieron los pelos de punta.
Por un momento todo quedó en suspenso y luego oyó una voz —su propia voz— diciéndole exactamente lo que veía el tigre.
«Amor.»
El corazón le golpeó las costillas.
«Amor.»
Ése era el sentimiento que no había reconocido, el sentimiento que había provocado el deshielo.
Estaba aprendiendo a amar.
Brittany se había dado cuenta.
Había sabido lo que le ocurría aunque ella lo había negado.
La amaba.
Total y absolutamente.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Era más preciosa para ella que todos esos iconos antiguos y que las obras de arte que llenaron su vida durante tanto tiempo.
Al vivir con la rubia había aprendido a ser feliz.
Brittany le había mostrado la alegría, la pasión, todo... Y lo había hecho con una impresionante humildad.
¿Y qué le había dado ella a cambio?
«No te amo, Brittany. Nunca lo haré.»
Apretó los párpados al recordar cómo había negado una y otra vez el precioso regalo que ella le daba.
Pero con un valor que le dejaba sin aliento, Brittany había seguido ofreciéndoselo.
No importaba cuántas veces hubiera negado Santana su amor, la rubia continuaba brindándoselo.
Ahora aquel amor estaba encarnado en el niño que crecía en el vientre de su esposa.
El niño que había dicho que no quería.
El niño que deseaba con cada latido de su corazón.
¿Qué había hecho?
¿Cómo iba a recuperar a su esposa?
Volvió la cabeza hacia la caravana, deseando que la luz estuviera encendida, pero la ventana permanecía en penumbra.
Tenía que ganársela de nuevo, tenía que hacer que perdonara todas las desagradables palabras que había dicho.
Había sido tan arrogante, había estado tan ciega, tan obsesionada con el pasado, que le había dado la espalda al futuro.
La había traicionado de un modo tan absoluto que nadie en su lugar la perdonaría.
Pero Brittany no era una mujer común.
Para la rubia amar era tan natural como respirar.
No era capaz de contener su amor igual que no era capaz de hacer daño a nadie.
Buscaría misericordia en su dulzura y en su generosidad.
No tendría más secretos para la rubia.
Le diría todo lo que sentía y, si eso no la ablandaba, le recordaría aquellos votos sagrados que siempre sacaba a relucir.
Se aprovecharía de su simpatía, la intimidaría, le haría el amor hasta que no recordara que la había traicionado.
Le recordaría que ahora era una López, y que las mujeres López luchaban por sus amores, incluso aunque éstos no se lo merecieran.
La ventana de la caravana seguía a oscuras.
Decidió dejarla dormir, darle tiempo para que se recuperara, pero en cuanto amaneciera haría todo lo que estuviera en su mano para ganársela de nuevo.
El circo comenzaba a vaciarse y ella se puso a trabajar.
Mientras desmontaban la cubierta, pensó en cómo podría demostrarle su amor, cómo podría hacerle ver que, a partir de ahora, todo sería diferente entre ellas.
Volvió la mirada a la ventana oscura de la caravana, luego corrió a la camioneta.
Diez minutos más tarde, encontró una tienda que abría toda la noche.
No había mucho para elegir, pero se llenó los brazos con todo lo que encontró a su paso: galletitas saladas para niños con forma de animales, un sonajero de plástico azul y un patito amarillo; un ejemplar del libro sobre educación infantil del doctor Spock, un babero de plástico con un conejo de grandes orejas y una caja de harina de avena, porque Brittany tendría que alimentarse bien.
Regresó al circo con los regalos tan rápido como pudo.
La bolsa se rompió cuando la cogió del asiento delantero. La cerró con sus manos y corrió hacia la caravana.
Cuando Brittany viera todo eso, comprendería lo que la rubia significaba para ella.
Lo mucho que quería ese bebé; sabría cuánto la amaba.
Se le cayó el sonajero mientras giraba la manilla de la puerta. El juguete de plástico rebotó en el escalón superior y luego rodó por la hierba.
Santana entró corriendo sin prestarle atención.
Brittany se había ido.
El foco la iluminó.
Desorientada, levantó el brazo, intentando protegerse los ojos.
—...Y ninguno de nosotros sabe cuánto le ha costado a esta joven entrar en la pista con su esposa.
Brittany se movió automáticamente al compás de la música de la balalaica, mientras Mike contaba la historia de la novia criada en un convento que había sido secuestrada por una poderosa cosaco.
Apenas lo escuchó.
No veía nada salvo a Santana, la traidora, en el centro de la pista.
Las luces arrancaban brillos carmesí del látigo que caía hasta sus brillantes botas negras, titilaban en el pelo oscuro de Santana y en sus pálidos ojos, que brillaban como los de un animal acorralado.
Brittany seguía bajo la luz del foco cuando Santana comenzó a mover el látigo.
Pero esa noche el baile del látigo no hablaba de seducción, sino de locura salvaje, de furia.
El público ovacionó con aprobación al principio, pero según transcurría el número, percibió la tensión de Brittany.
La comunicación fluida que siempre había existido entre ellas había desaparecido.
La joven rubia ni siquiera se sobresaltó cuando Santana cortó el rollo de papel en su boca, de hecho actuaba como una autómata.
La embargaba una desesperación tan profunda que no sentía absolutamente nada.
El ritmo del acto decaía en picado.
Santana destruyó uno de los rollos en dos cortes, otro en cuatro.
Olvidó una variante en la que había añadido una serpentina al extremo del rollito, y cuando envolvió las muñecas de Brittany con el látigo, los espectadores se removieron inquietos.
En el aire se palpaba la tensión de la pareja y lo que antes había sido un acto de seducción ahora parecía una violenta parodia.
En lugar de una esposa intentando ganarse el amor de su esposa, el público veía a una mujer peligrosa amenazando a una mujer frágil e indefensa.
Santana notó lo que ocurría y se dejó llevar por su amor propio.
Se dio cuenta de que no podía permitirse el lujo de rodearla con el látigo sin que el público se pusiera en su contra, pero por otro lado necesitaba un gesto final que diera por concluida la actuación antes de indicar a Artie que soltara a Misha.
Deslizó la mirada por el cuerpo de Brittany y sus ojos cayeron sobre la flor de papel que emergía entre sus pechos, y se dio cuenta de que la había olvidado antes.
Con un gesto de cabeza le indicó a Brittany lo que iba a hacer. La joven rubia la observó sin moverse; lo único que quería era acabar de una vez para poder marcharse y ocultarse del mundo.
La música de la balalaica creció en intensidad mientras ella clavaba los ojos en su esposa.
Si no hubiera estado tan petrificada, se habría dado cuenta del sufrimiento de Santana, de que la embargaba una pena tan profunda como la suya.
La morena movió los brazos y dio un latigazo con un rápido movimiento de muñeca.
La punta del látigo voló hacia ella como docenas de veces antes, pero esta vez Brittany lo vio todo a cámara lenta.
Con una extraña sensación de desapego, ella esperó que volaran los pétalos de la flor, pero en su lugar sintió un dolor abrasador.
Se quedó sin aliento.
Una punzada ardiente atravesó su cuerpo cuando el látigo impactó en ella desde el hombro hasta el muslo.
La pista comenzó a girar y ella a caer.
Pasaron unos segundos y luego volvió a sonar la música, una enérgica y alegre melodía que parecía un extraño contrapunto a aquel dolor tan intenso que le impedía respirar.
Sintió que la alzaban unos brazos y que los payasos entraban a la pista a toda velocidad.
Brittany seguía consciente aunque no quería. A sus oídos llegó una oración.
La música, el murmullo del público, todo resonaba débilmente detrás del muro de dolor que la envolvía.
—¡Apártense! ¡Atrás todos!
La voz de Santana.
Era Santana quien la llevaba en brazos.
Santana, la enemiga. La traidora.
Brittany sintió el duro y cortante frío del exterior cuando la tendió al lado de la carpa.
Su esposa se inclinó sobre ella, utilizando su cuerpo para ocultarla de los demás.
—Cariño, lo siento. Oh, Dios mío, cuánto lo siento.
Brittany utilizó las fuerzas que le quedaban para apartar la mirada de la morena y clavarla en la polvorienta lona de nailon.
Jadeó de dolor cuando Santana rozó con una mano los pedazos desgarrados del maillot.
Brittany tenía los labios tan secos y pegados que no podía abrirlos.
—No me toques...
—Déjame ayudarte—la respiración de Santana era rápida y entrecortada—Te llevaré a la caravana.
Brittany gimió cuando la alzó en brazos, odiando que la moviera y la hiciera sentir más dolor.
—Nunca te perdonaré por esto—susurró.
—Ya, ya lo sé.
Una abrasadora estela de fuego le bajaba desde el hombro al centro del pecho y desde el vientre hasta la cadera.
Sentía tanto dolor que no se dio cuenta de que habían atravesado el recinto y entrado en la caravana hasta que Santana la dejó sobre la cama.
Una vez más, Brittany apartó la mirada de la morena, mordiéndose los labios para no gritar cuando su esposa le quitó lentamente el destrozado maillot.
—Tu pecho...—Santana contuvo el aliento—Tienes un verdugón, pero no tienes la piel cortada, sólo amoratada—el colchón se movió cuando se levantó, pero regresó enseguida—Sentirás frío. Voy a ponerte una compresa.
Brittany dio un respingo cuando le cubrió la piel ardiente con una toalla húmeda y fría.
Apretó los párpados, deseando que pasara todo.
La toalla se calentó por la piel ardiente y Santana se la quitó para reemplazarla por otra.
El colchón se hundió de nuevo cuando la morena se sentó a su lado. Comenzó a hablar, con voz suave y ronca.
—No soy... no soy tan pobre como te he hecho creer. Doy clases en la universidad, pero... pero además me dedico a la compraventa de arte. Y soy asesora en algunos de los mejores museos del país.
Las lágrimas se deslizaron por los párpados de Brittany y cayeron en la almohada.
Cuando las compresas comenzaron a surtir efecto, el dolor disminuyó y se convirtió en un latido sordo y vibrante.
Santana continuó hablando con frases entrecortadas y titubeantes.
—Me consideran una autoridad en iconografía en... en Estados Unidos. Tengo dinero. Prestigio. Pero no quería que lo supieras. Quería que pensaras que era una inculta y pobre trabajadora del circo. Quería... ahuyentarte.
—Ya no me importa—se obligó a decir Brittany.
Santana hablaba ahora con rapidez, como si se le acabara el tiempo.
—Poseo una... una gran casa de ladrillo. En Connecticut, no lejos del campus—con un toque ligero como una pluma, reemplazó la compresa por una nueva—Está repleta de arte y cosas bellas y también... también tengo un granero en la parte de atrás con un establo para Misha.
—Por favor, déjame en paz.
—No sé por qué sigo viajando con el circo. Siempre que lo hago me juro que será la última vez, pero después pasan unos años y comienzo a sentirme inquieta. No importa si estoy en Rusia, en Ucrania, o en Nueva York, al final acabo sintiendo una llamada que me impulsa a volver. Supongo que siempre seré más López que Domínguez.
Ahora que ya no importaba, Santana le contaba todo aquello que ella le había rogado que le revelara durante meses.
—No quiero oír más.
Santana le ahuecó la cintura con la mano en un gesto extrañamente protector.
—Ha sido un accidente. Lo sabes, ¿no? No sabes cuánto lo siento...
—Sólo quiero dormir.
—Britt, soy una mujer rica. Esa noche, cuando fuimos a cenar, sé que estabas preocupada por la cuenta... No tienes... no tienes que preocuparte nunca más por el dinero.
—No me importa.
—Sé que te duele. Mañana te encontrarás mejor. Te saldrá un cardenal doloroso, pero no te quedará cicatriz—vaciló como si se diera cuenta de la terrible mentira que había dicho.
—Por favor—dijo—Si te importo algo, déjame en paz.
Hubo un largo silencio.
Luego el colchón se movió de nuevo cuando Santana se inclinó y le rozó los húmedos párpados con los labios.
—Si necesitas algo, enciende la luz. Vendré de inmediato.
Ella esperó que se fuera.
Esperó que saliera de la caravana para poder romperse en un millón de pedazos.
Pero Santana no se apiadó de ella.
Levantó la punta de la compresa y sopló con suavidad, enviando una oleada de aire que le enfrió la piel. Algo caliente y húmedo cayó sobre ella, pero Brittany estaba demasiado aturdida para saber lo que era.
Finalmente Santana se levantó de la cama y la caravana se llenó de los familiares sonidos de su esposa cambiándose de ropa: el sordo ruido de las botas contra el suelo, el leve susurro de las lentejuelas al quitarse el fajín rojo, el roce de la cremallera de los vaqueros.
Brittany sintió que pasaba una eternidad antes de que oyera cerrarse la puerta.
****
El gruñido del tigre saludó a Santana cuando salió de la caravana.
Se detuvo en los escalones y tomó aire.
Las luces de colores iluminaban los banderines, pero ella era incapaz de ver nada más que el obsceno verdugón rojo que cruzaba la frágil piel de Brittany.
A Santana le picaban los ojos por las lágrimas contenidas y le ardían los pulmones.
¿Qué había hecho?
Se acercó a ciegas a la jaula del tigre.
La función aún no había terminado.
La zona de las caravanas estaba desierta salvo por un par de payasos con los que evitó cruzarse.
Todo había salido mal esa noche.
¿Por qué no había dado por finalizado el número antes?
Debería haberle indicado a Artie que enviara a Misha cuando supo que aquello no iba bien.
Pero había estado demasiado furiosa.
Su orgullo le había exigido que hiciera un truco más para intentar salvar la función.
Sólo un truco más, como si eso hubiera podido arreglar algo.
Santana apretó los párpados.
Brittany tenía una piel pálida y delicada. El verdugón le cruzaba el pecho y aquel dulce vientre todavía plano donde crecía su hijo.
Su hijo.
Por qué le creía a la rubia cuando le dijo que ella no tenía la culpa de que la sometieran al tratamiento para quedar embarazada y mucho menos con sus óvulos.
Pero eso no evitaba que estuviera muy enojada.
Pero era su hijo.
Ese ser del que le había dicho a Brittany que se deshiciera.
Como si Brittany pudiera hacer algo así.
Como si ella misma pudiera dejar que lo hiciera.
Las feas y horribles palabras que había dicho le resonaron en los oídos.
Palabras que la rubia nunca olvidaría ni perdonaría.
Porque ni siquiera Brittany tenía el corazón tan grande como para perdonar algo semejante.
Cuando llegó a la jaula, Sinjun le sostuvo la mirada sin parpadear, con tanta atención que pareció llegar a los rincones más profundos de su alma.
¿Qué veía el tigre?
Santana traspasó la cuerda de seguridad y agarró los barrotes.
Aquel lugar frío y vacío que siempre había tenido en su interior había desaparecido, pero ¿qué había ocupado su lugar?
La mirada de Santana se clavó en la del tigre y se le pusieron los pelos de punta.
Por un momento todo quedó en suspenso y luego oyó una voz —su propia voz— diciéndole exactamente lo que veía el tigre.
«Amor.»
El corazón le golpeó las costillas.
«Amor.»
Ése era el sentimiento que no había reconocido, el sentimiento que había provocado el deshielo.
Estaba aprendiendo a amar.
Brittany se había dado cuenta.
Había sabido lo que le ocurría aunque ella lo había negado.
La amaba.
Total y absolutamente.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Era más preciosa para ella que todos esos iconos antiguos y que las obras de arte que llenaron su vida durante tanto tiempo.
Al vivir con la rubia había aprendido a ser feliz.
Brittany le había mostrado la alegría, la pasión, todo... Y lo había hecho con una impresionante humildad.
¿Y qué le había dado ella a cambio?
«No te amo, Brittany. Nunca lo haré.»
Apretó los párpados al recordar cómo había negado una y otra vez el precioso regalo que ella le daba.
Pero con un valor que le dejaba sin aliento, Brittany había seguido ofreciéndoselo.
No importaba cuántas veces hubiera negado Santana su amor, la rubia continuaba brindándoselo.
Ahora aquel amor estaba encarnado en el niño que crecía en el vientre de su esposa.
El niño que había dicho que no quería.
El niño que deseaba con cada latido de su corazón.
¿Qué había hecho?
¿Cómo iba a recuperar a su esposa?
Volvió la cabeza hacia la caravana, deseando que la luz estuviera encendida, pero la ventana permanecía en penumbra.
Tenía que ganársela de nuevo, tenía que hacer que perdonara todas las desagradables palabras que había dicho.
Había sido tan arrogante, había estado tan ciega, tan obsesionada con el pasado, que le había dado la espalda al futuro.
La había traicionado de un modo tan absoluto que nadie en su lugar la perdonaría.
Pero Brittany no era una mujer común.
Para la rubia amar era tan natural como respirar.
No era capaz de contener su amor igual que no era capaz de hacer daño a nadie.
Buscaría misericordia en su dulzura y en su generosidad.
No tendría más secretos para la rubia.
Le diría todo lo que sentía y, si eso no la ablandaba, le recordaría aquellos votos sagrados que siempre sacaba a relucir.
Se aprovecharía de su simpatía, la intimidaría, le haría el amor hasta que no recordara que la había traicionado.
Le recordaría que ahora era una López, y que las mujeres López luchaban por sus amores, incluso aunque éstos no se lo merecieran.
La ventana de la caravana seguía a oscuras.
Decidió dejarla dormir, darle tiempo para que se recuperara, pero en cuanto amaneciera haría todo lo que estuviera en su mano para ganársela de nuevo.
El circo comenzaba a vaciarse y ella se puso a trabajar.
Mientras desmontaban la cubierta, pensó en cómo podría demostrarle su amor, cómo podría hacerle ver que, a partir de ahora, todo sería diferente entre ellas.
Volvió la mirada a la ventana oscura de la caravana, luego corrió a la camioneta.
Diez minutos más tarde, encontró una tienda que abría toda la noche.
No había mucho para elegir, pero se llenó los brazos con todo lo que encontró a su paso: galletitas saladas para niños con forma de animales, un sonajero de plástico azul y un patito amarillo; un ejemplar del libro sobre educación infantil del doctor Spock, un babero de plástico con un conejo de grandes orejas y una caja de harina de avena, porque Brittany tendría que alimentarse bien.
Regresó al circo con los regalos tan rápido como pudo.
La bolsa se rompió cuando la cogió del asiento delantero. La cerró con sus manos y corrió hacia la caravana.
Cuando Brittany viera todo eso, comprendería lo que la rubia significaba para ella.
Lo mucho que quería ese bebé; sabría cuánto la amaba.
Se le cayó el sonajero mientras giraba la manilla de la puerta. El juguete de plástico rebotó en el escalón superior y luego rodó por la hierba.
Santana entró corriendo sin prestarle atención.
Brittany se había ido.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Era de esperarse que se fuera con todo lo hizo Santana que triste!! ¿Maraton? Siii!!!???
Tati.94******* - Mensajes : 442
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Edad : 30
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
a estas alturas no se quien es peor en maneras de cagarla y no con sutileza,..si rachel con su arrogancia!! o santana y la maneara tan facking sutil de buscar mil formas de seguir haciendo mierda a britt una y mil veces,..
QUE ES TONTA O NO LE LLEGA AGUA AL TANQUE JODER!!!
no ahí peor ciego que el que no quiere ver,.. hasta que se choca contra la pared!!! espero que britt la haga sufrir y mucho.... a ver hasta donde se arrastra para encontrar a britt!!
nos vemos!!!
a estas alturas no se quien es peor en maneras de cagarla y no con sutileza,..si rachel con su arrogancia!! o santana y la maneara tan facking sutil de buscar mil formas de seguir haciendo mierda a britt una y mil veces,..
QUE ES TONTA O NO LE LLEGA AGUA AL TANQUE JODER!!!
no ahí peor ciego que el que no quiere ver,.. hasta que se choca contra la pared!!! espero que britt la haga sufrir y mucho.... a ver hasta donde se arrastra para encontrar a britt!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
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